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Mortalidad por

suicidio en
adolescentes y
jóvenes en
Argentina, 2012-
2014

Una aproximación.

Ana Palazzesi e Ignacio Veliz


Contenido

Resumen ....................................................................................................................................................... 3
Introducción ................................................................................................................................................. 4
Registro de una muerte violenta .................................................................................................................. 4
Métodos utilizados ....................................................................................................................................... 5
Análisis de la información ........................................................................................................................ 6
Análisis de las tasas de suicidio según sexo y jurisdicción de la Argentina .................................................. 6
La categoría de género en la comprensión del suicidio masculino ............................................................ 10
Suicidios ¿Es posible prevenirlos? .............................................................................................................. 11
Conclusiones............................................................................................................................................... 12
Bibliografía.................................................................................................................................................. 12

2
Resumen
El objetivo del presente trabajo consiste en analizar la mortalidad por suicidio en
adolescentes y jóvenes en Argentina durante los años 2012, 2013 y 2014. Las edades que
abarca el estudio van desde los 10 hasta los 24 años y se desarrolla según cada jurisdicción
provincial y sexo. Por otra parte, en relación con el método de trabajo, se utilizaron las Bases
de Datos de los Informes Estadísticos de Defunción del Ministerio de Salud de la Nación. Se
calcularon frecuencias y tasas de mortalidad por suicidio específicas por 100 000 habitantes,
con empleo de la clasificación CIE-10-(X60-X84). El análisis estadístico se realizó mediante
datos categorizados.
El número total por suicidio en el grupo de 10 a 24 años fue de 1.016 en 2012, 962 en
2013 y 1.043 en 2014. Las tasas de suicidio más elevadas del país fueron en las jurisdicciones
de Salta, Jujuy y San Luis, y la tasa más baja en Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En el grupo
estudiado las muertes por suicidio fueron -ostensiblemente- más frecuentes en varones.
A partir de la comparación de los perfiles de suicidio de varones y mujeres en
Argentina, se muestra que las diferencias se relacionan con conductas destructivas que
coinciden con un modelo estereotipado de masculinidad, que se caracteriza por la necesidad
de demostrar que no se es débil ni pasivo.

Palabras clave: suicidio, jóvenes, masculinidades.

3
Introducción
El suicidio constituye una práctica social cuya definición oficial –propuesta por la OMS-
se presenta como “el acto de matarse deliberadamente”1. En 2012, el suicidio alcanzó el 1,4%
de las muertes totales de mundo, mientras que en Argentina, según el informe técnico
preliminar del Ministerio de Salud de la Nación2, se produjeron principalmente en jóvenes y
adultos de mediana edad; entre los cuales constituye la segunda causa de muerte (después de
los accidentes de tránsito). Según la OMS, para el año 2020 el número de defunciones por esta
causa crecerá un 50% para alcanzar las 1,5 millones de muertes anuales.
La perspectiva de género introduce el reconocimiento de una serie de atributos y
funciones, que van más allá de lo biológico/reproductivo, construidos social y culturalmente y
que son adjudicados a los sexos para justificar diferencias y relaciones de asimetría entre los
mismos. (De Keijzer, 2010) El género se interioriza a través de la socialización, entendida como
un complejo y detallado proceso cultural de incorporación de formas de representar, valorar y
actuar en el mundo. Este proceso que comienza en la infancia y la adolescencia, continúa a lo
largo del ciclo de vida, y se integra a aquellos procesos de salud-enfermedad-cuidados
(Menéndez, 2003) referidos a los modos en que se transita el dolor o sufrimiento, así como los
tipos de acciones a realizar o a recibir la ayuda. En este sentido, consideramos a la perspectiva
de género una clave conceptual capaz de abordar, desde un ángulo alternativo, los conflictos
emocionales subyacentes a los impulsos suicidas, y por ende, una herramienta teórica fecunda
para edificar una concepción integral de la salud. En sintonía con esto último, y a modo de
ejemplo, estudios realizados en la región evidencian que desde la adolescencia, los varones,
consultan en una menor cantidad de ocasiones al sistema de salud, y las campañas, orientadas
a ellos, muestran un bajo impacto en la adopción posterior de conductas preventivas.
En nuestro país, el informe “Perfil epidemiológico del suicidio en Argentina. Algunas
aproximaciones”3 mostró que desde el 2005 las causas externas ocupan la quinta causa de
muerte, y dentro de ellas, en el grupo de 15 a 24 años la mortalidad por suicidio ocupa el
segundo lugar. En este sentido, mientras que en el año 1988 los suicidios de varones
representaban 67% del total de suicidios de 15 a 24 años, en 2008 llegaban al 78%. Esto refleja
que la mortalidad por causa de prácticas suicidas se ha elevado considerablemente en las
últimas décadas en Argentina, en especial en la población juvenil de varones.
En suma, según la tendencia presentada, los adolescentes y jóvenes adultos mostraron
desde el año 2000 un incremento significativo en las tasas de suicidio, fundamentalmente en la
población masculina. A partir de lo expuesto, el objetivo del presente trabajo es analizar la
mortalidad por suicidio en adolescentes y jóvenes de 10 a 24 años según sexo, y jurisdicción de
residencia en la Argentina, con el objetivo de plantear algunos interrogantes orientados a
problematizar cuestiones ligadas al género, haciendo especial énfasis en lo que respecta a
masculinidades.

Registro de una muerte violenta


Uno de los pilares para tomar decisiones en salud pública es conocer cuáles son las
principales causas de muerte de la población, información que es recogida a través del registro
de los certificados de defunción. Cuando ocurre una muerte, el médico completa un
formulario que consta de dos secciones: el Certificado de Defunción (CD), que tiene como
objetivo el registro del hecho con fines legales y el Informe Estadístico de Defunción (IED),
cuyo objetivo es la captación de datos con fines estadísticos.

1
OPS/OMS, Prevención del suicidio un imperativo global. Washington, 2014.
2
Mortalidad por suicidio en Argentina 2000-2013 (informe técnico preliminar).
3
Perfil epidemiológico del suicidio en Argentina. Algunas aproximaciones. Año 2011.

4
Los datos contenidos en el IED no pueden utilizarse para fines legales, como lo
establecen la Ley 17622 (1968) y Decreto Reglamentario 3110/70 que crean el Sistema
Estadístico Nacional e instituyen la obligatoriedad del “secreto estadístico”. Los datos de
mortalidad que se registran en el IED son los que permiten elaborar las estadísticas de
mortalidad. Estas son parte del Sistema Estadístico de Salud (SES) el cual se compone de tres
niveles: nacional -la Dirección de Estadísticas e Información de Salud del Ministerio de Salud de
la Nación-, jurisdiccional -las Oficinas Provinciales de Estadísticas de Salud-y local -
Establecimientos de Salud y Registros Civiles-.
El siguiente flujograma ilustra el proceso que sigue cada una de las secciones del
formulario en el que se registra una muerte.

El IED es la fuente más importante de información sobre mortalidad, y es de gran


interés para la programación y evaluación tanto de las acciones de salud como del
cumplimiento de las políticas correspondientes. Asimismo es importante para las
investigaciones médicas y epidemiológicas. La calidad de esta información está asociada a la de
los datos que se captan, especialmente la causa de muerte. Por razones de competencia
profesional corresponde al médico –preferentemente al médico tratante- la responsabilidad
de suministrar esta información. Por consiguiente, de él depende que las estadísticas reflejen
lo más fielmente posible el perfil de la mortalidad.
Los diagnósticos que figuran en los Informes Estadísticos de Defunción presentan
algunos problemas reconocidos: hay diferencias de criterios entre los médicos para establecer
diagnósticos, hay diferencias en el acceso a la tecnología diagnóstica, no hay un criterio
estándar entre los médicos para decir cuál es la causa de la muerte, no hay una adecuada
instrucción a los médicos para completar el Informe Estadístico de Defunción. Por lo tanto,
resulta de gran relevancia los modos de registro por parte del personal médico ya que los
mismos impactan directamente en los resultados estadísticos.

Métodos utilizados
Los datos se obtuvieron de las Bases de Datos de defunción proporcionadas por la
Dirección de Estadísticas e Información de Salud del Ministerio de Salud de la Nación. Los
datos se analizaron según grupo de edad, sexo y jurisdicción. Las causas de muerte se
categorizaron según el capítulo de Causas Externas de morbilidad y mortalidad, que abarca
lesiones autoinflingidas (suicidios) e incluye desde el código X60 hasta el X84 de la
“Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la
Salud”, Décima Revisión (CIE-10).
Para el análisis de los suicidios por edades, se agruparon los años en grupos
quinquenales y se los delimitó según las distintas fases evolutivas que se consideran dentro de
la niñez, la adolescencia y la juventud. De esta forma se distinguieron tres etapas: de 10 a 14

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años; primera adolescencia, de 15 a 19 años, adolescencia media, y de 20 a 24 años,
adolescencia tardía o juventud. Se incluyeron para el análisis estadístico todos los registros
cuyos datos estaban completos respecto a edad y sexo. Y a su vez, se comparan los suicidios de
mujeres y varones de 10 a 24 años por provincia.

Análisis de la información
Se calcularon tasas de mortalidad específica por suicidio por 100.000 habitantes de
adolescentes y jóvenes en el trienio 2012-14 para el total país y la jurisdicción de residencia. Se
consideró como numerador, el promedio de suicidios entre los años 2012 y 2014, y, como
denominador, el promedio de la población proyectada por la Dirección de Estadísticas
Poblacionales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la Argentina (INDEC) para los
años 2012, 2013 y 2014.

Análisis de las tasas de suicidio según sexo y jurisdicción de la Argentina


El análisis total de las tasas de suicidio según jurisdicción en el grupo de 10 a 24 años
mostró una tasa del país para el trienio 2012-2014 de 9,19 cada 100 000 habitantes.
Tabla 1. Distribución de tasas de mortalidad por suicidios por 100 000 habitantes en
adolescentes y jóvenes de 10-24 años según jurisdicción de la Argentina, en el trienio
2012-2014.
Sexo
Jurisdicción
M V TOTAL
Ciudad Autónoma de Buenos Aires 0,00 0,37 0,18
Buenos Aires 3,15 12,74 7,99
Catamarca 10,89 25,62 18,34
Chaco 6,02 13,57 9,81
Chubut 4,36 30,22 17,63
Córdoba 1,29 7,13 4,22
Corrientes 4,51 18,00 8,36
Entre Ríos 4,77 19,17 12,07
Formosa 13,88 23,13 18,51
Jujuy 16,29 30,30 23,32
La Pampa 6,02 18,15 12,20
La Rioja 8,19 23,11 15,66
Mendoza 2,94 13,82 8,44
Misiones 3,93 15,88 9,91
Neuquén 5,46 19,73 12,72
Río Negro 5,21 17,04 11,23
Salta 15,30 39,87 27,62
San Juan 5,16 7,55 6,37
San Luis 19,14 25,76 22,47
Santa Cruz 3,78 20,20 13,27
Santa Fe 2,45 37,74 20,22
Santiago del Estero 4,40 15,85 10,15
Tierra del Fuego 4,05 24,67 14,69

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Tucumán 7,68 22,12 14,91
Fuente: Elaborado a partir de los datos de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud del Ministerio
de Salud de la Nación

Como se puede observar en la Tabla 1, la tasa de mortalidad por suicidios de Salta fue 3
veces mayor a la tasa del país y la de Jujuy fue 2,53 veces mayor. La tasa de mortalidad por
suicidios más baja fue la de Ciudad Autónoma de Buenos Aires con una tasa de 0,18 cada 100
000 habitantes. Un tercio de las jurisdicciones mostraron tasas más bajas a la media del país,
mientras que Misiones la iguala, y las restantes 15 jurisdicciones mostraron valores más altos
que la tasa del país.

Porcentaje de suicidios por sexo


Provincia de Chubut

13%
Mujeres
Varones
87%

La distribución de los porcentajes de muertes femeninas y masculinas por suicidio es


más distante en la provincia de Chubut, como se puede observar en el gráfico. Cuyos valores
en tasas son: 30,22 de suicidios de varones frente a un 4,36 de suicidios de mujeres.

En el gráfico, se puede observar que por cada 3 mujeres que se suicidan en la provincia
de Salta, se suicidan 7 varones. Si bien la provincia presenta el índice más elevado de suicidios
de adolescentes y jóvenes varones (valores en tasas: 39,87), el número de mujeres jóvenes
suicidas también resulta uno de los más elevados en el marco nacional (15,30).

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En cuanto a mayor índice de suicidios de varones adolescentes, Salta es seguida a su vez
por la provincia de Santa Fe (37,74), la provincia de Jujuy (30,30) y la provincia de Catamarca
(30,22).
Las provincias de San Luis, Jujuy, Salta, Formosa y Catamarca, son las únicas en las que
las mujeres jóvenes suicidas alcanzan números elevados en relación con la media del resto de
las provincias, dado que son las únicas en las que se alcanzan los dos dígitos. No obstante, si se
toman los números de suicidios del conjunto del país en el trienio 2012-2014, resulta clara la
amplia diferencia que los varones establecen en relación a las mujeres: 2248 muertes por
suicidio en varones registradas frente a 605 de mujeres fallecidas por la misma causa. Dichos
números, traducidos en porcentajes, los podemos visualizar en el siguiente gráfico:

En suma, en lo que respecta al sexo, podemos afirmar que la razón mujer/varón de


muertes por suicidio es de 2 mujeres por cada 8 varones en el trienio 2012-2014.

FIGURA 1. Distribución de tasas de mortalidad por suicidios por 100.000 habitantes en


adolescentes y jóvenes de 10-24 años según jurisdicción de la Argentina, en el trienio 2012-2014

8
Fuente: Elaborado a partir de los datos de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud del
Ministerio de Salud de la Nación.

Por otra parte, si realizamos una comparación con el estudio “Análisis de la mortalidad
por suicidio en niños, adolescentes y jóvenes” en el que se analiza el trienio 2005-2007,
podemos afirmar que se produjo un incremento del 1,08 en la tasa media del país en lo que
refiere a muertes jóvenes por suicidio (de 10 a 24 años). En ese estudio, la tasa de Santa Cruz
se presentaba como la más alta del país (18,9), mientras que en el periodo 2012-2014, las
tasas de Salta y Jujuy han pasado al primer plano con números elevados: 27,62– para el caso
de Salta- y 23,32 -para el caso de Jujuy-. Si bien dichas provincias venían en ascenso en esos
años (2005-2007) hoy han superado a las provincias patagónicas, históricamente situadas en
los números más altos.

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Otra notable diferencia, es que algunas provincias del Norte y de Cuyo que figuraban
con índices bajos, tales como Santiago del Estero (3,9), La Rioja (8,2) y San Luis (6,5), en el
trienio 2012-2014 sus números se elevaron considerablemente: Santiago del Estero (10,15), La
Rioja (15,66), San Luis (22,47). Vale mencionar, a su vez, que la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires tuvo un descenso en la tasa media de suicidios: de 5,2 (2005-2007) a 0,18 (2012-2014).
Esto nos plantea el interrogante, si es debido a que han aumentado los suicidios en
dichas provincias, o se ha mejorado el registro de las muertes.

La categoría de género en la comprensión del suicidio masculino


A partir de los datos sistematizados, nos planteamos un conjunto de interrogantes que
permitan problematizar dichos índices. ¿Cuáles son las razones que explican el ascenso
ininterrumpido en las tasas de suicidio juvenil en los últimos años en nuestro país? ¿Qué
condiciones sociales, culturales, y económicas entran en juego y nos permiten acercarnos a
ellas? A raíz de la notoria diferencia que demostraron los datos al interior de las relaciones
entre los sexos, sobre todo en la provincias de Salta, Jujuy y Formosa. ¿Qué problemáticas
enfrentan las masculinidades en edades tan tempranas (10-24 años) para que la práctica
suicida se halle tan extendida?
Si bien el propósito no es brindar una respuesta última a estos interrogantes, vale
ubicarlos al inicio del debate para que los mismos operen como una incitación a algunas
aproximaciones. En primer lugar, dentro de las múltiples entradas que ofrece la problemática
del suicidio juvenil, nos interesa abordar especialmente los posibles conflictos de género que
subyacen a estos números, ya que la brecha entre varones y mujeres resulta significativa. Es
decir, los índices elevados de muertes por suicidio en la población masculina suscita la
necesidad de esbozar algunas reflexiones en torno a las conexiones existentes entre la práctica
suicida y algunos de los efectos -en los varones- del modelo de masculinidad hegemónica4
(Kaufman, M.; 1995). A su vez, estudios internacionales muestran que para el caso de varones
adolescentes gays este riesgo aumenta, asociado al estigma, a la discriminación, a las distintas
formas de violencia (verbal, física y sexual), a la falta de apoyo social y a las barreras de acceso
y uso de los servicios de salud, entre otros fenómenos (Tomicic et al., 2016). En síntesis, para
este objetivo, consideramos necesario recurrir al concepto de género (Scott, J.; 1996) 5 ya que
este se refiere a la categoría organizadora central de nuestra psique, el eje alrededor del cual
organizamos nuestra personalidad. Lo clave del concepto de género radica en que éste
describe las relaciones de poder entre varones y mujeres, de varones y mujeres entre sí, y la
interiorización de tales relaciones.
Dado que los perfiles de suicidio masculino y femenino se distinguen claramente, es
necesario explorar acciones y conductas que resulten de las identidades de género y ver cómo
las mismas influyen en esta sobremortalidad. En este sentido, es necesaria la perspectiva de
género ya que supera interpretaciones que hacen aparecer a la osadía o a las actitudes

4
Según Michael Kaufman: “El patriarcado existe no sólo como un sistema de poder de los hombres
sobre las mujeres, sino de jerarquías de poder entre distintos grupos de hombres y también entre
diferentes masculinidades”. Mientras que para De Keijzer, Benno “(…) La construcción social de la
masculinidad implica la presencia de una masculinidad hegemónica que no sólo oprime a las mujeres,
sino a otras masculinidades subordinadas”
5
El género no excluye el análisis de clase o étnico, más bien se articula con estas otras determinaciones.
Una ventaja de usar género para de signar las relaciones sociales entre los sexos es la que plantea Scott
(1996): mostrar que no hay un mundo de las mujeres aparte del mundo de los hombres, que la
información sobre las mujeres es necesariamente información sobre los hombres.

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violentas de los varones como naturales o biológicas. De lo contrario, dicho determinismo
biologicista -circulante en el sentido común- lleva a pensar que la agresividad se desprende de
la misma condición de hombría, y que por lo tanto constituye una conducta inevitable.
(Garduño, 2001).
Según Luis Bonino (2002), las matrices organizadoras de la masculinidad hegemónica
se edifican sobre una educación emocional más bien precaria, con un alto grado de rigidez, en
el que la resolución de nudos personales conflictivos tienden a representarse en una lógica del
“todo o nada” con escasa posibilidad de matices. En este sentido, de lo que se trata es de
pensar en qué medida ciertos patrones de socialización infantil y juvenil, trasmitidos
generación tras generación en la población masculina, han abonado un suelo de creencias que
vuelve a los varones un grupo social altamente vulnerable y expuesto a prácticas no
saludables, y dentro de ellas: la práctica suicida. Por ejemplo, una de ellas consiste en “la
autosuficiencia prestigiosa”, una creencia matriz que modela a la masculinidad de los varones
en torno a una ceguera y sordera de los propios sentimientos, condenándolos a un
aislacionismo silencioso por la misma prescripción tácita de “no lucir vulnerable”.
En este punto, es posible interpretar las diferencias existentes entre los números de
intentos de suicidios en mujeres y aquellas que efectivamente lo llevan a cabo, en contraste
con la mayor “decisión” de consumación que se registra en la población masculina. ¿Qué se
pone en juego en la subjetividad del varón al momento de consumar el acto suicida? ¿Qué
auto-imagen es la que se percibe en el caso de que un intento de suicidio sea depuesto? Esto
puede tener una estrecha relación con la dificultad masculina de enfrentar situaciones de
derrota, de dolor, tristeza y soledad, y agregado a ello, la incapacidad de pedir ayuda, petición
que supone debilidad y una situación de menor poder (de Keijzer,1997). La imposibilidad de
mostrar la propia fragilidad, no pedir ayuda, aparentar hacer siempre la propia voluntad,
asumir riesgos, constituyen notas comunes al modelo de masculinidad tradicional que bien
pueden pensarse en vinculación con la mentalidad suicida. Y si bien estas notas no agotan todo
el potencial explicativo de dicha práctica, abren un campo de más y nuevas preguntas. ¿Por
qué los varones desde su juventud edifican estilos de vida menos saludables que las mujeres?
¿Qué rol desempeñan las instituciones primarias (La Familia, La Escuela, El Club, etc.) en
cuanto ámbitos de socialización que operan como campo de “prueba de la masculinidad”? ¿La
extensión de la práctica suicida en la población masculina joven es acaso la consumación
trágica de una cadena de micro violencias internalizadas y rupturas de redes afectivas propias
un modelo de masculinidad en crisis?

Suicidios ¿Es posible prevenirlos?


Según el documento de la OMS, llamado “Prevención del suicidio, un instrumento para
trabajadores de atención primaria de la salud”, los suicidios constituyen una práctica
prevenible desde los sistemas sanitarios de los Estados Nacionales, como también desde las
organizaciones de la sociedad civil. En dicho documento, se detallan las distintas características
y grupos de diagnósticos que permiten prevenir la práctica suicida. Algunas de ellos son: la
depresión, el alcoholismo, los acontecimientos estresantes, la esquizofrenia y trastornos de la
personalidad. Por otra parte, el documento apunta a que los esfuerzos deben centrarse en el
personal de atención primaria, ya que los mismos suelen tener un prolongado y estrecho
contacto con la comunidad y son la fuente principal de atención en la mayoría de las
localidades, sobre todo en aquellas en donde viven los sectores más vulnerables. A su vez, su
conocimiento de la comunidad posibilita recoger apoyo y tejer redes de contención a través de
los núcleos familiares, amigos y otras organizaciones locales, en los que el individuo pueda
atravesar de un modo distinto los síntomas más complejos de la depresión, y neutralizar, de
ese modo, los impulsos suicidas.

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No obstante, teniendo presente las problemáticas de géneros presentadas en los
apartados anteriores, es necesario contemplar el siguiente hecho: la escasa propensión de la
población masculina a acercarse a los centros de salud, y menos si de lo que se trata involucra
una dimensión afectiva-emocional, y no directamente una enfermedad orgánica “tradicional”.
Los esfuerzos y la estrategias empleadas deberán tener muy presente esta realidad, sobre
todo porque las personas afectadas suelen estar familiarizadas con los sentimientos asociados
con la depresión y, en consecuencia, no son capaces de reconocerla como una enfermedad.

Conclusiones
Los números abordados en este trabajo y los interrogantes teóricos que intentamos
realizar apuntan a alumbrar una problemática cada vez más extendida, y que constituye un
serio caso de salud pública en nuestro país. El diseño de nuevas políticas que aborden la
problemática exige no sólo disponibilidad de datos estadísticos fiables sino una actualización
de categorías teóricas que afinen los marcos de inteligibilidad sobre la subjetividad
contemporánea y los problemas de salud que la atraviesan.
En este sentido, la creación de dispositivos de intervención en el primer nivel de
atención constituye un punto nodal en la posibilidad de abordar estrategias de prevención
desde el sistema de salud. En dichos dispositivos, creemos, no deben desconocerse los
interrogantes y las problemáticas de género que de un modo aproximado intentamos abordar
en este artículo, ya que la especificidad que revela la producción de subjetividades del modelo
de masculinidad tradicional atenta severamente, no sólo contra la salud de los individuos en
general, sino con la posibilidades concretas de encarar un tratamiento sostenido (institucional
y comunitario) en aquellas personas potencialmente suicidas.
Por otra parte, según lo tratado en este trabajo, consideramos de gran importancia los
modos de registro de las muertes violentas, ya que al momento de analizar datos surgen
interrogantes sobre la fiabilidad de cómo los mismos han sido producidos. El certificado de
defunción es un documento de gran relevancia epidemiológica y médico-legal. Se trata del
principal instrumento del sistema de información de mortalidad, cuya eficacia y validez están
comprobadas. Desde el punto de vista médico-legal, el manejo médico del certificado de
defunción determina que la investigación de un fallecimiento pase a la órbita de la Justicia
penal o no. La eficiencia está determinada por un correcto registro por parte de los médicos
encargados de certificar los fallecimientos. En el ámbito internacional existe preocupación por
la detección de deficiencias en las certificaciones de los fallecimientos, demostradas por la
falta de correspondencia de estos registros con los de las historias clínicas de los pacientes
fallecidos. ¿Cómo se dictamina una muerte a causa de suicidio? ¿Qué criterios se emplean? La
formación del personal médico en las modalidades de registro, y la transparencia en la que se
efectúan los mismos, resulta clave para poder disponer de datos estadísticos representativos
de las realidades a las que se busca dar respuesta.

Bibliografía
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