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Brenda Canelo
UBA / CONICET
INTRODUCCIÓN
Foto 3: Normativas regularizadoras a la vista, firmadas por la Dirección del Cementerio y la cooperativa
que nuclea a sus cuidadores: “Usted está en la Sección 5. Al público: se pone en conocimiento que por
ordenanza 10098/48 se prohíbe la colocación sobre las sepulturas de: banderas, imágenes deportivas,
veredas pintadas, cercos, cerámicos, piedras, etc., lo cual será retirado sin previo aviso”. La Dirección;
Colaboración de la Cooperativa “La Unión”.
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Es el modo en que se nombra popularmente a los 194 jóvenes que murieron debido al incendio del local
República de Cromagnon, ocurrido el 30 de diciembre de 2004, al que habían asistido para escuchar un
recital de rock. Algunos de ellos fueron inhumados en Flores.
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Se conoce con este nombre al asesinato de tres jóvenes cometido por un agente de la Policía Federal
mientras prestaba servicios en una estación de servicio de ese barrio, el 29 de diciembre de 2001.
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Durante fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX Flores concentra a muchos inmigrantes
españoles, italianos y judíos. A partir de la década de 1960 es uno de los barrios del suroeste de la ciudad
que comienza a recibir a inmigrantes bolivianos y paraguayos, a los que desde las décadas de 1980/1990
se suma una importante proporción de coreanos y peruanos.
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En mi Tesis Doctoral (Canelo 2011) analizo detalladamente estas políticas.
los restos de la persona recordada, mientras rezan o piensan en silencio y con
retraimiento. Los únicos sonidos que se perciben en torno son los de los autos pasando
por la calle, los de los pájaros cantando o el del viento moviendo las hojas de los
árboles. Esta imagen de un día “normal” en el Cementerio de Flores, comienza a
transformarse cuando llegan las primeras horas de la tarde, todos los 2 de noviembre.
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Es una práctica habitual entre las poblaciones andinas, consistente en rociar el suelo con alguna bebida
(chicha, cerveza, vino o gaseosa) en homenaje a la Pachamama o Madre Tierra.
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A falta de documentos públicos e investigaciones académicas, para establecer este lapso de tiempo me
baso en una nota periodística del año 2004 en la que una asistente a las conmemoraciones del “Día de los
Muertos” en el Cementerio de Flores manifiesta: “hace ocho años el Cementerio era poco visitado y casi
con timidez la gente se acercaba con su vela y sus panes y se iba, pero, a medida que el tiempo pasó, las
costumbres se afincaron más. Este año se vio que hasta trajeron grupos de sikuris y bandas”.
http://64.233.187.104/search?q=cache:NUBL0mC_MOwJ:www.lostiempos.com/noticias/07-11-
04/nacional.php+%22Cementerio+de+flores%22&hl=es
contratados pero, principalmente, su cercanía. Las elevadas cifras cobradas por los
cementerios-parque privados existentes en la Ciudad desde hace poco más de dos
décadas suelen limitar la elección a los únicos públicos disponibles, esto es, el de
Chacarita y el de Flores -el de Recoleta sólo cuenta con bóvedas que fueron adquiridas
por familias tradicionales y adineradas-, y siendo que en el barrio de Flores y sus
aledaños es donde habita la mayor parte de la colectividad boliviana residente en la
Ciudad, los familiares habitualmente optan por este Cementerio.
De acuerdo con las personas que asisten a este espacio público el 2 de
noviembre, “la costumbre en Bolivia” que hacen “desde hace mucho” y desean
“mantener en aquí” consiste en llevar a cabo una serie de prácticas fúnebres cada 1 y 2
de noviembre de los tres primeros años de ocurrido un fallecimiento, y en ocasiones
también después de ese lapso, jornadas en las que prima el tono festivo debido a que
“las almas están de visita”.
Durante el 1 de noviembre, “Día de la Almas” o de “Todos los Santos”, las
actividades se centran en la vivienda donde reside algún familiar de la persona fallecida.
Allí sus allegados preparan “mesas” con un mantel -generalmente de color oscuro para
los adultos y claro para los niños- sobre el que colocan fotos del difunto y ofrendas para
agasajar a su alma, como figuras de masa o tantawawas cuyas formas humanas,
animales, celestiales y mitológicas tienen significados vinculados con la vida del
difunto recordado, así como frutas, golosinas, cigarrillos y bebidas que fueran de su
agrado. A lo largo de este día, allegados al muerto, sean o no de la colectividad
boliviana, “pasan de visita”, sin ser formalmente invitados, para compartir entre sí y con
su alma una comida ofrecida por los dueños de casa -por ejemplo, empanadas de carne,
picante de mondongo, chicha7 y limonada-, así como para rezar y conversar,
habitualmente escuchando la música que el difunto disfrutaba en vida. Las actividades
efectuadas por las distintas familias durante el 1 de noviembre presentan diferencias
según el prestigio social del muerto y de sus parientes, su edad, el tiempo transcurrido
desde su fallecimiento, los recursos económicos disponibles, los compromisos laborales
de los posibles asistentes, el sincretismo religioso, el conocimiento de las prácticas
tradicionales o la región de origen, entre otros factores. No obstante, dos aspectos
trascienden estas diferencias: la concentración de las actividades en el ámbito doméstico
/ privado, y el clima de alegría y confraternidad que prima entre los presentes. En el
marco de estas prácticas recordatorias, la asistencia al Cementerio durante el 1 de
noviembre es excepcional y pareciera producirse ante fallecimientos muy recientes, en
cuyo caso el dolor se expresa con evidente tristeza.
El 2 de noviembre es el “Día de los Muertos” cuyo escenario principal, a
diferencia de la jornada anterior, es el espacio público del Cementerio, donde las almas
son “despedidas”. Desde las 15 horas aproximadamente comienza a producirse un flujo
incesante y espontáneo de quienes el día anterior recibieron a las almas de los difuntos
en sus viviendas y ahora concurren al Cementerio a despedirlas. Sus rasgos,
vestimentas, bultos y prácticas modifican en pocos minutos la imagen habitual de este
espacio público. Rostros “aindiados” y “pieles cobrizas”, faldas y largas trenzas,
sombreros, grandes cestas y ollas con comida, gaseosas, cajones de cerveza, damajuanas
con chicha, sillas, mesas, platos y vasos, sombrillas o toldos, instrumentos musicales,
conversaciones más animadas y en un volumen de voz mayor, niños corriendo y
jugando. Todo esto transforma en poco tiempo el aspecto del Cementerio, tal como se
observa en las siguientes fotos:
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Bebida preparada a partir de la fermentación del maíz en agua azucarada, que suele consumirse en
fiestas tradicionales y festividades religiosas.
Foto 4: Arribo de asistentes durante la tarde del “Día de los Muertos”.
Foto 7: “Mesa” armada sobre una sepultura, con tantawawas, frutas, golosinas, un plato con comida y
vasos con bebida para el alma del difunto. Familiares sentados en torno.
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Se trata del Sistema de Atención Médica de Emergencia, un servicio público dependiente del GCBA.
rol del Estado ante ellas, llevó a estos agentes estatales a tomar parte o impulsar
diferentes políticas al respecto.
A MODO DE CIERRE
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