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filosofía

DAVID HUME/ADAM SMITH Dos testimonios trágicos

danubio torres fierro

“Nació en 1711. Murió en 1776. Deja a la humanidad que añada el resto”. Dedicado a convertir a la conciencia en un asunto de estudio científico, y a
Así reza el epitafio que el propio David Hume escribió para su tumba. Se fomentar la crítica racional en sustitución de las supersticiones a que se adhería la
advierte cierta confianza desafiante en esas pocas líneas. La confianza en sí tradición medieval, desarrolló su sistema con oportunidad exacta en unos días que
mismo y la confianza de sí mismo, una y otra alimentadas desde muy joven, le eran propicios: por entonces, en efecto, hombres y mujeres descubrían las
acompañaron a le bon David. Más que actuar el papel de herético o de mons- creencias y las emociones como motores fundamentales del entendimiento del
truo social o de philosophe maudit, figuras tan caras al imaginario romántico mundo. Buscó “algún nuevo medio por el que la verdad pudiera descubrirse” y
y sus aledaños, Hume entreveró la “soledad ingrata” de sus ideas avanzadas dio con un método experiemental de razonamiento que favoreció una más escru-
con incursiones en la economía (en lo que más tarde se llamaría economía pulosa observación de los fenómenos, asestando así un golpe a los a priori inmo-
política), las belles-lettres, los escenarios del Edimburgo mundano de su época vilizadores que había sembrado la Edad Media.
y la frecuentación nunca avergonzada de las “mujeres humildes”. A renglón seguido se dan a conocer dos curiosidades que poco o nada (más
Fue, en el sentido amplio y abarcador que el término tenía en el siglo poco que nada) han circulado en el ámbito hispanoamericano (UNAM, México
xviii, un “filósofo”, lo que Hegel definió como “un educado hombre de 2003). Son, respectiva y complementariamente, el testimonio autobiográfico y el
mundo” y lo que hoy llamaríamos un intelectual. Civilizado y galante, testimonio amistoso acerca de un trayecto filosófico. El texto que Hume escribe
atrevido y precoz –alguien señaló que sus mejores ideas se le ocurrieron sobre su propia vida es, a la vez, de sobria andadura inglesa y de empaque elegan-
antes de cumplir los 20 años–, dedicó su vida a recrear su pensamiento en te; hay momentos en que el sentido de lo dramático que sugiere, y la impávida
la forma que tanto contribuyó a imponer como moda, y que en el siglo xx actitud ante la propia muerte que trasunta, cortan el aliento y estimulan la con-
el argentino Jorge Luis Borges mucho le agradecería: el ensayo corto y la moción sentimental y la íntima desazón psicológica del lector. Por su parte, la
narración histórica. En esos trabajos, el acento recaía en la personalidad en carta que firma Adam Smith, compañero cercano en la amistad y en la aventura
la medida en que ésta recibe, absorbe y reacciona ante las emociones que intelectual, añade un grado más de gravedad y tragedia al recuento de Hume.
en ella provoca el mundo. Presentación y traducción de D.T. F.

David Hume sir David Falconer, presidente del del conocimiento. Mientras mis En mi permanencia en Fran-
Mi propia vida Colegio de Justicia; el título de familiares estaban convencidos de cia, primero en Reims y luego en
Es difícil que un hombre hable lord Halkerton fue una herencia que me dedicaba al estudio de los La Flèche, en Anjou, escribí el
mucho de sí mismo sin incurrir de su hermano. doctos legalistas Voet y Vinnius, Tratado sobre la naturaleza huma-
en vanidad, así que seré breve. Mi familia no era, sin embar- yo devoraba secretamente a Cice- na. Transcurrieron tres años muy
Podría tomarse como un gesto go, rica. Y, al ser yo el hermano rón y a Virgilio. agradables, y regresé a Londres en
vanidoso de mi parte que, a pe- menor, mi patrimonio, de acuer- Poseer tan pequeña fortuna 1737. A finales de 1738, se publi-
sar de esa afirmación, insista yo do a la costumbre del país, fue para un proyecto de vida como el có mi Tratado. Fui a vivir con mi
en escribir mi vida; pero este re- muy escaso. Mi padre, tenido por que me proponía, y padecer al- madre y mi hermano en la casa
lato que ahora emprendo narra- hombre de muchos talentos, mu- gún quebranto de salud debido a de campo de éste que estaba de-
rá poco más que la historia de rió cuando yo era muy niño, y me mi extrema aplicación al estudio, dicado con mucho éxito a incre-
mis escritos, puesto que buena dejó, junto a mi hermano mayor me obligó –o me forzó– a aceptar mentar su patrimonio. Nunca
parte de mi trayecto transcurrió y a mi hermana, al cuidado de un compromiso que fuera capaz una tentativa literaria fue menos
entre intereses y ocupaciones li- nuestra madre, mujer de méritos de anclarme con mayor fortaleza afortunada que mi Tratado. Na-
terarias. Por cierto, el primer singulares: aunque joven y bella, en la vida. Así, en 1734, me dirigí ció muerto desde la propia im-
recibimiento que merecieron se dedicó enteramente a criar y a Bristol munido con recomen- prenta, sin ni siquiera alcanzar la
mis escritos estuvo lejos de esti- educar a sus hijos. Pasé con bien daciones para varios comerciantes distinción necesaria para provo-
mular el surgimiento de alguna las etapas normales de la educa- prominentes; a los pocos meses, car un ligero murmullo entre los
clase de vanidad… ción, y desde joven abracé una mi desencanto con ese medio se entusiastas. Mi temperamento
Nací el 26 de abril de 1711, inclinación por la literatura que me hizo patente. Viajé a Francia alegre y optimista me ayudó a re-
según el antiguo calendario in- ha sido la pasión de una vida y la con la intención de proseguir mis cobrar rápido el aliento, y prose-
glés, vigente entonces, en Edim- fuente de mis alegrías. Mi dispo- estudios en un retiro en el campo. guí con entusiasmo mis estudios.
burgo. Fui de buena familia, tan- sición natural al estudio, mi so- Ahí encontré el estilo de vida que En 1742, hice imprimir en Edim-
to por parte de padre como de briedad de costumbres y mi em- tanto había procurado. Resolví burgo la primera parte de mis
madre. La familia de mi padre era peño alentaron a que mi familia que una estricta frugalidad su- Ensayos. El trabajo mereció un
una rama de los primeros Home, se hiciera a la idea de que las leyes pliera mi falta de patrimonio, a recibimiento favorable y me hizo
o Hume, y mis ancestros fueron eran una profesión adecuada para fin de mantener mi independen- olvidar totalmente mi anterior
dueños, por varias generaciones, mí. Pero yo descubrí una aversión cia intacta y no interesarme más decepción. Continué viviendo en
de las tierra que ahora posee mi irremontable a todo lo que no que en mejorar mis aptitudes lite- el campo con mi madre y mi her-
hermano. Mi madre fue la hija de fuera el estudio de la filosofía y rarias. mano, y en ese periodo recobré el

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conocimiento del griego, lengua nulos emolumentos, pero que
que mucho descuidé en mi pri- puso bajo mi gobierno una gran
mera juventud. biblioteca. Ahí pergeñé el proyec-
En 1745, recibí una carta del to de escribir una historia de In-
marqués de Annandale, en la que glaterra. Atemorizado con la idea
me invitaba a residir con él en In- de sostener una narración conti-
glaterra; conjeturo que también nuada a lo largo de 700 años, co-
los amigos cercanos y la familia mencé con el ascenso de la casa de
de este joven noble deseaban po- los Estuardos, una época en la
nerlo bajo mi cuidado y direc- que, sospecho, empezaron a sur-
ción, puesto que así lo exigían su David Hume gir los enfrentamientos entre las
estado mental y de salud. Conviví demasiado temprano. Por eso, de parte de interesados, llegaban facciones. Estaba seguro del éxito
con él 12 meses. Mis ingresos de más tarde, rehice la totalidad de de vez en cuando, y me enteré, de mi trabajo. Pensé que yo era el
ese periodo aumentaron conside- la primera parte en el Investiga- gracias a las injurias que propinó único historiador que se había
rablemente mi pequeño patrimo- ción sobre el entendimiento huma- el doctor Warburton, que los li- distanciado lo bastante del poder
nio. Más tarde recibí una invita- no, que se editó cuando yo estaba bros comenzaban a ser estimados presente, de los intereses y de la
ción del general St. Clair para en Turín. Pero también esta pieza entre cierta gente. Yo me había autoridad, y también del griterío
sumarme, como su secretario, a fue, en sus pasos iniciales, apenas impuesto una resolución inflexi- prejuicioso del populacho. Y
una expedición que en su princi- un poco más exitosa que el Trata- ble: nunca responder a nadie. No como el asunto abarcaba a la tota-
pio apuntó hacia Canadá y que do sobre la naturaleza humana. A tener un carácter irascible me fa- lidad de las partes implicadas en
terminó en una mera incursión a mi regreso de Italia, mucho me cilitó mantenerme apartado de la disputa, aguardé un gran aplau-
la costa de Francia. El año si- mortificó encontrar a Inglaterra las disputas literarias. Aunque so general. Atroz fue mi descon-
guiente, 1747, recibí una pro- bajo los influjos de la investiga- siempre estuve predispuesto a ver suelo. Fui rodeado por el repro-
puesta del mismo general para ser ción acerca de los poderes mila- el lado favorable y no el desfavo- che, la desaprobación y hasta por
su secretario en sus embajadas grosos de la Iglesia primitiva del rable de las cosas, los síntomas de el desdén. Todos, ingleses, escose-
militares ante las cortes de Viena doctor Middleton, mientras que un renombre en aumento me in- ses, whigs y tories, librepensadores
y Turín. Lucí el uniforme de ofi- mi trabajo era puntualmente ig- suflaron valor. Por cierto, ser na- y religiosos, patriotas y monárqui-
cial y fui presentado en esas cortes norado. Una nueva edición de turalmente así, optimista, vale cos, todos, se unieron contra el
como ayuda de campo del gene- mis Ensayos, morales y políticos, más que poseer un abultadísimo hombre que pretendía haber
ral, junto con sir Harry Erskine y no gozó de mejor recibimiento. patrimonio. arrancado una lágrima generosa
el capitán Grant –ahora general Tal es la fuerza del carácter, que En 1751, me mudé del campo por el destino de Carlos I y el earl
Grant–. Los dos años que se pro- esas desilusiones reiteradas no lo- a la ciudad, el mejor escenario de Strafford. Lo más mortificante
longó esa actividad fueron prácti- graron abatirme. En 1749, otra para un hombre de letras. En fue que, después de la primera
camente las solas interrupciones vez volví al campo a vivir con mi 1752, fueron publicados en ebullición de tamaña furia, el li-
del estudio que hice en el curso hermano solo, pues mi madre ya Edimburgo, donde vivía, mis bro pareció caer en el olvido. Mr.
de mi vida; fueron años que había muerto. Fue entonces Discursos políticos, el único escrito Millar me dijo que, en 12 meses,
transcurrieron de manera muy cuando compuse la segunda parte de los míos que tuvo un éxito in- él había vendido tan sólo 45
agradable, y mis ingresos, suma- de mis Ensayos, a los que titulé mediato. Fue bien recibido den- ejemplares. Aun con el mayor de
dos a mi frugalidad, me permitie- Discursos políticos, y también mi tro y fuera del país. En ese mismo los esfuerzos, fue difícil encontrar
ron hacer una fortuna, a la que investigación acerca de los Princi- año se publicó, en Londres, mis a alguien, en cualquiera de los tres
proclamé como mi independen- pios morales, que es otra sección Investigaciones acerca de los princi- reinos, importante por su rango o
cia, afirmación que hacía sonreir revisada de mi Tratado. En el en- pios morales, que es, en mi opi- por sus luces, capaz de tolerar el
a mis amistades. Ahora era dueño tretanto, mi librero, A. Millan, nión (una opinión que no tiene libro. Las únicas excepciones fue-
de casi mil libras. me informó que mis publicacio- mayor valía), de lejos, el mejor ron el primado de Inglaterra, doc-
Siempré he pensado que el fra- nes anteriores (todas, con la soli- entre mis escritos históricos, filo- tor Herring, y también el doctor
caso del Tratado sobre la naturale- taria excepción del desafortunado sóficos y literarios. Por cierto, lle- Stone –que, por cierto, constitu-
za humana se debió más a una Tratado) empezaban a ser motivo gó a este mundo sin ser notado. yen, uno y otro, extrañísimas ex-
cuestión de forma que de fondo, de conversación, que su venta su- En 1752, la Facultad de Dere- cepciones. Ambos prelados me
y que fui culpable de una indis- bía y que se requerían nuevas edi- cho me designó bibliotecario, un enviaron, por separado, sendos
creción muy común al publicarlo ciones. Consultas en este sentido, oficio por el que recibía escasos o mensajes de aliento. Yo estaba, lo

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david hume / adam smith

admito, descorazonado, y si la nado de Isabel resultó particular- enorme compañía sensible, talen- hombre de 69 años, al morir,
guerra entre Inglaterra y Francia mente ofensivo. Pero a estas altu- tosa y simpática que es posible acorta considerablemente sus su-
no se hubiera desatado entonces, ras ya había yo aprendido a ser encontrar, sin comparación posi- frimientos. Y si bien observo di-
no tengo dudas de que me habría insensible a las expansiones de la ble con otras ciudades del mun- versos síntomas de que mi repu-
retirado a un pueblo de la provin- locura pública, y permanecí, pa- do. En alguna ocasión hasta con- tación literaria crece con nuevo
cia francesa, habría cambiado de cífico y contento, en mi retiro en sideré avecinarme allí. lustre, soy consciente de que no
nombre y no habría regresado ja- Edimburgo, y allí finalicé los dos Era, pues, secretario de Emba- dispondría sino de unos pocos
más a mi país natal. Pero como volúmenes de la primera parte de jada. En el verano de 1765, lord años para disfrutarlo. Es difícil
tal proyecto era impracticable, y la historia inglesa; apareció en Hertford, al ser nombrado repre- sentir más desafecto del que aho-
el siguiente volumen de mi obra 1764, con apenas éxito. sentante en Irlanda, dejó a mi ra tengo por la vida.
se encontraba ya avanzado, resol- No obstante estos ventarrones cargo la Embajada. Fui encarga- Concluyo, pongamos que his-
ví hacerme de valor y perseverar. en su contra, mis escritos conti- do de Negocios hasta el arribo tóricamente, con mi forma de
En el entretiempo publiqué, en nuaron su ascenso, y los benefi- del duque de Richmond, hacia ser: soy, o fui (porque así, en
Londres, mi Historia natural de la cios que me entregaron los ven- finales del mismo año. Abandoné tiempo pasado, debo hablar de
religión, conjuntamente con otras dedores llegaron a superar con París a comienzos de 1766, y el mí mismo: expresa con exactitud
piezas menores. Su presentación creces lo que en estos casos era la siguiente verano me trasladé a lo que siento en estos momen-
en sociedad fue igual de oscura; norma en Inglaterra. Me volví Edimburgo, con el mismo pro- tos), un hombre de carácter dócil,
solamente el doctor Hurd escri- independiente y opulento. Me pósito de antes: cumplir un retiro con fuerza de mando, de humor
bió un panfleto en su contra con retiré a mi Escocia natal, determi- espiritual. Si no rico, regresé con abierto y risueño, con capacidad
la iliberal petulancia, la altanería nado a jamás volver a poner un dinero bastante, y un mayor pe- para los afectos y de pasiones muy
y el desprecio que distinguen a pie fuera, y con la satisfacción de culio, gracias a la amistad de lord moderadas. Ni siquiera la inquie-
los miembos de la escuela warbu- nunca haber hecho una petición Hertford. Y, cabe señalar, desean- tud por mi fama literaria, sin lu-
tiana. Un panfleto así, de tanta a un poderoso o haber cortejado do conocer los alcances que es gar a dudas mi deseo dominante,
resonancia, me proporcionó al- su amistad. Sobrepasando ya la capaz de procurar lo superfluo –si fue capaz de amargar mi carácter,
gún consuelo ante la abrumadora cincuentena, y con el propósito es que algo puede procurar–, y eso a pesar de las reiteradas des-
indiferencia que recibió mi es- de encarar de aquí en más mi puesto que tan de cerca y asidua- ilusiones. Mi amistad no fue re-
fuerzo. vida con filosofía, recibí en 1763 mente lo había experimentado chazada ni por los jóvenes y los
En 1756, dos años después del una invitación del earl de Her- en París. Pero en 1767 recibí una rebeldes ni por los estudiosos y
fracaso del primer volumen, apa- tford, a quien no conocía, para invitación de Mr. Conway para los conservadores. Si experimenté
reció el segundo de la Historia de acompañarle en su Embajada en ser subsecretario de Embajada; la una curiosa atracción por las mu-
Inglaterra, el que abarca el perio- París, con el proyecto de ser nom- jerarquía de quien formulaba la jeres humildes, no tengo razones
do que se extiende desde la muer- brado secretario, y, en la espera de invitación, así como mi cercanía para sentirme decepcionado con
te de Carlos I hasta la revolución. esa designación oficial, ejercer ta- con lord Hertford, me impidie- el recibimiento que ellas me pro-
Esta zona de mi trabajó disgustó les funciones desde el principio ron declinar tal distinción. Re- porcionaron. En suma, que nun-
menos a los whigs, y contó con de mi incorporación. Aunque gresé a Edimburgo casi dos años ca la calumnia me tocó, con su
una mayor aprobación. No sólo tentadora, rechacé la oferta en más tarde, en 1769, muy rico maligna voz, como lo hizo infor-
se vendió, sino que ayudó a que una primera reacción. No sólo (disponía de un ingreso de 1.000 tunadamente con otros hombres;
su hermano se vendiera. era contrario a codearme con los libras anuales), con buena salud, (por cierto, algunos de ellos nota-
Aunque la propia experiencia poderosos; temí, también, que las y ya algo entrado en años; esta bles). Y a pesar de que con delibe-
me enseñaba que el partido whig distracciones y la vida alegre de vez sí, con el firme propósito de ración me opuse a la animadver-
estaba en condiciones de conce- París se volvieran inoportunas disfrutar de mis ganancias y bus- sión militante de las distintas
der cuantas licencias existieran para una persona de mi edad y car el aumento de mi reputación facciones civiles y religiosas, unas
tanto en cuestiones estatales temperamento. Pero cuando se intelectual. y otras parecieron desmoronarse
como literarias, tan poco me en- me reiteró la invitación, la acepté. En la primavera de 1775, sufrí por mi indiferencia hacia sus fu-
tusiasmaba su insensato clamor Tenía razones, a la vez placenteras un malestar en mis riñones, que rias. Mis amigos jamás me repro-
ideológico que, a través de una y de provecho personal, que me al principio no me alarmó; casi charon rasgo alguno de mi carác-
centena de modificaciones que el llevaban a reconocer como muy de inmediato, se me puso en co- ter o de mi conducta. Los propios
estudio, la lectura y la reflexión positivos los vínculos tanto con nocimiento de que se trataba de difamadores no encontraron
posteriores me movieron a efec- Hertford como con su hermano, una enfermedad incurable y de oportunidad de inventar o difun-
tuar en el análisis de los dos pri- el general Conway. efectos mortales. Padecí un rápi- dir, con posibilidad de confirma-
meros Estuardos, me incliné de- Quienes no están dispuestos a do deterioro. No he sentido hasta se en los hechos, ninguna historia
cididamente hacia el lado de los reconocer las sorprendentes con- ahora mucho dolor, y, lo que re- capaz de desprestigiarme.
tories. Es ridículo pretender que secuencias de las modas, serán sulta más raro, no obstante mi No puedo negar que sobre-
antes de ese periodo la Constitu- incapaces de imaginar la recep- quebranto, nunca ha decaído mi vuela alguna vanidad en esta ora-
ción inglesa fuera un verdadero ción que me fue dada en París ánimo. Tan es así que si me viera ción fúnebre que de mí mismo
proyecto de libertad. por hombres y mujeres de todos en el trance de repetir una etapa escribo. Confío en que ella no sea
En 1759, di a conocer mi his- los rangos y segmentos sociales. de mi vida, estaría tentado de ele- tenida por extemporánea y se la
toria de los Tudor. La ira en con- Cuando con más recelo observa- gir esta de ahora. Soy dueño de la sepa situar en su lugar exacto,
tra de este trabajo fue casi idénti- ba yo sus atenciones, más era se- misma pasión de siempre hacia el como una licencia personal que
ca a la que provocó la historia de ducido por ellas. No hay duda de estudio y del mismo regocijo ha- adopto, acepto y firmo.
los dos primeros Estuardos. El que vivir en París implica una cia la compañía de mis amistades.
enfoque que allí se hacía del rei- gran satisfacción, a causa de la Por lo demás, considero que un 18 de abril de 1776.

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DANUBIO TORRES FIERRO

Adam Smith John Home y conmigo, que ha- abandonó la esperanza de reco- lo hubieran deseado, y con tanta
Carta a William Strahan, esq. bíamos salido con el propósito de brarse, y se resignó a lo inevitable. facilidad y despreocupación como
verle y esperábamos hallarle en Luego de su regreso a Edimbur- mis amigos querrían”. Muy pron-
Kirkaldy, Fifeshire, 9 de noviembre Edimburgo. Mr. Home regresó go, aunque más débil pero no to, el propio coronel Edmonsto-
de 1776. con él a Londres y le atendió a lo abatido, continuó distrayéndose ne vino a visitarle, y, sin duda, a
largo de su permanencia en In- como de costumbre: corregía sus despedirse de él. De regreso a su
Estimado señor: glaterra con el esmero y el afecto escritos para una nueva edición, residencia, éste no pudo evitar
Es con verdadero placer, y que ornan a un carácter tan amis- leía para entretenerse y frecuenta- escribirle una carta a su amigo,
también con melancolía, que me toso y entrañable. Yo no pude ba la conversación de sus amista- expresándole una vez más su
dispongo a hacerle un relato del acompañarles, porque había es- des para divertirse; y a veces, en adiós eterno, y aplicándole, como
comportamiento de Mr. Hume, crito a mi madre comunicándole las tardes, jugaba una partida de hombre desfalleciente que era,
nuestro común y excelente ami- que debía aguardarme en Esco- whist, su pasatiempo favorito. Su aquellos hermosos versos france-
go, en los días últimos de su en- cia, promesa que me obligó a alegría era tan manifiesta, y su ses con los que el abbé Chauleiu,
fermedad fatal. continuar con mi viaje. A causa conversación y su contento se pa- al agurdar su propia muerte, la-
Aunque, como él lo sabía, su de su enfermedad, nuestro amigo recían tanto a lo que en él era ha- menta la cercana separación de su
enfermedad era incurable, y por parecía necesitado de moverse y bitual, que, no obstante los malos amigo, el marqués de la Fare. La
tanto mortal, se propuso moderar de cambiar de aire; así, cuando síntomas, mucha gente no podía magnanimidad y firmeza del se-
y enfrentar los efectos de esa larga llegó a Londres, parecía estar mu- creer que se estaba muriendo. “Le ñor Hume eran tales que sus más
jornada final con el amparo de cho mejor que al salir de Edim- diré a su amigo, el coronel Ed- próximos amigos sabían que nada
sus amigos. Pocos días antes de burgo. Se le aconsejó que viajara mondstone”, le dijo el doctor arriesgaban al hablarle o escribirle
dejarnos, escribió este recuento a Bath a tomar las aguas, lo que Dundas, “que le dejo a usted mu- como a un moribundo, y que, en
de su propia vida, que aquí le ad- por algún tiempo pareció benefi- cho mejor y en vías de una com- lugar de sentirse herido por esa
junto, y que, junto a otros pape- ciarle, hasta el punto de que él pleta recuperación”. “Doctor”, le franqueza, la recibía con elegan-
les, dejó al cuidado de usted. Mi mismo, tan poco dispuesto a respondió él, “como estoy con- cia y sin resentimiento. Entré en
relato, entonces, empieza donde aceptarlo, se formó una idea más vencido de que usted sólo desea sus habitaciones justo en el mo-
acaba el suyo. benévola de su enfermedad. Pero decirle la verdad, es más exacto mento en que estaba leyendo la
Se puso en camino hacia Lon- los síntomas regresaron con su que le informe que estoy murien- carta del coronel Edmonstone,
dres hacia fines de abril, y en violencia acostumbrada; a partir do tan rápidamente como mis que acababa de recibir, y me la
Morpeth se encontró con Mr. de entonces, y con espíritu cabal, enemigos, si es que alguno queda, mostró enseguida. Le señalé que,
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a pesar de que yo era consciente que, estimado amigo, haga el fa- sus amigos le fatiga y le abruma; ellas; en cambio, sobre su carácter
de lo mucho que se había debili- vor de trepar a mi barca”. A lo y está bien que ya no reciba visi- y su conducta, no existirá discre-
tado y de que su apariencia era que por mi parte manifestaría tas, porque no tiene necesidad de pancia. No abrigo dudas de que
realmente mala, su ánimo estaba que me tuviera paciencia: “He ello y de esa forma tampoco se su carácter estaba armoniosamen-
aún lo bastante alto y el soplo de intentado abrir los ojos del públi- somete a las ansiedades, las impa- te equilibrado, si cabe esta mane-
la vida tan fuerte, que no podía co. Si vivo unos años más, tendré ciencias o el agobio. Pasa la ma- ra de decirlo, como no ocurría en
sino tener algunas esperanzas. Me la satisfacción de ver la desapari- yor parte de su tiempo con la ningún otro hombre de mi cono-
contestó: “Sus esperanzas carecen ción de los sistemas de supersti- ayuda de libros agradables”. cimiento. Hasta en sus momen-
de asidero. Una diarrea que se ción dominantes”. Aquí Caronte Por cierto, el día anterior a tos de incierta fortuna, su notable
prolonga por más de un año re- perdería sus estribos. “De sobra ésta recibí una carta del propio y congénita frugalidad le permi-
sulta una mala enfermedad en sabe, vivaz remolón, que tal cosa Mr. Hume, de la que copio este tió ejercer, en las ocasiones que
cualquier edad, y en la mía es sólo ocurrirá dentro de varios pasaje: así lo requerían, actos caritativos
mortal. Cuando me acuesto por cientos de años. ¿Piensa que le “Mi querídísimo amigo: y generosos. Era la suya una fru-
la tarde me siento mucho más otorgaré un plazo tan largo? Suba Hoy me siento obligado a galidad basada no en la avaricia,
débil que cuando me despierto, y enseguida a mi barca, perezoso, auxiliarme de la mano de mi so- sino en la pasión por la indepen-
cuando despierto por la mañana vivaz remolón”. brino para escribirle a usted, ya dencia. La larga cortesía de su
me siento todavía más débil que Aunque capaz de referirse a su que soy incapaz de usar la mía”. naturaleza nunca debilitó la fir-
por la tarde. Por lo demás, soy próxima declinación con enorme “Me acerco rápidamente a mi meza ni de sus ideas ni de sus de-
consciente de que algunas partes entereza, nunca hizo ostentación declinación, y la noche pasada cisiones. Su simpatía constante
vitales de mi cuerpo han sido de esa magnanimidad. Sólo ha- tuve algo de fiebre –lo que me era la genuina efusión de su bon-
afectadas, y de que pronto mori- blaba del asunto cuando la con- hizo confiar en que se precipitara dad y su buen humor, una y otro
ré”. “Bien”, respondí, “si así ha de versación llevaba naturalmente a el final de esta aburrida enferme- moldeados con mesura y sin esa
ocurrir, al menos usted tiene la él, y sólo se detenía allí el tiempo dad. Pero, desafortunadamente, malicia que con tanta frecuencia
satisfacción de dejar a sus allega- que lo exigieran las circunstancias no ocurrió así. De ninguna ma- es la responsable de un ingenio
dos, y en particular a la familia de –y eso que era un asunto sobre el nera puedo pedirle que venga malentendido. Mortificar nunca
su hermano, muy prósperos”. Me que se recaía con frecuencia, por hasta aquí, porque sólo podría estuvo entre los propósitos de sus
dijo que ésa era una satisfacción las preguntas que hacían los ami- dedicarle una porción pequeñísi- pendencias; es más, lejos de ofen-
que mucho apreciaba, al punto gos que se acercaban en búsqueda ma del día. El doctor Black podrá der, a menudo agradaba y deleita-
de que días atrás, cuando leía los de noticias. La conversación entre mantenerle informado del grado ba incluso a aquellos con los que
Diálogos de los muertos, de Lucia- nosotros que narré más arriba, y de fortaleza que aún puede restar- discutía. Los propios amigos, con
no, entre todas las excusas que que ocurrió en un viernes 8 de me. Adieu, etcétera”. los que, por cierto, también dis-
éste alega ante Caronte para no agosto, fue la última (con una Tres días después, recibí esta cutía, hallaban en el cruce de pa-
subir a su barca, no pudo encon- única excepción) que mantuvi- carta del docor Black: receres una manera de compro-
trar ninguna que se adaptara a él: mos. Estaba ahora tan debilitado “Ayer, sobre las cuatro de la meterse más en la conversación
no había casa por terminar ni hija que hasta le cansaba la compñía tarde, Mr. Hume expiró. La cer- que con él sostenían. Y este carác-
por la que mirar ni enemigos de de sus amigos más cercanos; no canía de su muerte se hizo paten- ter alegre, socialmente muy de
los que deseara vengarse. “No obstante, su buen ánimo y su te en la noche entre el jueves y el agradecer, y que con frecuencia es
pude imaginar”, añadió, “excusa gusto por el trato social eran tan viernes, cuando su enfermedad se acompañado con atributos frívo-
alguna que pudiera manifestar a íntegros, que cuando algún ami- agravó y le debilitó tanto que ya los o superficiales, él lo alcanzaba
Caronte para obtener de su parte go conversaba con él se esforzaba no pudo salir más de su cama. con la más severa dedicación, el
una breve dilación. Nunca hice por no sucumbir a las flaquezas Hasta el final permaneció cons- más amplio conocimiento y una
nada que no deseara hacer. Y, en de su cuerpo. Según su expresa ciente y libre de dolor o de mo- capacidad de comprensión sin
verdad, no existe otra forma me- voluntad, consentí en dejar lestias. Nunca manifestó la menor igual. Sobre todo, le consideré
jor de dejar acomodados a mis Edimburgo, donde permanecía impaciencia; por el contrario, siempre, en vida y ahora a partir
allegados. Claro que tengo razo- por su propio deseo, y regresar cuando tuvo oportunidad de ha- de su muerte, como alguien que
nes para morir tranquilo”. De aquí, a Kirkaldy, a la residencia de blar con quienes le rodeaban, lo se acercaba más y más a la idea de
inmediato bromeó inventando mi madre, no sin antes hacerle hizo con afecto y cariño. Decidí un hombre de rara y virtuosa per-
juramentos que, entendía, podía prometer que enviaría por mí que no era del caso avisarle a us- fección, una perfección con que
argüir ante Caronte, y las respues- cuando así lo requiriera. El doc- ted de su estado, puesto que me la naturaleza humana pocas veces
tas que provocaría. “Luego de al- tor Black, quien le atendía con enteré de que le había dictado premia.
gunas consideraciones, pienso frecuencia, se comprometió a es- una carta expresándole su volun- Como siempre, estimado se-
que le diría: Buen Caronte, he cribirme asiduamente un recuen- tad de que no se trasladara hasta ñor, reciba usted las muestras de
hecho algunas correcciones a mis to de su estado de salud. aquí. Cuando tanto se debilitó, mi mayor afecto,
escritos para una nueva edición. El 22 de agosto, el doctor ya le era un verdadero esfuerzo
Otórgame un poco más de tiem- Black me escribió lo que sigue: hablar. Y murió con una sereni-
po para ver qué reacciones provo- “Desde mi última carta, Mr. dad insuperable”.
can en el público”. Pero Caronte Hume ha pasado sus días sin pro- Así se fue nuestro excelente e
me respondería: “Al ver los efec- blemas, pero mucho más debili- inolvidable amigo. Es verdad que
tos de tales modificaciones, usted tado. Se levanta, baja a la sala una sobre sus opiniones filosóficas los
me solicitaría una nueva dilatoria vez al día, se entretiene leyendo y juicios diferirán, y contarán con Danubio Torres Fierro es escritor.
para corregir lo corregido. No ha- casi no ve a nadie. Hasta la con- la aprobación o la desaprobación Autor de Estrategias sagradas y de la anto-
bría tasa para ese proceder. Así versación con el más íntimo de que cada cual observe acerca de logía Octavio Paz en España, 1937.

70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA Nº 179■

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