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Liliana Molina
Román Alejandro Chávez Báez
(Universidad A ntioquia , C olombia )
Alejandra Gámez Espinosa
de
Graffylia, Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, Año 14, Número 23, julio-diciembre 2016 es una difusión periódica
semestral que se publica en los meses de enero y julio de cada año en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, a
través de la Facultad de Filosofía y Letras, con domicilio en 4 Sur número 104, Centro Histórico, Código Postal 72000,
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en el mes de enero de 2016. Cada autor es responsable de su artículo. Queda estrictamente prohibida la reproducción total
o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Benemérita Universidad Autónoma
de Puebla. Revista arbitrada e incluida en el índice de apa.
Portada: "Al sur". Técnica: Oleo encausto
Autor: Hugo Velez Año: 2012
Índice
Graffylia, Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, Año 14,
Número 23, julio-diciembre 2016
ESTUDIO
GALERIA
Hugo Vélez. La interrupción de lo cotidiano 79
Arturo Aguirre Moreno
RESEÑAS
La desmitificación científica
de Benito Juárez: raza y secularización
en la escritura biográfica de
Francisco Bulnes1
Benito Juarez’s Scientific Demythologizing:
Race and Secularization in Francisco Bulnes’
Biographical Writings
Resumen
El artículo está dedicado al libro de Francisco Bulnes El verdadero Juárez y la ver-
dad sobre la Intervención y el Imperio (1904). Esa biografía cuestionaba la imagen
consagrada del expresidente Juárez que, para ese entonces, funcionaba como
un nexo simbólico entre liberales de diversas tendencias y era una figura icó-
nica de la modernización mexicana. Si bien, la polémica sobre Benito Juárez ha
sido abordada anteriormente, en especial por estudios historiográficos, el artí-
culo propone analizar ciertos mecanismos retóricos y discursivos de la escritu-
ra de Bulnes que funcionan como tópicos que sostienen su argumentación. En
primer lugar, el hecho de que, a pesar del dato biográfico de que Juárez había
pasado del mundo oral zapoteca a posiciones de prestigio en la sociedad letra-
da y política mexicana, Bulnes se apoya en apreciaciones seudocientíficas acer-
ca de la raza para explicar rasgos de la conducta y la personalidad de Juárez. En
segundo término, el desarrollo de una exposición de pretensiones sociológicas
tendiente a demostrar que esos mismos componentes raciales del sujeto biogra-
fiado eran inescindibles de su religiosidad y que esa religiosidad, en su versión
católica, era inherente al pueblo mexicano y había propiciado, a fin de cuentas, el
culto a Juárez. El proceso de desmitificación de ese culto a Juárez efectuado por
Bulnes presenta, entonces, dos ejes interrelacionados: el componente racial y la
persistencia de formas pre-seculares de pensamiento que, muy a pesar de las fi-
guras y eventos históricos celebrados por la nación liberal, subyacían en el pro-
ceso de modernización mexicano.
Palabras Clave: Francisco Bulnes, Benito Juárez, secularización, modernidad,
positivismo mexicano.
Abstract
This paper is devoted to the book written by Francisco Bulnes, El verdadero Juá-
rez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio (1904). It is a biography that ques-
tions the former president Juarez’s consecrated image which, by that time, was
1
Una versión sintética y preliminar de este trabajo fue leída en el Simposio Internacional Ciencia, cultura y modernidad
en América Latina, organizado por la red de investigación Science in Text and Culture in Latin America, auspiciado por
Centre of Latin American Studies-University of Cambridge / Universidad de Oxford / Arts and Humanities Research
Council-Reino Unido; Buenos Aires, 8 y 9 de abril de 2016.
2
Universidad Nacional de Mar del Plata (unmdp).
a symbolic nexus for liberals from different tendencies, an iconic figure of the
Mexican modernization. The controversy around Benito Juarez was studied be-
fore us, primarily by historians. Nevertheless, this article proposes to analyze
some rethorical and discoursive features of Bulnes’ writing, which function as
topics in his argument. First, the biographical datum of Juarez having past from
the oral zapoteca culture to a prestigious position in the political and literate
Mexican society is turned into a seudoscientific explanation based on race to
understand his behaviour and personality. Second, the development of a socio-
logical exposition which tries to demonstrate that the same racial features were
related to Juarez religiosity. According to Bulnes, this religiosity, specially catho-
lic, was inherent to Mexican people and it had contributed to the extablishment
of Juarez’s worship. Bulnes develops a demytholozing process of this worship
supported by two intermingled axis: the racial component and the persistence of
pre-secular thinking ways which underlay the Mexican modernization process,
in spite of the personalities and historical events celebrated by the liberal nation.
Keywords: Francisco Bulnes, Benito Juarez, Secularization, Modernity, Mexi-
can Positivism.
i
En 1904, dos años antes de que se cumpliera el centenario del nacimiento de
Benito Juárez, el siempre polémico Francisco Bulnes publicó una obra titulada
El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, en la cual se pro-
ponía efectuar lo que denominaba una crítica histórica y desmitificar el rol tras-
cendental que la historia oficial le asignaba a la figura del expresidente Benito
Juárez.3 El libro, editado en México y París por la librería de la Viuda de C. Bou-
ret, estudiaba especialmente los eventos concernientes al período que iba de
1861 a 1867, cuyo eje fue, como lo anunciaba el título, la intervención europea
y la implantación del breve imperio de Maximiliano de Habsburgo en México.
Francisco Bulnes (1847–1924) estudió Ingeniería Civil y de Minas en la escuela de Minería. Profesor en la Escuela
3
Nacional de Ingenieros. Periodista, dirigió La libertad (orientado por un positivismo de corte spenceriano) y fue redactor
de El Siglo xix y México financiero, además de colaborar en La prensa, El Universal y otros. En 1874 fue nombrado
secretario y cronista de la Comisión Díaz Covarrubias, que debía observar el paso de Venus en el hemisferio oriental.
Profesor de Matemáticas en la Escuela Nacional Preparatoria y de Hidrografía, Cálculo, Economía Política y Meteo-
rología en la Escuela Nacional de Ingenieros. En materia educativa, suscribió el positivismo comteano, recibido por
influencia de Gabino Barreda, pero como ocurrió con otros positivistas, en política se adscribió a la visión spenceriana
y en cuanto a la historia, al influjo de Taine. Perteneció a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. En política
estuvo ligado a Sebastián Lerdo de Tejada hasta su caída en desgracia en 1876. Fue Jefe de Hacienda en Cuernavaca
y se acercó al porfirismo a través de Manuel Romero Rubio, exlerdista, como el mismo Bulnes, y suegro de Porfirio
Díaz. Durante treinta años fue alternativamente Senador y miembro de la Cámara de Diputados, representando a
los estados de México y Morelos y al territorio de Baja California, desde el gobierno de Lerdo de Tejada hasta el de
Madero. Integró comisiones que trataron problemas mineros, bancarios y referidos a la deuda pública, y fue con-
sultor de varios ministerios. Participó en el primer y segundo Congresos Nacionales de Instrucción (1889 y 1890) y
fue comisionado por el vicepresidente Corral para redactar un plan de leyes que sirviera de base para el código de
compensación del obrero. El estallido de la Revolución impidió que su proyecto fuera tratado en el congreso. Siguió
en sus puestos legislativos durante los gobiernos de Madero y de Huerta aunque muchos lo consideraron un enemigo
de la Revolución. Un artículo suyo cuestionando el accionar de Carranza, en 1915, motivó su autoexilio preventivo:
no sin razón, pues cuando entraron en la ciudad de México los carrancistas una de las primeras casas saqueadas fue
la suya. Vivió un año en Nueva Orleans y cinco en La Habana, Cuba, antes de regresar a México. En el año 1921, con
la muerte de Carranza, regresó a su país, donde ejerció el periodismo hasta su muerte en 1924. Orador y polemista
temido por su sarcasmo, escribió sobre sociología, economía e historia. Antes del libro sobre Juárez, ya contaba en su
haber con obras como Sobre el hemisferio norte, once mil leguas. Impresiones de viaje a Cuba, los Estados Unidos, el
Japón, China, Conchinchina, Egipto y Europa (México, Imprenta de la Revista Universal, 1875), Defensa y ampliación
del discurso pronunciado el 21 de junio de 1903 ante la Convención Nacional Liberal (1903), Las grandes mentiras de
nuestras historia. La nación y el ejército en las guerras extranjeras (1904). Posteriormente, en la misma línea escribiría
La guerra de Independencia, Hidalgo e Iturbide (1910), Rectificaciones y aclaraciones a las memorias del general
Porfirio Díaz (1922), Los grandes problemas de México (1926), Toda la verdad acerca de la revolución mexicana. La
responsabilidad criminal del presidente Wilson en el desastre mexicano (1916, primera edición en inglés). Era un autor
muy leído pero también muy discutido llegando, incluso, a sufrir ataques físicos o a batirse en duelo un par de veces
por sus escritos en la prensa. Para esta síntesis, seguimos a Lemus (1965).
ESTUDIO 7
4
Oscar Terán cuestiona la idea del positivismo como una filosofía homogénea, aduciendo que funcionó como una
caja de herramientas de la cual los intelectuales se apropiaron con un evidente desprejuicio (1983). Respecto de
los científicos, se suele mencionar como fecha de nacimiento del grupo el año 1892, cuando Porfirio Díaz se prepa-
raba para su cuarta reelección. Un nuevo partido político, Unión Liberal, se formó con miras a brindar su apoyo al
mandatario y en él se agruparon muchos colaboradores del periódico La Libertad, desde cuyas páginas justificaban
el régimen. El manifiesto de ese nuevo partido apareció el 23 de abril de 1892 y lo firmaban Manuel M. Zamacona,
Sóstenes Rocha, Justo Sierra, Rosendo Pineda, Carlos Rivas, Pedro Díez Gutiérrez, Pablo Macedo, José Ives Limantour,
Francisco Bulnes, Vidal Castañeda Nájera y Emilio Alvarez. En él se exponía la tesis de que consolidar un estado de
orden era un paso previo y necesario para gozar de las libertades cívicas plenas y se proponía analizar científicamente
la situación social de México antes de implantar el orden más conveniente para el país. Fue esa pretensión la que
motivó que el nuevo partido fuese conocido como el partido de los científicos (Zea, 1968). Al decir de Charles Hale,
el término científico comenzó a aplicarse en el contexto de un debate constitucionalista. Mientras que el gobierno
de Porfirio Díaz (1877–1880 y 1884–1911) había sido apoyado inicialmente ante lo que se percibía como la nece-
sidad de una autoridad central, en la década de 1890 ya se avizoraba la necesidad de colocar límites a su gestión,
en exceso centralizada y personalista. En ese contexto se propuso la reforma de varios artículos de la Constitución,
entre los cuales se destacaba la inamovilidad de los jueces, propuesta que el mismo Justo Sierra presentó en 1893 y
cuya posición era compartida con Francisco Bulnes. Sierra, Bulnes y otros defensores de esa posición, como Manuel
Flores, Ramón Prida y Arteaga y Pablo Macedo, fueron tildados de científicos por quienes se oponían a la estabilidad
judicial (Hale, 1997).
5
En efecto, si se descuentan los cuatro años en que presidió el gobierno nacional Manuel González (1880–1884),
Porfirio Díaz era la figura central de la política mexicana desde 1876, centralidad que terminaría con la Revolución
mexicana y que dio su nombre a la época conocida como El Porfiriato.
6
Entre quienes refutaron su primer libro sobre Juárez se encuentran: Adalberto Carriedo, Francisco G. Cosmes, Juan
Pedro Didapp, Genaro García, Victoriano Salado Álvarez, Carlos Pereyra, Fernando Iglesias Calderón, José María
Romero, Ignacio Mariscal, Leonardo R. Pardo, Ramón Prida, José R. Del Castillo, Gabriel González Mier, Hilarión
Frías, José T. Pérez y Justo Sierra (Escoto, 2008). En 1905 el mismo Bulnes trató de responder algunas observaciones
en su nuevo libro Juárez y las revoluciones de Ayutla y Reforma, pero en esa ocasión sus diatribas ya no tuvieron el
mismo eco. Téngase en cuenta que algunos de estos libros que se oponían a Bulnes fueron pagados por el Ministe-
rio de Relaciones Exteriores, a cargo de Ignacio Mariscal, quien era el candidato no científico a la vicepresidencia,
cargo que finalmente obtuvo Ramón Corral, apoyado por Los Científicos. Para el mapa político de la cuestión, remito
especialmente a La polémica sobre Benito Juárez (Jiménez Marce, 2003).
ii
Una de las tesis centrales del libro es que la actuación de Juárez no había sal-
vado a la república y a los ideales liberales, sino a una combinación de ciertos
militares mexicanos, de figuras como Matías Romero que desde los Estados
Unidos obstaculizaba el reconocimiento diplomático del imperio mexicano, de
los desacuerdos en el seno del partido o facción conservador-clerical y de la
7
En realidad el libro tenía un precedente importante. Bulnes no apoyaba a Díaz per se sino porque creía en la necesidad
de un gobierno fuerte y centralizador. Esta posición lo había alejado de los liberales extremos o jacobinos y ya en
un discurso que había pronunciado el 21 de junio de 1903, ante la Convención Nacional Liberal, había atacado a
los jacobinos mediante acusaciones dirigidas contra el héroe de los liberales, es decir, Juárez, aduciendo que había
sido su torpeza política la que había tornado inevitable la invasión extranjera y culpándolo de asociarse con los
norteamericanos. Ese discurso había merecido la airada reacción de los masones, los obreros, los estudiantes de
Derecho y el Comité Patriótico Liberal, quienes se manifestaron mediante marchas, artículos en la prensa, folletos
y libros. Para Ariel Rodríguez Kuri (2005), en ese discurso está el programa intelectual que Bulnes cumpliría en sus
libros historiográficos posteriores.
8
Se ha señalado que el modo en que Bulnes escribió este y otros libros, como su serie Las grandes mentiras de la
historia, cuestionaban el programa narrativo de la historia liberal mexicana, representado emblemáticamente por
México a través de los siglos, obra dirigida por Vicente Riva Palacio. Uno de los ejes de ese programa liberal había
sido trazar una línea de continuidad entre Cuauhtémoc, Hidalgo y Juárez haciéndoles aparecer como héroes de una
misma nación, esencialmente la misma a través de los siglos (Luna Argudín, 2008). Respecto de los usos retóricos
en Bulnes, se ha señalado la contradicción entre el apasionamiento y la pretendida cientificidad en la escritura de la
historia (Moreno García, 1988), la adopción de modos de persuasión propios de la oratoria cívica desarrollada frente
a la tribuna pública (Jiménez Marce, 2003), el cuestionamiento al gran programa narrativo de la historia oficial liberal,
en la que se veía al héroe como el impulsor de las grandes acciones que habían forjado a la nación (Jiménez Marce,
2003). Para el uso –y abuso– de la ironía, la paradoja y los enunciados contrafactuales en Bulnes, es insoslayable
Jiménez Marce 2003. Para Rodríguez Kuri, el éxito público de Bulnes podría explicarse si se acepta que “escribió
una historia oficiosa del México liberal. Una historia oficiosa sería aquella escrita por una persona que, desde la
perspectiva del lector ilustrado, reúne las competencias intelectuales necesarias para tal empresa, pero además es
públicamente admitido que habla desde adentro (es decir, desde una cercanía política, conceptual y emocional) de
la cosa que está historiando” (Rodríguez Kuri, 2005).
ESTUDIO 9
[…] católico eminentemente social, político y evolucionista, [que] es una creación del
jesuitismo. Sin los jesuitas la religión católica estaría en el vasto osario de las institu-
ciones que, empeñándose en no marchar, se empeñan en morir. El jesuitismo reco-
noce el patriotismo con reservas, la libertad con reservas, la democracia con reservas, el
socialismo con reservas y es capaz de llegar a reconocer el ateísmo con reservas. Para
el jesuitismo nada de lo que presenta la civilización moderna es condenable des-
de el punto de vista católico, si oportunamente se hacen las debidas reservas (Bul-
nes, 2009a, p. 336).
La cita que precede pone de manifiesto el problema de fondo que Bulnes está
desnudando: el conflicto, en el seno de la cultura moderna, entre la ciencia y
las formas de pensamiento racional que promueve, por un lado, y las estrate-
gias que adoptan creencias y prácticas premodernas –como el catolicismo, se-
gún Bulnes– para sobrevivir en el mundo moderno. De algún modo, el autor
sostiene la idea básica de que la fe religiosa es imposible en un mundo donde
el criterio de verdad ya no lo fijan las creencias sino la ciencia, como se infie-
re del párrafo donde compara al clero francés con el mexicano, desacreditan-
do el supuesto mayor grado de civilización alcanzado por el primero porque,
precisamente, cae en la inconsistencia de querer apoyar la creencia religiosa en
pruebas científicas:
[…] La superioridad del alto clero francés sobre el alto clero mexicano consistía
en la elocuencia admirable y en el uso de la invención de querer demostrar con la
ciencia lo que se condena con la ciencia: la revelación. Prefiero escuchar un sermón
Pensar en algo así como un catolicismo ilustrado es imposible para Bulnes: la re-
ligión como fuente de certezas ha sido desplazada por la ciencia y, por lo tanto,
no tiene lugar en la cultura moderna. Sin embargo, no puede soslayar la presen-
cia de rasgos propios de las mentalidades religiosas, en particular católicas, en
la constitución de la ciudadanía mexicana. Para el belicoso escritor, la educación
católica era un lastre compartido por blancos, mestizos e indígenas en México,
que explicaba la pasividad de los ciudadanos ante los eventos de ostensible co-
rrupción política, que la opinión pública mexicana era incapaz de corregir o sim-
plemente denunciar:
Esta gran inercia es el sedimento secular de la educación católica antigua que sancio-
naba el derecho divino. Con gobiernos de derecho divino, es crimen para el pueblo
exigirles responsabilidad por sus actos. Un pueblo sincero y fielmente católico está inca-
pacitado para ser pueblo libre, por sus antecedentes que lo han sumergido en la abyec-
ción, a la que se da [el] nombre de purificación (Bulnes, 2009a, p. 320).
Bulnes, quien en este y otros libros se oponía a los liberales jacobinos, es decir,
a quienes propugnaban una genuina salida democrática al régimen de Díaz,
desarrolla un análisis de pretensiones sociológicas para esclarecer por qué el
catolicismo consustancial a las masas mexicanas las imposibilitaba para la de-
mocracia: “En México […] la clase indígena es nominalmente católica y la me-
jor prueba de la falta de voluntad práctica o política, es que el soldado indígena
sirve, forzado o voluntario, con igual indiferencia todas las causas” (Bulnes,
2009a, p. 461). Simultáneamente, señala que “en la clase media reside el profe-
sionalismo y sus intereses son como en todo el mundo [,] industriales, y el in-
dustrialismo ha sido el representante de la ciencia, o sea, el enemigo natural
del clericalismo” (Bulnes, 2009a, p. 461). Economía industrial y desarrollo cien-
tífico son, entonces, dos rasgos de la modernidad anhelada por Bulnes que, en
poderosa imagen cinegética, describe como un estado civilizatorio al cual se
enfrenta, inútilmente, el catolicismo en su versión modernizada, el jesuitismo:
“La civilización, siendo más fuerte que el jesuitismo, hace que este vaya mar-
chando hacia adelante y olvidándose cada día más de cumplir el programa de
las reservas. El jesuitismo es un cazador con piernas de elefante que persigue a
un ciervo infatigable en un campo infinito” (Bulnes, 2009a, p. 337). Por la mis-
ma razón, es esta imbricación entre cientificismo, liberalismo y modernidad la
que le permite enunciar una valoración sociológica –aunque claramente inde-
mostrable– como la siguiente:
[…] El partido liberal sufrió numerosas derrotas y, no obstante ellas, vivía, luchaba,
crecía. El partido conservador fue vencido, no obstante haber alcanzado numerosas
victorias. Lo que prueba que la fuerza del partido conservador era puramente mili-
tar, mientras que la prodigiosa resistencia del partido liberal a las derrotas, prueba
que su fuerza era indefectiblemente social (Bulnes, 2009a, p. 461).
Pero, lejos del optimismo alimentado por la utopía del progreso inevitable, Bul-
nes notaba en esta modernidad, en su versión mexicana, un cono de sombra,
algo así como la persistencia de modos y costumbres atávicos que se desdecían
ESTUDIO 11
En la misma línea, en otro libro publicado en 1904, Las grandes mentiras de nues-
tra historia. La nación y el ejército en las guerras extranjeras, su crítica al sistema
pretoriano o militarista –causa del enfrentamiento entre científicos y reyistas,
digámoslo de paso– lo llevará a asociar estas formas de culto seudoreligioso
con el militarismo:
favoreciéndolo –entre las que destaca el triunfo de los estados del Norte en la
Guerra de Secesión norteamericana– concluye en afirmar que “La casualidad
merece también su centenario” (2009a, p. 569). Juárez es, en opinión de Bulnes,
una construcción mítica, “un ídolo de la veneración liberal [,] formado pieza
por pieza con subterfugios políticos y material legendario extraído de los vol-
canes de nuestras ilusiones siempre encendidas, nunca para iluminarnos sino
para calcinar nuestro espíritu” (2009a, p. 569). De allí, que en un célebre pasaje
en el cual funde la condición indígena con rasgos de religiosidad oriental, ma-
nifieste su preocupación ante la evidencia de que
[…] Juárez está en camino de ser un Buda zapoteca y laico, imponente y maravillo-
so, emanado del caos intelectual, siempre tenebroso por la ausencia de criterio en
nuestras clases ilustradas, por la exuberancia de vanidad de nuestras masas, por
la necesidad de catolicismo residual, que busca siempre una imagen, un culto, una
piedad para la emoción social desprendida del sentimiento religioso […] (Bulnes,
2009a, p. 575).
“Buda […] laico”; un dato sociológico que nuestro autor no era el único en señalar
y que procuraba interpretar —favorablemente, esta vez— el más famoso de sus re-
futadores, el político y escritor Justo Sierra, quien en Juárez, su obra y su tiempo, con-
testaba implícitamente a Bulnes cuando afirmaba que “un mundo, un pueblo, una
sociedad no pierden una religión jamás, sino que la cambian por otra que da mayor
y mejor satisfacción al sentimiento religioso […]” (Sierra, 1989, p. 38).
Al notar que en las masas de la Capital, había una excitación católica amenazante
con borbollones de fanatismo; comprendí que era necesario poner frente al culto
de la Virgen de Guadalupe, otro culto laico y escogí a don Benito Juárez. Yo fui el
fundador del culto a Juárez el 18 de julio de cada año. Y escogí al señor Juárez, no
porque nos hubiera dado la democracia, sino por ser el símbolo de la Reforma ya
activo en la conciencia popular. Me ayudaron en esa obra, el licenciado don Juan
José Baz, su hijo Gustavo (Calibán), el general Sóstenes Rocha, el célebre guerri-
llero Aureliano Rivera y el prestigiado reformista don Guillermo Prieto, que fue
el primer orador en la primera fiesta del culto a Juárez (Bulnes, 1927, pp. 294–295).
iii
Siempre en asociación con estas cuestiones, coincido con lo señalado por Erika
Pani en la introducción a su edición de El verdadero Juárez, respecto de la ne-
cesidad de una relectura del tan mencionado como poco explorado racismo de
los científicos, que ha sido causa de la descalificación acrítica de figuras como
Bulnes (Pani, 2009).
Un rastreo del tópico racial en el libro que me ocupa, nos permite matizar
o complejizar el tantas veces mencionado racismo de Bulnes. Recordemos que
cinco años antes, en El porvenir de las naciones hispanoamericanas, había vatici-
nado una interpretación negativa sobre el futuro de la raza nativa americana
basándose en argumentos deterministas a partir de variables como su alimen-
tación. En El verdadero Juárez habla de la moral de la raza latina, que en algunos
aspectos se ve colocada, incluso, por debajo de la indígena, como cuando asig-
na al ejército de ocupación francés una moral inferior a la de los “pieles rojas”
(Bulnes, 2009a, p. 55). Traigo aquí nuevamente a colación su asociación del je-
suitismo con el catolicismo latino o su observación de que el mito de Juárez era
una necesidad del espíritu latino. Los ejemplos al respecto podrían multiplicarse.
La pervivencia de estos rasgos culturales preseculares tanto en la ciuda-
danía mexicana como en la persona y conducta de Juárez son explicados por
Bulnes recurriendo, en más de una ocasión, a tipificaciones de orden racial. El
mismo accionar de la Compañía de Jesús responde, al decir de Bulnes, al “prin-
cipio […] esencialmente latino [el fin justifica los medios, principio que l]a raza
anglosajona condena” (Bulnes, 2009a, p. 337). De allí, afirma nuestro autor, que
El católico latino moderno es, pues, lógico con su raza, con su historia, con su natu-
raleza, con sus necesidades espirituales, cuando sobrepone a todo la salud de la reli-
gión, de mismo modo que los jacobinos justifican todas sus atrocidades con la salud
del pueblo (Bulnes, 2009a, p. 337).
Hasta aquí, podríamos ver una variación más del tópico de la decadencia latina,
que se había instalado entre la guerra franco-prusiana de 1871 y la hispano-es-
tadounidense de 1898 (Rojas, 2000). También, una variación local del discurso
de la eugenesia, que en gran medida había articulado los debates culturales de
las élites políticas latinoamericanas poscoloniales.
Sin embargo, cabe aclarar que la posición de Bulnes respecto de estos argu-
mentos raciales, que se habían banalizado al punto de convertirse en una suerte
de lugares comunes, no es monolítica. Por el contrario, muchas veces denuncia
la simpleza de apoyarse en estos argumentos poco sólidos para explicar el accio-
nar de personas, pueblos o ejércitos, como ocurre cuando narra el episodio del
sitio de Puebla durante la Guerra de Intervención. Según la versión del autor, el
general González Ortega, del ejército de Juárez, había tomado una decisión mi-
litar a partir de un juicio seudocientífico respecto de la raza latina: decidió ocu-
par Puebla dando por sentado que los franceses tratarán de tomarla a la fuerza.
Pero dicha estrategia militar no funcionó, los franceses no se lanzaron al comba-
te contra la plaza fuerte sino que le pusieron sitio, un “sitio científico” (Bulnes,
2009a, p. 165). En el siguiente pasaje, Bulnes culpa a Juárez y los suyos de proce-
der de acuerdo con prejuicios respecto del temperamento y conducta de los sol-
dados de raza latina:
[…] Para nuestros directores militares y civiles de la campaña de 1863, el ataque y de-
fensa de las plazas fuertes, no estaba sometido a reglas científicas, muy acreditadas
ESTUDIO 15
en la práctica; era una cuestión de puro brío, una cuestión de caballos; un ejército
holandés no podía atacar plazas por ser flemático, tampoco los ejércitos alemanes,
ingleses, rusos. En cambio todos los países nerviosos tenían que asaltar las plazas
fuertes de improviso, para ser derrotados. La derrota ante plazas fuertes era una pro-
piedad imprescriptible, inevitable, preciosa de la raza latina. Juárez no era de raza
latina, pero entendió y respetó sus misterios: la táctica y la estrategia latina era una
simple afección de nervios; el mejor general tenía que ser una mujer histérica (Bul-
nes, 2009a, p. 164).
Juárez solo concibe el poder, la vida, la política, como se lo hace sentir su raza, con
su invariable cerebro de plomo y como se lo ha enseñado el único libro que ha leí-
do bien, La política, de Benjamin Constant, apologética del régimen parlamentario.
Juárez como gobernador de Oaxaca fue siempre religioso, casi místico, creyente en
los milagros de Nuestra Señora de la Soledad y después en su presidencia parla-
mentaria emanada de un sufragio popular correcto y puro, pero [en] imaginario
fue un misterioso católico liberal […] (Bulnes, 2009a, p. 105).
iv
Ya para finalizar, digamos que la escritura histórica y biográfica de Bulnes fun-
ciona como una operación desmitificadora de la imagen consagrada del expresi-
dente Benito Juárez, una suerte de héroe nacional o divinidad secular que había
sido la figura tutelar –primero como Ministro de Justicia e Instrucción Pública y
luego como Presidente– de las secularizadoras Leyes de Reforma en México, ver-
dadero origen, para muchos historiadores, de la República moderna. El hecho
de que Juárez hubiese pasado del mundo oral zapoteca a posiciones de presti-
gio en la sociedad letrada y política mexicana que lo convertían, a ojos de otros
autores, en un ejemplo paradigmático de las posibilidades humanas de autosu-
peración y de progreso, es usado por Bulnes en apoyo de valoraciones negativas
y seudocientíficas acerca de la raza. En el desarrollo de su exposición histórica, y
de pretensiones sociológicas, procura demostrar que esos mismos componentes
raciales del sujeto biografiado eran inescindibles de su religiosidad; que esa re-
ligiosidad, en su versión católica, era inherente al pueblo mexicano y que había
propiciado, en un proceso circular, el culto al propio Juárez. Un culto que Bulnes
busca entender y conjurar a partir de dos ejes interrelacionados: el componente
racial y la persistencia de formas pre-seculares de pensamiento que subyacían
en el proceso de modernización mexicano y convivían, no sin contradicciones,
con las figuras y eventos históricos celebrados por la nación liberal.
Desde esta perspectiva, El verdadero Juárez puede leerse como algo más que
el eje de una polémica entre científicos y reyistas en el seno del Porfiriato o entre
la historiografía liberal y la revisionista –funciones que, desde luego, cumplió,9
Es una biografía que se proyecta en una crítica histórica, como decía el mismo
autor, pero no solo de un personaje o de los eventos históricos que dieron lugar
a la aventura del segundo imperio en México, sino de la modernidad cultural
tal como se estaba produciendo en ese país. Para Bulnes no había moderniza-
ción cultural posible sin el incremento de la cultura científica, como compartían
muchos adeptos al pensamiento positivista en América Latina, pero también,
como muchos liberales de su generación, sin un adecuado proceso de secula-
rización en el campo no solo sociopolítico sino, fudamentalmente, cultural en
sentido más amplio. Si recordamos aquí lo que decía Harvey Cox en su clásico
libro sobre La ciudad secular, acerca de la estrecha vinculación entre la seculari-
dad y la modernidad, quizás podamos entender un poco mejor el impacto de
la crítica de Bulnes: del seno de la ciudad letrada, moderna y científica, surgía
una crítica al proceso de modernización que denunciaba el bajo coeficiente de se-
cularización alcanzado por la sociedad mexicana, muy a pesar de las reformas
legales, de las políticas laicistas y de la educación moderna.10
9
Entre otros efectos producidos por el libro de Bulnes se cuenta el haber trasladado la discusión de ámbitos tradicio-
nales como la prensa y la tribuna hacia un medio poco utilizado para dirimir disputas como lo era el libro, según lo
señala Rogelio Jiménez Marce (2003).
10
En su clásico estudio, Harvey Cox vincula el proceso de secularización con el de urbanización, en la modalidad
ESTUDIO 17
Que esa crítica tuviese lugar en un escrito biográfico, no es, tampoco, irre-
levante: recordemos que, para muchos estudiosos, el género biográfico tiene
su origen en la antigua laudatio funebris, la oración funeral que pronunciaba, en
la tradición romana, un pariente o amigo del muerto (Garraty, 1964). Entre la
celebración memoriosa y el balance de la vida de un hombre público, como lo
había sido Benito Juárez en grado superlativo, las biografías que se escribieron
sobre el expresidente cumplían con esa funcionalidad de tantos discursos fú-
nebres: la de ser, primordialmente, un ejercicio simbólico ad usum de los vivos.
Las biografías del presidente liberal por antonomasia, Benito Juárez, escritas
en el último período del Porfiriato, contaban la vida de un muerto ilustre, una
figura sacra y fundacional, pero su funcionalidad era revertida por la pluma
irónica de Bulnes, para lanzar una advertencia acerca de las contradicciones
profundas y los ritmos desajustados con los que México procuraba acoplarse
al proceso de modernización occidental, un proceso que no había logrado des-
encantar el mundo sino que lo había ocultado tras las nuevas mitologías que ha-
bía engendrado. Una advertencia más que pertinente, como lo iba a demostrar,
en muy pocos años, el estallido de la Revolución.
Referencias
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seguida desde el Renacimiento en Occidente. Las ciudades modernas no deben entenderse, según él, como
ciudades al estilo antiguo que alcanzaron un mayor tamaño. Son radicalmente distintas, tributarias del desarrollo
tecnológico y la racionalización económica y política (transportes y medios masivos de comunicación, organización
burocrática, posibilidades de un mayor anonimato y movilidad, etcétera). En ese sentido, son tecnópolis, herederas
de las revoluciones industriales, y ámbitos cuya diversidad humana y social permite la comparación y consecuente
relativización de dogmas antiguamente considerados incuestionables. Desde esta perspectiva, la secularización no
es un enfrentamiento o persecución de las religiones sino el proceso cultural en cuyo seno la religión es puesta entre
paréntesis, proceso también conocido como la privatización de la religión. Por ello, arguye Cox, la vida urbana y
moderna es profana, no en el sentido de sacrílega sino de a-religiosa, y propicia un a-teísmo que no tiene por qué
derivar en anti-teísmo. En la misma línea, el significado de los eventos históricos y sociales no tiene un significado
ontológico sino funcional, orientado hacia proyectos y propósitos. Siempre al decir de este autor, la secularización
tiene un componente sociopolítico –visible en el ámbito institucional, cuando se separa, por ejemplo, la esfera
administrativa clerical de la secular– y otro, que no siempre va acompasado con el primero, que es cultural y que
denota la desaparición de la sobredeterminación religiosa de los símbolos propios de la integración cultural. La
secularización cultural es un proceso que libera al hombre de visiones del mundo metafísicamente cerradas, a di-
ferencia del secularismo, una ideología que vuelve a ofrecer una visión cerrada del mundo y que funciona, muchas
veces, como una nueva religión. La tolerancia ideológica es consustancial al modo de vida secularizado desde el
ángulo cultural, así como la desacralización de la política y toda otra manifestación de lo social. Remitimos para
esta síntesis a Cox (1990), especialmente Introduction. The Epoch of the Secular City (pp. 1–12) y Part One. The
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ESTUDIO 19
Memoria, utopística
y responsabilidad
Memory, Utopian and Responsibility
Adriana Menassé1
Resumen
Si la utopía se plantea como mirada hacia un futuro ideal, la memoria recupe-
ra del pasado las chispas cuya luz ha de ser recogida, pues ilumina la posibi-
lidad de otro mañana. Hoy, dado el desencanto frente a las grandes narrativas
y las soluciones globales, la reconstrucción de un orden de sentido parece pa-
sar por esfuerzos puntuales de justicia, esfuerzos articulados sobre la base de
la escucha y la responsabilidad por el otro, así como por la crítica a un sistema
que lleva el desperdicio y la depredación a sus límites. Parece ineludible repen-
sar nuestra condición como criaturas en un mundo compartido a partir de una
ética anclada en la responsabilidad, la solidaridad y la empatía. Si bien el por-
venir no ha de ser pensado como fin de todas las contradicciones, nos es dado
aspirar a esos fragmentos de encuentro y de sentido que cumplen en cada pre-
sente las mejores posibilidades del diálogo humano.
Palabras clave: sentido, memoria, utopía, responsabilidad, diálogo.
Abstract
If utopias set their hopes in the future, memory recovers from the past the
sparks that could lead to a different tomorrow. In the midst of what seems to
be a crisis of meaning and a vast disbelief in grand narratives, our horizon of
understanding yearns for more specific endeavors of justice and care for others,
along with programs that might counteract the harm unchecked industriali-
zation has created both ecologically and socially. We are bound to rethink our
condition as human creatures in terms of an ethics of responsibility that recon-
nects us to a sense of common ground and friendship committed to a true hu-
man dialogue.
Keywords: Meaning, Memory, Utopia, Responsibility, Dialogue.
1
Instituto de Filosofía, Universidad Veracruzana.
ESTUDIO 21
Nuestras sociedades han liquidado todos los valores sacrificiales, sean éstos orde-
nados por la otra vida o por finalidades profanas; la cultura cotidiana ya no está
irrigada por los imperativos hiperbólicos del deber, sino por el bienestar y la diná-
mica de los derechos subjetivos. Hemos dejado de reconocer la obligación de unir-
nos a algo que no seamos nosotros mismos (1994, p. 12).
destruir el carácter inabarcable de cada vida única.2 Con todo, la falta de una
noción medianamente articulada de lo que ha de considerarse más alto y digno
de nuestro esfuerzo, amenaza con desfondar el soporte simbólico de nuestra
vida individual y colectiva mostrándola en su vaciamiento y banalidad. No es
casual —siguiendo a Mauriac y a Lipovetsky— que en los últimos veinte años
hayan aparecido literalmente miles de grupos religiosos y prácticas espirituales
(muchas de ellas centradas en el bienestar interior y el éxito personal, es cierto)
que buscan religar la vida propia a cierta dimensión trascendente.
Frente a este humor de los tiempos (tanto el individualismo sin ataduras como
la constante búsqueda de referentes que permitan vincular la existencia perso-
nal a un sentido más amplio) y ante la inminente necesidad de ofrecer algunas
orientaciones, teóricos como Immanuel Wallerstein hablan ya no de utopías,
sino de utopísiticas y se refieren a ellas como “la evaluación sobria, racional y
realista de los sistemas sociales humanos y sus limitaciones, así como de los
ámbitos abiertos a la creatividad” (Wallerstein, 1998, p. 5). Wallerstein no duda
de que haya metas dignas y adecuadas a las que deba ir orientada nuestra tarea.
Incluso, habla del Tiempo-Espacio transformacional, esos momentos de transi-
ción histórica donde “la utopística se convierte en algo no tan solo pertinente,
dice, sino en nuestro principal interés” (Wallerstein, 1998, p. 5). Estas épocas de
transición se revelarían como momentos privilegiados en la medida en que per-
miten repensar nuestras metas colectivas y el horizonte en el que se inscriben.
¿Sería posible leer esos tiempo-espacios transformacionales contra la luz de las
constelaciones benjaminianas que anuncian el tiempo del ahora? Épocas que se
abren a sus potencias promisorias, espesor que trae al presente la esperanza
de otras vidas. En todo caso lo que parece claro en esta barroca, desarticulada
y posmoderna realidad es la imposibilidad de suponer un movimiento defini-
tivo del Progreso o del Espíritu que alcance, ahora sí, finalmente, la redención
esperada. Tal vez una de las cosas que hemos aprendido, es que la gran huella
de la Historia no agota la riqueza de los significados: hay significado en la me-
moria, en el llamado al que nos conminan nuestros muertos, como quería Ben-
jamin. Pero también en los fragmentos de concordia, en los actos puntuales de
justicia, en el guiño que prodiga en el presente la certeza del amor.
Porque el porvenir no es el futuro. La utopía, que mira hacia un mañana eter-
namente pospuesto, ve inevitablemente falseados sus anhelos. Eso no quiere decir
que todo pasado fue mejor, naturalmente: toda transformación social progresis-
ta o no, revolucionaria o no, trae cambios a corto y largo plazo. Algunos de esos
cambios nos parecen dignos de encomio, otros nos aterran por las tendencias to-
talitarias o criminales que permiten vislumbrar. La noción de porvenir, en cam-
bio, remite a una especie de anticipación, a la brisa reconciliada y armónica de un
mundo presupuesto y anhelado donde reinarán la benevolencia y la paz. El por-
venir es adhesión pura a la esperanza, apuesta irrenunciable y soporte de las po-
sibilidades más nobles del acontecer humano. Se manifiesta, sin embargo, en la
dulzura de un encuentro, en la presencia confortante de la amistad, en la protec-
ción puntual de la justicia. Su hálito irradia e impregna nuestro tiempo bajo la
forma del instante en el que asoman la confianza y la paz.
2
Todavía hay un muro en la Universidad Veracruzana con la imagen del Che y su célebre frase: “Qué importa la muerte
de un hombre si está en juego el destino de la Humanidad”. Más cercano a nuestro tiempo, vemos con horror los
crímenes continuos perpetrados por fundamentalismos y fanatismos de diversos signos en nombre de cierta idea de
Dios o algún sucedáneo.
3
Alberto Sucasas, La Shoa en Levinas, un eco inaudible, fue reconocido con el XV Premio Internacional de Ensayo
Miguel de Unamuno 2014 del Ayuntamiento de Bilbao. Publicado por Devenir el otro, Madrid, (2015).
ESTUDIO 25
Recupero de esta cita la última frase: “asentando sobre bases renovadas la hu-
manidad del hombre”. Esa humanidad tan denostada hoy, tal vez debido a la
pérdida de fe en la capacidad del ser humano de estar a la altura del desafío
que le dio vida, así como a la nueva conciencia de la devastación ecológica que
la era industrial ha llevado acabo; esa humanidad, dice Levinas, ha de ser re-
pensada y revalorada. ¿Será una casualidad que una de las tendencias más po-
derosas en el pensamiento actual busque eliminar la especificidad de lo humano,
la disimetría misma del orden humano en la economía del Ser, esa que soporta
el peso de la responsabilidad y el llamado permanente de la ética?
Si bien, el pensamiento de Levinas puede leerse como un pensamiento de
la memoria en el talante de Benjamin, que busca recuperar la voz de los muer-
tos, de sus anhelos y sus afanes, también es un pensamiento que se abre hacia
el futuro: “No somos seres para muerte, sino para los que vienen después de
mi muerte, dice Levinas en respuesta al existencialismo de Heidegger (Levinas,
1994).5 Levinas quiere repensar el humanismo a partir del carácter radicalmente
responsable de la convivencia humana. Ser-para-el-Otro funda el diálogo huma-
no e inaugura así el orden primario de paz, encuentro, armonía y vínculo que en
el se desenvuelve. El doble enlace de la vida humana, con una raíz anclada en el
Ser y una apelación permanente al Otro, da cuenta de las oposiciones que ten-
san su existencia, así como de sus contradicciones y de sus retos. La ética abre
el espacio del amor y la fraternidad y, en ese sentido, sostiene en cada momento
el frágil equilibrio en el que discurren su circunstancia y su quehacer: quehacer
de integridad, de simpatía y amor en acto, en el que se despliega y realiza nues-
tra precaria humanidad.
Reflexiones finales
El materialismo histórico ha perdido la partida, pero sus restos reclaman con
la fuerza de su verdad en el presente. Nada nos parece más urgente que la pre-
gunta por los fines a los que han de orientarse nuestros afanes. Contra el triunfo
4 Sucasas entonces cita al propio Levinas: “Mi tesis consiste en afirmar la disimetría en el Ser: el Yo soporta toda la
responsabilidad como si existiese un punto privilegiado: el hombre en tanto que Yo. Ese punto privilegiado en tanto
que responsabilidad […] es necesario para una filosofía anti-fascista y anti-totalitaria” (Sucasas, 2015, p. 251).
5 Dice Levinas: “Ser para un tiempo que sería sin mí, para un tiempo después de mi tiempo, más allá del famoso ‘ser
para-la-muerte’ –no se trata de un pensar trivial que extrapola mi propia duración, sino el pasaje al tiempo del Otro.
¿Es necesario llamar eternidad a lo que hace posible este pasaje? Pero al menos la posibilidad del sacrificio, que va
hasta las última consecuencias de este pasaje, descubre el carácter no inofensivo de esa extrapolación: ser para la
muerte con el fin de ser para quien está después de mí” (1999, p. 52).
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Scholem, G. (1998). Walter Benjamín y su ángel. Buenos Aires: fce.
Resumen
En México la narrativa metaficcional se inauguró con El libro vacío (1958) de Jo-
sefina Vicens (1911-1988). A pesar de que este recurso ya ha sido estudiado por
Adriana Gutiérrez y Donají Cuéllar, no se ha ocupado un aparato teórico que
permita nombrar los recursos que sostienen a El libro vacío como una novela me-
taficcional. Recurrimos a Linda Hutcheon y su tipología que desarrolla en Narcis-
sistic Narrative. The Metafictional Paradoxe (1980) para catalogar esta obra singular.
Este artículo también analiza el papel de José García como escritor de los cuader-
nos, para entender qué tipo de escritor quiere ser y en cuál podría llegar a con-
vertirse. Por último, intentaremos mostrar con la noción de intertextualidad que
desarrolló Julia Kristeva en Semiótica que los cuadernos de José García se ven en-
trecruzados con otros discursos literarios. Como sabemos, nunca se mencionan
autores ni títulos de libros. Por eso, llamamos biblioteca fantasma a los intertex-
tos que se atisban en la escritura de José García y refuerzan el proyecto literario
de la obra: un libro heterogéneo, acorde a la posmodernidad.
Palabras clave: metaficción, intertextualidad, biblioteca fantasma, construcción
de autor, posmodernidad.
Abstract
In Mexico the metafictional narrative was inaugurated with El libro vacío (1958),
by Josefina Vicens (1911-1988). Although this resource has already been stu-
died by Adriana Gutierrez and Donaji Cuellar, they have not used a theoretical
frame that allows naming the modes, forms, and techniques that sustain El li-
bro vacio as a metafictional novel. We draw on Linda Hutcheon and her typology
that develops in Narcissistic Narrative. The Metafictional Paradoxe (1980) to catalo-
gue this singular novel. This article also analyses the role of writer of Jose Gar-
cia, in order to understand what kind of writer wants to be, and in which could
be able to become. Finally, this article tries to demonstrate with the notion of in-
tertextuality that developed Julia Kristeva in Semiotics that the notebooks of José
García are crossed with other literary discourses. As we know, there is no men-
tion about authors or titles of books. That is why I have called ghost library to
1
Este artículo corresponde a la investigación que se realizó en la tesis de maestría: La biblioteca fantasma de El libro
vacío: reconstrucción del modelo de escritor de José García (2016).
2
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
ESTUDIO 29
the intertexts that glimpse in the writing of José García and strengthen the lite-
rary project of the work: a heterogeneous book, in line with the postmodernism.
Keywords: Metafiction, Intertextuality, Ghost Library, Authorial Construction,
Postmodernism.
3
En 1970 es acuñado por William Gass en su artículo “Philosophy and the form of Fiction”. Tomamos la referencia
de Orejas (2003, p. 30).
4
En Argentina con Jorge Luis Borges, que dicho sea de paso, es uno de los escritores clave para la propuesta de John
Stark sobre la literatura del agotamiento. Macedonio Fernández, Julio Cortázar, César Aira, Ricardo Piglia. En Brasil
con Machado de Assis. En España con Enrique Vila-Matas, Sealtiel Alatriste, Luciano G. Egido o Juan Bonilla.
5
Esta temática es otro de los adelantos en la narrativa mexicana: de la novela —regionalista, costumbrista o la ya ago-
tada novela de la Revolución— nos presenta un espacio en donde la incipiente clase media se centra en lo cotidiano
y así denuncia muy tempranamente la modernización que había empezado con el presidente Miguel Alemán. Esto
será continuado por escritores como José Emilio Pacheco en Las batallas en el desierto.
6
Hemos establecido la primera lectura de El libro vacío hasta 1960 porque es verdaderamente una glosa de la carta
de Octavio Paz; sin embargo, en distintos artículos críticos se retoma esta postura sobre la soledad del hombre.
[…] ¿qué es lo que nos dice tu héroe, ese hombre que nada tiene que decir? Nos dice:
nada, y esa nada —que es la de todos nosotros— se convierte, por el mero hecho de
asumirla, en todo: en una afirmación de la solidaridad y fraternidad de los hom-
bres (Paz, 1958, p. 1).
Cuéllar sugiera en José García un intento de liberar la escritura del peso de una
tradición que “ya vivió su mejor momento” (Cuéllar, 1999, p. 11).
Así como es acertado que Cuéllar vea en El libro vacío una escritura que pide
acabar con el uso del Yo y que la obra que José García espera realizar algún día
es aquella del gran rumor, que comunique algo a sus semejantes. Sin embargo,
creo que podría haber un aparato teórico que sustente su investigación y aña-
da más elementos interpretativos. Ahora podemos proceder al análisis basán-
donos en tres teóricos que permitirán esclarecer los mecanismos que sostienen
a la novela como una obra de carácter metaficcional.
El fracaso de la mímesis
Linda Hutcheon en su clásico libro de 1980, Narcissistic Narrative: The Metafic-
tional Paradoxe, argumenta que la metaficción va más allá de una simple expe-
rimentación o juego narrativo, dependiendo de la obra y los recursos que se
utilicen, este tipo de narrativa contiene un proyecto literario que, a menudo,
engloba una crítica ideológica. Para poder llegar a develar el proyecto litera-
rio de El libro vacío es necesario explicar por qué podemos hablar de metafic-
ción en esta novela. Linda Hutcheon entiende metaficción como: “fiction about
fiction-that is, fiction that includes within itself a commentary on its own nar-
rative and /or linguistic identity” (Hutcheon, 1980, p. 1). El libro vacío podría
describirse como un texto ficcional que intenta realizar ficción dentro de sí mis-
mo. José García (personaje y narrador de la obra) es un hombre de 56 años que
intenta escribir una novela. Debido a su propósito de convertirse en escritor, el
texto que leemos se ve interrumpido por comentarios sobre su calidad narrativa.
José García se enfrenta a una revisión constante de su escritura. Veamos
algunos ejemplos de esto: “Después de escrita una cosa, o hasta cuando la es-
toy escribiendo, se empieza a transformar y me va dejando desnudo” (Vicens,
2011, p. 27). Para él, como a la mayoría de nosotros, le frustra que el lenguaje
no logre plasmar completamente lo que buscamos expresar.
Esta cita pertenece a las primeras páginas del libro: “Empezaré confesando
que ya he escrito algo. Algo igual a esto, explicando lo mismo” (Vicens, 2011, p.
28) y, como intentaré argumentar más adelante, dan la impresión de que es una
escritura a posteriori y bien podría tener la función de un prólogo al cuaderno uno.
La concepción de Linda Hutcheon sobre mímesis del producto y mímesis
del proceso es la siguiente: la primera se refiere a las obras que se apegan a la
corriente de realismo, mientras que la segunda es el objeto de la metaficción.
En El libro vacío ocurre algo interesante, José García busca escribir una novela
y hacia el tercer capítulo del libro, tras presentar su poética, relata “Preparé un
plan, hice una especie de esquema” (Vicens, 2011, p. 31) y a continuación nos
habla de su fracaso en la mímesis del producto: esto es, personajes que no lo-
gró construir pero que nos darán un indicio de qué tipo de literatura le hubiera
gustado producir: “Estaba obsesionado. Apuntaba frases que se me ocurrían de
pronto y que –pensaba– quedarían muy bien, muy adecuadas para el momen-
to en que ‘Elena emprendiera el viaje’” (Vicens, 2011, p. 44). Se nos revela el
nombre de un personaje que no logra construir. En otro intento como novelista:
“Comprendía que ‘en la casa señorial de don Augusto de la Rosa’ –un persona-
je al que inventé con esfuerzo– tenía que haber porcelanas y marfiles” (Vicens,
2011, p. 46). Este nombre nos recuerda a aquellos personajes de las novelas del
siglo xix donde el apellido y los títulos representaban una clase social privile-
giada. Estos ejemplos sirven para exhibir cómo José García intenta realizar esta
Ensayo y comentario
Es necesario detenerse en la división que propone Linda Hutcheon entre nar-
cisismo manifiesto o abierto y el encubierto y cerrado.7 Consideramos que El
libro vacío pertenece al manifiesto o abierto porque cumple con las característi-
cas de autoconsciencia y autorreflexión, la tematización explícita a través de metáfo-
ras narrativas y el empleo de mise en abyme.
La autoconsciencia y autorreflexión se reflejan en un problema tematizado a lo
largo de la novela: recuerdos versus fantasías. Los recuerdos pertenecen a acon-
tecimientos de su vida que explican su personalidad indecisa: su infancia, el
rol de jefe de familia, el cargo de oficinista. Estos sucesos inicialmente le sirven
para retardar el trazo de la trama de una novela; las fantasías, corresponden a
hazañas que le habría gustado realizar y se acompañan de hablas apropiadas
y recursos de una literatura aparentemente fantasmal.
Otro de los recursos es el mise en abyme. Hutcheon sigue a Dallenbach en
su estudio Le Récit Spéculaire (1977) y sugiere que generalmente, el mise en aby-
me contiene una crítica del texto mismo (Hutcheon, 1980). Las citas anteriores
que incluyen un comentario sobre la calidad narrativa sugieren que el libro por
su tematización sobre el escribir, va a estar colmado de ejemplos con espejos al
infinito. Aun así, intentaremos demostrar que algunos tienen una función dis-
tinta de la manera común de escribir. Recordemos que el primer tipo de mise
en abyme es “una reduplicación simple, en el que el fragmento de reflejo tiene
una relación de similitud con el conjunto que lo contiene” (Hutcheon, 1980, p.
55). En El libro vacío aparecen ciertos fragmentos que confirman esta reduplica-
ción: “Así como tracé un plan cuando pretendí escribir una novela, del mismo
modo, desde muy joven, hice un apasionante proyecto de mi vida. Esquemas,
proyectos, siempre lo mismo” (Vicens, 2011, p. 182). Estas revelaciones que pa-
recen problemas psicológicos del personaje son espejos que guardan similitud
con los proyectos a los que ahora se enfrenta José García. Escribe para decir-
nos por qué no puede escribir. El plan de su novela es solo un fragmento que
refleja el proyecto de su vida: planes inconclusos que se ponen en escena a tra-
vés de hablas prestadas en una novela supuestamente inconclusa o, como ve-
remos, que incursiona en distintos géneros.
Otro lugar en que encontramos este primer tipo de mise en abyme es cuando
piensa sobre los sueños irrealizados de juventud y la similitud de edad con su
7
El narcisismo encubierto se caracteriza porque su autorreflexión es estructuralizada e internalizada. Se asume que
el lector conoce el esquema: en este rango entrarían las novelas de detectives, las de fantasía como las de Tolkien y
la Edad media, las que se apoyan en estructuras de juego como los nouveaux romanciers, escritores como Robert
Coover y Soller; o las novelas eróticas (Hutcheon, 1980).
ESTUDIO 33
hijo José: “Los sueños de los veinte años pueden seguir siéndolo toda la vida, y
que a su recuerdo no puede añadirse ningún otro que corresponda a la realidad”
(Vicens, 2011, p. 184). José de veinte años y José de cincuenta y siete: la función
de este mise en abyme es mostrar cómo son diferentes padre e hijo. José es ávido,
quiere viajar, poseer cosas. Sin embargo, el personaje ve con miedo a su hijo por-
que le recuerda su juventud y su fracaso. Es un espejo en el que quiere evitar que
José se refleje y caiga en su misma suerte.
El segundo tipo se refiere a una
Este tipo de mise en abyme es el más recurrente en El libro vacío. Uno que engloba
a los demás por la naturaleza de la obra y su pretensión es el siguiente, cuan-
do José hijo quiere preguntarle a su padre sobre la novela que escribe: “¡Qué
fraude! Debería corresponder legalmente a su interés y decirle: […] Todo esto
y todo lo que iré escribiendo es solo para decir nada y el resultado será, en úl-
timo caso, muchas páginas llenas y un libro vacío” (Vicens, 2011, p. 54). No
hay mejor cita que ilustre el problema de José García que además correspon-
de con el título de la obra: un libro vacío, se repite al infinito y solo nos queda
una narración que junta muchas cosas sin lograr (aparentemente) una unidad
temática. El primero y segundo tipo de este recurso ilustran el gran espejo del
cuaderno uno: un cuaderno que ha quedado como borrador, así como la vida
del personaje que transita entre lo vivido y lo que no llegó a realizar por apla-
zar sus planes.
Desde diferentes estructuras sintácticas, este comentario aparece en los cua-
dernos de José García: “¡Cómo me gustaría poder trasladarla [la idea] y expli-
carla, sin hacerle el más leve daño!” (Vicens, 2011, p. 59). El personaje busca ser
sincero y plasmar sus pensamientos sin que se transformen por el lenguaje. Es
una constante en el libro que no puede apartarse de su escritura.
El tercer tipo de duplicación se etiqueta aporistique, y aquí el fragmento se
supone que debe incluir la obra en la que él mismo se incluye (Hutcheon, 1980).
Hutcheon aclara que debemos prestar atención en la posición del mise en ab-
yme y hacia qué dirección apunta: ya que puede orientar al lector sobre even-
tos posteriores que guardan relación entre sí. Un ejemplo de ello ocurre en el
capítulo vi:
Pero todo lo sé ya: caminaba por las calles porque no quería ir a buscarla, ¿sabes?,
el hombre tiene siempre un pequeño residuo que lo conforta: su dignidad. Le dice
ésa con desprecio, pero ésa quiere decir ésa precisamente y ninguna otra (Vicens,
2011, p. 67).
Esta escena tiene lugar en El Gran Vals donde José García ha llevado inespera-
damente a su mujer y observa a un hombre que bebe con prisa y pregunta si no
ha llegado ésa. García entiende su situación porque en el capítulo xxi, cuando
relate su relación extraconyugal con Lupe Robles, ocurrirá algo similar: “Cuán-
tas noches, solo en este cuarto, lo contemplaba y un momento después me sa-
lía a la calle, resulto a buscarla” (Vicens, 2011, p. 158). Solo el personaje puede
sentir empatía con ese hombre porque ya ha pasado por la misma situación de
angustia por reencontrarse con su amante.
Estoy diciendo sencillamente, con la misma falta de sentido y objetivo, pero con
el mismo incontrolable impulso y deleite con los que un niño se asoma al brocal
de un hondo pozo, grita su nombre y escucha emocionado que aquella misterio-
sa oquedad lo repite. No lo grita para alguien, no lo repite alguien; lo grita él mis-
mo, lo escucha él mismo, pero su nombre ha sido lanzado a una profundidad de la
que regresa con un tono solemne, telúrico y tan distinto de aquél en que fue pro-
nunciado, que te hace pensar no en que es un eco, sino una respuesta o un llamado
sobrenatural. Hace entonces, del negro vacío, un interlocutor, y vuelve a gritar su
nombre, y luego frases cada vez más largas, cuya repetición escucha atento y con-
movido (Vicens, 2011, p. 190).
En esta metáfora del niño que grita su nombre en un pozo y es para satisfac-
ción propia, José García quiere hacernos ver que él podría ser ese niño: su na-
rrativa funge en primer lugar para él mismo, quien está atento y sorprendido
de que se separen de su propia pluma. Una sensación que se anuncia desde las
primeras páginas del libro.
Para concluir con la tipología de Linda Hutcheon, es necesario explicar si
se atiene a un narcisismo abierto diegético o lingüístico. Es diegético, dice Hut-
cheon, si el lector es consciente de que él también, en la lectura, activamente
crea un universo ficticio (Hutcheon, 1980). En la obra, José García nos muestra
su cuaderno uno, sabemos que el código para esta novela es leer los borrado-
res porque la novela que quería no se concretó. Es en el primer capítulo, don-
de José García apela a los lectores: “Lo digo sinceramente. Créanme. Es verdad.
Además, lo explicaré con sencillez” (Vicens, 2011, p. 25). Este tipo de interven-
ción con el lector, crea un pacto para saber qué encontraremos ahí y cómo se
irá construyendo el universo ficticio. “Quiero notar que no escribo y quiero que
los demás lo noten también […] Perdonen. Tengo dos cuadernos. Uno de ellos
dice” (Vicens, 2011, pp. 27-28). El personaje de una novela se disculpa y pide
que notemos que no quiere escribir.
Por otra parte, es posible que El libro vacío, también eche mano de la cate-
goría lingüística, para reforzar el tema eje del cuaderno. Los recursos que em-
plea para la categoría lingüística son el desdoblamiento del personaje y el uso
de anáforas, las cuales van desde palabras como legal, sincero, sentí, la frase
¡Otra vez las palabras! que evoca un estribillo o coro, lo cual refuerzan el effet
de réel de Barthes (Hutcheon, 1980, p. 29) y confirman que el pensamiento-pa-
labras es el tema del libro.
Gritan, golpean la mesa, beben, juran que son muy machos y dan exageradas propi-
nas. Porque el dinero no importa; porque las mujeres dizque son inferiores; porque
en su trabajo no pueden gritar; porque el alcohol es piadoso y ¡porque sufren, por-
que sufren! (Vicens, 2011, p. 125).
las palabras! ¡Cómo atormentan! Necesito llenar ese hueco, ese vacío inicial”
(Vicens, 2011, p. 43). También podría ser el pensamiento en abstracto el tema
del libro, ya que “¿Cómo voy a ordenarlo? A menos que mi protagonista sea el
pensamiento, con toda su ilimitada y espléndida libertad, no veo la forma de
hilvanar algo de todo esto” (Vicens, 2011, p. 177).
Hacer del pensamiento un tema es clave para que más adelante podamos
desentrañar cómo se permean distintos géneros en su escritura. Veamos tam-
bién cómo se nota esta transición de la poética ideal a una hecha para sí mismo:
“En vez de escribir, voy a recordar” (Vicens, 2011, p. 175). Es notorio que de la
imaginación y del gran rumor decide cambiar hacia su propio pensamiento, un
pensamiento que engloba ciertos recuerdos, los cuales le permiten viajar en el
tiempo, el suyo, que cree, se perdió entre proyectos irrealizados. Teniendo en
cuenta estos aspectos, veamos cómo se construye como autor.
Novela de aventuras
Iniciamos con este subgénero de la novela porque es la “influencia activa o mo-
dificante” (Kristeva, 1981, pp. 202), como llama Kristeva, de la palabra de otro
en el imaginario de José García. Quisiéramos mostrar el inicio del capítulo xiv en
donde se rompe la cotidianeidad, tal como ocurre en las novelas de aventuras:
Todo cambió con la llegada de aquel barco holandés. Un fuerte huracán lo averió
durante la travesía y hubo que repararlo. La tripulación permaneció en el puerto
cerca de tres meses. Un marino rubio y alto, que siempre estaba riéndose y toman-
do ginebra, pasaba con ella todas las noches (Vicens, 2011, p. 104).
Esta descripción del barco averiado y los marinos que esperan en el puerto to-
mando ginebra es una réplica del prototipo del marinero. El habla de los ma-
rineros ya había sido expuesta anteriormente, pero también es posible que el
personaje tuviera lecturas de estas novelas. Para mostrar nuestro argumento
sobre este tipo de género al que aspira José García tomarémos algunos puntos
que desarrolla José Emilio Pacheco en Novela de aventuras (una aproximación),
así como en las obras de Viaje al centro de la tierra de Julio Verne y Lobo de mar
de Jack London.
José Emilio Pacheco dice que uno de los requisitos para considerar una obra
como novela de aventuras es la imaginación “ser fruto deliberado de la imagina-
ción, realidad añadida a la de este mundo” (1963, p. 16). Como recordaremos,
en la poética ideal de José García, lo más importante es usar la imaginación y
no la experiencia. “No se trataba de usar la experiencia y el conocimiento, sino
la imaginación” (Vicens, 2011, p. 45).
Pacheco considera que una de las constantes de la novela de aventuras es el
naufragio y la posterior supervivencia en una isla desierta (Pacheco, 1963, p. 17).
Una de las fantasías de José García es ser arrastrado por un mar embravecido
“Mi imaginación se desorbita […] me sustituyo por un intrépido capitán que, ti-
moneando con gran pericia y arrojo su barco, logra salvarlo de la furiosa embes-
tida de las olas” (Vicens, 2011, p. 213).
Julio Verne representa uno de los escritores que mejor desmienten la idea
de José García sobre vivir mucho para poder escribir grandes historias. Sabe-
mos que Verne recorrió el mundo sin abandonar su mesa de trabajo. Decía que
sus novelas o invenciones se construyen con “métodos y materiales que no es-
tán completamente lejos del alcance del conocimiento y la habilidad de la inge-
niería contemporánea” (Verne, 2012, p. 10). Es posible resumir su escritura en
invención y conocimiento científico de su época. Elementos que José se rehúsa
aplicar, aun así, intentaremos mostrar similitudes entre la obra de este escritor
francés y los cuadernos de José García.
La primera coincidencia entre ambas obras la encontramos en el tipo de des-
cripciones que José García quisiera realizar: “tendría que contemplar esas tardes
o inventar o recordar un poco, porque hace mucho que no las veo […] de la tar-
de solo contemplo la luz que entra por una pequeña ventana que queda frente a
mi escritorio” (Vicens, 2011, p. 70). José anhela poder tener acceso a los lugares
de enunciación que aparecen en Viaje al centro de la tierra.
Me sumergí en el prodigioso éxtasis que infunden las altas cimas, sin sentir vérti-
go, pues empezaba a acostumbrarme a estas sublimes contemplaciones. Olvidé quién era,
dónde estaba, para vivir la vida de los elfos y los silfos, imaginarios habitantes de
la mitología escandinava (Verne, 2012, p. 150).
A partir de aquel día, mi tío fue el más feliz de los sabios, y yo el más feliz de los
hombres. Mi tío fue el ilustre profesor Otto Lidenbrock, miembro correspondiente
de todas las sociedades científicas, geográficas y mineralógicas de las cinco partes
del mundo (Verne, 2012, p. 356).
Novela testimonial
Este apartado surge de los capítulos xxii, xxiii y xxiv, los cuales correspon-
den al desfalco que realiza Luis Fernando Reyes. En estos capítulos, José Gar-
cía relata como testigo ocular, la historia de su compañero, se sensibiliza por
él y toma conciencia de su clase social (aunque esa conciencia está presente en
toda la novela),8 es el fragmento de su cuaderno donde más se completa la na-
rración de una historia. La forma en que es presentada, los motivos que ofre-
ce para contarla y las reflexiones que comparte nos hacen pensar en un tipo de
novela que tendrá auge en la década de 1970 en Latinoamérica: lo testimonial.
8
Sobre la conciencia de clase, ofrecemos un par de citas en estos capítulos: “A nosotros, los demás empleados, no nos
parecieron falsas [las explicaciones de Reyes], porque son semejantes a las que padecemos, solo que extremadas;
pero ellos dijeron que no eran más que ‘lloriqueos para despertar compasión’” (Vicens, 2011, p. 167) y la otra, “Sé
que Reyes no hizo bien; que cometió una falta grave. Lo que no sé es si en circunstancias semejantes hubiera hecho
yo lo mismo. ¿Cómo puedo entonces juzgarlo? Ellos pueden porque su realidad es otra y tan distinta que no hay
posibilidad de que se encuentren en un caso similar. Pero nosotros somos, en cierta forma, él mismo: problemas
semejantes, idéntico ritmo cotidiano, igual cansancio y la misma intermitente y levísima esperanza” (Vicens, 2011,
p. 169).
ESTUDIO 39
Como sustento a nuestra hipótesis sobre el intertexto con este tipo de na-
rrativa, echaremos mano de un texto de Renato Prada De lo testimonial al testi-
monio. Notas para un deslinde del discurso-testimonio (1986), donde encontramos
similitudes con el tipo de texto que ensaya José García.
Por su parte, Renato Prada explica que no hay discurso testimonial sin un
“compromiso previo del emisor del discurso con una concepción o interpreta-
ción más amplia, general del mundo” (Prada, 1986, p. 9). José García, como
emisor, en capítulos anteriores había expresado su ideal de comunicación en-
tre los seres humanos. Cuando interpreta la situación en el juzgado, reflexio-
na lo siguiente:
Ellos creen estar en lo justo; nosotros también. Lo doloroso es tener que hablar así,
de ellos y nosotros, en lugar de hablar de todos. Lo terrible es que sean precisamen-
te los elementos superficiales […] los que logren desvirtuar aquello que debería ser
su realidad constante, su esencia y su natural expresión: el amor. De ser así, habrían
podido entender a Luis Fernando Reyes, un ser humano como ellos, y no acusarlo
tan despiadadamente como lo hicieron (Vicens, 2011, p. 168).
Sus ideas se encaminan hacia una convivencia y comprensión entre seres hu-
manos sin importar las condiciones sociales que los distingan. Prada advierte
que el discurso testimonial es siempre referencial y “pretende un valor de ver-
dad; además, es siempre intertextual, pues supone una otra versión o interpre-
tación (otro texto) sobre su objeto (referente)” (1986, p. 9). Como narrador, José
García siente afinidad con su compañero por pertenecer a la misma clase so-
cial y por ello, se siente con la autoridad de describir las emociones de Reyes:
Sentía como una ola caliente que me subía a la cabeza y una especie de hambre, de
explicar lo que yo sabía que Reyes pensaba, sobre todo, de apresar y poder escri-
bir después, sin que perdiera fuerza, aquel momento en que él convirtió su misera-
ble vida, su pobreza, su dolor, en un pedestal sobre el cual se irguió y desde el que,
digno y arrogante, contempló en silencio a sus acusadores (Vicens, 2011, p. 161).
Conclusiones
Tras exponer las influencias que hemos encontrado en los cuadernos de José Gar-
cía, podemos concluir lo siguiente. En 1958, Josefina Vicens nos entregó una no-
vela que para los lectores contemporáneos albergaba una novedad: el personaje
era un oficinista de la incipiente clase media. No obstante, para nosotros, ahora la
peculiaridad de su obra radica en la creación de un personaje que describe el pro-
ceso tormentoso de la escritura creativa y con ello nos permite entender esta obra
como una de las novelas que anuncian el fin de la escritura propia del siglo xx.
El análisis que realizamos se propuso estudiar El libro vacío desde la teoría de
la metaficción para otorgarle la posibilidad a José García de emerger como el es-
critor de los cuadernos. Al hacerlo, teníamos la libertad de realizar un análisis que
se circunscribiera al texto de Vicens y no a sus opiniones y experiencias de vida.
El concepto de metaficción como narcisismo narrativo que propone Linda
Hutcheon, permite realizar una clasificación para la novela de Vicens. Según
la tipología que establece Hutcheon, El libro vacío, pertenece a un narcisismo
manifiesto o abierto, así pudimos examinar los recursos de metaficción que se
emparentan con El libro vacío, tales como la tematización explícita a través de
metáforas narrativas y de mise en abyme. Recursos que ahora los podemos leer
9
“Una obra literaria ya no puede ser considerada original; si lo fuera, no tendría significado para su lector” (Traducción
propia).
ESTUDIO 41
10
El solitario atlántico (1958), de Jorge López Páez; Polvos de arroz (1958) de Sergio Galindo; incluso, las escritas por
mujeres como Cartucho (1931) de Nellie Campobello, o posteriores como Los recuerdos del porvenir (1963) de
Elena Garro.
Referencias:
Resumen
En Puebla colonial la educación elemental nació como una necesidad, sin un
plan preestablecido. La mayoría de los maestros que se ocuparon de esa ta-
rea fueron hombres con poca preparación, que se improvisaron en el oficio,
transformando ese noble arte en un negocio para personas sin ocupación, y que
pronto ocasionó conflictos entre profesores y autoridades. Para reglamentar
ese trabajo se establecieron ordenanzas y se dieron privilegios a los maestros.
Al parecer en Puebla, primero se conocieron las ordenanzas en 1601 y después,
en 1765 volvieron a reafirmarse algunas ordenanzas pero aparecieron los pri-
vilegios, estos últimos por demanda de los propios maestros.
Palabras clave: instrucción elemental, profesores, ordenanzas, privilegios.
Abstract
In colonial Puebla, elementary education began as a necessity, not a pre
established plan. Most of the teachers who took care of this task were men
with little preparation, which were improvised in the job, transforming this
“noble art” in a business for people without occupation, and soon led to conflicts
between teachers and authorities. To regulate the labor, ordinances were
established and privileges were given to the teachers. Apparently in Puebla,
the ordinances were known first in 1601 and then in 1765 returned to reassert
some ordinances but were reasserted privileges, the latter by demand of the
teachers themselves.
Keywords: Elementary Education, Teachers, Ordinances, Privileges.
1
Facultad de Filosofía y Letras, buap.
Las ordenanzas
El aumento de la población en la ciudad trajo la exigencia general de instruc-
ción para los hijos de las familias, tanto ricas como pobres. Fueron las autori-
dades municipales quienes quedaron a cargo de la instrucción elemental. Bajo
su administración estuvieron las escuelas, el nombramiento de los profesores,
la elección y dotación de los materiales de estudio, así como el mobiliario de
las escuelas. Pronto hubo maestros particulares que ofrecieron sus servicios a
familias acaudaladas, otros con menos suerte recibieron alumnos en sus casas,
cobrando por las lecciones que impartían. Los niños de menos recursos acu-
dían a las escuelas pías de las iglesias a cargo de clérigos seculares y las niñas
a las amigas. La demanda de maestros se fue cubriendo con inmigrantes recién
llegados de España, clérigos seculares sin beneficios, bachilleres sin empleo y
maestros de primeras letras más o menos capacitados.
2
De esta escuela no existe datos precisos ni fecha de su fundación pero se menciona en algunos documentos de la
historia de la Compañía de Jesús en Puebla.
ESTUDIO 45
Este día, los dichos señores justicia e regidores platicaron en el dicho cabildo que
de más de tres años a esta parte, en esta ciudad se padecía de gran necesidad de
maestros para enseñar los niños hijos de los vecinos, a causa que algunos maestros
que en el dicho tiempo han venido a ella están dos o tres meses e recogen e cobran
de los tales vecinos lo que pueden y se van con ellos; e demás de lo que así llevan,
los niños lo que deprenden vuelven a olvidar por las tales ausencias [...] atento a
lo cual, mandaron notificar a las personas que al presente enseñan niños en la di-
cha ciudad e a ella vinieren, que den fianzas que estarán en el dicho uso de ense-
ñar a los hijos de los vecinos, pagándoselo, en esta ciudad, sin hacer ausencia de
ella, tiempo de tres años continuos, so pena que si se fueren o ausentaren en el di-
cho tiempo los dichos fiadores pagaran lo que hubieren recibido que no hubieren
servido e más quinientos pesos de oro para que, a costa de ellos, se traiga maestro
a la dicha ciudad [...] (López de Villaseñor, 1781, pp. 122-123).
3
Las Ordenanzas de los maestros de escuela de niños se encuentran en el Archivo del municipio de Puebla, (amp) en
el vol. 176 de Expedientes de escuelas, legajo 1810. El documento solo contiene once ordenanzas, mismas que se
refieren a las obligaciones de los maestros.
escuela sin estar examinado. Para vigilar la tarea de los maestros se debían nom-
brar dos visitadores y examinadores. Los visitadores, llamados veedores, serían
nombrados cada año por el gremio, reunido en la sala de cabildo, donde después
del juramento se les otorgaba el nombramiento. El mencionado título los obliga-
ba a visitar todas las escuelas de niños y casas de enseñanza de niñas para vigi-
lar cómo se enseñaba, y después, dar cuenta de las violaciones a las ordenanzas.
La segunda ordenanza hablaba de la calidad de los maestros, solo espa-
ñoles, cristianos viejos y de buenas costumbres podían tener enseñanza, no se
debían admitir indios, mulatos ni mestizos. Esta ordenanza, como ya adelan-
tamos, quedó en suspenso, el virrey conde de Monterrey se negó a ponerla en
práctica debido al gran número de escuelas que eran atendidas por precepto-
res de estas calidades. Pero en 1709, debido a que había aumentado el núme-
ro de maestros y entre ellos muchos españoles, el gremio de maestros solicitó
confirmarla al virrey conde de Alburquerque, argumentando
[…] que los maestros de este arte no fueren negros, mulatos ni indios, era cosa muy
necesaria porque los de esta calidad, por la mayor parte, son de mal natural, perver-
sas costumbre y peores inclinaciones […] ¿qué respeto puede tener un niño español
y de buenas obligaciones a un maestro negro, mulato o indio (Gonzalbo, 2013, p. 71).
El virrey atendió los argumentos de los integrantes del gremio, quien aceptó
aprobar la segunda ordenanza, dejando en la ilegalidad a un buen número de
maestros cuyas calidades no eran aceptadas por la misma regla.
En la tercera y cuarta regla se establecen los conocimientos necesarios que
debía tener un maestro, como saber leer en libros, cartas y procesos y escribir
dos formas de letras distintas: redondillo y bastardillo así como las cinco reglas
de la cuenta guarisma que son sumar, restar, multiplicar, medio partir y partir
por entero. Otro conocimiento, indispensable para la enseñanza era la doctrina
cristiana. Es interesante ver como por medio de las ordenanzas nos enteramos
de los conocimientos que debían adquirir los niños en la escuela de primeras
letras. Sin embargo, esta legislación de maestros no habla del tiempo de dura-
ción de los estudios, ni de la edad que debían tener los niños para ingresar a
este nivel de estudios (Flores Padilla, 1998).
La quinta ordenanza se ocupó de las penas a las que se hacía acreedor el maes-
tro que tuviera escuela sin ser examinado. La sexta ordenanza estableció la distan-
cia entre una escuela y otra. Esto porque la mayoría de los profesores buscaban
ubicar sus escuelas en el centro de la ciudad provocando constantes problemas
entre ellos. Otras veces, los conflictos por el establecimiento de una escuela eran
provocados por algunos maestros examinados que disponían una escuela en de-
terminado lugar y, después la vendían. Veían a la enseñanza elemental como ne-
gocio que les proporcionaba buenos dividendos, sacando partido de su posición
legal; veamos la queja al respecto:
La séptima ordenanza prohibía que las amigas reciban niños en sus escuelas.
Podemos ver que las escuelas de amigas no estaban incluidas en las disposicio-
nes gremiales, a excepción de la séptima ordenanza que prohibía tener niños en
las escuelas de este tipo. Fue hasta finales del siglo xviii cuando esta regla per-
mitió que la enseñanza de las amigas incluyera niños pequeños de dos y tres
años, y algunas veces hasta de cinco. Con esta ordenanza los maestros, busca-
ban quitar una posible competencia y por costumbre moral evitar niños y niñas
en un solo recinto (Tanck de Estrada, 1984).
La octava regla impidió que los maestros tenían tienda en el mismo lugar
que la escuela. La novena recomendaba que fuera el propio maestro el que se
ocupara de enseñar y no un ayudante. Y en la onceava ordenanza se determi-
naron los horarios para la obligatoria enseñanza de la doctrina, los ejercicios
de contar y también hacía referencia a la obligación de enseñar a los niños el
modo de ayudar en la iglesia (amp, 1682, Expediente 176).
Estas ordenanzas rigieron el trabajo de los maestros durante años, pues con
ellas se buscaba la protección y amparo de los maestros, así como mejorar su
preparación, por lo que normaron sus actividades y organizaron las escuelas
para evitar conflictos. Eran sumamente rígidas y cerraban el gremio solo para
un grupo social: los españoles.
Pese a esta reglamentación, los conflictos entre maestros y autoridades no
cesaron. La mayoría de los maestros carecía de una preparación profesional en
el oficio y pocos eran los maestros examinados que llegaban a ser incluidos en
el gremio. Esta situación provocó que algunas veces el ayuntamiento se portara
flexible y dejara pasar a maestros, con licencias provisionales. No faltaban los
mestizos, mulatos o indios que supieran leer, escribir y contar; desde los ini-
cios de la instrucción básica en Puebla, varias escuelas de primeras letras per-
mitieron su ingreso; como las escuelas de los jesuitas que abrieron sus aulas a
niños de cualquier calidad o el caso de las escuelas particulares que obligato-
riamente tenían que recibir entre sus alumnos a niños pobres y de diferentes
calidades (Gonzalbo, 2013). Así entre la población novohispana no era raro en-
contrar indios, mestizos y mulatos alfabetizados que podían ocuparse de la en-
señanza y que tuvieron escuelas, principalmente para niños de pocos recursos.
Aun cuando se confirmara la segunda ordenanza.
En 1691 hay una denuncia para Juan Báez, mulato libre de 56 años, porque
tenía una enseñanza secreta donde enseñaba a leer, escribir y contar. Lo mismo
se dice de Juan Barrientos Lomelí de 77 años de edad, quien tenía escuela de
leer y rezar para cinco o seis niños en la calle de San Sebastián. Joseph Gregorio
de Santa Cruz y Salamanca es otro acusado por los maestros veedores, se dice
que enseñaba a leer y doctrina cristiana a niños indios. Pedro Martín Téllez can-
tor de la Parroquia de San Sebastián, de 44 años, confiesa, mediante intérprete,
que tenía escuela. Cada uno de los acusados manifiesta contar con permiso ex-
trajudicial para tener escuela (amp, Expedientes 176, pp. 72-74).
La necesidad obligó a las autoridades a aceptar que muchos maestros cuyo
origen no era aceptado por la segunda ordenanza, tenían escuelas y se ocupa-
ban, seguramente, de los niños más pobres. Cerrar esas escuelas significaba
dejar a muchos infantes sin enseñanza. Esa flexibilidad en la aplicación de las
ordenanzas y los privilegios, provocó que en 1785 los maestros del gremio re-
clamaran en un documento su inobservancia y la falta de reconocimiento a sus
privilegios. Solicitaron al cabildo de la ciudad su aplicación y publicación:
[…] en la ley 36, titulo 1º Libro 2º de la Recopilación de Indias se ordena, “el que las
ordenanzas se lean y publiquen, a lo menos una vez al principio de cada año, con
asistencia de los señores jueces, y demás ministros de la república, y de los escriba-
nos, procuradores por que sepan y entiendan lo que está aprobado y provisto para
su buen gobierno y administración de justicia, y que se guarde y cumpla su conte-
nido […] (ablp, Diligencia, 1785).
Aclaraban que efectivamente en otra Real cedula declaró su majestad “ser igua-
les vasallos los indios de estos reinos con los españoles que habitan en ellos y en
los de Castilla declarando en su consecuencia el que todos los referidos indios
son aptos para poder obtener cualesquiera empleo honorifico” (ablp, Diligen-
cias, 1785). Los maestros examinados de Puebla argumentaron que tal dispo-
sición no podía aplicarse, puesto que la misma segunda ordenanza pedía ser
“cristiano viejo” y los indios eran recién convertidos a fe. De esta manera siguen
reservando el privilegio de ser admitido como maestro, únicamente a los espa-
ñoles (ablp, Diligencias, 1785).
Argumentan que los señores reyes de España les concedieron ordenanzas
y además otros privilegios, ahora olvidados, y siendo el ilustre arte de prime-
ras letras, uno de los más importantes entre los demás, por ser el que instruye
a los niños en la religión católica. Pero en el transcurso del tiempo y descuido
de algunos profesores, se ha olvidado, ocasionando el descredito del gremio.
Resentidos por la mala situación en que se encontraban la corporación de
maestros, los veedores, teniendo presente que una de las obligaciones de las
autoridades es “hacer que a todos los gremios y a los profesores de las ciencias
y las artes liberales, se les guarden y hagan guardar, los privilegios y ordenan-
zas que para el mayor gobierno y subsistencia les están concedidas, desde su
origen” (ablp, Diligencias, 1785). Presentaron un escrito, haciendo patente la
total inobservancia y olvido en que estaban sumergidos sus privilegios y orde-
nanzas, y solicitaron que se publiquen por bando para que “siendo todos sa-
bedores de ellas se las guardaran” (ablp, Diligencias, 1785). Se aprobó dicha
solicitud y la autoridad mandó que se publicaran en forma de bando por las
calles públicas acostumbradas “los privilegios gracias y mercedes, que por las
católicas majestades, están concedidas a dicho ilustre arte de primeras letras”
(ablp, Diligencias, 1785).
En las disposiciones publicadas aparecieron solo los privilegios que debían
disfrutar los maestros: primeramente, se dispuso que los maestros que fueran
examinados debían probar que eran “hijos dalgo, cristianos viejos, limpios de
toda raza, de moros, judíos, o turcos y que son de buena vida y costumbres […]”
que pudieran hacer constar, que nunca fueron penitenciados por el Santo Ofi-
cio y Tribunal de la Inquisición ni otro tribunal, “ni que pertenecen a los recién
conquistados y convertidos a nuestra religión católica [que] siendo suficientes
y capaces” (ablp, Diligencias, 1785), se les diera su carta de examen para que
pudieran tener escuela en cualquier parte que eligieran y pudieran ejercer li-
bremente su arte (ablp, Diligencias, 1785).
El segundo apartado dispuso que, en caso de alguna acusación, el maestro
no perdiera la casa donde tuviera su escuela; las autoridades solo debían cuidar,
si fuere el caso, que cumplieran con el pago de la renta. En el tercer punto de las
diligencias, se menciona que los maestros no pueden ser presos, ni molestados
por ninguna causa, ni pueden ser llevados a la cárcel, solo si fueren acusados de
muerte, en ese caso, su cárcel será su propia casa. Pidiendo que tengan “y go-
zen de todas las franquicias que gozan los hijos dalgo” (ablp, Diligencias, 1785).
ESTUDIO 49
En el cuarto punto pedían ser tratados con todo honor, cuando se presenta-
ran en alguna oficina, que “las Justicias y escribanos” (ablp, Diligencias, 1785) de-
bían salir a recibirlos en la puerta, darles asiento y escucharlos atentamente, con
el decoro que merecían. Solo se les pondría penas o multas a los rebeldes que
cometan el mismo delito. En el quinto apartado se dice que los maestros podían
traer “armas ofensivas y defensivas públicas y secretas, podían traer lacayos, dos
esclavos con su espada y tener caballos de arma como los tenían los hijos dalgo”
(ablp, Diligencias, 1785).
En la octava diligencia se dice que no se les podía obligar a participar en
actos públicos. Que se tenían maestros veedores para que junto con las autori-
dades correspondientes, cada cuatro meses, hicieran inspección en las escuelas
y poder poner una pena de seis mil ducados a quien no estuviera enseñando
bien: vigilarían “si se reza la Doctrina Cristiana, y en qué libro se lee” (ablp,
Diligencias, 1875). Además, se establece que después de cuarenta años de en-
señanza los maestros debían disfrutar de todas “cuantas gracias y privilegios
gozan los duques, condes y marqueses” (ablp, Diligencias, 1875), y se les pro-
porcionaba para su sustento un sueldo anual por parte del Ayuntamiento (ablp,
Diligencias, 1785).
En esta tardía demanda de reconocimiento a sus privilegios, los maestros
demandaban no solo la reafirmación de las ordenanzas no aplicadas y cons-
tantemente violadas por las propias autoridades del Ayuntamiento, también
reclamaban la observación de algunos privilegios que los igualan a la noble-
za. Reclamaban un lugar más dentro de la sociedad, atendiendo a los servicios
que le prestaban.
Conclusión
En la Nueva España no existió un sistema organizado de instrucción que ad-
ministrara la tarea educativa en todos sus niveles. A lo largo de todo el periodo
persistió el individualismo y el desorden; la instrucción elemental, por ejem-
plo, se reglamentó pronto pero sus ordenanzas, ante la realidad que se vivía,
fueron constantemente vulneradas. Las necesidades de una ciudad bien ubi-
cada como Puebla, con una población en constante crecimiento, provocó falta
de maestros y recursos materiales para atender la instrucción de los hijos de
las familias. Los descendientes con recursos pudieron ser atendidos por maes-
tros privados, los de familias con ingresos medios podían acudir a las escuelas
particulares, donde un maestro cobraba por sus lecciones, a los más pobres les
quedaban las escuelas pías o las enseñanzas secretas atendidas por un maes-
tro indio, mestizo o mulato. Pocos españoles letrados se ocuparon del oficio y
de los pocos ingresos que proporcionaba ser maestro, aunque eran muchos los
mulatos, mestizos e indios que podían hacerlo. Esta situación indujo la flexibi-
lidad de las autoridades para aplicar las leyes que regían el noble arte, obede-
ciendo más a las necesidades de la educación que a conservar los privilegios
de los maestros del gremio.
La educación elemental de la Puebla Colonial, como todas las actividades
de la Nueva España, estuvo reglamentada por ordenanzas. Los maestros forma-
ban su propio gremio, y su trabajo, a diferencia de otros oficios, era considera-
do un arte, ya que se pensaba que la enseñanza de la Doctrina Cristiana era uno
de los fundamentos del bienestar social. Su oficio no era un oficio vil, era un arte
que ofrecían a la sociedad y merecía privilegios especiales, por eso sus orde-
nanzas eran muy estrictas, cerradas solo a españoles, cristianos viejos y de buenas
costumbres. Para los maestros su oficio era un noble arte que había que resguar-
dar con las ordenanzas y los hacía acreedores a privilegios propios de la noble-
za. Para las autoridades representaba una necesidad que había que cubrir con los
menos capacitados, una respuesta acorde a la realidad que se vivía.
Tardíamente los maestros respondieron a esta situación y en 1785 reclama-
ron se les hiciera valer sus privilegios. No sé sabe qué sucedió después de la
publicación de esos privilegios en forma de un bando, sobre todo, ante el quie-
bre de la política real ilustrada. Lo cierto es que el primer documento de or-
denanzas y el segundo denominado de privilegios nos dan una visión distinta
de la idea de maestro que los propios maestros tenían y el de las autoridades,
más cercano a la realidad.
Poco sabemos de la educación elemental en Puebla, cuando nos asomamos
a sus pocos vestigios documentales surgen muchas preguntas, que quedan en
el aire, cómo es el caso. Hacen falta más investigaciones sobre los diferentes as-
pectos de la enseñanza de las primeras letras para ver el fenómeno de manera
global y encontrar nuevas respuestas.
Referencias:
Archivos
amp Archivo Municipal de Puebla, Libros de Expedientes de Escuelas: 176, 67, y 69.
ahblp Archivo Histórico de la Biblioteca Lafragua Expediente de la Academia de Bellas
Artes, Diligencias publicadas a favor del Nobilísimo e Ilustre Arte de primeras
letras cuyas diligencias se publicaron en esta ciudad a instancias de los maestros
preceptores de primeras letras y actual veedores que fueron en los años de 1783 y
1784 “para su puntual cumplimiento, como dentro se expresa, Jueces los Señores
Diputados en turno. Año de 1785”.
Bibliografía
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Tanck de Estrada, D. (1984). La educación ilustrada 1786-1836. México: El Colegio de
México.
ESTUDIO 51
Existential Understanding
of Violence
abstract
In this paper, violence is analyzed as a phenomenon through which a defec-
tive state of our understanding of Being (Seinsverstehen) reveals itself. In the
framework of Heidegger’s analysis of Dasein, the phenomenon of violence can
be discussed in relation with the structure of the existential understanding of
human Dasein.
prologue
Before we discuss the phenomenon of violence in the framework of
Existentialism, I would like to have a close look into the following situations:
Scene 1: A pride of lions hunts a wounded Impala, who was left out alone.
The Impala tries to fight back and run away, but eventually is caught by the li-
ons and killed to be eaten.
Scene 2: A mother with a baby sees a presumably poisonous snake and kills
it by smashing it multiple times. Even after the snake is dead, she keeps smash-
ing the dead snake until it is no longer recognizable.
Scene 3: A young man comes into a house and starts beating an old man who
was sitting in the house. The young man is a grown son of the old man, who used
to beat up his wife, who is dead now, and his own children including the young
man who now beats him.
These three scenes all include confronting situations between one and the
other based on the unbalance of power. One might insist that all these three
scenes contain violent contents. It is not uncommon to read instruction messages
on the cover of media contents that warn the audience about violent scenes, and
they recommend the appropriate age limit for viewers, because violence is an
issue in our society and we want to deal with it carefully with sanity and justice.
Violence is a sensitive issue and there is an incessant attempt to ablate it. However,
violence is in the air, or rather, it is like the air itself: It is everywhere, but we
cannot even grasp what it is. What is violence? We need to begin again with this
basic question.
Let us have a look at the scene 1. Is there violence in this scene? Is it appropri-
ate to call the pride of lions violent because they pick and kill a wounded Impa-
la? The Impala tries to fight back despite its helpless situation; this animal must
be in panic and it is imaginable that the Impala might be able to succeed to at-
tack some of the lions with its horns and possibly injure them. Is the Impala vio-
lent in this case? A scene of violence could contain physical, verbal, psychological,
sexual, social and political violence, among which the physical violence reveals
the most primitive form of violence. The physical force of the lions oppresses
the desire to live on the Impala. The lions, however, have to hunt as well in or-
der to survive. This will to live is an instinctive-impulse for life of living beings,
distinguished from the will to power or free will. There is a kind of tension be-
tween the opposite sides mentioned, likewise in the will to live in two different
entities colliding, both based on the necessity of life. Before we answer the ques-
tion whether scene one manifests the phenomenon of violence, I would like to
move our attention to scene 2.
We can find similarity in this scene with the first in the sense that the pre
sence of the snake conflicts with the mother’s desire to preserve her child’s life
as well as hers. However, the question of necessity arises here, especially after
the snake was already dead. The mother continues to beat the snake until it is
broken into pieces. On the contrary, the question of necessity is posited from a
different angle in scene 3. The young man’s ferocious action is based on his
past, namely his memory and the other person’s previous action on him. It was
a life-threatening situation for the young man and now for the old man, but
not in the same sense as the lions’ inevitable choice to destroy the life of the
weak for the sake of preserving their own lives or the mother’s urge to kill the
snake to protect herself and her child’s life. What can we say about violence in
the scenes mentioned above?
First, there was a cause of the young man’s actions in scene 3. His actions
are the results of this one, grounded in the unfortunate events of the past. There
is a cause of the actions of the lions against the Impala, which was their instinc-
tive-impulse for survival. In scene 2, the mother’s will to preserve the life of her
child and herself was the cause of her action. However, the cause of the young
man’s action against the old man in scene 3 does not project his will to survive.
The life of this young man is no longer threatened by the old man. The cause of
his present action is placed in the past but dissolved in the present. In the first
scene there are no human beings involved. The second scene shows the con-
flict between an animal and human entities. The third one, on the other hand, is
based on the relationship between men. The conflict in the third situation can-
not be explained within the realm of the effect of instinctive impulses or will to
live. The fundamental cause of the conflicts between these two individuals is
based on their history, which is constituted by the understanding of their time,
i.e. life, which Martin Heidegger refers to as temporality [Zeitlichkeit] of their be-
ing. In the following paragraphs, Heidegger’s analysis of Dasein will be briefly
explained under the subthemes as follows: Existence of Dasein, Dasein as Being-
In-the-World, Understanding of Dasein, and Temporality of Dasein: Geschichte,
Angst, Authentic Understanding, Inauthentic Understanding, and Fear. Based
on the analysis of Dasein, I would like to analyze the above-mentioned scenes
and the phenomenon of violence with a phenomenological approach.
Existence of Dasein
In Being and Time, Heidegger analyzes the existence of human beings. Heidegger
names Dasein the entity that takes its own being as an issue (Heidegger, 2006).
In other words, Dasein asks the meaning of being and understands its own be-
ing in some way and with some explicitness (Heidegger, 2006). Dasein is not,
however, a substitutive name of the human species. Dasein refers to each one
of us. The terminology has not only appeared in the previous history of Phi-
losophy, but is also a frequently expression in German everyday life. Da-sein
literally means being [sein] there [da].
Nevertheless, Heidegger constitutes his idiosyncratic concept out of this
“pure expression of being” (Heidegger, 2006, p. 12), which refers to an ontically
ESTUDIO 53
distinguished being of human beings among other beings (Heidegger, 2006). The
fact that Dasein is ontically distinguished means that is concerned about its own
being through which it discloses itself to itself. This self-revelation of Dasein en-
ables itself to understand itself. Understanding of being is a determination of be-
ing of Dasein (Heidegger, 2006): “The ontic distinction of Dasein lies in the fact
that it is ontological” (Heidegger, 2006, p. 12). Namely, Dasein exists ontological-
ly in the sense that it understands its very being. This being to which Dasein “can
relate in one way or another, and somehow always does relate” (Heidegger, 2006,
p. 12) is, according to Heidegger, existence [Existenz] (Heidegger, 2006). There-
fore, “Dasein always understands itself in terms of its existence, in terms of its
possibility to be itself or not to be itself” (Heidegger, 2006, p. 12).
Dasein as being-in-the-world
Understanding of Dasein
As mentioned above, the understanding of Dasein is possible through the
thrownness of Dasein, which is, in essence, thrownness into the mode of pro-
jecting [Entwurf] (Heidegger, 2006). In other words, Dasein understands itself
through projecting itself to the possibilities of being in the future. Dasein un-
derstands itself in terms of possibilities; therefore, its existence is futural (Hei-
degger, 2006). However, “projecting has nothing to do with being related to a
plan thought out, according to which Dasein arranges its being” (Heidegger,
2006, p. 145). Rather, the projecting discloses the possibilities of being for Dasein.
2
See Husserl, E. (1991). On the Phenomenology of the Consciousness of Internal Time (1873-1917). Trans. J. Barnett
Brough. London: Dordrecht Boston.
ESTUDIO 55
a point in the future, which has not come yet. This point of the future is there
as a possibility. Dasein can project itself to the future possibilities of being by
caring about its own being, this is what Heidegger formulated as “being-ahead-
of-itself” (2006, p. 192) of Dasein. The core of Dasein’s existence lies in the fact
that one’s own Dasein is factically always dying, in other words, it is in a being-
toward-its-end (Heidegger, 2006). Thus, this process is always future-oriented.
The act of projecting, though, always comes with its counterpart act, which
is the act of coming-back to the thrownness. This two-fold movement happens
between these two temporal points: one in the present as having-been there,
and the other in the future. This happening [Geschehen] happens [geschieht],
therefore, temporally [zeitlich]. This existential process of understanding is tem-
poral, but not according to the everyday sense of time. Dasein’s temporality is
not divided into the vulgar distinctions of the past, the present and the future.
There are only aspects of temporality as phenomenal characteristics.
In this sense, the process of temporality is existential and ecstatic. This temporal
happening itself is the existence of Dasein. Dasein’s being, which is the problem
for Dasein itself, is therefore the temporal happening of Dasein’s ontological un-
derstanding. This Geschehen [happening] is Dasein’s Geschichte [history/story],
which is to be revealed and understood as each Dasein’s own history or story.
Each Dasein’s Geschichte finds its mine-ness [Meinigkeit] in its own-most
possibility of being, which is the possibility of not being, i.e. the possibility of
death. Once we are thrown in the world, we exist not as a lone entity in the
world like the lone king of one of the planets from Little Prince. The only mo-
ment when one is truly revealed, standing out there [ex-stasis] as a completely
lone entity, is the moment of facing death as the complete nothingness. This
moment is there as a potentiality of being as long as one exists.
The uniqueness of Dasein’s existence or rather existential understanding lies
in that Dasein is able to run to this possibility beforehand, before this possibility
actually comes to reality, which Heidegger refers to as “pre-run towards death”
[Vorlaufen zum Tode] (2006, p. 262). In everyday life, mostly, Dasein doesn’t run
towards its death as the possibility of its being, but there is a moment when we
face this possibility, which is brought not by our intellectual understanding of
life and death but by Angst. Why Angst? What does it do?
Angst
Angst is not a mere feeling. Rather, Heidegger uses the expression Befindlichkeit,
which stems from the verb sich befinden. It means that one is situated in a cer-
tain place, situation or condition. Befindlichkeit was translated as ‘state of mind’
(Heidegger, 1962) or ‘attunement’ (Heidegger, 1996). Both translations, though,
lose the connotation of the German terminology Befindlichkeit, which is rela
ted to its verb form, as well as in the translation of Sorge, Besorge and Fürsorge.
There are different types of Befindlichkeit, but Angst is the most basic Befind-
lichkeit that is related to Dasein’s nothingness. Heidegger explains that Angst
does not know what it is anxious about (Heidegger, 2006): “Nothing of that
which is at hand and objectively present within the world, functions as what
Angst is anxious about” (Heidegger, 2006, p. 186). What Angst is about is inde
finite (Heidegger, 2006), because what Dasein is anxious about is its nothingness,
i.e. death. The nothingness of Dasein is Dasein’s own-most potentiality of not
being. Therefore, Angst points at the finiteness of Dasein, which is based on its
Being-in-the-World. Angst as a fundamental Befindlichkeit, then, belongs to the
essential constitution of Dasein as Being-in-the-world (Heidegger, 2006). Hei-
degger writes that “If what Angst is about exposes nothing, that is, the world as
such, this means that that about which Angst is anxious is being-in-the-world
itself” (2006, p. 187). Being anxious is a way of being-in-the-world as Befind-
lichkeit. Dasein’s being-in-the-world is necessarily connected to its being finite.
Thus, Dasein’s own-most future potentiality of being as not being is basically
its potentiality-for-being-in-the-world. Heidegger claims that the “complete
phenomenon of Angst thus shows Dasein as a factical, existing being-in-the-
world” (2006, p. 191).
It is interesting to see how we find ourselves out of our everyday life where
we are mostly not concerned about the potentiality of not being. It is Stimmung,
which is translated as ‘mood’ in English, and brings us to realize the thrown-
ness of our Dasein (Heidegger, 2006). The most famous existential mood, as we
all have heard of, is boredom. It is not a secret that Heidegger was conscious
about Kierkegaard and his works, so Heidegger’s analysis of Dasein, in a way,
is like his indirect answer to Kierkegaard’s existential and theological analysis.
In mood, we realize that we are there. Moods are ontically familiar (Heidegger,
2006), however they are taken as fleeting experiences that “color one’s whole psy-
chical condition” (Heidegger, 2006, p. 340). Moods temporalize, namely, they
come and go ‘in time’. It is a “trivial established fact” (Heidegger, 2006, p. 340)
but certainly an “ontic and psychological fact” (Heidegger, 2006, p. 340). However,
Heidegger clarifies that what we are eventually interested in is “to demonstrate
the ontological structure of Befindlichkeit in its existential and temporal constitu-
tion” (Heidegger, 2006, p. 340), for which it is required to initially make the tem-
porality of mood visible (Heidegger, 2006). The existential fundamental nature
of mood brings Dasein back to its ‘having been thrown there’ (cf. Heidegger, 2006,
p. 340). In this sense, Befindlichkeit is grounded in having been. Namely, Befindlich-
keit always reveals a mode of having-been for the existential analysis (Heidegger,
2006). While understanding is primarily grounded in the future, Befindlichkeit
temporalizes itself primarily in having-been (Heidegger, 2006).
The Befindlichkeit which “is able to hold open the constant and absolute
threat to itself arising from the own-most individualized being of Dasein” (Hei-
degger, 2006, p. 266) is Angst. “In Angst, Dasein finds itself faced with the
nothingness of the possible impossibility of its existence. Angst is anxious about
the potentiality-of-being of the being thus determined, and thus discloses the
most extreme possibility” (Heidegger, 2006, p. 266). The anticipation of Dasein
absolutely individualizes [vereinzelen] itself, and in this individualizing, Dasein
can be sure about the wholeness of its potentiality-of-being [Seinkönnen] (Hei-
degger, 2006). In this respect, Angst as the fundamental Befindlichkeit belongs
to the self-understanding of Dasein in terms of its ground (Heidegger, 2006),
hence that “Being-towards-death is essentially Angst” (Heidegger, 2006, p. 266).
ESTUDIO 57
Angst reveals in Dasein its being toward its own-most potentiality of being,
namely, being free for the freedom of choosing and grasping itself (Heidegger,
2006). This is the moment of being oneself, wholly as an individual entity, fac-
ing the own-most potentiality of one’s being. Dasein as Being-in-the-World gains
its autonomous existential understanding through Angst.
The existential identity of disclosing and what is disclosed so that in what is dis-
closed the world is disclosed as world, as being-in, individualized, pure, thrown po-
tentiality for being, makes it clear that with the phenomenon of Angst a distinctive
kind of Befindlichkeit has become the theme of our interpretation. Angst individua
lizes and thus discloses Dasein as solus ipse (Heidegger, 2006, p. 188).
Authentic understanding
The possibility of not being is the most certain and inevitable possibility of
Dasein’s being, because Dasein is human, which means that it exists finitely. The
essence of Dasein’s being is based on the most authentic character of human
being: Death. So the most authentic way of projecting for Dasein is revealed in
the expression of Being-towards-death [Sein-zum-Tode] (Heidegger, 2006). Dasein
runs towards its possibility of death and comes back [zurückkommen] to its
thrownness. Dasein’s being-in-the-world is the very ground of Dasein’s being
human. Thus, the character of projecting in Dasein’s understanding constitutes
the being-in-the-world of Dasein with regard to the disclosedness of its there as
the there of a potentiality of being (Heidegger, 2006).
The possibility of not being, namely, the possibility of death, is still a pos-
sibility of being. This possibility lies always in the future, because this possibi-
lity counts as a possibility of being only under the condition that Dasein is still
there, i.e. only when this possibility is there as a future possibility which has
not been realized in the present. This possibility is the absolute and necessary
possibility of being for the existence of Dasein as long as it exists as human Da-
sein in the world. This possibility of being is, in Heidegger’s terms, the most
authentic possibility of being for Dasein. However, we do not exist in the way
that we always think of our possibility of not being. There are moments in life
where we face the death of others and do ponder upon our death as a possibi-
lity, or rather the absolute possibility in the near or far future, but we do not or
should not think of death day and night at every possible moment of life. Not
to mention that it is also not a healthy way of living in a practical sense.
Inauthentic understanding
Instead, we live our everyday life thinking about things in the world and de-
tails of our daily life rather than our possible being of not being. Heidegger
refers to this way of Dasein’s being in everyday life as Dasein’s being fallen in
the They [das Man] (Heidegger, 2006, pp. 167ff, 175ff). The They is the self of
Fear
Very often, Angst and fear are used in such a way that they are not clearly dis-
tinguished from each other. As mentioned above, in everyday life, the They
distorts Angst into the fear of a future event (Heidegger, 2006). Heidegger,
however, distinguishes fear from Angst. To make a long story short, fear has
an object while Angst has no object. Angst is indefinite but fear is about having
a definite object to fear. According to Heidegger’s definition (although it is ac-
tually not only Heidegger’s definition), we cannot fear our death, we can only
be anxious about our death because death as nothingness is not something that
we can fear. When there is no object of fear, how can we fear? The They makes
Angst ambiguous as fear and considers Angst as a sign of weakness, which a
self-assured Dasein should not know (Heidegger, 2006). As seen above, Angst
brings Dasein to the face of death as the most authentic potentiality of being of
Dasein. This is what Heidegger says about Dasein as Being-towards-death and
its anxious freedom:
However, the They of our everyday life does not permit us the courage to have
Angst (Heidegger, 2006). Heidegger inserts a footnote next to the title of the
paragraph 30 about fear in Being and Time (Heidegger, 2006) to indicate com-
parison with “Aristoteles, Rhetoric, B5, 1382 a20-1383 b11” (Heidegger, 2006, p.
140) without any further explanation nor interpretation of the Aristotelian de-
finition of fear. Let’s see what Aristoteles says about fear:
instance, becoming unjust or slow-witted, but only such as involve great pain or
destruction, and only if they appear to be not far off but near at hand and threa
tening, for men do not fear things that are very remote; all know that they have
to die, but as death is not near at hand, they are indifferent. If then this is fear, all
things must be fearful that appear to have great power of destroying or inflicting
injuries that tend to produce great pain. That is why even the signs of such misfor-
tunes are fearful, for the fearful thing itself appears to be near at hand, and danger
is the approach of anything fearful (Aristotle, 1926, 1382 a20-1383 b11).
Death is a possibility of being for Dasein, but not as a possibility of not happening
or passing us by. Actually, the distance to death could be very close, but it is
always far. Thus, we cannot fear death. We can only be anxious. Fearing dis-
covers what we are afraid of in its fearsomeness, and then fear can clarify what is
fearsome by explicitly looking at it (Heidegger, 2006). Fearing, as a slumbering
[schlummernd] possibility of an attuned [befindlich] being-in-the world, discloses
the world with regard to the fact that something like a fearful thing can draw
near to us from this fearfulness (Heidegger, 2006).
This ability to draw near is itself freed by the essential, existential spatiality
of being-in-the-world, and what Dasein is afraid of is actually the fearful being
itself, namely, Dasein (Heidegger, 2006). It is because only the being who takes
its very being as an issue can be afraid (Heidegger, 2006). Here we can see that
Temporality of fear
Violence is a reflection of fear, i.e. projection of fear that reveals itself in a dis-
torted way. The kopflos [headless] condition of fear could lead one to the state of
insecurity, and the defective way of self-revelation of fear appears in the form
of violence. The ‘proper’ way of projection for understanding of being [Seins-
verstehen] projects oneself to the future through Angst, but the distorted pro-
jection reveals itself in the phenomenon of violence.
Being anxious about death as their possibility of nothingness is different
from being afraid of nothingness, i.e. fearing the meaninglessness of being as
nothingness. The meaning [Sinn] as the entelechy of Dasein’s existence lies in
the facticity of Dasein that it exists temporally in the constant movement of to-
ward itself, back to, and letting something be encountered. Losing the meaning of
this temporal movement implies that this process is discontinued. Namely, fear-
ing projects the memory, i.e. the past, only onto the present and the present of
the Other instead of the future. This is a perverted way of self-projecting that
disconnects the temporality from the future.
The fear of the son was temporally incomplete. His memory lost its connec-
tion to his future, which holds the possibility of the wholeness of the meaning
[Sinn] of his existence. This is, ironically, where the discourse of hope can chip
in: Hope always points at the future, and hope is not lost as long as one exists
ontologically in its temporality. Fear reveals the being-in-the-world of Dasein
but not the own-most potentiality of its being. One can fear only because one
understands her very being, but at the same time, one cannot understand her
being as a whole only in fear. He was never able to find room in the midst of
his everyday life, or rather, in his lostness in the They, neither to find space for
himself to hear his own voice, the call from his own-most conscience.
The fearing of the meaninglessness of nothingness leads one to self-decep-
tion and self-destruction, which paralyze Dasein’s authentic as well as inauthen-
tic understanding process as a Being-in-the-world. Fear of death is different
from fear of an empty house or of a war. Fear of death, i.e. fear of nothingness
is to fear without an object. Objectless fearing loses its direction, which prevents
Dasein from drawing the fearful object near to itself. When fearing loses its
ability to draw near based on the essential and existential spatiality of Dasein’s
being-in-the-world, Dasein loses itself, because what Dasein is afraid of is fun-
damentally Dasein itself as the fearful being who takes its very being as an issue.
Violence reveals itself when fear loses its direction, i.e. the fearing sub-
ject itself. In this lostness, which differs from Dasein’s lostness in the They, vio-
lence comes about as a desperate manner of self-protection from the lostness.
In this sense, violence is the process of losing oneself, because one in violence
has to mute one’s own conscience, which calls one to be oneself in Angst, in
front of the own-most authentic nothingness, not the meaningless nor nihilis-
tic nothingness.
turning away from and turning towards Dasein’s authentic and inauthentic pos-
sibilities of being. However, when one is deprived of her room for an authentic
existential understanding completely, i.e. disabled from being anxious about its
own-most potentiality of being, her existential fear reveals her being only en-
dangered and abandoned in a privative and distorted way. That is the moment
when one stops hearing herself, the call of her conscience and the voice of the
Other in herself. Violence is a deaf response of a blinded person who lost her
future and thus the wholeness of her existence, namely her Geschichte. Failing
to hear the voice of oneself could result in a series of exploitation of existen-
tial spatiality of the Other in one’s world, who shares the world with oneself.
This is how violence continues to survive in a vicious circle, like a contagious
disease, spreading from one person to another. The one who is unable to hear
one’s own voice fails to hear the voice of the Other and fails to ask the meaning
of one’s own life. Therefore, the recovery from violence could be initiated when
one listens to the Geschichte of the lost voice.
Works citied
Resumen
El presente artículo tiene el objetivo de referir algunos elementos centrales de lo
que podría ser comprendido como una espiritualidad spinozista, la cual, centra-
da en el amor intelectual a Dios, emprende una honesta búsqueda de la deidad
sin mediación de antropomorfizaciones y evadiendo, por tanto, la usual confu-
sión derivada de tal impostura. Asimismo, se confronta y desmiente la acusación
panteísta hacia la filosofía de Spinoza y se conduce la atención al reconocimiento
de la realidad incognoscible de Dios y su categoría de substancia única, la cual
está formulada en el libro spinozista de la Ética. De todo ello se deriva la autén-
tica mística propiciada por la condición humana en su sentido integral, es decir,
vinculando el amor y tendencia a lo absoluto con la búsqueda intelectual.
Palabras clave: Dios, ética, substancia, amor, Spinoza.
Abstract
The objective of this article is to refer some central elements of what could be
comprehended as Spinoza spirituality; which, centered on the intellectual love
of God, undertakes an honest search for the Deity without the mediation of
anthropomorphizations and evading, therefore, the usual confusion derived
from such imposture. Likewise, the pantheist accusation towards Spinoza phi-
losophy is confronted and denied, and attention is directed towards God’s in-
cognoscible reality and its category of sole Substance, which is formulated in
the Spinoza book of Ethics. From all of this is derived the authentic mysticism
derived from the human condition in its integral sense; this is to say, linking
love and the tendency to the absolute with the intellectual search.
Keywords: God, Ethic, Substance, Love, Spinoza.
Exordio
Lo que el lector encontrará en el presente capítulo es un señalamiento de algu-
nos matices que pueden coadyuvar al esbozo de una espiritualidad centrada en
1
Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades del Centro Universitario de los Valles, Universidad de Guadalajara.
ESTUDIO 65
[…] en Spinoza no parece que la filosofía esté al servicio de la política; incluso pa-
rece más probable lo contrario, a saber, que la política es necesaria, desde su pun-
to de vista de filósofo, para la práctica de la verdadera filosofía. Al fin y al cabo, la
salvación humana se alcanza por el conocimiento” (2011, pp. 23-24).
que mantuvo durante largas cartas una controversia intelectual con él. Deleuze
(2004) se ocupó ampliamente del análisis de estas confrontaciones e igualmente
resaltó la actitud dispuesta del filósofo que nos ocupa.
Los atributos de Spinoza, en conjunto, han sido elementos claves para la
formulación de lo que él consideró como atributos de Dios. Sin duda, la per-
sonificación del filósofo de Ámsterdam no puede hacer menos que motivarnos
al compromiso reflexivo con sus obras. Su valentía y disposición a la sole-
dad, esa que acompaña a los filósofos cuando son capaces de cuestionar el
modo establecido de entender las cosas, fueron armas que Spinoza supo utili-
zar correctamente.
Es tiempo de dirigirnos a Spinoza como lo hacemos con todos los filóso-
fos cabales y radicales, entendiendo que la contraparte y los seguidores serán
numerosos, pues poco importa la coincidencia en el pensamiento con otro au-
tor mientras este favorezca el ejercicio propicio para la clarificación del pensa-
miento del propio lector. En ese sentido, “la filosofía de Spinoza mantiene su
atracción y otorga fortaleza, a la vez que representa un hogar al que los hom-
bres han asistido, asisten y asistirán en busca del vigoroso aliento de un pensa-
miento honrado, perfectamente sereno y apaciguador” (Friedmann, 1962, p. 24).
[…] el Dios de Spinoza está planteado en directa oposición al Dios del génesis. El
Dios de la ética no es el creador del cielo y de la tierra, sino una sustancia extensa,
compuesta de un número infinito de atributos y que es puramente inmanente a la
naturaleza toda (Smith, 2007, p. 54).
Debe asumirse, entonces, que para la comprensión del Dios spinozista deben
eludirse las concepciones comunes de Dios, las que son heredadas de los am-
bientes religiosos sin mácula de duda.
que creyendo unirse a Dios no hacen más que disfrazarlo para su uso y servicio.
El Dios de Spinoza no está al servicio de lo humano ni el humano al servicio de
Él, puesto que ninguna alabanza o sacrificio es necesario con un Dios que no tie-
ne interés en ser servido, recibir sacrificios o sentirse amado. El Dios de Spinoza
no tiene afecciones, no siente amor ni lo puede dar, no valora sacrificios ni reali-
za valoración alguna posible, no tiene una moralidad y está lejano a juzgar par-
cial o enteramente sea en el lapso de la vida humana en la tierra o en el fin de
los tiempos.
Con todo esto coincide Smith, quien afirmó que el Dios de Spinoza es “tan
abstracto e impersonal que resulta virtualmente indiferente al bienestar huma-
no” (2007, p. 70). De hecho, el filósofo de Ámsterdam consideró filosóficamen-
te inapropiada la idea de un Dios que pudiera ser voluntariamente creador del
universo y de los hombres; “[Si] Dios es inmutable, o sea, que todos los atribu-
tos de Dios son inmutables” (Spinoza, 2011, p. 87), no puede concebirse que en
algún momento eligiera voluntariamente que algo no creado tuviese que crear-
se por su decisión. Ahora bien, es natural comprender que los humanos y las
cosas de este mundo no han existido al mismo tiempo que existe Dios, pues
eso convertiría a todas las cosas en substancia idéntica de Dios, lo cual es in-
concebible; por tanto, hubo un momento de origen y creación, pero no nece-
sariamente un creador voluntarioso en tal proceso. Resulta inadmisible para
algunos creyentes que la vida no tenga un sentido centrado en la voluntad de
un ser superior, pero es justo ésa la idea que propone Spinoza.
Ahora bien, concediendo que es culturalmente comprensible que el hombre
atribuya a Dios sus propias características humanas particulares ¿no es también
parte de esa natural espontaneidad asumir, tal como hace Spinoza, que Dios
está por encima de lo humano y que, por tanto, nada de lo humano le perte-
nece? Es evidente, siendo críticos con su propuesta, que la idea misma de un
Dios alejado de lo humano toma a lo humano como referencia y parte de una
diferenciación con lo que Spinoza aprendió de Dios en su formación religio-
sa inicial. Esto no supone que la propuesta spinozista sea incorrecta, además
de que no hay un parámetro para juzgar en forma definitiva lo que Dios sea o
no es, pero sí implica la complejidad de intuir a Dios sin nombrarle como tal
o apartándose de toda concepción que la categorice de la manera que sea, en
el entendido que elevarlo más allá de toda categoría es ya una forma de aden-
trarlo en las categorías mismas.
Lo significativo, entre muchas otras cosas, de los atributos de Dios que pro-
pone Spinoza es que son inmutables, es decir, no pueden tenerse y luego no te-
nerse, son mantenidos en forma eterna. Por ende, si Dios no tiene voluntad y
sus atributos son inmodificables, queda fuera de posibilidad cualquier intento
humano por interceder por otros ante Dios y la oración misma, al menos cuan-
do está centrada en generar un cambio en el mundo a través de la voluntad di-
vina, queda desacreditada.
De este modo, si Dios no tiene una voluntad que cambiar debido a la im-
perfección implícita de la que deriva el cambio mismo ¿cómo pueden atribuirse,
en la consideración de su perfección, rasgos imperfectos en su creación y la po-
sibilidad del cambio en la misma? Para Spinoza “Dios no solo es causa de que
las cosas comiencen a existir, sino también de que perseveren en la existencia,
o sea (para usar un término escolástico), que Dios es causa del ser de las cosas”
(2011, p. 91). Esto implica que la conexión por medio del ser que Dios permite
en las cosas y en la naturaleza no es obstáculo para la imperfección de ambas
ESTUDIO 71
Ninguna cosa singular, o sea, ninguna cosa que es finita y tiene una existencia de-
terminada, puede existir, ni ser determinada a obrar, si no es determinada a existir
y obrar por otra cosa, que es también finita y tiene una existencia determinada; y, a
su vez, dicha causa no puede tampoco existir, ni ser determinada a obrar, si no es
determinada a existir y obrar por otra, que también es finita y tiene una existencia
determinada, y así hasta el infinito (2011, p. 93).
Lo anterior podría parecer contradictorio cuando Spinoza expresa que “en la na-
turaleza no hay nada contingente, sino que, en virtud de la necesidad de la natu-
raleza divina, todo está determinado a existir y obrar de cierta manera” (2011, p.
95). Incluso, el filósofo sefardí consideraba que concebíamos lo contingente úni-
camente en función de una deficiencia de nuestro pensamiento (Spinoza, 2011).
Cabe aclarar que Spinoza ubica lo contingente como lo que puede pasar o no pa-
sar. En ese tenor, es necesario distinguir entre los motivos directos y tangibles
que propician que una cosa determinada suceda y la determinación originaria
que facultó, desde el inicio, que algo sucediese. En otras palabras, para Spino-
za es inadmisible el azar o que las cosas no sigan el curso prefijado que contie-
nen. No hay una voluntad divina para cambiar el curso de las cosas, pues este es
dado desde el inicio, no por su voluntad sino por la conexión de las cosas en su
naturaleza a través de su ser. Dios no está a la orden de quienes intentan cambiar
el curso de las cosas, no las ordena según los intereses humanos. Es cierto que
somos nosotros quienes requerimos dar un orden explicativo a las cosas, pero
nuestra estructura racional para delimitar los motivos que propiciaron que algo
sucediese no son necesariamente coincidentes con el orden divino manifestado
por su atributo de ser substancia de la que todo se deriva.
Es por tales motivos que Spinoza desacredita la idea de la contingencia, al
admitir que las cosas son como deben ser; no obstante, si consideramos que
las cosas siguen un curso de cambio de acuerdo a lo que acontece alrededor
o en función de la fricción con otras cosas o influencia de las mismas entre sí,
entonces la idea de la contingencia cobra sentido, pero un sentido explicativo
que no mantiene paridad con el precedente orden delimitado por Dios. Se en-
tenderá, por tanto, la conclusión spinozista sobre la imperfección de juicio al
aludir la contingencia nouménica, cuando se trata en realidad de una contin-
gencia estrictamente fenoménica.
Spinoza no concibe que Dios pueda cambiar de opinión o decrete algo dis-
tinto a lo que está puesto como orden. De hecho,
[…] si Dios hubiera decretado algo distinto de lo que decretó acerca de la naturale-
za y su orden, esto es, si hubiese querido y concebido otra cosa respecto de la natu-
raleza, entonces habría tenido necesariamente otro entendimiento y otra voluntad
que los que actualmente tiene (2011, p. 104).
Todos los filósofos que conozco conceden que en Dios no se da entendimiento al-
guno en potencia, sino solo en acto; pero dado que tanto su entendimiento como
su voluntad no se distinguen de su misma esencia, según conceden también todos,
se sigue, por tanto, también de aquí que, si Dios hubiera tenido otro entendimien-
to y otra voluntad en acto, su esencia habría sido también necesariamente distinta;
y, por ende […], si las cosas hubieran sido producidas por Dios de otra manera que
como ahora son, el entendimiento y la voluntad de Dios, esto es, su esencia, debe-
ría ser otra, lo que es absurdo (Spinoza, 2011, p. 105).
La ruptura con la idea de un Dios que tiene voluntad e interfiere en la vida hu-
mana es la puerta de entrada a la comprensión del Dios spinozista y a la espi-
ritualidad implícita en su propuesta. Precisamente
Dios, y sin Dios nada puede ser ni concebirse” (Spinoza, 2011, pp. 72-73). Es na-
tural que en función de tales concepciones, el filósofo judío haya intentado una
ética de estructura geométrica centrada en una lógica de jerarquía cuya punta
evidente e irrenunciable tendría que ser Dios.
Ahora bien, si Dios es la substancia única, cabe preguntar cómo escapa Spi-
noza del panteísmo. Enseguida se aportan cuatro objeciones a la afirmación de
un Spinoza panteísta. Primeramente, si se considera que las cosas del mundo
y los seres que habitan en él no están exentos del cambio debido a su corporei-
dad y materialidad tangible, se sigue de ello que son imperfectos y que están
involucrados entre sí al punto que uno puede influir en otro. A su vez, en el
entendido de que Dios es una substancia que está impedida a modificarse, no
puede concluirse que las cosas del mundo y el mundo mismo sean Dios. Res-
pecto a la deidad, Spinoza afirma que “su esencia excluye toda imperfección, e
implica perfección absoluta, aparta por eso mismo todo motivo de duda acer-
ca de su existencia, y da de ella una certeza suma, lo que creo ha de ser claro
para quien atienda medianamente” (2011, p. 71).
El segundo argumento es que si las cosas del mundo fuesen Dios, aproban-
do así la tesis de que Spinoza era un panteísta, entonces Dios padecería, al igual
que las cosas, una caducidad, distorsión, malformación, deterioro, deficiencia
o alteración. En ese sentido, “no hay razón alguna para decir que Dios padez-
ca en virtud de otra cosa” (Spinoza, 2011, p. 78). Por ende, si “Dios es absoluta-
mente causa primera” (Spinoza, 2011, p. 79), no puede ser simultáneamente lo
causado y permanece ajeno a las condiciones de todo aquello que se derivó de
él. Evidentemente, cuando se refiere a Dios como un él, se connota que se tra-
ta de una persona, pero esto es algo que no coincide con la filosofía spinozista,
a pesar de que él mismo utilice tal referencia.
Por otro lado, debe considerarse que el modo de Dios es único, no cambia y
no tiene manera de ser diferente a lo que es. De esto se sigue que los modos de
las cosas no son coincidentes con el modo de Dios. Además, si las cosas tienen
distintos modos entre sí, lo cual es evidente y podemos palparlo en forma in-
mediata, entonces las cosas son multiformes, no sólo en lo que respecta a ellas
mismas consigo sino en la relación con todo lo demás. De tal modo, mantener
la idea de un panteísmo implicaría la incongruencia de aceptar una polivoci-
dad modal en Dios. Según Spinoza, “de la suma potencia de Dios, o sea, de su
infinita naturaleza, han dimanado necesariamente, o sea, se siguen siempre con
la misma necesidad, infinitas cosas de infinitos modos, esto es, todas las cosas”
(2011, p. 81); pero esto no incluye la afirmación de que Dios mismo comparte
la modalidad de las cosas ni es ellas en forma necesaria.
Finalmente, el cuarto argumento está asociado a la actualidad de Dios, la
cual no tiene potencias. En ese orden de ideas, Dios sería lo único existente que
no tiene potencias en su naturaleza, sino que se mantiene continuamente en
acto y sin posibilidad de ser de un modo diferente. De tal manera, si “la omni-
potencia de Dios ha estado en acto desde siempre, y permanecerá para siempre
en la misma actualidad” (Spinoza, 2011, pp. 81-82), de esto puede concluirse
que el resto de las cosas, seres y entes existentes de este mundo, o cualquier
otro, cuya característica central es, precisamente, su carácter ontológico de con-
tener potencias, no pueden ser Dios.
Naturalmente, todo lo anterior no contradice el hecho de que Dios sea la
substancia inicial y que las cosas estén vinculadas con la Fuente, tal como haber
emanado de ella; no obstante, que una cosa emane de una Causa es distinto a
Todos los prejuicios […] dependen de uno solo, a saber: el hecho de que todos los
hombres supongan, comúnmente, que todas las cosas de la naturaleza actúan, al
igual que ellos mismos, por razón de un fin, e incluso tienen por cierto que Dios
mismo dirige todas las cosas hacia un cierto fin, pues dicen que Dios ha hecho to-
das las cosas con vistas al hombre, y ha creado al hombre para que le rinda culto
(Spinoza, 2011, p. 106).
[…] todas las cosas dependen de la potestad de Dios, de modo que para que las
cosas pudiesen ser de otra manera, la voluntad de Dios debería ser también nece-
sariamente de otra manera; ahora bien, la voluntad de Dios no puede ser de otra
manera […]; luego, las cosas tampoco pueden serlo (p. 114).
Si, por ejemplo, cayese una piedra desde lo alto sobre la cabeza de alguien, y lo ma-
tase, demostrarán que la piedra ha caído para matar a ese hombre. Si no ha caído
con dicho fin, queriéndolo Dios ¿cómo han podido juntarse al azar tantas circuns-
tancias? […] No cesarán de preguntar las causas de las causas, hasta que os refu-
giéis en la voluntad de Dios, ese asilo de la ignorancia (2011, p. 14).
Ahora bien, en el entendido de que existe un orden que define todo los acon-
tecimientos en forma antecedida, al punto de que la contingencia misma es
negada por Spinoza ¿por qué propone una ética y no más bien, en todo caso,
una moral? Evidentemente de proponer lo segundo Spinoza habría limitado
la oportunidad de ejercer el juicio particular y el ejercicio de la libertad subje-
tiva. Contrario a ello, lo que propone es un orden geométrico que puede per-
mitir la comprensión del sentido de las cosas y el modo en que podría vivirse.
Sin embargo, Spinoza no enfatiza en ningún tipo de castigo para el hombre que
no sigue tales planteamientos, es decir, evita referir algún juicio, precisamente
porque Dios mismo, si no ama y no tiene voluntad, tampoco puede juzgar. De
tal manera, lo que propone Spinoza no puede ser reducido a una simple moral,
pues permite la opción de distraerse en otros factores que no sean Dios, aunque
es claro en afirmar (al menos con su propia vida) que la elección de entregarse
vitalmente a su amor a través del conocimiento es un acto laudable y coherente.
Esto es claro cuando afirma que “es más perfecto y participa más de la soberana
beatitud el que ante todo ama el conocimiento intelectual del ser más perfecto,
o Dios, y se complace en él con preferencia a todo” (Spinoza, 1996, pp. 18-19).
La búsqueda del conocimiento de Dios no excluye la conversación y el diá-
logo con otros que permanecen en la misma búsqueda; es por eso que “el amor
intelectual hacia Dios se alcanza más adecuadamente cuando somos parte de
una comunidad de seres racionales e interesados en el conocimiento, cada uno
de los cuales contribuye al incremento de la común provisión de ideas adecua-
das” (Spinoza, 2011, p. 224). Sin embargo, no es suficiente con la colectividad
ni es a través de ella como puede lograrse el punto más óptimo del conocimien-
to de Dios; para Spinoza el trabajo individual, e incluso solitario, debe orientar
al logro de una espiritualidad más plena. Esto es comprensible si se considera
que “el amor intelectual hacia Dios consiste en la emancipación de las pasio-
nes y los afectos, así como de la necesidad de otros y nuestra asociación con
ellos” (Spinoza, 2011, p. 224). Esto coincide con la apreciación de las virtudes
del hombre solitario que antes había hecho Maimónides.
Spinoza cultivó el estudio y la consagración intelectual a una causa mayor,
lo cual es propicio de la congruencia que, en esencia, todo filósofo está llama-
do a evidenciar. Por tal motivo, “estar en medio de Spinoza significa estar so-
bre este plano modal, o más bien instalarse en este plano, lo cual lleva consigo
un modo de vida, implica una manera de vivir” (Deleuze, 2004, p. 33). Pue-
de concluirse, en total acuerdo con Smith, que “el tipo de libertad que Spinoza
ESTUDIO 77
Conclusión
La persecución que sufre Spinoza es evidencia de un certero desafío a los cre-
dos religiosos antiguos y contemporáneos. El caso singular de mantener en se-
creto su obra cumbre muestra la prudencia del filósofo ante un desalentador
panorama de juicio y descalificación. Sus propias palabras en la Ética ofrecen
una sensación autobiográfica cuando afirmó que
[…] quien investiga las verdaderas causas de los milagros, y procura, tocante a las
cosas naturales, entenderlas como sabio, y no admirarlas como necio, es conside-
rado hereje e impío, y proclamado tal por aquellos a quien el vulgo adora como in-
térpretes de la naturaleza y de los dioses (2011, pp. 114-115).
Su interés por ir más allá del límite establecido le llevó a proponer a un Dios
que no podría ser bien recibido por la visión popular sobre la divinidad. Si
bien su sistema ético-geométrico dista mucho de ser perfecto y muestra la
herencia religiosa que él mismo recibió, no es incongruente con el intrínseco
postulado de que nada ni nadie, sino la substancia absoluta por sí misma, po-
see el atributo de la perfección. Más allá del ejercicio intelectual que evoca y
provoca Spinoza, su invitación es trascender a la filosofía por mediación de
la filosofía, para obtener como desenlace un amor desinteresado, puro y com-
prometido. Es por eso que “el más filósofo de los filósofos” (Deleuze, 2004,
p. 157) no se contenta con ofrecer un pensamiento filosófico ni delinear una
didáctica espiritual, sino que “enseña al filósofo a prescindir de la filosofía”
(Deleuze, 2004, p. 157).
Referencias:
Barker, H. (1938). Notes on the second part of Spinoza´s Ethic. Mind. 47. Oxford.
Deleuze, G. (2004). Spinoza: filosofía práctica. Buenos Aires: Tusquets.
Eckhart, M. (2011). El fruto de la nada y otros escritos. Madrid: Alianza.
Friedmann, G. (1962). Leibniz et Spinoza. París: Gallimard.
Peña, V. (2011). Introducción. En Spinoza, Ética. Madrid: Alianza.
Scruton, R. (1986). Spinoza. Oxford: Oxford University Press.
Smith, S. (2007). Spinoza y el libro de la vida. Madrid: Biblioteca Nueva.
Spinoza, B. (1996). Tratado teológico político. Madrid: Tecnos.
Spinoza, B. (2011). Ética. Madrid: Alianza.
ESTUDIO 79
GALERÍA
Hugo Vélez.
La irrupción de lo cotidiano
Arturo Aguirre 1
Hugo Velez (1965) es un artista plástico radicado en Oaxaca y cuenta con más
de 25 años de trayectoria en la creación artística. Después de que su exposición
Nuestra Tercera Raíz oaxaqueña: la diásporas y manumisiones fuese expuesta en la
ciudad de Puebla meses atrás decidimos invitarlo a colaborar con Graffylia. Re-
vista de la Facultad de Filosofía y Letras con la finalidad de compartir parte de su
obra de la citada exposición y de la serie Pre-Mezcal. Campos de agave.
Nuestro artista se formó en la Escuela de la Esmeralda de la Ciudad de Mé-
xico, de donde es originario, y en 1990 decidió dirigirse al Oriente del país para
formar parte de la última generación de maestros del Taller de Artes Plásticas
Rufino Tamayo en la ciudad de Oaxaca, hasta la muerte del maestro.
Artista que cruzó de lo sonoro a lo escénico y finalmente decidió su talento
por la plástica, reticente a hablar de estilísicas de la pintura o de etiquetas fa-
cilonas de tendencias contemporáneas, Hugo Velez, prefiere reconocerse en el
tránsito y la independencia que comprende su obra desde expresiones y actitu-
des: la búsqueda, el hallazgo, lo impresivisible, la culminación, y en una espiral
que no tiene fin: reanudar la búsqueda, el hallazgo, lo imprevisible...
La serie Nuestra tercera raíz oaxaqueña es el sondeo de una labor incesante
por parte de su autor, el cual busca descifrar las tonalidades de la piel oscura
desde la paleta en tonos ocres, marrones y violetas, en una complejidad tonal
sin resolución que habla del complejo origen, trascendencia y permanencia de
la raíz afromestiza en nuestro país. Por lo cual, esta serie, de la cual se resca-
tan las elegidas por su creador para nuestro número 23 de Graffylia, es un “res-
petuoso reconocimiento a una población y cultura que parecen casi invisibles
ante nosotros” —como lo destaca el propio maestro Velez—.
Se tiene registro de que fue a mediados del siglo xvi cuando esclavos de
orgen africano fueron llevados a través de Veracruz, Puebla y Oaxaca —hasta
la Costa Chica oaxaqueña— para hacer duros trabajos de ganadería, pesque-
ría de perlas y para explotar las minas de carbón, oro y sal. En esta población,
Hugo Velez advierte y goza de la musicalidad con la que vive nuestra tercera
raíz mexicana, la belleza explícita de la piel negra que el pintor busca plasmar
y la promoción de un pensamiento crítico sobre la inclusión.
Así, la negritud irrumpeen su cotidianidad y desde su horizonte oaxaque-
ño en la obra de Velez. Irrumpe, sí, no solo de los lienzos, sino también de la
historia y de sus olvidos, de sus grafías y sus negaciones, de las exclusiones y
reducciones. Emerge en la vida, en las curvaturas y cadencias, por las miradas
cómplices que nos invitan a los espectadores a la escena en movimiento.
Hugo Vélez
La Crucesita
Oleo encausto / tela / 100 x 90 cms
2014
El Edén
Técnicas varias
2014
Agave Silvestre
Oleo encausto / tela / 110 x 130 cms
2016
ESTUDIO 83
Campos de Agave
Oleo encausto / tela / 130 x 110 cms
2016
Jabalí
Oleo encausto / tela / 110 x 130cms
2016
ESTUDIO 85
Resumen
A partir de los pensamientos de María Zambrano y de Georges Bataille se desa-
rrolla la idea del sacrificio, relacionada al ámbito de lo sagrado, como el principal
vínculo por el cual el hombre se reencontrará con su propio ser. Tal reencuen-
tro se basará en una crítica social, histórica y económica presente en cada uno
de los pensadores, los cuales, a modo particular, optarán por una posible solu-
ción de la situación acontecida. Para ello, ambos pensadores se auxiliarán del
aspecto sagrado, en el sentido de cómo se entendió en su origen y cómo, en el
transcurso de la historia, ha perdido su valor independiente en un mundo ca-
pitalista. En una circunstancia capitalista el hombre ha olvidado su parte indi-
vidual y personal para sacrificarse por lo que el exterior le ha dicho. En este caso,
tanto el sacrificio como lo sagrado se han desvalorizado y si se les mantiene vi-
gentes es solo por cuestiones de interés para el consumo industrial.
Palabras claves: instante, homogeneidad, profanidad, continuidad y ser.
Abstract
Starting from the philosophies of María Zambrano and Georges Bataille, the
idea of sacrifice (which is related to the world of the sacred) is developed as
the main way man will reunite again with its own being. Such reunion will
be based on a social, historic and economic critique which can be found in
both Zambrano and Bataille, who in their own particular fashion will opt for
a possible solution to the problem in question. For this purpose, both thinkers
will help themselves to the notion of the sacred, in the sense of how it was
understood in its origins and how, through the course of history, it has lost its
independent value in a capitalist world. Under capitalist circumstances, man
has forgotten its individual and personal part so they can sacrifice themselves
according to external dictates. In this case, both sacrifice and the sacred have
lost their value and if they are still alive is only due to reasons of interest for
social consumption.
Keywords: Instants, Homogeneity, Profanity, Continuity and Being.
1
Facultad de Filosofía y Letras, buap.
2
Facultad de Filosofía y Letras, buap.
3
Como utilidad debe entenderse cualquier acción o producto que conlleve a un fin productivo. En este sentido la
producción se relaciona directamente con el capitalismo como estructura económica vigente en aquel tiempo.
ESTUDIO 87
mediante ciertos rituales (los sacrificios, las fiestas, las orgías, la risa, el llanto, los
gritos y la muerte) que le garanticen¸ de manera azarosa, una continuidad desli-
gada y desentendida de la temporalidad, de la utilidad, de lo laboral y del cálcu-
lo (racional), en otras palabras, de todos aquellos elementos profanos que hagan
olvidar al hombre su ser, sometiéndolo a su no ser y manteniéndolo en disconti-
nuidad consigo mismo bajo una cotidianidad ordinaria regida por prohibiciones.
La continuidad del ser se encuentra en el instante de su perecer, sea parcial o
definitivamente, en este sentido: “la muerte [sin importar a cuál de las dos nos
refiramos] no es nada en la inmanencia, pero por el hecho de que no es nada,
nunca un ser está verdaderamente separado de ella” (Bataille, 1998, p. 49). Den-
tro del instante en el que se efectúa cualquiera de los rituales sagrados es donde
perdura el sentido del ser continuo, solo que dicho sentido fuera de este instan-
te pierde su valor. Por ello, existe cierta nostalgia ante ese instante transgresor
de la temporalidad profana (Bataille, 2008). Este momento de identificación con
el instante es un punto clave dentro de lo que sería una posición sacrifical del
hombre consigo mismo (y punto a su vez de convergencia con la filósofa espa-
ñola María Zambrano) debido a que a) El hombre sacrifica su estancia en la di-
mensión homogénea, marcada por los avatares de la sociedad para alcanzar ese
momento, esa muerte chiquita que lo pondrá en contacto con su ser; b) incluso,
a pesar de saber de antemano que esa aprehensión del instante le causará pos-
teriormente nostalgia y angustia, por el haberse desprendido de ese momento,
incluso así, se arriesga y se lanza a la búsqueda del instante, sin importar las
implicaciones que puedan tener sus acciones.
El ser continuo además de relacionarse con los rituales del mundo sagrado, sa-
crifical, se relaciona directamente con la intimidad de su ser, la cual solo puede
alcanzarse a partir de las transgresiones ante lo impuesto, lo ajeno al ser (Bataille,
1998). La intimidad del ser será entonces la conciencia de sí, es decir, la relación
entre el ser y el mundo, pero no un mundo artificial (profano), sino uno natural
(sagrado) en el que la mano (tekné) del hombre moderno no haya destruido la
inutilidad del sacrificio.
Para el escritor francés el sacrificio también cumplirá un papel fundamen-
tal de tal transgresión, puesto que cierta acción se relaciona con el sacrificar lo
impuesto por el mundo profano y por la homogenización entre este y el sagrado.
En otras palabras: “El sacrificio destruye los lazos de subordinación reales a un
objeto, arrebata a la víctima del mundo de la utilidad y la devuelve al del ca-
pricho ininteligible” (Bataille, 1998, p. 47).
Al sacrificar su no-ser el hombre se comunica con la muerte y con su intimi-
dad: su ser, uno soberano. En Bataille, el soberano es aquel individuo que desga-
rra la alienación antes impuesta a través de lo sagrado, es decir, todos aquellos
elementos que transgredan lo útil, lo racional, lo discursivo y lo productivo.
4
Entonces es así como: “El sacrificio es la antítesis de la producción, hecha con vistas al futuro; es el consumo que
no tiene interés mismo” (Bataille, 1998, p. 53).
Segunda Guerra Mundial (Bataille, 2010), los cuales no solo luchaban por una
nación, sino por una encarnada ideología.
En esta situación se vacía el sentido de lo sagrado y se llena de sinsentidos
útiles (mentiras) para unos cuantos, externos al hombre y a la misma humani-
dad que luchan. En apariencia, en la guerra el militar se sacrifica por una cosa
ajena a él y a su individualidad. Al sacrificarse de este modo, el militar pierde re-
lación con su intimidad y empobrece su vínculo con lo sagrado, puesto que dicha
vinculación solamente puede efectuarse a partir de una interioridad desligada y
desentendida de los medios exteriores al hombre; y al ser sometido o incitado
por la exterioridad, el sacrificio pierde el sentido de soberanía. Lo que quiere su-
gerir Bataille con esta idea es que, a la vez que el sacrificio busca en un fin falso,
mentiroso, un fin que no corresponde con los intereses del ser en relación con
su interioridad, el mismo hecho de sacrificar pierde su sentido originario, puro.
La noción de Bataille con respecto al sacrificio parte del hecho de entender
este como algo puro, relacionado al mundo de lo sagrado, una manera de acer-
carse a la intimidad del ser, al instante perdido en la sociedad homogénea. No
obstante esto, pensar en el sacrificio como lo hace el autor sin un sentido ori-
ginario de utilidad, podría ser cuestionable. Incluso en su estado puro, en su
conexión con el ser, es difícil que este no busque algo. Ejemplo de ello es la ac-
titud sacrifical en la que se encuentra el hombre a la hora de querer alcanzar el
instante. A pesar de que ese instante precisamente no busca nada, está libre de
una finalidad útil, el mero movimiento, es decir, la forma de alcanzar ese ins-
tante, sabiendo de antemano las consecuencias que acarrea (nostalgia, angustia,
separación de la vida homogénea), es, por ende, un sacrificio pues no le impor-
tará las consecuencias de sus acciones posteriormente.
El sacrificio es el acto o la serie de actos que hacen surgir este instante en que lo di-
vino se hace presente; es la llamada, diríamos, la coacción, dirigida sobre esa rea-
lidad escondida para que aparezca. No es una palabra, sino ante todo, una acción,
en al cual la palabra juega su papel. La palabra funciona no con el carácter que ha
adquirido en los tiempos racionalistas de ser la enunciación de algo, el decir de un
sujeto; en el fondo un juicio. Es una mezcla que diríamos de súplica y conmición:
tiene un carácter ejecutivo difícil de concebir, cuando ya las palabras con función
ejecutiva –la voz ejecutiva del mando militar– proceden tan solo del imperio de unos
hombres sobre otros (Zambrano, 2007, pp. 55, 56).
A su vez, queda claro en Zambrano que el hombre tiene en su origen una ten-
dencia al hecho de sacrificarse. Tres puntos lo ponen de manifiesto: a) el pro-
blema de las raíces y la prohibición, b) el movimiento forzado no circular de la
sierpe, y c) la inversión sacrifical del siglo xx.
ESTUDIO 89
El sacrificio originario
Zambrano (2003) plantea que la primera limitación con la que se encontrará el
hombre (y que se convertirá en su primera prohibición y debate moral), es el cuer-
po. El hombre en su formación iniciática siente la necesidad de expandirse espa-
cialmente y el cuerpo es aquella limitación primera con la cual se encuentra. Es
por ello que siente necesario esparcirse en el otro, pues es la única manera que en-
contrará de que las raíces vayan hacia arriba, hacia la luz. Esta extensión en el otro
devendrá al final en una extensión inclusive, en un otro objetualizado, dígase una
máquina. Es por ello que el desarrollo técnico deviene en una expresión de ex-
pansión del yo, aunque esta, al final sea un alejarse de la esencia del ser. Esta idea
al final está relacionada con aquel horror al cosmos, planteado por Bajtín. El horror
al cosmos, es decir, el horror a la inmensidad, hace que el hombre se encuentre en
una posición constante de vulnerabilidad. Somos vulnerables desde el momento
mismo en que nacemos y nos enfrentamos a la magnificencia natural. Nos damos
cuenta de que no podemos tener control sobre la naturaleza, o al menos, el con-
trol que llegamos a desarrollar en torno a esta, es un control aparente y modera-
do que al final cae en una paradoja: la manera que encontramos de enfrentarnos
al cosmos, de superarlo es a partir de la utilización de elementos mismos ajenos
a nosotros. Elementos que al final, nos superan y son más fuertes que nosotros.
Así que la única forma que tendrá el ser humano de expandirse, de desarrollar-
se, de sobrevivir es a través de la expansión en otro. El cuerpo, el cual limita y es
la representación fáctica de la vulnerabilidad, será la única manera de desarro-
llar lo que es el yo dentro de la sociedad. El problema aquí es que, mientras más
nos extendemos en el otro o en lo otro, más nos alejamos de nuestra esencia, de
nuestro ser, que de por sí es un ser individual. Diría la autora:
La vida se arrastra desde el comienzo. Se derrama, tiende a irse más allá, a irse des-
de la raíz oscura, repitiendo sobre la faz de la tierra –suelo para lo que se yergue so-
bre ella– el desparramarse de las raíces y su laberinto. La vida, cuanto más se da a
crecer, prometida como es al crecimiento, más interpone su cuerpo, el cuerpo que al
fin ha logrado, entre su ansia de crecimiento y el espacio que la llama. Busca espa-
cio en ansia de desplegarse y todos los puntos cardinales parecen atraerla por igual
hasta que encuentra el obstáculo para proseguir su despliegue. En principio no tie-
ne límite y los ignora hasta que los encuentra en forma de obstáculo infranqueable,
primera moral que el hombre entiende llamándola prohibición. Mas busca la vida
ante todo su cuerpo el despliegue del cuerpo que ya alcanzó, el cuerpo indispensa-
ble. Y busca otro cuerpo desconocido. Y así el primer ímpetu vital subsistente en el
hombre a través de todas las edades le conduce a la búsqueda de otro cuerpo pro-
piamente suyo, el cuerpo desconocido. Cuando inventa aparatos mecánicos que se
lo proporcionen gracias a una cierta ciencia se llama a esta consecución progreso
técnico. Y no es más que el ciego ímpetu de la vida que se arrastra por un cuerpo,
por su cuerpo, por sus cuerpos, ya que ninguna le basta (Zambrano, 2004, pp. 18-19).
parte del hecho de tener que sacrificar nuestro ser, ser que para ella no es un
ser comunitario, sino individual. Dirá la filósofa que esta necesidad de expan-
sión del cuerpo, de esparcirnos raizalmente hacia la luz, será el primer debate
moral en el cual se encontrará el hombre (Zambrano: 1998, p.23). La expansión
del cuerpo se traduce en transgredir una prohibición. Y es por lo mismo que
el hombre se cuestiona ¿hasta qué punto está moralmente correcto este trans-
gredir?, ¿cómo manejar esta situación con el (o lo) otro?; ¿cómo no pensar en el
otro como un medio individualista de supervivencia?, y también, ¿cómo resol-
ver el debate entre el obtener vida en pos de sacrificar lo esencial en nosotros?
El segundo momento se desprende del primero y recae en la idea de la sier-
pe. Para la autora el movimiento natural de la sierpe (movimiento del ser) es
circular. Mas la misma condición y necesidad de expansión hace que este mo-
vimiento le sea negado, porque en la circularidad se niega la extensión. Este
desprendimiento de su movilidad originaria por la necesidad de ir hacia arri-
ba, trae como consecuencia una fragmentación y un desprendimiento. De ahí
la condición de indigente, de pérdida y de un estar incompleto en el hombre y
su ser (Zambrano, 2003).
Ambos aspectos reflejan que desde un primer momento el hombre debe en-
frentarse a una situación sacrifical, es decir, debe sacrificar su esencia y el mo-
vimiento circular, natural de su ser, de la sierpe, en pos de extenderse. Es una
situación paradójica esta ya que, si bien por un lado la supuesta esencia del ser
no tiende a ir hacia arriba, es a su vez necesario que se expanda y se bifurque
en otro. Es decir, la búsqueda y necesidad del hombre de expansión trae como
consecuencia, a la vez, su fragmentación y alejamiento de su esencia.
5
Zambrano, al igual que Bataille, nos da un concepto de lo que sería el instante. Plantearía: el instante, unidad cuali-
tativa del tiempo –que tal cosa es el instante– está caracterizado por consumir apenas nada, lo mínimo en el tiempo
sucesivo, en el que se puede medir. O, más bien, por escapar en gracia a su cualidad extraordinaria –sobre el nivel
de lo humano– a la cantidad, al tiempo que se mide. Un instante puede ser un segundo de nuestros veloces relojes;
puede ser, debe de haber sido, muchas horas y hasta días y noches del tiempo solar (Zambrano, 2007, p. 54). No
obstante, la idea del instante deviene y se desarrolla en su idea de éxtasis. Es por ello que encontramos propicio
trabajar con este segundo término. Por otro lado, en el caso de Bataille se entenderá como el momento en el que
sucede el éxtasis que no deviene de un pasado ni de un futuro, sino de un presente. En la obra de Bataille el tema
de lo temporal no abunda, porque saliéndose de ese instante todo pierde sentido, este último solo se adquiere en el
momento en el que se efectúa la desconexión con lo racional.
ESTUDIO 91
6
Zambrano hace una distinción entre persona e individuo: en la expresión individuo se insinúa siempre una oposi-
ción a la sociedad, un antagonismo. La palabra individuo sugiere lo que hay de irreductible en el hombre concreto
individual, mas en sentido un tanto negativo. En cambio, persona incluye al individuo y además insinúa en la mente
algo positivo, por ser un más, no una diferencia, simplemente (1998).
7
En este punto da la impresión que para Zambrano el ser se comporta de manera inmutable y es por ello que encuentra
en el fenómeno de la extensión, un alejamiento del ser, una pérdida, una indigencia, una fragmentación.
8
Dirá Zambrano (1998): ¿Qué es lo que hay en la persona humana para que el Estado y la sociedad exijan su sacrificio?
Al exigirlo, reconocen su existencia y su supremo valor, más radicalmente aun, su realidad.
9
Diría Zambrano: Más sucede que la vida sigue. Y por ello mismo, sin que nada haya ocurrido que los desmienta, sen-
timos que son desmentidos por el hecho mismo de que nos vemos reintegrados al curso de la temporalidad. Y con ello,
pasado, presente y porvenir reaparecen. Y es una decepción, aunque la vida sea la de siempre, la de antes o mejor que
antes, pues está embellecida y aun secundada por el instante feliz, por toda la riqueza del éxtasis. Pero una especie de
rencor nace al tener que reintegrarnos a la figura de nuestra vida de siempre, con su carga de preocupaciones y cuidados,
regresando a ocupar el puesto que teníamos, cuando creíamos que todo había cambiado para siempre. Cuentan los
místicos que tras el éxtasis vienen los momentos de mayor riesgo y depresión (2014, p. 67).
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Zambrano, M. (2014). Por los claros del bosque. La Habana: Editorial Arte y Literatura.
ESTUDIO 93
Resumen
El presente trabajo muestra las evidencias del proceso de alfabetización de pro-
fesores de lengua extranjera inglesa al implementar las tic en sus clases dia-
rias; a partir del Diplomado de uso de tic para la enseñanza del idioma inglés, en el
cual los maestros exploran, practican y desarrollan material y actividades para
cada uno de sus contextos usando las tic. De acuerdo con los resultados obte-
nidos, se puede comprobar que los participantes afirman que el Diplomado les
ha dado la oportunidad de manejar diferentes tic dentro y fuera de sus aulas;
además se evidenció la pertinencia, interés y necesidad de ese espacio para ins-
truir a los docentes de inglés en el uso de las tic.
Palabras clave: Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, For-
mación Docente, Competencias.
Abstract
The present study explores in-service efl teachers’ experiences when
incorporating icts in their context by being supported with a training program.
The program intends to fill the gap in the training of using icts in elt; through
providing teachers an environment where they can explore and create different
activities. The program main intention is to provide teachers with different ict
tools which can be applied along the course. Results revealed that teachers
used and designed different online resources for elt, confidence on using icts
and an active participation in different online courses was also evident. It also
shows the need and pertinence of a formal environment to train different el
teachers to incorporate icts.
Keywords: Information Communication and Technology, Professional Deve-
lopment, Competencies.
Introducción
En las últimas décadas el uso de nuevas herramientas tecnológicas dentro del
aula se ha ido incrementando significativamente. El uso de las tic (Tecnologías
de la Información y Comunicación) le ha dado al campo de la enseñanza de
lenguas extranjeras un amplio panorama y diferentes herramientas para enri-
quecer el proceso de aprendizaje-enseñanza.
1
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
2
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
este sentido Markee asegura que cualquier innovación curricular tiene que ir
acompañada con “[...] el desarrollo de todos los recursos de apoyo necesarios
(por ejemplo, la formación de profesores)” (1997, p. 177), con el fin de facilitar
el proceso de innovación.
En este contexto, los profesores de inglés como una lengua extranjera no
son la excepción, ellos no solo tienen que mantenerse al día con las políticas
educativas sexenales, sino también con la implementación de las tic como ins-
trumento para mejorar el aprendizaje del inglés de los estudiantes en todos
los niveles educativos. Por lo tanto, lo idóneo sería que los docentes de inglés
tuviesen acceso a programas de formación continua que promovieran la apli-
cación de las tic para la enseñanza del inglés. Sin embargo, el Catálogo Nacio-
nal de Formación Continua y Superación Profesional 2012-2013 (último en ser
publicado) únicamente incluye 3 opciones, de 42 programas de formación do-
cente para profesores de inglés, que promueven la aplicación de las tic en la
enseñanza del inglés. Este panorama ofrece escasas alternativas para los do-
centes de inglés, que por convicción u obligación, deseen incorporar las tic en
sus aulas. Por todo lo anterior, es evidente que existe una imperiosa necesidad
de crear programas de formación docente que den respuesta a esta demanda
en constante crecimiento.
Población y muestra
Los participantes de este estudio son profesores de lengua extranjera inglés que
laboran en diferentes niveles educativos (kínder, primaria, secundaria, prepa-
ratoria y universidad). La muestra para el estudio fueron 19 profesores, 8 varo-
nes y 11 mujeres. Todos son profesores en servicio con un rango de experiencia
de 5 a 20 años; además de compartir el deseo de incorporar innovación en sus
aulas a través del uso de las tic.
Descripción de Curso/Diplomado
El Diplomado tic para la enseñanza del inglés a partir de un estudio de nece-
sidad es de formación continua de los egresados de la Licenciatura en Lenguas
Modernas (inglés). Dicho estudio reveló que los egresados tenían interés en
complementar su formación universitaria en cuatro áreas: docencia con niños
y adolescentes, inglés con propósitos específicos y tic para la enseñanza del in-
glés. A partir de esta necesidad, la Coordinación de Educación Continua de la
Facultad de Lenguas buap gestionó capacitación docente, en estas cuatro áreas,
para construir perfiles docentes que permitieran diseñar, planear y construir
la oferta de Educación Continua que diera respuesta a las necesidades detecta-
das en el estudio de egresados.
El Diplomado se oferta dos veces al año a través del departamento de Edu-
cación Continua de la Facultad de Lenguas y consistió en 16 sesiones de cinco
horas cada una, completando así 80 horas presenciales más el trabajo en línea
(a través de la plataforma edmodo). Cada sesión presenta a los alumnos las tic,
para desarrollar material y actividades pertinentes a cada contexto educativo.
b) Resultados obtenidos
En el apartado de resultados se muestran los datos que se refieren al análisis
de las opiniones que los profesores. Las respuestas que se consideran en este
apartado son las más relevantes que han posibilitado aportaciones y puntos
de vista amplios por parte de los docentes con respecto a su experiencia en el
uso de las tic.
● “Obviamente, voy a usar las tic en mis clases, porque son muy útiles y
también en mi vida diaria con los proyectos de la escuela de mis hijas.
Todo esto es muy útil”.
● “Las tic son herramientas muy importantes para el trabajo en clases”.
● “Voy a obtener nuevas oportunidades, nuevas herramientas y formas de
enseñar el inglés y en mi vida personal nuevas formas de búsqueda y te-
ner a salvo mi información y hacer todo lo que yo quiera”.
● “Para ser una mejor persona y un profesionista exitoso”.
● “Considero que con todas las herramientas tic voy a ser mejor profesor.
Estoy seguro que mis clases van a ser más atractivas para mis alumnos y
ellos van a disfrutar más la clase”.
Tabla 3. Pertinencia del Diplomado en uso de las tic para profesores de inglés
El rol del docente a la hora de aplicar las tic es esencial, el Diplomado tiene
como propósito brindarles a los profesores las herramientas que puedan apli-
car en sus ámbitos laborales. Para ello, como se ha comprobado desde los aná-
lisis anteriores, era importante saber si los procesos de enseñanza cambiaron y
la aplicación de las tic se llevó acabo. Las respuestas de los participantes nos
ayudaron a comprobar que efectivamente el contenido del Diplomado había
sido útil y lo habían aplicado en sus labores académicas diarias. Ellos busca-
ban mejorar su clase, aprender a usar las tic para hacer sus clases interesantes
y al parecer lo han logrado (Tabla 4). Es importante mencionar que aun falta
mucho por aprender y aplicar pero este es un buen comienzo en la alfabetiza-
ción de profesores de inglés en el área del uso de las tic.
c) Discusión y conclusiones
Analizando los resultados de las preguntas abiertas hechas en los dos cues-
tionarios se puede afirmar de una presencia importante de profesores que ex-
presan tener experiencias positivas con relación al contenido y lo aprendido
durante el Diplomado de uso de las tic para la enseñanza del inglés. Por otro
lado, se han podido responder las preguntas de investigación iníciales, consi-
derando pertinente el Diplomado. Primero que nada, porque este cubre con las
necesidades de los profesores en los diferentes niveles tanto en la vida profe-
sional como personal.
El segundo punto, es que los profesores durante y después del Diploma-
do han modificado su enseñanza en el aula y fuera de ellas con el uso de las
tic, mostrando más seguridad en el manejo y asignación de actividades. En las
preguntas del primer cuestionario, los participantes se mostraban con la nece-
sidad de conocer un mundo nuevo al cual solo parecía sus alumnos tenían ac-
ceso. Después de cursar el Diplomado, los participantes se muestran positivos
en las herramientas que aprendieron a utilizar y a adaptar de acuerdo a las ne-
cesidades de su clase.
No obstante, existe una serie de aplicaciones educativas o tic con canti-
dad y variedad de opciones que no se exploran en el Diplomado y que es tarea
de los profesores explorar y adaptar para uso educativo. La mayoría de estas
opciones se encuentran en la Web, que existen y que se generan día tras día
dejando obsoletas las de un día anterior. Por otro lado, los profesores, en deter-
minados contextos, se ven con el obstáculo de no contar con los recursos ma-
teriales para la implementación de las tic o simplemente son obsoletos por la
falta de mantenimiento. Es donde muchos de los participantes han ideado for-
mas diferentes de usar las tic en la enseñanza mediante el uso del internet fue-
ra de la escuela. Es cierto que esta forma no es la más aconsejable pero sí nos
muestra la disposición de los profesores para la implementación de las tic es
sus diferentes opciones.
ESTUDIO 99
Referencias:
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Rocío Galicia1
Teatro y estética del oprimido. Homenaje a Augusto Boal contine, en primer térmi-
no, diversos ensayos escritos por autores brasileños y mexicanos que buscan
repensar y dar continuidad al legado de Boal; también se incluyen entrevistas
que ponen el acento en la obra y en su biografía; finalmente, se incluyen dos
obras dramáticas inéditas del autor. Todo este contenido termina por devolver-
nos una imagen abarcadora de sus propuestas. Comenzaré por hilvanar ideas
a partir de dos postales que muestran la importancia del libro.
Primera postal: Mejor desnudos. Se presenta una acción escénica en un espacio
alfombrado con periódicos actuales, ahí una chica se quita la ropa mientras na-
rra hechos reales de violencia que le han acaecido recientemente. Entra a escena
otra chica que al verla desnuda toma la decisión de quitarse la ropa para cubrir
a su compañera, mientras se despoja de sus vestimentas en un acto solidario y
como ejercicio de conciencia; narra cómo ha impactado la violencia en su propio
cuerpo. Quienes miramos somos sorprendidos cuando la primera chica rompe
la convención teatral y busca encontrarse con la mirada de quienes estamos ahí
espectantes. De pronto hace contacto con un espectador desprevenido y le pre-
gunta: ¿Y tú, preferirías darme o una bofetada o darle tu ropa a ella?
Tensión en la sala, nadie sabe si la propuesta es real o solo se trata de una
provocación irrelevante. El espectador tenso, confundido, opta por el silencio
y la parálisis. Se escucha un disparo y una tercera actriz lee una noticia sobre
violencia aparecida en el periódico del día anterior, sucedida en la misma loca-
lidad donde se presenta Mejor desnudos. Así repetidas veces la actriz interroga
a otros espectadores que a esas alturas han comprendido que la frontera entre
ficción y realidad se ha roto. Una vez más se hace la pregunta: ¿Y tú, preferirías
darme una bofetada o darle tu ropa a ella? Esta vez, alguien responde, “Prefie-
ro darle mi ropa a ella”. La actriz le pide al espectador que pase al espacio es-
cénico, él al entrar tímidamente pregunta, ¿también puedo contar una historia?
La actriz no sabe qué hacer, eso no era lo previsto, pero tratando de ser con-
gruente responde que sí. El espectador narra detalladamente con voz entrecor-
tada que su padre fue secuestrado y hasta ese día se encuentra desaparecido.
1
Centro Nacional de Investigación Teatral Rodolfo Usigli.
NOTAS Y RESEÑAS 101
Se hace un silencio grave en la sala porque los demás espectadores ahora sa-
ben que lo que se ha colado en ese espacio es lo real. La actriz mira nuevamen-
te a los espectadores, elige a otra persona que accede a desnudarse y también
quiere contar su historia. El espectáculo ha virado irreversiblemente, ya nadie
quiere quedarse callado, todos, esa noche en Ciudad Juárez, luego en Guana-
juato y o Colombia quieren romper el silencio.
Segunda postal. El archipiélago. La imagen que por el momento mejor ilustra
lo que sucede en el teatro mexicano es la del archipiélago, es decir, un conjunto
de islas separadas. Dentro de este archipiélago existe una enorme isla habita-
da por un gran equipo que pone sus ojos en Europa, tanto a nivel de creación
como de referentes teóricos. Esa isla centraliza la producción y el conocimien-
to, desde ahí se decide lo que vale, lo que está bien y lo que tiene derecho a
existir. La historia del teatro mexicano se ha construido considerando solo la
producción de esta isla. Tristemente ese equipo se preocupa más por ocupar
los escenarios y los privilegios, que por entablar un diálogo con su comunidad
y, menos aún, por concebir a los espectadores como personas pensantes, capa-
ces de tener una mirada crítica que devenga en acción. Hablamos de una es-
cena solipsista y también teológica siguiendo la propuesta de Jacques Derrida,
quien señala que una escena es teológica en tanto el dramaturgo aparece como
un ser omnipotente y omnipresente que desde fuera dirige la escena. Esta je-
rarquía habrá de consolidarse cuando el espectador sale de la sala preguntán-
dose: ¿cuál es el mensaje que los artistas trataron de trasmitirle?
Considerando esta enorme reducción del campo teatral mexicano que he
propuesto a partir de solo de dos postales, que no obstante anuncian la presen-
cia de Boal en la práctica y su ausencia en la teoría. Ahora es posible poner en
valor el libro reseñamos. Teatro y estética del oprimido debiera ser conocido en las
20 licenciaturas de teatro que existen en la república mexicana porque abriría
un camino que solo el teatro que se produce en los márgenes ha evidenciado,
un teatro al que difícilmente los egresados pretenden integrarse. Teatro hori-
zontal y participativo que en nuestra época no solo es necesario, sino urgente
ante la situación que nuestro país vive respecto a las estrategias de dominio y
silenciamiento de la población. Esto frente al papel destacado que el teatro tie-
ne como mecanismo de expresión.
La metodología de Augusto Boal, su estética, resuena en el teatro mexica-
no relegado a los márgenes, tal condición no es vista como una desventaja, sino
como la oportunidad de creación no limitada por el canon estético y académi-
co. Como investigadora del teatro que se produce en las territorialidades fron-
terizas celebro la aparición de este libro porque en sus páginas encuentro un
pensamiento crítico que, salvo mejor opinión, no aparece en el currículum de
las escuelas de teatro. Es desesperanzador saber que existen cursos que ense-
ñan a los actores cómo presentarse con varios cambios de ropa a un casting, o
bien cómo aprender lo que el crítico Rodolfo Obregón ha llamado El arte nue-
vo de hacer carpetas. Si bien los actores tienen que vivir de la carrera en la cual
se preparan, también es cierto que las escuelas de teatro no tienen como prio-
ridad formar artistas comprometidos con su cronotopía. La memoria es frágil
y la prioridad es producir antes que mirar críticamente, por ello los jóvenes
que hoy ingresan a las escuelas solo verán, como me pasó a mí, la propuesta
de Boal en una clase que le habrá tocado exponer a un grupo de alumnos. Así
las enseñanzas de este maestro quedarán olvidadas y en su lugar se instalará
la pretensión de producir un teatro que olvida nuestro contexto. Y no es que se
plantee la cerrazón ante Europa, es simplemente que los creadores del teatro
mexicano pocas veces miran a las obras y menos aún a los teóricos de Améri-
ca Latina. Pese a estos hechos, la primera postal nos muestra cómo los especta-
dores cuando se les da la posibilidad, toman la palabra y derriban una imagen
que el sistema quiere imponer. A través de sus relatos se visibiliza el régimen
de violencia que viven.
El teatro del oprimido es, como señalan los coordinadores del libro, una
de las grandes aportaciones latinoamericanas al teatro, comparable con “la pe-
dagogía del oprimido, la filosofía y la teología de a libreración, la teoría de la
dependencia o las más recientes teorías decoloniales” (2016, p. 12). ¿Por qué
entonces no se le estudia en las escuelas mexicanas de teatro?
Por su parte, el teórico argentino Jorge Dubatti actualmente se encuentra
elaborando una enciclopedia de las contribuciones que Latinoamérica ha he-
cho al teatro universal, en este ejercicio crítico salta a la vista que esas aporta-
ciones, salvo excepciones notables, se encuentran en los márgenes de cada país,
así podemos en el caso de México, hablar del teatro de carpa, de revista, del
teatro fronterizo, de la maroma campesina o del teatro comunitario, solo por
mencionar algunos ejemplos.
En las páginas de Teatro y estética del oprimido, queda manifiesto que las pro-
puestas de Boal implican la teoría estética, la práctica artística y la postura polí-
tica. Aspectos que hoy son tan apremiantes como escasos en el teatro mexicano.
Los ensayos que conforman este libro permiten valorar las propuestas de Boal,
quien desde los años 70 comenzó un arduo trabajo que pronto se convirtió en
una veta de gran riqueza, a saber: cuestionar la relación dominante entre palco
y platea, la cual aparecía como una división que instituyó e instituye una jerar-
quía y, por lo tanto, la legitimidad de unos y el silencio e inacción de la mayoría.
Hoy ese malestar ha crecido, cada vez es más cuestionada la representación,
cuestionamiento que comienza en la política, pero que golpea también duramen-
te al teatro. No en vano, hoy los mismos teatristas ponen en crisis ideas como si-
mulacro, falsificación, personaje y hasta el espacio teatral denominado caja negra
como instaurador de una institucionalidad. Todo lo anterior lleva a cuestionar el
concepto teatro, sustituyéndolo a veces por nociones como: prácticas escénicas,
escena expandida, teatralidad y hasta performatividad. Sin duda, lo que hay de-
trás es el malestar que ya el propio Boal había observado y que lo llevó a propo-
ner el teatro invisible, periodístico, su teatro fórum, su teatro del oprimido.
Un valor que resalta en el libro homenaje a Boal es que no está exento de
crítica, es Julian Boal quien se encarga de exponer los diversos cuestionamien-
tos que se le han hecho a las propuestas de su padre, especialmente los argu-
mentos que construye un teórico de tanto peso como lo es el francés Bernard
Dort. Y es que la propuesta de Boal en palabras de Sérgio de Carvalho:
[…] nació de una crítica a los límites del propio teatro profesional. Para que el tea-
tro sea revolucionario es necesario revolucionar al teatro y eso ocurre cuando el
pueblo deja de ser apenas el inspirador y el consumidor de arte y pasa a ser el pro-
ductor (2016, p. 84).
He aquí una idea-quiebra-cabezas que nos hace ver la vigencia y los retos de la
propuesta de Boal. Queda también inscrito el planteamiento de Imaginar cami-
nos posibles para el cambio social. Demos pues la bienvenida a Teatro y estética del
oprimido. Homenaje a Augusto Boal.
Referencia:
Fabelo J. R. y López A. L. (coord). (2016). Teatro y estética del oprimido. Homenaje a
Augusto Boal. Puebla: buap, Colección La Fuente.
El legado jurídico y
social de Giner
Delia Manzanero Fernández. (2016). Prólo-
go de Pedro Álvarez Lázaro. Madrid: Pu-
blicaciones de la Universidad Pontificia
Comillas. 341 pp.
1
Universidad Autónoma de Madrid.
105
supralegal, con arreglo al cual lo injusto es siempre injusto, aún cuando esté con-
figurado en formas legales. Tal y como nos comenta la autora, la filosofía del de-
recho de Giner de los Ríos muestra “cómo el derecho va unido a la vida y cómo
esta está destinada a cumplir los fines humanos”. Aquí está una de las claves fun-
damentales del libro, al acercarnos a un trípode apasionante: la ética, el derecho
y la propia historia e intrahistoria del ser humano, pues “el Derecho nos resulta-
ría incomprensible si no lo pudiéramos poner en relación con los fines o valores
que está llamado a realizar, que serían básicamente la promoción del bien común
y de la justicia que están reconocidos en ese ethos social”.
La segunda parte del libro trata de forma muy ordenada sobre la filosofía
social krausista proyectada en el fundamento social y democrático de la sobe-
ranía en Giner de los Ríos, donde nos encontramos otra de las claves funda-
mentales del libro: el concepto de persona social, que Giner entiende, “no como
una abstracción, sino como un ser real y sustantivo”. También se desarrolla, de
forma excelente, el concepto de Corpus mysticum, partiendo del análisis pauli-
no del término hasta llegar a Guillermo de Auxerre. Es una concepción de pro-
cedencia platónico-agustiniana, que Guillermo de Auxerre pasó a Tomás de
Aquino, aunque también entre sus fuentes encontramos el neoplatonismo y la
última etapa de la Estoa. La autora encadena todo este pensamiento en relación
con Francisco Suárez siguiendo a Rousseau y llegando a Giner: “hablará del yo
común de la sociedad que surge del pacto y el cuerpo místico de Suárez, que
resurgirá en las concepciones modernas del organismo social como veremos
en Giner”. El libro así nos ofrece otra clave fundamental: “Insiste Giner en que
debemos acostumbrarnos a ver en el Derecho no solo un método para dar so-
lución a los conflictos, sino un modo de instituir un orden de paz, de armonía,
de unión, de trabajo en común, de servicio social”. El libro nos lleva por tanto
a un horizonte esperanzador donde no se puede admitir coacción alguna, don-
de debe imperar la dignidad de la persona, donde no es aceptable la manipula-
ción del ser humano, que no puede ser usado ni degradado como medio para
los fines que un legislador ha concebido al margen de la voluntad de esa per-
sona. Hasta el utilitarista J. Bentham plantea que la mayor felicidad del mayor
número es la medida de lo justo y de lo injusto. También para Max Scheler los
valores éticos de justicia se hallan regidos por el principio de solidaridad... y el
mismo Adam Smith considera que por encima de la tendencia natural egoísta
del hombre está la tendencia moral altruista, fundada en el sentimiento de com-
pasión y simpatía. También H. Marcuse, dos días ante de su muerte, le hacía
a Habermas esta confidencia penetrante: “ahora sé en qué se fundan nuestros
juicios valorativos más elementales: en la compasión, en nuestro sentimiento
por el dolor de otros”.
El libro de Delia Manzanero es una verdadera pedagogía para conformar la
propuesta de un mundo mejor partiendo del legado de Giner, Posada, Azcára-
te, Clarín... con base en pensadores como Francisco Suárez. Entramos así en la
tercera parte del libro, donde la autora se ocupa de lleno de la filosofía jurídica
gineriana, donde se fundamenta de forma taxativa un “rechazo de las nociones
imperativistas o prescriptivas del derecho”. Esta tercera parte es bellísima por-
que nos adentra en el valor de la confianza ante la persona, pues Giner se muestra
siempre dispuesto a “confiar en los resortes morales y racionales de la persona”.
En esta tercera parte, concretamente en el capítulo vi, la autora hace un recorri-
do sobre la educación en el pensamiento político gineriano, donde nos ayuda a
ahondar en el concepto de proceso a través de la educación. Todo hombre y mujer
Referencia
Manzanero Fernández, D. (2016). El legado jurídico y social de Giner. Prólogo de Pedro
Álvarez Lázaro. Madrid: Publicaciones de la Universidad Pontificia Comillas.
NOTAS Y RESEÑAS 107
Heidegger.
Del sentido a la historia
Ángel Xolocotzi, Ricardo Gibu, Vanessa Huerta,
Pablo Veraza. (2014) Madrid: Plaza y Valdés
Editores, 185 pp.
¿Qué cabe esperar de una época que parece estar siendo diluida en un profun-
do nihilismo que carece de cuestionamientos?, ¿qué se necesita más allá de una
academia que se reúne para teorizar sobre los problemas prácticos de la vida,
cayendo así en una contradicción?
Hay mucho por decir al respecto, múltiples corrientes de pensamiento que
nos sitúan en puntos estratégicos para abordar el problema. En está ocasión,
Plaza y Valdés Editores nos presenta Heidegger del sentido a la historia, libro escri-
to por Ángel Xolocotzi, Ricardo Gibu, Vanessa Huerta y Pablo Veraza, quienes
nos ofrecen una introducción a la obra del filósofo alemán Martin Heidegger,
pensador que, con un amplio conocimiento de la tradición y de su tiempo, ayu-
da a tematizar la época actual irrumpiendo con lo ya expuesto. Esto posibilita
ver cómo a partir de la filosofía, el pensamiento se torna siempre en búsqueda
de un sentido originario para abordar con carácter pragmático nuestro habi-
tar el mundo. Para llegar a ello, el texto está dividido en tres partes: la prime-
ra está dedicada a poner en contexto el papel que Heidegger representa en la
filosofía; la segunda y tercera parte nos presentan de manera introductoria los
elementos centrales del pensamiento heideggeriano resumido en la pregunta
por el ser contenida en dos grandes etapas: la ontología fundamental y el pen-
sar ontohistórico, respectivamente.
El texto parte de la pregunta ¿qué papel tiene la filosofía frente a una épo-
ca en la que predomina el carácter desechable? Y más aún ¿cómo abordar una
reflexión filosófica en torno a ello, si de inicio se tiene como prejuicio que la fi-
losofía únicamente se enfoca a preguntar por el qué “abstracto”?
Es un prejuicio justamente limitar el preguntar filosófico a meras abstrac-
ciones, más bien, este preguntar nace a partir de lo que es digno de preguntar,
es decir, por lo que acontece en la apertura frente al mundo, provocando así un
contramovimiento que busca oponerse a tematizaciones hechas por la época, de-
jando-ser lo histórico como es en su carácter esencial. La filosofía entonces, abre
mundo epocálmente, no a partir del qué sino del cómo. La propuesta fenomeno-
lógica contemporánea asume este carácter de contramovimiento e inaugura un
1
Facultad de Filosofía y Letras, BUAP.
Referencia:
Xolocotzi Á., Gibu R., Huerta, V. y Veraza P. (2014). Heidegger del sentido a la historia.
Madrid: Plaza y Valdés Editores.
CONVOCA
Requisitos:
1. La extensión de los trabajos de investigación y ensayo será de un mínimo
de 12 cuartillas tamaño carta y un máximo de 20; las reseñas, un mínimo
de dos y un máximo de tres. Las colaboraciones deberán estar escritos a
espacio y medio con tipografía Times New Roman de 12 puntos, los már-
genes serán de 2.5 cm. La entrega se hará en formato .doc, .docx o procesa-
dor de textos compatible a estos, añadiendo el documento en formato .pdf
2. La publicación de las contribuciones dependerá del dictamen anónimo al
que serán sometidas.
3. La colaboración estará acompañada de una breve ficha curricular del au-
tor, adscripción institucional, dirección, teléfono y correo electrónico.
Aquellos textos que no cumplan con los criterios señalados no serán en-
viados a dictaminar hasta que sean corregidos por los autores.
4. Las reseñas podrán referirse a libros, revistas, artículos, y eventos aca-
démicos relativos al Área de Humanidades, observando las normas
señaladas.
5. La fecha límite de recepción de trabajos será el día 31 de agosto de 2016.
6. Los trabajos deberán ser inéditos y no estar sujetos, simultáneamente,
para su aprobación en otras publicaciones. Deberán enviarse a graffylia_
buap@hotmail.com.
Presentación
Graffylia es una publicación periódica, de carácter científico editada semestral-
mente por la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autó-
noma de Puebla (buap). Su misión es difundir la investigación y el conocimiento
mediante la publicación de artículos inéditos, de alta calidad, relacionados con
actividades de investigación en humanidades y ciencias sociales.
Su público objetivo está formado por profesionales (investigadores, profe-
sores y estudiantes) con formación en áreas relacionadas con las humanidades,
principalmente: filosofía, educación, arte, literatura, lingüística, antropología
e historia. Es una publicación abierta a todos los miembros de la comunidad
académico-científica, a entidades, fundaciones y, en general, a organizaciones
de carácter gubernamental y no gubernamental.
Graffylia. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la buap es una publi-
cación abierta en su estructura y contenido. Sus comités científico y editorial
111
A. Presentación
• Título del artículo. En español e inglés, con un máximo de doce palabras
en cada idioma.
• Autores y filiación institucional. Nombre completo, iniciales del máximo
grado académico obtenido, correo electrónico y datos de la vinculación
institucional de cada autor (ciudad, entidad, país).
• Proyecto de Investigación. Si es aplicable, un párrafo con información bá-
sica del proyecto que da origen al artículo, incluyendo la entidad a cargo
y sus fuentes de financiamiento.
• Resumen (abstract). Resumen analítico del artículo, escrito en español e
inglés, con 100 palabras en cada idioma, máximo.
• Palabras Clave (keywords). Entre tres y cinco palabras, en español e inglés.
La pregunta clave para su selección es ¿qué palabras usaría alguien que
quisiera encontrar un artículo como este en un buscador?
• cv resumido. Un párrafo de máximo cien palabras, por autor, que descri-
ba su formación académica, trayectoria, logros profesionales y áreas de
interés.
B. Cuerpo
Aunque cambia dependiendo del tipo y contenido de cada artículo, en gene-
ral, su estructura incluye:
• Introducción. El problema o la reflexión que motiva la investigación y su
relevancia. El objetivo o hipótesis que orienta la investigación. Una bre-
ve descripción del método.
• Métodos y Materiales. La aproximación conceptual, el cómo de la in-
vestigación, los procedimientos, el diseño e implementación de la
investigación.
• Resultados. Los principales hallazgos de la investigación. El soporte de
las conclusiones y el futuro trabajo previsto.
• Discusión y Conclusiones. La interpretación e implicaciones de los ha-
llazgos, tanto frente a los objetivos trazados –o la hipótesis formulada–,
como en términos de futuros trabajos (o aproximaciones al problema) y
nuevos retos.
• Referencias. La relación de todas las fuentes utilizadas, preparada con los
criterios del estilo apa 6 (2016), como se describe en el siguiente numeral.
113
Referencias
Las referencias en las Normas apa son aquellas anotaciones que se encuentran
dentro del cuerpo del artículo científico, donde se específica el autor de la idea,
cita o párrafo que se está utilizando. La descripción detallada de las referencias
contendrá (autor, año, libro o revista, artículo o capítulo de libro, edición, edi-
torial…) en la sección denominada Referencias bibliográficas.
Citas según el número de autores:
• Uno o dos autores, se citan todas las veces que aparezca la referencia en
el texto. Ejemplo: Checa y Moran (1982) dicen […]
• Tres, cuatro o cinco autores, se citan todos la primera vez y en las siguien-
tes se cita solo el apellido del primero seguido de la abreviatura et al. (sin
cursivas) y el año.
Ejemplo: Primera vez que se referencia. Darley, Glucksberg y Kinchla
(1980) […]
Segunda vez que se referencia. Darley et al. (1980) […]
• Más de seis autores, se cita únicamente el apellido de primero de ellos
seguido de et al. (sin cursivas) y el año. En el siguiente caso: Kossly,
Koening, Barret, Cabe, Tang y Gabrieli […]
La referencia aparecería de la siguiente manera: Kossly et al. (2007) en-
contraron […]
• Si la cita tiene menos de 40 palabras se escribe inmersa en el texto, entre
comillas y sin cursivas, se escribe punto después de finalizar la cita y to-
dos los datos.
Ejemplo: La idea principal que plantea el autor es que “los límites de mi
lenguaje son los límites de mi mundo” (Wittgenstein, p. 1922, p. 88).
• Si la cita tiene más de 40 palabras, se escribe el texto en bloque, sin comi-
llas, tamaño 11 pts., en una línea aparte con sangría. Al final de la cita se
coloca el punto antes de los datos.
Ejemplo: Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos
hoy. Durante treinta años hemos hechos una virtud de la búsqueda del be-
neficio material: de hecho, esta búsqueda es todo lo que queda de nuestro
sentido de un propósito colectivo. Sabemos qué cuestan las cosas, pero no
tenemos idea de lo que valen. Ya no nos preguntamos sobre un acto legis-
lativo o un pronunciamiento judicial: ¿es legítimo? ¿Es ecuánime? ¿Es jus-
to? ¿Es correcto? ¿Va a contribuir a mejorar la sociedad o el mundo? Estos
solían ser los interrogantes políticos, incluso si sus respuestas no eran fá-
ciles. Tenemos que volver a aprender a plantearlos (Judt, 2010, p. 17).
• Las citas Directas o textuales deberán ir entre comillas e incluir al final de
la cita entre paréntesis: Apellido del autor, año de publicación y páginas.
• Las citas indirectas (Paráfrasis –hace referencia a ideas, pero no textual-
mente) deberán incluir: Apellido del autor y año de publicación.
115
Referencias bibliográficas
En esta sección se recopilarán todas las fuentes que fueron utilizadas en la rea-
lización del trabajo escrito.
Existen diferentes tipos de referencias bibliográficas de acuerdo con el ma-
terial. Las más utilizadas son:
Libros
• Libro completo: Apellidos, A. A. (Año). Título. País: Editorial.
• Libro electrónico competo: Apellidos, A. A. (Año). Título. Recuperado de
http://www.xxxxxx.xxx
• Libro completo con doi: Apellidos, A. A. (Año). Título. doi: xx.xxxxxxxx
• Libro editado: Apellidos, A. A. (Ed.). (Año). Título. Lugar: Editorial.
• Capítulo de libro: Apellidos, A. A. (Año). Título del capítulo o entrada.
En A. Editor, B. Editor & C. Editor (Eds.). Título del libro (pp. xxx-xxx).
Lugar: Editorial
• Trabajo de consulta sin autoría: Título del capítulo o entrada. (Año). En
A. Editor (Ed.).
• Título del trabajo de consulta sin autoría. Título del capítulo o entrada.
(Año). En A. Editor (Ed.). Título del trabajo de consulta (xx ed., Vol. xx, pp.
xxx-xxx). Lugar: Editorial
• Simposios y conferencias: Apellido, A., & Apellido, A. (Mes, Año). Título
de la presentación. En A. Apellido del Presidente del Congreso (Presiden-
cia), Título del simposio. Simposio dirigido por Nombre de la Institución
Organizadora, Lugar.
Publicaciones periódicas
• Artículo de revista impresa: Autor, A. A. (Año). Título del artículo. Títu-
lo de la publicación, vol. (#), pp-pp.
• Artículo de revista electrónica con doi: Autor, A. A., Autor, B. B. & Au-
tor, C. C. (Año). Título del artículo. Título de la publicación, vol. (#), pp.pp.
doi: xx-xxxxxxxxxx
• Artículo de revista electrónica sin doi (con url): Autor, A. A., Autor, B. B.
& Autor, C. C. (Año). Título del artículo. Título de la publicación, vol. (#),
pp.-pp. doi: xx-xxxxxxxxxx
• Artículo de periódico impreso: Autor, A. A. (día, mes y año). Título del
artículo. Título del Periódico, pp. xx, xx
• Artículo de periódico en línea: Autor, A. A. (día, mes y año). Título del
artículo. Título del Periódico. Recuperado de http://www.xxxxxxxx
Publicaciones Electrónicas
• Base de datos: Autor, A. A. (año). Título del artículo. Título de Revista, vol.
(#), pp.-pp. Recuperado de http://www.xxxxxxxx
• Internet: Autor, A. A. (año). Título del artículo. Recuperado de http://www.
xxxxxxxx
• Blog: Autor, A. A. (día, mes y año). Título del mensaje [Mensaje en un blog].
Recuperado de http://www.xxxxxxxx
Tesis o disertaciones
• Tesis en bases de datos: Autor, A. A. (Año de publicación). Título de la te-
sis doctoral o tesis de maestría (Tesis doctoral o tesis de maestría). Recupe-
rado de Nombre de la base de datos. (Acceso o Solicitud No.)
• Tesis inédita: Autor, A. A. (año de publicación). Título de la tesis doctoral o
tesis de maestría (Tesis doctoral o tesis de maestría inédita). Nombre de la
institución. Lugar.
• Tesis de Internet: Autor, A. A. (año de publicación). Título de la tesis doc-
toral o tesis de maestría (Tesis doctoral o tesis de maestría inédita). Nom-
bre de la institución. Lugar.
Medios audiovisuales:
• Película: Productor, A. A. (Productor), & Director, B. B. (Director). (Año
de publicación). Título de la película [película]. País de origen: Estudio.
• Podcast: Productor, A. A. (Año). Título de la grabación [descripción del me-
dio audiovisual]. Recuperado de http://www.xxxx
• Videos: Apellido, A. A. (Productor), & Apellido, A. A. (Director). (Año).
Título. [Película cinematográfica]. País de origen: Estudio.
• Videos en Línea: Apellido, A. A. (Año, mes día). Título [Archivo de vi-
deo]. Recuperado de: www.ejemplo.com
• Páginas web: Apellido, A. A. (Año). Título página web. Recuperado de
www.ejemplo.com Fuente: http://normasapa.net/normas-apa-2016/ Ma-
nual de Publicaciones de la American Psychological Association. (2010).
(Trad. de M. Guerra). (3ª. Edición). México: Editorial El Manual Moderno.