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Porque No Hacen Tesis Pucp PDF
Porque No Hacen Tesis Pucp PDF
Investigación del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Disponible en http://www.pucp.edu.pe/estudios/departamentos/sociales/cuadernos.htm
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I. LA TESIS UNIVERSITARIA COMO PROBLEMA
I.1. Introducción
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queda estuvo restringida a portales de universidades
peruanas, luego esta búsqueda se amplió a universi-
dades de diversas partes del mundo. De esta manera,
identificamos la normatividad que prescribe el modo
en que la tesis debe ser elaborada y sustentada.
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de lo que supone la investigación. El resultado de
este esfuerzo permitió identificar lo insuficiente de las
teorizaciones en las que se encuadran los procesos de
investigación. De hecho, estas teorizaciones o expec-
tativas dificultan la tarea de investigar pues la some-
ten a definiciones rígidas y de efectos paralizantes.
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cómo es su proceso de elaboración. Se da a entender que la
sucesión de estos apartados coincide con el proceso crono-
lógico de hacer la tesis; es decir, que ésta se va elaborando
siguiendo paso a paso la lista de secciones.
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A partir de lo anterior se puede afirmar que en estas
universidades predomina una visión lineal de la investigación.
Una tesis debe ser un proceso que debe seguir una serie de
pasos sucesivos, de manera que si uno no está terminado no
se puede dar el siguiente. Todo debe ser ordenado y organi-
zado según un esquema preexistente: tema, teoría, hipótesis,
recojo de la información, análisis. Pareciera que existe una
suerte de fórmula o receta que debe seguirse, al pie de la
letra, para poder hacer una tesis. La metodología sería un
camino de una sola dirección. Una suerte de escalera en la
que para subir el siguiente peldaño hay que abandonar el
anterior. Como veremos, esta idea entrampa a los tesistas,
puesto que el proceso de hacer una tesis no es lineal. En
efecto, el hecho definitivo es que varias tareas se enfrentan
simultáneamente. No se trata, entonces, de pasos sucesivos
o peldaños, sino de un ir y venir constante entre la teoría, el
trabajo empírico y la formulación de hipótesis.
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se trata de un seudo problema pues no tiene solu-
ción”.
La segunda posición es la mayoritaria.
Un profesor hizo un comentario muy interesante.
Los profesores no son jóvenes, tienen mucho que hacer y
asesorar más de tres tesis es francamente imposible. Además,
asesorar es difícil porque implica trasladarse a otra manera
de ver las cosas, a temas que de repente no interesan tanto
y que no se conocen lo suficiente. En el mismo sentido, ase-
sorar implica mucha paciencia, atención y buena voluntad.
Cosas que, por cierto, no abundan hoy en día, puesto que
todos los profesores están comprometidos en demasiadas
actividades. En síntesis, la asesoría de tesis no es percibida
como “rentable” o interesante para los profesores. En todo
caso, sería una cuestión de vocación, de tomar el gusto a
algo gratuito, convirtiéndolo en gratificante. De hecho, las
tareas de asesoría no son reconocidas en las horas lectivas
del profesor. Tampoco, de otro lado, implican una remune-
ración extra.
Entre los profesores de Literatura existen dos posi-
ciones sobre la tesis: a) aquellos que creen que debe ser un
trabajo profundo y bastante desarrollado; y b) aquellos que
creen que la tesis debe ser como un artículo o una mono-
grafía. Entre los profesores que comparten esta segunda
posición existe una iniciativa por reducir la extensión de las
tesis.
En Literatura tampoco hay muchos profesores con
disposición para asesorar las investigaciones de los estudian-
tes. Otra vez, como en Sociología, el tiempo que ocupan
asesorando no es contabilizado como parte de su carga lecti-
va. Sólo aquellos profesores con una fuerte vocación docente
aceptan, con agrado, asesorar tesis. En la actualidad, las
autoridades de la Facultad están intentando idear medios por
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los cuales las horas dedicadas a la asesoría puedan ser recono-
cidas a los profesores como parte de su plan de trabajo.
En síntesis, asesorar tesis de estudiantes demanda
mucho tiempo y energías y se trata de una dedicación que no
es reconocida ni estimulada por la Universidad.
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establecer los medios para obtener el grado de licenciatura.
En Filosofía, por ejemplo, se ha eliminado la tesis, de modo
que la licenciatura se consigue por medio de un examen de
grado. En Literatura se ha decidido que la tesis sea ahora un
artículo. En Sociología las cosas se encuentran en una “para-
lización latente”. Es decir, no ha habido mayores cambios,
pero hay expectativas en torno a la conveniencia de una sim-
plificación de la tesis.
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1. Los estudiantes están inmersos en su tesis pero no están
convencidos de poder terminarla
Un modo directo de reconstruir la relación de los estudiantes
con sus tesis es analizar las imágenes que emplean para repre-
sentar su esfuerzo. En las entrevistas hemos identificado cinco
imágenes o metáforas que a continuación analizamos.
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bres son bellas, pero lejanas y difícilmente accesibles. Seducen
pero intimidan. Un estudiante que siente la tesis como una
cumbre se coloca en una situación de anhelo pero de práctica
imposibilidad, pues el esfuerzo sería descomunal.
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e) “La primera frase que vino a mi mente fue ‘dolor de
cabeza’” (Alumna 6).
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En síntesis, la expectativa de hacer un aporte que implique un
inicio promisorio en la profesión está presente junto con la
sensación de no ser capaz, de no estar suficientemente prepa-
rado, al menos por el momento, para trepar esa cumbre. Por
momentos prima la alegría de estar elaborando ideas propias,
pero el trasfondo es de dudas y desánimo por la enormidad
de la tarea. Finalmente, lo que impera es la ansiedad, el sentir
la tesis como un reto que no se puede evitar, pero que es,
ante todo, un dolor de cabeza.
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hasta el hartazgo, [luego] desarrollar un marco de análi-
sis... Empecé con muchas ganas... he terminado agotado...
todo lo quise abarcar y muy rápidamente” (Alumno 5).
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entiendo bien por qué no lo hice. Creo que primero fue por
querer dejar el marco de análisis sin hueco lógico alguno”
(Alumno 5).
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teamiento, me resulta imposible pensar fácilmente en un
aterrizaje” (Alumno 8).
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Y, sobre todo, que la información recogida es sumamente
importante, pues elaborarla es la actividad que fundamenta
la investigación.
“Al principio daba vergüenza, pero luego cuando veías
que no había problema, que la gente aceptaba, entonces no
sólo te ponías a entrevistar sin problema, sino que lo podías
hacer bien” (Alumna 1).
El alumno que ha vencido su temor a hacer trabajo
de campo es un alumno que está mejor encaminado en la
elaboración de su tesis.
“En primer lugar, no sé por dónde empezar. Siento que seguir
leyendo y no hacer campo a ver la realidad me está quitan-
do la posibilidad de aclarar mi idea central. Mientras más
tiempo pasa desde mi última salida al campo, más difícil se
vuelve para mí escribir” (Alumna 11).
Podríamos decir que este temor es un miedo a acer-
carse a una realidad desconocida.3
“Es difícil, además, mostrar una idea propia. Se genera
cierto miedo a la crítica, a ver que no has logrado articular
los conocimientos teóricos con lo observación de la realidad
de la cual quieres dar cuenta” (Alumna 11).
Una segunda causa es el miedo que tiene el estudian-
te a contrastar sus elaboraciones previas con la realidad. Es
probable que todo lo elaborado aparezca como demasiado
esquemático en relación a una realidad exuberante que no se
deja a atrapar por las anticipaciones conceptuales. La “cache-
tada de la realidad”.
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Entonces, el miedo a sumergirse en la información corres-
ponde a la inseguridad sobre la validez de las ideas elabora-
das. Temor a enfrentarse a sí mismo, a la posibilidad de sentir
que no se tiene ideas pertinentes, que todo aquello que se
ha pensado y elaborado no es tan válido, que tendrá que
ser rehecho. Es, pues, el temor de enfrentarse a las propias
insuficiencias.
Existen, pues, dos tipos de miedos a hacer trabajo de
campo. Temor a enfrentarse al otro y temor a enfrentarse a
sí mismo. El primero es mucho más fácil de superar que el
segundo.
Ahora bien, en otros casos puede darse un tercer fac-
tor. No se hace trabajo de campo simplemente porque no se
tienen preguntas. En una etapa inicial de la investigación, en
la que todavía no se generado una “velocidad de despegue”,
el alumno puede estar perdido intentando hallar su objeto de
estudio. Buscando definir sus objetivos. Esta incertidumbre
evita que realice cualquier salida a la realidad, precisamente
porque no cuenta con interrogantes con las que cuestionarla
y enfrentarla.
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modelo dependiente existe otro modelo más libre que, con
frecuencia, tiene resultados más fructíferos. Reconstruyamos
cada modelo de asesoría, tomando en cuenta, desde luego,
que se trata de tipos ideales, construidos simplificando la
realidad.
a) El asesor–director
“He tenido varios problemas con mi tesis desde Seminario
1. El principal fue el asesor. Para empezar, un asesor, para
mí, debería leer los trabajos, cosa que no hacía mi asesor en
Seminario 1. Por otro lado, se supone que es alguien con
más experiencia que tú, por eso debe ayudar a iluminar
lo difuminado de tu trabajo y ayudarte a organizarlo, o
darte líneas por donde ir trabajando. Debe asesorarte”
(Alumno 10).
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que buscan un asesor–director no toman la iniciativa de su
tesis, sino que se dejan llevar por la propuesta del asesor. Es
más, dependen de un asesor “eficiente”. Si el asesor tiene una
actitud pasiva, o hasta distante, la producción del estudiante
decae, como ocurrió en el caso de este alumno (su asesor no
estuvo pendiente de él, lo que se tradujo en que no avanzó
en su tesis).
En este tipo de relación puede darse el caso de que el
asesor adopte una visión lineal de la investigación. Ello con-
diciona al alumno a seguir una serie de pasos, una fórmula,
para el desarrollo de su tesis. La situación puede llevar al
estancamiento de la tesis, ya que el estudiante se entrampa en
la medida en que no culmina alguno de los pasos. El asesor se
convierte en una autoridad que debe impulsar y validar cada
uno de los pasos del estudiante.
En la base de esta relación hay una expectativa des-
mesurada sobre el rol del asesor, expectativa a veces suscrita
por profesores y estudiantes. Entonces la relación adquiere
matices colegiales.
b) El asesor–acompañante
“Ahora gracias a [mi asesora] sé que en realidad sólo se
trata de comprobar que tengo capacidad de investigar”
(Alumna 1).
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En este modelo de relación los alumnos tendrán más posibi-
lidades de adquirir autonomía y de desarrollar su tesis exito-
samente.
En síntesis, podemos encontrar dos concepciones
sobre el rol del asesor. En la primera se espera que el pro-
fesor tome la iniciativa y guíe, mientras que el estudiante
cumple. En la segunda, el asesor acompaña y da confianza
pero insiste en que el estudiante tome sus decisiones, desa-
rrollando su autonomía y creatividad.
Ahora bien, en ambos tipos de asesoría existe un
punto central: el reconocimiento. El alumno necesita ser
reconocido a lo largo del proceso de elaboración de la tesis.
Recibir confirmaciones de que está haciéndolo bien, que sus
ideas son interesantes y que su tesis va por buen camino.
Los estudiantes de Sociología no tienen mucha autoes-
tima o fe en su capacidad de elaborar una tesis. Por ello,
es fundamental para ellos que su asesor, en primer lugar,
pero también los profesores en general, les confirmen, a lo
largo del proceso de investigación, sus capacidades y logros.
De otro lado, debe tenerse en cuenta que el alumno duda
mucho de su capacidad para hacer una tesis dado el signi-
ficado desmesurado que le atribuye, pues la imagina como
un trabajo extenso e innovador.
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Entrevistadora: Sí. ¿Y tú te sientes capaz de hacer el aporte
que quieres hacer?
Alumno 2: Por ahora no
Entrevistadora: ¿Por qué?
Alumno 2: Porque... porque... porque... porque...porque...
siento que aún no tengo algo qué decir sobre algo. Ahorita
no me siento capaz.
Entrevistadora: ¿Tú crees que el que te sientas así, incapaz
de hacer este aporte, es una de las razones por la que tienes
tanto problema para hacer la tesis?
Alumno 2: Sí.”
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El ciclo es el siguiente: luego de una incertidumbre
inicial, los estudiantes incorporan la tesis en su vida, pero
finalmente no la culminan. Entonces la tesis se convierte en
una “cumbre” a escalar en otro momento de la vida. Los
obstáculos resultan insuperables y el impulso inicial insufi-
ciente. Se consolida, entonces, una sensación de “parálisis”.
La parálisis se puede entender como el querer sin
poder. El alumno quiere avanzar, quiere trabajar, pero por
alguna razón no puede. Se siente anudado y confundido,
impotente.
Los alumnos explican esta “parálisis” como resultado
de no poder escribir lo que realmente quieren escribir.
“Siento que lo que escribo no me convence. Y tengo la presión de
escribir para cumplir con los requerimientos del curso. Entonces,
esto que estoy escribiendo y no me gusta, va creciendo. A veces
pasa que llega un momento en que lo que escribo me gusta y me
alegra, pero después regreso a lo anterior, a que lo que escribo
no me gusta, pero tengo –por los requerimientos del curso– que
seguir trabajándolo” (Alumno 8).
En este testimonio se pone de manifiesto cómo la
insatisfacción por lo que se hace termina imponiéndose sobre
ciertas alegrías demasiado efímeras. Escribir es vivido con una
violencia contra sí mismo, una violencia que resulta de hacer
algo para lo cual uno no se siente capaz. Esta presión apa-
rece motivada por una exigencia externa, los requerimientos
del curso. En todo caso, pensar y escribir son vividos como
situaciones mayormente desagradables. Retos desmesurados.
Puede suponerse que el ejercicio de la creatividad implica
controlar la angustia. No desarmarse frente al vacío de la
página en blanco y confiar en la propia capacidad de ir arti-
culando un discurso.
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“Mi principal problema es que todo lo que escribo no me
gusta, nada me convence, nada es lo que realmente quiero
decir. Pero después veo que estoy a mitad de ciclo, entonces
tengo que avanzar con esto feo que no me convence, porque
tengo que hacer algo (...) Mi principal problema es que
tengo algo en la cabeza, pero no puedo ponerlo en palabras,
en conceptos para que el resto lo entienda (...) No logro
poner en un papel lo que tengo en mi cabeza. Entonces
escribo cosas que no me convencen y como tengo que avanzar
por el curso, siento que avanzo con algo que no me gusta. Y
eso hace que sienta muchos problemas y disgusto con lo que
hago. Por eso me deprimo” (Alumna 11).
En este testimonio se atribuye la “parálisis” a una
debilidad para simbolizar. Una dificultad para poner en pala-
bras lo que ya estaría como intuición y latencia. Los intentos
de verbalizar estas latencias son juzgados insatisfactorios,
hasta vistos con repugnancia, como abortos que traicionan la
felicidad de la latencia.
En el testimonio la estudiante considera que hay una
capacidad suya que sí funciona, la intuición, pero que hay
otra capacidad que no está desarrollada, la simbolización.
Entonces, el pasaje de lo confuso originario o intuitivo, a lo
conceptual y ordenado no puede efectuarse. O, si se efectúa,
el resultado es decepcionante. Puede que esta decepción obe-
dezca a que la varilla esté demasiado alta.
La idea de que “tengo ideas, pero no puedo escri-
birlas” tiene una función consoladora, pues enfatiza que el
problema es secundario, que lo principal sí funciona. Es decir
hay una capacidad atrás pero no se logra decir lo que se quie-
re y la exigencia externa incrementa la insatisfacción.
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De esta manera, si se asume como cierta la anticipación de
que ‘no seremos capaces de elaborar nuestras impresiones’,
entonces queda debilitado todo impulso para hacerlo, crista-
lizándose un sentimiento de impotencia.
¿Esta (auto) interpretación que enfatiza la dificultad
para verbalizar es realmente cierta? Es decir, ¿existe realmente
una latencia feliz? ¿Es acaso la capacidad de simbolización el
obstáculo central? ¿No será este planteamiento una mistifica-
ción destinada a explicar una parálisis que tiene otro origen?
Tratando de responder estas preguntas se puede conjeturar
que esta explicación no va a la raíz de la parálisis. Representa
un intento de defenderse frente a la sensación de fracaso, sal-
vando la autoestima a través de una afirmación de fe: ‘tengo
muy buenas ideas’. En realidad, lo que estos testimonios,
pese a sus autores, demuestran es el temor y la dificultad a
pensar por cuenta propia, a confrontarse sistemáticamente
con el vacío que precede a la inspiración como el momento
fecundo en el que se descubre la “punta del ovillo”, el argu-
mento o hilo conductor de un trabajo.
El otro factor que explica la “parálisis”, que está pre-
sente aunque no sea referido por los estudiantes, tiene que
ver con el hecho de que las expectativas que el estudiante
coloca sobre su trabajo son muy altas. Más aún por la com-
petencia entre los propios alumnos. En estas circunstancias,
sentirse intimidado, sobrepasado por la presión es una sensa-
ción muy probable. Entonces, lo que queda es salvar la cara
mediante explicaciones que justifican la poca creatividad pero
que en realidad encubren las raíces más profundas de esta
situación, como es la falta de experiencia de investigación, el
temor a enfrentar la incertidumbre propia del pensar, el ansia
de seguridad que lleva a recaer en lo trillado como salvación.
Todo ello lleva a la “parálisis”, a dejar de interrogarse, a
deslizarse en la comodidad del “no sé” o, en todo caso, a
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paralizar el trabajo. No problematizar, no colocarse en una
disposición propicia al diálogo interior, en ese ánimo flotante
pero inquisitivo, del cual surgen las conjeturas.
Para los estudiantes de Sociología resulta muy pro-
blemático dejar atrás su condición de alumnos para conver-
tirse en profesionales, autores, gente con ideas propias. Con
frecuencia, la relación entre el asesor y el tesista se vuelve
colegial. Es decir, se guía y se dirige demasiado al alumno.
En muchas ocasiones el alumno se siente demasiado cómodo
en esa condición, de manera que no se propone trascender-
la. No se siente lo suficientemente capaz de ser un autor.
Y pensar que tiene que hacer un trabajo largo y original lo
angustia, siente que no tiene capacidad para hacerlo, y esto
lo paraliza.
Otra razón que puede contribuir a la parálisis es la
actitud (demasiado) crítica de los profesores. Resulta que
muchas veces se pone el énfasis no en los logros consegui-
dos, sino en las carencias manifiestas. Una buena acogida
empodera al estudiante. “Sentí que tenía algo que decir y que
estaba bien visto por los otros. Me gustaba el reconocimiento
que recibía, y eso me hacía querer escribir la tesis, querer seguir
buscando ese reconocimiento” (Ex alumno 3).
La sensación de “parálisis” es recurrente en el proce-
so de investigación. Salir de la “parálisis” requiere creatividad
y trabajo. Contener la ansiedad que desarma y ensayar nue-
vos caminos.
La mayoría de las veces no se logra la “velocidad de
despegue” y la sensación de “parálisis” se impone, de manera
que la ejecución de la tesis queda relegada a un futuro inde-
terminado. Los factores que llevan a la “parálisis” son a) una
visión (desmesurada) de la tesis como un proyecto que debe
ser novedoso y aportar algo diferente a las ciencias sociales; y
b) la falta de trabajo de campo que impide, a la larga, tener
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un acercamiento con el objeto de estudio y escribir sobre él
de manera fundada.
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II. 2 El caso de los estudiantes de Literatura
Se realizaron cuatro entrevistas a alumnos de Literatura que
en el ciclo 2005-2 se encontraban cursando el Seminario de
Investigación, curso que se centra en la elaboración de la
tesis. Dos de ellos se encontraban en el último ciclo de su
carrera, es decir, estaban a un paso de graduarse. A los otros
dos todavía les faltaba un ciclo para finalizar.4
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“En Literatura, además, no sabemos hacer trabajos de inves-
tigación. Sólo hacemos trabajos chiquitos, contestando a peque-
ñas y puntuales preguntas. (…) Y de pronto te enfrentas con
la tesis y te dices ‘wow, ¿cómo hago esto?’ ” (Alumna 1).
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3. Tesis como el inicio de una especialización
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4. Miedo al uso de la teoría. Poca familiaridad con el trabajo
teórico
La tesis es vista, en general, como una investigación
que implica un camino mucho más complejo de lo usual. No
se sienten preparados porque, si bien han desarrollado capa-
cidades de presentar y comentar el texto literario, carecen de
una formación teórica que les permita formular hipótesis. Y
es allí donde encuentran su principal debilidad.
En la mayoría de trabajos en Literatura usamos uno o dos
textos de teoría y el resto de críticas. En este caso es todo lo
contrario, más que nada teoría y poca crítica, si es que se
usa” (Alumna 2).
Entonces, hay un “oficio” que consiste en presentar
el texto. Pero esa presentación está demasiado “pegada” al
propio texto, no hace más que reproducirlo en otras palabras,
faltando la “capacidad teórica” para formular preguntas, para
elaborar argumentos más generales.
En general, podríamos suponer que el elaborar una
tesis representa, para el alumno de Literatura, un salir fuera
de lo usual. Además, a la tesis la circunda un halo de “imposi-
ble” o de “gran hazaña”, que hace que a la larga sea percibida
como una tarea torturante, casi imposible de realizar.
Es importante llamar la atención sobre el papel que,
según los alumnos, tiene la teoría en la investigación. Todos
ellos afirman que ésta es fundamental e imprescindible, sin
embargo, en el poco manejo de ella recaen, aparentemente,
las principales dificultades.
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mite no hablar por hablar. Es, a fin de cuentas, una base”
(Alumna 3).
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“Somos demasiados para un solo asesor. Muchos chicos no
tienen esta buena relación con el asesor porque no es un
especialista en los temas que ellos quieren trabajar. El curso
debería plantearse de tal manera que diversos especialistas
de diferentes temas lo dicten” (Alumna 1).
“La asesoría se busca constantemente. Pero como somos 27
uno no puede ir a hablar con el asesor tantas veces como
quisiera porque sabe que hay otros que también lo están
buscando. Así, me siento sola a veces. Se necesita a alguien
más” (Alumna 1).
“En Seminario somos muchos y tenemos sólo dos asesorías
por alumno fijas, establecidas en el ciclo. Es muy poco. (…)
El asesor debe estar un poco más detrás, preguntarte cosas.
Estar un poco más. Que nos vaya guiando, con las ideas que
ya tenemos, para poder empezar a escribir, que es lo más
difícil. Tienen que estar más ahí, que se le pueda ubicar,
porque no siempre está en la universidad y por mail no es lo
mismo” (Alumna 2).
“El Seminario de investigación es demasiado grande. Yo,
por ejemplo, sólo he tenido dos asesorías en todo el ciclo”
(Alumna 3).
¿Qué esperan estos alumnos del asesor de tesis? A dife-
rencia del caso de Sociología, donde las asesorías son mucho más
constantes y la relación con el asesor más personal, en Literatura
los alumnos tienen tan sólo dos reuniones con el profesor. De
hecho, el tesista tiene mucho más autonomía e independencia.
A veces ello puede ser favorable, pues el estudiante tiene que
asumir la autoridad sobre su trabajo. Importante es destacar el
caso del Alumno 4, quien afirma que:
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“[El profesor del Seminario] no es mi asesor-asesor, porque
tengo también a [otra] profesora que sabe de estos temas y
con quien he conversado. También he conversado con otro
profesor. Todos tienen puntos de vista diferentes, entonces
te dan textos diferentes a leer, lo que es bueno. Yo diría que
tengo asesores. Todos creen que van a ser mi asesor. Pero yo
la verdad no quiero tener asesor, porque me parece medio
injusto para ellos porque si le digo a uno le tengo a decir no
a los otros. Lo que sí sé es que cuando tenga lista la tesis se
la voy a dar a leer a varios para que me den anotaciones”
(Alumno 4).
Este alumno tiene la idea de que la elaboración de
su tesis está en sus propias manos. Más que un asesor que
le indique qué hacer, busca comentaristas, varios profesores
que le den ideas pero sin comprometer su autonomía. Es así
como va formando y fortaleciendo su autoría.
Frente a ello tenemos el caso de alumnos que buscan
un asesor “pastor”, que les señale y guíe el camino por donde
deben transitar. Es una relación mucho más dependiente. Por
ejemplo, en el caso de la Alumna 2, ella tuvo que buscar la
asesoría de una filósofa, debido a que su tesis se centraba en
el análisis filosófico de un personaje.
“Hablé con [una filósofa] para que me terminara de expli-
car algunos términos y me di cuenta que no funcionaba
para nada. Mi asesor tampoco estaba completamente seguro
de si podía funcionar lo que yo estaba haciendo, pero no me
podía ayudar porque él no es filósofo. Pero yo sentí que él me
debía haber dicho “fíjate bien lo que estás haciendo, puede
que no funcione”. Y no me lo dijo en ningún momento. Sólo
me decía “sigue investigando”. Y cuando después de tener
la entrevista con [la filósofa] le dije que no funcionaba me
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dijo “sí, pues, yo había visto cosas que no funcionaban”.
Entonces me quedé en cero” (Alumna 2).
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de alternativas posibles. Ello requiere, para empezar, un
lenguaje que permita problematizar. Entender, entonces, lo
interesante como síntoma, como resultado característico de
un ordenamiento que resulta, sin embargo, “invisible” desde
el sentido común. Un ordenamiento que puede ser puesto
en evidencia con los conceptos adecuados.
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En principio, dicho curso debería ser el Diseño de Investigación
pero se trata de un curso único donde a veces predomina la
comentada imagen lineal de la investigación.
Sin quererlo explícitamente, se establece la idea de
que se puede hacer un marco teórico con independencia
de la realidad. Y esta expectativa es problemática pues toda
elaboración teórica está (co)determinada por el objeto de
estudio. En este sentido, se propone como sugerencia que los
cursos de teoría exijan que las monografías a entregar tengan,
necesariamente, un anclaje empírico.
Entonces, a los estudiantes les falta la habilidad de
construir marcos teóricos en función de las realidades que
éstos deben hacer inteligibles. Es una habilidad que supone
un diálogo entre la realidad y la teoría. Esta habilidad debe-
ría, en principio, ser fomentada en el curso de Diseño de
Investigación. Pero ya es demasiado tarde en la carrera, debi-
do a que este curso recién se dicta en el cuarto ciclo, junto
con Teoría 4, el último curso de las teorías.
En síntesis, no existe un espacio de diálogo entre el
trabajo empírico y la teoría. Ello se evidencia en el hecho que
no existe un diálogo entre los cursos de metodología y los de
teoría.
Es fundamental que los estudiantes aprendan a hacer
marcos conceptuales ad-hoc; es decir, cuyo fin sea iluminar
realidades concretas. Es necesaria una concepción de la teoría
más modesta, no como un fin en sí mismo, sino como un
marco que permite iluminar una realidad específica.
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existentes. Hay otros cuyos syllabus no poseemos (son otros
doce).
En la carrera existen cuatro cursos de teoría –Teoría
Literaria Clásica, Teoría Literaria Moderna, Teoría Literaria
Contemporánea 1 y Teoría Literaria Contemporánea 2–.
Estos cursos se centran en el acercamiento a diversas corrien-
tes literarias y en el estudio de las mismas. El énfasis es mucho
mayor en la teoría que en los textos literarios.
Este énfasis no está avalado por el resto de cursos
de la carrera. En efecto, en los otros ocho syllabus revisados
sólo uno hace referencia explícita a la teoría literaria como
herramienta para el análisis de los textos. Los syllabus se
concentran en el estudio de la obra y su contexto. En pocas
ocasiones se hace referencia a la necesidad de trabajar con
conceptos teóricos.
Por otro lado, muchos cursos exigen al alumno la
elaboración de trabajos monográficos. A éstos se les suele
calificar de “investigaciones”. No obstante, en los syllabus no
hay mayor explicación sobre lo que el trabajo supone y qué
se entiende por una investigación. Al parecer, estos trabajos
no implicarían el uso de teorías. Por lo menos no así en la
mayoría de casos. Se pide que se trabaje con textos literarios
y se estudie algún hecho o característica del mismo, pero no
se busca que ello se haga desde un determinado enfoque, que
suponga la necesidad de utilizar teoría literaria. Estas últimas
ideas nuestras están basadas en inferencias, ya que realmente
en los syllabus no se explicita cómo debe ser el trabajo mono-
gráfico.
Entonces, podríamos decir que en Literatura también
existe una brecha entre la teoría y “el campo”. “El campo”
en este caso vendría a ser el texto literario. En los cursos
teóricos se hace mucho más énfasis en lo primero que en lo
segundo, mientras que en el resto de cursos la teoría tiene un
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papel mucho más pequeño. No hay cursos en los que ambos
se acerquen, en los que busque como objetivo principal el
análisis de obras a partir de la teoría. Por ello, es que tantos
alumnos sienten que tienen una fuerte falencia en lo que a
trabajo con teoría se refiere.
IV. RECOMENDACIONES
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estudiante sienta que sus esfuerzos son reconocidos. De esta
manera, se sentirá legitimado en su pretensión de autor.
notas
1
Se han suprimido los anexos que corresponden a una problematización
conceptual de la investigación y, de otro lado, a una síntesis de las entre-
vistas realizadas.
2
Portales de los que se consiguió la información para este punto:
• Flores Santacruz, Julieta. ¿Temor a la Elaboración de Tesis? Escuela
Nacional de Trabajo Social. México. Ponencia. Noviembre 2003.
http://www.congreso.unam.mx/ponsemloc/ponencias/261.html
• Taller de Investigación, Elaboración y Asesoría de Tesis. Universidad
Católica de Santa María, Arequipa. http://www.ucsm.edu.pe/rabar-
caf/taineate.htm
• Calderón de la Barca, Laura y María Bono López. Manual para la Ela-
boración de Tesis de Licenciatura del Departamento de Derecho. Instituto
Tecnológico Autónomo de México. Septiembre, 2003.
http://derecho.itam.mx/documentos/manual%20de%20tesis.pdf
• Guía para la Preparación de Propuestas, Tesis e Informes de Proyecto.
Universidad de Puerto Rico. Agosto, 2005. http://computacion.
cs.cinvestav.mx/~acaceres/courses/udo/seminarioTesis/documentos/
redaccion_tesis.pdf
• Reglamento para la Elaboración de Tesis, Proyectos de Grado o Trabajos
de Investigación. Universidad Alfredo Pérez Guerrero. Ecuador. Enero,
2001. http://www.unap.edu.ec/paginas/reglam-tesis.htm
• Armijo Rodríguez, Iván Alejandro. Instrucciones para la Presentación de
una Tesis de Magíster. Facultad de Psicología, Universidad del Desarro-
llo. Chile. Abril, 2005. http://www.udesarrollo.cl/cursos/scl/1702S/
Otros/06.doc
• Normas y Criterios para la Elaboración de la Tesis y la Obtención del
Grado de Maestro. Departamento de Educación y Desarrollo Humano.
Maestría en Desarrollo Humano. Maestría en Investigación y Desarro-
llo de la Educación. universidad Iberoamericana. México. 1999.
http://www.uia.mx/ibero/oacademica/posgrado/psicolog/mdesa-
hum/pdf/normas.pdf
• Normas para la redacción de la tesis de licenciatura. Pontificia Universi-
dad de Santa Cruz. Italia. http://www.usc.urbe.it/spagnolo/teologia.
htm
81
• PUCP. Anuncio del Vicerrectorado.
• ULIMA www.ulima.edu.pe
• UNMSM www.unmsn.edu.pe
3
El objeto de estudio influye también en el grado de dificultad que tiene el
alumno para acercarse a la realidad. En muchos casos, si el trabajo supone
estudiar poblaciones diferentes a uno, más pobres o alejadas, la dificultad
es menor. Porque se sabe de la existencia de una cierta jerarquía (como
universitarios limeños podemos tener más legitimidad de acercarnos) y
además porque es una oportunidad para que el otro converse, y se dé a
conocer, con alguien de otro lugar, y viceversa. Pero en caso en que el
objeto de estudio sea un sujeto de condiciones socioeconómicas similares
a las del alumno, le puede costar más el acercamiento. Se teme alterar la
vida cotidiana de estas personas, molestar sin tener alguna razón válida por
la que hacerlo.
4
Debido a la currícula de la especialidad de Literatura, es posible que
un alumno lleve el Seminario de Investigación en algún ciclo no final,
lo que supone que lleven el curso sin haber pasado por Teoría Literaria
Contemporánea 2. Ello hace que existan diferentes tipos de alumnos
elaborando su tesis: quienes ya han pasado por todos los cursos de teo-
ría y quienes todavía están a medio camino, habiendo llevado Teoría
Contemporánea 1, mas no la 2. Eso hace que su manera de abordar la
tesis, las herramientas con las que cuentan y el proceso por el que viven,
sean diferentes. Vale la pena mencionar que de los cuatro alumnos entre-
vistados, tres de ellos eran mujeres. El único hombre era uno de los dos
casos de alumnos que todavía no había llevado Teoría 2.
5
En la actualidad, la Especialidad de Literatura ha decidido que la tesis de
licenciatura se presente en forma de un artículo, lo que supone acortar su
extensión a un promedio de 30 páginas. Esta opción es del agrado de los
estudiantes, ya que la ven como mucho más abordable.
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