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¿QUIÉN ES LA BESTIA DEL APOCALIPSIS?

La galería de personajes

El libro más difícil de todo el Nuevo Testamento es, sin duda, el Apocalipsis
de Juan. La dificultad deriva de una de las características del género
literario apocalíptico, y que es la de ser altamente simbólico.
La multiplicidad de imágenes empleadas, su originalidad muchas veces
desconcertante, un despliegue siempre imprevisible de la fantasía del
autor, visiones y escenas inauditas, hacen que el lector se pierda en
semejante laberinto de símbolos. Muchos son los personajes que desfilan a
lo largo de esta obra. El cordero degollado, los seres llenos de ojos, las
langostas gigantes, el ángel del librito, la mujer vestida de sol, el águila
voladora, el dragón rojo, la gran ramera, el caballo blanco, el medidor.
Sin embargo, de toda esta galería de personajes, ninguno es tan conocido y
nombrado como la célebre Bestia.

¿Es posible saber algo?

Si bien es cierto que el mundo del Apocalipsis es muy diferente al nuestro,


que resulta embarazoso paro nosotros los occidentales, prisioneros de la
lógica, tampoco hay motivo para exagerar la dificultad.
Eso quiere decir que no existe razón alguna para dejarnos llevar por las
interpretaciones más fantásticas, como si los símbolos fueran capaces de
significar cualquier cosa. Los símbolos tienen con frecuencia un sentido
establecido, y muchas veces el contexto del libro y las indicaciones del
autor son el mejor medio para descubrir su significado.
Con la Bestia del Apocalipsis ha ocurrido lo mismo que con el Anticristo: ha
sido identificada con tantas personas, movimientos e ideologías, desde el
emperador Nerón hasta Hitler, pasando por cuantos cismáticos y herejes
ha habido, así como por los papas de la Iglesia, que es imposible aquí
presentar un elenco siquiera aproximado de todos ellos. Además, todas
estas atribuciones resultan tan gratuitas como fantasiosas.
Lo correcto sería preguntarle a Juan, el autor del libro, a quién se refería
él cuando hablaba de la Bestia.

¿Es posible encontrar en el Apocalipsis alguna señal indicadora para no


equivocarnos y poder precisar con certeza la identidad de la Bestia?
Parece que sí.

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Adelantando el final

En diversos momentos del libro del Apocalipsis aparece la Bestia, así como
la descripción de su actividad en contra de los cristianos y de la Iglesia de
Jesús. Pero son dos los lugares claves para poder descifrar el misterio que
encierra su figura: los capítulos 13 y 17. En los dos el autor aporta los
datos suficientes para que el lector que no conozca el sentido de este
símbolo, pueda descubrirlo.

Incluso en el capítulo 17, Juan expresamente dice que va a explicar el


misterio escondido en la Bestia (v.7), porque como se trata de uno de los
personajes centrales del libro, no quería que la gente fuera a sacar
conclusiones erróneas sobre él. Y a continuación le dedica todo el capítulo
para exponer el significado de la visión y de cada uno de sus detalles.
Por eso, si queremos saber a quién se refiere Juan cuando habla de la
Bestia, y descifrar nosotros también el enigma que oculta esta imagen,
debemos recurrir a todas las pistas que el autor fue sembrando en estos
dos lugares.

Por desatender a estas indicaciones muchos lectores desprevenidos se han


perdido en la bruma de este arcano.
Adelantemos ya ahora el final: la Bestia es, en el Apocalipsis, nada más,
pero tampoco nada menos, que el Imperio Romano.

¿Por qué la Bestia vivía en el mar?

La primera indicación que se nos da de la Bestia en el Apocalipsis es que


salió del mar (13,1). ¿Qué papel desempeñaba el símbolo del mar en la época
del autor?
Quizá porque Israel fue siempre un pueblo de tierra firme, lejos de la
costa mediterránea durante casi toda su historia a causa de los filisteos
que la habían conquistado, albergo siempre un terror al mar. No conocía sus
secretos, no llego jamás a dominarlo, y por eso nunca fue un pueblo
marinero.
La naturaleza incontrolable y caótica del mar hizo que poco a poco se
convirtiera en la encarnación de las esferas hostiles a Dios. Por eso
siempre en la Biblia los enemigos de Dios aparecen saliendo del mar. En
este caso, que la Bestia tenga su morada en el mar significa que pertenece
al mundo de lo diabólico, de lo opuesto a Dios.

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Pero más concretamente, el mar aquí representa al mar por excelencia para
los judíos, es decir, el Mediterráneo, al otro lado del cual, se encontraba la
sede del Imperio Romano.

Por lo tanto, el enemigo que viene del mar a hacer la guerra a los fieles no
puede ser otro que Roma, que precisamente en la época en que se escribe el
Apocalipsis, alrededor del año 90, bajo el reinado del emperador
Domiciano, acababa de desatar una persecución sangrienta contra los
cristianos.

Unos títulos que ofenden

Juan sigue refiriendo su visión, y dice que la Bestia tenía en sus cabezas
títulos blasfemos, es decir, injuriosos contra Dios.
Este simbolismo concuerda perfectamente con la costumbre que poco a
poco fueron tomando, primero Nerón y luego los emperadores siguientes, y
que fue la de atribuirse títulos propios de Dios, como los de “divino”, “hijo
de dios, “adorable”, “salvador”, “señor”. E incluso algunos emperadores
llegaron a hacerse adorar como tales. Semejantes pretensiones eran
inadmisibles para los cristianos, que no tenían más Señor que a Jesús, y
herían vivamente su sensibilidad.

La leyenda de “Nerón redivivo”

Entre las peculiaridades de la Bestia, se nos cuenta que una de sus cabezas
parecía herida de muerte, pero que su llaga mortal se le curó (13,3).
Si más adelante nos revela el secreto de que cada una de las siete cabezas
de la Bestia son emperadores (17,9), entonces hay que entender que se
trata de un soberano al que se creía muerto pero que revivió.
Esto se refiere a un hecho que relatan los historiadores de la época:
cuando Nerón se suicidó, muchos no quisieron creer que el emperador había
muerto, y se difundió el rumor de que se había ido a un país extranjero
para preparar un ejército y volver a conquistar el reino. Así se creó la
leyenda del retorno de Nerón después de su muerte.
Esta leyenda popular romana pasó también a los judíos y a los cristianos, y
en muchos escritos de ellos aparece la figura de Nerón redivivo
amplificada con rasgos diabólicos.

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¿Qué indica el número 666?

Quien haya visto La profecía, recordará que al final de la película logran


identificar al Anticristo porque había nacido el 6 del 6(junio) a las 6 de la
mañana, es decir, mediante la clave del 666. No faltan tampoco novelas y
series de televisión que tratan del 666 como si fuera un número misterioso
que en los últimos tiempos va a identificar a un personaje diabólico que
tratará de oponerse a Dios y hará toda clase de maldad.
Durante siglos se ha intentado descubrir a la persona escondida tras este
número. Los cristianos la buscaban entre aquellos que habían hecho mal a la
Iglesia. Las sectas todavía tratan de identificar este número con el nombre
o con los títulos de algún Papa, y de allí concluyen que la Roma a la que se
refiere el Apocalipsis, y que debe ser destruida, es la Iglesia Católica.
Al poco tiempo de ser elegido Reagan como presidente de los Estados
Unidos, muchos alzaron la voz diciendo que estábamos ya en los últimos
tiempos, y que el Anticristo había aparecido en la persona de este
presidente, ya que en cada uno de sus nombres, Ronald –Wilson Reagan,
había 6 letras, lo que daba precisamente 666.
Y no faltan quienes en etiquetas, rótulos, y hasta en marcas de shampoo
creen encontrar el fatídico número.
Pero esta clase de interpretación carece de todo fundamento y no tiene
nada que ver con la intención real del autor del libro.

Algo que se puede calcular

Veamos qué es lo que dice el Apocalipsis. La frase en cuestión está en 13,


18. Allí termina l descripción de la terrible bestia que persigue y mata a los
cristianos, y de una segunda Bestia que hace una estatua de la primera para
que todos la adoren.
Después de haber presentado estas figuras simbólicas, Juan quiere
ofrecer a sus lectores una ayuda para que descubran el secreto y
comprendan lo que está diciendo. Y les presenta una especie de acertijo
que hay que resolver, y que dice así: “¡Aquí se requiere sabiduría! Que el
inteligente calcule la cifra de la bestia, pues se trata de la cifra de un
hombre. Su cifra es 666” (13,18).
El autor, como se ve, invita a los inteligentes a calcular. Entonces no se
trata de algo que iba a suceder en el futuro y que entonces no se conocía.
Al contrario, es algo que se podía calcular con un poco de inteligencia.

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La clave es la “gematría”

Luego agrega que es la cifra de un hombre.


¿Qué es la cifra de un hombre? A nosotros nos parece extraño, pero se
trata de una particularidad tanto de la lengua griega, que es la que usaba el
autor, como de la hebrea, que sin duda conocía.
Según dijimos, mientras en nuestra lengua castellana usamos ciertos signos
para escribir las letras (a,b,c) y otros signos diferentes para escribir los
números (1,2,3), en hebreo y griego los números son las letras del alfabeto.
Así, para escribir el 1 se usa la misma letra “a”; para el 2 letra”, etc.
Ahora bien, sumando las letras de cualquier nombre se obtiene un numero
que es la “cifra del nombre”. Este procedimiento de sustituir las letras de
n nombre por su valor numérico se llama”gematría”, y era muy corriente en
la antigüedad. Inclusive la Biblia lo emplea varias veces.
Volviendo a nuestro caso, si Juan dice que ese número es la cifra de una
persona y que el inteligente debe calcularla, es porque hay alguna persona
conocida de los lectores del Apocalipsis cuyo nombre escrito en hebreo o
en griego daba esa suma. Juan que se hallaba preso por los romanos en el
momento de escribir su libro, y cuya vida corría peligro, decide advertir a
los cristianos de una manera velada, que pocos habían de entender,
precisamente para evitar que la policía imperial pudiera tomar represalias
contra él. Con toda probabilidad se trata aquí del emperador Nerón, pues si
se escribe su nombre en hebreo, el resultado es el siguiente: N=50+R=
200+W=6+N=6+N=50+Q= 100+S= 60+R=200 = 666. Con las letras indicadas
(NRWN QSR) SE ESCRIBE EL NOMBRE Y EL TÍTULO DEL EMPERADOR:
Nerón Cesar.Los primeros cristianos, que se escondían y ocultaban todas
sus cosas a los romanos persecutores, habrían conocido perfectamente la
clave.

¿Por qué tenía siete cabezas?

Por si esto fuera poco, en el capítulo 17 el autor vuelve a dar otras


indicaciones para que al lector no le queden dudas.
Dice que las siete cabezas de la Bestia son siete colinas (v.9). Todo el
mundo sabe que la ciudad de Roma es famosa por haber sido construida
sobre siete colinas; por lo tanto la identificación de la Bestia con el
Imperio es clarísima.
Pero luego añade: “son también siete reyes. Cinco han caído, uno es, y el
otro no ha llegado a un. Cuando llegue habrá de durar poco tiempo. Y la

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Bestia, que era y ya no es, hace el octavo, pero es uno de los siete y camina
hacia su destrucción”.

¿Qué quiere decir todo esto?. Es muy simple. Si las siete cabezas de la
Bestia son siete reyes, bastará con averiguar quiénes fueron los primeros
emperadores, y tener así la clave para resolver todo el problema.
¡Y parecía tan difícil!

El texto del apocalipsis dice que los cinco primeros ya han pasado. Estos
eran Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Por lo tanto Nerón ya
había muerto. Ahora está el sexto, que es Vespasiano. Luego vendrá el
séptimo que durará poco tiempo (Tito, que no alcanzo a los dos años). Y con
esto se completa la lista de los siete.

Pero después el agrega un octavo (Domiciano), del cual dice que es uno de
los siete, porque la Bestia tiene sólo siete cabezas.
¿Qué tiene Domiciano, como para decir que él y uno de los siete anteriores
son uno solo? Sencillamente, que el emperador Domiciano, entonces
reinante había desatado una feroz persecución contra los cristianos, igual
que lo había hecho Nerón en su tiempo.

Por lo tanto el autor del Apocalipsis lo ve como un segundo Nerón, un Nerón


redivivo. Por eso dice que la Bestia (Nerón) era y ya no es (porque había
muerto), pero que hace el octavo (porque es como si hubiera vuelto,
después de muerto, en la persona de otro perseguidor aún más cruel que él,
Domiciano). Y por eso el octavo emperador es uno de los siete.

¿Por qué el Imperio una Bestia?

Según nos cuenta el autor del Apocalipsis, la Bestia que ve aparecer en su


visión es una mezcla de leopardo, oso y león (13,2). ¿Qué bestia tan extraña
es esta? Ciertamente no la inventó Juan, pero tampoco la vio realmente. El
que conoce los libros del Antiguo Testamento, se da cuenta
inmediatamente de que esta es un compendio de las cuatro Bestias que el
profeta Daniel vio en una aparición, de las cuales las tres primeras se
asemejaban al león, al oso y al leopardo (Dn7, 1-8). Entre esas cuatro
Bestias sumaban siete cabezas y diez cuernos. Por eso la del Apocalipsis
también tiene estas características.
¿Y por qué Juan, para referirse al Imperio Romano, tomó precisamente
este símbolo? Porque a partir del tiempo de Cristo, el judaísmo había
empezado a interpretar la cuarta Bestia de Daniel como figura de este
reino, ya que el general romano Pompeyo en el año 64 a.C. había invadido

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Jerusalén, ganándose el odio de todos los judíos.
En efecto, nos han llegado muchos escritos antiguos en donde se habla de
los romanos como de una bestia feroz enemiga de Dios
Juan, al componer su libro en forma de visiones, recurre a una metáfora
fácilmente deducible por sus oyentes. El misterio, pues, no lo era tanto.

No esperamos ninguna Bestia

Juan escribe su Apocalipsis en un contexto muy especial: el imperialismo


romano, sistema opresor impuesto por el juego de los que tenían el poder
político, militar y económico de aquella época.
Nunca había existido hasta el momento un imperio tan grande, ni con
riquezas tan fabulosas, pero con un sistema tan perverso que beneficiaba a
las minorías privilegiadas. Había comenzado el culto al emperador, es decir,
al Estado, como “Señor y Dios”. Y se había desatado una persecución contra
los que no aceptaban someterse a los caprichos y a la corrupción de la clase
gobernante es decir contra los cristianos que preferían otro tipo de vida.
La respuesta que da Juan a sus comunidades es de esperanza: el poder
opresor (el Imperio Romano), va a desaparecer, y triunfará el poder de
Cristo. Por eso hay que estar a su lado.
Es el mismo mensaje que tiene para los cristianos de hoy, sometidos a
tantas injusticias por el poder de los más fuertes, de los corruptos.
No esperemos ninguna Bestia para el futuro, porque Bestias va a haber
siempre. Son todos los poderes políticos que de alguna manera se oponen,
con sus ideologías, a Dios, y a los más pobres y débiles.
Por eso, también, para poder conservar frescas las esperanzas, siempre va
a haber necesidad de leer el Apocalipsis.

Para reflexionar

1) Qué semejanza encontramos entre el Imperio Romano de la época


cristiana, y los poderes políticos actuales?
2) ¿Qué elementos de la vida social actual nos presionan para hacernos
perder la fe en Cristo?
3) ¿Cómo podemos mantener la esperanza en medio de una sociedad en la
que las tentaciones anticristianas son fuertes, y nos resulta difícil hacerles
frente?

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¿CUÁNDO SE CUMPLIRÁN
LAS PROFECÍAS DEL
APOCALIPSIS?

Esperanzas de terror
Las profecías que anuncia el Apocalipsis para el fin de los tiempos son
escalofriantes. Sangrientas persecuciones contra los cristianos; una Bestia
feroz con siete cabezas y diez cuernos que atacará a los creyentes; una
invasión de langostas gigantescas con cola de escorpión y dientes de león;
sangre y fuego que caerán sobre la tierra para matar a una tercera parte
de la humanidad; un enorme Dragón que buscará devorar a los fieles de
Cristo; y por si esto fuera poco, terremotos, oscurecimiento del sol, caída
de las estrellas, pestes, guerras, hambre, muerte y violencia a granel.
Con semejante panorama es lógico que los cristianos quieran saber cuándo
sucederán estas calamidades. Por eso se intentó muchas veces, a lo largo
de la historia, fijar la fecha de estos sucesos. Pero todos los intentos
fracasaron.
No obstante ello, cada tanto sigue apareciendo algún iluminado, o fundador
de secta, o vidente que asegura que estamos viviendo ya los últimos
tiempos. ¿Es cierto esto? ¿Podemos saber cuándo sucederán estos
anuncios? Según el Apocalipsis, parece que sí.

El autor del libro


Ante todo, veamos quién escribió el Apocalipsis.
El autor dice que se llamaba Juan (1,9). ¿Quién es este Juan? Durante
mucho tiempo se pensó que se trataba de san Juan, uno de los Doce
Apóstoles, el hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Pero el autor en
ningún momento dice que él sea un apóstol. En cambio se presenta como un
profeta (22,9).
También se pensó que este Juan fuera el mismo que escribió el cuarto
Evangelio. Pero basta con leer ambos libros y compararlos para darse
cuenta de que el estilo literario, las palabras y las ideas de ambos libros
son muy distintos.
Por lo tanto, el “Juan” del Apocalipsis no era ni uno de los Doce apóstoles ni
el autor de cuarto Evangelio, sino alguien de la iglesia primitiva que un día,
inspirado por Dios, compuso esta obra. Según él mismo nos informa, se
hallaba prisionero en una isla del Mar Egeo llamada Patmos (1,9), alrededor
el año 95.

¿Para cuándo todo esto?

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El Apocalipsis compuesto por Juan consiste en una serie de visiones
aparentemente caóticas. Pero si lo leemos con atención podemos sacar
algunas cosas en claro.
Al comienzo dice: “Revelación de Jesucristo. Dios se la concedió a sus
siervos para mostrarles lo que va a suceder pronto” (1,1). El primer
versículo, pues, ya advierte que los sucesos iban a ocurrir “pronto”.
A continuación escribe: “Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras
de esta profecía y guarden lo escrito en ella, porque el tiempo está cerca”
(1,3). Es decir, reitera que lo que anuncia el libro va a suceder en un tiempo
cercano al autor.
Luego cuenta todas las visiones que tuvo, y al llegar al final del libro vuelve
a decir: “Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor Dios envió a su
ángel para mostrar a sus siervos lo que va a suceder pronto” (22,6). Y más
abajo dice que un ángel le advirtió: “No selles las palabras proféticas de
este libro, porque el tiempo está cerca” (22,10).
Se ve, pues, que lo que el libro profetizaba eran acontecimientos muy
cercanos al tiempo del autor y al de los primeros lectores.

“Llego pronto”
Pero el Apocalipsis no sólo afirma de un modo explícito que el tiempo de su
cumplimiento estaba cerca, sino que lo confirma con las imágenes y las
visiones.
Así, se le dice a los cristianos que sus sufrimientos no van a durar mucho
(6,11); que deben alegrarse porque el juicio de Dios ya está por llegar
(14,7); que el Dragón dispone de breve tiempo para su actividad en la tierra
(12,12); que cuando suenen las siete trompetas llegará el fin (10, 6-7). Todo
parece, pues, predecir un hecho inminente.
Por eso a lo largo del libro se lee la frase de Jesús: “pronto vendré”, “ya
estoy a las puertas”, “llego enseguida”.
Si los hechos del Apocalipsis iban a tardar siglos en suceder, ¿por qué
Jesús los ilusionó inútilmente? ¿Para qué les pidió que rezaran con ansias
“Ven, Señor Jesús” (22, 17.20), si Jesús no pensaba venir aún a cumplir las
profecías?
El libro aseguraba a los lectores del siglo I que aquellos sucesos iban a
suceder pronto. Y nosotros, pues, debemos creerle y abandonar la idea de
encontrar en él acontecimientos que pertenezcan a nuestra época.
Entonces ¿a qué acontecimientos se refiere el Apocalipsis?
Ya dijimos que el libro se escribió alrededor del año 95. En esa época
gobernaba a Roma el emperador Domiciano. Y los cristianos estaban
atravesando por dos problemas muy graves:
la ruptura de relaciones con los judíos; y

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la persecución desatada por el Imperio Romano.

Del judaísmo al cristianismo


Los primeros cristianos, apenas aparecieron, ya tuvieron que enfrentarse
con los judíos. Porque, aunque leían las mismas Escrituras, rezaban los
mismos salmos y asistían al mismo Templo, ellos creían en la resurrección
de Jesús lo cual no era aceptado por los judíos.
Se produjeron, entonces, tensiones y refriegas. Las autoridades judías
consideraron poco a poco a los cristianos como una “secta” y les
prohibieron el ingreso al Templo y a las sinagogas.
Esto colocó a los cristianos en un grave dilema: no podían ni querían renegar
de las tradiciones judías, pero ¿cómo guardar silencio sobre la resurrección
de Jesús y sobre su evangelio? Ellos sabían que Dios había elegido al pueblo
judío, y querían respetar esa elección de Dios, pero ¿qué hacer si los judíos
no los aceptaban a ellos?
La primera parte del Apocalipsis, es decir, los capítulos 4-11 (pues los
capítulos 1-3 son una introducción), quiere responder precisamente a esta
cuestión.
¿Y cuál es la respuesta de Juan? Les anuncia a los cristianos que el pueblo
de Israel ha sido sustituido por la Iglesia. Que ésta es ahora el nuevo
Israel. Pero no porque el antiguo Israel haya sido rechazado por Dios, sino
porque los verdaderos israelitas (es decir, los judíos que sí aceptaron a
Jesús) se han convertido ahora en la Iglesia, que acaba de aparecer.
Y profetiza una dolorosa ruptura entre ambas comunidades, que será total
y definitiva. Pero les advierte que no debían preocuparse porque ésta será
el nacimiento del nuevo pueblo de Dios, el pueblo cristiano.

El paso a nuevas manos


El autor dice todo esto mediante visiones y símbolos en donde muestra que
el Antiguo Testamento ha sido superado por la nueva Iglesia de Jesús.
Así, la visión del trono de Dios (c.4) muestra que donde antes se adoraba
sólo a Yahvé ahora se adora también a Jesucristo en forma de un Cordero
degollado. La visión del libro sellado (c.5) enseña que el Antiguo
Testamento de los judíos es un libro indescifrable, si no se lo completa con
el evangelio que predicó Jesús. La visión de los cuatro jinetes (c.6) anuncia
la llegada de Jesucristo y la inauguración de una nueva era. La visión de los
144.000 sellados (c.7), indica que el censo hecho por Moisés al salir de
Egipto es reemplazado por un nuevo censo, que ahora incluye personas de
todas las razas, lenguas y pueblos. La visión de las siete trompetas (c.8-9)
señala que las plagas de Egipto que dieron origen al pueblo de Israel, ahora
son reemplazadas por nuevas plagas que dan nacimiento a la Iglesia. La

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visión del librito devorado (c.10) exhorta a los lectores a predicar el
Evangelio. Y la visión de los dos testigos (c.11) muestra cómo el Templo de
Jerusalén, al que nadie podía entrar, ha sido reemplazado por otro templo
abierto a todo el mundo.

La locura del Imperio


Pero un segundo problema preocupaba a los cristianos de fines del siglo I:
la persecución desatada contra ellos por el Imperio Romano.
Aún estaba fresca en su memoria la locura tristemente célebre de Calígula
(37-41), y sobre todo de Nerón (54-68), quien unos años antes había
perseguido cruelmente a los cristianos en Roma y había hecho morir al
apóstol Pablo, a san Pedro y a muchos otros.
Ahora, en el momento en que Juan escribe, el delirio imperial ha vuelto a
instalarse. Domiciano ha decidido imponer el culto al emperador, y exige
que se lo llame “Señor y Dios”. La reacción de los cristianos es inmediata.
Su único Dios y Señor es Jesucristo. ¿Cómo podían admitir semejantes
pretensiones de Domiciano?
Al ver el rechazo de los cristianos, Domiciano desató una nueva y feroz
persecución que ahogará en sangre a las comunidades creyentes.

Una Bestia con siete cabezas


Frente a este segundo problema Juan compone la segunda parte de su libro
(capítulos 12-20). En ella busca darles ánimo y esperanza, y alentarlos en
medio de las durísimas pruebas por las que atravesaban.
Ellos se preguntaban cuánto tiempo más duraría este horror, cuándo
intervendría Dios a favor de ellos y acabaría con las pretensiones
totalitarias del gobierno de Roma. Y él les responde mediante imágenes y
visiones.
En el capítulo 12 una mujer (que representa a la Iglesia) enfrenta a un gran
Dragón (el Imperio Romano) que quiere devorar a sus hijos (los cristianos),
y sale victoriosa. Con lo cual el autor anuncia el triunfo de los creyentes
frente a la persecución que se había desatado.
Sigue la visión de las dos Bestias (c.13). La primera representa, otra vez, al
Imperio Romano, pues tiene siete cabezas (como las siete colinas de Roma)
y títulos ofensivos (los títulos divinos que usaba el emperador). La segunda
Bestia (también llamada en 19, 20 “el Falso Profeta”) es la encargada de
hacer propaganda para que todos adoren a la primera Bestia; representa,
por lo tanto, a la propaganda oficial del estado, o sea a la religión romana
montad por el emperador para seducir y convencer a los cristianos de que
lo veneraran a él como Dios; lo cual estaba logrando en muchas
comunidades.

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A fin de dar ánimo a los cristianos, Juan anuncia aquí (c.16) un tremendo
castigo contra Roma, descrito con siete copas llenas de calamidades
derramadas sobre ella.

Roma y sus mil disfraces


En el capítulo 17 la ciudad de Roma vuelve a aparecer, esta vez presentada
con la figura de una gran Prostituta (c.17). Y a continuación describe su
destrucción, y cómo gritan y se lamentan aquellos que antes amaban,
pecaban y negociaban con esta Prostituta (c.18). El castigo de Roma
concluye con alegres cantos en el cielo, donde se oye resonar el aleluya
triunfal (c.19).
Una última visión presenta a un Jinete montado en un caballo blanco, que
lucha contra la Bestia y sus aliados y la vence. El Jinete (Cristo), arroja a la
Bestia (el Imperio romano) a un lago de fuego.
Toda la segunda parte del Apocalipsis, pues, consiste en el anuncio
esperanzador del pronto final de la persecución. Con el lenguaje propio de
la apocalíptica, el autor repite siempre lo mismo mediante diversas
imágenes, símbolos y figuras: Dios reserva un gran castigo contra la ciudad
de Roma, contra el emperador que se creía dios, y contra sus autoridades y
magistrados, mientras que los cristianos que se mantuvieron fieles hasta el
final serán liberados de todo mal.
Una profecía llena de consuelo para los que tenían que perseverar en medio
de tanta violencia y sufrimiento.

¿Queda algo para el final?


Después del fin de la persecución, el Apocalipsis anuncia la llegada de un
reino de 1.000 años de duración (c.20). Con esto el autor quiere expresar
que el cristianismo seguirá existiendo un largo tiempo, expresado
simbólicamente como de 1.000 años, pero que él no pretende determinar. Y
el encarcelamiento de la Serpiente indica que el poder de Satanás, es
decir, del mal, estará a partir de ese momento limitado en su poder, pues
ya existe en el mundo el evangelio de Jesucristo.
El libro termina con la majestuosa visión de los cielos nuevos y tierra nueva,
y una nueva ciudad de Jerusalén que baja desde el cielo. ¿Cuándo
aparecerán estoa cielos nuevos y tierra nueva?
En realidad para el Apocalipsis también éstos ya han aparecido. Al acabarse
la persecución, el autor anuncia que se inaugurará una nueva era para toda
la humanidad (decir “cielo y tierra” equivale a decir toda la humanidad), con
una nueva ciudad de “Jerusalén” en reemplazo de la anterior. De ella
formarán parte todos los santos de la tierra, es decir, los que procuran

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vivir de acuerdo con la Palabra de Dios.

Iglesia con futuro


Al poco tiempo de aparecer el cristianismo, ya estuvo a punto de abortarse.
Dos grandes obstáculos (la ruptura con los judíos y la persecución romana)
le salieron al cruce, y casi lo ahogaron cuando apenas estaba naciendo. Era
lógico, entonces, que quienes se habían adherido a este nuevo movimiento
se preguntaran si tendría futuro, si valía la pena jugarse la vida por el
evangelio o estaba destinado a desaparecer como otras tantas corrientes
religiosas surgidas y luego desparecidas a lo largo de la historia.
Ante esta candente cuestión, en la que los creyentes ponían en juego nada
menos que su vida, Juan escribió su Apocalipsis para decirles que el
cristianismo, recientemente aparecido, no era una corriente religiosa más,
sino que estaba destinada a durar para siempre. Que el judaísmo no
impediría su desarrollo y que el Imperio Romano no lograría eliminarlo. Que
los cristianos podían, no más, confiar tranquilamente en la nueva Iglesia,
porque contaba con la protección de Dios para siempre.
El Apocalipsis no habla, por lo tanto, del fin del mundo como algunos creen.
¿De qué les hubiera servido a aquellos cristianos desesperados y
perseguidos por los romanos, los detalles del fin del mundo que
supuestamente vendría miles de años después? ¿Para qué Juan los iba a
prevenir de algo que sucedería siglos más tarde, cuando no sabían si al día
siguiente estarían vivos?

Las esperanzas de triunfo


Juan, que era un cristiano preocupado por la situación presente de sus
hermanos, les quiso anunciar una noticia gozosa y esperanzadora para todos
ellos: que el cristianismo saldría triunfante frente a la opresión de los
judíos y a la persecución de los romanos, los dos grandes dramas del
momento.
Todas las profecías del Apocalipsis, pues, ya se han cumplido. (Del mismo
modo que ya se han cumplido las profecías de Isaías, de Jeremías, o de
Jesús sobre la destrucción de Jerusalén).
No obstante, el libro sigue teniendo un mensaje para nosotros los lectores
modernos. Porque hoy también el cristianismo se ve jaqueado por diversas
persecuciones, y se ven tentados de preguntarse: ¿tiene futuro esta fe?
¿No habría que admitir que el mal, la violencia, el fraude, la corrupción, la
mentira, están venciendo y que debemos pasarnos a sus filas antes de que
nos terminen de matar por buscar otro ideal? ¿Tiene sentido obstinarse en
los valores cristianos frente a un mundo que, como una Bestia feroz,
parece devorar a quienes los practican?

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A todos ellos el Apocalipsis les contesta que sí. Que del mismo modo que
salió triunfante de las potencias enemigas en sus comienzos, la fe cristiana
está destinada a triunfar también ahora. Que nunca podrán ser derrotados
el bien y la justicia que predica el cristianismo. Y que quienes estén del lado
del mal, no tienen ya futuro.
Por eso Juan, en su libro, dejó escrita la esperanza y la ilusión más grande
jamás contada.

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¿QUIENES SON LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS?

<b>El libro misterioso</b>

Hace diecinueve siglos, un cristiano llamado Juan, que se encontraba en la


isla de Patmos, sobre el mar Egeo, cayó en éxtasis y tubo extrañas visiones.
Todo lo que contempló en aquella oportunidad fue recogido en el libro del
Apocalipsis, que hoy se encuentra al final de nuestras Biblias.
El Apocalipsis relata que ese día Juan vio una puerta abierta en el cielo y
oyó una voz estridente que lo invitaba a subir para conocer las cosas que
estaban por suceder (4, 1). Allí, pudo ver a Dios sentado en su trono, con un
libro enrollado en sus manos (en esa época los libros eran en realidad largas
tiras de papiro que luego se enrollaban), y cerrado con siete sellos.
Quedó pasmado. ¿Qué diría el libro? ¿Por qué tanto misterio? ¿Podrían
abrirse los sellos? De pronto, ante su atónita mirada, fueron soltándose
uno a uno los siete sellos, y a medida que el rollo se abría fue contemplando
el impresionante secreto que contenía.

<b>Los cuatro jinetes</b>

¿Qué vio aquel hombre, cautivo en la isla penal romana por defender la fe
en Cristo? Lo cuenta con imágenes misteriosas y símbolos enigmáticos,
propios del género apocalíptico. De ahí la dificultad para interpretarlos.
Pero si prestamos atención, veremos que es posible descubrir qué quiso
decirnos con esta visión.
Lo que nos importa por ahora es la apertura de los cuatro primeros sellos.
Aquí Juan vio aparecer unos jinetes montados en caballos, de
características terroríficas. Son los famosos cuatro jinetes del Apocalipsis
(6, 1-8). Desde antiguo, todos los biblistas, exegetas, comentaristas y
simples lectores han procurado descifrar este enigma, y han propuesto las
más diversas explicaciones.
La mayoría esta de acuerdo en que los cuatro jinetes representas
horrendas desgracias que sobrevendrán a la humanidad. Pero ¿de qué
calamidades se trata? ¿Cuándo sucederán? ¿Quiénes las padecerán? Sobre
esto, ya no hay consenso.

<b>Variadas opiniones</b>

16
Muchos sostienen que el primer jinete, con un arco en la mano, anunciaba el
drama de la Primera Guerra Mundial; y los otros tres serían la peste, el
hambre y la muerte que ésta trajo como consecuencia. Otro, más
dramáticos aún, sostienen que esta visión se refiere a una Tercera Guerra
Mundial para dentro de poco tiempo, así como al hambre y las
enfermedades que provocará. Y no faltan quienes creen que los cuatro
jinetes simbolizan más bien los cataclismos espeluznantes que sucederán al
final de los tiempos.
Pero ¿qué hay de cierto en todo esto? Antes de responder, tengamos en
cuenta que nadie puede interpretar el Apocalipsis como a él le parezca. No
se trata de un libro caótico, de donde cada uno puede sacar la
interpretación que se le ocurra. Si el autor ocultó su mensaje con figuras y
símbolos, también nos dejo la clave para descubrirlo. Debemos, pues,
preguntarle a el mismo la explicación.

<b>El primer jinete</b>

Leamos ahora el Apocalipsis. Quien abre los cuatro sellos es Jesucristo,


bajo la imagen de un cordero; “Cuando el Cordero abrió el primero de los
siete sellos, oí al primero de los cuatro Seres que decía con voz de trueno:
¡ven! Miré, entonces, y había un caballo blanco. El que lo montaba tenía un
arco. Se le dio una corona, y salió como vencedor para seguir venciendo” (6,
1-2).
¿Quién este extraño jinete que aparece primero? Adelantemos ya la
respuesta: es el mismo Jesucristo. ¿Cómo podemos descubrirlo? Por las
características que el autor nos da.
En efecto, se dice que aparece luego de oír el grito: “Ven”. Y esta era la
oración que los primeros cristianos hacían diariamente pidiendo la pronta
venida de Cristo, como se lee en el Apocalipsis: “el Espíritu y la Novia
dicen: ven. Y todo el que oiga diga: ven (22, 17). Y más adelante se pide:
“Ven Señor Jesús” (22, 20). O sea que el que aparece luego del llamado
“Ven” no puede ser otro que el Señor Jesús.
Además, el verbo “venir” en el Apocalipsis se aplica permanentemente a
Cristo. Se le da el título de “el que viene”, y se repite que “viene pronto” (1,
4. 7. 8; 2, 5. 16; 3, 11; 4, 8; 16, 15; 22, 7. 11). Por lo tanto, el imperativo
“Ven” nos da la clave para descubrirlo.

<b>Color simbólico</b>

17
Pero hay otros detalles que nos pueden ayudar. Este primer jinete viene
montado en un caballo blanco.
¿Qué significado tiene el color blanco en el Apocalipsis? Si hacemos un
análisis veremos que siempre se lo utiliza para las cosas propias de Dios.
Por ejemplo, en los veinticuatro ancianos que en el cielo están vestidos de
blanco (4, 4). En los ejércitos del cielo que tienen vestidos blancos (l9, 14).
En todos los salvados, que usan túnicas blancas (6, 11; 7, 9). También Jesús
resucitado tiene cabellos blancos (1, 14) y se sienta sobre una nube blanca
(14, 14). Y se dice que al que persevere hasta el final se le dará un vestido
blanco (3, 4. 5) y una piedra blanca con su nombre (2, 17). Asimismo Dios se
sienta en el cielo sobre un trono blanco (20, 11).
Por lo tanto, si el blanco en el Apocalipsis simboliza siempre la salvación, la
victoria, el triunfo final, y no se lo emplea nunca para las potencias malignas
ni destructoras, quien monta el caballo blanco tiene que ser alguien del
ámbito divino.

<b>El arco</b>

Otra clave que puede ayudarnos a identificarlo es el arco. En el Antiguo


Testamento el arco y las flechas son una característica de Dios, un símbolo
de su juicio y de sus decisiones.
Hallamos un ejemplo en el libro de las Lamentaciones, donde dice: “El Señor
ha tensado su arco, ha fortalecido su mano” (2, 4). También en los Salmos
se lee: “Tronó Yahvé en los cielos hizo retumbar su voz y arrojo sus
flechas” (l8, l4). El pobre Job se queja: “Me ha hecho blanco suyo, me
rodea con sus flechas” (16, 12-13), “una lluvia de flechas me lanza” (20, 23),
“con arco de bronce traspasa (20, 24). Y Ezequiel, profetizando contra los
pecadores anunciaba: “Lanzaré contra ustedes las terribles flechas del
hambre, que los exterminará” (5, 14). También el profeta Habacuc emplea
esa figura: “Tú desnudas tu arco, llenas su cuerda de flechas” (3, 9).
Los lectores del Apocalipsis, que conocían el Antiguo Testamento, podían
descubrir fácilmente, en este jinete con un arco, a alguien que viene en
nombre de Dios.

<b>La corona</b>

También la corona, característica exclusiva de este jinete, nos da una


pista. Era el atributo de los reyes y un signo de victoria.

18
También los 24 ancianos que están en el cielo tienen coronas de oro (4, 4).
Y la mujer resplandeciente que Juan vio en el cielo, vestida de sol y con la
luna bajo sus pies, estaba coronada de estrellas (12, 1). El Hijo del Hombre
que juzga desde el cielo, la lleva igualmente (14, 14).
Y por si fuera poco, el Apocalipsis dice que todos los cristianos fieles llevan
ya una corona sobre sus cabezas, que nadie podrá arrebatárselas (3, 11),
porque son todos reyes en este mundo (1, 6; 5, 10), y reinarán por los siglos
de los siglos (22, 5).
Si en el Apocalipsis los que tienen corona son generalmente personajes del
lado de Dios, el primer jinete debe ser también alguien venido de parte de
Dios.

<b>El vencedor</b>

Finalmente, se dice que “salió vencedor para seguir venciendo”. ¿Quién


puede ser éste que con tanta facilidad triunfa?
Otra vez el Apocalipsis nos da la solución: al verbo “vencer”, que aparece 17
veces en este libro, siempre se lo utiliza para expresar el triunfo del bien
sobre el mal, de Dios sobre el pecado.
En efecto, se dice que los cristianos son “vencedores” (2, 7.11.17), que
Cristo es “vencedor” (3, 21), que el León de Judá es “vencedor” (5, 5), que
el Cordero de Dios es “vencedor” (17, 14).
Ahora bien, en este jinete se pone mayor énfasis aún, ya que se menciona
dos veces el verbo “vencer”. Es dudoso, pues, que este caballero
represente el triunfo del mal, del dolor, del sufrimiento, o de un pode
maligno.

<b>La segunda aparición</b>

Queda aún un último argumento para identificar el primer jinete. Cerca del
final del libro, Juan en una nueva visión ve aparecer a un personaje similar:
“Entonces vi en el cielo y había un caballo blanco”. Esta vez si nos da su
identidad: “El que lo monta se llama Fiel y Veraz, y juzga y combate con
justicia. Sus ojos son como llamas de fuego. Sobre su cabeza había muchas
diademas. Lleva escrito un nombre que sólo él conoce, y viste un manto
empapado de sangre. Su nombre es Palabra de Dios” (19, 11-13).
Sin duda es posible reconocer aquí a Cristo resucitado, vencedor de la
muerte.
Ahora bien, a menos que quiera confundirnos, Juan no puede emplear la

19
misma figura y referirse a dos personales diferentes. Los elementos de
una visión deben servir para aclarar las otras. Por lo tanto el jinete del
caballo blanco, del capítulo 19 tiene que ser el mismo que el del capítulo 6:
Jesucristo resucitado.

<b>Los otros tres jinetes</b>

Una vez dilucidado el misterio del caballo blanco, resulta fácil analizar los
otros tres: “Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Ser que decía:
¡ven! Entonces salio otro caballo, rojo. Al que lo montaba se le concedió
quitar de la tierra la paz, para que se degollaran unos a otros. Y se le dio
una espada grande” (6, 3-4).
Este segundo jinete simboliza, evidentemente, la guerra con sus efectos
cruentos y dolorosos. En efecto, el color rojo en el Apocalipsis significa
efusión de sangre, se habla de “quitar la paz”, de “degollarse unos a otros”,
y se menciona la espada, siempre sinónimo de violencia.
Sigue el relato: “Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer Ser que decía:
¡ven! Miré, entonces, y había un caballo negro. El que lo montaba tenía en la
mano una balanza. Y oí como una voz en medio de los cuatro seres que
decía: “un litro de trigo por un denario, tres litros de cebada por un
denario” (6, 5-6).
Todos los biblistas están de acuerdo en que este caballo negro (símbolo
fúnebre) representa el hambre, la carestía, el racionamiento de comida,
como se deduce por la balanza y los precios altísimos que se pregonan.
Finalmente concluye: “Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto Ser
que decía: ¡ven! Miré, entonces, y había un caballo verdoso. El que lo
montaba se llamaba la Muerte, y el Hades lo seguía” (6, 7-8).
También éste es fácil de identificar, ya que el mismo texto lo dice
expresamente: simboliza la muerte. El “Hades” que se menciona, es el
mundo del más allá, los infiernos.

<b>El mensaje escondido</b>

¿Qué quiso decirnos Juan con esta visión, transparente para los lectores
de su época, pero extraña y difícil para nosotros?
A fin de entenderla tengamos en cuenta que, según la creencia judía,
cuando llegara el Mesías al final de los tiempos vendría acompañado por
fenómenos extraños y catástrofes. Y aunque no se estaba muy seguro
sobre los detalles, había una cierta lista, un catálogo estándar de

20
desastres y azotes que se desatarían sobre la tierra. Cualquier judío
estaba familiarizado con estos cataclismos, que llegarían en los últimos
tiempos junto con el Mesías.
También Jesús lo sabía. Por eso al pronunciar su sermón sobre el fin del
mundo utilizó ese catálogo tradicional, y dijo que la llegada del Mesías sería
acompañada por guerras (Mt 24, 6), hambre (Mt24, 7) y muerte (Mt 24, 9).
Mencionó, además, otras dos señales: persecuciones (Mt 24, 16) y
perturbaciones cósmicas (Mt24, 29). En total, cinco cataclismos.

<b>Faltaban caballos</b>

Ahora bien, el Apocalipsis de Juan quiere decirnos que el Mesías ya ha


llegado. Es Jesucristo. Por eso ve a toda la creación del Antiguo
Testamento invocándolo: ¡ven! (los cuatro Seres en el Apocalipsis
representan a la creación). Y entonces él aparece montado en un caballo
blanco (primer jinete).
Pero Juan pretende anunciar algo más. Con la muerte y resurrección de
Cristo hemos entrado en los últimos tiempos. Su venida ha inaugurado ya el
final de los tiempos. Por eso al abrirse los otros sellos, ve aparecer
simbólicamente la guerra (segundo jinete), el hambre (tercer jinete) y la
muerte (cuarto jinete), fenómenos que tenían que acompañar su llegada.
¿De dónde saco Juan esta visión? Está basada en una profecía de Zacarías
(1, 8-15), en la cual este ve aparecer cuatro caballos de colores con jinetes,
anunciadores de cataclismos para los últimos tiempos. Juan la reproduce,
para decir que con la venida de Cristo se cumplió esta profecía y entramos
ya en los últimos tiempos.
Ahora bien, al parecer Cristo montado en el primer caballo, al autor le
quedaban sólo tres caballos para las señales. Y los cataclismos eran cinco.
Entonces, para no deformar la “visión” de Zacarías, agregó a los cuatro
caballos dos sellos más. Así, al abrirse el quinto vio persecuciones (Apoc 6,
9-11); y al abrirse el sexto, las convulsiones cósmicas (Apoc 6, 12-14).

<b>Ninguna desgracia</b>

Juan, por lo tanto, para garantizarnos que Jesucristo es el auténtico y


verdadero Mesías, cuenta que con su muerte y resurrección se produjeron,
en forma de jinetes simbólicos, los cataclismos esperados.
No debemos, pues, esperar ninguna calamidad para más adelante. Los
cuatro jinetes del Apocalipsis no anuncian desgracias futuras. Se refieren

21
simplemente a que Jesucristo, el Mesías, ya ha venido, ya esta con
nosotros, y a las señales simbólicas que lo confirman.

<b>No olvidar el primero</b>

Además de ese mensaje, el Apocalipsis nos sugiere una bella reflexión. Es


frecuente comprobar a nuestro alrededor los hechos dolorosos que nos
rodean. Ante todo la violencia, con sus formas más dramáticas e insidiosas.
Gente que se odia y se lastima (como incitados por el segundo jinete).
No sólo eso. Los hombres no se respetan, violan sus derechos, se cometen
toda clase de abusos. Y como consecuencia, se oye clamar al hambre y la
injusticia (la acción del tercer jinete).
Y por si fuera poco, otras calamidades como las enfermedades, las plagas,
las mentiras y ofensas, se aglomeran despiadadamente. Son las pequeñas y
grandes muertes cotidianas (como en el cuarto sello).
Es verdad que este amargo e impresionante cortejo de males cabalga
salvajemente entre nosotros. El auto, del Apocalipsis lo afirma con la
eficaz imagen de los caballos.
Pero cuando arribemos a esta triste comprobación, no debemos olvidarnos
de un detalle: en medio de nuestra historia cabalga también un caballo
blanco que salió primero, una fuerza positiva, que por ser anterior puede
vencerlas y eliminarlas.
Jesucristo es una fuerza real, un poder “vencedor”, que terminará
venciendo. Por eso frente a todos los males, por muy dramáticos que sean,
no debemos desesperarnos. Cristo está presente y activo, cabalgando a
nuestro lado, acompañando nuestros problemas desde dentro de la historia.
Y tiene la promesa de ser el “Vencedor”.
El mundo jamás se le escapará de sus manos.

22
Is. 55,10Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo
y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,
sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador
y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no
vuelve a mí estéril,sino que realiza todo lo que yo quieroy cumple la misión
que yo le encomendé.

Sal 119, 105

"Para mis pies antorcha es tu Palabra, luz para mi sendero”

Hb 4,12

Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que


espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el
espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y
pensamientos del corazón.

2 Timoteo 3:16-17

Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender,
para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, equipado para toda buena obra.

Mt 4,4

Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de


toda palabra que sale de la boca de Dios.

23
La Biblia es el libro más antiguo del mundo. Comenzó a escribirse
probablemente entre mil y mil quinientos años antes de Cristo; 50 años
antes de su nacimiento, ya estaba terminado el Antiguo Testamento
La palabra Biblia se deriva de la expresión griega "biblos" y significa
"libros". Proviene de una ciudad llamada Biblos, donde se fabricaba el
papiro para hacer el papel de los libros. Antiguamente se le llamaba la
Escritura. Así se refiere Jesús a ella.

Inspiración y géneros literarios

Inspiración:
Quiere decir que todos los libros de la Biblia fueron escritos bajo el
directo influjo y asistencia del Espíritu Santo. Eso es que la Biblia tiene
como autor al mismo Dios.
"Toda escritura es divinamente inspirada" (2 Tim 3,16)

Por eso, cuando nosotros leemos la Biblia o la escuchamos proclamar, nos


emocionamos, porque LA BIBLIA ES LA PALABRA DE DIOS… Es como una
carta de amor, que Dios nos escribe a cada uno.

Podemos decir que la Biblia tiene dos autores: el autor principal es el


Espíritu Santo, y los autores secundarios son los hombres de quienes Dios
se sirvió para escribir cada uno de los 73 libros.

Este hecho de la inspiración nos lleva a hacer unas reflexiones


importantes que hay que tener en cuenta a la hora de comprender el
mensaje bíblico:

Géneros Literarios:

Dios habla en la Biblia por medio de los hombres, con un lenguaje humano.
Es decir que el mensaje de Dios es escrito con la mentalidad y cultura de
cada tiempo y de cada lugar. Y se escribió según los conocimientos de su
tiempo, según sus capacidades y su manera de escribir. Este lenguaje, de
un país y de un tiempo tan antiguo, es lejano a nosotros y exige una
preparación adecuada para su pleno entendimiento.

Por eso, ante una frase bíblica, lo que nos interesa saber, no es tanto el
modo o manera que se emplea, sino el mensaje que el Señor quiere
comunicarnos.

24
Géneros literarios utilizados: Histórico, didáctico, poético, profético,
apocalíptico, epistolar.

Estructura

La Biblia se divide ante todo en dos grandes partes: Antiguo Testamento y


Nuevo Testamento, ambos relacionados entre sí. Aunque la Biblia contiene
tantos libros, forma una unidad. El Antiguo y el Nuevo Testamento se
complementan mutuamente, su interrelación es tan completa, que el
primero explica el segundo y viceversa.

Dos grandes religiones se rigen por las enseñanzas de la Biblia: La judía y


la cristiana, ésta última está integrada por católicos, ortodoxos y
protestantes de muchas denominaciones. Los judíos sólo aceptan el Antiguo
Testamento.

Los cristianos, lamentablemente, estamos divididos en cuanto a la


aceptación del número de libros:
Católicos: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento están formados
por 73 libros; 46 del Antiguo y 27 del Nuevo Testamento.
Ortodoxos: admiten la misma lista de libros que los católicos
Protestantes: sólo aceptan una lista de 66 libros: 39 del Antiguo y 27 del
Nuevo Testamento.

¿Cómo y cuándo se escribió la Biblia?

Para entender cuándo se escribió la Biblia, hay que saber que la


numeración de los años, o sea el calendario actual, se funda en el
nacimiento de Jesús. Se pensó que el año 0, o comienzo del tiempo fue el
año del nacimiento de Jesús. Para indicar la fecha de un acontecimiento
acaecido antes del nacimiento de Cristo, la numeración de los años van
bajando conforme los acontecimientos pasan en el tiempo y se acercan a
nosotros; el año 970 fue después del año 1045.

La Biblia se empezó a escribir hacia el año 1200 a.C. (antes de Cristo),


hacia el final de la vida de Moisés, terminándose de escribir el A.T. hacia el
año 50 a.C. con el libro de la Sabiduría.

El Nuevo Testamento se comienza a escribir hacia el año 50 d.C. (cartas


de S. Pablo) y se termina hacia el año 90-100 d.C. (Apocalipsis y Cartas de
S. Juan).

25
Así que toda la Biblia se tardó en escribir unos 1300 años

Canonicidad de los libros bíblicos

Al conjunto de libros inspirados por Dios se le llama "Canon", palabra que


viene del griego y corresponde a nuestra expresión de "caña". Una caña es
una vara muy recta que en la antigüedad se usaba para sostener derecha
alguna cosa. Con el tiempo esta vara se utilizó para medir y hacer las cosas
rectas, se le denominó "regla". Nosotros le damos a la palabra "canon" un
significado metafórico.

En sentido propio se llama canon a una determinada lista o colección de


libros sagrados que son recibidos como inspirados por Dios. Desde muy
antiguo se consideran dos clases de libros canónicos:

Protocanónicos: son aquellos de cuya inspiración nunca se ha dudado, ni por


la religión judía, ni por la cristiana. Son 39 del A.T.

Deuterocanónicos: son aquellos de cuya inspiración se dudó algún tiempo y


por alguna religión o culto particular. Pero después de minuciosos estudios,
se recibieron también por inspirados. En el A.T. son 7 y en el N.T. son
algunos textos de los evangelios y de algunas cartas.

Lenguas, manuscritos y versiones de la Biblia

Para la composición de la Biblia se emplearon tres lenguas:

Hebreo, casi todo el A.T. Era la lengua propia del Pueblo de Israel.

Arameo, algunos capítulos de algunos libros del A.T. Esta lengua se


introdujo en Israel a partir del siglo IV a.C., llegó a suplantar la lengua
hebrea. Jesús hablaba un dialecto arameo.

Griego: algunos libros del A.T. y todos los del N.T, menos el Evangelio de
San Mateo, que se escribió en arameo.

Versiones de la Biblia:

Versión de los Setenta:


Realizada por los 70 sabios de Israel, entre los siglos III y I antes de
nuestra era, destinada a los judíos que vivían en Grecia, Roma y Alejandría,
durante la dispersión, con el fin de que pudieran propagarla a quienes
hablaban el griego.

26
Versión Vulgata:
Hecha en latín por San Jerónimo, en el siglo IV en Belén. El motivo fue que
por ese tiempo se impuso el idioma latín en Occidente. De ésta se han
sacado muchas versiones hasta la fecha. Es la versión oficial latina

Ahora, cada idioma y cada cultura tienen sus propias versiones de la Biblia,
sin alterar su contenido. De hecho, la Biblia es el libro del cual más
versiones se han hecho en todo el mundo. Es importante citas las Biblias
Ecuménicas, surgidas del movimiento ecuménico, con el fin de acercar a los
cristianos de diferentes confesiones.

Dato interesante:La primera Biblia sacada en imprenta fue la del católico


Juan de Gutemberg, inventor de la imprenta. En el año 1450

¿Cómo saber si una Biblia es católica?

Aprobación eclesiástica:

Sólo en la Biblia de edición católica se encuentra en las primeras páginas la


autorización de la Iglesia que permite la impresión y garantiza la buena
traducción de esa edición.
La Iglesia tiene el deber de examinar toda traducción de la Biblia que
cualquier estudioso haga. Éste lleva la traducción antes de publicarla al
Obispo. El Obispo la entrega a algunos que conozcan bien el hebreo, el
arameo y el griego, para que la revisen. Sólo cuando hay seguridad de que
todo es exacto, la devuelven al Obispo diciendo: "no hay dificultad" o, dicho
en latín "Nihil Obstat".
Entonces el Obispo firma la aprobación diciendo: "imprímase" o, en latín
"imprimátur", es decir, puede publicarse por la prensa. Esta palabra con la
firma del Obispo, se llama licencia o aprobación eclesiástica.

¿Cómo se maneja la Biblia?

Cada libro está dividido en CAPITULOS que están indicados con números
grandes al inicio de cada capítulo (ejemplo: El libro de Génesis está dividido
en 50 capítulos). El número del capítulo está también escrito en lo alto de
cada página, para facilitar la búsqueda de una determinada cita bíblica.

27
Cada capítulo está a su vez dividido en VERSÍCULOS, o sea "frases"
bíblicas. Los versículos se encuentran a lo largo del capítulo en números
pequeños (ejemplo: El primer capítulo del Génesis tiene 31 versículos).

¿Cómo encontrar una cita Bíblica?

Primero se buscaría el libro en el ÍNDICE y averiguar la página


correspondiente del libro que se busca.
Para encontrar el capítulo y el versículo: pongamos por ejemplo que
tenemos que encontrar Juan 6,48 (libro de Juan , capítulo 6, versículo 48).
La manera más práctica es que pongamos la mirada en el ángulo superior de
cada página, donde encontramos escrito Juan y un número, que indica el
capítulo. Hojeando las páginas buscaré hasta encontrar Juan 6. En esa
página encontraré fácilmente el inicio del capítulo 6, indicado con un
número grande.
Ahora el capítulo 6 tiene muchos versículos, indicados con números más
pequeños. No será difícil encontrar el versículo 48, dentro del mismo
capítulo 6. El versículo 48 que hemos encontrado, tiene estas palabras: "Yo
soy el Pan de Vida"

¿Cómo leer las citas Bíblicas?

Si encontramos por ejemplo:

Jb 20, 14. Tendremos que leer de esta manera: libro de Job, capítulo 20,
versículo 14

Mt 15, 5-9 . Se leerá así: Evangelio de S. Mateo, capítulo 15, versículos del
5 al 9. En este caso la cita nos pide leer los versículos que van desde el
número 5 hasta el número 9 inclusive.

Lc 5, 19-6,2: se leerá: Evangelio de S. Lucas, capítulo 5, desde el versículo


16, hasta el capítulo 6 versículo 2. Eso es que tendremos que leer desde el
versículo 19 del capítulo 5, hasta el versículo 2 del capítulo 6.

Ez. 14, 3.7.12: se leerá: libro de Ezequiel, capítulo 14, versículos 3,7 y 12.
En este caso la cita se refiere a que leamos del capítulo 14 sólo los
versículos 3, 7 y 12, saltando los demás versículos intermedios.

Se usan signos particulares para indicar una cita Bíblica:

La coma ( , ) indica la separación entre capítulo y versículos

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Una raya ( - ) separa los versículos que se van a leer.

El punto ( . ) sirve para indicar la abreviación del libro y también se pone


después de un versículo, cuando la lectura es saltada.

Actitudes ante la lectura de la Biblia

Hay actitudes humanas con las que el hombre se acerca a la Biblia, sin
considerar el valioso regalo que es de parte de Dios, estas actitudes si bien
son válidas, no son las ideales para leerla.

Hay quienes se acercan a la Biblia por:

Su valor cultural, pues a través de sus páginas encontramos material


abundante para conocer las culturas antiguas, sus leyes y costumbres.

Su valor histórico: pues es el libro más antiguo que se conoce, en donde


hay muchos datos históricos de civilizaciones importantes como la persa,
egipcio, meda, babilónica, romana, que a no ser por la Biblia, nunca se
hubieran conocido.

Su valor literario: pues es un monumento literario de gran belleza y


contenido, contiene la colección poética más antigua, y géneros y estilos
literarios de toda clase.

Su valor científico: sobre todo para ciencias sociales como la filosofía,


etnografía, arqueología, literatura.

Sin embargo la actitud verdadera y más profunda es en ACTITUD


ESPIRITUAL

La Biblia es el Mensaje de la Palabra de Dios, y al leer las Sagradas


Escrituras lo que más importa es encontrar en sus páginas alimento
espiritual para la vida.
Este mensaje es doble:

· Personal: Es decir, dirigido al hombre en la totalidad de su ser, con el fin


de darle las respuestas a todos sus interrogantes acerca de su vida, y
sobre todo la felicidad temporal y eterna. En la Biblia, Dios se nos revela
como Creador y Padre que nos ama y nos espera, esta es nuestra mayor
felicidad.

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· Comunitario: dirigido al "Pueblo de Dios" personificado en el Antiguo
Testamento en Israel y en el Nuevo Testamento en la Iglesia fundada por
Cristo.

Por tanto, la Biblia debe leerse para buscar un provecho personal interior,
poniéndose en actitud de escucha para llevar a la vida lo que el Señor nos
pide; para conocer la persona de Jesús y su obra redentora, pues Él es el
Centro y fin de nuestra vida; y para propagar la fe y el mensaje salvador de
Jesús. Pues:

"No se enciende una lámpara para esconderla en un tiesto, sino para


ponerla en un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa…." (Mt
5,15)

En efecto, la Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada


de doble filo. Penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, sondeando
los huesos y los tuétanos para probar los deseos y los pensamientos
más íntimos. Toda criatura es transparente ante ella: todo queda desnudo
y al descubierto a los ojos de Aquél al que debemos dar cuentas"
(Heb 4, 12-13)

¿En qué orden conviene leer la Biblia?

Por ser la Biblia como una pequeña biblioteca de 73 libros, muy diversos
por sus temas, autores, ambiente, tiempo de composición, etc. Esta
variedad fácilmente puede desorientar al lector.
Por eso, para el que no tiene un buen conocimiento de la Biblia, no es
conveniente que se lea de "principio a fin", porque los primeros libros del
A.T., son los más difíciles… y el lector acabaría con desanimarse, no
entender nada, desistir de la lectura.

Proponemos enseguida un método, por ser sencillo y aceptable .

a). Empezar con los EVANGELIOS, por ser el centro y corazón de la


Biblia.

b). Los HECHOS, que nos narran los primeros años de la Iglesia

c). Algunas cartas de S. Pablo, las más cortas y fáciles ( como 1ª y 2ª Cor;
Ef.; Fil.; Col.;
etc.)

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d). Los LIBROS HISTÓRICOS del A.T.

e). Los libros POÉTICOS, especialmente LOS SALMOS, para intensificar


nuestro espíritu de
oración y gratitud.

f). Las otras cartas de Pablo, como Romanos; Hebreos

g). Los libros PROFÉTICOS

h). Y finalmente el Apocalipsis, cuyas profecías son más obscuras y


difíciles de entender.

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