Está en la página 1de 160

De 1a e r ótic a a 1a e 1í n i e a

El sujeto en entredicho

Daniel Gerber

EDITORIAL

La2@S
Dirección: Rolando H. Karothy
Discf' o de rapa y de interior: Paula Calvente
Con-cción de pruebas: Carolina Menón
Introducción
Entre la zona de las preguntas
y la zona de las respuestas,
hay un territorio donde acecha
un extraño brote

Toda pregunta es un fracaso.


Gerber, Daniel
D e la erótica a la clínica: el sujeto en entredicho. - la ed. - Buenos Aires: Toda respuesta es otro.
Lazo:;, 2008. Pero entre ambcts derrotas
32' p ; 24xl5 cm . suele en11:rga como 11n humilde tallo
1 a(rso que está rnds al/ti de !os sometimientos.

~
'N 978-987-22714-4-2
Roberto Juarroz: Octava poesía vertical
!'sicoanálisis. I. Título
C D 150.195

© Re. Lindo Karothy


© Ed irorial Lazos
En 2005 Editorial Lazos publicó mi primer libfo: El psicoa-
nálisis en el malestar en la cultura, una recopilación de textos que
Mam,illa 2621 1º 4, Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.
abordan esa temática. Hoy, gracias nuevamente a la amable
E-ma :l: rkarothy@psinet.com.ar
invitación del director de esta editorial, Rolando Karothy, sale
a la luz este nuevo volumen que reüne trabajos elaborados y
publicados como ensayos y artículos en libros colectivos y dife-
rentes revistas entre 1988 y 2006.
Quech hecho el depósito que marca la ley 11723
De la erótica a la clínica: nunca se insistirá lo suficiente en
Impreso en Argentina
el hecho de que una erótica, la del cuerpo de la histérica, dio
origen a fines del· siglo XIX a una nueva clínica fundada por
Freud. Clínica donde la erótica constituye, bajo la forma del
amor de transferencia, el motor de la cura que se despliega en
el consultorio del psicoanalista.
Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni re-
Erótica implica confrontación del sujeto con aquello que
gistrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de informa-
está más allá d e su decir pero que sólo con su decir puede bor-
ción, en ninguna forma ni por ningún medio, sea m ecá nico, fotoquími-
dear y cercar: el goce. La clínica psicoanalítica es -a diferencia
co, electrónico, magnético, el ectroópcico, por fococopia o CL1alq uier o ero,
de otras que pretenden el dominio y hasta la eliminación del
sin permiso previo por escrico de la editorial.
~ goce por considerarlo la enfermedad a "curar"- una clínica que

" 7
precende llevar al sujeto al reconocimiento del goce que lo habi- Como responsable de las páginas escritas que siguen a esu.>
ta y que sus síntomas encarnan; una clínica que se basa en la breves líneas no pretendo exponer alguna clase de saber sir o
dimensión erótica por excelencia, la de la palabra, destinada a compartir ese proceso de producción del saber que cada lector
poner al suj eto en entredicho. Jugando con los diferentes senti- debe emprender por su cuenta.d':n
dos ele este significante, la clínica psicoanalítica po ne en cues-
tión su estatu to :iparentcmente homogéneo y de amo ele él
mismo, a la vez que indica ql.1e su lugar es tá en el entre-dicho ,
entre un significante y otro, imposibilitado de hallar el signifi-
cante que designe su ser para siemp re en falta.
En su mayor parte, los textos que aquí se reún en fueron, en
un primer momento, ponencias en coloquios y jornadas o con-
ferencias en lugares y ante públicos diferentes. Escritos o rees-
critos para su publicaóón en un segundo tiempo, han sido revi-
sados, corregidos y ampliados en este que puede llamarse un
1 tercer tiempo -¿momento de concluir?- para ap arecer aquí.
La ordenación de los textos y su distribución en cuatro
granel es ejes temáticos a lo largo del libro está pensada de acuer-
do con la lógica que impone el título general. El reco rrido parte
entonces de la reflexión so bre el erotismo y la pasión como efec-
tos de la violencia introducida en el mundo por el orden sim-
bólico para continuar con desarrollos en torno al sexo como
subordinado al significan te y llega finalmente a plantear la
importancia del fantasma para una clínica del suj eto.
Finalmente se trata d e pensar qué sucede con el sujeto del
inconciente en la clínica psicoanalítica y algunos aspectos de
esta última son tratados en la parte final: las entrevistas llama-
das preliminares, la interpretación, lo "incurable" que la cura
pretende producir, el silencio como lugar de diseminación d e la
palabra al qu e se trata d e "hacer lugar".
La base de toda esta elaboración es mi experiencia clínica,
como analizante y como analista; experiencia que es articul ada
con la lect ur a de textos, la discusión con colegas y amigos de los
problemas que clínica y teoría plantean y el intento de testimo-
niar por escrito acerca de todo esto. La finalidad es buscar siem-
pre nuevas formas de producir el saber sobre la verdad del
inconciente.

8 9
1

Violencia, erotismo y pasión

El lenguaje y la violencia

E n 1899, como epígrafe de su obra magna, La interpretaá.:Jn


de los sueños, Freud utiliza la conocida frase de La Eneida de
Virgilio: "«Ffectere si nequeo superos, Acheronta movebo» [«Si 11 0
pu edo doblegar las fuerzas superiores, moveré las del
Aqueronte»]". 1 Movilizar las fuerzas del Aqueronte, de los dio-
ses infernales: lo que el descubrimiento freudiano muestra es
que ese río del mundo subterráneo que se consideraba corn o
límite entre el mundo de los vivos y los muertos no está bajo !:~
superficie d e las cosas y los discursos sino en ellos mismos corno
una imposibilidad que los recorre const::rn temen te.
La estructura del lenguaje, que constituye al sujeto que
habla como un ser hecho de palabras, es la causa de esa imp·::i-
sibilidad que tiene la forma de una falta; falta la palabra qu e
puede decir lo verdadero de lo verdadero, la palabra que pueda
borrar el efecto causado por ella misma: la imposibilidad de
decirlo todo. En 1970 Lacan decía: "Yo digo siemp re la verda.::!:
no toda, porgue de decirla toda, no somos capaces. Deci rla
toda es mater ialmente imposi ble: fa lt an las palabr;:is.
Precisamente por este imposible, la verdad aspira a lo real", 2 es

' SigmunJ Frcud: "La inccrpretación de los rncños", en Obras completas,


Amorrorrn editores, Buenos Aires, 1979, vol. IV, pág. l.
2
Jacqucs Lacan: "Televisión", en Psicoanálisis: Radiofonía & Televisión, Ed.
Anagrama, Barcelona, 1977, pág. 83.

". 13
d1~cir que la palabra imposible es inherente a la existencia del A esta perturbación -que define lo humano mismo- Freud la
lenguaje; en este contexto, la pretensión de decir la verdad con~ llamó "malestar en la cultura'', malestar indispensable sin el cual
duce al sujeto a su Aqueronte, a lo real indecible. no hay cultura.
Hay por lo tanto una violencia que es propia del lenguaje
mismo: el sujeto no puede estar en él sino representado. La
p:·labra, dice Octavio Paz, "[ ... ] es el hombre mismo. Estamos Violencia, imposibilidad y goce
h,chos de palabras [ ... ]. El hombre es hombre gracias al len-
gt <tje, gracias a la metifora original que lo hizo ser otro y lo Para el psicoanálisis, la violencia en el mundo humano es
sepa ró del mundo natural[ ... ]. Por la palabra, el hombre es una un fenómeno ligado a una dimensión cuya importancia Lacan
mi:táfora de sí mismo". 3 Entregado al lenguaje desde antes de su señala en los años 70: el goce. Así, en 1972, en el seminario
nacimiento, al sujeto que habla le falta, radicalmente, el ser y Encore, 4 aborda la articulación entre dos conceptos que tienen .
esta falta causa el deseo, que no puede encontrar el objeto para ya una historia -que se remonta a textos como La signijzcación
su satnofacción. El goce, que es la "sustancia" misma de este ser, del falo y Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el incon-
esd perdido desde el comienzo. ciente freudiano- en su enseñanza: el significante y el goce.
En el lenguaje el sujeto no está ahí sino representado, le Desde el inicio de este seminario, Lacan advierte que el
falra el ser. Esta falta equivale al deseo, que sólo se sostiene por goce se distingue del Lust freudiano -que se puede traducir
stt insatisfacción. Lacan llama goce a la sustancia de este ser, no como placer o deseo- y del concepto de satisfacción. El goce es
sól --' perdido por razones de estructura sino n ecesariam ente per- una noción de la que, en primer término, habla el derecho:
dí u ) porque de no ser así el deseo se desvanecería y cederí::i su gozar de una cosa es pode r usarla y hasta abusar de ella.
!u ~ ar a la angustia. En este sentido, es objeto todo lo que pro- Precisamente, es para limitar esto último que el derecho elabo-
m ete tbtituir al sujeto una parte de su goce perdido. ra categorías tales como la de "usufructo", categoría en la que se
El lenguaje promete e impide a la vez un goce que final- vincula la posibilidad de uso de un bien con los frutos que se
me.'.1 te no se puede alcanzar. La imposibilidad es esencial para pueden obtener de él: se puede usar un bien -incluido el pro-
que el deseo exista, pero a la vez lo condena a ser deseo siempre pio cuerpo o el de otro- pero sólo hasta un determinado punto
insatisfecho; deseo que, por otra parte, rehuye a la satisfacción porque no se puede rebasar cierto límite, el que ase~ura la pre-
porque ésta s·ignificaría su muerte. servación del mismo.
Hay una violencia consusrancial a la vida humana en el El derecho reglamenta el gozar limitindolo a las fronteras
ord,: n simbólico y su causa esd en esa perturbación 1·adical que de lo útil. Pero el goce en sí se define como "lo que no sirve para
el knguaj e introduce en la m edida en que su ex istenci::i misma nada'', 5 par:1 nad:1 que pueda ser concebido en función de crite-
determina la ausenc ia de satisfacción "natural" de las necesida- rios de utilidad prictica. En este sentido se lo puede considerar
des y el surgimiento de la dimensión del deseo que viene a como una instancia negativa que no se deja someter a las leyes
impedir cualquier posibilidad de eq uilibrio orgfoico. La pro- ni tampoco al principio de placer: ni a ia inquietud de auto-
mesa del goce como satisfacción absoluta no se cumple jamás.
' Cf Jacqucs Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, Paris,
' Ocrnvio P:iz: E! arco y fa lira, Fondo de Cultura Económica, México, 1983, 1975.
págs. 30-32 . ; !bíd., p:íg. l O.

14 '- 15
conservación ni a la necesidad de descargar la excitación. es él mismo. El pensamiento del porvenir debe aprender a exp e-
El goce se ubica entonces como un "más allá" de cualquier rimentar y a decir eso. El ser; esto no es Dios y no es un fur ··
satisfacción posible, desplegándose en un espectro muy amplio darnento del mundo. El ser está, pues, mas allá de todo ente y
que, como dice Lacan, "comienza con la cosquilla y termina en a la vez más cercano al hombre que todo ente, sea éste una roca,
la parrilla". 6 En el interior de este espectro se puede situar la un animal, una obra de arte, una máquina, sea éste un ángel o
noción más estrecha de goce sexual que, en sí mismo, es ya una Dios. El ser es lo más cercano. Pero la cercanía es para el ho n;,-
limitación del goce en general. El goce sexual hace límite por- bre lo más lejos". 9
que depende del significante que es quien introduce la dimen- Esta cercanía que implica a la vez una abso luta lejanía no
sión de lo sexual en el ser humano. És ta se define corno la orga- puede ser sino efecto del lenguaje. Se produce así una inversic~ n
nización fálica en tanto supone la concentración del goce sobre ele las relaciones tradicional es entre real y simbólico, del mismo
un órgano que el significante aísla del cuerpo. modo que entre goce y goce sexual. Inversión que Lacan ya
La dialéctica que se establece entre el goce en general y el señala en 1960, en un texto en el que forrnLda sus primeras ela-
goce sexual o fálico puede articularse con la relación entre el ser boraciones sobre el goce: Subversión del sujeto y dialéctica del
y el significante. Lacan la evoca oponiendo Bentham a deseo en el inconciente freudiano. Intenta aquí explicar el modo
Aristóteles, una filosofía de la ficción -y se debe recordar que en que el ser humano puede extraer goce de lo sexual, cuestión
"ficción" provifne del latín fingere, que significa "heñir, forjar, fundamental para pensar cómo el análisis puede posibilitarle un
amasar"- a unJ del ser. Esto es consecuencia de la inversión que acceso a éste en la medida en que, a diferencia de lo que Freud
Lacan introduce en la relación entre los dos términos: el ser no pensaba, no está obstaculizado por la castración.
es previo al significante, es producido por él. El lenguaje no es A este respecto, Lacan no considera que la castración im p i-
una superestructura que viene a encimarse al ser, a lo real, sino da gozar; por el contrario, es gracias a ella que el registro dd
el instrumento que forma y determina este ser. goce sexual nos es abierto. En este sentido va a distinguir dc.s
"No hay ninguna realidad pre-discursiva. Cada realidad se tipos diferentes de goce: por un lado, ése que Freucl atribuye ;ti
funda y define por un discurso".7 El ser no es previo al signifi- padre primordial de Tótem y tabú, goce sin límites ni reguh-
cante sino producido por él. Sin significante nada existiría, ni ción; por el otro, el goce sexual que no se confunde con aq w'-1
siquiera el ser, que es así un significado inducido por el signifi- en tanto se define como un recorte operado en el campo cid
cante: "[ ... ] ¿no es cierto que el lenguaje nos impone el ser y goce. Éste sería, primordialmente, el del ser como tal, goce qt.:e
nos obliga como tal a admitir que, del ser, nunca tenemos el lenguaje -y en particular su efecto específico, el significan te
nada?''. 8 De esto se deduce que la idea de una realidad "pre-dis- falo- separa del sujeto para abrir así el campo de un nuevo goce
cursiva" carece de asidero. El ser es un efecto de significado del que ya no está li gado al ser sino al semblante.
discurso; como dice Heidegger: "Y bien, el ser, ¿qué es el ser? Él Hay entonces un goce correlacionado al ser, al ser qi. c
queda en falta por efecto del significante y su consecuencia: ·:'!
singular modo de ex-s istericia del sujeto, representado/ausenLe
'' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XVII L'envers de la psychana61se, Ed. du en la cadena significante. Este goce soporta el "yo soy" en . a
Se uil, París, 1992, pág. 83.
7
Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Senil, Paris, 1975,
pág. 33. ' Martin Heidegger: "Carta sobre el humanismo", en Jean-Paul Sa rrre: El
' !bid., pág. 44. existencialismo es un humanismo, Ecl. Huascar, Buenos Aires, 1972 •. pág. 84.

16 17

"'-~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ -~~
medida en que no es enteramente simbolizado por el "yo pi en·· cular, del Otro sexuado como tal, no puede decirse; es un fuera
so" y justifica por esto que de alguna manera haya ser y que sub- de la palabra que sólo puede tener algún lugar entre dicho y
si;ca. En otros términos, este goce es la respuesta a la pregunta dicho (inter-dicto), a título de indecible, de lo excluido del len-
fi losófica clásica: "¿Por qué hay ser y no más bien nada?"; por guaje: "A lo· que hay que atenerse, es a que el goce está prohibi-
é!, el universo no tiene otra razón de ser y de continuar siendo: do [interdicto] a quien habla como tal, o también que no puede
"Soy en el lugar desde donde se vocifera que «el universo es un decirse sino entre líneas para quienquiera que sea sujeto de la
d eí~cto en la pureza del No-Ser». Ley, puesto que la Ley se funda en esa prohibición [interdicción]
Y esto no sin razón, pues de conservarse, ese lugar hace lan- mis1na" . 11
guidecer ~] Ser mismo. Se llama el Goce, y es aquello cuya falta El significante tiene así una doble función: prohíbe el goce
ha ría vano el universo" . 10 -como goce del ser- por un lado, lo posibilita -corno goce fáli-
Este goce "del ser" nos es inaccesible. No corresponde a co o sexual- por otro: "La castración quiere decir que es preci-
ningún deseo del sujeto, resiste a toda captación y a todo razo- so que el goce sea rechazado, para que pueda ser alcanzado en
namiento significante. Es pérdida pura y se traduce en sufri- la escala invertida de la Ley del deseo" . 12 El goce interdicto por
mi1: nto. No es por lo tanto el goce sexual pues éste tiene más el significante es el goce infinito cuya existencia sólo sería posi-
bi c>n como efecto la interdicción de aquél: el goce sexual no es ble si el orden simból.ico careciera de la falta que lo funda per-
al go en donde entramos por nuestro ser sino por el significan- mitiendo así la materialización de la posibilidad de que todo
te. ~ >ero la organización significante tiene este rasgo: falta un hombre pueda gozar de toda mujer y a la inversa. Pero el pri-
significante, el significante que pueda nombrar ese goce "del mado del falo implica la imposibilidad de una relación de sexo
ser" como tal; es lo que se llama castración. De ahí que este sig- a sexo, de un "ser masculino" con un "ser femenino" .
nifi cante que falta es también el significante del sexo femenino El falo marca entonces al sujeto, lo tacha, inscribe el "sacri-
porque en el discurso psicoanalítico La mujer indica lo fuera del ficio" que se impone a todo sujeto hablante en relación con el
len guaje por excelencia. sexo: es la marca de esta interdicción que recae sobre el goce
E n efecto, para la teoría psicoanalítica no hay sino un sig- como condición para la existencia del deseo. El significante falo
nific: mte ele la sexuación: el falo. Esto determina que a nivel ele va a escribir así en el Otro ese lugar del goce interdicto que es
lo ;;Konci ente no luya relación que pueda formularse entre d os incompatible con el signi fi cante, el luga r del goce que no es "el"
sexos o pu i:srns. Para el i nco ncie rne, el O rro sexuado n o cxisre: go ce co mo ral. Este sac riflcio para el sujern , con sec uencia d e la
L(/ .•1111/er evoca en ronces el ser co mo tal , irrcp resc n c:1ble . En fa lta en el O tro, se llama castración .
co ns ec uencia, el goce sex ual, que sólo puede exis tir po r su art i- E n el o rde n simbólico el suj eto queda colocac.i bajo el sig-
cu lació n con el significante fáli co, excluye que se goce de un se r nificante de la castración, bajo el falo. En consecuencia, le falta
- femenino- como tal. Esta interdicción producida por el signi- una determinación que lo especifique como viviente: en la
13
ficante debe entenderse de modo estrictamente literal: es una medida en que la palabra implica el "asesinato de la cosa", es
inter-dicción porque el goce del ser, del ser fem enino en parti-
11
Jbícl.' pág. 801.
11
Jacques Lacan: "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el incon - L! j(;/c/., p;\g. 807 .
cicnte fr eudiano ", en Escritos 2, Siglo Vcinriun o cdirnres, M éxi co , 1994, p:íg. " Jacq ucs La c rn: "Función y campo de la palabra y del lengu:i.je en psico:i.-
800 . n:\lisi s" , en Fscritos 1, Siglo Vei ntiuno editores, M éxico, 1995 , p;íg. 307.

18 19
más bien a título de muerto que el significante lo representa. El no, en tanto es concebido como un "suplemento" del ún io~;
sujeto hablante carece de ser de viviente porque el significante goce al que es posible acceder: el goce determinado por el len-
que puede brindarle su "identidad sexual" lo constituye como guaje y tributario del significante falo que es llamado goce fa li-
falta en ser. La castración es el nombre de esta pérdida de ser en co.
tanto ser del sujeto. Su ser viviente sexuado es tomado en la El goce fálico esd. asociado entonces con la falta en ser rn ~is
sucesión de significantes donde falta toda garantía que pueda que con el ser y es un goce que, más allá de las apariencias, se
afirmarle lo que él, como sujeto, significa. Esta ausencia radical sitúa fuera del cuerpo porque sólo se liga con éste por medio de
de garantías es señalada por Lacan con un aforismo: "No hay ese débil hilo que es el órgano sexual o la imagen "falicizada" de
Otro del Otro", no hay metalenguaje que asegure una existen- la forma corporal. Por esto, no concierne al cuerpo en su co n-
cia sin pérdida, sin falta. junto sino solamente a ciertas partes que pueden funcionar
Por esto el goce permanece siempre inalcanzable. El signifi- como equivalentes del órgano genital. La relación del ser
cante nos separa de él pero permite al mismo tiempo su evoca- hablante con el goce sexual se caracteriza así por ser una rela-
ción bajo laJorma de su falta: falta de goce que la castración ción esencialmente fallida. Algo cojea allí pues el goce que se
impone. Ha.Y) pues un agujero en el Otro simbólico -el goce puede extraer de una relación sexual nunca es el que "haría
cuya falta hace inconsistente al universo- que implica pérdida falta''. El goce fálico es siempre el testimonio de la disyunci 6 1
de ser para el sujeto, pérdida que Lacan escribe con la letra a entre el cuerpo y el sexo; por esto hace constantemente obj e-
que, en tanto signo algebraico, indica ese agujero como tal, el ción a que se pueda establecer, entre un sexo y el otro, una "vc1-
agujero en sí, o sea, la constancia de las pérdidas en juego en dadera" relación -'-en el sentido de "proporción"- sexual.
cada relación que el sujeto establece con el Otro. Además, el lenguaje opera un vaciamiento del ser del cuct -
Esta dialéctica entre las dos modalidades de goces, cuya for- po que -capturado por aquél- deviene un lugar vacío de suó-
mulación Lacan inicia en 1960, será retomada poco más de una tancia en el cual sólo operan una serie de inscripciones signifl·-
década después en el seminario Encore. Aquí el significante falo cantes. El cuerpo es un producto del lenguaje; esto significa
es retomado en su doble valor de causa final para el goce del ser que, del mismo modo que la naturaleza no preexiste a la cultL'-
o goce del Otro -como lo llamará ahora- y causa original para ra, el cuerpo no ,es sin el lenguaje pues no se forma únicamen -
el goce sexual o goce fálico. El goce del Otro es designado como te por la reunión de las células germinales sino a partir del len-
parasexuado, .fuera del lenguaje, goce que soporta al ser o al guaje. El significante produce el cuerpo a la vez que impide al
cuerpo como tal, como viviente más que como muerto, esto es, sujeto el acceso a ese cuerpo como tal, lo expulsa fuera d(d
como cuerpo que "excede" a toda captura de la palabra con su campo de lo que le es posible, en tanto sujeto, gozar. El signif -
efecto mortífero. cante crea el cuerpo haciéndolo a la vez inaccesible.
De este goce del Otro, el sujeto no puede tener ninguna Esta es la razón del fracaso en. el ser hablante del acto sexual:
idea porque escapa a la captura del significante. No se puede al buscar unirse al Otro real sólo encuentra que éste se halla fuera
más que suponerlo ya sea al contemplar el espectáculo que ofre- de su alcance. Pero el horizonte del goce es gozar del Otro, dd
cen ciertos animales o en esa dimensión que se ubica más allá cuerpo del Otro como tal. De este modo el goce sexual es un ob!;-
de lo representable simbólicamente a la que aluden ciertos dis- táculo para lograrlo y, simultáneamente, una defensa contra el
cursos como el de los psicóticos o algunos místicos. Es en este goce del Otro o del cuerpo porque lo sexual viene del lenguaje y
sentido que Lacan introduce dicho goce del lado de lo femeni- se aplica, con mayor o menor fortuna, sobre el cuerpo. Así, hace

20 ~.
21
r

de pantalla al anhelo de gozar el cuerpo del Otro como ta!:"[ ... ] ficante por medio del cual él trata de alcanzarlos. A esta dimen-
L.n cuerpo se goza. Éste no se goza sino por corporizarlo de sión otra se refiere en matem<lticas la noci ó n de número real,
1 ·1:111era significan te".' ' El goce fálico, comandado por el signifi- ente ndido corno el límite: "Un núm ero tiene un límite y es en
cm te, se interpone entre el sujeto y el cuerpo del Otro imp i- esta medida que es infinito. Aquiles, es muy claro, no puede sino
ciéndole el acceso a éste. A este impedimento el psicoanálisis lo rebasar a la tortuga, no puede unirse a ella. No se reúne con ella
!lama castración, concepto que es correlativo de la función falica. sino en el infinito". 15 Este límite en el conjunto de significantes
Esto l!eva a formular una nueva definición del Otro, enten- del Otro en tanto lugar simbólico es designado por Lacan S(A),
d ido en una primera instancia por Lacan como el lenguaje. Sin escritura que indica la existencia de un innombrable, un agujero
dejar de encarnar esa dimensión significante, el Otro nombra en el orden simbólico, fuera del lenguaje o alteridad radical.
también al cuerpo precisamente por este estatuto de extraño que Ahora bien, S(J¡'.) hace contrapunto con otro significante
posee con respecto al sujeto que lo define. El cuerpo se define que es el Uno, Uno que alude a la unión buscada entre dos. De
,:nmo se r real, fuera del alcance de lo nombrabl e, de lo simboli- es te modo, ambos forman dos polos entre los cuales es imposi -
;·. ~tble; ser real que se trata de "capturar" por medio del signifi- ble escribir una relación, dos polos que constituyen la indica-
cante como lo ponen de manifiesto prácticas simbólicas propias ción de que, en el orden simbólico, la relación sexual es impo-
de todas las culturas que imponen marcas diversas sobre él: la cir- sible. Es imposible po.rque a la vez que ofrece el significante
et mcisión, la vestimenta en general, los tatuajes, son ejemplos de Uno que la evoca, en tanto se trata de un orden que contiene la
tma insistencia inagotable que busca la aprehensión -nunca falta impide su realización plena en el vínculo entre dos.
completa- de lo real del cuerpo por medio de lo simbólico par- De modo que, mientras que S(A) -significante de la falta en
e¡ ue, más allá de su dimensión simbólica, el Otro y el cuerpo son el Otro- deja al ser fuera del lenguaje, el significante Uno sugie-
n:ales, es decir, irreductibles al orden del lenguaje. El sujeto care- re al sujeto que podría unirse a ese fuera del lenguaje, que
e~ por lo tanto de una relación con el cuerpo como tal que pueda podría -e incluso debería- ser uno con la mujer, el Otro o el
st r formubda simbólicamente porque este t.'tltimo permanece cuerpo. El orden simbólico engendra así un conflicto irreducti-
St(:mpre como un resto rn:1s allá de lo que puede dec irse de él. ble porque el ser hablante se encuentra en m edio de la oposi-
Surgen así tres series de relaciones, cada una de ellas com- ción entre estos dos puntos de fuga que le presenta el lenguaje:
puesta por dos términos: hombre y mujer, sujeto y Otro, sujeto y el significante de la división y el de la unidad. Así es como una
cuerpo. Estas tres series indican tres relaciones imposibles cuya parte del ser se le escapa irremediablemente a la vez que se
ilu tración más precisa puede encontrarse en la célebre paradoja encuentra bajo la orden de acceder al mismo.
de Zenón sobre Aquiles y la tortuga: del mismo modo que Se puede decir que es en la medida en que el significante
Aquiles no alcanza a la tortuga, el hombre no puede alcanzar a Ja Uno le es presentado como posibilidad que Aquiles persigue a
m ujer ni tampoco el sujeto logra lo mismo con el cuerpo y con el la tortuga, así co~o el hombre busca. a la mujer y ~l sujeto _se
O tro. No porque la tortuga y el cuerpo no estén allí sino porque empeña por reurnrse con su cuerpo. Sm embargo, ~~te empeno
so !1 reales, es decir, porque están situados en otra dimensión q ue está condenado al fracaso que retorna inevitablemente una y
ac¡ 1élh do nde corre Aquiles: más allá del paso, del trayecto sign i- otra vez. ¿Qué puede hacer entonces Aquiles con la tortuga, el
ho mbre con la mujer, el suj ero co n el cuerpo? S(A) implica la
11
• Jacq ues LKan: Le Séminaire, Livre XX: Encare, Ed. du Sc uil, Paris, 1975, .
pág. 26. IS fhfd., pág. 13.

22 23
imposibilidad de respuesta para esta pregunta y su consecuen- Si por un lado hay violencia en toda manifestación de ero-
cia es la división inevitable en el sujeto ocasionada por el some- tismo, por el otro hay un goce con características indudable -
timiento al lenguaje. Así, tras cada intento de unión, lo que rea- mente eróticas en toda violencia que los sujetos ejercen, sea ele
parece es esa división como el obstáculo infranqueable para modo sublimado en la creación, sea de manera directa en la d es··
lograr el anhelo de unidad. trucción. Muerte, violencia y erotismo se anudan así de man e-
La falta del Otro, constitutiva del orden simbólico, es así la ra indisoluble a partir del hecho de que el ser humano es pro-
causa de todos los equívocos y de las distintas formas de vio- ducido por un orden simbólico que, como se ha señalado, abr e
lencia -efecto de la imposibilidad de la relación sexual, de la la dimensión de un goce más allá de todo límite a la vez que lo
inaccesibilidad del goce- que son la verdad de las relaciones separa tajantemente de él. Esta es la violencia fundamental y
entre los sujetos. fundante, la que en última instancia determina todas las otr ~.o
~ que pueden permanecer más o menos embozadas o manifestar-
se abiertamente en la sexualidad, el erotismo, el crimen en ses
Violencia y erotismo diferentes expresiones o la creación.
Un autor es fundamental para pensar el nexo que vincula
Es indispensabl e tomar en cuenta la exisrenc i3 del goce las reflexiones de Freucl en torno a h .sex ualidad y su relaci <' n
corno un "exceso" propio ele b vid,1 humana para advertir la con la muerte con las elaboraciones ele l.acan: Geo rges Batailk.
estrecha rebción que vincula a la violencia con el erotismo, rela- Su reflexión sobre el erotismo es un puente indispensable enue
ción que Freud señaló claramente desde los comienzos de su ambos pensadores y también una formulación esencial p ;t 1<1.
reflexión y que en 1901, en el análisis de su olvido del nombre comprender las fuentes y la dimensión eminentemente eróti ca
del pintor que realizó los frescos de la catedral de Orvieto, 16 lo de la violencia.
llevó a precisar que muerte y sexualidad están íntimamente liga- "El erotismo -dice Octavio Paz- no es mera sexualidad an i-
das y constituyen el fundamento del inconciente. En .este texto nrnl, es sexualidad transfigurada, ceremonia, representación. i ·'.i
se prefigura ya la formulación que tardará unos veinte años en erotismo es sexualidad transfigurada: metáfora". 17 Bataille, evr>-
madurar: b existencia de una pulsión de muerte que ap untZI a cado sin duda al lí por el poeta mexicano, phntea esta tran sfi-
un "más Zlllá" d el principio de placer, a algo que rebasa cual- gurac ió n o td nsito de lo animal a lo humano a partir de pe11-
quier estado de "equilibrio" o bien est3 r y arrastra al sujeto a un sar el ernt isrn o co rno un aspecto de la vida interior del hornbr :: .
goce que supone, en el extremo , su propia aniquilación. Para Bataillc el erot ismo difiere de la sexu;1\idacl básica, ins-·
La pulsión ele muerte como "lo Otro" que 3compaña in evi- ti n ti va, reproductora, porque re plan tea la vida interior y pon e
tablemente toda búsqueda de placer viene a mostrar que en el en juego preguntas sobre el ser, la nada, la discontinuidad d e la
trasfondo del erotismo hay siempre violencia. Violencia qLte existencia, la continuidad de la muerte. El erotismo provo ca
unas veces puede resolverse en producción discursiva o creación que el ser se cuestione a sí mismo: "En el erotismo puedo decir:
y otras es actuada directamente, pero que nunca puede ser com- yo me pierdo". 18
pletamente eliminada de raíz. Este modo de concebir el erotismo exige retomar los con-

"; Cf Sigmund freud: "Psicopatologia de la vida cotid iana", en Obms cnm- 17Octavio Paz: lrt l!rrmrl dnble, Ed . Scix Barral, México, 1994, p~g. 10.
p!etas, Amorrnrtu editores, Buenos Aires, 1979, vol. VI, pág. 9. " Georges Bataille: El erotisrno, Ec!. Sur, Buenos Aires, l 9GO, pág. 29.

24 25
ceptos de continuidad y discontinuidad propuestos por bre oposición freudiana entre Eros y pulsión de muerte puede
Bataille. Todo organismo vivo, afirma, es un ser discontinuo y releerse a la luz del lazo indisoluble entre ambos que se des-
cada ser es distinto de los demás porque nace y muere solo: prende de la reflexión de Bataille: uno requiere a la otra. El ero-
t7 ntre uno y otro hay un abismo. Pero los humanos -podría tismo supon·e una violación del ser de los participantes que
c:ecirse: por la existencia del lenguaje- tenemos una aguda, e siempre limita con la muerte, con el crimen: "Esencialmente, el
i ~1clusive trágica, conciencia de lo abismal de esa discontinui- terreno del erotismo es el terreno de la violencia, el terreno de
d ad: "Este abismo es profundo; no veo la forma de suprimirlo la violación". 21
[ . . ]. Somos seres discontinuos, individuos que mueren aisla- Sin una violación del ser que vive en la discontinuidad no
cí::. mente en una aventura ininteligible, pero tenemos la nostal- podemos representarnos el tdnsito hacia un estado de conti-
f!_ Ía de la continuidad perdida". 1 ~ n uid:id. Quizá por esto se suele decir del sujeto que desarrolla
Es aquí, donde la discontinuidad es inevitable, que el ero- una actividad erótica intensa que "lleva una vida disoluta". El
tismo abre la posibilidad de continuidad. Pero esta continui- erotismo tiene como fin impactar al ser discontinuo en lo más
d:td, si es llevada al extremo, implica la muerte, la desaparición íntimo, allí donde el ser muere, se disuelve, desfallece.
d ,~ uno en otro. Por esto el erotismo es "la afirmación de la vida Para esto, la acción decisiva es desnudarse. Más allá del
h :1sta en la muerte". 2º Una radical violencia le es por lo tanto repliegue sobre uno mismo al que condenan las ropas que uno
consustancial.
porta, el despojarse de toda vestimenta revela la búsqueda de
Por otro lado, para Bataille hay una relación estrecha entre una comunicación del ser con la continuidad perdida. También
lo erótico y lo sagrado: el acceso al erotismo exige una expe- lo revela la apertura de esos conductos corporales "íntimos"
riencia personal, subjetiva, interior; como tambi én lo exige la cuyas imágenes hoy difundidas desde todos los ángulos posibles
experiencia de la religión. El erotismo no puede ser un objeto por la pornografía se asocian con la sensación de obscenidad.
puramente exterior, debe vivirse como el movimiento del ser en Estas imágenes son perturbadoras en la medida en que cuestio-
nosotros mismos.
nan la posesión de una individualidad firme, durable, segura de
Así, lo erótico y lo sagrado se acoplan desde el momento en sí. Del mismo modo, en el juego de los órganos que evacuan sus
que operan una ruptura de Ja discontinuidad del ser separado, fluidos en los momentos de la fusión de los cuerpos, éstos son
a! dado, e introducen un sentimiento de continuidad. La sacra- perdidos por quienes los "poseen" en un movimiento que se
¡iciad del erotismo se funda en el hecho de que lo erótico tiene asemeja al vaivén de las olas que se penetran y se pierden, una
un:1 determinación primitivamente religiosa. La actividad eró- y otra, una en otra.
tica disuelve a los seres que se comprometen en ella. El erotis- Así, en el erotismo siempre está en juego la disolución de las
m o es sagrado porque a todos nos revela o nos recuerda nuestra formas constituidas. Las formas de la vida social habitual que
co :irinuidad perdida.
fundan y garantizan las identidades estables son puestas en entre-
Ahora bien , es ta continuidad se halla en el ori gen de todos dicho por l::i. rn:i.rea de su flu ctuación. Sin embargo, b disconti-
los se res. La muerte entonces, que pone fin a un ser disconti- nuidad no puede desaparecer: el erotismo de los cu¡rpos sólo la
n uo, no puede afectarla; por el contrario, h manifiesta. La céle- cuestiona sin que su disolución se alcance. Pero en l~ medida en
que se trata de trastornar o perturbar al máximo la vida normal
"fhíd., p;Íg. 13.
2
" lbíd., pág. 5.
21
Jbíd. , pág. I G.

26 "· 27
de los seres separados, lo que se impone es el exceso: el juego eró- La posible continuidad percibida en la persona del otro m ;.
tico llevado a su punto máximo presenta a la muerte como único es una experiencia placentera, más bien provoca angusti J,
horizonte de ruptura de esa discontinuidad inevitable. Por esto miedo a la pérdida, furia. Al amante le parece que sólo el ot ro
Ja angustia que lo acompaña: en el erotismo la muerte puede -ese ser único, particular, frágil, mortal:- puede garantizar su
revelarse como una verdad más eminente que la vida. continuidad, su anhelada con-fusión de dos. En consecuenci ;1,
Estas reflexiones aluden a lo que Bataille ll ama el erotismo de el sufrimiento es inherente al amor-pasión, al erotismo de los
los cuerpos. Pero hay una pasión que puede tener un sentido más corazones. Sufrimos nuestro aislamiento en la individualidad
violento aúr¡¡ que ese erotismo: es la que intro~uce el erotismo de discontinua, pero también la cercanía del otro: la pasión h ace
los corazon<J>, concepto que nombra a la pasión de los amantes, creer que si se poseyera realmente al ser amado, el corazón
que si bien procede de la materialidad del erotismo corporal, estrangulado por la soledad formaría un solo corazón con él o
adquiere un aspecto de fusión estabilizada por el afecto. Y esta ella, pero esto se revela finalmente imposible. La pasión empu-
fusión es o puede ser más violenta aún porque, pese a las prome- ja entonces, en el extremo, al asesinato, al suicidio, a la muerte.
sas de felicidad recíproca, se ha introducido la perturbación y el Así pues, en la poesía, la experiencia mística o el erotism o
desorden. La dicha del amor-pasión no es un a dicha que se pueda de los cuerpos y de los corazones, Bataille advierte una dirc c--
gozar como si nada, es una dicha que acarrea un desorden tan vio- ción, un movimiento que va de la separación, de la discont i·-
lento que sólo puede compararse con su contrario: el sufrim iento. nuidad de los sujetos distintos, hacia la indistinción, la con -
Cuando dos humanos se aman, la atracción se eleva a un fusión d el ser en la muerte. Esto in d ica lo sag rado del erotism o,
pun to t:.11 de tensión que la pérclid:.1 del amor o incl uso Ja pri- su apuesta por una ap er tura violenta, radical, ah trasccnclenci :1.
vación transitori:.1 de la presenci:.1 del otro se sie nte como una En Ja fusió n ele los amantes, el sacrificio o la experiencia reli-
amenaza de muerte. Amar es, en cierto sentido, vivir en el giosa se trata de resolver esa tensión por la muerte del ser úni co
temor de la posible pérdida del amado, o de la pérdida del amor y discontinuo como parte de un movimiento de disolución ck
de éste. La continuidad, la búsqueda de fusión de los amantes, todos los seres en las aguas de la eternidad.
se percibe de modo más evidente en la angustia que se experi- Ahora bien, es necesario señalar que la discontinuidad de la
menta por el sentimiento de que la meta a alcanzar es inaccesi- que habla Bataille no es simplemente la realidad del organismo
ble, provisional, imposible. separado de los otros; es fundamentalmente producto de h
Se llega así al extremo en el que el amante puede proferir las razón y ésta se deriva del lenguaje. El muro del lenguaje es caus:1
palabras que traducen su impotencia: "Si no eres mía/o no serás de la ex istencia ele seres habl antes irremediablemente separado ;
de nadi e". El o la amante prefiere matar al/a amado/a -o matar- unos de otros. Como fundante de l Logos, la razón no pu ede
se él/ella mi smo/a- cuando descubre q ue no puede poseerlo, y dejar de engendrar un afuera de ella. Bataille lo llama la part1;
a veces también matarse a sí mismo. Es el modo paradójico de maldita, dimensión que siempre está al acecho, en las sombras,
pretender alcanzar el ser inaprehensible al precio de que éste ya tratando de aprovechar cada grieta dd orden social para irr.um -
no sea de ningún modo. Se comprende así que, como dice pir con toda su voluntad de desorden en un movimiento ck:
Osear Wilde, "mata cada hombre lo que ama". 22 desborde por el CLtal el ser tiende a salir de sí, a ser siempre m :< :;
allá y más afuera.
"Osear Wilde; "Balada de la drcel de Reading", en De profimdis, Gernib, Esta " parte ma Id.ita" es, para L acan, el goce, este "otro " c,1;
'
México, 1995, pág. 108. la razón, resto de ella misma que no puede ser capturado o

28 29
encerrado en un concepto. El pensamiento no puede aprehen-
parte maldita con la referencia a una institución cultural: el
de r eso que lo excede aunque provenga de él mismo y esta zona
potlatch. Este vocablo tiene su origen en el término patshatl que
d e lo que rebasa a la sensatez racional es el espacio del erotismo.
pertenece a la lengua de los indígenas nootkas, de la costa oeste
D e ahí que sea lógico emparentar el erotismo con la idea del
canadiense;· con él se nombra a ur..a ceremonia que Marcel
m al: el erotismo es tumultuoso, se opone a la razón, a la convi-
Mauss comenta en un conocido artículo de 1925 24 que tuvo
ve nc ia; es excesivo: anhela ir más allá de los límites.
una importante influencia sobre Bataille así como también
De este modo es posible comprender una característica fun-
sobre Claucle Lévi-Srrauss y Lacan.
damental del erotismo: este no es un impulso destinado a pro-
El potlatch es un festejo en el cual el anfitrión ofrece a los
ducir sino a gastar. Ya se recordó a Lacan, "el goce es lo que no
invitados un gran número de objetos valiosos y/o los destruye a
sirve para nada''. 23 El erotismo sólo lo gra afirmarse por una vía
la vista de todos. Esta donación de bienes durante la fiesta es
negativa: su razón de ser es puro desacato, pura sinrazón . Su
incondicional y excluye todo regateo pues se sostiene en un
law con lo sagrado proviene de esta característica: mientras
principio que se puede denominar como de pura pérdida. Pero
dura el tiempo sagrado la prohibición que pesa sobre el derro-
el don tiene también carácter de intercambio: el anfitrión desa-
ch é se suspende y el orden profano de la producción es negado
fía a sus invitados a cumplir con la obligación contraída al acep-
en instantes únicos que evocan la eternidad.
tar sus regalos instándolos a realizar a su vez un potlatch con
Esto es lo que ocurre en la típica escena amorosa. En la
dones más abundantes.
nc:,vela iV!i madre, los amantes se encierran para permanecer en
Lo verdaderamente interesante aquí es que la pérdida tiene
h cama duranr e varios días, absortos en el delirio erótico . Una
propiedades positivas porque de ella emanan jerarquía, honor,
película inspirada en alguna medida en ella, El imperio de !os
nobleza. El don tamb ién pone en circulación recursos, aunque
so!tidos, de Nagisa Oshima, muestra a una pareja de amantes en
la donación o destrucción de riquezas y energías es un juego
u n:i permanente búsqueda del goce, actividad que solamente
contrario al principio de conservación: hay un derroche espec-
imerrurnpen para comer y beber cuando una criada les ll eva ali-
tacular en un instante de éxtasis y delirio orgiástico.
me nto s. El mLmdo del trabajo y las reglas sociales jam<1s per-
Esta festividad arcaica presenta así un principio de gasto
tllrba la puesta en escena de sus fantasías. Sin embargo, aunque
vinculado a las competencias, los desafíos, los excesos cuyo
esdn siempre en el límite mismo del goce -o quizá por esto
énfasis está situado en la pérdida. Una pérdida que debe ser lo
mismo- se ven desdichados: encarnan de esta manera el lazo
más grande posible para que adquiera su verdadero sentido.
es c1ccho del goce con el sufrimi enro porque pugnan incansa-
Esr:i institución ele! pot!atch se vincula con el hecho de que
b! 11uice por logLn el ¡) rirn ern y no pueden men os q ue frao-
tod~1 soc ieLlad, dl' un modo u orro , produce m<'Ís el e lo que nece-
s: 1: '11 l'SC :1n ll ('.IO .
sita ¡J:1 ra su subsistenci:t, es dcci1·, dispon e si empre: de un exce-
!··:! ero1ismo hace presente entonces b parte maldita, con-
dcnce . /\sí, en los humanos, el clispenclio y el aniquilamienco
Ct ¡' l ) rundan1ental que perm itirá a Lacan elaborar su noción de
adoptan diversas modaliclacles, ele las más sutiles a las rn~1s
ge . · conto el m~1s a!L1 del principio de l placer, es decir, ele roela
escandalos as -corno las guerras, por ejemplo- para dilapidar el
sac i~ facción regulada y equi lib rada. Bataille va a ilustrar esa
inevitable sobrante que la propia vida social genera.

21
.Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Scuil, Paris, 1975, 24 Cf Marce! Mauss: "Ensayo sobre los dones", en Socio!ogí+ rmtropo!ogia,
p:íe, 10.
Ed. Ternos, Madrid, 1991.

30 31
Pero no se trata de una reivindicación del gasto orgiástico, la vez que aterroriza. Para Bataille la vida genera un exceso de
improductivo, hedonista. El gasto no es más que un inevitable energía que debe gastarse mediante el crecimiento o mediante
resultado del trabajo; el excedente es consecuencia directa de la la pérdida. La aportación de Lacan en este punto consiste en
acumulación que genera la actividad productiva. Ni uno ni otro aclarar que nó es la vida considerada simplemente en su dimen-
podrían existir si no se hubiesen instalado reglas que permitan sión biológica sino la vida en tanto capturada en el orden del
adquirir hdJv los bienes que han de consumirse mañana. Sin la lenguaje. Es en éste y por éste que vida y muerte irán indisolu-
prohibicióJ, entonces, no hubiéramos podido crear el trabajo blemente mezcladas: el acto de procrear como paradigma de
ni crearnos a nosotros mismos como humanos. La prohibición dar vida no hace más que multiplicar lo que vive para ofrecerlo
no solamente pretende una restricción del goce puesto que pro- a la muerte. En el mome nto en que se prodiga sin límites , b
cura sostene r los intercambios social es en la medida en que la vicia desp liega una finalidad aparentemente co ntraria al ci erro -·
conservación y continuación de la vida social no serían siquie- che de energía: qui ere crecer. Pero al final prevalece la p érdida:
ra concebibles sin limitar aquella parte maldita, ese impetuoso cada ser que ha nacido debe morir.
movimiento del exceso que podría destruir la propia vida. Esto constituye la violencia esencial asociada con el hecho
El erotismo despierta esa parte maldita y una vez que se mismo de vivir, la violencia que está en el origen de todas las
entra en su camino nada parece satisfacer la terÍdencia a dilapi- violencias posibles. Ante ella, la apuesta del psicoanálisis es la de
dar sin provecho recursos adquiridos con esfuerzo. La violencia transformar ese goce -destructivo y mi;lrtífero en su esencia- en
verbal o física es la verdad interior del erotismo entendido acto creador, hacer del lenguaje que trae consigo la vida y con--
como un gasto improductivo. Sin embargo, el erotismo no es dena a la muerte, el espacio donde siempre sea posible que un:1
solamente violencia y exceso, también es deseo. El deseo emp u- palabra diferente ponga un límite siempre provisional al empu -
ja al cuerpo hacia adelante, hacia la poses ión del objeto anhela- je arrollador de eso que no dejará de cuestionarlo: parte maldi-
do, lo que resulta imposible. Así, el deseo tendrá que permane- ta, pulsión de muerte, goce que debe ser reco nocido en su
cer insatisfecho y, a falta de acceder al objeto, pod rá hace r con irn portancia y su valor para mantenernos vivos en el deseo.
la violencia un acto de creación. Bataille dice: "Qué dulce es
permanecer en el deseo de exceder; sin ir hasta el fin, sin dar el
paso. Qué dulce es permanecer largamente ante el objeto de ese Las pasiones del ser
deseo, mantenernos vivos en el deseo, en lugar de morir yendo
hasta el fin, cediendo al exceso de violencia del deseo". 25 Pasiones del ser es un sintagma empleado por Lacan que
La violencia inherente al erotismo así como la dimensión h ace contrapunto con el título del célebre tratado de Descartes:
erótica de la violencia son consecuencia del hecho de que el ero- Las pasiones del alma. Se trata de una expresión que debe en ten-
tismo es siempre la unión de los opuestos: afirmación de la vida derse tornando en cuenta la ambigüedad d el gen itivo del, q uc
incluso -y so bre todo- en el dolor, la ago nía y el suplicio. Se alude tanto a las pasiones qL1e corresponden al ser corno al
vincula así con el éxtasis sacro porque se busca encontrar el goce hecho de que el ser mismo puede definirse como una pasió n.
en el horror, la belleza hasta en la muerte. En este sentido es importante recordar que la palabrJ
La coincidencia o unión de los opuestos angustia, exalta a pasión tiene, en principio, un significado doble. Por un lado
alude a "padecer, sufrir", por otro -sobre todo en su empleo
" Georgcs Baraille: E! erotismo, Ed. Sur, Buenos Aires, l 9Cí0, pág. 142. más actual- se refiere a una aspiración particularmente fuerte,

32 33
¡'
'~'."
:'
~
tomar como ejemplo el caso de la pulsión escópica: no se trata
i i coercible. Por esto, si se la piensa en el contexto del discurso solamente del placer de mirar que el sujeto puede experimentar
freudiano, se asemeja de alguna manera al Trieb, la pLtlsión, ¡:: sino esencialmente de hacerse mirar como objeto que se coloca
cuacterizada por Freud como "fuerza constante", 26 a diferencia ¡; en el lugar de un suplemento del Otro. Es una clara ilustración
del instinto que es una "fuerza de choque momentánea''. 27 La del modo en que el Otro es siempre necesario para poner en
pulsión se distingue a la vez del ff/unsch, el deseo, descubierto movimiento a la pulsión, que Lacan va a definir como un tra-
en el sueño y definido como un voto, un anhelo inalcanzable. 1¡ yecto en torno al objeto, trayecto que constituye la única forma
Esto significa que la pulsión se puede definir como una especie de transgresión que le es permitida al sujeto en relación con el
de resto que no puede ser absorbido· por la incorporación del t:
I' principio del placer que se equipara a la ley simbólica que pro-
sujeto al orden simbólico, el remanente que queda después que li
cura mantener siempre la homeostasis, es decir, impedir el goce
c sujeto se hace sujeto del significante y es capturado por la
1

que puede ponerla en riesgo. Pero es una transgresión permiti-


e:;tructura simbólica porque, desde el momento en que devie- t
n e sujeto hablante su actividad sexual ya no puede regularse de ~- da de algún modo por la ley simbólica porque su propia exis-
tencia implica la producción de aquello que la excede.
u na manera instintiva como sucede en el caso del animal. Hay Deseo y pulsión mantienen entonces relaciones diferentes
rntonces una pérdida -pérdida de una relación armónica y con el orden simbólico. El deseo está siempre ligado a la ley y su
"equilibrada" con su mundo- y en el lugar de esa pérdida va a objeto aparece siempre ,como inalcanzable, "prohibido" para el
ubicarse una fuerza que marca al sujeto de una manera esencial, sujeto que aspira a él; este mismo carácter es lo que opera como
imponiéndole una presión constante que apunta simultánea- un acicate que lo mantiene. La pulsión, por su parte, es una pre-
mente a la anulación de esa pérdida y a su repetición incesan- sión constante que produce, sí, una satisfacción, pero una satis-
te. facción paradójica por tratarse del movimiento que traza un cir-
Por esta misma razón de ser el efecto de una pérdida y no cuito, que hace un rodeo alrededor de un objeto que finalmen-
de una programación que mantiene al organismo ajustado al te se pierde y cuya pérdida implica la efectuaci6n de un goce, de
medio, la pulsión sólo puede existir como parcial, nunca como una satisfacción dolorosa destinada a repetirse una y otra vez.
una pulsión genital "total" que permitiría la plena armonía De manera que si el deseo se define como pregunta, pre-
entre sujeto y objeto. De este modo, el sujeto estará doblemen- gunta por lo que el Otro quiere, por el deseo insondable ele éste,
te determinado: por un lado, desde el campo del Otro, esa b pulsión se estructura más bien como una inercia, una activi-
estrucrura "social-simbólica" en cuyo seno se con sri tuye corno dad que se reptte de modo incoercible y que no esd destinada
tal, por otro lado, por las pulsiones parciales que lo llevan un a a obtener algún tipo de bienestar. Es siempre pulsión de muer-
y otra vez a hacerse objeto, objeto parcial del Otro destinado a te en tanto fuerza que en el afán por ir más allá de los límites
causar su deseo o procürar hacer posible su goce. del orden significante socava los puntos de apoyo que el sujeto
Hay una paradoja propia de la pulsión: ésta se define como trata de encontrar en lo simbólico.
lo que queda fuera del proceso de simbolización pero no puede En cierto modo, el deseo pretende "pacificar" a la pulsión
dejar de estar vinculada, a la vez, al campo del Otro. Se puede porque el sujeto de deseo es el sujeto de la identificación con ele-
mentos del orden simbólico, sujeto que busca cierto apoyo en el
'"' Sigmund Freud: "Pulsiones y destinos de pulsión'', en Obras completas, universo simbólico, que procura encontrar significantes con los
Amorronu editores, Buenos Aires, 1978, vol. XIV, pág. ll4. que se pueda identificar para lograr una identidad "propia". La
2:' !bíd.

35
34
,,.,
' /~'

f t

'if··
pulsión, en cambio, designa un movimiento donde no se apunta
a un a identificación si no al goce. El deseo como deseo dél Otro, . la que padece el ser hablante. Pedido, solicitud, exigencia que se
como pregunta por lo que éste quiere, procura sostenerse por L· sostiene en el anhelo de obtener un complemento para la falta.
medio ~e un escenario fantasmático que enmascara el goce de la
pulsiónJ goce que se trata de contener por medio del principio de
"
'
~. No es posible comprender las pasiones sin esta vinculación indi-
sociable con l'a demanda porque, ante todo, Ja pasión demanda;
placer. Pero la pulsiónno puede ser detenida y seguirá su camino y eso que demanda y no deja de demandar no es otra cosa que el
más allá de este escenario y del principio del placer; de ahí que ser, este ser que falta. Es la razón por la cual pueden distinguirse
Lacan señale que, a nivel de la pulsión el sujeto es siempre feliz. tres p as iones esenciales: el amor, el odio y la ignorancia.
Lacan afirma: "Lo sorprendente no es que [el suj eto] sea feliz sin La primera de estas pasiones, el amor, es definida por Lacan
sospechar lo que lo reduce, su dependencia de la estructura como "demanda incondicional de presencia y ausencia''. Que el
28
[ ••• ]". "Feliz" en tanto encuentra lo que realmente busca: esa amor demande la presencia parece evidente: es necesaria la pre-
satisfacción dolorosa que es el goce. Se puede decir entonces que, sencia del otro, convocado para colmar la falta. Ahora bien ,
desde la perspectiva psicoanalítica, se entiende por pasiones de! ser ¿por qué también demanda su ausencia? Porque fácilmente se
tanto las pasiones sufridas por el ser, en la medida en que se puede comprobar que no tiene que transcurrir mucho tiemp o
habl a, como el hecho de que el ser es !a pasión por antonomasia. para que la presencia amenace con la asfixia. De este modo, el
La condición de hablante que define al ser otorga a las amor demanda una presencia, sí, pero una presencia que puede
pasiones un carácter universal: nin gún sujeto, en tanto hablan- definirse como atemperada, pautada por la ausencia; más preci-
te, puede sustraerse a ellas dado que, por esta razón, no depen- samente por la ausencia -la falta- del Otro. Aunque parezc1
den de gustos, preferencias o elecciones voluntarias. Todo suje- paradójico, el amor pide que haya falta del Otro, en los dos sen-
tidos d e esta expresió n : que el Otro manifieste su falta y tam-
to es "paciente" del lenguaje, la estructura que lo determina
como falta-en-ser; éste es su "padecimiento" esencial, inherente
r
t; bién que falte . Y esto es así porque sólo la aparición de esa falta ,
r
a su estatuto de hablante, el motivo fundamental por el cual no " ese hueco en el Otro, abre un lugar donde alojarse en él.
puede ser el agente de sus pas ion es. En principio, eso es lo que el amo r dema nda. Pero est:;
Por otro lado , desde el punto de vista del otro si gnificado demand:i 11 0 se agota en la del complemento a la falta a la vez
del vo ca blo pasión, el de "aspirac ión in coe rcibl e'', ella puede ser que en la falta a secas porque, m ás específicamente, el amor
defin ida co m o un afán inagotab le por ser, afán qu e, en el demanda palabras , palabras que pueda n co nstituir "metáforas
campo del len guaje, se hace demanda. D e hecho, Lacan intro- del ser". En el amor el sujeto no so lamente demanda al Otro
duce el concepto de "pasiones del ser" en el contexto de una que le haga un lugar, le exige también que di ga las palabras que
reflexión so bre la demanda, demanda que escribe en singular puedan "absolver al ser de su insondab le sinsentido" . En el
para señ alar que no concierne a ninguna n ecesi dad sino, esen- fondo el amor le pide al Otro que hable: "¡Dime el objeto que
cialmente, al problema del ser. soy!". Es por esto que hay poesía amorosa, o que, al decir de
¿Qué es en el ser humano la demanda? Puede decirse que es Lacan , "hacer el amor es un asunto de poesía". 29
el p edido , la soli citud, Ja exigencia causada por la falta-en -ser de El amor es pues demanda de palabras. De hecho, la prim e-
ra metáfora del ser son las palabras de amor, las que la madre
" Jacqu es Lacan: "Televisión", en Psicoanálisis: Rr1diofania & Televisión, Ecl .
Anagrama, Barcelona, 1977, pág. l 0 8.
'" Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ecl . clu Seuil, Paris, 1975,
pág. 45.
36
37

l·~Y:~c·~·•'!'•C'l~~J;";'t.'!'1f'i~~Jl!''>...,..~;:r,,.,...,,.. ,._ _ _ _ ,.
f:

dirige al níño. El amor demanda al Otro hacer pasar lo indeci-


psicoanálisis como un eventual invitado a El banquete de
ble del ser al dicho. De esta manera toda p:dahr::i de amor pro-
Platón, evocando ante todo que en Tres ensayos de teoría sexual
c:Ltra hacer equivaler el objeco indecible al falo, el si gnificante de
Preud cuestiona la concepción popular de la sexualidad, con-
b falrn.
cepción de la que -indica- el discurso de Aristófanes en ese diá-
Sin embargo, el amor hace más que pedir palabras: las ofre-
logo sería su perfecta ilustración: el mito del ser humano cons-
ce, y esto es probablemente todo lo que tiene para dar en tanto
tituido en un momento primigenio como unidad que será cor-
busca establecer el diálogo con la falta. Como pasión, el amor
tada después en dos mitades que tratan de re-unirse en el
demanda la falta del Otro con el propósito de alcanzarla para
amor. 31 Freud critica esta idea pues su tesis sostiene la existencia
hace r de ella el lugar de "inseminación simbólica", el punto
de algo no armónico, desarticulado, como elemento básico de
desde donde podrán surgir palabras siempre nuevas destinadas
la sexualidad humana.
;: decir el ser indecible.
De este modo, la función del Uno, del Uno que podría fun-
Es preciso, por ocra parte, señalar que el amor se vincula con
dar la relación sexual y desme ntir que és ta no puede escribirse
la puls ión en la medi da en que és ta responde a una pregunra cen-
es puesta en entredic ho. De hecho, la experiencia misma des-
ccal: ¿qué es lo que a un suj eto puede atraerle de otro como para
miente la concepción de Aristófanes que supone que la sexuali-
11acerlo objeto ele su amor? El lazo de la pulsión, siempre parcial,
dad va en pos del Uno, el Uno que podría fundar la relación
con el amor, puede entenderse así: cuando una persona "comple-
sexual entendida como complementariedad entre los sexos. La
1·;¡" es tomada como objeto libidinal, se está en el nivel del amor:
fórmula "no hay relación sexual" a la que finalmente llegó
se ama al otro como alguien "completo" sin advertir -en la medi-
Lacan es la base en que se sostiene lo e.sencial de esa tesis cen-
da en que todo lo que éste presenta parece fascinante, hasta lo que
tral de Tres ensayos de teoría sexual: no se puede establecer una
e ueden considerarse "defectos"- qué es lo que atrae hacia él o ella.
relación entre los sexos sobre la base de la creencia de que uno
l:l estado de enamoramiento, por efecto de la fascinac ió n, otorga
es el perfecto compl emento del otro.
plenitud al otro, lo coloca en el lu ga r del ideal. Pero es to enmas- La misma referencia al di sc urso de Aristófanes se vuelve a
u r :1 el hecho de que la atracción es provocada po r ese objeto par-
encontrar en Freud quince af1os después en Más allá del princi-
cial, ese goce atribuido al otro más alli de todas sus características. pio de placer.3' En el capítulo IV de esta obra realiza una elabo-
Lo que instituye al Otro como objeto de amor es el goce ración más compleja de ese mito en el que ahora ve una ilus-
mismo, la manera como este Otro goza, es decir, satisface la pul- tración de la pulsión como manifestación de la necesidad de
.;Íón: al sujeto amante le inquieta y al mismo tiempo le atrae el
volver al estado anterior de cosas, un retorno al punto de parti-
:?,oce del Otro. Lo que atrae del Otro no es su deseo sino la pulsió n da en tanto las dos mitades separadas se esfuerzan por recons-
·1ue lo lleva a determinados actos. Pero como se trata del goce, esta truir la unidad del ser. Pero esta referencia obedece a que Freud
misma atracción puede volverse repulsión, precisamente ante lo afirma no encontrar una explicación científica sobre el origen
insoportable de ese goce. Así, el amor puede devenir odio.
de la sexualidad y debe relacionarse con el hecho de que, por
Es a partir de plantear la relación entre el amor y la pulsión
q ue, en Posición del inconciente, 3" Lacan imagina al creador del
11 Sigmund Freud: "Tres ensayos de teoría sexual", en Obras completas,

Amorrortu editores, Bue no s Aires, 1978, vol. Vll, pág. 124.


'" Cf Jacques Lacan : "Posic ión del inconcienre", en Escritos 2, Siglo
" Cf Sigmunc! Fre ud: "Más all:í del principio de placer", en Ohras comple-
'/eintiuno edito res, México, 1994, p:íg. 820.
.
tas, Amorrorru editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII.

38
39
r
~.
~

~
otra partejese retorno resulta a la postre imposible: "La pulsión ro esto, en sentido estricto, el goce sexual no es, se produce como
reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que ~ goce falico, únicamente fálico. La función fálica "suple" a la
consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfac- r relación sexual imposible y hace posible el atnor: "Lo que suple
ción; todas las formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las a la relación sexual es precisamente el amoi;". 34 Es la coerción del
sublimaciones, son insuficientes para cancelar su tensión acu- discurso, de la estructura simbólico-social, ele eso que Lacan
ciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el llama el Otro, lo que hace surgir el amor.
pretendido engendra el factor pulsionante, que no admite afe- El Otro es esa estructura simbólica donde, desde siempre, el
rrarse a ninguna de las situaciones establecidas, sino que, en las sujeto está inserto; de este modo configura el marco de referen-
palabras del poeta, «acicatea, indomeñado, siempre hacia ade- cia que estructura toda percepción de la "realidad" en tanto ésta
lante». El camino hacia atrds, hacia la satisfacción plena, en gene- no es sino un mundo de reglas y códigos simbólicos. Dadas
ral es obstruido por las resistencias en virtud de las cuales las estas condiciones, el amor no existe sino por el lenguaje, surge
represiones se mantienen en pie; y entonces no queda mds que en el habla que funda Ía demanda como un registro que no
avanzar por la otra dirección del desarrollo, todavía expedita, en depende de ninguna necesidad. El amor es entonces demand a
verdad sin perspectivas de clausurar la marcha ni de alcanzar la que sólo se constituye como tal porque el sujeto es sujeto del
meta". 33 significante que lo constituye como dividido, tachado, marca-
Freud indica así la imposibilidad de "recuperar" lo origina- do por una falta fundam ental. Esta falta introduce la dimensi ón
riamente perdido que, para él, es el Otro sexo, o, más específi- del objeto, no como objeto de deseo -obje to al que el deseo
camente, la madre como el objeto al que se debe renunciar. apuntaría como meta- sino como objeto que lo causa; objc L•:>
Para Lacan, en cambio, lo que los dos sexos pierden, pérdida cuyo es tatuto está definido por la paradoja: es, simultáneamen-
que va a constituir la libido, no es la mitad "complementaria" te, aquello que al sujeto le falta y lo que suple esa falta.
sino un a parte del sujeto mismo que será irrecuperable pero El amor no puede entenderse sin esta noción de falta po r-·
que persiste como puro instinto de vida, como pura vida no que se define esencialmente por el modo singular a través dd
integrada al orden simbólico, es decir, como real mortífero que cual el sujeto "maneja" su propia falta por un lado, y la d el
retorna y amenaza con envolver al suj eto cortando sus amarras amado/a por el otro. En este sentido, el amor es una deman da
con el mundo simból ico. La libido como "sustancia" vital pura, que se diri ge al se r. Apunta en el otro al obj eto que supone qu ::
desprendida del lenguaje y que se des li za m~{s allá de todo lími- él o ella alberga n, a aquel lo qLte en el sujeto es "más que él
te, tiene así una dim ens ión mortífera. No evoca el encu entro m ismo" , es d ecir, a ese fragmento de real no simboli zab le alre-
del suj eto co n el Otro que lo "complementa" sino un re- dedor del cual se organiza el deseo. D e hecho, lo que confiere
encuentro con esa parte desprendida y perdida de él mi smo. dignidad al amado, lo que lleva al sujeto a so breestimarlo, es h
Esta es la razón de la imposibilidad ló gica de la relación sexual, presencia, en él, del objeto: "Y es en tanto que es sobreestima-
imposibilidad que, por otra parte, protege al sujeto ele la muer- clo que tiene la función de salvar nuestra dignidad del sujeto, es
te. decir, de hacer ele nosotros otra cosa que un sujeto sometido al
La relación sexual es imposible quiere decir que no hay goce deslizamiento infinito del significante. Él hace de nosotros otr:1
del Uno como armoniosa unión ele las partes separadas. Por
" Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, Par is, 1975,
·'·' !bíd., pág. 42 (las cursivas me pertenecen). pág. 32.

40 41
r
¡'

cosa que los sujetos de la palabra que es este algo único, ina-
¡; reciable, irreemplazable al fin de cuentas que es el verdadero
Funto donde podemos designar lo que llamé la dignidad del
~ ~:
I¡··\
.
las palab ras y en este caso, la palabra del odio tiene una carac-
terística particular: es la injuria, eso que Lacan llama primera y -
última palabra del diálogo. Injuria proviene del latín in, no, y
•;ujeto" .35 l jurus, derivado de jur, jurar. Este verbo significa "hacer una
.
Esto muestra que el amor sólo puede surgir sobre el fondo declaración solemne invocando a una deidad" y también "pro-
:le un intercambio simbólico mediado por ciertas reglas. En
~ ste sentido, no es solamente un.artificio que encubre la impo-
1
t;
'
nunciar una fórmu la ritual (de derecho): jur remite a jus, dere-
cho". Injuria es, por lo tanto, lo que va .en sentido contrario al
;i bi li dad de la relación entre humanos sino un disimulo que ! derecho, es d ecir, a lo que la palabra instituye. Es esa palabra
<:sco nde la falta radical del sujeto. El sujeto coloca al objeto de ~: paradójica que niega a la palabra misma.
:: u amor en el lugar de su ideal del yo y luego intenta aparecer t Por esto la injuria es la designación más próxima de lo fuera
an te ese objeto bajo las formas más adorables, dotado de los t del lenguaje. La injuria es aquello que en la palabra procura
:1 tributos del ser más admirables. Este posicionamiento refleja el if¡ nombrar al ser, o más bien a lo más real del ser. Apunta al ser,
deseo del amante de que el amado corresponda a su amor y se pero no al ser que podría llamarse fálico, es decir, situado en
•;u bjetive a sí mismo, a su vez, como amante. algún grado de idealización, sino al ser verdaderamente indeci-
Pero este encuentro pleno es imposible. A la vez, la ilusión
tJ, ble. Se puede concluir entonces que el odio es la verdad de las
ele posibilidad hace aparecer la dimensión mortífera de la libi- pasiones: es a ellas lo que la angustia a los afectos, una pasión
d o y el amor permite entender la relación del amor con el odio. de excepción. Pasión de excepción porque la lucidez, la luz
/, pr:imera vista da la impresión de que el o.dio no demanda echada directamente sobre el ser, ·no está excluida en él cómo
rrn to como ofrece, o más bien como impone. Es un ofreci- sucede en el caso del amor.
1· ,ie nto categórico en tanto impone sobre el Otro una negación: Si del amor se dice que demanda palabras, ¿se puede decir
s el amor quiere decir el ser del Otro pero fin almente fracasa que el odio demanda la injuria? En realidad, comienza por
en este empeño, el odio apunta a negarlo y, en el extremo, a ani- imponer la injuria. La clínica psicoanalítica lo muestra en cier-
quilarlo. El amor demanda el ser, el odio lo niega; por esto exis- tos casos paradigmáticos: al neurótico obsesivo los insultos se le
te también, y muy especialmente, el odio a uno mismo -tan imponen compulsivamente, el paranoico vocifera incansable-
Íue rte como el odio al Otro- como tentativa de negar el propio mente contra el Otro, el melancólico se autoinjuria desespera-
ser. El odio busca entonces una supresión, propósito que lleva- damente. El odio impone entonces la injuria pero no deja de
cb al límite puede provocar el acto criminal. Esto lo distingue demandarla también. Por esto es una pasión del ser, en los dos
del sadismo cuya meta es siempre prolongar la vida de la vícti- sentidos ya mencionados. Ahora bien, la relación del sujeto con
ff:'.l : el verdadero sadismo no es asesino en sí mismo, necesita a la injuria es ambigua: por un lado, ésta lo persigue, exhibe el ser
~ ·. víctim:i viva par:i un sufrimiento que ti ene qu e prolong:i rse en su más crud:1 desnudez; pero por otro, paradójicamente,
i :•deG nidamente. cura.
Sin embargo, al igual que el amor, el odio tiene que ver con ¿De qué "cura" la injuria? Cura :il sujeto de lo más grave que
l ,, in labr:1s. Las pasiones del ser están siempre relacionadas co n lo amenaza: ser olvidado por el Otro, cura del ab:inc\ono. Se
'entiende así que, por regla general, el sujeto prefiera ser inju-
"Jacques Lacan: Le Sémínaire, Livre VIII· Le tramfirt, EcL du Seuil, Paris, riado que ser ignorado. Esto se puede vincular con un asunto
1<)() l, pág. 203. muy delicado de actualidad: lo que puede llamarse, corriendo

42
rl'

el riesgo aquí de incurrir en una posición "políticamente inco- bólica. Borrar no solamente el cuerpo del individuo sino toda
rrecta", el lado ingenuo de cierto tipo de intenciones e institu- huella de su historia, de su existencia misma como suje lc•.

ciones como aquéllas de apoyo a las mujeres golpeadas, a los Apunta pues a la desaparición del sujeto del orden simbólico.
niños maltratados, a las víctimas de la violencia familiar, etc. La En este sentido, el odio, al igual que la angustia, no es sin obje-
''
lectura de un texto de Freud como Pegan a un niño, en donde to; es la ten tativa de erradicar el objeto que toma el lugar de
¡
se da cuenta del fantasn-ia de ser objeto de un a "paliza" corno resto in as imil ab le del orden simbólico, ese objeto que, en detcr-
elemento cons titutivo de la subjetividad, lo revel a. También la 111 i nadas circunstancias, un sujeto o un con junto de suj etos,

vida misma de algunas parejas o familias dond e la injuria y las puede enca rn ar.
escenas de insultos son parte indi spensable y verdadero soporte t Dirigido a lo que provoca el agujero imposible de colmar en
f
de sus relaciones. Esto no impedirá que el sujeto que se siente el campo de la representación, el odio se caracte riza por su obsc:-
sión de instituir responsables d e esa falta. Es así como va areca-·
víctima exprese su queja por lo que "le hacen". El psicoanálisis
revela allí que se encuentra dominado por un goce sufriente que tl. er sobre algún objeto del mundo, generalmente un semejant•~,
sostiene su existencia. pero que tiene como característica ser algo diferente. Lo qL•.e
f:!
Como manifestación paradigmática del odio, la injuria es 1
busca el odio, después de identificar en este último el "mal'', es
así la otra cara de la palabra de amor, la cara que se revela ine- que el mundo sea sin eso, que eso sea eliminado del mundo,
vitablemente cuando esta última fracasa en su búsqueda de expulsado a lo in-mundo: el odio aspira a la limpieza, a un
nombrar el se r indecible: "[ ... ] el amor, cuando es verdadero, mundo limpio de toda impureza; impu reza identi (i cada con
conduce inevitablemente al odio''.·l6 ¿Y cuándo es verdadero el aque ll o que el o rden simbólico no puede :ibsorber plenarnen L: .
amor ' Evidentemente cuando qui ere el ser del Otro, es decir, Es la lógica de afir maciones como la de Hitler, "Alemania esd
cuando rebasa el puro enamoramiento dirigido a una imagen Judenrein (limpia de judíos)'', o de las siniestras campañas de
idealizada y procura alcanzar ese ser que solamente puede ser "limpieza étnica" realizadas en diferentes países.
rozado por la palabra. Aquí se ubicará entonces la palabra mal- No se trata entonces en el odio de la simple destrucción d el
dita, la "mala palabra" que, paradójicamente, se aproxima a él otro sino; esencialmente, de lo que al otro lo hace otro. En es :c
más netamente. sentido constituye, en última instancia, un rechazo radical del
El odio apunta entonces a lo real del ser. Antígona lo com- orden simbólico con su efecto ele mediación que hace existir al.
prende cuando advierte que es esta pasión la que determina la otro como diferente, es decir, es odio a lo simbólico en tant.o
actitud de Creonte hacia Polinices, su hermano muerto: el tira- med iador que impone la imposibilidad de inmediatez sujeto-
no no solamente qui ere hacerlo d esaparecer en el plano de la objeto y, por lo tanto, la inacces ibilidad de este último.
imagen sino, más radicalmente, en el de su existencia en el El odio es odio del lenguaje en tanto muro, muro del len-
orden sim bólico de la ciudad. No solamente quiere aniquilar su guaje que a la vez que separa y aparece como lo que se inter-
vida sino su inscripción en ese orden donde puede conservar su pone entre el sujeto y el goce, es quien abre esta dimensión. Si
lugar aun muerto. el amor es la pasión, el padecimiento de la imposibilidad de
Así, lo que el odio busca eliminar es esa representación sim- nombrar al ser, de decir ese goce que borra al sujeto, el odio
apunta a producir ese goce, el Otro goce más allá de lo simbó-
"Jacques Lac1n: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, Paris, 197 5, lico. Responde entonces a una especie de consigna que podría
pág. 43 formularse as í: que el Otro goce, y que goce expuesto ante el

-~ /¡
-: ' 45
orden simbólico del cual debe encarnar el desecho. ran cia "crasa" y diferente al desconocimiento. Éste, el descono-
El odio es correlativo de la imposibilidad por parte del nar- cimiento, es un no reconocimiento, en el plano imaginario de
CJsismo del sujeto de investir enteramente su imagen espec ular. un saber, saber inconciente, que el sujeto posee en alguna medi-
N:irciso no puede verse "todo" en el espejo que es el otro. da; no reconocimiento que se sostiene por el aferramiento del
Qu ech un resro (¡ ue st: define como '"lo llUe f:tlu a Li lhm:ich. sujeto :l b imagen narcisis t a d el yo y :1 la posici ó n de "alnu
d.: Ju L:spec uL1r, lo que hlu :t la ll:un:tch ele! :1111or" . Esro per- belh" . L1 ignor:lllc Ía , en cambio , es ¡)asión ¡1or h aust ncia de
rr.ite clisrin g11ir el odio ele b agresivid:HI: :1mbos :tpunun :1 h conoc i111 ienro; conoc imien co c11 el sentido de codo :1quello qul'.
ir :lgc 11 especular pero miemL1s h ag res ividad se dirige hacia en el orden imaginario tiene la funci ón de ondr:u l::i verchcl : "El
cL ,_ i:t irnagen el odio yerr:1 sus golpes por asesr:irlos no conrra clesconocimi<::nro no es ignora11cia. E l clesconocirnie11ro repre-
:t<.1:.élla sino conrra su folla constitutiva. Esto lo conducid a senca una cicna organización de afirmaciones y negaciones a la
bt 1:-:car SLtprimir, pura y si mpleme nte, la imagen que in evitable- cual esd adherido el sujeto. Por lo tanto no puede concebirse
m ente ll eva consigo esa f:dla: ésta es la verd:td misma del odio sin un conocimi ento relat ivo [ ... J. Detd.s de su desconoci-
q ue puede ape lar al extremo d e Ja "solución final". miento seguramente ti ene que haber una especie de conoci-
En cuanro a la ignorancia es n ecesario afirmar ante todo miento de lo que hay que d esco nocer". 3 '
r¡ ue no esd e n el mi smo plano q ue el amor y el odio. Éstos se L1 d octa ignor:i.nci:1 se sin'1a e ntonces en la juntura e ntre
t:hic: 1n en el regiscro del scmimie nto, de lo sen ti do , rnienr r:ts saber y 110 saber. Como ig nor:rnci:1 c¡ue no d escu ida el saber es
L!l e !:r ig11or:m ci:1 esd c- n el ¡il:rno de h relación con el s:1bcr; rodo lu co ntr:Hio de ia pereza e in cl uso u11 n o mbre para h posi-
ckflrll: enronc<::s el est:tdo del sujeto l¡ue no sabe lo l}Ue clema11- bilidad de suruimienro
,, ele un "deseo de saber" . !)ero en la rnedi -
c! , eso indecible qu e se ignora en el pedido . EJ su jeto no so l:i- ch en qu e no descuida el saber, no olvich lo imposible de un
r. ...·nce ig nora Jo que demanda si no que en ésra hay un núcl eo "saber tocio". Es una ignorancia en la cual hay una dimens ión
C.: indecible: en la d emanda existe una división entre una parte de respeto por lo no sabido, por lo que no es posible sabe r del
e¡ ~ 1e se puede decir y una parte indecible, radicalm ente otra. ser del Otro. En este sentido la "buena" ignorancia está empa-
¿Por qué d eci r entonces "pasión de la ig norancia"? Porque rentada con la admiración, en el sentido en que la emplea
p o r un lado ésta implica la in ex istencia del "deseo de saber" en Descartes en Las pasiones del alma: la sorpresa, el asombro en el
ranto el sujeto nada quiere saber ele lo real traum áti co al que lo encuentro con lo que es irreductiblemente Otro.
cond ucid toda bL'isqueda de saber: "No es el deseo quien presi- Definida la ignorancia de este modo, allí donde el amor
de el sabe r, es el horror". 3 7 La ignorancia va asoci ada entonces conduce in evitabl emente al od io, el psicoanálisis propone hacer
cun una ciena posición de perez:i. y cobardí::i del sujero y, en esce juga r es ta pasión como una posible alternativa p:ira poner un
se 1'rido, puede asocdrsela con el odio: más allá d e negar e l ser límite a la violencia destructora que aniquila a lo s suje tos. Un
d t 1 o tro se trata de ignorarlo. límite en la medida en que la ignorancia supone el reconoci-
Pero hay otra dimensión de la ignorancia que hace de ésta, miento de ese núcleo duro, irreductible, de la ausencia del ser
p ::1·a Lacan, la pasión propia del analista. La denomina, en alu- que se quiere alcanzar, reconocimiento sin el cual el lazo amo-
si<'. 1 a Nicolás de Cusa, la "docta ignorancia", opuesta a la igno- 1 roso no podrá sostenerse.
1
'' Jacques Lacan : Le Séminaire, Livre XX!· Les non-dupes errent, cl ase del 9 de
ab1<1 de I 974, inédito.
1 "Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre ! · Les écrits techniques de Freud, Ed. du
Scuil, Paris, 1973, pág. 167.

1
46 ¡ '· 4.'
!
!
Esto implica la posibilidad de un apasionamiento allí donde
2
la pasión lleva a un callejón sin salida: apasionamiento ya no
por el ser sino por su falta, única dimensión que al ser enfren-
tada podrá dar lugar a una palabra nueva que haga lazo entre
los sujetos.'6 ·El discurso y el amor

U1a reílexión psicoanalítica en torno al discurso condu c-.2


necesariam ente a tratar el discurso amoroso. D esde los orír-en
o ,;•;
del psicoanálisis el amor ocupa un lugar fundamental en st 1
problemática. La 'razón por la cual los sujetos acuden a análi: 1·,;
está ligada, de una u otra manera, con su vida amorosa y, por ot::-;l
parte, el proceso analítico establece un vínculo entre el anali zan -
te y el analista que es, sin lugar a dudas, de tipo amoroso. No
existe acontecimiento en la vida del sujeto, por irrelevante qi u::
fuera, en el que el amor no se encuentre presente de algún modo.
Para el psicoanálisis, sin embargo, el amor está directamen -
te relac ionado con algo qu e podría decirse que "no marcha" C'".
la vida de los seres human os. De nada se h;ibla m ;is que ele aqu e -
llo que no marcha, por esto de nada se habla más que del amo :.
verdad fundamental con la que se enfrenta Freud y el efecto ck
esta confrontación se llama psicoanálisis. Esa verdad es enu n-
ciada por Lacan en estos términos: " [ ... ] el fin de la verdad, b
verdad verdadera, es que entre hombrey mujer eso no marcha''. 1
Que "eso no marche" no quiere decir que el psicoanálisis se
proponga hacerlo marchar, pero tampoco es un motivo que
justifique -por la inevitable decepción-' abandonar todo inten-
to en el plano de lo amoroso. Se trata rn<1s bien de comiderat·
q ue ex iste una imposibilidad constitutiva en la vida de los se res
humanos pero que es en esta imposib ilid ad donde puede fun-
darse todo acto nu evo y toda innovació n creadora, es decir,

' Jacques Laca n; "Conférences et cntrctiens dans des universités nord-aine-


ricain es" , en Scilicet Nº 617, Ed. du Seuil, París, 1976, pág. 16.

48
49
todo aquello que recibe el nombre de discurso. cantes con los que podrá representarse para tener existencia en
El discurso, cualquier discurso, tiene como condición de el mundo simbólico. Este mundo ya está ahí y cada sujeto ven-
posibilidad esta falla inherente a la condición humana. Hablen drá a ocupar un lugar en su estructura que asignándole un
de lo que hablen, los sujetos no dejan de aludir a esa cosa inde- nombre, un sexo, un estado "civil" le otorga su estatuto de suje-
'·: ble que no marcha, a esa carencia que los hace hablantes. to. En el Otro simbólico hay infinidad de sign ificantes : hom-
l:· iablar implica dirigirse al Otro, desde donde las palabras lle- bre, mujer, niño, adulto, alumno, maestro ... , pero el sujeto no
gan, con una demanda fundamental que es la de recibir lo que es nada de esto, es lo que un significante representa.
puede nombrar eso que falta. El lazo social presupone entonces ¿Representa para quién? No para otro sujeto sino para otro sig-
h carencia en ser y es por lo tanto demanda de amor, es decir, nificante, puesto que un significante no representa n ada por sí
hzo amoroso. Todo discurso pues, por establecer un lazo social, mismo sino en relación con otro. Representado por el signifi-
es discurso amoroso o, dicho de otro modo, efecto de Eros, ese cante el sujeto está irremediablemente dividido: allí donde está
poder que Freud evoca como generador de lazos afectivos entre representado no está, allí donde está no est<Í. representado. El
los sujetos y creador de unidades más amplias; de Eros que sujeto del enunciado , representado en el dicho, no es el sujeto
··· como lo recuerda El banquete de Platón- es carencia, justa- de la enunciación que habla allí. La subjetividad no se confun-
rne nre esa carencia que nos hace hablantes y, a la vez, amantes. de con el se r, hay un hiat:o, una distancia infranqueabl e que
.i :rns, en es te sentido, es el refere nte ese ncial de todo di sc urso . determ ina la pregLmta por el ser: ¿qLtién soy yo allí?
Problema complejo el del amor. Quizá de ningún otro tema se Se trata de una pregunta indisociable del hecho de hablar,
luya hablado y escrito más, y sin embargo no hay tema sobre el que lo que determina justamente que toda palabra vaya dirigida al
!:.1 :; nociones que se han establecido resulten más vagas, imprecisas Otro ¿A qué otro lugar podría ir sino a aquel de donde se reci-
'/ equívocas. Nadie podría negar la existencia del fenómeno amo- ben los significantes? Solamente desde este lugar podría llegar
rc:;so y muchos podrían hablar largamente sobre sus manifestacio- una respuesta pues allí los sentidos se atesoran. Ahora bien,
!lc :; y vivencias, pero lo que parece imposible es aclarar con cierto
r :~ :or de qué se habla cuando se habla de amor. ¿Será verdadera- ll ¿puede el Otro decirlo todo, en particular, decir el ser del suje-
to? La novedad introducida por el psicoanálisis es que la res-
puesta es negativa: el Otro no está completo, es un universo
m rnte imposible afirmar algo más preciso en torno a esta cuestión?
r n particular, ¿qué puede decir el psicoanálisis al respecto? agrietado, fracturado . Hay falta en el Otro, falta que decepcio-
El sujeto del psicoanálisis es el sujeto que habla, ese lugar na la expectativa de que lo diga todo, falta de significante que
q ue desi gnan -que representan- las palabras que él pronuncia, lo hace carente puesto que carece ante todo de un significante
el 'ugar que ocupa en la familia, en la escuela, en una empresa de él mismo, y esto lo define como un lugar en hueco. .
o :~ n el corazón del amado o amada. Es un lugar en el cual La carencia del Otro puede escribirse S(,A): significante de
n u nea está sino representado por palabras, por significan tes. la falta del Otro, en los dos sentidos del genitivo: el objetivo
c ~i ando habla, el sujeto se dirige siempre al Otro, incluso cuan- -en el Otro hay una falta- y el subjetivo, es decir, el Otro falta.
d u habla solo; no solamente al otro entendido como un seme- En términos de Russell podría decirse que el catálogo de todos
j<i : 1te, este otro que se concibe como hecho más o menos de la los catálogos que no se contienen a sí mismos es una ausencia.
n-; i.'.: ma madera que uno mismo, sino al Otro con "O" mayt.'1s- Con Borges podríamos preguntamos:
cuh -como lo escribe Lacan- que se define como lugar del
cé.:.l igo, sitio preexistente al sujeto de donde recibirá los signifi- "¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
~
50 ~ 51

~.
~
·r·~...,- -

· ~·~

De polvo y tiempo y sueño y agonías?". 2


i el primero es lo que siempre escapa cada vez que es reconocido
~ por el seg undo.
El sujeto no es sino en t;1rito represent;1do. La identificac ió n i'
¡ Esta relación del se r con el signif~cant e es el contexto clon e(:
con un significa nte lo represe nta, pero el sign ifi ca nte que repre- 1
1 se inscribe el amor que es, ante todo, d emanda de ser, deman -
senta al sujeto no d es igna su ser: no es una propiedad, una cua-
1 da generada por la falla del Otro, su talón de Aquiles, que in
lidad, un atributo del ser del suj eto, quien no es lo que el sig-
nificante significaría si éste fuera un signo. El psicoanálisis esta-
blece que no hay signo del sujeto que designe inequívocamen-
¡ hace imperfecto para postularse complemento del Uno. Ei
amor es demanda, pero demanda de algo diferen te al signifi-
cante, siempre insuficiente porque no puede dejar de remitir ; 1_
te su ser, sólo hay significante cuya característica es remitir a
otro significante, siendo el ser lo excluido en la representación.
1.. otro significante . Es demanda de un signo que pueda clesign < ~ r
inequívocam ente el ser: "El amor, ciertamente, hace signo, y es
Entonces, si "el significante es lo que representa :il sujeto para
siempre recíproco". 3
otro significante", como lo señala Lacan, este otro significante
Del lad o del go ce el encuentro es im pos ible: los seres, reprc·
para quien el primero representa :11 suj eto es, en última instan-
sentados por signifi cantes, nunca llega1·á n a h cit;i porque (.i
cia, una c1rencia: S(,A), la ca renci:1 en ser cuyo lugar es ocupa-
cuerpo del Otro -m ediado inevitablemente por signifi ca ntes --
do por todo significante sin d esignar el ser. S(;\), horizonte de
res ulta finalm ente inaccesible. Ante tal im posibilidad, el arn c ;
la cadena significante donde el sujeto se representa, es el Otro
pretende el encucn tro en otro plano, es decir, busca acceder ;1
significante inh all able, el que se espera del Otro, el significante
algo que haga signo y nombre el ser.
ausente, siempre en fuga en relación con el primero.
No hay goce del cuerpo del Otro. En el encuentro con éste
Al hablar el sujeto formula la pregunta por sí mismo, pre-
puedo experimentar algún goce en mi cuerpo, puedo tambi c>i
gunta por su ser que es aquello que lo funda efectivamente
percibir ciertas muestras de goce en él o ella, pero nunca posee··
como sujeto. Pero basta que el Otro le regrese un significante
ré su cuerpo. Éste se me escapa como un resto inaprehensiblc: ,
cualqui era para que se revele inm ediata m en te su insufic iencia
lo qu e im posib ilita un goce único qu e envuelva a dos. Lac;1 1
par;i nombrar el se r. En este aspecto el ddlogo entre el suj eto y
exp resa esto co n un breve aforismo: "No hay relación sexu:il",
el Otro puede tomar como paradigm;i el céleb re apólogo de
es deci r, no hay fórmula que permita coordinar el goce de U1K1
Zenón de Ele;i <1ce rca de la ca rrera entre Aq uiles y la tortuga:
co n el goce dd Otro en un solo goce co1m'111, no hay pues 1-cc i-
cada vez que el Otro -Aquiles, Otro completo e invulnerable
procidad en el goce. Pero el amor, en cambio, exige la recipro -
excepto por su talón que es el punto de su cuerpo que no reci-
cidad. Esto no quiere decir que ella se dé necesariamente siem-
be el baño de significantes- propone un sign ifi cante que va
pre sino que se aspira a la fusión que el goce niega.
dirigido a hacerlo existir, el ser -tortuga- da un peq ueño paso
Si en el plano del goce hay falta, falta de saber sobre el goce
con el que se patentiza la imposibilidad de la captura por medio
del Otro, falta de conocimiento -en el sentido bíblico- d el
del término que pretende nombrarlo. Ser y significante resultan
Otro y, por lo tanto, falta de relación, en el amor se pro.cu r~l
así como Ja tortuga y Aquiles, es decir, entidades inconciliables
subsanar esto por medio del estab lecimiento de una relación de
cuyo encuentro se defin e corno imposible en Ja medida en que
otro tipo, una relación "no-sexual". Relación no sexual porg u::

' Jorge Lu is Borges: "El hacedor", en Obra poética, Ed. Alianza, Madrid,
1979, pág. 125. -' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livrc XX: Encare, Ed. du Seuil, Paris, 19 T ,
pág. 1].

52
¡
~. " 53
l.
f
...,_
la ~e l ación amorosa no anuda una relación ciel sujeto con un to que los diseñadores de moda emplean para bosquejar un
cu rpo, corno en el c:iso del goce, sino una rel :ición de un suje- revestimiento bello que ge nere la ilusió n de albergar un tesoro
cu co n otro sujero . En es te senti do el amor es a-sexuado : rn:uavilloso.
"C ,: :in do se ama no se trata de sexo",4 no se tr:ita de sexo sino A hora bien, ¿CLdl es ese con tenido, ese ser cuya supuesta
d.: :1 o rrar esa diferencia qu e el sexo estab lece. presencia hace sostener la imagen? La respuesta no d ejará de
El Otro sexuado como tal falta porque hay carencia de un sorprender pues ese contenido maravilloso, ese tesoro anhe lado
s.i t;ni ficante que pueda fundar una fórmula del goce pleno. Por que la imagen ondta es nada, nada de aq uello que la imagen
es to existe la demanda de amor, demanda de un Otro que puede prometer. Nada o más bien un resto inasible que se
pu eda suplir esa carencia, dem anda que no se despli ega en un puede asimi lar a eso que a la imagen increíblemente le falta para
so lo regis tro sino en tres, los tres registros q ue o rdenan el ::ilcanzar la perfección fascinante. Puede tratarse de una mirada
c t: 11 ¡)0 de l d iscurso com o rela ción social : irnagin:i rio, simbólico
o una voz que se escapan de ella y resu ltan imposibles ele cap-
y I •. ,J. En cada un o de el los el amor :ipunt:i :il Otro, :il o tro sig- turar o también d e cua lqui er trozo de cue1·po que en el cristal
nil l. anrc que falca p:1r:i compl ct:ir el Uno . Pero en los tres este del espejo desentona con la prcgnancia del conj un to. Pero es
Otro falt:i y el amor no podrá alcan za r más qu e un semblante siempre una nada innombrab le, es decir, algo insignificante que
de ( !, un semblante al cual intentará dar consistencia para que está allí y su presencia. viene a romper la soñada armonía del
jue g ue efectivamente el papel de Otro en un afán q ue no podrá conjunto. Lacan lo denomina objeto a, causa del deseo, y
lo grar su objetivo porque lo buscado es al go más que el se m- emplea para designarlo la letra inicial de autre (otro), porque es
bla nte, es el ser del Otro que por su condición de h abl an te está precisamente eso que podría llamarse lo radicalmente otro con
div id ido y en falta. relación a aquello que la imagen puede revestir. En este sentido
1~ ] se r es lo inalcanzable y el amor no podrá realiza r más que es el objeto que sostiene esa imagen como promesa de comple-
un se mblante d e éste, si n que sea posible entonces determinar tud, promesa ele amor destinada a su eterno no cumplimiento.
ele :tigú n modo si puede ex istir ·algo más que el semblante. La imagen no opera entonces sino como recubrimiento más
Nunca habrá pruebas suficientes de la existencia y co nsistencia o menos insuficiente del objeto a. Su construcción y sosteni-
del Otro, quien fin almente sólo se reduce al estatuto de un miento definen la función del amor en el plano imaginario,
Otro conformado por el fantasma del sujeto. función que se puede caracterizar como de investidura narcisis-
La búsqueda de ser se despliega de manera diferente en cada ta de la imagen del otro cuyo ser se reduce a ese resto no espe-
un o de los registros. En el plano imaginario es donde su movi- cularizable con el cual, por esta razón, no hay unión posible. El
m il:n to parece más manifiesto. En este nivel, el amor se con- ser del Otro es así el objeto a-sexuado que escapa a la libidini-
fu nde con la identificación al semejante: el suj eto se identifica zación, es ser de pura pérdida.
co n la imagen del otro, se hace otro al ienándose allí en la medi- En el plano sim bólico el amor se despliega como palabra de
d a ~ n que esa imagen se presenta fascinante, como si albergara amor, palabra que también pretende alcanzar el ser del Otro
para lo cual adopta una forma esencial que le es característica:
un contenido consistente, ella es vestimenta, reves timiento,
i1w 1: ,cidura libidinal. Vestimenta que promete un cuerpo pleno ! la forma de un "eres" o un "sé", siempre más o menos próxima
de ' q uezas, lo que explica su efecto de captura imaginaria, efec- al imperativo. Por esto es palabra que toma el lugar de Jo que
Lacan denomina significante amo, significante que trata de dar
' !úíd., pág. 40. consistencia de ser al sujeto fijándolo en una identidad simbó-

54 t 55

1
lica marcada por la palabra. Así: " [ ... ] el amor apunta al ser, a fundamental -¿qué soy allí?- para la que no hallará otra respue:;-
saber a eso que en el lenguaje se sustrae más el ser que, un poco ta que aquelJo que el significante puede articular. El resultad c.
más iba a ser, o el ser que, por ser justamente, ha hecho sorpre- será un a acentuación mayor de esa carencia en ser que hace aún
sa. Yo h e podido agregar que este ser es tá tal vez muy cerca del más imperativa la pregunta. Como sujeto sería preciso sem ·c
significante serme (m'étre), 5 es tal vez el ser de la orden que tene- (m'étre), pero no soy allí donde hablo si no precisamente en e' :l
mos ahí el más extraño de los señuelos. ¿No es también para carencia donde no pienso pero que me sostiene sin que a la vez.
ordenarnos interrogar aquelJo en lo cual el signo se distingue pueda soportarlo. Carente del ser demando una palabra .de am c:•r
del significante?" .6 En el registro simbólico el significante amo que me permita alcanzarlo, pero el significante no puede noff.-
viene a ocupar el mismo lugar de semblante que aquél que el brar el ser del Otro y la demanda queda condenada así a gir<.r
hábito o la vestimenta -el revestimiento especular- ocupan en indefinidamente alrededor de un vado imposible de colmar.
el plano imaginario. La palabra de amor privilegia un signifi- El atolladero parece insalvable pero hay que considerar qu e
cante que es tá destinado a designar el ser del amado(a), el ser en este movimiento de la palabra algo viene a la luz: no una
que éste(a) sería antes de todo discurso puesto que en el discur- cosa ni un ser sino un sujeto. En este sentido, la experiencia
so ya no puede sino alienarse como sujeto. analítica del amor de transferencia permite revelar otra dimen-
La ilusión engendrada radica en la creencia que el signifi- sión del amor que el hecho d e demandar el ser: la del devcl a-
cante puede venir a dar consistencia a un ser "prediscursivo", miento del sujeto que soy en el sabe r que supongo al Otro. De
ilusión de poder que caracteriza al significan te cuya colocación este modo puede afir marse que si el amor sus tituye la imposibl e
en posición de amo es efecto de un atrib uto fundamental que relación sexual, no lo hace instituyendo una relación con el ser
lo distingue: sugerir que detrás de él puede haber algo, es decir, del Otro, tal como aparenta, sino estableciendo una relación de
que hay un ser expresado por él cuando en realidad el ser no es sujeto a sujeto.
sino un concepto retroactivamente producido por su existencia. La experiencia analítica permite hallar la clave de este efec-
Lo que no es más que efecto se toma por causa surgiendo así la to específico de lo simbólico. En ella, como se suele enunciar,
posibilidad de una confusión, de una fusión plena del ser con el sujeto se "enamora" del psicoanalista, fenómeno que recibe el
un significante. Confusión que coincide con la meta del amor nombre de amor de transferencia. Este amor resulta de una
en este plano que es convertir el si gnificante en signo, en un tér- supos ición, la supos ición d e la existencia de un saber sobre lo
mino que represente algo por sí mismo, que sea soporte abso- que co nviene a mi goce, que es el ~abc r inconcicnrc del cual
1uto de u 11 sujeto . hablan, por ejemp lo, nlis sínto m as. Este s~1bf'r es supuesto a un .
En es ta co nfusión se basa n los ;itolhdcros del amor en el lugar sustentado por un sujeto, el sujeto supuesto -en el senti-
plano simbólico. A pesar de las ilusiones que cre;i, el signifi cante do literal de "puesto debajo"- a ese saber. Entonces, en el regis-
sólo tendrá efectos de significado en los que la referencia siempre tro simbólico el amor ya no apuntará fundamentalmente al ser
se escapa, es decir, el ser se sustrae. El sujeto, entonces, carente del Otro sino al saber que supongo allí, el saber que demando
del ser, no podrá dejar de mantener con insistencia su pregunta cuando me dirijo a él para hacerme finalmente sujeto.
Lo novedoso que aporta esta consideración del registro sim-
' Lacan utiliza la homofonía en francés entre m'itre (serme) y maitre (amo) , bólico es que el significante en su despliegue es portador de
intraducib le al españo l. saber. Pero también el funcion am iento del sign ificante produce
'Jacq ues Laca n: Op. cit. un efecto específico que es el sujeto, el sujeto como lo supuesto

56 57
r supone al otro su propio saber inconciente, saber que supone a
a :oda palabra pronunciada. Desde este punto de vista, el amor,
su vez un sujeto. Pero la posibilidad que esos saberes inconcien-
que moviliza toda palabra, ya no apuntará tanto al ser como al
tes se recubran para hacer uno es siempre mítica y sólo puede
saber del Otro, donde pretende hallar un lugar como sujeto. Por
producirse en el instante puntual, efímero, del encuentro fugaz.
ello dice Lacan: "En el amor lo que es apuntado es el sujeto, el
Los conocidos fenómenos de "telepatía" de los enamorados, la
suj eto como tal en tanto que es supuesto a una frase articulada,
a algo, que, se ordena o puede ordenarse por una vida entera". 7 extraña "lectura de pensamiento" que alguna vez sucede entre
ellos, sería un ejemplo de esta situación excepcional. La palabra
Esta distinción entre la búsqueda del ser del Otro y la pro-
de amor pretende hacer de esta excepción la regla y busca que
dL;cción del Sujeto supuesto al Saber del Otro es impuesta por
aquello que no es más que pura contingencia se haga necesidad.
el am or de transferencia. Este amor es verdadero -como lo con-
Como no hay escritura que pueda instituir una fórmula posible
side ran Freud y Lacan- porque se desarrolla en el analizante a
de la relación con otro, esta relación podría definirse como algo
p:ll'tir de la suposición de un lugar de saber sobre él que adju-
clio a otro, quien será amado como depositario d e ese tesoro, que no cesa de no escribirse, como puro intento nunca logrado.
Pero si excepcionalmente llega a ocurrir que ella cese de no
teso ro de significantes que pueden decir quién es él mismo en
escribirse, que el encuentro puntual se produzca, nacerá la ilu-
ci 1:·n to sujeto.
Hay imposibilidad de acceso al cuerpo del Otro y, por lo sión de que comience a escribirse junto con la exigencia de que
no cese de escribirse. El intento de acceder a la fórmula del
t ~:u rn, al goce de ese cuerpo inscripto en el orden simbólico que
sóh se presenta como un semblante. Pero existe el amor que encuentro será renovado una y otra vez: que eso que empieza a
r_,u d iftca los términos d e la relac ión con el Otro transformán- escribirse se siga escribiendo m ás y más ... siempre. La carta de
cl i; t en una relación de suj eto a suj eto donde cada un o de ellos
amor, el poem a de amor, la declar:ición reiterad a, so n ilustrati-
S••. , liri ge fun dame ntalmenre al saber que supone al Otro, sabe r
vas de esta función.
cric· recae sobre lo que yo soy, lo que m e hace suj eto cuando
h ,lo. Esto explica esa rec iprocidad que se le adjudica y que se
1
l El amor hace escritura y és ta nos constituye como sujetos:
en el plano sim bó li co se es sujeto sólo en dependencia de la
b;1:;:1 en que cada uno supone al otro un saber inconciente, un demanda de amor que, desde este punto de vi sta, responde
menos a la búsqueda de una satisfacción narcisista que a la exi-
s:: ! 1er que puede fundar un sujeto, sujeto que sería finalmente
L ¡espuesta a la pregunta "¿qué soy?", es decir, "¿ qué soy yo gencia de un significante más, y luego otro y otro. Esta es la
p:ir:' ti?". También se podría decir que cada uno es el saber única manera de sostener y mantener al sujeto que supongo está
i t' . cm ciente del otro, el saber inconciente hecho sujeto , lo que allí en tanto hay p:ilab ra. Pero el disc urso amoroso no produce
p e·:· ni te comprender la célebre fórmula de Lacan q ue es tabl ece sus efectos solamente en lo im aginario y lo simbólico. Es preci-
q i. "el emisor rec ibe de l receptor su propio mensaj e en forma so situarlo tamb ién a nive l de lo rea l. Lo que se pone en juego
im rticb": si el otro es mi saber, saber que es prom es;t de hac er- aq uí es h im pos ibilidad ele acceder al ser de l Otro, puesrn que,
mt ;ujero en la medida en que me clir i,io a él, es ele ese saber que canto por el camino de la irn:l ge n corno po r el del significante,
su¡1u ngo que recibiré las p:1hb r:1s que ap :nentcmcntc em ito y ese se r siempre se sust rae. Dcscle es ta perspectiva, el cfecro espe-
q u i ~ :ne otorgarán un lugar :illí.
cífico del amor en lo real es el obstáculo que se encuentra ante
C ada uno recibe del otro su propio mensaje porque cada uno la imposibilidad de capturar el ser, obstáculo que h ace límite a
la vez que sostiene la búsqueda amorosa.
·. !bíd., pág. 48.
El obstáculo es un muro, el muro del lenguaje que, si bien

58 59
por una parte se erige como promesa d e una fusión con el obje- Esta confusión radical del amor y la muerte es inherente a
to que prefigura la dicha, constituye por el otro una barrera que la pasión amorosa que es el impulso hacia el otro que no se
hace imposible el cumplimiento de tal promesa. De este modo, detiene ante el límite habitual, el límite más o menos conven··
el amor en lo real remite a lo que Lacan denomina el a(mur), cional llamado "querer su bien" . Por el contrario, en lo real el
neologismo que conjuga en un sólo término -homofónico con amor va incluso hasta la muerte del otro porque lo que en este
amour, amor- al objeto a, objeto siempre perdido que causa el nivel se procura es algo que podría enunci arse de esta manera:
deseo, con el muro que este objeto erige ante él, muro del len- tener su ser, incluso si para esto él (ella) ya no debe ser. D e este
guaje en su dim ensión real que imposibilita el acceso al ser. modo es pos ible oponer esta dimen sión real del amor a su dia-
El o bj eto a evoca además el cuerpo del Otro en lo que con- léctica simbólica: si esta última se exp resa esencialmente en b
tiene de inalcanzable para el sujeto, imposible d e ser poseído palabra de amor por el anhelo conocido y reiterado de "que esto
para acceder a su goce. Es por esto un objeto en hueco, una dure siempre'', que nunca cese de escribirse, en lo real ap unta
nada a la que el fantasma dará cierta consistencia; lo que deter- sin m ás a lo contrario, a un fascinante y a la vez horroroso "es
mina que en es te nivel el amor se reduzca, sin sa berlo, a una preciso q lle cese".
relación con el objeto del fantasma. D e aquí surge la exigencia Tres dimen siones se conjugan as í en el fenómeno d el amo r,
compulsivamente repetida de reducir al otro del amor al rango tres registros que se anudan para conformarlo como efecto d e
de objeto que p ermita realizar el fantasma, pero la posibilidad esa triple ar ticulación. En cada uno de es to s registros el objeti-
de que es to ocurra efectivamente aproxima al sujeto al horror vo a alca nzar es diferente pero en los tres confluye sob re a l g un :~
que se produce cuando la falta llega a faltar y él mismo corre el forma de se mblante que es su punto d e fi jac ión : la im agen, el
riesgo de desaparece r. suj crn y el se r. L1s tres so n ele dife rente o rd en y no guarchn con -
Se tra ta del p unto donde se prese nta la función mortal del ti nui dad e n tre s í, lo que permite co mprende r el eq uívoco que
am or así como su relativa facilidad para virar h acia el odio: "El se prese nca a] hablar del amor, término úni co que evoca signi-
verdadero amor desemboca en el odio", 8 dice Lacan, porque en ficados can distintos y disímiles.
su demanda de amor el sujeto no puede sino toparse con el Las diversas posibilidades de articulación ele estos registros
a(mur). C uando esto ocurre no pued e d ejar de sentir crecer su pueden dar cuenta de la variedad de amores que es posible
exasperación: d el ser amado(a) -ser finalmente inaccesible, ser encontrar. Pero, más allá de esto, algo en común enlaza los tres
de carencia- no es posible obtener m ás que algunos signos, planos: la ausencia del sexo. La afirmación puede parecer extra-
algunos restos, nunca se lo poseerá todo(a). Pero como esto ña si se pie nsa que el sexo co nstituye aparentemente un ele-
resulta inso portable no q ueda, en el ex tremo , otra pos ibili dad mento fu nclamental en el fenóme no amoroso. Lo que debe.
de apresarlo, ele poseer su ser, qu e reducirlo a un se r inmóvil, aclararse es que no se rrata d e qu e el sexo no esté presente en el
sin vicia, al estado de c:icl;íver o de ca rne que pueda devorarse, amor si no qu e el proyccco ele és te es bo rrar la existencia de
despojado ya d e toda envoltura imaginaria y simbólicJ. Por este aquél. Basta record ar que la p ul sión sexua l se art icula sien1p re
sesgo se puede J rribar finalmente a la paradoja mayor de la rel a- con la ausencia de relación sexual y se d efi ne como movimien-
ción amorosa: la posesión absoluta d el amado(a) só lo se logra to que h ace borde alrededor de tal carencia, mientras que el
en el momento de su pérdida. amor apunta en última instancia a colmar esa falta. No es, por
lo tanto, del orden de lo pulsional, del sexo, sino que se fund J
'!bid., pág. 133. en el horizonte del encuentro logrado que pueda conducir a la

60 61
:1firmación de que es posible, y por esto mismo necesario, hacer
de él. Esta relación compleja del amor con la ley -particular-
fr acasar la meta pulsional y el deseo inconciente.
mente con la ley del deseo articulada con la prohibición del
Esta última meta es el encuentro siempre fallido que deter-
incesto- es tema constante de la literatura, que funda allí el
m ina la repetición incesante del intento. El deseo se sitúa en
carácter fatal ·del amor. Romeo y }ulieta, Tristán e !solda o la
es te plano de la repetición que no cesa porque el encuentro no
Pentesilea de Kl eist son ejemplos de tal dimensión de desafío a
~e produce; el amor, en cambio, ti ende a co locarse m is allá de
la ley qu e es ca racterísti ca d el amor y al mismo tiempo del
! ! repetició n pues se confunde con lo que no fracasa, co n el
d ra ma qu e se dese ncacle n:i co mo co nsecuencia de ese desa fío .
c nc uentro logrado . Esre logro no co in cid e neces:1riame nre co n
l risrrí.n e !solcla se amar:í.n aunqu e ella sea la esposa del padre
i.:::i qu e el suj ero desea, más bi en va en el sentid o con trario. D e
adoptivo de Tristán: el filtro será más fuerte que la prohibició n
ah í qu e el logro res ulte generalmente más espantoso que e] fra-
del incesto. En el caso de Romeo y j ulieta, el lazo que los une se
c:1so: éste contribuye a mantener el deseo mi entras que aquél es
afirma en el desafío a la enemistad ancestral de sus familias: los
amenaza de desaparición. Si el triunfo del amor puede llegar a
Montesco y los Capuleto. Finalmente, aunque la ley divina de
L•~s ultar m is horroroso que su fraca so es porque supon e la posi-
las Amazonas les prohíba elegir un adversario como amante, la
bi lidad de extinción del sujeto por su fusión con el otro.
reina Pentesilea, invocando una orden materna, escogerá a
En es te <dtim o aspecto son numerosas y muy ilustrativas las
Aquiles.
r-.Jerencias li te rarias qu e p resentan Ja exige ncia de qu e el
E n todos estos casos la suerte de los amantes es trágica.
, . · .: Ltenrro az:.uoso y excepci o nal -e ncuentro fuer a de h ley po r-
Trisdn resulta exiliado e Isolda entregada a los leprosos. Romeo
c .:.: b ley es del dese ncuent ro y la no relación- se hag:i ley, q ue
es expul sado el e la ci udad y en su intento de regreso muere
·acepció n sea regla . Si el enc uenr ro es en rea lid ad siempre
envenen:i do , en tanto q ue Julieta se clavad el puñ al. Pe ntes il ea
r :Hu al e inespe rado , el am or pretende tran sfo rma r es ta cen e-
2.: del encuentro efímero y mom entáneo en creenci a en un a
es puesta fuera d e la ley y rechazada de la tribu. Todos ellos
rc,: tción eterna, lo que conduce a la mezcla de dos facetas h ete- poseen un rasgo común: el amor los lleva más allá de ese lími-
rc '. ~ é n eas del tiemp o : el instante y la duraci ón. La ilusión que te que nos hace mortales y sujetos de deseo, del límite que ins-
s1::ge es que la segunda podría sustituir al primero y un tiempo cribe una muerte en nuestra vida porque establece el encuentro
fuera del ti empo -un tiempo intemporal y mítico- podría esta- imposible. Pero si esta muerte no es admitida, si la ley es recha-
bkcerse, el ti empo de la muerte sin fin . zada -como lo hacen estos personajes- es la muerte real la que,
Este es el lu gar fu era-de-la-l ey al cual la pasión amoro sa a falta de ley, señal ará el único lugar posible de reunión.
ar:·:ist ra a los suj eros. El lema del amor podría enu nciarse ento n- La Juli eta d e Shakespea re enuncia en los términ os más cla-
ce ; co mo ex igencia de qu e lo q ue está p o r ese nci a fue ra de la ley ros ese inte nto de ir m ás alLí. de la ley co mo m eta ú ltima del
deh.: hace rse ley. Una h eroína del amor, la C armen de Dize t, lo amor. Sus palabras revelan asombros:imente qu e aquello que el
ex.:iresa en estos términos: "El amor nunca ha conocido ley". amor impugna es, en últim a instancia, nada más ni nada meno s
N o la co noce, en efecto, pero pretende hacer d e ese ex terior a la que la ley del significante como tal, sostenida por la función
ley la ley efectiva. central que juega en ella el Nombre-del-Padre:
De todos modos, esta posición de exterioridad respecto de
la ley no elimina el reino del orden y la ley, ni tampoco los efec- "¡Oh Romeo, Romeo ¿Por qué eres Romeo?
to5 q ue puede provocar sobre los que escapan de algún modo Niega a tu padre y rehúsa tu nombre;
o, si no quieres, sé sólo mi amor por juramento
62
63
r
¡
y yo no seré más una Capuleto
!r Ahora bien , si el amor depende hasta tal punto de la ley es
!
[ . .. ] porque ésta es su condición fundante, del mismo modo que el
Sólo tu nombre es enemigo mío. significante es condición para la posibilidad e imposibilidad del
Tú eres tú mismo, aunque no seas Montesco ser. Y si el amor no puede en última instancia objetar la castra-
[ .. .] ción es porque se origina en la sumisión a ese límite que ella
¡Oh, sé algún otro nombre! establece. Es así como lo ordinario de la castración hace lo
¿Qué hay en un nombre? extra-ordinario de esta experiencia inefable cuya ley privada,
Lo que llamamos rosa, olería tan dulcemente con cada vez que intenta imponerse sobre la ley común, no deja sin
cualqui er otro nombre embargo de llevar Ja marca de esta última.
[ .. . J Se explica entonces por qué ese movimiento d e alejamientc
Romeo, quítate el nombre de Ja ley que se inicia a partir del instante de la declaració n
y a cambio de tu nombre, que no es parte de ti, tómame amorosa tiende simultáneamente, de manera irresistible, a
entera" . ~ legalizarse. Incluso en las situaciones extremas, en esos casos
puros de pasión amorosa que presentan ciertas obras literarias
No podría expresarse mejor este anhelo que el amor pre- como las citadas, será la muerte quien venga a ejercer la funció r-
tende convertir en regla sustituyendo por él a Ja ley de castra- de límite que "normalm~nté" es impuesta por la castración sim-
ción: niega a tu padre y tómame toda a cambio de tu nombre. bólica. En otros casos este límite puede ser la locura, pero aque-
El rechazo de la ley de castración se realiza en nombre de otra llo que no existe de ninguna manera es el fuera-de-la-ley abso-
ley más fuerte, más "real": la élel ser. Es el ser de Romeo lo que luto. Esta misma presión que lo conduce a entrar en la ley, a
quiere Juli eta, así como se podría querer el perfume "real" de la "legalizarse", terminará por someter el amor al protocolo de un
rosa más allá de su nombre. Para esto, él debe sacrificar su nom- contrato. Contrato riguroso a veces, como el que regula la rel a·-
bre, su sujeción a lo simbóli co y al padre. En reciprocidad-por- ción sacio-masoquista -así se lo puede observar en la obra de
que el amor, como dice Lacan, es recíproco- será el ser mujer Leopold von Sacher Masoch- o contrato quizá más flexible,
de Julieta lo que a Romeo se le prometa, ese ser todo. pero no menos eficaz para la protección contra los riesgos de la
Los amantes pretenden de este modo escapar del someti- pasión pura, como lo es el del matrimonio.
miento al orden simbólico sostenido por el Nombre-del-Padre. Con lo enunciado hasta aquí se puede regresar a la pregun-
Pero no hay fuera-de-la-ley sino en referencia a la ley misma, no ta del comienzo: ¿puede el psicoanálisis decir algo preciso sobre
hay transgresión que pueda manifestarse como impugnación del el amor, algo que permita ir más allá de los lugares comunes
orden por medio de la cual el sujeto se colocaría completamente r sobre el tema? Las reflexiones expuestas muestran la posibilidad
al margen de la ley. La transgresión no sólo tien e a la ley como de elaborar un discurso en torno a las características, dimensio-
referencia sino que constituye la otra cara de ella misma: más allá 1 nes, efectos del fenómeno del amor, pero también la imposibi-
de la apariencia de presentarse como un exterior que le es ajeno,
no es sino su verdad inarticulable, el fundamento de su existencia.
¡ lidad de formular una definición precisa del mismo, de cons·-
truir un saber inequívoco sobre lo que el amor es.
Se trata de una imposibilidad estructural, generada por el
"Williarn Shakespeare: "Romeo y Julieca", en Obras completas, Ecl. Aguilar, hecho de que el amor toca esa dimensión de lo imposible que
Madrid, 199 I, wmo I, pág. 302. es inherente al ser hablante. El saber nunca podrá dar cuenta

64 65
1

l
.::nteramente de ese agujero fundan te de la subjetividad, debien- 3
do limitarse a estrechar de modo cada vez más firme sus bordes,
renunciando a la pretensión de decir toda la verdad sobre lo
im posible de poner en palabras. Porque el empecinamiento por
cl·.':'. cir toda la verdad, por elaborar di scursos "compi etos" y sin
El cuerpo erógeno:
i ·' t-; unas, co ndu ce flnalmen te al efecto paracló j ico de saber entre significante y goce
111e no s mientras más se h abla.
Que la verdad del amor no pueda ser dicha toda no es de
c;ingún modo razón para callar. En este sentido el psicoanálisis
v:t en una dirección opuesta a lo que propone W ittgenstein:
"Aquello de lo que no se puede hablar es preci so catlarlo". En
r·:·alidad lo que constata el psicoanálisis es que el ser humano no Uno de lo s hall azgos fundam ental es d el psicoanálisis,
i' ·.:·a de querer hablar ele aquello que no puede decir, sea la expuesto por Freud en 71-es ensayos de teoría sexual, es la exis-
i> :ujer, la muerte, el padre, y tambi én el amo r. No es posible tenci a de una cl ara ruptura entre la sexuali dad anim al y la
, :la r porque d e todos modos, se hable d e lo que se habl e, el human a. N o luy semejanza entre ellas porqu e el comporta-
nor esd. en juego. Por esto se habh si empre sin saber bi en d e miento sexual humano mu estr a, en relación con tod o cr iterio
e¡1 :é, sin saber qu é bi en es és te del que se habla, sin sabe r si hay "natural", un carácte r que puede llamarse "anómalo".
:.l bien que tanto hace hablar. La sexualidad animal tiene diversas características, pero la
El amor constituye así algo que a la vez resul ta tan evide n- más irn.portante, la que le otorga un carácter estrictamente natu-
te ,:orno inasible, algo que así como contiene una certeza indis- ral, es la existencia de una dualidad complementaria macho-
cu ;:ible produce la apertura hacia la duda infinita. Tal vez, para hembra, dualidad que se sostiene por la presencia de un instin-
cJ . :'.J nirlo, se pueda recurrir a la célebre m áxim a de La to sexual que asegura una atracción recíproca y universal: todo
R :_ichefoucauld: "Hay personas que nunca se hubieran en amo .. macho es atraído por toda hembra y viceversa. Esta sexualidad
rado si no hubiesen escuchado la palabra amor" . Se trata d e una aparece, por otra parte, articulada a la fun ción reproductora .
ve rdad incuestionabic pues, ¿qué otra cosa es e! amor füu l- E n el ser humano, en cambio, la sexua lidad se halla en
n <L' n re sino una palabra, un sign ifi can te que produ ce los rn:i'.s buena m ed ida desligada de la función rep rod ucto ra y en ella no
v:ir iados efecros de si gnificado? Una palabra resp ecto d e la c ual tiene nin gún lu gar la idea misma ele dualidad complementaria.
no hay m ayo res pro blemas para reconocer su ex istencia en lo La razón d e esta falta fundamental en torno a la cual se organi-
simbólico, pero la dificultad mayor seguirá siendo determinar si za la sexualidad es el hecho de que el ser humano es un ser
ti e ne un referente real. hablante, inscripto en el campo del lenguaje desde antes de su
Y bien, el psicoanálisis no busca resolver esta cuestión. existencia como organismo.
Co nsidera que ese referente es en realidad lo que la lengua no El len guaje como organizador de la vida humana trastorna
p t:Tmite formular, lo imposible de la relación sexual que es las necesidades que provienen de la constitución biológica. De
causa de nuestra condición de hablantes y también de aman tes. este modo cierra el camino para una satisfacción enteramente
¿)--. ablar de amor? No se habla de otra cosa porque él es la cosa, "natural" . En tanto el len guaje pre-existe, todas las necesidades
la ::osa sobre la que la palabra jamás encuentra la palabra.il:v del individuo deben someterse inevitablemente a su estructura,

66 67
lo que quiere decir que se inscriben en un registro que depen- ción de la demanda toma el carácter de función que preserva el
de de la palabra: la d~rnanda. deseo, pero con un precio: la ausencia de armon ía en tre el suje-
De hecho, quien habla demanda. La demanda está implica- to y el mundo. El orden simbólico divide al sujeto que queda
da en toda palabra y tiene como efecto la producción de una marcado por la imposibilidad de la satisfacción desde su inser-
pérdida, la pérdida de satisfacción respecto de la necesidad. Esta ción en él.
pérdida es la consecuencia del carácter siempre equívoco de la El deseo existe como consecuencia de la demanda y es, en
palabra en tanto el significante significa siempre otra cosa, más el despliegue de ésta, el resto insatisfecho que ella produce. Pero
allá de lo que aparentemente dice. No hay, por lo tanto, lazo el deseo no se articula solamente a la demanda, es decir, a lo que
unívoco entre significante y significado. La sola articulación de el lenguaje permite decir, también tiene una relación funda-
la palabra introduce una discordancia entre lo que está en el ori- mental con aquello que en la estructura de la lengua -en tanto
gen del mensaje y lo que responde a su llamada. El malenten- sistema incompleto, no-todo- puede considerarse como lo
dido es así la ley universal de la "comunicación". imposible de decir, el goce.
En la medida en que no hay en el lenguaje un lazo unívoco, Lacan ha señalado que en el Otro como orden simbólico
el significante no designa nada, produce más bien, al articularse exterior y productor del sujeto hay una falta, falta que se escri-
con otro, efectos de significado. El significante no es idéntico a su be S(A). Esto se lee así: significante de una falta en el Otro. S(A)
significación, no puede significarse a sí mismo, es decir, h ay en su es el materna que designa el lugar del goce como faltante en la
estructura una discordancia fundamental que puede decirse así: medida en que el Otro carece del significante que pueda asegu-
eso jamás es eso. El significado, por su parte, se desliza bajo el sig- rar el acceso al goce.
nificante que siempre significa otra cosa. Aquí se ubica la causa de En este sentido Lacan afirma que "el goce es el momento
lo que puede llamarse fracaso de la demanda, fracaso que es resul- que no puedo decir". Esto significa que el goce no se confunde
tado de la división de ella consigo misma: lo que se dice es eso y a con el placer, entendido como bienestar u homeostasis. Indica
la vez otra cosa. Esta división es homóloga a la del sistema mismo más bien la presencia de otra dimensión, "fuera de la palabra" ,
de la lengua, carente de univocidad, y su efecto es la división del que a la vez que puede definirse como abso lutamente exter ior·'
sujeto que se escinde, en cada una de sus palabras, entre un enun- ella no es de ninguna manera ajena a su existencia. Puede carac-
ciado en el que formula exp lícitamente lo que aparentemente terizarse más bien como su límite interno, el hueco central en
demanda y una enunciación que es lo "otro" que se dice más allá torno al cual la palabra gira sin poder hacer otra cosa que bor-
de los propósitos o intenciones, que es entonces lo inconciente. dearlo. Este hueco del goce con el que el sujeto no puede deja r
Ahora bien, precisamente allí donde la demanda fracasa se de toparse -sin acceder a él de ninguna manera- es lo más ajeno
origina el deseo, que es la huella de esa pérdida de satisfacción: a lo que experimenta como su "identidad" cuando resulta, para-
"El deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra dójicamente, lo más "propio" que lo constituye. Lacan inventa-
de la necesidad[ ... ]''. ' En este sentido, la inevitab le insatisfac- rá el neologismo "extimidad" para nombrarlo, intentando .así
dar cuenta del hecho de que lo aparentemente más extraño se
confunde con lo más "íntimo" .
' Jacq ucs Lacan: "Subversion du su jcc et dialcctiquc d u dés ir d ans l'incons- El caso de El hombre de fas ratas contiene un claro ejemple
cicnt frcuclirn'', en h'crits, E.el. cl u Scuil, Paris, 1966, pág. 814 ("Subversión del
suj eto y dialécti ca del deseo en el incon cicnte freudiano", en Escritos 2, Siglo
de ese carácter éxtimo del goce en el pasaje en el que Frcud des-
Veintiuno ed itores, México, 1994, pág. 793). c;_ribe la actitud del sujeco mientras le relata el horrendo suplí-

68 '· 69
cí o de las ratas: "En todos los momentos más im portantes del toda la actividad psíquica, consagrada a reencontrar esa huella
.-l~ lato se nota en él una expresión del rostro de muy rara com- y, po r este camino, a establecer la identidad de percepción entre
_xJsición, y que sólo puedo resolver como horror ante su placer, el objeto primero que brinda el completo apaciguami ento y el
-:norado (unbekennen} por él mismo". 2 que viene a colocarse en ese lugar.
El goce no se confunde entonces con la satisfacción placen- Ahora bien, toda la obra de Freud se basa en una constata-
: c m y el disfrute. Es más bien el nombre de esa radical desar- ción central: esta identidad es imposible. En efecto, el objeto de
! ;1onía entre el sujeto y el mundo, desarmonía que es conse- satisfacción encontrado nunca será idéntico a la experiencia pri-
rnencia de la pérdida que introduce el significante. No hay maria: "La pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satis-·
.T anera de decir el goce porque de él sólo se pued.e hablar desde facción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia
('; momento en que está perdido. Toda palabra, diga lo que primaria de satisfacción; todas las formaciones sustitutivas y
d; ga, lo evoca siempre. De ahí que el goce sea !a referencia t'.tlri- reactiv:is, y todas las sublimaciones, son insuficientes para can-
1:1 a, el punto de anclaje de todo discurso.
celar su ten sión acuciante, y la diferencia entre el placer de satis-
Perdido desde siem pre, el goce no dejará de ser buscado en facción hallado y el pretendido e nge ndra el factor pulsionante,
L compulsión de repetición que caracteriza a la insis ten cia del que no admite aferrarse a ninguna d e las situaciones es tableci-
e ¡_ ·seo. E l deseo busca el goce, pero a la vez es un a ba rrera fren- das, sino que, en las palabras d el poeta, «acicatea, indomefi.ado,
t : a éste que se sostiene en el lenguaj e. Por esto el incesante fra- siempre hacia adelante». El camino hacia :itrás, haci a la satis-
c:·m al que está condenada la búsqueda, fracaso por el cual cada facción plena, en general es obstruido por las resistencias en vir-
s ·:• isfacción que puede alcanzarse es motivo tambi é n de una tud de las cuales las represiones se mantienen en pie; y enton-
p c:rdida.
ces no queda más que avanzar por la otra dirección del desa-
El concepto de "aparato psíquico" elaborado por Freud se rrollo, todavía expedita, en verdad sin perspectivas de clausurar
l·:1 :;a ese ncialmente en esa pérdida, tal como lo conceptualiza la marcha ni de alcanzar la meta". 3 A esa tensión que apunta a
)'"1" prim e ra vez en el ap art:ido 1 i de su Proyecto de psicología y borrar la diferencia Freud la llama deseo, deseo que insi ste en
L J"eWrna posteriormente en el capítulo VII de La interpretación un:i. perman ente repetición condenada a l fracaso.
d :: los sueños. En estos textos Freud elabora ese modelo que Una aportación esencial que Lacan realiza al modelo de la
,!.: no min a aparato psíquico constituido a partir de la experien- experiencia de satisfacción ele Freud es su inserción en el campo
' ; ' de una satisfacción primaria. del lenguaj e, el"cual define a la realidad humana. No hay en este
· Esa satisfacción es el res ultado del encuentro -mítico- entre sentido experiencia de satisfacc ión sino en tanto posibilitada -y
h :;xcitación producida en el organismo con un objeto exterior a la vez limitada- por el significante, de modo que la imposible
'!' _(?. hace posible la descarga total de excitación, lográndose as í identidad de percepción es consecuencia de la principal carac-
! . ·1risfacción plena en una experiencia que d eja su huella: la de terística d e este último: la ausencia de identidad consigo
t di fe ren cia entre el estado de absoluta tensión y su comple- mismo. Un significante no pued e d ecirse a sí mismo porque
:1paciguamiento. Es la huella de lo que, de manera retros- só lo puede ser sign ifi cado por otro; es la razón principal por la
) · :: ci va, podría denominarse un goce primario c¡ue o ri entará que su existencia introduce la falta: ante todo falta el signifi-

' Sigm uncl Freud: "A propósito ele un caso de neurosis obsesiva", en Obras 1
Sigmuncl Frcud: "M,ís allá del principio de placer", en Obrrts completas,
cmnv fetas, Amorrorru editores, Buenos Aires, 1979, vol. X, pág. 133. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII, pág. 42.

70 71

1
,,
¡;

cante "idéntico a sí mismo" o, para decirlo de un modo muy


elemental, a siempre será diferente de a. con él, una satisfacción que no le brinda placer alguno. En el
Puede así concebirse la experiencia de un goce primero, síntoma hay goce porque es en parte producto de un retorn o
mítico, al que se va a designar como uno, uno qu e indi ca Ja uni- del goce excluido de lo simbólico. El goce retorna para dep osi-
dad, la unión plena, el goce de la "experiencia de satisfacción".
1 tarse en los intersticios del significante, allí donde es evidente h
Ahora bien , en el m o m ento en c¡ue se va a intentar reencon- r
incapacidad ele lo simbólico para deci rl o todo, retorna en e'.
trarlo, es decir, repetir la experiencia de unión, ese uno por entre-dicho, "[ ... ] el goce está prohibido [interdicto] a quier:
medio del cual el goce buscará reinscribirse ya no podrá coinci- habla como tal [ ... ]".4
dir con el primer uno; no será posible simplemente porque éste No hay, entonces, constitución del sujeto en el orden sim-·
fue el primero y aquél viene a ocupar un segundo lugar. Esto ,,;6 bólico sin pérdida correlativa, pérdida que tiene el nombre cL
determinará que sólo sea una cifra, una marca contable que a la castración simbólica. Para Freud las pérdidas se hacen presentes
vez que registra la repetición del goce primero es testimonio de desde el inicio mismo de la vida, pero solamente pueden adqui ..
1
la imposible identidad en tal repetición. El nuevo uno, y todos rir la dimensión de castración a partir del acontecimiento qu:~
los que se sucedan, ya no puede ser el mismo del goce primero así las significa a posteriori. De una manera tajante señala que b
sino la inscripción de la inevitable pérdida de goce. En Ja repe- castración sólo se refiere, en sentido estricto, a la posibilidad de
tición hay pues pasaje del uno de la unión al uno contable, la pérdida del pene, lo que permite formular el concepto fu n -·
pasaje que implica siempre una pérdida. A esta pérdida Lacan damental para comprender la sexualidad: el falo. Así lo expres ~,;
Ja designa con una letra: a, sigla que nombrará el objeto perdi- "Con acierto se ha señalado que el niño adquiere la representa ·
do que se instituye como causa ele la necesidad de repetir cons- ción de un d año narcisista por pérdida corporal ya a raíz de Li
tantemente el intento de lograr la identidad de percepción. pérdida del pecho materno luego de mamar, de la cotidian d
Toda sa tisfacción Jl eva así la marca ele la repetición y supo- deposición de las heces, y aun de la separación del vienrre de la
ne, además, una pérdida. Ésta es lo que res ta d e ese goce pri- madre al nacer. Empero, sólo cabe h ablar de un complejo dt.
mero que no puede ser logrado en cada repetición, es deci r, lo castración cuando esa representación de una pérdida se ha enla-
que en cada intento todavía falta para alcanzar la satisfacción zado con los genitales masculinos". 5
plena que tomará el lu gar d e causa del deseo. Y en la m edida en Como se advierte, lo que hace Freud es establecer un a serie,
que lo üni co del goce o ri gin ario que persiste en cada una de las serie de pérdidas cuya característica es que cada un a de e lb~;
repeticion es es esa pérdida, ser~i és ta el elemento q ue establezca su po ne la ex istencia de un objeto qu e no se d.e fin e como t:1I sin o
la identi da d entre el las. Quiere decir que aquello d el goce p ri- en ta nto separado del cuerpo. De es te mo do lo qu e caracter iza
mario sólo retorn a en la p érdida que marca cada nueva expe- a las célebres fases de la libido allí aludidas es precisamente eso:
riencia. La pérdida del goce devi ene así goce de la pérdida, goce cada un a de ellas está organizada en torno a un objeto que no
de la insatisfacción en la que el deseo se sostiene. 1 es un objeto "presente" sino un objeto separado del cuerpo, un
La diferencia entre el placer y el goce se desprende de allí objeto que cae fuera del ámbito del sujeto quien se constituye
dado que el goce no proporciona placer porque ocupa siempre 1 como tal por efecto de esa separación de una parte de él mismo.
el lugar de lo que se pierde, es antinómico con el bienestar y la
armonía, confina más bien con el dolor. El síntoma lo revela 1 4
Jacques Lacan: Op. cit., pág. 821 (Op. cit., p<ig. 801).
r_· l: ramente y Freud señaló que el sujeto obtiene una satisfacción
1

' Sigmund Freud: "La organización genital infontil", en Obras completa..-,


. Amorrortu editores, 1979, vol. XIX, págs. 147-148 (en nota al pie).
72
1
l· "
f 73
¡,
No todas las pérdidas tienen, sin embargo, el mismo valor. del dominio del lenguaje sobre el sujeto, es, como dice Lacan,
Como se desprende de lo que afirma Freud hay una sola que el "discurso del Otro", de esa institución o conjunto de institu-
amerita el nombre d e castración y que retroactivamente signifi- ciones social-simbólicas donde está capturado.
:::a de ese modo a las anteriores. Curiosamente no es una pérdi- También se puede decir que el inconciente es efecto de la
.J a "real" sino la sola rep resentación de una pérdida enlazada con ap ropiación del cuerpo por lo simbólico que al capturarlo lo
os genitales m asculinos. Así es como podrá definirse al falo: fragmenta y hace de sus órganos y funciones -como lo ilustra la
; ,:·p resentación -lo qu e supon e la existencia del orden sim bóli- hi ste ria ante todo , suelo de origen del psicoanálisis- material
u)- de una p érdida. Es ta representación tomará par::i. Lac::i.n el 1 signifi c::i.nte. Esta apropiación del cuerpo se llama sex uación en
t
'. .. gar de lo l] ue consti ruye b razón de la se rie escablecid::i. por
i :1 ·eud.
Para inscribirla en una ló gica, Lacan le asigna a esa rep re-
¡ tanto la sex ualidad no es instinto, es el resultado de la inci den-
cia d e lo simból ico sob re el cuerpo que se manifi esta como
apertura de orificios y trazado de bordes alrededor de ellos. La
sentaci ó n una escri tura: (-cp), que puede leerse co m o el falo pre- sexuación del cuerpo lo constituye co rno un luga r "fronterizo",
u ;d ido por un signo m enos que denota su ausen cia, la cas tra- límite entre el orden simbólico y lo real de la carne donde se
c;ó n. El sentido del paréntesis es que dentro de él puede incluir- inscribe la image n corporal que oculta es ta ültima dimensión.
s. una serie de objetos, como aquéllos enumerados por Freud, Por otra parte, frontera implica borde, se trata ento nces del
n')jetos que se definen por un a característica co mün : todos ocu- límite entre lo si mb ólico y lo real que se hace presente en el
)' ll1 el mi smo lugar de la pérdida. Esto incluye al se no materno cuerpo en tanto conjunto de zo nas erógenas que so n los restos
:, q ue Freud - si se sigue su razon::i.rnienro- no presenu en el del goce que persiste n m:ís all:í de la acción d el orde n simbóli-
e, ~'.~e 1: como una partt del cuerpo de h rn:1dre sino del cuerpo co q Lte p retend e el v:1c iamien to del goce co nsid erad o '':1soci al"
e! .·! 11iíío. para integrar lo corporal a la red de intercambios sociales.
El suj eto así concebido es un sujeto que só lo p uede existir Para el inconciente los órganos y las fu nciones co rporales
cc: 110 tal a partir de que se le ha desprendido una parte esen- toman un valor significante y es uno de esos órganos - el pen e-
ci:tl . No hay, entonces, sujeto si n falta y lo que falta es el obje- el que, en virtud de algunas de sus características, vendrá a
te· q ue podría constituir su complemento. La inserció n del ser tornar la función de significante esencial para advenir así como
h :Pnano en tanto hablante en el mundo supone un a desarmo- falo. Este es el símbolo del goce sexual, el significante que viene
ni :i fund amental en la relación suj eto-objeto en la medida en al lugar de la ausencia de goce donde no deja de evocar dicha
q t11: el primero está despojado de una parte fundam ental de sí y ause nci a a la vez que, en el plano imaginario, la oculta.
si n ninguna posibilidad de recuperarl a por la posesió n de algün ¿Por qué es el p ene el órgano del que el inconciente hace el
ob)c: to. falo? Hacer de un ó rgano un significante implica cierta "des na-
La división del sujeto es efecto de esta pérdida que es pér- turalización" del mi smo , consecuencia de una sustitució n que
di d:1 de goce, es decir que algo de él queda fuera de él y es irre- provoca su caída, lo cual significa, d e algún m odo, una muerte.
cuperabl e. Este es el precio que se paga por un lugar en el En este sentido el pene es el ünico de los órganos que se carac-
m un do d el lenguaje. Lo simbólico divide al sujeto que no es teriza por el hecho de que la proximidad del goce -el placer que
"d·.1 eño" del discurso que articula: el lenguaje habla a través de el sujeto experimenta- se acompaña de una caída, la detumes-
él y esto se hace particularmente evidente cuando la palabra que cencia, una pérdida de la potencia que detiene inevitablemente
el yo cree dominar tropieza. El inconciente es la consecuencia la marcha haci a el goce. .

74 ': 75
r
:.

~
El pene no adquiere este valor de significante fálico por
alguna particular "ventaja" ligada a su presencia sino, paradóji-
camente, porque puede caer. En la teoría de Freud el falo desig-
na al pene, sí, pero sólo en tanto que faltante o susceptible de
faltar. En consonancia con Freud, Lacan radicaliza esta posi-
tt·· ·
Q~
medida en que hay carencia de un término propiamente "fem .:-
nino". La captura del cuerpo por el lenguaje que constituye ci
inconciente determina que a nivel de este discurso no haya u118
oposición entre dos sexos complementarios que pudiera bas;; , _
se en la existencia de un término propio para el hombre y o tl' •
l-'
ció n : "Esta elección es permitida por el hecho de que el falo, o para la mujer sino un solo "sexo", el fa lo, y dos modos de pe" ;_
sea la imagen del pene, es negatividad en su lugar en la imagen cionarse sin "relación" entre sí. Y es también por esta incide¡ ·
especular. Esto es lo que predestina al falo a dar cuerpo al goce, cia del lenguaje sobre el cuerpo, de b que el falo es el efec: .
en la dialéctica del deseo''. 6 La afirmación permite advertir que que en el ser humano no existe un instinto sexual que determ -
no se trata simplemente de una falta en el sentido empírico sino na una atracción automática de todo hombre hacia toda mu jc.
de la falta de goce, de la imposibilidad del pene, como instru- y viceversa.
mento de goce que es, de rebasar cierto límite para alcanzarlo. En lo real del cuerpo existen tan to el pene como la vagi n 1
Quiere decir que la afirmación tajante de Freud de que que definen anatomías diferentes; en lo imaginario la histori ;t ; ·
"sólo cabe hablar de un compiejo de castración cuando esa las culturas han creado y desarrollado las más variadas rep i"::-
representación de una pérdida se ha enlazado con los genitales sentaciones para aludir a la diferencia sexual, como las clásicas
masculinos" depende de una lógica rigurosa que ll eva a concluir reparticiones de papeles sociales diferenciados. Pero lo simbóli-
que es alrededor del falo que gira todo lo concerniente a la rela- co se caracteriza por la carencia de un significante propio cid
ción entre los sexos, pues si bien hay objetos perdidos, es sólo l.
sexo femenino, hueco que lo imaginario pretende llenar con
por su relación con el falo -cuya primacía es entonces básica- una proliferación de términos e imágenes. El falocentrismo
gue pueden incluirse en una serie. ~
freudiano debe situarse, entonces, en el registro simbólico pe. :-
El falo tiene así primacía en dos sentidos: ordena, por un ' que la conceptualización de la diferencia sexual no se.confund e
lado, la serie de pérdidas de objetos y es, por otro lado, el tér- con una objetivación real ni una comprensión imagi n ari .1,
lt

l
mino único en torno al cual se organizan las relaciones entre los depende más bien de la dimensión inconciente - el inconcie n :e
sexos, como lo señala categóricamente Freud: "El carácter prin- estructurado como un lenguaje:_ que preside las relaciones en t;:e
•••

cipal de esta «organización genital infantil» es, al mismo tiem- ' los sexos.
po, su diferencia respecto de la organización genital definitiva En la medida en que no h ay significante del sexo femeni nc ,
del adulto. Reside en que, para ambos sexos, sólo desempeña f no puede haber tampoco significante de la relación sexual. l~l
un papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un prima- lugar de esa fa lta es ocupado por el falo, que viene así a sim bu-
do genital, sino un primado delfalo". 7
lizarla. De allí su función paradójica: significante del gnce
Para ambos sexos un solo genital -elevado a la categoría de sexual, significa también la falta de otro goce, el que reSLtlt ;i ~· !·a
significante- ejerce el papel de instituir la diferencia. Esto sig- de la relación entre hombre y mujer. Esto lo hace símbolo de la
nifica que existe en tre ellos una inevitable disimetría en la castración, entendida como el fracaso de la relación sexual. El
significante introduce la dimensión de lo sexual en el ser hum1-
' Jacgu es Lacan: Op. cit., pág. 822 (Op. cit., pág. 802). no a través del significante falo y la estructura como falta, tro -
7
Sigrnund Freucl: "La organización genitJ] in fanti l" , en Obras completas, piezo, fracaso.
Arnorronu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIX, pág. 146.
Así, el cuerpo se constituye como tal apresado por el signi-
I-
76 r 77
!

¡
b
fi cante que lo "desnaturaliza" y produce sobre él efectos especí- de la existencia de un cuerpo primordial, de un ser-cuerpo pre-
ficos en tanto introduce la dimensión perturbadora del goce. El vio a la captura del lenguaje. Nuestra relación con el cuerpo
Cllc rpo es generado como cuerpo sexuado en el seno de otro es tará siempre m ediada por el lenguaje, Ínter-puesto :illí para
rnnpo que es el Otro. Éste ha siclo definido en primera instan- constituir, a la vez que el medio de acceso, la barrera que nos
c1' como lugar, lug:u del significante donde el suj eto se consti- sep::ira de él. Medio d e acceso al cuerpo en tanto lo simboliza y
tu:.'e y logra su estatuto al qu edar allí inscripto. Esr:1 inscripció n es condición p:ira la construcción de su imagen, barrera en la
cL termin:i una pérdida a nivel del cuerpo, pérdida d e se r. La medida en que el cuerpo rea! quech definitivamente separado
le . ~ u :i misma ll eva b marca de és ta si se tom a en cu en ta que del suj eto por su intervención .
g' :1eralm enre no dice del hombre que es un cuerpo sino que Lo que puede llamarse ser corporal del animal humano
tit :1e un cuerpo. deviene así inaccesible, fuera de toda posibilidad de ser alcan-
Pero más all á de este giro expresivo es preciso señalar que la zado a través de algún acceso directo, mediado. No captamos
experiencia misma de tener un cuerpo está condicionada por la qué es un cuerpo sino en la medida en que lo recortamos y
p é 1 dida. No se accede a la certeza de tener un cuerpo por el organizamos con el significante. La conversión histérica lleva
si 111 ple reconocimiento de la imagen especular. Si fuera así, el hasta el extremo este mecanismo pero, más allá de ésta, en la
sui. :to permanecería en el registro del ser confundiéndose total- sexuali zación del cuerpo en general puede advertirse cómo el
m nte con la imagen, pudiendo afirmar "soy ese que está ahí" .
1 len guaje recorta los órganos del cuerpo, particularmente uno de
El . <:conocimiento de 1:1 image n sólo es posibl e en la m edida en ellos al que aísb convin ié ndolo en falo.
q t se asum e que a elb al go le falta, lo que exige vestirl a, reves-
1 •
Esta determinación del cuerpo por el significante no signi-
ti r ·:l. Por esto, el cuerpo que "tengo" es más que n ada esa vesti- fica que aquél carezca de "realidad", por el contrario, es preci-
m enta mientras que el cuerpo que "soy" se asimila con la caren- samente en la medida en que el significante es incapaz de cap-
ci:1 en la imagen, con lo que el espejo no puede revelar, co n lo turar el cuerpo todo que éste, en tanto real, subsiste como resto
q w el significante no puede decir. desinvestido, fuera de toda aprehensión simbólica. La conse-
El revestimiento corporal -el cuerpo que "tengo"- está cuencia de esto para el sujeto será que nunca estará verdadera-
h echo de lenguaje. En la medida en que se estructura, el ser mente "dentro" de su cuerpo.
hu mano ya no es un cuerpo y una disyunción, una distancia Esa disyunción constitutiva entre sujeto y cuerpo, que
en t:rc sujeto y cuerpo se establece. En su dimen sión real, el cuer- determina que este último permanezca como un "desconocido"
po deviene una entidad ex terior al sujeto de la que éste se expe- para quien lo habita, se experimenta en una serie de efectos que
rini cnt:i más o m eno s sep:irado. El sujeto como efecto del len- produce, particularmente cuando el sujeto se "topa'' con ese re:il
g,•:íj e, la estructura que lo lleva a la existenci:i, es como tal dis- del cuerpo, ese resto carente de investidura libidinal que se pre-
tirl! <) del cuerpo. Éste se le presenta en primer lugar como algo senta como un muro exterior e impenetrable: tropiezos, todo
exterior que tiene que habitar, cuando es el cuerpo "propio", o tipo de acc identes, heridas, caídas e incluso el inesperado des-
ak:mzar de algün modo para "poseer", cuando se trata del cuer- cubrimiento de alguna enfermedad insospechada son encuen-
p n , !el Otro. tros puntuales que revelan hasta qué punto ese cuerpo que con-
Estas son dos tareas que no podrá realizar si no es por el sideramos con abso luta certeza "nuestro" es, en su dimensión
c11 1ino del significante, que nos dice en primer Jugar que tene- más radical, un organismo extraño a la idea que tenemos de él.
rr .. i. : un cuerpo, pero que t:imbién induce en nosotros l::t ilusió n Como puede advertirse, el lenguaje opera un vaciam iento

78 79
1
1
L
del ser del cuerpo para configurarlo como un lugar vacío d e sus- El significante juega así un doble papel: im pide el acceso , [
tancia, un lugar identificable en tanto se convierte en sede de cuerpo como tal pues lo expulsa fuera del campo donde co rn1 ;
una serie de inscripciones significantes: el nombre, en primer ~· ), :
sujetos podemos gozar y está a la vez en el origen de ese cuerp <)
lugar, que lo sitúa en la diferencia de los sexos y la sucesión de real y del goce que le es supuesto. El significante crea el cuerp ü
las generaciones, pero también otras marcas que testimonian . y, simultáneamente, imposibilita el acceso a él.
del ingreso del cuerpo en la cultura, como la circuncisión, los Esta heterogeneidad irreductible que se establece entre suje-
tatuajes, el maquillaje, etc. La lista puede ampliarse porque la to y cuerpo es, por otra parte, lo que se puede llamar "falla d, ~
clínica psicoanalítica pone en evidencia otras más, ligadas a la origen" que ocasiona el eterno fracaso del acto sexual. El pro·-
singularidad de cada historia: zonas erógenas, síntomas de con- pósito fundamental que anima a hombres y mujeres para co n -
versión, síntomas psicosomáticos. sumar este acto es el intento reiterado de unirse al Otro re~d
En este sentido, el cuerpo -como lo afirma Lacan- se con- para ser fina lm ente cuerpo. Sabiendo o no que es to es imposi-
funde con el Otro, ambos constituyen verdaderas redes de ins- ble, el horizonte del goce -que se pretende alcanzar en el coito- -
cripciones significantes. Pero también esta asimilación puede es gozar del Otro, del cuerpo del Otro "como tal". Pero el goce
entenderse en otra dimensión: como seres reales, tanto el cuerpo llamado sexual hace de obstáculo porque es una defensa contr:i.
como el Otro permanecen de algún modo fuera del alcance de el goce del Otro o del ·cuerpo: aquello que en última instanci a
lo nombrable, son no simbolizables. Esta circunstancia de que el busca lo sexual, en tanto viene del lenguaje de donde recibe su
cuerpo y el Otro resultan inaprehensibles por el significante es la determinación fálica, es evitar ese goce Otro que de alcanzarse
causa que determina que el sujeto no tenga una relación con el implicaría la desaparición del sujeto.
cuerpo como tal, una relación que suponga el dominio por Por esto, el goce sexual es una especie de añadido que se
medio del símbolo. Independientemente de todo el dominio y implanta sobre el cuerpo real, cualquiera sea su anatomía, con
control que la cultura exige, el cuerpo será siempre un resto más mayor o menor fortuna para el sujeto en cuanto al acceso al pla-
allá de todo lo que de él pueda decirse; se situará en una dimen- cer. Es la razón por la que el sexo -es decir, el falo- dEbe ser
sión diferente a la del sujeto, la de lo indecible, el hoyo negro del localizado "fuera" del cuerpo real: no comparte su naturaleza en
orden simbólico, lo fuera-de-lenguaje, lo radicalmente otro. la medida en que es del orden del significante. Se trata de un
Hay entre sujeto y cuerpo una heterogeneidad que es corre- agregado, un significante que viene desde afuera a inscribirse
lativa a la de los goces. Por esto puede hablarse de un goce del sobre el cuerpo. Así es como, en tanto elemento "antinatural"
cuerpo que es radicalmente otro pues se sitúa más allá de los por excelencia, hace de barrera al anhelo de gozar del cuerpo del
límites del lenguaje, un goce del que el ser hablante nada puede Otro como tal.
decir y del que sólo ciertos estados místicos o delirantes pueden El goce sexual como goce mediado por el significante se
dar algún indicio. Sin embargo, este goce del cuerpo es también f interpone entre el sujeto y el cuerpo del Otro impidiendo el
efecto del significante porque el cuerpo es siempre p roducto del ¡ acceso a este último. La ley de castración o función fálica, a l:t
que tod o suj eto está so metido , es la marca d e esta imposibilid;:(!
lenguaje. La existencia del lenguaje implica que la naturaleza no 1

preexiste a la cultura porque si bien las células y los átomos están de poseer al Otro en tanto cuerpo, de poseerlo todo. Así, el act:o
ahí antes del lenguaje, no forman cuerpo sino por el lenguaje, a sexual se presentará como un eterno acto fallido en el que 110
1
partir del momento en que se integran por la acción de un sig- cesa de verificarse la ausencia de relación sexual, la imposibi E·
nificante en particular que es el significante "cuerpo". dad de reunir al sujeto con el Otro como cuerpo. La satisfac -

80
1¡. "'.
81
r
l
: ión que puede obtenerse en él puede definirse como falta de 4
:;,Ke del cuerpo y rerorno del goce ele órgano, del goce del órga-
o que el lenguaje c:iprura y aís la del conjttnto.
Un co nocido aforismo hri110 di ce: pust coimm omne anirrw!
"istc. Sní:t necesario si 11 embargo rebrivi z:1r csra :1fi rm ac iún
A cien años de
' o talizaclora" porque sólo el an imal h:iblan re, el hombre, riene Tres ensayos de teoría sexual:
L! ·1a razó n fundam ental para exp erimentar alguna rrisreza cles-
no hay sexo sin acoso

!
¡ •: rés del coito: sólo para él la búsqueda del Otro y la impos ibi-
J. ,_ lad de alcanzarlo pueden tener efectos. Esto porque somos
hab itantes del lenguaje y es éste quien nos hace creer en la posi-
¡
1
: id ad de acceder al cuerpo del Otro y a la vez lo hace inacce-
:

:, le.
1
El goce sexual dej a, indefec tibl emenre, un m arge n el e insa- i
1 :focc ió n. Esrn no signific:i qu e hay:1 que desde ñar t:I placer que 1 E n la teoría freudiana de la sexualidad hay un aspecto esen-
I' i<:dc o brenerse por es te medio sin o dejJr plantea da b parado- i c!:l! que no ha dejado de generar res iste ncias, tanto en el cam po
j · ¡uc lo caracte riza: ese placer es precisamenre aqu ello gue nos del psicoa náli sis corno fuera de él, y c¡ ue puede advertirse en los
i 1 • • ¡)icle una "verdadera" satis facc ión pu es el goce del cuerpo del 1 d isc ursos qu e hoy se sostienen en prem isas biológico-sociológi-
( ·: ro gued<1 siempre más <1 ll á d e los límites del acto sex ual. cas corno los de la sexolo gía y el género. Se trata d e la dimen-
De esta man era puede concl uirse que el cuerpo erógeno es sión siempre traumática que le da su cadcter específico.
ese cuerpo que el significa nte produce separándolo de su ser real Desde Tres ensayos de teoría sexual es posible leer que lo fun-
y, ;1or lo tanto, del goce. Cuerpo que es sexuado, es decir, eró- damental del co ncepto ele pulsión que este texto introduce es el
gc.1,0, en tanto corporización del signifi cante. Por esta sexua- hecho el e que el orden simbólico no puede integrarla tod a.
ci, .1 está llamado a una incansable búsqueda de su ser real por Fre ud no deja de llanur la atención sobre la ex istencia ele un
el 1,)cleo d el Otro, pero la inaccesibilidad que caracteriza a éste rea l de go ce que no se inscribe en el Otro del lenguaje. L1 pre-
es _·;!Usa de un eterno fracaso.
se ncia d e este real se puede adver tir claramente en afirmacion es
Ahora bi en, es este fracaso -fracaso en la posibilidad de como la que encontramos en el aparrndo «Procesos <1fecti vos» ,
an c:der al cuerpo real- lo que podrá asegurar la permanencia del segundo ensayo, "La sexualidad infantil": "Es fácil compro-
de ' cuerpo en el seno de los lazos simbólicos y por Io tanto en bar m ediante observación sim ultánea o exploración retrospecti-
ei c:.mpo del deseo.tln
va que los procesos afectivos más intensos, aun las excitaciones
terroríficas, desbordan sobre la sexualidad[ ... ]. En el escolar, la
angustia frente a un examen, la tensión provocada por Lma tarea
de difícil solución, pueden cobrar importancia, no sólo en lo
tocante a su relación con la escuela sino para el estallido de
manifestaciones sex uales [ ... ]. El efecto de excitación sex ual de
!
¡
mucho s afectos en sí displacenteros, corno el angustiarse, el
l· es tremece rse de miedo o el espantarse, se conserva en gra n
i
82 ¡ 83
;;e:

número de seres humanos durante su vida adulta, y explica sin


Tres años después de la publicación de Tres ensayos de t t. ·>·
duda que muchas personas acechen la oportunidad de recibir
ría sexual se puede encontrar la aclaración acerca del modo ,_ :\
tales sensaciones, sujetas sólo a ciertas circunstancias concomi-
tantes[ ... ]. que ese autoerotismo inicial puede dar paso a la relación c-11\
un objeto; será por la intermediación del fantas m .1:
[.. . ] es lícito suponer que también sensaciones de dolor
intenso provocan idéntico efecto erógeno". 1 "Originariamente la acción [sexual] era una empresa autoel"'.\ -
tica pura destinada a ganar placer de un determinado lugar cid
Es claro que no se trata simplemente del placer en su senti- ¡~;
cuerpo, que llamamos erógeno. Más tarde esa acción se fusio nó
do de reducción de una tensión. Hay una dimensión suplemen- ~.
·li con una representación-deseo tomada del círculo del amor e e
taria que lo desborda, el goce, dimensión que no deja de estar
objeto y sirvió para realizar de una manera parcial la situaci tí: i
presente de un modo u otro. El gran escándalo de la teoría freu-
diana no es la afirmación de la existencia de Ja sexualidad infan- t en que aquella fantasía culminaba". 2 De este modo, Freud eck,
luz sobre el enigma abierto por él mismo en 1905 cuan ck ·
til o el señalamiento de las perversiones como el modelo de la
pulsión sexual sino la constatación de que estamos condenados
t
1
planteaba la necesidad de una soldadura entre la pulsión y .. :
al goce. objeto. Quien posibilita dicha soldadura es el fantasma d a, 't'
qu e éste vi e ne a ligar lo real del goce del cuerpo propio con u ¡11
En contraposición con el deseo, la pul sión no está imposi-
bilitada de alcanzarlo porque si aquél se define como imposibi-
¡ repres entación de la relación con el obj eto que provien e d e ::1
1 imaginario. Con él puede pasarse del autoerotismo "origin ;· ·-
lidad del goce, ésta refiere a la imposibilidad de liberarse de él, rl
rio" a la actividad masturbatoria, la cual requiere del fantas r:.-1 a
es decir que el concepto de pulsión pretende dar cuenta del
como sostén. La satisfacción fantasmática-masturbator ia
hecho de que, haga el sujeto lo que haga, el goce está siempre
puede definirse como el goce de una escena, en una escena J
presente. Freud señalará a la neurosis obsesiva como paradigma
por una escena en la que el sujeto está presente y donde t L'\
para mostrar que las medidas más enérgicas que se emplean para
objeto se incluye.
renunciar al goce están inevitablemente contaminadas por él.
No lo afirma explícitamente Freud en 1905 ni tampoco en
Sin saberlo, el sujeto goza. El autoerotismo no es solamen-
1908, pero desde 1919, con Pegan a un niño, ese escenario ::::
te una característica de la sexualidad infantil sino que muestra
define como esencialmente masoquista. No podría ser de o ti-J
al goce en su esencia en tanto es, ante todo, del uno, goce que
manera pues al sujeto se le iff1pone constituirse en el orden sin1 -
realiz;:i un Uno. El goce es autoerótico porque Uno siempre
bólico, lo que tiene como precio una pérdida, la falta en ser. El
goza solo. Esto no invalida la constatación de que en el terreno
único medio con el que va a contar a partir de entonces p2-rJ
de la sexualidad el sujeto tenga siempre un parterutire; sólo que
asumir ese dolor de existir inevitable es incluirse en la escena p r[ ..
éste no es el otro sexuado sino el goce. Freud lo señala así cuan-
mordial -la de su sometimiento al significante- haciéndose cas-
do afirma que en el origen Ja actividad sexual es puramente
tigar para sufrir, a la vez que viéndose a sí mismo sufriendo.
autoerótica y busca obtener una ganancia de placer localizada
Logra así el sostén básico que requiere su ser, carente de sustan ·
en una zona corporal determinada que se denomina zona eró-
gena. cia por su condición de sujeto en el lenguaje. En el fantasma
fundamental se organiza de este modo una escena de sufri-

' Sigmund Freud: "Tres ensayos de teoría sexual'', en Obras completas, 2


Sigmund Freud: "Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad", ca
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. VII, pág. 185.
Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. IX, págs. 142-143.

84
' 85
miento pasivo que simultáneamente sostiene y aniquila el ser
del sujeto, una escena que toma el lugar de lo reprimido p ri- rencia. Pero de ésta, en sí, no hay representación posible, no hay
mordi;il, efecro d e la cachadura efectu::ida por el significante. ek mento si mbólico o imaginar io para representarla. Esto signi-
El fantasma fundamental como puesta en escena de la rela- fica que la existencia de cada uno de los sexos sólo es posible en
ción del sujeto con el goce es una especie de rell eno que rec u- función de su relación con el otro, pero lo que distingue a uno
bre el vacío del ser. Hay una brecha infranqueable entre éste y de otro en su aspecto más radical es imposible de representar,
la identificación simbólica por la que el sujeto "asume", bajo la tiene pues una dimensión esencialmente real.
forma de una elección forzada, una "identidad" que es impues- Este imposible remite a la pérdida constitutiva del sujeto en
ta por el Otro. tanto sexuado. Pero no se trata de la pérdida del otro sexo,
La llamada identidad sexual simbólica depende del signifi- como lo podría sostener el mito platónico retomado por Jung,
cante de la demanda del Otro con que el sujeto se identifica. sino de una pérdida que es idéntica para ambos sexos: la pérdi-
Con ella se trata de encausar el goce conforme a las exigencias da de ser, aquello que determinará que la muj er no sea nunca
del orden simbóli co. Pero el dominio absoluto del goce que "plenamente" una mujer, así como el hombre nunca será "ple-
contiene el fantasma es imposible. La gran limitación del dis- namente" un hombre. Las posiciones masculina y femenina no
curso contemporáneo que pretende asimi lar el sexo a la noc ión son sino dos modos de situarse ante esta pérdida de ser, efecto
sociológico-antropológica de género se encuentra en su intento del lenguaje, que constituye el obstáculo para la existencia de la
de reducir la posición del sujeto respecto del goce a la asunción relación sexual; obstáculo en tanto no es la pérdida de un obje-
de determinados significantes provenientes del orden simbóli- to "externo" -si así fuera cabría siempre la posibilidad de una
co. Así, la cuestión del goce y el fantasma que sostien e el ser sustitución- sino una pérdida "interna" al sujeto mismo.
queda eliminada, al igual que la responsabilidad del suj eto con Lo que se pierde para acceder a la diferencia sexual como
respecto a su elección de goce. conjunto de oposiciones simbólicas no es el otro sexo, que se
Es preciso ento nces distinguir entre la sujeci ón al signifi- volvería entonces completam ente ajeno; es el mismo, el mismo
cante del orden simbólico que as igna una "identid ad" sexual y sexo que es otro en h medi da en que es imposible de ser dicho
el fundamento font:isrri:ltico "inconciente" que d a consistencia por el sign ificante. Se establ ece así esa paradoja llamada castra-
al suj eto carente de ser y sostiene esa identificació n significan- ción simbólica por la cual sólo es posible co nvertirse en mujer
te. Aparentemente la posición subjetiva en relación con el sexo u hombre en tanto que se renuncie a serlo.
se :isume en función de la diferencia sexual simbólicamente La incompatibilidad entre hombre y mujer no se d ebe a que
sa n ~·i onada. Sin embargo, es conocida la dificultad insalvable sean diferentes en cuanto a sus economías libidinales o psíqui-
con q ue Freud se enfrentará para definir los términos de la dife- cas, no es causada porque el otro sexo está demasiado lejos y sea
reJtcia sexual implicados en la normatividacl heterosexual: mas- por esto extraño; es resultado de que la diferencia sexual "en sí"
nil i no y femenino. es real pues es la diferencia entre el ser del sujeto y su "identi-
; :sta dificultad tiene por causa la diferencia sexual, conse- dad" simbólicamente asumida. Dicho en otros términos, la
CU •'!1 cia ele la existencia del ord en simbólico que, com o tal, es relación sexual es imposible no porque el otro sea radicalmente
in . <l sible d e representar. El len guaje introduce en el mundo la diferente sino por la diferencia irred uctible del sujeto consigo
d i1» ·1' ncia, de modo que la variedad de objetos sólo puede ser mismo que ningún otro puede borrar, independientemente de
efe, ' \ l de su existencia en tanto produce la operación de la dife- su posición sexuada singular.
En la medida en que no hay ninguna fórmula o forma sim-
86
87
f
,(

se debe agregar aquí es esto: cuando el niño es objeto de ese.:


bólica universal de la relación complementaria entre los sexos, trato que trasciende la sola satisfacción de su necesidad no
cualquier relación, para concretarse, exige un suplemento. Éste puede dejar de percibir de algún modo que la madre hace al gu
es una especie de guión particular que opera como muleta fan- que va más allá de lo que ella sabe en cuanto a por qué lo hac::
tasmática, es decir, como el artificio necesario para que aquélla puesto que ella obtiene de ese trato una satisfacción cuyas raw -
pueda sostenerse. La actividad sex ual del suj eto no es la res- nes el la mism :i d esco noce. Aquí es tá el fundan1 cnto mi sm o e: ·
pues ta a la atracció n qu e ej erce al gún objeto d e m anera directa, la ex istencia d el in co nciente: ci ado q Lte és te es el efec to de e ·
"natural"; sólo es posible por la constitución del fantasm a fun- encuentro con el d eseo enigmático del Otro, con el hec ho e: ·
damental que sostiene el escenario en el que ella puede realizar- que el Otro no domina sus palabras y acciones, que emite si ~<
se. nificantes de los que él mismo no tiene conciencia, que reali z:1
El fantasma fundamental proporciona una posibilidad actos cuya dimensión libidinal le es desconocida.
mínima de ser al sujeto, que sólo se define como lo que el sig- De modo que la constitución de lo que se llama escena p ri-
nificante representa para otro significante. De este modo sos- mordial de seducción como lugar central de la sexualizació n
tiene su existencia y posibilita el encuentro sexual porque éste paradigma del fantasma, va unida al hecho de que ella es impe-
es el resultado de la constitución de la sexualidad como conse- netrable y enigmática; no sólo para el niño -o, en su caso, ,_·
cuencia de un encuentro traumático: el encuentro con la incon- adulto- que está en el lugar del obse rvado r/seducido o inclus•
sistencia del Otro. La sexualidad no es sino la repetición de es te victim ado ; tambi én lo es para el Otro/adulto/activo/seducto r
encuentro fallido, sólo posible con la apoyatura del fanta sma. pres unto amo de la situación , quien, en última instancia, tam ..
Se puede decir entonces que toda actividad que recibe el poco sabe lo que está haciendo.
nombre de sexual consiste en un encuentro con la inconsisten- Esto permite pensar desde otro ángulo más la afirmación d e
cia del Otro. Implica por lo tanto repetición de una escena pri- Lacan de que no hay relación sexual: si el enigma y la confusió n
mordial, sea ésta la del coito entre los padres, la de seducción o asociados con la sexualidad estuvieran solamente del lado d el
la de castración. La dimensión traumática que la caracteriza no r niño que percibe como algo misterioso lo que para el Otro sería
se explica solamente por el hecho de que allí el sujeto no sabe lo
[:

una actuación con justo conocimiento de causa, el "esclareci-
que el Otro quiere de él, es fundamentalmente consecuencia del miento" del infante -como lo piensa el mismo Freud con cier-
hecho de que también para este Otro su deseo es un enigma. ta ingenuidad en un breve artículo sobre el esclarecimiento
De este modo, la conocida y tantas veces citada sentencia de sexual del niño- le permitiría alcanzar el pleno conocimiento
Freud requerirá un comentario adicional: "El trato del niño con de lo sexual. Pero el deseo del Otro es, por definición, imposi-
la persona que lo cuida es para él una fuente continua de exci- ble de conocer, ante todo para el Otro mismo; por esto la sexua-
tación y de satisfacción sexuales a partir de las zonas erógenas, lidad no puede nunca ser una actividad "natural" materializable
y tanto más por el hecho de que esa persona -por regla general, en una relación sexual "sana'' y "normal".
la madre- dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su El niño "pasivo/observador/victimado" estará entonces
vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece, y claramente lo toma siempre presente allí, en el escenario sexual, de modo que inclu-
como sustituto de un objeto sexual de pleno derecho". 3 Lo que so cuando dos adultos mantienen una relación sexual po r
l
mutuo consentimiento no están totalmente solos: hay siem pre
·' Sigmund Freud: "Tres ensayos de teoría sexual", en Obras completas. !:: una mirada que los ~bserva, mirada -en el fantasma de los sujc: -
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. VII, pág. 203. ¡
89
88
ros- que es la del niño, paralizado y reducido a ella ante el enig-
ma que le presenta el deseo del Otro. Para es ta mirad a invisible El sexo presuntam ente "maduro" que se materializaría en una
~ insondable del Otro se organiza el escenario sexual, m ás allá relación armoniosa de mutua comprensión entre ad~tltos que se
de la búsqueda de placer que aparentemente es la meta a alcan- respetan plenamente sería, po r definición, un sexo Clesexualiza-
'.'. ar. El partenaire como objeto estará allí esencialm ente para do, un acopI-amiento mecánico reducido a una dimensió n pura-
c cultar esa mirada y permitir así que los sujetos allí presentes mente biológica e instintiva. Por es to, para el psicoanálisis, el
puedan "olvidar" que la actividad que realiza n es también un sexo sólo puede ser "políticamente incorrecto".
<:nigma para ellos mismos. Por esto, bastará así el m ás mínimo El gran escándalo de la teoría freudi:.tn a de la sexualidad
n10vimienro del objeto que haga que éste salga del cuad ro -es proviene así d e Ja desmitificación d e la cópub como el mom en-
uxír, del marco del fa ntasma que regul a la posibilidad del goce to cumbre, la m eta, el clímax de la actividad sexual. Lo que en
o-:xu:d- para que el sujeto q uede confrontado al carácter rrau- todo caso Freud demuestra es que, para que el sujeto se excite e
1: d tico de esa mirada, tal como lo denuncia la pregunta an gus- incluso pueda eventualmente realizar el coito, es preciso que
ti osa que lo invade en ese momento: ¿qué estoy haciendo aquí? algún elemento "parcial" particular lo fascine. En este sentido,
Lo fundam ental en la escena sexual primordi al del fa ntasma "no hay relación sexual" significa que no hay nin guna repre-
fl •l es entonces que el Otro someta al sujeto a una exhibición de
se ntación "directa" del acto de la cópula que pueda excitarnos
r:uce perturbadora que lo desquicia sino que la mirada azorada de inm ediato en la m edida en que la sexualidad sólo puede ser
e · este ültimo se h all a incluida en la exhibición, de tal manera sostenida por go ces parciales -una mirada aquí, un toque allá,
q w: ésta no sería posible sin su presencia. La sexualidad se cons- un olor, un rasgo específico- porque el goce inherente a la
tit uye así no solamen te por el encuentro tra um ático en tre el sexualidad sólo se encuentra en el sostén fontasmático de algu-
gci.-e del adulto y la mirada "no preparada" del niño sino por- na escen a que involucre un objeto parcial.
qu e esen cialmente esa perplejidad del niño sostiene la ac tividad En consecuencia, el error habitual del neuró tico consiste en
se:-:1 1al del O tro. considerar los objetos parciales como m eros elementos del juego
El discurso contemporáneo llamado "políticamente correc- previo cuya fun ción es la de abrir el camino para el "verdadero"
to" , que combate Ja discriminación y el acoso sexual, tiene allí goce que sería el acto sexual "en sí". Desde luego, la decepción no
su punto ciego en tanto se funda en el desconocimi ento de que se hace esperar. El perverso, por su parte, comete el error simé-
no p uede h aber sexo sin la existenci a de algún elemen to de trico: supone que esos objetos parciales son directamente "la cosa
acoso. N o hay sexo si n la constitución de un a mirada perpleja, en sí", de tal modo que podría liberarse de la referencia al acto
sacudid a violentam ente por la dimensió n de un goce imposibl e sexual imposible apegándose exclusivamente a esos objetos.
de ~imbo lizar que es el suplemen to indispensable par:i cualqu ier La alternativa que el psicoan álisis propon e no es la de
tip ·.• de relac ión sexual. De ahí q ue toda pro tes ta contra el acoso inventar algún nuevo goce. Pasa m.-ís bien por mantener la ten-
sex:1a l, contra el sexo que es impuesto de un m odo vio lento y sió n entre el vacío d e la relación sexual imposible y esos objetos
no : 'J nsentido, m ás allá de los aspectos legítimos que pueda parciales que sos ti enen el goce. De hecho, no co nta mos .más
inc! .1 ir, tiene siempre algo de protesta contra el sexo mism o que con estos o bjetos, pero ellos sólo pueden tomar su dim en-
corno tal en su aspecto m ás radical: si se quiere eliminar de la sión erótica a partir de su relación con el acto sexual siempre
sex L':d idad la dim ensión real-traumática del goce más all á del ausente; sólo pueden existir como tales por la referencia al vacío
pri n ~:ipio del placer, resultará que lo que queda ya no es sexual. del acto, vacío que en todos los casos se tratará de hacer p re-
sen te.tl:n
90
91

~~-·---
5

La verdad es mujer

Bajo la influencia de !a verdad contemplada el


hombre no percibe ya por todas partes más que lo
horrible y lo absurdo de la existencia.

Friedrich Nietzsche

Dice Freud en 1933: "El enigma de la feminidad ha puesto


c1v il osos a los hombres de todos los tiempos", 1 hombres entre
los que, como es lógico, él mismo está incluido. La pregunta en
torno a qué es una mujer es la pregunta que da origen a la
! empresa de Freud y que finalmente queda sin respuesta en su
¡. obra, así como tambi én en la producción de los discípulos(as) y
continuadores(as) del maestro. La regla es más bien la contro-
versia y el m alentendido. El enigma parece insondable.

'
¡ La femin idad es enigma. La verdad, por lo tanto, está liga-
da de manera ind iso ci:-ible a la mujer. Así lo entiende Lacan,
qui en en la entrevista oror·gada a la tel evisión en 1973 ~ifirma de
manera rajante que "la verdad es muj er", 2 formulación que hay
que situar en el contexto de su enseñanza donde la cuestión de
la verdad está presente de un extremo a otro. Pero será en este

' Sigmund Freud: "La feminidad", en Obras completas, Amorrorru editores,


Buenos Aires, 1979, vol. XXII, pág. 105.
t
~
2
Jacq ues Lacan: "Tel evisi6n", en Psicoaruílisis. Radiofonía & Televisión, Ed.
Anagrama, Garcelona, l 977, p:íg. 83.
1
95
'. i¡.;f
.,r··"""··
.·.
L
..;•

¡
mismo año que la verdad quedará íntimamente asociada con
una categoría inventada por él mismo que subvierte el pensa-
[
t
nueva forma ele lazo social que pone en juego la relación d1
sujeto ya no con otro sujeto sino con el objeto resto de su ingrc·
miento filosófico y lógico, la categoría de no-todo. so en lo simbólico que es causa de su deseo.
Producto indudable de un viraje en su enseñanza, esta cate- La categoría de no-todo es así la culminación del desarrol k
goría es abordada especialmente en los seminarios de los años del viejo aforismo lacaniano que afirma que "no hay metale n·
1968 a 1973. La verdad es no-toda es el enunciado básico tal guaje". No existe la posibilidad de decir lo verdadero sobre lo
como se desprende de las primeras palabras expresadas en la verdadero, hecho que determina que cada lengua sea no-toda .
entrevista citada: "Yo digo siempre la verdad: no toda, porque Imposibilitada de decirlo todo, cada lengua es sólo una la!engwt
de decirla toda, no somos capaces. Decirla toda es material- Del campo de la ló gica Lacan extraerá un símbolo que al
mente imposible: faltan las palabras. Precis:i.mente por este ser modificado le p ermite escribir el no-todo de es ta man ei,t :
imposibl e, la verdad aspira a lo real".' Vx. Se trat a de una invención pues la negació n del cu antificad ,· 1
La lectura que re:i.liza en esos años del Trrzctatus lógico-jllo- universal que se escr ibe Vx por m ed io de V~ no existe en la lór i·
sójlco de Wittgenstein conduce a Lacan a encontrar una ca donde la n egación sólo es posible sobre la fun ción (x). Pe 1·i
convergencia entre los hallazgos de este autor en materia de es una invención que no surge de la nada sino como res ultacln
lógica y sus propias reflexiones en torno al modo en que se arti- de la convergencia entr.e la tesis "el inconciente está estructura..
cula la verdad en el inconciente. En su Tractatus ... , do como un lenguaje" y las elaboraciones realizadas a partir cL:
Wittgenstein señala los límites de la lógica y el logicismo, los impasses freudianos en torno a la sexualidad femenina. Ei
haciendo aparecer la dimensión de un indecible que se define punto de encuentro entre ambas es la conclusión de que el n o ..
como resto que escapa a la formalización. Su tesis enuncia: "Lo todo es común a la lengua y al significante de la sexuación fem e..
que puede ser dicho puede ser dicho claramente, y aquello de nina que Lacan escribe f,,á mujer, tachando el artículo.
lo que no se puede hablar es preciso dejarlo en silencio". Lacan, Esta invención lógica determina la aparición de dos nueve :;
por su parte, advierte que este resto coincide con lo real, con- significantes: f,,á mujer y !alengua. Ambos son creados a part í;·
cepto acuñado en su enseñanza para dar cuenta de lo que esca- de cierta modificación de la escritura habitual, modiftcació ;¡
pa a la simbolización limitando el poder de la palabra. cuyo eje es el la, artículo definido, que va a aparecer:
La noción de resto se encuentra siempre presente en Lacan. 1. Cruzado por la barra en f,,á mujer, lo que indica la in r
En la elaboración del estadio del espejo, de 19 36, se identifica xistencia de La mujer, es decir, la imposibilidad de un universal
con el desamparo inicial del niño y su discordia intraorgánica y La mujer.
relacional imposible de resolver. Más tarde, en los años '50 y en 2. Soldado al sustantivo en !alengua, con lo que se obtiene
el contexto de la tesis que sostiene la primacía de lo simbólico, un neologismo en el cual la universalidad queda igualmen te
aparece lo real como lo excluido de toda captura simbólica. negada pues debe decirse una !alengua, así como en el caso
Finalmente, en su última etapa hay un desarrollo que otorga un anterior sólo es posible decir una mujer.
lugar esencial al resto, lo inefable, el no-todo: los límites extrín- La negación del universal surge como consecuencia de un
secos e intrínsecos de la formalización van a constituir la con- axioma de Lacan: "No hay Otro del Otro". El Otro en tan to
dición de existencia del discurso del psicoanalista como una tesoro del significante está en falta, falta que en el álgebra laca-
niana se escribe de esta manera: S(,A), materna que se lee "si g ..
J lbíd. niftcante de la falta del Otro". Esta falta determina la imposib i..
~-

96 97
lidad del todo a nivel del universo del lenguaje, universo ya no no exista simetría o correspondencia entre los sexos, que no
completo sino hendido, fracturado. Por esta folta, el Otro como haya otro significante que constituya el par comp lementario del
lu g::i r del significante contiene un significante -S(f{)- que sig- falo, hace que no se pueda afirmar la inversa, esto es, que toda
nifica que no contiene todo, que todo no puede decirse. mujer se define por lo contrario ele lo que determina a todo
Este axioma, "no hay Otro del Otro'', sed. inseparable de hombre. .
otro axioma fundamental: "No hay relación sexual", es decir, no De esta manera se puede afirmar que si del lado del hom-
existe la posibilidad de (pre)escribir la relación de un sexo con bre lo que se encuentra es Vx <!>x, que se lee "para yacio x fi de
otro como una relación entre dos significantes opuestos y com- x", es decir, que todo hombre se define por su inscrllpción en la
plementarios . En otros términos, hay un solo significante del función fálica pues x significa aquí "sujeto", del lado de la mujer
sexo -el falo- y no dos, por esta razón cada sujeto deberá posi- no es posible afirmar lo opuesto, o sea: Vx CDx, que se leería
cionarse en relación con ese significante único. El desarrollo de "para todo x no ft de x", esto es, que ninguna mujer se inscribi-
este ax ioma, que indica lo imposible de la relación sexual, sed ría en referencia a la función fálica. Vx Cl)x es así la formula
ll evado a cabo por Lacan con el empleo d e ciertas referencias ausente que determina la relación sexual como imposible:
lógicas para culmim.r en la construcción de una lógica cuantifi-
cacional de la sexualidad y, simultfoeamente, en la redefinición Hombre Mujer
de la estructura de lenguaje del inconciente como !alengua. Vx <!>x ~
Pero en este proceso de escritura lógica Lacan modifica la
-:scritura tradicional en función de la categoría de no-todo y del Como no existe significante de La mujer, la feminidad se
'1 10 hay relación sexual". Dicha modificación obedece al hecho definirá entonces por su relación con S(f{), es decir, con ese
:le que definir a la relación sexual como imposible significa hueco del Otro simbólico que hace del tesoro de significantes
-~s encialmente que ésta es imposible de escribir desde el punto un no-todo. Esta relación es la que crea la ilusión de que ell a
de vista de la lógica porque, como se señaló, el significante de pueda ser Otro que aquello que puede nombrar la cadena sig-
;' mujer no existe. Se trata de una afirmación que puede hacer- nificante organizada en A (Autre, Otro), lugar del Otro, por la
;,' de manera categórica a partir de la lectura de Freud y que ley del falo y la castración. Así, ser no-toda determinada por la
. ;1can realiza en el Seminario !JI Las psicosis donde d estaca la sujeción al falo otorga a la mujer el estatuto del Otro radical,
-~o ncepción freudiana de una disimetría entre los sexos para del Otro rea l más allá de toda posibi lidad de inclusión en el or-
; 11 dicar que éstos sólo se definen por su referencia {mica al falo. den simbólico, del Otro del cual el significante nada puede
Lacan toma como punto de partida la primacía del falo sos- decir que no sea que falta.
r . nida por Freud para señalar que sólo existe un significante del Cuando Lacan llega a esta conclusión en los años 70 ha
'.'.-Ke para ambos sexos porque el goce es, en sí mismo, a-sexua- realizado un distanciamiento radical con respecto a sus referen-
do . De este modo, todo hablante se sitúa en relación con un cias teóricas iniciales (lingüística, an trop ología, filosofía) para
guce al que no tiene acceso por estar inscripto en el lenguaje, •!' trabajar en su enseñanza elementos de la lógica y las matemáti-
n mpo en el cual la función fálica que, como sostén del orden ¡h. cas. En particular, hay un replanteamiento de la noción de lo
~i mbólico y de su eficacia, es imposible de negar. Ahora bien, si simbólico como pacto, tal como aparece definido en su texto
¡':lfa todo hom bre no parece haber dificultad en comprender Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis de
q. ie aquello que lo define es la función fálica, el hecho de que 1953, concepción que lo conducía en esa época a definir la ver-

98 ', 99
r
dad como palabra plena que sella ese pacto con el Otro simbó-
lico. Es incluso sugerente el hecho de que una de las expresio-
l escapa a la regla. Esta ley lógica es considerada por Lacan algu-
nos años antes de elaborar dichas reflexiones, en el Seminario
nes empleadas en ese entonces por Lacan como ejemplo de IX La identificación (1961-1962), donde se encuentra ya b
palabra plen;:i, "eres mi mujer", ligaba de man era indisoluble la idea de qu e la excepción da fundamento a la regla, no sola -
posibilidad de decir la verd;:id toda con b de la relación sexual mente porque la confirma sino porque también hace de límite
fundada en el pacto. Veinte años después la perspectiva será al conjunto que la regla engloba. Tomando en cuenta esto, cabe
totalmente opuesta y la idea misma de pacto será lo puesto en preguntarse qué ocurre de cada lado de la tabla de la sexuación .
cuestión con la afirmación de que "la relación sexual no existe". Del lado masculino, la excepción es ese "al menos uno" que
Un pacto lo incluye todo mientras que el aforismo "la ver- escapa a la castración, a lo imposible de la relación sexual. Para
dad es mujer" impugna esta ambición de totalidad. El paso Freud es el padre primordial en el relato mítico de Tótem y tabú,
siguiente será fundar una lógica de la sexuación femenina cuya padre que puede gozar de todas las mujeres (o de la mujer
característica insólita es la negación del cuantificador universal toda). Este padre es la excepción porque tiene el todo de las
'\/x y no, como es habitual en ló gica, d e la función cDx, defini- mujeres, co n lo que establece el rasgo común de todos los hom -
da como función fálica imposible de negar para cualquier ser bres: ninguno podrá gozar de todas o de la mujer toda. Hay qu e
humano como ser hecho de lenguaje. destacar aquí la innegable importancia del trabajo de Laca n
La lógica aristotélica, lógica aún vigente en el pensamiento que, desentendiéndose del valor antropológico que el texto d e
occidental, instaura un tipo de negación que recae sobre el atri- Freud pudiera o no tener, trata de destacar lo que el mito con-
buto. Aplicada a la relación entre los sexos, dicha lógica esta- tiene de escenificación fantasmática basada en un elemento que
blece esta manera convencional de pensar la cuestión: todo constituye la raíz misma de la sexuación masculina.
aquello del predicado que no es atribuible a lo masculino es Tótem y tabú es, en este sentido, la forma épica de lo que
femenino y viceversa. Esta negación no hace sino reproducir el opera a partir de una estructura lógica y el denominado padre
pensamiento ingenuo que concibe la oposición masculinidad- primordial es un significante que viene a ocupar un lugar esen-
feminidad como una relación complementaria entre dos uni- cial para el posicionamiento de todo sujeto como hombre, es el
versales, el hombre y la mujer. Frente a esta concepción, Lacan "al menos uno" que hace de límite al circunscribir el conjunto
viene a expresar categóricamente que no existe equivalencia del "todo horn bre". Por esto su escritura es 3x cDx (existe un
entre la nominación de ambos universales. De esta manera, del sujeto para quien la función cD no tiene efectos o, dicho de otro
lado de la mujer escribirá '\/x cDx, lo que puede leerse: para no modo, existe un hombre no sometido a la castración), escritura
todo sujeto es verdad que cDx funcione o, dicho de otro modo, que -siendo condición y límite del conjunto- se colocará enci-
la mujer está no toda sometida a la función fálica, es decir, a la ma de la proposición universal:
ley de castración. Así, no subordinadas totalmente a la función
fálica, la relación de las mujeres con el falo es contingente y no 3x cDx
necesaria, como en el caso de los hombres, pues del lado mas- '\/x cDx
culino, como ya se ha visto, la proposición universal es afirma-
tiva: '\/x cDxli Lo que Lacan pretende formular de manera estructural es
Ahora l:Aen, una proposición universal sólo puede fundar~e , esa enseñanza fundamental del mito freudiano: gracias a b
'
1.
lógicamente, a partir de la excepción, de un "al menos uno" que r~
· excepción del padre fundador puede surgir el clan, es decir, el
"
100
···,1·
101
·[
t··
·'
·I···
conjunto de hijos castrados. La castración funciona como lími- tratara de entidades diferentes y antagónicas sino que ambas
le y reaseguro de la posición masculina, es el prec io a pagar para constituyen anverso y reverso de una sola formulación que
poder decirse hombre y ser reconocido como tal quedando en el posee la continuidad de una superficie moebiana.
;1orizonte de la necesidad al menos uno que pueda escapar a ella. La cuestión no es enteramente novedosa en Lacan pues
Fl efecto es una impotencia estructural inherente a la posición concuerda con lo que en el Seminario IV: La relación de objeto
;11asculina misma, impotencia reafirmada por esa excepción que denominó privación, una de cuyas acepciones puede formular-
define también el horizonte para que todo hombre mantenga el se así: puesto que a la mujer (en lo real) nada le falta, ella es el
:rnhelo de poder rebasar al menos una vez ese límite. lugar mismo de la falta. JA mujer designa entonces ese punto
Si nos desplazamos ahora hacia el otro lado del cuadro, es mítico donde la formulación universal, "hay castración", viene
.Jecir, hacia el lado mujer, encontraremos los efectos de la ausen- a encontrarse con su reverso, ese punto donde ley y "fJ1era de la
ia de simetría entre los sexos, dimensión fundamental que 1
ley" se encu entran para fundar el interior excluido qLle organi-
'u ncia la lógica de los posicionami enros determinados p or el za el discurso.
l• echo de que en lugar de la excepción que debería escribirse Si del lado mujer falta la excepción es porque ellas están no-
encima de la proposición que ocupa el lugar de lo universal, '\/x todas sometidas a la regla, lo que por otra parte significa que
CÍ)x, aparece la inexistencia de ella. Esta falta de la excepción ninguna está totalmente fuera de la castración. No hay entonces
o bedece a una razón sencilla: si la proposición universal enun- figura fundante de un conjunto ele mujeres sino que el lugar de
cia "no-toda", sólo haría excepción a ella una figura que fuera esta figura está vacío, ausencia de significante evocada por S(I<.)
"roda" fálica, pero en este caso ya no sería femenina, de manera que es el significante del agujero en el Otro. Es por tal razón que
r¡ue lo que sucede aquí es que no hay excepción posible. Lacan escribe este último término del lado mujer en la parte
Q uedan entonces de este lado las siguientes inscripciones: inferior de la tabla de la sexuación. Por el contrario, del lado
hombre, el término que se inscribe es $, término que alude al
3xcDx cadcter inevitablemente castrado del sujeto masculino por su
posicionamiento con relación a "al menos uno" que se escribiría
'\fx <Px con la S no atravesada por la barra:

La que ocupa el lugar superior se lee así: no existe sujeto Hombre Mujer
l ara quien la función <P no produzca sus efectos, o también: no
«:1y ninguna mujer que no esté sujeta a la castración. Quiere 3x <Px 3x <Px
·}ecir que si la proposición universal para las mujeres toma la
(::.mna de la negación del cuantificador universal, la falta de la '\f x <Px '\f x <Px
, xcepción adoptará la modalidad de la "negación de la nega-
' :ón". De esta manera lo que aparece es el viraje, la inversión de $ S(,A)
i~, ley general, "ley folica", sobre sí misma. Así se puede inferir 1

' :ue Ja única verdadera negatividad a la primacía del falo es el


;:do mismo, cuya presencia evoca simultáneamente su posible
l
t
La ausencia de excepción femenina determina que, para las
mujeres, no hay límite que cierre el conjunto, es decir, ellas no
:1usencia. No hay entonces oposición falo/castración como si se forman un conjunto cerrado que pueda darse una ley común.
':j
1
1

102 f: 1
'. 103
f;.
i·'
'
1
t.
Por esto, tanto f,d mujer como !alengua son conjuntos abiertos tos en relación con una mítica totalidad. De esta manera, para
donde sólo es posible enumerar, contar una por una: a las muje- un hombre una mujer se reduce a la función de objeto a, obje-
res y a las !alenguas. Se explica así que ambas, f,d mujer y !alen- to parcial del Otro considerado como todo. Así, el hombre sólo
gua, constituyan el Otro en falta o el Otro que falta para com- puede gozar de partes del cuerpo d e una mujer más o meno .~
plementar al Uno del conjunto del todo hombre. Además, fA fetichizadas: una mirada, una voz, una piel, una sonrisa. Pero el
mujer como n o-toda se instal a en una dualidad, tal co mo lo cuerpo femenino como tal, en su radi cal alt eridad, es inacces ibk
muestran las dos escrituras con qu e Lacan la caracteri za, una al goce del hombre, de lo que se desprende que la satisfacció 1·
dualid ad que indica su situac ión par;1dójica d e te ner y no tener qLte él puede obtener all í se comb in a siempre con una ciert.:
que ver co n el falo: si por un lado 3x Cl>x señala que nin guna ansiedad: aun cuando haya gozado y hecho gozar a su pareja, ne
mujer escapa a la castración, 'í/x <l>x expresa que, aun cuando no podrá estar nunca seguro de haberla poseído, es decir, de habe r
es posible que escapen totalmente a la castración, no se sujetan pa rt icipado en el goce de ella. Lacan ilustra esta situación con b
sino parcialmente a ella. De este modo, más que unificarse ima- célebre paradoja de Aquiles y la tortuga que formuló Zenón d e
ginariamente como el hombre, una mujer se desdobla bajo el Elea: "Aquiles y la tortuga, tal es el sistema d el gozar de un lado
significante muj er, esto es lo que se verifica en la parte inferi or del ser sexuado. Cuando Aquiles ha dado su paso, terminado st 1
del cuadro co n h inscr ip ción ele un nuevo té rmino , el La tacha- lance con Bri se is, ésta, co mo la tortuga, ha avanzado un pocr·
do que in dica esta división. Por esta rnón, fAi muj er te ndrá porq1te ella es no tocia, no roda suya. Queda algo . Y es precise
relaci ón con el significante fá li co que un ho mbre puede enca r- que Aq ui les dé el segundo paso y así suces ivamen te" .'
nar para ella a la vez que co n el significa nte d el Otro, el Otro De es te n1odo, el encuentro del hombre co n L-z 111ujc ·
que no existe y del cual ella, como no- toda, es el semblante. La queda conde nado a la ete rn a pospos ició n; lo que los enlaza rá e
tabla quedará estructurada entonces de la siguiente manera: por lo tanto un desencuentro irresoluble, efecto del no -todo d e:
!alengua que es causante de la imposibilidad de la relación. No -
Hombre (Uno) Mujer (Otro) todo de la len gua correlativo a la falta de saber del sexo en e'.
plano del i nconciente que, estructurado como un len guaje, no
3x C[)x ::Jx cDx lo dice toci o, es un saber no-todo. f,,á mujer y !alengua no sor'
sino las fi guras ese nciales de este no-todo, d e tal modo que e;
'íf X cJ)x 'íJ X CPx in co ncienrc p uede ser d efinido como una elabo ración d e sa~1e r
sobre !alc11gur1 no-toda. Es lo q ue exp li c:1 !:1 ;ifi rm :1ción ap:Her1-·
$ remenre eni gmáti ca qu e hace Lacan: "El inco nciente es co nd i-
/di ción de la lin güística" , afirm ac ión que puede interpretars e en r l
sentido de qu e só lo a partir de esa elaboracinn de saber sobre el
no-todo de !alengua que es el inconciente freudiano es posibl e
J
Para hombre, imposibilitado de relacionarse con la mujer la constitución de una ciencia de las lenguas. Pero el incon-
toda, la relación posible con una mujer se reduce al fantasma: en ciente no dice todo, por esto el decir de la verdad será un decir
tanto el ser femenino es inaprehensible por la falta de signifi-
cante que lo nombre, no podrá evitar que permanentemente se ' Jacqucs Lacan; Le Séminaire, Livre XX: E neo re, Ed. du Seuil, Par is, 1975,
le sustraiga y por esto sólo podrá acceder a ciertos trozos o res- t pág. 13.
!
104 ¡ 105

~i
siempre a medias; así, tanto la verdad como la mujer aparecen jugaban un papel determinante en los síntomas de los seres
marcadas por el signo de la negatividad y la falta. humanos. Esto me empujó progresivamente hacia aquellos que
Aun cuando esta expresión, "decir a m ed ias", sea de Lacan, no tienen éxito en este aspecto". 8 Y más adelante, en alusión a su
es posible rastrear sus fuentes en Freud, particularmente en su ingreso al psicoanálisis, agrega: "Ustedes simplemente pueden
descripción de la actitud del niño pequeño que descubre el decir: pertenezco a una asociación psicoanalítica pues eso me
c:enita1 femenino y no puede creer lo que ve. s Esto lo lleva a un pareció una bella si tuación y me ha dado un trabajo no desagra-
':ugo proceso de elaboración de ese conjunto de divagaciones dab le porque interesa a todo el mundo. Pero el fin de la verdad,
'! enominad:is "teorías sexuales infantiles" que mezcla n lo verda- la verdad verdadera, es que enti·e hombre y mujer eso no marcha" .9
·.'. ero y lo fa lso, b luz y la sorn br:i. Algo no marcha entre los sexos porque, más allá de la suje-
Las reorÍJ.s sexu:iles infantil es serán para Freud el paradigma ción fílica, m ~1s a!Lí d e ''todo" lo que p uede decirse y pre(escri-
de toda elabo ración teórica y en ell as se comprueba claramente birse) sobre la relación entre h o mbre y mujer, está ese imposi-
q ue "la verdad tiene una estructura de ficción": 6 son una mues- ble que evoca Otro goce. Otro goce ubicado del lado de la
rra clara del único decir posible de la verdad, su decir a medias. mujer que, no toda sometida a la ley del falo, se~ abre a la
D ecir a medias como única aproximación posible a lo real del dimensión de un suplemento de goce, suplemento que consti-
sexo, es decir, a La mujer, real que se define como el indecible tuye el enigma ancestral.asociado a su sexo. Suplemento del que
p or excelencia. Las palabras de Lacan en el comienzo de la las mujeres nada dicen porque, como sujetos hablantes, no pue-
. ntrevi st:i y:i cit:id a lo :ifirman de es te modo: " [ ... ] p o r este den ir más allá de la b:irrera del no-todo impuesta por la len-
:mposib le [de decirse toda], la verdad aspir:i a Jo re:il". 7 No hay, gua. D e ahí qLte sean los hombres quienes poseen la supo sici ó n
· 11 ron ces, oposi ción entre verd :id y ficci ó n ya g ue la verdad no de la existencia d e es te goce. Pero, irnposib ilir:iclos de definir su
ci !ce la verdad, so lamente habla, y es en t:i nto que h:ibla que no nat uraleza tenderán a conce bi r la feminidad co rno un secrew
¡ uede deci rse más que a medias. que las mujeres no revel an , d ecepcionándolos una y otra vez en
Ahora bien, ¿cuál es esa ve~dad? No otra que lo imposible sus esperanzas d e sa ber alguna vez so bre ese supuesto tesoro
de la relación sexual, imposibilidad fundante del discurso que carente de nombre que el cuerpo femenino albergaría.
:.:onstituye un lazo social no-sexual en la medida en que el goce, Que las muj eres nada digan al resp ecto es consecuencia de
:!e una u otra manera, está excluido. que nada es posible decir acerca de esa nada. El mal entendido
En una conferencia en Yale, en 1976, Lacan menciona los que se crea aquí proviene de cierta interpretación de esa actitud
motivos que en su juventud lo llevaron a hacerse psiquiatra y femenina como ocultamiento más o menos deliberado. Así, en
!:1ás tarde psicoanalista: "Es cierto que llegué a la medicina por- el ánimo masculino, m~s que como un decir a medias de la ver-
-~ Lle tenía la sospecha que las relaciones entre hombre y mujer dad, la feminidad aparece como mentira, base de cierta misogi-
nia que resulta de ese malentendido esencial que preside la rela-
5
C/ Sigmund Freud: "Sobre las teorías sexuales infantiles" , en Obras com- ción entre los sexos.
_,,:ctas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. IX, pág. 183. El malentendido proviene de la suposición de que hay algo
' Jacques Lacan : "Subversi6n del sujeto y dialéctica del deseo en el incon-
•:i cnte freudia no", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág.
?87. • Jacqu es Lacan: "Conférences et entreti ens dans des univers ités nord- ame-
7
Jacques Lacan: "Televisi6n", en Psicoandlisis. Radiofonía & Televisión, Ed. ricaines", en Scilicet Nº 6/7, Ed. du Seuil, París, 1976, pág. 16.
cnagrama, Barcelona, 1977, pág. 83. 'Ibíd. (l as curs ivas m e perten ecen) .

106 107

f
L
r
más allá, cuando nada hay, nada que es la "verdadera" causa del t generales, una mujer se abstiene de responder a ese llamado , : e
deseo y no un objeto a encontrar. ¡,... prohíbe encontrar a Dios o al superhombre. Esto significa q t:i::
si renuncia al Hombre -con mayúsculas- es para preservar :;u
Si las mujeres callan es entonces porque no hay palabras
para hablar de ese Otro goce. Pero existen quienes sí dicen algo t
i
posición de sujeto, evitando así lo que sería su desubj etivació •·
Por el mismo motivo es que se muestr:t dispuesta a todo p a.
al respecto: los sujetos cuya sexualidad se instala en una posi-
~ que un hombre no sea más que un ho mbre y no El hombre. /\ ·::
ción perversa encarnando una especie de caricatura mimética
del goce femenino innombrable. E n es te se nti do, Lacan seií.a la:
¡
¡
es co rn o da un soporte al fantasma m ascul ino que se estructu
"[ . .. ]si El hombre quiere La muj er, no la alcanza si no cayendo concib iendo la femi ni dad como el tesoro oc Ltl to, el secreto IT
i
en el c;:impo de la perversión". 111 Si el hombre alcanza La mu jer, ¡ absoluto: "Ella se p resta más b ien a la perversión que sosten :. ·
esto n o quiere decir que lo gre un "éxito", lo que realiza es más como la de El hombre. Es lo que la conduce a la mascarada q ",,
bien una p ermu tac ión de posiciones en la que no podrá tras- se sabe que no es la mentira que los ingratos, adheridos al ho 1'·· -
cender su identificació n con a, el resto que encarna para pro- 1 bre, le impLttan" . 12 ...

vocar así la división subjetiva del lado del otro ($), puesto en el Preservar su posición de sujeto es fundamental para u r·: ::.
extremo del azoro, escindido entre la fascinación y el espanto \· mujer y esta posición está del lado del goce sexual que h ac::
que expenmenta. imposible el goce del Otro. En este sentido, las mujeres est;i 1;
Eso del lado del hombre. ¿Qué pasa del lado de las mujeres? bien colocadas para saber que lo peor sería que este último goce
Según Lacan, "[ ... ] una mujer no encuentra El hombre sino en fu ese posible. De este modo, prohibiéndose el goce Otro, u; :·,
la psicosis. Planteamos este axioma, no que el hombre no exis- mujer preserv.a su división y sostiene la castración del hornlw.:
ta, caso de la muj er, sino que una mujer se lo prohíbe, no de que es la condición para mantene r su estatuto de sujeto. ("-'
que sea el Otro, sino de que «no hay Otro del Otro», como digo presta por lo tanto a la mascarada, haciendo el Otro que 1u
yo. Así lo universal de lo que ellas desean es la locura: todas las existe y velando de este modo al hombre el objeto de su fant :>.'-
mujeres son locas, que se dice. Es también por esto que son no- ma, que al mantenerse en el lugar del tesoro inhallable posib i..
todas, es decir, no son locas en absoluto, acomodaticias más lita el sostenimiento del deseo. Esto explica, por otra parte, la
bien: hasta el punto que no hay límites a las concesiones que función de velo característica de la feminidad, tal como es evc ..
cada una hace para un hombre: de su cuerpo, de su alma, de sus cada por la mitología y la literatura.
bienes". 11 A la llamada surgida en S (A) de un compañero para "Hacer el Otro" sería, entonces, lo propio de la posición
el Otro goce, una mujer se vería tentada de trascender el hom- femenina, lo que posibilita que no haya relación sexual sino en
bre común y corriente, el hombre castrado que se escribe \:/x el semblante, es la manera de mantener a los hombres castrado:;,
<Dx y dirigi ~se a ese "al menos uno", :3x <Dx ese hombre mítico manteniéndose ellas divididas con la finalidad de que la rek-
que podrá denominarse Dios, el superhombre o el ser supremo. ción sexual sea siempre imposible.
Pero aquí nos encontramos en el terreno de las psicosis, como Esa es la única vía para que la barra que cae sobre los suj e-
lo muestran ciertos delirios místicos. Por esto, en términos tos dividiéndolos -y, por esto mismo, permitiéndoles existir -
permanezca. De aquí que las mujeres se someten al goce fálico ,
goce de la palabra que es el obstáculo para la relación sexual.
'º Jacques Lacan: "Televisión", en Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión, Ed.
Anagrama, Barcelona, 1977, pág. 124.
" lbíd., pág. 128 (traducción corregida). 12 Jbíd., pág. 128 (traducción corregida).

108 109
fc ro no solamente están allí, en ese goce, pues no dejan de evo- te señalado pues Freud lo hizo observar claramente antes que
or su insuficiencia y, de este modo, el Otro goce cuya falta él- eso por lo cual el sujeto se siente rebasado, por lo cual
indica la falta misma del Otro, S(A). encuentra allí a la vez más y m enos de lo que esperaba, pero de
"La verdad es muj er" será en tonces otro modo de afirmar todo s modos -es, con relación a lo que esperaba, d e un precio
S(/\) , signi fica nte que designa tanto la caída d e la omnipote n- úni co. Ahora bien, es te hall azgo, desde el momento en que se
•:: .1 marerna por el desc ubrimiento de la casrr:Kión como el prese nta, es reen cuentro y en ta nto m:ís lo es más se pres ta siem-
i1 l·cho el e que h. muj er es 110- todrt. Po r o tra p:i.rre, al decir que es pre: a sust raerse de nuc:vo instaura ndo la dim ensió n clc la pérdi -
:u-- roch se alude también a un "plus", un supl emenco, al go que da. Para clej:um e ir a al gu na m er:ífora, E urícl ice dos veces per-
d raría para ser toda, razón por la que S(I<) es la escrirura del dida, tal es la image n más se nsible que podemos ciar, en el mito,
¡!,.J Ce fe menino en tanto es en más, en tanto goce suplementa- de lo que es la rel ación del Orfeo analista con el inconciente". 13
ri o resp ecto al falo, un suplemento cuya ause ncia determina Del mismo modo que Orfeo está condenado a p erder a
t: .11to la relación imposible de los sexos como la falla del saber Eurídice -perderla es el modo de fi gurar el hecho de que no
i1 1conciente que carece d e un significante que pueda dar res- puede gozar de ella toda- el analista no podrá atrapar el saber
p _¡esta so bre el goce, es d ecir, sobre qué es u na mujer. inconciente pues es un saber n o-todo , saber que se escabulle
Lo qu e falta en el inco n ciente es la resp uesta últi ma acerca cada vez que se cree haberl o alcanzado. E n los dos qaso s reapa-
d :· ! goce porque no ex iste el significan te de l sexo fe m enino. rece lo que la reh.ción de Aqu il es y la tortu ga qleja ve r: el
L .o dete rmi na qu e el encuentro con este sabe r se:1 siempre del encuentro siempre es imposible. La enseñan za de L 1crn poste-
o 'en el e la cita fallida , de l acto fa llido, de l tropi ezo. Co rno en rior al se min ario de 1964 se va a encam in ar hacia h búsqueda
el ~ aso de la relación hombre-mujer, la relación de l suj eto con de una salid a para este impasse y la resp uesta sed fin almente el
el ; nconci ente está signada por un imposible de atrapa r. Desde decir a medias, un d ecir para el cual ya no se trata d e "cap turar"
J nc;4 Lacan aborda esta dificultad que ilustra con una m etáfo- el inconciente -tarea imposible- sino de estrechar del modo
r;< mi tológica en la que se hace presente la afirmación de que la más firme el agujero del goce del Otro, el hoyo del si nsentido
verdad es mujer: "En el sueño, el acto fallido , el chiste, ¿q ué es radical que sustenta todo d ecir y se escribe S(A).
le; ,¡ue so rprende en primer lugar? Es el modo de tropiezo bajo Hacer borde a este goce por un decir a medias que más que
f' l .; ual aparece n. Tropi ezo, des fa ll ecimiento, hendidura. En una generar sentido toca al no sentido; un decir cuya referencia fun-
fr 1;e pronunciada, esc rita, al go viene a trastabi llar. Freud es dame ntal es la poes ía en su significación originaria, la de poie-
in'. tn tado por estos fenómenos y es ahí qu e va a buscar el incon- sis, creació n, invención . La esc ritura poética es así el paradi gm a
cÍ .'ilte. Ahí, al go otro demanda realiza rse, algo que aparece de lo qu e puede entenderse por interpretación psicoana lít ica: lo
cc•mo intencional, ciertamente, pero de un a extraña tempo rali- que no es tá destinado a n ombrar un saber que ya estaría allí
d :t1 l. Lo que se produce en esta hiancia, en el sentido pleno del sino a inventarl o con un decir a medias que, en tan to co nstru-
tér •n ino producirse, se presenta como el hallazgo. Es así en pri- ye bordes, hace ex-sistir el agujero de lo real que el síntoma
mer lugar que la exploración freudi ana encuentra lo que pasa en viene a obturar.
el inconciente. Hallazgo que es al mismo tiemp o solución, no La interpretación no produce un efecto de significado sino
fo rzosamente acabada pero, por incompleta que sea, tiene ese
n o se qué -la sorpresa- que nos toca con ese acento particular "Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XI- Les quatre concepts fondamentaux de
qu e Th eodore Reik ha señalado tan admirablemente - solamen- la psychanalyse, Ed . du Seuil, Paris, 1973, pág. 27.

11 0 111

"'
el e significación, es decir, producción, inve nción sign ifi ca nte. El
r
l
¡.
dolo :1ctivarn entc , de lo contrario ci sis nif-\c:rnte se limit:ní.•
1
signifi cante, c:1bc reco rdar, engendra h cosa; la poesÍ;i, ento n- l aludirlo y elud irl o . Para esto , la intc rp rc1:;ició 11 l'' ico:111:1 lit·
ces, puede engendr;ir el significante de lo qu e falta pues ella 1
debe tom;ir la ca racter ística de un decir a medias, deci r que tr ,
ciende la fascinación por lo comprensible para trazar un lítrn '_,,
evoca lo indecible: m ás allá de sus efectos de sen tido produce el
efecto de agujero. El decir a medias busca el efecto de significa-
h al poder de la palabra, poder que mantiene para el sujeto · 1
ción que es efecto de verdad en la medida en q ue aproxima el equívoco y la indeterminación. En otros términos: es necesari. ~
decir al lugar de lo indecible. Es un d ecir que no va dirigido a ir m ás allá del horror a la verdad que es el horror a la mujer, :.;
revelar o desc ubrir algo presuntamente oculto sino que apunta decir, al punto de ausencia de significante donde el sujeto .s
-como la palabra poética- a una invención significante. Más confrontado con el goce que es amenaza de desaparición. Ahc · t
que la pretens ión de dar sentido y continuidad a una hi storia se bien, rebasar este horror a la verdad no deb e entenderse co n
trata de co nstruir bordes para que se abra el aguj ero de lo real. la exige ncia de d ecirla toda , situació n que no h aría sin o su n;
Real de la ause nci a ele rel ació n sex ual, ce rteza b;ísica, más allá al sujeto e n esa vivenc ia de es panto desc rit;i por N ietzsch e e1 1
de toda g::u antía de verdad, en la qu e se fu nda el saber incon- afo ri smo emp leado co mo e¡)ígrafe; es nada más, ni nad a men e.
ciente qu e el sujeto debe prod ucir para saber que el Otro care- que posib ilitar su articulación como decir a medias.
ce de saber que pueda asegurarle un partenaire para el goce. El análisis no puede definirse entonces como búsqued a de
El saber inconciente no es la "clave" que revel a el secreto del la verdad. No es sostenido por una ética de la verdad que se
goce, su característica es ser no-todo, lo que explica que el aná- opone a la mentira, al es tilo de la confesión o del "abajo las m :1s-
.lisis no se encamina al descubrimiento sino a la invención: "El caras" que correspondería m ás bien a la ley del superyó con :; Lt
inconciente, eso no descubre nada, eso inventa [ ... J. El saber exige ncia obscena y feroz que impone la aniquil ación del su,>:-
mismo inconciente es justamente lo que se inventa para suplir to en nombre del goce del Otro. No se trata de decirlo to i'o
algo". 14 Como se puede ver, si el inicio del análisis está m arca- -pretensión que, por otra parte, res ulta imposible de cumplí
do por la pregunta del sujeto, pregunta por la verdad que es una ni tampo co d e develació n, revelación, desenmascarami en 1 i,
pregunta por la mujer, este interrogante lo va a conducir inexo- sino del bien-decir, esto es, decir a medias ele la verd ad. Bic· -
rablemente a encontrar, más allá de la dialéctica del significan- decir que es producido por la invención significante que elab ~> ­
te, un insigniflcable, un insubjetivable del cual en el inconcien- ra un decir insospechado, fundado en el reconocimiento de q 1_;e
te no puede~haber otra traza que la forma del ombligo, del agu- no hay significante del todo que ya esté allí, de tal manera q i:e
jero. De est~ agujero Lacan inventa una notación, S(,A), signifi- se trate de extraerlo o de exigir su "confesión".
cante de lo que falta en el Otro en tanto lugar de lo simbólico, En el análisis el significante se inventa y de este modo la
significante de que el Otro no dice todo. En este punto toda sim- falta habla por él, ex-siste en su sin-sentido radical causando un
bolización se detiene, y también el trabajo del análisis cuando ,,'•d
sujeto en su dimensión descante. Este significante que es inven-
éste se orienta por la noción de la primacía de lo simbólico que ción también puede escribirse con la fórmula S(A) donde ~:e
supone la exigencia de llevarlo todo a la palabra. ubica fuera del paréntesis, indicación precisa de que no e~ 1 ;i
Más bien es preciso cercar, estrechar este agujero efectuán- para colmar la hiancia del Otro sino que está situado lo m ;;s
cerca posible de ella, para estrechar firmem ente sus bordes.
A modo de conclusión podemos decir que el saber que pro-
" Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XXI: Les non dupes errent, clase del i 2
de marzo de 1974, inédito. duce el análisis no descubre, no levanta ningún velo, no es revc-

112 113
!ación, es invención que hace borde al horror con el deseo; es
saber, sí, pero no saber la verdad porque ella, como la mujer, es 6
ne-roda, el enigma cuya revelación -como Edipo lo muestra-
ten clría efectos catastróficos. Es, por lo tanto, saber bien-decir
- hendecir- el enigma que nos funda. ¿Será el análisis el camino Goce femenino:
p ara bien-decir la mujer, diciéndola a medias, y dejar así de
ni al-decirla por no poder decirla toda?.it:D entre lógica y poesía

P.ra Lacan, el goce supone el desvanecimiento del sujeto. Esto


",,, hace de él una cuestión de lógica porque esta 1füima constituye
una escritura que ocupa los lugares del suje to trazando letras
allí, letras por medio de las que la subjetividad se reduce a un
conj unto de trazos. La lógica, que constituye una escritura cuya
función es inventar lo real de un goce que se localiza más allá
de la palabra, "es formidablemente gozosa (juissi/)f .. porque
eso sostiene el campo de la castración". 1 1
1

La lógica pertenece entonces a lo real, surge allí donde se


presenta la imposibilidad de ejercer el dominio sobre los
significantes de la len gua. El sujeto no trabaja la lógica ya que
f desde el momento en que pretende hacerlo es trabajado por
elb. Así ocurre, por ejemplo, en ciertos sueños en los que es sus-
tituido por :-dgunas letras o en las fórmulas de la sexuación cre-
1 adas por Lacan en las que cobran vida relaciones diversas que lo
determinan en su posición respecto del sexo.
Estas últimas fórmulas pretenden mostrar el modo en que
el cuerpo es trabajado por el significante que deja huellas en él.
Huellas, trazas de una lógica sobre el cuerpo viviente: esto es la
sexuación, un efecto de lógica, una escritura que responde a la
búsqueda de un fundamento sólido para ese gran hallazgo del
psicoanálisis que es el hecho de que feminidad y masculinidad

'Jacques Lacan: Le Séminaire, livre XIX ... ou pire, clase del 15 de diciem-
bre de 1971, inédito.

114
115
Pero esta fórmula, precisamente por aludir a un imposiL''.:
son asunto de gramática y lógica antes que de anatomía y fisio -
lógico , no puede presentarse de manera aislada. No sería ló gic-1
logía. El sexo no depende de la biología, es asunto de escritura
escribirla sin las otras tres que componen la tabla de la sexu .· ·
porque la escritura es lo real de la palabra que conforma al suje-
ción porque su propia ló gica depende de su insc ri pción con 1.
to, el residuo irreductible de lo simbólico que inscribe en el
restantes. Las cuatro sostienen el real qu e constituye el cam po
cuerpo una dimensión absolutamente extraña a su naturaleza:
de la castración y son por esto el paradigma de toda escritura.
el goce.
Será preciso entonces transcribir en su conjunto dicha tabla:
La escritura como acto es trazo, trazo de la sexuación que
marca el exilio respecto del Otro, el Otro sexo, exilio que resul-
3x <l>x 3x éi>x
ta de la negatividad que introduce el símbolo. Esta negatividad
es la causa del lugar fundamental que tiene en la escritura de la
'tf x <l>x 'tf x <Px
sexuación aquél que Lacan designa como uno que dice no a la
función fá li ca, ese esti gma de la inserción del rn erpo en el len-
C uand o se observan es tas inscripcio nes, lo prim ero q t·
guaje q ue introduce al sexo: existe un o, al menos un o , para
ll ama la ate nci ó n es la se mejanza q ue gu:i rch n co n el grr1jlui, e
quien Cf) x -la función fálic a- no se verifica, o no es verdadera,
escritura q Lte se hace sobre los muro s. Semej an za no azu os;1
o es n egad a.
se piensa que el muro es, en última instancia, el muro d el le
Este uno se escribe 3x <Px, fórmul a que aparece - en el cua-
guaje, ése que crea el exilio de cada sexo respecto del Otro. i·i
dro de la sexuación- arriba a la izquierda: "A la izquierda, la
lenguaje es el muro por excelencia, lo que explica la conniver:-
línea inferior 'tf x <l>x indica que es por la función fálica que el
cia, la complicidad estrecha del sexo con el grafitti: el exilio dd
hombre como todo toma su inscripción, con la salvedad de que
Otro sexo provocado por el lenguaje hace del sexo, ante tod o,
esta función encuentra su límite en la existencia de un x para el
cual la función <l>x es negada, 3x <l>x. Ahí está lo que se llama la una escritura.
Un segundo aspecto que se puede señalar es el hecho de q 11 '::
función del padre, de donde procede por la negación la propo-
nada en el cuadro distingue la parte izquierda, designada ho ni-
sición <l>x, e~ a que funda el ejercicio de lo que suple por lacas-
bre, de la parte derecha, desi gnada muj er; nada las distin gu:
tración a la !elación sexual, en tanto que ésta no es de nin guna
fuera de la escritura de la negación que es representada por i.h
manera posible d e inscribir. El todo reposa entonces aquí sobre
líneas horizontales colocadas encima de al gun as de las inscrn>
la excepción planteada como término sobre eso que, a este <l>x
ciones. Es la ausencia o la presencia de la negación, y su luga~,
niega íntegramente". 2
lo que va a determinar a los sujetos en lo que se refiere a su rel.i-
Para todo sujeto, el ingreso al campo del goce sexual -regu-
ción con el sexo. Se puede decir que, en esta tabla de la sexm -
lado por el falo- sólo es posible a partir del presupuesto lógico
ción, la diferencia sexual -por sorprendente que parezca- n ~,
de la existencia de uno que dice no a este goce. Existe uno que
dice no, es una fórmula que apareja contradictoriamente ex-sis- consiste más que en un juego de negaciones.
Es posible entonces partir de estas fórmulas para hacer algL -
tencia con decir; es la fórmula de lo imposible, lo imposible de
nas inferencias en relación con la escritura en general. Las for-
decir que solamente puede formularse en una escritura.
mulas se asemejan a un grafitti en la medida en que sólo es pos -
ble escribirlas por la existencia del muro, el muro del lengu~1;c
' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, París, 1975,
que determina la ausencia de relación sexual. Escribirlas ser:i,
pág. 96.

117
116
así, escribir la imposibilidad de escribir la relación sexual, de todos por, gracias a, por la gracia de esta excepción. Para que el
modo que toda escritura no hace más que repetir esta imposi- universal sea posible hay necesidad de la excepción: el uno
bilidad misma. exceptuado asegura el todos.
La relación entre escritura y ausencia de relación sexual es Se trata -de una simple exigencia ló gica pues no hay con-
ab:i rdada por Lacan en el Seminario ,,YX: Encore (de 1972- junto que pueda definirse corno tal sin un elemento exterior a
19 73). Allí afirma que la escritura es efecto de la existencia de él, excluido de él. Para Lacan, este elemento expulsado, exclui-
una barrera, una barra, que separa el significante del significa- do, concierne al padre en tanto función. El padre, el pater-fami-
do: "La barra es precisamente el punto en que, en tcido uso del lias -dice Lacan el 1° de junio de 1972-5 ex-siste al conjunto
ler;f, uaje, hay ocasión de que se produzca el escrito". 3 La exis- como un ex-pater, un é-pater, y por esto su función verdadera-
ter:cía de la barra entre significante y significado deterrn ina una mente decisiva es épater, que quiere decir asombrar, deslumbrar.
co11'.; ecuencia fundamental: en la estructura del lenguaje no hay Pero el sentido literal de este término, si se recuerda que el pre-
si g 1ificante que pueda si gnificarse a sí mismo, sin apelación a fijo francés é indica supresión, es "romper el pie o la pata de
otru . Esto genera la posibilidad ele evocar un significante irnpo- algo" . La alusión a la castración es inequívoca, de manera que
sib!e, un significante que se significaría a sí mismo, que escapa- la existencia de este padre que tiene por función épater es lo que
ría ' t las leyes del significante. Se trata del significante que siem- asegura la constitución del conjunto de los hijos castrados.
pre falta en el sistema de la lengua, el significante de la falta del El existencial 3x <Dx toca así a la función de la castración
Ot:o, el significante faltante que caracteriza a la lengua -así pues viene a hacer de límite al universal Vx. El uno excepcional
corno a la mujer- como no-toda. De este modo, la barra que se va a cernir el para..,todo oficiando de borde para el conjunto que
inscribe entre significante y significado es finalmente la misma cierra. Posee entonces las características que definen lo que se
que atraviesa al gran Otro [S(A)J, la misma también del no-toda denomina conjunto vacío: es un elemento mds (enct¡re), pero un
que ~ e inscribe sobre el universal Vx para escribir Vx. elemento que no se cuenta porque es el element1 que queda
La existen cia de escritura depe1ider:í. por lo r::into de esa barra
i cuando el conjunto es vaciado de todos sus elementos. Un ele-
mento más, el uno que distingue un conjunto de cualquier otro,
que es la causante de la falta de universal, falta incomprensible
en tanto que pone en entredicho la posibilidad de la compren-
sión plena. El escrito, entonces, no existe para ser comprendido:
"La barra, como todo lo que es del escrito, no se sustenta sino
¡ el uno que no cuenta pero con el que hay que contar siempre
porque sin él no hay cuenta, no hay conjunto posible.
Es así como este uno remite a la función del nombre pues
de lo siguiente: el escrito, no es para comprender".ó cuando se nombra un conjunto, el nombre no forma parte de
La barra remite al obstáculo, a la negación, al no. Remite él, está necesariamente fuera del conjunto. De esta manera, en
por lo tanto a ese x que existe y que dice no, el x que se inscri- la tabla de la sexuaci6n, el uno que dice no es, finalmente, el
be :tr riba y a la izquierda y que marca una notable contradic- uno que nombra, el nombre por excelencia, el Nombre-del-
6
ciÓJ i de ese lado del cuadro entre la proposición existencial y la Padre que equivale también al no del padre. Como dice
un í , crsal: todos dicen sí, excepto uno que contra-dice, diciendo
no . . -fay allí un todos con una excepción o, m<-ÍS bien, hay un
5 Jacques Lacan: Le savoir du psychanalyste, clase del 1° de junio de 1972, iné-
diro.
, !bíd., pág. 35.
Jbíd., pág. 46.
¡ " En Nom-du-pere (Nombre-del-padre) hay homofonía entre nom (nombre)
y non (no).

118 ~ 119
Sibony: "El uno surge de una negaci6n que tiene valor fundan- como medida del goce es no~todo. Dos goces no complemcn ·
te, valor de afirmaci6n del conjunto. Es un no creador que tiene tarios porque el primero de ellos, el goce fálico, es quien hace
valor de nombre".7 surgir al segundo como su más allá.
Estas reflexiones son provocadas por la lectura del lado Hacer de la divisi6n sexual una cuestión que no se defü cl~
izquierdo del cuadro. Pero si se pasa ahora al lado derecho, el por la oposición entre dos sexos implica en Lacan un despln ,: ..
aspecto que resalta en primer término es la ausencia de excep- miento de la problemática freudiana de la identidad femenii , ,
ci6n que pueda cernir un todo, lo que determina la falta de uni- inevitable callejón sin salida para el fundador del psicoanális1.:,
versal Vx. Si del lado izquierdo un universal se sostiene por la hacia algo diferente: el planteamiento del goce femenino corr:G
existencia de una excepci6n, lo que se encuentra del lado dere- goce que no se contrapone al goce fálico sino que constituye d
cho es un no universal que obedece a la falta de la excepci6n. El más allá enigmático del mismo. Para Freud nunca perdi6 vigell-
campo de la sexuaci6n queda así conformado por la confronta- cia la tesis de que una mujer tiene que sustituir el clítoris por la
ci6n de un todos no sin excepción -en el lado hombre- con un vagina como zona de goce para devenir así toda mujer, una exi-
no todos sin excepción que caracteriza el lado mujer. No hay gencia que supone la completa eliminaci6n de la sexualid ad
complementariedad sino discordancia, discordancia que es fálica. Así lo manifestaba ya en 1899 en un poema que rem i1e
efecto de las marcas de la negaci6n y que hace que la relaci6n a Fliess 8 donde indicaba claramente la necesidad de someter <L
entre un lado y otro sea imposible. "potencia oscura del sexo femenino" al imperio de la íey y . a
Si se continúa con el análisis del lado derecho puede apre- raz6n.
ciarse que 'tf x <Px indica que aquí falta el uno excepcional que Para Lacan, en cambio, el goce femenino no es un com pi·::-
es el uno en más excluido del conjunto para fundarlo como tal. mento del goce fálico sino más bien un suplemento. Así :o
Y como no exfste este uno falta lo que puede denominarse una señala: "No hay mujer sino excluida por la naturaleza de '. ts
1

medida comú!J que pueda hacer de los elementos colocados de cosas, que es la naturaleza de las palabras [ ... ] . No deja de 'd
este lado miembros de un conjunto. En otros términos, del lado cierto, sin embargo, que si la naturaleza de las cosas la exchl/e,
mujer, si bien el falo no deja de operar como medida del goce, es por esto justamente que, por ser no toda, ella tiene, con rch-
no es la medida única; hay algo más, un exceso, un ex-sexo, un ci6n a lo que designa de goce la funci6n fálica, un goce suple-
suplemento de goce irreductible a toda medida.
Es así como el cuadro presenta el fundamento l6gico de la ' Cf Jeffrey Moussaieff Masson (editor): The complete letters of Sigm und
Freud to Wilhelm Fliess, The Belknap Press of Harvard University P rc ~s,
subversi6n que el psicoanálisis produce en relaci6n con lo
Cambridge, Massachusens and London, 1985, pág. 393. El poema, en su par te
sexual, es decir, en relaci6n con la divisi6n del sujeto frente a lo
medular, dice:
sexual. Dicha división no refiere a dos sexos opuestos y comple- "¡Salve!
mentarios en la que los atributos que faltan a uno son poseídos Al hijo valiente quien al mandato de su padre apareció en el momento ade-
por el otro sino que se trata de una divisi6n entre dos goces: un cuado,
Para ser su asistente y compañero para comprender la orden divina.·
goce todo falico, del que participan tanto hombres como muje- Pero salve al padre también, quien justo antes del acontecimiento encon u ó
res y que está sometido a una medida común, y otro goce más en sus cálculos
allá del goce fálico, no susceptible de medida porque el falo La clave para limitar el poder del sexo femenino
Y para llevar su carga de legítima sucesión''.
(las cursivas me pertenecen).
7 Daniel Sibony: Le Nom et le Corps, Ed. du Seuil, Paris, 1982, pág. 232.

121
120 1

\,'~,v'·
m eu tario. Notarán que dije suplementario. Si hubiera dicho
co mplementario, ¡dónde estaríamos! Se recaería en el todo ... No
po rq ue ella esté no toda en la función fálica no está ahí de nin-
r Es un desierto cruel, a nada se parece
en él se instala el amor
cuando languidece el anhelo
guna manera. Ella está ahí y no de ninguna manera. Está ahí de y nosotros· lo probamos sin conocerlo jamás
llen o. Pero hay al go más ... Hay un goce . . . goce del cuerpo que Se manifiesta huyendo,
esd m ás allá del fa lo" .9 le perseguimos, mas no le vemos;
1
Un:i muj er no niega la función fálica. Está ahí de lleno, y así el cor:izó n se mantien e vigilante y doliente". º
pero aclemrfs (encore) esc:í en otra p::irte, se ause nta, se desce ntra
de la suj ec ión ::il fa lo y tiene por esto relac ión con un go ce que Ahí se puede identificar claramente la presencia de ese
no :;e co ntrapone al fá lico sin o qu e se localiza m ás ::ill á. Goce suplemento, ese plus de gozar vinculado a la inexistencia del uni-
que se experiment::i pero que queda fu er::i de lo simbólico, versal en el lado muj er de la tabla que es indisoci:ible de la falta
opaco, loco, eni gm áti co. Se experimenta pero no se lo sabe, tal de medida común que las defina como rodas. Esta falta de
como se presenta en la poesía de los místicos. Un bello ejemplo medida, a su vez, es efecto de la ause ncia de excepción porque
lo o nstituye la beguina Hadewijch d'Anvers que desarrolló su cuando ésta existe expulsa fuera ese plus de gozar para hacer de
acti iidad literaria entre 1220 y 1240 y que en el lenguaje del él el límite que hace de borde al conjunto.
am c'r co rtés dice ese goce que no se sabe: En una mujer, entonces, más allá de la sujeción al falo por la
que debe pas:ir del mi smo mod o qu e todo hombre, hay un suple-
' M i ;:¡ngusria es gr:i nd e, desconocida de los hombres men to de goce q ue trascie nde :il fal o. De esta ma nera, y en se nti-
q ue cr ueles q ui eren prohibi rme do co ntr;1 rio a b s cspe r:inzas de Frcud , clb nun ca ll ega;:¡ uni ficar-
c· I acceso ado nde el Amor encamina sus fuerzas. se en relación co n su goce sino que perm::incce divi d ida en y por
'.~ llos lo ignoran y yo ¿qué puedo decirles? su goce. Puede decirse por esto que, si bien no es posible :ifirmar
D ebo vivir según soy; que exista en ella algo que diga absolutamente no a la función fáli-
lo que el Amor me inspire, ca, hay una parte que se sustrae al sí que ella da a esta¡función. Su
eso será mi ser y a él dedicaré mi esfuerzo sí no es incondicional, lo que determina que esa part~ que se sus-
[ ... ] trae -ese plus cuya exclusión, en el hombre, hace conjunto- tenga
La orden que Amor me da, una total afinidad con el <Px que dice absolutamente no: es lo que
b nza mi espíritu a la aventura: permite a Lacan, en el seminario posterior a Encore, proponer
elgo sin forma, figura ni porqué, co mo interpretaci6 n de 3x cJ.)x el lugar del goce de la mujer.
_; a o que claramente se siente .. . De hecho, ya en Enco re está planteada esa vinculación cuan-
!·:s la substancia d e mi al egría, do dice que "una cara del Otro, la cara D ios, es sopo rtada por el
;~ q u e llo h acia lo que tiendo sin cesar, goce femenino". 11 El lugar Dios no sería otro que el de ese x que
)1 por lo que sufro tantos días de amargura. dice absolutamente no, estrechamente afín al plus de gozar:"[ ... ]
[ .. .]
'º El lenguaje del deseo. Poemas de Hadewijch de Amberes, Ed. Trotta, Ma<lrid,
1 j acques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encare, Ed. du Seuil, Paris, 197 5. 1999, pág. 89 (las cursivas me pertenecen) .
pág. 63. " Jacques Lacan: Op. cit., pág. 71.

122 123

:t
_ L .~
Para ampliar el fundamento de esta relación lógica-mito
creo en Dios, creo en el goce de la mujer en tanto es en más". 12
puede citarse otra vez a Lacan: "Hay al menos uno para quien
Para Lacan, Dios no es sino otro nombre del goce femenino.
eso no funciona, ese asunto de la castración, y es precisamente
La referencia a Bataille es aquí indudable, particularmente 15
por eso que se lo ha inventado, se llama el padre". Quien lo ha
a Madame Edwarda. El pasaje de esta novela en el que el prota-
inventado es Freud, en Tótem y tabú, y el hecho de que al
gonista describe a la prostituta encontrada en el burdel es una
inventarlo se haya inventado a sí mismo en ese lugar imposible
clara muestra de esa asimilación de goce femenino con el exce-
del fundador se lee nítidamente en lo que escribe a Ferenczi en
so y, por lo tanto, con Dios: "Sentada frente a mí, mantenía una
1911: "Trabajo en la última parte de mi ensayo sobre el Tótem
pierna levantada y abierta, para mostrar mejor la ranura estira-
[ . . .] . Después de la interpretación de los sueños (sic) no he
ba la piel con sus manos. Los «entresijos» de Edwarda me mira-
escrito nada con tanta convicción". 16 Una convicción que man-
ban, velludos y rizados, llenos de vida, como un pulpo repug-
tendrá siempre porque nunca cuestionará este mito pese a las
nante. Dije con voz entrecortada: -¿Por que haces eso? -Ya
ves, dijo, soy Dios" . 13 diversas críticas que recibirá por él.
Así, en 1936 vuelve sobre el tema y responde a sus críticos:
De estas consideraciones surgen dos preguntas. En primer
" [ ... J yo no soy etnólogo, sino psicoanalista. Tenía el derecho
lugar, este x que dice no, este x directamente vinculado al goce
de espigar entre la bibliografía etnológica aquello que pudiera
femenino, ¿quién es? En segundo lugar, ¿qué es lo que él niega? 17
Respecto a la primera pregunta, la respuesta que da Lacan utilizar para el quehacer analítico" .
Freud no abandona eso que para Lacan es producción neu-
es inequívoca: ese x que dice no es el padre. El padre, sí, pero
rótica porque es síntoma, pero producción también -en el senti-
no cualquier ~adre sino ese padre que en Freud es padre de la
do que el término tiene en la teoría de los discursos- en tanto
horda primorJial, padre que puede definirse como un padre-e/-
desecho: el Padre es, en cierto modo, el producto del discurso
goce pues es el que goza de todas las mujeres. Será preciso
psicoanalítico, el desecho de este discurso, el SI> donde se reen-
entonces matarlo para que la ley del deseo se instaure, es decir,
cuentra el uno (uno dice que no) ya evocado. La convicción d e
para que la historia comience.
Freud al elaborar el mito corresponde más que nada a la nece-
Sin embargo, cuando se dice 3x <Px, es el padre, se consuma
sidad lógica, una necesidad cuya escritura lógica la tenemos
un deslizamiento: se pasa de una función lógica, ordenadora,
necesaria, a la figura patriarcal mítica, se salta de la lógica al mito. ahora con Lacan.
La segunda pregunta se refiere a lo que niega este uno, ¿qué
A primera vista podría parecer un forzamiento injustificado, pero
es ese <Px que él niega? En este caso, la respuesta ya no es tan
habría que recordar que contar un mito es precisamente la mejor
inequívoca pues las lecturas de los seminarios de Lacan y d el
manera de decir esa lógica porque el mito no es sino el relato de
escrito L'Étourdit llevan a concluir que <Px tiene varios sentidos.
la lógica, del mismo modo que la lógica no es más qu e la escritu-
ra ele! mito. Cabe recordar, una vez más, a Lacan: "Eso es el mito, Algunos de ellos pueden ser:
la tentativa de dar forma épica a lo que se obra de la estructura". 14
"Jacqucs Laca n: Le Séminaire, Livre XIX: ... ou pire, clase del 15 de dici em-
bre de 1971, inédito.
1'' Sigmund Freud-Sandor Ferenczi: Correspondance, Calmann-Lévy, Paris,
12
!bíd.
u Gcorges Bataille: Madame Edwarda, Ed. Premi;í, México, 1979, pág. 44. 1992, pág. 511.
Sigmund Freud: "Moisés y la religión monoteísta", en Obras completas,
1
'Jacques Lacan: "Televisión", en Psicoanálisis. Radiofonía & Televisi6n, Ed. 17

Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, vol. XXIII, pág. 127.


Anagrama, Barcelona, 1977, pág. 116.

125
124
l. La función fálica. no pueden estar ahí todos juntos, nunca, eso tiene relación tal
2. La castración. vez; yo no he dicho el inconciente = la castración, yo dije: eso
3. La función de la castración. tiene mu chas relaciones". 20
4. El goce fálico. La castración remite al hecho que todos los significantes no
5. El "no hay relación sexual". pueden estar ahí todos juntos, que no se dispone del conjunto de
los significantes o, dicho de otro modo, que el Otro no tachado
Al negar Cf)x se negarían cualquiera de estas cosas , o tal vez no existe, lo que hace imposible el enunciado de la bipolaridad
todas ellas. Pero es necesario afirmar que, si los términos de esta r,¡
sexual. Por esto, en junio de 1972 -seis meses después de aquella
·~···

~ numeración son otras tantas lecturas posibles de <Dx, estas lec- afirmación controvertida- Lacan dice: "La castración, ¿qué quie-
:uras no son absolutamente equivalentes. En diciembre de re decir eso? Eso quiere decir, sobre todo, deja que desear, eso no
1971, por ejemplo, después de haber hablado de la filosofía de quiere decir nada distinto". 21 La castración no es entonces otra
hs luces para la que el día no se ha levantado aún (encore), :;·;• cosa que habitar el lenguaje porque en tanto se lo habita, lo que
Lacan dice: "Van a creer que está claro cuando les diga que CDx, se diga siempre deja que desear. Las fórmulas de la sexuación no
c·-; o quiere decir la función que se llama la castración. C omo designan sino las diversas modalidades ele habitarlo, modalidades
usrec!es c ree n s~tber lo c¡ue es la castración, enton ces pienso que lógi cas pues la ló gica sos ti ene el campo de la c1stración.
tt , redcs est:ín contenros, ¡al menos por un mornenroi La producción de esas fórmulas es el resultado de un
Sohmeme !l g t'1rcnse ustedes qu e yo, si es cri bo rnclo eso en encuenrro in sól iro : el e n cue ntro e ntre el sexo y las matcm:\ticas,
el pizarrón ... es porque yo, yo n o sé en ab soluro lo que es la e ntre la ló g ica y la (no) relación sex ual; el en cuentro enrre Fre ud
·, :s rr:Kión". 18 Oponiéndose así a rnclo lo que se sue le afirmar, y Frege producido por Lacan.
L ican dice, en síntesis, que de la castración como tal nada se Gottlob Frege ( 1848 -1 925) fue contemporáneo de Freud y
¡- c1ede saber. ¿Por qué? Simplemente porqu e ella sólo bord ea el se lo considera el fundador de la ló gica matemática moderna.
l;, gar de lo irrepresentable sin nada poder decir de ese 1ugar, Lacan retoma de aquél un artículo publicado en 1892: Über
:1h riendo solamente la posibilidad de una escritura, la escritura Sinn une/ Bedeutung, traducido con el título Consideraciones
< • • cDx, lo más próximo al agujero del sexo, la jimcirJn de castra-
sobi-e sentido y rejerencia. 22 Es importante mencionar que
' » n . Es lo que explica esta afirmaci ó n posterior: "H ay en algLt- Becleutung, volcado al españo l como refc'rencia, pu ede ser traclu-
' p arre un lug:u clonde 110 se puede decir que tocio lo que se cid<l t:irn h ié- n co m o sigmjicación o como e/mutación. ~3edmtung
"ic ul:t corno signi!l c t!He cae b:tjo d golpe ele Cf)x, ele est afim- es p ara F1·egL· e! v:ilor de ve rda d d e u na proposición, lo c¡ue no
' ;n r!t castracir511".", Un !ugar qu e es lo irrep resenuble, scílo sus- se confun de con ei senrido ele ella , valor de verdad que t iene el
c ;tibi e de se r indicado po r una esc ri t ura. De ahí que: "Es to papel d e un nombre propio. Esto es lo c¡ue afirma: "¿Por c¡ué no
t :., ne una pequeña ven taja, formular las cosas de es:1 manera. nos basta el pensamiento! No nos basta e n la exacta medida en
h :ede venirles al entendimiento justamente que si hace un mo- que nos importa su valor de verdad [ . . . J. Es la búsqueda de la
r:: .:nro, no sin intención [ ... ] les he llevado como observación
se, )re el sujeto d el interdicto, a saber q ue tocios los significames
'" Ibfd.
21 Jacc¡ues Lacan: Le savoir du psychanalyste, clase del 1° de junio de 1972,
"Jacc¡ ues Lacan: Op. cit.
inédito.
19
Jbíd. " Cf Gortlob Prege: Estudios sobre semríntica, Ed. A riel, Barcelona, 1973.

126 127
verdad lo que nos incita a avanzar del sentido a la referencia (del de lo simb6lico como de lo imaginario. Señala en este sentic'.n
Sinn a la Bedeutung)''. 23 que, si a nivel de lo simb6lico los hombres tienden a tener •::!
Frege propone entonces que es.necesario ir más allá del sen- r , falo y las mujeres a serlo, esta repartici6n se reabsorbe a niv\:!
•''t°'
tido en la búsqueda de la verdad, si se quiere una certeza plena imaginario por "la intervenci6n de un parecer": 26 cada uno ;'
que posibilite trascender la remisi6n infinita de un significante ~;~
,, cada una juega a parecer detentador del falo; para protegerlo ,
a otro. Por esto no es azaroso que Lacan retome el significante cuando lo tiene, o para ocultar su falta, cuando no lo tiene. Es iF
Bedeutung. No lo es porque su preocupaci6n es semejante a la lleva a una conclusión trascendental para el tratamiento de la
de Frege. Pero lo novedoso de su empresa es el hecho de apli- sexualidad femenina: "Es para ser el falo, es decir, el significa n-
carlo al falo, solamente al falo, al punto tal que la Bedeutung (sig- te del deseo del Otro, que la mujer va a rechazar una parte ese E
nificaci6n) del falo deviene un pleonasmo: la Bedeutung es el cial de la feminidad, especialmente todos sus atributos, en L1
falo, tal es la tesis de su texto de 1958, La significación mascarada". 27
(Bedeutung) del fido. 24 Se trata de la transcripci6n de una confe- Podría pensarse que la raz6n d e este afán de parecer es en ; ~
rencia pronunciada en alemán y en uno de sus pasajes -cuando mujer el hecho de sentirse desprovista del falo o, en términ u:,
hace alusi6n a los frescos de Pompeya- vincula la funci6n del freudianos, la envidia del pene. Sin embargo hay algo má s q t: r
falo con el demonio del pudor: "Es por lo que el demonio del esto pues si ella juega la comedia del falo no es tanto porque
Aidos (Sch~m) surge en el momento mismo en que en el mis- desee poseerlo al mismo título que el hombre sino porque p ro--
terio antigAo el falo es develado (la pintura célebre de la Villa cura servirse de él para crear su atractivo: "Es por lo que no e::
28
de Pompeya)". 25 que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada". Aq u :
El pudor es fálico en la medida en que indica que algo no están las premisas del sujeto femenino como no-toda represe n-
puede o no debe ser develado. No debe ser develado porque de tada por la funci6n del falo, pues la mascarada femenina tien e
lo que se trata es de sostener la funci6n del velo mismo, del falo el estatuto de máscara destinada a hacer ex-sistir como misteri o
en tanto velo. En este sentido, la Bedeutung del falo -en el sen- que se sustrae a la l6gica del significante, como insignificantizct-
tido subjetivo del genitivo que significa que la Bedeutung es el b!e, un supuesto ser femenino.
falo- indica el punto límite entre significante y goce, el punto La Bedeutung es, entonces, el falo porque todo el juego d ci
en el que el misterio no puede ni debe ser revelado precisa- significante, el juego de hacer sentido, se sostiene en un térmi-
mente porque la revelaci6n implicaría la caída de todo el siste- no último que no remite a otro: el falo. De ahí que se lo pueda
ma significante. considerar el velo último, el punto límite entre significante y
Esta reflexi6n debe ser vinculada con otra que Lacan desa- goce, o también un nombre propio: el nombre propio a cuya
rrolla en el mismo texto: aquella en donde se analizan las rela- llamada la única respuesta posible es nada. Es nada porque
ciones entre los sexos a la luz de ser o tener el falo, tanto a nivel nada puede decir el significante cuando es requerido para res-
ponder enteramente por el goce. Esta es, a fin de cuentas -o m á~
bien, al principio- la verdad de la significaci6n fálica que el
,.. Gottlob Frege: "Consideraciones sobre sentido y referencia", en Estudios
sobre semdntica, Ed. Aricl, Barcelona, 1973, págs. 59 -60.
" Cf Jacques Lacan: "La signification du phallus", en i:.'crits, Ed. du Seuil, Jbíd. , pág. 694.
21'

Par is, 1966, pág. 68 5. 27


!bid.
25
lbíd., pág. 692. "!bíd.

128 129
. '

padre tiene como función negar, y al negarla abrir la dimensión


del Otro goce irreprese ntabl e.
El p:i.d re ni ega esa fun ció n esencial del falo que es la de sem-
T ¡
'
.

es incitado -así lo expresa él- a inventar una Begriffichrift, una


escritura de conceptos que a veces se ha traduc ido po r id eogra-
blante del goce en tanto le otorga una m ed id::i y evo ca as í un fía . Después de Frege, su escri tura ha sido abando nada po t· la
goce sin m edida. Es por esto el nombre propi o del goce, es lógica en provecho de otras como las de Peano o Russell. Lo que
decir, quien tiene esa respuesta que sería una respuesta otra que no varía, sin embargo, es el h echo de que en todas las escrituras
el semblante. En este sentido, 3x CI)x se puede leer así: existe lógicas siempre se trata de juegos de letras.
uno que sí tiene la respuesta. Esta es la impostura del padre. Lo que la lógica enseña, entonces, es que no se accede a lo
Si la posibilidad de saber todo sobre el goce es del orden de real sino que se lo inventa como escritura. Se lo inventa en la
la impostura, quiere decir que entre Sinn y Bedeutung existe el medida en que es a la letra a lo que siempre se arriba. Lo que le
ocurre a Freud, cuando en su búsqueda del sentido del sueño
mismo corte que entre saber y verdad. Frege opone, como dos
1¡ ·¡ de Irma ve -escritas en gruesos caracteres- las letras de una fór-
extremos, representación y significación y entre las dos coloca
mula química, es lo que sucede siempre: cuando se avanza hasta
el sentido. A partir de aquí se trata de avanzar de la representa-
el borde mismo del agujero de lo real, es al pie de la letra que el
ció n a la significación, trascendiendo el sentido. Pero desde el
sujeto se ve llevado. Se cae siempre sobre la letra porque la letra
¡n mto de vista psicoanalítico es necesario recordar, con Lacan,
es lo que hace borde al agujero de lo irrepresentable del sexo. Se
·:¡ ue no hay ninguna esperanza de alcanzar lo real por la repre-
cae sobre la letra, pero no sobre cualquier letra sino sobre esa
sentación. Lo real es inalcanzable por el significante y la tenta-
••4
letra sorprendente, insensata: la que surge cuando se vacía a los
:iva de acceder a él por el camino de la representación lleva
significantes de su poder de hacer sentido, de ese poder que es
:;iempre al fracaso. Por esto el falo, que designa por un lado el
poder esencialmente fálico.
~· unto límite del semblante que protege el misterio , es también
El lógico juega con el sinsentido de la letra -el fuera-de-sen-
e! punto en el que se puede localizar la imposibilidad de alcan-
tido del goce femenino- y lo trabaja; lo mismo pretende hacer
::ar lo real por medio de la representación. De ahí su relación
el poeta. Ambos se confrontan con ese goce enigmático que se
i:o n la impotencia: el falo es la "función imaginaria que encar-
materializa en juegos de letras, con ese goce que la poesía mís-
na la impotencia". 29
tica vuelca en un decir próximo al delirio: "Esas jaculaciones
Inalcanzable por medio del significante, sólo queda una
místicas, eso no es charlatanería ni verborrea, es, en suma, lo
;d terna ti va para abordar lo real: inventarlo. Para esto es preciso
mejor que se puede leer ... Agregar a eso los Escritos de Jacques
r.:"cordar que el síntoma es algo que se escribe a partir de lo real.
Lacan, porque esto es del mismo orden". 30
j nventarlo por medio de una escritura que es posible elaborar
Que Lacan considere sus escritos del mismo orqen que la
cuando se avanza del Sinn a la Bedeutung, a contra-corriente del
poesía mística no es sino la admisión de que intenta ac~rcarse por
.• :e ntido, hacia el fuera-de-sentido, del saber que no se sabe él
la letra al goce del Otro, y esto porque la letra es lo único que per-
m ismo y que es lo no sabido del sexo, ese saber ignorado que es
mite alguna aproximación en la medida en que hace borde a lo
('. ! núcleo de lo inconciente, lo reprimido primordial.
incomprensible, a lo que trasciende el sentido, a lo fálico.
¿Cómo ir hacia ese saber? En su búsqueda de la verdad, Frege
Producir la letra es, por otra parte, el modo de llegar a des-

,., Jacc¡u cs Lacan: "11\(rod ucri on a l'cdition allemande d'un premi er vo lume
,:,·s Éc rirs", en Sci/icl't N º 5, !-'. d. d u Seuil, Paris, l 975 , p:íg. l l . l
i
·"' J:icc¡ ucs
p:íg. 7 1.
La o n: le Séminaire, Livre XX: Encare, Ed. du Seuil, Paris, 1975 ,

t
130
13 1
'
' .

. L
f°>
r, '·

cubrir que la pregunta misma por la "es pecifi cidad " del goce de 7
la mujer es co nsec uencia de un eq uívoco fund amental, un equí-
voco inducido por el lenguaj e y la pree minen cia del fal o: la idea
de que hay dos sexos , uno ele los cuales , el ma sculino, busca su La conquista del falo
complem ento en el o tro, el femenin o, que si empre se le esca-
bulle y cuya "esencia" pretende atrapar. Toda respuesta a la
naturaleza del goce femenino es, en este sentido, producto de t.r:
un fantasma esencialmente fálico que trata de dar consistencia
a ese Otro sexo, quien aparece como misterio insondable; darle
consistencia para asegurar finalmente la posibilidad de la rela-
ción sexual.
.; .

"M asculino y femenino" son, ante todo, significantes, e :;


decir, elementos de carácter opositivo, relativo y diferenciai.
El psicc¡ianálisis va en sentido opues to al fantasma pues al Nada pueden significar por sí mismos, sólo su posición en un a
mostrar la ;!ise ncia de relaci ón sexu al no busca dar consistencia es tructura -que implica un conjunto de relaciones- puede deci-
al Otro sexo sino que sigue lo que el lógico y el poeta enseñan: dir por su sentido.
allí donde el Otro se sustrae, donde no hay posibilidad de fijar- Para Freud, masculinidad y feminidad no son característi-
lo, localizarlo, allí donde impera el sinsentido no hay sentido cas que definan a un sujeto desde el comienzo de su vida, n o
que pueda eliminarlo, sólo una escritura es posible, una escritu- son puntos de partida sino de llegada. Se llega -o no- a ser
ra que hace cerco en torno al aguj.ero cuya ex-sistencia ya no se hombre o mujer, pero no en virtud de una constitución anatÓ··
disimula. Una escritura que no devela el misterio pone más bien mica -anatomía no es destino- sino de los avatares de una his-
'
de relieve que el goce del Otro, que al sujeto se le escabulle, es toria con otros, de una historia en el campo del lenguaje. Do,<;
finalmente el núcleo mismo de su ser en la medida en que la ver- tesis esenciales, la ausencia de un objeto predeterminado de la
dad que lo habita es la de ser Otro que todo aquello que puede pulsión y la existencia de la sexualidad infantil, son básicas para
representarse, Otro radicalmente inasimilable a cualquier otro. justificar tal punto de vista.
Entonces, la pregunta por el goce de la muj er es, en último El cuerpo sexuado es anatomía capturada por un orden sim -
término, una pregunta acerca de aquello que soy allí, allí donde bólico. Desde el momento crucial de su encuentro con la histe-
nada hay que me represente. El poeta y el lógico lo han sabido ria, Freud se confronta con el hecho de que el cuerpo humano
siempre de alguna manera. El psicoanalista toma el relevo de es un cuerpo que sufre, desea y goza en franca transgresión co n
ese saber inarticulable para interrogar, a su vez, desde el lugar toda ley natural, un cuerpo atravesado por el lenguaje, la estruc-
del goce enigmático, a aquel que le dirige su pregunta."6i tura que al humanizarlo también lo desnaturaliza.
No hay, para Freud, cuerpo sexuado antes de su captura po r
una estructura que, a partir de Lacan, puede decirse que es b
del lenguaje. El concepto de estructura es fundamental para
pensar la relación masculino-femenino porque nos enseña qu e
cualquier término que se aborde d ebe definirse en función d e
su lugar en un conjunto. Con esto se echa por tierra roda pre-
tensión esencialista: nada se define por sí ni se representa por sí

132 ' 133


mi smo de modo que la vieja metafísica de lo idéntico consigo De esta manera "ser" hombre o mujer dependerá ante todo
I'1 Ísmo -metafísica q ue postu la un principio de ident id ad segú n de la identificación con uno de esos signifi ca ntes es pecíficos y
,,¡ cual las cosas poseen una esencia que perdura más allá de de la asimilació n en el plano imaginario de los diversos signifi-
dónde, con quién o con qué estén- sufre un cuestionamiento cados que ellos evocan. Es cierto que existen, en el plano bioló-
1:1 dicaL gico, anatomías específicamente masculinas y femeninas pero la
Di cho principio de identidad -que considera un sujeto diferencia entre los sexos -y, por consiguiente, la definición de
!1 0mo gén eo , idéntico a sí mismo, un sujeto que nunca podría cada uno de ellos- sólo existe en tanto tal para el ser humano
s<~ r otro- es puesto en entredicho por el psicoanálisis al enten- como consecuencia de la diferencia significante que se impone
cl er que el sujeto no puede definirse ya como idéntico a sí sobre el cuerpo.
1nis mo pues está radicalmente dividido por su subordinación al Conviene recordar que lo que define al significante es su
lv nguaje, Es te suj eto dividido con quien el psicoanálisis opera diferencia con otro, de tal mod o que la diferenci a significante
l '> aqu él que, más allá de su ilusió n de se r siempre el mism o, es es constitutiva del lenguaje y, por lo tanto, de la cultura.
m ro del que cree: sujeto dividido en tanto efecto del lenguaje Diferencia, por otra parte, implica falta: cada uno de los signi-
c¡t te ha bla en él. El concepto de inconciente forjado por Freud ficantes del lenguaje sólo se define por el hecho de no ser el otro,
es el nombre de esa determinación del sujeto por el lenguaje, es decir, por lo que le falta .
¿Cómo podría hablarse, entonces, de identidad, en cual- La falta no existe en el plano de lo real biológico, es intro-
cr uier aspecto que se trate, incluyendo desde luego la multi- ducida por el significante. Ni al cuerpo del hombre ni al de la
¡ , iencionada identidad sexual? ¿No resulta significativo elhecho mujer le falta algo si se lo analiza desde el punto de vista bioló-
e!:: que Freud nunca haya formulado definicion es acabadas de gico. La falta surge desde el momento en que ese cuerpo bioló-
t:· rmi nos co mo masc1dino y femenino, adverti do por su pdcti- gico es apresado por e[ orden simbólico para hacerse hum ano y
c t misma del hecho de que cualquier defi ni ción hubi era si gni- sexuado.
fi,; ado una recaích en es:is co ncepciones esenciali stas que él Aho ra bien, es precisa mente porque hay fa lta, falta ge nera-
r:1Ísrno puso en entredicho ? d a por la existencia del orden simbó li co, que hay falo. El falo es
Es indudable que con el psicoanálisis se derrumba la noción ese significante cuya existencia es resultado de una considera-
p ;; icológica de identidad basada en el viejo principio filosófico ción puramente lógica, es ese significante que -considerado en
e Ci e asigna a cada cosa una esencia que le es "propia e inmuta- el plano simbólico- señala el lugar de la falta a la vez que
!:: l~". Esto no significa que la identidad desaparezca en cuanto -tomado en la dimensión imaginaria- sería el que viene a col-
o l sino que es necesario considerarla un efecto imaginario de marla.
e l: termin aciones simbólicas. Las identidades no so n sino meros No hay erotizaci6n del cuerpo sin corte, marcas, huellas del
s: mblantes, consecuencias de identificaciones que constituyen Otro. En este se ntido el sexo es sección, separación, perforación
del cuerp o p or el significante que deja ~sas. rrazaj lbmadas
1
:1 suj ero y lo co nducen a posicionarse de :ilguna manera fren te

:1! O rro q ue es el ord en del lenguaj e. Este O tro asig na lugares, zonas erúgen:ts . El hlo es eso con que el stg111fiont¡~ marca al
:•nt.e rndo el de hombre y mujer, lugares qu e van acompafi aclos cue rpo in scribiéndolo en la difere ncia d e los sexos, es Lt castra-
c' c un conjunto de representaciones que los sujetos adoptan ció n y lo que en el plano imaginario podría an ularla.
ce rno propias para es tablecer así una relación imaginaria con Así, hombres y mujeres tendrán que d efinirse como tales en
s .ts condiciones de existencia, función de la diferencia instaurada por la existencia del signifi-

134 135

r
L
cante, es decir, tomando una posición específica en relación con
está dotado de una relativa potencia -limitada por la ley d e
el falo. Las imágenes, los modelos, los estereotipos de lo mas-
i
detumescencia- impone al hombre una exigencia que no tiene
culino y lo femenino son testimonios de ese posicionamiento. ;¡·:,.. lugar para quienes no lo tienen, una exigencia que podría for-
Las respuestas habituales a las preguntas acerca de lo que
mularse en téfminos de "estar a la altura de". ¿A la altura de
significa ser hombre o mujer generan constantes equívocos por-
qué? Precisamente de ese falo omnipotente que aseguraría un
que se parte de la idea de que existe una simetría entre los sexos,
goce sin límites, no sometido a la castración.
de tal modo que cada uno de ·éstos sería exactamente lo que el
En Las fantasías histéricas y su relación con La bisexualidad,
otro no es, el complemento exacto del otro. En este sentido, el
Freud precisa que "[ ... ] en los varones [las fantasías son] d e
concepto de falo vie11e a romper con toda concepción de sime-
naturaleza erótica o ambiciosa''. 1 Por otra parte, en Carácter y
tría o compJlementariedad en la medida en que plantea que cada
erotismo anal señala el lazo que existe entre la ambición y el ero-
uno de los-!exos permanecerá siempre en falta en tanto despro-
tismo uretral. 2 La ambición mencionada en el primer texto
visto de ese falo cuya presencia implicaría su "completud"; tam-
como característica de lo masculino resulta entonces la mani-
poco podrá encontrarlo en el otro que aparece marcado por la
festación de una fantasía de tipo uretral, hecho por el cual ten-
castración.
drá un carácter eminentemente fálico. Un juego infantil lo
Desde 1923, con su muy controvertido concepto de "fase
puede ilustrar: el típico desafío que el niño dirige a los otros: "A
fálica", Freud dejó claro que el falo debe considerarse como ver-
ver quién orina más lejos".
dadero operador de ese corte que produce el sexo. En esa fase En efecto, ll ega r lejos, at ravesar el espacio, conquistar l:Ítu.··
fálica el pene aparece como una presencia que bien podría no los y embl em as que en última insta ncia va a o frendar a la dam a
estar, es decir, una presencia sometida a las leyes de lo simbóli- son manifestaciones de una posición específicamente masculi -
co. na respecto del falo. Para el varón se trata de obtener esos
El falo es, por ello, una premisa básica para la constitución
emblemas como equivalentes simbólicos del falo imaginario
del sujeto sexuado. Pero "ser el falo", ser aquello que nulificaría
que ofrecerá a la dama para hacer de ella finalmente ese falo que
la diferencia -y, por lo tanto, la falta- aparece como la "identi-
a él le falta.
dad" imposible. Sin embargo, a falta de serlo, siempre es posi- Hay en estas consideraciones una aparel1te contradicción :
ble aparentarlo: tal es la función de la "mascarada" femenina,
se cuestiona por un lado la existencia de presuntas esencias d e
destinada a provocar el deseo del ho1T1bre conjurando la ame-
lo ma sculino y lo femenino, pero -p o r ot ro lado- se sei1ala n
naza d e castración q ue el encue ntro co n el otro sexo actu aliza.
caracterlsticas específicas para una u o tra posici ó n. A fin de evi-
Más d ifícil qu e a pare n ta rlo rcsult;:i -en el plano imagin a ri o- ta r cie rto equívoco es necesario recordar q 11 c. en es te d iscurso,
tenerlo , me ta inalca nzabl e que se confundiría co n el acceso a hombre y mujer son significantes que solamente definen posi-
una potencia tal que podría hacer posible un goce no limitado ciones respecto de la diferencia y el falo. Posiciones que los suje-
por ley alguna, sea biológica o simbólica. tos pueden tomar sin concordar necesariamente, de manera
Sin embargo, este "tener el falo" en el registro imaginario
resulta la meta específica de la posición masculina, el Lrnico
camino que le queda ante la imposibilidad de serlo y la femini- 1 Sigmund Freud: "Las fantaslas histéricas y su relación con la bisexualidad'',

en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. IX, pág. 141.
zación que resultaría de aparentarlo. Por otra parte, la posesión
del atributo anatómico, el pene, que es instrumento de goce y
¡: 2 Cf Sigmund Freud: "Carácter y erotismo anal", en Obras completas,

.().morrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. IX, pág. 158.

136
137
.,
._,.

deseo del Otro como la vía para contar con la respuesta y hacer
tem·p oraria o permanente, con su sexo biológico. ele ese Otro su fa lo: así podría caracterizarse el síntoma del
De este modo se puede sostener que, por efecto del signifi- hombre, el síntoma que una mujer encarna, sínto m a que en sus
cante fálico, las posiciones de los sujetos en el plano estricta- manifestaciones variadas, que van desde la inhibición sexual al
mente imaginario se pueden distinguir del siguiente modo: donjuanismo desenfrenado, delata la incomodidad inherente a
mientras la posición femenina se define como un parecer, una
la posición del varón ..IÓJ
mascarada destinada a ocultar la falta y generar así el deseo, la
post ura masculina se caracteriza por un querer alcanzar el falo
¡n r::t adquirir as í la convi cción el e poseerlo corn o un modo es pe-
cífico el e anubr los efectos d e la castración sobre él.
Ahora bien, el falo -como La mujer, al decir de Lacan- en
un sentido estricto no existe. Lo que existe es solamente la dife-
:·encia en el plano simbólico, de la que el falo no es sino su
:11etáfora. De ahí que "querer alcanzar" el falo ll eva a un impas-
:e que es característico del erotismo masculino: el hombre no
'.~
p uede acceder más que a un semblante de fa lo y esto determi-
nará que la diferencia se mantenga siempre vigente, que el falo

~e ub ique siempre "más all á". Esta es la razón por la que el
n ~ omento del encuentro con una mujer es, para todo hombre,
v; de una pregunta sin respuesta posible: ¿será ella?, es decir,
¿será el falo?
Precisamente porque una mujer interpela a todo hombre
co n tal interrogante, Lacan va a decir que "para un hombre, una
r:1ujer es un síntoma'', 3 esto es, el lugar donde se sitúa la pre-
gtLnta por el deseo d el Otro. El síntoma, para recordarlo, es eso
q ne interroga siempre al sujeto por el deseo del Otro, lo que
a l re el lugar de la fractura, la grieta en sus respuestas "prefabri-
c iclas".
De esa afirmación de Lacan puede desprenderse una conclu-
sió n en torno a lo que distingue las posiciones especificas de cada
u 10 ele los sexos. La posición propiamente femenina sería la del
ir .errogante "¿qué quiero yo?'', en tanto que la postura masculi-
n:1 se definiría más bien por la pregunta "¿qué quiere ella?".
Saber lo que ella quiere, saber siempre imposible sobre el

' Cf Jacques Laca n: Le Séminaire, Livre XXI!!· Le sinthome, Ed. du Seui l,


Pa· i,, 2005, pág. 101.

139
138

1
r
8
~~
;•.~'
11:;

Saber de la mirada,
mirada de saber

E n el texto Televisión Lacan afirma que el mito es la "[ .. . ]


tentativa de dar forma épica a lo que se opera por la estructu-
ra". 1 El mito contiene pues un saber, saber de la estructura q Lle
es el lenguaje que a su vez estructura el inconciente.
El psicoanálisis no interpreta los mitos, extrae de ellos e:; (
saber que permite elaborar su propia teoría del sujeto del inco ll-
¡ ·•¡
t '· • ciente, sujeto escindido entre el deseo y el goce.
Medusa, una de las Gorgonas, es un personaje de la mi to -
logía gri ega que tran smite un saber so bre la angustia, el go o y
la castración al hacer presente un obj eto singular: la mira lÍ t,
objeto que se destaca en la máscara de horror de su aparien c!.l.
Ya el nombre de esta figura afirma una relación con el saber:
Medusa, Metis en griego, significa "soberana sabiduría feme n i-
na". Su imagen representa el misterio femenino al que los ho ni ..
bres no deben penetrar. Ella es la menor de tres hermanas, Lis
Gorgonas, hijas de Forcis y Ceto. Las dos mayores, Esteno y
Euríale, eran inmortales; Medusa era la única mortal entre Lts
tres y se representaba como un monstruo alado de garras afi Lt--
das cuya espantosa cabeza tenía serpientes en lugar de cabell o·;,
una lengua larga, dientes puntiagudos y, sobre todo, una mirn-
da penetrante que convertía a los hombres que la miraban en
piedra.
·~
' Esa cabeza será finalmente decapitada por Perseo quien .
para lograrlo, debió evitar mirarla directamente y guiarse por la

' Jacques Lacan: Télévision, Ed. du Seuil, Paris, 1975, pág. 51.

~ 141
-~

imagen reflejada en su escudo pulido. Sin embargo, Atenea, la Ahora bien, no obstante la importante indicación que él
di osa virgen, la recogerá para colocarla en su escudo a fin de ale- mismo nos aporta, para Freud el espanto causado por la Medusa
j :.i· a los hombres. es el de la castración, espanto li gado a la visión de al go. La
M edusa es sin duda una figura del Otro. Jean-Pierre an gustia sería consecuenci a de la vi sió n de esta c:ibez:i que él aso-
\ ..c' rna1H, en La muertt' en los ojos, afirma que sus ras gos provo- c ia d irecurn ent e co n el sexo de la mujer. En esce se nci do, lo que
< 11 "u n efccro d e inquieranre extrañ eza mons tr uo so que oscila él afirma se des prend e d e su res is b::ís ic::t que sosci ene - no obs-
l , rre dos polos: el horro r de lo terrorífico y lo ris ible de lo gro- tante al gunas difl cult:id es que él mi smo encuentra, como por
r : ) CO,, . .! ejemplo que esto no da cuent::l de lo que sucede con las muj e-
Es sabido que Freud escribió en 1922 un breve texto dedi- res- que la angustia es esenci almente an guscia de castración.
cado a es ta figura, texto que se publicó en forma póstuma en Fue necesario esperar a Lacan para advertir que la angustia
194 0. Asocia allí el terror a la Medusa a partir de la equivalen- no es un afecto causado por la amenaza de castración pues su
cia entre decapitar y castrar. El terror es directamente vincula- emergencia obedece más bien a la proximidad del goce que
do con la castración y aparece "cuando el muchacho que hasta determina la imposibilidad ' de aquélla. Más específicamente, la
entonces no había creído en la amenaza ve el gen ital femenino". an gustia es causada en el sujeco ante la posibilidad de encarnar el
P.:-i r otra parte, b multiplicación de "símbo los de l pe ne" ,.1 las obj eto real, caído del campo simbólico, que podría ser el objeto
i:<.·l'p ientes en lugar de c:ibell os, es una especie de co m pe nsación del goce del Otro. No es entonces la castración, la falta del Otro,
p .•r exceso de algo que fa lta; significa pues la castración. b causa de la an gustia, pues és ta es más bien consecuencia de que
Pero Freud no agota aquí el análisis porque señala también el lugar de esa falta esté ocupado por un objeto que se revela
q .! e, si por un lado la visión de la cabeza petrifica de horror como el reverso del sujeto, es decir, como el sujeto mismo hecho
tr: :nsformando en piedra a quien la mira, por otro lado petrifi- objeto del goce del Otro, absorbido por este último.
c:.. rse puede aludir también a la erección y esto sería entonces En el mito de Medusa la mirada de ésta provoca la petrifi-
u n consuelo del que mira: "[ ... ] posee, no obstante, un pene, y cación del sujeto que la ve porque, ante todo, él es mirado y,
se io asegura por su petrificación". 4 por lo tanto, concernido por ese objeto -el objeto mirada- que
La mirada fija y penetrante que es causa de horror lo es a la se encuentra en el lugar mismo de la falta de pene en la mujer.
ve¿ del deseo, de modo tal que aquella afirmación freudiana Ese objeto puede escribirse entonces as(:
cc. nstituye una vertiente esencial para la concepción lacaniana a
sobre la mirada como una modalidad del objeto heterogéneo -cp
ce 11 respecto al orden simbólico, objeto resto de la división del El relato del mito nos presenta, a la manera de la forma
sujeto causada por el lenguaje que simultáneamente encarna un épica, lo que opera estructuralmente para encuadrar la mirada
ge ce en exceso -irremediablemente perdido- y la causa del como objeto, muy diferente en este sentido de la visión.
cL. ::co. Se trata de una distinción fundamental: la visión, el ojo que
ve el objeto, está del lado del sujeto mientras que la mirada está
del lado del objeto. Esto significa que la mirada contiene algo
2
Jean-Pierre Vernant: La mort dans les yeux, Hachette, París, 1986, pág. 12.
3
Sigmund Freud: "La cabeza de medusa", en Obras completas, Amorrortu inaccesible para la visión pues cuando miro un objeto no sé, no
ed ito res, Buenos Aires, 1978, vol. XVIII, pág. 270.
' lbíd.
puedo saber, que éste ya está siempre mirándome de antemano,
J desde un punto en el cual no puedo verlo. Como ce Lacan : f
H::' 143
"En el campo escópico todo esd articulado entre dos términos se sin'ia entre el Otro y el sujeto , objeto qu e va a causar la d i'
que actúan de modo antinómi co; del lado d e las cosas está la sión del suj eto -como lo muestra la mirada de Medusa- enL :c
mirada, es decir, hs cosas me miran , y sin embargo yo las veo. angustia y deseo.
Así es corno se deben entender las palabras subrayadas con La cabeza de Medusa, con su efecto petrificante en los dc,s
tanta fuer+. en el Evangelio: Elfos tienen ojos para no ver. ¿Para sentidos señalados por Freud, conduce a vincular la hendidm;1
no ver qué? Precisamente que las cosas los miran a ellos". 5 palpebral con la del sexo femenino y permite así producir u;;,;
Toda imagen contiene un punto ciego, misterioso, desde especie de aforismo que parafrasea otro de Nietzsche y Lacai1:
donde nos mira. Así, hay un punto en el Otro que se puede la mirada es mujer. El ojo que ve la falta de pene está en pos'-
ubicar en el lugar de su falta y que puede llamarse objeto mira- ción de continuidad con el sujeto mirado por esa falta q ue
da, objeto cuya existencia es causada por el hecho de que no devi ene ojo. ¿No es precisamente, en el lenguaje coloquial, o/o
solamente el Otro no puede decir todo, tampoco puede mos- el significante que alerta de la inminencia de un peligro, es
trar todo. Nunca vemos directamente "eso", pero eso siempre decir, de una falta que está deviniendo ojo que mira?
nos mua. La mirada de la Gorgona se hace presente y deviene mo rí '_
La mirada es así el objeto que la visión no alcanza. Ésta la fera cuando la víctima la mira: es el momento en que las mi r·,_-
persigue, como Aquiles a la tortuga, con el afán de unirse a ella. das se cruzan para devenir una sola, el objeto de la pulsión escc.-
Pero visión y mirada, al igual que los personajes de la paradoja p1ca.
de Zenón, no llevan el mismo paso y el encuentro es imposible. La mirada del Otro que angustia al sujeto es esa mirada L: e
Además, la mirada sólo puede existir en tanto oculta porque si Medusa que toma el lugar de La mujer, el objeto que está en i:l
se develara al sujeto éste se des-cubriría, literalmente, es decir, espacio de la falta del Otro. Precisamente por esto es tamb i:'. n
perdería aquello que lo cubre y se vería entonces en toda la des- la mirada del Padre, el Padre primordial que en el mito creac'. o
nudez de su ser de objeto, ser de haber sido, desde siempre, por Freud es la prese ncia del goce y no la amenaza de cast r;;-
objeto del goce del Otro. ció n en tanto esta última, en su dimensión esencialmente si1;· -
Por esto hay una discordia irreductibl e entre la mi rada bólica, no puede inscribirse cuando el dominio de ese padre es
como objeto y el ojo del sujeto. La mirada indica el límite de lo absoluto.
que el ojo puede ver ya que en tanto objeto funciona como una El mito freudiano de Tótem y tabú muestra una dimensic-,n
mancha que desdibuja la transparencia de la imagen vista. estructural que es fundamental en la constitución del sujeto : d
Nunca puedo ver "adecuadamente", es decir, incluir en la tota- padre se desdobla. Por un lado está el padre que representa h.
lidad de mi campo visual el punto del Otro desde el cual él me ley, padre que puede asociarse con el ideal del yo en tanto pm.,-
mira. bilita el acceso al deseo en la medida en que como significanle
<,T,

La mirada se ubica entonces en el lugar de la falta del Otro, sustituye el goce primario de la madre. Por el otro lado está el
A, el lugar desde donde el Otro mira sin que el sujeto pueda a padre terrorífico, que se confunde con la madre que goza, fue;·:-
la vez verlo. Para Lacan esto otorga un lugar privilegiado a la te ese ncial de la an gustia.
hendidura palpebral como encarnación del objeto mirada que AJ1or a bien , esas características permi ten eq uip ara r a c.\ 1 e
Padre-el-goce con La mujer, de tal manera que la M edu' ,l
puede ser figurada por un personaje como el padre en su
' Jacqucs Lacan: Le Séminaire, Livre XI: Les quatre concepts fandamentaux de
La psychanalyse, Ed. du Seuil, París, 1973, pág. 1OO. dimensión de goce, personaje que materializa el superyó co rno

144 145
~-
¡.

im perativo de goce, es decir, de devenir el objeto del goce del porque, en última instancia, no existe. Y la mirada, esa mirada
O :·o , de ese Orro que s:ibe. de 1\1edusa no es sino un resto del encuentro siempre fallido
La angustia se refiere así al superyó porque es angustia ante co n él, un desec ho que ha tomado el lu gar de lo imposible.
la p resencia de esa mirada de saber puesta sobre el sujeto, ante En este sentido, con Lacan se puede recordar que "de hecho
la o:erteza de que el superyó tiene al sujeto "en la mira". En este la imagen del Padre Ideal (el padre que lo ve todo) es un fan-
se m ido Lacan afirma que no existe el buen ojo, con lo que hace tasma del neurótico'', a lo que agrega: "Más allá de la Madre,
referencia al llamado "mal de ojo", esa presunta capacidad Otro real de la demanda que se quisiera que calme el deseo (es
"sc.'.irenatural" del ojo de influir a distancia en virtud del poder decir, su deseo), se perfila la imagen de un padre que cerraría los
de 1::t mirada. En este sentido el temor a la mirada "fija" se expli- ojos sobre los deseos (un padre que los m antiene abiertos impe-
ca ,¡ se piensa que, en la medida en que ésta no se mueve, hace :i; diría entonces que estos deseos existan). Con lo cual queda
prc; ente un sin límites, el goce del Otro en el lugar de su falta, marcada, más aún que revelada, la verdadera función del Padre
goc::: del Otro que convoca al sujeto a darle cuerpo, darle su 1 que esencialmente es la de unir (y no la d e oponer) un deseo a
cu ~·r po .
la Ley". 7
Hay por lo tanto una enseñanza en el mito de Tótem y tabit ¿Por qué Lacan habla aq uí de un deseo y no de el deseo? La
que puede articularse con el de la Medusa para esclarecer lo que respuesta que se podría aventurar es que, en este contexto, el
sucede en el plano escópico. En ambos, la mirad a petrificante ~~
deseo es el de la Madre, con mayúsculas, deseo que en este caso
no se extingue con la muerte, por el contrario, se desprende del viene a confundirse con el goce de ella. Al relacionar la función
sujero para retornar como mirada gozosa del superyó que del Padre con un deseo Lacan parece aludir a la singularidad del
em;Juja al goce y por esto es causa de angustia. El saber de la 'r,..
deseo que implica separación respecto del Otro, contrapuesto al
mi 1~i da es entonces el del superyó que, parafraseando a Freud, goce en donde está en juego la absorción del sujeto por el Otro.
"lo ve y lo sabe todo". 6 Lo ve y lo sabe todo, podría agregarse, Sin embargo, el goce del Padre, la mirada de Medusa que lo
en r.:l ación con el goce. evoca, mirada superyoica de saber, permanecerá allí para seguir
i~s por esto que sobre este saber de la mirada omnividente causando la divi sión irresoluble del sujeto entre goce y deseo, la
cleb :· colocarse la tachadura que indica la falta para mantener Ja división que algunos saberes como el de la religión o la ciencia
esci ;ió n entre el ojo que ve y Ja mirada que tiene el lugar de pretenden eliminar para mayor goce del Otro y que en el caso
objeto inaccesible. Esa tachadura es la que señala la pregunta del psicoanálisis es la escisión irremediable de la que un sujeto
acu ciante que un padre que sueña escucha de su hijo ya muer- podrá siempre surgir.llu
to e 1 la transcripción que hace Freud: "Padre, ¿no ves que estoy
ard i ~ n do?". Más allá del aparente reproche que allí se escucha,
es p reciso tomar en cuenta eso que el hijo le señala al padre:
"No ves".
~foctivamente, el padre no ve, ningún padre puede ver
tod ( s:iber todo. El Otro no sabe y no goza; no sabe y no goza

':/ Sigmuncl Freud: "El yo y el ello", en Obras completas, Amorrortu edi- 7 Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons-
tores. · :u enos Aires, 1979, vol. XfX.
cient freuclien", en Úrits, Ed. clu Seuil, Pari s, 1966, p;íg. 824.

146 147
9

Muerte y duelo en psicoanálisis


1

·t
L a muerte, dice Octavio Paz, "[ ... ] no tiene significación y
es esto lo q'u e nos deja indefensos ante ella. No podemos decir
nada frente a la que dice nada. La muerte es la insignificació 1
universal, la gran refutación de nuestros lenguajes y nuestras
razones" . 1
Una refutación del lenguaje sólo es posible porque éste ex:, .
te. Para el ser humano la muerte no es un hecho puramen te
!¡•
~ :i' biológico, es un acontecimiento simbólico; depende del len-
guaje porque sólo a partir de la existencia del lenguaje y de S.l
función eminentemente representativa cabe la posibilidad ele
concebir un irrepresentable. Existe la palabra muerte, sí, pero
no es posible decir qué es; ante ella el discurso se topa con u:.1
límite irrebasable. La muerte evoca el silencio y a él nos convo ··
ca; ante su presencia la palabra revela su insuficienci ~ ..
Insuficiencia frente a aquello que puede definirse como par <i ··
digma de lo innombrable, de lo que escapa al campo de lo arti -
culablc en el lenguaj e; paradigma de eso que Lacan llama fo ret.d
y define como lo imposible, imposible de inscribir en el orden
sim bólico.
Enigmática, la muerte abre un hueco en el sistema de sím-
bolos que organiza la vida de los sujetos; pone al desnudo la
incapacidad de este sistema para decirlo todo, lo muestra en
falta, incompleto, ahuecado. El psicoanálisis ha revelado ·que,
para todo sujeto, hay preguntas que no tienen respuesta en la

1
Octavio Paz: Xavier Villaurrutia en persona y en obra, Fondo de Cultura
Económica, México, 1978, pág. 18.

149
di mensión de la palabra: ¿qué es la muerte?, ¿qué es un padre?, puerta de entrada al orden simbólico. La muerte es así el precio
¿ :ué es lo que posibilita la relación de un sexo con otro? ¡¡ que es preciso pagar para trasponer el umbral de entrada a la
P reguntas que mueven a los sujetos en su búsqueda incesante vida, es el límite que no se inscribe dentro de ésta pero que
cL: una respuesta: esto es el vivir. El encuentro nunca logrado encarrila aqtiello que la sostiene: el discurso. Con su despliegue
e i n la respuesta que apacigüe la inquietud siempre despierta es de cadenas significantes que bordean lo indecible -que borde-
e testimonio de la radical inadecuación del ser del hombre en an aquello que no puede articularse en imágenes y palabras y es
S !l mundo. nombrado lo real traumático que convoca a gozar del vértigo
La existencia de la representación es consecuencia del len- del abismo, más allá de toda consideración por el bienestar y el
g .. taj e, que produce a la vez la dimensión de lo irrepresentable. equilibrio- el dis curso ordena la vida. Ordena ante rndo resistir
F! 0 rden simbóli co no lo asimib todo a sus redes; q uedan siem- a la tentación del abi smo, que no es un vacío exterior al sujeto
p : .· res iduos, restos del proceso ele simbolización. L::i. palabra, sino interior, efecto de la pérdida de parte de sí mismo que es
di\ e Lacan siguiendo a H egel, es asesina de la cosa: desde el condición para estar en el mundo. En torno a este hueco de la
n« .> mento en que se cuenta con la palabra la cosa queda fuera subjetividad la historia se organiza como una serie interminable
d C'! universo de representaciones. de rodeos que buscan cercarlo, como el intento renovado y
Pero como "no hay crimen perfecto", este "asesinato" deja siempre fracasado de decir lo imposible y reencontrar lo perdi-
llli resto, un residuo que queda excluido de lo simbólico y
do.
n t..n ca desaparecerá. Más bien llama, atrae, interpela. Freud lo El deseo humano es así causado por una pérdida, por la
denominó pulsión de muerte, "más allá" de la vida en su entrada de la muerte en la vida. Lo que se pierde deja su huella
di rnensión puramente biológica causado pór el hecho de que la de dolor y angustia, y este es el trasfondo del deseo. De ahí que
vi d:t hum:rna sólo es tal subordinada al símbolo. D e modo que, el mundo deba cubrirse de un velo que funcione como panta-
in l·. ;:renre a la palabra mi sma, la muerte no es el punto fina l de lla para otorgar a los objetos el atractivo que permite que el
la "ida; está en ella desde su inicio mismo, fiel e inseparable deseo se dirija a ellos en la medida en que la dimensión horro-
co mpañera de la vida, certeza absoluta, ella sí irrefutable; som- rosa de la pérdida que evocan queda oculta. Belleza es uno de
br: que no deja de seguir los pasos del cuerpo desde el momen- los nombres privilegiados que recibe este velo cuya naturaleza,
to •. :· n que éste se constituye como humano y, por lo tanto, como lo señala Lacan, es fálica.
sexu ado, bajo la luz que el símbolo proyecta. El falo es para el psicoanálisis el velo que enmascara los
El lenguaje organiza el mundo que habitamos y por esto no objetos y conduce el deseo lo más lejos posible de aquello que
hay entrada en él sin pérdida. Por su naturaleza misma la repre- verdaderamente lo causa; velo indispensable cuya presencia
se n! :i.ción implica exclusión: desde el momento en que organi- exige distinguir dos significaciones diferentes del término obje-
za : l universo, algo queda afuera de ella. No hay entonces suje- to. Éste es, por un lado, el objeto libidinal, ese objeto más o
to ~:i n pérdida; ésta lo instituye como sujeto de la demanda, menos idealizado en la medida en que el velo fálico lo rodea y
suj f. to que corre por los carriles abiertos por el lengu:i.je en pos permite así que el deseo apunte hacia él; por otro lado, es el
del :)bjeto inalcanzable, el objeto que todos los objetos que con- objeto perdido, el ab-jectum señalado por la etimología, lo arro-
cita n su interés evocan, ese objeto que pueda resarcirlo de lo jado fuera, fuera de los límites del mundo simbólico y, por lo
origin ariamente perdido. tanto, in-mundo, ab-yecto, objeto que en su radical impudicia
La pérdida en el comienzo es simultánea a la apertura de la causa el deseo.

150 151
.,.
r··

Este ob1to es lo que no debe aparecer, lo que tendrá que ser


.!i'
\

to cuyo valor radicaba en ocultar de alguna manera la pérdích


velado para que la comedia del deseo pueda continuar; su deve- fundante, el trabajo del duelo consiste esencialmente en rec:. ·
lamiento en cambio causará Ja tragedia. La comedia humana brir con el velo fálico el objeto horrible que en ese momen ·..)
tiene por regla básica la exigencia de que el deseo sea conduci- despunta. ¿No se habla de "velar al muerto"? "Velar" que dc l;e
•.. ,..,

do por un señuelo; es por esto esencialmente fálica porque el entenderse en los dos sentidos que el verbo contiene .
falo es ese término último que sostiene las significaciones evi- La exigencia de ocultamiento es evidente si se toma
tando que éstas se hundan en el vado del sinsentido. cuenta que la ruptura de una relación, la muerte de un ser q u
Como dice Lacan, el falo no es un fantasma, ni un objeto, rido o cualquier pérdida significativa, tiene como consecuen c: :i.
ni un órgano. Es un significante, "[ ... ] significante cuya fun- que el otro hasta entonces más o menos idealizado, protegi ch
ción, en la economía intrasubjetiva del análisis, levanta tal vez el ¡;· por el velo, queda en ese momento bruscamente "develad o" ,
i.I
velo de la que tenía en los misterios", "[ ... ] no sin razón tomó despojado de la máscara fálica; su naturaleza cambia radic:: -
Freud su referencia del simulacro que era para los antiguos". 2 El mente: ahora que la pantalla que ocultaba su verdad ha desap :: --
falo tiene un lugar esencial en el campo del lenguaje donde es el recido sólo quedan sus así llamados restos mortales, caídos cl::l
significante que viene a ubicarse en el lugar mismo de la simbo- mundo simbólico donde tendrán que reencontrar su sitio.
lización imposible, en el lugar del hueco que se abre en el orden El trabajo del duelo apunta así a reinscribir este objeto red
simbólico por la falta de saber acerca de lo que es la relación en lo simbólico y en lo imaginario, a regresarle su vestimen ': ,
entre los sexos. Algo le falta al lenguaje: un significante que per- su investidura libidinal, su representación. La pérdida real ti c::.:
mita inscribir hombre y mujer como complementarios e impida que transformarse en pérdida si 111 bólica e imaginaria por .:t
que entre ambos se dibuje la presencia inquietante de la muerte. intervención del falo. Por esto el duelo es el trabajo -"erótico" -
Este imposible debe permanecer oculto para que la vida tenga de restablecimiento de la dignidad fálica y sus características .·;e
algún sentido y es gracias a que cualquier significante puede lle- asemejan a las de la sublimación, que Lacan define como "el . ·
gar a producir Ja significación de evocar esa relación entre los var el objeto a la dignidad de la Cosa".
sexos imposible de escribir que el objeto impúdico que causa el Trabajo de reinstalación del velo, el duelo se inscribe en r:[
deseo desaparecerá bajo el velo de las significaciones. El falo espacio que puede designarse como "entre-dos-muertes'', esp ,1 ..
recubre así con su velo púdico -que en algunas ocasiones se con- cio de pura pérdida que se localiza entre la muerte real y su si n1 -
funde con el vello púbico- el objeto miserable. bolización, espacio cuya aparición es insoportable porque co r; ·
El señuelo fálico es indispensable y la continuidad de la vida fronta al sujeto con su deuda esencial hacia la cultura. Deu<.;a
exige que todos seamos engañados por los efectos del lenguaje. con el falo que debe ser reinstituido en todo su valor cuando la
La pérdida originaria es condición para que hombres y mujeres muerte pone en entredicho su eficacia. No por casualidad se
celebren sus bodas con el falo, guía esencial en la búsqueda denomina deudos a los allegados del muerto: a ellos les corres-
incansable de objetos que orienten el deseo hacia la meta de una ponde ante todo el pago de esa deuda, pago esencial para ase-
satisfacción plena siempre inalcanzable. gurar la continuidad de un orden que requiere para su funci o-
Es por esto que, cuando se produce la pérdida de un obje- namiento de las máscaras y los semblantes.
Quien sobrevive se enfrenta al deber de colmar de algu na
'''.¡:
2
Jacques Lacan: "La significación del falo", en Escritos 2, Siglo Veintiuno
manera ese agujero que la muerte abre, de sepultar ese resto, d
editores, México, 1994, pág. 669. cadáver, que tendrá que quedar oculto bajo una inscripció .1

152 153

l
simbólica destinada a hacernos olvidar, dentro de lo posible, la
presencia de ese excedente que cuestiona el imperio del orden y
Lt ley. Orden y ley del lenguaje que nada quieren saber de la
existencia de un inexplicable, h muerte, que viene a cuestionar
sus fundamentos .
Se comprende así que en toda cultura el trabajo del duelo
u ~· up e un lu gar esencial, regbm entado bajo la fo r m a d e ritual es
·-:r:ablec id os qu e d ebe n c u m plirse esc rupul osam en te . Só lo de
~.;r a rn :rn cra la com ed ida d e b s relacion es interh u rnana s puede
,;roseguir. Se tratad siempre ele restituir el falo, como b sabi-
•.lt~ ría popular lo expresa con una senci llez y claridad notables:
III
"-:¡ muerto al pozo y el vivo al gozo" . El vivo, el sobreviviente,
d .:be volver en efecto al goce, a un goce que es el del culto al
Lil o. Volver al goce de la producción y sostenimiento de los
velos y las máscaras, tarea indispensable para seguir ignorando Clínica del sujeto
l:l verdad, una verdad cuya presencia sin velos si gnificaría el ani-
.:u ilarni ento de la vida.
El falo tiene que hacer pantalla a la verdad para que ésta no
s:;:ga a la luz porqu e, como lo señala Nietzsche, "bajo la
infl uencia de la verdad contemplada el hombre no percibe ya
por todas partes más que lo horrible y lo absurdo de la existen-
ciJ" .P-':u

154


¡
T"
1
10
l
t· . El sujeto del fantasma

E l concepto de sujeto en psicoanálisis supone la rel ación ele


este t'dtimo con el fantasma como elemento fundamental que io
define.
A este respecto es importante abordar la discriminación q i:i:
se encuentra en Lacan -quien se apoya para esto en los texto.;
• Ir~ ¡
freudianos, así como también en Melanie Klein- entre fantasLi
y fantasma.
En las versiones de la obra de Freud en castellano el térm i-
no fantasm a aparece muy pocas veces porque los traducto r<. :;
han vertido Phantasie como fantasía. Sin embargo, por las razo --
nes que se van a exponer, fantas m a es el término más ad ecuad ··;
en nuestra lengua p ara nombrar ese concepto . Tambi én el tn --
ducto r al cas tell ano d e los Escritos de Lacan escribe fa ntas ía ali '
do nde Laca n emplea el término fr ancés fantas me, que deberfr
entenderse más correctamente como fantasma.
Este concepto es un pilar fundamental de la teoría psicoa ..
nalítica y, para su elaboración, Lacan no sólo toma el texto fre u-·
diano como referencia sino también -en textos como La direc--
ción de la cura y los principios de su poder- la concepción klei-·
niana de la fantasía que, para la autora inglesa, tiene un lugar
esencial en su teorización.
D e hecho, la distinción entre fantasía y fantas ma p uede ela-
borarse tomando en cuenta los planteamientos de Susan Is aacs.
discípula d e Melanie Klein, en su conocido artículo Naturalez,,:
y función de la fantasía. 1 Allí intenta dar cuenta de una dimen-

' Cf Susan Isaacs: "Naturaleza y función de la fantasía", en Desarrollos en psi ..


coandlisis, Ed. Hormé, Buenos Aires, 1962, págs. 121-130,

157
si ()n diferente a la de la fantasía entendida como ensoñación una grafía especial para distinguir los niveles de la fantasía: la
p1•x onciente -lo que Freud llamaba sueño diurno- sostenien- escriben con ph, en una referencia al griego, cuando se trata de
d () que hay algo distinto a esa ensoñación que la psicología vin- la fantasía inconciente, y con f cuando se refieren a la fantasía
c, l:i con la función de la imaginación. Susan Isaacs afirma que tal co mo se habla de ella en el len guaje coloquial, por ejemplo
e' ~ o nce pco de fontasía es tá fundamentalmente relacionado con cuando se dice "ten go esta fantasía" .
lo> sueños diurnos; se aplica por lo tanto a las fantas ías con- Así es como la corriente kleiniana distingue las fantasías
ci : n tes, pero alude también a otra dimensión que podría enten- inconcientes de los sueños diurnos concientes, definiendo a la
d c1se como un nivel inconciente del fantasma. primera como el "contenido mental inconciente que puede
Se sabe que Freud no desdeñó el fenómeno de los sueños hacerse o no conciente". 3 Lo decisivo es que, desde este punto
d iurnos pues les dio un lugar muy particular: afirmó que estos de vista, la fantasía comienza siendo inconciente y puede des-
s:m conciente-preconcientes en cuanto a su ubicación tópica pués devenir o no conciente. Lacan coincide en alguna medida
d en tro del aparato psíquico, pero su génesis no se halla en la con esta concepción porque sostiene que, más allá de las dife-
cr:; iciencia. Esto significa que, cuando se dice que el sujeto rentes fantasías que el sujeto puede "elaborar'', hay un a dimen-
,·. ntasea", que tien e ensoñaciones con cierro contenido, su sión inconciente para la que se empleará de manera específica
¡ , Jtivació n no está en la conci encia, es inconciente. Hay enton- el término fantasma. Éste se define como un aspecto inherente
e._·,; un !:izo muy estrecho entre estas ensoñaciones, estas pro- a la subj etividad en tanto el sujeto es efecto de l::i cadena signi-
ci 1 tcciones de lo que se llama la imaginación y lo inconciente. ficante que lo produce como tal.
L 1 otros términos, la causa fundamental de esas producciones Por definición, el significante no puede definirse sino como
es d fantasma inconciente. un elemento que forma parte de un conjunto, una estructura
Hay que recordar que a estas fantasías ligadas al fantasma que preexiste al sujeto, quien se constituye como tal en tanto
Ct 1idamental Freud las compara con lo que él llama una reserva
1 efecto de la articulación de al menos dos significantes. El suje-
n: rural; algo que debe permanecer intocable, sobre lo que tam- to dividido, el sujeto del inconciente, es efecto de la relación
b . 11 se debe mantener reserva. De modo que si el fanrasma se entre dos significantes. Efecto del significante, el sujeto no
d . ine como una reserva, los sueños diurnos del sujeto no co ns- puede existir más que representado por un significante para
r, , 1 :ye n producciones irrel evantes aun cuando su localizació n otro. Es lo que indica la definición de Lacan: "Un significante
S•. ; lo conciente-preconciente. El vínculo entre las fontasías y el es lo que representa al suj eto para otro significante".
L irasma inconciente es muy estrecho pues las primeras se gene- Así, el suj eto puede definirse tambi én como lo que falta,
L : :·, en este último. como una ausencia en el campo del significante pues desapare-
Incluso la concepción kleiniana del fantasma distingue un ce, se borra, queda en fading bajo el significante que lo repre-
n ; ,,el inconciente de la fantasía; así lo señala Susan Isaacs: "[ ... ] senta. Es lo que se llama carencia en ser del sujeto, consecuen-
b ·: descubrimientos de Freud pronto lo condujeron a recono- cia de la representación por el significante. Lo que al sujeto
ce · Ja existencia de fantasías inconcientes". 2 La palabra "incon- siempre le falta es el ser porque el significante no puede decir-
ci en te" es fundamental en el uso que le da esta autora si se lo, sólo puede representarlo sin poder decir lo que él, en tanto
recuerda que tanto ella como otros analistas ingleses emplean sujeto, es. Aquí se encuentra la razón de esa pregunta que es la

l !bícl ' !bíd.

158 159

1
l
.~~
.· · 1i:~ . ·~
• -¡ -~;-'.

· ·:~¡

pregunta del sujeto: ¿qué soy ahí, ahí donde sólo estoy repre- desfallecimiento, de un desvanecimiento, algo otro que el sig-
se ntado? Pregunta del sujeto en los dos sentidos del genitivo nificante viene a soste nerlo: el sujeto se "fija" a un objeto ;:
del: el objetivo, es decir, la pregunta que el sujeto hace, y el sub- causa de la imposibilidad inherente al Otro de responder a su
jetivo, esto es, el sujeto mismo es pregunta.
pregunta: ¿qué soy ahí?
Esta pregunta por el ser es nuclear en la subjetividad y está Así es como se va a constituir el fantasma: Lacan lo articu-
en la base de la producción de lo que Lacan llamó su única la como la relación entre ese eclipse del sujeto que desfallece por
invención: el objeto a. ¿Cuál es la razón de este concepto? El la ausencia del significante que diga su ser y el objeto que lo res-
hecho de que el significante es insuficiente como sostén del suje- cata de ese desvanecimiento tal como lo muestra la fórmula co n
to porque el soporte que le proporciona es precario: abre siem- que se escribe: ($0a) . Este es el materna que indica el lazo del
pre la pregunta por el ser, pregunta que queda abierta porque sujeto que se desvanece por la ausencia del significante con un
ningún significante puede decirlo. Algo falta en el campo del sig- objeto que d e alguna manera lo rescata. De este modo la falta
nificante, en el Otro. En el seminario El deseo y su interpretación del Otro, S(A), puede "positivizarse" en tanto el fantasma le
Lacan señala que no existe el Otro significante, el que pueda res- proporciona al sujeto una respuesta acerca de lo que el Otro
ponder por lo que soy, y esa falta es lo que él escribe como S(,A.). desea, es d ecir, acerca de aquello para lo que el Otro no tiene
Al interrogante acerca de cuál es específicamente el signifi- respuesta. Esto es lo esencial: la existencia d el fantasma implica
cante que falta en el Otro es preciso responder que esa falta la posibilidad de una respuesta por el deseo del Otro, lo que
tiene una connotación muy singular porque no se trata aquí de permite al sujeto asumirse en un lugar m2.s o menos estable y
un significante que debería estar y, por alguna razón, no se evitarle hasta cierto punto la angustia pues ésta surge cuando se
encuentra. Es más bien un significante que falta por una razón enfrenta con la falta del Otro, falta que provoca la pregunta po r
estructural, inherente a la condición misma del significante lo que éste quiere de él, "¿qué me quiere?" .
como representación, lo que implica la imposibilidad de uno, El fantasma posibilita que, ante esa pregunta, el sujeto
el significante específico del ser. tenga un a respuesta. Una respuesta que está allí antes qu e la
Esto quiere decir que hay algo que escapa a la representa- pregunta pueda aparecer. Es lo que explica esa dimensión auto-
ción, algo del sujeto no cabe en la representación. En cierta erótica, m ast urbatoria, del fantasma: mientras éste opera con
dimensión el sujeto es irrepresentable, y allí donde es una cosa cierta eficacia el sujeto puede "arreglárselas solo". Incluso el
diferente, un elemento heterogéneo con respecto a la estructu- objeto "externo" con el cual puede buscar la satisfacción tiene
ra significante, algo tiene que venir a colmar esa ausencia. Pero forzo samente que incluirse en el fantasma para adquirir algún
a la vez que viene a colmarla indica el lugar de ella: es lo que
valor de goce para el sujeto.
Lacan llama el objeto, esto es, el objeto a, al que define en su A la pregunta por el deseo del Otro, el fantasma proporcio·
seminario El deseo y su interpretación como "el soporte que el na una respuesta. Por ella el sujeto se sostiene en la medida en
sujeto se da en tanto desfallece en su designación de sujeto". 4 que esta respuesta le asegura un cierto d esco nocimiento: ei des-
Allí donde nada del orden significante puede representar al co nocimi ento de la falta, la castración del Otro. S(f\), en efec-
sujeto, allí donde corre el riesgo entonces de una caída, de un to, puede leerse de diversas maneras: es la fa lta ele un sig11ifi .
cante en el Otro y también la castración entendida en el sent i-
' Jacq ues La can: Le Séminaire, Livre VI: Le désir etJon interpretation, clase del do en que és te carece de respuesta última para el enigma dci
8 de abril de 1959, inédito. deseo. Por otra parte también indica que el universo del discur-

160 161
' r¡.,
··rt
. . ...
¡,
,.
<¡·jr~'
¡;I ~r

:J
lt' con mis objetos y allí puedo hacer con ellos lo que quiero, de
i{
so está incompleto: allí donde la religión, para hacerlo comple- tal modo ,que todo aquello que no me atrevo a hacer en la rea-
w, coloca a Dios, y donde los sistemas en general -sean filosó- lidad lo hago en mi fantasma. No es una simple relación entre
li cos, ideológicos, políticos- Ltbican algún significante amo, el esos dos términos pues hay algo esencial que Lacan indica en La
psicoan<ilisis afirma que hay siempre un hueco, una falta. dirección de La ¿ura .. . , en un pasaje que sigue a una referencia a
El encuentro con esa falta tiene como efecto la angustia. Por la teoría de los objetos parciales de Melanie Kiein: "Pues esos
esto el fantasma tiene la función de poner al sujeto a resguardo objetos, parciales o no [los objetos kleinianos], pero sin duda
de aquélla, asegurándole el desconocimiento de la falta del i :- alguna significantes, el seno, el excremento, el falo, el sujeto los
"~"

O tro. Por otra parte, le permite también crearse una ilusión de ' gana o los pierde sin duda, es destruido por ellos o los preserva,
tí '. 5
a tttonomía porque, con el fantasma, estructura su mundo de tal pero sobre todo es esos objetos[ .. .]".
r -ianera que puede experimentar que es él quien lo organiza, El sujeto es también los objetos de su fantasma porque en la
e ctien decide, quien tiene la libertad, la autonomía para reali- medida en que el fantasma está en juego él es objeto. No hay
z::rlo. El sujeto desconoce así que él no se autoengendra sino pues un sujeto de un lado y del otro el objeto. En el fantasma el
que es engendrado más bien por el deseo de Otro, que está sujeto es objeto, se hace de alguna manera objeto. La afirmación
d eterminado por el Otro. Esto permite comprender algo de lo de que el sujeto es objeto en el fantasma alude de esta manera a
que Freucl trata con el concepto ele represión primordial: lo pri- que allí hay algo más que· una relación entre dos términos; seña-
mordialmente reprimido sería el sujeto mismo, el sujeto que cae la que el sujeto ($) es efecto del significante y, simultáneamente,
b :1j o el significante. La represión primordial implicaría que el objeto (a). Es lo que se puede leer en la conocida fórmula: ($0a).
." : jeto queda definitivamente excluido del significante; es por lo Sin duda esto subvierte toda consideración psicológica, filosófi-
r:1 nto, en el campo del significante, lo que falta en esa estructu- ca, antropológica o sociológica del sujeto. El sujeto también es
:· 1 De ahí que para el psicoanálisis el momento preciso en el objeto, afirmación que debe agregarse siempre a la más difundi-
que el sujeto aparece es aquel en que se produce una fractura, da y conocida que expresa que el sujeto es efecto del encadena-
ec :1 a grieta, uru falta en el discurso. Este es el caso del acto fa lli- rnienw significante. La relación entre sujeto y objeto en la con-·
do , el síntoma, el equívoco. La falla señala así el lu ga r del suje- cepción ele Lacan cuestiona de una manera radical las clásicas
1 o como ausencia porque cuando hay falla, el fantasma no ha dicotomías epistemológicas que ubican de un lado al sujeto y del
si d o lo suficientemente eficaz como para sostener una estructu- otro -enfrentado con él- al objeto. En éstas la pregunta que se
r ~: más o menos coherente, consistente. formula es: ¿cómo el sujeto conoce al objeto?, y es sabido que a
La escritura del fantasma que elabora Lacan pone en rela- lo largo de los siglos se han dado respuestas diversas. Lacan
cil'i n de una manera muy particular dos términos, el sujeto y el impugna esta dicotomía porque sostiene que, en primer térmi-
o .Jjeto, los dos personajes clásicos de las teorías del conoci- no, el objeto es un objeto perdido. El objeto no es esto que tengo
n ,iento en la historia de la filosofía. En apariencia hay una enfrente, no es un universo homogéneo y complementario del
~,e mejanza: en el plano descriptivo del fantasma -el de las enso- sujeto; es, ante todo, un objeto perdido, condición básica para
í . ;1:ion es o los sueños diurnos- se tiene la evidencia de que el que el sujeto se constituya como tal. El objeto está perdido, lo
, ·,: jeto es quien sueña, quien fantasea con ciertos objetos. Sin
·.· 11 bargo, el psicoanálisis subvierte radi c1lm ente esta concep-
1
' Jacques Lacan: "La dirección ele la cura y los principios de su poder", en
,;c",n pues muestra que no hay un suj eto po r un lado y un obje- Escritos 2, Siglo Veintiuno ed irnres, México, 2005, p;\g. 594 .
rc por el otro; no se trata de pensar que en el fantasma estoy yo
163
162
'. ·~

'~ ~~

que determina que el sujeto sea sujeto en falta. En falta porque


ese objeto es algo que en un primer tiempo mítico forma parte afirmar que, particularmente en el fantasma, hay identificación :
de él mismo, de tal modo que desde el momento en que está el sujeto es allí su propio objeto.
perdido, al sujeto no le queda otra alternativa para rescatarse en Esto deb e inscribirse en el contexto de la determinación d ci
su ser que la d e ser precisamente ese objeto. Es así como se sujeto por el lenguaje porque no puede haber fantasma al rnarge :1
implica el sujeto en el fantasma en tanto éste constituye el de ella. Esta determinación implica que el sujeto carece de auto·
intento de recuperar, de rescatar esa unidad mítica perdida. nomía: determinado, dominado por el Otro, no es amo sino m cí.~;
En este sentido, la afirmación de que el sujeto tiene un fan- bien esclavo. Ahora bien, el fantasma le permite, en algún senti·-
tasma o una fantasía sólo posee cierta validez en el plano pre- do, invertir esta situación porque está en la base de su creencia d l;
conciente y conciente. En lo inconciente, en cambio, el sujeto que él es quien elabora, maneja, mueve los hilos de los objetos
no tiene un fantasma; afirmarlo sería incurrir en Ja psicología cuando en realidad él es más bien dominado, manejado desde el
que supone que hay un sujeto que existe como tal desde un ini- Otro. Como lo dice Lacan: "[ ... ]en los efectos que responden en
cio y, en un segundo momento, elabora un fantasma entendido un sujeto a una demanda determinada van a interferir aquellos
como posesión suya. El sujeto, psicoanalíticamente considerado de una posición con relación al otro (al otro, aquí su semejante)
como sujeto del inconciente, no tiene un fantasma, está más al que él sostiene en cuanto sujeto". 6 Como efecto de una identi-
bien capturado en éste. Así lo indica el materna propuesto por ficación con el semejante, el sujeto se sostiene en tanto sostiene
Lacan: ($0a), donde el paréntesis podría leerse precisamente al otro como sujeto, creyendo que él organiza la escena. Y agre-
como una alusión al hecho de que el sujeto está encerrado allí. ga: "[ ... ] quiere decir que el lenguaje le permite considerarse
En síntesis: no soy sujeto que tengo fantasmas, fantasmas que como el tramoyista, o incluso como el director de escena de toda
eventualmente podría dejar, cambiar, reemplazar por otros, la captura imaginaria de la cual en caso contrario él no sería sino
como si se tratara de cosas que me pertenecen, de posesiones que un títere vivo" .7 Para no experimentarse como un "títere vivo", ;i [
podría abandonar; no tengo fan.tasmas sino que estoy capturado sujeto le es necesario entonces creer que es él quien maneja la
en el fantasma, sin escapatoria posible. No es por lo tanto el escena, quien mueve sus piezas de acuerdo a su voluntad. Esto es
sujeto quien posee el fantasma sino éste quien "tiene" al sujeto. posible por el fantasma. Es así como puede definirse un aspecto
Por esto, el sujeto está condenado a la repetición, a la compul- importante de la clínica psicoanalític;i: descubrir de qué mod c·
sión de repetición: lo que retorna en esta última está siempre uno está atrapado por sus "propios" fantasmas, dominado po t
"pautado" por el fantasma donde el suj eto est~í atrapado. ellos, más allá de la creencia de ser quien los do mi na. En su refle-
Así lo evoca la dicotomía freudi a na en la que el ser no es xión, Lacan postula que el sujeto mantiene al otro en un deter -
opuesto al n o ser sino al tener. Dicotomía freudiana vinculada minado lugar porque apa rentem ente mont;i la escen;i, sin toma ;·
con la identificación que en uno de sus sentidos -tal como ocu- en cuenta que en realidad es la marioneta del lenguaje pues este
rre por ejemplo en el trabajo del duelo- es sustitución de un último es la instancia que verdaderamente mueve los hilos. Es le
objeto perdido. Por esta identificación el sujeto puede dejar de que explica el comentario que viene a continuación: "El fantas-·
tener en la m edida en que puede ser, aun cuando este ser es ma es la ilustración misma de esa posibilidad original". 8
engañoso e ilusorio. De todos modos lo importante es que en
la medida en que el sujeto es, que adviene como lo que antes '!hiel, p:ig. 6 17.
tuvo, puede abandonar el objeto que poseía. Es lo que permite ' Jbld.
' !bid. Traducción corregida según la ve rsión en francés.

164
165

l.
En el universo del fantasma hay una parte conciente o pre-
sis" en el que uno pueda verse allí donde no se ve, como parte
c:onciente; la ilustración más clara es el sueño diurno, instancia
de ese cuadro que aparentemente está pintando libremente.
donde claramente se advierte que el sujeto se considera el tra-
Hay un cuento de Borges que puede ilustrar con mucha clari-
moyista. Pero esto nq es sino una ilusión creada por el desco-
dad esta reflexión: Las ruinas circulares. El protagonista del rela-
nocimiento ele las determinaciones que lo gobiernan. Por esto
to quiere soñar con un hombre y lo intenta durante mucho
2! sueño diurno es algo diferente del fantasma propiamente tiempo hasta que finalmente lo logra. Pero en ese momento des-
:·licho, aunque no desligado del mismo en la medida en que
cubre que en realidad él mismo era soñado por otro, cuando él
_o nstituye una vía privilegiada para acceder a él. Cabe m encio-
creb soñar. Al fin::il, cuando este hombre que sueña siente que
1:u aquí que en cierras corrientes del psicoanálisis hay un cier-
la muerte llega al lugar en que se encuentra, unas ruinas circu-
,) d esdén lucia el sueño diurno basado en una contraposición
lares que se incendian, las atraviesa y descubre que no se quema:
'11 tre lo que por un lado sería la realidad y por el otro la fanta-
"[ ... ] caminó contra los jirones ele fuego, estos no mordieron su
;h. En esta perspectiva el sujeto tiene que aceptar la realidad y
carne, estos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin com-
ci ejar ele lacio esos "castillos en el aire" que serfan sus fantasías.
bustión. Con alivio, con humillación, con terror comprendió
:;e advierte que hay aquí una especie ele cuestionamiento ele 9
que él también era una apariencia que otro estaba soñando".
1 i po moral, en el sentido en que no está bien fantasear, aunado
El relato de Borges puede evocar claramente el fantasma en
:1 una visión psicologista según la cual cuando un sujeto elabo-
ese aspecto mencionado: la ilusión de que yo creo una fantasía se
1:1 un sueño diurno hay que impugnar esa fantasía para que se
sostiene en el desconocimiento de que soy efecto de una elabora-
:1.dapte a la realidad. Así se soslaya la función decisiva del fan-
ción que es ele "Otro". "Por esto, agrega Lacan, tocia tentación ele
u sma porque ele lo que se trata en el campo clínico no es ele
reducirlo, [al fantasma] a la imaginación, a falta ele confesar su
' 1 uestionar" las fantasías del sujeto sino ele permitir que éstas se
fracaso es un contrasentido permanente" . 1º En este aspecto, el
d espl ieguen en su discurso como la vía para acceder a la climen-
fantasma "lacaniano" no coincide enteramente con la "fantasía
·,i cS n del fantasma, formación que puede dar la clave de la mane-
inconciente" kleiniana porque esta última es definida como "con-
r.1 cómo organiza su mundo, su realidad. No se trata entonces
tenido mental ele los instintos'', postulación que plantea ele entra-
el e partir de la suposición de que el psicoanalista tiene la idea
da un serio problema en tanto alude al "instinto", concepto bio-
":1clecuada" ele lo que es y debe ser la realidad, idea desde la cual
lógico que es ajeno al campo del psicoanálisis. Debe recordarse
:1p robará o no la manera en que el analizante concibe la reali-
que en Melanie Klein no se encuentra el concepto ele deseo, de
cacl, pues la realidad de cada sujeto es lo que el fantasma orga-
modo que en su elaboración hay un pasaje directo del instinto
1iza y define, de tal manera que cuando aquél habla, es el fan-
biológico a la fantasía que lo representaría en el plano psíquico.
t isma que subtiende su discurso, es decir, lo que puede llamar-
Queda así confundido el plano del deseo inconciente con el ele la
';·: "su" realidad.
necesidad biológica y con esto desaparece el lenguaje como la
El sujeto se presenta así como un "hacedor" ele fantasmas,
dimensión propia de lo humano que sostiene tocio ese armazón
é~i~sconoci enclo que en ellos él es su objeto. Pretende ser quien
escenográfico de puesta en escena teatral que es el fantasma.
pi nta el cuadro sin advertir que está, desde siempre, incluido
:d lí. Cuando cree que es el pintor que hace el cuadro no ve, no
p uede ver, que está siendo pintado por otro. Por esto en el aná- ' Jorge Luís Borges: "Las ruinas circulares", en Obras completas, Emecé edi-

li sis es importante la aparición ele este momento ele "anagnóri- tores , Buenos Aires, 1974, tomo I, pág. 355.
'" J:i.cques Lacan: Op. cit. Traducción corregida según la versión en francés.

166
167
¿cómo es que vivo?, ¿cómo es que soy sexuado? El fantasm <1
Ahora bien, esta puesta en escena tiene características muy
opera como una respuesta escenificada donde el sujeto se crec
singulares porque quien en ella se cree el director está incluido
organizador de ese montaje, aunque en realidad está inserto en
allí y su ubicación, como pasa también en los sueños, no es uní-
,J ¡¡ el cuadro que-opera como tapón y a la vez indicio del deseo. Esto
voca: puede estar en los diversos personajes, elementos, objetos ~;~¡ es así porque el deseo es, ante todo, deseo del Otro, falta del
de esa escenificación. Es lo que no incluye la formulación klei-
Otro entendida en los dos sentidos, el de carencia y el de ausen -
niana que , por otra parte, al referir la fantasía al instinto, se
cia. El deseo se constituye por esa falta y el fantasma da una re ··
ubi ca en el terreno de lo general, sin considerar la singularidad
puesta con lo que la obtura. Cierra el hueco pero a la vez lo ind i-
subjetiva del fantasma.
ca, lo que nos explica el carácter singular del fantasma en tanto
Es preciso entonces hacer hincapié en la distinción entre ins-
depende de una relación también singular con el deseo del Otro.
tinto y pulsión, porque el plano de lo instintivo implica lo gene-
Esto podría contraponerse con lo que afirma Freud en algu-
ral, algo que es propio de la especie, y elimina así la dimensión de
nos de sus textos en los que introduce el concepto de "fantas-
lo singular. En la concepción kleiniana al fantasma se accede
mas originarios" que serían universales, comunes a todos los
"directamente" pues se lo considera una especie de "doble mental"
sujetos. La lista que elabora incluye los de seducción, castr ~.­
de comportamientos y discursos. Por otra parte se trata de algo
ción, escena primordial_, a los que agrega los de la estancia en el
que se repite siempre de la misma manera con lo que se excluye
seno materno y la novela familiar. ¿Cómo conciliar esta elabc-
eso que para Lacan es fundamental: todas las permutaciones y
ración con la noción de una sin gularidad? En un texto ya clási-
modificaciones, posibilitadas por su dependencia del len guaje que
co, esc rito por Laplanche y Pontalis, Fantasía originaria, fant1:-·
incide sobre él a través de figuras como la medfora y la metoni-
sía de los orígenes, orígenes de la fantasía, 12 estos autores atrib1.•··
mia, determinan diferentes posiciones del sujeto en función de
yen la existencia del fantasma al efecto de esos protofantasmas
esas permutaciones que resultan de la acción del significante.
o fantasmas primordiales que se constituyen a partir de un inte -
Así se lo puede entender en lo que afirma Lacan: "[ ... ]
rrogante por el origen y le dan una respuesta. En estos fantaS··
puesta en función en la estructura significante la noción de fan-
mas está en cuestión entonces el problema del origen, es deci r,
tasma inconciente no ofrece dificultad" . 11 Hay pues una lógica del origen del sujeto como ser vivo y sexuado, origen que remi ·
del fantasma si se recuerda que una lógica implica modificacio-
te al deseo del Otro como lo que determina al sujeto.
nes, permutaciones, desplazamientos, pero siempre dentro de Estos fantasmas primordiales u originarios serían algo así
una estructura que es estable. Esto significa que el fantasma,
como matrices básicas que generarían los fantasmas singulares
aun cuando en cierta medida aparece como excediendo al sig- de los sujetos, de tal modo que entre los primeros y es tos últ i-
nifican te, no puede desligarse de esa dimensión porque su exis-
mo s habría una homología con lo que, en la teorización de
tencia es efecto de un in te rrogante so bre el ser, interrogante que Lévi-Strauss, se establece -para los mitos- entre los miterna.', ,
no sería posible sin el significante.
que aportan los elementos básicos universales, y los mitos par -
El sujeto es ante todo pregunta por el ser pues le falta el
ticulares de cada cultura. También se puede afirmar que para el
motivo por el cual es. En este sentido, la pregunta fundamental '\~ lo

que el fantasma trata de responder es esa que tiene que ver con ,pi>
12 Cf Jean Laplanchc y Jean B. Pontalis: "Fantasía originaria, fantasía de lo::
los orígenes, con la causa material del sujeto: ¿cómo es que soy?,
orígenes, orígenes de la fantasía", en Estudios psicoanalíticos, Ed. Gedisa, Bueno:;
Aires, 1986.
11
!bid. Traducción corregida según la versión en francés.

169
168
!antasma hay algunos elementos prototípicos universales que se ma implica reconocer el aspecto común de ambos: funcionar
combinan de una manera singular para constituir los fantasmas como una pantalla. En este sentido la existencia de la realidad
propios de cada sujeto. permite que algo no se vea, algo que tiene relación con la ver-
Por otra parte, en lo que hace a la relación entre fantasma y rr¡. :· dad: la castración. Del mismo modo, toda noción de realidad
realidad es preciso romper con esa falsa dicotomía que los se asienta en un engaño: existe el objeto como complemento
o po ne para sostener que, más precisamente, la realidad se o rga- del sujeto. El objeto no sería entonces el producto de la división
11 íza a partir del fantasma o que la realidad es el fant as ma.
del sujeto, est:iría ahí desde siempre. La realidad oculta el hecho
'.'arece contradictorio hablar, por un lado, del carácter singular que desde el mom ento en que el sujeto se constituye por efec-
de l fantasma y, por otro, de la realidad como algo compartido, to del significante el objeto no es su complemento sino lo que
consensuado, algo sobre lo cual habría un acuerdo más o menos \ ...
cae como un resto, lo que cae de él, lo que se pierde definitiva-
general. Además, la realidad no sólo aparece como lo compar- mente, de modo tal que las cosas del mundo vienen a ocupar
tido por un universo de sujetos sino que tiene, hasta cierto
ese lugar de lo que se ha perdido.
punto, un carácter "ansiolítico". Cuando se piensa por ejemplo Por esto mismo la noción de realidad se asienta en la idea
en el sueño de angustia, el despertar para comprobar que la rea- de que el objeto no es lo que yo he perdido sino algo que ha
lidad está igual que antes de dormir resulta tranquilizador. estado ahí desde siempre, fuera de mí, y que por esta razón me
Justamente por esto se puede afirmar que la realidad es fan- complemento con él. Así el fantasma sostiene la realidad por-
tas ma. Ese fantasma se organiza con base en la ilusión de que que inscribe un objeto en el lugar de la pérdida. La fórmula
t·x iste el sujeto por un lado y el objeto por otro como términos ($0a) se lee también de esta manera: el fantasma pone un obje-
:¡ ue se complementarían entre sí. La realidad está organizada to (a) allí donde hay pérdida ($) y así da lugar a esa oposición
cumo una presunta oposición entre sujeto y objeto, de manera epistemológica tradicional que sitúa al sujeto del conocimiento
1~il que cada uno de ellos sería el complemento del otro. De este
por un lado y al objeto por el otro. En otros términos, esta dico-
modo aparece como la pantalla que viene a ocultar y asegurar el tomía en el plano del conocimiento no es más que un fantasma
desconocimiento de que el sujeto no es uno, está dividido por o, más bien, la concreción del fantasma por excelencia cuya
l 1 acción del significante que lo representa, y de que el objeto funci6n es colocar un objeto allí donde hay pérdida.
n o es lo que está ahí sino esa "parte" de la subjetividad que se A esto se debe añadir que ese objeto que "pone" el fantasma
.h a perdido, que ha caído como resto por efecto de esa misma en el lugar de la ausencia puede ser también el sujeto mismo
~cción. En este sentido, no hay complementación posible, pero
porque, de hecho, el sujeto es objeto en el fantasma. La condi-
el fantasma viene a crear esta posibilidad mítica. De ahí que ción masturbatoria del fantasma que señala Freud lo comprue-
u da noción de realidad se sostenga en la ilusión de un com- ba. 13 De hecho, el fantasma en tanto masturba torio es una con-
¡ ·' emento: yo formo parte de una realidad, la realidad es todo dición fundamental en lo sexual para alcanzar la satisfacción, el
~!'· l uello que no soy yo y me complementa. Es la misma com-
orgasmo. Cuestiona así el concepto de lo que se denomina
plementación que está presente en las teorías del conocimiento,
generalmente una relación sexual porque, más allá de que desde
!:.asadas en la concepción de que hay sujeto de un lado y obje- el punto de vista empírico cierto tipo de comportamiento
t ::i del otro, de tal manera que uno es el término complementa-
rio del otro.
13 Cf Sigmun<l Freud: "Las fantasías histéricas y su relación co n la bisexuali-
Decir entonces que la realidad se organiza desde el fantas-
dad", en Ohra.s completas, Amorrorru edirnres, Buenos Aires, 1978, vol. IX, pág. 137.

170
17 1
puede describirse como un coito heterosexual "normal'', siem- to a como el objeto plus-de-gozar y, simultáneamente, la causa.
pre se descubre -especialmente por medio de la escucha psico- perdida del deseo, Lacan señalaba en 1956: "No es su anclraj c,
analítica- que el fantasma es la condición indispensable para es el ser mismo del hombre el que viene a tomar su lugar ent r :~
alcanzar lo que podría llamarse satisfacción los desechos. donde sus primeros retozos encontraron su cort<>
No hay por lo tanto relación con Otro, cualquier tipo de jo, por cuanto la ley de la simbolización en la que debe entr ar
relación y especialmente lo que se llama relación sexual, sin la su deseo lo prende en su red por la posición de objeto parci2l
determinación del fantasma en tanto éste suple aquello que en la que se ofrece al llegar al mundo, a un mundo donde el
falta en el encuentro sexual. El encuentro con el objeto o el deseo del Otro hace la ley" . 14 El sujeto es entonces, en un pr i-·
encuentro con Otro es siempre un encuentro con Li. falta: no m er mom ento lógico, objeto, resto, desecho del Otro; está en ci
hay complementariedad entre el uno y el otro . Algo debe lugar del goce del Otro. Y en 1973, con nuevos elementos tec -
suplir, ocupar el lugar de eso que falta para hacer posible ricos, dirá Lacan refiriéndose a la mujer: "Para ese goce que '· "
dicho encuentro y para creer que es un encuentro. Sólo así es no-todo, es decir, que la hace en alguna parte ausentarse de eiLe
posible acceder a una relación: por medio del fantasma que se misma, ausentarse en tanto que sujeto, ella encontrará el tap ó:1
activa y también activa. Esto significa que, si bien no hay de este a que será su hijo". 15
"relación sexual", pueden existir relaciones, distintas clases de Las conocidas referencias a los tres tiempos del Edipo ti :' ..
relaciones que no son "la" relación. Para esto el fantasma nen que leerse desde esta ubicación del niño como objeto ,~
juega un papel fundamental. No hay "la" relación sexual, para la madre porque cuando Lacan elabora aquella formu l:-1..
pero puede eve ntualmente existir una, lo que es posible por el ción no tiene todavía esta teoría del objeto a que pcrm Íl•:
fantasma que hace sentir· al sujeto relativ::irnente integrado e ntender que en una primera instanci::i el sujeto no sobrne1 ~
con el otro de la misma. El fantasma hace posible así el acce- se identifica imagin ariamente con el falo porque para el Ot
so a u na relación con el objeto, c1ue rn ;Ís alLí ele su carácter tic11e ese v:ilor simbólico sino que tambi én es, e n lo rc:il, 1.
"exte rior", es lo que el SLtjeto "pone" para hacer posible el objeto ele goce. Desde este punto de vista se puede ohscn ·
encuentro. cón10 los tres registros se anudan borromcicamente desde u 1
Pero el sujeto que está presente en una relación como primer momento, es decir, no pueden concebirse como si se
"actor" se desdobla, es también espectador. No sobmente par- presentaran de forma sucesiva de modo tal que uno tendría p r:-
ticipa en esa situación, la observa también desde afuera pues en macía sobre los otros.
esa escena están sus fantasmas. Éstos activan entonces al sujeto Esto podría llevar a sostener que el objeto a puede defin ir--
en la medida en que como espectador mira lo que ante él se se también como el sujeto en lo real en el sentido en que, m : ~s
desarrolla, la escena en la que él también está presente. Todo allá ele qLte éste debe pensarse ante todo como un efecto d e lo
encuentro con el Otro implica al fantasma en la medida en que simbólico, es lo que un significante representa para otro sig n :--
es con la falta del Otro S(A). El fantasma es fundamental por-
que permite suplir lo que le falta al Otro para generar así la ilu-
sión de tener un complemento. ,,, Jacqucs Lacan: "De una cuestión preliminar a roda trat;imiento posib le d e
También la constitución del fantasma permite dejar la posi- la psicosis", en l:,scritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, págs. 5G3- 5<i4
(en nota la pie).
ción primordial de objeto de goce del Otro para constituirse 15 Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encare, Ed. du Seuil, París, 1975,
,.¡,
como sujeto. Antes aun de la elaboración ele su teoría del obje-
" pág. 36.

172 173
·~ '•( »~

Picante, su posición "originaria" se ubica en lo real: aquí es el ción exterior opera de dos maneras: por efecto del significante
infm s, el infante, el que (todavía) no habla. Este infons es, en y por efecto del objeto. Este último, el objeto a, determina al
primer término y en el plano simbólico, el falo de la madre. sujeto en el plano del fantasma corno un sujeto dividido por-
Pero también es, en lo real, objeto a. Son dos faceta s diferentes que tambi én es objeto. Desde esta perspectiva deja de ser v:lli-
si se recuerda que el Otro primordial, la m adre, ocupa el lu gar da la relación sujeto-objeto que se presenta enfrenrando el pri-
de la C osa que es eso que Lacan IJama fuera-signifi cado, lo que mero a un objeto empírico que lo compl ementa. D e entrada el
' •ueda en el exterior, fu era del orden simbóli co, como mítica sujeto esd colocado en el lugar del obj eto a y, por otra parte,
co mpl etud de una madre total, sin falta. Y es con rel ación a este Lacan caracteriza el movimiento de la pulsión como en circui-
to sobre ella misma buscando un cierre, lo que puede sinteti-
O tro como la Cosa que al niño no le queda otro lugar que el
:!el desecho. zarse con el reflexivo hacerse. Se lo encuentra muy claramente
Lo real del sujeto no es entonces ser el fnlo que completa al en un rasgo común a los fantasmas: el sujeto busca de algún
O tro sino el desecho, lo que Gte de éste. El llamado primer modo hacerse: tragar, cagar, ver, oír; también amar, odiar, agre-
1;empo del Edipo no puede ser concebido como una relación dir, expulsar. En todos los casos se trata de devenir un objeto en
exclusivamente dual-imaginaria que se fi gura co rn o un presun- relación con el Otro.
l , paraíso mítico en que co nviven madre e hij o co m p ler:índose
Sin embargo, no es esto lo que el sujeto puede reconocer en
1; ¡uruamenre. No es as í porqu e en el momento en q ue la madre el plano conci ente porque su dimensión más real queda velada,
:: larece corno completa, el nifto no tiene otro lugar que el del disimulada de al guna manera por el significante que lo repre-
e •::secho. El sujeto "en lo rea]" sería por esto un "presujeto" míti- senta. Con la castración como efecto del significante la Cosa
rn , objeto del Otro ligado todavía a la Cosa al que Ja interven- será expulsada de su mítico lugar de plenitud para que se esta-
ci <Sn del significante del Nombre-del-Padre permite dejar ese blezca la repetición significante que hace borde en torno a ella
¡, :gar para hacerse sujeto. ,J)
,1.
como lo muestra la figura del toro: las vueltas re-petitivas de la
De este modo el objeto a toma su otro estatuto, el de obje- i~.
demanda circunscriben un orificio central que es el de la Cosa
·~:.':: como ausencia constitutiva, de la Cosa en cuyo lugar se instala
r.; causa del deseo, objeto que causa esa tachadura que d efine
:1 : sujeto como suj eto causado por una pérdida. E n este sentido el objeto a.
p .1ede figurar como parte del propio sujeto q ue cae de él. Este objeto en tanto causa del deseo es asignificante, carece
( :; usa d el deseo, el objeto a no es el objeto deseado en el sen- de representación significante, está en lo real. Sin embargo, su
r;. o fen o m enológico, "lo gue yo quiero'', sino m ás bien lo q ue constitución supon e la dimen sión significante. El objeto a
e1 : tanto p erdido es causa del deseo, de la división del sujeto, ancla en lo real pero su en gendramiento depende del signifi-
división que se puede teorizar de varias maneras : el sujeto está cante. Es real cuando ya ha sido engendrado o producido, pero
es~i ndido entre Ja representación significante y el ser como esto último es efecto del significante y en particular de un sig-
in !ecible, entre el goce que se repite como satisfacción "más nificante mayor, el falo. Éste puede considerarse equivalente a
ai ' ( del principio del placer" y el deseo que lo m antiene en Ja lo que en matemáticas es el cero en la medida en que, al igual
ir <:ttisfacción y entre lo que dice y lo que sabe porque sabe más que dicha cifra, denota una ausencia; pero una ausencia que
de !o que dice. cuenta y es condición para la realización de toda cuenta. El falo
El objeto a como causa del deseo es indisociable del Otro es condición para que el sujeto cuente porque permite que el
rn 1110 lu gar simbólico que determina al sujeto. Esta determina- sujeto se articul e al orden significante. Pero esto tiene una con-

174 175

L
secuencia: la producción de un desecho, de un resto que es el La pulsión no está en el origen del sujeto, se produce com o
objeto a. efecto retroactivo de su causación por el objeto en tanto perdi -
Como significante, el falo se inscribe en la subjetividad do. Se debe señalar que el m anten imiento del deseo, su co m:i-
por la intervención del Nombre-del-Padre, es decir, de la nuid ad, no depende del obj eto causa, es consecuencia d e la e;~:= ··
inclusión d el sujeto en el orden de la ley. Puede entonces ase- tración simbólica que determina la condición dividida del suj'"·
gurar el mantenimiento del deseo como deseo insatisfecho allí to. Es la tachadura, la escisión del sujeto, lo único que garan ti -
donde el encuentro con la Cosa implicaría el aniquilamiento za que el deseo se mantenga. En este sentido, el objeto com :)
,, 1;
del sujeto pues lo convertiría en un desecho. El objeto a es el causa solamente lo provoca, es por esto objeto de la pulsión. E l
sujeto en tanto perdido para el Otro y el falo como signifi- objeto está siempre incluido en el fantasma y en la m edida en
cante es lo que lo rescata en alguna medida de esa pérdida que es engendrado por éste e inaccesible al sujeto es objeto de
m etaforizando al Otro como deseante en sustitución del Otro la pulsión. Se puede decir que, en el fantasma el objeto sostie-
como lu gar del goce . En este sent ido el o bjeto a es el lado ne el deseo como o bjeto de la p ul sión.
"real" de l falo, no puede por lo tan to se r concebido como Como perdido, el objeto permi te constituir el fantas rn:1,.
independi ente del orden simbólico si no como una es pecie de pero a su vez el fantasma engendra objetos que tornan el lu f; -: r
poliedro , de cuerpo con varias caras li gadas tanto con lo sim- de lo perdido, con los cual es el sujeto se puede identificar cor:1J
bólico co mo con lo imaginario y lo real. No hay entonces una ocurre co n los cuatro obj etos clásicos que menciona Laca ¡-,;
disyunción excluyente entre significante y objeto porque si seno, heces, mirada, voz. El objeto co m o tal, en cualquiera ( e
bien cada uno de ellos tiene características diferentes están las dimensiones que se considere, se constituye siempre en :: l
íntimamente asociados tal como el punzón que los liga en la fantasma, es engendrado por el fantasma que opera en el lug;tr
fórmul a del fantasma lo indica: su posición entre ambos ($0a) de encuentro entre el deseo y el objeto. Esto lleva a conside r::r
se lee como "toda relación posible", es decir, ausencia d e una la relación que exis te entre deseo y fantasma. De hecho el des: o
sola relación. está soste ni do por el fantasma y, por otra lado, por el fanLasn:.l
Se debe recordar que, par;i Lacan, el objeto r,l causa del se consLituye el objeto de la pulsión. El deseo , ante todo co n :'
deseo es tam bi én el o bjeto de h pul sió n. El fa nt;ism a mu estra deseo d el Otro, es lo que está en la base ele la constitu ción 1.],_:l
q ue el suj eto es ;i la vez sujeto de l signifi cante y suj eto causado fantasma, quien a su vez engendra el objeto que será objeto d e
por un objeto perdi do. Esta segunda dete rminació n implica la pul sión .
que el sujeto no es solamente sujeto de deseo sino también de Por es to, en el grafo del d eseo, d el lado derecho que es d
la pulsión, es decir, sujeto de un recorrido que repetirá una y lado de las preguntas tenemos d, el deseo, mientras que (a ) se
otra vez alrededor de un objeto que no se alcanza sino que es encuentra del lado izquierdo, el de las respuestas. De esle
aquello que está destinado siempre a caer entre él y el Otro. La modo si se hace el recorrido del fantasma al deseo se advie r-
fórmula lacaniana de la pulsión ($0D), que vincula al sujeto te que lo que aquél produce es un objeto, a, en el lugar d e la
con la demanda del Otro, indica precisamente su localización respuesta a la pregunta por el deseo del Otro, S(.A), obj e to
indecible cuando se encuentra con la ausencia de significante que no es otro que el objeto parcial de la pulsión, arriba :; a
en este último: cuando ya no encuentra un significante sólo la derecha, en (D), única respuesta posible ante la imposi b i-
puede localizarse en los orificios corporales, aferrado a sus bor- lidad de encontrar un partenaire "adecuado" para la relació n
des. sexual.

176 177
de tal manera que las relaciones que puede establecer con otros
sujetos esdn subordinadas a que estos últimos queden incluidos
dentro del marco del fantasma. Por esto, la noción de interSLtb-
jetividad co~stituye una ilusión que oculta el hecho de que el
Goée \~ Castración Otro no es en lo esencial un sujeto sino objeto del fantasma, al

<Í($0a)
~ igual que el sujeto es el objeto que se incluye en el fantasma de
d otro. De modo que cuando se habla de atravesamiento del fan-
tasma esto implica el pasaje al deseo como deseo del Otro, pasa-
je del objeto del fantasma que el sujeto encarna a la falta de obje-

~;)
s·igni.fi1cante
'1

/'-----/\A~
'
;:__./""'; to. Atr::ives::ir el font::isma implica entonces cuestionar el papel de
¡xmt::ilb que ocupan los obj etos en gendrados por él para llegar a
la "rc:didad del d<:s eo", es dec ir, :\ lo qu e Lacan llama realidad
Voz sexual del inco nc icnre. 1" Es ro no signiflcl qu e en el inconciente
<i ~ estfo tocios los si gnificados sexua les sino que el inconciente esd
m
estructurado a p::irtir d e la inexistencia de relación sexuai.
Atravesar el fantasma supone por lo tanto el cuestionamiento de
la ilusión de relación sexual promovida por aquél.
La posición originaria del sujeto como objeto del Otro es
así decisiva para la conformación del fantasma pues constituirá
el aspecto real del mismo fantasma, aspecto vinculado con algo
y
vivido por el sujeto e n su cuerpo en tanto cuerpo erógeno, cuer-
I(/\) $ po constiruido por h acción d e los significantes el e! Otro que lo
El fantasma sosrie11e el deseo, no lo m:rntiene porque man- ''cl es n:nu1·aliz:rn;' :tl con ve nir el cue rpo bioló gico en so pone del
T·:nerlo depende de h castración. La función d el fantasma es go ce. En este senriclo, asf como se afirrna qu e no hay goce que
h:1 cer de pantalla entre el sujeto y lo real de la pul sión, pan talla no sea soportado por el cuerpo, se puede decir también que no
'. : n re el sujeto y a que, paradójicamente, es condición p ara la hay fantasma que no sea soportado por el cuerpo. El goce se
co nstitución del primero. Gracias al fantasma se puede colocar apoya en el cuerpo pero en un cuerpo "fantasmatizado" porque,
u n objeto que no es finalmente otra cosa que el sujeto "hacién- desde el momento que hay una parte del cuerpo que cuenta
ck se" eso. Entonces, la acción del fantasma conduce a alienar al para el Otro, éste interviene produciendo un corte del que algo
';u.jeto en un objeto que encubre la falta del Otro . Tiene así una se desprende, un objeto irrecuperable que sólo tiene lugar en el
·1port:111cia decisiva para definir la relación del hombre con el fantasma como complemento imposible del sujeto.
u1do y con el 01To porqu e vien e a cuestiona r radi calm e nte la El fantasma responde por el deseo del Otro colocando
.·suma existencia de una intersubjetivid::id. algt'1n objeto allí donde el sujeto se encuentra con la falta irre-
En sentido estricto no hay intersubjetividad porque el sujeto
J se relaciona con otro sujeto sino con el objeto del fantasma, "' Cf Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XI: Les quatre conceptsfandamentaux
de la psychanalyse, Ed. du Seuil, Paris, 1973, pág. 13 8.
178
179
mediable de aquél. Y esos objetos que allí puede colocar pro- Otro. Precisamente por esto ahí se encuentra el objeto. És 1.c:
vienen de los cortes que el Otro . realiza sobre el cuerpo. Son muestra que el contacto sólo es posible en una dimensión siem-
entonces pedazos de cuerpo que se desprenden por efecto de la pre parcial, tanto del sujeto como del Otro, quienes no puede;
demand a del Otro, de sus significantes que lo erotizan; pedazos superpon erse de tal modo que la absorción recíproca -m el a
de cuerpo que rep resentan al sujeto que, ante todo, es ese obje- Liltirna del encuentro amoroso- sea posibl e. L1 zona de inte
to entregado al goce del Otro. secció n indi ca también el goce corno sólo alca nzable en
Tal es, como se afirmó, la posición primordial del niúo que dim ensión de la parcialidad, de tal forma que el acceso a cier t
autoriza otra posible lectura de eso que para Freud es el trauma: grado de aquél es un obstáculo para cualquier perspectiva ck
lo traumático está en el origen de todo sujeto en la medida en absorción.
que ocupó el lugar de objeto pasivo para el goce del Otro. No El fantasma supone pues, simultáneamente, la relación cLi
importa entonces si el hecho "real" definido como trauma ocu- sujeto con trozos, partes del Otro como objetos de goce, y la
f .,

rrió o no pues se trata de una posición estructural que da cuen- t ..


i1. ~·
posición del sujeto haciéndose objeto en relación con el des eo
ta del origen del sujeto. A11ora bien, cuando se habla del sujeto del Otro. Estas dos dimensiones van interrelacionadas, interrc ·
como obj eto del goce del Otro, en e~ ta posición él no cuenta !ación que no es la de dos partes que se complementan pa n
como to talidad porque el goce sólo ab raza una parte del cue r- constituir un todo: en·cualquier caso no se accede a una co1:1-
po, es siempre parcial porque su punto de partida es esa acción pletud porque la absorción de urio en el Otro es imposible.¡t:¡,
del Otro que produce el desprendimi ento de una parte del
cuerpo. En este aspecto el goce se distingue del amor en su
dimensión imaginaria, narcisista, como lo que busca globalizar,
alcanzar la totalización. Si en el amor el horizonte es ser todo
para el Otro, el goce implica parcialidad, relación con una parte
del cuerpo destinada a desprenderse de aquél.
La relación del sujeto con el Otro mediada por el fantasma
-en la que se articulan el amor, el deseo y el goce- puede ilus-
trarse por medio de la intersección de dos círculos de Euler:

Los círculos muestran la relación del sujeto con el Otro


que, primordialmente, es el lugar de la Cosa. La zona de inter-
sección es, por un lado, Ja región de contacto entre ambos; pero
también lo que hace de obstáculo a la absorción de uno por el

180 181

,l
11

La fobia: ocultamiento
y develación del objeto
y la angustia

E l abordaje de la fobia desde el psicoanálisis revela la impor-


tancia de dos conceptos fundamentales que están estrechamen-
te ligados con ella: el de objeto y el de angustia.

El objeto

Tal como lo entiende Freud desde Tres ensayos de teoría


sexual, donde define a la pul sión por la carencia de un objeto
connatural a ella, el concepto de objeto sólo puede plantearse a
partir de la función de la falta.
El psicoanálisis introduce la cuestión de la falta. Pero, ¿de
qué falta se trata? Como dice Lacan, no hay falta en lo "real". La
existencia de la falta remite a la captura de lo real por lo simbó-
lico. Se puede imaginar, por ejemplo, la existencia de un silencio
absoluto, sin interrupción, que se desliza en un tiempo conti-
nuo, desde un pasado infinito hacia un futuro infinito. Aquí
nada falta. Pero si de pronto se deja oír un grito, ¿qué ocurrirá?
Una falta va a instituirse, la del silencio, y cuando el grito cese
retornará el silencio, faltando ahora el grito. Así, sólo el signifi-
cante puede instituir la falta: "¿Dónde está el fondo? ¿Es la
ausencia? No. La ruptura, la hendidura, el trazo de la apertura
hace surgir la ausencia, así como el grito no se perfila sobre
fondo de silencio sino que, al contrario, lo hace surgir como

183
silencio". 1 La ruptura, la hendidura no pueden ser sino la marca
¡;., de una sexualidad anormal; la neurosis es, por así decir, el negati-
del lenguaje. La falta sólo puede existir porque hay seres parlan-
vo de la perversión". 2
tes, es un efecto de lenguaje.
No hay objeto "adecuado" para la pulsión, no hay por lo
La función de la falta se deriva de una construcción lógica tanto "relación sexual'', no hay fórmula universal que permi tJ
que es efecto del lenguaje. Ella permite concebir que el deseo es
determinar un objeto que sea el perfecto complemento del suj e-
causado por un objeto diferente de aquello que en el discurso to. A causa de esta ausencia, cada sujeto, sin saberlo, produci r:í
corriente se llama así, un objeto que, ante todo, falta. De este su fantasma corno una especie de fórmula singular que le pc !--
modo elabora Lacan la noción de objeto a, obj eto que no se mitirá establecer relaciones con los objetos. Pero esta matriz cL
confunde con ningún objeto empírico, es más bien la concre- toda relación posible que es el fantasma se organiza como u1v
ción de la idea freudiana del objeto como esencialmente perdi- relación del sujeto con ese resto de él mismo que es su propi :
do.
pérdida. A partir de ahí, toda relación con un objeto sólo c.'
Para elaborar la noción lacaniana del objeto a es preciso pos!ºbl e en 1a me dºd rormu 1a" , e:
1 a en que éste se "a d apte " a esa "í:'
partir de Freud, quien ya desde el Proyecto de psicología de 1895 decir, pueda tomar el lugar de esa pérdida fundamental y fu n ·
concibe al objeto de deseo como perdido, es decir, como esa
dante.
satisfacción originaria mítica que no se puede repetir. Con la Se advierte así que para Freud un objeto sólo puede entr~; -
elaboración posterior de su teoría sexual se añade un nuevo ele- en funciones en el deseo como pantalla, velo, con relación a e:<i
mento esencial: el señalamiento de que no hay ninguna armo-
falta. Pantalla o velo que hace surgir la dimensión de un m .' :'
nía preestablecida entre las pulsiones y los objetos de la realidad allá, como puede observarse claramente si se analiza la sccLter.
exterior sino una discordancia fundamental porque e] objeto es cia que hace emerger el objeto fetiche: en la búsqueda que,
siempre inadecuado para la satisfacción plena, total. cuando niño, el fetichista ha realizado para llegar al descubri-
Es también en Tres ensayos de teoría sexual donde Freud va a miento de la falta de pene en la madre, su mirada se detie n<_:
afirmar que las pulsiones parciales nunca se funden completa- sobre un objeto que aparece en d instante inmediatament• :
mente en una pulsión "total" para alcanzar una meta "normal". anterior al del encuentro traumático: zapato, media, calzó n,
Más allá de toda "integración" queda un resto "perverso" -resi- vello púbico. En este sentido el objeto fetiche es similar, en
duo de la "perversión polimorfa" de la sexualidad infantil- que cuanto a su estructura, al recuerdo encubridor, esa imagen en l 1
puede buscar satisfacción de manera directa, sublimarse o ser que el desarrollo de la película de la memoria se detiene justu
reprimido. En este último caso, desde lo inconciente causará los antes de la aparición del recuerdo que tiene para el sujeto ur:
síntomas neuróticos.
carácter traumático.
El concepto de pulsión es pues antagónico con cualquier Así, objeto fetiche y recuerdo encubridor pueden toma r:;c
idea de una "totalidad" en la que el conjunto de elementos se como el paradigma del objeto, en el sentido de objeto libidin d
integren para alcanzar una meta única. La "perversión polimor- o de amor. Éste no importa tanto por lo que es o contiene. sino
fa", expresión de la parcialidad de las pulsiones, subsiste de por su capacidad para anunciar un más allá; no tiene valor pcr
algún modo y"[ ... ] los síntomas se forman en parte a expensas sí mismo sino por lo que promete; no importa tanto por lo que

1
Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XI: Les quatre concepts fondamentaux de
2 Sigmund Freud: "Tres ensayos de teoría sexual", en Obras compfetr.:s,
fa psychanalyse, Ed. du Seuil, Paris, 1973, pág. 28.
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1978, vol. VII, pág. 150.

184
l 185
l.
l:
\U".

deseo lo que otro desea, pero también porque mi deseo es deseo


ti·: ne sino por lo que no tiene, es decir, por lo que le falta. de ocupar un lugar en el deseo del otro, deseo de reconoci-
El objeto a, aporte teórico fundamental de Lacan, es el con- miento por parte del otro.
cepto que sintetiza esta característica de los objetos en general. Pero hacia los años '60 el valor del objeto va a desplazarse
Su formulación responde ante todo a una pregunta: ¿qué es el hacia un cierto "más allá" de esa dialéctica intersubjetiva. Su
rn ~ís allá que anuncia el objeto? La respuesta es sorprendente: no valor esencial dependerá de lo que se le atribuye: el ága!ma, el
al ~~o exterior al sujeto sino lo que puede considerarse como lo tesoro secreto que albergaría y puede proveer de cierta consis-
n«is propio de él. tencia al ser del sujeto, ser en falta por efecto de la representa-
Para comprender esta noción es necesario recordar que la ción significante. Esta elaboración es correlativa al hecho de
le::ra a empleada por Lacan para designar este objeto es herede- que el deseo ya no es entendido en lo esencial como deseo de
r:1 de su antigua nomenclatura para desi gnar al otro: a. Sin reconocimiento sino como una falta, falrn que el sujeto encuen-
e1 1Gargo, la i1itroducción de esre objeto respo nde al hecho de tra ante todo en el Otro por la únic:i. razó n de que éste le habla.
q Lw la respuesta a la pregunta acerca de qui én es el otro exige De modo que la pregunta que ahora le será propia no es "¿qué
tCJmar en cuenta los tres registros de la otredad. Está entonces, quiero?" sino "¿qué quiere él, ella, ellos, el Otro, de mí?", "¿qué
en primer lugar, el otro imaginario, otro que puede ser "como ven en mí?", "¿qué soy para el Otro?".
yo", el otro como semejante con el que el yo mantiene relacio- El deseo aparece en.ronces no como deseo del sujeto sino del
ne.e; especulares de reconocimiento mutuo, fraternidad, compe- Otro, escenificado en el fantasma. Y el objeto a será el objeto que
ten cia. Por otra parte el otro es el Otro simbólico, el lenguaje y ·¡:,. , · en el fantasma encarna el ser del sujeto, es decir, "algo más que
to·:~ o el sistema de normas, reglas, instituciones que preceden la yo mismo"; a es el objeto por el cual el sujeto puede percibirse
ex stencia del sujeto y definen su estatuto de tal a partir del lugar como "digno" del deseo del Otro. El fantasma será así la respues-
qu t: le asignan. Finalmente el otro, en el nivel más radical, es el ta al enigma del Che vuoi?, "¿qué quieres?" que le regresa al suje-
('), : O real, esa dim ensión inaccesible de todo Otro, dim ensión de to como interrogante desde el deseo del Otro. Proporcionará así
L q ue no puede se r fig ura do en imágenes ni representado si m- un:i. res puesta a ese eni gma. En el nivel más fond:i.mental, el fon-
J, · . l1camente, de aquello ele lo que no es posibl e nin guna rela- rasma ewí para decirme qué soy para el Otro: es la respuesta que
ci.' a mediada por el orden simbólico. Esto significa que, más va a determinar la posición básica del sujeto ante el Otro.
al U del otro corno semejante, imagen especular, y más allá tam- El objeto a tiene así un doble estatuto: es por un lado el
bi : n del Otro como lenguaje y representación simbólica, persis- objeto perdido, irrecuperable, causa de la pregunta por el deseo;
te d Otro como objeto real, inaccesible, Cosa siempre mons- por otro, es una cierta "recuperación" del ser, eso que en el suje-
t rno sa que resiste a toda simbolización y a toda "normalización". to es "más que él mismo", que él mismo en tanto sólo repre-
Es preciso señalar tamb ién que la producción del concepto sentado por un significante para otro, lo que el sujeto puede
de o bjeto a por Lacan se deriva de un cambio en el estatuto que suponer que el Otro quiere en y de él. En este sentido el obje-
le o torga al objeto de deseo en su enseñanza, pero sin modifi- to a nombra una cierta paradoja pues es simultáneamente la
-:::u ,~ n lo susrancial el aforismo que elaboró en Jos años '40: "El pura falta, el vacío causante del deseo y aquello que puede ilu-
d t·:·c:o d el hombre es el deseo del Otro". En esta primera época, soriamente oCLi!tar ese vacío, hacerlo pasar desapercibido lle-
el c· bjeto de deseo no importaba tanto por sus cualidades sino nándolo. De este modo, en la medida en que lo cubre, evoca
p or estar en juego en la dialéctica intersubjetiva del reconoci- inevitablemente ese vacío.
m Í•:nto y el amor: el deseo es deseo del otro en la medida en que
187
186
~

Este objeto surge, por otra parte, corno consecuencia de la co el goce, que el sujeto emplea para es ta designación algo q u;:
falta de sostén del sujeto en el orden simbólico. El Otro, tesoro es tomado a sus expensas de sujeto real viviente". 3
de los significantes, al igual que el sujeto, está tachado por su El objeto a tiene así el estatuto de suplencia de un signifi ..
propia estructura basada en el significante, es inconsistente, de cante que falta pero no es un significante: está estructurado ~.
modo que cuando el sujeto se dirige a él no puede sino recibir "imagen y semejanza" de la falta que viene a representar, u ;
el mensaje de su propia castración: S(f{). La identificación con decir, está estructurado como objeto de corte, un objeto reco :-
un significante del Otro, significante que representa al sujeto tado del cuerpo. "El ser del sujeto en tanto es lo que tiene q w.
para los demás significantes, deja así al sujeto confrontando al articularse, nombrarse en el inconciente, no puede ser nombra-
hecho de que el Otro es incoherente, no todo, estructurado en do si no solamente indicado por algo que se revela a sí mism <..
torno a una falta. El lugar del Otro como lugar del significante como corte, h endidura". 4 En este sentido puede definirse come
contiene un punto real, no simbolizable, punto de pura pérdi- la verdad de la castración: lo que resta de un goce mítico qu (:
da. Este punto deja al sujeto -que sólo puede estar representa- será re-producido por el movimiento de la pulsión que repite SL
do allí- ante la imposibilidad de saber quién es él en el Otro, trazado alrededor de los orificios corporales: boca, ano, hend i ·
pero por otro lado asegura la alteridad del lugar de lo simbóli- ilk
. , ~{·' dura palpebral. Por esto mismo se trata de un objeto que pose(
!' ;'"
co y la existencia misma de la alteridad porque si el sujeto idéntica estructura que estos orificios: una estructura de cort ..
;•j ' f~,.,­
pudiera estar "todo" en el Otro no tendría manera de distin- {'
en la medida en que es 'un ·objeto separado del cuerpo, produc-
guirse de éste. to de una pérdida que se debe repetir una y otra vez para "com -
Enfrentado a la falta de significante de su ser, el sujeto puede pletar" al Otro como tributo al goce supuesto de éste. Ese trazo
así puede encontrar su lugar en el Otro por medio de una iden- de corte se encuen tra "[ .. . ] en el objeto que describe la teo rh
tificació n diferente, ya no co n un significante de éste si no con analítica: pezón, escíbalos, falo (corno o bjeto imag ina ri o), íluj ,
ese vacío que es su núcleo mismo, co n ese punto de pérdida. E n urinario. (Lista impen sa ble si no se le arí;ide co n nosotros e!
este sentido el objeto a viene a "positivizar", dar cuerpo al vado fonenu, la mirada, la voz -el nada)". 5 En su elabo ración poste-
del Otro; es la razó n por la que va a encontrarse precisamente rior, Lacan redu cirá a cuatro el número de o bjetos a aquí men ..
allí donde el Otro falla. cionados: el seno, las heces, la mirada y la voz.
El orden simbólico, entonces, no puede funcionar como En tanto que resto, el objeto a encarna el ser del sujeto, ese
soporte suficientemente "sólido" de la subjetividad porque goce al que queda adherido o, más bien, la parte de goce de h
cuando el sujeto se dirige al Otro planteándole la pregunta por que está separado pero a la que tiene que darle cuerpo po :·
"su" existencia, lo que finalmente encuentra es el significante de medio de un acto de "automutilación" que es el precio a paga;·
la inexistencia de este Otro. Por esto, en este punto en que apa- para "dar cuerpo al goce del Otro". Así, el objeto a se recorta
rece la am enaza de su desaparición por la falta del significante,
el sujeto tendrá necesidad de un sos tén diferente y es te sosté n
no es sino el objeto a, la parte perdida de él mismo con la que 'J;1 cqu cs L1can: Le S!111inaire, Livre V!: Le dés ir et son interpretation, clase clci
completa al Otro: "El objeto a es el soporte que el sujeto se da 13 de mayo de 1959, inédito.
'Jbíd., clase del 10 de junio de 1959.
en tanto que d esfallece en su designación de sujeto. Es en tanto 1 Jacqucs Lacan: "Subversión del suj eto y dialéctica del deseo en e! 111co1<

que, en el discurso del Otro que es el inconciente, algo hace ciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, págs.
falta al sujeto, a saber, aquello que representaría en lo simbóli- 797-798.

188 189

r~ .,
del cuerpo para "completar" al Otro como lugar del signifi-
::::mte. En términos rigurosos, entonces, no es el orden simbóli- La angustia
:.'. O la instancia mediadora que se interpone entre el sujeto y los

J bjetos impidiendo su "encuentro"; el sujeto y el Otro se super- Es ampliamente conocido que, a lo largo de su obra, Freud
_1onen más bien en el objeto, es decir, éste dibuja la intersección formuló dos -teorías acerca de la angustia. La primera, surgida
1;ntre el sujeto como sujeto dividido por el significante ($) y el de los primeros trabajos anteriores a 1900, llega a su elabora-
•:J tro como tesoro del significante, también en falta (f\_). De este ción más acabada alrededor de 1915 en los Trabajos sobre
modo, el objeto "da cuerpo" al vacío, tanto al d el suje to co mo metapsicología y ex perimenta algunos agregados en 1919 en Lo
;d del Otro. La identificación básica del sujeto es la que se pro- siniestro. La segund a, que corresponde a Inhibición, síntoma y
.' uce en el fantasma con ese núcleo éxtimo de lo sim bólico, con angustia, de 1925, lleva la huella de las nociones de la segunda
·.-! vacío en torno al cual se organiza, vacío que es simulr<í.nea- tópica introducidas con El yo y el ello.
1•1 en te ocupado por un objeto que le da consistencia y que no En su primera teoría, Freud concibe la angustia corno una
::s sino "parte" del sujeto mismo. transformación de la libido reprimida, es decir, un signo del
Perdido por el sujeto y colocado "entre" él y el Otro, el pasaje efectuado por Ja pulsión del inconciente a lo conciente,
(1l)jeto deviene lo que causa su deseo como tensión h acia un burlando la represión. Pero ésta actúa de todas maneras tiñen-
imposible reencuentro. Vien e así a encarnar el goce perdido y f: do de displacer la descarga libidinal. Por esto la represión es la
en este sentido resulta el verdadero objeto de la castración : causa de la angustia en tanto mantiene a la pulsión insatisfecha:
a su represe ntante deviene inconciente mientras que el quantum
-({J de afocto -cualquiera que sea su naturaleza ori ginal : ::i m o r, odio,
Es en este objeto por medio del cual intenta suplir la falla etc.- es tran sfor m::ido en angust ia. El represe ntante d e la pul-
(k' lo simbólico, asegurar que h aya goce, donde al suj eto se le sió n es reprimido por el peli gro que representa: lo que el sujeto
i1:1pone reconocer su ser mismo como ser de goce porque este teme no proviene de una amenaza externa sino de su propia
o bjeto, ubicado en la intersección del sujeto con el Otro, es el libido. En la segunda teoría, la de Inhibición, síntoma y angus-
u:ljeto recortado del cuerpo por el trazado de la pulsión que lo tia, este proceso lógico se invierte: no es la represión quien
Lo rdea una y otra vez para dejarlo caer. causa la angustia sino la angustia quien causa la represión.
En síntesis, es en la medida en que no hay significante que Freud concibe entonces la angustia como una señal que se pro-
p ueda designar el ser del sujeto, aquello que, co mo valor de duce en el yo p ara advertirlo del peligro que represe nta el avan-
goce, él serí:i para el Otro, que a éste no le queda otra alternati- ce de la libido del ello y convocarlo a la represión de ésta.
v ;t q ue hacerse ese objeto. D e este modo, y en tanto el goce sería Ahora bien, no obstante las diferencias entre ambas visio-
b ún ica gar:mtía ele !a existencia del Otro, busca asegurarse de nes, hay un elemento común: sea causada por la rep res ió n o sea
c.h. La posición perversa que consiste en tom ar el lugar de obje- su causa, la angustia se relaciona con la castración, más precisa-
¡, -instrumento del goce d el Otro sería, en este sentido, el testi- mente con la amenaza de castración que pende sobre el sujeto
11: o nio más preciso. El neurótico, en cambio, buscará conservar ante la posibilidad de manifestación del deseo que es, final-
n distancia con el objeto velándolo, evitando a toda costa Ja mente, el deseo edípico incestuoso. La angustia es así angustia
cn 1ergencia de éste, posición que lo mantiene "sin lugar" en el de castración, modelo y matriz en Freud de toda angustia. Es la
s;·.:nificante, entre uno y otro, en la constante indeterminación. tesis que se encuentra en el análisis de El hombre de los lobos, así
como en los ejemplos de Lo siniestro, lo que significa que la
190
191

l
~-'"<: 'J.'""'li' ' \

'• ~7

noción misma de angustia remite en Freud a la idea de una pér- nuestro arquetipo del estado de angustia [ ... ]", 8 pero precisa
dida que concierne al falo. que no es el nacimiento en sí quien puede ser considerado
La tradición freudiana ha tomado partido en general por la como un daño sino el hecho de que provoca una excitación psf.
segunda de estas teorías y la afirmación de que toda angustia es, quica, una tensión, que no puede ser descargada por la acción
en última instancia, angustia de castración, se volvió un lugar del principio de placer. La angustia es entonces asociada con un
común psicoanalítico. Sin embargo, Freud no dejó de mante- "factor traumático" ante el cual fracasan los empeños del prin-
ner algunas reservas al respecto y así lo da a entender siete años cipio de placer destinados a lograr su elaboración. A esta angus-
después de Inhibición, síntoma y angustia en la 32ª de las Nuevas tia Freud la llama "real", por oposición a la angustia "neuróti-
conferencias de introducción af psicoanálisis titulada "Angustia y ca", y resulta de la amenaza de reaparición de dicho factor trau-
vida pulsional". Esta conferencia se sitúa en lo fundamental en mático. Habría entonces, de acuerdo con este texto, dos tipos
la línea del texto anterior pero, en relación con una objeción de angustia y dos orígenes de ella; dualidad enteramente corres-
que se hace a él mismo, se ve conducido a introducir nuevos pondiente con las dos clases de represión que operan en el suje-·
desarrollos, o al menos a indicar el esbozo de éstos. to: la represión originaria y las represiones posteriores.
Es así como, después de haber vuelto a señalar el fenómeno Con estas afirmaciones, la angustia ya no puede ser consi-
de la angustia "básica" como angustia de castración, observa derada, al menos exclusivamente, como angustia de castración .
que este lazo no puede ser válido en esos términos para las aun cuando en textos posteriores Freud vuelva a concebirla d e
mujeres, que si bien pueden tener un complejo de castración no este modo. Esto significa que, en lo concerniente a esta cues-
pueden presentar la angustia de castración: "La angusti a de cas- tión, la teoría freudiana está lejos de resolver el problema e
tración no es, d esde luego , el t'mico motivo de la repres ión; ya incluso de mantener plena coherencia entre sus postulados. E ~.
no tien e sitio al guno en las mujeres, que por cieno poseen un lo que Lacan v;i, a señalar en el inicio de su seminario soi:ne 1. :
complejo de castración, pero no puede n ten er angustia ningu- angustia de 1962-1963, donde advierte qu e, en Li medida e; ·:
na de castración". 6 En las mujeres la angustia básica sería enton- que no existe ninguna posibilidad de conciliar la lvletapsicofog!rt
ces la angustia ante la pérdida de amor, que, según Freud, es con Inhibición, síntoma y angustia, será necesario hacer un .;
"[ ... ] una continuación de la angustia del lactante cuando echa elección. La suya será la toma de partido por la primera teoría
de menos a la madre". 7 El problema que le presenta esta dife- freudiana contra la segunda: "En el discurso de Inhibición, sín-
9
rencia según el sexo lleva a Freud a retomar la cuestión de la toma y angustia se habla, [ ... ] , de todo menos de la angustia" .
angustia originaria del nacimiento así como la asociada con el De este modo comienza por impugnar la concepción de h
fantasma de retorno al seno materno. angustia como un fenómeno del yo, una señal que lo pondría
Por esto, Freud ya no se opone aquí de manera frontal a en alerta contra el deseo inconciente o contra la pulsión repr i..
Rank en la concepción del trauma del nacimiento que éste for- mida. Sin embargo, en esta elección entre las dos teorías freu -
muló; al contrario, va a afirmar que el nacimiento es "[ ... ] dianas, Lacan sólo va a retener de la primera la existencia de u n
lazo directo entre la angustia y la libido con el fin de elabora1

" Sigmund Freud: "Nuevas conferencias de introducción al psicoan;ílisis",


«32" conferencia. Angustia y vida pulsional;,, en Ohras completas, Amorrortu edi- '!bíd., pág. 86.
" Jacques Lacan: El Seminario, Libro X La angustia, Ed. Paidós, Bueno~
tores, Buenos Aires, 1979, vol. XXII, pág. 80.
7
!hid., pág. 81 . Aires, 2006, pág. 18.

192 193

[:
una concepción completamente original del fenómeno. amenaza de castración que aterra al yo no es sino una especie de
La originalidad del planteamiento de Lacan sobre la angustia deformación superyoica de un "deseo" de castración que sostie-
consistirá en buscar un fundamento diferente del complejo de ne al sujeto, la suposición de que "su" castración podría ser una
casrración freudiano. Para él, la :ingusri :1 de c1s tración no puede condición p:ira el goce del Orro. Así, en h sesión del 5 de
ser el modelo y h m:irriz de h angustia; por el co ntr:iri o, no se dic iembre de l 9G2 del semin:irio ciraclo, señala: "La apertura
rrara m:-ís que de una expres ión lateral de elh, desviada y mis bien que les propongo, [ .. . ], permile arti cular que no es en absolu-
to la :rngustia de cascración en sí mi sma lo que constiwye el
engaños:i. Sin duch esto irn plic:id un viraje en b teoría pues hay
una reime rp retació n de lo que se enti ende por c:istraciém, al callejón sin salida final del nemócico.
punto que la significación de és ta cambia radicalmente. [ ... ] Aquello anee lo que el n eurótico recula no es la castra-
Para Freud, la castración constituye ante todo una amenaza ción, sino que hace de su castración lo que le falta al Otro. Hace
que recae sobre el órgano masculino y la angustia de castración de su castración algo positivo, a saber, la garantía de la función
es, en consecuencia, la angustia ante la posibilidad de pérdida del Otro, ese Otro que se le escapa en la remisión indefinida de
de este órgano con las consecuencias que ésta implica para la las significaciones [ ... ].
identidad y el narcisismo del sujeto. Consagrar su castración a la garantía del Otro. Ante esto se
Para Lacan, en cambio, la castración se sitúa mucho más detiene el neurótico". 1º
a ll~í. de la eventualidad de esa pérdida y de la relación imagina-
Para ampliar esta idea, Lacan va a evocar las primeras elabo-
ria con el padre co mo el age nr e qu e puede ejecur:ir dicho :icto, raci ones de Freud que aparecen en los manuscritos de su corres-
de tal modo que el temor a perder el pene no puede to marse pondencia con Fliess . Alll enbza la emerge ncia de la angus ria
como la causa de la angustia; debe situarse más bien en el con- con la práctica del coito interrumpido o con la impotencia en el
texto de la relación del sujeto con el goce. En este sentido, el hombre: la angustia surgiría ante la imposibilidad de alcanzar el
hec ho de que el miembro masculino pueda estar presente o goce. Pero en sentido opuesto a Freud, Lacan sostendrá que esta
:1usente o, más simplemente, que esté condenado por las leyes posibilidad de caída, caída .del falo que se produce inevitable-
de la fisiología a la detumescencia que lo pone "fuera de juego" mente en el momento de detumescencia, lejos de desvalorizarlo
después de que el sujeto alcanza el mayor placer que le es posi- es la razón por la cual éste adquiere lo esencial de su valor. En
ble, es para Lacan mucho más importante que la idea de que el otros términos, es precisamente porque puede faltar, fallar, des-
,:>rgano puede ser cortado. fallecer, que el falo es tan importante. La función primordial del
La amenaza "te lo voy a cortar", que en Freud está ligada a falo es entonces para Lacan una función de desvanecimiento, de
la masturbación infantil, no es para Lacan lo que verdadera- insuficiencia respecto del goce, al menos del goce tal como es
m ente define a la castración pues no es más que un fantasma de soñado, fantaseado: como una satisfacción absoluta, total.
"mutilación", una representación en el plano imaginario de lo Esta concepción surge de la necesaria distinción entre el falo
q ue constituye un corte esencial, un corte cuya importancia 1',
como significación y el significante fálico. La significación fálica
r.ólo puede ser apreciada en el orden de lo simbólico y más con- es la parte de goce integrada en el orden simbólico sostenido por
_retamente de las relaciones de lo simbólico con lo real. la función del padre. Esta significación está asociada al falo
Lacan sostiene que la noción de amenaza de castración como símbolo de la virilidad, del poder "penetrante", la fecun-
·::o rno aparece en Freud oculta algo mucho más fundamental: lo
i:rue podría llamarse un "deseo" de castración. De este modo, la IU fbíd., pág. 56.

194 195
'f

dación, la fertilidad. El falo como significante, en cambio, repre- encuentra pues frente al insecto monstruoso sin tener n i siqui c·
senta el precio que el sujeto masculino tiene que pagar para acce- ra el recurso de captar el reflejo de su imagen en una de las múl-
der a esa significación. Por esto el falo es el significante de la cas- tiples facetas del ojo de la Mantis, es decir, sin recursos en e'
tración; no actúa como el órgano-símbolo de la sexualidad defi- nivel imaginario. Tal es la imagen que puede mostrar la situa--
nido por su potencia sino como el significante y/o en su caso el ción del sujeto enteramente ofrecido al deseo del Otro sin sabe:
órgano de la "desexualización" que inevitablemente acompaña a si por azar no encarna exactamente eso con lo que este Otrc1
toda sexualización en tanto ésta es efecto del pasaje de lo orgá- glotón podría satisfacerse. "¿Qué me quiere él?", es la pregunt a
nico "puro" a lo simbólico que impone el límite y la regulación. que está en el fondo de la angustia porque se puede decir que
De este modo, en la detumescencia que afecta inexorable- soy algo para el Otro, pero de ese algo no tengo radicalment<:
mente al pene, Lacan ubica una materialización orgánica de la ninguna imagen, ninguna representación. Y si nada puede ase -
estructura del sujeto en su relación con el Otro: el falo que gurarme que no soy simplemente una falla, una falta, ¿qt: t'
desaparece es el símbolo del sujeto que buscando su lugar en el puede darme la certeza de que el deseo del Otro respecto de m ~·
Otro no encuentra ahí sino una falta, una ausencia. Esta falta conocerá algún límite? La angustia alude esencialmente a esto :
en el Otro del significante que sería el sujeto como tal y le fija- no sé qué objeto a soy para el Otro desde el momento en que
ría su lugar en el universo de las significaciones tiene su reper,- éste se sitúa respecto de mí en una relación otra que la de seme -
cusión en el nivel orgánico porque aquí falta el órgano que jante a semejante.
pueda asegurar al sujeto una relación continua y no desfalle- Lacan dirá entonces que la angustia es la "sensación del
ciente con su goce. Ahora bien, puede decirse que esta falta es deseo del Otro", la reacción ante esta sensación. Por esto mismc,
de algún modo "saludable" pues hace de límite al goce y sostie- no es sin objeto, pero este objeto no es sino a, causa del deseo,
ne así al deseo. Sin embargo, lo que obstaculiza al sujeto no es el objeto perdido, el resto de la constitución del sujeto en el
tanto la limitación del órgano sino la d el Otro al que quiere campo del Otro que puede d efin irse también como su reverso
creer completo para que el goce que su fantasma formula sea Ob jeto cuyo paradigma es el objeto anal que, mientras e:
total. Por es to , lo que Freud llama angustia de castración no dem:rndado por el Otro como don de amor y perm an ece en e:
concierne al deseo sino al goce, contexto en el cual el falo es la interior del cuerpo del niíí.o tiene el valor de un objeto preciu-
encarnación de la impotencia del sujeto para inscribir en el so, pero cuando es cortado por el esfínter se convertirá en CÍ
Otro su relación con el goce. La escritura (-cp) con que Lacan lo objeto nauseabundo, horroroso, con el cual el sujeto rechazad .
representa expresa esa falta. identificarse aunque no podrá dejar de girar en torno a él como
El falo deviene así, a nivel genital, el órgano de la falta, de el núcleo más verdadero de su ser. De este modo, para comple-
una falta que es propiamente simbólica. Sin embargo, lo esen- tar al Otro, el sujeto se ofrece él mismo en ese objeto que es w
cial para situar la raíz de la angustia es que, en su relación con reverso. Este ofrecimiento tiene a la angustia como su trasfo n -
el goce, el sujeto no puede representarse. La cuestión que se le do porque en el acto mismo de responder ai deseo del Otro h:·¡;
p lan tea entonces es saber lo que él es en esta relación. Una ilus- una ¡neg1mr:1 que agobia: ¿qué objeto (a) soy para él en rehci cir>
trac ió n prop uesta por Lacan bajo la forma de un apólo go lo con el clcsccho c¡11e yo podría d evc11ir?
puede aclarar: imagina que, después de hab er sido disfrazado y lnev itabicmen te cuando el deseo del Otro intervien e, ¡_ 11·
sin que haya podido ver con qu é máscara, es empujado al esce- objeto cae. El acto sexual ilustra claramente esta caída: en " "
nario donde lo espera una gigantesca Mantis religiosa; se momento de clímax, con el orgasmo, se produce la puest«

196 197
"ruera de juego" del instrumento de goce, el pene. Éste se eleva co ntrario, con una presencia, una presencia inminente en la
}' ri mero a la dignidad de la significación d el falo, pero cuando cual la dimensión de la falta no ll ega a instituirse . Es la mani-
¡•ierd e su turgencia va a convenirse en el res to caído, el objeto festación del d eseo del Otro como tal en tanto que yo encarno
1, , lo perdido de la significación fálica que después de encarnar el objeto causa de este deseo pues el deseo del Otro, el Otro
1 :1 omentáneamente en el órgano deja otra vez su lugar al signi- como d eseante -y no simplemente como deseable- me interro-
l .cante fa lo como significante de la castración. ga en la raíz de mi ser como objeto a causa de ese deseo sin que
La intervención del deseo del Otro impone así la exigencia ninguna representación me permita en ese momento ausentar-
cL~ abandonar un p edazo del propio cuerpo; produce una frac- me de esta posición. Así lo muestra el fenómeno de lo
ti • ra en la investidura narcisista del cuerpo, en la imagen -yo- UnheimLich, lo siniestro, cuando en el relato de EL hombre de la
do nde m e reconozco. Ese momento de pérdida, cuando no sé arena, Nathaniel, en posición de voyeur, reducido a una mirada
q ué objeto soy para el Otro, es el momento de la angustia que I\''.,. puesta sobre la escena, ve al Otro dirigirse a él deseando.
¡;::i r esto no es sin objeto. Ne es sin objeto porque si bien en ese ¿Deseando qué? Sus ojos, la carne misma de su se r en ese
n1o mento la falta de objeto está "de mi lado'', del lado de mi momento. Para Lacan, el fenómeno de lo UnheimLich muestra,
im agen, de mi narcisismo, del otro lado hay algo extraño, en esta relación de extraña familiaridad, el vínculo del sujeto
ir.q uietan te, algo que fascina y repugna a la vez: el o bjeto a. Este con su ser, con lo que ·él es como objeto a: lo que le es más ínti-
o bjeto que falta de mi lado aparece frente a mí como un puro mo, el corazón mismo de su ser, y al mismo tiempo lo que no
dc'.;echo para mostrarme mi ser en toda su horrorosa dimensión puede representarse en una imagen tranquilizante. Y cuando
d e St':I' un resto caído del Otro. El momento de la angustia es ese objeto p erdido para la representación, rechazado fuera de la
ac Ltél en que paradójicamente no sé qué objeto soy en el deseo escena, viene a hacer irrupción en ella, es decir, cuando la falta
ºl >:1CO del Otro porque sé que sólo soy desecho. Entonces la viene a faltar, la angustia estall a.
argustia no surge de una falta, surge cuando la falta falta, cuan- Es la razón por la cual "la angustia no es sin objeto" y "la
cl ,. el sujeto confronta la "mancha negra" del Otro y ya no se ve angustia es lo que no engaña". Esto último es así porque, a dife-
a
1
, ;, no hay significante que lo represente: lo que falta en el rencia de los otros afectos, no está li gad:i a un semblante -a eso
O w es él mi smo folcrndo . que cons tit uye el en gaño inherente a tod a represenución- sin o
Li angus tia es el signo de lo real inalcanzabl e, imposible, lími- más bien a lo que está m ás allá de toda representaci ón del suje-
te interio r de lo simbólico. Los efectos de este real se manifiestan to, a su se r mi smo. En la an gustia, el lugar de l suj eto en el Otro
all i do nde no m e veo, donde no tengo representación en el Otro. ya no está vacante, corno habitualmente ocurre por efecto de la
La angustia no engaña porque está ligada a lo real, al retorno de castración; ahora el sujeto ya no está representado por algo que
lo :nismo que el sistema significante nunca podrá cernir. Coloca causa falta, que se ausenta, por el significante falo. Por el con-
as( ~ti sujeto ante la inminencia de ese real, de la aparición de aque- trario, su lugar aparece súbitamente ocupado por un objeto
llo 1.¡ue, siendo a la vez familiar e íntimo, es radicalm ente extraño. -seno, excremento, mirada o voz- que viene a colmar la falta y
Si ;,~ la define como señal de peligro esto sólo puede entenderse en este momento el sujeto ya no puede escapar al designio del
en J sentido de que la angustia es señal de un peli gro "interior", Otro.
de ':t emergencia de eso m;is íntimo del sujeto mismo. Se puede advertir así que al situar de esta manera la angus-
Por esto Lacan afirma que la angustia no es tá correlaciona- tia, ésta tiene una relación muy estrecha con la cuestión del ori-
da rn n un a pérdida o con la amenaza de una pérdida sino, al gen o ele la ca usa del sujeto . Precisamente eso el e d onde sale el

198 199

¡
11;·.

sujeto -su casa, su lugar natal, como dice Freud en Lo siniestro- mirada. Y a este "llenado" va a corresponder un "deseo" de de;;--
es lo que se hace claramente presente en ella en la médida en tete, del mismo modo que al plantearse la cuestión del falo
que no se puede decir que el sujeto simplemente sale de su como significación responderá un "deseo" de castración. Es ev 1
-

madre, del cuerpo materno. En el caso del organismo, eviden-- dente que ese "destete'', en lo que concierne a la respiración, ::.>
temente éste sale del vientre de la madre en el momento del realizado au tomáticamente por la fisiolo gía de la función res v .
nacimiento; pero el sujeto sale m:l.s bien del Otro, -esto es, de ratoria que implica la extracción seguida de la inspiración; pero
una cierta relación con la madre -en la cual el padre intervie- en lo que se refiere a los otros aspectos implicados por la ca~, -
" ~: tración exigirá la intervención de una función simbólica.
ne- en la que primero es el objeto entregado al goce del Otro.
Es esto lo que al sujeto, puntualmente, le regresa en la angustia En el "trauma'' del nacimiento, es decir, en ese pasaje de\
y justifica retomar la idea del traumatismo del nacimiento. cuerpo a la atmósfera, la angusti a "original" -si se puede utili -
No cabe duda de que la salida al mundo causa al niño un zar este calificativo- aparece como lógicamente anterior a tod:t
sufrimiento real, pero no es esto lo que esencialmente tiene demanda del Otro. Pero en este momento absolutamente pri -
valor traumático. Al respecto la observación de Lacan es muy mario, previo a toda simboli zación, aparece ya un elemento q u e~
clara: el traumatismo de nacimiento se debe menos a la separa- no tomará todo su alcance sino mucho más tarde, en el seno de
ción de la madre que a la intrusión de la atmósfera en el cuer- las relaciones más elaboradas del suj eto con el Otro: el grito. E 11
po del niño. No es ocasionado entonces por la pérdida de algo el momento en que el lactante se llena de aire, es decir, en el
sino, al con trario, por el llenado, el demasiado lleno que inva- momento en q ue es "aspirado" por la atmósfera, grita: la emer -
de al sujeto: "La angustia fue elegida por Freud como señal de gencia más radical de su voz se produce de manera simultánea
algo. Este algo, ¿no debemos reconocer aquí su rasgo esencial, a la angustia original. Este grito que en sí es nada porque nada
en la intrusión radical de algo tan Otro para el ser vivo huma- demanda -pero nada también porque está destinado a inst i ·
no como constituye ya para él el hecho de pasar a la atmósfera, tui rla en relación con el "todo" de la atmósfera que lo llena- va
de modo que al salir a ese mundo donde debe respirar, de entra- a devenir "algo" porque el Otro, la madre en este caso, va a res ·
ra, literalmente, se ahoga, se sofoca? Esto es lo que se ha llama- ponder a él, a descifrar ahí un mensaje para convertirlo en lb--
do el trauma -no hay otro-, el trauma del nacimiento, que no macla a recibir algún objeto. Así, en este grito primordial tal ve;:
es separación respecto de la madre, sino aspiración en sí de un se encuentra ya la expresión de un "deseo de destete", si se tom :·.
medio profundamente O tro" . 11 en cuenta que cuando el niño grita, "expulsa'' un objeto: el aire
Ubicar así el trauma del nacimiento como el prototipo de que lo invade. C laro que la madre, desde su fantasma, enten--
toda angustia impLica un acuerdo de Lacan con Freud, aunque derá otra cosa y aquí puede ubicarse el punto de inicio del grar.·:
sólo en apariencia pues lo que sostiene Lacan es que lo traumá- malentendido: ella cree que el niño grita porque llama a Sl1
tico del nacimiento no es tanto la separación como la invasión amor, interpreta el grito como una demanda.
que el niño sufre de algo que lo llena hasta el extremo de sofo- "Del grito al mensaje", así podría definirse -en la medida er:
carlo: el deseo del Otro que nos pone en el mundo comienza que se efectúa por la confluencia de estas dos vertientes- e~
por inflarnos los pulmones de aire, antes incluso de llenarnos el nacimiento del sujeto. En el grito no hay sino una pura vo;:
estómago con su leche, las orejas con su voz y los ojos con su como respuesta al deseo del Otro que ha puesto al niño en e~
l mundo; pero desde el momento en que ese grito es escuchad c.
1 por este último como un mensaje o una demanda, toma el valor
JI !bid., pág. 354.
1

200
l 201

l ¡

:.l
d e significante y, en consecuencia, implica ya un sujeto, al ofrecerse él mismo como el objeto que puede tapar su vacío
m enos un sujeto supuesto por el Otro que descifra este mensa- central. Pero puede ocurrir que en algún momento el Otro pre-
je. Entre estas dos vertientes también pasa el destete, que no sente ante el sujeto ese núcleo duro, inasimilable, de su ser bajo
defi ne simplemente la separación del seno materno sino la del la forma del objeto real que retorna. Entonces el fantasma no es
SL•. eto con este origen donde él no era sino el objeto entregado suficiente para asegurar la significación. Este es el momento de
al ·::apricho del Otro. En este sentido es cierto que el grito es lla- la angustia, efecto del encuentro del sujeto con un goce que
m :tda, pero sólo si se lo escucha como tal, porque en un nivel desconoce y es a la vez lo más íntimo de él. La angustia indica
m :ts radical no es más que tentativa de escansión, de corte con entonces la falla del fantasma que es también la del Nombre-
un goce invasor que implica para el sujeto el riesgo de desapa- del-Padre, imposibilidad de encauzar todo el goce por los carri-
re•. ,, r. les del signift c rnte. Es ta aparición de la an gustia es b c:Lusa de
Es te trauma fundamental muestra que la angustia señal a la la producción del síntoma que vi ene a co nstituir un intento de
p rriximidad del goce, b aparición en lo real d el obj eto a como supl encia, d e reparación d e la falla del Nombre-del-Padre, tal
co nsecuencia de una falla en la función del fantasma que es una como puede observarse en las diferentes neurosi s:
resp uesta forjada por el sujeto a la pregunta por lo que el Otro l. En la neurosis obsesiva el sujeto toma a su cargo el
qu iere de él. Se debe recordar que hay siempre una dimensión incumplimiento del padre para asegurarle así el cumplimiento
trau mática en el encuentro con el deseo del Otro porque el de la función de dominio. Por esto, ante el deseo del Otro, vive
ca d cter enigmático del mensaje que el sujeto recibe de éste no en el terror de que éste se sirva del dominio que él asegura para
p u '. ·de nunca ser enteramente asimilado de modo que, más allá gozarlo. De ahí su espera eterna de la muerte del Otro como lo
d,: se ntido qu e pued e to rnar, q ueda siempre un núcleo exces i- qu e le permi tirá fin almente gozar. Pero como en su fantasma
vc res i s~e nt e :L tod a sim bo li zació n: a, lo real de u n encuent ro sólo el O tro pued e gozar, nada pu ede valer para él y le se d
rr..1!ni:ír ico inasirn ihbl e, de un eni gma q ue res iste a b sirnbo li- imp osibl e in cluir :dgú n clem cnro de goce en sus realincion -=: s.
z.:1·, ún. E 11 es te p unw el fa n tasma vela ese n úcleo d uro porque Es la razó n del senrirn ien to de hs rid io q ue im preg n:1 su vida.
p r1; ·,1 ee al suj eto d e un a respues ta a la pregunta po r lo qu e el 2. E n b hi steri a el suj eto no se res igna enteram ente a la pri-
O c: o quiere de él. Es entonces a la vez un tapón p ara la falt a del macía fálica impuesta por la ley del padre; quiere un Otro al
o ~ w y un sostén para el deseo que va a constituirse como que no le falte el significante de su goce, el de ella; un Otro que
d c:' >nsa ante el deseo del Otro. pueda gozar y le posibilite, a ella, gozar más allá del "irrisorio"
Esta institución del fantasma es obra del Nombre-del-Padre goce fálico . Aquí está la causa de esa irrefrenable atracción que
que define a la significación como fálica, es decir, que significa el perverso ejerce sobre la histérica, tan dispuesta a tomar el
el cleseo del Otro como deseo sexual. Sin embargo, en tanto sig- papel de su "víctima'', y también de su posición desde la cual
ni í cante, el Nombre-del - Padre no basta para significar "tod o" interro ga al amo, sobre el que qui ere reinar, para hace rlo pro-
el ;· -ice; qu eda un resto: lo real de un goce q ue insiste p orq ue ducir ese sab er sobre el goce. Aho ra bien, co mo ese sa ber no
no .· ..::deja cap turar po r el sign ifi ca nte. E l fa ntas ma instit uye as í podrá el ab o rarse sino po r m edi o de l signifi can te, sed incapaz
un O tro tal que el suj eto sa be lo que él es y puede entonces de nombrar el obj eto de goce y es to mo tivará la reiterada decep-
repetir indefinidamente la misma respuesta creando una y otra ción que el amo le produce.
vez Lll1 escenario similar. El sujeto se protege de este modo del 3. Finalmente en el caso de la fobia, ésta tomará la forma de
encuentro con el deseo del Otro porque el fantasma le permite una plataforma giratoria donde el objeto fóbico es llamado

202 203
como significante destinado a suplir el defecto del Nombre-del- un sujeto que no puede desear sin la presencia de éste y cuyo
Padre, es decir, a hacer de muralla al goce. Esta noción de pla- deseo se confunde con la perspectiva de producir el goce.
taforma giratoria indica el momento lógicamente anterior al Llamar "sign ificante para todo uso" al objeto fóbico impl i-
posicionamiento del sujeto que finalmente "elegirá" la histeri a, ca designarlo · como equivalente de la falta del Otro. En este
la neurosis obsesiva o, eventualmente, alguna forma de perver- aspecto puede se r concebido portador de la amenaza de castra·
sión. En este sentido , en la fobia verdadera no hay fantasma, ción, amenaza que no es lo temido corno tal en la fobia sino uu
por esto Lacan la llama "neurosis radical": 12 ante el deseo del efecto im aginario del orden si mb óli co que oculta la angustia ei:
Otro el fóbico se encuentra confro ntado con su propia insufi- su dimensión más radical: ese afecto que indica que el sujeto
ciencia para satisfacerlo y esta falta de respuesta suficiente se puede desaparecer ante la proximidad del goce del Otro ..a'.n
debe a la insuficiente constitución del fantasma.
De este modo, el mecanismo para la formación del objeto
fóbico consiste en la producción de un sustituto de aq uello que
se manifiesta en lo real como falla del padre, un sustituto que
con frecuencia toma la forma de retorno totémico. Como lo
señala Lacan, el objeto fóbico es un"[ ... ] significante para todo
uso para sup lir la falta del Otro [ ... ]", 11 un significante/objeto
que sos ti ene la medfora paterna en tanto restaura al padre a la
vez que lo invoca. En este sentido se distingue del objeto feti-
che, definido como"[ ... ] objero percibido en el recorte del sig-
nificante",1 4 es decir, como el objeto que llena el hueco del Otro
y permite concebirlo sin falta. ¡ (I"~

El síntoma fóbico restaura al padre en su función de limitar


el goce porque allí el objeto tiene la función de servir de " [ . .. ]
arma en el puesto avanzado fóbico, contra la amenaza de la
desaparición del deseo". 15 El fetiche, en cambio, es"[ . . . ] condi-
ción absoluta del deseo": 16 es un objeto absoluto, separado, des-
prendido de los otros, exterior a la dimensión simbólica, para

"J;1cqu cs Laca n: "Subve rsi ó n d el s11¡ eto y d ia l1:cti c:1 del dese o en el incon-
cientc fr eudiano", en .Escritos 2, .Si glo Veintiuno editores , Mc'xico, 1994, pág. 803.
1.1 Jacques Lacan: "La dirección de la cura y los principios de su pod er", en

E'scritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág. 590.


"!bid.
15 Jacqucs Lacan: "Observación sobre el inform e de Dan iel Lagache:

«Ps ico anális is y estruct ura de la personalidad»", en Escritos 2, Siglo Veintiuno edi-
tores, México, 1994, pág. 66 l. t
"'!bid. f

204 1
205

t
j•<

12

:L,a perversión y el goce de Dios

El perverso se toma un trabajo loco, considerable, agotador,


hasta fracasar en su fin, para realizar[. .. ] el goce de Dios.

i ~k- Jacques Lacan: Et Seminario, Libro X La angustia,


clase del 6 de marzo de 1963.

El cuerpo, el goce y el falo

L a perversión tiene una meta: eliminar la radical incompati-


1
bilidad entre el goce, "interdicto a quien habla como tal'', y el
cuerpo, que puede definirse como una incorporación de lo sim-
bólico. 2 Esta incompatibilidad es consecuencia de la estructura
del orden simbólico, orden que constituye al cuerpo como "se-.
xuado" en la medida en que lo introduce en sus redes signifi-
cantes nombrándolo, marcándolo, sujetándolo. La sexuación
simbólica del cuerpo implica que el goce es evacuado de él. El
cuerpo "erógeno" no "se" goza, en el sentido reflexivo ; es un

' Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons-


cient freudien", en Écrits, Ed. du Seuil, Par is, 1966, pág, 821 ("Subversi6n del su-
jeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano'', en Escritos 2, Siglo Vein-
tiuno editores, México, 1994, pág. 80 !).
' Cf Jacques Lacan: "Radiophonic", en Scilicet Nº 2/3, Ed. du Seuil, Paris,
1975, pág. 103.

207
"desierto de goce" 3 en el cual, a la manera de pequeños "oasis'', ción con esta falta del Otro que es falta del significante que p U<.' -
subsisten adheridos algunos restos del goce perdido: las llama- da responder por lo que el sexo, en tanto goce, es. Dicho d :~
das "zonas erógenas", bordes de la investidura simbólica libidi- '
:rÚt otro modo: nada en el Otro puede responder por lo que dicen
nal siempre imperfecta donde el goce aún palpita. &
' ' I~ ~. estos dos significantes bajo los cuales se colocan los seres h :1.-
El goce está separado del cuerpo porque el Otro -el tesoro ¡
blantes: hombre y mujer. Estos últimos solamente se ubican en
del significante en cuyo seno va a constituirse como tal- es una el Otro en la medida en que, por definición, el significante as.l¡;--
estructura que contiene la falta. Con la introducción -alrede- na un lugar determinado a los seres vivientes a la vez que, co--
dor de 1960- del materna S(./{), que se lee "significante de una mo co nsecuencia de esto, gen era efectos tanto im aginarios e • -
falta en el Otro'', Lacan plantea que el Otro como orden signi- mo reales . Para el sujeto, hecho por el len guaje, el significan Le:
ficante, A, no contiene todo. Todo, por lo tanto, no puede de- no es algo que puede tomarse o dej arse "voluntariamente" . A :·:-·
cirse. S(A.) indica entonces que hay en el Otro un "agujero'', o, te todo ordena; así es como los significantes hombre o mu;cr
inclusive, que el Otro es un agujero: "Hay un agujero, y este asignan imperativamente un "ser" masculino o femenino a lo:.
agujero se llama el Otro''. 4 Este agujero no puede ser nombra- hablantes según el lugar que ocupan en un orden que el discu; -
do en la cadena significante: "Antes de toda data, Menos-Uno
designa el lugar llamado del Otro [ ... ] Del Uno-en-Menos, el ¡'' f·.
,¡;t ··· so establece. Pero en materia de goce nada responde en el Otrci ;
nada excepto ese significante "sin par" 6 que es el falo.
lecho está hecho para la intrusión que se adelanta a la extru- Esto se puede afirmar a partir de lo que Freud expresa en
sión; es el significante mismo''. 5 Este agujero, pérdida o falta, 1923, cuando alude a un "indecible" que se ubica del lado d e l::i
producto no significante de la existencia del significante, es mujer: "Al parecer, con ello [las teorías sexuales infantiles q l: 1.~
irreductible a todo intento de captura: el orden simbólico es tablecen la primacía del falo] nun ca se descubren los ge ni t ' ·
siempre fracasa en el empeño por decirlo porque se trata de un les femeninos'';7 afirmación que Lacan retoma para decir: " i .•
agujero cuyo estatuto es real, imposible de simbolizar. sexo corporal de la mujer no dice nada al hombre". 8 Esto que-
Esta falta real en el Otro es indecible, inarticulable por me- rría decir que aun si el sexo corporal de la mujer fuese tomad·::i
dio de la palabra. Pero hay una escritura que la designa: lo que como índice de un goce específico, propio, de todos modos r;o
Lacan denomina el objeto a. Se trata de una escritura que ins- puede ser nombrado, particularmente en el inconciente que cs
cribe la constancia de las pérdidas que se repiten inevitablemen- el campo del lenguaje donde un significante falta.
te cada vez que el sujeto trata de decir. No todo puede ser di- Precisamente es esta imposibilidad inherente al lenguaje k
cho por medio de la articulación significante; es preciso enton- que la barra colocada sobre el Otro, f.., indica. El inconciente '-~:;
ces una escritura para indicar este resto: el objeto a escribe esa el discurso que se organiza en torno a esa imposibilidad; h ,' '(
lógica d el "no-todo" significante.
por lo tanto un saber inconciente, saber que afirma que el hom-
La cuestión del goce llamado sexual debe situarse en rcla-
' Jacques Laca n: "La direcrion <le la cure et les princ ipcs de so n po uvo ir", e'
Jacq ues Laca n: "La psychanalyse dans ses rapports avec la realiré", en Scili-
.i
l'crits, Ecl. du Seuil , París, 19GG, pág. 642 ("La dirección de la cura y los prin cip i:.s
cet Nº 1, Ed . du Seu il, París, 1968, pág. 58.
de su p oder", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994 , pág. !122).
'Jacqucs Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed . du Seuil, Paris, 1975, 7 Sigmund Freud: "La organización genital infantil", en Obras completa.r,
pág. 103.
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIX, pág. 148.
' Jacques Lacan: "Radiophoníe", en Scilicet Nº 2/3, Ed. du Seuil, Paris,
' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, París, 197;.,
1975 , pág. Gl.
p ág. 13 (las cursivas me pertenecen).

208 209
1

t
brc y la mujer no tienen una relación "dos a dos": cada uno con ciencia (relation) relación (rapport) sexuat'. 11 Para Lacan existe
su goce y en conjunción con el otro y su goce. Hombre y mu- una imposibilidad de orden lógico para la concreción de la re-
jer no hacen relación porque el goce de él nunca encuentra el lación sexual.
go•:e de ella. Esto no quiere decir que no se anuden; pueden de A esto se le podría objetar que hombres y mujeres no dejan
hc,_· ho anudarse pero só lo por intermedio de ese terce r término de encontrarse y de "hacer el amor". ¿No hay allí relaci ó n? Res-
en r.e uno y otro que es el significante frí.lico. El goce sex Ltal de- po nd er afirmativamente aq uí imp licaría olvidar que, aún en lo
pei;de por lo tanto de una lógica d el Uno, el Uno fá li co; es un que se llama la "cóp ul a" entre hombre y mujer éstos se posicio-
go ce que entonces no un e al hombre con su pareja porque, por nan inconcientemente de tal manera que nunca puede haber
el rn ntrario, el falo hace objeción a la posibilidad de relación complementación recíproca: "Es una tontería [la relación se-
en tre ellos: "[ ... ] el falo, es la objeción de conciencia que uno xual] porque lo que se soporta bajo la función del significante,
de los dos seres sexuados hace al servicio a rendir al otro". 9 De hombre o mujer, n o son sino significantes completamente liga-
rm nera simultánea el falo junta y separa al hombre y la mujer. dos al uso «que corre corrientemente» (courcourant) del lengua-
El goce sexual es fálico, depende enteramente de la lógica del je. Si hay un discurso que les desmuestra esto es precisamente
sig -. ificante; pero en la medida en que el significante produce al el discurso analítico por poner en juego esto, que la mujer mm-
1·1
su j "to como Uno que se desprende del Otro, ese goce no pue- ca será tomada sino quoad matrem. La mujer no entra en fun-
de ::er sino goce del Uno. El espacio de este goce solamente es ción en la relación sexual sino en tanto madre". 12 Esto por lo
ab ie rto por el len guaje; no puede confundirse por lo tanto con que cabe a la mujer porque "del lado de [ ... ] lo que sería el
la ex periencia del orgasmo del lado hombre o del lado mujer hombre si la relación sexual pudiera escribirse de una m anera
pLH:c. se encuentra menos en el lecho de los amantes que en el sostenible, [ ... ] el hombre no es sino un significante porque ahí
dich o. donde él entra en juego como significante no entra sino quoad
Afirmar que el goce sexual es fálico significa que el hombre castrationem, es decir, en tanto que tiene relación con el goce fá-
no Je relaciona con el cuerpo de la mujer como tal, como un . ,, 13
1JCO.
cuer po que pueda concebirse dotado de consistencia sexuada De este modo, colocarse bajo el significante hombre o bajo
rea/. Es más, este goce "es el obstáculo por el cual el hombre no el significante mujer tiene efectos y una relación sexual no es la
llef a [ . . . ] a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque conjunción de términos complementarios sino más bien la ins-
eso de lo que él goza es el goce del órgano" . 10 Es necesario acla- tauración de una disimetría: la muje r se posiciona ahí como
nr !u : no del órgano en su "realid:id" p uramen te biológica sino m adre y no como mujer, el hombre se encuent ra en pos ición de
del órgano elevado a la potencia del sign ificante, esto es , del fa- castrado en referencia al fa lo y no como hombre en se ntido es-
lo. La relación sexual -l o que podría escribirse xRy: hombre (x) tricto; la presunta relación que se establece no une pues a tal
reh ción (R) mujer (y)- no puede por lo tanto consumarse: "Lo hombre con tal mujer sino a la madre con un sujeto castrado.
qLF se ll ama el goce sexual está marcado, dominado por la im- Por esto la relación no existe:"[ . .. ] todo se sustrae, y [ ... ] la re-
po ·:'. b ilidad de establecer como tal, en alguna parte de lo enun- lación sexual, ustedes nunca podrán escribirla -escribirla con
cialJ le, este solo Uno que nos interesa, el Uno de la correspon-
' \i'¡ f
11
Jbíd.
,, lbíd. 12
Jbíd., pág. 36.
" Jbíd. 13 Jhíd.

210 211

t'
un verdadero escrito, en tanto que es lo que del lenguaje se con- la ausencia": 19 "si cD, el falo como significante, tiene un lugar, es
diciona por un discurso". 14 Así, el goce fálico no puede ser lla- muy precisamente el de suplir al punto en que [ ... ] el Otro es
mado sexual sino como resto: es lo que queda del mítico goce constituido por esto, que hay en alguna parte un significante
del cuerpo, aún no marcado por la ley y la castración, después faltante. De ahí el valor privilegiado de este significante, que se
que el sujeto ha pasado por el Otro simbólico, cuando la dife- :~¡:•: puede escribir sin duda, pero que no se puede escribir sino en-
rencia sexual produce estructuralmente un defecto en materia Jí:íi tre paréntesis". 211 Esta función y tarea que le corresponden es la
1•:
de goce, falta del Otro que se escribe f(. razón de su privilegio entre los significantes: "Es ahí que surge
En sentido estricto, el goce sexual no es tal -goce de un se- el privilegio de cD entre todos los significantes". 21 Por este carác-
xo con el Otro- sino en tanto se define únicamente como fáli- ter excepcional, más que un significante, el falo resulta un sím-
co. Cuando hay inscripción del Nombre-del-Padre cuerpo y go- bolo, el símbolo-clave de la subordinación de lo viviente al sig-
ce se acoplan por m edio del significante cD, sin hacer relación. n ifi cante. De es to se d educe una consec uencia esencial en el
Esto se puede escribir tam bién así: A = cD, fó rm ula dond e se plano clíni co:"[ ... ] es por esta razón que [el significante del fa ..
puede lee r có mo Ja fun ción folica "sup le a la relació n sexual" 15 lo] [ .. . ] puede devenir idéntico al suj eto mismo, al p unto en
imposible. Se advierte aquí cómo el falo es el significante que que podernos escribirlo como sujeto tachado [ . .. ]. Si admiti-
nombra el "punto donde el significante falla", 16 el significante mos es ta determinación, esta sobredeterminación (del sujeto
que suple "al punto en que, en el Otro , desap arece la significan- por el significante) [ ... ], el sujeto no tiene ya otra eficacia po-
cia'', 17 es decir, la significancia sexual, la que escribiría una dife- sible que del significante que lo escamotea. Es por lo cual el su-
rencia de goce entre hombres y mujeres. En el seminario La jeto es inconciente" .22
transferencia Lacan va a insistir, especialmente entre marzo y Desde allí se explica por qué el concepto de falo puede dar
abril de 1961, sobre esta función del falo como significante; es- la razón de la interdicción que pesa sobre el goce en la di aléc-
to desp ués de señalar - siguiendo a Freud- que nada p ued e en- tica del deseo. Interdicto el goce, co mo ya se ha recordado, "a
tenderse del co m plejo de cas tración como nt.'icl eo de la subj et i- qu ien hab la como t;.il", 23 el falo se co nst ituye en el significa nte
vichd sin relacionarlo con el fo lo y h dimensión que éste ir itro- del deseo : "El falo es el sign ifica nte pri vile¡;iado ele esa marca
duce, b evanescen cia. "El centro de la p;:iradoja del co m p lejo de en q ue la parte del logos se une al adveni miento del deseo.
castración [ ... ] es qu e el d eseo del Otro, en tan to q ue es abor- [ ... ] el suj eto só lo d esigna su ser poniendo un a ba rra er~
dado en el nivel d e la fase genital, no pude nun ca ser de h echo todo lo que significa [ ... ].
aceptado [ ... ] en lo que llamaré su carácter huidizo". 18 Este ca- [ ... ] lo que está vivo de ese ser en lo urverclrdngt encuentra su
rácter huidizo resulta de la elisión del órgano -el pene erecto- significante por recibir la marca de la Verdrdngungdel falo (gracias
por la introducción del significante falo que deviene "signo de
1
' fhid.
" !hid. 20 !hid. , p;í gs . 272-273.
11 21 !hid., pág. 286 .
Jacq ucs Lacan: 'Tétourdit", en Sci!icet Nº 4, Ed. du Se uil, Pa ris, 1973,
pág. 14. '
1
f!J1ci., pág . 273 .
1
1< Jacqucs Laca n: Le Séminaire, Livre VIII: Le transfert, Ed. du Seuil, Paris, '·' J:l cqt 1c.1 l.:1 c:t 11. "Sulwcr.1io11 clt1 .111 jcr et cliolccriq uc d11 dé.1ir dan< l'in cnn .1 ··
1991, p:íg. 273. cicnt fr cudicn", e11 Í l'l'its, Ed . du Scuil. Pa ris, l 9GG, p;íg. 821 ("Subversi ó n del st;-
17
lhíd., pág. 272. jeto y dialéctica del deseo en el incon ciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vcin-
IH !bfd, citrno editores, México, 1994, pág. 801) .

212 213

]il;
a lo cual el inconciente es lenguaje)". 24 El término "marca" indica nifi cante que se descuenta del conjunto de los significantes del
:i.quí que el falo es causante de la Verdrangung (represión): el falo Otro:"[ ... ] este significante no puede ser sino un rrazo que se
m:i.rc:t al sujeto, lo tacha, efecto que puede escribirse $ = CP. Esto es traza de su círculo sin poder contarse en él [ ... ] .
b inscripción del sacr(ficio que implica para todo sujeto hablante el Es corno rnl impronunciable [ .. . ]". 26 Pero hay un significan-
sexo en tanto consecuencia de la interdicción que pesa sobre el go- te que designa eso que es irn pronunciable: el falo, que deviene
ce, sacrificio que es condición del deseo como falta en ser del suje- así para el sujeto el significante de su falta-en-ser. De este mo-
to sexuado. El significante falo escribe en el Otro este lugar del go- do, no hay sujeto "del" goce: el falo no representa al sujeto sino
ce interdicto en la medida en que es incompatible con el significan- al goce que se ubica fuera del sistema simbólico.
te. Se trata solamente del lugar del goce pues éste, por su misma in- El sujeto hablante es falta-de-goce y el falo designa para él
terdicción, no es ya el goce en tanto que tal. Este sacrificio que el lo que de este goce está forcluido, lo que es estructuralmente no
falo inscribe en el Otro tiene para el sujeto un nombre: castración. simbolizable. El falo es "el significante excluido del significan-
La castración es el sacrificio de goce que se impone al sujeto te" . 27 Se trata entonces de un signi ficante paradójico porque
por el hecho de quedar colocado bajo el signific:i.nte falo. Efecto constituye una objeción para la d efinición misma ele significan-
1:reai) del signific:i.nte, el sujeto carecerá de :i.lgum determinación te: "lo que representa al sujeto para otro significante". El fa lo no
que lo señale como viviente porque es más bien a título de muer- remite a o t ro significante y es así el único significante que tiene
to que el significante lo representa: la palabra es el asesinato de la este estatuto; es un significante sin par, una excepción. Por esto
cosa. El ser viviente del sujeto hablante, que sólo adquiere esta no puede ser pronunciado; pronunciarlo sign ificaría activar in-
condición en tanto representado por el significante, no puede ha- mediatamente el par significante, reintroducir el carácter pura-
llar el sign ificante que designe su "identidad sexual"; es un ser que mente diferencial de todo significante.
se define entonces corno falta-en-ser y el nombre de esta pérdida Hay una distinción importante que Lacan establece: si el
de ser es castración. Como consecuencia de esta t.'iltima, el ser del principio ele este sacrificio de ser que es la castración es inscripto
sujeto, ser viviente sexuado, está capturado en una serie metoní- simbólicamente por el falo, cf>, su puesta en juego y su efectua-
mica donde falta tocia garantía. Esta ausencia radical ele garantías ción no puede realizarse sino en el campo imaginario. En este
es lo que Lacan puntualiza cuando plantea que no hay Otro del sentido será preciso elaborar, en oposición al falo simbóli co cD,
O tro, esto es, que no luy metalenguaje que pueda rendir cuentas el concepto de falo imaginario llamado -cp. Ahora bien, entre cp
del lenguaje de modo tal que en éste no se presente la pérdida. y -<P se establece una "ambigüedad fundamental" 28 porque sólo
Esa falta-en-ser se puede escribir corno (-1), que indica el falo imaginario puede dar "cuerpo al goce" 29 y esto porque só-
" [ .. . ] lo que falta al sujeto para pensarse agotado por su cogito, lo lo imaginario puede ligar, ensamblar, dar consistencia o hacer
a saber lo que es irnpensable" .25 Este (-1) es por lo tanto el sig-
" !bíd.
"Jacques Lacan: "La significatíon du phallus", en Écrits, Ed. du Seuil, París, "Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre VIII: Le transfert, Ed. du Se uil, P;¡ris,
l 966, págs. 692-693 ("La significación del falo", en Escritos 2, Siglo Veintiuno 1991, pág. 306.
•editores, México, 1994, pág. 672) . " !bíd., pág. 278.
"Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons- "Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons-
~

cie nt freudien'', en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 819 ("Subversión del su- cient freudien", en Écrits, Ed. du Seuil, París, 1966, pág. 822 ("Subversión del su-
jeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vein- jeto y dialéctica del deseo en el inconcie nte freudiano", en Escritos 2, Siglo Vein-
tiuno editores, México, 1994, pág. 799). tiuno editores, México, 1994, pág. 802).

214 215
. .. y

'J¡,;;:
cimiento mientras que lo simbólico corta, separa, desprende. tivizado en la imagen especular, si llega a ser develado, como e;;
¿Cómo se presenta este cp en el campo imaginario? Lacan res- los misterios antiguos, surgirá el demonio (Scham) del pudor
ponde que "este significante está siempre oculto, siempre vela- que inmediatamente lo disimula a la vista y a la posibilidad dr:
do. ,, 30
capturarlo. -ép es, por lo tanto, la marca de la castración en le
De modo que <P da la razón -lógica- del deseo; pero sólo imaginario, marca que se extenderá sobre el conjunto de l o ~
el falo imaginario, -cp, puede darle cuerpo, consistencia para el objetos que, en este campo, pululan y que, por otra parte, es-
sujeto: "Hay que distinguir pues del principio del sacrificio, tán para cumplir la función de velarla.
que es simbólico, la función imaginaria que se consagra a él, pe- <P, -cp y a permiten entonces concebir la falta en la estruc-
ro que lo vela al mismo tiempo que le da su instrumento". 31 Es tura, S(,A) como simbólica, imaginaria y real respectivamen -
-cp quien ordena la imagen fálica y la "función imaginaria [ ... ] te:
que preside a la carga del objeto como narcisista". 32 El falo sim- 1. cI> d esigna el lugar (vacío) del goce. En este sentido no
bólico es el significante del lugar vacío - siemp re vacío- del go- puede as imilarse al símbolo cero en aritmética con el que a V E-
ce po rque el Otro está cas trado, es po r es to "impos ible de nega- ces se lo compa ra. M~í.s bien es el signifi cante de la falta de es-·
tivi za r".33 A co ntrap elo de esta posición básica, la función im a- te símbo lo cero , el significante que sólo puede nombrar los
ginaria transforma al falo en el -cp, falo imaginari o, "la parte fal- bordes del aguj ero en lo simbóli co, bordes que lo delimitan.
tante de la imagen d eseada" ,34 o, en alusión a la pieza d e Sha- 2. La significación de este símbolo en lo imaginario es evo-
kespeare, "[ ... ]la libra de carne que paga la vida[ .. . ] como tal cada bajo una forma ausente, negativizada: -cp. Algebraicamen -
imposible de ser restituido al cuerpo imaginario; es el falo per- te Lacan lo escribe f i señalando que el fa lo imaginario"[ ... J
dido de O siris embalsamado".35Ahora bien, como la imagen es- es igualable al f i de la significación [ ... ] del goce que restitu -
tá para ocultar esa falta, no puede "desempeñar su papel sino ye por el coeficiente de su enunciado a la función de falta d e
velado, es decir como signo él mismo de la latencia de que significante: (-1)". 37
adolece todo significable" .36 Siempre elidido, seccionado, nega- 3. Por su parte el goce pe rm anece siempre inalcanzab le. E i
significante nos separa de él pero permite al mismo ti em po St '
evocación bajo la for ma de su ausencia: fa lta-de-goce de lacas-·
"'Jacqucs Laca n: Le Séminaire, Lii1re V!/f' Le transfart, Ed. du Se uil , Paris,
1991 , p;íg. 286. tración . Este agujero en el Otro simbólico - este "goce cuya fal --
"Jacq ucs Lacan: "S ubve rsion du su jet et d iale ct ic¡ ue du dés ir dans l' incons- ta hace inco nsistente al Otro" 38- es lo q ue a designa como pér-
cient freud ien", en Ecrits, Ed. du Seuil, Pari s, 1966, pág. 822 ("Su bversión del su- dida de ser para el sujeto, es d ecir, co mo falta real. En tanto que
jeco y dialéctica d el d eseo en el inconci ente freudi ano", en Escritos 2, Siglo Vein- sigla algebraica, a escribe el agujero como tal, el agujero en sf.
tiuno edicores, México, 1994, pág. 802). .
J2 !bíd. esto es, la constancia de las pérdidas en juego cada vez que ei
" !bzd., pág. 823 (!bíd., pág. 803) . sujeto se diri ge al Otro.
"!bíd., pág. 827 (!bíd., pág. 807).
·' Jacques Lacan: "La direction de la cure et les principes de son pouvoir", en
5

Ecrits, Ed . du Seuil, Paris, 1966, pág. 630 ("La dirección de la cura y los principios ·17 Jacc¡ues Lacan: "Subversion du suj ct et dialectic¡uc du désir dans l'incon s..

de su poder", en Escritos 2, Siglo Veintiun o ed itores , México, 1994, págs. 609-6 1O). cicnt frcudi cn'', en Ecrits, Ed. du Se uil , Pari s, 1966, pág. 822 ("Su bversión del su-
"Jacq ues Lacan: "La sign ifi cati o n d u phallus", en 1:.crits, Ed . clu Se uil, P:i ris, jeto y dia léct ica d el deseo en el inconcicnte fre udi ano", en Escritos 2, Siglo Vein ..
1966, págs. 692 ("La sign ificación del fa lo", en Escritos 2, Siglo Veintiuno edito- tiuno ed ito res, México, 1994, pág. 802).
res, México, 1994, pág. 672) . jK !bíd., pág. 820 (!bíd., pág. 800).

216 217
Dos dimensiones del goce je, esto no puede entonces ser sino el Otro sexo",4 2 el sexo en tan-
ta q1 1e Otro, que Otro más allá del sign ific rnte, el Otro como
La falta real que hace agujero en el Otro fundándolo como resto que excede al lenguaje y que, por esto mi smo, no podría
inconsiste nte, falta que tiene un lugar central en la elaboración encarnarse co mo sex uado . Esto significa que la existe ncia del
J e Lacan en la última parte de su enseñanza, lleva a plantear la Otro sexo -y, por lo tanto, del goce- sólo sería posible m ás allá
::: uestión del estatuto de este "fuera del lenguaje" del "sexo cor- del lenguaje, encarnando como Otro real. Es precisamente lo
¡)o ral de la mujer" y d e su eficacia subjetiva. que lo hace inalcanzable: el Otro real no puede constituir sino
Par:1 precisarlo es necesario volver a interrogar el estatuto ló- lo originariamente perdido por la acción del lenguaje.
,·,ico ele! Otro. Como se s:ibe, és te se define corno el "tesoro del Dos d imension es lógicas del Otro quedan así planteadas: el
:gni l-l c mte", el lug:H si m bólico desde donde el suj eto recibe su Otro del sig11 ific:rn te, e¡ ue in tro cluce la i1usió n del compleme nto,
11e 11 s:tje en un a fo rma inven ich, h '' [ . . . ) sede previa del puro su- y el Otro re:1I, cor relativo de la fo Ita en el Otro del signiflcame del
..·ro del signiflcanre [ . . . ]" . 5 ~ El Orro esd siempre en posición de sexo, ele S(.A). La arriculación de estas dos dimensiones pe rmite
.< nteriori chd lógica co n relació n al suj eto, qui en recibe de él su d e- co mprend er el es tatura del cuerpo en relación co n el goce. Si se
:erminación significante. Es por este Otro simból ico que el suj e- entiende por cuerpo el lu gar donde se inscribe el significante, se
::o, hombre o mujer, puede tener acceso al significante falo. Pero puede concluir que es significante "corporizado". El cuerpo no
:1 la vez, va a encontrarse con el hecho de que este Otro simbóli- preexiste al significante, no es la carne en bruto ni los órganos
co es a-sexuado: "El Otro no se presenta p ara el sujeto sino bajo que conforman el organismo viviente de los que se ocupan la me-
u na forma a-sexuada. Todo lo que ha sido el soporte, el soporte- dicina o la biología. El cuerpo, siempre erógeno, es corporización
, .1stituto, el sustituto del Otro bajo la forma del objeto de deseo, de lo simbólico; cuerpo que "toma voz" 43 por el inconciente -es-
·: a-sexuado"."" El Otro no ti ene h posibiliclacl el e respo nder al su- tructurado como un lenguaj e- y solam ente po r él. El efecto de
.:co lo q ue éste, en ramo sujern sexuado, es. Es to lo de fine como esta inco rporació n signifi c:rnte nega tivi za -mortifica- al organi s-
1,exuaclo, esta tuto que comparte co n el objeto a; lo mismo pue- mo y sus carn es, "por lo cual se comprueba que es secunda ri o que
r;e expresarse afirmando que el goce del Otro, eso no existe. La- el cuerpo esté muerto o vivo". 44 Por el significante el cuerpo de-
t ~m lo formula así:"[ . . . ] Ja au-sencia (ab-sens) designa el sexo".11 viene ... "incorporal"; 45 la sepultura es un testimonio de esto.
Pero en tanto marcado por la falta, el Otro es también ese Contrariando a toda evidencia, "el cuerpo [ ... ] es primero lo que
:·gujero que lo especifica como estructuralmente inconsistente. puede llevar la marca propia para colocarlo en una serie de signi-
Fsto lleva a considerarlo, más allá de su faz simbólica, como real. ficantes". 46 Es este cuerpo ahí, tomado en el juego significante, el
En el seminario Encore, de 1972-1973, Lacan va a fundar este cuerpo con el que se encuentra el psicoanalista; en el síntoma his-
::gujero real como el lugar del Otro sexo: "El Otro, en mi lengua-
"Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encare, Ed. du Seu il, Paris, 1975,
pág. 26.
J; Jbíd., p:íg. 807 (lbíd., pág. 786). '·' Jacques Lacan: 'Tétourdit", en Scílicet Nº 4, Ed . du Seuil, Paris, 1973,
'º Jacq ues Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encare, Ed. du Se uil, Paris, 1975, pág. 20.
Jo:Íg. 115. " Jacques Lacan: "Radiophonie", en Scilicet Nº 2/3, Ed. du Seuil, Paris,
" Jacques Lacan : ''L'étourdit", en Scílicet Nº 4, Ed. du Seuil, Paris, 1973, 1975, pág. 61.
r·:íg. 8. Lacan juega con la homofonía del significante ab-sens (ausencia y fuera de "!bíd.
, .: ntido).
46 !bíd.

218 219
¡¡ ~1
térico por ejemplo, que se inscribe sobre la anatomía trazando hallarse fuera del lenguaje. Este goce no puede concebirse en ':l
otra anatomía - puramente ficcional- que toma el lugar de una plano fenoménico, no tiene ninguna concreción, el significi: ·
palabra impedida (reprimida). Como efecto de haber incorpora- te no puede captarlo ni localizarlo, salvo por defecto. "A lo q 1!c
do lo simbólico, el organism o vivi ente devi ene cuerpo cuya rea- hay que atenerse, es a que el goce [ .. . ] no puede decirse sino e: ..
lid;i.d , no obsLante su car;k t:e r im :1ginari o ele unid ad iluso ria, es trclín eas para quienquiera qu e sea sujeto de la Ley, pues to q! :'
un a real idad inn egable, fundamental para el suj eto. la Ley [sopo rtada p o r el significante] se funda en esa prohi b · ·
Pero h incrJJpomcúJn sim bó lica g uc consti tuye el cuerpo ció n [in te rdi cci ó n] misma.
eróge no, "s ig ni flc1ntizad o", pro du ce u n "fuera -del-le ng uaje" En efecto, aun si la ley ordenase: Goza, el sujeto sólo pod ;·¡ 1
correlativo del aguj ero en el O tro del significante y del cuerpo contestar con un: Oigo, donde el goce ya no es taría sino si -
real, viviente, nunca enteramente capturado por el orden sim- breen tendido" .·19
bólico. A este cuerpo que excede se le puede atribuir un goce: Co nsiderado de ese modo, el goce es una instancia "nega t -
"[ . .. ] la sustancia del cuerpo [se define] solamente por lo que se va" q ue no puede ser abordada sino por la vía de la lógica, es '~'..J
50

goza. Propiedad del cuerpo viviente sin duda, pero nosotros no es, por un juego de escritura hecho de letras minúsculas. Es ~:;,(
sabemos lo gue es ser viviente sino solamente esto, gue un cuer- como el goce del sentido, goce de "hacer sentido" Voui-sens, h e ..
po, eso se goza". 47 Este goce, asociado al ser co m o viviente, no mófono de jouissance, goce) viene al lugar de ese goce -inexistc: "·
de pend e de b funci ó n de la palab ra como el goce f!tli co : en la te-· q ue se ría inheren te a la relació n sexual , el goce del O tro si (>·
p rim er;i sesión del Scm inai'io XXI!- R.S.! L;ican le da el nom - te exi sti era . Q_lli c1·e d ecir q ue el Otro co rno real, el cuerpo y el ·' ·
bre d e "goce de la vi d a''. Afirm a all í: "[ . .. ] io re;i] es la vi da a la 111 ~ís allá del significante, así corno el goce no perd ido irrem cd i · ..
que so mos ll evad os ;i re fe rirnos".18 La ZJida es as í uno de los blemcnte -en el caso de qu e no hubi era in tervención del fo lo C' -
nombres del aguj ero de lo real. En rela ción con ella, lo simbó- rno qui en orden a la lógica significante- no son sino elucubraci1 ··
lico mortifica, mata, mientras lo imaginario funda la ilusión nes subje tivas porq ue lo único cierto es que al ser h ablante n 1
donde el Uno se asegura la posibilidad de existencia del otro, su hay otra manera de significarle el goce que fálicamente. Com '.)
alter-ego narcisista. no existe otra significación que la fálica el ser hablante no acce-
El goce del Otro -del cuerpo del Otro que lo simboliza, co- de a otros goces; solamente puede "significarlos", es decir, inté··
mo lo llama Lacan- resulta un efecto de Ja insatisfacci ó n estruc- grarlos a los juegos significantes, para lo cual no cuenta más q ue
turai qu e se liga al goce del ó rgano eíevado a la potenci a del sig- con el goce fáli co. Toda referencia a los goces implica una ap lica-
nificante para encarn:ir el fal o. Es un goce prod ucido como su ción del lenguaj e, lo que in evitablemente produce goce Wico y
m <Ís allá por el go ce fálico. El inter- d icto del goce ser ía evoca- pérdida de cual q ui er posib ili dad de acceso a aquéll os .
ción -ent re los dichos- de un goce más comp leto, m ás "corpo- C omo suced e con el cuerpo y con el Otro, el goce no pu<: -
ral". Así, este "goce de la vida" es a menudo imaginarizado co- de decirse todo: al ser dicho de alguna m anera ya no puede se r
mo propiedad del mundo animal, mundo cuya característica es
49 Jacques Lacan: "Subversion du suj et et dialectique du désir dans l'incon"-

cient frcudien", en Écrits, Ed. du Scuil, Paris, 1966, pág. 82 1 ("Subversión de l w -


47
Jacques bcan: Le Séminaire, Livre XX: J::iicore, Ed. du Seuil, Paris, 1975, pág. jcto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Ve in-
26. tiu no ed itores, México, 1994, pág. 80 1) .
" Jacques Laca n: Le Séminaire, Livre XXI!· R.S.l., clase del 12 de dici em bre '" Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, Paris, 197 \
de 1974, inédito. pág. 10.

220 221

l,
tudo el goce: "El goce pues, como vamos a expresar lo que no
n ~cesitaría para su propósito, sino por esto -si hubiera de él así todas del padre, serían numerables y podrían constituir en-
o:ro que el goce fálico, no haría falta que éste sea[ ... ]. ¿Qué es tonces un conjunto cerrado. Este goce más allá del falo es míti-
In que eso designa allí? ¿Es que eso designa lo que, en la frase, co porque finalmente no existe el Otro como universo comple-
e~: el otro o aquéllo de dónde hemos partido para designar este y
to, pleno consistente. Por el contrario, está siempre agujerea-
o :ro como otro? Lo que digo ahí se sostiene al nivel de la im- do y es su agujero lo que el falo y el objeto a escriben.
p :icación material porque la primera parte designa algo falso. Si El goce del Otro es el goce de la relación sexual. .. si ésta
lu biera un otro, pero no hay otro que el goce fálico[ ... ]. Es fal- fuera posible. No debe confundirse con otra dimensión del go-
so que haya un otro, lo que no impide que la continuación sea ce que Lacan introduce en el Seminario XX: Aun: el Otro goce,
V;Tdadera, a saber, que no haría falta que este otro sea ahí" .51 A goce que existe bajo el modo de la ex-sistencia. Este goce siste
e.<ro se añade una precisión: "Es falso que haya otro [goce]. Es- (está), aunque no se sabe dónde ni como. Entre el goce del Otro
to no nos impedirá jugar una vez más con el equívoco, a partir y este Otro goce no hay continuidad, como la que aproxima y
,~
d,~ lo falso [faux], y decir que no haría falta [qu'il ne faux-drait separa el goce fálico del goce del Otro. Para Lacan el Otro go-
f 1is, juego homofónico con «no sería falso»] que éste sea allá. ce introduce la cuestión del goce femenino.
S1 tpo ngan que en relación con el goce haya otro -pero justa- ..
, El Otro goce no es una extensión del goce fálico, tiene con
n·e nte no lo hay. Y por lo mismo, no es porque no haya, y por- éste una relación de infinitud. Quiere decir que, con respecto a
q ue es de esto que depende el no haría falta [il ne faudrait pas] la función del significante fálico, este Otro goce es del orden del
c1:1e la cuchilla no cae menos sobre aquél del que hemos parti- infinito. Se puede ilustrar, dice Lacan, con la paradoja de Zenón
ck Es necesario que ése [goce] sea, [... ] a fa lta del o tro que no referida a la carrera de Aqu il es con la tortuga: "Aquiles y la tor-
1c/ '. 52 Plantear que el goce (del Otro) es el que -si existiera- no
tuga, tal es el esquema del gozar de un lado del ser sexuado [ ... J.
: u ría falta es entonces "el correlato de que no hay relación se- Aquiles, es muy claro, no puede sino rebasar a la tortuga, no
xu :-il, y esto es lo sustancial de la función fálica". 53 puede alcanzarla. No la alcanza sino en la infinitud". 54 Este go-
La afirmación es contundente: el inconciente no inscribe, ce Otro no es complementario sino "suplementario" con respec-
en materia de goce, diferencia alguna entre hombre y mujer; tal to al goce que se regula por el significante falo: "No hay mujer
es el postulado freudiano del falicismo del inconciente. En este sino excluida por la naturaleza de las cosas que es la naturaleza
sen tido, la relación sexual es imposible. De esto Lacan deduce de las palabras [ ... ]. No es menos cierto que si ella es excluida
U'.l e el goce no conviene a la relación sexual; no hay pues el go- por la naturaleza de las cosas, es justamente por el hecho de que,
ce: de la relación sexual sino un goce que inscribe este imposi- por ser no toda, tiene, con relación a lo que designa de goce la
[.le: el goce falico. En cuanto al goce del Otro, éste no puede si- función fálica, un goce suplementario. Ustedes observarán que
i' u suponerse; por definición es mítico. Es el goce supuesto al he dicho suplementario. Si hubiera dicho complementario,
¡;: dre real, el padre de la horda primordial que goza de todas las ¡dónde estaríamos! Se recaería en el todo". 55 El goce Otro es en-
m ujeres -del todo de La mujer- del clan. Mujeres que, por ser tonces un goce que tiene valor de excedente de goce; es goce real,
fundamentalmente "opaco'', 56 que, por definición, se escapa.

11
Jbíd., pág. 55.
12
Jbíd., pág. 56. " !bid., pág. 13.
53
Ibíd., pág. 55. " !bid., pág. 68.
14;'
"' Ibíd., pág. 77.

222
223
Ahora bien, lo que el Seminario XX: Encore afirma como no- • siempre y definitivamente ... Otro. Lacan afirma: "[ ... ] no hay
v~dad es que este "goce [ ... ] radicalmente Otro" 57 no es el goce Otro del Otro. El Otro, ese lugar donde viene a inscribirse to-
supuesto a las mujeres. Considerarlo así sería nuevamente enti- do lo que puede articularse por el significante es, en su funda-
fica rlo, atribuirle sustancialidad. Es más bien goce lógicamente mento, radicalmente Otro. Es por esto que este significante,
CJrrelacionado al lugar que el significante "mujer" asigna a los co n este paréntesis abierto, marca al Otro como tachado S(,A) . .
sujetos que se colocan debajo de él. Es así, según Lacan, como ¿Cómo concebir que el Otro sea en alguna parte aquello me-
,,rgo nuevo podría surgir a propósito de la sexualidad femenina, diante lo cual se relaciona la mitad de los seres que hablan, ya que
e .J mo sería posible encontrar algo diferente que las "pendejadas" ésta es más o menos la proporción biológica? Pues no es otra.cosa
(.:o nneries) 58 habituales como el "goce vaginal", "punto G", etc. lo que está escrito allí en la pizarra con esa flecha que parte de Lá.
Lo esencial es vincular este goce Otro con las mujeres. Ese JA no puede decirse. De la mujer nada puede decirse. La mu-
Esta problemática específica de lo femenino puede abordar- jer tiene relación con S (/\.), y ya en esto se desdobla, no-toda es,
se desde el materna S(.f..). Bajo el significante "mujer", el sujeto ya que, por otra parte, puede tener relaciones con <.P". 60 Quiere
co locado allí se desdobla: el sujeto mujer no está todo so metido decir que esa parte Otra de ella es, ante todo, Otra para ella mis-
a lo simbólico en la medida en que se relaciona con ese goce ma. Para ella misma es un enigma porque como sujeto que es, pa-
O rro; pero, por otra parte, en tanto hablante tiene relación con ra este goce Otro la palabra le falta. De esto, el discurso de la his-
i: significanre falico, et>. Como suj eto, lo propio de b mujer es tér ica, que se organ iza a partir de la pregunta por ese objeto plus-
• .< J es t;ir tocia sometida a la funci ó n Eílica; así es co m o se can ec- de-gozar q ue es su verdad dirigida al O tro coloc:ido en el lugar
e: ; con la infinitud. En el campo de lo numerable ella no pu ede c!el amo, puede c.hr fe. La r:1zón del eni gma es in rerio r al di sc ur-
l :;tee r conjunto ce rrado : en su caso la proposición universal afir- so mi smo: "No hay en ninguna parte palabra última si no es en
rn ativa falta. Es el motivo por el cual, lógicamente, el La de La el sentido en q ue palabra es ¡chito! (rnot est rnotus)". 61
m ujer no puede decirse, lo que se escribe "Jd mujer". El con- Se afirma de todos modos que hay sujetos que dicen experi-
junto que incluiría a todas las mujeres no puede ser constitui- mentar este goce O tro: "Hay un goce para ella, para este ella que
do. Es así como la barra que tacha al gran Otro cae sobre el su- no existe y no significa n ada. Hay un goce para ella del cual tal
jc co que es colocado bajo el significante "mujer" cuando se vez ella misma no sabe nada sino que lo experimenta -eso, ella
p la ntea la pregunta acerca del goce y de su imposible. Cae so- lo sabe''. r' 2 Los místicos son quienes ofrecen, históricamente, el
¡ ·1·e el suj eto lo quiera és te o no en tanto él es efecto del lengua- tes rimonio de este goce. Pero hay que precisar que lo m:ís a me-
j e' mismo: "A nivel de este no todo, no hay más que el Otro pa- nudo no es este goce lo qu e experimentan sino " [ ... ] la id ea de
r.t no saber. Es el Otro q ue hace el no-todo [ ... J en t:rnto que que debe h;iber ahí un goce qu e esd. más alb [ ... ]"r>3 de las pala-
l ' ; , por defi nici ón (fre udiana), no-todo significan te [ ... ]" .
59 bras. Adem:1 s, au n cu:ind o pudieran expe rim enra rlo -s i hubi era
1 místi cos absolutos- perm anecería el defecto de significante para
Hay una relación es trecha entre 'J,4 mujer" y la estructura
del Otro en tanco que, como Otro, no puede definirse sino

'º !bíd., pág. 75.


17
!bíd. "' !bíd., p:íg. 74. Lacan juega con la analogía encre mot (palabra) y motus
" !bíd., pág. 70. Traducción para México. En otros países hispanoparlantes (¡chito!, ¡silencio!).
pJdrla tradu cirse como "gilipolladas" o "boludeces". " lbíd., pág. 69.
,, lbíd., p~g. 70.
" Ibíd., pág. 90.

224 225
decirlo. Entre los místicos Lacan cita a Sant:l Teresa de Ávila pe- hombre q uie re La mujer n o la encuentra sino encallando en el
ro también a un hombre, San Juan de la Cruz, colocándolo del campo d e la pcrversión".''5 El homb re no puede por lo tanto "al-
lado del no-todo para destacar así la heterogeneidad de la anato- canzar" La mujer sino en la perversión que implicaría, en cier-
mía con respecto al significante. "Es claro que el testimonio to sentido, encarnarla. Años antes, en 1967 observaba que
esencial de los místicos es justamente decir que experimentan "plantearse la cues tión del goce femenino es abrir la puerta de
pero que no saben nada de él. Esas jaculaciones místicas, esto no todos los actos p erversos". 66
es ni charlatanería ni verborrea, es en suma de lo mejor que se La estructura perversa plantea la posibilidad del goce del
puede lee r [ ... J. Creo en el goce de la muj er en tan to que es en Otro en la medida en que se sustent;i en la creencia en el O tro
más [ . .. ]''. 61 Ex iste entonces el goce fá lico -que es uno-y el go- exento de b c;istració n. Lo esencial para el perverso no es cómo
ce en más, pero que no es el otro que comp leme nta a ese un o. pod ría goz;i r del Otro si no có m o y de qué goz;i el cuerp o del
En mate ria ele goce no hay dos, aun cuando decir que h ay un o Otro. E n es te sentido supo ne que ese goce alca nza una in tens i-
solo tampoco es cierto: el signifi ca nte ele la falta en el Otro dad a la c¡uc él no podría llegar, de ah! que para él el goce por
[S(A)] indica una ausencia, de tal m odo que, si el Otro goce no excelencia se encuentra en la posición femenina, como goce de
tiene significante, el sujeto sólo puede estar allí en tanto ausen- ser gozado más que en la masculina centrada en el gozar. Esto
te. En otros términos, puede experimentarlo pero ningún saber tiene una razón: del lado hombre en la tabla de la sexuación só-
se puede inscribir respecto de él. Por estar fuera del lenguaje, el lo se puede gozar de partes del cuerpo del Otro más o menos
Otro goce no puede asegurar un complemento al goce fálico que fetichizadas como otros tantos objetos a, es decir, sólo existe el
depende enteramente del lenguaje. Al igual que el fálico, este goce sometido al fantasma, lo que deja abierto el interrogante
Otro goce no puede asegurar la existencia d e la relación sexual. acerca del goce q ue podría producirse en el partenaire. La per-
M uestra m ~is bien la moda lidad del fracaso de ella del lado mu- ve rsión es b respuesta a esta pregunta: ese goce q ue se tr;ita de
jer de la sexuac ión y reafirma que no hay tal relación, ya sea que al rn nz::ir, enrerarn ente restituido ~1 1 cuerpo co rn o todo, ti ene que
se la aborde del lado hombre o del lado mujer. ser despren d ido de la lógica significante subordinada al falo. Pa-
ra es to , el suj eto perverso intenta hacer existir La mujer y, en
una tentativa por quitar la barra sobre el ~f, hacerla toda, toda
La perversión y su lógica liberada de la función fálica. Es así como pretende asegurar la
conjunción sin pérdida entre el cuerpo y el goce.
De acuerdo con todo lo antedicho, JA mujer es uno de los El perverso intenta no ser afectado por el no todo del goce
nombres del Otro como lugar que no se sostiene. No se sostie- '""'' femenino dejándose tomar fantasmáticamente en una lógica
ne porque es ló gicamente inconsistente. Ella dice ese agujero del todo. Desmi ente el no-todo buscando hacer válida la afirma-
que hace que el Otro -como Otro completo, pleno- no exista. ción de c¡ue el Otro como todo existe y por esto su goce es todo,
Aho ra bien, para el perverso, es ta in ex istencia del Otro es lo in- todo susceptible de ser aprehendido. Apun ta así al goce de La
soportable que procurará siempre desmentir. la lógica de la per- mujer que no es el goce de ... Jd mujer. Lo que no puede admi-
versión se sostiene en la desmentida ( Verfeugnung para Freud)
de la inexistencia del Otro. En 197 4 Lacan afirma: " [ ... ] si el " Jacques Lacan: Tc1lévision, Ed. du Scuil, Paris, 1975, pág. 60.
"Jacqucs Lacan: Le Séminaire, Livre XIV: La logique du Jantasme, clase del
"'!bíd.,Jpág. 71. 7 de junio de 1967, inédito.

226 227
tir entonces es que la feminidad sea no toda y que el Otro este
sido podadas, otras sometidas y domesticadas, de tal manera
:1gujereado, esto es, que en última instancia no exista. Su des-
que ninguna ha podido permanecer intacta "en" el cuerpo.
m entida no ces:t cle di rigirse hacia ambas afirmaciones. De este
E s a estas "f.uerzas d e la no pa laora
L " que en la pervers1on
, ' se
modo intenta producir, concretar, entificar ese goce arrebat <Í.n-
trata de h acer advenir en su pureza, su intensidad, desligándo-
dolo a su partenaire. Para esto le es preciso tratar de desprender
las de los juegos significantes. La meta del perverso será así per-
el c;;uerpo real del significante en la medida en que éste consti-
mitir que esas fu erz::is que están ya ahí, aunque aminoradas,
t uye al cuerpo simbólico. Se trata, de esta man era, de producir
ocult::is, impedidas, transformadas, se puedan manifestar en el
el advenimiento del Otro "más acá del sexo", del Otro nocas-
aquí y ahora d e un ritual que se plantea corno poder radical de
trado.
destrucción de todo aquello que para su lógica es impostura, su-
En su importante ensayo sobre Sade, Pierre Klossowski evo-
misión cobarde a esas "instituciones" de las que el lenguaje "en
ca esta operación llamándola expropiación y la describe así:
mí" no es sino el vigilante. Desprender esas fuerzas, volverlas li-
" [... J no poseo «mi» cuerpo sino. en nombre de las institucio-
bres, reencontrar su impulso: esto sería, paradójicamente, una
nes cuyo lenguaje en «mÍ» no es sino el fiscalizador. El lengua-
obra de salubridad subjetiva.
je institucional «me» ha enseñado que este cuerpo en el cual
El cumplimiento del objetivo del perverso requiere enton-
«soy» es el «mío». El mayor crimen que «yo» puedo cometer no
ces de la articulación cuerpo-significante-goce. Ya se lo mencio-
es tanto quitar «SU» cuerpo a «otro», es romper la solidaridad de
nó: sólo el significante puede hacer el cuerpo en tanto lo produ-
«mi» cuerpo con este «yo mismo» instituido por el lenguaje". 67
ce transformando el dato biológico del organismo viviente en
Esta desconexión, esta ruptura de la solidaridad del cuerpo con
cuerpo erógeno; es entonces el significante quien afecta al cuer-
el yo mismo, del cuerpo con "mi" identidad, del cuerpo con el
po, haciendo también de él un cuerpo mortificado, es decir, va-
lenguaje, está destinada a concluir en el desprendimiento del
ciado de goce. El significante produce la extracción, la evacua-
cuerpo en sí que el mismo Klossowski define como "el produc-
68 ción, la expropiación del goce del cuerpo que deviene así el
to concreto de la individuación de fuerzas impulsivas". Y aquí 1!1 Otro descompletado de su goce. Esto puede escribirse así:
donde él dice "fuerzas impulsivas" -a las que también designa
como fuerzas oscuras, imponderables, pulsionales, fuerza ex·-
cuerpo = A = A - goce.
u anj era en el interior de sí- podría pensarse -desde la ó ptica d e
Lacan- en el goce; sobre todo si se toma en cuenta que es al len--
En este punto es donde se sitúa la posición singular del per-
guaje a quien es atribuido, con justa razón, la expropiación de
verso en relación con el cuerpo y el goce: "[el perverso] sabe, a
ellas. Más claramente, es aún m ás justificable afirmar que estas
este goce, reco rdarlo ahí, pero es para demostrar (precisamente
"fuerzas impulsivas" son los nombres de lo que Lacan llama go-
por no llegar ahí sino para exaltar por su simulación una figura
ce si se toma en cuenta que Klossowski emplea la expresión
demostrativa) lo que ocurre para todos con el cuerpo, que éste
"fuerzas de la no palabra" como el término que sintetiza las di-
sea justamente ese desierto". 69 El afán perverso es la búsqueda in-
versas expresiones que utiliza -fuerzas oscuras, imponderables,
cesante de quitar la barra sobre el Otro, es decir, de desmentir
pulsionales- y además señala que algunas de estas "fuerzas" han
que el cuerpo, en tanto que simboliza al Otro, pueda ser "perci-

1•1 Pi erre Kloss owski: Sade mon prochain, Ed. du Seuil, Paris, 1967, pág. 46 .
" Jacqu es Lacan: "La psychanalyse dans ses rapporcs avec la realité", en Sci-
(,;, !bid.
!icet N º J, Fe!. du Sc uil, l'ar is, 1968 , p:íg. 58.

228
229
bido como separado del goce". 70 La consigna de la perversión po- llama Lacan a este propósito de hacer compatibles cuerpo y go-
dría formularse así: ¡restituyamos el goce al cuerpo/Tal el "estandar- ce. Para esto el perverso se ubica en el lugar preciso de esta d .s-
te" fantasmático bajo el cual ejecuta sus prácticas; su esfuerzo yunción, en el campo del Otro entre el cuerpo y el goce. Con es-
consiste en "dar a ver y a creer [ ... ] que el goce puede volver a ta posición intenta cerrar la brecha del deseo, que se confunde
habitar el cuerpo". 71 El esfuerzo perverso irá en el sentido inver- con el goce. De ahí que en la escenificación haga surgir la angus-
so de la "corporización": en vez de la expropiación del goce por tia en su partenaire, angustia que puede carncterizarse como el
el efecto del lenguaje se tratará de expropiar el lenguaje para propósito último de la perversión.
"reencontrar" las "fuerzas impulsivas" de que habla Klossowski. Para lograrlo, en la lógica de su fantasma el sujeto perverso
En su artículo princeps sobre el fetichismo, 72 Freud dio un nom- se hace objeto, se reduce a aquello que en el juego significani:e
bre a esta modalidad subjetiva de negación que apunta a anular al es pérdida, es decir, a, refugio del goce: "[ ... ] el objeto a es ,_ ,.a
Otro como tachado: la Verleu.gnung o desmentida. Lo que el perver- parte del cuerpo donde el goce puede refugiarse",7 4 la parte c. J
so des mi ente es este aguj ero en el Otro qu e se traduce en un "no sé" cuerpo gue cae, que se elide y gue, entonces, se inscribe co rn o
en cuanto a su goce. A di fe rencia del neurótico, se esPuerz::t por mos- un lugar fue ra del cuerpo . Ya en su seminario La angwtia, .·l.e
trar que existe el Otro y que su goce es perfectamente ;lprehensible. J 962-19 63, Lacan llama al objeto a " [ .. . ] la resern t'dti ma in c-
1al es la creencia de la que él no duda: el Otro se define como un ductible de la libido [ ... ]". 75 Pero para lograr el propósito sen.t-
supuesto gozar más allá de sus semblantes. Por esto, el materna de lado, el perverso tiene que localizar el objeto inaprehensible, d
la perversión puede escribirse S(A), que se lee como significante del objeto-falta, y envolverlo en los espejismos imaginarios -la fa-
Otro no tachado, sin falta. De este modo el perverso puede asegu- chada fascinante y a la vez horrorosa que presenta al otro- d on-
rar la consistencia -inexistente- del discurso inconciente. Si esta in- de pretende afirmar su saber-hacer con el goce. Así, por el rn-
consistencia lógica del Otro es lo que recibe el nombre de castra- deo de lo imaginario, hace consistir al objeto siempre ausen t~ .
ción, el perverso se consagra entonces a la desmentida de ella. Le es preciso por esto "imaginarse ser el Otro",76 es de·.~ i r,
Ah o ra bi en, si para el perverso se trata de anular la incompa- identifi carse -masivamente- con la falta del Otro, su castraci(í n,
tibilida d en tre cuerpo y goce, pued e decirse que efoctú a es ta anu- par~1 suplir la i11 mediatamente por medi o de un raponam ien to: él
h ció11 po r medio de h p uest;:i en acto el e una esce nifi cación en la mi smo es el o bje to q ue la o brura. Este es el med io "pdc1ico" ' el
que procura la reunión del goce con el cuerp o. En otros térmi- per verso par;1 asegur;ir el goce del Otro: hacerse "el instrurn ¡· ·: -
nos: esta escenificación intenta mostrar la posibilidad de la rela- to"77 de ese goce cfectu:indo una "reposición" del objeto a - q 1e
ción sexual entre el Uno y el Otro. "Asegurar el goce del Otro" 73 es condensador del goce (perdido)- al Otro castrado, es decir,

'º Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre >..Y!: D'un Autre a f'autre, clase del 23 ;·' Jacques L:ican: Le Séminaire, Livre XIV: La logique du fantamu, clase :Id
de abril de 1969, inédito. 14 de junio de 1967, inédito.
71
71
lbíd. Jacqucs Lacan: El Seminario, Libro X La angusti11, Ed. Paidós, Bue1 1os
72
Cf Sif'nund Freud: "Fetichismo", en Obras completas, Amorrortu edito- Ai tes, 2006, p~g. 121.
res, Buenos ,tires . 1979 , vol. X.X], p:íg. 141. " Ja cqucs L 1ca11: "Suhversion du sujct et clialectique du désir dan s l'inco,1s-
71
· Jacq 11es Lacan: "Subve r., io n d u suj er et di alectiqu e du d¿ ir dan s l'inco ns- cic11 t frcl1dicn ", 1.·n L-!crit.r, Ed. du Scuil. l'aris, l 9GG, pág. 825 ("Subve rsión clci 'u-
cienr fr cudicn"', en lcrits, Ed. clu Seuil, Paris, 1966, pág. 825 ("Subversión del su- jcto y dialén ica de l deseo en el incon cicnte freudiano", en l:.Jcritos 2, Siglo Vein-
jeto y di aléctica del deseo en el inconci ente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vein- tiuno editores, México, 1994, pág. 805).
77
tiuno editores, México, 1994, pág. 805). !bid., p<íg. 823 (!bid., pág. 803).

230 231

i:Ui
;•J·>_ ,,

vaciado de goce. Imaginando ser el Otro ... que no existe, el per- " ~
significante instaura al sujeto como efecto del lenguaje con la
verso degrada la relación simbólica -que lo hace sujero de la ley
v del deseo- a su dimensión dual, en espejo, puramente imagi- inevi table disyunc ión entre cuerpo y goce . El goce divide al su-
naria. Y ante la imposibilidad de alcanzar al Otro, se encarniza- jeto porque el Otro no sabe nombrarlo, no tiene el significante
rá con el otro, su partenaire alter-ego, para intentar arrancarle lo que pueda designarlo. De modo que el sujeto, en la neurosis
q ue el Otro, si existiera, le podría entregar: el goce. particularmente, no sabe acerca del goce. La fórmula del fantas-
ma lo indica claramente: ($ O a) se lee como la división del su- .
jeto que queda enfading, que se desvanece, ante el goce innom-
¡- ·~ • '
u ansgres10n, goce y creencia

brable encarnado por a.
Pero el goce perdido, goce al cual la relación sexual hace
El perverso no es un transgresor. El acto perverso no es el obsdculo, es vehiculizado por objetos que se desprenden del
intento de violar lo prohibido si no la verdad de este último: la cue rpo, objetos ll amad os a. El objero a coma :isí dos valores
es tructura perversa no se define por la búsqueda de la transgre- fundamentales: es el objeto perdido, c:iído del cuerpo, la pérdi-
sió n sino por la del goce del Otro. El perverso tiene necesidad da irremediable que causa el deseo; pero también el plus-de-go-
(~n tonces del Otro para que su acto le procure lo que busca. Lo zar, ese conjunto de objetos (parciales) que pueden condensar
importante no es el rebasamiento del límite sino el acto de for- el goce que se desprende del cuerpo, objetos como el seno, las
':arlo, de apoyarse sobre él más que ir más allá. Por ello el lími- heces, la mirada y la voz. Si este objeto puede considerarse lo
te debe estar ahí y estar en vigor. Todo esto no solamente hace caído, el resto de la operación significante, el perverso apuesta
del perverso, a pesar de las apariencias, un religioso, un creyen- a que no haya pérdida, o, aún más, a que en el caso de que ella
te, sino el paradigma mismo del creyente. se produjera no tenga efectos sobre el sujeto. Se trata de resti-
Se puede recordar que en Fetichismo Freud interpreta el ob- tuir la integridad del Otro, para lo cual el perverso se crea un
jeto fetiche como efecto del rechazo a abandonar una creencia: Otro a la medida; Otro a la medida para asegurarse así un goce
::t mujer, la madre tiene el pene. Esto plantea la cuestión de la sin pérdida. En este sentido, él no es incauto (dupe) frente a lo
,: reencia en primer plano: la desmentida de la castración es an- sexual, él des-miente: a diferencia del neurótico, no mi ente ni se
te todo una cuestión de creencia. Dice Freud: "Acaso el adulto miente, desmiente la falta del Otro. Es como intenta obturar el
vivenciará luego un pánico semejante si se proclama que el tro- hecho de que el objeto es el producto de la operación signifi-
n o y el altar peligran, y lo llevará a parecidas consecuencias iló- cante, desmintiéndolo como resto inasimilable y suscitándolo
gicas" .78 Se puede decir que esta creencia en el falo de la madre para inscribirlo en el Otro. Para lograrlo construye escenarios a
es el modelo de todas las creencias, del mismo modo que la di- la vez fascinantes y horrorosos en los que procurará dar a ver lo
Í~ rencia sexual es el modelo de toda diferencia. que no se puede ver. Siempre con el propósito último de que no
Como ya se ha señalado, la dimensión significante introdu-
J l1
aparezca lo más abyecto: la castración de la mujer, que debe
ce la división en y entre los seres humanos. En tanto hablantes, quedar oculta.
('.stos se posicionan como hombres y mujeres; pero también el En el ya mencionado seminario El objeto delpsicoanálisis, de
1965-1966, Lacan subraya que en el artículo Fetichismo ele
Freud se interpreta la perversión como "querer llenar la falta del
" Sigmund Freud: "Fetichismo", en Obras completas, Amorrortu editores,
Buenos Aires, i 979, vol. X.,'(J, pág. 148. Otro". Se ha dicho que el Otro no existe pues carece del signi-
ficante que diga el ser, tanto el suyo como el del sujeto; se pue-
232
233
ve rsión "es un efecto de inversió n del fan tas rna", 80 un a irwers · ,; 1
de agregar que esto determina que el acceso al orden del signi- que debe pensars e en el sentido de la célebre fórmula freu c:ia-
ficante y la sexualidad tiene como consecuencia una necesaria na: "las neurosis son el negativo de las perversiones". Por c.:;t:a
Jorcfusión del sujeto,79 condenado a ex-sistir. La desmentida vie- inversión, el sujeto en la perversión se identifica con el obj n o
l(i¡
,,
ne a defender de algún modo al sujeto frente a este efecto del (de la pulsión), Así, no es su división lo que se realiza en el ac-
significante que es la sexualidad como aquello que lo expulsa to sino que él, ubicándose como objeto, divide al otro, al p i.'. r-
del Otro. Con el objeto fetiche se trata de hacer existir a este tenaire que tiene el lugar del sujeto. Lo esencial de la perversi·)n
Otro, razón por la cual el perverso se sitúa como instrumento no es la satisfacción "directa" de la pulsión sino el modo en q1 .e
para su goce. En términos freudianos podría decirse que se tra- el sujeto se ubica: "La pulsión no es la perversión. Lo que coa;-
ta de evitar esa herida narcisista, lo que exige el colmamiento de tituye el carácter enigmático de la presentación de Freud con-
la falta entrevista en el Otro -que pone en peligro el narcisis- siste precisamente en que él quiere darnos una estructura rad i-
mo- por medio de un objeto. Es así en el lugar mismo donde cal - en la cual el sujeto no está de ninguna manera aún coloca-
el fetichista desmiente lo real, el lugar de la falta del Otro, que do. Por el contrario, lo que define a la perversión es justamen-
va a restituir a a A. De esta manera se preserva del deseo del te la manera como el sujeto se coloca allí". 81
Otro y del efecto de angustia que se desprende de él en la me- Lo que caracteriza a la pulsión en general es que el sujeto 1:•)
dida en que este deseo es innombrable. Así el perverso se refle- esd aún colocado en ella. Pero este aún no alude a un desp u,'. s
ja en el Otro, le da consistencia; pero en tanto instrumento de que va a llegar en algún momento, es un aún que perdura sie u -
este último no puede dejar de aniquilarse en él, lo que explica pre porque la localización del sujeto no se producirá nunca: $,
que la posición perversa básica es el masoquismo. el sujeto en la fórmula de la pulsión ($ O D) indica -con la L.i.-
Para el perverso, por otra parte, el goce del Otro no constitu- chadura- este sujeto aitn no localizado con relación a la deman-
ye ningún enigma: él está en la posición de quien sabe hacer con da del Otro, es d ecir, al orden significante. Ahora bien, si al s 11 -
dicho goce, no necesita por lo tanto producir un saber sobre el de- jero le fue ra posible localizarse no podría hacerlo como tal po :·-
seo inconciente. En su estructura, el saber está presente desde qu e aquello qu e lo d efin e es precisamente su no locali zación: J
siempre como un saber que, en la medida en que no lo produce, sujeto es lo que se desliza incesantemente bajo el significan t ~ .
es también intransmisible. La posición del perverso se asemeja en- D e localizarse sólo podría hacerlo entonces como objeto, corno
tonces a la de un "iniciado'', poseedor de un saber inefable, in- a y esto, estructuralmente, configuraría la perversión. En i:Ls
transmisible. Con él puede consagrarse a un acto que tiene carac- neurosis, el hecho de que el sujeto es $ implica la imposibilidad
terísticas muy particulares: es un acto en el que, a diferencia del de localizarse, la condena a no ser. En cambio, como a, el pe--
acto en general, no se alcanza ningún saber sobre lo que, como su- verso va a localizarse, desmentirá la pérdida de ser y así podrá
jeto, se es. El perverso se pone del lado del objeto, sabe hacer con postul arse como la causa (contingente) de la división del otro
el goce del Otro y por ello coloca la castración sobre el partenaire. Aquí puede comprenderse por qué la pulsión no es la pe.
Esto quiere decir que no se "asume" como dividido: la per- vers ión . La primera implica la no localización del sujeto: el su ·

,., Cf Jacqucs Lacan: "D'unc question preliminaire a toutc traitcrncnt possi- "' J:i cqucs La can: Le Sbni/l(tire, Livre X I: Les quatre concepts fondamentau.x de
ble de la psychosc", en lcrits, Ed . du Scuil, Paris, 1966, pág. SS 1 ("De una cues- la p sychrw alyse, Ed. du Scuil, Paris, 1973, pág. 168.
tión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis", en Escritos 2, Siglo " !bíd., pág. l 6S.
Veintiuno editircs, México, 1994, pág. S33).

235
234
jern de la pulsión es "acéfalo" pues ésta es pura actividad, traza- desde el lugar del objeto, divide a los sujetos actuando como la
d o circular que se limita a hacer el rodeo (tour) alrededor del "¡r j) i ley misma. En su novela Luna amarga, Pascal BrucknJr hace de-
objeto sin llegar a poseerlo porque lo que procura es dejar la 11 ¡ ,
, .q cir al protagonista: "La perversión necesita orden, y e e orden le
lrnella de ese recorrido, no alcanzar la meta: "La actividad pul- impide adoptar la pose del gran desbarajuste". 83
siunal del sujeto se consagra a rodear sus objetos para retomar Ante el perverso el otro se divide entre la sumisión a la voz
es to y restaurar su pérdida original". 82 En la perversión, en cam- imperativa que se impone como ley y la sublevación contra el
bio, el sujeto se asume como objeto, es decir, se coloca en el lu- goce. Esta división lo lleva hasta el fading, el desvanecimiento
g~;r del objeto que la pulsión rodea. En este sentido, el objeto mismo. Se trata de producir, corno lo expone Lacan en Kant con
nu es ya el objeto perdido causa del deseo, es el instrumento pa- Sade,8'; un sujeto mítico: en la medida en que se busca extraer
re: la restauración del Otro; no es causa del deseo sino instru- del go ce su parte de dolor, de aislar lo que en el goce es el mal
mc:nto para desmentir la ex-sistencia de la causa. Lo importan- para revelar un puro placer sin mezcla, se obtendría el "sujeto
t•~ es rechazar en los hechos que el orden simbólico produce la
,, bruto del placer" que experimentaría placer en gozar. Sin em-
di visión del sujeto por carecer del significante que pueda decir ;¡ ·,,
bargo, antes de alcanzar este punto de revelación del goce puro,
el goce. Con su acto el perverso tratará entonces de sostener la en el acto perverso el otro se desvanece.
fic ción de que no es el significante quien produce esa división Plantear al perverso como alguien reducido -sobre una es-
¡:;t
sin o él como objeto, poniendo del lado de su partenaire al suje- cena- a instrumento que lo fija en su tarea, permite captar que
to dividido que es quien "no entiende", se angustia y pregunta. -en el sentido estricto- él no goza. Dice Lacan en 1967: "Es
l nrenta así de un modo paradójico que la castración quede suficiente habe r practicado con un exhibicionista para darse
occd ta corno dato de estructura -la falta del Otro que se escri- cuenta claramente que no se comprende nada de lo que, en
b, /\- tras la apariencia de que él como objeto es su ejecutor. apariencia, yo no diría lo hace gozar - en tanto él no goza- pe-
Con el objetivo de sostener al Otro exento d e falta, al Otro ro lo hace, al m enos, y con la única condición ele dar el paso
rnrn o lugar del goce, el perverso se hace el brazo ej ecutor de la que acabo d e decir, a saber: que el goce del que se trata es el del
le;' en su carácter superyoico: la ley como exigencia de goce. Otro, con A mayúscula". 85 La afirmación es contundente: el
n~sde este punto de vista el perverso es un moralista radical que
perverso no goza, su posición es la de ser instrumento del goce
i!t stra con claridad una idea que Freud sostendrá desde Tótem y del Otro.
tai·zí hasta },{ malestar en la cultura: la moral es una emanación Se trata sin duda de una formulación extrema. Lo central a
d e la pulsión en su dimensión más radical, de la pulsión de sostener es que el perverso trabaja con el fin de lograr la efica-
muerte, una exigencia de goce que rechaza por ello toda "impu- cia máxima: esd tomado en una lógica utilitaria donde él se
re: t" , rocb folla, tod a falu.. La gran paradoja de la perversión confunde con su instrumento, de hecho es su instrumento y no
co ;1siste en el hecho ele que aquel q ue parece ser el transgresor
p1 ' excelencia, q ui en pretende viol:ir tochs hs regl as de l co rn-
pcrtamiento "normal" y "decente", busc:i en realid:id hacer cum- "' Pascal Bruckn er: Luna amarga , Ediciones B, Barcelona, 1992, pág. 82.
p l>r la ley de manera inexorable, sin pretextos que justifiquen su "' Cf Jacques Lacan: "Kant avec Sade", en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, l 966,
t r: nsgresión. Hacerla cumplir en la medida en que él es quien, pág. 775 ("Kant con Sade", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994,
pág. 754).
RS Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XVI: D'un Autre a !'autre, clase del 26
" Ibíd. de marzo de 1969, inédiro.

236 237
goza porque su propósitc es producir el goce del Otro, no el su-~ defensor de la fe". 88 Él es entonces el objeto que pretende deven i1·
yo. Pero él ignora esto absolutamente -esta es la dimensión in- complemento y para esto debe ser aislado, trabajado, depurado;
conciente de la perversión- y es ta ignorancia revela el lado de la pero también utilizado, manejado, manipulado.
pervers ión que penr1anece rá siempre corno lo imposible de sub- E n es te m ism o semin;i.rio L:tcan propone al a como u :-
jetivar: "P:tra decirlo todo, el perverso no s:tbe [ . . . ] :tl servicio "equivalente del goce", como plus-de-gozar, "lugar de captu :.1
de q ué goce ejerce su actividad. No es, en todos los casos, al ser- del goce", goce supues to al Otro en tanto que cuerpo real, m <Í '
vicio del suyo". 86 allá del falo. Quiere decir que, si se toma en cuenta la perve r-
Lo que él ignora es que trabaja para el Otro, para su goce: sión, la ecuación:
"Ustedes [neuróticos] no se consagran a que el Otro - es decir,
yo no sé qué de ciego y quizá de muerto- goce. Pero [al perver- A= A - goce
so J eso le interesa. Es así. Es un defensor de la fe" Y Ahora bien,
puede eq ui p:trarse a esta otra: o
¿algo de ese goce puede ser subj etivado?, ¿se inscr ibe allí para él
también un plus-de-gozar? En su seminario De un Otro al otro,
de 1969-1970, Lacan ab o rda est:t reducción de orden cstructu- A= A+ a
r:t l del suj eto :t la categoría de obj eto: el perverso se hace obje-
to a para restituir al Otro precisamente ese objeto del cual éste donde a es equiva lente y captura del goce perdido, interdicto, k
habría sido descompletado por la operación sign ificante. que se llamará plus-de-gozar. Por definición, el goce está en "ni 11-
Antes, en Kant con Sade, Lacan señalaba la rigidez, la fijeza guna parte", p ero el objeto a tiene un lugar, está localizado, pue-
del lado del sujeto perverso, quien toma el lugar de objeto. Seis de tom ar un carácter imaginario, es "recuperado". Hacerse obje -
años después, en el seminario citado, introduce -del lado de este to a es para el perverso el medio de restituir el goce al cuerpo.
mismo sujeto que se hace objeto para- el movimiento, la acción. Este a toma en la perversión una función particular: devie -
Al1ora el objeto se anima, deviene activo: el perverso pregunta ne para el perverso, en su fantasma, lo que ha sido perdido po :
por lo que falta al Otro para "adornar" (pam) allí, para suple- el Otro para convertirse en vacío ele goce. Por efecto de l signi fi ..
mentario: "Lo que yo querría anti cipar, si n refl exionar, es que la cante el OtTO es el "terreno limpi o de goce" , pero en este proce-
función del perverso -b que él ll ena- lejos de se r, co mo y;i. se lo so al go esc;i. p;1 ele él qu e es vacuola de goce, resto , enclave del gn-
h;i. di cho hace tiempo, como ya no se osa decirlo desde hace al- ce desprendido o lo que del goce no ha podido vir;i,r ;i la cont:J·
gún tiempo y, principalmente a causa de lo que he enunciado de bilidad signifi cante: "El lugar del Otro como evacuado de goce
ella, fundado sobre cierto desprecio del otro o, como se dice, del no es sólo lugar limpio, círculo quemado de lo que es no sob -
partenaire, es algo que debe ser juzgado de un modo, de otro mo- mente esta otra escena, este lugar abierto al juego de papeles, si-
do, rico y que[ ... ] articularé al decir que el perverso es aquel que no algo en sí mismo estructurado por la incidencia significante,
se consagra a obturar ese agujero en el Otro que, hasta un cierto esto es muy precisamente lo que introduce ahí esta falta, estaba-
punto[ ... ] diré que está del lado de que el Otro existe, que es un rra, esta hiancia, este agujero que puede distinguirse con el títu-
lo de objeto a". 89 Haciéndose objeto a, el perverso intenta, e11
.% !bid. ~
"Jacc¡ues Lacan: Le Séminaire, Livre XVI: D'un Autre a l'autre, clase del 26 " Jhfr/.
de marzo de 1969, inédito. " !bíd.

238 239
·~-

términos de goce, taponar, ocultar, llenar ese agujero en el Otro una tesis central que es el epígrafe de este trabajo: "[ ... ] la an-
que se llama ,A: "Lo que llamo o defino como perversión es la gustia que está en cuestión en la mira del perverso, en el fondo,
restauración de alguna suerte primera, la restitución, a este cam- es la de[ ... ] Dios. [ . .. ]. Hace un gran esfuerzo y se agota hasta
po del A, del a minúscula''. 90 De esta manera, Lacan definirá el errar su objetivo, para realizar lo que, gracias a Dios, nunca
ju ego llamado perverso como "el juego del a minúscula". 91 mejor di cho , Sacie nos evita tener que reconstru¡r, ya que lo
articula como tal, o sea -realizar el goce de Dios" . 94 ~ Esta afirma-
ción puede relacionarse con la evocación que hace Lacan del lu-
La perversión no es sin Dios gar que ocupa en la ficci ó n del marqués de Sade el Ser supremo
en maldad en provecho del cual, sin saberlo, el libertino ejecu-
Haciéndose a, el perverso se consagra, en términos de goce, ta su tortura ensañándose con su víctima hasta los infiernos
<1 l llenado de ese agujero que hace al Otro castrado. En este sen- eternos: "Cuando el goce se petrifica en él [en el fantasma sa-
tido, Lacan lo define como "hombre de fe" o "cruzado", como diano], [el libertino, reducido al instrumento de su tortura] se
"el que da a Dios su verdadera plenitud". Lacan juega aquí con convierte en el fetiche negro en que se reconoce la forma clara-
'.dgunas semejanzas homofónicas: croisé (cruzado), croir (creer) m ente ofrecida en tal tiempo y lugar, y todavía en nuestros días,
y croix (cruz) . En este contexto Dios sería la forma absoluta del para que se adore en ella al dios". 95
~ ) tro sin falta, el suj eto supuesto saber en acto: "El suj eto su- Como se desprende de sus textos, Sade promueve la exigen-
' • t 1esto saber es Dios".
92 cia de rebasar el límite del placer -límite al que se ciñen los li-
Esta refe rencia a Dios no es circunstancial sino estructural. bertinos de su época- para instaurar un a ley moral m ás severa,
'Todo perverso, incluso si hace profesión exp lícita de ateísmo, es cuya o rden se res ume a "se debe gozar, es una obligación". Se
un fiel servidor del Otro divino a quien se trata de hacer existir debe gozar porque así lo exige Ja Naturaleza que quiere gozar y
y dar consistencia. Fiel servidor de Dios en la medida en que és- nada debe hacer obstáculo a su goce destructor. La Naturaleza
t e puede ser un nombre del goce que se· trata de hacer posible, exige el crimen y la destrucción; sin embargo, en tanto es ella
ce! goce del Otro más allá del falo, que puede colocarse tanto misma quien así lo impone; no puede haber entonces crimen
e el lado de La mujer como del padre mítico de la horda: "Este contra ella. Su estatuto es pues el de la madre divina, finalmen-
f' OCe que se experimenta y del que no se sabe nada, ¿no es lo que te intocable. En la obra d el marqués la destrucción generaliza-
: .os coloca sobre el ca mino de la ex-sistencia? ¿y por qué no in- da, la apolo gía sistemática del mal, la vaiorización universali-
t : rpretar un a cara del Otro, la cara Dios, como sopo rtada por zante d el crimen n o cesan; pero todo esto, paradójicamente, pa-
el goce femenino?". 93 ra afirmar el lugar y la presencia del Otro divino. Insultar a
De hecho, la referencia a Dios es central en Kant con Sade D ios, mofarse d e él, ul trajarlo, co lo cado co m o testigo del mal
y en el seminario La angustia. En este último Lacan formula realizado si n afecrns -con la más absolu ta a-patía- no son sino

'º Ibíd., clase del 30 de abri l de 1969. " Jacques Lacan: EL Seminario, Libro X: La angustia, Ed. Paidós, Buenos
" !bíd., clase del 7 de mayo de 1969. Aires, 2006, pág. 180.
"Ibíd., clase del 30 de abril de 1969. 91 Jacques Laca n: "Kant avec Sade", en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág.

'·' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, Pari s, 197 5, 773 ("Kant con Sadc", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág.
p:íg. 71. 752) .

240 241
diferentes formas de darle consistencia, de hacerlo existir. Sin ~ ,1t órdenes de esta última que trabaja, se aplica y no renuncia n u n-
Dios, el dispositivo sadiano cae: "El Ser supremo queda restau- ca. No cabe entonces sorprenderse de que tal o tal sujeto perver-
rado en el Maleficio". 96 En Sacie Dios no desaparece, muestra so sea ... moralista, no sin talento ni éxito muchas veces en la
más bien su verdadera cara: es el Mal. historia de las ideas o de su época. No es sorprendente porque el
Ésta es una afirmación esencial para comprender toda lógi- perverso es el moralista por excelencia porque hace de su ri u al
ca fantasmática perversa. En ella el deseo del Otro toma el ca- la puesta en acto de su sumisión a la ley moral, ley que exi¡:;c la
rácter de "voluntad de goce" 97 de la que el perverso es el ejecu- eliminación de todo lo que la obstruye, de todo lo patológico --lo
tor fiel e implacable. En este contex to hay que entender por vo- que tiene qLte ver con los sentimientos- en términos kantiai:us.
luntad"[ .. . ] el orden de una razón puramente práctica[ ... ]". 98 Esta finalidad de restitur a a A h ace de la perversión una D O-
Es Ja voluntad que "[ ... ] domina todo el asunto [ ... ]'', 99 pero dalidad de "suplencia":"[ ... ] el sujeto en la perversión toma C!Ú -
no es la voluntad del sujeto sino la del Otro. Se presenta así co- dado él mismo de suplir a esta falla del Otro". 103 Suplencia en i C-
mo la voz de Ja conciencia, imperativa, es decir, incondicional, to donde el "plus-de-gozar" se devela, es puesto al desnudo . El
como voz que no interroga sino ordena. término suplencia indica esta función activa que cumple el (o b-
Esto tiene importantes consecuencias clínicas. El deseo del jeto, objeto que es eso que el sujeto "se hace" en su fantasma . La
Otro regresa siempre al sujeto bajo la forma de un Che vuoi? clínica lo muestra: haciéndose a, el perverso se consagra a tap ar
~qué quieres?], pregunta que"[ ... ] conduce mejor al camino de la hiancia radical del orden significante que la falta fálica (..cp)
su propio deseo[ ... ]''. 100 Este retorno al "propio deseo" como lo inscribe: "La perversión añade una recuperación de la cp que :n e-
específico de la neurosis es lo que el perverso intenta suprimir: nas parecería ori ginal si no interesase al Otro como tal ele m :1 1e-
al Che vuoi? del neurótico correspondería en la perversión un ra muy particu lar" . 104 Al "menos" que escribe el falo , el pervc:-so
"¿Qué quiere?", 101 ¿qué quiere él, este Otro? La respuesta a esta -como recuperador de goce, recolecto r d e los a perdidos d o i d e
pregunta existe de antemano: quiere el goce, tal es su ley, es un el goce (parcial) es depositado- sustituye un "plus" que penTt te
"[ ... ] imperativo moral [ ... ] puesto que es desde el Otro desde instituir un A no desfalleciente, exento de la castración.
donde su mandato nos requiere". w2 Ante esta orden el perverso La tesis freudiana sobre el fetichismo muestra cómo, est r.lc-
toma el lugar del ejecutor, haciéndose objeto para cumplir con turalmente, el sujeto perverso intenta anular la castración i:.1a-
el imperativo, frío, sin afecto, de la voluntad del Otro. Es a las terna: quiere sostener a la madre como no castrada. Esta m adre
no castrada, esta madre toda como construcción imaginaria es
% !bid., pág. 770 (lbíd., pág. 769). denominada por Lacan con el neologismo hommelle ("ho m-
" !bid., pág. 773 (!bid., pá g. 752). brella") .105 Desde es te neologismo puede pensarse esta otra a fir-
'"!bid., pág. 767 (lh!d., p<íg. 746) .
.,, lhíd., pág. 775 (lhíd., pág. 754).
100
Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons- ""' Jacqucs Lacan: le Séminaire, livre XVI: D'un Autre ii l'autre, clase del 23
cient freudi en", en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 814 ("Subversión del su- de ab ril <le 1969, in édito.
' Jacqu es Lacan: "Subversion du suj et et dialectique du désir dans l'in cnns-
111
jeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vein-
tiuno editores.¡JMéxico, 1993, pág. 794). · cient freudien", en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 823 ("Subversión de: su-
º JacquesJLacan: "Kant avec Sade", en Écrits, Ed. du Seuil, Par is, 1966, p;íg.
1 1 jeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vein-
775 ("Kant con Sade", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág. tiun o editores, México, 1994, pág. 803).
754). 1111
Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre ).'Vl· D'un Autre ii L'autre, clase del J·I de
º Jbíd., pág. 770 (lbíd., pág. 749).
1 2 abril de 1969, inédito. Hommel!ees la condensaci6n de homme (hombre) y elle (( lla).
'li ¡l'

242 243

.t~ :t .1
>;

m ación: "[ ... ] perversión no quiere decir otra cosa que versión ·• da y la oscilación propias del obsesivo están ausentes en él.
hacia el padre" . 106 ¿De qué padre se trata? De un padre que, evi- Este propósito del perverso -asegurar el goce deletro- jun-
d entemente, goza; un padre que de alguna manera sería "ella", to con el medio utilizado -hacerse el instrumento quje haga exis-
la mujer. El concepto de pere-version que condensa perversión tir al Otro- rinden cuenta clínicamente de lo que pone de ma-
c::rn vuelta (version) hacia el padre (pere) muestra que el Nom- nifiesto la efectuación de las prácticas y rituales organizados, fi-
bre-del-Padre como función simbólica no puede eliminar com- !f jados y determinados por su fantasma: el fracaso sistemático y
pl etamente el goce del padre como una dimensión real de lapa- repetido. El m edio puesto en juego con minucia y aplicación en
tt~ rnidad no limitada por la ley. La pere-version explica que el hi- estas prácticas -hacerse objeto, instrumento, fetiche reificado-
)o no se dirige al padre considerándolo solamente representan- fracasa, y la m eta de producir el goce del Otro en alguna medi-
cc de la ley simbólica, se sitúa también en una posición maso- da no se alcanza. Por otra parte, el afan de localizar, capturar el
qu ista en relación con el padre que es supuesto encarnar d el go- goce, no puede alcanzarse porque éste -por definición- no es-
Ct:~ . El fantasma analizado por Freud en Pegan a un niño 107 es en tá ... en ninguna parte; es un verdadero no lugar, un u-topos.
este sentido paradigm ático: el golpe del padre es instituyente, Al hacer alusión al goce como u-topos, utopía, cabe hacer una
d eja sus marcas, tanto las de la ley como las del goce al que el digresión que permite pensar otra dimensión, política en este ca-
sujeto quedará ligado. so, de la perversión. La utopía aspira a un Estado perfecto en to-
El perverso busca entonces restituir a a A reemplazar la fal- dos los órdenes, un Estado acabado en el cual la falta habría de-
t ~t fálica por el objeto que él "se hace'', tomar para esto el lugar de saparecido. Ahora bien, con la desaparición de la falta desapare-
i: isrrumento del goce del Otro para que su acto haga emerger el cería el deseo, de tal modo que el problema de las utopías -lo que
"' 1jero q ue vi ene a desmentir el estatuto de Jcs ierro de goce del el siglo XX rnostró de la manera m:ts tr:íg ica y horrorosa- no es
': ~ ·.ro. Más que instituirse como objeto de goce del Otro, trata de m or:lcter de cosa irreali zable sino exactamente lo contrario: que
:;1 :scirar -en tanto qu e instrumenco- la emergencia del objeto
pueda ser realiz:ida. Agotado el proyecro utópico del siglo XX,
que tiene que llen arlo. Aquí es preciso destacar la diferencia de predominantemente ideológico y político, el siglo XXl presenta
e:;ta posición con otra que en apariencia se le asemeja: la del ob- otro no menos peligroso, basado esta vez en el avance científico y
S<~sivo. Para este último su actividad inagotable trata de conjurar técnico. En ambos casos el mismo riesgo que puede llevar a con-
iJ' .')¡

h amenaza de que, de no llevarla a cabo, una catástrofe terrible ' secuencias devastadoras está presente: la desaparición del deseo.
ptteda ocurrir: la aparición de la inconsistencia del Otro. Pero en La utopía perversa se basa en la meta -imposible de alcanzar
le medida en que su actividad no puede dejar de estar sometida finalmente- de reducir todo el espacio del deseo al goce. Pero en
a i significante que instituye el no-todo, nunca podrá est::u seguro este sentido, en el seminario El objeto del psicoandlisis, Lacan ob-
ci~ haber hec ho lo adecuado o lo sufici ente p:ir:i tal fin. El per- serva: "Estoy sorpre ndido de que nadie haya advertido en el artí-
\": rso en c:imbio no actúa p:ira evi ta r esta carást rof-e sino co n la culo de Fre ud sobre fetichismo el uso del ve rbo vermissen, del que
ci.rteza de que su actividad si rve al goce del Otro, por es to la d u- se p uede ver que, en sus tres empl eos en es te artículo designa la
falta en el sentido subjetivo, en el sentido en que el sujeto falla en
su asunto [el asunto es hacer gozar al Otro]". 108 Hay siempre fra-
'"' Jacques Lacan: Le Séininaire, Livre XXII: R.S.l. , clase del.18 de noviem-
lm de 1975 , inédito.
'"' Cf Sigmund Freud: "Pegan a un niño", en Obras completas, Amorrortu 'º' Jacqucs Lacan: Le Séminaire, Livre XIII.· L'obj et de la psychanalyse, clase del
ed ito res, Buenos Aires, 1979, vol. XVII. 17 de diciembre de 1965, inédito.
· ·~t

244 245
:1
:l
caso en el acto perverso, fracaso que depende de su propia lógica,•
sustentada en la creencia absoluta en que el Otro es incompleto goce del Otro más allá de los semblantes y del semblante mayo r
pero no inconsistente -lo que abre imaginariamente el inventario que es el falo, goce que hay que alcanzar porque los semblantes
de los medios para completarlo- y que la incompatibilidad cuer- por definición lo negativizan, se encontrará siempre con el hecb.,
po-goce es contingente, relativa, fruto de algún azar o cobardía de que la inconsistencia del Otro no se puede eliminar. De esi:J.
manera, sus prácticas y rituales -incluso los más intransigentes -·
pero no estructural. Este fracaso demuestra, por el contrario, que
se reducen paradójicamente a un semblante, a una comedia en L
el Otro no es de ninguna manera incompleto sino inconsistente.
que, sobre la escena de un teatro, el goce no retorna finalmen L -~
¿Cud.l es la diferencia? Hablar de incompletud es situarse en el ho-
al cuerpo para desmentir la lógica de la castración. El fracaso del
rizonte de una completud posible, la falta es concebida entonces
perverso en su práctica debe así adjudicarse a la existencia de l )
en el plano puramente imaginario; la inconsistencia significa, en
imposible, lo que no cesa de no escribirse. Este real al cual en ta 1 ~ ­
cunbio, la radical ausencia de garantías que caracteriza al Otro, el
to que parletre, hablante-ser regulado por la castración simbólie<t,
"[ ... ] rasgo de la No-Fe de la verdad[ ... ]", 1w el hecho de que "no
está enfrentado, no puede dejar de constituir un límite para él.
hay Otro del Otro". Esta inconsistencia, que se escribe S(A) es l~
Puede ilustrarlo el fracaso del sádico para alcanzar el goce
que siempre va a articular el discurso con lo real, real que el per-
extremo, el "sujeto bruto del placer", tal como lo ilustra el reb-
verso desmiente porque su acto busca obturar ese agujero del
to de Kafka En la colonia penitenciaria. 111 Allí el torturador es-
Otro para mostrar que éste no es inconsistente sino incompleto y,
pera el instante en que la víctíma, en cuya espalda graba con
como tal, siempre completable. Lo que él busca es transformar la
una máquina el delito cometido, quede convertida en ese suje-
falta estructural del Otro, su inconsistencia, en incompletud ima-
to de un goce sin dolor. Pero su expectativa se enfrenta siemp re
ginaria; y en esto mismo que busca está la razón de su fracaso.
al fracaso porgue antes de que ocurra eso la víctima muere.
El perverso se consagra así a un acto con el que busca resti-
La perversión no es sin Dios y, precisamente porque Di os
tuir la completud im aginaria del Otro, acto repetitivo y siempre
carece del sign ificante que pueda decir la verdad del goce, el:a
fallido porque no puede evitar el encuentro con lo real. Encuen-
es un fracaso. fracaso d el afán de hacer que la voluntad de Di os
tro con lo real que el goce del cuerpo del Otro (La mujer, el hom-
-el Otro sin falta- se imponga. Fracaso que permite apreci ~ r
melle) viene a hacer presente ... pero en defecto. Este defecto, el
con mayor claridad la diferencia específica de la perversión co 1
perverso nunca podrá lograr que desaparezca porque su presencia
el discurso del psicoanálisis: en este último se tratará siempre de
está estructuralmente deter~1inada. La sombra de Sísifo domina
mantener la u-topía del goce.Jb
así el trabajo que ejecuta: lo que obtiene es solamente la simula-
ción -el como sí, el simulacro, la parodia, la mistificación- de es-
ta restitución del goce del cuerpo. Impostura perversa, como le
llama Sergc André: 110 si lo que él se propone es alcanzar un goce,

111
'' Jacqucs Lacan: "Subversion du sujct et dialecrique du désir dans l'incons-

cicnt fre11dic11" , en i:.'crits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, p:íg. 824 ("Subversión del su-
jeto y dialéctica del deseo en el inconcicntc freudiano", en Esc~itos 2, Siglo Yein-
titmo editores, México, 1994, pág. 798).
"" Cf Scrge André: L'imposture perverse, Ed. du Seuil, Paris, 1993. '" Cf Franz Kafka: "En la colonia penitenciaria", en Obras completas, Ed i-
comunicación, Barcelona, 1988, tomo Il, pág. 705.

246
247
,r-w''

/, 'I

13

Pasión de ser
El sujeto de b psicosis

;~ ~·,

P.ra el psicoanálisis, la psÍcosis es un asunto de sujeto. No se


trata por lo tanto de considerarla en términos de déficit o de
disociación de funciones. Más bien, es necesario partir de la
afirmación de que ella pone en evidencia algo que habitual-
mente pasa desapercibido en la relación entre el sujeto y el len-
guaje: el psicó t ico da un inequívoco testimonio de que el suje-
to, antes de hablar, es hablado.
Esto pone de manifiesto un aspecto esencial que es inhe-
rente a la definición misma de sujeto, del sujeto en general más
allá del singular sujeto "de la locura": el sujeto no es sino ese del
que "eso habla''. "Eso" define al significante; el sujeto tiene que
surgir de un conjunto de significantes, de eso que se denomina
el Otro. Sin embargo el sujeto se constituye como tal en el des-
conocimiento de esa dependencia. Ahora bien, en la psicosis
hay un sujeto que posee la plena convicción de que, aquí o allá,
en el mundo, eso habla de él.
La psicosis encarn a así una verdad de estructura: roda pala-
bra es emitida desde el lugar del Otro. El psicótico no puede
-como el neurótico, que puede decir "yo hablo" en la medida
en que su dependencia del significante queda oculta, "reprimi-
da"- engañarse. No se trata entonces de preguntarse por qué
hay locos sino, en todo caso, cómo es posible no serlo si en
todos los casos el significante, en el sujeto, habla.
No ser psicótico es mucho menos "natural" que serlo. Así lo
señala Lacan en 1976: "¿Cómo es que no todos sentimos que
pab bras ele b ~ que dep endemos n os son de alguna man era

249

'• ~ _;i
impuestas? Es precisamente en esto que lo que se llama un discurs o, ¿cómo se interesaría el sujeto si no fuese parte interc-·
enfermo va a veces más lejos que lo que se llama un hombre sada?".' "Interesado" proviene etimológicamente del latín intc,·
normal. La cuestión es más bien saber por qué un hombre nor- (entre) y surn (ser, es tar), significa entonces "se r o est::ir entre, e1·
mal, llamado normal, no se da cuenta que la palabra es un pará- medio de, en el intervalo de" .5 Capturado por el significante, u
sito, que la palabra es una incrustación, que la palabra es la sujeto carece de una locali zación precisa en él; se ubica m~í.s bie:.
forma de cáncer que aflige al ser humano. ¿Cómo es que hay entre un significante y otro, en los intersticios, los intervalos ck
algunos que llegan hasta a sentirlo?". 1 ,>l los elementos del discurso del Otro. Como lo dice el conocid C>
La palabra siempre llega del Otro, de modo que sólo es aforismo lacaniano: "El significante representa al sujeto para
posible hablar desde los significantes que son de éste y que otro significante"; el sujeto es efecto del significante, efecto de
quien los emite en realidad los recibe: en todos los casos "el . -~ una causa que es el significante, pero no es el significante, qu e
emisor recibe d el receptor su propio mensaje en forma inverti- solamente puede remitir a otro significante. Representado po ·
da". No es entonces yo quien h abla cuando cree hacerlo, es el el signific::inte, el sujeto carece de ser, no es si no lo que se desl i -
Otro a través de esa pantalla rernltante de idenrificaciones ima- za ent re t111 sign ifi cante y otro. A folr:1 ck un significante qu <.
gi narias que es yo: "[ ... ] la condición del suj eto S (neurosis o pueda designa rlo - más allá de represe ntarlo para otro- no soLi ·
psicosis) depende de lo e¡ ue se desenvuelve en el Otro A". 2 mente c 1rece de ser, tampoco tiene el saber, ese saber de lo qu ~:
"Condición del sujeto", en el sentido subjetivo del ge nitivo, él, para el Otro, es.
alude al hecho de "ser" sujeto; pero también, y en función del El sujeto no precede al significante, se cons tituye por efec-
sentido objetivo del mismo "del", al "tipo" de sujeto del que se to de éste. No es un sustrato -subjectus: lo que yace debajo- q ue
trata, neurótico o psicótico, como lo afirma la alternativa indi- exista ya, previo al significante, como sustancia orgánica, psí ·
cada entre paréntesis. Afirmación que, por otra parte, no deja quica, interior, agente de pensa.mientos y conductas que s:~
lugar a dudas d e que también hay sujeto en la psicosis y que esta "expresa" por medio de palabras y acc iones corporales. El sign i ·
condición de sujeto -como en el caso de la neurosis- resulta de flcante es primero y el sujeto no puede sino fundars e en él: "Ll
lo que wcede en y con el Otro. efecto del lengu aj e es la causa introducida en el sujeto. Graci ~· ·
¿Qué sucede allí? "Lo que tiene lu gar allí [en el Otro] es a ese efecto n o es ca usa de sí mi smo , ll eva en sí el gusa no de J,:
articulado como un di scu rso (el inconci ente es el di scu rso del causa que lo hi ende. Pues su causa es el significan te sin el c u ~- ¡
Otro)". 3 El Otro es ese campo de significantes que precede al no habría nin gü n sujeto en lo real. Pero ese su jeto es lo que el
sujeto qui ~n sólo puede constituirse como tal por su inclusión significante representa, y no podría representar nada sino para
en él. Así, ti sujeto se pregunta por el significante que lo desig- otro significante: a lo que se reduce por consiguiente el suje to
na como tal precisamente porque está capturado por él: "En ese que escucha".c;
El significante como causa hiende, divide al sujeto en L
1 Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XXIII: Le sinthome, clase del 17 de febre-
ro de 1976, inédito. .¡lbíd., pig. 53 1.
'Jacqucs Lacan : "D'une quest ion préliminaire a rout traitement possible de
' Guido Gómcz <le Silva: Breve diccionario etimológico de fa Lengua español:, .
la psychose", en Écrits, E<l. du Seuil, Paris, 1966, pág. 549 ("De un a cuestión pre-
Fondo <le Cul tura Eco nómica, México, 1995, pág. 384.
liminar a todo tratami ento posi ble de la psicosis", en Escritos 2, Siglo Veintiuno
'Jacqucs Lacan: "Position de l'inconscient", en 1:.'crits, Ed . du Scuil, Pari.<,
editores, México, 19 94, pág. 530). 1966, pdg. 835 ("Posic ión del inconciente", en Escritos 2, Siglo Veintiuno edito·
.1 !bid., págs. 530-531.
res, México, 1994, pág. 814).

250 ·i 251

J
medida en que es representado por un significante para otro sig- donde no pienso".7 No importa qué significante sea el que
n ificante. División derivada del hecho de que ningún signifi- venga del Otro para que el sujeto se identifique, en los dos sen-
cante puede significarse a sí mismo: un significante desprendi- tidos del término: hombre, mujer, niño, adulto, etc.; ninguno
do de los otros, aislado del conjunto, pierde su estatuto ele sig- de ellos es el sujeto, se trata siempre de una representación.
nificante porque éste sólo puede poseerlo por su inclusión en La constitución del sujeto en el orden del signi~cante -que
una estructura en la que no toma sentido sino retroactivamen- toma en el relato de la historia singular la formJ mítica del
te, en función de su relación con otros. Por esto, la división del complejo de Edipo- tiene, entonces, como aspecto central esta
sujeto, es en primer término, consecuencia del hecho de estar representación que abre la dimensión ele la falta: en la medida
:. iempre entre un significante y otro. en que toda representación tiene como trasfondo una ausencia,
Esto determina el constante deslizamiento del sujeto bajo el el sujeto representado en el significante también falta allí. La
significante como su característica más esencial. Del Otro sólo teoría psicoanalítica así lo concibe: la falta no es de algo "real'',
se recibe el significante de la identificación, significante que es consecuencia del significante que la produce activamente en
sólo puede representar al sujeto, lo que determinará que este tanto su función es evocar. Como lo dice el poeta: "El hombre
último no pueda decir lo que él, en tanto sujeto, es. El signifi- es homb re gracias al lenguaje, gracias a la metáfora original que
cante no puede designar el ser sino sólo representarlo; no es por lo hizo ser otro y lo separó del mundo natural [ ... ]. Por la pala-
lo tanto una propiedad, una cualidad, un atributo del ser del bra, el hombre es una metáfora de sí mismo". 8 Metáfora de sí
sujeto. El sujeto es representado por un significante, pero no es mismo, representado en y por el lenguaje, el sujeto se constitu-
lo que el significante -si fuera un signo- significaría. Estar ye como tal al precio de una falta irremediable que no es falta
representado por un significante implica no ser, no ser precisa- de algo que pudiera estar presente, es falta inherente a la estruc-
mente este significante. El ser es así lo excluido de la represen- tura misma de representación propia del lenguaje.
uc ión significante. Pero este efecto del significante en la constitución del sujeto
La estructura del lenguaje preexiste ·al sujeto, al nacimiento que es la división, la falta, viene a alter:use radiolmente a con-
de todo ::iquel destinado a ser hablante. Esta preexistencia le da secuencia de lo c¡ue puede tbmarse "accidente" en la historia ecl í-
el cadcter de causa, causa que tiene un efecto específico: el suje- pica destinada a incorporarlo al orden signifi cante: la ausencia
to. Este es el resultado de la inserción del cuerpo viviente en la de la rnetMora paterna, operación que precisamente tiene por
estructura, inserción que tiene un precio: lo que en el discurso función esa separación del mundo "natural " que lo integra al
fre udiano se llama castración nombra eso que el sujeto paga en mundo de la metáfora. Si esto sucede, la psicosis es el destino del
la medida en que su existencia es subordinación al significante. sujeto: ante la inexistencia de representación por el significante,
Subordinación que -en consonancia con su sentido etimológi- el ser se fija, se petrifica, se "holofrasea" en el significante que ya
co de existencia- es ex-sistencia (ser-estar fuera): el sujeto no no lo representa. Desde 1946 -aun antes de elaborar su teoría
p uede existir sino en constante y perpetuo exilio, exterior-
7
.Jacques Lacan: "L'instance de h lettre dans l'inconscient ou la raison
cxt ranjero del Otro donde se representa.
depuis Frcud", en L'crits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 517 ("La instancia de b
De esta subordinición y exterioridad al significante provie- letra en el inconci ente oh razón desde Freud ''. en Escritos l, Siglo Veintiuno edi -
ne la división subjetiva: allí donde está representado el sujeto no tores, México, l 995, p:íg. 498).
es; a!lí donde es -paradójicamente donde el significante falta- 'Oc tavio Paz: El arco y la lira, Fondo de Cultura Económica, México, 1983,
no está representado: "[ ... ] pienso donde no soy, luego soy pág. 34.
:;1;-i

252 253
t·:1 Y¡

del significante- Lacan lo entendía así:"[ ... ] si un hombre cual- cante que en el Otro designaría y significaría al sujeto está fo ;· ·
;·)
quiera que se cree rey está loco, no lo está menos un rey que se cluido. En efecto, lo que Lacan escribe S(A) indica cierta fo :-
cree rey''. 9 Creerse eso que no es más que representación es la clusión: la del significante "propio" del sujeto en el Otro.
característica propia de la psicosis, que en el contexto de ese ¿Quiere decir esto que también hay cierto tipo ele forclusi r~ i
escrito Lacan denominaba infatuación del sujeto que se cree. en la neurosis ? La respuesta. es afirmativa. Más allá de las ap. :-
Se hace necesario sei1ahr en este momento que la existe nci a rie ncías, la forclusión no es exclusiva de la psicosis ni t:i.mpo co
(ex-siste ncia) por efecto de la represen tació n signifi cante es la oposición neurosis-psicosis se superpone a i::i oposici ón repi- ·.-
ca usa d e lo que se puede llamar pregunta del sujeto, en los dos sión-forclusió n . La diferencia radica en aquello que es afectad o
sentidos del genitivo: el sujeto pregunta pero también es una por la forclusión: en la psicosis, la forclusión recae sobre el si:.,-
pregunta. Esto es lo característico de la neurosis, que se define nificante del Nombre-del-Padre, en la neurosis sobre el signi f -
corno una posición subjetiva específica: la del sujeto que, por H,' cante del sujeto, forcluido en la medida misma en que no eú;-
estar subordinado a la palabra, a la demanda, a los significantes te, que no hay significante propio del sujeto.
del Otro, no puede dejar de interrogarse "¿qué soy ahí?" (ahí Si en ambas, neurosis y psicosis, hay algún tipo de forclt -
precisan1ente donde estoy representado). Pregunta con la que sión, hay indudablemente sujeto en la psicosis. Más aún, lo h :1·
in te rro ga al Otro sobre su ser (el suyo, como sujeto, pero tam- "de pleno derec ho", incluso con más razón que en la neu ro ~
bién el de este Otro de cuya demand a depende para "ser"), pre- po rque ésta es efecto d e la forclusión del significante del sujet .
gunta también para hacerle saber -hacer que sepa y suponerle a lo que determina que éste no pueda saber qué es. En el caso (l e
la vez el saber- de esa exclusión de su ser en el campo del sig- la psicosis, en cambio, el sujeto no carece del significante q1 ;c
nificante. Por esto la neurosis es concebida como una "enfer- pueda decir lo que él es: "Mensajes de código y códigos de mer. -
medad de la pregunta''. 10 saje se distinguirán en formas puras en el su.jeto de la psicosis, d
En la medida en que el Otro sólo puede responder en tér- que se basta por ese Otro previo" . 11 Si el sujeto de la psicosis :e
minos de significante, que como tal no remite más que a otro basta con este Otro previo, no hay pregunta entonces por "sv"
significante, esta pregunta por el ser será el interrogante siem- significante allí, no hay falta en este Otro que está "completo.'',
pre abierto. En el Otro falta el significante que pueda detener que puede decirle al sujeto eso que él es. Así, en la psicosis h;iy
el deslizamjento infinito del significante, el significante que un "sujeto hablante puro", un sujeto que tiene la forma de ve:--
pudiera sighificarse a sí mismo y, por lo tanto, decir el ser. dadera marioneta del lenguaje.
Entonces el Otro está "incompleto" , no porque falte en él algún Además, el hecho de que en la psicosis haya también suje to
significante en particular que pudiera finalmente hallarse sino lo confirma el indicador clínico fundamental de esta estruct u-
por ese carácter propio del significante; porque éste sólo dice, ra: la certeza. Y no cualquier certeza sino una certeza fund a-
representa, pero no es. Esto equivale a afirmar que el signifi- mental, certeza que puede denominarse de autorrejerencia en
tanto el sujeto tiene la plena convicción de que todos los sign i--

'Jacqucs Lacan: "Propos sur la causalité psychique", en Écrits, Ed. du Seuil,


Paris, 1966, pág. 171 (''.Acerca de la causalidad psíquica", en Escritos l, Siglo "Jacqucs Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons-
Veintiuno editores, México, 1995, pág. 161). cient freudien", en tcrits, Ed. du Seuil, Par is, 1966, pág. 807 ("Subversión dd
"' Cf Colette Soler: Finales de análisis, Ed. Manantial, Buenos Aires, 198'3 , sujeto y dialéctica del deseo en el inconcien te freudiano '; en Escritos 2, Si r, [o
pág. 30. Veintiuno editores, México, 1994, pág. 786). Las cursivas me pertenecen.

254 255
¡;;'
fi cantes están referidos a él. Es exactamente la situación opues- paterna, no inscripci6n por lo tanto del significante de la falta
t~1 a la del sujeto neurótico quien se encuentra en posición de -S(;\)-, es la causa de las diferentes características que presenta
au toexclusión respecto de toda demanda, de toda palabra, pues la psicosis. El Otro del psic6tico, no marcado por la castraci6n,
no "se siente" en el significante que. lo designa, significante que, está "fuera de la ley", fuera de la lógica; es un Otro arbitrario,
si alguna clase de certeza le provoca, es la de una falta. gozador, que convierte al sujeto en su presa, su bocado, su pró-
Por esto, en la neurosis el problema que el sujeto enfrenta tesis. De este modo la angustia -que en las neurosis se produce
eo: cómo elaborar su respuesta ante la inexistencia del signifi- ;:·1: porque el sujeto no sabe ni puede saber lo que él es, lo que
cante que di ga lo que él es. Es así como la histérica sostiene esa como objeto de deseo del Otro es- indica en laf psicosis el
f~l t a presentando ante el Otro su división com o "estandarte" horror ante una certeza: la de hallarse sin salida, "en11manos" de
¡n ra causar fin alm ente la falta en este último y hacerse allí su un O tro "omnipotente", Otro que -sin duda- goza, Otro ante
l ugar; el obsesivo, po r su parte, la ni ega co n la pretensión de ser quien no hay enigma ni pregunta ni malentendido.
e¡ uien aparecerá siempre "sin falta" y para constituirse así él La estructura -el efecto del lenguaje- afecta al ser viviente
rn mo aval del Otro. En la psicosis, en cambio, al Otro no le que padece por su incorporación a ella. La estructura hace del
fr lta nada por lo que al suj eto no le qúedan más alternativas que organismo un sujeto, lo que tiene a la vez efectos de goce y efec-
lj! ,
b de ser parte insep arable de él u objeto que cae como desecho tos sobre el goce. Si por un lado la estructura regula el goce para
de ese campo. Esta "completud" del Otro es consecuencia de la integrarlo al lazo social y hacerlo más o menos "compatible"
fo rclusión que recae sobre el significante de la ley, el Nombre- con éste -lo que el psicoanálisis llama represión-, por el otro no
d:-1 -Paclre, encargado de limitar y regul ar al Otro, de co locar la puede evita r que parte del goce escap e a esa regulación y sea
Ctchad ura so bre éste, t:ich ad ura qu e es la b:ura qu e lo sep ara d el inasimilabl e. De es te modo, fuera d el campo simbólico, se
g., ce, sei'iab su falta y a la vez la "lega li za", es d<.:ci r, le otorga el co n st ituye en lo rea l, lo q ue "v uelve siempre al mi sm o lugar",
CH::Ícter de efecto de la ley . marca nd o la p :mta de las repeti cion es c¡u e trazan el camino d el
Así, en la n euros is la falta del O tro está "legalizada"; es falt a sujeto como un camino sig nado por el inevitable encuentro
e n el sen tido d e carencia, h oyo en el goce abierto por la ley que fallido con la sa ti sfacción, camino en el cual esta Liltima se con-
ope ra por medio del Nombre-del-Padre. En la psicosis, en la fundirá finalm ente con ese constante fracaso.
¡;·1 edid a en que no h ay inscripción del si gnificante d e la falta, Los diferentes destinos del goce -consecuencia de la repre-
C: t:i no se "legaliza" . Es entonces falta d el padre, goce del Otro sión, la desme ntida o la forclusión del Nombre-del-Padre-
c¡ ue el si gnificante no puede regular ni limitar, lo que deja al marcan de manera muy precisa lo que ocurre en las neurosis,
¡ 's icó tico, al d ecir d e Lacan, no fuera del lenguaje, en la medi- perversiones y psicosis. Para distinguir estos d estinos es necesa-
, :: t en q ue no le es im pos ibl e h ablar y "co municarse", si n o fu era rio antes señ alar que el goce só lo p u ed e concebirse p o r la ex is-
; ..'i discurso en r:m ro lazo social. La fa lta de legali zac ión de la te nci a de un a est ruct ura , la d el len guaje, qu e cap tura al c uerpo
i. • :ta lo exilia de la c!i:llécric1 de l lenguaje qu e impl ica deCinir la
vivie n te y abre la posi b il idad -y a la vez la im pos ibil idad- de
l . >siciú n de sujeto en Fu nción de la dem:rncb de! y al O tro -de q ue éste pu eda hallar una sat is facci ó n ab sol uta. El c uerp o es
c.• u ien sie mpre se recibid el prop io rn e11 s:ij e e n fo rma in ve rtid a- mo rt ificad o por el le n g uaje que lo limi ta y, sin sab erl o, goza en
co m o co n sec uen cia de la imp os ibili dad de saber de l goce de es[e y por esa mortificaci6 n . Por esto, Freud descubrió muy pron to
rn ismo Otro que se constituye como el enigma insondable. la existencia de una satisfacción paradójica que se enlaza con el
Esta no inscripció n en el campo del Otro de la metáfora síntoma, paradójica en la medida en que es vivida como displa-

256 257
·1
,'

cer o dolor, a la que llamó satisfacción de una pulsión siempre un defecto simbólico que causa efectos específicos en la relació n
parcial, nunca integrada al "todo", satisfacción correlativa de la del sujeto con el goce, efectos que pueden nombrarse com o
perversión original y polimorfa, siempre en discordia con cual- defecto del efecto castración.
quier clase de "normalización". A esta satisfacción se agregó des- Para dar cuenta de este "efecto castración" es preciso par tir
pués lo que Freud definió como fascinación por el más allá del de la negatividad esencial del lenguaje. Lacan no deja de reco;·-
placer que atrae y nombró pulsión de muerte. Dos vertientes de darlo: la palabr::t asesina la cosa; e! lenguaje introduce la falt a, Ío
una misma exigencia que impone ir más allá de las barreras de q ue implica una sustracción de goce. Es un requisito indispe r: -
lo toierablc, lo sensato, lo que puede brindar bienestar y estabi- sable para vivi r: el sfmbolo introduce la muerte y así hace pm •-
1idad; de una exi gencia de la que ei neurótico trata de huir po r ble la vida en la medid a en que és ta no es sino una "anornalfa ,
la atracción desmedida que ejerce sobre él, a la que el perverso una fr act ura en ci deve nir continuo y sin g rietas de lo natur;il
se siente convocado a mostrar que es posible siempre cumplir- i La castración es el nombre de esta marca que es causa de un 1
la, de la que el psicótico no tiene modo de huir que no sea la mutilación de goce, mutilación parcial que puede en alguna
construcción del delirio que presenta al Otro como el portador ·1.
1 medida ser compensada porque, en tanto pérdida, exige otra
del goce y es a la vez intento de defensa contra él. cosa a cambio, un objeto. De este modo, lo que puede llamar-
La represión es el correlato de la constitución del sujeto y, a se m enos de goce de la castración es la condición -en el suj eto
la vez, el mecanismo estructurante de las neurosis. Tiene un que pasa po r ella- para la büsqueda de un objeto que ::tparco~
efecto de limitación y simbolización del goce, de modo que una 1 corno co ntin ente de un plus-de-goce. Esto ültimo es el objeto
fall a rad ical en el la es cau sa de un gr:w c rrasto rn o para su ins- a p ro p1 1est:o por L:tcan, que ti ene h dob le c i.racterísti c:i de obje-
cripció n del suj eto en el signifi cante. D esde sus prim eros desa- to perdi do y a b vc1, sustituto, presenci::t qu e es como una son~ ­
rrollos, Freud m ostró cómo la re presentación del traum a se xual 1
bra de lo CJ'.tC nu nca estuvo allí.
--es decir, del goce- era sustituida por otra, en apari encia ano- E n la ps icosis se presenta una dificu ltad grave para q ue el
dina; esto ¡permite apreciar cómo en la represión está en juego sujeto quede instalado en ese menos de goce que es la falta en
1
un procesl> significante de sustitución metafórica: el significan- ser, lo que lo llevará a tomar esa sombra que es consecuencia d 1~
te "del goce" es sustituido siempre por otro. Sin embargo lo sus- la pérdida por el objeto mismo. Se pone así de manifiesto -po r
tituido reaparece, desplazado en otro significante -en el retor- su carenci a en este caso- el efecto esencial de la función d ei
no de lo reprimido- para dar lugar al síntoma. Quiere decir que Nombre-del-Padre en la constitución del sujeto. El goce queda.
aquello que caracteriza al significante reprimido es el hecho de fuera de la regulación que éste impone con la castración, lo q ui~
estar en otra parte, el inconciente, de tal manera que el trabajo tiene consecuencias devastadoras, particularmente por la inc i-
asociativo del sujeto en análisis podd acceder a él. den cia de tal d efecto sobre lo que Lacan llama "sentimien to el•:
E n la psicos is, en cambio, en la medida en qu e no se cum- la vida" , es deci r, el sentimiento de est::tr vivo : el psi cóti co sr.:
ple esa sustitución metafórica, no hay nin guna presencia de un carac teriza por experimentar la constatación de un sentimien to
significante reprimido sino la falta radical de un significante. que es m ás bien de muerte. Como ejemplo se puede citar el
Esto, por su parte, afecta claramente la posibilidad de nuevas "asesinato del alma" al que se refiere Schreber, que designa u n
sustituciones metafóricas. Se puede afirmar que no hay una sus- atentado cometido contra su vida y hasta contra su raza; tam -
titución sino un simple agujero. Esta ausencia, agujero en la bién se podría hacer referencia al sentimiento de desvitalizació n
estructura, recae sobre el significante del Nombre-del-Padre .2s y de dolor de existir del melancólico o a la vivencia de "meca -

258 259
'1
1

nización" del cuerpo propia de la esquizofrenia. Se trata de sen-~ p :-t ra la operatividad de ambas es la inscripción del Nombre-del-
rimientos que señalan la ausencia absoluta del goce en el vivir Padre ¿uyo efecto es la castración simbólica que hace posible al
mismo; pero de manera paralela a ellos se observan fenómenos sujeto como falta-en-ser y al deseo como metonimia de esa
el e "exceso de goce'', tanto en el sentido de un goce que es falta, d eseo que se desliza por la cadena significante sin pers-
,1emasiado, insoportable, como en el de una :itipia en las fo rmas p ec tivas de encuentro con un objeto qu e pueda detener su
u en la localizació n del mi smo . Así, Schreber se siente invadid o movimiento. Cua ndo hay forclusión del No mlire-del- Padre, la
L' Or un goce que dista mucho d e alojarse en su ó rgano peniano impos ibili dad de in scripció n del mi smo ti ene corno consecuen-
porque invad e todo su cuerpo salvo su pene; en una f-orma cia que el suj eto no pueda acceder ni a la ley del significante ni
; mpuesta, destructiva, en primer término, y despu és bajo la a la ley del deseo. Esto se corresponderá con el mantenimiento
modalidad de una vo luptuosidad consentida y cultivada. del sujeto en una posición de objeto entregado al g°Fe del Otro,
Se encuentra, por un lado, la presencia de la muerte que sin que la prohibición del incesto pueda tener fue*a de ley. El
c:iusa un estado de perplejidad, estupor y desvitalización; por el psicótico está así entregado a su muerte en la medida en que la
o tro, la aparición de un goce no regulado, desbordante y terro- parálisis significante imposibilita la circulación del deseo en el
d fico. Hay superposición de fenómenos de negativización y de despl azamiento metonímico de la cadena.
1
)osi tivización del goce caracterizados por el hecho de que entre El psicótico es el sujeto para el que no se instituye la necesa-
;¡ m bos no se establece nin guna relació n. Schreber es un para-
ria distancia simbólic::t con el o bjeto perdido; por esto encarna
d igm a de esto, y en mucho s pasajes de sus memori:"ts se lee esa ese objeto desecho. Schreber, por eje mpl o, va a constituirse en el
·'o tra cosa" que no puede definirse co m o placer: una experie n- objeto de goce de un padre omnipotente que puede ser consi-
ci a de l cuerpo que excede todos los límites de la hom eostasis, derado como una madre comp leta, completa en la m ed ida en
<::mto por el goce que obtiene en sus relaciones con el O tro divi- que la cast rac ió n no se establece p::tra impedirle la reabsorción de
no como por el desamparo y sufrimiento innombrables en los ese objeto de goce que es su hijo; precisamente por su posición
q ue cae. de objeto de goce llegará a percibir en su cuerpo mismo la trans-
Por esto, la psicosis pone al descubierto -en la medida en formación que lo va a convertir finalmente en mujer para el goce
q ue lo hace presente- la función de ese objeto que no pertene- de Dios. De hecho, esta posición de objeto para el goce del Otro
ce al conjunto de los objetos empíricos, vivenciales, ese objeto es la del comienzo de la vida, como lo señala Lacan: "Lo que el
perdido del goce, el objeto a, resto de la captura del sujeto en el análisis descub re es [ ... ] el ser mismo del hombre[ ... ] que viene
u rd en simbólico que nunca es "rotal" pues :d go tiene que caer :1 tomar su lu g:u entre los desechos donde sus primeros retozos
,,: l.'sc orden co mo desecho de b sim bolización : es el ser, lo que encontraron su cortejo, por cuanto la ley de la simboli zaci ó n en
o puede decirse, aquello q ue el psicótico va a encarn ar en la que debe entrar su deseo lo prende en su red po r la posició n
<~t nto queda excluida para él la posibilidad de "decir" su se r en de objeto parcial en la que se ofrece al llegar al mundo, a un
.o! orden significante y, por lo tanto, perderlo. mundo donde el deseo del Otro hace la ley". 12 La afirmación es
En este sentido, la psicosis revela la falla fundamental del
N ombre-del-Padre como pilar, tanto de la ley del significante
12
como de la ley del deseo. La primera organiza el díscurso impo- Ja cqu es Lacan: "D'une question préliminaire a tour traitement poss iblc de
~:rll •
la psychose", en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 582 ("De una cuestión pre-
n iendo al goce la exigencia de entrar en el lazo social, la segun-
liminar a todo tratamiento posible de la psicosis", en Escritos 2, Siglo Veintiuno
da instituye el corte que funda al sujeto del deseo. La condición editores, México, 1994 , pág. 563-564). En nota al pie de página.

260 261

j
~1

clara: el sujeto es primero objeto cuando el deseo del Otro pri-· ble con el lazo social que es regulado por aquéllos. Estar fu eu
mordial hace la ley. Será preciso que este Otro reciba la marca de del surco es estar al margen del discurso que es precisamente lo
la castración que lo limita para que el sujeto quede "liberado" de que hace que el goce entre en el lazo social.
esa condición primitiva. El Nombre-del-Padre es el significante Es la razón por la que el delirio propone siempre la creación
de la tachadura que viene a castrar al Otro disociándolo del de un nuevo orden, una nueva ley en un universo en el cual d
goce. Y es precisamente porque en la psicosis falta el significan- psicótico ocupa el lugar más importante. Él es el objeto que alií
te destinado a instaurar esa tachadura que el sujeto no puede falta y debe in cluirse para hacer el goce posible: en el delirio : 1. ~
entonces desprenderse del lugar de objeto del goce del Otro. Por lee el anuncio de un goce inédito. Schreber, por ejemplo, hab !:1
esto su certeza inconmovible, no sólo de que el Otro goza sino de ese goce ilimitado como de una femini zación, en su delin ·
apat'ece de este mo do ese " empu;e . a L a mu;er
. ,, que es Ja no l:t
de que goza de él.
El d elirio, en este se ntido, es el intento de elaborar simbó- caracte rística de la psicosis; "empuj e a La mujer" en tanto es ::1
licamente esta certeza de goce que se vive en lo real. Es por esto nombre del objeto imposibl e del goce, inexistente en el camp -J
un discurso paradójico, porque si lo que define a todo discurso simbólico. El psicótico tiene la certeza del mandato d e OtLJ
es que se organiza a partir de la exclusión del goce, en este caso que exige su transformación en ese objeto de goce destinaci :J
aparece como un discurso en el cual el goce es dicho. ¿Cómo finalmente a caer del orden simbólico. Éste basa su operatividad
entender esta paradoja? Es preciso recordar en primer lugar que en una forclusión, la del significante de La mujer, efecto d d
"[ ... ] el goce está prohibido [interdicto] a quien habla como Nombre-del-Padre que introduce la falta en la estructura. Pero
tal, [ ... ] no puede decirse sino entrelineas para quienquiera que sea cuando lo forduido es el Nombre-del-Padre no hay falta en L<
sujeto de l1 Ley[ .. .]". 13 Esta es la situación que define específi- estructura y La mujer existe. Existe porque el sujeto mism o
camente ~ las neurosis: el goce está interdicto, el sujeto no lo tien e que ser ella.
puede alcanzar pero lo dice, para él está entre-dicho, dicho entre La forclusión de l significante del Nombre-del~Padrc ti en 2
líneas, en las fallas del discurso, en las formaciones del incon- por efecto hacer existir La mujer, es decir, el goce, lo que pon ;::
ciente. En la construcción del delirio, en cambio, el goce ya no al objeto -objeto cuya pérdida es necesaria para fundar el
se aloja en los intersticios del discurso, lo impregna enteramen- deseo- al descubierto. De este modo, hay una indudable corre-
te y lo dice directamente, sin "interdicción". Habría que recor- lación entre la eficacia del Nombre-del-Padre, la constitución d e
dar que delirio proviene etimológicamente del latín de que sig- lo simbólico y una limitación de goce que es efecto de esa pér-
14
nifica "lejos de" y lira que quiere decir "surco, pista" . Delirio dida irremediable, la castración, condición para adquirir el esta -
significa entonces "fuera del surco". Ahora bien, este surco no tuto de sujeto . Por esto cuando hay forclusión del Nombre-de l-
puede ser otro que el surco del lenguaje y la ley, surco por el que Padre el significante del goce no queda ya reprimido, aparecer:í.
el goce tiene que encausarse haciéndose más o menos compati- en lo real, ya sea _bajo la forma de la alucinación o en la mod a-
lidad de la holo frase; esto último cuando se presenta solo, des -
ligado de cualquier encadenamiento con otros que puedan dark
u Jacqu cs Lacan: "Subver~ ion du sujct et dialectique du désir dans l'incon- sentido, al margen del equívoco y la dialéctica del reconoci-
scicnt frcudicn", en hcrits, Ed. du Seuil, Paris, l 96Ci, pág. 821· ("Subversión del
sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano·; en Escritos 2, Siglo
miento, quedando el sujeto petrificado en él.
Veintiuno editores, México, 1994, pág. 801). Las cursivas me pertenecen. En la psicosis, por lo tanto, el sujeto no carece del ser. Es en
"Guido Gómez de Silva: Op cit., pág. 213. la medida en que la metáfora paterna no ha instituido para él h

262 263
falta para establecer la separación entre sujeto y goce. El ser, en·· un lugar vacío, el lugar de la imposibilidad, A, que ninguna
etecto, es ser de goce: "Soy en el lugar desde donde se vocifera clase de goce podría llenar. Este lugar, cuya ausencia haría vano
que «el universo es un defecto en la pureza del No-Sen»'. 15 El el universo, es el de la pura pérdida, el vacío del goce que causa
,10-ser es lo instituido por la simbolización propia del orden sig- al sujeto. Por esto, más allá del equívoco en que el neurótico
ni ficante. Pero no hay simbolización "completa", un resto siem- incurre creyendo que el goce está allí, de la voluntad perversa
pre queda, una impureza. Este residuo que vocifera porque no de constituirse como objeto y de los efectos de devastación que
·:iene un lugar en el campo simbólico, porque no puede ser se producen para el psicótico por la forclusión que lo empuja a
d icho por éste, es el goce: "Y esto no sin razón, pues de conser- ser, ser el objeto de goce que tiene que dar consistencia a ese
n rse, ese lugar hace languidecer al Ser mismo. Se llama el lugar, el psicoanalista sólo puede mantener ese lugar como
:;oce, y es aquello cuya falta haría vano el universo" . 16 supuesto para que allí donde la pasión del goce estaba, el suje-
Esto quiere decir que si el significante mata la cosa no la to pueda advenir como deseo ..t:D
rnata toda; queda un resto: el objeto, que toma el nombre de a ..
A esto se lo llama también goce, que es el lugar del ser, lugar
que para el neurótico es inaccesible porque es el de lo radical-
mente perdido. El neurótico experimenta el universo como
vano, vacío, por esta ausencia de goce que lo lleva, paradójica-
mente, a aferrarse a algunos fragmentos de goce no desalojados
del orden simbólico como un modo de sos tener su posibilidad:
es la función que el síntoma tiene para él. El psicótico, en cam-
bio, queda instalado en ese lugar que es el goce, de ahí su iden-
t ificación con el objeto que sostiene el universo para que éste no
sea vano, objeto que en última instancia es un desecho, lo caído
del campo simbólico. La pasión propia de la psicosis -tanto en
d sentido d e aquello a lo que el sujeto se con sagra y lo arrastra
.!e una manera irrefrenabl e como en el de lo que él p:idece- es
por es to prrsión de ser, pasión causada por el hecho ele que allí la
fa lta fa lta.
Est:is ubicaciones diferentes del neurótico y el psicótico con
relación al goce permiten una reflexión acerca de la posición del
psicoanálisis con respecto a esta dimensión. Si el goce es aque-
llo cuya falta haría vano el universo, la función del psicoanalis-
ta no puede ser la de pretender su desaparición. Tiene más bien
que sosten er ese lu g:ú que es el del ser pero para mostr:ir qu e es

'" J:1 cques Lacan: Op cit. , pág . 819 (Op cit., pág. 800).
'" !úítl.

264 265
t"fj
¡,..,....-

E@
re
n
o
re ~

· ~ <
~
~
(")
~
""'6-,
~
,.._
(")
"
~
~1
14

Devenir analizante

Las entrevistas preliminares

L a cuestión de la entrada en análisis ha sido tratada habi-


tu::dmente en los términos de la estandarización ritual a que han
sido sometidos los diversos aspectos de la clínica psicoanalítica.
Ningún psicoanalista niega en la actualidad laf importancia
1
y la necesidad de las llamadas entrevistas prelimirl ares al análi-
sis. Sin embargo no existe acuerdo en lo que se refiere a la fun-
ción de las mismas.
La corriente "oficial" dentro del psicoanálisis, que responde
institucionalmente a los dictados de la asociación internacional,
ha fijado funciones muy específicas para estas entrevistas. Ellas
pueden reducirse a dos: elaborar el diagnóstico y posibilidades
de analizabilidad del candidato a psicoanálisis y establecer la
denominada "alianza terapéutica" con el mismo, alianza que
determinará las normas que van a guiar el proceso analítico.
De este modo la entrada en análisis queda gobernada por
una concepción médico-psiquiátrica que formula pasos estric-
tos: entrevistas para la elaboración del diagnóstico y acuerdo
entre dos sujetos acerca de las reglas a las que ambos se van a
someter para llevar a cabo un "tratamiento". Se considera
entonces que el psicoanálisis es una relación que vincula a dos
sujetos en la que uno de ellos constituye el modelo que el otro
deberá alcanzar por medio de una progresiva identificación con
sus rasgos.
La evidencia empírica, que muestra en el proceso analítico

269

4
a dos sujetos que se interrelacionan de alguna manera, no debe regul arse por ese mismo acuerdo. En este caso ese acuerdo
llevar sin embargo a engaño. No es posible confundir las subje- mismo constituiría el franqueamiento del umbral en tanto
tividades fenoménicas con el sujeto del inconciente, que en el pacto y compromiso de acatar las reglas que van a gobernar la
análisis es uno solo, confrontado no a otro sujeto sino al obje- permanencia en el "interior" del análisis.
to qu e lo causa, objeto del cual el a11;1]ista hace sembhnre . La Indudabicmente, el presupuesto que está detr;Ís de esta o · n-
entrada en análisis no podrá por lo tanto plantearse en térmi- cepción es que dicho pacto es exterior a la transferencia y, ¡ lr
nos de acue rdo entre dos partes que conformarían un todo por- lo tanto, al inconciente. Es m ás bien un acuerdo "de volun 1,:i.-
que, por un lado, no hay tal todo, y porque tampoco se trata de des'' qu e va a regir la "exploración" que se pretende del incc.a-
que pueda existir el acuerdo como la regla del proceso pues lo ciente del analizante.
que no deja de imperar en él es el malentendido. Contrariamente a esta suposición, el franqueamiento del
¿Cuál es entonces el lugar y la función de las entrevistas umbral constituye un acto decidido en la transferencia y no
preliminares? En 1971 Lacan afirma qu<} sin ellas no hay entra- fue ra de ésta, de tal modo que el análisis no se puede conceb ir
da en análisis. 1 Podría decirse pues que, en el comienzo, están como un pacto que procura una pacificación porque esto sign i-
las entrev \stas. Ahora bien, ¿por qué y para qué entrevistar? Para ficaría el silenciamiento del inconciente cuando se trata ff 'is
1

echar luz ~obre el tema es co nveni ente \"emitirse en primer lu gar bien de producir la apertura del mismo. Po r esta razón .1s
a la etimología de los términos en cuestió n. Entrevista signifi ca e nt rev i .<,t: a~; preliminares constitu ye n la modalidad técnica r ¡~1 c
el "momento para vislumbrar, el momento de ver un a cosa aun- pretende dar respuesta a una afirmación esencial: "[ ... ] en d
que no con claridad, de empezar a ver algo como una posibili- comienzo del análisis está la transferencia". 3 Si se considera L1c1e
dad o una solución" -se trata entonces de un instante de ver un psicoanálisis es el trabajo de la transferencia, en las entrevis-
que puede producir la apertura de otro tiempo, el tiempo para tas preliminares se tratará precisamente de ponerla a trabajar
comprender que puede desembocar en el momento de concluir. Así, mientras cierta concepción generalizada hace hincapi é
Preliminar, por su parte, proviene de Limen, umbral2 -el térmi- en el "contrato'', y de esta manera pretende realizar una sutura
no se refiere entonces a lo que antecede a la puerta, en este caso allí donde se abre la hiancia del inconciente, el trabajo de las
la puerta de entrada en el análisis. entrevistas preliminares no podrá. consistir si no en hacer tua
Los diccionarios de la lengua dicen también que d adjetivo inci sión allí donde hay cierre, provocar la apertura del inccn-
preliminar alude a "cada uno de los artíc ulo s ge nerales que sir- ciente, abrirse al m;¡Jentcndido de la transferencia en vez de u ;1 -
ven de fundamento para el ajuste y tratado de paz definitiva 1 tar de cercarla por medio de algún tipo de "entendimiento''.
entre las potencias contratantes y sus ejércitos". Esta acepción Conv iene recordar que lo que conduce a un sujeto al an ;íl i-
podría ser perfectamente congruente con la concepción de las 1
sis es algún tipo de malestar, una queja, que pide alivio. Pero
entrevistas como el lugar para establecer un acuerdo "pacifica- entre esta demanda de atenuar y, de ser posible, eliminar el
dor" entre las partes en una situación intersubjetiva que ha de sufrimiento y la entrada en análisis -que implica el trabajo ana-

' Jacques Lacan: El saber del analista, Conferencias en Sainte-Anne, 1971,


l hzante en lugar de la queja- no hay continuidad posible. Este
trabajo supone la transferencia como único motor del mism o.
inédito.
' Joan Corominas: Breve diccionario etimológico de la lengua casteltana, .i Ja cq ucs Laca n: "Proposirion du 9 d'octobre de 1967 sur le psychanaly;re

Gredos, Madrid, 1986.


j de !'Eco le", en Scilicet Nº 1, Ed. du Seuil, Par is, 1968, pág. S.

27() l1 271

j
1'¡
Por esto, no es la queja ni la demanda lo que está en el comien- · de Freud, quien localizaba el motor del proceso analítico en
w sino la transferencia que está, dice Lacan, "[ . .. ] por la gracia "[ ... ]el padecer d el paciente y el deseo, que ahí se engendra, de
de aquél que llamaremos en el linde de este propósito, el anali- sanar" .7 Pero esta afirmación debe ser matizada porque, al decir
z:tn te". 4 Si la puerta de entrada es la apertura del inconciente del mismo Freud, el síntoma está también hecho para aportar
po r la vía de la transferencia, no hay análisis posible sin trans- satisfacciones: "El motivo para enfermar es en todos lo casos el
fe rencia anudada. propósito de obtener una ganancia". 8 El síntoma no basta para
El tiempo de las entrevistas preliminares no es entonces una "empujar" a hacer el trabajo de análisis: el goce que él procura
e ~;p ecie de dispositivo de localización de la supuesta "analizabili- pued e hacer q ue ese motor se detenga rápidamente.
d:,d" del candidato, ide:i. que ha llevado a b elaboración de ver- De modo que sólo la existencia de la transferencia, o su
tL 1deros ''rctrarns habLidos" del candidato "ide:i.I" para el análisis, establ ecimiento, p uede asegurar el inicio y conrinuidad del pro-
e:; deci r, aquél qu e con faci lidad puede so meterse a bs reglas del ceso. Ella es así el elemento fundamenrnl que se d ebe constituir
jtLego del encuadre que se fija según determinados estáncbres. para posibilitar la entrada en análisis.
¿Cómo olvidar aquí el hecho de que el inconciente es pre- Ahora bien, ¿cómo es que la transferencia puede constituir-
cisamente aquello que por definición no se somete? se en el elemento fundamental si se toma en cuenta ese doble
Sin duda alguna, del lado del analizante es una demanda, aspecto que Freud le atribuye, motor y a la vez resistencia para
un pedido de algo que lo lleva a solicitar una cita con el analis- el proceso analítico?
ta. ¿De qué demanda se trata y qué relación tiene ésta con la Para responder es necesario recordar que existen, por una
tl:rnsferencia? La afirmación de Lacan es precisa: "Se trata de parte, las transferencias, en plural. Ellas son conexiones que se
lncer entrar por la puerta, que el análisis sea un umbral, que establecen entre una representación inconciente representa- f
li :tya un a demanda de verdad. Esta demanda, ¿qué es si no algo ciones preconcientes cualesquiera y permiten el trabajo de la
q ue quieren quitarse de encima? Intento que esta demanda les rememoración con el consiguiente levantamiento de la repre-
:il erce a hacer un esfuerzo, un esfuerzo que ellos harán" .5 sión. Por otra parte está la transferencia, en singular, que es "el
Condición esencial para la entrada en análisis es entonces la más poderoso agente de la resistencia" en la medida en que los
existencia de una demanda, pero una demanda que tiene que efectos del llamado "amor de transferencia", que suponen el
Sd" "de verdad". Nada agrega Lacan en cuanto al contenido de lazo del analizante con la "persona" del analista, empujan en
e !a, aunque sí señala que "es preciso, en efecto, que algo empu- sentido contrario al de la rememoración y la asociación.
je. No puede ser el querer conocerse mejor; cuando alguien me Dos dimensiones en principio contradictorias, saber y
solicita esto, lo despido". 6 Una demanda "de verdad" se define ·¡,; amar, son las que constituyen este fenómeno de la transferen-
e:1tonces por el hecho de que empuja a realizar un trabajo. cia. Es al trabajo de Lacan que se debe el anudamiento de ellas
l"rabajo que apunta precisamente a la verdad del síntoma. En y su puesta al servicio de la cura, trabajo que ha consistido en
e·; te sentido, ya hay una total coincidencia con el punto de vista
7 Sigmund Freud: "Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos

sobre la técnica del psicoanálisis, I)", en Obras completas, Amorrortu editores,


4
lbíd. Buenos Aires, 1980, vol. XII, pág. 143.
'Jacques Lacan: "Conference aYale Universiry", en Scilicet Nº 617, Ed. du ' Sigmund Freud: "Fragmento de análisis de un caso de hi steria", en Obras
S1: uil, Paris, 1975, pág. 32. completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1978, .vol. VII, pág. 39 (la cita
(, !bíd., pág. 33. corresponde a una nota al pie de página agregada por Freud al texto en 1923).

272 273
·¡
j
l

un replanteamiento de la concepción de la transferencia dando · esa transferencia significante es el sujeto representado allí p or s
un fundamento transfenoménico a la diversidad de sus mani- (significado), correlacionado a los significantes del sabe r incon-
festaciones al situar entre la persona del analista y la del anali- ciente: 5 1, 52 ••• como la cadena integrada por el conjunto el e
zante un elemento tercero, el Sujeto-supuesto-Saber. significantes del saber inconciente.
Sólo la institución de este último como eje de la transfe- Encima de la barra, la flecha que vincula el significante i 11 i-
rencia permite situar aquello que :hace del síntoma una deman- cial del anál isis, el síntoma, con un significante cual qu i., a
da de verdad, pues éste se vuelve analizable sólo si se incluye en -especie de distintivo del analista- va a constituir un punto .e
la tramf-"crencia corno portador de un saber c¡ue puede ser reve- anchjc ele lo q ue se llama amor de tr:msfcrencia . Así, lo <: ·e
lado desde otro lugar, precisamente el del analista. enrnntramos escrito arriba se opone de algún modo a lo que c -d
Para su mejor comprensión se puede recordar el algoritmo escrito abajo: el amor de transferencia a la producción del saber
de la transferencia tal como lo escribe Lacan: inconciente. Sin embargo, es preciso que el otro -analista- se
devele desde el comienzo como un Otro con mayúsculas; es la
S Sq única opción para que el analizante se ponga "en manos" de d.
El analista será entonces el depositario supuesto del saber incc :1.-
s (SI> 52 • •• 511 ) ciente, condición esencial para que el proceso analítico apur·te
hacia la impugnación de este espejismo, no solamente en el se n-
~li:
Esto se puede leer: S, el significante de la transferencia, no tido de que el analista no es portador de tal saber sino porque ,; o
es sino la manifestación sintomática que el paciente presenta al existe, en última instancia, este Sujeto-supuesto-Saber.
analista, manifestación sintomática que sostiene la demanda La institución del Sujeto-supuesto-Saber significa que el
que lo conduce a un analista cualquiera (Sq), requerido como síntoma sólo conduce al análisis cuando cuestiona, cuando ,::s
intérprete, descifrador. La flecha (----.¿) indica precisamente la captado como portador de un sentido oscuro que representa al
dirección hacia ese desciframiento, supon.e por lo tanto el carác- sujeto como desconocido para él mismo. En este sentido el sin-
ter cifrado del síntoma y el carácter de representación que tiene. toma es cuestionamiento del sujeto, representante del sujeto en
El sujeto, en efecto, es representado por el síntoma convertido tanto tachado, imposibilitado de representarse sin pérdida en el
así en significante de la transferencia. Este es precisamente el significante. Así, por la transferencia, el síntoma es puesto en
significante del a~alizante que se dirige a un significante cual- forma de pregunta del sujeto en el doble sentido del genitivo
quiera (Sq) que viene a representar el analista. que alude a que a la vez que es pregunta que el sujeto rea!i?,a,
El significante de la transferencia es así fabricado por el ana- señala que éste es esencialmente pregunta.
lizante, será ese significante -el nombre propio o cualquier Pero esta transferencia así planteada es frecuentemente p:-e-
rasgo- con el cual va a elegir al analista. Esta elección aparece via al análisis. Está desde el momento mismo en que el sínto m a
formalizada como articulación de dos significantes que corres- interroga al sujeto. Podría decirse que es una transferencia con d
ponden al establecimiento de la transferencia. psicoanálisis en general. El momento de,la demanda de análi ois,
Lo que figura encima de la barra constituye entonces la ver- en cambio, es aquél donde un particular -un analista cualqu ie-
tiente de amor de. la transferencia, es decir, su aspecto mani- ra (Sq)- sustituye al psicoanálisis en general. A partir de aquí se
,l.
fiesto. Lo que está por debajo -la serie de significantes- será por tratará de producir la fijación de la transferencia y la puesta en
su parte la vertiente de saber de la misma porque el efecto de marcha del proceso analítico, lo que implica hacerla trabajar.

274 1 275

,J
Para esto es preciso, por una parte, que ese analista venga a· para alcanzar estos objetivos. El acto analítico está en juego
wstener para el analizante la función de Sujeto-supuesto-Saber, desde estas entrevistas en las que el psicoanalista va a ubicarse
de lo que a nivel fenoménico el amor de transferencia es el tes- en el lugar de causa, causa cuyo efecto es el empuje al trabajo
t imonio:"[ .. . ] a aquél a quien le he supuesto un saber, lo amo". 9 de la transferencia. La acción del analista en lo que se refiere a
El analista es llamado al punto de suspensión del saber del sín- este impulso va a determinar la justa inserción del analizante en
m m.a y es así como deviene encubridor de bienes apreciables la transferencia, la cual no depende de algún tipo de actitud
p ara el sujeto, particularmente de saber sobre su bien, saber que si no de su posición frente al Otro, posición que no puede con-
,,e supone puede responder a su pregunta. Así, la transferencia siderarse completamente independiente de la respuesta del ana-
fijada al analista es primeramente demandante: demanda al lista.
O tro una respuesta sobre el bien. Se establece de este modo la De esta manera, la práctica de las entrevistas preliminares
dimensión imaginaria y narcisista del amor formulado como no se orienta a evaluar el cumplimiento de requisitos preesta-
demanda de ser amado. blecidos por parte del candidato a análisis como condición para
Pero si la transferencia se establece en un pnnc1p10 como ser "admitido". La llamada "psicología del yo" ha desarrollado
d.emanda de una respuesta de amor, la no respuesta del analista al respecto dos nociones que han alcanzado amplia difusión
en este registro permitirá que se transforme, que mute de resis- pero que suponen un alejamiento de la clínica psicoanalítica: la
t·~ncia a resorte de la cura. Que el Otro de la demanda no res- "alianza terapéutica" y la "analizabilidad".
ponda plantea una relación con su deseo bajo la modalidad de la La primera de ellas se sostiene en el postulado de que la
p regunta Che vuoi?, "¿qué me quiere?". La transferencia prime- transferencia es homogénea a la vivencia "patógena" del pacien-
n mente demandante puede hacerse así productora, por el cami- te porque revela los aspectos "regresivos" del mismo, supuesto
no de la asociación libre y en la medida en que el Otro del saber por el cual se tratará de establecer un modo "sano" de relación
aparece como Otro del deseo, marcado también por una falta. con él para analizar desde ahí la transferencia. En¡este sentido,
Confrontado a un Otro que falta, d analizante estará en el la alianza terapéutica no sólo será distinta de la !transferencia
lugar de aquel que trabaja. En esto consiste el esfuerzo al que se sino que se considera un punto situado fuera de ella desde
refiere Lacan: trabaja para que se elabore el saber que responda donde podrá ser reducida. Desde esta perspectiva no es la trans-
a la pregunta del sujeto. El analista, por su parte, está allí para ferencia sino el establecimiento de dicha alianza, que da la ·
c:i usar ese trabajo. pauta de la analizabilidad del paciente, lo que determina la
Quedan así establecidas tres condiciones esenciales para: el entrada en análisis. Queda invertida así la posición freudiana
a ná li sis: la transferencia analítica (es decir, la pregunta d el suje- puesto que transferencia y analizabilidad se hallan en esta con-
i:;), la fijación de la transferencia sobre el anali sta y el trabajo de cepción en relació n inversa la una con la otra, siendo la prime-
h misma. Lo que otorga a las entrevistas preliminares su obje- ra el obstáculo para la cura.
tivo específico es la creación de estas condiciones que nada tie- En cuanto a la "analizabilidad" podemos decir lo siguiente:
ne n que ver con algun~ supuesta "capacidad" del analizante. en análisis el paciente enfrenta una situación particular, pero
Por otra parte, el analista incide de manera fundamental ella se inscribe en una serie de experienci as previamente vividas;
la capacidad demostrada por el yo para enfrentar esas experien-
' Jacqu es Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, Paris, 1975, cias determina su analizabilidad, de tal modo que la biografía
p/. g. 17. del paciente permitirá calcular cómo enfrentará la experiencia

276 277
. ,1

del an~í.lisis. El acento principal no está puesto aquí sobre el la continuación del relato". Con frecuencia volverá sobre esta
deseo inconciente sino sobre el "querer ser analizado" del yo. idea de que las "primeras comunicaciones" no deben hacerse
Así, tanto la analizabilidad como la alianza terapéutica depen- antes de que se haya establecido una poderosa transferencia.
den de la existencia de un yo autónomo elevado a condición Las condiciones de entrada son así establecidas por Fre ucl
fundamental del psicoanálisis. exclusivamente en relación con la transferencia, sobre la cu :il
.Con estos planteamientos el psicoanálisis va a experimentar puntualiza do s momentos claramente diferenciados: la fijaci éi :i
un deslizam iento muy claro hacia la psicología pues el análisis ele ésta ("apego al médico", tales son sus palabras) y la puesta ;\
va a depender de algo que sería del orden de una aptitud, un prueba del trabajo de transferencia (aplicación de la regla). A
talento personal previo del candidato. El objetivo de las entre- esto agrega una indicación técnica notable pues pregona i:1
vistas prel iminares apuntará, entonces, al diagnó~tico que per- necesidad ele cieno silencio por parte del analista. Si la regla
mita conocerlo, a la vez que a la elaboración de un "pronóstico" implica el saber analizante, el hecho de suspender las revelacic·-
-basado en esos conocimientos- para una experiencia todavía nes del analis ta ubica al saber de éste en un a posición particL -
por hacer. Se advierte así que desde este punto de vista, domi- lar, casi de encubrimiento: es un saber que no se expone ni " '~
tf
nado por el modelo médico-psiquiátrico, la entrada en análisis manifiesta, t1ue permanece en reserva, esto es, supuesto. Freud
no se establece por la vía de la transferencia sino del yo que se relaciona de este modo el apego transferencia! del paciente con
ubica fuera de ella y que todo el psicoanálisis podrá desplegar- ese silencio del analista que cuestiona y el saber supuesto gene··
se como un trabajo contra la transferencia. ra así el amor ele transferencia, es decir, el establecimiento d::l
Es im~ prtante destacar que estas formulaciones se oponen Suj eto-supuesto-Saber.
a lo que F¡fud indicaba al resp ec to. En ¿Pueclen los legos ejercer Es preciso aclarar que este Sujeto-supuesto-Saber no es u '
el psicoand!isis?, por ej emplo, afirma la impo rtancia del "acuer- sujeto que sup uestamente sabe para otro que lo inviste ce•
do del paciente", de la "preparación a la cura" y de "hacerle dicho saber. Debe entenderse más bien como el sujeto supue: -
aceptar la regla fundamental haciéndole percibir que sabe más to -puesto debajo- del saber inconciente cuya existencia es
de lo que dice". Con esto último ~la aceptación de la regla fun- correlativa con la invitación formulada al analizante de hablar.
damental- da a entender que le supone un saber al analizante, Es así el eje de la transferencia, que debe entenderse a partir de
saber cuya manifestación es esperada por el camino de la aso- que sólo hay sujeto representado por un significante para otro :
ciación libre. Hacer entrar al paciente en esta suposición es así la transferencia es implicación significante. Suposición de sabe.r
el correlato de hacerle aceptar la regla. e imputación a un sujeto se articulan por lo tanto a la implic;:;-
Ya años antes, en La iniciación del tratamiento, Freud men- ción significante misma, esencialmente por la aparición o Li
ciona una técnica que le es nueva, el "tratamiento de ensayo", producción del significante de la transferencia.
muy próxima en su inspiración a las entrevistas preliminares. El tiempo de las entrevistas preliminares es entonces el ck
Allí se habla de condiciones previas entre las cuales es impor- localización o producción del significante de la transferencia, h
tante mencionar dos: la primera concierne a lo que debe espe- representación del sujeto dirigida al Otro analista. Es de este:
rarse del paciente, que se apegue, dice Freud, a su analista; la modo como el psicoanalista queda incluido en el inconciente
segunda apunta a la posición del analista y acerca de ésta Freud por vía de la transferencia, pero no se trata aquí de que un suj e-
precisa que durante el "tratamiento de ensayo" no comentará, to inviste a otro como presunto poseedor de un saber porque si
de lo que el paciente diga, sino "más que lo indispensable para bien el discurso del psicoanalista es un nuevo tipo de lazo socia ,

278
! ~
279
no es la intersubjetividad lo que estructura la situación analíti-" su falta . El silencio del analista permite así encauzar la pregun-
~' '.l dado que en ella no está en juego el encuentro entre dos suje- ta del síntoma hacia el interrogante por el deseo. De aquí que
'.L)S, ni siquier'.l entre do s inco ncientes. Hay un so lo sujeto que el deseo d el an al ista sea "el resorte ve rdadero y últim o d e lo que
~s el sujeto d el inco ncic nte, es deci r, el analizante. co nstituye la transfe rencia", co mo lo señal a Lacan . Y só lo este
La transferencia supone así la inclusión del analista en el deseo pued e determin ar el acto ele adrni sión del suj eto en la
inconci ente, inclusión que es efecto en tanto el analista pasa a ser cura, es deci r, su transfo rmaci ón en analizante.
d destinatario del discurso del sujeto en análisis y, po r lo tanto, En síntesi s, las entrevistas preliminares ti enen como fin ali-
de su saber inconciente. Así es como se instituye el Sujeto- dad central establecer la transferencia, crear las condiciones
.;upuesto-Saber, premisa básica pai-a que el analista sea ubicado para que aquel que llega a una "consulta'' pueda devenir anali-
v or el analizante en el lugar del Otro, del otro significante, lugar zante. Esto implica que su palabra quedará incluida en el dis-
a donde éste -representado por un significante- dirigirá su pre- curso de la histérica, lugar desde donde podrá formularse el sig-
?,Unta. Esta pregunta es, ante todo, la del síntoma, cuya signifi- nificante de la transferencia que no es sino su tachadura subje-
cación el analizante presume que el analista la posee. tiva.
El analista es colocado de este modo en el lugar del Otro Es entonces el analizante - o el futuro analizante- quien
q ue puede "complementar" el síntoma, lo que permite que una empuja la puerta de entrada al análisis en el mom ento en que
d emanda "de verdad" le sea formulada, demanda "de verdad" está presente en él la suposición del saber en el lugar del Otro.
d iferente en todo sentido a un pedido de "curación". Por esto Pero para franquear el umbral es necesario el encuentro con
:1 0 se tratará de reconocer en la demanda al síntoma como his- alguien que dé soporte corporal -dé cuerpo- a esta suposición,
:érico, obsesivo o fóbico, sino como síntoma analítico, lo que esto es, el encuentro con el analista.ttn
;ndica una apertura al Otro en tanto este síntoma representa al
.; ujeto.
Lo que importa entonces es la captura del síntoma en la
~ransferencia, de tal modo que el diagnóstico de estructura que
;e puede elaborar -como hipótesis- al cabo de las entrevistas
preliminares sólo es psicoanalítico si el síntoma es tom ado en la
:ransferencia como pregunta del sujeto dirigida al Otro. Esto
;ignifica que dicho diagnóstico no se hace "desde fuera" del
;iaciente -como se acostumbra en algunas prácticas que preten-
~ e n ser psicoanalíticas- sino a partir de considerar que el psi-
·:oanalísta forma parte del inconciente "del" paciente. Es pues
.m diagnóstico cuyo propósito esencial es establecer dónde está
:a locado el sujeto en la transferencia.
La transferencia, · como se ha dicho, implica al síntoma
rn mo pregunta dirigida al Otro, pregunta que es entonces,
•::sencialmente, po r su fa lta. Por esto res ult:i fundam ental la no
~cs pu es t a de l Otro co mo el camin o para abri r b di me nsión d e

280 28 1
15

Lectura sin comprensión

E l así llamado psicoanálisis aplicado -a las obras de ;:i .t e,


acontecimientos históricos, escritos diversos e incluso com¡Y:i r-
tam ic ntos ele ios sujetos- es m o tivo de un equívoco fund am ~ n ­
tal entre analistas y no analistas: la idea de que el psicoanai :.s ta
tiene los elementos teóricos que posibilitarían lograr la co m-
prensión , es decir, el significado, de tales obras o acontecimien-
tos.
Este equívoco deriva de la asimilación de la interpretación
psicoanalítica a una hermenéutica que concibe la existencin de
un significado oculto detrás o debajo de los textos, significado
que sería el "secreto" a develar, secreto que daría cuenta del r or-
qué de b s ap ariencias que se encuentran .
Dicha herm enéutica se bas:i. en la concep ción d e un "q uerer
decir": las cosas quieren decir algo y esto es lo que se tendd ,·1ue
develar. Este querer decir remite así a un sujeto que se expn.'sa-
ría en diferentes manifestaciones como, por ejemplo, una oi)ra
de arte.
Lo falaz de esta concepción radica en el hecho de que el J si-
coanálisis no acepta que exista un sujeto que "se expresa" rn. el
texto de una obra sino que lo que existe es un saber inconc ien-
te en todo texto, saber que no constituye "su" significado ocul-
to sino un efecto de su articulación significante en el que p uede
ser localizado el sujeto como sujeto del inconciente. 1--hy, por
ej emplo en un poen1a, un sujeto, pero este sujeto es el que sL;rge
del encadenamiento de los significantes del poema y no el :¡ue
"quiso" decir esto o aquello con el mismo.
No hay pues psicoanálisis aplicado a las obras de arte, ps:co-

283
análisis entendido como una especie de metalenguaje que permi-"
1 contenido secreto oculto bajo una determinada forma. Consiste
1iría comprender el presunto significado de aquéllas. "El psicoa- más bien en mostrar cómo la forma, lejos de ocultar algún con-
1
nilísis -al decir de Lacan- s6lo se aplica, en sentido propio, como tenido, dice ella misma la verdad. Y esto sin que el sujeto lo sos-
tratamiento y, por lo tanto, a un sujeto que habla y que oye. peche pues lo hace bajo la apariencia de esconder un contenido
Fuera de este caso, s6lo se puede tratar de método psicoa- 1' desconocido <1ue sería su verdad.
1
nalítico, ese método que procede al desciframiento de los signi- La forma del texto dice la verdad en el momento del fraca-
flcantes sin consideraciones por ninguna presupuesta forma de so del decir para decir lo que aparentemen te se quiere. De este
existencia del significado". 1 modo, la interpretaci6n psicoanalítica pone de manifiesto que
La cura psicoanalítica es pues el t.'mico espacio vilido para la el presunto "secreto" del sueño, al igual que el de cualquier dis-
"aplicaci6n" del psicoanálisis. Fuera de ella s6lo es posible curso, no se oculta como si fuera un contenido precioso envuel-
hablar de escritura a descifrar, de ninguna manera a compren- to por una forma carente de valor sino que está de hecho en la
de r, en el sentido de develar un presunto significado. De hecho forma misma.
h comprensi6n tampoco es el objetivo de la cura analítica si se En la interpretaci6n del sueño -a la que sería más apropiado
co ma en cuenta que el significado es el efecto del significante, llamar desciframiento- Freud señala que no se trata de develar
no lo que se comprende sino "la lectura de lo que se oye de sig- algún misterioso "núcleo" oculto a la percepci6n directa porque
nificante".2 esto supondría sacar a la luz el llamado pensamiento latente
Ninguna obra de arte -sea literaria, plástica o musical- como si éste se escondiese debajo del contenido manifiesto. De
p uede ser objeto de una aplicaci6n del psicoanálisis porque éste lo que se trata es esencialmente de responder a la pregunta acer-
'' ºse propone comprender el espfritu que habría de serle sub- ca de las razones por las que el pensamiento latente del suefio
yacente sino que la toma "al pie de Ja letra" para leer en ella la toma esa forma, por qué se ha transpuesto en la forma del sueño.
verdad, una verdad que no es exterior al texto, que no la busca Es por esto que Freud compara el sueño con el texto que debe
por lo tanto en la vida del autor, en las características de la ser traducido. Como lo afirrna Mannoni al referir a la siguiente
época o en cualquier otro más a!Li de la escritura: la verdad de cita de Freud: "Las ideas (latentes) del sueño y su contenido
un texto es una verdad que se articula en su estructuraci6n sig- (manifiesto) se nos presentan como dos versiones del mismo
nificante misma. tema en dos lenguas diforentes [ ... ] más exactamente el conteni-
La interpretaci6n de los sueños, tal como la formula Freud, do del sueño se parece a la transcripci6n de la ideaJ del suefio en
p roporcióna el modelo más preciso de este trabajo de descifra- otro modo de expresi6n, cuyas características y leyes sintácticas
;~i Íento totalmente opuesto a la idea de una hermenéutica. El debemos descubrir comparando el original y la traducci6n". 3
tc;xto freudiano enseña con incuestionable rigor c6mo el traba- Se advierte que, contrariamente a lo que se suele afirmar, los
jo de interpretaci6n no puede asimilarse al develamiento de un pensamientos latentes del suefio son en sí mismos claros y l6gi-
cos; no son inconcientes sino preconcientes. ¿Qué será enton-
J ces lo que para Freud constituye el inconciente? Será el trabajo
'Jucqucs Lacan: "Jeuncusse de Gide ou la lcttrc et le désir'', en J;~Tits, Ed. du de transposición de esos pensamientos cbros, ló gicos, de natu··
Scu il, l'aris, 1966, p:íg. 71¡7 (''Juvcnrnd de Gide o la letra y el deseo", en Escritos
:~ . Siglo Ve in tiun o editores, México, 1994, p:íg. 727).
' Cf Ja cqucs Lacan : Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed . du Seui l, Paris, j ' Ocrave Mannon i: Freud. El descubrimiento del inconciente, Ed. Nueva
1~ 17 5, p:íg. 34.
·l Visión, Buenos Ai res, 1975, pág. 56.

284 285
raleza preconciente, en un texto que es el d enominado "conte- · sexual e inco nciente. En este aspecto tiene raz6n y su lectur es
n ido manifiesto" del suefio. muy prec isa pe ro su error radica en esa con fusión tan hab ! :;i.Í
El inconciente no es por lo tanto el significado sino la "sin- que se ha señalado: ide ntificar el deseo in co nciente en ju eg1 en
taxis" del suet1o, es;:i. sintaxis que elabo ra un texto a partir de la el sueño -y, en ge neral, en la vida d el sujeto-- con el "pe ·· :i-
"distorsión" de las " id eas la tentes" . De ahí el eq uívoco inheren- rniento btente" al que se le otorga el carácter de significado .J e!
te al concepto de in terpretació n , entendida habitualmente sueño .
como el develamiento del significado, cuando en el terreno psi- Es necesario señalar aquí que esta confusión no es tá e1 1 el
coanalírico constituye un trabajo que se despliega exclusiva- texto de Freud, quien no deja de insistir so bre el hecho de ·:lue
mente en el plano signifi cante. "el pensa mi ento latente del sueño" no ti ene en sí mismo nada
La noción de interpretación como hermenéutica ha creado de in conci en te pues constituye un pensamiento completa men-
u n equ ívoco en el que han incurrido algunos críticos de Freud, te "normal", arti cul able en la lógica propia de lo preco nci e1lte-
1
qui enes se han apresurado a descalificar la interpretación psico- l conciente. En otros términos, el pe nsam iento latente del si;·: fio
;111alt' tic1 si1íl advertir con claridad sus caracte rísti cas cspecíflc<s. i per t·cncce al sistcm;1 co nciente-p rcco11 ciente, d e modo qur: el
i
Un c 1su plradigm;Üico es el de Hans )urge n Eyse11ck,·1 qu ien sujeto es cot1cicnte de éL hasta tal punto que puede inc¡uic t;, :'Ío
11
cree encon trar una paradoja irreso luble en el texto freudiano a ·¡ d e una m~mcr;:i_ rn uy in tensa.
1
raíz de qu e és te afirma por un lado que el deseo que se cumple Lo que oc urre en el sueño -co mo puede oc u rrir en o ras
en el suefío es un deseo inconci ente y de naturaleza sexual pero
po r otro lado aporta ejemplos que contradicen dicha formula-
l
¡
"formaciones del inconciente"- es que en él se gene ran Lis ci n-
diciones p ara que ese p ensami en to "normal" sea emp uj tdo
ción.
Así, Eysenck toma como modelo el sueño considerado
"p rínceps" del psicoanálisis -el sueño con el cual Freud intro-
l
1
fu era de la conciencia, "arrastrado" al inconciente dond e es
som etido a las leyes del "proceso primario", es decir, "trad uci-
do" a la "lengua del inconciente".
dujo la l6gica del deseo inconciente y que se conoce como el l El vínculo entre el "pensamiento latente" y lo que se lb ma
sueño "de la inyección a lrrna" - y comenta que el pensamiento el "contenido manifiesto" del sueño -el texto d el suefio o el
latente de este sueño, según Freud, es el intento de d esli garse de sueño en su liter;ilidad- puede entonces d efinirse como el de un
1
su resp on sab ilidad por el fracaso del tratamiento médico
empleado co n lrma. Dice Eysenck q ue el sueño expresa una l pensamient o "normal" co ncicnte- prcconcicntc qu e es tr;· :1s-
-
puesto en f·orma ele "acert1;0
.. )) por la acc1'ó n ele l a "s111tax1
. .s))
argumentación del tipo "no es mi culpa sino de las circunstan- in conciente o "proceso primario". Por esto, lo esencial del fenó -
CÍ;1s", de tal modo que el significado del suefi.o sería el deseo de meno no es el o los pensamientos latentes sino lo que Fre ud
exculparse, deseo que evidentemente no es deseo sexual ni tam- ll ama trabajo del sueño, constituido por los mecanismo ~; de
poco inconcicnte sino referido a un problema de "ética profe- condensaci6n y desplazamiento, la transposición de las palabras
sional" que inquieta a Freud en el plano conciente. o las sílabas en elementos figurativos y la "elaboración secunda-
El significado del sueño "de la inyección a Irma" remite ria", mecanismos todos que organizan la "forma'' del sueño.
para Eysenck a un "problema de conciencia'', no a un deseo El error de co nsiderar el "pensamiento latente" como "sig-
ni ficado" dei sueüo es producto de la asimilación de la in :cr-
' Cf Hans ]urge n Eysenck: Psicofogia: hechos y pal.tzbrerla, Ed. Ali anza, pretaci ó n freudiana con una h ermen éutica. Es ta última, co m o
Madrid, 19 77 . se sabe, es co ncebida como revelación de un sentido que las

286 287
:\pariencias ocultan pero la transformaci6n del discurso psicoa;· Este deseo inconciente-sexual no es de ninguna manera
nalítico en una hermenéutica constituye un retorno a la psico- reductible a la "serie de pensamientos" porque está, desde el
logía, en el sentido más etimol6gico de esta última que es el de comienzo, constitutivamente reprimido. Por irreductible debe
Jiscurso o tratado sobre el alma. Es precisamente la psicología entenderse entonces que no puede decirse en el lenguaje "nor-
quien piensa al sujeto como ese sub-jectum, ese sustrato subya- mal" de la comunicación cotidiana, en la sintaxis conciente-
:;ente que se tendría que "alcanzar" para "conocerlo", conocer preconciente: su único lugar son los mecanismos del "proceso
"eso" que presuntamente alberga en su interior. primario".
Una concepción de la interpretación que considera que en La tesis de Freud permite extraer una importante conclu-
:1 sueño, como en cualquier texto, hay un "secreto" oculto sión que puede hacerse extensiva a toda lectura que se realice
Jetrás o debajo del discurso manifiesto es así totalmente psico- desde el psicoanálisis a otro tipo de discurso: no hay en el sueño
:ogista porque realiza una lectura que se compromete en la bús- dos textos diferentes, el contenido manifiesto y los pensamien-
·1 ueda de ese contenido latente, búsqueda cuya concl.usión no tos latentes que remitirían al deseo, sino una estructura terna-
'.) llede dejar de ser decepcionante en la medida en . que al final ria en la que al texto manifiesto y los pensamientos latentes es
·-·en el caso del sueño- sólo se puede encontrar un pensarnien- preciso añadir el deseo inconciente que puede entenderse como
~ o enteramente "normal" cuya naturaleza es por lo general no la grieta que separa y hace inconciliables a los dos primeros.
:;cxual y que nada tiene de inconciente. Por esto mismo el deseo no es lo más "oculto" o lo más
En realidad, lo que dice Freud es que el sueño se elabora "profundo". Se encuentra más bien -con relación al pensa-
<:uando un pensamiento "normal" es reprimido y transformado miento latente- en la "superficie" y su consistencia no es otra
po r el trabajo del proceso primario que rige en el inconciente. que la de los mecanismos significantes, es decir, la qe los proce-
'.s ta represión no obedece al carácter "desagradable" que ese dimientos a que son sometidos los pensamientos ~latentes. El
pensamiento pudiera tener sino a la reaparición de un deseo deseo no es el ''contenido" del sueño sino aquello que está pre-
:,1conciente infantil que, despertado por una circunstancia sente eu la forma misma de este último.
actual, transfiere su carga sobre dicho pensamiento "normal" y Quiere d ecir entonces que el deseo inconciente no se ocul-
lo "arrastra" al inconciente donde es sometido a las leyes de la ta, se "muestra" abiertamente y aunque supuesto como lo más
si ntaxis que allí rigen. :¡ disimulado, aparece de la manera más evidente como ese traba-
~ ll

La causa "actual" de la represión no se encuentra por lo jo mismo de simulación, de "disfrazamiento" de los pensa-
1:rn to en !as connotaciones afectivas de tal pensamiento sino en mientos .latentes que son "traducidos" bajo la forma de un acer-
¡ 1na especie de "corto-circuito" entre el pensamiento latente y tijo : "Al comienzo me result6 extraordinariamente difícil acos-
un deseo inconciente que, en sí mismo, nada tiene que ver con tumbrar a los lec tores al distingo entre contenido manifiesto del
d "pensamiento latente del sueño". Así, se puede decir que una sueño y pensamientos oníricos latentes. Una y otra vez se torna-
~ · e rie "normal" de pensamientos (normal y como tal expresable ban argum entos y objeciones d el sueño no interpretado, tal
t.·11 el lenguaj e "cotidiano", "público", en la sintaxis del "proce- como el recuerdo lo conservó, descuidfodose el req u isi ro de la
~o secunuano . ") es sornen'd a a un tratamiento
. "anorma l" , es
J
interpre tación. Ahora que al menos los analist:i.s se han avenido
d ecir, a los mecanismos del "proceso primario" ·c uando le es a sustituir el suef'ío manifiesto por su sentido hallado mediante
transferida la investidura deun deseo inconciente, derivado de interpretación, muchos de ellos incurren en otra confusión, a la
h infancia y en estado de represión. que se aferran de manera igualmente obstinada. Buscan la esen-

288 289
cia del sueño en este contenido latente y descuidan así el dis~
tingo entre pensamientos oníricos latentes y trabajo del sueño.
En el fondo, el sueño no es más que una forma particular de
~

esto el deseo se inscribe como esa distancia infranqueable. Su
causa, lo que hace del sujeto un deseante, no es cualquier cosa
que la palabra permite articular sino esa "otra cosa" que ese ipa
nuestro pensamiento, posibilitada por las condiciones del esta- l a la palabra y su lugar en el discurso queda señalado por ei . ;·a-
do del dormir. Es el trabajo del sueño el que produce esa forma, l1 caso de este último para decir "lo que quiere decir".
y s.ólo él es la esencia del sueño, la explicación de su especifici- El traba jo de desciframiento exige <1SÍ liberarse previam c;:te
dad". 5 de la fascin ación "hermenéutica" que se basa en la idea del : tg-
Esa forma, es el trabajo del sueño quien la crea. Éste es, por nificado oculto, del contenido disimulado detrás o debajo cJ. la
lo tanto, la esencia de dicho fenómeno, lo que explica su parti- forma. Liberarse de tal fascinación para atender a la forma del
cular nat~raleza. El "secreto" del sueí?.o, es decir, el deseo que en texto en sí misma, a la "de-formación" de los pensamientos
él se cumt>le, no es por lo tanto algo que haya que buscar más latentes por los mecanismos del proceso primario.
allá de la forma. Es el secreto que tiene esta forma misma, el Es importante agregar que estos mecanismos no son exclu-
aspecto enigmático de su presentación. En otros términos, ese sivos del sueño sino que están presentes también en los lapsus,
deseo no es sino lo que se inscribe como distancia infranquea- .los juegos de palabras y, en general, en el lenguaje ordinario
ble que separa el contenido manifiesto de los pensamientos como figuras del discurso, figuras de la retórica: la metáfora y la
latentes, como la referencia inaprehensible que las representa- metonimia en particular.
ciones no pueden asir. El proceso ele desciframiento se basa esencialmente en ia
De este modo el sueño será el paradigma de todo texto en detección ele estos mecanismos que son constitutivos de la
la medida en que todo texto se dice o se escribe a partir de la forma del discurso y procura centrarse en ella olvidando los p :¡::-
imposibilidad de capturar, designar, el referente "real" que lo suntos contenidos ocultos. Por este carnino intenta mostra! la
causa. El texto tiene su fundamento en la imposibilidad de ins- "otra cosa" que habita allí -particularmente en los huecos d el
cribir sin resto eso que se llama "realidad exterior" en el campo . y que no es un "sentJ'd o sexua l" porque
dec1r- . el"sexo" es m ás
simbólico. Toda inscripción produce un resto que cae para bien el nom bre que se coloca en el lugar de lo irrepresentable.
constituirse en el auténtico referente, un resto que puede deno- La subversió n producida por el psicoanálisis no consiste
minarse "objeto causa", objeto que no se confunde con las cosas entonces en afirmar que todo tiene sentido sexual sino qu e el
del mundo a las qu e la palabra da acceso porque es lo que esca- sexo ca rece de representación "adecuada" en el lenguaje, que se
pa de ellas. l~reud lo llama das Ding, la Cosa, el objeto mítico inscribe en el lugar de la laguna que la palabra crea, en el lu ;~ar
de la primera satisfacció n. donde lo real amenaza siempre con hacerse presente. Esta e.s ·'! a
La imposibilidad de es tablecer la identidad entre los objetos verdad" por excelenci a, verdad que enuncia que el sentido L ·ta
de satisfacción que se suceden y la Cosa primera permite defi- porc¡ue la palabra y la cosa so n inconmensurables, tan incc ; 1-
nir al deseo como ese movimiento regresivo que busca reen-- mensurables como el hombre y la mujer.
contrar las coordenadas de aquella primera satisfacción. Por Paradigma de todo proceso de escritura, el sueño ense ña
que frente a cualquier escritura no .hay comprensión posible de
1 Sigmund Frcud: "La interpretació n de los sueños" , en Obras completas,
un significado que los significantes "expresarían". Sólo in.y
Amorrortu ed itores, Bueno s Aires, 1979, vol. V, pág. 502 (la cita corresponde a posibilidad ele lectura, lectura que lee el texto como conjunto
una nota al pie d e página agregada por Freud al texto en 1925). de significantes que en su articulación --y en particular en rns
1
290 j 291

J
\.I

j
grietas- abren el lugar del sujeto que constituye siempre un
exceso con relación a las significaciones, un sujeto en su verdad
16
que se define corno aquello irreductible a todo lo que las pala- 1
bras permiten decir.
A partir del sueño, el psicoanálisis nos convoca a una lectu- 1 Irremediable
ras.in comprensión, ajena a la búsqueda de significado, una lec-
tura que deja atisbar lo otro del significante; otro del signifi-
cante que no es el significado sino lo real imposible causante del
deseo. Y este real es el verdadero interlocutor de otro texto, la
causa perdida de toda escritura.í:61
He cometido el peor de los pecados
Que un hombre puede cometer. No he sido
Feliz. Que los glaciares de! olvido
Me arrastren y me pierdan, despiadados
Mis padres me engendraron para el juego
Arriesgado y hermoso de la vida
Para !et tierra, el agua, el aire, el fi1ego
Los defraudé. No fitifi'liz. Cumplida
No ji1c su joven voluntad. Mi mente
Se aplicó a las sirnhricas porfías
Del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. SiemprJ está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.

o Jorge Luis Borges: El remordimiento

J~ ~da
1

noción de salud presupone la ex istencia de una arrno-


n fo. Armonía del sujeto con su ambiente y, por lo tanto, de él
consi go mismo . Pero el concepto mismo de sujeto para el psi-
coanálisis contiene el cuestionamiento de tal noción en la medi-
da en que lo define su carácter disarrnónico con la realidad.
El sujeto del psicoanálisis se constituye en el campo del len-
guaje, por la acción del significante que lo precede. Esto deter-
mina una p érd ida inevitable que im pide la posibilidad de cual-

292 293
quier clase de armonía. Es por esto que el psicoanálisis poco· concebir que en el síntoma exista saber, que diga algo que c tro
tiene que ver con lo que más o menos genéricamente se deno- pueda descifrar. Sin embargo esta es la suposici6n básica d1: la
mina el campo de la "salud mental". que un psicoanálisis parte y el analista la confirma, en pri mera
Hay que recordar que la clínica psicoanalítica parte del sín- instancia, agregándose al síntoma. Agregándose porque la
toma, pero que a diferencia de la clínica psiquiátrica lo consi- transferencia es un efecto de la existencia de la palabra en la
dera ante todo como síntoma que es hablado por el paciente. A medida en que ésta implica el interlocutor, el Otro. Toda pala-
partir de es to puede volverse hablante, es decir, en tanto bra se dirige a Otro, demanda una sanci6n de sentido.
encuentra ~l destinatario que le conviene. Para el psicoanálisis Desde este punto de vista se podría afir mar que "no ~ e' lo
el síntom:i es ante todo un mensaje interrumpido en la medida que digo", J 1 menos hasta recibir la sanci6n de se ntido del 0 1ro .
en que no encuentra destinatario, interlocutor. Es to también cuestiona la noción de salud mental dado qu e el
La clínica p siquiátrica es una clínica muda, no porque se sujeto nunca es dueño de sí, de su palabra, pero tampoco lo es
impida hablar al paciente sino porque la palabra de éste s6lo el analista que no se coloca fuera de la transferencia porque no
puede ser considerada como vehículo de informaci6n, portado- representa norma alguna. Todo concepto de salud parte de con-
ra de datos que se pretende sean lo más "fidedignos" posibles. siderar la existencia de una norma en funci6n de la cual se eva-
Pero no es palabra de un sujeto, palabra donde un sujeto habla. lúa la mayor o menor "adaptación" del sujeto, lo que va a dar
Por el contrario, la clínica psicoanalítica es una clínica de la su índice de "salud mental". ·se trata del ajuste del sujeto a un
palabra, es decir, del significante. De hecho el psicoanálisis es stcmdard, es decir, a una demanda que es demanda del Otro q ue
inventado por Freud como un método para abordar el sufri- debe reg ular su vida. ·
miento por medio de b palabra pero a diferencia de otros m éto- El psicoanállsis no se interesa por tal ajuste porque lo :. ;e
dos que también emplean la palabra, pretende que el sujeto descubre, más allá de esa demanda que el sujeto se empeña por
-llevado por la palabra- acceda a un decir nuevo, inesperado, satisfacer, es "la otra voz", ésa que se manifiesta en el suefin . el
original. síntoma, el laps us. Precisamente allí donde aparece lo no ad~ i ;·) -
Si en un psicoanálisis se pide al sujeto que hable, y nada tado algo se dice que constituye una no resp uesta a lo esper ~1 d o
más que esto, es porque se parte del supuesto de que por medio pero donde habita un deseo inconciente que no se deja reducir
del hablar llegará a producir otro saber que ese del que dispo- a ninguna demanda. De ahí que cuando se habla del síntoma
ne, un saber más pr6ximo a su verdad de sujeto y que el sínto- en psicoanálisis sea necesario tomar en cuenta el doble sentido
ma dice de alguna manera. de esta expresión: el síntoma según el psicoanálisis lo conci be y
Para Freud la verdad habla en las fracturas del discurso, en el síntoma en el psicoanálisis, en un psicoanálisis, corno sÍ!h o-
sus grietas. Estas gri etas son el testimonio de la imposible uni- ma que habl a o por donde el sujeto habla.
dad del sujeto, CLtestionan su identidad y, por lo tanto, su Hay síntoma desde el momento en que hay sujeto e ue
"salud". En ellas habla el sujeto del inconciente. habla, de modo que la existencia del inconciente estructunc.~o
En la clínica psicoanalítica el síntoma encuentra su interlo- como un lenguaje es la raz6n por la cual no hay psicopatolo ,.,ía
cutor, lo que estructura la transferencia. Se trata de una clínica que pueda situarse fuera de los límites de la "normalidad". Por
en la cual el lazo transferencia!, a diferencia de lo q.ue ocurre en el contrario, la psicopatología es la de la vida cotidiana.
el campo psiquiátrico, no es excluido. En este sentido, las formaciones del inconciente son form a-
El psiquiatra se excluye de la transferencia porque no puede ciones sintomáticas pues todas se ubican como rupturas de la

294 295
l
'~
:1 Considerar entonces el síntoma ya no como signo sino
homogeneidad del decir o del accionar del sujeto, todas revelan. ij
la presencia de una laguna y son mensajes que buscan destina- como significante implica afirmar que éste no remite a otra cosa
t:lrio, interlocutor. Es por ello que el analista va a formar parte 1 sino al sujeto mismo, que es quien allí se representa, pero no de
del síntoma. La transferencia se basa, en primer término, en 1 cualquier manera sino que se representa en su falta, su división.
•.:::to: el :lnalista es el destin:trnrio del síntoma, el Sujeto-supues-
' El síntoma es consecuencia de la imposibilidad del significante
: u-Saber sobre el sentido último del sínrnma. de represent<lr al sujeto sin pérdida, sin castración.
El síntoma dice algo, ante todo para el sujeto que es porta- El sujeto sólo puede tener existencia en tanto representado
dor del mismo, esto quiere decir que hay saber en él, saber cuya por un significante para otro. Está pues dividido; dividido entre
revelación se demanda del Otro. En este aspecto el síntoma su existencia significante --es decir, su representación- y aquello
genera una demanda de sentido. Sin embargo esto plantea un que la operación del significante determina como irremediable-
problema importante: dar sentido a los síntomas es tratar de mente perdido, su "cadáver viviente", lo que Lacan llama obje-
<. onvertirlos en signos, cuando su característica esencial es la de to a u objeto plus-de-gozar. Así lo expone la fórmula del dis-
·:c r significantes y esto es lo que no puede ser modificado. curso del amo, que es la misma de b representación del sujeto
f-hy que recordar que un signo es lo que representa algo por el signifi can te:
p::ira al guien, es decir, para alguien que s::ibe leerlo. El médico,
po r ej emplo, esd formado para interpretar signos, la semiolo- S1 52
;',ía médica establece relaciones fijas entre esos signos y las cosas
·¡ue representan. El significante, por su parte, es lo que repre- $ a
::enta a un sujeto para otro significante. Sujeto que no existe
:1 ntes sino que es un efecto del encadenamiento significante. A
Como se observa, el sujeto es efecto del significante, pero
d iferencia del signo, el significante no representa "otra cosa'', no nunca queda completamente absorbido por éste. No-todo él está
i:iene significado. en el significante, queda un resto que es a. Este último indica la
Para el médico el síntoma es sinónimo de signo y ante él se vertiente silenciosa del sujeto, lo que no se puede considerar erec-
j) ropone una tarea traductora: remitir el signo a alguna cosa. to del significante sino producto de él, el resto irreductible de su
-~ sto es ;~sí porque en la concepción médica no hay sujeto en el operación, el goce inefable que lo habita siendo :t larez ajeno a él.
:íntorna. Al go semejante se concibe en la psiquiarría: el psi- Esta vertiente no pasó desapercibida desde el comienzo
<]UÍ:ttra lee los síntomas como representantes de algo que puede mismo del p sicoanálisis. Se puede recordar esa afirmación freu-
•:cr una infección, una intoxicación, una degeneración, una per- diana que sefi aia el silencio de las pulsiones, en particular de la
·:urbación hormonal, etc., para agruparlos en síndromes o enti- pulsión fundamental, núcleo de toda pulsión, que '.~s la pulsión
dades nosológicas. de muerte.
Es notable también cómo aun el psiquiatra informado de Lacan llamará objeto a a esta vertiente, objeto que se colo-
ciertas nociones psicoanalíticas se mantiene dentro de su con- ca al margen del significante y es rebelde a la acción del mismo.
1:epción estrictamente médica y tiende a asociar el_ síntoma con La producción de este objeto muestra la división subjetiva cau-·
1lguna categoría aparentemente fundada en el saber psicoanalí- sada por el significante, el cual divide al sujeto en tanto separa
:ico como por ejemplo, la fijación afectiva, el estadio del desa- el cuerpo del goce. Pero el goce se reintroduce al apoyarse, entre
·rollo, etc. otros lugares, en el síntoma.
;1
1
296 j 297

J... J
Por esto el sí ntoma muest ra en acto la divisió n del sujeto , · el goce que se lhrna Dios. Así es como la re ligión obtu ra la , lta
división ante todo contra sí mismo. Es un a ;iut.opunición por la del Otro qu e Laca n desi gna .':i (¡K.), busca suplir co n la otra :,." is-
cual retorn a el goce ex pulsado fuera del significante, autopuni- fa cción, ia del síntoma q ue ·l la crea, el desgarramiento que "1e-
ción que efectúa repetitivamente aquello de la castración que vitablernente tenemos que experimentar en tanto el Otro fo :ra.
no se ha c9f1sumado. Todo es to lleva a preguntarse por la posición del a1u ista
La paratioja del síntoma consiste en el hecho de que a la vez frente al síntoma, posición que debe distinguirse de la de la ·eli-
que efectúa la castración , la tapona con goce. La no consuma- gión así como también de la de la medicina. Para esto se ce be
ción definitiva de aquélla es la causa de esa instancia repetitiva recordar que el analista no es tá fuera del síntoma sino 'l ue
que se ubica más allá del principio del placer. forma parte de él, lo "completa".
Así se revelan dos dim ens iones indisociables del síntoma: ¿De qué manera lo completa? En primer luga r es pre iso
po r un lado es significante, formación sustituLiva, med.fora de toma r en cue nta lo q ue sucede en ei inicio del análisis: el ; :je-
la cas tración; por otro lado es goce, sufrimi ento y, a la vez, satis- to prese nta una d e manda y est:i demanda es ya una resp L: ,;t:a
facción. Este último aspecto remite a un más allá del juego sig- ¡
-más alLí. de las preguntas que él se puede formular- qu e li :; bla
l
nificante y plantea la pregunta acerca de qué goce es el del sín- de la elección que ya ha hecho, neurótica por ejerru lo.
toma. j Respuesta que expone su estrategia para evitar la castraci6n ,
Se puede decir que el goce del síntoma es un goce que sus-
tituye otro que el síntoma evita: el goce del Otro, lugar horro-
roso a evitar, lugar del sexo como innombrable. Este goce Otro
l.
i
De este modo, lo que el 's ujeto dice es un semblante, la otra
satisfacción que viene al lugar del goce, lo que desde el pun to

no tiene significante que lo signifique y solamente aparece alu- ¡ de vista del analista se puede considerar síntoma. El ana lis ta
considera esa respuesta del sujeto como síntoma y esto es :ma
dido por la afirmación "no hay relación sexual". Es el lugar de
la grieta abierta por el significante, hecho por el cual el síntoma
se procura significantes que van a .causar un goce insospechado
l1 primera manera de entender por qué el analista "complet:i" el
síntoma.
Por otro lado, no hay demanda de análisis sin sufrimien :o y
para evitar otro goce, mayor y horroroso. éste se presenta como una queja que se dirige al Otro. El ;1na-
Es interesante destacar que estas dos dimensiones del sínto- lista está para escuchar esa queja y va a transformar dicha q ueja
ma están presentes en la etimología misma del término que en síntoma al colocarse en ese lugar del Otro. Esta es 1na
proviene del griego sympt!Jma, "coincidencia". A su vez sympto- segunda manera de comprender de qué modo "completa:' al
ma se deriva de sympípto, "yo coincido" o, propiamente, "caigo síntoma.
juntamente". Es importante añadir que ptoma es "cadáver", más Se desprende de esta última consideración que el síntom a es
exactan1ente "ruina" o "desecho". un modo de construir un Otro y darle consistencia, por lo
¿No está presente esto último en la dimensión más radical tanto, dar sentido al síntoma confirmaría la existencia de ese
del síntoma que es la de goce? Este aspecto lo hace resistente a Otro. De hecho, es el sujeto mismo quien, ante todo, le da sen-
toda interpretación que pretenda otorgarle sentido. tido, lo "interpreta" y busca "ampliar" ese sentido que le da.
Paradójicamente, dar sentido a los síntomas es alimentarlos en El síntoma tiene una dirección: el Otro al que a la vez cons-
su función productora y protectora del gocé, es realizar una ope- truye. Por ello la cura tiene que partir de este Otro que es el
ración semejante a la de la religión que busca dar sentido a la lugar del supuesto saber del síntoma. El analista está en el lugar
vida creando ese síntoma por excelencia en el lugar de la falta y del Otro donde el sujeto sitúa el saber que busca, en el lugar del

298 ~")( "¡ ()


O tro completo que es el del Sujeto-supuesto-Saber. Es así como ! sujeto pleno que lo "entienda''. No aporta un significante
d analista, en una primera instancia, se tiene que acomodar al inequívoco sino un decir a m ed ias, co n lo cual la división sub-
sí nto!11a. Dice Lacan: "El clínico sa be que de una mitad del sín- jetiva no se t:ipona. Ese es el discurso del analista.
to ma es él quien tiene su carga [ ... ] sin esta segunda persona no 2. El Otro no contiene el objeto pues es el lu gar de un agu-
habría síntoma acabado" . 1 jero: S(./{). Esto se puede decir también así: no hay metalen-
Este Otro del síntoma es también, además del lugar del guaje, no hay Otro del Otro. Por la existencia de este agujero el
s:iber, el lugar del amor. Un lugar donde el sujeto encuentra una Otro desaparece. En última instancia el análisis tendrá que
razón para amar, una causa para el amor. Así, la situación ana- mo strar que el Otro falta, no existe.
lítica se presenta de un modo muy singular porque el Otro que
se construye ahí está aparentemente completo: En rel ación con esto último se presenta una dificultad, par-
ticularmente con el neurótico. Éste sos tiene al Otro, se niega a
1. Por una parte contiene ese sujeto habitualmente ausente aceptar su inconsistencia, es decir, su tachadura. Su síntoma es
del sign ificante . Como se sabe, la ausencia del sujeto en el sig- el modo de construir ese Otro: "El neurótico en efecto, histéri-
ni ficante es causa de la pregunta: ¿qué soy ahn En el análisis co, obsesivo o más radicalmente fóbico, es quien identifica la
~·s ta pregunta es demanda de saber, demanda de un significante falta del Otro con su demanda, <l> con D". 2
i.'il timo en el cual hallar la representación plena y que se supone Se trata de una dificultad inherente a la paradoja misma del
q ue el Otro contiene. El Sujeto-supuesto-Saber significa así al análisis que por un lado crea las condiciones para la construc-
sujeto que en última instancia es puesto debajo de ese saber ción de un Otro a partir del despliegue de la cadena significan-
;1signado al Otro. te -de la repetición y el retorno de lo reprimido que es el sín-
2. Por otra parte, el Otro contiene al objeto a que el anali- toma- y por otro lado debe llevar al sujeto a aceptar que ese
zante coloca en el analista para ser aliviado de él, es decir, del goce. Otro es un artificio pues, en el sentido estricto, no existe.
Este movimiento es sostenido por la interpretación que no
El Otro construido de esta m anera es entonces doblemente está destinada a dar sentido a los síntomas, porque esto los ali-
Jrtificial. Su construcción obedece a las necesidades del proce- m entaría m ás , sino a tocar la dimensión de sinsentido, de goce,
so mi smo y el análisis se propone mostrar al sujeto que ese Otro sustituida por aquéllos. Por esto Lacan va a afirmar que la inter-
no existe. El análisis tien e que poner en acto, entonces, dos pretación no está hecha para ser entendida. Querer entender es,
di mensiones: más bien, otro síntoma con el que se trata de tlponar la divi-
sión subjetiva. Entender es siempre intentar ejerc~r un dominio
1. No hay saber último sobre el suj eto, significante último sobre el goce para no quedar excluido de él y es la imposibili-
¡•:ira representarlo en tanto en el lugar de este significante se dad de este dominio lo que constituirá el síntoma.
,,bica S(A). Por ello el analista no interviene desde un saber El movimiento de la interpretación puede entonces ser defi-
co mpl eto sino que deja todo saber como supues to para h acer nido de este modo: el Otro que el análisis construye se genera
s ~·mb l a nte de objeto y diri girse a la división subjetiva y no a un a partir d e la repetición significante y esta repetición crea una
·1
' Jacq ues Lacan : Le Séminaire, Livre XI!· Problemes cruciaux pour fa psyrha-
ua fyse, clase del 5 de m ayo de 1965, inéd ito. l 2
Jacq ues Lacan: "Subversión de l sujero y dialécrica <lel deseo en el incon-
cienre freud iano", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág. 803 .
.J
300 'l 30 1

-~
significación del encuentro siempre fallido por la imposibilidad" Este significante puede ser producido poniendo en juevn el
de atrapar f l objeto plus-de-gozar que relanza la repetición. equívoco d el significante, haciendo oír de otra m anera que L: d e
1

El sínttma es es te encuentro fallido del q ue no puede exis- la esc ucha habitua l -es ta escucha que trata d e captar el se n í J o
tir un saber, de ahí que pensar la interpretación como saber de lo q ue se dice- para mostrar por este camino del equívo co el
sobre la verdad de dicho encuentro es lo propio del discurso fondo d e no sent ido radical del encadenamiento significap :.:: .
universitario: Por esta misma razón la interpretación aporta un st. >le-
mento de significante. Suplemento y no complemento, s1 'le- 1,

52 ---~a mento que toca a ese goce más allá de la palabra que surge d el
decir a medias que lleva a vaciar a los significantes de su p c•d er
51 $ de hacer sentido.
El sentido se vacía, los significantes se decantan de su v il or
Como se advierte, este discurso trata de dar cuenta del goce de sentido hasta tocar la materialidad misma de que están co ns-
por medio del saber pero así no hace otra cosa que (re)producir tituidos, lo real como trazo, como letra que escribe puro no ~;~: n­
el síntom a. El análisis infinito ti en e el mismo fundamento: pre- tido, h aciendo borde al goce innombrable y dejando así al s tje-
tender saber sobre el goce, cu a ndo n ada se puede saber. to defini tivam ente excluido del goce sin posibilidad de reto ;·no
Por todo esto se tendría que afirmar que con la interpreta- alguno de éste.
ción lo que se trata d e lograr es una sustitución, una metáfora: Hacer bo rde ahueca al Otro completo del saber, lo con,::cr-
la significación de una repetición tiene que sustituirse por el te en lugar de la falta, de la falta de sentido. El Otro se ri::,rcla
significante de un encuentro. La interpretación no puede basar- como no-todo. Es por esto que el analista en el lugar del O tro
se en el intento de dar saber, pues esto seguiría promoviendo la h ace el hueco (a). Lo hace por su presencia como real, p o ;: su
repetición, sino en producir un significante en el lugar de ese silencio y su decir a medias que evoca el hueco, la falL , el
encuentro imposible. Así lo muestra la fórmula del discurso del encuentro imposible. Así revela al sujeto que el Otro falta ? ºr
analista: ser lugar de la falta, que no hay por lo tanto significante q ue lo
____ $ represente si n pérdida en el enunciado.
rl El objetivo es producir lo irremediable, la separación r.ldi-
cal con el objeto, la extranjería del suj eto consi go mism c;, la
52 51 causa del d eseo como esencialmente perdida y actuante a la vez.
No hay nin guna "restitución" de una salud que nunca exis tió
Este 5¡; la p.r oducción, es un significante sin sentido. Por lo sino la exigencia de reconocimiento de la pérdida radical q ue
mismo Lacan dice: "[ ... ] no es el efecto de sentido el que opera constituye la subjetividad. Reconocimiento del sinsentido del
en la interpretación, sino la articulación en el síntoma de los sig- síntoma que es el de un goce para siempre inalcanz;1 ble.
·nificantes (sin ningún sentido) que se encuentran allí apresados". 3 Reconocimiento de que con el síntoma se está pagando un ¡ne-
cio desmedido para ser uno con el Otro, para no renunc iar a
·' Jacqu cs L1ca11: "Position de l 'inconsci ent", en .Ícrits, Ed. du Scu il, Paris,
éste y enfrentar la castración, lo incurabl e.
I 966, pág. 842 (" Posición del inconciente", en Escritos 2, Siglo Veintiuno edito- Es aquí dond e cabe una lectura más del imperati vo fre1::lia-
res , México, 1994, pág. 821). no Wo D war, sofl !ch werden, una lectura que se apoya en la

302 303
afirmación lacaniana que dice que este imperativo se dirige ar 17
:·.nalista en tanto que él compromete su deseo: ahí donde eso
::staba, ese objeto a, yo debo devenirlo, es lo que tengo que
hacer advenir. Se trata de hacer advenir ese objeto sin sentido
que ahí estaba -en el síntoma-,- para que pueda ser definitiva-
Hacer lugar al silencio
mente perdido.
Si se recuerda también que Freud agregaba que esto es un
trabajo de cultura, como la desecación del Zuydersee, se puede
!1ensar que es un trabajo de hacer bo rde. Es un trabajo d e cul-
! ur:1, el e sign ifi cante, po rque el psicoan:í lisi s es rabl ece un nuevo Cuando hables, procura que tus palabras
. i po el e lazo social. sean mejores que el silencio.
1
Finalmente cabe evocar también esa otra sentencia freudia- 1

:1a: "El síntoma es una tierra extranjera interior" porque permi- 1 Proverbio hindú
:c pensar que es necesario hacer advenir la falta en el lugar del J
.::uerpo extraño y así quedar, como diría Lacan, "interiormente
·~xcluidos" del objeto que nos causa. P-'.D
1
E s una paciente, Emmy von N., quien indica a Freud, el 12
de mayo de 1889, que haga lugar al silencio. Este es el relato de
Freud: "Por algún camino doy en preguntarle por qué ha teni-
do dolores de estómago, y de dónde provienen. [ ... ]. Su res-
puesta, bastante renuente, fue que no lo sabe. Le doy plazo
hasta mañana para recordarlo. Y hete aquí qüe me dice, con
expresión de descontento, que no debo estarle preguntando
siempre de dónde viene esto y estotro, sino dejarla contar lo que
tiene para decirme". 1
Freud aceptará la sugerencia de Emmy, dando así un paso
fundamental para comprender que existe un saber que no está
del lado de quien toma el lugar de "terapeuta" sino del sujeto
que habla. Es lo que señalará con claridad en uno de sus últi-
mos textos: "No sólo debe comunicarnos [el Pfiente] lo que él
di ga adrede y de buen grado, lo que le traiga alivio, como en
u na co nfes ión, sino ta mbi én todo lo otro que se ofrezca a su
observación de sí, todo cuanto le acuda a le mente, aunque sea

' Sigmund Freud: " Estudios sobre la histeria", en Obras completas,


Amorrortu editores, Buenos Aires, 1978, vol. II, pág. 84.

304 305
desagradabli decirlo, aunque le parezca sin importancia y hasta - h ay ninguna p osibilidad de encuentro entre ambos. Esta iff ¡Josi-
sin sentido. Si tras esta consigna consigue desarraigar su autocrf- bilidad de alcan zar la coincidencia del sujeto consigo mismc es la
tica, nos ofrecerá una multitud de material, pensamientos, ocu- causa que impide acceder a lo que se llamaría "conciencia de sí".
rrencias, recuerdos, que están ya bajo el influjo de lo incon- Pretender p or lo tanto que el sujeto "tome conciencia" es u n c1bje-
ciente [ .. . ]". 2 Esta es, en el sentido estricto , la única regla del tivo q ue supon e que és te se estructura alrededor de un centn 1que
psicoan áli sis; regl a qu e es co rrelati va d e la cxisrenci a d el suj e to coin ci de co n él mismo y con aquello q ue le sucede.
d el incon ciente, un sujeto qu e h abl a más allá de lo que aparen- El p ropós ito d e buscar un a "tom a d e conciencia" >arte
temente dice y que debe ser dejado hablar. en ton ces d e concebir a la conciencia y al inconciente corrw dos
En este contexto, ¿cómo situar la interpretación? Toda una círcLilos concéntricos. Uno de ellos -el inconciente- sería inte-
tradición hermenéutica orientada al trabajo sobre los textos la rior y el otro, la conciencia, exterior, de tal manera que esta últi-
concibe como el intento de reencontrar un presunto sentido ori- ma podría absorber finalmente al primero por medio d e la
ginal. Su presupuesto es que tal sentido existiría antes del texto y in terpretación que haría devenir conciente lo inconciente.
que éste se presenta como un contenido manifiesto que oculta Es precisamente lo que Lacan cuestiona de manera tajante
otro contenido, latente, que sería su verdad. La interpretación en La instancia de la letra ... cuando pregunta: "¿Es el lug;u que
pretendería acceder así a ese sentido oculto. Freud mismo, a ocupo como sujeto del significante, en relación con ci que
pesar de sus formulaciones, no escapó totalmente a esta posición, ocupo como sujeto del significado, concéntrico o excén n ico?
lo que dio lugar a que muchos de sus continuadores hayan defi- Es ta es la cues tión" .3 Podría responderse que si ese lugar ':1era
nido a la interpretación como una elucidación del significado co ncéntri co todo significante remitiría a un si gnificado C:. sco-
presuntamente inconciente del discurso y el comportamiento. n ocido por el suj eto pero del que podría "apropiarse" graci ;i.s a
El hallazgo, en los primeros trabajos freudianos, del sentido la interpretación del analista. Éste tendría que realizar una •:spe-
sexual como sentido último de los síntomas condujo a pensar cie de "d ecodificación" del discurso para hallar su scn ddo
que, una vez aclarado tal sentido, ellos podían desaparecer, al inconciente y comunicarlo al sujeto en la forma "clásica'' q1.te se
mismo tiempo que el sujeto accedía al conocimiento de él reitera hasta lo caricutaresco: "Lo que usted quiere deci r real-
mismo que le permitiría resolver el conflicto que lo escinde y mente (y aquí realmente sería equivalente de "en el inconcic lte")
alcanzar la armonía con el mundo. Para esto, el analista sería es que desea tal cosa''.
aquél que posee ese saber sobre el significado de los síntomas, Se trata entonces de un lugar excéntrico: el sujeto corno
significado que comunicará por medio de la interpretación para suj eto de deseo no es el significado del significante que se pro-
promover la llamada "toma de conciencia" del sujeto en análi- nuncia y puede "interpretarse" con relativa facilidad a co ndi-
sis. ción de conocer el "código inconciente"; es más bien lo que
Una concepción de este tipo, tan difundida en diferentes siempre está fuera, excluido del significante· que lo repre:.cnta
medios, va en contra de la tesis básica del psicoanálisis que seña- pero no puede decir lo que él es. Por su naturaleza misff a, la
la la existencia de un descentramiento radical del sujeto del incon-
ciente con respecto a la conciencia, a consecuencia de lo cual no
' Jacques Lacan: 'Tinstance de la lettre dans l'inconscient ou la raison dcpuis
Freud", en Écrits, Ed. du Seuil, París, 1966, pág. 517 ("La instancia de la letra en
2
Sigmund Freud: "Esquema del psicoanálisis", en Obras completas, el inconciente o la razón desde Freud", en Escritos 1, Siglo Veinriuno echores,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1978, vol. XXIII, pág. 175. Méx ico, 1995, pág. 497).

306 307
p alabra no tiene ninguna posibilidad de nombrar el deseo por-- donde podrá surgir una palabra nueva, diferente, que no busque
r¡ ue éste es el vacío que ella misma abre con su existencia. disimular lo indecible sino que coloque al sujeto frente a él.
De este modo, una teoría de la interpretación congruente Es frecuente escuchar, a modo de exigencia de quienes se
con los postulados del psicoanálisis tiene que basarse en el plantean la posibilidad del análisis o de queja de quienes están
liccho de que la subjetividad carece de centro porque no hay en este p roceso, la exclamación consabida: "¡Quiero h:iblar a
si gnificante que pueda ser "del sujeto", como tampoco lo hay al gui en que me responda!". Es indudable, por un lado, que el
,!,,:i d eseo, Los comportamientos y el discurso en ge neral no son silencio del anali sta no puede dejar de ser inquietante, de aso··
, epifenóm eno co ncicnte d e una ese ncia inconci ente que se ciarse con la an gusria y b muerte, con esa" inquietante extrafi e-
(p res:i. ría allí. Es p reciso considerar más bien que no hay un za que em ana d el sil encio, la sol edad, la oscuridad", a que alude
i nconciente que subyace al discurso sino más bien que es en este Freud; el sentimiento de lo siniestro se encuentra allí, pero
úl timo donde está presente, allí donde menos se sospecha: "No habría que preguntarse -por otro lado- si el sujeto quiere real-
se trata de saber si hablo de mí mismo de manera conforme con mente que ese silencio no se presente o sea eliminado, si lo que
'·J que soy, sino si cuando hablo de mí, soy el mismo que aquel busca de un modo radical es que el otro siempre "responda''.
c'. cl que hablo". 4 Lo propio de la subjetividad es pues esta ausen- No es seguro que así sea: nada es más "frustrante" que la res-
cia de identidad entre el sujeto que habla y ese él mismo de puesta que ratifica al yo en esa imagen que ha construido por
cu ien presuntamente habla. Ausencia de identidad que es con- otros y para otros, imagen que lo despoja siempre de lo más ver-
secuencia de la escisión causada por el lenguaje que solamente dadero de él mismo a lo que pretendería acceder. Y este acceso
r uede representar el ser sin poder decir lo que, como sujeto, se sólo es posible por la vía del silencio; bastaría recordar las pala-
cs. Es una escisión inherente a la constitución de la subjetividad bras ya citadas de Emmy para pensar que lo c¡ue se quiere
;·1 isma, cuya sutura es imposible, y que el análisis trata de poner encontrar no es, más allá de las apariencias, un Otro que tenga
en evidencia como el camino para la emergencia del deseo que siempre la palabra.
si empre es obstaculizada por la demanda que la palabra vehicu- En realidad el sujeto -al margen de sus quejas recurrentes,
liza y que pretende hallar satisfacción en algún objeto. o tal vez por medio de ellas- exige siempre cierto tipo de silen-
Es evidente que cuando el sujeto habla, pide. La palabra es cio. Es cierto que busca una respuesta a sus demandas; pero más
ck'. manda, pero esta demanda no traduce una necesidad inequí- radicalmente quiere ser escuchado allí donde el decir rebasa lo
voca; apunta más bien a la respuesta imposible: el significante que aparentemente se pide: quiere ser escuchado en el plano del
CjUe pueda decir el ser y cerrar así la grieta subjetiva que el len- deseo. De ahí que responder a la demanda tratando de colmar-
gu aje abre. Es esta dimensión de la demanda la que introduce la la la degrada al nivel de la necesidad puramente orgánica por-
C\.Í gencia del silencio del psicoanalista, un silencio que no debe que niega su lugar al deseo que ella vehiculiza.
e itenderse tanto como una pose personal que se trata de adoptar Al respecto, Lacan afirma: "El deseo se esboza en el margen
sin o como el espacio que se trata de abrir: espacio del hueco del donde l::i. demanda se desgarra de la necesidad [ ... J", 1 y que no
:;: r que la palabrería intenta ocultar, del vacío del deseo que la
\•·:rborragia circundante procura llenar. El análisis pretende hacer
l11 gar al silencio de la pulsión, más allá de lo que s~ dice, desde ·~ 5 Jacques Lacan: "Subvcrsion du sujet et dialectique du désir dans l'incons-

cient freudien", en Ecrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 814 ("Subversión del
'·~I sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano'', en Escritos 2, Siglo
'!bíd.
, Veintiuno editores, México, 1994, pág. 793),

308 1 309
l
.-/'

es " [ .. . J ni el apetito de la satisfacción, ni la demanda de arnor, - interpretación es entonces el silencio del analista, silenci:> que
sino la diferencia que resulta de la sustracción del primero a la debe situarse en el contexto de la disimetría, la disparidad .;ubje-
segunda [ ... J". 6 Radicalmente distinto de las ganas, apetitos o tiva que caracteriza al análisis: la charla está del lado del mali-
necesidades, el deseo no deja de aspirar a ser reconocido, pero zante, el silencio del lado del analista. Esta disimetría es, co m o se
para que esto ocurra será preciso evitar la caída en el engaño de ve, indispensable para que pueda surgir un efecto de revctación
que se ha encontrado lo que se creía buscar. El silencio del ana- que resulta imposible en una situación de "diálogo" en la q ue dos
lista no es por lo tanto manifestación de insensibilidad o des- interlocutores están colocados en un plano de "igualdad".
cortesía, calificativos estos que se colocarían en el plano del jui- Ya en un texto de 1771, El arte de callar del abate Di n •) U:trt,
cio de comportamientos yoicos que olvidan que la experiencia puede encontrarse una preciosa indicación para el an alista:
analítica se despliega en un nivel diferente, el del discurso que "Sólo se debe dejar de callarse cuando se tiene algo que decir
vehiculiza y a la vez obstruye el deseo. Es un silencio interior a más valioso que el silencio",7 y esto porque: "El silencio es nece-
la palabra misma, destinado a hacer presente su reverso; lo real sario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se
pulsional de donde brota y a donde converge, un silencio que puede retener algunos pensamientos, pero no debe disfu .zarse
al poner en cuestión a la palabra exige otra palabra, más verda- ninguno de ellos. Hay formas de callar sin cerrar el corazó n; de
dera en tanto más próxima a lo indecible del deseo. ser discreto sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algun as ver-
Responder al sujeto en el nivel de la demanda es también dades sin cubrirlas de mentiras". 8 La propuesta es clara: el silen-
desconocer q ue ésta es siempre demanda de amor que no busca cio del psicoanalista no debe ser el de un simulador que t r:ita así
un objeto específico , es decir, que no apunta a lo que el Otro -el de contener el impulso de habl ar ni el de un fóbico que tc 1dría
analista en este caso- tiene para dar sino a lo que no ti ene, a su miedo de ser indi screto o int rusivo; se fundamenta más b i, nen
falta . Quien acude a ;rn ~í.lis i s lo h ace po rque, no sabiendo lo que el hecho d e que el sujeto busca de algun a m anera el enc1 c.: ntro
le falta, quiere que el Otro se lo diga. Pero si éste lo hici era, más co n la verdad d el deseo y n o simpl em en te la satisfacción <' e sus
que una respuesta por el d eseo estaría formulando su propia demandas . Esta verdad se irá cercando por sucesivas aprn ·:ima-
demanda en el lugar de aquél para colmar su vacío. Su no res- ciones y de-velamientos. El discurso, por estar hecho cL len-
puesta, en cambio, podrá establecer la certeza de que sobre esa guaje, no podrá decirla toda; sólo podrá elaborarse co rn o un
falta no hay saber, pero que con ella se podrá hacer un saber. El decir a medias de ella que hace un borde a su alrededor. S,: trata
analista no está para responder o no a lo que el sujeto aparente- de darle su lugar a la verdad, no de hacerla surgir por m ed io de
mente quiere sino para hacer presente el deseo cuyo no recono- alguna clase de revelación mística o de estallido apocalíp tico.
cimiento, obstaculizado por la demanda, da lugar al síntoma. Propuesto así como condición para acercarse a la vercLtd, el
Esta es la razón por la que no se interpreta el deseo. Hacerlo silencio del analista es sólo relativo, muy diferente al de le•, dio-
sería supon er que ti ene un objeto que puede satisfacerlo. La ses a quienes los creyentes d iri ge n sus oraciones. De éstos, ¡uien
interpretación no es del deseo sino el deseo, ante todo el del ana- Íos invoca no rec ibe nin gu na réplica; el analista en cambi e: - aún
lista. Pero como el deseo no tiene significante que lo diga, la silencioso- no deja de hablar: está ahí presente, con su c1. crpo,
su respiración, sus miradas, sus puntuaciones, sus sínto u as y,
' Jacques Lacan: "La signification du phallus'', en Écrits, Ed . du Seuil, París,
1966, pág. 691 ("La significación del falo", en Esaitos 2, Siglo Veintiuno edito- 7
Abate Dinouart: El arte de callar, Ed. Siruela, Madrid, 1999, pág. ') l.
res, México, 1994, pág. 671). '!bíd., pág. 53.

310 311
s )bre todo, con su deseo de analista que es la encarnación de la al orden del lenguaje que lo determina pero que no puede dejar
fa lta del Otro que carece del saber que se le atribuye. Ante todo de sostenerse, esencialmente como libertad ele decir: la reg~a
esto, el analizante no dejará de tratar de descifrar lo que le llega básica del análisis fue llamada por Freud precisamente "asocia-
Lk este Otro: un deseo enigmático -¿qué me quiere?- que lo lle- ciém libre", condición indispensable para acceder a los signifi-
'':trá inevitablemente a preguntarse por su deseo: ¿qué quiero yo cantes que gobiernan el sometimiento subjetivo y decidir sobre
¡,:tra preguntarme lo que el Otro me quiere? La interpretación d mismo.
está para hacer lugar a ese silencio radical causa del deseo, es la El psicoanálisis invita entonces al sujeto a ser "libre" en el
metáfora del deseo del Otro cuya presencia pretende provocar. decir. Paradójicamente, aün dentro de estos límites la libertad
Esto se contrapone de un modo irreconciliable con un con- es rechazada: la difusión de tantas formas de terapia basadas en
ju nto de exigencias que provienen de la vida social y se sinteti- la sugestión parece indicar que, no obstante la proliferación
z rn en la 4e "ser normal", es decir, de cumplir con las deman- contemporánea de discursos en torno a la libertad, ésta misma
d:1s del Otro que es el discurso dominante. Paradójicamente -cuando es la de decir sin someterse al poder de Otro- es inso-
é;te impone, por medio de un aluvión de palabras, otra clase de portable. Ante tal convocatoria, los sujetos en general prefieren
s::,~ncio, un silencio destinado en este caso a evitar la pregunta la servidumbre voluntaria como el medio para asegurarse de un
s:c,rnpre inquietante por el deseo. Por otra parte, el discurso del amo que los proteja, ante todo de la emergencia de ese saber
a -no que domina la vida social con sus promesas de confort, inquietan te que es el del il1conciente.
bienes tar y felicidad implica un intento de acallar todo aquello De ahí que también al analista se le demande -cuando se le
gu e en el sujeto pretende decirse de l deseo. Este intento se trata pide "que hable"- ocupar una posición de poder, ante lo que no
cie hacer efectivo, paradójicamente, por medio de un aluvión de pueda dejar de ser tentado de abandonar el lugar incómodo que
p:i labras con efecto hipnótico-sugestivo destinadas a adormecer ocupa y caer en la trampa que se le tiende. Si esto ocurre se des-
e deseo. El silencio del analista trata de contrarrestar ese silen- lizará a la posición del amo que ordena o a la del universitario
c::1 miento: es el silencio con relación a toda palabra con pre- que sabe y responderá a la demanda cerrando el camino hacia
tensión sugestiva de ocultamiento de la verdad, indispensable el deseo. Ceder en cuanto al deseo, deseo de analista en este
p :tra que el encuentro con el deseo se haga posible y el sujeto caso, implica dejar de lado su función para pasar a actuar desde
p ueda replantearse su inserción en el discurso del Otro. el lugar de consejero, director de conciencia, pedagogo o auto-
Por otra parte y a diferencia del discurso del amo que exige ridad promoviendo una eternización de la transferencia que no
qtte todos lo incorporen y asuman los ideales y las metas que encontrará su desenlace (des-enlace).
e<:tablece, nadie puede ser forzado a emprender esta aventura Frente a esta dificultad no debe olvidar que el sujeto que
ci :'! psicoanálisis que invita a cada uno al encuentro con el silen- demanda análisis es quien, más que cualquier otro, experimen-
cio radical que lo habita. En el discurso dominante el sujeto es ta intensamente su división, de modo tal que, más allá de su
aparentemente libre pero su elección está determinada de ante- demanda de que ésta sea eliminada recibiendo del analista
n :ano porque son los significantes del Otro que se le imponen aquello q Lte podría "satisfacerlo", quiere ser reconocido como
ks que la gobiernan. El psicoanálisis sostiene como principio sujeto de deseo y, desde esta perspectiva, no podrá consentir
b ís ico que el sujeto tiene la libertad de emprendedo o no, así que el analista se descarríe y caiga de su lugar.
como la de decidir su continuidad en cada momento. Libertad Dicho esto, si los obstáculos que se ponen Bel lado del ana-
sin duda problemática porque no hay sujeto sin sometimiento lista a la emergencia del deseo no son demal iado grandes, el

312 313
suj eto podrá encontrarse finalmente con un a sola resistencia Referencias de los textos
que es la de la palabra, im pos ibilitada por definición para decir
el deseo. Es to equivale a encontrarse con ese silencio que en la
publicados en este libro
palabra indica el lugar del deseo, lo que es muy diferente a
encontrarse con la resistencia del analista que en su afán por
ejercer el poder y/o asumirse en posesión del saber tratará de lle-
nar con la palabra sugestiva el hueco del deseo para evitar su
emergencia perturbadora. Violencia, erotismo y pasión
Pub licado en Marco A. Jiménez: Subversión de la violencia, Juar. Pablo
Por esto, el reproche que suele dirigirse al analista por su
editores, México, 2007. .
silencio no puede provenir sino del temor de ser "libre" en
cuan to al despliegue de la palabra, de la necesidad de aferrarse El diswrso y el rzmor
al síntoma antes que preguntarse por el deseo que él obtura. Presen tado en el 11! Simposiwn sohre crtmpos semidticos: el ri,:C,:urso,
Temor comprensible pero que en el análisis no podrá admitirse Universidad Veracruzana, noviembre de 1988.
de ninguna manera porque es en última instancia el de perder Publicado en Semiosis Nº 22-23, Instituto de investi gaciones h umanís-
ticas, Un ivers idad Yeracruzana, enero-diciembre de 1989.
aquello que favorece nuestro goce de la sumisión ..ib
Publicado en La nave de los locos Nº 15, Ed. Lust, M éxico, 199C.

El cuerpo erógeno: entre significante y goce


Publicado en Erinias, Revista de Psicología, Psicoanálisis y Cultit1n Nº 2,
Escuela Libre de Psicología ele Puebla, México, invierno de 200'. •.

A cien afíos de Tres ensayos de teoría sexual: no hay sexo sin acoso
Presentado en las Segundas Jornadas Intern acionales ele la Red A <•:tlítica
Lacaniana en el marco de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el
Psicoanálisis Freudiano, México D.F., febrero ele 2005.

La verdad es mujer
Presentado en la jornada so bre Televisión, de Jacques Lacan, Fu i elación
Mexicana de Psicoanálisis, abril de 1988.
Publicado en Sociológica Nº 10, Universidad Autónoma Metro p.)itana,
México, mayo-agosto de 1989.

Goce femenino: entre lógica y poesía


Publicado en Tramas Nº 2, Universidad Autónoma Metrop Jlitana,
México, julio de 1991 .

La conquista del Jalo


Presentado en el encuentro Estudios de masculinidad, Uni ve rsidad,
Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, 13 de noviem bre ele
1996.

314 315
Publicado en Erinias, Revista de Psicología, Psicoanálisis y Cultura Nº 4, ' Hacer lugar al silencio
Escuela Libre de Psicología de Puebla, México, invierno de 2005 . Prcsen rado en el si mposio Filosojla y psicoanálisis, organizado por la
Faculrad de Filosofía y Letras de h Un iversidad Nacional Aurónoma de
Saber de la mime/a, mirada del saber México, sept iembre el e 2003.
Presentado en las Te rceras Jornadas Internacionales ele la Red Analítica Publicado en www.acheronta.com Nº 18.
Lacaniana en el marco de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el
Psicoanálisis Freudiano, México D.F., octubre de 2006.

¡\ fuerte y duelo en psicoanálisis


Presentado en el coloquio No una sino muchas muertes, organizado por la
Escuela Nacional de Antropología e H istoria, México D.F, agosto de 1995.
Publicado en Non nornirms Nº 4, G uacb.b.jara, Ja!., México, julio de 2006 .

FI sujeto del fantasma


Publicado en Z. Jacobo, A. Flores y H .Yrlzar: El sujeto y Sii odisea,

Universidad Nacion::tl Autónoma ele México, campus Jzt:icala, México,


1999.

La fobia: ocultamiento y develación del objeto y la angustia


Publicado en Contexto en psicoanálisis 11: Las fobias, Ed. Lazos, Buenos
Aires, 2006.

f c,: perversión y el goce de Dios


Publicado en Contexto en psicoanálisis 8: Los goces, Ed. Lazos, Buenos
Aires, 2004.

PHión ele seJ'. El sujeto de la psicosis


Pm;enrado en el Co ngreso de la Red Analítica Lacaniana, Oaxaca,
Méx ico, junio de 2004.
Publicado en Contexto en psicoanálisis 1 O: Las pasiones, Ed. Lazos, Buenos
Aires, 2006.

D evenir analizante
Publicado en La nave de los locos Nº 13, Ed. Lust, México, 1989.

!.t·ctu ra sin comprensión


Publicado en Lucerna Diógenes, Revista de Pedagogía, Estética y Cultura
Nº 4, México, marzo-mayo de 1996.

In·emecliable
Publicado en Inscribir el psicoanálisis Nº 8, Revista de la Asociación
Costarri cense para la Investigación y el Estudio del Psicoanálisis, enero-
diciembre de 1998.

316 3 17
Índice

Prólogo ... . .. ... . . ...... .......... . . ..... . . .... . . . 7

AMOR, SEXUALIDAD, EROTISMO

l. V io lencia, erotismo y pasió n . ..... . ....... . ..... . . 13


2. El d iscurso y el amor . ... . ... . . .......... ..... . . . Li9
3. El cunpo crógeno : en tre sign ifi cante y goce . . .. . .... . 67
4. A cien <1 iios de TI-es ensayos de teoría sexual:
no h ay sexo si n acoso ....... ...... .............. 83

LOS SEXOS, EL GOCE, LA MUERTE

5. La verdad es muj er .................. . .......... 95


G. Goce femen in o: ent re lógica y poesía ..... . ... . ... . 115
7 L1 co nqu ista del falo .... .. ....... ........... .. . 133
8. Saber de b mirad a, mirada del saber . . .. . .... . .... . 141
9. Muerte y duelo en psicoanálisis . . . . . ............. 149

CLfNICA DEL SUJ ETO

10. El sujeto del fan tasma ....... ........ ...... . .... 157
11 . La fobia: ocultamiento y develación del objeto
y la angustia ... .. .. .. .... . .... . ...... . . . ..... 183
12. La pervers ión y el goce ele D ios ............... . ... 207
13. Pasión de ser. El sujeto de la psicosis ............... 249

319
L ., SUJETO EN LA CLÍNICA

l e¡ _ Devenir analizante ...... . ... .... . . ... . ...... . .. 269


l '.). Lectura si n comprensión . . ......... . ... ......... 283
l 1) . Irremediable ..... .... .......... . ........... . . 29 3
fl,
l ''. Hacer lugar al silencio .. ............. ......... .. 305 1,,
¡~
¡(
l
,,
ij
¡:

r
l~
(

..
J~.

,,~:
li
~.'
~
11

"
·'

Se term in.ó de imprimir en el mes de enero de 2008


en los Talleres Gráfi cos Nu evo Offset
Vi el 1444, Capital Federal

}'.;
~

lJ'
J.
.'l

También podría gustarte