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Sobre los placeres de la imaginación.

Dulce Guadalupe Silva García

Existen dos tipos de placeres, el de los sentidos, que está al alcance de cualquier persona,
fugaz y que termina por cansar, y el de la imaginación, que se encarga de elevar y refinar el
primero. Los placeres de la imaginación son los que nacen de la vista, Addison inicia su
texto elevando el sentido de la vista a los ojos del lector como el sentido más amplio,
“perfecto y delicioso” del hombre. Esta opinión viene ligada al pensamiento del autor de que
la vista es el proveedor de ideas a la imaginación, ya que ésta sólo puede formarse con base
a los objetos visibles a los que uno tiene acceso día con día, de esta manera, uno ve, retiene,
altera y compone un objeto que ya se ha visto con anterioridad.

Se hace la distinción de dos tipos de placeres de la imaginación; Los primarios,


aquella que proviene de los objetos que se ven presencialmente, y los secundarios, aquellos
que se crean teniendo como base un “objeto visible”. Los que nacen de la vista presencial,
tienen tres características, la grandeza (amplitud de la pieza), la singularidad (la diversidad
dentro de la obra para evitar lo cotidiano) y la belleza, Addison nos dice que, a pesar de que
la mezcla de las tres es lo que genera el placer, una siempre predomina sobre las otras.

De igual manera, dentro del texto, el autor le da una mayor importancia al placer de
la imaginación dado que causan igual o mayor entusiasmo que los placeres del
entendimiento, apoyándose con un ejemplo de como se prefiere leer una obra de Homero
sobre un capítulo de Aristóteles, además de resaltar la capacidad de éstos para abrillantar y
depurar la imaginación del hombre, así como de despedir la melancolía y las aflicciones que
se pudieran tener.

Por otro lado, también señala que, si bien las obras de la naturaleza son mejores que
las del arte, el hombre tiende a gustar de las primeras mientras más se parecen a las artes.
Esto proviene de el placer nace, tanto por medio de los objetos que están a la vista, como de
la semejanza e imitación de otros objetos. El arte puede emular la singularidad y la belleza,
pero la grandeza nunca, es por esa razón que este jamás podrá ser superior a la naturaleza.
ADDISON, Joseph, “Ensayo sobre los placeres de la imaginación escrito por Addison” en Los
placeres de la imaginación y otros ensayos de The Spectator, trad. y ed. Tonia Raquejo
Grado, Visor, Madrid, 1991, pp. 129-159.

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