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REFLEXIONES ACERCA DE LA MUERTE DIGNA(*)

Jorge Luis Manzini(**)

Mi trabajo monográfico original sobre este tema fue publicado en


2003 por la Asociación Argentina de Medicina y Cuidados Paliativos (A.
A.M. y C.P.) y está disponible en la web1.
Han pasado casi seis años desde entonces y mucha agua bajo los puen-
tes, aunque en algunos de ellos pareciera que está estancada. Hoy inten-
taré precisar de qué nos vamos a ocupar en este grupo de trabajo, y en
qué circunstancias, renunciando a cualquier prospección en cuanto al
futuro local, dada su volatilidad que me impide intentar esa tarea con la
mínima pretensión de seriedad.

“El Iluminismo ha muerto, el Marxismo ha muerto,


el movimiento de la clase trabajadora ha muerto,
y el autor tampoco se ha venido sintiendo muy bien
últimamente...”
Neil Smith2

* Para la reunión inicial del “Grupo de trabajo sobre decisiones en el final de la vida”, del
( )

Consejo Académico de Ética En Medicina (CAEEM) de la Academia Nacional de Medicina


de Bs. As, el 24/04/09.
(
**)Especialista Consultor en Clínica Médica. Especialista Universitario en Bioética. Hos-
pital Privado de Comunidad de Mar del Plata. Miembro Fundador de la Sección de Medi-
cina Paliativa y del Comité de Ética del hospital, y de la Asociación Argentina de Bioética.
Miembro del Consejo Editorial de Publicaciones de la Asociación Argentina de Medicina
y Cuidados Paliativos, y del Comité Editorial de la Revista Quirón
1
Manzini JL. Anhelos y realidades: Reflexiones acerca de la Muerte Digna. V Congreso y
II Reunión Rioplatense de la Asociación Argentina de Medicina y Cuidados Paliativos,
Hospital Garrahan, Buenos Aires, 06/09/03. Publicado en el Boletín Científico de la Aso-
ciación Argentina de Medicina y Cuidados Paliativos 2003; Nº5 (agosto de 2003): 5-13. A
partir de una disertación del mismo nombre pronunciada en las III Jornadas de Bioética
del Consejo Superior del Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires, Bahía Blan-
ca, 5/10/02, editada en www.aabioetica.org.ar
2
Citado por Hodgkin P (traducción mía). Medicine, postmodernism, and the end of
certainty. BMJ 1996; 313: 1568-9.

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Según algunos autores, hace 30 años, y según otros, 50 (después de
la Segunda Guerra Mundial), hemos salido de la edad moderna, la de los
grandes relatos o discursos, como el del progreso indefinido, la democra-
cia como ideal, etc. y, quizás en lo que más nos concierne como bioeticistas,
el dominio de la naturaleza por la técnica; época que preconizaba la vida
frugal consagrada al trabajo, al esfuerzo y al ahorro.
Y se dice que ahora estamos en la era posmoderna, atribuyéndole algu-
nos un perfil capitalista-consumista- globalizado, entendiendo globalización
como mercantilización y aculturación universal; moralmente relativista o,
quizás mejor, pluralista. En suma, una era del “sálvese quien pueda”, de
“pasarla bien”, con la legitimización del lucro, eligiendo “salir de la angustia
por el parque de diversiones”. Otros autores resaltan en cambio, como ele-
mentos valiosos, el reencantamiento del mundo, la búsqueda y defensa ins-
obornable de la identidad de los hombres y de los pueblos, y la exaltación del
sujeto como tal, conocido esto último como una tesis antropoética desde
principios del siglo XX, con Jaspers, Von Weiszäcker. etc 3.
Pero, ¿qué pasará ahora, luego de la explosión de la burbuja de la gran
fiesta, que hay que pagar? Lipovetsky afirma que la posmodernidad ha
muerto y que, como una especie de huida hacia adelante, estamos en la
exacerbación de la modernidad; que en realidad hemos entrado en la era
de la hipermodernidad: hipercapitalista, de hiperpotencias, hiper-terro-
rismo, hipervacaciones, hiperindividualismos, hipermercados,
hiperconsumista. Y reconoce a la cultura como el único antídoto posible4.
Otros empiezan a hablar de un tiempo nuevo, perfilado ya hace rato
por pensadores como el filósofo español José Antonio Marina: el de la
ultramodernidad, con una revalorización de la cultura del trabajo, con
“menos codicia y más ética. Menos individualismo y una mayor concien-
cia moral. Libertad, sí, por supuesto, pero con su natural consecuencia:
responsabilidad”5.
Bueno, pero esto recién empieza, y vamos a ver cómo sigue.
3
Lyotard J-F. La condición postmoderna. Madrid: Cátedra; 1987 – Lipovetzky G. El cre-
púsculo del deber. Barcelona: Anagrama; 1994 - Buela A. Notas sobre la postmodernidad.
Ciudad de los Césares 37/38 (Santiago de Chile, enero-abril de 1995): 21-23. - Morris DB.
How to Speak Postmodern. Medicine, Illness, and cultural Change. Hastings Center Report
2000; 30(6): 7-16 – Bauman Z. Ética posmoderna. Buenos Aires: Siglo XXI;2004
4
Lipovetsky G. Conferencia, Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Tiempos
Hipermodernos. El Ocaso de la Posmodernidad. 21/10/2004 - Lipovetsky G. “Consumir es
intentar huir de la muerte”. elPeriódico.com/Opinión20/3/2009. La entrevista con Gilles
Lipovetsky, filósofo. El Periódico de Catalunya. http://www.elperiodico.com/
default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=596751&idseccio_PK=1006
5
Marina JA. El misterio de la voluntad perdida. Madrid: Anagrama; 1997, y Crónicas de
la ultramodernidad, id. edit.; 2000 Huici V (UNED Bergara). Los tiempos de la
ultramodernidad (el tiempo de la tribu cibernética). Publicado en el VII Congreso espa-
ñol de Sociología, Salamanca, 2001 - Oliveto G.. Dolores de parto. El mundo saldrá de esta
crisis con un sistema más justo LA NACIÓN (Bs. As.) 07/04/2009

73
El historiador Philippe Ariés, en sus clásicos estudios sobre las acti-
tudes de los humanos ante la muerte6, ha demostrado que éstas son muy
diferentes según los lugares y los tiempos.
¿Qué vino significando la muerte digna, para nosotros, hombres
posmodernos?
Veamos algunas respuestas:
“Reivindicar una muerte digna significa primero rechazar manipu-
laciones tecnológicas que sólo servirían para prolongar la agonía”... “re-
cuperar el control sobre la propia muerte”
Baudoin Jl, Blondeau D, 19907

La muerte digna (“muerte humana” dice el autor, y éste es todo un


tema) incluye:
-La presencia solidaria de los otros - El alivio del dolor y otros sínto-
mas - Asistencia psicológica - La veracidad - La libertad
Elizari Basterra, 19918

- Alivio del sufrimiento y prolongación de vida humana


- Respetar el morir como acto personal
- Evitar el ocultamiento actual alrededor de la muerte
- Organización sanitaria que permita la asunción consciente del pro-
ceso por el moribundo y su vivencia en clave comunitaria
- Favorecer la vivencia del misterio humano – religioso de la muerte
- El uso de la sedación terminal, si el paciente lo quiere
Marciano Vidal, 19949

- Los familiares presentes, el contacto humano [el touching de enfer-


mería]. Preferiblemente, en casa
- Los auxilios espirituales si son deseados
- No estar invadido por sondas y tubos
- El trato respetuoso de los cuidadores
- El alivio del sufrimiento, si el paciente lo quiere. [El sufrimiento]
“Puede ser, acaso, injusto, inmerecido, pero no es inhumano”
Lifshitz, 199510

6
Ariès, P. L’Homme devant la mort. Paris: Ed. du Seuil;1977- Ariès P. Historia de la muer-
te en Occidente. Barcelona: Argos Vergara; 1982.
7
Baudouin JL, Blondeau D. La ética ante la muerte y el derecho a morir. Barcelona: Herder;
1990. Citados por Blanco GL, en Muerte digna. Consideraciones bioético-jurídicas. Bs.
As: Ad Hoc; 1997, p. 49.
8
Elizari Basterra F.J. Bioética. Madrid, Paulinas; 1991. Id citación, p. 50
9
Vidal M. Bioética: estudios de bioética racional. Madrid: Tecnos;1994 Id citación, p. 51
10
Lifshitz A. Morir con dignidad. Rev. Med. IMSS (Mex)1995; 33: 9-16.

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La buena muerte es aquella
- Libre de todo sufrimiento evitable para los pacientes, familiares y
cuidadores
- Congruente con los deseos del paciente y su familia
- Consistente con los estándares clínicos, culturales y éticos.
Instituto de Medicina de los EE.UU., 199711

Como ven, ninguna es posterior a 1997. He buscado más nuevas y no


difieren sustancialmente.
Pero, como se preguntaba Cope: ¿existe algo que se pueda llamar
muerte digna (o indigna), o son categorías creadas desde fuera de la si-
tuación?12

“Oh Señor, da a cada uno su muerte propia”


Rainer María Rilke

Personalmente comparto la postura, cada vez más generalizada, de


que el único requisito para que una muerte pueda ser llamada digna, es
que se trate de un acto personal. O sea, no creo que lo central sea si es
con tubos o sin ellos, si en casa, el hospital, la UCI, sino ayudar a que el
paciente pueda morir de la forma que él elija.
Recordemos que la dignidad de la persona humana (en su vida y, en
este caso, en su muerte) se refiere a su valor intrínseco, por el sólo hecho
de ser humano, según una de las formulaciones del imperativo categóri-
co kantiano. Se trata de ese valor que es de cada uno, que no puede ser
sustituido por otro bien, porque no tiene precio. Entonces el respeto a la
dignidad de las personas consiste en tratarlas como tales, y no como a
los animales y las cosas, que no tienen dignidad, porque no son valiosos
en sí, sino que tienen precio.
Aunque como digresión, les comento que Diego Gracia, en un re-
ciente trabajo en el que realiza un profundo recorrido histórico del con-
cepto de dignidad, desde la dignidad del rango o la posición social a la
dignidad de todo ser humano, afirma que Kant dice que el hombre tiene

11
Institute of Medicine. Approaching death: improving care at the end of life. Washing-
ton, DC: U.S.A. National Academy Press, 1997. accessible en www2.nas.edu/hcs21da.htm
12
Cope CM. “Death with Dignity”. Hastings Center Report 1997;27 (5):37-8

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a la vez precio y dignidad, de lo que deriva interesantes ideas, como los
derechos de los animales13. Pero éste es otro tema.
Debo puntualizar ahora que esto de dignificar el proceso de muerte
sólo tiene sentido en el contexto de una muerte intervenida, como se ha
denominado al hecho de que la muerte natural ya casi no existe. Para el
70-80% de la gente en las sociedades con algún grado de desarrollo, la
muerte ocurre cuando se desconecta algún aparato, se deja de hacer al-
gún acto médico o se profundiza la sedación a punto de que el paciente,
que por ello no come ni bebe más, ya no despierta14.
O sea que la muerte sobreviene al final de un proceso, y es ese proce-
so, y no el efímero instante de la muerte, el que cuenta para calificarla.
Es entonces cuando, según sea lo que se hace, quién lo haga, quiénes
estén o no presentes, y cómo se haga, se plantea la discusión del respeto
por la dignidad del muriente. Y en esa discusión entra ineludiblemente
en consideración la particularidad cultural, porque será lo que esa perso-
na o esa cultura considere digno, aquello que calificará como más o me-
nos digna a esa muerte.
En cuanto al 20-30% restante, cuya muerte no será intervenida, la
mayoría morirá de muerte súbita, accidental por accidente vascular
coronario o cerebral, o callejero de tránsito o por violencia, y no hay tiempo
allí de plantearse, desde lo asistencial, cómo se pueda hacer más digno el
pasaje.

Decía al principio que bajo algunos puentes parece haber obstáculos


a la circulación, porque con mucha frecuencia estamos viendo que no se
ayuda a dignificar la muerte. Y que en general se sigue evitando hablar
de estos temas, y cuando se lo hace, se lo hace mal (desde la ignorancia,
desde el sensacionalismo, desde los fundamentalismos de cualquier tipo).
Se supone que este grupo de trabajo que hoy se constituye formal-
mente va a estudiar problemas del final de la vida, pero pareciera que
los extremos se tocan, porque lo mismo ocurre cuando hablamos del abor-
to, que se ubica en bioética entre los problemas del principio de la vida

13
Kant I. Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres. Madrid: Espasa Calpe,
1990. Tercera formulación, en el ordenamiento propuesto por Paton en su clásico estudio,
entre las cinco que discrimina. Ver Paton HJ: The Categorical Imperative: A Study in
Kant’s Moral Philosophy. London: Hutchinson, 1947 – Gracia Guillén D. ¿Es la dignidad
un concepto inútil? Jurisprudencia Argentina, Número Especial de Bioética 2008 [Bue-
nos Aires, octubre 1 de 2008, JA2008-IV, fascículo n. 1] p. 3-11.
14
Drane JF. Suicidio asistido: ¿como solución a los problemas con el proceso de morir?
[Conferencia]. Actas de las VI Jornadas Argentinas y Latinoamericanas de la Asociación
Argentina de Bioética. La Plata, 7/11/2000. Publicada en Quirón 2001; 32(2/3): 70-7 -
Gherardi C R. La muerte intervenida. De la muerte cerebral a la abstención o el retiro
del soporte vital. Medicina 2002; 62: 279-90.

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pero, claro, implica por lo menos una muerte, la del feto, cuando no dos,
incluyendo la de la madre, cuando no se hace en condiciones médicamente
seguras.
Philippe Ariès, ya citado, decía en 1975 que a principios del siglo
(XX) los chicos creían que a los bebés los traía la cigüeña, pero si el abue-
lito se moría, sabían que se moría. Que ahora saben todo acerca del sexo,
pero si el abuelito se muere, se les dice que “partió”, se fue al cielo”, etc.
La muerte prohibida, interdicta, escamoteada, (son palabras de Ariès)
sigue entre nosotros, siendo a la vez una muerte intervenida, como ya
hemos dicho, y también administrada, o expropiada, como decía Iván
Illich15; es decir, con terceros decidiendo, por diversos motivos, cómo debe
morir ese paciente. A mi juicio, últimamente no es precisamente el po-
der médico el que particularmente se expropia de la muerte del paciente;
ha ido aprendiendo que con esto no se tiene que meter, que tiene que
dejar que cada persona elija como morir. La muerte es más bien expro-
piada por otros poderes, poderes constituidos y poderes en las sombras.
Y esto, a pesar de que por todos lados han ido apareciendo leyes que
pretenden salvaguardar estos derechos, llamadas, en general, precisa-
mente, “leyes de Muerte digna”, cuando no, por los medios, “de eutana-
sia”. Para hablar de lo que nos es próximo, en el país, tenemos legisla-
ción específica, hasta ahora, en Chaco, Río Negro y Neuquén, aparte de
la posibilidad de plasmar en una escritura pública un “Acto de
Autoprotección en Previsión de una eventual Incapacidad” (¡fíjense qué
nombre tan significativo!), en toda la Provincia de Buenos Aires y en
Rosario. En Uruguay acaban también de darse su ley de “Voluntad anti-
cipada”.
En cuanto al término eutanasia: ¿por qué los medios hablan de “eu-
tanasia” y no de “retiro de tratamientos de soporte vital” que es lo que
se hace, por ejemplo, en los casos de estado vegetativo permanente? Los
Cuidados Paliativos y la bioética han tratado desde siempre de separar
claramente la eutanasia, de la muerte producida por la abstención o el
retiro de tratamientos de soporte vital, y de la muerte como segundo
efecto del alivio del dolor y otros síntomas16. Pero viendo la evolución del

15
Illich I. Némesis médica. Mexico:Joaquín Mortiz/Planeta;1984
16
McFadden ChJ. El principio del doble efecto. En Ética y medicina. Madrid: Studium;
1958, pp. 49-54 - Wilkinson J. The ethics of euthanasia. Palliative Medicine 1990; 4: 81-6
- Roy DJ, Rapin C-H, and the Board of Directors of the European Association for Palliative
Care. Regarding Euthanasia. European Journal of Palliative Care 1994;1(1):57-9 - Brock
DW. Death and Dying: Euthanasia and Sustaining Life: II, Ethical Issues. in Reich WT
[Editor]. Encyclopedia of Bioethics, 2nd ed. New York: Simon & Schuster MacMillan;1995,
pp. 563-72 1995 - European Association for Palliative Care (EAPC) Ethics Task Force.
Euthanasia and physician-assisted suicide: a view from an EAPC Ethics Task Force.
Palliative Medicine 2003; 17: 97-101.

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debate académico sobre la eutanasia y el uso cada vez más difundido de
la palabra, quizás debamos pensar que lo que ocurre es que le hemos
perdido la repugnancia que nos causaba, y nos animamos a usarla como
sinónimo de muerte digna en cualquiera de sus formas. Esto pretendía
el italiano Giorgio Di Mola en 1993, en un contexto mucho menos propi-
cio. Lo que proponía era retomar el concepto de eutanasia como buena
muerte (muerte dulce, suave, con poco sufrimiento), que es el que tuvo
hasta el siglo XVII, y no como muerte provocada, acelerada por piedad17,
que es su significado actual, al menos en los países que la han legaliza-
do, es decir, Holanda, Bélgica y Luxemburgo.
Volviendo a lo del agua que ha pasado bajo los puentes, ¿cómo se
explica el patetismo del caso Schiavo18 de EE.UU. y el de nuestro caso
“S., M. d. C. Insania”19 de la Pcia. de Bs. As., ambos de 2005, y reciente-
mente el de Eluana Englaro en Italia?
Por supuesto, todos estos casos han tomado estado público al acer-
carse a su resolución, pero implican mucho tiempo de sufrimiento atrás.
Eluana Englaro, por ejemplo, quedó en estado vegetativo en 1992; en
1997 su padre consiguió la interdicción y la tutoría, y ya en 1999 la Corte
de Apelaciones de Milán le negaba el retiro del soporte vital. Fueron 17
los años de agonía para esa familia20.
Hace dos meses, cuando este caso llenaba las páginas de los periódi-
cos, mientras los políticos de derecha como Berlusconi, y la Iglesia cató-
lica, se movían febrilmente para que el parlamento dictara una ley que
impidiera el retiro del soporte vital a Eluana -con la saludable oposición,
debe destacarse, del presidente Giorgio Napolitano-, yo me preguntaba:
-¿adónde está el Comité Nacional de Bioética de Italia?-. La realidad es
que el Comité fue consultado reiteradamente, y emitió opinión sobre el
caso, pero se ha dicho de él, “el Comité no es el parlamento, que es quien
tiene la última palabra”. De todos modos, su postura fue contraria al
retiro de la alimentación e hidratación artificiales, con el argumento de

17
Di Mola G. Euthanasia: the word and the act in palliative medicine. Palliative Medicine
1993; 7: 187.92.
18
Jones J. The Terri Schiavo Case in the US. International Association for Hospice and
Palliative Care (IAHPC) Newsroom 2005; 6, (4), April – Tinant EL. Dignidad y autono-
mía de la persona al final de la vida. En Bioética jurídica, Dignidad de la Persona y
Derechos Humanos. Bs.A.: Dunken; 2007, p. 81-116.
19
Manzini JL. Acerca del Acuerdo de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Bue-
nos Aires sobre Estado Vegetativo, Ac. 85.627, 2005, “S., M.d.C. Insania” publicado en
Carta Paliativa (Asociación Argentina de Medicina y Cuidados Paliativos, www.aamycp.org.ar)
II(1), y editado en www.aabioetica.org (Asociación Argentina de Bioética).
20
Kühne V. El testamento biológico. Algunas reflexiones sugeridas por un reciente caso it
aliano. PERSONA, Nº 79, marzo 2009. http://www.revistapersona.com.ar/Persona79/
79Persona1.htm

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que no consideraba que hubiera encarnizamiento terapéutico, remitien-
do a su declaración sobre directivas anticipadas de 200321, en la que se
aclara que algunos miembros del Comité estaban de acuerdo con que la
alimentación e hidratación artificiales deben evaluarse como cualquier
otro tratamiento de soporte vital, y otros miembros no. En realidad la
postura más restrictiva dice que pueden suspenderse cuando constitu-
yen encarnizamiento terapéutico porque para el paciente constituyen
un tratamiento desproporcionado o francamente fútil, aunque califica al
procedimiento de “soporte vital no extraordinario”; y en el caso de un
paciente terminal para quien no constituya una carga y sí pueda contri-
buir a aliviar su sufrimiento, es obligatoria, y su omisión debe conside-
rarse eutanasia pasiva. Me he extendido en el comentario porque de la
lectura del texto se desprende lo engorroso que le ha sido al Comité lle-
gar a un consenso, que ha sido claramente estratégico, más que
argumentativo.
Recordemos aquí que ante el caso Schiavo el presidente Bush también
presionó descaradamente al congreso para una solución legislativa ur-
gente y para la ocasión, así que en Italia no han sido ni siquiera originales.
Y de todos modos, muerta Eluana el 09 de febrero, Berlusconi sí lo-
gró que el Senado aprobara el 26 de marzo un proyecto de ley sobre
testamentos vitales que está actualmente en discusión en la Cámara de
diputados. Si se aprueba como está, los italianos no van a ser respetados
en su voluntad de retiro de tratamientos de soporte vital, al menos en
cuanto a la alimentación e hidratación artificial. Las iniciativas legislati-
vas italianas sobre el tema datan de 1999, pero hasta ahora no habían
podido plasmarlas en una ley. Y es interesante que una encuesta publi-
cada por el CORRIERE DELLA SERA el 1º de abril concluye que el 75%
de los italianos quieren plena libertad para sus disposiciones en el “tes-
tamento biológico”, como lo llaman, y el 68% afirma lo mismo para lo
que el diario considera el punto más espinoso, es decir, la alimentación e
hidratación artificiales22.

Sigo preguntándome:
¿Por qué, existiendo en la Prov. de Bs. As. el Registro de Actos de
Autoprotección del Colegio de Escribanos, la paciente “F, C.A.” , de Mar
del Plata, también en 2005, no creyó que la escritura fuera suficiente, y

21
Comitato Nazionale per la Bioetica d’Italia: Dichiarazioni Anticipate di Trattamento.
18 dicembre 2003. Punto 6” I contenuti delle dichiarazioni anticipate”, Inciso 7:
“Indicazioni finalizzate a richiedere la sospensione dell’alimentazione e dell’idratazione
artificiale”.
22
CORRIERE DELLA SERA it, 01/04/2009, Politica, L’Osservatorio. Biotestamento, 3 su
4 per la libera scelta

79
debo suponer que el juez tampoco, dado que aceptó el amparo, para que
cuando la Sra. no pudiera tragar o respirar, no se la sometiera a trata-
mientos invasivos?23 ¿Qué pasó, o qué pasará (no conozco los hechos pos-
teriores), con ese caso cuando llegue el momento? ¿Se respetará la direc-
tiva anticipada así reforzada, o saldrá algún defensor a ultranza de la
sacralidad de la vida a querer pasarle por arriba?

Otra referencia paradigmática:


Ramón Sampedro pasó casi treinta años pidiendo que lo ayudaran a
acabar con una vida que no tenía ningún sentido para él, y el acto tuvo
que hacerse de manera clandestina, en las sombras; una confabulación
para que nadie terminara en la cárcel por ello24.
A diferencia de Sampedro, las otras pacientes mencionadas (casuali-
dad, todas mujeres), no sufrían, porque estaban en estado vegetativo.
Pero, ¿y las familias?
Estos casos son muy conocidos. Pero entretanto ha habido muchos
otros con no tanta repercusión mediática, y muchísimos más que se han
resuelto en el silencio prudencial de las instituciones de salud, con deci-
siones médicas de acuerdo a las normas de buena práctica, con apoyo o
no de instituciones de bioética.
A la hora de empezar a pensar en legislar sobre las Directivas Antici-
padas, habrá que tener en cuenta que, con excepción de la última paciente
mencionada, la Sra. F, C.A, portadora de una esclerosis lateral amiotrófica,
ninguna de estas personas estaba en estado terminal ni desesperado, ni
era esperable una muerte próxima luego de una agonía prolongada, sino
que gozaban de una vida plena: Ramón Sampedro quedó tetrapléjico lue-
go de dar con su cabeza contra una roca haciendo clavadismo desde los
acantilados, como era su diversión habitual, un día de marea baja, a los 25
años. Terry Schiavo quedó en estado vegetativo permanente después de
un tratamiento por obesidad; nuestra paciente de San Isidro, S., M. de C.,
luego de un parto. Eluana Englaro, por un accidente a los 17 años. ¿Debie-
ron tener directivas pensadas, preparadas y dadas?
En el otro extremo, ¿y la mistanasia? Esa “muerte miserable, fuera y antes
de tiempo”, según el concepto acuñado por Leonard Martin, sobre todo en su
forma más injusta, y a la vez más frecuente, la mistanasia por omisión25.
23
“F., C. A. s/Acción de Amparo (en favor de su cónyuge M., M. I.)”. Causa nº 7/60.284.
Juzgado de transición Nº 1, a cargo del Dr. Pedro Federico Hooft. Departamento Judicial
Mar del Plata, 25/7/2005.
24
Gilardón F. Polémica sobre la eutanasia. Una confesión real sobre una vida de película.
http://www.clarin.com/diario/2005/01/12/conexiones/t-902861.htm (12/01/2005) - Losoviz
A. ¿Qué derechos tiene los que eligen morir? http://www.bioeticaclinic.com.ar, 29/03/2005
25
Martin L. Eutanásia – Mistanásia – Distanásia – Ortotanásia. en CINÀ G.et. al. (org.),
Dicionário Interdisciplinar da Pastoral da Saúde. São Paulo: Centro Universitário São
Camilo/Paulus; 1999, p. 467-482.

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¿Qué derecho tenemos a estas interferencias, a estas acciones u
omisiones que en definitiva lo que hacen es aumentar el sufrimiento,
para alguien que sufre por última vez (al menos en este mundo) y para
los que quedan?
No por nada apareció la bioética, a la que el maestro Mainetti siempre
llamó “moderna ética civil”26, en la década del 70, con otros numerosos
movimientos del llamado “tercer sector”, del que las “ONG” son los más
conocidos, con el objetivo de ocuparse especialmente de los grupos sociales
más vulnerables. Con el ocaso del Estado de Bienestar y el surgimiento del
neocapitalismo brutal27, estas instituciones, ni estatales ni empresariales,
tomaron parte de las funciones del mismo. Como bien recuerda María
Julia Bertomeu28, por ese entonces empezaron a separarse la sociedad ci-
vil y la sociedad política. No confiamos más en la sociedad política, o sea el
Estado, y a través de otras instituciones que construyen ciudadanía29 es
como tenemos que luchar por derechos tan elementales como éste de que
nos dejen en paz para morir de la manera que queramos.
El compromiso que implica esta postura para las profesiones de la
salud es, lo sé, grande.
Si en serio queremos acompañar al paciente, deberemos proveerle,
si eso es lo que quiere, un sistema de cuidados domiciliarios, que sea
técnica y humanamente de excelencia; o abogar por su internación, aún
en la UCI, por ejemplo para que se lo sostenga hasta que llegue un pa-
riente o un amigo al que quiere abrazar antes de “irse”; o ayudarlo a que
se suicide (suicidio médicamente asistido) o practicarle eutanasia si él
está imposibilitado, o aplicarle todos los conocimientos que nos proveen
los cuidados paliativos para que no sufra mientras se deja morir por abs-
tención de alimentos y bebida. No podemos irnos por la tangente con
problemas de conciencia, de lo que dice la profesión médica o la ley, o de
las necesidades de los establecimientos sanitarios.
Por supuesto, el heroísmo no puede ser obligatorio, y cada uno sabrá
hasta dónde está dispuesto a llegar. Pero lo que nadie debería arrogarse
es el derecho de decidir cómo va a morir el otro.
Espero que este espacio que empezamos a construir sirva para dig-
nificar cada vez más el proceso de muerte, porque creo que en definitiva,
de eso se trata.

26
Mainetti JA. Panorama actual de la Bioética. Quirón 1994; 25(1): 88-93.
27
Huertas R. Crisis económica y política neoliberal en el sector salud. Quirón 1993; 24(1): 14-19.
28
Bertomeu MJ. Bioética, ética social y filosofía política: una mirada crítica. En Garay OE
(coordinador): Bioética en Medicina. Bs. As.: AdHoc; 2008, p. 33-48.
29
Cortina A. Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía, Madrid: Alianza
Editorial; 1997.

81

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