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LAS ALERGIAS

Dr. Salomon Sellam

Traducción de Michele Jolibert


Título original: Les Allergies
Traducción: Michele Jolibert
1.ª edición: marzo, 2014

© 2014 by Salomon Sellam


© Ediciones B, S. A., 2014
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com

Depósito Legal: B 9719-2014

ISBN DIGITAL: 978-84-9019-802-5

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Contenido

Portadilla
Créditos

Prólogo
Introducción
Advertencia
PRIMERA PARTE
1. La versión tradicional de la alergia
2. Las otras versiones de la alergia
La versión freudiana de la alergia
La versión psicosomática de la alergia
SEGUNDA PARTE
Casos clínicos
Alergia a las plantas
Alergia a los animales
Alergia a los elementos
Las alergias domésticas
Las alergias oculares
Las alergias del ámbito ORL
Alergias estacionales
Cambios en el modo de vida
Las alergias «transgeneracionales»
TERCERA PARTE
Conducta a seguir frente a una alergia
Prólogo

por Txumari Alfaro

Me causa una gran satisfacción escribir el prólogo de Las alergias, del doctor
Sellam, pues coincido con él en que las alergias son algo más fácil de tratar de lo
que parece.
Mi experiencia en psicosomática clínica de las alergias me permite animaros a
leer este libro y comprobar que es posible sanar de cualquier alergia que estéis
padeciendo. En los ejemplos que expongo, basados en decenas de casos clínicos,
tendréis una clara muestra de lo que intento explicaros. Mi intención en este prólogo
es hacer un adelanto del profundo estudio que el doctor Salomon Sellan ha hecho
durante los quince últimos años sobre las alergias y su tratamiento a través de la
psicosomática, y en el que ha demostrado que la mayor parte de las alergias
constituyen duelos simbólicos.
La versión médica oficial tiene razón. No hay ninguna discusión posible porque
los médicos han estudiado, como se debe, las reacciones alérgicas; han estudiado
todos los procesos al milímetro y han concluido que es siempre el mismo. Entonces
tienen razón, es correcto.
No hay ninguna discusión posible con los guardianes de nuestra salud. Pero aun
así vamos a ir un poquito más allá para buscar la causa de la causa.
Encontrar la respuesta a estos temas es un camino para la sanación y la cura
defiitiva de las alergias. Si sufrís alergias y leéis este libro, comprenderéis por qué
de buenas a primeras desarrolláis una alergia a determinadas frutas, ciertos
alimentos, metales, pelos de animales, polen etc. Cuando por primera vez, oí que
para que alguien padezca una alergia, primero tiene que sufrir un psiochoque,
comprendí perfectamente qué ocurre cuando un agente externo entra en nuestro
organismo y produce una hipersensibilización al mismo. La primera vez es muda,
exenta de síntomas físicos. Durante esta primera fase el cerebro ha detectado que mi
estrés ha superado el limite tolerable. Esto para la biología significa peligro, y
cuando hay un peligro, voy a poner en marcha un programa de supervivencia y lo voy
a grabar todo y a registrar cuanto pueda, para evitar así encontrarme de nuevo con
una situación similar.
Si hacéis un ejercicio de memoria, hallaréis que antes de sufrir la primera crisis
alérgica estuvisteis en contacto con el agente causante de ésta y descubriréis que en
un momento de vuestra vida se ha producido un:

PSICOCHOQUE - EMOCIONAL -
DESESTABILIZADOR:

¿Qué es esto?
1.o Acontecimiento de la vida cotidiana que llega de improviso, brusco, que no lo
vemos venir, nos coge por sorpresa, nos pilla a contrapié, nos desestabiliza, y a
menudo tiene día y hora.
2.o Vivido de una manera aislada y sin compartirlo con nadie, en soledad, sólo
nosotros lo sentimos y experimentamos íntimamente. Aun cuando lo contemos a los
demás, no nos sentiremos respaldados.
3.o Sin solución satisfactoria para nosotros, aunque quizá sí para otros. El
sufrimiento nos muestra la falta de adaptación a la realidad.
4.o De intensidad dramática real, o sentido como tal. El inconsciente puede
vivirlo de una manera simbólica, pero no sabe distinguir entre lo real y lo simbólico,
entre lo virtual y lo imaginario.
De intensidad extrema, por encima de nuestro LST (Límite Superior de
Tolerancia); esto es, que supera nuestro sistema psíquico de protección.
Hablarlo y expresarlo en el momento del psicochoque anula la impresión, pues
todo aquello que no es hablado, contado o llorado, será hablado, contado o llorado
por el cuerpo con dolor, pues tarde o temprano nuestro cuerpo nos devuelve la
memoria del drama, del dolor o del conflicto vivido, ya que ha habido una emoción
secuestrada, bloqueada, no liberada.
Veamos un ejemplo de las características de las alergias al polen y las gramíneas,
las más comunes, a fin de ilustrar el mecanismo de aquéllas.
¿Que simboliza el polen?
El polen simboliza el amor, la reproducción, el amor. Es la parte masculina de las
plantas.
Detrás de la alergia al polen a menudo encontramos historias de separaciones
amorosas, desencuentros afectivos, desamores etc.
Recuerdo el primer caso de alergia al polen (específicamente del sauce llorón)
que se solucionó con la psicosomática. En sólo una sesión se encontró el
psicochoque emocional desestabilizador causante de la alergia.
Imagnaros que estoy sentado en un banco debajo de un árbol, con una chica de la
que estoy enamorado. Estoy tranquilo, hasta que mi estrés supera el LST. En ese
momento el polen de un árbol cualquiera se adhiere a la piel o la mucosas de la nariz
y ojos. El polen sigue cayendo, y aunque no lo veo, de pronto se produce el
biochoque: «Hoy es el último día que nos veremos. Mañana me voy a Canarias: a mi
padre, que es militar, lo han destinado allí y la familia se va con él», dice la chica..
Pero nuestro cerebro registra: el polen del sauce llorón (en este caso el árbol bajo el
que estábamos) que ha caído sobre mí se encuentra en su «fase muda», lo que
significa que no nos afecta. Pero al año siguiente voy sufrir una crisis alérgica, me
van a picar los ojos, voy a estornudar y tener problemas respiratorios, pues el
inconsciente prefiere que me preocupe de los síntomas a recordar la agresión, el
drama y el dolor de la separación.
Recuerdo también un caso de alergia al pelo de caballo. La padecía un amigo de
la infancia con el que hacia mucho tiempo que no nos veíamos. Curiosamente, nos
encontramos un 14 de febrero , San Valentín, haciendo las compras en tan señalado
día. Me contó que llevaba muchos años intentando contactar conmigo para a ver si
podía ayudarlo. Le pregunté qué le pasaba. «Sufro una terrible alergia al pelo del
caballo.» Me mostró los brazos, se levanto la ropa para que viese el resto del
cuerpo, y la verdad es que impresionaba. Allí mismo empecé el interrogatorio de
psicosomática, y la mecánica es la misma. Si resultaba que hacía catorce años que
mi amigo padecía esta clase de alergia, eso me llevó a preguntarle qué había
ocurrido en su vida anterior a esos catorce años, qué acontecimiento dramático e
inesperado, que lo cogió a contrapié, y lo vivió en soledad, guardaba relación con un
caballo o con el pelo del caballo.
Y de pronto su mujer exclamó: «¡Percheron!» Él, con claros signos de haberse
emocionado, no podía articular palabra. Pasados unos instantes, procedió a contarme
la siguiente historia: «Mi padre me dejó en herencia un caballo de raza percherona
con pedigrí. Era el orgullo del valle donde vivo, enviaban a las yeguas para que las
cubriese pues era un pura raza y, además, muy bonito.» Le pregunté: «¿Que ocurrió
con ese caballo?» Se mociona de nuevo, y es su esposa la que contesta: «Un día se
lo robaron y nunca más supimos de él. Dos años estuvo en tratamiento con un
psiquiatra, pues no podía superar el drama que supuso el robo del caballo que su
padre le dejo en herencia.»
Mi amigo recordaba perfectamente que antes de ese suceso nunca había tenido
problemas de alergia con los caballos, pues con apenas cinco años ya montaba los
de su padre. Para protegerlo y no vivir el drama que supuso el robo del caballo, el
inconsciente generó una alergia al pelo de éste. Así, nunca más tendría que
relacionarse con caballos y no reviviría el drama que había supuesto la perdida del
percherón.
INTRODUCCIÓN

Las alergias representan una de las patologías más comunes en la práctica diaria.
Después de más de veinte años de experiencia y quince dedicados exclusivamente al
campo de la clínica psicosomática, puedo afirmar que el tratamiento del fenómeno
alérgico está al alcance de todos. En el presente libro he recogido numerosos casos
clínicos simples y anónimos con el fin de que la mayoría de las personas afectadas
pueda tener un referente para, en ciertos casos, mejorar su estado o incluso,
literalmente, para curarse. En otros casos, esta primera lectura podrá ayudarlos a
tomar conciencia y a comprender las cosas de una manera frente a una consulta
especializada. Me gustaría también precisar que, de ninguna manera, la clínica
psicosomática detenta en exclusiva la verdad en el campo de la salud y mi mayor
deseo es que pueda ser incorporada a la enseñanza de la Facultad de Medicina. La
clínica psicosomática ofrece una nueva visión de la enfermedad y de los trastornos
del comportamiento, que les proponemos comparar e integrar a las demás teorías
existentes, para así comprobar si les atañe, ya sean pacientes o facultativos.
En esta obra, estudiaremos particularmente los fenómenos alérgicos más
corrientes, las alergias a los alimentos, las plantas, el polen y las gramíneas, a los
pelos de animales, el sol, el agua, el polvo doméstico, los ácaros, las plumas, los
medicamentos, los perfumes, el moho, la levadura de cerveza y los metales, así como
las alergias oculares, las rinitis y sinusitis alérgicas y las polinosis. El asma y el
eczema, considerados asimismo enfermedades alérgicas, no serán tratados aquí por
ser patologías específicas.
Para redactar este libro y a fin de ilustrarlo ampliamente, he pedido a mis
alumnos y amigos así como a otros especialistas, que relataran algunas historias
típicas —algo así como unas ¡cincuenta!— que hayan culminado no tan sólo en una
clara mejoría, sino en una completa curación. Quisiera asimismo agradecer su
fraternal colaboración a Yves Besson, Edith Brodsky, Dominique Cartan, Philippe
Collard, Alain Créquigne, Laurent Daillie, Jean-Michel Dalbiez, Christian Flèche,
Michel Garlantezec, Jean-Jacques Lagardet, Didier Lepatezour, Alain Pioch, Jean
Platon y Didier Sevin.
Advertencia

El término «psicosomática» significa simplemente la existencia de relaciones


posibles entre nuestro psiquismo y nuestro cuerpo, relaciones que podrían ser el
origen de una enfermedad. En ningún caso, y en contra de lo que se entiende
normalmente, la palabra psicosomática hace referencia a un desorden psíquico, ni
tampoco a una deficiencia mental o a la locura.
Este libro presenta los posibles orígenes psíquicos de la alergia. Cada historia
personal se inscribe en un contexto específico y puede prestarse a la exploración por
parte de un facultativo formado en clínica psicosomática. Esta obra no quiere
reemplazar de ninguna manera al proceso de diagnóstico y no da las directrices
necesarias para establecer tratamientos adecuados que sólo un médico está
habilitado a prescribir o a modificar en función de los resultados clínicos y en
particular al cese de la terapia. Asimismo, el editor y los autores de este libro no se
responsabilizan de los perjuicios a los cuales se podría exponer el lector sin haber
previamente consultado al personal competente.
Todos los casos clínicos aquí expuestos lo han sido de forma anónima para
preservar el secreto profesional. Asimismo, todo parecido con la realidad es pura
coincidencia.
PRIMERA PARTE
1

Versión tradicional de la alergia

Desde el comienzo de mis estudios de medicina, la definición clásica de la


alergia, sus diferentes causas, la prevención y la fisiopatología general a partir de la
cual se han originado las grandes líneas terapéuticas, no han cambiado mucho. Es
cierto que numerosos investigadores han intentado esclarecer el misterio de esta
patología y la lucha emprendida por la medicina ha hecho notables progresos.
Empero, esto es lo que se puede leer en una de las muchas webs dedicadas a la
alergia: «La alergia es una enfermedad que padecen hoy día cada vez más personas,
pero que sin embargo sigue desconocida».
Veamos ahora brevemente su historia y a continuación su definición.

Historia

Empieza con Charles Richet quien, en 1902, intentó un experimento con un perro.
Le inyectó una primera dosis de veneno que el animal soportó sin problema. Algunas
semanas más tarde, le inyectó una segunda dosis y el perro murió al poco tiempo.
Richet propuso entonces, a partir del griego, el término choque anafiláctico para
designar un «estado contrario a la protección». En el lado opuesto, la palabra
profilaxis significa un «estado de resistencia a la agresión» y ha sido ampliamente
empleado con referencia a la vacunación. Para Richet el choque se debe a un
fenómeno de sensibilización. Esta vía también ha sido utilizada por numerosos
investigadores en el campo de la alergia, cuyas definiciones actuales vamos a ver a
continuación.

Definición

La alergia es una reacción excesiva e inadaptada, como resultado de una


disfunción de la regulación del sistema inmunitario de nuestro organismo —el
sistema de defensa— frente a una sustancia exterior —el cuerpo extraño—, llamado
generalmente «antígeno» y que aquí designaremos «alérgeno». Tomemos un ejemplo
preciso: la alergia al polen de los plátanos en una joven. Cuando esta muchacha entra
en contacto con ese cuerpo extraño —su alérgeno— a su propio organismo, se pone
a estornudar y desarrolla una sinusitis que le durará varios meses.
Todo el mundo calificaría este polen como inofensivo pues, de lo contrario, nadie
se atrevería a darse cita con su enamorado bajo las ramas de este maravilloso árbol.
Para la mayoría de la gente, el encuentro puede llevarse a cabo sin sentir picor ni
comezón en la nariz o en los ojos. En cambio, para nuestra jovencita alérgica, las
cosas ocurren de forma totalmente diferente y más exactamente en dos etapas.
Primera etapa: la fase silenciosa, llamada de «sensibilización» o de
«identificación del agresor».
Al principio no ocurría nada. Ella no era alérgica y lo sabía muy bien. Pero un día
se estableció un primer contacto cuando, sentada en el banco de los enamorados,
acurrucada en los brazos de su amado, unos diminutos granos de polen se
depositaron suavemente sobre su piel, su nariz y sus ojos, o bien cuando los inhaló
por las vías superiores, la boca y la nariz. Estos granos son muy pequeños y el polen
del plátano puede llegar a todas partes.
Vigilante y de guardia constante durante las veinticuatro horas, el sistema de
defensa de la joven identificó este cuerpo extraño, el polen. Enseguida ciertas
células de su sistema inmunitario se encargaron de analizarlo y de fabricar
anticuerpos específicos y silenciosos, memorizando simplemente las características
del intruso para protegerla si se atreviese a merodear de nuevo por el entorno.
En otras palabras, y tomando prestada una imagen del mundo policíaco o del
espionaje, el sospechoso terrorista «Al Érgeno» (pronunciar Al como Al Capone) ha
sido interceptado por el Inspector Macrófago, un astuto sabueso de la brigada
antiterrorista o perteneciente a los servicios secretos de espionaje, el Sistema
Nacional de Defensa. El sospechoso ha sido fotografiado de frente y de perfil, y le
han colocado un número de serie. Además, le han preguntado ampliamente sobre su
tenencia de proteínas, glúcidos, ácidos aminados o de oligoelementos con el fin de
establecer un repertorio en un archivo de penales específico e internacional. De este
modo, jamás podrá pasar desapercibido. Hasta ahora, nada sucede en particular pues
todo se desarrolla a espaldas de la encantadora y futura alérgica. Por esta razón, esta
primera fase podría llamarse «fase de identificación del agresor». Veamos lo que
sigue, durante el segundo contacto.
Segunda etapa: la fase de hipersensibilidad alérgica o «fase ruidosa de
detención y neutralización del agresor».
Durante un segundo contacto con este mismo alérgeno, estos anticuerpos,
silenciosos hasta ahora, se vuelven reactivos y desencadenan una respuesta
desmedida llamada «reacción alérgica», sobre la cual daremos detalles más adelante
cuando lleguemos al aspecto fisiopatológico.
Para retomar nuestro ejemplo con el Inspector Macrófago, tan pronto el terrorista
Al Érgeno es detectado nuevamente, el primero pone en marcha de inmediato el Plan
Vigipirato. El malhechor se encuentra en el acto rodeado por una jauría de soldados:
para arrestar a un solo hombre, el Ministerio del Interior —el control del sistema
inmunitario— envía nada menos que ¡un batallón móvil de policías! Forzosamente
eso se ve, se huele y se oye. En pocas palabras, se ha utilizado un martillo para
matar una mosca.
Existen reacciones alérgicas retardadas, algunas horas o hasta algunos días
después del contacto. Nuestra jovencita puede así desencadenar un asma, una rinitis,
una comezón ocular o una conjuntivitis.
Otras personas, por diferentes fenómenos alérgicos, serán más propicias a
padecer urticarias, manchas rojas cutáneas, eczemas o edemas.
Las reacciones alérgicas rápidas o inmediatas —algunos segundos o algunos
minutos— pueden manifestarse de una manera dramática en la forma de choque
anafiláctico o de edema de Quincke.
El choque anafiláctico es un accidente alérgico brutal, violento y susceptible de
comprometer el pronóstico vital. Testigo de un fenómeno de hipersensibilidad
inmediata, se manifiesta a través de señales de angustia, colapso cardiovascular,
palidez, frío, dilatación vascular y baja presión arterial. Se pueden observar también
señales respiratorias, constricciones de las vías aéreas, dificultades respiratorias y
secreción abundante de moco.
El edema de Quincke es igualmente una reacción brutal provocada por el aflujo
de suero sanguíneo en los tejidos debido a una gran permeabilidad de los vasos.
Cuando este edema se sitúa al nivel de la laringe se corre el riesgo de ahogo.
Para concluir con estas definiciones, una persona puede ser sensible a varios
alérgenos y será entonces calificada con el gracioso nombre de «multialérgica».

Fisiopatología general
Este apartado responde a la siguiente pregunta: ¿qué ocurre exactamente en las
células durante el fenómeno alérgico?
Aquí entran en acción varios actores principales: ciertos glóbulos blancos o
leucocitos —los macrófagos, los linfocitos B, los basófilos y los mastocitos— las
inmunoglobulinas y la histamina. Como se verá, éste es un sistema perfectamente
rodado desde la noche de los tiempos y en el que todo se hace por sí solo. Debo
confesar que la fisiología fue el origen de mi vocación médica.
Los macrófagos intervienen esencialmente durante la primera fase muda de la
sensibilización. Estos glóbulos blancos desempeñan un papel primordial que les
permite detectar y destruir los cuerpos extraños al organismo, como son los
microbios o, en este caso, los alérgenos, que llamamos a su vez «antígenos». Se los
tragan, los digieren y así cumplen con su tarea de identificación del intruso. Al
producirse un nuevo contacto con el mismo alérgeno y puesto que ya están en alerta,
podrán así intervenir y llamar a sus amigos, los demás leucocitos, linfocitos B y
mastocitos.
Los linfocitos B, avisados por sus colegas macrófagos, envían a la sangre una
gran cantidad de inmunoglobulinas, llamadas también «anticuerpos», esencialmente
del tipo E, las cuales habitualmente se encuentran en pequeñas cantidades en la
sangre.
Dentro de los cinco tipos diferentes de inmunoglobulinas (Ig), las del tipo E
intervienen en los fenómenos alérgicos. Estas IgE neutralizan el alérgeno —nuestro
antígeno— fijándose encima para formar el «complejo antígeno-anticuerpos» y
dirigiéndose directamente hacia los demás glóbulos blancos —los mastocitos y los
basófilos— para amarrarse ahí.
Una vez efectuado el contacto, los basófilos y los mastocitos presentes en los
tejidos liberan, además de otras sustancias, histamina. Es la bien conocida etapa de
la «desgranulación».
La histamina, normalmente presente en nuestro organismo en su forma inactiva en
los mastocitos y basófilos, actúa sobre los vasos sanguíneos provocando su
dilatación y la aparición de un edema tisular por hiperpermeabilidad capilar. Por
esta causa, en una rinitis alérgica, este edema puede ser el origen de una disminución
del olfato por anegación de los receptores olfativos. Cuando el edema es muy
importante hablamos de un edema de Quincke. En el choque anafiláctico las
reacciones cardiovasculares se posicionan en primer plano.
El conocimiento profundo de esta «partitura» fisiopatológica constituye la base de
los tratamientos propuestos para luchar contra la alergia.
Las diferentes causas

Dos causas principales se disputan el poder dentro del fenómeno alérgico: el


sistema de defensa y los factores del entorno, entre otros, la polución atmosférica.
En cuanto al sistema de defensa, acabamos de ver que es la sede de una
disfunción. La respuesta inmunitaria normalmente tranquila y discreta en la mayor
parte de los casos, se vuelve aquí exagerada e inadaptada, provocando la aparición
de los síntomas. Puesto que el funcionamiento de nuestro sistema inmunitario
depende de nuestros genes, la medicina concluye por tanto que las personas alérgicas
poseen una especie de predisposición genética.
Con respecto al factor entorno, los alergólogos de todos los países están de
acuerdo en este punto. En efecto, hace ya unos cincuenta años que los estudios
internacionales y la práctica diaria han demostrado la existencia de un vínculo
directo entre los fenómenos alérgicos y ciertos factores del medio ambiente:
poluciones diversas y atmósferas viciadas conllevan la acumulación de polvo,
ácaros, humedades y moho, entre otras cosas. Por tanto, la frecuencia de las crisis de
asma aumenta más en las ciudades que en el campo y las alertas sobre polución
previenen en este sentido a las personas afectadas.

Los diferentes tipos de alérgenos

En la tienda de la alergia podemos encontrarnos con muchos productos, de todas


clases y cuya lista no es ciertamente exhaustiva.
Los alimentos llamados «trofoalérgenos»: los huevos, la leche, el gluten, el
marisco, el pescado, la fruta, el aceite, los cacahuetes.
Los medicamentos: las quimioterapias, la aspirina, los antibióticos, los
anestésicos locales y generales, las vitaminas de síntesis y el yodo.
Las vacunas: tos ferina, tifoidea.
Las sustancias que se inhalan: los pólenes, las gramíneas, los ácaros, las plumas
o los pelos de animales.
Los venenos: abejas, serpientes, avispas.
Las sustancias en contacto con la piel: los champús, los detergentes, los
productos de belleza, el látex, pero también el sol, el agua y los metales, ya sean
preciosos o comunes.

Las manifestaciones patológicas

Todos estos alérgenos pueden provocar una sintomatología puntual en función de


su tipo.
Sistema respiratorio: tos, bronquitis, sinusitis, coriza espasmódica, asma.
Ojos: lagrimeo, conjuntivitis, ojos rojos, picores.
Sistema digestivo: dolor, gastritis, enteritis, aftas, prurito anal.
Piel: urticaria, eczema, picores, dermatitis, picadura de insecto, dermatitis de
contacto.
Sistema general: choque, colapso, dificultades respiratorias mayores, edemas.

El diagnóstico de la alergia

El diagnóstico de la alergia se plantea enseguida y con bastante facilidad cuando


las señales clínicas anteriores están claras. A menudo, el médico de familia orienta a
la persona hipersensible hacia el alergólogo. Este último, con la ayuda de una
batería de pruebas cutáneas, confirma las sospechas de su colega. En otros casos,
más raros, el o los alérgenos no se identifican claramente a pesar de la multitud de
pruebas efectuadas. Pero, frente a la repetición estacional del fenómeno o bien ante
las reacciones típicas, se puede efectuar el diagnóstico e iniciar el tratamiento
antialérgico.

La prevención y los medios terapéuticos

Como es de suponer, no me puedo extender sobre el tema, pero simplemente a


título indicativo, deseo recordar cuáles son las grandes líneas terapéuticas y
preventivas.
El tratamiento con medicación se propone en varias situaciones.
• En los casos habituales, los antihistamínicos intentan detener la aparición de
los síntomas y son utilizados también para la prevención.
• En los casos graves —choques anafilácticos y edema de Quincke— el recurso a
medicamentos más potentes y a la hospitalización son absolutamente necesarios. No
existen dudas sobre este punto. A los especialistas les compete administrar
adrenalina, cortisona, demás antiedematosos y otras medidas de reanimación.
• El tratamiento de fondo, de larga duración, está principalmente representado
por la desensibilización o hiposensibilización específica. Se propone para ciertas
alergias concretas como las relacionadas con el polvo doméstico, polen, moho y
pelos de animales, entre otros. Consiste en una inyección subcutánea de dosis
progresivamente crecientes del extracto alergénico referido hasta alcanzar una dosis
mínima eficaz que pueda desencadenar la formación de anticuerpos «bloqueantes»,
los cuales entran en competición con las IgE y protegen así al sujeto sensibilizado
contra las manifestaciones clínicas del conflicto antígeno-anticuerpos. Cabe destacar
que el tratamiento de desensibilización puede tardar varios años, entre tres y cinco
de media.

El tratamiento preventivo

Añadido a una toma preventiva de medicamentos antialérgicos antes y durante los


períodos de manifestación de los síntomas, consiste simplemente y si es posible, en
eliminar el alérgeno responsable.
• En primer término, hablaremos de evicción y supresión del alérgeno. Aquí y
allá se puede leer: «Lo ideal consiste por tanto en eliminar el alérgeno cuando es
conocido; animales domésticos, plumas en la ropa de cama, cosméticos, etc. Para las
alergias a los alimentos, se recomienda encarecidamente un régimen de evicción».
• En segundo lugar, son necesarias ciertas recomendaciones para luchar contra la
alergia. Hay que eliminar el alérgeno y evitar su vuelta al entorno gracias a un
programa de tareas precisas:

–Ventilar las habitaciones diariamente con el fin de renovar el ambiente y evitar


así la aparición de humedades que favorecen el desarrollo de ácaros y moho.
–Mantener una temperatura inferior a 20 grados para impedir el desarrollo de
ácaros y moho.
–Utilizar un colchón nuevo con funda antiácaros y lavar a menudo las sábanas.
–Utilizar insecticidas antiácaros y no olvidarse de pasar la aspiradora, ya que
los restos de los ácaros son muy propensos a provocar alergia.
–Pasar la aspiradora regularmente por toda la casa, al menos una vez a la
semana.
–Evitar la presencia de animales domésticos en la casa, o bien lavarlos cada
quince días.

En cuanto a las alergias a los alimentos, se deberá comprobar todas las etiquetas
con el fin de detectar la presencia de cualquier posible alérgeno.
Hasta aquí pues, la versión clásica de la alergia. Por mi parte me adhiero
totalmente a los mecanismos fisiopatológicos previamente descritos. Sería
irresponsable poner en duda todos esos estudios y sus conclusiones, que han sido
llevados a cabo por numerosos investigadores en todo el mundo. Veremos que las
dos etapas descritas —identificación del agresor y su neutralización— tienen
numerosos puntos en común con las dos fases de la versión psicosomática. En
cambio, en el ámbito de las causas intrínsecas, «el porqué de la alergia», voy a
permitirme proponerles unas cuantas más después del resumen de esta función en dos
actos llamada «La paradoja alérgica», en la que intervienen tres actores principales:
el alérgeno, el sistema inmunitario de defensa y la crisis alérgica.

«La paradoja alérgica»

El primer acto describe, por una parte, el primer contacto y la penetración en el


organismo de un cuerpo extraño normalmente inofensivo, el alérgeno. Por otra parte,
nuestro sistema inmunitario de defensa interviene rápidamente para trabajar sin
descanso y con discreción tratando de identificarlo y eliminarlo. Es la fase muda de
sensibilización o de identificación del agresor.
Este primer acto tiene la particularidad de interpretarse por completo en la
sombra, entre bastidores. El sistema inmunitario de defensa puede compararse a una
especie de ejército secreto donde todas las órdenes se dan en voz baja y a oscuras,
para no perturbar la paz y la serenidad de nuestro día a día. Durante esta fase de
sensibilización, las órdenes inmunitarias responden al siguiente imperativo: visto y
no visto. Podemos sentirnos sumamente perturbados con sólo imaginar el número
increíble de operaciones especiales de este tipo efectuadas por los agentes secretos
inmunes —los linfocitos B y los macrófagos— particularmente entrenados para este
tipo de intervenciones.
El segundo acto describe un gran cambio en la trama de esta obra con la
aparición en escena del ataque de alergia. En cuanto aparece el alérgeno en el
escenario, la totalidad del discreto sistema subterráneo de defensa invade el
decorado como si fuese más urgente y biológicamente mucho más «rentable»
interpretar el espectáculo a la vista de todos. En primer plano se instalan los
linfocitos B y los macrófagos, todos muy inspirados y ayudados por los plasmocitos
y los basófilos. Declaman a viva voz y sueltan manu militari su discurso,
esparciendo por doquier su artillería pesada frente a un público asombrado y
sorprendido ante tal demostración de fuerza. Los espectadores admiran por fin las
volutas de las inmunoglobulinas paralizantes y petrificantes de tipo E y los géiseres
de histamina que se derraman sobre el escenario, ahogando los últimos edemas. Aquí
las órdenes inmunitarias comunican el siguiente imperativo: esto tiene forzosamente
que verse, oírse y olerse. De hecho, es una especie de escándalo inmuno-político
revelado y desplegado a pleno día, en la plaza pública, tal y como saben hacerlo
ciertos periódicos sensacionalistas. Es la fase de hipersensibilidad alérgica o fase
de detención y neutralización del agresor.
Es fácil imaginarlo: en la tranquilidad de la vida diaria, de golpe, sin previo
aviso, un verdadero fuego de artificio se desencadena por medio de un pequeñísimo
granito de polen, de una sola molécula de café, de un pequeño bocadito de pan, de
algunos átomos de agua, de un rayito de sol, de algunos nanogramos de metal barato,
de un pelo de gato, de perro, de caballo o de camello, de una céntima parte de
salmón noruego, de una milésima parte de gamba del Atlántico o de cangrejo, de una
millonésima parte de fresa, de una pequeña bocanada de humo, de una sola partícula
de perfume, de un ácaro minúsculo o de un mordisquito de chistorra.

¿Pero por qué todo eso?


2

Otras versiones de la alergia

No se trata aquí de detallar las demás versiones existentes. A título informativo,


les recuerdo que para las medicinas holísticas, como son la homeopatía, la
acupuntura o las teorías generales de salud como la naturopatía, el «terreno» es el
rey. No cualquier persona desarrolla una patología alérgica, y por esta razón los
facultativos que utilizan estos métodos proponen «tratamientos de fondo». Debo
reconocer después de quince años de práctica «alternativa», que estos tratamientos
se muestran bastante eficaces en ciertos casos y sería una lástima dejarlos de lado.
Pero, siendo como soy un eterno insatisfecho, me hago constantemente las mismas
preguntas:
¿Por qué tal persona desarrolla esta precisa enfermedad y no una distinta?
¿Qué significado tiene el síntoma alérgico y cuál es su sentido?
¿Por qué un simple y común alérgeno —tal como un diminuto grano de polen, una
sola molécula de café, un bocadito de pan, un minúsculo ácaro o un trocito de
chistorra— puede provocar tales fuegos de artificio con todos sus disparos de
estornudos, de tos, de ataques de picores o de dolor, de choques e incluso algunas
veces de muertes bruscas?
¿Por qué el sistema inmunitario, normalmente tan discreto, encuentra más
apropiado llamar la atención de esta manera? ¿No querrá de este modo
prevenirnos de algún peligro?
Les pido que recuerden esta frase:

La crisis alérgica significa: «¡Cuidado, peligro, hay riesgo en la morada!»

Tal y como vamos a demostrar, la versión psicosomática no se limita únicamente


a la presencia del alérgeno y a sus consecuencias fisiológicas. Va mucho más allá,
pues este elemento perturbador no es más que un simple testigo desencadenante de
una primera situación conflictiva y desestabilizadora, vivida con anterioridad y
ocultada entre las capas más o menos profundas del inconsciente. La curación pasa a
menudo por sacar a la luz esta primera confrontación conflictiva que reencontramos
a menudo en el historial emocional de los acontecimientos acaecidos a lo largo de la
vida del individuo. Les propongo ir a su encuentro, pero antes quisiera evocar una
versión que tiene más de cien años, la versión freudiana.
La versión freudiana de la alergia

Pues sí, tenemos una interpretación, muy notable, dictada a principios del siglo xx
por el mismísimo maestro del inconsciente, Sigmund Freud. Por cierto, aún me
pregunto por qué no se enseña con claridad en la facultad de psicología y de
medicina. ¡Es tan simple y lógica! Para poder presentarla, les propongo leer las
palabras de nuestro amigo Jean Platon, psicólogo clínico, recientemente formado en
clínica psicosomática.
«Todo ocurre como si estas sustancias, en principio no tóxicas para el cuerpo
humano, fueran percibidas como peligrosas. Le sigue una reacción de defensa no
sólo excesiva sino completamente fuera de lugar. Por ejemplo, nuestro cuerpo no
tiene, a priori, por qué defenderse habitualmente del polen, una sustancia
considerada entre las más naturales y que simboliza el renacimiento (la primavera),
la reproducción (la sexualidad) y también la vida.
»El fenómeno alérgico consiste ante todo en una defensa, ciertamente desplazada,
pero que protege la integridad del individuo adaptando su organismo a la realidad de
la vida diaria. Una pregunta fundamental surge entonces: ¿por qué el individuo se
protege de esa manera?
»Se protege de esa manera excesiva y desmedida porque ha perdido el
sentimiento natural de seguridad en el mundo que lo rodea. El polen, el polvo, los
pelos de animales, los alimentos y otras sustancias consideradas alérgenas son parte
integrante de nuestro entorno. Nos volvemos alérgicos cuando percibimos como
hostil algo que debería sernos familiar. La alergia está a menudo basada en un
miedo, una inquietud, un recelo o un temor —todos inconscientes—, que no tienen
ninguna relación directa con el alérgeno.»Desde el punto de vista puramente
psicológico, esta manifestación estaría vinculada con lo que Freud clasificó, dentro
la lógica general del sistema psíquico de defensa, como represión, transferencia
asociada al desplazamiento y al mecanismo de proyección.
»La represión representa uno de los mecanismos de defensa más utilizados: un
acontecimiento desestabilizador que sigue sin haber sido asimilado psíquicamente
puede ser una fuente de sufrimiento moral, y por ello se ha ocultado por completo a
la memoria. Se acomoda entonces en las profundidades del inconsciente con el fin de
no sacudir la conciencia en caso de presentarse nuevamente.
»La transferencia del síntoma evoca el desplazamiento y la proyección. Gracias a
estos tres elementos, vamos a focalizar nuestra atención consciente sobre otro objeto,
bastante anodino —el alérgeno— para no perturbar nuestra conciencia con
sentimientos originales de inestabilidad, de inquietud o de miedo. El mecanismo de
proyección nos permite así referirnos a un verdadero culpable, a un auténtico cabeza
de turco: el alérgeno. De esta forma, nuestra conciencia se tranquiliza.
»En resumen: el síntoma alérgico es la señal de una vivencia emocional, fuente de
desestabilización, que se ha vuelto inconsciente por un proceso de represión y ha
sido desplazada por proyección sobre un elemento periférico, anteriormente neutro y
anodino: el alérgeno.
»Esta teoría me ha ayudado mucho a comprender el fenómeno alérgico y la utilizo
desde hace años. La clínica psicosomática la completa maravillosamente.»

En efecto, el análisis psicosomático del fenómeno alérgico está en su mayor parte


relacionado con la versión freudiana centrada alrededor de la represión del episodio
desestabilizador, del desplazamiento del síntoma y de la proyección sobre el
alérgeno, nociones que nos vamos a encontrar a menudo en esta obra. La versión
psicosomática va todavía un poco más lejos cuando describe los mecanismos psico-
cerebro-orgánicos íntimamente vinculados a este fenómeno. Esta versión se encuadra
dentro de una lógica del sentido común y se hace evidente para cualquier persona
«abierta», tal y como lo testifican las numerosas y rápidas mejorías, e incluso las
curaciones, registradas hasta la fecha por los facultativos formados en esta nueva
disciplina. Desplacémonos sin reprimir nuestro sentido común y vayamos a su
encuentro.
La versión psicosomática de la alergia,

«el aviso del recuerdo desagradable de la primera vez»

Es evidente que existen notables correlaciones entre la versión tradicional y la


versión biológica. He querido empezar a describir esta nueva manera de ver el
fenómeno alérgico dando pequeños pasos, para poder así aprovechar plenamente las
interpretaciones y las conclusiones expuestas para cada caso clínico en la segunda
parte. Retomemos desde el principio. Hemos señalado ya que existían dos etapas en
la génesis de una alergia:
La primera se refería a la fase «muda» de sensibilización o de identificación del
agresor, durante la cual los macrófagos identificaban el alérgeno y lo destruían.
La segunda describía el fenómeno de hipersensibilidad alérgica «ruidosa», o de
neutralización y detención del agresor, desencadenada por la intrusión del alérgeno y
que ponía en marcha una reacción excesiva e inadaptada del sistema inmunitario,
solicitando la aparición de linfocitos B, plasmocitos, basófilos, IgE e histamina.
En medicina psicosomática buscamos circunstancias y causas más
«psicológicas»1 para explicar este fenómeno. Curiosamente, en la clínica
psicosomática nos volvemos a encontrar con estas dos etapas distantes en el tiempo
y en medio de las cuales se intercala otro sistema de defensa, que ya no es
inmunitario, sino más bien dirigido hacia el lado «psíquico».

La primera etapa silenciosa de identificación del agresor: la


programación de la alergia
Siempre transcurre en silencio y se relaciona con la existencia de un episodio
inicial muy preciso, sacado de la vida del individuo, en el que deja huellas
psíquicas. Durante el mismo, el alérgeno incriminado, que se paseaba por ahí,
vuelve a encontrarse, sin quererlo, en el centro del debate. Respecto a la versión
médica, aparece un matiz importante: no es ya la fase muda de identificación del
agresor sino más bien la fase de identificación de la agresión en sí, durante la cual
ciertos parámetros van a ser registrados y memorizados.

El papel del mecanismo de defensa psíquica


Durante esta primera fase desestabilizadora, el mecanismo psíquico de defensa
hace intervenir prioritariamente el mecanismo de represión ya mencionado. Además,
este incidente psíquicamente importante posee la particularidad de haber sido más o
menos soterrado en el inconsciente de la persona alérgica, con el fin de que no se
desestabilice posteriormente en el supuesto de una eventual reaparición.

La segunda etapa ruidosa de aviso del recuerdo desagradable


del primer episodio desestabilizador: el desencadenamiento
de la alergia
La crisis alérgica propiamente dicha no es más que una nueva confrontación con
este mismo alérgeno que podríamos calificar de simple «representante» del episodio
desestabilizador inicial e inconscientemente ocultado. A la manera del complejo
molecular anticuerpos-antígeno de la versión tradicional, podríamos también
describir la formación de una especie de «complejo psíquico» en el cual se asocian
«el episodio inicial impactante y el alérgeno» para formar un dúo indisociable que
completaremos pronto.
De esta forma, más adelante el alérgeno, siempre unido a una situación de peligro
anteriormente vivida como tal, sólo sería el simple desencadenante de la reacción
excesiva del organismo —la crisis alérgica— puesto que este mismo acontecimiento
y las vivencias emocionales vinculadas a él, se arriesgarían a volver a la superficie
consciente y desestabilizarían aun más la vida cotidiana del individuo en cuestión.
En otros términos, el alérgeno es una simple advertencia de un peligro inminente,
conocido pero ocultado. Por esta misma razón la clínica psicosomática interpreta la
alergia como «el aviso del recuerdo desagradable de la primera vez». Sin duda, es
absolutamente necesario desarrollar estas ideas.
En cuanto a la cronología pueden darse todas las posibilidades. Así, entre las
dos etapas puede transcurrir un breve instante o pueden pasar varios años. Este
hecho explica a menudo la dificultad, por una parte, de rastrear la fuente conflictiva
original pues el episodio inicial queda bastante lejano en la biografía de la persona
afectada. Por otra parte, la represión del episodio anterior en el inconsciente se
refuerza todavía más puesto que este último se desplaza hacia atrás en el historial
del individuo y, de hecho, le impide con mayor fuerza volver en la actualidad a la
conciencia.
Veamos ante todo la primera etapa, el episodio inicial impactante, y después lo
que éste es capaz de desencadenar a través de la tríada «psico-cerebro-orgánica», y
para terminar, el papel preciso del alérgeno.
El episodio inicial impactante
Personalmente, veo las cosas de esta manera. En función del origen interno o
externo de las agresiones a las cuales estamos expuestos cada día, disponemos de un
doble sistema de defensa: el sistema biológico y el sistema psíquico.
El sistema biológico/celular de defensa, o dicho de otra manera, el sistema
inmunitario, está compuesto de todo un arsenal de células y de moléculas
bioquímicas. Como ya se ha dicho, este sistema nos protege de las agresiones
microbianas o de cualquier otro elemento exterior, como los alérgenos que detecta
tan pronto penetran en el organismo, memorizándolos en el seno de ciertas células
especializadas, como los macrófagos. Es la memoria celular. Gracias a ella,
evitamos numerosas infecciones y además la utilizamos en el tratamiento de
desensibilización alérgica y en la vacunación.
El sistema psíquico de defensa, por su lado, nos protege de todas las agresiones
interiores esencialmente representadas por los demonios encerrados en nosotros
mismos. Posee sus propias leyes y su propio funcionamiento, que Sigmund Freud y
sus sucesores han tenido el mérito de dar a conocer hace ya más de un siglo.
Para empezar, nuestro psiquismo registra, en cuanto aparecen, todos estos
episodios considerados por el individuo —según sus propios criterios— positivos o
negativos. El resultado es la formación de una memoria psíquica la cual,
contrariamente al sistema inmunitario perfectamente conocido y estudiado en detalle,
no ha desvelado todavía su posición exacta, la que ocupa aparentemente en el
cerebro. ¿Dónde exactamente? No lo sé. Si alguien conoce el lugar preciso, ¡que me
lo diga!
Nuestra vida está en cierta forma salpicada por numerosos episodios más o menos
impactantes. Podemos clasificarlos dentro de dos categorías en función del tipo de
experimentados y de las emociones que han engendrado: los buenos y los malos
recuerdos. Poseen la particularidad de haber sido grabados e incorporados en
nuestra memoria mental y pueden volver a surgir en cualquier momento o ser
condenados a permanecer más o menos escondidos eternamente gracias a una
permeabilidad directiva y selectiva de nuestro sistema de defensa. Vamos a detallar
un poco más esta permeabilidad.

Los «buenos» recuerdos


Los acontecimientos simpáticos o felices y las sensaciones satisfactorias
generalmente están en relación con el nacimiento deseado de nuestros hijos, con
nuestra boda, con nuestros éxitos o nuestras «primerísimas veces agradables», como
puede ser nuestro primer amor verdadero. Esta lista no es exhaustiva y se pueden
seguir añadiendo líneas y líneas, ¿verdad?
Este tipo de recuerdos pueden emerger con toda facilidad emerger a la superficie
en nuestra vida cotidiana. En efecto, generalmente no presentan ningún peligro y
hasta nos proporcionan sentimientos de plenitud, bienestar, beatitud, agrado, relax,
euforia, alegría, comodidad o felicidad. Algunas veces se presentan con regularidad
con el fin de disminuir nuestras preocupaciones cotidianas u ocasionales cuando los
otros —los negativos que sobrecargan nuestros pensamientos— se acercan
demasiado. Cabe tener en cuenta ciertas técnicas de relajación que utilizan la
rememorización de estos buenos momentos para iniciar una exploración de los malos
y así evitar atropellar nuestro sistema psíquico de defensa.

Los «malos» recuerdos


Desafortunadamente existen otros episodios de la vida que se registran en la
categoría del malestar, de la desestabilización, del horror, el temor, el miedo, el
enloquecimiento, el pánico, el pavor, la inquietud, el trastorno, la inseguridad y la
pérdida de referentes o la agitación. Si lo juzga necesario, nuestro aparato psíquico
decide ocultar una parte más o menos importante de los mismos con el fin de no
verse invadido de forma constante y diaria por estos demonios. Para ello
disponemos de una herramienta defensiva y fundamental que es la represión, que ya
hemos evocado y que vamos a complementar porque conocerla mejor nos evitará
quedar atascados en la rotonda de la Alergia.
La actividad diaria favorita y preferida de la represión es impedir que estos
malos recuerdos se infiltren en las capas superficiales de nuestra conciencia. Para
ello, los vigila de muy cerca a la vez que, si es necesario, los mantiene en las
profundidades de nuestro inconsciente. Puede decirse que, gracias a la represión,
vivimos una vida llena de buenos momentos.
Algo más sobre la represión: ¡es incorruptible! Como los guardias de su Majestad
la reina de Inglaterra, permanece impasible, a pesar de las sonrisitas o de las
monerías que le hagan. Asimismo, no puede ser sobornada con dinero contante y
sonante. En cambio, puede mostrarse más flexible si siente que estamos preparados
para escuchar sus mensajes y poder así ver disminuida su labor de carcelero. En este
caso y de vez en cuando, se permite liberar algunos episodios presos hasta ahora en
su fortaleza interior. Porque claro, sólo pide una cosa: ayudar al máximo para que
nuestra vida esté más en acorde con nuestras ideas. En el fondo, ¡no es tan mala
como parece!Bueno, ¡a lo que íbamos! En cuanto a la alergia, buscamos ante todo en
el vivero de los episodios re-sentidos como negativos, para desalojar un episodio
desestabilizador que podría estar en el origen del desencadenamiento de los
síntomas. Como se darán cuenta al leer los casos clínicos, en casi todas las historias
de alergia existe tal o cual episodio más o menos oculto hasta la fecha.

Primera observación sobre el término «psicológico»


Este episodio inicial puede estar relacionado con todos los campos de la vida
cotidiana y no tiene estrictamente nada que ver con la psicología llamada «clínica»
que se enseña en la universidad. Aquí, no se trata de Edipo, de Electra, de
sexualidad infantil, del yo, del superyo, del yo ideal, o del ideal del yo. Aquí, se
trata de la preocupación mental o de la rumia y, utilizando un lenguaje más coloquial,
suelo hablar a mis alumnos o a quienes me consultan de «comerse el coco». Por esta
razón prefiero el término más general de «psíquico». Los relatos que siguen hablan
más bien de separación brutal, de encierro en un internado, de ausencia del padre o
de la madre, de accidentes, de ahogo, de la tristeza del recién nacido dejado en una
guardería, de peleas más o menos violentas, de muertes y de duelos imposibles de
llevar a cabo, de abortos de ayer todavía problemáticos hoy, de agresión no
forzosamente sexual, de amor frustrado, de niños jugando a médicos, de hostias que
ahogan, de medicamentos, de contrabando, de alcohol o de tabaco.

Segunda observación relativa al «complejo psíquico»


completo: «episodio inicial desestabilizador-alérgeno-
emoción»
«La vida no vale nada si se la vive sin amor» decía Serge Gainsbourg en su
famosa canción La javanesa. La clínica psicosomática retoma este verso por su
cuenta y añade: «y sin… emociones».¿Qué es lo que nos hace vibrar, estremecer,
latir el corazón o verter algunas lágrimas? Nuestros sentidos son capaces de percibir
numerosas imágenes visuales, sonoras, olfativas, táctiles o gustativas, sean
agradables o no. Gracias a nuestros ojos podemos descubrir maravillosos paisajes o
atroces imágenes de guerra. De la misma manera nuestros oídos nos permiten oír
armoniosas melodías o gritos espantosos…
Por tanto, en base a nuestros propios criterios, un acontecimiento cualquiera de
nuestra vida diaria podrá revestir aspectos totalmente diferentes en función de las
emociones que lo acompañan. Nuestras sensaciones son únicas y es importante saber
que no todo el mundo se ve afectado de la misma manera. Volveremos sobre este
punto.
En resumen, existe el complejo orgánico de la alergia representado por la pareja
indisociable «antígeno-anticuerpo». Esta pareja está en el origen bioquímico del
ataque alérgico que ya hemos explicado. Paralelamente debemos describir en detalle
el famoso complejo psíquico de la alergia. Éste está compuesto de tres elementos
unidos e igualmente indisociables: «episodio inicial desestabilizador-alérgeno-
emoción».
Vamos a verlo más de cerca describiendo las circunstancias precisas durante las
cuales el episodio inicial, el alérgeno y la emoción se han encontrado y han pactado
para lo bueno y para lo malo formando un trío inseparable. Para ello, nos vemos
obligados a desarrollar un tema de suma importancia pues se encuentra en el corazón
mismo del fenómeno alérgico y, por extensión, en una parte fundamental de la
génesis de la mayoría de las enfermedades. ¡Ni más ni menos!
Entremos pues a conocer la segunda etapa: la tríada «psico-cerebro-orgánica».

La tríada «psico-cerebro-orgánica»

En realidad, la versión psicosomática de la alergia se centra esencialmente


alrededor de esta tríada. Entre todos los acontecimientos grabados y presentes en
nuestra memoria desde nuestro nacimiento, sólo la exploración y el análisis de
algunos de ellos nos interesarán a lo largo de nuestra encuesta psicosomática. Para
acercarnos más a la realidad clínica y terapéutica, hay que decir que no cualquier
situación destacable está en el origen de una alergia o de una enfermedad. En verdad,
para que la «mayonesa» de la alergia suba correctamente, la experiencia clínica
diaria demuestra que la presencia de ingredientes específicos llamados «psico-
cerebro-orgánicos» es absolutamente necesaria. Pasemos pues a la cocina de la
patología, para saborearlos dentro de un orden y empecemos primero por el
componente «psíquico» antes de probar el «cerebral» para pasar después al
«orgánico».

El componente psíquico de la tríada


El psico-choque emocional desestabilizador o el Big Bang
psico-emocional
Para abrir el apetito, he nombrado el primer componente de esta tríada el «psico-
choque emocional desestabilizador», o P-CED para los íntimos. Lo volveremos a
encontrar regularmente en el centro de los debates y en la mayoría de los relatos de
alergias. Por lo tanto, los invito sinceramente a que se familiaricen con el término
yendo al detalle de cada una de las palabras que lo componen —psico, choque,
emocional y desestabilizador— y partiendo de las definiciones del diccionario. Para
amenizar estas palabras, tomaremos el ejemplo de una situación de separación
clásica donde la señora informa al caballero que ha decidido marcharse para ir a
vivir con su amante.

¿Qué es un psico-choque emocional desestabilizador?

«Psi» viene de «psíquico» y no de «psicológico». En efecto, como lo indicaba


anteriormente, aquí no se trata de psicología clínica pues en realidad, cuando un
elemento desestabilizador aparece en nuestra cotidianidad, es nuestro psiquismo el
que primero se ve afectado. Podríamos, en lugar de «psiquismo», hablar de «moral».
Este hombre podrá, en función de sus propios criterios, ser alcanzado en toda su
estructura mental, en su estado de conciencia, en su comprensión y en su disposición
a soportar tal acontecimiento. Todo ocurre siempre en la cabeza. En cambio, la
moral de su vecino de escalera o de su colega, que no están relacionados con el
asunto, no se verá tan afectada.
«Choque», por definición, significa la repercusión y las consecuencias indirectas
de un acontecimiento que produce una convulsión. También hace aparecer una
emoción repentina, violenta e inesperada, la cual puede abrir una herida moral que
se verá incrementada con el tiempo. Todo ello porque no lo esperábamos en
absoluto. Aquí, puesto que la señora no fue muy delicada a la hora de comunicar la
noticia, el grado de estrés del caballero dio un salto de intensidad cuando llegó a sus
oídos la frase juzgada por él asesina. ¿No se dice normalmente estar en «estado de
choque»? Veremos más adelante su traducción neurofisiológica y la plasmaremos en
un esquema básico bastante fácil de comprender.
«Emocional» expresa una alteración soportada o una agitación causada por un
intenso sentimiento de miedo, de sorpresa o de aprensión. Al lado de «emoción» yo
agregaría «sensación» y «re-sentido». Les recuerdo que estamos en el corazón
mismo de un acontecimiento interpretado a partir de nuestros propios criterios y que
juzgamos como bastante desestructurante. Por lo tanto, en el momento del psico-
choque, este hombre podrá describir ciertas sensaciones o re-sentidos que se
colocarán en el primer plano de su preocupación mental y de su rumia: desgarro,
cólera, rabia, exasperación, irritación, resentimiento, tormento, rencilla, tristeza,
pena, molestia, decepción, disgusto, contrariedad, amargura, rencor, pesadumbre,
sufrimiento, disgusto, odio, abatimiento, temor, miedo, inquietud, problemas,
preocupación, molestias o desencanto.
«Desestabilizador» significa simplemente «que desestabiliza». Mirémoslo más
bien desde el lado de la «estabilidad mental», la cual ilustra el hecho de tener una
moral sólida y firme, que no vacila, y cuya conducta se ve marcada por la
constancia, la permanencia y el equilibrio. Pero en este caso, después de recibir esta
información repentina y totalmente inesperada, la moral del señor X más bien
vacilará y esta desestabilización afectará en gran parte sus certezas. Existe un factor
adicional que no debe despreciarse: este señor no puede vanagloriarse de lo
sucedido en su entorno y por lo tanto guardará todos sus «re-sentidos» en el fondo de
sí mismo. Como dice la famosa frase, «Todo lo que no se expresa fuera, se imprime
dentro».
Para completar el tema, esta desestabilización posee algunos sinónimos que sería
desafortunado dejar de lado: sobre-estrés, sinsabor, fragilización, desestructuración,
convulsión, confusión, desorden, caos, desbarajuste, trastorno, revolución, embrollo,
vergüenza, malentendido, derrumbamiento o perturbación.

Tentativa de definición del psico-choque emocional


desestabilizador
¡Cuidado! En esta tentativa de definición todas las palabras revisten importancia.
Para ello nos valdremos de los ejemplos clínicos, cuya lectura las ilustrarán cada
vez.
En la vida diaria, después de un período de calma relativa, en un instante muy
preciso sobreviene bruscamente y de manera sorpresiva una información imposible
de compartir con los demás en el momento de los hechos y que conllevará una
profunda desestabilización en la forma de un estrés incontrolable.
En otros términos, es un verdadero Big Bang psico-emocional.

El psico-choque emocional desestabilizador del señor X


cuando su mujer lo deja de repente

Hasta que su mujer se lo comunicó, el señor X sentía una calma interior relativa.
En un momento preciso, su vida se desbarajusta bruscamente y de forma inesperada
por la intrusión de esta información desestabilizadora para su forma de pensar y que
él no puede expresar.
Nota: nuestra capacidad para encauzar las olas emocionales invasoras de nuestra
economía mental varían de un individuo a otro en función de cierto número de
criterios, principalmente representados por la maduración de nuestro sistema de
defensa. Por ello, un niño será más vulnerable a ciertas palabras o regañinas
mientras que esas mismas palabras de reprimenda no tendrán efecto en un adulto.
Aquí la educación y el entorno familiar en el cual hemos crecido tienen una gran
importancia. De igual manera, un adepto a la relajación, al budismo zen, a la
meditación o, simplemente, un carácter calificado de «positivo» será menos
propenso a sufrir una desestabilización mental, sin por ello estar vacunado contra
todas las ofensas repentinas e inesperadas.
Veamos ahora lo que ocurre en el instante mismo del psico-choque.

El componente neurofisiobiológico de la tríada


La gestión neurofisiológica del sobre-estrés

En mi curso general de clínica psicosomática, cada vez que toco este tema, me
veo obligado a evocar el estresograma que los lectores de mis primeras obras
conocen bien. Aquí, me gustaría simplemente adelantarme a las siguientes preguntas:

¿Qué ocurre en el ámbito neurofisiobiológico en el momento


del psico-choque?

Esta parte del planteamiento no está muy divulgada en el mundo de la salud y, con
mayor razón, entre el público en general. Por mi parte, la considero la piedra angular
de todo el edificio psicosomático del fenómeno alérgico. Abramos poco a poco esta
puerta de cristal, tomemos los senderos alumbrados por el brillo de mil pétalos
multicolores y adentrémonos en las inmensidades verdes y frondosas donde bosteza
todavía un sol dorado recién salido del sueño de la noche, estirando sus largos y
deslumbrantes rayos para darnos a conocer una luminosa y nueva fisiología
neurobiológica. En cuanto evoco el tema, mi lirismo instintivo surge sin que pueda
yo hacer nada al respeto.
Durante el psico-choque, las instancias psíquicas y neurofisiológicas cerebrales
graban una subida repentina de la intensidad del estrés —de la desestabilización o
del disgusto— re-sentido por la persona afectada. Podemos hablar entonces de un
«sobre-estrés» pues esta intensidad sobrepasa vivamente las normas propias de esta
persona.
Se puede imaginar fácilmente: en un instante dado y preciso en el tiempo, la curva
del estresograma llega, sin avisar, a unas cimas jamás alcanzadas. En mi curso,
hablo a menudo del Scud en honor a este tipo de misil que llega sin ser invitado y
que produce muchos daños. Por añadidura y para que mis alumnos me entiendan,
utilizo también un verbo creado para la ocasión «scudefiar» o bien su participio
«estar scudefiado». Aquí tenemos el estresograma básico del hombre de nuestro
ejemplo «scudefiado» por su mujer.
Sobrepasar el límite superior de tolerancia representa la llave
que nos abre las puertas de las tierras misteriosas de la
clínica psicosomática

¿Por qué el estresograma consigue alcanzar estas cimas?

La experiencia clínica fundamentada en la escucha de miles de historiales nos


demuestra la existencia de tres grandes ámbitos que pueden influir profundamente en
nuestro ámbito mental y así desestabilizarnos de una u otra forma. Por orden
creciente de frecuencia hemos precisado su impacto sobre la intensidad de nuestra
tensión psíquica. De hecho y dentro de cierta lógica, se corresponden con nuestras
esferas de intereses colocándose en sitios cada vez más cercanos a nuestra más
profunda intimidad. Algunas veces pueden tan sólo rozarnos y otras nos impactan
profundamente.
Los acontecimientos lejanos pueden estar representados por guerras, catástrofes
naturales o ecológicas. Como se sabe, sólo ciertas personas se sentirán fuertemente
tocadas por un chapapote, un terremoto en Turquía, en Irán o en Argelia, o un tsunami
en Asia. Claro que nuestro corazón no es de piedra y nos vemos profundamente
afectados. Esto puede empujarnos a participar en la ayuda internacional pero, si
miramos más de cerca, nuestra economía psíquica no se siente afectada en lo más
profundo de nosotros mismos. Es muy raro que se desencadene un seísmo psíquico a
la vista de un pájaro recubierto de petróleo, de una casa destruida o de un carro de
combate echando chispas. En cambio, cuanto más nos acercamos a nuestro ombligo
psíquico —nuestra intimidad y lo que atañe a nuestro corazón— más posibilidades
tenemos de vernos desestabilizados.
El campo profesional empieza ya a tomar posición sobre la línea de salida de la
enfermedad. El paro, las desvalorizaciones, los cambios de puestos de trabajo
deseados o no, las incertidumbres, las rivalidades entre colegas o las órdenes
inoportunas de jefes de empresa pueden estar en el origen de una enfermedad en
general y de una alergia en particular. Todo el mundo estará de acuerdo en decir que
este campo representa para todos una fuente de desequilibrio psíquico.
Vayamos ahora al depósito más grande de Scuds: el ámbito afectivo
El ámbito afectivo representa por sí solo la reserva más grande de
desestabilizaciones que nos llevará a la puerta del médico alergólogo. Son testigos
de ello la mayoría de los casos clínicos que tendrán la posibilidad de descubrir más
adelante. Una sola palabra podría resumirlas: drama. Porque es casi siempre
alrededor de un drama, de una información que lo desbarajusta todo o de una
situación re-sentida como dramática, que se construyen los cimientos de una
enfermedad.
Por añadidura, nuestro grupo de investigación clínica ha destacado y clasificado
todos estos dramas en tres categorías distintas para que podamos ver mejor cada
caso particular.

1. Los dramas biográficos primero conscientes y después reprimidos en el


inconsciente: son los psico-choques emocionales desestabilizadores inscritos
en la biografía de la persona desde su nacimiento. Ha sido afectada en lo más
profundo en un momento dado de su vida y por medio de los mecanismos de
defensa del aparato psíquico —la represión, entre otros— lisa y llanamente los
ha escondido con el fin de no desestabilizarse de nuevo. Esta represión
defensiva puede ser más o menos importante. En las alergias, esta categoría es
la más visitada. Nos encontraremos de nuevo con los Scuds de la separación
brutal, de la muerte, de los duelos imposibles de hacer o, simplemente, con
episodios de la vida diaria, como pueden ser las marginaciones dentro de la
familla, las disputas explosivas o soterradas, el alcoholismo, los tocamientos,
las violaciones, los incestos, etc.
2. Los dramas totalmente inconscientes ocurridos durante nuestra estancia
intrauterina: es la noción de proyecto/sentido que desarrollaremos en la
segunda parte para ilustrar ciertos casos.
3. Los dramas transgeneracionales totalmente inconscientes: pertenecen a
nuestra historia familiar y los individuos están simplemente vinculados a los
personajes que se han visto profundamente afectados en su época. Algunas de
las historias relatadas ilustran la existencia de esta memoria genealógica.
Abordemos ahora el corazón del corazón de la nueva neuropsicofisiología que
propone la clínica psicosomática.

La reacción neuropsicofisiológica propiamente dicha

Describe los mecanismos más íntimos de la génesis de la alergia. Como ya hemos


visto, la fase silenciosa de sensibilización o de identificación del agresor en la
medicina clásica se transpone, en clínica psicosomática, a una fase de identificación
de la agresión en sí misma. De ahí la importancia que puede llegar a tener en el seno
de esta nueva teoría. Personalmente, he quedado anonadado por su precisión a
medida de que la iba comprobando en mi práctica diaria.

Cerebro e inconsciente biológico


Sin ser especialistas en la materia, podemos de todas formas pensar que la teoría
de la evolución de las especies ha desembocado en un sistema fisiológico de
funcionamiento donde, para algunos, el cerebro es el monarca absoluto. En efecto,
una persona con una sola pierna o sin ninguna de ellas, un ciego, un sordo o
cualquier otro lisiado físico, puede vivir, pensar o soñar gracias a la integridad de
este órgano central. Por mi parte, prefiero más bien confiar este papel principal a
nuestro inconsciente biológico, el cual evidentemente habita el mismo lugar, el
cráneo. De hecho, todo esto no es más que una simple visión de las cosas y saber
quién de los dos dirige las operaciones no tiene mayor importancia. Lo que es seguro
es que todo ocurre bajo la bóveda celeste que representa nuestro cráneo.
A la espera de nuevas teorías, hoy se piensa que este inconsciente biológico se ha
formado progresivamente en el curso de épocas anteriores y particularmente desde
hace unos cientos de miles de años. Por medio de experiencias sucesivas, se ha
moldeado alrededor de una palabra clave para poder presentarse tal como es en la
actualidad. Esta palabra clave es «supervivencia». De todas las experiencias
pasadas, sólo se ha quedado con las que le han permitido el mantenimiento de la
vida sobre la tierra a través de los mecanismos de adaptación. El estudio del
comportamiento de nuestros amigos los animales es la mejor prueba de ello.
Una pequeña observación interesante: este inconsciente biológico tiene un amigo
íntimo el inconsciente psicológico, mal revestido de varios nombres tales como
freudiano, lacaniano, junguiano, etc. Por mi parte pienso que se codean a menudo,
pero ésa es otra historia que podrán leer en cuanto tenga tiempo de aplicarme a ella.

El papel del inconsciente biológico


Pero, por cierto, ¿qué hace a lo largo de todos los días y de todas las noches?
Supervisa y toma las decisiones que se imponen cuando una situación lo requiere y
lo hace simplemente para protegernos. Pierre Mendès France se inspiró seguramente
en él cuando decía: «Gobernar es elegir y decidir». Veamos cuáles son sus
actividades, sus elecciones, sus decisiones.
¿Saben que un número incalculable de reacciones, de operaciones de toda índole,
se efectúa en cada instante sin que nos demos cuenta o nos preocupemos por ello?
Unos «controladores cerebrales» de todas clases revisan sin pausa sus pantallas con
el fin de avisar a las instancias superiores de cualquier modificación inadecuada o
imprevista que pudiese afectar a los parámetros que están encargados de verificar
con el fin de supervisar la evolución de los mismos en cada momento.
Por ejemplo, usted ha preferido apagar el televisor o la radio y está cómodamente
instalado en la butaca, con este maravilloso libro en una mano y un aperitivo en la
otra. El controlador del ritmo cardíaco no se extraña cuando visualiza, dentro de
unos límites razonables, los latidos de alegría que le proporciona la lectura. El
encargado de controlar su tono muscular se adormece ante tal flojedad en la
musculatura de las piernas. El controlador de la actividad intelectual está
complacido pues registra picos de descubrimientos y de total satisfacción, ¿verdad?
En cambio, el que está a cargo de controlar el nivel de alcoholemia empieza a
inquietarse seriamente.
Hay que tomar nota de que cada pantalla de control está provista de un botón de
urgencia que el supervisor debe accionar obligatoriamente en el caso de que las
constantes llegasen a sobrepasar los umbrales fijados por la Dirección. En este caso,
el sistema de alerta se pone en marcha y no es ya cuestión de confiar la gestión de la
crisis a un único controlador. El jefe de operaciones especiales se ve alertado de
inmediato y después de un breve análisis de la situación, pone en marcha decisiones
estratégicas y escoge intervenir con un lema inmutable desde la noche de los
tiempos: sobrepasar los umbrales significa peligro extremo. Y de repente, todo se
pone en su sitio.
El traspaso de los umbrales de tolerancia
Es en este estadio cuando nuestro inconsciente biológico lleva a cabo una
identificación minuciosa de la agresión.
Hay que destacar que durante este psico-choque emocional desestabilizador
nuestro inconsciente biológico moviliza todos sus recursos neurofisiológicos como
si estuviese en un estado de alerta máxima, como si se encontrara en situación de
extremo peligro. En consecuencia, graba todos los parámetros presentes en este
instante preciso con la ayuda de los órganos de los sentidos y del pensamiento, como
si existiese una especie de Ministerio de Información a cuya sede llegasen todos los
datos. Por lo tanto, durante este paro de imagen se memorizan perfectamente varias
bandas de registro que llamaremos, en nuestra jerga, «raíles» del psico-choque.
Vamos a ver en detalle este punto primordial sin por ello ser exhaustivos.

– La banda de sonido graba todo lo que oímos: los ruidos, las voces o los
gritos con sus frecuencias, entre otras cosas.
– La banda de vídeo graba todo lo que vemos: el paisaje, los colores, el lugar,
los protagonistas, el tiempo, lo que estamos leyendo, etc.
– La banda olfativa graba todo lo que olemos por la nariz: los olores claro
está, pero también todos los elementos en contacto con la mucosa nasal tales
como el polen y el polvo, entre otros.
– La banda gustativa graba todo lo que está en contacto con nuestra boca, lo
que estamos probando, principalmente los alimentos.
– La banda táctil graba todo lo que percibimos a través de la piel, todo lo que
está en contacto con ella.
– La banda pensante graba todo lo que estamos pensando en el mismo instante
del psico-choque y resume en algunas palabras clave lo que calificamos
fácilmente como re-sentido(s).

También hemos observado que nuestro inconsciente biológico puede inscribir


ciertos factores temporales tales como la estación, la fecha exacta, la hora o la edad.
Por último, todas las grabaciones se juntan en un dossier único llamado «Mi
psico-choque emocional desestabilizador», el cual se deposita en un lugar seguro
bajo la bóveda craneal. Podemos igualmente comparar esta grabación con las que se
efectúan en la aviación, donde se guardan todos los parámetros consignados en cajas
negras durante el vuelo.
Observaciones:

Primero, las grabaciones son de una precisión increíble aunque no tengamos


conciencia de las mismas. Prueba de ello es que un minúsculo grano de polen o bien
algunas moléculas de agua son automáticamente consignadas en nuestra memoria
aunque nos parezca improbable.
Segundo: aunque estos parámetros se hayan grabado perfectamente, algunos
predominan de manera notoria y en la mayoría de los casos clínicos, uno solo se
cuela en primera fila del escenario desestabilizador.
En nuestra jerga, este único elemento destacado se llama «raíl principal»
asociado al psico-choque. Para la biología, este raíl principal es el alérgeno
propiamente dicho, el cual nos lleva al esquema básico siguiente:

¿No les recuerda esto a otras prácticas? A título informativo, los servicios de
la Policía Nacional, los de la Brigada Antiterrorista o del Ejército se inspiran
instintivamente en las prácticas milenarias del inconsciente biológico, ¡excepto la
discreción!
¿Qué ocurre en el momento de un atentado o de un crimen? Se interroga a los
testigos que deben describir todo lo que han visto, oído, comido, sentido con la piel
o la nariz, sin olvidarse de describir las circunstancias del drama así como su(s) re-
sentido(s). Nuestros amigos de Estados Unidos que vivieron la tragedia del World
Trade Center —su psico-choque emocional desestabilizador colectivo— se han
inspirado ampliamente en ello. Han cerrado a cal y canto su territorio nacional y han
querido identificar a todo el mundo con el fin de dar con un eventual terrorista
malintencionado.

El componente orgánico de la tríada:


El edema y su sentido psicosomático

El edema representa por sí solo una gran parte de la afección orgánica durante una
reacción alérgica. Vayamos a su encuentro.

¿Qué es un edema?

Por definición un edema es una acumulación anormal de líquido seroso en los


espacios intercelulares del tejido conjuntivo. Como es sabido, nuestro cuerpo está
constituido por un ochenta por ciento de agua, más o menos. Así que, y en contra de
las apariencias, ¡somos más líquidos que sólidos! Este líquido se reparte
esquemáticamente en tres grandes depósitos:

1. En el interior del los vasos sanguíneos: es el líquido intravascular.


2. En el interior de las células: es el líquido intracelular.
3. Entre las células: es el líquido intersticial que navega en el tejido conjuntivo
y que se encuentra particularmente bajo la piel y las mucosas, entre otras cosas.

Vamos a interesarnos por el último depósito. Nuestros tejidos están más o menos
ahogados en líquido, en proporciones variables, ya se trate de un lugar u otro del
organismo. Un edema puede detectarse en los tejidos mientras el volumen del líquido
intersticial no haya rebasado en un treinta por ciento su valor habitual. Dos causas se
describen normalmente:

1. El aumento de la presión arterial, que invita al suero a salirse de los vasos


sanguíneos para expandirse en los tejidos.
2. El aumento de la permeabilidad capilar.

Esta segunda causa predomina en los fenómenos alérgicos. Cabe recordar aquí las
consecuencias de la secreción de histamina. Decía más arriba: «La histamina
normalmente presente bajo su forma inactiva en nuestro organismo en los mastocitos
y basófilos, actúa sobre los vasos sanguíneos provocando su dilatación y la
aparición de un edema tisular por hiperpermeabilidad capilar». El edema será tanto
más importante cuanto mayor sea la cantidad de histamina liberada. En función de su
localización, veremos aparecer aquí y allá una rinitis alérgica origen de una
disminución del olfato con receptores olfativos anegados, una urticaria con comezón
cutánea, etc. En otros casos, el pronóstico vital puede estar en juego como en el caso
del edema de Quincke, en el que el líquido intersticial invade bruscamente la
garganta pudiendo causar señales de angustia respiratoria, o como en el caso del
choque anafiláctico donde predominan las reacciones cardiovasculares durante el
colapso.

¿Cuál es el significado psicosomático del edema?

Para la clínica psicosomática posee dos significados precisos: primero, el edema


nos permite tomar una cierta distancia con un evento o una situación
desestabilizadora, y en segundo lugar, en relación con el metabolismo del agua en el
organismo, nos encontramos con el significado psicosomático de la función renal de
excreción y la temática de los canales colectores de los riñones.

El distanciamiento
Cada síntoma tiene un sentido muy preciso que adivinaremos gracias a las
consecuencias clínicas y patológicas que conlleva. En la mayor parte de los casos, el
sentido biológico del edema se resume en: «No quiero o no puedo estar en contacto
con… so pena de re-sentir de nuevo un gran sufrimiento.» Veamos varios ejemplos:
En una rinitis alérgica, la señal principal son los estornudos y la desaparición del
olfato. Para nosotros, esta patología significaría indirectamente: «No quiero o no
puedo ya oler algo» para el olfato y «Quiero expulsar algo fuera de mi territorio»
para el estornudo. En presencia de estornudos, nos orientaremos hacia una
problemática donde se desea echar a un intruso del propio espacio de seguridad o de
libertad.
En la conjuntivitis alérgica, el lagrimeo y el picor nos impiden ver
correctamente. Por lo tanto su significado podría ser: «No quiero o no puedo volver
a ver algo desestabilizador». La expresión «perder de vista» retoma aquí todo su
sentido.
En la dermatosis alérgica, el edema engrosa la piel y anega los receptores
cutáneos, lo que biológicamente puede significar: «No quiero o no puedo estar en
contacto con algo o alguien».
Para el edema de Quincke, las principales señales de alarma se sitúan a la altura
de la garganta. Iremos en busca de una problemática de secreto familiar, de algo no
dicho, de memorias de ahogo, de ahorcamiento, de estrangulamiento como el cordón
umbilical alrededor del cuello durante el parto de la persona afectada o de un
ascendiente, entre otras cosas.
En lo relativo al choque anafiláctico, podríamos pensar que estamos ante una
problemática de las más dramáticas, la cual se nos propone elucidar para una
prevención después del paso obligado por la reanimación.
Para estas dos últimas patologías, existen también otros significados más
específicos en correlación con el historial de la persona en cuestión y que sólo una
exploración minuciosa podrá detectar.

El metabolismo del agua y la función renal


Aquí tenemos las palabras clave de esta problemática cuya consecuencia
biológica puede llegar al hecho de conservar agua en el interior del organismo y ser
así una fuente de edemas: sensaciones de haberlo perdido todo, de derrumbamiento
de la existencia, de pérdida de referentes, de existencia marginal, de miedo, de estar
enfrentado a la nada. Por lo tanto, en cada actividad conflictiva donde nos
encontramos con estas sensaciones, el sistema renal impedirá la normal evacuación
del agua. Vayamos a este último punto que nos informará sobre el papel del
alérgeno.

El papel del alérgeno


La ecuación «psicosomatemática» de la alergia

Empecemos por un pequeñísimo recordatorio relativo al complejo orgánico de la


alergia. Está representado por la pareja inseparable «antígeno-anticuerpo» que se
transpone para nosotros en el complejo psíquico de la alergia: «episodio inicial
desestabilizador-alérgeno-emoción». Este complejo ha evolucionado
progresivamente en «psico-choque emocional desestabilizador-raíl
principal/alérgeno».
Por lo tanto, algunos instantes después de este psico-choque o mucho tiempo más
tarde, el individuo puede verse obligado, a pesar suyo, a codearse con uno o varios
de estos elementos que se han clasificado en los archivos de la desestabilización
grabados durante el psico-choque y particularmente con el raíl principal, el alérgeno.
Éste o estos últimos pueden afectar, como lo hemos visto, a todas las categorías de
memoria, sean visuales, auditivas, gustativas, táctiles o auditivas, y al o a los re-
sentido(s) asociados, así como a ciertos factores temporales (fecha, edad, etc.). El
inconsciente biológico, alertado, en su deseo de no ser cogido desprevenido como la
primera vez, desencadena un cierto número de reacciones más o menos fuertes —
particularmente el edema—, lo que llamamos normalmente el «fenómeno alérgico».

De hecho, el alérgeno sólo cumple un papel de recordatorio


del psico-choque emocional original y desestabilizador.
Tal y como lo he mencionado al principio, la crisis alérgica significa «Cuidado,
peligro, hay riesgo en la morada». Por esta misma razón, la alergia representa el
aviso de la inminencia de un peligro, es decir que efectivamente es la solución más
adecuada para prevenir al individuo de su nueva confrontación con una situación que
se memorizó como peligrosa en una experiencia anterior. De hecho, tan pronto la
persona detecta la información asociada —el alérgeno—, su biología intenta
advertirle que no tardará mucho en caerle el cielo sobre la cabeza. La alergia es por
lo tanto como una sirena de alarma de un sistema contra incendio que hubiera
detectado el primer humo representado por la presencia del alérgeno en el entorno.
Para retomar una metáfora informática, tan pronto el alérgeno penetra en el
organismo, intenta abrir el archivo del psico-choque escondido en la memoria del
ordenador que, para evitarlo, preferirá provocar una reacción en cadena que nos
llevará a una avería para así impedirnos leer los elementos descriptivos del
susodicho psico-choque.
Toda esta demostración para llegar a una ecuación de las más simples que se
encuentra en la mayor parte de los casos clínicos.

Sensibilización y programación de la alergia con formación


del complejo
psico-choque emocional desestabilizador original + alérgeno

Hipersensibilización y desencadenamiento de los síntomas


Alérgeno = Recordatorio del psico-choque emocional
desestabilizador original

Desde un punto de vista práctico, el alérgeno es tan sólo un elemento revelador y


nos servirá únicamente como punto de entrada en esta patología cuyo centro
neurálgico es el psico-choque emocional desestabilizador. Por lo tanto y a título de
ejemplo, en el caso de la jovencita alérgica al polen del plátano deberemos ir a
buscar lo que ocurrió exactamente cuando estaba sentada con su pareja en el banco
de los enamorados. La continuación puede leerse en su relato en la segunda parte.
«¿Cuál hubiera podido ser mi propio psico-choque emocional desestabilizador?» y
«¿Con qué situación mentalmente difícil podría estar relacionado mi alérgeno?»
Para terminar, veamos este esquema básico que volveremos a encontrar en la
mayoría de los historiales clínicos que pueden leerse en la segunda parte.
1 Les pido paciencia durante algunas páginas más para después descubrir el
significado de este mismo término para la clínica psicosomática.
SEGUNDA PARTE
Casos clínicos

Con la ayuda de mis alumnos y colegas amigos, he podido reunir numerosos casos
clínicos de alergia que acabaron en una gran mejoría y a veces en una clara curación.
Veamos el programa:

Las alergias y las intolerancias a los alimentos: fresas, café, pato, leche de
vaca, leche de soja, productos lácteos en general, pescado, gambas, cigalas, gluten y
alcohol.
Las alergias a las plantas, a los pólenes y gramíneas: plátano, ciprés, mimosas
y rosas.
Las alergias a los pelos de animales: perro, gato y caballo.
Las alergias a los elementos: agua, sol y metales.
Las alergias domésticas: polvo del hogar, plumas, moho y levadura de cerveza,
ácaros, medicamentos, perfumes y tabaco.
Las alergias oculares: conjuntivitis.
Las alergias de la esfera otorrinolaringológica: rinitis, fiebre del heno, sinusitis
y pólipos.
Los cambios en el modo de vida
Las alergias transgeneracionales

Alergias e intolerancias a los alimentos

Son frecuentes y fuentes de numerosas molestias. La alergia a los alimentos


propiamente dicha se manifiesta muy rápidamente después de la ingesta del alimento
relacionado. Así, la fresa o el marisco pueden provocar una reacción inmediata
después de haber sido absorbidos, la cual puede llegar al choque anafiláctico. En
cambio, la intolerancia a los alimentos se encuentra en el origen de los síntomas más
tardíos, algunas horas después de su consumición. Algunas veces reviste una forma
furtiva debida a una sensibilización oculta y crónica.
Puesto que el principal tratamiento que se propone es preventivo, se trata pues de
evitar la ingesta del alérgeno. Esta eliminación pasa obligatoriamente por una dieta
de evicción, que algunas veces resulta difícil de mantener cuando el alérgeno queda
enmascarado, claramente inidentificable pero potencialmente presente en los
alimentos corrientes. Por lo tanto, eso requiere que las personas afectadas deban
inspeccionar escrupulosamente las etiquetas que indican la composición de los
alimentos, con el fin de desalojar el «alérgeno/culpable», causa de todas sus
pesadillas. Algunos pasarán así más tiempo estableciendo una lista de los
componentes que saboreando el alimento propuesto. Para facilitar la tarea, los
empresarios de la agroalimentación se han puesto hace poco a preparar platos sin
alérgenos.
Pongámonos en lugar de los afectados: el riesgo de ahogarse, de rascarse horas
enteras, de ponerse como un tomate, de doblarse en dos con dolores abdominales o
encontrarse en Urgencias por un edema de Quincke al borde de la muerte, justifica
plenamente esta meticulosidad.
He empezado la descripción de esta patología por las alergias a los alimentos.
Por una parte son muy fáciles de comprender y por otra de integrar. Como lo repito a
menudo en mi curso de clínica psicosomática, si se entiende el proceso
psicosomático de estas alergias, se podrá extender su modo de razonamiento a todas
las demás y, la guinda del pastel, a un gran número de enfermedades. No cuento ya el
número de curaciones que han acontecido durante los primeros días de seminarios.
Las alergias a los alimentos son un ejemplo perfecto para ilustrar esta nueva manera
de considerar las enfermedades. Por el momento, vamos al encuentro de la cesta
navideña que he preparado con amor y mucho humor.

Alergia a las fresas

Entre los numerosos alimentos que pueden convertirse en alergizantes, empiezo


siempre con el magnífico relato del señor La Fresa. Les pido seguir de cerca este
razonamiento porque es siempre el mismo en la mayoría de los casos expuestos y no
tendremos así necesidad de entrar en detalles de forma tan meticulosa. Vuelvo a
retomar todo desde el principio a pesar de que se pueda pensar que es una repetición
de lo que ya hemos visto. Tal y como me decía un profesor de historia y geografía,
una buena enseñanza consiste simplemente a repetir muchas veces lo mismo, pero de
forma diferente con el fin de darle la vuelta al tema. Instintivamente he seguido su
consejo durante veinticinco años. Escuchemos a este señor que se desplazó desde
Perpiñán para elucidar su alergia.
El señor La Fresa

«Soy representante de pinturas especiales como las que se utilizan en las


industrias de la aviación o del automóvil. Somos tres sociedades europeas para la
distribución de este tipo de producto y mi área comercial es bastante extensa. Paso la
mayor parte de mi tiempo entre Londres, París, Frankfurt, Roma, Madrid y Lisboa, y
como es lógico tengo que organizar a menudo comidas de negocio. Imagínese mi
calvario cuando tengo que preguntar a los maîtres la composición exacta de los
postres pues la mínima parte de una fresa puede llevarme al servicio de Urgencias
del hospital más cercano por causa de una crisis de ahogo al borde del edema de
Quincke.
La primera vez que me pasó, creí que me iba a morir. Estaba en Perpiñán en una
comida familiar, el pasado mes de mayo. Mi hermano tuvo la feliz idea de hacernos
probar las primeras fresas del año. Como yo, él no sabía que podía serme fatal.
Tuvieron que ingresarme en Urgencias y el médico en reanimación estableció
enseguida su diagnóstico: alergia al las fresas. Para él, a principios de mayo, es
clásico tal y como nos comentó. Desde entonces siempre llevo encima un juego de
jeringas con Soludecadrón2 del que no me separo nunca.
He leído su libro3 con mucho interés, pero me gustaría saber un poco más acerca
de la alergia a las fresas.»
He oído esta última frase un sinnúmero veces. En lugar de «alergia a las fresas»
podría mencionarse cualquier otra etiqueta médica o psicológica. Este primer
ejemplo nos servirá como modelo de acercamiento a todas las alergias.4 Como
indica la teoría de la clínica psicosomática, nos esforzaremos para encontrar de
nuevo la ecuación «psicosomatemática» siguiente:

Sensibilización y programación de la alergia con la


formación del complejo psico-choque emocional original
desestabilizador + fresa
Hipersensibilización y desencadenamiento de los síntomas
Fresa = Recordatorio del psico-choque emocional original
desestabilizador

Después de la escucha, empiezo generalmente mi discurso de la manera siguiente.


En el análisis psicosomático de la mayor parte de las enfermedades en general y en
particular de las alergias, podemos poner de relieve una situación a menudo vivida
en la realidad acompañada de un choque emocional desestabilizador, completamente
inesperado, no previsto, el cual es imposible compartir o expresar en el momento de
los hechos. He llamado a este instante particular el psico-choque emocional
desestabilizador, una especie de Big Bang psico-emocional. Generalmente la gente
dice que su vida ya no ha sido la misma desde este instante preciso de
desestabilización psíquica y hasta le suele poner una fecha con notable puntualidad.
Mencionan a menudo el día y la hora, y algunos hasta el mismísimo minuto. Hay a
generalmente un antes de su psico-choque: «Nada especial» y un después de su
psico-choque: «Ahora ya nada funciona».
Durante un tiempo dan vueltas mentalmente al acontecimiento y algunos se
preocupan constantemente, de noche y de día, lo que puede acarrear un cierto grado
de disminución de su nivel de vigilancia. La primera función del inconsciente es
proteger el individuo con el fin de asegurar su supervivencia dentro del medio que lo
rodea, y poco a poco el problema puede llegar a difuminarse o bien puede quedar
parcial o totalmente oculto en el interior de sus circunvalaciones cerebrales. Es la
represión, un mecanismo saludable en la mayoría de los casos.
La terapia psicosomática consiste en reencontrar los elementos que han sido
escondidos por nuestro sistema de defensa psíquico con la ayuda de una sola
indicación: la fresa. En otros términos y si puedo permitirme un juego de palabras
fácil, sólo tenemos aquí una fresa donde hincar el diente. Ya verán que suele bastar
en la mayoría de los casos.
Le explico al señor lo que es un psico-choque e insisto particularmente en la
grabación de las bandas de sonido, vídeo, olfativa, gustativa y táctil, sin olvidar la
banda pensante con su colección de re-sentidos, así como ciertos elementos
temporales como la fecha exacta del acontecimiento o el contexto general. Así
podemos pensar que este señor sigue girando alrededor de la rotonda de la Fresa
donde sólo las avenidas del Soludecadron, de la detección y de la evicción de las
moléculas de fresa han sido exploradas. Coloquémosle en el paseo del Psico-
choque/fresa. En una fracción de segundo se ha paseado emocionado por la avenida
de la Separación/fresa con el presente estresograma.

«Su planteamiento es lógico. Voy a contarles mi psico-choque emocional más que


desestabilizador. Estaba en Cadaqués, un pueblito de pescadores cerca de Figueras,
ciudad natal de Salvador Dalí. Puesto que viajaba mucho al extranjero, había
propuesto a mi mujer ir a pasar la Nochebuena en un magnífico hotel al borde del
mar con el fin de reencontrarnos en las mejores condiciones. Lo recuerdo como si
fuese ayer y voy a llevar agua a su molino pues he repasado durante días y días las
famosas grabaciones cerebrales que usted acaba de describirme. ¡Debo confesarle
que no me he tragado la fresa todavía! Yendo un poco más allá, también podría ser
alérgico a la piña o al mango si hubiese tenido esas frutas de postre.
»En la banda de vídeo mi cerebro ha escogido la vista al mar y el restaurante.
Algunas luces a lo lejos perfilaban la costa. La luz plateada de la luna se reflejaba en
el agua casi inmóvil y sus rayos parecían bailar en la superficie bajo el ritmo alterno
de una brisa ligera. Había elegido la mejor mesa, la que tenía la mejor vista al mar.
Era redonda y estaba cubierta de un mantel blanco. Con cubiertos de plata y
porcelana decorada con unas escenas de la vida campestre del lugar. Cuatro copas
de cristal se disputaban el lugar de honor en la mesa y un magnífico ramo de rosas
ocupaba el centro.
»En la banda de sonido, he grabado el ambiente típico de esta sala de restaurante.
La música también ha quedado grabada: flamenco con bailarinas y un guitarrista de
los más brillantes.
»En la banda táctil, mi cerebro ha seleccionado el contacto de nuestras manos
entrelazadas. Un tacto suave y sedoso.
»La banda olfativa, como puede imaginar, está impregnada del olor de los platos
suntuosos y exquisitos que traían los camareros con delicadeza y discreción.
Recuerdo también ese vino tinto de 1955, con un aroma único.
»Partiendo de su hipótesis, la banda gustativa sería la más impactante. Así es. En
efecto, estaba muy enamorado de mi mujer y lo sigo estando. La idea de pasar
algunos días con ella en ese magnífico entorno me daba gran alegría. Todo se había
desarrollado perfectamente hasta el postre. Ella había escogido un fondant de
chocolate sobre lecho de crema inglesa. Por mi parte, no me podía decidir entre una
fruta exótica, piña o mango, o una simple copa de fresas, sin azúcar ni nata. Opté por
lo segundo.
»Ella degustaba su pastel y yo me relamía con las fresas. En un momento dado le
declaré mi amor asegurándole que la amaba como el primer día y, para unir la idea
al acto, le entregué un estuche que abrió con delicadeza. Apareció un collar de
perlas. En el mismo momento en que me llevaba una fresa a la boca, el psico-choque
emocional desestabilizador atravesó mi cráneo, como un relámpago se abate en el
prado sobre un árbol solitario:
»No puedo aceptar esta joya —me dijo— porque quería decirte que vamos a
separarnos. No sabía como decírtelo y he dudado durante toda la cena. Hace años
que sólo nos cruzamos en casa. Siempre estás ausente. He encontrado un hombre,
hace ya dos años, y no aguanto más tiempo esta situación. Prefiero romper antes que
seguir engañándote.»
»Yo no sabía qué decir, boquiabierto, con la fresa entre los dedos; no sabía dónde
meterme. Una losa de plomo me cayó encima. Nada de discursos superfluos. Se
levantó, se fue, y dejó solo con mi copa de fresas y la nota por pagar.
La terapéutica fue simple: hizo la asociación entre este choque emocional
desestabilizador y este raíl principal/fresa. Entendió, en un primer tiempo que este
raíl/fresa no era más que un simple testigo de la situación vivida en ese momento y
que no aún hoy había sido admitida por él, con lo que había quedado sin metabolizar.
Los demás reencuentros siguientes raíles/fresa, fuentes de crisis alérgicas, no eran
más que simples representantes. En un segundo tiempo, comenzó el trabajo de duelo
por la relación. Algunas semanas más tarde, me anunciaba que se había curado.

La alergia al café

Les propongo ahora un cafetito con Didier Lepatezour, un alumno y amigo de la


clínica psicosomática.

La señora Café

Me encontraba en un restaurante en una comida profesional para conocer a una


pareja deseosa de colaborar conmigo. Todo se desarrolló correctamente hasta el
postre, cuando pedí un café. Vi como la sonrisa de la señora Café se transformaba en
una verdadera mueca. Su marido me dijo que no podía ver el café. El mínimo olor
podía provocarle náuseas. Él mismo había renunciado a beberlo y se resignaba a
tomar té o infusiones. Ni un solo grano de café podía estar presente en la casa, ni
siquiera en el fondo de un armario. Sorprendido por esta intolerancia bastante
singular, le pregunté si quería hacer una prueba con la clínica psicosomática.

Ante su respuesta positiva, me puse a darles un cursillo sobre el tema, insistiendo


particularmente sobre el estresograma y el sobre-estrés acompañado del raíl
principal/alérgeno representado por la palabra «café». Debíamos pues ir en busca de
un acontecimiento de la vida cotidiana marcado por una desestabilización
suficientemente importante como para haber ocasionado un estado mental de
preocupación, todo ello centrado alrededor o acompañado de «café». Dibujamos el
siguiente estresograma sobre el mantel, así como una ecuación psicosomática de este
tipo:

Psico-Choque Emocional Original Desestabilizante + Café


Café = Recordatorio del psico-choque emocional original
desestabilizador

Sin vacilación alguna, su marido habló primero.


«Entiendo muy bien lo que está diciendo. Para mí no puede estar más claro. El
acontecimiento de la vida diaria con una cierta desestabilización y un sobre-estrés
acompañado de «café» me lleva directamente a una historia de separación. Le voy a
contar el episodio tal y como ella me lo relató al principio de nuestra relación.
Hacía cinco años que vivía con su primer amor, pero la monotonía se apoderó de
la relación y él terminó por pedirle que dejase el apartamento del cual él era
propietario. Como regalo de despedida, le ofreció una cafetera porque a ella le
encantaba el café.

»Algunos meses más tarde, se volvieron a encontrar y decidieron intentar una


nueva etapa y ella volvió a instalarse en el mismo apartamento. Al cabo de seis
meses, la misma vida monótona los llevó una vez más a la separación. Ella insistió
en quedarse la cafetera que representaba a sus ojos un vínculo amoroso hacia él.
»Mas tarde, hace ahora dos años, nos conocimos y decidimos vivir juntos. Hemos
utilizado la cafetera muy poco tiempo pues todavía está en una caja en la despensa.
Desde que nos instalamos en la casa, mi mujer se ha visto progresivamente molesta
con el café, que le provoca náuseas y cierto grado de angustia. Por lo tanto, ha
dejado lisa y llanamente de tomarlo. Al principio soportaba que yo lo tomara delante
de ella, pero comprendí bastante rápido que esta bebida debía descartarse en casa.
Me he visto obligado a limitarme a las infusiones después de las comidas. Y si
quiero tomar un café, me voy al bar.
»Si he captado bien su razonamiento, el café líquido o simplemente el olor del
café le recordaría aún esta historia, inconscientemente claro está.»
Sí, eso es. Su cerebro biológico/inconsciente —pero no su cerebro
pensante/consciente— ha memorizado la ecuación siguiente:

Café = sobre-estés engendrado por el psico-choque de la


separación todavía sin admitir.

Cuando ella se encuentra en presencia de esta bebida —por dos raíles


principales, el olor y el gusto— su cerebro biológico «relee» este episodio
delicado. Podemos deducir de ello que el duelo de esta separación no se ha hecho
del todo. Así, para no sufrir más, ella evitará todo contacto con este alérgeno. Es tan
simple como eso.
Por su lado, la señora Café no parecía escuchar en la misma sintonía. En este
caso, sólo queda algo por hacer: dejar tiempo al tiempo con el fin de darle la
posibilidad de reflexionar sobre ello. Traer nuevamente a la memoria una situación
delicada no es siempre tan sencillo ya que la represión influye mucho. Algunas
semanas más tarde, su compañero me explicó que había vuelto a tomar café en casa
aunque ella aún no podía. Han transcurrido seis meses y ahora vuelve a beber su
café.

Alergia al pato

Este ejemplo precisa aún más la noción de «raíles» de la actividad conflictiva y


el trabajo clínico para descubrir los pormenores de una alergia.
Esta mujer joven presenta una sinusitis crónica y es alérgica a los patos, pero no a
cualquier pato. Preferimos que lo adivinen. Partimos pues del principio que el
«pato» era el raíl principal. Claro que el «pato» como alimento se desarrolló
primero, pero la experiencia no fue concluyente y tuvimos que retomar todo desde el
principio.
Cuando estamos enfrentados a una actividad conflictiva repentina para la cual no
tenemos solución en el mismísimo instante del enfrentamiento —el psico-choque—,
el inconsciente biológico se asienta en el re-sentido del momento para poder
gestionar la crisis. Pero al lado de este elemento, por cierto de los más
determinantes, graba también todo, absolutamente todo el contexto de la situación.
¿Cómo? Pues haciendo simplemente un inventario de las sensaciones grabadas por
los diferentes órganos de los sentidos.
Para la biología, existen seis órganos de los sentidos. Los cinco habituales y uno
más, el pensamiento. Este último «formularía» el re-sentido y los demás sentidos, los
raíles del conflicto. En otros términos, la película de la situación se centraría
alrededor del re-sentido para el pensamiento y los raíles podrían ser comparados a
la banda sonora para el oído, la banda vídeo para la vista, la banda táctil para el
tacto, la banda olfativa para el olfato y la banda gustativa para el gusto. Algunas
veces un raíl destaca claramente sobre los demás, siendo entonces el testigo
principal de la situación o bien el sospechoso número uno. En este punto podemos
pensar fácilmente que el «pato» se grabó como tal y veamos cómo.
Ambos se paseaban en un parque cogidos del brazo. Apoyados en la barandilla
delante del lago artificial donde aleteaba una ruidosa banda de patos, él le anuncia
que ya no quiere vivir con ella. En otros términos, le da a entender que su relación
iba a darse por concluida al franquear la puerta del parque.
Para encontrar los raíles de este psico-choque centrado alrededor de una
separación, tenemos que hacer un paro de imagen o más bien, un paro de la
grabación efectuada por los órganos de los sentidos.

El pensamiento graba el re-sentido durante esta separación, la hora, las


circunstancias y el clima emocional. Estamos en una situación de separación con un
clima más bien antipático.
Los oídos graban los ruidos, los gritos de los niños alrededor, las palabras
pronunciadas y el concierto de los patos completamente indiferentes a lo que les
ocurre a estos humanos en trance de separación.
Los ojos graban el paisaje, el lago, los patos, los cisnes, el color del cielo, la
descripción del lugar del drama, la ropa que llevan, etc.
La piel graba la temperatura exterior, la mano de él y el lugar del su contacto.
La boca graba los gustos del momento: un caramelo, una manzana caramelizada,
un helado de chocolate o de vanilla.
La nariz graba todos olores de este preciso instante.

Todos estos elementos son raíles del psico-choque de ella y, ¡agarrárrense bien!
su primera crisis alérgica la tuvo durante el cotillón de Fin de Año después de haber
bailado al compás de una canción en particular: ¡El baile de los patos! Con toda
probabilidad, los patos representan uno de los raíles más importantes para ella.
De esta forma, en cada psico-choque existe un cierto nombre de raíles que pueden
estar en el origen del desencadenamiento de una crisis alérgica. Cada raíl le puede
recordar su actividad conflictiva básica y dar origen a una crisis. Asimismo, se
hubiera podido desencadenar en ella otra crisis comiendo vanilla o chocolate.

Alergia a la leche de vaca

Se relaciona por lo general con los niños de pecho y los bebés. Menos visible
pues los síntomas son muy variados, puede también presentarse en el niño más
crecido y en el adulto. Para nuestra demostración clínica, prefiero presentarles el
significado de la alergia a la leche de vaca en el niño de pecho. A menudo lleva a la
madre a sustituirla por leche de soja, menos alergizante pero que volveremos a
encontrar muy pronto.
Antes de hablar de la leche de vaca, interesémonos por la leche materna, primer
alimento ingerido por el niño apenas después de nacer. Además de ser un alimento
nutritivo indispensable para el crecimiento del bebé, representa un vínculo bastante
peculiar entre la madre y el niño. En efecto, cuando el bebé mama, asocia
rápidamente «alimento materno» y «alimento afectivo». Este hecho es bien conocido
por los psicólogos infantiles que describen la noción de satisfacción de la pulsión
del hambre por la mamada vinculada al placer de ser maternizado. Todas las
madres, y los padres también, lo saben: cuando el bebé llora, el primer gesto
consiste en tomarlo en brazos y llevarlo hacia el pezón. Muchas veces, él bebé va
solo, como si conociera el camino de antemano.
Volvamos a nuestro bebé en los brazos de su madre, mamando. Se siente en plena
seguridad. Asocia «seno de mamá-alimento/leche-apaciguamiento y bienestar». Cada
vez que se siente desestabilizado, sólo pide volver a encontrar estos elementos con
el fin de disminuir su malestar.
En los países occidentales muchas madres trabajan y sólo pueden gozar de
algunos meses de baja por maternidad. Están obligadas a destetar a sus hijos bastante
temprano y a veces de mala gana. Por lo tanto y a menudo con la ayuda del pediatra,
empiezan muy pronto con la leche maternizada y la leche de vaca, a fin de poder
confiar el niño a una guardería o a una asistenta. Hasta ahora, nada que decir en
particular puesto que el pecho o los brazos de la madre siguen estando al alcance del
niño.
Todo empieza a estropearse cuando el bebé se encuentra en un universo que le
parece sumamente hostil: ambiente diferente, madre ausente, ritmo cambiado, etc.
Para ciertos niños no es un problema, pero para otros es posible pensar que sufren
una especie de psico-choque/separación de la madre y desestabilización, con un
elemento principal grabado: la ausencia de la leche/alimento afectivo y
tranquilizador.
Por la noche, cuando la madre vuelve a buscarlo el bebé recobra este elemento y
desencadena progresivamente una alergia más o menos fuerte. El médico establece el
diagnóstico con bastante facilidad y recomienda evitar la leche de vaca y darle a
cambio leche de soja, al parecer menos alergizante.

En resumen, para la clínica psicosomática:


Alergia a la leche = sufro por sentirme separado de mi
madre-seguridad

Para ser más preciso suelo a menudo reemplazar «madre» por función materna.
Casi siempre ambas van a la par pues la función materna generalmente es llevada a
cabo por la madre. Pero algunas veces el padre es quien ocupa su lugar, o algún otro
miembro de la familia, ya sea la tía, la abuela, la nodriza...
Para comprenderlo mejor veamos la historia del pequeño Rémi, alérgico a la
leche de vaca desde los tres meses y medio de edad.

Rémi

Su madre quería una consulta para su bebé alérgico a la leche de vaca desde hacía
meses. Le propuse que viniera sola. En efecto, por experiencia todo puede
resolverse sin ver al bebé porque la problemática no se sitúa exactamente en él. Hay
algo que debe arreglarse enseguida: aquí, no cabe admitir ninguna culpabilización o
culpabilidad de ninguna clase. Hasta que se pruebe lo contrario, ningún padre desea
conscientemente ningún mal a los miembros de su familia.
Cuando la madre estuvo delante de mí, le expliqué simplemente mi versión de la
alergia de Rémi donde se dibujaba la siguiente ecuación:

Psico-choque emocional original desestabilizador dentro de


un contexto de separación + leche/afecto.

Leche/afecto = Recordatorio del psico-choque dentro de un


contexto de separación.

«Cuando mi bebé tenía tres meses tuve que ir a trabajar y lo confié a la guardería
donde lo había inscrito con mucha anterioridad. Debo reconocer que he vivido muy
mal esta situación. Dejarlo todo el día lejos de mí no me gustaba en absoluto pero no
podía hacer otra cosa. ¿Qué debo hacer ahora?»
Mi visión de las cosas me lleva a formular dos observaciones asociadas:

Primera observación: ayudar a la persona a desculpabilizarse ya que el


«mantenimiento» de ese estado puede incluso recaer sobre el psiquismo del niño.
Segunda observación: explicarlo todo verbalmente al niño hablándole como si
fuese un adulto y contestar a las preguntas que podría hacer aunque no sea capaz de
formularlas. En resumen, decírselo todo y describirle simplemente lo que le pasa por
la cabeza: deseos, culpabilidad, temor, etc. Todo eso a través de un discurso claro y
tranquilizador, tomándolo en brazos con todo amor. Recuerdo que Françoise Dolto
decía que el niño lo entiende todo.

En el caso de Rémi, la alergia se difuminó progresivamente hasta desaparecer al


cabo de algunas semanas.

Alergia a la leche de soja

¿Saben que cada día hay más niños alérgicos a la leche de soja? Ya eran
alérgicos a la leche de vaca. Les pido que vuelvan simplemente a leer el párrafo
anterior y que reemplacen «leche de vaca» por «leche de soja». Es exactamente la
misma temática.

Alergia a los productos lácteos

Quiero contarles la historia de la señora «Es el week-end, Kend». Este nombre


está relacionado con el título de una canción que ella siempre cantaba.

La señora «Es el week-end, Kend»

Esta alergia sólo pudo ser dilucidada al final del primer curso del seminario de
clínica psicosomática que propongo cada año en diferentes ciudades de Francia y
del extranjero. El primer día solemos pedir a los participantes que hagan una
pequeña presentación y, si lo desean, pueden exponer la patología que les afecta. Por
lo tanto, en función de las respuestas, adapto mi curso con el fin de encaminarlos, si
es posible, en dirección a la buena avenida psicosomática.
En Montpellier, una de las alumnas quería oír la versión psicosomática de la
alergia a los productos lácteos. ¡Imaginen su malestar! Debía tener cuidado con todo
lo que tomaba y se negaba habitualmente a las invitaciones para comer o cenar con
gran disgusto de su marido, a quien le complacía cambiar de ambiente los fines de
semana (week-end), después de unos días de trabajo. Eso nos venía como anillo al
dedo pues, como ya he dicho, el curso sobre la alergia se prevé siempre para el
primer week-end de formación.
Entre la alergia a la leche de vaca y la de los productos lácteos, sólo hay un paso.
Estamos, a priori, en la resolución de la misma ecuación psicosomática: leche-
madre-función materna/psico-choque. A pesar de todos mis esfuerzos y de los
ejemplos clínicos, la mayoría de los cuales están consignados en esta obra, el
veredicto que únicamente le pertenecía a ella se vio cerrado de manera definitiva:
«¡Eso no me dice absolutamente nada!»
Le pedí que reflexionara y que se dejara ir en esa dirección. Los dos week-ends
siguientes nos llevaron al mismo resultado, seguía siendo alérgica a los productos
lácteos. Se descubrió el pastel durante el último fin de semana del año, cuando
llegamos al estudio del proyecto/sentido y del transgeneracional. He escrito mucho
sobre estos dos temas y aquí sólo haré un recordatorio, en particular a propósito de
la noción de proyecto/sentido, puesta de relieve durante los años setenta del siglo
pasado por el psicólogo clínico Marc Fléchet.

Definición sucinta del proyecto/sentido

El proyecto/sentido corresponde a un período de la vida que empieza un poco


antes de la concepción y se prolonga hasta un año después del nacimiento. Los
acontecimientos conscientes vividos por los miembros del clan y de la familia en
particular, y/o las informaciones inconscientes de los padres, pueden influir el
devenir conductual y psicosomático del niño por nacer. Cabe destacar que Françoise
Dolto, la famosa psicoanalista infantil y de adolescentes, conocía muy bien esta
noción sin darle el mismo nombre.
Para ser práctico, pido a los participantes que relaten el ambiente familiar y los
acontecimientos particulares, positivos o negativos, que se desarrollaron mientras
estaban en el vientre materno esperando su salida al aire puro (!) de la casa o de la
maternidad.
Para la señora «Es el week-end, Kend», el único acontecimiento desestabilizador
para la familia fue el fallecimiento de su abuela materna cuando ella se preparaba
para venir al mundo.
«Fue horrible.» Es lo que he oído de boca de mi madre y de mi padre toda mi
vida y todavía hoy. Mi madre quiso a toda costa que llevase su nombre, Adela, y mi
padre, ¡menos mal!, sólo lo declaró como segundo nombre. Así que todo el mundo
decía: cuando naciste, murió (morte) Adela (¡mortadela!). Eso hacía reír todo el
mundo menos a mí.»En consecuencia, mi madre me educó en el recuerdo de su madre
y esto me ha marcado mucho. Para resumir, yo fui su madre desde el principio y lo
sigo siendo desde hace cincuenta años.»
La señora «Es el week-end, Kend» se encontraba constantemente bajo una doble
presión y todavía lo está parcialmente hoy, lo que explicaría que no desapareciera
por completo su alergia. El psico-choque/fallecimiento de Adela fue re-sentido por
su madre y las ondas de choque se extendieron hasta la pequeña. Ésta debía asumir
dos funciones maternas: la de mutar en madre/Adela con el fin de reemplazarla y la
de amparar a su madre entristecida, haciendo el papel de madre consoladora.
Resultado clínico: mejora progresiva y significativa al cabo de cuatro meses.

Alergia al pescado y los mariscos

Leeremos relatos de alergia al pescado, a las gambas y langostinos.

El señor Pescado

Esta historia es bastante peculiar puesto que no hace intervenir el pescado como
alimento. Se refiere a un hombre de treinta y cinco años que no puede ni comer ni ver
el pescado. «Hasta tengo la impresión de que estoy desarrollando una verdadera
fobia.»
La exploración utilizando el raíl principal/pescado se reveló larga y estéril puesto
que yo había agotado todos mis cartuchos psicosomáticos. Ni el menor psico-choque
a la vista. Al cabo de varias sesiones le dije que ya no podía hacer más por él y lo
dejé marchar con el gusto amargo de no haber podido dilucidar su historia. No
podemos explicarlo todo, afortunadamente.
Algunos meses más tarde, me llama y me dice lo siguiente: «Nos habíamos
encauzado sobre unas pistas falsas y creo que he encontrado el origen de mi alergia
o, más bien, de mi fobia. Me parece que le va a interesar. Después de la última
consulta me encontré muy decepcionado pues hace años que quiero sacarme esto de
encima. Tal y como usted me recomendó, busqué otras posibilidades y encontré algo
que había ocultado por completo: mis sueños infantiles. Fíjese que soñaba
regularmente, era más bien una pesadilla, que me devoraba un enorme pez. Cada vez
me despertaba sobresaltado, empapado en sudor. El médico de entonces me mandó
un jarabe y mejoré poco a poco. Pienso que tenemos aquí la buena interpretación,
puesto que paseando con mi amiga por el muelle de Sète, he visto un barco descargar
su pescado sin sentirme afectado. Debo decir que todavía no me he atrevido a comer
algo de pescado pero esperaré un poco para probarlo.»
En efecto, este relato y el resultado obtenido nos muestran que nada está
petrificado. Debo decir que es la primera historia de este tipo y me la guardo para
los casos difíciles. Del pescado a la gamba, sólo hay un trocito de mar.

Alergia a las gambas


En el caso de esta alergia tuvimos que intentarlo dos veces. La primera consulta
no había detectado ninguna situación en particular con las gambas en primer plano.
Le propuse entonces a la paciente que reflexionara sobre ello de cara a la próxima
entrevista. Le había expuesto, claro está, mis conceptos sobre la alergia en general,
dibujándole «su» estresograma de base. Y aquí tenemos lo que ella dedujo después
de algunas semanas de reflexión.

«No es la gamba como tal sino más bien el aspecto general de la gamba. Le
explico: he tenido una hija y un hijo y, en contra del parecer de mi marido, quería
tener un tercer hijo. Muchas de nuestras discusiones me mostraron que él no quería
ninguno más. Me quedé embarazada y el dilema de tener o no este niño fue muy
difícil de resolver. Finalmente él aceptó y decidimos tenerlo. Yo estaba muy feliz
por dos razones. Primero, porque él me demostraba que me seguía queriendo y
segundo, como es de imaginar, porque iba a ser madre de nuevo.
Desafortunadamente, al cabo de algunas semanas tuve pérdidas y llamé al
ginecólogo, quien me dijo que se trataba seguramente de un aborto espontáneo.
Además me pidió que guardara el embrión para un análisis genético. Una tarde, las
pérdidas fueron más importantes y lo perdí en la taza del inodoro. Tal y como me
pidió el médico, lo recogí y lo limpié. Parecía una gamba, rosadito. Puede
imaginarse en qué estado me encontraba.
He llorado por ello mucho tiempo. Era septiembre. Mi primer ataque de alergia
se manifestó en noviembre después de haber comido gambas. Una urticaria gigante.
Estaba hinchada por todas partes, sobre todo la cara y las manos, y sentía ganas de
rascarme hasta hacerme sangre. Mi marido se vio obligado a llevarme a Urgencias.
Allí el médico me comunicó que se trataba seguramente de una alergia a las gambas
pero yo no establecí la comparación con el aborto espontáneo.»
Una vez más, vemos que la alergia es a menudo un recordatorio inconsciente de
un duelo incompleto. Aquí representa el de un hijo en estado embrionario.
Después de este relato de gambas, no puedo dejar de mencionar una de las
interpretaciones de las alergias al marisco: frutos del mar (mer) mère=madre.
Volvemos entonces a la problemática padres/hijos y a los duelos anteriores con
defunciones de niños demasiado prematuras.

Alergia a los cangrejos de río

La señorita Cangrejo de Río

La señorita Cangrejo de Río está muy enamorada de su novio. Un día él la invita


al restaurante y mientras ella come con placer unos cangrejos de río le anuncia
sorpresivamente: «Sabes, querida, soy consciente de todo lo que me das y creo que
eres alguien muy especial. Esta noche te lo quiero demostrar con esta cena
magnífica. Deseo realmente que te lo tomes bien, porque eres y serás siempre
alguien muy importante para mí. Sé que puedes entender mi elección y mi decisión
de romper nuestros proyectos. La amiga que me presentaste es tan maravillosa que
hemos decidido casarnos. Quiero que te lo tomes bien, que seas fuerte porque confío
en ello».
Claro que en su fuero interno ella tiene ganas de tirarle los platos a la cabeza pero
se controla. Siente como se desgarra todo su ser. Unos años más tarde, mientras
estaba comiendo cangrejos de río, su inconsciente asoció entonces «cangrejo de río»
con «separación mal vivida». Una hora más tarde se encuentra en Urgencias con una
urticaria generalizada. Si hubiera comido estos cangrejos una semana más tarde, esta
reacción se hubiera producido una semana más tarde.
Es aquí donde siempre acoto que la demora entre el primer choque y la aparición
de la alergia en sí es muy variable.

Cangrejos de río bis

Una mujer joven estaba en el restaurante con su novio, relamiéndose con un plato
de cangrejos de río. De repente, dentro de la conversación, una observación que hizo
ella disgustó mucho al señorito: ella hablaba de su primer amor que echaba de
menos todavía hoy. Estalló una pelea, la cena se interrumpió de repente con gran
desconcierto de camareros y clientes. La ruptura fue inmediata, puesto que al llegar a
casa decidieron no volverse a ver. Ella volvió a casa de su madre y él se quedó solo
en el piso recientemente alquilado.
Algunos meses más tarde, unos amigos de la familia le invitaron a una comida de
cumpleaños. Fantásticos cangrejos de río se pavoneaban en un plato que los
invitados se preparaban a compartir. Al primer bocado de esta tierna y blanda carne,
él tuvo una reacción violenta y repentina acompañada de espasmos y vómitos que le
llevaron directamente al hospital. Desde entonces no podía oír siquiera la palabra
«cangrejo de río». Durante la terapia, la emoción fue muy fuerte. Así, cuando él
comía cangrejos de río, revivía con mucha violencia aquella separación, aquella
angustia. Sin embargo, la joven novia hacía ya largo tiempo que había desaparecido
de su vida.
Algunos se preguntarán por qué esta alergia afectó «solamente» al joven. La
respuesta es simple: solamente a él le impactó con fuerza aquella pelea.

Alergia o intolerancia al gluten

Después de algunas generalidades, les propongo conocer a las señoras Internado,


Pensión y Rebanada, las tres alérgicas al gluten.

Generalidades sobre el gluten

La alergia o intolerancia al gluten nos lleva a cereales tales como el trigo, el


centeno, la cebada, el sorgo y el mijo. El gluten es el resultado de la segunda etapa
de fabricación de la harina. Durante la rehidratación de los granos de cereales, las
proteínas se asocian con el agua y forman una sustancia blanquinosa y viscosa: el
gluten.
Por lo tanto, las personas que presentan este tipo de alergia o de intolerancia
deben evitar los alimentos que contengan gluten, cuya lista no exhaustiva es la
siguiente: pan, pasteles, biscochos, cerveza, galletas, cereales, crepes, etc.
Por el lado psicosomático, estaremos siempre buscando lo mismo: el psico-
choque/gluten.
En la primera fila de estos psico-choques desestabilizadores, nos volvemos a
encontrar con un tema muy conocido: las situaciones de separación. Desde hace
algún tiempo, siempre pregunto si la persona ha estado en un internado cuando era
joven. Me lo encuentro siete veces de cada diez. Cuando la respuesta es negativa
busco lo mismo en los padres. En total, ¡nueve veces de cada diez! ¿Por qué? La
respuesta es simple: en este tipo de establecimientos, los internos comen mucho pan
y añoran a su familia. Vamos a ver por qué.
El denominador común de esta problemática podría estar representado por la
simbología del pan en general. En la mayoría de las religiones el pan representa un
elemento clave de la vida familiar: la reunión de todos sus miembros. Aquí hacemos
una cruz, allá un rezo antes de romperlo y de repartir un trozo a todas las personas
presentes alrededor de la mesa, etc. Esto ha quedado grabado en nuestro
inconsciente colectivo. Además, etimológicamente, el pan ha dado la palabra
«compañero»: la persona con la cual yo comparto un pedazo de pan. Por lo tanto, los
panaderos estarían en parte relacionados con una especie de «reparación» de su
historia personal o de la de sus ancestros que han sufrido por estar lejos de sus
familias.
En la práctica, nos encontramos a menudo con situaciones centradas alrededor de
separaciones reales, tales como un divorcio, un ingreso en un internado o en una
pensión, o una estancia más o menos larga en casa de los abuelos por razones
diversas.

La señora Internado

«Vengo a verle por una intolerancia al gluten. Se desencadenó hace dos años
cuando todo iba bien. Tengo dolores digestivos tan pronto ingiero gluten. Es la
conclusión de mi médico gastroenterólogo. Por lo tanto, debo ir con mucho cuidado
con lo que como. Afortunadamente, dentro de la gran variedad de alimentos
biológicos, puedo escoger.»
Para poder destacar los pormenores de esta intolerancia hemos tenido que
explorar todo su historial, cuyo resumen aparece a continuación. Tres episodios lo
han jalonado.

Primer episodio: infancia marcada por el internado


«Estaba en la escuela, en el último curso de primaria. Durante toda mi etapa
escolar he sido muy buena alumna y a menudo era la primera de la clase. Pero al
final del primer trimestre, era la segunda y me daba vergüenza. No me atrevía a
enseñar mis notas a mi madre. Después de las vacaciones de Navidad mis padres no
habían todavía firmado el boletín. El maestro me ordenó tenerlo para el día siguiente
so pena de exclusión.
»A la noche, me resigné a presentar mis notas a mis padres y viendo que no era la
mejor de la clase, mi madre me acompañó y pidió ver al director. Venía a
comunicarle su decisión de ponerme en un internado ese mismo día. Y así es como
no volví a ver a mis amigos de la infancia. Desde los diez hasta los diecisiete años
sólo volvía a casa un fin de semana cada mes y durante las vacaciones escolares.»

Segundo episodio: acompañamiento a mi madre


«Mi madre estaba enferma y cada vez más impedida. La acogí en casa con el
acuerdo de mi marido y la cuidé durante unos buenos diez años. Los últimos tiempos
eran muy duros para todo el mundo porque adelgazaba mucho y no comía casi nada.
Tuvimos que hospitalizarla en varias ocasiones para que pudiese coger peso. Al
final y a pesar de nuestra insistencia ya no se alimentaba. Murió y su cuerpo parecía
un esqueleto. Esto me impactó mucho.»

Tercer episodio: fallecimiento de una pensionista


«Puesto que mi marido ganaba tan sólo lo justo para vivir y con la experiencia
que habíamos adquirido cuidando de una persona mayor, transformamos una parte de
nuestra casa en centro de acogida. Cuidamos a cuatro abuelas y esto duró hasta que
mi marido se jubiló. Más exactamente unos cuantos meses después, porque teníamos
todavía una abuela con nosotros. Se llamaba Josefina. Ella también se fue en un
estado parecido al de mi madre porque ya no quería alimentarse. Se negaba
rotundamente. Finalmente sus hijos decidieron hospitalizarla y murió poco tiempo
después.»

Interpretación
Encontramos por una parte lo «clásico» del internado en el primer episodio.
Como ya hemos señalado, el pan representa la reunión familiar alrededor de la mesa.
Por otra parte, en los siguientes episodios aparece una problemática con la comida
que llevó a su madre a un estado de caquexia y también a Josefina la pensionista.
Hay que destacar que esta última falleció justamente el día del aniversario del
nacimiento de la primera. Podemos pensar que las circunstancias del fallecimiento
de Josefina reactivaron las relativas a su madre, centradas en torno a la comida.
Vemos que hay algo así como un «precalentamiento» durante la infancia, una
reactivación con la muerte de su madre y un desencadenamiento con el fallecimiento
de Josefina.

Su reflexión
«No sé si usted tiene razón pero eso me recuerda algo característico de mi
personalidad. Tengo dos hermanos y una hermana. Nos llamamos a menudo y yo les
digo siempre que preferiría tenerlos en casa para compartir una comida. Esto me da
más ánimo que cualquier otra cosa.»

La señora Rebanada

Es una estudiante de biopsicogenealogía. Tiene sesenta y un años y «vivo


tranquilamente mi jubilación de funcionaria pública desde hace ya algunos años.
Cuando digo tranquilamente, olvido mencionar dos cosas importantes: mi poliartritis
reumatoide (PR) y mi alergia al gluten. Con la primera ya me he estabilizado con un
montón de remedios convencionales o no. En cambio con la segunda es como un
calvario. En efecto, desde hace catorce años me veo obligada a controlarlo todo
antes de comer. Cuando voy a la compra me vuelvo imbatible a la hora de detectar el
menor gramo de harina, trigo, mijo, sorgo, avena o trigo candeal en las etiquetas que
indican la composición de los alimentos. Puede que usted no lo sepa, pero los hay
por todas partes. El elemento más desestabilizador reside en el hecho de no poder
aceptar todas las invitaciones que nos hacen. En cuanto nos alejamos un mínimo de
esta norma implacable, a la media hora a dos horas después me estoy retorciendo de
dolor de intestinos, vomito y tengo diarrea. Mi marido lo sabe y ha aprendido a vivir
con ello y sobre todo a comer conmigo».
Este curso le iba muy bien a ella, porque como ya lo he mencionado, el primer
contacto con la clínica psicosomática trata, entre otras cosas, del significado
psicosomático de las alergias. Es el más bello ejemplo que describe esta nueva
manera de acercarse a las enfermedades o a los trastornos de la conducta.
Debe de estar todavía dando las gracias a la persona que le aconsejó inscribirse
en estos estudios ¡porque su alergia al gluten desapareció esa misma tarde!
Había empezado mis clases hablando de los casos frecuentes de una
programación infantil centrada alrededor de la separación de la familia para
referirme luego a los numerosos contingentes de internos, reales o simbólicos,
descritos anteriormente. Aparentemente ninguna reacción había tenido lugar en ella
durante mi exposición. «Esto no me dice absolutamente nada. Nunca me alejé de mis
padres cuando era pequeña.»
Me permití retomar todo desde el principio: «No estoy buscando
sistemáticamente una historia de internado pero ocurre que muchos alérgicos al
gluten han sido separados de sus familias sin su consentimiento. Si volvemos a
nuestro esquema del estresograma, podemos visualizar un sobre-estrés que
podríamos traducir como «desarreglo», «fuerte desestabilización» o bien «episodio
muy delicado» de la vida cotidiana, y todo eso acompañado de una imagen donde
está representado un trozo de pan, una rebanada o algo de harina.»
Al oír estas palabras vi como sus ojos se pusieron a brillar. Le cayeron algunas
lágrimas que ella intentó torpemente enjugar. Después de algunos instantes empezó a
expresarse.

«Me veo todavía ahí. Tenía once años. Estaba en la cocina. La mesa grande del
comedor entre mi madre y yo. Ese día tenía que empezar la escuela por primera vez.
Llevaba un vestido blanco y tenía zapatos nuevos. Mi madre me había preparado el
desayuno: chocolate con dos rebanadas grandes de pan con mermelada. Mientras yo
comía, ella lloraba porque estaba muy triste al verme marchar y quedarse sola en
casa. Era la primera vez que nos separábamos. No había querido enviarme al
parvulario y la entrada en la escuela primaria le había costado mucho. Por un lado
yo me sentía contenta de marcharme pero por otro me ponía muy triste ver llorar a mi
madre. En esa situación desgarradora, no sabía qué pensar.»
Eran más o menos las cuatro de la tarde. Al día siguiente, nos contó esto: «Ayer
por la noche mi marido había preparado la cena: una sopa y conejo con
champiñones. Muy segura de mí misma, tomé una rebanada de pan y le di un
mordisco. Mi marido, asustado, abrió los ojos como platos:
»—Pero, estás comiendo pan, ¡Te vas a retorcer de dolor!
»—¡Sé lo que hago! —le dije en tono muy seguro.
»Total, que me comí una rebanada grande de pan de pueblo. No tuve dolores y
dormí muy bien, mejor incluso que otras noches. Cuando me desperté, comí otra vez
pan y el resultado se sigue manteniendo.»
Al mediodía fuimos a un restaurante. El menú daba a escoger un surtido de
postres colocados sobre un aparador de buffet libre. Todo el mundo vio como
engulló un magnífico pastel de chocolate lleno de gluten y hasta ¡se sacó una foto
como muestra! Cinco meses más tarde nos dijo: «Me he olvidado de lo que significa
ser alérgica al gluten.»

Alergia al alcohol

En clínica psicosomática es clásico asociar el alcohol a una problemática de


fusión entre el padre y la madre. En efecto, es la única bebida que reúne dos polos
aparentemente opuestos: el agua y el fuego. El elemento «líquido» se acerca al
arquetipo materno: agua, luna, lo que baja a la tierra, el principio femenino
universal. Por su lado el elemento «fuego» es considerado un arquetipo masculino:
sol, calor, lo que sube al cielo. Asimismo los indios americanos hablan del «agua de
fuego» y ésta ha sido una buena manera de neutralizarlos para poder arrebatarles sus
tierras ancestrales. Los aborígenes de Australia han sufrido la misma suerte.
Para ser más precisos iremos en busca de una problemática en la pareja de los
padres: peleas sempiternas, divorcio, separación, etc.

La señora Champagne
Una mujer de cincuenta años presenta una alergia al alcohol. «Si sólo bebo una
copa o incluso una gota, mi pecho empieza a arder. Es la principal manifestación y la
sufro desde mi adolescencia. Mire, por ejemplo, la otra noche, al volver del trabajo,
le dije a mi marido sin pensarlo antes: “Querido, abre una botella de champagne
pues tengo mucha sed.”

»Muy sorprendido, pensó que me había vuelto loca. Después de insistirle,


finalmente aceptó. Bebí una copa y luego otra, y empecé a decir tonterías. Estaba
simplemente bebida y me encontraba muy bien en este estado. Mi marido sabe que
eso no va más lejos y está acostumbrado a este tipo de bromas. Me dormí
tranquilamente y no pasó nada durante cierto tiempo. Así que no entiendo lo que me
está ocurriendo.»
¿Qué podemos hacer con este alcoholismo intermitente y por demás original?
Así que nos pusimos en marcha sobre esta pista. No dio nada, pero en cambio el
hablar de sus padres nos permitió encontrar un episodio impactante de su vida donde
ellos ocuparon el primer lugar. Una fuerte emoción se despertó en ella.
«Soy asmática desde pequeña y a los quince años tuve una crisis muy fuerte. Mis
padres creyeron que iba a morir pues no conseguía respirar. Mi padre encontró una
solución radical para reanimarme: abrió una botella de alcohol de quemar y me
restregó el pecho con él. Como no veía ninguna mejora, encendió una cerilla y todo
mi tórax se encendió. La quemadura me despertó y salí del ahogo gritando de dolor
pero volví a retomar el aire.»
Aquí el análisis demuestra que esta niña grabó una suerte de ecuación original y
muy personal: el alcohol me permitió vivir, por lo tanto es bueno para mi, le guste o
no al presidente de la liga antialcohólica. Desde el punto de vista racional, lógico e
intelectual, el alcohol es bueno para ella porque es el elemento esencial que la ha
salvado. Por lo tanto, hoy día y de vez en cuando, recurre a esta estratagema especial
cuando se desestabiliza. «Desestabilizada» significa sobre-estresada por cualquier
razón.
La moraleja de esta historia es la siguiente. Por una parte, ella conoce muy bien
este evento que recuerda algunas veces y por otra, sabe que el alcohol la pone
enferma. La magia de la clínica psicosomática es tejer un vínculo entre estas
entidades aparentemente separadas. Durante la consulta, cuando ella misma pudo
establecer ese vínculo preciso, y no otro pues le pertenecía en propiedad, al volver a
su casa se autorizó a festejar su toma de conciencia bebiendo dos copas de
champagne, una para brindar para su propia salud y otra para la de su marido.

2 Potente corticoide utilizado en urgencias con formas graves de alergias.


3 «Entrevistas psicosomáticas», Ediciones Bérangel.
4 Por extensión y en una segunda fase, servirá de ejemplo para empezar a
comprender un gran número de enfermedades.
Alergia a las plantas

Ahora veremos unos relatos de polen y de flores

Alergia al polen de los plátanos

El ejemplo siguiente demuestra que todo el mundo puede tratar


psicosomáticamente la mayoría de las alergias. Este señor, por ejemplo, no es
terapeuta pero se interesa mucho por la medicina psicosomática y ha acompañado a
su mujer a los seminarios que di en Marsella en 2001.

Corredor de seguros y asesor financiero, su profesión le llevó a concretar una cita


con una rica cliente que tenía algunos miles de euros para invertir. Ella vivía en un
magnífico chalet en la Drôme de Provenza, como un pequeño castillo arriba de una
colina con vistas grandiosas a las montañas. Un gran portal de hierro forjado dejaba
entrever una alameda de plátanos centenarios. Escuchemos el relato de la señora
Plátano.
La señora Plátano

«Aparqué el coche delante de la escalinata de la mansión y vi como mi cliente me


esperaba de pie con una caja de kleenex en la mano. Estábamos a mediados de abril
y pensé enseguida en una alergia. No hace falta un diploma para relacionar los
pañuelos y una alergia, sobre todo en esta época del año.
Me dio, como siempre, una calurosa bienvenida y me permití preguntarle a
propósito de su alergia, que yo no conocía.
—¿Qué le pasa, señora?
—No me hable, me he vuelto alérgica al polen de los plátanos. Además, el
especialista me ha aconsejado que los tale todos. ¡Completamente inconsciente! Son
centenarios y mis antepasados se retorcerían en sus tumbas si se enterasen. No puedo
hacer eso. Prefiero quedarme con mi alergia antes que cometer ese sacrilegio.
—¿Desde cuándo es usted alérgica?
—Sólo desde esta misma primavera. Nunca en mi vida había tenido esta
enfermedad. Me cayó encima así, hacia finales de marzo. El tratamiento me produce
alguna mejoría, pero no puedo pasar sin estos pañuelos.
—¿Qué le ocurrió el año pasado en esta misma época?
—¿Por qué me pregunta usted eso?
—Pues... acabo de conocer el significado de la alergia para la clínica
psicosomática. Si me lo permite, se lo quiero explicar, es de una simplicidad
apabullante.
—Claro, amigo mío. Si pudiese ayudarme, estaría encantada.
—En la mayoría de las alergias hay que buscar un episodio en el cual la persona
ha sido afectada por un choque emocional inesperado, como cogida por sorpresa, y
la consiguiente onda de choque no ha podido ser encauzada por los recursos
habituales. En otras palabras, esta onda de choque ha sobrepasado sus mecanismos
de defensa. En ese mismo momento, el cerebro ha percibido una especie de peligro
extremo viendo llegar esta oleada conflictiva emocional que invadía y
desestabilizaba la fisiología habitual. Ha registrado entonces cierto número de
parámetros gracias a las informaciones proporcionadas por los cinco sentidos y por
el pensamiento. En su caso, ha debido captar el polen de los plátanos a través de las
mucosas y de la piel. Un complejo, compuesto de dos elementos indisociables
«episodio desestabilizador-polen de los plátanos» se grabó así en su memoria
celular.
»Más adelante, cuando los censores registraron el polen de los plátanos, el
cerebro desencadenó el plan ORSEC que, aquí, es su crisis alérgica. Su biología le
ha avisado tan sólo que seguía existiendo un peligro. Por esta razón, para la clínica
psicosomática, una crisis alérgica no es más que una bocina de alarma para evitarle
hundirse de nuevo en ese recuerdo desagradable. ¿Que ocurrió para usted el año
pasado en esta misma época?
—No me hable. Estaba aquí, en el porche, como ahora. Era la una y media del
mediodía. Hacía muy buen día y un poco de viento. Mi marido me anunció que me
engañaba con su secretaria y que me dejaba para irse a vivir con ella. Como bien lo
dice usted, ¡vaya sorpresa! No me lo esperaba en absoluto porque todo iba, con
normalidad. Hacía más de cinco años que estaban juntos y ¡nunca me lo había
imaginado!»
Esta conversación se transformó al poco rato en una sesión de psicoterapia y el
agente en inversiones financieras escuchó simplemente a la señora sin darle a
conocer las últimas oportunidades bancarias, pues las circunstancias no eran muy
adecuadas. Tiempo después, ella lo volvió a llamar: su alergia había mejorado
mucho y así… ¡él pudo firmar varios contratos!

La señorita Plátano

Volvamos a encontrarnos con la encantadora joven de la demostración de la


primera parte. Presenta una alergia al polen de los plátanos que varios paquetes de
pañuelos sólo ayudan a contener. No hay resultados, a pesar de los tratamientos
antialérgicos prescritos por su médico. El tratamiento de desensibilización
practicado durante tres años tampoco ha dado resultado. Veredicto: evitar los
plátanos y tomar antihistamínicos de forma preventiva todos los años.
Una vez hecha la exposición habitual de introducción, fuimos en busca de su
ecuación psicosomatemática personal:

Plátano = Psico-choque emocional original desestabilizador

En pocos instantes le vino todo a la conciencia, sobre todo ciertos episodios de su


infancia.
«Por mi madre no sé mucho, pero estoy segura de que mi padre nunca me quiso.
Puedo citar muchas pruebas. La más significativa se refiere a los regalos de Navidad
o de cumpleaños. Él prefería a mi hermana mayor a quien colmaba de ternura y
atenciones. Siempre me estaba comparando con ella en todo: belleza, elegancia,
resultados escolares, alegría de vivir, desarrollo intelectual, etc. He sabido más
tarde que él quería tener un solo hijo, preferentemente una niña. Mi madre quería un
niño y, mala suerte para los dos, llegué yo. Me llamaron Dominique. Así no podían
equivocarse. Además, mi hermana y yo nacimos con dos días de diferencia y
festejábamos nuestros cumpleaños el mismo día, el 15 de abril, el día de mi
hermana, por supuesto.
»En relación con el famoso psico-choque, lo veo, o más bien los veo, como si
fuese ayer. Yo lloraba a menudo, sola en mi habitación, cuando me dolía alguna
injusticia. Cuando tuve ocho años, el día de «nuestro» cumpleaños, ese sentimiento
de injusticia fue muy fuerte. Ella había recibido varios regalos: una magnífica
muñeca con sus ropitas, un neceser de maquillaje y un vestido. Por mi parte, un único
paquete me esperaba: ¡un libro sobre animales salvajes! Tuve que aguantar las
lágrimas durante toda la comida.
»Después del postre me fui al jardín y lloré con la cabeza apoyada en el único
árbol que había ahí: un plátano en plena floración. Comencé a hablarle a menudo y
se convirtió en una especie de confidente a lo largo de los años. Si lo he entendido
bien, mi cerebro grabó en el mismo momento una extrema tristeza y el polen de
plátano que me caía encima. Y si he entendido todavía mejor, son estos recuerdos de
injusticia y de tristeza los que me envenenan la vida y la nariz hasta ese punto.»
Otro relato de plátano: «Cuando era adolescente, salía con un chico y nos
encontrábamos en el parque del pueblo, en un banco apartado, debajo de un plátano.
Después de varios meses de relación, él me dejó. Yo no me lo esperaba en absoluto
y eso ocurrió bajo el plátano. Creo que ahora ya ¡basta con esas viejas historias!»
La determinación de sus palabras me demostró que esta jovencita iba a curarse
rápidamente. Y así fue, esta alergia se volatilizó tan deprisa como el voleo del
polen: con un golpe de viento. Debemos recordar que algunas veces estamos
enfermos por las consecuencias de sentimientos desestabilizadores ocurridos durante
nuestra infancia y que nos siguen marcando. A menudo es nuestro niño interior quien
sufre y cuando el adulto se da cuenta de ello y toma conciencia mediante un proceso
de esclarecimiento, estos episodios parecen compararse a «tonterías sin
importancia» que no tienen razón de ser hoy día. El distanciamiento puede
producirse sólo porque está amasado dentro de una pasta de convicción absoluta y el
síntoma/reflejo de la problemática ya no sirve para nada. Éste desaparece y la carga
emocional vinculada se disipa como las nubes en el viento.

Alergia al ciprés

Empecemos con la historia de la señorita Ciprés hecho por Christian Flèche. A


continuación Didier Sevin seguirá con la de la señora Listón y después volveremos a
encontrarnos.

La señorita Ciprés

La señorita Ciprés tiene dieciocho años. Está muy enamorada de un muchacho.


Hace algún tiempo que salen juntos. Un buen día de primavera, sentados en un banco
cerca de un ciprés, el joven le anuncia que su padre ha cambiado de trabajo y que
van a tener que mudarse, y se pone a llorar en el hombro de su Dulcinea.
Escondiendo su pena, ella quiere animarlo pues lo quiere profundamente. Reprime su
propio dolor y lo tranquiliza diciéndole que se escribirán, se llamarán y que se verán
durante las vacaciones, pero se siente destrozada.

Hoy esta mujer de treinta y cinco años se ha casado con otro hombre y tiene dos
hijos. Está enamorada de su marido pero, de vez en cuando, piensa en su primer
amor y su recuerdo vuelve a ella con toda su lozanía y dolor. La emoción sigue
intacta. A partir de aquella edad y cada año, cuando entra en contacto con el polen
de ciprés, empiezan los picores en sus ojos. El psico-choque emocional se
representa aquí por una actividad conflictiva centrada alrededor de la separación de
orden visual. Volver a encontrar este evento, evidentemente, es liberador.
La señora Del Listón

Tiene más de cincuenta y cinco años y empezó su carrera de alérgica al ciprés


hace casi veinte. Múltiples hipótesis fueron mencionadas pero ninguna de ellas se
correspondía con su problema. Yo me encontraba bastante molesto, y agotados mis
argumentos —búsqueda del psico-choque con un raíl donde figurara un ciprés, o un
mueble de ciprés entre otras cosas—, le hablé de su marido. La mujer relata
entonces lo siguiente: «justo después del nacimiento de nuestra hija mayor, tuvimos
que cambiar el techo de nuestra habitación. Mi marido se fue en busca de madera de
ciprés y empezamos a instalarlo. Yo le pasaba los listones y los clavos para fijarlos
sobre las viguetas. De repente se puso muy nervioso. Nunca lo había visto así.
Tuvimos que parar porque se había puesto frenético. Para mí fue un verdadero
choque verle así, él que parecía tan delicado y buena persona. Nunca me atreví a
volver sobre el asunto más adelante aunque me había impactado muy fuerte».

Los resultados clínicos son claros: ¡resolución de su problema alérgico!


Sigamos con nuestro periplo. Algunas veces, para poder comprender una alergia
al ciprés, basta con contestar esta simple pregunta: ¿Dónde encontramos
normalmente estos árboles?
La respuesta es fácil: en los cementerios. Lo mismo ocurre con especies como las
tuyas o los cedros. Es bien sabido que estos sitios tienen la reputación de ser tristes,
sobre todo los días de entierro. Largos cortejos fúnebres siguen el ataúd del ser
querido. La tristeza está presente en todas las caras. Los llantos, los desgarros, los
gritos de desesperación, los sollozos se mezclan con los pólenes que asciendan en
volutas por el aire enlutado.
Como todos los ejemplos anteriores lo han demostrado, la ecuación
psicosomatemática de esta alergia, Ciprés/Dolor moral, pena, etc., puede verse
fácilmente.
Otras veces no es tan simple y debemos ir a explorar otros capítulos de la vida de
la persona en cuestión. En primer lugar, el estudio de la psicogenealogía es
sumamente valioso pues nos puede revelar los trabajos de duelo que no se hicieron
en relación con uno o varios fallecimientos y que han impactado al clan familiar al
cual la persona alérgica está transgeneracionalmente vinculada.

Alergia a las mimosas

Es una curiosa y apasionante historia porque varias consultas han sido necesarias
para poder llegar al meollo de la cuestión. Ella era alérgica en cierta manera… Pero
no, les voy a dejar leer el relato hasta el final para no quitarle su buen sabor. Les
presento a la señora Mimosa del Norte.
La señora Mimosa del Norte

Nació en el norte de Francia, en Lille para ser exacto. Creció ahí y estudió sin
desplazarse más allá de doscientos kilómetros de su ciudad natal. Para las
vacaciones acostumbraba a frecuentar las playas de Dunkerque o de Boulogne-sur-
Mer. Dicho de otra manera, tenía los pies bien enraizados en su tierra y no sabía
mucho de la Francia «de abajo» o más bien de la del Sur.
Pero el azar hizo que se encontrara con un joven estudiante en medicina oriundo
de Niza y que había venido a perfeccionarse en el servicio de neurocirugía dirigido
por uno de más grandes especialistas en hernia discal. Una simple historieta de amor
de paso se convirtió pronto en un verdadero idilio. Al cabo de un año, terminadas
las prácticas, el caballero tuvo que volver a su tierra. Fue un verdadero desgarro
para esta hija única y joven huérfana de padre. Tenía que dejar a su madre gozar sola
de las alegrías de la jubilación a la que acababa de acceder después de cuarenta y
cuatro años de buenos y leales servicios en la industria textil.
«No podía pedir a mi compañero que la lleváramos con nosotros pues había
decidido seguirle a él y disfrutar del cielo azul que la gente del norte sólo tiene en
los ojos. Cuando llegué a Niza en septiembre, encontré fácilmente trabajo como
secretaria. Todos los días llamaba a mi madre, que llevaba una vida tranquila de
jubilada recién estrenada. Ella tenía sus costumbres y se veía regularmente con sus
amigas y compañeras de trabajo. Por nuestra parte, vivíamos en una casita en lo alto
de Niza y yo pasaba mucho tiempo en el jardín cuidando de las flores. A finales del
otoño empecé a estornudar cada vez más fuerte y a sonarme todo el día. Desde ese
primer invierno me volví alérgica a las mimosas.
»Cosa extraña e intrigante para el Jefe de Servicio de dermatología/alergología
conocido de mi compañero, yo nunca había estado en contacto con este árbol. Era
como un enigma alergológico, pero las pruebas eran indiscutibles y el profesor decía
que ser alérgica a las mimosas en Niza era como serlo a ¡los mejillones con patatas
fritas en Lille!
»Probamos todas las terapias posibles y cada año hacía mis reservas de pañuelos
desechables a pesar de los medicamentos. Una compañera de trabajo conocía la
clínica psicosomática y me dijo que con este método se podían curar las alergias.»
Antes de seguir adelante, quisiera hacer una pequeña rectificación. La clínica
psicosomática no es un método sino simplemente una teoría, una nueva manera de
ver el origen, o más bien los orígenes, biológicos y psicosomáticos posibles de una
patología.
Como siempre, empezamos con un cursillo sobre fisiología biológica con el fin de
encarrilar a la señora Mimosa en la avenida correcta. Aparentemente se quedó en la
rotonda de la Alergia a las mimosas y después de varias consultas sin resultados
convincentes, volvimos a empezar desde el principio. La respuesta se desarrolló a
partir de la pregunta siguiente: ¿Cuál ha sido el drama más grande de su vida, su
peor recuerdo?
Su respuesta fue doble: «El primer drama de mi vida fue el fallecimiento de mi
padre, pero no me acuerdo de ello en absoluto. Yo tenía dieciocho meses cuando
sufrió un grave accidente de coche. El segundo fue mi marcha de Lille hacia Niza
siguiendo a mi futuro marido. Estaba a la vez feliz de marchar para ir a vivir mi
flamante historia de amor pero al mismo tiempo me sentía culpable de dejar a mi
madre a más de mil kilómetros de distancia. Sabía que no la vería a menudo y
pensaba en ella constantemente. La llamaba cada día y en cuanto me era posible,
dejaba a mi marido en Niza porque él no podía abandonar demasiado tiempo a sus
pacientes».
Un pequeño ejercicio de visualización nos permitió descubrir el origen de su
alergia a las mimosas. Le pedí que recordara las sensaciones que había tenido en el
momento de su partida y que visualizara a su madre entonces.
«Yo lloraba y ella también. Cuando la veo siempre me vuelve la misma imagen:
está ella en la cocina preparando la comida y siempre llevaba el mismo delantal que
le encantaba. Era de color crema con… unas mimosas dibujadas.»
Cuando pronunció la palabra «mimosas», su mirada se aclaró a pesar de las
lágrimas provocadas por el recuerdo. Acababa de hacer la relación entre su psico-
choque/separación de su madre y su alergia a las mimosas que adornaban el delantal
de su madre. Esta toma de conciencia fue el origen de la curación de su
enfermedad… imaginaria.

Alergia a las rosas

Varios ejemplos de alergia a las rosas han sido elucidados con buenos resultados
clínicos. Normalmente se suele encontrar un psico-choque asociado a estas flores.
Imaginen a un jovencito con un ramo de flores recibiendo una calabaza por parte de
su Dulcinea después de haberse declarado. Bien lo cantó Georges Brassens cuando
se inspiró en ello: «Avec mon p’tit bouquet, j’avais l’air d’un con, ma mére. Avec
mon p’tit bouquet, j’avais l’air d’un con» (Con mi ramito yo hacía el burro, madre
mía. Con mi ramito, yo hacía el burro).
En otros casos, no es la flor sino el nombre «Rosa» el que se ubica en primer
plano de la problemática. A menudo Rosa es una persona por quien sentimos afecto,
como una abuela adorada que, para nuestro pesar, murió demasiado pronto. Aquí
tenemos otro relato de Rosa, la mujer del señor La Flor, quien se curó solo, después
de haber asistido a una conferencia sobre el tema.

El señor La Flor

«Yo era alérgico a las rosas. En unos minutos se me podía desencadenar una
rinitis aun sin saber que había rosas en la proximidad. Estornudos, nariz tapada y
picores en los ojos eran las señales principales. Busqué al comienzo un psico-
choque/rosa pero no encontré nada. En cambio, en cuanto hice la asociación entre la
flor y el nombre de mi ex mujer, mi alergia se volatilizó. En efecto, he vivido con
ella durante más de quince años y hemos tenido tres hijos. Los últimos años fueron
un infierno para mí. Ella tenía unos celos tremendos y lo controlaba todo, hasta mi
ropa. El ambiente empezaba a ser verdaderamente insoportable y decidí
divorciarme. Fue peor y entendí entonces que me quería siempre a su lado como un
perro faldero. Cuanto más me rebelaba, más quería vigilarme. Al cabo de algún
tiempo ya no podía soportarla y empecé los trámites del divorcio. Fue una verdadera
lucha y me montó las mil y una con falsos testimonios, etc. Por fin, eso duró más de
dos años, me fui definitivamente de casa para vivir con más sosiego. Fue después y
poco a poco que se declaró mi alergia.»
Alergia a los animales

El gato, el perro y el caballo se consideran animales agradables. Ciertas


civilizaciones los veneran. Así, el gato goza de un lugar privilegiado en el Antiguo
Egipto y los ingleses respetan como nadie a su amigo el caballo. Sin embargo, si una
persona, en particular un niño, es alérgica a los pelos de su mascota favorita, la
historia cambia pues la evicción es palabra clave de los alergólogos. Ante ello nos
hacemos la pregunta siguiente: ¿Cómo puede ser que este animalito tan simpático se
vuelva de la noche a la mañana el origen y la causa de ciertas reacciones alérgicas?

La teoría clásica nos dice que es una cuestión de sensibilización progresiva. Por
nuestra parte vemos las cosas de otra manera. Esta sensibilización es más bien
mental ya que un psico-choque ha sido asociado a este animal, cuyos pelos no son
más que sus representantes.
Por lo tanto, este tipo de alergia nos hará ir en busca de uno o varios episodios
donde intervengan estos animales y en los cuales se han alcanzado numerosas
curaciones . Aquí tenemos el estresograma que nos encontramos habitualmente.
En primer lugar, veamos el relato de una alergia a los pelos de perro y de gato
que ha sido curada. La recuperación de la curación es actualmente de dieciocho
meses sin crisis.

Alergia al pelo de perro y de gato

Un día, una participante en un seminario me hace una pregunta referente a la


alergia a los pelos de perro y de gato. En primer lugar le explico de nuevo el
mecanismo psicosomático de las alergias en busca del acontecimiento
desestabilizador donde el papel principal sea desempeñado por un perro o un gato.
Sus reflexiones no dieron fruto alguno. Pido a los demás que reflexionen sobre la
simbología general de estos animales. La respuesta tomó cierto tiempo en llegar: el
perro y el gato representan el hogar familiar en el sentido amplio de la palabra. ¡En
la imagen clásica el padre fuma su pipa, la madre lee un cuento a los niños, el gato
sobre las rodillas y el perro a sus pies, todos juntos alrededor de un buen fuego en la
chimenea! De todo ello emana dulzura, afecto y ternura. Por lo tanto, el gato y el
perro pueden ser asimilados al bienestar familiar. Edith Brodsky seguía el debate
atentamente puesto que debía atender a una paciente con este tipo de alergia a la
semana siguiente. Escuchémosla:
«Le dije exactamente lo que acababa de aprender y cuando evoqué el bienestar
familiar, esta persona recordó algunas cosas con cierta emoción. Había hecho un
acercamiento entre su alergia y «su drama» de niña. Algunos meses más tarde,
recibía esta carta de la señora De los Pelos.

La señora De los Pelos

«Yo tenía alergia a los gatos y a los perros. Durante una consulta comprendí que
esta alergia tenía su origen en una situación de separación en relación con mi familia.
Tenía asma desde los tres años y esta asma estaba vinculada a un tío abuelo que
había sido gaseado en la Primera Guerra Mundial. Para tratarla me mandaron a un
hospital de niños sin avisarme, haciéndome creer que marchaba de vacaciones con
mis padres. Por lo tanto tuve un choque importante cuando mis padres se fueron
dejándome en el hospital a cargo de una señora. No entendí lo que ocurría.
»Mientras estuve ahí todo fue bien, pero en cuanto volví a casa de mis padres mi
asma se duplicó. Reencontrar la casa y mis animales favoritos hizo que las crisis
aumentasen.
»Después de tal toma de conciencia tuve dos oportunidades para probarme. Por
una parte, en las Navidades estuve en contacto con un perro. Como siempre llevaba
conmigo un antídoto pero me di cuenta de que ya no lo necesitaba. No tuve asma, ni
mocos y tampoco me lloraron los ojos. Lo interesante es que el perro parecía muy
atraído por mí, puesto que se pasó los cinco días acostado en mis pies.
»Por otra parte, más adelante fui a casa de una amiga que tiene ¡diez gatos! No
estuve en contacto directo con ellos pero el olor y los pelos estaban por toda la casa.
Tuve exactamente la misma experiencia, es decir, que tampoco caí enferma.
Así que quiero decirles que esto funciona y también darles las gracias.»

Durante un curso sobre terapéutica, una curación instantánea tuvo lugar en un trío
de participantes supervisado por Jean-Jacques Lagardet. Una de los asistentes quiso
explorar su alergia a los pelos de gato. Este caso clínico es uno de los más simples,
como se darán cuenta.

La señora Del Gato

«En cuanto entro en una casa donde hay un gato, empiezan a picarme los ojos, mi
nariz se congestiona y estornudo. Hace muchos años que estoy así.»
La primera y única pregunta que se le hizo fue: «¿Hubo algún drama con un gato
en su vida?» Rápidamente un recuerdo de la infancia afloró a su mente: «Tenía nueve
años. Volvía del colegio y a algunos metros escasos de mi casa vi a mi gato
atropellado en la calle. Fue horroroso. Estuve descompuesta durante meses y poco a
poco fue disminuyendo».
El análisis psicosomático es simple y su ecuación psicosomatemática es la
siguiente:

Psico-choque/alérgeno = Imagen horrible de su gato


atropellado, por lo tanto los pelos de gato le recuerdan ese
mismo psico-choque.
Los ojos llorosos y con picores nos indican que la banda de vídeo está afectada.
Es una visión calificada como «horrible».
La nariz congestionada y presa de estornudos nos lleva hacia la banda olfativa
cuyo significado podría ser: no quiero estar más en contacto con este re-sentido y
deseo expulsarlo de mi cuerpo.
Resultado clínico: la misma tarde, acariciaba una gata muy bonita, dueña del
lugar del seminario.
A su vez, Jean Platon me relataba una historia bastante original donde intervenía
el señor Del Gato.
El señor Del Gato

Durante una sesión de psicoterapia el señor Del Gato me habla de su alergia a los
pelos de gato.
«Tan pronto entro en una habitación donde ha estado un gato, los ojos empiezan a
picarme. Progresivamente me pongo a llorar, mis ojos se hinchan y se ponen muy
rojos. Siempre pasa lo mismo. Así que puedo detectar el mínimo pelo de gato en una
casa o en un piso. Inútil añadir que los evito tanto como me es posible. Hace mucho
que dura eso y no recuerdo la fecha de cuando empezó. Pienso que se instaló poco a
poco sin que yo me enterase. De todas formas hoy llevo la etiqueta de «alérgico a los
pelos de gato». Como puede imaginarse, he seguido muchos tratamientos, pero sin
éxito. Mejoran un poco la situación eso es todo.»
La particularidad de este caso clínico reside en el hecho siguiente, que confirma
la teoría psicológica de la alergia. De nuevo aquí hemos encontrado el dúo clásico
de la alergia: represión y desplazamiento. Después de haberle explicado algunos
pormenores, evoca a su abuela materna. Él la quería mucho. «Pasaba muchos días en
su compañía pues me acogió desde que nací. Vivía cerca y a menudo, después del
colegio, pasaba por su casa donde me esperaba una merienda. Aún adolescente no
podía dejar de pasar por su casa después del colegio y más tarde después del
instituto. Siempre estaba de buen humor y dispuesta a ayudarme si podía. Era una
verdadera abuela adorable. Murió cuando yo tenía veintiún años. Fue un verdadero
choque para mí aunque fuese lógico; tenía ochenta y ocho años. Conservo una imagen
grabada en mi memoria: sentada en su sillón con su gatito ronroneando en sus
rodillas. Adoraba a los gatos y tuvo varios a lo largo de su vida».
Vemos perfectamente que su sufrimiento estaba en parte relacionado con el duelo
de la muerte de su abuela querida. Uno de los mecanismos de defensa de nuestro
inconsciente es el desplazamiento, perfectamente descrito por Sigmund Freud.
Consiste en ocultar un acontecimiento psíquicamente doloroso y reemplazarlo por un
elemento del entorno totalmente banal. En su imaginario, él recuerda a su ser querido
asociándolo con un gato. Desde un punto de vista económico, es más fácil
«enfrentarse a la realidad del fallecimiento» dirigiendo la conciencia hacia el gato
asociado a su vez con la abuela. De esta manera, el sufrimiento no se ve reactivado.
En otros términos, el inocente gato recuerda a la abuela muerta y reactiva el
sufrimiento inconsciente. La manifestación clínica centrada alrededor de los ojos
recuerda simplemente que el impacto emocional se metabolizó por esta parte del
cuerpo. ¿No decimos acaso «perdido de vista»?
Esta toma de conciencia, unida a un clásico acompañamiento de duelo, le llevó a
una curación definitiva.
Veremos ahora dos ejemplos de Christian Flèche: La Gata Pesada y el Gato
Blanco y Negro.

La Gata Pesada

Una niñita adora a su gata, pero el animal molesta mucho a su padre, que ya no lo
soporta. Una noche mientras la niña duerme, decide poner la gata en el maletín del
coche y alejarse de la casa. Conduce durante más de una hora, se detiene cerca de un
bosque y abre el maletín. Aterrorizado, el animal huye de inmediato.
El hombre vuelve tranquilamente a su casa después de ejecutar su faena. Al día
siguiente la niña busca su gatita y el padre, mintiendo, le propone ir en su busca.
Después de más de dos horas sin resultado, la niña se pone a llorar. «No volveré a
encontrar a mi michina, han debido de atropellarla.»
Un mes más tarde se oye un maullido detrás de la puerta. Loca de alegría la niña
abre y reconoce su animalito, esquelético. Lo toma contra su pecho para mimarlo y
protegerlo, y algunas horas más tarde la gatita muere en sus brazos. Por segunda vez
se siente separada de manera conflictiva. Más adelante y cada vez que entra en
contacto con un gato sea cual sea, una gata o un gatito, una alergia se manifestará con
el aspecto de una rinitis.

El Gato Blanco y Negro

Un joven es alérgico a los pelos de gato pero no de cualquier gato. Su alergia se


manifiesta sólo en presencia de gatos que tienen dos colores: blanco y negro. Es
alérgico a los pelos del gato de su amiga pero no al gato de su cuñado, que es de un
solo color. No entiende en absoluto el porqué. Ha encontrado un acontecimiento
importante que había permanecido oculto por completo y me confía un recuerdo de la
infancia bastante cruel. Cuando tenía diez años mató a su gato blanco y negro
ahogándolo bajo su almohada. Nunca entendió el porqué de este gesto pues se sentía
fuera de sí. El gato murió, el joven salió de su trastorno pasajero, puso el gato en una
bolsa que tiró a la basura. Finalmente para él la ecuación alérgica es la siguiente:
gato blanco y negro =«estoy loco».
Veamos ahora el caballo, amplia fuente de rinitis, conjuntivitis, picores y otras
manifestaciones desagradables.

Alergia al pelo de caballo

La señora Caballo
Una mujer viene a verme por una alergia al pelo de caballo que tiene desde los
dieciséis años. Me cuenta que siempre le han gustado los caballos. «Es una pasión
para mí desde que era una cría. Me fascinaban y de pequeña le pedía a mi padre que
me llevara a verlos al club cerca de casa. No más alta que un tapón, empecé mi
carrera de amazona familiarizándome con los ponis. Más adelante, el día de mi
undécimo cumpleaños, el monitor me autorizó a montar un caballo y ése fue mi más
bello regalo de cumpleaños.»
Desafortunadamente, cuando cumplió los dieciséis se volvió de repente alérgica
al pelo de caballo. Una enorme rinitis así como picazones la afectaban mucho a
pesar de los antihistamínicos que le recetaban. «Me rasco y me sueno en cuanto entro
en contacto con el pelo de caballo. Algo curioso: estas manifestaciones pueden
ocurrir también cuando veo una competición por televisión y entonces ya no cuento
los pañuelos que gasto.»
Su alergólogo le había aconsejado anteriormente no acercarse a los caballos. Lo
hemos visto al principio de este libro: la evicción del alérgeno es el primer acto
terapéutico propuesto por la facultad de Medicina. «Imposible para mí. Es como
pedir a un andaluz que no coma chorizo o a un magrebí que no pruebe más el cuscús.
Un tratamiento de desensibilización de más de tres años tampoco dio resultado. La
única posibilidad que me quedaba era tomar medicamentos y sonarme
repetidamente.»
Transcurridos los preliminares, fuimos en busca de su propio psico-choque
emocional desestabilizador. En muy poco tiempo ella, que daba vueltas en su carrera
de la alergia al pelo de caballo, hizo bruscamente un quiebro y enfiló hacia el
camino del bosque.
«Algunas semanas antes de la primera crisis y como todos los domingos por la
tarde, me preparaba para hacer un paseo solitario a caballo cuando un señor, jinete
mayor del club, se ofreció a acompañarme. Inocentemente acepté y nos dirigimos
hacia el bosque que lindaba con el club de equitación. Yo lo conocía bien, todo el
mundo lo consideraba muy buen jinete. No sé lo que le pasó, pero cuando estábamos
bastante lejos del club quiso acorralarme contra una barrera con su caballo. Quedé
bloqueada con el caballo por medio sin poder huir. De haber estado a pie hubiera
sido más fácil y más simple para mí: podría haber forcejeado y huido a toda prisa.
Me sentí muy angustiada pues no podía hacer avanzar a mi caballo, que además se
había puesto muy nervioso. El caballero empezó a tocarme los pechos y yo grité.
Jamás había gritado tan fuerte. Él se sorprendió y aproveché ese breve instante para
librarme y salir al galope. Creo que hubiera podido ganar cualquier carrera ese día.
Nunca había galopado así en mi vida. Afortunadamente, conocía muy bien a mi
caballo, que me obedeció a pies juntillas. De vuelta al club no tuve el valor de
contárselo a mi monitor y me lo callé. Nadie lo sabe y es la primera vez que se lo
digo a alguien.»

Resumiendo: Pelo de caballo = Recuerdo del sobre-estrés


primario— engendrado por un intento de tocamiento por
parte de un viejo jinete lúbrico.

La mejoría se manifestó muy rápidamente gracias a una toma de conciencia y a un


pequeño ejercicio que le aconsejé:5 «Cada vez que vayas al club, vuelve a pensar en
este episodio y dile a tu cerebro que hoy estás perfectamente segura.»
Varias lecciones se sacan de este ejemplo.

Primera lección: el alérgeno es significativo. Sin caballo este estrés no se


hubiese producido.
Segunda lección: no se trata de un conflicto de separación sino de un conflicto
por contacto impuesto.
Tercera lección: hasta esta sesión, el acontecimiento había sido reprimido
durante muchos años. A pesar de todo, ella había vuelto a ver a ese hombre a
menudo puesto que frecuentaba el club asiduamente. Sin embargo, lo había borrado
todo de su mente para no estar nunca más en contacto con ese estrés ingobernable. La
magia de la clínica psicosomática operó de nuevo y siempre en el mismo sentido:
establecer un vínculo significativo para la persona entre dos elementos
aparentemente separados: el psico-choque y la alergia.

5 Se desarrollará esta tabla terapéutica más adelante, al final del libro.


Alergia a los elementos

Éste es un apartado curioso puesto que el origen de estas alergias pasa


generalmente desapercibido a los ojos de la mayoría. El interés de esta manera de
interpretar las alergias toma aquí todo su sentido. Trataremos la alergia al agua, al
sol y al metal.

Alergia al agua

En primer lugar la «utilidad» psicosomática de ser alérgico al agua reside en el


hecho siguiente: debo evitar el contacto con este elemento porque lo he memorizado
anteriormente como estrechamente vinculado a una fuerte actividad conflictiva, y
representa el raíl principal de mi alergia. Por lo tanto, acuden directamente a una
mente despierta las memorias de accidentes tales como inmersiones en
submarinismo, ahogo, suicidio, asfixia, tanto biográficas —pertenecientes a la
propia historia de la persona afectada— como transgeneracionales —pertenecientes
a la historia familiar.
En segundo lugar, el agua es el símbolo arquetípico universal de la madre. Está
asociado a la luna, a las mareas, a los flujos y reflujos. Buscamos pues una
problemática ligada a la madre o a la función materna. Habitualmente encontramos
separaciones causadas por enfermedades, hospitalizaciones, divorcios o defunciones
prematuras. En el lado opuesto, el sol es el representante del padre y de la función
paterna.

La señora Piscina

Una encantadora mujer de treinta y cinco años se queja de ser alérgica al agua.
Para precisar, es alérgica al agua de piscina. «En cuanto meto un pie en el agua, se
enrojece y me pica. En cambio, puedo bañarme en la bañera o disfrutar en el mar
pero me es imposible meterme en una piscina. Cuando era joven, he sido monitora de
natación en un centro situado al borde de un lago. El encargado nunca entendió cómo
yo podía vigilar a la gente que se bañaba ahí si era incapaz de ocupar el mismo
puesto de trabajo en una piscina. Quiero confesarle que tampoco yo he entendido
nada. Pero he conseguido hacerme a la idea».
Una vez más, iremos a buscar en su historia o en la de su familia un episodio
impactante donde el elemento «piscina» o bien «agua de piscina» ocupe un lugar
primordial. Aquí tenemos la respuesta:
«Yo tenía doce años cuando ocurrió el drama. Se trataba de mi primo hermano, el
hijo mayor de mi tía materna, con quien tenía un vínculo muy fuerte pues
prácticamente nos habíamos criados juntos. Teníamos la misma edad y nos veíamos
cada miércoles y los fines de semana. Un domingo decidimos ir a bañarnos a la
piscina municipal en compañía de otros alumnos de su colegio. Había mucha gente y
hacía muy buen tiempo. Era yo muy tremenda y me apuntaba a todas las actividades:
carreras, chapuzones, pelota, concursos de natación bajo el agua, etc. Había mucho
movimiento alrededor de nosotros. En un momento dado, nos echamos agua
simulando una batalla. Mi primo estaba enfrentado a otro chico que le metía la
cabeza bajo el agua y unos cuantos fuimos a defenderlo. La lucha estaba en su
apogeo y nos subíamos unos encima de los otros haciendo olas. Eso duró algo más
de cinco minutos. Cansados, nos dirigimos hacia el borde de la piscina, pero él no
estaba entre nosotros. Vimos su cuerpo en el agua pero era demasiado tarde. El
monitor lo intentó todo para reanimarle y la asistencia sanitaria no llegó con
suficiente rapidez. Murió ahogado.»
Veamos su estresograma personal:

La señora Del Baño

«Ni siquiera puedo lavarme como todo el mundo. Cojo una esponja, la mojo y
tengo que lavarme así. Si tomo una ducha, me entra angustia y puedo llegar hasta el
ataque de pánico. Nunca bebo agua, sólo té y un poco de vino. Sería capaz de
ahogarme en un vaso de agua. Mi marido no soporta más estas «niñerías», como él
dice, pero es más fuerte que yo.»
Cuando oigo «es más fuerte que yo» pienso lo siguiente: esta encantadora criatura
¡no puede ser impotente hasta este punto! En su cerebro inconsciente debe de existir
un mensaje del tipo: está prohibido entrar en contacto con el agua so pena de peligro
o más exactamente, so pena de evocar un peligro anterior donde el elemento «agua»
ha sido predominante. Nos remontamos hasta la quinta generación. Su tatarabuela se
había suicidado tirándose a un estanque.
Christian Flèche cuenta un caso bastante peculiar de alergia al agua. Les pido que
sigan su razonamiento a fin de llegar a una precisión más exacta de los síntomas. Por
lo tanto, antes de empezar cualquier exploración será necesario poner cerco a todos
los componentes de la patología.

El señor Tiza
El señor Tiza presenta una alergia al agua. En nuestra investigación
psicosomática, lo interrogamos sobre el agua. «Desde los dieciocho años, en cuanto
me lavo, poco después de la ducha, me salen manchas rojas en la piel, en particular
en las manos y en la cara. Me rasco tanto que me arrancaría la piel».
La sintomatología es importante en nuestra investigación pues no hay azar en la
localización. En su caso, son las manos y la cara. Es curioso pues cuando se ducha
todo su cuerpo está bajo el agua. ¿Por qué entonces se ven tan sólo afectadas las
manos y la cara? Lo vamos a entender escuchándole.
¿Es alérgico a cualquier tipo de agua? No, porque cuando se ducha en una región
de Francia donde el agua contiene poca caliza, no tiene ninguna alergia. Por lo tanto
no es alérgico al agua sino al componente calizo del agua.
¿Qué ocurrió a la edad de dieciocho años? Antes sólo se duchaba dos veces a la
semana pero al llegar a esa edad tomaba dos duchas diarias pues empezó a hacer
deporte de forma intensiva. Debía lavarse mañana y noche, por lo tanto saturaría su
cuerpo de cal. Según él, nada más específico le ocurre. En cambio, si exploramos
sus ciclos celulares biológicos memorizados, según los trabajos de Marc Fréchet,
encontramos la edad de nueve años.6 Rememora entonces un acontecimiento
dramático. «Ocurrió en primaria, durante una clase. El maestro me había pedido que
fuera a la pizarra para corregir un ejercicio de matemáticas. Cogí una tiza (caliza) y
empecé a escribir el enunciado del problema planteando las operaciones a efectuar.
Me equivoqué de forma lamentable y no sé lo que le pasó al maestro, pero empezó a
ridiculizarme delante de toda la clase hasta que me puse rojo de vergüenza y
emoción. No sabía dónde meterme y lo único que quería era bajar de la tarima, lejos
de la pizarra, tirar la tiza al patio y huir de ese ambiente, de esa atmósfera
espantosa.»
No es la tiza la culpable, la malvada o la responsable de su malestar, pero si no
se hubiese equivocado en la pizarra, el maestro no lo hubiera ridiculizado. Por lo
tanto, podemos encontrar un desplazamiento sobre la tiza que toma un cariz negativo
en términos de vergüenza: «no quiero estar en contacto con». Aquí, en esta alergia, la
caliza contenida en el agua no es más que la representante de la tiza. Cuando se
ducha no siente vergüenza alguna y tampoco existe una fuente particular de emoción.
Pero por su parte, su cuerpo recuerda lo doloroso que fue este episodio para él.

Alergia al sol
Tal y como hemos visto en la introducción al presente capítulo, el elemento «sol»
está a menudo vinculado al padre o a la función paterna. En la mayor parte de los
casos, se trata de una problemática ligada a un padre ausente físicamente a causa de
un fallecimiento, un divorcio o una separación. Otras veces el padre está presente
físicamente en el hogar pero ausente simbólicamente a causa de una depresión, del
alcoholismo o por otro motivo. Tenemos ahora cuatro relatos donde interviene este
elemento. En el primero nos encontramos con nuestro amigo Michel Garlantezec.

La señora De la Boda

Durante una sesión de osteopatía esta señora de cincuenta años evoca su alergia
al sol. Cuando llega el buen tiempo se encuentra siempre fastidiada por los rayos
solares que muchas personas esperan con impaciencia. No es su caso, pues ella los
tiene que evitar de forma absoluta so pena de sufrir picores dolorosos que pueden
tomar proporciones importantes. Como suele ocurrir, ningún tratamiento la había
aliviado. Cuello, pecho, hombros, brazos y piernas eran los principales lugares
afectados. Se veía obligada a caminar en las aceras donde tocaba la sombra y
taparse hasta las muñecas, por lo que prefería llevar pantalones y se ponía unas gafas
de sol casi todo el año.
Es inútil decir que sus vacaciones de verano podían volverse un verdadero
infierno. Por otra parte, eso era una constante fuente de peleas con su marido, quien
ansiaba tumbarse en una playa del Mediterráneo.
Una sola consulta fue suficiente para esclarecer su problema. Le expliqué la
fisiología del fenómeno y después de algunas reflexiones se encontró recorriendo a
paso largo la avenida del Sol/Padre en lugar de dar vueltas en la rotonda de la
Alergia como lo había hecho durante tantos años.
«El día en que más me faltó mi padre fue el día de mi boda. Han pasado más de
veintiocho años y todavía hoy estoy resentida con él. Era muy religioso y muy
riguroso en su práctica. Cuando le presenté a mi futuro marido se opuso enseguida a
nuestro matrimonio pues mi pretendiente no le convenía en absoluto: él no era para
nada religioso pero había consentido en pasar por el altar para la celebración de
nuestra boda.
»Aquella mañana de junio, lucía un sol magnífico. Estábamos esperando a mis
padres antes de entrar en la iglesia. Diez minutes de retraso, luego quince, veinte,
treinta. El cura empezaba a impacientarse y nosotros también, sobre todo porque el
sol ya no era ningún regalo: ascendía irremediablemente hacia el cenit. A mi
maquillaje no le gustaba mucho el calor. Al cabo de tres cuartos de hora decidimos
celebrar nuestro matrimonio sin la presencia de mis padres. Subí la escalinata de la
iglesia y me encaminé por el pasillo central sin mi padre. ¡Es el padre quien tiene
que llevar su hija al altar para entregarla a su futuro marido!»

Teníamos ahí un serio motivo biológico para explicar esta alergia al sol pero tuve
que emplear a fondo mi arte terapéutico para que pudiese entender, en un primer
momento, que su cerebro había grabado un período de sobre-estrés motivado por la
espera de su padre/sol en asociación con un verdadero sol de junio que impactaba
sobre su piel y su mente. Por lo tanto, cada vez que esta sensación de calor se
detectaba por parte de ese mismo cerebro biológico, algo así como un llamado del
acontecimiento desestabilizador se ponía en marcha en la forma más o menos intensa
de intolerancia al sol.
La curación se produjo a la semana siguiente. Debo decir que el terapeuta que se
inicia en clínica psicosomática siempre espera estos resultados. Le otorgan más
seguridad de aquí en adelante, y esto fue lo que ocurrió en mi caso.

La señora Sol

No es una vidente superdotada sino una maestra y se queja de una alergia al sol
que se instaló progresivamente a lo largo de su infancia. De una simple molestia al
principio, se transformó en un verdadero problema dermatológico con manchas rojas
y picores en las partes visibles de su cuerpo, y erupciones recubiertas de granitos
feos. Como todas las personas afectadas por esta misma patología, el lugar donde
pasar las vacaciones se volvía cada vez un problema. La única manera de protegerse
era ir tapada con el fin de no enseñar ni un solo centímetro cuadrado de su piel.
Cuando oigo «soy alérgica al sol desde pequeña», no me lanzo directamente a
efectuar pruebas de alergia. No. Pregunto si hubo algún divorcio en el historial
familiar, una separación o un fallecimiento. Esta consulta ilustra la «magia» del
concepto psicosomático de las enfermedades. Ella, por su lado, buscaba numerosos
motivos que pudiesen dar una explicación a su alergia: productos de belleza, cremas
solares, composición de las prendas de vestir, etc. Esta vez fuimos directamente al
grano: la problemática con el padre.
«Mis padres se divorciaron cuando yo tenía doce años. Fue un auténtico drama
para mi madre, quien tuvo que criarnos a mi hermano mayor y a mí. Veíamos a
nuestro padre solamente durante las vacaciones escolares y lo echábamos mucho en
falta. Cuando tenía quince años, se mató en un accidente de moto. Fue un verdadero
choque para todo el mundo y en especial para mí. Naturalmente, lo quería como una
hija puede querer a su padre».
El pequeño Sol

Es la historia de un niño de cinco años, con intolerancia al sol. Escuchemos a su


madre.«No me había dado cuenta antes, pero desde que su padre y yo nos separamos,
su fobia al sol fue en aumento. Para ir al cole prefería andar por la acera a la sombra
cuando yo prefería la del sol. Curioso: me pidió que le comprara gafas de sol en
pleno invierno».
Esta intolerancia al sol se difuminó en muy poco tiempo cuando su padre,
informado sobre la situación conflictiva, tranquilizó a su hijo y pasó más tiempo con
él.
Veamos con Christian Flèche, otro aspecto de la alergia al sol.
¿Qué representa el sol? ¿De qué tipo de alergia se trata? ¿Desde cuándo? El sol
puede ser también sinónimo de búsqueda de la verdad. «Quiero sacar a la luz todo
este asunto» o bien de «luz/día».

El señor Ropavejero del Norte

Actualmente este señor está a la cabeza de numerosas tiendas de ropa de segunda


mano. Tiene una verdadera cadena bajo el rótulo «Ropa vieja del Norte».
Es alérgico al sol y ése es el principal motivo de la consulta. Al principio, la
búsqueda clásica del padre nos llevó rápidamente al vestuario. En cambio, su
alergia —¡Argelia!— tenía un origen diferente. Tenemos que repetirlo: sólo en el
historial de la persona encontraremos los nudos conflictivos. Escuchémosle, con una
copa de anís en la mano y algunos kemias7 sobre la mesa.
«Como se habrá dado cuenta por mi acento, soy pied-noir. 8 Yo vivía en África
del Norte durante los acontecimientos de 1960. Salía con una chica de Argelia, lo
cual era muy mal visto por el general Massu y sus paracaidistas. Teníamos que
encontrarnos a escondidas y sólo de noche. Vernos en pleno día, a la luz del sol, era
dramático pues ella estaba asustada por las posibles represalias.»
Su re-sentido profundo era: «No se puede estar en contacto con el sol o nos
descubrirán». Así que sólo se veían de noche, en secreto. «En esa época
secuestraron a mi padre y nunca más lo volví a ver». Otro re-sentido: «No estaré
nunca más con mi padre».
«Cuando los dos llegamos a Francia, enseguida nos señalaron pues vivir con una
oriunda de Argelia estaba muy mal considerado por entonces. Nos vimos obligados,
una vez más, a intentar pasar desapercibidos y a escondernos, por así decirlo.»
Por lo tanto, estos dos re-sentidos se conjugaron en uno solo representado por el
sol/luz-día-padre. Cuando tomó conciencia de ello, la mejoría de sus síntomas fue
impresionante.
Del sol al oro, sólo hay un paso. Christian Flèche nos lleva a su mina de casos
clínicos.

Alergia al metal

De vez en cuando, vemos personas alérgicas a los metales, preciosos o no.


Tenemos aquí los relatos de la señora Chatarra y la señorita La Guapa

La señora Chatarra

Es alérgica al metal. Le pregunto si a todos los metales. Contesta que sí a


excepción del oro y la plata. «En cuanto me pongo bisutería o una zona de mi piel
entra en contacto con el hierro, tengo una sensación desagradable. Si no me lo quito,
aparece una roncha que va en aumento y podría rascarme hasta arrancarme la piel. Si
se trata de pendientes, puede desarrollarse una infección con aparición de líquido.»
Aquí pensé que el metal sólo intervenía como un desplazamiento. Detrás del
síntoma había algo más. Pude así pensar en esta alergia al metal como una forma de
evitar el contacto, ya que podía tratarse de una actividad conflictiva de «contacto
impuesto donde intervino el metal» y no de un clásico conflicto de separación.
Cuando me dijo que padecía esta alergia desde siempre, me orienté hacia una
memoria transgeneracional más o menos disimulada en las ramas de su árbol
genealógico.
Por lo tanto y después de estas observaciones, ella pudo recordar muy
emocionada un episodio doloroso de su historia familiar: un crimen por arma blanca.
Tras contactar con ello mentalmente, lo acepta, se libera y más aún cuando esta
historia no le pertenecía más que a sus abuelos. He vuelto a ver a esta mujer al día
siguiente, llevaba bisutería. Su cuerpo ya no reacciona pues el significado del metal
ya no es el mismo: para ella los metales, fueran los que fueran, no eran ni puros ni
impuros. En este ejemplo el metal tiene un sentido muy personal: ser alérgico al
metal hoy soluciona el hecho de un ayer relativo a un ancestro apuñalado con arma
blanca. Por lo demás, este relato hubiese podido ser aparecer en el capítulo
dedicado a las alergias transgeneracionales, cuyo estresograma clínico es el
siguiente:

La señora La Guapa

Esta mujer es alérgica a los metales de bisutería. La estética es muy importante


para ella, la belleza, la calidad, y estar en contacto con algo que no es ni oro ni plata
la remite a una desvalorización estética, una desvalorización personal. Son sus
significantes propios.

6 En ciertos casos, dividimos la edad por dos para encontrar eventualmente un


elemento importante en la biografía de la persona.
7 Tapas típicas del lugar.
8 Colonos franceses asentados en Algeria.
Las alergias domésticas

Alergia al polvo de la casa

En este apartado empezaremos por un caso clínico que nos cuenta Jean Platon,
nuestro psicólogo clínico biológico. Este ejemplo nos servirá, por una parte, de guía
para entender la mayoría de las alergias de este tipo y por otra, para unir la
psicología a la clínica psicosomática.

El señor Aveyron

Este señor, de unos cuarenta años, vino a verme porque tenía ciertos problemas
existenciales y lo ayudé durante más de un año. En el curso de una entrevista, me
indicó que debía viajar a Aveyron para una reunión familiar. Le temía a ese fin de
semana no por miedo a desestabilizarse mentalmente al reencontrarse con algunos
miembros de su familia, sino porque era alérgico al polvo de la casa. Sorprendido
por este comentario, le pido que sea más preciso y me comunica entonces algo
sorprendente: no es alérgico a cualquier tipo de polvo sino que desarrolla rinitis y
sinusitis sólo cuando entra en contacto ¡con el polvo de Aveyron!
Ante esta peculiaridad tan extraña y con una pequeña idea in mente, le propongo
explorar algo más en esa patología, si así lo deseaba por supuesto. Aunque por
entonces no era yo un gran especialista en clínica psicosomática, me interesaba por
este tipo de patologías desde hacía tiempo. Partí de la siguiente hipótesis: ha debido
de vivir una situación traumatizante en esa región y su inconsciente ha hecho una
transposición simbólica sobre el polvo, lo que los psicólogos llaman un
«desplazamiento». Por lo tanto, el polvo es sólo un derivativo para ocultar algo más
importante e imposible de aflorar a la luz. No olvidemos que nuestro inconsciente
tiene un papel fundamental en el proceso de protección del individuo. Por otra parte,
creo que este mecanismo de defensa es el más utilizado por nuestro inconsciente en
los procesos psicosomáticos.
«Vivo y trabajo en Sète, al borde del mar, y me quedo ahí la mayor parte del
tiempo. En cuanto subo a Aveyron, no sé por qué, empiezo a estornudar y moqueo
por la nariz. Un líquido claro al principio y más amarillo a medida que va pasando
el tiempo, con un dolor de fondo a la altura de los senos maxilares. Todas estas
señales desaparecen a los pocos días, en cuanto vuelvo a casa. Al principio no había
hecho vinculado estas alergias con el polvo típico de Aveyron.
»Después de varios episodios de este tipo consulté a mi médico, quien ante las
señales evidentes de alergia me aconsejó ver a un alergólogo. A raíz de tales
síntomas, éste reafirmó el diagnóstico y para confirmarlo me sometió a una serie de
pruebas cutáneas. No dieron resultado alguno: ni la más mínima reacción clara salvo
una pequeña mancha roja indicando el alérgeno polvo doméstico. Yo seguía sin
saber a qué era alérgico. Ante esta duda, me fui a ver el mejor especialista, el
profesor X, de fama internacional y a quien llaman con regularidad las emisoras de
radio y televisión.
»Debo confesar que me tenían por un caso raro pues ninguna prueba dio positiva
tampoco en este centro médico de vanguardia. Los consejos terapéuticos fueron
siempre los mismos: pasar la aspiradora por toda la casa y tomar antihistamínicos.
Ante la persistencia de los síntomas en cada vuelta a la casa familiar, tuve la idea de
comunicarle al médico que mi alergia sólo se manifestaba en presencia del polvo de
Aveyron. Se puso a reír cuando se lo dije. De hecho, me aconsejó que no volviera
más por ahí, que limpiara a fondo la casa asiduamentey que tomara la medicación.
»Creo que los médicos no se dan cuenta de lo que dicen. Limpiar una casa de más
de trescientos años a fondo ¡con suelos de madera! ¿No presentarme más por ahí?
Imposible. Es la casa de mi niñez, donde pasaba todas mis vacaciones cerca de mis
abuelos, primos y primas, de toda la familia. Usted ya sabe la importancia que tiene
la familia en esta región. Por lo tanto, me resigné a sonarme y a tener dolores de
cabeza durante mis visitas. Pero mantuve mis contactos familiares.»Después de
haberlo escuchado atentamente, le hice la observación siguiente:
«En los procesos inconscientes de defensa, existe uno en particular relativo a las
alergias. Yo le propongo que considere esta alergia al polvo de la casa de Aveyron
una especie de derivativo sobre el cual su inconsciente ha focalizado su economía
fisiológica. En otras palabras, le pide que mire en una dirección precisa cuando en
realidad la problemática se encuentra en el polo opuesto. Por consiguiente, le animo
a que haga funcionar su memoria con el fin de encontrar, si lo hay, algo
desestabilizador, una situación desagradable que hubiese acontecido en esta región o
en esta casa precisamente».
Al momento su cara se transformó. Una emoción intensa se tradujo en lágrimas y
sollozos, y a continuación manifestó su enfado, su rabia.

«Fue mi tío. Yo tenía ocho años. Me violó por la fuerza aplastándome contra el
suelo de mi habitación, donde se había presentado cuando todo el mundo estaba en el
jardín.»
Como podemos imaginar, hubo un estrés enorme en un ambiente polvoriento que
se grabó en su inconsciente.

Violación + polvo ?› Polvo = recuerdo de la violación

Se entiende perfectamente que es más fácil focalizar la atención consciente sobre


la palabra «polvo» que sobre «violación». Por consiguiente, en cada una de sus
visitas le era más fácil dirigir toda su economía fisiológica sobre la alergia al polvo
de la casa, lo que de ese modo le evitaba recordar aquel evento doloroso. Una vez
más, el sistema psíquico de defensa enviaba sus mejores elementos: la represión y el
desplazamiento. La terapia consistió en acompañamiento y apoyo psicológico
durante unos meses. Mi experiencia clínica de más de treinta años me permite decir
que uno no se repone tan fácilmente de este tipo de historias. En cambio, su alergia
fue mejorando de a poco y se curó definitivamente durante nuestras últimas
entrevistas.
Creo que podemos dar las gracias a nuestro amigo Jean Platon por esta magnífica
y muy demostrativa historia. Nos permitirá vincular la psicología a la clínica
psicosomática y ampliar el concepto de la alergia al polvo.

Psicología y clínica psicosomática


Mi más ferviente deseo es vincular estas dos disciplinas ya que a menudo
hablamos de lo mismo bajo concepciones distintas.
¿Qué dice la psicología? Tal y como Jean lo ha expresado, nuestro inconsciente
nos protege focalizando toda nuestra atención consciente sobre un elemento sin
importancia con la ayuda del mecanismo psíquico del desplazamiento, en este caso
el polvo, para no tener que enfrentarse con las consecuencias psicológicas
desestructurantes de una violación.
¿Qué dice la clínica psicosomática? Para contestar a esta pregunta debe
plantearse en primer lugar la siguiente: ¿qué le ocurrió a este niño de ocho años en
sus grabaciones estresográmicas cerebrales? La respuesta es siempre la misma: un
psico-choque brutal, inesperado, vivido con cierto grado de aislamiento y origen de
una importante carga emocional desestabilizadora, todo ello asociado a una nube de
polvo provocada por ese acto insano, fuera de lugar e impuesto.
En este caso clínico, el polvo, anodino para la mayoría, puede ser considerado
por parte de su cerebro biológico un elemento exterior que avisa sobre la inminencia
de un peligro extremo, aquí, una violación. Cada vez que este individuo se encuentra
con este alérgeno/señal de alarma, su cerebro biológico se pone en alerta máxima en
relación con el episodio reprimido. Además, los síntomas de rinitis y sinusitis —el
agua clara de la nariz transformándose en secreciones amarillentas nauseabundas y
los dolores en los senos maxilares— nos orientan hacia un re-sentido malsano, feo,
maloliente, etc. El tratamiento consiste en un primer momento en evitar el alérgeno.
Esto significa simplemente que cuando más evito el polvo, más me alejo del peligro
y eso nos hacer formular una de las frases clave de la clínica psicosomática:

La enfermedad —o el trastorno de conducta— es la solución fisiobiológica más


adecuada para resolver una actividad conflictiva centrada alrededor de un psico-
choque emocional desestabilizador.
Vamos a ver ahora la alergia al polvo de forma general.

La alergia al polvo propiamente dicha

Existe una especie de constante en la mayoría de las personas afectadas de alergia


al polvo que ilustra la siguiente ecuación de base:

P-CED + Polvo Polvo = recuerdo del P-CED

Por lo tanto, en cada uno de los casos clínicos que encontraremos, propondremos
al paciente que preste atención a la asociación de su(s) psico-choque(s)
emocional(es) desestabilizador(es) en un ambiente polvoriento cuyo ejemplo más
claro es el del señor Bajo la Cama.

El señor Bajo la Cama

Este joven profesor de matemáticas de treinta y dos años padece una alergia al
polvo doméstico desde hace ya muchos años. Como siempre, si viene a verme es
porque las terapias, clásicas o no, no han dado el resultado esperado. Podemos
imaginar su calvario: debe pasar la aspiradora a fondo semanalmente en su
apartamento. Tuvo que quitar la moqueta y reemplazarla por un revestimiento
sintético. Los antihistamínicos le ayudan un poco, pero consume entre una a dos cajas
de pañuelos desechables a diario sin contar los paquetitos individuales que lleva
encima durante el día.
«Soy alérgico desde el primero de enero hasta el 31 de diciembre y no sé qué
hacer, ya lo he probado todo: un tratamiento de desensibilización durante más de
cuatro años, medicación alopática, homeopática, curas termales, acupuntura,
magnetismo y otras cosas. He llegado al convencimiento de que moriré así. Por
supuesto que no es una enfermedad grave, pero es muy molesta. Menos mal que tengo
una pareja comprensiva. Me he enterado por uno de sus alumnos que la clínica
psicosomática podía ayudarme. No pido mucho, tan sólo una pequeña mejoría.»
Puesto que es matemático, no he dudado un solo segundo en presentarle mi famosa
ecuación psicosomatemática y he desarrollado para él la significación de todos los
términos.

P-CED + Polvo ?› Polvo = Recuerdo del P-CED

Como siempre él, que andaba en círculos alrededor de la rotonda del Polvo, se
dirigió hacia la avenida Bajo la Cama en la cual se pavoneaba un panel publicitario
con este estresograma.
«Tenía diez años más o menos y lo recuerdo como si fuese ayer. 9 Era un domingo
y mis padres habían invitado a unos amigos, que vinieron con su hija de nueve años.
Ya lo sabe, estas comidas se alargan en sobremesa toda la tarde. Para que los
adultos estén más tranquilos, se sirve primero a los niños y en cuanto terminan los
padres les proponen ir a jugar a la habitación a la espera del postre. Así que me
encontré en mi habitación con Adelina. Le enseñé mis juguetes e hicimos un
recorrido con el tren eléctrico. Mi madre venía de vez en cuando a dar una ojeada,
así que poco a poco decidimos ponernos bajo la cama para estar más tranquilos.
Hablamos y jugamos a hacernos cosquillas. Nos reíamos tanto que la madre de
Adelina entró sin llamar. Un grito atravesó la habitación. Los padres asustados
acudieron en su ayuda y creo que recibí la zurra más grande de mi vida. ¡Imagínese
el barullo y lo molesto que estaban mis padres que siempre me presentaban
orgullosos como una maravilla de inteligencia y de buena educación! Ellos pensaron
enseguida que estábamos jugando a médicos y a tocarnos. ¡Nunca quisieron creernos!
Hay que decir que son protestantes y proceden de una gran y vieja familla de
hugonotes.

»Cuando usted habló del P-CED + polvo, pensé enseguida en este episodio pues
no puede imaginarse las nubes de polvo que había debajo de la cama y que
levantamos con el jueguito de las cosquillas. Siempre he creído que el polvo era
inofensivo para la mayoría de la gente y me preguntaba por qué no lo era para mí.
Ahora lo entiendo y lo veo bastante lógico.»
Para terminar este apartado sobre el polvo doméstico, digamos que a menudo el
P-CED ocurre durante la niñez y este ejemplo lo resume a la perfección. Hubiese
podido también contarles numerosas historias de este tipo centradas en un «clásico»,
un juego de los más alergizantes al polvo: «Jugar al médico sorprendido examinando
a su paciente».
Para el señor Bajo la Cama lo que siguió fue de una simplicidad desconcertante
pues había integrado perfectamente el hecho de que hoy ya no estaba en peligro. Se
curó en algunas semanas. ¿Cómo lo sé? Pues porque me recomendó a su primo,
alérgico a los ácaros, las plumas de oca y el polvo doméstico.
Alergia a las plumas y a los ácaros

No nos vamos a eternizar sobre su caso: misma introducción, misma búsqueda del
P-CED y mismos resultados clínicos.
«Mi P-CED es simple. Tenía trece años y durante los fines de semana iba a casa
de mi tío, el hermano de mi madre. Para ser más preciso, diría que iba a ver a mis
primas. Dormía en su casa el sábado por la noche y normalmente mi cama estaba en
una de las numerosas habitaciones que tenía la casa. Ese día estaba llena. Mi tía
recibía a su hermano con sus hijos que habían venido a pasar algunos días de las
vacaciones escolares. Por consiguiente, compartí la habitación de mi prima que tenía
mi misma edad. Nos entendíamos de maravilla. Después de haber charlado largo y
tendido, nos pusimos el pijama con pudor y apagamos la luz: preparados para
dormir. Sin hacerlo a posta, bajo el edredón, al principio nos rozamos. No podíamos
evitarlo y después del simple roce pasamos a un contacto más osado y el deseo de
seguir adelante aumentó. No se puede hacer nada en estos casos sino tomar bromuro.
Ya puede adivinar lo que siguió. Nunca pasamos al acto pero hacíamos mucho
ruido y lo que debía pasar, pasó: mi tío nos sorprendió al encender la luz de repente.
Prefiero no contarle la continuación: ¡la vergüenza!
»Por lo tanto y para mí, la ecuación psicosomatemática de mi alergia que mi
primo, el matemático, intentó hacerme entender y que no he querido contarle es la
siguiente:
P-CED = estar sorprendido en plena movida de adolescente con mi prima + polvo
en suspensión en la habitación provocado por los movimientos + ácaros que andaban
por ahí + plumas de oca del edredón. Gracias, lo he entendido todo.»

Como él, cada uno puede fácilmente encontrar el título de su película: «En busca
de mi P-CED perdido.»

Alergia al moho y a la levadura de cerveza

Esta historia la relata el osteópata Alain Créquigne, quien integró muy


rápidamente a su práctica la clínica psicosomática. Estoy todavía sorprendido por la
cantidad de curaciones que tiene acumuladas. Desde el primer año de curso, me
mandaba unos mails resumiendo los casos clínicos resueltos.
«He visto a este chico de catorce años una sola vez. Padecía una alergia al moho
y a la levadura de cerveza desde mucho tiempo atrás. Los tratamientos empezados
unos cinco años antes no habían dado ningún resultado verdadero.
»En primer lugar le expliqué cómo funcionaba eso con la ayuda de un cursillo
sobre el estresograma y buscando el significado posible de una crisis alérgica
debida al moho y a la levadura de cerveza. Tan pronto pronuncié las palabras
«alcohol» y «cerveza» lo noté afectado, agitado por la emoción. Estaba molesto. Le
invité a contarme lo que estas palabras evocaban en él.
»Hacia la edad de cinco años, cuando murió su abuelo paterno, sus padres se
vieron obligados a acoger a la abuela, que se había quedado sola. Digo «obligados»
porque no les gustaba nada la idea. En efecto, la anciana era alcohólica en un grado
muy elevado. Al vivir en casa de su hijo, la abuela no cambió sus costumbres: estaba
borracha todo el día y el ambiente entre las dos generaciones se iba cargando
paulatinamente. Incluso el niño no soportaba ver a su abuela en estas condiciones. Su
estrés se manifestaba sobre todo a la vuelta del colegio cuando debía soportar los
olores a alcohol y a cerveza que invadían la casa. Tenía la impresión de entrar en un
bar. El calvario duró hasta que murió la abuela.
»Enseguida estableció el paralelismo entre el alcoholismo de la abuela, las
peleas constantes de sus padres y su alergia. Al día siguiente por la tarde su alergia
se había volatilizado, dijo su madre.»
Este ejemplo hace aflorar dos cosas.
La primera se refiere a la duración de la patología. En efecto, hubiéramos podido
pensar que esta alergia cesaría al morir la persona motivo del problema, en este caso
la abuela. La respuesta es negativa por la siguiente razón: mientras la carga
emocional sigue presente en el inconsciente se manifiesta en la forma de alergia. Es
la descarga emocional que se produjo en la consulta lo que permitió hacerla subir a
la conciencia y descargarla al exterior por medio de la palabra. Cabe recordar esta
frase:

«Todo lo que no se expresa conscientemente, se imprime


inconscientemente.»

La segunda ilustra un vínculo entre «alcohol», «cerveza» y la alergia al moho y a


la levadura de cerveza. Es frecuente asociar este tipo de alergia a estas palabras.
Algunas veces podemos poner rastrear los orígenes de este tipo de alergia por medio
de un estudio psicogenealógico, mostrando la existencia de un alcoholismo
transgeneracional.
Alergia al perfume

El señor «Mitsuko»Extraño lugar para una cita: ¡un baile donde quería pasar
desapercibido! Tan sólo conocía a los anfitriones. Mi agenda me dejaba poco tiempo
para las diversiones pero acepté esta invitación de una pareja amiga muy conocida.
El entorno profesional en el cual se movían no tenía nada que ver con el mío. Así
conocí a un director de marketing en cemento, una secretaria trilingüe en petróleo, un
ingeniero en tratamiento de basura y reciclaje, un joven director general en
informática y algunos ejecutivos de Banca. Estaba completamente desorientado.
Mientras hablaba con una «Mujer Maravilla» dedicada al negocio de los móviles,
copa de cava en mano, mi amigo se acercó jadeante a pedirme que socorriera a uno
de sus invitados, quien se había visto obligado a interrumpir su conversación sobre
la bajada del dólar y la subida del euro por culpa de la agravación de ciertas
sofocaciones bursátiles intempestivas. Tuve por lo tanto que dejar con sus mensajes
a la encantadora criatura a quien vanamente intentaba explicar el interés de las
hormonas tiroides en la metamorfosis del renacuajo en ranita.
Me encontré mirando desde arriba a un joven economista tumbado, con muchas
molestias respiratorias. El diagnóstico se estableció rápidamente: sufría una crisis
asmática sin mucha importancia. Le propuse aislarnos con el fin de esclarecer su
malestar. Tenía mi idea: debía de haber sido sorprendido por un «encuentro» con un
alérgeno desencadenante de una crisis respiratoria. Le expliqué de forma sucinta el
mecanismo de las alergias.
—¿Qué pasó justo antes de la crisis?
—Nada. No lo sé.
—¿Ha comido algo que no le sienta bien?
—No, acabo de llegar y no he comido nada.
Luego de una pequeña investigación le pedí que volviera a repetir todo lo que
había hecho desde su llegada.
—Entré y saludé a los anfitriones. Me presentaron una pareja y justo después noté
que tenía dificultades en respirar.
—¿Quién era la pareja?
—Los señores Dujardin.
—Vamos a verles de nuevo y les saludará tal y como lo hizo la primera vez.
Dio la mano al señor Dujardin, un beso a la señora, y de repente se dio una
palmada en la frente y gritó: ¡«Mitsuko»!
—¿Mitsuko?
—Es el perfume de mi mujer. Falleció hace dos años.¡Su crisis paró en seco! Este
perfume que su cerebro biológico inconsciente había grabado en la memoria, al ser
reconocido le envió directamente a su mujer, a quien estaba asociado.
Existen otros relatos de alergias a los perfumes. Algunas veces es necesaria una
investigación profunda sobre la composición de los mismos. En efecto, sólo uno de
ellos podrá ser considerado alérgeno y podrá llevarnos hasta el psico-choque.
Asimismo el perfume «Ángel» contiene chocolate. Una persona alérgica a este
perfume no había hecho el duelo por la muerte de su abuela, quien estaba asociada al
buen chocolate caliente que le preparaba cuando era niño.

Alergia a los medicamentos

A lo largo de estas páginas hemos visto una manera distinta de considerar las
alergias. La resumo rápidamente: un alérgeno es un elemento entre otros,
memorizado por nuestro inconsciente biológico y asociado a un psico-choque
emocional desestabilizador durante un episodio particular de nuestra vida. Este
alérgeno está considerado por nuestro cerebro biológico una especie de señal de
alarma que nos previene de la inminencia de un peligro y de la desestabilización
vivida con anterioridad. Este «raíl» memorizado y detectado más adelante, está en el
origen de una respuesta desmesurada que desencadena toda una serie de reacciones
fisiológicas que llamaremos «fenómeno alérgico».
En lo relativo a las alergias a los medicamentos, aplicaremos siempre el mismo
razonamiento: buscar un psico-choque emocional desestabilizador con el cual se ha
asociado un medicamento en particular.
En la mayor parte de los casos clínicos encontrados, hemos podido poner de
relieve una temática centrada alrededor de una separación problemática entre dos
personas. El caso más corriente está representado por la programación de una
alergia en la infancia, cuando la madre tuvo que ser hospitalizada por una patología
tratada con el mismo medicamento hoy incriminado. En el cerebro de la persona
sigue existiendo un mensaje como éste: separación no aceptada, desestabilizadora a
causa de un tratamiento con X (medicamento). Veamos algunos casos.

Alergia a la penicilina

Este hombre de veinticinco años es alérgico a la penicilina desde pequeño. Lleva


en su cartera una tarjeta donde se menciona claramente.
«Habían dicho a mi madre que no tenía orígenes conocidos y que debía tener
mucho cuidado toda mi vida. Esta alergia se había rotulado en rojo en mi cartilla
sanitaria y ahora la llevo siempre encima.»
Como todos los alérgicos, daba vueltas todavía en la rotonda de la Penicilina.
Después de haberle presentado mi forma de ver las cosas, se encaminó por sí solo
hacia la avenida de la Separación.
«Tenía tres años y medio. Mi madre me llevaba al parvulario y todo iba bien.
Venía a buscarme todas las tardes y me sentía feliz al verla cuando me cogía en
brazos. Un día no vino a buscarme y me dejaron en la guardería donde ponen a los
niños cuyos padres no pueden recogerlos a las cinco. No me avisaron y creo que en
ese momento sufrí mi psico-choque, como usted lo llama. Lloraba y así pasó una
hora hasta que mi padre vino a rescatarme.
»Mi madre estuvo hospitalizada durante tres días, parece que por una infección.
Cuando volvió, tuvo que seguir un tratamiento con antibióticos, penicilina.»
El simple hecho de volver al recuerdo de este episodio acompañado de una cierta
emoción le permitió curarse definitivamente.

Alergia a la aspirina
En este caso clínico procedente de Suiza, una consulta de orientación así como
otra, más corta, han podido ayudar al paciente a aliviarse de una alergia aparecida al
principio de su adolescencia. Los primeros elementos «clásicos» aplicados a la
problemática dieron poco resultado. Puede pasar. Ninguna separación marcó su
infancia, ni la más mínima. Le dejé reflexionar hasta la siguiente consulta.
Transcribimos aquí sus sorprendentes conclusiones, sin cambiar una sola palabra.
«He pensado mucho en la rotonda de la Alergia y en la avenida de la
Separación/aspirina. De hecho, no era esta avenida sino otra, la del Ahogo/aspirina

»Hacia los doce años, un domingo por la mañana, mis padres querían que los
acompañara a misa. Detesto ir a misa. Fui obligado, en contra de mi voluntad. En el
momento de la comunión me hicieron recordar que tenía que ir hacia el cura para
recibir la hostia. Abrí grande la boca y él la depositó sobre mi lengua. Enseguida
toda mi saliva quedó literalmente absorbida, la lengua se me pegó al paladar y no
podía abrir la boca. En otras palabras: ¡me estaba ahogando! Lo recuerdo todavía
hoy. Debí beber más de un litro de agua en Urgencia. Al hablar ahora, tengo la
sensación desagradable de esta tableta sin sabor, hidrófila. Para que se haga una
idea, sentí lo mismo cuando más adelante comí una galleta biológica.
»¿Qué relación guarda eso con la aspirina? La hostia tenía una forma particular:
de diámetro pequeño, con un corte en el medio para poder partirla por la mitad. Se
parecía como dos gotas de agua a la aspirina de mi infancia, esa forma antigua que
podía partirse en dos. Buena historia ésa, ¿no cree? ¡Seguro que la vuelvo a
encontrar en uno de sus libros!»
Tenía razón, pues ustedes la están leyendo. Me he encontrado con dos personas
que casi se ahogaron mientras comulgaban y que podrían ilustrar este estresograma.

Alergia al cigarrillo

«No puedo soportar el mínimo olor a humo o a cigarrillo: empiezo a senirme mal,
tengo picores en la garganta y debo salir a respirar fuera. Algunas veces, hasta soy
capaz de tener un verdadero ataque de nervios.»
Cuando evocamos la ecuación psicosomática base de la alergia, el paciente
enseguida estableció la comparación siguiente.
«Pienso que eso me viene de mi padre. Era muy violento con todo el mundo y en
particular con mi madre. Volvía del bar después del trabajo y si encontraba algo que
no le agradaba, el primero que pasaba por ahí cobraba por ello. Estábamos todos en
estado de alerta a partir de las seis de la tarde. Como fumaba mucho, ese olor a
tabaco significaba su presencia en casa y, por lo tanto, la existencia de un peligro
potencial.»
9 Cuando oigo esta frase, es casi seguro que estamos en la buena dirección. En el
instante mismo del P-CED, el cerebro en estado de alerta registra perfectamente
todos los parámetros sensoriales así como los pensamientos del momento.
Las alergias oculares

Son el dominio de la conjuntivitis, inflamación de la membrana que recubre el


ojo, la conjuntiva. Las manifestaciones pueden ser muy fuertes debido a la
vascularización importante del ojo, y van desde un simple picor hasta un lagrimeo
intenso pasando por rojeces o sensación de tener los ojos llenos de arena. Esta
membrana puede reaccionar a unos alérgenos contenidos en el aire tales como
gramíneas, pólenes, ácaros, polvo, pelos de animales, moho o sustancias contenidas
en productos aplicados sobre la cara, productos de belleza, colirios o soluciones de
limpieza para lentes de contacto.
Les propongo ir un poco más allá del simple contacto del alérgeno como origen
de estas conjuntivitis. A menudo nos volvemos a encontrar con los mismos
ingredientes básicos: el psico-choque emocional desestabilizador dentro de un
contexto «ocular». Es el sentido de la vista o bien el mismo «ojo» el que ocupa el
primer plano de la actividad conflictiva. Resumiendo, el raíl principal está ocupado
por los ojos. La expresión popular «perdido de vista» cobra aquí todo su sentido.

La señorita Blanco de Ojos

Dos jóvenes estaban sentados en un banco a orillas de un lago sobre el cual


jugueteaban unos pajaritos. Ella estaba muy enamorada y se lo decía a él. Molesto, el
muchacho le anunció: «Lo siento pero no vamos a poder vernos más. Mis padres y
yo nos tenemos que mudar. Mi padre ha sido trasladado a la Provenza y debemos
estar en el cuartel a principios de agosto.»
Fue un choque tremendo para ella. En el mismo momento su inconsciente operó un
desplazamiento sobre un elemento periférico del contexto. Era el tiempo de las
gramíneas y en los años siguientes, en esa misma época del año, sistemáticamente
hacía una conjuntivitis, que era la traducción inmediata del re-sentido «Lo he
perdido de vista».
Las alergias del ámbito ORL10

Son el dominio de las sinusitis y las rinitis alérgicas. Veamos las segundas.

La rinitis alérgica

Pueden presentarse bajo dos formas principales: la clásica fiebre del heno cuando
las manifestaciones alérgicas son temporales y la rinitis permanente cuando las
señales se presentan todo el año. Es una inflamación de la mucosa nasal provocada
por los alérgenos que pasan por el filtro nasal, polen, ácaros o moho.

La niña Adelina

Esta niña de ocho años padece una rinitis alérgica desde hace más o menos dos
años. Consume un paquete tamaño «familiar» de pañuelos desechables al día que su
madre le prepara cada mañana para ir al colegio. Ella, que ha sido formada en
clínica psicosomática, me llama por teléfono.
—Tenemos que hacer algo por mi hija. Estoy convencida de que puede librarse
de su alergia pero no lo consigo. Seguramente, estoy demasiado implicada así que
me gustaría recibir un empujoncito.
Tres semanas y doscientos cincuenta kilómetros más tarde, me encuentro con la
niña Adelina, a quien le explico el significado psicosomático base de la rinitis
alérgica.
—Mi madre y yo hemos hablado mucho, y creo que eso viene de la separación de
Amandine, mi mejor amiga. En primaria, a los seis años, íbamos siempre juntas,
habíamos estado juntas desde la guardería y no podíamos para de hablar en clase.
Así que la maestra nos separó y sólo nos podíamos ver en los recreos.
—¿Desde cuándo tienes esta alergia?
—Desde el último año de guardería.
—Por lo tanto no es esta separación el origen de tu alergia. Hay que buscar algo
más en ti o en tu familia. ¿Hubo algún problema en esa época? —le pregunto a su
madre.
La madre, sorprendida y un poco molesta, se interroga a sí misma:—¿Podemos
considerar que un problema entre los padres haya tenido influencia sobre Adelina?
—Claro. Los niños son testigos involuntarios de situaciones conflictivas vividas
por los padres. Sin querer generalizar, a menudo el problema no va realmente con
ellos sino que, de alguna manera, ellos «absorben» los conflictos familiares. Cuando
son pequeños no pueden expresarse por medio de las palabras pero lo hacen a través
de las dolencias. He visto casos de leucemia, asma, bronquitis, diabetes y otras
enfermedades. En lo que se refiere a Adelina, puede que tengamos que ir a buscar el
origen en su marido y en usted misma.
Se hizo un gran silencio. Al cabo de unos instantes la invité a hablar delante de su
hija si se sentía en condiciones de hacerlo.
—Podéis hablar entre vosotras, si lo queréis así.
—No, no me molesta.»Cuando usted mencionó la problemática de la separación
en un ambiente nocivo, pensé enseguida en Amandine, la amiga de mi hija. Para mí
era evidente puesto que fue muy problemática. Pero cuando hizo la observación
relativa a la fecha de desencadenamiento de su alergia, no lo veía en absoluto
porque, aparentemente, en ese momento todo iba bien. Pero en realidad, las cosas no
iban tan bien en la familia y en particular entre mi marido y yo.
»Quiero a mi marido no lo puedo negar, pero trabaja demasiado. Se marcha
pronto por la mañana y vuelve a casa tarde cuando los niños ya están en la cama, con
mala cara y sus carpetas bajo el brazo. Apenas si tiene tiempo para comer, se instala
en su despacho para terminar lo que no pudo hacer antes en el trabajo. Como puede
imaginarse, también los fines de semana. Claro que él trae el dinero a casa y es
gracias a su salario de alto ejecutivo que podemos tener un cierto ritmo de vida. Al
principio, todo iba bien y podía soportar fácilmente este marido vendaval. Así lo
llamaba yo, «marido vendaval». Pero los años pasaron sin que modificara nada en su
forma de emplear el tiempo.
»Un día hablé con él. No quería seguir adelante con esa vida y le di una especie
de ultimátum: yo lo dejaría si dentro de seis meses él no cambiaba sus costumbres.
¡Para qué vivir con un hombre y un padre si no hacía siquiera acto de presencia! Lo
apoyé mucho y poco a poco empezó a cambiar hasta que su conducta fue aceptable.
El ambiente en casa se modificó mucho y los niños eran felices de poder estar con su
padre. Por mi parte, me mostraba cada vez más atenciones y pudimos pasar algún
que otro fin de semana de escapada juntos después de confiar los niños a mis padres.
Ahora todo va muy bien y estamos todos contentos.
»Volviendo a la alergia de Adelina, creo que ésta empezó cuando el ambiente
entre mi marido y yo no era demasiado bueno. ¿Le puede haber afectado hasta este
punto aunque no nos hayamos separado?
—Sí. Para nuestro cerebro biológico el hecho de estar realmente separados o no
importa poco. Lo más importante para él es gestionar diariamente las actividades
conflictivas que se presentan y Adelina ha debido «sentir» el ambiente de separación
que estaba en el aire y lo metabolizó en la forma de una rinitis. Su separación de
Amandine no es más que un episodio entre otros de su historia.
Adelina hizo una sonrisita y confirmó mis palabras.
—Yo me daba cuenta de que había problemas entre vosotros pero nunca me atreví
a hablar. Yo veía que estabas muy triste, sola por las noches, o con nosotros los
domingos.
Tras oír estas palabras, las invité a volver a casa, a hablar sobre ello y, si lo
veían oportuno, a hablar con toda la familia.
A los tres días recibí una llamada de la madre:
—Hemos hablado durante todo el camino de regreso y ella decidió que no
mencionaría el tema en casa. Al día siguiente preparó sus cosas para ir al colegio y
se olvidó de coger la caja de pañuelos; se lo dije y me contestó clara y rotunda: «Ya
no los necesito puesto que papá y tú no os vais a separar». Me quedé estupefacta.
Tres años más tarde, durante un congreso sobre medicina psicosomática, «esta
rinitis era ya un recuerdo lejano».

La señora Del Viento

Hace cinco años, en el curso de un seminario terapéutico, una alumna vino a


explorar su rinitis «alérgica» supuestamente incurable.
«Soy masajista kinesiterapeuta hace más de diez años y estoy muy preocupada.
Yo no me daba cuenta de ello pero en cuanto aparecieron mis primeros pacientes, el
problema se colocó en primera línea. Sorber de vez en cuando no es demasiado
grave pero hacerlo de forma continua delante de la gente o durante los masajes se
volvió muy molesto. Empecé un tratamiento antialérgico que me dio muy buenos
resultados al principio pero que perdió eficacia a medida que pasaba el tiempo,
incluso cambiando de producto regularmente. La verdad es que el alergólogo que me
trataba no sabía ya qué hacer. En efecto, mi alergia no era de las «clásicas» como él
solía decir. Hemos buscado posibles alérgenos que ocasionaran mi rinitis pero no
apareció nada convincente, ni claro. Hoy ha adquirido proporciones inquietantes.
Imagínese una masajista ¡sonándose cada dos minutos!»
En cuanto a la teoría, ella conocía perfectamente la fisiología biológica de la
alergia pero no había establecido todavía ningún vínculo preciso entre ciertos
elementos de su historia y la temática básica, es decir, el conocimiento preciso de su
P-CED. En este caso, volvimos al principio y le hice la siguiente pregunta: ¿Cuál ha
sido el episodio más desestabilizador de su vida?
«La muerte de mi madre. Siempre lo he dicho y se plantea entonces una temática
de separación definitiva en un ambiente desagradable. Ella falleció demasiado
pronto a consecuencia de una larga enfermedad. Tenía sesenta años. He trabajo eso
muchísimas veces pero no ha dado resultado con mi alergia.»
Si no ha sido efectivo es que había algo más en ese momento.
—Hágame una descripción del ambiente del fallecimiento.
—Es una historia sórdida de error médico o más bien de pérdida de tiempo. Mi
madre padecía dolores en el abdomen y había consultado con su médico de
cabecera. Éste siempre le contestaba que no era nada, pero su estado no mejoró
durante los meses siguientes. Harta, pedí a un médico amigo que la visitara, y él me
dijo lo mismo. Le creí porque hubo una pequeña mejoría y de momento me sentí
aliviada. Pero después, su estado empeoró progresivamente y yo no sentí como
giraba el viento. Le decía que no se preocupara, puesto que los dos médicos decían
lo mismo.
»Seis meses más tarde, un domingo por la mañana, ante la persistencia de los
dolores y la agravación de su estado general, el médico de guardia nos aconsejó
ingresarla para practicarle unas pruebas con el fin de explorar su cuadro digestivo y
emitir un auténtico diagnóstico. Después de debatir con ella nos fuimos a Urgencias
ese mismo día. Las primeras pruebas mostraron un estado oclusivo parcial del colon
a la altura del ángulo derecho. El cirujano de guardia me informó de que se trataba
seguramente de un tumor canceroso que debíamos extraer rápidamente. La operaron
esa misma semana y el resultado de la intervención fue catastrófico: metástasis
múltiples en el hígado con otros focos en el peritoneo. De pronóstico reservado.
Aguantó así algunos meses pero de repente su estado se deterioró. Estuve con ella
todo el tiempo hasta el último suspiro. Al formar parte del cuerpo médico, yo guardo
cierta culpabilidad en relación con el establecimiento del diagnóstico: perdimos
muchos meses. Hoy aún siento vergüenza y también mucha amargura cuando pienso
en ello. He contado todo esto repetidas veces, pero no me ha dado ningún resultado.»
—En su planteamiento podemos quedarnos con dos puntos importantes aunque
haya mencionado este doloroso episodio varias veces.
»Primero, estamos de acuerdo sobre la temática teórica que nos proponemos
buscar: separación en un ambiente nocivo.
»Segundo, existe un sentimiento de culpabilidad por no haber percibido antes la
posibilidad de una enfermedad más seria que una simple colitis.
»Tercero, pronunció una frase bastante significativa: “no sentí 11 como giraba el
viento”.
»Estas tres proposiciones nos llevan directamente hacia la mucosa nasal que es la
que debe llevar a cabo la acción de sentir girar el viento, metabolizar la temática de
la separación en un ambiente nocivo y el sentimiento de culpabilidad por no haber
percibido la gravedad de la situación. ¿Qué le parece?»
Cuando pronuncié estas palabras se puso roja y dejó que aflorasen algunas
lágrimas.
—Acabo de entender: ¡No sentí como giraba el viento! La separación y la
culpabilidad ya han sido tratadas pero el hecho de haber sentido girar el viento es el
elemento que me faltaba.
Se fue con una risa nerviosa:—¡Pagar un seminario para oír eso! Si me curo lo
pregono por todas partes!
Su mejoría fue espectacular: esa misma tarde ya no se sonaba y decía a todos los
participantes: «Ahora sí siento como gira el viento».
Nuestro cerebro inconsciente, biológico, es realmente fantástico. Le quitó el
olfato para protegerla de un enfrentamiento demasiado fuerte con su sentimiento de
culpabilidad. Su rinitis oculta su culpabilidad y le impide sentir (oler) correctamente
y eso se vuelve tema principal de sus preocupaciones conscientes. Recordar:
¡nuestro inconsciente es un amigo y no un enemigo!

La sinusitis alérgica

¿Cuáles son las constantes que nos encontramos a menudo en las sinusitis
alérgicas? Las situaciones conflictivas, sean las que sean, en un ambiente que podría
ser calificado con numerosos adjetivos: nocivo, hostil, feo, mancillado o maculado,
repugnante, impuro, asqueroso, innoble, abyecto, horroroso, sucio, apestoso,
grosero, inmundo, sórdido, infame, despreciable, vergonzoso, vil, bajo,
desagradable, etc. Por supuesto, la lista no es exhaustiva.
Los senos, maxilares o frontales son los especialistas en gestionar estas
problemáticas. Como los ejemplos valen más que un largo discurso, vamos al
encuentro de la señora Sinusitis de Lyon, la señora Natación, el señor Primo—
Infección y el señor Pasador.

La señora Sinusitis de Lyon

«He estado a un paso de no venir al seminario tal era mi dolor de cabeza. Es un


martirio. Tengo que quedarme tumbada sin moverme. En cuanto me muevo siento
como si algo golpeara en mi cabeza. No puedo casi tocarme la cara. En el caso de un
ataque agudo, me hincho de medicamentos sin ningún resultado y hace tres años que
dura eso. Lo he probado todo. Es una sinusitis crónica y la alergia nunca pudo ser
establecida con certeza.»
Aquí tenemos las primeras frases pronunciadas por la primera persona que
participaba en un grupo terapéutico en Lyon, en enero de 2001. Esta persona nos
llevará hacia dos temas clásicos de la clínica psicosomática: el relativo a los
conflictos desencadenador y programador, y el vinculado a la adquisición del
conocimiento y la toma de conciencia.
La señora Sinusitis de Lyon conocía la clínica psicosomática y había mantenido
varias consultas, por el mismo motivo, con un terapeuta que yo conocía bien. Me
permití volver a empezar la demostración desde el principio como si ella no la
hubiera oído nunca. Fiel a mí mismo, planteo la ecuación psicosomatemática que ya
he expuesto en estas páginas.
Psico-choque emocional desestabilizador en un contexto de separación feo, sucio,
no admitido, desagradable, etc.
«¡Ya sé todo eso! Ya sé que cuando se fue mi hijo empezaron los síntomas, pero
no me da ningún resultado.
»Vivía sola con él, que cursaba su último año de ingeniería en
telecomunicaciones. Antes de acabar sus estudios, un reclutador de France Telecom
le propuso un puesto de trabajo en cuanto terminara, ya que sus profesores lo habían
recomendado. Debía salir hacia París en septiembre de 1998 y yo me iba
preparando. En junio de ese mismo año, después del resultado de los exámenes
finales donde salió entre los primeros de su promoción, un reclutador de cerebros,
como se suele decir, le propuso integrar el equipo Philips en Holanda con un salario
doble. No lo dudó un instante y firmó el contrato de trabajo. El único problema es
que debía trasladarse al norte de Europa al principio del mes de julio. Llegó a casa y
me pidió que le preparase todas sus cosas. Yo me sentí feliz por él pero no acepté el
hecho de vivir sola en el piso. Antes él no venía a menudo puesto que tenía una
amiguita, pero para mí estaba aquí. Le planchaba la ropa, le preparaba buenas
comidas, etc. Fue un verdadero un choque verlo marchar tan de repente. Poco tiempo
después empecé a encontrarme mal y los dolores fueron en aumento hasta alcanzar el
paroxismo en ciertos períodos. Así es como estoy ahora».
Estas palabras constituyen un verdadero informe sobre la actividad conflictiva
desencadenadora y la adquisición de conocimiento.
La actividad conflictiva desencadenadora está claramente expuesta y
perfectamente integrada: la marcha repentina de su hijo en un ambiente vivido por
ella como siendo nocivo y desestabilizador.
La adquisición de conocimiento se ha puesto de relieve igualmente muy bien.
Hay una correlación clara entre la marcha de su hijo y la sinusitis.
A menudo la curación llega —pero no siempre— cuando se produce una toma de
conciencia. Para la toma de conciencia debemos ir en busca de las actividades
conflictivas programadoras, sobre todo de la primera en su historial biográfico como
si hubiese sido «precalentada» con anterioridad. Le pido a la señora de Lyon que
busque en su memoria los otros episodios donde y cuando hubiese podido re-sentir
lo mismo, es decir una separación en un ambiente desagradable, feo, nocivo, etc.
No tuve tiempo de terminar mi frase cuando las lágrimas afloraron a sus ojos. Una
emoción intensa la invadió y pidió a la persona que estaba sentada a su lado que le
pasara unos pañuelos.
La actividad conflictiva programadora y la toma de conciencia: «Es la muerte
de mi marido. Él tenía escasamente treinta y cinco años. Una leucemia fulgurante se
lo llevó en dos meses y nadie pudo hacer nada. Incluso los médicos no habían visto
una muerte tan rápida. Mi hijo tenía doce años y yo me apoyé en él.»
Acababa de tomar conciencia de que la marcha de su hijo la re-enviaba a la
partida definitiva de su marido.
Eran las diez de la mañana y yo me ocupé de otra persona. Después de la comida
oí sus palabras: «Mi nariz se despeja». En el descanso de las cuatro: «Los dolores
han disminuido a la mitad». Al día siguiente por la mañana: «Ya no tengo dolores,
sólo una molestia en los maxilares». Un año más tarde, después de una conferencia:
«Se acabó, no hablemos más del tema».
La ventaja de un grupo terapéutico está representada por el hecho de que una
explicación del fenómeno alérgico para todos los participantes puede, y de una sola
vez, interesar a varios. Es lo que pasó con el señor Infección Primaria, el séptimo de
la lista. Veamos sus observaciones.

El señor Infección Primaria


«Lo he entendido todo. Padezco la misma patología que la señora Sinusitis de
Lyon: una sinusitis crónica desde los ocho años y tengo ahora sesenta y cinco.
Conozco al dedillo lo que acaba de exponer y no voy a aburrirles volviéndolo a
contar. Sólo una particularidad: exceptuando los episodios dolorosos menos fuertes,
me sueno unas veinte veces al día y no es nada agradable, ni para ver ni para oler.
Tengo la nariz y los senos permanentemente embozados y no sé lo que significa
respirar normalmente puesto que respiro siempre por la boca. Me he acostumbrado a
esta sinusitis crónica y ya no voy al médico.
»Cuando era niño, no sé si ustedes se acuerdan, el tratamiento era radical:
consistía en meter unas mechas en la nariz para hacer una limpieza. Una verdadera
tortura. Probé las curas de Luchon así como el aire de la montaña en centros
especializados. Mis mucosas nasales y sinusoidales han visto desfilar un número
increíble de productos más o menos corrosivos. Finalmente me acostumbré, pero
sólo lamento una cosa: no poder sentir el olor de la buena comida. A mi edad dudaba
de que pudiera lograr algo nuevo.
»Con lo que acaba de pasar ahora no dudo, puesto que mi nariz se ha abierto y
empiezo a respirar mejor. No es mucho pero lo suficiente como para darme ganas de
cambiar el motivo de mi consulta que era una artrosis de cadera. Así que voy a
comentar lo que he deducido de la exposición de la señora Sinusitis de Lyon.
»Cuando yo tenía ocho años el país estaba en guerra y nosotros vivíamos en el
departamento de La Manche. Tuve un reuma articular agudo y mis padres siguieron
los consejos del médico de cabecera: hospitalización en París en el servicio de los
niños enfermos del Hôtel Dieu. Hay algo que muy pocas personas saben. En esa
época, los habitantes de un departamento de provincia no podían ir más allá del
departamento lindante por causa del racionamiento del carburante. Mis padres
tuvieron que pedir una autorización especial a las autoridades para poder comprar la
gasolina necesaria para llevarme a la capital. Cuando llegamos, el médico jefe del
servicio prefirió que yo quedara ingresado un tiempo en función de la evolución de
la enfermedad. Por lo tanto, ellos se volvieron a la espera de que les avisaran para
venirme a buscar. Me quedé solo durante seis meses, sin nadie que viniera a verme.
Pueden imaginar el sufrimiento de un niño enfermo de ocho años lejos de sus padres
y abuelos. Pienso que esta condenada sinusitis proviene de esos acontecimientos.
Aquí tienen mi historia.»
Como siempre, creo en lo que me dice la persona afectada pero, en realidad, no
lo creo totalmente pues quiero estar muy seguro de que la quintaesencia de su
sinusitis esté vinculada con aquella separación tan dramática cuando era niño. Como
en el caso de la señora Sinusitis de Lyon, quiero averiguar si no ha ocurrido una
actividad conflictiva programadora antes de los ocho años.
«No, no lo veo...» Sin embargo, al cabo de unos instantes exclama: «¡Oh! Ya veo:
¡la infección primaria! La había escondido por completo, vaya, vaya!
»Tenía tres años, un poco de fiebre con un poco de tos. El médico de cabecera
diagnosticó una infección primaria. Ante el temor de contagiar a toda la familia, me
mandaron a casa de mi abuela en el campo y eso duró algo más de seis meses.»

Eran las tres de la tarde. A las seis: «Mi nariz se despeja». Al día siguiente por la
mañana a las nueve: «Ya no me sueno». Durante el descanso de las diez y media:
«Huelo algunas cosas y sólo me he sonado dos veces esta mañana». A la tarde
cuando se fue: «No me sonado y mis senos se han despejado». Un año más tarde:
«No hablemos del tema. Hasta mi mujer, que es profesora de biología no acaba de
creérselo.»
Quiero precisar que en estas dos historias de sinusitis la mejoría fue inmediata y
eso demuestra que todo es posible en este campo. Pongámonos ahora los trajes de
baño y démonos un chapuzón en la piscina para encontrar a la señora Natación.

La señora Natación
Se trata de una sinusitis crónica, que aparece sólo por la mañana temprano. Esta
profesora de aquagym se quejaba cada mañana de dolores faciales, y padecía
derrames nasales amarillentos y nauseabundos. Esta sensación de tener las narices
tapadas desaparecía progresivamente a lo largo de la mañana y no volvía a
manifestarse hasta el día siguiente al despertarse. Hacía varios años que duraba.
Partimos de la pista siguiente: psico-choque emocional desestabilizador en un
contexto feo, desagradable, nocivo, impuro o mancillado, etc. Lo encontró bastante
rápidamente:
«Mi madre sufría de un cáncer generalizado y la velaba día y noche antes de su
muerte. De día me quedaba a su lado y la hacía sentarse en la butaca, le daba de
comer y conversaba con ella. De noche, me tumbaba a su lado y esperaba a que se
durmiese para dormir yo también. Esa mañana murió hacia las seis cuando yo
todavía dormía. No pude asistirla en sus últimos momentos. Cuando me desperté la
encontré muerta. Yo sabía que iba a morir pero me hubiera gustado estar ahí hasta el
final. Sentí vergüenza y todavía me sigo avergonzando.»
La primera consulta planteó un nuevo esquema de reflexión al cual siguió una
clara mejoría en un primer tiempo. El motivo de la segunda consulta, un año más
tarde, fue el deseo de terminar con ello definitivamente. Apareció de manifiesto su
sentimiento de culpa por haberse dormido y no haber estado presente concientemente
durante los últimos instantes de su madre. La mejoría fue todavía más clara y la
curación acudió puntual a la cita con un retraso de más de un año.

Sinusitis y pólipos

El señor Contrabandista

Lo he llamado así porque toda su problemática remontaba, de hecho, a más de


cien años atrás. He tenido que explorar toda su historia transgeneracional para poder
encontrar la programación de su sinusitis crónica complicada con la existencia de
varios pólipos.
«El médico me confirmó que la causa de todo la tenían los pólipos. Tengo tres
desde hace no sé cuanto tiempo. Tengo la nariz tapada de principios a finales de año.
Duermo con la ventana abierta pues de lo contrario me asfixio a fuerza de respirar
por la boca. Siento la lengua como acartonada.
»Ya no huelo nada. Prueba de ello es que mi mujer me llama desagradablemente
la atención. Me reprocha el no hacer caso a su nuevo perfume que a duras penas
puedo identificar. Cada vez le repito que no huelo nada pero ella no lo entiende.
»Para comer, es lo mismo: no disfruto mucho si voy a un buen restaurante. Pero
dejando eso aparte, vivo con ello e intento mejorar. Pruebo con algo nuevo y cuando
eso no funciona empiezo con otra técnica. Creo que he agotado ya el catálogo de las
terapias, tradicionales o no. La clínica psicosomática es nueva para mí y me gustaría
lanzarme a la aventura.»
Debo decir que su historia es un tanto compleja. En su biografía, la historia de su
propia vida, la exploración no dio gran cosa. En estos casos me oriento hacia el
proyecto/sentido, pero esto tampoco nos hizo adelantar. En cambio, su árbol
genealógico nos permitió encontrar la temática que buscábamos anteriormente: P-
CED/Programa de sinusitis más pólipos —acontecimiento feo, nocivo, mancillado,
etc. — en sus dos linajes, materno y paterno. Hubo tres consultas espaciadas en el
tiempo. En la primera revisamos la teoría general pero no se logró ninguna mejoría.
Y entonces nos dirigimos hacia la memoria transgeneracional.
Por el lado materno, dimos con una historia de prostitución. Su tatarabuela
trabajaba en un hotel «especial» que acogía principalmente a marineros de paso por
el puerto. El final de su carrera se coronó con la compra de ese hotel-restaurante.
«En ese establecimiento, ¡no sólo se bebían copas!», le decía su madre. Esta última
no quería hablar demasiado sobre su antepasada. Era la vergüenza de la familia.
Resultado: un pólipo menos y un principio de mejoría clínica. «Se desprendió
durante la noche. He tenido como una necesidad de sonarme y sentí algo inusitado.
Me levanté para ir al baño y vi como una especie de pequeño champiñón cuya cola
sangraba en la base. Al mismo tiempo he tenido la sorpresa de oler un poco más el
perfume de mi mujer.»
Por el lado paterno, caímos en uno de los episodios particulares del comercio
fronterizo entre Italia y Francia a principios del siglo veinte. Se trataba del
contrabando de la Mafia. El abuelo ejercía el oficio de contrabandista o pasador.
Estaba muy bien pagado por un oscuro individuo y debía pasar la frontera con una
mochila cargada de mercancías varias que no tenía derecho a conocer, so pena de
represalias como las que tan bien ejecuta la Mafia. La entrega podía hacerse tanto
por Italia como por Francia. Ocurría a menudo que él marchaba por la noche en un
sentido y a la noche siguiente hacía el camino inverso. Se conocía de memoria todas
las rutas de contrabando que podía emprender las noches sin luna.
»Era un campeón. Todo el mundo lo admiraba porque, además de sus hazañas,
alimentaba a toda la familia, numerosos hijos y abuelos incluidos. Lo describían
como el maestro de los contrabandistas y en él confiaban todos sus jefes. Nunca mató
a nadie ni tampoco se dejó coger por los aduaneros ni por la guarda costera. En casa
de mis padres su foto ocupa un lugar destacado.»
Para que se entendiese bien el P-CED/Programa de sinusitis y pólipos, me permití
imitar el personaje en su trabajo, poniendo el acento sobre los posibles re-sentidos
para ese hombre curtido en el arte del contrabando y sobre la evolución de su
estresograma durante la travesía desde su casa hasta el punto de encuentro al otro
lado de la frontera.
«Soy su abuelo y mi jefe me pide que pase discretamente la frontera con un saco
lleno de no se qué. Me preparo para marchar en cuanto caiga la noche y que la
oscuridad haya invadido los caminos. Mi estresograma es normal. Tengo un poco de
miedo, pero es bastante normal. A unos cuantos kilómetros de la frontera, mi
estresograma advierte a mi cerebro biológico que todo está en orden. Estamos dentro
de los límites permitidos. A un kilómetro de la frontera, mi estresograma advierte a
mi cerebro que entramos en una zona de turbulencias con un re-sentido particular: el
de no hacerse notar. No tienen que sentir (oler) mi presencia.
»A quinientos metros de la frontera, mi atención y mi vigilancia se van
agudizando. El re-sentido presente en mi cerebro es siempre el mismo: no deben
sentir (oler) mi presencia. Como pueden imaginarse, para entonces mis problemas
digestivos han desaparecido. El cerebro biológico sólo gestiona el sobre-estrés.
Debo prestar la máxima atención posible y sentir si existe el menor peligro de ser
descubierto pues en cada momento puedo volver atrás.»En la frontera, todos los re-
sentidos y las luces de advertencia internos están al máximo: un verdadero árbol de
Navidad en los centros cerebrales de control.
Una vez pasada la frontera, retomamos los mismos re-sentidos en sentido inverso:
a medida que me alejo, los indicadores de tendencias estresográmicas bajan en
intensidad en la curva de mi P-CED/No debo ser descubierto.
»Llegado al punto de encuentro para la entrega, puedo respirar tranquilamente y
saborear otro de mis numerosos triunfos. Mi estresograma es normal, simplemente
está perturbado por un buen trago de Chianti o de Limoncello.
»En resumen, podemos visualizar el estresograma de su abuelo en cada una de sus
prestaciones. ¿Puede que usted haya almacenado este tipo de mensaje
transgeneracional?»
«Lo que usted dice es importante para mi. Creo que lo llevo dentro, que la
problemática de este tatarabuelo está seguramente en mí, porque en mi vida
cotidiana, odio sentir la presencia de alguien a mi alrededor o detrás de mí. Soy
capaz de volverme a cada momento para averiguar si alguien me está siguiendo.
Alguna vez mi mujer me toma por loco. A propósito de “sentir las cosas”, detesto
tratar con gente cuyo dinero no huele bien. Trabajo en el sector inmobiliario en Niza
y todo el mundo sabe que el dinero negro sirve a menudo para comprar bienes en la
Costa Azul. Yo puedo descubrirlo con bastante facilidad, como si tuviese un sentido
especial para eso.»
Me había olvidado hablar de la temática del «dinero negro» al principio de la
exposición, pero ¡no puedo abarcarlo todo en algunos minutos!
Resultado: «Mis dos otros pólipos se desprendieron y puedo por fin sentir (oler)
el nuevo perfume que regalé a mi mujer y llevarla al restaurante para disfrutar una
pasta a la boloñesa, saboreando un Chianti para terminar la cena con un limoncello.»
Vemos aquí, por una parte, que la exploración de ciertas historias debe ser
bastante completa y, por otra, que la temática general se centra sobre un contexto
«nocivo» en el que no hay ninguna separación, lo cual se encuentra pocas veces. Era
el primero de unos muy buenos resultados obtenidos con los pólipos…

10 Otorrinolaringología.
11 «Sentir» en francés tiene sobre todo el significado de «oler».
Alergias estacionales

Nuestra experiencia nos demuestra que todos los casos son posibles. Ciertas
personas presentan manifestaciones alérgicas todo el año y otras únicamente durante
ciertos períodos. Hemos visto igualmente, sobre todo con la señora Natación, que
las señales podían también presentarse en horas puntuales del día. Veamos un poco
más en detalle las alergias de temporada. Tienen la particularidad de instalarse
durante un período de algunos meses del año y volver en fechas más o menos fijas.
Los mejores ejemplos son la fiebre del heno también llamada alergia al polen y a las
gramíneas.
La observación general indica que el psico-choque se ha grabado en un momento
preciso del año pero que podemos incluirlo dentro de una temporada, o una época,
durante la cual el alérgeno se encuentra normalmente presente en el entorno. Por lo
tanto, el calendario polínico nos muestra que, cada año, la alergia a los plátanos se
alarga desde mediados de marzo hasta mayo, y que la alergia al ciprés abarca
normalmente desde febrero hasta mayo. Cuando el polen desaparece, la alergia
también lo hace.
Para nosotros, la incógnita que nos planteamos es siempre la misma: ¿cuáles son
las características que han sido retenidas por parte de nuestro inconsciente biológico
durante psico-choque emocional desestabilizador? Esta pregunta conduce a otras:
¿dónde? ¿cuándo? ¿cómo? ¿quién? y ¿qué?
Para las alergias de temporada, el capítulo principal está representado por las
separaciones durante la primavera. Es evidente que este tipo de problemática ocurre
a menudo en esta época del año. Veamos una ilustración de ello.
Durante una consulta por un malestar general, un hombre me informa que quería
separarse de su mujer. Estábamos en pleno invierno y su reacción me sorprendió.
«Pienso en ello hace meses pero se lo anunciaré en abril. Espero un poco más pues
hace demasiado frío por el momento.» Puede que nuestra mente funcione como la
naturaleza. Con el buen tiempo salen los capullos y nosotros queremos hacer lo
mismo.
Para ir un poco más lejos, otras causas pueden ser el origen de estas
manifestaciones estacionales y la investigación deberá ser muy minuciosa para poder
encontrar el o los nudos de la problemática. El señor Tambor y la señora Septiembre
se encontraron con Christian Flèche. Pero antes, escuchemos a Jean Platon en
relación con la fiebre del heno.
La fiebre del heno

Este caso clínico cuenta la historia de un hombre de cuarenta y tres años, alérgico
«al heno segado». Así lo había bautizado. Cada vez que iba a ver a su madre, quien
seguía viviendo en la casa de su infancia, se le tapaba la nariz y no podía respirar
correctamente. De hecho, y una vez analizada la situación delicada en la cual se
encontraba en relación con su madre, reconoció que el simple hecho de volver al
lugar le llevaba a los tristes recuerdos que habían perturbado su vida. Decía
siempre: «Me siento molesto».
Así que, una buena manera de no sentirse molesto era ¡no sentir (oler) nada en
absoluto!

Alergias estacionales originales

El señor Del Tambor

Un paciente se siente fatigado, cansado, sin energía, depresivo. No consigue


concretar el porqué, no tienes ganas de seguir adelante y eso le pasa de mayo a
septiembre desde la edad de quince años más o menos. «Tengo una verdadera
alergia a esta época del año.»
De niño, le obligaron a tomar parte en una banda de música folclórica. Tocaba el
tambor tan bien que lo pusieron en primera fila, como un monito de exhibición al
cual se le da cuerda para que toque, sin preguntarle si le gustaba o no. Por una parte,
se sentía halagado pero, por otra, tenía que pasar su tiempo de descanso dándole al
tambor todos los miércoles, los fines de semana y los veranos, para animar las calles
de su pueblo o de algún otro. Tenía la sensación de ser una máquina, de ser utilizado
como un objeto. ¿Por qué seguir adelante? Su re-sentido es: «No quiero tener energía
para agradar como un objeto, como un juguete al cual se le da cuerda». ¿En qué
época del año tienen lugar las fiestas populares? De mayo a septiembre.

La señora Septiembre
Esta señora presenta un tipo de depresión solamente en el mes de septiembre. La
primera pregunta que le vamos a hacer es: «¿Qué significa septiembre para usted?» o
bien «¿Con qué se relaciona septiembre en su propia historia?»
De pequeña había vivido en el campo y se pasaba todo el verano fuera con los
animales y era muy feliz. Le encantaba el sol y estar en contacto con la naturaleza.
Cuando llegaba septiembre, con la vuelta al colegio, le prohibían estar fuera; su
padre, bastante severo, la obligaba a hacer sus deberes y a repasar las lecciones
mientras él se iba de caza. Él estaba fuera y a ella le habría gustado ir con él. No
podía soportar esta situación. Hizo una «alergia» al mes de septiembre y luego se
acostumbró a ello. En octubre hacía frío y no tenía ganas de estar fuera, pero en
primavera hubiera podido salir. Ella hubiera podido hacer su depresión cada vez
que estuviera dentro de una casa. Estar confinada en el interior de una casa hubiera
podido ser el alérgeno, pero para ella se cristalizó en una determinada época del
año.
Algunas veces el estudio del historial familiar nos da la solución.
Cambios en el modo de vida

Este aspecto ilustra una variante de la definición del psico-choque. Hasta ahora la
mayoría de los ejemplos clínicos lo representaban como un elemento repentino y
muy desestabilizador que se encuentra a menudo en el historial de la persona
alérgica. Algunas veces el carácter dramático no se presenta obligatoriamente en el
primer plano, pero las consecuencias psico-biológicas son las mismas que en el
psico-choque clásico. En estos casos, la subida de tensión psíquica, el traspasar los
umbrales de tolerancia, es progresiva, a través de una preocupación que va
ampliándose y se vuelve desmesurada con el tiempo.
Para terminar, quisiera subrayar que las alergias pueden aparecer cuando se sufre
un cambio en el modo de vida. El ejemplo más típico está representado por las
consecuencias psicológicas de una mudanza o un cambio de estatus, aunque este
cambio se haya vivido como algo positivo. No es el lado feliz o infeliz del cambio
lo que se pone en cuestión, sino el sentimiento inconsciente de inseguridad que
acompaña la transformación de nuestro modo de vida y el cambio de referentes.
Dentro de esta inseguridad no sabemos diferenciar lo natural de lo tóxico. Nuestra
tensión interna aumenta y focalizamos nuestra atención psíquica desfalleciente —el
desplazamiento— sobre un árbol del jardín de la nueva casa o el polvo del nuevo
despacho, por lo que desarrollamos reacciones de defensa desproporcionadas.
Vamos a ver la historia de René y Florence, una pareja afectada por una alergia
en la cual se detectan dos parámetros desencadenantes de su patología: el cambio del
modo de vida y la angustia derivada de este sentimiento de inseguridad inconsciente.

Florence y René

En mi carrera de psicólogo, mi primera especialidad fue la de psicólogo laboral.


Trabajé alrededor de diez años en un holding, en el ámbito de la reestructuración de
sus fábricas en Francia. A raíz de un cambio efectuado en la política industrial del
país en relación con la feroz competencia por parte de los países emergentes, el
gobierno decidió sencillamente parar la producción de muchas fábricas. Miles de
obreros se encontraron en la calle. No es difícil ponerse en su lugar y percibir la
inestabilidad, el sentimiento de inseguridad y la pérdida de referentes que se
apoderaba de ellos.
En mi trabajo, me había ocupado del dossier de René, técnico en una unidad de
producción en Lorraine, que desafortunadamente formaba parte del programa de
cierres orquestado por la dirección de la empresa. Yo le había propuesto a René un
puesto equivalente en otra unidad situada en el sur de Francia. Como no tenía muchas
posibilidades de escoger, René había aceptado a pesar suyo. Estaba casado con
Florence y no tenían hijos.
Era parte normal de mi tarea pasar a ver a las personas que habían sido
trasladadas a un nuevo puesto de trabajo después de unos pocos meses de
adaptación. Cuando volví a ver a René en la consulta, lo encontré en un estado
lamentable. Su alergia se manifestaba a través de un catarro con flujo nasal
constante. Parecía en realidad una fuente, le corría agua por los ojos, por la nariz. Le
pregunté si había visto al médico, por lo menos al médico que atendía
permanentemente en la fábrica. Me contestó: «Yo me cuido solo con aspirina y no
quiero llamar la atención ausentándome de mi nuevo puesto de trabajo.
Probablemente he cogido una alergia a un polen de la región o puede que al polvo de
esta fábrica.» Todo esto no era más que un eslabón en su cadena de desgracias.
Sin parar de estornudar y sonándose, me dijo que estaba satisfecho con el puesto
que yo le había asignado. Pero su mayor inquietud era su mujer, quien por el
momento se había quedado en Lorraine. Tenía un puesto muy bien remunerado en la
institución donde trabajaba. Desde el traslado de su marido sólo podían verse los
fines de semana. René me pidió insistentemente que viese a su esposa en cuanto
volviese a Lorraine, porque estaba muy preocupado por ella.
Algunos días más tarde y ochocientos kilómetros más al norte, conocí a
Florence… ¡en el mismo estado de salud que su marido! Increíble, pero verdadero.
Surtiendo agua por los ojos y la nariz, la mirada con aspecto mixomatoso, me dijo:
«Desde que se fue mi marido, no sé cómo he podido enganchar esta alergia, es la
primera vez, nunca había estado tan mal». Y entonces me contó…
Había estado tentada de seguirlo, a sabiendas de que no volvería a encontrar ni el
puesto de trabajo ni el estatus social que ella había alcanzado a fuerza de estudio y
tesón. Además, se arriesgaba a depender económicamente de su marido.
Para ella, su carrera era una parte integrante de su modo de vida, lo que incluía en
lugar destacado el éxito social. Pero desde que la marcha de su marido, ese mismo
ambiente la ahogaba cada vez más sin que pudiese decidirse a dejar el lugar. Tanto
en el plano afectivo como profesional, vivía su situación con total insatisfacción. Se
sentía completamente acorralada y desgarrada, sentía rabia e impotencia ante las
circunstancias de su vida, ante una situación imposible de resolver. Albergaba
también un sentimiento de cólera secreta hacia su marido puesto que, desde que él se
había marchado, la relación, hasta entonces feliz, se había vuelto insoportable.
Florence se veía enfrentada a una contradicción y sobre todo a una elección de vida,
una opción que ponía en tela de juicio todos los valores fundamentales y las metas
que ella se había trazado. Su angustia existencial se manifestaba por medio de crisis
que iban en aumento.
En esos tiempos yo no dominaba bien la clínica psicosomática, pero ayudé a
Florence a salir del atolladero de otra manera: acompañamiento y facilitación. En el
proceso llegamos a una conclusión: la existencia de una contradicción insostenible
entre su deseo de quedarse en el Norte, lo que le permitía realizar su sueño
profesional acompañado de éxito social, y el de reunirse con su marido, vivir una
vida de mujer y de madre también, atreviéndose a abandonar la carrera por la que
había luchado hasta entonces. Llevar eso adelante siendo mujer fue una elección
difícil, sobre todo en nuestra época en que el reconocimiento y la libertad pasan por
el trabajo y el dinero. Algunos meses después de este seguimiento terapéutico,
Florence tomó la decisión de reunirse con René.
Durante una de mis visitas al sur de Francia, los volví a encontrar y durante la
consulta hablamos de sus respectivas alergias. Y aquí tenemos la toma de conciencia
operada en relación con los posibles orígenes de la patología de ambos:

1) Separación de ochocientos kilómetros.


2) Cuestionamiento sobre los respectivos modos de vida y los cambio de
referentes habituales para cada uno.
3) Sentimiento inconsciente de aislamiento y de inseguridad, que generaba en
ambos una desestabilización mental acompañada de inquietud, angustia y
preocupación cada vez mayores.
4) Procesos psíquicos de defensa con represión, desplazamiento y proyección
sobre los alérgenos respectivos.

Esta descripción muestra perfectamente la ilusión en la cual ciertas situaciones


nos atrapan cuando tenemos el sentimiento de que no hay otra salida, mientras que en
realidad existe una solución sencilla pero al precio de una renuncia que nos cuesta
aceptar. La angustia es a menudo el anverso de la cólera, la cólera el anverso de una
pena y la pena es la constatación no aceptada de una carencia, de todas nuestras
carencias y de la insondable realidad alrededor de la cual se organiza en vórtice la
energía de la vida.
Las alergias «transgeneracionales»

Este apartado muestra la existencia de factores transgeneracionales en ciertas


historias de alergia. Lo más corriente es que no tengamos que ir a explorar la historia
familiar. Pero, en algunos casos donde el elemento desencadenante —el psico-
choque emocional desestabilizador— no aparece con claridad, queda borroso o «no
dice nada en absoluto» a la persona, es aconsejable dar una vueltecita por los
jardines ancestrales. En varios relatos ya se ha mencionado este elemento. A
continuación aparecen otros donde este tema está particularmente presente y donde la
clave terapéutica se ha encontrado gracias al estudio transgeneracional.
Como sabemos, ciertas alergias se desencadenan en momentos precisos, ya sea en
una época del año o en una determinada edad. Aquí nos proponemos inspeccionar
esos momentos y esas edades, y vincularlos con episodios memorizados en las sagas
familiares.
Un joven se vuelve de repente alérgico a la edad de veintidós años. De forma
transgeneracional está vinculado a un abuelo y su edad se corresponde con la que
tenía su antepasado cuando murió en la guerra.
Veamos ahora un relato original de alergia al polvo.

El señor La Granja Polvorienta

Tiene alrededor de cuarenta y cinco años y trabaja en la administración


penitenciaria como guardia cárcel. Presenta una sintomatología alérgica bastante
difusa, compuesta bien de ataques de estornudos, bien de ataques de tos o picores en
la zona de la laringe. Los análisis practicados han mostrado una reacción específica
al polvo doméstico y al moho.
«Hace mucho tiempo que tengo esta alergia. Siempre he tosido y estornudado. Un
tratamiento de desensibilización de cinco años no dio resultado. Lo único que me
mejoró un poco fue una cura con oligoelementos y un tratamiento de fondo
homeopático.»
En cuanto oigo «desde siempre, hace tiempo, desde mi tierna infancia», estoy casi
seguro de que existe un factor transgeneracional en juego. Para más seguridad,
investigué de todas formas con el fin de desalojar un eventual psico-choque. La
inspección del árbol genealógico puso en evidencia el origen probable de su alergia.
Este encantador guardia penitenciario estaba vinculado a su tío paterno, a quien
nunca había conocido por una buena razón: a la edad de veinticinco años, a causa de
un desengaño amoroso, se había ahorcado en el cobertizo de la granja familiar. En
aquella época el suelo era de tierra batida, así que el hecho de ser alérgico al polvo
y al moho le impediría irse de paseo por una granja.
Este ejemplo puede calificarse de genérico porque permite reemplazar granja
polvorienta por plátano, cerezo o nogal, entre otras cosas. Por lo tanto, una alergia a
las cerezas puede significar que alrededor de este árbol ocurrió un drama —horca,
homicidio, accidente, caída u otro.
Les propongo pasar a la última parte, donde se expone el aspecto terapéutico. Sin
embargo, estoy seguro de que algunos lectores no habrán esperado para dilucidar su
propia problemática alérgica gracias a la exposición de los casos clínicos.
TERCERA PARTE
Conducta a seguir frente a una alergia

El diagnóstico biológico de la alergia y la terapia propiamente dicha componen


esta última parte. Los pasos se dan generalmente en este orden. La experiencia
demuestra que la mente humana necesita entender los pormenores de su problemática
antes de permitirse soltar el peso que ha estado cargando. Por lo tanto y ante todo,
debe establecerse un diagnóstico psico-biológico correcto que resuene
interiormente. Para nosotros es la mejor garantía de éxito.

El diagnóstico psicosomático de la alergia

Esta última parte está dirigida especialmente a hacer una verdadera investigación
acompañada de una reconstrucción sensorial del psico-choque, mediante la
búsqueda de cinco elementos clave:

1. El psico-choque emocional desestabilizador.


2. El factor cronológico: ¿Cuándo ocurrió el psico-choque y cuándo
aparecieron las primeras señales?
3. Los diferentes raíles grabados en el instante preciso del psico-choque.
4. Dentro de estos últimos ¿existe un raíl predominante y principal: el alérgeno?
5. Los síntomas clínicos.

Así que les proponemos seguir el siguiente camino:

Cómo detectar el psico-choque emocional desestabilizador

En la gran mayoría de los casos, la persona lo conoce o lo re-encuentra con


bastante facilidad, porque el psico-choque aún está inscrito en su memoria
consciente. En otros casos, el mecanismo psíquico de defensa utiliza la represión en
el inconsciente del episodio desestabilizador para impedirle interferir demasiado y
crear dificultades en la vida cotidiana de la persona. Existen medios para hacer que
hable el inconsciente por medio de una pregunta o de una escenificación,
inspirándonos en la tríada psico-cerebro-orgánica de la alergia que hemos
desarrollado al principio con la definición del psico-choque y el estresograma.
La pregunta: ¿Cuál es el episodio más impactante de su vida que re-sintió de
forma especialmente negativa? En nuestra jerga particular, eso equivaldría a: «¿Ha
experimentado algún Scud mental?»
La escenificación: ¿Existe algún momento de su historia donde se sintió, de
forma inesperada, muy desestabilizado, momento que le fue difícil compartir con
otra persona y que ha ido rumiando durante algún tiempo? Pueden añadirse ciertas
señales en relación con algún tipo de estrés: insomnio, excitación nerviosa,
inapetencia, preocupaciones mentales, aumento del ritmo cardiorrespiratorio, frío
anormal, entre otras cosas. Generalmente, las personas afectadas describen un
cambio radical en su economía psíquica y en su forma de ser. Casi siempre nos
encontramos con la vida «antes del psico-choque» y la vida «después del psico-
choque». La práctica diaria de la clínica psicosomática nos permite llegar a una
conclusión válida en la mayoría de los casos: la enfermedad se construye alrededor
y a partir de un cambio repentino en la forma de ser, inducido por un psico-choque
emocional desestabilizador.
En algunos casos raros, encaminaremos nuestras investigaciones hacia el estudio
del proyecto/sentido o del factor transgeneracional.

El factor cronológico

Es primordial tener en cuenta el factor cronológico. Como bien sabemos, el


fenómeno alérgico, tanto en la medicina tradicional como en la psicobiología, se
descompone en dos tiempos:
La medicina tradicional describe una primera fase silenciosa de sensibilización
y de identificación del agresor —el alérgeno— y una fase ruidosa de neutralización
y de detención del agresor.
La psicobiología habla más bien de una primera fase de identificación de la
agresión —la programación de la alergia— y de una segunda fase consistente en
evitar esta agresión revelada por la presencia del alérgeno —el desencadenamiento
de la alergia.
Disponemos por lo tanto de dos límites temporales que debemos detectar a fin de
ser lo más coherente posible.
El primer límite temporal corresponde al instante del psico-choque y a la
programación de la alergia en el tiempo. Digo instante y no momento o período. A
menudo las personas pueden, con total precisión, ponerle una fecha, una hora y hasta
un segundo preciso, porque de entrada lo recuerdan con claridad o bien lo hacen
después de una pequeña exploración con la ayuda del apartado anterior. Cabe
resaltar que este instante está incluido en un momento, un período o una estación en
particular que deberemos obligatoriamente mencionar puesto que el fenómeno puede
evolucionar con las estaciones.
El segundo límite temporal está representado por el nuevo enfrentamiento con el
alérgeno y el desencadenamiento de la alergia. La demora entre estos dos mojones
puede ser muy variable y algunas veces pueden pasar años entre la programación y
el desencadenamiento.
Un último punto: estos dos límites nos dan también la edad de la persona afectada
y esto puede ser muy importante en ciertas historias.

Cómo detectar los diferentes raíles y señalar el más


importante

Durante el psico-choque, el cerebro biológico graba las circunstancias exactas de


la agresión con una minucia ejemplar. Todos los órganos de los sentidos
contribuyen, así como el pensamiento. Todos los parámetros llamados «raíles de
agresión» son memorizados y es bastante simple detectarlos gracias a un pequeño
cuestionario muy fácil de contestar. Nos valdremos de las bandas de grabación que
han desfilado a lo largo del psico-choque, guardadas en nuestra caja negra cerebral:

— En la banda de sonido. ¿Qué hemos oído: ruidos particulares, voces, gritos?


—En la banda de vídeo. ¿En qué nos hemos fijado, qué hemos visto o leído: el
paisaje, los colores, el lugar, los protagonistas, el tiempo, una carta, una
palabra u otra cosa? ¿Ha habido cuerpos extraños en contacto con los ojos,
tales como pólenes u otros?
— En la banda olfativa. ¿Qué hemos olido con la nariz: olores, claro, pero
también algunos otros cuerpos extraños en contacto con las mucosas nasales
como pólenes, polvo, pelos de animales, etc.?
— En la banda gustativa. ¿Qué hemos probado y qué alimento ha estado en
contacto con nuestra boca?
— En la banda táctil: ¿qué hemos sentido por medio de la piel, qué elemento
estaba en contacto con la piel y en qué parte del cuerpo?
— En la banda pensante. ¿Qué hemos pensado en el fondo de nosotros mismos
en el instante del psico-choque? ¿Cuál ha sido el re-sentido que no podíamos
expresar?

De esta forma, esta recolección de informaciones sensitivas recoge todos los


posibles raíles que han servido de base para un desencadenamiento alérgico. Así
vemos que el reencuentro «desaforado» con tan solo uno de ellos puede poner en
marcha una crisis. Generalmente, el cerebro biológico, enganchado en la inoportuna
e imprevista tormenta conflictiva, privilegia un raíl en particular, que llamamos raíl
principal o alérgeno.

El alérgeno: el raíl principal

Para nosotros el alérgeno representa el testigo número uno, mientras que para
otros sería el sospechoso número uno e incluso el verdadero culpable. Cuesta
imaginar en ese papel a un pobre granito de polen o al inofensivo polvo doméstico.
Es verdad que el alérgeno esconde bien su juego porque carga con todo. Se lo acusa
para proteger nuestra economía psicológica con el fin de que no haya demasiada
desestabilización. Psíquicamente hablando, es más rentable focalizar y proyectar
toda nuestra atención sobre ese elemento neutral que enfrentarse a una antigua
situación desestabilizadora, que aún hoy no ha sido completamente resuelta.
Acabamos de exponer una ilustración de la represión, el desplazamiento y la
proyección. Después, en función del alérgeno, dirigiremos la investigación hacia tal
o cual aspecto de la problemática para así poder delimitarla mejor.
Los alimentos nos orientarán directamente hacia un psico-choque acontecido
durante una comida.
Los medicamentos nos orientarán hacia una terapia instituida y a la cual el psico-
choque está vinculado.
Las sustancias inhaladas tales como pólenes, gramíneas, ácaros, moho, plumas o
pelos de animales, nos orientarán hacia un psico-choque acontecido en
circunstancias particulares: en el interior o en el exterior, en una granja, debajo o
encima de una cama, con animales, etc.
Las sustancias en contacto con la piel tales como los champús, los detergentes,
los productos de belleza, el látex, y también, el sol, el agua, los metales preciosos o
comunes, nos orientarán hacia una separación o un raíl cutáneo con un contacto
problemático.
De hecho, este elemento se acerca mucho al centro neurálgico de la alergia que
está representado esencialmente por este último punto.

Las señales clínicas

Como ya hemos dicho, el significado psicosomático general del edema es: no


quiero o no puedo estar en contacto con una situación desestabilizadora. Su posición
en el organismo nos da más informaciones sobre la forma de evitar la sensación
desagradable en origen. Para nosotros, las señales clínicas permiten avanzar la
investigación de forma considerable. En efecto, gracias al sentido biológico o al
significado psicosomático del síntoma y del órgano afectado, nos vamos a dirigir
directamente hacia el punto central de la alergia. A título de ejemplo, veamos las
principales decodificaciones.

Los ojos, con lagrimeo, conjuntivitis, inflamación o picores, nos orientan hacia un
psico-choque visual. No quiero ver, no puedo ver, lo he perdido de vista.
La piel, con urticaria, eczema o picores, nos orientan muy claramente hacia
temáticas de separación.
La laringe, la tos o el asma laríngea nos orientan hacia una problemática centrada
en un miedo importante o un susto enorme.
Los bronquios, con las bronquitis y el asma, nos orientan hacia peleas o
recuerdos de asfixiados con gas, de ahorcados, etc.
La nariz, con la fiebre del heno, la sinusitis y los pólipos, nos orientan hacia las
actividades conflictivas donde predomina el elemento «nocivo». A éste se añaden
las expresiones «dinero sucio», «comportamientos horribles, poco elegantes» o «me
huele mal». Algunas veces puede predominar la angustia. Los estornudos nos
orientan hacia el deseo de expulsar algo fuera del propio territorio.

Qué hacer cuando no se encuentra nada


La clínica psicosomática tiene muchas soluciones y recursos que aún no hemos
expuesto. Se nos ofrecen varias posibilidades.
El psico-choque está por completo oculto en el inconsciente y no se puede
encontrar. Tal y como decíamos anteriormente, el inconsciente sólo nos entrega
datos cuando está seguro de que podemos encararlos mentalmente. Moraleja: no
estamos preparados para enfrentarnos con ellos.
Ha tenido lugar un auténtico psico-choque pero ha sido conscientemente
declarado de muy baja intensidad o bien ha sido considerado positivo por parte de la
mente consciente y negativo por la mente inconsciente, como ocurre en los cambios
profesionales de los cuales nos habla Jean Platon.
La problemática se encuentra principalmente fuera de la historia de la persona
afectada. Nos encontramos nuevamente con las programaciones transgeneracionales
que se han producido durante el proyecto/sentido.
Corresponde plantearse las siguientes preguntas: «¿Cuál es el recuerdo(s) que
asocio a este elemento creador de mi alergia?», «¿Qué es lo no acepto dentro de mí y
que está en relación con esta alergia?», «¿Qué ocurrió de impactante durante ese
período?», «¿Qué es lo que esta alergia me impide llevar a cabo?» y «¿Qué es lo que
esta alergia me permite conseguir?»

Qué hacer cuando seguimos sin encontrar nada

Antes de declarar que la teoría biológica no da respuestas a este caso clínico


puesto que no lo conoce todo sobre nuestro comportamiento íntimo, pedimos a la
persona que reflexione sobre lo hablado y que espere a que su inconsciente tenga a
bien enviarle algunos datos, como ocurrió en el caso del señor Pescado.
Ahora supongo que los lectores están preparados para enfrentarse a la mayoría de
las alergias, pero les propongo una última parada: la terapia propiamente dicha.

La terapia

Desde el principio, hemos mencionado ciertas historias de vida más o menos


alegres, y es evidente que la mayoría de los casos clínicos han desembocado, en
poco tiempo, en una clara mejoría, si no en una completa curación que, para algunos,
cuenta ya con varios años. Exponer aquí en detalle el camino psíquico emprendido
por cada persona afectada parece un ejercicio peligroso. Sin embargo, algunas
grandes líneas se han ido perfilando a medida que nuestra disciplina ha progresado
tanto en la teoría como en la práctica.

El aspecto teórico

La magia de la clínica psicosomática se efectúa gracias a los vínculos, más o


menos inconcebibles antes de su descubrimiento, entre un episodio impactante de la
vida de la persona —el psico-choque emocional desestabilizador original
perteneciente a su historia personal o a la de sus ancestros— y un alérgeno anodino
para la mayoría de la gente. Este psico-choque ha almacenado con él, dentro de
nuestro sistema neurovegetativo, cierta cantidad de sobre-estrés o de
desestabilización, manteniendo siempre nuestro psiquismo dentro de una cierta
fragilidad/inestabilidad. De hecho, la enfermedad no es más que la gestión celular,
biológica, de esta acumulación de sobre-estrés asociado a una emoción reprimida.
La mejoría o la curación no parecen ser más que la descarga parcial o total de ese
«viejo» sobre-estrés y de esa «vieja» emoción reprimida, que nuestro inconsciente
biológico se permite soltar de vez en cuando en la forma de lágrimas y/o risa, solo o
acompañado por un terapeuta. «¡Vaya!, por fin ya sale...» me decía la señora
Rebanada y tantos otros pacientes.
La experiencia terapéutica de numerosos casos clínicos muestra tres etapas
principales: la adquisición de conocimiento, la toma de conciencia y el
desprendimiento emocional y la descarga emocional.
La adquisición de conocimiento está representada por la teoría expuesta tanto al
principio y como al final de la obra, por la conducta a adoptar ante una alergia. Esta
teoría, que debe exponerse con todo el tiempo necesario, apunta a encajar lo mejor
posible con la historia emocional del individuo alérgico. Está claro que los detalles
históricos tienen una gran importancia; no podemos resumir la historia del señor La
Fresa con estas simples palabras: su mujer lo deja para irse con su amante y él se
vuelve alérgico a las fresas porque su sistema inmunitario no puede soportar esta
fruta. Claro que no. Tenemos que ir en busca de todos los detalles de la situación
aunque parezcan fútiles y anodinos para el alergólogo. Todo ocurre en los detalles y
especialmente en la desestabilización emocional.
La toma de conciencia se efectúa cuando se establece un vínculo entre dos
elementos distantes el uno del otro y sin ninguna relación aparente.
Cronológicamente, la mayoría de las alergias tienen dos hitos temporales. El primero
corresponde a la fase de sensibilización y el segundo concierne a la primera crisis
alérgica. Vemos que, por una parte, el señor La Fresa se sensibilizó a esta fruta roja
durante la comida en que lo abandonó su mujer, y por otra, una hipersensibilidad a
esta misma fruta se desencadenó más adelante durante una comida familiar. Él nunca
había establecido el vínculo entre estas dos comidas, pero la evocación simultánea
de ambas y su comparación significativa le permitieron determinar que el
denominador común de estos dos episodios había sido la fresa. Razonaremos de la
misma manera en todos los casos de alergia.
El desprendimiento emocional y la descarga emocional son las señales
principales que nos permiten descubrir el hecho de deshacerse del «viejo» sobre-
estrés acumulado en el sistema neurovegetativo simpático, especialista de la acción.
La persona cae así en el sistema vagotónico atribuido al descanso, como lo
demuestran un suspiro de bienestar, una sensación de descompresión mental, unas
risas, escalofríos o algunas lágrimas. Esta etapa es bastante delicada de describir
pues hace intervenir numerosos factores personales e íntimos. Si la descarga
emocional es completa, mejor, pues pronto aparecerá el camino hacia la mejoría o la
curación. Pero si ésta es solamente parcial, podemos desviarnos. Esto significa,
simplemente, que todavía existen otros elementos que deben ser explorados. En este
último caso, podemos acudir a ciertas técnicas terapéuticas de ayuda antes de darnos
por vencidos.
Nota importante: en el curso de las consultas han aparecido distintas
posibilidades, cuyo hilo conductor es la necesidad de hacer emerger el inconsciente
biológico.
Las tres etapas se efectúan al mismo tiempo durante la consulta. Es lo mejor
que puede pasar.
El «bloqueo» en la primera etapa se observa sobre todo en personas muy
racionales, demasiado científicas, que quieren pruebas antes de empezar lo que sea o
que permanecen impermeables a cualquier observación de orden psicosomático,
entre otras cosas. Una pregunta que les hago rápidamente es la siguiente: «¿Piensa
usted que puede curarse con la visión que tiene de la enfermedad?» Por mi parte,
hago mi trabajo, les pido que reflexionen sobre lo hablado y les invito a pedir una
nueva consulta sólo en el caso de que quieran ir más allá. De esta forma no me canso
demasiado, porque no tengo absolutamente nada que probar.
Los «bloqueos» después de la primara etapa se observan con frecuencia. La
persona entiende bien el fenómeno pero no se opera la toma de conciencia. Hay una
única solución: retomar todo desde el principio. Si el bloqueo persiste, volver a la
práctica señalada más arriba.
Cronológicamente, el intervalo entre estas tres etapas es variable. Ha ocurrido a
menudo que una persona tome conciencia después de la consulta puesto que el
trabajo sobre el inconsciente no se efectúa solo en la sala de consulta. Sus
reflexiones, sus sueños, sus observaciones también serán muy útiles durante las
próximas entrevistas.

El aspecto práctico

Existen varias técnicas terapéuticas dirigidas a facilitar el surgimiento de las


informaciones, de los re-sentidos y de las emociones, todos ocultos en el
inconsciente biológico. Para ello, se codean dos grandes categorías terapéuticas: las
técnicas verbales y las técnicas psicocorporales. Las cito aquí sólo como
información.
Las técnicas verbales se relacionan con las psicoterapias llamadas «frente a
frente», donde todo puede decirse, oírse y escucharse. Como ya se sabe, la primera
descarga suele ser verbal. Nos permite expresar nuestros re-sentidos, nuestras
emociones y nuestros secretos íntimos.
Las técnicas psicocorporales son numerosas dentro de los grupos terapéuticos
que dirijo junto con mis colaboradores. Empleamos muchas de ellas pero
desafortunadamente no las puedo detallar aquí.
Estamos llegando al final del viaje por el país de las alergias. Antes de dejarles
leer el Epílogo, quiero añadir que mis colegas y yo estamos encantados de haberles
expuesto nuestra visión de este fenómeno que, con seguridad, está al alcance de
todos. Una vez más, no creemos ser los dueños de la verdad pero esperamos que esta
nueva visión de las alergias haya ayudado a esclarecer algo más esta patología tan
frecuente. Les agradecemos su atenta lectura y esperamos que este libro les haya
ayudado en su problemática y en su camino personal.

Port Camargue, 28 de junio de 2005

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