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5 rasgos de las personas

emocionalmente inmaduras
Edith Sánchez 16, Febrero 2017 en Emociones13725 compartidos





Las cuestiones de madurez e inmadurez tienen mucho de mito. Las
personas no admiten que se les instale en una sola casilla, ni que se les
adjudiquen una única etiqueta. Cada uno de nosotros es un crisol en el
que se entremezclan distintas formas de conciencia. Somos ignorantes y
sabios, niños y ancianos, infantiles y concienzudos. Todo al mismo
tiempo, aunque dependiendo del momento alguna característica destaque
más que el resto.
La inmadurez emocional podría definirse como una condición en la
que las personas no han renunciado a los deseos o fantasías de la
infancia. Deseos y fantasías que tienen que ver con que el mundo gire en
torno a sí, o que la realidad se doblegue en función de lo que quieren. Así
mismo, la madurez emocional podría definirse como un estado de
fortaleza y templanza que conduce a actuaciones realistas y equilibradas.
“Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra
preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos”

-Albert Einstein-
Más que por una definición en abstracto, la madurez o inmadurez se
muestra a través de rasgos de comportamiento. Enseguida te
hacemos una lista de cinco características que son propias de las
personas emocionalmente inmaduras.
1. Las personas que son egocéntricas
Buena parte del proceso de maduración en las personas consiste en
entender que el mundo no gira alrededor de ellas. El bebé no lo
sabe. Por eso, pide comida a las 2 de la mañana y le tiene sin cuidado si
esto afecta el sueño de sus padres. A medida que crece, aprende a
reconocer que no siempre se obtiene todo lo que se desea, y que otras
personas y sus necesidades también habitan el universo.

Madurar implica salir de la cárcel del yo. Significa perder esa ilusión
que rodea la vida del bebé: basta con pedir para que una necesidad o
un deseo sea satisfecho. Cuando poco a poco vamos renunciando a esa
fantasía, también nos vamos haciendo conscientes de una hermosa
posibilidad: la aventura de explorar el universo de los demás. Si todo sale
bien, aprendemos a preservar el yo y a alcanzar el tú.
2. Dificultad para asumir compromisos
Una señal inequívoca de inmadurez en las personas es la dificultad
para asumir compromisos. Al niño le cuesta renunciar a lo que quiere en
ese momento para conseguir un objetivo mayor a largo plazo. Si le damos
una golosina y le prometemos que si no se la come durante un tiempo le
daremos otra, el deseo de comerse la que tiene en la mano se impondrá.
Con el proceso de maduración se va comprendiendo que los
sacrificios y las restricciones son necesarios para alcanzar logros. Y
que comprometerse con un objetivo, o con una persona, no es una
limitación de la libertad, sino una condición para proyectarse mejor y a
más largo plazo.
3. Tendencia a culpar a los demás
Los niños se asumen a sí mismos como seres dirigidos por otros, que no
actúan a voluntad. En gran medida lo son, en tanto están en un proceso
de formación y de inserción en la cultura. Mientras son pequeños, creen
que el error debe llevar a la culpa. No les importa tanto el daño que
hicieron, sino el castigo o la sanción que puedan imponerles.
Crecer es salir de ese estado de dulce irresponsabilidad. Madurar es
ir entendiendo que somos los únicos responsables de lo que
hacemos o dejamos de hacer. Aprender a reconocer los errores y sacar
de ellos nuevos aprendizajes. Saber reparar los daños. Saber pedir
perdón.
4. Establecer lazos de dependencia
Para las personas inmaduras, los demás son un medio y no un fin en
sí mismos. Así, como medios que son, en su óptica, los
necesitan. No necesitan a los demás porque los quieren, sino que los
quieren porque los necesitan. De ahí que suelan construir lazos en los que
hay fuertes dependencias.
Para poder establecer vínculos basados en la libertad, se requiere que
haya autonomía. Sin embargo, las personas inmaduras no tienen claro el
concepto de autonomía. A veces piensan que hacer su voluntad es un
comportamiento autónomo. Pero a la hora de asumir las consecuencias
de los actos, necesitan de los demás para que amortigüen, oculten o
aligeren la responsabilidad.
5. Irresponsabilidad en el manejo del dinero
La impulsividad es uno de los rasgos más salientes de las personas
inmaduras. Una impulsividad que se expresa muchas veces en la
forma que tienen de administrar sus recursos, como el dinero. Así,
con el fin de satisfacer sus deseos, y satisfacerlos ya, no tienen problema
en comprar lo que no necesitan con el dinero que no tienen.
A veces se embarcan en aventuras financieras descabelladas. No evalúan
con objetividad las inversiones y les cuesta proyectarse a medio y largo
plazo. Por eso es frecuente que vivan endeudados, todo por satisfacer
caprichos.
Todos estos rasgos de inmadurez no surgen o se mantienen por
decisión consciente de las personas. Casi siempre obedecen a
vacíos o grietas durante la crianza. También pueden ser una
consecuencia de experiencias desafortunadas que les han impedido
evolucionar. Si eres así, o conoces a alguien así, no se trata de que le
señales. En realidad lo importante es tomar conciencia de que impulsar tu
propio crecimiento puede conducirte a una vida mejor.

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