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En esencia, las líneas que marcan este proceso de dos direcciones son las habituales en
la globalización: en el interior de los países hay entornos que se han visto favorecidos,
como las urbes mundialmente conectadas, y otras zonas viven en un declive permanente
a causa de su desconexión. En el caso germano, más de 13,5 millones de sus
ciudadanos viven en regiones con graves problemas estructurales. Pero eso no
significa que sean los únicos perjudicados, asegura el informe, ya que en las ciudades
con más vigor económico, el coste de la vida está aumentando, las infraestructuras
están congestionándose, las clases medias están bajo presión y la cohesión social
también se desmorona.
Ese proceso, geográfico y social, también cuenta con consecuencias políticas: el peso
del voto de las regiones y las clases perdedoras ha sido decisivo en el Brexit, en la
elección de Trump o en la Francia de Le Pen, por poner ejemplos significativos, y en
Alemania, según el informe, la penetración de AfD, el partido de extrema derecha, es
inseparable de estos electorados. La crisis de legitimidad de las instituciones
democráticas ha hecho el resto.
Se trata de un proceso del que es muy difícil salir, porque la pobreza termina
convirtiéndose en una trampa: una vez en ella, se convierte en una espiral que lo atrapa
todo. En las zonas perdedoras, señala el informe, se produce una perniciosa
combinación de escaso poder económico, elevado desempleo, deuda creciente, menor
inversión y emigración. Para combatir ese círculo vicioso, la Fundación Ebert
recomienda medidas como la asunción de mayor gasto social por parte del gobierno
germano. Entre sus propuestas destaca especialmente la puesta en marcha de un
fondo que permita aliviar la deuda de los Estados federados y de los municipios
más perjudicados. No es extraño, porque la deuda es la parte principal de esa trampa:
la mayor parte de los recursos de zonas depauperadas, que por tanto son decrecientes, se
destinan al pago de los intereses, lo cual impide poner en marcha planes de
recuperación, al mismo tiempo que la cantidad adeudada sigue aumentando.
En Alemania sí, en la UE no
La Fundación Friedrich Ebert pertenece al partido socialdemócrata alemán, y por lo
tanto sus propuestas entran dentro de lo previsible, dado que a ese sector ideológico se
le presupone el interés por la cohesión social. Sin embargo, resulta significativo que
se abogue por este alivio de la deuda para el interior de Alemania, pero la
socialdemocracia europea sea hostil a esa misma idea para el conjunto de la UE.
El problema es que no se ha sabido qué hacer con esa espiral. Las convicciones de la
ortodoxia económica se han puesto a prueba con la crisis y en lo esencial no han salido
bien paradas. Una de ellas era la que vinculaba el bienestar social con el crecimiento:
si los grandes números de la economía cuadraban y si se continuaba creciendo, el
conjunto de la sociedad se vería beneficiado. La época poscrisis es un ejemplo perfecto
de cómo la recuperación ha alcanzado a capas favorecidas de la sociedad, ha mejorado
algo las medias altas y las medias, pero no ha llegado al resto, que sigue en su caída
constante. Los beneficios del crecimiento han ido a parar a las mismas clases y a los
mismos lugares, y eso es lo que el informe pone también de relieve.
En segundo lugar, y Grecia es el mejor ejemplo, salir de ese círculo vicioso era posible,
según la ortodoxia habitual de los expertos de las instituciones económicas y de la
misma UE, siempre y cuando la sostenibilidad de la deuda se consiguiera a través
de un programa de reformas de gran alcance. Tsipras hizo lo que le ordenaron, y el
resultado ha sido la extensión de la pobreza y que los números no sigan cuadrando.
Algo se hizo mal con Grecia, y lo peor es que, a pesar de la realidad, nada se ha
modificado.
La deuda
Habría que actuar de otra manera, aunque solo se porque las acciones realizadas no han
dado resultados. El alivio de la deuda, eso que los socialdemócratas alemanes proponen
para zonas de su país, podría ser bastante útil en la UE, algo perfectamente posible aun
cuando esa ortodoxia fracasada lo niegue. Pero si esa no fuese la mejor medida posible,
es evidente que no se puede seguir utilizando fórmulas que reproducen el círculo
vicioso que conduce a los países hacia el declive.
Entendamos cómo funcionan las cosas, porque a España le va mucho en esto. Las
sociedades occidentales se están bifurcando de manera evidente, y cada vez se ensancha
más la brecha entre las clases con más recursos y el resto. A causa de ese movimiento,
aparecen situaciones mezcladas, que afectan tanto en lo personal, como en lo social y en
lo territorial, y que tienden a mantenerse en un terreno inestable durante cierto
tiempo antes de caer. Las clases medias son un buen ejemplo de ello. Conservan cierta
capacidad de acción, cuentan con recursos, pero los precios de los bienes esenciales
suben, los salarios se estancan, los empleos bien pagados disminuyen y la reproducción
de su posición social cada vez es más complicada. En ese entorno, buena parte de la
clase media desciende en el nivel social, ya que caer es fácil y ascender muy
complicado.
El sur
Eso es lo que está ocurriendo con los países del sur de Europa, cada vez más cerca de
esa trampa de deuda, elevado desempleo, falta de inversión y emigración. Arreglar ese
problema exige medidas diferentes, pensar de forma no ortodoxa y ser política y
económicamente valientes. Sin embargo, nada parece indicar que vaya a existir cambio
alguno en ese sentido. La derecha, fruto de la irrupción de la extrema derecha en los
países del norte y del este se ha hecho todavía más neoliberal, y lo que queda de
socialdemocracia y de liberalismo ha girado hacia la derecha y aspira, por así decir,
a fusionar las ideas de Calviño con las Garicano.
La lección estadounidense
Quizá haya que extraer aquí una lección de la experiencia estadounidense. En estos días
los demócratas están celebrando los debates para elegir a su candidato. La gran
diferencia la están estableciendo Sanders y Warren, que han irrumpido con fuerza
poniendo sobre la mesa temáticas y propuestas que hace mucho tiempo que su partido
no se había atrevido a abordar. Es una actitud que se les ha recriminado en la campaña y
en los debates mediante un argumento habitual, el que subraya que con ese tipo de ideas
se está abocado a perder las elecciones. Sanders ha sabido defenderse de estas
acusaciones y Warren está realizando una campaña espectacular en este sentido,
saliéndose de la ortodoxia argumentativa de su partido y transmitiendo la imagen no
solo de que con estas ideas se puede ganar, sino de que, de hacerlo, sabría cómo
llevarlas a la práctica.
La valentía
En Europa no estamos todavía en eso, y nos movemos en una derecha cada vez más
neoliberal y atrevida y un progresismo cada vez más temeroso de salirse de lo correcto,
y con algo de izquierda que todavía respira pero que se empeña en situarse en los
márgenes sociales. En realidad, todos están haciendo lo que más cómodo les resulta, lo
que les lleva a no tener que enfrentarse a las estructuras existentes y les permite
mantener un espacio confortable mientras las neoderechas arriesgan y a menudo ganan.
Pero ya no estamos en ese momento que permitía ir tirando: hemos llegado a un instante
crucial, tanto en lo que se refiere a la UE como en España, y necesitamos mucha más
altura de miras, mucha menos complacencia y mucho menos miedo. El círculo vicioso
de la deuda, el desempleo, la emigración y el descenso en el nivel de vida está aquí.
Hace falta que se le plante cara. Ya no se puede hacer lo mismo de siempre.