Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
03 Archivos 2011 Mitos Antropogonicos PP 151-269 PDF
03 Archivos 2011 Mitos Antropogonicos PP 151-269 PDF
Archivos
Departamento
de Antropología Cultural
IX - 2011
Mitos antropogónicos
de los indios sudamericanos
CIAFIC
ediciones
Directora:
Dra Ruth Corcuera
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Homenaje al Dr. Olaf Blixen
MITOS ANTROPOGÓNICOS
DE LOS INDIOS SUDAMERICANOS
Olaf Blixen*
Introducción
El presente estudio busca brindar a quienes se interesan en la
Americanística y, sobre todo, a etnólogos y etnógrafos, un panorama
general de las explicaciones míticas que los indígenas sudamericanos
han formado en cuanto a su propio origen y al de los pueblos con los
cuales han estado en contacto. Son explicaciones subjetivamente ver-
daderas, a despecho de las consideraciones críticas que puedan pro-
vocar en el hombre de Occidente, pues nada hay más verdadero que el
mito, conjunto de creencias fundamentales en las que el hombre etno-
gráfico basa su concepción del mundo, sitúa su lugar en el cosmos, in-
terpreta lo pasado, lo que le sucede y observa a su alrededor y avizora
lo por venir.
Nuestro examen se ha hecho sobre un número bastante conside-
rable de textos -narraciones míticas, unas veces extensas, otras sucin-
tas- que constituyen un conjunto de quinientos o seiscientos relatos,
entre los cuales es mencionada aquí explícitamente una cantidad sen-
siblemente menor, pero de todos modos copiosa. No se presenta ahora
numéricamente ante nosotros, gentes de las postrimerías del siglo XX,
sino un esmirriado remanente de lo que ha sido el acervo mítico de
todas las etnias que han poblado nuestro continente meridional, tesoro
de creencias que hubiera parecido inagotable en sus tiempos de es-
plendor. Esto es, cuando vivían y se desarrollaban intactas las socie-
dades nativas, sin otras amenazas a su supervivencia que los azares de
Mapa Nº1
Disensiones cavernícolas:
Osados contra prudentes
Paresíes e iranches. §1.1.- Entre los relatos del primer grupo, quizás
el episodio de origen más detallado que para Sud América conozcamos
sea la narración paresí recogida por Holanda Pereira (Holanda Pereira,
1986: (1):31 ss). En este texto la humanidad o, mejor dicho, la etnia pa-
resí se genera dentro de una gran roca. La primera mujer nace del
ayuntamiento de dos serpientes, después de que se han sucedido varios
intentos frustráneos de producir seres humanos en anteriores aparea-
mientos. Luego nace Wazare, el antepasado de los paresíes, y poste-
riormente muchos otros, que pasan su vida dentro de la piedra,
haciendo fiesta, cantando y bailando. Los sobrenaturales que viven en
el mundo exterior oyen, un poco confusamente, la algazara de sonidos
y canciones. El jefe de esta familia de seres divinos, que es el dueño
del rayo, intrigado por tal novedad, golpea la roca y hace un pequeño
agujero por el cual atisba el interior. Adentro han quedado quietos, ate-
morizados por el golpe, los antes despreocupados danzantes. Pero
luego el urubucito[1], transformado en mosca, atravesando el agujero
abierto por el rayo, explora el mundo exterior, donde contempla árbo-
les, plantas y flores, y regresa a su morada pétrea. Como resultado de
esta expedición dipteril los enclaustrados se deciden a salir. Después
Notas
[1] Se trata, según la misma fuente, pág. 35, nota 135, de la Chelidoptera tene-
brosa, un bucónido llamado regionalmente ‘andorinha do mato’ o ‘chico viúvo’.
Es muy rápido; los paresíes lo tratan con respeto y no lo matan.
[2] Generalmente la adición de otras etnias a la propia para comprender a todas
en una misma explicación etiológica descubre la influencia humanística del con-
tacto con la civilización occidental, y especialmente la prédica misionera, con
sus planteamientos generalizadores acerca del origen de los hombres. Esta pre-
ocupación es más bien ajena a las etnias primitivas, que no experimentan ningún
agrado en compartir estas vicisitudes trascendentes con otras etnias vecinas o
próximas, algunas de las cuales suelen ser enemigas, y objeto de temor, odio o
desprecio.
[3] Campephilus robustus, según Holanda Pereira, p. 17, nota 24.
[4] Cariama cris tata.
[5] El incidente señala otra coincidencia con las historias de los indios pueblos
del sudoeste de Estados Unidos.
[6] En cuyo texto los indios descienden de peces-araña (Osteoglossum bicirrho-
sum), una especie del Araguaya con la cual perdura una relación ceremonial ex-
presada, entre otras cosas, en el baile del aruaná y en el evitamiento de matar y
consumir dicha especie.
[7] Kahuña: Civrieux da este nombre al ‘mundo invisible donde no existe la
muerte’, (1970: 21) morada de Wanadi. Allí no háy, pues, muerte, maldad ni os-
curidad; lo califica de ‘paraíso primordial’ (p. 23) y explícitamente lo identifica
con el cielo (p. 41). Barandiarán (1962) no usa este término para cielo ni ‘para-
íso’. Por el contrario, koyohuuña (¿variante dialectal?) es el lugar subterráneo
donde moran los demonios y las almas de los condenados. Tanto una como otra
Notas
[1] En estas versiones lo que se atasca es un muslo de la mujer, que desde tierra
se ve como las Siete Cabrillas o Pléyades.
[2] Hay que pasar por alto, naturalmente, la incongruencia que significa divisar
desde la altura una montaña que casi llega al cielo, lugar de la observación, y, al
mismo tiempo, divisar en la superficie no sólo los animales sino lo que comen.
Notas
[1] En ambos casos se trata del mismo texto, publicado por el autor sólo con mo-
dificaciones de una u otra palabra. El primero de los dos figura inserto en el ar-
tículo de dicho etnógrafo titulado Os apinagé do Alto-Tocantins,aparecido en el
Boletim do Museu Nacional, de Rio de Janeiro, 6:(2):61-110. El segundo fue pu-
blicado con el título Urna lenda tapuya dos apinagé do Alto Tocantins, en la Re-
vista do Museu Paulista, 17:(1):515- 17.
[2] Strophocheilus oblongiis, según dicho autor.
[3] Cucurbita lagenaria L., según la misma fuente.
[4] Esta inclusión de los negros en el mismo grupo que ios defectuosos o lisiados
es una muestra del marcado racismo indígena, y de su animadversión hacia cier-
tos grupos foráneos, más o menos intenso según los casos.
[5] Un relato tunebo recogido por la señora Márquez (1981:176) expresa que
estos indígenas surgieron de calabazas y totumas (calabazas ya preparadas para
su uso como recipientes). De las limpias provienen los más trabajadores e inte-
ligentes; de las sucias, los haraganes y torpes. La idea parece teñida de un espíritu
folklórico, pero debe representar una creencia etnográfica tradicional. Sin em-
bargo, no hay por ahora razones suficientes para ligar históricamente esta creen-
cia con el tema timbira.
[6] El significado del acto es aun más explícito en el texto precedente de Crocker.
[7] Ejemplo de estas disensiones, aunque no típico, es la historia uitota de Juye-
kotirina (Preuss, 1921:(1):211-18, mito 4, publicada en nueva traducción sobre
el original en 1988:25-31) en la que una moza queda preñada por un buineima,
personaje mítico del río, con morfología de pez y ocasionalmente humana. Du-
rante la visita del ‘yerno’ a su ‘suegro’ en tierra, uno de los parientes pisciformes
de aquél es muerto por confusión. Más tarde los niños de la casa del suegro dan
muerte al propio hijo del buineima y de la hija de Juyekotirina, que ha sido co-
locado en una olla de barro con agua que le sirve de pecera. Esto desencadena la
venganza de la familia del marido acuático, que termina en diluvio regional que
arrastra a los culpables y a toda su parentela al fondo del río.
Notas
[1] En alguna variante, en lo que parece ser respuesta a una pregunta del encues-
tador, se dice que “tenían mujeres, pero en otro lado”.
[2] Esta caracterización se funda en el análisis de las distintas variantes recogidas,
que contienen los siguientes elementos del esquema típico expuesto más arriba:
Del Campana, 1913:316-317:3, 4Aa, 5b, 5c, 6, 7, 8, 9.- Métraux, 1939:49-50:1,
2a, 3, 4Aa, 5b, 5c, 6, 7, 8, 9,10a. Variante, pp. 51-52:11,12,13b.- Califano,
1973:159:(1, 2b, 3) 4Aa, 5b, 6, 7, 8, 9, 10a, 11,12,13a, 14. la. Variante, pp. 167-
68:(1), 2b, 3, 4Aa, 5a, b, c, 6, 7, 8, 9a, 10a, 11,12,13a, 14. 2a. Variante,
fragmentaria, pp. 168-69: 5b, 6, 7, 8, 9, 10a, 11, 12, 13a.- Mashnshnek, 1973:131-
34:(1), 2b, 3, 4a, 5a, b, c, 6, 7, 8, 9a, c, 10a, 11,12,13a, 14. Mashnshnek, 1975a:
20 (1,2b), 3, 4Aa, 5, 6, 7. (¿frag.?); Arancibia, 1973: 70:1, 2a, 3, 4a, (5), 6, (7),
8, 9. Variante: pp. 71-73: 1, 2b, (3), 4Ab, 5a, b, 6: carancho sustituido por cóndor,
7, 8/9a.- Heredia y Magnani, 1980:53-55:1, 2a, 3, 4, 5a, b, 6, (7), 8, 9,10a, 11,13b,
14.-;Fock, en Wilbert y Simoneau, 1982:74-75:1,2b, 3,4Aa, 5b, 6,8,9.- Alvarsson,
1983:167 ss:l, 2B, 3, 4Aa, 5A, 6, (7), 8,9A, B, C, 10,11,12,13A, 14 con algunas
peculiaridades más, entre otras, que la menstruación pasa de los hombres a las
mujeres, castigo infligido por Tokjuaj.
[3] Los textos conservan los siguientes elementos del esquema típico: Mas-
hnshnek, 1972:126- 1, 2B, 3, 4Aa, 5B, C, 6: carancho sustituido por otro pájaro,
7A, 8, 9 A, C. Siffredi, 1985:31 (inf. Kiki) - 1,2B, 3,4Aa, 5A, 6: picaflor sustituye
al carancho, 7A, (8), 9. El retrasado es el palomo en vez del armadillo, pero sólo
puede conseguir una mujer ciega, rasgo superviviente del episodio del desente-
rramiento practicado por el armadillo. En lugar del incidente de la vulva dentada,
se produce otro. El palomo, muy rijoso, no obedece la orden de esperar a que
otros más fuertes copulen con las hembras antes que él, y por eso la criatura que
ella da a luz muere pronto. Por eso los hombres son mortales. Siffredi, ibídem,
(inf. Kasókchi Ilánek) 1,2B, 3,4Ac, 5B, 6: carancho sustituido, 7A, 8,9C.
Siffredi, ibídem, p’. 36. Texto aberrante, no confiable. Es curioso que figure como
informante el mismo relator del texto anterior, porque por sus contenidos, son in-
compatibles.
Nacidos en ollas
§ 6.1. En la región chaqueña aparece un motivo que sin duda ha tenido
y conserva aún cierta difusión, tanto entre mataco-mataguayos como
entre guaicurúes. Según los casos, el motivo en cuestión explica el ori-
gen de los hombres, de grupos o de tribus; en otros, se liga con diver-
sos contenidos etiológicos, y entonces aparece tanto en el Chaco como
en otras partes, pero sólo esporádicamente.
Un texto mocoví de un anónimo del siglo XVIII que publicó
Lehmann-Nitsche (Lehmann-Nitsche, 1927: 146-47)[1] nos dice que
un Gran Mocoví[2] que no tenía mujer, tomó una olla de barro, se
masturbó y tapó el recipiente[3]. Cuando le pareció que había
transcurrido tiempo suficiente para que se hubiera formado una
criatura, lo destapó y encontró el cuerpecito de un varón. Repitió la
operación y obtuvo otro varón. La tercera vez ocurrió lo mismo. El
anónimo dice que se ingenió de modo tal que con los varones hizo una
o dos hembras, sin querer detallar más cumplidamente los pasos de
esta proeza quirúrgica. Los seres humanos resultaron de los
Notas
[1] El original es un manuscrito anónimo del siglo XVIII que se guardaba en el
archivo de la Compañía de Jesús, en Sarriá, Barcelona, y su exhumación se debe
al P. Guillermo Furlong, que extrajo de él copia que pasó a Lehmann-Nitsche. Era
opinión del padre Furlong que el manuscrito debía ser atribuido al padre Manuel
Canelas, S.J., que en ese siglo había dedicado más de nueve años a la catequiza-
ción de los mocovíes.
[2] La alusión a ‘un Gran Mocoví’, según Lehmann-Nitsche, debe interpretarse
como referida a un antepasado mítico del grupo, a quien no se menciona por otro
nombre. Es bastante claro que se trata de un demiurgo a quien se atribuye la gé-
nesis de la nación.
[3] Nuevamente se pone de manifiesto la necesidad de cubrir el lugar donde se
va a operar la transformación, que es un acto potente, porque la magia opera
fuera de las miradas indiscretas.
[4] Chahuanco o chaguanco: apodo regional dado a los chiriguanos.
[5] El incidente aparece frecuentemente en ciertas variantes del mito de los me-
llizos, sobre todo en la región del alto Xingú.
Creaciones y transformaciones
§ 7.1. En los relatos indígenas sobre el surgimiento de los seres huma-
nos tal origen es a menudo atribuido al acto de un creador o demiurgo.
Tanto en el caso de los mitos antropogónicos como en el de los que to-
can a la formación y comienzo del propio universo, nos sale al paso una
dificultad que no aparece normalmente cuando el mito trata en esencia
de otros temas y asuntos. Ella no es otra que la posible influencia que
la prédica misionera y aun el mero contacto, más o menos habitual, con
los occidentales puedan haber ejercido sobre las ideas tradicionales del
mundo precolombino. La crítica de las fuentes se vuelve una tarea di-
ficultosa, y las soluciones se tornan inseguras en presencia de explica-
ciones que presentan al demiurgo en actividades antropogónicas más
o menos idénticas a las del Dios de los cristianos, descritas en el Viejo
Testamento (Gen. 2.7). Puesto que en el ámbito de la conciencia mítica
Notas
[1] El análisis de Daniel de Barandiarián (1965) es bastante complejo: califica a
los híkola (o hékura en la transcripción del P. Cocco) de ‘’energías vitales pro-
genitoras de todas las especies vivientes”, que “no comen, ni duermen, ni traba-
jan, ni enferman”, que “vienen al llamado de los shamanes y forman en el pecho
de éstos un microcosmos de todas las especies”. Los híkola de los humanos, al
contrario de los de animales y vegetales, se encarnan individualmente en cada sa-
nemá-yanomamo, que con él participa del depósito de energía vital de la tribu.
Las mujeres no tienen, según parece, híkola. El P. Cocco los califica como ‘es-
píritus de diversas clases’ y describe algunos tipos (1972:401-407).
[2] Parece tratarse del conoto, un icterídeo de plumaje negro y pico rojo, que
suele imitar la voz de otras aves (Ostinops sp.).
[3] Quienes se masturban en la pantorrilla de otros hombres pertenecen al pueblo
La anaconda ancestral
§ 9.1. En la cuenca del Vaupés, a caballo entre la Amazonia colom-
biana y la brasileña, encontramos arraigada una diferente y peculiar
explicación de los orígenes humanos, que se extiende también a la
contigua cuenca del Pirá-Paraná, modesto afluente del Apaporis; y,
probablemente, a algunas zonas aledañas. El mito puede considerarse
como una vivencia y concepción propia de los tucanos, porque casi
todos los grupos que lo sustentan pertenecen a esa familia lingüística;
y, para algunos que no la integran, la presencia del mito puede expli-
carse como la consecuencia de recíprocos contactos. Según esta con-
cepción antropogónica cada grupo tucano desciende de una anaconda,
que resulta ser su antepasado común. Estas anacondas ancestrales re-
ciben en cada grupo nombres diferentes, ligados, a lo que parece, con
cualidades que las sindican o con rasgos o hechos tradicionales cuyo
origen es a veces difícil de establecer. Los tatuyos son la ‘gente de la
anaconda celeste’; los tuyucas, la ‘gente de la anaconda-piedra’; los
taiwanos, la ‘gente de la anaconda-remedio’, uco masa (masa, maha,
majsa en otros dialectos = gente, individuos) y así otros grupos.
§ 9.2. Los textos recogidos en la pequeña cuenca del Pirá Paraná son,
en general, bastante más conservadores de la tradición que los obteni-
dos en las regiones más transitadas y occidentalizadas de la cuenca
del Vaupés. En varios de estos últimos textos la filiación misma de la
tribu, su génesis de una anaconda, ha desaparecido, y aparece susti-
Notas
[1] Y aún antes, pero con menor intensidad y continuidad. Es difícil evaluar la in-
fluencia que las misiones establecidas durante el siglo pasado en el Vaupés, el Ti-
quié y el Papurí puedan haber ejercido sobre las creencias indígenas, pero
Notas
[1] Larvas de lepidópteros.
[2] Ni, en general, de los caucásicos.
Notas
[1] Término guaraní para designar el adorno labial conocido como barbote.
[2] En cambio, los vecinos matacos no son culpables de tal negligencia, holga-
zanería o error. Según el mito que recogió Nordenskiold, (cf. Wilbert y Simoneau,
1982:60- 61) cuando todavía no se habían diferenciado los cristianos de los
demás humanos y vivían en una misma casa grande con los matacos, en esa mo-
rada había de todo: desde hachas y herramientas hasta caballos, ganado y ropa
linda para las mujeres. Los antepasados de los que serian después cristianos to-
maron esos bienes y se escabulleron con ellos y dejaron a tos matacos los enseres
y animales de menor utilidad: ollas de barro, perros y otras cosas de poco valor.
Así comenzó la riqueza de los cristianos: por un hurto.
Los sobrevivientes
§ 11.1. En principio los mitos de inundación o cataclismáticos, a veces
comprendidos bajo el rótulo impropio de diluviales, no son mitos de
origen para la humanidad, pues la consecuencia normal de la catástrofe
es la aniquilación de casi todas las gentes; pero deben salvarse algunas
que posteriormente se multipliquen e impidan la extinción de la raza
humana[1]. Un momento crucial de esa calamidad es entonces aquél
en que queda un número mínimo de individuos para asegurar la per-
Notas
[1] A menos que se produzca una segunda creación, cuando la destrucción de la
primera humanidad haya sido completa.
[2] En la mayor parte del continente las protagonistas femeninas de esta historia
son loras, que asumen la forma de mujeres. Esta forma queda como definitiva por
la destrucción de la capa de plumas que se ponen las psitácidas para recuperar su
naturaleza ornitológica. En el norte del continente hay, en cambio, ejemplos en
los cuales quien se metamorfosea es una perra (guaraos, Barral, en Wilbert y Si-
moneau, 1970:240-41) o un perro (caribes de la Dominica, Taylor, 1952:277). El
sexo resulta a veces poco claro, tal vez intencionalmente (relato de Surinam, de
van Coll, 1908:484-5). Son elementos recurrentes la actitud subrepticia y sigilosa
para sorprender al animal en su condición de mujer, la destrucción de la piel ca-
nina por el fuego para impedir el proceso de retransformación y, desde luego, la
ejecución de tareas femeninas por el animal, bajo su apariencia de mujer. La his-
toria era ya conocida por los cronistas de Indias. La expone claramente Cristóbal
de Molina (1947:31-33) quien mantiene el antecedente diluvial y recuerda que
los cañaris dan al episodio como explicación del origen de su propio pueblo. En
la variante de Sarmiento de Gamboa (1942:26-27) no se habla de loras ni de gua-
camayas, sino simplemente de mujeres cañaris con las cuales procrea el indígena
que ha podido sobrevivir al cataclismo.Algunos de los elementos de la historia
sudamericana, en su variante canina, aparecen en ciertos relatos indígenas de
Norteamérica, que delatan claramente una filiación común, a pesar de las dife-
rencias.
[3] El caso no es sin embargo claro.