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ACUARELAS
HUANCABAMBINAS
VOL. I
LEYENDAS Y AÑORANZAS
DE MI ANDE
OBISPADO DE PIURA
_____ . _____
OBISPO DE PIURA
L.S. FORTUNATO
Obispo de Piura
DECLARO:
POR LO TANTO:
PROLOGO
____ . ____
“… Y eran una,
Y eran una,
Y eran una sola sombra larga,
Y eran una sola sombra larga,
Y eran una sola sombra larga”.
¿Acuarelas?...
-Sí, acuarelas.
Y ¡Acuarelas Huancabambinas!
En acuarelas Huancabambinas:
Finalmente te diré, haciendo mío un pensamiento de
Bécquer, que te relato no sé si cuentos que parecen historias, o
más bien, son historias folklóricas Huancabambinas que parecen
cuentos.
Y…
Conocer, es amar…
Recordar, es vivir…
Si no lo tienes a mal, lector amigo
EL PARIACACA Y EL GUITILIGUN
Cerró Pariacaca
Cerró Güitiligún
Cerros Legendarios.
__________
(1) La ciudad de Huancabamba tiene “dos cementerios”, ambos a 2 km de la
ciudad, llamados Cementerio Viejo y Cementerio Nuevo; el primero, aunque
clausurado, aun continúan sepultando cadáveres pues desean que sus
sagrados restos reposen junto a los restos de sus mayores; en el segundo
sepultan los cadáveres de los que fallecen en nuestros días.
Se inicia la batalla…
Se pelea denodadamente…
PANORAMA HUANCABAMBINO
MERCEDES TARSILA.
LUZ MARIA LUISA.
Nuestros Padres nos enseñaron a amar la
tierra en que nacimos, ellos ¡La quisieron
tanto! ¡Y la quisieron grande! Recordando el
cariño paternal dedico a ustedes la
descripción del hermoso Panorama de
nuestra tierra natal.
Bendiciendo al señor.
Escribe V. Bernini: “Cuando desde lo Alto de un Monte
dirigimos la mirada sobre una vasta extensión de colinas y llanos,
o de noche paseando por una senda solitaria miramos al cielo
estrellado, ¿No nos sentimos, por decirlo así, arrebatados a un
mundo nuevo? ¿No parece que las puertas de los cielos se abren
para invitarnos a un palacio encantador?
Así también, ¡Cuantas veces! Desde los altozanos de la
ciudad, o desde los alcores vecinos he paseado mi vista por el
hermoso Panorama que circunda a Huancabamba, mi tierra
bendita, otras tantas veces me he sentido arrebatado a bendecir
al Señor que es quien la ha rodeado de tan grandioso y bello
horizonte y de tan embrujada y variopinta campiña.
Horizonte Huancabambino:
¡Caleidoscopio maravilloso! En él saltan graciosos,
indefinidos y caprichosamente dibujados los perfiles recortados
de las multicolores aristas de las cumbres andinas que circundan
a la ciudad.
Huamani:
¡Puna fría! En donde corre el viento arremolinado y ululante
y humedecido de neblina, y desde donde desciende ondeando en
las pajas del cerro, en las ramas de los arbustos, y en los trigales
de las laderas el alado cierzo, como si fuera al hálito enervante de
los brujos.
Huaringas:
¡Lagunas encantadas! Talismanes de portentos maravillosos
¡Mezquitas de peregrinantes crédulos que buscan buena suerte,
buena salud, o tratan de ajustar un amor o de compactar un daño!
¡Huaringas! Símbolos tradicionales del espíritu agorero de
las antiguas y modernas gentes.
¡Huaringas! ¡Cuán mentadas y visitadas sois!
Jiplan y Ullma:
Montículos cascajosos que sirven de atalaya a las fértiles
llanuras de Chontapampa y que, por entre las colinas de Yaputo y
de Aliguay, se alzan para otear la ciudad.
Altillo:
Campiña hermosa salpicada de casitas rodeadas de verdor
que inclemente cuartea y destruye “La Rajadura” (1) Derrumbes
que amenazan la ciudad. Ojos de agua que aparecen de las
filtraciones de los terrenos superiores. Mirador que se desquicia.
Cataluco:
¡Cumbres azuladas! Cubiertas por umbrosas selvas y cuyas
faldas presentan un tablero inclinado y parcelado por las chacras,
por las invernas y por los sembríos.
Tablero coloreado por el bermellón de las tejas de los
techados de las casas de los indígenas.
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(1) La Rajadura.-La ciudad de Huancabamba está amenazada por una grieta
que baja desde el Altillo y termina en el Rio, bifurcándose en una grieta que
termina en el arenal y la otra en el Ungulo y en el rio.
Pariacaca:
¡Farallón rojizo con figura de ballena! Que nos regalas con
esa hoguera siempre encendida y alimentada por la ira del
encantamiento del Inga Huancabambino.
¡Oh legendario Colorado! Tú guardas también cautiva a la sin
par Huancabamba Incaica, y nos hablas de un pasado glorioso.
¡Pariacaca! ¡Qué bello eres en las inolvidables noches de
plenilunio! Noches de cielo turquí; noches de ilusión; nocturnos
de amor; noches místicas, que recrean el alma contemplando las
beldades del creador, acercándola más a él; noches privilegiadas
que permiten contemplar, de diferentes puntos, dos veces la
aparición tranquila y majestuosa de la luna que, como blanca
hostia se va elevando en la curvidad celeste subida por las manos
de invisible sacerdote, y tú, ¡Oh Colorado! Simbolizas áureo cáliz
que lo circunda como espirales de inciencio, las juguetonas
neblinas.
Chite:
¡Feliz cerro! Porque desde tu cima el inmortal “Ciego Elera”
(1) contemplo, también, en su niñez, la belleza de esta bendita
tierra y su recuerdo y revelación inolvidable arrancaron de su
lira las notas sentidas de su “Canto a Huancabamba”.
La Viuda:
¡Cerro altivo y de leyenda! Cumbres elevadas que se alzan a
lo infinito, y se cubren con manto virginal de neblinas para no
permitir se distingan las enmarañadas sendas por las cuales
pudiera escapar “La Viuda” cautiva por el amor del pastor.
__________
(1) Don Pedro Elera, poeta romántico huancabambino conocido por el “Ciego
Elera”.
Saquir:
¡Cerro añilado! Que cual trapecio te alzas en medio de las
ricas, fértiles y sedientas tierras sondorillanas. Cerro “sordo” a
los embrujos de los aquelarres.
Güitiligún:
¡Legendario vigía de la ciudad! Desde tus andenes ¡Cuan
bella se divisa la campiña huancabambina!
De tus entrañas, y de antro desconocido, nuestras abuelitas
vieron salir al “Carbunclo” todas las noches de viernes Santo, y
sus labios prorrumpieron en cuentos mil relatos estas fantásticas
apariciones saturadas de ingenuidades y de inverosímiles.
Las tempestades de invierno parecen repetir el prodigio
obrado por Moisés en la roca de Horeb, pues cuando de entre las
cargadas nubes que sopla el Jalqueño saltan los rayos para
enterrarse en tus cumbres, de aquí y de allá nacen innumerables
torrentes que descienden en borbollones cenagosos formando
“sitanes” que por derrubiadas peñas saltan en estruendosas
cascadas, y por las hondonadas, como colambos y macanches
trenzados en lucha mortal, bajan las “Zanoras” retorciéndose en
sus lechos llenos de cantos y guijarros que arrastran en ímpetu
Tambo y Matara:
¡Lomas romboidales! En cuyas cimas los sembrados de
cereales, los potreros cubiertos de verdeantes pastos, y las
montañas tupidas de maderas van formando ondulaciones
variopintas hasta arribar a las tierras puneñas de Jacocha.
Cash-cashs:
¡Peregrino dombo pétreo! Que das la impresión de un viejo
castillo señorial adornado de almenas y torres.
Quispe y Jicate:
¡Laderas frías y de magnifico clima! Tierras cubiertas por
voluptuosas mieses y habitadas por lindas serranitas de tipo
español.
Rio Grande:
Rio murmurante en cuya cañada se siente un vacio de
infinita grandeza, y en cuya cuenca mueren los ribazos andinos,
abruptos, guijosos, llenos de barrancos unos, y escondiendo
verdes vegas otros!
Rio grande que con el rumor de tus aguas adormeces a la
ciudad que cual náyade surge de tus cristales para reclinarse
plácidamente sobre el lecho de voluptuosa campiña policromada
por los cercos de méjicos, entrelazados con plantas de capulíes,
Pleonasmo:
Pleonasmo de bellezas indescriptibles y de singular
magnificencia, de rincones encantadores; de armonioso silbar de
“regidores” y pajarillos; de ir y volver de los rebaños guiados por
zagalitas que llevan siempre el “Guango” como cayado, y el
“Shucsho” como compás de la canción monótona e indefinida que
escapa de su pecho como ancestral gemido de su raza autóctona.
De ir y volver de bueyes majestuosos que tiran el arado
puyados por el fornido cholo que no piensa sino en la proximidad
de la lluvia que ha de fecundar la semilla que ha echado en el
surco confiado de obtener de la bondad de Dios abundante
cosecha.
De serpentear de caminos y de estrechas sendas que
conducen a las humildes chozas de indígenas que se esconden
entre los matorrales y rediles de ganados.
De rumor de ríos y quebradas que cantan himnos en las
noches silenciosas.
GUICUCU: MI TAITAAA
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(1) Espanta Mestizo.- Garúas pasajeras que los indígenas no hacen caso y que
diz los blancos se atemorizan.
Uchupata:
Uchupata es palabra quechua que, según los entendidos,
significa: “Cima, lugar del ají”. Uchu: Ají; Pata: Andén, cima.
En los documentos encontrados por el que esto escribe, en el
archivo parroquial de Huancabamba, consta que en el año 1783:
“Guaylas” “Ochupata” e “Ingano”, eran haciendas que distaban 7
leguas del pueblo; aprediadas en 2,000 pesos, cuyos dueños eran
los indios que trabajaban por composición del Rey.
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(1) Los datos de esta Leyenda fueron recogidos por el Normalista
huancabambino Sr. Ismael A. Samaniego en la excursión que con los
alumnos de 5° y 6° año del centro escolar de Canchaque N° 42 hiciera al
caserío Uchupata, agregando otros más que me dieran otros amigos y
vecinos del lugar. Muy agradecido. En el cerro Campana de Canchaque se
afirma que una serpentina de oro y trapiche están encantados y dícese que
pertenecieron a un sacerdote que los había desencantado y se ha tejido
también una leyenda muy parecida.
El Guicucú:
Con el nombre de “Guicucú”, se conoce en Huancabamba un
pájaro cuyo plumaje es color amarillo marrón, el pecho
amarillento, muy parecido al zorzal, su nombre lo debe a su canto
tristón que en invierno parece decir: Gui-cuu-cúuu y que los
indígenas interpretan por mi Táaii-táaa; en el verano cambia de
modulación y claramente se distingue: chaau-cháau, significando:
“Adios-adios”. Canta al atardecer, cuando asienta la neblina o va a
llover, por eso se le llama también el “llamador de agua”. Vive en
las partes frías, en las cordilleras. Su nido es muy original, lo hace
en hueco profundo a los bordes de los peñascos, otros nos han
dicho que los hacen en el centro de los matorrales, el ingreso a él
lo forma una gradería acaracolada.
Maldición y encantamiento
En los días del señor, el hijo de Francisco de Asís congregaba
a todos los indios para que asistiesen a la santa misa. Arrogante
y ufano asistía también el amo, en lugar visible y preferencial,
más por satisfacer su orgullo que por cumplir un precepto.
El hijo de Francisco de Asís instruía a todos en las verdades
eternas, y un domingo estas divinas sentencias enhebraba:
Hermanos carísimos en el señor: “Adquirid la sabiduría que vale
más que la plata y sus frutos son más precioso que el oro
acendrado”
¡Gui-cucu! ¡Gui-cucu…!
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(1) Darse la mano o darse o devolverse la fuerza.- Ayudarse mutuamente y
sin recompensa alguna en las faenas agrícolas otros trabajos.
Las cruzadas:
Hay terrenos que requieren cruzarlos cuando las tierras
están cansadas, gastadas o flacas, aun que hoy generalmente
Las siembras:
¿Quién hay que no siembre?
¡Todos vamos sembrando en la vida!
Siembra el sacerdote la semilla divina del Evangelio en el
surco abierto por la fe.
Siembra el padre de familia la semilla de la felicidad de sus
hijos en el surco abierto por sus sacrificios y buenos ejemplos.
Siembra la madre la semilla del amor en el surco de sus
entrañas y el regazo de su pecho.
Siembra el maestro la semilla de la ciencia y de la virtud en
el surco abierto por la instrucción y educación.
Siembra el sabio y el filosofo la semilla de los primeros
principios en el surco abierto por sus investigaciones y
elucubraciones.
Siembra la autoridad la semilla del bien común en el surco
abierto por la custodia del orden y de la ley.
Siembra el Juez la justicia social en el surco abierto de su
recto veredicto y sentencia inapelable de dar a cada uno lo suyo.
Siembra el médico la semilla de la salud en el surco abierto
por sus prescripciones preservativas y por el bisturí.
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(1) Echar la pata.- Adagio que indica que una persona superá a otra persona en un
certamen; o en la ejecución de una obra dejando deslucida a otra.
Sembrando tubérculos:
En la siembra de “tubérculos”: papas, ocas, ollocos hay algo
novedoso que merece contarse en párrafo aparte.
La siembra la hacen en el cuarto creciente de la luna.
“Sembrar de semilla”, dicen cuando siembran los tuberculos
en terreno trabajado y que es necesario arar primero. “Sembrar
de mongote”, cuando siembran en terreno nuevo o rozado
recientemente, y entonces la semilla enterranla en huecos
abiertos por los barretones o por “quinchas”.
Sembrador de tubérculos cualquierita no puede ser, hay que
conseguir individuos que tengan “buena mano”, de lo contrario se
daña la semilla o no nace.
Se les alimenta especialmente con sancochado de cuyes y
gallina.
Deben guardar dieta de la mujer.
No pueden coger ni sogas, ni bejucos, porque si estas cosas
hacen la planta no carga y se hace raizuda.
Terminada la siembra debe tirar bajo la barbacoa o cama
para dormir, el barretón o la quincha y el bolsico que ha utilizado
en la siembra e ir a dar cuenta a la “comadre candela”, dicendole:
-Comadre Candela: ya sembré las papas, las ocas, los ollocos
que me mandastes sembrar; y abrazandose con las tullpas
continua:
“Naceran, naceran papitas, olloquitos, oquitas…
No se dejaran comer del “puluche”
Cargaran… cargaran papitas, olloquitos, oquitas…
Grandes y buenas pa nuestro buche…
Como las tullpas… como las tullpas…
Grandes y buenas pa nuestro buche…
Como las tullpas… como las tullpas…
No se dejaran comer del puluche.
Resiervos:
Nacida la semilla y cuando la matita ya esta grandecita que
pueda resistir al sol y al viento se hacen las resiervas pa que el
Las cosechas:
¡Qué alegre que están los campos!
¡Qué alegre y fresca la mañana!
¡Qué alegre la choza y alegre la pampa barrida!
¡Qué alegre y satisfecha la familia campesina!
Trillas:
Los días están de buen sol.
Los vientos están corriendo.
Los caballitos trilladores ya están prontos y
“arrejuntándose” en el pangal.
Ha llegado volando el día de la trilla.
Las heras están barridas junto a las parvas redondas, junto a
las parvas cuadradas o toros parvas.
Eran cerradas para trillar trigo y cebada.
¡Adentro aguilios!
Trillando… Trillando…
Trillando… Trillando…
Girando… Girando…
Los caballitos en la era…
Tronando… tronando
El arreador el boyero…
Las vainas iban soltando
Alverjas para el granero.
Destamando:
Con una horqueta, de palo de un metro de largo más o
menos, que tiene tres dientes cóncavos en forma de tenedor, se
toma un poco del grano trillado y se avienta al aire para que el
viento arrastre la paja y tamo y quede el grano en la era.
El venteador entre tanto llama al viento silbándolo:
- Juiiiooo. .. Juíiiooo…Juio… Juío… Juío… Juuiiiiiiioooooo…
Y zumbando Zumbando…
Y silbando Silbando...
Viene el viento...
Sopla la paja.
Sopla el tamo...
El grano se limpia
Cuando la horqueta no puede recoger ni paja, ni el tamo, se
hace uso de la pala, sigue venteando y llamando al viento:
- Juiiiooo. .. Juíiiooo…Juio… Juío… Juío… Juuiiiiiiioooooo…
En el centro de la era se hace un montón del grano, se coloca
una Cruz pequeña en el medio, y la Cruz se tanteya el pulso para
aventar allí la pala de grano hasta lograr cubrirla; luego se
desentierra esta Cruz y se vuelve a colocar encima tanteyando
siempre el pulso para cubrirla de nuevo; y así hasta que haya
desaparecido el tamo, alternando siempre con las llamadas del
viento:
- Juiiiooo. .. Juíiiooo…Juio… Juío… Juío… Juuiiiiiiioooooo…
Y zumbando Zumbando…
Y silbando Silbando...
Viene el viento...
Sopla la paja.
Sopla el tamo...
El grano se limpia
Echado de esta manera el grano se carga a las trojes y a los
zurrones.
Cuando se ha recogido la casi totalidad del grano, se barre la
era y se junta la greanza, o sea los granos que quedan mezclados
con tamo y tierra y se ventean con una lapilla o con un mate ya
esto llaman “enrostrar”.
La era queda limpia.
La trilla y la venteada han terminado.
El agricultor serrano guarda para si en sus zurrones cuanto
necesitan para el consumo de su familia durante el año, de allí es
decir: “mi troje, mi zurrón no debe a nadie”; el sobrante es lo
único que venden a las amistades, o llevan de regalo a los
compadres, o de agrado cuando van a pedir “un suplico” a los
blancos. Anteriormente separaban la porción que acostumbraban
Vareando:
Los frejoles, las habas, no se trillan, los manojos colócanlos
en un pellejo de toro o sobre jergas y con varas de membrillo o de
chuquo del tamaño de un metro más o menos y que llaman “las
vareadoras” azotan los manojos para separar de las vainas el
grano.
Luego con un mate o con lapilla se ventea para limpiar el
grano.
Lector amigo:
Te invito a ir a mi Ande para asistir a las "mingas", ahora
regresémonos y gracias por tu compañía. Aquí termino estos
recuerdos de cuando era niño, y de cuando era Párroco y llegaba
a las cementeras indígenas y compartía con mis amados
feligreses y paisanos largas horas conociendo sus costumbres y
dichos para hoy como ¡"Dulce recuerdo! escribirlas. '¡Ay!
¡Cuántas de estas costumbres que daban colorido a la vida
vérnacular han desaparecido ya; y otras van desapareciendo!
El tiempo excelente “Lo bórra todo” ira borrando hasta estos
recuerdos, pero aquí están mis acuarelas escritas con paciencia y
cariño y después de prolija investigación, que conservaran estas
costumbres en el colorido de estas líneas.
EL CERRO DE LA VIUDA
A mis feligreses de San Miguel de
Sondor agradeciendo las múltiples
muestras de aprecio recibidas.
El Cerro de la Viuda
Destacándose en forma piramidal sobre el luminoso
horizonte huancabambino y a 3,716 metros sobre el nivel del
mar, se alza altivo el cerro conocido con el nombre de "Cerro La
Viuda" que, teniendo como bastión el cerro Pashirca, se esconde
allí, como en un verde nido, el antiguo pueblo de San Miguel de
Sóndor.
Este cerro da también su nombre a parte de la cordillera de
los Andes que corre al este de la ciudad de Huancabamba
denominándola "Cordillera de La Viuda", cuyo espinazo sirve de
divisoria de las provincias de Huancabamba y Jaén, y por ende, de
los departamentos de Piura y Cajamarca.
Las faldas de este cerro que miran al pueblo están
parceladas y cultivadas y forman el Caserío de Shilcaya y la
hoyada de Huaricanche.
En la meseta existen lagunas en las cuales tienen su origen
las quebradas de Chantaco; el Zorro, Shimbia, y Curlata de este
lado y el rio Tabaconas del otro lado.
Los naturales no se atreven a llegar a la meseta del Cerro La
Viuda sin estar prevenidos con algún “arte” debidamente
“ajustado” por los brujos porque temen quedar encantados pues
afirman que en una laguna grande se encuentra cautiva una
"viuda" que por su hermosura y riqueza cautiva a quienes se
encuentran con ella.
Auras de Libertad
Corrían los años del segundo decenio del siglo XIX.
Muere el pastor.
Al fin llego el día inesperado.
El día infausto.
El día no soñado.
EI día de la separación de los dos amantes esposos.
El día de la "definición " del pastor
El día en que a la amante esposa toca cerrar reverente y
dolorida los ojos vidriados del esposo muerto.
Encantamiento de la viuda:
Y…
¡Ydas!...
¡Das, la laguna engulle a todos!
La viuda y sus rebaños quedan para siempre encantados en
la “Laguna grande del cerro azul”.
Y la laguna grande del Cerro Azul cerró su boca, se enfureció
y se salió de madre.
El cerró azul retumbo con ruidos espeluznantes…
El cielo se encapotó de luto…
Y rugió la tempestad.
EL CAU
Estas cosas me contaron quienes
diz vieron y oyeron que sucedieron
en Tuluce - Sóndor, y va con todo
pelo y candelillo.
Al Bartolo le da ataque:
Cierto día y a la hora que las gallinas se trepaban al gallinero,
después de haber "sacau su tareya" de desyerbo de maíz, el
Bartolo a su hogar volvía, tembleque ingresó a él y cayó
desplomada en medio de la sala.
Al sentir el golpe de la caída la madre, que a la sazón atizaba
la "parada" de frejoles y al ver a su hijo tendido en el suelo, corre
en su auxilio, exclamando:
-¡Josús, Señor! ¿Qué ti pasa hijo mío? ¡Ay Taitito, qué ataque
tan juertísimo lo agarró a mi Bartolo! ¡Jacintaaa… Maquitooo…
¡Vengan, hijitas! ¡Qué! ¿No oyen? ¡Corran que lo ha empuñau el
ataque a so hermanito! ¡Coorran! ¡Vengan a ayudarme!
A los gritos de la madre, las muchachas corrieron presurosa
y encontraron a su hermano Bartolo tendido en medio de la sala,
arrojando espuma por la boca, bañado en sudor glacial:
-¡Pobre Bartolito, nunca lo ha dau asina! ¡Qué sirá; Señor!
¡Quién sabe si se muere nuestro único hermanito!
Todas lloraban y hacían muchas gachas. Frotábanle el rostro
con thimolina, le jalában el dedo corazón, le limpiában la espuma
que arrojaba por la boca y le secában el sudor. La madre ordenó a
las muchachas:
-Corranse, hijitas, peru yastán aquí, vos Jacinta anda onde mi
comadrita Mateya y compralo azhares y toronjil, y vos, Maquito
anda donde mi compadrito sacristán y ruégalo, por los huesecitos
de so taita, que te venda piedra lara y aguacáliz. No si dimoren.
Después de un largo rato que las muchacas habían regresado
y preparado los remedios, consiguieron hacerle pasar al Bartolo
Raspa que raspa la sepultura del "gente" ese, que por más
que lo tapan y lo entierran más ondo siempre, siempre luoyan so
caja sobre la sepultura.
¡Ay, Dios Taitito! Cuando ese animal fierisimo me vido, lo
digo mama, se asuspendió puel aire como si juera un guitre,
reventó como un cuete de luces y desaparecio por la oyada
gritando clarito:
-Caúúúú… Caaúúúúúú… Caaaaaúúúúúú´…
¡Quí sosto, mama, siapoderó de mí, "yanga" miaventé a la
carrera y ni me doy cuenta cómo he llegau pacá! ¡Ay mama, si se
me revela!
-¡Virgen Santísima de la Sunciona, ruega por nosotros!
Exclamo la madre, estrechando a su hijo, presa de miedo. Ay,
hijito, si también a yo me parece que lo veyo, que loigo!... Y
dirigiéndose a Jacinta y a Maquita les manda:
- ¡Ay, perlitas! Váyanse las dos juntitas y atranquen las
puertas. Amarren las ventanas. Suelten los perros. ¡Josús las
ampare! Cuidadito con salir a la calle, muchachas. Vénganse
prontito y acuéstense.
Habiendo hecho lo ordenado, se, acostaron todos, dejaron
encendido el candil, y se encomendaron a Dios.
Piro antes recemos, hijitos: Po… Po... Por la señal... Pa... Pa...
Padre nuestrooo… Qui... Quí… qui miedo po… po… Por Diosss…
Sa... Sa... Saaantototo… Fue… Fue... Fuerte. Sa... Sa... Saaanto
Inmortal. Líbranos, See... Seeeüor de todo mal… Amééénnnn…
Aquella noche la madre y los tres hijos arrebujáronse bien en
su lecho, que juntaron con el Bartolo y durmieron a sobresaltos.
Al día siguiente, como se extiende la verdolaga en pampa
húmeda, así se extendió por la comarca la conseja de que el
Bartolo había visto y oído gritar al enemigo malo, “El Cau” que lo
encontró raspa que raspa la sepultura del "gente minchulay ";
pero las gentes yaparon que también lo habían visto y oído la
madre y las hermanas, y no sé cuántas, personas más.
Regresando de un entierro:
Era otro día.
A la mesmita hora.
Cuando él último toque del Ángelus de las campanas de la
torre de la Iglesia se había perdido por las lejanías de los
collados.
Un grupo de gente india abandonaba el cementerio del
Caserío de Tuluce y regresaba a la casa mortuoria, después de
haber cumplido con la obra de misericordia de enterrar a los
muertos, y como para el humilde indio no hay nicho sino sólo
zanja y una cruz, bendita, los enterradores indios regresaban:
Con barretas al hombro.
Con palanas al hombro.
Con vetas terciadas al hombro.
Con los ponchos al hombro.
Y las chinas que iban allí en campaña regresaban:
Con las ollas del sancochado vacías.
Con los calabazos chicheros vacíos.
Con las "limetas" de aguardiente vacía.
Con los "quispes” vacíos sin el peso de los tamales, ni de las
menestras sancochadas ni de las tortillas tostadas.
Cualquiera al verlos dudaría que regresaban de haber dejado
bajo tierra, a tres o más estados, un cadáver, porque regresaban
"Shumaditos” y en formidable babel, como si regresaran de una
feria, de una orgia…
Unos, llorando.
Otros, cantando.
Otros, riendo.
Otros, chanceando con las "chinas".
Otros, abrazados mutuamente recordando al finadito, so
cumpita.
Otros, "pitando" como toros con el ¡Ñija! Retador.
Y de trecho en trecho, hacían posas para escanciar copas de
licor, que se servían en un pedazo de cuerno o a pico de botella.
Y oyeron un grito:
Pero de pronto, allá por la cañada, repercutió un grito
enervante:
-Caúúúú… Caaaúúúúú… Caaaaaúúúúúúúúú…
-¿Oyeron, compañeritos? Dijo uno.
- ¿Qué, grito tan fierísimo? Dijo otro.
-Parece que dijo: "Caúúú". Agregó otro.
- Si no es nada, interrumpió otro, ya están ustedes miedosos
como "guaguas", el aguardiente los hace oír gritos.
Yo creo, afirmó otro, que es el maligno que vido el Bartolo
lotro día no más y lo pegó so sosto con el mesmo fierísimo grito.
En estos entremedios estaban, cuando por segunda vez, y
más perceptible, volvieron a oir.
-Caúúúú… Caaaúúúúú… Caaaaaúúúúúúúúú…
Pavoridos, hicieronse hato como manada de ovejas, y
guardaron angustioso silencio hasta que a la agachapada,
preguntabanse mutuamente:
-¿Quién estará penando?
-¡Si será el finadito quiacabamos de enterrar quianda
recogiendo sos pasos por el mundo!
-Ya lue dicho quiaser el enemigo que cuentas vido loto dia el
Bartolo y so familia.
-Entón, pongamos los poñales en cruz.
Y mirando el cementerio:
Rápidamente esfumaronse de los enterradores los vapores
alcohólicos que se les habían trepado a la cabeza, y sacando los
pies de las alforjas, prosiguieron su camino, no sin dejar de volver
inquietos el rostro hacia atrás, pero ¡oh suceso! uno de ellos les
llama la atención:
- Devisen, devisen el panteón, Devisen a ese oso negro que
está raspa que raspa la sepultura.
¡Vamos a correrlo, ¿quierén?
Ya decía yo, interrumpió uno, de ellos, que lo que antes
oímos no era grito del enemigo alguno, ni "Cáu"; lo que oímos han
EL LEON-GENTE
A Rosa Isabel Guerrero.
Alborada de otoño:
¡Alboradas serranas de otoño!
La luna está redonda y enseñoreada del cielo azul, ilumina su
luz color de mercurio los campos y los montes, y comienza a
apearse por el Güitiligún porque ya viene el día.
La noche silente va huyendo por el occidente porque el
amanecer bullicioso va llegando por el levante con el lucero de la
mañana.
Los escorzos de los cerros y los cruces de los caminos se
patentizan en las lejanías como serpientes de plata.
Los vientos fríos que bajaban de las punas comienzan a
caldearse.
Las raposas regresan tímidas y soñolientas a sus oquedades.
Los gallos en las enramadas sacuden sus alas, cantan sus
corococos, y saltan al suelo a recoger migajas y piedrecillas.
Los primeros rayos del sol aparecen disparados como
flechas doradas por detrás del "Pariacaca" y la naturaleza
reverdece y se inunda de vida y alegría.
Las luces de la ciudad colgadas de los postes, alumbran
agonizantes calles, y los moradores despiertan con la alborada
abandonando sus plácidos lechos.
Las chinas madrugadoras avivan las candelas de los fogones
y por las quinchas de las chozas diseminadas aquí y allá se
escapan los resplandores que se agrandan, se achican cuando se
encienden o apagan.
¡Alboradas serranas de otoño!
Que llegan con el piar de los pajarillos.
Que Ilegan con la algaraza de las gentes madrugadoras.
Que llegan al són de los "chiques" y yaravíes que entonan los
indios en el rondador, en el pingullo o cantan las chinitas o tocan
haciendo vibrar las trompas.
¿De fiera?
Sí, de fiera…
De fiera zahareña.
De fiera hambrienta.
De fiera cruel.
De fiera "Leon-gente".
León, que no es fiera de verdad, porque los leones de la
montaña no lo han engendrado ni parido.
Gente, que no es gente de verdad, porque es una
metamorfosis de un brujo viejo, transformado en fiera,
Sí, brujo viejo convertido en "León-gente".
Pero este León-Gente es el mesmito Conce en so persona,
aquel viejo brujo que vive en la choza solitaria cubierta de pencas
y perdida en el recodo del camino, que se ha hecho león, que se
ha hecho Gente: “León”, para cazar la oveja de hermoso
bermellón blanco con pintas negras; "Gente", para comérsela en
unión de so Narda, de so Lucio y de so Goya.
Garras de león.
Cola de león. ,
Rugido de león.
El León-Gente es invulnerable:
En las altas y silenciosas horas de las noches, por las laderas
y hondonadas retumba fierísimo el rugido de la fiera dañina y
hambrienta.
Los campesinos se hacen lenguas contándose unos a otros
que del cerro negro ha bajado un león que está diezmando sus
rebaños y que el cumpa Antuco vido el león la otro nochecita no
más y que se le hizo humo cuando trató de perseguido para darle
caza; que muchos se han hecho campaña para rastrear, pero que
el maldito animal parecía caminar por los aires y desaparecia sin
dejar marcadas las huellas. "De juro", decían otros, que ha de ser
el "maligno" León-gente y nó un león de la montaña y llenábanse
de pavor porque saben que al León-gente lo defiende el "Negro".
Y por eso:
Los palos se quiebran en el espinazo.
Los cuchillos se ponen broncos y se parten, y no consiguen
rejonear el "guergüero".
Las balas resbalan y rebotan de su panza.
Los canes no lo atacan, a pesar que los cholos los "ushcan".
Ushcan al sinvergüenza.
Ushcan al así como tú.
_________________
(1) A voz de comunidad.- Dicho de los comuneros huancabambinos cuando
toman una resolución con consentimiento unánime de todos; a pedido de
todos los comuneros.
_______________
(1) En la iglesia de Huancabamba existe una imagen del Apóstol San Pedro que
se afirma ha sido traído del Pueblo encantado de Chicuate.
Y el Conce muere:
La luna desciende una vez más del alto cielo y se apea por el
Güitiligún, mientras que por el Pariacaca, aparecen doradas y
risueñas las alboradas serranas de otoño.
¡Poncho!
¡Ponchito mío!
¡Poncho de lana!
¡Ponchito mío calentador!
¡Poncho de algodón!
¡Ponchito mío refrescador!
¡Poncho encauchado!
¡Ponchito mío impermeable!
¡Poncho de color entero!
¡Ponchito mío firme!
¡Poncho de gayas listas!
¡Ponchito mío cautivador!
¡Poncho!
¡Ponchito, ponchito mío!
¡Poncho! Milenaria prenda de vestir incaico que Mama Ocllo
diera a sus vasallos. Los años por ti han pasado y pasando van... Y
tú, siempre viejo, siempre nuevo, siempre alegre, descansas,
sobre los hombre del indio y del blanco, del "picho" y del mayor,
del gente y de la morena.
¡Ponchito ponchito mío! De mis vestiduras, eres mi más,
preciada prenda.
¡Poncho! postiza pelambre del indio autóctono, infaltible,
inseparable; casi, casi eres para el lo que la concha al molusco,
con el siempre estas desde la cuna al sepulcro; desde el amanecer
hasta anochecer; en el trabajo y en el descansó; en la casa y en las
calles; en la ciudad y en el campo; en el valle, en los altos
montaña; cuando viaja a pie o a caballo, cuando viaja en tren o en
carro.
¡Ponchito, pochito mío! Compañero de mi vivir cotidiano, no
me abandones jamás.
El invierno llega.
Aun alcancé a verlo en una hacienda…
Hacienda que esta empotrerada en el espinazo del Ande
huancabambino…
El dueño de la hacienda vive opulento en Lima, o se pasea
pricipescamente o en Roma, o en Paris o en Londres…
Un administrador o un Locador tienen a su encargo la
condución de la hacienda…
Pero el invierno ha llegado a la hacienda…
Ya los cerros parecen islotes en medio del mar albo de
neblina que se encuentra detenida en las hondonadas por la
fuerza de los vientos encontrados.
Ya las lluvias comienzan a caer copiosamente…
Ya las zánoras y las quebradas, venaje de los ríos costeños,
bajan bramantes y arrolladoras…
Ya los "sitanes" se descuelgan zumbantes por las peñas
abruptas…
Ya los ríos se hinchan en sus cauces, y se forman vórtices en
sus vados…
Ya los caminos tortuosos se enlodan con el barro, y los
camellones se llenan de charcos, y los derrumbes impiden el
tránsito…
Ya hace frío en las alturas, y hace calor en las “quichuas”.
¡Año Nuevo!...
Un jalón más en las miríadas de horas vividas…
Un jalón más que señala el nuevo derrotero del vivir que se
inicia…
¡Año Nuevo!
¡Vida Nueva!...
¡Vida nueva! ¿En hacienda vieja?...
¡Una paradoja!
¡Una quimera!...
Porque en hacienda vieja, vida nueva, no la hay.
No la hay para el indio mandón.
No la hay para el indio yanacona.
No la hay para el indio concertado.
No la hay para indio arrendatario…
Para el indio, en hacienda vieja; ¡todo es viejo!
Viejo el patron que le manda.
Viejo, el administrador que hace sus veces.
Viejo, el canon que paga anualmente.
Viejo el acerbo de obligaciones que cumple.
Al mayoral de peones.
¡Indio! Que con toscas manos empuñas el pico y la lampa, la
barreta y el azadón, parai ir componiendo zurcos, arrancando
malezas, y aporcando plantas.
¡Indio! Que cortas ramas espinudas para arreglar cercos,
cerrar portillos y renovar valladares.
¡Indio! Que unces el yúgo a la yunta de moledores para,
hacer girar la “Mijarra” y funcionar el trapiche de bronce o la
máquina de fierro.
¡Indio! Que vas colocando cañas entre las junturas de las
mazas de los trapiches para exprimir el jugo, que fermentado ha
de ser tu veneno.
¡Indio! Esforzado y trabajador, dinos ¿quién eres?
- Mestecito, soy el Mayoral de Peones, y devisa esos quince
braceros confiaus a me cargo, y dedicaus a la limpia de invernas,
sembraus, reparación de cercos, y ocupaus en la molienda de la
caña.
Al mayoral de riego….
¡Indio! Que te remontas a las tomas de las acequias a soltar el
agua fecundizante y la vienes siguiendo como si fuera una
serpiente a quien anhelas acestar el lampaso mortifero en la
cabeza.
¡Indio! Que cierras y abres compuertas poniendo, y quitando
chambas para que el líquido elemento fertilice los sembrados.
¡Indio! Que vas mesclando tus ayes y sudores con los
murmurios y corrientes de las aguas y de las acequias, dinos
¿quien eres?
-Mestecito, soy el mayoral de riego que me han dau a mes
ordenes tres hombres regadores paque cuidemos de humedecer
los sedientos pastales y sementeras de la hacienda.
Es regador mandado.
¡Indio! Que corres por el camino real que conduce a la
Ciudad o al Pueblo llevando poncho y bolsico al hombro, ¿qué
urgente necesidad te aguijonea para ir tan presuroso?
¡Indio! Desfigurado por el sudor y el polvo, ¿a dónde vas jadeante
por sendas incultas y peligrosas? ¿Acaso llevas entre manos un
pingue negocio que realizar?
¡Indio! ¿Qué vehemente deseo o angustia llevas en tu alma
para acortar así distancias y ganar tiempo?
¡Indio! ¿Recorres aún el largo y penoso camino de la
esclavitud? Conjúrote me digas ¿quién eres y en que misión vas?
- Mestecito, soy el Regador mandau, el propio o expreso que
está, listo a toda hora y a la mano pacer los servicios de rapido
del patron a los vecinos póblados; soy el posteyon que llevo y
traigo sos cartas y sos telegramas.
Al Mayoral de Arrieros.
¡Indio! Que arreas cuesta arriba y bajada abajo numerosas
recuas de burros perezos y de caballos remolones que has
requisado a los arrendatarios.
Al peón.
¡Indio! Que al vigoroso golpe del calabazo, del hacha y del
machete inclemente, derribas en tierra añosos y corpulentos
árboles, y con la "shaguana" amontonas el desrame para
entregarlos a las voraces llamas.
¡Indio! ¿Por qué te muestras con tanta rabia y con tanta furia
en tu afán devastador?
¡Indio! ¿Por qué reduces a cenizas los árboles qué te
regalaron con su sombra, te proporcionaron madera y
encendajas para tu hogar.
¡Indio! ¿Qué móvil tienes para proceder así?
-Mestecito, soy el Peón de la hacienta que cumplo con mi
"óbligo" de preparar el raso o el "mogote" pa que sirva de
sementera de pan sembrar hoy, y mañana el barbecho con sus
póngales sirva de potrero pa engordar el ganau de la "hacienta”.
_________________
(1) Tarja.- Vara de 30 a 40 ctms. Aproximadament en la cual los vaqueros de las
haciendas, mediante ranuras o mueshs cashs consignan el número de
ganado que reciben del patrón.
El rodeador de ganado.
¡Indio! Que montas sobre corcel y persigues como fiera
hambrienta a los toros y vacas que encuentras a tu paso.
¡Indio! ¿Que no temes quedarte colgado, como absalón, de tu
lacia cabellera en los zarzales y ramas de las montañas cuando
corres ciego en pos de la novillada?
¡Indio! Que haces girar, sobre tu cabeza el lazo ganadero
para lanzarlo con gracia y maestría a las astas del maguete y al
tajante y firme tiron que das a la betilla, deiarlo domado y hacer
que te siga como manso cordero.
¡Indio! Que juntas ganado de la hacienda y de los colindantes
en los corralones de las vaquerías, dinos ¿quién eres tú?
- Mestecito, no sabes que soy el rodeador que arrejunto todo
ganaun que sea ajeno y que encuentro pastiando del lau desta
hacienta; el de me patrón pa ponerlo so señal o si tiene y ver si
está con forme el número con el que marca la tarja; el ajeno pa
cobrarlo el “pasaje” y el mostrenco y recién nacido pa que queden
con la marca de la hacienta.
Al Fiscal de la quichua.
¡Indio! Que te calas de choza en choza como abominable
zaragutero buscando aliños, recados y mantequilla.
¡Indio! Que buscas afanoso gallinas, gordas y huanchos
cebados.
Al maestro carpintero.
¡Indio! Que labras palos y pules madera, que colas y
entornillas piezas y ventanas.
¡Indio! dinos ¿son acaso para amueblar o asegurar tu casa?
- Mestecito, cómo piensas, vos yanga... ¡Qués que van ser pa
me pobre choza destartalada y mísera! No, mestecito, yo soy el
Carpintero de la Hacienta y a me patrón luestoy haciendo sos
taburetes o sos muebles que lo dicen.
Al Odrero.
¡Indio! Que con lezna y chaveta en mano vas dando puntadas
y cortes en el duro y remojado cuero de res.
¡Indio! ¿Qué utilidad vas a darle a esos recipientes de una o
de media botija de capacidad?
- Mestecito, soy el Cocedor de Odres, que no mi ves quistoy
cociendo los capachos paque la hacienta luaga carguío de
aguardiente.
Al ponguito o Domestico
¡Indiecito pespito! Que estás con el “ande patrón” en los
labios, que barres la casa hacienda y limpias muebles, que sirves
a la mesa y tienes el estribo al patrón que va a cabalgar.
¡Indiecito pespito! Sobre quien ya comenzó a cerrarse el
dogal del servilismo, dinos ¿por qué dejaste tu hogar calientito
siempre con el amor paternal? ¿Por qué dejaste tus pampas en
donde triscabas sonriendo, cantando y respirando a pulmón lleno
el aire de tus sierras.
¡Indiecito pespito! Que no has sentido castigo alguno de tus
padres ¿por qué vienes a sufrir el látigo del patrón?
- Mestecito, ¡ay, siñorcito! qui nu ves qui mian amenazau pa
qui lo venga hacer al patrón servicio de manos de so persona.
A la ponga tejedora.
¡China Juncal! Que llevas como sombrero en la “cushma” el
“jerguir” de “guango” y en las infinitas vueltas que imprimes con
tus dedos al "shucsho" vas transformando en kilómetros de hilo y
envolviendo en ovillas las motas de algodón y los bellones de
lana.
¡China juncal! Sentada a la sombra de frondoso naranjo y
sujeta al telar por la “paricuna” pasas los días bajando sombras y
cruzando tramas y vas fabricando ponchos y "pununas".
¡China juncal! Que al compás de la "cayua" vas también
tejiendo endechas en tus cumananas, dinos ¿acaso hilas o acaso
tejes prendas para tí, o para tus padres, o para tu gente?
A la ponga lavandera.
¡China guapa! sentada a la orilla de la corriente de la acequia
o junto al chorro que, con las pompas de jabón, vas quitando
impurezas a los montones de ropa que, pieza por pieza, van
deslizando por tus manos.
¡China guapa! ¿Acaso cuentas entretanto a la quebrada tus
cuitas y tus ayes?
¡China guapa! Acaso alistas con tanto esmero tus vestidos
por que vas a estar de fiesta o de “compaña” en algún velorio o
desposorio?
-Mestecito, me llaman la Ponga Lavandera de la hacienta
porque lo lavo las ropas del patrón.
A la ponga cocinera.
¡China sonrosada por las llamas de la candela! que aliñas con
tanto cuidado y preparas viandas que no acostumbras gustar en
tu frugal menu hogareño.
¡China sonrosada por las llamas de la candela! Que mueves
incansable la paleta en el perol dulcero preparando manjares de
agridulce sabor que no acostumbras paladear.
¡China sonrosada por las llamas de la candela! dinos, ¿para
quién son esas viandas y esas golosinas?
Mestecito, estoy haciendo el servicio de Ponga Cocinera, y
qué tu quieres soy la qui preparo la comida y los dulces pa la
mesa del patrón.
Siembras y cosechas:
Mayoral de campo de la Jalca ¿A dónde Vas?
¡Indio Mayoral de campo de la Jalca ¿Adónde vas con tanta
yunta de bueyes uncidos y arrastrando arados por esas pampas y
laderas, como si fueras ostentando el blasón de tu servilismo?
Arriendos.
¡Indio que vives en la hacienda empotrerada en el Ande
huancabambino! ¿Cuál es el canon que pagas de arriendo por tus
chacras, por el pasto de tus crías?
- Mestecito, más o menos cuatrocientos arrendatarios
vivimos diseminados en la "jalca" y en la "Quichua". Los
Yanaconas, que por lo general nunca rosamos más de veinte
cuadras; pagamos por el piso diez soles anuales.
Obligaciones
¡Indio arrendatario! ¿Qué obligaciones más tienes?
- Mestecito, estamos obligaus a la compostura de los caminos
de herradura y de los caminos de las vaquerías de la hacienda,
limpia y canalización de acequias. Compostura y renovación de
cercos. "Riego y desyerbo de invernas. Siembra, corte, carguio y
molienda de cañas. Siembra, desyerbo, riego, cosecha de cereales.
Arados y carguíos en general de lo qui ordene el patrón. Todo sin
remuneración alguna.
Los que pagamos arriendo redondo, esto es cincuenta o más
soles por año, no hacemos obligación alguna, exceptuando la
venta de ganau y granos. Sin permiso del hacendau nadie puede
vender a otros, pues cuando lo sabe el patrón que vendemos
ganau, "a juera", nos obliga a venderle dos reses por cada una de
las vendidas.
________________________
Chulucanas.
Atte.
JAVIER ASTUDILLO DE LA PEÑA.
Construcción de la carretera.
La carretera que une a mi tierra huancabambina con la
Carretera Panamericana, ha demorado mucho años para su
apertura, hasta el presente (1,942) lleva más de cuatro lustros en
construcción.
Muchos ingenieros han dirigido los trabajos.
Mucha plata se ha gastado "cuasi-cuasi"como para adoquinar
con febles las huellas por lo menos hasta Canchaque.
Siendo Presidente de la República el señor Augusto B.
Leguia, la comenzó La Vial, esta ley hizo respingar a los vecinos
tanto del pueblo como de las campiñas; La Vial fué abrogada;
pero la carretera sólo había llegado al Campamento de Ingano.
Siendo Presidente de la República el General Luis M. Sánchez
Cerro se continuó la construcción por la Junta de Obras Públicas,
pero no pudo realizar el trabajo en la roca. Finalmente, y como
quierita se terminó en el tiempo del plan vial quinquenal del
Presidente Mariscal Oscar R. Benavides. (1)
Iniciados los trabajos de la carretera importaron a esta
ciudad autos y camiones, que se encaramaban por esas calles de
Dios a arrempujones y pedían auxilio en cada esquina.
_______________
(1) En nuestra obra Monografia de Huancabamba, se hace una descrpción de
la carretera, ingenieros que la construyeron de Piura a Huancabamba hay
213 kilometros.
Llega a Canchaque:
La carretera llega a La Afiladera, pasa el riachuelo de El
Faique que viene de San Antonio, por el puente de Fierro
“Potenciano Choquehuanca" y, trepante, zigzagueante, recostada
a la Peña y teniendo al canto opuesto el precipicio unas veces y
otras dividiendo cañaverales, naranjales, guineales y cafetales, el
oro canchaquense, va subiendo, va subiendo como en busca de
ese nido hermoso de Canchaque, nido colgado de los cerros
Yaguanduz, Mishahuaca y Huando que, a la vez, lo circundan
como un anfiteatro.
Hay verdor…
Hay belleza…
Hay policromía en el paisaje.
Hay un clima primaveral.
A muchos, diré mejor, a casi todos los que allí han llegado, les
he oído llamar á Canchaque: La Suiza Piurana, pero ninguno de
los que a Canchaque llegaron a calificarlo de Suiza Piurana, al
menos que yo sepa, ¡Ninguno… ninguno ha estado en Suiza! Pero
agradeciendo la merecida lisonja a este riconcito primoroso, es
explicable el calificativo en quienes viajando de Piura, en donde
se carece de tan bellos y variados paisajes, llamen Suiza a
cualquier rincón serrano.
Sigue a Palambla:
La carretera huidiza y caracoleando se escapa del pueblo de
Canchaque atravezando la Plaza Principal y sigue al vecino
pueblo de Palambla.
El panorama comienza aquí a expandirse, el alma parece,
también ensancharse a la contemplación.
Hay sol explendente.
Hay oxígeno puro para los pulmones.
Hay vida exuberante.
Se cruza la Plaza Principal de Palambla.
Allá arribita está La Iglesia de Nuestra Señora del Agua Santa
como una muda plegaria a la Di vinidad.
Y sube… Y sube…
La carretera sigue subiendo. Deja a la derecha el cerro de
Guayanay coronado por una Cruz, y voltea sobre el pueblo y sigue
por chacras de maíz y regresa al lúcumo, alla abajo campos
cubiertos de caña, naranjales y cafetales parcelados por las filas
de alamos, allí por capricho de la naturaleza, se ven multitud de
piedras grandes y esféricas que parecen estuvieran culateando a
las casas de ese pueblo progresista y villa del sol El Faique que,
como una X, está en el centro de las villas: Villa Flor, Villa
Hermosa, Villa Franca.
Allá en la loma coloreada se divisa la Casa-hacienda de San
Antonio, y más allá como telon de fondo los cerros de Huasimal y
Huarmaca.
Más abajo se ven los lechos de los ríos y los valles costeños.
Huando:
Y llegamos al Cerro Huando.
Sí, el cerro Huando allí está corno un atalaya que otea, los
espejeantes lagos azules de las profundidades, los luminosos y
ardorosos del desierto, las cúspides de los cerros envueltos en
vagarosos turbantes de blanca neblina que parece un mar de
nieve salpicado de islotes; si allí está Huando como un hito donde
la carretera deja la "quichua” para voltear a la cumbre, al Tambo.
Allí en Huando, en esos cerros gemelos unidos por una
piedra, los indios, litaron al sol el oro que llevaban a Cajamarca
para el rescate de su Inca Atahualpa y el padre sol aceptando el
presente ofrecido para memoria de la posteridad lo convirtió en
piedra.
Allí está la Peña Brava, allí están los cerros que semejan el
perfil de las pirámides egipcias; allí esta también la piedra grande
que desde lejos figura una cabeza humana.
Pero los huesos se ponen de punta.
El corazón palpita violentamente.
El abismo corre paralelo a la carretera.
¡Que fantástico! para unos.
¡Qué grandioso! para otros.
¡Qué espantoso! para muchos.
¡Qué soberbio! para los más.
Y, ¡favorécenos, Señor!
Una ruptura de frénos.
Una mala virada de timón.
Un descuido del chauffer…
¡Al abismo! y ni como contar después el cuento!
Pero Huando tiene recuerdos para los que íbamos a, ver y
curiosear los trabajos de apertura de ese "trozo bravo de la
carretera" (El autor que esto escribe ha visto realizar los trabajos
de apertura y el avance tramo a tramo).
“Tambo Lomas”
Serpenteando siempre al borde del precipicio, la carretera
sigue a minas, Tierra Blanca y llega al viejo Tambo Lomas.
Viento…
Frío…
Páramo…
Apetito…
Descanso…
________________
(1) Por más de 35 años este simpatico y amable negro ha prestado los
mejores servicios a los viandantes en este abandonado tambo, pero como
todo hombre humanitario y sacrificado: “La ingratitud es la única
recompesa”.
Y todo, por unos cuantos cobres pero Don Pedro, después del
clásico "perdonarán ustedes, señores, no hay nada mas con qué
atenderlos, agrega para los descontentos: "el que quiera más
facilidades a su casa... "
Y la carretera sube... Y sube...
Rumitana:
Rumitana, nos recibe enfurecido. El viento detenido en las
quiebras y en las cuevas de las peñas, pero gime fuertemente en
las lomas y en las asomadas, nos tira arenillas, piedrecillas y
puñados de páramo, chicotean el rostro y no, dejan ni respirar
con libertad.
Volteando la carretera:
La carretera llega al cuello de la cordillera, al Portachuelo de
Surupite y, "voltiemos al otro lau", pero todavía subiendo...
A pocos kilómetros de este Portachuelo y a mano derecha
está la famosa Laguna Negra. Y más allacito no más… llegamos a
la parte más alta de la carretera: 3,200 metros sobre el nivel del
mar.
Y la carretera comienza a descender. Y baja… Baja…
Y baja… Y baja…
El carro comienza a acelerar y engancha en tercera, mano al
freno!
Que sorpresa tan distinta se presenta a nuestra vista! ¡Todo
ha cambiado!
Panoramas multiformes.
El paisaje es magnifico, arrobador y cambiantes sus
lontananzas.
Ribazos de cerros que avanzan a la cuenca del Río Grande.
Melgas de trigo y alberjas.
Melgas de habas y papas.
Melgas de Ollucos y ocas.
A derecha y a izquierda.
Palomas que revolotean inquietas y se juntan en las eras.
Bandadas de pájaros que se posan en las sementeras.
Bueyes, ovejas y caballos que rebuscan en los rastrojos o
pacen en los potreros.
Alamos y alisos, zarzas y chinchines rodean las casas de los
campesinos.
Y en esas humildes chozas, los indios labriegos y pastores
viven alejados de la civilizacion alimentándose del fruto de sus
tierras; vistiendo de la lana de sus ovejas y haciendo vida pacífica
y común “con so mogier con sus cholitos, con su perro,con su
gashinitas, con su puerquito y con su cuy”.
Y la carretera baja... y baja...
Ingano y Quispampa:
La carretera sigue bajando por HuayIas, Juzgara, Singo,
Capsol, La paquina.
Curvatura celeste del cielo.
Dombos de cerros en el horizonte.
Barrancos y despeñaderos que blanquean en lontananza.
Quebradas que se hunden en el RíoGrande.
Fertiles valles perdidos en los escorzos.
De frente el cerro Pariacaca, rojo como candela.
Y la carretera baja… Y baja…
El Mirador:
Y volteamos al Mirador.
¡Huancabamba a la vista!
La piedra de Cristo:
Aún se conservan vestigios del antiguo camino pedregoso
donde las lagartijas se tendían al sol reluciendo el verde rosa de
sus pellejos, la vivacidad de sus amarillentos ojos y el asesar de
sus gargantas ávidas de insectos o arañando el suelo y
sendereado con la cola se metían a sus huecos o se trepaban por
los mejicos y huachumas que crecían agresivos en los bordes
huyendo de las pedradas de los chiquillos que ejercitaban en ellas
su puntería. ¡Cuántas veces recorrí de niño este camino que,
rodeando el barranco del alto de la iglesia, salía del barrio de
chalaco, orillaba el rio y terminaba en el puente de fierro,
conjunción con el camino que venía de la villa, conocido por “la
bajada al puente”; y en el puente de fierro arrancaba el camino
real que bajaba a Palambla, y que hoy es el terminal de la
carretera de Piura que entra en la ciudad.
Este camino trajinaban aguateros, lavanderas, llevadores a
dar de beber agua a las acémilas, matanceros jalando reses de
“pelar” a las cuales clavarían en la testuz su puñaleta y abriría sus
curvas y cebadas panzas bajo la curva bóveda cielo, porque
entonces, el camal era la playa cubierta de verde grama y
rodeada de tártagos y chirimoyos, que al rio aún no se le había
“antojado” llevársela; pero el camino que había bajado al rio
volvía a subir y se alongaba hasta el puente, por el proseguían los
viajantes que iban a la otra banda o iban a la costa.
La piedra chacona
En la volteada del camino que venía de Chalaco por encima
de la "Fragua de los Chumaceros" y en dirección de la piedra de
Cristo había una piedra grande conocida por la piedra "chacona",
era confirmada como la piedra de la "citas", la palomillada de mi
tierra hizo junto a ella su campo de Agramante, allí acudían a
medir la fuerza de su brazo cuando alguien les había mentado la
madre, les había tocado la barbita, o botado la mano del mal
amigo que los enardecía, como enardece el indio para la pelea al
toro que bufa echándole puñados de tierra a la testuz. ¡Que de
desafíos y trompeaduras! ¡Que de chinchones se levantaron! ¡Que
de ojos se verdearon! ¡Que de “chocolate” (1) batieron las ñatas y
rociaron a la piedra chocona! La piedra chacona tenía por uno de
sus costados una pequeña cueva, era el escondite de los vaqueros
(2), el lugar donde se barrían los lalos y las tunas y se…
_____________
(1) Chocolate.- Chorrear, derrame de sangre de las narices provocando por un
puñetazo o golpe.
(2) Vaquero.- Llamase a los niños que sin razón que lo justifique no asisten a
las clases y engañan a sus padres acudiendo a lugares en donde pueden
divertirse o esconderse en las horas que debieron acudir al colegio.
La silla de la viuda.
Otra gran piedra con apariencias de sillón había en el
arranque del caminillo que entre tunales, muretes y méjicos se
escapaba al rio por el lado de chalaco y una escasa cuadra más
abajo del anterior con el cual también empalmaba.
Durante el día a esta piedra se le conocía como La Silla de la
Viuda, no era temida y más bien era chacota y guapetona el
sentarse en ella como en un trono, servianse también de ella para
descansar cuando carleantes con la ropa, lata de agua, o tercio de
chamizas sobre la cabeza venían desde el rio; pero al “golpe de la
oración” ¡Jesús me valga! El tránsito por aquel aciago lugar
infundía temor y eran muy contados los que pasaban delante de
la Silla de la Viuda, no sin antes pedir al viento ahuecara las alas
para "pasar volando" y en las horas “pesadas” de la noche, ahí si
te quiero ver escopeta, había que engallarse metiéndose un
“gallo” entre el pecho y la espalda; muy urgente necesidad había
de tenerse para merodear por aquel lugar; pues era más que
seguro encontrar a la "mala visión", sentadita en la piedra: una
"viuda" vestida de luto cerrado y riguroso ¡ay!, qué miedo,
mamacita! Cada asustada contaba a su modo cómo la había
El Marcahuas
Hasta principios del siglo XX, casi todo lo que hoy encierra
las calles Huáscar, Unión y Huancabamba y La Laguna, era una
colina conocida como el Marcahuas y más o menos donde estaba
ubicado el corral de la casa del que fuera don Miguel Sáenz,
habían dos grandes piedras labradas, en forma de obelisco y
como de dos estados de alto y otra distante aproximadamente
dos o mas metros una piedra como un gran batan. En
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(1) Son varios los cerros en los cuales se afirma oír sones de campanas los
días viernes, o los viernes santos. En Chicuate, en el Cerro Negro de la
Huaringa, en el cerro campana de Canchaque y otros.
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(1) Huando.- La academia escribe Guando significado parihuela aquí seguimos
la manera tal como siempre se ha denominado al cerro Huando de
Canchaque.
¡Oh Dios Creador, cuán grandes y bellas son las obras de tus
manos!
¡Por esto!... ¡Por esto!... ¡Por esto, Gran Dios he recordado y
añorado hoy la cadena de cerros de mi tierra huancabambina!
Y he añorado, también; esa ascensión ascética de mi alma
hacia ti, Señor, y esa ascensión acética fatigosa corporal, pero
bella, hacia la altura, caballero en mi macho negro, empujado por
las ventolas, bebiendo los vientos, bañado por luz purísima de
radiante sol, o por la neblina y el páramo, embelesado por las
maravillas de la naturaleza, y exclamando alborozado: "Señor, los
cielos y la tierra cantan tu gloria, y nos dicen de tu infinita
grandeza y Majestad".
Y, hoy… Recuerdo y añoro cuando caminaba entre cercos de
méjicos que parecían presentar armas a mi paso con sus erguidos
magueyes, aparecían luego los chuquis, los chinchines, los
romerios cubiertos de achupallas, de orquídeas, de pingo-pingo,
desaparecía la vegetación y se alzaba los matorrales de zarzas
cargadas de negros racimos de mollacas de agridulce sabor, las
jalapas brindando dulces frutos. A los cercos sucedían las
“pucaras” con las "chambas” que macollaban cucharillos
luciendo sus manojos de flores blancas y sus gruesas vainas
abiertas, las mismas que cuando niño me llevaba mi padre para
jugar “Los salta palitos” allí crecen los helechos gigantes y las
achupallas espinudas o del Inca, dando un aspecto de puñales y
que los indígenas suelen quemar en octubre para llamar la lluvia.
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(1) Durante mis doce años de estadía en Huancabamba en todos mis viajes me
sirvieron de magníficos y atentos compañeros mi cantor José Astudillo y
José de la Paz Manchay, los recuerdo con gratitud.
Vocabulario
Significado de los vocablos utilizados en esta obrita y que en
jerga Huancabambina o en lenguaje familiar tiene significado
especial.
Evidentemente que muchos de estos vocablos son palabras
quechuas o de otro dialecto incaico y que han conservado los
indígenas de las campiñas huancabambinas en los cuales es fácil
también percibir nobles arcaísmos y no pocos barbarismos
chocantes para los piadosos oídos clásicos pero muy sabrosos y
bellos en lenguaje popular.
En la industria, diario piurano del 6 de diciembre de 1940 y con
el titulo IDIOMA publicamos un listin de estos vocablos, en
nuestras obritas “Lo que el cholo Cano me dijo” y “Cumananas
Piuranas” y otros artículos publicados en los diarios de Piura y en
algunas revistas de Lima hemos aumentado este Vocabulario-
Jerga.
Bichauche.- Gorrion.
CH
Chuquiaco.- Zorzal.
¡Juyo!.- Abusión por la cual los indígenas creen que una persona
se va o se muere cuando una culebra, mariposa u otro animal de
color negro sale del dormitorio, de la sala principal, o aparece
cerca de una persona.
Mula.- Por asta. Varenga o bastón que sirve de arma para pelear.
Otomías.- Pactos que diz hacen los brujos con el negro o diablo
en mesas o sientos. Operaciones, ajustes, sientos, etc. “Juan no
para sino haciendo otomías con el negro”. “En hacer otomías no
hay quien gane a Pedro”.
Parada.- Colocar una olla sobre tullpas: Ivet ¿Paraste la olla con
agua? Porción de menestras que consume una familia en el
almuerzo o cena: “Yhilian pararás los frejoles para la cena”. Tarea
de seis tercios de caña. “Diego ¿Cuántas paradas vas ya echando
al trapiche?
Pisar.- Abusión por la cual creen los indígenas que los cerros
enferman a los pasajeros que atraviesan las cordilleras o se han
quedado a dormir en ellas. “A Elias lo ha pisado el cerro el dia que
fue al cerro a buscar el ganado”.
Quipe.- Hato de ropa, fiambre u otras cosas que las chinas cargan
a la espalda en el rebozo.
Sombra.- Cruce que forman los hilos del parado o tejido entre los
tocarpos o estacas en las cuales se hace el urdido y que en el telar
forma y conserva la Iyagua, luego pasa el hilo o trama.
Tiro.- (Del) Del todo, totalmente: “Pedro se fue del tiro”. “Del tiro
le gano”.
Ultos.- Renacuajo.
Yanga.- Sin ton, ni son: Juan se fue yanga, asi no mas. ¡Qué, yanga
no mas viene! De su cuenta; Pedro yanga no mas anda.
INDICE
Licencia Eclesiastica ……………………………………………………………. 2
Profesión de fe …………………………………………………………………….... 3
El Pariacaca y el Guitiligun…………………………………………………… 14
Panorama Huancabambino…………………………………………………... 21
Guicucú: Mi taitaaaa…………………………………………………………….. 27
El cerro de la viuda…………………………………………………………….. 67
El Cau…………………………………………………………………………………. 74
El león gente……………………………………………………………………….. 82
Vocabulario……………………………………………………………………... 150