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...hagamos un poco de historia.

Es en la España de finales del siglo XVI, específicamente en la región de


Galicia, en donde surge esa figura del actor solitario que recorre a pie los
pueblos haciendo breves representaciones, interpretando a todos los
personajes de las “loas”, “farsas” o “entremeses”, los cuales recibirán el
nombre de “bululú”, quienes, se suponen que se inspiraron en la
juglaresca medieval italiana y en el teatro renacentista. El propio
Francisco de Quevedo hace referencia a ellos como “...los bufones en
racimo son los faranduleros miserables de bululú”. Estos actores
desarrollaran una técnica muy elemental, dando vida camaleónicamente a
su narración y obligar a los espectadores a usar su imaginación. En la
actualidad podrían verse reflejados en los cuentacuentos.

...continuamos con la historia, pero no tan lejana.


En el año 1962 llega a Buenos Aires, la Compañía de Teatro Español, con
una puesta de “Yerma”, de Federico García Lorca, dirigida por Margarita
Xirgu, contando en los roles protagónicos a María Casares y José María
Vilches, la cual se presenta en el Teatro Odeón, ocasión que se convertirá
en la puesta de entrada y permanencia de este último a la Argentina,
estableciéndose definitivamente en este país. Después de una larga y
fructífera carrera en el cine, la televisión y el teatro de esta nación, en el
año 1975, Vilches estrena su espectáculo unipersonal “El Bululú”, como
una forma de honrar a ese teatro y a ese actor juglaresco español, lo que lo
lleva a recorrer todo el territorio argentino durante nueve años,
superando las 1,500 representaciones, en donde solamente acudía a una
silla, una valija y una flor como elementos escénicos. Vilches falleció en
un accidente automovilístico, cuando tan sólo contaba cuarenta y nueve
años de edad. De su amor y compromiso con su trabajo, son estas
palabras:
“No le tengo miedo a la sala vacía. Me importa tener éxito frente a mi
mismo, no traicionarme, actuar para diez personas con las que pueda
tener algo en común”.

...algo más de historia muy cercana.


Es en el año 2010 que Ozqui Guzmán se lanza a la travesía de revivir “El
Bululú” como espectáculo unipersonal en los escenarios, después de
haber acumulado horas durante su formación actoral en el conservatorio,
escuchando en un disco de acetato las grabaciones de Vilches, lo que
como bien el actor señala, se convirtió en una obsesión para su formación.
Tanto es así que comenzó a hacer breves representaciones para sus
compañeros de estudios en donde seguía los cánones de este tipo de
trabajo, utilizando los temas propios del mismo. De esta manera, de
acuerdo con la también actriz y su pareja en la vida real, Leticia Gonzáles,
deciden darle vida a este espectáculo, para de esta manera rendirle tributo
a un poco olvidado Vilches, el cual ya lleva un poco más de nueve años
recorriendo no solo el país, sino además escenarios y festivales
internacionales. Es importante destacar que Ozqui aunque es argentino
por nacimiento, es de padres bolivianos, lo cual será un elemento que
marcará la puesta en escena de “El Bululú”, de manera muy coherente y
precisa.

...por fin, el presente!


No podemos negar que ante el anuncio de este espectáculo, estábamos
con la incertidumbre de cual sería el resultado del mismo, conociendo
algo sobre sus antecedentes históricos y teatrales, amén de tener que
enfrentar una nueva vez el trabajo de un actor en solitario en escena, algo
que por diversos factores, desde lo práctico hasta lo económico, se ha
hecho “demasiado” habitual y que actores de larga y fuerte trayectoria se
negaban en el pasado a realizar por temor al mismo. Nuestras reservas y
dudas inmediatamente se desvanecieron una vez que el actor salió al
escenario y comenzó su trabajo. Vestido con un traje de “diablada”,
espectáculo netamente boliviano y entonando temas musicales de ese país
andino y cuna de sus predecesores, inicia el andar de este “nuevo bululú”.
A través de todo el espectáculo, que muy bien el actor define como una
costura de variados retazos, haciendo alusión al trabajo de sus padres y al
que él mismo realizaba, se nos van presentando ante nuestros ojos
diversos textos del Siglo de Oro español, así como del Romancero Gitano
de Lorca o como el excelente trabajo pantomímico que tiene como
pretexto una cucaracha. El humor permea casi la totalidad del
espectáculo, teniendo en cuenta el origen de los textos, aunque también
un momento de introspección y fuerte drama se pasea por la escena con la
interpretación de fragmentos del poema lorquiano “Muerte de Antoñito el
Camborio”, dicho con toda la fuerza y emoción con que el autor lo
concibió. Para el final, el autor nos “engaña” con dos finales, el primero
después de volver a vestir su hermoso y lujoso traje de diablada y regresar
al principio, recordándonos que el juglar es común a toda la cultura
latinoamericana, mientras que el segundo, una vez despojado de su
atuendo, regresa frente al auditorium a reclamar “modestamente” una
ovación hacia su trabajo...por demás, muy merecida.
Tenemos que detenernos y hablar del magnífico desempeño sobre el
escenario de Ozqui Guzmán, ya que estamos frente a un actor con un
dominio excepcional de su cuerpo y sus expresiones faciales. Durante
todo el espectáculo el actor hace un manejo brillante de sus cadenas de
acciones, con tal precisión y rapidez en las mismas, que solo un efectivo
entrenamiento anterior pueden permitir. Su cuerpo se mueve con la
dinámica y plasticidad del bailarín, con gestos limpios y precisos que
serán el soporte exacto de cada texto. Brazos, manos, piernas, pies, torso,
cabeza, boca, ojos, tienen asignados su rol y cada uno es portador de la
energía y contenido requerido. Sin duda alguna podemos afirmar que el
actor habla no solamente con palabras, sino con cada parte de su cuerpo,
lo cual queda confirmado con creces en su ya mencionada excelente
pantomima de la “desdichada cucaracha”. Si el actor domina a la
perfección su cuerpo, lo mismo podemos decir de su voz, la cual
alcanzando velocidades y ritmos vertiginosos, puede ser entendida y
escuchada perfectamente, teniendo en cuenta el tipo de trabajo al que se
enfrenta el actor. Su relación con el público rompe la “cuarta pared’ en
todo momento, llevando al espectador a ser su cómplice. Al derroche de
técnica actoral, debemos sumarle un evidente sentido de sinceridad y
humildad que proyecta este gran actor, lo que convierte su trabajo en un
reto muy difícil de superar.

...final.
Cuando asistimos al teatro y tenemos el privilegio de disfrutar
espectáculos como este, es que entendemos el nivel de entrega y sacrificio
que el mismo conlleva. Largas y extenuantes horas de entrenamiento
físico, estudio constante, investigación profunda, experimento de diversas
maneras y registros a la hora de enfrentar el estudio de un texto, observar
el trabajo de colegas, asimilar críticas inspiradoras, desechar lo no
necesario que se ha ido recogiendo por el camino, en fin, todo una serie de
importantes elementos que sin ellos no podrá estar completo el trabajo de
un buen actor....ah! Amor, mucho amor!

...epílogo necesario.
Demos las gracias a este Festival Internacional de Teatro Hispano de
Miami, por darnos la posibilidad una vez al año, de poder enfrentarnos
con el acontecer teatral de otras regiones del mundo hispanoparlante,
comparar, disfrutar de diversas maneras, estéticas y posiciones ante el
hecho teatral, lo cual permite al gremio de esta ciudad ampliar sus
horizontes y conocimientos, algo imprescindible para la carrera de todo
artista, pero también de darnos cuenta de la gran necesidad de que
existan los mecanismos necesarios para que esta posibilidad se mantenga,
no decaiga, no merme en cantidad ni en calidad y que permita en algún no
muy lejano momento de volver a disfrutar de la fiesta que es un festival
teatral en donde la participación local no sea casi simbólica y la extranjera
sea mas contundente.
Wilfredo A. Ramos. Crítico de Teatro y Danza.

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