Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
9
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
fondo . ¡Ay!, y por desgracia la mirada profundizaba aún más;
llegaba no sólo a los defectos y a las desesperanzas de nuestro
tiempo, de nuestra espiritualidad y de nuestra cultura: llegaba
hasta el corazón de toda la humanidad, expresaba
elocuentemente en un solo segundo la duda entero de un
pensador, de un sabio quizá, en la dignidad y en el sentido
general de la vida humana.
Aquella mirada decía: "¡Mira, estos monos somos nosotros!
¡Mira, así es el hombre!" Y toda celebridad; toda discreción,
todas las conquistas del espíritu, todos los avances hacia lo
grande, lo sublime y lo eterno dentro de lo humano, se vinieron
10
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
detalle al retrato del hombre singular que dejó estos
manuscritos del lobo estepario.
Al verlo ya por primera vez, cuando entró por la puerta
vidriera de la casa de mi tía con la cabeza levantada como los
pájaros y alabando el buen olor de la casa, me llamó en cierto
modo la atención lo típico de este hombre, y mi primera e
ingenua reacción contra ello fue de aversión. Me daba cuenta (y
mi tía, que, en contraposición a mí, no es en absoluto una
intelectual, notaba exactamente lo mismo), me daba cuenta de
que aquel hombre estaba enfermo, de algún modo enfermo del
espíritu, del ánimo o del carácter, y me defendía contra él con el
instinto del hombre sano. Esta repulsa fue sustituida en el
transcurso del tiempo por simpatía, que tenía por base una gran
compasión hacia este grave y perpetuo paciente, de cuyo
aislamiento y de cuya muerte interna yo era testigo presencial.
En este periodo fui teniendo conciencia cada vez más clara de
que la enfermedad de este hombre no dependía de defectos de
su naturaleza, sino, por el contrario, únicamente de la gran
abundancia de sus dotes y facultades disarmónicas. Pude
comprobar que Haller era un genio del sufrimiento, que él, en
el sentido de muchos aforismos de Nietzsche, se había forjado
dentro de sí una capacidad de sufrimiento ilimitada, genial,
terrible. Al mismo tiempo comprendí que la base de su
pesimismo no era desprecio del mundo, sino desprecio de sí
propio, pues si bien hablaba sin miramientos y con un sentido
demoledor de instituciones y de personas, nunca se excluía a sí,
siempre era él mismo el primero contra quien dirigía sus
11
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
Aquí tengo que intercalar una observación sicológica. A pesar
de que sé muy poco acerca de la vida del lobo estepario, tengo,
sin embargo, gran fundamento para creer que fue educado por
padres y maestros amantes, pero severos y muy religiosos, en
aquel sentido que hace del "quebranto de la voluntad" la base
de la educación. Ahora bien, esta destrucción de la
personalidad y quebranto de la voluntad no dieron resultado
en este discípulo; para ello era él demasiado fuerte y duro,
demasiado altivo y espiritual. En lugar de destruir su
personalidad, sólo se consiguió enseñarlo a odiarse a sí mismo.
Contra sí, contra este objeto inocente y noble, dirigió ya toda su
vida el genio entero de su fantasía, la fuerza toda de su
capacidad de pensamiento. Pues en esto, y a pesar de todo,
tenía un sentido eminentemente cristiano y de mártir, ya que
toda causticidad, toda crítica, toda malicia y odio de que era
capaz los desataba ante todo, y en primer término, contra su
propia persona. Por lo que se refería a los demás, a cuantos lo
rodeaban, no dejaba de hacer constantemente los intentos más
heroicos y serios para quererlos, para hacerles justicia, para no
causarles daño, pues el "ama a tu prójimo" lo tenía tan
hondamente inculcado como el odio a sí mismo. Y de este
modo, fue toda su vida una prueba de que sin amor de la
propia persona es también imposible el amor al prójimo, de que
el odio de uno mismo es exactamente igual, y en fin de cuentas
produce el mismo horrible aislamiento y la misma
desesperación, que el egoísmo más rabioso.
12
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
Pero ya es hora de que deje a un lado mis ideas y hable de
realidades. Lo primero, pues, que logré saber del señor Haller,
en parte por mi propio espionaje, en parte debido a
observaciones de mi tía, se refería a su manera de vivir. Que era
un hombre de ideas y de libros y que no ejercía ninguna
profesión práctica, se echaba pronto de ver. Estaba en la cama
mucho tiempo; a veces se levantaba poco antes de mediodía, y
tal y como estaba, con su traje de dormir, salvaba los pocos
pasos desde la alcoba al gabinete. Este gabinete, un sotabanco
grande y amable, con dos ventanas, tenía ya a los pocos días un
aspecto completamente diferente a la época en que había estado
habitado por otros inquilinos. Se iba llenando de multitud de
cosas, y con el tiempo se llenaba cada vez más. En las paredes
aparecían cuadros colgados, o dibujos clavados, a veces
imágenes recortadas de revistas, que cambiaban con frecuencia.
Un paisaje meridional, fotografías de una pequeña ciudad
campesina de Alemania, evidentemente el pueblo natal de
Haller, pendían allí, y entre ellas brillantes acuarelas de colores,
de las cuales no supimos hasta más tarde él mismo las había
pintado. Luego el retrato de una señora joven y guapa, o el de
una jovencita. Durante una temporada estuvo colgado en la
pared un buda siamés, fue sustituido por una reproducción de
la Noche , de Miguel Ángel; luego, por un retrato del
Mahatma Gandhi. Los libros no sólo llenaban el gran armario-
librería, sino que estaban por todas partes, sobre las mesas, en
el elegante escritorio antiguo, en el diván, sobre las sillas, en el
suelo, libros con señales de papel entre sus hojas, que
continuamente iban cambiando. Los libros aumentaban de día
13
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
en día, pues no sólo se traía grandes cantidades de las
bibliotecas, sino que recibía con mucha frecuencia paquetes por
correo. El hombre que habitaba este cuarto podía ser un
erudito. Con ello venía bien el humo de tabaco que todo lo
envolvía, y las puntas de cigarros y los ceniceros que se veían
por doquiera. Una gran parte de los libros no era, sin embargo,
de contenido científico. La inmensa mayoría eran obras de los
poetas de todos los tiempos y países. Una temporada
estuvieron sobre el diván, donde él pasaba a menudo acostado
días enteros, los seis gruesos tomos de una obra titulada Viaje de
Sofía, de Memel a Sajonia, de fines del siglo XVIII. Una edición
completa de Goethe y otra de Jean Paul eran al parecer muy
usadas, lo mismo Novalis, y también Lessing, Jacobi y
Lichtenberg. Algunos tomos de Dostoievski estaban llenos de
papeles cuajados de notas. En la mesa grande, entre los
numerosos libros y escritas, había con frecuencia un ramo de
flores; allí solía hallarse también una caja de pinturas, la cual,
sin embargo, estaba siempre llena de polvo; al lado, los
ceniceros, y, para no dejar de decirlo tampoco, toda clase de
botellas y de bebidas. Había una botella recubierta de una
funda de paja, llena generalmente de vino tinto italiano, que él
se procuraba en una tienda de la vecindad; a veces se veía
también una botella de Borgoña, así como otra de Málaga, y
una gruesa botella de kirsch vi vaciarse casi por completo en
muy poco tiempo, desaparecer luego en un rincón de la
habitación y cubrirse de polvo, sin que el resto del contenido
siguiera mermando. No he de justificarme del espionaje a que
me dedicaba, y he de confesar también abiertamente que en los
14
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
primeros tiempos todos estos signos de una vida, aunque llena
de inquietudes espirituales, pero muy desordenada y sin freno,
me produjeron aversión y desconfianza. No soy sólo un hombre
burgués y de vida regular; soy además abstemio y no fumador,
y aquellas botellas en el cuarto de Haller me gustaban aun
menos que todo el pintoresco desorden restante.
15
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
Se había sentado en el último escalón y se hizo un poco a un
lado para dejarme pasar. Le pregunté si se había puesto malo, y
me ofrecí a acompañarlo hasta arriba del todo
16
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
huele muy bien y reina el orden y la mayor pulcritud; pero este
rincón de esta araucaria es de tan radiante pureza, está tan
barrido y encerado y lavado, tan inviolablemente limpio, que
ciega su resplandor. Aquí tengo siempre que respirar abriendo
mucho la nariz. ¿No lo huele usted también? Como el olor de la
cera del piso y una leve reminiscencia de trementina,
juntamente con la caoba, las hojas lavadas de las plantas y todo
lo demás producen un aroma, un superlativo de limpieza
burguesa, de esmero y exactitud, de cumplimiento del deber y
de devoción a los detalles. No sé quién vive ahí; pero detrás de
esos cristales debe haber un paraíso de pulcritud y de limpia
civilidad, de orden y de escrupuloso y conmovedor apego a los
pequeños hábitos y deberes.
Como yo callara, siguió él:
Ruego a usted que no piense que hablo irónicamente.
Caballero, nada más lejos de mi propósito que querer de algún
modo reírme de esta civilidad y de este orden. Bien es verdad
que yo vivo en otro mundo diferente, no en éste, y tal vez no
sería capaz de aguantar ni un solo día siquiera en una vivienda
con tales araucarias. Pero aunque yo sea un viejo y pobre lobo
estepario, no dejo de ser al mismo tiempo hijo de una madre, y
también mi madre era una señora burguesa y cultivaba flores, y
cuidaba de las habitaciones y de la escalera, de muebles y
cortinas, y procuraba dar a su casa y a su vida tanta pulcritud,
limpieza y honestidad como era posible. A esto me recuerda el
vaho a trementina y la araucaria, y por eso me quedo sentado
aquí alguna que otra vez, mirando este pequeño y callado
jardín del orden alegrándome que aún haya estas cosas en el
17
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
Quiso levantarse, pero le costó trabajo y no me rechazó cuando
traté de ayudarle un poco. Permanecí en silencio; poro habla
sucumbido, lo mismo que antes le habla pasado a mi tía, a
algún encanto que a veces pedía ejercer este hombre extraño.
Despacio subimos juntos la escalera, y delante de su puerta, ya
con la llave en la mano, me miró de nuevo expresivo y muy
amable a la cara y dijo:
18
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
y el que piensa, el que hace del pensar lo principal, ese podrá
acaso llegar muy lejos en esto; pero ese precisamente ha
confundido la tierra con el agua, y un día u otro se ahogará.
19
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx