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Cortes Jose Miguel - Otras Ciudades Posibles PDF
Cortes Jose Miguel - Otras Ciudades Posibles PDF
Cortés
OTRAS CIUDADES
POSIBLES
IVAM DOCUMENTOS 15
José Miguel G. Cortés, es Doctor en Filosofía y profesor de Teoría
del Arte en la Facultad de Bellas Artes de Valencia. Ha sido Direc-
tor del Espai d´Art Contemporani de Castelló (EACC) desde 1998
al 2003. Entre sus últimos libros destacan: La Ciudad Cautiva.
Control y Vigilancia en el Espacio Urbano (2010); Espacios Diferen-
ciales. Experiencias Urbanas entre el Arte y la Arquitectura (2008);
Gilbert & George. Escenarios Urbanos (2007); Políticas del espacio.
Arquitectura, Género y Control Social (2006); Hombres de Mármol.
Códigos de representación y estrategias de poder de la masculinidad
(2004); Orden y Caos. Una historia cultural sobre lo monstruoso en
el Arte (finalista Premio Anagrama de Ensayo) (1997); El Rostro
Velado. Travestismo e identidad en el arte (1997); y El Cuerpo Mu-
tilado o la angustia de muerte en el arte (1996). Ha sido editor de
diferentes libros como: Bajo los adoquines la playa. Mutaciones y
disidencias en la ciudad contemporánea (2007); Ciudades Negadas,
1. Visualizando espacios urbanos ausentes (2006), o Ciudades Nega-
das, 2. Recuperando espacios urbanos olvidados (2007). Igualmente,
ha participado en numerosos libros colectivos y catálogos de arte
contemporáneo. Ha comisariado muy diversas exposiciones te-
máticas, entre ellas: Ciudad Total; Malas Calles; Medianoche en la
Ciudad; Cartografías Disidentes; En cualquier lugar. En ningún lugar;
Micropolíticas. Arte y Cotidianidad 2001-1968; Contra la Arquitectu-
ra: La necesidad de (re)construir la ciudad; Lugares de la Memoria;
Ciudades Invisibles; Héroes Caídos: Masculinidad y Representación.
O, individuales de artistas como Jeff Wall, Pepe Espaliú, Gilbert
& George o Christian Boltanski entre otros.
OTRAS CIUDADES
POSIBLES
IVAM DOCUMENTOS 15
José Miguel G. Cortés
OTRAS CIUDADES
POSIBLES
LA CIUDAD EN EL ARTE
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BIBLIOGRAFÍA
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Ignacio Carbó. Serie Ciudades, 2008-10
La ciudad en el Arte
“Las ciudades concentran hoy el control sobre vastos recursos y los sectores de las finan-
zas y los servicios especializados han reestructurado el orden social y económico. De esta
forma, ha aparecido un nuevo tipo de ciudad. Ésta es la ciudad global”
SASKIA SASSEN
En las últimas tres décadas las ciudades de todo el mundo han expe-
rimentado una expansión inusual que ha reconfigurado completamente
su estructura urbanística de tal modo que, como escribe el urbanista
Edward Soja, podemos hablar de “la urbanización entera del globo y
de la globalización del urbanismo”. Entendiendo la urbanización del
globo como la extensión del modelo (económico, social y cultural) de
la ciudad a cada rincón del planeta. Lo cual ha comportado tanto la
estimulación de la creatividad y del crecimiento económico como la in-
tensificación de las desigualdades económicas y sociales, al tiempo que
la polarización de los conflictos. Nunca hasta ahora en la historia de la
humanidad ha habido, proporcionalmente, tanta gente viviendo en las
ciudades. Por primera vez la mayoría de la población mundial vive en
aglomeraciones urbanas más que en áreas rurales, producto de la acele-
ración del proceso urbanístico que se ha extendido por todo el mundo
en los últimos treinta años. Asimismo, la urbanización del mundo ha
significado la creación de nuevos términos para describir aquello que,
tradicionalmente, denominábamos ciudades y regiones metropolitanas.
El término más usado hoy en día para describir el fenómeno actual es el
de “área regional global”, definido como una nueva forma metropolita-
na caracterizada por una extensa y policéntrica red de centros urbanos
originados alrededor de uno o más centros urbanos históricos.
Como decía, la evolución en términos numéricos de las ciudades-
regiones metropolitanas ha sido espectacular. De tal modo que, si nos
12 José Miguel G. Cortés
fijamos, podemos ver como en los inicios del siglo veinte tan sólo había
dos ciudades (Londres y Pekín) que tenían más de un millón de habi-
tantes; sin embargo, cien años más tarde la lista se había incrementado
muy considerablemente, en el año 2000 las regiones metropolitanas
con más de un millón superaban las cuatrocientas, lo cual demuestra
que la urbanización del mundo sufre un proceso continuamente acele-
rado. En el año 2005 las áreas metropolitanas con más de un millón de
habitantes tenían una distribución global bastante significativa; encon-
tramos que en China habían unas noventa y siete áreas, en India más
de cuarenta y en los Estados Unidos cerca de treinta y nueve, lo cual
viene a demostrar que la inusual rapidez urbanizadora ha tenido en los
países en vías de desarrollo un incremento especialmente significativo.
Un buen ejemplo de ello era el comprobar que, en ese mismo año, de
las diez ciudades más extensas, ocho de ellas (México DF, Mumbai, Sao
Paulo, Delhi, Calcuta, Buenos Aires, Yakarta y Shanghái) pertenecían a
estos países. El incremento es de tal naturaleza y se ha producido con
tanta rapidez que en algunas de las áreas nombradas la urbanización ha
creado gigantescas zonas urbanas con un número de población que era
inimaginable hace muy poco tiempo. Uno de los casos más paradigmá-
ticos es China, donde los recientes desarrollos urbanos han creado tres
regiones-megaciudades (la que rodea Pekín, la del entorno de Shanghái
y la del Delta del Río Perla), que contienen cada una de ellas más de
cuarenta millones de personas y convierte a este país en un verdadero
gigante urbano. Un gigante creado en muy pocos años pues, si en 1970
menos del veinte por cien de la población china vivía en ciudades, ac-
tualmente, lo hace más del cincuenta por cien. Por esta razón podemos
decir que el proceso, en cuanto a transición urbana se refiere, que está
experimentado China en estos últimos años es, seguramente, el más
amplio y rápido de toda la historia de la humanidad.
De igual modo, algo similar está sucediendo en el sub-continente
asiático, macro-ciudades como Mumbai, Delhi o Calcuta en la India,
Karachi en Pakistán, Dhaka en Bangladesh…, están conformando otra
de las zonas de mayor urbanización regional del mundo, al conseguir
que las diez aglomeraciones más importantes de esta zona del continen-
te asiático sumen en total más de ciento veinte millones de habitantes.
Paralelamente, en América Latina el incremento poblacional en las ciu-
Otras ciudades posibles 13
Ignacio Carbó
Serie Ciudades, 2005-10
Otras ciudades posibles 15
jo del propio Alÿs, sino también para llegar a comprender “la suprema
melancolía y la dramática singularidad” que, según Carlos Monsiváis,
posee la propia ciudad de México.
Una ciudad, y muy especialmente su centro histórico, llena de ciu-
dadanos marginados, de personas situadas en el límite de lo que se en-
tiende debe ser una urbe moderna. Personas que expropian las aceras,
que se apoderan de las calles y que hacen suyas las plazas, los bancos
de los parques o los vagones del metro. Compilaciones de vidas peri-
féricas de la ciudad, imágenes que podrían ser esculturas o instalacio-
nes públicas de gente que utiliza las calles como refugios provisionales
y temporales. Son vendedores ambulantes, durmientes y mendigos, a
los que Francis Alÿs les dedicó distintas series fotográficas realizadas
metódicamente, entre 1992 y 2006; un amplio conjunto de imágenes
claramente influenciadas por la magna obra Gente del Siglo XX del co-
nocido fotógrafo alemán August Sander. Tres series recopiladas siste-
máticamente como si se trataran de un registro, más o menos neutral y
objetivo, de sólido carácter archivístico.
La primera de las series, y quizás la más importante de ellas, sea Am-
bulantes, un conjunto de ochenta diapositivas en las que vemos a nume-
rosos vendedores transportando todo tipo de carritos o enseres de un
lugar a otro. Gentes que empujan o arrastran cualquier cosa, personas
que caminan por las calles de la ciudad porque necesitan mover algún
objeto de una parte a otra, individuos que recorren incansablemente la
capital mejicana transportando sus improvisados “carros” cargados has-
ta los topes con las mercancías más inverosímiles (tales como plantas,
muebles, cajas, colchones, globos, tacos,…). Con estas imágenes Alÿs
muestra su fascinación por estos nómadas urbanos que con gran perse-
verancia se enfrentan al congestionado tráfico, a los deseos de orden y
limpieza de las autoridades políticas, al comercio establecido e, incluso,
a la ordenación estética de las fachadas de los edificios históricos. Estos
rudimentarios carros que utilizan hacen referencia tanto al instrumento
como al lugar de ocupación de un gran número de personas que viven
en México D.F. pero que trabajan sin ningún tipo de permisos ni licen-
cias, sin pagar impuestos y sin estar censados. Se trata de la visualiza-
ción de una economía sumergida, oculta y de subsistencia, que ocupa
masivamente los lugares más céntricos de la metrópoli mejicana, y sig-
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“La ciudad parece un gigantesco ser vivo. Innumerables vasos sanguíneos se extienden
hasta el último rincón de ese cuerpo imposible de definir, transportan la sangre, renuevan
sin descanso las células. Envían información nueva y retiran información vieja. Envían
consumo nuevo y retiran consumo viejo. Envían contradicciones nuevas y retiran contra-
dicciones viejas. Al ritmo de las pulsaciones del corazón parpadea todo el cuerpo, se infla-
ma de fiebre, bulle. La medianoche se acerca y, una vez superado el momento de máxima
actividad, el metabolismo basal sigue, sin flaquear, a fin de mantener el cuerpo con vida.
Suyo es el zumbido que emite la ciudad en un bajo sostenido. Un zumbido sin vicisitudes,
monótono, aunque lleno de presentimiento”
HARUKI MURAKAMI
algo continuo ni coherente. Sino que, más bien al contrario, se está con-
formando una poética urbana en la que las huellas de lo imprevisible,
trazadas también sobre la superficie de la ciudad, son los grabados de
la forma del caos que sucede en la mente humana. Podemos decir que
la vida urbana en la época que nos está tocando vivir se lleva a cabo en
un irreconocible espacio donde se proyectan las múltiples, e incluso a
veces, caóticas formas de la conciencia que responde a una voz frag-
mentada (espacial o temporalmente), donde ya no es posible una visión
ni íntegra ni tampoco muy legible, que vulnera cualquier pretensión de
linealidad narrativa. Vivimos momentos que se nos aparecen fugitivos e
infinitos, y en la que sus características esenciales parecen ser el movi-
miento, el desorden y la confusión. Esa identidad errante, fragmentada,
dolida, e incluso exiliada en nuestra propia ciudad, que tenemos actual-
mente muchos de nosotros/as, es la que retrata el director chino en su
cine. Para Wong Kar-wai la ciudad de Hong Kong parece un lugar de
tránsito del que sus personajes siempre acaban huyendo en dirección a
otras urbes (sean estas Buenos Aires, Macao, Singapur,…) o cogiendo
un acelerado tren que nos conduce al futuro o a cualquier otro lugar,
pero que acaba siendo siempre el mismo lugar.
El Hong Kong que vemos en estas cuatro películas, no sólo es un es-
pacio físico, sino que también es un estado psíquico, motivo por el cual
nunca se nos muestra la ciudad en su conjunto, tan sólo fragmentos,
metonimias y sustituciones. Wong Kar-wai gusta de romper los encua-
dres, fragmentar la narración, trocear la imagen de los personajes con
planos imposibles o construir espacios incompletos, así sus películas
están hechas de fotogramas donde se privilegia el detalle sobre el con-
junto o la parte sobre el todo, y en las que se superponen unas historias
con otras. Son relatos dispersos que están hechos de miles de retazos,
sugerencias, ausencias, visiones fugaces y momentos o lugares ocultos;
así, las historias no concluyen nunca, son indeterminadas, se solapan,
forman parte de una maraña con múltiples puntos de contacto en los
que se repiten espacios, escenas, calles, lugares… que funcionan como
elementos de engarce y vinculación de una película con la otra, como
en una rueda sin fin para volver, siempre, a la misma ciudad.
Paralelamente, encontramos en los films de W.K.W. una multiplica-
ción de las voces narrativas que cuentan unas historias llenas de retazos
Otras ciudades posibles 47
como las cosas (por ejemplo, los botes de piña que hay que comerse
antes del primero de Mayo) están marcadas, de un modo u otro, por
una fecha de caducidad.
La segunda película sobre la que deseo llamar su atención es Fallen
Angels, 1995, muy vinculada con la anterior aunque con un ritmo un
tanto más pausado que el frenesí imprimido a Chungking Express. Este
es, posiblemente, el film donde la ciudad de Hong Kong aparece de un
modo más amplio y evidente, tanto enseñando sus medios de transpor-
te (trenes, minibuses, motos…), como mostrando diferentes espacios
privados (casas de juego, hoteles baratos, apartamentos…) y públicos
(calles, restaurantes, estaciones de metro, túneles o estadios de fútbol).
Todo un conjunto de lugares en los que la ciudad adquiere el papel
de un gran escenario, de una cosmogonía en la que los cuerpos y los
deseos de los distintos personajes se vinculan y modifican mutuamen-
te. Así, a medida que avanza el metraje de la película, la ciudad y sus
habitantes van mutando paralelamente: una, posibilitando la modifi-
cación de las emociones y los afectos que muestran los individuos; los
otros, pululando por el barrio de Wan Chai e imprimiendo carácter a
los diferentes rincones y ayudando a crear con sus actitudes o gestos esa
intertextualidad entre los procesos físicos y mentales. Un buen ejemplo
de este deseo de pulsar la vida de la ciudad, al mismo tiempo que las
emociones del sujeto, se nos muestra cuando W.K.W. divide la pantalla
en dos mitades y sitúa al protagonista ocupando la parte de la izquierda
de la misma (en la cual vemos la habitación, el espacio íntimo y priva-
do), para colocar a la ciudad con su bullicio y ruidos en la parte derecha
de la misma pantalla (donde visionamos el aspecto público), estas dos
mitades, tan distantes y próximas mostradas al unísono, nos hablan del
deseo del director de no hacer divisiones artificiales en unas realidades
tan estrechamente vinculadas.
El espacio urbano que W.K.W. nos muestra en este film está presi-
dido por los estados psicológicos de los personajes y aparece como una
metáfora de los cambios de los sentimientos humanos. En él el director
intenta involucrar a los espectadores en un denso ambiente cosmopoli-
ta en el que cada personaje esta psicológicamente cercano al otro, pero
mentalmente lejano. Lo que vemos son personajes aislados que viven
próximos a otros pero sin ninguna intimidad; de hecho, no existen
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casi diálogos en la película, tan sólo se les oye la voz cuando hablan
por teléfono o se dirigen a ellos mismos, lo cual enfatiza todavía más
la distancia y la incomunicación. Estas sensaciones se realzan cuando
comprobamos que la vida de los personajes y sus acciones transcurren,
básicamente, de noche, muy tarde, casi de madrugada, cuando no hay
nadie, aunque la ciudad esté abierta/funcionando las veinticuatro horas
del día. Así, las estaciones de metro, tiendas, mercados, calles, estadios,
incluso, el Mc Donald está vacío, no hay nadie (lo que junto a la crea-
ción de una atmósfera extraña provocada por la brillantez de unos colo-
res exageradamente vivos provocados por los tubos fluorescentes y los
neones publicitarios), favorece la plasmación de una visión desoladora
de unos personajes perdidos en una ciudad por la que sólo caminan los
“ángeles caídos”.
La tercera película que deseo analizar es Happy Together, 1997, y lo
primero que llama la atención de la misma (a pesar de lo que he dicho
anteriormente) es que no está rodada en Hong Kong, sino en Buenos
Aires. La eterna ciudad nocturna que gusta de filmar W.K.W. ya no es la
de siempre, la ha cambiado por la ciudad porteña. Pero si nos fijamos
bien, este aparente cambio radical no lo es tanto, ya que podía haber
sido cualquier otra porque la ciudad elegida no tiene ninguna función
dramática y narrativa más que ser extraña para una pareja de jóvenes
muchachos chinos que se van a ella para “volver a empezar” (en sus vi-
das, en su relación sentimental, con sus padres…), y para ello necesitan
irse a las antípodas de su país de origen (muy curiosa y significativa la
escena en que Yin Fai se imagina su ciudad natal vista al revés con todos
los edificios boca abajo); marcharse a un lugar que no conocen y nadie
les conoce, a un país muy distinto al suyo y a una ciudad donde el sen-
timiento de lejanía, de extrañamiento y desarraigo (geográfico, cultural,
afectivo..) no puede ser más acusado. Los protagonistas viven en una
permanente sensación de exiliados, exiliados que saben que algún día
van a volver, y que el propio director explicaba muy elocuentemente:
“Queríamos escapar pero cuanto más queremos escapar más nos hici-
mos inseparables de Hong Kong. No importa donde vayamos, Hong
Kong estaba siempre con nosotros”. Una frase que enmarca bastante
bien ese viaje de ida y vuelta, subrayado por una relación destinada al
fracaso, al que están abocados los dos protagonistas.
Otras ciudades posibles 53
Podemos decir que el tema del exilio está muy presente en esta pelí-
cula, quizás la obra más política de W.K.W. Recordemos que el film está
rodado en el año 1997, año de la Declaración que posibilitaba la vuelta
de Hong Kong a China mediante una Administración Especial que ga-
rantiza el sistema capitalista y la autonomía política durante cincuenta
años. Así, este año de 1997, es un momento de cambio de estatus polí-
tico, social y cultural para la vida de Hong Kong y, muy especialmente,
para el colectivo gay, uno de los sectores que más tenía que perder en
el campo de las libertades personales y colectivas. Si nos fijamos, la
película se inicia con una imagen de los pasaportes de Yin Fai y Po en el
control fronterizo, en la que podemos leer “British nationality”, lo que
evidencia no sólo la vinculación de la ciudad como antigua colonia de
la metrópoli, sino también un cierto deseo de libertad, posiblemente,
truncado. Igualmente, al final de la película en el hotel de Taipei, cuan-
do Yin Fai vuelve a Hong Kong, escucha en la televisión de su habita-
ción la noticia de la muerte de Dean Xiaping, el principal instigador
del plan de devolver Hong Kong y Taiwan a China con la propuesta de
“un país, dos sistemas”, lo cual anuncia un nuevo futuro para China.
Finalmente, recordad también que 2047 es el año de la adscripción
plena de Hong Kong a la República Popular China y la desaparición de
cualquier tipo de legislación diferente para la ciudad, fecha que coinci-
de con una película posterior de W.K.W. denominada 2046 (último año
de “independencia”) y en la que predomina una visión profundamente
melancólica de su ciudad.
De este modo, el espacio en el que transcurre Happy Together es
una ciudad donde el tiempo parece detenido, como perdido, y en el
que el pasado y el presente se nos muestra constantemente alterado
al intercalar escenas en blanco y negro o color para hacer referencia
a uno u otro. Así nos adentramos en la capital argentina, en concreto
en algunos de sus zonas más depauperadas y siniestras (como es el
barrio de La Boca) que nos remiten claramente a la ciudad china. Y
aunque es cierto que Buenos Aires está situada en las antípodas de
Hong Kong, al otro lado del mundo; o que cuando en una ciudad es
de día en la otra es de noche, cuando en una es verano en la otra es in-
vierno… el Buenos Aires que aquí vemos, se parece mucho a la visión
que de Hong Kong da Won Kar-wai en las dos películas anteriormente
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tanas a la calle), que nos deja sin perspectivas ni futuro. Como colofón,
en las últimas escenas escuchamos, en la radio, la voz de la ex-primera
ministra británica Margaret Tatcher anunciando el acuerdo firmado y
recordando los cincuenta años de margen para preservar esa “forma de
vida” de democracia y libertad que existía en Hong Kong.
Sin embargo, y por otro lado, las imágenes del inicio y del final
del film son muy diferentes, casi parecen pertenecer a otra película.
Nos quedamos sorprendidos por la presencia de un tren futurista que
se dirige a toda velocidad hacia un futuro desconocido, a un mítico
lugar llamado 2046 (igual que la novela que escribe el protagonista o
el número de la habitación del hotel), del que no sabemos nada. Tan
sólo, las imágenes de una fantasmagórica metrópolis muy avanzada
tecnológicamente, producto de un capitalismo global, que transforma
lo mundano en extraordinario. Trenes, autopistas y rascacielos dibu-
jan una ciudad homogenizada y alienada que ha perdido el encanto
que podía tener ese Hong Kong hecho de historia particular y mezcla
específica de razas, lenguas y culturas que W.K.W. añora. La contem-
plación del logo de la compañía LG colgado en medio del paisaje
urbano, podría ser una buena prueba de cómo la extrema comercia-
lización de la vida en las ciudades contemporáneas ha sustituido a la
sugerencia y la mística de la que, en otro momento, fue una ciudad
llena de magia y misterio.
Al acabar la proyección llegamos a pensar que nuestras existencias
transitan, con un cierto sentimiento de angustia, por unas ciudades
que ya no reconocemos y por unos espacios urbanos sin sitio ni lugar.
Comprobamos cómo la vida cotidiana ha llegado a poseer un fuerte
componente errático y provisional que manifiesta una cierta incerti-
dumbre y una significativa fragilidad personal. Asistimos a una for-
ma de abatimiento tranquilo, a un dejarse invadir por la narcotizante
simplicidad de lo banal, en el que la extrema monotonía y la ingente
homogeneidad de los espacios consiguen que –vayamos donde vaya-
mos- todo se parezca y todo se vuelva idéntico, o al menos similar,
pues ya nada constituye un lugar significativo. Se da así la curiosa
paradoja de que, tal y como nos muestra Wong Kar Wai, habitamos
(en medio de la muchedumbre) en la soledad, en la incomunicación
y la extrañeza de un mundo hipercomunicado y globalizado. Vivi-
56 José Miguel G. Cortés
“Londres se me aparecía como una casa enorme de cinco mil habitaciones, todas distintas;
lo único que había que procurar era averiguar cómo se comunicaban entre sí para poder
pasar de una a otra”
HANIF KUREISHI
solo, siempre aparecen juntos y sus cuadros son producto de una co-
laboración tan estrecha, en todos los sentidos, que les lleva a fundirse
en un único artista. Gilbert & George han sido, desde el inicio de su
carrera artística, el sujeto principal de su obra. Una obra que tiene como
uno de sus objetivos fundamentales la crítica tanto a los modelos re-
presentacionales de la masculinidad, como a los límites de lo admisible
para una sociedad bien pensante e hipócrita. Sus cuadros y/o fotografías
están centrados en desarrollar un imaginario que se interesa en explorar
los rincones más oscuros de la mente humana, representando a unos
artistas que no dudan en mostrarse desnudos física y psicológicamente
(ofreciéndose a la mirada de los posibles detractores), con tal de con-
seguir su deseo de construir una nueva manera de ver y pensar las
relaciones humanas. Toda su obra rezuma una visión escéptica y ape-
sadumbrada en la que la imagen del hombre aparece representada con
una gran vulnerabilidad y fragilidad. Según afirman ellos mismos, “Si
hacemos fotografías es para cambiar a las personas, no para felicitarlas
por ser como son.”
Las más de cuatro décadas que llevan trabajando juntos Gilbert &
George han supuesto un largo proceso en el que han ido pasando de las
fotografías plasmadas en blanco y negro a las de color, un trayecto en el
que el formato se ha ampliado considerablemente y las imágenes se han
hecho más incisivas e, incluso, un poco más agresivas. El desarrollo de
su obra no ha obedecido tanto a una progresión estilística como a una
evolución del contenido y de la forma. Por un lado, el contenido ha ido
adquiriendo con el tiempo un mayor, y cada vez más explícito, compro-
miso social en un contexto urbano cada día más duro e insolidario. Por
otro, la forma –siempre- al servicio de unas imágenes que desean hablar
fuerte y claro para que todo el mundo las entienda; unas imágenes que
tienen la pretensión de no dejar indiferente al espectador y llegar a ser
capaces de modificar y alterar la vida de quienes las contemplan.
Por esas razones, con una técnica impecable y cada vez más com-
pleja (que puede dar a las obras un cierto aspecto de impersonalidad
y serialidad, características del arte mínimal), Gilbert & George han
sido capaces de dotar a sus cuadros, no les agrada demasiado que las
denominen fotografías, de una gran energía que consiga expresar un
buen número de emociones humanas. Con sus obras no pretenden re-
Otras ciudades posibles 61
flejar la sociedad tal y como se puede ver a simple vista, sino tratar de
reflejar los miedos y tabúes más ocultos, las esperanzas y los deseos
más triviales o grotescos. En su aparente simplicidad sus “pinturas” no
son el reflejo de una mirada tautológica sobre el concepto de arte, sino
la visión lúcida de unos artistas sobre las miserias y las tragedias que
conforman la vida cotidiana. Podemos decir que su arte toma gran par-
te de su fuerza en el desasosiego de una vida que no es muy fácil de
vivir. Para Gilbert & George la realidad cotidiana (a pesar de los llama-
tivos colores empleados y una aparente frivolidad temática) tiene un
alto componente de infelicidad, desesperanza y angustia. Una visión
triste de la existencia nutre sus cuadros desde el inicio de su carrera
hasta hoy mismo; así lo podemos comprobar en las obras vinculadas al
alcoholismo en el inicio de los años setenta, pasando por una serie de
obras de los años ochenta que hacen referencia a problemas mentales
y/o de depresión psíquica. Parece ser que la década de los años ochenta
(con la extensión de la plaga del SIDA) fue para ellos un momento muy
oscuro en la que la creación plástica estaba íntimamente unida a la idea
de la autodestrucción.
El objetivo prioritario de los dos artistas británicos, tal y como ellos
se encargan de recordarnos, es crear fotografías sólidas, complejas, ri-
cas, auténticas, elocuentes y accesibles. Tratan de hablar de la realidad
concreta que nos circunda en un lenguaje que sea asequible, popular y
eficaz para todo el mundo; crear cuadros densos y monumentales con
un contenido fuerte, pero construidos con una elegancia casi clásica
para que no puedan ser rechazados. Con este fin, utilizan una narrati-
vidad sugerente y dramática, pero siempre marcada por esa disfunción
permanente y elemental que existe entre una legibilidad popular y una
subversión visionaria. Gilbert & George no desean otra cosa que mos-
trar las realidades de su entorno a las personas de su época. Esta iden-
tificación con su tiempo, ese deseo de posicionarse plenamente en las
situaciones reales de la vida contemporánea, nos permite comprender
de manera desconcertante su iconografía. Evocan historias conocidas,
hablan de cosas sabidas y comprendidas por sus contemporáneos, in-
cluso aunque estos no tengan el coraje de formularlas. Sus cuadros se
refieren a la vida, a las cosas pequeñas y grandes, banales y trágicas,
personales y públicas, pero no al arte ni a nuestra relación con el arte.
62 José Miguel G. Cortés
mismos y ser capaces de mostrar todo lo que ven, fijar todo aquello
que observan. Y hacerlo sin tener que seleccionar, jerarquizar o privile-
giar factor alguno, sin tener que juzgar, analizar o rechazar ninguno de
los aspectos encontrados. De este modo están creando una especie de
gigantesca enciclopedia (o archivo) de nuestras ciudades y de nuestra
vida. En su obsesión por mostrar no existe ni el elitismo ni la jerarquía,
todo tiene cabida, especialmente aquello que es considerado lo más
aparentemente ínfimo y banal. Mientras otros parecen querer referirse a
la grandes historias y realidades, Gilbert & George prefieren apostar por
todas aquellas pequeñas cosas que conforman la existencia cotidiana y
que de tan cercanas casi nunca se les da importancia alguna.
Por eso, es tan importante la serie 20 London E1, 2003, que cons-
ta de un conjunto de veinte imágenes obsesivamente organizadas en
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que les ha tocado vivir. Y, en este sentido, una de las cuestiones que más
preocupa a Gilbert & George es la presencia, según su punto de vista
cada vez mayor, de la intolerancia y de los posicionamientos fanáticos y
agresivos. La experiencia humana está vertebrada por una violencia en
la que todos los habitantes de la ciudad participan, bien como víctimas,
bien como verdugos. Los paisajes urbanos se llenan de pesadillas y dra-
mas que los dos artistas tratan de reflejar en sus obras, de tal modo que,
en muchas ocasiones, parecen atrapados en el interior de esos violentos
procesos. Las obras de estos últimos años mantienen, o incluso agudi-
zan, su escrutinio del mundo actual y tratan de revelar los aspectos más
incisivos de la condición humana.
Así, en la serie titulada Perversive Pictures (Cuadros pervertidos) de
2004, se describe una amplia selección de lo que podría ser algunas de
las “perversiones” o conflictos sociales actuales. Y ello se puede compro-
bar, tanto en el aspecto religioso, por ejemplo en Apostasia, como en el
terreno político con Gold/Oro -donde se proclaman un conjunto de con-
signas anarquistas que buscan desmantelar las estructuras capitalistas-
o en el conflicto racial con Haram -en el que se plasman aspectos de las
oposiciones islámicas contra el sistema electoral británico-. Todos estos
cuadros tienen varios aspectos en común: uno de ellos, es la presencia
tan significativa de elementos o de signos provenientes de otras culturas
no occidentales, como la árabe o la asiática, y que cada vez tienen una
mayor presencia ciudadana (Ishmael); otro aspecto importante son las
imágenes distorsionadas o mutantes de Gilbert & George que aparecen
en cada uno de estos cuadros.
El primer aspecto nos habla de las disfunciones y complicaciones
que están nutriendo las sociedades multiculturales, del odio e incom-
prensión que muchas actitudes están generando. Buen ejemplo de ello
es la obra White Bastard (Blanco bastardo) en la que los artistas situados
en un escenario completamente negro y rodeados de signos extraños,
adoptan unas posturas de temor y muestran caras de angustia ante una
situación que les es desconocida. Paralelamente, la segunda cuestión
trata de crear extrañas y poderosas imágenes que atraigan la atención
de los espectadores y los confronte con una vigorosa –quizás alarmante,
quizás crispada- contundencia corporal proyectada por los dos artistas.
Por este motivo, vamos a contemplar las figuras de Gilbert & George
Otras ciudades posibles 69
Los cuadros de la primera década del siglo XXI de Gilbert & Geor-
ge están repletos de sus cuerpos manipulados como seres híbridos,
mutantes, monstruosos… que semejan a figuras míticas cual cíclopes,
hombres-lobo o siamesas, y que les sirven de excusa para enseñarnos
como un mundo enfermo se desparrama ante nuestros ojos. Estos seres
diabólicos aquí representados amenazan la unidad del cuerpo social,
quebrantan la coherencia interna y ponen en cuestión el orden instau-
rado al transgredir las fronteras establecidas. El ser humano se constru-
ye un mundo estable en el que los objetos y las personas tienen formas
reconocibles y permanentes. Por ello, cuando Gilbert & George nos
presentan imágenes y figuras indefinibles, que no son una cosa ni otra,
no hacen más que evidenciar los peligros que acechan a la sociedad
contemporánea y a los individuos que la conforman. De alguna manera,
las criaturas monstruosas o fantasmales vienen a ser manifestaciones de
todo aquello que está reprimido por los esquemas de la cultura domi-
72 José Miguel G. Cortés
diversos soportes, surgió como sujeto pictórico en una serie del año
1977 en obras como, por ejemplo, Piss (Orina) entre otras. Eran, al mis-
mo tiempo, transgresiones de los tabúes y actos de agresión contra una
sociedad bien pensante que nunca los ha considerado una parte inte-
grante de la misma. Palabras y títulos, impresiones y signos, han tenido
siempre una importancia crucial en el trabajo de Gilbert & George,
especialmente por la información que todo ese tipo de escritura puede
facilitarnos sobre las calles y los muros de la ciudad contemporánea.
Son los signos extravagantes y la caligrafía secreta de una ciudad en
permanente mutación (como ahora ellos mismos). Textos anónimos,
panfletos de propaganda, eslóganes de tipo político, religioso o sexual,
todo ello tiene su sitio en los cuadros de Gilbert & George, en su deseo
por retratar la urbe secreta que se esconde en todos y cada uno de los
pliegues de sus esquinas, de sus recovecos, paisajes más inhóspitos o
poco frecuentados. Porque, de todas las ciudades que conviven en una
misma ciudad, a Gilbert & George la que más les interesa es la más
recóndita, la ciudad formada por aquellos que nunca han ocupado ni
ocuparán las primeras páginas de los periódicos.
De todos modos y por alguna razón concreta, en este cuadro el
lenguaje y la grafía se han radicalizado. En la abstracción y en la au-
sencia de un significado específico podemos ver una consecuencia
necesaria y lógica del proceso de auto proclamación de realidades
existentes pero que nos son totalmente desconocidas. Parece que nos
hemos quedado fuera, no entendemos lo que esos signos quieren de-
cir, no sabemos de qué hablan ni qué cuentan estos lenguajes de la
ciudad contemporánea. Evidentemente, hay muchos más mundos y
realidades de las que creíamos y de las cuales no tenemos ni la más
ligera sospecha. Realidades personales y realidades sociales: las pri-
meras nos hablan de todos los mundos interiores de cada uno de
nosotros y que, muchas veces, permanecen acalladas o negadas; las
segundas, se refieren a la pluralidad de vivencias y culturas que se
expresan en las grandes metrópolis y que desbordan cualquier po-
sibilidad de encorsetamiento. Todas estas experiencias más o menos
caóticas tienen en común la capacidad de poner en duda el orden y
las señas de identidad que hasta hace bien poco organizaban la socie-
dad occidental. Ahora necesitamos nuevos instrumentos para poder
74 José Miguel G. Cortés
“Nos habíamos olvidado no sólo de nuestro país y de nuestra cultura sino también de
nuestra familia, del pasado, del futuro que habíamos esperado, porque como los anima-
les, estábamos reducidos al momento presente”
PRIMO LEVI
que este poder desea construir es una Lima bucólica carente de fricción
entre su imagen y la violencia de los procesos que han provocado su
consolidación física esto es, negando la fricción producida por las rela-
ciones que entre sus sujetos urbanos y los espacios habitados ha tenido
lugar y tiene permanentemente”. En cambio, los lugares señalados en
esta cartografía nos remiten a la soledad y a la cautividad, nos imbu-
yen de un cierto sentimiento de indefensión ante la violencia del poder
institucional. El marcaje específico de estos espacios ciudadanos en un
nuevo mapa se convierte en la creación de diferentes itinerarios, de una
amplia cartografía, por las calles de Lima que nos recuerdan la fragili-
dad y la vulnerabilidad del cuerpo humano, así como la violencia y el
control que se intenta ejercer sobre él constantemente. Este periplo por
calles y avenidas, edificios y paisajes limeños es un testimonio político y
ciudadano que evidencia claramente como ni todas las memorias tienen
voz ni todos los espacios visibilidad.
Con esta obra, Rogelio López Cuenca trata de dotar a una serie de
lugares de la ciudad de Lima de un potente simbolismo enraizado en
la memoria y la experiencia personal y colectiva de una ciudad y de
un país que posee una muy trágica historia de asesinatos, secuestros
y violencia de la cual no parece desprenderse. Se trata de un conjunto
de vivencias sangrientas que han impregnado toda la estructura urba-
na (universidades, prisiones, centros comerciales, bares, discotecas...) y
que ha dejado una destacada impronta en las formas de vida cotidiana,
en la cultura y en la estructura de la propia ciudad. Los substratos de
significado que se pueden encontrar en este mapa son consecuencia
de una determinada actitud activa hacia la historia y la memoria, hacia
ese continuo flujo que se debe establecer entre el pasado y el presente
que nos permita conocer, comprender y explicar los acontecimientos
de todo tipo. Es este un mapa que redunda en la necesidad de recordar,
que confía en el peso capital de la memoria (tanto individual como
histórica), para reconstruir la vida humana. Por ello, y más allá del ho-
menaje que esta pieza pueda suponer a todas aquellas personas que
sufrieron y murieron a consecuencia de la represión política y social,
Rogelio López Cuenca no desea convertir a ninguno de ellos en héroes,
sino tan sólo (y sobretodo) quiere devolverles la presencia en la historia
y en la memoria de la ciudad de Lima.
Otras ciudades posibles 87
“Olía Los Ángeles antes de llegar. Era un olor a rancio y a viejo, similar al de una habita-
ción que ha estado demasiado tiempo cerrada. Pero las luces de colores te embaucaban.
Eran maravillosas. Debería hacerse un monumento al hombre que inventó las luces de
neón”
RAYMOND CHANDLER
La ciudad de Los Ángeles no es sólo una de las zonas más ricas, más
ampliamente pobladas y más extensas del mundo, sino también una de
las metrópolis más anheladas y deseadas por millones de personas de
cualquier lugar. Ha sido, y continua siendo, un verdadero icono que
simboliza la libertad de costumbres, la cumbre del cine y de los medios
de comunicación, el lugar de las estrellas, el espacio donde cualquiera
tiene la capacidad de conseguir lo que se propone, …, en definitiva,
una metrópoli fascinante y glamurosa llena de duros y estimulantes
contrastes. Como manifestó Edward Ruscha, “Llegué a Los Ángeles pro-
cedente de Oklahoma a los dieciocho años y el contacto con todo esto,
con toda esta gente, fue como una liberación. Aquella experiencia me
marcó. Aún me influye, y siempre lo hará. Por eso nunca salgo de Los
Ángeles. No puedo vivir lejos de esta ciudad”. Pero, realmente Los Án-
geles es mucho más que una ciudad, es una región metropolitana con
más de dieciséis millones de habitantes y con una superficie similar a
la de Irlanda, donde ni la población ni la extensión de la “ciudad” han
dejado de ampliarse constantemente.
Está considerada como “la primera ciudad estadounidense”, en
el sentido, de que está organizada en torno a un modelo urbanístico
propiamente norteamericano, basado en la baja densidad y denomi-
nado “Suburbia”; un modelo que, comparado con la compacta ciudad
tradicional europea, consume muchísimo más territorio y fuentes de
energía. Aquí, la casa unifamiliar aislada en las afueras dejó de perte-
necer a la periferia para convertirse, paradójicamente, en el elemento
que organiza y da cuerpo a la estructura urbana; no existe un “centro
histórico” en torno al cual gira y se vertebra la vida ciudadana, al con-
94 José Miguel G. Cortés
tica, sino que él las convirtió en un icono visual, algo que contemplaba
como una imagen preexistente de la que se podía distanciar y mani-
pular. Todas tienen un estructura muy similar con la que se enfatiza
las nociones de serialidad o repetición y que nos trae a la memoria las
diferentes tipologías industriales que, desde 1959, estaban poniendo en
pie Bernd & Hilla Becher. Las veintiséis fotografías están tomadas desde
la autopista sin bajarse del coche, lo cual nos recuerda la influencia del
libro La imagen de la ciudad que publicó Kevin Lynch en 1960, y que fue
el primero en enfatizar la importancia de la cultura de la carretera a la
hora de entender la estructura urbana de Los Ángeles.
En Thirtyfour Parking Lots in Los Angeles, 1967, Ed Ruscha nos mues-
tra un conjunto de vistas aéreas de aparcamientos en diferentes zonas
industriales y comerciales, los cuales (como paisajes o playas extrañas)
ofrecen un testimonio inexpresivo de una de las formas más codiciadas
de propiedad urbana de la ciudad. Con el propósito de poner un claro
Otras ciudades posibles 101
Thom Andersen
Get Out of the Car, 2010
106 José Miguel G. Cortés
está más en el audio que en la pantalla”. Quizás por ello usa un audio
bilingüe, como la propia ciudad, donde el inglés y el español se mezclan
y relacionan en las canciones y en las conversaciones para mostrar toda
la riqueza cultural y las nuevas formas de comunicación que se están
gestando en muchas zonas de Los Ángeles.
Conocer la música que allí se ha creado, o se está creando, es tam-
bién una manera de conocer la historia de la ciudad. Es una clara re-
ferencia a su memoria y a la celebración de culturas, formas de vida y
manifestaciones sociales desaparecidas o en trance de hacerlo. Como lo
son las referencias a dos lugares emblemáticos de Los Ángeles (el “Mon-
te Legion Stadium”, famosa infraestructura cultural, o el “South Central
Farm”, una de las mayores granjas urbanas), ambos destrozados por los
nuevos planes urbanísticos de una ciudad que parece no tener ningún
interés en su historia. De igual modo, la manera que tiene Andersen
de elegir y filmar anuncios destrozados, vallas vacías, fachadas descon-
chadas o pinturas murales un tanto torpes, denota una cierta mirada
nostálgica, una metáfora dolida, hacia una ciudad que es la cumbre del
glamur y del espectáculo en el mundo entero, pero que tiene demasia-
das partes invisibles u ocultas que no desea mostrar.
Tanto Ed Ruscha como Th. Andersen, en las obras que aquí hemos
visto, realizan ensayos y organizan archivos documentales sobre la re-
presentación de algunos de los aspectos que pasan más invisibles de
Los Ángeles, haciendo especial hincapié en las cuestiones vinculadas al
espacio y al tiempo o, mejor dicho, a un tiempo más espacial desde la
percepción que nos da la memoria.
La ciudad atemorizada de Michael Haneke
“Su hermano Rainer le recuerda que no debe pegar a la gente por un arrebato de odio,
sino hacerlo sin ninguna razón aparente, como un fin en sí mismo. Para mí lo funda-
mental es pegar, ya sea con o sin odio (Anna). Me temo que no has comprendido nada,
le contesta Rainer”
ELFRIEDE JELINEK
Con esta película Michael Haneke nos recuerda que, por mucho que
se modifique el trazado o la planificación de las ciudades, hay un aspec-
to característico de la vida en las mismas que (todavía) no se ha podido
cambiar y es el que les confiere plenamente su sentido: las ciudades
son los lugares privilegiados de conocimiento, relación y convivencia
con los desconocidos. Contra esta realidad el poder se empeña, inútil-
mente, en construir un espacio transparente, estéril y neutro, donde el
ser “normal” es el patrón a seguir y lo diferente es experimentado como
una amenaza. Se entiende que es fundamental la adaptación de cada
ciudadano al orden social, la cual se realiza no tanto (o no sólo) a tra-
vés de una vigilancia constante como mediante la universalidad de los
controles disciplinarios y la manipulación de las disciplinas individuali-
zantes, creando así todo un conjunto de técnicas y de instituciones que
se atribuyen la tarea de medir, controlar y corregir a aquellos que no se
integran en la Norma, no se homogeneizan con los valores dominantes
o pretenden preservar sus propias concepciones.
Pues, no hay que olvidar que el ejercicio del poder es paulatinamen-
te más elusivo y más insidioso, está en cualquier lugar y en ninguno, es
ubicuo, ausente, invisible..., y por ello su influencia es difícil de cono-
cer, de discernir y de resistir. En este sentido, debemos de comprender
que el contenido metafórico de la arquitectura simultáneamente repre-
senta y enmascara sus asociaciones con el poder posibilitando modos
dominantes de pensamiento y experiencia que, muchas veces, no son
cognitivamente entendidos pero sí internalizados. Por ejemplo, si hace
unos años la “expulsión” del miedo de nuestro entorno se llevaba a
cabo mediante ostentosas medidas arquitectónicas, ahora éstas están
siendo sustituidas, poco a poco, por medidas mucho más sofisticadas e
imperceptibles. Ahora son las prótesis tecnológicas (sistemas de alarma,
satélites, controles remotos...) instaladas en lugares estratégicos las que
consiguen (o al menos intentan) mantener nuestro miedo bajo control.
Así, en lugar de las murallas que antes guardaban las ciudades, hoy
nos encontramos con sofisticadas medidas “anti miedo” en cada ur-
banización o domicilio que tienden a aislar a los ciudadanos entre sí y
a protegerles de un enemigo cada día más frecuente, pero cuyo rostro
múltiple desconocemos pues pertenece a cualquiera y amenaza la vida
de todos. En las grandes urbes contemporáneas se siente el pavor a los
120 José Miguel G. Cortés
hace? ¿Qué busca?, preguntas que nos hacemos durante todo el metraje
y que al finalizar la película permanecerán, todavía, sin una clara res-
puesta, lo cual no será óbice para que desde el primer momento los es-
pectadores nos sintamos (gracias al grado de verosimilitud conseguido
con las imágenes) parte activa y cómplices necesarios, en este proceso
de gestación de la violación de la intimidad ajena.
En la película encontramos un doble y complementario sentimiento
que cada vez es más generalizado en la sociedad contemporánea: por
un lado, el sentimiento de violación de nuestra esfera privada produc-
to de ser vigilados en cualquier momento; y por otro, la fascinación
que sentimos por conocer la vida de los demás y el sentido voyeur
que ello despierta en el espectador. De algún modo, el director Michael
Haneke consigue convertirnos en verdaderos mirones que observamos
expectantes las cintas remitidas (en las que nada sucede) esperando que
ocurra algo significativo. Así, deseamos conocerlo todo: queremos saber
qué oculta George; qué sucedió en su juventud que no puede ser con-
tado; qué papel juega su hijo, qué relación hay entre él y Majid; qué se
oculta detrás de esa aparente existencia tranquila;... Con nuestra mirada
escrutadora nos colamos como intrusos en sus vivencias, disfrutamos
de conocer los rincones de su casa y gozamos de conquistar espacios y
situaciones de las vidas de los otros que podrían permanecer invisibles.
Ahora ya todos somos mirones y vigilantes, parece que ya nada puede
escapar a la mirada escrutadora de las diferentes redes de control.
Mientras contemplamos como una sensación de miedo y de aliena-
ción se está apoderando de los habitantes de las ciudades, asistimos,
paralelamente y como consecuencia de ello, a un proceso continuo
de domesticación de los escenarios de la vida urbana, en los que se
pretende erradicar el conflicto, aquietar las contradicciones y superar
las diferencias mediante la organización, la planificación y la vigilancia
meticulosa del espacio ciudadano. El orden instaurado no desea ser
puesto en cuestión (la desorganización y el caos son los peores enemi-
gos de las normas sociales hegemónicas y de las estructuras políticas
consolidadas), por ello, trata de evitar cualquier atisbo de indisciplina
y desorden que pueda superar los controles y arremeter contra la pre-
tendida tranquilidad en la que viven las clases medias, el poder intenta
impedir como sea la irrupción del conflicto en los espacios urbanos y
122 José Miguel G. Cortés
una familia adinerada, que no llegan a entender muy bien qué es lo que
les está sucediendo. En unos pocos minutos su universo cerrado y ex-
clusivo (verjas, luces de alarma, setos, alejamiento de cualquier núcleo
de población…) salta en mil pedazos, la estrecha armonía con la natu-
raleza explosiona y convierte su refugio ideal en un espacio de inusita-
da violencia donde sus habitantes luchan denodadamente por la mera
supervivencia. En este sentido, es altamente significativo el profundo
contraste que plantea el director entre el pacífico y apacible entorno na-
tural con la arbitraria violencia que se desarrolla en el interior de la casa.
De este modo, Funny Games retrata el infierno en el que se puede
convertir la existencia cotidiana si no existen (o no se respetan) re-
glas claras de comportamiento, pues el orden burgués queda herido de
muerte cuando el caos se apodera de las relaciones personales creando
una profunda e irreversible devastación moral y social. La aparente
falta de sentido de todo lo que sucede y el buen tono de los asesinos
(acaban traspasando la culpabilidad de lo que allí sucede a los due-
ños de la casa), desarma completamente a la familia invadida. En su
hogar irrumpen dos jóvenes tímidos y de buenos modales que pare-
cen incapaces de hacer mal alguno, pero que desatan una situación de
violencia para la que nadie estaba preparado, ya que no existe motivo
económico ni justificación social. Ante la pregunta del padre “¿Por qué
hacéis esto?”, no encuentran ni razones ni excusas ni motivos, tan sólo
una respuesta inesperada “¿Por qué no?”, lo cual destruye moralmen-
te a las víctimas; pues, si los motivos de los asesinos son impredeci-
bles e irracionales sus actos, al no ser entendibles, pueden ser mucho
más temibles. Paralelamente, Haneke busca (como en muchas de sus
películas) la complicidad del espectador, aunque tan sólo sea porque
estamos ahí sentados viendo lo que sucede. Así, y a pesar de que nos
identifiquemos con el sufrimiento inexplicable que sufren las víctimas,
los asesinos buscan hacernos partícipes de sus actos, nos miran di-
rectamente, nos guiñan un ojo y nos preguntan si tenemos bastante o
queremos más. De algún modo, el director austríaco nos sugiere que
todos participamos, de una u otra forma, en unos hechos que no son
simples ni sencillos, que no hay nadie que sea completamente inocente
y que el sentimiento de culpabilidad está constantemente presente en
nuestras vidas.
Otras ciudades posibles 125
mente felices y bien relacionados entre ellos. Así, en las relaciones fa-
miliares que retratan Crewdson y Slondz asistimos a la deconstrucción
sistemática del mito de la felicidad en el american way of life para mos-
trarnos, mediante la utilización de un lenguaje irónico y ácido, la pro-
funda frustración y fragilidad que preside la vida de los diferentes per-
sonajes que aparecen en sus imágenes y fotogramas. Unos individuos
encerrados, casi siempre, entre las cuatro paredes de una confortable
casa en la que se goza de una buena posición económica, pero que se
encuentran paralizados por la frustración personal, el ensimismamiento
anímico y la incomunicación vital más absoluta.
Gregory Crewdson cultiva en sus fotografías un doble sentimiento
estrechamente relacionado: por un lado, el de extrañamiento (frente a
un entorno que aparece casi siempre como hostil); y por el otro, el de
extrañeza (frente a uno mismo que no llega nunca a reconocerse). De al-
gún modo, es como si sus imágenes nos llevaran a contemplar la realidad
desde los umbrales de la misma, en la que nos atrevemos a explorar los
límites pero no dejamos de dudar entre la interrogación por el porvenir
y el temor a lo desconocido. Así, su visión introduce fisuras en cuanto a
la integridad de la realidad se refiere (nos hace dudar de lo que estamos
viendo) y representa lo que parece que está a punto de suceder (el acci-
dente, la equivocación, la catástrofe…). Paralelamente, en sus composi-
ciones encontramos a unos personajes que están a la deriva, individuos
que parecen haber perdido las coordenadas, que ya no tienen un papel
asignado en la historia que se narra, que han abandonado su lugar en la
sociedad y han adquirido una sensación de vacío que les descoloca y les
hace vivir en un estado de flotación, con lo que les convierte en sujetos
limítrofes que no encuentran ni un camino ni un sitio en ese entorno
que parecía el suyo. En este sentido, lo que Crewdson nos muestra son
diferentes situaciones donde cada personaje está instalado en su pro-
pio recorrido existencial y en el marco de unos suburbios urbanos que
vienen a ser la plasmación más evidente de la desidia, la rutina y el
adocenamiento. De este modo, el conjunto suburbial estadounidense se
convierte, gracias a la visión de Gregory Crewdson, en un espacio de lo
espectral en el que nadie está a salvo de la catástrofe.
Estas obras forman parte de unas experiencias artísticas que po-
dríamos calificar de misteriosas o siniestras, donde el fenómeno de la
134 José Miguel G. Cortés
Todd Solondz
Happiness, 1998
Otras ciudades posibles 137
que nos libera de todas las trabas sociales y culturales impuestas por la
moral mayoritaria.
La noche todavía continúa siendo -para amplios sectores sociales- una
de esas grandes metáforas en las que se enfrenta lo visible contra lo ocul-
to, lo controlado contra lo insumiso. La noche es así entendida como
el momento en el que nos enfrentamos a los fantasmas más íntimos, al
miedo a la incomunicación, a la alucinación o la fantasía, a la angustia de
lo sensible o al abismo que amenaza con liberarnos de nosotros mismos
y arrastrarnos hacia la caída en la sima de los remordimientos que nos
pueden llevar a algún tipo de catástrofe desconocida. Como podemos
ver, en las fotografías del artista norteamericano, las horas de la oscuridad
se asocian a ese mundo que nunca duerme, a un tiempo y un espacio
propicio para llevar a cabo un conjunto de ensoñaciones y prácticas que
tienen que ver con lo oscuro, lo tamizado, lo inconsciente, lo poco claro
o evidente, pues se entiende que son situaciones propensas al desahogo,
a la conspiración, a la ocultación o el doble juego; lo nocturno construye,
de este modo, un territorio difícil de controlar para las conciencias perso-
nales y eso no deja de inquietarnos y darnos pavor.
Las imágenes que Gregory Crewdson construye, con su interés por
todo aquello que signifique una perturbación de la normalidad, nos
permiten observar con otros ojos los acontecimientos diarios, revelán-
donos el lado oscuro de la vida cotidiana, y descubriéndonos la digni-
dad que permanece en el fondo de las frustraciones o de las humilla-
ciones existenciales. Sus fotografías son un comentario sobre la soledad
existencial de una vida desconectada y, a veces, bastante absurda, son
imágenes de gente cansada, rostros agotados y miradas perdidas en el
más triste de los tiempos. Todas las escenas representadas parecen ano-
dinas, producto de unas existencias arrasadas por la sordidez de unas
vidas que transcurren en unas casas unifamiliares con jardín en un ba-
rrio de los suburbios de cualquier ciudad norteamericana. Vivencias
que se han convertido en verdaderas losas que asfixian a los personajes
que aparecen en sus fotografías; unas existencias privadas de sentido,
donde el contraste entre el entorno acomodado y la frustración personal
evidencia, más si cabe, la pérdida de toda esperanza en una sociedad
en el que todo el mundo tiene la obligación, condenado por los mass-
media, de ser feliz.
Otras ciudades posibles 141
“Métanse todas las imágenes del lenguaje en lugar seguro y hágase uso de ellas, pues están
en el desierto, y es al desierto adonde debemos ir a buscarlas”
JEAN GENET
En cierta manera, algunas de las películas de Gus Van Sant (al me-
nos, las que más nos interesan aquí) están centradas, fundamentalmen-
te, en mostrarnos la vida de un conjunto de adolescentes vulnerables
perdidos en la metrópoli actual. En ellas observamos un conjunto de
muchachos solitarios que, al tiempo que les acompañamos en una serie
de vivencias marginales en un espacio urbano que ocupan pero que no
llegan ni a entender ni a aprehender, vagabundean por unas calles en
las que se sienten como ausentes. Ausente se siente Johnny, en Mala
Noche, en una ciudad que no es la suya y que nunca le aceptara; ausente
esta Mike, el protagonista de Mi Idaho privado, al mantener una relación
entrecortada e intermitente con el mundo producto de su narcolepsia;
ausentes de su entorno se encuentran Eric y Alex, los protagonistas de
Elephant, dos jóvenes marginados de su comunidad, solitarios y extra-
ños a sí mismos; y ausente está también Alex, el adolescente de Paranoid
Park, cuando suceden una serie de hechos terribles que le sobrepasan y
que no llega a comprender realmente. Todos ellos son muchachos que
viven en “tránsito”, sin que sepamos muy bien de dónde proceden ni
hacia dónde se dirigen, en una situación de mera supervivencia y en la
que el devenir es realmente incierto. Ya que, y a pesar de que no paran
de moverse durante todo el metraje de las películas por las calles de
Portland, no tienen dónde ir: unos, como Johnny y Mike, porque no
tienen casa; y otros, como Eric o Alex, porque no se les espera en ellas.
Así, en ese constante ir y venir, en ese permanente vagabundeo por las
calles de la ciudad en la que viven, ninguno de ellos se pregunta dónde
va ni porqué, sino, en todo caso, con quién.
Quizás por ello, todos tienen ese aspecto tan huidizo cuando cami-
nan sin rumbo hacia espacios vacíos en los que se sienten desubicados
o se pierden en un tiempo que se diluye monótonamente. Son sujetos
livianos, ingrávidos, que pasan por los lugares pero que no echan raíces
en ninguno de ellos, vagabundean de aquí para allá pero son incapaces
de establecer relaciones estables con nada ni nadie. Son un conjunto
de adolescentes urbanos frágiles y marginales que no cesan de moverse
en una geografía física y simbólica un tanto evanescente e inconcreta.
Muchos de los espacios por los que se relacionan son turbios, prohibi-
dos (del orden de lo invisible), o lugares de paso, anodinos, que no se
definen ni identifican y que recuerdan a una tierra de nadie (la noche, la
Otras ciudades posibles 147
En sus fotografías de gran tamaño Gursky se interesa por los nuevos có-
digos visuales, arquitectónicos y espaciales de la representación de la hiper-
modernidad que son esas ciudades abigarradas, híbridas y multiculturales
de extensiones sin límite que se desarrollan en múltiples países. De este
modo, sus obras se presentan como iconos que reflejan lo que podríamos
denominar “el espíritu de una época”, una época en el que el mundo se ha
hecho más pequeño y accesible gracias a un control visual total del espacio.
Con sus imágenes, el artista alemán tiene la intención de recoger las formas
y los valores fundamentales que estructuran la existencia cotidiana en las
grandes metrópolis, al tiempo, que está ayudando a escribir una historia
global de las mismas teniendo en cuenta una visión plural y multifacética
alejada de uniformidades y eurocentrismos reduccionistas. Sus fotografías
son visualizaciones de las relaciones entre la gente y sus espacios (muchos
de ellos artificialmente creados) en las que los sistemas de orden parecen
estar desapareciendo. Con ellas Gursky reflexiona acerca de nuestro lugar
en el mundo y sobre la importancia que adquiere la arquitectura como
espacio básico que estructura nuestra relación con el mundo, sirve a las
necesidades funcionales y puede ser leída como un medio de significación.
Otras ciudades posibles 165
sin fisuras, que parecen haber sido efectuadas desde un único punto
de vista, cuando en realidad han sido necesarios muchos, con ángulos
y encuadres bien diferentes. Así, eso que parece, a menudo, como una
simple vista panorámica no es en realidad más que una sucesión de
frontalidades locales, de circunscripciones parcelarias, de focalizaciones
sobre fragmentos de espacio y tiempo que son ensambladas para obte-
ner una imagen unificada de extraordinario poder visual.
Es la suya una mirada extraña hacia un mundo global, tecnológica-
mente avanzado y basado en el consumo, los mercados internacionales,
las tiendas cosmopolitas o los lugares homogenizados. Un buen ejem-
plo de estos “no lugares” que Gursky gusta de recrear son las imágenes
de aeropuertos (Schipol, 1994), aparcamientos (Toys “R” Us, 1999) u
hoteles (Atlanta, 1996, o Shanghai, 2000), en los que el fenómeno de la
homogenización y la alienación son harto evidentes. De entre todos es-
tos ejemplos destaca, especialmente, una imagen por las extraordinarias
sugerencias que contiene. Me refiero a la obra Times Square, 1997, en
la que el artista alemán no duda, mediante la manipulación digital, en
componer la fotografía resultante con la mezcla de aspectos del interior
y del exterior del hotel construido por John Portman, hasta conseguir
una imagen del hall de entrada realmente inquietante por lo que tie-
ne de artificial, casi irreal, y donde la arquitectura es abrumadora, casi
aplastante. Observamos un impersonal, brutal y angustiante hall en el
que una maraña de balaustradas, pasillos y puertas de colores saturados
consiguen que los pisos se confundan unos con otros, empequeñezcan
al ser humano y hagan realmente imposible la idea de que nadie pueda
llegar a vivir allí. Es la teatralización máxima de lo cotidiano, el simula-
cro ficcional de los diferentes espacios del habitar.
Un habitar que desarrolla proyectos utópicos y faraónicos, imposi-
bles de sostener medioambientalmente (tal y como se refleja en la obra
Dubai World III, 2008) o en metrópolis inabarcables con decenas de mi-
llones de habitantes, como la fotografía de Los Ángeles, 1999. Es esta una
visión espectacular, grandiosa, y grandilocuente, sobre una de las gran-
des megápolis de finales del siglo XX y principios del XXI. La fotografía
parece estar tomada desde la cabina del piloto de un avión a punto de
aterrizar en el aeropuerto de LAX (Los Angeles International Airport), y
la visión no puede ser más mágica pues, un aura brillante envuelve la
168 José Miguel G. Cortés
“Después en la ventanilla empezaron a sucederse imágenes que Max había visto en otras
ciudades, la mayoría sólo en películas: un castillo de Disney, un puente de Brooklyn sobre
un fondo de edificios, una Torre Eiffel, Tokio parecía infestado de réplicas, como un par-
que temático de las grandes ciudades”
SANTIAGO RONCAGLIOLO
empleaba casi unos tres mil trabajadores, es decir, que hay un montón
de vidas, experiencias y sensaciones implicadas en esta multifacética
historia que comprende más de cincuenta años de la historia del pro-
pio país. Entremezclando las imágenes panorámicas de la fábrica y los
primeros planos de los trabajadores, Jia Hang-ke nos invita a darnos
cuenta de las contradicciones internas que nutren la sociedad china
contemporánea. Lo que vemos es una compleja historia en torno a la
experiencia que significa pasar de una economía planeada por el estado
a una economía organizada por el mercado, y el impacto que ello signi-
ficó en la vida de miles de familias.
La sustitución de un edificio por otro se presenta como una buena
metáfora sobre el proceso socio-económico que está sufriendo China: la
construcción de un nuevo complejo arquitectónico privado se sustenta
sobre la destrucción, la ruina y la ausencia de una fábrica pública; la
China de las reformas y de la liberalización incita al paso de lo colectivo
a lo individual. Son dos mundos (compuestos de historias individuales
y problemáticas sociales ligadas a la historia del país) que se muestran
incompatibles a la hora de convivir conjuntamente en el mismo tiem-
po y espacio. Como dice un personaje de la propia película, “Lo viejo
está siendo destruido pero no se ve llegar lo nuevo”. De este modo, los
miedos a lo nuevo se mezclan con las incertidumbres del futuro y fren-
te al temor de ser excluido de la modernización del país, cada indivi-
duo siente el deseo de acogerse a cualquier recuerdo o experiencia. Sin
embargo, el director chino no nos ofrece una visión nostálgica por lo
que se pierde, sino una compleja mirada sobre la enorme mutación del
paisaje urbano; nos plantea un diálogo abierto entre lo vetusto, arcaico
y oxidado con lo nuevo, aséptico e indefinido, para interrogarse sobre
qué queda cuando los países cambian los edificios caen y las ciudades
se transforman.
Para llevar a cabo esta tarea, la película 24 City se plantea (al igual
que las anteriores) como una fusión en la que se alternan, de igual a
igual, la ficción y el documental. Así, la organización temporal del film
permite evocar la China de ayer, pero también la de hoy y la que se está
construyendo para el futuro. En lo que en definitiva, no es más que un
cuestionamiento sobre la inscripción del individuo en una vasta comu-
nidad, terriblemente compleja, como es la de la sociedad china. Como
Otras ciudades posibles 191
ALŸS, FRANCIS y MONSIVÁIS, CARLOS: El centro histórico de la ciudad de México, Turner, Madrid, 2005.
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