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FACULTAD DE MEDICINA

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dígena, "ágrafa", politeísta, con recursos técnicos limitados a pesar


de sus evidentes logros sociales e institucionales, fue el grupo
"domine do", expuesto a la voluntad del primero.
La transculturación (232) consiste en aquellos fenómenos que re sultan
donde dos grupos de individuos que tienen culturas diferentes toman
contacto continuo de primera mano, con los consiguientes cam bios en
los patrones de la cultura original de uno de ellos o de am bos.
Préstamos se hicieron de los dos lados y el choque provocó
conflictos y trastornos profundos igualmente.
Cada grupo contribuyó con sus elementos culturales y utilizó del
otro lo que más convenía a su vitalidad. Si la cultura de occidente
tra jo buenas tecnicos. la escritura, la rueda, el caballo, la pólvora y
la re ligión, la Inca aportó algunas materias primas, prácticas agrícolas
per feccionadas a través de los siglos, muchos vegetales que
produjeron la admiración de Europa y, más que nada, una magnífica
ordenación social. Se afirma ( 537) que el indio americano ha
contribuido con
59 drogas a la farmacopea moderna, y esta cifra es bastante elocuente.
A pesar de los numerosos trabajos que le han dedicado autores
nocionales y extranjeros, el problema de la trepanación del cráneo en
el Antiguo Perú presenta todavía muchos puntos oscuros. Faltando
ios documentos escritos, ya que Iue una operación de la pre-
histo rie, solamente quedan las suoosiciones que se tejen sobre e1 cráneo
tre panado, muchas veces antojadizas y carentes de razonamiento
cien tífico, otras veces basadas ingénuamente en conceptos quirúrgicos
mo dernos que difícilmente pueden adaptarse al molde de la mente
primiti va. Se ha dicho que el único testigo de este procedimiento
es el mis mo cráneo trepanado, porque no existió escritura y cuando
llegaron los españoles la trepanación ya había caído en desuso.
Falta, en la mayor parte de los trabajos precedentes, a nuestro modo
de ver, el re lacionar estrechamente el procedimiento operatorio con
el marco de la civilización en que se realizó. Conocemos los datos
que nos presta la Arqueología, la Etnología o el Folklore para
precisar cuáles fueron los alcances de la mentalidad indígena y,
aunque el único testigo de la trepanación seo el cráneo, en él
podemos estudiar sus caracterís tic;rs físicos, precisar el resuitcdo
operatorio y avanzar, aunque hipo·
!éticamente, en el procedimiento quirúrgico y las indicaciones de la in tervención.
Pero todo ello debe ser realizado teniendo presente la vi da
espir itucl de la civilización antigua y no haciendo préstamos a nues tro
cctual cultura. Una vez estudiado el problema dentro del marco que le
corresponde. las comparaciones deben hacerse lomando en cuenta
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ANALES DE LA

no solamente la luz y sombro de nuestra civilización, sino les diversos


matices que adquiere 1a treocmocíón del cráneo a través de las
civili zaciones primitivas, antiguas y contemporáneas qu.e la han
practicado.
A mediados del siglo pasado, cuando ya se había estabilizado la
Hepúbliccr, sabios extranjeros y peruanos dedicáronse a explorar el te
rritorio del Perú y los tesoros naturales que encerraba.
Rairnondi (483), Herndon (231), Rivera y Tschudi (492), Marcoy (344),
Squier ( 531), y otros, estudiaron la geografía, la llora, los minerales
y el pai soie. No pocos interrogaron a la madre tierra, la pacha de
los Incas, paro encontrar un mundo desconocido de piezas cerámicas,
telas, plu mas, joyas y otros objetos que testimoniaban an liguas
civilizaciones. Las chaukallas o cementerios precolombinos proporcionaron
muchos huesos prehistóricos. En el valle de Yucay, lugar de veraneo
de los Incas, cerca de lo ciudad imperial del Cuzco, se encontró
un cráneo rarc, con huellas de haber sido trepanado. A Squier
( 531 ) , explora dor americano, le llamó la atención cuando lo
vió en 1865 y consi guió llevarlo a Norteamérica y luego a Francia
para que fuera estu diado por los hombres de ciencia. Desde entonces
arranca el deseo de interpretar los muchos cráneos trepanados que se
han ido descubrien do, preocupando a científicos y profanos el como y
e1 por qué trepa naban el cráneo nuestros antepasados.
Creemos que sólo se puede avanzar con poso firme en este tema,
estuciiando paripassu los cráneos trepanados y lo civilizoción en que
vivieron los cirujanos. En los cráneos, sus características físicas,
sexo, edad, Ior mo de lo treponociór. y método operatorio, así como las
hue llas de la patología preexisterJe a la intervención quirúrgica
estudia da en forma estrictamente objetiva, con un meditado análisis
paleo pclolócnco y sin dejarse llevar, ni por un entusiasta deseo de
encontrar siempre· una rozón que enmarque aquello dentro de nuestros
actuales conocimientos médicos, ni por una actitud negativa al suponer o
afir mar una ausencia de claros conceptos médicoquirúrgicos en nuestros
cirujanos precolombinos. En les culturas. la preincaica y la incaica,
marco o Weltanschauung en que actuaba el cirujano indio, es necesa rio
estudiar su especial organización social y religiosa; la concepción
próciico y utilitaria de las clases diriqentes: el admirable
desarrollo de los ortes manuales y, al mismo tiempo, la rémora cultural
que sig nificó la falta de elementos esenciales como la escritura y la
rueda.
Ai contemplar un cráneo paleoperuar..o que presenta uno amplie
trepanación evidentemente cicatrizada, es muy fácil dejarnos llevar
por el entusiasmo y por nuestra patriótica admiración hacia los cultu

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F'i g , 3 . Mapa que muestra La extensión del 1mperio de los Incas


en la época en que llegaron los españoles, Las cuatro grandes regiones:
Cun t i s uyu , Antlsuyu, Chinchaisuyu y Collasuyu,
formaban el enorme territorio del Tahuantin suyu.

Ftg,1 .- Pieza cerámica de la cultura Muchik o Mochica, en la zona


Norte de la Costa. Representa a un médico examinando un paciente. Museo
Nacional de Ar qu e o l o g i a y Antropología de la
Magdalena. Lima,
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as pcleoperucnos. superponiendo nuestro hallazgo a las enormes di


Iícultodes quirúrgicas que nuestra actual ciencia encuentra en a ciru gía
contemporánea, sin tener en cuenta que nuestros obietivos son po siblemente
diferentes de los buscados por el cirujano antiguo. Y el deseo
consciente o subconsciente de ensalzar a nuestros antepasados uede
arrastrarnos a hipótesis que, si son difíciles de comprobar, son más
difíciles aún de rechazar dada la carencia de documentación co lcrteral.
Sólo cuandc vemos qüe resultados similores pueden constatar se en un
sinnúmero de pueblos primitivos que carecieron de todo cons lccto con la
civilización actual o con las culturas peruanas precolom binas, se nos
hace necesario adoptar un punto de vista diferente de crítica que nos
permita estudiar más obietivcrnente el asunto.
Un cirujano que proceda a enlocen el problema com arando sus
deducciones con el estado actual de la neurocirugía, pero sin ataca
en su base paleopatológica los hechos que nos muestra el exornen equi librado
de lo pieza arqueológica, interpreiada dentro de la cultura a la que
perteneció, ne terminará sino por tergiversar la verdad histór i
ca. La historia de la medicina, como dice Siqerits ( 527), ha sido a
menudo deformada cuando fue escrita por médicos sin suficiente en
trenamiento historiográfico y que, por consiguiente, s encontraban in
clinados a proyectar el presente en el pasado. Por otra arte, lo pro
io sucederio con un etnólogo puro, cuyos conceptos de patología cra neonc
her. ds ser necesariamente limitados y cuya interpertación del cómo y el
por qué de una trepanación corre grave riesgo de terminar erróneomente
polarizada.
Nos hemos reunido or eso, en un esfuerzo común, un histo iador médico y
un neurocirujano. para tratar de dar formo a un estudio lo más objetivo
posible del problema de la cirugía craneancr en el an tiguo Perú. Daremos
siete vueltas en torno a la muralla como dijo [osue, para indicar nuestro
propósito de ahondar en el temo y mirarle desde distintos ángulos, sin
pretender por ello que lo hayamos ago do. El re sultado de este intento está
desarrollado en las sicuíentes páginas como un sincero homenaje a los que nos
han precedido en el planteamiento del lema. No es ésta una coro polemizanle,
aunque ofrece algunas ideas nueves y muchos puntos son interpretados por
nosotros en forma un l'::tr.lo diferente a algunos de los autores
mencionados en el texto. An
1e ehcs presentamos modestamente nuestras discrepancias, que así es la
ciencia interpretativa: lucha continuo de opiniones que fragua len
lamente un ccrninc hccia la verdad.
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ANALES DE LA

Queremos expresar nuestro agradecimiento al Dr. Jorge Muelle, Di rector del


Museo Arqueológico de la Magdalena por las facilidades brindadas para el estudio
del material arqueológico de este Museo.
Al Profesor Dr. Pedro Weiss, dilecto maestro y serio investigador
en este problema, quien ha acogido nuestro trabajo con interés y nos
ha inspirado y guiado en algunos puntos difíciles mencionados en el
texto.
Al recientemente fallecido Profesor Dr. Ricardo Palma, Director del
Museo Anatómico de la Facultad de Medicina, por haber puesto a
nuestra disposición interesantísimo material de estudio.
Al Dr. Teodoro L. Meneses, Ce tedrático de Lengua Quechua por
su importante aporte en el campo filológico.
A todos nuestros amigos personales específicamente mencionados
en el texto y en la lista bibliográfica, por su contribución sincera a
la
obra que hemos terminado.
Al Profesor Dr. Alberto Hurtado, Decano de la Facultad de Medici
na, por su estímulo y apoyo.
Al Dr. Octavio Mongrut Muñoz, por su valiosa cooperación en ob
ener una buena presentación a esta obra.
A la Sra. Cristina Duarte de Morales, Bibliotecaria de la Facultad
de Medicina, por su amable colaboración en nuestros difíciles proble
mas bibliográficos.
A la Srta. Nora Vértiz, secretaria, por su dedicada colaboración an
la preparación del manuscrito.
CAPíTuLo r.

LAS CULTURAS PRE-COLOMBINAS EN EL PERU

El Iorqo período que precedió al establecimiento de la gran Con


Ierieroción Incaica se encuentra sumido en la nebulosa. debido no so·
Iom=nte a la falta de documentos escritos. sino a la natural deforma
ción histórica que ha sufrido a través de las tradiciones recogidas por los
Incas, adaptadas a los conceptos políticos que primaron durante ese
prolongado régimen. Por fortuna, desde el principio de este siglo, los
estudiosos de la Arqueología han acumulado suficiente evi de! cía
que nos permite reconstruir en forma de mosaico incompleto el d.lctcdo
panorama de este discutido período.
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Uhle ( 575 ), considera uno primera época, constituido por las agru: pociones
culturcles de los pescadores primitivos del litoral; viene des pués el
período de los culturas protoides, en que incluye los grupos protoChimú,
proloNozco. proloLima y Chovin. durante los cuales se plosrricn muchas
culturas defínitívas. En tercer término coloca el desarrollo y
establecimiento del Imperio del Tiahuanaco, y por ultimo agrupa en un
cucrto período las culturas locales del litoral como Chi mú, leaChincha y
Atacama, que fueron finalmente conquistadas por los Incas.
Tello (�: SO, 553), uno de los mejores analistas de la Arqueología
Peruana, piensa que todos las cultures derivan de un tronco común
que él denomina megalítico o arcaico, de origen andino y que tiene
corno representantes las culturas del Cclleión de Huaylas, Wari, Pu
cará, el primer período del Tiahuanaco, Chcvin. Chongoyape, Paracas
y las representadas en algunos basurales de Supe y Ancón.
En segunde> lugar, coloco Tello una eto.pa de diferenciación cul tural
con el establecimiento de los grupos Mochica, Nazca y Tiohuo ncco,
que !ermina con la tercera etapa de las Confederaciones tribo les en
que se forma el llamado Imperio Incaico.
Aunque es verdad que la tesis de Tello sobre el origen andino de
íodcs las civilizaciones peruanas es una leoría discutida por muchos,
debernos recordar que constituye una excelente hipótesis de trabajo ba sada
sobre hechos arqueológicos cuidadosamente interpretados. Des de el punto
de vista cronolóqico. el arqueólogo peruano logra estable cer cuatro
edades:
La primera edad, ( 1000 o. C. O.), está representada en el norte
por la cultura ChavínKotosh, al centro por las de Paracas y Cuzco y
preInca y en el Sur por PucaráTiahuanaco. La segunda edad ( 0800 d. C.) se
desarrolla en los Andes Occidentales construyendo poblacio nes en los sitios
encumbrados, domesticando a los auquénidos y cul i vando algunas plantas
alimenticias. La tercera etapa (8001321 d. C.), localizada principalmente
en el litoral Pacífico, lleva la agricultura a su mayor apogeo y esió
reoresentcdo por las culturas Mochico Ta· llón. Chimú. Pachacarnac, Nozcc,
Chanka, y Atacama. Y la cuarta edad ( 13211532 d. C.) constituido
por la civilización del Tahuantinsu yo, gran Confederación regida por !os
Incas, de un enorme desarrollo de las ciencics politices. ero en la cual
se observa un decaimiento de las artes.
Bennelt (56), basado en el estudio comparativo de los hallazgos
arqueológicos, establece seis horizontes artísticos;
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ANALES DE LA
i . Chavín, el más antiguo, cuyo motivo principal es un felino es
tilizado y elaborado en piedra plana tallada.

2. Horizonte blanco sobre rojo, denominado así porque en la ce· rámica s&
utilizan dibujos blancos sobre una base de arcillo roja.

3. Horizonte negativo, identificado por la pintura resistente en les


vasijas cerámicas.

4. Horizonte de Tiohuonrrco, que forma un complejo ·Je elementos cuyo estilo


dominante está representado en la Puerta del Sol.

S. Horizonte negroblanco, identificacio por las características de su.


cerámica.

ó • Horizonte Inca, de complejo estilo, constituído por pequeños


elementos geométricos.

En relación a la cronología cultural, el mismo autor norteamerica no (56)


está de acuerdo con Te11o (550) en que, desde época inme moriol. los
Andes centrales han sido lo eede de numerosas culturas que tienen
seguramente prioridod cronológica sobre las de la costa. El primer
período parece corresponder, según Bennett, a agrupaciones más o menos
aisladas geográficamente, quizás con tradiciones cultu rales locales,
formadas por cazadores y recolectores que poseían un equipo instrumental
muy rudimentario. Estos primitivos peruanos fueron los primeros agricultores
que comenzaron a cultivar algunas plantas, entre ellas probablemente el
algodón. En Huancayo, Chicama, Pacas mayo, Milagro, Huerco Prieta, etc.,
se han descubierto depósitos a gran profundidad que representan esta etapa.
Viene después el llamado período cultista, que comienza aproxi
modornen te 1000 años antes de nuestra era. Aparece entonces una ce
rónuco variada, que puede observarse en los yacimientos arqueológi cos de
Chcvín les basurales de Ancón, Supe, Cajamarca, Sechín Al
to, Moxexe, Nepeña, Guañape, Cupisnique, Chongoyape, etc. Dominó el
motivo ielinico. y usaron instrumentos de hueso y piedra, trabajan do el
metal en forma rudimentaria. Fueron hábiles olbcfiiles que cons truyeron sus
templos bajo un patrón religioso, tallando grandes cabe zas humanas y
felinos para su inserción en la pared. Su vasos ceró micos son monocromos,
negros, marrón, o rojos.
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A continuociór- coloca el período experimental (0600 d. C.) que se


caracteriza por numerosas. culturas locales como Salinar, Vírú. Chan coy,
Covernos. Chanapata y Chiripa. Bennett calcula una edad de
6jC oños o los bcsurales de Paracas, Chiripa y Chancay. En este pe
. ríodo. se :Jonen en práctica nuevas técnicas; nace la artesanía y
los métodos agrícolas se perfeccionan con la construcción de terrazas de
cultivo en la sierra (Chanapata y Chiripa) y la domesticcción de nu
.merostre plantas y granos ( quinua, cañihua, pepino, etc.). Los
ali
meatos se conservan en grandes depósitos y la llama aparece repre
sen.cdo en el arte cerámico que se perfecciona junto con la pintura de las
lelas y el hilado. En Solinar y en Cavernas se practica la de
formación crrtificial del cráneo y puede descubrirse el tatuaje. Se
uti
lizo ia honda y lo. lanza orroiodizo. Las tumbas están preparadas con
:;¡ron cuidado en Salinar, Choncay y Paracas. La religión vuelve a
cdquírir mayor prestigio. Uno vasija de Salínar parece representm
a un curandero cbservando a un enfermo. En Ocucaje se descubren
cróneos cortados en dos mitades, usados aparentemente como trofeos.
Superado esta !arga etapa experimental, se llega al período de
los Maestros Artesanos, ( 6001000 d. C.), que se extiende casi hasta el
Inca. En este período predomina la agricultura y la artesanía. Las téc
nicos agrícolas se perfeccionan aún más, desarrollándose también la cr
quitectura, la cerámica y el arte textil. "La difusión dice
Bennet ( 56 ) que ciertamente resultó del creciente contacto entre pueblos
de diferentes regiones, debe haber tomado la forma de un
intercambio directo de ideas, más que el de un préstamo al por
mayor". Cada grupo cultural desarrolló diversas técnicas y sistemas,
siendo los me jores exponentes los de Chicama, Moche, Virú, Santa,
Nepeña, Cas ma. y las Necrópolis de Paracas. Las culturas Nazca y
Mochica son
.ics mejor conocidas y estudiadas. En este período se construyen ce
nales para irrigación, se dornesticcn el maíz, la calabaza, la
achira_.
el pacae, la lúcuma, el camote, la papa, la oca, la: mashua, el olluco,
la granadilla, la chirimoya, el pallar, y otras plantas utilísimos. En
tonto que progresan las técnicas, se observa un adelanto en las pobla ciones;
se edifican grandes templos y fortalezas, y se organiza el plan de les
centros poblados. La religión se complica o se perfecciona tal como lo
atestigua el enriquecimiento de la parafernalia. Paracas ( .. ) desorrolb
un ornamentado ceremonial en el entierro de sus cadáve

( •) La cultura de Paracas constituye Uh verdadero enigma en cuanto


a su cronología. Otros autores (Te llo, etc.) le dan mucho mayor
antigüedad.
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ANALES DE LA

res, lo que nos brinda morovillosos pruebas del gran adelanto de sus
artes textiles y metalúrgicas. Las octivídodes humanas se
especia lizan resultando un conglomerado de profesionales: gobernantes,
músi cos. mensajeros, guerreros, sacerdotes, tejedores, ceramistas,
médicos ... Se trepanaban los cráneos con un buen porcentaje de
supervivencia. "Los curonderos escribe Bennett atienden a los pacientes
median te fr!asoie y succionen los obietos que causan enfermedad".
Viene entonces el período expansionista (1001200 d. C.) en que las unidodcs
culturales aisladas marchen hccia una organizacién pol.í ticc. Hay
egresión, conquisto política y expansión en todo el teritorio de los
Andes. La culturo Tiohuoncco se difunde y ejercita su influencia
con una organización politicoreltciosa bien desarrollada.
Como corolario al período previo, viene el llamado período de los
Constructores de Ciudades, ccracterízado por tener como base la doc tr
ino política de la tecnología. Los Chimús dominan la costa y cons.
truyen la gran ciudad de Chanchán. Se establece la organización social; la
artesanía sigue avanzando; se tro bcio el metal en mayor escala; el
bronce se uttlizo para fabricar instrumentos, y el oro y la plota se usan
con fines crnamentales. Mientras tanto, en los Andes, se va plasman do
la Confederación Inccicc que pasaremos a estudiar brevemente.

La Confederación Incaica.- No están de acuerdo los historiado res


cuando se trata de fijar con exactitud el inicio de la
civilización incaica, pues mientras unos lo ubican en el primer cuarto
de siglo XI d. C., otros lo sitúan en el último cuarto del siglo X.
De todas ;ma riereis. cuando los españoles llegaron en 1532, el
llamado Imperio In caico solamente tenía de vida 5 o 6 siglos, quizás
menos.
Las aisladas culturas preincaicas que se habían venido desarro llancio
durante ocho o más siglos, formaron una cultura matriarcal exo gÓmica que
sucumbió ante los nuevos conquistadores que iniciaron una etapa de
patriarcalismo libre al crear el I mperic del Tahuantinsu yo o de los
Cuatro Horizontes. Los Incas, provenientes de un modesto civ lh: quechua
del Cuzco, agruparon los oyllus preincaicos que se transformaron
sirviendo de base al sistema político, administrativo, eco nómico y social
del Incario.
Esta nueva etapa cultural establece un sistema jerárquico en lo so cic.l.
Cuondo el Inca efectúo una conquisto. envía funcionarios que llevan a
cabo un estudio estadístico de los ayllus sometidos, para im ponerles
tributo. Se les agrupa en unidades de 100 familias ( pachaca), se ordena
el motrimonío monoqórníco para los tributarios comunes y se inicia una
redistribución de la tierra con abolición de la propiedod
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mdrv.duol. estobleciéndose las respectivos porcclociones entre el Es·


tado y el Sol, base de su rel�gión.
Se instala entonces uno organización social estrclificada. con je
rarquías bien definidas que abarcan una amplia gama entre la noble za que
tiene todos los privilegios, y el más bcio nivel de los hatun-runa, cuya
individualidad ha sido obliterada por la universalidad del gru po;
una organización social antítéticamente orientada (556) en que, en
cuanto o lo masa, domina abso utamente el factor grupo en el cual
.:,8 subsumo el individuo; y en cua to a la nobleza, el individuo es
so
orevclor izc:do y privilegiado por encima del grupo. La nobleza se cons
tituye en uno casta cerrada que detenta los principales cargos en !a ad mi:
istt ocion. En el otro extremo, el pueblo es, esencialmente clase he
terogénea y mal definida que incluye a los artesanos, los yanaconas, los
rnitirnces. los acllas y probablemente también el hampi-camayoc que
ejercía las artes curativas. En esta estratificación social, basada
porciolmente en el tipo de actividad individual, la especialización pro
gresa y aparece como una característica familiar pues los grupos "cui dan el
oficio por la enseñanza secreta de sus hijos" ( 477).
Sin embargo, en el sistema. vertical arriba descrito en que la per
sonclidod está disminuido en favor del avlui, aparece una cierta reac ción
de la individualidad, apoyada por el paternalismo de la políti- co
incaria que viene al rescate del ha/unruna. Se establecen siste nas
de jerarquía para el artesono especializado y la asistencia médi cosocial
del enfermo o del incapaz que es eximido de pagar tributo. Se d:1 ayuda
a las viudas, los huérfanos y los viejos y se instolo un sistema de
justicia social que, aún considerando utópicas las afirma ciones de los
panegiristas del Incorio, parece haber resuelto satisfac toriamente las
necesidades fundamentales de la masa, que trocó su libertad individual
por una mayor seguridad económica, ya que po larizó sus ansias de
libertad artística y política hacia una sumisión volun aria, quizás
fatalista, besada en el énfasis del sentimiento mís tico que
señalo.b:r al Jefe del Estado como hijo directo de diosSol y que al
mismo tiempo le permitía pctemclrnenle continuar el culto de dioses
tribales.
La jerarquización de la sociedad, como escribe Baudin ( 40), íue una
de las características de la cultura. Inca. Junto al jefe del Esta do,
cuyo título de Inca Pro divino y que era considerado hiio del Sol,
existía una élite para la que estaban reservadas todas las
preemi nencias. Dentro de ésta, los amautas eran los depositarios de la
cien cíe y el arte. Parece que tenían escuelas en el Cuzco donde
ense
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ANALES DE LA

ñaban a los nobles: matemáticas, astronomía, estadística, historia po


lítica, poesía, música y probablemente medicina y cirugía. Los
ore jones, parientes reales o ficticios del Inca, ocupaban altos
cargos en la administración pública y eran curacas, gobernadores locales
o sa cerdotes encargados de los ritos religiosos. La casta militar era
cuida doscrnenle preparada.
Los Incas sistemotizoron. adaptaron y modificaron las culturas pre incaicas
secrún las necesidades del nuevo Estado. Las comunid::des agrarias
se modelaron conforme a un plan coordinado, haciéndolas troboior
organizadamente bcio "una activa asociación de productores solidarios"
( 589), cuya visión en conjunto es difícil de interpretar co
rrectornente y en forma integral si la hemos de comparar con nues
tros sisternos políticos actuales. Quizás el criterio de Baudin es el más
equilibrado ( 40), pues mienlrc s algunos califican el sistema
incaico como socialista, aquel autor piensa que no se trata de un estado
socia lista puro, sino que es una armónica combinación entre el
comunismo agrario y un socialismo del Estado. Esto mcmer a de enfocar el
proble ma resuelve en parte las contradicciones en que acostumbran
incurrir los que discuten tan interesante asunto y nos hace admirar más y
más el sabio criterio político de los Incas, que con su colectivismo
agrario de base políticoreligiosa, complementado con un socialismo extrema
damente flexible, supieron adaptar dentro de su nuevo Estado a las or
ganizaciones preexistentes.
Esta sociedad estratificada. ( 41) tuvo una vida espiritual en rela ción
con su adelanto. El séquito imperial, que algunos fijan en alre dedor
de 8,000 personas, era la casta privilegiada. Los amaulas o sa
_cerdotes esteben encargados de relatar los hechos heroicos y políti
cos de sus grandes hombres, sobre todo en lo relativo a los éxitos milita
res. , Los quipucamayoc descifraban los quipus o aide-mémoire que pa recen
tener principalmente relación con hechos cronológicos o conta bles. En
las labores de gobierno, el Inca estaba asesorado por un Consejo de
Ancianos, existiendo escalonadamente miles de funciona rios encargados de la
administración de los cuatro Suyos o regiones del Imperio. Baudin ( 41)
especifica: 1,331 funcionarios importantes en todo el vasto territorio.
Esta organización políticoreligiosa permitía al Inca ejercer "un
gobierno poderoso y próvido. aunque en mucha parte tiránico" ( l l O,
) 11) que al mantener durante varios siglos la Confederación de cultu ras
diversas estableció una "cultura señorial, pe triarcal y depurada. un
régimen de madurez, una gerontocracia en que predominaban la
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experiencic y el lino" ( 491) y el que aparte de establecer y hacer cum


plir las leyes de organización comunal, se ocupcbc cuidadosamente de
hacer observar las reglas morales castigando severamente el robo, a mentira,
la pereza, el adulterio, etc.: Ama sua, ama lluhO', ama que lla ... Riva
Agüero ( 491 ), que ha enfocado equilibradamente los al cances de la
cultura incaica en relación con otras culturas similares, nos previene,
sin embargo, de considerar el gobierno incaico como "un blando idilio con
música galante" tal como lo describen los garcilacis tas. Es mas bien un
sistema comparable al Egipto antiguo o a la Chi na arcaica, dice después
de meditadas consider ccionos.
En lo que respecta a la utilización de los productos naturales, los
Incas aprovecharon toda: la experiencia acumulada por las culturas
que incorporaron a su Confederación La agricultura era la base del
sustento, y organizaron el cultivo de todas las plantas enumeradas más
orríbo. agregando probablemente otras. Los auquénidos (llama, gua naco,
vicuña) domesticados desde antaño, fueron naturalmente incor porados a la
vida diaria utilizando como antes su carne y su piel, así como sus
propiedades de bestias de carg::r. Así mismo, continuaron y probablemente
perfeccionaron el uso del cobre, el estaño, el oro y la plata mediante
procedimientos no completamente conocidos en nues tros dícs. La
construcción de edificios en la costa era a base· de ado be, empleando a
veces une cimentación de gruesos paredones de pit- ka. En las regiones
Andinas se perfeccionó el uso de la piedra como material de construcción
y aún hoy puede verse el asombroso desmro llo de su arquitectura. Los
palacios y edificios públicos, así como los templos, adoratorios y
monumentos funerarios son ejemplos centena rios de su ingenio
constructor. Y la intrincada y bien desarrollada red de caminos
"instrumento político de penetración, de unificación y de control de las
provincias" ( 350) en los que se alternaban magníficos puentes colgantes y
cómodas posadas o tampus, son muestra Ieh a cientes de su misión
civilizadora (225).
Se 110 dicho que dentro de este gran concierto en que el timón ero llevado
por la organización politice y por el desarrollo de la ingenie· ría
agrícola, crquilectónica y civil, el arte manual decayó para con
vertirse meramente en una ínfima expresión de la actividad humana en la
época de1 Incario. Sin embarco. no hay nada más peligroso que saltar
rápidamente a conclusiones de esta nauraleza basándose en una
observación superficial. Es verdad que la mayoría de los obje tos que
nos han devuelto las tumbes del período incaico nos muestra un ar e
sobrio. altamente estihzodo, quizás retrógrado en el concepto
270
li.NALES DE LA

de algunos; pero ello, aún cuando esta interpretoción fuera correcta,


sólo nos autorizaría a hablar del arte íunercrio. Es necesario tener
en cuenta que la misma organización estratificada de la sociedad incaica
debió concentrar en pclocios y templos los productos artísticos más ela
borados; y que fueron predsamente estos recintos los que constituye ron
el objetivo de la rapiña, muy poco estética por cierto, de las hues tes
conquistadoras. Asimismo, los objetos ortisticos de índole f unera ria
que acompañaban los cadáveres de los miembros de la clase diri genie,
fueron rápidamente encontrados por los profanos buscadores de
tesoros, no sólo por el hecho de que los más preciados cadáveres eran
conservados en palacios y templos para ermi !irles temor parle en las
grandes festividades, sino porque las tumbas de los menos impor tantes,
conocida su ubicación por los indígenas, fueron fácilmente en contradas
en la cruel indagación de los primeros años de la Conquista. Los objetos
de oro y plata, expresión exquisita del arte incaico, íue ron
rápidamente reducidos a lingotes en la codicia desenfrenada de los
nuevos amos, y las mejores expresiones del arte textil no encontra ron
nunca quizás la seca entraña protectora de las orones de Paracas. Pero
nos quedan sí las palabras fidedignas de todos los cronistas de
entonces, un reducido grupo de hombres de mayor sensibilidad, que nos
hablan de los jardines artificiales del Inca, de las lujosas vestidu ras
de la nobleza, de la habilidad textil de las mamaconas y de las
magníficas expresiones del arte ornamental del que sólo contados ejem plos
quedan en nuestros Museos. Una cultura que nos ha dejado ex presiones
artísticas excelsas en el campo de la música, de la poesía y del
drama y que arrastraba en su ancestro la tradicional exquisitez del arle
cerámico y textil, difícilmente debió dejar decaer las artes ma nuales cuya
perfección nos dejan ahora vislumbrar la digna sobriedad de los keros y
los aríba1os.
Tales son pues algunas de las características de las cultures pre
incaicas e incaica, que hemos considerado imprescindibles resumir
aquí para dar marco a nuestro estudio sobre las trepanaciones cranea nas
en el Antiguo Perú. Ya Ackercknecht ( 3) ha recalcado la necesi dad de
estudior una cultura en forma integral para poder comprender su medicino
y_ tal introducción era también necesaria para poder orien tar ai lector
en lo que se refiere a la cronología, pues la gr:m mayoría de las
trepcrnociones fueron hechas en el dilatado período preinco i
.co o en las primeras épocas del incaico (Calca), aunque es posible,
como piensan Quevedo y Rowe ( 480, 499) que en el momento de le
FACULTAD DE MED1CINA
271

Conquista la trepanación todavía se practicabo. en los olrededores


del Cuzco.
Después de observar cuáles fueron las directivas espiri1uales de
estos pueblos, el adelanto ostctcl que rnoatrobon y la monuclidcd
exquisita de sus maestros artesanos, podemos pasar al estudio cie la
medicina peruana pre-colombino como manifestación cultural.

CAPÍTULO II.

LA MEDICINA PRE-COLOMBINA

.. But (. ur medicine is not the medici ne, nol our religión the
religion, and there is not one medicine but nume rous and different
medicines in the diferent parts of the world and in the past, present
and future. Measuring everything wi th our everyday stan dards, we will
never understand either the past or the future". E. H. Acker cknecht
(2).

El encargado de velar por la salud, el médico en el sentido estric to del


vocablo, era el hampi camayoc cuya categoría de médico de la nobleza
atestigua Morúa, ( 399). Además, s xistion los ceamascas (curanderos)
( 455) o soncoyoc ( inspiradores, hombres de corazón)
( 423) que ejecutaban sus artes curativas entre la masa del pueblo, ha
biendo adquirido sus conocimientos en forma sobrenatural y secreta
entre los miembros de una mismo familia ( 199 ). Por otro lado, junto a
eslos técnicos, habían otros profesionales de menor jerarquía entre los
cuales estaban las parteras y un grupo abigarrado de sortílegos,
adivinos y agoreros. Escribe Polo d& Ondegardo C 422): "también hay indios
que curen enfermedades, así hombres como muieres que llaman Camasccas y no
hacen cura que no proceda sacrificio y suertes, y di cen éstes que entre
sueños se les dió el oficio de curar apareciéndole alguna persona que se
dolía de su necesidad y que les dió poder". Y Garcilaso ( 199) nos
dice: "Hubo también hechiceros y hechiceras y este oficio más ordinario
lo uscban los indios; muchos lo ejercitaban para tratar con el demonio
y tomando respuestas de las cosas por v& nir, haciéndose grandes
sacerdotes y sacerdotisas". Luego habla de
272
ANALES DE LA

vieres que "purgaban y sangraban" y de que "había grandes herbo larios


que los hubo famosos en tiempo de los incas, que conocían la virtud de
muchas yerbas y por tradición las enseñaban a sus hijos, y éstos eran
tenidos por médicos, no para curar sino a losreyes y a les gentes de su
sangre y a los curacas y a sus parientes. La gente co mún se
curaban unos a otros por lo que habían oído de medicamen tos".
Estos grandes herbolarios de Garcilcso ( 199) y de Molina ( 367), así
como los camasccas y soncoyoc de Ondegardo ( 423) y los Jampecc de Olano
( 420) parecen haber sido prácticos que heredaron su arte mágico y
sobrenatural de sus maestros y antepasados. Pero además su empirismo,
que muchc s veces tendría un real valor terapéutico ba sado en la
trac:lición y la experiencia, el médico indio poseía en al to grado el
entusiasmo y la fe en la eficiencia de sus medios curativos, redondeando
su labor social con una dosis de sugestión, de psicotera pia intuitiva.
De lo que nos dicen los crcnictcs podemos deducir que le forma in dígena
de concebir el síntomc. la enfermedad o el cuadro clínico, ere
esencialmente mágicoreligioso. La salud, como la enfermedad, es
potestolivc de los dioses. Viracocha el Dios invisible, el ídolo
tribal, la huaca, la cconopa, protegen al hombre contra los peligros
que le acechan. Cada circunscripción tenía su adoratorio para
dirigir ple garias e invocaciones relacionadas con la salud: a
Viracocha en los Andes y a Pachacamac en la costa, así como a las
cconopas o dioses tribales de la región. Cuando los indios se sienten
enfermos, escribe Vi llagómez ( 599) "levantan las manos, se tiran de las
cejas, y las soplan hacia arriba o arrojan un puñado de arena", invocan a
la Mamapacba o a los Malquís, huesos de sus cntepasados. Cuando Huav tio
Cápac se sintió enfermo, mandó hacer grandes sacrihcios por su salud, y la
suer te de la Colpa para adivinar su porvenir y el de su Imperio
(513).
Himnos y plegarias son dirigidos a la divinidad para implorar sa lud.
Creían en la acción purificadora del baño lustral, que es precedi do por
la ceremonia de la Citua o Coyrr Raimi durante la cual se con fiesan y
ayunan. El indio, cualquiera que sea su jerarquía social, es temeroso,
sugestionable y presto o obedecer las inducciones o posas del magomédico.
Un objeto inerte, un supuesto cuerpo extraño o ei sim ple pécado ·
pueden ·ser· causa de enfermedad. Existe el concepto del
"spiru inlrusfon" y el soitít possesion" ( 112). El Hcmpi-comavcc
tro
io de obtener el aplacamiento de las fuerzas espirituales desencadena
das en contra de su padente; es una especie de guardián de los espí-
FACULTAD DE MEDICINA
273

ritus; y aunque para hacer el diagnóstico comienza racionalmente por e]


interrogatorio, consulta después los oráculos, indaga el significado de
las vísceras de cnimcles en la suerte de le Catea para descifror. como
los antiguos arúspices, los signos de la enfermedad; y termina, entro
otras cosos, por recornendor la confesión ante el ichurí para ob tener ia
purifica ión del pecado interno causante de la enfermedad, método de
catarsis en un psicoanálisis pr imilivo.
la medicino incaica tiene, sin embargo, corno todas las que per tenecen
a una culturo superior, como la ozlcco. 1a maya, la asirio
babilónica y la egipcia arcaica, al lado de la fuerte influencia mágico
reliqioso que hemos descrito, un componente empíricorocional. En e"J
tratamiento e interpretación de las enfermedades internas, cuyo meca nismo
no alcanza a conocer ccrrectamente la mayoría de las veces, la experiencia
ancestral, trcsrnitido de padres a hijos, pone a su dispo sición un
sinnúmero de hierbas y cocimientos, muchos de ellos real mente eficaces,
que justifica el título de grandes herbo arios que les da Garcilaso ( 199).
Pero en medicina externa y cirugía, donde el tras torno es objetivo,
tangible y mecánico, el médico indígena se guía por conceptos rccioncles.
procediendo a 1a curación de las heridos con pro cecirnientos tópicos, al
entablillamiento de los miembros fracturados, a la treponoción croneon y
regularización quirúrgica de las heridas, a la succión, masaje, etc.
No debemos pensar, pues, que todo en la medicina incaica fue mcrg;a o
brujería simplemente por ]a existencia patente de un fuerte complejo
religioso a su alrededor. Aún más, si miremos con el mismo cristal el
concepto actual que nuestros grandes masas humanas tienen de la salud y de
la enfermedad, oodriorncs también hipertrofiar el as
;')scto rnóc ico que, por cierto, no conslituye lo: base de los conocimien
tos del médico moderno, pero que más de una vez es utilizado en for
mo psicoteropeutíco con excelentes resultados. Es perfectcmenle posi
ble. pues, que mucho de lo que hasta nosotros ha llegado como base mócnco
efectiva de lo medicina incaica, no haya sido en realidad sino lo
otrnósíer a mística con que el bomoi-camcvcc rodeobc procedimien tos
terapéuticos más efectivos; y nunca pociremos saber si el médico in dio
realmente creía o no en la eficacia de sus pases, inducciones, suer tes y
plecor icc. La síncerioad del componente mágicoreligíoso d9 la medicino en
lo que se refiere al actor principal (sea el medicine-man, shaman,
curandero, etc.), ha sido motivos de interescruss discusiones. especialmente
resumidos en e] trabajo de Ackerknecht ( 2).
274
.!\ N A L E S D E L A

Lo cierto es qua como veremos más adelante dentro de este ambiente


mágico-religioso, real o ficticio, observamos claras eviden cias de
procedimientos empíricoracionales, tanto en los resultados de algunos
actos quirúrgicos como en el legado de hierbas medicinales que supieron
descubrir y aprovechar a su monercr. no pueden encontrarse vi sos de una
verdadera organización científica de los conocimientos; no hay evidencia de que
la enseñcnza de la medicina haya superado la primi iiva etapa del
aprendizaje secreto, y existen innumerables indicaciones de que la
cctividad profesional no estaba organizada en forma ni re motomente
paralela a la excelente organización política, a pesar de los
esporádicos decretos de orden médico de que nos hablan algunos et onis to
s. Existieron por eso iodos los graves peligros del ejercicio in
controlado de la medicina, gravísime1 rémora en el progreso integral
de esta ciencic. que nos explica el por qué algunos procedimientos te
rapéuticos aparecen y desaparecen sin razón obvia en el horizonte pa
leopatológico de determinada cultura y las técnicas y las indicaciones
varían oún en territorios cercanos entre sí.
Este hechc es necesario .ener lo en cuento para no caer en el co mún
error de hablar en forma abstracta del bcunpi-camavcc como ex presión
unitaria de un pensamiento médico organizado. Las ideas y
.os tócniccs médicas estaban en realidad unidas entre sí por conexio
nes muy laxas dentro de teorías generales condicionadas por el pensa miento
mcrqico: pero los métodos que guiaban la actividad profesional de codo
individuo, dadas las características de la enseñanza secre ta y ia
falta de control orgánico del ejercido médico, eran seguramen te vcriables
en extremo. Existían indudablemente entre los magosmé dicos, mentes
privilegiadas capaces de ejercer su ministerio en una formo racional,
besado en la experiencia; pero al lado de ellos, dentrc de io misma ieror
quic. quizás en la misma región geográfica y en el mismo período histórico,
habrían otros cuya actividad distase muchí sirnc ds tener esas
caracterísücas. Voldizón (584), citando a Arria ga y VillcgÓmez, nos
menciona 1nteresantes ejemplos de la gran varíe· dad de personalidades entre
los encargados de la práctica médica. No se puede pues comparar ni
generalizar sobre la base de lo que encon tramos en las tumbas aún dentro
de la mismo cultura, y mucho menos troícr de reconstruir en un solo plano,
un mosaico que en realidad es multiestratificado, como lo ha recalcado Weiss
( 612).
Cuondo lo causa de los síntomas del enfermo no era un fenóme no ostensible
y claro, el médico indígena recurría al empleo de pases, exorcismos.
prácticos mágicas y plegarias para alejar al demonioen
FACULTAD DE MEDICIN /\
275

fer.::12dcd. Por otro lado, con frecuencia echaba mano de una terapéu
tico. más racional procediendo a la aplicación de remedios loco-dolenlí,
practicando el masaje, la succión o la sangría, administrando una pur ga,
colocando un enema, inmovilizando un miembro fracturado, etc.
Han sido múliiples los substancias de valor terapéutico re:::.l o Iicti cic
que tomaron de los reinos animal, vegetal y mineral, desde el uso del
mercurio. czúíre. cobre, plomo, etc., hasta les grasas y carnes del reino
animcl, c:plicadas o digeridas bajo diversas formas. La zarzapa rrilla, el
paico, los bálsamos, el guayacán, '?l palo santo, la corteza de qui na, las
daturas, la coca, los ilusióqenos. etc., se empleaban en in fusión
o maceración, administrados al interior paro. mejorar determina dos síntomas
( •). El médico hacía también uso de purgantes, sudo ríficos, enemas,
sedan les, revulsivos, analgésicos, afrodisíacos, etc., con un
conocimiento bastante cproximado de sus efectos específicos. ('1,368,249).
La terapia por las fuerzas del espíritu estuvo muy desarrollada; es la
psicoterapia sugestiva en que el mago o taumaturgo se vale del poder
hipnótico para hacer vcrior la fachada sintomática de algunas neurosis
como la taqui-oncco o Ccara onceo ( histeria colectiva) de que nos hablan
las crónicas (367). Muchos procedimientos que aún con serva el folklore,
como el Cayapuy, la Cutíchischa, el Cutiche, la lim pia del cuy, etc.,
tíenen como bese la sugestión producida por el Hampi- camayoc. Algunos de
estos hechiceros, que Huamán Poma de Ayala
e 249) llcrno los "hechiceros del sueño" e ver. fig • 6) /
probablemente uti
lizaban la sugestión hipnótica. Las actitudes histriónicas del Shaman
se encuentran frecuentemente representadas en la de los camas-
cas y soncoyoc. Una evidencia de la sugestión hipnótica la des
cubrimos en un pasaje de la obra del Padre Cobo ( 114): "Para las
enfermedades muy graves que con las medicinas y curas no sanaban, hccicn los
hechiceros meter al enfermo en un aposento secreto que pri
mero reparabcm de es\a manera: limpiándolo muy bien y para purifi carlo
tomaban en las manos maíz negro y traíanlo y refregando con él las
paredes y el suelo, soplando a todc s partes mientras esto ha cían, y
luego quemaban el maíz en el mismo oposenlo y tomando lue go maíz blanco
hacían lo mismo y después ospericbcn lodo el aposen to con agua revuelto en
agu:::J de maíz, de este suerte lo purificaban.

( •) En ciertas poblaciones del sur del Perú existen todavía los


llama dos HarnpiCatu. o mercados de yerbas medicinales, rezagr s de
prácticas de antaño.
276
ANALES DE LA

Limpio pues y purificado así echaban al enfermo de espaldas en me dio


de él, estando presente el Inca, si era su mujer o hijo y luego, por
ilusión y embustes del demonio, era el enfermo arrebatado de un pe sado
sueño o éxtasis, y los hechiceros hacían apariencia de que lo abrían
por medio del cuerpo con una navaja de piedras cristalinas y que se
sacaban del vientre, culebrc s, sapos y otras bascocidades, que mando en
el fuego que ahí tenían todo lo que sacaban; y decían que de esta
suerte limpiaban lo interior del enfermo, haciendo en esto mu chas
supersticiones. La paga que daban a estos médicos ero en comi da, ropa,
ore, plata y otras cosos".
Quizá si una de las formas más interesantes de enfocar el estado de la
medicina en el Antiguo Perú, sea e). intentar determinar las en
fermedades que sufrió el pueblo, haciendo después un esfuerzo pero
descifrar la manera cómo las interpretaban y las trotaban. Los estudios
de Paleopatología permiten reconocer algunas enfermedades no sólo en
los huesos y restos humanos, sino en la cerámica representativa de algunos
culturas, así como en el estudio del Vocabulario y Folklore. Como
ejemplo de importantes contribuciones al estudio de la Paleo patología
en el Perú debemos mencionar los trabajos de Hrdlicka (245,
¿46, 247), Moodie (381 a 389), Williams (621, 622, 623), Tello (545,
546 y 551 ), Weiss (609, 610, 613, 614), Palma ( 428, 430),
Quevedo
( 480), Dabberl (143), Lastres (285 a 294) y otros (95, 84, 69, etc.)
Al médico, o Hampi-camoyoc, lo vemos frecuentemente represen iodo
especialmente en b. cerámica Mochica, así como en una lámina de Huamán
Poma (fig. 6), en trance de administrar medicinas o de exa minar al enfermo.
Halle ( 226), famoso anticuario recientemente fallecido y uno de los
grandes amantes de nuestra cultura precolombin::r, ha lle modo
repetidamente la atención sobre un carácter distintivo del cu randero
en la cerámica, señalando la presencia de un collar de for ma especial
que puede verse en la Fic: 4.
A ia 9nfermedad, que se nos muestra en diversos aspectos especí
fices en la cerámica, la encon.rcrmos también representada arnpliamen
:e �n e! vocabulario, desde la palabra Uncov, Oncoy, que indica un
proceso gsneral, hasta sus diversas manifestaciones sintomáticas que sor:
con frecuencia interpretcrdcs y trotcdcs individualmente como "ca lentura",
"frío", "tos", "mal de orina", "deposiciones con scncre". "en
flaquecimiento", etc. Otras veces es designada como entidad clínica
bien. establecida: el bocio, la epilepsia, la locura, la parálisis, b
verru ga, etc.

Fig.5 a.�Cerárnica Muchik que muestre una hechicera examinando o haciendo


pases c ur a t i vo s a un p e cl en t e , Colección del Sr. Walter Gro
s s ,
• i . 5 b , Cerámica de la cultura Chimú que representa un curandero
insuflando o aspirando en un tubo conectado on la boca de su
paciente. Colección
del Sr. Walter Gros s.

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. :fr----7"'"""
,,r
Fig. 6. Lámina de Hueman Poma de Ayala ( 249) que muestra loe
d.lversos tipos de "hechiceros falsos" descritos por este autor. En
ta parte aup e r í o r se representa al "hechicero de sueño" que
probablemente uUUz:aba la hipnosis entre sua procedi • mientes curativos.
Más abajo, vemos al "hechicero de fuego", que utilizaba este elemento
como arma terapéutica. AJ fondo, el "hechicero que chupa",
succionando
1 a r od.í Ll s de un paciente. � _ ·.

FACULTAD DE MEDICINA
277

Es indudable que conocieron las manifestaciones sintomáticas de la


orrrttis reumctíforme. pero no sabemos con exactitud si la llegaron rx
interpretar como une unidad clínica. Gran número de momias pro cedent'?s
cie las diversas zonas arqueológicas peruanas, muestran cla ra €videncia
de esta eníermodod. que por lo demás es muy frecuen te en las
necrópolis de todos las razas del mundo antiguo ( 427, 623,
380). Según Quevedo ( 480) la voz quechua Tullu oncovníyoc la de
signa en la región del Cuzco. Hrdlicka (246) estudia desde el punto de
visto macroscópico una artritis deformante de la crticuloción coxo
Isrnoro l que S8 encuentra principalmente en el adolescente y tiene un
desarrollo progresivo, presentándose de preferencia en forma unilate
ral en las razas de la costa (Nazca, Chimú), siendo rara en los An
des. Este tipo de ortritis produce acortamiento del cuello y aplanamien to
db la ce bezo del fémur, así corno presencia de rugosidades y aplana miento
en la cavidad cotiloideo Lesiones similares ha encontrado el mismo
autor en el húmero y la columna vertebral así como en la tibia,
codo, maxilar inferior y Iclonuos. con abrasión, despulimiento de los
superficies articulares y aparición de exostosis. Newman, citado por Dcbber í
( 143), encuentra lesiones artríticas en la articulación sacro ilíaca,
témporomaxilar y otras. Williams ( 623) percibe en las mo mias
peruanas algunas formes poco frecuentes de tipo anquilosante, así como
erosiones, eburnizoc.ones y formaciones Óseas, intracapsula res o intra-
lígamentosas. Mac Curdv ( 329) describe formas similares en los restos
humanos de la región do MochuPícchu. Gracias a la cor tesía del Profesor
Weiss nosotros hemos podido constatar y fotografiar innumerables ejemplos
de esta dolencia en esqueletos andinos y cos teños ( ver figuras 7 y 8).
Rupha era el término indígena que designaba la fiebre la que, na turalmente se
computaba por el tacto. Chayapuc ruphay onccoy. o so lamente chucchu
indicaba el escalofrío, la fiebre y una enfermedad que se cree sea el
paludismo. Actualmente, en el dialecto quechua dei Cuzco, la malaria
se denomine Chuc' Chu, y se dice que ha existi do desde tiempo inmemorial
en la costa y en sus vclles. Se afirma que en la época del Inca
Pochocutec el paludismo produjo estragos en su t:,jército, y Arcos ( 23)
sostiene que los indígenas empleaban la cor teza del órbol de la quina en
forma de maceración, para curarla. Los indios paltas y zaraauras. costiene
el mismo autor, empleaban las raí ces del árbol de la quina maceradas en
chicha, para combatir las tercianas. · Los principales defensores del
origen precolombino del palu dismo son Arrot (25), [ussi su (262), Badus
(32) y otros. Jussieu es·
278
ANALES DE LA

cribe que habiendo experimentado en varias plantas, encontraron los


indios finolmente que la corteza de la quina era el postrero y
único remedie de las fiebres intermitentes, por lo que dieron al árbol el
nom bro de Yaro chucchu o Cava chucchu (Yara: árbol; Cava:
corteza; Chucchu: frío y fiebre). Otros le llamaron Ayac-Cava ( corteza
amar ga).
Muchos autores insisten en que la utilización de la quina en el
tratamiento del paludismo data en el Perú de tiempo inmemorial, y
es en el primer tercio del siglo XVII en que Calancha (92) escribe:
"dáse un árbol que llorncn de calenturas (Yara Chucchu?) en tierras de
Laxa, con cuyas cortezas de color canela hechas polvo y dadas en
bebidas al peso de dos reales, quita las calenturas y tercianas, han hecho
en Lima efectos milagrosos". En realidcd el Único punto en dis cusión es
la existencia precolombina de la malaria, pues nadie duda que los
antiguos peruanos fueron los descubridores de la acción antife brífuga de
la corteza de quina.
El cór.cer estuvo presente y las huelles de tumores malignos pri marios
o metastásicos pueden constatarse sin lugar a dudas en cual quier
necrópolis precolombina. Se han ocupado de este tema en forma somera
Moodie (384, 387), Mac Curdy (329), Hrdlicka (246) y espe cialmente
Dcbbert ( 143). Las figuras 11 a 18 son clara evidencia de
algunas lesiones neoplásicas en cráneos paleoperuanos. En quechua existe
el término Yzco uticcoy, o Yzco uncuyniyoc que significa "muy
canceroso"; Yzco unccoy hapihuan siqnífico "con cáncer". Pero hay que tener en
cuenta que es probable que sus escasos conocimientos no per mitieran a sus
médicos diferenciar clínicamente el cáncer de una mor tificación de tejidos
gangrenados. Calancha ( 92) escribe que los indios usaban "un género de
conchuelas y una yerba mezclada lo uno y hecho emplasto lo otro para atajar
el cáncer".
Tello ( 454, 551) piensa que la sífilis, identificada probablemente
con la voz quechua Huanti, ha dejado huellas de su paso en los hue
sos arcaicos y en el Folklore. L� antigüedad de esta enfermedad en el
Nuevo Mundo ( 153) y su posible importación de América a Europa,
ha originado qro rides polémicas. As true ( 27) sostiene la teoría
ame
ricanista, secrún la cual el foco de dispersión hacia Eu;ropa
habío
�st:ido en "La Hisponíolo" y los mar1neros que regresaron con Colón
la llevaron al viejo continente originando el llamado Mal
Ncpolito no o Mal Francés. Herrera ( 235) escribe: "Las
enfermedades más ordinarias en Sud América son las bubas, porque de
ordinario las he
FACULTAD DE MEDICINA
279

redan desie que nacen, y se ve tullirse los hombres de grandes res


fríamientos y la medicina usada y provechosa en aquella tierra es la
zarzaparrilla y el palo de Gciyacan; en Castilla dicen Palo de las
In dias; el zumo de la zarza bebiéndola cuando es fresca es cosa aproba da
y este mal se expele por sudores; van muchos a curarse a la ciu dad
de Guay::::quil a donde coge la zarza, ni por maravilla deja algu no de
sonor ". Parece pues evidente que en el momento del descubri miento de
América existía un foco extenso de sífilis en las Antillas, en Santo
Domingo o La Hispaniola, del cual escribe Gomara ( 205): "to dos eran
bubosos; y como los españoles dormían con las indias, hin cháronse de
bubas".
Jones (260), descubrió hace algunos años en Estados Unidos hue sos
prehistóricos con lesiones mocroscópiccs de sífilis. Tello y Wi
lliams (551 ), por su lado, aportan considerable luz al estudiar el
fa moso "cráneo sifilítico de Pereces". cuya detallada descripción y ex
celente representación fotográfica hace impertinente cualquier duda so bre
el diagnóstico. Para Williams (621 ). restos óseos como el cráneo de
Pecos descrito por Kidder y Hooton (268), el de río Negro y el de Paracas.
son pruebas convincentes de la existencia de la sífilis en lo América
precolombina. Por otra parte. Ea ton ( 165) y Me Curdy ( 329) también han
encontrado huesos de apariencia sifilítica en los alrede dores del Cuzco
y Weiss sostiene lo mismo en relación a la cultura Hucuro y al mismo
tiempo menciona la posible representación cerámi ca en la cultura Chimú
(614) y Nazca (613).
Desde luego, aunque es verdad que los sólidos argumentos de estos
serios investigadores indican la antigüedad prehistórica de la sí filis en
América, tcrnbiér. hay datos igualmente probatorios de que la
sníerrnedcd existía en Europa antes de 1492. Los testimonios de
Sudhoff (539), Goodman (208), y otros que no vamos a discutir aquí, nos
inclinan a pensar con muchos que en realidad la sífilis ha estado
diseminada en todo el mundo desde tiempo inmemorial.
La Uta, un tipo de leishmaniasis americana, es una enfermedad muy
antigua, de cuya presencio en el Antiguo Perú se han ocupado Palma
(428), Tamayo (542), Weiss (610), Urcia (57) y otros. Hue llas de
esta enfermedad mutilanle llamada "Cáncer de los Andes" se pueden encontrar
en el inicio mismo de la Conquista y con mayor abun damiento en los siglos
sicuientes. Los misioneros que se internaron en el territorio, los
naturalistas y los exploradores, tuvieron que encarar sus síntomas
dramáticos y muchos de ellos sufrir sus estragos. En la época pre-
hispánica, la cerámica de diversas culturas representa
280
ANALES DE LA

con frecuencia rnutibciones en el rostro, especialmente en la nariz,


que todos los autores están concordes en relacionar con la Uta. Qui zás
ia cita de Pedro Pizorro ( 464) es una de las más antiguas ( año
1537): "los que entran en los Andes les da un mal en las narices a
manero de mal de Sancto Anton, que no tiene cura, aunque hay algu nos
remedios para entrntenelle, al fin les vuelve y los mata. Esto da a
lodos los indios que entrcrn, como no sean noíuroles nacidos y cria dos en
estos Andes, y aún a los que nacen en ellos les toca a algunos este mal
y por esto causa hay tan pocos". La descripción de Santi llón
( 509), como la de Pizorro, pertenece al siglo XVI Habla de la
frecuencia con que mueren en los Andes los. indios que van a benefi cior
la coca y dice que también mueren "otros de un mal que les da que le
dicen de los Andes, que es como un cáncer, que en dos días no hay
remedio ... " Cosme Bueno al referirse a les quebradas de los An des
asegura que hay dos clases de males, la verruga y la uta, "unas llagas
corrosivas, especialmente en la cara, de dificil curación y de que padecen
algunos. Dícese que tiene origen en la picadura de un pe quoño
insecto que llaman Uta". Hipólito Ruiz (503), también cita la utc.
especie de "cáncer cutáneo" presente en Canta, diciendo que "su curación
es no sólo larga sino muy difícil". En fin, Fray Rodrigo de Louyza
(316) escribe en 1586 que "los indios cobran une enformedad quz llaman
Andeongo, que es como la del monte, que les da en las na rices y se los
corr.e y crían en ellas gusanos".
El querhuc consigna la voz Ccoto para identificar el bocio. En la obra
de Fray Domingo de San to Tomás ( 51 l) se le llama Pap_o o pe pero
( cofto-conga o Chopoconga); Cotoyaní; tener papo en la garg:m: ta.
Estudiando los diversos vocabularios, uno de nosotros (292) ha
preciscdo algunos aspectos del bocio precolombino. Así, en los voca
bularios de Torres Rubio (652), José Gregario Castro ( 109'), Midden dor
íf (365), Markham (349), Lira (312), Bertonio (59), Gonzá}ez Hol guín
(206), Farfán (179), Tschudi (569), Barranca (38) y otros, se en cuentra
constantemente la voz Ccoto, Cotosíco, Cotto Capa, etc. Algu nas otras
voces se refieren al coto de las aves. La representcción ce rámica de
esta anomalía en el hombre es rara y solamente Lorena ha identificcdo
algunos ceses (319). Esto es debido, probablemente, o que las
regiones donde más se desarrolló la cerámica antropomórfica no eran zonas
bociógenas; en cambio pueden verse muchas representa ciones de otros
transtornos endócrincs como el enanismo, la acondro plcsirr, lo
acromegalia, la obesidad, etc. (Ver figuras 21 y 24 ). Moo
FACULTAD DE MEDICINA
281

die < 387) menciona un cráneo claramente ccrorneoólico con gran


en- scnchcrr.,e to de la silla turca.
Las rr.alformaciones concón: tas eran también conocidas y, natu-
i clmen le, hobícn llamado la atención de los artistas. La cerámica
mo- chico nos muestra excelentes irnócrenes de labio leporino,
pie-bot y otros ( figura 22). Una famosa pieza, que ha sido
interpretodo por
Moodie ( 383) como representativa de un caso de gondou ( tipo de
Loishmoniusis frecuentemente en el Aírica pero no encontrada en
el Perú) probablemente corresponde a un meningocele cranio-nasal, (F.
C.). La espina biíido ce la región lumbo-sacra ha sido también
obser- vede sn las tumbas pre-colombinas, que también nos dan
ejemplos
de oiros defectos de formación de la columna vertebral.
La .uberculo.sis parece haber existido siempre en el Perú· En
el vocooulono quechua se le designa con la voz Chhaque uncoy o chu-
llu uncoy o $UC'/OY unccoy ( 206); enfermedad que consume y que trae
ros. uhu, y a veces hemoptisis o "scnore que sale de lo vena del
pe- cho' ( 114 ). Se identifica el adelgazamiento con la voz
suyoyonccov
0 chaquionccoy, (suyo: descolorido. choquí : secarse, consumirse).
So-
bre consideraciones puramente teóricas, Lavorería ( 299) estima que la
tuberculosis no fue frecuente pues "en su sistema social no
conocían la miseria". Esto no se oiusío sin embargo a la realidad
ya que sa- bemos que hay otros 1actores que condicionan la
intección tuberculo- sa de uno poblccíón y oderr.ós son muchas las
citas de los cronis-
tas que se refieren a "hombres y pestilencias" ( 199) ( 513 ).
El régi-
men de milimaes, con transpiante de grandes meses de población de
un sitio a otro como medida politice. influyó probablemente en la
tu
berculización de algunos sectores tal como aún sucede en la
actua- lidad. García frías ( l 98) ha estudicdo radiológica mente momias
per tenecieníes al Museo del Colegio Nacional de Jauja que proceden de la
región de Tormo, y confirma la presencia de espondilitis tuberculosa,
así como lesiones que él interpreta como producidas por tuberculosis
pulmonar. Por nuestra parle (287), hemos descrito hasia ocho piezas
cerámicas que representan individuos con una marcada giba dorso]
y proyección angular del esternón ( fig. 26): Hrdlicko. sin
embargo
(246 ), sostiene que la tuberculosis no fue frecuente. La figura 25 mues-
tra una lámina de Huamán Poma ( 249) que represento una "enfermo: y
jorobada", donde sin mucho esíuerzo puede reconocerse un posible Mai
de Pott.
Desde tiempo inmemorial se conoce el "soroche", cuadro clin.c.o
de desadaptación aguda a las grandes alturas. Debemos al acucioso
282
ANALES bE LA
sentido de observación de Monge ( 369, 370, 371) un enorme caudal de
inforrnoción histórica recopilada de diversas fuentes, que nos dan una
clara idea del profundo conocimiento que tenían los antiguos pe ruanos
sobre los factores de agresión climática y la influencia del me dio
sobre el hombre en relación a la salud pública y la medicina mi litar.
Los interesantes conceptos que dejan traslucir la conducta estra tégica de
los Incas invasores de la Costa, son expresión de elevados conocimientos
de organización castrense.
Como medida higiénica pública puede también considerarse la ley que
ordencba a determmodos sectores ds le población a pagar sus im puestos en
la forma de canutillos llenos de piojos "poro obligarlos a despiojarse"
(199).
El asma, Kcucov unccov ( 206) y el asmático Karcayuncoyníyoc,
están también registradcs en el vocabulario. Ulloa ( 576) escribe que
existe "en la parte alta del Perú, donde le llaman ahoguidos", aunque esto
se refiere con probabilidad a! "asma cardíaca". Cobo ( 114), dice
que la yerba chuquicanlla era útil en el tratamiento del asma. Hay rcrnblén
un vocablo Zamaypí/y que identifica la neumonía y otro, Chu- Jlict.:.ní y
varios sirnilcres que se refieren al catarro nasal.
Los antiguos peruanos conocían también las enfermedades del apa
rato digestivo, y utilizcbon las purgas y los enemas en su terapéutica
CL�d ).
Otra de las enfermedades que con seguridad existió en la época pre-
colombina, es la llamada hoy Verruga Peruana o Enfermedad de vOrLon.
Se ha presentado ciesde época inmemorial en las quebra das inferiores
de los Andes y se le conoce con la voz de Siiki. Kcepo, o Ticti. Es posible
que lo famosa epidemia de Coaque ( 1531) haya co rrespondido a esto
dolencia, cunque no tenemos ninguna evidencia que ncs haga suponer
que los indígenas conocían la relación de la fase verrucosa, ( que
ellos designaban con los vocablos mencionados) con ia fase febril y
anemizante.
En algunas zonas de la costa peruana (Fig. 27), se han encon trado
con relativa frecuencia cráneos con una extraña lesión que fue denomíncdo
por Hrdlicka ( 246) osteoporosis simétrica, en su trabajo inicial de
19 l 3. Williams ( 623) la ha estudiado en gran detalle, re calcando
su presencia en un sinnúmero de pueblos primitivos de to do al orbe y
de todas las edades. Recientemente Hamperl y ·Weiss ( 227 j y \\1 eiss
( 616) hc n realizado meditadas observaciones que los llevc.i a concluir
que probablemente se trataba de una enfermedad onemizonte. quizás el
paludismo, con hipertrofia reactiva de la rné
!'.'ACULTAD DE MEDICINA
283

du!c ósea. Weiss (616) ha demostrado también la impropiedadde ·la


der.cmmoción de osteoporosis pues se trata en realidad de una hipe
roslosrs espomoso. Uno de nosotros (.F.C. ) ha recalcado la semejan za
de las lesiones observadas y las producidas por el escorbuto, aun que
atinadas observaciones personales de Weiss ( 617) no nos per mite
afirmarnos definitivamente en tal suposición.
Es muy posible que las avitaminosis hayan estado presentes pues
no esto doro que existiera un riguroso balance en los dietas. Los cro
nistas ho blc n con frecuencia de hambrunas durante lo etapa de la
Conquista e inclusive durante el mismo período incaico. A pesar de la
excelente organización económica y asistencial, es fácil suponer que los
gr;J.11des cambios atmosféricos y climáticos, sequías, heladas y gra nizo,
pudieron ocasionar desequilibrios graves en la producción de alimentos
que hacía que los indígenas implorasen anualmente 19 pro tección de sus
dioses para las cosechas.
A juzgar por los estudios de Moodie, (382, 383), Taiman (541 ), Gcrc1a
Bedoya ( 196), Dabberl ( 143) y otros, las afecciones odontoló gicas
cqueioron con no poca frecuencia a los antiguos peruanos. Se encuentran en los
maxilares múltiples ejemplos de caries, piorrea, abs cesos dentarios,
diversas anomalías de implantación, atrición y abra sión, aparentemente
relacionada esta última con el hábito de masti car la coca con
substancias abrasivas y fuertemente alcalinas.
El tétanos también está representado en el vocabulario con la denominación
Ctutitavav onccoy o zuzunca onccoy, enfermedad del frío.
Nos interesa muy especio lmente, por el tema central de esta pu
bliccción. lo referente a la sintomotolocrio neurológica y psiquiátrica.
Poro el peruano precolombino, la fuente del conocimiento y la sensa ción
estaba en el corazón, o soncco. Con singular pertinacia se emplea el
vocablo, que identifica inequívocamente a la víscera cardíaca, pa
ra .:.ii:;signar también la inteligencia, la razón, la memoria o los
instin tos. En el capítulo final presentamos una lista de vocablos y
frases entra las cuales hay muchas que se refieren a funciones
psíquicos.
Huaman Poma de Ayala (249), ( ver figura 28), al hablar de la Quinta
Coya dice que "después de averse casado le dió mai de co razón que cada
día dizen que le clava tres veses al día y gritavo y cla va bozes y
arremetía a la gente y mordía y se rrasgava la cara y crrancavo sus
cabellos con esta enfermedad quedó muy fea" ... "del mal de corasón que
le avía dado se comió un hijo y se murió" ... Vemos, pues, que
describe una enfermedad claramente mental, acha
284
ANALES DE LA

cándola al corazón. Garcilaso de la Vega ( 199) nos cuenta:


"El Inca, como que holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto
que recibía de dar cuenta dellas, se volvió a mi ( que ya otras mu
chas veces le había oído más ninguna con la atención que enton
ces) y me dijo: sobrino, yo te las diré de muy buena gana, e tí te
con viene oírlas y guardarlas en el corazón, que es frase de ellos por
decir en la memoria".
En fin lo dicho basta para demostrar la trascendencia que juega la
víscera cardíaca en la vida anímica del indígena y la poca o ningu na
importancia que se da al cerebro. Se diría, hablando en senti do
aristotélico, que el corazón es para el indígena el sensorium con-
mune, centro tanto de la vida anímica corno de la instintivo y en par te
de lo espiritual. La epilepsia es designada comunmente como un mal
del corazón, dolor en el corazón o vuelco del corazón, y las diver sas
Íacultades intelectuales como la razón y la atención, además de la vida
instintiva y las pasiones, tienen su sede en esa víscera. Por con
siguiente, al tratar de interpretar el fin buscado por el cirujano
indí gena que trepanaba el cráneo, debe meditarse mucho antes de acep
tar que la epilepsia, la melancolía o las enfermedades mentales se en
:ontraban "ineludiblemente" entre las indicaciones terapéuticas. Ta,
deducción solamente podría obtenerse a priori si insistimos en
consi
derar los problemas de antaño con los conocimientos de hoy.
En lo tocante a las enfermedades mentales, Valdizán (581) es ludió
el tema con gran dedicación encontrando representadas en el vo cabuiario
los déficits mentales, los delirios, la tristeza, la cólera, la me
lancolía y la locura o frenesí, aunque sin peder identificar sus variantes.
Hay sin embargo voces para designar al que pierde el sentido, ai
que se vuelve loco súbitamente, el que lo es a intervarlos y al
que simula la locura: en fin, una pequeña semiología psiquiátrica.
Pero la sede de estas funciones, como sucedió en otras concepciones
filosó ficas de la humanidad occidental, no tiene una ubicación determinada,
apuntando cuando mucho desde el punto de vista lingüístico hacia una sede
cordícco. tanto la víscera misma como en la zona del pecho don de redice el
corazón.
Las neurosis también pueden descubrirse en los vocabularios y las croruccs:
encontramos voces que especifican la simulación de la sor dera, de la
alienación mental, temblores, trastornos convulsivos, etc. Hay una curiosa
dolencia, la taqui onceo, o ccara onceo que podría superponerse a una forma
de histeria de conversión. De ella nos dice Malina ( 36) "y así fue
que hubo muchos indios que temblaban
FACULTAD DE MEDIClNA
285

y se revolcaban por el suelo; y otros tiraban pedradas como endemo niados,


haciendo visajes y luego reposaban y llegaban a él con te mor y
le decían que qué había y sentía; y respondía que la huaca fulana se
le había entrado en el cuerpo". Y más allá el mismo autor habla de una
especie de neurosis colectiva; "durante este tiempo hubo diversas maneras de
apostasía: unos bailaban, dando a entender que la tenían también: otros
se despadazaban y despeñaban".

Examinemos ahora algunos de los conceptos que los peruanos an tiguos


tenían sobre el cráneo y su contenido. Lo primero qua llama la
atención al estudioso de los cráneos paleoperuanos es la arraiga da
costumbre de la deformación artificial que puede observarse en al gunas
culturas (figs. 29, 30, 31 ). En mayor o menor grado, se pre senta
en iodos los horizontes arqueológicos del Perú, y se mantuvo a
troves de todo el período Inca y los primeros años de la Conquista, para
ser abolida definitivamente por los Concilios limenses de 1576 y
1582: '' que la superstición de amoldar las cabezas de los mucha
chos dé ciertas formas que los indios llaman Zayto-uma y palta-uma, del
tecle se quiten" ( 11 S ). El estudio de este tipo de deformación ha
sido materia de interesantes comunicaciones por Morales Maoedo
(392), Imbelloni (250, 251, 252), y recientemente es objeto
de una concienzudo investigación por parte del Profesor Weiss
( 617 ). La costumbre es interesante poro nuestro tema pues da una clara
idea de lo mención preponderante que prestaban los antiguos peruanos a la
extrernidod ceíólíco. pero de ninguna manera singulariza a nuestra
rozo, ya que ha sido un elemento cultural que ha aparecido, tarde o
temprano, en un sinnúmero de regiones de todo el mundo, que el más
optimista ontropólooo trctoríc difícilmente de relacionar históricamente
con el Perú Antiguo (_ 150, 157 ). Es más, ni siquiera puede esgrimirse
como UD argumento en centre del desarrollo cultural de nuestros habi tontos
precolombinos, pues en formo similor se presentaba hasta me diodos del
siglo pasado en ciertas regiones de Francia ( 150) y en al gunos pueblos
del Medio Oriente. Es simplemente un elemento cultu ral aislado, quizás
más desarrollado entre nuestros indígenas que en otros países. y que
tiene relación con los conceptos de tradición es téticc y adorno
personal, quizás con un origen mágicoreligioso; pero no parece tener
ninguna importancia como factor de orden médico yo que serios estudios
antropológicos han comprobado su inocuidad.
286
ANALES DE LA

Otro elemento cultural, común a muchos pueblas primitivos de todo


el orbe y que parece ser una expresión innata del espíritu hu mano,
es el uso de cabezas trofeos. No siendo el motivo central de esta
monografía, pasaremos por alto el enorme caudal de informa cion ( ver
Chauvet, 139) que existe sobre su presencia en culturas no peruonos. La
momificación de las cabezas por diversos métodos era frecuente en la
cultura Nazca y Chavín (548, 554), tal como se cons tata en el material
arqueológico y en la frecuentísima representación en lo cerámica. Ere
común también entre los Incas llevar como tro feos las cabezas de los
Jefes vencidos. Así, relata Cabello Balboa ( 89) que cuando Inca
Yupanqui acometió a los Chancas, hizo su entra da al Cuzco y cada
soldado llevaba "en la punta de su lanza la ca beza de un enemigo,
cuyo cabello iba flotando al viento". Huaman Poma de A yola ( 249)
relata en uno de sus versículos:

El cráneo del traidor beberemos en él ce sus dientes haremos un collar


de sus huesos, flautas de su piel, un tambor y luego danzaremos.

La traducción del texto quechua

A ucap u man uam upyason Quironta ualcarisun Tullunuanm pinculJusum Carampi


tinyacusun faquecusum.
es�

Las figuras 33 y 34, también del mismo cronista indio, muestran


respectivcmente a un capitán Inca y a un guerrero, portando sendas
ccbezostrcíeos recién arrancadas al enemigo.
Sarmiento de Gamboa (513) rebta que "Pachacuti encaminó ha cia donde
peleaba Astoyguarcca y envistiendo con él, le dió un hacha zo de que le
cortó la cabeza, habiendc muerto a Tomayguaraca. Y luego hizo poner
los cabezos de estos capitanes Chancas en las puntas de unas lanzas y
levantándolas en alto para que fueran vistas de los suyos".
En una información de la época del Virrey Toledo ( 558) se lee que
una vez le fue presentado a Atahualpa un cráneo "sacado los se
FACULTAD DE MEDICINA
287

sos y aforrados los cascos en oro" y que el príncipe indio respondió:


··esto es la cabeza de un her mono mío que venía a la guerra contra
mí, y había dicho que había de beber con mi cabeza y matéle yo a él
y bebo con su ccbszc".
Tello ( 549) escribe al respecto: "El hallazgo de estas reliquias hu manas
en cemen\enos precolombinos de la costa del Perú da eviden cia que esta
costumbre antiquísima fue común en el pueblo o pue. blos que originaron
la admirable cultura Nazca; por él se descubre la base física o
arquetipo de las ornamentaciones múltiples y varia das que se han
derivado de la cabeza momificada; por él se tiene la fortuna de coger en
las propias manos las mismas cabezas que hace tai vez una decena de
siglos fueron preparadas, cuidadas y venera das en el espíritu de aquellos
remotos antecesores. En esta época la costumbre de preparar y
conservar las cabezas pareceró monstruo sa y repugnanie; a juzgar
por la extensión de ella en el Perú antiguo, es de suponer que estuvo en el
fondo mismo de la organización social Y, como heredada del salvajismo, tenb
toda la fuerza y poder de las cos tumbres y leyes heredadas. Fue por
esto buena y moral para ellos, desds que penetraba en lo más íntimo de su
vida religiosa".
Coba ( 1 l 4) nos cuenta que en tiempo del Monarca Tupac Inca Yu ponqui,
cuando peleó contra los Mojos, saliendo victorioso, hizo deso llar "dos
caciques los más principales y de sus cuerpos mandó hacer des tambores,
con los cuales y con las ccbezcs de los ciusticicdos puestos en
pica y muchos prisioneros para sacrificarlos al Sol, entró triunfante en
su cuarlel coa grandes sacrificios y fiestas".
La costumbre estuvo muy dífundido en el Tahuantinsuyo. Uhle ( 573)
refiriéndose a los cera mios de lea y Nazca, indica que están re-
presentadas las cabezas trofeos, existiendo la costumbre de "cerrar
la boca por medio de costuras tal como hasta chora está en uso en las
cabezas reducidas de producción i ivoro. También se observa la
costumbre en las cultures Tiahuanaquense y Chimú.
Vignati ( 598) ha estudíado con hondura etnológica el problema de los
cráneostrofeos de la quebrada d9 Humahuaca. Encuentra que resecaban parte
del hueso crcmaano. de acuerdo con dos tendencias bien determinadas. La
resección asentaba en el foramen magno y en la escama del occipital, o en
la región interparietal en las proximida des del obelio. El objetivo poro
agrandar el foramen era el de facili
·tor la salida de la masa encefálica y para colocar el palosostén del
trofeo.
288
/\NALES DE LA

La an\ropologío culture! nos demuestra la frecuencia con que el


concepto de "cobezo trofeo" evolucione: hacía una abreviación Iisicc.
condicionodo por la imposibilidad material de acumular gran cantidad de
ellas. En ciertos pueblos, como sucede en Borneo y algunas islas de ia
Polínesia, después de momificar y adorncr las cabezas, las de pes: .on
en una gran casa tribal donde llevan a cabo las grandes cere monias de
la comunidad. Pero esto no soluciona el instinto de glorifi cación
personal del vencedor, que, naturalmente, desea llevar sus tro feos
consigo tanto en las nuevas batallas como en las festividades.
Aparece entonces la reducción de tamaño o la simbolización con una pcrte
importante de la cabeza. Nuestros antepasados Nazcas ( 549) re ducían el
peso y el tamaño del trofeo vaciando el cráneo y cercenan do toda la
porción posterior, para conservar solamente la región fron tal y la
cara. Alcurics tribus de lo Amozonía, cuya conexión cultural con los
habitantes del Ande fue laxo pero electivo. aún preparaban los llamadas cabezas
reducidas que siguen siendo buscodisirnc s curiosi dades turísticas
( 116 ). Y los indígenas de Norte América, soluciona ron el problema
simbolizando cada triunfo con una porción de cuero cabelludo.
Es precisamente dentro de esta corriente que se explica lo apari ción, en
algunas culturas primitivas, de las llamadas "rotidelas cranea- nas",
porciones redondeadas y pulidos de la colo ta ere neo no que son
utilizadas ya sea como trofeo o como amuleto. Tal costumbre no pa rece
haber sido muy común en el Perú Antiguo si vamos a juzgar por su ausencia
cosí absoluta en nuestros Museos y Colecciones arqueoló gicos. Tello
( 550) menciono que encontró "en Huancasana, Sunicon cha, provincia de
Hucrochir i. un amuleto craneal consistente en una rondela de 2 crns.,
de diámetro que colgaba del cuello de uno momia". Pero, como dice Weiss
(617), es muy posible que su rareza sea en poro artihcial yo que su
hollozoo ouede haber posado desapercibido on les ínnumerabies excavaciones
que se hc n llevado o cabo en el Pe rú sin una cuidadosa orientación
científica.
Mencionemos las rondelas craneanos y su relativa rareza en el Perú
porque la obtención de este tipo de trofeo o amuleto ho sido con siderado
seriamente como una de las indicaciones para la trepanación primitiva, tal
como veremos en el capítulo correspondiente.
Dentro de la evolución cultural de un pueblo, es extremadamente difícil
sorprender el momento en que la extrernidcd cefálica comienzo a centralizar
la atención de sus pensadores, y aún más, el momento en que se
estoblecen conexiones lógicas entre el contenido del cráneo
FACULTAD DE MEDICINA
289
Y sus [unciones. Es verdad que aún las culturas más primitivas
rela- cionan de inmediato la cabeza con les funciones de relación,
ya que al observodor más incipiente no puede escapar la importancia
de los oios. los oídos, el olloto. las vías respiratorias
superiores, la extremi- dad superior y más destocado del aparato
digestivo, los Órganos del lsncucns. etc. Rápidamente se establece
también la relación lógica entre algunas funciones vitales y la
cabeza, ya que los traumatismos en esto región tienen consecuencias
derncsiodo obvias como para que pasen desaparecibidas. Pero, aunque perezco
paradójico, puede trascu- rrir mucho tiempo antes de que un grupo cultural
establezca con claridad la relación lógica entre el encéfalo y todos
estas funciones. Aún las más grandes culturas han tenido enormes
y prolongadas dificulte-
J.;..:.,s ontes de llegar a la realización de <?.sta verdad que ahora
nos pa-
rece rneridicnc , localizando las funciones espirituales en las
vísceras ondominoles o torácicos cuya fisiología, dsspués de todo, es
también una incócnito difícil de resolver. Nuestros antepasados
pre-colornbi-
ro:: perecen no haber esccoodo o esta regla del enlendimiento huma-
no. Hemos visto la imj.ortoncic que daban a la cabeza como
repre· sentanle de la inciividuolidcd. y podemos deducir, del cuidado
médico q·1i; prodigaban c. los \raumallzados de la cabeza, cuanta
atención de- dicaban a esta parte de la anatomía. Pero su
vocabulario, su litera- tura, su historia, y sus tradiciones nos sugieren
que era en la víscera car-
díaca donde ellos localizaban todas las funciones espirituales.
El vocablo soncco, que designa el corazón. interviene en la gran mayoría
de funciones y en un alto porcentaje de la semiología psiquiátrica y neu-
rológica. En cambio, ni :�l vocablo urna que ide ntií ica a la
cabeza, ni
la palabra Ñutcco que denomina al cerebro, intervienen absolutamente en
el mismo campo, con excepción quizás de la frase de González Hol- quÍn que
designa al de mucha rnernorio con "ancha umanuan Hopi):" y al desme
oriodo "muna umayock". Sin embargo, la cita de Garcilaso respecto a lo
memorio es bastante significativa a este respecto.
Desde luego, las conclusiones que puedan derivarse de estas ob-
servaciones lingüísticas no deben aceptarse en forma categórica y dog-
mática, sino simplemente como una orientación sobre la posible mane-
ro cie pensar de nuestros antepasados. El lenguaje, sangre del
espí-
ritu, traduce realmente los adelantos de una cultura. pero
nunca marcha al unísono con el desarrollo histórico de tales
conocimientos. Díqo!o si :10 el Iinoúistc que quisiera obtener
conclusiones perecidos cstudkmdc nuestros polcbros y· encontrando que
aún en los círculos cientihcos más elevodos seguimos denominando la
melancolía, con un
290
ANALES DE LA

vcccblo que significa "bilis negra", y que nuestras mejores obras


poé-
1ic0.3 siguen, come los Incas que estudiamos, localizando muchas fun-
ciones cmimicos en e! corazón. Además si bien es cierto que el
prefi- jo "neuro" interviene en la formación de gran número de palabras
en conexión con el sistema nervioso, solamente después de muchos años
estamos incorporando al léxico algunos vocablos que nos permiten re-
lacionar lo epilepsia con el encéfalo ( disrritmia cerebral, epilepsia
cen- tro-encefálica, crisis cerebrales, etc.).
Estas elucubraciones no iienen sino el fin de llamar la
atención sobre las serias dificultades por la que se atraviesa el
indagar impar- cialmente entre los restos de una cultura que no nos
dejó documentos escritos y que, precisamente por eso, no debe ser
interpretada tomando como base los líneomientos filosóficos y científicos
de nuestros tiempos.

CAPÍTULO III. LA CIRUGIA


El cirujano pre-colombino, Chukri hampi-camayoc, Chukrihampik,
en G[ técnico que se ccupobo de las fracturas, luxaciones, la
sangría, los abscesos .. y cuyo eiercício profesional C chukrí
bampiyachay) con· sistio en realizar operaciones de pequeña cirugía,
siendo probablemen-
te la de más largc alcance la práctica de la trepanaciones del cráneo.
Es posible que hubiera existido cierta especialización, ejercitando
unos lo medicino interno. con administración de yerbas y cocimientos,
prac- ticando pases y exorcismos y recurriendo a la medicina mágica; y
otros que procedieran en forma más objetiva y racional, realizando
interven- cienes. reduciendo luxaciones, curando heridas y abscesos, etc.
Real- mente no hay forma segura de afirmar una unión o una
separación de ambas ramas de la ciencia df' curar, pues las
indicociones en este sentido que hasta nosotros llegan, pueden estar
teñidas por la forma de indocro: e interpreten de los antiguos
cronistas, que tuvieron que tra-
ducir 10 información que recibían no sólo a� lenguaje español sino a
la
culturo occidental que en ese tiempo considerobc la cirugía como una OCUj;OÓÓn
completcrnente diie-;-ente d2 la medicina, una ocupación ma- nual e
indigna, ejercitada cor los barberos y otros sujetos de menor
jerarquía.
La necesidad de corregir una perturbocíón visible, tractura, luxa·
ción o absceso, hace que el ingenio humano cree automáticamente
FACULTAD DE MEDICINA
291

una forma de actuar oponiéndose a ella, inmovilizando el miembro frac turado,


evacuando las colecciones, deteniendo la hemorragia, etc. La mejor
maestra del arte quirurqíco, ha especificado Diegpen ( 154) ha si do la
necesidad; "los accidentes y combates dieron lugar a heridas. fracturas
y luxaciones que hubo necesidad de tratar, haciendo así las suturas de
las heridos. los vendajes de extensión permanente, colocando los miembros
fracturados en moldes de arcilla".
En los vocabularios quechuas, especialmente el de González Hol quin.
podemos encontrar muchas voces que se relacionan con las prácti cas
quirúroicos, algunas de las cuales consignamos más adelante.
Lo patología ósea ha sido variada, y es sin duda la· más asequi b!e al
examen paleopalológico. Fracturas, infecciones y tumores óseos se
encuentran en los esqueletos de lodos las culturas paleoperuanos. En las
luchas cuerpo a cuerpo, empleando armas contundentes como la porra o la
macana o instrumentos afilados de piedra y metal, se pro ducían heridas en
las partes blandas y los huesos. Es frecuente en contrar huesos largos
con callos que indican la consolidación viciosa de una fractura, y a
veces se observan cabalgamientos y alteraciones marcadas en el eje del
hueso. Sin embcroo. como escribe Dabbert ( 143 ), no son raros los
ejemplos de afrontamiento y consolidación tan buenos que hacen suponer que
conocieron las maniobras destinadas a reducir y con !ener los fragmentos.
Morúa ( 399) escribe "otras había que curaban quebrados y sacrifican
mientras dura la cura del lugar quebrado y desconcertado, y
generalmerne usan de palabras, de un ciones, de sobar y otras
supersticiones y sanaban cualquiera que hu biese quebrado pie, pierna. brazo
o mano y otra parte del cuerpo antes del tiempo que comunmente sanaban los
otros enfermos, teniendo por milagro acudían a ellas enfermos para ser
curados". Dícese que in
movilizaban el miembro fracturado valiéndose de tablillas y ho.os fres
cas de Huaripuri (valeriana coarctata) y de vendas hechas con hilas de
algodón; y el folklore conserva algunos remedios internos que ayu daban o
la consolidación de las fracturas, tales como la coca con sal y claras
de huevo, la hierbe hopa-hopa, las hojas de tola y el cocimien to cie
shinvillo o sinchicaspi. En fin, no existe ningún argumento para neqor
lo habilidad de algunos cirujanos indios pero tratar las fractu ras;
pero, por otro lado, tampoco podemos usar como un fuerte orqu mento a
su favor el hecho de que se encuentren frecuentes ejemplos de fracturas
curadas en buena posición, pues esto también se presen ta con similar
proporción entre los monos solvajes como ha comprobado el in!eresante estudio
de Schultz (519).
292
ANALES DE LA

Ondegardo ( 422) hace un interesante comentario que un humo rista


actual podría esgrimir sin salir mucho de la verdad; "Cualquie ra que
tuvo quebrado el brazc o pierna o otra parte del cuerpo y sanó entes del
tiempo que comunmente sanaron los otros enfermos, era te nido por maestro
de curar semeionte enfermedad".

Aunque Vélez López ( 593) afirma que realizaban desarticulacio nes del
hombro, codo, y cadera, desgraciadamente no presenta prueba alguna, ni
fuente de información de ninguna índole que respalde ton ir.teresonto
descubrimiento. Por eso, y en vista de la enorme dificultod técnica que
aún en nuestros días presentan tales operaciones, debe mos ser
extremadamente reservados para aceptar tal afirmación.
Respecto a los amputacíones, (Figs. 370 y b) la cerámica y los
restos humanos nos indican que existieron. Algunos creen que pue
da tratarse de mutilaciones punitivas, pues este tipo de exéresis es un
elemento cultural presente en un gran número de pueblos primitivos.
Ackerncknecht (6) recalca que el pasaje de la amputación punitiva a la
amputación quirúrgica no es todo lo fácil que nuestra lógica
actua! nos haria suponer, y aunque son muchas las culturas que practican
di versos tipos de mutilcciones. son pocas las que encuentran el camino
hacia la utilización del mismo procedimiento con fines médicos. Exis te
por otro lado la posibilidad de amputaciones traumáticas espontá neas,
producidas por aplastamiento y gangrena de un miembro.
En realidad, ni lc s crónicas ni la tradición nos hablan claramente
sobre operaciones quirúrgicas de esla índole, y la cerámica y la paleo
potoiocicr sólo nos indicen el resultado final que puede haber sido oca
sioncrdc por cualquiera de los tres procedimientos, tan disímiles
entre sí como elementos culturales. De todas moner as. cualquiera que haya
sido la cr.uso de la crnputcción, parece que los mutilados disponían
de pró'esis de de1ensa del muñón, según sugiere la apariencia de al
gunas piezas cerámicas ( 383) y refieren algunos autores ( 428,
592,
209).
Ei mosoie y la succión fueron procedimientos usados larga manu en i.a
cntigüedad peruana. Con ellos evacuaban hematomas, extraían cuerpos
extraños, espinas, puntos de flecha, restos de tejido necrosado, obscescs,
etc., contribuyendo sin dudo a la curación de sus pacientes. Ondeoordo
( 423) eecribe qua "los hechiceros chupan aquella parte que le duelo el
enfermo y dicen que sacan sangre y que por allí sale la enfermedad".
Le figura 6, ele Huamán Poma C: 249) muestra "un he chicero que
chupa" en pleno acto cperativo. Debe haber sido, pues,

Flg. 7. a y b. Casos tÍplcos de o at eo ertrt tt a de la vértebras


tumbares pro·
venlente 6 de cementerios cercanos a la reglón de Machu P'lchu , (Cor
tesía del Prof. Weles.)

Flg.8.• O•t"oartrl.Ue reumatoldea en una vértebra c�rvlcal, hallada en la


reg!6n
de Machu • Plchu ( Cortesía del Prof. Weiss)

Flg. 9. Melform ación congénita de 1 a colurnn a vertebral cervical:


vértebras en bloque y h e m i > vertebras.Halad en la reglón de Machu
P'í c hu (Cortesía
del Prof. Weíss).

.,Fig. 10. Pie za cerámica de I a culture Moch.ica ( Zona Norte de 1 a 'Co


s t a}, que r ep r e senta un individuo con una tumor c i ón en la
órbita Izquierda y ausencia (post quirúrgic ? ) del ojo dere ho. ,
ótense también las grandes orejeras.
Flg.10 a. Dos cerámicas Mochicas mostrando la ceguera unilater l y
bilateral.

F'ig. l l. a y b . Osteomas, tumores benignos del hueso craneano,


encontrados en cr an e o s provenientes de tumbas peleoperuanas. Museo de
Anatomía de la
Facultad de Medicina. Lima.
Fig.12. Cráneo paleoperuano que presenta múltiples lesiones óseas
destructivas cuyas características perecen demostrar le existencia de un
tumor maligno me testéslco. Exl st e también un mercado ab ornb ami eri t
o de les regiones ternp or a> les con adelgazamiento de le pared
craneana, lo que sugiere un cuadro de hl
p e rt eri a l ón endocranea:ne. Museo de Anatomía de la. Facultad de
Medlcine.Llma..

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Flg, 15. Cráneo paleoperuano con une grlill'.I ex:oato•h cor al lforme de
la regl6n in-
t erp arí et al , que c o rre sp on de a un menlngioma osteobláatico
paraeagltal. Museo de Arqu e o lo g ía y Antropologie de la Magdalena.
Lime.

Fig. i6. Cráneo paleoperuano con leelones 6aeas deatructlvaa múltlples que
co
rresponden e una l e al én tumoral maligna metaatasica, Museo Anat6mico de
la
Facultad de Medicina. Lima,

Flg, 17.· Detalle


de le (lgura 1.5,
Fig. !8.a y b. Lesiones óseas destructivas en cráneos paleoperuanos que
repre
sentan procesos tumorales malignos. Museo Anatómico de la Facultad de
Medicina. Lime.

Flg. 19.e y b. Ejemplos de le alones productivo destructivas en cráneos


paleo
peruanos, que parecen representar e a sos de sífilis ósea. Museo
de An-
tropología y Arqueología de la Magdalena. Lima.

Fl1. 20.·Pieza cer'"1.ica de te Cultur11 Moch.icL (Zon• Norte de 1•


Co•ta), que muestra una rn ae-
cada mutUaclén de 1011 í abt o e y la nariz, con edema de 1011
párpado•. Parece corresponder
• la& lesione• que comunmente ae ob•ervan en la Uta, aunque pod!'la tratarse
de una muti•
lscl6n punitiva. Mua e o N se lona! de Antropolol{a y Arqueolocía de la
Mal[dalena.Llm•
Flg.21 a.CerámJca Mochlca que muestra un sujeto con las característJcss
propias de la acromegalJa y exoftelmoa blleleral, probablemente como consecuencia
de un tumor h l po f l a ar i o , Colección del Sr. Walter Gro s s ,

Fig.21 b . Cerámica Mochlca que represente un sujeto con facies acr


orne g ált c a , Colección del Sr. Carlos Larco.

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FACULTAD DE MEDICINA
293

una terapéutica localista, topográfica, para aliviar las mcniíestcciones


sintomáticas de la doctrina celsiana: rubor, tumor, calor y dolor.
Parece que la sonería también tenía ese objetivo. Algunas venas
accesibles les eran partícularmente conocidas. Las llamaban Circo. al
sangrar, Circacuy y el operador Circcoy comcvoc, Este era una es
pecie de práctico, quizás diferente al cirujano mismo. Garcilaso ( 199) nos
da una relación pormenorizada del procedimiento: "Otros indios hu bo no tan
crueles en sus sacrificios, que aún que en ellos mezclab::m sangre humana,
no era con muerte de alguno sino sacada con san gría de brazos o
piernas según solemnidad del sacrificio; y poro los más solemnes lo
sacaban del nacimiento de las narices a lo junta de los ceios y esto:
soncrío fue ordinaria entre los indios del Perú, aún des pués de los Incas.
Así paro: sus sacrificios como para sus enfermeda des cuando era con mucho
dolor de cabeza por ende se scnorcbcn de brazos y piernas sin saber aplicar
las sangrías ni la disposición de las venas para tal o tal enfermedad,
sino que la abrían la que estaba más cerca del dolor que pcdecion. Cuando
sentían mucho dolor de cabeza
se scncrobcn de la junta d� les cejas, encima de las naríces. La Ion
ce:c ere una pun to d0 pedernal ( ver figura 38), que ponían en un pa
lillo hendido y lo cícbcn porque no se cayese, y aquella punta ponían
sobre le. vena y encíma le daban un papirote y así abrían las venas
c:0.'1 menos dolor que con las lancetas comunes".
Huaman Poma (249) refiere que no se sangraban "de enfermeda
des sino de caídas o porrazos".
Eran muy duchos en esta materia y seguramente, dada la mog ni lud d.e
!a vena.. era poca la sangre que extraían. En la Relación Anónima
ctribuida a Blas Velero ( 585) se lee que "tenían mil lavato rios
sccóbcnse sangre de las venas con pedernales muy agudos, ayu naban muchos
días del año y aún tenían modo de cuaresma". Por su iodo, C?l
Padre Cobo ( 114) escribe: "carecieron del conocimiento de les venas y
con lodo eso usaban de la sangría a su modo que era teniendo dolor en olouno
parte sangrarse allí con la punta muy aguda de pederno l. Las venas
que más conocieron son las del cuello lla madas orgánicas y de ellas
sólo scncrobon cuando rompían vena y ne d€ los brazos ni de otra parte
del cuerpo y aún todavía usan algu nos de esia manera de sangrar".
La hemostasis es un interesante tema, anque hay muy poco me terial
objetivo que nos permita discutirlo sobre una base seria. Parece lógico
pensar que la compresión manual y el empleo del torniquete son caminos
fáciles de encontrar, y es muy posible que lo emplearan
294
ANALES DE LA

· en las hemorragias de los miembros. Sin embargo, no hay documen


tos de ninguno índole que así lo atestigüen, y corremos el peligro de
e.skn construyendo hechos históricos sobre la base de nuestra ciencia
actual. Después de todo, en algunos culturas, quizás más desarrolla
das, la pérdida de- sangre por las heridas es una consecuencia lógica,
en parte beneficiosa que cede espontáneamente por causas naturales. Lu
cabuya que menciona por primera vez Quevedo ( 480) y que fuera en:J:,?ada
después co: Graña y colaboradores (209) para evitar la hemorragia del
cuero cabelludo, puede bien haber sido utilizada como un método local,
pero no existe ninguna documentación clara sobre su
ern i->�eo con excepción de las deducciones de Freeman ( 192) que dice:
"este ejemplar tiene colocado un aparato perfectamente conservado que
perece hoberse usado para controlar las hemorragias de la piel del
eró neo. Consiste en una largt� cuerda que envuelve varias veces la
base del cráneo, de una oreja a otra. Está dispuesta de tal manera
que tirondo de ur, asa ·en le r6gión occipital puede lograrse la presión
deseada. La parte de la cuerda que pasa sobre el vértice del cráneo
esló er.vuelia en algodón cubierto de gasa, que representa un ven
dais y se encuentra manchado por algo que parece sangre".
is posible que, dentro de su amplio conocimiento de las propieda áe3
medicinales de los plantas, hubieran encontrado algunas que tu vieran
valor hemostático; entre ellas se menciona la. Chamana ( 436), la raíz de
ratania (503), y el Pumachucu (209) así como algunos ejem ples de la flore
selvática que aún son usados por los indígenas de la Amczoníc (29). Pero
estas citas pertenecen todas a autores de nues tro siglo que han
recogido su información del Folklore y de la medi cina popular reciente.
Se trata pues de datos que, aún cuando obe decen a deducciones lógicas
y aunque son completamente dignos de fe, debe de dárseles su verdadero
valor etnológico. Es una lástima que ninguna de las fuentes históricas
originales nos hablen claramen te de la hemostasia.
Le mismo puede decirse del problernc de la sutura quirúrgica, csí como del
uso de lígaduras para obliterar los grandes vasos. Que· vedo ( 4.80) es
quizás el que más objetivamente se ha aproximado a comprobar la existencia
de cierta forma de sutura en el cuero cabe· Ilude.
Rf'.spec:to a la anestesia, la mayor parte de las informaciones que
íenernor, son deducciones bien intenclonodcs: pero, nuevamente. ca rentes
de una buen documentación. Todo hace suponer que en las ope rociones que duraban
vados minutos, incluso media o una hora, em
t'ACULTAD DE MEDICINA
295
ple.eren la sedación del dolor por la administración de una bebida a
bo:se de alcohol. Tal pasa con algunas formas de chicha que produ cen
una ·?mbriaguez bastante apreciable (591 ). Así Tschudi ( 570),
relata que los yungas o Tsankas de la costa preparan para los sacri
ficios religiosos el yale agragándola a lo sora, maíz mcscodo. el palo de
una fruta seca die forma de almendro que lo españoles llaman es pingo.
Villoqórnez ( 599) escribe que había una bebida fuertemente embr.cccdoro
y los que la toman y cuidan del ídolo, pierden la cabe za y se vuelvan
"como locos". Cuando la chicha la entierran algún tiempo, favorecier.do
la fermentación, aciquiere un mcyor efecto anes tesicr.te. Betanzos
refiere que a los jóvenes que iban a ser sometidos a la operación de
perforación de les orejas, les daban chicha para evi tar el dolor, "y
ordenó que estos treinta días cumplidos, se juntasen olH en la plaza
los parientes y trciesen los noveles consigo, fuesen cxllí ei.1 una
Iuenie que dicen Cclixpuquío. y siendo ya ailí, que se lavan todos. y siendo
lcvcdos cada uno de estos noveles ha de volver a su casa y en ton ces
han de sacar cuatro cántaros de chicha que hicieron en el principio de
la fiaste, de los cuales cántaros han de beber to dos, y al tal novel
han de embriagar con la tal chicho de tal manera que no tenga sentido;
y desde ya esté así han de sacar del aposento, y donde elios mejor les
pareciera clli le horadan las orejas".
Es de suponer, cdemás, que dentro del ejercicio secreto y misterio so de
lo medicino incaica habrían diversos modos de modificar la chicha
con cocimientos de hierbes de poder estupefaciente, algunas de los cuales
han llegado hasta ncsotros. Vale la pena consignar en es te orden de
ideas el uso de sustancias tóxicas, ilustócenos. que pu dieron haberse
empleado pare disminuir el dolor ( 14). El padre Co
co ( l 14.) explica las propiedades de lcs daturas: "Tomado su coci
miento adormece los sentidos. Usan los indios del para embriagarse
y si se toma mucha cantidad, saca de sentido a una persona de manera
que teniendo los ojos abiertos, no ve ni conoce". Calanchcr (92) dice
que "comido en grano o bebido en cocimiento, si ha comunicado toda su virtud,
adormece todos los miembros y con ésta se preparan todos los que han de ser
atormentados". Pero para el adelanto a que parece hooer llegcdo la ciruqio
paleoperuana, no vemos ninguna necesidad de recurrir a la especulación,
fabricando sin bese documental supues tos métodos de anestesia
perfeccionada. Ya veremos más adelante que aún la práctica de la trepanación,
que inexplicablemente da a Graña v colaboradores ( 209) un pie íorzado
para \eorizar sobre la anestesi;
296
A N A L E S D --E L· A

incaica, es posiblemente una de las intervenciones quirúrgicas en que la


supresión del dolor constituye el elemento menos importante.
No está demás recordar que, aunque la coca es conocida desde tiempo
inmemoriai en el Perú, las propiedades anestésicas de su prin- cipoi
cicoloide, le: cocaína, sólo fueron descubiertas en la segunda mi tad del
siglo XIX, cuando Siornund Freud le sugirió el camino a Ko ller (90).
Y les veces que algunos cronistas mencionan la yerba como integrante de
emplastos destinados a combatir el dolor, no son com patibles con el
hecho de que ni la coca ni la cocaína libre tienen nin gún efecto
analgésico sobre la piel intacta, por más que se prolongue la acción de
la maceración.
En las infecciones locales, el cirujano indígena echaba mano de
substancias astringentes o cáusticas, emolientes o resolutivas. En ci
;:ugía se puede aceptar, como hemos dicho más orriba, que tuvieron un
pensamíentc más racional que para los procesos de orden médico. Cebe ( 114)
escribe que "rnós conocímiento tuvieron de las heridas y llo ;ras COIT!O
cosa patente y manifiesta y de particulares yerbas pcrrc curcrrlcs. En
lo que comunmente acertaban era en curar heridas para las cueles conocían
yerbas extraordinarias y de una gran virtud". El empleo de bálsamos era
en extremo importante, como substancias mo dif.codcrcs y antisépticas de
las heridas. Los del Perú (Myroxilon peruiferum) y Tolú eren los más
utilizados. Monardes (368) escribe que "era usado remedio para las
heridas recientes", hcsto en las frac turus "donde hubiera acortamiento
de huesos". Para modíficar las
ll(J�cs cconseiobcn también otra cbse de yerbas, como el soycosoyco.
ia ur:ocarc, el mittu, el molle, la yiñayhuayna, el pinco-pinco, el copa-
uuu G, la iauoiia, la resína de Jareta (Bolax glebaria), el copcv, el
ma- guey, etc., así cerno algunas substoncios minerales, ferruginosas,
co mo el tacu, y otras.
En realidad tampoco existe ninguna indicoción documentada cie que los
médicos antiguos conocieron las causas reales de la sepsis, y mucho menos
de que tuvíerc,n nincrún concepto de asepsia o antisep sia. Los
comentarios afirmativos que algunos autores modernos han hecho a este
respecto son completamente gratuitos y no consideramos que tienen base
suficiente para ser discutidos aquí.
Dentro de los actos quirúrgicos rituclísticos, además de las san
grías ( vicie supra), las crónicas sólo nos hablan de la
horadación de las orejas como medio de consagración del joven a la vida
guerre�
ra. Este acto revestía grcn solemnidad, ya que era el mismo Irsco
quien presidía la ceremonia. Era un rito análogo, como escribe La·
FACULTAD DE MEDICINA
297

vororio ( 299) a la circuncisión de los judíos, práctica ésta no emplea


da en el Incario. Escribe Acosla a este respecto ( 7): "los indios poco ni
mucho no se retajan ni he dedo jamás en esa ceremonia como muchos en Etiopía
y el Oriente".
Vaiiéndose de ofilc dos agujas de metal, principalmente cie oro,
horadaban el lóbulo de la oreja y dilataban el orificio en forma apre
cic lJle por o colocar las orejeras que a profusión nos muestro la
cerá mica. Garcilaso ( 199) escribe: ''Además de andar trasquilados,
traían las oreios horcdccios. por do:r..de cornunmerite las horadan
las muje- res para los zarcillos; empero hccion crecer el horadado con
artificios s'n extraña grandeza, increíble a quien no la hubiese
visto, porque perece imposible que ton poca cerne como la que hay debajo de
la ore io, venga a crecer tanto que seo capaz de recibir una orejera
del ta.. mcño y forma de une rodeno de cántaro". La pequeña operación
qui rúrgica ritualíshco. la practicaban en la gran fiesta del lntí-Rcimi.
de diccdó al Sol, en una ceremonia destíncdc a iniciar a los que iban
a ser dedicados al servicio de ios armas. Los jóvenes pasaban por de
lente del Monarca y éste empleaba, según Garcilaso, "alfileres gruesos de
ero" que los dejaba puestos "para que mediante ellos curasen y agrandasen como
las agrandaba en increíble grandeza". Proseguía la cerernonía y un
generoi del séquito imperial ponía las pañetas, las cuo-
l.ss �ran insignia de varón. Antes de la ceremonia, ayunaban 30 días,
relata el Polernino ( 183) sometiéndose después a una prueba de ejer
cicio físico que ellos llamaban Atacaymita. A veces la operación la
prc.cticcbcn "los rno.estros de horadar" los cuales eran muy diestros
"y ,n lastimaban tanto". Abierto el agujero, colocaban en él anillos
de oro o plata. y a veces de metal pare el hombre del pueblo.
Uno pequeña intervención. afín a la anterior, era la horadación del
lobique nasal en su parte in1erior, car!ílaginosa, para colocar otro
adorno, llamado tembeta del que existen muchos muestras en la cerá mico. (
Ver figura 39).
La operación de horodo r las oreics. la hemos descrito con bas
lente detalle porque nuestra prolongada busca bibliográfica la seña
la a ella y la sangría, como los Únicas intervenciones quirúrgicas r
ítuo- listicos del incorio a que se refieren los cronistcs. Como
veremos en el copiiulo correspondiente, se supone que en algunas culturas
primiti- cas que trepanaban el cráneo, lo hacían también con un
molivo ri- tual. Algunos autores han querido extender esta hipótesis
al Antiguo Perú.
298
ANALES DE LA

Precise será también que nos ocupemos de los traumatismos en ce=i c.o-
croneonos. que como veremos más adelante, constituyeron una de las
principales indicccíones de la trepanación.
Guerra y religión eran los dos campos de la actividad en que ci fraban
sus ambiciones muchos da estos pueblos. Usaban diversas armas, unas
de piadrc y otros en que intervenía el metal simple o ba jo le forma
de cleación, el liamado bronce incaico. Son múltiples y v01 icdc.s
l:::,s citas de !os cronistas que se refieren a batallas y arm:s.
Se cuento que cuando Pachaculec peleó contra los Chancas y los den otó
( 513 ), se emplearon teda clase de crtilicíos guerreros: "Y así,
aliegánciose !03 unos a los otros en Ichopompa, envistieron y mezclen
dcss unos con otros, puñaban los Chancas con sus lanzas largas, los
ingr;. s con hondas. porros, hachas y flechas, cedo cual por
defender su porsono y ofender al contrarío". Las telas y ceramios
de las di ve: S("tS recriones ( fig1.1ros 40, 4} y J 46) muestran
con SU grcn realismo di ;.:::rsas escenas de guerra; luches cuerpo a
cuerpo, golpes de maccana en el crór-eo con derr iborn ier.to y muerte
del adversario, y batallas
8!'1 Q!Je se usa la llechc, y la honda manejadas con gran destreza.
Arcos, ílechos. lonz as. dardos, haches de combate, hondas, po
rras, y macanas eran las armas con qus entraban al combate cnírnc- dos
por músicos marciales y horrible gritería. Sus lanz:::s y flechas,
escribe Prescot; ( 470), estabcm orrnod as en la extremidad con peda
zos de cobre o hueso, y las armas de los nobles tenían adornos de oro y
¡.Jtata. La ccbezo jo protecrion con casccs de madera o de pieles de
íier-xs adornadas con metales o plumas de pájaros tropicales.
En la cerámica mochica S8 representa comunmente escenas de ba ta: íos.
"en las cueles los guerreros indios de lo costa, lucen el coree iE-
rÍs,Jco atavío de guerra y están armados con porras y hondas mien
iras que los guerreros rnontcñeses están vestidos con ropas recamadas de
pi urnas y orrnr.dos con lonzcs. estólicos y dardos" ( 550 ).
Garcilaso ( 199) describe el champi o arma de mano parecida e la
partesana españole.: "hacha de armas en W1 esta de más de una brezo
de largo; e: hierro tenía una cuchilla de una parle y una punta de
diornc nte de la otra que para ser Pmtesana no le faltaba más de la
punta que la Partesana tiene por delo.nte". Cabo ( 144) las dise
_.;_a cerno "una hachas y porras pequeñas cie una mano". El hacha de
Atouuolp:r dibuiodo por Tschudi ( 570) es una magnífica reproducción de
esto arma (Fig. 144). y Garcilaso habla también de "navajas de
i)ede::Jc:rl que corlan en pedazos el cuerpo" ( 199).
FACULTAD DE MEDlCINA
299

Jeréz describe en la siguiente forma ( 259) la manera de emplear las


armas en las batailas: "en la delantero: vienen honderos que tiran son
hondas piedras guijeñas lisas y hechas a mano de hechura de huevos; los
honderos traen rodelas que ellos mismos hacen de tabli llas angostas y
muy fuertes; así mesmo lraen jubones colchados de algodón, tres destos
vienen otros con porras y hachas de orrncs: las porras son de braza y
media de largo; tan gruesa como una lanza ji net<.;.; la porra está
al cabo cnccstoncdo es de metal, tan grande co me G l dedo pulgar; juegan
con ellas a dos manos; las hachas son de1 mesmo tamaño, y mayores; la
cuchilla de metal de anchor de un pal mo, como alabarda. Algunas hachas
y porras hay de oro y plata que ira.di1 los principa!es; Iras éstos vienen
otros con lanzas pequeñas, arro iccnzos como dardos; en la retaguardia
vienen piqueros con lonzos lorcos de lreima palmos; en el brazo izquierdo
!roen como una rncn- ce con mucho algodór. sobre que juegan con la
porra. lodos vienen reporudos en sus escuodros con sus banderas y
capitanes que los mandan, con terno concierto como turcos. Algunos de
el os traen ca pccetes grandes, que les cubren hasla los ojos,
hechos de madera; en ellos mucho algodon, que de hierro no pueden ser
más íuertes ... Esca gente de Atabalipa tenían en su eíércíto eran todos
hombres muy diestros y ejercitados en la guerra como aquellos que siempre
ancian Rn e.lo.. e son rncncebos granaes de cuerpo, que sólo mil de ellos
bas tan para csolor una población de aquellas tierras aunque tengn. veinle
mil hombres".
Pedro Sancho, por su parte (258), hable de la cantidad de armas que
encontraron ios españoles en la 1orioleza de Sacsahuamán junto al Cuzco;
porras, ionzos, arcos, flechas, hachas, rodelas "jubones ccoii nodos de
clcoción". así como vestidos para los soldados.
Montesinos ( 380) al re.ferírse C1 los combates, escribe: "dióles or-
den que entresacaran los mozos de treinto años más robustos, paro
que disciplinasen en cosas de guerra los capitanes y que hiciesen desto reseña
cada mes: y el eiercilo era con arco y flecho, dardos, estólí ca,
lanzas, de treinta palmos y porras herradas, todo con cobre y otras de
palma negra, a manera de montante, ton lisas y aiiladas que cor taban
como si fueran de acero. Inventó armas defensivas, que eran unas
montes de algodón delc:;adas, ceñidas con muchos vuel las por el cuerpo
y encima de los pechos y espaldas grandes patenas; los Señores 1as
usaban de oro y los de su sangre y capitanes de plata,. y los demás
de cobre. Uscron en este tiempo rodelas pequeñas de
300
ANALES DE LA

paima y algodón; y con estas armas eran enseñados los bisoños de los
eoldodos y capitanes antiguos".
En fin, revisando las crónicas podemos disponer de una profusa información
sobre todos los tipos de armas de que se servían los anti guos peruanos
en sus actividades guerreras ( 506). Como consecuen cia del uso de las
armas contundentes, porras, y piedras de honda asi como de los dardos
lanzados con gran violencia por l:::r estólica, podemos ver ahora en los
cementerios precolombinos multitud de ejem plos de una gran variedad de
heridas creneanas cuyas características e importancia hcri sido descritas en
gran detalle por Moodie ( 388), Courville ( 120, 121 ) y otros.
Llama marcadamente la atención la frecuencia con que se en cuentran
heridas craneanas. con monstruosos hundimientos y enormes Irccturos. que
muestran muy claros signos de krrqc. supervivencia lo que indica
indiscutiblemente que estos individuos heridos recibieron un trctcrníentc
bien orientado y efectivo (Ver figuras 68 a 73). Desgra cicdcrnente.
ni los cronistas ni las tradiciones nos dan luz y detalles sobro este
aspectc de b medicina, pero los cráneos son testigos fide dignos de la
frecuencia con que los heridos de la cabeza sobrevivían a ;Jravísimos
traumatismos.
Este es, en resumen, el panorama de los conocimientos médicos y
quirúrgicos del Perú precolombino, tal como han llegado a nosotros a troves
de documentos históricos y piezas arqueológicas. Tal es el ornbiente
de la trepanación del cráneo, la historia de cuyo descu brimiento en
el Perú vamos ahora a describir.
CAPÍTULO IV.

ESTUDIOS PREVIOS SOBRE LA TREPANACION CRANEANA EN EL PERU

El interés por la Arqueología en el Perú no coincide, desde lue go,


con el inicio de la civilización occidental en el siglo XVI, aunque es
verdad que los llamados extirpadores de idolctrics, herederos de los
tarpuntaes, "arqueólogos al revés", como les llama Porras Be-
rrenechea ( 450), en su afán de detractar todo lo indígena a le par que
destruían huacas e ídolos, productos del "demonio", recogían leyes y
costumbres de la tierra conquistada. En este sentido procedieron
1'ACULTAD DE MEDICl�A
01

Herucndo de Avendoño (29), francisco dE· Avilo (30), José de Arria


gc ( 24 ), Villccómez ( 599 y otros ( 92, 48�, 197) que guiados or
un
ardor religioso de implantar b fe, d9jaron que muchos datos se perdie
ron para la historia de la Etnología.
Sin embargo, se puede observar en sus libros el rastro de la
hechicería, el uso de amuletos, las disposiciones de los Concilios
li rnenses acerca de ciertas coslumbres, la cbolíción de las ofrendas
y socnficíos a sus dioses, la adoración a sus pacarinas, malquis, apache-
tas, etc. Tanto los relicnosos anotados, muchos cie ellos
quechuistos. corno los íilólocros. cuiores de sendos Vccabularios y
Gramáticas dei quachuo e runa-simi, recogie .cn mucho de! pensamiento
íntimo de los indígenas y su Folklore. A través de eslas prolijas
descripciones, en que no faltan detalles sobre amuletos, cconopas,
formas de prac ticar la hechicería, métodos de curar, la vida de los
brujos y hechiceros ambulantes; etc.. no se encuentra ni un solo dato
referenle a la trepa nación craneana, a pesar da que más de una vez
se describe en de
'al\;, los métodos de la deformación artificial del cráneo.
Esto nos hoce pensar que en los años que precedieron a la Con· qu.sto.
la trepanación no era ya practicado con la Irecuencio de otras épxas,
aunque quizás, como sostienen Quevedo ( 480), Rowe ( 499· , Weiss (617).
y el mismo Tello (549) puciiera haber estado relegada a les corccnics
ciel Cuzco. Es interesante comprobar que, mientras mucl os de los
cronistcs hablen de la gran maestría con que los mé dices indicenos
trataban las heridas de los soldados españoles, no hay uno sola mención
de lo curcción de uno herida de cráneo. lesión muy frecuente, a
juzgar por los mismos cronistas.
La ciruqio de guerra d.s principtos de! siglo XVI se refiere desde lusoo
a las heridas producidcs por las armas indígenas de un lado, y cri
empleo de la pólvora y or ccbuces del otro. Aunque en varias oca
sienes se mencionan las heridos encáíolocrrmecnos, no se hable
sensu slriclu de trepanaciones. Para cubrir esta laguna histórica
se
h invocado el hermetismo de. indio, y se cita con frecuencia la
car
:a que Pedro de Osma escribió 0 Monordes en 1568 ( 368). "Escribe o
v . m , para que por ellas considere v. m . cuántas más yerbas y
plcn las Je grandes virtudes semejantes a éstas tendrán estas nuestras
In dias; las cuales no alcanzamos ni 3 bemc . por qué los
Indios como gente mala y enemiga: nuestra, no descubrirán su secreto ni
uno vir iuc de uno yerba aunque nos vean mo-ir y aunque los
asierren".
Pero, a pesar de este argumento, queda reoistrcdo la gran can
üdo ' de informac.ión que muchos de. los cronistas locrcron · recolectar
302
ANALES DE LA

duro ato sus viajes, penetrandc muchos de los secretos que tan celosa
merite cucrdcbon los indios, y, sin embargo ni una noticia de la
tre ponccion craneana. Es posible pues, que ese procedimiento operato
rio hubiera decaído en popularidad, o sólo se practicaba en pequeños pueblos
como Calca y otros; y corno los cronistas se refieren casi ex
clusivamente a las localidades principales, quizás no alcanzaron a
captar personclmente esta práctica antiquísima.
No obstonle que en el siglo XVII el cronista Vásquez Espinoza ( 588)
describe la cultura Chavín, y en el siglo XVILI el Obispo Mmtí nez
Compoñón. Jesé Dombey, Malaspina, Llano Zapata, Unanue y otros don
catos y apuntes sobre monumentos antiguos, ruinas, y pobla ciones arcaicas,
el interés general por la arqueología sólo se inicia en el siglo XIX.
En esta época comienzan a aparecer estudios sobre an tropología,
lingüística, geografía, descubrimientos de ruinas, restos hu manos y
f.ósiles, etc., destacando los trabajos de Humboldt, D'Orbigny, Póppiq,
Sartigues, Tschudi, Rivero, Angrand, Morton, Bastian, Bóllcert. Rcunondi.
Markhom, Wiene:, Herndon, I'eesmcn. Castelnau, y muchos otros.
Aunque no fue reconocido como tal, la primera imagen de un
cráneo paleoperuano trepanado salió al público hace poco más de un siglo.
En el Atlas de Morton (398) editado en 1839, se presenta Jo fotografía
de un cráneo encontrado en las inmediaciones del templo del Sol en
Pochocomc c y ofrecido en donativo por el Dr. Ruschenber ger. Morton
sospechaba que las lesiones que presentaba el cráneo en el parietal
izquierdo y en el occipital, eran debidos a traumatismos; pero 6U arios
más tarde, LehmanNitsche ( 304) lo identifica como una trepanación
quirúrgica. Es interesante mencionar que este mismo crá neo se encuentra
también representado en una publicación de Aitken Meiggs (363) en 1857.
En l 860, Hill ( 237) hace mención, en el libro titulado "Travels
in Perú and México", (pág. 241 ), de una colección de antigüedades
peruanas recogidas en el Cuzco, muchcs de las cuales eran armas de guerra
metálicas. Algunos cráneos, dice, muestran huellas de lesio nes
traumáticas "que estaban realmente reparadas con calabaza" Ban delier, que
reproduce (37) la anterior cita, escribe: "Si la cfirrncción es
fidedigna, recuerda el hecho de cerrar el orificio de trepanación con un
pedazo de calabaza o mate".
Años más tarde, en 1866, Gardner (200) presenta a la Academia de
Medicina de New York un cráneo trepanado. LehmanNitsche ( 304)
FACULTAD DE MEDICINA
303

piensa que bien puede tratarse del mismo cráneo que Squier acababa de
c:iescubrir el año anterior.
En íin. estas modestas cprecicciones aisiadas, que no lleg\'.Án a con cretur
o descubrir su objeto Iinc l. precedieron el ya famoso hallaz go
cie Squier ( 531), quien recibiera de manos de la Sra. Ana María
Centeno de Romainvi1le, en 1865, un cráneo que despertó vivo interés en
íos grcndes centros científicos ( ver figura 42). Esta pieza anató
mica, que había sido originalmente halbda en una tumba inca de
Yucay ( seqún Rowe -498-, Yucay pertenece cronológicamente a las pri
meros etapas de la era Incaica; provincic do Urubamba, región ar
queoióclco del Cuzco), fue llevada por Squier a los Estados Unidos, donde
Wyman y Nott (.628) lo examinaron. Posteriormente, en Fron da, el
cráneo íus visto por Broca y Nelaton. El primero de los nom ..
brados, miembro de la. Sociedad Antropológica de París, célebre por sus
invest.cocíonss sobre .el centro cerebi cl del lenguaje (centro de
Broca) y ya famoso antropólogo, fue quien más se interesó por el
espécimen y emitió juicios ocercc de la operación y sus posibles in
dicaciones. Describió, en el ledo izquierdo del hueso frontal, una ex
tensa mancha blcnquecina, de forma redondeada o mejor elíptica, de
contornos sinuosos, de superficie lisa, que tenía la apariencia de hue
se normal. Por Iuero de esa mancha, la superficie craneal era más
obscura y períorada por pequeños agujeros formados por la dilata
ción de los canaliculos óseos. Sostuvo por esto, que el períostio había
sido sepando del hueso "muchos días antes de la muerte". En los
punios denudados, decía en su informe, la capa superficial privada de vasos
no ha sufrido cambio alguno "conservando su estructura nor mal,
mientras que las partes que le rodean, habiendo sufrido los efec tos
cie la inflamación traumútica, han sido el sitio de la osteítis".
Por todos estos datos. cree que el paciente sobrevivió siete a ocho días,
aun que Ne1aton piensa que fueron 1 S. La trepanación de forma
cucdri lótero. había sido hecha en el centro de la parte denudada. Cuatro
in cisiones lineares: dos horizontales y dos perpendiculares en ángulo
recto. "incluyen una porción rectorvrulcr de 50 mm. de largo y 70 dr;;
oncho". y el resultado es una pérdida de hueso, cuya extensión absolu ta
corresponde muy aproximc:damente a la que es "producida por nuestros
trépanos circulares de tornoño ordinario". Las incisiones ocu pen tocio
·?l espesor del hueso que en este punto es de 6 mm. El cncho de las
incisiones es de 2 mm.
Broca no encuentra fractura ni Iisurc alguna er: las tablas del
hueso crcneono. ni evidencia de trournotismo. "No ha habido pues
304
ANALES DE LA

trastornos íuncioncles en el diagnóstico de lesión intracraneal". Avan za


inclusive hoste sospechar que la operación se llevó a cabo "para evacuar
un hematoma supradural".

Como es de suponer, tanto en la época en que fue encontrado, co rno en


períodos posteriores, muchos autores han vuelto a escribir sobre el mismo
cráneo, aprobando o discutiendo el diagnóstico e interpre tación de
Broca. Nott ( 531) persevera en la idea de una lesión trau .. mática
mínima producida por· instrumento punzante, donde el cirujano se vió
precisado a extirpar la porción de hueso lesionado. Mas de uno ha
criticado a Broca el exagerado entusiasmo que deformó su cri terio
científico. Matto ( 358) cree en la posibilidad de una pequeña herida
producida por la maccana o porra. El mismo Squier ( 531) su giere, por la
descripción de otros cráneos, que podría tratarse de un traumatismo y
describe uno "con una punta de flecha todavía adhe rida al cráneo".
Quevedc ( 480) estudia recientemente el problema, y menciona las
investigaciones de Rowe ( 499) quien realizó explora ciones arqueológicas
er:i Yucay y encontró algunos cráneos trepana dos con orificio circular o
redondeado. pero nunca en la forma cuodrí iátera. Partiendo de esta idea
piensa que el paciente fue quizás un mitimae que hubo de ser trasladado a
Yucay, antes o después de muer fo; tal vez se trataba cie una innovación
en la técnica quirúrgica:. Lo- rena ( 318) por su parte, sos tiene que la
zona de donde se extrajo es te cráneo ( Yucay), así como les vecinas de Calca,
Pomacanchis y otras, eran eminenternen te guerreras y susceptibles al
traumatismo; pero ter mina sin precisar su opinión sobre la indicación
operatoria.

La mayor parte de los que mencionan el famoso cráneo, que aho ra se


encuentra en el Museo Nacional de Washington, pasan un poco por alto la
interesante personalidad de su descubridor. Efraín George Squier, llegó al
Perú por el año 1863 con el cargo de Comisionado Diplomático de los
Estados Unidos de América y durcnte dos años recorrió el territorio de
nuestrc. Patria observando sus ruinas, levantan do planos crqueolócicos,
haciendo excavaciones y describiendo las costumbres de los pueblos
indígenas. Fruto de esta provechosa la bor etnológica fue su obra
"Perú: Incidents o! trove] ín the Land of the Incas" - ( 53.1). No
fué pues el azar lo que lo hizo apreciar y obtener la interescinte :pieza
paleopatológica. Porras ( 467) escribe que a Squier se le puede
consideror come el precursor de la arqueología perua ne científico: .
"corresponde en el tiempo . y en la trascendencia . cultu rclcon la.
obre:. .conternporóneo ·de Raimondi sobre la Geogmfía".
·F'ACULTI\ D bl:: MEDIClN A
30S

Vécrncs lo que dk� Squier sobre su propio des ubrimiento ( .531):


"En aigu os aspectos, la reliquia más i portante en la colección
de
10 S:a. Zenteno es el hueso Irontol de un cráneo del cementerio Inca
en el valle de Yucay que muestra un caso claro de trepanación pre
mcrlem. i.o Señora me lo _ob�equió bondcdosamente ara investigar
lo, y h : sido sometido a la crítica de los msiores cirujanos de
Estados
Un idos y Euro; a quienes lo consideran como la prueba más noícble
del conocim lento de lo cirucic entre los cboricones. descubierla en es l.e
continente: arque. lo íreponoción es uro ds los procedimientos qui
rúrgico. más difíciles".
En la misma época en que Squier informó al mundo de su sen-
sesiono¡ hallazgo, se encuentran en Europc nuevos cráneos correspon dientes
al snodc neolítico que fueron estudiodos ' or diversos auto res tal
corno vemos en capítulos ulteriores. Pare e que, en este sen (ido,
el mundo científico maduró simultáneamente y se encendió en to
das partes el interés � or este tema. El mismo Broca (78)
habla en
J 878 sobre un cráneo pro eden tA d'?l P::,rÚ. recogido por el
explorador
Wlc,·1er, y conrluve que el ciruiono indic procedió por el método de
"iecicae", obteniendo una abertura ovalada cuyos bordes cicatrizaron.
En 1877, Senéze ( 52 l) estudia algunos cráneos paleoperuanos, y en
su trabajo que tituló "Petlotaiioris cranniens sur anciens cránes du haul
Pétcu", llego a la conclusión de que b operación tení un carácter
rcc.onoi.
La contribución del patólogo italiano Paolo Mcmtegazza (342, 343) se
refiere al exornen de tres cráneos procedentes del Perú. Uno era
oriqinorio dei Cuzco. de la g:uta de Sonichuoro; y resentobo
cuatro orificios, dos de los cuales mostraban bordes cicatrizados;
olro pro
�ed&nte O? la 1eg\Ón ce Ollaniaytambo, presentaba dos trepcnccíones
cicotr izodor en lo región parietal izquierdo. une en forma oval y
otra con. la ccr.ñcurocíón de un ocho. El otro cráneo pertenecía a
Huero conde. provincia de Anta, y era deformcdo y trepanado dos veces
so
bre el hueso frontal. Las trepanaciones habían cicatrizado y
proba
blcmen.e habían sido hechos por el método del raspado.
Antonio Loreno, eminente antropólogo cuzqueño, se interesa por el
problema en 1890 y publico su trabajo titulado "La medicina y tre
pcnc.ción .ncósíccs" (318). Para este oulor. la medicino lnccicc fue
esenciolmente teúrgica; y el que la practicaba, conocido por el nombre de
laicca, brujo), Ienio conocimientos empíricos de ciertas verbos:
uno 0soecie de "iuclcr que la fantasía popular re :on�aba corno per
sonaje tenebroso". Describe algunos de los conocimientos de Clínica
306
ANALES DE LA

y Patología, recalcando que e menudo un sólo síntoma constituía toda la


enferrriedod. Así dice, Huma nani era el dolor de cabeza, que com batían
con la. sangría local; la huarascca ( atacado por el viento) era la
enagenación mental, y la tiuscca era lo congestión cerebral alcohó lica.
Encuentra cráneos trepanados en el área cuzqueña, en las lo calidades de
Calca, Pomacanchi, Silque, Pisoc. etc., entrando a discu tir el tema
de las trepanaciones. Se intereso por el número de perfo raciones, el
procedimiento operatorio, etc., llamándole la atención las
:�rGcterísticc:s de la pérdida de subsloncic ósea. Cree que algunos ca
sos hoycm sido lesiones sifilíticos u osteitís tuberculosas, y sospecha
que muchos ccsos son de origen traumático por el uso de la maccanct con
puntas aguzadas, el liluc, la honda y la flecha. Lorena cree que los
cirujanos incaicos, se prodigaron en el empleo de la trepanación, la
que "estuvo a punto de convertirse en vulgar y sencilla como el gol pe
ele la lanceta", y sostiene que la mayoría de los cirujanos se limita ban
a regularizar los bordes dentellados de las horadaciones traumá ticas.
Posteriormente, escribió un ensayo que sólo salió a la luz cuan
do la Reviste del Museo Nacional de Lima lo publicó en 1937, bajo e�
rubro de "Notas Antropológicas" (319). En esa ocasión, examinó 50
cráneos trepanados, encontrando signos de indicación terapéutica sola
mente en dos o ires. Esto le lleva a suponer que los cirujanos indios
cc'uoron bajo el impulso de la febrís operalionis, atreviéndose a abrir
la caja crcnecno "para combatir hasta simples dolores de cabeza".
Recolcc que los indios designaban la masa encefálica con el término
qu=chuo dq flosccon, pero no existía vocablo para distinguir las menin
ges. Pasa después a describir las diversos técnicas para realizar la
diéresis ósea, indicando el método de las incisiones rectas entrecru
zadas y lo llamada por sl mismo Lorena "corona de barreno de los
ebcnístos". que da una linea de contorno festoneado capaz de conver tirss
en línea curva al suprimir por raspado los dientes y los festones. Pcr
último, sugiere que empleaban el poro, o corteza de la Jagenaría v
uiqcris, como prótesis para obturar la abertura dejada por la trepa
nación.
El trabajo de Muñ.z y Mac Gee ( 407) titulado "Primitive trephining
in Perú", �ue publicodo en Washingon en 1897 y constituye sí duda una
contribución valiosa. Tienen el mérito de ser los primeros que plan
!e:m el problema desde un punto de vista etnológico, aunque es ver
dea que hocen aprecio.ciones un tanto arbitrarias en lo relativo a lo
.ndicoción operotor!c. Los eró.neos estudlodos por estos autores proce
FACULTAD DE MEDICINA
307

dían del Cuzco. Huarochirí, Cañete, Pachacamac y Tarma. Describen


diversos íormrts del orificio de trepanación; cuadrado, oval,
circular, poiioono! y recaican que la mayoría esteben localizados en
as zo nas anteriores de la caloto. cunque encuentren dos en la región
occi pital. Deducen que en trece de sus casos, le muerte se
produjo a consecuencia de la intervención quirúrgica. En doce crórioos
oricon trcron signos de fractura, en uno, evidencias de periostitis y en
:..>ri.·_::i no había lesión aprecia.ble que indicase el motivo de la
operación. Fer diversas razones, no creen en la posibilidad de
trepanaciones póstu mas; recalcan por otro lado, que muchas veces ( 50%) la
intervención no !enía un Iin terapéutico, sino constituía un "acto
vicor ioso o tau matúrgico". Establecen además que no existe un
estricto paralelismo etnológico entre trepanación y adelanto cultural de un
pueblo, ya que esto operación se practicó desde la época neolítica.
Pero estos autores, los cirujanos indios nunca emplearon instru
rnenlos de metal. sino simplemente de sílex y obsidiana. No les con
cede mayores conocimientos onotomo-ñsiolócicos. ya que "fueron in
expertos en la manualidad, torpes en el diagnóstico y tratamiento, e in
conscientes de la gravedad de la operación que practicaban". En lo
tocante a la patología del cráneo trepanado, escriben: "cuando faltan los
influencias de la reparación fisiológica, se ven invariablemen t9 gran des
arañazos o surcos terminales que acreditan torpeza del operador; las
abe:turas suelen tener tol irregularidad de forma, que otestiqu.r:
ausencia de conocimiento de las proporciones geométricas; muchas
operaciones debieron ser practicadas al acaso, sin plan definido, con la:
guía del pulgar o sin guía ni orientación alguna, determinándose el
perímetro operatorio por la posición del sujeto. Incisiones extrava gantes
y violenta elevación de la parte resecada dieron por resulta do de
estas operaciones determinar daños más extensos y peligrosos de lo
indispensable, lo cual, unido a la frecuencia con que orrostraban
innecesarios peligros, significa que los operadores carecían de nociones dei
proceso Iisiolócico a que están subordinadas las resistencias al
traumatismo, la reparación de las heridos y su curación. Las
inci siones solían profundizarse en las láminas óseas con tanto descuido que
alcanzaban brutalmente el cerebro, determinando muerte inmediata;
otras veces se nota falta de relación entre las lesiones que motivaron
la intervención y su asiento; casos hay donde la incisión compromete las
suturas o el asiento de los gruesos senos venosos. La trepanación peruana
puede mirarse como incipiente en planes y burda en rocedi mientes.
Estudiando éstos, causa sorpresa que los resultados no fue
308
ANALES DE LA

ran peores, despertando admiración la poderosa· vitalidad orgánica que


perrnitio a tan amplia proporción de víctimas sobrevivir". Tra.tan des
pués de probar que las trepanaciones no guardan relación estricta con los
ircurnctismos. ya que heridas ·más o menos graves no fueron trata das por
trepe nación y que sólo heridas de gran gravedad fueron se guidas de
tratamiento racional. En la categoría de fracturas hundi das de
considerable gravedad, "el procedimiento, aunque chabacano" proporcionaba
algún alivio pero se reducían a quitar astillas, extirpar los bordes ásperos y
elevar el hueso hundido. "Por consiguiente, puede preguntarse si, no
obstante indicaciones superficiales, hay verdadera evidencio de que la
trepanación fuese terapéutica. Por un lado existe la asociación en lugar
y la concomitancia del corte y la lesión, y el hecho de que en dos o
tres cosos la trepanación parece rea!mente ha ber sido planeada para el
alivio de 1as heridas, por el otro existe la ubi cocion cnormal de la
operación y la exploración temeraria en dos ca sos; la ignorancia de la
fisiología y la etiología y la falla invariable de la intervención,
considerada como tratamiento curativo". En fin, en párrafo tres párrafo
los autores niegan el menor conocimiento científi co a los cirujanos
indios, lo que con toda razón hace más tarde qu0 este trabajo sea
calificado por Weiss (611) como inspirado en una fi. losofía
"colonialista", y que Graña y colaboradores (209) hicieran una severa
crítica de su validez científica. Realmente, gran parte de las
conclusiones son gratuitas, injertadas arbitrariamente dentro de hipóte sis
mal orientadas; pero no podemos dejar de mencionar que es el pri mer trabajo
que presenta un magnífico material antropológico.
En 190 l , Lavorería ( 299) reali za una m íse au poin t de los
cono cimientos médicoquirúrgicos de los indígenas, estudiando de
prefe rencia las substancias vegetales empleadas como remedios y
preci sondo algo de la pcleopctoloqic. Según este autor, las intervenciones
quirúrgicas que se realizaron en aquel tiempo fueron escasas, limi
tándose a la pequeña cirugía; no ligaban vasos, dice, y "ni siquiera su
turaban les heridas". Aún cuando reconoce que la trepanación es una
operación en extremo audaz, recalca que su empleo por un pueblo, no
indica en realidad un grado adelantado de civilización. Sostiene además
que los indígenas creían en la teoría del cuerpo extraño. "Pa ra ser lógico
con esta etiolocric. la práctica curativa tenía pues que consistir en
la extracción de esos cuerpos, en la expulsión de esos seres y de
aquí el origen de procedimientos más o menos quirúrgicos
cortes, perforaciones, destrucción de las partes superfidales y teji
dos para dar acceso al lugar donde está escondido el ser maléfico

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Fi¡;, 3 1,·a,b y c,•DiY"'90 • •J emplo• de defotm aci 6n artlflcl .i


del cráneo en lo• antisuos peruanos. Museo An at érnl co
de 1• F11cult11d de Medlcina. Luna.

Flg. 32. Idolillo proveniente del Callejón de Hij aj l a a , que


lleva une cabeza trofeo en su mano izquierda. Museo Nacional de
Arqueología. Líme.

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§

Fig. 35 aa . Tres ejemplos de cerámica Nazca que mue s tran re


presentacionee de cabezas trofeos. Colecclón del
Sr. V. Rubinl.

Flg. 42. Fotografía del famoso cráneo de Squ í er (531), el primer


ejemplo de cráneo paleoperuano trepanado que fue descubierto por ese
autor en 1863.

Fig.43. Cráneo del período Neolítlco, encontrado por Prunieres en la región


de la
Lozére (Francia). El fragmento hallado muestre claramente el borde de
una tr e
panaclón cicatrizada. Cortesía del Museo del Hombre. París.

1
CD u ü

FACULTAD DE MEDICINA
309

y dar fácíl salida al mismo; medios en muchos casos fantásticos, pero en


algunos indudablemente benéficos y curativos. Los éxitos obteni dos en
estos últimos casos deben mayor valor al práctico que los eje cutaba y lo
inducían a generalizar el procedimiento a casos análogos, de aquí que lo que
al principio era sólo un acto del exclusivo dominio del sortilegio, sin
perder su carácter sobrenatural, se convirtiera por su éxito y generalízación
en un procedimiento realmente médico o por lo menos empírico". Piensa
también que es posible que algunos guerre ros tomaran fragmentos de cráneo y
los usaran como amuletos para aumentar el valor, la resistencia, la
agilidad, la Iuetzo y otras cualida des de la vida militar.
En 1899, Robert LehmannNitsche ( 304) publica un interesante tra bajo
titulado "Ttois cremes: un trépane, un lesione, un perforé". El crá neo
que él sospecha trepanado, provenía del Perú y presentaba una amplia
pérdida de substancia en 1a mitad posterior izquierda de1 fron tal, con
bordes evidentemente cicatrizados. Después de discutir otras posibilidades,
termina concluyendo que se trata probablemente de una trepcnocíón.
Adolph Bonds lier estudia en dos oportunidades (36) (37) el pro blema de la
trepanación en Bolivia y en las Islos del Ti1icaca, indican do los
diferentes técnicas y sostiene que, en el :tiempo que escribe, lo
operación era todavía practicada en algunas localidades. La des cripción
que hace de las ruinas de Kea Kollu Chico, en el lago Titíco- ca, que
parecen corresponder al período Inca, es verdaderamente inte resante. Al
lado de restos óseos, cráneos deformados, etc., encuen
tr� uno trepanado con dos orificios, cerca uno del otro. Cree que se
utilizó la téi::nica del raspado. Más allá agrega: "séame permitido de
cir que tuvimos éxito en aprender acerca de la trepanación entre los in
dios en la sierra del Perú y Bolivia. Nos han asegurado personas dig nas de
crédito que la práctica de la trepanación seguida con el cie rre de los
orificios con calabaza ( gourd) estuvo en vigor entre los in dios en
Bolivia. Se nos diio que la operación fue hecha por persones sin
preporcción técnicc en cirugía, y con el fin de quitor las astillas de
hueso. Con respeclo a tos instrumentos empleados, nuestros infor mcnt=s
no sabíon nado pero declararon haber visto individuos que so· brevivieron e la
operación por muchos años con un pedazo de mate o calabaza en el cráneo,
sobre el cual la piel había sido cosida. Un amigo mío, Don Antonio
Ocampo me relató que en uno de sus pa seos por Ancón, en la costa
peruana, encontró un cráneo que sobre salía de la tierra. Al levantarlo
vió que una substancia extraña estaba
310
ANALES DE LA

incrustada en el hueso, lo que resultó ser un disco delgado de


ca lobczc. cerrando el orificio. Los cráneos de Kea Kollu Chico
difie rer; d.e muchos otros trepanados en que la abertura es circular y
rodea da de una depresión, que sirve para la inserción de una delgada
ló mine de metal".
Ricoberto Paredes de Bolivia ( 438), comentando una carta de Ban delier,
escribe: "No nos parece aceptable la opinión de Mr. Bande lier en
cuanto supone que las trepanaciones se han producido por ar mes pegan tes
(sic) empleadas en la guerra. La simetría de los agu ieros y le de
encontrarse casi siempre en una determinada región de la cobeza, destruye
esta hipótesis, porque no se pueden dar golpes con tanta precisión. Los
cráneos lastímados tienen distinta fractura y se hallaron en los
mismos enterratorios en proporción numeroso ( se re Iiere a Patacamay ),
mientras que los trepanados no alcanzan sino el
6% entre los Aymaras y �n otras tribus son escasos. La suposición más
aceptable es que la trepanación la empleaban los antiguos ayma
res como operación quirúrgica aplicada para curar ciertas afeccio
nes cerebrales. En la actualidad ( año 191 O) los indios del
altiplano acostumbran curcrr los corderos atacados del lerneo
( citiscerosis íre- cuente en el ganado lanar) trepanándoles el cráneo y
extroyendo por
allí una bolsita acuosa que suponen que sea la que motiva el mal, lo
grando muchas veces éxitos sorprendentes en estas operaciones". ( * ).
La contribución del arqueólogo peruano Julio C. Tello al conoci
miento de las trepanaciones del cráneo ha sido uno de las más íructi
feras. En mayo de l 906, siendo alumno del quinto año de la Facul
tad de Medicino dió una conferencia en la Sociedad Geográfica de Li ma
sobre la trepanación entre los antiguos peruanos ( 543). En 1908
continúa en el tema publicando un artículo en el Boletín del Ministe-
rio de Fomento (544). En 1912 presente al Congreso de Americanis tas
de Londres un documentado trabajo sobre la trepanación entre los Youyos de
Huarochirí ( 546 ), tribus que fueron incorporadas al territo ro del
Chínchoysuyo por el Inca Pachacutec. Esta zona preincaica, parece
haber sido rica en restos óseos, y Tello extrajo 10,000 crá

( ) .Nota. Walter Arriaga, de Bolivia, sostiene que la trepanacíón


en ovejas se practicaba en las inmediaciones del Lago Titicaca hasta el
año
1949, con el objeto de curar al ganado de la enfermedad del muyumuyo (im
pulso a ejecutar movimientos giratorios). El presbítero Jorge A. Lira
sos
tiene que hasta el momento presente se efectúa en las regiones de
Canchis.
en Choquecota y Qquecamarí, para curar carneros que sufren de caries en
los huesos del cráneo. (El Comercio, Lima, Diciembre 22, 1956).
FACULTAD DE MEDICINA
311

neos de lor cuales 200 hcbícn sido trepanados. Por primera vez des cribe
el instrumental de metal ( champí o bronce incaico) para traba jar sobre
el hueso. Para este autor, la indicación operctorio la consti tuyen las
fracturas hundidas o radiadas, las periostitis u osteoperiosti lis, las
lesiones sifilíticas o infecciosas. Cuando la fractura es radia da o
con hundimiento, la trepanación asienta directamente sobre ella o en 3U
cercanía. A veces la intervención era reolízodc en zonas don de el
hueso se encuentra desvitalizado, lo cual es interpretado por Te llo como
evidencia de una colección de sangre subperióslica. Otras veces, ocupa
ei centro de un proceso infeccioso, una osteitis u osteope riostitis. En
relación a la técnic.J: operatoria, Tello sostiene que em piearon
instrumentos puntiagu.dos de metal que, por movimientos de vaivén, iban
excavando surcos de profundidad creciente en forma de V, en la sección
y de ca:100 en el plano. La combinación .de incisio nes i sctilineos en
variadas formas originaba figuras geométricas regu lores. Por otro
lado, con incisiones curvilíneas delineaban perfectos círculos u óvalos
en que, al eliminar la redondela, quedaba un bisel bien constituido.
Otras veces, por incisiones secundarias, cruzadas, se segmentaba el hueso
formando cuadros que eran eliminados por frac tur.rción o raspado. Otros
ciruicnos empleaban la perforación por me dio de punzones de Champí,
realizando horadaciones cuya profundi dcd no sobrepasaba el diploe. Este
autor insiste sobre la finalidad te rapéutica de la trepanación paleo-
peruana.
En 1912. Lucas Championniére, notoble cirujano francés, publica une
interesante monografía ( 136) en la que examina la trepanación neolítica,
1a precolombina, la de los pueblos primitivos contemporá neos y la
correspondiente al tiempo en que escribió. Da quizás de mosicdo
óníosis a los criterios científicos en boga, tratando de mirar lo
primitivo a la luz de lo moderno, actitud mental cdcptcdcr también por
otros auto res.
La trepanación del crónec en la cerórnico es base para un ar tículo
que Moroles Macedo publica en 1916 (391, 393), en el cual des cribe una bmosa
pieza cerámica en la que con un poco de buena vo
luntad puede verse une; persona que puede interpretarse como ciruja
no, la que sostiene entre sus manos un instrumento e tumi?) con el
que actúa sobre la cabeza. Más adelante regresaremos a este asunto,
discutiendo la opinión de otros autores y expresando nuestros puntos
de vista sobre tan interesante documento.
La expedición de la Universidad de Yale que visitó las localidades de
Torontoy, Patallacto y otros cercanos. a Machu Picchu (61 ), reco
312
ANALES DE LA

giÓ numerosos restos humanos que fueron estudiados posteriormente por


Mac Curdy en 1918 (329, 330). Este autor describe sus halbzgos sobr=
47 cróneos trepanados, muchos de ellos con un neto borde ci c:atricial.
Uno de ellos, perteneciente a un hombre aproximadamente de 65 años,
presentaba cinco trepanaciones rnalizadas en diversos épo · ces (fig. 319),
lo que indica no solorner+e la supervivencia del ope redo. sino la
pertinacia del operador. Un 28% de sus especímenes re
vela que la indicación operatoria era un traumatismo previo y conclu
ye que con Írecuer:cia se efectuaba la operación para "curar
fractu ras con hundimiento", aunque Moodie ( 384) al comentar su
trabajo, dice que no da una buena demostración gráfica de tal aserto.
Los casos en que Mac Curdy no encuentra motivo operatorio le sirven para
clasificarlos corno "taumatúrgicos".
Herrnilio Valdizán fue el prime!" historiador de la Medicina entre
nosotros que exhumó viejos papeles, investigó el Folklore y escribía
interesantes obras entre las que destaca "La Medicina Popular Pe-
ruana" ( 582) en colaboración con A. Maldonado. En un folleto edi
tado después de su muerte, "Historio de la Medicina Peruana"
( 584) analiza la medicina Jborigen desde su etcpo mágica hasta sus
prácticas médicas. Su obra sobre la medicina populor. es un valioso
derrotero que justiprecia e1 Folklore médico actual y pretérito. En 1915
publica su trabajo "La alienación mental en \re los primitivos
peruc nos" ( 581) en que emite la hipótesis de que en algunos casos
pudie ron hober trepanado por "vértigo" y aún por c líenccíón mental.
En 1920, Esccrnel ·: 174) reolizcr una síntesis c:e los conceptos emi
tidos hoste entonces y presenta algunos cráneos trepanados, entre otros uno
con cinco aberluras. En muchos aspectos, reproduce las opinio nes de
Chompioriníére (136). Bazy (173), por oncorqo de Escamel, precentó
o la Sociedod de Cirugía de París el crórieo politrepanado, donde
origen 0 uno animado: discusión. Se tra aba de trepanaciones de formo
circular, hechas por la técnico del raspado, con desgaste ma yor de la
tabla externa, formando la interna una especie de bisel; la más antigua,
completamente cicctrizodo. y las recientes en vías de ci catrización.
Escome} clasifica los métodos de trepanación, establecien de ic técnica
del raspado, reproducida por M üller de Grenoble ( 403) y ¡:;0¡ Broca
(75 ); de !os taladros sucesivos, estudiados por Chornpion niére ( 136);
y la de las secciones perpendiculores. El método del rcspcdo habría
sido el más frecuente, y Müller ( '103) lo reprodujo va liéndose de un
pedazo de stlsx tallado. El procedimiento utilizado por Chornpionníére
(136) y ya descrito previamente por Lorena (318) se
FACULTAD DE MEDICINA
313

osorueic e; la Iorrno como trepanan los Kabylas de Algería. realizan


do una serie de pequeños horadaciones, cercanas unas de las otras y
ehrnincndo los puentes con golpes de palanca. Para Championniére ( l ob ).
és:0 serio el método clásico utilizado por los peruanos, lo que no esió Je
acuerdo con los casos descritos por Tello (546), Quevedo ( 480) y V/ e i ss
( 611 ) .
Escomel ( 174) clos.Iico las trepanaciones en completas, incomple t: s y
reparo des, !lomando la atención sobre el hecho de que la gran mayoría se
realizaba en las regiones laterales del casquete craneal "corno si
hubiera habido predilección por las regiones rolóndíccs" (?). Ci.o íornbien
un caso con caríes dental que hace pensar a Hunter que la treponc ción fue
hecho por una neuralgia del trigémino. (?) Al comen tar la técnica, emite la
opinión de que los instrumentos eran principal mente sílex lanceolados y el
tumí. La anestesia, según este autor, era obtenida por la especie de
modorra que produce el mascado de las ho jas de coca.
En 1925, Eduardo Bello ( 54) presento. al Tercer Congreso Cientí fico
Pcr.cmer icono de Lima un documentado trabajo sobre la "Cirugía del cráneo
entre los antiguos peruanos". Basado pdncipalmente en los es ludios de Tello
( 546, 547) y haciendo deducciones como cirujano, Be llo concluye que "hay
perforaciones reveladoras de técnicas quirúrgi cos, huellas polmcrios 8
indelebles de esfuerzos terapéuticos, que en muchos cosos svidenciobcm éxitos
curativos y manifiestan la habilidad manual de los ejecutores". Realiza
un meditado análisis de las trepa naciones, discutiendo el cráneo
descubierto por Squíer ( 531 ), los tra bajos de Muñiz y Mac Gee ( 407) y
principalmente de Tello ( 546 ), pre seruendo dibuios de és·:e que explican
las técnicas operatorias. Em plea el término de "treponociones
refinadas" para describir el ejem plcr publicado por Lorena ( 318) en el
Cuzco y después de insistir en k! frecuencia de la incisión en V o en
canoa, sostiene hipotéticamente que algunas trepanaciones circulares pudieron
ser hechas con el tumi, al que imprimían un movimiento de rotación
continua sobre su man go central. A olrc s trepanaciones redondeadas se
llegaba, dice, "por aumento indefinido de los lados de un polígono ... La
incisión o surco evolucionó a la formo más o menos circular; nació así la
incisión cur vilineo", Reconoce Bello que la forma de la trepanación en el
Perú es muy variable, pues "no todos son semejantes ni estrictamente
clasifica bles en un mismo grnpo". Algunas, dice, son pequeñas brechas en que
se adivina la simple regularización de lesiones óseas; otras son ex
tensas craniotomías, en algunas de las cuales se puede adivinar la
314
ANALES DE LA

muerte inmediata. Insiste después en el empleo por algunos ciruja nos


indios de prótesis de mate (poro) o de una lámina de plata, sos teniendo
la supervivencia de esta práctica, aunque en form:::r limitada, durante
el Virreinato y los primeros años de la República. Desgra ciadamente
no presenta ninguna prueba documental de esto último, ex cepto la mención
de segunda mano sobre un cntepcsodo suyo que re cibió una extensa herida
crcmeal y que llevaba una prótesis de plata puesta probablemente ( 7)
por cirujanos indígenas.
De todo este interesante estudio, concluye Bello que estas lrepana cione s
se realizaron sobre el vivo y tuvieron una finalidad terapéuti ca,
aunque no cree que los cirujanos poseyeran conocimientos ana tórnicos
especialízados ni que conocieran la ubicación de los senos ve nosos "así
que solían equívocar las suturas con soluciones de continui dad de los
huesos".
Debemos a Tello ( 550), el gran arqueólogo peruano, el descubn miento de
la Cultura de Paracas en 1925. Estudiando los ceramios que se vendícn
clandestinamente en la zona de lea y Nczco. dedujo que existían en esa
región yacimientos arqueológicos de importancia funda mental. Al
realizar sus exploraciones, dió a nuestros estudiosos una de ias vetas
más ricas paro: el conocimiento de la prehistoria perua na. Entre la
gran cantidad de restos humanos exhumados por Tello eE esto región, el
40% presentaban huellos de trepanación craneana de características
especiales. "No se han encontrado hasta ahora casos tí picos de
fracturas craneales; fracturas depresivas, conrninutcs e irra diadas,
que son los motivos principales que determinaron las trepa naciones
en la región cndíno. Muchas veces la operación consiste só lo en la
eliminación cuidadosa por raspado de la tabla externa y del diploe,
manteniéndose i.ntacta la lámina vítrea. No se percibe huella alguna de
periostitis u osteitis pre o postoperatoria en el campo lesio nado". Y
al lado de estos restos, encontró también instrumental opera totriu como
cuchillos de obsidicno con sus mangos, roscas de algodón utilizadas como
apósitos, palos y vendas de hilo, etc., que arrojan alguna luz
sobre el armamentarium del cirujano indio.
Moodie, analista de la paleopatología, enfoco en algunas publi caciones (381,
382, 384, 385, 386, 389) el problema de la trepanación entre los
antiguos peruanos, llamándole medida médica militar por ser usacia "a
continuación de las lesiones recibidas en la batalla", y co mo encuentra
clcunos cráneos femeninos trepanados, concluye que las mujeres también
intervenían en la acciones de guerra. Sus trabajos sobré trepanaciones,
sin embargo, se hm: tan a una discusión de las
FACULTAD DE MEDICINA
315

ideas de sus precedesores en el tema; su interés en la trepanación


es unicornonte relacionado a las dolencias que pudieron haberla oriqi nodo.

En 1935, uno de nosotros (285) publicó un amplio estudio en el que concluye


que la medicina peruana precolombina fue pnncipolmente em pírica, sin base
suficiente como para llegar al diagnóstico correcto de las anfermedades
cerebrales, por lo que es difícil suponer la existencia de una intervención
quirúrgica bien reglada en este sentido. Emitió en ese entonces la
opinión de que la trepanación hcbio sido indicada por procesos externos, que
afectaron al hueso o a los tejidos blandos del pericráneo. En sucesivas
publicaciones (287, 289, 290) ha anali zado io medicina incaica desde los
puntos de vista mágico y empírico rociorrc l.
Wolísl estcblece en diversos trabajos ( 625, 626, 627 ), un paralelis mo
entre el uso cie los armas de guerra y la trepanación craneana, tesis
ocepic do por muchos etnólogos aunque no explica satisfactoria mente lodos
los casos. Cree que la operación, que se difundió por to dos ios
órr.bitos del mundo primitivo, se encuentra siempre en relación directa con
la presencia de armas contundentes como la porra, la ma ccana y la
honda. Si bien reconoce que los pueblos primitivos dan al cráneo uno
.importancia "puramente mágica", lo que explica la ob tención cie amuletos
como las rondelas craneanas, ceremonias de ini ciocrón r ítuclisnco
( 4U9) o procedimientos punitivos ( 211 ), relaciona la irepanación
estrictamente con las fracturas del cráneo, y a veces con csfoleas o
con la epilepsia. A pesar cie su objetividad, llega a la conclusión de
que el hombre primitivo no tuvo una indicación opera toria precisa, y
termina declarando en forma pesimista: "es un enig ma que no llegaremos a
descifrar nunca".
Fedro Tello presenta ( 552) en 1937 una tesis sobre la trepanación en la
civilízcción Nazca, sosteniendo que en algunos casos fue hecha con un íin
terapéutico y en otros por razones taumatúrgicas.
En la misma época, Ramón Pardal C 434, 436) dedica un artículo y el IV
capítulo de su obra "Medicina Aborigen Americana" al onó lisis de las
trepanaciones en el Antiguo Perú. Estudia algunos eró neos con la ayuda
de lmbelloni y de Balado y termina aprobando la teoría de Wolíel sobre
lo difusión de la trepanación en relación con la honda y la maza. Por
otro lado, menciona opiniones como la de Le cénE: ( 302) que expresa que la
trepanación es un "acto quirúrgico de faclo pero no de intención". En
realidad se trata de una buena revisión
316
ANAL.ES DE LA
del problema de la trepanación primitiva, pero no agrega conceptos
nuevos a la literatura entonces existente.
D'Horcourt, en 1939 (151), publica un pormenorizado estudio sobre la
medicina en el Antiguo Perú con abundante material iconográfico, haciendo
hincapié sobre los médicos y la forma mágicoreligiosa de concebir la
enfermedad. Hace un estudio amplio de los remedios na turales, de la
paleopatología y de algunas prácticas relacionadas con la medicina. Al
tratar de la cirugía, habla de la trepanación del crá neo, y entre otras
cosas, escribe: "el uso de armas o de proyectiles ta les como la maza,
la. quiebracabeza, la p.edrc de honda, hacían fre cuentes fracturas del
cráneo; era necesario limpiar la herida, retirar las esquirlas, y así los
operadores se familiarizaban con lo abertura del cráneo. A la
trepanación justificada por un tratamiento se añadían las operaciones en un caso
patológico o sospechado así. En fin, las ideas de liberación de un mal o
de un espíritu encerrado en la caja crcmea na, en relación con sus
concepciones místicas, no fueron sin duda ex trcños a algunos aberturas".
En 1940, Velez López (593) estudia un cántaro procedente de Re
cuay que estaría representando una craniectomía terapéutica.
Pilores Polo ( 463), en un corto trabajo, se ocupa de un caso de lre
pcnoción con obturador; de casos especiales de craneolomías amplias de la
forma circular y oval en el área quechua; y del bisel del borde
y el papel del tumi. En una momia de Ollantaytambo descubre una
trepanación, y cubriéndola, un rodete constituido por el cuero cabe
lludo, la aponeurosis epicraneal y la dura madre fuertemente unidas.
Quevedo ( 408), en 1944, publica un trabajo fundamental que titu la "La
Trepanación Incana en la región del Cuzco", en que pre senta
valioso marerial proveniente de tumbas inccicos y preincai cas del
Valle de Urubamba, especialmente de Calca, Yucov, y otros lugurns. Se
trata de un estudio de primera línea, basado en amplios conocimientos
etnolócrícos y conducido con gran objetividad. Siguien do el método de
Guiard (216), estudia primero las perforaciones acci dentales del cráneo
y las erosiones de origen patológico, para pasar luego a las
trepanaciones propiamente dichas, indicando que, en la re gión de Calca,
la localización ha sido de preferencia interpariekrl, fron teparietal y
parietooccipital. Algunas asientan a nivel de las sutu ras de lo
región cie la bóveda. La forma del orificio es circular u oval en le
mayoría dE> los casos, aunque algunos son festoneados. En el maierial
estudiado por este autor, la trepanación cuadrilátera es muy rara.
FACULTAD DE MEDICINA
317

Quevedo observa que los casos cie trepanaciones múltiples son re-
l.a¡¡_vamenle frecuentes: describe muchos de dos y tres aberturas y
has- ta uno de e ictro con delgados puentes de separación; y aunque
pien- sa que pueden haber sido rsclizcdos en el mismo ac!o
operatorio, los ccrcrcterísticos de algunas cicatrices le indican que,
en otros, las ope- rociones fueron dos o más. Observo lambién
casos de trepanacio- nes inconclusas, en que no es posible
determirrcr la causa de la inte- rrupción operotoric. Considera por
otro !ado que en la técnica qui- rúrgica se realizaban
frecuentemente cuatro fases: incisión de los pla- nos superficiales,
excavación de los pequeños orificios circulares, inci- sió.i d:::· los
puentes óseos, y separación del fragmento delimitado.. Su- pone que la
técnica del raspado debió emplearse en aquellos casos er: (!:Je
sólo quería interesarse lo tobb externa y quizás para obte- ner
"polvo de hueso" con fines mágicos. En relación al instrumental
quirúroico. habla de los cuchillos de obsidiana, curetas para
denudar el periostio, punzones de cobre, silex para regularizar los
bordes, agu- jas poro sutura quirúrgica, ele. Es el primer autor que
describe la su- tura de las heridas, pero desgraciadamente las
pruebas que presenta no son lo suficientemente obietiv; s. Menciona
también la existencia de pinzos que pudieron haber sido usodos con
fines hemostáticos. Sin dcsdeñcr la r-occ sensibilídod al dolor que
tiene el indio, cree Queve-
do que empleaban clcunos cocimientos d€� origen vegetal, porticulor-
mente solanáceas, con fines anestésicos: y recalca que pudieron
he- ber operado en el estado inconsciente. Con un interesante Vocabulario
quechua de términos nédicos y dates sobre la supervivencia de los
o- P radas, concluye esta mccmiiicc monografía relatando que esta prác-
tica ha :esa JO.e ido totalme 1te en el elemento oboricen del área
cuz- queña.
En 1949, Fernández ( l 84) y Trelles y fernández ( 564 ), utilizan el
rnoter icl del Museo Anatómico de la Facultad de Medicina y llegan
a la conclusión de que las ooercclcnes no fueron planeadas desde un
punto de vista estrictamente neurológico. Recclccn que "las lrepana-
ciones craneanas pre-históricos no son una expresión fiel del adelanto
médrco-quirúrcnco de uno civilización".

Pero entre los investicodores modernos, el que más cuidadosamen- te ha


analizado el problc:na sabiéndose conservar dentro de un mar- co
estrictamente objetivo, es Pedro \Veiss. En una primera monogra-
fía del año 1949 ( 611 ), estudia el material recogido por Tello
en Po- roces señalando que la operación parece haber sido indicada por
una serie de causas entre las cuales menciona los fracturas de
diversos ti-
ANALES DE LA

pos, procesos inflamatorios, hemorragias con levantamiento del perios tio,


lesiones sililíticos y tuberculosas, osteomielitis, tumores y en al
gunos casos la liamada osteoporosis simétrica. Sin especular con el
problem::: de la anestesia, piensa que utilizaron probablemente un es tado
de sopor producido por hierbas. Hace un objetivo estudio de la
supervícencic de muchos cosos. Aplica la teoría de Wollel y reali
zo un juicioso análisis etnolóo.co. Su material iconográfico es excelen ie
y le descripción de las piezas y del material quirúrgico es insupe rable.
l.n una sequndo publicación Weiss ( 614) estudia el problema de los
ccuterizociones craneanas. Llama así a extensas lesiones de la tabla
externa que encuentra en cráneos de mujeres ióvenes. a veces en relación
a trepanaciones. Menciona la ocurrencia de rondelas cra neanas que son
relativamente raras en el Perú, pero establece que las cauterizaciones, las
trepanaciones y las rcndebs, constituyen un com plejo cultural que se
repite en el Nuevo y el Viejo Mundo, indicando prácticas y conceptos
similares. Considera que esta práctica de las cauterizaciones tiene,
entre otras causas, una finahdad terapéutica co mo procedimiento revuisívo.
Vuelve después el mismo autor ( 612) a insistir en el problema de las
trepanaciones indicando que no tienen una repartición geográfica uniforme,
recaicando que existen diferencias de técnica entre la cos ta y la
sierra, siendo la más perfeccionacia la trepanación calquense. Piensa que
las indicaciones pueden haber sufrido deformaciones cul turolss. y
escribe "las trepanaciones, castrenses en su origen, llegaron a to.ier uso
gen'3ral y vicioso en colectividcdes sensibles ato:menta des por
padecimientos múltiples".
En 1954, salió a luz el libro de F. Graña, E. Roca y L. Graña ( 209)
títolcdo "Las trepanaciones craneanas en el Perú en la época prehis pánica".
Después de ha.cer une reseña histórica sobre las anteriores contribuciones
al tema, pesen a realizar un estudio estadístico de 222 cráneos con
trepe.nociones. presentando aciemás otros con lesiones di· versos. Algunas
de les piezas fueren estudiadas radiológicamente y tod.rs fueron
cuidcdoscrnente investigadas por otros medios tratando de descubrir
indicios sobre la indicación operatoria. Con argumentos cuya validez
discutiremos objetivamente más adelante, llegan a la con ci usión de que
la cirugía craneana en el Perú precolombino alcanzó admirables adelantos,
especialmente en lo que se refiere a índícccío- nes operatorias. Piensan
Graña y colaboradores que los cirujanos in dios realizaron díocnósticos de
lesiones intracraneanes instituyendo un
FACULTAD DE MEDICINA
319

tralamiento racional y existoso en la mayoría de los cosos, basándose


en dcpurcdos conocimientos anatómicos y fisiológicos dignos de la ma- yor
admiración! La iconografía es perfecta, constituyendo un notable documento de
difusión relativo a nuestro cultura pre-hispánica; y aun- que los
autores se han dejado llevar de un entusiasmo excgerado en í:Ú cspecto
interprelotivo. al punto de bordear los límites de la fanta- sía,
es justo rendir homenaie :1 un importante esfuerzo documental en
este cpasionante torncr.
En l 9.16. Stewart ( 536) publica su documentado trabajo sobre la
sicn.tccción de la osteítis en los cráneos paleo-peruanos trepanados.
Tiene este estudio el mérito de llamar la atención, simultánea e indepen-
dien.ernente de W9iss (614), hacia les rugosidades osteoporóti.:::as que
rodocn en muchos casos los orificíos de trepcnoción: sugiere que estas
·avidsncicis de osteitis tienen su origen en procesos de
irritación quí- mica relocicnodos con substancias utilizadas por el
cirujano indio en el momento de realizar la intervención.
Por último, un reciente trabajo de Weiss (612-a) recapitula y amplía sus
investigaciones al respecto, presentando un acabado panorcma de este
sugestivo prcblema. Llama acertadamente "Osteología cultural" al estudio
de las lesiones óseas, como importante tema en la arqueología
indicando que los crár.eos poleo-por uonos ofrecen posibilidades extra-
ordn.crxrs en este sentido. "Los peruanos antiguos". dice, "como
nin- gÚn otro pueblo, extremaron las prácticas cefálicas médicas:
trepana- ciones, ccuterizociones: las socicles : deformaciones
craneanas, trepa- ncc.cnos y couterizociones rituolas: y las póstumas:
preparaciones de ccbezos trofeos, rodoios, etc." La osteología
cultural se ocupa, entre otros cosas, de los trepanodones como
tecruco y, separadamente en ceda cultura, procura determinar las
asociaciones con otros rasgos cul- turales y aun reconocer en el
material óseo de cada época y lugar las diíerencics en la forma de la
herída y en la calidad médica de los pro- cedimientos. Sostiene que
en el Perú existieron tres formas de trepa- nación en lo tocante
a la técnic:::i: las "en huso" (Centro-andina), con aberturas
poligonales, procedimiento rústico utilizado por la gente gue- rrera
que no tenía la costumbre de deformar el cráneo; las trepanacio- nes
por orificios cilindro-cónicos, técnica llamada impropiamente del
barrenado; y las circulares que se realizaban principalmente en la re-
gión Sur-andina, pero de las cuales distingue dos tipos: el de
Paracas, con aberturas de tamaño variable, de bisel extenso y de
zonas de ví- trea desnuda, que generalmente se asocia a procesos de
deformación del cráneo y, a pesar de su nombre, no es tampoco
exclusivo de la

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