REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES

Nº 6 - 2003
© FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
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Director : Dr. Carlos Borrego Peralta

Editor : Dr. Santiago Uceda Castillo
Revisión y Corrección : Lic. Nyler Segura Vásquez
Dr. Wadson Pinchi Ramírez
Dr. Weyder Portocarrero Cárdenas
Digitacion y
procesamiento : Srta. Patricia Vela Gálvez
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Comité Editorial : Dr. Carlos Borrego Peralta

Dr. Santiago Uceda Castillo
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Canjes : Fac. de Ciencias Sociales. Av. Juan Pablo II s/n.

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NOTA: Los artículos son de responsabilidad de los autores.

AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD
NACIONAL DE TRUJILLO

Mg. HUBER RODRÍGUEZ NOMURA

Rector

Dr. PEDRO DE LA CRUZ RODRÍGUEZ

Vicerrector Académico

Mg. FELIPE TEMOCHE RUMICHI

Vicerrector Administrativo

AUTORIDADES DE LA FACULTAD DE
CIENCIAS SOCIALES

Dr. ORLANDO VELÁSQUEZ BENITES

Decano

Dr. WADSON PINCHI RAMÍREZ

Jefe del Departamento de Ciencias Sociales

Lic. NYLER SEGURA VÁSQUEZ

Jefe del Departamento de Arqueología y Antropología

Mg. GUILLERMO GUITIERREZ CHACÓN

Director de la Escuela de Antropología

Mg. MIGUEL CORNEJO GARCÍA

Director de la Escuela de Arqueología

Lic. LUIS CORONADO TELLO

Director de la Escuela de Turismo

Mg. JOSÉ ELÍAS MINAYA

Director de la Escuela de Trabajo Social

Mg. CARLOS MOZO BLAS

Profesor Secretario
 PRESENTACIÓN

Los periodos de crisis, son los momentos que permiten los cambios o estancamiento
de instituciones o de la sociedad en su conjunto. La facultad de Ciencias Sociales, ha
pasado por una crisis impuesta desde afuera, que creó una inercia entre sus miembros.
Justo este periodo de casi 4 años coincidió con el crecimiento de la facultad; dos nuevas
Escuelas se crearon, y, en ello, se amplió el horizonte y temáticas de debate académico.

La Revista de Ciencias Sociales, perdió el paso, producto de la crisis antes menciona-

da. Cinco años después reaparece, pero en esta oportunidad lo hacemos con el aporte de
las nuevas disciplinas. Que duda cabe que este es el mejor logro, que se refleja en las
diversas contribuciones que aparecen en este número.

En nuestro medio, es un triunfo cada vez que se logra publicar un libro, pero lo es más
dar continuidad a una Revista, Con la aparición de Nº 6 de Ciencias Sociales, damos
continuidad a nuestra Revista. En sus 5 números anteriores se logró despertar el interés
por este medio de difusión, tan necesario en un ambiente universitario. Nuestro esfuerzo
es para que Ciencias Sociales perdure en el tiempo, se fortalezca y promueba la investi-
gación entre son disciplinas.

El Comité Editorial ha retornado el estilo inicial de la Revista y exhortamos a nuestros

colaboradores, presentar sus trabajos de acuerdo a las recomendaciones que damos en
la Guía para Autores, que aparece al final de la Revista.

También hemos querido crear una nueva estructura de la Revista en cuatro secciones.
La primera relacionada con la Antropología y Etnología; la segunda, Sociología y Trabajo
Social; la tercera; Historia, Arqueología y Turismo y la cuarta, contribuciones
interdisciplinarias.

Esperamos que las diversas contribuciones, de profesionales de reconocido prestigio,

así como de otros que se inician en el camino de la investigación, abran al debate de los
temas tratados por ellos. Que sirva de estímulo a los docentes que no han participado. Sin
embargo, la Revista debe ser fuente de consulta para la enseñanza, los docentes debe-
mos convertir estos documentos en herramientas útiles para actualizar nuestros cursos e
incentivar entre los estudiantes el hábito a la lectura, la crítica y el debate académico.

EL EDITOR
 INDICE

Pág.

SECCIÓN ANTROPOLOGÍA

1. LOS SANTOS PATRONOS DE LA CIUDAD INDÍGENA A LA CIUDAD INDIANA.

MILLONES, Luis 11

2. SAN ISIDRO LABRADOR EN MOCHE

SEGURA VASQUEZ, Nyler Antonio / LAVADO, Manuel Alfonso 25
3. SAN ISIDRO LABRADOR Y LA AGRICULTURA EN LA CAMPIÑA DE MOCHE.
ELÍAS MINAYA, José Fernando 35
4. VIGENCIA DE LOS ESTUDIOS DE PARENTESCO ANDINO EN EL PERÚ.
PINCHI RAMÍREZ, Wadson 67
5. PODER Y CACICAZGO EN CASA GRANDE
VELÁSQUEZ BENITES Orlando 77
6. IDENTIDAD NACIONAL Y GLOBALIZACIÓN
GUTIERREZ CHACÓN, Guillermo Armando 97
7. HACIA UN TRABAJO ANTROPOLÓGICO DE SALUD EN COMUNIDADES
CAMPESINAS DE ANCASH
VIGO MURGA, Evert Arturo 105

SECCIÓN SOCIOLOGÍA Y TRABAJO SOCIAL

8. NEOLIBERALISMO Y CAMPESINADO
MAYER, Enrique 119
9. PARTICIPACIÓN VECINAL Y ACCIÓN POLÍTICA
MIRANDA FLORES, Javier Néstor 129
10. PARTICIPACIÓN VECINAL Y GOBIERNO LOCAL EN EL DISTRITO EL PORVENIR
– TRUJILLO.
MOZO BLAS, Carlos Francisco 169
11. REFLEXIONES SOBRE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO Y LA
GLOBALIZACIÓN.
BORREGO PERALTA, Carlos Andrés 175
12. GLOBALIZACIÓN, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD EN EL NORTE DE TRUJILLO.
PORTOCARRERO CÁRDENAS, Weyder 191
13. ROLES DE LA GERENCIA CON EL CAMBIO DE MODELO EMPRESARIAL EN
LAS EMPRESAS AGRARIAS AZUCARERAS
ELÍAS MINAYA, José Fernando / BORREGO PERALTA, Carlos Andrés 203
14. REFLEXIONES SOBRE EL TRABAJO COMUNITARIO DESDE LA PRÁCTICA SO-
CIAL
LIC. AGUILAR PAREDES, Orealis María del Socorro 215

15. VIOLENCIA FAMILIAR: MALTRATO INFANTIL.

MG. ALVA DÍAZ, Doris Eda 221
16. APUNTES HISTÓRICOS Y METODOLÓGICOS DEL TRABAJO SOCIAL
ALZA SALVATIERRA, Vanesa Jocelym 233
17. PERSPECTIVAS DEL TRABAJO SOCIAL EN LAS ÁREAS TRADICIONALES Y EMER-
GENTES DEL INTERVENCIÓN EN EL SIGLO XXI
CÓRDOVA LLONTOP, José Marcos Ulises / PINILLOS VILCA, Carlos 241

SECCIÓN HISTORIA, ARQUEOLOGÍA Y TURISMO

18. ESPAÑA EN EL SIGLO DE LA CONQUISTA

ELLIOTT, Jhon 251
19. ESTUDIO DE UNA ALDEA MOCHE EN EL RIO SECO LA ESPERANZA-LA LIBERTAD
DEZA MEDINA, Carlos / RODRÍGUEZ E., Marco 265
20. LA AGRICULTURA TRADICIONAL COMO RECURSO TURISTICO PARA EL
AGROTURISMO EN LA CAMPIÑA DE MOCHE
PRÍNCIPE LEÓN, Jenny Marlene 281

21. FORMACIÓN ACADÉMICA E INSERCIÓN LABORAL DE LOS EGRESADOS DE LA

ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE TURISMO: 1999 – 2000
ESCALANTE GÓMEZ, Heyder Onú y ZAPATA MENDOZA, Mercedes Elena 321

SECCIÓN COLABORACIONES INTERDISCIPLINARIAS

22. POBREZA, MEDIO AMBIENTE Y CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO: RETOS DE LA

INVESTIGACIÓN AGRARIA.
AMAYA ROBLES, Julio Estuardo / MORACHIMO BORREGO, Pablo Javier 359
23. LA EXPERIENCIA DEL FONDO ROTATORIO AGRÍCOLA EN LOS VALLES
COSTEROS DE VIRÚ, MOCHE Y CHICAMA
MORACHIMO BORREGO, Pablo Javier 375

DE LOS AUTORES

GUIA PARA AUTORES

 SECCIÓN
ANTROPOLOGÍA
 LOS SANTOS PATRONOS. DE LA CIUDAD
INDÍGENA A LA CIUDAD INDIANA
1. INTRODUCCIÓN
Inkas y mexicas definieron sus ciuda-
des como conjuntos de personas antes que
espacios delimitados. Los conceptos de
altepetl en nahua y de llaqta en quechua
aluden a los pobladores antes que a los
terrenos ocupados. En los Andes, otros
términos cercanos tampoco nos servirán
para dar idea de las dimensiones, tal es el
caso de marka que en el quechua contem-
poráneo equivale a «ciudad o poblado»
(Academia 1995: 305), pero que en el si-
glo XVI tenía un significado más vasto. In-
cluía desde protector («el valedor o abo-
gado protector») hasta los altos o la parte
alta de una casa, pasando por «lo que se
lleva consigo en caso nos pueda faltar algo,
lo que se tiene demás por precaución o
necesidad». Así por ejemplo, marka qollqe
es el tesoro o la plata guardada (González
Holguín 1989: 231-232).
Esta percepción de las agrupaciones
humanas al momento del contacto, hace
posible explicar que las tierras utilizadas
por un ayllu precolombino o comunidad
indígena colonial o contemporánea, pudie-
ran estar aparentemente entremezcladas
con las de otros ayllus o comunidades. Esta
aparente superposición de propiedades
hace muy difícil enmarcarlas dentro de la
legislación occidental.
Los espacios indígenas precolombinos
no parecen haberse identificado con po-
seedores que medían su pertenencias en
términos de espacios cerrados, o incluso
LUIS MILLONES
con propietarios concretos. Lo que no sig-
nifica que las comunidades ignorasen las
tierras que les correspondían sembrar o
cosechar. Simplemente que el terreno
abierto visualizado por los europeos, no era
tal. Otros acercamientos a los andenes,
surcos o camellones, hacían posible que
cada comunidad fuese muy clara con res-
pecto a sus derechos y obligaciones.
Esta misma lógica se aplicaba al mun-
do sobrenatural, el apu o elevación
divinizada más cercana (y visualmente más
imponente) de la comunidad, velaba por
sus fieles o miembros de los ayllus que le
prestaba reverencia. Desde la perspectiva
del conquistador, todas las montañas cir-
cundantes parecían ser igualmente ame-
nazadoras, pero para quienes habían vivi-
do allí por generaciones, sólo una de ellas
era el marka (o quizá más propiamente
markakamayoq) o protector de su pueblo.
Es interesante observar que el compor-
tamiento de la hueste española con respec-
to a la fundación de ciudades tuviera ciertas
coincidencias con los conceptos de llaqta o
altepetl. Por lo menos, así sucedió en los
primeros momentos, cuando los expedicio-
narios europeos procuraron llevar adelante
el mandato de Isabel la Católica, que tan
temprano como 1501, ordenó a fray Nico-
lás de Ovando, primer gobernador de La
Española, que hiciese «poblaciones» para
que los cristianos no vivieran «desparrama-
dos» (Kagan 1998: 61). En estos primeros
cincuenta años de la Conquista, la funda-
ción de ciudades tuvo su sustento en las
propias tropas de los conquistadores, cons-
tituidas en vecinos de las urbes recién naci-
das. Concluido el ritual que acompañaba a
la reorganización del espacio, si las condi-
ciones no eran favorables, el grupo acarrea-
ba consigo la legalidad recién constituida y
si era necesario volvía a fundar la ciudad
tantas veces como fuese necesario, hasta
que la comunidad de vecinos se sintiera en
capacidad de establecerse. Así sucedió con
Quito y Bogotá. En ambos casos, por razo-
nes muy parecidas, los primeros que ocu-
paron el lugar, Almagro y Benalcázar (Qui-
to, 15 de agosto de 1534) procedieron a fun-
dar Santiago de Quito, para luego volver a
hacerlo, como San Francisco de Quito. Lo
mismo sucedió a Jiménez de Quesada que
fundó Ciudad de Nueva Granada y Santa
Fe de Bogotá en 1538 y 1539, sin mudarse
de lugar (Ramos Pérez 1975: 107-108).
Esta coincidencia, de hacer reposar en
las personas y no en los espacios, los
asentamientos humanos, se alargó más
cuando se repartieron las encomiendas. Los
encomenderos contaban sus propiedades
a partir de los bienes expropiados de sus
encomendados. Pero aquí el proceso toma-
ba una dirección definida, el europeo bus-
caba de delimitar sus posesiones y
encuadrarlas en una contabilidad que hicie-
se rentable la larga jornada hacia las Indias.
Sin embargo, el escaso número de españo-
les y lo diferente de las instituciones y usos
en este proceso de dominación, hizo que
los líderes indígenas o kuracas fuesen los
traductores culturales, constituyéndose en
la barrera que tamizaba la comunicación
entre los sistemas de costumbres, econó-
micas y valores.
Cuando se impusieron definitivamente
las reducciones indígenas y se reordenó el
espacio andino para establecer la mano de
obra forzada indispensable en la explota-
ción de las minas, y al mismo tiempo, para
dar inicio a una evangelización organiza-
da. Y si bien la fundación de ciudades se
había iniciado desde que los españoles
desembarcaron en el Norte del continente,
a estas «ciudades» hispanas se agrega-
ron los «pueblos de indios».
12
Hay que subrayar que la denominación
de las ciudades acarrea la nostalgia de los
lugares de origen, allá en Iberia , y la
advocación de un santo cristiano. En mu-
chos casos, el conquistador presta home-
naje a su rey, como al nombrar a las islas
Filipinas, o al reino, como Nueva España,
o a una región determinada, como Nueva
Galicia, pero en general, el poblado recién
fundado lleva el nombre de un santo, cris-
to o virgen, al que generalmente se agre-
ga otro, en la lengua aborigen que se pre-
sume haber sido el original. Este acto de
fundación, por encima de la evocación del
conquistador o de sus preocupaciones por
evangelizar a los indígenas, traía consigo
una considerable fuerza religiosa: «Al to-
mar posesión de los términos de Nuevo
México, Juan de Oñate... puso y clavó con
sus propias manos en un árbol fixo, que
para esto aderezó, la Santa Cruz de Nues-
tro Redemptor Jesucristo, y volviéndose a
ella, de rodillas en el suelo, dixo: Cruz San-
ta, que sois divina puerta del cielo, altar
del único y esencial sacrificio del cuerpo y
sangre del Hijo de Dios, camino de los
santos y posesión de la gloria, abrid la
puerta del cielo a estos ynfieles, fundad la
iglesia y altares en que se ofrezca el cuer-
po y sangre del Hijo de Dios, abridnos ca-
mino de siguridad y paz para la conver-
sión dellos y conservación nuestra» (Guar-
dia 1975:95).
Pero las ciudades actuales de Hispano-
américa no nacen necesariamente de fun-
daciones formales. En el Perú, aun antes de
la implantación de las reducciones toledanas,
al costado del acto solemne, en lo que sería
el centro de sus operaciones, los españoles
procedían al reparto de solares y de enco-
miendas. A continuación el encomendero
escogía dentro de sus posesiones (o la de
sus kuracas, si se quiere respetar el acto ju-
rídico) el lugar donde quería construir su casa
y la guairona o ramada, es decir la capilla
abierta para la conversión de sus encomen-
dados. Así sucedió en la Villa de San Miguel
(Piura, Perú) con las zonas aledañas, entre
ellas Sechura, como nos lo reporta el análi-
sis de sus libros de cabildo (Huertas 1995:
28-299).
 Obsérvese que tanto en las antiguas
posesiones españolas en Norteamérica,
como el caso descrito en Nueva México
(situación que se repite en al Norte del
Perú) la fundación de la ciudad extendía
de manera difusa el radio de la cristiani-
zación, a todos los rincones del territorio
recién tomado. Aun con las obvias caren-
cias de doctrineros, la presencia precaria
de cruces o imágenes modestas, ya se
estaba creando el ambiente para una nue-
va religiosidad. Poco más tarde, el presti-
gio de las armas triunfantes hacía que los
propios indígenas reclamasen para sus
pueblos el establecimiento de una capilla,
y con ella la imagen del patrono o patrona,
esculpida o pintada por sus propios artis-
tas, o en el mejor de los casos trasladada
desde la capital regional o desde el centro
del virreinato o audiencia.
Todo este proceso debió llevarse de
manera muy distinta en las antiguas capi-
tales precolombinas. Cuzco y Tenochtitlan
eran los «ombligos» de estados poderosos,
con jerarquías de hombres y dioses per-
fectamente establecidas. «El trazo urbano
de Tenochtitlan era una reproducción de la
división vertical del cosmos (cielo, tierra,
inframundo) y su espacio horizontal refle-
jaba, como un espejo, las cuatro direccio-
nes del mundo, integradas al centro que
articulaba todos los rumbos, dioses y fuer-
zas: en el corazón de su ciudad se erigió el
templo de Huitzilopochtli, y en él se unie-
ron los vértices de las cuatro divisiones
mayores o barrios de Tenochtitlan. El pun-
to céntrico de este espacio era el Templo
Mayor» (Florescano 1999:167). La pirámi-
de había sido construida y reconstruida
siempre en el mismo lugar, que era la esen-
cia de la identidad mexica, punto final de
su migración, el pedazo de tierra donde el
águila devoraba a la serpiente, posada so-
bre un nopal. «El distrito ceremonial incluía
también docenas de templos a otros dio-
ses y decenas de edificios residenciales
para los sacerdotes que los atendían»
(Kandel 1990: 52).
El aspecto de la ciudad debió ser mag-
nífico, al momento de la llegada de los pri-
meros visitantes europeos. El valle cen-
tral de México era muy poblado, con un
promedio de 49 personas por kilómetro
cuadrado, la propia Tenochtitlan debió
bordear los ochenta mil habitantes, todo
México central (aproximadamente de la mis-
ma extensión de España contemporánea)
contaba aproximadamente con 25 millones de
habitantes (Cook y Borah 1972: 132). Así lo
vieron Cortés y sus hombres, cuando a los
cuatro días de estar en la ciudad, se deci-
dieron a «ir a la plaza mayor a ver el gran
adoratorio de su Huichilobos» [es decir
Huitzilopochtli], la sorpresa por la actividad
y movimiento de la gente fue tal, que Bernal
Díaz del Castillo recuerda que «entre no-
sotros hubo soldados que habían estado
en muchas partes del mundo, y en
Constantinopla y en toda Italia y Roma, y
dijeron que plaza tan bien acompasada y
con tanto concierto, y tamaña y llena de
tanta gente, no la habían visto» (1992:259).
Lo mismo puede decirse del Cuzco, aun-
que la estructura de la ciudad, al reflejar la
organización del Tawantinsuyo ( muy distin-
ta a la Triple Alianza) no ofreció a los espa-
ñoles un «distrito» sagrado como el que
ubicaron de inmediato en torno al Templo
Mayor mexicano. La ciudad peruana, con
dos plazas más bien pequeñas, unidas por
puentes que cruzaban el río Huatanay, lle-
vaba gran parte de su ceremonial fuera del
contexto edificado. Así lo apreció Bartolomé
Segovia (o Molina , el almagrista) cuando
describió la única fiesta incaica que vieron
los españoles, en el mes de abril de 1535:
las momias de los antepasados y toda la
nobleza imperial se trasladaba a «un llano
que es a la salida del Cuzco, con el lujo y
pompa necesarios, para esperar la salida
del sol» (1968: 62). De la misma forma, las
tierras y residencias suntuosas, pertenecien-
tes a las familias poderosas o panacas rea-
les, se ubicaron a lo largo del valle de
Urubamba a considerable distancia de la
ciudad sagrada. Tal es el caso de Machu
Picchu, área reservada a los descendien-
tes y servidores de Pachacutec (Rowe 1992:
157-160). Esto no quiere decir que la capi-
tal inkaica dejase de maravillar a sus visi-
tantes de ultramar: «La ciudad del Cuzco,
13
por ser la principal de todas cuantas ser-
vían de residencia a los Señores, es tan
grande, tan bella y con tantos edificios, que
sería digna de ser vista en España... La ciu-
dad está situada en un alto valle y muchas
casas han sido construidas en las laderas
de la montaña, mientras otras lo están aba-
jo, en la parte llana... La cosa más bella que
en materia de construcciones puede verse
en aquella ciudad son estas murallas [se re-
fiere a Sacsayhuaman, construcción monu-
mental en las afueras del ámbito «urbano»].
Están levantadas con piedras tan enormes
que quien las vea no podrá creer que las
colocó allí la industria de hombres norma-
les» (Sancho 1988: 135- 136). Es posible,
además, que los espacios del Cuzco preco-
lombino no hayan sido tan estrechos como
los describen en períodos coloniales, al
menos las dos plazas Huacaypata y
Cusipata fueron rápidamente invadidas por
«la intrusión de edificios españoles» (Rowe
1991:83).
Es probable que tanto en México como
en Cuzco los intentos de inkas y aztecas
por recuperar sus capitales inmediatamente
después de la invasión hispana hayan ge-
nerado la destrucción que sufrieron en es-
tos primeros años de la ocupación euro-
pea. Como se sabe, Cortés luego de reto-
mar Tenochtitlan (superado el desastre de
la «Noche Triste») debió presionar a sus
hombres para utilizar el mismo territorio.
Una destrucción parecida se vivió en el
Cuzco, cuando los hermanos de Pizarro
debieron enfrentar la rebelión de Manco
Inca. Aunque la capital del futuro virreinato
ya se había establecido a miles de kilóme-
tros.
En ninguna de las dos ciudades men-
cionadas cabría pensar en una nueva fun-
dación, si nos guiamos por criterios actua-
les, pero, por el contrario, desde la pers-
pectiva del conquistador, esa masiva pre-
sencia indígena hacía más necesario el ri-
tual castellano. El 23 de marzo de 1534, se
fundó el Cuzco: «En el nombre de dios
padre hijo spiritu sancto tres personas un
solo dios y señor verdadero... yo- francisco
pizarro caballero de la orden de santiago
14
criado y vasallo de la S.C.C.M. el empera-
dor rey don carlos nuestro señor y señor
de las españas... quiero continuar la po-
blación de estos reynos por muy comen-
zada en nombre de sus magestades e con-
tinuándola hazer y fundar en esta gran ciu-
dad del cuzco... un pueblo de españoles
poblado de cristianos». Las razones que
arguye Pizarro son a su vez interesantes:
alude a la guerra entre Huascar y Atahualpa
y a la presunta invasión de este último con
sus tropas que llegaron desde Quito para
justificar su dominio sobre los cuzqueños,
sin dejar de lado la necesaria
cristianización. Don Francisco, continúa el
documento, se refiere con encomio a sus
hombres «que juntamente conmigo an con-
quistado y pacificado y sacado de
subjecyon y serbidumbre de la gente
extrangera del quito que los tenya avasa-
llados». Pero no olvida Pizarro al real cau-
sante de los males que sufren los indíge-
nas, a quienes ellos librarán «de la presión
y ceguedad quel enemigo malo nuestro
contrario e perseguidor... y de las ydolatrías
y malas costumbres que tienen...» (Porras
Barrenechea 1992:72-73).
Es interesante comprobar que con el
paso del tiempo ninguna de las capitales
precolombinas mantuvieron las devociones
formales de la primera época. Tanto la Vir-
gen de Guadalupe como Taytacha Temblo-
res (el Padrecito de los Temblores) son de
advocación tardía, generadas más bien en
el siglo XVIII, pero que tardaron aún más
en ganar el apoyo de la población criolla,
la que finalmente dio el espaldarazo a la
devoción pública, oficial y abierta a todos
los habitantes.
No se piense que lo que podría llamar-
se irónicamente «falta de lealtad» a los
patrones originales es algo anómalo. Pro-
bablemente es la regla. Lima fue la Ciudad
de los Reyes, hasta el surgimiento de San-
ta Rosa, a quien se canonizó apresurada-
mente el 12 de abril de 1671, el deseo de
Pizarro de conmemorar a los Reyes Ma-
gos por coincidir (días más, días menos)
con la fundación de Lima (18 de enero)
había quedado olvidado.
 Pero podría objetarse que las tres ciu-
dades mencionadas, por su destino o por
su origen cosmopolita, pudieran ser ejem-
plos apropiados para estudiar la permanen-
cia o cambio de la protección divina a tra-
vés de un santo patrono. A continuación
veremos, como se articula el fervor popu-
lar en torno a la imagen (pintura, escultura,
etc. ) que renueva la fe y concentra la iden-
tidad de los pueblos andinos.
2. DE LA EVANGELIZACIÓN
PRIMITIVA A LA
ORGANIZACIÓN DE LA
IGLESIA
Nada horrorizó más a los españoles que
el aspecto de los dioses precolombinos. Eso
explica que uno de los ejes de la evangeli-
zación haya sido la destrucción de las imá-
genes de los edificios públicos o del culto
popular vigente a la llegada de la hueste
europea. El inmediato reemplazo de los tem-
plos indígenas por las iglesias cristianas,
incluso usando las mismas bases de pie-
dra, fue una constante a los largo del
virreinato. Con frecuencia una simple cruz
en los lugares antiguos de culto, o en la cima
de los cerros cercanos, ya era el inicio de la
siempre renovada campaña para cristiani-
zar a los indígenas.
Las propias autoridades reconocieron
que la tarea no era simple, en su Provisión
para llevar a la práctica las reducciones (7de
noviembre de 1573), el virrey Toledo ya ad-
vertía acerca del problema de utilizar los
mismos lugares sagrados para el levanta-
miento de las iglesias: « el principal punto
en que habéis de advertir para hacer las di-
chas reducciones es a que los dichos in-
dios se quiten de los lugares y sitios donde
tienen sus idolatrías y entierros de sus pa-
sados, por respeto de lo cual, debajo de
otros colores de piedad, han engañado y
engañan a los visitadores para que no los
muden de adonde están...» (1986: I, 281-
282). Esto es mucho más fácil ordenarlo que
llevarlo a cabo, las distancias y la carencia
de evangeli-zadores se sumaban a la nece-
sidad perentoria de proveer servidores for-
zados a las mitas. Frente a eso el virrey
determinó medidas de emergencia, que con-
cluyeron siendo permanentes e insuficien-
tes para sus logros mayores: « que los di-
chos indios sean reducidos donde sea com-
patible el poder tener doctrina por un sacer-
dote hasta cuatrocientos o quinientos indios
tributarios en un lugar si es posible o cuan-
do lo fuese por no tener tierras para todos,
en dos o tres lugares en torno o comarca de
una legua o dos como no haya impedimen-
to de poder ir el dicho sacerdote a
administralle los sacramentos y a dalles la
doctrina, visto y entendido todo lo susodi-
cho...» La razón que movía de don Francis-
co es declarada de manera explícita: « en
estos reinos no han de faltar inconvenien-
tes del demonio para suspensión y dilación
de ello» (1986:I, 282).
Estas disposiciones completaban las
que tres años antes habían sancionado
el desarraigo de los indígenas de sus lu-
gares de origen. En aquella ocasión se
había ordenado «que se haga reducción
de ellos a pueblos donde vivan juntos y
congregados... donde no estuviesen tan
divididos e apartados y tuviesen tierras e
aguas, pastos y las demás cosas nece-
sarias para su conservación». El buen
propósito se autoanulaba en la práctica.
Así lo muestra el ejemplo que nos pro-
porciona el propio virrey, al ordenar que
el repartimiento encomendado a Diego
Gavilán en Huamanga (actual Ayacucho)
absor-biese a diez y siete pueblos, en sie-
te «reducciones», dando la responsabili-
dad de sus almas a tres «curazgos» o
centros de evangelización (1986:I, 65-66).
Al «reducir» los indígenas se les forza-
ba a integrarse en localidades delimitadas
descartando un patrón habitacional más
disperso, propio de las actividades
agropecuarias. Pero más aún, se abando-
naba el contorno geográfico que durante
milenios había nutrido sus explicaciones
básicas con respecto a su propio ser y la
naturaleza. La sacralidad de las montañas
de sus comunidades de origen se veía des-
plazada y el nativo tenía que reacomodar
su percepción de los terrenos que sembra-
15
ba y resacralizar el espacio, aprendiendo
los respetos debidos a estas nuevas mon-
tañas, manantiales y cuevas. Estos dos
últimos accidentes del terreno eran consi-
derados como puertas del contacto con lo
sobrenatural. Su tratamiento, como el de
los apus o montañas, requiere un ritual sim-
ple pero indispensable para no sufrir sus
iras.
Lo mismo puede decirse de los cemen-
terios precolombinos. Si algo define en gran
parte a la religiosidad precolombina es el
culto a los antepasados. Las ceremonias
que acompañaban el deceso de una per-
sona pudieron ser tan complejas como las
que en el siglo II o III d. C. siguieron a la
muerte del Señor de Sipán en la costa
norteña del Perú o bien al Inka Huaina
Capac, según el recuento de los cronistas.
Pero con menos recursos, se podía cum-
plir con el recién fallecido, bastaba unas
pocas prendas y un ritual sencillo que to-
davía puede observarse en los campesi-
nos contemporáneos.
Lo importante era el respecto que se
guardaba a los muertos, asumidos como
ancestros de una localidad, de una región
o de un estado. Su tumba, su cuerpo y la
representación del mismo, al igual que en
otras sociedades, no solamente eran par-
te de un universo divino, sino que se con-
vertían en el cordón umbilical que ligaba a
las gentes con el espacio que vivían. La
consecuencia inmediata de esta percep-
ción de los antepasados, hacía necesario
que tales personajes fueran al mismo tiem-
po la identidad de toda la comunidad com-
prometida con su culto.
Muy rápido los europeos descubrieron las
calidades sagradas de los cadáveres. Es
posible que Pizarro no hubiese reflexiona-
do sobre las razones por las que en última
instancia, Atahualpa había decidido hacer-
se cristiano, pero hoy resulta obvio que el
último Inka veía con horror la desaparición
física de su cuerpo, que desde ese momen-
to perdería toda posibilidad de recibir las
ceremonias fúnebres adecuadas. Cuando
el conquistador se decidió por la pena del
16
garrote, dio oportunidad para que al poco
tiempo, uno de los hermanos de Atahualpa
robase el cadáver y seguramente recibiese
el tratamiento prescrito, antes de perderse
para siempre. Aunque quizá esté deposita-
do en alguna de las montañas que van de
Cajamarca a Quito, que fue el recorrido pos-
terior del pariente que robó el cuerpo del
Inka.
No fue éste el único rapto de los ce-
menterios. Hubo disposiciones específicas
sobre la materia, dado que los desen-
terramientos fueron frecuentes para cum-
plir un ritual que poco a poco fue adqui-
riendo elementos cristianos, pero que es-
tuvo siempre alejado de la aceptación ecle-
siástica.
La persecución de estas prácticas,
como de todas aquellas que se suponían
ligadas a la herencia precolombina, y por
ende demoníacas, han sido materia de una
serie de estudios (Véase Mills 1997: 267-
285 para un excelente resumen). Aquí con-
viene ligar el énfasis evangelizador del si-
glo XVII, luego de que se toma la decisión
de destruir las «idolatrías», con las imáge-
nes humanas que el cristianismo aporta a
la religión indígena colonial.
En primer lugar hay que decir que las
reducciones toledanas respondían también
a una violenta caída demográfica que hizo
abandonar los pueblos, no sólo por las exi-
gencias del gobierno español, sino porque
con la desaparición del estado incaico de-
jaba de ser funcional el interés andino de
tener tierras útiles en áreas distantes, y
entremezcladas en espacios usados por
otras comunidades. Además, las etnías in-
dígenas desplazadas como mitimaes
inkaicos, en muchos casos decidieron vol-
ver a su lugar de origen o bien se queda-
ron adonde habían sido desplazadas, dis-
putando el terreno de los pueblos origina-
rios.
Este cuadro móvil que caracteriza a los
indígenas de la Colonia es el menos con-
veniente para la política de pueblos con
residencia estable, donde los tributarios y
los fieles pudiesen ser contabilizados. Du-
rante el período de las extirpaciones en el
siglo XVII, el clero se lamenta de lo inútil
de los esfuerzos en la construcción de los
templos si no se les da el mantenimiento
suficiente. Sobre todo si con las migracio-
nes y la despoblación quedaban abando-
nados, en localidades desiertas. Así los vio
el Obispo de Huamanga, don Francisco
Verdugo. Cuando en 1624 visitó su dióce-
sis, luego del recorrido, propone «que los
indios podrían construir y reparar sus igle-
sias, muchas de las cuales halló caídas del
todo o amenazando ruina». A su juicio «los
indios las repararían y edificarían mejor que
lo hacen los españoles, por que de suyo
son humildes y píos» (Vargas Ugarte
1959:II, 420).
Hay pues un doble esfuerzo en esta
centuria por reafirmar la religiosidad católi-
ca de acuerdo con el dogma. Lo que co-
rresponde al desarrollo de las formas ba-
rrocas que comienzan a llegar de la Penín-
sula. Esto nos lleva a reflexionar sobre las
figuras humanas como portadoras de la
divinidad, impuestas sobre una sociedad,
que en términos generales no las usaba
como representación de sus dioses.
Es cierto que desde muy temprano la
pintura, la cerámica y la escultura preco-
lombinas nos ofrecen diseños antropo-
morfos (véase por ejemplo los ceramios
mochicas), pero en la gran mayoría de
casos, están provistos de atributos que
las convierten en parte del universo so-
brenatural. Los colmillos de felino, cintu-
rones de serpientes, garras de ave rapaz,
entre muchos otros, hacen que de inme-
diato el espectador sepa que se encuen-
tra con un ser que dista mucho de ser
humano, y cuya presencia sería detecta-
da de inmediato provocando asombro y
espanto.
Salvo en las crónicas, en descripcio-
nes no siempre confiables, no existen imá-
genes en la que aparezca un ser huma-
no, con las mismas características que los
demás.
Aun las presuntas estatuas de
Wirakocha descrita con algún detalle en
Garcilaso (1991: 304-305) podrían haber
sido retocadas por el deseo del cronista
de encontrar en ellas el resto desvaído de
una cristianización precolombina, ya olvi-
dada a la llegada de Cortés o Pizarro.
Resulta mucho más creíble «el niño de oro
macizo e vaciadizo... [del] tamaño del niño
del altor e proporción de un niño de un
año y desnudo» que de acuerdo con
Betanzos (1987: 51) «el Ynca Yupanqui
mandó hacer», en recuerdo de la visión
que iluminó sus desvelos, la noche ante-
rior a la batalla contra los chancas. Si no
somos muy exigentes podemos rescatar
de las varias «estatuas» de las crónicas,
por ejemplo, aquella cuya cabeza de pie-
dra fue analizada por Juan Larrea (1960:
195) y que presumiblemente estuvo en el
templo de Cacha, cerca de la ciudad del
Cuzco. Las proporciones que Larrea nos
ofrece, nos hacen pensar que esta ima-
gen pétrea tuvo una talla ligeramente su-
perior a la normal, pero al no tener los
detalles precisos del resto del cuerpo, re-
sulta difícil afirmar que careciese de ele-
mentos sobrenaturales que desvirtuasen
su humanidad.
Aun admitiendo que la persecución de
tales representaciones hubiese anulado el
recuerdo de estatuas del tamaño y carac-
terísticas humanas, (es decir que no fue-
sen identificables como personas corrien-
tes), es notorio que los dioses precolom-
binos fueron para los españoles la confir-
mación de la presencia del demonio en
los Andes. Cuando alguna de ellas, como
la estudiada por Larrea, tenía dichas cali-
dades, se pensaba como el rezago me-
morioso de los viajeros milagrosos, en
especial de San Bartolomé, que habría
recibido el mandato de predicar en luga-
res lejanos, a decir de su historia legen-
daria (Millones 1997: 51-58).
La situación fue muy diferente en Méxi-
co, donde la escritura pictográfica permitió
representar de muchas maneras a la ima-
gen humana, que estaba integrada al tipo
de representaciones usuales. Su diferencia
17
con las divinas era clara por los atributos y
la combinación de rasgos de la fauna que
integraban su cuerpo tal como aparecen en
otras sociedades (también en la andina). Los
códices meso-americanos divulgan - al me-
nos al interior de las elites- la figura huma-
na desacralizada. El tránsito a la escritura
alfabética es gradual, siendo notable la apa-
rición de documentos que combinaban am-
bas formas de escritura. Tal es el caso del
códice Vergara, el manuscrito catastral de
Tepetlaoztoc (en el área de Tetzcoco), cuya
fecha probable debe estar en la década que
se inicia en 1540 (Lockhart 1992: 345-346).
Con respecto al tema de la evangeliza-
ción hay que decir que muy pronto se re-
fleja este proceso en dichos documentos
transicionales. Así sucede en los Títulos
primordiales que «registran en primer lu-
gar la fecha de la fundación del pueblo...
[que en su] mayoría rememora en
escenificaciones de tipo mítico, a sus an-
tepasados de la época prehispánica, a
quienes unen con las primeras autoridades
españolas». Allí se «detallan minuciosa-
mente los linderos del pueblo, adjuntan un
mapa que lo delimita en el espacio, y ha-
cen constar cómo les fueron adjudicadas
las tierras, Recuerdan asimismo, la edifi-
cación de su iglesia y el bautizo del pueblo
con el nombre del santo patrono»
(Florescano 1999: 253-254).
En el área andina, las comunidades indí-
genas tienen también un tipo de documento
similar referido a sus títulos de propiedad, o
lo crean cuando se trata de alguna disputa
sobre sus límites, pero en general carecen
de dibujos y están escritos en alfabeto cas-
tellano, aunque puedan contener frases o
textos más o menos prolongados en
quechua. Obviamente son posteriores a los
mexicanos, el único documento ilustrado,
escrito por un indígena, es la crónica de Fe-
lipe Guaman Poma de Ayala, los otros docu-
mentos redactados también por manos nati-
vas (o dictados por ellos) tienen muy pocas
o pobres ilustraciones.
En este único documento hay casi cua-
trocientos páginas ilustradas, pero al igual
18
que los otros escritos indígenas de los An-
des, el autor revela haber internalizado la
cristianización, que ocupa una gran parte de
su pensamiento. A simple vista los dibujos
bidimensionales e inspirados en la doctrina
que se recitaba en los pueblos indios, pro-
claman el ser productos de una época de
intenso mestizaje como lo fue el siglo XVII
andino. Aún más, un cuidadoso estudio de
las imágenes nos muestra que las propias
figuras occidentales pueden manejarse de
tal forma que su sentido sea múltiple. Por
ejemplo, Adorno, al analizar la figura de la
paloma, nos aclara que «no es la que con-
vencionalmente representa el Espíritu San-
to en la iconografía europea. En efecto, sus
talones extendidos, en el dibujo de la Santí-
sima Trinidad (figuras 7 y 10), la hacen pa-
recer más un pájaro de caza que una palo-
ma de la paz» (1989:200).
Situaciones como la descrita nos llevan
a mirar atentamente la iconografía sagra-
da que inunda América desde el siglo XVI.
Las imágenes que llegan de la
Contrareforma y del Barroco español fue-
ron cotidianamente reforzadas por el ca-
lendario festivo que se organizaba en los
pueblos andinos. Las ceremonias religio-
sas solían presentar a los fieles cuadros
vivos y teatralizaciones de los pasajes de
la Biblia, en especial del Nuevo Testamen-
to, que debieron irrumpir como un huracán
en la psicología del poblador andino, tan
ajeno a la propuesta teológica cristiana. Al
contrario de la imaginería indígena, el pan-
teón católico estaba poblado de figuras
humanas que no tardaron en copiar los ar-
tistas locales representando cristos, vírge-
nes y santos. Una de estas imágenes,
aquella que llevaba el nombre del pueblo,
le sería destinada , ocupando un lugar pri-
vilegiado en la capilla o templo levantado
en su honor.
Muchas veces esta humanización de lo
divino tenía una aparición personal en las fies-
tas mayores como el Corpus Christi o la Se-
mana Santa, «En algunos lugares [se refiere
a la Semana Santa] la imagen de Jesús Na-
zareno, portadora de una hermosa palma,
recorre las calles montada sobre un verda-
dero borrico y, en llegando al atrio de la Igle-
sia, se la introduce en brazos en el templo. El
miércoles santo, se reproduce también la
escena del prendimiento de Jesús. Un hom-
bre disfrazado de Nazareno se oculta en los
alrededores de la población y luego salen en
su busca los sayones romanos y la plebe. En
hallándolo, es conducido, atadas las manos
procesionalmente hasta la Iglesia, en donde
se disuelve el cortejo (Vargas Ugarte 1959:II,
252).
Esta breve referencia apenas ilustra el
volumen de las representaciones dramáticas
y acciones coreográficas con que se ilustra-
ron las enseñanzas de los doctri-neros. Para
la población indígena apenas es posible ima-
ginar el asombro ante ese desfile de esta-
tuas o pinturas de talla humana en las actitu-
des en que suele representarse, por ejem-
plo, durante la Semana Santa. El cuerpo la-
cerado, sangrante y torturado de Cristo, ca-
mino a su crucifixión, las tres cruces con los
cuerpos martiriza-dos, etc., etc. En más de
un lugar, la dramatización de esta fiesta tomó
forma de martirio y es sabido que también en
otras latitudes, tal es el caso de Filipinas, la
función teatral toma el carácter de martirio
real, situación que no debió estar ausente en
América del Sur.
3.- LOS SANTOS PATRONES
DEL ÁREA ANDINA
Desde su constitución, como se ha vis-
to, cada reducción indígena tuvo que tener
un templo católico. El mandato es explícito
y así consta en la Recopilación de leyes de
Indias: «Todos las reducciones aunque los
indios sean pocos, se ha de hacer iglesia,
donde se pueda decir misa con decencia,
y tenga puerta con llave, sin embargo de
que sea sujeta a parroquia, y esté aparta-
da della» (Paredes 1973:198).
La disposición, sin embargo resultaba
una «hostia sin consagrar», frase de aque-
lla época que alude a las leyes inaplicables
en las Indias. La realidad es descrita muy
bien e una carta de Fray Domingo de San-
to Tomás del año 1563: «Hasta ahora ha
habido en esta tierra un gran desorden y
monstruosidad y es que los encomenderos
proveen a sus encomiendas los sacerdo-
tes que quieren para la doctrina de los in-
dios y las más veces quieren lo que no
deben, porque proveen los que les ayu-
dara a sacar mejor sus tributos y tienen
cuenta con sus granjerías...» (Vargas
Ugarte 1953: I, 126).
En estas condiciones el peso de la evan-
gelización recaía en los kuracas y por ende
en la población indígena, que acató sin re-
medio las disposiciones del Concilio
Limense Primero. Allí se disponía que las
iglesias se levantasen en el pueblo princi-
pal, es decir donde residía el jefe indígena
y que en los demás se erigiese una ermita
o simplemente se colocase una cruz, para
que se reuniesen los indígenas a rezar.
Las primeras iglesias fueron modestas,
pero el ornato creció en cuanto se disipa-
ron las brumas de la guerra civil entre los
conquistadores y se ordenó el virreinato.
Fue un proceso lento, a veinte años de la
conquista, en un lugar tan cercano a Lima
como es Pachacamac, el curaca don Luis
Loyan denunciaba que había tenido suce-
sivamente un clérigo, un español lego, un
sacerdote franciscano y otras visitas reli-
giosas intermitentes, todas en períodos
menores de dos meses durante tres años.
De la misma forma, el ornato de los tem-
plos debió esperar hasta que el
reordenamiento de las doctrinas tomase
forma en la segunda mitad del siglo XVI
(Vargas Ugarte 1953:I, 125).
Organizado tributariamente el espacio
colonial, parte de la legitimación de la au-
toridad de los kuracas surgidos luego de la
Conquista, descansaba en su fervor por la
nueva religión. A su lado, y en un principio
de débil contrapeso, aparecieron los cabil-
dos indígenas con sus alcaldes a la cabe-
za, aunque deberán esperar un siglo antes
de competir con las autoridades «tradicio-
nales». En muchos casos, una familia po-
derosa podía asumir ambos poderes o bien
competir con un kuraca advenedizo o un
débil alcalde recién nombrado. En todo
19
caso, quien tomase las riendas del pueblo
indígena, tuvo que mostrar su poder con-
tribuyendo a la solemnidad de las ceremo-
nias o al ornato de la iglesia. Tarea recla-
mada y apoyada no sólo por el doctrinero,
sino por el entorno que rápidamente se
constituyó al costado de la parroquia. Y aquí
no sólo pensamos en las hermandades o
cofradías, alentadas por el párroco perma-
nente o por el sacerdote que rotaba entre
varias jurisdicciones, hay que incluir tam-
bién al personal a veces regular y otras ofi-
cioso, pero indispensable, que se suele
congregar en los templos: el sacristán, el
guardián, el campanero, las personas que
limpian el local y las imágenes, y que re-
nuevan las vestiduras y las flores, quienes
reparan el edificio, aquellos que reparan,
fabrican, pintan o retocan los altares, quie-
nes conducen los rezos (rosarios, etc.) que
no necesitan la presencia del sacerdote,
etc. etc.
Por modesto que sea el lugar, la iglesia
se constituye en un centro de poder espe-
cífico, capaz de desafiar al jefe político, que
no dudará en apoyarse en ella para afir-
mar el control del pueblo. Si nos dirigimos
al interior del templo, se sentirá que gran
parte de ese poder emana de la presencia
de las imágenes. Aunque contrariamente
a lo que se supone, los santos patronos no
tienen una duración asegurada. Así por
ejemplo, la multitudinaria peregrinación a
Otuzco ( La Libertad, Perú) que va a recibir
las bendiciones de la Virgen de la Puerta
no tiene más de dos siglos. En 1806 la pa-
trona del lugar era Nuestra Señora de la
Purísima Concepción, en algún momento,
creemos que alrededor de esa fecha, la
Virgen de la Puerta ganó una primacía de-
finitiva, que se iba haciendo notoria por los
fondos que recaudaba (Tomoeda y Millo-
nes 1996: 191). Lo mismo sucede en
Monsefú (Lambayeque, Perú) donde hoy
día se celebra al Cristo Cautivo como pa-
trón del lugar, a pesar de que no mucho
tiempo atrás, era San Pedro quien tenía la
devoción del pueblo. Pero, la versión co-
rriente en nuestros días, adjudica a su pa-
trón sagrado ( es decir la imagen de Cristo
al ser presentado a Pilatos) una antigüe-
20
dad colonial. La situación se repite con la
Virgen de la Puerta, la hermandad que
acompaña su procesión: los «Negros de
Otuzco», dicen ser devotos de ella porque
los liberó de la esclavitud, luego que huye-
ron de las haciendas costeñas hacia las
alturas. Ambas «memorias» tienen profun-
dos desfases históricos, el Cristo Cautivo
de Monsefú no sólo debe haber nacido en
el siglo XX, sino que probablemente sea
una expansión de otra poderosa imagen
norteña: el Cristo Cautivo de Ayabaca. Los
«Negros « de la Virgen, por su parte no son
descendientes de africanos, a los que ape-
nas se les conoce en esa región, en reali-
dad se trata de otuzcanos, que para esa
fiesta se pintan la cara y los brazos de ne-
gro y asumen como suya una fantástica
memoria de la esclavitud (Tomoeda y Mi-
llones 1996:198).
Cada imagen tiene una glorificada his-
toria a lo largo de los Andes, en Túcume
(Lambayeque, Perú) la imagen de la Purí-
sima Concepción, nos dicen los miembros
de su hermandad «fue un regalo del Rey
de España» (Millones 1996: 285, véase
también 1998 y 1999). En el relato se com-
primen probablemente otras varias «histo-
rias sagradas» de santos patronos que por
distintas razones perdieron el favor de sus
creyentes. Sus imágenes, muchas veces,
puede encontrarse aun en los depósitos o
patrios traseros de la iglesia, sin culto al-
guno, por más que su nombre conste en
los archivos de la misma, como eje de la fe
en fecha no muy lejana.
Lo importante es que a despecho de
los cambios, los espacios en que vive,
interactúa, se desplaza y finalmente se
entierran los lugareños, son los mismos.
La fidelidad no siempre cambiante a los
santos, vírgenes o cristos, responde cons-
tantemente al ritmo de las necesidades de
la sociedad local, Las demandas de
«historicidad» tienen caminos muy transi-
tados cuando los pueblos reclaman un pa-
sado glorioso. Casi siempre fue un envío
directo de la corona española, una apari-
ción milagrosa, o un desvío inesperado y
también milagroso de una estatua o pintu-
ra destinada a otro pueblo rival, o bien pudo
tratarse de misteriosos y angelicales escul-
tores o pintores, que dejaron para el pue-
blo este espléndido regalo en illo tempore.
El patrono así adquirido abandona la
historia de la que fue provisto por el dog-
ma católico. El Cristo Cautivo no evoca en
los monsefuanos ningún episodio del vía
crucis, sus cadenas son explicadas convin-
centemente por el deseo del pueblo de que
la estatua (que tiene vida en un sentido
cercano a las momias de los inkas) perma-
nezca en su territorio y no vaya a hacer
milagros a los vecinos. «Es un cristo
escapero» dicen los monsefuanos, si no lo
encadenan, huirá por los campos a pasear-
se y de pronto a beneficiar a otros. Es por
eso que a veces se le ve «cansado y sudo-
roso», por haberse deslizado de su altar y
haber corrido hacia las afueras del pueblo
(Video: El Señor que vino del mar. Gisela
Galliani, directora).
Tampoco la Virgen de la Puerta o la
Inmaculada Concepción o San Sebastián
del Cuzco, responden en sus dominios al
tenor de la doctrina cristiana. Otras «histo-
rias sagradas» alimentan la fe de los sa-
bios del pueblo, aquellos amautas ágrafos
que tuvieron su máximo escriba en don
Felipe Guaman Poma . Ellos son los repo-
sitorios de esta tradición que de tanto re-
petirse se vuelve eterna, a pesar de que
sólo tenga unos pocos decenios.
Ninguno de estos milagrosos patrones ha
oscurecido el comportamiento tradicional de los
fieles, que parece haber tomado forma de-
finitiva en algún momento de la Colonia,
en pleno apogeo del largo barroco ameri-
cano. De las religiones prehis-pánicas
pervive de manera clara el respeto a las
montañas más destacadas de la comuni-
dad. En la cima de la más cercana de
Túcume se vio a la Virgen peinando a su
hija (así se llama a otra imagen más pe-
queña, también de la Inmaculada Concep-
ción), un manantial que ahora yace en la
base de la iglesia de Otuzco ( de acuerdo
con la tradición local) es el lugar donde
apareció por primera vez la imagen sagra-
da, y los ejemplos podrían multiplicarse al
infinito. Por lo demás, estos patronos no
sólo difieren de la doctrina en cuanto a su
historia sagrada, lo hacen también en su
comportamiento cotidiano. Ningún carga-
dor puede salir de la cuadrilla de San
Sebastián sin exponerse a que el «capi-
tán» aparezca en sus sueños, vestido con
traje de gala militar, con gesto adusto recla-
mando airadamente su falta de lealtad. Tam-
poco se puede jugar con las promesas he-
chas a la «Mamita» de la Puerta, cuya mira-
da penetrará en la mente del infractor y lo
hará sufrir hasta purgar su delito, o bien la
Inmaculada Concepción de Túcume, en for-
ma de serpiente, trepará en el lecho de quien
olvida su respeto o escatima su dinero, para
que las ofrendas tomen el volumen debido.
Enroscada en el cuello del descuidado de-
voto lo amenazará con devorarlo, lo que
suele producir instantáneos arrepentimien-
tos.
Estamos dejando de lado todos los ri-
tuales de los maestros curanderos, donde
los santos patronos, locales y nacionales
(en especial Santa Rosa) tienen un papel
principalísimo. Pero lo dicho basta para
comprender el largo camino de estos nue-
vos/viejos referentes de la identidad de los
pueblos andinos. El patrono vigente reúne
en sus calidades, diferentes tipos de po-
der, incluso aquellos que provienen del
antiguo arsenal ideológico del mundo
andino que ahora vive al interior de las imá-
genes cristianas.
Los patrones actuales, como los «bul-
tos» que vieron los conquistadores, tienen
una forma de vida que los relaciona entre
ellos, y que ocasionalmente dan participa-
ción a los creyentes humanos. San
Sebastián corre compitiendo con San Je-
rónimo durante las fiestas del Corpus
Christi en el Cuzco, tratando de llegar pri-
mero a la Catedral. Y enamora a Santa
Bárbara detrás del altar, cuando las imá-
genes se reúnen durante las noches que
descansan de las procesiones. Los patro-
nos de los pueblos cuzqueños allí congre-
gados suelen mofarse de San Cristóbal
(«porque carga hijo ajeno»), y Santiago, el
21
patrón de España, debe contentarse con
usar un caballo prestado... Este universo
vital tiene muy poco del santoral cristiano,
y pareciéndose mucho más al universo de
dioses y semidioses grecoromanos, cons-
tituye parte importan-tísima del sistema de
creencias de los Andes (Millones 2000: 11-
45).
La mirada que proponemos en estas
líneas recoge la experiencia de los profe-
22
sores de folklore de las décadas primeras
del siglo XX y la etnografía intermitente de
su segunda mitad. Estos pasos iniciales se
han visto favorecidos por el enorme entu-
siasmo con que las organizaciones loca-
les: hermandades, cofradías, miembros de
las parroquias, etc., alentaron nuestro tra-
bajo, corrigiendo nuestras preguntas y re-
galándonos con su información y afecto.
Que estas páginas sean la muestra de
nuestro agradecimiento.
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1953 Historia de la iglesia en el Perú (1511-1568). Tomo I. Lima: Imprenta
Santa María.
Vargas Ugarte, Rubén
1959 Historia de la iglesia en el Perú. Tomo II Burgos; sin pie de imprenta.

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 SAN ISIDRO LABRADOR, EN MOCHE
INTRODUCCION
El presente informe se refiere a la fies-
ta de San Isidro Labrador que cada año
se celebra en el pueblo de Moche, ubica-
do al sur de la ciudad de Trujillo, a una
distancia de seis (6) kilómetros.
En Moche, capital del distrito del mis-
mo nombre perteneciente a la provincia
de Trujillo, sus habitantes profesan la re-
ligión católica y por tradición celebran la
“Semana Santa”; sus antecesores son los
mochicas, pueblo de agricultores y pes-
cadores que rendían culto a sus dioses,
principalmente a la luna por eso edifica-
ron las grandes pirámides de adobes hoy
conocidas como “Huaca del Sol” y “Huaca
de la Luna” justo al pie de las faldas del
cerro “Blanco”, posibles deidades del pue-
blo Muchik.
Por mucho tiempo Moche ha sido la
despensa de la ciudad de Trujillo, en los
mercados no faltaba los camotes, las yu-
cas, frejoles, choclos, productos cultiva-
dos por sus agricultores, pescados, can-
grejos, maruchas y el cochayuyo que sus
mujeres las mocheras, vestidas con sus
faldas de color negro en sus canastas,
ofrecían estos productos mostrándolos en
sus burros (asnos), y con sus cantinas
llenas de leche recorriendo las calles de-
cían: “la leche,... la leche... caserita”.
Esto demuestra que los mocheros son
agricultores desde que se descubrió la
NYLER A. SEGURA VÁSQUEZ
MANUEL A. LAVADO IBÁÑEZ
agricultura por estas tierras, supieron do-
minar el medio geográfico haciendo “cha-
cras” y construyendo canales de regadío
que existen en la actualidad como “La Ge-
neral”, “Pisún”, “Choc-Choc”, “Huartaco”,
“Sum” y otros canales menores, todos don-
de se capta el agua del río Moche para
irrigar las tierras agrícolas. Este es el es-
cenario donde un día llegó y se quedó San
Isidro Labrador para ser festejado anual-
mente como el santo patrón de los agri-
cultores.
La fiesta, en los últimos años, alcanza
una duración de 40 a 50 días, siendo el
día central el 15 de mayo. San Isidro La-
brador “patrón de los agricultores”, los úl-
timos días de marzo, después de celebrar-
se en la iglesia del pueblo la misa de “buen
viaje”, inicia la visita a los diferentes secto-
res de la campiña de Moche (“Sacún”,
“Chorobal”, “Huartaco”, “Choc-choc”,
“Pisún”, “Chanquín”, “Sun”, “La Barranca”,
entre otros). En este trayecto es velado en
la casa de los “altareros” donde pernocta
por una noche que en su largo peregrina-
je le sirve como pascana y a su paso por
las “chacras”, los “esperadores” le brin-
dan como regalos productos agrícolas:
choclos, camotes, yucas, zapallos, pláta-
nos, paltas en señal de agradecimiento
por la bendición recibida a los campos de
cultivo y por los milagros hechos a los
hombres.
La festividad como fenómeno social es
parte de la religión que los hombres pro-
fesan; por las características que adquie-
re es parte de la cultura del pueblo que la
profesa. No sólo podemos ver la partici-
pación de la gente en los actos litúrgicos
(misas, rosarios, procesiones), sino tam-
bién acercarse y tocar la efigie (adorar),
prenderle velas, ofrendarle mantos, joyas,
sombreros, un obolo (dinero o limosna);
velar la imagen, cargar el anda. En la fies-
ta participan de conjuntos de danzantes,
bandas de músicos quienes a través de
sus intervenciones despliegan lo mejor
de si mismos.
Lo sagrado se matiza con actos profa-
nos mediante el consumo de bebidas al-
cohólicas y comidas tradicionales que for-
man parte del programa general de la fies-
ta. Las formas, textura, colores, olores,
sonidos, sabores invaden el espacio sa-
grado del santuario. Por eso se afirma que
cada pueblo aporta sus propias tradicio-
nes enriqueciendo la fiesta, como espa-
cio atemporal y extraordinario que tras-
ciende lo cotidiano y permite la elevación
espiritual de cada uno de los participan-
tes, por eso la gente se alista y se prepara
para actuar como devotos.
El acudir a la fiesta del santo patrón
permite que nos acerquemos a nuestro
pueblo y a su forma y manera de “hacer” y
sentir su religiosidad. Al estar en la fiesta
establecemos relaciones con muchas per-
sonas desconocidas, que nos cuentan de
su devoción, de los milagros recibidos, de
las promesas ofrecidas, de sus sufrimien-
tos y también de sus penas y alegrías. Todo
esto permite una comunicación profunda
con el pueblo, con aquellas que sufren, llo-
ran, piden y se regocijan. Es compartir la
esperanza de que lo divino se cristalice en
los corazones, dándoles salud, trabajo o
felicidad; de ahí que una de las caracterís-
ticas del catolicismo latinoamericano, es
que está unido a promesas, una mezcla
de interés y de gratitud por los beneficios
divinos (Olivas, 2002:125).
De otro lado, en las fiestas patronales
no solamente se desarrollan ritos exclu-
sivamente religiosos católicos y andinos,
sino un conjunto de relaciones sociales e
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ideológicas que van desde las económi-
cas, de cohesión, solidaridad y religiosas
propiamente dichas como afirma García
Miranda y Fernández Gálvez (1992:164).
En nuestros días el fenómeno religio-
so “forma parte o está integrado en un
conjunto de creencias, ritos, formas de
organización y normas éticas, por medio
de los cuales los seres humanos repre-
sentan a Dios, se comunican con Él, se
agrupan para darle culto y se rigen por
sus mandamiento,... de estos,... los más
permanentes sociológicamente hablando
son los ritos y las formas de organización,
mientras que las creencias y las normas
se prestan a una mayor manipulación”
(Marzal 1987:46).
Como vemos, el fenómeno religioso y
básicamente la fiesta patronal que cada
pueblo celebra anualmente a su santo pa-
trón, no sólo es estrictamente religioso,
sino también son formas sociales y eco-
nómicas, donde los hombres, a pesar de
estar agrupados en clases o grupos so-
ciales, se interrelacionan conformándose
como organización social integrada.
El propósito del presente trabajo es
analizar, interpretar y explicar la fiesta reli-
giosa patronal dentro del marco teórico
de la COSMOVISION ANDINA, donde tra-
tamos que el enfoque sea totalizador, pues
el componente cultural desde la óptica de
la Antropología; esencia de un pueblo, nos
lleva a identificar las raíces étnicas y a la
vez dar respuesta a las interrogantes de
las “identidades populares” locales ¿De
dónde venimos?, ¿quiénes somos?. El
pensamiento mítico y los ritos practicados
por los hombres no son representacio-
nes ideológicas congeladas, sino proce-
sos que con toda su fuerza cambian y se
robustecen; cohesiona el grado de fami-
liaridad parental y comunal, aún existien-
do una diferenciación social dada.
La imagen de San Isidro, según la tra-
dición oral, fue traída por Santo Toribio de
Mogrovejo, en una de sus visitas pasto-
rales hacia el norte del Perú. Narran que
la imagen estaba destinada a ser coloca-
da en la iglesia de la Villa de Magdalena de
Cao, pero tan grande fue la impresión que
recibió Santo Toribio que al ver el verdor de
la campiña de Moche y los trabajos labo-
riosos agrícolas que los agricultores reali-
zaban en aquellos tiempos, optó por dejar
la imagen de San Isidro en este pueblo.
Desde que se establece la fiesta a San
Isidro Labrador, la organización estuvo a
cargo de la Cofradía, institución que agru-
pa a los devotos, personas encargadas
de guardar las prendas de vestir del san-
to (capa, sombrero, bastón, palana, el
anda, alhajas), ver la parte ritual (misas,
rosarios) y el cumplimiento de la fiesta por
parte de los mayordomos y devotos que
ofrecían regalos. Es significativa la parti-
cipación de danzantes que disfrazados de
diablos desfilaban los días de fiesta, el
14 de mayo día de vísperas y el 15 día
central o día de la procesión en que el
santo recorría las principales calles del
pueblo derramando su bendición a todas
las personas y a la vez recibiendo las ora-
ciones, súplicas y agradecimiento por los
milagros. El 16 día de Romería en que
concurren al cementerio general del pue-
blo a depositar ofrendas florales en las
tumbas de los integrantes muertos de la
Cofradía o de algún devoto muy importan-
te; esto nos está demostrando que du-
rante la fiesta no sólo se festeja a San
Isidro, sino, a quienes en vida se identifi-
caron con él y hoy están en la “otra vida”
gozando de la gloria de Dios. Así el fervor
religioso no sólo es lo material, lo objeti-
vo, sino lo espiritual, lo ideológico expre-
sado mediante los ritos y los pensamien-
tos de los hombres.
En Moche, entre 1936 y 1938, por ini-
ciativa de Ruperto Ramos, Aurelio Azaba-
che Peñarán, Eulogio Garrido, José
Mallada (cura en aquel entonces del pue-
blo), entre otras personas, solicitaron per-
miso al Arzobispo de la ciudad de Trujillo,
para que San Isidro Labrador recorra los
diferentes sectores de la campiña de
Moche a recibir el culto de sus devotos y el
santo llegue derramando sus bendicio-
nes a los diferentes cultivos de cada uno
de los sectores, fecundando la tierra y
asegurando una buena cosecha a los
campesinos. Por eso la denominación de
“Patrón de los Agricultores”, que según
sus biógrafos manifiestan que mientras
Isidro estaba rezando en la capilla de la
hacienda donde él trabajaba, su yunta ara-
ba la tierra dirigida por los ángeles celestia-
les por lo que las cosechas eran abundan-
tes. Es así como los campesinos le atribu-
yen milagros cuando hay buena cosecha y
para agradecer esta bendición se compro-
meten a ser “altareros”, “esperadores” o
“donantes” de algo para la fiesta del santo.
“ALTAREROS” Y
“ESPERADORES”
El recorrido de San Isidro por la cam-
piña de Moche enriqueció el culto y reli-
giosidad popular, ya no son solamente tres
días de fiesta, como hasta los años 1930.
En el año 2000 fueron cincuenta días.
Desde 1936 entre los principales “alta-
reros” figuran las familias Sachún, Azaba-
che, Puente, Cornelio, Asmat, Caffo, Fer-
nández, Ramos, Anhuamán, entre otros.
Don Pedro Azabache Bustamante (pintor
mochero), informaba que en 1940, San
Isidro Labrador salió a recorrer la campi-
ña de Moche a iniciativa de un alcalde
“mochero” y en ese entonces fueron cua-
tro (4) los “altareros; su padre, un Sr.
Anhuamán, Sr. Peñarán y otro que no re-
cuerda su apellido. Hoy (1998) hay más
de cuarenta (40) altareros (LA INDUSTRIA.
13-05-1998-Trujillo-B6).
La visita a la campiña de Moche por
San Isidro Labrador, conducida por la her-
mandad integrada por hombres y muje-
res que viven en los diferentes sectores,
ha permitido tener un registro de “alta-
reros”, “esperadores” y “donantes”. A través
de la comisión llevan el control de los com-
promisos adquiridos para el siguiente año.
“Altarero” es aquella persona o familia
que se compromete a recibir por una no-
che en su casa a San Isidro. Confecciona
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un altar donde debe ser colocada la ima-
gen del santo para su veneración durante
el tiempo de permanencia. Destaca en el
altar el “arco de frutas” como símbolo de
que hay producción en las chacras y San
Isidro debe “sentirse contento” por haber
ayudado con su bendición a incrementar
y mejorar la producción agrícola para los
campesinos.
El altarero compromete a tres parejas
de personas (hombre y mujer) para ador-
nar el arco de frutas. Ellos después de ha-
ber asumido el “encargo” establecen la re-
lación de compadrazgo con el altarero; por
este hecho afirmamos que la fiesta de San
Isidro no sólo son actos religiosos festivos,
sino que también permite la unión y creci-
miento de la familia vía el compadrazgo.
Desde muy temprano llegan a la casa
del “altarero” las personas que se compro-
metieron a colocar y “vestir” “el arco de fru-
tas”. Entre las frutas que se colocan en el
“arco” destacan sandías, melones, paltas,
piñas, trozos de caña de azúcar, sartas de
manzanas, limas, naranjas, mandarinas,
granadillas, racimos de uvas, canastitas
con uvas y cerezas , y también algunas bo-
tellas de vino o de champagne. Según los
entrevistados es costumbre que hay que
adornar con igual o mejor cantidad de fru-
tas que las recibidas el año anterior.
El arco tiene tres partes, dos lados ver-
ticales y uno horizontal en la parte supe-
rior. Cada una de estas partes se asigna
a una pareja de varón y mujer a quienes
llaman padrinos. En unos casos el que
compromete a nuevos padrinos es direc-
tamente el altarero, y en los casos mas
generalizados son la pareja que adorna y
viste el arco, quienes buscan s sus reem-
plazantes mayormente entre los miem-
bros de su familia o amigos.
El día del arribo de San Isidro a la casa
del altarero, desde muy temprano, los
padrinos llegan con el cargamento de fru-
tas y comienza “el trabajo de amarrar con
“pitas” las frutas que serán colocadas en
el arco, para ello tienen el apoyo de per-
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sonas entendidas en este arte. El arco del
altar debe estar listo antes de las cinco de
la tarde por que es la hora de llegada de
San Isidro. Los allegados al altarero es-
tán atentos a la llegada del Santo Patrón.
A lo lejos se escucha el retumbar de los
cohetes, los acordes de la banda de mú-
sicos y la bulla de la gente que acompaña
al santo. Cuentan que en años anteriores
el santo “trepaba” los tapiales que sirven
de linderos a las chacras, en otros casos
los cargadores del anda y acompañantes
tenían que remangarse los pantalones al
cruzar las acequias a campos anegados
porque de todas maneras tenían que lle-
gar a su altar.
A lo lejos se divisa la comparsa de la
iglesia que acompaña al santo. San Isi-
dro viene en su anda de color verde, so-
bresale su poncho, alforja al hombro y
sombrero; es el “rey” de los agricultores,
quienes a su paso le rinden culto ofre-
ciéndole lo que produce la tierra. A estas
personas se les llama “esperadores” por-
que en el trayecto colocan en el anda
ofrendas de productos agrícolas: zapallos,
yucas, plantas de maíz con choclos,
camotes, paltas y otros productos. Algu-
nos “esperadores” agradecen la visita de
San Isidro, brindado chicha y comida a las
personas que acompañan.
Es costumbre que después de la litur-
gia, en cada altar, los padrinos entreguen
la ofrenda de frutas a los nuevos padri-
nos. Estos empiezan a recoger la fruta del
arco, comienza la algarabía de la gente
por recibir una fruta del arco, a decir de
algunos “mocheros” es la fruta bendita.
Así el cristiano o creyente percibe con gra-
titud la misericordia de Dios en el brotar
de los campos, en el sabor de una fruta
que recibe, en el goce del amor, en el cre-
cimiento de sus hijos. El mundo (la reali-
dad) es el gran teatro mágico, donde el
bien, la verdad y la belleza manifiestan el
tremendo misterio que llamamos lo divi-
no, es así como todos los actores de la
fiesta están impregnados de lo divino, de
ahí que en el rostro cetrino de los
“mocheros”, (hombres y mujeres, niños y
viejos) al recibir una fruta del arco, vemos
la alegría y la felicidad expresada al comer-
la, agradeciendo a San Isidro. Acto segui-
do continúa el banquete y después sigue
el peregrinaje hacia el siguiente altar, don-
de es recibido por otro “altarero” donde se
repite lo acontecido anteriormente.
Una de las manifestaciones peculia-
res de la fiesta de San Isidro es la “faena”,
que a decir de algunos campesinos in-
distintamente se han realizado en años
anteriores “faenas de siembra”, “faenas
de cosecha” y “faenas de limpia de ace-
quias”. A cada una de ellas concurre San
Isidro, para que “presencie” la faena, en
recuerdo y ejemplo de lo que él realizaba.
Se pudo apreciar el caso de la cosecha
de camotes donde el dueño de la chacra
ofrece a San Isidro parte del cultivo y que
al entrar la yunta y roturar la tierra van apa-
reciendo los camotes que son recogidos
por sus “sirvientes”, los diablos (integran-
tes de la Danza de Enmascarados) y al-
gunos asistentes para ser entregados a
los miembros de la hermandad, quienes
repartirán una parte, y la otra será guarda-
da para ser comercializada en la mañana
del 15 de mayo, día central de la fiesta, a
un precio “ganga” esta actividad se reali-
za a un costado de la iglesia del pueblo.
Antes de iniciar la faena el cura o párroco
celebra el rosario agradeciendo la bendi-
ción del santo, así mismo se pide que el
campesino que obsequió la cosecha sea
beneficiado recibiendo la bendición divi-
na de Dios para él, su familia y todos los
demás asistentes a la faena.
Entre otros lugares como Caporacre
(Arequipa), San Isidro en su anda, entra a
la Chacra a “arar la tierra”, la yunta con
sus aperos (arado) y su gañán van delan-
te del santo realizando el arado de la tie-
rra. En Shindol (caserío de Pallasca,
Ancash), se representa la chacra, cuyo
encargado de vigilarla es el “viejo”, perso-
naje que al dormirse cansado por el tra-
bajo y al despertarse se da con la sorpre-
sa que los frutos de las plantas han sido
robados por los diablos y será castigado
por el incumplimiento de su trabajo. En
otros pueblos como Julcán, Otuzco, Tem-
bladera, hay desfile concurso de yuntas,
pues a los pies del santo está colocada
en miniatura la yunta con la cual San Isi-
dro sembraba los campos y cosechaba
en abundancia producto de la ayuda de
Dios; es por eso que se denomina “Pa-
trón de los Agricultores”.
El día primero de mayo San Isidro es
llevado a la bocatoma de Santa Lucía, en
ella se levanta un arco de frutas a donde
en horas de la tarde llega San Isidro para
“presenciar” la “misa de gracias”. Es un
acto por el cual la presencia del santo en la
bocatoma garantiza la abundancia del
agua para fecundar y fertilizar a la tierra,
brindando a los campesinos más y más
cosechas. Cuentan algunos campesinos
que en años anteriores a la construcción
del canal CHAVIMOCHIC, había períodos
largos de sequía y que movidos por su fe y
creencia en San Isidro, sacaban al santo
en procesión y llegaban hasta la bocatoma
de Santa Lucía, para que realice el milagro
de dotarles de agua para sus cultivos. Allí
uno de los campesinos o el cura introdu-
cía la palana de San Isidro en el canal (ace-
quia), simulando limpiar (botando o arro-
jando tierra fuera de éste). Después de este
acto “religioso” regresaban con el santo a
la iglesia y a los pocos días llegaba el agua
para los cultivos. Asociando a estas ideas
y acontecimientos, tras del acto religioso
católico, el culto al agua o el rito al “Tayta
yacu”, que es un pago a los cerros para
que doten de agua a los agricultores.
Podemos afirmar que hay un sincre-
tismo religioso, lo católico cristiano repre-
sentado por San Isidro y lo “antiguo” re-
presentado por los cerros “prieto” y “blan-
co” en cuyas faldas se ubican los centros
ceremoniales de la cultura Mochica:
“Huaca del Sol” y “Huaca de la Luna”, an-
tiguo pueblo de agricultores y pescado-
res, del cual son descendientes los ac-
tuales “mocheros.”
La fiesta de San Isidro Labrador, mezcla
los elementos de dos culturas o de dos reli-
giones, haciendo una fusión religiosa en un
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solo acto, donde los hombres al estar rin-
diendo culto a San Isidro y recorriendo los
diferentes sectores de la campiña, en un pe-
regrinaje, van rindiendo culto a sus dioses y
lugares sagrados de sus antepasados.
Esta expresión cultural, que es mate-
ria de observación, descripción e interpre-
tación, nos muestra como en más de dos-
cientos años, no se olvidan los hombres
del culto de sus antepasados. La Cultura
(en el caso de la religión) al manifestarse
o expresarse va asimilando, y adoptando
nuevos elementos que al ser tamizados
por los genomas y el cerebro, la cultura
(culto a San Isidro), se trasmite y se apren-
de para que la sociedad lo difunda como
herencia social.
DIAS DE FIESTA
Los días centrales de la fiesta de San
Isidro Labrador en Moche son los días 14,
15 y 16 de mayo de todos los años, desde
que se instauró el culto a este santo y que
adquiere, con el transcurrir del tiempo y la
sociedad (pueblo), manifestaciones pe-
culiares haciéndo diferente la festividad.
El día 14 es “día de vísperas” día de
mucho movimiento para los integrantes de
los conjuntos de danzantes, los diablos,
por que en horas de la madrugada salen a
recorrer los campos de cultivos para “ro-
bar” sus frutos y poder adornar el “arco de
frutas” que ellos colocarán en un lugar por
donde ingresará San Isidro al pueblo de
Moche, después de haber recorrido por
muchos días los diferentes sectores de la
campiña, recibiendo a su paso oraciones
y obsequios de los campesinos.
El Sr. Quesquén, más conocido como
“Braco” del ramal Choc Choc por costum-
bre de muchos años es el que agasaja a
los “Diablos Ladrones” con un almuerzo
en su casa, con el propósito de perennizar
esta vieja costumbre en Moche; es por eso
que cuando le toca velar a San Isidro en su
casa no faltan los Diablos danzarines para
acompañar al Santo a la llegada y despe-
dida de su casa.
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En la tarde del 14 de mayo es el ingreso
de San Isidro al pueblo de Moche en su “anda
de fiesta” destacando el “arco de frutas” don-
de resaltan las sartas de manzanas, naran-
jas, limas y mandarinas, cuyo volumen eleva
el peso del anda. Además, “la palana” y el
“bastón” del santo son adornadas con fru-
tas, ajíes mocheros y escabeche. San Isidro
con su vestido de gala, luciendo su mejor
capa bordada con hilos dorados y platea-
dos, y su sombrero de plata, desde la casa
del último altarero se desplaza en procesión
de fiesta hacia el pueblo. Al compás de una
banda de músicos, acompañan hombres y
mujeres, niños y viejos. Las bandas de
danzantes se van desplazando lentamente,
destacando los diablos con sus vestidos de
color rojo unos y otros de color azul; blan-
diendo sus látigos de hilos de color blanco y
sonando rítmicamente los cascabeles que
llevan atados en los tobillos. Son dos con-
juntos de danzantes que en dos filas de
aproximadamente 25 parejas en cada una
se abre paso ordenando espacio para el des-
plazamiento de la procesión. Los diablos
danzan al ritmo del sonido del golpe de la
mano de una persona sobre una lata vacía
de aceite comestible. Los danzantes son di-
rigidos y orientados por el “Diablo Mayor” que
al golpear o arrastrar por el suelo su espada
le imprime un sonido y ritmo característicos
que es acompañado por el sonido gutural
de los danzantes al emitir repetidamente
¡Burrrr! ¡Burrrr! ¡Burrrr!.
Llama mucho la atención la presencia
de los Diablos de la banda de don Baltasar
Anhuamán por el vestido que llevan pues-
to: el pantalón y la camisa de tela cuyas
franjas delgadas son de color amarillo,
rosado, rojo, verde, azul. Los diablos ma-
yores son representados por los hijos va-
rón y mujer de don Baltasar. Cuentan que
en vida Baltazar bailó de diablo desde muy
joven imprimiéndole una característica de
danzar semi agachado y que antes de
morir entregó la espada a su hija con el
compromiso de seguir bailando todos los
años en la fiesta de San Isidro.
En años anteriores, el 15 de mayo (día
central de San Isidro) los diablillos del gru-
po de don Baltazar, tenían la obligación de
barrer y dejar limpia la plaza principal del
pueblo de Moche, demostrando obedien-
cia y respeto a San Isidro. De esta mane-
ra los diablos demuestran su obediencia
y sumisión a la fuerza divina. Esta acción
hace recordar a nuestros antepasados
prehispánicos cuando el inca o jefe su-
premo transitaba por los caminos de sus
dominios, los súbditos limpiaban y barrían
estos lugares o cuando hoy en día en la
procesión del señor de los Milagros se
confeccionan alfombras de flores por don-
de va a pasar la procesión. Esta costum-
bre, tan arraigada en todos los pueblo del
Perú, tiene mayor expresividad en el pue-
blo de Tarma, donde la población expresa
su fe al señor de Muruhuay.
A las ocho de la mañana del día cen-
tral, se da inicio a la venta de los produc-
tos “cosechados” (obsequios de los
“esperadores”) por San Isidro durante el
recorrido por la campiña. Los precios son
por debajo de lo que habitualmente se
paga en el mercado del pueblo. Es cos-
tumbre que los integrantes de la herman-
dad de San Isidro compartan los produc-
tos reunidos por el Santo Patrón y la gente
reciba con fe y esperanza augurando que
el próximo año sea mejor.
Después de escuchar la misa de fies-
ta de San Isidro, comienza el ajetreo de
los devotos porque se va a dar inicio a la
procesión. Se escucha el himno al santo
ejecutado por la banda de músicos, el re-
ventar de los cohetes y los ruidos
acompasados que efectúan los diablos
danzantes (hoy son más de tres conjun-
tos). Estos debidamente ordenados en
dos filas y arrodillados saludan a San Isi-
dro. Acto seguido, comienza el baile, ese
ir y venir al son del sonido de la lata, el
reventar de los látigos que los diablos
esgrimen y ese sonido gutural emitido por
cada danzante va marcando el desplaza-
miento de la procesión. A lo lejos San Isi-
dro se desplaza en su anda con su arco
de frutas, con traje de fiesta y el resplan-
dor de su sombrero de plata. Con ese vai-
vén suave que le imprimen los cargado-
res, avanzan lentamente por las calles
habituales a este acontecimiento, dejan-
do su bendición a los “mocheros”; hom-
bres y mujeres van acompañando la pro-
cesión con la mirada puesta en su santo,
rezando y pidiéndole algún favor o mila-
gro para superar los problemas y las difi-
cultades terrenales y deseando que el si-
guiente año los miembros de familia vuel-
van a reunirse. Es hora de renovar prome-
sas, aunar esfuerzos, estar juntos y com-
partir lo poco y lo mucho que la tierra da y
que gracias a San Isidro: todavía hay que
comer; es la hora de resignación y la asun-
ción del compromiso de dar algo y recibir
mucho de San Isidro.
El día 16 por la mañana es la romería
al cementerio del pueblo donde se depo-
sitará ramos de flores a los difuntos que
ayer integraron la hermandad o fueron fie-
les creyentes del Santo, es la hora de re-
flexión y recuerdo de los mayores que pa-
saron a la otra vida y de allí siguen vigilan-
do como sus hijos y descendientes culti-
van el culto y viven en hermandad. Es
perennizar la fe que ellos desarrollaron
cuando eran agricultores y trabajaban la
tierra sin desmayo para tener buenas co-
sechas y alimentos para sus hijos y para
el pueblo.
Como acto de culminación de la fiesta y
después de más de cincuenta largos días y
noches de compromisos sociales festivos
y religiosos, la hermandad de San Isidro
ofrece un agasajo a todos los “altareros”
que recibieron en sus casas y velaron por
una noche a su santo patrón, en este acto
nuevamente renuevan su fe y compromiso
de ser altareros el próximo año.
CONCLUSIONES
- La festividad de San Isidro Labrador
está ligada a la actividad agrícola, por
ello en Moche se introniza la imagen
de este santo para mantener viva la
religiosidad del pueblo, realizando di-
versos ritos referidos a la fertilidad de
la tierra y bienestar de la población.
31
 - El Sincretismo religioso expresado en
diferentes ritos muestran cómo el po-
blador “mochero” mantiene, desde sus
ancestros, sus creencias y sus dioses
nativos. La adoración a las huacas
prehispánicas con las cruces y el tem-
plo cristiano implican ritos y ceremo-
nia en torno a San Isidro Labrador y a
otros santos del panteón “mochero” .
32
- La festividad de San isidro no sólo es
religiosa, también cumple roles so-
ciales y económicos, La familia año
a año se incrementa con nuevos
miembros particularmente por el
compadrazgo, forma de asegurar la
ayuda y el cumplimiento del compro-
miso de velar a San Isidro, adornan-
do el altar con el “arco de frutas”.
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33
 SAN ISIDRO LABRADOR Y LA AGRICULTURA
EN LA CAMPIÑA DE MOCHE
INTRODUCCIÓN
Los rituales que preceden las accio-
nes humanas, en el pueblo y campiña
de Moche, en el departamento de La Li-
bertad, presentan una definida manifes-
tación de cambio condicionadas por si-
tuaciones de crisis de las economías
agrícolas familiares. La fiesta de San Isi-
dro Labrador vinculada a los buenos
augurios de la agricultura se está reorien-
tando al contexto de las diversas activi-
dades de carácter urbanos que realizan
la población como estrategias para su-
perar la crisis agraria. La continuidad de
formas simbólico religiosas son persis-
tentes en procesos de urbanización cuan-
do existen estructuras sociales consis-
tentes como las familias grandes, don-
de el parentesco y el compadrazgo se
constituyen en ingredientes que vitalizan
sus procesos económico sociales.
La necesidad de comprender la con-
junción de lo tecnológico y lo simbólico
ha sido tema de estudios y amplio deba-
te en antropología sociocultural. En las
comunidades rurales en hispanoamérica
la agricultura está asociada a la celebra-
ción de la fiesta de San Isidro Labrador
como extensión sincrética de tradiciones
prehispánicas. El estudio que presenta-
mos analiza el caso del pueblo, hoy ciu-
dad de Moche que se instituye en base a
una reducción de nativos muchik en tiem-
pos de la colonia. Lo peculiar de nuestro
estudio fue entender qué orientaciones
está tomando la creciente advocación a
JOSÉ F. ELIAS MINAYA
San Isidro Labrador en relación a la agri-
cultura y otras actividades económicas en
el pueblo y campiña de Moche. Al respec-
to, nuestra hipótesis plantea que, la
intermediación de los santos traducen la
expresión simbólica religiosa de los cre-
yentes en relación a los cambios de sus
intereses, por lo que la advocación au-
menta en situaciones de crisis o de alter-
nativas sustitutivas o complementarias.
El caso es que en Moche se observa que
la crisis de la agricultura esta siendo re-
suelta por el cambio de actividades ocu-
pacionales como fuentes de la economía
familiar, por lo que la reorientación de los
ritos tienden a encaminar augurios de
prosperidad y éxitos.
MATERIAL Y MÉTODOS
La comprensión de los cambios eco-
nómicos en términos de la actividad ocu-
pacional y el fortalecimiento del ritual y fes-
tividad religiosa de San Isidro Labrador en
la campiña de Moche se efectuó obser-
vando a 60 familias (29 “altareros” y 31
“esperadores”) de un total de 112 familias
involucradas directamente en la realización
de la fiesta del Santo Patrón de los agricul-
tores (en el año 2000 estuvo a cargo de 42
“altareros” y 70 “esperadores”). Los
altareros y esperadores son devotos que
en torno a la hermandad participan activa-
mente en los rituales y peregrinaje de la
imagen por el pueblo y la campiña de
Moche. El año 2000 la festividad fue por el
periodo de 50 días entre el 26 de marzo al
15 de mayo. La observación directa y los
esfuerzos por desarrollar la observación
participante ha sido complementada por
entrevistas estandarizadas en base a una
guía de observación formulada de acuer-
do a los propósitos de la investigación.
Las situaciones no previstas vinculadas a
la realidad del problema, igualmente, fue-
ron registradas.
La información acopiada dentro de la
lógica de los acontecimientos se utilizó
simultáneamente en la construcción teó-
rica de la realidad en base al criterio de
totalidad, de tal modo que la acumula-
ción de datos fueron encajando hacién-
donos ver el contexto de la estructura y
funcionamiento de la comunidad y de su
articulación con la región y el país. Por tal
motivo, en los títulos siguientes presen-
taremos los materiales del proceso de la
investigación.
1. EL ÁMBITO
La campiña es la zona rural de
minifundios dedicados a la agricultura de
“pan llevar” o de alimentos para consu-
mo inmediato. En la costa norte, la deno-
minación de “campiña” se da a los cam-
pos de cultivo de los pueblos mayormen-
te de origen indígena que subsisten en
un proceso de continuidad histórica a
partir de las reducciones efectuadas por
la administración colonial. Las parcelas
familiares se llaman chacras o huertos
según sus extensiones de más a menor
tamaño. En la sierra estas zonas se iden-
tifican por algún topónimo que destaca la
ubicación de las chacras.
El pueblo de Moche que ahora com-
prende la jurisdicción del distrito del mis-
mo nombre fue una de las reducciones
de indios en el valle de Moche en el depar-
tamento de La Libertad. Su ubicación es-
tratégica a la margen izquierda del río en
el extremo sur del valle lo aísla físicamen-
te de la mayor extensión de tierras labora-
bles del valle. Por lo mismo, no tuvieron
significativos problemas de tierras con los
hacendados que ocuparon el resto del
valle, quienes hicieron de Trujillo, la ciu-
36
dad de españoles o gran “casa hacienda”
que desde tiempos de la colonia ejercie-
ron control y dominación. El pueblo se
encuentra a 7 Kms. al sur de la ciudad de
Trujillo y se halla geográfica-mente a 79°
00’ 27” de longitud oeste y 8° 10’ 06” de
latitud sur, y a una altura de 30 m.s.n.m.
De un total de 15,900 Has. de tierras
agrícolas que comprende el valle desde
Samne y La Cuesta, corresponden a la
campiña del pueblo de Moche 1,378 Has.,
cuyos 975 conductores registrados en el
Padrón de Usuarios constituyen el 20.2%
de un total de 4,818 usuarios (Padrón
Usuarios 1998).
Tradicionalmente, desde tiempos de
la colonia hasta los años 60 del siglo XX,
los pequeños agricultores de la campiña
de Moche han sido los mayores abaste-
cedores de alimentos a la población de la
ciudad de Trujillo. Durante ese largo pe-
ríodo coexistieron como estructuras
segmentarias con definidas relaciones de
intercambio. El pueblo de Moche relativa-
mente endógamo con fuertes vínculos
interfamiliares se dedicaban a la agricul-
tura, la pesca y la artesanía textil de
autosubsistencia. Trujillo fue el mercado
propicio para destinar sus excedentes y
agenciarse del dinero necesario para sol-
ventar gastos en productos y servicios
complementarios. Este ordenamiento
económico y social se corresponde con
un sistema de creencias y prácticas reli-
giosas cuyos ritos y fiestas fortalecen la
integración comunal. El calendario religio-
so en Moche es muy copioso, de tal forma
que prácticamente todos los meses del
año se realiza alguna festividad religiosa.
Unicamente los meses de febrero y se-
tiembre no registran actividades festivas
de carácter religioso. Particularmente es
importante el culto a San Isidro Labrador
que durante 50 días sale en peregrinaje
por los campos de cultivo de la campiña
entre los meses de marzo a mayo. San
Isidro es reconocido como patrón de los
agricultores y se ha extendido desde Es-
paña a casi todos los pueblos campesi-
nos del Perú y América hispana.
 La modernidad iniciada por el cambio
de los medios y el sistema motorizado
de transporte desde los años 30 surten
efectos significativos en la organización
económica y relaciones de intercambio
entre el pueblo y la ciudad. Sin embargo,
recién a partir de los años 50, cuando se
acentúa el proceso migratorio de la sie-
rra a la costa, se hacen notorios algunos
cambios. La demanda de alimentos en
la ciudad rebasa las posibilidades de
abastecimiento de las campiñas cerca-
nas. Los migrantes que mantienen rela-
ciones continuas con sus pueblos de ori-
gen dinamizan las relaciones de inter-
cambio comercial abasteciendo con ali-
mentos a la ciudad y a sus propios re-
querimientos. A ello se agrega, en los
años recientes, la mayor fluidez de pro-
ductos agropecuarios de otras regiones
del país y de origen internacional. En 1940
la población de la ciudad de Trujillo (Me-
tropolitano) fue de 45,928 hbts. y en 1993
alcanzó a 511,062 hbts.; en el caso del
distrito de Moche la población entre di-
cho período se incrementa de 3,773 a
22,020 hbts. Esta estructura poblacional
incide de modo significativo en la estruc-
tura de producción y abastecimiento.
Como consecuencia de estos cam-
bios la actividad agropecuaria de la cam-
piña ha ido perdiendo importancia, inclu-
so como medio de subsistencia de la fa-
milia. Cuando Trujillo entró a un proceso
de reconstrucción urbana después del
sismo de 1970, las tierras de cultivo de la
campiña fueron destinadas a la fabrica-
ción de ladrillos. Los propietarios de par-
celas son tentados a vender la tierra su-
perficial en contratos que especifican pro-
fundidad y tiempo de extracción, de tal
modo que en 20 años se depredaron
aproximadamente el 40 % de las tierras
laborables, habiéndose instalado 30 hor-
nos. En 1989 la Oficina Agraria de Trujillo
encontró 45 agricultores que de un total
de 87.29 Has. que en conjunto tenían,
35.92 Has. (41.2%) se encontraban en
proceso de extracción de tierras y confec-
ción de ladrillos. Nuestras observaciones
por cerca de 10 años y durante nuestro
trabajo de campo entre 1999 a 2000 se
pudo ver que ese comportamiento se
mantiene. Se observa parcelas con su-
perficie excavadas en recuperación para
la agricultura y otras en actual proceso
de extracción de tierras. Los agricultores
manifiestan que la venta de tierras les
proporciona mayores ingresos en rela-
ción a la producción agrícola. Justifican
esta decisión señalando que los costos
de producción son crecientes y los pre-
cios de las cosechas son bajas, y que no
se están desligando de sus propiedades,
ya que posteriormente reiniciarán las
siembras.
Mientras la actividad agropecuaria de-
nota perdida de importancia, sin embar-
go, el culto y la festividad de San Isidro
Labrador parece no disminuir, sino por el
contrario se encuentra en auge. Cada año
hay más devotos que quieren entrar al cir-
cuito del peregrinaje del Santo Patrón.
Hasta 1995 el recorrido comprendía 31
alteres y en el año 2000 fueron 42 altares.
DISTRIBUCIÓN DE LA TIERRA
Las tierras potencialmente laborables
en el distrito de Moche, dentro el “valle
viejo”, son de 2,000 Has. de las cuales
1,380 Has. se encuentran actualmente
bajo riego, dedicándose a cultivo neto
1,195 Has. Existen 1,112 parcelas y 975
conductores registrados según el Padrón
de Usuarios de 1998.
La distribución de tierras en las uni-
dades agropecuarias familiares denotan
el predominio de minifundio como se
aprecia en el siguiente cuadro:
El 92.2 % (900) de los propietarios tie-
nen menos de 3 Has. y en conjunto éstos
tienen el 62.2 % (737.51Has.) de las tie-
rras. El promedio por agricultor es de me-
nos de una hectárea (0.8194 Has.) La
condición de minifundio se agudiza si te-
nemos en cuenta la predominante explo-
tación de las tierras por condominio fa-
miliar y la subdivisión entre los herede-
37
 C.1: Distribución de tierras en la campiña de Moche según
tamaño de las propiedades
Rango PARCELAS PROPIETARIOS TIERRAS
Has. No. % No. % Has. %
0.0 - 0.50 532 49.9 457 46.8 158.54 13.4
0.51 - 1.00 270 24.2 240 24.6 200.62 16.9
1.01 - 3.00 230 20.7 203 20.8 378.35 31.9
3.01 - 5.00 45 4 42 4.4 166.11 14
5.01 - 10.00 28 2.6 26 2.7 190.96 16
10.01 - + 7 0.6 7 0.7 91.75 7.8
TOTAL 1112 100 975 100 1186.33 100

Fuente: Ministerio de Agricultura La Libertad. Padrón de Usuarios 1998

ros. En el primer caso uno de los condó-
minos se hace cargo de la explotación,
en otros casos es por rotación por los
diferentes condóminos. En el segundo
caso, la fragmentación se define a través
de linderos, efectuándose la explotación
esporádicamente o encargándose la ex-
plotación a alguno de los parientes.
RELACIÓN HOMBRE/TIERRA
La extrema fragmentación de la pro-
piedad de la tierra ha deteriorado la posi-
bilidad de mantener una explotación agrí-
cola familiar, más aun si el promedio téc-
nico de una unidad agrícola de ese tipo
es entre 5 a 6 Has. para la calidad de
suelos de la campiña. El problema de la
relación hombre/tierra se ha ido agravan-
do en las tres últimas generaciones.
Mientras la frontera agrícola en la campi-
ña se mantiene casi inalterable, la pobla-
ción por carga familiar de las dos últimas
generaciones, es decir los hijos y los nie-
tos, no han tenido la posibilidad de acce-
so a este recurso como para poder edifi-
car nuevas unidades agrícolas familiares.
Por tal circunstancia, los hijos (segunda
generación) han tenido que emigrar o
buscar otra alternativa ocupacional. En
este caso la profesionalización como cul-
minación de la alternativa educativa tiene
mucha importancia. Otras opciones ocu-
pacionales son: el comercio informal, la
construcción civil y el transporte.
Los nietos o tercera generación, de-
cididamente, están procurando activida-
des diferentes a la agricultura.
En consecuencia, con respecto al ma-
nejo de las tierras se distingue: a) La ge-
neración mayor (de los padres) que bor-
den más de los 60 años de edad que rea-
lizan una agricultura tradicional para su
autosubsistencia, con bajos niveles de
desarrollo tecnológico y productividad. b)
La generación de los hijos desarrollan di-
versas actividades por lo cual la agricultura
se torna complementaria y tampoco alcan-
za niveles y productividad considerables.
c) La tercera generación, jóvenes menores
de 30 años, quienes esporádicamente
participan de las labores agrícolas.
POBLACIÓN
Es importante esbozar criterios para
comprender la significación del incremen-
to de la población del distrito de Moche
de 3,773 habitantes en 1940 a 22,020 ha-
bitantes en 1993. Se estima que en el
año 2000 la población alcanzó aproxima-
damente 26,000 personas. A partir de las
dos fuentes básicas de incremento
poblacional: el crecimiento vegetativo y la
migración, este último tiene mayor impor-
tancia como en las ciudades de la costa
y de modo general en los centros pobla-
dos capital de distritos y provincias.

38
 En 1940 había 9 centros poblados en
tanto que en 1993 se encontraron 49 cen-
tros poblados. Los 9 centros poblados en
1993 incrementaron su población de los
3,773 a 10,913 habitantes. Esta situación
de aprecia en el siguiente cuadro:
El pueblo de Moche, Curva de Sun y
Las Delicias son los que denotan mayor
incremento poblacional. Es significativo
en estos casos, el proceso migratorio en
los últimos 30 años. De otro lado, de los
37 centros poblados restantes registra-
dos en 1993, es importante el Asenta-
miento Humano Alto Moche (Ahora deno-
minado Miramar) que tenía en dicho año
7,149 habitantes. El resto de asentamien-
tos son anexos dispersos en la campiña.
Estos asentamientos que fueron
recepcionando población por invasión y
ocupación paulatina hicieron de dichos
poblados residencia y dormitorio básica-
mente, pues la zona de trabajo se locali-
za en la ciudad de Trujillo y en el Puerto
de Salaverry, mayormente en actividades
en el sector terciario. La actividad
agropecuaria no es atractivo ocupacional
por las condiciones de minifundio de las
explotaciones como se ha señalado. Sin
embargo, es necesario destacar alguna
dinamización de esta actividad en nue-
vos agricultores migrantes de la sierra
que están consiguiendo tierras por
arriendo y compra.
ACTIVIDADES
OCUPACIONALES
A modo de ilustración presentamos
los resultados del censo de población y
vivienda de 1993 en lo referente a activi-
dades de la población económicamente
activa mayores de 6 años.

C.2: Variación de la Población en 1993 de los Centros

Poblados Existentes en 1940
1940 1993
CENTROS POBLADOS
(Hbts.) (Hbts.)
Moche (Pueblo) 2148 5512
Sun (Curva de) 356 1835
Choc Choc 333 148*
Huaca del Sol 437 501*
Chorobal 67 66
Las Delicias 205 2470
La Barranca 92 185
La Haciendita 95 61
Hacienda Moche 40 135
SUB TOTAL 3773 10913
Otros 37 Cent. Pob. - 9107
TOTAL POBLACIÓN 3773 20020
TOTAL CENT. POBL. 9 49
** Incluye el Cent. Pobl. Huartaco
** Incluye los Cent. Pobl. Chanquín Alto y Cobranza
Fuente: Censos de Población y Vivienda de 1940 y 1993
Véase Anexo: Asentamientos y población en 1993

39
 C.3: Profesión u Oficio de la PEA en el Distrito de Moche 1993
(De 06 años a más)

PROFESIÓN TOTAL VARONES MUJERES

OFICIO NÚM. % NÚM. % NÚM. %
Profesionales 858 18,3 469 13,0 389 28,2
Técnicos 912 19,5 377 10,5 535 38,9
Agricultores 609 13,0 893 24,8 16 1,2
Obreros/Serv. 2303 49,2 1866 51,8 437 31,7
TOTAL 4682 100,0 3605 100,0 1377 100,0

Fuente: INEI "Censo de Población y Vivienda 1993. Resultados definitivos

por Provincia y Distritos”. Lima 1994. Tomo I pág. 167

C.4: Relación de Cultivos Programados Por Campaña Agrícola

1989 y 1996. Campiña

1989 1996
CULTIVOS
HAS. % HAS. %
PERMAMENT 564,00 67,3 533,39 44,6
E
Alfalfa 408,00 48,7 320,26 26,8
Caña Azúcar 107,00 12,8 135,30 11,3
Espárrago 31,00 3,7 41,60 3,5
Frutales 7,00 0,8 4,95 0,4
Otros 11,00 1,3 31,28 2,6
TRANSITORI 274,00 32,7 661,86 55,4
O
Camote 18,50 2,2 73,44 6,1
Frijol 22,50 2,7 33,84 2,8
Hortalizas 0,00 0,0 77,32 6,5
Maíz Híbrido 19,50 2,3 133,52 11,2
Maíz Choclo 150,00 17,9 156,95 13,1
Papa 5,00 0,6 4,00 0,3
Sorgo 0,00 0,0 4,95 0,4
Tomate 14,00 1,7 48,00 4,0
Yuca 8,00 1,0 11,43 1,0
Zapallo 26,50 3,2 27,30 2,3
Otros 10,00 1,2 91,12 7,6
TOTAL 838,00 100,0 1195,25 100,0

Fuente: Región Agraria La Libertad "Información Estadística" Trujillo 2000

40
 Los agricultores o peones agrícolas
constituyen sólo el 13.0% de la población
económicamente activa total. Entre los
varones alcanza al 24.8%. Los obreros y
servicios diversos generalmente no cali-
ficados llegan al 49.2%, mientras que los
que tienen calificación profesional y téc-
nica constituyen el 37.8%. Es importante
destacar que porcentualmente las muje-
res en el grupo de calificados profesio-
nal y técnicamente alcanzan al 67.1%.
Si relacionamos los 609 que decla-
ran tener como oficio o profesión la activi-
dad agrícola con el total de unidades
agropecuarias que llegan a 975 se pue-
de colegir que hay unidades agrope-
cuarias cuyos miembros tienen otro oficio
diferente a la agricultura. Esta tendencia
se precisa mejor cuando en dicho censo
se les preguntó cual es su actividad prin-
cipal, registrando como agricultores sólo
476 personas. Esto significa que del total
de unidades agropecuarias (975), única-
mente en el 48.8% hay algún miembro de
la familia dedicado a dichas labores.
PRODUCCIÓN AGRÍCOLA
Las intenciones de siembras a través
de los Planes de Cultivo y Riego demues-
tran la continuidad de cultivos tradiciona-
les como: el camote, yuca, maíz choclo y
la alfalfa. El cultivo de alfalfa ha sido dis-
tintivo en la campiña de Moche orientado
a la alimentación de ganado vacuno para
la producción de leche, así como para la
venta en chacra en la ciudad de Trujillo.
La gente recuerda todavía la semblanza
de las mujeres mocheras que cabalgan-
do en burros llegaban a la ciudad trayen-
do tinajas de leche y alfalfa verde. Actual-
mente las camionetas rurales de acopia-
dores han reemplazado a los piajenos.
En el cuadro siguiente se presenta el
comportamiento de las intenciones de
siembra de 1989 y 1996.
Los cultivos permanentes de caña de
azúcar y espárrago no corresponde a los
agricultores minifundistas mocheros,
sino a otros agricultores que están ad-
quiriendo tierras y a la Cooperativa de
Trabajadores Santa Rosa que por adju-
dicación por la Reforma Agraria tienen las
pequeñas haciendas de San Agustín y
San José conocidos tradicionalmente
como la hacienda y la haciendita.
El cultivo de la alfalfa que ha sido lo
distintivo del agricultor mochero, está dis-
minuyendo en área sembrada de 408
Has. en 1989 a 320 Has. en 1996, orien-
tándose en los últimos años al cultivo de
hortalizas y legumbres de corto periodo
de maduración como son: lechugas, re-
pollo, cebolla, rabanito, apio, etc.
En necesario destacar que con el apo-
yo del segundo gobierno de Belaúnde
Terry entre 1980 a 1985, y más propiamen-
te, con el gobierno del Apra entre 1985 a
1990 se instalaron 13 pozos tubulares a
fin de incrementar las fuentes de capta-
ción de agua de riego. Igualmente en 1989
se concluye las obras de ingeniería mo-
derna mejorando la bocatoma de capta-
ción del río Moche. También se realiza
obras de mampostería revistiendo con
piedras y cemento los canales de riego:
La General, Sun, Choc Choc y Huartaco
en una longitud de 24 Kms. Estas obras
fueron posibles con fondos de reconstruc-
ción de infraestructura de riego y rehabili-
tación de tierras provenientes del Banco
Mundial, después de las inundaciones del
fenómeno de El Niño de 1983. Posterior-
mente, desde inicios de los años 90 la
campiña se beneficia indirectamente con
las aguas de la irrigación Chavimochic,
pues sin tener canal de derivación propia-
mente, las filtraciones por uso del agua
en las partes altas del valle bajo, elevan la
napa freática a niveles más superficiales,
y además, los caudales de filtración en el
lecho del río son fácilmente captados por
la bocatoma principal. Esta mayor dispo-
nibilidad del líquido elemento determina
el abandono del uso de los pozos
tubulares y en casos extremos provoca
inundaciones por filtración en los terrenos
de las partes más bajas de la campiña.
41
 Mientras el recurso agua de riego se re-
suelve con creces, el uso de las tierras no
parece optimizarse. La excesiva fragmenta-
ción de las parcelas y los desniveles de la
superficie por extracción de tierras para la
fabricación de ladrillos, son factores que,
asociados a las nuevas expectativas ocu-
pacionales de la población, contribuyen al
relativo abandono de la actividad agraria
como principal en la economía familiar.
Sin embargo, se observa tranquilidad
y sosiego en las familias campesinas.
Vienen desarrollando con satisfacción
sus actividades agropecuarias, desarro-
llando más de una cosecha al año, pero
manteniendo las formas tradicionales en
la organización y manejo de los cultivos.
Recuerdan con beneplácito haber supe-
rado épocas pasadas cuando estaban
pendientes de lograr sus mitas de agua
por 15 minutos por hectárea cada 15 días.
En tales circunstancias buscaban la for-
ma de prestarse o comprar los turnos de
otros vecinos. Actualmente los riegos son
por turnos destinando toda la disponibili-
dad del agua a los diferentes canales y re-
gando parcelas de grupos de agricultores.
2. LA FIESTA DE SAN ISIDRO
LABRADOR EN MOCHE
EL SANTORAL RELIGIOSO CATÓLICO
EN MOCHE
Moche es uno de los pueblos coste-
ños que durante 10 meses del año (a
excepción de los meses de febrero y se-
tiembre) celebran alguna fiesta religiosa
católica. Esta acentuada manifestación
religiosa se asocia con la antigua tradi-
ción prehispánica de los pueblos muchik
que en torno a los principales santuarios,
llamados ahora Huacas del Sol y de la
Luna, participaban directamente en los
ritos y ceremonias que se realizaban en
los peregrinajes que cotidianamente se
efectuaban desde diversas latitudes.
La política de “reducciones de indios”
llevada a cabo por la administración co-
42
lonial, permitió la subsistencia y continui-
dad sociocultural del pueblo muchik en
lo que es la actual ciudad de Moche, así
como otros pueblos cercanos a las ciu-
dades de españoles, criollos y mestizos,
a lo largo de la costa y del territorio nacio-
nal (Rodríguez Suy Suy, V.A. 1997: 19).
Hasta los años 50, del siglo que terminó,
se mantuvo como una comunidad relati-
vamente cerrada posibilitando relaciones
sociales de carácter endogámico. Aún
recuerdan los viejos informantes que en
tiempo de sus padres era muy raro que
una joven consiga esposo fuera del pue-
blo y la campiña. Los varones fueron los
primeros en quebrar esta norma social
porque impulsados por las inquietudes
de estudio y de nuevas opciones labora-
les tuvieron que salir a otras ciudades.
La organización social basada en la
consistencia de familias grandes inter-
relacionadas por el parentesco consan-
guíneo y reforzado con el parentesco arti-
ficial, a través del compadrazgo, constitu-
yó la estructura que viabilizó en términos
favorables articularse con el contexto eco-
nómico y sociopolítico regional y nacio-
nal, y a la vez subsistir como comunidad
étnica recreando desde sus propias ini-
ciativas formas económicas predominan-
temente campesinas. Con dicho soporte
económico y sociocultural, tuvieron la “li-
bertad” de desarrollar su proceso históri-
co social, eligiendo selectivamente las
alternativas que ofrece el mundo moder-
no y la normatividad del Estado nacional.
De igual forma, fue el refugio y la fuerza
para lidiar con diversas formas de agre-
sión, exclusión y discriminación social de
nuestra sociedad nacional predominan-
temente racista.
La antigua concepción mágico religio-
sa del pueblo de Moche, expresada por
formas sincréticas con el culto católico,
trasciende como argamasa los diversos
ámbitos de la cultura y la vida económico
social, logrando consolidar la conviven-
cia social como objetivo básico. Por ello
observamos que las familias destacan
gran parte de su tiempo y sus economías
en la realización de los ritos y fiestas reli-
giosas. Esto que aparentemente es el fin,
no es más que el medio para asegurar-
se continuidad armónica necesarios para
afrontar las contingencias de su proceso
histórico contradictorio y agresivo.
El culto católico en torno a Dios Todo-
poderoso se expresa a través de su hijo
Jesús como su representante y por otros
intermediarios para llegar al Dios Hijo y
al Dios Padre. En tal sentido, los símbo-
los o imágenes de representatividad sa-
grada son públicos y privados o particu-
lares. El culto público u oficial se expresa
a través de cuatro tipos de símbolos: a)
Jesús como Niño o como Cristo; b) Vír-
genes en alusión a María la madre de
Jesús; c) Santos o Santas; y d) Cruces.
El culto privado o particular se da a través
de los muertos, el Día de Todos los San-
tos. En el cuadro siguiente se presenta
el culto oficial católico del pueblo de
Moche.
En total son 16 santorales y 12 cru-
ces, sin embargo, este número puede ser
mayor si tenemos en cuenta fiestas reli-
giosas de ámbitos restringidos y que en
años pasados tuvieron mayor realce. Tal
es el caso de la fiesta de San josé en
marzo. También la participación de la
población de Moche en festividades de
otros pueblos, como son los casos de la
fiesta del Señor de La Piedad de Simbal
cuyo “inter” permanece en la campiña y
en enero va a dicho pueblo después de
la “misa del buen viaje”, o de la Virgen de
Salaverry que en agosto viene al pueblo
de Moche.
La adecuación de los calendarios fes-
tivos prehispánicos y los católicos en el
transcurso de la colonia y la república
puede apreciarse en la “coincidencia” de
la Semana Santa y la fiesta de Las Cru-
ces, entre los meses de abril a junio, con
la temporada de la cosecha que era mo-
tivo de ritos propiciatorios y sacrificios en
el antiguo Perú. De otro lado, las fiestas
católicas de los meses de noviembre y
diciembre se relacionan con los ritos
propiciatorios de las primeras lluvias y
avenidas de aguas para el riego. Un ras-
go distintivo de esta relación sincrética,
de acuerdo a la observación de R.
Schaedel (1988: 158), es que la comuni-
dad “hace suya” la imagen haciéndola
salir fuera de la iglesia, trasladándola en
altares en sus casas. Este es el caso tam-
bién de San Isidro Labrador a quien,
como patrono de los agricultores, según
la tradición española y trasladada a
hispanoamérica, se le presenta ofrendas
de las primeras cosechas. La asociación
de las tradiciones ritual religiosas nativa
y española parece haberse ensamblado
con mayor precisión en las sociedades
campesinas del nuevo mudo. En gran
parte de los pueblos de la sierra, costa y
selva cuya base económica es la agricul-
tura, la advocación y fiesta a San Isidro
Labrador tiene mucha trascendencia.
SAN ISIDRO LABRADOR
Es común observar en Moche que to-
das las fiestas religiosas se realizan con
gran devoción y participación de la comu-
nidad. Sin embargo, las que destacan por
su suntuosidad, participación masiva y
duración, son las fiestas de San Isidro y
de Las Cruces, desde los últimos días
del mes de marzo hasta el 24 de junio,
ensamblando con la fiesta de San Juan.
Ni siquiera la fiesta de la Santa Lucía pa-
trona del pueblo y campiña de Moche, en
el mes de diciembre, tiene gran signifi-
cación popular. Esta sería una muestra
de la tesis del sincretismo planteada por
Rodríguez Suy Suy acerca de la continui-
dad y desarrollo endógeno de la antigua
sociedad muchik.
San Isidro es expresión de la religio-
sidad popular de los labradores de la vi-
lla de Madrid en España a inicios del si-
glo XI d.c. Isidro de Merlo y Quintana que
es su nombre de pila (Díaz Alvarez, M.
1992: 7) nació en Madrid en 1082, hijo de
peones de hacienda. A temprana edad
quedó huérfano asumiendo el mismo ofi-
cio de sus padres, por tal circunstancia
tuvo que transitar de uno a otro patrón
43
 C.5: Culto Oficial Católico del Pueblo de Moche

SIMBOLO No.
DENOMINACIÓN MESES
SAGRADO FIESTAS
Bajada del Niño (6 ene); Nacimiento del
NIÑO 2 Niño Dios (24 dic) Enero/ Diciembre
JESUS
Semana Santa (abr); Señor de la
CRISTO 3 Mis ericordia (30 ago) Abril/ Agosto
V. de Fátima (13 may); V. Del Carmen
VIRGENES (16 jul); V. De La Puerta (16 dic)
3 Mayo/ Julio/ Diciembre
Sta. Rosa de Lima (30 ago); Sta. Lucía
de Moche (14 dic)
SANTOS MUJERES 2 Agosto/ Diciembre
Sn. Isidro Labrador (15 may); Sn.
Antonio (13 jun); Sn. Juan (24 jun); Sn. Mayo/ Junio/ julio/
Pedro (29 jun); Sn. Fco. As ís (4 oct); Sn. Agosto/ Octubre/
VARONES 6 Martín de Porres (20 nov) Noviembre
Cerro Grande; Sub Ramal la Cruz; La
Rosita; Portachuelo; Huartaco; Sub
ramal Huartaco; Huaca Grande; Huaca
de la Estrella; Chorobal; Cruce del
12 Gallo; De los Difuntos; Cruz Mayor
CRUCES Mayo (Junio)
Fuente: Gutiérrez Ch. G. 1997: 82; Segura V., N y J. Asmat G. 1998: 172

empleándose como peón agrícola, no lle-
gó a ser propietario de tierra, salvo sólo
usufructuario de una pequeña parcela
que le cedió su empleador don Iván de
Vargas.
Vivió después de la epopeya de
Rodrigo Díaz de Vivar, “El Cid Campea-
dor”, héroe de la reconquista en la época
de la guerra santa que libraba España
contra los moros. La efervescencia reli-
giosa fue el componente significativo en
este proceso de liberación, por lo que la
devoción a Cristo y a la Virgen María se
convirtió en guía y fuerza. En muchos ca-
sos el misticismo fue intenso y fue exalta-
do por el vecindario atribuyendo como
milagros algunos acontecimientos fortui-
tos. Ese es el caso de Isidro que además
de profesar “una tierna y segura devoción
a la Virgen María (...), era un trabajador
incansable y bien preparado para todas
las tareas del campo; (asimismo) era
habilidoso en otros muchos oficios” (Díaz
A., M. Ob. cit: 15). La conjunción virtuosa
de ambas cualidades lo convierten en
símbolo paradigmático de fe y laboriosi-
dad. Con admiración mística se propala
los milagros de Isidro, tales como: con-
vertirse en excavador de pozos y encon-
trar una rica veta de agua subterránea
sin tener la mínima experiencia en este
oficio; lograr prosperidad en el viñedo de
su patrón al ubicar los odres para su
amaceramiento en almacenes ubicados
en el subsuelo; pero lo que causó mayor
impacto en el subconsciente colectivo
avivando el sentimiento religioso, fue
“constatado” por su patrón el señor Vera
cuando “vio” que mientras, durante las
horas de trabajo, Isidro se encontraba en
la iglesia ofreciendo sus plegarias, su
yunta araba a la perfección sin la guía de
un gañán visible. Se atribuyó la presen-
cia de los ángeles que venían en ayuda
de Isidro en recompensa a su dedica-
ción a Dios. Muchos otros milagros se
atribuyeron a Isidro y fueron trasmitidos
por la narrativa popular, trasmutando su
condición de hombre común a un ser ex-
cepcional, elegido de Dios. Estas
hierofanías y la credibilidad de los mila-
gros condujeron a su santificación como
proceso creativo de la sabiduría popular.

44
 Tuvo la gracia de tener por esposa a
una mujer igualmente virtuosa, María
Torribia, conocida después como María de
la Cabeza que, igualmente, realizó mila-
gros como: el transportarse con su espo-
so sobre su chal por encima de las aguas
del río, o el de rescatar con vida a su hijo
que había caído en un pozo ahogándose.
Isidro fallece en 1172 y después de
447 años, en 1619 es beatificado por el
Pontífice Paulo V fijándose el día de fiesta
para el 15 de mayo. Tres años más tar-
de, el 12 de marzo de 1622, es canoni-
zado por el Papa Gregorio XV juntamen-
te con San Ignacio de Loyola, San Fran-
cisco de Asís, San Felipe Nieri y Santa
Teresa de Jesús. Su esposa es conoci-
da en el mundo católico como santa
María de la Cabeza por haber patrocina-
do como “cabeza” en el convento de las
Religiosas Observantes (Díaz A., M. Ob.
cit: 39).
Desde España en que Isidro es reco-
nocido como el Santo Patrón de los agri-
cultores, es llevado por los conquistado-
res por todos los pueblos de América co-
lonial, siendo muy propicio en el proceso
de evangelización. Aún cuando la evan-
gelización ha sido compulsiva al arrasar
las deidades y templos nativos constru-
yendo iglesias en las “wacas” o santua-
rios indígenas o por lo menos colocando
una cruz como símbolo de la “verdadera
religión”; los pueblos nativos supieron
amalgamar sus creencias en las formas
del culto nuevo. Ello fue posible por simi-
litudes respecto a la noción del Dios Su-
premo (cristiano) y del Dios Creador
(andino), o de los santos y santas inter-
mediarios ante Dios y los Wuacas, pode-
rosos espíritus de los cerros, e incluso la
idea del diablo y del supay. Sin embargo,
mientras la teología de la cristiandad ubi-
ca a los Santos y a la Virgen María en una
posición secundaria después del Dios
Supremo, la religiosidad popular, particu-
larmente, de los pueblos de América y el
Perú, en muchos casos, le otorgan poder
independiente y los deifican (González
Martínez, J.L. 1987: 47).
SAN ISIDRO LABRADOR EN
MOCHE
San Isidro como santo patrón de la
agricultura de muchos pueblos perua-
nos, en Moche, tiene tanta devoción como
la celebración de la Semana Santa. Ello
puede explicarse por la significación de
la agricultura en las sociedades prehispá-
nicas como en otras sociedades básica-
mente agrícolas. La tierra en estas so-
ciedades es deificada como la “madre
tierra” por su dimensión cósmica, viva y
activa. Al respecto Mircea Eliade dice: “Son
muchas las creencias, mitos y rituales
referentes a la tierra, a sus divinidades y
a la “gran madre” que han llegado hasta
nosotros. La tierra, que en cierto sentido
constituye los cimientos mismos del cos-
mos, tiene muchas valencias religiosas.
Ha sido adorada por “ser”, por mostrar y
mostrarse a si misma, por devolver, por
dar fruto, por recibir” (1974: 12).
La asociación del culto a la tierra en la
antigua cultura moche y el patrocinio ca-
tólico de San Isidro como representante
de los labradores se han amalgamado
eficazmente, de tal forma que, el ritual y la
festividad que anualmente se realiza,
trasunta la dimensión estrictamente agrí-
cola hacia el resto de actividades que la
población efectúa en su lucha cotidiana
por su subsistencia y prosperidad no
sólo en su comunidad, sino en el contex-
to amplio de interrelaciones desiguales
a nivel regional y nacional del proceso de
modernización.
La imagen de San Isidro fue traída de
España por Fray Toribio de Mogrovejo lle-
gando al valle de Moche en 1578 en su
trayecto hacia Huaraz a donde había sido
destinada, pero “al pasar por este valle y
percibir el aire puro de sus campiñas (el
religioso) decidió dejarlo (en el pueblo
de Moche) (Hermandad San Isidro 2000).
Desde entonces hasta 1938, anualmen-
te durante tres días (14, 15 y 16) del mes
de mayo se celebraban los rituales y fiesta
en su honor. A partir de dicho año la ima-
45
gen es paseada en procesión por las
afueras del pueblo, extendiéndose des-
pués hacia diversos puntos de la campi-
ña en peregrinaje hasta la actualidad. En
1750 se instaura la Cofradia de San Isi-
dro, cuya función, según lo instituido para
dicha organización fue “mantener una
parte importante del culto católico. En las
reducciones de indígenas y las ciudades
y villas de españoles realizaban o auspi-
ciaban muchas actividades religiosas y
rituales (como): la celebración de misas
y fiestas...” (Díaz Hurtado, A. 1994: 148).
Los miembros llamados cofrades, incor-
porados voluntariamente, elegían a quie-
nes tenían que ejercer los cargos anual-
mente. El principal de ellos que en unos
casos se llamaba mayordomo y en otros
prioste era el encargado de dirigir las
actividades de la celebración de los ri-
tuales y la fiesta. Convocaba la colabora-
ción de los moradores que aportaban ví-
veres y los mejores frutos de sus cose-
chas. Desde los primeros años de 1900,
la mayordomía adquiere mayor presen-
cia en las celebraciones, pues el mayor-
domo contaba con la colaboración de los
Síndicos y Esperadores. La memoria co-
lectiva recuerda que 1969 su último ma-
yordomo fue don Fermín Pantoja. En 1970
se constituye la Hermandad, siendo el
primer Presidente de la Junta Directiva
don Víctor Eleazar Vega Asmat (Herman-
dad San Isidro 2000).
En la festividad de San Isidro desde
el año de 1912 acompaña en la proce-
sión y el peregrinaje la banda de enmas-
carados, diablillos danzantes, dirigidos
por su capataz don Manuel Asmat Ñique.
Recuerdan que desde 1914 integraba la
banda el niño Eleazar Anhuamán Sánchez
quien sería después capataz desde 1930
hasta 1984.
La propagación de los milagros por la
narrativa popular, así como las promesas,
incumplimientos y castigos, tiende a man-
tener fresca y vital la santidad de San Isi-
dro. Al reafirmar la eficacia del santo se
asegura también las convicciones perso-
nales como recurso para viabilizar éxitos
46
individuales, familiares y de la hermandad.
Los objetivos son potenciar las diversas
opciones ocupacionales y alternativas de
vida dentro o fuera de la comunidad a partir
de la actividad agropecuaria que está de-
jando espacio a otras diversas actividades.
3. ORGANIZACIÓN Y
REALIZACIÓN DE LA FIESTA
DE SAN ISIDRO LABRADOR
LA HERMANDAD DE SAN
ISIDRO LABRADOR
La fiesta se realiza en dos niveles de
organización: la Hermandad de San Isi-
dro y los devotos que actúan como
“altareros” y “esperadores”. La Herman-
dad está conformada por 16 miembros
(13 varones y 3 mujeres) que eligen cada
dos años su Junta Directiva integrada por
11 cargos (Presidente, Vicepresidente,
Secretario de Actas, Tesorero, Fiscal,
Secretario de Organización, Secretario de
Altareros, Secretario Guardador de Pren-
das y Alhajas del Santo y tres Vocales) y
anualmente conforman Comisiones para
actividades de la festividad. Estos directi-
vos tienen la responsabilidad de organi-
zar y coordinar con el Párroco las activi-
dades litúrgicas y festivas. Todos los
miembros de la hermandad como devo-
tos tienen la obligación de ser “altareros”,
que significa el honor de recibir al Santo
en su domicilio o en su chacra, para su
descanso por una noche en su peregri-
naje, debiendo destinar un espacio para
la instalación del Altar de Frutas. En torno
a la hermandad se nuclean otros devo-
tos que actúan como “esperadores” para
un breve descanso y rituales en su tra-
yecto hacia al siguiente altar.
La organización se complementa con
un Comité de Damas conformada por
ocho miembros, que sin tener la forma-
lización orgánica como Comité, actúan
como tales, colaborando en diversas ac-
tividades referidas al cuidado y atencio-
nes de San Isidro en los actos rituales en
la iglesia y en el recorrido por la campiña.
También desde 1997 se ha organizado
una nueva “Banda de Enmascarados”
(diablos), pues como se indicó anterior-
mente, desde 1912 acompañaba en la
procesión y el viaje por la campiña una
sola banda. Actualmente las Bandas de
Enmascarados son: la Comparsa de
Baltasar Anhuamán conducido por los
herederos del más longevo capataz que
falleció en 1994, la otra banda es la de
San Isidro, conformada por danzantes
que se separaron de la primera.
La hermandad hasta la década de los
80 realizaba el peregrinaje de San Isidro
pasando por 20 altares, pero desde los
últimos años de dicha década se va
abriendo, ante la presión de otros devotos
que solicitan ser admitidos como
“altareros”. En 1993 hubo 27 altares, en
1995 se incrementa a 31 y en el año 2000
aumentó a 42 altares. Hay que destacar
que tradicionalmente la hermandad ha
sido una organización cuasi cerrada inte-
grando familias nativas y en gran parte
emparentadas. Entre los nuevos altareros
se está permitiendo el ingreso de agricul-
tores migrantes e incluso de agricultores
vinculados al comercio y la industria. Tal
es el caso de la familia Manucci que fue
admitida en 1996 causando cierta “sor-
presa” entre los campesinos mocheros.
En año 2000, incluyendo a esperadores,
fueron 110 devotos que participaron acti-
vamente en la organización de los rituales
y la fiesta. En cada caso se moviliza la con-
currencia de familiares, parentela, com-
padres, amigos, invitados y creyentes en
general, variando entre 150 a 300 perso-
nas diariamente en las casas y altares
donde pernocta el Santo.
El inicio de la fiesta con los rituales
para el “buen viaje” en la última semana
del mes de marzo, y la víspera y la fecha
central, el 15 de mayo, está a cargo de la
Hermandad de San Isidro Labrador y la
Parroquia de Moche. En estas fechas se
concentra en Moche a miles de partici-
pantes de casi todo el pueblo y la campi-
ña y visitantes de la ciudad de Trujillo y
poblados vecinos.
Para la preparación de estas activida-
des la Junta Directiva de la Hermandad
debe reunirse una vez a la semana, los
días sábados durante todo el año, sin
embargo, dicho cumplimiento es irregu-
lar. Lo que no falla es la reunión periódi-
ca una vez al mes junio y noviembre. A
partir de enero a marzo se reúnen sema-
nalmente. Durante el año se planifica,
prevé y organiza las actividades orienta-
das a la recaudación de fondos: se reali-
zan “parrilladas”, “polladas”, “frejoladas”,
se envía correspondencia de invitación y
se visita a los devotos para registrar sus
colaboraciones en especies o dinero, etc.
Particularmente en carnavales se reali-
zan las actividades más importantes para
la recaudación de fondos, y en noviem-
bre se efectúan los ritos preparatorios e
igualmente actividades pro fondos. Los
mayores gastos que tienen que afrontar
son: la contratación de una banda de
músicos por el lapso de cerca de 50 días,
por un precio variable alrededor de 1,430
dólares; en este caso tienen la facilidad
que la banda de músicos del colegio se-
cundario “Ramiro Ñique” de la ciudad de
Moche colaboran a bajo costo. Hay que
destacar que el pueblo de Moche es cuna
de destacados músicos y son famosas
la banda de Santa Lucía de Moche y otras
bandas que han surgido a partir de ella.
Estas bandas también colaboran a cos-
tos reducidos en atención a su devoción
a San Isidro. Tienen que asegurar el
financiamiento de los ritos litúrgicos.
Igualmente los gastos en juegos artifi-
ciales y los banquetes que ofrece la Her-
mandad a los altareros y al público en
general. Para esto último se cuenta con
las donaciones de los devotos en dinero
o ingredientes necesarios.
Las Comisiones de Trabajo que se
constituyen se refieren a las siguientes
actividades: a) Coordinación General, a
cargo del Presidente quien en primera ins-
tancia tiene que establecer acuerdos con
el Párroco, realiza gestiones ante las insti-
tuciones públicas y privadas, tiene que con-
vocar y dirigir las actividades de los
altareros; b) Economía, a cargo del Teso-
47
rero, quien reúne los fondos recaudados
en las diversas actividades conduce los
gastos de acuerdo a la programación de
gastos previamente aprobados, registra
los ingresos de donaciones, actividades
pro fondos, limosnas proveniente de los
altares de cada uno de los altareros; c) Or-
ganización a cargo del Secretario respecti-
vo, quien con el apoyo del Comité de Da-
mas, altareros y esperadores hacen el se-
guimiento de la realización de las activida-
des rituales y festivas; d) Comité de Da-
mas que tiene que ver con el arreglo de la
vestimenta del Santo, arreglo y cuidado del
anda durante su recorrido por la campiña;
e) El fiscal, tiene que controlar el trabajo de
otras comisiones que actúan durante el
peregrinaje por la campiña, entre ellas son:
la comisión de banda de músicos en cuan-
to a su atención y cumplimiento del horario
diario en el traslado del santo de un altar a
otro; comisión de registro del monto de li-
mosnas y ofrendas realizada por la feligre-
sía en cada altar; coordinación con el (Ma-
yordomo) encargado de guardar y poner a
disposición las prendas y joyas del Santo;
comisiones encargadas de los actos
litúrgicos desarrollados por la Hermandad
en los santuarios (Iglesia de Moche, Capi-
lla San José, Bocatoma de Santa Lucía,
Santísima Cruz del Gallo y romería al Ce-
menterio) y también supervisar la concu-
rrencia de las comparsas de danzantes
“bandas de diablos enmascarados”.
“ALTAREROS” Y
“ESPERADORES”
El segundo nivel de organización de
la fiesta de San Isidro es a nivel familiar
bajo la responsabilidad de los “altareros”
y “esperadores”. Los creyentes expresan
su devoción a través de sus oraciones,
plegarias y ofrendas, así como concu-
rriendo a los rituales y participando en el
peregrinaje. Pero en Moche la expresivi-
dad de la devoción alcanza mayores gra-
dos de entrega aspirando y convirtiéndo-
se en esperador y altarero.
El esperador tiene el patrocinio o aval
del altarero y la aprobación de la Junta
48
Directiva de la Hermandad. De igual for-
ma, el altarero tiene que lograr que su
solicitud, manifestada en diferentes for-
mas, tenga que ser formalizada por es-
crito para ser admitido. Sin embargo, no
necesariamente primero hay que ser
esperador para ser altarero. La Herman-
dad ha tenido cuidado de mantener no
sólo el grupo de hermanos, sino el tiem-
po de duración de la fiesta. Durante mu-
chos años el recorrido de la imagen del
Santo por la campiña fue de 20 a 25 días
que significó la presencia constante de
20 altares familiares aparte de los alta-
res institucionales. El aumento de alta-
res implica adelantar la celebración de la
fiesta puesto que tiene que culminar
siempre el día 15 de mayo, fecha central
de la efemérides. Al admisión de un nue-
vo altarero puede o no considerar la pre-
sencia de nuevos esperadores.
El altar de frutas levantado en la casa
determina la condición de altarero. En
dicho altar el santo pernoctará durante
una noche realizándose en consecuen-
cia actos litúrgicos y festivos el día de la
llegada y el día de la partida, para lo cual
la familia tiene que desarrollar activida-
des de preparación y atenciones a la co-
mitiva de la hermandad y acompañantes.
Los esperadores reciben a San Isidro,
igualmente, en su casa o en la chacra,
por el lapso de 15 a 30 minutos, en el
pasaje al siguiente altar. Acondicionan
una mesa con un cuadro ampliado de la
imagen de San Isidro y ofrendes de flo-
res para el “rezo” o misa que algunos
esperadores mandan oficiar, luego se
sirve un agasajo a la comitiva de la her-
mandad y asistentes.
Los altareros más que los
esperadores movilizan a toda su paren-
tela, compadres y allegados amigos e
invitados particulares. De tal modo que,
la celebración o recibimiento del Santo,
además de los fines estrictamente reli-
giosos, resulta un gran reencuentro so-
cial. Los ritos de renovación se extienden
de la dimensión sagrada, a la vida coti-
diana reintegrando y fortaleciendo los la-
zos familiares, de parentesco, compa-
drazgo, amistad. Así, anualmente, las re-
laciones de alianza se renuevan y conso-
lidan, dando consistencia a la familia
grande como soporte estructural alta-
mente significativo para cada uno de los
miembros y las familias en su conjunto.
La asociación de ritos religiosos con
aspectos de la vida socioeconómica del
individuo, la familia y la comunidad ha
sido estudiada en diversas regiones y las
interpretaciones destacan aspectos que
constituyen componentes del amplio pro-
ceso de la vida social en contextos dife-
rentes. En el mundo actual donde predo-
mina la integración económica mundial
articulando las más “aisladas” comuni-
dades culturalmente diferentes, éstas
siguen sus propios procesos de cambios
recreándose, asimilando y adecuándose
a las condiciones no sólo dominantes,
sino fundamentalmente efectivas para su
permanencia y desarrollo. Los mecanis-
mos internos de integración o desinte-
gración social y de redistribución de bie-
nes y de poder en comunidades locales,
actualmente no pueden ser interpretados
dentro de la dinámica interna de dichas
comunidades, sino en el contexto de su
articulación al mundo moderno, dominan-
te, explotador, excluyente y prejuicioso. En
consecuencia, las tesis de E. Wolf, G.
Foster acerca de la función de igualación
económica a través de los banquetes en
los rituales religiosos, ahora es secunda-
rio. En los rituales y fiesta religiosa en
Moche sobresale la fuerza integradora y
de solidaridad que propicia al grupo con-
sistencia en base a lo cual el carácter cam-
pesino de la comunidad se va imbricando
a la sociedad urbana permitiendo a sus
miembros compartir diversas alternativas
de vida rurales y urbana en forma simultá-
nea y diferencial, según los intereses
priorizados de los grupos generacionales.
EL ALTAR Y EL ARCO DE FRUTAS
El Altar de Frutas siendo ofrenda de
agradecimiento por los frutos que da la
tierra, se constituye en puente o inter-
mediación a lo sagrado divino y a lo “sa-
grado” social, por cuanto consolida su
convicción y alianza con las potencias
sobrenaturales y a la vez con los parien-
tes, compadres y allegados. Se compor-
ta como artificio cultural para lograr man-
tener viva y fuerte y acrecentar las alian-
zas, muy necesarias para lidiar el trance
crítico de cambio de una agricultura cam-
pesina sostenida a una economía diver-
sificada de significativo contenido urba-
no. Inicialmente el arco de frutas fue la
ofrenda del agricultor de las cosechas de
su propia chacra, esto es de su propio
trabajo, y efectivamente esto es lo que
hace el altarero cuando se inicia como
tal. Para el año siguiente busca tres pa-
rejas de padrinos, para los dos parantes
verticales y el transversal superior del
arco. Dichos padrinos son generalmen-
te esposos, preferentemente familiares,
parientes o amigos muy estimados. En
lo sucesivo cada pareja de padrinos bus-
ca y compromete a sus sustitutos para el
año siguiente. Los nuevos padrinos pue-
den ser desconocidos para el dueño del
altar, sin embargo, a través del ceremo-
nial y la fiesta se concerta y sustenta es-
tas nuevas alianzas. Este compadrazgo
se efectúa por doble vía, de un lado, como
hemos visto, con el dueño del altar su
esposa e hijos, y de otro lado, con los
padrinos que los escogieron. Lo corrien-
te es que los padrinos son los hijos o
parientes, por lo tanto los amigos y otros
parientes de estos se integran al grupo
parental del altarero.
El altar se ubica en un lugar preferen-
cial de la vivienda adquiriendo dicho es-
pacio carácter sagrado, puesto que es
asignado a San Isidro, por lo tanto es con-
servado con devoción aun cuando el resto
del tiempo es usado con normalidad en
otras funciones de la vida cotidiana.
Afrontar anualmente el compromiso de
altarero significa el despliegue organiza-
tivo para el agenciamiento de los recur-
sos materiales necesarios. Tiene que
aprovisionarse de comestibles para brin-
dar dos banquetes a la comitiva de la Her-
49
mandad y acompañantes de San Isidro.
El primero, el día de la llegada al altar; y el
segundo, al día siguiente en que sale al
próximo altar. En estos banquetes se sir-
ve habitualmente un guiso de carne con
arroz que tiende a sustituir en muchos al-
tares a la “sopa teóloga” que es un pepián
de arroz y de pan sazonado con azafrán
acompañado de carne guisada de pavo o
gallina. Además, almuerzo y cena para los
compadres y nuevos padrinos del arco
que el primer día pasan en casa “vistien-
do” el arco, y luego al día siguiente en la
“bajada” del arco (distribución de las fru-
tas). A ello se agrega las atenciones a los
familiares y parientes que para la ocasión
llegaron de visita si se encuentran resi-
diendo en otros lugares.
La contribución económica de los hi-
jos es importante en este aprovisiona-
miento. Otros gastos se refieren a la ela-
boración de chicha de jora que concita un
proceso y ceremonial particular, también
la contratación del especialista en juegos
artificiales o simplemente la compra de
bombardas y cohetes; de igual modo,
para el alquiler de equipo de sonido para
la fiesta y baile en el segundo día, ya que
el día anterior con presencia del Santo en
el altar durante la noche se realiza la vigi-
lia a cuyos acompañantes que son bási-
camente familiares, hay que atenderlos
con bebidas y comida. La venta de cerve-
za se está generalizando en los últimos
años y tiende a reemplazar a la chicha.
Este abastecimiento se realiza en base a
convenio de la Directiva de la Hermandad
con la fábrica de cerveza que envía una
dotación de 15 a 20 cajas de docena de
botellas a consignación a cada altar.
La variedad de frutas que se colocan
en el arco son dispuestas en forma artís-
tica para lo que hay especialistas en la
familia o en el entorno de parientes a quie-
nes se les invita para que colaboren con
su oficio. Raras veces estos especialis-
tas con contratados. Las frutas son de la
mejor calidad adquiridos en los merca-
dos de la ciudad de Trujillo y destacan los
siguientes productos: caña de azúcar (que
50
se usa como amarres de dos parantes en
forma de escalera a cada lado para allí
asegurar las otras frutas), papayas, melo-
nes, sandías, paltas, plátanos, naranjas,
limas, manzanas, huabos. También se
adorna con botellas de champaña, vino,
objetos de artesanía de carrizo y juguetes
que son la atracción de los niños. Cada
pareja de padrinos efectúa un gasto entre
90 a 100 dólares en la adquisición de di-
chas frutas.
Los altares de los devotos son el Arco
de Frutas que ofrendan en sus hogares y
es diferente al Arco de Fiesta que igual-
mente es un Arco de Frutas, pero que se
construye, en el Anda Mayor, después que
el santo visita al último altarero. Allí se
engalana a San Isidro con vestimenta y
capa nuevas, luce su sombrero de plata
bañado en oro (donada por el Presidente
A. Fujimori el año 2000, desde 1879 ve-
nía luciendo un sombrero de plata), para
su ingreso en procesión a la ciudad de
Moche, después de concluido su pere-
grinaje por la campiña. Mientras San Isi-
dro recorre la campiña con su anda y ves-
timenta de viaje llevando su palana, en el
Anda de Fiesta luce la Palana y el Bastón
de Mando decorado armoniosamente con
frutas y ajíes respectivamente.
El día en que San Isidro arribará a un
altar en su viaje de peregrinaje, los padri-
nos del arco de frutas, desde las 6 a.m.
están recorriendo los puestos de frutas
de los mercados de Trujillo, llegando a la
casa del altarero con su cargamento en-
tre las 9 a 10 a.m. Luego de los saludos y
el desayuno con que se atiende a los pa-
drinos, éstos y sus acompañantes clasifi-
can y acondicionan con amarres adecua-
dos los frutos para ser colocados en el
arco. Para ello el dueño de casa ha dis-
puesto limpieza y acondicionamiento del
espacio destinado al arco. Hay arcos ins-
talados en forma permanente, en otros
casos el lugar siempre es el mismo y cada
año se arma el arco. En la ciudad de
Moche, generalmente, los arcos se ubi-
can en el interior de la casa, en la “sala”;
en cambio en la campiña está en campo
abierto. A las 3 ó 4 p.m. el arco de frutas
esta “levantado” o “vestido”, listo para la
llegada del Santo y sus acompañantes en
peregrinaje.
LA LITURGIA, EL AGASAJO Y
LA FIESTA EN CASA DE LOS
ALTAREROS Y
ESPERADORES
El altarero y su esposa, aproximada-
mente, a las 5 p.m. de acuerdo al progra-
ma establecido, salen portando una ofren-
da de flores, conjuntamente con sus com-
padres, al encuentro de la comitiva y feli-
greses que están en camino a su altar
“acompañando” a San Isidro. A mitad del
trecho del camino entre uno y otro altar
reciben de la esposa del altarero ante-
rior, el “Inter” del Santo, con cuyo acto ter-
mina el ritual religioso correspondiente a
dicho altar, y se inicia los actos en el si-
guiente. Hacen el cambio de cargadores
del anda y se encaminan al nuevo altar a
paso rápido, presidiendo la comparsa,
reventando cohetes con el acompaña-
miento de la banda de músicos y diablos
danzantes, en el caso que hayan pedido
su presencia. La urna que lleva al Ínter,
que es la imagen en pequeño del Santo,
tiene una alcancía para la recepción de
limosnas. A quien ofrenda una limosna,
las damas que llevan al Inter entregan un
“ramito de romero”. El monto recaudado
de los óbolos correspondiente a un altar,
es retirado, contabilizado y reportado al
Tesorero de la Hermandad, al día siguien-
te, antes de continuar el peregrinaje al
siguiente altar.
Los caminantes hacen su ingreso a
la casa del altarero y San Isidro es ubica-
do en su nuevo Altar de Frutas. Inmedia-
tamente se inicia la paraliturgia o misa
realizada por un rezador o por el sacer-
dote según el acuerdo y petición del
altarero. Este acto continúa con el baile
de la marinera que danzan los padrinos
ante la mirada de San Isidro al mismo
tiempo que se queman los juegos artifi-
ciales al son de la banda de músicos.
Simultáneamente se sirve el banquete a
toda la concurrencia. De modo preferen-
cial son atendidos la comitiva de la Her-
mandad a quienes se les invita en mesa
en el interior de la casa, compartiendo
después todos los asistentes según or-
den de distinción por compadrazgo, pa-
rentesco, amistad, allegados y visitantes.
Terminado el convite, los asistentes se
van retirando, quedando los padrinos,
familiares e invitados a departir con los
dueños de casa. La noche es de vigilia y
alternan rezos y cánticos religiosos. Ge-
neralmente pasada la media noche no
quedan acompañantes, salvo el altarero
o algún familiar que harán guardia hasta
el amanecer. Siempre la imagen estará
acompañada por el altarero o algún miem-
bro de la Hermandad. Mientras San Isi-
dro se encuentra en el altar recibe ofren-
das y limosnas de los visitantes y de
modo especial la donación de dinero de
los padrinos salientes y entrantes.
El día siguiente, es de reunión familiar
y de preparativos para la “bajada” del altar
de frutas. Los concurrentes son atendidos
con desayuno y almuerzo. Los padrinos
del arco y sus reemplazantes, elegidos,
generalmente, por ellos, se apersonan en
horas de la tarde y confraternizan con los
familiares y parientes del altarero. La Co-
misión de Damas de la Hermandad, igual-
mente, hace su presencia para inventa-
riar las ofrendas en especies y venderlas
a bajo precio por ser donaciones al Santo.
Contabilizan las ofrendas de limosnas en
dinero para su entrega al Tesorero de la
Hermandad previo recibo y acta. Hasta
hace algunos años, en este acto sólo se
contabilizaba y registraba la cantidad re-
caudada, haciéndose la entrega de es-
tos óbolos en ceremonia especial el 16
de mayo en el banquete que ofrece la Her-
mandad a sus Altareros.
La preparación de la comida para el
banquete reviste ceremonial especial a
cargo de las especialistas. Particular-
mente la preparación de la “sopa teólo-
ga” por la complejidad en la elaboración
de los ingredientes como son: el pan
51
blanco de harina amasada sólo con acei-
te, el molido del arroz, el azafrán, el hervi-
do de carnes de pollo, la sazón de los
pepianes de pan y de arroz y los guisos
de carne respectivas.
A partir de las 3.00 p.m. la gente se va
congregando en la casa del altarero. Se
apersonan los integrantes de la banda
de músicos, las comparsas de diablillos
danzantes al ritmo del toque monótono
de una lata y golpes rítmicos en la quija-
da de burro. El ritual religioso empieza
con la misa oficiada por el sacerdote o la
paraliturgia a cargo de un rezador contra-
tado por la Hermandad. Luego se inicia
propiamente la “bajada del arco” que con-
siste en la presentación de los nuevos
padrinos quienes en dicho momento
efectúan sus ofrendas en dinero que ge-
neralmente fluctúa entre cincuenta a cien
nuevos soles. En seguida proceden a
desmontar las frutas del arco depositán-
dolos en costales según el tipo de frutos,
alternado su distribución entre los asis-
tentes. El banquete y la distribución de
chicha se ejecuta en la modalidad simi-
lar al día anterior. En otros altares, luego
del desmontaje del arco de frutas, inme-
diatamente San Isidro reinicia su cami-
nata hacia el siguiente altar. En este caso,
el banquete se sirve entre los allegados
que quedan en casa del altarero. En esta
reunión destacan la presencia de los
padrinos salientes y los nuevos para el
siguiente año. La fiesta, ya sin la presen-
cia del santo, continúa amenizando con
música de equipo de sonido, en muchos
casos hasta pasada la media noche.
EL PEREGRINAJE
La fiesta de San Isidro Labrador y la
fiesta de Las Cruces a diferencia de otras
fiestas religiosas que se celebran en
Moche sale de viaje por la campiña pro-
piciando ritos de renovación de votos y
confirmación de la fe y devoción. R.
Schaedel dice en la perspectiva, no de la
acción pastoral, sino, del sentimiento re-
ligioso del creyente, éste se apropia del
Santo. Lo lleva a su territorio donde edifi-
52
ca su altar para establecer su comunión,
brindarle su oblación y pedirle lo ayude a
resolver sus dificultades no sólo en la
agricultura, sino en todas sus activida-
des y sus problemas como persona,
como familia y comunidad. Con este acto
reproducen de alguna forma los rituales
prehispánicos donde en peregrinaje sa-
lían llevando en andas a sus deidades e
ídolos hasta los santuarios como pudo
ser las Huacas Del Sol y de La Luna, o
santuarios telúricos como el mar, puntos
o fuentes de agua (Refer. personal de V.A.
Rodríguez Suy Suy).
El peregrinaje de San Isidro empieza
visitando los alteres del sector oeste en
dirección de los sub ramales Orcón,
Orconcito, los ramales Cadillar, Sacún,
Los Muertos y sub ramal La Cruz. Regre-
sa al pueblo donde visita altares de las
calles Sepúlveda, O’Donovan, Elías
Aguirre y Leoncio Prado. Luego se dirige
hacia el sur pasando por el ramal
Huartaco, el sub ramal Chorobal conti-
nuando hacia el asentamiento humano
Miramar; regresa pasando por los sub
ramales Huabalito y Palmera. Después
se encamina hacia el oriente siguiendo
el canal La General y pasando por el sub
ramal Bitín, el ramal Choc Choc, la Capi-
lla San José, encaminándose después
por el canal La General hasta la boca-
toma Santa Lucía, principal toma de agua
del río. Regresa siguiendo el canal Sun
hasta la carretera Panamericana desde
donde se encamina hacia el norte pasan-
do el puente sobre el río Moche desde
donde regresa a la ciudad visitando alte-
res ubicados en la Curva de Sun y el últi-
mo altar a la altura del Cruce del Gallo.
De este último altar, de la familia de R.
Ramos, ingresará en procesión apoteó-
sica a la ciudad de Moche.
Aspectos significativos de la caminata
son: el acompañamiento de las compar-
sas de diablicos danzantes, ofrendas de
productos agrícolas que los agricultores
efectúan de su propia cosecha, el cultivo y
cosecha de productos en la parcela desti-
nada a San Isidro, las cosechas que libre-
mente efectúan los diablicos en las cha-
cras de cualquier agricultor para ser ven-
didos a bajo precio el día 15 de mayo vís-
pera del día central, y el ceremonial espe-
cial en la toma de Santa Lucía en alusión
al rito del agua, fuente de vida y de prospe-
ridad en los trabajos agrícolas.
La comparsa de los diablicos, particu-
larmente, se presenta en las procesiones
por las calles de la ciudad, tanto al inicio
como al termino del peregrinaje. Sin em-
bargo, a petición de algunos altareros acom-
pañan en los oficios correspondientes a
su altar; esto significa realizar mayores
gastos económicos. En el año 2000 de 44
altares, sólo en cinco se apersonaron.
Viejos informantes recuerdan que la
cofradía de San Isidro tenía terrenos que
eran administrados por los directivos de
la organización. Otros informantes indi-
can que dichos terrenos eran de propie-
dad de los devotos que cedían volunta-
riamente al Santo y que esta costumbre
se ha ido perdiendo desde hace aproxi-
madamente 20 años. Los trabajos en di-
chos terrenos se hacía con participación
de todos los devotos y los productos se
destinaban al mercado para agenciarse
de fondos para la realización de gastos
de la fiesta. En 1994 por iniciativa del pin-
tor mochero don Pedro Azabache B. se
escenificó la leyenda de Isidro español
cuando era ayudado por un ángel en el
trabajo agrícola. Dicha representación se
efectúo con participación de agricultores
jóvenes y adultos en la perspectiva de
atractivo turístico.
En su recorrido por la campiña los cam-
pesinos ofrendan productos cosechados
de su campos, los que son colocados en
el anda. Son cualquier agricultor que sale
al camino con sus ofrendas en espera del
paso de la procesión, también son los
esperadores y altareros que distinguen
una muestra de cosechas para entregar-
los al santo. Dichos productos son des-
montados en cada altar y constituye la cuo-
ta de óbolos que aporta cada altarero. Los
productos que más frecuentemente se
ofrendan son: paltos, guabos, guanába-
na, plátanos y yuca. El Comité de Damas
de la Hermandad que acompaña todo el
recorrido por la campiña son las encarga-
das de registrar la cantidad y clase de pro-
ductos y venderlos en cada altar o llevar-
los al mercado de Moche. La gente está
atenta a estas ventas porque se trata de
cosas sagradas del santo, por lo que, ge-
neralmente, se expende a precios reduci-
dos “simbólicos”.
Otro aspecto que recuerdan los viejos
agricultores son las “cosechas” furtivas que
realizaban los diablicos en las diferentes
chacras los días 12 y 13 de mayo, según
dicen, bajo la licencia de San Isidro, por lo
que los agricultores tenían que soportar
estas “travesuras”. Todo lo recolectado lo
entregan a la comisión de damas que co-
mercializan el día 15, día central de la fies-
ta. En los últimos años esta actividad se
efectúa muy esporádicamente, según indi-
can, porque las cosechas no son tan abun-
dantes como en el pasado.
El ceremonial en la bocatoma de San-
ta Lucia es asumida por la Hermandad
quienes realizan todas las funciones de
altarero: contratan la presencia del sa-
cerdote para la realización de la misa
como ritual religioso correspondiente;
acondicionan el espacio para el ritual y
colocan el esqueleto del arco para ser
“vestido” por los padrinos; procuran en
coordinación con los padrinos salientes
a quienes los reemplazaran el año si-
guiente; y asumen el costo que deman-
da el agasajo a la concurrencia.
En forma similar, pero con mayor mag-
nificencia, la hermandad asume la res-
ponsabilidad de los rituales, agasajos y
banquetes los días 14, 15 y 16 de mayo.
LOS RITUALES Y LA FIESTA
DURANTE LOS DÍAS
CENTRALES
El día 14 de mayo dos parejas de pa-
drinos inician el “vestido del Arco de Fies-
53
ta”, ubicado en el anda de procesión, con
las mejores frutas adquiridas en los mer-
cados de Trujillo. Allí también se colocan
la Palana y el Bastón de Autoridad que
son, igualmente, adornadas por una pa-
reja de padrinos respectivamente. Los
directivos de la Hermandad dan la bien-
venida y recepción a los síndicos que son
los portadores del Inter durante el año en
la campiña y en Puerto Morín. El acto sim-
boliza la transferencia de funciones pues-
to que en adelante será la Hermandad la
encargada de las actividades principales.
Mientras tanto, se van preparando las
comparsas de diablicos danzantes pre-
paradas para la entrada triunfal de San
Isidro a la ciudad. En forma variable, al-
gunos años desfilan personajes lucien-
do la vestimenta tradicional de los
mocheros en coreografía acompañando
escenas costumbristas del labrador con
sus yuntas engalanadas con frutas y pro-
ductos agrícolas del lugar y jinetes en
caballos de paso. La procesión de entra-
da se inicia después del medio día in-
gresando a la plaza de armas al atarde-
cer bajo la algarabía celebrada con co-
hetes y bombardas. En la iglesia se cele-
bra la misa, mientras, también, disfrutan
del ambiente de fiesta los visitantes que
discurren por las calles donde se han es-
tablecido puestos de venta de diversos
tipos de comida, dulces traídos del norte
y toda clase de golosinas que ofrecen
vendedores ambulantes. Por los altopar-
lantes se anuncia e invita a participar del
baile social amenizado por conjuntos
musicales de moda. Antes de la media
noche se quemarán diversos juegos ar-
tificiales con lo concluye los actos oficia-
les del día de víspera.
El, 15 de mayo, se anuncia con
bombardas japonesas y veintiún camare-
tazos, el inicio de las actividades del “Día
Central”. Continuará con la venta de pro-
ductos agrícolas reunidos por los diabli-
cos y de las ofrendas recibidas por el
Santo durante su peregrinaje por la cam-
piña. La misa de fiesta tendrá lugar an-
tes del medio día presididos por los pa-
drinos del “arco de fiesta” de turno, quie-
54
nes a su vez tendrán ubicación preferen-
cial acompañando la procesión por las
principales calles de la ciudad. Las com-
parsas de diablicos danzantes, el públi-
co y devotos en general dan el colorido
religioso y festivo, como ritos de renova-
ción de fe que anualmente repite el pue-
blo. Luego se servirá el banquete ofreci-
do por la Hermandad a los devotos y
auspiciadores que han colaborado con
donaciones de diversa clase para hacer
posible los gastos que demanda la fies-
ta. En este agasajo destaca la “sopa teó-
loga” como comida ritual muy propia en
las fiestas religiosas en Moche. En la tar-
de se alternan actividades deportivas y
bailes sociales.
El último día de fiesta se inicia con la
romería al cementerio llevando ofrendas,
recuerdos y plegarias a los miembros de
la Hermandad fallecidos. Con dicho acto
se incluye en los ritos la participación de
todos los hermanos donde se disuelve
simbólicamente el umbral entre la vida y
la muerte. Con la misa de veneración se
concluye los ritos religiosos y finalmente
se procede a la entronización de la ima-
gen del Santo a su altar en la iglesia has-
ta las efemérides del año siguiente. Mien-
tras este ritual se realiza en la iglesia, en
la calle los diablicos enmascarados efec-
túan el balance de la participación de los
devotos en la realización de la fiesta. Pa-
rodian de manera jocosa leyendo el
“mando” donde se exagera los defectos
o limitaciones en las atenciones brinda-
das en los altares. Igualmente se san-
cionan con latigazos a los diablicos que
tuvieron mal comportamiento; y de otro
lado, se incorpora con el bautismo a los
nuevos danzantes que conformarán la
comparsa el año siguiente. Después el
Anda con el Arco de Fiesta es trasladada
por los danzantes diablicos enmascara-
dos al ambiente destinado para la fiesta
y banquete final. Allí se realiza el endo-
samiento del arco de frutas por los padri-
nos salientes a los nuevos padrinos.
Estos distribuyen los frutos al público en
general llevando gran parte para si y sus
parientes. Allí también se servirá el ban-
quete de agradecimiento de la Herman-
dad a los devotos altareros. Hasta hace
pocos años en este agasajo los altareros
entregaban las limosnas en dinero recau-
dados en sus altares. Actualmente estos
reportes se llevan a cabo el mismo día
en que San Isidro se encamina al siguien-
te altar. La fiesta continúa con baile so-
cial y confraternidad de los devotos, ami-
gos e invitados.
4. MANIFESTACIONES
ECONÓMICO SOCIALES DE
LA FIESTA DE SAN ISIDRO
LABRADOR
En 1997 se aplicó una encuesta a 60
representantes de familias, entre ellas 29
altareros y 31 esperadores. El objetivo fue
identificar las características socioeco-
nómicas de dichos representantes y de
sus familias, y la participación de sus in-
tegrantes y allegados en la realización de
la fiesta. Ambos propósitos con el fin de
comprender los cambios de las condi-
ciones sociales que implica la realización
de la fiesta propiamente.
CARACTERÍSTICAS SOCIO ECONÓ-
MICAS DE LOS ALTAREROS Y
ESPERADORES
La población nativa de Moche de gene-
ración en generación trasmiten su creen-
cias y prácticas religiosas en contextos de
unidades familiares grandes en base a fuer-
tes vínculos de parentesco y compadraz-
go. Siendo las familias predominantemen-
te nucleares, el parentesco, en esta comu-
nidad, todavía mantiene vigente su fuerza
integradora. Aun cuando en las dos últimas
décadas la presencia de migrantes se vie-
ne intensificando, esta intrusión es sólo fí-
sica y no propiamente sociocultural. Es
decir, los migrantes pueden estar ocupan-
do espacios –viviendas y chacras en la
campiña-, conviven con la población nativa
y pese que pueden participar de las fiestas
haciéndose incluso altareros o espera-
dores, mantienen distante todavía su dife-
renciación sociocultural.
De 42 familias comprometidas como
altareros y 68 familias como esperado-
res, aparte de las observaciones prolon-
gadas y entrevistas etnográficas, se ha
encuestado mediante un cuestionario a
60 jefes de familia o sus representantes
(29 altareros y 31 esperadores) cuyas
características económico sociales pre-
sentamos a continuación. Se debe des-
tacar que los entrevistados son los pro-
pios altareros o esperadores y en algu-
nos casos sus esposas o algún hijo (a)
mayor que por la edad avanzada de sus
progenitores han asumido la responsa-
bilidad de realizar los rituales y fiesta en
sus hogares. De los 60 informantes, 47
son mayores de 46 años y 13 tienen eda-
des que fluctúan entre 30 a 45 años.
Lugar de Residencia
El pueblo (ciudad) y la campiña son
los referentes significativos de residen-
cia del poblador mochero. Conservan su
vivienda y su chacra siendo intensa la ten-
dencia a salir a otras ciudades por moti-
vo de estudio y trabajo. En todo caso quie-
nes registran residencia frecuente en
Moche son los padres y abuelos. Los hi-
jos (as) casados con lugareños y extra-
ños, por necesidades de sobrevivencia
residen fuera, pero siempre están pre-
sente en los acontecimientos festivos de
carácter familiar o religioso.
Así tenemos que de los 60 entrevista-
dos, el 66.7% viven en la campiña, el
28.3% en el pueblo y el 5.0% en otro lu-
gar. Los esperadores más que los
altareros viven en la campiña con el
77.4% en relación al 55.2%; así mismo,
en mayor proporción residen en otro lu-
gar con el 6.5% en relación al 3.4%.
Entre el pueblo y la campiña existe una
integración significativa, puesto que, los
agricultores, si no tienen físicamente vi-
vienda en ambos lugares, comparten las
viviendas de sus parientes en uno u otro
sitio; o en el mejor de los casos, compar-
ten dichos espacios y sin restricciones
55
pueden designar como lugar de residen-
cia frecuente el campo o el pueblo.
Grado de Instrucción
Considerando que nuestros informan-
tes corresponden a los grupos genera-
cionales de abuelos y padres, el paradig-
ma de la educación escolarizada como
estrategia de cambio y ascenso económi-
co social muestra un retraso significativo.
La cercanía del pueblo de Moche a la ciu-
dad de Trujillo es significativamente ven-
tajosa en relación a otras comunidades
humanas tanto de la costa como de la sie-
rra y selva.
De 60 informantes el 56.7% sólo tie-
nen primaria completa o incompleta, el
26.7% tienen algún nivel de instrucción
secundaria y el 16.7% han alcanzado al-
gún nivel de instrucción superior. Estas
tendencias son similares entre en los
grupos de altareros y esperadores, mos-
trando mayores niveles entre los
altareros. Aquí encontramos que el 20.7%
tienen instrucción superior en relación al
12.9% del grupo de esperadores.
La relación instrucción educativa y
conservación de las tradiciones religio-
sas en la forma dispendiosa con que
celebran en Moche podría verse como
contradictoria. El supuesto de que a ma-
yores niveles de instrucción educativa
debería corresponder menos tradiciona-
lidad, ha sido motivo de muchas investi-
gaciones y debates. Un componente que
contribuye a mantener las creencias reli-
giosas y prácticas tradicionales con fes-
tividad onerosa, en la tradición judeo cris-
tiana y, particularmente, católica. La con-
cepción de la deidad protectora ha gene-
rado y acentuado valores culturales que
propician actitudes de dependencia. La
expectativa de “favores” a través de los
milagros estimula el despliegue de ritos
y ofrendas que a su vez evita los “casti-
gos”. Los devotos, denominación con que
se identifican tanto los altareros como los
esperadores, refieren con acentuada con-
56
vicción testimonios de familiares, parien-
tes y allegados acerca de acontecimien-
tos que propiciaron milagros y castigos
regulando de ese modo el comporta-
miento cultural de los miembros de la
familia y de la comunidad.
Y no es sólo la expectativa de premios
o el temor a los castigos, sino básica-
mente, la instrumentación de un meca-
nismo ideológico que propicia seguridad
para acometer acciones y enfrentar las
contingencias que depara la lucha por la
existencia social en contextos agresivos,
discriminadores y excluyentes del mun-
do moderno urbanizado.
Estado Civil
El contexto social de la organización y
realización de la fiesta de San Isidro en
Moche parte de la organización básica: la
familia. En torno a ella se edifica Herman-
dad y las comisiones de trabajo corres-
pondientes. Cada participante en cuales-
quiera de las actividades representa a la
familia de algún devoto. La participación
de la persona está en función directa de
la familia. Por tanto el concepto de fami-
lia, su constitución y su adscripción a ella
es significativa.
De nuestros 60 entrevistados, 10 son
solteros (16.7%) que en representación
de sus progenitores ofrecieron informa-
ción acerca de cómo la familia asume la
responsabilidad de la condición de ser
altarero o esperador. El 70% son casa-
dos y sólo uno, el 1.7% es conviviente.
Obsérvese la significación importante del
matrimonio, situación que se manifiesta
tanto entre altareros como en espera-
dores y de modo general en las familias
de la población de Moche.
La celebración de fiestas religiosas y
otras de carácter familiar no sólo congrega
a la familia, parientes y allegados, sino que
también compromete en su realización
mediante aportes económicos y apoyo en
la logística que demanda la concurrencia
 C.6: Lugar de Residencia de Altareros y Esperadores

Lugar Altarero Esperador Total

Residencia Núm. % Núm. % Núm. %
En Chacra 16 55,2 24 77,4 40 66,7
En Pueblo 12 41,4 5 16,1 17 28,3
Otro Lugar 1 3,4 2 6,5 3 5,0
TOTAL 29 100,0 31 100,0 60 100,0

Fuente: Registro de información de campo 1997

C.7: Grado de Instrucción

Grado Altarero Esperador Total

Instrucción Núm. % Núm. % Núm. %
Primaria 16 55,2 18 58,1 34 56,7
Secundaria 7 24,1 9 29,0 16 26,7
Superior 6 20,7 4 12,9 10 16,7
TOTAL 29 100,0 31 100,0 60 100,0

Fuente: Registro de información de campo 1997

de mano de obra. El sentido de coopera- ello le agregamos 3 familias que tienen

ción familiar e interfamiliar se hace explíci-
to reciprocando beneficios diversos no ne-
cesariamente materiales o económicos.
Tamaño Familiar
Las responsabilidades sociales asu-
midas por las familias en Moche puede
sustentar la tesis de la persistencia de la
familia numerosa y la tendencia de su
empequeñecimiento por impacto de la
urbanización y modernidad. El ideal de fa-
milias grandes o la noción de la riqueza
relacionado al mayor número de hijos en
los medios rurales, se encuentra en ace-
lerado proceso de cambio en Moche. Sin
embargo, la función social de la fiesta y
sus implicancias en diferentes órdenes
de la vida social, presenta relevancia.
De los 60 entrevistados 15 (25.0%)
familias tienen de 3 a 5 miembros, si a
hasta dos miembros, tenemos que el
30.0% son familias con 5 o menos miem-
bros. El 70.0% restante tienen de 6 a 11
miembros, destacando el 45.0% las fa-
milias con 6 a 8 personas. En consecuen-
cia el promedio de 7 personas por fami-
lia se encuentra por encima del prome-
dio del medio urbano en Trujillo que lle-
ga a 5 personas por familia.
Ocupación Principal de los Jefes de
Familia
Era de esperarse que los celebrantes
de la fiesta de San Isidro Labrador fueran
casi en su totalidad agricultores, o tuvie-
ran esta actividad como principal. Nuestra
hipótesis refiere que la actividad agrícola
está perdiendo importancia en la econo-
mía familiar, encontrándose los jefes de
familia y sus integrantes incursionando en
otras actividades mayormente vinculadas
a la vida urbana.

57
 C.8: Estado Civil
Estado Altarero Esperador Total
Civil Núm. % Núm. % Núm. %
Soltero 7 24,1 3 9,7 10 16,7
Casado 18 62,1 24 77,4 42 70,0
Conviviente 1 3,2 1 1,7
Viudo 2 6,9 3 9,7 5 8,3
s.r. 2 6,9 2 3,3
TOTAL 29 100,0 31 100,0 60 100,0

Fuente: Registro de información de campo 1997

C.9: Tamaño Familiar

Número Altarero Esperador Total

miemb / fam. Núm. % Núm. % Núm. %
0 a 2 1 3,4 2 6,5 3 5,0
3 a 5 5 17,2 10 32,3 15 25,0
6 a 8 13 44,8 14 45,2 27 45,0
9 a 11 10 34,5 5 16,1 15 25,0
TOTAL 29 100,0 31 100,0 60 100,0

Fuente: Registro de información de campo 1997

Los informantes recuerdan que hasta
los años 80 sentían la escasez de agua
de riego, pese que como se ha hecho
referencia, las tierras estaban siendo
destinadas a la fabricación de ladrillos.
Con el apoyo del segundo gobierno del
Arq. Fernando Belaúnde Terry lograron la
instalación y equipamiento de 8 pozos
tubulares, Después con el gobierno
aprista de Alan García consiguieron me-
jorar la infraestructura de riego revistien-
do los canales de primer y segundo or-
den con material noble. Actualmente los
pozos no son necesarios, habiéndose
desimplementado. A ello ha contribuido
la influencia de la irrigación Chavimochic
que sin haberse realizado obra o servicio
alguno para la campiña, los está benefi-
ciando indirectamente. Pues las filtracio-
nes de los terrenos irrigados desde el
canal madre, discurren al cause del río
Moche que necesariamente va hacia la
bocatoma Santa Lucía de Moche (ace-
quia La General), de tal modo que el sis-
tema de riego por mitas se ha cambiado
por el sistema de turnos en función a la
mayor disposición del líquido elemento.
Aun en estas condiciones, la agricultura
para los mocheros está perdiendo impor-
tancia en sus economías familiares. Al-
gunos agricultores manifiestan que si
bien ahora el agua de riego no falta, sin
embargo, no hay apoyo en créditos, los
sembríos necesitan muchos gastos por
lo que prefieren es vender las tierras para
ladrillos o sembrar algo para el consu-
mo de la familia.
De los 60 entrevistados, 24 (40.0%)
indicaron la agricultura como actividad

58
principal. El 60% restante tienen activida-
des predominantemente urbanos, como
artesanos y en la línea de servicios. La
mecánica, la artesanía propiamente y la
albañilería comprende el 37.0% . La acti-
vidad comercial la realizan el 11.7%. Acti-
vidades de mayor calificación como el de
profesor o empleado ejecutan el 6.6% de
los entrevistados. Del total de informan-
tes, sólo 14 (23.3%) manifestaron tener
otra actividad como secundaria. Aun cuan-
do esporádicamente colaboran en las
actividades agrícolas o en el cuidado de
los animales domésticos, únicamente 8
(13.3%) expresaron la agricultura como
actividad secundaria. Estas tendencias
de cambio ocupacional son más procli-
ves entre los descendientes de la tercera
generación actual. Los padres promueven
y apoyan para que sus hijos alcancen al-
gún nivel de calificación técnico o profe-
sional para abrirse camino en la ciudad.
Estas nuevas alternativas, pues, ratifican
los planteamientos de nuestra hipótesis.
Antigüedad como Altarero y Esperador
En Moche la herencia cultural también
se expresa en responsabilidades com-
partidas como persona y como miembro
de la familia y de la comunidad. En lo con-
cerniente a la celebración de las fiestas,
como personas tienen la convicción de
su devoción, lo que posibilita la sucesión
de las responsabilidades que conlleva la
realización de ritos, ceremonias y la fies-
ta de San Isidro. Como integrantes de la
familia y la comunidad, denota su fuerza
integradora que obliga socialmente a sus
miembros continuar con la tradición. Así
de generación en generación se van in-
corporando al plano de la realización de
responsabilidades, en este caso, de ca-
rácter religioso.
Encontramos que un 33.3% de los in-
formantes tienen menos de 5 años en el
ejercicio de continuar con las costumbres
religiosas heredadas de sus padres.
Casos excepcionales como la familia
Manucci, ajeno a la comunidad, pero con
propiedades de tierra en la campiña,
muestra indicios de incorporación de fa-
milias extrañas a la condición de altareros
o esperadores. En este segmento es sig-
nificativo el grupo de esperadores que en
el 41.9% tienen menos de 5 años como
tales. Los informantes con más de 21
años en su condición de altareros y
esperadores están representados por el
18.3%, fluctuando dicha proporción en
ambos grupos. El hecho que existan pro-
porcionalmente responsables de la fies-
ta en los diferentes periodos de antigüe-
dad, garantiza en parte la continuidad de
esta tradición en Moche.
Los informantes reconocen que año tras
año las posibilidades para afrontar los gas-
tos de la fiesta son más difíciles. Esta situa-
ción, en parte, ha flexibilizado las normas
que por costumbre se practicaban. Una
muestra de ello es que a partir los primeros
años de la década del 90 estén aceptando
la incorporación de nuevos altareros y
esperadores lo que no se permitía hasta
entonces. Este es otro factor, también, por
que entre nuestros informantes hay con
menos de cinco años de antigüedad.
Motivaciones para ser “Altarero” y
“Esperador”
Hay relación directa entre continuidad
de la fiesta y las motivaciones para asu-
mir las responsabilidades para su reali-
zación. Entre herencia y decisión volunta-
ria, no resulta claro el límite, porque am-
bos tienen como común denominador el
proceso de endoculturación por el cual
desde niños han ido tomando concien-
cia de los valores religiosos como pau-
tas de lo ético y lo moral. Es como la ar-
gamasa que une o hasta suelda las
interrelaciones personales y familiares,
afirmándolos como contexto para el res-
to de actividades económico sociales.
Cómo estas motivaciones y continui-
dad se asocian con las expectativas no
necesariamente agrícolas de la población
de Moche. Si las motivaciones son con-
sistentes que están propiciando la incor-
59
 C.10: Ocupación Principal de los Jefes de Familia

Ocupación Altarero Esperador Total

Principal Núm. % Núm. % Núm. %
Agricultor 11 37,9 13 41,9 24 40,0
Mecánico 4 13,8 4 12,9 8 13,3
Artesano 4 13,8 5 16,1 9 15,0
Albañil 2 6,9 2 6,5 4 6,7
Comerciante 2 6,9 5 16,1 7 11,7
Empleado 1 3,4 1 3,2 2 3,3
Profesor 1 3,4 1 3,2 2 3,3
Cocinero 1 3,4 1 1,7
Estudiante 3 10,3 3 5,0
TOTAL 29 100,0 31 100,0 60 100,0

Fuente: Registro de información de campo 1997

C.11: Antiguedad como Altarero y Esperador

Antigüedad Altarero Esperador Total

Años Núm. % Núm. % Núm. %
0 a 5 7 24,1 13 41,9 20 33,3
6 a 10 7 24,1 5 16,1 12 20,0
11 a 15 5 17,2 3 9,7 8 13,3
16 a 20 4 13,8 5 16,1 9 15,0
21 a + 6 20,7 5 16,1 11 18,3
TOTAL 29 100,0 31 100,0 60 100,0

Fuente: Registro de información de campo 1997

poración de nuevos devotos como En el cuadro se aprecia que el 48.3%

altareros y esperadores, es de entender
que la intermediación del Santo está en
función de la realidad campesina y sus
derivaciones ocupacionales como estra-
tegias de sobrevivencia. El carácter cam-
pesino de la población mochera es ple-
namente vigente, por cuanto los integran-
tes de la familia, aun cuando estén labo-
rando en diferentes actividades y otras
ciudades, se nuclean en torno a la fami-
lia grande y sus ancestros.
de los informantes han decidido ser
altareros o esperadores por propia vo-
luntad, en tanto que el 35.0% señalan que
continúan con estas responsabilidades
por herencia. Un 16.7% manifiestan otras
motivaciones, entre las que destacan la
inducción de sus parientes y el propósito
de alcanzar alguna mejora en vida per-
sonal y familiar. En definitiva estas opcio-
nes implican también algún nivel de con-
vicción y decisión voluntaria.

60
 Comparando las motivaciones entre
altareros y esperadores tenemos que en-
tre los primeros es más significativo la
herencia con el 44.8%, mientras que en-
tre los esperadores predomina la deci-
sión voluntaria con el 54.8%. Estas varia-
ciones pueden explicarse por la magni-
tud y trascendencia de dichos cargos,
asociados a ello el despliegue de mayo-
res recursos. En consecuencia, se asu-
me el cargo de altarero como responsa-
bilidad del peso familiar, en este caso
determinado por la herencia, en tanto que
el cargo de esperador, no requiriendo
gastos significativos mayormente puede
sensibilizar la decisión voluntaria.
La decisión y la elección se extiende al
entorno social referido a la ampliación del
séquito de compadres que en número de
tres parejas, generalmente, de esposos
apadrinan el Arco de Frutas de su altar,
por lo que asumen los gastos correspon-
dientes en lo que llaman “vestir el arco”.
Los Padrinos del Arco de Frutas de
los Altares
Asumir la responsabilidad de altarero
implica evaluar las posibilidades econó-
micas y, particularmente, la amplitud de la
base parenteral que constituirá la base
para la elección de padrinos, en este caso
del “Arco de Frutas”. Con dicho ceremo-
nial se instituye el compadrazgo que
refuerza el vinculo del parentesco o se
amplia al parentesco “artificial”. Entre am-
bos se da el tácito acuerdo de la reciproci-
dad como mediación. Por un lado, el
altarero se asegura de encontrar
sufragantes de los gastos que demanda
“vestir el arco” con las mejores frutas; y de
otro lado, los padrinos deben sentirse
honrados de ser valorados en su
autoestima al ser incorporados en la am-
plia red de relaciones de estas familias
de agricultores, así mismo son personas
a las que se les brindará los principales
agasajos y serán siempre muy bien con-
siderados de acuerdo a las normas que
conlleva el compadrazgo. Veamos las pre-
ferencias en la elección de padrinos.
Considerando respuestas múltiples
por cuanto los altareros tienen padrinos
de sus arcos para cada año, las mayores
frecuencias de padrinos son amigos, o
amigos y parientes con el 41.4% para cada
caso. Únicamente familiares y parientes
son para el 37.9%, y preferentemente ex-
traños para el 20.7% de los altareros.
El cambio es notorio, pues nuestros
informantes refieren que en años pasados
los padrinos eran casi exclusivamente pa-
rientes o sus propios familiares. Estos te-
nían cuidado de elegir como sus reempla-
zantes a otros parientes que de alguna for-
ma estaban en el circulo de parientes del
altarero. El hecho que los hijos y la paren-
tela en general hayan emigrado a otras ciu-
dades posibilita a éstos nuevas amistades
a quienes se confía el padrinazgo de sus
arcos de frutas. Esta situación se aprecia
en las generaciones de jóvenes. En el cua-
dro se muestra que los altareros menores
de 45 años tienen en mayor proporción pa-
drinos de sus arcos entre parientes y ami-
gos, sucediendo lo contrario entre los
altareros mayores de 46 años que en ma-
yor proporción son familiares o parientes:
39.1% en relación al 33.3%.
Ritos, Atenciones y Agasajos Ofren-
dados por los Altareros y Esperadores
Los altareros durante dos días tienen
que efectuar rituales y convites en su vi-
vienda donde han instalado el altar a modo
de Arco de Frutas para hospedar a San Isi-
dro. Como puede comprenderse dichos
compromisos demanda el despliegue de
recursos monetarios y de mano de obra a
quienes no se retribuye con dinero sino con
la afirmación reciproca de los lazos de pa-
rentesco o amistad. No pueden eludir los
convites el día de llegada y el día de la par-
tida del santo. Lo que varía en todo caso es
la sencillez o cierta ostentación en las aten-
ciones. Aparte de la clase y tipo de comida
que puede ser un “guiso de carne” con a
arroz o yuca a manera de “cabrito guisado”
o la “sopa teóloga”, comida típica para los
rituales y fiestas de todo orden aconteci-
miento importantes en Moche, que en este
61
 C.12: Porqué somos Altarero o Esperador
Motivo Altarero Esperador Total
Núm. % Núm. % Núm. %
Herencia 13 44,8 8 25,8 21 35,0
Su voluntad 12 41,4 17 54,8 29 48,3
Otro Motivo 4 13,8 6 19,4 10 16,7
TOTAL 29 100,0 31 100,0 60 100,0

Fuente: Registro de información de campo 1997

C.13: Quiénes son los Padrinos del Arco de Frutas

Altarero menor de Altarero mayor de

Total
Padrinos 45 años 46 años
Son Núm. % Núm. % Núm. %
Familiares y
Parientes 2 33,3 9 39,1 11 37,9
Amigos 3 50,0 9 39,1 12 41,4
Parientes y
amigos 4 66,7 8 34,8 12 41,4
Extraños 6 26,1 6 20,7
S.R. 3 50,0 3 10,3
TOTAL (%) 6 (100,0) 23 (100,0) 29 (100,0)

Fuente: Registro de información de campo 1997

C.14: Clase de Atenciones Brindadas por Altareros y Esperadores

Atenciones Altarero Esperador Total

Casos % Casos % Casos %
Comida 29 100,0 20 64,5 49 81,7
Chicha 28 96,6 20 64,5 48 80,0
Juegos Artif. 21 72,4 14 45,2 35 58,3
Misa 26 89,7 4 12,9 30 50,0
Resador 9 31,0 5 16,1 14 23,3
Fiesta 16 55,2 4 12,9 20 33,3
Otro 3 10,3 7 22,6 10 16,7
TOTAL (%) 29 (100,0) 31 (100,0) 60 (100,0)

Fuente: Registro de información de campo 1997

62
caso se ofrece a la comitiva oficial y los
participantes del peregrinaje, tienen que
acondicionarse de una dotación de “chicha
de jora” preparada con anticipación y aten-
der con comida a sus compadres y padri-
nos del Arco de Frutas que durante los dos
días visitan su hogar. Hay altareros que ofre-
cen espectáculo de juegos artificiales y
sufragan la presencia de los danzantes
“Diablicos Enmascarados”
Los esperadores en ceremonia más
sencilla el día de tránsito de San Isidro de
un altar a otro, acogen en su hogar a la
comitiva y peregrinos por el lapso de aproxi-
madamente 30 minutos en que se realiza
una paraliturgia o una misa con presen-
cia del sacerdote y el convite respectivo.
Después que el santo y sus acompañan-
tes continúan su recorrido, los amigos y
familiares del esperador participan de una
fiesta casi estrictamente familiar.
En el cuadro se aprecia que el 81.7% y
el 80.0% de los entrevistados ofrecen co-
mida y chicha respectivamente. Estas
manifestaciones son más estrictas entre
los altareros, pues el 100% ofrece comi-
da y el 96.6% sirve chica. En el caso de los
esperadores estos porcentajes son infe-
riores, con el 64.5% en ambos servicios.
Tendencias similares se observa con las
otras atenciones. Del total de informantes
el 58.3% queman juegos artificiales, el
50.0% ofrecen misa y el 33.3% realizan
fiesta. Como se indicó estas atenciones
son más frecuentes entre los altareros.
Contribuyentes en la Realización de
la Fiesta
Como puede deducirse las atenciones
que brindan los altareros y esperadores
demandan significativos recursos mone-
tarios. Se estima que los altareros hacen
gastos que fluctúan entre los 100 nuevos
soles llegando en algunos casos hasta
mil o mil quinientos nuevos soles. Sin
embargo, se estima que el promedio bor-
dea alrededor de 350 a 400 nuevos soles,
equivalente a 100 y 115 dólares.
Los padrinos, por pareja, gastan entre
200 a 250 nuevos soles en la compra de
frutas de mejor calidad que encuentran en
los mercados de la ciudad de Trujillo, por
lo que, el “vestir el arco de frutas” cuesta
entre 600 a 750 nuevos soles.
Los altareros anualmente tienen que
efectuar dichos gastos, por lo que antici-
padamente separan un ternero u ovinos
para la siguiente fiesta y comprometen a
sus hijos, su esposa y otros parientes para
que contribuyan con los gastos y el traba-
jo que demanda múltiples actividades.
Tanto en el caso de altareros y
esperadores los hijos contribuyen, en pri-
mer lugar, con los gastos en el 60.0% de
los informantes, siendo en mayor propor-
ción entre los altareros con el 65.5% en
relación al 54.6% de los esperadores. En
segundo lugar, los cooperantes son los
parientes en el 25.0% de los informantes.
Los entrevistados destacan, de otra parte,
la colaboración de la esposa en quien recae
prácticamente casi todas las responsabili-
dades de los trabajos de atención a los
visitantes. En esta perspectiva la concurren-
cia de la parentela de la esposa tiene ma-
yor significación en los trabajos de cocina y
atención con el servicio de menaje.
DISCUSIÓN DE
RESULTADOS
La pérdida de importancia de la agri-
cultura en la economía familiar en Moche
y su sustitución por otras predominante-
mente urbanas, y de otro lado, la intensi-
dad y creciente participación de la pobla-
ción en la celebración de las fiestas reli-
giosas, particularmente de San Isidro La-
brador, se explica desde dos perspecti-
vas, pero a partir del comportamiento
sociocultural del poblador.
La excesiva fragmentación de la tierra
agrícola hasta unidades productivas me-
nores de una hectárea demuestra en los
hechos las grandes dificultades para la
opción del desarrollo agrario en estas con-
63
 C.15: Quiénes ayudan a sufragar los gastos de la Fiesta
Fuentes Altarero
Núm. % Núm.
Sus Hijos 19 65,5
Parientes 7 24,1
Compadres 5 17,2
Esposa (o) 7 24,1
Otros 3 10,3
S.R.
TOTAL (%) 29 (100,0)
Fuente: Registro de información de campo 1997
diciones. Sólo altos niveles de calificación
tecnológica entre los campesinos haría
posible el aprovechamiento racional de tan
escasas tierras. El cultivo de hortalizas es
una opción que en algunos sectores se
está implementando y no precisamente por
los agricultores mocheros, sino por
migrantes de la sierra. La floricultura po-
dría ser otra opción orientada a la exporta-
ción regional e internacional con una de-
manda local creciente en la ciudad de
Trujillo. En estas circunstancias, no habien-
do oportunidad para que el campesino al-
cance dichos niveles tecnológicos, ¿qué
orientaciones están emprendiendo para
alcanzar su propio bienestar y desarrollo?.
La migración es la alternativa más inme-
diata. Es importante la profesionalización y
calificación técnica en sectores reducidos
de la población. Sin embargo es predomi-
nante los bajos niveles de escolaridad he-
cho que denotan la calificación laboral in-
termedia y la ocupación de puestos de tra-
bajo mayormente artesanales o en activi-
dades marginales terciarias.
Estas condiciones técnicas de califi-
cación para el trabajo, que podría se cata-
logada como inconsistente y hasta preca-
ria, posibilita la creación de formas
sincréticas que trasunta la esfera estricta-
mente religiosa, reorientando el sistema
de creencias hacia otros fines. Así tene-
64
Esperador Total
% Núm. %
17 54,8 36 60,0
8 25,8 15 25,0
2 6,5 7 11,7
7 22,6 14 23,3
4 12,9 7 11,7
3 9,7 3 5,0
31 (100,0) 60 (100,0)
mos que la asociación del culto de San
Isidro con la agricultura se transfiere a las
diversas actividades que el creyente aco-
metiera. En consecuencia, la intensidad
de la convicción y el despliegue de ritua-
les y dispendios que se aprecia en la ce-
lebración de la fiesta, está asociada a ac-
tividades con mayores riesgos y contin-
gencias en ámbitos desconocidos, pues-
to que constituyen nuevos espacios de
acción. La ampliación de alternativas ocu-
pacionales fuera del ámbito local, igual-
mente, amplia el contexto perceptivo de
dominio. En este caso, la cohesión fami-
liar y su estructura grande fortalecida por
la consistencia de la relaciones de paren-
tesco y el compadrazgo, es el soporte so-
cial estratégico disponible para su incur-
sión en otros espacios socioeconómicos.
Desde la perspectiva del entorno re-
gional y nacional caracterizada por la
implementación de políticas que acentúan
el desarrollo desigual del campo y la ciu-
dad, las poblaciones rurales como Moche
tienen la alternativa de migrar, y de modo
particular, dinamizar el proceso de urbani-
zación del antiguo pueblo convirtiéndola
en lo que es actualmente la ciudad de
Moche. El proceso de urbanización está
alcanzando también a la campiña, dado
su proximidad y su ubicación dentro del
hinterlad de la ciudad metropolitana de
Trujillo. Es decir, la dinámica de desarro-
llo de la metrópoli está aglutinando a su
entorno más cercano, encontrándose en
dicha situación Moche. Pese a estas con-
diciones favorables, la población, como se
ha visto, tiene rasgos predominantemen-
te rurales con persistencia de tradiciones
socioculturales propias.
El problema de desarrollo desigual, es
afrontado por las propias poblaciones, si-
tuación que permite afirmar identidades
locales que en forma emergente adquie-
ren notoriedad en el espectro de la moder-
nidad urbana de la ciudad. Pese que la lle-
gada de migrantes a la campiña y a la ciu-
dad de Moche diluye el perfil demográfico
nativo, puede convertirse en una expresión
de “invasión” como ocurre en la caleta de
pescadores de Huanchaco. Pero en el caso
de Moche, de migrantes rurales y de secto-
res sociales que en forma simplificada se
define como medios bajos o bajos altos;
es decir, mestizos “cholos” de origen cam-
pesino que en el ámbito costeño están
incursionando en diferentes actividades
artesanales, técnicas, profesionales y co-
merciales. Así mismo, desde Moche hay
un proceso que podríamos llamar de dis-
persión de su población, en la medida que
éstos migran a otras latitudes, como se ha
dicho, en busca de alternativas ocupacio-
nes y oportunidades de desarrollo. Esta si-
tuación que podría hacer ver, a ciertos sec-
tores de analistas, como destrucción de
las identidades locales, es, desde otra pers-
pectiva, el proceso de transformaciones del
pueblo a partir de sus propios sistemas
socioculturales, por el hecho que no pue-
den prescindir de los impactos de la mo-
dernidad envolvente y dominante. En este
proceso, es necesario comprender, que
soportes culturales perduran, cómo estos
adquieren nuevas expresiones y que as-
pectos nuevo incorporan y cómo los recrean
en sus propias matrices
Esta manifestación sociocultural de la
realidad peruana, se aprecia de modo sin-
gular en Moche. La estructura y la concep-
ción de lo que es la familia y sus
interrelaciones constituye la infraestructu-
ra orgánica básica para la persistencia,
continuidad y emergencia sociocultural. La
alianza y complementariedad de la estruc-
tura social e ideología, en consecuencia,
se reconstituyen, se renuevan, se fortale-
cen en los acontecimientos festivos. Los
rituales que practican en tales aconteci-
mientos, no son estrictamente religiosos,
sino que también tiene connotación
operativa y práctica, conlleva propósitos de
fortalecimiento, unión, colaboración fami-
liar e interfamiliar.
CONCLUSIONES
1. La realización de la fiesta es la expre-
sión persistente de la conjunción de
la ideología religiosa y la organización
social como base del proceso de
transformación sociocultural de la po-
blación de Moche y su articulación con
el contexto del mundo globalizado.
2. La base sociocultural campesina en
Moche es el espectro de las trans-
formaciones económicas y sociales
de la familia como unidad socioeco-
nómica y de la comunidad en su con-
junto, caracterizada por la perdida de
importancia de las actividades agrí-
colas por otras de carácter urbano.
En tal sentido, la continuidad y creci-
miento de la devoción y fervor en la
realización de la fiesta de San Isidro
Labrador, trascienden la agricultura
hacia elresto de actividades ocupa-
cionales de la familia y población en
general.
RECOMENDACIONES
1. Investigar, en qué condiciones socia-
les y culturales los migrantes de pre-
cedencia campesina abren alterna-
tivas ocupacionales en los espacios
urbanos y cómo configuran manifes-
taciones culturales emergentes
2. Investigar, cómo emergen identida-
des locales en ámbitos predominan-
temente urbanizados.
65
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66
 VIGENCIA DE LOS ESTUDIOS DE
PARENTESCO ANDINO EN EL PERU
RESUMEN
En este ensayo se puntualiza la vigen-
cia de los fundamentos socio – culturales
de los estudios del parentesco andino en
el Perú. Se esgrime dos dimensiones de
análisis. La primera, desde una perspec-
tiva general, sobre los estudios pioneros
y los enfoques teóricos sobre el paren-
tesco andino quechua, y la segunda, des-
de una perspectiva particular, que se re-
fiere a los estudios de parentesco realiza-
dos principalmente en el contexto andino
rural de las comunidades campesinas; y
algunas experiencias de trabajos descrip-
tivos de las zonas urbanas populares.
La descripción puntualizada recoge
los informes y monografías de la diversi-
dad de estudios y las variables centrales
que comprenden el análisis del paren-
tesco andino de las sociedades y las cul-
turas quechuas y aymaras.
Los aspectos concluyentes se centran
en que las relaciones de parentesco y las
diversas formas de alianzas, sustentan la
continuidad y regulación de los diversos
modos de intercambio que se producen
en la estructura social de las comunida-
des andinas rurales de nuestro país.
La existencia de pocas investigacio-
nes sobre el parentesco andino urbano
en nuestro país refleja el limitado interés
por su estudio; sin embargo estos mis-
mos estudios, desde el análisis de los
WADSON PINCHI RAMÍREZ
cambios sociales migratorios destacan la
nueva configuración de las ciudades ur-
banas, principalmente costeñas, toman-
do como variable de análisis la función
del parentesco en la reproducción de es-
trategias familiares de supervivencia y su
extensión y flexibilidad en nuevas formas
de acción. Falta profundizar el estudio del
papel del parentesco en la construcción
de nuevas redes sociales en contextos
globales.
1. INTRODUCCION
El estudio del fundamento sociocultural
del parentesco no es un tema nuevo, su
análisis e interpretación está unida al pro-
ceso de construcción teórica y metodo-ló-
gica de las ciencias sociales, en particular
de la sociología y la antropología donde se
han ido perfilando tendencias.
En la literatura antropológica existen
enfoques que ponen en duda la universa-
lidad del criterio biológico de la procrea-
ción y reproducción como sustento de la
vida humana en general. Por lo tanto nie-
gan que sea la base de la universalidad
del parentesco como sistema. En esta
tendencia, se puede ubicar a Rodney
Needham y David Shneider como los más
saltantes. Ellos llegan a negar la existen-
cia del parentesco en base a que no exis-
ten dos sociedades que otorguen el mis-
mo significado a supuestos tales como:
el sexo, la filiación, la concesión de dere-
chos, obligaciones que acompañan a esta
institución.
 Pero, en las ciencias antropológicas, a
decir de Juan Ossio (1992), dichas postu-
ras, un tanto extremas, han ido quedando
relegadas y sin sustento científico, ya que
en toda organización social la estructura del
parentesco, a partir de los elementos físi-
cos de reproducción comunes a los seres
humanos, cumple propósitos sociales.
Estas aseveraciones se sustentan en
los planteamientos de Ernest Gellner, que
sostiene que la estructura del parentesco
tiene que ver con un patrón de relaciones
físicas usado para propósitos sociales.
Para él, se trata de «...la manera en que
un criterio físico es usado para seleccio-
nar miembros a un grupo y la adscripción
de derechos, obligaciones, etc...» (Citado
por Ossio, J.; 1992:175).
En este sentido, ratificando las tesis
anteriores, se precisa, que «El criterio físi-
co en cuestión no es otra cosa que la re-
producción de los seres humanos y la filia-
ción genética que se deriva de ella. Es pues
sobre esta base material, común a todos
los hombres, que las sociedades selec-
cionan algunos aspectos para sus propios
fines. Por consiguiente, el fundamento cul-
tural del parentesco radica precisamente
en esta selección que permite la existen-
cia de una gran variedad de significados y
comportamientos,...»(Ossio,J.; 1992:175).
De aquí se desprende por qué es im-
portante tomar en cuenta la estructura y
función del parentesco, si queremos com-
prender la organización de la vida social o
doméstica en cada cultura, a través de las
pautas de comportamiento de los indivi-
duos, determinadas por dicha institución.
Por consiguiente, para estudiar al pa-
rentesco, como una unidad social integra-
da, es necesario tener en cuenta que to-
dos los elementos que lo configuran, y que
se expresan mediante reglas determina-
das, implican básicamente relaciones de
filiación (unilineal, patrilinial, matrilinial y
bilateral), apelación (manera cómo los
diferentes parientes se llaman), alianza
68
(endogamia, exogamia, alianza matrimo-
nial y parentesco espiritual o ceremonial),
residencia (matrilocal, avunculocal,
neolocal, virilocal, uxorilocal, natolocal y
bilocal) y de actitud (relacionado directa-
mente con el tipo de filiación).
En este contexto, existen algunas so-
ciedades que en su interacción social to-
man muy en cuenta la realidad física y que
tienden a privilegiar aquellos vínculos que
guardan correspondencia con las descen-
dencias o filiación, mientras que hay otras
que prefieren pasar por alto y dan más
peso a los que se derivan de las alianzas
matrimoniales. Pero, también, hay socie-
dades que relegan los vínculos de estos
dos elementos constitutivos, a espacios
socio-culturales más reducidos y privile-
gian aquellos que se derivan del ejercicio
de opciones voluntarias e individuales.
Siendo la sociedad peruana una muestra
de esta heterogeneidad de interacción so-
cial, tanto en el ámbito rural como urbano.
Por tales motivos, el estudio del pa-
rentesco en la realidad peruana sigue vi-
gente, porque sólo así podemos explicar-
nos por qué la sociedad tradicional y la
cultura andina pervive, se recrea y se pro-
yecta dentro de la sociedad global domi-
nante de nuestros tiempos.
Y como parte de esta vigencia, el estu-
dio del parentesco andino y de las institu-
ciones sociales relacionadas con él
(alianzas matrimoniales, reciprocidad, re-
glas de filiación o descendencia, ideolo-
gía simbólico-ritual, etc.) es importante y
necesario, ya que esta perspectiva
antropológica contribuye a entender «des-
de adentro» los «enigmas» de las comu-
nidades andinas rurales y su recreación
en las comunidades urbanas del país.
En el presente artículo nos referimos
de manera general a los estudios de pa-
rentesco principalmente los que se han
realizado en el contexto andino rural, y al-
gunas experiencias de trabajo sobre esta
temática que se han ejecutado o se viene
insistiendo en las zonas urbano – popu-
lares, en particular.
En éste trabajo de manera particular,
describimos la diversidad de estudios y
las variables centrales que comprenden
el análisis del parentesco andino a partir
de las referencias de investigaciones y
monografías que se refieren a las socie-
dades y las culturas quechuas y aymaras.
Para el desarrollo analítico se ha se-
guido el criterio metodológico de plantear
aspectos teóricos referenciales y eviden-
cias descriptivas de información empírica;
por lo que es necesario anticipar que no
es un trabajo acabado, es una aproxima-
ción interpretativa como parte de una pro-
puesta de investigación antropológica más
coherente e integral referente a la función
de la organización parental en el proceso
de construcción de la comunidad material
y espiritual en una sociedad cambiante.
2. TEORIAS DEL
PARENTESCO
La teoría del parentesco constituye una
de las tareas más importantes y desarro-
lladas de la antropología social. Desde
los trabajos de L.H. Morgan sobre el tema
en la segunda mitad del siglo XIX, gene-
ración tras generación de antropólogos
han tratado de descifrar el enigma de este
principio de organización social que, en la
mayoría de las llamadas «sociedades
primitivas», determina en gran manera el
comportamiento del individuo.
En los últimos tiempos, dos teorías
alternativas del parentesco han disputa-
do la primacía. Ambas parten de la exis-
tencia de grupos sociales basados en el
parentesco (linajes, etc.). Así tenemos:
a. La teoría de las alianzas, que de-
riva de los aportes de Claude Lévi-Strauus,
concede la primacia a las relaciones que
existen entre los grupos (basadas en la
necesidad de intercambiar mujeres como
consecuencia de la existencia del tabú del
incesto). Esta teoría está bastante conso-
lidada en su obra “Las estructuras ele-
mentales del parentesco”.
b. La teoría de la filiación, derivada
de las obras de Evans-Pritchard, Fortes, y
en gran medida también de Radcliffe-
Brawn. Los fundamentos se centran en la
autonomía de dichos grupos y afirma que
los principios de solidaridad y unidad del
linaje determinan los otros aspectos de
la vida social. En esta teoría destaca los
estudios de Los Nuer de Evans Pritchard.
Si bien, hasta el momento no existe
ninguna exposición sucinta y autorizada
de los puntos de vista de ambas teorías;
cada una de ellas sustentan muchos de
los trabajos y estudios sobre el parentes-
co en la realidad peruana.
3. ESTUDIOS PIONEROS Y
ENFOQUES SOBRE
PARENTESCO EN EL PERU
Los antecedentes sobre el problema
planteado (parentesco andino), se basa
en estudios que se desprenden de la di-
versidad de trabajos sobre la cultura
andina, y dentro de ellos los referidos a la
organización económica y social de las
comunidades de los andes pre hispáni-
cos y contemporáneos. Los anteceden-
tes teóricos-metodológicos, referidos al
objeto de estudio, comprende dos aspec-
tos; los estudios de parentesco andino en
un contexto de economía rural y campesi-
na (quechua y aymara), partiendo desde
la sociedad Inca; y los trabajos pioneros
del parentesco andino - urbano, a partir
de las poblaciones migrantes en el con-
texto urbano popular.
En el Perú los estudios de parentesco
andino se inicia con el trabajo pionero de
Henrich Cunow (1929) que en su obra clá-
sica: “El sistema de parentesco peruano
y las comunidades gentilicia de los Incas”,
aparecida por primera vez en 1891, estu-
dia el sistema de parentesco y las unida-
des sociales del mundo andino. Hace una
69
contribución importante a la historia
prehispánica del Perú, siguiendo el cami-
no evolucionista trazado por Levis Morgan.
Destaca la importancia del sistema clasi-
ficatorio del parentesco quechua.
Cunow, a través de una explicación
somera de la función que cumple el ayllu,
fundamenta que esta agrupación social
fue la base sobre la cual se estructuró la
organización incaica. Para él el ayllu
andino equivale a la gens griega o comu-
nidad gentilicia, que se originó a su vez de
la familia Punalúa.
Esta conclusión se deriva en la medi-
da que encuentra que la terminología del
parentesco quechua presenta matices
similares al parentesco Iroqués.
Si bien es cierto, los estudios sistemá-
ticos sobre parentesco en el mundo se han
desarrollado aproximadamente desde
hace un siglo y medio y en el Perú andino
desde la última década del siglo XIX con el
trabajo de H. Cunow sobre la sociedad
inca; sin embargo estos estudios sistemá-
ticos en el Perú, sobre parentesco en los
andes, durante las primeras décadas del
presente siglo, han sido dejados de lado
por el quehacer de los antropólogos y
etnólogos peruanos y extranjeros, y sola-
mente a partir de la década del 50 se han
retomado nuevamente los trabajos sobre
parentesco andino pero restringido al es-
tudio de casos en comunidades campesi-
nas quechuas y en menor grado en las
comunidades campesinas aymaras.
Desde una visión evolucionista -
funcionalista, los trabajos sobre parentes-
co andino se han caracterizado porque
básicamente han seguido modelos
lingüísticos (terminología del parentesco)
para explicar las manifestaciones y roles
de los sistemas de parentesco dentro del
conjunto de las relaciones sociales; des-
cuidándose el estudio del rol de equilibrio,
control y regulación, cohesión y sanción que
desempeña el parentesco en las relacio-
nes interpersonales, familiares y comuna-
70
les de los grupos locales que se manifies-
ta en el trabajo familiar, en los ritos y com-
portamientos (que expresen una red de
parientes con antepasados comunes y un
complejo de vínculos que relaciona a toda
persona con los demás miembros de la
comunidad), y del parentesco en el contex-
to de las relaciones de reciprocidad, soli-
daridad y ayuda mutua, y de los conflictos
que se evidencian en la organización so-
cial de las sociedades andinas.
4. EL PARENTESCO ANDINO
RURAL: ANTECEDENTES Y
ESTUDIOS
En el proceso reproductivo de la orga-
nización social interna el sistema de pa-
rentesco representa uno de los factores
más importantes y básicos del desarrollo
material y espiritual de la vida colectiva
entre los individuos de cada grupo social.
En este contexto el parentesco andino ru-
ral adquiere un mayor grado de relevan-
cia en la creación de mecanismos o con-
diciones que permiten el desenvolvimiento
de las personas y familia, en nuevos am-
bientes socio-culturales.
Esta trascendencia, en los medios ru-
rales, particularmente del parentesco es-
piritual (padrinazgo-compadrazgo), se ex-
presa en la medida que sirve de base
como mecanismo de regulación, control y
equilibrio de las relaciones sociales: per-
sonales, familiares y no familiares (vecin-
dad-amistad).
El contexto rural peruano por sus pro-
pias características sociales, económicas
y culturales menos complejas encuentra a
partir de la organización parental la confi-
guración y control de su propia continuidad
histórica. La aproximación de esta impor-
tancia, se sustenta cuando Lévi-Strauss,
en su obra clásica de «Las Estructuras Ele-
mentales del Parentesco», sostiene:
«entendemos por estructuras elemen-
tales del parentesco los sistemas cuya
nomenclatura permite determinar en for-
ma inmediata el círculo de los parientes y
el de allegados; vale decir, los sistemas
que prescriben el matrimonio con cierto
tipo de parientes o, si se prefiere, aque-
llos sistemas que al definir a todos los
miembros del grupo como parientes, dis-
tinguen en ellos dos categorías: los cón-
yuges posibles y los cónyuges prohibi-
dos» (LEVI-STRAUSS, 1969:11).
A partir de la precisión categórica de Lévi-
Strauss, se deduce un modelo básico de
análisis de los sistemas de parentesco: «el
círculo de los parientes y el de allegados».
En esta propuesta aparece tácitamente el
modelo de círculos concéntricos y la exten-
sión de las alianzas, es decir, la flexibilidad
de las relaciones consanguíneas, de afini-
dad y espiritualidad.
La descripción de los círculos concén-
tricos y los sistemas de alianzas, simétri-
cos y asimétricos, conjuntamente con los
principios de reciprocidad e intercambio
propuestos por Lévi-Strauss (1969) han
servido de sustento en la interpretación
de las formas de organización social en
el contexto rural de nuestro país. Desarro-
llándose progresivamente, de esta mane-
ra, las investigaciones sobre parentesco
andino rural, particularmente de la bilate-
ralidad parental, en las comunidades cam-
pesinas contemporáneas de los andes,
sistematizada por Berndt Lambert (1980).
Todos los estudios sobre parentesco,
según Mayer (1980), representan una bue-
na muestra de varias zonas de predominio
de la cultura andina, así como una gran
gama de variación en cuanto a enfoque
metodológico, temático e interpre-tativo, y
cuán complejo, es el tema del parentesco.
Sostiene que el parentesco es importante
y trascendente en la vida social de los pue-
blos andinos. Lambert (1980) enfatiza que
son las condiciones económicas, políticas
y sociales las que producen variaciones
en el parentesco, pero sin perder éste su
carácter cognático y bilateral que se sus-
tenta en la reproducción de nuevos grupos
solidarios, como una unidad doméstica.
Se concluye, que en el contexto rural
andino, la reproducción de los sistemas
de parentesco, la ampliación de las re-
des de alianzas, la ayuda mutua, la soli-
daridad, la cooperación personal y fami-
liar, por un lado, y por el otro lado, la movi-
lidad social y la ‘diversificación económi-
ca teniendo como eje o elemento central
el acceso a la tierra, como sostiene Ossio
y Medina (1985), configuran la continuidad
de las principales formas campesinas de
organización.
Sin embargo, para comprender el rol de
los sistemas de parentesco, en el Perú ru-
ral andino, y las formas de su inserción en
la organización social campesina, es nece-
sario indicar que en los estudios, existe dos
enfoques vertientes: el de transformación y
el de continuidad de dichas formas campe-
sinas de organización. Según N. Long (cita-
do por Ossio y Medina, 1985), el primero
que ve la diversificación económica campe-
sina como una señal de descomposición,
por cuanto la tierra es insuficiente para sos-
tener y reproducir a la fuerza del trabajo fa-
miliar por lo que los pobladores son expul-
sados del campo y, el segundo, que ve a la
diversificación económica campesina como
una estrategia de adaptación que contribu-
ye a la persistencia y viabilidad de produc-
ción campesina en pequeña escala (Ossio
y Medina; 1985:12).
Complementando a estos enfoques
aparecen otras tendencias de análisis de
la organización económica y social de las
comunidades andinas del Perú, teniendo
en cuenta su marco socio-cultural y su
relación con la sociedad peruana de eco-
nomía dependiente y desarrollo desigual,
teniendo como ejes de análisis la dife-
renciación interna rural y urbana (Ossio y
Medina, 1985; Altamirano, 1987).
Los aportes teórico-metodológicos de
estas nuevas tendencias, para los fines
de la presente investigación, sugieren que
el estudio de la vida rural campesina debe
ser visto de manera dinámica y no estáti-
ca dentro de los procesos de cambios
71
que se reproducen tanto en el contexto
urbano como rural. Sólo así podemos lle-
gar a comprender los procesos de adap-
tación de la población migrante.
Todos los enfoques evidencian que la
cultura andina encierra rasgos caracterís-
ticos colectivizantes, con énfasis en la vida
de las organizaciones campesinas
andinas, que se sustenta en la organiza-
ción parental andina y que servirá de base
en la configuración del comportamiento
del individuo y de su capacidad de desen-
volvimiento y de adaptación positiva. Esta
cualidad que se reproduce en cualquier
medio social o geográfico, ya sea rural o
urbano, campesino o no campesino, es
lo que tomaremos en cuenta. Aquí men-
cionaremos a los principales.
Entre los primeros destaca los estu-
dios de H. Cunow (1929) sobre el siste-
ma de parentesco y de las unidades so-
ciales del mundo andino, con su obra clá-
sica: «El Sistema de Parentesco Peruano
y las Comunidades Gentilicias de los
Incas» aparecida en 1891; aquí hace un
importante contribución a la historia
prehispánica del Perú, siguiendo el cami-
no trazado por Morgan, para estos estu-
dios, Destaca la importancia del sistema
clasificatorio de parentesco.
El trabajo de Alfred Metráux sobre: «El
imperio de los Incas: Depotismos o Socia-
lismo». T. Zuidema, con el trabajo, El Siste-
ma de Ceques del Cuzco. J. Rowe, que ana-
liza el sistema terminológico del parentes-
co Quechua. Los aportes de Kirchohff so-
bre el Ayllu y de Flounsbury, referido al pa-
rentesco Inca, según J. Ossio (1985).
Así mismo dentro de este grupo, se
considera los trabajos de Miskhin, los apor-
tes de J. Cotler con el estudio sobre los
cambios en la comunidad y la familia en
San Lorenzo de Quinti; Los análisis de
Holberg y Vásquez de las castas en gru-
pos unilineales de Vicos; y los de
Fuenzalida sobre la estructura de la comu-
nidad de indígenas tradicionales. Desta-
72
can también los trabajos de J. Ossio (1980;
1985) referidos a las estructuras sociales
de las comunidades de los andes, y la fa-
milia campesina economía de mercado,
conjuntamente con O, medina; y estudios
editados por Mayer y Bolton (1980) sobre
parentesco y matrimonio en los andes don-
de destacan la importancia de la
bilateralidad andina.
Por último, las publicaciones recien-
tes, compiladas por Manuel Burga (1989),
de los artículos de T. Zuidema en “Reyes y
Guerreros”, de las descripciones de
Arnulfo Cavero sobre el “Incesto en los
Andes”, y el trabajo actualizado de Juan
Ossio Medina (1992), con su obra “Paren-
tesco, Reciprocidad y Jerarquía en los
Andes». Pone mucho énfasis sobre la
importancia de la terminología del paren-
tesco en la comunidad, en particular en la
de Andamarca, desarrolla la configuración
de las unidades soles, los sistemas de
alianza, el parentesco ceremonial, y la
unidad comunal y la jerarquía de los san-
tos y las fiestas religiosas.
Si bien, los estudios destacan, según
Ossio (1985), la importancia del paren-
tesco en las comunidades andinas y nos
detallan acerca de su naturaleza, los pri-
meros lo tratan un tanto periféricamente.
Esta aseveración es un indicador que fal-
ta estudiar más profundamente el paren-
tesco andino rural.
5. EL PARENTESCO ANDINO
URBANO
Con respecto a los estudios sobre
parentesco andino-urbano, en la realidad
peruana, debemos indicar, que son muy
escasos y se desprenden mayormente de
las investigaciones realizadas sobre mi-
gración, urbanización y pobreza en Améri-
ca Latina y el Perú, en particular sobre
Lima metropolitana. Acentuándose dicha
situación, cuando nos referimos a los es-
tudios sobre el parentesco urbano en los
sectores populares, pues la información
es mínima o casi nula.
 Aquí podemos citar los trabajos de
José Matos Mar (1968) sobre las barria-
das en Lima y los estudios posteriores
sobre urbanización y el análisis, funda-
mentalmente estadístico, de las barriadas
en América Latina, del mismo autor.
Según Susan Lobo (1984), los estu-
dios de Butterworh, Kemper, Mangin,
Peattie y Safa intentan analizar las rela-
ciones de parentesco. Lo hacen
tangencialmente, según nuestras apre-
ciaciones, dan énfasis a los cambios que
han ocurrido en la ciudad, a partir de las
funciones de parentesco vivenciadas o
experimentadas en el medio rural, y que
éstas motivaciones tienen su resonancia,
o mejor dicho, las funciones del paren-
tesco en el medio urbano, son asumidas
por las asociaciones voluntarias (clubes
de provincianos), o las instituciones gu-
bernamentales o privadas de servicio so-
cial, de carácter extrafamiliar, es decir las
relaciones de parentesco y las distintas
formas de alianzas entre parientes pasa-
ría a un segundo orden.
También podemos mencionar los tra-
bajos de Teófilo Altamirano (1984a; 1984b;
1985a; 1985b y 1988) que incide y profun-
diza con bastante claridad sobre el rol de
las relaciones de parentesco, vecindad,
paisanazgo, lugares comunes de origen y
las identidades locales de los migrantes,
principalmente campesinos, en las ciuda-
des. Compara también las distintas formas
de organización o asociación voluntarias
de los migrantes en un contexto urbano-
rural y viceversa. Focaliza sus estudios a
las poblaciones Quechuas de la sierra
central y los Aymaras migrantes del sur del
Perú, que radican en Lima.
Además podemos mencionar los es-
tudios de Norma Adams (1968). Los apor-
tes de Susan Lobo (1984), son importan-
tes, resalta, dentro de la estructura social,
la trascendencia del parentesco en las
barriadas a partir de dos modelos: 1) los
círculos concéntricos, y 2) el grupo de los
parientes a partir de los lazos de herman-
dad, trabajos empíricos realizados en dos
barriadas de Lima. Estos aportes tomare-
mos en cuenta como referencias
metodológicas para registrar la información
referente al interés en el presente estudio.
Cabe resaltar por último los nuevos
aportes, sobre esta temática, de J. Golte y
N. Adams (1987), y las nuevas reflexiones
de Norma Adams y Néstor Valdivia (1991).
Los primeros en sus estudios inciden
en el análisis del desarrollo de los gru-
pos de migrantes, provenientes de pue-
blos diversos, en un contexto urbano de
transformación de la producción y repro-
ducción hacia formas más complejas y
heterogéneas. Toman en cuenta la des-
cripción de los rasgos culturales de sus
pueblos de origen, para ello selecciona
12 casos. Se sintetiza en una obra titula-
da: «Los Caballos de Troya de los Inva-
sores: Estrategias Campesinas en la
Conquista de la Gran Lima».
Los segundos de los mencionados,
describen el nuevo rostro de Lima urbana
a partir de los cambios que se producen
en el aspecto social, económico y político,
y la emergencia de la «población de ori-
gen andino» en el sector informal, es de-
cir, el rostro de los nuevos empresarios.
Resaltan la importancia de la organiza-
ción parental en la ética de los migrantes,
en el contexto urbano, de Lima Metropoli-
tana. Describen ligeramente la flexibilidad
de la organización del parentesco en el
proceso de adaptación positiva.
Si bien es cierto, las investigaciones de
la última década, contienen informaciones
sobre la estructura y funciones del paren-
tesco entre los migrantes, en un contexto
socio-cultural y espacial urbano, estas son
muy escasas y limitadas para explicar con
precisión la articulación entre las relacio-
nes de parentesco y la adaptación positiva
y negativa en el proceso de urbanización
en el Perú. Además son estudios de ca-
sos centrados principalmente en Lima
Metropolitana, y en menor grado en otros
espacios urbanos de nuestro país, en par-
73
ticular, en el contexto urbano periférico po-
pular de la ciudad de Trujillo (Wadson
Pinchi 1996, 1998), referidos a la extensión
y flexibilidad de las relaciones de paren-
tesco entre parientes cercanos y lejanos,
principalmente de hermandad.
Por estas razones es importante con-
tinuar los estudios de parentesco en la
realidad peruana, en particular de las
reproductivas y de la generación de obli-
gaciones y funciones a través del paren-
tesco entre los migrantes, es decir, como
sugiere Susan Lobo, debemos realizar
investigaciones transculturales del proce-
so de adaptación positiva.
6. A MANERA DE
CONCLUSIONES
- En gran medida, las relaciones de
parentesco y las diversas formas de
alianzas, sustentan la continuidad y
regulan los procesos de cambios en
la estructura social de las comunida-
des andinas rurales de nuestro país.
- En el ámbito rural peruano, según las
investigaciones revisadas, coinciden
en afirmar que los sistemas de pa-
rentesco configuran la reproducción
social de las instituciones reales (fa-
milia, matrimonio, parentesco cere-
monial, etc.) y formales (comunida-
des campesinas) y, lo que es más,
producen la autoidentificación de per-
tenencia en sentido comunitario, ya
sea local o regional, y prepara al indi-
viduo para su futura realización per-
sonal y familiar.
- En el Perú, hasta el momento, se ha
dado poco interés al estudio del pa-
rentesco andino urbano. Las pocas
investigaciones existentes y difundi-
das sobre parentesco en las barria-
das son indicadores suficientes que
nos permite responder por qué mu-
chos «investigadores» consideran
74
que las relaciones de parentesco
están debilitadas o ausentes en un
asentamiento urbano y que las fami-
lias en este contexto están fragmen-
tadas o en desorganización.
- Los pocos estudios sobre el paren-
tesco urbano a partir de las migra-
ciones han intentado destacar los
cambios que han ocurrido en la ciu-
dad, a partir del análisis de las fun-
ciones del parentesco desarrollados
o producidos inicialmente en el me-
dio rural y su consiguiente reproduc-
ción en el contexto urbano como es-
trategia familiar de supervivencia y su
extensión en las asociaciones o ins-
tituciones de migrantes.
- No se ha profundizado en los estu-
dios sobre parentesco andino urba-
no, el papel vital que tienen los pa-
rientes, los paisanos y los vecinos
como una unidad social básica de
las relaciones sociales que desarro-
lla el migrante en nuestro medio.
- Por eso es importante observar, a
nuestro entender, cómo actúa la or-
ganización parental del migrante en
el proceso de adaptación positiva.
Cuáles son las características bási-
cas de dicha organización entre los
migrantes en un contexto urbano po-
pular de Trujillo.
7. RECOMENDACIÓN FINAL
Recomendamos iniciar el estudio y
análisis sistemático de la relación entre
el parentesco y la ideología simbólico-ri-
tual y su incidencia en el comportamiento
colectivo de la organización social en las
comunidades rurales y urbanas andinas,
y cómo ésta se vincula con otros factores
de organización comunal (política, jurídi-
ca, moral, económica, religiosa y cultural)
que existen en la actualidad y que mol-
dean las diversas formas de vida y la con-
ducta o comportamiento de los individuos.
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76
 PODER Y CACICAZGO EN CASA GRANDE
I. INTRODUCCIÓN
Casa Grande representa la historia de
la industria azucarera en el Perú, con sus
altos y bajos, con etapas de prosperidad y
de reflujo; donde el poder de los hacenda-
dos reflejaba la decisiva influencia de lo
económico sobre lo político y el orden so-
cial en general, en contraste con la preca-
riedad y el maltrato al verdadero agente
del cambio: el asalariado agrícola o cam-
pesino que debe labrar la tierra y forjar la
industria azucarera a costa de esfuerzo y
sacrificio. Casa Grande, para el mundo,
significa la pujanza de una industria azu-
carera, nacida desde las entrañas de uno
de los valles más ricos y prósperos del
Perú, centro de experimentos, de concen-
tración de poder, de grandeza, de alta pro-
ductividad y tecnología, pero también eje
de las grandes luchas del movimiento
campesino, que tuvo en 1932 una de las
más trascendentales del Perú Republica-
no. Políticos, estadistas, dirigentes sindi-
cales, grupos empresariales, estudiosos
y partidos políticos, han visto siempre a
Casa Grande con respeto, con admiración,
pero también con intriga e inquietud; de
ahí el sitial que siempre tuvo desde la épo-
ca virreynal y muy especialmente en la eta-
pa republicana, hasta la actualidad en que
los trabajadores asumen la definición de
su modelo empresarial y que con su deci-
sión se pondrían del lado o espaldas de la
historia. Hoy, en el año 2,003, la historia
parece detenerse. Más de un lustro en que
los trabajadores aún no definen el destino
ORLANDO VELÁSQUEZ
de su empresa, la misma que parece que
resistiera por sí a la barbarie, a los oscuros
intereses desde dentro y desde afuera, a
las veldades y abiertas disputas por su
conducción.
UBICACIÓN GEOGRÁFICA
La localidad de Casa Grande pertene-
ce al Distrito de Casa Grande, copando
gran parte del rico Valle Chicama, ubicado
en la flamante provincia de Ascope (antes
pertenecía a Trujillo), de la Región La Li-
bertad. Está ubicado a 7º 41’ de Latitud
Sur y al 79º 11’ de Longitud Oeste, con una
altitud de 158 metros sobre el nivel del mar.
Como referencia, se sitúa a 45 Km. al nor-
te de la ciudad de Trujillo.
CLIMA
Tiene una temperatura que fluctúa en-
tre los 18 a 25 grados Centígrados. Posee
una humedad relativa de 77 a 85%, lo cual
permite por lo general excelentes condi-
ciones para el elevado grado de producti-
vidad de la caña de azúcar, que lo ubican
como una de las mejores del mundo.
EXTENSIÓN
Casa Grande está considerado como
el complejo azucarero más grande del
Perú, con una superficie aproximada de
30,000 Has, de las cuales la mayoría están
dedicadas al cultivo de la caña de azúcar.
 LÍMITES rece con nitidez. Desde luego que el valle
Chicama, conocido desde los tiempos
Norte: Ascope, San José Bajo y Alto y prehispánicos, como parte de la civiliza-
Cerros de San Antonio. ción Moche, tiene poblados muy conoci-
dos y donde la población de aquellas épo-
Sur: Chiquitoy, Magdalena de Cao, cas destaca por su laboriosidad y espíritu
Cartavio y Los Molinos. guerrero. Los restos de Paiján, Cupisni-
que, Chicama, Huaca Prieta, El Brujo, son
Este: Cerros de Chicama, Sausal y la expresión del florecimiento de estos
Quemazón. pueblos. El río Chicama, caudaloso en
Oeste: Cerro Yugo, Cerro Azul, Paiján épocas anteriores, es la demostración de
y Salamanca. la presencia activa de una población pu-
jante, alentada por la fertilidad y el clima
benigno de esta zona.
POBLACIÓN
De acuerdo al último censo de población La Encomienda, copa el espacio de la
y vivienda que arrojó una población de posesión de la tierra en el primer siglo del
cerca de 70,000 habitantes, hoy debe es- virreinato, aunque cronistas señalan que
tar bordeando los 80,000, si considera- la apropiación de tierras en esta etapa era
mos las características de la evolución de común entre los españoles que llegaban
la población. Con un aproximado de 3,500 en las décadas siguientes a la conquista.
socios y un promedio de 2,600 jubilados, Tal es así que como se recuerda en la
además de los contratados y eventuales. historia, la propia corona española, pre-
Aquéllos, están distribuidos en los dife- tende regularizar la posesión de la tierra,
rentes centros o unidades que integran el para tener derecho a la prosperidad. El
complejo industrial y poblacional: valle Chicama, asiento principal de Casa
Grande, era una de las zonas más codi-
Casa Grande ciadas por los conquistadores debido a
Constancia Farías la riqueza de los suelos. Virgilio Roel, ci-
Facalá Mocollope tando un autor anónimo de la colonia, a
Tícmar Lache comienzos del siglo XVII expresa “Veinte
Santa Clara Potrero de los Pisos leguas hacia el sur, desde Saña, se en-
Chuín Mocan cuentra la ciudad de Trujillo, que tiene un
Cepeda Veracruz valle de cuatro leguas que se llama
La Capilla Molinos Cajanleque Chicama, el mejor y más fértil que tienen
Roma Sausal todos los llanos donde se acoge gran
La Arenita Pampas de Ventura cantidad de azúcar y mucho buen trigo,
Chicamita donde hay en este valle muchos molinos
donde se muele el trigo y se fazen gran-
II. TENENCIA DE LA TIERRA des partidas de harina” (Roel; 1985:166).
Esto indica la presencia de todo tipo de
Y PODER EN CASA GRANDE
buscadores de tierras, atraídos por las
bondades del valle. En esta época, el azú-
1. HACIENDA, PODER POLÍTICO Y
car aún no era el cultivo principal, sin em-
ECONÓMICO
bargo ya se vislumbraba como el produc-
to privilegiado, a partir de los óptimos re-
Casa Grande está asociada a la con- sultados que arroja posteriormente.
solidación del período colonial, de ahí que
la etapa en que esta jurisdicción aparece
A fines del siglo XVIII y comienzos del
en la historia, se ubica en la segunda mi-
XIX, la consolidación del sistema de la
tad del virreinato, cuando la hacienda se
hacienda colonial era visible. La pequeña
clarifica y la concentración de la tierra apa-
y la mediana hacienda emergían en el valle

78
Chicama como un sistema sólido, apoya-
do por el modelo que en la Región impul-
saba el Virreynato. Casa Grande ya se vis-
lumbraba como una de las haciendas de
ese complejo horizonte de Chicama, aun-
que recién con la aparición del hacenda-
do Gildemeister a mediados de siglo XIX,
empieza la prosperidad de Casa Grande.
Antes, en los últimos tiempos de la Colo-
nia, las mismas condiciones políticas del
país, no permitían una concentración de
la tierra como ocurriera posteriormente.
Las haciendas dispersas, pero ya con
importante presencia en la economía de
la Región, eran objeto de disputas y ape-
tencias de diversos tipos. Sólo la Repú-
blica, con otra legislación, con nuevas con-
diciones políticas, sociales y económicas,
permite un reacomodo en la tenencia de
la tierra en el valle Chicama y por lo tanto,
alimenta los nuevos elementos que con-
jugan para la concentración de la tierra.
Por ello, recién la historia de Casa Gran-
de se inicia, pasada la segunda mitad del
siglo XIX y específicamente a finales del
mismo.
Uno de los problemas que influye deci-
sivamente en el cambio de la correlación
de la propiedad en el valle de Chicama es
la Guerra del Pacífico. Las consecuencias
para la agricultura fueron desastrosas y en
este caso, muchos hacendados del Valle
Chicama quebraron o se hundían en la
bancarrota. Por aquel entonces aparecen
los hermanos Larco y después los
Gildemeister. Tanto los hermanos Larco
como don Juan Gildemeister aprovechan
la coyuntura y empiezan a comprar los pre-
dios y haciendas de quienes ya se habían
declarado en bancarrota. En esta época,
don Juan Albrech, un próspero alemán que
además de Casa Grande, había compra-
do las haciendas Lache y Facalá, forman-
do la Empresa Casa Grande, a partir de
cuya gran hacienda compró otra propiedad
y el actual ingenio azucarero, cayó en des-
gracia, como consecuencia del precio de
la guerra. Ello lo obligó a desprenderse de
lo que hasta ese momento era la Gran
Hacienda Casa Grande. En el trabajo de
Chuquipoma sobre Casa Grande, que es
uno de los pocos estudios sobre el tema,
expresa que “Albrech soporta la guerra
sostenida en 1879, entre Perú y Chile. Al
invadir los chilenos el valle Chicama en
1880, éste estuvo que pagar el cupo esta-
blecido por el general chileno Patricio Linch,
de lo contrario hubiera incendiado las ha-
ciendas del valle y destruido el puente
Careaga. El Diario El Comercio del 1º de
agosto de 1980, sostiene en su columna
Sucedió hace un siglo: En el juicio por los
bienes de don Luis Albrech, el juez de pri-
mera instancia, ha ordenado sacar a re-
mate el próximo jueves 23 de agosto, el
fundo Casa Grande, de 70 fanegadas, si-
tuado en el valle Chicama, Trujillo, con su
maquinaria, accesorios, fábrica de azúcar,
aparato de destilación, oficina de fundición,
locomotoras, 53 carros, herramientas, bo-
tica, ganado, etc. Todo está tasado en
144,500 libras esterlinas” (Chuquipoma;
1997:14).
Juan Gildemeister se hace de la ha-
cienda, pero comprándosela directamen-
te a su paisano Albrech, fundando
laempresa con la razón social Casa
Grande y CO. Aquí se inicia la historia or-
gánica de Casa Grande y el viraje defini-
tivo hacia el monopolio azucarero que
poco a poco se va consolidando hasta el
siguiente siglo, donde se ubica como el
más grande emporio azucarero del Perú.
Sin embargo es necesario puntualizar,
que no es don Juan Gildemeister quien
lleva a Casa Grande a la prosperidad,
pues a los pocos años de la compra de
la empresa, muere, lo que permite que
ella pase a sus hijos. Estos, que no co-
nocían los secretos de la prosperidad, ni
se habían formado en los avatares de la
industria, fueron remecidos por la crisis
de la industria azucarera que azota al país
a comienzos del siglo XX. Ante el inmi-
nente peligro de la bancarrota, aparece
don Enrique Gildemeister, quién soporta
el embate de la crisis y logra reflotar la
empresa e incluso la consolida en el
liderazgo nacional.
La carrera de prosperidad de Casa
Grande no se detuvo. Evidentemente, que
79
un empresario de la talla de don Enrique,
entendió que para mantener el emporio
debería tocar las puertas del poder políti-
co. De esta manera, muchas concesio-
nes especiales de parte del gobierno le
favorecieron y le permiten ensanchar sus
propiedades. Los mayores beneficios del
agua, en perjuicio de los pequeños pro-
pietarios, las normas creadas para Casa
Grande, los favores judiciales, fueron al-
gunas de las ventajas que consolidaron
su poder. Pero, uno de los factores que
contribuyó con esta realidad, es la conce-
sión en 1915 del Puerto Malabrigo a per-
petuidad, cambiando de nombre, como
Puerto Chicama. Este poderoso instru-
mento, permite un verdadero auge de
Casa Grande y representa una ventaja
extraordinaria sobre los demás predios o
haciendas. La importación de equipos
agrícolas, insumos, mercaderías para el
bazar; la entrada de artículos importados
de todo tipo, no sólo consolidan a Casa
Grande como empresa Agrícola, sino que
le permite manipular el comercio y la in-
dustria, hasta convertir a Chocope (pobla-
do vecino a Casa Grande) en el centro
comercial más importante de la Región,
teniendo en la propiedad de la tierra y su
principal producto, el azúcar, como el cen-
tro de atracción de capitales. El Puerto
Chicama, punto de convergencia de la pro-
ducción azucarera y de embarque de ella
hacia los codiciados mercados extranje-
ros, como Estados Unidos, otorgan a los
Gildemeister una posición económica y
política muy privilegiada en el seno del
Estado Oligárquico del presente siglo.
El emporio Casagrandino empieza su
incontenible expansionismo. En 1927 ad-
quiere la hacienda Roma que fuera de pro-
piedad de don Víctor Larco Herrera. Luego
adquiere tierras en Laredo, en el próspero
valle de Pacasmayo y en muchas zonas de
la sierra liberteña, cuya carrera concen-
tradora de tierra llega hasta parte de la sel-
va nor oriental. Algunos cálculos de la épo-
ca, señalan que el complejo Casa Grande
llegó a las 300.000 Has. de tierra, convir-
tiéndose en uno de los latifundios más
grandes y poderosos de Latinoamérica. Al
80
respecto Peter Klaren puntualiza sobre el
tema: “La desaparición de Roma comple-
tó virtualmente la concentración de las prin-
cipales haciendas del valle Chicama. De
los aproximadamente 22 ingenios azuca-
reros que habían existido antes de la gue-
rra del Pacífico sólo operaban dos. Si tene-
mos en cuenta que cada uno de estos in-
genios era abastecido no sólo con su pro-
pia caña sino con la de numerosos pro-
ductores vecinos, la concentración de tie-
rras es mayor de lo que este número indi-
caría. Casa Grande, que después de la
compra de Roma poseía alrededor de
13,460 fanegadas, desde entonces domi-
nó la estructura de la tenencia de la tierra
del valle. Sólo quedaban independientes
de la firma alemana Rafael Larco en Chiclín
(1,835 fanegadas) y los intereses de Grace
en Cartavio (2,206 fanegadas)” (Klaren;
1976:63).
Con la ayuda de este autor y los datos
proporcionados en la empresa, ha sido
posible recomponer el cuadro de la pro-
piedad de la tierra en el valle de Chicama,
puntualizando en el desarrollo de Casa
Grande entre 1918 y 1927.
El poderío de Casa Grande fue avasa-
llador. Su poder político y económico im-
puso condiciones en el valle de Chicama.
Es lo que Kautsky, en La Cuestión Agra-
ria, habla de “la absorción de los predios
campesinos” (1980). Los pequeños y
medianos hacendados no resistieron las
crisis cíclicas del sector agropecuario, ni
los privilegios de los Gildemeister que los
postergaba de la distribución del agua, be-
neficios de la cuota preferencial del pre-
cio del azúcar en el mercado internacio-
nal, liberación de impuestos para la im-
portación de insumos, entre otros. A me-
diados de siglo esta empresa se había
convertido en el eje de la Reconcentración
de la Tierra: Pocos años después de fina-
lizada la Primera Guerra Mundial, la ma-
yoría de los pequeños hacendados des-
aparecieron. Casa Grande, aprovechó
esta coyuntura, absorbió alrededor de 25
haciendas y fundos, totalizando 7,216
fanegadas, que hicieron de la plantación
 CUADRO Nº 1:
TENENCIA DE LA TIERRA EN EL VALLE CHICAMA
Fanegadas A Ñ O
FUNDO
En 1890 1918 1927
Sausal 582 C
Gasñape 597 A C
Chicamita 380 S
Cañal 140 A A
Pampas 194
Santa Rosa 300 S
Santa Clara 390 G
Mocán 1200 R A
Facalá 750 A
Potrero 100 N
Aljovín 50 D
Casa Grande 1250 E
Lache 200 -7,216
La Viña 150
Licapa 300
Churín y Estancia 130 G
Vizcaíno 160
Mayal, Bazarrate y Terrapián 80 R
Chacarilla 8
Careaga 80 A
Vera Cruz 80
La Pampa 140 N
Lucas Gonzáles 40
Ingenio Lazo 79 D
Comunidad (Tierra de) 890
Garrapón 80 R
Pampas de Ventura 100 O
Tesoro 300 M
Troche 100 A
San José Bajo (I) 300 -6,244
Cepeda 120
La Constancia 300
El Porvenir 100
Las Gavidias 160
San José Alto 400
La Libertad 90
San José Bajo (II) 300
La Victoria 11
Roma (Tulape) 500
Bazán 360
Montejo 150
La Vinita 150
La Comunidad (Ascope) 110
Las Viudas 120
Palmillo 180
La Virgen 56
Farías 100
Tutumal 100
Mocollope 1510
Molino Galindo 215
Molino Larco 212
Cajenleque 200
La Fortuna 500
Sintuco 300 CARTAVIO
Cartavio 360 -2,206
Hacienda Arriba 116
Sonolipe 400
Cartavio Viejo, Yacutinamo y Nepen 670
Comunidad (Tierras de) 90
Chiclín 670 CHICLÍN
Molino Bracamonte 120 (1,35)
Salamanca 1000
Toquen 45
Chiquitoy 1250
Fuente: CIDA, Tenencia de la Tierra, Pág. 21 (la columna de 1927 ha sido añadida por el autor)

81
cañera la más grande del Perú, no sólo
por la gran reconcentración de la tierra,
sino porque su presencia en el gobierno y
en la sociedad peruana ya nadie podía
poner en tela de juicio.
2. LA LUCHA POR EL PODER DE
LOS TRABAJADORES
Durante el período colonial y gran par-
te del sistema republicano, el trabajador
cañero tuvo un régimen servil o semi ser-
vil. Solamente a finales del sigo XIX y co-
mienzos del siglo XX asistimos a una toma
de conciencia del bracero del la caña. El
sistema de Contrata y el auge azucarero
de esa etapa no permitía la organización
de los trabajadores, pues la dispersión
era la característica general; además que
el azúcar siempre fue un producto estra-
tégico y de primer orden en la economía y
por lo tanto no existía la necesidad de la
especialización de la mano de obra, como
tampoco la fijación de los trabajadores en
campamentos o poblaciones definidas.
Recién, cuando la competencia por la pro-
ducción mundial y la aparición del azúcar
de remolacha, hacen cambiar las condi-
ciones de trabajo, la concentración de los
trabajadores y especialmente su especia-
lización para competir en el nuevo esce-
nario de la oferta y la demanda del azúcar.
En esas condiciones, el poder terrate-
niente era absoluto: con leyes que los be-
neficiaban y promulgadas expresamente a
favor de ellos, con un poder político capaz
de asumir las decisiones más importantes
para proteger sus intereses, un poder eco-
nómico que avasalla la pequeña y mediana
propiedad y la más amplia disponibilidad
para explotar la fuerza de trabajo sin ningu-
na o escasa restricción, por las característi-
cas expresadas anteriormente. El trabaja-
dor azucarero recién empieza a vertebrar su
propia organización cuando cambian esas
condiciones, iniciando un largo proceso
organizativo, amparado en la nueva cober-
tura nacional e internacional: “Las nuevas
exigencias del mercado internacional, las
demandas que se producen como conse-
cuencia de los cambios internacionales,
82
plagados de guerras, de luchas coloniales
y de movimientos revolucionarios; asimis-
mo la aparición de competidores naturales
del azúcar, que encuentran en la remolacha
su sustituto en el mundo, creando zozobra
en el hacendado peruano. Esto al mismo
tiempo los obliga a cambiar las condicio-
nes y potencialmente desarrollar niveles de
toma de conciencia, de organización, entre
otros elementos que otorga una dinámica
nueva al campesinado peruano” (Velás-
quez: 1998; 64).
Las nuevas condiciones de producción
en la hacienda, permiten la organización de
los trabajadores azucareros. El odio acu-
mulado por éstos, pese a que aún no ha-
bían constituido una sólida organización
gremial, arremeten contra la hacienda, rea-
lizan paralizaciones, quema de cañavera-
les, que tiene su máxima expresión en la
famosa revuelta de cañeros en 1912, en que
estalla un grave conflicto por el alzamiento
de los braceros que compromete los valles
del Departamento de La Libertad, muy es-
pecialmente en el Valle Chicama, que obli-
ga a la intervención del ejército de la capital,
con un elevado número de muertos y des-
trucción, cuya rebelión al ser debelada, deja
no sólo la amargura de la derrota sino la
necesidad de una organización mayor para
enfrentar el poder del hacendado. En este
mismo trabajo se resume este trágico epi-
sodio: “El 8 de abril de 1912, se produce lo
que muchos estudiosos como Joaquín Ahu-
mada, Zúñiga, Klarén, Roel, entre otros, ca-
lifican como el conflicto más violento de la
historia del proletariado azucarero. Los tra-
bajadores asaltaron las mercantiles, pren-
dieron fuego a los cañaverales, saquearon
las bodegas, destruyeron las propiedades
de los enganchadores, quemaron sus li-
bros. La sublevación estalló en la hacienda
Casa Grande, pero luego se extiende a todo
el valle Chicama, convirtiendo al valle en un
verdadero polvorín. Además de la policía, la
tropa completa del cuartel Nº 7 de la Región
se enfrentó a la masa trabajadora, que se
defiende enardecidamente con machetes y
palanas, con un saldo de varios trabajado-
res muertos. El Gobierno se vio obligado a
enviar un pelotón de más de trescientos
soldados desde la capital, provistos de
moderno armamento; atacaron violenta-
mente a los peones de la caña, que pese a
las bajas sufridas no abandonaron la lu-
cha, tomando la hacienda Casa Grande.
Igual enfrentamiento se produjo en
Chiquitoy, Cartavio y Laredo. Todos los po-
blados del Valle Chicama habían sido to-
mados por la enfurecida masa trabajadora
que no cedía en su amotinamiento. Trujillo
temblaba, pues los braceros amenazaban
tomar la ciudad. Paralelamente a la llegada
de más refuerzos de la capital, se arrestaba
a muchos intelectuales que supuestamen-
te contribuían al impulso de la lucha. Al final,
la superioridad del armamento de las tro-
pas capitalinas hicieron rendir a los mani-
festantes y después de varios días de
enfrentamientos se dominó la situación. El
saldo fue de varios cientos de huelguistas
muertos, aunque oficialmente no se sabe
la cantidad exacta. Pese a todo, el triunfo de
las fuerzas oficialistas en apoyo a los patro-
nes fue relativo. En adelante, “el hacendado
sabía que el bracero de la caña había ad-
quirido su mayoría de edad; aunque el fra-
caso de la revuelta tuvo sus razones en la
inexistencia de una organización mayor. El
movimiento de los cañeros había nacido”
(ibi:92).
El movimiento cañero continuó en as-
censo. En 1932, se produce otra gran re-
vuelta de trabajadores cañeros, conocida
como la Revolución de Trujillo, que si bien
tuvo en Laredo su bastión principal, sin
embargo compromete al Valle Chicama y
especialmente a los Sindicatos de Casa
Grande y anexos. Esta gesta marca la his-
toria política del APRA en la conciencia de
Trujillo, la segunda ciudad en importancia
después de Lima (Diarios de la época). La
consolidación del movimiento laboral conti-
núa. En este escenario, el Partido Aprista,
con la descollante figura de Haya de La To-
rre, impone su ideología en la conciencia
de los trabajadores y partidariza los sindi-
catos y federaciones azucareras. El 18 de
octubre de 1946, se organiza la Federación
de Trabajadores Azucareros del Perú y en
consecuencia el Sindicato de Casa Grande
y anexos, que era uno de los más grandes
y desarrollados del sector azucarero, se
consolida y junto con el Sindicato de Roma,
plantean una nueva estrategia en la lucha
gremial, no sólo para arrancar reivindica-
ciones a favor de sus miembros, sino que
proponen una plataforma para alcanzar con-
quistas sociales, propuestas políticas, alian-
zas y su deslinde con el hacendado, plan-
teándose como otra alternativa de poder en
el Complejo Mundo de la Industria Azucare-
ra Peruana. Paralelamente, los hacenda-
dos del Perú, liderados por el terrateniente
azucarero y muy especial con el apoyo de
Casa Grande, organizan la Sociedad Na-
cional Agraria (SNA), convertida en un poder
de la hacienda en el Perú y muy especial-
mente del oligarca del azúcar. En este nue-
vo escenario, el enfrentamiento entre el te-
rrateniente y el trabajador azucarero organi-
zado fue frontal. En estas condiciones el
obrero de la caña tiene en el Machete, su
símbolo, la expresión de poder, pues repre-
senta no solamente su arma fundamental
de trabajo para el corte de la caña, sino su
Identidad.
A mediados de los años 50 del pasado
siglo XX y con mucha más fuerza en los años
60, el movimiento azucarero adquiere una
nueva dimensión: los pliegos de reclamos
planteaban otras condiciones de vida para
sus trabajadores y denunciaban abierta-
mente los privilegios, las injusticias que
cometía la familia Gildemeister, al igual que
la mayoría de los hacendados del país. En
este contexto, el campesinado peruano asu-
me un rol protagónico en los alzamientos y
movimientos que inciden en la base del es-
tado oficial. El trabajador de campo había
asumido una función decisiva en la vida
económica y política del país (Moya Obeso).
III. COOPERATIVISMO Y
GOBIERNO DE LOS
TRABAJADORES
1. LA COOPERATIVA AZUCARERA Y
EL PODER OBRERO
La inestabilidad política y económica del
estado peruano del lustro que termina en
83
1968, concluye con el golpe de estado del
General Velasco Alvarado el 3 de octubre de
ese año. Se impone un gobierno militar con
un mensaje revolucionario y un programa
reformista que desubica una serie de es-
quemas y concepciones políticas que pri-
maban hasta ese momento. Los progra-
mas populistas del Belaundismo y la De-
mocracia Cristiana, el centrismo popu-
lista del APRA, el programa campesino y de
revolución social de la izquierda, se vieron
seriamente afectados por el ideario y las
acciones inesperadas del gobierno de
Velasco Alvarado, que nacionaliza el petró-
leo, la minería, los medios de comunica-
ción, impone una reforma educativa agresi-
va y un programa agrario que incluso va más
allá de las reformas agrarias exigidas por
los movimiento sociales y políticos. La Re-
forma Agraria que impone el gobierno de
Velasco a través del D.S. 17716, se convier-
te en una de las medidas reformistas más
trascendentales del gobierno de facto y del
desarrollo histórico nacional. Los grandes
latifundios de la costa, sierra y selva fueron
confiscados por el estado peruano y entre-
gados al campesinado, a través de empre-
sas asociativas, que de acuerdo a la región
o jurisdicción del territorio peruano se cons-
tituyen como Cooperativas Agrarias de Pro-
ducción, Sociedades Agrícolas de interés
Social, Grupos Campesinos, Comunidades
Campesinas, posteriormente Empresas
Rurales de Propiedad Social. Precisamen-
te la imposición de estas formas organi-
zativas al campesino, que había luchado
largamente por recuperar la tierra arrebata-
da por la hacienda y que lógicamente anhe-
laba le sea entregada en forma individual,
fue el origen de los futuros problemas que
se generan al interno de las empresas cam-
pesinas, que a pesar que pasaron a pro-
piedad del campesino o ex trabajador de la
hacienda, nunca la sintieron como suya,
sino que la asumieron como una continui-
dad del régimen patronal, a partir de sus
propios directivos que se perpretaron en la
dirección de esas empresas.
Nos encontramos ya con una nueva
etapa, diametralmente opuesta de tenen-
cia de la tierra en el Perú. Después de si-
84
glos se produce un desplazamiento efecti-
vo del terrateniente, que es arrancado de
la propiedad de la tierra, cuya conducción
es asumida directamente por el hombre
de campo. A partir de 1969, asistimos a un
cambio real en las relaciones de propie-
dad en el sector agropecuario y agro in-
dustrial. Bajo la modalidad asociativa, el
proletariado peruano y especialmente el
azucarero, asume la responsabilidad de
hacer producir la tierra, cambiando radi-
calmente no sólo las relaciones de pro-
ducción, sino las reglas de juego y las le-
yes de la oferta y la demanda en el campo.
El comportamiento, los largos siglos de
servidumbre y explotación, el arrebato de
la plusvalía, los patrones culturales, cam-
biaban diametralmente: De la servidum-
bre, se pasó a la conducción empresarial,
produciéndose un remezón en la ideolo-
gía y la idiosincrasia del trabajador azuca-
rero, protagonista y actor de la nueva histo-
ria del agro peruano (Nuevo Tipo de Te-
nencia de la Tierra en el Perú – 1996).
La afectación de Casa Grande y la con-
siguiente intervención del Estado, forma-
ba parte del propio esquema político del
Gobierno. El siguiente paso era la entre-
ga a los trabajadores, meta que se cum-
ple aceleradamente, pues el proceso exi-
gía plazos cortos y efectivos, dada las ca-
racterísticas de las medidas y todo lo que
se ponía en juego. Para ese fin, la Oficina
Nacional de Desarrollo Cooperativo
(ONDECCOP), quemando etapas resuel-
ve constituir la cooperativa Agraria de Pro-
ducción Casa Grande Ltda. Nº 32, median-
te su histórica Resolución Nº 523, sellan-
do definitivamente el nuevo destino del
inmenso complejo azucarero. La adminis-
tración de la nueva empresa cooperativa
recae en el Ingeniero Alfonso Fuentes
Ricketts, quien se convierte en el primer
Presidente, procediéndose luego a su ins-
talación el 10 de setiembre de 1970. Con
Fuentes a la cabeza de la cooperativa, se
agilizan los trámites de adjudicación ante
la Reforma Agraria. En tiempo récord, dada
la envergadura de la empresa, el Gobier-
no Adjudicó Casa Grande a sus legítimos
trabajadores, firmando la transferencia
definitiva el Ministro de Agricultura Jorge
Barandiarán Pagador y el flamante presi-
dente Casagrandino don Alfonso Fuente
Ricketts, con cuyo acto se inicia legalmen-
te la nueva etapa de la historia de Casa
Grande: Del Cooperativismo azucarero,
acto que se realizó el 3 de Octubre de ese
mismo año.
Casa Grande, sin duda, fue el factor
determinante en este cambio de relacio-
nes de propiedad. El más grande empo-
rio de la aristocracia latifundista peruana
daba paso al nuevo poder obrero, quie-
nes en adelante tenían la responsabili-
dad de responder al reto de la historia y al
futuro para las nuevas generaciones. Aquí
empieza la segunda etapa y la nueva co-
rrelación de una empresa, de la cual
dependían cerca de 70,000 personas en-
tre trabajadores, familiares y gente que
directa e indirectamente vivían de la fabri-
cación y la comercialización del azúcar y
sus derivados.
Se inició un gobierno por los propios
trabajadores, pasando por un período ini-
cial de intervención directa del estado a tra-
vés de sus organismos oficiales. La ale-
gría que significaba vivir esta nueva etapa
fue indescriptible. Todos se comprometían
a trabajar con mayor dedicación la tierra,
aunque la mayoría no comprendía lo que
significaba este gran paso por los gran-
des retos que esta nueva situación aca-
rreaba. Si bien es cierto el símbolo del
machete continúa flameando como patrón
cultural, una nueva simbología penetraba
en la idiosincrasia de los azucareros: la
figura de Túpac Amaru, símbolo de revo-
lución, de rebeldía.
La prosperidad de los años siguien-
tes, entre 1970 y 1977, aumentó el entu-
siasmo de los trabajadores y de los
impulsores del cooperativismo, que pre-
tendieron encontrar en este modelo, la
fórmula mágica para alcanzar el desarro-
llo. Efectivamente, en este período, se con-
solidan los mayores récords de produc-
ción de Casa Grande (ver cuadro Nº 2). La
cuidadosa infraestructura dejada por los
anteriores dueños, influye en esta bonan-
za. El rendimiento productivo se aproxima
a las 230,000 TM de azúcar por año, cifra
que supera incluso a la etapa de la ha-
cienda. El apoyo técnico, financiero,
logístico del Estado, contribuye a esta si-
tuación vivida. Se reparten jugosas sumas
de excedentes a los trabajadores, se cons-
truyen más de 1,500 casas para los tra-
bajadores, se mejoran los servicios bási-
cos de agua, desagüe, luz, se edifican
escuelas y la consiguiente construcción
de cerca de 100 aulas para la creciente
población estudiantil; nacen ocho jardines
de infancia, 12 clubes cooperativos, dos
piscinas, tres reservorios para agua de
regadío ubicado en el campo (Chacarillas,
San Ramón y Tocache); se fomenta una
importante granja para la crianza de cer-
dos, en la búsqueda de nuevas fuentes
productivas para elevar la base económi-
ca de la empresa; se organiza la planta
de microalgas de Sausal; se construyen
tres plazuelas para ampliar el radio urba-
no de Casa Grande y brindar mayor co-
modidad a sus trabajadores. Es decir, fue
un período no sólo de bonanza, sino tam-
bién de desarrollo y de ampliación de los
servicios de áreas urbanas (Trabajo de
campo – 1980).
La nueva atmósfera que viven los tra-
bajadores casagrandinos era de entu-
siasmo, como si empezara una larga ce-
lebración. Todos sintieron que algo gran-
de se había producido, que el látigo y el
abuso había terminado, mirando el futuro
con optimismo. No encontrar la terrible fi-
gura del capataz o el caporal, la presión
permanente de la hacienda, la amenaza
constante, significaba algo nuevo, de re-
pente incomprendido. Eran siglos de ser-
vidumbre, de sumisión y de pronto ama-
neció un nuevo día, donde todo cambió.
En adelante el campesino organizada-
mente “debe decidir lo que debe hacer-
se”. De pronto, gentes distintas, universi-
tarios, políticos, militares, empiezan a vi-
sitarlos, a explicarles del nuevo cambio.
Era tan rápido, que no comprendían, se
sentían confundidos, pero una lección se
85
les fue quedando: que ellos eran los nue-
vos dueños, calando en su conciencia;
aunque “los concientizadores” buscaron
también que se convenzan que “en ade-
lante ya no trabajarás como antes”, que
descansarán más porque: “tú eres el nue-
vo dueño”, “no tendrás patrones”, “nadie
te obligará a nada” (Frases usadas por
documentos oficiales del Estado). Es el
inicio de un cambio, con una concepción
equivocada y la desviación de un proceso
que desde las raíces empieza a resque-
brajarse, pues el paternalismo y el
populismo torcieron el verdadero rumbo
a seguir en adelante.
Igualmente, se puntualiza el siguiente
momento en esta apreciación: A partir de
1976, la situación empezó a modificarse. Ello
coincide con el cambio de política del segun-
do período del gobierno militar que derroca
en la Presidencia a Juan Velasco Alvarado,
instaurándose la segunda etapa encabeza-
da por el General Francisco Morales
Bermúdez, quien asume la Presidencia del
Perú. En esta nueva fase del militarismo, se
retiran algunas concesiones al agro azuca-
rero asociativo; poco a poco se van impo-
niendo otras normas que llevan a la empre-
sa cooperativa a tener más obligaciones con
el Estado sin retribución por parte de éste.

CUADRO Nº 2
CASA GRANDE PRODUCTIVIDAD DE CAÑA POR HECTÁREA

TOTAL AZÚCAR
AREA TOTAL
TOTAL CAÑA CAÑA AZÚCAR OBTENIDA
AÑO COSECHADA COSECHADA COSECHADA OBTENIDA Por Hectárea
(Miles de Has.) (Miles de TM)
PROPIA PROPIA (TM/Ha) PROPIA (TM/Ha)
1970 10,034 1,752,775 170,010 177,846 17,260
1971 10,311 2,053,117 199,120 219,156 21,250
1972 10,611 2,119,976 199,790 235,521 22,200
1973 10,965 2,210,998 201,640 234,162 21,360
1974 11,483 2,265,510 197,290 250,804 21,840
1975 12,773 2.079,007 162,770 231,687 18,140
1976 12,343 2,054,495 166,450 226,569 18,360
1977 12,369 2,102,224 169,960 228,237 18,450
1978 11,444 1,664,605 145,460 197,495 17,260
1979 12,067 1,258,449 104,290 183,543 15,210
1980 8,723 664,488 76,180 71,373 8,180
1981 5,526 569,431 103,040 60,527 10,950
1982 7,804 1,217,705 156,040 116,783 14,960
1983 8,587 1,348,491 160,530 100,025 11,650
1984 10,605 1,623,426 153,080 140,386 13,240
1985 9,362 1,659,958 177,310 172,795 18,420
1986 10,381 1,602,457 154,360 151,421 14,590
1987 9,350 1,194,166 127,720 107,252 11,470
1988 8,668 1,332,905 153,770 124,328 14,340
1989 9,008 1,346,725 149,500 128,462 14,260
1990 9,482 1,222,678 128,950 128,767 13,580
1991 9,937 1,171,466 117,890 111,639 11,230
1992 8,603 713,589 82,950 66,485 7,730
1993 9,707 639,521 65,880 54,537 562
1994 11,868 1,033,787 87,110 96,198 8,110
1995 13,422 967,762 72,100 101,276 7,550
1996 7,881 548,574 69,600 52,121 6,610

Fuente: Ministerio de Agricultura. Archivo Empresa Casa Grande.

86
En cambio, la congelación de precios del
azúcar se acentúa en perjuicio de la estabili-
dad de la cooperativa, pues el Ministerio de
Agricultura le imponía un precio al azúcar, mu-
chas veces por debajo del costo de produc-
ción, subsidio que no tenía la contraparte del
Estado, que siempre se comprometió a de-
volverle la diferencia, pero que nunca cum-
plió; problema que fue mellando gravemen-
te la solidez de su economía.
2. LA DISPUTA AL INTERNO DE LA
COOPERATIVA.
Al final de la década de los 80, la disputa
por el control de la Cooperativa era evidente.
Las cúpulas sindicales y más propiamente
partidarias, se entregan en un irracional en-
frentamiento por el control del gobierno de la
empresa. A pesar de la influencia del gobier-
no del Presidente Fernando Belaunde, que
logra congregar a algunos sectores
dirigenciales que los impone en la dirección
para contraponer la hegemonía del APRA;
sin embargo este ingrediente fue esporádi-
co, pues la lucha central se circunscribió a la
disputa encarnizada entre los sectores
apristas, quienes bajo diferentes facciones
se enfrentan, conflicto que no sólo es la lu-
cha electoral, sino que comprometen el pa-
trimonio de la cooperativa, pues esta déca-
da se caracterizó por la toma de locales, mar-
chas, enfrentamientos físicos, bloqueo de la
producción, aparte del enfrentamiento direc-
to entre grupos que apoyan a uno u otro ban-
do. A pesar de la participación del Ministerio
de Agricultura en la lucha por el poder, en
general hasta 1985, es el partido APRISTA
quien protagoniza estas disputas, sin que
exista una intervención directa y protagónica
del Estado. Cabe recordar la presencia del
Gerente de Casa Grande Jorge Young
Mongrut, que por muchos años gobierna
Casa Grande y que a pesar de su posición
ejecutiva, decide el destino de muchas elec-
ciones, al maniobrar para el triunfo de uno u
otro candidato que responda a sus intere-
ses y al de su grupo.
A partir del gobierno de Alan García
Pérez, que asume la Presidencia del Perú
en 1985, la situación del gobierno de Casa
Grande no varió sustancialmente, sino que
se produce mayores desajustes. El Gerente
Young Mongrut había sido cambiado por
Guillermo Roeder Seminario, conocido
militante Aprista, pero antes de 1985 en
que se instala el gobierno Aprista Roedor
es depuesto por un alzamiento de trabaja-
dores que después de una dura batalla
contra la dirigencia y denunciando el nepo-
tismo y la depredación de los bienes de la
empresa, obligan a la renuncia de Roeder
Seminario y en consecuencia una nueva
derrota de la posición partidaria de la frac-
ción más corrupta del partido Aprista. Indu-
dablemente, que las heridas y el curso de
la historia de la Cooperativa Casa Grande,
pronto hizo que las contradicciones volvie-
ran a agudizarse. Nuevamente la posición
que fuera arrinconada por los malos ma-
nejos, inicia su recuperación. El entusias-
mo que genera la elección de García Pérez
los revitaliza. En 1986, la facción depuesta
nuevamente asume el poder en Casa
Grande y para asombro de la masa traba-
jadora, su primera medida fue la reposi-
ción de Guillermo Roedor Seminario en la
Gerencia de Casa Grande.
El análisis de las luchas intestinas
entre las diferentes facciones del poder
en Casa Grande, responsables directos
de la crisis y el desgobierno, no pueden
hacernos perder de vista, el juego de inte-
reses que desde las esferas guberna-
mentales y los grandes grupos económi-
cos entran a tallar en el destino del com-
plejo agro industrial. Desde el gobierno
de Morales Bermúdez, pasando por el
gobierno de Belaúnde y luego el de García,
el viraje en la política agraria fue evidente.
Apostaron por la privatización en grandes
monopolios privados. Decretos Supre-
mos, Ministeriales, etc., lo ameritaban. En
esa perspectiva, desde el gobierno y el
poder económico que se impone en el
país, alimenta el debilitamiento de Casa
Grande y contribuyen directa e indirecta-
mente a la agudización de la crisis. Inclu-
so algunos enfrentamientos, cuentan con
el financiamiento del Estado y de algunos
sectores económicos hegemónicos de la
región o del país. No era extraño encon-
87
trar altos funcionarios del gobierno finan-
ciando o influyendo en uno y otro bando;
tampoco era raro el apoyo de uno de los
distribuidores del azúcar (Velásquez, Agro
Azucarero).
La autodestrucción del sistema coo-
perativista se estaba produciendo en for-
ma acelerada. La ceguera impedía perci-
bir que se estaba cavando la sepultura de
una extraordinaria experiencia de auto-
gestión donde los trabajadores tuvieron
la oportunidad histórica de demostrar su
capacidad de gestión y de aplicar en la
práctica que la plusvalía que producen los
trabajadores debe regresar en beneficio
del desarrollo económico, social y cultu-
ral de los agentes o actores productivos
directos. Al parecer, el Estado, los teóri-
cos del cooperativismo agrario, las
dirigencias políticas y todos aquellos que
tuvieron la gran responsabilidad de llevar
adelante un modelo, capaz de superar el
oscuro recorrido de la Hacienda azucare-
ra, no tuvieron en cuenta factores funda-
mentales en la dinámica interna del movi-
miento laboral y muy especialmente las
concepciones ideológicas naturales y los
patrones culturales que formaban parte
del comportamiento del trabajador azuca-
rero. Abugattas, con razón nos expresa lo
siguiente: “Gran parte del conflicto social
más intenso y destructivo proviene de esta
contraposición que lleva a los individuos
a percibir como inútiles las normas y pre-
ceptos básicos de su sociedad y su es-
pacio social como una cárcel o un impe-
dimento para su subsistencia y prosperi-
dad. Muchas veces, es cierto, sucede,
como tan gráficamente lo hacía notar Or-
tega y Gasset, que las mayorías, aún en
condiciones de prosperidad relativa, no
prestan mucha atención al acervo cultural
de sus sociedades, pues no perciben la
conexión inmediata entre él y las venta-
jas, comodidades y la seguridad de que
gozan” (Abugattas, 1992:25).
El trabajador azucarero, tuvo su gran
oportunidad para hacer de su cooperativa
un modelo empresarial, toda vez que te-
nía el reto de constituirse en el agente de
88
su propio destino. Al parecer, en esa lu-
cha casi irreconciliable por la disputa del
poder, no se considera esa gran meta que
debió reivindicar a la fuerza de trabajo y
responder contra las ofensas del pasado
y la responsabilidad del futuro. Es que la
ceguera ideológica o política, así como los
intereses que a cada momento se contra-
ponen no toman en cuenta ase acervo
cultural como decía Abugattas. Al no otor-
garle el interés y el tratamiento que requie-
re la herencia cultural y la formación del
trabajador azucarero, es el principio del
fin del modelo cooperativo. Demuestra
asimismo que cuando se persiguen inte-
reses personales o de grupo, se pierde la
visión y por lo tanto no se plantean los
mecanismos sin las estrategias para al-
canzar los grandes objetivos que en este
caso el modelo cooperativo exigía para
Casa Grande. Tampoco esta mezquindad,
pudo ver con claridad el escenario en el
que se desarrolla Casa Grande, ni mu-
cho menos la enorme responsabilidad de
ser protagonistas de la más grande em-
presa azucarera del Perú.
3. EL OCASO DEL GOBIERNO COO-
PERATIVISTA.
La disputa por el poder en Casa Gran-
de fue una constante. Sólo en pequeños
espacios de tiempo, se tenía relativa esta-
bilidad social a partir de los años 80. Nues-
tros informantes, la mayoría ex dirigentes
sindicales coinciden en que en esos mo-
mentos tienen relación con los períodos
post eleccionarios, mientras duraba la es-
peranza de los socios trabajadores por un
cambio en su empresa al asumir el go-
bierno de la cooperativa una nueva
dirigencia. A medida que la crisis golpea-
ba la economía del Complejo Agroin-
dustrial, los problemas empeoraban y
como se dijo anteriormente ya no solamen-
te era una confrontación por el poder, sino
que el gran sector de trabajadores pugna-
ba por mantener su salario y rescatar algu-
nos de los beneficios que hace tiempo se
estaban perdiendo. El desgobierno, no sólo
generaba inestabilidad económica, sino
que la desesperación que comprendía a
la familia tomaba un curso peligroso (in-
formación de diarios y revistas de década
del 80). Quizás, para los grupos económi-
cos que dominan la política nacional, era
parte de sus cálculos para imponer sus
intereses, al igual que en otras empresas
azucareras, considerando la envergadura
estratégica de una industria decisiva en la
economía nacional.
En este contexto es importante recor-
dar el papel que cumple en Casa Grande
desde 1992 a 1996 el Gerente de esta
empresa, el Ing. Jorge Vejarano Cavero,
quien en su quinquenio de gobierno ma-
nejó la empresa como un verdadero bo-
tín. Corrompió directivos e hizo de la coo-
perativa su más grande festín: Subvaluó
los precios del azúcar, hipotecó el azúcar
a futuro, terminó con sus reservas, pro-
movió a grupos nepóticos, que sin traba-
jar dilapidaban los activos de la empresa,
entre otras acciones negativas que fue-
ron largamente denunciadas por dirigen-
cias sindicales y trabajadores de base.
Esto se demuestra cuando en forma di-
recta manejó las elecciones para la reno-
vación de los órganos de gobierno a su
antojo, imponiendo con prácticas vetadas
a dirigentes que podían responder a sus
oscuros intereses. Incluso, cuando en
aquel entonces visitábamos ese comple-
jo, algunos dirigentes expresaban su in-
dignación por la prepotencia y las es-
candalosas maniobras que ya eran prác-
tica de Vejarano Cavero. Luis Cabrera Toro,
que fuera uno de los Presidentes del Con-
sejo de Administración más destacados
del período de Vejarano, era conocido por
su carácter democrático y sus buenas in-
tenciones para reflotar Casa Grande, pero
su ascendencia y nobleza no eran sufi-
cientes para contrarrestar los manejos de
Vejarano. El cacique tenía la palabra.
En este período aparece en la escena
del poder el Ministro de Agricultura, Ing.
Absalón Vásquez, casagrandino de naci-
miento, hombre ambicioso, sencillo, de
fácil palabra y con una innata atracción con
los trabajadores, pues el mismo se consi-
deraba un campesino que “luchaba por
sus hermanos”. Como Ministro de Agricul-
tura primero y luego como a Asesor presi-
dencial juega un papel indiscutible en el
destino de Casa Grande y de las demás
empresas azucareras. La identificación de
los socios con su prédica reivindicativa, hizo
que sus opiniones influyan directamente
en las grandes decisiones que se toma-
ban para el manejo y el rumbo de la em-
presa. Aparece como un defensor de las
grandes mayorías y dispuesto a “castigar
a las dirigencias corruptas” que estaban
despilfarrando y desestabilizando a Casa
Grande (boletines de Prensa de la empre-
sa). Logró conformar un movimiento de-
trás del cual estaba un sector muy impor-
tante y de repente mayoritario que confió
en el cambio ofrecido por este alo funcio-
nario gubernamental.
Como parte de la estrategia para dar
la estocada final al modelo cooperativista
impuesto, el gobierno, “con la oposición
de Vásquez Vejarano”, inicia una campa-
ña de desprestigio de Casa Grande y las
demás cooperativas azucareras. Grandes
avisos televisivos y páginas enteras de los
diarios que controlaba el gobierno cívico
militar del Presidente Alberto Fujimori, pre-
sentaban a la opinión pública el oscuro
panorama de la aguda crisis que golpea-
ba a la cooperativista azucarera. La pun-
tería principal y los dardos se centraban
en Casa Grande, porque de su destino
dependería el porvenir del modelo coope-
rativista azucarero. Esta propaganda inci-
día en las disputas, en los enfrenta-
mientos, en la destrucción de la infraes-
tructura, en la devastación de los campos
de cultivo, lo obsoleto de su maquinaria y
la angustia de la familia que hasta ese
momento ya padecía los estragos de la
falta de salarios, la carencia de servicios y
las penurias para atender sus necesida-
des mínimas. Se preparaban las condi-
ciones para un golpe certero, las cuales
se tornaban efectivas porque a pesar de
la crisis, no aparecía una dirigencia capaz
de remontar la situación en que se en-
contraba y revertir el daño original. La opi-
nión pública del país asumió la “banca-
rrota” del cooperativismo azucarero, tenía
89
que ver desde el origen “con la irrespon-
sabilidad del gobierno de Velasco que
arrebató las tierras a los terratenientes”;
igualmente se propagonizaba “la incapa-
cidad” de los socios para dirigir una em-
presa de envergadura; de la misma ma-
nera se consideraba que el desabaste-
cimiento del azúcar era consecuencia del
modelo impuesto. Entonces se debía
romper con este sistema e imponer otro
“que convenga a los intereses del país”
(lenguaje de avisos y predicas del gobier-
no – 1992-1996).
El gobierno, para imponer las nuevas
reglas de juego que había preparado para
el sector azucarero peruano, terminó con
el desprestigio de los partidos políticos, a
quienes responsabilizó de la debacle de
la industria azucarera del Perú (avisos pe-
riodísticos y mensajes presidenciales), de
paso que reforzaba su tesis para desca-
bezar el movimiento político nacional, de
cara a sus grandes propósitos dictatoria-
les, de cuyos resultados sabemos de so-
bra sus consecuencias. Estaban dadas
las condiciones para dar el gran salto que
termine con el sistema cooperativista azu-
carero. Como quería conservar la careta
democrática de respetar el carácter priva-
do de la cooperativa azucarera, prepara la
figura del Referéndum, imponiendo me-
diante Decreto Supremo la obligación de
la empresa azucarera para someterse a
dicha consulta popular y decidir si se man-
tenía el modelo cooperativo o si se le
remplaza con otro de Sociedad Anónima.
Chucarapi de Arequipa, el Ingenio y
Paramonga en Lima, San Jacinto en
Ancash y Chiclín en La Libertad, cayeron
en el engaño y bajo la persistente propa-
ganda del gobierno que ofrecía el paraíso
para quienes decidían cambiar de mode-
lo empresarial. Los trabajadores de las
cooperativas mencionadas dieron el SI al
cambio de modelo, en tanto Casa Grande
y las demás dijeron un rotundo NO a las
pretensiones privatistas del régimen y de-
cidieron continuar con el modelo coope-
rativista (Resultado Electoral entre 1994-
1996).
90
IV. LA ÚLTIMA ETAPA DE
CASA GRANDE: NUEVO
MODELO, DUEÑOS Y
ACCIONISTAS SIN PODER.
1. Imposición de la Sociedad Anónima
El gobierno del Presidente Alberto
Fujimori (1990-2000), continuó con su deci-
sión para tumbar el modelo cooperativo. A
pesar que en la primera arremetida sólo
consigue someter e imponer la Sociedad
Anónima en Paramonga, San Jacinto y otras
empresas menores, nunca dio marcha
atrás en sus propósitos privatistas, trazan-
do una nueva estrategia para doblegar la
voluntad de Casa grande, Tumán, Cartavio,
Laredo, Pomalca, Cayaltí y Pucalá. Es indu-
dable que Casa Grande resultaba el hueso
mas duro de roer. La figura del referéndum
dio paso a otros mecanismos más directos
e intervencionistas. Esta vez, aprovechando
la campaña de desprestigio y satanización
de las dirigencias y lo que denominó la ban-
carrota del cooperativismo azucarero, inter-
viene directamente con Decretos Supremos
para maniatar a la dirigencias y obligarlas a
cambiar de modelo. En este contexto expi-
de el Decreto Supremo Nº 01891- AG, que
establece el procedimiento para adoptar
acuerdos en las asambleas generales de
cooperativas agrarias; luego el Decreto Le-
gislativo 653 o Ley de Promoción e Inversio-
nes en el Sector Agrario, que precisa el de-
recho de propiedad pero posibilitando la
entrega de la tierra como garantía hipoteca-
ria; igualmente el Decreto Supremo 048-91-
AG que deroga el histórico Decreto Ley
17716 o Ley de Reforma Agraria. Los ante-
riores dispositivos fueron la creación de las
condiciones para intervenir las cooperativas,
liquidando definitivamente la reforma agra-
ria y aperturando nuevos canales para im-
poner otro tipo de decisiones contrarias al
sentimiento de los trabajadores. Posterior-
mente empieza la arremetida más directa
con el Decreto Ley Nº 25602, el cual sinteti-
zamos con las propias expresiones del ex
Ministro de Agricultura Abasalón Vásquez
cuando dice al respecto: “El 07 de julio de
1992, fue promulgado el Decreto Ley Nº
25602, mediante el cual se precisó aspec-
tos para facilitar el cambio de modelo em-
presarial de las cooperativas. Como el Ins-
tituto Nacional de Cooperativas (INCOOP),
organismo encargado de garantizar la co-
rrecta aplicación de las normas vigentes en
el sector cooperativo, incluyendo claro está
el Decreto Ley 25602, obstruía sutilmente
el proceso de cambio de modelo empresa-
rial, debido principalmente a la politización
de sus integrantes, el gobierno decidió li-
quidarlo, propósito que se cumplió con el
Decreto Ley Nº 25879, del 18 de noviembre
de 1992, trasladando al ámbito de la
CONASEV todo lo concerniente a la
normatividad y supervisión del Sistema Co-
operativo Nacional” (VÁSQUEZ; 1996:87).
Como se concluye de las palabras de
uno de los cerebros del derrumbe del coo-
perativismo azucarero (1996), el gobierno
buscaba liquidar definitivamente al modelo
cooperativo. Al dispositivo anterior agrega
el Decreto Supremo Nº 024-92-AG, el De-
creto Supremo Nº 030-92-AG y el Decreto
Supremo Nº 034-92-AG, el Decreto Supre-
mo Nº 097-92-AG; el DS 047-92-AG y el DS
006-93-AG. Todos estos dispositivos esta-
ban dirigidos a reglamentar el Decreto Ley
25602 y establecer todos los mecanismos
que faciliten y garanticen que se lleve ade-
lante el cambio de modelo empresarial. El
colmo del autoritarismo se produce con la
promulgación del Decreto Supremo 012-93-
AG, del 22 de abril de 1993, en el cual regla-
menta el funcionamiento de las cooperati-
vas reduciendo significativamente el núme-
ro de delegados de la Asamblea General a
un número casi simbólico, con el pretexto
de disminuir el asambleísmo, pero que en
última instancia garantizaba que las deci-
siones del estado se pudieran cumplir para
imponer definitivamente el modelo empre-
sarial de Sociedad Anónima. Pero es el
Decreto Legislativo 802 o Ley de Sanea-
miento Económico Financiero de las em-
presas agrarias azucareras con el cual el
gobierno interviene directamente en las de-
cisiones más íntimas de la empresa coo-
perativa. Para ello exige la reestructuración
de la deuda tributaria a la SUNAT, FONAVI,
IPSS, SENATI, la deuda de los proveedores,
acorralando económicamente a las empre-
sas azucareras y amenazándoles que si no
se adecuaban al cambio de modelo, se
cuantificaba su deuda y se las exponía a su
liquidación, para lo cual ya se había monta-
do todo el aparato legal que permitiera que
dicha amenaza se haga realidad. Como en
el Decreto Supremo Nº 802 se establecía la
elección obligatoria de comisiones transi-
torias de administración y adecuación de la
empresa azucarera a Sociedad Anónima,
el gobierno llegó al extremo inter-vencionista
de promulgar el Decreto Supremo Nº 009-
96-AG que impedía que las comisiones tran-
sitorias elegidas al amparo de ese disposi-
tivo pudieran asumir compromisos econó-
micos, prohibiéndoles suscribir contratos y
limitándolas sólo a tramites formales e
intrascendentes; calculando así que al
maniatarlas, debían apurar la liquidación de
la cooperativa y la imposición del modelo
escogido por el gobierno.
Al amparo del Decreto Legislativo 802
se impuso la elección de la Comisión Tran-
sitoria en Casa Grande. El socio coopera-
tivista no tuvo más remedio que elegir a
una comisión transitoria, con cuyo acto
quedaba sellado definitivamente la sepul-
tura del modelo cooperativo, aunque en
verdad el socio cooperativista no entendía
por lo que estaba votando. Es así como el
primer domingo de junio de 1996, Casa
Grande renuncia al modelo cooperativo y
elige la comisión transitoria de adminis-
tración y adecuación a Sociedad Anónima,
siendo elegidos los siguientes directivos:
PRESIDENTE :
Pedro Alva Quilcate
MIEMBROS :
Segundo Chacón Briones
José Pérez Ordoñez
Humberto Álvarez Ayllón
Ricardo Iturri Briones
De esta manera en Casa Grande y las
demás empresas azucareras que resis-
tieron a dejar su modelo autogestionario
91
dieron paso a la imposición gubernamen-
tal y se convierten en empresas privadas
tipo Sociedades Anónimas. Vásquez resu-
me esta “hazaña” así: “La libre decisión
expresada en las ánforas por los trabaja-
dores activos y jubilados, ha marcado el fin
del modelo colectivista o mal llamado coo-
perativista y el inicio de una nueva etapa en
la industria azucarera peruana” (1996).
2. LOS NUEVOS ACCIONISTAS SIN
PODER
La comisión transitoria, producto de la elec-
ción impuesta por el Decreto Legislativo 802,
asumió el gobierno de la nueva empresa pri-
vada, con las limitaciones que el gobierno les
dicta, limitándolas solamente a realizar algu-
nas acciones de coordinación y funcionamien-
to de la empresa, para garantizar que se abo-
quen directamente a la adecuación adminis-
trativa para el desarrollo del nuevo modelo
empresarial. A pesar que la legislación impe-
día realizar acciones más allá del encargo que
por ley tenían, los miembros de la comisión
transitoria, desarrollan acciones de gobierno
y en la práctica se constituyen en un directorio
con el respaldo de la amplia mayoría de ac-
cionistas. En el documento presentado por la
comisión transitoria a los accionistas después
de poco tiempo que asumen el cargo, en la
editorial de dicho boletín se expresa lo siguien-
te: “cuando el Ing. Pedro Alva Quilcate y el Dr.
Francisco Soberón Bolaños, asumieron la
responsabilidad de administrar Casa Gran-
de, sólo tuvieron una clara posición, un solo
horizonte, un solo objetivo, un solo destino:
reactivar Casa Grande. Cuando esto ocurrió,
la empresa se encontraba desecha, puro es-
combros, como si recién hubiera sido bom-
bardeada. Por todos lados por donde se le
miraba reflejaba el descuido garrafal de los
directivos de turno, propios de un modelo co-
operativo plagado de vicios” (documento “Aná-
lisis de la Situación Económico Financiero de
Casa Grande” del 30 de junio de 1996).
En este contexto, entrado 1997, se reali-
za la elección del primer directorio de la fla-
mante empresa privada. En esta disputa por
el poder, el gobierno interviene directamen-
te, pues buscaba un cuerpo directivo empre-
92
sarial que garantice la culminación de la se-
gunda etapa de su meta final, que era entre-
gar Casa Grande al monopolio privado.
Como el grupo que dirigió la comisión Alva
Quilcate, habían hecho suficientes méritos y
ganado la confianza de los nuevos accionis-
tas azucareros, el presidente don Pedro Alva
se sentía seguro, pues contaba con el res-
paldo mayoritario de los miembros. Cuando
don Pedro ya participaba abiertamente con
su grupo en las elecciones para elegir la jun-
ta transitoria y el directorio de la nueva em-
presa Agro Industrial Casa Grande S.A. y en
vísperas de la confrontación electoral, el go-
bierno emite una Resolución Suprema, pro-
hibiendo que los miembros de las comisio-
nes transitorias puedan postular en estas
nuevas elecciones y en consecuencia lo saca
de carrera, calculando que la directiva elegi-
da y especialmente el primer directorio con-
venga a sus intereses.
Finalmente, la elección que elegía a la
primera junta de accionistas se realiza, re-
cordando las viejas disputas de la etapa
cooperativa, donde cada grupo quiere im-
poner sus condiciones, con la novedad que
esta elección tenía otras características,
pues cada candidato a la junta de accionis-
tas debía producir su propia propaganda. Al
final, una vez elegida la junta de accionis-
tas, ésta a su vez elige al primer directorio
de Agro Industrial Casa Grande S.A. y de
acuerdo a los cálculos goburnamentales
sale elegido como presidente del primer
Directorio, el Dr. Wilmer Iglesias León, que
inexplicablemente representaba solamen-
te el 10% de las acciones del gobierno,
pues precisamente con ese derecho del es-
tado fue el representante oficial ante el di-
rectorio. Un simple cálculo nos hace dedu-
cir que si los trabajadores tenían el 90% de
acciones y el estado el 10%; y si considera-
mos que la elección es por número de ac-
ciones, aparentemente no habría explica-
ción para que el Dr. Iglesias que represen-
taba a la reducida minoría gubernamental
haya sido elegido presidente del directorio;
aunque para nosotros, que seguimos de
cerca este proceso no es extraño pues ahí
estaba la mano tenebrosa de Absalón
Vásquez y compañía.
 En este contexto las tendencias se re-
agrupan bajo tres concepciones. La prime-
ra dispuesta a vender la empresa al mejor
postor y a como dé lugar, cuyos dirigentes
eran veladamente apoyados por el gobier-
no. La segunda liderada por los accionis-
tas que luchaban por impedir que los mo-
nopolios les arrebaten la propiedad, los
mismos que contaban con el asesoramien-
to y la fuerza del Frente de Defensa de la
Industria Azucarera de Perú que en su I y II
Encuentro Nacional Azucarero (Documento
de Conclusiones-1998), deciden enfrentar-
se abiertamente a los planes monopólicos
del Estado; asumiendo su compromiso his-
tórico de “luchar por la defensa del legado
patrimonial que reciben de sus ancestros,
quienes sufriendo la explotación del anti-
guo terrateniente, permitieron arrancarles la
tierra y entregársela a la actual generación y
que por lo tanto les depara un compromiso
con las futuras generaciones”. Una tercera
opción, no muy definida estaba representa-
da por los socios que honestamente que-
rían el cambio en la conducción de la em-
presa, su reactivación pero que en última
instancia consideraban que su mejora-
miento permitiría que al vender Casa Gran-
de pudieran obtener mejores beneficios.
La crisis de Casa Grande, de acuerdo
al análisis tiene dos causantes principa-
les: las luchas internas y disputas por el
poder y la intromisión permanente del go-
bierno, que hasta el año 2000 avasalló los
derechos de toda empresa privada, como
lo es la Industria Azucarera, ha decidir su
propio destino. La desesperación de la
gran mayoría de accionistas azucareros,
tuvo en el cambio de gobierno la mayor
esperanza para retomar el camino del de-
sarrollo y reorganizar sus empresas. Al fi-
nal de esta última etapa, cuando asume la
Presidencia de la República, el gobierno
provisional, el Dr. Valentín Paniagua y pos-
teriormente el 28 de julio del año 2001, con
la Presidencia del Dr. Alejandro Toledo, las
esperanzas se convierten en frustración.
La situación no cambió.
En Casa Grande la crisis se agudizó y
los problemas se complicaron hasta el bor-
de del colapso. En este último año, Casa
Grande tiene dos direcciones. Una dirigida
por el accionista Martín Aguayo y otra por el
también accionista José Quezada. La con-
frontación directa entre las dos acciones en
pugna han llegado al enfrentamiento físico,
con toma de locales, destrucción de bienes,
paralizaciones e incluso con saldo de muer-
tos y heridos (diario La Industria de los me-
ses de agosto a diciembre del 2002). Am-
bos grupos se turnan en el asalto y conduc-
ción de la empresa. El poder judicial, que
como uno u otro grupo denuncia que sigue
parcia-lizado como en el período anterior,
da marchas y contra marchas. Hoy, cuando
el país por primera vez en su historia inicia
un régimen descentralista y a partir del pri-
mero de enero del presente año 2003, se
han elegido los Presidentes Regionales en
competencia democrática universal, el es-
cenario político pudo modificarse. En La Li-
bertad, la elección del Dr. Homero Burgos
como Presidente de La Región, posibilitó
una nueva atmósfera reconci-liadora en la
cruenta disputa por el control. Al poco tiem-
po, las contradicciones vuelven a
agudizarse y el Presidente de La Región La
Libertad, se vio envuelto en el enredo del
conflicto. Una de las facciones, lo acusa de
parcialidad, de intromisión y de favorecer al
sector aprista, desautorizándolo en sus es-
fuerzos por lograr el clima de equilibrio que
requiere la empresa (diario La República –
02-03-2003).
Casa Grande, el emporio azucarero
más grande del Perú, tiene un porvenir
incierto. El peso de la historia y la produc-
ción estratégica para la dieta del poblador
peruano, han contribuido a mantenerlo de
pie. El actual accionista y especialmente
sus dirigencias no comprendieron el rol
que la nueva dinámica del país les asig-
nó. La irracionalidad se impuso y la gran
oportunidad histórica prácticamente se ha
perdido. El poder enceguece e impide
mirar el horizonte, hasta el punto de des-
truir la esencia de aquello por lo que se
vive. Sólo las futuras generaciones podrán
juzgar a quienes no entendieron el proce-
so de Casa Grande.
93
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95
 IDENTIDAD NACIONAL Y GLOBALIZACIÓN
INTRODUCCIÓN
Esta ponencia intenta dilucidar la con-
tradicción entre la identidad nacional y la
globalización, mediante la hermenéutica
de sus contenidos y la aplicación de las
categorías de lo absoluto y lo relativo o
como un eje básico de carácter metodo-
lógico. También esclarecer la dimensión
de la globalización par las sociedades
multiculturales.
La hipótesis que guía mi pensamien-
to teórico y metodológico precisa, que las
identidades nacionales multiculturales re-
flejan contradicciones desarrolladas por
las diversidades culturales y que el trata-
miento adecuado es la aplicación de las
categorías de lo absoluto y lo relativo, para
hacer interrelaciones de las tradiciones
como valores funcionales con la moder-
nidad y pensar en el futuro.
Por otro lado, la globalización trata de
homogeneizar a las sociedades subde-
sarrolladas, porque en ello está la vida de
las tecnosociedades, cuya naturaleza es
producir en cantidades sin competencia
en el mercado. Por lo tanto, necesitan con-
glomerados sociales que compren sus
productos y luego cumplir con la tesis clá-
sica expuesta por Marx sobre el capitalis-
mo: sin consumo no hay producción.
GUILLERMO GUTIÉRREZ CHACÓN.
I. ALGUNOS JUICIOS SOBRE
IDENTIDAD NACIONAL
La conceptualización y el uso de la ex-
presión Identidad Nacional, me permite
hacer un análisis exacto de sus conteni-
dos, para dilucidar con precisión cualquier
inconveniente en su correcta interpretación
y, así, desde una perspectiva neta-mente
antropológica, mirar la dimensión extraor-
dinaria que contienen estos términos com-
puestos, unificados, para hacernos com-
prender la dinámica histórico cultural de
los pueblos, es decir, tratar de ver sus raí-
ces auténticas, su memoria colectiva, pro-
ducto de la riqueza cósmica en donde se
forjaron y que, en realidad, son los verda-
deros instrumentos racionales que hacen
que se consoliden las naciones.
También es importante considerar, que
si nos remitimos a la lógica formal, la fór-
mula “A es A”, nos indica que las variables
A son iguales y si les agregamos conteni-
dos parecidos, podríamos deducir que
denotan pensamientos idénticos.
Ahora, si lo reemplazamos en la Iden-
tidad es Nacional, estaríamos por exten-
sión viendo que significa la reunión de ca-
racterísticas iguales y, de esa manera,
quizás cumpliremos con una exigencia
formal, pero sabemos que desde el punto
de vista socio-cultural las cosas no se dan
así, aunque la idea de esta categoría com-
puesta alude a la unidad de la formación
nacional.
Cuando hablamos de identidad, reco-
nocemos que estamos pensando en una
igualdad, de asuntos con características
idénticas.
Pero sabemos, también, que esta pa-
labra sola es muy débil y requiere de aso-
ciarse con otra para tener una visión más
específica: Identidad racial, política, esta-
tal, cultural, nacional, etc., que tienen sig-
nificados y funciones diferentes. Sobre
esta categoría, Juan José Vega nos dice
lo siguiente:
- Idéntico, según el Diccionario de la
Academia es “lo que en substancia y
accidentes, es lo mismo que otras co-
sas con que se compara”; y agrega
que también puede significar “muy pa-
recido”.
- La etimología de identidad no deja
además, ninguna duda. Viene del la-
tín ídem “el mismo, lo mismo” (Vega;
1997:347).
Por otro lado, María Heise, Fidel Tubito
y Wilfredo Ardito nos plantean que: «… lo
propio, la identidad de un pueblo, está for-
mado por una diversidad de formas y con-
cepciones que vienen de dentro y fuera
del grupo. La identidad tiene, en verdad,
una conformación heterogénea. Los ele-
mentos y aspectos más íntimos de una
cultura pueden tener diversos orígenes.
Lo importante es que formen parte de la
vida cotidiana de un pueblo sin disminuir
su auto estima» (Heise et al. 1994:13).
Respecto al vocablo Nacional, que
según el diccionario Larousse, lo define
como el que pertenece a una nación o es
natural de ella: carácter nacional. Y en ese
mismo sentido, el término nación, que tie-
ne su origen a fines del feudalismo y su
afirmación se desarrolla a comienzos del
capitalismo, es una nueva forma histórica
98
de comunidad del hombre. A propósito
Stalin nos presenta algunas característi-
cas importantes de nación:
- Una nación es, ante todo, una deter-
minada comunidad de hombres.
- Una nación no es una comunidad
racial o tribal, sino una comunidad de
hombres formada históricamente.
- …no es, pues, un conglomerado ac-
cidental y efímero sino una comuni-
dad estable de hombres.
- La comunidad de idioma es pues,
uno de los rasgos característicos de
la nación.
- La comunidad de territorio es, pues,
otro de los rasgos característicos de
la nación.
- La comunidad de vida económica, la
trabazón económica es, pues, otra de
las particularidades características
de la nación.
- La comunidad de psicología, refleja-
da en la comunidad de cultura, es,
pues, otro de los rasgos característi-
cos de la nación.
- Nación es una comunidad estable,
históricamente formada, de idioma,
de territorio, de vida económica y de
psicología, manifestada ésta en la
comunidad de cultura.
¿Qué fuimos, qué somos o, mejor, qué
estamos siendo? ¿Qué podemos ser, o
acaso, qué deseamos ser? Tales las pre-
guntas inscritas en cualquier indagación
por la identidad nacional de una comuni-
dad (Arrospedi de la Flor, César; 1974:11).
Luego, de haber comprendido ambos
conceptos de identidad y nación, debe-
mos tener presente que no nos interesa
un análisis mecánico, estático del mis-
mo, sino ver su dimensión dialéctica, al-
tamente dinámica y de integración progre-
siva. Por ello, reconocemos que está in-
serta en un proceso socio-cultural de de-
sarrollo constante, en su devenir cotidia-
no de recreación, hacia una economía que
proteja la vida humana.
La identidad nacional, tiene caracterís-
ticas dinámicas internas, que se renuevan
constantemente en una unidad de desa-
rrollo dialéctico de lo absoluto (estable e
invariable) y lo relativo (variable), que en el
proceso de su movimiento de tránsito de
lo uno a lo otro y viceversa, definen el pro-
greso permanente de sus manifestacio-
nes concretas, que conjugan relaciones
generales, particulares y singulares que la
determinan históricamente y culturalmente.
Ahora bien, pasando de lo abstracto a
lo concreto, el punto de vista que quere-
mos expresar, tiene que ver con las carac-
terísticas que dieron origen a lo que hoy
constituye, la categoría de identidad na-
cional peruana. Abordar este tema es su-
mamente difícil, por no decir, complejo, si
no lo presentamos de la forma más co-
rrecta y libre de prejuicios; exhibiendo tan
sólo un interés general y recogiendo las
enseñanzas aprendidas en todo el tiem-
po transcurrido hasta nuestros días; sien-
do así, debemos de partir de nuestra se-
cuencia histórica y cultural, aún sabiendo
de la existencia de diferentes versiones
descritas, que responden a un interés
estrictamente de clase.
La Cordillera de los Andes Centrales,
es el espacio geográfico, en donde sur-
gieron las proto culturas de Chavín,
Tiahuanaco, Mochica-Chimú, Nazca, Para-
cas, Inca, etc., que fueron identidades cul-
turales con idiomas propios, concepcio-
nes originales, creencias, valores y cos-
tumbres muy heterogéneas, pero que sir-
vieron de base para la paulatina consoli-
dación de nuestra nacionalidad.
También podemos decir, que para nin-
gún peruano es desconocida la gran diver-
sidad cultural existente en nuestro país.
Pero si preguntamos en una reunión con
nuestros conciudadanos el origen de su
procedencia, algunos nos dirán que son
piuranos, otros, chiclayanos, cajamar-
quinos, trujillanos, ayacuchanos, puneños,
etc. Cuyas mentalidades reúnen caracte-
rísticas singulares de las antiguas cultu-
ras, que a través del tiempo, mantienen
algunos valores latentes y que son funcio-
nales en la actualidad. Constatamos, igual-
mente, que no existen rivalidades, que las
xenofobias ya no son tan evidentes como
antes, y, que todos aún cuando somos di-
ferentes culturalmente, estamos unidos;
nos defenderemos en un solo haz y nos
sentimos orgullosos de pertenecer a la
gran nación peruana. Ahora, ¿Cuándo sur-
ge la conciencia nacional?. Hay muchas
respuestas elaboradas por analistas so-
ciales, pero creo que se inicia desde los
primeros instantes en que surgió la inva-
sión española en 1532. Quizás una de las
principales reacciones fue las rebeliones
de varios personajes en el Perú que consi-
deraron a los chapetones extranjeros; men-
cionaremos algunos:
- La lucha de Manco Inca en 1536, des-
de el Cusco, en defensa de su identi-
dad cultural Inca.
- La insurgencia de Túpac Amaru en
1572, cruelmente ajusticiado por el
Virrey Toledo.
- El movimiento invencible de Juan San-
tos Atahualpa en 1742 en la Selva.
- La Revolución de José Gabriel
Condorcanqui, Túpac Amaru II en
1780 etc.
Estas rebeliones y otras más, han con-
tribuido para hacernos ver poco a poco
nuestra pertenencia nacional; aunque la-
mentamos que el Estado y los gobiernos
de turno, nunca han hecho una política de
desarrollo intercultural. ¿Cuáles han sido
las limitaciones?. Lo cierto es que sabe-
mos que no existe una integración, como
99
quisiéramos todos los peruanos y que las
causas pueden ser:
- Centralismo burocrático limeño.
- Gobernantes políticos, sin conoci-
mientos socio-culturales y estima por
el “Perú profundo”: buscan siempre
enriquecerse.
- Comportamiento racista: blancos
contra andinos, negros, asiáticos y
viceversa.
- Carencia de una política educativa
integracionista.
- Territorios geográficamente acciden-
tados.
- Ausencia de planificación de carrete-
ras estratégicas, para la integración
económica nacional, etc.
La identidad nacional peruana, consti-
tuye un país con una riqueza pluricultural
suigéneris, donde se aprecia la creativi-
dad más excelsa realizada por el hombre
andino, que no sólo efectúo un ajuste bri-
llante a su medio ambiente, sino dio mues-
tras muy racionales para sobrevivir en zo-
nas de climas de mega diversidad. Creó -
en ese sentido- un conjunto de formas y
modos originales de valorar una realidad,
tan propios de una visión cósmica que
sintetiza un mundo de diferentes culturas,
en donde el género humano era ganador
por su heurística. Ante ese hecho huma-
nista, la globalización pretende, con su
homogenización la muerte del hombre,
pues anula lo más hermoso de la crea-
ción cultural, que es el mosaico heterogé-
neo que nos da la variedad de aspectos
de la realización humana.
Finalmente, en un país pluricultural y
multinacional, los sentimientos de perte-
nencia podrían estar encontrados, por la
diversidad de procedencia con un posible
carácter etnocéntrico. Pero la resolución
mágica Panandina, que siempre ha com-
prendido la existencia de pueblos con ca-
racterísticas propias muy singulares y, por
100
ello, sus derechos a la diferencia ha gene-
rado una especie de aceptación incons-
ciente socio-cultural, sin actitudes auto-
destructivas, que afecten la intercultu-
ralidad. Siempre hemos sabido y sentido
la presencia de personas de diferentes
culturas en este espacio andino – desde
épocas muy tempranas hasta nuestros
días – Actualmente, en cualquier reunión
cotidiana, se puede apreciar a seres con
orígenes, costumbres, idiomas, etc., muy
distintos pero que forman parte de nuestra
identidad nacional. Por ello, es necesario
plantear una estrategia para definir a una
patria multinacional que reconozca a todas
las identidades culturales del territorio pe-
ruano, su verdadera autenticidad, permi-
tiendo de esta manera, que se renueven
continuamente y, así, hacer florecer una
extraordinaria nación peruana multicultural.
II. ¿QUÉ ES GLOBALIZACIÓN
Y QUE PRETENDE?
Al inicio del tercer milenio, en la era del
capitalismo desenfrenado, salvaje, este
nuevo orden internacional está tratando de
imponerse aceleradamente en el globo
terrestre. Nos anuncia las bondades de la
homogeneización, que ofrece la moderni-
dad del sistema neoliberal. Por ello, es
necesario precisar las características y
consecuencias de la concepción del
mercantilismo corporativo, que plantea una
doctrina ideológica totalitaria y
deshumanizante, que está afectando los
conceptos esenciales de “nación”, “cultu-
ra”, “sociedad”, “soberanía”, etc. Este nue-
vo modelo de racionalidad económica y
política que los norteamericanos han co-
menzado a llamar globalización y que a
los franceses les parece mejor, mundia-
lización, es el nuevo boom de la hegemo-
nía de la “aldea global”: que es el ucase, el
edicto, más importante de este siglo. Tam-
bién podemos decir lo mismo de las di-
mensiones tecnotrónicas, cuyas redes in-
ternas y externas dominan el mundo a tra-
vés de las computadoras, la televisión y
las comunicaciones, que constantemente
desnaturalizan el modo de vida de las na-
ciones en beneficio de las transnacionales.
 La globalización, corresponde a una fase
del incremento del gran capital financiero,
conocida como monopólica o de libre con-
currencia y se sustenta en las concepcio-
nes teóricas y políticas económicas del
neoliberalismo; es una de sus estrategias
más cardinales en las que actualmente vie-
ne desarrollando el sistema imperialista del
capital, desde que comenzó a experimentar
sus acostumbradas crisis y que la “socie-
dad global, se vio en la necesidad de trasla-
dar a los países de economías frías, sub-
desarrolladas no viables, las recetas más
convenientes para que logren mantener la
maximización de su tasa de ganancias.
En tal sentido el sistema capitalista ha
acuñado el término globalización que tie-
ne múltiples funciones en las sociedades
en desarrollo, para expresar la compren-
sión y explicación del proceso de
mundialización de la economía y, la se-
cuela que ésta genera a través del tipo de
política y cultural que requiere, de la tec-
nología y comunicaciones que necesita
para su implantación planetaria.
Este fenómeno, que han creado, las
grandes metrópolis del capitalismo, la
maximización de la producción y el comer-
cio internacional – denominado globa-
lización – ha sido conceptualizado de va-
rias formas, por las múltiples funciones que
realiza en las sociedades en proceso de
modernización. Al respecto, José Sánchez
Parga nos permite reconocer algunas de-
finiciones interesantes:
1. …el término “globalización” ha sido
utilizado como referente interpretativo
para análisis heterodoxos de la eco-
nomía y política internacionales.
2. …como un concepto en la discusión
sobre diferencias e identidades cul-
turales.
3. …el proceso que caracteriza el mun-
do contemporáneo, y que representa
una nueva fase o estadío en el desa-
rrollo del capitalismo internacional.
4. …sólo puede ser entendida a partir
de un conjunto de procesos e iniciati-
vas muy particulares, que se han ido
implementando en las diferentes es-
feras de la economía, de la política y
la cultura, de las tecnologías y las
comunicaciones.
5. …comprende todos los aspectos y
dinámicas de la sociedad, la econo-
mía, la política y la cultura, además de
introducir nuevas relaciones entre to-
dos ello. Su autor principal es la em-
presa, pero no cualquier empresa sino
la transnacional, que tiene los recur-
sos técnicos y financieros y la capaci-
dad organizacional para proyectarse
a nivel mundial, y desterritorializarse
más allá del espacio nacional.
6. Lo global implica, por consiguiente,
una redefinición de lo “nacional”, que
en los últimos siglos ha sido la refe-
rencia fundamental tanto en términos
de identidad como de desarrollo eco-
nómico y de procesos políticos y cul-
turales. Esto mismo comporta a su vez
una redefinición de las funciones y del
estatuto de los Estados nacionales
frente a la sociedad, y frente a los prin-
cipales actores de la globalización,
como son las empresas transna-
cionales. No se pretende pronosticar
una tendencia hacia la desaparición
de los Estados, sino más bien un pro-
ceso de redefinición sustancial de sus
funciones y estatutos.
Hay algunas personas que piensan
que la globalización, punta relanza del
neoliberalismo, es la panacea de las so-
ciedades contemporáneas. No creen que
sea un hermoso regalo griego, que está
inserto a las leyes internacionales de la
producción y comercialización, ya que el
capital no afecta nunca su tasa de ganan-
cia. Que no interfiere en la desnaturalización
de las identidades nacionales, en la histo-
ria real de los países, en la desterri-
torialización de las soberanías, en las tra-
diciones y costumbres culturales desarro-
lladas en la megadiversidad. Que no ata-
101
ca con vehemencia la cultura y la historia
de las naciones para lograr su homoge-
neización. Que da recetas económicas a
los países subdesarrollados que jamás
aplicarían a sus sociedades de “economías
frías” deben tener, porque necesitan con
urgencia brindar una modernización de
ensamblaje, para que las naciones pue-
dan comprar sus productos de la tecno-
sociedad, porque para que haya produc-
ción tiene que haber consumo.
La estrategia globalizante controla la
homogenización de los pueblos subde-
sarrollados, buscando una economía uni-
ficada que cumpla con sus exigencias.
Todo está sujeto a comercialización. Le
interesa darle un nuevo concepto de cul-
tura y de historia, porque son las fuerzas
que crean raíces y pretenden que todo
esté ajustado a las nuevas normas inter-
nacionales del mercado. Les importa más
desarrollar la modernización de los pue-
blos que la modernidad, porque sólo de-
sean que les compren sus productos.
Ante este tipo de oferta capitalista, creo
que las naciones en formación necesitan
consolidar su dimensión cultural del de-
sarrollo, que consiste en compromete las
fuerzas creativas del sector político, eco-
nómico y social para que le den un nuevo
contenido a las culturas propias de nues-
tra identidad nacional; que sustenten un
proyecto de peruanidad con una visión de
futuro y así, lograr una unidad que refuercen
las nacionalidades que forman el Perú, sin
impresionarnos por la falsa modernidad.
La identidad nacional peruana, que es
multicultural, tiene que preservar sus tra-
diciones, ante la amenaza de una mala
entendida modernidad. Apostamos por el
desarrollo científico y tecnológico, que no
afecte a nuestras raíces históricas, que
garantice la pluralidad y respete los valo-
res, creencias y costumbres funcionales
en nuestra sociedad.
La globalización, homogeneización,
mundialización o tercera ola, se dice que
102
es una nueva forma de racionalización de
la humanidad que trastoca la filosofía, la
educación, la cultura, la soberanía, la eco-
nomía, informática y la política, etc. Pero
es una forma de pensar y activar lo occi-
dental, que viola los derechos de las iden-
tidades culturales de los pueblos en de-
sarrollo. No les interesan sus tradiciones,
su historia, sus creencias, su autonomía
y autenticidad. Tan sólo existe para la
globalización, la producción y la comer-
cialización de sus productos; aún a costa
de liquidar lo más valioso creado por el
hombre: el continuum de acumulación
histórico socio-cultural.
León Olivé, dice que hay tres posicio-
nes respecto a la contradicción existente
entre tendencias que plantean la globali-
zación y los pueblos que exigen la volun-
tad de preservarse.
I. Una de esas posiciones sostiene que
hay una única línea auténtica de pro-
greso para la humanidad. Es la que ha
seguido la cultura occidental con su
ciencia y su tecnología, y con su moral
basada en los valores liberales…Se le
denomina absolutista y universalista.
II. No hay una única racionalidad común
a todos los seres humanos. Lo que
cuenta como racional y lo que cuenta
como razones – para tener creencias
acerca del mundo o para juzgar como
correcta o como incorrecta una acción,
desde el punto de vista moral – de-
pende de cada cultura. Por consiguien-
te, no es legítimo hacer juicios de va-
lor, y ni siquiera juicios en el campo
del conocimiento, respecto a acciones
o creencias de miembros de otras
culturas. La globalización lleva consi-
go la imposición de los valores y prin-
cipios de la cultura occidental, los cua-
les se presentan subrepticiamente
como universales y absolutos. Pero
esto no es más que una imposición
imperialista que debe resistirse. Es
menester reivindicar los valores y las
tradiciones de cada cultura.
 III. Es posible adoptar una tercera posi-
ción que evita los inconvenientes de
las dos anteriores: el absolutismo y
el relativismo plantean de modo equi-
vocado las cosas. Realmente no hay
un choque entre la construcción de la
sociedad global y la preservación de
las culturas particulares. Al final de
cuentas, eso que llamamos socie-
dad global es resultado de la comu-
nicación y la interacción de todas las
culturas particulares que han dado
lugar a una unidad más amplia…
No estoy de acuerdo con la posición de
León Olivé porque es neoliberalista. Creo
que para entender con lucidez este proble-
ma de índole concepcional es necesario
un tratamiento metodológico adecuado.
Para ello, las categorías de lo absolu-
to y lo relativo nos permiten hacer coinci-
dir la tradición de los valores funcionales
(pueblos multiculturales) con la moderni-
dad (desarrollo humanista, científico y tec-
nológico) en unidad de contrarios.
Esto hará posible que a la racionali-
dad occidental se le reconozca el avance
de las ciencias y a las culturas, como sín-
tesis de la creatividad humana, su dere-
cho a la diferencia y a su preservación, sin
decidir como lo hace Olivé, que la globa-
lización es una panacea para los pueblos
subdesarrollados; precisamos la volun-
tad de los pueblos de decidir su propio
progreso socio-cultural.
Finalmente, debemos saber, que la
modernidad global que nos quiere exportar
la Cultura Occidental no es ecológica, por-
que ocasiona un diluvio con la naturaleza,
atentando contra la vida en la tierra. Por ello,
buscamos una modernidad – que se inte-
gre a las raíces de nuestras tradiciones:
valores, costumbres y creencias, que son
un legado de la cultura andina, para tener
un desarrollo socio-económico, que sea
resultado de la ciencia y la tecnología forja-
das en nuestra realidad nacional.
Estas apreciaciones no quieren decir,
que no aceptemos la industrialización y el
desarrollo científico – tecnológico moder-
no, sino que no debemos confundir el
afán modernizante interesado de los paí-
ses capitalistas para vendernos una mo-
dernidad neoliberal, que significa la en-
trega de productos terminados, sin tomar
en cuenta las necesidades estructurales
de nuestro país, que requiere de una cien-
cia y tecnología que le permita generar
bienes de producción que sustenten el
desarrollo nacional. Entonces, para rom-
per con la alienación occidental de la
globalización y luego construir un despe-
gue económico, es necesario que la mo-
dernidad que anhelamos esté acorde con
nuestra tradición cultural milenaria, para
lograr así un singular progreso científico,
tecnológico y humanista en el Perú.
CONCLUSIONES
1. Los países que tienen entidades na-
cionales multiculturales necesitan
una modernidad que no desnaturali-
ce los conceptos de nación, cultura,
sociedad, soberanía e historia, para
que se preserve la autonomía, la au-
tenticidad, la constante recreación de
sus identidades culturales y, generar
un desarrollo hacia el futuro.
2. Las identidades nacionales no son
estáticas y, la aplicación metodoló-
gica de las categorías de lo absoluto
y lo relativo, nos permiten concordar
las tradiciones de las culturas parti-
culares con la modernidad.
3. Las sociedades multiculturales de-
sarrollan modos de vidas, creencias
y costumbres muy originales, que
son resultado de la creatividad hu-
mano social, que sirven para hacer-
nos comprender las diferentes for-
mas de enfrentamiento con el medio
para sobrevivir y, la globalización, ar-
bitrariamente, no respeta la voluntad
de preservarlas.
103
 4. La globalización responde a una es-
trategia de homogeneización, plantea-
da por el capitalismo en su fase
neoliberal, como una forma impositiva
de una nueva racionalización econó-
mica, política y cultural para los paí-
ses subdesarrollados.
5. La globalización es el edicto más im-
portante de este siglo, que ha creado el
neoliberalismo para imponer sus es-
trategias económicas, políticas y cultu-
rales, y desarrollar la producción y el
comercio internacional, manteniendo la
maximización de su tasa de ganancia.

BIBLIOGRAFÍA

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OLIVÉ, León
1999 Multiculturalismo y Pluralismo, Ed. Paidós Mexicana S.A. 1999.

104
 HACIA UN TRABAJO ANTROPOLÓGICO DE
SALUD EN COMUNIDADES CAMPESINAS DE
ANCASH
I. INTRODUCCIÓN
El presente documento, es resultado de
un trabajo etnográfico, una observación
participante, paciente y constante de más
de diez meses, sobre la situación de la po-
blación rural de las zonas más alejadas de
Ancash, especialmente en el campo de su
salud, y cuyos resultados hoy presento en
este pequeño artículo con la intención de
comunicar una experiencia, una investiga-
ción, en ningún modo acabada, a estudian-
tes y profesionales cuya intención sea tra-
bajar en el servicio de salud pública, en
particular a aquellos que como quien escri-
be, tengan el gran reto, y a la vez satisfac-
ción, de servir en una comunidad andina.
La presente. experiencia, se remonta
al periodo 2,001-2002, en que la Direc-
ción Regional de Salud - ANCASH convo-
ca a un grupo interdisciplinario de profe-
sionales de las Ciencias Médicas y Cien-
cias Sociales (Médico, Enfermera, Odon-
tólogo, Obstetriz, Técnico en Enfermería y
Antropólogo Social) a conformar un Equi-
po Local Itinerante de Trabajo Extra-mu-
ral, también llamado Equipo ELITE, quie-
nes serían los encargados de recorrer uno
a uno diversos caseríos del Departamen-
to de Ancash, con el fin de promover en
cada uno de ellos, Campañas de Aten-
ción Masiva en Salud a sus pobladores,
en su mayoría agricultores, quienes por
lo alejado de sus viviendas, rara o ningu-
na vez acceden a los servicios de salud
EVERT ARTURO VIGO MURGA
institucionalizados como Postas y/o Cen-
tros de Salud, a la par que un fuerte arrai-
go hacia el uso de medicina natural o tam-
bién llamada Medicina Tradicional, suma-
do a experiencias previas no siempre fa-
vorables en cuanto a la medicina moder-
na, recubren al poblador rural de los dife-
rentes lugares visitados, de grandes do-
sis de escepticismo y desconfianza, ante
los cuales, el trabajo de un profesional de
las ciencias sociales se convierte en una
gran necesidad.
Lo dicho anteriormente, se refuerza
ante la certidumbre, que el objetivo princi-
pal del MINSA, al conformar de una mane-
ra interdisciplinaria estos Equipos Elite, y
dar cabida a personal capacitado en Cien-
cias Sociales, no sólo es brindar una aten-
ción médica inmediata ante ciertos pro-
blemas de salud, casi crónicos, de una
población que raya en la extrema pobreza,
sino fundamentalmente, es la de lograr de
una manera coherente establecer, allí por
donde pase, los cimientos del llamado
“Modelo de Atención Integral de Salud” que
implica, entre otras cosas, incorporar un
enfoque intercultural que reconozca, va-
lore y reivindique las concepciones que tie-
ne la población peruana ante los proce-
sos de salud y enfermedad, con el fin de
comprender en su real dimensión las va-
riables que afectan las condiciones de vida
y el estado de salud de la población , y
este “diálogo intercultural” determinar ac-
ciones de mutuo beneficio.
 II. ÁREA DE ESTUDIO:
El Departamento de Ancash, está ubi-
cado en la región central y occidental del
Perú y el tamaño de su territorio lo con-
vierte en el decimotercero más grande del
país. Políticamente, es el departamento
que tiene el mayor número de provincias
(20) y el segundo, después de Lima, con
respecto al número de distritos (166);
mientras que su crecimiento poblacional,
lo ubica en el décimo departamento más
poblado del Perú. Ancash ocupa un área
de 35,825.57 Km. cuadrados, lo que re-
presenta el 2,82% del territorio nacional.
La capital del Departamento de Ancash,
es la ciudad de Huaraz, creada por ley el
25 de Julio de 1857, que se encuentra
asentada en el valle del río Santa, situada
a 9°31’36" de latitud sur y 77°31’34" longi-
tud oeste. Su altitud es de 3,502 metros
sobre el nivel del mar.
Otras ciudades importantes son:
Chimbote, Casma, Carhuaz, Caraz y
Pomabamba.
Los lugares designados por el Minis-
terio de Salud DIRES- ANCASH, para la
intervención del Equipo de Elite, fueron:
- Provincia de Antonio Raimondi, cuya
capital es Llamellín y distritos Mirgas, Aczo,
Chaccho, Chingas, Llamellín, San Juan
de Rontoy; con una población de 18,357
habitantes.
- Provincia de Bolognesi, cuya capital
es Chiquián. Sus distritos son: La Prima-
vera, Abelardo Pardo, Lezameta, Antonio
Raimondi, Aquia, Cajacay, Canis,
Colquioc, Huallanca, Chiquián, Huasta
Huayllacayán, Mangas, Pacllón, San Mi-
guel de Corpanqui, Ticllos; con una po-
blación total de 27,867 habitantes.
- Provincia de Pallasca, cuya capital
es Cabana y cuenta con los distritos San-
ta Rosa, Bolognesi, Cabana, Conchucos,
106
Huacaschuque, Huandoval, Lacabamba,
Llapo, Pallasca.
- Provincia de Sihuas, cuya capital es
Sihuas. Sus distritos son Acobamba, Al-
fonso Ugarte, Cashapampa, Chingalpo,
Huayllabamba, Sihuas, Quiches, Ragash,
San Juan, Sicsibamba; con una población
total de 31,219 habitantes.
En todo el Departamento de Ancash,
durante el período materia de este estu-
dio, coexistió el trabajo de un total de 3
Equipos de Elite, estructurados de forma
similar y con objetivos estratégicos comu-
nes a los ya descritos.
III. CARACTERÍSTICAS
SOCIO-CULTURALES DE LOS
POBLADORES DE LA ZONA
A. GENERALIDADES:
El poblador Ancashino, cuya vida está
principalmente ligada a la labor agrícola,
representa una lucha diaria por sobrevivir,
su labor y existencia son producto de la
asimilación de experiencias y enseñan-
zas familiares puestos en práctica funda-
mentalmente en su trabajo agrícola, para
lo cual emplea los cinco (5) subsistemas
con que cuenta como son suelo, cultivos,
pastoral, agro forestal y riego.
El nivel económico de la población es
bajo, su economía es de autosubsistencia
Las viviendas se encuentran general-
mente dispersas entre sí.
La ausencia de carreteras y la presen-
cia de grandes tramos accidentados difi-
cultan el intercambio comercial entre los
pobladores de las comunidades.
B. FOLKLORE y GASTRONOMÍA
En cuanto a su Folklore, las cele-
braciones forman parte del proceso social
agropecuario, las cuales expresan alegría
en la actividad cotidiana de sobrevivir
comunalmente. Entre los bailes predomi-
na el Huayno, danzas típicas como “El
Carnavalón” (Carnaval Huaracino), siem-
pre exhibidas en vistosos pasacalles, don-
de destaca la originalidad y elegancia de
sus atuendos; la artesanía es igualmente
variada, y sus representaciones preferidas
son: El Lanzón de Chavín y las cabezas
clavas, expresadas en cerámica, tallados
de piedra y de metal, abundan los tejidos
de lana de ovino, principalmente de
chompas, gorros y guantes. Y que pode-
mos decir de su Gastronomía, represen-
tada por platos típicos como: El Picante de
Cuy, Papa-Charqui, Las Humitas de
Chochoca, El Inca-Shupe, Pecancaldo, y
la infaltable bebida en toda ocasión
celebratoria, social y/o simplemente ruti-
naria: La Chicha de Jora, la cual es consi-
derada como una bebida reconfortante y
de alto valor nutritivo, está hecha de maíz
hervido que es madurado hasta adquirir el
grado deseable de alcohol.
C. LAS RELACIONES DE GÉNERO AL
INTERIOR DE LAS FAMILIAS
- DIVISIÓN DEL TRABAJO POR GÉNERO
La división del trabajo por género se
refiere a los distintos tipos de trabajo que
realizan varones y mujeres y al valor dife-
renciado que se le asigna a cada uno de
ellos. La división del trabajo por género
es específica de cada cultura y época en
particular, varía de una sociedad a otra.
Las diferentes actividades que ejecutan
varones y mujeres, si bien es fuente de
conexión y complementariedad entre ellos,
también puede constituirse en fuente de
divisiones y conflictos.
El inicio de nuestro programa de inter-
vención en salud en las diferentes comu-
nidades, requirió un conocimiento previo
de cómo se encontraban estructuradas
sus comunidades, principalmente en lo
referido a la división del trabajo por géne-
ro, con el fin de establecer el acceso, tan-
to de hombres, como de mujeres a los
recursos sociales, económicos y de po-
der de la comunidad.
De esta manera, logramos, determinar,
en líneas generales, que las actividades
de la mujer de campo de las diferentes
provincias visitadas, son múltiples, y van
desde las labores netamente reproductivas
como: La crianza de los hijos, preparación
de los alimentos, el lavado de ropa, que se
realiza fundamentalmente a orillas de los
ríos, golpeando la ropa sobre una piedra
con un palo de 40 centímetros de largo
aproximadamente, hasta labores conside-
radas productivas como: El apoyo a la pa-
reja en las labores agrícolas (“aporcan”,
deshierban, abonan), y en el pastoreo de
sus animales ovinos y caprinos y algo
infaltable, el hilado de lana de oveja para
prendas de vestir, tanto para su familia,
como para la venta en el mercado.
Por su parte el varón se dedica a la
agricultura, el arreglo de la vivienda y corte
de leña.
«El sistema social en su conjunto, es
claro que en el campesinado (hombre,
mujer, niño, anciano; todos trabajan)está
marginado, en el sentido de relegado a la
pobreza y explotación. Pero en la vida eco-
nómica de cada localidad rural, especial-
mente en la serranía y el altiplano, la mu-
jer participa igual, y a veces mas, que el
hombre en el proceso economico»
(Irarrazaval; 1992: 110).
Los roles descritos, se visualizan des-
de las más tempranas edades, así, es co-
mún que las hijas apoyen en los quehace-
res del hogar, así como también en cuida-
do de sus hermanos menores, traslado
de leña y pastoreo, mientras los hijos varo-
nes, apoyan a las labores agrícolas.
Podemos concluir que los niños asu-
men responsabilidades desde su tierna
infancia; en las comunidades visitadas prác-
ticamente el juego infantil, entendido desde
107
la perspectiva “costeñizada” no existe, y si,
más bien, se presentan, por parte de los
niños, actividades supervisadas por sus
padres de aprendizaje continuo para la vida:
para los varones se prioriza el cómo ser
buen agricultor, y las niñas “juegan” “hacien-
do” a ser madres desde su temprana edad.
- EL CONTROL DE LAS EMOCIONES
Y DE LOS IMPULSOS AGRESIVOS:
Como en muchas sociedades, las co-
munidades andinas del Departamento de
Ancash, presentan diferentes formas de
actuar por parte de los padres en lo que
se refiere a la educación y crianza de hijos
e hijas, así mientras a los hijos varones
se les alienta la agresividad, se les ense-
ña a pelear y ser rudos y se les prohíbe
llorar , castrando su sensibilidad y tornán-
dolos insensibles frente al dolor propio y
ajeno, a las mujercitas se les educa en la
sensibilidad, alentando su afectividad y
propiciando una conducta sumisa y mu-
chas veces incapaz de la autodefensa.
- EDUCACIÓN Y ALIMENTACIÓN:
Condiciones económicas de extrema
pobreza que caracterizan a la población
materia de esta intervención, obligan a las
familias, muchas veces a priorizar la edu-
cación del hijo varón frente a la de la hija
mujer, esta última es absorbida común-
mente por las labores domésticas del
hogar, quedando al margen de la educa-
ción formal, que incide directamente so-
bre altas tasas de analfabetismo femeni-
no en la zona. Así mismo, en la alimenta-
ción, se le brinda mayor atención a los
varones de la familia (mayor cantidad e
incluso calidad de los alimentos) por con-
siderar que ellos requieren de una mejor
nutrición por el trabajo que desempeñan.
En este sentido, es común escuchar his-
torias de mujeres que no pudieron asistir al
colegio porque debían cuidar a los animales
y porque luego tenían hijos, la expresión ge-
neralizada es “las mujeres son para la casa”
para que cuiden los animales y atiendan a
108
su familia. También dicen que algunas fa-
milias tienen temor de enviar a las niñas
porque ,hasta los profesores las violan, y por
lo tanto las niñas se embarazan muy pronto
de 14 años se embarazan, sin embargo este
no es un pretexto para que no las envíen.
En este tema, las entrevistas realiza-
das nos confirman que hay un discurso
de equidad, pero lo que se nota aún es un
sesgo cultural que aún persiste para que
las mujeres permanezcan en el hogar
ayudando y luego se casen y que en cam-
bio los varones vayan a la escuela. Este
sesgo se viene superando en los padres
más jóvenes y por eso ciertos entrevista-
dos y entrevistadas coinciden en decir que
no debería ser así, no debería haber dife-
rencia en la educación de niños y niñas.
IV. IDENTIFICACIÓN DE LA
PROBLEMÁTICA EN SALUD
A. MORBILIDAD:
Todo el análisis de las relaciones de gé-
nero al interior de las comunidades materia
de intervención presentado anteriormente,
nos permite, precisar así mismo, uno de los
temas que cobra mayor relevancia en el pre-
sente artículo: Las evidentes diferencias y
desigualdades existentes en la mortalidad y
morbilidad de mujeres y varones. Así, del
total de personas afectadas que pasaron
consulta médica con el Equipo de Elite III (un
promedio de 4114 mensual) se establece
que son las mujeres las que presentan ma-
yor incidencia que los hombres, aún en en-
fermedades que no son exclusivas al géne-
ro femenino, como son: Infecciones de piel,
tejidos y subcutáneo, enfermedades
bucales, glandulares y salivales.
Así mismo, del análisis de la informa-
ción con que se cuenta, se desprende que
el problema más grave que afrontan los
pobladores de las diversas comunidades
alto andinas del Departamento de Ancash
son los relacionados con los altos índices
de Mal Nutrición, en tanto, por ejemplo, la
prevalencia de desnutrición crónica, fun-
damentalmente infantil, coincide con los
índices nacionales que según el estudio
de ENDES del año 2000, superan el 25,8%
de la población infantil. Este problema es
el resultado de una combinación de facto-
res entre los que destacan:
- El aumento de la situación de extrema
pobreza de la población: Como ocurre
con la inmensa mayoría del sector ru-
ral en el Perú, especialmente en las
regiones del ande peruano, en donde
las condiciones de vida son malas, su
producción es prácticamente de auto
subsistencia, alimentándose casi
siempre sólo a base de carbohidratos,
de acuerdo a la ubicación y clima de
la zona, es decir, alimentarse única-
mente de papa, de yuca, de maíz, y/o
de plátanos sancochados, los desa-
yunos se hallan compuestos princi-
palmente por “fusiones”: Ramitas de
Panizara, matico, hierba luisa, romero
entre otras plantas de la zona que son
agregadas al agua hervida.
- Para el caso de nuestro estudio, 28,
56% de los niños menores de un año
examinados, presentaron algún tipo
de desnutrición.
- Así mismo, es significativo el porcen-
taje de niños menores de cinco años
con desnutrición aguda y global, pro-
ducto de una lactancia prolongada
como única alimentación hasta casi
los 2 años de edad, el inicio tardío e
inadecuado de la Ablactancia (más
allá del año de vida).
- Finalmente, de una muestra total de
499 niños en edad escolar examina-
dos en el mes de Noviembre - el
24.85% presentaron parasitosis intes-
tinal, los llamados popularmente “gu-
sanos” causa también fundamental
de la desnutrición presentada.
De un promedio diario de 200 atencio-
nes médicas, el 50% estaban dirigidas a
niños, quienes presentan como problemas
de salud principales, además de la ya men-
cionada desnutrición crónica y parasitosis
intestinal, infecciones respiratorias agudas
y enfermedades diarreicas agudas.
Entre las mujeres en edad fértil (alre-
dedor del 30% restante de atenciones), las
principales enfermedades son las infec-
ciones vaginales, la llamada “agua blan-
ca” que en realidad son los descensos fre-
cuentes. En este sentido cabe mencionar
las observaciones hechas por la Obstetriz
del Equipo de Elite en lo que se refiere al
no uso de ropa interior y la inexistencia de
prácticas frecuentes de higiene, por parte
de las mujeres que acudieron a consulta.
Así mismo, se evidencian hemorra-
gias, cáncer al útero, ETS, anemias, cóli-
cos, infecciones a la vista (“la liga”) por el
humo de la cocina a leña.
Finalmente, la principal morbilidad pre-
sentada entre los varones adultos era la
relacionada a los problemas de salud
bucal: Caries o sarro dental, también lla-
mada “picadura negra” y el “dolor de riño-
nes (a nivel de columna lumbar). Para el
caso del dolor de muela, la población
Chaccha Coca.
B. SANEAMIENTO BÁSICO
- Mínimas prácticas de higiene perso-
nal y de las viviendas entre la pobla-
ción, fundamentalmente aquella de
las zonas más apartadas.
- La población se provee de agua de
manantiales que existen en la zona,
si existen conexiones domiciliarias,
no cuentan con tratamiento de aguas.
- Ausencia general de fluido eléctrico.
- 0En algunas comunidades (como
por ejemplo), ausencia absoluta de
letrinas, obliga al poblador a defecar
al aire libre.
109
 - Crianza generalizada de animales
menores dentro y alrededor de las
viviendas.
C. MEDICINA TRADICIONAL VS. MEDI-
CINA MODERNA
- La diversidad social y cultural, se ex-
presa en una mezcla de actitudes,
prácticas, costumbres, creencias, re-
sultado de ello es la existencia del sis-
tema tradicional de salud o Etnome-
dicina expresado en la práctica del
curanderismo, cuyos secretos here-
dados de tiempos inmemo-riales le
permiten afrontar los problemas de
salud. El componente mágico de la
medicina tradicional andina parte de
una conceptualización ontológica de
la enfermedad, mientras que el com-
ponente empírico-racional es más
bien de carácter fisiológico. Es decir
en un tratamiento curativo tradicional
andino ambos elementos estan pre-
sentes en diversos grados, según la
patología del caso.
- Lo dicho, se entiende en la medida
que descubrimos que el poblador
ancashino en la actualidad tiende a
expresar una insatisfacción en cuan-
to al trato personal que reciben por
parte de los profesionales de salud,
en muchos de los casos hiriendo su
autoestima, y por supuesto atropellan-
do sus derechos, aún más, la
estandarización cultural Urbanística
de que hacen gala gran parte de los
servicios de salud, que no se adap-
tan al medio, sumados a ciertos ras-
gos de insensibilidad humana por
parte algunos de los profesionales de
salud, inhiben al poblador a acoger
con agrado una atención médica; esta
situación se ve empeorada en comu-
nidades donde sólo se habla el idio-
ma quechua y los profesionales de
salud designados no dominan
mínimamente dicho idioma lo que
convierte su comunicación con el pa-
ciente en casi nula. teniendo como
resultado un desencuentro cultural.
110
- En conclusión, en el mundo ancashino
, con sus sabias tradiciones y su bús-
queda en una armonía integral, apre-
ciamos la medicina campesina como
una resistencia contra los males que
agobian a una comunidad desvalida,
víctima de la desnutrición, secuen-
cialmente marginada, pero su sabidu-
ría y eficacia les ha llevado a una tenaz
voluntad de sobrevivir física y espiri-
tualmente , individual y colectivamente
una práctica que contiene una concep-
ción de la vida del ser humano en la
complementariedad y correlación en-
tre el cuerpo y el alma.
´´ El ser humano es una unidad y una
colectividad; por eso los términos de
alma, cuerpo, individuo, grupo no ex-
presan bien la experiencia andina. La
terapia andina asume de modo armo-
nioso lo psicológico, lo somático, lo
espiritual. También es admirable el
vínculo entre el paciente y la comuni-
dad: el tratamiento es un aconteci-
miento familiar y comunal¨ (Irarrazaval;
1992: 59).
- Es por ello que el poblador andino no
solo sabe tratar los diferentes tipos
de enfermedades, su práctica viene a
formar parte de una sabiduría y no es
posible separar la terapia campesina
del ethos cotidiano de la reciprocidad
ni de la visión socio-religioso.
- En este sentido, Diego Irarrazaval ,
nos muestra un esquema compara-
tivo que nos permite ir definiendo cier-
tas diferencias entre la medicina
cientifica y la medicina tradicional.
D. CREENCIAS Y PRÁCTICAS DE SA-
LUD MÁS COMUNES
MUJERES ADULTAS.
1. Un gran porcentaje de mujeres en
edad fértil y pareja estable, no usa
métodos anticonceptivos, estando
permanentemente expuestas a em-
 Rubro de comparaciones Medicina científica Medicina tradicional

1.- Actitudes mutuas:

- Paciente hacia el especialista Temor Confianza / respeto
- Especialista hacia el paciente
- Especialista hacia la Objetividad Simpatía / servicio.
comunidad

Segregación Integración
2.- Agente de salud
- Idioma empleado Español Quechua / aymará
- Raza del agente Blanco / mestizo Indígena / mestizo
- Sexo del agente Varón predomina Varón y mujer
- Edad adulto Anciano y adulto
- Clase social Burguesía / clase capa media Clase pobre o media
- Selección Por elite social Por sector popular
- Capacitación En universidad Experiencia / aprendizaje

3.- Lugar de atención Ciudad / pueblo Campo / margen de ciudad

Hospital/ consultorio Comunidad /hogar
4.- Horario de atención Horario fijo en el día Horario flexible día- noche

5.- Factores económicos Cobro en dinero / medicamento Dinero / víveres, medicina natural,
comercial, atención a pudientes atención a los pobres.

6.- Causas de las enfermedades Virus, microbios, parásitos, etc. Factores ecológicos, biológicos,
síquicos y religiosos.

7.- Análisis y diagnostico:

- Centro de interés Casos especiales Enfermedades comunes
- Examen inicial Superficial / físico Profundo / integral
- Trato verbal Interrogatorio Conversación
- Examen físico Sección corporal Cuerpo y alma
- Examen auxiliar Laboratorio Examen de orina, vena, etc.
- Uso instrumental Técnicas modernas Lectura de coca / sueños
- Diagnostico final Somático Sico-somático.
8.- Terapias:
- Orientación Individual Individuo / comunidad
- Dieta Alimentos costosos Mates y alimentos del campo
- Medicamentos Farmacológicos Hierbas / frotaciones etc.
- Medios sicológicos Escasos Abundantes
- Religiosidad Ritual –secular Ritos de prevención, reconciliación,
curación
Curar a la persona
- Objetivo Curar una dolencia

111
 barazarse, fundamentalmente por
férrea oposición del marido, quienes
expresan su desconfianza y temor a
ser engañados por la mujer al usar
un método anticonceptivo de efecto
prolongado.
2. Tal vez por las mismas razones, su-
mado a una gran dosis de pudor, las
mujeres difícilmente acceden al exa-
men ginecoobstétrico por personal
de salud masculino.
3. La mujer que menstrúa, debe evitar
el enfriamiento del cuerpo durante
dicho periodo.
4. Una mujer embarazada tiene cuida-
do de no pasar por lugares malos
(mal campo)la cual es curada con
frotaciones de cebo de animales y
hierbas medicinales.
5. La atención del embarazo, parto y puer-
perio es principalmente por parte de
parteras que en cada comunidad reci-
ben diferentes nombres de acuerdo a
las costumbres de la zona (Comadre,
Madrina, Recoge Niño). La familia parti-
cipa en forma integral en el cuidado de
la madre y del recién nacido.
6. Cuando existe una mala posición
fetal, es corregido por la partera usan-
do sus conocimientos tradicionales
como “El método el acomodo”,”la
sacudida”.
7. Las malformaciones de los recién
nacidos se aduce que son por fenó-
menos naturales o por castigo de Dios.
8. La población cree que existen comi-
das cálidas y frías que al ser consu-
midas les producen enfermedades
gastrointestinales.
9. Atribuyen como “Mal de aire” a cier-
tas patologías como la cefalea y la
conjuntivitis.
112
10. En la atención de los partos, es pre-
ocupación constante de la “partera”
mantener caliente el cordón luego de
la salida de la placenta, aplicando
constantes masajes para ayudar al
alumbramiento, en caso de retención
se hace que la parturienta sople una
botella, se introduce una cuchara en
la boca de la paciente y/o se amarra
el cordón al dedo gordo del pie de la
paciente. Al final la placenta se entie-
rra con cuidados especiales.
11. Después del parto la mujer tiene una
serie de cuidados por parte de la fa-
milia, dicho cuidado puede durar un
promedio de 30 a 40 días, en los cua-
les la mujer está imposibilitada a sa-
lir del hogar, caminar en exceso, debe
cuidarse mucho del aire, no tener
disgustos(cólera). En esta etapa del
puerperio, los cuidados se intensifi-
can, por ejemplo, cuando se trata de
eliminar sangre después del parto, se
le brinda a la nueva madre infusiones
calientes de ”Yanachaqui” como agua
de tiempo, que evita que salga de-
masiada sangre.
12. La población cree que si una mujer
se expone después del parto al medio
ambiente, o se da un baño, puede ser
víctima de el llamado “sobreparto”.
13. De producirse el sobreparto, existen
dos formas de enfrentar el problema:
Primero, se le brinda un ponche calien-
te a base de vino, maíz blanco y huevo
bien batido (si el sobreparto se originó
por frío ó producto del aire), en caso
contrario si se hubiera originado por el
sol se le prepara un rico guiso de avena
o se le da a comer col. Solo en caso de
no encontrar mejoría, se traslada a la
parturienta a un Puesto de Salud.
NIÑOS y NIÑAS
1. Los niños recién nacidos son faja-
dos como una forma de que obten-
gan fuerza.
2. El Susto, que generalmente se cura
pasándole la cresta del gallo, para lo
cual la sangre de la cresta (gotitas) le
dan de beber con agua de azar y de
cananga. También es bañado con
paico y flores.
3. El Ojo, es curado con la pasada de
un huevo, periódico, alumbre, se cree
que es producto de la mirada fuerte
de un adulto.
4. El Llanto frecuente, puede ser produc-
to de una visión “aparición de un
duende” ante un niño no bautizado,
en esta etapa se da inicio a las nue-
vas relaciones de compadrazgo, con
el agua de socorro que le echa al niño.
5. El Empacho, es producido por el es-
treñimiento del niño, a los niños
menores de un año que están estre-
ñidos les dan de beber jugo de lima.
6. La diarrea, es vista como consecuen-
cia de una infección estomacal, recu-
rren a un puesto de salud cercano.
ADULTOS EN GENERAL
1. Automedicación como práctica co-
mún fundamentalmente en base a
hierbas.
2. Deficiente higiene personal y bucal.
3. Ante dolores de muelas, cabeza y/o
espalda, el uso de toques de alcohol
como analgésico.
4. Ingestión de bebidas alcohólicas y
práctica común de chacchar coca
como estímulo ante las largas jorna-
das de trabajo.
5. Consumo de alimentos con alto con-
tenido de carbohidratos, frecuente-
mente sólo dos veces al día.
RECOMENDACIONES
1. Se debe tomar conciencia que en mu-
chas de las comunidades intervenidas
existe un severo resquebrajamiento de
la imagen de los servicios médicos,
fundamentalmente por las siguientes
razones:
- La comunidad percibe de los
prestadores de salud una mala aten-
ción, contraria a la que reciben por
parte de los llamados “curanderos”
que exhiben grandes dosis de cono-
cimiento (aunque empírico) de la Psi-
cología de sus pacientes.
- Vergüenza de las mujeres a ser aten-
didas por un medico varón.
- Bajos recursos económicos, escasez
de dinero entre cosechas.
- Grandes distancias de las viviendas
a servicios de salud.
- Los servicios de salud, en muchos
casos no permiten la presencia de
familiares.
- Muchas veces el personal técnico no
es aceptado por la comunidad.
- Barreras lingüísticas (población
quechua vs. personal médico caste-
llano).
- Antecedentes familiares con resulta-
dos positivos en el alumbramiento
domiciliario, donde se hallan prote-
gidos del “frió” de los servicios de
salud, existe una privacidad que no
encuentran en el Puesto de Salud, y
en el domicilio se ven involucrados
en el parto la gestante, la partera, el
esposo y los familiares, lo que tam-
poco ocurre cuando acuden al Esta-
blecimiento de Salud.
113
 2. La inclusión de un Modelo de Aten-
ción Integral en Salud en las comu-
nidades visitadas requerirá la incor-
poración del análisis de género en
las actividades del sector salud, con
el fin de lograr eliminar los estereo-
tipos aún presentes tanto a nivel co-
munal, como incluso profesional
acerca del comportamiento tanto de
hombres y mujeres que afectan su
salud integral.
3. El trato que brinde el personal de
salud debe ser mas humano y cáli-
do: con ello evitaremos el alejamien-
to del paciente del Establecimiento
de Salud.
4. En la infraestructura de los Centros
de Atención, se podrían adecuar am-
bientes parecidas a sus domicilios,
principalmente para la atención del
parto.
5. Hacer participar a la familia en todo
momento, sin herir la dignidad de
las personas.
6. En el caso de la Parturienta: permitir
la elección de la posición del parto,
brindarles alimentación caliente y
frota-ciones antes del parto, evitar el
rasurado perineal y enemas, salvo
que estén realmente justificado.
7. En lo posible evitar un mayor nu-
mero de personal de salud de lo
necesario, cuando se esta pasan-
do consulta, para generar el am-
biente de privacidad adecuado para
la consulta.
8. El personal de salud, debe estar ca-
pacitado en Antropología de la salud,
así mismo entender el relati-vismo
cultural e interculturabilidad, la cual
implica tomar en cuenta las concep-
ciones de salud de la población, res-
petando la cultura local, en tanto, el
conocimiento de la comunidad, su-
mado a la comprensión de los prin-
114
cipios y fundamentos de los siste-
mas de salud tradicionales, permiti-
rá una mejor comunicación y com-
prensión en la relación de los profe-
sionales de la salud y comunidad.
9. Se debe recoger fuentes orales en
cuanto a la atención de la salud de
la población y de esta manera reali-
zar una adecuación en una atención
integral de acuerdo a las prácticas y
creencias de cada comunidad.
10. De acuerdo al lugar de atención, el
personal de salud en su mayoría
debe conocer el idioma nativo.
11. La partera y personal de salud debe
intercambiar experiencia, ambos se
nutrirán de conocimientos.
12. Es también importante, imple-mentar
un archivo cultural de plantas medici-
nales de la zona para su uso oportuno.
13. Las campañas de salud deben reali-
zarse contando con personal versa-
do en el idioma local y en las carac-
terísticas y singularidades de la zona
de intervención.
14. Los equipos de trabajo deberán ser
constituidos de manera multidisci-
plinaria y se debe procurar la bús-
queda permanente de alianzas es-
tratégicas para no duplicar esfuer-
zos y más bien maxi-mizar recursos.
15. Desarrollar estrategias inmediatas
de captación, capacitación y/o actua-
lización de los Agentes Comunita-
rios de Salud (también llamados
Promotores de Salud) con el fin de
sensibilizarlos e involucrarlos en la
Atención Integral de la Salud de la
población.
16. Mediante el desarrollo de los linea-
mientos, las estrategias, enfoques y
líneas de acción, establecidos por la
 Unidad de Promoción de la Salud del
MINSA, lograr promover en la pobla-
ción de las comunidades materia del
presente estudio, conductas y estilos
de vida saludables en todos los gru-
pos etáreos de la población, evitando
así el impacto negativo de la carga de
la enfermedad en el desarrollo inte-
gral de las personas, familia y comu-
nidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

ARGOMEDO ARTEAGA, Gladys

1,995 La medicina tradicional en la ciudad de Ottuzco. Proyecto de investiga-
ción para optar el titulo de Licenciado en Antropología social UNIT-
Trujillo.
CASTILLO GARCÍA, Arnaldo
Adecuación socio cultural de los servicios de salud en la Región de
Salud Anchas. Plan Estratégico Regional de Salud.
DICCIONARIO PLANETA
1,982 De la Lengua Española. Ed. Planeta –Barcelona –Madrid

IRARRAZAVA, Diego
1,992 Tradición y porvenir andino. Edit. Tarea Lima, I N E.
COMPENDIO ESTADÍSTICO DEPARTAMENTAL
1996-97. Población estimada para el año 2000.
MOZO BLAS, Carlos
1,998 La automedicación como fenómeno sociocultural en el pueblo de
Cascas. Trabajo de Habilitación para ingreso a la docencia. Trujillo.

115
 SECCIÓN
SOCIOLOGÍA Y TRABAJO SOCIAL
 NEOLIBERALISMO Y CAMPESINADO*
El asunto del neoliberalismo que cunde
en todo el mundo y cuyas repercusiones
se ven en todos los titulares de todos los
priódicos, en la televisión y otros medios
de información es un tema denso. En lo
que concierne a la relación del papel del
campesinado dentro del Neoliberalismo
quisiera indicarles cómo se debe reorien-
tar y entender las teorías de economía
dentro de dicho marco a fin de comprender
las vicisitudes del campesinado, de allí que
abordaré dos aspectos:
1) Las viejas teorías con las que ha-
bíamos venido estudiando al campesina-
do y que ahora son historia y por qué es-
tas han perdido vigencia.
2) Si bien estas teorías pueden ha-
ber perdido vigencia, sin embargo, en un
país como el Perú donde la especificidad
del campesinado es peculiar y constituye
todavía un sector muy grande e importan-
te en la economía nacional, regional y par-
ticularmente en las economías locales,
según el neoliberalismo económico tiene
peculiares efectos y respuestas singula-
res por parte del campesinado. Más cuan-
do los neoliberales se aferran a la teoría
económica neoclásica y a partir de ellas
se viene desarrollando acciones de políti-
ca con diversos efectos que hay que ob-
servar y analizar.
* Conferencia disertada en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Trujillo el
11 de octubre de 1996. Versión transcrita y revisada por José F. Elías Minaya.
ENRIQUE MAYER
Estos aspectos me han llevado a revi-
sar mi viejo curso introductorio de econo-
mía y ver cuáles de las teorías neoclásicas
todavía tienen vigencia y son validas y que
debe comprender la gente que trabaja con
el marco Neoliberal, para que los ayude,
en una nueva perspectiva, a entender la
problemática campesina. Esto es necesa-
rio porque las viejas herramientas de las
teorías no nos van a servir para entrar en
dialogo con los neoliberales. Nosotros, los
antropólogos, los profesionales de las cien-
cias sociales, tenemos que emplear nue-
vas herramientas teóricas para seguir bre-
gando, seguir entendiendo la situación del
campesinado, y obviamente ayudarlos en
sus problemas y en sus luchas. Esto es
un tema esencial que hay que compren-
der. Relacionado a las teorías voy a hablar
sobre ventajas comparativas, sobre divi-
sas internacionales, sobre integración per-
versa al mercado, sobre la teoría de David
Ricardo y la renta diferencial de la tierra, y
también sobre los problemas de tenencia
de la tierra.
Pasemos a la cuestión ésta de las vie-
jas teorías. El campesinado es un tema
histórico que trasciende a la antropología,
la historia y ahora a la economía. Las vie-
jas teorías enfocan al campesinado en la
perspectiva sociocultural. Los antropólogos
ven a los campesinos como un segundo
orden de sociedad, expresión de cambio
de las sociedades primitivas o tribales,
sociedades de primer orden, estudiadas
en los años 30 y 40.
La antropología cultural considera a las
sociedades tribales bajo el modelo de so-
ciedad folk; gente afincada en pequeños
asentamientos que tiene una producción
agrícola de autoexplotación y tributación
cuando esta asociado a los estados con-
temporáneos, como es el caso de las so-
ciedades preincaicas (Mochica, Chimú,
Nazca, etc.), e inclusive la sociedad incaica.
Incluso del régimen colonial y hasta nues-
tra época, viven en pequeños pueblos. Son
actualmente quechuahablantes, hispano-
hablantes o bilingües; son católicos y no-
minalmente ciudadanos de la república
peruana.
Lo que hacía interesante para los
antropólogos, fue su vida en cierta forma
autónoma, organizada en sus comunida-
des donde los sistemas de parentesco,
las creencias religiosas y su sistema eco-
nómico, era visto como diferente a la de la
sociedad nacional.
Históricamente en las diversas áreas
del mundo, el campesinado ha pasado
por etapas diferentes, por ejemplo: en
Rusia y toda Europa el campesinado está
asociado al feudalismo, que trasciende
la época del capitalismo bajo la forma de
latifundio cuyo sustento es la tributación
en productos y trabajo.
En China como el antiguo Perú, civi-
lizaciones basadas en un campesinado
muy numeroso y fuerte, por acción de un
estado teocrático que bajo diversas for-
mas de dominación, pudo realizar gran-
des obras de infraestructura hidráulica,
militar y religiosa, como la huaca Del Sol
y de La Luna, Chan Chan en el Valle de
Moche, y otros a lo largo del territorio pe-
ruano. El campesinado es continuidad
de esa época, y existe ahora bajo las
competencias que impone el capitalis-
mo actual.
120
Otra definición del campesinado, lo
considera como el sector tradicional que
vive de la agricultura, como una organiza-
ción relativamente autónoma, sometida a
diversas formas de explotación por estar
allí un poco preso por la tierra; producen
para subsistir y sus excedentes son ex-
propiados por otra gente.
Dentro de las viejas teorías, el marxis-
mo ofrece herramientas para entender
cómo se pasa de una etapa a otra, por
ejemplo: del feudalismo al capitalismo,
donde en la transición hacia el capitalis-
mo, supuestamente se producirá la des-
aparición del campesinado mediante dos
posibilidades:
1. Que se van a las ciudades y se con-
vierten en artesanos y luego pasan a for-
mas parte del proletariado industrial.
2. Los que se quedaban en el campo
bien se convertían en agricultores,
finqueros modernos como el ejemplo clá-
sico de Inglaterra; o se proletarizan, como
asalariados de dichas fincas o de mayo-
res empresas agrarias competitivas.
Sin embargo, en este caso no han te-
nido en cuenta que hubo una masiva emi-
gración hacia Argentina y USA, y esa fue
otra manera de cómo se descampesinizó
Europa. Pero el planteamiento básico de
esta teoría es que el campesinado se ex-
tingue con la aparición del capitalismo. Sin
embargo, hay que comprender de qué
capitalismo se esta hablando. Como por
ejemplo Perú o México donde encontra-
mos un fuerte contingente campesino en
los pueblos y comunidades de la sierra y
también de la costa, con predominantes
rasgos no capitalistas.
Entonces, en base a esta caracteriza-
ción, se esboza la teoría de articulación
de modos de producción, de formas pre
capitalistas y no capitalistas con formas
capitalistas. Aunque esto para algunos es
anacrónico; otros dirán, bueno es que no
hemos llegado al capitalismo, persistien-
do de que al llegar a dicha etapa desapa-
recerán los campesinos.
En cambio otros dijeron no, esto no es
así, estos campesinos están dentro del
capitalismo dependiente subdesarrolla-
do, típico de países tercermundistas
como, Perú, México, Angola, Rusia, Polo-
nia. Ellos manifiestan que cumplen toda-
vía una función muy importante dentro de
esta sociedad. Entonces allí tienen vigen-
cia las teorías de la articulación de mo-
dos de producción. En 1974 cuando estu-
ve en Trujillo en el Congreso del Hombre
y la Cultura Andina, hubo por lo menos
tres mesas sobre modos de producción y
grandes debates sobre cuál de los mo-
dos de producción era el correcto y quién
tenía la razón y quién no.
Otra corriente que en realidad no es
teórica, pero tiene gran impacto, particu-
larmente, en las políticas agrarias, es la
modernización en base a transferencias
tecnológica. Según esta corriente, el cam-
pesinado nace de una situación de sub-
desarrollo: por lo que, una vez que venga
el desarrollo de la tecnología y educación,
desaparecerá el campesinado. Como dijo
Mario Vargas Llosa al referirse a los co-
muneros de Uchuracay,”son ignorantes,
están atrasados, están viviendo en el si-
glo XIX. Esta gente un vez que tenga los
medios para modernizarse, entonces es-
tarán integrados a la vida nacional, al
mundo moderno”.
Desde la Antropología, también des-
de la Sociología, se ha forjado la escuela
campesinista, desarrollando la tesis de
A. Chayanov, buscando encontrar la es-
pecificidad del campesino antes del de-
bate de los modos de producción. En Méxi-
co los campesinistas son liderados por
los antropólogos Gustavo Esteva y Arturo
Warman quienes plantean: “Los campe-
sinos son parte de nuestra sociedad, del
pasado, del presente y del futuro; van ha
estar allí y tienen su especificidad y su ra-
zón de ser; no van a desaparecer aunque
México se vuelva supercapitalista,
archicapitalista, neoliberal y o lo que quie-
ran. El campesino mexicano con su gua-
racha, su sombrero, su pantalón blanqui-
to y su chacra o su milpa es parte de nues-
tra esencia, de nuestra identidad y de
nuestra formación socioeconómica; y allí
están y no van a desaparecer por más que
querramos que desaparezcan en aras de
la modernidad”.
Con la modernización del país, los cam-
pesinos también se van a modernizar, pero
van a seguir viviendo allí. Estos plantea-
mientos causaron gran furor provocando
muchos debates con los descampesi-
nistas en los años 80. En estos debates
se agregaron otros elementos culturales y
ecológicos. En el Perú este problema llevó
a pensar sobre la especificidad de las co-
munidades campesinas y parceleros de
las haciendas según su localización
microeconómica e histórica. Allí están los
Mocheros, los lambayecanos, piuranos,
wancas, cusqueños, etc., base de nuestra
identidad y nuestras raíces.
Los japoneses pese a que tienen la
industria más grande del mundo y son
dominadores e impulsores del neolibe-
ralismo; sin embargo, mantienen con un
alto costo al campesinado tradicional ja-
ponés. En ellos encuentran las raíces de
su propia cultura, las bases desde donde
se han desarrollado. Este es uno de los
argumentos de por qué mantienen el cam-
pesinado.
En el caso del Perú, por razones simi-
lares uno termina siendo campesinista.
Esto se enfatiza cuando nos preguntamos:
¿Que pasó con la reforma agraria? La res-
puesta es que se campesinizó el país.
Ahora hay más campesinos de los que
había en 1969. Sin embargo, si uno mira el
censo hay, obviamente, mucha migración
a las ciudades pese que la forma domi-
nante de la producción de la tierra en el
Perú es la conducción parcelaria, excep-
tuando las empobrecidas cooperativas
azucareras del valle Chicama y otras zo-
nas del país.
121
 La producción campesina se ha am-
pliado, basta ir a una cooperativa o socie-
dad agrícola de interés social actualmente
parcelada. Y lo que encontramos es a un
agricultor que con un minifundio, está pro-
duciendo alimentos en una forma relativa-
mente autónoma que es la definición bá-
sica del campesino. Pero esta campesi-
nización o reparto de las haciendas entre
aparceros y trabajadores asalariados no
es suficiente para atenuar el proceso mi-
gratorio. Hay factores estructurales que
hacen persistente el desarrollo desigual
de la realidad económica y social del país.
Este problema requiere medidas de políti-
ca coherente e integrales que propician el
desarrollo de la sierra y mejores condicio-
nes de vida al campesinado.
Ha crecido en número de comunida-
des campesinas, ahora en el Perú son
más de 5000, ellas ocupan entre 1/3 hasta
2/3 de toda la tierra de la sierra y junto con
los parceleros de las ex haciendas allí es-
tán los campesinos. Entonces, si en
neoliberalismo y las nuevas economías no
consideran al campesinado, y dicen, bue-
no, esos no son relevantes: están ignoran-
do a 2/3 partes de la población del país.
Que hacer con ellos en estas circunstan-
cias. La propuesta política Neoliberal, la
propuesta política gubernamental, a través
de FONCODES, PRONAMACH, etc. hacen
muy poco por el campesinado.
Los neoliberales dicen: está bien, que
existan los campesinos, culturalmente no
hay ningún problema, y económicamente
tampoco. No importa si como “empresarios”
vendan su fuerza de trabajo: como propieta-
rio, asalariado o campesino no hay ningu-
na diferencia, porque todos los campesi-
nos actúan de acuerdo a la racionalidad
económica que es universal.
Todos somos iguales según los
neoliberales en cuanto a nuestro compor-
tamiento económico; y es cuestión de ajus-
tes que hacen funcionar los incentivos y
los desincentivos, a través del mecanis-
mo del mercado.
122
La teoría neoliberal dice que el merca-
do es un eficiente asignador de recursos y
es lo que hay que propulsar, por que ajusta
los recursos disponibles a lo que la gente
quiere consumir mediante las leyes de la
oferta y la demanda y el precio. El precio es
la señal, el incentivo, que impulsa al agen-
te económico, esas son las palabras que
usan. No dicen campesino o agricultor, di-
cen agente o actor económico. Así ven, si
el precio sube el actor económico se va ver
motivado para producir más, para hacer
mejores ganancias; por el contrario, si el
precio baja va ha ser una causante para
que ese agente económico salga de ese
rubro y se vaya a otro. A través de ese me-
canismo se reubican en la estructura eco-
nómica regional y nacional. La vieja corrien-
te del siglo pasado de los economistas
clásicos Adam Smith y David Ricardo es
reactualizado como neoliberalismo,
remozándose la economía clásica y
neoclásica, esta ultima expuesta por A.
Marshall.
Frente a ello, si a nivel filosófico y a nivel
real los campesinos también son entes
económicos que buscan obtener ganan-
cias, no son tontos. Los campesinos tam-
bién quieren ganar alguito. Vayan y hablen
con algún campesino y verán que está se-
parando alguito para vender. Entonces en
que radica la especificidad que los hace
actuar en forma que los teóricos de la eco-
nomía clásica y neoclásica consideran
medio irracional. La especificidad del cam-
pesino radica en dos cosas:
1. Si bien es difícil de especificar en teo-
ría económica, pero es fundamental
en la vida campesina los componen-
tes ecológico, cultural y moral que yo
hago mucho hincapié. El campesino
es productor de comida, de lo que
aquí decimos con mucho desprecio
“pan llevar”, pero del cual vivimos
(pallar, maíz, papa, yuca, etc.). Frente
a la comida nosotros los antropólogos
tenemos una actitud diferente, un po-
quito más respetuosa en relación a la
ganancia y el lucro. El productor cam-
 pesino gracias a su tradición cultural,
lleva una especie de “Aureola Moral”
por que es el productor de nuestra
comida.
2. Los campesinos son personas que
hacen milagros –estoy dictando eco-
nomía no crean que me estoy valien-
do del romanticismo-. El milagro es
éste: con una mano de grano de maíz
este señor al sembrar cosecha cien-
tos de granitos de maíz que nosotros
podemos comer. Entonces la rela-
ción: semilla-hombre-tierra-agricultu-
ra es una relación que va más allá de
la racionalidad estrictamente econó-
mica, antecede a la economía y va
más allá de la racionalidad de ganan-
cia, calculo económico e industrial. La
no racionalidad en todo caso radica
en la relación simbiótica, ecológica
con la naturaleza, con las plantas do-
mesticadas y su ciclo productivo. Es
una dimensión que introduce cierto
elemento de no racionalidad al cam-
pesinado, porque como producen co-
mida. Al caer el precio del maíz por
lógica neoliberal deben decir no, no
voy a producir más maíz: pero por
arraigo, por necesidad, por tradición
cultural, porque eso nos da, y por
moralidad, siguen produciendo su
maíz. Este comportamiento no racio-
nal para los economistas es un ele-
mento que hace que el campesinado
dentro de todos los entes económi-
cos una especificidad diferente a la
de un comerciante o a la de un aboga-
do. Otro elemento es que su empre-
sa no tiene otras características dife-
rentes a la de la empresa del libro de
texto, si la queremos poner en térmi-
nos modernos. La empresa campe-
sina tiene costos fijos muy altos por
que tiene mano de obra que no la pue-
den botar a la calle, no pueden des-
pedir a un obrero. Y quiénes son los
obreros: el hijo, la mamá, el tío y el
burro. O sea, el costo de mano de obra
desde el punto de vista del mercado
laboral es muy alto porque no pueden
ser despedidos.
Una empresa capitalista cuando no
necesita mano de obra, sencillamente, la
despide. En la familia campesina esa
mano de obra es en cierta forma gratis,
entonces el hecho de que es un familiar y
con la lógica de mantener a la familia y
una empresa productora a la vez, le da al
campesino ciertas decisiones, ciertas
racionalidades que son diferentes al de
un simple empresario capitalista.
La familia y la agricultura que la sus-
tenta tienen sus propios ritmos y sus pro-
pios ciclos que hacen que las decisiones
económicas dentro de las que está
enmarcado el campesino sean bastante
diferentes.
El deseo de los neoliberales es que
esta forma de producir desaparezca, pues
destacan que tenemos una industria
alimentaria agro moderna, tenemos
procesadoras de maquinas, podemos
importar comida del Japón o de USA, o de
donde nos convenga. Ante este desarro-
llo tecnológico el campesinado es ana-
crónico, es un lastre para el país, es una
persona que malogra el medio ambiente.
Los neoliberales y los marxistas compar-
ten en asco contra los campesinos y pre-
fieren que desaparezcan y muchas veces
contratan a ONGs que a través de sus pro-
gramas de desarrollo ayudan a que los
campesinos desaparezcan más rápido,
en aras y en nombre del desarrollo.
Ante esto, mi respuesta es no. Los cam-
pesinos va a seguir existiendo en estos
piases por varias razones: por el factor cul-
tural y por la lógica familiar, conforme ya he
explicado. Ahora voy a agregar otro factor y
es lo referente a las tierras marginales. La
agricultura moderna tecnificada, con maqui-
narias, con agrónomos, con biotecnologia,
con computadoras; es muy diferente, muy
eficaz, pero no puede aplicarse a todo el
territorio nacional; es muy restringido el área
donde puede ocuparse esta tecnología. Los
valles costeños posibilitan agricultura mo-
dificable y tecnificable; pero subiendo a la
sierra el medio ambiente es mucho más
heterogéneo, más cambiante, mucho más
123
variable y en espacios pequeños. Allí un trac-
tor caterpillar se vuelve irrelevante, es una
tecnología no apropiada.
En la sierra se aprecian chacritas con-
tra los cerros en topografía de quebrada
de valles estrechos. Allí la agricultura se
hace a puro sudor, con la barreta y pico,
con chaquillacta. Allí el tractor no funcio-
na, se cae, se desbarranca.
Las acequias atraviesan increíbles
pendientes llevando el agua de riego a zo-
nas marginales que la ingeniería conven-
cional no lo haría. Entonces otra de las ra-
zones por lo que persiste y persistirá el
campesinado, es porque demuestra efi-
ciencia en medios ecológicos margina-
les, en tierras relativamente pobres, tierras
difíciles en los que la topografía es “que-
brado”, no es uniforme ni homogéneo.
En el capitalismo Neoliberal esas tie-
rras son consideradas ereázas o inútiles y
los dejan. Estas son refugio donde el cam-
pesinado sobrevive. En el Perú por su con-
formación topográfica y ecológica tiene ex-
tensas tierras marginales de ladera y de
ecologías diversas, que proporcionalmen-
te tiene mayor área que las tierras irrigables
de la costa. Allí viven los campesinos. En-
tonces los campesinos van a estar allí en
el año 4,500 si es que la humanidad toda-
vía persiste: no van a desaparecer. Sin
embargo, habrá teorías que dirán que los
campesinos van a desaparecer.
En las condiciones de ajuste estructu-
ral estamos ante una situación particular
del neoliberalismo que se ha venido a lla-
mar Fujishock. En esta situación, cómo
están los campesinos, cómo podemos
entenderlos y defenderlos.
En la realidad peruana la integración
al mercado como asignador de recursos
es importante desde el siglo XVI, pero no
sabemos como fue en los siglos anterio-
res. Tenemos relativa evidencia de mer-
cados locales y regionales como siste-
mas de prestaciones totales, como por
124
ejemplo en la sociedad Mochica, en el
Estado Chimú, así como en el Estado Inca.
Recién el propósito de acumulación de
ganancia comienza a tener importancia en
la colonia y se vuelve intenso entrando a
los siglos XIX y XX. Adolfo Figueroa, des-
tacado economista ancashino, ha encon-
trado que en la economía campesina del
sur del país, un 50% de las transacciones
se realizan vía mercado, siendo un mayor
porcentaje en otras regiones.
Nosotros, en el estudio de “La Chacra
de Papas” hemos encontrado que entre
un 65% a 70% de los costos de produc-
ción son comercializados. Entonces el
mercado ha sido y es actualmente impor-
tante; de allí que es falso, cuando se sos-
tiene que los campesinos que se parcelan
las empresas asociativas sólo van a pro-
ducir para su autoconsumo y se van a de-
dicar a la haraganería. Hay dudas infunda-
das de que los campesinos de Perú, aho-
ra dentro de la preconstitución neoliberal,
no tienen cupo.
Encontrándose el grueso de la pobla-
ción en tierras marginales, tierras difíciles;
sin embargo con la capacidad que tiene el
hombre peruano en el manejo ecológico y
por la autoexplotacion a la que se someten
producen productos para el mercado. Este
hecho es necesario revertir de alguna for-
ma para que ellos se fortalezcan en su rol
de alimentar a las ciudades.
En los 25 años de la Reforma Agraria y
en el transcurso del último medio siglo,
ha sido de intenso crecimiento urbano.
Tanto Lima como las otras ciudades al-
bergan aproximadamente el 75% de la
gente. Estas poblaciones requieren dia-
riamente mayores volúmenes de alimen-
tos. En consecuencia, el abastecimiento
deberá estar a cargo primordialmente de
los campesinos de las comarcas que ro-
dean las ciudades tanto de la costa, sie-
rra y selva.
Las buenas tierras que existen en la
costa beben dedicarse a cultivos de expor-
tación porque básicamente tenemos se-
rios problemas de deuda internacional, te-
nemos serios problemas de importación
de bienes de capital, necesitamos
computadoras, equipos, maquinarias, etc.
Entonces, la sugerencia basada en teo-
rías neoliberales, es que dediquemos
nuestras mejores tierras a cultivos de ex-
portación y nuestras tierras secundarias a
producir alimentos para el sustento de
nuestra población. Esto es posible a bajo
costo y con la eficiencia de lo que es capaz
el campesino. De este modo, los campe-
sinos tendrán un rol reconocido y estimu-
lado por el Estado como reivindicación con-
tra la gente que piensa que deberían des-
aparecer, y en respuesta a las políticas
económicas que tienden a marginarlo, re-
curriendo a la importación de alimentos
baratos. Estamos trayendo maíz y papa de
Colombia y de Estados Unidos de
Norteamérica en lugar de traerlo de la sie-
rra andina. En consecuencia, lo que esta
pasando es que el campesinado cada vez
tiene menos importancia, menos rol; por
eso, al final tira su pico y su lampa y se
viene a la ciudad y se afinca en un barrio
marginal creando otros problemas.
A nivel macroeconómico es necesario
exportar pero también es necesario abas-
tecerse con nuestra propia producción. Así
como actualmente tenemos una econo-
mía de dos divisas: dólares, inclusive para
las transacciones internas, y soles para
cosas de consumo “habitual”. Igual pasa
con los campesinos. Cuando he escrito
“Un carnero por un saco de papas” he vis-
to las analogías. Los campesinos hacen
trueque por que esa es su moneda inter-
na y venden utilizando la moneda nacio-
nal cuando necesitan divisas externas.
También los campesinos viven en una
economía bisectorial, y esto en gran parte
tiene que ver con la economía de auto
subsistencia que compatibiliza las tran-
sacciones tradicionales y las transaccio-
nes monetarias para su inserción en el
mercado capitalista a donde exportan más
del 50% de su producción.
Pero esta integración al mercado es
perversa y no por que los campesinos no
estén integrados como dicen muchos
neoliberales, sino que están insertos en
condiciones negativas, causándoles se-
rios problemas que son temas de investi-
gación. Hay que hacer bulla, hay que modi-
ficar ciertas políticas estatales. Un objetivo
es lograr que su producto de exportación
deje de venderlo por debajo de su costo
acumulando perdidas; y de otro lado, sean
mejores importadores de productos de las
ciudades. No sólo cuaderno para los chi-
cos, ropa, aguardiente, cigarros, coca, sino
todo lo que necesitan en las ciudades para
vivir en mejores condiciones. Esta relación
de intercambio desigual tiene que ver con
políticas ancestrales desde la colonia que
persisten hasta ahora.
En la colonia los españoles hacían pro-
ducir comida barata a través de relaciones
de servidumbre e imposiciones tributarias
en productos y servicios, así se mantenían
monumentales casonas como en: Trujillo,
Cuzco, Ayacucho y otras ciudades y vivían
tranquilos. En las postrimerías del colo-
niaje y durante toda la vida republicana,
para afrontar situaciones de escasez se
han institucionalizado formas explotativas
de extracción de excedentes y de produc-
ción de alimentos baratos para la ciudad.
Desde que yo tengo uso de razón, en
los años 40 para adelante se ha argumen-
tado siempre que las políticas de alimen-
tos baratos en la ciudad impulsan a la in-
dustrialización por que es una forma de
subsidio. Alimento barato mantiene una
mano de obra barata, y entonces noso-
tros, como país, podemos competir. La
contraparte de esta política de alimentos
baratos, es la presencia de un campesi-
nado pobre que está siendo explotado,
aunque se deja que se auto explote de lo
cual no tiene plena conciencia.
Y actualmente por qué continúa esta
situación, por qué persisten políticas de
alimentos baratos. Una aproximación ex-
plicativa es la desmovilización política del
125
campesinado en relación a los sectores
laborales urbanos. Sus reclamaciones tie-
nen algún crédito frente al manejo de la
política económica nacional. Los campe-
sinos recién hace 15 a 20 años tienen Li-
breta Electoral y pueden hacer sus protes-
tas y movilizaciones legalmente. Muy tar-
díamente logran alguna representación
política en el Parlamento Nacional y toda-
vía no se ha comprendido el impacto políti-
co que tiene una manifestación en Trujillo
u otra ciudad contra los alimentos baratos.
Con el neoliberalismo y el incremento
de la política importadora de alimentos, lo
que se ha logrado es la pérdida de mer-
cados en los diferentes niveles de inter-
cambio. Así se ha restringido notoriamente
el mercado internacional para la exporta-
ción de azúcares. En términos internos,
se ha quitado del mercado de alimentos
a los campesinos peruanos dejándoles
los sectores marginales. Frente a esta
situación ¿que políticas se deben llevar a
cabo? En un diagrama de coordenadas
se demuestra cómo algunos campesinos
pueden seguir vendiendo en el mercado,
a pérdida, sin irse a la quiebra. Esto tiene
que ver con la teoría de la renta diferencial
de D. Ricardo, lo que se puede leer en los
libros de texto de cualquier curso
introductorio de economía y no de Antro-
pología Económica.
Yo creo que usando la curva de renta
diferencial de la tierra, asumida por los
economistas neoliberales se puede con-
seguir algún beneficio para la producción
campesina. David Ricardo, economista
del siglo XVIII, en Inglaterra, al tratar de la
eliminación de barreras de la exportación
y del libre comercio, dijo lo siguiente: el
país tiene esta población “X” que necesita
comer, entonces para que los agriculto-
res y campesinos produzcan esa canti-
dad de alimentos, el incentivo es el pre-
cio; entonces el precio del trigo que se va
a vender en todo el país lo determina el
último campesino, en la tierra más margi-
nal por que con costos racionales para
comenzar a producir trigo vamos a produ-
cir primero en las mejores tierras; así el
126
costo va a ser más bajo, pero a medida
que hemos gastado las de mejores tie-
rras, vamos a ir a las tierras mas margi-
nales y menos productivas. Allí va a subir
el costo y éste impondrá el precio de mer-
cado en la medida que aumenta la de-
manda de la población. Esta correlación
llevará a la necesidad de producir bien.
Cuando David Ricardo dijo que este
campesino tiene ganancia creo o tiene
suficiente ganancia como para que se
incentive a producir el último saco de pa-
pas pero mas no, es por el precio. Pero si
el precio baja, este señor sale de la agri-
cultura y se dedica a otra cosa. Si aumen-
ta la eficiencia tecnológica con inventos
nuevos, la curva de costos baja, conse-
cuentemente baja el precio; y se puede
producir la misma cantidad a un precio
más bajo y en menos tierras.
Esta renta diferencial por efecto de in-
novación tecnológica, capacitación pro-
ductiva del agricultor o por la modificación
de otro factor, da la posibilidad de incre-
mento de la masa tributaria a nivel de las
instancias de gobierno local. Así, el Esta-
do o los gobiernos locales pueden parti-
cipar de dicha ganancia, y aunque se lo
quiten el campesino va a seguir produ-
ciendo. Por eso destacamos el análisis
de la ganancia y de la renta diferencial.
Voy a hacer un agregado: en el Perú se
produciría mayor cantidad de papas de lo
que predice la teoría de Ricardo. Ello por
que el campesino tiene crecientes nece-
sidades que le induce el mercado, por lo
que no tendrá reparo en vender a precios
por debajo de su costo. Ellos necesitan
divisas. Y vender por debajo de sus cos-
tos no es porque sean tontos o ignoran-
tes, sino porque se encuentran obligados
a esa situación para sobrevivir.
A ello conducen las políticas económi-
cas de nuestro país que propicia la com-
petencia desleal con la importación de
productos alimenticios que afecta perver-
samente a los campesinos. Dentro de la
estructura de la producción interna, los
grandes y pequeños productores del va-
lle del Mantaro, Cañete y otras regiones,
pueden exportar a estos precios. En tal
sentido, los campesinos tienen que ajus-
tarse al precio que imponen estos pro-
ductores, y ya no en función al aporte del
último productor, como decía Ricardo. Son
los agricultores con mayor área, mejor
ubicados, tecnológicamente más
implementados y políticamente organiza-
dos, o también aquellos que tienen piel
un poquito más blanca y que no hablan
quechua, los que imponen los precios.
Ahora, ¿Qué pasa entonces con gente
que en forma constante vende a pérdida
de acuerdo a la teoría Neoliberal? Se vie-
ne a la quiebra. Sin embargo, los campe-
sinos no se van a la quiebra? Por qué no
se van a la quiebra?. Simplemente por que
subsidian su producción con lo que dejan
de comer, con lo que no pagan por sala-
rio a la mano de obra que es de la familia,
con lo que no pagan en efectivo por la se-
milla que procede de su cosecha anterior
o por que lo compran con la subvención
de la venta de ganado u otros ingresos, y
también con lo que le costaría el abono
de guano de corral que usan.
Así pueden vender a perdida sin irse a la
quiebra; este es un fenómeno milagroso
que se puede demostrar en los cursos de
teoría económica. En otros términos, la pér-
dida se cobra en el deterioro ecológico, en
la pobreza absoluta a la que se someten,
en los bajos niveles nutricionales, en la re-
ducción de su capacidad de desarrollo, etc.
Pero, ¿cómo funciona esto?. La economía
campesina opera como una economía
bisectorial: una de auto subsistencia y otra
de mercado. Daniel Cotlear, en su reciente
libro sobre “El capitalismo Agrario en el
Perú”, dice que el 30% de las cosechas de
papa se destina al mercado y la producción
que se retiene para autoconsumo, subsidia
al sector y viceversa.
Nosotros hemos encontrado que un
60% del costo de la producción que no se
vende tiene costo elevado. Si esta produc-
ción se considera vendida a si mismo,
concluiremos que el costo de la reproduc-
ción social campesina es alta. Esto nos
ayuda a comprender planteamientos equí-
vocos en el sentido de que el campesino
es irracional en el proceso de producción,
por tanto, conservador, tradicionalista y con
fuerte aversión al riesgo. Suposiciones sin
sentido. El campesino es eminentemen-
te práctico, por que así lo exige la necesi-
dad de su sobrevivencia.
La economía Neoliberal en sus facetas
mas agresivas generan mayor pobreza; sin
embargo, el campesino podrá soportarlo
en mejores condiciones que un asalaria-
do. Un gobierno que pretenda el desarro-
llo rural tendrá que afrontar estos retos.
127
PARTICIPACION VECINAL Y ACCION POLÍTICA:
UNA APROXIMACIÓN METODOLÓGICA PARA
LA ELABORACIÓN Y DISCUSIÓN DE UN
MARCO TEÓRICO1
INTRODUCCIÓN
El tema de la participación de la pobla-
ción en el desarrollo ha sido abordado des-
de diferentes perspectivas. La visión de ésta
como un atributo para mejorar el éxito de
las autoridades municipales y como una
necesidad para dinamizar la gestión, co-
rresponden a las que denominaríamos
tesis administrativas. De otro lado, basa-
dos en la hipótesis que la participación
corresponde a un tipo de sinergia específi-
ca que facilita la construcción de espacios
de poder, las tesis radicales, presuponen
una explicación -en virtud de la cual- la ca-
pacidad de empoderamiento y de compe-
tencia por el control de las instituciones
sociales corresponde a una réplica de la
lucha por el control político de la sociedad.
Sin añadir demasiadas novedades, los
de la corriente del desarrollo sostenible sos-
tienen que la única manera de asegurar con-
tinuidad en la gestión local y -por consiguien-
te- fomentar la solidaridad generacional, es
promoviendo e institucionalizando la partici-
pación de la población en todos los niveles
de la gestión del desarrollo, de modo que la
propuesta para resolver la problemática asu-
ma una modalidad colegiada y compartida.
Los liberales, sin embargo, a diferencia de
las anteriores visiones, creen que mejoran-
do el aparato administrativo y la gerencia en
el gobierno, bajo el paradigma democrático,
se habría avanzado enormemente. Recono-
cen las falencias del sistema actual de modo
que insinúan una radical transformación en
la gestión del desarrollo, cualificando el apa-
JAVIER N. MIRANDA FLORES
rato administrativo, dinamizando la gestión y
fomentando la participación.
No están del todo claras las tenden-
cias de hoy en el análisis teórico del asun-
to, que a decir verdad se caracterizan por
una extraña combinación de planteamien-
tos que corresponden a las tres propues-
tas mencionadas anteriormente. En efec-
to, los actuales paradigmas de la partici-
pación se fundamentan en los principios
de la equidad social, la justicia y el reparto
de oportunidades, de modo tal que sea
posible la construcción de escenarios po-
líticos que faciliten la institucionalización
de la gobernabilidad participativa.
Para el caso de nuestro país y de Amé-
rica Latina, resulta dramático el hecho de
que no existe la sistematización de una
teoría ligada a la participación de la pobla-
ción en el desarrollo local -en concreto de
los vecinos- a pesar de la rica tradición
participativa que caracterizan a nuestros
sistemas de gestión local y a la histórica
tendencia de resolver los problemas con
el apoyo de todos. La vigencia de las pro-
puestas teóricas promocionadas en otros
contextos tiene el protagonismo suficien-
te como para desplazar del escenario aca-
démico los aislados intentos de nuestros
investigadores, que deben observar con
inusitado conformismo como las normas
legales y los manuales instructivos de las
Organizaciones No Gubernamentales de
Desarrollo cubren la carencia de investi-
gaciones, tanto en el ámbito de Licencia-
tura como en el Postgrado.
 La investigación que venimos desa-
rrollando se inscribe en el marco del es-
fuerzo institucionalizado por revertir esta
tendencia. Asume el compromiso de or-
ganizar un itinerario metodológico teórico
y experimental de modo que sirva de refe-
rencia al momento de compulsar sus con-
clusiones con otras propuestas similares.
El análisis de la participación vecinal,
aparte de ser un problema técnico, corres-
ponde a un planteamiento político y a una
necesidad de los tiempos, particularmen-
te en contextos de marginalidad como los
que tienen las ciudades de nuestro país.
En esta medida, el avance que propone-
mos corresponde sólo a un ángulo del tra-
tamiento integral que le estamos prodigan-
do en el informe final; ya que cuando se
habla de participación implícitamente se
hace referencia a la necesidad de una nueva
cultura organizacional, a un nuevo tipo de
ciudadanía, a un nuevo espacio de
concertación(la comunidad), a un nuevo
paradigma (la democracia participativa), a
una nueva estrategia de consenso (la
gobernabilidad) y a una nueva filosofía
(equidad con justicia social y con solidari-
dad generacional), que son los ejes cen-
trales que caracterizan a la acción política,
que a nuestro juicio han sido muy poco
abordados teóricamente.
1. LOS ALCANCES DEL
CONCEPTO
Trataremos de exponer con claridad
el significado del concepto acción política
para ubicar nuestro análisis en la direc-
ción que resulte más efectivo para la com-
prensión y ampliación del tema de la par-
ticipación vecinal y para mejor entendi-
miento del lector.
Los contextos históricos y los mode-
los económicos condicionan la aparición
y desarrollo de las instituciones; así mis-
mo a cada coyuntura histórica correspon-
de un tipo determinado de ellas.
Adicionalmente, todo este andamiaje es-
tructural se desarrolla dentro de la socie-
dad debido a diversas fuerzas que
130
interactúan en redes sociales, con rela-
ciones asimétricas y en una perspectiva
paradójicamente complementaria.
Los actores resultantes de mayor peso
y contenido en toda la acción, sin duda
han sido el Estado, las instituciones y la
población organizada. Las actividades
económicas, el aprovechamiento de las
potencialidades del medio natural, la asig-
nación de recursos y la satisfacción de
las demandas sociales, se materializa-
ron en torno a la división artificiosa del tra-
bajo, la ubicación en la escala social, al
poder que se disponía y a las prerrogati-
vas derivadas de los privilegios de clase;
de modo que siempre era posible tener
claro el papel que correspondía a cada
uno de los actores involucrados.
Para efectos de este informe, la acción
política está asociada al surgimiento de los
grupos sociales y a su finalidad específi-
ca; es decir a la generación de espacios
para el tratamiento de problemas y al esta-
blecimiento de relaciones en torno a obje-
tivos definidos. En la mayoría de los casos,
las organizaciones sociales aparecen
como escenarios para la defensa frente a
abusos, limitaciones y carencias; pero tam-
bién como respaldo a la gestión y a los
planteamientos de otras instituciones de
mayor nivel. El mecanismo que da origen
a las organizaciones e instituciones, ge-
neralmente ha sido interpretado dentro de
la concepción natural e inevitable del de-
sarrollo social (Funcionalismo), o como
respuesta a las coyunturas sociales y polí-
ticas, particularmente de éstas últimas, y
por lo tanto como resultado de lucha entre
las clases (Materialismo Histórico).
Nuestro punto de vista no se inclina pre-
cisamente por considerarlas como produc-
tos naturales o como condiciones para
mantener el orden social, sino como espa-
cios que facilitan o retardan la acción del
Estado y como mecanismos de articulación
entre los intereses de éste y de la sociedad.
Lo entendemos como el desarrollo
institucional sobre la base de un plantea-
miento orgánico y un itinerario programático
que garantiza la organicidad del movimien-
to participativo, contrario a la informalidad y
al espontaneísmo. A pesar de que en la rea-
lidad latinoamericana los movimientos ve-
cinales no alcanzan la madurez de los mo-
vimientos políticos, dirigidos desde los par-
tidos, se dan señales significativas de una
reorientación hacia objetivos menos natu-
rales y reivindicativos hacia otros más políti-
cos. Por ser éste un ángulo de interés para
la participación, nos ocuparemos del pro-
blema puesto que –todo indica- puede con-
vertirse en una estrategia para minimizar los
efectos de la falta de organización y de ob-
jetivos programáticos; así como para com-
batir el surgimiento de liderazgos vertica-
les, relaciones difusas y ruptura de víncu-
los orgánicos entre los miembros de las
instituciones.
No siempre se tiene en claro –cuando
se habla de participación- los diferentes
espacios y relaciones que se generan
cuando los actores sociales tratan de
dinamizar su comportamiento. Puede que
ello se deba a que no hay una clara delimi-
tación de la naturaleza, significado, funcio-
nes y trascendencia de la “ Sociedad Civil”,
por un lado, o del Estado, por otro; o de
cualquiera de las formas de asociación ciu-
dadana. Los marcos de referencia que nos
presentan las investigaciones contempo-
ráneas son menos excluyentes respecto
al estudio de las interacciones que se pro-
ducen y de las transformaciones que han
ocurrido en ambos.
La separación de “Estado Propiamen-
te Dicho” de “Sociedad Civil”, en un con-
texto -como el de hoy-, caracterizado por
una intrincada red de relaciones comple-
jas internas y externas, aduciendo razo-
nes sectoriales o de especialización
gnoseológica, es menos traumática que
hace algunas décadas. En efecto, el sur-
gimiento del Estado no puede ser expli-
cado con presupuestos estrictamente
normativos, mucho menos filosóficos;
como tampoco la evolución y el cambio
social podrían entenderse únicamente
como resultado del proceso histórico de
los grupos sociales.
Existe el convencimiento en los círcu-
los académicos, particularmente en las
Ciencias Sociales, que el Estado es un
producto característico de un cierto nivel de
desarrollo de la sociedad y que, por lo tan-
to, su nacimiento ha estado precedido por
un largo período de transformaciones so-
ciales, culturales, económicas, ideológicas
y políticas; y se sugiere que por esa causa,
ha sido posible distinguir con claridad las
razones de su surgimiento, carácter, obje-
tivos sustanciales y su curso histórico. Tan
complejas como los fundamentos
teleológicos del Estado y de su origen, son
las estructuras y las dinámicas sociales;
no obstante, es posible caracterizarlas y
definirlas, como al Estado.
El análisis de este proceso es funda-
mental para identificar aquellos elementos
integradores que facilitan descubrir los cír-
culos de interrelación múltiple (Rubinstein,
1994: 5), que son propios de las relacio-
nes entre los hombres y entre los grupos
sociales, así como las fuerzas que actúan
al interior del Estado, como aparato, como
institución política, como fuerza coercitiva,
como expresión de poder o como ente nor-
mativo. En la medida que se entienda esta
red de relaciones potenciales y reales se
pueden adecuar las estrategias de la par-
ticipación organizada de la población, así
como la movilidad que ellas exhiben en el
contexto de cada una de las organizacio-
nes y de la sociedad que las dio origen.
Desde el punto de vista de las defini-
ciones formales, por lo tanto, no existe de-
masiada dificultad en definir a la “socie-
dad Civil” o al “Estado propiamente dicho”.
Algunas de las características han sido
consideradas en el párrafo anterior; sin
embargo -como expresa Rubinstein
(1994)- resulta interesante determinar el
conjunto de relaciones y contradicciones
entre ambas, en virtud de que ellas se su-
bordinan al comportamiento histórico de
los actores sociales2. En efecto, cada fase
ha definido, según las condiciones objeti-
vas de su desarrollo material y espiritual,
cambios que afectaron drásticamente a los
sistemas políticos y a las organizaciones
131
sociales, ofreciendo respuestas inéditas,
particularmente en el contexto político, eco-
nómico, social, cultural, físico y espacial,
definiéndose con mayor claridad los roles
y funciones en la estructura social.
No hay duda, cada coyuntura histórica
expresa una situación diferenciada en las
actitudes, en los valores, en las formas de
organización y en las respuestas, tanto in-
dividuales como colectivas frente a la fuer-
za del poder central. Entendemos que en
este hecho se centra la importancia del
análisis histórico de la sociedad civil y del
Estado, porque constituyen el fundamento
de las conductas colectivas e individuales
dentro de la sociedad. Obviamente, en tan-
to las respuestas de las organizaciones
sociales y de los ciudadanos en general
sean fuertes, estratégicas y coordinadas,
la sociedad civil se fortalece; en tanto sean
débiles y difusas se resquebrajan y pro-
mueven la división y la anarquía.
No siempre el fortalecimiento de la So-
ciedad Civil ha conducido a la práctica de
respuestas y actitudes democráticas, ni
mucho menos. Alentados desde el Estado,
los frentes ciudadanos y las organizaciones
sociales de la Alemania hitleriana, por ejem-
plo, desarrollaron un trabajo que no nece-
sariamente repercutió en beneficio de las
instituciones civiles ni en el fortalecimiento
de la institucionalidad participativa. No re-
sulta demasiado novedoso determinar el
hecho que la estrategia se orientó, antes
que a promover la participación ciudadana,
a legitimar al aparato estatal y al despotis-
mo dictatorial. Con matices similares, la Ita-
lia de Mussolini nos ofrece un ejemplo orien-
tado en la misma dirección.
En América Latina, después de la gue-
rra de la independencia, se constata que
la sucesión de gobiernos civiles y milita-
res ha estado ligada a la desarticulación
completa de la sociedad civil, hasta con-
vertirla en conglomerado de instituciones,
frustrada en su desarrollo, con muy poca
capacidad de maniobra y orientados a le-
gitimar los gobiernos, las sublevaciones
civiles y las asonadas golpistas, sin ca-
132
pacidad de respuesta ni perspectivas cla-
ras para institucionalizar la participación
ciudadana como factor de fortalecimiento
del Estado.
En el pensamiento de los clásicos grie-
gos, el tema político tiene también mati-
ces diferenciados. Para Platón (1988), la
democracia se reducía a un mero concep-
to, cargado de demagogia, puesto que en
la realidad se trataba de una forma de
gobierno con la prevalencia de la autori-
dad de una sola persona, retrataba a los
gobernantes como embaucadores del
pueblo, hábiles para engañar a la pobla-
ción con el arte bastardo de la oratoria. En
el pensamiento de Aristóteles (1981) el
orden ideal lo representaba la aristocra-
cia, puesto que se caracterizaba por un
estado político en el que se respetaba la
asignación del poder según el mérito del
gobernante. Contraponía esta modalidad
política a la oligarquía y a la democracia,
ambas con fallas estructurales provenien-
tes de su misma naturaleza. A esta última
la ridiculizaba diciendo que sólo expresa
una igualdad numérica o aritmética. A pe-
sar de este planteamiento, sostenía que
para lograr la estabilidad y la armonía en-
tre los ciudadanos era posible fortalecer
al gobierno de la clase media mediante la
politeia, de modo tal que sea posible un
equilibrio orgánico y de este modo se pue-
da evitar tanto la arrogancia del rico como
la desesperación del pobre.
La preocupación de ambos filósofos
abarca una extensa área del tema político
que no se ve reflejada en el resumen su-
cinto que hemos propuesto; no obstante,
apunta a referenciar el aspecto central de
la investigación que se liga fundamental-
mente a la participación como expresión
de un temperamento organizacional ca-
racterístico de los sistemas políticos, en
especial de la democracia.
Desde una posición formalista y ética,
Montesquieu (1906) sostiene que la vir-
tud es el principio de la República, el ho-
nor de la monarquía y el miedo del despo-
tismo e incorpora el concepto de autono-
mía de poderes -si no en esos términos
exactos cuando menos una separación y
delimitación de las responsabilidades
sectoriales- particularmente en las tareas
que tienen que ver con la administración
de justicia y en la estructuración y dación
de leyes; terrenos en los que cada institu-
ción responsable debe actuar con inde-
pendencia del poder central, dejando cla-
ra su concepción que aún en los gobier-
nos populares, el poder nunca debe caer
en manos de la clase baja.
Mientras Rousseau (1973), desde una
posición republicana, aboga por el cultivo
y el respeto de la libertad, por la sobera-
nía del Estado sobre cualquier otra insti-
tución o grupo social y por la exclusión de
cualquier modalidad de equilibrio de po-
deres; Hobbes (1958), rescata el valor de
la fuerza y de la dominancia de un poder
superior representado por el Estado, al
punto de sostener que los pactos que nos
están acompañados por la fuerza consti-
tuyen palabras sin ninguna vitalidad per-
suasiva y que, por lo tanto, no contribuyen
a dar seguridad a los hombres.
En la actualidad se acepta la idea de
que la participación política no sólo depen-
de de las coyunturas electorales o de los
roles institucionales; se reconoce que tan
importantes como los factores señalados
hay que buscar una explicación más objeti-
va en los factores sociales, religiosos, edu-
cacionales y culturales, en vista de que las
respuestas a los procesos participativos
políticos estarán en relación directa con
estas características y las motivaciones que
tenga cada cual se inscribirá necesariamen-
te en esta coyuntura. Así, no se deja de lado
la importancia que tiene el ambiente políti-
co y el contexto en el que se promueve la
participación: la disposición, motivaciones
y las respuestas serán mucho más claras
en aquellos contextos favorables, en orga-
nización, movilización, luchas orgánicas y
de fortaleza partidaria.
Esta es una buena perspectiva para
el análisis de la acción política y un buen
punto de partida para considerar dentro
de ella a otros conceptos que la refuerzan
nítidamente, nos referimos a la ciudada-
nía y a la gobernabilidad.
2. CIUDADANÍA
Los referentes de la ciudadanía en las
sociedades latinoamericanas han esta-
do circunscritos al tema de la participa-
ción en los procesos políticos electora-
les: edad, nivel de educación, experiencia
y ubicación dentro de la estructura social.
Los ciudadanos según estos criterios son
los que tienen derecho al sufragio, a ser
elegidos en cargos públicos y participar
de la vida en comunidad. A pesar de ello,
no funcionan como garantía para que los
individuos puedan acceder –según lo de-
finido- a ciertas instancias políticas y ad-
ministrativas por las exigencias adiciona-
les que se impone; como por ejemplo, la
experiencia, la capacidad, la formación
profesional, las cualidades personales,
etc. que deja fuera de escena a la gran
mayoría de ciudadanos.
Los planteamientos teóricos de los in-
vestigadores del tema de la ciudadanía
reconocen que hay que considerar muchas
variables en el ámbito de ésta; por un lado
quienes sostienen que es necesario divi-
dirla en tres partes: civil, social y de seguri-
dad (Marshall Y Battomore, 1998: 22-25),
apelando fundamentalmente a los dere-
chos individuales del hombre como sujeto
libre y soberano; a la capacidad de elegir
representantes o de conformar cuerpos
institucionales por el mismo procedimien-
to; y a las seguridades de una vida segura
y con bienestar, respectivamente. En otro
trabajo, Battomore (1988: 136) amplía esta
premisa sosteniendo que cualquier aproxi-
mación al estudio de las variables citadas,
se debe hacer en el marco de una “con-
cepción general de los derechos humanos”;
con un criterio de mayor integralidad y -pro-
moviendo desde ya- una reconsideración
significativa a los alcances del concepto.
Situar la discusión de la ciudadanía en
el ámbito de los derechos humanos co-
rresponde a un planteamiento que recusa
133
la visión normativa y administrativa del con-
cepto y, por el contrario, abre nuevos hori-
zontes para su estudio, particularmente
aquellos que tienen que ver con la vida, la
sociedad, los derechos y obligaciones, los
roles y funciones, así como las oportuni-
dades dentro del esquema social. Sin duda
un gran aporte si consideramos la visión
clásica referenciada al inicio.
Procacci, (1999), por el contrario, sitúa
su explicación de ciudadanía en el marco
político, jurídico y cultural:
“La ciudadanía es un proceso, más que
un derecho [... ], la ciudadanía es siempre
política; su naturaleza política no se halla
limitada a un escalón determinado, cuan-
do está en juego derechos políticos; ni re-
side exclusivamente en su condición jurí-
dica. La ciudadanía es política más bien
porque responde a una estrategia de crear
ciudadanos por medio de un conjunto de
prácticas y conocimientos que moviliza la
gobernamentalidad. Así, ciudadanía y de-
rechos de los ciudadanos no se limitan a
expresar vínculos de pertenencia; se mo-
difican junto con las condiciones cambian-
tes, con las expectativas y criterios preci-
sos para ejercitar la condición del ciuda-
dano” (Procacci, 1999: 16).
Con un enjuiciamiento centrado en una
percepción dinámica de los procesos que
influyen en la generación y afirmación de la
ciudadanía, se deduce que, como cualquier
otra condición de privilegio de los seres
humanos, individual o colectivamente, se
construye sobre la base de los cambios
que se produce en la sociedad; sobre todo
considerando aquellas influencias que
minimizan la capacidad de autonomía y
autodecisión que debe corresponder a las
personas, indispensable para ser un buen
ciudadano (Op. cit. pág. 19). Junto a otros
autores, actualiza el debate respecto a la
necesidad de correlacionar la ciudadanía
con las condiciones culturales, en espe-
cial con la identidad (Op. cit. pág. 19) y la
diversidad cultural, hechos que también
corresponden a un nuevo intento de remo-
zar el contenido del concepto.
134
Aparte de estas consideraciones, hay
que subrayar el hecho de que el concepto
de ciudadanía ha venido cambiando con
mucha fuerza a partir de la influencia de
los movimientos sociales y políticos, tan-
to en Europa como en América Latina y el
resto del mundo. Las propuestas de
Castells y Borja (1999); Garcia y Lukes
(1999), lo confirman. En el ámbito de Amé-
rica Latina, específicamente, los conflic-
tos ocurridos durante la década del se-
tenta y ochenta, por mejores condiciones
de vida, tierra, empleo, jornada laboral,
servicios sociales o lucha anticorrupción,
por ejemplo, arrancaron de los gobiernos
de turno reivindicaciones y normas que
han favorecido una mejor consideración
al tema ciudadano. El resultado de estas
luchas condiciona el surgimiento de un
nuevo valor en la ciudadanía que García y
Lukes (1999: 2) lo denominan ciudadanía
substantiva.
Tales movimientos han actuado en una
doble dirección: como factores de
condicionamiento, por ejemplo las luchas
políticas, los enfrentamientos entre clases;
o como soportes de apoyo y solidaridad,
como en el caso de la identificación con
los movimientos campesinos, minorías
nacionales o grupos étnicos. En ambos
casos, como acción directa o como soli-
daridad, han contribuido a cualificar las
consideraciones normativas respecto a la
ciudadanía y a resolver –por lo menos en
parte- problemas de amplios sectores de
la población. En esta perspectiva, siguien-
do el pensamiento de N. Fraser, el objeti-
vo de la ciudadanía deja de ser estricta-
mente burocrático y normativo para orien-
tarse a garantizar la dignidad humana.
La mayoría de autores se inclina por
considerar que la ciudadanía es funda-
mentalmente nacional (Streeck, 1999;
Marshall y Battomore 1998)4, distinguien-
do de los deberes y derechos locales y
regionales; sin embargo hay quienes
sostienen que la ciudadanía constituye
una base importante de identificación y
de pertenencia a los grupos sociales
(Kymlicka, 1999; Jenson y Philips, 1999)5;
no obstante, como en los casos anterio-
res, la ampliación en el concepto hacia
fronteras que tiene que ver con la calidad
de vida, se inscribe en el supuesto de
que la ciudadanía política es apenas una
concepción que no rescata sus dimen-
siones reales.
Marshall y Battomore (1998) sugieren
–además- que el concepto moderno de
ciudadanía hay que enmarcarlo dentro del
proceso global de evolución de los dife-
rentes derechos ciudadanos, en vista de
que han sido eventos impactados tanto
por razones geopolíticas como por el pro-
pio ajuste de los sistemas del Estado. En
efecto, tanto los derechos civiles como los
políticos y sociales, han estado precedi-
dos por una serie de acontecimientos -
dentro de coyunturas históricas específi-
cas- que bien podría trazarse el itinerario
de la siguiente manera: “[...] los derechos
civiles, al siglo XVIII; los políticos al XIX; y
los sociales al XX.[...]” (Op. cit. pág. 25-26).
Aunque sugiere el tratamiento de los pe-
ríodos con una razonable elasticidad, re-
sulta un planteamiento interesante pues-
to que en el fondo del argumento se insi-
núa que ningún proceso natural ha sido
el factor determinante en la generación de
los derechos de las personas, como tam-
poco lo han sido las dadivosas prácticas
de los regímenes políticos; sus raíces hay
que encontrarlas en los grandes movi-
mientos sociales y económicos de cada
etapa histórica; con lo cual se comple-
menta que los contextos socio culturales
influyen de manera decisiva en su mate-
rialización.
Todo indica, según esta lógica, que el
factor de impulso en todo el proceso, apar-
te de los derechos civiles específicos, fue
la consecución de la liberad: “Cuando la
libertad se hizo universal, la ciudadanía
pasó de institución local a institución na-
cional[...]” (Op. cit. pág: 19).
De modo tal que en la definición de
ciudadanía se recoge los condicionantes
políticos como los culturales e históricos:
“[...], ciudadanía es aquel estatus que
se concede a los miembros de pleno de-
recho de una comunidad. Sus beneficia-
rios son iguales en cuanto a los derechos
y obligaciones que implica.[...], la clase
social es un sistema de desigualdad que,
al igual que la ciudadanía, puede basarse
en un cuerpo de ideales, creencias y valo-
res” (Op. cit. pág: 37).
O también: “Los derechos de ciuda-
danía no consisten sólo en que el esta-
do trate igual a todos, en una participa-
ción libre en el intercambio de merado
o en un equilibrio equitativo de derechos
y obligaciones en el trabajo. Incluyen
también derechos sociales a un nivel
mínimo de vida, independiente de la
contribución productiva y de las condi-
ciones del mercado” (Streeck, 1999: 54).
Resulta mucho más complicado esta-
blecer las diferencias existentes entre una
comunidad política formalmente constitui-
da y ciudadanía. Es irrelevante el hecho de
saber que una comunidad es una agrupa-
ción de personas y que la ciudadanía es
un atributo de actuación de los hombres
en razón de prerrogativas que le asignan
los sistemas normativos. La referencia tie-
nen que ver con la confusión que se podría
derivar del tratamiento en una comunidad
política que se organiza a partir de un par-
tido y otra que tiene como referente al Esta-
do. La primera, desde el punto de vista for-
mal, asegura un mínimo de derechos den-
tro de la organización y fuera de ella; sin
embargo, carece de la envergadura y de
los alcances que si tiene la comunidad re-
conocida por el Estado; puesto que, el li-
bre ejercicio de los derechos y obligacio-
nes alcanzan a un universo más disperso
política, social y culturalmente. Crouch
(1999) pone énfasis en esta preocupación:
“Comunidad es otro de esos concep-
tos que han adquirido un significado muy
diluido en relación con su sentido propio.
Se utiliza frecuentemente para indicar gru-
pos que constituyen poco mas que “una
agrupación de personas”, mientras que
135
dentro de la tradición sociológica, sobre
todo de la que admite la importante distin-
ción entre sociedad y comunidad
(Gesellschaft y Gemeinschaft) que esta-
bleció hace mucho Tönnies (1887), de-
bería designar sólo a agrupaciones den-
tro de las cuales hay frecuentes e impor-
tantes interacciones personales y relacio-
nes de reciprocidad [...]. La relación entre
comunidad en su sentido fuerte y ciuda-
danía no es sencilla. En el ámbito de la
ciudadanía, participación y derechos se
adquieren mediante pertenencia a una
entidad política formalmente constituida
como un estado nación, un área de go-
bierno local o un organismo supranacional
como la Unión Europea. Por el contrario,
en las instituciones comunitarias la distri-
bución dentro de ellas se basa en el afec-
to y la costumbre, siendo los principales
ejemplos las familias, los hogares y los
grupos informales” (Op. cit. pág: 260-261).
La distinción entre estas comunidades
puede ser sencilla en la medida que se
trate de ver únicamente las comunidades
políticas coyunturales, o de actividad
itinerante; pero se complica el intento
cuando se trata de establecer parámetros
de actuación en las comunidades locales
y nacionales. Aparte del ámbito de influen-
cia y la naturaleza de las relaciones que
se practican, ¿qué es lo que puede distin-
guir en términos de ciudadanía a una co-
munidad vecinal, local, regional o nacio-
nal?; ¿sé puede afirmar con absoluta cer-
teza que es más relevante la denomina-
ción de sujetos universales o nacionales,
dejando de lado los condicionantes inter-
nos que modifican o refuerzan los víncu-
los y la actuación de las personas y, por lo
tanto, sus roles y funciones?.
Este es un tema del que no se tiene
suficiente información; sin embargo, co-
incidimos en el supuesto que la ciudada-
nía pueda recrearse también en el marco
de contextos locales y vecinales y que la
práctica de valores y la aceptación de nor-
mas dentro del grupo social pueden ser
fuentes desde donde se la enriquezcan
significativamente.
136
En América Latina, en un gran número
de países, las comunidades rurales, ur-
bano marginales y algunas organizacio-
nes vecinales, por valores arraigados,
derecho de costumbre, desconocimiento
o por asunto de prioridades, viven en una
doble dicotomía: el cumplimiento de la
norma expedida por el Estado y la prácti-
ca de un comportamiento definido por la
comunidad. Puede parecer un problema
sencillo, pero en realidad no lo es. Mu-
chas comunidades en el Perú han resuel-
to problemas de seguridad ciudadana, or-
den interno, alimentación, educación, “al
margen” de las estrategias implementadas
por el Estado, con mayor eficacia y sin po-
ner en riesgo las relaciones entre sus
miembros: para ellos no hay policía que
vele por el orden, ni juez que imparta justi-
cia; se acepta las decisiones y se adopta
la organización que mejor combine con el
interés de la población.
Los valores con que se mide la igual-
dad en las comunidades vecinales, loca-
les rurales y urbanas, tienen distintos re-
ferentes aunque parezcan iguales ante la
ley; por lo tanto habría que incorporar en
la redefinición del concepto todo lo que se
relaciona con igualdad y justicia social,
como dicen Borja y Castells (1999):
“No hay ciudadanía si no hay igualdad
jurídica, sea cual sea el origen nacional o
étnico. Por lo tanto es legítimo el derecho
de todos los habitantes y de todas las fa-
milias a participar en la vida política local.
Pero tampoco hay ciudadanía si hay ex-
clusión social[...] No hay ciudadanía si la
ciudad como conjunto de servicios bási-
cos no llega a todos sus habitantes y si no
ofrece esperanza de trabajo, de progreso
y de participación a todos. La ciudad debe
ser un espacio de fraternidad” (Op. cit. pág:
368-369).
La ciudadanía, por lo tanto, cobra ma-
yor envergadura en virtud de que está re-
lacionada con equidad social, igualdad de
oportunidades y mejor información sobre
los aspectos que tienen que ver con el
desarrollo de la ciudad, dejando de lado
el concepto decimonónico de la participa-
ción política como único parámetro.
En la misma línea que Kymlicha (1999),
Vallespirin (1998), aboga por tener en
cuenta el factor étnico en la configuración
de una remozada idea de ciudadanía , en
conformador de la identidad personal y
colectiva, pero que debe ser compatibi-
lizado con un concepto de ciudadanía más
amplio capaz de dar cabida a un pluralis-
mo nacional, étnico y cultural que es ya in-
soslayable en casi todas las sociedades
actuales. La solución pasa, a nuestro jui-
cio, por reconstruir un concepto de cosmo-
politismo que encuentre sus señas de iden-
tidad en los valores universalistas de la ilus-
tración y se arraigue en el proceso demo-
crático” (Vallespirin, 1998: 31).
De hecho, aquí aparece marcado níti-
damente el paradigma en el que es posi-
ble orientar la nueva concepción de ciu-
dadanía que se plantea: la democracia;
aún cuando –como el mismo lo insinúa-
el principal problema que se debe resol-
ver es el referido al ámbito tradicional en
la que se ha considerado (nacional) y el
campo específico en la que se la ha men-
cionado (el político). Frente a estas dos
limitaciones, sugiere la unión de la sobe-
ranía política con la comunidad étnica o
cultural. La realidad de los pueblos, parti-
cularmente de los del mundo dependien-
te, proporciona evidencias que facilita una
explicación menos dogmática y menos
ortodoxa que la resultante de las explica-
ciones normativas, en el sentido que la
tarea de mayor importancia en estos pue-
blos está relacionada con el ajuste de los
patrones legales al contexto sociocultural.
¿Qué implicancias plantea una con-
cepción de esta naturaleza?: En primer
lugar, una reformulación total de los con-
ceptos asociados a la teoría y a la práctica
políticas, en virtud de que los tradiciona-
les y nuevos escenarios -si bien deben
ajustarse a las exigencias de la realidad
presente- no deben perder de vista que
no siempre los referentes de mayor peso
se correlaciona exclusivamente con uno
de ellos; existen condiciones y relaciones
que se entrecruzan y requieren de un tra-
tamiento en el marco de la concertación y
adecuación. En segundo lugar, una
reorientación total de la estructura del Es-
tado y de las instituciones que le sirven,
con la finalidad de dinamizar los proce-
sos y las iniciativas que parten de la po-
blación y de las instituciones representa-
tivas; lo que dará lugar a la ampliación de
la comunidad política y a mejores resulta-
dos. En tercer lugar, el fortalecimiento de
la institucionalidad participativa en todos
los frentes, como principal garantía de
cambio y desarrollo social sostenibles.
En un importante trabajo de discusión
sobre las perspectivas históricas de Amé-
rica Latina, Sabato (1999) explica -desde
un ángulo jurídico clásico- que la ciuda-
danía está definida por la titularidad y el
ejercicio de los derechos individuales;
pero al mismo tiempo introduce la refe-
rencia de que en México la condición de
vecino es el elemento fundador de la ciu-
dadanía, condición imprescindible para la
obtención de derechos políticos. Por otro
lado, al abordar el tema de los movimien-
tos sociales en este continente, Guerra
(1999), afirma que es imperativo el abor-
daje del problema desde una perspectiva
cultural e histórica, tanto para reconocer
las características y su complejidad como
para conocer sus orígenes o sus avata-
res; insinúa que los contextos históricos
definen ciertas prioridades para la actua-
ción humana en las que no siempre se
vislumbra la cuestión ciudadana como
prioritaria, en alusión a la experiencia de
las revoluciones hispánicas en las que
señala como dominantes los asuntos de
soberanía, representación y nación.
No vamos a comentar en extenso esta
afirmación, sin embargo es bueno recor-
dar que las tres prioridades que enuncia
corresponden a las tres esferas funda-
mentales en la construcción de ciudada-
nía: el político, el territorial y el cultural, res-
pectivamente. Lo que ocurre es que la
137
concepción que maneja tiene su funda-
mento en la ciudadanía individual, por lo
tanto, normativa 6
El estado de la cuestión en el tratamien-
to teórico sobre la ciudadanía, finalmente,
se enriquece con el aporte de Valencia
(1998), quien introduce la variable ambien-
tal y refuerza los conceptos de participa-
ción, democracia, cultura, solidaridad y
cambio social como aspectos fundamen-
tales para una nueva concepción. Variable
que había merecido un tratamiento perifé-
rico, a pesar de las connotaciones socia-
les, económicas y políticas que se deriva-
ban de ella. Su punto de vista trasciende la
esfera del dominio de los derechos indivi-
duales y plantea una actitud de compromi-
so generacional, apelando a cambios fun-
damentales en los soportes de la socie-
dad, como el Estado, las organizaciones y
los individuos, como sujetos conscientes
del papel que les toca desempeñar.
“Hay, pues, una “dimensión ambien-
tal” que plantea problemas a nuestros con-
ceptos de democracia, participación, repre-
sentación y ciudadanía que trasciende a la
necesidad de reforma institucional del Es-
tado y depende más de la magnitud de los
fines del ecologismo político [...]. Este tipo
de principios necesita una noción de ciu-
dadanía que respete a las generaciones
futuras y a otras especies e implica un pa-
pel importante como garante de los dere-
chos medioambientales. El slogan de los
verdes, “actúa localmente, piensa global-
mente”, muestra que intentan construir una
visión del concepto de ciudadanía como
resultado del compromiso y de la práctica
políticas de los individuos sobre la base
de la lealtad ecológica y no de la lealtad
nacional.
En este contexto, la creación de “ciu-
dadanos ecológicos” depende del ímpetu
del cambio social causado por el deterio-
ro del medio ambiente, así como de la
cultura de solidaridad medioambiental que
vienen unidas a diversas formas de aso-
ciación como es el caso del movimiento
verde” (Valencia, 1998: 189).
138
Aunque puede ser discutible que la
construcción de la ciudadanía se haga
anteponiendo la lealtad ecológica a la leal-
tad nacional es ilustrativo el hecho que
las respuestas de la población frente al
deterioro del medio ambiente se hace
sobre la base de una cultura ecológica
más consistente que la actitud política, con
un fuerte contenido principista y de soli-
daridad con la población y con el medio.
Estos dos aspectos son sustanciales
para la participación ciudadana y para la
solución de los problemas planteados por
el desequilibrio entre crecimiento y con-
sumo de recursos. Es decir, estaríamos
frente a un nuevo elemento que propone
inmejorables perspectivas a una nueva
definición de ciudadanía: la dimensión
ética; que asociada al tema ambiental bien
podría enmarcarse dentro de la denomi-
nada ética ecológica.
Su valor como elemento dinamizador
de cambios en el comportamiento y en la
generación de nuevas actitudes, es inne-
gable; por lo tanto, es de suponer que co-
bra vigencia para fortalecer la noción de
ciudadanía y para consolidar los sistemas
de valores.
Citando a Christoff, Valencia (1988), en
concordancia con los asuntos de ciuda-
danía con la variable ecológica entresa-
camos que:
“La ciudadanía ecológica dependien-
do de que forma adopte cambia, amplia o
extiende las nociones existentes de una
ciudadanía social y política. La ciudada-
nía ecológica es definida, fundamental-
mente por su intento de ampliar el discur-
so del bienestar social reconociendo los
principios relativos a los derechos
medioambientales e incorporándolos al
derecho, la cultura y la política. En parte
busca hacer presión para el reconocimien-
to de las necesidades de los seres huma-
nos “no ciudadanos” (en un sentido terri-
torial y jurídico) en la toma de decisiones.
También promueve la incorporación y
consideración fundamental de intereses
de otras especies y de las generaciones
futuras dentro del proceso democrático.
Esto supone cambios que amplían los lí-
mites de la ciudadanía política existente
más allá de las nociones de “Estado-na-
ción” y “comunidad nacional” que han de-
terminado la ciudadanía “formal”
(1996:161-2) (Valencia, 1988: 190).
En la expresión de la ciudadanía
ecológica se concentra la totalidad de fac-
tores que hemos hecho referencia líneas
arriba: el reconocimiento de los valores
inmanentes en el individuo como miem-
bro de un grupo social (privilegiado por la
concepción normativa, burocrática y lega-
lista de la ciudadanía), pero activo y perte-
neciente a una nacionalidad, a una etnia
o a una cultura determinada (reforzado por
el pensamiento sociocultural); los debe-
res y derechos como pilares básicos en
la organización social y en la convivencia
(asumido por un enfoque estrictamente
organicista y formal de la ciudadanía), pero
ampliado por el creciente protagonismo
de actores inéditos fuera del esquema del
Estado (participación y ejercicio proactivo
de la ciudadanía); el componente de la
identidad y el respeto por los valores de
una comunidad (pensamiento comunita-
rio); el ejercicio de potencialidades para
lograr la autonomía y la transferencia de
responsabilidades en el proceso de cons-
trucción de espacios democráticos y
participativos (pensamiento radical); y, el
medio ambiente, como escenario de de-
cisiones que compromete a las genera-
ciones presentes y futuras fundados en la
sensibilidad de los gobernantes, la soli-
daridad y la unión de las personas (pen-
samiento ecológico).
Cada uno de ellos, afirma la noción
de una ciudadanía circunscrita a las con-
diciones del desarrollo actual, a la des-
aparición de las brechas sociales exis-
tentes, al fomento de la integración de to-
dos los espacios y de todas las culturas,
promoviendo un nuevo tipo de relación
entre el Estado y la sociedad civil.
En América Latina como en el Perú, la
construcción de la ciudadanía, como base
para una participación institucional, se ha
venido gestando a partir de los movimien-
tos sociales y políticos en los últimos cua-
renta años, concretados en el incremento
de las tasas de escolaridad, la reducción
de los índices de analfabetismo, la am-
pliación de la base informativa y tecnoló-
gica. Se complementa este escenario con
el impulso de las organizaciones femeni-
nas en la solución de los problemas de
alimentación, salud y medio ambiente; la
proyección de las instituciones educativas
a los sectores con mayores necesidades
de capacitación, el impulso del trabajo de
las Organizaciones No Gubernamentales
y la lucha contra los gobiernos corruptos
e inmorales. Cada escenario ha fortaleci-
do las aptitudes y actitudes de la pobla-
ción, aún cuando sin un planteamiento
orgánico y sostenido.
En este esquema, las juntas vecina-
les pueden constituirse en instancias de-
cisivas para la construcción de un nuevo
tipo de ciudadanía y para la práctica de
actitudes que garantice el mejoramiento
de su calidad de vida, una mejor orienta-
ción en su vocación autonomista, como
organismo de coordinación, defensa y
conservación del medio ambiente, como
medio de articulación descentraliza, con
respecto al gobierno local, y a los demás
sectores productivos y como expresión de
la solidaridad comunal. Existen, sin em-
bargo, factores que limitan seriamente la
construcción de esta ciudadanía como:
“La crisis de representatividad y el des-
crédito de los partidos políticos [...].La per-
sistencia de los patrones de clientelaje y
la debilidad e incoherencia en la adhe-
sión a los principios democráticos.[...]Las
desigualdades económicas[...]” (Díaz,
2000: 96).
Estos tres factores corresponden a la
realidad actual y a pesar de su aparente
fatalismo, el planteamiento global del au-
tor está cargado de optimismo como pro-
ducto del análisis de las experiencias
exitosas desarrolladas en el Perú y por la
capacidad de aprendizaje y de respuesta
139
de la población. Añadiríamos algo más, los
planteamientos desde el Estado pueden
tener efectos reduccionistas y limitantes en
la iniciativa popular; del mismo modo que
los espontaneísmos de la población pue-
den alentar la anarquía y el pasivismo.
Hemos llegado a un momento especial en
la democracia representativa peruana que
precisa una reorientación total en los
liderazgos verticales, en la conducta parti-
dista y en la proyección del Estado. Cree-
mos que las condiciones están dadas, a
pesar de las limitaciones evidentes.
Sin duda, el asunto más complejo en
un espacio vecinal, particularmente en los
centros urbanos que funcionan como
bolsones de recepción de migrantes, es
la generación de una identidad que sirva
de patrón de referencia y que facilite la
convivencia de los grupos humanos, toda
vez que en la gran mayoría de ciudades
los referentes son múltiples y la influen-
cia de otros valores termina por recrear
seriamente las conductas de origen de
los pobladores, a pesar de lo que plan-
tean Borja y Castells (1999: 115-130) en
el sentido que los barrios constituyen es-
pacios que las minorías étnicas lo em-
plean como “forma de protección, ayuda
mutua y forma de especificidad”. En el
caso del Perú, los barrios y sus organiza-
ciones vecinales no tienen las caracterís-
ticas de sus pares norteamericanos que
les sirve como estudio de caso, puesto
que no se conforman selectivamente de
acuerdo a la procedencia de las perso-
nas, salvo en algunas ocasiones, espe-
cialmente en las invasiones a propieda-
des del Estado.
La lección que deja el análisis de la
ciudadanía, en contextos en los que la par-
ticipación poblacional es el instrumento de
la mayor importancia para la concreción de
conductas de solidaridad, es que no es
suficiente ni el reconocimiento de los de-
rechos individuales ante la ley ni la formu-
lación de normas que complementen y re-
conozcan el estatus de las organizaciones
vecinales, si paralelamente no se promue-
ve la solidaridad, la concertación, la
140
institucionalización de la participación, el
mejoramiento de la calidad de vida y la
definición objetiva de nuevas modalidades
de gestión del desarrollo local.
3. GOBERNABILIDAD
Una de las mayores preocupaciones
del momento corresponde al fortaleci-
miento de las instituciones democráticas
de la sociedad y a la capacidad de res-
puesta del Estado a las demandas
institucionales y sociales, en un clima que
no violente ni los procesos políticos ni la
convivencia entre los grupos sociales. La
preocupación no sólo es académica y
científica, lo es también desde el punto de
vista de la gestión del desarrollo nacio-
nal, regional y local, ya que se puede con-
siderar el mayor logro para una sociedad
institucionalizada políticamente, si se han
creado las condiciones de concertación
entre los grupos que disputan el poder8,
las instituciones que administran el po-
der y los grupos que activan los procesos
económicos, sociales y culturales.
Lo que sostenemos es que la gober-
nabilidad debe ser entendida como sinóni-
mo de equilibrio consensuado para garan-
tizar un proceso de desarrollo a cualquier
escala, acuerdo que se hace sobre la base
de grandes objetivos y sin que los actores
sociales, por muy de acuerdo que parez-
can, pierdan sus identidades políticas.
La amplitud del concepto no favorece el
análisis desde una sola perspectiva, en
vista que “[...] la gobernabilidad. No es una
cuestión únicamente política-administrati-
va[..] (Borja y Castells, 1999:365); se trata
de una categoría que lleva implícito un con-
tenido social, ya que el impulso de la parti-
cipación de la sociedad civil es un factor
fundamental; un contenido cultural, en ra-
zón de que el potenciamiento de los acuer-
dos de consenso sólo es posible en la
medida que se plantea una cultura de so-
lidaridad y entendimiento; un contenido
político, en tanto plantea el fortalecimiento
de las instituciones de gobierno y de las
instituciones para el ejercicio del poder.
 Cuando se habla sobre la posibilidad de
que las ciudades tengan referentes de ma-
yor peso en cuanto a la construcción de un
tipo de ciudadanía diferente a la tradicional y
una gestión en la que todos los actores es-
tén legitimados, las expresiones de Borja y
Castells, son apropiadas. Hablan de la ciu-
dad como espacio de democracia pero de
un tipo especial de democracia, aquella don-
de los lazos sean de proximidad; es decir, un
espacio donde las diferencias se acorten en
función de las semejanzas y los acuerdos y
en el que se puedan reforzar las identidades
colectivas integradoras (Borja y Castells,
1999:365-369)9.
La existencia de problemas en la so-
ciedad y en el aparato del Estado, como la
manipulación, la corrupción, las diferen-
cias en el ingreso y en las condiciones de
existencia, con brechas sociales profun-
das; la sistemática irrupción del Estado
en los fueros judiciales, policiales, milita-
res y administrativos, con pocas posibili-
dades de mantener márgenes de manio-
bra para los demás actores sociales, han
hecho que el concepto de gobernabilidad
esté plagado de vicios de forma y conteni-
do. En apariencia, los efectos nocivos de
esta situación repercuten solamente en
la eficiencia de los sistemas de gestión;
sin embargo, los alcances y los efectos
de mayor impacto lo sufre la sociedad ci-
vil: se pierde la confianza y la credibilidad
en las instituciones y, por cierto, se
deslegitima la acción política, en todos los
niveles. Por lo tanto, la necesidad de una
nueva concepción es urgente.
Se han señalado como condiciones
fundamentales para que este cambio ten-
ga lugar, cuando menos tres cuestiones
centrales (Tomassini, 1993): la primera, tie-
ne que ver con la transparencia en el ma-
nejo de los asuntos públicos; la segunda,
relacionada con la operatividad de las ins-
tituciones y con los productos que genera;
y la tercera, con la capacidad y fortaleci-
miento de las organizaciones sociales. Sin
embargo se pueden añadir algunas razo-
nes adicionales como, la capacidad para
la generación de alianzas estratégicas, tan-
to dentro como fuera del rango de manio-
bra del Estado, particularmente con las
empresas privadas y las entidades
cooperantes; la creación de un clima de
estabilidad política y económica, resultan-
te, más que de normas institucionales, de
acuerdos compartidos y concertados en-
tre los actores sociales.
La gobernabilidad, por otro lado, requie-
re de una cultura política distinta, a nivel del
Estado, de las organizaciones de base y
de la población, máxime si lo que se quie-
re es el respeto de la institucionalidad de-
mocrática y legitimar su acción. Una nueva
cultura política precisa identificar las varia-
ciones en el comportamiento de los miem-
bros de las instituciones de base y su in-
corporación como agentes de cambio, para
evitar su conversión en agentes pasivos o
en agentes nocivos para el proceso. Esta
premisa tiene relación con lo que L. García
San Miguel (1980) analiza al tratar de dis-
tinguir “contestatario” e “integrado”:
“[...] El integrado “sin matices” es el
hombre del sistema. Se identifica total-
mente con él en el plano ideológico y, en
el plano práctico, vive de él y para él.[...]
Integración con matices críticos.- Esta ac-
titud no se distingue de la anterior en lo
esencial [...]. Se trata de una integración
insatisfecha, como a regañadientes, sin
buena conciencia.[...]. Contestación mo-
derada.- [...] el ingrediente crítico pre-
domina sobre el conformista. {...] Contes-
tación radical.- [...]. El contestatario
“puro”no desempeña ninguna actividad
laboral dentro del sistema; su contacto con
él se reduce a la pura presencia física en
el país (casi siempre en la clandestinidad),
y cuando ejerce alguna actividad siempre
es al servicio de su acción contestataria y
no de objetivos personales. [...]. Confor-
mismo contestatario.- [...] es una actitud
intermedia entre las dos anteriores. Quie-
nes participan de ella son gentes “situa-
das” dentro del sistema ( aunque casi nun-
ca en los escalones superiores)[...]. En cier-
to sentido, su actividad contribuye a man-
tener el sistema; en otro sentido, va dirigi-
da contra él” (Op. cit. pág: 17-34).
141
 Aún cuando resulten discutibles los
presupuestos semánticos de los térmi-
nos que se emplean, llama la atención
sobre la realidad que se vive en los paí-
ses sudamericanos, en lo concerniente a
la definición del hombre dentro de los pro-
cesos políticos, respecto a la vitalidad y
entrega con que se asumen los compro-
misos. En efecto, el oportunismo político
se caracteriza por el acomodamiento in-
dividual y orgánico a los cambios que ocu-
rren en las coyunturas sociales, sin inte-
resar las líneas matrices de los progra-
mas o de los principios éticos, cuando lo
que se busca es sacar el mayor provecho
posible. Con este esquema han convivi-
do tanto dictaduras como democracias,
basadas en la capacidad de movilización
de los recursos y en la persuasión, sus-
tentando la manipulación, el paternalismo,
el clientelaje y la institucionalización de la
corrupción, factores contrapuestos a todo
esfuerzo por construir la gobernabilidad.
El supuesto que subyace en este plan-
teamiento, tal como lo establece el autor
citado, es que:
“En el fondo de la antinomia democra-
cia-dictadura, se encuentra una doble con-
cepción del hombre: Hay quien piensa que
los hombres son desiguales y que deben
seguir siéndolo; hay quien cree que deben
ser iguales y que, donde subsistan des-
igualdades, debemos tender a eliminarlas,
o al menos reducirlas” (Op. cit. pág: 63).
Si se analiza parcialmente el pensa-
miento del autor, puede aparecer como una
postura tímida y carente de definición; sin
embargo si nos atenemos al enfoque glo-
bal y a la premisa básica de su argumenta-
ción, en el sentido de que niega rotunda-
mente la posibilidad del nacimiento y desa-
rrollo de una sociedad autogestionada (¿de
base participativa?), el asunto cambia radi-
calmente, puesto que toma partido frente a
un hecho que requiere mayores evidencias
empíricas y constataciones históricas.
El otro gran problema que plantea la
gobernabilidad es el referido a la legitimi-
142
dad en el ejercicio del poder. En las de-
mocracias representativas el fundamen-
to básico es el proceso electoral y la vo-
luntad soberana de la población; a pesar
de las reglas de juego y los esquemas
planteados para tal fin, como en el caso
del Perú, con los tres últimos procesos
electorales: un poder judicial capturado,
un ente electoral sumiso, leyes a favor de
la re-reelección, prensa servil a los intere-
ses del gobierno, chantaje a los líderes
políticos, desprestigio sistemático desde
el gobierno a los líderes de la oposición,
enfrentamientos sistemáticos con los go-
biernos locales, especialmente con el re-
corte de sus atribuciones.
La naturaleza del poder y las caracterís-
ticas de su acción facilita o retarda cualquier
iniciativa de cambio en las reglas de juego,
de tal suerte que los mayores esfuerzos para
lograr un proceso de transición hacia espa-
cios de gobernabilidad deben partir, en es-
tos contextos, del Estado.
En este sentido, no hay que perder de
vista que el protagonismo en la imple-
mentación de la gobernabilidad no corres-
ponde sólo al Estado, ni tan siquiera por su
enorme capacidad para propiciar las nor-
mas que garanticen un marco adecuado;
paralelamente se debe reconocer las po-
tencialidades reales de los sectores em-
presariales, particularmente productivos,
que son los que viabilizan la solución de las
demandas de empleo y el mejoramiento
de la capacidad económica de un país; así
como la sociedad civil en su conjunto, am-
bos constituyen los nexos articuladores con
las demás instancias oficiales, productivas
e institucionales, actuando como dinami-
zadores de las políticas de desarrollo y como
sustentos de legitimación.
Corresponde a una necesidad urgen-
te que la gobernabilidad sea entendida
como un proceso orientado a lograr la efi-
ciencia institucional, entendida como la
capacidad para responder en la dirección
adecuada y oportunamente a las deman-
das sociales, en vista de los enormes va-
cíos que presenta la gestión nacional, re-
gional y local actuales. El dilema no es
sólo administrar la crisis, que puede
enmarcarse en un objetivo coyuntural y de
sobrevivencia, el planteamiento corres-
ponde también a un problema de eficien-
cia, en virtud de que las instituciones lo-
cales como están diseñadas y como es-
tán cumpliendo con sus compromisos,
son rémoras dentro del proceso de desa-
rrollo que no aportan nada sustancial. Por
lo tanto, sus extensiones administrativas
y sus referentes de base, como las Jun-
tas Vecinales, tienen similares -o talvez
más graves- problemas en la gestión.
Cómo facilitar la canalización de las
demandas poblacionales y sus expectati-
vas es un tema de la mayor importancia en
la gobernabilidad, puesto que la costum-
bre ha hecho creer que el único que debe
asumir las responsabilidades en la solu-
ción de los problemas sociales es el Esta-
do. La tesis que asigna a la participación
el rol de instrumento del Estado para ali-
viarle la carga institucional y para reducir
los gastos oficiales, consiguientemente
para evitar cualquier transformación estruc-
tural de la sociedad, se inscribe dentro de
este planteamiento; contrariamente quie-
nes abogan por la co-responsabilidad, la
coordinación y la cooperación, refuerzan la
idea de que es posible concertar, el logro
de algunos objetivos compartidos, en el
que el objetivo estratégico referencial sea
la democratización de la gestión y la crea-
ción de bases para futuras acciones
participativas10.
Un punto de sustento importante para
la gobernabilidad –como se ha indicado-
es el relacionado con la identificación de
la acción del Estado con el conjunto de la
población; es decir con la representación
de sus intereses. La elección de las auto-
ridades es un mecanismo en el que se
expresan las preferencias pero no siem-
pre corresponde a la legitimación de la
acción pública; la recíproca corresponden-
cia entre uno y otro se logra activando
mecanismos que fortalecen con mayor
fuerza la confianza y la estabilidad, así
como la observando la conducta de los
líderes que conducen las instituciones. En
el caso de las juntas vecinales se pre-
sentan dos problemas, que a nuestro jui-
cio son serios, desde la perspectiva de la
gobernabilidad: el primero, relacionado a
la elección de los representantes vecina-
les, que como en Perú, expresan los inte-
reses de los grupos dominantes o de la
línea oficiosa del partido político del Alcal-
de, deslegitimado –además- porque el
proceso es preparado, supervisado y con-
ducido por el municipio; y, el segundo pro-
blema, se refiere a la elección del presi-
dente vecinal y a sus integrantes y la mo-
dalidad del proceso.
La probabilidad de que la escasa con-
ciencia política de los miembros de un te-
rritorio vecinal, sumada a la deplorable di-
fusión de los procesos y a la minimización
de su trascendencia, actúen como facto-
res básicos para desalentar la participa-
ción poblacional, es asunto que hay que
considerar con la mayor objetividad. Ob-
viamente se debe tener en cuenta que no
existe una tradición que respalde a la elec-
ción vecinal como un hecho vital para los
intereses de la comunidad, como si ocurre
en el caso de la elección del alcalde o de
las autoridades políticas de un país, cuan-
do menos en los contextos de países de-
pendientes; procesos que por enmarcarse
dentro de las obligaciones ciudadanas
penalizadas, se les rodea de las segurida-
des y garantías necesarias. El valor de la
información no está garantizado en una
Junta Vecinal, de modo que, en contextos
con tradiciones electorales no transparen-
tes es mucho más fácil manipular la infor-
mación para inclinarla en la dirección que
conviene a los intereses de quienes go-
biernan localmente.
Este hecho, por las implicancias que
plantea, es una seria limitación para el
logro de la gobernabilidad, puesto que la
población desconoce a quien eligió y por-
que la participación vecinal no supera el
30 por ciento de la población. El tema de
la legitimidad, entonces, está concatenado
al nacimiento de los liderazgos políticos,
de los procesos que se implementan para
143
el ejercicio del poder y al respaldo que
exprese la población. Por lo tanto, no vas-
ta elegir para legitimar.
En los países desarrollados, donde los
canales de comunicación y de control ciu-
dadano son más efectivos o por lo menos
más asequibles a la población, las tareas
de evaluación integral de la gestión muni-
cipal y vecinal son actos públicos sujetos
al veredicto comunal y a la acción penal.
En teoría, el planteamiento funciona de
modo similar en países de América del Sur,
algunos de Asia, África, etc.; no obstante,
son pocos los que asumen la gestión con
transparencia, ofreciendo información sos-
tenida a quienes depositaron la confianza
en su gestión y favoreciendo la supervisión
de la ejecución de proyectos y actividades
vecinales. En Perú, por ejemplo, caso con-
creto de Villa El Salvador o en Porto Alegre
(Brasil), con las limitaciones evidentes que
plantea una acción de esta envergadura,
se ha logrado institucionalizar el control
social como acto de gobierno de los veci-
nos, con resultados relevantes y, sobre todo,
legitimando el ejercicio de la función.
Por otro lado, el reconocimiento y res-
paldo a los líderes vecinales se halla en
correspondencia con la capacidad de tra-
bajo, con la identificación con los intere-
ses de la población y con el poder de con-
vocatoria a los actos públicos, factores que
sin duda fortalecen la gobernabilidad y pro-
mueven un tipo de ciudadanía que actúa
como garantía para el ejercicio de dere-
chos y deberes en la escala local, regional
y nacional. Esto tiene relación con la bús-
queda de alianzas con todos los sectores
que tienen vida activa en la comunidad y
con la creación de espacios en los que los
agentes locales se sientan involucrados,
particularmente de la empresa que, hasta
hoy, mantiene un perfil bajo si tenemos en
cuenta sus posibilidades para actuar como
agente de desarrollo.
En muchos países del mundo se ha
tratado de establecer pactos para la ac-
ción de gobierno11 que ayuden a la supe-
ración de problemas económicos y socia-
144
les graves, que ponen en riesgo la estabi-
lidad del Estado y de la sociedad; para
facilitar la transición política de una dicta-
dura a una democracia; o para minimizar
los impactos políticos y sociales de los
actos de violencia política; o simplemente
como acto de concertación para definir los
objetivos de desarrollo nacional a largo
plazo. Los resultados ponen de manifies-
to la importancia de la coordinación y el
compromiso de los agentes sociales en
la construcción de bases sólidas para la
gestión y para el desarrollo.
En la lógica de nuestra propuesta, final-
mente, la gobernabilidad no se circunscribe
a un concepto que se entienda como un
hecho que facilita o viabililiza la acción gu-
bernamental, aunque también lo es. La base
participativa de la gobernabilidad y el princi-
pio pro-activo en su intención la convierten
en un referente de un nuevo entendimiento
entre la sociedad civil y el Estado. En efecto,
la democracia participativa constituye la
base y el principio esencial para lograr la
gobernabilidad; esta premisa se explica
complementariamente con el argumento
que sólo es posible la sostenibilidad social
local, en la medida que se activen los me-
canismos de participación y cooperación
entre todos los actores sociales. Sin ser un
planteamiento maximalista, ¿la idea está
exenta de riesgos?; si la respuesta es afir-
mativa, ¿quiénes deben asumir el liderazgo
o el protagonismo?.
Las lecciones en los países en los que
han desarrollado experiencias exitosas de
participación indican que, efectivamente, uno
de los graves contratiempos para
institucionalizar la participación es la estra-
tegia de involucramiento de la sociedad civil
–en el ámbito local- en el fortalecimiento de
sus instituciones y en las tareas del desa-
rrollo; en ambos casos los riesgos de la
atomización y masificación son evidentes,
así como el surgimiento de liderazgos verti-
cales, con orientación corporativista
unidireccional. Los liderazgos compartidos,
horizontales, surgidos tanto desde el muni-
cipio como de la comunidad, pueden con-
siderarse como hechos fundados dentro del
esquema participativo, siempre que los
protagonismos se complementen y las
sinergias apunten a consolidar una situa-
ción viable para la gestión.
Los ajustes burocráticos en las institu-
ciones locales (municipio, organizaciones
vecinales, sectores públicos, etc.) su per-
feccionamiento y adecuación a las necesi-
dades de la comunidad y del desarrollo
también constituye una prioridad importan-
te. Se trata de dinamizar la administración,
de servir mejor a los usuarios, de ofrecer
mejores servicios, de facilitar las mejores
opciones para resolver los problemas; pero
además, para institucionalizar el control
social y promover la innovación.
La gobernabilidad tiene características
que difieren de un contexto a otro, tiene
que ver con el desarrollo de la ciudada-
nía, con los niveles de información ase-
quibles a la población, con los niveles de
participación poblacional, con la voluntad
política de quienes gobiernan, con los
administradores del desarrollo local, etc.;
pero su vigencia plena se define única-
mente por la dinámica social puesta en
práctica y por la correspondencia entre las
acciones políticas y sociales con relación
a la sociedad. En resumen:
“La gobernabilidad democrática, en
principio, es incompatible con la imposi-
ción de criterios y prioridades que acen-
túen las desigualdades, amenazando la
cohesión interna de la sociedad en sus di-
versas escalas. Gobernabilidad y demo-
cracia son dinámicas complementarias. La
lógica de la gobernabilidad es el poder
efectivo, en tanto que la lógica de la demo-
cracia es la igualdad política. La asocia-
ción de estas dinámicas conduce a la “efi-
ciencia democrática” (Díaz, 2000: 123).
4. LOS PARTIDOS
POLÍTICOS Y LA
PARTICIPACIÓN VECINAL
La intención no es dar cuenta de los
planteamientos teóricos sobre el origen,
evolución y papel de los partidos en el de-
sarrollo social, tarea demasiado ambicio-
sa para los objetivos de esta investiga-
ción; si no sobre su papel en el ámbito del
desarrollo local, sin desatender la nece-
saria ligazón con los movimientos socia-
les en otras escalas territoriales, como las
regionales, nacionales e internacionales.
En una medida u otra, se reconoce que
los partidos políticos se han convertido en
los elementos articuladores entre la so-
ciedad y el Estado, en los intérpretes de
las necesidades de la población y las pa-
lancas que movilizan y canalizan la ener-
gía de los movimientos sociales y políti-
cos. Este papel ha sido desempeñado en
respuesta a las necesidades de organi-
zación civil, para frenar las excentricida-
des de poder del Estado y para equilibrar
las fuerzas sociales; también, como res-
puesta a la existencia de grandes brechas
sociales; o como garantía para asegurar
la representación transparente de los in-
tereses de una comunidad o de una na-
ción, por lo tanto, como factores de des-
aliento de las tentaciones totalitarias. En
muchos de los casos, además, han ac-
tuado como elementos aglutinantes de la
unidad y la concertación nacional; promo-
viendo el respeto por los valores naciona-
listas y la cultura.
Este papel ha sido asumido en dife-
rentes sistemas políticos y con grados di-
versos de intensidad, dependiendo de las
circunstancias socio-históricas plantea-
das, tal como lo confirma Vallespirin
(1998):
“ [...] los grandes conflictos políticos
de la modernidad han venido girando
sobre tres ejes: el económico (estado de
bienestar—lucha socialismo y capitalis-
mo) la cuestión de la legitimidad (libera-
lismo y socialismo de Estado); y el pro-
blema de las identidades (entre las que
destacan sobre todas las demás el factor
nacional, pero también aquellas que
abarcan diferencias de raíz religiosa,
étnica y cultural en sentido amplio[...] ”
(Op. cit. pág: 29-30).
145
 Las circunstancias han estado ligadas
a las características de los modelos polí-
ticos vigentes de modo que también se
han delimitado en el marco de los
paradigmas de los modelos democráti-
co, dictatorial y motivados por corrientes
ideológicas de variada naturaleza. En tan-
to se circunscribieron al modelo demo-
crático, los partidos han sido considera-
dos parte de los esquemas de los plan-
teamientos político-comunitaristas, con la
finalidad de fomentar la auto-organización
de la sociedad (Oliet, 1998: 99), aunque
en algunas circunstancias se han desa-
rrollado amparados en el esquema de
preservación de los intereses del Estado,
más que en el de fomento de la solidari-
dad de clase o grupo social. Tal postura
se presenta con frecuencia en las socie-
dades que postulan los partidos únicos o
en las que se ha logrado mayoría absolu-
ta para el acto de gobierno; por lo que la
tradición de éste, como expresión de uni-
dad para la consolidación de la sociedad
civil y respaldo a la democracia, afina
mejor en el modelo liberal, que desenca-
dena lealtades, básicamente a favor del
Estado.
Los sistemas democráticos, como
cualquier otro sistema, por este tipo de
fragilidades institucionales, además de la
organización de las comunidades políti-
cas de manera atomizada y con poca vo-
cación integracionista, perviven en condi-
ciones precarias, con escaso margen de
maniobra, a no ser que la sociedad en las
que se desarrollan haya alcanzado un ni-
vel de madurez política importante, como
para garantizar un desempeño alternado
en el ejercicio del poder.
En los espacios locales, como en los
regionales y nacionales, estas limitacio-
nes en la organización política, pueden
conducir a la desarticulación de la vida
partidaria y a perder de vista los referen-
tes que facilita la sintonía de sus integran-
tes. Por esta razón, si en las democracias
representativas las posibilidades de ob-
tener acuerdos consensuados están con-
dicionadas a la negociación de intereses
146
desde las cúpulas, hay quienes creen que
el intento por concretar un modelo de de-
mocracia participativa, no estará exenta de
los mismos o más graves problemas,
particularmente en la toma de decisiones
y en los asuntos estratégicos que formen
parte del desarrollo social12 .
Por otro lado, adicionando a las razo-
nes estructurales y coyunturales a las que
hemos hecho referencia a lo largo del tra-
bajo, se puede afirmar que los partidos
son de alguna manera productos de la
participación política y no de sucesos uni-
formes en la vida social; su acción se
enmarca dentro de las reglas que plantea
la situación económica, social y política;
como respuesta o como adecuación; es
decir como respaldo o alternativa a lo que
algunos explican como monopolio de la
neutralidad del Estado (Murillo de la Cue-
va, 1989: 18-49). Sin embargo, no sólo
para el presente sino para el futuro, cons-
tituyen garantía para la libre asociación,
para el equilibrio de poderes, para las ta-
reas de control social y la construcción de
espacios de poder, como sostenía Verdu
(1974) y Weber (1960; 1992).
A pesar de las ventajas de la vigencia
de los partidos políticos, la experiencia
histórica en casi la totalidad de las socie-
dades del mundo demuestra que la po-
blación paulatinamente ha ido perdiendo
la fe en ellos, por razones que van desde
las alianzas que se fomentaron desde su
interior, las coyunturas políticas de perse-
cución dictatorial, el reacomodo en la co-
rrelación de fuerzas sociales con el
protagonismo de nuevas fuerzas políticas,
las prioridades de la población respecto
a sus condiciones de vida, etc. y el dete-
rioro de los partidos sigue siendo un he-
cho concreto que requiere de mayores in-
vestigaciones.
Esta situación ha supuesto, compren-
siblemente, cambios importantes en las
estrategias de organización y en los dis-
cursos políticos a manera de mecanismo
de compensación desde su interior. Des-
de una posición de resistencia o desde la
esquina oficialista, los partidos han senti-
do el impacto de las respuestas ciudada-
nas, de modo tal que gran parte del des-
prestigio al que han sido conducidos ha
dado origen a la proliferación de infinidad
de organizaciones paralelas que compi-
ten en la escena política por lo mismo que
fue la bandera de lucha de los partidos.
En algunos contextos, con diferente
dureza, pero en la misma dirección, se
cuestiona la validez de los planteamien-
tos, de los discursos y los liderazgos.
“Conceptos fundamentales de la teo-
ría clásica, como los de “bien común”, y
“voluntad popular”, desaparecen o quedan
relegados a la mera retórica de los parti-
dos. La democracia ya no es concebida
como un ideal moral, como un tipo de so-
ciedad que desarrolla las capacidades ple-
nas del individuo, sino simplemente como
el “gobierno del político” (Gonzáles y
Quesada, 1988: 313)13.
De tal suerte que se amplia el espec-
tro de críticas al sistema de democracia y
se polarizan las posiciones al interior de
las investigaciones políticas y sociales,
desde los análisis que parten de la resis-
tencia civil (Randle, 1998) hasta aquellos
que refuerzan la relación entre democra-
cia participativa y clientelismo político (Al-
zate, 1995), pasando por los que suscri-
ben al sistema de democracia como frá-
gil para el oportunismo político.
Ha jugado un papel importante en este
proceso, la deformación de las exigencias
en la generación de liderazgos comuna-
les, centrados más en el culto a la perso-
nalidad que en la interpretación del senti-
miento poblacional y de sus necesidades;
de tal suerte que el ideal de Rousseau
(1973) que el poder proviene del pueblo y
su soberanía reside en su voluntad gene-
ral, fácilmente ha sido trastocado, tanto
por las condiciones internas de los parti-
dos como por los nuevos contextos y las
nuevas alianzas que se han promovido
en las sociedades actuales. El común de-
nominador, en todos los casos, ha sido la
actuación burocrática aislada de la pobla-
ción y carentes de consulta orgánica.
La temática planteada bien podría re-
lacionarse con lo que se ha denominado
la ley de hierro de la oligarquía, según la
cual –por razones que merece la pena in-
vestigar más en detalle- los partidos polí-
ticos constituyen en su interior una cuer-
po oligárquico que se comporta de mane-
ra similar a la oligarquía convencional; de
modo tal que los procesos políticos que
requieran consensos fuera del partido,
son establecidos entre oligarquías parti-
darias; es decir, entre lo que comúnmen-
te llamamos líderes políticos.
En la crítica a la democracia formal se
ha insistido con esmero en la manipula-
ción a la que son sometidos los militan-
tes, desvirtuándose la libre asociación y
el principio del centralismo democrático
que sustenta teóricamente a los acuer-
dos políticos y programáticos. Las mino-
rías están referenciadas en las cúpulas y
las mayorías en la actuación operativa,
encargadas además de legitimar los
acuerdos y planteamientos que surgen en
las “asambleas”, con el agravante del cas-
tigo disciplinario y la aplicación de los có-
digos de militancia en caso se desborde
las expectativas individuales y colectivas.
A la inversa, las minorías están referidas
a los sectores que ceden posiciones y las
mayorías a los que respaldan las deci-
siones propuestas, con lo que se com-
pleta el círculo vicioso de entidades políti-
cas ineficientes y carentes de una diná-
mica mejor concebida.
Si las probabilidades de consenso son
mínimas en las democracias formales,
por el paquete de directivas que
implementan las cúpulas, las democra-
cias participativas también han sido blan-
co de críticas frontales, particularmente
debido a la ruta que definen los acuerdos
y por la ineficacia con las que son
implementados. Se plantea que los acuer-
dos son lentos y de difícil articulación; sin
embargo como trasfondo de esta crítica
147
subyace la consideración política que las
iniciativas que provienen de las organiza-
ciones sociales de base, están viciadas
de origen puesto que los únicos con posi-
bilidades de entender las cuestiones po-
líticas y de actuar con eficacia son aque-
llos que se han preparado para ello o que
han nacido con dicha virtud.
Es evidente –además- que en el marco
de la participación, los partidos políticos
se convierten en grupos de presión con
una gran capacidad para definir situacio-
nes que pongan en riesgo la gestión públi-
ca y la actuación política del Estado, pues-
to que actúan como portavoces de intere-
ses sectoriales estructurados (Morillo de la
Cueva, 1989: 49) y como tales tienen capa-
cidad para promover iniciativas que se
orienten al equilibrio político o a la conce-
sión de prebendas. Este factor ha
influenciado para que se fortalezcan las
alianzas y los pactos estratégicos, para
imponer condiciones desde una posición
expectante y de mayor comodidad.
Ha quedado como una expresión muy
usada que los partidos en lugar de inter-
pretar la voluntad popular, paulatinamen-
te sustituyen al pueblo. Este planteamien-
to, desde las posiciones de gobierno, ha
sido utilizado para insinuar, con frecuen-
cia, la necesidad de una ley que regla-
mente la actuación de los partidos, a fin
de evitar los excesos de poder y la
marginación de los militantes. No obstan-
te, el abordaje del problema no pasa por
la modificación de las normas sino por un
planteamiento que asegure la práctica de
la concertación y la discusión interna, ge-
nerando una nueva cultura política, basa-
da en una lectura real de los cambios que
ocurren en el contexto mundial como en
la situación de un país y en el respeto a
las corrientes de opinión internas.
Los partidos políticos, colateralmente,
constituyen catalizadores de los movi-
mientos sociales, por lo tanto conforman
los frentes orgánicos desde donde se
concretan los desafíos contra las élites, la
autoridad, u otro grupo o códigos cultura-
148
les (Tarrow, 1997: 21-25); en consecuen-
cia, son los centros desde donde se ex-
plotan con mejor predisposición los inte-
reses, las necesidades y las potenciali-
dades de sus integrantes, particularmen-
te en la materialización de respuestas
conjuntas y en el logro de objetivos y me-
tas comunes.
Muchas de las características de los
movimientos sociales señaladas por
Tarrow (1997), sufren dentro de los parti-
dos modificaciones sustanciales; por
ejemplo la solidaridad tiene característi-
cas más parecidas al compromiso que a
la identificación plena respecto a una cau-
sa específica o a la ayuda mutua;
colateralmente, la acción colectiva parti-
daria se circunscribe a los protocolos elec-
torales y a ciertas movilizaciones de res-
paldo laboral o protesta por las medidas
gubernamentales, perdiendo vitalidad y
continuidad por lo que queda de tiempo
(Op. cit. pág: 21-25).
A pesar de que muchos de los aportes
del autor mencionado están contenidos
en los trabajos de los investigadores clá-
sicos de los movimientos sociales C.
Marx, F. Engels, V.I. Lenin, T. H. Marshal, M.
Castells; J. Borja, T. Hopeyhaym, lo que
parece irrefutable es que existe una vin-
culación entre la estructura social y la ac-
ción social, tesis que dicha en otros térmi-
nos resulta siendo la misma que la plan-
teada por la Escuela del Materialismo His-
tórico, cuando se afirma que son las con-
diciones materiales de existencia las que
determinan los cambios en la esfera de
la supraestructura. En otras palabras, los
movimientos y las organizaciones socia-
les corresponden al nivel de desarrollo
alcanzado por la sociedad y son su expre-
sión concreta 14.
En la misma línea, Vallesperin (1998)
hace referencia al hecho de que los movi-
mientos políticos modernos tienen referen-
tes que pueden ser explicados en los cam-
bios que se producen en el plano econó-
mico, político y cultural: la lucha entre Capi-
talismo y Socialismo es la expresión políti-
ca en el primero de los planos; el antago-
nismo entre los sistemas liberales y so-
cialistas, corresponde a la expresión polí-
tica en el segundo plano; y, el factor nacio-
nal, el impulso de las identidades, esta-
rían en el tercer plano. En cada caso, no se
trata de fuerzas que intervienen aislada-
mente dentro de la sociedad, corresponde
a manifestaciones de un estado situacional
y a la expresión concreta del planteamien-
to de los agentes políticos y sociales, den-
tro de los cuales, de manera protagónica,
se encuentran los partidos.
Visto de esta manera, las dimensiones
de la acción partidaria en el tejido social no
está del todo definida; puesto que, por un
lado hay que determinar las estrategias de
dirección y las respuestas sociales. En
contextos en los que la polarización políti-
ca es notoria se correlaciona las conduc-
tas con las directrices partidarias, a pesar
de los costes en la credibilidad; pero en
aquellos en las que hay equilibrio en la
correlación de fuerzas la estrategia pasa
por el establecimiento de coaliciones y la
implementación de pactos, igual que en
las instituciones políticas formales.
La diferencia que se puede establecer
depende de los objetivos que se plantean
como exigencia y de las ventajas que ello
genere para la población y para los parti-
dos. Tal como se ha visto en el análisis de
las juntas vecinales de España, a pesar
de las evidentes ventajas del apoyo de los
partidos políticos a la causa de los veci-
nos, la reacción se produjo en sentido in-
verso al esperado, ya que muchos de ellos
caracterizaron a esta intervención como
una de las causas fundamentales para
que el movimiento por la reubicación y la
solución a las demandas sociales no tu-
vieran el éxito planificado.
Los casos en los que el trabajo políti-
co se ha hecho con mayor proximidad a
las organizaciones vecinales, dependien-
do de las circunstancias históricas y de
las prioridades en la solución de los pro-
blemas, han permitido reconsiderar la
orientación del trabajo comunitario, espe-
cialmente en todo lo que significa la dis-
persión de esfuerzos, la priorización de
los problemas y necesidades comunes,
la posibilidad de actuación conjunta y el
interés por las alianzas estratégicas. En
todos estos aspectos, concretamente en
América Latina, los partidos políticos no
tienen estrategias definidas y planes es-
pecíficos para canalizar la participación;
por ello, el común denominador sigue
siendo la aplicación de programas de
asistencia social que ponen énfasis en
las bondades de los dirigentes políticos
más que en la capacidad de la población,
sin mucha diferencia con aquellos progra-
mas monitoreados desde el Estado.
Cuando hemos hecho referencia a las
alianzas y pactos políticos, obviamente no
dejamos de considerar que ellos se pro-
ducen sobrevalorando las ventajas políti-
cas más que el objetivo social, salvo cuan-
do el riesgo de anomia social y de crisis
generalizada puede poner en riesgo la es-
tabilidad del sistema y, por lo tanto, la vi-
gencia de los partidos.
Es lícito suponer que en el comporta-
miento de las cúpulas y en las respuestas
partidarias existen tramas actitudinales di-
versas y redes de relaciones asimétricas,
que desencadenan en códigos de actua-
ción distintas en escenario y en naturale-
za15: coordinación entre partidos y discipli-
na entre correligionarios; suspicacia y des-
confianza entre líderes políticos frente a la
solidaridad entre partidarios. Esta última
relación, según las experiencias que he-
mos dado a conocer, demuestra que en el
ámbito vecinal, en última instancia, prima
el sentimiento de identidad vecinal y co-
munal antes que el político.
Las relaciones son distintas en el caso
de los planteamientos orientados a con-
formar coaliciones que tengan como obje-
to constituir gobiernos de coalición, por su
envergadura y naturaleza, ya que pueden
hacerse extensivos a los espacios loca-
les, en razón de que son escenarios don-
de se reproducen a escala menor, simila-
res problemas en la gestión del desarrollo
149
y en la conformación del gobierno munici-
pal. Matas (2000) ha estudiado con
detenimiento las dimensiones que influyen
en la formación de gobiernos de coalición:
“[... La dimensión jurídica e institucional
[...] La dimensión electoral [... La dimensión
del sistema de partidos [... La dimensión
horizontal y vertical de los partidos [... La di-
mensión motivacional [... La dimensión his-
tórica [... La dimensión de la cultura política y
la opinión pública [...].” ) Op. cit. pág: 12-16).
La escala local en la que se reprodu-
cen las oportunidades de plantear coali-
ciones difiere sustancialmente de otras, no
sólo porque las instituciones y las organi-
zaciones se regulan por factores que va-
rían desde la forma como se implementan
los sistemas normativos hasta por la in-
tensidad con la que se hallan involucradas
en el desarrollo; sino por los objetivos y los
espacios donde se concretan los proce-
sos, sea en el ámbito rural o urbano. Por
norma general, las regulaciones estable-
cidas en los primeros se establecen re-
creando las normas o creando otras, ba-
sadas en la proximidad de las relaciones y
en la complicidad colectiva para resolver
problemas, o en la unidad que favorece el
pertenecer a una cultura con menos com-
plicaciones que en la segunda.
De seguro, es mucho más práctico y
asequible la posibilidad de que los vecinos
compartan puntos de vista similares en tor-
no a cuestiones que requiere aceptación
por la comunidad, que la misma posibili-
dad en sociedades invadidas por la infor-
mación, la tecnología, la educación cualifi-
cada y otras exigencias paralelas a las prio-
ridades exigidas por estos escenarios.
En el caso de las situaciones donde
proliferan las organizaciones políticas y la
posibilidad de desarrollar una intensa ac-
tividad de proselitismo o cualquier otra ta-
rea ligada a los partidos y a la comunidad,
ha ocurrido que el Estado ha tratado de
desalentar cualquier tipo de entendimien-
to, salvo el que acoja con beneplácito las
150
políticas de turno o el respaldo a su ges-
tión; con programas alimentarios de asis-
tencia, con proyectos vivientistas, o senci-
llamente con el reparto de víveres y útiles
escolares entre la población.
En América Latina, desde la década
de los sesenta, los sistemas electorales
siempre estuvieron condicionados por los
hechos anotados en el acápite anterior,
además de aquellos factores derivados
de la situación económica y social. Como
quiera que los partidos y las propuestas
de coalición han estado condicionados,
adicionalmente, por la presión social y por
el curso histórico del desarrollo de la so-
ciedad, los objetivos políticos han sido re-
basados por las prioridades de subsis-
tencia, constituyendo una de las causas
fundamentales para que las agrupacio-
nes partidarias dejen de lado la consoli-
dación de tales alianzas, incluso sus pro-
pios intereses, para aplicar una estrate-
gia de repliegue, que luego se activa en
los actos electorales16.
Al margen de estos resultados es evi-
dente que los partidos políticos siguen sien-
do los instrumentos que mejor han funcio-
nado en la articulación de la sociedad civil y
el Estado, al menos en el plano de la
institucionalización de los procesos de con-
sulta y en los procesos orientados a la eva-
luación de la acción política, de tal suerte
que, por esta razón, la conveniencia de su
reconocimiento y vigencia actúa como va-
riable de consolidación del propio Estado.
Existe una gran relación entre las trans-
formaciones producidas por los movimien-
tos sociales urbanos y los procesos de
acomodamiento de los partidos políticos;
del mismo modo que responde a similar
lógica la relación existente entre la desarti-
culación de los partidos y el fortalecimien-
to de los estados dictatoriales y liberales,
particularmente en América Latina. El ejem-
plo más claro es el que se define entre las
décadas del setenta al noventa, convulsio-
nado por la violencia política y por la crisis
total de los gobiernos democráticos, la
estrategia política de salida trató de com-
binar el componente político (surgimiento
de dictaduras militares como garantía de
orden), el social (oferta de ejecución de re-
forma agraria, reforma educativa, reforma
de la salud, empleo y seguridad), el cultu-
ral (“afirmación” de los valores nacionalis-
tas desde el ángulo de la democracia occi-
dental, satanizando la experiencia exitosa
de Cuba, como modelo alternativo a la de-
mocracia en crisis), el político (creando or-
ganizaciones paralelas a los partidos polí-
ticos, desprestigiando a sus líderes e
implementando sus programas, para des-
pojarles de ofertas partidarias, como de sus
banderas de lucha, acompañado de una
feroz represión a las asociaciones sindi-
cales, partidos, grupos políticos, etc., fun-
dados en el supuesto positivista de orden
y progreso), y el educativo (planteando la
necesidad de innovar el currículum con
nociones centradas en la nación y los valo-
res cívicos, como en el caso peruano, no
capitalista ni comunistas sino basados en
la “solidaridad, la fe cristiana y la autode-
terminación”).
Sin lugar a dudas, el impacto sobre las
instituciones –entre ellas las políticas- fue
de tal magnitud que hasta hoy no logran
recomponer sus cuadros ni terminan de
re-fundar las organizaciones, ya que el
descrédito alcanzó niveles preocupantes.
Pero la pérdida de centralidad de los
partidos no sólo ha tenido el referente ex-
terno como única causa, la inusual visión
de los acontecimientos, su manejo buro-
crático y la falta de renovación de los cua-
dros dirigenciales, contribuyeron también
a consolidar el caos institucional17, al punto
que literalmente desaparecieron de la
escena política; y, como consecuencia, se
minimizó severamente su papel
articulador al que hemos hecho referen-
cia. Para la democracia y para los intere-
ses del movimiento social y político este
hecho trajo consigo graves problemas: 1)
la pérdida de espacios para el ejercicio
de control social; 2) la ausencia de voce-
ros autorizados para canalizar las deman-
das de la población; 3) el incremento de
la violencia política; 4) la anarquía en el
manejo de los asuntos del Estado; y, 5) la
desarticulación de la sociedad civil.
El año 1997, la Comisión Andina de
Juristas (1998) en un documento donde
se da cuenta de la evolución política de
América Latina, resalta la dinámica en el
comportamiento político de este continen-
te, calificándola de positiva y muy buena
para el desarrollo de la democracia, parti-
cularmente por el hecho de que se han
producido importantes consultas electo-
rales: en Bolivia, Chile, Colombia, Ecua-
dor, con acontecimientos que han mere-
cido la atención de muchos analistas po-
líticos del mundo, por las implicancias de
la participación ciudadana en tales he-
chos, como las elecciones municipales,
la destitución del presidente Bucaram del
Ecuador, la renovación de la Cámara de
Diputados en Chile, etc. El apunte de inte-
rés expresado en el documento difundido
(Op. cit. pág: 14) es el reclamo de que los
sistemas democráticos tienen en la parti-
cipación el mecanismo más idóneo para
que la democracia no se elitice (Op. cit.
pág: 14) y el reconocimiento de que se
fortalezcan los mecanismos de control
desde la población.
Nos interesa del documento mencio-
nar, de los diez problemas que afronta la
democracia en este continente, tres que
nos parecen importantes:
“ [...] Persistencia de las tendencias a
la concentración del poder y a limitar los
espacios de participación política popular.
[...] Partidos políticos continúan con bajos
índices de confianza ciudadana, salvo en
Chile. Apatía generalizada a la participa-
ción política partidaria. [...] Ausencia de
política de descentralización efectiva
[...]...”(Op. cit. pág: 14).
Como señaláramos en párrafos ante-
riores, las causas que concretan este diag-
nóstico –que por otro lado es estrictamen-
te político y formalista- son estructurales;
se combinan las razones económicas,
sociales, culturales y políticas; a pesar del
surgimiento de los caudillismos, la falta de
151
programas e idearios remozados y la rup-
tura de los frentes de articulación con las
organizaciones de base, ayudan a enten-
der por qué se ha llegado a esta situación.
Como el comportamiento político de-
pende de las circunstancias históricas que
presenta la sociedad y de los idearios y
plataformas programáticas que caracteri-
za a cada partido, la asociación entre la
política y la cultura constituye un hecho re-
levante. Es sabido que aunque las normas
se recreen la actuación de las personas
tendrá el sello de ésta18, o en el mejor de
los casos, adquirirán características nue-
vas sin que desaparezcan totalmente las
originales. El hecho tiene una particular
importancia si nos ubicamos en contextos
como el Perú, especialmente en el norte,
en el que el trabajo del APRA (Alianza po-
pular Revolucionaria Americana), ha logra-
do articular el espacio familiar, vecinal, co-
munal, distrital y provincial, con el regional;
de modo que, desde el punto de vista polí-
tico, ha sido definida como el “sólido nor-
te”, en referencia a la primacía del pensa-
miento aprista sobre el resto de partidos.
La naturaleza de la definición da lugar,
sin embargo, a un comentario adicional: gran
parte de los militantes de este partido han
sido educados dentro del hogar y no en las
esferas del partido; defienden con ardor –a
veces con intolerancia y agresividad- los plan-
teamientos teóricos y los logros del gobier-
no que les tocó encabezar, fomentan la uni-
dad y la solidaridad entre sus miembros, jus-
tifican de modo inequívoco las coaliciones
fuera de toda lógica que formaron con sus
principales enemigos políticos (particular-
mente de derecha); y, al margen de la veraci-
dad o falsedad de sus principios, suelen co-
rresponder a sus líderes con la pasión y la
entrega digna de una secta mesiánica o de
un ejército fascista. Es que para todos ellos,
el APRA más que un partido, es un senti-
miento y una forma de vida19.
Además del APRA, desde las primeras
incursiones de las agrupaciones en la vida
política, las respuestas instituidas se han
caracterizado por combinar el pensamiento
152
individualista, el esbozo de programas
como reflejo de la situación, fundamental-
mente política, el talante del caudillo y un
poco de sensibilidad con la situación na-
cional, desde varias perspectivas: como res-
puesta al militarismo (Partido Civil de 1870),
como respuesta al vacío de poder y al caos
de la postguerra, combinada con las cuali-
dades del caudillo (Partido Constitucional
de 1886); como consecuencia de una nue-
va visión de los problemas nacionales y
como respuesta a la descomposición de la
sociedad, con un componente ideológico
nuevo (La Unión Nacional de 1891 e Izquier-
da Unida de 1967); o como respuesta al
caudillismo puro y duro -en los términos de
Ramírez (2000: 24-25), los partidos
caudillistas aluvionales”- , que lo ubicaría-
mos a partir de 1956 hasta los actuales
momentos, incluyendo el partido del de-
puesto presidente Fujimori Fujimori (Cam-
bio 90- Nueva Mayoría) y del Alcalde de Lima
Alberto Andrade Carmona (Somos Perú).
Siendo los partidos instituciones que
por su naturaleza sirven de nexo entre la
sociedad civil y el Estado, existe aún una
deuda pendiente sobre su actuación en el
fortalecimiento de la participación ciudada-
na en todas las escalas territoriales del
Perú y de América Latina; sin duda –tam-
bién en los países de otros continentes,
África y Asia- en los que pervive la margina-
lidad comunitaria y la manipulación políti-
ca, como conductas al interior de los parti-
dos. Por otro lado, los esfuerzos que se
hacen para mejorar las administraciones
locales y para convertir los organismos
descentralizados municipales, como las
Juntas Vecinales, en espacios de asocia-
ción con estos actores, la sensación que
trasciende del hecho es que los avances
obtenidos en el intento por cristalizar insti-
tuciones eficientes, dentro del paradigma
de la “calidad total”, deja en claro que no
hemos sido capaces de producir sistemas
que racionalicen la representación20.
¿En qué campos específicos para las
Juntas Vecinales, la labor de los partidos
podría ser relevante?. Si la participación
ciudadana expresa la tendencia a com-
partir las responsabilidades en la gestión,
no hay ninguna duda que esta pretensión
requiere de niveles cualificados de cultu-
ra política y capacitación, además de una
visión clara de que la transferencia de las
responsabilidades ocurrirá en contextos
poco claros, con signos inequívocos de
instituciones lentas y con problemas de
estabilidad política y moral.
Esta debe ser una tarea esencial de
los partidos políticos, en coordinación con
las instituciones educativas y las organiza-
ciones de base. Por otro lado, desde va-
rios frentes es posible fortalecer la unidad
vecinal, uno de ellos es el político, entendi-
do como el espacio para el logro de con-
sensos y acuerdos en torno a los objetivos
del desarrollo; por lo tanto se convierte en
una segunda opción para un cambio de
estrategia en la generación de concertación
vecinal, en vista de que las células políti-
cas dispersas en su territorio, antes que
nada son actores vecinales y luego com-
ponentes del esquema partidario.
Sin duda, su actuación puede orientarse
dentro de la perspectiva de aprovechamien-
to de fortalezas y como factor para canalizar
oportunidades; es decir como elemento real
en el potenciamiento de los factores que ayu-
den a fortalecer la institucionalización plena
de la participación y a minimizar los factores
de regresión que atentan contra la democra-
cia participativa. Tal como le hemos mencio-
nado, los partidos políticos pueden conver-
tirse en frentes de referencia para evitar la
dispersión de esfuerzos, así como en la con-
solidación de la unidad vecinal y en elemen-
tos dinámicos para los procesos de descen-
tralización municipal, aparte de su papel
fiscalizador de la gestión interna y externa del
municipio.
5. CONCLUSIONES
5.1. La Acción Política, reflejo
de las condiciones socio históricas
La acción política así como las institu-
ciones corresponden a las condiciones que
presentan las coyunturas políticas en el cur-
so del desarrollo de la sociedad; los roles y
funciones que se reservan a los actores
sociales involucrados tienen las caracterís-
ticas de este contexto. Pero además, está
asociada al surgimiento de los grupos y al
impulso de los movimientos sociales, a ve-
ces como mecanismos de apoyo y en otras
como actos de sobrevivencia.
Esta figura ha sido explicada en una
doble perspectiva, como un hecho natu-
ral, por lo tanto como mecanismo formal y
de apoyo, y como resultado del enfrenta-
miento entre las clases, por lo tanto como
proceso de disputa de espacios de poder
entre la sociedad civil organizada y el Es-
tado. Según este panorama, se infiere que
la acción política facilita o retarda el cum-
plimiento de los objetivos estratégicos de
la clase gobernante o cumple el papel de
articulación y puente para conciliar intere-
ses o para antagonizarlas, respectivamen-
te. En ambos casos queda definida níti-
damente la caracterización del Estado y
de la sociedad civil.
Esta caracterización -desde luego- no
puede ser explicada con presupuestos
exclusivamente normativos en vista que,
en la práctica, corresponde a un proceso
mucho más complejo en el que se expre-
san una serie de relaciones que sirven
para descubrir la naturaleza de las con-
ductas individuales y colectivas, así como
para precisar las connotaciones asocia-
das a los sistemas políticos. En efecto,
las manifestaciones orgánicas de los gru-
pos sociales en la construcción de sus
referentes políticos están asociadas a las
particulares condiciones que correspon-
den a las coyunturas socio históricas del
desarrollo social y a la realidad de cada
contexto. Este hecho presupone, por lo
tanto, que las coyunturas electorales co-
rresponden –apenas- a una circunstan-
cia muy especial que anima la acción po-
lítica pero no la condiciona; que es im-
prescindible relacionarla con los cambios
dentro del aspecto económico, social y
cultural para tener un referente de mayor
realismo.
153
 5.2. La Ciudadanía un valor en
construcción
Las investigaciones que abordan el
problema de la ciudadanía muestran da-
tos importantes referidos a la evolución del
concepto y a los elementos que hay que
considerar para lograr una aproximación
mucho más realista y conveniente para la
práctica de los procesos participativos. Aún
hasta ahora, existe el convencimiento que
lo que define a la ciudadanía es la capaci-
dad para el ejercicio de los derechos civi-
les individuales y que su materialización
de mayor jerarquía es la prerrogativa a ele-
gir y ser elegido, que sólo se requieren al-
gunas condiciones formales básicas para
tener ese derecho (edad, nivel de instruc-
ción, en algunos lugares el sexo, etc).
A la democracia se la ha identificado
como un concepto cargado de demago-
gia (Platón) que sólo expresa una igual-
dad numérica (Aristóteles), pero también
como un mecanismo que facilita la convi-
vencia, concertación y el juego de intere-
ses; de modo que es imperativo construir
un escenario que neutralice las fuerzas
que puedan conducirnos a un modelo con
las características, que de modo fatalista,
exponen los clásicos mencionados.
De la tesis administrativa, que sólo le
interesa las condiciones formales en la
ejercicio de la ciudadanía, hemos llegado
al momento actual con una noción am-
pliada y probablemente –aún- en proceso
de construcción. Se ha transitado un lar-
go camino para concretar la incorporación
de conceptos que la enriquecen y que la
compatibilizan con la realidad mundial y
específica de cada pueblo. La ciudadanía
debe ser entendida como un factor base
que identifica a las personas y que con-
creta la pertenencia al grupo (ámbito cul-
tural); como una condición desde la que
se exige el mejoramiento de la calidad de
vida y la dignificación de la persona (ám-
bito social); como expresión suprema de
la libertad individual y un atributo de exi-
gencia para el respeto a los demás (ám-
154
bito político- filosófico); como expresión de
solidaridad, concertación, igualdad y en-
tendimiento.
Es decir, no existe manera de susten-
tar que la ciudadanía sólo es un atributo
político derivado de las normas y que so-
mos ciudadanos porque así lo determi-
nan las leyes. Seguramente son impor-
tantes las consideraciones legales, pero
esta visión nos hace perder de vista que
el ejercicio de los derechos conlleva algu-
nas afinidades relevantes que se recrean
en cada lugar y en cada cultura. Pusimos
el ejemplo que casi la totalidad de las co-
munidades rurales del Perú han resuelto
el problema de la seguridad interna, con
estrategias concebidas por ellos, al mar-
gen de la intervención de los agentes del
Estado, con resultados exitosos.
Se pueden ampliar los ejemplos a los
centros urbanos y a los territorios vecina-
les (rondas urbanas)21. La dicotomía en-
tre legalidad oficial y norma consuetudi-
naria ocupa en estos casos el centro de
la discusión, complementada con la cues-
tión de saber si es suficiente la igualdad
ante la ley para asegurar el ejercicio de la
ciudadanía.
La reformulación del concepto de ciu-
dadanía y el ejercicio de las prerrogativas
que de ella se derivan se relacionan con
los movimientos sociales y con los nue-
vos planteamientos sobre la justicia so-
cial, los derechos humanos y el factor ét-
nico, de modo tal que se debe admitir que
tal pretensión tiene directa relación con la
teoría y la práctica política.
Finalmente, la incorporación de la varia-
ble ambiental a la discusión refuerza el con-
tenido y la naturaleza del concepto, en razón
de que – a diferencia de las anteriores pos-
turas- resume el valor de cada uno de los
componentes para presentarlo como una
noción integradora de los componentes
sociales, económicos, políticos, culturales
y ambientales; dentro del marco del cambio
social y del ejercicio de una conducta aso-
ciada a las generaciones presentes y futu-
ras (¿una ciudadanía sostenible?).
Vale la pena, sin embargo, aclarar el
argumento de que debe considerarse la
pretendida subordinación de la lealtad
nacional a la lealtad ecológica, que como
en el caso de la Ética Ecológica subordi-
na las conductas y los principios de las
culturas locales y regionales, a los princi-
pios universales de las culturas con ma-
yor nivel de desarrollo. Dentro de una na-
ción se generan lealtades regionales y
locales que presentan sus propios esque-
mas y planteamientos; por mucho que se
pretenda inferir conductas ecuménicas,
siempre existen respuestas contestata-
rias que expresan realidades específicas.
Las territorios vecinales constituyen
espacios donde es posible activar los
componentes para una concepción dife-
rente de ciudadanía; distinta a la ciudada-
nía nacional (en su acepción política) que
sólo es normativa, burocrática y formal y
que no reconoce las diferencias ni las
especificidades; tampoco la capacidad de
concertación y coordinación para mejorar
la calidad de vida, fomentar una nueva
cultura política y promover la solidaridad
entre las personas.
5.3. Gobernabilidad: posibilidad
desde la base participativa
Las diferentes tendencias teóricas
apuntan a sostener que la gobernabilidad
corresponde a una situación caracterizada
por un estado de equilibrio construido en-
tre quienes detentan el poder y los demás
actores sociales, para facilitar la acción del
Estado. No obstante, debemos cerrar la
propuesta reconociendo que no es sufi-
ciente este equilibrio al margen de la
institucionalización de los acuerdos
consensuados, el respeto por la identidad
política y la participación de la población.
Un tratamiento de esta naturaleza permiti-
rá entender que en el fondo de la cuestión
no descansa un problema político sino uno
de naturaleza integral y de muchas aristas.
El desarrollo de las ciudades ha posi-
bilitado la aparición de tejidos sociales
envueltos en dinámicas inéditas, posibles
de describir y comprender en el marco de
un sistema de redes de relaciones basa-
das en una cultura de solidaridad y enten-
dimiento, que busca su sello de identidad
con ritos sociales que incorpora una mez-
cla de valores de los centros de proceden-
cia y aquellos que son recreados en los
espacios urbanos. Son lo que J. Borja y M.
Castells lo denominan identidades colec-
tivas integradoras; base importante para el
desarrollo de acciones educativas para afir-
mar la ciudadanía, el compromiso con el
desarrollo y con la seguridad de su asen-
tamiento, que al final constituyen las ba-
ses para implementar la gobernabilidad
Sin embargo, existen problemas en el
actual esquema político de las ciudades y
de los estados nacionales que no garan-
tizan el tránsito hacia espacios de demo-
cracia interactiva: corrupción, falta de trans-
parencia en la gestión pública, irrelevante
actuación de los partidos políticos, inope-
rancia de las instituciones del Estado, vio-
lencia política y las prioridades de desa-
rrollo personal de los ciudadanas y ciuda-
danos; otorgando al concepto, vicios de
forma y contenido.
En América Latina se ha sentado el pre-
cedente de que los procesos electorales
preparan las condiciones para un escena-
rio de gobernabilidad, puesto que allí se
expresa la voluntad soberana de la pobla-
ción. Creemos que este temperamento es
inadecuado en la pretensión de tener de-
mocracias duraderas y cualitativamente
diferentes, ya que hay que consolidar pri-
mero un nuevo valor en la ciudadanía, for-
talecer la institucionalidad política, dotar de
autonomía a las organizaciones que ad-
ministran justicia, presupuesto y control
estatal, así como favorecer la transparen-
cia en el ejercicio de las funciones. Esta
tarea sólo es posible lograr desde una
base participativa, en vista de las ventajas
que plantea para el futuro de las organiza-
ciones sociales de base.
155
 La base participativa debe entenderse
como el escenario que resulta de la
concertación entre el Estado, la empresa,
las organizaciones sociales y la pobla-
ción, en torno a objetivos nacionales, re-
gionales o locales, según la escala de
interés para la planificación; como resul-
tante –además- de la asimilación de una
nueva cultura política, en la que no se cal-
culen los riesgos estratégicos en función
de cómo cada actor por separado minimi-
za los impactos, sino en función del inte-
rés comunitario.
Si nos quedamos en el planteamiento
administrativo de la gobernabilidad limi-
taremos su cobertura al espacio concer-
tado y a la legalidad; ésta debe ser expli-
cada también en el marco de una nueva
cultura política, de una ciudadanía integral,
y dentro del esquema de la filosofía de la
democracia participativa, con liderazgos
horizontales y protagonismos comparti-
dos. Los escenarios vecinales y comuni-
tarios son terrenos apropiados para de-
sarrollar estrategias que aseguren un
cambio de rumbo, tarea en la cual cobra
importancia el rol de las organizaciones
de base y de las agrupaciones políticas.
5.4. Los Partidos Políticos: ¿ré-
moras o dinamizadores de la participa-
ción?
Las experiencias tempranas y recien-
tes de la acción política en las socieda-
des de América Latina y otras partes del
mundo demuestran que la participación
de los partidos políticos en el desarrollo
local no ha estado a la altura de su capa-
cidad y su responsabilidad histórica. Sien-
do los articuladores entre la sociedad civil
y el Estado, los intérpretes de las necesi-
dades de la población y de los movimien-
tos sociales, no han logrado resultados
relevantes en su propia organización ni
en el tejido social al cual sirven. Mucho
menos, si hablamos del equilibrio de las
fuerzas sociales, de las brechas sociales
existentes y como garantía en la defensa
de los intereses de la comunidad, el diag-
nóstico no es el mejor.
156
Sin embargo, cuando se ubican como
reservas morales de los intereses de la
población, pueden convertirse en referen-
tes obligados de los sistemas políticos,
económicos, sociales y culturales de la so-
ciedad. En la lógica contraria, pueden con-
vertirse en instrumento de persuasión al
servicio del Estado o como un medio para
preservar sus intereses. En ambos casos,
el peligro real es que en lugar de interpretar
los intereses del pueblo lo sustituyan pau-
latinamente; lo que trae consigo la pérdida
de credibilidad institucional y en sus mili-
tantes, la pérdida de la fe partidaria.
Son muchos los factores que han afec-
tado seriamente la credibilidad de los par-
tidos políticos: 1) las alianzas forzadas; 2)
la persecución sistemática de sus líde-
res y movimientos; 3) el surgimiento de
regímenes dictatoriales y liberales o
neoliberales; 4) la corrupción interna; 5)
la crisis económica y social de los pue-
blos, que desplaza las prioridades políti-
cas por las relacionadas con la
sobrevivencia; y 6) el permanente acomo-
damiento de la correlación de fuerzas
como resultado de los procesos políticos
electorales.
Los partidos, igual que el resto de las
organizaciones sociales, surgen como
resultado de las coyunturas históricas en
el desarrollo social; por lo tanto, existe una
relación estrecha entre estructura social y
acción social, tesis adscrita al Materialis-
mo Histórico, que recogen muchos auto-
res y que la suscribimos plenamente. No
obstante, es necesario hacer mención
que la pérdida de la centralidad de los
partidos políticos no ha surgido de un día
para otro, obedece a condiciones internas
y externas de la Estructura social y de la
institución política.
En el ámbito vecinal, a pesar de los
esfuerzos desarrollados por las agrupacio-
nes políticas, no se ha logrado desarticu-
lar ni el espacio ni la cultura; por lo que es
posible sostener, con el compromiso de
mayor evidencia empírica, que es más fuer-
te el sentimiento vecinal que el político.
Notas

1 Avance de investigación para la Tesis Doctoral en el marco del Doctorado

Interdepartamental “El Medio Ambiente Natural y Humano en las Ciencias Socia-
les”, de la Universidad de Salamanca (España) que el autor desarrolla desde el año
1999. Corresponde a un capítulo de la Tesis Titulada “Las Juntas Vecinales como
espacios de Descentralización Municipal: El caso de Trujillo – Perú, que será publi-
cada el próximo mes de diciembre del año en curso, con el auspicio del IHS (Institute
for Housing and Urban Development Studies) de Rotterdam – Holanda, en el contex-
to del Programa de Educación en Gestión Urbana para el Perú.

2 En la perspectiva Marxista, si bien las relaciones de correspondencia entre la Socie-

dad Civil y el Estado son asimétricas, como lo establece el autor citado, no se puede
decir lo mismo dentro del esquema de la Sociología Positiva y Post-Comtiana,
particularmente en el esquema funcionalista, en el que el Estado aparece como
factor de regulación y armonizador de las tensiones sociales; por lo tanto imprescin-
dible y universal. En cada una de las formaciones económico sociales, tanto la
participación del estamento gobernante como la de las instituciones y actores so-
ciales involucrados, corresponde específicamente al grado de desarrollo alcanzado
por las fuerzas productivas y las relaciones de producción determinantes; pero, al
mismo tiempo, estaban condicionadas por la “...historicidad de su “sociedad civil” y
de su “Estado propiamente dicho”. (Rubinstein, J:C., ob. cit. p. 7). Sin embargo,
habría que señalar que paralelamente a la consolidación del Estado, operan simul-
táneamente dos procesos dialécticos interesantes: por un lado, la articulación orgá-
nica desde la base social, con intereses contrapuestos y con una clara tendencia a
competir espacios de poder; y, por otro, el impulso a la convivencia para garantizar la
institucionalización del Estado, el orden y la convivencia, dentro de las reglas de
juego de quienes detentan el poder. El Esclavismo, el Feudalismo y el Capitalismo,
corresponden a esas formaciones en las que se pueden distinguir con claridad los
procesos. Para profundizar en el tema del recuento histórico de las relaciones entre
Estado y Sociedad Civil véase la obra de Rubinstein, J.C., citada , especialmente las
páginas del 8 al 82.

3 Aún cuando no es materia puntual de esta investigación adentrarnos en el estudio

del proceso de la independencia de América, el curso de los acontecimientos
muestra algunos escenarios interesantes que pueden servir de referencia para
ilustrar la afirmación anotada: existen factores internos, como los grandes movi-
mientos sociales encabezados por Tupac Amaru (Perú), Tupac Katary (Bolivia),
con trascendencia americana; la prédica revolucionaria de Francisco de Miranda,
Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, Bolivar, San Martín, entre otros; la lucha por el
poder entre las clases políticas y los sectores sociales en la totalidad de las
Juntas de Gobierno; el paulatino deterioro de la fuerza del poder de la monarquía
española, como consecuencia de la coyuntura económica, social y política desde
el siglo XVIII, respectivamente, contribuyeron a fortalecer a la sociedad civil ameri-
cana, a definir roles estratégicos de importantes actores involucrados en el proce-
so político y a establecer alianzas vitales entre los pueblos del continente. Luego
de la independencia, paradójicamente, ocurre el fenómeno inverso: la alianza
entre los sectores sociales resistentes al cambio y el nuevo sector gobernante,
facilita el debilitamiento de la institucionalidad y consolida el poder de nuevas
castas y caciques nacionales, irrumpiendo un Estado al servicio de los intereses
de Inglaterra, primero y luego de los Estados Unidos de Norte América, en una
vertiente clara y objetiva que no se ha detenido hasta el día de hoy.

157
 Ambos hechos definen nítidamente los escenarios de fortalecimiento de la socie-
dad civil y del Estado; adicionalmente, abona argumentos que confirman la histó-
rica aseveración que las respuestas de cada uno de los actores de la sociedad
está en relación directa con las condiciones históricas que las predeterminan.

4 Esta consideración se basa en el supuesto de que no existen diferencias ante la

ley y que los derechos y obligaciones son iguales para todas las personas. El
planteamiento es absolutamente comprensible, en la medida que una ciudadanía
regional o local crea complicaciones de forma y contenido en la asignación de
derechos y responsabilidades.

5 Es fundamental, más que las razones formales, el hecho de que la pertenencia a

un grupo humano delimita y fortalece la identidad y permite el nucleamiento en
torno a objetivos trascendentales que pueden ser potenciados en el desarrollo.

6 Importantes contribuciones respecto a ciudadanía en América Latina han pro-

puesto, además: Annino (1999); Chiramonte (1999); Foreman (1999); Murilo de
Carvalho (1999); Graham (1999); Carmagnani y Hernández (1999) y Caetano
(1999).

7 Un tema importante que se deriva de esta discusión es el que asigna a la Ética la

característica de formulación de principios y normas universales, como exclusiva
condición para entender su naturaleza y su valor trascendente e inmanente. Por
las dificultades manifiestas que plantea un análisis a este nivel, nos limitaremos
al enjuiciamiento de los alcances de la propuesta únicamente en el plano de la
Ética Ecológica, como complemento al tema que estamos abordando.

En efecto, si por universalización se entiende a la generación de actitudes y con-

ductas para comprender, actuar y valorar integralmente los componentes, ele-
mentos, procesos, relaciones e interactuaciones en los ecosistemas naturales y
humanos; entonces no hay ninguna duda de que esta aspiración es legítima y
coherente. Si la aspiración se sitúa en la vigencia de conductas que alientan la
justicia, la libertad, la autonomía, la convivencia recíproca y la solidaridad, las
probabilidades de universalización de los principios de la Ética Ecológica son
absolutamente altas, concretas y reales, al margen de las diferencias específicas
en el tiempo y en el espacio, para todas las culturas. ¿No es –acaso- un valor
universal, que hay que fortalecer, la práctica del respeto y el cuidado de la natura-
leza así como el uso racional de los recursos naturales?; o, ¿es una aspiración
universal la redistribución de la riqueza, la equidad social o la defensa de los
derechos humanos, dentro de los que está la vida, el mejoramiento de su calidad,
la libertad y la autonomía?. Nadie puede, sin riesgo de ser tildado de incoherente,
sostener un punto de vista contrario, en razón de constituir aspiraciones legítimas
para toda la humanidad.

De consiguiente, si por universalización se entiende la propuesta de valores que

alientan la colonización mental, la desestructuración de las identidades e institu-
ciones locales y regionales, sin considerar que es posible la convivencia de la
especificidad o diversidad con la globalidad, entonces es lícito cuestionar desde
sus raíces la validez de los principios y contenidos de una .Ética Ecológica con
estas características. Con ello, estimo que resulta coherente el planteamiento
según el cual los valores e ideales no son sino reflejo de determinado nivel de

158
desarrollo de las condiciones materiales de existencia (Marx, 1973) y, por lo tanto,
un reflejo de su situación económica y social, en donde la cultura –además- define
rasgos distintivos que diferencian una sociedad de otra, razón suficiente para
dudar de la eficacia de valores universales cosmopolitas, máxime si ellos derivan
de sociedades en las que la ciencia y la técnica se sustentan en posiciones
abiertamente ideológicas.

Finalmente, si por universalización se entiende al fortalecimiento de actitudes y

valores desde la lógica del sujeto dominante, moderno, occidental, racional, cre-
yente en el progreso y el desarrollo, los riesgos de fortalecimiento de la Ética
Ecológica, con las pretensiones enunciadas, son aún mayores. En efecto, un
planteamiento a este nivel impide la valoración de aquellas culturas y sociedades
que no han logrado -aún- niveles de desarrollo que las sitúen en el contexto del
paradigma propuesto. Es más, si la conclusión a la que arriban los científicos
sociales en la actualidad incide en que no se puede hablar de la cultura en térmi-
nos generales sino de culturas para cada contexto en particular, por las diferen-
cias específicas existentes en los ecosistemas sociales y por las particularidades
históricas en su génesis y desarrollo, la propuesta del nuevo Antrophos, social-
mente definido por la modernidad, como expresión paradigmática de una nueva
Ética Ecológica, entonces el punto de partida debería ser mucho más integrador y
coherente con las realidades que se multiplican en nuestro planeta; es decir,
fundamentar un nuevo Ethos de acuerdo a los nuevos cambios y nuevas amena-
zas que surgen de una sociedad compleja y heterogénea.

La responsabilidad moral del hombre frente a la naturaleza no puede ser aborda-

da con planteamientos que nieguen la posibilidad de encontrar un punto de inte-
gración entre las distintas formas de actuar y de pensar filosófico- científicos, por
un lado y, por otro, negando de plano la posibilidad de una nueva Etica, menos
neutra con respecto al medio ambiente natural y humano, menos comprometida
con el orden natural y social y menos ortodoxa con respecto a los sistemas econó-
micos, así como con menos carga de fatalismo y frustración.

Las perspectivas biocéntricas, antropocéntricas, ecocéntricas, etc., tal y como es-

tán fundamentadas, no favorecen la ruptura del esquema, cada cual por su lado
trata de generar conceptos y paradigmas que tienen validez relacionada única-
mente para la estructura teórica que les identifica; negando valor e importancia a
esfuerzos paralelos y otorgándole a la línea de pensamiento, un reglaje con el que
se le atribuye “poder”. Fortalecer el principio de que sólo es inequívoco el orden
natural es tan falaz como el que atribuye que las normas de una ética racional
“...tengan que recluirse, a su vez, en los límites de los seres humanos dialogantes.”
(Sosa, 1990).

Si nos atenemos a los antecedentes históricos de las culturas, observaremos,

que con respeto al medio, ha ondeado con nítido contenido el paradigma de con-
vivencia de las actividades humanas y el cuidado de la naturaleza, salvo después
de la revolución industrial y la instauración del capitalismo. Las respuestas huma-
nas se caracterizaron siempre dependiendo del medio donde se desarrollasen, y
a menudo con el talante de interactuación escrupulosa respecto a los recursos, de
sus semejantes y de sus formas de organización. Las culturas animistas y en las
que florecieron las letras y la filosofía, organizaron su sistema de valores y su
cosmovisión apoyados por una fuerte influencia del ecosistema natural y propicia-

159
 ron la estabilidad en los esquemas laborales, económicos, religiosos y políticos,
a parir de sincretismos concretados desde la naturaleza y desde la sociedad
humana; no llame la atención entonces que la moral implementada corresponda
a modelos en los que las reglas del juego institucional fortalecían principios orde-
nadores derivados de la dialéctica entre política y religiosidad, por un lado y
cosmovisión y economía por otro.

La tradición perdida de respeto a la naturaleza y de todo lo que de ella se deriva, sin

embargo, vuelve a cobrar fuerza, en una era en la que aún no están perdidas las
posibilidades de redefinir el papel de la sociedad humana con relación al futuro de
la naturaleza, incluyendo sus recursos y el hombre como motor del desarrollo. La
relación de reconciliación entre el medio natural y el humano, empleando los
términos de Gutkin, abre frentes y posibilidades para intentar construir un marco
de ética ambiental en el que no se esconda como base y fundamento -en la
expresión de I. Fetscher- un deseo inconsciente de la inocencia paradisíaca, de
unidad con la naturaleza.”, sino una posibilidad real para concretar desde la
interdisciplinariedad, una respuesta doblemente importante: En primer lugar, inte-
grar la universalidad de los comportamientos y actitudes de respeto, protección y
explotación de los recursos en una ética que reconozca nuestra condición de
miembros numerarios de la naturaleza, igual que los demás; y, segundo, que
reconozca que pertenecemos a sistemas culturales diversos y que pueden ser, o
son, relevantes las respuestas -también- desde la especificidad. En efecto, “Si
una sociedad postindutsrial no sirve para recuperar ciertas virtudes de las socieda-
des preindustriales, no sirve para nada.” (Paniker, 1982).

La propuesta de una Ética Ecológica desde la universalidad de los principios y de

las normas, tiene, sin embargo, aparte de los planteamientos analizados en pá-
rrafos anteriores, la virtud de demostrar que la vieja dicotomía entre naturaleza y
cultura es en esencia artificiosa y que es posible la vigencia para la sociedad de
pautas relevantes que encamine el comportamiento de los seres humanos de
cara a la generación de una nueva cultura para el desarrollo. Compromisos en
una dirección contraria –como dice E. Luque (1996), refiriéndose a esta dicotomía,
“...induce a pensar en un diálogo imposible entre lo prácticamente inerte y lo fun-
damentalmente mudable”. En efecto, una postura predeterminada como esta, en
la que se muestra a la naturaleza como inerte y a la cultura como elemento dinámi-
co, no facilita en nada la tarea de construir no sólo un pensamiento aglutinador,
sino que impide la práctica de respuestas correlacionadas con un cambio de
mentalidad.

De muchas formas, la separación artificiosa de la naturaleza y de la cultura

concede al hombre un protagonismo sobredimensionado, alentado por las le-
yes civiles y fortalecido por los esquemas religiosos, y le otorga licencia para
destruir y depredar, en nombre de la superioridad institucionalmente legalizada.
De mayor riesgo resulta, por lo tanto, la calificación y separación artificiosa de las
culturas, con criterios abstractos y cuestionables, puesto que –luego- hay que
reconocer que los valores éticos para toda la sociedad sólo pueden provenir de
aquellas que han desarrollado más que otras y que, sin más, son racionalmente
mejores y adaptables a los demás contextos. ¿Una ética planteada en estos
términos, que tan útil puede ser para desarrollar un nuevo concepto de ciudada-
nía?. ¿Es posible una reorientación desde un supuesto interactivo?. Los traba-
jos que estamos analizando constituyen indicios razonables de que es estamos
en la dirección adecuada.

160
8 En la perspectiva de preparar las condiciones para un escenario en el que la toma
de decisiones sea compartida entre las autoridades y la población, en el marco de
un proceso participativo, Sosa y Guerra (1995) sostienen que el logro de la
gobernabilidad es un objetivo consustancial a cualquier gobernante, aún cuando
no el único.

9 En la línea del pensamiento de gobernabilidad, constituyen excelentes aproxima-

ciones los trabajos agrupados en el libro de Sapoznikow et. al (ed.) (2000): Convi-
vencia y seguridad: Un reto a la gobernabilidad, Banco Interamericano de Desa-
rrollo, Universidad de Alcalá, primera edición, Alcalá de Henares, presentados
sobre la violencia en América Latina y su influencia en la gobernabilidad y la con-
vivencia ciudadana, preparados por Carrillo Flores, F. ; Guerrero, R.; Buvinic, M;
Santa María, R.; Rubio, M.; San Juan, A.M.; Fournier, M:V.; Andersen,M.E.; Real de
Azua, S.; Sepulvea, J.G.; Ramos,C.G.; Aguirre de Calderón E.S.; Hernández, R.; y
Esparza, N.

10 En la fase experimental de la investigación daremos cuenta de algunos aportes

significativos producidos a raíz de los trabajos de coordinación y cooperación
entre las tres instancias centrales en el logro de la gobernabilidad (Estado. Em-
presa, Población), tanto en las Juntas Vecinales de Trujillo como en otras expe-
riencias del Perú.

11 Cuyas características son diferentes a los pactos de gobernabilidad. En el Perú se

han hecho tres intentos importantes, uno en el año 1999, sobre la base de una
plataforma política, social y legal, como respuesta a la crisis provocada por la
política del gobierno de A. Fujimori Fujimori, recibiendo el espaldarazo de la mayo-
ría de los partidos políticos y organizaciones sociales de base, pero boicoteado
por las agrupaciones ligadas al gobierno. Los otros dos han sido propuestos en
los últimos tramos del gobierno de transición de Valentín Paniagua C. (2001), y en
el primer bienio del Gobierno de Alejandro Toledo (2002-2003), particularmente
para facilitar las tareas de gobierno y para definir las líneas estratégicas de actua-
ción en los próximos años. En ambos casos la dificultad manifiesta siempre fue el
protagonismo de los grupos involucrados y el aprovechamiento de la coyuntura
para potenciar desde allí a sus agrupaciones políticas, cuando no para boicotear-
lo. En Colombia y España se han dado cuenta de hechos que apuntan en esa
misma dirección para contrarrestar los efectos de la violencia política.

12 Arias y Valencia (1998), sostienen que la democracia participativa es pasible de

serias críticas, pero la más contundente de todas es que la promoción de los
acuerdos son lentos y de difícil articulación. Si la lentitud se refiere a la manera
como se generan los consensos; es decir, consultando a las diferentes instancias
poblacionales respecto a cualquier asunto que compete al desarrollo de la comu-
nidad, vale la pena correr ese riesgo; puesto que las democracias formales en la
pretensión de interpretar los intereses sociales han convertido a la planificación
del desarrollo en un ejercicio lógico más que un instrumento para resolver proble-
mas y construir una nueva sociedad, puesto que los proyectos y acciones
priorizadas no responden más que a la lógica del planificador. Si la difícil articula-
ción se refiere a las dificultades derivadas de la organización burocrática de la
administración o a la dispersión de instancias para el fomento de la “complicidad”
para la acción, estamos frente a una crítica que recae formalmente en las demo-
cracias representativas. Entendemos que existen dificultades, sin embargo los

161
 aspectos relevantes se sitúan en otra dimensión: en el objetivo, en la naturaleza
del planteamiento y en las ventajas cualitativas para grandes sectores de la pobla-
ción y de sus organizaciones.

13 En el marco de la crítica a la partidocracia, son importantes los trabajos de Anderson,

F.; Colón, J.; Araujo, J.; Gómez, J.M.; González, J.M.; Maestre, A.; Mardones, J.M.;
Mas, T.; Muguerza y Quesada, F.

14 Tarrow, Z. (1997: 72-80), señala que “En el siglo XVIII los movimientos en torno al pan,
las creencias religiosas, la tierra, la muerte. Igual referencia se podría hacer para los
movimientos de América Latina de las décadas del 60 al 80, en torno a la tierra y al
poder político, derivados de una coyuntura dependiente, de crisis del sistema demo-
crático, de pobreza extrema y de penetración masiva de capitales extranjeros.

15 Matas, J. (Ed.) et.al (2000: 12-16), sostiene que se pueden precisar con claridad
dos tipos de relaciones: relaciones interpartidistas (horizontales) e intrapartidistas
(verticales), que tendrían el equivalente en las que estamos interpretando.

16 El estudio de las coaliciones ha merecido la atención de muchos investigadores,

destacando entre ellos: J. von Neumannn y O. Morgenstern (1944) Theory of Games
and Economic Behavior, Princeton, Princeton University Press. Riker,W.H.(1962):The
Theory Political Coalition, New Haven, ale University Press. Duverguer, M (1959),
Kelley, E.W.(1968), De Swuan A. Mokken, R.J.(1980). También , Robles Ega,
Montabes P. ; Matas, D.

17 En las democracias occidentales, esta situación contribuyó a traficar con la bandera de

la “descomposición de los partidos” para favorecer la aparición en la escena pública de
personajes difusos, desacreditando la acción política, en todos los frentes. Hemos
tenido y lo seguimos teniendo a nivel mundial presidentes de la nación, alcaldes, gober-
nadores, diputados senadores, magistrados, etc. con estas características.

18 El trabajo de Woshinski (1995), es interesante por el análisis minucioso respecto

al impacto de la cultura en la política y por la visión especial que plantea sobre los
distintos tipos de cultura y sus proyecciones.

19Energía que canalizada en la dirección adecuada podría servir de factor de referen-

cia para la organización de instituciones firmes, sólidas y con prerrogativas ante el
poder central. Al contrario, un análisis estrictamente político sin considerar los
aspectos culturales del problema, puede dar lugar a la consolidación de conduc-
tas intolerantes, a respuestas militaristas y a movimientos mesiánicos.

20 Murillo G. (2001), expresión entresacada del debate que se produjo en el curso

sobre Participación y Cultura Política en América latina, Instituto de Estudios de
Iberoamérica y el Portugal, Universidad de Salamanca, 15-05-2001.

21 Ronda Urbana, es una organización implementada en los barrios de algunas

ciudades del eje costero del Perú, como instrumento de autodefensa y control de
la población, para actuar contra robos, delincuencia, drogadicción, etc. Correspon-
de a una réplica de las famosas Rondas Campesinas del eje serrano, reconoci-
das por el Estado y con un papel importante en la pacificación de este país.

162
 BIBLIOGRAFÍA

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 PARTICIPACIÓN VECINAL Y GOBIERNO
LOCAL EN EL DISTRITO
EL PORVENIR – TRUJILLO
1. INTRODUCCIÓN
El planeamiento estratégico del desa-
rrollo comunal necesita establecer nue-
vos modos de relación entre vecinos y au-
toridades municipales, a fin de incremen-
tar la actitud comprometida respecto de
los destinos de cada barrio que, en suma,
conforman la ciudad.
Pero no basta con iniciar procesos de
descentralización. El nuevo rol del gobier-
no local lo convierte en responsable de
gestar cambios hacia una mayor concien-
cia cívica, con participación de todos los
actores sociales. Cada vecino es, enton-
ces, creador de nuevos estilos de vida co-
tidiana al priorizar las necesidades que le
tocan y al buscar caminos alternativos para
hacer posible sus futuras, pero no por ello
menos reales, soluciones.
En tal sentido la interrelación entre par-
ticipación vecinal y el gobierno local se
complementaran verazmente al proceso
de desconcentración, implementado por
la gestión municipal, fortaleciendo los prin-
cipios democráticos por un crecimiento ur-
bano y social más equitativo.
La Municipalidad debe planificar la ciu-
dad junto a las instituciones representati-
vas mediante un planeamiento estratégi-
co, metropolitano (PLANDEMETRU), pero
planifica además localmente en cada ba-
CARLOS MOZO BLAS
rrio y con cada vecino a través de talleres
de micro planificación.
Esta modalidad de trabajo incluye una
nueva dimensión en la administración pú-
blica municipal, puesto que modifica
sustancialmente las metodologías tradi-
cionales utilizadas anteriormente. Permi-
te la planificación estratégica de políticas
y acciones de desarrollo apropiados para
cada unidad local, un barrio o un conjunto
de barrios con característica homogéneas.
Incorpora al ciudadano en las líneas de
acción a seguir, facilitando el control de la
administración por parte de los vecinos y
el control interno al manejar información,
cuyos indicadores le sirven a las diferen-
tes regidurías.
El Distrito de El Provenir, es hoy hogar
social de sus vecinos y la tarea ardua será
recordar, desde el barrio, sus orígenes y
destinos. No sólo lo que tienen, sino tam-
bién lo que pueden conseguir si unen pos-
turas en bien de lo que es de todos.
HIPÓTESIS DE TRABAJO
“Los pobladores del Distrito El Porve-
nir participan en organizaciones popula-
res y vecinales que en coordinación con
el Gobierno Local le permiten conseguir
servicios básicos, asistencia alimentaria,
de salud, educación, vivienda e infraes-
tructura urbana que contribuyen a su de-
sarrollo local”.
METODOLOGÍA DEL TRABAJO
El trabajo de campo de estudio se ha
realizado en el año 2001. Entre enero y mayo,
recorriendo los sectores: Central, La Mer-
ced, Mampuesto, Río Seco, Alto Trujillo, La
Unión, Miguel Grau, Víctor Raúl, Gran Chimú,
Kumamoto y El Presidio. Para la realiza-
ción de este estudio, que en esta oportuni-
dad estamos alcanzando un avance del
análisis y discusión de los resultados. Con-
tamos con la numerosa colaboración de
personas vinculadas al quehacer munici-
pal, a quienes agradecemos el haber com-
partido una experiencia con nosotros.
Para ello, en múltiples viajes a la zona
revisamos y fichamos las actas del Con-
cejo Municipal de la actual gestión que
preside el Prof. Víctor Moya Obeso, reali-
zamos entrevistas a autoridades munici-
pales y representantes de las organiza-
ciones populares y vecinales de la locali-
dad y, finalmente, organizamos una re-
unión ampliada con los dirigentes de las
diferentes organizaciones sociales para
discutir la problemática y potencialidad que
presentan los pobladores para impulsar
el desarrollo local de su Distrito. Además,
estuvo decidido debatir los avances del
estudio y, problemática municipal en ge-
neral. En el tomaron participación autori-
dades ediles, representantes de organi-
zaciones sociales, funcionarios municipa-
les y representantes de instituciones del
gobierno central.
Estas reuniones permitieron generar
un rico debate entre los propios actores
participantes. Ha sido muy útil para noso-
tros poder contrastar nuestras apreciacio-
nes iniciales y tener la posibilidad de pro-
fundizar en la discusión de la participa-
ción vecinal y su influencia en el proceso
de democratización y desarrollo local del
populoso distrito El Porvenir.
2. MARCO CONCEPTUAL
La importancia de la administración
municipal como gestora y promotora del
170
desarrollo local va aumentando en la me-
dida en que arrancan afectivamente los
distintos esfuerzos de descentralización
político – administrativa.
Una institucionalización local fuerte
ofrece las mejores condiciones para po-
der fomentar y supervisar el aprovecha-
miento óptimo de los recursos existentes
y enfrentar la lucha contra la pobreza, inte-
grando a los sectores marginados en el
proceso de su desarrollo.
Siendo el Gobierno Local el más cer-
cano a la ciudadanía, la administración
municipal reúne las condiciones más fa-
vorables para llevar a cabo una gestión
participativa dirigida a incorporar a la co-
munidad, tanto en la definición, como en
la implementación de los proyectos y ac-
ciones del desarrollo local.
Articulándose con todas las organiza-
ciones de base y de acción comunal y, faci-
litando su interacción, el gobierno munici-
pal puede dar impulsos decisivos para lo-
grar la movilización de todos los recursos
disponibles, locales y externos, públicos y
privados, en beneficio del desarrollo de la
localidad. Para ello es fundamental apli-
car los tres elementos siguientes:
a) La participación vecinal. Mediante
la utilización de las metodologías partici-
pativas es posible integrar a los vecinos
tanto en el relevamiento de la información
como en la priorización de las necesida-
des, como así mismo en la búsqueda y
definición de las soluciones.
La plena incorporación de la comuni-
dad a lo largo de todo el proceso de toma
de decisiones, es la manera más eficaz para
lograr que la Municipalidad conozca cabal-
mente la realidad que viven los ciudadanos
en los distintos sectores de la comuna y
esté en condiciones no sólo de tomar en
cuenta inquietudes y propuestas de los ve-
cinos, sino de aprovechar también sus re-
cursos tanto humanos (capacidades profe-
sionales y técnicas de organización, etc.),
como materiales, a fin de mejorar las con-
diciones de vida de la comuna.
La participación vecinal en los térmi-
nos planteados, no interfiere en la función
y estructura representativa del gobierno
municipal sino que la complementa.
b) La planificación estratégica. Es
el instrumento que permite sistematizar
la acción municipal dándole coherencia y
proyección hacia el futuro. Se trata de una
metodología que facilita identificar, en el
interior de la organización municipal, los
recursos disponibles, sus fortalezas y
debilidades y en su contexto (la sociedad
civil) las oportunidades y dificultades que
se presentan.
A efectos de definir estrategias de ac-
ción viable y eficaz, se debe incorporar a
la comunidad en el proceso de planifica-
ción combinando la aplicación de ambos
instrumentos mencionados.
c) Trabajo a escala local. Para que
sea factible que Municipal planifique sus
acciones en forma participativa, es nece-
sario introducir la escala local en su me-
todología de trabajo. Sólo a partir de uni-
dades territoriales de planificación que
sean suficientemente pequeñas y homo-
géneas, de acuerdo a distintas variables:
demográficas, socio-económicas, super-
ficie, vías de acceso y comunicación, etc.
Es posible generar una efectiva participa-
ción de la comunidad en la definición de
los proyectos y acciones de desarrollo y
adecuar estas mismas a las distintas
particularidades de cada localidad (zona,
barrio, etc.).
Obviamente, la política de participación
vecinal y ciudadana en la gestión munici-
pal, que es el centro de esta reflexión, su-
pone la existencia de una mítica voluntad,
tanto de las autoridades como de los pro-
pios vecinos, para pasar del dicho a he-
cho. En términos más específicos impli-
ca, por ejemplo, la puesta en práctica de
las ordenanzas de promoción y registro
de las organizaciones sociales, así como
el diseño e implementación de líneas de
trabajo participativas en diversas áreas,
como el caso de la información, control,
planificación, etc.
Cabe puntualizar finalmente, a fin de
caer en unilateralidades, que la participa-
ción vecinal debe ser concebida como una
cuestión que atraviesa el conjunto de la
gestión edil y no como un tema que com-
pete exclusivamente a una determinada
dependencia administrativa, si bien en
términos de las funciones específicas ello
le corresponde a las oficinas de participa-
ción vecinal de cada Municipalidad.
3. LA PARTICIPACIÓN
VECINAL Y EL GOBIERNO
LOCAL EN EL DISTRITO EL
PORVENIR
1.1 Ubicación de la zona de estudio
El distrito El Porvenir se ubica en la
Provincia de Trujillo, Departamento de La
Libertad, al este de la ciudad de Trujillo y a
la altura del Km. 3 de la carretera de pene-
tración al interior de La Libertad; a una al-
titud de 76 m.s.n.m. a 8º 58’ (longitud oes-
te) del meridiano de Greenwich).
Los límites de El Porvenir son los si-
guientes:
Por el Este: Distrito de Laredo
Por el Oeste: Distrito de Florencia de Mora
Por el Norte: La Quebrada del León
Por el Sur: Acequia “La Mochica”
1.2 Características socio-económi-
cas y culturales de la zona
El proceso de urbanización experimen-
tado en el país en general y particularmen-
te en la ciudad de Trujillo, tuvo como efec-
to inmediato la aparición de los sectores
urbano - marginales, dando lugar a la con-
171
formación de los distritos El Porvenir, La
Esperanza, Florencia de Mora entre los
principales.
Los migrantes procedentes de la sie-
rra de La Libertad se asentaron en su
mayoría en El Porvenir, por ser puerta de
acceso de la carretera de penetración del
interior del departamento.
Estos pobladores una vez instalados
en un nuevo habitat urbano, tuvieron que
recurrir a una gama de actividades eco-
nómicas para luchar por su sobrevivencia,
puesto que su acceso al sector laboral
moderno era imposible por ser una mano
de obra “no calificada”. Entre las principa-
les actividades que se desarrollan actual-
mente tenemos el comercio, la micro y
pequeña industria de calzado, la construc-
ción civil, la carpintería, el transporte, em-
pleadas del hogar y la prestación de ser-
vicios de profesionales. Sin embargo, la
actividad más representativa y que le otor-
ga una identidad peculiar es la fabrica-
ción de calzado hasta el estreno de ser
considerado como la “capital del calzado”.
1.3 Participación vecinal y gobierno local
La acentuación de la crisis económica
durante la última década motivó que los
sectores populares buscaran salidas co-
lectivas a los problemas de sobrevivencia
familiar. Los comedores populares, creci-
dos en esta década empezaron a exten-
derse notoriamente teniendo como obje-
tivo central, luchar con el problema
alimentario de las familias empobrecidas
del distrito.
Los grupos que trabajan en salud des-
de las organizaciones vecinales también
sintieron una mayor urgencia en el desa-
rrollo de su labor. Por otro lado, se crean
y se proliferan los Comités del Vaso de
Leche; los Clubes de Madres, la promo-
ción Municipal ha tomado en cuenta es-
tos programas asistencialistas respetan-
do la dinámica interna de la población, que
se ha organizado de manera autónoma.
172
Este amplio proceso organizativo en
el campo de la sobrevivencia familiar es
asumido fundamentalmente por las mu-
jeres, tradicionalmente postergadas den-
tro de las organizaciones. El compromi-
so de crear un espacio de organización
propio les ha permitido salir del aisla-
miento anterior – existente incluso al inte-
rior de su propio barrio – y comenzar a
elabora una percepción más amplia de
sus problemas en el encuentro con otras
mujeres, organizaciones sociales y go-
biernos locales.
La Ley de Municipalidades Nº 23853
en su artículo 79º contempla varios meca-
nismos para posibilitar su participación
de la población en su gobierno local. Por
un lado se establece que los vecinos tie-
nen el derecho de petición, el de iniciativa
para contribuir con el desarrollo de su
comunidad.
El municipio tiene la obligación de in-
formar a la población sobre los asuntos
municipales, sea a través de las sesio-
nes del concejo – que según la ley deben
ser públicos – o de realización de cabil-
dos abiertos – en el caso de lo munici-
pios menores de 3,000 hab.
La posibilidad de establecer una rela-
ción más permanente con los vecinos
depende del municipio, para lo cual está
estipulada la conformación de Juntas ve-
cinales.
Estos mecanismos establecidos en la
Ley de Municipalidades son insuficientes
por varias razones: depender de la volun-
tad del alcalde, no tomar en cuenta la exis-
tencia de organizaciones sociales sino que
se refiere a los vecinos y sobre todo, no se
pueden considerar como instancias inter-
medias para que la participación culmine
en la democratización de las decisiones
sobre el desarrollo local. Con esto se pro-
mueve una democracia representativa más
no una democracia participativa que es el
principal mecanismo para impulsar el pro-
ceso de democratización local y nacional.
 A pesar de estas limitaciones, en el
distrito El Porvenir la participación vecinal
se fundamenta en la organización de po-
bladores que generan y promuevan movi-
mientos populares en los diversos secto-
res del distrito. Estos se iniciaron desde
la organización orientada a la invasión de
un determinado espacio para construir
sus viviendas, evidenciando un esfuerzo
colectivo de acuerdo a sus intereses.
Encontramos que el desarrollo de las
organizaciones de participación vecinal
no es un proceso estático sino se consti-
tuye en un proceso dinámico, teniendo
en cuenta cada una de las etapas objeti-
vas que den sentido a la organización
vecinal y popular para luchar por el desa-
rrollo comunal.
En el cuadro Nº 1encontramos que en
los últimos años la mujer lidera la partici-
pación en las organizaciones populares
en un orden del 88.26% y tan sólo el
11.74% son varones que dirigen principal-
mente las organizaciones vecinales que
están orientadas a la realización de obras
de infraestructura urbana.
Dentro de la planificación y adminis-
tración urbana, la responsabilidad recae
en la Municipalidad del distrito El Porvenir
quién trabaja en coordinación con las or-
ganizaciones de participación vecinal. La
Municipalidad atiende parcialmente las
quejas y necesidades de todos los secto-
res bajo su jurisdicción.
Los Clubes de Madres, los Comedo-
res Populares y los Comités de Vaso de
Leche, son organizaciones femeninas que
tratan de solucionar de manera colectiva
el problema alimentario principalmente;
así como también en coordinación con la
Municipalidad brindar servicios como edu-
cación inicial, campañas de alfabetización
para mejorar el nivel educativo de los po-
bladores y, ejecutan talleres artesanales
como mecanismos de incrementar el pre-
supuesto familiar.
El Comité de Progreso y desarrollo
como instrumento para el desarrollo lo-
cal, se forma con el objetivo general de
buscar los mecanismos por los cuales
se viabilice el progreso, orientados sobre
todo en dos aspectos: de equipamiento y
servicios; para mejorar la calidad de vida
de los pobladores involucrados en el pro-
ceso. De esta manera, los objetivos del
Comité desde su formación fueron nece-
sarios para un esfuerzo mancomunado e
inter institucional que garantice el desa-
rrollo local del distrito El Porvenir.
4. CONCLUSIONES
Los pobladores del distrito El Porvenir
asumen una participación activa; cons-
ciente y decidida en las organizaciones
populares y vecinales para gestionar re-
cursos ante el gobierno municipal, regio-
nal y entidades privadas para mejorar la
situación alimentaria, gestionar e imple-
mentar proyectos artesanales y brindar
servicios educativos que facilite su desa-
rrollo local.
Las organizaciones vecinales realizan
actividades como tamaladas, parrilladas,
anticuchadas, picaronadas, polladas depor-
tivas y bailables para convocar la participa-
ción vecinal que le permitan recaudar fon-
dos y garantizan la mano de obra que les
permita ejecutar obras de infraestructura
urbana: nivelación y pavimentación de ca-
lles, construcción de veredas, construcción
de parques, lozas deportivas y jardines.
5. RECOMENDACIONES
- El Concejo Municipal debería reali-
zar cabildos abiertos para informar a
la población sobre su gestión y el
manejo de los recursos municipales.
- El gobierno local debe profundizar el
proceso de democratización partici-
pativa con el propósito de lograr la par-
ticipación efectiva de los pobladores
en el impulso del desarrollo local.
173
 CUADRO Nº 1

Distribución por sexo de los dirigientes de las organizaciones populares y vecina-

les en el distrito de El Porvenir 2001.

HOMBRES MUJERES TOTAL %

PARTICIPACIÓN VECINAL
%

1) Organizaciones populares 244 86.83 244 86.83

- Club de madres - 110 39.15 110 39.15
- Comedores populares - 98 34.87 98 34.87
- Comité de Vaso de Leche - 36 12.81 36 12.81

33 11.74 4 1.47 37 13.17

2) Organizaciones vecinales
- Comité de desarrollo y progreso. 26 9.25 3 1.07 29 10.32
- Junta vecinal. 7 2.49 1 0.36 8 2.85
TOTAL 33 11.74 248 88.26 281 100

Fuente: Registro de entrevistas. Trabajo de campo realizado Enero - junio

2001 - El Porvenir.

BIBLIOGRAFÍA

GIMENEZ, A.
1995 La Democratización y Desarrollo Urbano. Edit. Limus S.A. Lima-Perú
MORALES, Eduardo
1998 Municipio, Desarrollo Local y Sectores Populares. Edit. Flasco. Chile.

PEDRO W, Charles
1996 Democracia Directa y Democracia participativa: Un estilo de desarro-
llo local. Edit. Alfa - México.

LEYES:
Ley orgánica de Municipalidades Nº 23853 - 97

174
 REFLEXIONES SOBRE LA UNIVERSIDAD
NACIONAL DE TRUJILLO Y LA
GLOBALIZACIÓN

CARLOS BORREGO PERALTA

«Por cierto, no tenemos que adaptarnos

pasivamente a una sociedad y a una cultura
de masas detrás de las cuales se ocultan
fuerzas muy reales de dominación que deben
señalarse y combatirse; pero la elección que
hay que hacer no es entre la defensa del
orden pasado y la aceptación del desorden
presente; debemos concebir y construir nue-
vas formas de vida colectiva y personal»

Alain Touraine

RESUMEN
El presente es un ensayo que busca
interpretar y ubicar a la Universidad Na-
cional de Trujillo en el contexto de la ac-
tual globalización, recogiendo sus ante-
cedentes históricos y características ac-
tuales que pueden configurar las fuerzas
endógenas que posibiliten su cambio,
despojándose de los vicios heredados
por el colonialismo español y la deses-
tructuración de los aspectos de la moder-
nización que ha venido incorporando, para
que se convierta en un agente, institución
o actor social que impulse el desarrollo
científico, que replantee una auténtica de-
mocracia y geste la identidad nacional;
basados en nuestros valores y otros ele-
mentos culturales propios y la integración
con las demás naciones en un ambiente
de respeto y cooperación recíproca.
INTRODUCCIÓN
La globalización es un fenómeno que
viene comprendiendo y comprometiendo
todos los ámbitos de la vida de la socie-
dad, no obstante el término ha sido acu-
ñado por los científicos de las ciencias
naturales, se le ha aplicado con mayor
fuerza al fenómeno económico, las comu-
nicaciones, la ciencia y la tecnología. Pero
estos aspectos han entrado en franca
contradicción con la cultura y la identidad
de las sociedades y las naciones, produ-
ciéndose un desequilibrio en los concep-
tos, valores y creaciones de la moderni-
dad, entre ellas las instituciones como la
Universidad.
La Universidad Nacional de Trujillo
(UNT) no es una excepción, por lo que tam-
bién se encuentra en profunda crisis y pro-
cesos de desestructuración que se mani-
fiesta en su actividad académica y científi-
ca, así como en el gobierno, la actividad
administrativa y reflejada especialmente
en los currículos desfasados de la activi-
dad social, económica y política del país,
la poca vinculación con la comunidad y la
actividad productiva.
Comprende tres partes bien definidas:
la primera que está relacionada al aspecto
de los antecedentes históricos, en las que
surge y se desenvuelve la UNT. La segun-
da, refiere su situación actual y la influen-
cia y repercusiones que recibe por el fe-
nómeno de la globalización, la cual se
constituye en un nuevo desfase que sufre
sin haber superado del todo, los vicios de
la colonización española. La tercera, es-
boza algunos planteamientos que pueden
llevarla a encarar con éxito la influencia
nefasta de la globalización basada en sus
potencialidades y fuerzas endógenas, que
la llevarían a convertirse en el Alma Mater
del desarrollo regional y nacional.
El presente ensayo pretende abrir un
diálogo, antes que un debate sobre el pa-
pel de la Universidad Nacional de Trujillo
en el proceso de desarrollo y la consecu-
ción de una sociedad humana, libre, de-
mocrática y justa, con una economía que
asegure la existencia digna de las perso-
nas integradas en la diversidad de la
interculturalidad de las naciones del orbe.
ANTECEDENTES
HISTÓRICOS
La Universidad Nacional de Trujillo es
una de las universidades estatales que
actualmente tiene el país, cuya ubicación
en el proceso histórico se encuentra
enmarcada en la corriente que han segui-
do las universidades latinoamericanas, y
dentro de ellas, las peruanas, por haber
recibido la influencia de la colonización
española, no obstante su fundación se
produjo después de la independencia (10
de mayo de 1824). Es la primera universi-
dad republicana y la tercera en fundarse a
nivel del país, después de la Universidad
176
Nacional Mayor de San Marcos de Lima y
la Universidad Nacional de San Antonio
Abad del Cusco. (Asamblea Nacional de
Rectores; 1996: 15).
Si el fenómeno de la globalización tie-
ne una historia de cinco siglos, como ano-
ta Aldo Ferrer, de acuerdo a la visión
fundamentalista; «En el pasado tuvieron lu-
gar acontecimientos que impactaron tanto
o más que los actuales en los países inte-
grantes del orden mundial. Como por ejem-
plo, la conquista del Nuevo Mundo y el ex-
terminio (principalmente por la transmisión
de plagas) de gran parte de la población
nativa, la producción de azúcar y la escla-
vitud entre los siglos XVI y XVIII y, en el
XIX, el ferrocarril, la navegación a vapor y
la revolución en las comunicaciones (telé-
grafos, cables submarinos, radiotelegra-
fía)». (1998: 33), entonces éste no es no-
vedoso; ya otros acontecimientos han te-
nido profundas consecuencias en el pa-
sado; incluso dichos acontecimientos ten-
drían «... mayor significación en el desarro-
llo actual de las corporaciones
transnacionales» (Ibid: 37).
A través de la colonización española
llegó a las universidades de América Lati-
na, a las creadas durante el virreinato y
las republicanas, toda la influencia espa-
ñola, francesa y norteamericana; aunque
fue la primera la que logró un dominio
completo, a través de la influencia a todo
el proceso de la educación pública. Así en
la historia de la educación peruana, se
van superponiendo elementos extranjeros
combinados, pues el Perú no ha asimila-
do las ideas y los hombres de otras na-
ciones, sino sólo las adiciona, sin llegar a
un entendimiento entre indígenas y con-
quistadores.
«La República se siente, hasta se confie-
sa solidaria con el Virreinato. Como el
Virreinato, la República es el Perú de los con-
quistadores más que de los regnícolas. El
sentimiento y el interés de las 4/5 partes de la
población no juegan casi ningún rol en la
formación de la nacionalidad y de sus institu-
ciones» (Mariátegui J.C.; 1974: 105 - 106).
 Así no podemos encontrar una educa-
ción de carácter nacional, sino de espíritu
colonial, poniendo al indio, siempre como
raza inferior.
La enseñanza tuvo sentido aristocráti-
co y concepto eclesiástico y literario. La
Universidad estuvo cerrada a los mesti-
zos, era un privilegio de casta; formaba
sólo clérigos y doctores (Ibid: 106).
La revolución de la independencia que
trajo el modernismo ideológico jacobino y
de Condorcet, proclamó el igualitarismo
pero sólo verbalmente.
La educación retórica de letras y leyes
no estuvo orientada al trabajo ni la demo-
cracia. Era una herencia económica y so-
cial feudal.
El Dr. Manuel Vicente Villarán proponía
que el Perú debería ser como fue Esta-
dos Unidos, una tierra de labradores, co-
lonos, mineros, comerciantes y no centro
literario, patria de intelectuales y semille-
ro de burócratas, debería tener su revolu-
ción liberal burguesa (Ibid: 109-110).
En 1908 el Dr. Villarán señaló el error
de inspirarse en Francia por ser un país
que no pudo modernizar, democratizar y
unificar su sistema y métodos educativos.
La influencia francesa tenía muchos
rezagos en la enseñanza secundaria y
superior. Así J.C. Mariátegui afirma que la
enseñanza en el Perú ha tenido el vicio
histórico de ser incongruente con las ne-
cesidades de la evolución de la econo-
mía nacional y olvido de los indígenas. Se
necesitaba un sistema educativo que pro-
duzca pocos diplomados y literatos y que
eduque hombres útiles, creadores de ri-
queza, hombres de empresa que hagan
del Perú una patria rica y fuerte.
Con estas concepciones se produce
la reforma de 1920, bajo la orientación
norteamericana, a través del asesora-
miento del técnico yanqui, el doctor Bard,
traído especialmente por el gobierno.
Pero no es posible democratizar la
educación en un país, sin democratizar
su economía y su estructura política.
Para que la reorganización de la ense-
ñanza corresponda a un pueblo que cum-
ple su proceso histórico, dice J.C.
Mariátegui, tiene que estar dirigida por sus
propios hombres. Los especialistas ex-
tranjeros no pueden rebasar los límites
de la colaboración (Ibid: 119).
El experimento norteamericano tam-
bién fracasó, fracasó la Universidad de
escuelas técnicas y no se fundaron las
Escuelas Superiores de Agricultura, Cien-
cias Pedagógicas, Artes Industriales y
Comercio. El Plan de Estudios para la
Universidad de San Marcos, no tuvo total
aplicación y tampoco pudo crearse el Cen-
tro Estudiantil Universitario, como se ha-
bía planeado
En estas circunstancias se gestó la
reforma universitaria por el movimiento
estudiantil conocido como el «Grito de
Córdoba», lo que daba nacimiento a una
nueva generación latinoamericana que
desde ya acusaba el fracaso de la moder-
nidad en la realidad de este continente;
así sucedió, no sólo en argentina sino
además en Uruguay, Chile, Perú y otros
países latinoamericanos, reflejando las
esperanzas mesiánicas, sentimientos
revolucionarios y pasiones místicas de la
post guerra; en contra de los vicios y fallas
del régimen económico social vigente. «La
crisis mundial invitaba a los pueblos lati-
noamericanos; con insólito apremio, a re-
visar y resolver sus problemas de organi-
zación y crecimiento. Lógicamente, la nue-
va generación sentía estos problemas con
una intensidad y un apasionamiento que
las anteriores generaciones no habían
conocido» (Ibid: 123).
El movimiento estudiantil carente de
ideología, en un principio, fue tomando
una orientación al vincularse a los sindi-
catos obreros, ligando el problema edu-
cacional al resto del sistema económico
social.
177
 ¿Qué postulados proponía la Reforma?
- El Congreso Internacional de Es-
tudiantes de México de 1921:
a.Participación de los estudiantes enel
gobierno de las universidades.
b. Implantación de la docencia libre y
asistencia libre.
- Estudiantes de Chile:
a. Autonomía de la universidad como
institución de alumnos, docentes y
diplomados.
b. Docencia libre y asistencia libre. La
cátedra paralela; la asistencia con-
sagraría la excelencia del mejor do-
cente.
c. Revisión de métodos y contenidos de
estudios
d. Extensión universitaria.
- Estudiantes de Cuba:
a. Una verdadera democracia universi-
taria.
b. Una verdadera renovación pedagógi-
ca y científica.
c. Una verdadera popularización de la
enseñanza.
- Estudiantes de Colombia:
a. Organización de la Universidad so-
bre bases de independencia, partici-
pación de los estudiantes en su go-
bierno, nuevos métodos de trabajo.
b. Que al lado de la cátedra funcione el
seminario, se abran cursos especia-
les, se creen revistas.
c. Que a lado del maestro titular hayan
profesores agregados; que el ejerci-
cio del magisterio exista sobre bases
que aseguren su porvenir y den ac-
178
ceso a cuantos sean dignos de tener
una silla en la Universidad.
- Estudiantes de Lima:
a. Defensa de la autonomía de las uni-
versidades.
b. Participación de los estudiantes en
la dirección y orientación de sus res-
pectivas universidades o escuelas
especiales.
c. Derecho de voto por los estudiantes
en la elección de rectores de las uni-
versidades.
d. Renovación de los métodos pedagó-
gicos.
e. Voto de honor de los estudiantes en
la provisión de las cátedras.
f. Incorporación a la universidad de los
valores extrauniversitarios.
g. Socialización de la cultura.
h. Universidades populares (Ibid: 128-
229).
Los planteamientos pintan la verdade-
ra situación de las Universidades latinoa-
mericanas hasta la tercera década del si-
glo XX, en que se produce el movimiento
estudiantil. Así éstas tenían convertidas
la enseñanza en privilegio del dinero y de
castas; su tendencia a la burocratización
académica; provee doctores o rábulas a
la clase dominante; desprovista de impul-
so creador por su empobrecimiento espi-
ritual y científico; sus directores fueron vi-
talicios que turnaban los cargos de mayor
relieve, con docentes captados heredita-
riamente; imponía una verdadera servi-
dumbre educacional, estrecha y sin pers-
pectivas renovadoras.
En nuestro país el espíritu colonial ha
tenido su hogar en la Universidad, nos
dice J.C. Mariátegui. El Dr.V.A. Belaúnde
encuentra en ella la continuidad histórica
entre la república y la colonia, a pesar que
se la concebía como el alma mater nacio-
nal, dentro de los principios e ideales re-
publicanos. La Universidad continuaba su
tradición española de ideología escolás-
tica; desligada de la realidad nacional.
Mariátegui, cita la obra La Vida Universita-
ria del Dr.V.A. Belaúnde, donde éste escri-
bía: «Un triste destino se ha cernido sobre
nuestra Universidad y ha determinado que
lleve principalmente un fin profesional y
tal vez de snobismo científico; pero no un
fin educativo y mucho menos un fin de afir-
mación de la conciencia nacional. Al re-
conocer rápidamente la historia de la Uni-
versidad desde su origen hasta la fecha
se destaca este rasgo desagradable y fu-
nesto: su falta de vinculación con la reali-
dad nacional, con la vida de nuestro me-
dio, con las necesidades y aspiraciones
del país» (Ibid: 134).
J.C. Mariátegui, constató aún más pro-
fundamente; fue a las causas de esta rea-
lidad «... la Universidad no cumplía una
función progresista y creadora en la vida
peruana, a cuyas necesidades profundas
y a cuyas corrientes vitales resulta no sólo
extraña sino contraria. La casta de terrate-
nientes coloniales que, a través de un agi-
tado período de caudillismo militar, asu-
mió el poder en la República, es el menos
nacional, el menos peruano de los facto-
res que intervienen en la historia del Perú
independiente. El ‘triste destino’ de la Uni-
versidad no ha dependido de otra cosa»
(Ibid: 135).
El movimiento de reforma universita-
ria de 1919 fue emprendido por los estu-
diantes que iniciaron las transformacio-
nes a partir de la capacidad de los docen-
tes, cuestionando a los «malos profeso-
res» aunque no a los «malos métodos».
Se logró implementar la representación
estudiantil en el Consejo Universitario y la
cátedra libre.
Entre 1923 a 1927 el movimiento tuvo
situaciones desfavorables que se inició
con la expulsión de 26 estudiantes de la
Universidad de Trujillo en noviembre de
1923, tras el reagrupamiento de las fuer-
zas conservadoras contra los postulados
de 1919 y 1923. La muerte de dos jóve-
nes docentes, amedrentó a los profeso-
res renovadores. Se revitalizó el espíritu
conservador y oligárquico con todas sus
secuelas de atraso y represión. La juven-
tud tuvo su parte en este retroceso dada
su inconstancia y su defecto de entusias-
mo muy efímero, de rápida disipación,
defecto del latinoamericano; buenos para
iniciar y malos para terminar, buenos para
ofrecer, malos para cumplir. Esta situación
se vio agravada por otro factor de mucha
incidencia que fue la vaguedad e imposi-
ción del programa.
En la Universidad del Cusco los do-
centes dieron un giro singular al intervenir
en un planteamiento inédito de participa-
ción de la Universidad como un gran cen-
tro de cultura que lidere el desarrollo so-
cial y económico de la región andina, con
estatutos de la Reforma Universitaria en
Hispano-América.
Los postulados básicos de la reforma
cusqueña son:
a. Creación de la docencia libre como
cooperante del profesorado titular.
b. Adopción del sistema de seminarios
y conversatorios.
c. Supresión del examen del fin de año
como prueba definitiva.
d. Consagración absoluta del catedráti-
co universitario a su misión educativa.
e. Participación de los alumnos y
exalumnos en la elección de las au-
toridades universitarias.
f. Representación del estudiantado
universitario en el Consejo Universi-
tario y en el de cada Facultad.
g. Democratización de la enseñanza.
h. En todos los aspectos la Universidad
debe tener una amplia aplicación
práctica y una completa orientación
científica (Ibid: 146).
179
 La situación fue desmejorando no sólo
en la Universidad de San Marcos, las de
provincias, a excepción de la Universidad
del Cusco, también repetían la vuelta a la
feudalidad, como en Trujillo y Arequipa.
El balance de la primera centuria, so-
bre la educación en la república tiene un
pasivo muy grande y pocas posibilidades
de mejorar a corto plazo por su inscrip-
ción en el sistema económico social ad-
verso, del cual es su resultado.
Entre estos acontecimientos históricos
se vino desarrollando la primera Univer-
sidad Republicana en el Perú: la Univer-
sidad Nacional de Trujillo, que hasta la
tercera década del siglo XX no se pudo
sacudir de la mentalidad y actitud feudal y
colonial. Sus primeras cátedras, por ello,
fueron: Teología Dogmática y Moral, Cá-
nones y Leyes, Anatomía y Medicina, Filo-
sofía y Matemáticas. Sus primeros grados
académicos fueron de Bachiller, Doctor y
Maestro en Leyes y Sagrados Cánones
(Oficina Central de Admisión; 1998: 9).
En la década de los cuarenta la Uni-
versidad tenía un promedio de 1400 alum-
nos con las siguientes facultades y es-
cuelas: Facultad de Letras, Sección Pre-
paratoria de Medicina, Facultad de Bioló-
gicas, Farmacia, Preodontología, Quími-
ca Industrial, Derecho, Comercio, Normal
Superior, Normal Urbana, Preparatoria
para Estudios Superiores y Doctorado en
Pedagógico. Estas nuevas especialidades
nos muestran el poco avance que tenía la
Universidad a 25 años del movimiento de
reforma. En esta década surge otro movi-
miento estudiantil, que se le denominó el
«Grito de Mansiche», cuyos postulados no
diferían de los de la década anterior. A
partir de este movimiento se promueve un
encuentro entre estudiantes de Cusco,
Arequipa y Trujillo que se realizó en la
Universidad San Antonio Abad del Cusco,
donde se hace una declaración de princi-
pios frente a la segunda guerra mundial
contra las fuerzas nazis y fascistas; pro-
pugna la peruanidad y rechaza los rasgos
coloniales; promueve la construcción de
180
la nación; declara la necesidad de indus-
trialización del país como única forma de
conseguir la independencia económico-
política; apoya el Plan de Alfabetización
Nacional para elevar la cultura y crear la
conciencia nacional; rechaza categórica-
mente toda forma de gobierno impuesto
por la fuerza y la mordaza (Valdivieso, A.;
1998: 15 y 17).
Hasta la década del cuarenta el mo-
dernismo de la post guerra aún es inci-
piente en los Claustros de la Universidad
Nacional de Trujillo y se expresan princi-
palmente en la necesidad de industriali-
zación y la gesta de la conciencia de na-
ción, proclamadas en la reunión del Cusco
en 1944, a la vez que se rechaza todo re-
zago de colonialismo y gobiernos de facto
y mordaza.
A partir de la década del sesenta, la
Universidad de Trujillo es considerada
Alma Mater de la Cultura y la Ciencia del
Norte Peruano, pues a partir de ella sur-
gen otras universidades en el norte del
país (Universidad Nacional de Trujillo;
1997: 3), ocho nacionales y ocho particu-
lares en los departamentos de: Tumbes,
Piura, Lambayeque, Cajamarca, San Mar-
tín, Huánuco, Ancash y La Libertad; entre
los años 1961 y 1996 (Asamblea Nacio-
nal de Rectores 1996: 15).
¿Pero cuál es la situación actual de la
Universidad respecto de la modernidad,
la desintegración de ésta y su ingreso a la
actual globalización?
SITUACIÓN ACTUAL
Actualmente la Universidad Nacional
de Trujillo se rige por la Ley 23733 y su
respectivo Estatuto, tiene aproximadamen-
te quince mil estudiantes, que a partir de
1972 empezaron a ocupar la Ciudad Uni-
versitaria de modernas construcciones
que se vienen implementando progresi-
vamente. Cuenta con 12 facultades en la
que se imparten 34 carreras profesiona-
les, a saber:
 Facultad de Ciencias Agropecuarias: Facultad de Derecho y Ciencias Políticas:

- Agronomía - Derecho y Ciencias Políticas.

- Zootecnia
- Ingeniería Agrícola
- Ingeniería Industrial.
Facultad de Ciencias Biológicas:
- Ciencias Biológicas
- Pesquería
- Microbiología y Parasitología.
Facultad de Educación y Ciencias de
la Comunicación:
- Educación Inicial
- Educación Primaria
- Educación Secundaria
- Periodismo.
Facultad de Enfermería:

Facultad de Ciencias Económicas: - Enfermería.

Facultad de Farmacia y Bioquímica:
- Administración
- Contabilidad - Farmacia y Bioquímica.
- Economía.
Facultad de Ingeniería:
Facultad de Ciencias Físicas y Mate-
máticas: - Ingeniería Industrial
- Ingeniería de Sistemas
- Física
- Ingeniería de Minas
- Matemáticas
- Ingeniería de Materiales
- Estadística
- Ingeniería Mecánica
- Informática.
- Ingeniería Metalúrgica.
Facultad de Ciencias Médicas:
Facultad de Ingeniería Química:
- Medicina
- Ingeniería Química
- Estomatología.
(Oficina Central de Admisión 1999: 13).
Facultad de Ciencias Sociales:
De las 34 carreras, 11 corresponden a
- Arqueología las ingenierías, 5 a las ciencias natura-
les, 3 a las ciencias médicas, 3 a las cien-
- Antropología cias económicas, 3 a las ciencias abs-
- Trabajo Social tractas, 1 a la informática y 8 a las huma-
nidades, entre las ciencias sociales, edu-
- Turismo. cación y derecho.

181
 Esto nos indica cómo la Universidad
se ha venido preocupando por alcanzar
los ideales y aspiraciones de la moderni-
dad, al buscar ser el Alma Mater de la na-
ción peruana, preparar a los jóvenes en
las carreras relacionadas directamente al
proceso productivo, reflejadas en las in-
genierías y las de ciencias naturales.
Por otro lado, junto a las demás uni-
versidades del país ha buscado ser de-
mocrática, lo cual se ha plasmado en la
ley y el estatuto que lo rige. Para ser miem-
bro de los órganos de gobierno se requie-
re cumplir con un sistema de elecciones
cuyas normas fundamentales están con-
tenidas también en la Ley Universitaria
23733, el Estatuto de la Universidad y el
Reglamento de Elecciones. En esos mis-
mos documentos se establece la partici-
pación estudiantil en todos los niveles de
gobierno de la Universidad y también la
de sus graduados, aunque la representa-
ción de estos últimos ha quedado en letra
muerta.
También dentro del aspecto democrá-
tico se destaca la autonomía académica,
normativa, administrativa y económica, lo
cual ha ido deteriorándose de manera
acelerada.
Dentro de los valores de la moderni-
dad, los estatutos de la Universidad Na-
cional de Trujillo destaca el respeto a los
derechos humanos, el quehacer acadé-
mico y científico, la búsqueda de la ver-
dad, la ética, libertad de pensamiento, crí-
tica, expresión y de cátedra; el respeto a
los principios constitucionales. El recha-
zo a la agresión física, moral y material, la
intolerancia, la discriminación y la depen-
dencia.
Destaca la realización de la investiga-
ción científica, tecnológica, humanística y
artística para ponerlo al servicio del país.
Además tiene como finalidad conservar,
acrecentar y trasmitir la cultura, con senti-
do crítico y afirmando los valores naciona-
les. Está orientada a formar profesiona-
182
les de alta calidad humanística, científica
y tecnológica a fin de satisfacer las nece-
sidades sociales, privilegiando a los sec-
tores populares, dentro de un marco éti-
co, cívico y social. También busca desa-
rrollar su actividad académica y servicios
a la comunidad mediante la integración
armónica y curricular, a través de funcio-
nes de investigación, enseñanza y proyec-
ción social. Promueve la integración na-
cional, regional (latinoamericana) y mun-
dial (universal).
Es decir todo cuanto busca el moder-
nismo, se sintetiza en lo que la Universi-
dad Nacional de Trujillo declara en los prin-
cipios que la orientan y fines que persigue.
Pero el fenómeno que debemos adver-
tir es que, la Universidad estuvo ligada al
colonialismo español por tantos años, que
muchos de los aspectos se enraizaron de
tal modo que, aunque se trata de una Uni-
versidad republicana, la modernidad no ha
terminado de establecerse, porque arras-
traba el feudalismo, en su interior; y los ini-
cios de la globalización ya van haciendo
presencia para desestructurar el moder-
nismo, sin que las características feuda-
les dejen de tener presencia, reflejado en
una formación con fuertes características
retóricas, librescas de repetición de auto-
res, de currículos desfasados de la reali-
dad y dinámica actual del país; de enclaus-
tramiento académico y consiguiente des-
vinculación con la comunidad; de allí que
su anterior Rector puntualice como debili-
dades de la institución las siguientes:
· «Presupuesto deficiente y haberes
deprimidos.
· Baja calidad en la formación acadé-
mico profesional.
· Currículos desfasados y falta de
equipamiento de laboratorios y biblio-
tecas.
· Falta de una comunicación fluida en-
tre los órganos de gobierno y los
estamentos universitarios.
 · No existe relación estrecha entre in-
vestigación y desarrollo (I+D).
· Carencia de una cultura de evalua-
ción institucional y de un sistema de
acreditación.
· Carencia de un plan intensivo de ca-
pacitación docente y administrativo.
· Escasos vínculos con el sector pro-
ductivo y social.
· La Universidad no asume la MISIÓN
de institución INTEGRADORA de la
cultura y de la identidad nacional.
· No combina la función de la docen-
cia con el desarrollo de la investiga-
ción, ni desarrolla el espíritu creativo.
Escasas publicaciones.
· No contribuye a promover la
competitividad y la calidad de vida de
la sociedad.
· Carencia de un eficiente sistema de
tutoría a los alumnos» (Gil; 1998: s/n).
El Dr. Julio C. Vásquez Vargas, hacien-
do un análisis de 15 currículos de Escue-
las Profesionales de la Universidad Na-
cional de Trujillo, puntualiza que los perfi-
les profesionales caracterizan lo que el gra-
duado DEBE SABER O SABER HACER,
refiriendo muy poco lo que DEBE SER (va-
lores morales, éticos, deontológicos,
humanísticos, etc.); no consideran el
PROFESIOGRAMA, o perfil que demanda
el empleador, clientela o usuario. En cuan-
to a los planes de estudio, considera que
éstos están preparando a los estudiantes
para que aprendan las funciones y compe-
tencias profesionales después de graduar-
se en el trabajo profesional; que los pla-
nes de estudio consideran el perfil profe-
sional como una «plantilla de producción».
Señala que el marco metodológico privile-
gia el proceso enseñanza aprendizaje cen-
trado en el docente, con clases magistra-
les y en el ambiente intrauniversitario con
poca relación con el contexto. Además,
encuentra que la evaluación no correspon-
de a todos los elementos del sistema, que
sólo se centra en el rendimiento estudian-
til. Por otro lado halla que existe un desfase
entre lo escrito en los currículos aproba-
dos a partir de 1994, y lo que realmente se
ejecuta. Concluye diciendo: «En síntesis la
Universidad es una institución cuasi-cerra-
da de poderes compartidos, que no usa
suficientes conexiones de intercambio con
otros escenarios sociales o de producción
para ser utilizados como escenarios per-
manentes de investigación y de enseñan-
za aprendizaje» (Vásquez; 1998: 106-108).
Todos estos testimonios nos demues-
tran cómo en la Universidad Nacional de
Trujillo, aún tienen presencia los procedi-
mientos tradicionales productos de la he-
rencia medieval de la colonización espa-
ñola, a pesar de su esfuerzo por ingresar
a la modernidad.
Hoy confronta otro desfase histórico al
producirse el fenómeno de la globalización,
cuyas consecuencias no son halagadoras,
principalmente para países y universida-
des como los nuestros.
La globalización no es otra cosa que
una nueva forma cómo el capitalismo pre-
tende poner al mundo bajo su dominio y
control. Así lo entiende Luis Javier Garrido
en La Crítica del Neoliberalismo Realmen-
te Existente que publica Noam Chomsky
en su obra La Sociedad Global. Educa-
ción, Mercado y Democracia (Chomsky;
1995: 3-9).
A nivel de la Universidad, institución
intermedia, pierde su sentido democráti-
co convirtiéndose la elección de los re-
presentantes en contiendas donde a tra-
vés de partidos políticos cualesquier tipos
de armas y procedimientos son válidos
con tal de acceder al poder, quedando el
quehacer y el sentido académico y cientí-
fico postergado a quinto o a sexto lugar;
por ello encontramos hoy día en la Univer-
sidad docentes, estudiantes y trabajado-
res administrativos con pésimo estado de
ánimo, realizando sus obligaciones sólo
por cumplimiento, sin identificación. En
183
ello repercute los bajísimos sueldos que
controla la institución tutelar, sin importar-
le en lo más mínimo la educación de los
hijos del pueblo; porque además los fon-
dos destinados a la universidad se van
acortando cada día, a pesar que la pobla-
ción universitaria crece, aumentando to-
das las exigencias de infraestructura,
implementación de equipos, materiales,
personal, etc.
Esta situación se objetiva en la infor-
mación que se recogió en 1996 el Primer
Censo Nacional Universitario, cuyos da-
tos correspondientes a la Universidad
nacional de Trujillo son los siguientes:

Total Masculino Femenino

Porcentaje de Publicaciones por 36,2 35,3 35,3

Docente, por Género

Promedio de Publicaciones por 4,2 4,2 4,2

Docente, por Género

Porcentaje de Docentes que han 85,0 84,9 85,5

participado en Eventos
Académicos y/o Científicos, por

Total Masculino Femenino

Porcentaje de Participación en Eventos del 43,9 43,7 44,7

Docente, Por Género

Porcentaje de Docentes que tienen un 82,5 81,5 85,8

Ambiente de Trabajo en la Universidad, por
Género

Porcentaje de Docentes que tienen un 90,5 89,6 93,8

Ambiente de Trabajo Independiente en su
Vivienda, por Género

Porcentaje de Docentes que no Utilizan 18,8 21,1 10,5

Medios Audiovisuales, por Género

Porcentaje de Docentes que utilizan 58,1 55,4 68,0

Retroproyector De Trasparencias, por
Género

Porcentaje de Docentes que utiliza Video, 29,0 26,9 36,6

por Género

Porcentaje de Docentes que utilizan 39,3 37,0 47,7

Papelógrafo, Por Género

184
 En estas condiciones el sentido de la
Universidad como Alma Mater, constructora
y defensora de la identidad Nacional,
abanderada de la modernidad; aparece atra-
sada, con currículos desfasados de la rea-
lidad, y con muy poca vinculación con la co-
munidad y la actividad productiva y de servi-
cios; queda nuevamente desarticulada por
otro fenómeno globalizante, que ya no es el
de la repercusión del colonialismo español
que persistió en la modernidad, sino aque-
lla que viene a desintegrarla; puesto que la
actual globalización significa la desmo-
dernización, la crisis de la modernidad, la
despolitización, la desocialización, la
desinstitucionalización, en la terminología
de Alain Tuoraine.
PERSPECTIVA
Pero estas reflexiones, de ninguna
manera tienen la intensión de presentar
apocalípticamente la actual situación de la
Universidad peruana, ni específicamente
la Universidad Nacional de Trujillo; como
Martín Hopenhayan, pensamos que no
somos ni apocalípticos ni integrados, sino
que necesitamos ser objetivos en el análi-
sis de lo que viene dándose en nuestra
sociedad y se irá acentuando en este ter-
cer milenio; sólo siendo conscientes y en-
tendiendo el problema estaremos, los in-
telectuales, en capacidad de orientar y pro-
poner alternativas.
Necesitamos entender que la
globalización es al final un tigre de papel,
que mucho de lo que se afirma son ficcio-
nes como lo demuestra Aldo Ferrer en su
obra Hechos y Ficciones de la
Globalización; esta se presenta como la
revolución tecnológica por la que viviría-
mos en una aldea global unificada por la
revolución in
co. tecnológica contemporánea ha provo-
cado una fractura en el desarrollo históri-
co de la humanidad y en materia econó-
mica y financiera, al menos, la soberanía
de los estados habría sido desbaratada
(Ferrer; 1998: 22-24).
Pero la realidad nos demuestra que el
mundo no se comporta tal y como supone
la sabiduría convencional: los mercados
financieros globales han llegado a serlo
por la desregulación de las transacciones
financieras y la liberación del comercio de
bienes y servicios; la globalización está
referida a un fenómeno mediático, a ne-
gocios de carácter transnacional, pero la
mayor parte del proceso económico trans-
curre fuera de la globalización. «Las pe-
queñas y medianas empresas que ope-
ran en todos los sectores productivos, los
servicios básicos de educación y salud, la
inversión pública de mediano porte, bue-
na parte de la investigación y desarrollo
realizada en universidades, laboratorios
y empresas, la vivienda y la infraestructu-
ra construida en las grandes ciudades y
en los pequeños pueblos y otras activida-
des ignoradas por la globalización
mediática constituyen el ámbito en el cual
nace, crece, ama, trabaja, cría sus hijos y
termina sus días la mayor parte de las
personas. Y es allí donde se genera tam-
bién el grueso de la producción, el em-
pleo, el intercambio, el ahorro y la acumu-
lación de capital» (Ibid: 29 y 30).
Las transacciones económicas más
se realizan en los mercados nacionales y
no en los globales. También sucede lo
mismo con el volumen de actividades fi-
nancieras que son privadas directas. La
competencia está dada por países y sis-
temas antes que por firmas, mucho de