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ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

Avances, tendencias y problemas de la Arqueología Peruana1


Alfredo José Altamirano Enciso
UNMSM/UNFV- zooarqueologo@gmail.com;

INTRODUCCION

El interés por abordar el estudio panorámico de la Arqueología en el Perú, entre


los años 1980 y 1993, constituye un tema importante porque permite entender el rumbo
del desarrollo histórico de esta importante ciencia social.2 Diversos estudios analíticos
concernientes a la evaluación critica de las investigaciones arqueológicas, la variada y
dispersa literatura, las tendencias académicas y sus problemas han sido expuestos en
otras ocasiones por arqueólogos de renombre con amplia experiencia de campo y
laboratorio (Bauer, 1992; Bonavia, 1992; Bonavia y Matos, 1992; Bueno, 1992a;
1992b, 1993; Burger, 1989,1993; Cornejo G, 1992; Lumbreras, 1960,1990; Matos,
1990; Moseley, 1983; Schaedel y Shimada, 1982 y otros).
Las múltiples investigaciones arqueológicas en el Perú, divididas entre académicos
nacionales y extranjeros “peruanistas” o “andinistas”, han atravesado por diversas por
diversas etapas sucesivas como resultado de las distintas influencias teóricas y
epistemológicas de la Antropología en general, tales como el difusionismo,
funcionalismo, neo-positivismo, marxismo, estructuralismo y ecologismo, cuyos
representantes máximos figuran por sus obras, trabajo de campo y formación
académica, entre algunos de ellos tenemos a Max Uhle, Julio C. Tello, Alfred Kroeber,
Rafael Larco, Wendell C. Bennett, Jorge C. Muelle, John Rowe, Luís E. Valcárcel,
Gordon Willey, Richard Schaedel, Luis Guillermo Lumbreras, Edward Lanning, Duccio
Bonavía, Kent Flannery, Frederich Engel, Michael Moseley, Claude Chauchat, David
Wilson, Richard Burger, Alberto Bueno, Miguel Cornejo, y muchos otros. En cada una
de las 6 etapas de la arqueología peruana del siglo XX, el problema central acerca del

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Artículo publicado en libro del CONCYTEC, 1993. Editor Humberto Rodríguez Pastor. Lima. Material
para el curso Teoría Arqueológica II, UNFV, Escuela Profesional de Arqueología y Antropología (2012).
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Ruiz Estrada (1993) sostuvo que: “Resulta interesante que la Dirección de Investigaciones en Ciencias
Sociales del CONCYTEC convoque a reuniones de evaluación sobre las preocupaciones del
conocimiento científico de la sociedad peruana, pues conviene efectuar la compulsa, en el caso de los
trabajos arqueológicos en el Perú, tras una década de investigaciones y, más aún, tratándose de un tiempo
en que precisamente vienen ocurriendo acontecimientos que conmocionan el curso de la historia
peruana”.

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desarrollo de esta ciencia social a nivel regional y local, y su rol en la transformación y


progreso de las comunidades, distritos y caseríos del país, solamente han sido tocados
tangencialmente. Sin embargo, esta posición nacionalista, defendida por J.C. Tello,
Emilio Choy, L.G. Lumbreras, L.E. Valcárcel, R. Fung, A. Bueno, y otros, viene
tomando mayor consistencia y madurez popular en los últimos años próximos al siglo
XXI (Tabla 1).

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Entre los años 1980 y 1993, hubo dos grupos guerrilleros que luchaban contra los
gobiernos de turno. En aquella época, los presidentes fueron Fernando Belaunde Terry,
Alan García y Alberto Fujimori, respectivamente. Estas fuerzas subversivas causaron
serias crisis en los sectores de mayor pobreza del país. Hubo alta mortalidad de pueblos
campesinos de las zonas de emergencia del “triangulo rojo”, compuesto por los
departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac. Área donde campeaba la
extrema pobreza y analfabetismo. En estos conflictos políticos destacaron los grupos de
Sendero Luminoso, liderado por Abimael Guzmán, y el Movimiento Revolucionario
Túpac Amaru liderado por Enrique Polay, pues habían llevado al extremo las ideas
liberalistas de Mao Tse Tung y Vladimir Illich Lenin, proclamando que la lucha de
clases tenía que ser con derramamiento de sangre. Sin embargo, no debería haberse
matado millares de inocentes campesinos, sino que debería haberse combatido en el
plano político e ideológico.
Como consecuencia de esto decayeron las investigaciones arqueológicas. Muchos
alumnos de arqueología que realizaban sus trabajos de campo fueron confundidos como
“militantes políticos” y cayeron abatidos en los sitios arqueológicos, tanto de la
UNMSM y UNT como UNSAC y UNSACH. Principalmente en los períodos de 1988-
95 cuando la crisis estaba en su auge. Muchos arqueólogos extranjeros también
abandonaron sus proyectos de la sierra central y sur por haber recibido amenazas de
muerte. Otros inventaron amenazas para salir del país y ocupar cargos importantes en
los EE.UU. Ahora veamos esta realidad objetiva, concreta e histórica que vivimos en
nuestro territorio andino.

ETAPA UHLE (1900-1915)


A partir de 1986 cuando el antropólogo alemán Max Uhle, “Padre de la Arqueología
Americana y Peruana”, empieza a excavar estratégicamente las tumbas de la parte norte
del Edificio Pintado de Pachacamac y los precisos levantamientos topográficos y
arquitectónicos del mencionado sitio arqueológico, marco un verdadero rumbo de la
arqueología nacional (Uhle, 1903). La calidad de sus trabajos y su vasta producción
académica han sido publicados íntegramente (Linares Málaga, 1964; Rowe, 1954). Los
trabajos de Uhle conservan, desde la etapa del ordenamiento cronológico temprano
1900-1915, seis periodos conocidos arqueológicamente con el agregado de las etapas
precerámicas anteriores y el periodo Inicial-Formativo. El método estratigráfico

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ingresaba de lleno en la arqueología peruana. Su posición difusionista y el


planteamiento de las culturas “protoides” señalaban que la base del desarrollo de las
sociedades andinas procedían de Mesoamérica, por otro lado, una tendencia negativa de
Uhle fue el hecho de haber exportado y enajenado diversas y valiosas colecciones
arqueológicas peruanas (procedentes de Pachacamac, Supe, Chincha, Ica, Ancón,
Chancay, Nievería, Moche y Nazca) a instituciones extranjeras como el Museo de
Berlín y las Universidades de Berkeley (California), Pennsylvania, etc.
Estas colecciones fueron transportadas sistemáticamente entre los años de 1900 y
1915. Los estudios de gabinete de Uhle describían los tipos formales y la distribución
de rasgos estilísticos de la cerámica, textiles, fardos funerarios, metales, etc., remitiendo
posteriormente a las instituciones que subvencionaban sus proyectos. Asimismo, el
interés por la arqueología peruana crecía enormemente entre los europeos y
norteamericanos (que llegan al país entre los años 1925 y 1945), algunos de ellos fueron
H. Ubbelohde Doering, A. Kroeber, W. D. Strong, A. Gayton, J. H. Rowe, D. Menzel y
W. C. Bennett.

ETAPA TELLO (1915-1947)

La etapa Julio C. Tello se inicia aproximadamente en 1915 y es por partida original


una figura distinta a la de Uhle. Su origen andino y la decisiva influencia de un artículo
médico de los doctores M. A. Muñiz y W. J. McGee de 1898, acerca de un cráneo
trepanado procedente de Chuycoto, Huarochirí, forjaron en Tello un gran compromiso,
sentimiento y emoción frente a la arqueología nacional. Su obra, transida de ideas
referentes al problema del indio, es una constante lucha y defensa por el patrimonio
arqueológico. Tello demostró al mundo que también los peruanos podemos hacer
arqueología con el más alto rigor científico, colaborando sin temor con las instituciones
extranjeras, imponiendo siempre sus reglas del juego y preservando su independencia.
Pronto surgió el émulo entre algunos peruanos como Gutiérrez de Quintanilla, Raúl
Porras Barrenechea, Rafael Larco, Luís E. Valcárcel y otros.

Durante esta etapa, denominado el periodo de Ordenamiento Cronológico Medio,


diversos proyectos extranjeros fueron ejecutados en el escenario andino, como los
dirigidos por: A. Kroeber, A. Gayton, W. D. Strong, H. Reichlen, J. Jijón y Caamaño,
H. Trimborn, J.H. Rowe, A. Hrdlicka, P. Weiss, S. Ryden y otros, sin embargo, Tello no
consentía que se adueñaran completamente de la cultura andina ni la convirtieran en un

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campo de exclusiva competencia. De tal manera formó un elenco de discípulos de


mando medio. Entre ellos figuran Toribio Mejía Xesspe, Julio Espejo Núñez, Pablo
Carrera, Félix Caycho, Cirilo Huapaya Manco, Marino Gonzáles y Rebeca Carrión
Cachot, seguidores que hacían gala de una profunda mística del “sharuco”.

En 1921, Tello publica su obra introducción a la historia antigua del Perú, donde
plantea cuatro épocas para el desarrollo arqueológico andino. La primera denominada la
Era Primordial (200 a.C.aprox.) constituyó el cimiento cultural con influencia hipotética
de la floresta amazónica, la Era Arcaica o Primera Época (200-800 d.C.), la Era
Preinkana o la Segunda Época (200-1150 d.C.) y la Era Inkana o Tercera Época (1150-
1530 d.C.)(Cuadro 2).

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Este avance fue influido por sus maestros difusionistas Franz Boas y Alex
Hrdlicka de la escuela de post-grado de la universidad de Harvard, Nueva York, entre
1910 y 1911. Años más tarde, en 1942, Tello en su famoso artículo Origen y desarrollo
de las Civilizaciones Prehistóricas Andinas menciona las cuatro edades transformada y
madurada en cuatro grandes civilizaciones, tales como: la civilización del litoral del
Pacifico y la civilización del Tawantinsuyo o de los Inkas. Es decir, la teoría de Tello
estaba ligada al origen andino autóctono (Tello, 1942).
La obra de Tello, hasta hoy a diferencia a la de Uhle, se mantiene incólume en un
ambiente especial del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM, consiste
en 315 paquetes y muchos legajos, denominados el “Archivo Tello”. La resolución
rectoral 30766 y la familia de Tello impiden el acceso a esta documentación a la cual se
añade en peligro de un total deterioro. Gracias a la dirección de este Museo ya se han
publicado varios volúmenes del archivo Tello. Otro problema que salta a la luz son los
diversos museos fundados por él, sin embargo, estas instituciones han heredado las taras
burocráticas al servicio de ciertos poderes económicos e intereses políticos. Tampoco
continuaron con los proyectos de investigación ni siquiera implementaron sus
laboratorios, los cuales están vegetando en la actualidad.
En 1937, Tello funda el Institute of Andean Research de Nueva York, dirigido por
W. C. Bennett, con el propósito de impulsar las investigaciones en el Perú y
Latinoamérica, siendo su director actual Craig Morris. Sus principales trabajos han sido
resumidos en las Paginas Escogidas compilado por Toribio Mejia Xesspe en 1967,
UNMSM, Lima.
En suma, Tello sostenía que los peruanos tenemos cierto “derecho” superior a los
extranjeros para estudiar nuestra propia Arqueología e Historia y se identifica con las
luchas campesinas que hizo sentir la transformación cultural del medio ambiente con
una gran profundidad histórica.

EL PROYECTO VIRÚ (1946-1948)


Después de la Segunda Guerra Mundial, entre los años de 1946 y 1948, un gran
proyecto arqueológico norteamericano, dirigido por Gordon Willey y ejecutado en el
valle del Virú, marcó un notable cambio de tendencia nacionalista de Tello. La
Antropología surge como la base de la Arqueología, a tal extremo se decía “la
arqueología es antropología o no es nada” (Willey, 1953:1-2). Su tendencia, dirigida
hacia la arqueología tradicional, funcionalista y material-culturalista, tenía como esencia

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fundamental el análisis de los patrones de asentamiento, método revolucionario en la


arqueología mundial.
¿Porqué los norteamericanos se concentraron precisamente en este estrecho
valle?¿qué había ocurrido con los EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial?¿El
estudio de las fotos aéreas impulsaron al de los patrones de asentamiento?. Para resolver
la primera cuestión podemos mencionar que las universidades de Columbia, Yale y
Chicago, el Institute of Andean Research de Nueva York, la Smithsonian Institution de
Washington y la National Geographic, organizaron este proyecto multidisciplinario.
Simultáneamente a Gordon Willey, un grupo de arqueólogos de diferentes
especialidades participan en este proyecto, como Junius B. Bird, interesado en el
periodo precerámico, descubre y excava en el famoso sitio de Huaca Prieta, margen
izquierda del valle de Chicama, retrocediendo la antigüedad de la cultura andina hasta
2,500 años a.C., James Ford pone en práctica el método de la seriación de cuño
estadístico-cuantitativo de los fragmentos alfareros para establecer secuencias culturales
en base a la información estratigráfica. Este método se constituye como un pilar en la
arqueología peruana. William Duncan Strong y Clifford Evans realizan investigaciones
en Guañape y Cerro Prieto de Virú, un sitio formativo y otro precerámico que
permitieron agregar una etapa de “Agricultura Incipiente”, hoy Arcaico, en el
transcurso socioeconómico de los Andes Centrales; y finalmente, Donald Collier
elabora una síntesis interpretativa de la evolución cultural en el valle.
Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial estaba en crisis económica
por el enorme desgaste desplegado en armamento, tropa y millares de heridos y
muertos. Los nazis habían huido para la América del Sur. Se cubrieron las principales
entradas a Sudamérica a través de proyectos antropológicos como el de Betty Meggers
en la boca del Amazonas, trabajando con la colección de cerámica Marajó.
Interpretando sus datos dentro de la teoría difusionista de Andes-Amazonas, propuesto
por Julian Steward y explanado dentro de la teoría degenerativa. El valle de Virú habría
sido considerado un área lleno de tesoros arqueológicos y por la densidad de sitios. Sin
embargo, no se descubrieron grandes señores con objetos de láminas de oro y plata,
siendo un fracaso para los inversionistas. Más fue un éxito desde el punto de vista
académico. De este gran proyecto norteamericano no existe ni un pequeño informe en
castellano en la biblioteca del Patronato Nacional de Arqueología (hoy I.N.C). El Dr.
Jorge C. Muelle quien participó en el proyecto Virú como estudiante, nunca denunció la

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inmensa destrucción de los monumentos arqueológicos en este valle (Bueno, 1992:


216).
En 1946 se funda los Institutos de Etnología y Arqueología en la Universidad de
San Marcos, concebido por el Dr. Luís E. Valcárcel, con la tendencia central de estudiar
al hombre y la sociedad en un área determinada desde su aparición hasta la actualidad, a
través de un equipo integrado de arqueólogos y etnólogos que acelerarían el
conocimiento científico de los pueblos del Perú (Matos Mar, 1959: 297). Asimismo,
ambos, alemanes y franceses y los estudiantes se formaron en dos grandes proyectos: el
de Sicaya y el de Virú. La subvención corría a cargo del Smithsonian Institution de
Washington y la Wenner Gren Foundation de Nueva York. Sin embargo, se dejaba de
lado a los pueblos y las comunidades subsistiendo con técnicas tradicionales mal
empleadas y asesoradas. Es más, no existía un plan integral de desarrollo.

ETAPA POSTERIOR AL PROYECTO VIRÚ (1948-1960)


En esta etapa nuevos proyectos disciplinarios se constituyen en el país como un
amplio espectro generado a partir del famoso proyecto Virú, presentando nuevas
características del panorama de la arqueología peruana, donde John Rowe y Richard
Schaedel influyeron decisivamente en las tendencias centrales, J. H. Rowe del
Departamento de Antropología de la Universidad de California, Berkeley, enfoca su
análisis hacia 3 aspectos:
a) La forma y significado del arte Chavín-Pucará.
b) Excavaciones arqueológicas de Ica y Cuzco.
c) La información etnohistórica. Además, amparado con la invención del método
radiocarbónico C14 en 1948, logra establecer el mejor ordenamiento
cronológico absoluto de la arqueología peruana basado en etapas, períodos y
horizontes (Rowe, 1946, 1962, 1965, 1967).

Paralelamente, R. Schaedel del Departamento de de Antropología de la Universidad


de Texas continua la línea de Gordon Willey, interesándose con mayor énfasis por la
arquitectura, los patrones de establecimiento y los sistemas de organización
paleodemográficos. Tanto Rowe como Schaedel no han dejado de investigar y publicar
temas arqueológicos y etnohistóricos restringiendo sus áreas de trabajo al Cuzco y a la
costa y sierra norte, respectivamente. Ambos han formado verdaderas escuelas es sus
instituciones.

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A fines de la década de los cincuenta, tres hechos trascendentales ocurrieron en la


arqueología peruana: 1) El convenio entre la Universidad San Marcos y la Comisión
Fulbrigth, donde los proyectos norteamericanos y el Instituto de Etnología y
Arqueología, representando por José Matos Mar, tenían que incorporar a estudiantes
peruanos para poder realizar sus prácticas; 2) La formación de la primera promoción de
arqueólogos peruanos como Duccio Bonavía, Rosa Fung Pineda, Carlos Guzmán
Ladrón de Guevara, Luís Lumbreras Salcedo y Ramiro Matos. Sin embargo, el primer
doctor en arqueología fue Federico Kauffmann Doig en 1952, en la UNMSM, y dos
años después se doctoró en historia, quien formó escasos discípulos, 3) Se crean las
escuelas de Arqueología en la Universidad de Huamanga y en la particular de Arequipa,
repercutiendo en las universidades donde funcionaban anexas a las escuelas de
Antropología.
Entre julio y octubre de 1958, un grupo de investigadores japoneses de la
Universidad de Tokio, dirigidos por Eiichiro Isshida, Seiichi Izumi y Kazuo Terada,
realizaron un amplio estudio arqueológico por todo el territorio nacional. En este
proyecto participaron R. Fung, A. Cheng y L. Lumbreras. La tendencia nipona es una
arqueología descriptiva con cierta base norteamericana, siguiendo especialmente a la
escuela de G. Willey. Hasta la actualidad los trabajos de campo en Cerro Blanco y
Kuntur Wasi, San Pablo, Cajamarca, continúan con las técnicas de la arqueología
tradicional.
Con el descubrimiento de Lauricocha, a cargo del Ing. Augusto Cardich en 1957,
el pasado peruano se amplía hasta los 10,000 años antes del presente, habiéndose
agregado datos y evidencias sobre aproximadamente 6,000 años de cultura andina
precerámica completamente desconocidas. Luego, invitados por A. Cardich, el Dr. J. C.
Muelle y sus alumnos R. Matos y D. Bonavía colaboraron en los hallazgos paleolíticos
en estas cuevas de la puna de Huánuco. Posteriormente estos alumnos conducirían
sendos proyectos arqueológicos sobre el Precerámico Temprano, uno en las punas de
Junín y otro en Los Gavilanes, Valle de Huarmey, respectivamente.

ETAPA DE LAS INVESTIGACIONES NACIONALES (1960-1970)


Durante esta etapa también conocida como el periodo Interpretativo Temprano, la
primera promoción de arqueólogos sanmarquinos presenta diferentes tesis doctorales
con fuerte énfasis de la escuela norteamericana. Sin embargo, la escuela dejada por José
Matos Mar, J. C. Muelle, L. E. Valcárcel, Pedro Weiss, Pedro Villar Córdova, Aníbal

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Ismodes Cairo y otros, hacia esta promoción, logró forjar el sentimiento y cariño por la
sociedad andina, su tecnología compleja y profundidad cultural. Asimismo, heredaron el
análisis tipológico de la cerámica e instrumentos líticos para establecer cronologías
regionales. Estos arqueólogos jóvenes elaboraron distintos proyectos destinados a áreas
donde existen poco o ningún antecedente arqueológico, y a la vez, ocupan altos cargos
públicos en las instituciones estatales.
La comisión Fulbrigth, entre 1958 y 1960 destaca a los siguientes arqueólogos:
Paúl Tostoy a la costa norte, valle de Piura, quien fue acompañado por Antonio
Rodríguez SuySuy; el Dr. D.T. Wallace a la costa sur, en los valles Chincha, Ica y
Nazca; y Gary Vescelius fue destacado al extremo sur, quien formó a Hernán Amat y
Máximo Neira, ambos de la Universidad Nacional de Arequipa. Luis Lumbreras ingresa
a la docencia en la Universidad de Huamanga hasta 1965 y luego se incorpora a San
Marcos. R. Matos después de estudiar la cerámica y los sitios Vicús, Piura, en 1964,
continúa su tendencia a la sierra central, ingresando a la docencia en la Universidad
Nacional del Centro sin perder los contactos con las instituciones extranjeras.
En 1960 Edward P. Lanning se gradúa de doctor en la Universidad de California,
Berkeley, después de haber recorrido ampliamente el litoral peruano contratado por
Fréderic Engel, arqueólogo francés de la Universidad Nacional Agraria. Lanning fue un
destacado arqueólogo de esta universidad norteamericana y formó un gabinete en la
Universidad San Marcos, siguiendo la línea de Uhle-Kroeber-Rowe. Su interés en los
períodos precerámicos estuvo centrado básicamente en áreas de lomas y valles
desérticos costeños. Lanning, como docente sanmarquino, formó, junto al Instituto de
Etnología y Arqueología, a Roger Ravines, Hermilio Rosas, Hilda Vidal y otros
arqueólogos peruanos.
En sus prospecciones de campo, Lanning utiliza el sistema de nomenclatura Rowe
para la catalogación de sitios arqueológicos costeños. Este método fue oficializado en
1964. Simultáneamente en el campo de las culturas precerámicas costeñas, trata de
entender los establecimientos humanos dentro de su espacio ecológico, es decir, la
dinámica humana y su relación con el contexto ecológico. Lanning es el nexo entre
Junius Bird y los docentes nacionales que influyen posteriormente en la importancia de
formar laboratorios especializados, como la etnobotánica y la paleozoología, que fueron
dejadas de lado por otras promociones nacionales. La primera promoción nunca dejó ni
un badilejo a sus discípulos, menos a las promociones venideras.

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En la Universidad de San Marcos, L. Lumbreras, D. Bonavía, R. Fung, J.C. Muelle


y el Monseñor P. Villar Córdova, docentes del Programa Académico de Antropología,
sección Arqueología (código 229.2) formaron entre 1964 y 1971 a los siguientes
arqueólogos: Ruth Shady, Arturo Ruíz Estrada, Hugo Ludeña, Alberto Bueno Mendoza
y Lorenzo Samaniego Román. Las siguientes promociones tuvieron fuerte influencia de
L. Lumbreras y R. Fung, entre ellos destacan: Abelardo Sandoval, Jorge Elías Silva,
Manuel Merino, Carmen Gabe, Nélida Camero y Teresa Morán. La tendencia teórica-
metodológica de estas promociones no ha podido superar a la de Lumbreras, quien trata
de abordar un panorama general de la arqueología peruana, con énfasis en la corriente
norteamericana (Lumbreras, 1960: 129-148).
Los trabajos del Proyecto Chavín, entre 1966 y 1972 dirigidos por H. Amat y L.
Lumbreras, fueron auspiciados por la Corporación Peruana del Santa y la Comisión de
Reconstrucción y Rehabilitación de la Zona afectada (CRIRZA). Los estudios
realizados en varias campañas anuales, de l a 2 meses, permitíeron el entrenamiento de
alumnos sanmarquinos, principalmente los mencionados en el párrafo anterior. Sin
embargo, L. Lumbreras se adueñó de este gran proyecto y los materiales se guardan en
el Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM. La mayor cantidad de
fragmentos alfareros fueron abandonados por Lumbreras y discípulos en una galería de
Chavín, donde yacen hasta la fecha.
En este artículo no deseo ahondar la labor académica de la primera promoción
de arqueólogos sanmarquinos, así como sus tendencias y problemas, lo cual será motivo
para un próximo trabajo.

LA NUEVA ARQUEOLOGÍA Vs. LA ARQUEOLOGÍA COMO CIENCIA


SOCIAL (1970-1985)
Durante esta etapa, entre los años 1970 y 1985, dos tendencias centrales y
antagónicas empiezan a dominar la arqueología peruana: la nueva arqueología y la
arqueología como ciencia social. Con respecto a la primera corriente, Louis Binford
generó desde los Estados Unidos la teoría procesal de la "New Archaeology" basada en
la búsqueda de leyes sociales que gobiernan el comportamiento de las sociedades
humanas de todos los tiempos. Se elaboran de esta manera modelos arqueológicos de
investigación basados en hipótesis prefabricadas, mostrando la tendencia neopositivista.
En EE.UU. esta corriente se propagó rápidamente entre 1965 y 1975. Luego, la nueva
arqueología se dividió en dos bandos: los sistémicos y los "buscadores de leyes",

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fomentando la utilización de nuevas técnicas tomadas de las ciencias biológicas-,


físicas, alta matemática y medicina humana. La Universidad de Michigan, propulsora de
esta teoría, empieza a tomar prestigio y sus discípulos logran alcanzar altos cargos
públicos, frente a los de Harvard, Yale y la de California.
La "nueva arqueología" trajo al país muchos investigadores extranjeros para poner
en práctica esta tendencia que perduró hasta la década de los años ochenta. La
metodología de la cultura material había cambiado hacia la evolución del
comportamiento social y el cambio cultural para diferenciarse de la arqueología
tradicional. Asimismo, el método inductivo se transformó en hipotético-deductivo.
Cientos de libros y artículos escritos en inglés fueron traducidos al castellano para que
la ciencia social latinoamericana consumiese esta tendencia extranjera. En la docencia
universitaria peruana esta corriente fue asimilada tangencialmente por cierto sector que
tenía acceso a la literatura norteamericana.
Los proyectos que se proponían en distintos centros académicos fueron
impresionantes por sus planteamientos, hipótesis y el rigor científico de sus
metodologías, sin embargo estos "modelos teóricos" e interpretativos se alejaban cada
vez más de nuestra realidad, frecuentemente ficticios que escogían algunos datos
empíricos para explicar sus modelos y "descartando" otros que no les servían para este
fin. En la actualidad hay algunos seguidores de esta tendencia entre los arqueólogos
nacionales.
En esta década y media se multiplicaron los proyectos individuales extranjeros,
orientados principalmente a la preparación de los famosos Ph.D. como los de
Christopher Donnan, Carol J. Mackey, Michael Moseley, John Rick, David Browman,
Richard Burger, Peter Kaulicke, Karem Mohr-Chávez, Mark Cohen, Alana Cordy-
Collins, Daniel Gade, Jean Guffroy, Tom Dillehay, Thomas Pozorski, Shelia Pozorski,
John Hyslop, Harry Scheele, John Topic, Teresa Lange, Ulana Klymyshyn, Alan
Kolata, James Kus, Richard Keatinge, Geoffrey Conrad, Kent Day y Antony Andrews.
Muchas de estas tesis se elaboraron dentro de sendos proyectos multidisciplinarios
como el Chanchán-Valle de Moche, dirigidos por Edward Moseley y Carol J. Mackey
de la Universidad de Harvard, entre 1969 y 1976.
Otros grandes proyectos extranjeros fueron los conducidos por Richard McNeish en
la cuenca de Ayacucho, Thomas Lynch en el Callejón de Huaylas, descubriendo los
sitios de Guitarrero y Kishki Punku, la misión japonesa en La Pampa (Ancash),
Huacaloma y Layzón (Cajamarca), David Browman en Jauja-Huancayo, Jeffrey Parsons

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y Ramiro Matos en la cuenca de Alto Mantaro, John Rick y R. Matos en las punas de
Junín y muchos otros de menor envergadura, impulsados por las instituciones
nacionales de escaso financiamiento.
Otra corriente contraria a la "Nueva Arqueología" se gestó en América Latina
denominada la "arqueología como ciencia social". En el Perú esta tendencia fue
dominante entre los años 1974 y 1985, liderada por Luis Lumbreras (1974-1985)
influyó ampliamente en el medio universitario como en la Universidad de San Marcos,
Universidad de Trujillo, Universidad del Centro, Universidad de Huamanga y parte de
la Universidad de Arequipa. El método del materialismo histórico y la creación del
Programa Académico de Arqueología en la UNMSM en 1975, mediante iniciativa del
Dr. Pablo Macera Dall'Orso, Jane Wheeler y Edgardo Pires-Ferreira, impulsaron este
movimiento académico.
Los planteamientos de Carlos Marx y Federico Engels en El Capital y El Origen de
la familia, la propiedad privada y el Estado, teoría foránea, fue asimilada por L.
Lumbreras en base a la lectura que preparó Emilio Choy Ma en 1960 acerca de la
revolución neolítica en los orígenes de la civilización americana (Choy, 1960: 149-197).
Asimismo, tomando a la tecnología como principal factor del cambio y la evolución
social, Gordon Childe, sin ser arqueólogo sino prehistoriador, teoriza sobre su
aplicación general entre los años 1930 y 1960. Lumbreras siempre prefirió ser childiano
y no choyano, porque este último fue un autodidacta popular.
La teoría "marxista" convertida en "marxiana" por Lumbreras apunta hacia la
explicación de la lucha de clases, las relaciones sociales de producción, los medios de
producción, la superestructura e infraestructura, el excedente de producción, etc.,
absorbió a muchos estudiantes y docentes que se "autodefinen" como seguidores de esta
corriente. Sin embargo, ellos todavía no logran encontrar una metodología adecuada que
les permita entender y explicar el proceso social andino en los términos planteados.
En universidades como la UNT, el centro académico que presenta la mayor
cantidad de profesionales desocupados en el país (Bonavía y Matos, 1992: Anexo 3F),
el seguidismo lumbrerista es fuerte, como en la Universidad de Huamanga, entre otras
más. Entre los docentes alineados a esta tendencia destacan; Miguel Cornejo García,
Ruth Shady, Elias Mujica, Idilio Santillana, Carlos Chahud, Mario Benavides, Enrique
Gonzales Carré, Denesi Pozzi-Escott, José Ochatoma, Ismael Pérez, Augusto Belam,
etc.. Muchos de ellos están empezando a preocuparse por la "praxis" materialista y otros
ya han abandonado esta tendencia internacional.

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El prejuicio materialista de algunos arqueólogos nacionales seguidores de esta


tendencia y la ausencia de un esquema explícito y ampliamente aceptado, en base al
cual, los datos rituales y religiosos puedan organizarse, analizarse e interpretarse, ha
impedido que la investigación de los complejos ceremoniales de los periodos
Precerámico Final, Inicial y Horizonte Temprano, etapa crucial del proceso civilizatorio
andino, sean entendidos con mayor organicidad (Burger y Burger, 1985: 111; Coe,
1981: 157; Flannery, 1976: 331).
Todas las actividades socio-económicas del mundo andino como: agricultura,
pastoreo, pesca, artesanía, comercio, transporte., así como el nacimiento, matrimonio, el
paso de joven a adulto, la muerte, etc., incluso, las lluvias torrenciales, sequías,
cataclismo, fenómeno ENSO, la salud y las enfermedades, construcción de caminos y
acequias, enterramiento de templos, etc., han tenido un enorme misticismo religioso
basado en las actividades rituales y míticas, los cuales no han sido bien entendidos por
las distintas tendencias arqueológicas del Perú. Así, los dioses en el mundo andino son
propiciatorios de los éxitos políticos y económico-sociales. Las piedras, cerros y
huancas, así como los animales silvestres hablan y se comunican con los hombres a
través de oráculos rituales para predecir el clima, el régimen de lluvias y los problemas
sociales. Estas premisas permitirán elaborar a partir del año 2000, en forma incipiente,
la nueva teoría arqueológica andina denominada la arqueología postprocesualista o
postestructuralista, como la “arqueología cognitiva” o “arqueología de las
mentalidades”.
Otra tendencia que parte de la "Nueva Arqueología" es la ecología prehistórica.
Aquí en el país fue rápidamente aceptada por R. Matos, D. Bonavia, C. Chauchat, J.
Kent, G. Miller, D. Pearsall, M. Shimada, S. Pozorski, etc., con un enfoque regional y
diacrónico, apoyados en los estudios especializados, vienen trabajando en la
reconstrucción del paleoambiente, los recursos naturales, el clima, la fauna y la flora,
repercutiendo ampliamente entre los jóvenes docentes universitarios, formándose así las
disciplinas de paleozoología, paleobotánica, malacología y la paleoecología. Sin
embargo, no existen laboratorios especializados en las 6 escuelas de Arqueología de las
universidades nacionales.
En 1976, los Drs. Jane Wheeler, Edgardo Pires-Ferreira, R. Matos y Aurelio
Málaga fundan el Laboratorio de Paleoetnozoología en la Facultad de Medicina
Veterinaria de la UNMSM., para el servicio de las investigaciones extranjeras y tener
mayor contacto con las entidades norteamericanas. Sin embargo, surgió el problema de

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ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

la discordia entre sus fundadores por tratar de manipular a los discípulos peruanos que
se iniciaban en la tendencia zooarqueológica. Así, la Facultad de Veterinaria clausuró el
laboratorio y los materiales fueron arrumados y abandonados en otro ambiente. La
Facultad de Ciencias Sociales, a cargo del autor de este artículo, recuperó dicho
laboratorio y hoy se encuentra bien instalado en un ambiente apropiado y ventilado del
Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM, al servicio de los proyectos
nacionales en forma gratuita.

ETAPA DE LAS INVESTIGACIONES MULTIDISCIPLINARAS Y


ESPECIALIZADAS (1985-1993)
Durante esta etapa un abanico de proyectos arqueológicos vienen siendo realizados
en el país, los cuales pueden agruparse de la siguiente manera: 1) Proyectos
multidisciplinarios tradicionales y especializados. 2) Proyectos multidisciplinarios de la
nueva arqueología. 3) Proyectos especializados de la ecología cultural. 4) Proyectos
nacionales con apoyo extranjero. 5) Proyectos nacionales pequeños.
Así, esta clasificación del inmenso corpus de investigación arqueológicas de esta
etapa pueden subdividirse en dos grandes grupos: los extranjeros y los nacionales. Los
proyectos extranjeros se caracterizan por tener un fuerte apoyo económico, dirigidos por
arqueólogos norteamericanos destacados y cuentan con distintos especialistas en
materiales orgánicos y técnicas modernas. En cambio, los nacionales son la gran
mayoría de proyectos que se realizan en las universidades, museos y/o Instituto
Nacional de Cultura; solamente algunos docentes que tienen contactos con entidades
extranjeras han logrado contar con sólidas subvenciones.
El primer grupo, arriba mencionado, representa a la tendencia académica
dominante de los últimos tiempos. Así, para la costa norte se vienen realizando los
siguientes proyectos: El Proyecto Alto Piura dirigido por P. Kaulicke, K. Makowski y J.
Guffroy de la Pontificia Universidad Católica y la ORSTOM, entre 1987 y 1990; el
Proyecto Precerámico Paijanense de Claude Chauchat que entre 1975 y 1982 formó
diversos discípulos peruanos de la UNT.; el Proyecto Zaña-Niepos dirigido por Tom
Dillehay, Patricia Netherly y Jack Rossen, sitios precerámicos de Nanchoc, entre 1985 y
1987; el Proyecto Batán Grande por Izumi Shimada cultura Sicán, entre 1980 y 1990; el
Proyecto Pacatnamú dirigido por C. Donnan y Guillermo Cock entre 1982 y 1986; el
Proyecto Arqueológico del Santa dirigido por David Wilson entre 1985-87; y el
Proyecto Sitios Tempranos del Valle de Casma, Complejo Moxeque Pampa de las

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ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

Llamas, Periodo Inicial, dirigido por Shelia Pozorski y Thomas Pozorski, entre 1980 y
1990, y otros.
En la sierra norte, la Misión Japonesa a cargo de Yoshio Onuki trabajó en los sitios
de Huacaloma y Layzón, Cajamarca, entre 1980 y 1985; luego en Cerro Blanco, San
Pablo en 1986 y recientemente en Kuntur Wasi, entre 1989 y 1993; en laceja de selva
norteña, el Proyecto Arqueológico Chuquibamba, Chachapoyas, a cargo de Inge
Schejellerup, entre 1985 y 1993.
En la costa central ha destacado el Proyecto Paloma de la Universidad de Missouri
y el Centro de Investigaciones de Zonas Áridas por Robert Benfer entre 1975 y 1983; el
Proyecto Tablada de Lurín dirigido por K. Makowski de la PUC-P entre 1992 y 1993; el
Proyecto de Investigaciones Cardal, Valle de Lurín, a cargo de Richard Burger y Lucy
Salazar-Burger de la Universidad de Yale y el Museo de Historia Natural Yale Peabody
entre 1986-1988 y luego en Mina Perdida entre 1990-92; en la costa centro-sur el
Proyecto Etnoarqueológico Cerro Azul, Cañete, dirigido por Joyce Marcus, María
Rostworowski, Kent Flannery y R. Matos, entre la Universidad de Michigan y la
UNMSM, durante 1983 y 1985; y otros.
En la sierra central, el proyecto de Investigaciones Arqueológicas en el Mantaro
Superior dirigido inicialmente por Timothy Earle entre 1977-1979 y continuado por
Christine Hastorf y Terry D'altroy en 1986, representando a la Universidad de
California, Los Ángeles; el Proyecto Panaulauca, cueva precerámica de la Puna de
Junín, entre 1980 y 1983 dirigido por John Rick; el Proyecto Punas de Junín y la
ecología prehistórica por R. Matos de la UNMSM y continuado por J. Rick entre 1969-
79; el Proyecto Pumpu por R. Matos entre 1984-87 y otros. Al interior de estos
proyectos diversas tesis de grado han sido efectuadas y presentadas en sus respectivas
instituciones.
En la costa sur, el Proyecto Arqueológico Chincha a cargo de Craig Morris, Heather
Lechtman y Luis Lumbreras durante 1985 y 1987; el Proyecto Cahuachi dirigido por
Helaine Silverman entre 1983-86 y 1992-93; el Proyecto Maymi dirigido por Martha
Anders entre 1980 y 1990, un accidente de tránsito cortó la vida de esta investigadora;
el Proyecto Alto Chiribaya a cargo de Jane Buikstra entre 1989-93; y otros.
En la sierra centro-sur destacan el Proyecto Azángaro dirigido por Martha Anders
de la Universidad de Cornell entre 1984 y 1986; el Proyecto Arqueológico
Pacariqtambo dirigido por Brian Bauer de la Universidad de Chicago entre 1984 y
1987; y en el Parque Nacional del Manu, la Dra. Betty Meggers y Abelardo Sandoval de

16
ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

la Smithsonian Institution realizan exploraciones para el Proyecto BIOLAT entre 1987


y 1989.
Richard L. Burger ha sido considerado como el representante máximo de esta
tendencia norteamericana. Este investigador viene trabajando en el periodo Formativo
de los Andes Centrales desde 1972 en su primer trabajo sobre The Ceramic Sequence of
the Early Horizon from Ancon, ponencia presentada al Instituto de Estudios Andinos de
la Universidad de California, Berkeley en 1972, hasta su reciente obra compilada por la
Universidad de San Marcos sobre Emergencia de la Civilización en los Andes: ensayos
de interpretación (Burger, 1993, Lima), donde se aprecia una profunda preocupación y
sentimiento por la cultura andina, aplicando a su investigación novedosas técnicas de las
ciencias físicas, tales como el análisis de carbón estable para reconstruir la dieta, la
activación de neutrones para trazar rutas de intercambio arqueológico en base a la
hidratación de obsidiana y los problemas con la calibración de los fechados
radiocarbónicos, demostrando así el gran potencial de estas técnicas en la solución de
problemas de la arqueología peruana (Burger, Op. Cit.: 19).
Con un lenguaje sencillo y documentado, Burger nos explica sobre el proceso de
surgimiento de la alta cultura andina, es decir, Chavín y su impacto en las diversas
sociedades periféricas. Sostiene que el problema de la civilización andina empieza
desde el periodo Precerámico tardío (2,200-1,800 a.C.) donde diversas tradiciones
religiosas y económicas ubicadas entre la costa y la sierra norte y la costa y sierra
central, ya edificaban templos monumentales y conocían casi todas las plantas y
animales domesticados, que durante la Época Inicial (1,800-700 a.C.) estas viejas
tradiciones socioeconómicas empiezan a desestructurarse debido al incremento
demográfico sin llegar a ser sociedades con clases y la presencia de una serie de
desastres ecológicos, y el Horizonte Chavín (850-200 a.C.) fue un gran fenómeno
religioso y económico novedoso que habría sido la única alternativa política para
entender los diversos cambios ideológicos y socioeconómicos que diezmaban a las
poblaciones que aún mantenían sus viejas estructuras. Un claro ejemplo de esta posición
es la presencia de un gran fenómeno ENSO hacia 500 años a.C. que permitió que las
viejas estructuras socio-políticas del periodo Precerámico Tardío e Inicial, optasen por
acoger una nueva forma religiosas manifiesta en Chavín, repercutiendo, a la vez, en el
control del mundo andino entre 600 y 300 años a. C. (Burger, 1989: 562). Este breve
periodo parece corresponder a una transición entre las sociedades teocráticas poco

17
ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

estratificadas del periodo Inicial y las sociedades militaristas basadas en clases sociales
del Horizonte Chavín y del Periodo Intermedio Temprano. Burger (1993:20) sostiene:

“que el progreso en arqueología es más rápido cuando las


interpretaciones existentes son rigurosamente examinadas y
comprobadas, tanto en el campo como en el laboratorio, y así se
estimula la formulación de hipótesis alternativas que mejor explicarían
la evidencia actual que requiere el desarrollo y aplicación de las
estrategias apropiadas para investigar los problemas de interés al
científico social e historiador."

Sus estudios en Chavín de Huántar, Huaricoto, Cardal y Mina Perdida demuestran


un énfasis en el análisis en función al de los complejos religiosos tempranos, enfoque
arquitectónico de la escuela Rowe, basada en las excavaciones en área y el rigor
científico por el control contextual y estratigráfico. Según los trabajos de Burger, ahora
sabemos que todas las estructuras en "U", que se extienden desde la costa central hasta
la costa norte, no fueron construidas bajo las mismas reglas y que cada una de ellas
mantiene su individualidad. En los últimos años, Burger, quien representa a la
Universidad de Yale, ha asumido la tendencia del deconstruccionismo como una nueva
forma de entender el proceso social hasta alcanzar el grado de “civilización" durante el
Horizonte Chavín, algo parecido a un Pachacuti cada cierto periodo de tiempo. Así, las
sociedades andinas han venido reconstruyéndose según las tensiones sociales de sus
estructuras ideológicas y políticas más complejas hasta el Tawantinsuyu.
Los proyectos especializados de la ecología cultural, entre los años 1970 y 1993, se
han organizado según la materia de estudio como la paleobotánica, la paleozoología o
zooarqueología y la paleoecología. En el fondo es una consecuencia positiva de la "New
Archaeology" que han permitido avanzar notablemente a las Ciencias Sociales en el
Perú, esclareciendo el problema económico-social de la domesticación de plantas y
animales y la reconstrucción de la ecología-arqueología en los Andes Centrales.
Los investigadores agrupados en estas tres tendencias académicas son mayormente
extranjeros y proceden generalmente de la biología. Su enfoque parte de la perspectiva
geográfica: medio ambiente, fauna, flora y el clima actual, esto les permite contar con
un material comparativo moderno para enfrentarse con el material orgánico
arqueológico con procedencia estratigráfica, resolviendo así muchos problemas y
objetivos planteados en los proyectos multidisciplinarios regionales (Flannery, 1968,
1969; Megger, 1972; Wing & Brown, 1979). Entre los paleobotánicos destacados

18
ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

tenemos: Warren De Boer, Alexander Grobman, Christine Pearsall, Barbara Pickersgill,


Earle Smith, Stanley Stephens, Thomas Whitaker y otros (Hastorf y Popper, 1988).
Entre los zooarqueólogos que han contribuido con el esclarecimiento de la
domesticación y utilización de la llama y alpaca figuran: Kent Flannery, Jonathan Kent,
George Miller, Katherine Moore, Edgardo Pires-Ferreira, Sheila Pozorski, Elizabeth
Reitz, Melody Shimada, Jane Wheeler y Elizabeth Wing; entre los especialistas
nacionales destacan: Alfredo Altamirano, Carmen Rosa Cardoza, Hernando de Macedo,
Aurelio Málaga, Denise Pozzi-Escot, Julio Sumar K. y Víctor Vásquez (Altamirano,
1993).
El tema de la domesticación de plantas y anímales, en los Andes centrales, ha sido
foco de atracción de diversos especialistas por su condición sui generis de ser una de las
grandes civilizaciones del orbe y gracias a la Arqueología ha resuelto sendos problemas
económico-sociales principalmente de los países potencias, contribuyendo con la papa,
el maíz, algodón, achira, kiwicha, maca, coca y diversos frutales, así como la alpaca, la
llama y el cuy. Sin embargo, el problema socioeconómico peruano actual tiene que
tomar en cuenta a la Arqueología para la búsqueda de soluciones que permitan salir de
esta crisis social que se fraccionó en 1532 con el impacto de la invasión española al
Tawantinsuyu.
Las 6 escuelas de Arqueología de las universidades peruanas carecen de
especialistas y menos con laboratorios especializados en zooarqueología y
paleobotánica. Sólo en la Universidad de San Marcos y la de Huamanga cuentan con
estos centros de investigación bien instalados en sus museos respectivos, así como el de
Antropología Física o Bioantropología que ahora requiere urgentemente de los
instrumentos de osteometría y craneometría. Entre los años 2006 y 2007, la PUC
organizó un curso de especialización en bioantropología andina, matriculándose
alrededor de 12 alumnos. Hoy estos estudiantes, ya profesionales, dirigen proyectos de
investigación en esta línea de la bioantropología o antropología biológica, como por
ejemplo la “Comisión de la Verdad” y el PAMINSA (Paleopathology Meeting of South
America).
Respecto a los proyectos nacionales, los cuales son numerosos y cuentan con
escaso apoyo económico, son impulsados desde las universidades estatales, museos y el
I.N.C. con diversas deficiencias teóricas, metodológicas y epistemológicas. En las 6
escuelas de Arqueología del país se han registrado analíticamente las tesis de bachiller y
licenciatura hasta 1990, así como los problemas de la enseñanza de la arqueología en el

19
ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

Perú. Duccio Bonavía y Ramiro Matos (1990, 1992), subvencionados por la Fundación
Ford y asesorados por John Rowe, han concluido en la necesidad de crear un centro
académico de post-grado para el magister y doctorado en Arqueología, que
probablemente funcione en la UNT, descartando a la Universidad de San Marcos su
alma mater, por cuestiones ideológicas y económicas. En tanto que actualmente todos
los arqueólogos nacionales estamos registrados y codificados en los archivos
computarizados de los EE.UU.
La tendencia nacionalista de esta última etapa ha sido asumida por Alberto Bueno
Mendoza, docente de la UNMSM y director de la escuela profesional. Sus trabajos y
obras publicadas demuestran pujante defensa por el patrimonio arqueológico sus
trabajos en Pachacamac, Sechín, Nazca, La Galgada, Pashash, Huaycán de Cieneguilla,
Huaca San Borja Norte, UNIFE, Limatambo, etc., entre 1964 y 1993, revelan que es
necesario construir una teoría arqueológica propia al servicio de los pueblos y
comunidades abandonadas y que esta tiene que nacer de los mismos datos de campo.
En suma, conocer, comprender y adquirir conciencia de nuestro origen es la base y
sustento de nuestra identidad regional para resolver en primer lugar los problemas
sociales actuales, organizar a las comunidades, difundir cultura, crear museos de sitio y
enseñar las técnicas arqueológicas para el desarrollo social. Esto debe ser el problema
central de la arqueología peruana.

CONCLUSIONES (Tomar datos de Ruiz Estrada)


1.-
2.-
3.-
4.-
5.-
6.-

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COMENTARIOS:
Arturo Ruiz Estrada

Avances, tendencias y problemas de la investigación arqueológica en el Perú, han sido


vistos por estudiosos peruanos y extranjeros, a todo lo cual debe añadirse al autor de la
ponencia, quien desde su óptica trata de reflejar el rumbo de la ciencia del pasado. Sin
embargo, a parte de las ideas que expone, hubiese sido importante que acentuase su
análisis en los últimos trece años de Arqueología en el Perú, como reza el título de su
exposición, sin descuidar naturalmente los antecedentes de las orientaciones

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ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

metodológicas, como en efecto lo hace, aunque no dándole mucho énfasis,


disminuyendo así los alcances del objetivo del tema.
Son evidentes los logros de la Arqueología en el Perú en los últimos años conforme
se van perfeccionando métodos y técnicas de investigación y, de esta manera, cada vez
se abren nuevas facetas desconocidas de las sociedades andinas. Quizás como ejemplo
debe indicarse que en los años ochenta hay resultados importantes en relación a la
naturaleza de la organización social de los primeros pobladores peruanos y sus
progresos en el dominio de los diversos y diferentes territorios que ocuparon. De igual
modo, para los tiempos del Arcaico y el Formativo, se vienen reconociendo distintos
procesos de adaptación, a la vez que se van aclarando las formas que articularon los
grupos sociales con estrategias más óptimas para su desarrollo, antes de su progreso
hacia entidades de nivel estatal. De las culturas Nazca, Moche, Tiahuanaco y Pucará se
han develado aspectos del desarrollo urbano, los patrones funerarios y algunas
tecnologías expresadas en la alfarería, la litoescultura y las tumbas. Resalta luego, el
debate sobre las sociedades que evolucionaron durante el Horizonte Medio, estando en
discusión la caracterización socio-política de los estados andinos de este período, desde
el momento en que estudiosos peruanos pusieron en cuestión la admitida y única
hipótesis de un estado imperial. Muchos, en fin, han sido los estudios sobre las
sociedades del período Intermedio Tardío e Inca, haciéndose cada vez más evidente la
existencia de estados jerarquizados, al mismo tiempo autónomos, pero en fuerte
interacción económica y cultural, cuyos primeros pasos se encuentran en las sociedades
preagrícolas. Estos aportes al conocimiento de la historia nacional se han materializado
en los trabajos de arqueólogos peruanos y extranjeros, primando los de estos últimos
con una mayoría de investigaciones estadounidenses.
De acuerdo a mi opinión, los enfoques sobre el origen y desarrollo de las
civilizaciones andinas, de modo general, se mantienen vigentes desde cuando se
perfilaron como tendencias para la interpretación social y a éstas se encuentran hoy
afiliados investigadores nacionales y extranjeros. Por una parte, la orientación
positivista y neopositivista, venida fundamentalmente con estudiosos norteamericanos
y/ por otro lado, la Arqueología como ciencia social, cuyos inicios se vienen dando a
partir de los planteamientos de Emilio Choy y Luis Guillermo Lumbreras. Y no es
desconocido para nadie que son los arqueólogos de Estados Unidos quienes han
producido numerosas investigaciones en el país, como lógica consecuencia del
fenómeno del imperialismo y de nuestra condición dependiente de los intereses

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ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

económicos y políticos, principalmente, del Estado norteamericano. Claro que hubo


momentos de menor flujo de estos estudiosos, cuando aparecieron en el Perú gobiernos
de tendencia nacional, como lo ha puntualizado el arqueólogo Richard Burger, quien,
además, hace notar que precisamente estos últimos años, han disminuido las
investigaciones extranjeras, esta vez a causa del accionar de guerrilleros del
movimientos revolucionario Sendero Luminoso, causante de inestabilidad política en el
Perú de consecuencias imprevisibles.

Un problema crucial en el Perú tiene relación con los objetos mediante los cuales se
practica la investigación arqueológica. La conservación y la defensa de los restos
antiguos están ligados a la política cultural que imprimen quienes tienen el poder
económico y político. Y como quiera que tal poder permanece vigente, asistimos,
entonces, a la dación de una constitución como la de 1979 (artículo N° 36) o a la
promulgación de leyes como la 24047, aprobada en enero de 1985, o el texto de la
nueva constitución (artículo N° 21) aprobado por el actual Congreso Constituyente,
como instrumentos legales que desamparan los yacimientos y restos arqueológicos,
dejando a éstos en riesgo de extinción y enajenación de ser recursos no renovables
pertenecientes a la nación peruana. Se observa, eso sí, coherencia en las medidas
adoptadas y franqueza en expresar lo que realmente piensan y desean hacer ahora con el
destino del patrimonio cultural, dejando atrás leyes declarativas a las que nunca dieron
el adecuado apoyo para su cumplimiento. Hoy el asunto está más claro y los
arqueólogos peruanos, muchos extranjeros y diversos intelectuales afines, han
comprendido que avances, tendencias y problemas de la conservación y defensa del
patrimonio arqueológico, constituyen un problema nacional vinculado al poder del
Estado. En esta línea de pensamiento el Primer Congreso Regional de Arqueología y
Etnohistoria del Norte Peruano, organizado por la Escuela de Arqueología de la
Universidad de San Marcos y realizado en la ciudad de Piura entre el 14 al 19 de junio
de 1993, acordó rechazar por unanimidad el artículo referente al patrimonio cultural
nacional propuesto en la nueva constitución por el Congreso Constituyente
Democrático.

Igualmente, en 1985, los arqueólogos peruanos, e incluso, el director del mismo


Instituto Nacional de Cultura, reclamaron y solicitaron la anulación de la Ley 24047.
Naturalmente nada se ha modificado y se continúa dando dispositivos que atentan

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ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

contra los intereses nacionales, no obstante ser éstos, repito, recursos nacionales que nos
legaron nuestros predecesores. Vemos, pues, armonía entre leyes y política
gubernamental que, en buen romance, continúa desde los inicios de la República.

Es necesario también reflexionar que deficiencias en los trabajos arqueológicos los hay
en todas partes y no encuentra coherencia en la queja sobre las deficiencias de las
investigaciones nacionales o en la formación de profesionales, lo cual francamente es no
entender la matriz de los serios problemas que inciden en nuestra realidad nacional,
como factores que obviamente impactan en los esfuerzos realizados por estudiosos
peruanos. Varias promociones de graduados en las universidades de San Marcos, La
Católica, Cusco, Trujillo, Ayacucho y Arequipa dan sus aportes mediante proyectos
individuales o agrupados en instituciones especializadas. El apoyo que podría lograrse
para tales universidades o a sus especialistas, daría un mayor número de
investigaciones, que con toda seguridad tendrían mejor nivel que mucho de la
producción intelectual extranjera o, por lo menos, quedarían a la par con ella. Hay, en
efecto, capacidad demostrada entre los arqueólogos peruanos y los ejemplos saltan a la
vista, pero el problema reside en la situación económica y social en que se desenvuelve
nuestra patria, problema que a veces no se quiere encarar o, más bien, se lo enmascara
al analizar la participación del arqueólogo nacional, señalando más bien aspectos
periféricos o anecdóticos, sin visualizar los verdaderos orígenes de tales deficiencias.

Conviene, asimismo, advertir a los jóvenes arqueólogos la necesidad de utilizar


información certera cuando arriesguen sus opiniones en aras de una sana y bien
discernida autocrítica. No creo que sea edificante acusarnos entre nosotros cuando
surgen algunos percances internos o personales que empañan nuestro transitar por la
Arqueología, mientras los grupos interesados en articular leyes contra el patrimonio
cultural avanzan unificados, antes todavía con fingidos instrumentos legales, pero hoy,
totalmente desembozados.

Cabe finalmente reiterar que han aportado informaciones y


análisis sobre evaluaciones de los avances y tendencias de la
Arqueología en el Perú, los estudiosos nacionales Duccio Bonavía
(1992), Alberto Bueno (1989, 1992), Miguel Cornejo García. (1992), Luis
Guillermo Lumbreras (1987, 1990), Federico Kauffman (1985, 1989),

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ALTAMIRANO E., Alfredo, capítulo 1 de libro del CONCYTEC, Lima, 1993.

Enrique Gonzales Carré y Denise Pozzi-Escot (1992), Ramiro Matos


Mendieta (1986, 1990), Pablo Macera (1977), Jorge E. Silva (1980),
Rogger Ravines (1989), Ruth Shady (1987) y Santiago Uceda (1990).
Igualmente, el autor que ha motivado nuestra opinión, Alfredo
Altamirano, quien a su manera aborda tópicos de la problemática en
cuestión, que con el tiempo sabrá complementar y superar. Entre los
extranjeros citamos a Brian Bauer (1992), Richard Burger (1989), Michael
Moseley (1983) y Richard Schaedel e Izumi Shimada (1982). A través de
ellos puede contrastarse, además, la posición que asumen con respecto
a la investigación arqueológica y el problema nacional, problema que
sin duda camina íntimamente vinculado al avance o retroceso de la
Arqueología peruana.

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