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Obed Delfín

Auschwitz es el acto oculto que abre el sendero de la posmodernidad, y hace enmudecer


a la poesía, tal como dijo Adorno. Sin pretender establecer una nueva polémica acerca
de lo posmoderno, podemos hablar entonces del arte contemporáneo, o más impreciso
La Estética de lo Sublime

aún del arte de hoy en día. Lyotard señala que lo posmoderno es aquello que alega lo
impresentable en lo moderno y en la representación misma. Lo que niega la consolación
de las formas bellas, e indaga presentaciones nuevas no para gozar de éstas, sino para
hacer sentir lo que es impresentable.1 Es decir lo sublime, que es lo imprensentable, por
ser en sí un contenido ausente que escapa a la claridad conceptual de la razón.

El sentimiento de lo sublime con lleva, a la vez, a la dualidad entre el placer y


la menesterosidad. El placer, en lo sublime, es provocado por la percepción de ese
peligro que conlleva a la destrucción de sí mismo. Peligro que es terror y dolor, que en
su ocultamiento se muestra presente sin poder llegar a ser expresado. Para Lyotard, esta
contradicción del sentimiento sublime es el conflicto que se presenta entre las facultades
del sujeto, la facultad de concebir una cosa y la facultad de “presentar” una cosa2 , tal
vez, de no poder representar lo que se concibe, pues lo sublime contiene la imposibilidad
de no poder ser representado.

Para Kant, así como para Burke3 , lo sublime se estaba en relación con la naturaleza, la
cual por no ser abarcable en su grandeza y conduce a lo sublime. No obstante, “El
Guernica” de Picasso, aún cuando muestra todos los elementos que son sublimes según
Burke, el caballo, el toro, la luz, el dolor… no se fundamenta en la naturaleza, sino en
el terror artificial, el construido por el hombre, y por ende el máximo terror. Este terror
sublime no se puede mostrar en el cuadro, ni en la fotos de la ciudadd destruida, pues
éste ha aparecido y se ha ocultado dejando tras de sí el silencio y el terror.

“El Guernica” modifica la estética de lo sublime, pues abandona la naturaleza, y


fundamenta lo sublime provocado por lo humano, o mejor dicho, por lo inhumano. Lo
que provoca el sentimiento de lo sublime en “El Guernica” no es la naturaleza, sino la
muerte provocada por lo humano. Lo que el siglo XX nos ha confirmado con creces, y
hasta el hartazgo.

Asimismo, el siglo XX nos ha mostrado, suficientemente, que la experiencia


transparente y comunicable es inexistente. Pues, la experiencia estética de lo sublime
nos muestra que tal experiencia no es transparente, sino oculta. Asimismo, la experiencia
en vez de ser comunicable, es el silencio; que al intentar comunicarse se detiene en lo
que no puede expresar, se detiene en el silencio que acecha en lo oculto. En lo sublime
la imaginación fracasa, ya que no consigue presentar el objeto de representación. En
este sentimiento se tiene la idea del mundo, pero no se tiene la capacidad de mostrar una
representación de ella4 .

1
Cfr. J. F. Lyotard. La posmodernidad explicada a los niños, Barcelona, Editorial Gedisa, 1996, p. 25.
2
Cfr. J. F. Lyotard. La posmodernidad explicada a los niños, Barcelona, Editorial Gedisa, 1996, p. 20.
3
Véase, I. Kant “Critica de la facultad de juzgar”; y Burke “Inquiry into the origin …”
4
Cfr. J. F. Lyotard. La posmodernidad explicada a los niños, Barcelona, Editorial Gedisa, 1996, p. 21.
La estética de lo sublome
Obed Delfín

Es posible concebir lo oculto, el silencio, la aprehensión de lo absolutamente grande, de


lo absolutamente poderoso. Sin embargo, toda representación destinada a hacer ver esta
potencia se muestra como dolorosamente insuficiente. Por cuanto lo sublime se inscribe
dentro de las ideas que no tienen presentación.5 De allí, la imposibilidad de expresión,
la impotencia del lenguaje, y el silencio se convierte, entonces, en la posibilidad de lo
posible. Por lo cual, se hace preciso inventar alusiones a lo concebible que no puede ser
presentado6 . La dualidad de la menesterosidad y del placer se hace patente.
Lo inexpresable no reside en un allá lejos, en un otro mundo, en otra dimensión, éste
reside en que suceda algo, en que se exprese algo. Así, el terror se convierte en una
manera de dar cuenta de la indeterminación de lo que ocurre en lo oculto,7 en lo retraído,
en lo que no quiere ser público. Eo que está retraído es desconocido para la conciencia,
ya que no puede constituirlo. Lo oculto, el que suceda algo es lo que desampara la
conciencia, lo que la destituye, lo que ésta no logra pensar e incluso lo que ella quiere
olvidar para constituirse a sí misma.8
De aquí que las imperfecciones, las infracciones al gusto, la fealdad, lo retorcido tengan
su parte en el efecto de lo aprehensivo. Lo sublime no imita la naturaleza, más bien crea
un mundo paralelo, donde lo monstruoso y lo informe tienen su derecho porque pueden
ser sublimes9 . Por ser informe, oscuro, el sentimiento de lo sublime es indeterminado,
éste es un placer mezclado con lo doloroso, un placer que proviene del pesar10 .
El sentimiento de lo sublime se genera en los terrores, los cuales están vinculados a las
privaciones. Privación de la luz, que conlleva al terror a las tinieblas, lo oscuro; privación
del prójimo, terror a la soledad, a la ausencia; privación del lenguaje, terror al silencio;
privación de los objetos, terror al vacío; privación de la vida, terror a la muerte. Lo que
aterroriza y conduce a lo sublime es que la privación ya ha sucedido. Sin embargo, ésta
se muestra como lo no sucedido, lo que está por suceder, el suceder sucedido y siempre
por suceder.
El alma, en lo sublime, está petrificada por el estupor, está inmovilizada, como si estuviera
viva, pero, a la vez, muerta. El arte al intentar alejar esta amenaza del terror procura el
placer del alivio, del deleite, el conjuro de lo encubierto. Gracias al arte, el alma se
entrega a la agitación entre la vida y la muerte11 . Lo sublime es cuestión de intensificación.
Es la ausencia del aliento, el estar en vilo.
El arte empujado por la estética de lo sublime va tras la búsqueda de efectos intensos,
intenta realizar combinaciones sorprendentes, insólitas, chocantes. El intento del arte
es, por excelencia, que suceda algo, en lugar de que no suceda nada, que no se produzca
la privación suspendida12 . Pero en esta menesterosidad esta el placer, que es condición
de lo sublime.
La estética de lo sublime en la dualidad placer-pena es la manifestación del arte, pues
éste no consigue expresar lo que quiere expresar. La realidad del mundo, el terror incoado,
lo sobre pasa, no obstante no abandona el intento de decirlo, he allí su placer la expresión
que intenta decir, he allí su menesterosidad no poder decir. La pretensión del querer
ronda la fustración.

5
Cfr. J. F. Lyotard. La posmodernidad explicada a los niños, Barcelona, Editorial Gedisa, 1996, p. 21.
6
Cfr. J. F. Lyotard. La posmodernidad explicada a los niños, Barcelona, Editorial Gedisa, 1996, p. 26.
7
Cfr. J. F. Lyotard. La posmodernidad explicada a los niños, Barcelona, Editorial Gedisa, 1996, p. 66.
8
Cfr. J F. Lyotard. Lo inhumano (charlas sobre el tiempo), Buenos Aires, Editorial Manantial, 1998, p. 96.
9
Cfr. J F. Lyotard. Lo inhumano (charlas sobre el tiempo), Buenos Aires, Editorial Manantial, 1998, p. 102.
10
Cfr. J F. Lyotard. Lo inhumano (charlas sobre el tiempo), Buenos Aires, Editorial Manantial, 1998, p. 102.
11
Cfr. J F. Lyotard. Lo inhumano (charlas sobre el tiempo), Buenos Aires, Editorial Manantial, 1998, p. 104.
12
Cfr. J F. Lyotard. Lo inhumano (charlas sobre el tiempo), Buenos Aires, Editorial Manantial, 1998, p. 105.
La estética de lo sublome
Obed Delfín

Lo sublime se desvanece en el instante, en el ahora, como un signo que interroga y al


cual no hay respuesta, es el enmudecimiento ante lo ominoso. Ante el acontecimiento,
ante el pensamiento desarmado. No hay disciplina sólo contacto directo, no podemos
entender Hiroshima a partir de una reflexión, sólo miramos estupefactos el horror de lo
ocurrido, en lo sublime la reflexión queda apartada, velada ante el acontecimiento que
sobreviene. Por ello, la eventualidad se asocia a menudo a la sensación de angustia, a
una espera cargada de contradicción. Este sentimiento contradictorio de alegría y angustia
es lo sublime.
La inconmensurabilidad entre el sentimiento y el mundo real da testimonio de lo
desligado que está lo sublime de las reglas preestablecidas, sólo existe lo que se siente
inmediatamente. Lo sublime desarregla la armonía de lo bello. Armonía que ha sido
expulsada por el hombre. Pues, lo sublime en el siglo XX, con antes he indicado, no está
referida a la naturaleza, sino a los actos llevados a cabo por éste. Lo sublime está en
relación al horror absolutamente grande, con el terror abbsolutamente poderoso. La
estética de lo sublime convierte al arte en testigo de lo que hay de indeterminado en el
siglo XX, en la destrucción oculta. Por lo cual, lo que está en juego en el arte ya no es lo
bello, sino algo que compete a lo sublime.7

13
J F. Lyotard. Lo inhumano (charlas sobre el tiempo), Buenos Aires, Editorial Manantial, 1998, p. 139.

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