Había una vez un triángulo muy vergonzoso, que no se atrevía a jugar con nadie.
¡Ya sé! – Me vestiré de payaso y así no me reconocerán. El payaso lo pasaba muy
bien y viajaba de un lugar a otro. En uno de esos viajes, llego a un pueblo muy bonito. Un día el viento soplo tan fuerte que el tejado se convirtió en montaña ¡Que bien! – Desde aquí arriba puedo verlo todo. La montaña estaba lejos del pueblo y tenía mucho frio. Desde arriba miraba un pinar y quiso ser un pino para tener muchos amigos. Llego el verano y el pino pasaba mucho calor - ¡Si fuera un gran helado de fresa! decía el pino y al poco tiempo lo consiguió. Pero hacia tanto calor, que el helado se derritió y de nuevo se quedó solo. Menos mal que pronto se encontró un triángulo igual que él, se dieron la mano y…. Nunca, nunca más estuvieron solos. ¿En qué se convirtieron los triángulos? ¡En una pajarita!