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Franca Rame-Dario Fo
Por eso habéis decidido eliminarme, amos del Estado de Derecho. Vuestra ley es
realmente igual para todos, menos para aquellos que no estén de acuerdo con
vuestras leyes sagradas. Habéis llevado a la mujer a su máxima emancipación: en
efecto, aun siendo una mujer, me castigáis exactamente como a un hombre.
Qué expresión tan elegante para decir que me habéis sepultado en un panteón de
silencio. Un silencio blanco; blanca es la celda, blancas las paredes, blancas las
rendijas, de esmalte blanco la puerta, la mesa, la silla y la cama, por no hablar del
water.
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la misma luz blanca. Una luz falsa, como es falsa la ventana y falso el tiempo que
me habéis borrado, pintándomelo de blanco.
Silencio. Silencio fuera, ni un sonido, un ruido, una voz. Del pasillo no se oyen
pasos, ni puertas que se abren o se cierran. ¡Nada! Todo es silencio y blanco.
Silencio en mi cerebro, tan blanco como el techo. Blanca es mi voz si intento hablar.
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os vuelve tan crueles y dementes. Por eso necesitáis continuamente barracas y
estruendos, tantos neones de colores por todas partes y escaparates y sonidos y
estrépito, y la radio y el hilo musical siempre encendido por todas partes en vuestros
grandes almacenes, en las casas, en el coche, en el bar, incluso en la cama cuando
hacéis el amor. A mí me imponéis el miedo del silencio... porque os aterra la duda
de que éste vuestro no sea el mejor de los mundos..., sino el peor: el más sórdido.
Oh, se oye un roce suave: se abre la puerta, aparece una carcelera, me mira como
si yo no existiera, como si fuese transparente. No dice ni una palabra, lleva en la
mano una bandeja con la comida. La deja sobre la mesa y se va. Otra vez silencio.
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Dormid, dormid, gentes bien cebadas y atónitas de mi Alemania, y también vosotros
de Europa, gentes sensatas, ¡dormid serenos como muertos! Mi grito no puede
despertaros... No se despiertan los habitantes de un cementerio.
Los únicos que sentirán crecer el odio y la rabia, lo sé, serán aquellos que sudan y
revientan en la sala de máquinas de vuestro gran navío: los emigrantes turcos,
españoles, italianos, griegos, árabes y las mujeres, todas las mujeres que han
comprendido su condición de sometidas, humilladas y explotadas, ellas
comprenderán también por qué me encuentro aquí, y por qué este Estado ha
decidido matarme..., exactamente como a una bruja en el tiempo de las brujas. Y
se convencerán, si no lo han hecho ya, de que el de hoy sigue siendo tiempo de
brujas para el poder. Y que las brujas deben estar en los telares, en las máquinas,
en las prensas, en la cadena de montaje, en el ruido, en el estrépito, en los
chirridos..., plaff..., tritritri..., blam..., tritritri, vuum,vuum... ¡Prensa! ¡Blamm! El torno
frufrufru..., el motor popo-po..., lascalderas ploch ploch ploch...
La cadena: va el ritmo va con los tiempos ritmo, plaf pochh sblam benghtramp
pungh sgnaf strump tuh tuh frr frr...
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Ya os veo correr para ocultar mi cadáver, impedir la entrada a mis abogados... No,
a Ulrike Meinhof no se la puede ver... Sí, se ha ahorcado. No, no pueden presenciar
la autopsia. Nadie. Sólo nuestros peritos de Estado, que ya han decretado... La
Meinhof se ha ahorcado. Pero no hay señales de estrangulamiento en el cuello...,
ningún color cianótico en el cuello..., ¡pero en cambio hay cardenales por todo su
cuerpo! ¡Apártense, circulen, no miren! Se prohíbe sacar fotos, se prohíbe pedir un
peritaje particular, se prohíbe examinar mi cadáver. Se prohíbe. Se prohíbe pensar,
imaginar, hablar, escribir, se prohíbe todo. ¡Sí, se prohíbe todo!
Pero jamás podréis prohibirnos que nos riamos de vuestra necedad, la clásica
necedad de todo asesino.
Pesada como una montaña es mi muerte..., ¡cien mil y cien mil y cien mil brazos de
mujeres han levantado esta inmensa montaña y os la arrojarán encima con una
terrible carcajada!