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MAMANI, M.

Jhonny (2011), “La complejidad del término Cultura Digital, desde la


visión de la educación inclusiva, la inclusión digital y la interculturalidad”, Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación–UMSS, Cochabamba, Bolivia.

LA COMPLEJIDAD DEL TÉRMINO CULTURA DIGITAL, DESDE LA VISIÓN DE LA


EDUCACIÓN INCLUSIVA, LA INCLUSIÓN DIGITAL Y LA INTERCULTURALIDAD1

"El progreso espectacular de las tecnologías de la comunicación abre, por primera vez, una
enorme posibilidad de participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas"
Alvin Toffler

Introducción

Dada la indeclinable necesidad de buscar una definición multidimensional y significativa


del concepto de “Cultura Digital” para la sociedad de nuestra época, cuestión de mucha
importancia para el desarrollo de esta tesis de investigación, se ha realizado una
indagación a propósito de las diferentes formas en las que ha sido abordada la relación
entre lo social y lo tecnológico, como una primera aproximación a la construcción de
nuestro objeto de estudio. De hecho, las primeras impresiones que se han tenido sobre la
conformación de nuevas culturas –“digitales”, en el caso de nuestro estudio– provienen
desde diferentes campos disciplinares como la Antropología, la Sociología, la Economía,
la Pedagogía, la Psicología y, más recientemente, la Investigación Educativa, muchos de
los cuales comparten ciertos criterios interrelacionados en tanto se hable de Sociedad y
Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) para su definición; así como para la
construcción, en consecuencia, de nuevas aproximaciones conceptuales como Sociedad
de la Información, Sociedad del conocimiento, economía del conocimiento, educación
inclusiva, inclusión digital, brecha digital, brecha cognitiva, inclusión social, etc., etc. Así
pues, es frecuente pensar que todos de estos conceptos, incluyendo los muchos otros
que no hemos mencionado todavía, tienen la capacidad de resaltar al denso conjunto de
características dinámico-diferenciales de las facultades humanas.

1
La presente publicación es una iniciativa del autor para una futura investigación (tesis), cuyo objetivo
principal es precisar una aproximación al concepto de cultura digital. Entonces, debe tenerse presente que
dicha publicación, al ser iniciativa propia, no compromete a la institución universitaria en la que se forma (o se
formó) el titular del presente artículo. E-mail: jhonn.edu.ca@gmail.com
Asimismo, podría decirse que estas disciplinas también coinciden, en algún sentido, al
referirse que el “ser” humano se relaciona cada vez más con los avances tecnológicos,
con su contexto significativo y con una infinidad de implicaciones socioculturales e
intelectuales de gran complejidad. Es por ello que partimos del supuesto de que para
entender el concepto de cultura digital debemos, en primera instancia, aproximarnos a
los distintos modos de Alfabetización, pues de ese modo se podría comprender el
significado que tiene la palabra enculturación en el concepto de cultura digital. Lo que
significa también, desde luego, que deberemos relacionar este proceso de alfabetización
(enculturación) con el término de la inclusión social y el enfoque inclusivo, puesto que es
en este último en donde encontraremos algunas reflexiones que nos ayudaran a
comprender las complejas implicaciones que tienen la educación inclusiva, la inclusión
digital y la perspectiva intercultural sobre las construcciones de la cultura digital. Y, por
último, centrar todas nuestras reflexiones sobre éstas construcciones de cultura digital en
el marco del nuevo modelo social, formado éste por una dupla conceptual sobre la cual se
hace posible la comprensión del sentido y la significatividad de la cultura digital: el termino
de Cibercultura, como nueva forma de expresión cultural y, junto a ella, el termino de
Ciberespacio, como nuevo espacio de actuación social, cultural e intelectual.

1. La Cultura digital y los distintos modos de alfabetización

La primera idea que se tiene respecto de la Alfabetización como concepto en la época


actual, y en las recientes anteriores, viene a considerarse para el Chambers English
Dictionary como “the condition of being literate”, es decir, la condición de ser culto. De la
misma forma, para la Real Academia de la Lengua Española, el término de alfabetización
viene a considerarse como “enseñar a leer y escribir”. Sin embargo, considerando que
estas primeras ideas bien pudieran dejarnos algunos vacios, Badwen2 (2002) nos dice
este concepto puede entenderse como aquella habilidad que tienen las personas para
usar los símbolos gráficos que representan el lenguaje hablado; concepción que debería
llevarnos a pensar, consecuentemente, que tales habilidades van mucho más allá de la
simple idea de saber leer y escribir al encontrarse impregnado de un cierto relativismo,
donde la impresión de estar alfabetizado en España no es lo mismo que estarlo en
Bolivia. Y siguiendo a este mismo autor, el concepto de alfabetización, con el pasar de los
años, se ha ido complementando cada vez más con las denominadas “alfabetizaciones en

2
Citado por: BARROSO, Osuna Julio y LLORENTE, Cejudo Maria del Carmen, “La Alfabetización
tecnológica”, en: CABERO, Almendra Julio [Coordinador] (2007), “Tecnología Educativa”, McGRAW-
HILL/INTERAMERICANA, Universidad de Sevilla, España, Cap. 6, pp. 92.
destrezas”, cuyos planteamientos hacen referencia a una información de creciente
complejidad y, por supuesto, a las tecnologías en auge.

Ahora bien, si consideramos la Alfabetización en su definición y contenidos iniciales, tal


concepto podría entenderse como tema de debate en tanto se la comprenda, en palabras
de Brown y Collins (1989), como aquella condición en la que el aprendizaje es una
cuestión de participación en el proceso social de construcción del conocimiento
denominado “enculturación”3. Así pues, podemos decir que es a partir de esta mirada que
la alfabetización, en su sentido genérico, toma su forma como tema de debate sobre una
definición que la entendía como la simple capacidad de saber leer y escribir; sin embargo,
ante el pasar de los años, tal definición fue ampliándose por la UNESCO a través del
concepto de alfabetización funcional:

Una persona se considera alfabetizada cuando en su vida cotidiana puede leer y


escribir, comprendiéndola, una oración corta y sencilla [...]. La alfabetización
funcional se refiere a aquella cuando una persona puede realizar todas las
actividades necesarias para el funcionamiento eficaz de su grupo y comunidad, y
que además les permite continuar usando la lectura, la escritura y el cálculo para
su propio desarrollo y el de su comunidad (Contreras, 2001)4

De esta forma, habiendo destacado la evolución del concepto de alfabetización como un


tema ampliamente debatido en varios países Latinoamericanos, logramos que en
definitiva este segundo modo de alfabetización es tomado en cuenta como objeto de
evaluación en diversos Ministerios de Educación. Así, de un proceso de evaluación a otro,
consecuentemente, se ha estado observando que este segundo nivel de alfabetización
representa a un conjunto de deficiencias y desequilibrios internacionales, al constituirse
como un problema muy serio para la adquisición del conjunto de competencias humanas
que denotan superiores características y necesidades que las de la alfabetización básica.

No obstante, frente a los avances tecnológicos y sus impactos directos e indirectos en la


vida diaria de las personas de nuestra época –además del eminente progreso evolutivo en
el concepto de alfabetización– se fueron iniciando consecuentemente los planteamientos
de una “alfabetización tecnología”. Bajo este término se iniciaron las referencias a un
tercer modo de alfabetización que comenzaría a madurar, inicialmente, entre la década de
los 90; década en la que también surgieron los planteamientos del enfoque de la

3GROS, Begoña y CONTRERAS, David (2006), “La Alfabetización Digital y el desarrollo de competencias
Ciudadanas”, Revista Iberoamericana de Educación, Nº 42, pp. 112.
4 Ídem 2, pp. 108.
educación inclusiva. Dado el caso –y entendiendo que el concepto de alfabetización (tanto
básica como funcional) se encuentra aunado de un cierto relativismo que va
complementándose cada vez más con un cierto tipo de alfabetización en destrezas–
podríamos estar en disposición de reflexionar que este tercer modo de alfabetización,
además de complementarse, se refuerza con mayor firmeza en las denominadas
alfabetizaciones en destrezas. En este orden de cosas, Campbell (1990) nos habla
implícitamente de una alfabetización en destrezas e integra en ella –es decir, en las
nociones de alfabetización básica y funcional– el componente tecnológico, para
brindarnos una primera aproximación conceptual de lo que podría entenderse por
alfabetización tecnológica:

Alfabetización conlleva la integración de comprensión oral, expresión oral, lectura,


escritura, y pensamiento crítico; incorpora la numeración. Incluye un conocimiento
cultural que permite al hablante, escritor o lector, reconocer y usar el lenguaje
apropiado para diferentes situaciones sociales. Para una sociedad
tecnológicamente avanzada (…) el objetivo es una alfabetización activa que
permita a la gente utilizar el lenguaje para aumentar su capacidad de pensar, crear
e interrogar, de manera que verdaderamente participen en la sociedad5

Así pues, como consecuencia de la íntima relación entre el aspecto social y tecnológico,
diversos estudios fueron sosteniendo que la creciente interacción entre los procesos
sociales y el desarrollo de las TIC han ido conduciendo, necesariamente, a la adquisición
de nuevas funciones y estructuras mentales en las personas –social y culturalmente
diferentes a las de las generaciones pasadas– en quienes un cierto tipo de “tecnogénesis”
va originando nuevas formas de comportamiento adaptativo. Bajo ese supuesto, Sharman
(2004: 17-18) nos ofrece una definición conceptual para entender ésta tecnogénesis como
“el proceso mediante el cual los humanos construyen, manipulan e interactúan con las
tecnologías de la información, dando lugar a un proceso de desarrollo interactivo que de
manera continuada condiciona nuestras representaciones y experiencias del mundo”.6

En concordancia con esta tecnogénesis, buena parte de investigadores –principalmente


quienes fueron implicándose en el campo de los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología– han ido suscribiendo que este último modo de alfabetización alude a la
democratización de los procesos de formación, cuya tendencia es buscar hacer posible la

5 Citado en: ídem 1


6Citado en: GORDO, López Ángel J. [Coordinador] (2006), “Jóvenes y Cultura Messenger”, serie: Tecnología
de la Información y la Comunicación en la sociedad interactiva, Ancares Gestión Gráfica S.L., Ciudad de
Frías, Madrid, pp. 12-13.
denominada inclusión social y, junto a ella, la mejora en la calidad de vida. De esta forma,
habiendo estimado la posibilidad de la tecnogénesis para la inclusión social, logramos ver
que ésta alfabetización tecnológica –también entendida como alfabetización digital,
alfabetización informática, alfabetización informacional o ciber-alfabetización– se
constituye como una instancia de formación fundamental para la construcción y el
potenciamiento de una incipiente pero, también, creciente cultura digital, la cual bien
podría posibilitar y facilitar el desarrollo humano, local o nacional. Es bajo esta mirada que
la alfabetización digital suele ser entendida como uno de los sellos más representativos
para la gestión de la inclusión social, de la mejora en la calidad de vida y el desarrollo
humano, cuyos alcances y posibilidades podrían ser apreciados y resumidos en al menos
dos etapas, a saber: a) una “alfabetización digital” que, en parte, ha de permitir un cierto
grado de inserción, inclusión y/o participación social a las personas de nuestra época, y b)
una “cultura digital” que, además de permitir, ha de suponer tácita y explícitamente la
participación plena de las personas de la sociedad digital del futuro ya presente. Para
finalizar esta parte, Casado Ortiz (2006) define este tercer modo de alfabetización como:

(…) el proceso de adquisición de los conocimientos necesarios para conocer y


utilizar adecuadamente las infotecnologías y poder responder críticamente a los
estímulos y exigencias de un entorno informacional cada vez más complejo, con
variedad y multiplicidad de fuentes, medios de comunicación y servicios7
2. La cultura digital en tanto enfoque de inclusión

Si consideramos que estos procesos de alfabetización digital tienden a potenciar aquella


capacidad humana que venimos denominando como cultura digital; la cual, suponemos,
ha de favorecer y hacer posible la gestión de la inclusión social y la participación plena de
las personas –quienes de manera directa e indirecta vienen a ser considerados como la
parte constitutiva del proceso de digitalización social– habría que estudiar qué significa
esta inclusión y participación plena desde los enfoques de la inclusión. Es decir, desde la
educación inclusiva, la inclusión digital y la interculturalidad. Dado el caso, y entendiendo,
a la vez, los supuestos básicos, los alcances y las últimas tendencias del enfoque de la
inclusión, quizá podríamos aventurarnos a decir que esta cultura digital es un concepto de
construcción social que se va constituyendo de manera progresiva, precisamente, a partir
del potenciamiento de habilidades técnicas y tecnológicas que son favorecidas, en parte,
por perspectivas y políticas de educación inclusiva e inclusión digital. Esta manera de

7
Citado en: ORTEGA, Sánchez I. (2009), “La Alfabetización tecnológica”, en: ORTEGA, Sánchez I. &
FERRÁS, Sexto C. [Coordinadores] Revista Electrónica Teoría de la Educación: Educación y Cultura en la
Sociedad de la Información. Vol. 10, nº 2, Universidad de Salamanca, España, pp. 14
aproximarnos al concepto de la cultura digital nos la hace conocer José Eduardo Rojas
(2010: 114) quien, desde una visión muy reflexiva respecto a la importancia de
perspectivas y políticas de educación inclusiva e inclusión digital en Bolivia, sostiene:

Evidentemente, las nuevas generaciones se encuentran con ventajas frente al uso


y adopción de nuevas tecnologías, sin embargo, esta mirada optimista debe ser
analizada desde una perspectiva de política pública educativa y socio cultural; y es
precisamente desde este punto de vista, que nuevamente se percibe la ausencia
del Estado para el fomento de la cultura digital y lo que nosotros preferimos
denominar en un avance metodológico: “Alfabetización informacional”.8

Como bien puede apreciarse, en este planteamiento se sugiere la existencia de un


relevante nexo entre la construcción de la cultura digital y el enfoque inclusivo, entendido
este ultimo como un concepto multidimensional que trata de abordar un denso conjunto
de problemáticas sociales, generalmente asociadas al tratamiento de temáticas de política
social inclusiva (por ejemplo: pobreza, analfabetismo, marginación/exclusión social, etc.),
y no sólo de política educativa inclusiva. No obstante, algunos autores hablan de un
enfoque inclusivo que desde la perspectiva pedagógica busca una modificación adecuada
en el sistema escolar, para que de ese modo se pueda deliberar realmente la denominada
inclusión social.

La inclusión es un concepto pedagógico que hace referencia al modo en que la


escuela debe dar respuesta a la diversidad o al modo en que la sociedad debe
considerar a los ciudadanos. Es un término que surge en los años 90 y pretende
sustituir al de integración, hasta ese momento el dominante en la práctica
educativa. Su supuesto básico es que hay que modificar el sistema escolar para
que responda a las necesidades de todos los alumnos, en vez de que sean los
alumnos quienes deban adaptarse al sistema, integrándose en él. La opción
consciente y deliberada por la heterogeneidad en la escuela constituye uno de los
pilares centrales del enfoque inclusivo9

Considerando la época en la que vivimos podría decirse consecuentemente que este


nuevo concepto pedagógico nos ha permitido reflexionar, aclarar y diferenciar las
nociones básicas de los términos de integración e inclusión; esto, bajo el supuesto de que
el carácter inclusivo de este nuevo enfoque presenta connotaciones de mayor magnitud y
alcance que el de la integración, aun cuando en muchos países Latinoamericanos se la

8 ROJAS, J. Eduardo (2010), “De la sociedad de la Información a la Digitalización de la sociedad en Bolivia:


procesos, paradojas y desafíos en el siglo XXI”, en: ROJAS, J. Eduardo [Coordinador], Revista digital Diálogos
Transdisciplinarios en la Sociedad de la Información, Fundación REDES para el desarrollo sostenible, La Paz-
Bolivia, pp. 114.
9
GONZÁLEZ, Soto Ángel-Pío y FARNÓS M. Juan D. (2009), “Usabilidad y accesibilidad para un e-learning
inclusivo”, en: TORREZ, G. José A. [Director], Revista de Educación Inclusiva, Vol. 2, Nº 1, pp. 51.
suele asociar frecuentemente con la educación especial y las necesidades educativas
especiales. Bajo esta mirada, se dice que desde el enfoque de la integración se ha ido
preocupando por la mejora y el cambio de la educación especial; en cambio, desde el
enfoque de la inclusión se ha ido preocupando, hoy por hoy con mucho más esfuerzos,
por la transformación de la cultura, la organización y la practica educativa de las escuelas
comunes a favor de la atención a la diversidad de las necesidades educativas de todo el
alumnado. Gisela T. de Clunie, a propósito de este enfoque, sostiene que de acuerdo con
la UNESCO, la educación inclusiva implica “habilitar a las escuelas para que sean
capaces de atender a todos los niños y niñas”. En otras palabras, la inclusión significa
desarrollar sistemas que acojan a todos los alumnos, cualquiera sean sus características,
desventajas y dificultades”10.

Sin embargo, otros autores resaltan que aun en la actualidad no existen consensos en
torno a la entidad y la significatividad del enfoque de la educación inclusiva. Las
reflexiones a esta falta de consensos nos la termina de hacer conocer Andrés Payá Rico,
quien de manera resumida cita dos Conferencias Internacionales en Educación Inclusiva
(informes finales) en su artículo titulado “Políticas de Educación inclusiva en América
Latina: propuestas, realidades y retos de futuro”. Concretamente, las aludidas
conferencias son: a) OIE (2009), 48ª Conferencia Internacional de Educación, “La
educación Inclusiva: el camino hacia el futuro”, Ginebra: UNESCO (Informes nacionales,
Conclusiones y recomendaciones, Informe final) y b) AMADIO, Massimo (2009), “La
educación Inclusiva en América Latina y el Caribe: un análisis exploratorio de los Informes
Nacionales presentados a la Conferencia Internacional de Educación de 2008”, Santiago
de Chile: UNESCO-OIE. Basándose fundamentalmente en el segundo informe final este
autor nos señala lo siguiente:

Marco normativo y legal: (…). En varios países, la dimensión normativa de la


educación inclusiva se percibe en intima relación con los derechos de las personas
con discapacidad (…). Marco general de política educativa: El principal reto de
política educativa de los países de la región es ofrecer una educación de calidad
para todos. Se sitúa a la educación como estrategia prioritaria para contribuir a
generar una sociedad progresivamente más justa y democrática, así como
favorecer la integración e inclusión de todos los sectores sociales, y para reducir
las desigualdades y exclusión. El nuevo enfoque de política pública constituye un
avance respecto a la tradicional concepción de déficit de la educación especial,
aunque todavía no plantea una política educativa más articulada y ampliada de la
inclusión. Enfoques y concepciones de educación inclusiva: generalmente se

10 De CLUNIE, Gisela T. (2008), “Educación Virtual: una visión de inclusión”, en: Congreso Virtual
Iberoamericano de Calidad en Educación a Distancia, pp. 4.
asocia la educación inclusiva con la “atención a la diversidad”, (…). Algunos países
tienen una visión más comprensiva de la educación inclusiva (Argentina, Brasil,
Ecuador, Honduras, Paraguay, Perú, Uruguay o Venezuela), otros carecen de
planteamientos claros o de prioridades en educación inclusiva (Bolivia,
Guatemala), o bien la vinculan a la educación especial y la atención a alumnos con
necesidades educativas especiales (El Salvador), (…)11

Como referencia al apartado anterior bien puede resultarnos algo refrescante citar al
documento que lleva por título “La educación inclusiva en Bolivia”, de Marcela Morales. En
el aludido documento de presentación, la autora manifiesta que “el nuevo gobierno en su
PLAN NACIONAL DE DESARROLLO, plantea transformar, la visión, concepción y
operativización de la educación boliviana en los niveles inicial, primario, secundario,
técnico y universitario. Para ello se pretende establecer un nuevo pacto social por una
Educación Inclusiva, Inter e Intracultural y Productiva”12.

Asimismo, resalta que desde la Nueva Ley de Educación “Avelino Siñani y Elizardo Pérez”
se reitera que el que carácter inclusivo de la educación boliviana es buscar responder a la
situación de las poblaciones históricamente excluidas de una educación de calidad. Tarea
que pretende ser abordada desde terminologías como: educación descolonizadora,
comunitaria y productiva. Pero también, de un modo algo contradictorio, la autora
demuestra abiertamente su creciente preocupación por la débil tendencia al enfoque de
género, y la no consideración de la discapacidad como un componente más de la
diversidad humana. Bajo estos argumentos, podría decirse que esta autora resalta que el
reto fundamental de la educación inclusiva en Bolivia, es convertirla en un autentico
servicio a toda la niñez; y en particular para las niñas y niños que presentan algún tipo de
discapacidad cuando, contradictoriamente, manifiesta que el carácter inclusivo de la
educación boliviana es atender las necesidades educativas de las y los educandos de las
poblaciones indígena-originarios históricamente excluidas de una educación de calidad.
En fin, creemos que sería oportuno resaltar que esta reflexión denota la existencia de un
débil planteamiento en la concepción de la educación inclusiva boliviana.

En este orden de cosas, se dice que aun nos encontramos lidiando con la idea, aun no
consensuada ciertamente, de que la educación inclusiva es un concepto multidimensional,
por lo que también exige acciones multidimensionales en los aspectos políticos, sociales,
11
PAYÁ, Rico Andrés (2010), “Políticas de Educación Inclusiva en América Latina: propuestas, realidades y
retos de futuro”, en: Revista de Educación Inclusiva, vol. 3, Nº 2, pp. 128-131.
12 MORALES, Marcela (2006), articulo: “Educación Inclusiva en Bolivia” (informe de presentación), En: XIV
Congreso Mundial de Inclusión Internacional, Acapulco – México, 8 de noviembre de 2006, Centro de
Investigación Para el Desarrollo Socioeconómico (CEINDES): La Paz – Bolivia.
culturales y, obviamente, educativos: situación que nos lleva a pensar que el enfoque de
la educación inclusiva no es un invento conceptual de la educación especial. Al respecto,
Andrés Payá Rico, quien al hacer una descripción muy detallada sobre las políticas de
educación inclusiva en América Latina13, nos muestra que tal concepción multidimensional
permite ver que las agendas educativas en educación inclusiva priorizan: 1) los niveles
educativos, como referencia a la extensión de la educación inclusiva en los niveles de
educación infantil, primaria, secundaria y/o universitaria; 2) la alfabetización, dimensión en
la que se destaca que la capacidad de emplear la lectoescritura, y por consiguiente, el
acceso a la educación y la cultura, han sido consideradas como una de las grandes
preocupaciones en muchos países de la región; 3) la formación docente, considerada
como uno de los elementos clave para el logro de la educación inclusiva; 4) la prevención
del abandono escolar o el absentismo; 5) la educación especial y discapacidad; 6) la
vulnerabilidad de poblaciones rurales e indígenas; 7) la otorgación de becas a los hijos de
las familias más desfavorecidas; 8) la utilización y el acceso a las TIC (inclusión digital),
dimensión que apuesta por la eliminación de brechas digitales que originan exclusión y
desconexión social y; 9) otras políticas minoritarias, puestas en marcha por algunos
países en campos de: educación permanente, creación de materiales curriculares,
igualdad de género, etc.

Efectivamente, todos estos aspectos describen la esencia multidimensional de lo que


debe entenderse por el inmenso escenario de actuación de la educación inclusiva. Si bien
se ha estado resaltando que el centro de preocupación del enfoque inclusivo, es la
atención a la diversidad social y la transformación del sistema escolar y cultural a favor de
una mejor educación para todos; por otra parte, se dice que el último de sus pilares –la
utilización y el acceso a las TIC– es considerado frecuentemente como uno de los
principales ejes operativos para la gestión de la inclusión y la igualdad social. De este
modo, podría decirse que en el continuus discursus (político, social, educativo y/o
intercultural, entre otros), por atender y por gestionar mayores esfuerzos a la llamada
inclusión social, se denota un intrínseco relacionamiento entre el enfoque de la educación
inclusiva y la inclusión digital para que el potenciamiento de la construcción de la cultura
digital realmente se haga posible. Situación que podría llevarnos a pensar que el enfoque
de la inclusión digital es otro más de los componentes de la educación inclusiva: puesto
que ésta última trata de temáticas políticas que conciernen al uso, acceso y

13 Ídem 10, pp. 131-135.


democratización de las TIC, entre las muchas otras temáticas. La relevancia social de
ambos enfoques de inclusión son valoradas por algunos autores por su capacidad de
promover y apoyar a la inclusión de la sociedad, así lo indica oportunamente Rizek B.,
quien fue citado por Gisela de Clunie, cuando señala que “la inclusión digital promueve el
sentimiento de inclusión social y, de manera inversa, también, todo y cualquier sujeto que
tenga acceso a Internet, por medios propios, de infoplazas, cibercafés, o cualquier otros
puntos de conexión con la red mundial de computadoras, puede sentirse socialmente
integrado a la sociedad de la información”14.

Hasta este punto podría señalarse que todos estos planteamientos y reflexiones nos
explican pues que nos encontramos próximos a una compleja concepción de lo que
podría entenderse por cultura digital, y su respectiva construcción social, simbólica y
significativa para la frecuentemente llamada sociedad digital. Y es que estas reflexiones y
planteamientos nos muestran que la construcción de culturas digitales se relacionan,
explícita y tácitamente, con el enfoque inclusivo: puesto que la primera, se ha estado
caracterizando en nuestro país por el uso y acceso frecuente a las TIC en auge, sobre
todo durante los últimos 10 años; mientras que la segunda, se ha ido caracterizando por
orientar la construcción de esa cultura digital resaltando, por ello, la necesidad de
gestionar y promover políticas, culturas y prácticas inclusivas en y para el uso de entornos
digitales (ciberespacio), y con miras hacia su democratización. Y además, teniendo en
cuenta a una serie de temáticas básicas (por ejemplo: inclusión social, eliminación de
brechas digitales y cognitivas, democratización de la información y el conocimiento,
innovación educativa y tecnológica, etc.) inmersas en una burbuja llena de vinculaciones
pasadas, presentes y futuras; vinculaciones que bien pueden ser sociales, políticas,
ideológicas o culturales.

Por otra parte, algunos otros autores nos hablan de una educación inclusiva y una
inclusión digital que deberá de complementarse necesariamente con la perspectiva
intercultural, si las pretensiones son dar cavidad posible y viable a la denominada
inclusión social: dado que desde ambos enfoques de inclusión (educación inclusiva e
inclusión digital) se suele aludir a temáticas problema que conciernen al tratamiento del
fenómeno de la migración social. Bajo ese supuesto, algunos autores como Jurado de los
Santos y Ramírez (2010), han suscrito que la modificación del sistema escolar debe
minimizar las situaciones de exclusión social en contextos donde la diversidad, la pobreza

14 Ídem 9, pp. 5.
y vulnerabilidad social son constantes consecuencias del fenómeno de la migración. Ante
la oportuna consideración y reflexión de esta problemática, estos mismos autores
manifiestan que los aspectos que caracterizan y dan sentido a la inclusión del educando
diverso, tanto en lo cultural como en lo lingüístico, se corroboran en la medida en que los
componentes del proceso educativo se interrelacionen:

(…). En éstos, la interculturalidad cumple una función fundamental, entendiendo


que no sólo es suficiente la aceptación y la tolerancia de alumnos de diversas
culturas en un centro escolar, sino que es necesario su reconocimiento y efectiva
atención desde los diferentes componentes de la educación, desde el currículo y
sus elementos hasta los procesos de enseñanza aprendizaje en el aula15

De esta forma, habiendo obtenido una visión general de la función de la interculturalidad


en los componentes del proceso educativo, se dice que el enfoque inclusivo también hace
referencia a la necesidad de promover en la diversidad de los centros de formación
oportunas posibilidades participativas e interactivas con otros miembros de la comunidad
educativa (dialogo intercultural y multicultural): situación que nos lleva a pensar que la
inclusión digital deberá de reencaminar nuevos esfuerzos para la (re)construcción de la
perspectiva intercultural, y teniendo en cuenta que para ello ha de ser necesaria la
elaboración de un nuevo currículum, de características inclusivas y participativas.
Refiriéndose a este aspecto algunos autores como Juan J. Leiva (2010) hablan ya de una
convivencia intercultural, en la que a través del uso y la adopción de las TIC se podrían
hacer grandes avances para la gestión del aprendizaje digital, el intercambio y la
formación intercultural entre los actores y los componentes del proceso educativo:

Nos encontramos ante una nueva cultura que conlleva cambios en las formas de
ver y entender el mundo (…), y que presenta nuevos valores y normas de
comportamiento. Obviamente todo ello también tiene una fuerte repercusión en el
ámbito educativo, que al igual que en el contexto social se caracteriza por la
presencia cada vez más emergente de población de origen inmigrante. En este
sentido, la escuela ha pasado en poco tiempo de ser un espacio eminentemente
monocultural a ser un contexto multicultural con pretensión de indagar en la
interculturalidad en una escuela inclusiva que demanda la integración plena de las
TIC como herramientas claves para el desarrollo de un aprendizaje intercultural y
relevante16

Así pues, podría decirse que bajo este tipo de argumentos otros autores ya hablan sobre
la introducción de la perspectiva intercultural en el concepto de Cibercultura, al resaltar

15JURADO, De los Santos Pedro y RAMÍREZ, Iñiguez Alma A. (2010), “Educación Inclusiva e Interculturalidad
en contextos de migración”, en: Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva, pp. 115.
16
LEIVA, O. Juan J. (2010), “El desarrollo de la educación y la convivencia intercultural a través de las TICS:
propuestas para la formación del profesorado”, pp. 2
que en esta última, muy frecuentemente relacionada con el llamado Ciberespacio, existen
realidades online/offline como consecuencia de un fenómeno migratorio que sobrepasa
nuestros esquemas tradicionales de espacio y tiempo. Por ello, se ha ido observando que
la excesiva influencia directa e indirecta de los distintos modos y posibilidades de uso y
acceso a las TIC –y más concretamente, a la Internet– en las personas, y en la relativa
ruptura y redefinición de sus nociones espacio-temporales, permitieron: por una parte,
encontrar en tales usos (sociales, educativos, culturales, etc.) una nueva oportunidad
donde les es posible redefinir/reafirmar sus identidades individuales o colectivas y, como
no podría ser menos, su adscripción (inclusión) a grupos étnicos o nacionales; o, de
manera contraria, encontrar en el no uso de estas tecnologías un obstáculo que, ante la
falta de habilidades técnicas y tecnologías, tiende o bien a limitar, o bien a condicionar su
sentimiento de inclusión social. Por esta razón se habla también de cuatro estrategias
básicas de aproximación al estudio de la cibercultura, entre los que se destacan los
estudios que versan sobre el relativismo cultural (perspectiva intercultural), como una
tarea eminentemente necesaria para el fortalecimiento y la adecuación de los supuestos
básicos del enfoque inclusivo y, muy cercana a éste, el fomento de la cultura digital.

Los estudios online/offline han mostrado los límites de la comprensión de la


cibercultura como una cultura online, así como la necesidad de incluir en nuestra
descripción de la interacción social en la Red el contexto cultural más amplio,
teniendo en cuenta las relaciones de género, la identidad étnica, las diferencias
sociales y territoriales, la negociación de significados compartidos que se dan en
red y fuera de la red y como ambas experiencias de participación (fuera y dentro de
la comunidad) se entremezclan en la vida cotidiana17

Resumiendo todo lo expuesto hasta ahora, podría decirse que tanto la construcción y
como el fomento de la “cultura digital” puede ser entendidas como la construcción de una
cultura del cambio, o de la innovación, así lo indica Gerardo Echeita S., cuando sostiene
que el enfoque de la inclusión “(…) debe verse como un proceso de reestructuración
escolar relativo a la puesta en marcha, precisamente, de procesos de innovación y mejora
que acerquen a los centros al objetivo de promover la presencia, la participación y el
rendimiento de todos los estudiantes(…)”18.

17
ARDÉVOL, Elisenda (2003), “Cibercultura: un mapa de viaje, Aproximaciones teóricas para el análisis
cultural de Internet”, En: Seminario de Cibercultura, Soria, 28-30 de julio, 2003. Pp. 11.
18ECHEITA, S. Gerardo (2008), “Inclusión y Exclusión Educativa: Voz y Quebranto”, En: ECHEITA, S.
Gerardo y DUK, H. Cynthia (2008), “EDUCACIÓN INCLUSIVA”, REICE – Revista Electrónica Iberoamericana
sobre Calidad, Eficacia y Cambio en educación, Vol. 6 Nº 2, pp. 13.
3. La cultura digital y la sociedad de la Información

No tan lejos de la preocupación de muchos países por la construcción y el fomento de


esta cultura digital, aparece el fenómeno de la creciente formación de comunidades
virtuales que, al tiempo, también las podríamos denominar como comunidades
potenciadas de una “cultura digital” muy variada. De hecho, la formación de estas
comunidades virtuales –según algunos investigadores– nos proporcionan algunas ideas
clave que permiten comprender, desde la perspectiva educativa, sociológica y
tecnológica, el latente cambio que se va gestando en nuestra sociedad, a saber: de una
sociedad basada en la memoria a una sociedad que, hoy por hoy, se basa en el
conocimiento. En otras palabras, se dice que nos encontramos presenciando la gestación
de un nuevo modelo social que se va caracterizando progresivamente por su constante
interacción con entornos informáticos, virtuales o, lo que otros dirían, con el ciberespacio.
Al respecto, Eduardo Bericat nos dice que para comprender este cambio de sociedad
debemos considerar los caracteres básicos de los tres vectores de cambio (tecnológico,
cultural y social) que son, en esencia, muy latentes en el escenario de la sociedad de la
información.

Entre las muchísimas tecnologías desarrolladas durante el presente siglo, un


reducido grupo han sido distinguidas con el calificativo de «nuevas tecnologías»,
adquiriendo así una singular notoriedad tanto social como intelectual (…). La
informática y las telecomunicaciones son las nuevas tecnologías que mayores y
más amplios impactos van a tener sobre la sociedad. Tan grandes, que ya parece
justificado hablar de un nuevo modelo de sociedad, habitualmente denominado
sociedad de la información o sociedad de la comunicación. Dada la mediación total
que establecen los procesos informativos y comunicativos en las estructuras
societarias, los efectos directos de estas tecnologías supondrán tan sólo una
pequeña parte del conjunto de efectos indirectos o derivados19

Este modo de caracterizar al vector tecnológico nos demuestra pues la importancia que
tiene la tecnología digital, además de sus distintos efectos, formas y modos de
apropiación social, sobre la futura consolidación de la llamada Sociedad de la
Información; o sea, la construcción de un nuevo paradigma social. Bajo estos términos, y
ante la gran importancia que el vector tecnológico tiene sobre ésta nueva construcción de
modelo social, desde la CEPAL20 se ha considerado que el valor fundamental de la

19BERICAT, Alastuey Eduardo (1996), “La Sociedad de la Información: Tecnología, Cultura y Sociedad”, En:
Revista Española de Investigaciones Sociológicas [REIS], Nº 76, pp. 99-123.
20
Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL] (2003), “Los caminos hacia una sociedad de
la información en América Latina y el Caribe”, publicación de las Naciones Unidas: libro Nº 72, Santiago de
Chile, julio de 2003, pp. 21-80.
alfabetización digital –es decir, la capacitación mediante TIC, frase muy comúnmente
relacionada con la denominada “oportunidad digital” constantemente aludida por la
CEPAL, que en un avance metodológico, según la perspectiva de José Eduardo Rojas,
podría considerase como el proceso de apropiación social de las TIC– es que tiende a
disminuir la brecha digital tan circundante entre los países “ricos” y “pobres” de
información, así como a favorecer al constructo de éste nuevo paradigma social de la
información emergente, que va impulsándose fundamentalmente por la disponibilidad de
los nuevos medios para la creación y divulgación de información digitalizada. En este
orden de cosas, Claudia Silvera, refiriéndose a este nuevo paradigma sostiene que:

Los crecientes flujos de información y comunicación en la sociedad, así como el


surgimiento de nuevas formas de coordinación digitalizadas, se traducen en
nuevas formas de organización social y productiva. Los países requieren entonces
de una actualización en sus medios de vida, organización y producción, para no
quedar en una situación marginal frente a este nuevo paradigma21

Por otra parte, se dice que la denominada sociedad de la información no puede


constituirse al margen de la dinámica cultural, y de su construcción social. Esta idea nos
permite comprender, por ejemplo, que nuestras concepciones sobre conocimiento y
expresión cultural tienen a cambiar de una época a otra cuando son influenciadas y/o
mediadas por un “algo”, en este caso, por la tecnología digital; lo que también los
convierte en la base de nuestras reflexiones y análisis actuales o posteriores. Por ello, se
ha ido afirmando que el vector tecnológico mediatiza al vector cultural, o sea, a la cultura
social, no porque la primera sea en sí misma un producto acabado de la segunda sino,
por el contrario, porque las capacidades operativas y relacionales que aportan las
tecnologías digitales revolucionan –y continuarán revolucionando, o trasformando–
nuestros patrones culturales vigentes.

El paradigma tecnológico mediatiza la cultura social, recreándola según nuevos


modos de pensar, sentir, percibir y expresar… Si ordenadores y redes son los
vectores tecnológicos de la nueva sociedad, el Conocimiento y la Expresión
pueden considerarse sus vectores culturales (…). Creemos, en este sentido, que la
«tesis del conocimiento», teniendo una validez e importancia difíciles de
sobrevalorar, ha de completarse necesariamente con la «tesis de la expresión», sin
la cual no podrán llevarse a cabo análisis sociales completos y rigurosos22

21SILVERA, Claudia (2005), “La alfabetización digital: una herramienta para alcanzar el desarrollo y la
equidad de los países de América Latina y el Caribe”, pp.3.
22 Ídem 16.
Desde esta perspectiva, puede decirse que la cultura digital (en tanto vector cultural) se
complementa e impacta en sobre manera a la construcción del nuevo modelo social. En
este sentido, se dice la cultura digital encuentra su expresión máxima no sólo por la
introducción de las tecnologías digitales en la enseñanza (tesis del conocimiento) y en la
transmisión de la cultura (tesis de la expresión), sino también por el estudio profundo que
con ella se hace –como resultado de un producto de construcción social, o cultural– sobre
el desarrollo de nuevos contenidos en la emergente sociedad: sociedad que se basa,
precisamente, en el conocimiento a través de lo digital.

Finalmente, a través de los vectores tecnológico y cultural, se dice que el vector social se
constituye como el núcleo más básico del nuevo paradigma social. Esta noción nos indica,
pues, que la nueva sociedad, nominalmente virtual, se encuentra, o se encontrará en el
futuro más cercano, sumergida y caracterizada por un conjunto de normas de
comportamiento que conciernen al uso de las TIC y que, por lo tanto, ésta llamada a
hegemonizar los nuevos modos de operar (inclusión digital), de comunicar la información
(interculturalidad) e integrar a la sociedad actual (inclusión educativa). Por ello, algunos
investigadores sostienen que en tanto este proceso haya presentado avances –es decir,
cuando el vector tecnológico, mediado por el vector cultural, se haya situado con firmeza,
intensiva y extensivamente, en el vector social– entonces y sólo entonces, se podrá decir
con certeza que nos encontramos ante un nuevo modelo social conformado por el
paradigma tecnológico, cultural y relacional de la sociedad de la información que será
también, por último, una sociedad del conocimiento.

De esta forma, habiendo caracterizado los tres vectores de cambio –muy latentes e
interrelacionados en el escenario de la sociedad digital emergente– nos queda la tarea de
definir conceptualmente lo que podría entenderse, o se entiende, por sociedad de la
información. Si bien existe una variedad de tendencias socioculturales, sean éstas
críticas, escépticas o declaradamente pesimistas, las que buscan definir y caracterizar el
denominado paradigma social emergente, no faltan –según algunos investigadores–
quienes la definen utópicamente, y que además esperan que esta nueva sociedad mejore
nuestra situación. Muy cercana a estas concepciones utopías, encontraremos en Y.
Masuda, cuya obra lleva por título “Computopía” (1981) –sintetizada en su actitud esencial
por Garmendia– la definición a este nuevo modelo social como:

La sociedad de la Información, reductora de incertidumbres, y maestra en la


solución de conflictos, nos brinda un mundo ordenado… Sus nuevas tecnologías y
un desarrollo del capital humano harán proliferar el autoempleo y las pequeñas
empresas, muchas de ellas productoras del inagotable bien de la información,
muchas de ellas dedicadas al servicio de la comunidad local. Producir bienes y
servicios más personalizados, despertar y (…) cubrir nuevas necesidades, todavía
opacas para un hombre industrial alienado por la heteroproducción y el consumo
de masas, (…). Comunidades y movimientos sociales habrán reivindicado con
éxito atribuciones de orden público, salud, educación…, de exclusiva o abrumadora
competencia tradicional del Estado (Garmendia, 1991, en Bericat, pp. 114-115)
4. La cultura digital en tanto cibercultura y ciberespacio

Ahora bien, cuando se habla de “sociedad de la información” debemos tomar en cuenta


que se trata de un cierto tipo de sociedad que ha adquirido un conjunto de nuevas formas
de expresión y organización cultural y que, a modo groso, no puede entenderse sin hacer
mención a su escenario de actuación referencial: las tecnologías digitales y,
concretamente, las redes telemáticas e Internet. Aquí empezamos a hablar sobre la
emergencia de un nuevo espacio de actuación social, muchas veces denominado como el
“tercer entorno (E3)”, sobre el cual construimos y expresamos nuestra nueva forma
cultural de manera diferente a como lo solíamos hacer en los entornos naturales y
urbanos. Dicho de otro modo, los escenarios digitales en los que el o los individuos
desarrollan sus actividades diarias, o al menos gran parte de sus procesos de formación y
comunicación, juegan un papel muy importante para la configuración de la cultura digital
del ser humano de nuestra época, pues es ciertamente en esos lugares en donde ocurre
todo este proceso de creación de la misma, y del interactuar con los demás.

Las redes telemáticas son la expresión más desarrollada de E3, debido a su


estructura distribuida, a su carácter multimedia y al grado de interactividad que
están alcanzando progresivamente. El tercer entorno no sólo es un nuevo medio
de información y comunicación, sino también de acción (…). Por tanto, las NTIC
generan un nuevo espacio para la interrelación y la interacción entre los seres
humanos, en el que puede desarrollarse parte de la actividad productiva y en el
que, como no podía ser menos, también se suscita el problema del poder.
Hablando en términos generales, así como los seres humanos han de adaptarse y
capacitarse para el primer y segundo entornos (campo, ciudad), cada vez se
requiere un mayor grado de conocimiento y competencia para actuar
eficientemente en E323

Así pues, podemos decir que la presencia sostenida del E3 en nuestros medios de vida,
combinada con un profundo impacto en nuestras nociones de conocimiento y expresión
cultural, dan pie a ese nuevo sentido y a esa nueva posibilidad de comprensión y de

23 ECHEVERRÍA, Ezponda Jabier (2000), “Democracia y Sociedad de la Información”, en: ALONSO, Andoni y
BLANCO, José Pablo [Coordinadores], PENSAMIENTO DIGIT@L, Humanidades y Tecnologías de la
Información, Artes Gráficas INDUGRAFIC, Junta de Extremadura, España, pp. 80.
participación especial que llamamos cambio social, o bien nueva forma de expresión
cultural. Refiriéndose esto, Pierre Lévy, en cuya obra lleva por título “Cibercultura: La
cultura de la Sociedad Digital” (2007), designa el término de “cibercultura” para definir a
esta nueva forma de expresión cultural como “el conjunto de las técnicas (materiales e
intelectuales), de las prácticas, de las actitudes, de los modos de pensamiento y de los
valores que se desarrollan conjuntamente en el crecimiento del ciberespacio”24.
Analizando esta definición, deducimos que esta cibercultura se desarrolla en paralelo al
crecimiento de las tecnologías digitales del ciberespacio –palabra inventada por William
Gibson en 1984, en su novela El Neuromante– que Lévy viene a definir como “el nuevo
medio de comunicación que emerge de la interconexión mundial de los ordenadores. El
término designa no solamente la infraestructura material de la comunicación numérica,
sino también el oceánico universo de informaciones que contiene, así como los seres
humanos que navegan por él y lo alimentan”25

Entendida así, podemos decir que la configuración de esta cibercultura de manera


general, o cultura digital de manera específica, se constituye – en palabras de Elisenda
Ardévol – como un estilo de vida, una moda y un producto de consumo26 que parte de la
digitalización de la información como principio de apropiación y expresión cultural
referencial, por parte de los individuos, de los significados simbólicos que se construyen
en esta nuestra sociedad digital. Respecto a este principio de apropiación y expresión
cultural, Pierre Lévy en “La Cibercultura, el segon diluvi? (1997:204)”, nos dice que
existen tres principios claves que caracterizan a la cibercultura: la interconectividad, las
comunidades virtuales y la inteligencia colectiva.

Éstos provocan un nuevo ordenamiento del conocimiento y de la experiencia


individual y colectiva, un modelo cultural que se articula como el tercer estadio en
una escala evolutiva que va desde las pequeñas sociedades cerradas –de cultura
oral–, a aquellas civilizadas o imperiales –donde la escritura posee un papel
preponderante– hasta llegar a la cibercultura, que corresponde a una etapa de
mundialización concreta de las sociedades, de coexistencia entre los niveles
locales y globales27

24PIERRE, Lévy (2007), “Cibercultura, La cultura de la sociedad digital”, ANTHROPOS Editorial. Universidad
Autónoma Metropolitana, Iztapalapa - México. Pp. 1.
25
Ídem 23
26 Ídem 16, pp. 2
27 Ídem 16, pp. 7
De esta forma, habiendo caracterizado a la cibercultura como una nueva forma de
expresión cultural y al ciberespacio como su escenario de actuación referencial, logramos
ver que en definitiva las construcciones de cultura digital de la(s) persona(s) son aquellas
manifestaciones simbólicas que se van desarrollando a través de un tiempo continuo e
indefinido, que van marcando y redefiniendo los componentes de un sistema cultural
(social, escolar, universitario, popular…) ya desarrollados: un sistema cultural en el que
los nuevos modos de ser, de comportarse y de relacionarse con los demás, al igual que
los de gestionar, producir y emitir la información y el conocimiento, adquieren un nuevo
significado para la vida social de los individuos-nativos digitales quienes también, por
último, asienten, expresan y practican una cultura digital como “producto cultural”
(perspectiva EMIC) muy peculiar.

5. Tras la búsqueda de una definición propia de cultura digital

“No se justifica una academia a espaldas del presente”


Daniel Marti (2010)

Nuestro objeto de estudio en esta tesis es la cultura digital, aquella de la que se hablaba
antes como un constructo–producto de un proceso de alfabetización digital, como una de
las destrezas personales más elementales para el uso intensivo y extensivo de
ordenadores y redes telemáticas, y para el cambio de una sociedad de la memoria a una
sociedad del conocimiento. O sea, una cultura del cambio, una nueva cultura social que
encuentra sus expresiones máximas no sólo en la introducción de las tecnologías
aplicadas a la enseñanza y a la transmisión de la cultura, sino también en el estudio
profundo que con ella se hace sobre el desarrollo de nuevos contenidos, de nuevos
conocimientos, de nuevos patrimonios culturales, o la creación y divulgación de las
mismas, todas ellas basados a través de lo digital. En suma, habíamos dicho que esta
cultura digital se constituye como uno de los máximos pilares, y de representatividad
ineludible, para el proceso de construcción de la denominada sociedad de la información
en dirección a la del conocimiento. Por lo tanto, ha habido la necesidad de replantear –
desde la perspectiva educativa, cultural y tecnológica– quiénes somos y qué hacemos en
la nueva era; de qué manera nos sentimos socialmente excluidos, incluidos o productivos;
qué postura tomamos ante la vida, ante las personas y ante nuestros procesos de
formación; cómo adoptamos los cambios de las últimas décadas; cómo transformamos los
patrones culturales vigentes; etc., etc.
Entendemos que es la alfabetización digital la que origina y posibilita el constructo de ésta
cultura digital. Por ello, creemos que es a partir de cómo concebimos y de cómo
valoramos e iniciamos un proceso de alfabetización digital, sea éste producto-
consecuencia de un conjunto de políticas sociales, educativas o de iniciativa propia
(aceptándolo, reconociéndolo, rechazándolo, adoptándolo, conservándolo o mejorándolo),
en donde encontraremos las raíces de la denominada Sociedad de la Información y, por
supuesto, la construcción de nuestra cultura digital: todo ello depende del grado de
competencia y aprovechamiento tecnológico que hayamos podido construir, además del
compromiso que hayamos asumido en nuestro contexto más inmediato.

Pero la manera de cómo concebimos, de cómo valoramos y de cómo nos


comprometemos a construir nuestra cultura digital –o simplemente nos negamos a asumir
tal compromiso– debemos articularla necesariamente con el enfoque inclusivo y el
sentimiento de inclusión social que deseamos adoptar y/o promover en el conjunto de
nuestras relaciones sociales, culturales, campos de formación y producción de bienes y
servicios, entre otros.

Así, una vez que hemos realizado este análisis y estas reflexiones debemos finalmente
asumir que, en esta tesis, entendemos por cultura digital como aquel constructo y
producto cultural de la persona que incluye tanto lo personal y social, como lo digital, la
cual se desarrolla de forma constante en un escenario histórico mediado, como nunca
antes, por las Tecnologías digitales en creciente auge; escenario en el que el
aprovechamiento y la gestión de las herramientas técnicas y medios digitales, la
producción y difusión de contenidos digitales, entre otros, otorgan sentido y
significatividad al término de cultura digital, al enfoque inclusivo, a la interculturalidad y al
potenciamiento del desarrollo de las TIC y sus aplicaciones para la construcción de la
denominada sociedad de la información y el conocimiento.

Restringimos sin embargo esta noción de cultura digital a un enfoque inclusivo en su


forma genérica, y a la relación existente entre los tres vectores de cambio (tecnológico,
cultural y social) simbólicos y de gran significación para la sociedad de nuestra época,
puesto que nuestros planteamientos coinciden también con los de Arturo Colorado
Castellary, quien señala que:

El reto definitivo que nos planteamos radica en que el concepto “sociedad del
conocimiento” no se convierta en frase publicitaria para políticos avispados, sino en
una oportunidad de desarrollo de la difusión y educación del patrimonio, y a través
de un nuevo lenguaje, hoy en pleno desarrollo, que exige la puesta en marcha de
importantes campos de investigación y de aplicación (…)28

Por ello, partimos del supuesto de que la “cultura digital” se constituye como un nuevo
campo de investigación –de aplicación y análisis del cómo se ve afectado el conocimiento,
el pensamiento crítico, la enseñanza y el aprendizaje, la transmisión, el reforzamiento o la
transformación de los flujos entre personas, instituciones, valores e ideas y bienes
culturales– que bien podría orientarnos hacia la construcción de un nuevo modelo social,
dentro el cual toda persona puede sentirse socialmente incluida, o excluida. Por ello nos
preguntamos: ¿No afecta la práctica de la cultura digital en entornos informáticos a la
personalidad social y cognitiva de todo individuo? ¿Qué elementos del entorno informático
hacen que un individuo pueda darle un significado o un valor simbólico a la cultura digital?
¿Qué deberán tener los entornos informáticos para que el individuo opte por construir una
cultura digital aceptable y pasible a ser potenciada dentro de éstos? ¿Cómo define un
entorno informático las buenas y malas experiencias y prácticas de cultura digital –
aplicadas a la conservación, representación y difusión del conocimiento, a la educación y
la formación permanente, o al simple ocio– que se tienen en la vida diaria?

Todas estas preguntas intentan explorar esa relación que existe entre el vector
tecnológico-cultural-social con el enfoque de la inclusión y la construcción de la cultura
digital de la persona, individual y/o colectiva.

No cabe duda alguna, las construcciones culturales de la sociedad actual han


renovado, o reafirmado, su carácter tradicional de proceso dotado de un
dinamismo sin fin. Y es que, en este dinamismo, tanto el conocimiento como la
expresión cultural no se re-construyen sólo por aquel espacio que posibilita la
función de la educación inclusiva, de la inclusión digital y de la interculturalidad,
sino también por aquel de la necesidad, de la pertinencia y de la determinación a
constituir un nuevo modelo social, o ser parte de ella. Es entonces cuando, al
referirnos a la sociedad de la información y el conocimiento como el nuevo modelo
social, y sin protagonismos de la tecnología, pensamos en una “cultura digital”
que alcanzará su mayor madurez cuando pase a denominarse sencillamente
“cultura”, como señal de que lo “digital” ya forma parte consustancial de la
misma, y que ha sido asumida plenamente por nuestra sociedad; la cual será
también, una sociedad inclusiva.

Bajo estos planteamientos, creemos que la relación entre el enfoque de la inclusión y el


paradigma social de la información y el conocimiento es fuerte. Así, la cultura digital
personal no puede construirse al margen de este nuevo modelo social: el cual, como le

28
COLORADO, Castellary Arturo (2010), “Perspectivas de la cultura digital”, en: Revista digital ZER, vol. 15 –
Nº. 28, pp. 113.
hemos señalado lianas arriba, se ha ido desarrollando como resultado de la gestión de
políticas, culturas y prácticas inclusivas e interculturales y de la interacción concreta con
los entornos informáticos del ciberespacio De ahí que nuestro objeto de estudio, la
Cultura Digital, esté para nosotros ubicado en el ámbito de la vida cotidiana y los
procesos de formación permanente de los individuos (…, se omitieron las referencias y
reflexiones finales).

Fecha de publicación: Cochabamba, septiembre de 2018

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