Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Portadilla
Créditos
Prólogo
Introducción
Advertencia
PRIMERA PARTE
1. La versión tradicional de la alergia
2. Las otras versiones de la alergia
La versión freudiana de la alergia
La versión psicosomática de la alergia
SEGUNDA PARTE
Casos clínicos
Alergia a las plantas
Alergia a los animales
Alergia a los elementos
Las alergias domésticas
Las alergias oculares
Las alergias del ámbito ORL
Alergias estacionales
Cambios en el modo de vida
Las alergias «transgeneracionales»
TERCERA PARTE
Conducta a seguir frente a una alergia
Prólogo
Me causa una gran satisfacción escribir el prólogo de Las alergias, del doctor
Sellam, pues coincido con él en que las alergias son algo más fácil de tratar de lo
que parece.
Mi experiencia en psicosomática clínica de las alergias me permite animaros a
leer este libro y comprobar que es posible sanar de cualquier alergia que estéis
padeciendo. En los ejemplos que expongo, basados en decenas de casos clínicos,
tendréis una clara muestra de lo que intento explicaros. Mi intención en este prólogo
es hacer un adelanto del profundo estudio que el doctor Salomon Sellan ha hecho
durante los quince últimos años sobre las alergias y su tratamiento a través de la
psicosomática, y en el que ha demostrado que la mayor parte de las alergias
constituyen duelos simbólicos.
La versión médica oficial tiene razón. No hay ninguna discusión posible porque
los médicos han estudiado, como se debe, las reacciones alérgicas; han estudiado
todos los procesos al milímetro y han concluido que es siempre el mismo. Entonces
tienen razón, es correcto.
No hay ninguna discusión posible con los guardianes de nuestra salud. Pero aun
así vamos a ir un poquito más allá para buscar la causa de la causa.
Encontrar la respuesta a estos temas es un camino para la sanación y la cura
defiitiva de las alergias. Si sufrís alergias y leéis este libro, comprenderéis por qué
de buenas a primeras desarrolláis una alergia a determinadas frutas, ciertos
alimentos, metales, pelos de animales, polen etc. Cuando por primera vez, oí que
para que alguien padezca una alergia, primero tiene que sufrir un psiochoque,
comprendí perfectamente qué ocurre cuando un agente externo entra en nuestro
organismo y produce una hipersensibilización al mismo. La primera vez es muda,
exenta de síntomas físicos. Durante esta primera fase el cerebro ha detectado que mi
estrés ha superado el limite tolerable. Esto para la biología significa peligro, y
cuando hay un peligro, voy a poner en marcha un programa de supervivencia y lo voy
a grabar todo y a registrar cuanto pueda, para evitar así encontrarme de nuevo con
una situación similar.
Si hacéis un ejercicio de memoria, hallaréis que antes de sufrir la primera crisis
alérgica estuvisteis en contacto con el agente causante de ésta y descubriréis que en
un momento de vuestra vida se ha producido un:
PSICOCHOQUE - EMOCIONAL -
DESESTABILIZADOR:
¿Qué es esto?
1.o Acontecimiento de la vida cotidiana que llega de improviso, brusco, que no lo
vemos venir, nos coge por sorpresa, nos pilla a contrapié, nos desestabiliza, y a
menudo tiene día y hora.
2.o Vivido de una manera aislada y sin compartirlo con nadie, en soledad, sólo
nosotros lo sentimos y experimentamos íntimamente. Aun cuando lo contemos a los
demás, no nos sentiremos respaldados.
3.o Sin solución satisfactoria para nosotros, aunque quizá sí para otros. El
sufrimiento nos muestra la falta de adaptación a la realidad.
4.o De intensidad dramática real, o sentido como tal. El inconsciente puede
vivirlo de una manera simbólica, pero no sabe distinguir entre lo real y lo simbólico,
entre lo virtual y lo imaginario.
De intensidad extrema, por encima de nuestro LST (Límite Superior de
Tolerancia); esto es, que supera nuestro sistema psíquico de protección.
Hablarlo y expresarlo en el momento del psicochoque anula la impresión, pues
todo aquello que no es hablado, contado o llorado, será hablado, contado o llorado
por el cuerpo con dolor, pues tarde o temprano nuestro cuerpo nos devuelve la
memoria del drama, del dolor o del conflicto vivido, ya que ha habido una emoción
secuestrada, bloqueada, no liberada.
Veamos un ejemplo de las características de las alergias al polen y las gramíneas,
las más comunes, a fin de ilustrar el mecanismo de aquéllas.
¿Que simboliza el polen?
El polen simboliza el amor, la reproducción, el amor. Es la parte masculina de las
plantas.
Detrás de la alergia al polen a menudo encontramos historias de separaciones
amorosas, desencuentros afectivos, desamores etc.
Recuerdo el primer caso de alergia al polen (específicamente del sauce llorón)
que se solucionó con la psicosomática. En sólo una sesión se encontró el
psicochoque emocional desestabilizador causante de la alergia.
Imagnaros que estoy sentado en un banco debajo de un árbol, con una chica de la
que estoy enamorado. Estoy tranquilo, hasta que mi estrés supera el LST. En ese
momento el polen de un árbol cualquiera se adhiere a la piel o la mucosas de la nariz
y ojos. El polen sigue cayendo, y aunque no lo veo, de pronto se produce el
biochoque: «Hoy es el último día que nos veremos. Mañana me voy a Canarias: a mi
padre, que es militar, lo han destinado allí y la familia se va con él», dice la chica..
Pero nuestro cerebro registra: el polen del sauce llorón (en este caso el árbol bajo el
que estábamos) que ha caído sobre mí se encuentra en su «fase muda», lo que
significa que no nos afecta. Pero al año siguiente voy sufrir una crisis alérgica, me
van a picar los ojos, voy a estornudar y tener problemas respiratorios, pues el
inconsciente prefiere que me preocupe de los síntomas a recordar la agresión, el
drama y el dolor de la separación.
Recuerdo también un caso de alergia al pelo de caballo. La padecía un amigo de
la infancia con el que hacia mucho tiempo que no nos veíamos. Curiosamente, nos
encontramos un 14 de febrero , San Valentín, haciendo las compras en tan señalado
día. Me contó que llevaba muchos años intentando contactar conmigo para a ver si
podía ayudarlo. Le pregunté qué le pasaba. «Sufro una terrible alergia al pelo del
caballo.» Me mostró los brazos, se levanto la ropa para que viese el resto del
cuerpo, y la verdad es que impresionaba. Allí mismo empecé el interrogatorio de
psicosomática, y la mecánica es la misma. Si resultaba que hacía catorce años que
mi amigo padecía esta clase de alergia, eso me llevó a preguntarle qué había
ocurrido en su vida anterior a esos catorce años, qué acontecimiento dramático e
inesperado, que lo cogió a contrapié, y lo vivió en soledad, guardaba relación con un
caballo o con el pelo del caballo.
Y de pronto su mujer exclamó: «¡Percheron!» Él, con claros signos de haberse
emocionado, no podía articular palabra. Pasados unos instantes, procedió a contarme
la siguiente historia: «Mi padre me dejó en herencia un caballo de raza percherona
con pedigrí. Era el orgullo del valle donde vivo, enviaban a las yeguas para que las
cubriese pues era un pura raza y, además, muy bonito.» Le pregunté: «¿Que ocurrió
con ese caballo?» Se mociona de nuevo, y es su esposa la que contesta: «Un día se
lo robaron y nunca más supimos de él. Dos años estuvo en tratamiento con un
psiquiatra, pues no podía superar el drama que supuso el robo del caballo que su
padre le dejo en herencia.»
Mi amigo recordaba perfectamente que antes de ese suceso nunca había tenido
problemas de alergia con los caballos, pues con apenas cinco años ya montaba los
de su padre. Para protegerlo y no vivir el drama que supuso el robo del caballo, el
inconsciente generó una alergia al pelo de éste. Así, nunca más tendría que
relacionarse con caballos y no reviviría el drama que había supuesto la perdida del
percherón.
INTRODUCCIÓN
Las alergias representan una de las patologías más comunes en la práctica diaria.
Después de más de veinte años de experiencia y quince dedicados exclusivamente al
campo de la clínica psicosomática, puedo afirmar que el tratamiento del fenómeno
alérgico está al alcance de todos. En el presente libro he recogido numerosos casos
clínicos simples y anónimos con el fin de que la mayoría de las personas afectadas
pueda tener un referente para, en ciertos casos, mejorar su estado o incluso,
literalmente, para curarse. En otros casos, esta primera lectura podrá ayudarlos a
tomar conciencia y a comprender las cosas de una manera frente a una consulta
especializada. Me gustaría también precisar que, de ninguna manera, la clínica
psicosomática detenta en exclusiva la verdad en el campo de la salud y mi mayor
deseo es que pueda ser incorporada a la enseñanza de la Facultad de Medicina. La
clínica psicosomática ofrece una nueva visión de la enfermedad y de los trastornos
del comportamiento, que les proponemos comparar e integrar a las demás teorías
existentes, para así comprobar si les atañe, ya sean pacientes o facultativos.
En esta obra, estudiaremos particularmente los fenómenos alérgicos más
corrientes, las alergias a los alimentos, las plantas, el polen y las gramíneas, a los
pelos de animales, el sol, el agua, el polvo doméstico, los ácaros, las plumas, los
medicamentos, los perfumes, el moho, la levadura de cerveza y los metales, así como
las alergias oculares, las rinitis y sinusitis alérgicas y las polinosis. El asma y el
eczema, considerados asimismo enfermedades alérgicas, no serán tratados aquí por
ser patologías específicas.
Para redactar este libro y a fin de ilustrarlo ampliamente, he pedido a mis
alumnos y amigos así como a otros especialistas, que relataran algunas historias
típicas —algo así como unas ¡cincuenta!— que hayan culminado no tan sólo en una
clara mejoría, sino en una completa curación. Quisiera asimismo agradecer su
fraternal colaboración a Yves Besson, Edith Brodsky, Dominique Cartan, Philippe
Collard, Alain Créquigne, Laurent Daillie, Jean-Michel Dalbiez, Christian Flèche,
Michel Garlantezec, Jean-Jacques Lagardet, Didier Lepatezour, Alain Pioch, Jean
Platon y Didier Sevin.
Advertencia
Historia
Empieza con Charles Richet quien, en 1902, intentó un experimento con un perro.
Le inyectó una primera dosis de veneno que el animal soportó sin problema. Algunas
semanas más tarde, le inyectó una segunda dosis y el perro murió al poco tiempo.
Richet propuso entonces, a partir del griego, el término choque anafiláctico para
designar un «estado contrario a la protección». En el lado opuesto, la palabra
profilaxis significa un «estado de resistencia a la agresión» y ha sido ampliamente
empleado con referencia a la vacunación. Para Richet el choque se debe a un
fenómeno de sensibilización. Esta vía también ha sido utilizada por numerosos
investigadores en el campo de la alergia, cuyas definiciones actuales vamos a ver a
continuación.
Definición
Fisiopatología general
Este apartado responde a la siguiente pregunta: ¿qué ocurre exactamente en las
células durante el fenómeno alérgico?
Aquí entran en acción varios actores principales: ciertos glóbulos blancos o
leucocitos —los macrófagos, los linfocitos B, los basófilos y los mastocitos— las
inmunoglobulinas y la histamina. Como se verá, éste es un sistema perfectamente
rodado desde la noche de los tiempos y en el que todo se hace por sí solo. Debo
confesar que la fisiología fue el origen de mi vocación médica.
Los macrófagos intervienen esencialmente durante la primera fase muda de la
sensibilización. Estos glóbulos blancos desempeñan un papel primordial que les
permite detectar y destruir los cuerpos extraños al organismo, como son los
microbios o, en este caso, los alérgenos, que llamamos a su vez «antígenos». Se los
tragan, los digieren y así cumplen con su tarea de identificación del intruso. Al
producirse un nuevo contacto con el mismo alérgeno y puesto que ya están en alerta,
podrán así intervenir y llamar a sus amigos, los demás leucocitos, linfocitos B y
mastocitos.
Los linfocitos B, avisados por sus colegas macrófagos, envían a la sangre una
gran cantidad de inmunoglobulinas, llamadas también «anticuerpos», esencialmente
del tipo E, las cuales habitualmente se encuentran en pequeñas cantidades en la
sangre.
Dentro de los cinco tipos diferentes de inmunoglobulinas (Ig), las del tipo E
intervienen en los fenómenos alérgicos. Estas IgE neutralizan el alérgeno —nuestro
antígeno— fijándose encima para formar el «complejo antígeno-anticuerpos» y
dirigiéndose directamente hacia los demás glóbulos blancos —los mastocitos y los
basófilos— para amarrarse ahí.
Una vez efectuado el contacto, los basófilos y los mastocitos presentes en los
tejidos liberan, además de otras sustancias, histamina. Es la bien conocida etapa de
la «desgranulación».
La histamina, normalmente presente en nuestro organismo en su forma inactiva en
los mastocitos y basófilos, actúa sobre los vasos sanguíneos provocando su
dilatación y la aparición de un edema tisular por hiperpermeabilidad capilar. Por
esta causa, en una rinitis alérgica, este edema puede ser el origen de una disminución
del olfato por anegación de los receptores olfativos. Cuando el edema es muy
importante hablamos de un edema de Quincke. En el choque anafiláctico las
reacciones cardiovasculares se posicionan en primer plano.
El conocimiento profundo de esta «partitura» fisiopatológica constituye la base de
los tratamientos propuestos para luchar contra la alergia.
Las diferentes causas
El diagnóstico de la alergia
El tratamiento preventivo
En cuanto a las alergias a los alimentos, se deberá comprobar todas las etiquetas
con el fin de detectar la presencia de cualquier posible alérgeno.
Hasta aquí pues, la versión clásica de la alergia. Por mi parte me adhiero
totalmente a los mecanismos fisiopatológicos previamente descritos. Sería
irresponsable poner en duda todos esos estudios y sus conclusiones, que han sido
llevados a cabo por numerosos investigadores en todo el mundo. Veremos que las
dos etapas descritas —identificación del agresor y su neutralización— tienen
numerosos puntos en común con las dos fases de la versión psicosomática. En
cambio, en el ámbito de las causas intrínsecas, «el porqué de la alergia», voy a
permitirme proponerles unas cuantas más después del resumen de esta función en dos
actos llamada «La paradoja alérgica», en la que intervienen tres actores principales:
el alérgeno, el sistema inmunitario de defensa y la crisis alérgica.
Pues sí, tenemos una interpretación, muy notable, dictada a principios del siglo xx
por el mismísimo maestro del inconsciente, Sigmund Freud. Por cierto, aún me
pregunto por qué no se enseña con claridad en la facultad de psicología y de
medicina. ¡Es tan simple y lógica! Para poder presentarla, les propongo leer las
palabras de nuestro amigo Jean Platon, psicólogo clínico, recientemente formado en
clínica psicosomática.
«Todo ocurre como si estas sustancias, en principio no tóxicas para el cuerpo
humano, fueran percibidas como peligrosas. Le sigue una reacción de defensa no
sólo excesiva sino completamente fuera de lugar. Por ejemplo, nuestro cuerpo no
tiene, a priori, por qué defenderse habitualmente del polen, una sustancia
considerada entre las más naturales y que simboliza el renacimiento (la primavera),
la reproducción (la sexualidad) y también la vida.
»El fenómeno alérgico consiste ante todo en una defensa, ciertamente desplazada,
pero que protege la integridad del individuo adaptando su organismo a la realidad de
la vida diaria. Una pregunta fundamental surge entonces: ¿por qué el individuo se
protege de esa manera?
»Se protege de esa manera excesiva y desmedida porque ha perdido el
sentimiento natural de seguridad en el mundo que lo rodea. El polen, el polvo, los
pelos de animales, los alimentos y otras sustancias consideradas alérgenas son parte
integrante de nuestro entorno. Nos volvemos alérgicos cuando percibimos como
hostil algo que debería sernos familiar. La alergia está a menudo basada en un
miedo, una inquietud, un recelo o un temor —todos inconscientes—, que no tienen
ninguna relación directa con el alérgeno.»Desde el punto de vista puramente
psicológico, esta manifestación estaría vinculada con lo que Freud clasificó, dentro
la lógica general del sistema psíquico de defensa, como represión, transferencia
asociada al desplazamiento y al mecanismo de proyección.
»La represión representa uno de los mecanismos de defensa más utilizados: un
acontecimiento desestabilizador que sigue sin haber sido asimilado psíquicamente
puede ser una fuente de sufrimiento moral, y por ello se ha ocultado por completo a
la memoria. Se acomoda entonces en las profundidades del inconsciente con el fin de
no sacudir la conciencia en caso de presentarse nuevamente.
»La transferencia del síntoma evoca el desplazamiento y la proyección. Gracias a
estos tres elementos, vamos a focalizar nuestra atención consciente sobre otro objeto,
bastante anodino —el alérgeno— para no perturbar nuestra conciencia con
sentimientos originales de inestabilidad, de inquietud o de miedo. El mecanismo de
proyección nos permite así referirnos a un verdadero culpable, a un auténtico cabeza
de turco: el alérgeno. De esta forma, nuestra conciencia se tranquiliza.
»En resumen: el síntoma alérgico es la señal de una vivencia emocional, fuente de
desestabilización, que se ha vuelto inconsciente por un proceso de represión y ha
sido desplazada por proyección sobre un elemento periférico, anteriormente neutro y
anodino: el alérgeno.
»Esta teoría me ha ayudado mucho a comprender el fenómeno alérgico y la utilizo
desde hace años. La clínica psicosomática la completa maravillosamente.»
La tríada «psico-cerebro-orgánica»
Hasta que su mujer se lo comunicó, el señor X sentía una calma interior relativa.
En un momento preciso, su vida se desbarajusta bruscamente y de forma inesperada
por la intrusión de esta información desestabilizadora para su forma de pensar y que
él no puede expresar.
Nota: nuestra capacidad para encauzar las olas emocionales invasoras de nuestra
economía mental varían de un individuo a otro en función de cierto número de
criterios, principalmente representados por la maduración de nuestro sistema de
defensa. Por ello, un niño será más vulnerable a ciertas palabras o regañinas
mientras que esas mismas palabras de reprimenda no tendrán efecto en un adulto.
Aquí la educación y el entorno familiar en el cual hemos crecido tienen una gran
importancia. De igual manera, un adepto a la relajación, al budismo zen, a la
meditación o, simplemente, un carácter calificado de «positivo» será menos
propenso a sufrir una desestabilización mental, sin por ello estar vacunado contra
todas las ofensas repentinas e inesperadas.
Veamos ahora lo que ocurre en el instante mismo del psico-choque.
En mi curso general de clínica psicosomática, cada vez que toco este tema, me
veo obligado a evocar el estresograma que los lectores de mis primeras obras
conocen bien. Aquí, me gustaría simplemente adelantarme a las siguientes preguntas:
Esta parte del planteamiento no está muy divulgada en el mundo de la salud y, con
mayor razón, entre el público en general. Por mi parte, la considero la piedra angular
de todo el edificio psicosomático del fenómeno alérgico. Abramos poco a poco esta
puerta de cristal, tomemos los senderos alumbrados por el brillo de mil pétalos
multicolores y adentrémonos en las inmensidades verdes y frondosas donde bosteza
todavía un sol dorado recién salido del sueño de la noche, estirando sus largos y
deslumbrantes rayos para darnos a conocer una luminosa y nueva fisiología
neurobiológica. En cuanto evoco el tema, mi lirismo instintivo surge sin que pueda
yo hacer nada al respeto.
Durante el psico-choque, las instancias psíquicas y neurofisiológicas cerebrales
graban una subida repentina de la intensidad del estrés —de la desestabilización o
del disgusto— re-sentido por la persona afectada. Podemos hablar entonces de un
«sobre-estrés» pues esta intensidad sobrepasa vivamente las normas propias de esta
persona.
Se puede imaginar fácilmente: en un instante dado y preciso en el tiempo, la curva
del estresograma llega, sin avisar, a unas cimas jamás alcanzadas. En mi curso,
hablo a menudo del Scud en honor a este tipo de misil que llega sin ser invitado y
que produce muchos daños. Por añadidura y para que mis alumnos me entiendan,
utilizo también un verbo creado para la ocasión «scudefiar» o bien su participio
«estar scudefiado». Aquí tenemos el estresograma básico del hombre de nuestro
ejemplo «scudefiado» por su mujer.
Sobrepasar el límite superior de tolerancia representa la llave
que nos abre las puertas de las tierras misteriosas de la
clínica psicosomática
– La banda de sonido graba todo lo que oímos: los ruidos, las voces o los
gritos con sus frecuencias, entre otras cosas.
– La banda de vídeo graba todo lo que vemos: el paisaje, los colores, el lugar,
los protagonistas, el tiempo, lo que estamos leyendo, etc.
– La banda olfativa graba todo lo que olemos por la nariz: los olores claro
está, pero también todos los elementos en contacto con la mucosa nasal tales
como el polen y el polvo, entre otros.
– La banda gustativa graba todo lo que está en contacto con nuestra boca, lo
que estamos probando, principalmente los alimentos.
– La banda táctil graba todo lo que percibimos a través de la piel, todo lo que
está en contacto con ella.
– La banda pensante graba todo lo que estamos pensando en el mismo instante
del psico-choque y resume en algunas palabras clave lo que calificamos
fácilmente como re-sentido(s).
¿No les recuerda esto a otras prácticas? A título informativo, los servicios de
la Policía Nacional, los de la Brigada Antiterrorista o del Ejército se inspiran
instintivamente en las prácticas milenarias del inconsciente biológico, ¡excepto la
discreción!
¿Qué ocurre en el momento de un atentado o de un crimen? Se interroga a los
testigos que deben describir todo lo que han visto, oído, comido, sentido con la piel
o la nariz, sin olvidarse de describir las circunstancias del drama así como su(s) re-
sentido(s). Nuestros amigos de Estados Unidos que vivieron la tragedia del World
Trade Center —su psico-choque emocional desestabilizador colectivo— se han
inspirado ampliamente en ello. Han cerrado a cal y canto su territorio nacional y han
querido identificar a todo el mundo con el fin de dar con un eventual terrorista
malintencionado.
El edema representa por sí solo una gran parte de la afección orgánica durante una
reacción alérgica. Vayamos a su encuentro.
¿Qué es un edema?
Vamos a interesarnos por el último depósito. Nuestros tejidos están más o menos
ahogados en líquido, en proporciones variables, ya se trate de un lugar u otro del
organismo. Un edema puede detectarse en los tejidos mientras el volumen del líquido
intersticial no haya rebasado en un treinta por ciento su valor habitual. Dos causas se
describen normalmente:
Esta segunda causa predomina en los fenómenos alérgicos. Cabe recordar aquí las
consecuencias de la secreción de histamina. Decía más arriba: «La histamina
normalmente presente bajo su forma inactiva en nuestro organismo en los mastocitos
y basófilos, actúa sobre los vasos sanguíneos provocando su dilatación y la
aparición de un edema tisular por hiperpermeabilidad capilar». El edema será tanto
más importante cuanto mayor sea la cantidad de histamina liberada. En función de su
localización, veremos aparecer aquí y allá una rinitis alérgica origen de una
disminución del olfato con receptores olfativos anegados, una urticaria con comezón
cutánea, etc. En otros casos, el pronóstico vital puede estar en juego como en el caso
del edema de Quincke, en el que el líquido intersticial invade bruscamente la
garganta pudiendo causar señales de angustia respiratoria, o como en el caso del
choque anafiláctico donde predominan las reacciones cardiovasculares durante el
colapso.
El distanciamiento
Cada síntoma tiene un sentido muy preciso que adivinaremos gracias a las
consecuencias clínicas y patológicas que conlleva. En la mayor parte de los casos, el
sentido biológico del edema se resume en: «No quiero o no puedo estar en contacto
con… so pena de re-sentir de nuevo un gran sufrimiento.» Veamos varios ejemplos:
En una rinitis alérgica, la señal principal son los estornudos y la desaparición del
olfato. Para nosotros, esta patología significaría indirectamente: «No quiero o no
puedo ya oler algo» para el olfato y «Quiero expulsar algo fuera de mi territorio»
para el estornudo. En presencia de estornudos, nos orientaremos hacia una
problemática donde se desea echar a un intruso del propio espacio de seguridad o de
libertad.
En la conjuntivitis alérgica, el lagrimeo y el picor nos impiden ver
correctamente. Por lo tanto su significado podría ser: «No quiero o no puedo volver
a ver algo desestabilizador». La expresión «perder de vista» retoma aquí todo su
sentido.
En la dermatosis alérgica, el edema engrosa la piel y anega los receptores
cutáneos, lo que biológicamente puede significar: «No quiero o no puedo estar en
contacto con algo o alguien».
Para el edema de Quincke, las principales señales de alarma se sitúan a la altura
de la garganta. Iremos en busca de una problemática de secreto familiar, de algo no
dicho, de memorias de ahogo, de ahorcamiento, de estrangulamiento como el cordón
umbilical alrededor del cuello durante el parto de la persona afectada o de un
ascendiente, entre otras cosas.
En lo relativo al choque anafiláctico, podríamos pensar que estamos ante una
problemática de las más dramáticas, la cual se nos propone elucidar para una
prevención después del paso obligado por la reanimación.
Para estas dos últimas patologías, existen también otros significados más
específicos en correlación con el historial de la persona en cuestión y que sólo una
exploración minuciosa podrá detectar.
Con la ayuda de mis alumnos y colegas amigos, he podido reunir numerosos casos
clínicos de alergia que acabaron en una gran mejoría y a veces en una clara curación.
Veamos el programa:
Las alergias y las intolerancias a los alimentos: fresas, café, pato, leche de
vaca, leche de soja, productos lácteos en general, pescado, gambas, cigalas, gluten y
alcohol.
Las alergias a las plantas, a los pólenes y gramíneas: plátano, ciprés, mimosas
y rosas.
Las alergias a los pelos de animales: perro, gato y caballo.
Las alergias a los elementos: agua, sol y metales.
Las alergias domésticas: polvo del hogar, plumas, moho y levadura de cerveza,
ácaros, medicamentos, perfumes y tabaco.
Las alergias oculares: conjuntivitis.
Las alergias de la esfera otorrinolaringológica: rinitis, fiebre del heno, sinusitis
y pólipos.
Los cambios en el modo de vida
Las alergias transgeneracionales
La alergia al café
La señora Café
Alergia al pato
Todos estos elementos son raíles del psico-choque de ella y, ¡agarrárrense bien!
su primera crisis alérgica la tuvo durante el cotillón de Fin de Año después de haber
bailado al compás de una canción en particular: ¡El baile de los patos! Con toda
probabilidad, los patos representan uno de los raíles más importantes para ella.
De esta forma, en cada psico-choque existe un cierto nombre de raíles que pueden
estar en el origen del desencadenamiento de una crisis alérgica. Cada raíl le puede
recordar su actividad conflictiva básica y dar origen a una crisis. Asimismo, se
hubiera podido desencadenar en ella otra crisis comiendo vanilla o chocolate.
Se relaciona por lo general con los niños de pecho y los bebés. Menos visible
pues los síntomas son muy variados, puede también presentarse en el niño más
crecido y en el adulto. Para nuestra demostración clínica, prefiero presentarles el
significado de la alergia a la leche de vaca en el niño de pecho. A menudo lleva a la
madre a sustituirla por leche de soja, menos alergizante pero que volveremos a
encontrar muy pronto.
Antes de hablar de la leche de vaca, interesémonos por la leche materna, primer
alimento ingerido por el niño apenas después de nacer. Además de ser un alimento
nutritivo indispensable para el crecimiento del bebé, representa un vínculo bastante
peculiar entre la madre y el niño. En efecto, cuando el bebé mama, asocia
rápidamente «alimento materno» y «alimento afectivo». Este hecho es bien conocido
por los psicólogos infantiles que describen la noción de satisfacción de la pulsión
del hambre por la mamada vinculada al placer de ser maternizado. Todas las
madres, y los padres también, lo saben: cuando el bebé llora, el primer gesto
consiste en tomarlo en brazos y llevarlo hacia el pezón. Muchas veces, él bebé va
solo, como si conociera el camino de antemano.
Volvamos a nuestro bebé en los brazos de su madre, mamando. Se siente en plena
seguridad. Asocia «seno de mamá-alimento/leche-apaciguamiento y bienestar». Cada
vez que se siente desestabilizado, sólo pide volver a encontrar estos elementos con
el fin de disminuir su malestar.
En los países occidentales muchas madres trabajan y sólo pueden gozar de
algunos meses de baja por maternidad. Están obligadas a destetar a sus hijos bastante
temprano y a veces de mala gana. Por lo tanto y a menudo con la ayuda del pediatra,
empiezan muy pronto con la leche maternizada y la leche de vaca, a fin de poder
confiar el niño a una guardería o a una asistenta. Hasta ahora, nada que decir en
particular puesto que el pecho o los brazos de la madre siguen estando al alcance del
niño.
Todo empieza a estropearse cuando el bebé se encuentra en un universo que le
parece sumamente hostil: ambiente diferente, madre ausente, ritmo cambiado, etc.
Para ciertos niños no es un problema, pero para otros es posible pensar que sufren
una especie de psico-choque/separación de la madre y desestabilización, con un
elemento principal grabado: la ausencia de la leche/alimento afectivo y
tranquilizador.
Por la noche, cuando la madre vuelve a buscarlo el bebé recobra este elemento y
desencadena progresivamente una alergia más o menos fuerte. El médico establece el
diagnóstico con bastante facilidad y recomienda evitar la leche de vaca y darle a
cambio leche de soja, al parecer menos alergizante.
Para ser más preciso suelo a menudo reemplazar «madre» por función materna.
Casi siempre ambas van a la par pues la función materna generalmente es llevada a
cabo por la madre. Pero algunas veces el padre es quien ocupa su lugar, o algún otro
miembro de la familia, ya sea la tía, la abuela, la nodriza...
Para comprenderlo mejor veamos la historia del pequeño Rémi, alérgico a la
leche de vaca desde los tres meses y medio de edad.
Rémi
Su madre quería una consulta para su bebé alérgico a la leche de vaca desde hacía
meses. Le propuse que viniera sola. En efecto, por experiencia todo puede
resolverse sin ver al bebé porque la problemática no se sitúa exactamente en él. Hay
algo que debe arreglarse enseguida: aquí, no cabe admitir ninguna culpabilización o
culpabilidad de ninguna clase. Hasta que se pruebe lo contrario, ningún padre desea
conscientemente ningún mal a los miembros de su familia.
Cuando la madre estuvo delante de mí, le expliqué simplemente mi versión de la
alergia de Rémi donde se dibujaba la siguiente ecuación:
«Cuando mi bebé tenía tres meses tuve que ir a trabajar y lo confié a la guardería
donde lo había inscrito con mucha anterioridad. Debo reconocer que he vivido muy
mal esta situación. Dejarlo todo el día lejos de mí no me gustaba en absoluto pero no
podía hacer otra cosa. ¿Qué debo hacer ahora?»
Mi visión de las cosas me lleva a formular dos observaciones asociadas:
¿Saben que cada día hay más niños alérgicos a la leche de soja? Ya eran
alérgicos a la leche de vaca. Les pido que vuelvan simplemente a leer el párrafo
anterior y que reemplacen «leche de vaca» por «leche de soja». Es exactamente la
misma temática.
Esta alergia sólo pudo ser dilucidada al final del primer curso del seminario de
clínica psicosomática que propongo cada año en diferentes ciudades de Francia y
del extranjero. El primer día solemos pedir a los participantes que hagan una
pequeña presentación y, si lo desean, pueden exponer la patología que les afecta. Por
lo tanto, en función de las respuestas, adapto mi curso con el fin de encaminarlos, si
es posible, en dirección a la buena avenida psicosomática.
En Montpellier, una de las alumnas quería oír la versión psicosomática de la
alergia a los productos lácteos. ¡Imaginen su malestar! Debía tener cuidado con todo
lo que tomaba y se negaba habitualmente a las invitaciones para comer o cenar con
gran disgusto de su marido, a quien le complacía cambiar de ambiente los fines de
semana (week-end), después de unos días de trabajo. Eso nos venía como anillo al
dedo pues, como ya he dicho, el curso sobre la alergia se prevé siempre para el
primer week-end de formación.
Entre la alergia a la leche de vaca y la de los productos lácteos, sólo hay un paso.
Estamos, a priori, en la resolución de la misma ecuación psicosomática: leche-
madre-función materna/psico-choque. A pesar de todos mis esfuerzos y de los
ejemplos clínicos, la mayoría de los cuales están consignados en esta obra, el
veredicto que únicamente le pertenecía a ella se vio cerrado de manera definitiva:
«¡Eso no me dice absolutamente nada!»
Le pedí que reflexionara y que se dejara ir en esa dirección. Los dos week-ends
siguientes nos llevaron al mismo resultado, seguía siendo alérgica a los productos
lácteos. Se descubrió el pastel durante el último fin de semana del año, cuando
llegamos al estudio del proyecto/sentido y del transgeneracional. He escrito mucho
sobre estos dos temas y aquí sólo haré un recordatorio, en particular a propósito de
la noción de proyecto/sentido, puesta de relieve durante los años setenta del siglo
pasado por el psicólogo clínico Marc Fléchet.
El señor Pescado
Esta historia es bastante peculiar puesto que no hace intervenir el pescado como
alimento. Se refiere a un hombre de treinta y cinco años que no puede ni comer ni ver
el pescado. «Hasta tengo la impresión de que estoy desarrollando una verdadera
fobia.»
La exploración utilizando el raíl principal/pescado se reveló larga y estéril puesto
que yo había agotado todos mis cartuchos psicosomáticos. Ni el menor psico-choque
a la vista. Al cabo de varias sesiones le dije que ya no podía hacer más por él y lo
dejé marchar con el gusto amargo de no haber podido dilucidar su historia. No
podemos explicarlo todo, afortunadamente.
Algunos meses más tarde, me llama y me dice lo siguiente: «Nos habíamos
encauzado sobre unas pistas falsas y creo que he encontrado el origen de mi alergia
o, más bien, de mi fobia. Me parece que le va a interesar. Después de la última
consulta me encontré muy decepcionado pues hace años que quiero sacarme esto de
encima. Tal y como usted me recomendó, busqué otras posibilidades y encontré algo
que había ocultado por completo: mis sueños infantiles. Fíjese que soñaba
regularmente, era más bien una pesadilla, que me devoraba un enorme pez. Cada vez
me despertaba sobresaltado, empapado en sudor. El médico de entonces me mandó
un jarabe y mejoré poco a poco. Pienso que tenemos aquí la buena interpretación,
puesto que paseando con mi amiga por el muelle de Sète, he visto un barco descargar
su pescado sin sentirme afectado. Debo decir que todavía no me he atrevido a comer
algo de pescado pero esperaré un poco para probarlo.»
En efecto, este relato y el resultado obtenido nos muestran que nada está
petrificado. Debo decir que es la primera historia de este tipo y me la guardo para
los casos difíciles. Del pescado a la gamba, sólo hay un trocito de mar.
«No es la gamba como tal sino más bien el aspecto general de la gamba. Le
explico: he tenido una hija y un hijo y, en contra del parecer de mi marido, quería
tener un tercer hijo. Muchas de nuestras discusiones me mostraron que él no quería
ninguno más. Me quedé embarazada y el dilema de tener o no este niño fue muy
difícil de resolver. Finalmente él aceptó y decidimos tenerlo. Yo estaba muy feliz
por dos razones. Primero, porque él me demostraba que me seguía queriendo y
segundo, como es de imaginar, porque iba a ser madre de nuevo.
Desafortunadamente, al cabo de algunas semanas tuve pérdidas y llamé al
ginecólogo, quien me dijo que se trataba seguramente de un aborto espontáneo.
Además me pidió que guardara el embrión para un análisis genético. Una tarde, las
pérdidas fueron más importantes y lo perdí en la taza del inodoro. Tal y como me
pidió el médico, lo recogí y lo limpié. Parecía una gamba, rosadito. Puede
imaginarse en qué estado me encontraba.
He llorado por ello mucho tiempo. Era septiembre. Mi primer ataque de alergia
se manifestó en noviembre después de haber comido gambas. Una urticaria gigante.
Estaba hinchada por todas partes, sobre todo la cara y las manos, y sentía ganas de
rascarme hasta hacerme sangre. Mi marido se vio obligado a llevarme a Urgencias.
Allí el médico me comunicó que se trataba seguramente de una alergia a las gambas
pero yo no establecí la comparación con el aborto espontáneo.»
Una vez más, vemos que la alergia es a menudo un recordatorio inconsciente de
un duelo incompleto. Aquí representa el de un hijo en estado embrionario.
Después de este relato de gambas, no puedo dejar de mencionar una de las
interpretaciones de las alergias al marisco: frutos del mar (mer) mère=madre.
Volvemos entonces a la problemática padres/hijos y a los duelos anteriores con
defunciones de niños demasiado prematuras.
Una mujer joven estaba en el restaurante con su novio, relamiéndose con un plato
de cangrejos de río. De repente, dentro de la conversación, una observación que hizo
ella disgustó mucho al señorito: ella hablaba de su primer amor que echaba de
menos todavía hoy. Estalló una pelea, la cena se interrumpió de repente con gran
desconcierto de camareros y clientes. La ruptura fue inmediata, puesto que al llegar a
casa decidieron no volverse a ver. Ella volvió a casa de su madre y él se quedó solo
en el piso recientemente alquilado.
Algunos meses más tarde, unos amigos de la familia le invitaron a una comida de
cumpleaños. Fantásticos cangrejos de río se pavoneaban en un plato que los
invitados se preparaban a compartir. Al primer bocado de esta tierna y blanda carne,
él tuvo una reacción violenta y repentina acompañada de espasmos y vómitos que le
llevaron directamente al hospital. Desde entonces no podía oír siquiera la palabra
«cangrejo de río». Durante la terapia, la emoción fue muy fuerte. Así, cuando él
comía cangrejos de río, revivía con mucha violencia aquella separación, aquella
angustia. Sin embargo, la joven novia hacía ya largo tiempo que había desaparecido
de su vida.
Algunos se preguntarán por qué esta alergia afectó «solamente» al joven. La
respuesta es simple: solamente a él le impactó con fuerza aquella pelea.
La señora Internado
«Vengo a verle por una intolerancia al gluten. Se desencadenó hace dos años
cuando todo iba bien. Tengo dolores digestivos tan pronto ingiero gluten. Es la
conclusión de mi médico gastroenterólogo. Por lo tanto, debo ir con mucho cuidado
con lo que como. Afortunadamente, dentro de la gran variedad de alimentos
biológicos, puedo escoger.»
Para poder destacar los pormenores de esta intolerancia hemos tenido que
explorar todo su historial, cuyo resumen aparece a continuación. Tres episodios lo
han jalonado.
Interpretación
Encontramos por una parte lo «clásico» del internado en el primer episodio.
Como ya hemos señalado, el pan representa la reunión familiar alrededor de la mesa.
Por otra parte, en los siguientes episodios aparece una problemática con la comida
que llevó a su madre a un estado de caquexia y también a Josefina la pensionista.
Hay que destacar que esta última falleció justamente el día del aniversario del
nacimiento de la primera. Podemos pensar que las circunstancias del fallecimiento
de Josefina reactivaron las relativas a su madre, centradas en torno a la comida.
Vemos que hay algo así como un «precalentamiento» durante la infancia, una
reactivación con la muerte de su madre y un desencadenamiento con el fallecimiento
de Josefina.
Su reflexión
«No sé si usted tiene razón pero eso me recuerda algo característico de mi
personalidad. Tengo dos hermanos y una hermana. Nos llamamos a menudo y yo les
digo siempre que preferiría tenerlos en casa para compartir una comida. Esto me da
más ánimo que cualquier otra cosa.»
La señora Rebanada
«Me veo todavía ahí. Tenía once años. Estaba en la cocina. La mesa grande del
comedor entre mi madre y yo. Ese día tenía que empezar la escuela por primera vez.
Llevaba un vestido blanco y tenía zapatos nuevos. Mi madre me había preparado el
desayuno: chocolate con dos rebanadas grandes de pan con mermelada. Mientras yo
comía, ella lloraba porque estaba muy triste al verme marchar y quedarse sola en
casa. Era la primera vez que nos separábamos. No había querido enviarme al
parvulario y la entrada en la escuela primaria le había costado mucho. Por un lado
yo me sentía contenta de marcharme pero por otro me ponía muy triste ver llorar a mi
madre. En esa situación desgarradora, no sabía qué pensar.»
Eran más o menos las cuatro de la tarde. Al día siguiente, nos contó esto: «Ayer
por la noche mi marido había preparado la cena: una sopa y conejo con
champiñones. Muy segura de mí misma, tomé una rebanada de pan y le di un
mordisco. Mi marido, asustado, abrió los ojos como platos:
»—Pero, estás comiendo pan, ¡Te vas a retorcer de dolor!
»—¡Sé lo que hago! —le dije en tono muy seguro.
»Total, que me comí una rebanada grande de pan de pueblo. No tuve dolores y
dormí muy bien, mejor incluso que otras noches. Cuando me desperté, comí otra vez
pan y el resultado se sigue manteniendo.»
Al mediodía fuimos a un restaurante. El menú daba a escoger un surtido de
postres colocados sobre un aparador de buffet libre. Todo el mundo vio como
engulló un magnífico pastel de chocolate lleno de gluten y hasta ¡se sacó una foto
como muestra! Cinco meses más tarde nos dijo: «Me he olvidado de lo que significa
ser alérgica al gluten.»
Alergia al alcohol
La señora Champagne
Una mujer de cincuenta años presenta una alergia al alcohol. «Si sólo bebo una
copa o incluso una gota, mi pecho empieza a arder. Es la principal manifestación y la
sufro desde mi adolescencia. Mire, por ejemplo, la otra noche, al volver del trabajo,
le dije a mi marido sin pensarlo antes: “Querido, abre una botella de champagne
pues tengo mucha sed.”
La señorita Plátano
Alergia al ciprés
La señorita Ciprés
Hoy esta mujer de treinta y cinco años se ha casado con otro hombre y tiene dos
hijos. Está enamorada de su marido pero, de vez en cuando, piensa en su primer
amor y su recuerdo vuelve a ella con toda su lozanía y dolor. La emoción sigue
intacta. A partir de aquella edad y cada año, cuando entra en contacto con el polen
de ciprés, empiezan los picores en sus ojos. El psico-choque emocional se
representa aquí por una actividad conflictiva centrada alrededor de la separación de
orden visual. Volver a encontrar este evento, evidentemente, es liberador.
La señora Del Listón
Es una curiosa y apasionante historia porque varias consultas han sido necesarias
para poder llegar al meollo de la cuestión. Ella era alérgica en cierta manera… Pero
no, les voy a dejar leer el relato hasta el final para no quitarle su buen sabor. Les
presento a la señora Mimosa del Norte.
La señora Mimosa del Norte
Nació en el norte de Francia, en Lille para ser exacto. Creció ahí y estudió sin
desplazarse más allá de doscientos kilómetros de su ciudad natal. Para las
vacaciones acostumbraba a frecuentar las playas de Dunkerque o de Boulogne-sur-
Mer. Dicho de otra manera, tenía los pies bien enraizados en su tierra y no sabía
mucho de la Francia «de abajo» o más bien de la del Sur.
Pero el azar hizo que se encontrara con un joven estudiante en medicina oriundo
de Niza y que había venido a perfeccionarse en el servicio de neurocirugía dirigido
por uno de más grandes especialistas en hernia discal. Una simple historieta de amor
de paso se convirtió pronto en un verdadero idilio. Al cabo de un año, terminadas
las prácticas, el caballero tuvo que volver a su tierra. Fue un verdadero desgarro
para esta hija única y joven huérfana de padre. Tenía que dejar a su madre gozar sola
de las alegrías de la jubilación a la que acababa de acceder después de cuarenta y
cuatro años de buenos y leales servicios en la industria textil.
«No podía pedir a mi compañero que la lleváramos con nosotros pues había
decidido seguirle a él y disfrutar del cielo azul que la gente del norte sólo tiene en
los ojos. Cuando llegué a Niza en septiembre, encontré fácilmente trabajo como
secretaria. Todos los días llamaba a mi madre, que llevaba una vida tranquila de
jubilada recién estrenada. Ella tenía sus costumbres y se veía regularmente con sus
amigas y compañeras de trabajo. Por nuestra parte, vivíamos en una casita en lo alto
de Niza y yo pasaba mucho tiempo en el jardín cuidando de las flores. A finales del
otoño empecé a estornudar cada vez más fuerte y a sonarme todo el día. Desde ese
primer invierno me volví alérgica a las mimosas.
»Cosa extraña e intrigante para el Jefe de Servicio de dermatología/alergología
conocido de mi compañero, yo nunca había estado en contacto con este árbol. Era
como un enigma alergológico, pero las pruebas eran indiscutibles y el profesor decía
que ser alérgica a las mimosas en Niza era como serlo a ¡los mejillones con patatas
fritas en Lille!
»Probamos todas las terapias posibles y cada año hacía mis reservas de pañuelos
desechables a pesar de los medicamentos. Una compañera de trabajo conocía la
clínica psicosomática y me dijo que con este método se podían curar las alergias.»
Antes de seguir adelante, quisiera hacer una pequeña rectificación. La clínica
psicosomática no es un método sino simplemente una teoría, una nueva manera de
ver el origen, o más bien los orígenes, biológicos y psicosomáticos posibles de una
patología.
Como siempre, empezamos con un cursillo sobre fisiología biológica con el fin de
encarrilar a la señora Mimosa en la avenida correcta. Aparentemente se quedó en la
rotonda de la Alergia a las mimosas y después de varias consultas sin resultados
convincentes, volvimos a empezar desde el principio. La respuesta se desarrolló a
partir de la pregunta siguiente: ¿Cuál ha sido el drama más grande de su vida, su
peor recuerdo?
Su respuesta fue doble: «El primer drama de mi vida fue el fallecimiento de mi
padre, pero no me acuerdo de ello en absoluto. Yo tenía dieciocho meses cuando
sufrió un grave accidente de coche. El segundo fue mi marcha de Lille hacia Niza
siguiendo a mi futuro marido. Estaba a la vez feliz de marchar para ir a vivir mi
flamante historia de amor pero al mismo tiempo me sentía culpable de dejar a mi
madre a más de mil kilómetros de distancia. Sabía que no la vería a menudo y
pensaba en ella constantemente. La llamaba cada día y en cuanto me era posible,
dejaba a mi marido en Niza porque él no podía abandonar demasiado tiempo a sus
pacientes».
Un pequeño ejercicio de visualización nos permitió descubrir el origen de su
alergia a las mimosas. Le pedí que recordara las sensaciones que había tenido en el
momento de su partida y que visualizara a su madre entonces.
«Yo lloraba y ella también. Cuando la veo siempre me vuelve la misma imagen:
está ella en la cocina preparando la comida y siempre llevaba el mismo delantal que
le encantaba. Era de color crema con… unas mimosas dibujadas.»
Cuando pronunció la palabra «mimosas», su mirada se aclaró a pesar de las
lágrimas provocadas por el recuerdo. Acababa de hacer la relación entre su psico-
choque/separación de su madre y su alergia a las mimosas que adornaban el delantal
de su madre. Esta toma de conciencia fue el origen de la curación de su
enfermedad… imaginaria.
Varios ejemplos de alergia a las rosas han sido elucidados con buenos resultados
clínicos. Normalmente se suele encontrar un psico-choque asociado a estas flores.
Imaginen a un jovencito con un ramo de flores recibiendo una calabaza por parte de
su Dulcinea después de haberse declarado. Bien lo cantó Georges Brassens cuando
se inspiró en ello: «Avec mon p’tit bouquet, j’avais l’air d’un con, ma mére. Avec
mon p’tit bouquet, j’avais l’air d’un con» (Con mi ramito yo hacía el burro, madre
mía. Con mi ramito, yo hacía el burro).
En otros casos, no es la flor sino el nombre «Rosa» el que se ubica en primer
plano de la problemática. A menudo Rosa es una persona por quien sentimos afecto,
como una abuela adorada que, para nuestro pesar, murió demasiado pronto. Aquí
tenemos otro relato de Rosa, la mujer del señor La Flor, quien se curó solo, después
de haber asistido a una conferencia sobre el tema.
El señor La Flor
«Yo era alérgico a las rosas. En unos minutos se me podía desencadenar una
rinitis aun sin saber que había rosas en la proximidad. Estornudos, nariz tapada y
picores en los ojos eran las señales principales. Busqué al comienzo un psico-
choque/rosa pero no encontré nada. En cambio, en cuanto hice la asociación entre la
flor y el nombre de mi ex mujer, mi alergia se volatilizó. En efecto, he vivido con
ella durante más de quince años y hemos tenido tres hijos. Los últimos años fueron
un infierno para mí. Ella tenía unos celos tremendos y lo controlaba todo, hasta mi
ropa. El ambiente empezaba a ser verdaderamente insoportable y decidí
divorciarme. Fue peor y entendí entonces que me quería siempre a su lado como un
perro faldero. Cuanto más me rebelaba, más quería vigilarme. Al cabo de algún
tiempo ya no podía soportarla y empecé los trámites del divorcio. Fue una verdadera
lucha y me montó las mil y una con falsos testimonios, etc. Por fin, eso duró más de
dos años, me fui definitivamente de casa para vivir con más sosiego. Fue después y
poco a poco que se declaró mi alergia.»
Alergia a los animales
La teoría clásica nos dice que es una cuestión de sensibilización progresiva. Por
nuestra parte vemos las cosas de otra manera. Esta sensibilización es más bien
mental ya que un psico-choque ha sido asociado a este animal, cuyos pelos no son
más que sus representantes.
Por lo tanto, este tipo de alergia nos hará ir en busca de uno o varios episodios
donde intervengan estos animales y en los cuales se han alcanzado numerosas
curaciones . Aquí tenemos el estresograma que nos encontramos habitualmente.
En primer lugar, veamos el relato de una alergia a los pelos de perro y de gato
que ha sido curada. La recuperación de la curación es actualmente de dieciocho
meses sin crisis.
«Yo tenía alergia a los gatos y a los perros. Durante una consulta comprendí que
esta alergia tenía su origen en una situación de separación en relación con mi familia.
Tenía asma desde los tres años y esta asma estaba vinculada a un tío abuelo que
había sido gaseado en la Primera Guerra Mundial. Para tratarla me mandaron a un
hospital de niños sin avisarme, haciéndome creer que marchaba de vacaciones con
mis padres. Por lo tanto tuve un choque importante cuando mis padres se fueron
dejándome en el hospital a cargo de una señora. No entendí lo que ocurría.
»Mientras estuve ahí todo fue bien, pero en cuanto volví a casa de mis padres mi
asma se duplicó. Reencontrar la casa y mis animales favoritos hizo que las crisis
aumentasen.
»Después de tal toma de conciencia tuve dos oportunidades para probarme. Por
una parte, en las Navidades estuve en contacto con un perro. Como siempre llevaba
conmigo un antídoto pero me di cuenta de que ya no lo necesitaba. No tuve asma, ni
mocos y tampoco me lloraron los ojos. Lo interesante es que el perro parecía muy
atraído por mí, puesto que se pasó los cinco días acostado en mis pies.
»Por otra parte, más adelante fui a casa de una amiga que tiene ¡diez gatos! No
estuve en contacto directo con ellos pero el olor y los pelos estaban por toda la casa.
Tuve exactamente la misma experiencia, es decir, que tampoco caí enferma.
Así que quiero decirles que esto funciona y también darles las gracias.»
Durante un curso sobre terapéutica, una curación instantánea tuvo lugar en un trío
de participantes supervisado por Jean-Jacques Lagardet. Una de los asistentes quiso
explorar su alergia a los pelos de gato. Este caso clínico es uno de los más simples,
como se darán cuenta.
«En cuanto entro en una casa donde hay un gato, empiezan a picarme los ojos, mi
nariz se congestiona y estornudo. Hace muchos años que estoy así.»
La primera y única pregunta que se le hizo fue: «¿Hubo algún drama con un gato
en su vida?» Rápidamente un recuerdo de la infancia afloró a su mente: «Tenía nueve
años. Volvía del colegio y a algunos metros escasos de mi casa vi a mi gato
atropellado en la calle. Fue horroroso. Estuve descompuesta durante meses y poco a
poco fue disminuyendo».
El análisis psicosomático es simple y su ecuación psicosomatemática es la
siguiente:
Durante una sesión de psicoterapia el señor Del Gato me habla de su alergia a los
pelos de gato.
«Tan pronto entro en una habitación donde ha estado un gato, los ojos empiezan a
picarme. Progresivamente me pongo a llorar, mis ojos se hinchan y se ponen muy
rojos. Siempre pasa lo mismo. Así que puedo detectar el mínimo pelo de gato en una
casa o en un piso. Inútil añadir que los evito tanto como me es posible. Hace mucho
que dura eso y no recuerdo la fecha de cuando empezó. Pienso que se instaló poco a
poco sin que yo me enterase. De todas formas hoy llevo la etiqueta de «alérgico a los
pelos de gato». Como puede imaginarse, he seguido muchos tratamientos, pero sin
éxito. Mejoran un poco la situación eso es todo.»
La particularidad de este caso clínico reside en el hecho siguiente, que confirma
la teoría psicológica de la alergia. De nuevo aquí hemos encontrado el dúo clásico
de la alergia: represión y desplazamiento. Después de haberle explicado algunos
pormenores, evoca a su abuela materna. Él la quería mucho. «Pasaba muchos días en
su compañía pues me acogió desde que nací. Vivía cerca y a menudo, después del
colegio, pasaba por su casa donde me esperaba una merienda. Aún adolescente no
podía dejar de pasar por su casa después del colegio y más tarde después del
instituto. Siempre estaba de buen humor y dispuesta a ayudarme si podía. Era una
verdadera abuela adorable. Murió cuando yo tenía veintiún años. Fue un verdadero
choque para mí aunque fuese lógico; tenía ochenta y ocho años. Conservo una imagen
grabada en mi memoria: sentada en su sillón con su gatito ronroneando en sus
rodillas. Adoraba a los gatos y tuvo varios a lo largo de su vida».
Vemos perfectamente que su sufrimiento estaba en parte relacionado con el duelo
de la muerte de su abuela querida. Uno de los mecanismos de defensa de nuestro
inconsciente es el desplazamiento, perfectamente descrito por Sigmund Freud.
Consiste en ocultar un acontecimiento psíquicamente doloroso y reemplazarlo por un
elemento del entorno totalmente banal. En su imaginario, él recuerda a su ser querido
asociándolo con un gato. Desde un punto de vista económico, es más fácil
«enfrentarse a la realidad del fallecimiento» dirigiendo la conciencia hacia el gato
asociado a su vez con la abuela. De esta manera, el sufrimiento no se ve reactivado.
En otros términos, el inocente gato recuerda a la abuela muerta y reactiva el
sufrimiento inconsciente. La manifestación clínica centrada alrededor de los ojos
recuerda simplemente que el impacto emocional se metabolizó por esta parte del
cuerpo. ¿No decimos acaso «perdido de vista»?
Esta toma de conciencia, unida a un clásico acompañamiento de duelo, le llevó a
una curación definitiva.
Veremos ahora dos ejemplos de Christian Flèche: La Gata Pesada y el Gato
Blanco y Negro.
La Gata Pesada
Una niñita adora a su gata, pero el animal molesta mucho a su padre, que ya no lo
soporta. Una noche mientras la niña duerme, decide poner la gata en el maletín del
coche y alejarse de la casa. Conduce durante más de una hora, se detiene cerca de un
bosque y abre el maletín. Aterrorizado, el animal huye de inmediato.
El hombre vuelve tranquilamente a su casa después de ejecutar su faena. Al día
siguiente la niña busca su gatita y el padre, mintiendo, le propone ir en su busca.
Después de más de dos horas sin resultado, la niña se pone a llorar. «No volveré a
encontrar a mi michina, han debido de atropellarla.»
Un mes más tarde se oye un maullido detrás de la puerta. Loca de alegría la niña
abre y reconoce su animalito, esquelético. Lo toma contra su pecho para mimarlo y
protegerlo, y algunas horas más tarde la gatita muere en sus brazos. Por segunda vez
se siente separada de manera conflictiva. Más adelante y cada vez que entra en
contacto con un gato sea cual sea, una gata o un gatito, una alergia se manifestará con
el aspecto de una rinitis.
La señora Caballo
Una mujer viene a verme por una alergia al pelo de caballo que tiene desde los
dieciséis años. Me cuenta que siempre le han gustado los caballos. «Es una pasión
para mí desde que era una cría. Me fascinaban y de pequeña le pedía a mi padre que
me llevara a verlos al club cerca de casa. No más alta que un tapón, empecé mi
carrera de amazona familiarizándome con los ponis. Más adelante, el día de mi
undécimo cumpleaños, el monitor me autorizó a montar un caballo y ése fue mi más
bello regalo de cumpleaños.»
Desafortunadamente, cuando cumplió los dieciséis se volvió de repente alérgica
al pelo de caballo. Una enorme rinitis así como picazones la afectaban mucho a
pesar de los antihistamínicos que le recetaban. «Me rasco y me sueno en cuanto entro
en contacto con el pelo de caballo. Algo curioso: estas manifestaciones pueden
ocurrir también cuando veo una competición por televisión y entonces ya no cuento
los pañuelos que gasto.»
Su alergólogo le había aconsejado anteriormente no acercarse a los caballos. Lo
hemos visto al principio de este libro: la evicción del alérgeno es el primer acto
terapéutico propuesto por la facultad de Medicina. «Imposible para mí. Es como
pedir a un andaluz que no coma chorizo o a un magrebí que no pruebe más el cuscús.
Un tratamiento de desensibilización de más de tres años tampoco dio resultado. La
única posibilidad que me quedaba era tomar medicamentos y sonarme
repetidamente.»
Transcurridos los preliminares, fuimos en busca de su propio psico-choque
emocional desestabilizador. En muy poco tiempo ella, que daba vueltas en su carrera
de la alergia al pelo de caballo, hizo bruscamente un quiebro y enfiló hacia el
camino del bosque.
«Algunas semanas antes de la primera crisis y como todos los domingos por la
tarde, me preparaba para hacer un paseo solitario a caballo cuando un señor, jinete
mayor del club, se ofreció a acompañarme. Inocentemente acepté y nos dirigimos
hacia el bosque que lindaba con el club de equitación. Yo lo conocía bien, todo el
mundo lo consideraba muy buen jinete. No sé lo que le pasó, pero cuando estábamos
bastante lejos del club quiso acorralarme contra una barrera con su caballo. Quedé
bloqueada con el caballo por medio sin poder huir. De haber estado a pie hubiera
sido más fácil y más simple para mí: podría haber forcejeado y huido a toda prisa.
Me sentí muy angustiada pues no podía hacer avanzar a mi caballo, que además se
había puesto muy nervioso. El caballero empezó a tocarme los pechos y yo grité.
Jamás había gritado tan fuerte. Él se sorprendió y aproveché ese breve instante para
librarme y salir al galope. Creo que hubiera podido ganar cualquier carrera ese día.
Nunca había galopado así en mi vida. Afortunadamente, conocía muy bien a mi
caballo, que me obedeció a pies juntillas. De vuelta al club no tuve el valor de
contárselo a mi monitor y me lo callé. Nadie lo sabe y es la primera vez que se lo
digo a alguien.»
Alergia al agua
La señora Piscina
Una encantadora mujer de treinta y cinco años se queja de ser alérgica al agua.
Para precisar, es alérgica al agua de piscina. «En cuanto meto un pie en el agua, se
enrojece y me pica. En cambio, puedo bañarme en la bañera o disfrutar en el mar
pero me es imposible meterme en una piscina. Cuando era joven, he sido monitora de
natación en un centro situado al borde de un lago. El encargado nunca entendió cómo
yo podía vigilar a la gente que se bañaba ahí si era incapaz de ocupar el mismo
puesto de trabajo en una piscina. Quiero confesarle que tampoco yo he entendido
nada. Pero he conseguido hacerme a la idea».
Una vez más, iremos a buscar en su historia o en la de su familia un episodio
impactante donde el elemento «piscina» o bien «agua de piscina» ocupe un lugar
primordial. Aquí tenemos la respuesta:
«Yo tenía doce años cuando ocurrió el drama. Se trataba de mi primo hermano, el
hijo mayor de mi tía materna, con quien tenía un vínculo muy fuerte pues
prácticamente nos habíamos criados juntos. Teníamos la misma edad y nos veíamos
cada miércoles y los fines de semana. Un domingo decidimos ir a bañarnos a la
piscina municipal en compañía de otros alumnos de su colegio. Había mucha gente y
hacía muy buen tiempo. Era yo muy tremenda y me apuntaba a todas las actividades:
carreras, chapuzones, pelota, concursos de natación bajo el agua, etc. Había mucho
movimiento alrededor de nosotros. En un momento dado, nos echamos agua
simulando una batalla. Mi primo estaba enfrentado a otro chico que le metía la
cabeza bajo el agua y unos cuantos fuimos a defenderlo. La lucha estaba en su
apogeo y nos subíamos unos encima de los otros haciendo olas. Eso duró algo más
de cinco minutos. Cansados, nos dirigimos hacia el borde de la piscina, pero él no
estaba entre nosotros. Vimos su cuerpo en el agua pero era demasiado tarde. El
monitor lo intentó todo para reanimarle y la asistencia sanitaria no llegó con
suficiente rapidez. Murió ahogado.»
Veamos su estresograma personal:
«Ni siquiera puedo lavarme como todo el mundo. Cojo una esponja, la mojo y
tengo que lavarme así. Si tomo una ducha, me entra angustia y puedo llegar hasta el
ataque de pánico. Nunca bebo agua, sólo té y un poco de vino. Sería capaz de
ahogarme en un vaso de agua. Mi marido no soporta más estas «niñerías», como él
dice, pero es más fuerte que yo.»
Cuando oigo «es más fuerte que yo» pienso lo siguiente: esta encantadora criatura
¡no puede ser impotente hasta este punto! En su cerebro inconsciente debe de existir
un mensaje del tipo: está prohibido entrar en contacto con el agua so pena de peligro
o más exactamente, so pena de evocar un peligro anterior donde el elemento «agua»
ha sido predominante. Nos remontamos hasta la quinta generación. Su tatarabuela se
había suicidado tirándose a un estanque.
Christian Flèche cuenta un caso bastante peculiar de alergia al agua. Les pido que
sigan su razonamiento a fin de llegar a una precisión más exacta de los síntomas. Por
lo tanto, antes de empezar cualquier exploración será necesario poner cerco a todos
los componentes de la patología.
El señor Tiza
El señor Tiza presenta una alergia al agua. En nuestra investigación
psicosomática, lo interrogamos sobre el agua. «Desde los dieciocho años, en cuanto
me lavo, poco después de la ducha, me salen manchas rojas en la piel, en particular
en las manos y en la cara. Me rasco tanto que me arrancaría la piel».
La sintomatología es importante en nuestra investigación pues no hay azar en la
localización. En su caso, son las manos y la cara. Es curioso pues cuando se ducha
todo su cuerpo está bajo el agua. ¿Por qué entonces se ven tan sólo afectadas las
manos y la cara? Lo vamos a entender escuchándole.
¿Es alérgico a cualquier tipo de agua? No, porque cuando se ducha en una región
de Francia donde el agua contiene poca caliza, no tiene ninguna alergia. Por lo tanto
no es alérgico al agua sino al componente calizo del agua.
¿Qué ocurrió a la edad de dieciocho años? Antes sólo se duchaba dos veces a la
semana pero al llegar a esa edad tomaba dos duchas diarias pues empezó a hacer
deporte de forma intensiva. Debía lavarse mañana y noche, por lo tanto saturaría su
cuerpo de cal. Según él, nada más específico le ocurre. En cambio, si exploramos
sus ciclos celulares biológicos memorizados, según los trabajos de Marc Fréchet,
encontramos la edad de nueve años.6 Rememora entonces un acontecimiento
dramático. «Ocurrió en primaria, durante una clase. El maestro me había pedido que
fuera a la pizarra para corregir un ejercicio de matemáticas. Cogí una tiza (caliza) y
empecé a escribir el enunciado del problema planteando las operaciones a efectuar.
Me equivoqué de forma lamentable y no sé lo que le pasó al maestro, pero empezó a
ridiculizarme delante de toda la clase hasta que me puse rojo de vergüenza y
emoción. No sabía dónde meterme y lo único que quería era bajar de la tarima, lejos
de la pizarra, tirar la tiza al patio y huir de ese ambiente, de esa atmósfera
espantosa.»
No es la tiza la culpable, la malvada o la responsable de su malestar, pero si no
se hubiese equivocado en la pizarra, el maestro no lo hubiera ridiculizado. Por lo
tanto, podemos encontrar un desplazamiento sobre la tiza que toma un cariz negativo
en términos de vergüenza: «no quiero estar en contacto con». Aquí, en esta alergia, la
caliza contenida en el agua no es más que la representante de la tiza. Cuando se
ducha no siente vergüenza alguna y tampoco existe una fuente particular de emoción.
Pero por su parte, su cuerpo recuerda lo doloroso que fue este episodio para él.
Alergia al sol
Tal y como hemos visto en la introducción al presente capítulo, el elemento «sol»
está a menudo vinculado al padre o a la función paterna. En la mayor parte de los
casos, se trata de una problemática ligada a un padre ausente físicamente a causa de
un fallecimiento, un divorcio o una separación. Otras veces el padre está presente
físicamente en el hogar pero ausente simbólicamente a causa de una depresión, del
alcoholismo o por otro motivo. Tenemos ahora cuatro relatos donde interviene este
elemento. En el primero nos encontramos con nuestro amigo Michel Garlantezec.
La señora De la Boda
Durante una sesión de osteopatía esta señora de cincuenta años evoca su alergia
al sol. Cuando llega el buen tiempo se encuentra siempre fastidiada por los rayos
solares que muchas personas esperan con impaciencia. No es su caso, pues ella los
tiene que evitar de forma absoluta so pena de sufrir picores dolorosos que pueden
tomar proporciones importantes. Como suele ocurrir, ningún tratamiento la había
aliviado. Cuello, pecho, hombros, brazos y piernas eran los principales lugares
afectados. Se veía obligada a caminar en las aceras donde tocaba la sombra y
taparse hasta las muñecas, por lo que prefería llevar pantalones y se ponía unas gafas
de sol casi todo el año.
Es inútil decir que sus vacaciones de verano podían volverse un verdadero
infierno. Por otra parte, eso era una constante fuente de peleas con su marido, quien
ansiaba tumbarse en una playa del Mediterráneo.
Una sola consulta fue suficiente para esclarecer su problema. Le expliqué la
fisiología del fenómeno y después de algunas reflexiones se encontró recorriendo a
paso largo la avenida del Sol/Padre en lugar de dar vueltas en la rotonda de la
Alergia como lo había hecho durante tantos años.
«El día en que más me faltó mi padre fue el día de mi boda. Han pasado más de
veintiocho años y todavía hoy estoy resentida con él. Era muy religioso y muy
riguroso en su práctica. Cuando le presenté a mi futuro marido se opuso enseguida a
nuestro matrimonio pues mi pretendiente no le convenía en absoluto: él no era para
nada religioso pero había consentido en pasar por el altar para la celebración de
nuestra boda.
»Aquella mañana de junio, lucía un sol magnífico. Estábamos esperando a mis
padres antes de entrar en la iglesia. Diez minutes de retraso, luego quince, veinte,
treinta. El cura empezaba a impacientarse y nosotros también, sobre todo porque el
sol ya no era ningún regalo: ascendía irremediablemente hacia el cenit. A mi
maquillaje no le gustaba mucho el calor. Al cabo de tres cuartos de hora decidimos
celebrar nuestro matrimonio sin la presencia de mis padres. Subí la escalinata de la
iglesia y me encaminé por el pasillo central sin mi padre. ¡Es el padre quien tiene
que llevar su hija al altar para entregarla a su futuro marido!»
Teníamos ahí un serio motivo biológico para explicar esta alergia al sol pero tuve
que emplear a fondo mi arte terapéutico para que pudiese entender, en un primer
momento, que su cerebro había grabado un período de sobre-estrés motivado por la
espera de su padre/sol en asociación con un verdadero sol de junio que impactaba
sobre su piel y su mente. Por lo tanto, cada vez que esta sensación de calor se
detectaba por parte de ese mismo cerebro biológico, algo así como un llamado del
acontecimiento desestabilizador se ponía en marcha en la forma más o menos intensa
de intolerancia al sol.
La curación se produjo a la semana siguiente. Debo decir que el terapeuta que se
inicia en clínica psicosomática siempre espera estos resultados. Le otorgan más
seguridad de aquí en adelante, y esto fue lo que ocurrió en mi caso.
La señora Sol
No es una vidente superdotada sino una maestra y se queja de una alergia al sol
que se instaló progresivamente a lo largo de su infancia. De una simple molestia al
principio, se transformó en un verdadero problema dermatológico con manchas rojas
y picores en las partes visibles de su cuerpo, y erupciones recubiertas de granitos
feos. Como todas las personas afectadas por esta misma patología, el lugar donde
pasar las vacaciones se volvía cada vez un problema. La única manera de protegerse
era ir tapada con el fin de no enseñar ni un solo centímetro cuadrado de su piel.
Cuando oigo «soy alérgica al sol desde pequeña», no me lanzo directamente a
efectuar pruebas de alergia. No. Pregunto si hubo algún divorcio en el historial
familiar, una separación o un fallecimiento. Esta consulta ilustra la «magia» del
concepto psicosomático de las enfermedades. Ella, por su lado, buscaba numerosos
motivos que pudiesen dar una explicación a su alergia: productos de belleza, cremas
solares, composición de las prendas de vestir, etc. Esta vez fuimos directamente al
grano: la problemática con el padre.
«Mis padres se divorciaron cuando yo tenía doce años. Fue un auténtico drama
para mi madre, quien tuvo que criarnos a mi hermano mayor y a mí. Veíamos a
nuestro padre solamente durante las vacaciones escolares y lo echábamos mucho en
falta. Cuando tenía quince años, se mató en un accidente de moto. Fue un verdadero
choque para todo el mundo y en especial para mí. Naturalmente, lo quería como una
hija puede querer a su padre».
El pequeño Sol
Alergia al metal
La señora Chatarra
La señora La Guapa
En este apartado empezaremos por un caso clínico que nos cuenta Jean Platon,
nuestro psicólogo clínico biológico. Este ejemplo nos servirá, por una parte, de guía
para entender la mayoría de las alergias de este tipo y por otra, para unir la
psicología a la clínica psicosomática.
El señor Aveyron
Este señor, de unos cuarenta años, vino a verme porque tenía ciertos problemas
existenciales y lo ayudé durante más de un año. En el curso de una entrevista, me
indicó que debía viajar a Aveyron para una reunión familiar. Le temía a ese fin de
semana no por miedo a desestabilizarse mentalmente al reencontrarse con algunos
miembros de su familia, sino porque era alérgico al polvo de la casa. Sorprendido
por este comentario, le pido que sea más preciso y me comunica entonces algo
sorprendente: no es alérgico a cualquier tipo de polvo sino que desarrolla rinitis y
sinusitis sólo cuando entra en contacto ¡con el polvo de Aveyron!
Ante esta peculiaridad tan extraña y con una pequeña idea in mente, le propongo
explorar algo más en esa patología, si así lo deseaba por supuesto. Aunque por
entonces no era yo un gran especialista en clínica psicosomática, me interesaba por
este tipo de patologías desde hacía tiempo. Partí de la siguiente hipótesis: ha debido
de vivir una situación traumatizante en esa región y su inconsciente ha hecho una
transposición simbólica sobre el polvo, lo que los psicólogos llaman un
«desplazamiento». Por lo tanto, el polvo es sólo un derivativo para ocultar algo más
importante e imposible de aflorar a la luz. No olvidemos que nuestro inconsciente
tiene un papel fundamental en el proceso de protección del individuo. Por otra parte,
creo que este mecanismo de defensa es el más utilizado por nuestro inconsciente en
los procesos psicosomáticos.
«Vivo y trabajo en Sète, al borde del mar, y me quedo ahí la mayor parte del
tiempo. En cuanto subo a Aveyron, no sé por qué, empiezo a estornudar y moqueo
por la nariz. Un líquido claro al principio y más amarillo a medida que va pasando
el tiempo, con un dolor de fondo a la altura de los senos maxilares. Todas estas
señales desaparecen a los pocos días, en cuanto vuelvo a casa. Al principio no había
hecho vinculado estas alergias con el polvo típico de Aveyron.
»Después de varios episodios de este tipo consulté a mi médico, quien ante las
señales evidentes de alergia me aconsejó ver a un alergólogo. A raíz de tales
síntomas, éste reafirmó el diagnóstico y para confirmarlo me sometió a una serie de
pruebas cutáneas. No dieron resultado alguno: ni la más mínima reacción clara salvo
una pequeña mancha roja indicando el alérgeno polvo doméstico. Yo seguía sin
saber a qué era alérgico. Ante esta duda, me fui a ver el mejor especialista, el
profesor X, de fama internacional y a quien llaman con regularidad las emisoras de
radio y televisión.
»Debo confesar que me tenían por un caso raro pues ninguna prueba dio positiva
tampoco en este centro médico de vanguardia. Los consejos terapéuticos fueron
siempre los mismos: pasar la aspiradora por toda la casa y tomar antihistamínicos.
Ante la persistencia de los síntomas en cada vuelta a la casa familiar, tuve la idea de
comunicarle al médico que mi alergia sólo se manifestaba en presencia del polvo de
Aveyron. Se puso a reír cuando se lo dije. De hecho, me aconsejó que no volviera
más por ahí, que limpiara a fondo la casa asiduamentey que tomara la medicación.
»Creo que los médicos no se dan cuenta de lo que dicen. Limpiar una casa de más
de trescientos años a fondo ¡con suelos de madera! ¿No presentarme más por ahí?
Imposible. Es la casa de mi niñez, donde pasaba todas mis vacaciones cerca de mis
abuelos, primos y primas, de toda la familia. Usted ya sabe la importancia que tiene
la familia en esta región. Por lo tanto, me resigné a sonarme y a tener dolores de
cabeza durante mis visitas. Pero mantuve mis contactos familiares.»Después de
haberlo escuchado atentamente, le hice la observación siguiente:
«En los procesos inconscientes de defensa, existe uno en particular relativo a las
alergias. Yo le propongo que considere esta alergia al polvo de la casa de Aveyron
una especie de derivativo sobre el cual su inconsciente ha focalizado su economía
fisiológica. En otras palabras, le pide que mire en una dirección precisa cuando en
realidad la problemática se encuentra en el polo opuesto. Por consiguiente, le animo
a que haga funcionar su memoria con el fin de encontrar, si lo hay, algo
desestabilizador, una situación desagradable que hubiese acontecido en esta región o
en esta casa precisamente».
Al momento su cara se transformó. Una emoción intensa se tradujo en lágrimas y
sollozos, y a continuación manifestó su enfado, su rabia.
«Fue mi tío. Yo tenía ocho años. Me violó por la fuerza aplastándome contra el
suelo de mi habitación, donde se había presentado cuando todo el mundo estaba en el
jardín.»
Como podemos imaginar, hubo un estrés enorme en un ambiente polvoriento que
se grabó en su inconsciente.
Por lo tanto, en cada uno de los casos clínicos que encontraremos, propondremos
al paciente que preste atención a la asociación de su(s) psico-choque(s)
emocional(es) desestabilizador(es) en un ambiente polvoriento cuyo ejemplo más
claro es el del señor Bajo la Cama.
Este joven profesor de matemáticas de treinta y dos años padece una alergia al
polvo doméstico desde hace ya muchos años. Como siempre, si viene a verme es
porque las terapias, clásicas o no, no han dado el resultado esperado. Podemos
imaginar su calvario: debe pasar la aspiradora a fondo semanalmente en su
apartamento. Tuvo que quitar la moqueta y reemplazarla por un revestimiento
sintético. Los antihistamínicos le ayudan un poco, pero consume entre una a dos cajas
de pañuelos desechables a diario sin contar los paquetitos individuales que lleva
encima durante el día.
«Soy alérgico desde el primero de enero hasta el 31 de diciembre y no sé qué
hacer, ya lo he probado todo: un tratamiento de desensibilización durante más de
cuatro años, medicación alopática, homeopática, curas termales, acupuntura,
magnetismo y otras cosas. He llegado al convencimiento de que moriré así. Por
supuesto que no es una enfermedad grave, pero es muy molesta. Menos mal que tengo
una pareja comprensiva. Me he enterado por uno de sus alumnos que la clínica
psicosomática podía ayudarme. No pido mucho, tan sólo una pequeña mejoría.»
Puesto que es matemático, no he dudado un solo segundo en presentarle mi famosa
ecuación psicosomatemática y he desarrollado para él la significación de todos los
términos.
Como siempre él, que andaba en círculos alrededor de la rotonda del Polvo, se
dirigió hacia la avenida Bajo la Cama en la cual se pavoneaba un panel publicitario
con este estresograma.
«Tenía diez años más o menos y lo recuerdo como si fuese ayer. 9 Era un domingo
y mis padres habían invitado a unos amigos, que vinieron con su hija de nueve años.
Ya lo sabe, estas comidas se alargan en sobremesa toda la tarde. Para que los
adultos estén más tranquilos, se sirve primero a los niños y en cuanto terminan los
padres les proponen ir a jugar a la habitación a la espera del postre. Así que me
encontré en mi habitación con Adelina. Le enseñé mis juguetes e hicimos un
recorrido con el tren eléctrico. Mi madre venía de vez en cuando a dar una ojeada,
así que poco a poco decidimos ponernos bajo la cama para estar más tranquilos.
Hablamos y jugamos a hacernos cosquillas. Nos reíamos tanto que la madre de
Adelina entró sin llamar. Un grito atravesó la habitación. Los padres asustados
acudieron en su ayuda y creo que recibí la zurra más grande de mi vida. ¡Imagínese
el barullo y lo molesto que estaban mis padres que siempre me presentaban
orgullosos como una maravilla de inteligencia y de buena educación! Ellos pensaron
enseguida que estábamos jugando a médicos y a tocarnos. ¡Nunca quisieron creernos!
Hay que decir que son protestantes y proceden de una gran y vieja familla de
hugonotes.
»Cuando usted habló del P-CED + polvo, pensé enseguida en este episodio pues
no puede imaginarse las nubes de polvo que había debajo de la cama y que
levantamos con el jueguito de las cosquillas. Siempre he creído que el polvo era
inofensivo para la mayoría de la gente y me preguntaba por qué no lo era para mí.
Ahora lo entiendo y lo veo bastante lógico.»
Para terminar este apartado sobre el polvo doméstico, digamos que a menudo el
P-CED ocurre durante la niñez y este ejemplo lo resume a la perfección. Hubiese
podido también contarles numerosas historias de este tipo centradas en un «clásico»,
un juego de los más alergizantes al polvo: «Jugar al médico sorprendido examinando
a su paciente».
Para el señor Bajo la Cama lo que siguió fue de una simplicidad desconcertante
pues había integrado perfectamente el hecho de que hoy ya no estaba en peligro. Se
curó en algunas semanas. ¿Cómo lo sé? Pues porque me recomendó a su primo,
alérgico a los ácaros, las plumas de oca y el polvo doméstico.
Alergia a las plumas y a los ácaros
No nos vamos a eternizar sobre su caso: misma introducción, misma búsqueda del
P-CED y mismos resultados clínicos.
«Mi P-CED es simple. Tenía trece años y durante los fines de semana iba a casa
de mi tío, el hermano de mi madre. Para ser más preciso, diría que iba a ver a mis
primas. Dormía en su casa el sábado por la noche y normalmente mi cama estaba en
una de las numerosas habitaciones que tenía la casa. Ese día estaba llena. Mi tía
recibía a su hermano con sus hijos que habían venido a pasar algunos días de las
vacaciones escolares. Por consiguiente, compartí la habitación de mi prima que tenía
mi misma edad. Nos entendíamos de maravilla. Después de haber charlado largo y
tendido, nos pusimos el pijama con pudor y apagamos la luz: preparados para
dormir. Sin hacerlo a posta, bajo el edredón, al principio nos rozamos. No podíamos
evitarlo y después del simple roce pasamos a un contacto más osado y el deseo de
seguir adelante aumentó. No se puede hacer nada en estos casos sino tomar bromuro.
Ya puede adivinar lo que siguió. Nunca pasamos al acto pero hacíamos mucho
ruido y lo que debía pasar, pasó: mi tío nos sorprendió al encender la luz de repente.
Prefiero no contarle la continuación: ¡la vergüenza!
»Por lo tanto y para mí, la ecuación psicosomatemática de mi alergia que mi
primo, el matemático, intentó hacerme entender y que no he querido contarle es la
siguiente:
P-CED = estar sorprendido en plena movida de adolescente con mi prima + polvo
en suspensión en la habitación provocado por los movimientos + ácaros que andaban
por ahí + plumas de oca del edredón. Gracias, lo he entendido todo.»
Como él, cada uno puede fácilmente encontrar el título de su película: «En busca
de mi P-CED perdido.»
El señor «Mitsuko»Extraño lugar para una cita: ¡un baile donde quería pasar
desapercibido! Tan sólo conocía a los anfitriones. Mi agenda me dejaba poco tiempo
para las diversiones pero acepté esta invitación de una pareja amiga muy conocida.
El entorno profesional en el cual se movían no tenía nada que ver con el mío. Así
conocí a un director de marketing en cemento, una secretaria trilingüe en petróleo, un
ingeniero en tratamiento de basura y reciclaje, un joven director general en
informática y algunos ejecutivos de Banca. Estaba completamente desorientado.
Mientras hablaba con una «Mujer Maravilla» dedicada al negocio de los móviles,
copa de cava en mano, mi amigo se acercó jadeante a pedirme que socorriera a uno
de sus invitados, quien se había visto obligado a interrumpir su conversación sobre
la bajada del dólar y la subida del euro por culpa de la agravación de ciertas
sofocaciones bursátiles intempestivas. Tuve por lo tanto que dejar con sus mensajes
a la encantadora criatura a quien vanamente intentaba explicar el interés de las
hormonas tiroides en la metamorfosis del renacuajo en ranita.
Me encontré mirando desde arriba a un joven economista tumbado, con muchas
molestias respiratorias. El diagnóstico se estableció rápidamente: sufría una crisis
asmática sin mucha importancia. Le propuse aislarnos con el fin de esclarecer su
malestar. Tenía mi idea: debía de haber sido sorprendido por un «encuentro» con un
alérgeno desencadenante de una crisis respiratoria. Le expliqué de forma sucinta el
mecanismo de las alergias.
—¿Qué pasó justo antes de la crisis?
—Nada. No lo sé.
—¿Ha comido algo que no le sienta bien?
—No, acabo de llegar y no he comido nada.
Luego de una pequeña investigación le pedí que volviera a repetir todo lo que
había hecho desde su llegada.
—Entré y saludé a los anfitriones. Me presentaron una pareja y justo después noté
que tenía dificultades en respirar.
—¿Quién era la pareja?
—Los señores Dujardin.
—Vamos a verles de nuevo y les saludará tal y como lo hizo la primera vez.
Dio la mano al señor Dujardin, un beso a la señora, y de repente se dio una
palmada en la frente y gritó: ¡«Mitsuko»!
—¿Mitsuko?
—Es el perfume de mi mujer. Falleció hace dos años.¡Su crisis paró en seco! Este
perfume que su cerebro biológico inconsciente había grabado en la memoria, al ser
reconocido le envió directamente a su mujer, a quien estaba asociado.
Existen otros relatos de alergias a los perfumes. Algunas veces es necesaria una
investigación profunda sobre la composición de los mismos. En efecto, sólo uno de
ellos podrá ser considerado alérgeno y podrá llevarnos hasta el psico-choque.
Asimismo el perfume «Ángel» contiene chocolate. Una persona alérgica a este
perfume no había hecho el duelo por la muerte de su abuela, quien estaba asociada al
buen chocolate caliente que le preparaba cuando era niño.
A lo largo de estas páginas hemos visto una manera distinta de considerar las
alergias. La resumo rápidamente: un alérgeno es un elemento entre otros,
memorizado por nuestro inconsciente biológico y asociado a un psico-choque
emocional desestabilizador durante un episodio particular de nuestra vida. Este
alérgeno está considerado por nuestro cerebro biológico una especie de señal de
alarma que nos previene de la inminencia de un peligro y de la desestabilización
vivida con anterioridad. Este «raíl» memorizado y detectado más adelante, está en el
origen de una respuesta desmesurada que desencadena toda una serie de reacciones
fisiológicas que llamaremos «fenómeno alérgico».
En lo relativo a las alergias a los medicamentos, aplicaremos siempre el mismo
razonamiento: buscar un psico-choque emocional desestabilizador con el cual se ha
asociado un medicamento en particular.
En la mayor parte de los casos clínicos encontrados, hemos podido poner de
relieve una temática centrada alrededor de una separación problemática entre dos
personas. El caso más corriente está representado por la programación de una
alergia en la infancia, cuando la madre tuvo que ser hospitalizada por una patología
tratada con el mismo medicamento hoy incriminado. En el cerebro de la persona
sigue existiendo un mensaje como éste: separación no aceptada, desestabilizadora a
causa de un tratamiento con X (medicamento). Veamos algunos casos.
Alergia a la penicilina
Alergia a la aspirina
En este caso clínico procedente de Suiza, una consulta de orientación así como
otra, más corta, han podido ayudar al paciente a aliviarse de una alergia aparecida al
principio de su adolescencia. Los primeros elementos «clásicos» aplicados a la
problemática dieron poco resultado. Puede pasar. Ninguna separación marcó su
infancia, ni la más mínima. Le dejé reflexionar hasta la siguiente consulta.
Transcribimos aquí sus sorprendentes conclusiones, sin cambiar una sola palabra.
«He pensado mucho en la rotonda de la Alergia y en la avenida de la
Separación/aspirina. De hecho, no era esta avenida sino otra, la del Ahogo/aspirina
»Hacia los doce años, un domingo por la mañana, mis padres querían que los
acompañara a misa. Detesto ir a misa. Fui obligado, en contra de mi voluntad. En el
momento de la comunión me hicieron recordar que tenía que ir hacia el cura para
recibir la hostia. Abrí grande la boca y él la depositó sobre mi lengua. Enseguida
toda mi saliva quedó literalmente absorbida, la lengua se me pegó al paladar y no
podía abrir la boca. En otras palabras: ¡me estaba ahogando! Lo recuerdo todavía
hoy. Debí beber más de un litro de agua en Urgencia. Al hablar ahora, tengo la
sensación desagradable de esta tableta sin sabor, hidrófila. Para que se haga una
idea, sentí lo mismo cuando más adelante comí una galleta biológica.
»¿Qué relación guarda eso con la aspirina? La hostia tenía una forma particular:
de diámetro pequeño, con un corte en el medio para poder partirla por la mitad. Se
parecía como dos gotas de agua a la aspirina de mi infancia, esa forma antigua que
podía partirse en dos. Buena historia ésa, ¿no cree? ¡Seguro que la vuelvo a
encontrar en uno de sus libros!»
Tenía razón, pues ustedes la están leyendo. Me he encontrado con dos personas
que casi se ahogaron mientras comulgaban y que podrían ilustrar este estresograma.
Alergia al cigarrillo
«No puedo soportar el mínimo olor a humo o a cigarrillo: empiezo a senirme mal,
tengo picores en la garganta y debo salir a respirar fuera. Algunas veces, hasta soy
capaz de tener un verdadero ataque de nervios.»
Cuando evocamos la ecuación psicosomática base de la alergia, el paciente
enseguida estableció la comparación siguiente.
«Pienso que eso me viene de mi padre. Era muy violento con todo el mundo y en
particular con mi madre. Volvía del bar después del trabajo y si encontraba algo que
no le agradaba, el primero que pasaba por ahí cobraba por ello. Estábamos todos en
estado de alerta a partir de las seis de la tarde. Como fumaba mucho, ese olor a
tabaco significaba su presencia en casa y, por lo tanto, la existencia de un peligro
potencial.»
9 Cuando oigo esta frase, es casi seguro que estamos en la buena dirección. En el
instante mismo del P-CED, el cerebro en estado de alerta registra perfectamente
todos los parámetros sensoriales así como los pensamientos del momento.
Las alergias oculares
Son el dominio de las sinusitis y las rinitis alérgicas. Veamos las segundas.
La rinitis alérgica
Pueden presentarse bajo dos formas principales: la clásica fiebre del heno cuando
las manifestaciones alérgicas son temporales y la rinitis permanente cuando las
señales se presentan todo el año. Es una inflamación de la mucosa nasal provocada
por los alérgenos que pasan por el filtro nasal, polen, ácaros o moho.
La niña Adelina
Esta niña de ocho años padece una rinitis alérgica desde hace más o menos dos
años. Consume un paquete tamaño «familiar» de pañuelos desechables al día que su
madre le prepara cada mañana para ir al colegio. Ella, que ha sido formada en
clínica psicosomática, me llama por teléfono.
—Tenemos que hacer algo por mi hija. Estoy convencida de que puede librarse
de su alergia pero no lo consigo. Seguramente, estoy demasiado implicada así que
me gustaría recibir un empujoncito.
Tres semanas y doscientos cincuenta kilómetros más tarde, me encuentro con la
niña Adelina, a quien le explico el significado psicosomático base de la rinitis
alérgica.
—Mi madre y yo hemos hablado mucho, y creo que eso viene de la separación de
Amandine, mi mejor amiga. En primaria, a los seis años, íbamos siempre juntas,
habíamos estado juntas desde la guardería y no podíamos para de hablar en clase.
Así que la maestra nos separó y sólo nos podíamos ver en los recreos.
—¿Desde cuándo tienes esta alergia?
—Desde el último año de guardería.
—Por lo tanto no es esta separación el origen de tu alergia. Hay que buscar algo
más en ti o en tu familia. ¿Hubo algún problema en esa época? —le pregunto a su
madre.
La madre, sorprendida y un poco molesta, se interroga a sí misma:—¿Podemos
considerar que un problema entre los padres haya tenido influencia sobre Adelina?
—Claro. Los niños son testigos involuntarios de situaciones conflictivas vividas
por los padres. Sin querer generalizar, a menudo el problema no va realmente con
ellos sino que, de alguna manera, ellos «absorben» los conflictos familiares. Cuando
son pequeños no pueden expresarse por medio de las palabras pero lo hacen a través
de las dolencias. He visto casos de leucemia, asma, bronquitis, diabetes y otras
enfermedades. En lo que se refiere a Adelina, puede que tengamos que ir a buscar el
origen en su marido y en usted misma.
Se hizo un gran silencio. Al cabo de unos instantes la invité a hablar delante de su
hija si se sentía en condiciones de hacerlo.
—Podéis hablar entre vosotras, si lo queréis así.
—No, no me molesta.»Cuando usted mencionó la problemática de la separación
en un ambiente nocivo, pensé enseguida en Amandine, la amiga de mi hija. Para mí
era evidente puesto que fue muy problemática. Pero cuando hizo la observación
relativa a la fecha de desencadenamiento de su alergia, no lo veía en absoluto
porque, aparentemente, en ese momento todo iba bien. Pero en realidad, las cosas no
iban tan bien en la familia y en particular entre mi marido y yo.
»Quiero a mi marido no lo puedo negar, pero trabaja demasiado. Se marcha
pronto por la mañana y vuelve a casa tarde cuando los niños ya están en la cama, con
mala cara y sus carpetas bajo el brazo. Apenas si tiene tiempo para comer, se instala
en su despacho para terminar lo que no pudo hacer antes en el trabajo. Como puede
imaginarse, también los fines de semana. Claro que él trae el dinero a casa y es
gracias a su salario de alto ejecutivo que podemos tener un cierto ritmo de vida. Al
principio, todo iba bien y podía soportar fácilmente este marido vendaval. Así lo
llamaba yo, «marido vendaval». Pero los años pasaron sin que modificara nada en su
forma de emplear el tiempo.
»Un día hablé con él. No quería seguir adelante con esa vida y le di una especie
de ultimátum: yo lo dejaría si dentro de seis meses él no cambiaba sus costumbres.
¡Para qué vivir con un hombre y un padre si no hacía siquiera acto de presencia! Lo
apoyé mucho y poco a poco empezó a cambiar hasta que su conducta fue aceptable.
El ambiente en casa se modificó mucho y los niños eran felices de poder estar con su
padre. Por mi parte, me mostraba cada vez más atenciones y pudimos pasar algún
que otro fin de semana de escapada juntos después de confiar los niños a mis padres.
Ahora todo va muy bien y estamos todos contentos.
»Volviendo a la alergia de Adelina, creo que ésta empezó cuando el ambiente
entre mi marido y yo no era demasiado bueno. ¿Le puede haber afectado hasta este
punto aunque no nos hayamos separado?
—Sí. Para nuestro cerebro biológico el hecho de estar realmente separados o no
importa poco. Lo más importante para él es gestionar diariamente las actividades
conflictivas que se presentan y Adelina ha debido «sentir» el ambiente de separación
que estaba en el aire y lo metabolizó en la forma de una rinitis. Su separación de
Amandine no es más que un episodio entre otros de su historia.
Adelina hizo una sonrisita y confirmó mis palabras.
—Yo me daba cuenta de que había problemas entre vosotros pero nunca me atreví
a hablar. Yo veía que estabas muy triste, sola por las noches, o con nosotros los
domingos.
Tras oír estas palabras, las invité a volver a casa, a hablar sobre ello y, si lo
veían oportuno, a hablar con toda la familia.
A los tres días recibí una llamada de la madre:
—Hemos hablado durante todo el camino de regreso y ella decidió que no
mencionaría el tema en casa. Al día siguiente preparó sus cosas para ir al colegio y
se olvidó de coger la caja de pañuelos; se lo dije y me contestó clara y rotunda: «Ya
no los necesito puesto que papá y tú no os vais a separar». Me quedé estupefacta.
Tres años más tarde, durante un congreso sobre medicina psicosomática, «esta
rinitis era ya un recuerdo lejano».
La sinusitis alérgica
¿Cuáles son las constantes que nos encontramos a menudo en las sinusitis
alérgicas? Las situaciones conflictivas, sean las que sean, en un ambiente que podría
ser calificado con numerosos adjetivos: nocivo, hostil, feo, mancillado o maculado,
repugnante, impuro, asqueroso, innoble, abyecto, horroroso, sucio, apestoso,
grosero, inmundo, sórdido, infame, despreciable, vergonzoso, vil, bajo,
desagradable, etc. Por supuesto, la lista no es exhaustiva.
Los senos, maxilares o frontales son los especialistas en gestionar estas
problemáticas. Como los ejemplos valen más que un largo discurso, vamos al
encuentro de la señora Sinusitis de Lyon, la señora Natación, el señor Primo—
Infección y el señor Pasador.
Eran las tres de la tarde. A las seis: «Mi nariz se despeja». Al día siguiente por la
mañana a las nueve: «Ya no me sueno». Durante el descanso de las diez y media:
«Huelo algunas cosas y sólo me he sonado dos veces esta mañana». A la tarde
cuando se fue: «No me sonado y mis senos se han despejado». Un año más tarde:
«No hablemos del tema. Hasta mi mujer, que es profesora de biología no acaba de
creérselo.»
Quiero precisar que en estas dos historias de sinusitis la mejoría fue inmediata y
eso demuestra que todo es posible en este campo. Pongámonos ahora los trajes de
baño y démonos un chapuzón en la piscina para encontrar a la señora Natación.
La señora Natación
Se trata de una sinusitis crónica, que aparece sólo por la mañana temprano. Esta
profesora de aquagym se quejaba cada mañana de dolores faciales, y padecía
derrames nasales amarillentos y nauseabundos. Esta sensación de tener las narices
tapadas desaparecía progresivamente a lo largo de la mañana y no volvía a
manifestarse hasta el día siguiente al despertarse. Hacía varios años que duraba.
Partimos de la pista siguiente: psico-choque emocional desestabilizador en un
contexto feo, desagradable, nocivo, impuro o mancillado, etc. Lo encontró bastante
rápidamente:
«Mi madre sufría de un cáncer generalizado y la velaba día y noche antes de su
muerte. De día me quedaba a su lado y la hacía sentarse en la butaca, le daba de
comer y conversaba con ella. De noche, me tumbaba a su lado y esperaba a que se
durmiese para dormir yo también. Esa mañana murió hacia las seis cuando yo
todavía dormía. No pude asistirla en sus últimos momentos. Cuando me desperté la
encontré muerta. Yo sabía que iba a morir pero me hubiera gustado estar ahí hasta el
final. Sentí vergüenza y todavía me sigo avergonzando.»
La primera consulta planteó un nuevo esquema de reflexión al cual siguió una
clara mejoría en un primer tiempo. El motivo de la segunda consulta, un año más
tarde, fue el deseo de terminar con ello definitivamente. Apareció de manifiesto su
sentimiento de culpa por haberse dormido y no haber estado presente concientemente
durante los últimos instantes de su madre. La mejoría fue todavía más clara y la
curación acudió puntual a la cita con un retraso de más de un año.
Sinusitis y pólipos
El señor Contrabandista
10 Otorrinolaringología.
11 «Sentir» en francés tiene sobre todo el significado de «oler».
Alergias estacionales
Nuestra experiencia nos demuestra que todos los casos son posibles. Ciertas
personas presentan manifestaciones alérgicas todo el año y otras únicamente durante
ciertos períodos. Hemos visto igualmente, sobre todo con la señora Natación, que
las señales podían también presentarse en horas puntuales del día. Veamos un poco
más en detalle las alergias de temporada. Tienen la particularidad de instalarse
durante un período de algunos meses del año y volver en fechas más o menos fijas.
Los mejores ejemplos son la fiebre del heno también llamada alergia al polen y a las
gramíneas.
La observación general indica que el psico-choque se ha grabado en un momento
preciso del año pero que podemos incluirlo dentro de una temporada, o una época,
durante la cual el alérgeno se encuentra normalmente presente en el entorno. Por lo
tanto, el calendario polínico nos muestra que, cada año, la alergia a los plátanos se
alarga desde mediados de marzo hasta mayo, y que la alergia al ciprés abarca
normalmente desde febrero hasta mayo. Cuando el polen desaparece, la alergia
también lo hace.
Para nosotros, la incógnita que nos planteamos es siempre la misma: ¿cuáles son
las características que han sido retenidas por parte de nuestro inconsciente biológico
durante psico-choque emocional desestabilizador? Esta pregunta conduce a otras:
¿dónde? ¿cuándo? ¿cómo? ¿quién? y ¿qué?
Para las alergias de temporada, el capítulo principal está representado por las
separaciones durante la primavera. Es evidente que este tipo de problemática ocurre
a menudo en esta época del año. Veamos una ilustración de ello.
Durante una consulta por un malestar general, un hombre me informa que quería
separarse de su mujer. Estábamos en pleno invierno y su reacción me sorprendió.
«Pienso en ello hace meses pero se lo anunciaré en abril. Espero un poco más pues
hace demasiado frío por el momento.» Puede que nuestra mente funcione como la
naturaleza. Con el buen tiempo salen los capullos y nosotros queremos hacer lo
mismo.
Para ir un poco más lejos, otras causas pueden ser el origen de estas
manifestaciones estacionales y la investigación deberá ser muy minuciosa para poder
encontrar el o los nudos de la problemática. El señor Tambor y la señora Septiembre
se encontraron con Christian Flèche. Pero antes, escuchemos a Jean Platon en
relación con la fiebre del heno.
La fiebre del heno
Este caso clínico cuenta la historia de un hombre de cuarenta y tres años, alérgico
«al heno segado». Así lo había bautizado. Cada vez que iba a ver a su madre, quien
seguía viviendo en la casa de su infancia, se le tapaba la nariz y no podía respirar
correctamente. De hecho, y una vez analizada la situación delicada en la cual se
encontraba en relación con su madre, reconoció que el simple hecho de volver al
lugar le llevaba a los tristes recuerdos que habían perturbado su vida. Decía
siempre: «Me siento molesto».
Así que, una buena manera de no sentirse molesto era ¡no sentir (oler) nada en
absoluto!
La señora Septiembre
Esta señora presenta un tipo de depresión solamente en el mes de septiembre. La
primera pregunta que le vamos a hacer es: «¿Qué significa septiembre para usted?» o
bien «¿Con qué se relaciona septiembre en su propia historia?»
De pequeña había vivido en el campo y se pasaba todo el verano fuera con los
animales y era muy feliz. Le encantaba el sol y estar en contacto con la naturaleza.
Cuando llegaba septiembre, con la vuelta al colegio, le prohibían estar fuera; su
padre, bastante severo, la obligaba a hacer sus deberes y a repasar las lecciones
mientras él se iba de caza. Él estaba fuera y a ella le habría gustado ir con él. No
podía soportar esta situación. Hizo una «alergia» al mes de septiembre y luego se
acostumbró a ello. En octubre hacía frío y no tenía ganas de estar fuera, pero en
primavera hubiera podido salir. Ella hubiera podido hacer su depresión cada vez
que estuviera dentro de una casa. Estar confinada en el interior de una casa hubiera
podido ser el alérgeno, pero para ella se cristalizó en una determinada época del
año.
Algunas veces el estudio del historial familiar nos da la solución.
Cambios en el modo de vida
Este aspecto ilustra una variante de la definición del psico-choque. Hasta ahora la
mayoría de los ejemplos clínicos lo representaban como un elemento repentino y
muy desestabilizador que se encuentra a menudo en el historial de la persona
alérgica. Algunas veces el carácter dramático no se presenta obligatoriamente en el
primer plano, pero las consecuencias psico-biológicas son las mismas que en el
psico-choque clásico. En estos casos, la subida de tensión psíquica, el traspasar los
umbrales de tolerancia, es progresiva, a través de una preocupación que va
ampliándose y se vuelve desmesurada con el tiempo.
Para terminar, quisiera subrayar que las alergias pueden aparecer cuando se sufre
un cambio en el modo de vida. El ejemplo más típico está representado por las
consecuencias psicológicas de una mudanza o un cambio de estatus, aunque este
cambio se haya vivido como algo positivo. No es el lado feliz o infeliz del cambio
lo que se pone en cuestión, sino el sentimiento inconsciente de inseguridad que
acompaña la transformación de nuestro modo de vida y el cambio de referentes.
Dentro de esta inseguridad no sabemos diferenciar lo natural de lo tóxico. Nuestra
tensión interna aumenta y focalizamos nuestra atención psíquica desfalleciente —el
desplazamiento— sobre un árbol del jardín de la nueva casa o el polvo del nuevo
despacho, por lo que desarrollamos reacciones de defensa desproporcionadas.
Vamos a ver la historia de René y Florence, una pareja afectada por una alergia
en la cual se detectan dos parámetros desencadenantes de su patología: el cambio del
modo de vida y la angustia derivada de este sentimiento de inseguridad inconsciente.
Florence y René
Esta última parte está dirigida especialmente a hacer una verdadera investigación
acompañada de una reconstrucción sensorial del psico-choque, mediante la
búsqueda de cinco elementos clave:
El factor cronológico
Para nosotros el alérgeno representa el testigo número uno, mientras que para
otros sería el sospechoso número uno e incluso el verdadero culpable. Cuesta
imaginar en ese papel a un pobre granito de polen o al inofensivo polvo doméstico.
Es verdad que el alérgeno esconde bien su juego porque carga con todo. Se lo acusa
para proteger nuestra economía psicológica con el fin de que no haya demasiada
desestabilización. Psíquicamente hablando, es más rentable focalizar y proyectar
toda nuestra atención sobre ese elemento neutral que enfrentarse a una antigua
situación desestabilizadora, que aún hoy no ha sido completamente resuelta.
Acabamos de exponer una ilustración de la represión, el desplazamiento y la
proyección. Después, en función del alérgeno, dirigiremos la investigación hacia tal
o cual aspecto de la problemática para así poder delimitarla mejor.
Los alimentos nos orientarán directamente hacia un psico-choque acontecido
durante una comida.
Los medicamentos nos orientarán hacia una terapia instituida y a la cual el psico-
choque está vinculado.
Las sustancias inhaladas tales como pólenes, gramíneas, ácaros, moho, plumas o
pelos de animales, nos orientarán hacia un psico-choque acontecido en
circunstancias particulares: en el interior o en el exterior, en una granja, debajo o
encima de una cama, con animales, etc.
Las sustancias en contacto con la piel tales como los champús, los detergentes,
los productos de belleza, el látex, y también, el sol, el agua, los metales preciosos o
comunes, nos orientarán hacia una separación o un raíl cutáneo con un contacto
problemático.
De hecho, este elemento se acerca mucho al centro neurálgico de la alergia que
está representado esencialmente por este último punto.
Los ojos, con lagrimeo, conjuntivitis, inflamación o picores, nos orientan hacia un
psico-choque visual. No quiero ver, no puedo ver, lo he perdido de vista.
La piel, con urticaria, eczema o picores, nos orientan muy claramente hacia
temáticas de separación.
La laringe, la tos o el asma laríngea nos orientan hacia una problemática centrada
en un miedo importante o un susto enorme.
Los bronquios, con las bronquitis y el asma, nos orientan hacia peleas o
recuerdos de asfixiados con gas, de ahorcados, etc.
La nariz, con la fiebre del heno, la sinusitis y los pólipos, nos orientan hacia las
actividades conflictivas donde predomina el elemento «nocivo». A éste se añaden
las expresiones «dinero sucio», «comportamientos horribles, poco elegantes» o «me
huele mal». Algunas veces puede predominar la angustia. Los estornudos nos
orientan hacia el deseo de expulsar algo fuera del propio territorio.
La terapia
El aspecto teórico
El aspecto práctico