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Traducción de Michele Jolibert

Título original: Les Allergies


Traducción: Michele Jolibert

1.ª edición: marzo, 2014

© 2014 by Salomon Sellam

© Ediciones B, S. A., 2014

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Depósito Legal: B 9719-2014

ISBN DIGITAL: 978-84-9019-802-5

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Contenido

Portadilla

Créditos

Prólogo

Introducción

Advertencia
PRIMERA PARTE

1. La versión tradicional de la alergia

2. Las otras versiones de la alergia

La versión freudiana de la alergia

La versión psicosomática de la alergia

SEGUNDA PARTE

Casos clínicos

Alergia a las plantas

Alergia a los animales

Alergia a los elementos

Las alergias domésticas

Las alergias oculares

Las alergias del ámbito ORL

Alergias estacionales

Cambios en el modo de vida

Las alergias «transgeneracionales»

TERCERA PARTE

Conducta a seguir frente a una alergia

Prólogo

por Txumari Alfaro


Me causa una gran satisfacción escribir el prólogo de Las alergias, del
doctor

Sellam, pues coincido con él en que las alergias son algo más fácil de
tratar de lo que parece.

Mi experiencia en psicosomática clínica de las alergias me permite


animaros a leer este libro y comprobar que es posible sanar de cualquier
alergia que estéis padeciendo. En los ejemplos que expongo, basados en
decenas de casos clínicos, tendréis una clara muestra de lo que intento
explicaros. Mi intención en este prólogo es hacer un adelanto del profundo
estudio que el doctor Salomon Sellan ha hecho durante los quince últimos
años sobre las alergias y su tratamiento a través de la psicosomática, y en
el que ha demostrado que la mayor parte de las alergias constituyen duelos
simbólicos.

La versión médica oficial tiene razón. No hay ninguna discusión posible


porque los médicos han estudiado, como se debe, las reacciones alérgicas;
han estudiado todos los procesos al milímetro y han concluido que es
siempre el mismo. Entonces tienen razón, es correcto.

No hay ninguna discusión posible con los guardianes de nuestra salud.


Pero aun así vamos a ir un poquito más allá para buscar la causa de la
causa.

Encontrar la respuesta a estos temas es un camino para la sanación y la


cura defiitiva de las alergias. Si sufrís alergias y leéis este libro,
comprenderéis por qué de buenas a primeras desarrolláis una alergia a
determinadas frutas, ciertos alimentos, metales, pelos de animales, polen
etc. Cuando por primera vez, oí que para que alguien padezca una alergia,
primero tiene que sufrir un psiochoque, comprendí perfectamente qué
ocurre cuando un agente externo entra en nuestro organismo y produce una
hipersensibilización al mismo. La primera vez es muda,

exenta de síntomas físicos. Durante esta primera fase el cerebro ha


detectado que mi estrés ha superado el limite tolerable. Esto para la
biología significa peligro, y cuando hay un peligro, voy a poner en marcha
un programa de supervivencia y lo voy a grabar todo y a registrar cuanto
pueda, para evitar así encontrarme de nuevo con una situación similar.

Si hacéis un ejercicio de memoria, hallaréis que antes de sufrir la primera


crisis alérgica estuvisteis en contacto con el agente causante de ésta y
descubriréis que en un momento de vuestra vida se ha producido un:

PSICOCHOQUE - EMOCIONAL -

DESESTABILIZADOR:

¿Qué es esto?

1.o Acontecimiento de la vida cotidiana que llega de improviso, brusco,


que no lo vemos venir, nos coge por sorpresa, nos pilla a contrapié, nos
desestabiliza, y a menudo tiene día y hora.

2.o Vivido de una manera aislada y sin compartirlo con nadie, en soledad,
sólo nosotros lo sentimos y experimentamos íntimamente. Aun cuando lo
contemos a los demás, no nos sentiremos respaldados.

3.o Sin solución satisfactoria para nosotros, aunque quizá sí para otros. El
sufrimiento nos muestra la falta de adaptación a la realidad.

4.o De intensidad dramática real, o sentido como tal. El inconsciente


puede vivirlo de una manera simbólica, pero no sabe distinguir entre lo
real y lo simbólico,

entre lo virtual y lo imaginario.

De intensidad extrema, por encima de nuestro LST (Límite Superior de


Tolerancia); esto es, que supera nuestro sistema psíquico de protección.

Hablarlo y expresarlo en el momento del psicochoque anula la impresión,


pues todo aquello que no es hablado, contado o llorado, será hablado,
contado o llorado por el cuerpo con dolor, pues tarde o temprano nuestro
cuerpo nos devuelve la memoria del drama, del dolor o del conflicto
vivido, ya que ha habido una emoción secuestrada, bloqueada, no liberada.
Veamos un ejemplo de las características de las alergias al polen y las
gramíneas, las más comunes, a fin de ilustrar el mecanismo de aquéllas.

¿Que simboliza el polen?

El polen simboliza el amor, la reproducción, el amor. Es la parte


masculina de las plantas.

Detrás de la alergia al polen a menudo encontramos historias de


separaciones amorosas, desencuentros afectivos, desamores etc.

Recuerdo el primer caso de alergia al polen (específicamente del sauce


llorón) que se solucionó con la psicosomática. En sólo una sesión se
encontró el psicochoque emocional desestabilizador causante de la alergia.

Imagnaros que estoy sentado en un banco debajo de un árbol, con una


chica de la que estoy enamorado. Estoy tranquilo, hasta que mi estrés
supera el LST. En ese momento el polen de un árbol cualquiera se adhiere
a la piel o la mucosas de la nariz

y ojos. El polen sigue cayendo, y aunque no lo veo, de pronto se produce el


biochoque: «Hoy es el último día que nos veremos. Mañana me voy a
Canarias: a mi padre, que es militar, lo han destinado allí y la familia se va
con él», dice la chica..

Pero nuestro cerebro registra: el polen del sauce llorón (en este caso el
árbol bajo el que estábamos) que ha caído sobre mí se encuentra en su
«fase muda», lo que significa que no nos afecta. Pero al año siguiente voy
sufrir una crisis alérgica, me van a picar los ojos, voy a estornudar y tener
problemas respiratorios, pues el inconsciente prefiere que me preocupe de
los síntomas a recordar la agresión, el drama y el dolor de la separación.

Recuerdo también un caso de alergia al pelo de caballo. La padecía un


amigo de la infancia con el que hacia mucho tiempo que no nos veíamos.
Curiosamente, nos encontramos un 14 de febrero , San Valentín, haciendo
las compras en tan señalado día. Me contó que llevaba muchos años
intentando contactar conmigo para a ver si podía ayudarlo. Le pregunté
qué le pasaba. «Sufro una terrible alergia al pelo del caballo.» Me mostró
los brazos, se levanto la ropa para que viese el resto del cuerpo, y la
verdad es que impresionaba. Allí mismo empecé el interrogatorio de
psicosomática, y la mecánica es la misma. Si resultaba que hacía catorce
años que mi amigo padecía esta clase de alergia, eso me llevó a
preguntarle qué había ocurrido en su vida anterior a esos catorce años, qué
acontecimiento dramático e inesperado, que lo cogió a contrapié, y lo
vivió en soledad, guardaba relación con un caballo o con el pelo del
caballo.

Y de pronto su mujer exclamó: «¡Percheron!» Él, con claros signos de


haberse emocionado, no podía articular palabra. Pasados unos instantes,
procedió a contarme la siguiente historia: «Mi padre me dejó en herencia
un caballo de raza percherona con pedigrí. Era el orgullo del valle donde
vivo, enviaban a las yeguas para que las cubriese pues era un pura raza y,
además, muy bonito.» Le pregunté: «¿Que ocurrió con ese caballo?» Se
mociona de nuevo, y es su esposa la que contesta: «Un día se lo robaron y
nunca más supimos de él. Dos años estuvo en tratamiento con un
psiquiatra, pues no podía superar el drama que supuso el robo del caballo
que su padre le dejo en herencia.»

Mi amigo recordaba perfectamente que antes de ese suceso nunca había


tenido problemas de alergia con los caballos, pues con apenas cinco años
ya montaba los de su padre. Para protegerlo y no vivir el drama que supuso
el robo del caballo, el inconsciente generó una alergia al pelo de éste. Así,
nunca más tendría que relacionarse con caballos y no reviviría el drama
que había supuesto la perdida del percherón.

INTRODUCCIÓN

Las alergias representan una de las patologías más comunes en la práctica


diaria.

Después de más de veinte años de experiencia y quince dedicados


exclusivamente al campo de la clínica psicosomática, puedo afirmar que el
tratamiento del fenómeno alérgico está al alcance de todos. En el presente
libro he recogido numerosos casos clínicos simples y anónimos con el fin
de que la mayoría de las personas afectadas
pueda tener un referente para, en ciertos casos, mejorar su estado o
incluso, literalmente, para curarse. En otros casos, esta primera lectura
podrá ayudarlos a tomar conciencia y a comprender las cosas de una
manera frente a una consulta especializada. Me gustaría también precisar
que, de ninguna manera, la clínica psicosomática detenta en exclusiva la
verdad en el campo de la salud y mi mayor deseo es que pueda ser
incorporada a la enseñanza de la Facultad de Medicina. La clínica
psicosomática ofrece una nueva visión de la enfermedad y de los
trastornos del comportamiento, que les proponemos comparar e integrar a
las demás teorías existentes, para así comprobar si les atañe, ya sean
pacientes o facultativos.

En esta obra, estudiaremos particularmente los fenómenos alérgicos más


corrientes, las alergias a los alimentos, las plantas, el polen y las
gramíneas, a los pelos de animales, el sol, el agua, el polvo doméstico, los
ácaros, las plumas, los medicamentos, los perfumes, el moho, la levadura
de cerveza y los metales, así como las alergias oculares, las rinitis y
sinusitis alérgicas y las polinosis. El asma y el eczema, considerados
asimismo enfermedades alérgicas, no serán tratados aquí por ser
patologías específicas.

Para redactar este libro y a fin de ilustrarlo ampliamente, he pedido a mis


alumnos y amigos así como a otros especialistas, que relataran algunas
historias típicas —algo así como unas ¡cincuenta!

— que hayan culminado no tan sólo en una

clara mejoría, sino en una completa curación. Quisiera asimismo


agradecer su

fraternal colaboración a Yves Besson, Edith Brodsky, Dominique Cartan,


Philippe Collard, Alain Créquigne, Laurent Daillie, Jean-Michel Dalbiez,
Christian Flèche,

Michel Garlantezec, Jean-

Jacques Lagardet, Didier Lepatezour, Alain Pioch, Jean Platon y Didier


Sevin.
Advertencia

El término «psicosomática» significa simplemente la existencia de


relaciones posibles entre nuestro psiquismo y nuestro cuerpo, relaciones
que podrían ser el origen de una enfermedad. En ningún caso, y en contra
de lo que se entiende normalmente, la palabra psicosomática hace
referencia a un desorden psíquico, ni tampoco a una deficiencia mental o a
la locura.

Este libro presenta los posibles orígenes psíquicos de la alergia. Cada


historia personal se inscribe en un contexto específico y puede prestarse a
la exploración por parte de un facultativo formado en clínica
psicosomática. Esta obra no quiere reemplazar de ninguna manera al
proceso de diagnóstico y no da las directrices necesarias para establecer
tratamientos adecuados que sólo un médico está habilitado a prescribir o a
modificar en función de los resultados clínicos y en particular al cese de la
terapia. Asimismo, el editor y los autores de este libro no se
responsabilizan de los perjuicios a los cuales se podría exponer el lector
sin haber previamente consultado al personal competente.

Todos los casos clínicos aquí expuestos lo han sido de forma anónima para
preservar el secreto profesional. Asimismo, todo parecido con la realidad
es pura coincidencia.

PRIMERA PARTE

Versión tradicional de la alergia

Desde el comienzo de mis estudios de medicina, la definición clásica de la


alergia, sus diferentes causas, la prevención y la fisiopatología general a
partir de la cual se han originado las grandes líneas terapéuticas, no han
cambiado mucho. Es cierto que numerosos investigadores han intentado
esclarecer el misterio de esta patología y la lucha emprendida por la
medicina ha hecho notables progresos.
Empero, esto es lo que se puede leer en una de las muchas webs dedicadas
a la alergia: «La alergia es una enfermedad que padecen hoy día cada vez
más personas, pero que sin embargo sigue desconocida».

Veamos ahora brevemente su historia y a continuación su definición.

Historia

Empieza con Charles Richet quien, en 1902, intentó un experimento con


un perro.

Le inyectó una primera dosis de veneno que el animal soportó sin


problema. Algunas semanas más tarde, le inyectó una segunda dosis y el
perro murió al poco tiempo.

Richet propuso entonces, a partir del griego, el término choque


anafiláctico para

designar

un «estado contrario a la protección». En el lado opuesto, la palabra


profilaxis significa un «estado de resistencia a la agresión» y ha sido
ampliamente empleado con referencia a la vacunación. Para Richet el
choque se debe a un fenómeno de

sensibilización. Esta vía también ha sido utilizada por numerosos


investigadores en el campo de la alergia, cuyas definiciones actuales
vamos a ver a continuación.

Definición

La alergia es una reacción excesiva e inadaptada, como resultado de una


disfunción de la regulación del sistema inmunitario de nuestro organismo

el

sistema de defensa— frente a una sustancia exterior —


el cuerpo extraño—, llamado

generalmente «antígeno» y que aquí designaremos «alérgeno». Tomemos


un ejemplo preciso: la alergia al polen de los plátanos en una joven.
Cuando esta muchacha entra en contacto con ese cuerpo extraño —su
alérgeno

— a su propio organismo, se pone

a estornudar y desarrolla una sinusitis que le durará varios meses.

Todo el mundo calificaría este polen como inofensivo pues, de lo


contrario, nadie se atrevería a darse cita con su enamorado bajo las ramas
de este maravilloso árbol.

Para la mayoría de la gente, el encuentro puede llevarse a cabo sin sentir


picor ni

comezón en la nariz o en los ojos. En cambio, para nuestra jovencita


alérgica, las cosas ocurren de forma totalmente diferente y más
exactamente en dos etapas.

Primera etapa: la fase silenciosa, llamada de «sensibilización»

«identificación del agresor».

Al principio no ocurría nada. Ella no era alérgica y lo sabía muy bien. Pero
un día se estableció un primer contacto cuando, sentada en el banco de los
enamorados, acurrucada en los brazos de su amado, unos diminutos granos
de polen se depositaron suavemente sobre su piel, su nariz y sus ojos, o
bien cuando los inhaló por las vías superiores, la boca y la nariz. Estos
granos son muy pequeños y el polen del plátano puede llegar a todas
partes.

Vigilante y de guardia constante durante las veinticuatro horas, el sistema


de defensa de la joven identificó este cuerpo extraño, el polen. Enseguida
ciertas células de su sistema inmunitario se encargaron de analizarlo y de
fabricar anticuerpos específicos y silenciosos, memorizando simplemente
las características del intruso para protegerla si se atreviese a merodear de
nuevo por el entorno.

En otras palabras, y tomando prestada una imagen del mundo policíaco o


del espionaje, el sospechoso terrorista «Al Érgeno» (pronunciar Al como
Al Capone) ha sido interceptado por el Inspector Macrófago, un astuto
sabueso de la brigada antiterrorista o perteneciente a los servicios secretos
de espionaje, el Sistema Nacional de Defensa. El sospechoso ha sido
fotografiado de frente y de perfil, y le han colocado un número de serie.
Además, le han preguntado ampliamente sobre su

tenencia de proteínas, glúcidos, ácidos aminados o de oligoelementos con


el fin de establecer un repertorio en un archivo de penales específico e
internacional. De este modo, jamás podrá pasar desapercibido. Hasta
ahora, nada sucede en particular pues todo se desarrolla a espaldas de la
encantadora y futura alérgica. Por esta razón, esta primera fase podría
llamarse «fase de identificación del agresor». Veamos lo que sigue,
durante el segundo contacto.

Segunda etapa: la fase de hipersensibilidad alérgica o «fase ruidosa de


detención y neutralización del agresor».

Durante un segundo contacto con este mismo alérgeno, estos anticuerpos,


silenciosos hasta ahora, se vuelven reactivos y desencadenan una respuesta
desmedida llamada «reacción alérgica», sobre la cual daremos detalles
más adelante cuando lleguemos al aspecto fisiopatológico.

Para retomar nuestro ejemplo con el Inspector Macrófago, tan pronto el


terrorista Al Érgeno es detectado nuevamente, el primero pone en marcha
de inmediato el Plan Vigipirato. El malhechor se encuentra en el acto
rodeado por una jauría de soldados: para arrestar a un solo hombre, el
Ministerio del Interior —

el control del sistema

inmunitario
— envía nada menos que ¡un batallón móvil de policías! Forzosamente
eso se ve, se huele y se oye. En pocas palabras, se ha utilizado un martillo
para matar una mosca.

Existen reacciones alérgicas retardadas, algunas horas o hasta algunos días


después del contacto. Nuestra jovencita puede así desencadenar un asma,
una rinitis, una comezón ocular o una conjuntivitis.

Otras personas, por diferentes fenómenos alérgicos, serán más propicias a


padecer urticarias, manchas rojas cutáneas, eczemas o edemas.

Las reacciones alérgicas rápidas o inmediatas —

algunos segundos o algunos

minutos

— pueden manifestarse de una manera dramática en la forma de choque


anafiláctico o de edema de Quincke.

El choque anafiláctico es un accidente alérgico brutal, violento y


susceptible de comprometer el pronóstico vital. Testigo de un fenómeno de
hipersensibilidad inmediata, se manifiesta a través de señales de angustia,
colapso cardiovascular, palidez, frío, dilatación vascular y baja presión
arterial. Se pueden observar también señales respiratorias, constricciones
de las vías aéreas, dificultades respiratorias y secreción abundante de
moco.

El edema de Quincke es igualmente una reacción brutal provocada por el


aflujo de suero sanguíneo en los tejidos debido a una gran permeabilidad
de los vasos.

Cuando este edema se sitúa al nivel de la laringe se corre el riesgo de


ahogo.

Para concluir con estas definiciones, una persona puede ser sensible a
varios alérgenos y será entonces calificada con el gracioso nombre de
«multialérgica».
Fisiopatología general

Este apartado responde a la siguiente pregunta: ¿qué ocurre exactamente


en las células durante el fenómeno alérgico?

Aquí entran en acción varios actores principales: ciertos glóbulos blancos


o leucocitos —

los macrófagos, los linfocitos B, los basófilos y los mastocitos

— las

inmunoglobulinas y la histamina. Como se verá, éste es un sistema


perfectamente rodado desde la noche de los tiempos y en el que todo se
hace por sí solo. Debo confesar que la fisiología fue el origen de mi
vocación médica.

Los macrófagos

intervienen esencialmente durante la primera fase muda de la


sensibilización. Estos glóbulos blancos desempeñan un papel primordial
que les permite detectar y destruir los cuerpos extraños al organismo,
como son los microbios o, en este caso, los alérgenos, que llamamos a su
vez «antígenos». Se los tragan, los digieren y así cumplen con su tarea de
identificación del intruso. Al producirse un nuevo contacto con el mismo
alérgeno y puesto que ya están en alerta, podrán así intervenir y llamar a
sus amigos, los demás leucocitos, linfocitos B y mastocitos.

Los linfocitos B, avisados por sus colegas macrófagos, envían a la sangre


una gran cantidad de inmunoglobulinas, llamadas también «anticuerpos»,
esencialmente

del tipo E, las cuales habitualmente se encuentran en pequeñas cantidades


en la sangre.

Dentro de los cinco tipos diferentes de inmunoglobulinas (Ig), las del tipo
E
intervienen en los fenómenos alérgicos. Estas IgE neutralizan el alérgeno

nuestro

antígeno

— fijándose encima para formar el «complejo antígeno-anticuerpos» y

dirigiéndose directamente hacia los demás glóbulos blancos —

los mastocitos y los

basófilos— para amarrarse ahí.

Una vez efectuado el contacto, los basófilos y los mastocitos presentes en


los tejidos liberan, además de otras sustancias, histamina. Es la bien
conocida etapa de la «desgranulación».

La histamina,

normalmente presente en nuestro organismo en su forma inactiva en los


mastocitos y basófilos, actúa sobre los vasos sanguíneos provocando su
dilatación y la aparición de un edema tisular por hiperpermeabilidad
capilar. Por esta causa, en una rinitis alérgica, este edema puede ser el
origen de una disminución del olfato por anegación de los receptores
olfativos. Cuando el edema es muy importante hablamos de un edema de
Quincke. En el choque anafiláctico las reacciones cardiovasculares se
posicionan en primer plano.

El conocimiento profundo de esta «partitura» fisiopatológica constituye la


base de los tratamientos propuestos para luchar contra la alergia.

Las diferentes causas

Dos causas principales se disputan el poder dentro del fenómeno alérgico:


el sistema de defensa y los factores del entorno, entre otros, la polución
atmosférica.
En cuanto al sistema de defensa, acabamos de ver que es la sede de una
disfunción. La respuesta inmunitaria normalmente tranquila y discreta en
la mayor parte de los casos, se vuelve aquí exagerada e inadaptada,
provocando la aparición de los síntomas. Puesto que el funcionamiento de
nuestro sistema inmunitario depende de nuestros genes, la medicina
concluye por tanto que las personas alérgicas poseen una especie de
predisposición genética.

Con respecto al factor entorno, los alergólogos de todos los países están
de acuerdo en este punto. En efecto, hace ya unos cincuenta años que los
estudios internacionales y la práctica diaria han demostrado la existencia
de un vínculo directo entre los fenómenos alérgicos y ciertos factores del
medio ambiente: poluciones diversas y atmósferas viciadas conllevan la
acumulación de polvo, ácaros, humedades y moho, entre otras cosas. Por
tanto, la frecuencia de las crisis de asma aumenta más en las ciudades que
en el campo y las alertas sobre polución previenen en este sentido a las
personas afectadas.

Los diferentes tipos de alérgenos

En la tienda de la alergia podemos encontrarnos con muchos productos, de


todas

clases y cuya lista no es ciertamente exhaustiva.

Los alimentos llamados «trofoalérgenos»: los huevos, la leche, el gluten,


el marisco, el pescado, la fruta, el aceite, los cacahuetes.

Los medicamentos: las quimioterapias, la aspirina, los antibióticos, los


anestésicos locales y generales, las vitaminas de síntesis y el yodo.

Las vacunas: tos ferina, tifoidea.

Las sustancias que se inhalan: los pólenes, las gramíneas, los ácaros, las
plumas o los pelos de animales.

Los venenos: abejas, serpientes, avispas.


Las sustancias en contacto con la piel: los champús, los detergentes, los
productos de belleza, el látex, pero también el sol, el agua y los metales,
ya sean preciosos o comunes.

Las manifestaciones patológicas

Todos estos alérgenos pueden provocar una sintomatología puntual en


función de su tipo.

Sistema respiratorio: tos, bronquitis, sinusitis, coriza espasmódica, asma.

Ojos: lagrimeo, conjuntivitis, ojos rojos, picores.

Sistema digestivo: dolor, gastritis, enteritis, aftas, prurito anal.

Piel: urticaria, eczema, picores, dermatitis, picadura de insecto, dermatitis


de contacto.

Sistema general: choque, colapso, dificultades respiratorias mayores,


edemas.

El diagnóstico de la alergia

El diagnóstico de la alergia se plantea enseguida y con bastante facilidad


cuando las señales clínicas anteriores están claras. A menudo, el médico
de familia orienta a la persona hipersensible hacia el alergólogo. Este
último, con la ayuda de una batería de pruebas cutáneas, confirma las
sospechas de su colega. En otros casos, más raros, el o los alérgenos no se
identifican claramente a pesar de la multitud de pruebas efectuadas. Pero,
frente a la repetición estacional del fenómeno o bien ante las reacciones
típicas, se puede efectuar el diagnóstico e iniciar el tratamiento
antialérgico.

La prevención y los medios terapéuticos

Como es de suponer, no me puedo extender sobre el tema, pero


simplemente a título indicativo, deseo recordar cuáles son las grandes
líneas terapéuticas y preventivas.
El tratamiento con medicación se propone en varias situaciones.

• En los casos habituales, los antihistamínicos intentan detener la


aparición de los síntomas y son utilizados también para la prevención.

• En los casos graves —

choques anafilácticos y edema de Quincke— el recurso a medicamentos


más potentes y a la hospitalización son absolutamente necesarios. No
existen dudas sobre este punto. A los especialistas les compete administrar
adrenalina, cortisona, demás antiedematosos y otras medidas de
reanimación.

• El tratamiento de fondo,

de larga duración, está principalmente representado por la


desensibilización o hiposensibilización específica. Se propone para ciertas
alergias concretas como las relacionadas con el polvo doméstico, polen,
moho y pelos de animales, entre otros. Consiste en una inyección
subcutánea de dosis progresivamente crecientes del extracto alergénico
referido hasta alcanzar una dosis mínima eficaz que pueda desencadenar la
formación de anticuerpos «bloqueantes», los cuales entran en competición
con las IgE y protegen así al sujeto sensibilizado contra las
manifestaciones clínicas del conflicto antígeno-anticuerpos. Cabe destacar

que el tratamiento de desensibilización puede tardar varios años, entre tres


y cinco de media.

El tratamiento preventivo

Añadido a una toma preventiva de medicamentos antialérgicos antes y


durante los períodos de manifestación de los síntomas, consiste
simplemente y si es posible, en eliminar el alérgeno responsable.

• En primer término, hablaremos de evicción y supresión del alérgeno.


Aquí y allá se puede leer: «Lo ideal consiste por tanto en eliminar el
alérgeno cuando es conocido; animales domésticos, plumas en la ropa de
cama, cosméticos, etc. Para las alergias a los alimentos, se recomienda
encarecidamente un régimen de evicción».

• En segundo lugar, son necesarias ciertas recomendaciones para luchar


contra la

alergia. Hay que eliminar el alérgeno y evitar su vuelta al entorno gracias


a un programa de tareas precisas:

Ventilar las habitaciones diariamente con el fin de renovar el ambiente y


evitar así la aparición de humedades que favorecen el desarrollo de ácaros
y moho.

Mantener una temperatura inferior a 20 grados para impedir el desarrollo


de ácaros y moho.

Utilizar un colchón nuevo con funda antiácaros y lavar a menudo las


sábanas.

Utilizar insecticidas antiácaros y no olvidarse de pasar la aspiradora, ya


que los restos de los ácaros son muy propensos a provocar alergia.

Pasar la aspiradora regularmente por toda la casa, al menos una vez a la


semana.

Evitar la presencia de animales domésticos en la casa, o bien lavarlos cada


quince días.
En cuanto a las alergias a los alimentos, se deberá comprobar todas las
etiquetas con el fin de detectar la presencia de cualquier posible alérgeno.

Hasta aquí pues, la versión clásica de la alergia. Por mi parte me adhiero

totalmente a los mecanismos fisiopatológicos previamente descritos. Sería


irresponsable poner en duda todos esos estudios y sus conclusiones, que
han sido llevados a cabo por numerosos investigadores en todo el mundo.
Veremos que las dos etapas descritas —

identificación del agresor y su neutralización— tienen numerosos puntos


en común con las dos fases de la versión psicosomática. En cambio, en el
ámbito de las causas intrínsecas, «el porqué de la alergia», voy a
permitirme proponerles unas cuantas más después del resumen de esta
función en dos actos llamada «La paradoja alérgica», en la que intervienen
tres actores principales: el alérgeno, el sistema inmunitario de defensa y la
crisis alérgica.

«La paradoja alérgica»

El primer acto

describe, por una parte, el primer contacto y la penetración en el


organismo de un cuerpo extraño normalmente inofensivo, el alérgeno. Por
otra parte, nuestro sistema inmunitario de defensa interviene rápidamente
para trabajar sin descanso y con discreción tratando de identificarlo y
eliminarlo. Es la fase muda de sensibilización o de identificación del
agresor.

Este primer acto tiene la particularidad de interpretarse por completo en la


sombra, entre bastidores. El sistema inmunitario de defensa puede
compararse a una especie de ejército secreto donde todas las órdenes se
dan en voz baja y a oscuras, para no perturbar la paz y la serenidad de
nuestro día a día. Durante esta fase de

sensibilización, las órdenes inmunitarias responden al siguiente


imperativo: visto y no visto. Podemos sentirnos sumamente perturbados
con sólo imaginar el número increíble de operaciones especiales de este
tipo efectuadas por los agentes secretos inmunes —los linfocitos B y los
macrófagos

— particularmente entrenados para este

tipo de intervenciones.

El segundo acto describe un gran cambio en la trama de esta obra con la


aparición en escena del ataque de alergia. En cuanto aparece el alérgeno en
el escenario, la totalidad del discreto sistema subterráneo de defensa
invade el decorado como si fuese más urgente y biológicamente mucho
más «rentable»

interpretar el espectáculo a la vista de todos. En primer plano se instalan


los linfocitos B y los macrófagos, todos muy inspirados y ayudados por los
plasmocitos y los basófilos. Declaman a viva voz y sueltan manu militari
su discurso, esparciendo por doquier su artillería pesada frente a un
público asombrado y sorprendido ante tal demostración de fuerza. Los
espectadores admiran por fin las volutas de las inmunoglobulinas
paralizantes y petrificantes de tipo E y los géiseres de histamina que se
derraman sobre el escenario, ahogando los últimos edemas. Aquí las
órdenes inmunitarias comunican el siguiente imperativo: esto tiene
forzosamente que verse, oírse y olerse. De hecho, es una especie de
escándalo inmuno-político

revelado y desplegado a pleno día, en la plaza pública, tal y como saben


hacerlo

ciertos periódicos sensacionalistas. Es la fase de hipersensibilidad alérgica


o fase de detención y neutralización del agresor.

Es fácil imaginarlo: en la tranquilidad de la vida diaria, de golpe, sin


previo aviso, un verdadero fuego de artificio se desencadena por medio de
un pequeñísimo granito de polen, de una sola molécula de café, de un
pequeño bocadito de pan, de algunos átomos de agua, de un rayito de sol,
de algunos nanogramos de metal barato, de un pelo de gato, de perro, de
caballo o de camello, de una céntima parte de salmón noruego, de una
milésima parte de gamba del Atlántico o de cangrejo, de una millonésima
parte de fresa, de una pequeña bocanada de humo, de una sola partícula de
perfume, de un ácaro minúsculo o de un mordisquito de chistorra.

¿Pero por qué todo eso?

Otras versiones de la alergia

No se trata aquí de detallar las demás versiones existentes. A título


informativo, les recuerdo que para las medicinas holísticas, como son la
homeopatía, la acupuntura o las teorías generales de salud como la
naturopatía, el «terreno» es el rey.

No cualquier persona desarrolla una patología alérgica, y por esta razón


los facultativos que utilizan estos métodos proponen «tratamientos de
fondo». Debo reconocer después de quince años de práctica «alternativa»,
que estos tratamientos se muestran bastante eficaces en ciertos casos y
sería una lástima dejarlos de lado.

Pero, siendo como soy un eterno insatisfecho, me hago constantemente las


mismas preguntas:

¿Por qué tal persona desarrolla esta precisa enfermedad y no una


distinta?

¿Qué significado tiene el síntoma alérgico y cuál es su sentido?

¿Por qué un simple y común alérgeno —

tal como un diminuto grano de polen, una

sola molécula de café, un bocadito de pan, un minúsculo ácaro o un trocito


de chistorra

— puede provocar tales fuegos de artificio con todos sus disparos de


estornudos, de tos, de ataques de picores o de dolor, de choques e incluso
algunas veces de muertes bruscas?
¿Por qué el sistema inmunitario, normalmente tan discreto, encuentra
más apropiado llamar la atención de esta manera? ¿No querrá de este
modo prevenirnos de algún peligro?

Les pido que recuerden esta frase:

La crisis alérgica significa: «¡Cuidado, peligro, hay riesgo en la


morada!»

Tal y como vamos a demostrar, la versión psicosomática no se limita


únicamente a la presencia del alérgeno y a sus consecuencias fisiológicas.
Va mucho más allá, pues este elemento perturbador no es más que un
simple testigo desencadenante de una primera situación conflictiva y
desestabilizadora, vivida con anterioridad y ocultada entre las capas más o
menos profundas del inconsciente. La curación pasa a

menudo por sacar a la luz esta primera confrontación conflictiva que


reencontramos a menudo en el historial emocional de los acontecimientos
acaecidos a lo largo de la vida del individuo. Les propongo ir a su
encuentro, pero antes quisiera evocar una versión que tiene más de cien
años, la versión freudiana.

La versión freudiana de la alergia

Pues sí, tenemos una interpretación, muy notable, dictada a principios del
siglo xx por el mismísimo maestro del inconsciente, Sigmund Freud. Por
cierto, aún me pregunto por qué no se enseña con claridad en la facultad de
psicología y de medicina. ¡Es tan simple y lógica! Para poder presentarla,
les propongo leer las palabras de nuestro amigo Jean Platon, psicólogo
clínico, recientemente formado en clínica psicosomática.

«Todo ocurre como si estas sustancias, en principio no tóxicas para el


cuerpo humano, fueran percibidas como peligrosas. Le sigue una reacción
de defensa no sólo excesiva sino completamente fuera de lugar. Por
ejemplo, nuestro cuerpo no tiene, a priori, por qué defenderse
habitualmente del polen, una sustancia considerada entre las más naturales
y que simboliza el renacimiento (la primavera), la reproducción (la
sexualidad) y también la vida.
»El fenómeno alérgico consiste ante todo en una defensa, ciertamente
desplazada, pero que protege la integridad del individuo adaptando su
organismo a la realidad de la vida diaria. Una pregunta fundamental surge
entonces: ¿por qué el individuo se protege de esa manera?

»Se protege de esa manera excesiva y desmedida porque ha perdido el


sentimiento natural de seguridad en el mundo que lo rodea. El polen, el
polvo, los pelos de animales, los alimentos y otras sustancias consideradas
alérgenas son parte integrante de nuestro entorno. Nos volvemos alérgicos
cuando percibimos como hostil algo que debería sernos familiar. La
alergia está a menudo basada en un miedo, una inquietud, un recelo o un
temor —

todos inconscientes—, que no tienen

ninguna relación directa con el alérgeno.»Desde el punto de vista


puramente psicológico, esta manifestación estaría vinculada con lo que
Freud clasificó, dentro la lógica general del sistema psíquico de defensa,
como represión, transferencia asociada al desplazamiento y al mecanismo
de proyección.

»La represión representa uno de los mecanismos de defensa más


utilizados: un acontecimiento desestabilizador que sigue sin haber sido
asimilado psíquicamente puede ser una fuente de sufrimiento moral, y por
ello se ha ocultado por completo a la memoria. Se acomoda entonces en
las profundidades del inconsciente con el fin de no sacudir la conciencia
en caso de presentarse nuevamente.

»La transferencia del síntoma evoca el desplazamiento y la proyección.


Gracias a estos tres elementos, vamos a focalizar nuestra atención
consciente sobre otro objeto,
bastante anodino —el alérgeno

— para no perturbar nuestra conciencia con

sentimientos originales de inestabilidad, de inquietud o de miedo. El


mecanismo de proyección nos permite así referirnos a un verdadero
culpable, a un auténtico cabeza de turco: el alérgeno. De esta forma,
nuestra conciencia se tranquiliza.

»En resumen: el síntoma alérgico es la señal de una vivencia emocional,


fuente de desestabilización, que se ha vuelto inconsciente por un proceso
de represión y ha sido desplazada por proyección sobre un elemento
periférico, anteriormente neutro y anodino: el alérgeno.

»Esta teoría me ha ayudado mucho a comprender el fenómeno alérgico y


la utilizo desde hace años. La clínica psicosomática la completa
maravillosamente.»

En efecto, el análisis psicosomático del fenómeno alérgico está en su


mayor parte relacionado con la versión freudiana centrada alrededor de la
represión del episodio desestabilizador, del desplazamiento del síntoma y
de la proyección sobre el

alérgeno, nociones que nos vamos a encontrar a menudo en esta obra. La


versión psicosomática va todavía un poco más lejos cuando describe los
mecanismos psico-cerebro-

orgánicos íntimamente vinculados a este fenómeno. Esta versión se


encuadra dentro de una lógica del sentido común y se hace evidente para
cualquier persona

«abierta», tal y como lo testifican las numerosas y rápidas mejorías, e


incluso las curaciones, registradas hasta la fecha por los facultativos
formados en esta nueva disciplina. Desplacémonos sin reprimir nuestro
sentido común y vayamos a su encuentro.

La versión psicosomática de la alergia,

«el aviso del recuerdo desagradable de la primera vez»

Es evidente que existen notables correlaciones entre la versión tradicional


y la versión biológica. He querido empezar a describir esta nueva manera
de ver el fenómeno alérgico dando pequeños pasos, para poder así
aprovechar plenamente las interpretaciones y las conclusiones expuestas
para cada caso clínico en la segunda parte. Retomemos desde el principio.
Hemos señalado ya que existían dos etapas en la génesis de una alergia:

La primera se refería a la fase «muda» de sensibilización o de


identificación del agresor, durante la cual los macrófagos identificaban el
alérgeno y lo destruían.

La segunda describía el fenómeno de hipersensibilidad alérgica «ruidosa»,


o de neutralización y detención del agresor, desencadenada por la intrusión
del alérgeno y

que ponía en marcha una reacción excesiva e inadaptada del sistema


inmunitario, solicitando la aparición de linfocitos B, plasmocitos,
basófilos, IgE e histamina.
En

medicina

psicosomática

buscamos

circunstancias

causas

más

«psicológicas»1 para explicar este fenómeno. Curiosamente, en la clínica


psicosomática nos volvemos a encontrar con estas dos etapas distantes en
el tiempo y en medio de las cuales se intercala otro sistema de defensa,
que ya no es inmunitario, sino más bien dirigido hacia el lado «psíquico».

La primera etapa silenciosa de identificación del agresor: la programación


de la alergia

Siempre transcurre en silencio y se relaciona con la existencia de un


episodio inicial muy preciso, sacado de la vida del individuo, en el que
deja huellas psíquicas. Durante el mismo, el alérgeno incriminado, que se
paseaba por ahí, vuelve a encontrarse, sin quererlo, en el centro del debate.
Respecto a la versión médica, aparece un matiz importante: no es ya la
fase muda de identificación del

agresor sino más bien la fase de identificación de la agresión en sí, durante


la cual ciertos parámetros van a ser registrados y memorizados.

El papel del mecanismo de defensa psíquica

Durante esta primera fase desestabilizadora, el mecanismo psíquico de


defensa hace intervenir prioritariamente el mecanismo de represión ya
mencionado. Además, este incidente psíquicamente importante posee la
particularidad de haber sido más o menos soterrado en el inconsciente de
la persona alérgica, con el fin de que no se desestabilice posteriormente en
el supuesto de una eventual reaparición.

La segunda etapa ruidosa de aviso del recuerdo desagradable del primer


episodio desestabilizador: el desencadenamiento de la alergia

La crisis alérgica propiamente dicha no es más que una nueva


confrontación con este mismo alérgeno que podríamos calificar de simple
«representante» del episodio desestabilizador inicial e inconscientemente
ocultado. A la manera del complejo molecular anticuerpos-antígeno de la
versión tradicional, podríamos también describir la formación de una
especie de «complejo psíquico» en el cual se asocian

«el episodio inicial impactante y el alérgeno» para formar un dúo


indisociable que completaremos pronto.

De esta forma, más adelante el alérgeno, siempre unido a una situación de


peligro anteriormente vivida como tal, sólo sería el simple desencadenante
de la reacción

excesiva del organismo —la crisis alérgica

— puesto que este mismo acontecimiento

y las vivencias emocionales vinculadas a él, se arriesgarían a volver a la


superficie consciente y desestabilizarían aun más la vida cotidiana del
individuo en cuestión.

En otros términos, el alérgeno es una simple advertencia de un peligro


inminente, conocido pero ocultado. Por esta misma razón la clínica
psicosomática interpreta la alergia como «el aviso del recuerdo
desagradable de la primera vez». Sin duda, es absolutamente necesario
desarrollar estas ideas.

En cuanto a la cronología pueden darse todas las posibilidades. Así, entre


las dos etapas puede transcurrir un breve instante o pueden pasar varios
años. Este hecho explica a menudo la dificultad, por una parte, de rastrear
la fuente conflictiva original pues el episodio inicial queda bastante lejano
en la biografía de la persona afectada. Por otra parte, la represión del
episodio anterior en el inconsciente se refuerza todavía más puesto que
este último se desplaza hacia atrás en el historial del individuo y, de hecho,
le impide con mayor fuerza volver en la actualidad a la conciencia.

Veamos ante todo la primera etapa, el episodio inicial impactante, y


después lo que éste es capaz de desencadenar a través de la tríada «psico-
cerebro-orgánica», y

para terminar, el papel preciso del alérgeno.

El episodio inicial impactante

Personalmente, veo las cosas de esta manera. En función del origen


interno o externo de las agresiones a las cuales estamos expuestos cada
día, disponemos de un doble sistema de defensa: el sistema biológico y el
sistema psíquico.

El sistema biológico/celular de defensa, o dicho de otra manera, el


sistema inmunitario, está compuesto de todo un arsenal de células y de
moléculas bioquímicas. Como ya se ha dicho, este sistema nos protege de
las agresiones microbianas o de cualquier otro elemento exterior, como los
alérgenos que detecta tan pronto penetran en el organismo,
memorizándolos en el seno de ciertas células especializadas, como los
macrófagos. Es la memoria celular. Gracias a ella, evitamos numerosas
infecciones y además la utilizamos en el tratamiento de desensibilización
alérgica y en la vacunación.

El sistema psíquico de defensa, por su lado, nos protege de todas las


agresiones interiores esencialmente representadas por los demonios
encerrados en nosotros mismos. Posee sus propias leyes y su propio
funcionamiento, que Sigmund Freud y sus sucesores han tenido el mérito
de dar a conocer hace ya más de un siglo.

Para empezar, nuestro psiquismo registra, en cuanto aparecen, todos estos


episodios considerados por el individuo —
según sus propios criterios— positivos o

negativos. El resultado es la formación de una memoria psíquica la cual,


contrariamente al sistema inmunitario perfectamente conocido y estudiado
en detalle, no ha desvelado todavía su posición exacta, la que ocupa
aparentemente en el

cerebro. ¿Dónde exactamente? No lo sé. Si alguien conoce el lugar


preciso, ¡que me lo diga!

Nuestra vida está en cierta forma salpicada por numerosos episodios más o
menos impactantes. Podemos clasificarlos dentro de dos categorías en
función del tipo de experimentados y de las emociones que han
engendrado: los buenos y los malos recuerdos. Poseen la particularidad de
haber sido grabados e incorporados en nuestra memoria mental y pueden
volver a surgir en cualquier momento o ser condenados a permanecer más
o menos escondidos eternamente gracias a una permeabilidad directiva y
selectiva de nuestro sistema de defensa. Vamos a detallar un poco más esta
permeabilidad.

Los «buenos» recuerdos

Los acontecimientos simpáticos o felices y las sensaciones satisfactorias


generalmente están en relación con el nacimiento deseado de nuestros
hijos, con nuestra boda, con nuestros éxitos o nuestras «primerísimas
veces agradables», como puede ser nuestro primer amor verdadero. Esta
lista no es exhaustiva y se pueden seguir añadiendo líneas y líneas,
¿verdad?

Este tipo de recuerdos pueden emerger con toda facilidad emerger a la


superficie en nuestra vida cotidiana. En efecto, generalmente no presentan
ningún peligro y hasta nos proporcionan sentimientos de plenitud,
bienestar, beatitud, agrado, relax, euforia, alegría, comodidad o felicidad.
Algunas veces se presentan con regularidad con el fin de disminuir
nuestras preocupaciones cotidianas u ocasionales cuando los

otros —
los negativos que sobrecargan nuestros pensamientos

— se acercan

demasiado. Cabe tener en cuenta ciertas técnicas de relajación que utilizan


la rememorización de estos buenos momentos para iniciar una exploración
de los malos y así evitar atropellar nuestro sistema psíquico de defensa.

Los «malos» recuerdos

Desafortunadamente existen otros episodios de la vida que se registran en


la categoría del malestar, de la desestabilización, del horror, el temor, el
miedo, el enloquecimiento, el pánico, el pavor, la inquietud, el trastorno,
la inseguridad y la pérdida de referentes o la agitación. Si lo juzga
necesario, nuestro aparato psíquico decide ocultar una parte más o menos
importante de los mismos con el fin de no verse invadido de forma
constante y diaria por estos demonios. Para ello disponemos de una
herramienta defensiva y fundamental que es la represión, que ya hemos
evocado y que vamos a complementar porque conocerla mejor nos evitará
quedar atascados en la rotonda de la Alergia.

La actividad diaria favorita y preferida de la represión es impedir que


estos malos recuerdos se infiltren en las capas superficiales de nuestra
conciencia. Para ello, los vigila de muy cerca a la vez que, si es necesario,
los mantiene en las profundidades de nuestro inconsciente. Puede decirse
que, gracias a la represión, vivimos una vida llena de buenos momentos.

Algo más sobre la represión: ¡es incorruptible! Como los guardias de su


Majestad la reina de Inglaterra, permanece impasible, a pesar de las
sonrisitas o de las monerías que le hagan. Asimismo, no puede ser
sobornada con dinero contante y sonante. En cambio, puede mostrarse más
flexible si siente que estamos preparados para escuchar sus mensajes y
poder así ver disminuida su labor de carcelero. En este caso y de vez en
cuando, se permite liberar algunos episodios presos hasta ahora en su
fortaleza interior. Porque claro, sólo pide una cosa: ayudar al máximo para
que nuestra vida esté más en acorde con nuestras ideas. En el fondo, ¡no es
tan mala como parece!Bueno, ¡a lo que íbamos! En cuanto a la alergia,
buscamos ante todo en el vivero de los episodios re-sentidos como
negativos, para desalojar un episodio desestabilizador que podría estar en
el origen del desencadenamiento de los síntomas. Como se darán cuenta al
leer los casos clínicos, en casi todas las historias de alergia existe tal o
cual episodio más o menos oculto hasta la fecha.

Primera observación sobre el término «psicológico»

Este episodio inicial puede estar relacionado con todos los campos de la
vida cotidiana y no tiene estrictamente nada que ver con la psicología
llamada «clínica»

que se enseña en la universidad. Aquí, no se trata de Edipo, de Electra, de


sexualidad infantil, del yo, del superyo, del yo ideal, o del ideal del yo.
Aquí, se trata de la preocupación mental o de la rumia y, utilizando un
lenguaje más coloquial, suelo hablar a mis alumnos o a quienes me
consultan de «comerse el coco». Por esta

razón prefiero el término más general de «psíquico». Los relatos que


siguen hablan más bien de separación brutal, de encierro en un internado,
de ausencia del padre o de la madre, de accidentes, de ahogo, de la tristeza
del recién nacido dejado en una guardería, de peleas más o menos
violentas, de muertes y de duelos imposibles de llevar a cabo, de abortos
de ayer todavía problemáticos hoy, de agresión no forzosamente sexual, de
amor frustrado, de niños jugando a médicos, de hostias que ahogan, de
medicamentos, de contrabando, de alcohol o de tabaco.

Segunda observación relativa al «complejo psíquico»

completo: «episodio inicial desestabilizador-alérgeno-emoción»

«La vida no vale nada si se la vive sin amor» decía Serge Gainsbourg en su
famosa canción

La javanesa. La clínica psicosomática retoma este verso por su cuenta y


añade: «y sin… emociones».

¿Qué es lo que nos hace vibrar, estremecer,


latir el corazón o verter algunas lágrimas? Nuestros sentidos son capaces
de percibir numerosas imágenes visuales, sonoras, olfativas, táctiles o
gustativas, sean agradables o no. Gracias a nuestros ojos podemos
descubrir maravillosos paisajes o atroces imágenes de guerra. De la misma
manera nuestros oídos nos permiten oír armoniosas melodías o gritos
espantosos…

Por tanto, en base a nuestros propios criterios, un acontecimiento


cualquiera de

nuestra vida diaria podrá revestir aspectos totalmente diferentes en


función de las emociones que lo acompañan. Nuestras sensaciones son
únicas y es importante saber que no todo el mundo se ve afectado de la
misma manera. Volveremos sobre este punto.

En resumen, existe el complejo orgánico de la alergia representado por la


pareja indisociable «antígeno-anticuerpo». Esta pareja está en el origen
bioquímico del ataque alérgico que ya hemos explicado. Paralelamente
debemos describir en detalle el famoso complejo psíquico de la alergia.
Éste está compuesto de tres elementos unidos e igualmente indisociables:
«episodio inicial desestabilizador-alérgeno-

emoción».

Vamos a verlo más de cerca describiendo las circunstancias precisas


durante las cuales el episodio inicial, el alérgeno y la emoción se han
encontrado y han pactado para lo bueno y para lo malo formando un trío
inseparable. Para ello, nos vemos obligados a desarrollar un tema de suma
importancia pues se encuentra en el corazón mismo del fenómeno alérgico
y, por extensión, en una parte fundamental de la génesis de la mayoría de
las enfermedades. ¡Ni más ni menos!

Entremos pues a conocer la segunda etapa: la tríada «psico-cerebro-


orgánica».

La tríada «psico-cerebro-orgánica»
En realidad, la versión psicosomática de la alergia se centra esencialmente
alrededor de esta tríada. Entre todos los acontecimientos grabados y
presentes en nuestra memoria desde nuestro nacimiento, sólo la
exploración y el análisis de algunos de ellos nos interesarán a lo largo de
nuestra encuesta psicosomática. Para acercarnos más a la realidad clínica
y terapéutica, hay que decir que no cualquier situación destacable está en
el origen de una alergia o de una enfermedad. En verdad, para que la
«mayonesa» de la alergia suba correctamente, la experiencia clínica diaria
demuestra que la presencia de ingredientes específicos llamados «psico-
cerebro-

orgánicos» es absolutamente necesaria. Pasemos pues a la cocina de la


patología, para saborearlos dentro de un orden y empecemos primero por
el componente «psíquico» antes de probar el «cerebral» para pasar después
al

«orgánico».

El componente psíquico de la tríada

El psico-choque emocional desestabilizador o el Big Bang psico-


emocional

Para abrir el apetito, he nombrado el primer componente de esta tríada el


«psicochoque emocional desestabilizador», o P-
CED para los íntimos. Lo volveremos a

encontrar regularmente en el centro de los debates y en la mayoría de los


relatos de alergias. Por lo tanto, los invito sinceramente a que se
familiaricen con el término yendo al detalle de cada una de las palabras
que lo componen —

psico, choque,

emocional y desestabilizador

— y partiendo de las definiciones del diccionario. Para amenizar estas


palabras, tomaremos el ejemplo de una situación de separación clásica
donde la señora informa al caballero que ha decidido marcharse para ir a
vivir con su amante.

¿Qué es un psico-choque emocional desestabilizador?

«Psi» viene de «psíquico» y no de «psicológico». En efecto, como lo


indicaba anteriormente, aquí no se trata de psicología clínica pues en
realidad, cuando un elemento desestabilizador aparece en nuestra
cotidianidad, es nuestro psiquismo el que primero se ve afectado.
Podríamos, en lugar de «psiquismo», hablar de «moral».

Este hombre podrá, en función de sus propios criterios, ser alcanzado en


toda su estructura mental, en su estado de conciencia, en su comprensión y
en su disposición a soportar tal acontecimiento. Todo ocurre siempre en la
cabeza. En cambio, la moral de su vecino de escalera o de su colega, que
no están relacionados con el

asunto, no se verá tan afectada.

«Choque», por definición, significa la repercusión y las consecuencias


indirectas de un acontecimiento que produce una convulsión. También
hace aparecer una emoción repentina, violenta e inesperada, la cual puede
abrir una herida moral que se verá incrementada con el tiempo. Todo ello
porque no lo esperábamos en absoluto. Aquí, puesto que la señora no fue
muy delicada a la hora de comunicar la noticia, el grado de estrés del
caballero dio un salto de intensidad cuando llegó a sus oídos la frase
juzgada por él asesina. ¿No se dice normalmente estar en «estado de
choque»? Veremos más adelante su traducción neurofisiológica y la
plasmaremos en un esquema básico bastante fácil de comprender.

«Emocional» expresa una alteración soportada o una agitación causada


por un intenso sentimiento de miedo, de sorpresa o de aprensión. Al lado
de «emoción» yo agregaría «sensación» y «re-sentido». Les recuerdo que
estamos en el corazón mismo de un acontecimiento interpretado a partir
de nuestros propios criterios y que juzgamos como bastante
desestructurante. Por lo tanto, en el momento del psicochoque, este
hombre podrá describir ciertas sensaciones o re-sentidos que se

colocarán en el primer plano de su preocupación mental y de su rumia:


desgarro, cólera, rabia, exasperación, irritación, resentimiento, tormento,
rencilla, tristeza, pena, molestia, decepción, disgusto, contrariedad,
amargura, rencor, pesadumbre,

sufrimiento, disgusto, odio, abatimiento, temor, miedo, inquietud,


problemas, preocupación, molestias o desencanto.

«Desestabilizador» significa simplemente «que desestabiliza».


Mirémoslo más bien desde el lado de la «estabilidad mental», la cual
ilustra el hecho de tener una moral sólida y firme, que no vacila, y cuya
conducta se ve marcada por la constancia, la permanencia y el equilibrio.
Pero en este caso, después de recibir esta información repentina y
totalmente inesperada, la moral del señor X más bien vacilará y esta
desestabilización afectará en gran parte sus certezas. Existe un factor
adicional que no debe despreciarse: este señor no puede vanagloriarse de
lo sucedido en su entorno y por lo tanto guardará todos sus «re-sentidos»
en el fondo de

sí mismo. Como dice la famosa frase, «Todo lo que no se expresa fuera, se


imprime dentro».

Para completar el tema, esta desestabilización posee algunos sinónimos


que sería desafortunado dejar de lado: sobre-estrés, sinsabor, fragilización,
desestructuración,
convulsión, confusión, desorden, caos, desbarajuste, trastorno, revolución,
embrollo, vergüenza, malentendido, derrumbamiento o perturbación.

Tentativa de definición del psico-choque emocional

desestabilizador

¡Cuidado! En esta tentativa de definición todas las palabras revisten


importancia.

Para ello nos valdremos de los ejemplos clínicos, cuya lectura las
ilustrarán cada vez.

En la vida diaria, después de un período de calma relativa, en un instante


muy preciso sobreviene bruscamente y de manera sorpresiva una
información imposible de compartir con los demás en el momento de los
hechos y que conllevará una profunda desestabilización en la forma de un
estrés incontrolable.

En otros términos, es un verdadero Big Bang psico-emocional.

El psico-choque emocional desestabilizador del señor X

cuando su mujer lo deja de repente

Hasta que su mujer se lo comunicó, el señor X sentía una calma interior


relativa.

En un momento preciso, su vida se desbarajusta bruscamente y de forma


inesperada por la intrusión de esta información desestabilizadora para su
forma de pensar y que él no puede expresar.

Nota: nuestra capacidad para encauzar las olas emocionales invasoras de


nuestra economía mental varían de un individuo a otro en función de
cierto número de criterios, principalmente representados por la
maduración de nuestro sistema de defensa. Por ello, un niño será más
vulnerable a ciertas palabras o regañinas mientras que esas mismas
palabras de reprimenda no tendrán efecto en un adulto.
Aquí la educación y el entorno familiar en el cual hemos crecido tienen
una gran importancia. De igual manera, un adepto a la relajación, al
budismo zen, a la meditación o, simplemente, un carácter calificado de
«positivo» será menos

propenso a sufrir una desestabilización mental, sin por ello estar vacunado
contra todas las ofensas repentinas e inesperadas.

Veamos ahora lo que ocurre en el instante mismo del psicochoque.

El componente neurofisiobiológico de la tríada

La gestión neurofisiológica del sobre-estrés

En mi curso general de clínica psicosomática, cada vez que toco este tema,
me veo obligado a evocar el estresograma que los lectores de mis primeras
obras conocen bien. Aquí, me gustaría simplemente adelantarme a las
siguientes preguntas:

¿Qué ocurre en el ámbito neurofisiobiológico en el momento del psico-


choque?

Esta parte del planteamiento no está muy divulgada en el mundo de la


salud y, con mayor razón, entre el público en general. Por mi parte, la
considero la piedra angular de todo el edificio psicosomático del
fenómeno alérgico. Abramos poco a poco esta puerta de cristal, tomemos
los senderos alumbrados por el brillo de mil pétalos multicolores y
adentrémonos en las inmensidades verdes y frondosas donde bosteza
todavía un sol dorado recién salido del sueño de la noche, estirando sus
largos y

deslumbrantes rayos para darnos a conocer una luminosa y nueva


fisiología neurobiológica. En cuanto evoco el tema, mi lirismo instintivo
surge sin que pueda yo hacer nada al respeto.

Durante el psico-

choque, las instancias psíquicas y neurofisiológicas cerebrales graban una


subida repentina de la intensidad del estrés —

de la desestabilización o

del disgusto— re-

sentido por la persona afectada. Podemos hablar entonces de un

«sobre-

estrés» pues esta intensidad sobrepasa vivamente las normas propias de


esta persona.

Se puede imaginar fácilmente: en un instante dado y preciso en el tiempo,


la curva del estresograma llega, sin avisar, a unas cimas jamás alcanzadas.
En mi curso, hablo a menudo del Scud en honor a este tipo de misil que
llega sin ser invitado y que produce muchos daños. Por añadidura y para
que mis alumnos me entiendan, utilizo también un verbo creado para la
ocasión «scudefiar» o bien su participio

«estar scudefiado». Aquí tenemos el estresograma básico del hombre de


nuestro ejemplo «scudefiado» por su mujer.
Sobrepasar el límite superior de tolerancia representa la llave que nos abre
las puertas de las tierras misteriosas de la clínica psicosomática

¿Por qué el estresograma consigue alcanzar estas cimas?

La experiencia clínica fundamentada en la escucha de miles de historiales


nos demuestra la existencia de tres grandes ámbitos que pueden influir
profundamente en nuestro ámbito mental y así desestabilizarnos de una u
otra forma. Por orden creciente de frecuencia hemos precisado su impacto
sobre la intensidad de nuestra tensión psíquica. De hecho y dentro de
cierta lógica, se corresponden con nuestras esferas de intereses
colocándose en sitios cada vez más cercanos a nuestra más profunda
intimidad. Algunas veces pueden tan sólo rozarnos y otras nos impactan
profundamente.

Los acontecimientos lejanos pueden estar representados por guerras,


catástrofes naturales o ecológicas. Como se sabe, sólo ciertas personas se
sentirán fuertemente tocadas por un chapapote, un terremoto en Turquía,
en Irán o en Argelia, o un tsunami

en Asia. Claro que nuestro corazón no es de piedra y nos vemos


profundamente afectados. Esto puede empujarnos a participar en la ayuda
internacional pero, si miramos más de cerca, nuestra economía psíquica no
se siente afectada en lo más profundo de nosotros mismos. Es muy raro
que se desencadene un seísmo psíquico a la vista de un pájaro recubierto
de petróleo, de una casa destruida o de un carro de combate echando
chispas. En cambio, cuanto más nos acercamos a nuestro ombligo psíquico
—nuestra intimidad y lo que atañe a nuestro corazón

— más posibilidades

tenemos de vernos desestabilizados.

El campo profesional empieza ya a tomar posición sobre la línea de


salida de la enfermedad. El paro, las desvalorizaciones, los cambios de
puestos de trabajo deseados o no, las incertidumbres, las rivalidades entre
colegas o las órdenes inoportunas de jefes de empresa pueden estar en el
origen de una enfermedad en general y de una alergia en particular. Todo el
mundo estará de acuerdo en decir que este campo representa para todos
una fuente de desequilibrio psíquico.

Vayamos ahora al depósito más grande de Scuds: el ámbito afectivo El


ámbito afectivo representa por sí solo la reserva más grande de
desestabilizaciones que nos llevará a la puerta del médico alergólogo. Son
testigos de ello la mayoría de los casos clínicos que tendrán la posibilidad
de descubrir más adelante. Una sola palabra podría resumirlas: drama.

Porque es casi siempre

alrededor de un drama, de una información que lo desbarajusta todo o de


una situación resentida como dramática, que se construyen los cimientos
de una enfermedad.

Por añadidura, nuestro grupo de investigación clínica ha destacado y


clasificado todos estos dramas en tres categorías distintas para que
podamos ver mejor cada caso particular.

1. Los dramas biográficos primero conscientes y después reprimidos


en el inconsciente: son los psicochoques emocionales desestabilizadores
inscritos
en la biografía de la persona desde su nacimiento. Ha sido afectada en lo
más profundo en un momento dado de su vida y por medio de los
mecanismos de defensa del aparato psíquico —la represión, entre otros

— lisa y llanamente los

ha escondido con el fin de no desestabilizarse de nuevo. Esta represión


defensiva puede ser más o menos importante. En las alergias, esta
categoría es la más visitada. Nos encontraremos de nuevo con los Scuds de
la separación brutal, de la muerte, de los duelos imposibles de hacer o,
simplemente, con episodios de la vida diaria, como pueden ser las
marginaciones dentro de la familla, las disputas explosivas o soterradas, el
alcoholismo, los tocamientos, las violaciones, los incestos, etc.

2. Los dramas totalmente inconscientes ocurridos durante nuestra


estancia intrauterina: es la noción de proyecto/sentido que
desarrollaremos en la segunda parte para ilustrar ciertos casos.

3. Los dramas transgeneracionales totalmente inconscientes: nuestra


historia familiar y los individuos están simplemente vinculados a los
personajes que se han visto profundamente afectados en su época. Algunas
de las historias relatadas ilustran la existencia de esta memoria
genealógica.

Abordemos ahora el corazón del corazón de la nueva neuropsicofisiología


que propone la clínica psicosomática.

La reacción neuropsicofisiológica propiamente dicha

Describe los mecanismos más íntimos de la génesis de la alergia. Como ya


hemos visto, la fase silenciosa de sensibilización o de identificación del
agresor en la medicina clásica se transpone, en clínica psicosomática, a
una fase de identificación de la agresión en sí misma. De ahí la
importancia que puede llegar a tener en el seno de esta nueva teoría.
Personalmente, he quedado anonadado por su precisión a medida de que la
iba comprobando en mi práctica diaria.

Cerebro e inconsciente biológico


Sin ser especialistas en la materia, podemos de todas formas pensar que la
teoría de la evolución de las especies ha desembocado en un sistema
fisiológico de funcionamiento donde, para algunos, el cerebro es el
monarca absoluto. En efecto, una persona con una sola pierna o sin
ninguna de ellas, un ciego, un sordo o

cualquier otro lisiado físico, puede vivir, pensar o soñar gracias a la


integridad de este órgano central. Por mi parte, prefiero más bien confiar
este papel principal a nuestro inconsciente biológico, el cual
evidentemente habita el mismo lugar, el cráneo. De hecho, todo esto no es
más que una simple visión de las cosas y saber quién de los dos dirige las
operaciones no tiene mayor importancia. Lo que es seguro es que todo
ocurre bajo la bóveda celeste que representa nuestro cráneo.

A la espera de nuevas teorías, hoy se piensa que este inconsciente


biológico se ha formado progresivamente en el curso de épocas anteriores
y particularmente desde hace unos cientos de miles de años. Por medio de
experiencias sucesivas, se ha moldeado alrededor de una palabra clave
para poder presentarse tal como es en la actualidad. Esta palabra clave es
«supervivencia». De todas las experiencias pasadas, sólo se ha quedado
con las que le han permitido el mantenimiento de la vida sobre la tierra a
través de los mecanismos de adaptación. El estudio del comportamiento de
nuestros amigos los animales es la mejor prueba de ello.

Una pequeña observación interesante: este inconsciente biológico tiene un


amigo íntimo el inconsciente psicológico, mal revestido de varios
nombres tales como freudiano, lacaniano, junguiano, etc. Por mi parte
pienso que se codean a menudo, pero ésa es otra historia que podrán leer
en cuanto tenga tiempo de aplicarme a ella.

El papel del inconsciente biológico

Pero, por cierto, ¿qué hace a lo largo de todos los días y de todas las
noches?

Supervisa y toma las decisiones que se imponen cuando una situación lo


requiere y
lo hace simplemente para protegernos. Pierre Mendès France se inspiró
seguramente en él cuando decía: «Gobernar es elegir y decidir». Veamos
cuáles son sus actividades, sus elecciones, sus decisiones.

¿Saben que un número incalculable de reacciones, de operaciones de toda


índole, se efectúa en cada instante sin que nos demos cuenta o nos
preocupemos por ello?

Unos «controladores cerebrales» de todas clases revisan sin pausa sus


pantallas con el fin de avisar a las instancias superiores de cualquier
modificación inadecuada o imprevista que pudiese afectar a los
parámetros que están encargados de verificar con el fin de supervisar la
evolución de los mismos en cada momento.

Por ejemplo, usted ha preferido apagar el televisor o la radio y está


cómodamente instalado en la butaca, con este maravilloso libro en una
mano y un aperitivo en la otra. El controlador del ritmo cardíaco no se
extraña cuando visualiza, dentro de unos límites razonables, los latidos de
alegría que le proporciona la lectura. El encargado de controlar su tono
muscular se adormece ante tal flojedad en la musculatura de las piernas.
El controlador de la actividad intelectual está complacido pues registra
picos de descubrimientos y de total satisfacción, ¿verdad?

En cambio, el que está a cargo de controlar el nivel de alcoholemia


empieza a inquietarse seriamente.

Hay que tomar nota de que cada pantalla de control está provista de un
botón de urgencia que el supervisor debe accionar obligatoriamente en el
caso de que las constantes llegasen a sobrepasar los umbrales fijados por
la Dirección. En este caso,

el sistema de alerta se pone en marcha y no es ya cuestión de confiar la


gestión de la crisis a un único controlador. El jefe de operaciones
especiales se ve alertado de inmediato y después de un breve análisis de la
situación, pone en marcha decisiones estratégicas y escoge intervenir con
un lema inmutable desde la noche de los tiempos: sobrepasar los umbrales
significa peligro extremo. Y de repente, todo se pone en su sitio.
El traspaso de los umbrales de tolerancia

Es en este estadio cuando nuestro inconsciente biológico lleva a cabo una


identificación minuciosa de la agresión.

Hay que destacar que durante este psico-

choque emocional desestabilizador

nuestro inconsciente biológico moviliza todos sus recursos


neurofisiológicos como si estuviese en un estado de alerta máxima, como
si se encontrara en situación de extremo peligro. En consecuencia, graba
todos los parámetros presentes en este instante preciso con la ayuda de los
órganos de los sentidos y del pensamiento, como si existiese una especie
de Ministerio de Información a cuya sede llegasen todos los datos. Por lo
tanto, durante este paro de imagen se memorizan perfectamente varias
bandas de registro que llamaremos, en nuestra jerga, «raíles» del
psicochoque.

Vamos a ver en detalle este punto primordial sin por ello ser exhaustivos.

La banda de sonido graba todo lo que oímos: los ruidos, las voces o los
gritos con sus frecuencias, entre otras cosas.

La banda de vídeo graba todo lo que vemos: el paisaje, los colores, el


lugar, los protagonistas, el tiempo, lo que estamos leyendo, etc.

La banda olfativa graba todo lo que olemos por la nariz: los olores claro
está, pero también todos los elementos en contacto con la mucosa nasal
tales como el polen y el polvo, entre otros.


La banda gustativa graba todo lo que está en contacto con nuestra boca,
lo que estamos probando, principalmente los alimentos.

La banda táctil graba todo lo que percibimos a través de la piel, todo lo


que está en contacto con ella.

La banda pensante graba todo lo que estamos pensando en el mismo


instante del psicochoque y resume en algunas palabras clave lo que
calificamos fácilmente como re-sentido(s).

También hemos observado que nuestro inconsciente biológico puede


inscribir ciertos factores temporales tales como la estación, la fecha
exacta, la hora o la edad.
Por último, todas las grabaciones se juntan en un dossier único llamado
«Mi psicochoque emocional desestabilizador», el cual se deposita en un
lugar seguro bajo la bóveda craneal. Podemos igualmente comparar esta
grabación con las que se efectúan en la aviación, donde se guardan todos
los parámetros consignados en cajas negras durante el vuelo.

Observaciones:

Primero, las grabaciones son de una precisión increíble aunque no


tengamos conciencia de las mismas. Prueba de ello es que un minúsculo
grano de polen o bien algunas moléculas de agua son automáticamente
consignadas en nuestra memoria aunque nos parezca improbable.

Segundo: aunque estos parámetros se hayan grabado perfectamente,


algunos predominan de manera notoria y en la mayoría de los casos
clínicos, uno solo se

cuela en primera fila del escenario desestabilizador.

En nuestra jerga, este único elemento destacado se llama «raíl principal»

asociado al psico-

choque. Para la biología, este raíl principal es el alérgeno propiamente


dicho, el cual nos lleva al esquema básico siguiente:

¿No les recuerda esto a otras prácticas?

A título informativo, los servicios de

la Policía Nacional, los de la Brigada Antiterrorista o del Ejército se


inspiran instintivamente en las prácticas milenarias del inconsciente
biológico, ¡excepto la discreción!

¿Qué ocurre en el momento de un atentado o de un crimen?

testigos que deben describir todo lo que han visto, oído, comido, sentido
con la piel o la nariz, sin olvidarse de describir las circunstancias del
drama así como su(s) re-sentido(s). Nuestros amigos de Estados Unidos
que vivieron la tragedia del World Trade Center —su psicochoque
emocional desestabilizador colectivo— se han inspirado ampliamente en
ello. Han cerrado a cal y canto su territorio nacional y han querido
identificar a todo el mundo con el fin de dar con un eventual terrorista
malintencionado.

El componente orgánico de la tríada:

El edema y su sentido psicosomático

El edema representa por sí solo una gran parte de la afección orgánica


durante una reacción alérgica. Vayamos a su encuentro.

¿Qué es un edema?

Por definición un edema es una acumulación anormal de líquido seroso en


los espacios intercelulares del tejido conjuntivo. Como es sabido, nuestro
cuerpo está constituido por un ochenta por ciento de agua, más o menos.
Así que, y en contra de las apariencias, ¡somos más líquidos que sólidos!
Este líquido se reparte esquemáticamente en tres grandes depósitos:

1. En el interior del los vasos sanguíneos: es el líquido intravascular.

2. En el interior de las células: es el líquido intracelular.

3. Entre las células: es el líquido intersticial que navega en el tejido


conjuntivo y que se encuentra particularmente bajo la piel y las mucosas,
entre otras cosas.

Vamos a interesarnos por el último depósito. Nuestros tejidos están más o


menos ahogados en líquido, en proporciones variables, ya se trate de un
lugar u otro del organismo. Un edema puede detectarse en los tejidos
mientras el volumen del líquido intersticial no haya rebasado en un treinta
por ciento su valor habitual. Dos causas se describen normalmente:

1. El aumento de la presión arterial, que invita al suero a salirse de los


vasos sanguíneos para expandirse en los tejidos.
2. El aumento de la permeabilidad capilar.

Esta segunda causa predomina en los fenómenos alérgicos. Cabe recordar


aquí las

consecuencias de la secreción de histamina. Decía más arriba: «La


histamina normalmente presente bajo su forma inactiva en nuestro
organismo en los mastocitos y basófilos, actúa sobre los vasos sanguíneos
provocando su dilatación y la aparición de un edema tisular por
hiperpermeabilidad capilar». El edema será tanto más importante cuanto
mayor sea la cantidad de histamina liberada. En función de su
localización, veremos aparecer aquí y allá una rinitis alérgica origen de
una disminución del olfato con receptores olfativos anegados, una
urticaria con comezón cutánea, etc. En otros casos, el pronóstico vital
puede estar en juego como en el caso del edema de Quincke, en el que el
líquido intersticial invade bruscamente la garganta pudiendo causar
señales de angustia respiratoria, o como en el caso del choque anafiláctico
donde predominan las reacciones cardiovasculares durante el colapso.

¿Cuál es el significado psicosomático del edema?

Para la clínica psicosomática posee dos significados precisos: primero, el


edema nos permite tomar una cierta distancia con un evento o una
situación desestabilizadora, y en segundo lugar, en relación con el
metabolismo del agua en el organismo, nos encontramos con el
significado psicosomático de la función renal de excreción y la temática
de los canales colectores de los riñones.

El distanciamiento

Cada síntoma tiene un sentido muy preciso que adivinaremos gracias a las
consecuencias clínicas y patológicas que conlleva. En la mayor parte de
los casos, el

sentido biológico del edema se resume en: «No quiero o no puedo estar en
contacto con… so pena de re-sentir de nuevo un gran sufrimiento.»
Veamos varios ejemplos: En una rinitis alérgica, la señal principal son los
estornudos y la desaparición del olfato. Para nosotros, esta patología
significaría indirectamente: «No quiero o no puedo ya oler algo» para el
olfato y «Quiero expulsar algo fuera de mi territorio»

para el estornudo. En presencia de estornudos, nos orientaremos hacia una


problemática donde se desea echar a un intruso del propio espacio de
seguridad o de libertad.

En

la conjuntivitis alérgica,

el lagrimeo y el picor nos impiden ver

correctamente. Por lo tanto su significado podría ser: «No quiero o no


puedo volver a ver algo desestabilizador». La expresión «perder de vista»
retoma aquí todo su sentido.

En la dermatosis alérgica,

el edema engrosa la piel y anega los receptores cutáneos, lo que


biológicamente puede significar: «No quiero o no puedo estar en contacto
con algo o alguien».

Para el edema de Quincke, las principales señales de alarma se sitúan a la


altura de la garganta. Iremos en busca de una problemática de secreto
familiar, de algo no

dicho, de memorias de ahogo, de ahorcamiento, de estrangulamiento como


el cordón umbilical alrededor del cuello durante el parto de la persona
afectada o de un ascendiente, entre otras cosas.

En lo relativo al choque anafiláctico, podríamos pensar que estamos ante


una problemática de las más dramáticas, la cual se nos propone elucidar
para una prevención después del paso obligado por la reanimación.

Para estas dos últimas patologías, existen también otros significados más
específicos en correlación con el historial de la persona en cuestión y que
sólo una exploración minuciosa podrá detectar.
El metabolismo del agua y la función renal

Aquí tenemos las palabras clave de esta problemática cuya consecuencia


biológica puede llegar al hecho de conservar agua en el interior del
organismo y ser así una fuente de edemas: sensaciones de haberlo perdido
todo, de derrumbamiento de la existencia, de pérdida de referentes, de
existencia marginal, de miedo, de estar enfrentado a la nada. Por lo tanto,
en cada actividad conflictiva donde nos encontramos con estas
sensaciones, el sistema renal impedirá la normal evacuación del agua.
Vayamos a este último punto que nos informará sobre el papel del
alérgeno.

El papel del alérgeno

La ecuación «psicosomatemática» de la alergia

Empecemos por un pequeñísimo recordatorio relativo al complejo


orgánico de la

alergia. Está representado por la pareja inseparable «antígeno-anticuerpo»


que se

transpone para nosotros en el complejo psíquico de la alergia: «episodio


inicial desestabilizador-alérgeno-emoción».

Este

complejo

ha

evolucionado

progresivamente

en

«psico-choque
emocional

desestabilizador-raíl

principal/alérgeno».

Por lo tanto, algunos instantes después de este psicochoque o mucho


tiempo más

tarde, el individuo puede verse obligado, a pesar suyo, a codearse con uno
o varios de estos elementos que se han clasificado en los archivos de la
desestabilización grabados durante el psicochoque y particularmente con
el raíl principal, el alérgeno.

Éste o estos últimos pueden afectar, como lo hemos visto, a todas las
categorías de

memoria, sean visuales, auditivas, gustativas, táctiles o auditivas, y al o a


los re-sentido(s) asociados, así como a ciertos factores temporales (fecha,
edad, etc.). El inconsciente biológico, alertado, en su deseo de no ser
cogido desprevenido como la primera vez, desencadena un cierto número
de reacciones más o menos fuertes —

particularmente el edema

—, lo que llamamos normalmente el «fenómeno alérgico».

De hecho, el alérgeno sólo cumple un papel de recordatorio del psico-


choque emocional original y desestabilizador.

Tal y como lo he mencionado al principio, la crisis alérgica significa


«Cuidado, peligro, hay riesgo en la morada». Por esta misma razón, la
alergia representa el aviso de la inminencia de un peligro, es decir que
efectivamente es la solución más adecuada para prevenir al individuo de
su nueva confrontación con una situación que se memorizó como peligrosa
en una experiencia anterior. De hecho, tan pronto la persona detecta la
información asociada —el alérgeno

—, su biología intenta
advertirle que no tardará mucho en caerle el cielo sobre la cabeza. La
alergia es por lo tanto como una sirena de alarma de un sistema contra
incendio que hubiera detectado el primer humo representado por la
presencia del alérgeno en el entorno.

Para retomar una metáfora informática, tan pronto el alérgeno penetra en


el organismo, intenta abrir el archivo del psicochoque escondido en la
memoria del

ordenador que, para evitarlo, preferirá provocar una reacción en cadena


que nos llevará a una avería para así impedirnos leer los elementos
descriptivos del susodicho psico-choque.

Toda esta demostración para llegar a una ecuación de las más simples que
se encuentra en la mayor parte de los casos clínicos.

Sensibilización y programación de la alergia con formación del complejo

psico-choque emocional desestabilizador original + alérgeno


Hipersensibilización y desencadenamiento de los síntomas Alérgeno =
Recordatorio del psico-choque emocional

desestabilizador original

Desde un punto de vista práctico, el alérgeno es tan sólo un elemento


revelador y nos servirá únicamente como punto de entrada en esta
patología cuyo centro neurálgico es el psicochoque emocional
desestabilizador. Por lo tanto y a título de ejemplo, en el caso de la
jovencita alérgica al polen del plátano deberemos ir a buscar lo que
ocurrió exactamente cuando estaba sentada con su pareja en el banco de
los enamorados. La continuación puede leerse en su relato en la segunda
parte.

«¿Cuál hubiera podido ser mi propio psico-


choque emocional desestabilizador?» y

«¿Con qué situación mentalmente difícil podría estar relacionado mi


alérgeno?»

Para terminar, veamos este esquema básico que volveremos a encontrar en


la mayoría de los historiales clínicos que pueden leerse en la segunda
parte.

1 Les pido paciencia durante algunas páginas más para después descubrir
el significado de este mismo término para la clínica psicosomática.

SEGUNDA PARTE

Casos clínicos
Con la ayuda de mis alumnos y colegas amigos, he podido reunir
numerosos casos clínicos de alergia que acabaron en una gran mejoría y a
veces en una clara curación.

Veamos el programa:

Las alergias y las intolerancias a los alimentos: fresas, café, pato, leche
de vaca, leche de soja, productos lácteos en general, pescado, gambas,
cigalas, gluten y alcohol.

Las alergias a las plantas, a los pólenes y gramíneas: plátano, ciprés,


mimosas y rosas.

Las alergias a los pelos de animales: perro, gato y caballo.

Las alergias a los elementos: agua, sol y metales.

Las alergias domésticas: polvo del hogar, plumas, moho y levadura de


cerveza, ácaros, medicamentos, perfumes y tabaco.

Las alergias oculares: conjuntivitis.

Las alergias de la esfera otorrinolaringológica: rinitis, fiebre del heno,


sinusitis y pólipos.

Los cambios en el modo de vida

Las alergias transgeneracionales

Alergias e intolerancias a los alimentos

Son frecuentes y fuentes de numerosas molestias. La alergia a los


alimentos propiamente dicha se manifiesta muy rápidamente después de la
ingesta del alimento relacionado. Así, la fresa o el marisco pueden
provocar una reacción inmediata después de haber sido absorbidos, la cual
puede llegar al choque anafiláctico. En cambio, la intolerancia a los
alimentos se encuentra en el origen de los síntomas más tardíos, algunas
horas después de su consumición. Algunas veces reviste una forma furtiva
debida a una sensibilización oculta y crónica.

Puesto que el principal tratamiento que se propone es preventivo, se trata


pues de evitar la ingesta del alérgeno. Esta eliminación pasa
obligatoriamente por una dieta

de evicción, que algunas veces resulta difícil de mantener cuando el


alérgeno queda enmascarado, claramente inidentificable pero
potencialmente presente en los alimentos corrientes. Por lo tanto, eso
requiere que las personas afectadas deban inspeccionar escrupulosamente
las etiquetas que indican la composición de los alimentos, con el fin de
desalojar el «alérgeno/culpable», causa de todas sus pesadillas. Algunos
pasarán así más tiempo estableciendo una lista de los componentes que
saboreando el alimento propuesto. Para facilitar la tarea, los empresarios
de la agroalimentación se han puesto hace poco a preparar platos sin
alérgenos.

Pongámonos en lugar de los afectados: el riesgo de ahogarse, de rascarse


horas enteras, de ponerse como un tomate, de doblarse en dos con dolores
abdominales o encontrarse en Urgencias por un edema de Quincke al
borde de la muerte, justifica plenamente esta meticulosidad.

He empezado la descripción de esta patología por las alergias a los


alimentos.

Por una parte son muy fáciles de comprender y por otra de integrar. Como
lo repito a menudo en mi curso de clínica psicosomática, si se entiende el
proceso psicosomático de estas alergias, se podrá extender su modo de
razonamiento a todas las demás y, la guinda del pastel, a un gran número
de enfermedades. No cuento ya el número de curaciones que han
acontecido durante los primeros días de seminarios.

Las alergias a los alimentos son un ejemplo perfecto para ilustrar esta
nueva manera de considerar las enfermedades. Por el momento, vamos al
encuentro de la cesta

navideña que he preparado con amor y mucho humor.


Alergia a las fresas

Entre los numerosos alimentos que pueden convertirse en alergizantes,


empiezo siempre con el magnífico relato del señor La Fresa. Les pido
seguir de cerca este razonamiento porque es siempre el mismo en la
mayoría de los casos expuestos y no tendremos así necesidad de entrar en
detalles de forma tan meticulosa. Vuelvo a retomar todo desde el principio
a pesar de que se pueda pensar que es una repetición de lo que ya hemos
visto. Tal y como me decía un profesor de historia y geografía, una buena
enseñanza consiste simplemente a repetir muchas veces lo mismo, pero de
forma diferente con el fin de darle la vuelta al tema. Instintivamente he
seguido su consejo durante veinticinco años. Escuchemos a este señor que
se desplazó desde Perpiñán para elucidar su alergia.

El señor La Fresa

«Soy representante de pinturas especiales como las que se utilizan en las


industrias de la aviación o del automóvil. Somos tres sociedades europeas
para la distribución de este tipo de producto y mi área comercial es
bastante extensa. Paso la mayor parte de mi tiempo entre Londres, París,
Frankfurt, Roma, Madrid y Lisboa, y como es lógico tengo que organizar a
menudo comidas de negocio. Imagínese mi calvario cuando tengo que
preguntar a los maîtres la composición exacta de los postres pues la
mínima parte de una fresa puede llevarme al servicio de Urgencias del
hospital más cercano por causa de una crisis de ahogo al borde del edema
de

Quincke.

La primera vez que me pasó, creí que me iba a morir. Estaba en Perpiñán
en una comida familiar, el pasado mes de mayo. Mi hermano tuvo la feliz
idea de hacernos probar las primeras fresas del año. Como yo, él no sabía
que podía serme fatal.
Tuvieron que ingresarme en Urgencias y el médico en reanimación
estableció enseguida su diagnóstico: alergia al las fresas. Para él, a
principios de mayo, es clásico tal y como nos comentó. Desde entonces
siempre llevo encima un juego de jeringas con Soludecadrón2 del que no
me separo nunca.

He leído su libro3 con mucho interés, pero me gustaría saber un poco más
acerca de la alergia a las fresas.»

He oído esta última frase un sinnúmero veces. En lugar de «alergia a las


fresas»

podría mencionarse cualquier otra etiqueta médica o psicológica. Este


primer ejemplo nos servirá como modelo de acercamiento a todas las
alergias indica la teoría de la clínica psicosomática, nos esforzaremos para
encontrar de nuevo la ecuación «psicosomatemática» siguiente:

Sensibilización y programación de la alergia con la

formación del complejo psico-choque emocional original desestabilizador


+ fresa

Hipersensibilización y desencadenamiento de los síntomas

Fresa = Recordatorio del psico-choque emocional original desestabilizador

Después de la escucha, empiezo generalmente mi discurso de la manera


siguiente.

En el análisis psicosomático de la mayor parte de las enfermedades en


general y en particular de las alergias, podemos poner de relieve una
situación a menudo vivida en la realidad acompañada de un choque
emocional desestabilizador, completamente inesperado, no previsto, el
cual es imposible compartir o expresar en el momento de los hechos. He
llamado a este instante particular el psicochoque emocional

desestabilizador, una especie de Big Bang psico-emocional. Generalmente


la gente
dice que su vida ya no ha sido la misma desde este instante preciso de
desestabilización psíquica y hasta le suele poner una fecha con notable
puntualidad.

Mencionan a menudo el día y la hora, y algunos hasta el mismísimo


minuto. Hay a generalmente un antes de su psicochoque: «Nada especial»
y un después de su

psico-choque: «Ahora ya nada funciona».

Durante un tiempo dan vueltas mentalmente al acontecimiento y algunos


se preocupan constantemente, de noche y de día, lo que puede acarrear un
cierto grado de disminución de su nivel de vigilancia. La primera función
del inconsciente es proteger el individuo con el fin de asegurar su
supervivencia dentro del medio que lo
rodea, y poco a poco el problema puede llegar a difuminarse o bien puede
quedar parcial o totalmente oculto en el interior de sus circunvalaciones
cerebrales. Es la represión, un mecanismo saludable en la mayoría de los
casos.

La terapia psicosomática consiste en reencontrar los elementos que han


sido escondidos por nuestro sistema de defensa psíquico con la ayuda de
una sola indicación: la fresa. En otros términos y si puedo permitirme un
juego de palabras fácil, sólo tenemos aquí una fresa donde hincar el diente.
Ya verán que suele bastar en la mayoría de los casos.

Le explico al señor lo que es un psico-

choque e insisto particularmente en la

grabación de las bandas de sonido, vídeo, olfativa, gustativa y táctil, sin


olvidar la banda pensante con su colección de re-sentidos, así como ciertos
elementos

temporales como la fecha exacta del acontecimiento o el contexto general.


Así podemos pensar que este señor sigue girando alrededor de la rotonda
de la Fresa donde sólo las avenidas del Soludecadron, de la detección y de
la evicción de las moléculas de fresa han sido exploradas. Coloquémosle
en el paseo del Psicochoque/fresa. En una fracción de segundo se ha
paseado emocionado por la avenida de la Separación/fresa con el presente
estresograma.

«Su planteamiento es lógico. Voy a contarles mi psicochoque emocional


más que

desestabilizador. Estaba en Cadaqués, un pueblito de pescadores cerca de


Figueras, ciudad natal de Salvador Dalí. Puesto que viajaba mucho al
extranjero, había propuesto a mi mujer ir a pasar la Nochebuena en un
magnífico hotel al borde del mar con el fin de reencontrarnos en las
mejores condiciones.

Lo recuerdo como si
fuese ayer y voy a llevar agua a su molino pues he repasado durante días y
días las famosas grabaciones cerebrales que usted acaba de describirme.

¡Debo confesarle

que no me he tragado la fresa todavía! Yendo un poco más allá, también


podría ser alérgico a la piña o al mango si hubiese tenido esas frutas de
postre.

»En la banda de vídeo mi cerebro ha escogido la vista al mar y el


restaurante.

Algunas luces a lo lejos perfilaban la costa. La luz plateada de la luna se


reflejaba en el agua casi inmóvil y sus rayos parecían bailar en la
superficie bajo el ritmo alterno

de una brisa ligera. Había elegido la mejor mesa, la que tenía la mejor
vista al mar.

Era redonda y estaba cubierta de un mantel blanco. Con cubiertos de plata


y porcelana decorada con unas escenas de la vida campestre del lugar.
Cuatro copas de cristal se disputaban el lugar de honor en la mesa y un
magnífico ramo de rosas ocupaba el centro.

»En la banda de sonido, he grabado el ambiente típico de esta sala de


restaurante.

La música también ha quedado grabada: flamenco con bailarinas y un


guitarrista de los más brillantes.

»En la banda táctil, mi cerebro ha seleccionado el contacto de nuestras


manos entrelazadas. Un tacto suave y sedoso.

»La banda olfativa, como puede imaginar, está impregnada del olor de los
platos suntuosos y exquisitos que traían los camareros con delicadeza y
discreción.

Recuerdo también ese vino tinto de 1955, con un aroma único.


»Partiendo de su hipótesis, la banda gustativa sería la más impactante. Así
es. En efecto, estaba muy enamorado de mi mujer y lo sigo estando. La
idea de pasar algunos días con ella en ese magnífico entorno me daba gran
alegría. Todo se había desarrollado perfectamente hasta el postre. Ella
había escogido un fondant de chocolate sobre lecho de crema inglesa. Por
mi parte, no me podía decidir entre una fruta exótica, piña o mango, o una
simple copa de fresas, sin azúcar ni nata. Opté por lo segundo.

»Ella degustaba su pastel y yo me relamía con las fresas. En un momento


dado le

declaré mi amor asegurándole que la amaba como el primer día y, para


unir la idea al acto, le entregué un estuche que abrió con delicadeza.
Apareció un collar de perlas. En el mismo momento en que me llevaba una
fresa a la boca, el psicochoque

emocional desestabilizador atravesó mi cráneo, como un relámpago se


abate en el prado sobre un árbol solitario:

»No puedo aceptar esta joya —me dijo


— porque quería decirte que vamos a

separarnos. No sabía como decírtelo y he dudado durante toda la cena.


Hace años que sólo nos cruzamos en casa. Siempre estás ausente. He
encontrado un hombre, hace ya dos años, y no aguanto más tiempo esta
situación. Prefiero romper antes que seguir engañándote.»

»Yo no sabía qué decir, boquiabierto, con la fresa entre los dedos; no sabía
dónde meterme. Una losa de plomo me cayó encima. Nada de discursos
superfluos. Se levantó, se fue, y dejó solo con mi copa de fresas y la nota
por pagar.

La terapéutica fue simple: hizo la asociación entre este choque emocional


desestabilizador y este raíl principal/fresa. Entendió, en un primer tiempo
que este raíl/fresa no era más que un simple testigo de la situación vivida
en ese momento y que no aún hoy había sido admitida por él, con lo que
había quedado sin metabolizar.

Los demás reencuentros siguientes raíles/fresa, fuentes de crisis alérgicas,


no eran más que simples representantes. En un segundo tiempo, comenzó
el trabajo de duelo por la relación. Algunas semanas más tarde, me
anunciaba que se había curado.

La alergia al café

Les propongo ahora un cafetito con Didier Lepatezour, un alumno y amigo


de la clínica psicosomática.

La señora Café

Me encontraba en un restaurante en una comida profesional para conocer a


una pareja deseosa de colaborar conmigo. Todo se desarrolló
correctamente hasta el postre, cuando pedí un café. Vi como la sonrisa de
la señora Café se transformaba en una verdadera mueca. Su marido me
dijo que no podía ver el café. El mínimo olor
podía provocarle náuseas. Él mismo había renunciado a beberlo y se
resignaba a tomar té o infusiones. Ni un solo grano de café podía estar
presente en la casa, ni siquiera en el fondo de un armario. Sorprendido por
esta intolerancia bastante singular, le pregunté si quería hacer una prueba
con la clínica psicosomática.

Ante su respuesta positiva, me puse a darles un cursillo sobre el tema,


insistiendo particularmente sobre el estresograma y el sobre-estrés
acompañado del raíl

principal/alérgeno representado por la palabra «café». Debíamos pues ir en


busca de un acontecimiento de la vida cotidiana marcado por una
desestabilización suficientemente importante como para haber ocasionado
un estado mental de preocupación, todo ello centrado alrededor o
acompañado de «café». Dibujamos el siguiente estresograma sobre el
mantel, así como una ecuación psicosomática de este

tipo:

Psico-Choque Emocional Original Desestabilizante + Café Café =


Recordatorio del psico-choque emocional original desestabilizador

Sin vacilación alguna, su marido habló primero.

«Entiendo muy bien lo que está diciendo. Para mí no puede estar más
claro. El acontecimiento de la vida diaria con una cierta desestabilización
y un sobre-estrés

acompañado de «café» me lleva directamente a una historia de separación.


Le voy a contar el episodio tal y como ella me lo relató al principio de
nuestra relación.

Hacía cinco años que vivía con su primer amor, pero la monotonía se
apoderó de la relación y él terminó por pedirle que dejase el apartamento
del cual él era propietario. Como regalo de despedida, le ofreció una
cafetera porque a ella le encantaba el café.
»Algunos meses más tarde, se volvieron a encontrar y decidieron intentar
una nueva etapa y ella volvió a instalarse en el mismo apartamento. Al
cabo de seis

meses, la misma vida monótona los llevó una vez más a la separación. Ella
insistió en quedarse la cafetera que representaba a sus ojos un vínculo
amoroso hacia él.

»Mas tarde, hace ahora dos años, nos conocimos y decidimos vivir juntos.
Hemos utilizado la cafetera muy poco tiempo pues todavía está en una
caja en la despensa.

Desde que nos instalamos en la casa, mi mujer se ha visto


progresivamente molesta con el café, que le provoca náuseas y cierto
grado de angustia. Por lo tanto, ha dejado lisa y llanamente de tomarlo. Al
principio soportaba que yo lo tomara delante de ella, pero comprendí
bastante rápido que esta bebida debía descartarse en casa.

Me he visto obligado a limitarme a las infusiones después de las comidas.


Y si quiero tomar un café, me voy al bar.

»Si he captado bien su razonamiento, el café líquido o simplemente el olor


del café le recordaría aún esta historia, inconscientemente claro está.»

Sí, eso es. Su cerebro biológico/inconsciente —

pero no su cerebro

pensante/consciente— ha memorizado la ecuación siguiente: Café =


sobre-estés engendrado por el psico-choque de la separación todavía sin
admitir.

Cuando ella se encuentra en presencia de esta bebida —

por dos raíles

principales, el olor y el gusto

— su cerebro biológico «relee» este episodio


delicado. Podemos deducir de ello que el duelo de esta separación no se ha
hecho del todo. Así, para no sufrir más, ella evitará todo contacto con este
alérgeno. Es tan simple como eso.

Por su lado, la señora Café no parecía escuchar en la misma sintonía. En


este caso, sólo queda algo por hacer: dejar tiempo al tiempo con el fin de
darle la posibilidad de reflexionar sobre ello. Traer nuevamente a la
memoria una situación delicada no es siempre tan sencillo ya que la
represión influye mucho. Algunas semanas más tarde, su compañero me
explicó que había vuelto a tomar café en casa aunque ella aún no podía.
Han transcurrido seis meses y ahora vuelve a beber su café.

Alergia al pato

Este ejemplo precisa aún más la noción de «raíles» de la actividad


conflictiva y el trabajo clínico para descubrir los pormenores de una
alergia.

Esta mujer joven presenta una sinusitis crónica y es alérgica a los patos,
pero no a
cualquier pato. Preferimos que lo adivinen. Partimos pues del principio
que el

«pato» era el raíl principal. Claro que el «pato» como alimento se


desarrolló primero, pero la experiencia no fue concluyente y tuvimos que
retomar todo desde el principio.

Cuando estamos enfrentados a una actividad conflictiva repentina para la


cual no tenemos solución en el mismísimo instante del enfrentamiento —

el psico-choque—,

el inconsciente biológico se asienta en el re-

sentido del momento para poder

gestionar la crisis. Pero al lado de este elemento, por cierto de los más
determinantes, graba también todo, absolutamente todo el contexto de la
situación.

¿Cómo? Pues haciendo simplemente un inventario de las sensaciones


grabadas por los diferentes órganos de los sentidos.

Para la biología, existen seis órganos de los sentidos. Los cinco habituales
y uno más, el pensamiento. Este último «formularía» el re-sentido y los
demás sentidos, los

raíles del conflicto. En otros términos, la película de la situación se


centraría alrededor del re-sentido para el pensamiento y los raíles podrían
ser comparados a la banda sonora para el oído, la banda vídeo para la
vista, la banda táctil para el tacto, la banda olfativa para el olfato y la
banda gustativa para el gusto. Algunas veces un raíl destaca claramente
sobre los demás, siendo entonces el testigo
principal de la situación o bien el sospechoso número uno. En este punto
podemos pensar fácilmente que el «pato» se grabó como tal y veamos
cómo.

Ambos se paseaban en un parque cogidos del brazo. Apoyados en la


barandilla delante del lago artificial donde aleteaba una ruidosa banda de
patos, él le anuncia que ya no quiere vivir con ella. En otros términos, le
da a entender que su relación iba a darse por concluida al franquear la
puerta del parque.

Para encontrar los raíles de este psico-

choque centrado alrededor de una

separación, tenemos que hacer un paro de imagen o más bien, un paro de


la grabación efectuada por los órganos de los sentidos.
El pensamiento graba el re-

sentido durante esta separación, la hora, las

circunstancias y el clima emocional. Estamos en una situación de


separación con un

clima más bien antipático.

Los oídos graban los ruidos, los gritos de los niños alrededor, las palabras
pronunciadas y el concierto de los patos completamente indiferentes a lo
que les ocurre a estos humanos en trance de separación.

Los ojos graban el paisaje, el lago, los patos, los cisnes, el color del cielo,
la descripción del lugar del drama, la ropa que llevan, etc.

La piel graba la temperatura exterior, la mano de él y el lugar del su


contacto.
La boca graba los gustos del momento: un caramelo, una manzana
caramelizada, un helado de chocolate o de vanilla.

La nariz graba todos olores de este preciso instante.

Todos estos elementos son raíles del psico-

choque de ella y, ¡agarrárrense bien!

su primera crisis alérgica la tuvo durante el cotillón de Fin de Año después


de haber bailado al compás de una canción en particular:

¡El baile de los patos! Con toda

probabilidad, los patos representan uno de los raíles más importantes para
ella.

De esta forma, en cada psico-

choque existe un cierto nombre de raíles que pueden

estar en el origen del desencadenamiento de una crisis alérgica. Cada raíl


le puede recordar su actividad conflictiva básica y dar origen a una crisis.
Asimismo, se hubiera podido desencadenar en ella otra crisis comiendo
vanilla o chocolate.

Alergia a la leche de vaca

Se relaciona por lo general con los niños de pecho y los bebés. Menos
visible pues los síntomas son muy variados, puede también presentarse en
el niño más crecido y en el adulto. Para nuestra demostración clínica,
prefiero presentarles el significado de la alergia a la leche de vaca en el
niño de pecho. A menudo lleva a la madre a sustituirla por leche de soja,
menos alergizante pero que volveremos a encontrar muy pronto.

Antes de hablar de la leche de vaca, interesémonos por la leche materna,


primer alimento ingerido por el niño apenas después de nacer. Además de
ser un alimento nutritivo indispensable para el crecimiento del bebé,
representa un vínculo bastante peculiar entre la madre y el niño. En efecto,
cuando el bebé mama, asocia rápidamente «alimento materno» y
«alimento afectivo». Este hecho es bien conocido por los psicólogos
infantiles que describen la noción de satisfacción de la pulsión del hambre
por la mamada vinculada al placer de ser maternizado. Todas las madres, y
los padres también, lo saben: cuando el bebé llora, el primer gesto

consiste en tomarlo en brazos y llevarlo hacia el pezón. Muchas veces, él


bebé va solo, como si conociera el camino de antemano.

Volvamos a nuestro bebé en los brazos de su madre, mamando. Se siente


en plena seguridad. Asocia «seno de mamá-alimento/leche-
apaciguamiento y bienestar». Cada

vez que se siente desestabilizado, sólo pide volver a encontrar estos


elementos con el fin de disminuir su malestar.

En los países occidentales muchas madres trabajan y sólo pueden gozar de


algunos meses de baja por maternidad. Están obligadas a destetar a sus
hijos bastante temprano y a veces de mala gana. Por lo tanto y a menudo
con la ayuda del pediatra, empiezan muy pronto con la leche maternizada
y la leche de vaca, a fin de poder confiar el niño a una guardería o a una
asistenta. Hasta ahora, nada que decir en particular puesto que el pecho o
los brazos de la madre siguen estando al alcance del niño.
Todo empieza a estropearse cuando el bebé se encuentra en un universo
que le parece sumamente hostil: ambiente diferente, madre ausente, ritmo
cambiado, etc.

Para ciertos niños no es un problema, pero para otros es posible pensar que
sufren una especie de psicochoque/separación de la madre y
desestabilización, con un elemento principal grabado: la ausencia de la
leche/alimento afectivo y tranquilizador.

Por la noche, cuando la madre vuelve a buscarlo el bebé recobra este


elemento y desencadena progresivamente una alergia más o menos fuerte.
El médico establece el diagnóstico con bastante facilidad y recomienda
evitar la leche de vaca y darle a cambio leche de soja, al parecer menos
alergizante.

En resumen, para la clínica psicosomática:


Alergia a la leche = sufro por sentirme separado de mi

madre-seguridad

Para ser más preciso suelo a menudo reemplazar «madre» por función
materna.

Casi siempre ambas van a la par pues la función materna generalmente es


llevada a cabo por la madre. Pero algunas veces el padre es quien ocupa su
lugar, o algún otro miembro de la familia, ya sea la tía, la abuela, la
nodriza...

Para comprenderlo mejor veamos la historia del pequeño Rémi, alérgico a


la leche de vaca desde los tres meses y medio de edad.

Rémi

Su madre quería una consulta para su bebé alérgico a la leche de vaca


desde hacía meses. Le propuse que viniera sola. En efecto, por experiencia
todo puede resolverse sin ver al bebé porque la problemática no se sitúa
exactamente en él. Hay algo que debe arreglarse enseguida: aquí, no cabe
admitir ninguna culpabilización o culpabilidad de ninguna clase. Hasta
que se pruebe lo contrario, ningún padre desea conscientemente ningún
mal a los miembros de su familia.

Cuando la madre estuvo delante de mí, le expliqué simplemente mi


versión de la alergia de Rémi donde se dibujaba la siguiente ecuación:
Psico-choque emocional original desestabilizador dentro de un contexto de
separación + leche/afecto.

Leche/afecto = Recordatorio del psico-choque dentro de un

contexto de separación.
«Cuando mi bebé tenía tres meses tuve que ir a trabajar y lo confié a la
guardería donde lo había inscrito con mucha anterioridad. Debo reconocer
que he vivido muy mal esta situación. Dejarlo todo el día lejos de mí no
me gustaba en absoluto pero no podía hacer otra cosa. ¿Qué debo hacer
ahora?»

Mi visión de las cosas me lleva a formular dos observaciones asociadas:


Primera observación: ayudar a la persona a desculpabilizarse ya que el

«mantenimiento» de ese estado puede incluso recaer sobre el psiquismo


del niño.

Segunda observación: explicarlo todo verbalmente al niño hablándole


como si fuese un adulto y contestar a las preguntas que podría hacer
aunque no sea capaz de formularlas. En resumen, decírselo todo y
describirle simplemente lo que le pasa por la cabeza: deseos, culpabilidad,
temor, etc. Todo eso a través de un discurso claro y tranquilizador,
tomándolo en brazos con todo amor. Recuerdo que Françoise Dolto decía
que el niño lo entiende todo.

En el caso de Rémi, la alergia se difuminó progresivamente hasta


desaparecer al cabo de algunas semanas.

Alergia a la leche de soja

¿Saben que cada día hay más niños alérgicos a la leche de soja? Ya eran
alérgicos a la leche de vaca. Les pido que vuelvan simplemente a leer el
párrafo anterior y que reemplacen «leche de vaca» por «leche de soja». Es
exactamente la misma temática.

Alergia a los productos lácteos

Quiero contarles la historia de la señora «Es el week-end, Kend». Este


nombre

está relacionado con el título de una canción que ella siempre cantaba.

La señora «Es el week-end, Kend»


Esta alergia sólo pudo ser dilucidada al final del primer curso del
seminario de clínica psicosomática que propongo cada año en diferentes
ciudades de Francia y del extranjero. El primer día solemos pedir a los
participantes que hagan una pequeña presentación y, si lo desean, pueden
exponer la patología que les afecta. Por lo tanto, en función de las
respuestas, adapto mi curso con el fin de encaminarlos, si es posible, en
dirección a la buena avenida psicosomática.

En Montpellier, una de las alumnas quería oír la versión psicosomática de


la alergia a los productos lácteos. ¡Imaginen su malestar! Debía tener
cuidado con todo lo que tomaba y se negaba habitualmente a las
invitaciones para comer o cenar con gran disgusto de su marido, a quien le
complacía cambiar de ambiente los fines de semana (week-end), después
de unos días de trabajo. Eso nos venía como anillo al dedo pues, como ya
he dicho, el curso sobre la alergia se prevé siempre para el primer week-
end de formación.

Entre la alergia a la leche de vaca y la de los productos lácteos, sólo hay


un paso.

Estamos, a priori, en la resolución de la misma ecuación psicosomática:


leche-

madre-función materna/psico-

choque. A pesar de todos mis esfuerzos y de los ejemplos clínicos, la


mayoría de los cuales están consignados en esta obra, el veredicto que
únicamente le pertenecía a ella se vio cerrado de manera definitiva:

«¡Eso no me dice absolutamente nada!»

Le pedí que reflexionara y que se dejara ir en esa dirección. Los dos week-
ends

siguientes nos llevaron al mismo resultado, seguía siendo alérgica a los


productos lácteos. Se descubrió el pastel durante el último fin de semana
del año, cuando llegamos al estudio del proyecto/sentido y del
transgeneracional. He escrito mucho sobre estos dos temas y aquí sólo
haré un recordatorio, en particular a propósito de la noción de
proyecto/sentido, puesta de relieve durante los años setenta del siglo
pasado por el psicólogo clínico Marc Fléchet.

Definición sucinta del proyecto/sentido

El proyecto/sentido corresponde a un período de la vida que empieza un


poco antes de la concepción y se prolonga hasta un año después del
nacimiento. Los acontecimientos conscientes vividos por los miembros
del clan y de la familia en particular, y/o las informaciones inconscientes
de los padres, pueden influir el devenir conductual y psicosomático del
niño por nacer. Cabe destacar que Françoise Dolto, la famosa psicoanalista
infantil y de adolescentes, conocía muy bien esta noción sin darle el
mismo nombre.

Para ser práctico, pido a los participantes que relaten el ambiente familiar
y los acontecimientos particulares, positivos o negativos, que se
desarrollaron mientras estaban en el vientre materno esperando su salida
al aire puro (!) de la casa o de la maternidad.

Para la señora «Es el week-

end, Kend», el único acontecimiento desestabilizador

para la familia fue el fallecimiento de su abuela materna cuando ella se


preparaba para venir al mundo.

«Fue horrible.» Es lo que he oído de boca de mi madre y de mi padre toda


mi vida y todavía hoy. Mi madre quiso a toda costa que llevase su nombre,
Adela, y mi padre, ¡menos mal!, sólo lo declaró como segundo nombre.
Así que todo el mundo decía: cuando naciste, murió (morte) Adela
(¡mortadela!). Eso hacía reír todo el mundo menos a mí.»En consecuencia,
mi madre me educó en el recuerdo de su madre y esto me ha marcado
mucho. Para resumir, yo fui su madre desde el principio y lo sigo siendo
desde hace cincuenta años.»

La señora «Es el week-


end, Kend» se encontraba constantemente bajo una doble presión y todavía
lo está parcialmente hoy, lo que explicaría que no desapareciera por
completo su alergia. El psicochoque/fallecimiento de Adela fue re-sentido
por

su madre y las ondas de choque se extendieron hasta la pequeña. Ésta


debía asumir

dos funciones maternas: la de mutar en madre/Adela con el fin de


reemplazarla y la de amparar a su madre entristecida, haciendo el papel de
madre consoladora.

Resultado clínico: mejora progresiva y significativa al cabo de cuatro


meses.

Alergia al pescado y los mariscos

Leeremos relatos de alergia al pescado, a las gambas y langostinos.

El señor Pescado
Esta historia es bastante peculiar puesto que no hace intervenir el pescado
como alimento. Se refiere a un hombre de treinta y cinco años que no
puede ni comer ni ver el pescado. «Hasta tengo la impresión de que estoy
desarrollando una verdadera fobia.»

La exploración utilizando el raíl principal/pescado se reveló larga y estéril


puesto que yo había agotado todos mis cartuchos psicosomáticos. Ni el
menor psicochoque

a la vista. Al cabo de varias sesiones le dije que ya no podía hacer más por
él y lo dejé marchar con el gusto amargo de no haber podido dilucidar su
historia. No

podemos explicarlo todo, afortunadamente.

Algunos meses más tarde, me llama y me dice lo siguiente: «Nos


habíamos encauzado sobre unas pistas falsas y creo que he encontrado el
origen de mi alergia o, más bien, de mi fobia. Me parece que le va a
interesar. Después de la última consulta me encontré muy decepcionado
pues hace años que quiero sacarme esto de encima. Tal y como usted me
recomendó, busqué otras posibilidades y encontré algo que había ocultado
por completo: mis sueños infantiles. Fíjese que soñaba regularmente, era
más bien una pesadilla, que me devoraba un enorme pez. Cada vez me
despertaba sobresaltado, empapado en sudor. El médico de entonces me
mandó un jarabe y mejoré poco a poco. Pienso que tenemos aquí la buena
interpretación, puesto que paseando con mi amiga por el muelle de Sète,
he visto un barco descargar su pescado sin sentirme afectado. Debo decir
que todavía no me he atrevido a comer algo de pescado pero esperaré un
poco para probarlo.»

En efecto, este relato y el resultado obtenido nos muestran que nada está
petrificado. Debo decir que es la primera historia de este tipo y me la
guardo para los casos difíciles. Del pescado a la gamba, sólo hay un trocito
de mar.

Alergia a las gambas


En el caso de esta alergia tuvimos que intentarlo dos veces. La primera
consulta no había detectado ninguna situación en particular con las
gambas en primer plano.

Le propuse entonces a la paciente que reflexionara sobre ello de cara a la


próxima entrevista. Le había expuesto, claro está, mis conceptos sobre la
alergia en general, dibujándole «su» estresograma de base. Y aquí tenemos
lo que ella dedujo después de algunas semanas de reflexión.

«No es la gamba como tal sino más bien el aspecto general de la gamba.
Le explico: he tenido una hija y un hijo y, en contra del parecer de mi
marido, quería tener un tercer hijo. Muchas de nuestras discusiones me
mostraron que él no quería ninguno más. Me quedé embarazada y el
dilema de tener o no este niño fue muy difícil de resolver. Finalmente él
aceptó y decidimos tenerlo. Yo estaba muy feliz por dos razones. Primero,
porque él me demostraba que me seguía queriendo y segundo, como es de
imaginar, porque iba a ser madre de nuevo.

Desafortunadamente, al cabo de algunas semanas tuve pérdidas y llamé al


ginecólogo, quien me dijo que se trataba seguramente de un aborto
espontáneo.

Además me pidió que guardara el embrión para un análisis genético. Una


tarde, las pérdidas fueron más importantes y lo perdí en la taza del
inodoro. Tal y como me pidió el médico, lo recogí y lo limpié. Parecía una
gamba, rosadito. Puede imaginarse en qué estado me encontraba.

He llorado por ello mucho tiempo. Era septiembre. Mi primer ataque de


alergia se manifestó en noviembre después de haber comido gambas. Una
urticaria gigante.

Estaba hinchada por todas partes, sobre todo la cara y las manos, y sentía
ganas de rascarme hasta hacerme sangre. Mi marido se vio obligado a
llevarme a Urgencias.

Allí el médico me comunicó que se trataba seguramente de una alergia a


las gambas pero yo no establecí la comparación con el aborto espontáneo.»

Una vez más, vemos que la alergia es a menudo un recordatorio


inconsciente de un duelo incompleto. Aquí representa el de un hijo en
estado embrionario.

Después de este relato de gambas, no puedo dejar de mencionar una de las


interpretaciones de las alergias al marisco: frutos del mar (mer)
mère=madre.

Volvemos entonces a la problemática padres/hijos y a los duelos anteriores


con defunciones de niños demasiado prematuras.

Alergia a los cangrejos de río

La señorita Cangrejo de Río

La señorita Cangrejo de Río está muy enamorada de su novio. Un día él la


invita al restaurante y mientras ella come con placer unos cangrejos de río
le anuncia
sorpresivamente: «Sabes, querida, soy consciente de todo lo que me das y
creo que eres alguien muy especial. Esta noche te lo quiero demostrar con
esta cena magnífica. Deseo realmente que te lo tomes bien, porque eres y
serás siempre alguien muy importante para mí. Sé que puedes entender mi
elección y mi decisión de romper nuestros proyectos. La amiga que me
presentaste es tan maravillosa que hemos decidido casarnos. Quiero que te
lo tomes bien, que seas fuerte porque confío en ello».

Claro que en su fuero interno ella tiene ganas de tirarle los platos a la
cabeza pero se controla. Siente como se desgarra todo su ser. Unos años
más tarde, mientras estaba comiendo cangrejos de río, su inconsciente
asoció entonces «cangrejo de río»

con «separación mal vivida». Una hora más tarde se encuentra en


Urgencias con una urticaria generalizada. Si hubiera comido estos
cangrejos una semana más tarde, esta reacción se hubiera producido una
semana más tarde.

Es aquí donde siempre acoto que la demora entre el primer choque y la


aparición
de la alergia en sí es muy variable.

Cangrejos de río bis

Una mujer joven estaba en el restaurante con su novio, relamiéndose con


un plato de cangrejos de río. De repente, dentro de la conversación, una
observación que hizo ella disgustó mucho al señorito: ella hablaba de su
primer amor que echaba de menos todavía hoy. Estalló una pelea, la cena
se interrumpió de repente con gran desconcierto de camareros y clientes.
La ruptura fue inmediata, puesto que al llegar a casa decidieron no
volverse a ver. Ella volvió a casa de su madre y él se quedó solo en el piso
recientemente alquilado.

Algunos meses más tarde, unos amigos de la familia le invitaron a una


comida de cumpleaños. Fantásticos cangrejos de río se pavoneaban en un
plato que los invitados se preparaban a compartir. Al primer bocado de
esta tierna y blanda carne, él tuvo una reacción violenta y repentina
acompañada de espasmos y vómitos que le llevaron directamente al
hospital. Desde entonces no podía oír siquiera la palabra

«cangrejo de río». Durante la terapia, la emoción fue muy fuerte. Así,


cuando él comía cangrejos de río, revivía con mucha violencia aquella
separación, aquella angustia. Sin embargo, la joven novia hacía ya largo
tiempo que había desaparecido de su vida.

Algunos se preguntarán por qué esta alergia afectó «solamente» al joven.


La respuesta es simple: solamente a él le impactó con fuerza aquella pelea.

Alergia o intolerancia al gluten

Después de algunas generalidades, les propongo conocer a las señoras


Internado, Pensión y Rebanada, las tres alérgicas al gluten.

Generalidades sobre el gluten

La alergia o intolerancia al gluten nos lleva a cereales tales como el trigo,


el centeno, la cebada, el sorgo y el mijo. El gluten es el resultado de la
segunda etapa de fabricación de la harina. Durante la rehidratación de los
granos de cereales, las proteínas se asocian con el agua y forman una
sustancia blanquinosa y viscosa: el gluten.

Por lo tanto, las personas que presentan este tipo de alergia o de


intolerancia deben evitar los alimentos que contengan gluten, cuya lista no
exhaustiva es la siguiente: pan, pasteles, biscochos, cerveza, galletas,
cereales, crepes, etc.

Por el lado psicosomático, estaremos siempre buscando lo mismo: el


psicochoque/gluten.

En la primera fila de estos psico-

choques desestabilizadores, nos volvemos a

encontrar con un tema muy conocido: las situaciones de separación. Desde


hace algún tiempo, siempre pregunto si la persona ha estado en un
internado cuando era joven. Me lo encuentro siete veces de cada diez.
Cuando la respuesta es negativa busco lo mismo en los padres. En total,
¡nueve veces de cada diez! ¿Por qué? La respuesta es simple: en este tipo
de establecimientos, los internos comen mucho pan y añoran a su familia.
Vamos a ver por qué.

El denominador común de esta problemática podría estar representado por


la simbología del pan en general. En la mayoría de las religiones el pan
representa un elemento clave de la vida familiar: la reunión de todos sus
miembros. Aquí hacemos una cruz, allá un rezo antes de romperlo y de
repartir un trozo a todas las personas presentes alrededor de la mesa, etc.
Esto ha quedado grabado en nuestro inconsciente colectivo. Además,
etimológicamente, el pan ha dado la palabra

«compañero»: la persona con la cual yo comparto un pedazo de pan. Por lo


tanto, los panaderos estarían en parte relacionados con una especie de
«reparación» de su historia personal o de la de sus ancestros que han
sufrido por estar lejos de sus familias.

En la práctica, nos encontramos a menudo con situaciones centradas


alrededor de separaciones reales, tales como un divorcio, un ingreso en un
internado o en una pensión, o una estancia más o menos larga en casa de
los abuelos por razones diversas.

La señora Internado

«Vengo a verle por una intolerancia al gluten. Se desencadenó hace dos


años cuando todo iba bien. Tengo dolores digestivos tan pronto ingiero
gluten. Es la conclusión de mi médico gastroenterólogo. Por lo tanto, debo
ir con mucho cuidado con lo que como. Afortunadamente, dentro de la
gran variedad de alimentos biológicos, puedo escoger.»

Para poder destacar los pormenores de esta intolerancia hemos tenido que

explorar todo su historial, cuyo resumen aparece a continuación. Tres


episodios lo han jalonado.

Primer episodio: infancia marcada por el internado

«Estaba en la escuela, en el último curso de primaria. Durante toda mi


etapa escolar he sido muy buena alumna y a menudo era la primera de la
clase. Pero al final del primer trimestre, era la segunda y me daba
vergüenza. No me atrevía a enseñar mis notas a mi madre. Después de las
vacaciones de Navidad mis padres no habían todavía firmado el boletín. El
maestro me ordenó tenerlo para el día siguiente so pena de exclusión.

»A la noche, me resigné a presentar mis notas a mis padres y viendo que


no era la mejor de la clase, mi madre me acompañó y pidió ver al director.
Venía a comunicarle su decisión de ponerme en un internado ese mismo
día. Y así es como no volví a ver a mis amigos de la infancia. Desde los
diez hasta los diecisiete años sólo volvía a casa un fin de semana cada mes
y durante las vacaciones escolares.»

Segundo episodio: acompañamiento a mi madre

«Mi madre estaba enferma y cada vez más impedida. La acogí en casa con
el acuerdo de mi marido y la cuidé durante unos buenos diez años. Los
últimos tiempos eran muy duros para todo el mundo porque adelgazaba
mucho y no comía casi nada.
Tuvimos que hospitalizarla en varias ocasiones para que pudiese coger
peso. Al final y a pesar de nuestra insistencia ya no se alimentaba. Murió y
su cuerpo parecía un esqueleto. Esto me impactó mucho.»

Tercer episodio: fallecimiento de una pensionista

«Puesto que mi marido ganaba tan sólo lo justo para vivir y con la
experiencia que habíamos adquirido cuidando de una persona mayor,
transformamos una parte de nuestra casa en centro de acogida. Cuidamos a
cuatro abuelas y esto duró hasta que mi marido se jubiló. Más exactamente
unos cuantos meses después, porque teníamos todavía una abuela con
nosotros. Se llamaba Josefina. Ella también se fue en un estado parecido al
de mi madre porque ya no quería alimentarse. Se negaba rotundamente.
Finalmente sus hijos decidieron hospitalizarla y murió poco tiempo
después.»

Interpretación

Encontramos por una parte lo «clásico» del internado en el primer


episodio.

Como ya hemos señalado, el pan representa la reunión familiar alrededor


de la mesa.

Por otra parte, en los siguientes episodios aparece una problemática con la
comida que llevó a su madre a un estado de caquexia y también a Josefina
la pensionista.

Hay que destacar que esta última falleció justamente el día del aniversario
del nacimiento de la primera. Podemos pensar que las circunstancias del
fallecimiento de Josefina reactivaron las relativas a su madre, centradas en
torno a la comida.

Vemos que hay algo así como un «precalentamiento» durante la infancia,


una reactivación con la muerte de su madre y un desencadenamiento con
el fallecimiento de Josefina.

Su reflexión
«No sé si usted tiene razón pero eso me recuerda algo característico de mi
personalidad. Tengo dos hermanos y una hermana. Nos llamamos a
menudo y yo les digo siempre que preferiría tenerlos en casa para
compartir una comida. Esto me da más ánimo que cualquier otra cosa.»

La señora Rebanada

Es una estudiante de biopsicogenealogía. Tiene sesenta y un años y «vivo


tranquilamente mi jubilación de funcionaria pública desde hace ya algunos
años.

Cuando digo tranquilamente, olvido mencionar dos cosas importantes: mi


poliartritis reumatoide (PR) y mi alergia al gluten. Con la primera ya me
he estabilizado con un montón de remedios convencionales o no. En
cambio con la segunda es como un calvario. En efecto, desde hace catorce
años me veo obligada a controlarlo todo antes de comer. Cuando voy a la
compra me vuelvo imbatible a la hora de detectar el menor gramo de
harina, trigo, mijo, sorgo, avena o trigo candeal en las etiquetas que
indican la composición de los alimentos. Puede que usted no lo sepa, pero
los hay por todas partes. El elemento más desestabilizador reside en el
hecho de no poder aceptar todas las invitaciones que nos hacen. En cuanto
nos alejamos un mínimo de esta norma implacable, a la media hora a dos
horas después me estoy retorciendo de dolor de intestinos, vomito y tengo
diarrea. Mi marido lo sabe y ha aprendido a vivir con ello y sobre todo a
comer conmigo».

Este curso le iba muy bien a ella, porque como ya lo he mencionado, el


primer contacto con la clínica psicosomática trata, entre otras cosas, del
significado

psicosomático de las alergias. Es el más bello ejemplo que describe esta


nueva manera de acercarse a las enfermedades o a los trastornos de la
conducta.

Debe de estar todavía dando las gracias a la persona que le aconsejó


inscribirse en estos estudios ¡porque su alergia al gluten desapareció esa
misma tarde!
Había empezado mis clases hablando de los casos frecuentes de una
programación infantil centrada alrededor de la separación de la familia
para referirme luego a los numerosos contingentes de internos, reales o
simbólicos, descritos anteriormente. Aparentemente ninguna reacción
había tenido lugar en ella durante mi exposición. «Esto no me dice
absolutamente nada. Nunca me alejé de mis padres cuando era pequeña.»

Me permití retomar todo desde el principio: «No estoy buscando


sistemáticamente una historia de internado pero ocurre que muchos
alérgicos al
gluten han sido separados de sus familias sin su consentimiento. Si
volvemos a nuestro esquema del estresograma, podemos visualizar un
sobre-estrés que

podríamos traducir como «desarreglo», «fuerte desestabilización» o bien


«episodio muy delicado» de la vida cotidiana, y todo eso acompañado de
una imagen donde está representado un trozo de pan, una rebanada o algo
de harina.»

Al oír estas palabras vi como sus ojos se pusieron a brillar. Le cayeron


algunas lágrimas que ella intentó torpemente enjugar. Después de algunos
instantes empezó a expresarse.

«Me veo todavía ahí. Tenía once años. Estaba en la cocina. La mesa grande
del comedor entre mi madre y yo. Ese día tenía que empezar la escuela por
primera vez.

Llevaba un vestido blanco y tenía zapatos nuevos. Mi madre me había


preparado el desayuno: chocolate con dos rebanadas grandes de pan con
mermelada. Mientras yo comía, ella lloraba porque estaba muy triste al
verme marchar y quedarse sola en casa. Era la primera vez que nos
separábamos. No había querido enviarme al parvulario y la entrada en la
escuela primaria le había costado mucho. Por un lado yo me sentía
contenta de marcharme pero por otro me ponía muy triste ver llorar a mi
madre. En esa situación desgarradora, no sabía qué pensar.»

Eran más o menos las cuatro de la tarde. Al día siguiente, nos contó esto:
«Ayer por la noche mi marido había preparado la cena: una sopa y conejo
con champiñones. Muy segura de mí misma, tomé una rebanada de pan y
le di un mordisco. Mi marido, asustado, abrió los ojos como platos:

»—Pero, estás comiendo pan, ¡Te vas a retorcer de dolor!

»—¡Sé lo que hago! —le dije en tono muy seguro.

»Total, que me comí una rebanada grande de pan de pueblo. No tuve


dolores y dormí muy bien, mejor incluso que otras noches. Cuando me
desperté, comí otra vez pan y el resultado se sigue manteniendo.»
Al mediodía fuimos a un restaurante. El menú daba a escoger un surtido de
postres colocados sobre un aparador de buffet libre. Todo el mundo vio
como engulló un magnífico pastel de chocolate lleno de gluten y hasta ¡se
sacó una foto como muestra! Cinco meses más tarde nos dijo: «Me he
olvidado de lo que significa ser alérgica al gluten.»

Alergia al alcohol

En clínica psicosomática es clásico asociar el alcohol a una problemática


de fusión entre el padre y la madre. En efecto, es la única bebida que reúne
dos polos aparentemente opuestos: el agua y el fuego. El elemento
«líquido» se acerca al arquetipo materno: agua, luna, lo que baja a la
tierra, el principio femenino universal. Por su lado el elemento «fuego» es
considerado un arquetipo masculino: sol, calor, lo que sube al cielo.
Asimismo los indios americanos hablan del «agua de fuego» y ésta ha sido
una buena manera de neutralizarlos para poder arrebatarles sus tierras
ancestrales. Los aborígenes de Australia han sufrido la misma suerte.
Para ser más precisos iremos en busca de una problemática en la pareja de
los padres: peleas sempiternas, divorcio, separación, etc.

La señora Champagne

Una mujer de cincuenta años presenta una alergia al alcohol. «Si sólo bebo
una copa o incluso una gota, mi pecho empieza a arder. Es la principal
manifestación y la

sufro desde mi adolescencia. Mire, por ejemplo, la otra noche, al volver


del trabajo, le dije a mi marido sin pensarlo antes: “Querido, abre una
botella de champagne pues tengo mucha sed.”

»Muy sorprendido, pensó que me había vuelto loca. Después de insistirle,


finalmente aceptó. Bebí una copa y luego otra, y empecé a decir tonterías.
Estaba simplemente bebida y me encontraba muy bien en este estado. Mi
marido sabe que eso no va más lejos y está acostumbrado a este tipo de
bromas. Me dormí tranquilamente y no pasó nada durante cierto tiempo.
Así que no entiendo lo que me está ocurriendo.»

¿Qué podemos hacer con este alcoholismo intermitente y por demás


original?

Así que nos pusimos en marcha sobre esta pista. No dio nada, pero en
cambio el hablar de sus padres nos permitió encontrar un episodio
impactante de su vida donde ellos ocuparon el primer lugar. Una fuerte
emoción se despertó en ella.

«Soy asmática desde pequeña y a los quince años tuve una crisis muy
fuerte. Mis padres creyeron que iba a morir pues no conseguía respirar. Mi
padre encontró una solución radical para reanimarme: abrió una botella de
alcohol de quemar y me restregó el pecho con él. Como no veía ninguna
mejora, encendió una cerilla y todo mi tórax se encendió. La quemadura
me despertó y salí del ahogo gritando de dolor pero volví a retomar el
aire.»

Aquí el análisis demuestra que esta niña grabó una suerte de ecuación
original y muy personal: el alcohol me permitió vivir, por lo tanto es
bueno para mi, le guste o

no al presidente de la liga antialcohólica. Desde el punto de vista racional,


lógico e intelectual, el alcohol es bueno para ella porque es el elemento
esencial que la ha salvado. Por lo tanto, hoy día y de vez en cuando,
recurre a esta estratagema especial cuando se desestabiliza.
«Desestabilizada» significa sobre-estresada por cualquier

razón.

La moraleja de esta historia es la siguiente. Por una parte, ella conoce muy
bien este evento que recuerda algunas veces y por otra, sabe que el alcohol
la pone enferma. La magia de la clínica psicosomática es tejer un vínculo
entre estas entidades aparentemente separadas. Durante la consulta,
cuando ella misma pudo establecer ese vínculo preciso, y no otro pues le
pertenecía en propiedad, al volver a su casa se autorizó a festejar su toma
de conciencia bebiendo dos copas de champagne, una para brindar para su
propia salud y otra para la de su marido.

2 Potente corticoide utilizado en urgencias con formas graves de alergias.

3 «Entrevistas psicosomáticas», Ediciones Bérangel.

4 Por extensión y en una segunda fase, servirá de ejemplo para empezar a


comprender un gran número de enfermedades.
Alergia a las plantas

Ahora veremos unos relatos de polen y de flores

Alergia al polen de los plátanos

El ejemplo siguiente demuestra que todo el mundo puede tratar


psicosomáticamente la mayoría de las alergias. Este señor, por ejemplo,
no es terapeuta pero se interesa mucho por la medicina psicosomática y ha
acompañado a su mujer a los seminarios que di en Marsella en 2001.

Corredor de seguros y asesor financiero, su profesión le llevó a concretar


una cita con una rica cliente que tenía algunos miles de euros para invertir.
Ella vivía en un magnífico chalet en la Drôme de Provenza, como un
pequeño castillo arriba de una colina con vistas grandiosas a las montañas.
Un gran portal de hierro forjado dejaba entrever una alameda de plátanos
centenarios. Escuchemos el relato de la señora Plátano.

La señora Plátano
«Aparqué el coche delante de la escalinata de la mansión y vi como mi
cliente me esperaba de pie con una caja de kleenex en la mano. Estábamos
a mediados de abril y pensé enseguida en una alergia. No hace falta un
diploma para relacionar los pañuelos y una alergia, sobre todo en esta
época del año.

Me dio, como siempre, una calurosa bienvenida y me permití preguntarle


a propósito de su alergia, que yo no conocía.

—¿Qué le pasa, señora?

No me hable, me he vuelto alérgica al polen de los plátanos. Además, el


especialista me ha aconsejado que los tale todos. ¡Completamente
inconsciente! Son centenarios y mis antepasados se retorcerían en sus
tumbas si se enterasen. No puedo hacer eso. Prefiero quedarme con mi
alergia antes que cometer ese sacrilegio.

—¿Desde cuándo es usted alérgica?

Sólo desde esta misma primavera. Nunca en mi vida había tenido esta
enfermedad. Me cayó encima así, hacia finales de marzo. El tratamiento
me produce alguna mejoría, pero no puedo pasar sin estos pañuelos.

—¿Qué le ocurrió el año pasado en esta misma época?

—¿Por qué me pregunta usted eso?

Pues... acabo de conocer el significado de la alergia para la clínica


psicosomática. Si me lo permite, se lo quiero explicar, es de una
simplicidad apabullante.

—Claro, amigo mío. Si pudiese ayudarme, estaría encantada.

En la mayoría de las alergias hay que buscar un episodio en el cual la


persona ha sido afectada por un choque emocional inesperado, como
cogida por sorpresa, y la consiguiente onda de choque no ha podido ser
encauzada por los recursos habituales. En otras palabras, esta onda de
choque ha sobrepasado sus mecanismos de defensa. En ese mismo
momento, el cerebro ha percibido una especie de peligro extremo viendo
llegar esta oleada conflictiva emocional que invadía y desestabilizaba la
fisiología habitual. Ha registrado entonces cierto número de
parámetros gracias a las informaciones proporcionadas por los cinco
sentidos y por el pensamiento. En su caso, ha debido captar el polen de los
plátanos a través de las mucosas y de la piel. Un complejo, compuesto de
dos elementos indisociables

«episodio desestabilizador-

polen de los plátanos» se grabó así en su memoria celular.

»Más adelante, cuando los censores registraron el polen de los plátanos, el


cerebro desencadenó el plan ORSEC que, aquí, es su crisis alérgica. Su
biología le ha avisado tan sólo que seguía existiendo un peligro. Por esta
razón, para la clínica psicosomática, una crisis alérgica no es más que una
bocina de alarma para evitarle hundirse de nuevo en ese recuerdo
desagradable. ¿Que ocurrió para usted el año pasado en esta misma época?

No me hable. Estaba aquí, en el porche, como ahora. Era la una y media


del mediodía. Hacía muy buen día y un poco de viento. Mi marido me
anunció que me engañaba con su secretaria y que me dejaba para irse a
vivir con ella. Como bien lo dice usted, ¡vaya sorpresa! No me lo esperaba
en absoluto porque todo iba, con normalidad. Hacía más de cinco años que
estaban juntos y ¡nunca me lo había imaginado!»

Esta conversación se transformó al poco rato en una sesión de psicoterapia


y el agente en inversiones financieras escuchó simplemente a la señora sin
darle a

conocer las últimas oportunidades bancarias, pues las circunstancias no


eran muy adecuadas. Tiempo después, ella lo volvió a llamar: su alergia
había mejorado mucho y así… ¡él pudo firmar varios contratos!

La señorita Plátano

Volvamos a encontrarnos con la encantadora joven de la demostración de


la primera parte. Presenta una alergia al polen de los plátanos que varios
paquetes de pañuelos sólo ayudan a contener. No hay resultados, a pesar de
los tratamientos antialérgicos prescritos por su médico. El tratamiento de
desensibilización practicado durante tres años tampoco ha dado resultado.
Veredicto: evitar los plátanos y tomar antihistamínicos de forma
preventiva todos los años.

Una vez hecha la exposición habitual de introducción, fuimos en busca de


su ecuación psicosomatemática personal:

Plátano = Psico-choque emocional original desestabilizador En pocos


instantes le vino todo a la conciencia, sobre todo ciertos episodios de su
infancia.

«Por mi madre no sé mucho, pero estoy segura de que mi padre nunca me


quiso.

Puedo citar muchas pruebas. La más significativa se refiere a los regalos


de Navidad o de cumpleaños. Él prefería a mi hermana mayor a quien
colmaba de ternura y atenciones. Siempre me estaba comparando con ella
en todo: belleza, elegancia, resultados escolares, alegría de vivir,
desarrollo intelectual, etc. He sabido más tarde que él quería tener un solo
hijo, preferentemente una niña. Mi madre quería un

niño y, mala suerte para los dos, llegué yo. Me llamaron Dominique. Así
no podían equivocarse. Además, mi hermana y yo nacimos con dos días de
diferencia y festejábamos nuestros cumpleaños el mismo día, el 15 de
abril, el día de mi hermana, por supuesto.

»En relación con el famoso psico-

choque, lo veo, o más bien los veo, como si

fuese ayer. Yo lloraba a menudo, sola en mi habitación, cuando me dolía


alguna injusticia. Cuando tuve ocho años, el día de «nuestro» cumpleaños,
ese sentimiento de injusticia fue muy fuerte. Ella había recibido varios
regalos: una magnífica muñeca con sus ropitas, un neceser de maquillaje y
un vestido. Por mi parte, un único paquete me esperaba: ¡un libro sobre
animales salvajes! Tuve que aguantar las lágrimas durante toda la comida.
»Después del postre me fui al jardín y lloré con la cabeza apoyada en el
único árbol que había ahí: un plátano en plena floración. Comencé a
hablarle a menudo y se convirtió en una especie de confidente a lo largo de
los años. Si lo he entendido bien, mi cerebro grabó en el mismo momento
una extrema tristeza y el polen de plátano que me caía encima. Y si he
entendido todavía mejor, son estos recuerdos de injusticia y de tristeza los
que me envenenan la vida y la nariz hasta ese punto.»

Otro relato de plátano: «Cuando era adolescente, salía con un chico y nos
encontrábamos en el parque del pueblo, en un banco apartado, debajo de
un plátano.

Después de varios meses de relación, él me dejó. Yo no me lo esperaba en


absoluto

y eso ocurrió bajo el plátano. Creo que ahora ya ¡basta con esas viejas
historias!»

La determinación de sus palabras me demostró que esta jovencita iba a


curarse rápidamente. Y así fue, esta alergia se volatilizó tan deprisa como
el voleo del polen: con un golpe de viento. Debemos recordar que algunas
veces estamos enfermos por las consecuencias de sentimientos
desestabilizadores ocurridos durante nuestra infancia y que nos siguen
marcando. A menudo es nuestro niño interior quien sufre y cuando el
adulto se da cuenta de ello y toma conciencia mediante un proceso de
esclarecimiento, estos episodios parecen compararse a «tonterías sin
importancia» que no tienen razón de ser hoy día. El distanciamiento puede
producirse sólo porque está amasado dentro de una pasta de convicción
absoluta y el síntoma/reflejo de la problemática ya no sirve para nada.
Éste desaparece y la carga emocional vinculada se disipa como las nubes
en el viento.

Alergia al ciprés

Empecemos con la historia de la señorita Ciprés hecho por Christian


Flèche. A

continuación Didier Sevin seguirá con la de la señora Listón y después


volveremos a encontrarnos.

La señorita Ciprés

La señorita Ciprés tiene dieciocho años. Está muy enamorada de un


muchacho.

Hace algún tiempo que salen juntos. Un buen día de primavera, sentados
en un banco cerca de un ciprés, el joven le anuncia que su padre ha
cambiado de trabajo y que van a tener que mudarse, y se pone a llorar en el
hombro de su Dulcinea.

Escondiendo su pena, ella quiere animarlo pues lo quiere profundamente.


Reprime su propio dolor y lo tranquiliza diciéndole que se escribirán, se
llamarán y que se verán durante las vacaciones, pero se siente destrozada.

Hoy esta mujer de treinta y cinco años se ha casado con otro hombre y
tiene dos hijos. Está enamorada de su marido pero, de vez en cuando,
piensa en su primer amor y su recuerdo vuelve a ella con toda su lozanía y
dolor. La emoción sigue intacta. A partir de aquella edad y cada año,
cuando entra en contacto con el polen de ciprés, empiezan los picores en
sus ojos. El psicochoque emocional se

representa aquí por una actividad conflictiva centrada alrededor de la


separación de orden visual. Volver a encontrar este evento, evidentemente,
es liberador.

La señora Del Listón

Tiene más de cincuenta y cinco años y empezó su carrera de alérgica al


ciprés hace casi veinte. Múltiples hipótesis fueron mencionadas pero
ninguna de ellas se correspondía con su problema. Yo me encontraba
bastante molesto, y agotados mis argumentos —búsqueda del psicochoque
con un raíl donde figurara un ciprés, o un

mueble de ciprés entre otras cosas


—, le hablé de su marido. La mujer relata

entonces lo siguiente: «justo después del nacimiento de nuestra hija


mayor, tuvimos que cambiar el techo de nuestra habitación. Mi marido se
fue en busca de madera de ciprés y empezamos a instalarlo. Yo le pasaba
los listones y los clavos para fijarlos sobre las viguetas. De repente se puso
muy nervioso. Nunca lo había visto así.

Tuvimos que parar porque se había puesto frenético. Para mí fue un


verdadero

choque verle así, él que parecía tan delicado y buena persona. Nunca me
atreví a volver sobre el asunto más adelante aunque me había impactado
muy fuerte».

Los resultados clínicos son claros: ¡resolución de su problema alérgico!

Sigamos con nuestro periplo. Algunas veces, para poder comprender una
alergia al ciprés, basta con contestar esta simple pregunta: ¿Dónde
encontramos normalmente estos árboles?
La respuesta es fácil: en los cementerios. Lo mismo ocurre con especies
como las tuyas o los cedros. Es bien sabido que estos sitios tienen la
reputación de ser tristes, sobre todo los días de entierro. Largos cortejos
fúnebres siguen el ataúd del ser querido. La tristeza está presente en todas
las caras. Los llantos, los desgarros, los gritos de desesperación, los
sollozos se mezclan con los pólenes que asciendan en volutas por el aire
enlutado.

Como todos los ejemplos anteriores lo han demostrado, la ecuación


psicosomatemática de esta alergia, Ciprés/Dolor moral, pena, etc., puede
verse fácilmente.

Otras veces no es tan simple y debemos ir a explorar otros capítulos de la


vida de la persona en cuestión. En primer lugar, el estudio de la
psicogenealogía es sumamente valioso pues nos puede revelar los trabajos
de duelo que no se hicieron en relación con uno o varios fallecimientos y
que han impactado al clan familiar al cual la persona alérgica está
transgeneracionalmente vinculada.

Alergia a las mimosas

Es una curiosa y apasionante historia porque varias consultas han sido


necesarias para poder llegar al meollo de la cuestión. Ella era alérgica en
cierta manera… Pero no, les voy a dejar leer el relato hasta el final para no
quitarle su buen sabor. Les presento a la señora Mimosa del Norte.

La señora Mimosa del Norte

Nació en el norte de Francia, en Lille para ser exacto. Creció ahí y estudió
sin desplazarse más allá de doscientos kilómetros de su ciudad natal. Para
las vacaciones acostumbraba a frecuentar las playas de Dunkerque o de
Boulogne-sur-

Mer. Dicho de otra manera, tenía los pies bien enraizados en su tierra y no
sabía mucho de la Francia «de abajo» o más bien de la del Sur.

Pero el azar hizo que se encontrara con un joven estudiante en medicina


oriundo de Niza y que había venido a perfeccionarse en el servicio de
neurocirugía dirigido por uno de más grandes especialistas en hernia
discal. Una simple historieta de amor de paso se convirtió pronto en un
verdadero idilio. Al cabo de un año, terminadas

las prácticas, el caballero tuvo que volver a su tierra. Fue un verdadero


desgarro para esta hija única y joven huérfana de padre. Tenía que dejar a
su madre gozar sola de las alegrías de la jubilación a la que acababa de
acceder después de cuarenta y cuatro años de buenos y leales servicios en
la industria textil.

«No podía pedir a mi compañero que la lleváramos con nosotros pues


había decidido seguirle a él y disfrutar del cielo azul que la gente del norte
sólo tiene en los ojos. Cuando llegué a Niza en septiembre, encontré
fácilmente trabajo como secretaria. Todos los días llamaba a mi madre,
que llevaba una vida tranquila de jubilada recién estrenada. Ella tenía sus
costumbres y se veía regularmente con sus amigas y compañeras de
trabajo. Por nuestra parte, vivíamos en una casita en lo alto de Niza y yo
pasaba mucho tiempo en el jardín cuidando de las flores. A finales del
otoño empecé a estornudar cada vez más fuerte y a sonarme todo el día.
Desde ese primer invierno me volví alérgica a las mimosas.

»Cosa extraña e intrigante para el Jefe de Servicio de


dermatología/alergología conocido de mi compañero, yo nunca había
estado en contacto con este árbol. Era como un enigma alergológico, pero
las pruebas eran indiscutibles y el profesor decía que ser alérgica a las
mimosas en Niza era como serlo a ¡los mejillones con patatas fritas en
Lille!

»Probamos todas las terapias posibles y cada año hacía mis reservas de
pañuelos desechables a pesar de los medicamentos. Una compañera de
trabajo conocía la clínica psicosomática y me dijo que con este método se
podían curar las alergias.»

Antes de seguir adelante, quisiera hacer una pequeña rectificación. La


clínica psicosomática no es un método sino simplemente una teoría, una
nueva manera de ver el origen, o más bien los orígenes, biológicos y
psicosomáticos posibles de una patología.
Como siempre, empezamos con un cursillo sobre fisiología biológica con
el fin de encarrilar a la señora Mimosa en la avenida correcta.
Aparentemente se quedó en la rotonda de la Alergia a las mimosas y
después de varias consultas sin resultados convincentes, volvimos a
empezar desde el principio. La respuesta se desarrolló a partir de la
pregunta siguiente: ¿Cuál ha sido el drama más grande de su vida, su peor
recuerdo?

Su respuesta fue doble: «El primer drama de mi vida fue el fallecimiento


de mi padre, pero no me acuerdo de ello en absoluto. Yo tenía dieciocho
meses cuando sufrió un grave accidente de coche. El segundo fue mi
marcha de Lille hacia Niza siguiendo a mi futuro marido. Estaba a la vez
feliz de marchar para ir a vivir mi flamante historia de amor pero al
mismo tiempo me sentía culpable de dejar a mi madre a más de mil
kilómetros de distancia. Sabía que no la vería a menudo y pensaba en ella
constantemente. La llamaba cada día y en cuanto me era posible, dejaba a
mi marido en Niza porque él no podía abandonar demasiado tiempo a sus
pacientes».

Un pequeño ejercicio de visualización nos permitió descubrir el origen de


su alergia a las mimosas. Le pedí que recordara las sensaciones que había
tenido en el
momento de su partida y que visualizara a su madre entonces.

«Yo lloraba y ella también. Cuando la veo siempre me vuelve la misma


imagen: está ella en la cocina preparando la comida y siempre llevaba el
mismo delantal que le encantaba. Era de color crema con… unas mimosas
dibujadas.»

Cuando pronunció la palabra «mimosas», su mirada se aclaró a pesar de


las lágrimas provocadas por el recuerdo. Acababa de hacer la relación
entre su psicochoque/separación de su madre y su alergia a las mimosas
que adornaban el delantal de su madre. Esta toma de conciencia fue el
origen de la curación de su enfermedad… imaginaria.

Alergia a las rosas

Varios ejemplos de alergia a las rosas han sido elucidados con buenos
resultados clínicos. Normalmente se suele encontrar un psicochoque
asociado a estas flores.
Imaginen a un jovencito con un ramo de flores recibiendo una calabaza
por parte de

su Dulcinea después de haberse declarado. Bien lo cantó Georges Brassens


cuando se inspiró en ello: «Avec mon p’tit bouquet, j’avais l’air d’un con,
ma mére. Avec mon p’tit bouquet, j’avais l’air d’un con» (Con mi ramito
yo hacía el burro, madre mía. Con mi ramito, yo hacía el burro).

En otros casos, no es la flor sino el nombre «Rosa» el que se ubica en


primer plano de la problemática. A menudo Rosa es una persona por quien
sentimos afecto, como una abuela adorada que, para nuestro pesar, murió
demasiado pronto. Aquí tenemos otro relato de Rosa, la mujer del señor La
Flor, quien se curó solo, después de haber asistido a una conferencia sobre
el tema.

El señor La Flor

«Yo era alérgico a las rosas. En unos minutos se me podía desencadenar


una rinitis aun sin saber que había rosas en la proximidad. Estornudos,
nariz tapada y picores en los ojos eran las señales principales. Busqué al
comienzo un psicochoque/rosa pero no encontré nada. En cambio, en
cuanto hice la asociación entre la flor y el nombre de mi ex mujer, mi
alergia se volatilizó. En efecto, he vivido con
ella durante más de quince años y hemos tenido tres hijos. Los últimos
años fueron un infierno para mí. Ella tenía unos celos tremendos y lo
controlaba todo, hasta mi ropa. El ambiente empezaba a ser
verdaderamente insoportable y decidí divorciarme. Fue peor y entendí
entonces que me quería siempre a su lado como un perro faldero. Cuanto
más me rebelaba, más quería vigilarme. Al cabo de algún tiempo ya no
podía soportarla y empecé los trámites del divorcio. Fue una verdadera
lucha y me montó las mil y una con falsos testimonios, etc. Por fin, eso
duró más de dos años, me fui definitivamente de casa para vivir con más
sosiego. Fue después y poco a poco que se declaró mi alergia.»
Alergia a los animales

El gato, el perro y el caballo se consideran animales agradables. Ciertas


civilizaciones los veneran. Así, el gato goza de un lugar privilegiado en el
Antiguo Egipto y los ingleses respetan como nadie a su amigo el caballo.
Sin embargo, si una persona, en particular un niño, es alérgica a los pelos
de su mascota favorita, la historia cambia pues la evicción es palabra clave
de los alergólogos. Ante ello nos hacemos la pregunta siguiente: ¿Cómo
puede ser que este animalito tan simpático se vuelva de la noche a la
mañana el origen y la causa de ciertas reacciones alérgicas?

La teoría clásica nos dice que es una cuestión de sensibilización


progresiva. Por nuestra parte vemos las cosas de otra manera. Esta
sensibilización es más bien mental ya que un psicochoque ha sido
asociado a este animal, cuyos pelos no son más que sus representantes.
Por lo tanto, este tipo de alergia nos hará ir en busca de uno o varios
episodios donde intervengan estos animales y en los cuales se han
alcanzado numerosas curaciones . Aquí tenemos el estresograma que nos
encontramos habitualmente.

En primer lugar, veamos el relato de una alergia a los pelos de perro y de


gato que ha sido curada. La recuperación de la curación es actualmente de
dieciocho meses sin crisis.

Alergia al pelo de perro y de gato

Un día, una participante en un seminario me hace una pregunta referente a


la alergia a los pelos de perro y de gato. En primer lugar le explico de
nuevo el mecanismo psicosomático de las alergias en busca del
acontecimiento desestabilizador donde el papel principal sea desempeñado
por un perro o un gato.

Sus reflexiones no dieron fruto alguno. Pido a los demás que reflexionen
sobre la simbología general de estos animales. La respuesta tomó cierto
tiempo en llegar: el perro y el gato representan el hogar familiar en el
sentido amplio de la palabra. ¡En la imagen clásica el padre fuma su pipa,
la madre lee un cuento a los niños, el gato sobre las rodillas y el perro a
sus pies, todos juntos alrededor de un buen fuego en la chimenea! De todo
ello emana dulzura, afecto y ternura. Por lo tanto, el gato y el perro pueden
ser asimilados al bienestar familiar. Edith Brodsky seguía el debate
atentamente puesto que debía atender a una paciente con este tipo de
alergia a la semana siguiente. Escuchémosla:

«Le dije exactamente lo que acababa de aprender y cuando evoqué el


bienestar
familiar, esta persona recordó algunas cosas con cierta emoción. Había
hecho un acercamiento entre su alergia y «su drama» de niña. Algunos
meses más tarde, recibía esta carta de la señora De los Pelos.

La señora De los Pelos

«Yo tenía alergia a los gatos y a los perros. Durante una consulta
comprendí que esta alergia tenía su origen en una situación de separación
en relación con mi familia.

Tenía asma desde los tres años y esta asma estaba vinculada a un tío
abuelo que había sido gaseado en la Primera Guerra Mundial. Para tratarla
me mandaron a un hospital de niños sin avisarme, haciéndome creer que
marchaba de vacaciones con mis padres. Por lo tanto tuve un choque
importante cuando mis padres se fueron dejándome en el hospital a cargo
de una señora. No entendí lo que ocurría.

»Mientras estuve ahí todo fue bien, pero en cuanto volví a casa de mis
padres mi asma se duplicó. Reencontrar la casa y mis animales favoritos
hizo que las crisis aumentasen.

»Después de tal toma de conciencia tuve dos oportunidades para


probarme. Por una parte, en las Navidades estuve en contacto con un perro.
Como siempre llevaba
conmigo un antídoto pero me di cuenta de que ya no lo necesitaba. No tuve
asma, ni mocos y tampoco me lloraron los ojos. Lo interesante es que el
perro parecía muy atraído por mí, puesto que se pasó los cinco días
acostado en mis pies.

»Por otra parte, más adelante fui a casa de una amiga que tiene ¡diez
gatos! No estuve en contacto directo con ellos pero el olor y los pelos
estaban por toda la casa.

Tuve exactamente la misma experiencia, es decir, que tampoco caí


enferma.

Así que quiero decirles que esto funciona y también darles las gracias.»

Durante un curso sobre terapéutica, una curación instantánea tuvo lugar en


un trío de participantes supervisado por Jean-Jacques Lagardet. Una de los
asistentes quiso

explorar su alergia a los pelos de gato. Este caso clínico es uno de los más
simples, como se darán cuenta.

La señora Del Gato

«En cuanto entro en una casa donde hay un gato, empiezan a picarme los
ojos, mi nariz se congestiona y estornudo. Hace muchos años que estoy
así.»

La primera y única pregunta que se le hizo fue: «¿Hubo algún drama con
un gato en su vida?» Rápidamente un recuerdo de la infancia afloró a su
mente: «Tenía nueve años. Volvía del colegio y a algunos metros escasos
de mi casa vi a mi gato atropellado en la calle. Fue horroroso. Estuve
descompuesta durante meses y poco a poco fue disminuyendo».

El análisis psicosomático es simple y su ecuación psicosomatemática es la


siguiente:

Psico-choque/alérgeno = Imagen horrible de su gato


atropellado, por lo tanto los pelos de gato le recuerdan ese mismo psico-
choque.

Los ojos llorosos y con picores nos indican que la banda de vídeo está
afectada.

Es una visión calificada como «horrible».

La nariz congestionada y presa de estornudos nos lleva hacia la banda


olfativa cuyo significado podría ser: no quiero estar más en contacto con
este re-sentido y

deseo expulsarlo de mi cuerpo.

Resultado clínico: la misma tarde, acariciaba una gata muy bonita, dueña
del lugar del seminario.

A su vez, Jean Platon me relataba una historia bastante original donde


intervenía el señor Del Gato.

El señor Del Gato

Durante una sesión de psicoterapia el señor Del Gato me habla de su


alergia a los pelos de gato.

«Tan pronto entro en una habitación donde ha estado un gato, los ojos
empiezan a picarme. Progresivamente me pongo a llorar, mis ojos se
hinchan y se ponen muy rojos. Siempre pasa lo mismo. Así que puedo
detectar el mínimo pelo de gato en una casa o en un piso. Inútil añadir que
los evito tanto como me es posible. Hace mucho que dura eso y no
recuerdo la fecha de cuando empezó. Pienso que se instaló poco a poco sin
que yo me enterase. De todas formas hoy llevo la etiqueta de «alérgico a
los pelos de gato». Como puede imaginarse, he seguido muchos
tratamientos, pero sin éxito. Mejoran un poco la situación eso es todo.»

La particularidad de este caso clínico reside en el hecho siguiente, que


confirma la teoría psicológica de la alergia. De nuevo aquí hemos
encontrado el dúo clásico de la alergia: represión y desplazamiento.
Después de haberle explicado algunos pormenores, evoca a su abuela
materna. Él la quería mucho. «Pasaba muchos días en su compañía pues
me acogió desde que nací. Vivía cerca y a menudo, después del

colegio, pasaba por su casa donde me esperaba una merienda. Aún


adolescente no podía dejar de pasar por su casa después del colegio y más
tarde después del instituto. Siempre estaba de buen humor y dispuesta a
ayudarme si podía. Era una verdadera abuela adorable. Murió cuando yo
tenía veintiún años. Fue un verdadero choque para mí aunque fuese lógico;
tenía ochenta y ocho años. Conservo una imagen grabada en mi memoria:
sentada en su sillón con su gatito ronroneando en sus rodillas. Adoraba a
los gatos y tuvo varios a lo largo de su vida».

Vemos perfectamente que su sufrimiento estaba en parte relacionado con


el duelo de la muerte de su abuela querida. Uno de los mecanismos de
defensa de nuestro inconsciente es el desplazamiento, perfectamente
descrito por Sigmund Freud.

Consiste en ocultar un acontecimiento psíquicamente doloroso y


reemplazarlo por un elemento del entorno totalmente banal. En su
imaginario, él recuerda a su ser querido asociándolo con un gato. Desde un
punto de vista económico, es más fácil

«enfrentarse a la realidad del fallecimiento» dirigiendo la conciencia hacia


el gato asociado a su vez con la abuela. De esta manera, el sufrimiento no
se ve reactivado.

En otros términos, el inocente gato recuerda a la abuela muerta y reactiva


el sufrimiento inconsciente. La manifestación clínica centrada alrededor
de los ojos recuerda simplemente que el impacto emocional se metabolizó
por esta parte del cuerpo. ¿No decimos acaso «perdido de vista»?

Esta toma de conciencia, unida a un clásico acompañamiento de duelo, le


llevó a una curación definitiva.

Veremos ahora dos ejemplos de Christian Flèche: La Gata Pesada y el


Gato Blanco y Negro.
La Gata Pesada

Una niñita adora a su gata, pero el animal molesta mucho a su padre, que
ya no lo soporta. Una noche mientras la niña duerme, decide poner la gata
en el maletín del coche y alejarse de la casa. Conduce durante más de una
hora, se detiene cerca de un bosque y abre el maletín. Aterrorizado, el
animal huye de inmediato.

El hombre vuelve tranquilamente a su casa después de ejecutar su faena.


Al día siguiente la niña busca su gatita y el padre, mintiendo, le propone ir
en su busca.

Después de más de dos horas sin resultado, la niña se pone a llorar. «No
volveré a encontrar a mi michina, han debido de atropellarla.»

Un mes más tarde se oye un maullido detrás de la puerta. Loca de alegría


la niña abre y reconoce su animalito, esquelético. Lo toma contra su pecho
para mimarlo y protegerlo, y algunas horas más tarde la gatita muere en
sus brazos. Por segunda vez se siente separada de manera conflictiva. Más
adelante y cada vez que entra en contacto con un gato sea cual sea, una
gata o un gatito, una alergia se manifestará con el aspecto de una rinitis.

El Gato Blanco y Negro

Un joven es alérgico a los pelos de gato pero no de cualquier gato. Su


alergia se manifiesta sólo en presencia de gatos que tienen dos colores:
blanco y negro. Es alérgico a los pelos del gato de su amiga pero no al gato
de su cuñado, que es de un
solo color. No entiende en absoluto el porqué. Ha encontrado un
acontecimiento importante que había permanecido oculto por completo y
me confía un recuerdo de la infancia bastante cruel. Cuando tenía diez
años mató a su gato blanco y negro ahogándolo bajo su almohada. Nunca
entendió el porqué de este gesto pues se sentía fuera de sí. El gato murió,
el joven salió de su trastorno pasajero, puso el gato en una bolsa que tiró a
la basura. Finalmente para él la ecuación alérgica es la siguiente: gato
blanco y negro =«estoy loco».

Veamos ahora el caballo, amplia fuente de rinitis, conjuntivitis, picores y


otras manifestaciones desagradables.

Alergia al pelo de caballo


La señora Caballo

Una mujer viene a verme por una alergia al pelo de caballo que tiene desde
los

dieciséis años. Me cuenta que siempre le han gustado los caballos. «Es una
pasión para mí desde que era una cría. Me fascinaban y de pequeña le
pedía a mi padre que me llevara a verlos al club cerca de casa. No más alta
que un tapón, empecé mi carrera de amazona familiarizándome con los
ponis. Más adelante, el día de mi undécimo cumpleaños, el monitor me
autorizó a montar un caballo y ése fue mi más bello regalo de
cumpleaños.»

Desafortunadamente, cuando cumplió los dieciséis se volvió de repente


alérgica al pelo de caballo. Una enorme rinitis así como picazones la
afectaban mucho a pesar de los antihistamínicos que le recetaban. «Me
rasco y me sueno en cuanto entro en contacto con el pelo de caballo. Algo
curioso: estas manifestaciones pueden ocurrir también cuando veo una
competición por televisión y entonces ya no cuento los pañuelos que
gasto.»

Su alergólogo le había aconsejado anteriormente no acercarse a los


caballos. Lo hemos visto al principio de este libro: la evicción del
alérgeno es el primer acto terapéutico propuesto por la facultad de
Medicina. «Imposible para mí. Es como pedir a un andaluz que no coma
chorizo o a un magrebí que no pruebe más el cuscús.

Un tratamiento de desensibilización de más de tres años tampoco dio


resultado. La única posibilidad que me quedaba era tomar medicamentos y
sonarme repetidamente.»

Transcurridos los preliminares, fuimos en busca de su propio psicochoque

emocional desestabilizador. En muy poco tiempo ella, que daba vueltas en


su carrera de la alergia al pelo de caballo, hizo bruscamente un quiebro y
enfiló hacia el camino del bosque.
«Algunas semanas antes de la primera crisis y como todos los domingos
por la tarde, me preparaba para hacer un paseo solitario a caballo cuando
un señor, jinete mayor del club, se ofreció a acompañarme. Inocentemente
acepté y nos dirigimos hacia el bosque que lindaba con el club de
equitación. Yo lo conocía bien, todo el mundo lo consideraba muy buen
jinete. No sé lo que le pasó, pero cuando estábamos bastante lejos del club
quiso acorralarme contra una barrera con su caballo. Quedé bloqueada con
el caballo por medio sin poder huir. De haber estado a pie hubiera sido más
fácil y más simple para mí: podría haber forcejeado y huido a toda prisa.

Me sentí muy angustiada pues no podía hacer avanzar a mi caballo, que


además se había puesto muy nervioso. El caballero empezó a tocarme los
pechos y yo grité.

Jamás había gritado tan fuerte. Él se sorprendió y aproveché ese breve


instante para librarme y salir al galope. Creo que hubiera podido ganar
cualquier carrera ese día.

Nunca había galopado así en mi vida. Afortunadamente, conocía muy bien


a mi caballo, que me obedeció a pies juntillas. De vuelta al club no tuve el
valor de contárselo a mi monitor y me lo callé. Nadie lo sabe y es la
primera vez que se lo digo a alguien.»

Resumiendo: Pelo de caballo = Recuerdo del sobre-estrés primario—


engendrado por un intento de tocamiento por

parte de un viejo jinete lúbrico.

La mejoría se manifestó muy rápidamente gracias a una toma de


conciencia y a un pequeño ejercicio que le aconsejé:5 «Cada vez que vayas
al club, vuelve a pensar en este episodio y dile a tu cerebro que hoy estás
perfectamente segura.»

Varias lecciones se sacan de este ejemplo.

Primera lección: el alérgeno es significativo. Sin caballo este estrés no se


hubiese producido.
Segunda lección: no se trata de un conflicto de separación sino de un
conflicto por contacto impuesto.

Tercera lección: hasta esta sesión, el acontecimiento había sido reprimido


durante muchos años. A pesar de todo, ella había vuelto a ver a ese hombre
a menudo puesto que frecuentaba el club asiduamente. Sin embargo, lo
había borrado todo de su mente para no estar nunca más en contacto con
ese estrés ingobernable. La magia de la clínica psicosomática operó de
nuevo y siempre en el mismo sentido: establecer un vínculo significativo
para la persona entre dos elementos aparentemente separados: el psico-
choque y la alergia.

5 Se desarrollará esta tabla terapéutica más adelante, al final del libro.

Alergia a los elementos

Éste es un apartado curioso puesto que el origen de estas alergias pasa


generalmente desapercibido a los ojos de la mayoría. El interés de esta
manera de interpretar las alergias toma aquí todo su sentido. Trataremos la
alergia al agua, al

sol y al metal.

Alergia al agua

En primer lugar la «utilidad» psicosomática de ser alérgico al agua reside


en el hecho siguiente: debo evitar el contacto con este elemento porque lo
he memorizado anteriormente como estrechamente vinculado a una fuerte
actividad conflictiva, y representa el raíl principal de mi alergia. Por lo
tanto, acuden directamente a una mente despierta las memorias de
accidentes tales como inmersiones en submarinismo, ahogo, suicidio,
asfixia, tanto biográficas —

pertenecientes a la

propia historia de la persona afectada

— como transgeneracionales —pertenecientes


a la historia familiar.

En segundo lugar, el agua es el símbolo arquetípico universal de la madre.


Está asociado a la luna, a las mareas, a los flujos y reflujos. Buscamos
pues una problemática ligada a la madre o a la función materna.
Habitualmente encontramos separaciones causadas por enfermedades,
hospitalizaciones, divorcios o defunciones prematuras. En el lado opuesto,
el sol es el representante del padre y de la función paterna.

La señora Piscina

Una encantadora mujer de treinta y cinco años se queja de ser alérgica al


agua.

Para precisar, es alérgica al agua de piscina. «En cuanto meto un pie en el


agua, se
enrojece y me pica. En cambio, puedo bañarme en la bañera o disfrutar en
el mar pero me es imposible meterme en una piscina. Cuando era joven, he
sido monitora de natación en un centro situado al borde de un lago. El
encargado nunca entendió cómo yo podía vigilar a la gente que se bañaba
ahí si era incapaz de ocupar el mismo puesto de trabajo en una piscina.
Quiero confesarle que tampoco yo he entendido nada. Pero he conseguido
hacerme a la idea».

Una vez más, iremos a buscar en su historia o en la de su familia un


episodio impactante donde el elemento «piscina» o bien «agua de piscina»
ocupe un lugar primordial. Aquí tenemos la respuesta:

«Yo tenía doce años cuando ocurrió el drama. Se trataba de mi primo


hermano, el hijo mayor de mi tía materna, con quien tenía un vínculo muy
fuerte pues prácticamente nos habíamos criados juntos. Teníamos la
misma edad y nos veíamos cada miércoles y los fines de semana. Un
domingo decidimos ir a bañarnos a la piscina municipal en compañía de
otros alumnos de su colegio. Había mucha gente y hacía muy buen tiempo.
Era yo muy tremenda y me apuntaba a todas las actividades: carreras,
chapuzones, pelota, concursos de natación bajo el agua, etc. Había mucho
movimiento alrededor de nosotros. En un momento dado, nos echamos
agua simulando una batalla. Mi primo estaba enfrentado a otro chico que
le metía la cabeza bajo el agua y unos cuantos fuimos a defenderlo. La
lucha estaba en su apogeo y nos subíamos unos encima de los otros
haciendo olas. Eso duró algo más de cinco minutos. Cansados, nos
dirigimos hacia el borde de la piscina, pero él no estaba entre nosotros.
Vimos su cuerpo en el agua pero era demasiado tarde. El monitor lo
intentó todo para reanimarle y la asistencia sanitaria no llegó con
suficiente rapidez. Murió ahogado.»

Veamos su estresograma personal:

La señora Del Baño

«Ni siquiera puedo lavarme como todo el mundo. Cojo una esponja, la
mojo y tengo que lavarme así. Si tomo una ducha, me entra angustia y
puedo llegar hasta el ataque de pánico. Nunca bebo agua, sólo té y un poco
de vino. Sería capaz de ahogarme en un vaso de agua. Mi marido no
soporta más estas «niñerías», como él

dice, pero es más fuerte que yo.»


Cuando oigo «es más fuerte que yo» pienso lo siguiente: esta encantadora
criatura

¡no puede ser impotente hasta este punto! En su cerebro inconsciente debe
de existir un mensaje del tipo: está prohibido entrar en contacto con el
agua so pena de peligro o más exactamente, so pena de evocar un peligro
anterior donde el elemento «agua»

ha sido predominante. Nos remontamos hasta la quinta generación. Su


tatarabuela se había suicidado tirándose a un estanque.

Christian Flèche cuenta un caso bastante peculiar de alergia al agua. Les


pido que sigan su razonamiento a fin de llegar a una precisión más exacta
de los síntomas. Por lo tanto, antes de empezar cualquier exploración será
necesario poner cerco a todos los componentes de la patología.

El señor Tiza

El señor Tiza presenta una alergia al agua. En nuestra investigación


psicosomática, lo interrogamos sobre el agua. «Desde los dieciocho años,
en cuanto me lavo, poco después de la ducha, me salen manchas rojas en la
piel, en particular en las manos y en la cara. Me rasco tanto que me
arrancaría la piel».

La sintomatología es importante en nuestra investigación pues no hay azar


en la localización. En su caso, son las manos y la cara. Es curioso pues
cuando se ducha todo su cuerpo está bajo el agua. ¿Por qué entonces se ven
tan sólo afectadas las manos y la cara? Lo vamos a entender escuchándole.

¿Es alérgico a cualquier tipo de agua? No, porque cuando se ducha en una
región

de Francia donde el agua contiene poca caliza, no tiene ninguna alergia.


Por lo tanto no es alérgico al agua sino al componente calizo del agua.

¿Qué ocurrió a la edad de dieciocho años? Antes sólo se duchaba dos veces
a la semana pero al llegar a esa edad tomaba dos duchas diarias pues
empezó a hacer deporte de forma intensiva. Debía lavarse mañana y
noche, por lo tanto saturaría su cuerpo de cal. Según él, nada más
específico le ocurre. En cambio, si exploramos sus ciclos celulares
biológicos memorizados, según los trabajos de Marc Fréchet, encontramos
la edad de nueve años.6 Rememora entonces un acontecimiento dramático.
«Ocurrió en primaria, durante una clase. El maestro me había pedido que
fuera a la pizarra para corregir un ejercicio de matemáticas. Cogí una tiza
(caliza) y empecé a escribir el enunciado del problema planteando las
operaciones a efectuar.

Me equivoqué de forma lamentable y no sé lo que le pasó al maestro, pero


empezó a ridiculizarme delante de toda la clase hasta que me puse rojo de
vergüenza y emoción. No sabía dónde meterme y lo único que quería era
bajar de la tarima, lejos de la pizarra, tirar la tiza al patio y huir de ese
ambiente, de esa atmósfera espantosa.»

No es la tiza la culpable, la malvada o la responsable de su malestar, pero


si no se hubiese equivocado en la pizarra, el maestro no lo hubiera
ridiculizado. Por lo tanto, podemos encontrar un desplazamiento sobre la
tiza que toma un cariz negativo en términos de vergüenza: «no quiero estar
en contacto con». Aquí, en esta alergia, la caliza contenida en el agua no es
más que la representante de la tiza. Cuando se

ducha no siente vergüenza alguna y tampoco existe una fuente particular


de emoción.

Pero por su parte, su cuerpo recuerda lo doloroso que fue este episodio
para él.

Alergia al sol

Tal y como hemos visto en la introducción al presente capítulo, el


elemento «sol»

está a menudo vinculado al padre o a la función paterna. En la mayor parte


de los casos, se trata de una problemática ligada a un padre ausente
físicamente a causa de un fallecimiento, un divorcio o una separación.
Otras veces el padre está presente físicamente en el hogar pero ausente
simbólicamente a causa de una depresión, del alcoholismo o por otro
motivo. Tenemos ahora cuatro relatos donde interviene este elemento. En
el primero nos encontramos con nuestro amigo Michel Garlantezec.

La señora De la Boda

Durante una sesión de osteopatía esta señora de cincuenta años evoca su


alergia al sol. Cuando llega el buen tiempo se encuentra siempre fastidiada
por los rayos solares que muchas personas esperan con impaciencia. No es
su caso, pues ella los tiene que evitar de forma absoluta so pena de sufrir
picores dolorosos que pueden tomar proporciones importantes. Como
suele ocurrir, ningún tratamiento la había aliviado. Cuello, pecho,
hombros, brazos y piernas eran los principales lugares afectados. Se veía
obligada a caminar en las aceras donde tocaba la sombra y taparse hasta
las muñecas, por lo que prefería llevar pantalones y se ponía unas gafas de
sol casi todo el año.

Es inútil decir que sus vacaciones de verano podían volverse un verdadero

infierno. Por otra parte, eso era una constante fuente de peleas con su
marido, quien ansiaba tumbarse en una playa del Mediterráneo.

Una sola consulta fue suficiente para esclarecer su problema. Le expliqué


la fisiología del fenómeno y después de algunas reflexiones se encontró
recorriendo a paso largo la avenida del Sol/Padre en lugar de dar vueltas
en la rotonda de la Alergia como lo había hecho durante tantos años.
«El día en que más me faltó mi padre fue el día de mi boda. Han pasado
más de veintiocho años y todavía hoy estoy resentida con él. Era muy
religioso y muy riguroso en su práctica. Cuando le presenté a mi futuro
marido se opuso enseguida a nuestro matrimonio pues mi pretendiente no
le convenía en absoluto: él no era para nada religioso pero había
consentido en pasar por el altar para la celebración de nuestra boda.

»Aquella mañana de junio, lucía un sol magnífico. Estábamos esperando a


mis padres antes de entrar en la iglesia. Diez minutes de retraso, luego
quince, veinte, treinta. El cura empezaba a impacientarse y nosotros
también, sobre todo porque el sol ya no era ningún regalo: ascendía
irremediablemente hacia el cenit. A mi maquillaje no le gustaba mucho el
calor. Al cabo de tres cuartos de hora decidimos celebrar nuestro
matrimonio sin la presencia de mis padres. Subí la escalinata de la iglesia
y me encaminé por el pasillo central sin mi padre. ¡Es el padre quien tiene
que llevar su hija al altar para entregarla a su futuro marido!»
Teníamos ahí un serio motivo biológico para explicar esta alergia al sol
pero tuve que emplear a fondo mi arte terapéutico para que pudiese
entender, en un primer momento, que su cerebro había grabado un período
de sobre-estrés motivado por la

espera de su padre/sol en asociación con un verdadero sol de junio que


impactaba sobre su piel y su mente. Por lo tanto, cada vez que esta
sensación de calor se

detectaba por parte de ese mismo cerebro biológico, algo así como un
llamado del acontecimiento desestabilizador se ponía en marcha en la
forma más o menos intensa de intolerancia al sol.

La curación se produjo a la semana siguiente. Debo decir que el terapeuta


que se inicia en clínica psicosomática siempre espera estos resultados. Le
otorgan más seguridad de aquí en adelante, y esto fue lo que ocurrió en mi
caso.

La señora Sol

No es una vidente superdotada sino una maestra y se queja de una alergia


al sol que se instaló progresivamente a lo largo de su infancia. De una
simple molestia al principio, se transformó en un verdadero problema
dermatológico con manchas rojas y picores en las partes visibles de su
cuerpo, y erupciones recubiertas de granitos feos. Como todas las personas
afectadas por esta misma patología, el lugar donde pasar las vacaciones se
volvía cada vez un problema. La única manera de protegerse era ir tapada
con el fin de no enseñar ni un solo centímetro cuadrado de su piel.

Cuando oigo «soy alérgica al sol desde pequeña», no me lanzo


directamente a efectuar pruebas de alergia. No. Pregunto si hubo algún
divorcio en el historial familiar, una separación o un fallecimiento. Esta
consulta ilustra la «magia» del concepto psicosomático de las
enfermedades. Ella, por su lado, buscaba numerosos motivos que pudiesen
dar una explicación a su alergia: productos de belleza, cremas solares,
composición de las prendas de vestir, etc. Esta vez fuimos directamente al
grano: la problemática con el padre.
«Mis padres se divorciaron cuando yo tenía doce años. Fue un auténtico
drama para mi madre, quien tuvo que criarnos a mi hermano mayor y a mí.
Veíamos a nuestro padre solamente durante las vacaciones escolares y lo
echábamos mucho en falta. Cuando tenía quince años, se mató en un
accidente de moto. Fue un verdadero choque para todo el mundo y en
especial para mí. Naturalmente, lo quería como una hija puede querer a su
padre».

El pequeño Sol

Es la historia de un niño de cinco años, con intolerancia al sol.


Escuchemos a su madre.«No me había dado cuenta antes, pero desde que
su padre y yo nos separamos, su fobia al sol fue en aumento. Para ir al cole
prefería andar por la acera a la sombra cuando yo prefería la del sol.
Curioso: me pidió que le comprara gafas de sol en pleno invierno».

Esta intolerancia al sol se difuminó en muy poco tiempo cuando su padre,


informado sobre la situación conflictiva, tranquilizó a su hijo y pasó más
tiempo con él.

Veamos con Christian Flèche, otro aspecto de la alergia al sol.

¿Qué representa el sol? ¿De qué tipo de alergia se trata? ¿Desde cuándo?
El sol puede ser también sinónimo de búsqueda de la verdad. «Quiero
sacar a la luz todo este asunto» o bien de «luz/día».

El señor Ropavejero del Norte

Actualmente este señor está a la cabeza de numerosas tiendas de ropa de


segunda

mano. Tiene una verdadera cadena bajo el rótulo «Ropa vieja del Norte».

Es alérgico al sol y ése es el principal motivo de la consulta. Al principio,


la búsqueda clásica del padre nos llevó rápidamente al vestuario. En
cambio, su alergia —¡Argelia!
— tenía un origen diferente. Tenemos que repetirlo: sólo en el historial de
la persona encontraremos los nudos conflictivos. Escuchémosle, con una
copa de anís en la mano y algunos kemias7 sobre la mesa.

«Como se habrá dado cuenta por mi acento, soy pied-noir. 8 Yo vivía en


África

del Norte durante los acontecimientos de 1960. Salía con una chica de
Argelia, lo cual era muy mal visto por el general Massu y sus
paracaidistas. Teníamos que encontrarnos a escondidas y sólo de noche.
Vernos en pleno día, a la luz del sol, era dramático pues ella estaba
asustada por las posibles represalias.»

Su re-

sentido profundo era: «No se puede estar en contacto con el sol o nos
descubrirán». Así que sólo se veían de noche, en secreto. «En esa época
secuestraron a mi padre y nunca más lo volví a ver». Otro re-sentido: «No
estaré

nunca más con mi padre».

«Cuando los dos llegamos a Francia, enseguida nos señalaron pues vivir
con una oriunda de Argelia estaba muy mal considerado por entonces. Nos
vimos obligados, una vez más, a intentar pasar desapercibidos y a
escondernos, por así decirlo.»

Por lo tanto, estos dos re-

sentidos se conjugaron en uno solo representado por el sol/luz-día-padre.


Cuando tomó conciencia de ello, la mejoría de sus síntomas fue
impresionante.

Del sol al oro, sólo hay un paso. Christian Flèche nos lleva a su mina de
casos clínicos.

Alergia al metal

De vez en cuando, vemos personas alérgicas a los metales, preciosos o no.


Tenemos aquí los relatos de la señora Chatarra y la señorita La Guapa La
señora Chatarra

Es alérgica al metal. Le pregunto si a todos los metales. Contesta que sí a


excepción del oro y la plata. «En cuanto me pongo bisutería o una zona de
mi piel entra en contacto con el hierro, tengo una sensación desagradable.
Si no me lo quito, aparece una roncha que va en aumento y podría
rascarme hasta arrancarme la piel. Si se trata de pendientes, puede
desarrollarse una infección con aparición de líquido.»

Aquí pensé que el metal sólo intervenía como un desplazamiento. Detrás


del síntoma había algo más. Pude así pensar en esta alergia al metal como
una forma de evitar el contacto, ya que podía tratarse de una actividad
conflictiva de «contacto impuesto donde intervino el metal» y no de un
clásico conflicto de separación.

Cuando me dijo que padecía esta alergia desde siempre, me orienté hacia
una
memoria transgeneracional más o menos disimulada en las ramas de su
árbol genealógico.

Por lo tanto y después de estas observaciones, ella pudo recordar muy


emocionada un episodio doloroso de su historia familiar: un crimen por
arma blanca.

Tras contactar con ello mentalmente, lo acepta, se libera y más aún cuando
esta historia no le pertenecía más que a sus abuelos. He vuelto a ver a esta
mujer al día siguiente, llevaba bisutería. Su cuerpo ya no reacciona pues el
significado del metal ya no es el mismo: para ella los metales, fueran los
que fueran, no eran ni puros ni impuros. En este ejemplo el metal tiene un
sentido muy personal: ser alérgico al metal hoy soluciona el hecho de un
ayer relativo a un ancestro apuñalado con arma blanca. Por lo demás, este
relato hubiese podido ser aparecer en el capítulo dedicado a las alergias
transgeneracionales, cuyo estresograma clínico es el siguiente:
La señora La Guapa

Esta mujer es alérgica a los metales de bisutería. La estética es muy


importante para ella, la belleza, la calidad, y estar en contacto con algo
que no es ni oro ni plata la remite a una desvalorización estética, una
desvalorización personal. Son sus significantes propios.

6 En ciertos casos, dividimos la edad por dos para encontrar


eventualmente un elemento importante en la biografía de la persona.

7 Tapas típicas del lugar.

8 Colonos franceses asentados en Algeria.


Las alergias domésticas

Alergia al polvo de la casa

En este apartado empezaremos por un caso clínico que nos cuenta Jean
Platon, nuestro psicólogo clínico biológico. Este ejemplo nos servirá, por
una parte, de guía para entender la mayoría de las alergias de este tipo y
por otra, para unir la psicología a la clínica psicosomática.

El señor Aveyron

Este señor, de unos cuarenta años, vino a verme porque tenía ciertos
problemas existenciales y lo ayudé durante más de un año. En el curso de
una entrevista, me indicó que debía viajar a Aveyron para una reunión
familiar. Le temía a ese fin de semana no por miedo a desestabilizarse
mentalmente al reencontrarse con algunos miembros de su familia, sino
porque era alérgico al polvo de la casa. Sorprendido por este comentario,
le pido que sea más preciso y me comunica entonces algo

sorprendente: no es alérgico a cualquier tipo de polvo sino que desarrolla


rinitis y sinusitis sólo cuando entra en contacto ¡con el polvo de Aveyron!

Ante esta peculiaridad tan extraña y con una pequeña idea in mente, le
propongo explorar algo más en esa patología, si así lo deseaba por
supuesto. Aunque por entonces no era yo un gran especialista en clínica
psicosomática, me interesaba por este tipo de patologías desde hacía
tiempo. Partí de la siguiente hipótesis: ha debido de vivir una situación
traumatizante en esa región y su inconsciente ha hecho una transposición
simbólica sobre el polvo, lo que los psicólogos llaman un

«desplazamiento». Por lo tanto, el polvo es sólo un derivativo para ocultar


algo más importante e imposible de aflorar a la luz. No olvidemos que
nuestro inconsciente tiene un papel fundamental en el proceso de
protección del individuo. Por otra parte, creo que este mecanismo de
defensa es el más utilizado por nuestro inconsciente en los procesos
psicosomáticos.

«Vivo y trabajo en Sète, al borde del mar, y me quedo ahí la mayor parte
del tiempo. En cuanto subo a Aveyron, no sé por qué, empiezo a estornudar
y moqueo por la nariz. Un líquido claro al principio y más amarillo a
medida que va pasando el tiempo, con un dolor de fondo a la altura de los
senos maxilares. Todas estas señales desaparecen a los pocos días, en
cuanto vuelvo a casa. Al principio no había hecho vinculado estas alergias
con el polvo típico de Aveyron.

»Después de varios episodios de este tipo consulté a mi médico, quien ante


las señales evidentes de alergia me aconsejó ver a un alergólogo. A raíz de
tales
síntomas, éste reafirmó el diagnóstico y para confirmarlo me sometió a
una serie de pruebas cutáneas. No dieron resultado alguno: ni la más
mínima reacción clara salvo una pequeña mancha roja indicando el
alérgeno polvo doméstico. Yo seguía sin saber a qué era alérgico. Ante
esta duda, me fui a ver el mejor especialista, el profesor X, de fama
internacional y a quien llaman con regularidad las emisoras de radio y
televisión.

»Debo confesar que me tenían por un caso raro pues ninguna prueba dio
positiva tampoco en este centro médico de vanguardia. Los consejos
terapéuticos fueron siempre los mismos: pasar la aspiradora por toda la
casa y tomar antihistamínicos.

Ante la persistencia de los síntomas en cada vuelta a la casa familiar, tuve


la idea de comunicarle al médico que mi alergia sólo se manifestaba en
presencia del polvo de Aveyron. Se puso a reír cuando se lo dije. De hecho,
me aconsejó que no volviera más por ahí, que limpiara a fondo la casa
asiduamentey que tomara la medicación.

»Creo que los médicos no se dan cuenta de lo que dicen. Limpiar una casa
de más de trescientos años a fondo ¡con suelos de madera! ¿No
presentarme más por ahí?

Imposible. Es la casa de mi niñez, donde pasaba todas mis vacaciones


cerca de mis abuelos, primos y primas, de toda la familia. Usted ya sabe la
importancia que tiene la familia en esta región. Por lo tanto, me resigné a
sonarme y a tener dolores de cabeza durante mis visitas. Pero mantuve mis
contactos familiares.»Después de haberlo escuchado atentamente, le hice
la observación siguiente:

«En los procesos inconscientes de defensa, existe uno en particular


relativo a las alergias. Yo le propongo que considere esta alergia al polvo
de la casa de Aveyron una especie de derivativo sobre el cual su
inconsciente ha focalizado su economía fisiológica. En otras palabras, le
pide que mire en una dirección precisa cuando en realidad la problemática
se encuentra en el polo opuesto. Por consiguiente, le animo a que haga
funcionar su memoria con el fin de encontrar, si lo hay, algo
desestabilizador, una situación desagradable que hubiese acontecido en
esta región o en esta casa precisamente».

Al momento su cara se transformó. Una emoción intensa se tradujo en


lágrimas y sollozos, y a continuación manifestó su enfado, su rabia.

«Fue mi tío. Yo tenía ocho años. Me violó por la fuerza aplastándome


contra el suelo de mi habitación, donde se había presentado cuando todo el
mundo estaba en el jardín.»

Como podemos imaginar, hubo un estrés enorme en un ambiente


polvoriento que

se grabó en su inconsciente.

Violación + polvo ?› Polvo = recuerdo de la violación Se entiende


perfectamente que es más fácil focalizar la atención consciente sobre la
palabra «polvo» que sobre «violación». Por consiguiente, en cada una de
sus visitas le era más fácil dirigir toda su economía fisiológica sobre la
alergia al polvo de la casa, lo que de ese modo le evitaba recordar aquel
evento doloroso. Una vez más, el sistema psíquico de defensa enviaba sus
mejores elementos: la represión y el desplazamiento. La terapia consistió
en acompañamiento y apoyo psicológico durante unos meses. Mi
experiencia clínica de más de treinta años me permite decir que uno no se
repone tan fácilmente de este tipo de historias. En cambio, su alergia fue
mejorando de a poco y se curó definitivamente durante nuestras últimas
entrevistas.

Creo que podemos dar las gracias a nuestro amigo Jean Platon por esta
magnífica y muy demostrativa historia. Nos permitirá vincular la
psicología a la clínica psicosomática y ampliar el concepto de la alergia al
polvo.

Psicología y clínica psicosomática

Mi más ferviente deseo es vincular estas dos disciplinas ya que a menudo


hablamos de lo mismo bajo concepciones distintas.

¿Qué dice la psicología? Tal y como Jean lo ha expresado, nuestro


inconsciente nos protege focalizando toda nuestra atención consciente
sobre un elemento sin importancia con la ayuda del mecanismo psíquico
del desplazamiento, en este caso

el polvo, para no tener que enfrentarse con las consecuencias psicológicas


desestructurantes de una violación.

¿Qué dice la clínica psicosomática?

Para contestar a esta pregunta debe

plantearse en primer lugar la siguiente: ¿qué le ocurrió a este niño de ocho


años en sus grabaciones estresográmicas cerebrales? La respuesta es
siempre la misma: un psicochoque brutal, inesperado, vivido con cierto
grado de aislamiento y origen de una importante carga emocional
desestabilizadora, todo ello asociado a una nube de polvo provocada por
ese acto insano, fuera de lugar e impuesto.

En este caso clínico, el polvo, anodino para la mayoría, puede ser


considerado por parte de su cerebro biológico un elemento exterior que
avisa sobre la inminencia de un peligro extremo, aquí, una violación. Cada
vez que este individuo se encuentra con este alérgeno/señal de alarma, su
cerebro biológico se pone en alerta máxima en relación con el episodio
reprimido. Además, los síntomas de rinitis y sinusitis —

el

agua clara de la nariz transformándose en secreciones amarillentas


nauseabundas y los dolores en los senos maxilares— nos orientan hacia un
re-sentido malsano, feo,

maloliente, etc. El tratamiento consiste en un primer momento en evitar el


alérgeno.

Esto significa simplemente que cuando más evito el polvo, más me alejo
del peligro

y eso nos hacer formular una de las frases clave de la clínica


psicosomática: La enfermedad —o el trastorno de conducta

— es la solución fisiobiológica más

adecuada para resolver una actividad conflictiva centrada alrededor de un


psicochoque emocional desestabilizador.

Vamos a ver ahora la alergia al polvo de forma general.

La alergia al polvo propiamente dicha

Existe una especie de constante en la mayoría de las personas afectadas de


alergia al polvo que ilustra la siguiente ecuación de base:

P-CED + Polvo Polvo = recuerdo del P-CED


Por lo tanto, en cada uno de los casos clínicos que encontraremos,
propondremos al paciente que preste atención a la asociación de su(s)
psicochoque(s)

emocional(es) desestabilizador(es) en un ambiente polvoriento cuyo


ejemplo más claro es el del señor Bajo la Cama.

El señor Bajo la Cama

Este joven profesor de matemáticas de treinta y dos años padece una


alergia al polvo doméstico desde hace ya muchos años. Como siempre, si
viene a verme es porque las terapias, clásicas o no, no han dado el
resultado esperado. Podemos imaginar su calvario: debe pasar la
aspiradora a fondo semanalmente en su apartamento. Tuvo que quitar la
moqueta y reemplazarla por un revestimiento

sintético. Los antihistamínicos le ayudan un poco, pero consume entre una


a dos cajas de pañuelos desechables a diario sin contar los paquetitos
individuales que lleva encima durante el día.

«Soy alérgico desde el primero de enero hasta el 31 de diciembre y no sé


qué hacer, ya lo he probado todo: un tratamiento de desensibilización
durante más de cuatro años, medicación alopática, homeopática, curas
termales, acupuntura, magnetismo y otras cosas. He llegado al
convencimiento de que moriré así. Por supuesto que no es una enfermedad
grave, pero es muy molesta. Menos mal que tengo una pareja
comprensiva. Me he enterado por uno de sus alumnos que la clínica
psicosomática podía ayudarme. No pido mucho, tan sólo una pequeña
mejoría.»

Puesto que es matemático, no he dudado un solo segundo en presentarle


mi famosa ecuación psicosomatemática y he desarrollado para él la
significación de todos los términos.

P-CED + Polvo ?› Polvo = Recuerdo del P-CED

Como siempre él, que andaba en círculos alrededor de la rotonda del


Polvo, se dirigió hacia la avenida Bajo la Cama en la cual se pavoneaba un
panel publicitario con este estresograma.

«Tenía diez años más o menos y lo recuerdo como si fuese ayer.

y mis padres habían invitado a unos amigos, que vinieron con su hija de
nueve años.

Ya lo sabe, estas comidas se alargan en sobremesa toda la tarde. Para que


los adultos estén más tranquilos, se sirve primero a los niños y en cuanto
terminan los

padres les proponen ir a jugar a la habitación a la espera del postre. Así


que me encontré en mi habitación con Adelina. Le enseñé mis juguetes e
hicimos un recorrido con el tren eléctrico. Mi madre venía de vez en
cuando a dar una ojeada, así que poco a poco decidimos ponernos bajo la
cama para estar más tranquilos.
Hablamos y jugamos a hacernos cosquillas. Nos reíamos tanto que la
madre de Adelina entró sin llamar. Un grito atravesó la habitación. Los
padres asustados acudieron en su ayuda y creo que recibí la zurra más
grande de mi vida. ¡Imagínese el barullo y lo molesto que estaban mis
padres que siempre me presentaban orgullosos como una maravilla de
inteligencia y de buena educación! Ellos pensaron enseguida que
estábamos jugando a médicos y a tocarnos. ¡Nunca quisieron creernos!

Hay que decir que son protestantes y proceden de una gran y vieja familla
de hugonotes.

»Cuando usted habló del P-

CED + polvo, pensé enseguida en este episodio pues

no puede imaginarse las nubes de polvo que había debajo de la cama y que
levantamos con el jueguito de las cosquillas. Siempre he creído que el
polvo era inofensivo para la mayoría de la gente y me preguntaba por qué
no lo era para mí.

Ahora lo entiendo y lo veo bastante lógico.»

Para terminar este apartado sobre el polvo doméstico, digamos que a


menudo el PCED ocurre durante la niñez y este ejemplo lo resume a la
perfección. Hubiese podido también contarles numerosas historias de este
tipo centradas en un «clásico», un juego de los más alergizantes al polvo:
«Jugar al médico sorprendido examinando a su paciente».

Para el señor Bajo la Cama lo que siguió fue de una simplicidad


desconcertante pues había integrado perfectamente el hecho de que hoy ya
no estaba en peligro. Se curó en algunas semanas. ¿Cómo lo sé? Pues
porque me recomendó a su primo, alérgico a los ácaros, las plumas de oca
y el polvo doméstico.

Alergia a las plumas y a los ácaros

No nos vamos a eternizar sobre su caso: misma introducción, misma


búsqueda del P-CED y mismos resultados clínicos.

«Mi P-

CED es simple. Tenía trece años y durante los fines de semana iba a casa
de mi tío, el hermano de mi madre. Para ser más preciso, diría que iba a
ver a mis primas. Dormía en su casa el sábado por la noche y normalmente
mi cama estaba en una de las numerosas habitaciones que tenía la casa.
Ese día estaba llena. Mi tía recibía a su hermano con sus hijos que habían
venido a pasar algunos días de las vacaciones escolares. Por consiguiente,
compartí la habitación de mi prima que tenía mi misma edad. Nos
entendíamos de maravilla. Después de haber charlado largo y tendido, nos
pusimos el pijama con pudor y apagamos la luz: preparados para dormir.
Sin hacerlo a posta, bajo el edredón, al principio nos rozamos. No
podíamos evitarlo y después del simple roce pasamos a un contacto más
osado y el deseo de seguir adelante aumentó. No se puede hacer nada en
estos casos sino tomar bromuro.

Ya puede adivinar lo que siguió. Nunca pasamos al acto pero hacíamos


mucho ruido y lo que debía pasar, pasó: mi tío nos sorprendió al encender
la luz de repente.

Prefiero no contarle la continuación: ¡la vergüenza!

»Por lo tanto y para mí, la ecuación psicosomatemática de mi alergia que


mi primo, el matemático, intentó hacerme entender y que no he querido
contarle es la siguiente:

P-

CED = estar sorprendido en plena movida de adolescente con mi prima +


polvo en suspensión en la habitación provocado por los movimientos +
ácaros que andaban por ahí + plumas de oca del edredón. Gracias, lo he
entendido todo.»

Como él, cada uno puede fácilmente encontrar el título de su película: «En
busca de mi P-CED perdido.»

Alergia al moho y a la levadura de cerveza

Esta historia la relata el osteópata Alain Créquigne, quien integró muy


rápidamente a su práctica la clínica psicosomática. Estoy todavía
sorprendido por la cantidad de curaciones que tiene acumuladas. Desde el
primer año de curso, me mandaba unos mails resumiendo los casos
clínicos resueltos.
«He visto a este chico de catorce años una sola vez. Padecía una alergia al
moho y a la levadura de cerveza desde mucho tiempo atrás. Los
tratamientos empezados unos cinco años antes no habían dado ningún
resultado verdadero.

»En primer lugar le expliqué cómo funcionaba eso con la ayuda de un


cursillo

sobre el estresograma y buscando el significado posible de una crisis


alérgica debida al moho y a la levadura de cerveza. Tan pronto pronuncié
las palabras

«alcohol» y «cerveza» lo noté afectado, agitado por la emoción. Estaba


molesto. Le invité a contarme lo que estas palabras evocaban en él.

»Hacia la edad de cinco años, cuando murió su abuelo paterno, sus padres
se vieron obligados a acoger a la abuela, que se había quedado sola. Digo
«obligados»

porque no les gustaba nada la idea. En efecto, la anciana era alcohólica en


un grado muy elevado. Al vivir en casa de su hijo, la abuela no cambió sus
costumbres: estaba borracha todo el día y el ambiente entre las dos
generaciones se iba cargando paulatinamente. Incluso el niño no soportaba
ver a su abuela en estas condiciones. Su estrés se manifestaba sobre todo a
la vuelta del colegio cuando debía soportar los olores a alcohol y a cerveza
que invadían la casa. Tenía la impresión de entrar en un bar. El calvario
duró hasta que murió la abuela.

»Enseguida estableció el paralelismo entre el alcoholismo de la abuela, las


peleas constantes de sus padres y su alergia. Al día siguiente por la tarde
su alergia se había volatilizado, dijo su madre.»

Este ejemplo hace aflorar dos cosas.

La primera se refiere a la duración de la patología. En efecto, hubiéramos


podido pensar que esta alergia cesaría al morir la persona motivo del
problema, en este caso la abuela. La respuesta es negativa por la siguiente
razón: mientras la carga emocional sigue presente en el inconsciente se
manifiesta en la forma de alergia. Es

la descarga emocional que se produjo en la consulta lo que permitió


hacerla subir a la conciencia y descargarla al exterior por medio de la
palabra. Cabe recordar esta frase:

«Todo lo que no se expresa conscientemente, se imprime


inconscientemente.»

La segunda ilustra un vínculo entre «alcohol», «cerveza» y la alergia al


moho y a la levadura de cerveza. Es frecuente asociar este tipo de alergia a
estas palabras.
Algunas veces podemos poner rastrear los orígenes de este tipo de alergia
por medio de un estudio psicogenealógico, mostrando la existencia de un
alcoholismo transgeneracional.

Alergia al perfume

El señor «Mitsuko»

Extraño lugar para una cita: ¡un baile donde quería pasar desapercibido!
Tan sólo conocía a los anfitriones. Mi agenda me dejaba poco tiempo para
las diversiones pero acepté esta invitación de una pareja amiga muy
conocida.

El entorno profesional en el cual se movían no tenía nada que ver con el


mío. Así conocí a un director de marketing en cemento, una secretaria
trilingüe en petróleo, un ingeniero en tratamiento de basura y reciclaje, un
joven director general en informática y algunos ejecutivos de Banca.
Estaba completamente desorientado.

Mientras hablaba con una «Mujer Maravilla» dedicada al negocio de los


móviles, copa de cava en mano, mi amigo se acercó jadeante a pedirme
que socorriera a uno de sus invitados, quien se había visto obligado a
interrumpir su conversación sobre la bajada del dólar y la subida del euro
por culpa de la agravación de ciertas sofocaciones bursátiles
intempestivas. Tuve por lo tanto que dejar con sus mensajes a la
encantadora criatura a quien vanamente intentaba explicar el interés de las
hormonas tiroides en la metamorfosis del renacuajo en ranita.

Me encontré mirando desde arriba a un joven economista tumbado, con


muchas molestias respiratorias. El diagnóstico se estableció rápidamente:
sufría una crisis asmática sin mucha importancia. Le propuse aislarnos con
el fin de esclarecer su malestar. Tenía mi idea: debía de haber sido
sorprendido por un «encuentro» con un alérgeno desencadenante de una
crisis respiratoria. Le expliqué de forma sucinta el mecanismo de las
alergias.

—¿Qué pasó justo antes de la crisis?


—Nada. No lo sé.

—¿Ha comido algo que no le sienta bien?

—No, acabo de llegar y no he comido nada.

Luego de una pequeña investigación le pedí que volviera a repetir todo lo


que había hecho desde su llegada.

Entré y saludé a los anfitriones. Me presentaron una pareja y justo después


noté que tenía dificultades en respirar.

—¿Quién era la pareja?

—Los señores Dujardin.

Vamos a verles de nuevo y les saludará tal y como lo hizo la primera vez.

Dio la mano al señor Dujardin, un beso a la señora, y de repente se dio una


palmada en la frente y gritó: ¡«Mitsuko»!

—¿Mitsuko?

—Es el perfume de mi mujer. Falleció hace dos años.

¡Su crisis paró en seco! Este

perfume que su cerebro biológico inconsciente había grabado en la


memoria, al ser reconocido le envió directamente a su mujer, a quien
estaba asociado.
Existen otros relatos de alergias a los perfumes. Algunas veces es
necesaria una investigación profunda sobre la composición de los mismos.
En efecto, sólo uno de ellos podrá ser considerado alérgeno y podrá
llevarnos hasta el psicochoque.

Asimismo el perfume «Ángel» contiene chocolate. Una persona alérgica a


este perfume no había hecho el duelo por la muerte de su abuela, quien
estaba asociada al buen chocolate caliente que le preparaba cuando era
niño.

Alergia a los medicamentos

A lo largo de estas páginas hemos visto una manera distinta de considerar


las alergias. La resumo rápidamente: un alérgeno es un elemento entre
otros, memorizado por nuestro inconsciente biológico y asociado a un
psicochoque
emocional desestabilizador durante un episodio particular de nuestra vida.
Este alérgeno está considerado por nuestro cerebro biológico una especie
de señal de

alarma que nos previene de la inminencia de un peligro y de la


desestabilización vivida con anterioridad. Este «raíl» memorizado y
detectado más adelante, está en el origen de una respuesta desmesurada
que desencadena toda una serie de reacciones fisiológicas que llamaremos
«fenómeno alérgico».

En lo relativo a las alergias a los medicamentos, aplicaremos siempre el


mismo razonamiento: buscar un psicochoque emocional desestabilizador
con el cual se ha

asociado un medicamento en particular.

En la mayor parte de los casos clínicos encontrados, hemos podido poner


de relieve una temática centrada alrededor de una separación problemática
entre dos personas. El caso más corriente está representado por la
programación de una alergia en la infancia, cuando la madre tuvo que ser
hospitalizada por una patología tratada con el mismo medicamento hoy
incriminado. En el cerebro de la persona sigue existiendo un mensaje
como éste: separación no aceptada, desestabilizadora a causa de un
tratamiento con X (medicamento). Veamos algunos casos.

Alergia a la penicilina

Este hombre de veinticinco años es alérgico a la penicilina desde pequeño.


Lleva en su cartera una tarjeta donde se menciona claramente.

«Habían dicho a mi madre que no tenía orígenes conocidos y que debía


tener mucho cuidado toda mi vida. Esta alergia se había rotulado en rojo
en mi cartilla sanitaria y ahora la llevo siempre encima.»

Como todos los alérgicos, daba vueltas todavía en la rotonda de la


Penicilina.
Después de haberle presentado mi forma de ver las cosas, se encaminó por
sí solo hacia la avenida de la Separación.

«Tenía tres años y medio. Mi madre me llevaba al parvulario y todo iba


bien.

Venía a buscarme todas las tardes y me sentía feliz al verla cuando me


cogía en brazos. Un día no vino a buscarme y me dejaron en la guardería
donde ponen a los niños cuyos padres no pueden recogerlos a las cinco. No
me avisaron y creo que en ese momento sufrí mi psicochoque, como usted
lo llama. Lloraba y así pasó una hora hasta que mi padre vino a
rescatarme.

»Mi madre estuvo hospitalizada durante tres días, parece que por una
infección.

Cuando volvió, tuvo que seguir un tratamiento con antibióticos,


penicilina.»

El simple hecho de volver al recuerdo de este episodio acompañado de una


cierta emoción le permitió curarse definitivamente.

Alergia a la aspirina
En este caso clínico procedente de Suiza, una consulta de orientación así
como otra, más corta, han podido ayudar al paciente a aliviarse de una
alergia aparecida al principio de su adolescencia. Los primeros elementos
«clásicos» aplicados a la problemática dieron poco resultado. Puede pasar.
Ninguna separación marcó su infancia, ni la más mínima. Le dejé
reflexionar hasta la siguiente consulta.

Transcribimos aquí sus sorprendentes conclusiones, sin cambiar una sola


palabra.

«He pensado mucho en la rotonda de la Alergia y en la avenida de la


Separación/aspirina. De hecho, no era esta avenida sino otra, la del
Ahogo/aspirina

»Hacia los doce años, un domingo por la mañana, mis padres querían que
los acompañara a misa. Detesto ir a misa. Fui obligado, en contra de mi
voluntad. En el momento de la comunión me hicieron recordar que tenía
que ir hacia el cura para recibir la hostia. Abrí grande la boca y él la
depositó sobre mi lengua. Enseguida toda mi saliva quedó literalmente
absorbida, la lengua se me pegó al paladar y no

podía abrir la boca. En otras palabras: ¡me estaba ahogando! Lo recuerdo


todavía hoy. Debí beber más de un litro de agua en Urgencia. Al hablar
ahora, tengo la sensación desagradable de esta tableta sin sabor, hidrófila.
Para que se haga una idea, sentí lo mismo cuando más adelante comí una
galleta biológica.

»¿Qué relación guarda eso con la aspirina? La hostia tenía una forma
particular: de diámetro pequeño, con un corte en el medio para poder
partirla por la mitad. Se parecía como dos gotas de agua a la aspirina de
mi infancia, esa forma antigua que podía partirse en dos. Buena historia
ésa, ¿no cree? ¡Seguro que la vuelvo a encontrar en uno de sus libros!»

Tenía razón, pues ustedes la están leyendo. Me he encontrado con dos


personas que casi se ahogaron mientras comulgaban y que podrían ilustrar
este estresograma.

Alergia al cigarrillo
«No puedo soportar el mínimo olor a humo o a cigarrillo: empiezo a
senirme mal, tengo picores en la garganta y debo salir a respirar fuera.
Algunas veces, hasta soy

capaz de tener un verdadero ataque de nervios.»

Cuando evocamos la ecuación psicosomática base de la alergia, el paciente


enseguida estableció la comparación siguiente.

«Pienso que eso me viene de mi padre. Era muy violento con todo el
mundo y en particular con mi madre. Volvía del bar después del trabajo y
si encontraba algo que no le agradaba, el primero que pasaba por ahí
cobraba por ello. Estábamos todos en estado de alerta a partir de las seis
de la tarde. Como fumaba mucho, ese olor a tabaco significaba su
presencia en casa y, por lo tanto, la existencia de un peligro potencial.»

9 Cuando oigo esta frase, es casi seguro que estamos en la buena


dirección. En el instante mismo del PCED, el cerebro en estado de alerta
registra perfectamente todos los parámetros sensoriales así como los
pensamientos del momento.

Las alergias oculares

Son el dominio de la conjuntivitis, inflamación de la membrana que


recubre el ojo, la conjuntiva. Las manifestaciones pueden ser muy fuertes
debido a la vascularización importante del ojo, y van desde un simple
picor hasta un lagrimeo intenso pasando por rojeces o sensación de tener
los ojos llenos de arena. Esta membrana puede reaccionar a unos alérgenos
contenidos en el aire tales como gramíneas, pólenes, ácaros, polvo, pelos
de animales, moho o sustancias contenidas en productos aplicados sobre la
cara, productos de belleza, colirios o soluciones de

limpieza para lentes de contacto.

Les propongo ir un poco más allá del simple contacto del alérgeno como
origen de estas conjuntivitis. A menudo nos volvemos a encontrar con los
mismos ingredientes básicos: el psicochoque emocional desestabilizador
dentro de un
contexto «ocular». Es el sentido de la vista o bien el mismo «ojo» el que
ocupa el primer plano de la actividad conflictiva. Resumiendo, el raíl
principal está ocupado por los ojos. La expresión popular «perdido de
vista» cobra aquí todo su sentido.

La señorita Blanco de Ojos

Dos jóvenes estaban sentados en un banco a orillas de un lago sobre el cual


jugueteaban unos pajaritos. Ella estaba muy enamorada y se lo decía a él.
Molesto, el muchacho le anunció: «Lo siento pero no vamos a poder
vernos más. Mis padres y yo nos tenemos que mudar. Mi padre ha sido
trasladado a la Provenza y debemos estar en el cuartel a principios de
agosto.»

Fue un choque tremendo para ella. En el mismo momento su inconsciente


operó un desplazamiento sobre un elemento periférico del contexto. Era el
tiempo de las gramíneas y en los años siguientes, en esa misma época del
año, sistemáticamente hacía una conjuntivitis, que era la traducción
inmediata del re-sentido «Lo he

perdido de vista».
Las alergias del ámbito ORL10

Son el dominio de las sinusitis y las rinitis alérgicas. Veamos las segundas.

La rinitis alérgica

Pueden presentarse bajo dos formas principales: la clásica fiebre del heno
cuando las manifestaciones alérgicas son temporales y la rinitis
permanente cuando las señales se presentan todo el año. Es una
inflamación de la mucosa nasal provocada por los alérgenos que pasan por
el filtro nasal, polen, ácaros o moho.

La niña Adelina

Esta niña de ocho años padece una rinitis alérgica desde hace más o menos
dos años. Consume un paquete tamaño «familiar» de pañuelos desechables
al día que su madre le prepara cada mañana para ir al colegio. Ella, que ha
sido formada en clínica psicosomática, me llama por teléfono.

Tenemos que hacer algo por mi hija. Estoy convencida de que puede
librarse de su alergia pero no lo consigo. Seguramente, estoy demasiado
implicada así que me gustaría recibir un empujoncito.

Tres semanas y doscientos cincuenta kilómetros más tarde, me encuentro


con la niña Adelina, a quien le explico el significado psicosomático base
de la rinitis alérgica.

Mi madre y yo hemos hablado mucho, y creo que eso viene de la


separación de Amandine, mi mejor amiga. En primaria, a los seis años,
íbamos siempre juntas, habíamos estado juntas desde la guardería y no
podíamos para de hablar en clase.

Así que la maestra nos separó y sólo nos podíamos ver en los recreos.

—¿Desde cuándo tienes esta alergia?

—Desde el último año de guardería.

Por lo tanto no es esta separación el origen de tu alergia. Hay que buscar


algo más en ti o en tu familia. ¿Hubo algún problema en esa época? —

le pregunto a su

madre.

La madre, sorprendida y un poco molesta, se interroga a sí misma:

—¿Podemos
considerar que un problema entre los padres haya tenido influencia sobre
Adelina?

Claro. Los niños son testigos involuntarios de situaciones conflictivas


vividas por los padres. Sin querer generalizar, a menudo el problema no va
realmente con ellos sino que, de alguna manera, ellos «absorben» los
conflictos familiares. Cuando son pequeños no pueden expresarse por
medio de las palabras pero lo hacen a través de las dolencias. He visto
casos de leucemia, asma, bronquitis, diabetes y otras enfermedades. En lo
que se refiere a Adelina, puede que tengamos que ir a buscar el origen en
su marido y en usted misma.

Se hizo un gran silencio. Al cabo de unos instantes la invité a hablar


delante de su hija si se sentía en condiciones de hacerlo.

—Podéis hablar entre vosotras, si lo queréis así.

No, no me molesta.»Cuando usted mencionó la problemática de la


separación en un ambiente nocivo, pensé enseguida en Amandine, la
amiga de mi hija. Para mí era evidente puesto que fue muy problemática.
Pero cuando hizo la observación relativa a la fecha de desencadenamiento
de su alergia, no lo veía en absoluto porque, aparentemente, en ese
momento todo iba bien. Pero en realidad, las cosas no iban tan bien en la
familia y en particular entre mi marido y yo.

»Quiero a mi marido no lo puedo negar, pero trabaja demasiado. Se


marcha pronto por la mañana y vuelve a casa tarde cuando los niños ya
están en la cama, con mala cara y sus carpetas bajo el brazo. Apenas si
tiene tiempo para comer, se instala en su despacho para terminar lo que no
pudo hacer antes en el trabajo. Como puede

imaginarse, también los fines de semana. Claro que él trae el dinero a casa
y es gracias a su salario de alto ejecutivo que podemos tener un cierto
ritmo de vida. Al principio, todo iba bien y podía soportar fácilmente este
marido vendaval. Así lo llamaba yo, «marido vendaval». Pero los años
pasaron sin que modificara nada en su forma de emplear el tiempo.

»Un día hablé con él. No quería seguir adelante con esa vida y le di una
especie de ultimátum: yo lo dejaría si dentro de seis meses él no cambiaba
sus costumbres.

¡Para qué vivir con un hombre y un padre si no hacía siquiera acto de


presencia! Lo apoyé mucho y poco a poco empezó a cambiar hasta que su
conducta fue aceptable.

El ambiente en casa se modificó mucho y los niños eran felices de poder


estar con su padre. Por mi parte, me mostraba cada vez más atenciones y
pudimos pasar algún que otro fin de semana de escapada juntos después de
confiar los niños a mis padres.

Ahora todo va muy bien y estamos todos contentos.

»Volviendo a la alergia de Adelina, creo que ésta empezó cuando el


ambiente entre mi marido y yo no era demasiado bueno. ¿Le puede haber
afectado hasta este punto aunque no nos hayamos separado?

Sí. Para nuestro cerebro biológico el hecho de estar realmente separados o


no importa poco. Lo más importante para él es gestionar diariamente las
actividades conflictivas que se presentan y Adelina ha debido «sentir» el
ambiente de separación que estaba en el aire y lo metabolizó en la forma
de una rinitis. Su separación de

Amandine no es más que un episodio entre otros de su historia.

Adelina hizo una sonrisita y confirmó mis palabras.

Yo me daba cuenta de que había problemas entre vosotros pero nunca me


atreví a hablar. Yo veía que estabas muy triste, sola por las noches, o con
nosotros los domingos.
Tras oír estas palabras, las invité a volver a casa, a hablar sobre ello y, si lo
veían oportuno, a hablar con toda la familia.

A los tres días recibí una llamada de la madre:

Hemos hablado durante todo el camino de regreso y ella decidió que no


mencionaría el tema en casa. Al día siguiente preparó sus cosas para ir al
colegio y se olvidó de coger la caja de pañuelos; se lo dije y me contestó
clara y rotunda: «Ya no los necesito puesto que papá y tú no os vais a
separar». Me quedé estupefacta.

Tres años más tarde, durante un congreso sobre medicina psicosomática,


«esta rinitis era ya un recuerdo lejano».

La señora Del Viento

Hace cinco años, en el curso de un seminario terapéutico, una alumna vino


a explorar su rinitis «alérgica» supuestamente incurable.

«Soy masajista kinesiterapeuta hace más de diez años y estoy muy


preocupada.

Yo no me daba cuenta de ello pero en cuanto aparecieron mis primeros


pacientes, el

problema se colocó en primera línea. Sorber de vez en cuando no es


demasiado grave pero hacerlo de forma continua delante de la gente o
durante los masajes se volvió muy molesto. Empecé un tratamiento
antialérgico que me dio muy buenos resultados al principio pero que
perdió eficacia a medida que pasaba el tiempo, incluso cambiando de
producto regularmente. La verdad es que el alergólogo que me trataba no
sabía ya qué hacer. En efecto, mi alergia no era de las «clásicas» como él
solía decir. Hemos buscado posibles alérgenos que ocasionaran mi rinitis
pero no apareció nada convincente, ni claro. Hoy ha adquirido
proporciones inquietantes.
Imagínese una masajista ¡sonándose cada dos minutos!»

En cuanto a la teoría, ella conocía perfectamente la fisiología biológica de


la alergia pero no había establecido todavía ningún vínculo preciso entre
ciertos elementos de su historia y la temática básica, es decir, el
conocimiento preciso de su PCED. En este caso, volvimos al principio y le
hice la siguiente pregunta: ¿Cuál ha sido el episodio más desestabilizador
de su vida?

«La muerte de mi madre. Siempre lo he dicho y se plantea entonces una


temática de separación definitiva en un ambiente desagradable. Ella
falleció demasiado pronto a consecuencia de una larga enfermedad. Tenía
sesenta años. He trabajo eso muchísimas veces pero no ha dado resultado
con mi alergia.»

Si no ha sido efectivo es que había algo más en ese momento.

—Hágame una descripción del ambiente del fallecimiento.

Es una historia sórdida de error médico o más bien de pérdida de tiempo.


Mi madre padecía dolores en el abdomen y había consultado con su
médico de cabecera. Éste siempre le contestaba que no era nada, pero su
estado no mejoró durante los meses siguientes. Harta, pedí a un médico
amigo que la visitara, y él me dijo lo mismo. Le creí porque hubo una
pequeña mejoría y de momento me sentí aliviada. Pero después, su estado
empeoró progresivamente y yo no sentí como giraba el viento. Le decía
que no se preocupara, puesto que los dos médicos decían lo mismo.

»Seis meses más tarde, un domingo por la mañana, ante la persistencia de


los dolores y la agravación de su estado general, el médico de guardia nos
aconsejó ingresarla para practicarle unas pruebas con el fin de explorar su
cuadro digestivo y emitir un auténtico diagnóstico. Después de debatir con
ella nos fuimos a Urgencias ese mismo día. Las primeras pruebas
mostraron un estado oclusivo parcial del colon a la altura del ángulo
derecho. El cirujano de guardia me informó de que se trataba seguramente
de un tumor canceroso que debíamos extraer rápidamente. La operaron esa
misma semana y el resultado de la intervención fue catastrófico:
metástasis múltiples en el hígado con otros focos en el peritoneo. De
pronóstico reservado.

Aguantó así algunos meses pero de repente su estado se deterioró. Estuve


con ella todo el tiempo hasta el último suspiro. Al formar parte del cuerpo
médico, yo guardo cierta culpabilidad en relación con el establecimiento
del diagnóstico: perdimos

muchos meses. Hoy aún siento vergüenza y también mucha amargura


cuando pienso en ello. He contado todo esto repetidas veces, pero no me
ha dado ningún resultado.»

En su planteamiento podemos quedarnos con dos puntos importantes


aunque haya mencionado este doloroso episodio varias veces.

»Primero, estamos de acuerdo sobre la temática teórica que nos


proponemos buscar: separación en un ambiente nocivo.

»Segundo, existe un sentimiento de culpabilidad por no haber percibido


antes la posibilidad de una enfermedad más seria que una simple colitis.

»Tercero, pronunció una frase bastante significativa: “no sentí11

viento”.

»Estas tres proposiciones nos llevan directamente hacia la mucosa nasal


que es la que debe llevar a cabo la acción de sentir girar el viento,
metabolizar la temática de la separación en un ambiente nocivo y el
sentimiento de culpabilidad por no haber percibido la gravedad de la
situación. ¿Qué le parece?»

Cuando pronuncié estas palabras se puso roja y dejó que aflorasen algunas
lágrimas.


Acabo de entender: ¡No sentí como giraba el viento! La separación y la
culpabilidad ya han sido tratadas pero el hecho de haber sentido girar el
viento es el elemento que me faltaba.

Se fue con una risa nerviosa:—

¡Pagar un seminario para oír eso! Si me curo lo pregono por todas partes!

Su mejoría fue espectacular: esa misma tarde ya no se sonaba y decía a


todos los participantes: «Ahora sí siento como gira el viento».

Nuestro cerebro inconsciente, biológico, es realmente fantástico. Le quitó


el olfato para protegerla de un enfrentamiento demasiado fuerte con su
sentimiento de culpabilidad. Su rinitis oculta su culpabilidad y le impide
sentir (oler) correctamente y eso se vuelve tema principal de sus
preocupaciones conscientes. Recordar:

¡nuestro inconsciente es un amigo y no un enemigo!

La sinusitis alérgica

¿Cuáles son las constantes que nos encontramos a menudo en las sinusitis
alérgicas? Las situaciones conflictivas, sean las que sean, en un ambiente
que podría ser calificado con numerosos adjetivos: nocivo, hostil, feo,
mancillado o maculado, repugnante, impuro, asqueroso, innoble, abyecto,
horroroso, sucio, apestoso, grosero, inmundo, sórdido, infame,
despreciable, vergonzoso, vil, bajo, desagradable, etc. Por supuesto, la
lista no es exhaustiva.

Los senos, maxilares o frontales son los especialistas en gestionar estas


problemáticas. Como los ejemplos valen más que un largo discurso,
vamos al encuentro de la señora Sinusitis de Lyon, la señora Natación, el
señor Primo

Infección y el señor Pasador.

La señora Sinusitis de Lyon


«He estado a un paso de no venir al seminario tal era mi dolor de cabeza.
Es un martirio. Tengo que quedarme tumbada sin moverme. En cuanto me
muevo siento como si algo golpeara en mi cabeza. No puedo casi tocarme
la cara. En el caso de un ataque agudo, me hincho de medicamentos sin
ningún resultado y hace tres años que dura eso. Lo he probado todo. Es una
sinusitis crónica y la alergia nunca pudo ser establecida con certeza.»

Aquí tenemos las primeras frases pronunciadas por la primera persona que
participaba en un grupo terapéutico en Lyon, en enero de 2001. Esta
persona nos llevará hacia dos temas clásicos de la clínica psicosomática:
el relativo a los conflictos desencadenador y programador, y el vinculado a
la adquisición del conocimiento y la toma de conciencia.

La señora Sinusitis de Lyon conocía la clínica psicosomática y había


mantenido varias consultas, por el mismo motivo, con un terapeuta que yo
conocía bien. Me permití volver a empezar la demostración desde el
principio como si ella no la hubiera oído nunca. Fiel a mí mismo, planteo
la ecuación psicosomatemática que ya he expuesto en estas páginas.

Psico-

choque emocional desestabilizador en un contexto de separación feo,


sucio, no admitido, desagradable, etc.

«¡Ya sé todo eso! Ya sé que cuando se fue mi hijo empezaron los síntomas,
pero no me da ningún resultado.

»Vivía sola con él, que cursaba su último año de ingeniería en


telecomunicaciones. Antes de acabar sus estudios, un reclutador de France
Telecom le propuso un puesto de trabajo en cuanto terminara, ya que sus
profesores lo habían recomendado. Debía salir hacia París en septiembre
de 1998 y yo me iba preparando. En junio de ese mismo año, después del
resultado de los exámenes finales donde salió entre los primeros de su
promoción, un reclutador de cerebros, como se suele decir, le propuso
integrar el equipo Philips en Holanda con un salario doble. No lo dudó un
instante y firmó el contrato de trabajo. El único problema es que debía
trasladarse al norte de Europa al principio del mes de julio. Llegó a casa y
me pidió que le preparase todas sus cosas. Yo me sentí feliz por él pero no
acepté el hecho de vivir sola en el piso. Antes él no venía a menudo puesto
que tenía una amiguita, pero para mí estaba aquí. Le planchaba la ropa, le
preparaba buenas comidas, etc. Fue un verdadero un choque verlo marchar
tan de repente. Poco tiempo después empecé a encontrarme mal y los
dolores fueron en aumento hasta alcanzar el paroxismo en ciertos
períodos. Así es como estoy ahora».

Estas palabras constituyen un verdadero informe sobre la actividad


conflictiva desencadenadora y la adquisición de conocimiento.

La actividad conflictiva desencadenadora está claramente expuesta y


perfectamente integrada: la marcha repentina de su hijo en un ambiente
vivido por

ella como siendo nocivo y desestabilizador.

La adquisición de conocimiento se ha puesto de relieve igualmente muy


bien.

Hay una correlación clara entre la marcha de su hijo y la sinusitis.

A menudo la curación llega —pero no siempre

— cuando se produce una toma de

conciencia. Para la toma de conciencia debemos ir en busca de las


actividades conflictivas programadoras, sobre todo de la primera en su
historial biográfico como si hubiese sido «precalentada» con anterioridad.
Le pido a la señora de Lyon que busque en su memoria los otros episodios
donde y cuando hubiese podido re-sentir

lo mismo, es decir una separación en un ambiente desagradable, feo,


nocivo, etc.

No tuve tiempo de terminar mi frase cuando las lágrimas afloraron a sus


ojos. Una emoción intensa la invadió y pidió a la persona que estaba
sentada a su lado que le pasara unos pañuelos.
La actividad conflictiva programadora y la toma de conciencia: de mi
marido. Él tenía escasamente treinta y cinco años. Una leucemia
fulgurante se lo llevó en dos meses y nadie pudo hacer nada. Incluso los
médicos no habían visto una muerte tan rápida. Mi hijo tenía doce años y
yo me apoyé en él.»

Acababa de tomar conciencia de que la marcha de su hijo la re-enviaba a


la

partida definitiva de su marido.

Eran las diez de la mañana y yo me ocupé de otra persona. Después de la


comida oí sus palabras: «Mi nariz se despeja». En el descanso de las
cuatro: «Los dolores han disminuido a la mitad». Al día siguiente por la
mañana: «Ya no tengo dolores, sólo una molestia en los maxilares». Un
año más tarde, después de una conferencia:
«Se acabó, no hablemos más del tema».

La ventaja de un grupo terapéutico está representada por el hecho de que


una

explicación del fenómeno alérgico para todos los participantes puede, y de


una sola vez, interesar a varios. Es lo que pasó con el señor Infección
Primaria, el séptimo de la lista. Veamos sus observaciones.

El señor Infección Primaria

«Lo he entendido todo. Padezco la misma patología que la señora Sinusitis


de Lyon: una sinusitis crónica desde los ocho años y tengo ahora sesenta y
cinco.

Conozco al dedillo lo que acaba de exponer y no voy a aburrirles


volviéndolo a contar. Sólo una particularidad: exceptuando los episodios
dolorosos menos fuertes, me sueno unas veinte veces al día y no es nada
agradable, ni para ver ni para oler.

Tengo la nariz y los senos permanentemente embozados y no sé lo que


significa respirar normalmente puesto que respiro siempre por la boca. Me
he acostumbrado a esta sinusitis crónica y ya no voy al médico.

»Cuando era niño, no sé si ustedes se acuerdan, el tratamiento era radical:


consistía en meter unas mechas en la nariz para hacer una limpieza. Una
verdadera tortura. Probé las curas de Luchon así como el aire de la
montaña en centros especializados. Mis mucosas nasales y sinusoidales
han visto desfilar un número increíble de productos más o menos
corrosivos. Finalmente me acostumbré, pero sólo lamento una cosa: no
poder sentir el olor de la buena comida. A mi edad dudaba de que pudiera
lograr algo nuevo.

»Con lo que acaba de pasar ahora no dudo, puesto que mi nariz se ha


abierto y empiezo a respirar mejor. No es mucho pero lo suficiente como
para darme ganas de
cambiar el motivo de mi consulta que era una artrosis de cadera. Así que
voy a comentar lo que he deducido de la exposición de la señora Sinusitis
de Lyon.

»Cuando yo tenía ocho años el país estaba en guerra y nosotros vivíamos


en el departamento de La Manche. Tuve un reuma articular agudo y mis
padres siguieron los consejos del médico de cabecera: hospitalización en
París en el servicio de los niños enfermos del Hôtel Dieu. Hay algo que
muy pocas personas saben. En esa época, los habitantes de un
departamento de provincia no podían ir más allá del departamento lindante
por causa del racionamiento del carburante. Mis padres tuvieron que pedir
una autorización especial a las autoridades para poder comprar la gasolina
necesaria para llevarme a la capital. Cuando llegamos, el médico jefe del
servicio prefirió que yo quedara ingresado un tiempo en función de la
evolución de la enfermedad. Por lo tanto, ellos se volvieron a la espera de
que les avisaran para venirme a buscar. Me quedé solo durante seis meses,
sin nadie que viniera a verme.

Pueden imaginar el sufrimiento de un niño enfermo de ocho años lejos de


sus padres y abuelos. Pienso que esta condenada sinusitis proviene de esos
acontecimientos.

Aquí tienen mi historia.»

Como siempre, creo en lo que me dice la persona afectada pero, en


realidad, no lo creo totalmente pues quiero estar muy seguro de que la
quintaesencia de su sinusitis esté vinculada con aquella separación tan
dramática cuando era niño. Como
en el caso de la señora Sinusitis de Lyon, quiero averiguar si no ha
ocurrido una actividad conflictiva programadora antes de los ocho años.

«No, no lo veo...» Sin embargo, al cabo de unos instantes exclama: «¡Oh!


Ya veo:

¡la infección primaria! La había escondido por completo, vaya, vaya!

»Tenía tres años, un poco de fiebre con un poco de tos. El médico de


cabecera diagnosticó una infección primaria. Ante el temor de contagiar a
toda la familia, me mandaron a casa de mi abuela en el campo y eso duró
algo más de seis meses.»

Eran las tres de la tarde. A las seis: «Mi nariz se despeja». Al día siguiente
por la mañana a las nueve: «Ya no me sueno». Durante el descanso de las
diez y media:
«Huelo algunas cosas y sólo me he sonado dos veces esta mañana». A la
tarde cuando se fue: «No me sonado y mis senos se han despejado». Un
año más tarde:

«No hablemos del tema. Hasta mi mujer, que es profesora de biología no


acaba de creérselo.»

Quiero precisar que en estas dos historias de sinusitis la mejoría fue


inmediata y eso demuestra que todo es posible en este campo.
Pongámonos ahora los trajes de baño y démonos un chapuzón en la piscina
para encontrar a la señora Natación.

La señora Natación

Se trata de una sinusitis crónica, que aparece sólo por la mañana temprano.
Esta profesora de aquagym se quejaba cada mañana de dolores faciales, y
padecía derrames nasales amarillentos y nauseabundos. Esta sensación de
tener las narices tapadas desaparecía progresivamente a lo largo de la
mañana y no volvía a manifestarse hasta el día siguiente al despertarse.
Hacía varios años que duraba.

Partimos de la pista siguiente: psico-

choque emocional desestabilizador en un

contexto feo, desagradable, nocivo, impuro o mancillado, etc. Lo encontró


bastante rápidamente:

«Mi madre sufría de un cáncer generalizado y la velaba día y noche antes


de su muerte. De día me quedaba a su lado y la hacía sentarse en la butaca,
le daba de comer y conversaba con ella. De noche, me tumbaba a su lado y
esperaba a que se durmiese para dormir yo también. Esa mañana murió
hacia las seis cuando yo todavía dormía. No pude asistirla en sus últimos
momentos. Cuando me desperté la encontré muerta. Yo sabía que iba a
morir pero me hubiera gustado estar ahí hasta el final. Sentí vergüenza y
todavía me sigo avergonzando.»
La primera consulta planteó un nuevo esquema de reflexión al cual siguió
una

clara mejoría en un primer tiempo. El motivo de la segunda consulta, un


año más tarde, fue el deseo de terminar con ello definitivamente. Apareció
de manifiesto su sentimiento de culpa por haberse dormido y no haber
estado presente concientemente durante los últimos instantes de su madre.
La mejoría fue todavía más clara y la curación acudió puntual a la cita con
un retraso de más de un año.

Sinusitis y pólipos

El señor Contrabandista

Lo he llamado así porque toda su problemática remontaba, de hecho, a


más de cien años atrás. He tenido que explorar toda su historia
transgeneracional para poder encontrar la programación de su sinusitis
crónica complicada con la existencia de varios pólipos.

«El médico me confirmó que la causa de todo la tenían los pólipos. Tengo
tres desde hace no sé cuanto tiempo. Tengo la nariz tapada de principios a
finales de año.

Duermo con la ventana abierta pues de lo contrario me asfixio a fuerza de


respirar por la boca. Siento la lengua como acartonada.

»Ya no huelo nada. Prueba de ello es que mi mujer me llama


desagradablemente la atención. Me reprocha el no hacer caso a su nuevo
perfume que a duras penas puedo identificar. Cada vez le repito que no
huelo nada pero ella no lo entiende.

»Para comer, es lo mismo: no disfruto mucho si voy a un buen restaurante.


Pero dejando eso aparte, vivo con ello e intento mejorar. Pruebo con algo
nuevo y cuando eso no funciona empiezo con otra técnica. Creo que he
agotado ya el catálogo de las

terapias, tradicionales o no. La clínica psicosomática es nueva para mí y


me gustaría lanzarme a la aventura.»
Debo decir que su historia es un tanto compleja. En su biografía, la
historia de su propia vida, la exploración no dio gran cosa. En estos casos
me oriento hacia el proyecto/sentido, pero esto tampoco nos hizo
adelantar. En cambio, su árbol genealógico nos permitió encontrar la
temática que buscábamos anteriormente: PCED/Programa de sinusitis más
pólipos —

acontecimiento feo, nocivo, mancillado,

etc. — en sus dos linajes, materno y paterno. Hubo tres consultas


espaciadas en el tiempo. En la primera revisamos la teoría general pero no
se logró ninguna mejoría.

Y entonces nos dirigimos hacia la memoria transgeneracional.

Por el lado materno,

dimos con una historia de prostitución. Su tatarabuela trabajaba en un


hotel «especial» que acogía principalmente a marineros de paso por el
puerto. El final de su carrera se coronó con la compra de ese hotel-
restaurante.

«En ese establecimiento, ¡no sólo se bebían copas!», le decía su madre.


Esta última no quería hablar demasiado sobre su antepasada. Era la
vergüenza de la familia.

Resultado: un pólipo menos y un principio de mejoría clínica. «Se


desprendió durante la noche. He tenido como una necesidad de sonarme y
sentí algo inusitado.

Me levanté para ir al baño y vi como una especie de pequeño champiñón


cuya cola

sangraba en la base. Al mismo tiempo he tenido la sorpresa de oler un


poco más el perfume de mi mujer.»

Por el lado paterno,


caímos en uno de los episodios particulares del comercio fronterizo entre
Italia y Francia a principios del siglo veinte. Se trataba del contrabando de
la Mafia. El abuelo ejercía el oficio de contrabandista o pasador.

Estaba muy bien pagado por un oscuro individuo y debía pasar la frontera
con una mochila cargada de mercancías varias que no tenía derecho a
conocer, so pena de represalias como las que tan bien ejecuta la Mafia. La
entrega podía hacerse tanto por Italia como por Francia. Ocurría a menudo
que él marchaba por la noche en un sentido y a la noche siguiente hacía el
camino inverso. Se conocía de memoria todas las rutas de contrabando que
podía emprender las noches sin luna.

»Era un campeón. Todo el mundo lo admiraba porque, además de sus


hazañas, alimentaba a toda la familia, numerosos hijos y abuelos
incluidos. Lo describían como el maestro de los contrabandistas y en él
confiaban todos sus jefes. Nunca mató a nadie ni tampoco se dejó coger
por los aduaneros ni por la guarda costera. En casa de mis padres su foto
ocupa un lugar destacado.»

Para que se entendiese bien el P-

CED/Programa de sinusitis y pólipos, me permití

imitar el personaje en su trabajo, poniendo el acento sobre los posibles re-


sentidos

para ese hombre curtido en el arte del contrabando y sobre la evolución de


su estresograma durante la travesía desde su casa hasta el punto de
encuentro al otro lado de la frontera.

«Soy su abuelo y mi jefe me pide que pase discretamente la frontera con


un saco lleno de no se qué. Me preparo para marchar en cuanto caiga la
noche y que la oscuridad haya invadido los caminos. Mi estresograma es
normal. Tengo un poco de miedo, pero es bastante normal. A unos cuantos
kilómetros de la frontera, mi estresograma advierte a mi cerebro biológico
que todo está en orden. Estamos dentro de los límites permitidos. A un
kilómetro de la frontera, mi estresograma advierte a mi cerebro que
entramos en una zona de turbulencias con un re-sentido particular: el
de no hacerse notar. No tienen que sentir (oler) mi presencia.

»A quinientos metros de la frontera, mi atención y mi vigilancia se van


agudizando. El re-sentido presente en mi cerebro es siempre el mismo: no
deben sentir (oler) mi presencia. Como pueden imaginarse, para entonces
mis problemas digestivos han desaparecido. El cerebro biológico sólo
gestiona el sobre-estrés.

Debo prestar la máxima atención posible y sentir si existe el menor


peligro de ser descubierto pues en cada momento puedo volver atrás.»En
la frontera, todos los re-sentidos y las luces de advertencia internos están
al máximo: un verdadero árbol de

Navidad en los centros cerebrales de control.

Una vez pasada la frontera, retomamos los mismos re-

sentidos en sentido inverso:

a medida que me alejo, los indicadores de tendencias estresográmicas


bajan en intensidad en la curva de mi P-CED/No debo ser descubierto.

»Llegado al punto de encuentro para la entrega, puedo respirar


tranquilamente y saborear otro de mis numerosos triunfos. Mi
estresograma es normal, simplemente está perturbado por un buen trago de
Chianti o de Limoncello.

»En resumen, podemos visualizar el estresograma de su abuelo en cada


una de sus prestaciones. ¿Puede que usted haya almacenado este tipo de
mensaje transgeneracional?»

«Lo que usted dice es importante para mi. Creo que lo llevo dentro, que la
problemática de este tatarabuelo está seguramente en mí, porque en mi
vida cotidiana, odio sentir la presencia de alguien a mi alrededor o detrás
de mí. Soy capaz de volverme a cada momento para averiguar si alguien
me está siguiendo.
Alguna vez mi mujer me toma por loco. A propósito de “sentir las cosas”,
detesto tratar con gente cuyo dinero no huele bien. Trabajo en el sector
inmobiliario en Niza y todo el mundo sabe que el dinero negro sirve a
menudo para comprar bienes en la Costa Azul. Yo puedo descubrirlo con
bastante facilidad, como si tuviese un sentido especial para eso.»

Me había olvidado hablar de la temática del «dinero negro» al principio de


la

exposición, pero ¡no puedo abarcarlo todo en algunos minutos!

Resultado: «Mis dos otros pólipos se desprendieron y puedo por fin sentir
(oler) el nuevo perfume que regalé a mi mujer y llevarla al restaurante
para disfrutar una pasta a la boloñesa, saboreando un Chianti para terminar
la cena con un limoncello.»

Vemos aquí, por una parte, que la exploración de ciertas historias debe ser
bastante completa y, por otra, que la temática general se centra sobre un
contexto

«nocivo» en el que no hay ninguna separación, lo cual se encuentra pocas


veces. Era el primero de unos muy buenos resultados obtenidos con los
pólipos…

10 Otorrinolaringología.

11 «Sentir» en francés tiene sobre todo el significado de «oler».

Alergias estacionales

Nuestra experiencia nos demuestra que todos los casos son posibles.
Ciertas personas presentan manifestaciones alérgicas todo el año y otras
únicamente durante ciertos períodos. Hemos visto igualmente, sobre todo
con la señora Natación, que las señales podían también presentarse en
horas puntuales del día. Veamos un poco más en detalle las alergias de
temporada. Tienen la particularidad de instalarse durante un período de
algunos meses del año y volver en fechas más o menos fijas.
Los mejores ejemplos son la fiebre del heno también llamada alergia al
polen y a las gramíneas.

La observación general indica que el psico-

choque se ha grabado en un momento

preciso del año pero que podemos incluirlo dentro de una temporada, o
una época, durante la cual el alérgeno se encuentra normalmente presente
en el entorno. Por lo tanto, el calendario polínico nos muestra que, cada
año, la alergia a los plátanos se alarga desde mediados de marzo hasta
mayo, y que la alergia al ciprés abarca normalmente desde febrero hasta
mayo. Cuando el polen desaparece, la alergia también lo hace.

Para nosotros, la incógnita que nos planteamos es siempre la misma:


¿cuáles son las características que han sido retenidas por parte de nuestro
inconsciente biológico durante psicochoque emocional desestabilizador?
Esta pregunta conduce a otras:

¿dónde? ¿cuándo? ¿cómo? ¿quién? y ¿qué?

Para las alergias de temporada, el capítulo principal está representado por


las separaciones durante la primavera. Es evidente que este tipo de
problemática ocurre a menudo en esta época del año. Veamos una
ilustración de ello.

Durante una consulta por un malestar general, un hombre me informa que


quería separarse de su mujer. Estábamos en pleno invierno y su reacción
me sorprendió.

«Pienso en ello hace meses pero se lo anunciaré en abril. Espero un poco


más pues hace demasiado frío por el momento.» Puede que nuestra mente
funcione como la naturaleza. Con el buen tiempo salen los capullos y
nosotros queremos hacer lo mismo.

Para ir un poco más lejos, otras causas pueden ser el origen de estas
manifestaciones estacionales y la investigación deberá ser muy minuciosa
para poder encontrar el o los nudos de la problemática. El señor Tambor y
la señora Septiembre se encontraron con Christian Flèche. Pero antes,
escuchemos a Jean Platon en relación con la fiebre del heno.

La fiebre del heno

Este caso clínico cuenta la historia de un hombre de cuarenta y tres años,


alérgico

«al heno segado». Así lo había bautizado. Cada vez que iba a ver a su
madre, quien seguía viviendo en la casa de su infancia, se le tapaba la
nariz y no podía respirar correctamente. De hecho, y una vez analizada la
situación delicada en la cual se encontraba en relación con su madre,
reconoció que el simple hecho de volver al lugar le llevaba a los tristes
recuerdos que habían perturbado su vida. Decía siempre: «Me siento
molesto».

Así que, una buena manera de no sentirse molesto era ¡no sentir (oler)
nada en absoluto!

Alergias estacionales originales

El señor Del Tambor

Un paciente se siente fatigado, cansado, sin energía, depresivo. No


consigue concretar el porqué, no tienes ganas de seguir adelante y eso le
pasa de mayo a septiembre desde la edad de quince años más o menos.
«Tengo una verdadera alergia a esta época del año.»

De niño, le obligaron a tomar parte en una banda de música folclórica.


Tocaba el tambor tan bien que lo pusieron en primera fila, como un monito
de exhibición al cual se le da cuerda para que toque, sin preguntarle si le
gustaba o no. Por una parte, se sentía halagado pero, por otra, tenía que
pasar su tiempo de descanso dándole al tambor todos los miércoles, los
fines de semana y los veranos, para animar las calles de su pueblo o de
algún otro. Tenía la sensación de ser una máquina, de ser utilizado como
un objeto. ¿Por qué seguir adelante? Su re-sentido es: «No quiero tener
energía
para agradar como un objeto, como un juguete al cual se le da cuerda».
¿En qué época del año tienen lugar las fiestas populares? De mayo a
septiembre.

La señora Septiembre

Esta señora presenta un tipo de depresión solamente en el mes de


septiembre. La primera pregunta que le vamos a hacer es: «¿Qué significa
septiembre para usted?» o bien «¿Con qué se relaciona septiembre en su
propia historia?»

De pequeña había vivido en el campo y se pasaba todo el verano fuera con


los animales y era muy feliz. Le encantaba el sol y estar en contacto con la
naturaleza.

Cuando llegaba septiembre, con la vuelta al colegio, le prohibían estar


fuera; su padre, bastante severo, la obligaba a hacer sus deberes y a repasar
las lecciones mientras él se iba de caza. Él estaba fuera y a ella le habría
gustado ir con él. No podía soportar esta situación. Hizo una «alergia» al
mes de septiembre y luego se acostumbró a ello. En octubre hacía frío y no
tenía ganas de estar fuera, pero en

primavera hubiera podido salir. Ella hubiera podido hacer su depresión


cada vez que estuviera dentro de una casa. Estar confinada en el interior de
una casa hubiera podido ser el alérgeno, pero para ella se cristalizó en una
determinada época del año.

Algunas veces el estudio del historial familiar nos da la solución.

Cambios en el modo de vida

Este aspecto ilustra una variante de la definición del psicochoque. Hasta


ahora la

mayoría de los ejemplos clínicos lo representaban como un elemento


repentino y muy desestabilizador que se encuentra a menudo en el
historial de la persona alérgica. Algunas veces el carácter dramático no se
presenta obligatoriamente en el primer plano, pero las consecuencias
psicobiológicas son las mismas que en el

psico-

choque clásico. En estos casos, la subida de tensión psíquica, el traspasar


los umbrales de tolerancia, es progresiva, a través de una preocupación
que va ampliándose y se vuelve desmesurada con el tiempo.

Para terminar, quisiera subrayar que las alergias pueden aparecer cuando
se sufre un cambio en el modo de vida. El ejemplo más típico está
representado por las consecuencias psicológicas de una mudanza o un
cambio de estatus, aunque este cambio se haya vivido como algo positivo.
No es el lado feliz o infeliz del cambio

lo que se pone en cuestión, sino el sentimiento inconsciente de inseguridad


que acompaña la transformación de nuestro modo de vida y el cambio de
referentes.

Dentro de esta inseguridad no sabemos diferenciar lo natural de lo tóxico.


Nuestra tensión interna aumenta y focalizamos nuestra atención psíquica
desfalleciente —

el

desplazamiento

— sobre un árbol del jardín de la nueva casa o el polvo del nuevo


despacho, por lo que desarrollamos reacciones de defensa
desproporcionadas.

Vamos a ver la historia de René y Florence, una pareja afectada por una
alergia en la cual se detectan dos parámetros desencadenantes de su
patología: el cambio del modo de vida y la angustia derivada de este
sentimiento de inseguridad inconsciente.

Florence y René
En mi carrera de psicólogo, mi primera especialidad fue la de psicólogo
laboral.

Trabajé alrededor de diez años en un holding, en el ámbito de la


reestructuración de sus fábricas en Francia. A raíz de un cambio efectuado
en la política industrial del país en relación con la feroz competencia por
parte de los países emergentes, el gobierno decidió sencillamente parar la
producción de muchas fábricas. Miles de obreros se encontraron en la
calle. No es difícil ponerse en su lugar y percibir la inestabilidad, el
sentimiento de inseguridad y la pérdida de referentes que se apoderaba de
ellos.

En mi trabajo, me había ocupado del dossier de René, técnico en una


unidad de

producción en Lorraine, que desafortunadamente formaba parte del


programa de cierres orquestado por la dirección de la empresa. Yo le había
propuesto a René un puesto equivalente en otra unidad situada en el sur de
Francia. Como no tenía muchas posibilidades de escoger, René había
aceptado a pesar suyo. Estaba casado con Florence y no tenían hijos.

Era parte normal de mi tarea pasar a ver a las personas que habían sido
trasladadas a un nuevo puesto de trabajo después de unos pocos meses de
adaptación. Cuando volví a ver a René en la consulta, lo encontré en un
estado lamentable. Su alergia se manifestaba a través de un catarro con
flujo nasal constante. Parecía en realidad una fuente, le corría agua por los
ojos, por la nariz. Le pregunté si había visto al médico, por lo menos al
médico que atendía permanentemente en la fábrica. Me contestó: «Yo me
cuido solo con aspirina y no quiero llamar la atención ausentándome de mi
nuevo puesto de trabajo.

Probablemente he cogido una alergia a un polen de la región o puede que


al polvo de esta fábrica.» Todo esto no era más que un eslabón en su
cadena de desgracias.

Sin parar de estornudar y sonándose, me dijo que estaba satisfecho con el


puesto que yo le había asignado. Pero su mayor inquietud era su mujer,
quien por el momento se había quedado en Lorraine. Tenía un puesto muy
bien remunerado en la institución donde trabajaba. Desde el traslado de su
marido sólo podían verse los fines de semana. René me pidió
insistentemente que viese a su esposa en cuanto volviese a Lorraine,
porque estaba muy preocupado por ella.

Algunos días más tarde y ochocientos kilómetros más al norte, conocí a


Florence… ¡en el mismo estado de salud que su marido! Increíble, pero
verdadero.

Surtiendo agua por los ojos y la nariz, la mirada con aspecto mixomatoso,
me dijo:

«Desde que se fue mi marido, no sé cómo he podido enganchar esta


alergia, es la primera vez, nunca había estado tan mal». Y entonces me
contó…

Había estado tentada de seguirlo, a sabiendas de que no volvería a


encontrar ni el puesto de trabajo ni el estatus social que ella había
alcanzado a fuerza de estudio y tesón. Además, se arriesgaba a depender
económicamente de su marido.

Para ella, su carrera era una parte integrante de su modo de vida, lo que
incluía en lugar destacado el éxito social. Pero desde que la marcha de su
marido, ese mismo ambiente la ahogaba cada vez más sin que pudiese
decidirse a dejar el lugar. Tanto en el plano afectivo como profesional,
vivía su situación con total insatisfacción. Se sentía completamente
acorralada y desgarrada, sentía rabia e impotencia ante las circunstancias
de su vida, ante una situación imposible de resolver. Albergaba también un
sentimiento de cólera secreta hacia su marido puesto que, desde que él se
había marchado, la relación, hasta entonces feliz, se había vuelto
insoportable.

Florence se veía enfrentada a una contradicción y sobre todo a una


elección de vida, una opción que ponía en tela de juicio todos los valores
fundamentales y las metas que ella se había trazado. Su angustia
existencial se manifestaba por medio de crisis que iban en aumento.
En esos tiempos yo no dominaba bien la clínica psicosomática, pero ayudé
a

Florence a salir del atolladero de otra manera: acompañamiento y


facilitación. En el proceso llegamos a una conclusión: la existencia de una
contradicción insostenible entre su deseo de quedarse en el Norte, lo que le
permitía realizar su sueño profesional acompañado de éxito social, y el de
reunirse con su marido, vivir una vida de mujer y de madre también,
atreviéndose a abandonar la carrera por la que había luchado hasta
entonces. Llevar eso adelante siendo mujer fue una elección difícil, sobre
todo en nuestra época en que el reconocimiento y la libertad pasan por el
trabajo y el dinero. Algunos meses después de este seguimiento
terapéutico, Florence tomó la decisión de reunirse con René.

Durante una de mis visitas al sur de Francia, los volví a encontrar y


durante la consulta hablamos de sus respectivas alergias. Y aquí tenemos
la toma de conciencia operada en relación con los posibles orígenes de la
patología de ambos: 1) Separación de ochocientos kilómetros.

2) Cuestionamiento sobre los respectivos modos de vida y los cambio de


referentes habituales para cada uno.

3) Sentimiento inconsciente de aislamiento y de inseguridad, que generaba


en ambos una desestabilización mental acompañada de inquietud, angustia
y preocupación cada vez mayores.

4) Procesos psíquicos de defensa con represión, desplazamiento y


proyección sobre los alérgenos respectivos.

Esta descripción muestra perfectamente la ilusión en la cual ciertas


situaciones

nos atrapan cuando tenemos el sentimiento de que no hay otra salida,


mientras que en realidad existe una solución sencilla pero al precio de una
renuncia que nos cuesta aceptar. La angustia es a menudo el anverso de la
cólera, la cólera el anverso de una pena y la pena es la constatación no
aceptada de una carencia, de todas nuestras carencias y de la insondable
realidad alrededor de la cual se organiza en vórtice la energía de la vida.
Las alergias «transgeneracionales»

Este apartado muestra la existencia de factores transgeneracionales en


ciertas historias de alergia. Lo más corriente es que no tengamos que ir a
explorar la historia familiar. Pero, en algunos casos donde el elemento
desencadenante —

el psico-

choque emocional desestabilizador

— no aparece con claridad, queda borroso o «no

dice nada en absoluto» a la persona, es aconsejable dar una vueltecita por


los jardines ancestrales. En varios relatos ya se ha mencionado este
elemento. A continuación aparecen otros donde este tema está
particularmente presente y donde la clave terapéutica se ha encontrado
gracias al estudio transgeneracional.

Como sabemos, ciertas alergias se desencadenan en momentos precisos,


ya sea en una época del año o en una determinada edad. Aquí nos
proponemos inspeccionar esos momentos y esas edades, y vincularlos con
episodios memorizados en las sagas familiares.

Un joven se vuelve de repente alérgico a la edad de veintidós años. De


forma transgeneracional está vinculado a un abuelo y su edad se
corresponde con la que tenía su antepasado cuando murió en la guerra.

Veamos ahora un relato original de alergia al polvo.

El señor La Granja Polvorienta

Tiene alrededor de cuarenta y cinco años y trabaja en la administración


penitenciaria como guardia cárcel. Presenta una sintomatología alérgica
bastante difusa, compuesta bien de ataques de estornudos, bien de ataques
de tos o picores en la zona de la laringe. Los análisis practicados han
mostrado una reacción específica al polvo doméstico y al moho.
«Hace mucho tiempo que tengo esta alergia. Siempre he tosido y
estornudado. Un tratamiento de desensibilización de cinco años no dio
resultado. Lo único que me mejoró un poco fue una cura con
oligoelementos y un tratamiento de fondo homeopático.»

En cuanto oigo «desde siempre, hace tiempo, desde mi tierna infancia»,


estoy casi seguro de que existe un factor transgeneracional en juego. Para
más seguridad, investigué de todas formas con el fin de desalojar un
eventual psicochoque. La

inspección del árbol genealógico puso en evidencia el origen probable de


su alergia.

Este encantador guardia penitenciario estaba vinculado a su tío paterno, a


quien nunca había conocido por una buena razón: a la edad de veinticinco
años, a causa de un desengaño amoroso, se había ahorcado en el cobertizo
de la granja familiar. En aquella época el suelo era de tierra batida, así que
el hecho de ser alérgico al polvo y al moho le impediría irse de paseo por
una granja.

Este ejemplo puede calificarse de genérico porque permite reemplazar


granja polvorienta por plátano, cerezo o nogal, entre otras cosas. Por lo
tanto, una alergia a las cerezas puede significar que alrededor de este árbol
ocurrió un drama —

horca,

homicidio, accidente, caída u otro.

Les propongo pasar a la última parte, donde se expone el aspecto


terapéutico. Sin embargo, estoy seguro de que algunos lectores no habrán
esperado para dilucidar su propia problemática alérgica gracias a la
exposición de los casos clínicos.

TERCERA PARTE

Conducta a seguir frente a una alergia

El diagnóstico biológico de la alergia y la terapia propiamente dicha


componen esta última parte. Los pasos se dan generalmente en este orden.
La experiencia demuestra que la mente humana necesita entender los
pormenores de su problemática antes de permitirse soltar el peso que ha
estado cargando. Por lo tanto y ante todo, debe establecerse un diagnóstico
psicobiológico correcto que resuene

interiormente. Para nosotros es la mejor garantía de éxito.

El diagnóstico psicosomático de la alergia

Esta última parte está dirigida especialmente a hacer una verdadera


investigación acompañada de una reconstrucción sensorial del
psicochoque, mediante la

búsqueda de cinco elementos clave:


1. El psico-choque emocional desestabilizador.

2. El factor cronológico: ¿Cuándo ocurrió el psico-

choque y cuándo

aparecieron las primeras señales?

3. Los diferentes raíles grabados en el instante preciso del psicochoque.

4. Dentro de estos últimos ¿existe un raíl predominante y principal: el


alérgeno?

5. Los síntomas clínicos.

Así que les proponemos seguir el siguiente camino:

Cómo detectar el psico-choque emocional desestabilizador En la gran


mayoría de los casos, la persona lo conoce o lo re-encuentra con

bastante facilidad, porque el psico-

choque aún está inscrito en su memoria

consciente. En otros casos, el mecanismo psíquico de defensa utiliza la


represión en el inconsciente del episodio desestabilizador para impedirle
interferir demasiado y crear dificultades en la vida cotidiana de la persona.
Existen medios para hacer que hable el inconsciente por medio de una
pregunta o de una escenificación, inspirándonos en la tríada psico-cerebro-
orgánica de la alergia que hemos

desarrollado al principio con la definición del psicochoque y el


estresograma.

La pregunta: ¿Cuál es el episodio más impactante de su vida que re-sintió


de

forma especialmente negativa? En nuestra jerga particular, eso equivaldría


a: «¿Ha experimentado algún Scud mental?»
La escenificación: ¿Existe algún momento de su historia donde se sintió,
de forma inesperada, muy desestabilizado, momento que le fue difícil
compartir con otra persona y que ha ido rumiando durante algún tiempo?
Pueden añadirse ciertas señales en relación con algún tipo de estrés:
insomnio, excitación nerviosa, inapetencia, preocupaciones mentales,
aumento del ritmo cardiorrespiratorio, frío anormal, entre otras cosas.
Generalmente, las personas afectadas describen un cambio radical en su
economía psíquica y en su forma de ser. Casi siempre nos encontramos
con la vida «antes del psicochoque» y la vida «después del psico-

choque». La práctica diaria de la clínica psicosomática nos permite llegar


a una conclusión válida en la mayoría de los casos: la enfermedad se
construye alrededor y a partir de un cambio repentino en la forma de ser,
inducido por un psicochoque

emocional desestabilizador.

En algunos casos raros, encaminaremos nuestras investigaciones hacia el


estudio del proyecto/sentido o del factor transgeneracional.

El factor cronológico

Es primordial tener en cuenta el factor cronológico. Como bien sabemos,


el fenómeno alérgico, tanto en la medicina tradicional como en la
psicobiología, se

descompone en dos tiempos:

La medicina tradicional describe una primera fase silenciosa de


sensibilización y de identificación del agresor —el alérgeno

— y una fase ruidosa de neutralización

y de detención del agresor.

La psicobiología habla más bien de una primera fase de identificación de


la agresión —la programación de la alergia
— y de una segunda fase consistente en

evitar esta agresión revelada por la presencia del alérgeno —

el desencadenamiento

de la alergia.

Disponemos por lo tanto de dos límites temporales que debemos detectar a


fin de ser lo más coherente posible.

El primer límite temporal corresponde al instante del psicochoque y a la

programación de la alergia en el tiempo. Digo instante y no momento o


período. A menudo las personas pueden, con total precisión, ponerle una
fecha, una hora y hasta un segundo preciso, porque de entrada lo recuerdan
con claridad o bien lo hacen después de una pequeña exploración con la
ayuda del apartado anterior. Cabe resaltar que este instante está incluido en
un momento, un período o una estación en particular que deberemos
obligatoriamente mencionar puesto que el fenómeno puede evolucionar
con las estaciones.

El segundo límite temporal está representado por el nuevo


enfrentamiento con el alérgeno y el desencadenamiento de la alergia. La
demora entre estos dos mojones puede ser muy variable y algunas veces
pueden pasar años entre la programación y el desencadenamiento.

Un último punto: estos dos límites nos dan también la edad de la persona
afectada y esto puede ser muy importante en ciertas historias.

Cómo detectar los diferentes raíles y señalar el más

importante

Durante el psico-

choque, el cerebro biológico graba las circunstancias exactas de la


agresión con una minucia ejemplar. Todos los órganos de los sentidos
contribuyen, así como el pensamiento. Todos los parámetros llamados
«raíles de agresión» son memorizados y es bastante simple detectarlos
gracias a un pequeño cuestionario muy fácil de contestar. Nos valdremos
de las bandas de grabación que han desfilado a lo largo del psicochoque,
guardadas en nuestra caja negra cerebral:

— En la banda de sonido. ¿Qué hemos oído: ruidos particulares, voces,


gritos?

En la banda de vídeo. ¿En qué nos hemos fijado, qué hemos visto o leído:
el paisaje, los colores, el lugar, los protagonistas, el tiempo, una carta, una
palabra u otra cosa? ¿Ha habido cuerpos extraños en contacto con los ojos,

tales como pólenes u otros?

— En la banda olfativa. ¿Qué hemos olido con la nariz: olores, claro, pero
también algunos otros cuerpos extraños en contacto con las mucosas
nasales como pólenes, polvo, pelos de animales, etc.?

— En la banda gustativa. ¿Qué hemos probado y qué alimento ha estado


en contacto con nuestra boca?

— En la banda táctil: ¿qué hemos sentido por medio de la piel, qué


elemento estaba en contacto con la piel y en qué parte del cuerpo?

— En la banda pensante. ¿Qué hemos pensado en el fondo de nosotros


mismos en el instante del psico-choque? ¿Cuál ha sido el re-sentido que no
podíamos

expresar?

De esta forma, esta recolección de informaciones sensitivas recoge todos


los posibles raíles que han servido de base para un desencadenamiento
alérgico. Así vemos que el reencuentro «desaforado» con tan solo uno de
ellos puede poner en marcha una crisis. Generalmente, el cerebro
biológico, enganchado en la inoportuna e imprevista tormenta conflictiva,
privilegia un raíl en particular, que llamamos raíl principal o alérgeno.
El alérgeno: el raíl principal

Para nosotros el alérgeno representa el testigo número uno, mientras que


para otros sería el sospechoso número uno e incluso el verdadero culpable.
Cuesta

imaginar en ese papel a un pobre granito de polen o al inofensivo polvo


doméstico.

Es verdad que el alérgeno esconde bien su juego porque carga con todo. Se
lo acusa para proteger nuestra economía psicológica con el fin de que no
haya demasiada desestabilización. Psíquicamente hablando, es más
rentable focalizar y proyectar toda nuestra atención sobre ese elemento
neutral que enfrentarse a una antigua situación desestabilizadora, que aún
hoy no ha sido completamente resuelta.

Acabamos de exponer una ilustración de la represión, el desplazamiento y


la proyección. Después, en función del alérgeno, dirigiremos la
investigación hacia tal o cual aspecto de la problemática para así poder
delimitarla mejor.

Los alimentos nos orientarán directamente hacia un psicochoque


acontecido

durante una comida.

Los medicamentos nos orientarán hacia una terapia instituida y a la cual


el psicochoque está vinculado.

Las sustancias inhaladas tales como pólenes, gramíneas, ácaros, moho,


plumas o pelos de animales, nos orientarán hacia un psicochoque
acontecido en

circunstancias particulares: en el interior o en el exterior, en una granja,


debajo o encima de una cama, con animales, etc.

Las sustancias en contacto con la piel tales como los champús, los
detergentes, los productos de belleza, el látex, y también, el sol, el agua,
los metales preciosos o

comunes, nos orientarán hacia una separación o un raíl cutáneo con un


contacto problemático.

De hecho, este elemento se acerca mucho al centro neurálgico de la alergia


que está representado esencialmente por este último punto.

Las señales clínicas

Como ya hemos dicho, el significado psicosomático general del edema es:


no quiero o no puedo estar en contacto con una situación
desestabilizadora. Su posición en el organismo nos da más informaciones
sobre la forma de evitar la sensación desagradable en origen. Para
nosotros, las señales clínicas permiten avanzar la investigación de forma
considerable. En efecto, gracias al sentido biológico o al significado
psicosomático del síntoma y del órgano afectado, nos vamos a dirigir
directamente hacia el punto central de la alergia. A título de ejemplo,
veamos las principales decodificaciones.

Los ojos, con lagrimeo, conjuntivitis, inflamación o picores, nos orientan


hacia un psicochoque visual. No quiero ver, no puedo ver, lo he perdido de
vista.

La piel, con urticaria, eczema o picores, nos orientan muy claramente


hacia temáticas de separación.

La laringe, la tos o el asma laríngea nos orientan hacia una problemática


centrada en un miedo importante o un susto enorme.

Los bronquios, con las bronquitis y el asma, nos orientan hacia peleas o

recuerdos de asfixiados con gas, de ahorcados, etc.

La nariz, con la fiebre del heno, la sinusitis y los pólipos, nos orientan
hacia las actividades conflictivas donde predomina el elemento «nocivo».
A éste se añaden las expresiones «dinero sucio», «comportamientos
horribles, poco elegantes» o «me huele mal». Algunas veces puede
predominar la angustia. Los estornudos nos orientan hacia el deseo de
expulsar algo fuera del propio territorio.

Qué hacer cuando no se encuentra nada

La clínica psicosomática tiene muchas soluciones y recursos que aún no


hemos expuesto. Se nos ofrecen varias posibilidades.

El psico-

choque está por completo oculto en el inconsciente y no se puede


encontrar. Tal y como decíamos anteriormente, el inconsciente sólo nos
entrega datos cuando está seguro de que podemos encararlos mentalmente.
Moraleja: no estamos preparados para enfrentarnos con ellos.

Ha tenido lugar un auténtico psico-

choque pero ha sido conscientemente

declarado de muy baja intensidad o bien ha sido considerado positivo por


parte de la mente consciente y negativo por la mente inconsciente, como
ocurre en los cambios profesionales de los cuales nos habla Jean Platon.

La problemática se encuentra principalmente fuera de la historia de la


persona afectada.

Nos encontramos nuevamente con las programaciones transgeneracionales


que se han producido durante el proyecto/sentido.

Corresponde plantearse las siguientes preguntas: «¿Cuál es el


recuerdo(s) que asocio a este elemento creador de mi alergia?», «¿Qué es
lo no acepto dentro de mí y que está en relación con esta alergia?», «¿Qué
ocurrió de impactante durante ese período?», «¿Qué es lo que esta alergia
me impide llevar a cabo?» y «¿Qué es lo que esta alergia me permite
conseguir?»

Qué hacer cuando seguimos sin encontrar nada


Antes de declarar que

la teoría biológica no da respuestas a este caso clínico puesto que no lo


conoce todo sobre nuestro comportamiento íntimo, pedimos a la persona
que reflexione sobre lo hablado y que espere a que su inconsciente tenga a
bien enviarle algunos datos, como ocurrió en el caso del señor Pescado.

Ahora supongo que los lectores están preparados para enfrentarse a la


mayoría de las alergias, pero les propongo una última parada: la terapia
propiamente dicha.

La terapia

Desde el principio, hemos mencionado ciertas historias de vida más o


menos alegres, y es evidente que la mayoría de los casos clínicos han
desembocado, en poco tiempo, en una clara mejoría, si no en una completa
curación que, para algunos, cuenta ya con varios años. Exponer aquí en
detalle el camino psíquico emprendido por cada persona afectada parece
un ejercicio peligroso. Sin embargo, algunas

grandes líneas se han ido perfilando a medida que nuestra disciplina ha


progresado tanto en la teoría como en la práctica.

El aspecto teórico

La magia de la clínica psicosomática se efectúa gracias a los vínculos, más


o menos inconcebibles antes de su descubrimiento, entre un episodio
impactante de la vida de la persona —el psicochoque emocional
desestabilizador original

perteneciente a su historia personal o a la de sus ancestros

— y un alérgeno anodino

para la mayoría de la gente. Este psico-

choque ha almacenado con él, dentro de

nuestro sistema neurovegetativo, cierta cantidad de sobre-estrés o de


desestabilización, manteniendo siempre nuestro psiquismo dentro de una
cierta fragilidad/inestabilidad. De hecho, la enfermedad no es más que la
gestión celular, biológica, de esta acumulación de sobre-estrés asociado a
una emoción reprimida.

La mejoría o la curación no parecen ser más que la descarga parcial o total


de ese

«viejo» sobre-

estrés y de esa «vieja» emoción reprimida, que nuestro inconsciente


biológico se permite soltar de vez en cuando en la forma de lágrimas y/o
risa, solo o acompañado por un terapeuta. «¡Vaya!, por fin ya sale...» me
decía la señora

Rebanada y tantos otros pacientes.

La experiencia terapéutica de numerosos casos clínicos muestra tres


etapas principales: la adquisición de conocimiento, la toma de conciencia
y el desprendimiento emocional y la descarga emocional.

La adquisición de conocimiento

está representada por la teoría expuesta tanto al

principio y como al final de la obra, por la conducta a adoptar ante una


alergia. Esta teoría, que debe exponerse con todo el tiempo necesario,
apunta a encajar lo mejor posible con la historia emocional del individuo
alérgico. Está claro que los detalles históricos tienen una gran
importancia; no podemos resumir la historia del señor La Fresa con estas
simples palabras: su mujer lo deja para irse con su amante y él se vuelve
alérgico a las fresas porque su sistema inmunitario no puede soportar esta
fruta. Claro que no. Tenemos que ir en busca de todos los detalles de la
situación aunque parezcan fútiles y anodinos para el alergólogo. Todo
ocurre en los detalles y especialmente en la desestabilización emocional.

La toma de conciencia se efectúa cuando se establece un vínculo entre


dos elementos distantes el uno del otro y sin ninguna relación aparente.
Cronológicamente, la mayoría de las alergias tienen dos hitos temporales.
El primero corresponde a la fase de sensibilización y el segundo concierne
a la primera crisis alérgica. Vemos que, por una parte, el señor La Fresa se
sensibilizó a esta fruta roja durante la comida en que lo abandonó su
mujer, y por otra, una hipersensibilidad a

esta misma fruta se desencadenó más adelante durante una comida


familiar. Él nunca había establecido el vínculo entre estas dos comidas,
pero la evocación simultánea de ambas y su comparación significativa le
permitieron determinar que el denominador común de estos dos episodios
había sido la fresa. Razonaremos de la misma manera en todos los casos
de alergia.

El desprendimiento emocional y la descarga emocional son las señales


principales que nos permiten descubrir el hecho de deshacerse del «viejo»
sobre-estrés acumulado en el sistema neurovegetativo simpático,
especialista de la acción.

La persona cae así en el sistema vagotónico atribuido al descanso, como lo


demuestran un suspiro de bienestar, una sensación de descompresión
mental, unas risas, escalofríos o algunas lágrimas. Esta etapa es bastante
delicada de describir pues hace intervenir numerosos factores personales e
íntimos. Si la descarga emocional es completa, mejor, pues pronto
aparecerá el camino hacia la mejoría o la curación. Pero si ésta es
solamente parcial, podemos desviarnos. Esto significa, simplemente, que
todavía existen otros elementos que deben ser explorados. En este último
caso, podemos acudir a ciertas técnicas terapéuticas de ayuda antes de
darnos por vencidos.

Nota importante: en el curso de las consultas han aparecido distintas


posibilidades, cuyo hilo conductor es la necesidad de hacer emerger el
inconsciente biológico.

Las

tres etapas se efectúan al mismo tiempo durante la consulta. Es lo mejor


que puede pasar.
El «bloqueo» en la primera etapa se observa sobre todo en personas muy
racionales, demasiado científicas, que quieren pruebas antes de empezar lo
que sea o que permanecen impermeables a cualquier observación de orden
psicosomático, entre otras cosas. Una pregunta que les hago rápidamente
es la siguiente: «¿Piensa usted que puede curarse con la visión que tiene de
la enfermedad?» Por mi parte, hago mi trabajo, les pido que reflexionen
sobre lo hablado y les invito a pedir una nueva consulta sólo en el caso de
que quieran ir más allá. De esta forma no me canso demasiado, porque no
tengo absolutamente nada que probar.

Los «bloqueos» después de la primara etapa se observan con frecuencia.


La persona entiende bien el fenómeno pero no se opera la toma de
conciencia. Hay una única solución: retomar todo desde el principio. Si el
bloqueo persiste, volver a la práctica señalada más arriba.

Cronológicamente, el intervalo entre estas tres etapas es variable. Ha


ocurrido a menudo que una persona tome conciencia después de la
consulta puesto que el trabajo sobre el inconsciente no se efectúa solo en
la sala de consulta. Sus reflexiones, sus sueños, sus observaciones también
serán muy útiles durante las próximas entrevistas.

El aspecto práctico

Existen varias técnicas terapéuticas dirigidas a facilitar el surgimiento de


las

informaciones, de los re-

sentidos y de las emociones, todos ocultos en el inconsciente biológico.


Para ello, se codean dos grandes categorías terapéuticas: las técnicas
verbales y las técnicas psicocorporales. Las cito aquí sólo como
información.

Las técnicas verbales se relacionan con las psicoterapias llamadas «frente


a frente», donde todo puede decirse, oírse y escucharse. Como ya se sabe,
la primera descarga suele ser verbal. Nos permite expresar nuestros re-
sentidos, nuestras
emociones y nuestros secretos íntimos.

Las técnicas psicocorporales son numerosas dentro de los grupos


terapéuticos que dirijo junto con mis colaboradores. Empleamos muchas
de ellas pero desafortunadamente no las puedo detallar aquí.

Estamos llegando al final del viaje por el país de las alergias. Antes de
dejarles leer el Epílogo, quiero añadir que mis colegas y yo estamos
encantados de haberles expuesto nuestra visión de este fenómeno que, con
seguridad, está al alcance de todos. Una vez más, no creemos ser los
dueños de la verdad pero esperamos que esta nueva visión de las alergias
haya ayudado a esclarecer algo más esta patología tan frecuente. Les
agradecemos su atenta lectura y esperamos que este libro les haya ayudado
en su problemática y en su camino personal.

Port Camargue, 28 de junio de 2005

@evolucion.libros

Contenido

Portadilla

Créditos

Contenido

Prólogo

Introducción

Advertencia

PRIMERA PARTE

1. La versión tradicional de la alergia

2. Las otras versiones de la alergia


La versión freudiana de la alergia

La versión psicosomática de la alergia

SEGUNDA PARTE

Casos clínicos

Alergia a las plantas

Alergia a los animales

Alergia a los elementos

Las alergias domésticas

Las alergias oculares

Las alergias del ámbito ORL

Alergias estacionales

Cambios en el modo de vida

Las alergias «transgeneracionales»

TERCERA PARTE

Conducta a seguir frente a una alergia


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Créditos
Contenido
Prólogo
Introducción
Advertencia
PRIMERA PARTE
1. La versión tradicional de la alergia
2. Las otras versiones de la alergia
La versión freudiana de la alergia
La versión psicosomática de la alergia
SEGUNDA PARTE
Casos clínicos
Alergia a las plantas
Alergia a los animales
Alergia a los elementos
Las alergias domésticas
Las alergias oculares
Las alergias del ámbito ORL
Alergias estacionales
Cambios en el modo de vida
Las alergias «transgeneracionales»
TERCERA PARTE
Conducta a seguir frente a una alergia

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