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JUVENILES 2019

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


TERCERA PARTE: LA VIDA EN CRISTO

PRIMERA SECCIÓN
LA VOCACIÓN DEL HOMBRE: LA VIDA EN EL ESPÍRITU

CAPÍTULO PRIMERO: LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

ARTÍCULO 5: LA MORALIDAD DE LAS PASIONES


La persona humana se ordena a la bienaventuranza por medio de sus actos libres: las pasiones
o sentimientos que experimenta pueden ayudarla a ello.

I. Las pasiones
Las pasiones (emociones, sentimientos) son impulsos que mueven (inclinan) al hombre a
obrar (o no) según sienta algo como bueno o malo, produciendo un cambio físico. Ese
movimiento es involuntario. Por ejemplo, cuando uno tiene vergüenza, se produjo
involuntariamente, al percibir un objeto como incómodo (todos me miran, no me gusta), se
ruboriza. (pedir ejemplos)

Clasificación:
Las pasiones de dividen de la siguiente manera:
El apetito concupiscible
es la tendencia que tiene
como objeto el bien o
mal sensible: lo
agradable o doloroso.
El apetito irascible es la
tendencia que tiene
como objeto lo arduo o
difícil: aquello que
excede el fácil ejercicio
de la posibilidad animal.
II. Pasiones y vida moral
Ante la realidad de las pasiones, podemos intentar dos cosas: el dominio despótico o el
dominio político. El dominio despótico sería dominar completamente las pasiones, no
dándoles lugar a que fluyan. El dominio político es ordenar las pasiones, aceptando que a
veces pueden actuar fuera de nuestro dominio. (Cuento del oso y la mula).
No debemos intentar eliminar o reprimir las pasiones. Esto es demasiado difícil (si no
imposible) y tampoco es útil. Debemos trabajar para lograr un control que nos ayude a

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utilizarlas como herramientas para llegar al cielo. Después de todo, para eso nos la ha dado
Dios.
En sí mismas, las pasiones no son buenas ni malas. La moralidad depende de la razón y la
voluntad. Los sentimientos más profundos no deciden ni la moralidad, ni la santidad de las
personas. Las pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y
malas en el caso contrario. La voluntad recta ordena al bien y a la bienaventuranza los
movimientos sensibles que asume; la voluntad mala sucumbe a las pasiones desordenadas y
las exacerba. Las emociones y los sentimientos pueden ser asumidos en las virtudes, o
pervertidos en los vicios.
En la vida cristiana, el Espíritu Santo realiza su obra movilizando todo el ser. La perfección
moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también
por su apetito sensible según estas palabras del salmo: “Mi corazón y mi carne gritan de
alegría hacia el Dios vivo” (Sal 84,3).
Modo de orientar las pasiones al bien (Padre Royo Marín):

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