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JOSE ANTONIO ARZE

Profesor do Sociología en la E scuela de C iencias


Económ icas y Financieras de la Universidad
M ayor de San A ndrés (UMSA).

SOCIOGRAFIA DEL
INKARIO

(¿Fué socialista o comunista el imperio inkaiko?)

En ANEXO:

"EL IMPERIO IN KAIKO : BREVE ESQ U EM A DE SU


O R G A N IZ A C IO N E C O N O M IC A ,
POLITICA Y S O C IA L ",

por el antropólogo y economista belga GEORGES ROUMA.


Traducido del francés por J. A. Arze.

La Paz-Bolivia
1952.

EDITORIAL “FENIX".
P R E F A C I O

En el PROGRAMA DE S0C10GRAFIA B0-


LIVIANA que tengo adoptado para el Departa­
mento de Doctorado de la Escuela de Ciencias
Económicas y Financieras de la LJMSA (v. texto
completo de ese Programa al final de este Prefa­
cio) j la parte relativa a la Sociografia del Inkario
ocupa un sitio de preferente importancia, no sólo
en el aspecto de investigación sobre io que fué esa
admirable civilización del Taivantinsuyu, sino
también en el aspecto de captación de las super­
vivencias preeoloniales en las costumbres de nues­
tros iridios quechuas y aymaras (que constituyen
más de los dos tercios de la población total de Bo-
livia)} y todavía desde el punto de vista del paran-
yon que puede hacerse entre el SociaUsiyio y el
Comunismo Europeos contemporáneos, y esa ex­
periencia de economía planificada —única en la
Historia Universal por su magnitud— que tuvo
por escenario la meseta andina antes de la llega­
do, de los Conquistadores Españoles a este He­
misferio
Al hacer mis exposiciones de cátedra sobro
('l Inkario, lo esencial de ellas está expresado en
— m —
los conceptos que aparecen desarrollados en:
mi Ensayo “¿Fue socialista o comunista el Impe­
rio Inkaiko?”, que se publica en la primera parte
de este libro. Lo escribí en Santiago de Chile, en
1989, como Prólogo a mi traducción de la obra del
Profesor francés LOUIS BAUDIN (actual catc-
drático de Economía Política en la Universidad
de París), “L’Empire Socialiste des Jnka” <París,
Instituí d’Ethnologie, 1928, IX, 291/ p.). Mi tra­
ducción titulada “El Imperio Socialista de los
cas” (Stgo. de Chile, Zig-Zag, 191+0; lia . odie.,
191+5, 1+61 p., 1+ p. de Cartas Geográficas), fue pu­
blicada por la editorial chilena sin mi Prólogo,
mientras yo me hallaba en los Estados Unidos. Lo
imprimí por primera vez en Sucre, en la “Revista
del Instituto de Sociología Boliviana (ISBO )'\
(Sucrey No. 1, 191+1), y fué reproducido después
en la revista “Nueva Epoca”, de Santiago de Chi­
le, dirigida por Marcelo Segal (No. 1, 191/6) y , úl­
timamente, en la “Revista de la Facultad de Eco­
nomía y Finanzas”, de la Universidad Técnica de
Oruro (1951), durante el tiempo en que el Prof.
Saudin visitaba a La Paz. {i)

(i) En el libro 'Fuentes do lo Historia Española e H .spanoam oucana",


del español Benito Sánchez Alonso (2 vol. 2a. odie. Mqrfit'j, 1946,
m ás un A péndice), q u e registra 24,842 piezas bibliográficos, este
Ensavo arcareco citado bajo el N* 21,613.

— IV —
Pero los conceptos desarrollados en el Erasa-
yo a que vengo refiriéndome, aunque esenciales
para el fin polémico que es su principal objeto,
requieren de mayores datos de detalle en sus di­
ferentes párrafos, y para este propósito no he ha­
llado nada más adecuado que el opúsculo —ni muy
extenso ni muy breve, bien estructurado en su
plan de ideas, elegantemente escrito— del belga
M, Georges Rouma, “La Civilisation des Inkas et
leur Communisme autocratique” (publicado bajo
los auspicios de la “Societé d'Anthropologie de
Bruxelles”. Bi'uxélles, Imp. Médicale et Scientifi­
que, 1921¡, 71 p J . Publiqué la primera traducción
al español, de este librito, en Lima, en 1936, en la
Editorial de Domingo Miranda; se tiró una limi­
tada edición que se consumió rápida y casi total­
mente en el Perú. En Solivia circularon menos
de 20 ejemplares.
Por todas estas razones, he juzgado necesa­
rio reimprimir en u?i solo volumen mi Ensayo de
crítica a la obra voluminosa de Baudin y una se­
gunda edición de mi versión del librito de Rouma,
bajo el título conjunto “SOCIOGRAFIA DEL IN-
KARIO”. Como verá el lector, tanto Rouma co­
mo Baudin coinciden en criticar la civilización in-
kaika desde un punto de vista de Liberalismo
Económico —antisocialista, en co>isecuencia—
por lo que las refutaciones hechas al Profesor
_ y
francés en mi Ensayo, son aplicables también al
antropólogo y economista belga.
He conservado intacto el Prólogo con que
encabecé m i versión de Rouma> en 1936. En él
pretendía ya esbozar una crítica m arxista de esta
cuestión, pero incurrí en el generalizado error de
calificar el Sistema Inkaiko como comunista —
influido acaso, en esto, por los escritos de José
Carlos Mariátegui, a quien siempre he respetado,
•por lo demás, corno a la más eminente figura del
Materialismo Histórico en América Latina. Fué
justam ente al traducir más tarde a Baudin —cu­
yo trabajo es, sin duda, lo mejor que se ha publi­
c a d o hasta hoy como exposición económico-socio-
lógica del Inkario, dejando a salvo el aspecto de
sus planteamientos antisocialistas— fué enton­
ces, digo, cuando, meditando más a fondo sobre
este fascinante tem a, llegué a la conclusión de
que es impropio calif icar de “socialista” o “comu-
• nista” a la civilización inkaika. Y esa convicción
— qve es la que mantenqo actualmente— aparece
fundamentada con bastante amplitud y documen­
tación en mi Ensayo “¿Fué socialista o comunista
el Imperio Inkaiko?1'
E ste volumen aparece como el vrimero de una
serie que llevo v 7anead a, bajo los títulos sucesivos
de “S 0C!0<rrafla de la Vida Colonial Altoperu.ana’'
y “^ocíoRrafia de la Epoca Republicana de Bo-

— vr —
livia”, en los que seguirán apareciendo ensayos de
interpretación m arxista míos, con Anexos de do­
cumentos para fines de investigación ampliato­
ria. Todas estas publicaciones están fundamen­
talmente orientadas a servir de textos didácticos
para mis alumnos de la UMSA, pero abrigo la es­
peranza de que interesarán también al público no
universitario.

La Paz, julio de 1952.

JOSE ANTONIO ARZE


Profesor de Sociología en la UMSA

— V il -
Programa del Curso de Sociografía
de Bolivia

P A R T E la. PR E L IM IN A R .

1.— Presentación de un C uadro Sinóptico p ara el estudio panorám ico


del Pasado. Presento y Futuro d e Bolivia, desde el punto de vista
sociológico.
2»— Fuentes Docum entales. Examen do las osoncialos.

PARTE n a . LAS CULTURAS PRECO LCN 1A LES


(¿ — 1531).
3.— Periodificación do ollas: a) O rígenes de la G eografía y del Hom­
bre- de América. O rígenes del Hombro en lo q u e hoy 03 territorio
de Bolivia; b) C ulturas Preinkaikas: Tiw anaku; c) F ases d e la
C ultura Tnkaika (1.100 ?— 1531). Cronología do acontecim ientos
esencia íes.
4.— ANALISIS SOCIOGRAFICO del Imperio Inkaiko:
C ap. I. El MEDIO GEOGRAFICO. Flora, fauna, gea.
C ap. II. La POBLACION (Demografía: etnografía, antropología:
psicología social. G rupos Sociales o Individuos R epresentativos).
Cap. DI. La VIDA ECONOMICA Y SOCIO VEGETATIVA: A) ECO­
NOMIA: C lases Sociales. Técnica. Instituciones do Producción.
Circulación, Reparto y Consumo; B) SOCIOVEGETATIVISTICA;
Instituciones S anitarias. Alimentación, vicios. Vestuario. Vivion-
d a: sociología ru ral y u rb an a. Viajes. Deportes, juegos y re c re a ­
ciones.
C ap. IV. La VIDA SEXUAL: Lo Fam ilia. Form as de relación se­
x u al exirafam iliarcs. Prostitución. A nom alías sexuales.

— IX —
C ap. V. La VIDA POLITICA. JURIDICA Y MILITAR: El Estado.
C a ra d o re s de Icj política interna y exterior. La legislación. El
Ejército: las guerras.
C ap. VI. La VIDA CULTURAL: Religión. Costumbres: creencias y
p rácticas de moral. Bellas Artes. C iencias teóricas y prácticas.
L enguaje. Educación.

P A R T E Illa . LA CULTURA COLO NIA L ALTO-


PERUANA (1531-1825).

5— Periodificación de Historia Colonial: c) La Conquista; b) La


Colonización cajo los Austria» (1531-1700); c) La Colonización b a ­
jo los Borbones (1700-1825); ch) El interregno de la G uerra de la
Independencia (1809-1825). Cronología de los acontecimiento?
esenciales.
6 .— ANALISIS SOCIOGRAFICO do la Vida Colonial A llopcruana:
(VI C apítulos, an álogos a los de la Parto anterior).

P A R T E IV a. LA CULTURA REPU BLICA N A


(1825-1951) (1)
7.— Periodificación de la Historia R epublicana: a) La Fase Prefinan-
cíera (1325-1884); b) La Fase de Penetración predom inante deT
Im perialism o Británico: Regímenes de I03 Partidos C onservador y
Liberal (1884-1920); c) La F ase de Penetración predom inante d©l
Imperialismo Norteam ericano (1920-1951), Cronología de los acon­
tecim ientos esenciales.
8 .— ANALISIS SOCIOGRAFICO de la Cultura R epublicana:
(VI C apítulos, an álogos a los do la Parte anterior).

P A R T E Va E L P R E S E N T E D E LA VIDA BOLIVIANA
(1952) (2)

(1) El limite final de año. p a ra e sta parto, es, por cierto, variable:
depende del tiempo q u e se le fije a l Presente q ue, en nuestro Pro­
gram a, com prende el año on q u e se está haciendo el curso a c a ­
démico.
(2) V. la Mota No. I

— X —
(A b ase de estadísticas ab u n d an tes Y frescas, en lo pasible)
9.— El Medio Geográfico.
10.— La Población.
11.— La Vida Económica y Sociovegetativa.
12.— La Vida Sexual y Fam iliar.
13.— La Vida Palítica, Jurídica y Militar.
14.— La Vidc C ultural.

P A R T E Via. PR E V ISIO N SOCIOGRAFTCA D EL


FUTURO BOLIVIANO. (1952— ?)

(Examen de ideales Sociales. cam pa-ando las m ás diversas Ideologías).

!5.— Posiblea fases de la futura evolución de Boiivia.— E tap as que


puedo comprender el proceso da la Revolución A graria y Anti­
im perialista (dem ocrático-burguesa). ¿Llegará a integrar Boiivia
una posible UNION DE REPUBLICAS SOCIALISTAS DE AMERI­
CA LATINA (ÜKSAL)?
16.— Porvenir de la situación m esográfica y, especialm ente, TERRITO­
RIAL: ¿Podrá Solivia obtener una salid a m arítim a, y cómo? ¿Có­
mo vincular mejor las g ran d es Zonas G eográficas de la Nación?
17.— Porvenir de la POBLACION: ¿Cómo incorporar a los Indios en los
usos y costum bres de la civilización occidental, sin violentar su
psicología y sus tradiciones? Perspectivas de la Inm igración a
Boiivia.
15.— Porvenir de la VIDA ECONOMICA Y SOCIOVEGETATIVA: ¿Có­
mo podría em anciparse Boiivia do la monoproducción estañífera?
¿Q ué b a se s debería tener la Reforma A graria? ¿En q u é m edida
la Revolución Industrial puedo perm itirle im plantar a Boiivia cier­
tos tipos de industria p esad a e impulsor la industria liviana?
¿Cómo puede elevarse el stan d ard do consum o de la Población
Boliviana, on lo concem iento a S alubridad, Alim entación. Ves­
tuario, Vivienda, Viajes y Vida Deportiva y Recreacional?
19.— Porvenir de la VIDA SEXUAL Y FAMILIAR: ¿En quú m edida
transform ará la vida sexual y fam iliar boliviana? P erspectivas fu*
tu ras del Feminismo on lo económico, lo político, lo jurídico y lo
cultural.

— XI —
.20.— Porvenir de ia VIDA POLITICA, JURIDICA Y MILITAR: ¿Qué pro-
nóstico p u ed e h acerse respecto a l futuro do los existentes Parti­
dos Políticos? ¿Existo la necesidad histórica de quo se organice
a lg ú n nuevo Partido Político? ¿Qué b a se s debe tener ia reforma
do la Constitución Política p a ra el logro do una dem ocracia m ás
o menos efectiva y no sim plem ente nom inal? ¿Sobre qué b ases
d eb e intentarso la reforma de los Códigos principales? ¿Cómo d ar
m ayor eficiencia a los sorvicios diplom áticos y consulares y quó
.grandes directivas ad o p tar p ara la conducción de la política ex­
terior del país? ¿Cómo transform ar a las Fuerzas A rm adas en
institución económ ico-productiva y quo no h a g a peligrar el ré ­
gim en dem ocrático con pronunciam ientos do intrascendente m ili­
tarismo?
•21.— Porvenir de la VIDA CULTURAL: ¿Q ué reformes reclam a la vida
religiosa? ¿En quó m edida se alterarán la s costum bres privadas
bolivianas? ¿Qué perspectivas futuras tienen las Bellas Artes?
¿Cómo puedo im pulsarse e l Instilucionalism o Científico? ¿Debo
tenderse a la abolición de las lenguas indígenas o, por ol con­
trario, hay que dotarlas de alfabetos fonéticos y de literatura es­
crita? ¿Cómo h a c e r que la Prensa, la Radio, etc., sirvan mejor
las n ecesid ad es do información y de formación de u n a s a n a O pi­
nión Pública? ¿Sobre qué b a se s reorganizar la Educación Bolivia­
na? ¿Q ué reformas reclam an las Universidades Autónomas?

PA R T E VTIa. PL A N E S D E ACCION SOCIAL (1952— ?)

22.— Exam en general de las Técnicas d e la Sociología ap licables a


la planoación del Futuro de Bolivia. La POLITICA PRACTICA,
considerada como la expresión m ás im portante de la Acción socio-
transíorm atoria. se a ella evolucionista o revolucionaria. Análisis
d e las expresiones "reforma social’ y "revolución social".
•23.— Estudio aislad o de las posibilidades do las entidades socio-trans-
forroatorias:
I. El Parlam ento.
II. El Gobierno N acional.
DI. Lag M unicipalidades.
IV. Los Partidos Políticos. (Sus program an).
V. Las Instituciones Privadas,

— xn —
VI. Las O rganizaciones Inlerr.acionales (OEA, CTAL. ONU,
OIT. etc.).
VII. Ideas y p lan es de reforma social de algunos Individuos ro-
presentativos.

P A R T E V illa . PUNTOS DE V Í3TA COM PLEM ENTA­


RIOS PA R A LA ELA BORA CION D E LA
SOCIOGRAFIA D E EÜ LiV IA

24.— SOCIOGRAFIAS COMPARADAS de Bolivia con las de otras So­


ciedades:
I. Entre el Imperio Jnlcaiko y los otros tres g ra n d es Imperios
Precolom binos: el Nahuo. el M aya-Q uichó y el Chibcba.
Com paración con otras organizaciones im periales del otro
Hemisferio.
II. Entre la Vida A ltoperuana y las co etán eas en los Virreina*
tos de la Am érica H ispana y en otTas áraos geográficas.
III. Entre la Vida R epublicana do Bolivia y la sim ilcr de las de­
más Repúblicas L atinoam ericanas. O tras com paraciones: p.oj.,
con la Suiza m editerránea.
25.— Teorías de ESTATICA Y DINAMICA SOCIAL aplicadas a la R ea­
lidad Boliviana. La estructura de las CLASES SOCIALES y las
m odalidades dinám icas do Ja LUCHA DE CLASES, en las diver­
s a s ¿pocas do !a Historia Boliviana. C aracteres ostático-dinám i-
cor. de fas Instituciones Fundam entales: Estado, Iglesia, Ejército,
E scuelas, etc.
2S.— SOCIOPATOLOGIÁ Y SOCIOTERAPIA de la Realidad Social Bo­
liviano:. Les su p u estas "an orm alidades' de la Sociedad Boliviana:
¿derivan el!a3, p e ;., drst predominio supuestam ente nefasto do la
psicología mestiza (Alcides A rguedas), o m ás bien son simple
fruto de la situación económica scmi-colonial del país? P ara co­
rregir los supuestos m ales de Bolivia, ¿hay que c p e la r a m edios
m eram ente educativos, o adm inistrativos, o es indispensable trans­
form ar la ostruefuva económ ica misma del país m ediante las m e­
didas sugeridaá por los teóricos de la Revolución anti-feudal y
anti-im peria!isla?
27.— SOCIOMATEMATICA: Aplicación do la s técnicas m atem áticas, en
g en eral, y de las estadísticas, en particular, a la R ealidad Social

— XIÍI —
Boliviana. A lgunas cifras fundam énteles do Estadística Social G e­
n eral da Boiivia.

PA R T E IX a. H ISTORIA D E LAS DOCTRINAS


SOCIOLOGICAS E N B O U V IA .

.28.— Periodií'cación de una Historia dal Pensam iento Social Boliviano:


a) La Epoca Precoionial; b) La Epoca Colonia!; c) La Epoca Re­
publicana, en sus diversas Fases.
Loa aportes do los SISTEMAS DE IDEAS NO ESTRICTAMENTE
SOCIOLOGICOS a la inte/preiación de la Vida Social Boliviana:
I. Historiógrafos.
II. E nsayistas filosóficos.
HI. C ultivadores de Ciencias Socialos p artx u iares (Economía,
Derecho, ote.).
IV. Literatos (poetas, novelistas, dram aturgos, etc.)
V. Hombres de acción con influjo idoológico (lideres militaros,
políticos, eic.).
VI. El pensam iento dsl hom bre común", captado a través do
la indagación folklórica.
VII. Extranjeros que han escrito sobro Boiivia.
Los ENSAYISTAS SOCIOLOGICOS PROPIAMENTE DICHOS: Exa­
men do escuelas, y de la vida y obrci de algunos ensay istas re­
presentativos:
I. Daniol Sánchez Buslamanto; II. B autista S aavedra: III. Rigoberto
P aredes; IV. Alcides Arguedos: V. Franz Tamayo; VI. lu án F ran ­
cisco Bedregal; VII. Roberto Z apata; VIII. N a'aniel Aguinre; IX.
G abriel Rene Moreno; X. Jaime M endosa.
Otros ensay istas sociológicos.

PA RTE Xa. METODOS SOCIOLOGICOS A PLIC A B LES


A BOLIVTA.

29.— Breve historia de las técnicas m etodológicas aplicadas a la in­


vestigación de los Problem as Sociográíicos de Boiivia y breve his­
toria de los m étodos en la enseñanza de la Sociología.— EL INS­
TITUTO DE SOCIOLOGIA BOLIVIANA (ISBO), fundado on 1940:
la OFICINA DE INFORMACIONES DE LA CAMARA DE DIPUTA-

— XIV
DOS, fundada on 1947; ol SEMINARIO DE INVESTIGACIONES SO-
CIOGRAnCO-IKSTOrjCAS (SISH). do la UMSA, fundado on
1948, etc.
Estado ac tu a l do las técnicas m etodológicas en la Investiga­
ción y on la Enseñanza. Program as, m étodos didácticos; textos
impresos, poiieopiados, prácticas de sominario, ote.
Fuentes Docume:ita!es disponibles p ara las Investigacionoo
Sociográíicas e H istoriográíica 3 : Sitios con monum entos, museos;
editoriales, bibliotecas públicas y privadas, librerías, prensa, r a ­
dio y cinc informativo. Fuentes documentóles sobro Bolivia en
los paisos extranjeros, y especialm ente en los Archivos de E spaña.
Plan G eneral p ara el im pulso de los Estudios Historiográfico 9
y Sociográficos de Bolivia. P lan p ara la Reforma de la E nseñan­
za de la Sociología en Bolivia.
Bases ’x ira la organización de una OFICINA DE DOCUMEN­
TACION SOCIOGRAFICA BOLIVIANA (ODSBO) y p ara su articu­
lación con las asociaciones sociológicas internacionales, y, en es­
pecial, con la ASOCIACION LATINOAMERICANA DE SOCIOLO­
GIA (ALAS), fundada en 1951.

P /.P .T E X la. M ONOGRAFIAS SOCIOLOGICAS


R EG IO N A LES

¿C.'— Estudio sociográííco del DEPARTAMENTO DE LA PAZ y, m á 3 p a r­


ticularm ente. de la C iudad de La Paz.— Som era com paración
de la fisonomía de La P ar con la de los dem ás D epartam entos
do Bolivia.
Mola. — En los dem ás Departam entos, las M onografías o q u e se refiera
*s!a Parte d eberán tener, por supuesto, como foro principal,
el Distrito geográfico donde se halle la cáted ra de Sociografía
Boliviana correspondiente. El desarrollo de esta Bolilla per­
m itirá ol catedrático estudios de sem inario de gran interés:
visitas a los lugares e instituciones de la localidad, encues­
tas a las gentes q u e en ella viven, ote.

B IB LIO G R A FIA E SE N C IA L

I. INFORMACION PRELIMINAR: "Itinerario Espiritual de Bolivia", por

— XV —
Jo9é E duardo G uerra. Bruselas, 1933; lia. edic. Modrid, Araluce,
1936.
IL CULTURAS PRECOLONIALES: "T iahuanacu, la cuna del Hombre
Americano", toxtc bilingüe castellano e inglés, por Arturo Posnans-
ky. New York, 1845. "El Imperio Socialista de los Incas ', por Louis
Baudin. Tr. de J. A. Arze. Stgo. do Chile, Zig-Zog, 1940; ü a. ed.:
1945.
HI. CULTURA COLONIAL ALTCPERUANA: "Ultimos dias coloniales on
el Alto Perú", por G abriel Renó Moreno, Stgo., Imp. Corvantes,
1896, 2 vol.
'La Vida Social del Coloniaje ', por G ustavo Adolfo Otero, La Paz,
Edit. La Paz". 1942.
IV. CULTURA REPUBLICANA: "Historia G eneral de Boiivia”. por Alci-
dos A rguodas. La Paz. Amó finos., 1922.
"N ueva Historia de Boiivia", por Enrique Finot. B. Aires, 1946.
V. OBRAS DE LOS 10 ENSAYISTAS SOCIOLOGICOS ENUMERADOS
EN EL PROGRAMA;
1. BUSTAMANTE. DANIEL SANCHEZ (1870-1933):
— Boiivia; su estructura y sus derechos en el Pacifico. Lo Paz,
1919.
— Principios de Sociología, La Paz, 1903.
2. SAAVEDRA. BAUTISTA (1870-1939):
— El Ayllu. la. edic.. La Paz, 1903; lía. edic. M adrid, 1913 (cor.
Prol. de Rafael Altamira); Illa, odie., Stgo., Nascimento (aro*
p liad a), 1938.
— La Democracia en nuestro Historia, La Paz, 1921.
3. ARGUEDAS, ALCEDES (1879-1946):
— Pueblo Enfermo, la. edic. (con Prol. de Ramiro de M aeztu),
B arcelona, 1909; lia. edic., B arcelona, 1910; Illa. edic. (bas­
tante m odificada), Stgo., 1939.
— Razo de Bronce, novela do am biente indígena, la. edic., La
Paz, 1919; lia. edic.. V alencia, Prometeo, 1931; Illa.: B. Ai­
res, A ustral, 1945.
4. TAMAYO. FRANZ (1879—)
— C reación de la P edagogía Nacional, La Paz, 1910; ü a . edic.,
B. Aires, 1944.
5. BEDREGAL, JUAN FRANCISCO (1893-1946):
— La Móscora de Estuco. La Paz, Amó Hnos., 1924.

— XVI —
6. ZAPATA, ROBERTO (1885—)
— Curso d e Sociología, Lo Paz, Marinoni, 1916. Ua. Edic.: La
Paz. 1924.
7. AGUIRRE. NATANIEL (1843-1888)
— O bras, 2 vol. Paris-México, Bouret, 1909/1911. Y, en esp e­
cial, la novela ' Juan de la Rosa", la. edic., C ochabam ba; Da.
edic., París; Illa. edic. C ochabam ba, Editorial Am érica, 1943.
8. MORENO, GABRIEL RENE (1836-1908):
— 'Ultimos dios coloniales en el Alto Perú (cit. arriba).
— Anales de la Prensa Boliviana. M atanzas de Yáñez, 1861-82.
Stgo., 1886
9. PAREDES. RIGOBERTO (1871-1950):
— Mitos, supersticiones y supervivencias populares de Bolivia,
La Paz, 1820.
— El Arte Folklórico de Bolivia. La Paz, 1950 (lia. edición).
— Poliiica P arlam en taria de Bolivia . ‘Estudio do Psicología
Colectiva", la. Edic.. La Paz, 1908; lia. 1910; d a . 1911.
10. MENDOZA, JAIME (1873-1937);
— El Factor Geográfico en la N acionalidad Boliviana, Sucto.
1925.
— En las Tierras del Potosí, B arcelona, 1911 (novela de cam­
bíenle minero).

XVII —
Fué Socialista o Comunista el

Imperio Inkaico?
¿Fué Socialista o Comunista el
Imperio Inkaiko?

Por JOSE . ANTONIO ARZE.

1.—' EL MARXISMO Y LA CLASIFICACION DE


LOS PERIODOS DE LA HISTORIA HUMANA.

Federico Engels, en su o b ra "O rigen do la fam ilia, de la propie­


dad p riv ad a y del Estado", a l clasificar las g ran d es Ía 3es de la cul­
tura hum ana, h a b ía establecido, b asán d o se en los estudios etnológicos
de Morgon, los siguientes tres períodos:
"a) Salvajism o.— Período en q u e predom ina la apropiación de
productos n atu rales enteram ente formados; las producciones artificia­
les del hombre están d estin ad as, sobre todo, a facilitar e sa ap ro p ia­
ción.
b) Barbarie.— Período de la g a n a d e ría y de la ag ricu ltu ra y
de adquisición de métodos de creación m ás activa de producios n a ­
turales por m edio del trab ajo hum ano.
c) Civilización.— Período en q u e el hom bre ap ren d e a e la b o ­
rar productos artificiales, valiéndose de los productos de la n atu raleza
como prim eras m aterias, por medio d e las industrias propiam ente di­
chas y del arte".
C a d a uno de estos periodos es subdividido por Engels en esta­
dios. El Imperio Inkaiko es situado en el estadio m edio de la barb arie.
He a q u í lo q u e dice textualm ente Engels a este respecto: ’
*. . . los indios de los llam ados pueblos de Nuevo México, los
m exicanos, los centroam ericanos y los peruanos de la época do la
C onquista, h alláb an se en el estadio medio de la barbarie; vivían en
caso s de ado b e y de piedra en íorm a de fortalezas; cultivaban el maíz
y otras p lan tas alim enticias, diferentes según la orientación y el clim a,
en huertos d e riego artificial q u e sum inistraban la principal fuente de
alim entación; h a sta h ab ían reducido a la dom esticidad algunos
an im ales: los moxicanos, el pavo y otras aves; los peruanos, el llam a.
Además, s a b ía n elab o rar los m etales, excepto el hierro: por eso con­
tin u ab an en la im posibilidad de prescindir de sus arm as e instrum en­
tos do piedra. La conquista española cortó en redondo todo ulterior
desenvolvim iento autónom o". ( 1 ).

Es lástim a que Engels no nos h a y a dejado análisis m ás prolijo


do su concepto sobre las características económ icas de lo sociedad in­
caica, en relación dialéctica con la fase de comunismo primitivo que
debieron de haber atrav esad o las tribus surom ericanas, lo cual nos
h a b ría perm itido situar los primeros signos do la división de clases
quo comportó la ulterior aparición de la agricultura y d e la g a n a d e ­
ría. Se echan tam bién de m enos en los libros de Engels referencias
concretas a las características de lo íam ilia, el Estado y las ideologías
de la sociedad inkaika en 1c fase de b arb a rie m edia que, según el
au to r del "Antidühring", vivió esa colectividad.
Sin em bargo, a b ase de las generalizaciones del autor de "El ori­
gen do la fam ilia, de la propiedad privada y del Estado", será útil in­
tentar la interpretación d ialéctica del Imperio.
El T aw antinsuyu, a lo largo de su proceso evolutivo q u e duró
unos 4 siglos (siglos XII a XV d.J.C.). tuvo por escenario un territorio
d e 4 millones de kilómetros cuadrados aproxim adam ente y u n a p o b la­
ción do ce rca de 12 a 15 millones de habitantes. (2).

2.— TESIS DIALECTICA DEL IMPERIO

El Imperio surge como tipo de sistemo político centralizador de


la3 com unidades (ayllus) q u e hab ían conocido desde m ucho a n te s áol
siglo XII el régim en del colectivismo agrario, b ajo el gobierno plural
d<j caciques o cu racas (sinsi). El fundador del Imperio, Manko Ká-
pak. e s probablem ente, como lo observo Baudin, m era representación
m ítica d e a lg u n a d in astía de «maio q u e realizaron el propósito de or
g an izar un fuerte poder central, después de la disgregación q u e p a ­
rece h ab er sobrevenido a la ru in a del m isterioso Imperio de Tiw a-
naku. El centro de donde partió la acción centralizadora inkaika fué
el Cuzco, en la m eseta peruana; e s ta ciu d ad siguió conservondo su
categoría de cap ital del Imperio h a sta la c a íd a de éste.

3 — EL MEDIO GEOGRAFICO

El Imperio se desarrolló en un "territorio situado lejos del m ar,


sin ríos navegables, de clim a rudo, d e suelo ingrato, entrecortado por
m ontañas y torrentes, cercado por desiertos y selvas vírgenes", d ic e
3a*din. Y ag reg a: "Em barazoso s e ría el ejemplo de los Inkas parct
esos determ inistas q u e q u ieren a viva fuerza explicar las so cied ad es
hum anas por su medio: todo a q u í e ra inferior, excepto el hom bre"-
Bien sabido es q u e el Marxismo o torga a l medio geográfico un p a p e l
sim plem ente determ inativo de la n atu raleza de las íuerzas productivas
y q u e no participa en modo alg u n o de las exageraciones de la Es­
cu e la Sociogeográfica, q u e p retenden explicar las características d e
toda sociedad por el am b ien te telúrico.
Es sugestivo em pezar observando q u e el medio geográfico d e l
Imperio Inkaiko, au n q u e rico en recursos m inerales, no pudo ser explo­
tado en los tiempos inkaikos como lo sería recién en la ép o ca do l a
C onquista, q u e trajo u n a técnica productiva m inera m ás a p ta q u e l a
indígena. La m eseta, m ientras sus h ab itan tes no h ab ían logrado u n
grado superior de desarrollo industrial, determinó, pues, las caracterí*-
licas etencialm ente a g ra ria s de las fuerzas productivas.

4.— LA TECNICA PRODUCTIVA

"El maíz y la llam a —dice Baudin— constituyen la b ase d e l a


economía peruana". Los indios desconocían los cereales panificables,
los an im ales de c a rg a p esad a, el hierro, la rueda. En cam bio, utili­
zaron en g ran escala la piedra, en m enor escala la m adera, tuvie­
ron industria textil muy desarrollada, fueron eximios ceram istas. Ex­
plotaban e l cobre, el oro y la p la ta y h a b ía n llegado a descubrir
tam bién el bronce.
En un Imperio de técnica tan rudim entaria, la fuerza productiva
esencial era, pues, el trab ajo hum ano aplicado al cultivo d e la tierra y
<j la g a n a d e ría (3). El desconocim iento del hierro impidió el desarro-
lio de la m in#ría y del utilaje industrial. La au sen cia de anim ales-
d e c a rg a p e sa d a y el descoi.ocimiento de la ru ed a fueron com pensa­
dos por la ad m irab le red d e cam inos p ara peatones, llevada a térm i­
no a b ase tam bién del trab ajo personal del hombre.
F altab a, pues, en el Imperio, la prem isa indispensable p a ra la
im plantación d e un verdadero régim en socialista: la presencia lib e­
ra d o ra de la m áq u in a y de la g ra n producción.

5— LA ORGANIZACION DEL CAMBIO


Y DEL CREDITO

Dice Engels:
. . . "el estadio de la producción m ercantilista. con el cual co­
m ienza la civilización. s e señala, desde ol punto d e vista económico,
com o la introducción: 1*) de lo m oneda m etálica y con ella del capital
en dinero, del préstam o, del interés y de la usura; 2•) de los m er­
cad eres, como clase interm ediaria entre los productores; 3°) del tra b a ­
jo d e los esclavos, como forma dom inante de la producción" (4).

La econom ía inkaika desconocía el em pleo de la m oneda m etá­


lica (5). Desconocía tam bién la clase d e los m ercaderes (6), y a q u e
e l reparto de los productos lo h ac ía directam ente el Estado, del m is­
mo modo q u e o rg an izab a la producción por su cuenta. En cuanto a
la esclavitud, si bien e lla existió b ajo la forma de yanaconazgo (7),.
no constituía la forma dom inante de la producción: é sta rep o sab a en
e l trab ajo m anual de la g ran m asa de la sociedad inkaika: los hatun-
runa.
Tales características, ¿nos autorizan a establecer q u e el Imperio-
co n se rv ab a todavía en lo esencial los rasgos de la organización g en ­
tílica en q u e, según Engels, no h a b ía aú n propiam ente división de
clases? C iertam ente q u e no. El Imperio constituía y a u n a av a n z a -
d a e ta p a de sociedad con división de clases, au n q u e en lo económico
n o hubiese alcan zad o todavía ol "estadio de la producción m ercantilis-
tcT q u e fué la característica d e las sociedades del Viejo Mundo en su
trán sito de la b arb a rie a la civilización.

Hay en esto u n a forma peculiar de organización q u e Engels no


h a b ría omitido dilucidar, seguram ente, si hubiese llegado a hacer un-
estu d io m ás porm enorizado de la cultura inkaika.
-6.— LA PROPIEDAD

Según C ésar Antonio ligarte, los caracteres fundam entales do


la econom ía inkaika, eran ¡os siguientes:.
"Propiedad colectiva de la tierra cultivable por el "ayllu* o
conjunto d e fam ilias em parentadas, au n q u e dividida en lotes indivi­
duales, intransferibles; propiedad colectiva d e las ag u as, tierras de
pasto y bosques por la "m arca" o tribu, o s e a la federación d e ay llu s
«establecidos alrededor d e u n a misma ald ea; cooperación com ún en ei
trabajo: apropiación individua! de las cosechas y frutos" ("Bosquejo
de la Historia Económica del Perú", p. 9).
Sabido es q u e las tierras —riqueza su b stan cial de esta socie-
•d ad — estab a n divididas en tres g ran d es porciones: la del Inka, la del
culto y la destinada a las com unidades, dentro d e las cuales c a d a v a ­
rón recibía un tupu p a ra su sustento y el de sus fam iliares. Ahora
bien, el Inka, representante d e la élite aristocrática y de la c a sta s a ­
cerdotal cuyos miembros eran exclusivam ente reclutados entre la no­
bleza, a l asig n ar en provecho de la clase dom inante los dos tercios
do la propiedad territorial, h a b ía introducido un claro sistem a de d e s­
ig u ald ad en el rep arto de los m edios de producción. Los productos
d e las tien-as del Inka y del culto eran, en ap arien cia, productos d e s­
tinados a atender la s necesidades d e la Nación entera, pero no d e b e ­
mos perder de vista que el Estado, en la sociedad inkaika, e ra la ex­
presión política d e los intereses económicos de la élite aristocrático-
•teocrática.
En cuanto a la supresión de la propiedad privada, sólo con m u­
chas reservas puede afirm arse q u e era la fórm ula del Imperio. No
existía p a ra el individuo el derecho del jus utondi et abutondi. en el
sentido del individualism o económico capitalista, pero la desigual a p ro ­
piación de los medios productivos aparee© a través del preponderante
•derecho territorial de la clase privilegiada con relación a la m asa so ­
juzgada. Por otra parte —y esto lo hace notar el propio Baudin—
se reconocía a todos cierto mínimo de propiedad personal, y los Inkas,
a l establecer el sistem a de las donaciones, h a b ía n introducido'excep­
ciones en el sistem a de ig u ald ad propietarista.
El escritor argentino Arturo C apdevila. en "Los Hijo3 de] Sol"
(Buenos Aires, 1929), sostiene q u e "el comunismo fué a d a p ta d o d e s­
p u és de haberse conocido el orden de la propiedad individual" (p. 161).
Y a g re g a : "Q ue la tierra, a n te s de los Incas, íué objeto de dominio -
privado, q u e d a rá p atentizado con los testimonios que a q u í doy: Y h a s­
t a vi —escribe H errera— q u e se h a lla m em oria de la s tierras que.
fueron de c a d a uno de los Inkas" (p. 162).
La tesis d e C apdevila es a todas luces errónea: el sistem a de
p ro p ie d a d colectiva de la tierra íuó m uy anterior a los Inkas, pero é s ­
to s convirtieron e l régim en de ayllus som etidos a gobiernos plurales
d e caciq u es en un régim en de centralism o q u e conservó en esen cia el.
siste m a colectivista de los cultivos. Y fueron los Inkas quienes, m e­
d ian te el rep arto de tierras en tres tercios y m ediante la práctica d e
la s donaciones, orientaron m ás b ien su política en el sentido de la
ap ro p iació n in ig u alitaria de la propiedad rural.

7.— TRABAJO Y CONSUMO

La desig u ald ad en las relaciones económ icas se confirma en las-


diferentes formas del trab ajo y del consumo. M ientras los haíunruncs
« s ta b a n obligados a un trab ajo casi exclusivam ente m aterial (la b ra n ­
z a , servicio m ilitar como soldado d e tropa), la élite se reservaba fun­
c io n e s de trab ajo m ás b ien o rien tad as a la adm inistración d e las m a­
s a s sojuzgadas: (8) altos puestos m ilitares, gobierno y adm inistración,
cacerdocio, m anejo de los quipus. C laro q u e los Incas revelaron in­
d iscu tib le sag acid ad —y en esto se m ostraron superiores a los feuda­
l e s esp a ñ o le s y criollos q u e les sucedieron— a l evitar la pereza, aun-
los m iem bros de la élite. Pero e sta poca inclinación a l p arasitis­
m o im productivo se explica tam bién principalm ente por el escaso de-
sarroHo q u e h a b ía adquirido la técnica productiva (u n a econom ía esen­
cialm en te a g ra ria no perm ite u n a inercia excesiva en el trabajo pro­
ductivo ni aun. a la s clases sojuzgantes, so p e n a de consunción).

En cu an to al consumo, m ientras la élite lim itaba la satisfacción


d e la s necesidades de la m asa a u n mínimum com patible con las po-
« b ilid d e s de l a producción, se re se rv a b a el goce d e no pocas satis­
faccio n es su n tu arias (uso de vestidos finos, de joyas, d e palacios, re­
la tiv o lujo en el m obiliario). En esto de ase g u rar a l m enos vestido,.
p a n y vivienda a c a d a uno de sus vasallos, se m ostraron tam bién,
indudablem ente, superiores a los explotadores d e la C olonia y la He-
p ú b lica; pero a q u í mismo, m ás q u e un m ero sentim iento d e filantro­
p ía , e r a un interés económico fo q u e g u ia b a su política: siendo el
trabajo hum ano la principal fuente, por no decir la única, de produc­
ción, h a b ría sido insensato m alo g rarla provocando su agotam iento fí­
sico, como no h an vacilado en hacerlo ulteriorm ente los explotadores
de la e ra capitalista-m aquinista.

8.— LA FAMILIA Y LA VIDA SEXUAL


Engels escribe en "El origen de la familia, de la propiedad priva­
da y del Estado":
"La forma de fam ilia que corresponde a la civilización y vence
definitivam ente con ella, es la m onogam ia, la suprem acía del hom­
bro sobre la mujer, y la fam ilia individual como u n id ad económ ica de
ia sociedad" (9).
A hora bien. Según el propio Engels, la forma de fam ilia que
corresponde a l período de la b a rb a rie es la sindiásmica. En la etapa
que m arca la aparición de esta forma familiar,
. . . "un hom bre vive con u n a mujer, pero de ta l suerte, q u e la
poligam ia y la infidelidad ocasional siguen siendo un derecho p a ra
¡os hom bres, al paso q u e casi siem pre se exige la m ás estricta fideli­
d a d a las m ujeres, m ientras dure la vida común, y su adulterio se
ca stig a cruelm ente. Pero el vínculo conyugal se disuelve con facili­
d a d por u n a y o tra parte; y después, como an tes, los hijos pertcr.ecen
a la m adre sola". (10).

Si la sociedad inkaika es incluible, por su estructura económi­


ca, en el estadio de la b arb a rie m edia, ¿ofrece su fenómeno sexual el
tipo de la fam ilia sindiásm ica? En lo esencial sí, puesto que sabem os
quo la poligam ia —sobre todo p a ra la élite— se h a lla b a en práctica
vigencia y q u e e l adulterio de la m ujer e ra severam ente castigado
(11). Engels dice claram ente a este respecto (12):
''Ningún indicio permite afirm ar q u e en A m érica (tierra clásica
do la fam ilia sindiásm ica) se h a y a desarrollado u n a forma de fam ilia
niás perfecta, q u e h a y a existido allí la m onogam ia definitiva en ningún
tiem po ni lugar, a n te s del descubrim iento y l a conquista". (13).

Dentro de este capítulo de la r id a sexual, es interesante obser­


v a r la evolución del aylíu (14), q ue, habiendo sido indiscutiblem ente
u n a com unidad lig a d a por el vínculo de la sangre en ios primeros
tiempos, deviene en tid ad territorial-económ ica (15). Q ue el cryllu te-
rritorial fué muy anterior a los Inkas, es un hecho en el q u e parecen
©áiar de acuerdo todos los sociólogos. Baudin observa, sin em bargo,
c o n acierto, q u e entre los Inkas, "los ayllus perm anecieron como g ru ­
pos puram ente consanguíneos, lo cual es natural —ag reg a— ya q u e
su territorio com prendía el Imperio entero y y a q u e el m antenim iento
d e la pureza de la sangre era u n a de sus preocupaciones esenciales*.
La subsistencia del incesto ccmo institución de sucesión dinástica (el
Jnka d eb ía casarse con su herm ana), m uestra el celo con que los a n ­
tiguos peruanos cu id ab an de m antener la pureza de relaciones endo-
g ám icas dentro de la élite.
Ofrece tam bién interés, desde el punto de vista sociológico, el
ca rá c te r religioso q u e tenía el cyilu. Los primitivos peruanos atrib u ían
a c a d a ay llu un tótem real o supuesto y c a d a ayllu ten ía sus dioses
protectores (huckas), distintos de los de la familia propiam ente dicha
(konopas).

9.— EL FACTOR DEMOGRAFICO


"Ningún p aís ofrece mejor ilustración de la ley de M althus —
•escribe Baudin— que el Imperio d e los Inkas: el aum ento de la p o ­
b lació n cor relación a los m edios de subsistencia h a sido uno de los
Tactores dom inantes de la política im perial" (16). Y a g re g a en otra
parte: "Sería indudablem ente erróneo creer con los m arxistas q u e los
factores económicos lo explicar lodo, porque la ép o ca turbulenta que
siguió a la civilización de T aw anacu h a b ría podido prolongarse, el
excedente de población d esa p arec er en guerras intestinas o a conse­
cu e n cia do repetidas ham brunas".
No es justo, desde luego, atribuir al Marxismo la pretensión d e
explicarlo todo por el factor exclusivam ente económico: (17) el estudio
d e las "ideologías" tiene su sitio en toda interpretación verdaderam en­
te d ialéctica de las sociedades hum anas, y en el caso del Im perio In-
Tcaiko, la ju sta estim ación de los factores ideológicos contribuiría a es­
clarecer las características del institucional'sm o peruano en forma q u e
n o se ló conseguiría ateniéndose a u n a interoretación estrictam ente
económ ica. Mas, én el caso concreto del papel genético o secunda-
. r o q u e d eb ería asignarse al factor población en la fenom enología so-
r cial inkaika; todo nos lleva a concluir q u e la coblación d e la m eseta
Ti>cr.ccía rápidam ente poTquo -la. organización colectivista im puesta por la
../élite tenía .un-interés de clasc en e s a m ultiplicación de fuerzas pro-
■ductivas hum anas, y no q u e la organización "socialista" (según Bau-
■din) surgió pox el aum ento de población en relación con los m edios
de subsistencia.
Baudin mismo reconoce q u e en la sociedad p e ru a n a precolom­
b in a la existencia de un hijo se consideraba, m ás q u e como u n a car-
-ga, como un nuevo capital do producción (18). El Estado Inkaiko, le­
jos de considerar el aum ento de población como un obstáculo p a ra el
desarrollo de las fuerzas productivas, debía, pues, por el contrario, ver
en el aum ento de población un refuerzo a su política económica esen- %
ciaim ente b a s a d a en la utilización del trabajo personal hum ano. Y
porque eso era así, vemos q u e el Estado intervenía directam ente en
la regulación de la vida sexual, haciendo obligatorio el m atrim onio p a ­
r a todas las personas núbiles del Imperio.
Por otra parte, si consideram os que el Inka lim itaba el consumo
d e sus vasallos en la m edida en q u e los recursos de producción lo
perm itían, y si tenemos en cu en ta q u e este soberano ten ía poder om­
nímodo p a ra traslad ar poblaciones enteras de uno a otro sitio del Im­
perio según la c a p acid ad productiva d e las regiones, fácil nos se rá
adm itir q u e el rápido aum ento de la población inkaika, e ra un efecto
m ás bien qu* u n a causa de la organización colectivista a d o p ta d a por
el régim en inkaiko.

10.-=- LA ORGANIZACION DEL ESTADO

Dice Engels, refiriéndose a l Estado:.


"El conjunto de la sociedad civilizada se resum e en el Estado,
q ue, en todos los períodos clásicos modelos, es exclusivam ente e l
E°»ado de la clase directora y sigue siendo en todos los casos u n a m á­
q u in a esencialm ente d estin ad a a tener a ra y a a la clase oprim ida y
explotada". ("Origen de la familia, de la propiedad privada y del Es­
tado", p. 178).

A nalizando las características del a p a ra to político-jurídico q u e


'correspondía a la estructura económico-social inkaika, vemps perfecta­
m ente confirm ada la afirm ación-iparxista de qup el Estado jfnkaiko e ra
un Estado de clase, un Estcdo q u e ex p re sa b a fundam entalm ente los
intereses económicos de la élite p o se e d o ra . del coptrol de Josv, m edios
d e producción (19). La autoridad del ..Inka era c a s i^ p ^ n f^ o d a
v e ía atem p erad a a lo sumo por cjertqs Jim ilaciones, q ^ e ^ .lj erq i^Jm -
p u estas dentro de la m ism a éiite (20); los hatu n ru n as estab an privados
d e opinión y de intervención activa en la vida política: las luchas de
partid o s se h a lla b a n estrictam ente lim itadas dentro de la élite, y aquí
m ismo su expresión e ra mínima, gracias a la fuerte centralización de
poder q u e h a b ía logrado conquistar la d in astía q u e se d ecía descen­
d ien te d e M anko-Kápak, a quien, como sucede en todas las sociedades
prim itivas que conocieron la realeza. Se le atrib u ía un origen divino.
La hegem onía de la clase gobernante a p a rece tam bién de m ani­
fiesto en las formas de la organización adm inistrativa, m ilitar y jurídica
( 21 ).

La élite o cu p a b a en el Ejército las situaciones de alto comando


y los h atu n ru n as no podían ser o tra cosa q u e soldados esencialm ente
obedientes: los intentos d e rebelión interior eran severa e im placable­
m ente reprim idos, gracias al monopolio de fuerza m ilitar quo la a ris ­
to cracia se reserv ab a. En suj, p lan es de extensión exterior, la élite
in caica se g u ia b a tam bién siem pre por su propósito de acrecen tar sus
privilegios económicos y m antener intacto el prestigio aristocrático a n ­
te la s m asas: m ientras las tierras de las poblaciones vencidas eran
som etidas a l sistem a de rep arte q u e y a se h a visto y los súbditos or­
din ario s de los pueblos conquistados eran sometidos a u n a esclavitud
su a v iz a d a (recuérdese de los y an ak u n as), los caciques de esos p u e ­
b lo s eran objeto de consideraciones especiales y c sus hijos se les
perm itía ed ucarse en el am biente aristocrático de la propia élite in­
kaika.

La legislación e sta b a asim ismo profundam ente im p reg n ad a de-


sen tid o clasista: no existiendo ig u ald ad ni ficticia entre la clase g o ­
b ern an te y la sojuzgada, la élite em p leab a diferente tratam iento p e ­
n a l p a r a aristó cratas y hatunrunas, y la au to rid ad jurídica re p o sa b a,
por lo dem ás, en el supuesto religioso de q u e la ejercía el poder in­
discutible de un Inka rodeado de atributos divinos.

I I .— LAS SUPERESTRUCTURAS:
RELIGION, LENGUAJE, EDUCACION

Q ue fa religión e sta b a igualm ente a l servicio de la hegem onía


económ ica y política de la élite, a p a rece m uy claro con sólo recordar
q u o un tercio d e las tierras e sta b a destinado al culto, q u e el sacer-
«¿tocio se reclu tab a sólo entre la élite y q u e a l Inka se le a sig n a b a c a ­
rácter divino (22).
G arciloso sostiene q u e los Inkas h a b la b a n u n a le n g u a exclusi­
vam ente conocida d e la élite, m ientras l a len g u a g en e ral —el q u ich u a—
e ra la h a b la d a por la m a sa com ún. El hecho mismo d e q u e el monejo
de los quipus fuera un privilegio de cierto sector de la élite (los qui-
pucam ayos), m uestra el carácter profundam ente clasista de lo estructura
social d e este Imperio.
Finalm ente, la educación ex p re sa b a con perfecta claridad l a orien­
tación a perpetuar ese predom inio clasista: m ientras los hijos d e la
élite eran esm eradam ente educados en la s artes m ilitares, a la e sp a r­
tan a (p ru eb as del h u arak u ) instruidos en Icrs tradiciones históricos de su
país por los am autas, la m asa de los hatu n ru n as e ra cuidadosam ente
m antenida en el atra so m ental indispensable o su sojuzgam iento (23).

12.— PSICOLOGIA SOCIAL


DEL IMPERIO INKAIKO

S egún el Marxismo, es el sér social del hombre lo q u e determ i­


n a su conciencia. O dicho en otros términos: la psicología d e los g ru ­
pos y d e los individuos hum anos e stá fundam entalm ente condiciona­
d a por una determ inada estructura económico-social y la superestruc­
tu ra político-jurídica correspondiente. La aplicación de este princi­
pio a la cultura inkaika, nos perm itirá precavernos, en prim er lugar,
contra las generalizaciones d e orden psicológico respecto a la totali­
d ad d e k>s primitivos peruanos, y. en segundo lu g ar, contra las g e n e ­
ralizaciones no relacionadas con la función de las diferentes clasos del
Imperio.
En el Tow antinsuyu, no es difícil advertir q u e la psicología so ­
cial d e la élite ofrece rasgos casi antagónicos a los d e kr m asa; es
u n a psicología de clase dom inadora: el aristócrata inkaiko es im ag in a­
tivo, previsor, duro p a ra m andar, sin d ejar d e ser a lg o m agnánim o,
activo y tenaz paro sus em presas; el hatunruna, en cam bio, a lo largo
del proceso d e sojuzgam iento económico y político, se nos revela c a ­
d a vez m ás despojado de iniciativa intelectual, m anso, no poco a u ­
tóm ata en sus m anifestaciones volitivas. N ada p ru e b a mejor q u e
este antagonism o de psicologías lo erróneo de aq u e lla s escuelas socio-
'etnológicas a u e 'creen q u e tales o cuales m anifestaciones p síq u i­

— 13 —
ca s son inherentes a u n a ra za determ inada y q u e esas cualidades son
la c a u sa d e su s m odalidades culturales. O rejónos y hatu n ru n as per­
tenecían a la m ism a raza: ¿por q u é eran tan diferentes esp iritu alm en ­
te? Los m arxistas respondem os: por la diferente posición d e clase que
o cu p ab an en el Imperio, y el propio profesor Baudin nos d a la razón
en esto, al destacar en varios pasajes de su o b ra el contraste psico­
lógico entre la élite y l a m aca.
Empero, c a b e preguntarse: ¿No hubo en el Imperio u n a lucha
do clases q u e ten d ía a rom per este molde de desig u ald ad económ ica y
política? ¿Soportaba con resignación ta n ab so lu ta la m asa la autori­
d a d de la élite inkaika?
Baudin, d esp u és d e preguntarse: ¿"Era leliz el indio'?, se re s­
ponde: "Podemos creerlo, y a q u e tanto a ñ o ra el pasado. T ra b ajab a
sin d e sa g rad o p a ra un am o a qu ien tenía por divino; no ten ía m ás que
o b ed ecer sin d a rse el trabajo de pensar; si su horizonte e s ta b a limi­
tado, no se d a b a cuenta d e ello, y a q u e no conocía otro, y si no podía
elevarse en l a escala social, no sufría en m an era alg u n a por eso, ya
q u e no co n ceb ía q u e tal ascensión fuese posible".
C laro q u e si tenem os en cu en ta la d u ra explotación a q u e se
vió sujeta la m a sa indígena por los invasores españoles y m ás tar­
d e por la feudal-burguesía republicano, es lógico suponer q u e añore
como un m al menor el yugo q u e so p o rtab a d e los sojuzgadores d e su
p ro p ia r a z a Pero esto es u n a co sa y otra m uy diferente el suponer
q u e los h atu n ru n as soportasen sin resistencia, en la época del Impe­
rio, la dom inación d e la élite inkaika. La p ru eb a d e q u e eso no d e­
bió de ser así, es la rigidez con q u e los Inkas ca stig ab a n a los rovol-
tosos. Fué, sin duda, m uestra de g ra n sa g a c id a d por p arte de l a cla­
se sojuzgadora "haber evitado —como dice Baudin— los peores sufri­
mientos m ateriales, los del ham bre y del frío"; “h ab e r im pedido que
las pasiones destructivas del orden social tomen libre curso y restau ­
ren la a n a rq u ía primitivo, h a b e r hecho d esap arecer los dos grandes
factores de perturbaciones: la pobreza y la pereza, no d ejan d o m ás
q u e un pequeño sitio a la am bición y a la avaricia". Mas. ¿hcmo¿
d e concluir de esto q u e las m asas inkaikas h ab ían llegado a un g ra ­
do tal d e inercio q u e no intentaban n a d a p a ra elevar el nivel de sus
condiciones económ icas, políticas y culturales? Es dudoso q u e esto
x''*'rrt sido a s í y lo dem uestra, en tre otras cosas, la g uerra en q u e el
I’n rw io c-.'.nba envuelto a la llegado d e los españoles; ac tu a b a n , ©s
verdad, en e s a g u erra, des in tereses dinásticos —el d e un heredero-,
b astard o y el del legítimo—, pero es probable tam bién q u e en el fon­
do d e ese conflicto h ay an existido gérm enes de insurgencia de la cla­
se sojuzgada contra los fundam entos del poder mismo de la élite so ­
juzgante (24). Un progreso ulterior de la técnica de producción h a ­
bría determ inado, sin d u d a, el m omento de m adurez p a ra d a r expre­
sión m ás definida a ese latente antagonism o clasista. Q uizá la etap<r
inm ediata de ese régim en de com unalism o ag rario h ab ría sido la for­
m ación de estratos sociales a lg o sem ejantes a los q u e sobrevinieron
en Europa a la descomposición ael feudalism o m edieval; quizá se h a ­
b ría conservado en lo esen cial ese sistem a de com unalism o, deter­
m inando que el sentido de ig u ald ad en las condiciones de producción
entre la élite y la m asa se a c e n tu a se c a d a vez más. Pe^o estas son
hipótesis: por desgracia, la violenta superposición de la C onquista "cor­
tó en redondo todo ulterior desenvolvim iento autónom o de la sociedad
peruana", como bien observa Er.gels.

13.— ¿FUE COMUNISTA O SOCIALISTA


EL REGIMEN INKAIKO?

Hemos llegado a la altu ra de preguntarnos ahora: ¿Fué efectiva­


m ente el régim en inkaiko un régim en com unista o socialista?
José C arlos M ariátegui, en sus "Sieto Ensayos de Interpretación
do la R ealidad P eruana" (Lima, 1929), escribe;
"Al comunismo incaico —q u e no puede ser negado ni dism inuido
por h ab erse desenvuelto b ajo el régim en autocrático de los Incas, se-
le designa por esto como comunismo agrario".
Víctor Raúl H aya d e la Torre, al igual que M ariátegui, califica
al Imperio Inkaiko de com unista. En '"El Antiimporialismo y el A pra"
(Santiago, 1936), escribe:
"Desde el sur de Colom bia h a sta el Norte Argentino, q u ed a la
huella étnico-social del Imperio Incaico. A quella v asta zona occiden­
tal de Sudam érica, característicam ente ag raria, h a conservdo los res­
tos del primitivo socialism o del antiguo imperio peruano. La com uni­
d ad o ayllu incaico no pued e incluirse en ninguna de las clasifica­
ciones sociales p lan tead as poi la ciencia europea. G entes h ay que
en su afán de rusificar a Indoam érica opinan q u e el ayllu es lo mis­
mo q u e el mir ruso. El paralelo es sim plista, unilateral, superficial,.

— 15 —
falso. En el comunismo incáfico hay dos aspectos fundam entales: el
•del comunismo primitivo propiam ente dicho, sem ejante a l comunismo
p atriarcal de Asia y Europa y la organización de ese comunismo pri­
mitivo —q u e generalm ente se presenta como elem ental forma so cieta­
ria de tribus o clan es poco num erosos— en un vasto sistem a político
y económico, en un Imperio inmenso por su extensión territorial y por
su población. R adica en este punto lo singular y verdaderam ente
característico del organism o social incásico. Históricamente al com u­
nismo primitivo, forma elem ental de asociación, sucede la e ta p a de la
*apropiación individual d e los m edios d e producción. A los g ran d es
imperios antiguos: Egipto, Asiria y m ás tarde Roma, au n q u e éste per­
tenece a un grupo anterior de desarrollo, corresponde u n a o rg an iza­
ción feudal, tal lo vemos en algunos de los pueblos del México pre-
CDrtesiano. En n in g u n o de los g ran d es pueblos de la A ntigüedad, y a
organizados políticam ente, vemos q u e subsiste el comunismo primitivo.
Precisam ente la apropiación de los instrum entos de producción, la ins­
tauración do la propiedad privada, la aparición de las prim eras c la ­
ses dom inantes, duoñes prim itivam ente de la tierra y fundadoras de la
esclavitud, determ inan la organización d e los Estados primitivos, y
sobre la prosperidad de las clases propietarias, aristocracias o teocra-
'c ia s , se afirm a la propiedad de los primeros imperios. Lo caracterís­
tico de) Imperio de los Incas ra d ic a en q u e el comunismo primitivo
'd e v ien e sistem a económico y político. El sistem a incásico no se afir­
m a en la propiedad privada. El comunismo primitivo es elevado a
u n a catego ría superior, sistem atizado, engrandecido, puesto a tono con
l a ép o ca y teocratizado. pero progresa su esencia com unista au n q u e
indudablem ente progresa técnicam ente poco. Al d esap arecer el Im­
perio, a l extinguirse la civílizcción incásica, todo cao: religión, o rg an i­
zación política y teocracias... Mas de la catástrofe q u e d a el ayllu...
La com unidad so enfrenta a l feudalismo invasor y no desaparece. Vi­
vo luchando. El ayllu devione el símbolo económico y político del tra ­
b ajad o r indígona. El feudalism o es la profanación de la tierra, h a sta
entonces libre, su apoderam iento: tabú. El comunismo ag rario re ch a­
za la apropiación de la tierra, la concibe como m adro ubérrim a q u e
ofrece su fruto a quien lo logra con su trabajo: totom. E! misticismo
indígona sudam ericano, especialm ente del indio q u e pu eb la el suelo
fquo fué tu telad o por el Inca, me parece u n a forma su p erad a de tote­
mismo. determ inado por la lucha secular por la tierra convertida c-n

— 16 —
símbolo. Su apropiación m arcó la c a íd a del Imperio. Su o rganiza­
ción afirm ará la libercción de la ra za oprimida".
La interpretación de H aya de la Torre es susceptible de obje­
ciones: a ) Ante todo, es inexacto calificar de com unista el sistem a
ag rario incaico. Veam os lo q u e el propio Baudin dice on su libro a
ecte respecio:
"El modo peruano do apropiación del suelo es calificado do
com unisla por varios autores, pero r o m erece este epíteto. C onviene,
en efecto, distinguir tres formas de organizaciones colectivas territoria­
les: la prim era consisto en un cultivo on común y u n a distribución d e
!os productos según las necesidades . . .
El segundo modo do oiganización consisto en el reconocim iento
de un derecho do usufructo vitalicio sobre los lotes de tierra en pro­
vecho de los m iem bros de la com unidad . . . Es ol tipo de ciortas a!I-
mondo suizas.
La torcera Jorma, en fin,* consiste en u n a distribución periódica
del suelo, con explotación individual do los lotes, por cu o n ta y a ries­
go do c a d a uno. Es ol tipo del m ir ruso (nótese que es Baudin y no
un "rusificante" quien lo afirm a. N. de J.A.A.), do la tierra colectiva
m arroquí; es tam bién el do la com unidad indígena. So vo que este
tipo dista do ser com unista" . . .
Baudin. a nuestro juicio, incurre, por su parte, en otro error do
im propiedad a l llam ar socialista a la organización incaica, pero esto
lo analizarem os un poco m ás ab ajo .
b) H aya de la Torce, al sostener quo "el Imperio Incaico fuó
la organización del comunismo primitivo en un vasto sistem a político
y económico", no advierte que el hecho do estar constituida la socie­
d ad inkerika sobro ol fundam ento de u n a clara diferenciación clasista
(la élite inkaika y los hatu n ru n a), constituye y a la negeión d e la for­
m a do comunismo primitivo, u n a do cu y as características es, según
Engels, precisam ente la a u se n cia de división do clases.
c) Finalm ente, H aya de la Torro, a l sostener quo "a los g ra n ­
des Imperios antiguos: Egipto, Asiría y m ás tardo Roma, corresponde
u n a organización feudal, tal ccmo se ve on algunos do los pueblos del
México precortesiano", incurre en otro error do clasificación sociológi­
ca. en u n a apreciación antim arxista. Marx y Engels señalaron, en
efecto, el esclariw no como la forma característica do la organización
de los pueblos d e la A ntigüedad, incluyendo a Roma; el feudalism o,

— 17 —
q u e a p a re c e en el Occidente Europeo en la Edad M edia, constituye
la neg ació n del sistem a eselevista: "el ieudalismo se formó hacia el
siglo IX; su b a s e económ ica de producción era la p eq u eñ a produc­
ción cam p esin a y la de los pequeños artesanos libros. La producción
p re se n tab a, en conjunto, un carácter esencialm ente natural, y a que
los objetos producidos no so destinaban a l cambio". (L. Segal, "Curso
d e Econom ía Política', edic. de la Universidad O brera de México). En
la A m érica precolom bina no hubo, pues, formas feudales (ni en o)
México precortesiano ni en parte a lg u n a ), porque estas sociedades,
sogún la ac o rtad a caracterización quo hace do ellas Engels, no h a ­
b ían so b rep asad o aú n la faso de la barbarie.
Si e l régim en inkaiko no fué com unista, ¿fué entonces socialista?
Baudin creo quo sí, b asán d o se en q u e el Imperio ofrecía las siguien­
tes características:
P .— Racionalización do la sociedad.
2 \— A nonadam iento (cffacement) del individuo.
3 \— T endencia a la igualdad.
4*.— Supresión de la propiedad privada.

Si por racionalización do la Sociedad entendem os el conjunto


d e m edidas tendientes a regir la vida económica, política y cultural
por re g la s em an ad as de la inteligencia, tratando de reducir al míni­
mum la a n a rq u ía q u e resu lta d e la lucha instintiva entre miembros
de la colectividad, puede convenirse fácilm ente con el profesor Baudin
on quo ol Imperio Inkaiko ofieco evidentem ente el Jipo de una socio-
d a d m ás o menos racionalizada.
"D isciplina m ilitar y m étodo económico —dice Baudin— oran las
dos m anifestaciones do u n a misma tendencia; am bas, con el mirmo
rigor, tratab an , por vías diferentes, de oliminar ol azar".
Si com param os esta prim itiva sociedad racionalizada au n con
las m ás "civilizadas" de la ere. capitalista, en que la nota dom inante -
e s el an árq u ico choque- do apetitos y la imprevisión m ás ab so lu ta en
cu an to a f futuro del desenvolvim iento social, hu elg a decir q u e la so­
cied ad inkaika resulta g an ar.de en el parangón. ‘ En un arran q u e de
sinceridad. Baudin. refiriéndose a l sistem a do ahorro y de reparto es-
tablecido por I03 Inkas, escribe:
"Es interesante com probar q u e hoy, en Europa, en el desorden
d e la postguerra, excelentes espíritus piensan en estabilizar la produc-

- ¡8 —
ción por la acum ulación a e reservas en tiem pos de ab u n d an cia y su
reparto en tiempos do carestía, como lo hacían los Inkas".
Si em bargo, si partim os del hecho de q u e e sa racionalización
d e la sociedad ora función de u n a élite sojuzgadora, m ientras la m asa
e ra deliberadam ente m antenida en la ignorancia y el autom atism o, el
Imperio Inkaiko no puode satisfacernos como un tipo ideal de socie­
d ad socialista. En u n a sociedad socialista b a s a d a en la m adurez de
la técnica productiva —rasg o inexistente entre los Inkas— re g ir á .in ­
d ud ab lem en te ol principio d e la racionalizaci 6n en toda su plenitud:
la com petencia, q u e es rasgo característico del sistem a capitalista, c e ­
d e rá el puesto a la cooporcc ón d e las fuerzas productivas en escala
c a d a vez m ás m undjal. y la inevitable consecuencia de esto será la
adopción do u n a econom ía planiíicada en vez de !a a n a rq u ía polljlca
propia del rógimon individualista. John Strachey, definiendo el con­
tenido do las expresiones socialism o y comunismo, dice en su "Teoría
y práctica del socialism o" (edición m exicana de 1938, p..l06):
"El socialismo os un sistem a d e producción p lan ea d a con fines
de uso, en el quo los productos se distribuyen de ccuerdo con la ccn-
tidad y calid ad del trab ajo prestado'.-
El comunismo tam bién se b a s a
"en la producción p lar.ecd a con fines de uso. pero en este sis­
tem a los productos so distribuyen d e acuerdo con las necesidades, y
el trab ajo se h ace d e acuerdo con las aptitudes".
En la Sociedad Inkaika, la racionalización rep o sab a sobre una
técn ica productiva prim itiva —insuficiente p a ra servir do prem isa a
un vordadero socialismo— y, siendo función oxelusíva do u n a élite,
tenía quo llevar lógicam ento a .un régim en de privilegios en favor de
la clase gobernante. La racionalización verdaderam ente socialista ope-
reerá 3obrc lá b a se d e u n a m ad u ra técnica productiva, no se rá fun­
ción exclusiva de u n a clase y será, por consiguiente, un principio q u e
rija p arq la universalidad do los individuos de la sociedad. De este
modo, no h a b rá u n a m inoría d e hombres q u e piensan por cuenta- de
la gran masó,- como e ra lo característico del Imperio.
En. cuanto a la supresión de la propiedad privada, precisa re ­
petir que sólo con m uchas reservas podría aceptarse la exactitud • <^e
estas expresiones en relación con la econom ía inkaika. Los Inkas, en
lo esencial, h a b ía n atendido m ás bien a conservar el sistem a de. p ro ­
p ied ad a g ra ria com unitaria anterior a l período incaiko. haciéndolo cojt)-

— 19 —
p atib le con su s fines de centralización política. Por olra parte, re ­
cordem os tam bién q u e el propio Baudin h ab la de que en la sociedad
irvkaika h a b ía cierto sitio p are la propiedad privada individual, y a
e n el dominio ejercido sobre determ inados bienes m uebles y a u n in ­
m uebles, y a en las donacior.es otorgadas por el Inka a título de re ­
com pensas. Insistimos tam bién, en e sta parte, en h cccí notar q ue.
b ajo la forma de reparto tripartito d e las tierras en tierras del Sol, do!
Inka y del Pueblo, no es difícil percibir q u e la élite se reservaba p rá c ­
ticam ente la parte del león, bien q u e disim ulando su privilegiada si­
tuación a título de "servicios de Estado", atribuidos a los q u e pres­
ta b a n las ca sta s sacerdotal, g u errera y gobernante . . .
¿Y q u é direm os del anonadam iento (elfacem ent) del individuo?
Si se considera a l individuo de la m asa sojuzgada, evidentem eníe
qu© éste se h a lla b a "offacé". Pero si se considera la situación de! in­
dividuo de la élite,, hubo, por *• el contrario, tendencia a desarrollar en
é l todas las facultades de su personalidad. El mismo Baudin, er. u n a
autocrítica inédita de su obra, existente en la Biblioteca del C ongreso
do Chile, lo dice: "existencia de u n a élite que tendía a individuali­
zarse, m ientras la m asa perm anecía socializada". Sólo u n a ciencia
psicológica b a s a d a on el estudio de la diferente función de las clases,
sab ría, pues, conducirnos a conclusiones justas sobre este punto.
Considerem os ah o ra má<. detenidam ente les su p u estas c a ra c te ­
rísticas "socialistas" q u e atribuye Baudin a l Imperio Inkaiko, en re la ­
ción con los postulados del Marxismo:

LOS POSTULADOS DEL SOCIALISMO


CIENTIFICO Y LA CULTURA INCAICA
y
El Socialismo, tal como lo concibieron Marx y Engels (25). es
un régim en en q u e los medios de producción y los m edios de consu­
mo se hallan socailirados, es decir q u e d ejan de ser propiedad de in­
dividuos o m inorías privilegiadas p a ra h acerse propiedad colectiva.
Este régim en, que es históricam ente posible sólo, cuando el d esarro ­
llo de la técnica productiva permite a l hom bre transferir la parte m ás
p e sa d a d el trab ajo productivo a las m áquinas, com porta, en su faso
d e m ayor plenitud (comunismo), la supresión de los antagonism os de
clase y a u n la desaparición del poder del Estado, q u e no es sino
u n órgano de expresión de esos antagonism os.

— 20 —
Un régim en de esta n atuxaleza se rá el único cap az d e ase g u rar
.la relativ a ig u ald ad d e los hem bres en el proceso de la producción y
del consum o d e la riq u eza social y el único q u e perm itirá desarro­
llar a l individuo la plenitud d e su s cap acid ad es, en constante relación
do arm o n ja con el b ien estar d e la Sociedad. Bajo los regím enes do
división en clases, el Individúe, o siente la opresión invencible do la
clase dom inante si p ertenece a la c la se sojuzgada; o se ve determ i­
nado a poner on juego un dure egoísm o, a u n teniendo condiciones p er­
son ales d e nobleza moral, si pertoneco a la clcse sojuzgante. . .
Un régim en socialista, a i em ancipar económ icamente a l hombre,
lo em an cip ará por este solo hecho do todos los dem ás aspectos do la
vida social. En el asp ecto sexual, junto con la propiedad privada,
d esa p arec erá la fam ilia b u rg u esa q u e e s su consecuencia, y regirá el
am or libre, em ancipado de trab as religiosas y jurídicas; y sólo el am or
libre y la conversión do los niños en hijos do toda la Sociedad —esto
es en seres q u e recibirán en las m áxim as condicions de eficiencia la
atención do su s necesidades físicas y espirituales— h a rá posible la
com pfeta ig u ald ad del hom bre y d e la mujer. En el aspecto político,
la desaparición de los antagonism os clasistas, porm itirá la abolición
de los antagonism os por la posesión del poder del Estado. Elevada
l a condición intelectual y moral do los hombros por la universalidad
del bienestar económico y d e la educación, d e ja rá de h ab e r tiranos
y oprimidos. Las gü eñ as, q u e son fundam entalm ente el choque do
apetitos económicos, d ejarán do tener razón igualm ente: los hom bres
no necesitarán recurrir a la fuerza p a ra resolver conflictos q u e siem ­
pre h allarán medios razonables do solucionarse, en u n a Sociedad quo
h a b rá sustituido los instintos agresivos por un equilibrado sentimiento
ogoaltruista. La logLalación, q u e h a oxpresado en toda sociedad c la ­
sista los intereses de las clares sojuzgadoras, se rá c a d a ve* m ás la
sim ple coordinación adm inistrativa de los acuerdos indispensables p a ­
ra atender a la arm ónica y siem pre progrosiva m archa de la Socie­
dad; se rá la acción ca d a vez m ás organizativa ejercida sobre las co­
sas, m ás bien q u e sobre las personas. El Derecho necesitará c a d a
vez menos d e la fuerza p a ra el cum plim iento de los finos de m utua
cooperación o inhibición exigibles a los individuos, h a sta q u e lle g a ­
r á el momento on q u e se confundirá en absoluto con la Etica (una
Etica ex en ta de todo resabio religioso o metafísico, por supuesto), c u ­
y a ú n ic a fuente do sanción será ol fuero interno do c a d a individuo.

— 21 —
en perm anente confrontación con el Bien objetivo de la Sociedad. El
Arto, en u n a sociedad donde el hom bre se ve em ancipado de las d u ­
rezas del trab ajo económico, florecerá en proporciones jam ás vistas y
los goces de la belleza no serán y a monopolio de m inorías sino que
se ex ten d erán a todos. Las ciencias tom arán un impulso sem ejante y
su extensi6n d esterrará p ara siempre los creencias supersticiosas b a ­
s a d a s en concepciones precientíficas del Universo. La educación, en
fin, ex tendida a todos, los seres hum anos, orientada a formar en ca d a
individuo un sér con plenitud de .aptitudes físicas y espirituales p ara
d a r y recibir lo q u e la Sociedad e'xigirá de él en el sentido d.; una
realización c a d a vez m ás efectiva de los ideales de Bienestar, Belle­
za, V erdad, Paz, coronará el sublim e propósito do "hacer saltar al
hom bre del reino de la N ecesidad al de la Libertad" (26).
Todo esto, q u e e ra y a entrevisto desde épocas muy rem otas,
pero q u e no p a s a b a de ser u n a aspiración utópica cuando la Hum a­
n id ad no h ab ía alcan zad o la m aravillosa técnica productiva de hoy.
puede ser factible en el período d e m adurez a q u e h a llegado el régi­
men capitalista.
En sus períodos de esclavismo, de feudalidad, au n en los a lb o ­
res del capitalismo, la H um anidad no podía plan tearse la practicabili-
d a d d e un régim en socialista, porque e sta b a lim itada por la insufi­
ciencia d e su técnica productiva. Fué n ecesaria la aparición del C a ­
pitalism o m oderno —fuerza progresiva en su tiempo— p a ra im pulsar
el desarrollo de esa técnica. G racias á e s a técnica, el p lan eta de hoy
se ve cruzado por los medios d e com unicación m ás portentósos, las
poblaciones pueden aglom erarse y desaglom erarse rápidam ente; la
tierra y sus diversos productos, explotados por m áquinas que hacen
él trab a jo q u e - an tes n ecesitaban h acer millones de esclavos, puede
producir m ucho m ás de lo necesario p a ra sustentar a todos los h ab i­
tan tes de la Tierra; los hombres han aprendido a conocerse unos a
otros, los pueblos se han aproxim ado; existe y a un cosmopolitismo
efectivo, a p e sa r de las artificiales b arrerás lev an tad as p a ra m an­
ten er aislad o s a los pueblos.
Pero el C apitalism o, a l im pulsar la técnica reservando p a ra
la s clases sojuzgantes los m ayores beneficios de la producción, creó
el Proletariado, lef Clase a sa la riad a, y esta clase se rá la llam ad a á
su p era r dialécticam ente, por su ñúméró y por las cualidades ad q u iri­
d a s en su condición m ism a d é cla&éí explotada, las contradicciones

— 22 —
<ie la Sociedad Burguesa. S erá esta clase la llam ad a a revolucionar
el régim en existente, "expropiando a los expropiadores", esto es so ­
cializando todos los m edios d e producción, haciendo universal la ley
del trab ajo e ig u alando las posibilidades del consumo.
La im plantación del Socialismo, junto con destruir los an tag o n is­
mos de clases, d estruirá las contradicciones entre Razas, entre N a­
ciones, entre C iudad y Cam po. H ará d e toda la Sociedad H um ana
un solo organism o, cap acitad o p a ra regir su producción y su consumo
por u n a econom ía m undial planificada q u e reem p lazará la a n a rq u ía
de la com petencia cap italista por la cooperación, q u e desterrará p a ra
siem pre la pobreza así como el ocio improductivo.
Así, el Proletariado, a l em anciparse como clase, em an cip ará
por este solo hecho a la Sociedad entera, preparando el advenim iento
d e la H um anidad sin división de clases y sin poder del Estado, en que
resp lan d ecerá plenam ente la fórm ula de Marx: "De cada uno según
cus fuerzas; a cada uno según su s nocesidados" (27)

Ahora bien: Las fórm ulas ideales del socialism o m arxista, ¿tienen
m ucho d e sem ejante con el supuesto socialismo del Imperio Inkaiko?
Evidentem ente q u e no: el socialism o exige como b a s e u n a técnica
productiva a v a n zad a y el Im perio la ten ía sum am ente rudim entaria;
el socialismo exige, p a ra su im plantación, la previa presencia de un
Proletariado que.-es consecuencia d e la gran industria (28). y el In-
kanato desconocía e s a clase; el socialism o m arxista tiende a uncr efec- ,
tiva igualdad d e todos los se ie s hum anos, a em anciparlos económ ica­
mente préparahdo así las condiciones $e la libertad del Individuo en
sus m ás aitas m anifestaciones, todo lo cual culm ina en la racionaliza?
ciór. d e la Vida Social como resultado de la acción inteligente y libre
de todoB los com ponentes de la Sociedad; en el Imperio Inkaiko, el
fundam ento d e la organización es la desigualdad d e c la ra d a entre la
élite sojuzgante y la g ra n m asa (29): és*a, por tanlo. carece de. ver­
d a'd••ef ra
• libertad
, e interviene
* * - en
* el proceso social
* con * pasividad ,de •
autóm ata, y a q u e la función racionalizadora es atributo exclusivo de
la aristocracia. . . .
..Sería, pues, profundam ente .erróneo el concluir q u e .el Socialis­
mo, como ideal de em ancipación, es im posible e inaconsejable, porqu#

— 23 —
la e x p e rie n c ia in k a ik a d e m o stró y a en v a s ta e s c a la su s funestos re­
s u lta d o s . . . P a r a la v alid ez d e e s te ra z o n a m ie n to , h a b r ía q u e e m p e ­
zar p o r d e m o s tra r q u e e l Im perio In k a ik o fuó efectivam ente una orga­
nización do tipo socialista, y creem o s, p o r n u e s tra p a rte , h a b e r d em o s­
tra d o q u e n o lo e r a e n e l se n tid o científico d e l a p a la b r a socialism o,,
p o rq u e c a r e c ía do la té c n ic a p ro d u c tiv a in d is p e n s a b le p a r a la p o s ib i­
lid a d d e e s e ré g im e n y p o rq u e e r a u n a o rg a n iz a c ió n esencialm ente,
clasista (30).
El c a lific a tiv o q u e p o d ría a p lic a r s e a lo su m o a la o rg a n iz aci6 n -
in k a & a e s el d e 8om i-sociaIista, c o n la s re s e rv a s q u e e s ta d e s ig n a ­
c ió n s u p o n e .

EL COLONIAJE Y LA EVOLUCION REPUBLICANA


DE LA AMERICA HISPANA. SEGUN BAUDEN

C o n to d o lo a n tim a rx is ta q u e s e m u e s tra el profesor B au d in , e m ­


p le a h a s t a u n v o c a b lo d ia lé c tic o p a r a s e ñ a la r la p re s e n c ia d e l nuevo-
fa c to r q u e h a b r ía d e a l t e r a r e l d e se n v o lv im ie n to d e la ev o lu ció n in ­
k a ik a . L a antítesis esp añ ola s e titu la el C a p . XV d e su libro, y en
d ic h o c a p ítu lo n o p u e d e m e n o s q u e re c o n o c e r l a d e stru c tiv a a c c ió »
q u e tu v o l a C o n q u is ta so b re la s c u ltu ra s a u tó c to n a s .
'T I r e s u lta d o fu é d e s a s tro s o — d ice—; I03 E sp a ñ o le s, n o com ­
p re n d ie n d o n a d a del s is te m a \n k a , lo fa ls e a ro n h a s ta in v o lu n ta ria -
m en to 'r. • **
R eco n o ce en s e g u id a q u e la o b r a d o ‘la c o lo n izac ió n trató d e
r e p a r a r e n p a r te lo s d e stro z o s d e le; p rim e ra é p o c a , d e s ta c a n d o e l h e ­
c h o d o q u e los E s p a ñ o le s se esfo rzaro n p o r c o n se rv a r e n l a n u e v a
e s tr u c tu r a c o lo n ia l la s fo rm a s e s e n c ia le s d el in stitu c io n a lism o p re c o ­
lo m b in o . A n o ta , sin e m b a rg o , q u e "lo q u e h a s u b sis tid o so b re
d e l a a n t i g u a o rg a n iz a c ió n , e s ju s ta m e n te lo q u e n o e r a o b ra d e los
In k a s: la c o m u n id a d a g r a r i a . L a c o n q u is ta — a g r e g a — h a a b a tid o
e l p la n ra c io n a l, la s u p e re s tru c tu ra e d ific a d a por e l le g isla d o r d e l C u z ­
co , y só lo ol fu n d a m e n to a n c e s tr a l h a p erm a n ecid o * .
S i el p ro fe so r B au d in h u b ie s e e n fo c a d o l a c rític a d e la C o n q u is ­
t a y d o fa C o lo n iz a c ió n e s p e ñ o la s c o n c rite rio m a te ria lista -d ia lé c tic o ,
n o h a b r ía d e ja d o d e s e ñ a la r e l h e c h o e s e n c ia l d e q u e la antitesis his­
p a n a íu é la v io le n ta su p e rp o sic ió n d e l fe u d a lism o p e n in s u la r a la o r­
g a n iz a c ió n c o m u n ita ria d el Im p erio In k a ik o . El R ey y la Ig le s ia reo m -

— 24 —
p la z a ro n a l In k a en el d o m inio d e la s tie rra s a n te s p o s e íd a s p o r é s te
y la s tie rra s del p u e b lo fu ero n r e p a r tid a s e n tre los C o n q u ista d o re s.
La m a s a d e los h a tu n ru n a s fué so m e tid a a se rv id u m b re , m e d ia n te lcrs
in stitu cio n es d e la e n c o m ie n d a y d e la m ita . P a rte d e los in d io s c o n ­
tin u a ro n la b ra n d o la tierra , a h o r a en c o n d ic io n e s d e tra b a jo m u ch o
m á s d u r a s q u e b a jo los s o ju z g a d o re s d o su ra z a ; p a r te fuó lle v a d a
a l a s m in a s , d o n d e s e les o b lig ó a tra b a jo s fo rzad o s q u e m erm aro n
r á p id a m e n te l a p o b la c ió n . C o n la n o b le z a in k a ik a , d e s p u é s d e lo s
prim eros a s e s in a to s q u e se co m etiero n p a r a a r r e b a ta r le el p o d e r, s e
p ro c e d ió d e s p u é s m á s s u a v e m e n te , p ero c u a n d o se a d v irtió q u e c o n s­
titu ía u n la te n te p elig ro d e in su rre c c ió n , se la ex te rm in ó en form a
im p la c a b le . L a s ín te sis q u e re s u ltó d e e s te c h o q u e d e c u ltu ra s , fué
a la l a r g a la form ació n d e u n a f e u d a lid a d crio lla, p rin c ip a lm e n te for­
m a d a p o r d e s c e n d ie n te s b la n c o s d e los p rim ero s c o n q u is ta d o re s y por
m estizo s q u e h a b ía n lo g ra d o c ie rta posición d e p re p o n d e ra n c ia e c o ­
n ó m ic a y s o c ia l ju n to a los in v a so re s; e n tre la m a s a d e in d io s q u e
p e rm a n e c ía n sie rv o s y la fe u d a lid a d , se fu é fo rm a n d o u n a c a p a d e
m estizaje q u e e s t a b a in te g r c d á p o r a rte s a n o s , p e q u e ñ o s c o m e rc ia n ­
te s, etc. L a G u e rra d e la In d e p e n d e n c ia , lejos d e s e r la in s u rc e n c ia
d e u n a b u r g u e s ía m á s o m e n o s b ie n e s tr u c tu r a d a com o la q u e d irig ió
el m o v im ien to d e la R evolución F ra n c e s a , fuó, e n lo e se n c ia l, u n m o ­
v im ien to d e la fe u d a lid a d c rio lla c o n tra l a h e g e m o n ía e c o n ó m ic a y p o ­
lític a d e la P e n ín su la ; p a rtic ip a ro n e n e lla e n c ie r ta m e d id a los m es­
tizos p o b re s, p e ro lo s in d io s, si no s e m a n tu v ie ro n a l m a rg e n d e e s e
conflicto, c o n c u rriero n a é l re c lu ta d o s p o r l a fu e rza. B au d in d ic e a
e ste re s p e c to con m u c h a razón!
"A u n q u e e l ré g im e n co lo n ial n o íu é u n ré g im e n d e o p re sió n
s is te m á tic a , la G u e r ra d e la In d e p e n d e n c ia n o fu é u n m o v im ien to d e
re b e lió n p o p u la r d e los In d io s. L a "m ístic a re v o lu c io n a ria 7' h a fa ls i­
fic a d o la h isto ria. F u e ro n lo s g r a n d e s p ro p ie ta rio s, el a lto c o m ercio
y el c le ro los q u e d irig ie ro n la lu c h a , d e se o so s todos a n te todo de-
a u to n o m ía . y fué u n g r a n a r is tó c r a ta , Bolívar, q u ie n triunfó".
Lo q u e B au d in n o s e ñ a la e s e l fen ó m en o d e l a su b stitu c ió n d e l
F e u d a lism o P e n in s u la r p o r los n a c ie n te s Im p e ria lism o s- d e E sta d o s
U nidos y los eu ro p eo s (e s p e c ia lm e n te e l in g lé s , e n los co m ienzos d e
»a v id a r e p u b lic a n a d e H is p a n o a m é ric a ) y el m o d o cóm o e3te n u e v o
facto r, e n a lia n z a c o n l a fe u d a lid a d c rio lla in s u rg e n te , im p la n ta r á l a
opreeM ai sem icolonial d e la s g r a n d e s m a s a s del C o n tin e n te , r e s u lta n -

— 25 —
■áo un verdadero obstáculo p a ra la em ancipación do los siervos indí­
g e n a s y un obstáculo a u n p a ra la formación de una verd ad era b u r­
g u e sía hispanoam ericana.
Baudin prescindo d e expresar q u e el "régim en dem ocrático" co­
p iad o por nuestras nocientes R epúblicas del modelo norteam ericano
y francés es puram ente nom inal, por el sencillo hecho de q u e ese ré ­
gim en no corresponde a la realid ad de la estructura económ ica semi-
leu d al con q u e nos iniciam os en la vida republicana. Esquivando la
m éd u la del problem a, se reduce a decir:
' "inteligentes o im itadores, los blancos y mestizos se inspiran en
ideas dem ocráticas incom patibles con su g rad o do civilización y se
o b stin an en m antener instituciones "a la europea", q u e no están h e ­
c h a s p a ra ellos. Por eso, revoluciones incesantes ontraban su desa-
irollo económico y los pueblos p asa n por continuas alternativas d e
d ictad u ra y d e an arq u ía. La calm a no so rostableco sino en ol mo­
m ento en q u e el poder c a e en m anos de uno de esos jefes enérgicos
q u é se llam an caudillos, tales como Porfirio Díaz, G uzm án Blanco, G a r­
c ía M oreno, ol doctor Francia) el general Roca. Entonces el país pue­
d o en trar en la vía del progieso, pero en seg u id a so le v a n ta el cla­
m or d e los liberales indignados, el caudillo es barrido por la rovuelta y
e l desorden recomionza".
Las transcritas frases expresan en forme dem asiado c la ra la fe
(n o poco com ún en muchos intelectuales europeos) en la eficacia d e
cierto tipo de dictadores latinoam ericanos, c u y a m ayor fuerza h a con­
sistido justam ente en ponerse bajo el dócil servicio de los Im peria­
lismos, contra los intereses d e sus pueblos y ^ n encubrir e sa dictadura
b ajo la ap arien cia de u n a política d é prosperidad m aterial (impulso
d e o b ras públicas, etc.). Si el profesor Baudin creo q u e Porfirio Díaz
e n c a rn a en México un tipo d e "dictador progresista’ (y y a cabem os
q u e todo el progreso del México ac tu a l nace p recisam en te' después
d e l’ derrocam iento de este típico repíesdntante de: la opresión im pe­
rialista y o lig árq u ica en ol país azteca); si el profesor Baudin h alla
erv la d ictad u ra clerical de G arcía Moreno o tra forma d e "dictadu­
r a , progresista", no so ab sten d ría seguram ente de señ alar ,en Juan Vi­
cente Gómez, y en G erardo M ochado ptros tantos tipos- de ^dictadores *
progresistas" . . .
El profesor Buudin, a l :considerar las. perspoctiyqs .de! .evolución
d e . b s ' actuales indios de la m eseta andina, $e m uostrd .escéptico.* en

- ■ 26» -
cuanto a u n a revalorización de su cultura. A unque reconoce q u e
"son osos hombres rojos los que tienen en sus m anos el porvenir de los
Estados del Pacifico"; au n q u e an o ta q u e "el Estatuto de los indíge­
n a s es, en los Estados an d iro s, la m ás grav e cuestión q u e los g o ­
biernos tienen an te sí y que. de tiempo en tiempo, alg u n as revueltas
vienen a recordar a los descendientes de los vencedores q u e no todos
ios hijos de los vencidos han olvidado sus an tig u a s glorias", el p ro ­
fesor Baudin describe a los indios actu ales con frases pesimistas.
"Perm anecen —dice— sumidos, desconfiados y supersticiosos; la
pereza m ental constituye su característica m ás ac e n tu a d a y se trad u ­
ce en la debilidad de la voluntad, el gusto del alcohol, la au sen cia de
higiene, la falta do alim entación conveniente, la insuficiencia de la
habitación y del vestido".
Y concluye su capítulo referente a la antítesis española, con e s ­
tas p alab ras:
"Si el indio parece haber cam biado poco, el blanco y el m es­
tizo han aportado a la vida social dem asiados elem entos nuevos p a ­
ra que la an tig u a organizaciór: p e ru a n a pueda revivir sin ser defor­
m ada. La sorprendente historia de los Inkas no puede y a tener con­
tinuación".
Siem pre el error psicológico de considerar q u e la pereza m en­
tal, la ab u lia, el alcoholismo, etc., son c a u sa s intrínsecas del actu al
•abatim iento de las m asas indígenas, cuando el m ás somero an álisis
descubre en todo eso u n a simple consecuencia de la opresión feudal
a q u e los indios viven som etidos. Q ue la estructura económ ica cam ­
bie en los países andinos; q u e los indios recuperon ol dominio de sus
tierras, q u e las lab ren con los m odernos métodos de la técnica a g ra -
•ria, q u e se eleve su c a p acid ad d e consumo, q u e ad q u ieran ran g o de
ciudadanos, dejando de sor lar. sim ples b estias d e labor q u e Son ah o ­
ra b ajo la opresión de blancos y mestizos, q u e terigan posibilidad de
•cultivarse intelectualm ente, y vertam os si e sa ra za a la q u e se Je-car­
g an tantos defectos y vicios, no sorprendéría a l m undo con su enorm e
potencialidad de progreso.
¿No estam os viendo q u r en México, las m asas indígenas q u e
eran consideradas iam bión" en: ios tiempos' del "progresista" <Poríirismo
•como elem entos in cap aces d e* ad ap tarse a i a civilización' están 'C o n s­
truyendo u n a ~dé "las culturas de ^ u e puedo estar m ás orguüóao el
•Continente?- ¿Y“ r.o 'estamos viendo '‘tam bién q u e fas . prfnfitiyafr ic z c x
scm isalvajcs do la q u e íué Rusia Zari3ta están convirtiéndose en por­
tentosos núcleos do cu ltura b ajo el régim en socialista de la Unión
Soviética?
Pero p a ra osto es necesario q u e la opresión feudal q u e soportan
las ra z a s au tó cto n as se rom pa, q u e ad v e n g a la Revolución Antiim pe­
ria lista y a g ra ria , y y a sabem os q u e ol profesor Baudin no tiene fe
on la m isión lib erad o ra del Socialismo. O sabem os q ue, a u n a b ri­
g a n d o la convicción do quo ol h u racán revolucionario q u e sopla por
ol m undo v endrá un d ía a d esp ertar de su a p a re n te m arasm o a las
m asas in d íg en as do C3ta América, p en sa rá quo e sa am en aza do a n a r ­
q u ía d eb o sofooarso por u n a férrea y concortada acción represora
d o los Im perialism os y... do los 'd ictad o res progresistas-...

N O T A S
(1) "O rigen d e la familia, do la propiedad priv ad a y del Estado" Co­
lección CLARIDAD, Buer.os Aires. 1924. p. 24.

(2) Luis F ernando G u achalla, "El Imporio do los Incas". Reviste a*


la U niversidad do S an Francisco Xavier, N* 18, 1938, p. 4c.

(3) Jorgo Basadro, on su "H istoria del Derecho Peruano",, p, 9fr, a l


trazar la evolución do la ag ricu ltu ra desde el punto d e vista
tecnológico, s o ñ a la las siguiente^ etapas:

1) Agricultura do la pértiga puntiaguda.— Es orig in aria­


m ente el mismo instrum ento de la recolección, en su forma pri­
m itiva: un palo con u n a p u n ta a g u d a , usado sobre todo en te ­
rrenos húm edos o pantanosos. Suele coincidir con la dom esti­

28
cación del cerdo y de la gallina. Su origen p arece estar en eL
A sia del Sur. Una lorma del mismo instrumento es el im propia­
m ente llam ado arad o de pie. que existió en Nueva Zelandic,
México y el Perú, a q u í llam ado chaki-taklla o taklla.

2) Agricultura de la azada.— En la parte inferior del ins­


trum ento de lab ran za a p a rece u n a piedra, c un hueso grande, o
conchas; y, m ás tarde, acero o bronce. Permite especialm ente
el cultivo de los llam ados frutos de tallo (trigo, maíz, ceb ad a,
avena, etc.). Su centro está en el E. de Asia, Africa y el M e­
diterráneo, donde coincide con la utilización del g an a d o oveju­
no. Como en la etap a anterior, corresponde originariam ente al
trab ajo de las mujeres. En el antiguo Perú existió como lam ­
pa, chucana, chchucna, huampala. junto con la hoz (ichihuna)
y en relación con el maíz y el algodón especialm ente.

3) Agricultura de a r a c o n tracción animal.— Se em plean


búfalos, bueyes, muías, caballos. Ello permite el cultivo en.
g ra n d e en am plios terrenos con poca gente. Se com bina con la
g a n a d e ría en g ran d e, tendiéndose a diferenciar señores y escla­
vos. Esta e ta p a no fué conocida en A m érica Pre-hispana.

(4) Engels, ob. cit., p. 178.

(5) Baudin dice: "Ni el oro ni la p la ta servían de m oneda" ("L' Em~


pire Soc. des Inka", C ap. X, La Moneda).

(6) Dice Baudin: . . . "tal com ercio,.en un país donde c a d a uno tení«
su lote de tierra, recibía su p arte de m aterias prim as y fabri­
c a b a por sí mismo los objetos indispensables a la existencia, no
podía ser sino un comercio de lo superfluo y no ten ía m ás q u e
u n a le ja n a relación con el que existía en I03 p aíses de propie­
d a d p riv ad a en q u e re in a b a la división del trabajo*. (Ob. cit.,
cap . X, El comercio local).

(7) "Esta categ o ría de indios —dice Baudin de los yanakuncfr— 3 *


en co n trab a colocada a l m argen de la sociedad inka; com pren^#
individuos q u e son verdaderos esclavos y otros q u e se han «b»-

- 29 —
•vertido en g ran d es dignatarios" (C ap. V. Los Yanakuna).
H ildebrando Castro Pozo sostiene que 'e s erróneo suponer
• q u e los yanakuna», u hombres de la marka d e los yana, h ay a n
sido esclavos o siervos durante el Incanato".
"El vocablo yana —a g re g a — originariam ente significó "tra­
bajo", "servicio", “ayuda"; y es en esto concepto q u e engendra,
unido al sustantivo pan» o pana, que significa herm ana, prim a
• de él, am iga, p aisan a, conocida, el verdadero yanapani y otras
expresiones m ás, q u e quieren decir ayudar.
"La historia do los yanacuna —prosigue— está en perfecta
arm onía con este concepto. Ellos a p a re c e n du ran te el Incanato,
.como hom bres de confianza, como servidores fieles de los Incas
y los curacas, a quienes a y u d a n on ciertos m enesteres de la a d ­
m inistración privada y pública" ("Del ayllu a l cooperativism o so­
cialista". Lima. 1936, p. 117).

Hagam os notar, sin om bargo, quo u n a do las características


de la esclavitud en la A ntigüedad g rieg a y rom ana e ra precisa­
m ente el hecho de q u e parte de los esclavos era em p lead a en
m enesteres domésticos y au n er. tareas educativas. R ecuérdese
q u e los primeros pedagogos fueron esclavos.

Pero es indudable q u e los yanacunas incaicos, a u n constitu­


yendo por ciertos caracteres u n a clase esclava, tienen -asg o s e s ­
pecíficos q u e el mismo Baudin cu id a de h acer notar.
* \
f'{8) £1 talentoso escritor Aníbal Ponco, en su hermoso libro "E duca­
ción y lucha d e clases" (México. 1937, p. 11), a l an alizar la s
formas de división del trabajo en la primitiva sociedad com u­
nista. señ g la con m ucha ag u d e z a cómo la función administrativa
q u e se ^asignan las clares sojuzgantes, reservando a la3 sojuz­
g a d a s la c a rg a del trabajo m atorial, m arca el comienzo do la
división clasista. Este libro, como todos los del gran en say ista
marx^sta argoptino, a rre b a ta d o de la vida por un aciag o acci­
dente en .Méxicp, en plpng juventud, e stá lleno d© sugestiones.
Ponce. como M ariátegui. es uno de los m ás altos representantes
.d e la filosofía m aterialista-dialéctica latinoam ericana.

— 30 —
(9) Engels, ob. cit., p. 178.

(10) Engols, ob. cit., p. 21.

(11) "Con la peno de m uerte fueron castigados el adulterio y la vio­


lación" (Basadre, ob. cit., p. 162).

(12) Engels, ob. cit., p. 52.

(13) W. Schmidt, en "Círculos culturales y c a p a s culturales do Sud-


am érica" (Zeitschrift für Ethnologic, XV, Berlín, 1913, traducción
castellan a de !a U niversidad d e Lima), en conclusiones q u e h an
sido a c e p ta d a s por H. Trimborn p a ra sus investigaciones sobre
etnología jurídica am ericana, s e ñ a la la sucesión de Jos sig u ien ­
tes ciclos culturales p a ra la A m érica del Sur:

a) Una cu ltu ra totómica p atriacal prim aria;


b) Corrientes cu lturales de n atu ra le za m atriarcal exogá-
mica, de dos clases, q u e se mezclaron probablem ente con
la anterior quo les sirvió d e fundamento; pero quo, ex­
cepto en el C hinchasuyu, la. región Norte d e la Costa,
no pudieron lleg ar a pleno desenvolvim iento;
c) Una "onda patriarcal libro" de cultura señorial.
(V. Basadre, “Hist. del Der. Fsruano", p. 66).

(14) B asadre define m uy bien ol ayllu en los siguientes términos:


• . . . . . - ... •
• '"'En el Perú antiguo, la p a la b ra ay llu p arece corresponder a
la vez a clan, sib, gens y fratría. Ayllu es p c la b ra común a los
idiomas q u ec h u a y ay m ara, si bien en esto último existe su sinó­
nim o -,haí!a". Q uiere docir, entre otras cosas; com unidad, lin a-
io. genealogía, ca sta , género, parentesco. En su acepción usual,
es el conjunto de personas q u e so llam an doscondientes de un
mismo tronco y trab ajan la tierra en forma colectiva. •• La id ea
do descendencia de un tronco común ap a re c o no sólo con el
significado de un vínculo de parentesco, sino a la vez, con un
sentido religioso, porquo ol progenitor convertido en an im al o
s e r inani mddo,’ es objeto -de-adoración -{totemismo).- Al lado de

— 31 —
estos vínculos do parentesco o religiosos, el trabojo común de
las tierras d a a los miembros del ay llu un ligam on d e tipo eco­
nómico a la vez q u e territorial*' ("Hist. del Der. Peruano", p. 88).
Basadro, refiriéndose por su parto al tránsito dol m atriorca-
•lismo
\ ‘ a l patriarcalism ' •* o• en
• • el•' Perú
..... precolombino, escribe:
• • •• •
"En la an tig u a historia p o ru an a y a u n en la familia indí­
g e n a actual, p a ra evidenciar l a existencia d e u n a ero de m a­
triarcado co rtad a por ol patriarcalism o inca, hoy u n a serie de
p ruebas exhibidas por Max Uhle, Latcham y Bondelier con la
palabro "p an ak a" (horm ona) on los ayllus principales d e los In­
cas; ol papel mÓ3 im portante del herm ano do la m adre quo lle­
g a b a a poner el nombre a la criatu ra y lo co rtab a lo prim era v e r
las« uñas
' »•' tf
y ol pelo, interviniendo
••
adem ás en
.
otras corem onias fa-
...............
m iliares, au n en nuestros dios, en alg u n as localidades; el nom-
b r do padro-m adro que so d a a la autoridad dol ayllu entre los
uros; el mismo matrimonio del Inca con su hermana;- lo propia
p a la b ra "madre", quo no sólo so u sa b a con ol significado a c tu a l,
sino quo so extendía a las tías m olernos o m adres colectivas,
e• t c / (Ob. •«V« P\l 15S).
#1 Vcit., • #V*• •
Y dico en o tra parto: "No tal voz la m onogam ia ab so lu ta si-
no u n a sem im onogam ia rigió generalm ente paro k>s tributarios
comunes; on cambio, la poligam ia fué ilim itada on ol Inca y li-
m ....
itada« en *i». la • nobloza"
. •• (p. 161). •
C astro Pozo escribo en "Del ayllu a l cooperativism o so cia­
lista", p. 44: "Por el sistem a de parentesco clasificatorio q u e. en
su idioma, u sa b a n los tres grandes grupos étnicos —q u ec h u a,
• a y m a ra y m ochica— que señoreaban on el Porú cuondo éste fué
conquistado, inducimos q u e el matrimonio o aparoiam ionto en
aquellos clan es e ra ondogám ico, por grupos, en el q u e los hijos
quo sólo podían conocer realm onto a sus modros, so consideraban
*herm
* anos• •. entro• Asi «mismos
*
y nom inaban•tío»,
U*>*»• / '" herm
••••«» anos
« •••*!«#i d,•e• su m a-
dre, a l grupo de sus peosuntos progenitores".

(15) Bautista Saavedra escribe:

"El ayllu germina primero como núcleo familior y toma des­


pués otras forma de convivencia social más amplia, extonsa y
económica" . . . "el ayllu llega a ser, en cierto modo, un d a n

- 33-
agrícola y cooperativo y u n a com unidad de a ld e a o m arca".
("El Ayllu", 2» edic., S antiago, 1938, p. 122).

(16) Dice Mariátegui:


"Las subsistencias a b u n d a b a n . La población crecía. El impe­
rio ignoró radicalm ente el problem a de Malthus. La organiza­
ción colectivista, regida por los Inkas, h ab ía enervado en los
indios el impulso individual, pero h a b ía desarrollado extraordi­
nariam en te en ellos, en provecho de este régim en económico, el
háb ito de u n a hum ilde y religiosa obediencia a su deber social"
("Siete Ensayos", 1929. p. 7).

(17) Engels, en u n a ca rta a loseph Bloch, escribió lo siguiente: "S e­


g ú n la concepción m aterialista de la historia, el factor que en
últim a in stancia es el determ inante de la historia, es la produc­
ción y la reproducción de la v ida real. Ni Marx ni yo hemos
afirm ado algo más; pero si se nos hace decir q u e el factor eco­
nómico es el único determ inante, se transform a la prim era pro­
posición en u n a frase vacía, ab stracta y ab su rd a. La situación
económ ica es la base, pero los diferentes factores de la su p er­
estructura —formas políticas de la lucha de clases y sus resul­
tados: constituciones estab lecid as por la clase victoriosa u n a
vez q u e h a g a n a d o la b atalla, y tam bién, claro está, los refle­
jos d e todas e sta s luchas en el cerebro de I03 participantes, teo­
rías políticas, jurídicas, filosofóficas, instituciones religiosas y su s
desarrollos ulteriores en sistem as dogm áticos— ejercen ig u al­
m ente su influencia sobré el curso de las luchas históricas y en
m uchos casos determ inar, sus formas de u n a m anera preponde­
rante. H ay acción y reacción en todos estos factores". (A. Cu-
villier, "Introducción a la Sociología", edición m exicana, p. 112).

•(18) "Se lla m a b a todavía pobres (en el Imperio) a los viejos, inváli­
dos y enferm os conservados por las com unidades y a los indios
quo no ten ían hijos que lo» ay u d a sen a trab ajar" (Baudin, cap.
XIV d e "L'Empire Soc. d es Inka").

(19) Luis E. Valcárcel, refiriéndose a l Estado Incaico, escribe: "Con-


ciliáronse los dos principios, com unista y m onárquico, dande por

— 33 —
fruto u n v e rd a d e ro p a te rn a lis m o d e E stad o , a la vez q u e u n a so ­
c ie d a d r e g u la d a por los p rin cip io s d e c o o p e ra c ió n y s o lid a rid a d "
(S u m a rio del T crw antinsuyu, en R e v ista AMAUTA, N* 13, a ñ o
1928).

Pío J a ra m illo A lv'arado, en "El indio e c u a to ria n o ", Q u ito ,


1936, 3* ed ició n , p. 265, dice: 'Es, p u e s, U na re a lid a d q u e ex istió
u n c o m u n ism o in caico , n o e n e l sentido d e u n a o rg a n iz a c ió n e s ­
ta ta l q u e re so lv ía p ro b le m a s colectivos y eco n ó m ico s, sin o com o
v id a a g r a r i a c o m u n a l, en tra n c e histórico p a r a c rista liz a r la p ro ­
p ie d a d in d iv id u a l, e n la m e d id a d e la c o n q u is ta d e la lib e rta d
p o lític a , e n lu c h a con el p o d e r teocrático".

B a s a d re n o s d a su c a ra c te riz a c ió n del E sta d o Inkaiko, en los


s ig u ie n te s térm in o s:
. . ."se co lo ca en p le n o d istin to a l d e la s g ra n d e s m o n a rq u ía s ,
o rie n ta le s a n tig u a s , co n la s q u e ta n ta s s e m e ja n z a s tien e d e sd e
o tro s p u n to s d e v ista. No vivió d e s p re o c u p a d o del p ueblo, c o ­
m o los g r a n d e s im p erio s sa n g rie n to s, e l a sirio o e l p e rsa . Y a u n
l a C h in a , en su é p o c a d e p a te rn a lis m o im p e ria l o el E gipto, p e ­
s e a l a m e z c la q u e ta m b ié n tu v o d e n u trid a b u ro c ra c ia y p re ­
p o n d e r a n te a g ra rism o , no co n o c ie ro n en e s a form a la o b lig a c ió n
g e n e r a l d el tra b a jo , l a re g la m e n ta c ió n d e la p ro d u cció n , el r e ­
p a rto s e g ú n la s n e c e sid a d e s, el a h o rro d e la su p e rp ro d u c c ió n
p a r a los c a s o s d e e m e rg e n c ia , la e x tirp a c ió n o d ism in u ció n d e
la m ise ria y d el h a m b re , la a s is te n c ia en c a s o s d e invalidez"...
"Y sin e m b a rg o , d e s d e otro p u n to d e v ista, el E stad o de los
In c a s e stu v o a l n iv el del m u n d o histó rico asiático. El T a v /a n -
tin s u y u fu é cóm o por e je m p lo C h in a , u n a fuerte tra b a z ó n d e
fa m ilia s, r e g id a por el s o b e ra n o , sin el c o n c e p to p e rm a n e n te u
o rg á n ic o d e la s in stitu c io n e s en sí; u n a m a s a en el fondo " a n a r ­
q u i s t a ’, q u e c a y ó en la d iso lu ció n , al p riv á rse le d e la p3rsona
q u e e r a s u c e n tro m oral. El m ero dom inio, o rd e n a d o por lazos-
d e s a n g r e y pro fesió n, so b re la e s tru c tu ra servil trib u ta ria , no e s
u n E sta d o en el se n tid o m á s estricto, a ü n q u e d e sa rro lle ' co n sid e­
ra b le m e n te un a p a r a to b u ro c rá tic o " (p. 200).

(20) "Eri r e a lid a d , a u n q u e los h u m ild e s la b rie g o s lo ig n o ra ra n , el I n -

- - 34 —
c a e s t a b a a s e s o ra d o por co n se je ro s in fo rm a d o re s q u e , es ló g ico
s u p o n e r, in flu irían m u c h a s v e c e s e n su decisión. Al la d o d el
In c a , los "o re jo n e s" o n o b le z a d e s a n g re , e m p a r e n ta d a co n él, r e ­
c ib ía n co m a n d o s m ilita re s, p o sic io n e s a d m in istra tiv a s, p ro p ie d a d
p riv a d a , rico s b a g a je s m ortuorios" (B asa d re, "H ist. d el P e r . P e ­
ru a n o " , p. 83).

(21) G u a m á n P om a d e A y a la e n u m e r a a los fu n c io n a rio s d el Im p e­


rio ( a p a r te el C o n sejo R eal y los V irrey es d e l In c a ), en los s i­
g u ie n te s g ru p o s:
1) A lcald e d e C orto ( C a p c c -a p o - u a ta c ), e n c a rg a d o d e p re n ­
d e r a los g r a n d e s s e ñ o re s p o r o rd e n d el In c a o su C o n sejo .
2) A lg u a c il m a y o r (u a ta y -c a m a y o c ) y a lg u a c ile s m e n o re s
(c h a c n a y -c a m a y o c ), e le g id o s e n tre los hijos b a s ta r d o s o lo s s o ­
b rin o s d e los In cas.
3) C o rre g id o re s o ju e c e s (tocrico-m ichoc), q u e to m a b a n ro n -
d ic io n e s d e c u e n ta s d e los fu n c io n a rio s. S u s c a rg o s e re n v ita ­
licios.
4) A d m in istra d o re s d e p ro v in c ia s (S u iu ic -g u a ia c -p o m a ), h i­
jo s d e lo s g ra n d e s se ñ o re s. "Les d a b a n esto s c a rg o s p a r a q u e
a p re n d ie s e n a c o n ta r y m a n d a r y p u d ie ra n re e m p la z a r a s u s
p a d re s".
5) C o rre o s m a y o re s y m e n o re s (h a tu n -c a s k i y ch u ru -m u llu )
q u e d e b ía n s e r h ijo s d e c u ra c a s .
6 ) A m o jo n ad o re s d el re in o p o r p ro v in c ia s y p u e b lo s (sa y -
h u a c h e c ta s u o u n a c a u c h o -c o n a ra q u i). R e p a rtía n 6e m e n te ra s ,
c h a c ra s , p a s to s , le ñ a y a g u a , re s e rv a n d o la s p a rte s d e l In c a , d el
c u lto y d e los se ñ o re s".
7) G o b e rn a d o r d e los c a m in o s re a le s (c a p a c n a n -to c ric o ).
8 ) G o b e rn a d o r d e los p u e n te s.
9) S ecretario d e l In c a (In c a -q u ip o -c im in -c a p a c ) y S e c r e ta ­
rio s d e l C o n sejo , d e l V irrey, d e los A lcald es d e C o rte, e s c rib a ­
n o s e n lo s c a m in o s y o tro s lu g a re s , e s c rib a n o s d e ju eces y a l ­
c a ld e s e n v ia d o s a l a s p ro v in c ia s. Todos e r a n ex p e rto s e n q u ip o s.
"D ichos c a rg o s se o b te n ía n co n re q u is ito s d e lin a je ".
10) C o n ta d o r m a y o r y te so re ro d e l re in o (T a h u a n tin su y u -
ru n a q u ip o c ). " C o n ta b a n o sólo e n q u ip u s , sin o en ta b la s , las
fie s ta s y la g e n te ".

35 —
i•l ) V isitad o res• d e tam b o s, co n v e n to s, c o m u n id a d e s , tem p lo s

(T a rip a c o c -p a p rin g a ). " P e s q u is a b a n a lg u n o s delitos. S o lía n lle ­
v a r e m b u s te s a l In c a y p o r e so e r a n llc m a d o s "U ulla-quillis-
c a c h is im i-a p a c " . " C u a n d o p a s a b a n , l a g e n te no o s a b a h a b la r
d e la n te d e ello s". '("N upva C ró n ic a y Buen G o b ie rn o d e l P erú",
p. 340 a 346, P arís, 1939). v

R esp ecto del c a r á c te r e m in e n te m e n te c la sista del D erecho


In c a ic o , so n su g e stiv o s los s ig u ie n te s c o n c e p to s q u e e n tr e s a c a ­
m os d e la "H isto ria d el D erech o P e ru a n o ", d e B a sa d re :
"L a d ific u lta d d e m a n te n e r u n c o n ju n to d e n o rm a s d en tro d e
u n c a r á c te r o ra l, h a lle v a d o in e v ita b le m e n te a l e sta b le c im ie n to
d e in d iv id ü o s o g ru p o s con el c a r á c te r d e o lig a rq u ía s ju ríd ic a s,
d e g e n te e n tr e n a d a en el co n o cim ien to d e d ic h a s le y e s . E sta
e t a p a h a sid o lla m a d a p o r S u m m er M aine "la e t a p a d el v e r d a ­
d ero d e re c h o c o n s u e tu d in a rio " En a lg u n a s c o le c tiv id a d e s e s ta
a u to r id a d íu é la d e u n so lo fu n cio n ario , com o e n tre los prim iti-
• v o s e s c a n d in a v o s . M ás fre c u e n te m e n te e s ta m isión c o rre sp o n d ió
a u n p e q u e ñ o g ru p o o c a s ta , q u e , a veces, fué la c a s t a s a c e r ­
d o ta l.
E n el P erú d e los In cas, se p u e d e su p o n e r q u e la " o lig a rq u ía
ju ríd ic a " e s tu v ie ra c o m p u e s ta por lo s q u ip o c a m a y o s o ex p erto s
e n q u ip o s y p o r d e te rm in a d o s g ru p o s d e c m a u ta s " (p. 81).
"L a e x is te n c ia d e fueros e s p e c ia le s en el D erech o P e n a l d e
lo s In cas, p a r e c e in d u d a b le : fueros p a r a los m iem b ro s d e l clero,
la n o b le z a im p erial, l a n o b le z a re g io n a l o Icccl, los m ilita re s,
etc. La fu n ció n d e ju z g a r d e b ió e s ta r e n co n ex ió n d ire c ta con
l a d iv isió n d e c la s e s s o c ia le s, co n la o rg a n iz a c ió n d e los a y llu s
y trib u s e x iste n te s y con la c a te g o ría d e lo s fu n c io n a rio s q u e in ­
te rv e n ía n e n u n a u o tra form a" (p. 215).

(22) "El g o b ie rn o (en e l Im perio In c aico ) e r a c o m p le ta m e n te te o c rá ­


tico. La trib u d o m in a n te , la d e los In c a s, e je rc ía a la vez e l
p o d er relig io so y político; e l te m p lo d el Sol n o s e a b r ía m á s
q u e p& ra ellos. S e d a h a n p o r a n te p a s a d o s u n a p a r e ja c iv iliz a ­
d o ra d e hijos d e l Sol,' M an co C apcrc y M am a C ello. El In c a r e i­
n a n te ' é n c a r n a b a e l a s tro d e l d ía ; e r a el p a p a d el re in o s o la r.
E n los c o n v e n to s se re c ib ía n a m u c h a c h a s n o b le s, e s p o s a s d e l

3a —
So!, q u ie n e s , s e m e ja n te s a le s v e s ta le s d o R om a, se c o n sa y ra -
-b a n a s u cu lto ". (S alo m ó n R e in a c h , "O rp h e u s, H is.o ire G é a - r a ie
d o s R elig io n s", París, 1909)-.

'23) K e a q u í u n a íra s e m u y e x p re siv a a tr ib u id a p o r G a rc ila s o d e l a


V eg a , en s u s "C om entarios R e a le s" , a l In c a T u p a c -Y u p a n k i.
"N o e s lícito q u e s e e n s e ñ e n a los h ijo s d e los p le b e y o s la s
c ie n c ia s q u e p e rte n e c e n a Jos g e n e ro so s; p o rq u e com o g e n ie b a ­
j a n o s e elovon y e n s o b e rb e z c a n , m e n o s c a b e n y a p o q u e n l a
R e p ú b lic a ; b á s te le s q u e a p r e n d a n los o íicio s d e s u s p a d re s , q u e
e i m a n d a r y e l g o b e rn a r n o e s d e p le b e y o s" .

(24) "En M éxico, el im p erio g u e rre ro d e los A zte c a s re a liz ó el p re c ip i­


ta d o fe u d a l y la p ro p ie d a d p riv a d a . En e l P erú, e l im p erio teo ­
c rá tic o d e los Q u ic h u a s , se e s ta b le c ió s o b re la b a s e d el c o m u ­
n ism o a g r a r io d e la s re g io n e s c o n fe d e ra d a s , in c u b ó a p e n a s la
p ro p ie d a d fa m ilia r d e los c a c iq u e s L as c o n q u is ta s d e P a c h a c u -
íec, T u p a c -Y u p a n q u i y H u a y n a -C a p a c . q u e in ic ia ro n la tr a n s ­
fo rm ació n p o lític a d e l a m o n a rq u ía te o c rá tic a e n m o n a rq u ía m i­
lita r, d ib u ja ro n la s lín e a s d irec tric es d e l su rg im ie n to y fecunda*
ció n d e le s c a s ta s d o m in a n te s . L as g u e r r a s d e su c e sió n e n tre
H u á s c a r y A ta h u a llp a , e r a n y a a n u n c io d e g r a n d e s q u e r e lla s y
co n flicto s: la lu c h a u o p o sic ió n d e la m o n a rq u ía co n la n o b le ­
z a " (A b e la rd o Soliz, "A n te el problem a agrario peruano").

x?.5) E n tre la a b u n d a n te lite ra tu ra d el M arxism o, e s e sp e c ia lm e n te r e ­


c o m e n d a b le , p a r a l a c o m p re n sió n -de e s a d o c trin a e n s u s d iv erso s
a s p e c to s , e l folleto "Karl Marx y su doctrina", d e L enin. N a tu ­
ra lm e n te q u e l a le c tu ra d ire c ta d e la s o b ra s d e los fu n d a d o re s
d e l M a te ria lism o D ialéc tico e s ta m b ié n in e x c u sa b le p a r a los q u e
s e p ro p o n g a n d o m in a r e s ta d o c trin a . In d ic a c io n e s m u y ú tile s p a ­
r a la m e tó d ic a a sim ila c ió n d e la s o b ra s d e M arx, E n g els, P le-
ja n o v , L enin, etc., se e n c u e n tra n e n e l "A p é n d ic e B ib lio g ráfi­
co" del Libro "T eo ría y práctica del Socialismo", d e John S tra -
chey.

L a le c tu ra d e l "M an ifiesto C o m u n ista ", er. l a ed ició n CENIT


• q u e c o n tie n e n o ta s d e D. R iazan o v , es d o la s m á s p ro v e c h o sa s

- 3:7:
q u e pued a h acer q u ien desee penetrar en los principios básicos,
del Socialismo Científico.

£26) Engels, "Antidiihring", edición de la E spaña Moderna, Madrid,,


p. 385. ■ •

12.7) "En la fase superior de la Sociedad Com unista, en la cual des­


a p a re c e la sujeción a la división del trabajo q u e esclaviza al.
hombre; en que d esaparece, junto con ello, la oposición entre,
el trab ajo m anual e intelectual; en q u e el trabajo d eja do 3er
un medio de subsistencia p a ra convertirse en la necesidad pri­
m ordial de la existencia; en q ue, junto con el desarrollo total,
d e los individuos, aum entan asim ismo las fuerzas productoras y
todas las fuentes de riqueza social m anan abundantem ente: so­
lo entonces se podrá superar el estrecho horizonte dol dercchc
b u rg u és y ia Sociedad podrá escribir en sus banderas: "De ca d a
uno según sus fuerzas; a c a d a uno según sus necesidades".
(Marx, "Critica del Program a de Gotha").

(28) Lenin, q u e com pletó genialm ente la Doctrina M arxista, al c a ­


racterizar el im perialism o como e ta p a final del capitalism o, lle ­
g ó al im portante descubrim iento de q ue, en el todo m undial de
este sistem a, los revolucionarios podían aprovechar su eslabón
m ás débil, esto es, intentar la transform ación socialista dosde
países donde el C apitalism o no h a b ía logrado au n crear un
vasto Proletariado, pero q ue, sin em bargo, podían utilizar las
consecuencias do l a m adurez del C apitalism o Mundial p ara des­
truirlo. Y al tom ar el poder en 1917, en u n a Rusia de estructura
feudal y a l poner en m archa efectiva la evolución Socialista
M undial desde ese reducto, confirmó la justeza de su descubri­
m iento teórico q u e, comc se ve, no contradice, sino confirma la
doctrina m arxista.

{29) El sociólogo argentino Ernesto Q u esada sostiene oon evidente


exageración:
"R ealizaba así (el Imperio Incaico), en la práctica, los idea­
les m ás av an zad o s de fas posteriores doctrinas socialistas: el
bien estar d e la com unidad e ra e l decisivo criterio aplicado a to­

— 38
dos los actos de la vida, y según el cual se m odelaban todos
los fenómenos sociales, im posibilitando las desigualdades d e los
■miembros de la com unidad, impidiendo que hubiera ricos y po­
bres, que pudiera im plantarse el capitalism o ni existir an ta g o ­
nismo entre el cap ital y el trabajo, desde q ue, no existiendo e l
capital, todos eran igualm ente ricos". (Q uesada, "El desenvol­
vimiento social hispano-am ericano", en Revista de Filosofía d e
Buenos Aires, Año III, 14 Nov. 1917).
30) No podrían, pues, tomaTSe sino como recursos de agitación p a r­
tidista, apologías del Incario como la siguiente:
. . . "Y el aprism o es eso: dolor viril q u e brota de la p ro p ia
: tierra, ímpetu m ásculo q u e brota de la justicia q u e h a de cum ­
plirse en la propia tierra. Es q u e el Perú nace reanim ado p o r
lo q u e hay de eterno y de profundo en el Perú que fué. Es l a
•o b ra truncada d e los Incas, q u e resurge a través de cuatro s i-
• glos de yugo sobre su raza. Por eso, con e l Aprismo retorna l a
Justicia social del Tahuantinsuyu. Nosotros la hacem os nuestra*
y, como la vieja b a n d e ra gloriosam ente rendida, la izamos en
I03 mástiles nuevos de nuestras rebeldías de hoy". (H aya de lct
Torre, "Política Aprista", Lima, 1933, p. 160).
A P E N D I C E
E! Imperio Socialista de los talcas: Breve Esquema
de su Organización Económica,
Política y Social

Por G E O R G E S R O U M A

(T rad u cció n d e l fra n c é s p o r e l Dr. José A ntonio A rae)


Ssgunda Edición
Nota del Traductor

E! hecho d e ver la luz pública la p-esante traduc­


ción del interesante librito de M. Rouma. titulado en el ori­
ginal francés "I/Em pire des Incccs et leur Communiimo Au-
tocratique", me brinda la oportunidad d e cumplir un viejo
compromiso intelectual contraido con mis alum nos da la Fa­
cultad de Derecho d e la Universidad d e La Paz.
En 1932, el nu-evo p lan d e Estudios adoptado por di­
cho Instituto, incorporó a ‘l as asig n atu ras de Primer Año el
curso especial d e DERECHO INDIANO, (1) cuyo program a.

(1) El programa de Derecho Indiano comprendía: 1) Instituciones pre~


colombinas,; 2) Instituciones indianas o coloniales (estudiadas prin­
cipalmente a b a se d e la Recopilación de las Leyes de Indias de
1680; 3) Evolución posterior d e las instituciones políticas y jurídi­
cas de las América Hispana, desde la Independencia hasta nues­
tros días.
El estudio dol Derecho Indígena constituía un capítulo de eso
conjunto, teniendo por fuentes esenciales el Libro VI de la citada
Recopilación de 1680 y demás leyes indianas complementarias
(para la época colonial) y la legislación mdigonista dictada a
partir de 1825 (para la época republicana de Bolivia).
(1) A la 1* edición publicada on Lima, en 1936; por Domingo Miranda.

— 43 —
J

en su p arle prelim inar piescribe el estudio d e las Institu­


ciones Jurídicas y Sociales Precolombinas, y el bello opúsculo
d e M. Rouma sirvió de útil texto de prim ara mano p ara la
preparación de trabajos d e seminario concarnienies a la
C ultura Incaica. Fué consultado tam bién al’ desarrollar los
tem as d e SOCIOLOGÍA BOLIVIANA, m ateria asignada al IV
Año d e la Facultad por los program as de Sociología ap ro ­
b a d o s a l im plantarse la referida reforma del Plan de Estu­
dios. Circuló entre los alum nos-una traducción inédita, que
a h o ra se imprime gracias a la iniciativa y a l estímulo del
doctor Atilio Sivirichi, talentoso historiador cuya fecunda obra
se sigue con sum o interés en los círculos intelectuales de Bo-
livia.
El tem a d e la C ultura Incaica renueva en nuestros
tiempos, tan sacudidos per e l d e b a te de la CUESTION SO-
CÍA L, el y a secular interés de la crítica científica por valorar
éí significado histórico del institucionaiismo incaico. No só­
lo la Arqueología, la Etnografía, la Lingüística, la Historia y
otras disciplinas d e esencia m eram ente especulativa remozan
e: planteam iento d e sus puntos d e vista frente a ese panora­
m a tan sugestivo q ue fué ía civilización del Tawantinsuyu.
Tam bión disciplinas d¿> índole práctica como la Política, ia
Legislaoión, la Pedagogía, reem prenden el estudio d a ésa ci­
vilización , en busca d e ad ec u ad as soluciones p ara sus pro­
b e m o s . Tcd sucede especialm ente en ncócionas q ue siguen
conservando gruesas proporciones d e población indígena,
como es el caso del Perú, Boiivia y el Ecuador.
¿Cómo p u ed e recom ponerse el proceso dialéctico d e
la evolución d e ia Sociedad Incaica? La antítesis de ía Con­
quista. ¿en q u é síntesis se resolvió a lo largo d e la Domina­
ción Española? ¿En qué m edida los vesiigios de la cültura
in caica actuaron en la G uerra d e la Independencia —movi-

— 44
miento d e la rudim entaria burguesía criolla de la América
H ispana contra el Monarcoíeudaiismo peninsular— y en qué
m edida siguieron y siguen operando deníro d e’: marco de la .
vida republicana, q ue no h a tramontado aún el tipo del se-
micolonialismo^ bajo la deform adora acción de los Imperia­
lismos?
¿Q ué pronóstico puede formularse sobre e: futuro
próximo y remoto d e los núcleos indígenas herederos de las
tradiciones incaicas? ¿Seró posible u na palingenesia de las
razas ay m ara y quechua, nunciadora da una probable res­
tauración del esplendoroso Tawantinsuyu? ¿Llegarán estos
núcleos indígenas a constituirse en "nacionalidades autóno­
m a s ', como 'lo propugna cierta corriente política? ¿O es su
destino extinguirse en plazo m ás o menos breve, absorbidos
por la cultura occidental representada por los imperialismos
y ios grupos feudal-burgue9ís cooperantes con éstos, como
lo predicen y h asta anhelan los pesimistas del autoctonismo?
¿Q ué elem entos psicológicos e institucionales d e la Cul­
tura Incaica, sobreviviente*, en las costumbres de los a c tú a - '
les indios q u sch cs y aym aras, sorían aprovechables p ara el
planeam iento de u na Política, d e una Legislación, d e una
P edagogía indigenista?
¿Q ué rasgos específicos asem ejan o diferencian a la
C ultura Incaica con respecto a sus congéneres la Azteca,
M ayaquiché, C hibcha y otras menores de la América Pre­
colombina? ¿Hubo lazos d e interdependencia m aterial o es­
piritual entre estas culturas? ¿Qué analogías y diferencias
ofrecen ios actu ales indio-: d e Méj.ico, Ecuador Colombia,
Perú, Bolivia, Argentina, etc.?
¿Q ué influjo h a tenido el conocimiento del Comunis­
mo Incaico e n la formación d e las doctrinas socialistas y en
tas prim eras tentativas de socialismo práctico d e tipo falans-
teriano? ¿Q ué conclusiones pueden inferirse d e un p aran ­
gón entre las instituciones com unistas incaicas y las institu­
ciones com unistas contem poráneas?
He ahí algunas, entre ias m ás fundam entales cuestio­
nes d a índole sociológica, que se plantean an te los q ue se
proponen estudiar el Imperio del Tawantinsuyu con el cri­
terio m atanalista-histórico q u e exige la ciencia socicd d e
nuestro tiempo. Para intentar la investigación d'e algunos
d e los anotados tópicos, empezó a organizarse en la Univer-
. sidad d e La Paz, a iniciativa del q ue suscribe estas líneas, <s4
INSTITUTO DE SOCIOLOGIA BOLIVIANA (ISBO), cuyo pro­
gram a cultural contem plaba la creación d a u na Biblioteca
-especializada en asuntos incaicos e indigenistas, la realiza­
ción da visites a l]os centros agrarios del Altiplano y d e ia
Sienra y la redacción de m onografías docum entadas sobre
los m ás diversos aspectos d e ‘l a vida social da nuestros a b o ­
rígenes. Por desgracia, el rsceso de Universidades sobre-
ranido en Bolivia a consecuencia d e su conflicto bélico, deter­
minó que ese Instituto se q u ed ase en cierna. Q uizá-la post­
g u erra perm ita ]a reanudación d e las actividad-as que se
•desplegaban p a ra darle un eficiente funcionamiento. Pero
m ientras no se cimienten *an nuestros países latinoam erica­
nos con población indígeno densa, instituciones orientadas a
raalizar el estudio orgánico y tenaz d e problem as tan vita-
las, la difusión d e opúsculos como el d e M. Rouma llena u n a
útilísima función vulgarizadoia.
La forma hábilm ente sintética, m etódica y am-ana en
••que-el panoram a de la C ultura Incaica e s presantado por el
antropólogo beiqa —q u e a su v asta preparación «stnográfi-
*Ca y sociológica a g re g a u n a 'larga experiencia d e invasti-
rg ad er en v a n a s ciudades y regiones d a Bolivia—, hace de
f-eSts 'librito suyo un docum ento d e provechoso m aneje, no

— 46 —
sólo p ara los extranjeros deseosos de informarse rápidam en­
te sobre el Perú precolombino, sino a ú n p a ra p-oíesores y
alum nos d e instrucción m edia y universitaria de nu-stra Amé­
rica Latina. En honor de Rouma debe reconocerse tam bién
q u e su exposición, a u n siendo el punto cb vista del autor
declaradam ente individualista, no se ve afectada de porciali--
dad . El trabajo es d e pulcra objetividad científica y h asta
se diría q u e transpira m ás “s im patía que adverso sentimien­
to h acia la adm irable o b ra del Comunismo Incaico. C uando
afirm a, por ejemplo, q u e "no se puede negar q ue u na adm i­
nistración q ue llega a suprimir radicalm ente la miseria y eí
ham bre, q u e reduce los crím enes y los delitos a un mínimum
q u e ninguna nación civilizada h a alcanzado jamáe, q ue ig­
nora la existencia del perasitism o social d e los ociosos, d e
los malos ricos etc., CONSTITUYE UN FENOMENO UNICO
EN LA HISTORÍA DEL MUNDO y merece —ag reg a Roumc—
nuestra m ás com pleta adm iración". O cuando -expresa:'
. .." s i n d u d a alguna, los pueblos del Imperio d e los Incas,
fueron los m ás disciplinados y 'los m ás virtuosos que haya
habido jam ás sobre la tierra". Cierto es q ue Rouma añade,
seguidam ente a sus transcritos elogios, correctivos llamados
a poner a salvo sus convicciones individualistas. Así, escri­
be: “Sin em bargo, podem os preguntam os si esta previsora y
tan sa b ia administración incaica h a realizado verdaderam en- •
te ia felicidad d e sus adm inistrados. ¿Se puede concebir la
felicidad fuera d e la libre expansión de la personalidad,
fuera del sentimiento de independencia y de libertad? Una
felicidad negativa, d e despreocupación, d e ignorancia de-
toda aleg ría superior, d e au sen cia de pensamientos, hecha
únicam ente de vida vegetativa y autom ática, era lo único-
q u e podía existir p a ra los numerosos súbditos de los Incas”.
Y tras d e ponderar lo virtuosos que eran ios puebles ir.cai—

— 47 —
eos: .. . "pero virtuosos, es claro —-anota— a ia m anera de
loe prisioneros quo, estrecham ente vigilados, están someti­
dos a regias de vida estrictas y fatales”. Este juicio recuer­
d a el del economista francés Luis Baudin, q ue en su docu­
m entado libre “L'EMPiRE SOCIALISTE DES INKA" (Paris,
1928) (1) expresa: “Si o. bienestar y la virtud, fuentes de la
felicidad, son el objeto de la vida, puede decirse q ue el Inca
h a realizado ui^a o b ra maestres. El alm a del Indio se h a ad o r­
mecido al ritmo monótono d e u na existencia dem asiado bien
reglam entada". “Pero si, por el contrario, —ag reg a Baudin—
es :.i desarrollo de la personalidad hum ana lo q ue se m ira
como el objeto d e ted a existencia, entonces <sl sistem a p eru a­
no h a sido la m ás desastrosa de las experiencias so ciales
El Inca h a sum ergido a sus súbditos en un sueño vecino de
la muerte; lee- h a arreb atad o toda dignidad hum ana" . . . ¿ E s
q u e hay antinom ia entre los términos "bienestar" y "desarro-
' lio d s la personalidad hum ana"? —nos reducimos a ap u n tar
nosotros cquí, intrigados por tan ra ra contradicción d e jui­
cios.

Mas, prescindiendo d e este aspecto interpretativo, re­


petim os q ue el compendio d e Rouma se hace sum am ente
atractivo, a ú n p a ra 'los que ocupan las antípodas de la ubi­
cación individualista del cutor, como es el caso del traduc­
tor de este libro suyo.

<1) El primer capitulo del libro de Baudin está dedicado a un an á­


lisis crítico de las fuontos bibliográficas antiguas y modornas re­
lativas a la cultura incaica, por lo qu© su lectura se hace acon­
sejable para los que deseen profundizar sus conocimientos. Á
mayor abundamiento, figura al final de la obra una LISTA BI­
BLIOGRAFICA bastante nutrida.

48 —
Será motivo d e com placencia mental p a ra el q ue sus­
cribe !l a presante Nota, h ab er contribuido con el modesto
aporte d e su versión al avivam iento del interés qu* existe
en las cultas Universidades del Perú y en sus inquietos circu­
ios intoi¿CiUC.'.es, por profundizar en el conocimiento de la
grar.diosc: civilización del Tav^antinsuyu.

Lima, Enero de 1936.

JOSE ANTONIO ARZE


CAPITULO I.

Dos palabras a manera de advertencia


D espués de la conferencia que di en noviem bre últi­
m o (1) so b re -la CIV ILIZA CION D E LOS INCAS Y SU
COMUNISMO AUTOCRATICO, he recibido num erosas pe­
ticiones de datos com plem entarios, y h e llegado al conven­
cim iento de que los sistem as de organización politica y so­
cial realizados hace tiem po por los Incais, interesaban a
m u ch as personas, las cuales, por o tra parte, buscaban en
v ano fu en tes dignas de fe, en lengua francesa, p ara docu­
m e n ta rse en ellas.
Me decido, pues, a publicar estas notas. Creo indis­
pensable, sin em bargo, señ alar previam ente m is propias
fu e n te s de inform ación.

N um erosos cronistas españoles se h an dedicado a des­


c rib ir la organización del im perio 'Incaico tal como era a la
llegada de P iza rro y de sus com pañeros al P erú. Todas
e s ta s crónicas e stá n lejcs, evidentem ente, de te n e r un igual
v alo r docum ental y conviene estu d iarlas con La m ayor cir­
cunspección. E n tre las obras que he consultado con p ro ­
vecho, debo se ñ a la r las siguientes como las m ás dignas de
in te ré s:

PEDRO CIEZA DE LEON, CRONICA DEL PERU.

E l au to r, que ejercía la c a rre ra m ilitar, perm aneció


la rg o tiem po en ol P erú. E stá dotado de las cualidades

(1) El autor se refiere a una Conferencia dada en Bruselas en 1924».


(N. del T.).
— 50 —
de un observador pei’spicaz y de un espíritu ab ie rto y a d ­
vertido. Recogió d irectam ente de los qiá'pjnicamayocs in­
dígenas -as tradiciones y Ja h isto ria de los Incas. F ué am i­
go de Cayu T upac Inca, descendiente de H uayna Capac,
quien lo confió num erosos detalles concernientes a su raza.
C cn una paciencia incansable, observa los usos y costum ­
bres y se hace proporcionar datos com plem entarios. S u li­
bro debía com prender c u a tro p artes. L a p rim era fué p u ­
blicada en 1553, en Sevilla. L as o tra s se consideraron la r­
go tiempo como perdidas. L a segunda p arte, que lleva e l
titu lo de SEGUNDA P A R T E D E LA CRONICA D E L P E ­
RU QUE TRATA D E L SEÑ O RIO D E LOS IN CAS YU-
PANQUI Y D E SUS G RA N D ES H ECH O S Y GOBERNA-
CION, h a sido reen co n trad a en los m anuscritos de la Bi­
blioteca del Escorial, en M adrid. P resco tt h ab ía hecho uso
de ella p a ra la composición de su Jlbro sobre la C onquista
del P erú, pero atrib u ía la obra, de la que se habla hecho
e n tre g a r u na copia, a Sarmiento, P residente del C onsejo
de Indias, p a ra quien la e b ra había sido escrita. E sta con­
fusión provenía de u n e rro r del copista. El m anuscrito h a
sido id e n tfica d o y publicado, en el tom o V de la B iblioteca
H ispano-U ltram arina por M arcos Jim énez de la E spada, en
1880. E sta segunda p a rte de la CRONICA D E L P E R U es
un docum ento de ia enás a lta im portancia y u n a de las m e­
jo res fuentes que tengam os so b re la civilización incaica.

GARGILASO DE LA VEGA. COMENTARIOS REALES QUE


TRATAN DEL ORIGEN DE LOS EtfCAS. REIES QUE FUERON
DEL PERU, DE SU IDOLATRIA, LEIES Y GOVIERNO EN PAZ

— 51
Y EN GUERRA, DE SUS VIDAS Y CONQUISTAS Y DE TODO
LO QUE FUE AQUEL IMPERIO Y SU REPUBLICA ANTES
QUE LOS ESPAÑOLES PASARON A EL.

G arcilaso de la V ega es d e san g re real inca p o r su m a­


dre, la princesa Isabel Y upanqui, sobrina de H uaina Ca-
pac. Su p ad re e ra e\ caballero español G arcilaso de *La
V ega, gobernador del Cuzco (1555). G arcilaso pasó la p ri­
m e ra p a rte de su vida en el Cuzco, e n medio de los tíos
de su m adre, Incas de san g re real, que gustaban de reco r­
d a r las tradiciones y las costum bres de tiem pos del Im pe­
rio. G arcilaso cuenta con la inm ensa v en taja de poseer a
fondo la lengua del Cuzco y de h ab er vivido e n tre los ú lti­
m os sobrevivientes de los fam iliares de Jos últim os reyes
incas. E n 1560, G arcilaso se dirigió a E spaña, donde p e r­
m aneció h a sta su m uerte. L a o b ra de G arcilaso constitu ­
ye la fu ente m ás ab u n d an te y m ás ex acta en lo que con­
c ie r n e a los detalles de 1?- organización de las costum bres
y d e 'los usos en el Im perio de les Incas. Conviene contro­
larlo en lo que concierne a la tendencia, m uy n a tu ra l en
u n hijo de Incas, de d a r a veces u n a p in tu ra m ás bella que
la realidad y de d e ja r en la som bra ciertos Isdos desfavo­
rables de la adm inistración incaica.

L a p rim era edición española apareció en 1609, ¿a se ­


gunda en 1723. U na traducción fran cesa de Je a n Baudoin,
en dos volúm enes, fué publicado en 1658 y reeditada en
1715.

B LA S VA L E R A h a escrito u na obra im portante, de


la que h a n ¿ido salvados solam ente algunos fragm entos r e ­
producidos en la obra de Garcilaso.

— 52 —
i JÁii DS BSTAuZOS, SUMA Y NARRACION DE LOS INCAS
-U>¿.LUS l i b i o s , LLAMARON CAPACCUNA QUE FUERON
AÑORES DE LA CIUDAD Y DE TODO LO A ELLA SUBJETO.

B etanzos acom pañó al Marquéis de P izarro en su con­


q u ista de¿ P erú. E studió la lengua del Cuzco y fué in té r­
p re te oficial d e P izarro, luego de la Audiencia Real y de
diferentes virreyes. F ué el V irrey A ntonio de Mendoza
quien le encargó escribir su trab ajo , el cual fué term inado
en 1551, pero no fué publicado. El m anuscrito, descubier­
to y publicado p o r el S r M. Jim énez de la E spada (Tomo
V de la Biblioteca H ispano-U ltram arina, 1880), está t e -
graciadam ente incompleto. Ta*l como es, constituye, sin em ­
bargo, una fuente im p o rtan te p a ra el conocim iento de los
Incas.

AGUSTIN DE ZARATE, HISTORIA DEL DESCUBRIMIENTO Y


CONQUISTA DEL PERU.

E ste a u to r perm aneció en L im a d u ra n te u n período


b astan te largo. E s inferior a los au to re s precedentes en lo
que concierne a l relato del gobierno d e los Incas. E s, por
el contrario, de m uy grande precisión p o r lo que respecta
a la conquista y a las g u e rra s civiles e n tre españoles que
sucedieron a aquella.
La p rim era edición de e sta o b ra fu é publicada en e s­
pañol, en A m beres, en 1555. U na segunda edición fué im ­
presa en Sevilla en 1557, y u n a te rc e ra en 1740. L a o b ra
ha sido reim presa p o r c u a rta vez en 1862 en el volumen
n de la Biblioteca de Ardores Españoles. — Historiadores
primitivos de Indias. U na trad u cció n fran cesa apareció en
P arís en 1706.

— 53 —
ANTONIO DE HERRERA, HISTORIA GENERAL DE LOS HE­
CHOS DE LOS CASTELLANOS EN LAS ISLAS Y
TIERRA FIRME DEL MAR OCEANO.

A. de H e rre ra fué cro n ista del R ey de E spaña. C om ­


puso u n a o b ra de compilación, teniendo p o r fuentes las g ra n ­
des riquezas de m anuscritos inéditos acum uladcs en la Bi­
blioteca del Escorial. H a hecho uso, a menudo, en lo que-
concierne al P erú, de los escritos de Cieza de León. La-
o b ra de H erre ra está dividida en 8 décadas que comienzan*
en el año 1492. L a o b ra apareció en 1730.
C A P IT U L O n

La Organización Política y Social del Imperio


de los Incas
EXTENSION DEL IMPERIO

El Im perio de los Incas, a la m u e rte de H uaina Capac,


poco an tes de la llegada de los españoles, se extendía sobre
las m esetas andinas y la costa del Pacífico, desde el río An-
casm ayo, a 2* d n o rte de] E cuador, h a sta el río Maulé, a
35* al s u i del E cuador. Al este, los lím ites de] im perio se
detenían en los últim os c o n trafu ertes de los Andes. El a n ­
cho del Im perio alcanzab?. al m áxim um de 140 leguas (en
el 189) y al m ínim um de 50 leguas (en el 16?) (1 ).
L a costa del Pacífico e stá form ada por una banda de
are n a de u na esterilidad absoluta, co rtad a por los e stre ­
chos valles de los ríos que descienden de la C ordillera. L as
poblaciones del Im perio Incaico h an sacado ¡partido de e s­
tos valles, pero se h an desarrollado especialm ente sobre las
m esetas, a a ltu ra s que varían de 3,000 a 4,000 m etros.
E n el m em ento de la llegada d e los españoles, las con­
quistas de los Incas habían llegado a su m áxim um d e posi­
bilidades hacia el sud, el este y el oeste.
E n las dos p rim eras direcciones, ellas se habían dete­
nido a n te trib u s g u erreras m uy vigorosas, m uy poco dis­
p u estas a d ejarse su b y u g ar y bien defendidas p ó ^ 'la topo-

{1) D 'O rbigny, T H o m m e Am éricain" y G arcilaso■' de^ la Vega. "Co-


A . * •••
: ment arios R ecles de los Incas", libro I. Cgp. VID.

—.55 —
g ra fía de su suelo. Al oeste, estab a el océano y no era si­
no hacia el n o rte p o r donde el im perio podia todavía enca­
r a r alguna conquista.
El Im perio de los Incas llevaba el nom bre de Tfivan-
tinsuyu (1) lo que en la lengua quichua, sign fica Jos cua­
tro partes del Mundo, y se refe ría a las cu atro grandes pro­
vincias e n tre las que estaba repartido el territo rio . E sta s
c u a tro p a rte s del mundo, siguiendo la orgul.osa dím ,:.il­
inación de los Incas, e ra n el Chmcha&uyu al N orte, el Co.lu-
suifu al Sud, el Antisuyu al E ste, y, en fin, el Con tisú, u al
Oeste.
L a capital, cuyo nom bre, CUZCO, significa ombl'go. (2)
en la lengua del P erú, ocupaba el centro-del Im perio.

U na g ran ru ta p a rtía del Cuzco hacia cada una de . s


provincias, a las que atrav esab a en teram en te y de las *.ue
to m ab a el nom bre. A lo largo de estas ru tas, a dist Ls
correspondientes a la e ta p a de una jo m a d a de m archa, se
en co n trab an habitaciones y reserv as de víveres, vestidos y
a rm a s q ue servían a los ejército s y a los m ensajeros de los
In cas en sus viajes a trav és del Im perio.

MARCO POLITICO

A la cabeza de cada una d e \as provincias había v ;; -


b em ad o r. E ra un Inca de san g re real, cuya sabidurí- y
experiencia «d había revelado en los consejos del E m perador
del Cuzco. E stab a asistido por tre s consejos: uno p ara la
g u e rra , un segundo p a ra la justicia y eü tercero p a ra la h a -
cienda (bienes y riquezas). Todos los consejeros e ra n rio

(!) Ortografié d« Garcilaso.


■fZ) G ardlas», Mbro V, cap. XL

—-5 6 —
san g re inca. Los c u a tro gobernadores, especio de virreyes,
consttiuían el Consejo de E stado del Inca.
El pueblo estab a ag rupado p o r decurias, a la cabeza
de las cuales se encontraba un decurión, encargado de su-
p ervlgilar a nueve com pañeros. Cinco decurias form aban
un nuevo grupo com andado por un jefe, al cual oc&decían
los cinco decuriones. Dos grupos da c.ncuenta form aban
u n a cen tu ria que tenía igualm ente u n jefe. L as centurias
estaban, a su vez, ag ru p ad as por series de cinco, y das g ru ­
pos de quinientos hom bres form aban la unidad superior, un
milenio, colocada bajo l:i dirección de un jefe an te el que
respondían los dos capitanes de grupos de 500 hom bres.
No había form aciones superiores a mil hom bres; los Incas
consideraban que no es posible que un jefe pueda super-
vigilar con éxito u n núm ero m uy considerable de ho m b res
Los jefes de los milenios estab an en contacto continuo con
los consejeros p o r interm edio de los delegados de éstos.
E l decurión llenaba dos obligaciones opuestas: era,
a n te todo, el p ro tecto r de los hom bres colocados bajo su
supervigilancia, debía señ alar sus necesidades, tra sm .tir
sus reclam aciones, en lo que concernía, por ejem plo, a las
p artes de tie rra s o de sem illas distribuidas, etc.; p o r o tra
p arte, llenaba las funciones de procurador; estaba obliga­
do a denunciar a n te su jefe inm ediato las infracciones a
las leyes de sus nueve com pañeros, so pena de se r som etido
él mismo a la sanción correspondiente al delito no denun­
ciado y sin perjuicio d e la pena correspondiente al hecho de
no ríen i r concienzudam ente sus obligaciones.
E l gobernador de cada d ep artam en to te n ía ju n to a si
contadores especiales que, p o r medio de qu*ppw, sistem a
de cordelólos de colores y de nudos, establecían cada año
la e x a c ta situación dem ográfica del departam ento. Los da­

— 57
to s correspondientes e ra n sum inistrados por los jefes de los
m ilenios, los cuales debían conocer ex actam en te la com po­
sición d-3 su grupo. L as defunciones y los nacim ientos e ra n
com unicados por los decuriones y trasm itidos de grado en
grado, a los jefes de milenios.
L es gobernadores trasm itían periódicam ente sus esta­
d ísticas al Cuzco, donde u na adm inistración especial, esta­
blecida en locales ad-lioc, llevaba u na cuenta m inuciosa dei
m ovim iento de da población en to d a la extensión del Im ­
perio.
E n el Cuzco, cada 'súbdito del Inca estab a rep resen ta­
do por un nudo en un cordelillo, y todos los cordeiiilos es­
ta b a n ordenados según la disposición real de los d e p a rta ­
m entos, de las provincias, de las naciones y de los ayllos
e n el imperio. Un sim ple vistazo p erm itía d a rse cu en ta
e x a c ta de la densidad de ¡a población d e cada provincia.

P a ra que este sistem a fuese practicable, e ra necesario


a d h e rir al individuo a la tie rra . F ué lo que hicieron los
Incas. N adie podía traslad arse de un sitio a o tro sin auto­
rización especial o sin orden del Inca.
P o r o tra p arte, los Incas obligaban a les indígenas de
-cada nación al uso de signos distintivos, de los que no po­
d ían desprenderse b ajo pena de m uerte. Esos signos se
u fa b a n p articu larm en te en el tocado de la cabeza; pero se
com pletaban p e r el vestido y p o r el empleo d e ciertos o r­
nam entos.
Los Collas (Boiivia) llevaban gorros de lana m uy a p re ­
tados, con orejaras, que han sido conservados todavía h as­
ta n u estro s días; los C anas (P e rú ) llevaban igualm ente go­
rro s, p ero m ás anchos y m ás grandes; los C añares (P erú )
llevaban coronas de m a d e r ím u y delgada, como el anillo

— se
de un tam iz; los C anehis (P erú ) Kevaban sobre la fre n te
una pequeña banda negra o ro ja, etc. (1).
A la cabeza de las naciones conquistadas y de los di­
ferentes ayllus (trib u s), había tam bién curacas o jefes in ­
dígenas. E stab an allá en v irtu d ¿e derechos adquiridos a n ­
tes de la incorporación de sus naciones al Im perio, dere­
chos que la p ru d en te y sagaz politica de los Incas resp eta­
ba. Sin em bargo, los hijos de esto s jefes debían ir a edu­
carse e in struirse al Cuzco, en escuelas especialm ente crea­
das p a ra ellos. E s ta m edida e ra a la vez u na m anera de
conservar rehenes preciosos y de conquistar esos jóvenes
a su relig'ón y a sus ideas.
L a au toridad de los jefes indígenas e ra m uy reducida.
Gozaban de ciertos privilegios, eran tratad o s con consi­
deración por los adm inistradores Incas; pero parece que
eran en realidad ex tra ñ o s a la adm inistración m ism a del
país. Los Incas Se servían d e ellos como de interm ediarios
y como de potencia m oral.

REGIMEN DE LA TIERRA E IMPUESTOS

Todas las tie rra s, así como los g?-na1cs y las m inas,
pertenecían al E stado. C ada añ o se procedía a una d istri­
bución de las tie rra s que debían se r tra b a ja d a s en el año,
m ientras se reservaban g randes cantidades de las m ism as
p a ra d ejarlas en barbecho. N o se cultivaba m ás que lo
que e ra necesario al consum o anual de -la población y a la
constitución de u na sab ir reserva p a ra los años de m ala
cosecha.

vl ) CIEZA DE LEON, 2* parto do la Crónica del Porá, edición Jiménez


de la Espada. P. 99.

— »59
• -—
C ada hom bre casado sin hijos recibía u n tupo (1) de
tierras. Adem ás, Jos padres de 'familia recibían ta n to s tu-
pus suplem entarios cuantos hijos céiibes Nenian y tan to s
m edios tupos cu an tas hijas poseían. E i hijo que se c a sa ­
ba ten ía derecho a la t é r r a que su p ad re reten ía p a ra sí.
P o r el contrario, él m edio tu p u correspondiente al derecho
del p ad re p a ra su hija, volvía al Consejo, que disponía de
él según las necesidades cte la com unidad (2 ). Los curacas
ten ían su p a rte en das m ism as condiciones que los otros
ciudadanos; ¡pero se les daba un medio tu p u por concubina
que e sta b an au torizadas a g u ard ar. L as viudas recibían un
medio tupu.
P o r o tr a p a rte , una extensión de tie rra s, variable se­
g ú n las regiones, pero siem pre determ inada por la ley, e s­
ta b a reserv ad a p a ra el Inca, y o tra p a rte p a ra el Sol, es
d_eir p a ra les tem plos y el servicio del culto.
L as tie rra s del Sol e ra n cultivadas; en p rim er ¡lugar,
p o r todos los tra b a ja d o re s de la colectividad.
L as de las viudas, de les inválidos y de los soldados
q u e se en co n trab an en la g u e rra e ra n lab rad as y sem bra­
d a s en seguida.
U na vez ejecutadas estas m isiones sagradas, cada uno
podía ocuparse d e la porción que le había sido en tregad a;
p e ro los indios se ag ru p ab an p a ra tra b a ja r sus lotes ay u ­
dándose m utuam ente.
E n últim o lugar, cuando -todos los tra b a jo s estab an te r ­
m inados, se ocupaban de las tie rra s reservadas ol Inca y

(1 | MARCOS JIMENEZ DE LA ESPADA, Nota del volumen V do la


Biblioteca Hísp<nio-Ultramarina (Madrid. Ginee, p. 53), dice que
«I tupu o topo tenia 60 paso* d e laxye por 50 de «xtcke.
(2) Garcilaao, Kbre V, capitulo QL

— 60
al curaca. E ste trab ajo , que se hacía en común, estaba
acom pañado de can tes y de distribución de raciones de u na
bebida ferm en tad a llam ada dhicha* U na vez que cada cual
tenia la satisfacción de sa b e r q ue su s propias tie rra s e sta ­
ban bien sem bradas, colaboraba con g ra n alegría en el tr a ­
bajo colectivo dem andado por su Inca; así, todas las labo­
res que se realizaban en las tie rra s reservadas al Inca, to ­
m aban la fo rm a de verdaderas fiestas.
L as cosechas del Inca, en varias leguas a la redonda
del Cuzco, e ra n tra n sp o rta d a s a los g ra n e ro s de la capital
p a ra el consum o del rey y de su corte. L as de las regio­
nes m ás a p a rta d a s e ra n conservadas en alm acenes espe­
cialm ente construidos a este efecto y sabiam ente repartidos
por todo el Im perio. U na p a rte servía p a ra la m an u ten ­
ción de los funcionarios provinciales, o tra p a ra los ejérci­
tos en viaje, los cuales no podían pedir nada a las pobla­
ciones por cuyo te rrito rio atravesaban. E sto s ejércitos
debían vivir de las reserv as del rey. E n fin, en caso d e ca­
restía e r a todavía d e las reserv as del re y de donde se to­
m aba 'lo que hacía falta.
E l tra b a jo d e las tie rra s del Sol y del Inca constituía
el. trib u to principal q ue pagaba coda ciudadano. Del pro­
ducto de las tie rra s q ue le habían sido entregadas, no de­
bía n ad a ni al Inca ni a los tem plos, n i a los nobles. E stab a
o.*l:gack> tam bién al servicio m ilitar, el que com prendía
d^>s ocupaciones m uy diferentes paira l o ' que podía se r Da-
m ado: la d e soldado y la de p o rtad o r d e equipajes.
Todo ciudadano e sta b a obligado, adem ás, a fábrica»
arm as, vestidos y calzado p a ra el E stado. Los tra b a jo s cfcr
este género solicitados a cad a nación, estab an en relad & t
con los productos d e 3a región y la habilidad m anual de sus
habitantes. P o r ejem plo, los zapatos q ue e ra n fabricados

— 81 -
c „ n fib ras de agave, e ra n exigidos de las provincias en que
e s ta p lan ta crecía en abundancia. De igual modo, las la­
nas, ios arcos y las flechas e ra n pedidos a las provincias en
las que e ra fácil p ro cu rarse m aderas, m ien tras que a -las
naciones que vivían en Üas regiones m ás elevadas del alti­
plano, el Inca Jes pedía hondas de lana o tejidos y vesti­
dos. E n este últim o caso, el Inca daba la m ateria prim a;
porque, salvo algunas excepciones te le n d a s , todos los gá­
n a l o ; íe pertenecían, y guard ab a en depósitos especiales
inm ensas cantidades de 'lana de Uama, de vicuña, de alp a­
ca. Se Llevaba u na contabilidad m uy ex acta de lo qus ca­
d a nación debía dar. Em pleados especiales, los quipu-cama.
yací, an o tab an estes trib u to s ¡por medio de cordi-lillos con
nudos, e inspectores de im puestos e ra n enviados por el In ­
c a p a ra el control de éstos.

El in d o debía ejecu tar tam bién te d e s los trab ajo s de


utilidad pública que le eran encom endados, ta le s como la
conservación d e las ru tas, de los edificios públicos, de les
alm acenes, de los tem plos, etc. Cieza de León (1) dice
tam b ién que c a ia nación debía proporcionar periódicam en­
te cierto núm ero de vírgenes, las cuales e ra n r?n n rtid as en-
tr-> los tem plos del Sol, después que el Inca había elegido
algunas nuevas concubinas.
El oro, la p lata y tes piedras preciosas no eran busca­
dos sino cuando todas las o tra s ta re a s estaban term inados
y p a ra e v ita r que el indio estuviese ocioso. E stas m aterias
preciosas no ¡podían, por o tra p a rte , co n stitu ir jam ás u n a

Cl) S eg u n d a Parte de la C rónica del Perú. Edición Jiménez do la Es­


pada. p. 70.

~ 62 —
riqueza p a ra el indio, que no podía h acer de ella o tro uso^
que el de d arlas a los tem plos y a 2os Incas.
L as m ujeres hilaban p a ra el Inca la lana o el algodón
que les e ra en treg ad o por orden d e éste. C ada dos años
ellas recibían u na cantidad d e m ateria prim a suficiente pa­
ra p erm itirles ren o v ar sus vestidos, los de su m arido y de
sus hijos.
El pago del im puesto en productos fabricados e ra con­
siderado de im portancia fundam ental por los Incas. Cieza
de León cu en ta que, cuando un Inca hacía la conquista
de una provincia pobre a la que no e ra posible im poner, e i
pago de un trib u to d e cosas útiles, exigía la en tre g a de un
contingente de piojos vivos. E sta sin g u lar contribución
debía m an ten er e n tre los nuevos súbditos La preocupación
co nstan te de üa obligación hacia el rey. E ra un sím bolo de
vasallaje, de sum isión. Pero, al m ism o tiem po, el Inca en­
viaba a estos m iserables vestidos, víveres, semillas, útiles
e in stru cto res p a ra enseñarles a cu ltiv ar convenientem ente
la tie rra , a h ilar y a te je r la lana.

O tro principio de gobierno al cual los Incas daban una


im portancia esencial, consistía en e v ita r con cuidado q u e '
sus súbditas estuviesen ociosos d u ra n te largos períodos.
Los Incas recom endaban a sus gobernadores te n e r constan­
tem ente ocupados a su s adm inistrados, y si eü tra b a jo útil
faltab a, e ra preciso, en caso necesario, h acer tra n s p o rta r
piedras o tie rra s de u n sitio a otro.
Los Incas disponían de sus vasallas ab solutam ente co­
mo si se tra ta s e de un sim ple ganado. Si descubrían e n
sus E stados regiones fértiles, poco o nada habitadas, h a ­
cían tra n s p o rta r a ellas cierto núm ero de fam ilias de u na
región en que la población e ra densa. Al comienzo, se po­

— 63 —
n ía em peño en d a r a ios colonos asi trasplantados, tie rra s
situ a d a s en caimas sem ejantes al da su tie rra n atal; pero,
m ás tard e, hubo m encs escrúpulos, y m uchos valles cáli­
dos y m alsanos que estab an deshabitados fueron pobladas
de e sta m anera, con m ira a obtener u na m ay o r variedad
de productos vegetales. A lado dei m aíz y de la guhioct (1 ),
de las p a ta ta s y de la 00:1 (2) que le daban las tie rra s te m ­
plad as y frías de las regiones elevadas, el Inca recibía ají
(3) coca, fru ta s da los valles cálidos.
E l Inca em pleaba todavía este medio de trasplantación
do poblaciones p a ra dom inar a aquellas naciones en cu y a
leaütad no tenía confianza. F ijaba entonces grupos de fa­
m ilias de la nación rebelde, en medio de naciones suaves y
leales. E ra el procedim iento que empleó an tes C arlom ag-
n o p a ra so ju zg ar a los sajones.

Das fam ilias trasp lan tad as por u na u o tra razón lle­
vaban en el Im perio el nom bre de mitimaes; iban bajo la
dirección de un Inca encargado de organizarías, d e gober­
n a rla s y de ad o ctrin arlas
Cieza de León y H e rre ra d an igualm ente el nom bre
d e mitimaes a las guarniciones perm anentes que los Incas
establecían en cierto s puntos de las fro n te ra s d e su Im perio
p a ra protegerlo c o n tra las incursiones de Has naciones sal­
vajes; E sto s soldados co n stru ían fortalezas y se ocupa­
b a n de fab ricar arm as. P ero, en seguida, se los ocupaba
e n cultivas u o tro s trabajos. Los hom bres enviados a esas
fo rtalezas e ra n objeto de u na benevolencia especial p o r p ar-

(1) Chonopodiuin quiaoa.


(2) Oxalis tuberosa.
(3) Pimiento.

— 64 —
te del Inca, que les obbequl'aiba vestidos finos, ornam entos
cu plum as, brazaletes de oro y plata, y, según asegura H e­
rre ra , ( I ) herm osas m ujeres tom adas de las reservas pro-
vincialcs. E ste s guarnicionas estab an com andadas p o r un
#
E n el curso de un viaje a S an ta C ruz de la S ierra, en
Solivia, tuve ccamión de vis :a r las ruinas de una de esas
guarniciones de fro n teras, situ ad as a cerca d e dos leguas
d :• la pequeña aldea de S am aipata (2). L a fortaleza e stá
adm irablem ente situ ad a en lo alto de u na m ontaña, d e s ie
donde la vistJa ab arca m uy lejos sobre todas las vías d e ac­
cedo procedentes del país que ocupaban an tiguam ente tr i­
bus guaraníes. C erca de los trab ajo s m ilitares, queda, en
buen estado d e conservación, u n a v a sta instalación pana el
lavado de a re n a s auríferas. Un poco m ás lejos, h ay h ue­
llas circulares, que son todo lo que queda de las an tig u as
habitaciones cuya form a y dim ensión dem uestran que los
m itim aes enviadas a Sam apita, e ra n Collas del altiplano
boliviano que fab rican sus casas en form a de cilindro con
un cono en su p a rte superior.

JUSTICIA

La inexistencia dd derecho de propiedad de «la tierna,


la ausencia de plata amonedada, la igualdad general en la
pobreza. la inutilidad de las 'ambiciones particulares, el he­
cho de que la vida de cada cual se hallase estrictamente de-
ternvnada por eG nacimiento; la seguridad de la satisfac­
ción de las necesidades vitales; la monotonía y la regula-

() Década V, libro IV, capítulo VUL


(2) A cerca d® 300 km. do Cochabamba y ISO de Santa Cruz.

65 —
rid a d de la vida; las m edidas tom adas p a ra im pedir la ocio-
sid ad ; e n fin, la estrech a vigilancia ejercida por los decu­
riones . . . , suprim ían casi to d as las causas posibles de deli­
to, y, sin d u d a alguna, los pueblos del Im perio de los Incas
fu ero n los m ás disciplinados y los m ás virtuosos que h ay a
habido ja m á s sobre la tie rra ; pero virtuosos, es claro, a la
m a n e ra de los prisioneros que, estrech am en te vigilados, es­
tá n som etidos a reglas de vida estric ta s y fatales.
A p esar de e sta s consideraciones excepcionales, la ju s­
ticia e ra objeto de la especial atención de los Incas. Todos
los crím enes y delitos posibles habían sido exam inados por
el G ran Consejo d e Inca, con indicación de la s sanciones
correspondientes.. No había sido aún inventada en esta
época la psicología, y los jueces del Inca no tenian que in­
q u ie ta rse por las circunstancias aten u an tes o la lim itación
d e la responsabilidad del delincuente. U na vez probado el
delito, la sanción se im ponía con u n a fuerza inexorable, que
d eb ía e je rce r sobre las m asas ignorantes y sim plistas una
im presión profunda.
“ D ecían que dando licencia al juez — cuenta Garcila-
so— p a ra poder a rb itra r, dism inuían la m ajestad de la ley,
h e c h a p o r el rey, con acuerdo y p arecer de hom bres tan
g ra v e s y experim entados como los había en el Consejo; 5a
cu al esperiencia y gravedad faltab a en los jueces p articu ­
lares, y que e ra h a c e r venales los jueces y ab rirlas puerta
p a r a que, o p o r cohechos o p o r ruegos, pudiesen com prar­
les la ju s tid a , de donde nacería grandísim a confusión en
la república, porque cad a juez h a ría lo que quisiese y que
n o e ra razón q ue nadie se hiciese legislador, sino ejecutor
d e lo q u e m andaba la ley p o r rigurosa que fuese” (1).

(1) Garcilaao do la V«ya: "Comentarios Reales do los Incas*. Libro-


n, cap. xm.

— 66 —
Si el juez no podía g ra d u a r la pena, el legislador h a ­
bía establecido, sin em bargo, u na relación e n tre el crim en,
la situación do la víctim a y la del crim inal. L as rebelio­
nes co n tra la autoridad del Inca, eran consideradas como
sacrilegios y m erecían la m uerte, y a que la autoridad del
Inca era de origen divino. P o r o tra parte, un delito co­
m etido por un juez o un alto funcionario, e ra pasible de
una pona m ucho m ás severa que la correspondiente al m is­
mo delito com etido por un ciudadano cualquiera. Se vera
en ello una ofensa a la m ajestad del Sol y de su hijo el Inca,
cuya confianza había sido traicionada.
H abia una je ra rq u ía de jueces y la extensión de la ju ­
risdicción de cada uno estab a perfectam ente delim itada.
Los jueces inferiores cuya jurisdicción se extendía so­
b re un milenio, no entendían sino en los diferendos e n tre
p articu lares y los delitos de .poca im portancia. Los delitos
m ás graves, los diferendos e n tre ayllus o e n tre .provincias,
eran de reso rte de jueces superiores, y ciertas cuestiones
eran ¡privativam ente juzgadas por el V irrey o el Inca.
Toda causa debía se r juzgada en el térm ino de cinco
días. Toda sentencia e ra sin apelación y debía se r ejecu­
tada.
E n cada luna, ted as las sentencias ejecutadas eran tr a s ­
m itidas por vía jerárq u ica h a sta el V irrey, quien las hacía
llegar al Inca por medio de los quippus.

La pena m ás leve consistía en la aplicación de algunos


latigazos sobre las p iern as o so b re los brazos; s e la apli­
caba a los perezosos. U na pena frecuentem ente aplicad a
•consistía en exponer al culpable en público, con u n a pie­
d ra sobre la espalda. L a piedra era liviana y la pena e ra
m ás bien d e orden m oral- e ra -e l equivalente de u n a rep ri­

— 6f
m enda pública. E ste castigo e ra aplicado al que reincidía
e n la desobediencia a su jefe o en la pereza.
L a pena de m u erte se daba al que m ataba, si no podía
p ro b a r que se encontraba en caso de legítim a defensa. El
m arido que m ataba a su m u jer sorprendida en flageante
delito de adulterio, era absuelto. L a pena de m u erte era
aplicable al que se rebelaba co n tra la au to rid ad del Inca:
al que robaba un objeto perteneciente al Inca; a las “abor-
te r a s ” y a la m adre que ab o rtab a voluntariam ente; a los
reincidentes de desobediencia a sus caciques, a los reinci­
den tes im penitentes de m en tira; a 'los m itam aes que ab an ­
donaban p o r segunda vez La región donde la voluntad del
In c a los había establecido.
Los tra b a jo s forzados en las plantaciones de coca del
Inca, situ ad as en valles cálidos y m alsanos (yungas) e ra n
infligidos a los -ladrones y a ciertas categorías de crim ina­
les. L os caciques o los funcionarios q ue no llenaban con­
venientem ente sus funciones o que provocaban escándalos
p o r su conducta disoluta, e ra n destituidos.
E x istía responsabilidad colectiva para los servicios pú­
blicos; cada ayllu e ra colectivam ente responsable de la
probidad y d e la conducta de los hom bres que sum inistrab a
p a ra los tra b a jo s públicos, p a ra el tra n sp o rte de valijas,
la m anutención de los relevos a lo largo d e las ru ta s, etc.
E r a responsable tam bién de la buena ejecución del trab ajo .
E l principio d e la reparación en la m edida de lo posi­
ble in terv enía a m enudo en las sanciones. E l que incen­
d ia b a p o r imprudencia- la casa de su vecino, debía recons­
tru irla . E l que estropeaba a uno de sus sem ejantes, debía
tr a b a ja r pana la subsistencia de su víctim a, sin perjuicio
d e La aplicación de penas en relación con la- gravedad del
delito.
— 68 —
S s tenía en cu en ta si ei delito se había debido a un
accidente o h ab ía sido provocado intencional m en te.

Cieza de León (2a. p a rte de la Crónica del Perú) m en­


ciona una pena m uy cruel de la que no habla Garcilaso.
Dice que existía en el Cuzco u na prisión (sin duda una fo­
sa) en la que había bestias feroces tales como osos y ja ­
guares. E sta prisión llevaba el nom bre de Samkci-huasi o
Snmka-Cancha. Se m etía en ella a los individuos acusados
de rebelión co n tra la autoridad del Inca, y la creencia po­
p u lar afirm ab a que los inocentes eran respetados por las
rieras,, m ien tras que los culpables e ra n devorados.
Así, la justicia del Inca, excepcionalm ente severa por
la rigidez de sus sanciones y la rapidez de sus juicios, re ­
forzaba singularm ente el poder de la organización social.
La justicia del Inca eau verdaderam ente ciega; obraba a u ­
tom áticam ente, hiriendo m ás fu e rte a los grandes que a los
pequeñ.os; ten ía una serena indiferencia, esa fatalidad
inexorable de los poderes m isteriosos y lejanos cuya ley se
sufre sin com prenderla, con un respeto en que se mezcla
m ucho de te rro r. E ra, evidentem ente, un sistem a que con­
venía a un E stado cuyos reyes e ra n divinos y cuyas leyes
estaban directam ente inspiradas p o r el Dios-Sol.

LENGUA UNICA

L a ex trem a diversidad de lenguas de las num erosas


naciones que form aban el Im perio Incaico, constituyó un
obstáculo serio p a ra la buena adm inistración. L a m ayo r
parte de los cronistas españoles (Cieza de León, V alera, ci­
tado por Garcilaso, H e rre ra ) atribuyen al Inca Yupanqui,
décim o R ey Inca, hijo de V iracocha Inca, las ordenanzas

— 69 —
reíativ as a la adopción de la lengua del Cuzco como lengua
oficial p a ra todo el Im perio.
Los antiguos cronistas llam an a e sta lengua la “íengua
g e n e ra l” , y es conocida hoy d ia bajo el nom bre de 'lengua
quichua (1).
M aestros especiales fueron enviados ’a cada provincia
p a ra en señ ar allí la lengua general. E ran , dice el padre
V alera, Incas de privilegio (2). Se les daba a estos maes-.
tro s la habitación, la m esa, el servicio y sa les rodeaba de
m ucha consideración. Su cargo se tra sm itía de padres a
hijos. L as ordenanzas establecían que ningún cargo r.i dig­
nidad alguna se confiarían al que no hablase correctam en­
te la Isnguz general.
P osteriorm ente, estas ordenanzas fueron com pletadas
p o r p tra s que establecían que la p rim era lengua que era
preciso enseñar a todos los niños e ra la del Cuzco.
Lo que favoreció todavía ’J a propagación de la lengua,
fu é la obligación, p a ra los caciques y los nobles de las pro­
vincias conquistadas, de en v iar a sus hijos varones a 3a
c o rte del Inca, en el Cuzco. Recibían allá u n a educación
especial, y cuando re to m a b a n a sus hogares, constituían,
ju n to con los servidores que los habían acom pañado, ele­
m entos activos de propagación de la -lengua y de las cos-

(1) Fué llamada por la primora vez q u ich u a por Fray Domingo do
Santo Tomás, en su vocabulario publicado en Valladolid en 1560'
("Posición g eográfica de las tribus q u e form aban el Imperio de los
Incas", por Clemente R. Markham.— Boletín de la Real Sociedad
G eográfica d e Londres, .1871).
Los Quichuas formaban una nación constituida por seis ay-
llus quo vivían en la proximidad del Cuzco. Markham cree que-
b u lengua era la misma que la del Cuzco.
(2) Ver Cap. m.

— 70 —
•lum bres del Cuzco. E sta obligación del envió de hijos va­
rones a la capital del Im perio, fué establecida desde los co­
mienzos de la dinastía.
L a perseverancia en la escrupulosa aplicación de las
leyes tra jo el resultado deseado. C uando los españoles h i­
cieron la conquista del Im perio de los Incas, la lengua ge­
neral e ra hablada p o r los doce millones de súbditos de los
Incas, en u na extensión de m ás de 37 grados geográficos.
Varios dialectos habían caído en desuso, m ien tras que o tra s
lenguas p articu lares a naciones conquistadas e ra n conser­
vadas como lenguas fam iliares.
L a llegada de los E spañoles perm itió a naciones de unía
g ran vitalidad como los coyas (1) h a c e r rev iv ir su lengua
propia con detrim ento de la lengua gcr,i&ral; pero, a p esar
de algunos casos p a rtic u h re s, la lengua del Cuzco se h ab ía
generalizado tanto, que hoy mismo, si se exceptúa a los
aym aras, es hablada por casi todcs los indios del altiplano
en Boiivia y en el P erú.
E ste resultado es ta n to m ás so rprendente cuan to q ue
el 'antiguo Im perio de los Incas es el único, en el N uevo
Mundo, que lo h ay a alcanzado. E n Méjico, la D irección
G eneral de E stadística h a establecido que están todavía e n
uso actualm ente cu aren ta y ocho lenguas indígenas e n tre
los indios.

EL CORREO

H allándose ex trem ad am en te centralizada la adm inis­


tración ded Inca, e ra indispensable que en el Cuzco se estu ­

{!) A los que s e llama hoy los Aymaras.

— 71 —
viese al corrien te de todo lo que pasaba en el Im perio y
que las órdenes pudiesen im p artirse lo m ás rápidam ente
posible. P a ra satisfacer e sta s necesidades, la adm inist ili­
ción incaica había creade un servicio perm anente de co­
rre o s ,que llevaba el nom bre de chasquis. A lo largo de los
cam inos, de distancia en distancia, a cada media legua, di­
ce Cieza de León, a cada legua y m edia, dice H errera, h a­
bía un resguardo en el que se encontraban perm anente­
m en te dos o cu a tro jóvenes, según la im portancia de la vía
da com unicación. Los m ensajes, presentados bajo form a de
qu.ppus acom pañados de com unicados verbales, eran en­
treg ad o s a un prim er correo, el cual p a rtía y re c o m a la
distan cia que separaba su p unto de origen de la próxim a
po sta de correos, con la m ay o r velocidad posible. Allá en­
tre g a b a su m ensaje a o tro correo, y así sucesivam ente; el
m ensaje, pasaba de m ano en m ano y de boca en boca, has­
ta su destino. Los cronistas aseguran que el correo tra n s­
p e r tado por este procedim iento, por las rufos m ás acciden­
tadas, re c o rría una distancia de cincuenta leguas en 24 ho­
ras. El Inca recibía igualm ente p o r correo pescado fres­
co del m ar, pescado que tard a b a sólo u n poco m ás de dos
d ías piara g a n a r la enorm e distancia (m ás de 100 leguas),
que se p a ra el Cuzco de la costa.

Los caciques debían su m in istra r los corredores nece­


sa rio s p a ra el servicio de los trechos de cam ino que pa­
sab an sobre el te rrito rio ocupado p o r su nación. Los co­
rre d o res no pedían ab an d o n ar su puesto tan tes de la llegada
del relevo, sin in cu rrir en penas m uy severas. P a ra ia
tran sm isió n de los m ensajes verbales, estaban obligados a
g u a rd a r el m ay o r secreto.

— 72 —
POLITICA GUERRERA DE LOS INCAS. — ORGANIZACION
DEL EJERCITO.

L a organización del ejército e ra sem ejante a la ds la


nación. Los soldados estab an agrupados por decurias, vig­
ilias centurias, centurias, medios milenios y milenios. A la
cabeza de cada uno de estos grupos, había un oficial (ca-
mayoc) cuya im portancia, fijada según el núm ero del
hom bres que com andaba, se añadía a su título de oficia).
El Chunca-cimayoc com andaba a d.ez hom bres, el Pichca-
Chunoo>cam'iycc ccm andaU i a cincuenta, m ientras que los
PacJwc-camaycc y Huurcanca-camayoc ten ían respectiva­
m ente, bajo sus órdenes, una cen tu ria y un .T.ilsnio. H a­
bía, 'adem ás, un capitán p a ra cinco milenios; e ra e! Hzian-
apu ; y dos divisiones de cinco mil hom bres eran com anda­
das por un Apusquspay. El com andante en jefe era siem ­
p re un p arien te (tío, her.r.ano, hijo) del In ca rey o ci rey
mismo.

Todos les hom bres hábiles de la nación pertenecían al


ejército. E ra n ejercí lados en eí m anejo de las term as dos
o tre s veces por mes. El Inca hacía el llam am iento de sus
milicias a m edida d : las necesidades. G racias a la perfecta
contabilidad llevada en el Cuzco, sabia exactam ente de
cu án to s jóvenes y ejercitados g u errero s disponía en cada
provincia y podía, en consecuencia, toda vez que se propo­
nga h a c e r nuevas conquistes, fija r la participación de cad*’
aylSu en la constitución de sus ejércitos, sm irro g a r p er­
juicios a les tra b ajo s ordinarios de los cultivos. E ra in­
cum bencia d s las autoridades locales escoger e n tre sus ad ­
m inistrados, a los hom bres pedidos por el Inca. E stos hom ­
bres se dirigían bajo la conducción de sus decuriones, al si-

— 73 —
tío de reunión, en la época señalada por la au to rid ad su­
perior.

LAS ARMAS

L as a rm a s de que disponían los ejércitos de los Incas


e ra n v a ra d o s . El a rm a preferida e m la honda. Los in­
dios la m anejaban con m ucha habilidad, lanzando sus pie­
d ra s hacia el blanco fijado >a u na g ran distancia. C uando
e! enem go estaba atrincherado, los soldados del Inca la n ­
zaban piedras calentadas al blanco sobre los techos de pa-
jx de las casas v abrigos de sus adversarios, con objeto de
p ro v o car incendios.
El ejército del Inca hacía igualm ente uso de arcos y
d e flechas y de un a rm a llam ada ayllo, especie de lazo que
los so’dados utilizaban p a ra apoderarse de sus adversarios.
E n el com bate cuerpo a cuerpo, los indios em pleaban
1/a m aza (macana), la pica, dos tipos diferentes de h achas
de bronce, de los citiles uno, provisto de un m ango m uy
largo, se m anejaba con las dos m anos, y un arm a form ada
una cuerda term inada en v arias ram ificaciones al ex­
trem o de tes cuates se enco n tiu b an prendidos pedazos de
cobre. T enían tam bién rodalejas con puntas, de piedra o
de brr.nc* nue filaban al ex trem o de un bastón flexible.
T/*s ní'v's y tns flechas term in ab an en puntas de b ro n ­
co o de piedra tal5ida.
C iertos cronistas (H errera) hablan tam bién del aso d e
a n n a s defensivas tales como el broquel y u m especie de
tú n ica de tejido m uy grueso y m uy apretado, fabricado con
fib ras do ágave. Los grandes jefes llevaban tam bién cas­
co s de nieles de anim ales.
C ada com pañía tenía su bandera y su abanderado, y el

— 74 —
ejército en tero se ag ru p ab a bajo la bandera del Inca, la
cual llevaba los colores del a rc o iris.
G racias a los g randes cam inos y a los depósitos de ví­
veres, de vestidos y de a rm a s establecidos por la previsión
del Inca, de etap a en etap a, sus ejércitos recorrían el país
sin que ja m ás las poblaciones tuviesen que su frir por su
trán sito . El m om ento de las cam pañas era cuidadosam en­
te elegido por el Incu, de m anera que com portase el m íni­
m um de perturbaciones en los trab ajo s ordinarios de los
campos.
A ntes de com enzar la conquista de u na provincia nue­
va, les In cas consolidaban por sus instituciones y su adm i-
n istra c ón sus c o n q u isa s an terio ras y no pasaban adelan­
te, sino cuando estab an seguros de la lealtad de sus nuevos
súbditos. C ontaban tam bién T u ch o c :n la propaganda h e­
cha por esto s nuevos adm inistradores p ara convencer a las
p b b cio n es vecinas de su oodrrio y de las num erosas ven­
ta ja s qu? com portaba su tutela.
U na vez que la con »uist.i una provincia nueva h a ­
bía sido decidida por el Xnca y el Consejo de E stado, se
reunía un num eroso ejército ; pero, al m ism o tiem po, e3
Inca enviaba espL’S encargados de darse cuenta del poderío
del adversario. T ra ta b a de a sla r’o a éste, haciendo obse­
quios a los jefes de los n acim es v :c ‘n as que hubiesen po­
dido socorrerle. U na ve? que esíJ.ba com pletam ente in ­
form ado, enviaba a !o~> jef-rs d? los avllus que quería con­
qu istar, m ensajeros Incas que Its en treg ab an presentes y
se esfo r?rb ''ji en persuadirles d? 'a s v en tajas que encon-
tr a r ír n colocándose l""'- U tufce’a del Inca. E n caso de
duda, los m ensajeros debían h acer com prender tam bién a
los <rc?niV3 e x t r a ñ a o s oue toda resistencia sería ¡nútil,
q u e los ejércitos del Inca eran poderosos e invencibles, y

— 75 —
que no se desafiaba im punem ente la cólera del hijo d :l Sol.
M uchas naciones fueron conquistadas por este proce­
dim iento, al que se añadía el recuerdo del aplastam iento
sufrido por trib u s no dispuestas a en ajen ar voluntariam en­
te su independencia.
Si las proposiciones pacíficas eran rehusadas, el Inca
h acia o b ra r a sus ejércitos. Los jefes Incas estab an siem­
p re dispuestos, d u ran te el curso de 'la cam paña, a e n tra r
e n negociaciones de paz; -pero ellos no aceptaban sino la
adopción de sus propias proposiciones de paz. E n caso de
resisten cia sostenida, las c a m p iñ a s se volvían frecuente­
m en te m uy sa n g rie n ta s y la represión era a veces te rri­
ble. P ero, e n general, las pobl¿iciones que ocupaban el
altip lan o en tiem po de les Incas, no e ra n nacicnes m uy
belicosas, y aperéis velan u na superioridad dem asiado m a­
nifiesta en sus ene.nigos, rendían sus arm as y aceptaban
las exigencias del invasor.
Los soldados del Inca que pertenecían a Ja m ism a ra ra
no m o strab an , p e r o tra p arte, m ejores cualidades g u a rre ­
ras, a p esar da la disciplina y ei orden que rosnaban en su
ejército. Toda vez que 'estes soldados se encentraron con
naciones verdaderam ente g u erreras, tales como las tribus
g u aran íes de los llanos y bosques que flanqueaban al este
e! pie de les co n trafu ertes d^ los Andes, o l?s trib u s de
A rau can o s al Sud, fueron batidos o puestos en fuga.
• W +
A penas un>a provincia nueva estab a som e'fct: a ¡a do­
m inación d e los Incas, éstos enviaban funcionarios en ca r­
gad o s de o rg an izar la población según el sistem a usual en
to d o el Im perio. O tros func onarios debían inquirir el es­
ta d o d? la ag ricu ltu ra, de la crianza de ganados, de los ca­
m inos, etc., y se ponía inm ediato rem edio a las deficien-

— 76
cías com probadas. E l Inca enviaba especialistas p a ra e n ­
s e ñ a r los m ejores procedim ientos de cultivo. H acía ilevar
sem illas, utensilios, lana p a ra hacer vestidos. Procedía v er­
daderam ente con sagacidad, porque consolidaba y extendía
su poderío, preparándose nuevas e im portantes fuentes de
ren ta.

P o r medio de prudencia, el Inca enviaba a cada te rri­


to rio recién conquistado una guarnición, que era m anteni­
da -allá h asta que La asim ilación de los nueves ayllus al Im ­
perio fuese com pleta. Los jefes de las naciones conquista­
das e ra n conservados a la cabeza de sus ayllus y sus hijos
e ra n enviados a escuelas especiales del Cuzco, donde su p re ­
sencia constituía u na prenda de lealtad de su padre.

O tra prueba de lealtad consistía en re te n er las-im áge­


nes de los dioses de las trib u s conquistadas, im ágenes que
e ra n tran sp o rtad as con g ra n pom pa al Cuzco. C ada trib u
proveía a las necesidades del culto de sus dioses p articu ­
lares em igrados al Cuzco. E ra ciertam ente política m uy
hábil la de g u a rd a r .así los dioses y los hijos denlos jefes de
las naciones som etidas, rodeándoles de respeto y de consi­
deración.
C uando la nueva adquisición no había podido hacerse
pacíficam ente y los ejércitos habían tenido que conquistar
la provincia p o r la fuerza, el jefe de. los ejércitqs incaicos
victoriosos llevaba consigo al Cuzco los trofeos de sus vic­
to r ia s , así como prisioneros escogidos e n tre los enem igos
de ran g o m ás encum brado. E n u na cerem onia pública, esos
trofeos eran aro jados al-pié. d e l.trono del Inca, y a Jos pri­
sio n e ro s se los extendía con La c a ra contra la tie rra . E l In ­
ca pisoteaba las trofeos y pasaba por encim a de los cuer­

— 77 —
pos de los prisioneros, estableciendo así su derecho de se­
ñ o r feudal (1) obtenido por la fuerza de las arm as.
B atanzos (2) recuerda esta costum bre a propósito' d a ­
la g u e rra que sostuvo el joven Inca Yupanqui c c n tra el po­
deroso señor de los C hances, Uscovilca a quien venció y
m ató.
L as conquistas de los Inc3s fueron proseguidas p o r
e ta p a s sucesivas, con un m étodo -admirable. C ada Inca
consolidaba el tra b a jo de su predecesor y p rep arab a nue­
vas adquisiciones. Según las tradiciones, el reino fué fu n ­
dado e n el siglo X I de n u estra era. A la m u erte de M anco
Capac, p rim er Inca, no se extendía a m ás de 20 leguas a l­
rededor del Cuzco. M anco C apac dió a sus hijas los p rin ­
cipios de conquista que siguieron en lo sucesivo todos los
Incas.
B ajo el reinado del duodécimo Inca, H uayna Capac,
e l Im perio llega al apogeo de su poderío. C uando m uere
este m onarca, la g u e rra civil estalla e n tre dos dé su s hijo:;,
H u áscar, heredero legítimo, y A tahuallpa, hijo b astard o de
H u ay n a C apac y de la hija del antiguo R ey de Quito. L o s
conquistadores españoles llegan al P erú en ese m om ento.

(1) "Suxcrain", on ©1 original. (N. del T.).


(2) Betcmzos, Juan de.— "Sum a y narrcrción ds I0 3 : Incas'’?.
CAPITULO III.

El Inca Rey. — Su Educación. — Su Divinización..


E n la jerarq u ía social del Tuwantinsuyu, el em perador,
que ocupaba la cima, era divino. El prim er rey, Manco
Capac, y su m u jer y h erm an a Murria Ocllo, eran, según las
creencias peruanas, los hijcs legítim os del Dios Sol y de la
L una, m u jer y herm an a del Sel.
Se llam aba al R ey Capa Inca, lo que significa el señor
único, e íntip Churm o hijo dei Sol. El nom bre del Inca
e ra igualm ente dado a todos los descendientes varones de
san g re real.
E stes, en v irtu d de -las costum bres de poligam ia de los
m onarcas peruanos, constituían u na clase social m uy n u ­
m erosa, que o ra som etida a una educación esm erada, y
ei»i en e sta clase donde el rey reclutaba todos los altos fu n ­
cionarios necesarios a su gobierno.
Los nobles Incas se diferenciaban e n tre sí por su as­
cendencia; cada linaje llevaba el nom bre del re¿, c re a d o r
del tronco.
G arciíaso pretende que había o tr a categoría d e Incas,
a quienes llam a los Incas del privilegio; e ra n los descen­
dientes de los prim eros súbditos reunidos en el Cuzco p o r
los prim eros reyes Manco C apac y M am a OcL'o, los cuales
fueron ennoblecidos a la m u erte del fundador d-e la d i­
nastía.
U na segunda nobleza estab a constituida por los Aman­
tas: e ra n los a rtis ta s y 'los letrados, establecidos ta j o fo r­
m a de corporaciones en el Cuzco y en algunas localidades
im p o rtan tes; había plateros y joyeros que fabricaban ído-

— 79
los, ornam entos, objetes de cuito p a ra los tem plos; vajilla
de oro y de plata, joyas, etc., p a ra los Incas; había alfare­
ros y p intores que hicieron y decoraron esos vasos cuya li­
nea y originalidad de dibujo sorprenden al a rtis ta de hoy;
fundidores que fabricaban instrum entos de bronce, etc.
Los contadores del Im perio, les conservadores de las
tradiciones, los trovadores que can tab an las hazañas de .los
Incas, los ingenieros que construían los canales de irrig a ­
ción, los jardines con terraza, las ru tas, etc., form aban ta m ­
bién p a rte de los Amantas.
L as especialidades de los 'am autas se trasm itían de p a­
d re a hijo, y su habilidad se aguza'ca así en los descen­
dientes p o r herencia y por influjo del medio en el que ca ­
da a r t ig a ¿e form aba desde su m ás tie rn a edad.
El Inca rey tenía por m u jer legítim a a su h erm an a de
padre y m adre; era la Coya o reina, venerada casi al igual
que el rey. Se la llam aba tam bién la Mamanchic, lo que
significa. en lengua de! Cuzco, n u e stra m adre.
L a costum bre de que el Inca se casase con su h e n n a n a
legitim a, rem onta a la creación de la dinastía de los Incas;
d em u estra cuán grande e ra la preocupación de g u a rd a r li­
b re de toda mezcla; la san g re real.
A p arte de la coya, el Inca poseía num erosas concubi­
n as; las de san g re re a l llevaban el nom bre d e pallas, las
o tra s se llam aban Mamacunas. El núm ero de estas concu­
binas v ariaba m ucho según el m onarca; alcanzaba a veces
a algunas centenas, y ciertos au to res hablan h a sta de varios
m illares.
A falt-a de un heredero legítim o del trono, el m ay o r de
los hijos del Inca, descendiente de u na concubina de san ­
a r e real, ten ía derecho a sucederle.
Los jefes de las naciones som etidas seguían, p ara su

— 8Q —
sucesión, las tradiciones de su pueblo, ligeram ente modifi­
cadas a veces por instrucciones del Inca.
L a educación del heredero del tro n o y de los jóvenes
In cas e ra objeto de p articu lares cuidados. C ada padre, ay u ­
dado por los parientes, se ocupaba de la form ación de sus
hijos; el h eredero del tro n o era educado por sus tíos. Ade­
m ás, sacerdotes de san g re real iniciaban a los jóvenes nobles
en las sutilezas de la religión y en el cerem onial del culto y
de las fiestas. L a enseñanza era realizada en vista de p ru e­
bas públicas que ten ían lu g ar en el Cuzco, cad a año o cada
dos años, y que conducían a la consagración de la virilidad
y al derecho, p a ra les neófitos, de llevar a rm a s y de llenar
funciones públicas. L as p ruebas dur:h?.n de una luna a
o tra y e ra n m uy severas. V am os a describirlas con algu­
nos detalles, ateniéndonos a Garcilaso.
El conjunto de las pruebas y de las cerem onias y fies­
ta s que se sucedían a aquéllas, llevaba el nom bre de Hua­
raca, cuya raíz es hitara, palab ra que designa cinturón,
símbolo de virilidad, que los jóvenes nobles ten ían derecho
de u sa r si salían vencedores de las diferentes pruebas a que
e ra n som etidos y que daba, adem ás del derecho de ccu p ar
funciones en el ejército o en la adm inistración, el de to m ar
m ujer.
Los candidatos debían ten er la edad m ínim a de 16
años. L a p rim era prueba consistía en un ayuno severo;
d u ra n te seis días no se daban a 'los neófitos sino algunos
puñados de m aíz crudo y un poco de agua pura.
E l padre, los herm anos y los parientes m ás próxim os
de los neófitos, estaban, d u ra n te el m ism o período de tiem ­
po, igualm ente som etidos al ayuno, pero con m enos rigor.
E s ta costum bre reforzaba la estre c h a solidaridad que exis­
tía y a e n tre los candidatos y sus parientes, por el hecho de

— 81
q u e éstos habían sido sus profesores e iniciadores.
E sta prim era prueba era elim inatoria; el joven que
m o strab a debilidad en la resistencia a! ham bre o a la sed
y que, no pudiendo resistir más, pedía un poco de alim en­
tación, e r a im placablem ente eliminado.
El séptim o día el ayuno esiaba term inado y se proce­
día a la prueba de la c a rre ra a pié. Los jóvenes aspirantes
p a rtía n de la colina sag rad a de Hwmacauri y corrían h as­
ta la fortaleza de ia ciudad, d istan te una legua y media. El
vencedor de la prueba era proclam ado capitán de todos sus
com pañeros.
L as pruebas siguientes consistían en el m anejo de las
•armas: el lanzam iento de piedra por medio de la honda,
de flechas por medio del arco, el lanzam iento de una aza­
gaya, (1 ), después el empleo de Ja lanza, de la m aza, etc.
Se hacía com batir a los candidatosr unos contra otros,1 con
a rm a s o sin ellas, escogiéndolos en tre los que tenían m ás o
m enos la m ism a edad y Ja m ism a fuerza. Se los dividía
en dos campos, uno de les cuales debía defender una fo rta ­
leza y el otro atacarla, Juego, en una prueba siguiente, los
asaltan tes se convertían en defensores y recíprocam ente; y
se juzgaban así las aptitudes de los jóvenes nobles t? n to en
el ataq u e como en la defensa. Se colocaba a les neófitos
de centinelas d u ra n te varias ñochas, y si los exam inadores,
al h acer su ronda, los sorprendían dorm idos, eran :gnomá-
niosam ente devueltos a sus parientes, “porque, decía un
precepto, aquel que no tiene fuerza p a ra velar p o r sus com ­
pañeros d u ran te la noche, no puede te n e r la pretensión de
se r recibido e n tre los soldados” .
L a prueba de resistencia al sufrim iento consistía en
ceñ ir los brazos y las piernas de los neófitos por medio d e
correhuelas que les hacían sa lta r la san g re bajo sus lati­

(1) Pequoño dardo arrojadizo. "JAVELOT", on el original. (N. d d T.).


— 82 —
gazos. Si exteriorizaban su dolor por liantes o gritos, si
tra ta b a n de esquivar los latigazos, se les ap artab a dicien­
do que, si no resistían a heridas superficiales, menos po­
d rían so p o rta r las herm as profundas que estaban expuestos
a recibir en la g u erra.
El asp iran te debía co n serv ar la m ism a tranquilidad en
u na p ru e b a yiguient?, en el curso de la cual un guerrero
experim entado hacia en torno dei ro stro y del cuerpo del
paciente, hábiles pases ele arm as.
Si el arm a am enazaba su rostro, era preciso que el p a­
ciente no cerrase les ojos; si am enazaba sus piernas, no
debía plegarías. N ingún estrem ecim iento debía re c o rre r su
cuerpo; la im pasibilidad m ás absoluta debía se r su re s ­
puesta a las am enazas cId los pases de arm as.
F u e ra de las habilidades de la carrera, de la lucha del
m anejo de las arm as, fu era de ias pruebas de valor, de san­
g re fría y de resistencia a! dolor, al ham bre y a la sed, les
exam inadores se daban cuenta de los conocim ientos p rácti­
cos y de las habilidades m anuales de los jóvenes nobles. E s­
tos debían sa b er fa b ric a r arcos y flechas, hondas, picas y
lanzas cen p u n tas endurecidas al fuego, broqueles, etc., a r ­
m as to d as que no exigen la ayuda del fundidor en bronce.
D ebía tam bién sab er fab ricarse sandalias (usutas) p o r m e­
dio de un pedazo de cuero de llam a o con fibras trenzadas.
D u ra n te los 28 días que duraban todas estas pruebas,
algunas h o ras e ra n consagradas cada día a conferencias
dadas por Incas sabios y experim entades, escogidos con el
m ay o r cuidado. E stas conferencias se referían a la histo­
ria de los reyes incas, a los g randes hechos de la dinastía,
a la religión y fa las creencias, a los deberes de los guerre­
ros p a ra con sus com pañeros de arm as y tam bién para con
su s enemigos. Todas estas conferencias estaban impreg-

— 83 —
nada^ da ia idea de que los Incas pertenecían a una raza
de esencia divina que tenia una misión superior que cum ­
p lir: Ja de g o b ern ar y a se g u ra r Ja felicidad de los pueblos
sobre la tie rra .
C uando todas las pruebas del h u aracu habían term i­
nado, los jóvenes nobles que habían tom ado p a rte en ellas
con éxito, eran llevados a presencia del Inca rey en medio
de una im ponente cerem onia. El rey los recibía Ente toda
su co rte reunida y los felicitaba; después, de uno en uno,
los neófitos venían a arro d illarse a n te él. Con pequeños
alfileres de c.o, el rey p erfo rab a el lóbulo de las orejas de
los jóvenes nobles, dejando el instrum ento en Ja a b e rtu ra
p ra c tie -d a , de m in o ra que, por tracciones repetidas en lo
sucesivo, la a b e rtu ra se ag ran d ab a poco a poco, h asta per­
m itir que se alejase en ella una joya de un diám etro de
cerca de diez centím etros (1 ). El derecho de alarg arse el
lóbulo de l3s o r e j’s y de ten er en é] un zarcillo estaba cui­
dadosam ente reglam entado. E ste derecho pertenecía ex:
elusivam ente a los nobles (2 ); pero m ás tarde, en recom ­

(1) Juan de Boianzos presenta esta cerem onia de otra m anera. ‘Las
orejas dol neófito —dice— oran perforadas cuando éste se encon­
tra b a en un estado de em briaguez com pleta".
Los esp añ o les designaron a los nobles Incas con el nombre
do orejones, a cau sa do la dim ensión excesiva dol lóbulo do sus
o rejas y del tam año do las joyas que en ellas se encontraban en­
g a sta d a s. Estas joyas tenían la dimensión de una n aran ja, dice
uno de los cronistas do la época.
(2) M. van den Broeck, ol distinguido japonista que h a coleccionado
un núm ero considerable do representaciones plásticas e iconográ­
ficas de los dioses japoneses de la felicidad, de origen chino on
algunos de su s olomontos, h a llam ado mi atención sobre ol hecho
do que el lóbulo de la s orejas de estos dioses, está siem pre exa­
g erad am en te desarrollado y que so trata do u n a característica
m arcadam ente intencional, porque, cuando otros personajes acom ­

— 84 —
pensa de grandes servicios prestados o de una lealtad a to ­
da prueba, cierras naciones estuvieren autorizadas p a ra p er­
fo rarse las orejas e in tro d u cir en las a b e rtu ra s, no u na jo ­
y a sino objetes sin valor, tales como un pedazo de to to ra
(3) o un hila de lana d¿ color. La dim ensión de la a b e r­
tu r a no podía ser jam ás superior a ¿a m itad de la que es­
ta b a en uso e n tre los nobles. E ra un privilegio m uy ap re­
ciado por las naciones vasallas.
C uando el re y había perforado las o rejas de un neó­
fito, éáte besaba las m anes del soberano, después se di­
rig ía hacia un segundo Inca, tío o herm ano del rey, quien
le quitaba sus sandalias de p aja y las reem plazaba p e r za­
p ato s de lana de alpaca o de vicuña finam ente trenzadas.
El novicio e n tra b a entonces en una sala donde lo esperaban
unes viejos. E stos lo desvestían y le atab an alrededor de
los riñones ei cinturón de virilidad, el huara. E ra u na pieza
de telíi con tre s puntas; las dos prim eras, prolongadas por
cordones, estaban a ta d a s alrededor de los riñones, m ientras
que la tercera, recogida de adelante a trá s pasando e n tre las
piernas, venía a fijarse a las o tra s dos.
Los jóvenes vestían herm osos trajes. Se ponía sobre
la frei>te del principe reai una banda de tela de color a m a ­
rillo que iba de u na sien a o tra y que estaba fabricada de
un fino tejido de vicuña, y se le daba el champí, especie de
cetro que hacia oficialm ente de él el heredero del trono.
A tedos se les colocaban so b re ia cabeza ram os e n tre -

p a ñ a n a ostos dioses, el artista les da orejas normales.


Pudicndo considerarse como establecido el origen asiático do
los Incas, no deja de sor interesante su b ra y a r que ©1 privilegio
que se h ab ían reservado los Incas es, en A sia, un privilegio do
los dioses.
(3) Especie de caña.

— 85 —
lazados de flores de caniur o cantuta (1) y de chihuayhua.
(2 ), dos p lan tas sag rad as que no podian servir m ás que
p a ra o rn a r cabezas de san g re real. Se anadian a ello ho­
ja s de p lan tas vivaces cuyo v erd o r perm anente constituía
u n sím bolo de la aspiración que debían ten er los jóvenes de
co n serv ar h a sta la vejez esa virilidad que festejaban (3).
U na vez term in ad as las cerem onias, la fiesta continuaba
con festines seguidos de interm inables libaciones y danzas.
C onsagrada la educación del heredero del trono, asi
como la de los jóvenes nobles, en el curso de pruebas del
huaracu, era com pletada en seguida por viajes y expedi­
ciones m ilitares. C uando llegaba el m om ento de suceder
a su padre, el joven m onarca estaba preparado p a ra dirigir
con sabiduría los negocios del Estado. P o r o tra parte, no
o b rab a sin to m a r la opinión de su Consejo de E stado, com­
puesto de su s tios y de o tro s Incas reconocidos por su sabi­
d u ría y por su experiencia.
E l In ca estab a rodeado de un profundo respeto. N a­
die. cualquiera que fuese su rango, podía aproxim ársele
p o r p rim e ra vez si no era con los pies descalzos y con una
ca rg a sobre el hom bro, en signo de sum isión y de obedien­
cia (4). V iajaba en una lite ra de g ran riqueza, cubierta
de p ed rerías y de placas de oro adm irablem ente labradas.

(!) Esta p lan ta croco en ol altiplano. Las flores, tubulares, rojas vio­
letas o am arillas, están ag ru p a d a s en racimos.
(2) Do color am arillo y som ejanto al clavo],
(3) Betanzos h a b la tam bién de u n a prom esa solem ne hecha por los
neófitos y de golpes violentos que los padrinos les ap licab an con
ho n d a sobro los brazos y las piornas p ara quo so "acordasen".
P. 96, vol. V. edición de J. de la E spada.
(4) C ieza de León.

— 86 —
T apicerías de un tejido m uy fino lo escondían ¿iberam en te
a los ojos de la m ultitud, m ientras que pequeñas a b e rtu ra s
le perm itían ver todo lo que sucedía en torno suyo. L a
lite ra e ra conducida por grandes señores, asegura Cieza
da León (1 ), por naciones de R ucana y H atu n ru can a ele­
gidas en m érito a su fuerza, su falla igual y la suavidad de
su m archa, declara Garciíaso. E stos hom bres habrían sido
am aestrad os desde su infancia en ese tra b a jo especial, y
las naciones a que pertenecían no pagaban o tro 'tributo que
el de su m in istra r estos porteadores. H om bres de arm as y
num erosos nobles acom pañaban al rey, a pie. C antores y
m úsicos co rtab an la m onotonía del viaje interesando al m o­
narca con sus narraciones y sus melodías.
C ada nación sobre cuyo te rrito rio debía p asar la lite­
ra real, estaba prevenida de m an era que el curaca o jefe
tenga tiempo de h acer q u ita r las piedras del camino y de
h a c e r nivelar las depresiones causadas por las últim as llu­
vias. Además, debía designar grupos de porteadores en­
cargados de tra n s p o rta r los equipajes del Inca y de su co­
m itiva en el te rrito rio som etido a su autoridad.
P o r doquiera los h ab itan tes de las regiones a trav esa­
das venían a p ro stern arse a n te la litera del Inca, y si éste
se dignaba m ostrarse, la m u ltitu d m anifestaba su alegría
por largas aclam aciones.
El Inca tenia los cabellos m uy brevem ente cortados (2 );
llevaba, a rro llad a cu atro o cinco veces alrededor de la ca­
beza, una tren za del grosor del meñique, de lana m uy fina
y m ulticolor. E sta insignia de su dignidad se llam aba
llautu. Ad£más, llevaba sobre la fre n te una banda de tela

(1) "Crónica del Perú' 5* parte. Edición Jimónoz de la E spada p. 77.


(2) Los cabellos eran corlados por medio do una n av aja do silc<.
(G arciíaso, libro VI, cap. XXVIII).

— 87 —
ro ja que se a ta b a de cada lado sobre la sien y en el Ucrntu
se fijaban dos plum as do un pájaro 'llamado kasquenque,
del que no existía sino una pareja, ai decir de las tradicio­
nes, conservada con un cuidado religioso en un vallo ce­
rra d o por to ia s partes, situado al n o rte del Cuzco. Lleva­
b a igualm ente, como todos los nobles, grandes joyas en ­
g a sta d a s e-n el -óiubo do la oreja. Los vestidos dol Inca,
igual que sus zapa:cs, eran fabricados por las vírgenes con­
sa g ra d a s ai Sol, con tejidos de lana de vicuña y de alpaca,
teñ id o s de diversos colores y ornados de m uy bollos dibu­
jos. E o la ta n realzados por piedras preciosas y ornam entos
de oro. U na ley del Inca P achacutec establecía que sola­
m e n te los Incas y los príncipes de san g re real pcdÍ3n us&r
adornos de oro- o de plata, piedras preciosas, plum as de
p á ja ro s de colores v a ra d a s y vestidos de lana do vicuña. (1)
E l Inca vivía con sus parientes en palacios do una a r­
q u ite c tu ra sencilla, poro cuyas paredes estaban in terio r­
m e n te cu b iertas de finos tapices y ornam entes de oro y d e
p lata. H abía nichos dor. h s : colocaban idolilícs do m e‘.‘ 1
precioso y objetos de cerám ica. Sobre los tapices do los
m u ro s había reproducciones de tam año natural, en oro, d e
■lagartos, serpientes, insectos, etc. L a v a j lía y todos Ies
objetos d e uso corriendo do! Inca eran fabricados con oro
o p lata. Los num erosos servidores eran sum inistrados p o r
las naciones vecinos del Cuzco. N o estaban a rré a la des al
palacio y no tra b a ja n sino algunos sem anas p e r año, si­
guiendo un tu m o establecido por los curacas. E stos e sta ­
b an obligados a iniciar previam ente a sus adm inistrados en
tra b a jo q ue debían ejecu tar en palacio. Los jefes de se r-
victo e ra n nobles y conservaban sus funciones.

(1) G arcü ao o, libro VL cap . XXXV.

— 88 —
Los Incas poseían una lengua p artic u la r que hablaban
e n tre si y que estaba prohibida, bajo penas excesivam ente
severas, a los nobles no Incas y al pueblo, los cuales no de­
bían ni in te n ta r aprenderla. E sta lengua se ha perdido,
desgraciadam ente, y es una pérdida c o n s id e ra re p a ra la his­
toria, poi*que h ab ría perm itido reen co n trar e! país de o ri­
gen de les soberanos Incas.
C uando un jefe m oría, cierto núm ero de sus m ujeres
v de su s servidores se daban la m u erte o se la hacían dar.
Pensaban que podrían así acom pañar al Inca a la o tra vi­
da y co n tin u ar prestándole sus servicies.
C iertos cronistas afirm an que el núm ero de h s p er­
sonas que se daban así voluntariam ente la m uerte, alcan­
zaba a varios m illares cada día.
P o r le d o el país s? organizaban cada día, m ientras
d u rab a un m es lunar’, después cada quince días durante un
año, reuniones públicas consagradas a clam orosas lam en­
taciones.
L as visceras del Inca e ra n a rran cad as y en cerrad as en
el tem plo del Sol de Tam pu, situado a cinco (teguas del
Cuzco. E l cuerpo e ra em balsam ado y conservado en el
g ra n tem plo del Sol del Cuzco. Los cuerpos de todos los
reyes se alineaban allá, en cuclillas, sobre pequeños asientos
de oro, vestidos con tra je s especiales y con la cabeza cu­
b ie rta por el llautu.
Todos los consejeros, todos los jefes de linaje inca se
reunían en u na asam blea solem ne y exam inaban la vida y
las o b ra s del difunto. Se llam aba a los quippucarnayocs,
cronistas del reino, quienes, con ayuda de los quippus, re ­
cordaban todo lo que había pasado d u ra n te el reinado que
te rm in a b a S e decidía, en seguida lo que, de esos hechos,
debía p a sa r a la tradición, y Jos hecraveeos, poetas-m úsicos,

— 89 —
especie de trovadores oficiales, esce.ban encargados da com­
poner cantos p a ra reco rd ar a las generaciones fu tu ra s los
g ran d es hechos del rey difunto. E stos cantos e ra n ejecu­
tados en fisstas determ inadas que se efectuaban cada año;
se las ejecutaba tam bién con ocasión de la fiesta que re ­
m a ta b a las pruebas del huaracu, asunto de qua nos hem os
ocupado largam ente antes, con ocasión del coronam iento
do un nuevo Inca.

Los tesoros dsl Inca difunto eran conservados en uno


de sus paíacics; no pasaban a su sucesor, quien debía acu­
m ular, a su vez, nuevas r.quezas. L as m om ias de los re ­
yes difuntos, rodeadas de todos los tesoros que Jes habían
pertenecido, eran expuestas a Ja adm iración de! pueblo du­
ra n te una fies-a que se efectuaba cada año. E n el curso
d e la fiesta, el g ran sacerdote pedía a los jefes de los sa ­
cerdotes que estab an adjuntos al servicio de cada u na de
las m om ias reales, p re g u n ta r a éstas, por medio :1a sacrifi­
cios de llam as y alpacas realizados con g ra n pompa, sobre
los acontecim ientos fu tu ro s que interesaban al Im perio o
sobre el éxito de las em presas del Inca reinante. L as mo­
m ias cuyos oráculos se realizaban con m ayor frecuencia e ra n
en adelante veneradas y el Inca rein an te les hacía suntuo­
sos presentes que venían a in crem en tar su tesoro.

El día de La fiesta, el Inca ofrecía, por o tra parte, a


to d as las momias, an tes de los sacrificios, presentes propi­
ciatorios que llevaban ei nom bre de czpaccocha. (1).

(1) Cieza de León, S egunda Parte de la C rónica del Perú, edición M.


Jiménez de la E spada, p. 114."
El m arqués de C añete, uno de los prim eros goberna-
d c r:s del P erú, hizo confiscar y tra n sp o rta r a Lim a las
m om ias de los Incas. El clim a cálido y húm edo de capi­
tal peruana no ha perm itido la conservación de esas reli­
quias h a sta n uestros dias.
CA PITU LO IV.

Las Ideas Religiosas. — El Dios Sol. —

Pachacama.

. L a religión oficial del Imperio de les Incas tenia p o r


c e n tro ei culto del Sol, lo que explica fácilm ente por qué h a
vivido d u ra n te algún tiem po so b re el altiplano. Allá, m ás
que en -parte alguna, €-1 sol se m u estra como elem ento esen­
cial a to d a vida. L a atm ósfera es de una pureza e x tra ­
o rd in a ria : a menudo, d u ra n te meses, (1), el m aravilloso
azu l no es m anchado por la m ás pequeña nubecilla. Las
noches son frías, y el altiplano visto en la noche es de una
triste z a inaudita en su m enotonia; por el contrario, una vez
q u e el Sol aparece p o r la m añana, la naturaleza se tra n sfo r­
m a y el indio, tiritando, se expone a los rayos calientes y
bienhechores a n te s de ponerse al ‘trabajo.
E l sol era p a ra el indio la divinidad bienhechora y fa ­
m iliar, aquélla cuyos beneficios veía y podia apreciar, y
q u e e r a directam ente, según sus creencias, el p ad re de sus
reyes. P ero a trib u ía poderes a m uchos otros dioses, sea
q u e las venerase él mismo, sea que respetase los de los
pueblos vecinos. Sin em bargo, tenia la noción de un po­
d e r su p erio r al sol y a todos los o tro s dioses, poder al que
lla m a b a Pachacama y a quien a!tribuía la creación del m un­
do. G arcilaso (2) da Da explicación siguiente de esta pa­
la b ra : “E s u n com puesto de Pacha, que significa el Mundo,

(1) En invierno.
(2) C om entarios Reales de los Incas, Ub. X, cap. IL

— 92 —
el universo y de cama9 que quiere decir alm a: Pachacam a,
es, pues, ei que anim a el mundo, o m ejor: “ Aquel que es
con r&íacicn ai Universo lo que el alma es al cuerpo".
Ei nom bre da Pachacama era pronunciada siem pre con
la m anifes ación del m ás profundo respeto, y, en general,
el Ind.o evitaba pronunciarlo. P ero si se veia obligado a
hacerlo, levantaba inm ediatam ente las m anos abiertas z la
a ltu ra de los hom bros, levantaba los ojos al cielo, después
los dirigía hacia la tie rra inclinando tam bién todo el cuerpo
y dando besos al aire.
P achacam a es a veces designado bajo el nom bre de
H uiracccha. No se le ofrecían sacrificios solemnes sino en
el único tem plo que le estaba consagrado y cuyas ruinas se
en cu en tran la algunas leguas a! sud de la ciudad de Lima, en
el valle de L urin; y, sin em bargo, su pensam iento estaba
constantem ente presente en el espíritu de todos los indios.
E n medio camino, cuando llegaban a la cim a de una
cuesta, depositaban su carga, tom aban una actitud de ado­
ración y pronunciaban varias veces la palabra Apichecta,
lo que es un agradecim iento al Pachacam ac qué les ha d a­
do la fuerza necesaria p ara llegar a la cima. Además, a rro ­
jaban -al viento alg u n as pestañas o algunos cabellos que
se a rra n c a b an o bien se quitaban de la boca la m ascadura
de coca y la echaban al suelo, o todavía tiraban sobre un
m ontón una piedra que ‘h abían traíd o desde la base de la
m ontaña. E sta costum bre, h a sido, p o r lo demás, conser­
vada, y sobre todos los puntos culm inantes de las ru tas y
cam inos que atrav iesan los Andes, h ay m ontones de pie­
d ra s y acum ulaciones de coca m asticada.
E sta s ofrendas del indio a P achacam ac se renovaban
con ocasión de la m ay o r p a rte de los actos de la vida co­
rriente, y, aun hoy, un indio no beberá un vaso de chicha

— 93 —
sin v e rte r previam ente algunas gotas del líquido a tie rra ;
he visto a menudo en el altiplano, en los Aylius de los al­
rededores de Uníala, a indios que tom aban una actitu d re ­
cogida, arro jan d o 'algunas briznas de c o c a al viento an tes
de m e ter en la boca una nueva porción de esas hojas.

CUPAY, GENIO DEL MAL

Los súbditos de los incas creían tam bién en un genio


de m al al que llam aban Cupay y cuyo nom bre no pronun­
ciaban sin escupir en tie rra (1).

CREENCIA EN UNA VIDA FUTURA

Los indios creían que. después de la m uerte, pasaban


a o tra vida. Dividían el Mundo en tre s zonas: el Hfinan
Pacha, m ansión de los hom bres buenos después de su m u er­
te, el Hurin Pacha, que era la tie rra , y el Ucu Pacha, o cen­
tro de la t ic n a, residencia de los hom bres malos después
de su m uerte. L lam aban todavía a es-a región Cupaypa
Huasin, lo que quiere decir: casa del demonio. D ecían que,
en el Iia n a n F acha, ei hom bre bueno descansaba de las la ­
bores de su vida te rre stre , libre de males, preocupaciones
y trab ajo , m ientras, que, por el contrario, en el Ucu Pacha,
que e ra la m orada de las enferm edades, de los sufrim ientos,
de las m iserias y del trabajo, el hom bre malo sufría a la vez

(1) G arcilaso. ^Comentarios Reales de los Incas", Iib. II cap. II. Los
. indios pronuncian el nombre del diablo, supav. (N. del T.). ,
to d as las calam idades, sin reposo y sin experim entar jam á s
aleg ría alguna (1).

INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS

Los h ab itan tes del T aw antinsuyu creían que, d u ran te


el sueño, el alm a salia del cuerpo e iba a pasearse;* el sue­
ño e ra el recuerdo de lo que ei alm a había visto en su ca­
mino. Concedían u na g ran im portancia a ia interpretación
de los sueños. T enían adivines que habían adquirido re ­
putación a causa de eáta especialidad. (2).

CREENCIA EN LA RESURRECCION DE LOS CUERPOS

C reían tam bién que, en un fu tu ro indeterm inado, las


alm as de les m uertos vendrían a reen carn arse en sus cuer­
pos. De ?.h¡ su preocupación de conservar intactos «los des­
pojos m ortales; de ahí tam bién la costum bre de esconder
en las anfractuosidades de Ies m uros de la casa, los cabe­
llos, los dientes, ¿es uñ as que ellos perdían en el curso de
su vida y que su alm a vendría a b u scar y ju n ta r m ás ta r ­
de; de ahí todavía el te r ro r de los indios ante la idea de
su frir una m u erte que pudiese d e stru ir su cuerpo. A ta-
hualpa, el desgraciado Inca vencido por P izarro, aceptó to ­
das las exigencias de los sacerdotes españoles p a ra que la
pena de m uerte a fuego, que debía su frir, fuese cam biada
por la de garrote.

(1) G arcilaso, "Com entarios R eales de los Incas" lib. II. cap. VII.
(2) G arcilaso, "Com entarios R ecles ce ios Incas" Lib. II cap. VIL
CREENCIA EN UN DILUVIO

Todas las tradiciones de ios del altiplano andino


hablan de un diluvio que había sum ergido toda la tierra. Los
G uaneas dicen que codos los seres vives perecieron, m ien­
tr a s que la versión do las Collas habla de algunos indivi­
duos que, escondidos en una g ru ta situ ad a en la cima de
una m ontaña m uy elevada, fueren salvados y repoblaron
la tie rra (1).
Según los Guaneas, la tie rra había sido repoblada m e­
d ian te tre s hueves caídos del cielo. El prim ero era de oro
y h ab ían salido de él los cu racas o jefes; el segundo, de
p lata, había dado nacim iento a- las m uchachas nobles (las
ñ u s ta s ) ; en fin, del tercero, de cobre, habían saJido las gen­
te s del común.

ORIGEN MITOLOGICO QUE SE ATRIBUYERON LOS AYLLUS

L a m ayor p a rte de las naciones que poblaron el Im ­


perio del T avantinsuyu se atrib u ían un origen mitológico
A lgunas decían provenir de un río o de un lago, o tras de
u na m ontaña, o tras veían sus antepasados en les tigres, los
osos o los cóndores (2).
L es objetos de adoración de los indios del altiplano
e ra n excesivam ente variados. F u era del culto a Pachaca-
m ac y al Sol, que dom ina poderosam ente todas las creen­
cias, los súbditos de los Incas se hallaban en ese grado de
evolución religiosa que se llam a anim ismo.

(1) Herrera, D écada V, libro ID.


-(2) G arcilaso "Com entarios re ales de los Incas" L. I cap. XVIII.

— 96 —
T enían tem plos consagrados a la Luna, m ujer y h e r­
m a n a del Sel, al trueno, al p laneta Venus. A tribuían vo­
lu n tad y pensam iento a piedras, árboles, m ontañas, ríos,
fuentes, etc., y los divinizaban. E xperim entaban un re s­
peto supersticioso por 'todo lo que se singularizaba en la
N atu raleza y lo calificaban de kuaca. H uaca e ra el fru to
o l'a flor m uy superiores a las c tra s y el árbol o la planta
que los llevaban. H uacas eran los gem elos y los m onstruos;
huacas las fuentes de agua term al, ias m ontañas aisladas,
las piedras curiosas por su form a o su color; huaca todo
lo que es extraordinario, superior o m onstruoso. L a C or­
dillera de los A ndes e ra huaca, y varias cim as p articu lares
tales c¿/no el Ulimani, eran tam bién huaca.
P ero este m ism o térm ino de huaca, según su pronun­
ciación, se relaciona tam bién con tum bas, tem plos, lugares
sagrados, ídolos; de donde resu lta u na fuente de confusión
inextricable en ia escala del respeto, de la veneración o de
la adoración que los indio* otorgaban a estos innum erables
objetos
P o r o tra parte, poseían num erosos fetiches. Les te ­
n ían unco que representaban pequeños personajes o an im a­
les fabricados con m etal, o esculpidos en piedra. P ero t e ­
n ían tam bién por fetiches 9¡mples piedras a las que se a tr i­
buía un poder especial por el hecho del color, la form a o la
procedencia. E s así como los cálculos o las bezoares en­
cen trad o s en el estóm ago de las llam as se convertían fre ­
cuentem ente en fetiches.
Los indios tenían tam bién dioses fam iliares llam ados
canopas, que protegían la casa o Ja familia. E ran , en m u­
chos lugares, en p rim e r lugar, las m om ias de los an tep a
saldos, que estaban cuidadosam ente conservadas en tu m ­
bas a b iertas donde se podía visitarlas. E staban de cucli-

— 97 —
lias y colocadas a veces en un canasto con u na a b e rtu ra
que d ejaba v er el ro stro (1). La atm ó sfera ex trao rd in a ­
riam en te seca del altiplano bastaba a m enudo p a ra tra n s ­
fo rm a r los cadáveres en m om ias. E n num erosos lugares
del altiplano, el núm ero de las tum bas era a tal punto con­
siderable que, de lejos, se creía v er g randes ciudades.
H abía, evidentem ente, en las m anifestaciones de fe­
tichism o, grandes diferencias por lo que respecta a los
objetos de adoración, según ¡as diferentes naciones y el m e­
dio en el que éstas vivían. Los Col'as, p e r ejem plo, ado­
rab an a las llam as cuyo vellón e ra en teram en te blanco,
m ien tras que los antis ten ían u na devoción p artic u la r por
las serpientes y los tigres.
A nim ism o y fetichism o, y, en consecuencia, una rique­
za considerable de supersticiones, tales eran las c arac te ­
rísticas esenciales de la m entalidad religiosa de los innu­
m erables ayllus que fueron som etidos por los Incas, m en­
talidad que se m antuvo a pesar de los esfuerzos de los In ­
cas y que existe siem pre, no obsl'ante cu atro siglos de cris­
tianism o.

LOS SACRAMENTOS DEL SOL

P ero volvam os al culto del Sol, instituido por les Incas.


E x istía en todo el Im perio, un g ran núm ero de sacer­
dotes, encargados de la conservación de les tem plos y de
las p rácticas del culto. E n todo el país una p a rte de las
tie rra s, e ra reservada al Sol; ella era cultivada en prim er
térm in o y sus productos le eran entregados a la clase sa-

(1) A estas mom ics los indios las denom inaban chulípcrs (N. del T.).
cerdoteJ. E n ei Cuzco, todcs los sacerdotes del gran tem ­
plo del So] e ra n de sa n g re real; en las provincias, el sacer­
d ote principal de cada tem plo e ra Inca, y les sacerdotes se­
cundarios pertenecían a la nobleza de 'los curacas. El g ran
sacerdote, el Vil!ac-Uma o Villaom a del Cuzco, que e ra ge­
n eralm en te un tío del rey, tenía rango 'inm ediatam ente des­
pués del soberano. Su influencia e ra inmensa.
L as p rácticas del culto del Sol p o r todo el Im perio eran
realizadas con u na g ran m inucia de detalles, y la pureza
de las tradiciones, a este respectó, e ra conservada gracias
al envío a cada tem plo do u n g ra n sacerdote Inca que h a­
bía vivido largo tiem po er< el Cuzco.
Los tem plos e ra n de u na riqueza inaudita. C om par­
tían con los Incas todo el oro, la p lata y las piedras pre­
ciosas que se sacaban del suelo del altiplano que, como se
sabe, e stá ex trao rd in ariam en te mineralizado.

GRAN TEMPLO DEL SOL EN EL CUZCO


Los m uros interiores del g ran tem plo del Sol en el Cuzco
(1) estaban cubiertos de placas de oro. C ubriendo en tera­
m ente el m uro del fondo, h ab ía u na fig u ra del Sol, de oro,
m ontada de ped rerías (2 ). E l astro-dios e ra representado

(1) En ol sitio que o cu p ab a el tem plo del Sol en el Cuzco, se h a lla


hoy día ol Convento de Santo Domingo.
(2) C uando ol pillaje do la ciudad del Cuzco por los soldados de Pi-
zarro, esta ca sa fuó d o n ad a por el conquistador a don Mancio Sie­
rra do Lcguizamo, noble español, quien la pordió en juego on
u n a noche. (G arcilaso, "Com. Reales",- libro III. cap. XXV). Otros
autores afirm an que la im agen dol Sol del g ra n Tomplo del Cuzco
fuó escondida por los Indios a la lle g a d a de los Españoles. So
en co n trab a en posesión de Tupac Am aru Inca, en 1572 y cayó en
podor do los Españoles de G arcía de Lajola a l mismo tiempo quo
el desgraciado T upac Amaru.

— 99 —
p o r u n a cabeza de hom bre vista de frente, rodeada de ra ­
yos. L as m om ias de los Incas estaban alineadas en este
g ra n tem plo, de cuclillas sobre pequeños asientos de oro.
E n la época en que los E spañoles acom etieron la conquis­
ta del P erú, H uayna Capac, el últim o Inca m uerto, se en ­
co n trab a colocado fren te a la cara del Sol. Dos tronos, ri­
cam ente ornam entados con piedras preciosas y placas de
oro, habían sido acondicionados en los m uros. El Inca
R ey venía a sen tarse en ellos d u ran te las fiestas religiosas.
Dos grandes vasos que servían p a ra recib ir las ofren­
d as de maíz, estab an alineados en medio del tem plo. Todos
los utensilios que utilizaban los sacerdotes p a ra los sacrifi­
cios e ra n de oro o de plata.
L a p u erta principal del tem plo estab a o rien tad a hacia
el oeste; se hallaba, al igual que todas las dem ás puertas,
re c u b ierta de placas de oro repujado que representaban o r­
nam en to s divinos. Sobre los m uros exteriores, co rría un
friso de oro que ten ía la form a de u na corona de m ás de
80 centím etros de ancho y que abrazaba todo el tem plo.

CAPILLA DE LA LUNA

E l ’t em pio principal poseía diversas dependencias. Una


p rim e ra dependencia estab a reservada a la Luna, m u jer y
h e rm a n a del Sol, m adre de los Incas. L a im agen de la L u­
na, inm ensa cara de m ujer, de plata repujada, ocupaba «la
p ared del fondo. Todos dos m uros estaban ornados con
placas de p lata repujada. L as m om ias de las Coyas o rei­
nas, esposas legitim as de los Incas, se encontraban conser­
vadas en este tem plo.

— 100 —
CAPILLA DE VENUS Y DE LAS ESTRELLAS

O tra dependencia, situ ad a m uy cerca de la Luna, es­


ta b a consagrada a] planeta Venus, a la constelación de las
P lé y a d e s y a las estrellas, en general, que son las sirvientes
de la luna. E l tum bado de este tem plo estaba cubierto de
estrellas de plata, grandes y pequeñas. Todos los o rnam en­
tos estab an fabricados aquí con pista, como p a ra la Luna.

CAPILLA DEL RAYO

Una te rc sra dependencia, com pletam ente tapizada de


oro, estaba consagrada al tru en o , a los relám pagos y al r a ­
yo, fenóm enos m eteorológicos que 'los Incas consideraban
com o a criados del Sol.

CAPILA DEL ARCO IRIS

U na cuar ta dependencia estaba consagrada a l arco iris,


cuyo origen so lar habían descubierto los Incas y que h ab ía
sido adoptado p a ra sus arm as. E sta capilla estaba a d o rn a ­
d a de placas de oro, y, sobre u n a <teüa que co rría a lo largo
d e los m uros, aparecía un deslum brante arco-iris.

DIVERSAS DEPENDENCIAS

U na q uinta dependencia estab a reserv ad a a las re u ­


niones solem nes de los sacerdotes p a ra la realización de los
sacrificios. E sta sala esta b a igualm ente recu b ierta de pla­
cas de oro.
E n fin, había num erosas dependencias de orden secun­
d a r io que servían d e habitación a los sacerdotes, a la con­
serv ació n de los tesoros, etc.

— 101 —
JARDINES DEL TEMPLO

E l tem plo estab a rodeado de jardines artificiales cu­


y as p lan tas y num erosos anim ales, insectos, reptiles, a n ­
fibios, pequeños m am íferos, pájaros, etc., eran de oro y de
p la ta y eran obra de orfebres del Inca. H abía anim ales
cuya ssm ejanza con 'la n atu raleza era ta n perfecta, que se
h a b ría podido creerlos vives, y aún las fiorss y las hojas
e ra n de una fin u ra y de u na ex actitu d verdaderam ente ad­
m irables. H abía cam pos de maíz, dice Cieza de León (1 ),
cu y as p lan tas de oro estaban tan bien su jetas a tierra , que
los vientos m ás violentos no habrían podido desenraizarías.
A dem ás, había u na veintena de llam as con sus respectivos
p asto res arm ados c'o heridas. Todos estos objetos eran
de oro. E n los jard in es había lugares reservados p ara los
sacrificios, y cinco bellas fuentes donde el agua e ra tra íd a
p e r tubos de plata. L a riqueza del tem plo del Cuzco e ra
ta r considerable que se le daba el nom bre fie Coricancha,
lo que significa plaza d e oro.
P ero ¡ay! todas esas riquezas artísticas, por su valor
intrínseco, desp ertaro n la am bición de los conquistadores,
y y a no queda de ellas hoy día sino el recuerdo que nos ha
sido trasm itido p o r los antiguos cronistas. ’ *

EL TEMPLO DEL SOL DE LA ISLA DE TITICACA

E n ia isla de T iticaca, situ ad a e n el Lago del m ism o


nom bre, había un tem plo consagrado al Sol, que podía, al.

-(1 ) Edición de 1880 do Jiménez d e la E spada, p. 103.

— 102 —
decir de Garcilaso, e n tra : en com petencia con el del Cuz­
co por la riqueza de sus tesoros y de sus jardines artificia­
les.
L a Isla de T iticaca o del Sol, era objeto de la venera­
ción de los Incas. F ué sobre su suelo donde, según la tr a ­
dición, el Sol depositó a sus hijos, Manco Capac y M am a
Ocllo, los fundadores de la dinastía, y de donde éstos p a r­
tieron, arm ados de la v a rita de oro, p a ra 'buscar el sitio
donde debían fu n d a r la capital de su fu tu ro reino.
E n u n a excursión que hice a la Isla del Sol, los indios
de la región m e enseñaron sobre u n a roca dos m anchas,
fctrm adas p e r silicato de hierro, que ten ían la form a de
huellas de pasos gigantescos. Me aseguraron que eran las
huellas de los pies del Sol, quien había quem ado a la tie rra
cuando aquél descendió a la Isla p a ra h acer c a sa r en ella
a M am a Ocllo y M anco Capac.
Los In cas tra n sp o rta ro n a la Isla del Sol urja g ran can­
tid ad de tie rra arable, y el m aíz que se cosschaba en esa
Isla (1 ), e ra considerado como- sagrado.
E n la Isla de la L una, situ ad a m uy cerca de la Isla del
Sol, se en cen trab a u n tem plo consagrado al a stro de la
noche.

OTROS TEMPLOS CELEBRES CONSAGRADOS AL SOL

El tem plo de Vüccmota, situado a veinte leguas del

(1) A cerca de 4,000 m etros de altu ra. Hoy las islas del la g o Titicaca
d an b u en as cosechas de maíz, y he visto en la isla d e f Sol árboles
frutales y flores de la s regiones tem pladas de Europa, introduci­
d a s por los colonos españoles y que se desarro llab an con óxiteí.

— 103
Cuzco, cerca de C hungara; e] tem plo de Ancocagua en la:
provincia de H atun-cana, célebre p e r sus oráculos; el d e
Coropum, de la provincia de Condesuyo; el de Aperahua,
cuyo oráculo correspondía por m ed'o de un dragom án o
in té rp re te consistente en un viejo tronco de árbol, fig u ra­
ban e n tre los san tu ario s m ás reputados del Im perio.

VIRGENES CONSAGRADAS AL SOL

C erca de cada uno de los m ás im portantes tem plos del


Sol, h ab ía un convento de vírgenes que le estab an consa­
g rad as. E n tra b a n en el convento a la edad d e 8 años, d e­
biendo g u a rd a r una perp etu a virginidad.
E n el Cuzco, todas las vírgenes del Sol e ra n de sa n ­
g re real inca; -adem ás, eran reclutadas e n tre la nobleza;
pero, p o r excepción, ciertas jóvenes del pueblo p a rtic u la r­
m en te bellas, eran adm itidas a g ra n h o n o r p ara su consa­
gración <al Sol.
L as vírgenes del Sol estab an estrech am en te vigiladas
p o r su s m ay o res que se habían hecho viejas, las que lleva­
b an el nom bre de mamaconas. E stab an servidas p e r num e­
ro s a s criadas; en el C onvento ’d sl Cuzco, había m ás de 500.
L a s ocupaciones de las vírgenes del Sol consistían principal­
m en te en h ila r y en te je r p a ra el Inca, la rein a y los te m ­
plos del Sol.
Se ocupaban tam bién en fa b ric a r bebidas ferm entadas,
y especialm ente el Aga , que se bebía en las g randes fiestas.
Los am ores de una virgen del Sol con un hom bre e r a n
castigados con fa m u erte: ella e ra colgada de los cabellos,,
él e ra e n te rra d o vivo.

— 104 —
Tal, al menos, era ia ley según e; cronista G arcüaso;
pero é] ag reg a que n o debió jam ás de aplicársela: ta n g ra n ­
de e ra la fidelidad de Fas m ujeres y sin duda la estrechez
de la vigilancia a que estab an som etidas.
E n el convento del Cuzco, sólo las C oyas y sus hijas
e ra n adm itidas a p en etrar. E l Inca m ism o no podía visi­
tarlo . P o r él contrario, los conventos de las vírgenes de
los o tro s tem plos eran en c ie rta m anera reserv as de con­
cubinas p ara e] Inca. L as que habían sido llam adas p o r el
hijo de! Sol h abitaban la co rte h a sta el m om ento en que el
Inca las devolviese a su país de origen con im portantes
presentes, y allí se convertían en objeto de una veneración
especial por h ab er m erecido los favores del Inca.

GRAN FIESTA DEL RAYMI

V arias fiestas e ra n consagradas cada año al Sol. La


m ás in teresante y la m ás im p o rtan te era la que se celebraba
en el solsticio d e junio (1 ). Se llam aba Intip R aym i. P a ra
celebrarla, los indios se dirigían en m ultitud a los lugares,
donde se encorchaban tem plos consagrados al Sol. Los je ­
fes venian vestidos con sus tra je s m ás bellos y provistos
de todos los adornos que el Inca les perm itía usar.
L as gentes del pueblo, vestidas con u n tra je p a rtic u la r
a cada ayilo, venían provistas de su s instrum entos de m ú ­
sica y acom pañadas de grupos de danzantes disfrazados de
adornos diversos, hechos d e g randes alas de cóndores, o de
plum as de o tro s p ájaro s y d e pieles d e anim ales. T enían
la c a ra cu b ierta p o r m áscaras gesticulantes y picarescas

(1) Solsticio do invierno, en la A m érica dol Sud.

— 105 —
( 1 ) . G ru p o s d e c a u a n ació n L av ab an p in tu r a s d e m o s tr a ­
ti v a s d e lo q u e su g ru p o h a b ía r e a tizado p o r la c a u s a del
S o l y d e los In c a s ( 2 ) . T r a ía n ta m b ié n re g a lo s p a r a el
te m p lo .
T r e s d ia s a n te s d e la fie sta , c a d a cu al s e p r e p a r a b a a
elSa m e d ia n te u n ¡ayuno se v e ro , d u r a n te el q u e n o se to ­
m a b a m á s q u e u n poco d e m a íz c ru d o , a lg u n a s h ie rb a s lla ­
m a d a s chucam y a g u a p u ra .
Durante este período de preparación, todos los fuegos
eran apagados. / * -
L a s v írg e n e s d el Sol se o c u p a b a n en a m a s a r el Zancu,
p a n s a g r a d o del ta m a ñ o d e u n a m a n z a n a , fa b ric a d o con
h a r in a d e m a íz y q u e n o se co m ía sin o d u r a n te la fie s ta del
R a y m i. ^
E n la m a ñ a n a d el p rim e r d ía d e la fie sta , el In c a y los
p rín c ip e s d e sangre- re a l e s p e ra b a n ?a s a lid a del Soi s o b r e
u n a p la z a del C u zco lla m a d a Huacaypatcu E s ta b a n d e sc a l­
z o s. L o s c u ra c a s y lo s o tr o s in d io s e s ta b a n en o tr a s p lazas,
a g r u p a d o s e n 2a m ism a a c titu d d e e sp e ra . A p e n a s e: Sol
a p a re c ía , c a d a cu al s e p o n ía d e c u c u lla s, con la s m a n o s
a b ie r ta s a la a l t u r a d e l ro s tro , lo s o jo s a lte rn a tiv a m e n te
le v a n ta d o s y b a jo s, y d a n d o b eso s al a ire . A p e n a s te r m i­
n a d a e s ta p r im e r a m a n ife sta c ió n , el In c a s e le v a n ta b a y to ­
m a b a d o s v a so s d e o ro , llen o s d e u n b re b a je fa b ric a d o p o r
•las v írg e n e s d el Sol. V e r tía e l c o n te n id o del p rim e r v a so
e n u n tu b o de p la ta q u e d e b ía s e r p a sa d o al te m p lo del Sol;
e r a u n a o fre n d a a l A stro -D io s. D esp u és el In c a r e y b e b ía
u n p oco d el liq u id o c o n te n id o e n el se g u n d o v aso y r e p a r ­
t í a e l r e s to e n tr e los In c a s p re s e n te s . V aso s llen o s del m is­
m o b r e b a je e r a n re p a rtid o s e n tr e lo s c u ra c a s.

(1) E! u so d o esta s m á sca ra s, q u e s e han consarvado hasta nuestros


d ía s, es, sin d ud a, tod avía un v e stig io do origon asiático.
(2) G a rcilaso, "C o m e n ta rio s R e a le s d e lo s In c a s" L. VI, ca p . XX.
E l In c a , seg u id o d e lo s p rín c ip e s de la s a n g re , p e n e tr a ­
b a e n se g u id a en el te m p lo p a r a a d o r a r la im a g e n del So] y
o fr e c e r lo s dos v a so s d e o ro q u e h a b ía n se rv id o p a r a la s
p rim e r a s lib a cio n e s s o b re la p la z a d e H u a c a y p a ta . C a d a
u n o d e lo s p rín c ip e s d e la s a n g re o fre c ía e l v aso d e o ro o
d e p la ta e n el q u e h a b ía n re c ib id o la p a r t e del b r e b a je s a ­
g ra d o .
L o s s a c e rd o te s s a lía n en se g u id a p a r a re c ib ir los 'p re ­
s e n te s q u e lo s 'c u r a c a s h a b ía n llev ad o .
U n a lla m a o u n a a lp a c a n e g r a e r a a c o n tin u a c ió n s a ­
c rific a d a p o r el g r a n sa c e rd o te . L a v íc tim a , v iv a, e r a co ­
lo c a d a s o b r e la p ie d ra d e lo s sacrificio s, con la c a b e z a v o l­
te a d a h a d a el o rie n te ; s e le a b r ía el c o sta d o d e re c h o y el
sa c e rd o te , su m e rg ie n d o la m a n o e n el c u e rp o p a lp ita n te ,
le a r r a n c a b a e l c o ra z ó n y la s a s a d u ra s . Si lo s p u lm o n e s
s a lía n sin h a b e r te rm in a d o d e m o rir, “lo s s a c e rd o te s v e ía n
e n e llo u n in d icio a ta l p u n to fa v o ra b le , q u e d e s tr u ía d e
a n te m a n o los m a lo s p re sa g io s q u e p o d ía n s e r re v e la d o s e n
lo su c e siv o ” .
E l s a c e rd o te in fla b a la a s a d u r a con u n so p lo ; d e sp u é s,
s a c a b a dei e x a m e n d e Las v ía s de a c c e so d e l a ir e a los p u l­
m o n e s y d e la s v e n a s p e q u e ñ a s, p re s a g io s d e do p o rv e n ir.
S e c o n s id e ra b a d e n ia l a g ü e ro el h e c h o d e que, e n e l
m o m e n to del sa c rificio , el a n im a l lle g a se a v e n c e r la re s is ­
te n c ia d e lo s a y u d a n te s y a e n d e re z a rs e s o b re su s p a ta s ;
ig u a lm e n te si el c o ra z ó n o lo s p u lm o n e s e r a n h e rid o s o d e s­
tro z a d o s d u r a n te la o p eració n .
Si e l sa c rific io del p r im e r a n im a l n e g ro n o h a b ía sid o
s a tis fa c to rio , s e in m o la b a u n seg u n d o , d esp u és u n te rc e r o .
S i to d o s lo s p re s a g io s e r a n d e sfa v o ra b le s, la fie s ta c o n ti­
n u a b a , p e ro sin a le g ría , p o rq u e , se decía, el S e l e s tá e n o ­
ja d o y to d o s te m ía n m&ies y c a la m id a d e s.

— 107 —
El g ran sacerdote encendía el fuego sagrado sirvién­
dose de un espejo de plata pulido, con el que concentraba
ra y o s del Sol sobre un poco d s algodón seco. El fuego así
encendido e ra conservado en el ‘tem plo d u ran te todo el año.
N o se lo dejaba apagarse sino tre s días an tes de la fiesta
del R aym i.
Un g ra n núm ero de llam as y de alpacas eran degolla­
das por les sacerdotes. L a san g re de estos anim ales e ra
recogida y u na p a rte de ella, asi como el corazón de las
víctim as, e ra n ofrecidos al Sol, m ediante crem ación en el
fuego sagrado. O tra p a rte de la san g re real recogida se r­
vía a los sacerdotes p ara tra z a r dibujos simbólicos sobre la
c a ra de los fieles (1).
L a carn e de las victim as, previam ente cocida, se re p a r­
tía e n tre todos, así c o .t.o pequeños panes zancus; com en­
zaba u n a larg a comida, seguida de una nueva cerem onia,
en la cual, ateniéndose a un orden jerárquico minucioso, el
Inca re y y los o tro s Incas invitaban sucesivam ente a beber
a los g ran d es personajes, a los capitanes de g u erra, a los
curacas, etc.
C ada uno poseía p a ra esta csrem onia dos vasos de
fo rm a y de oapacidad idénticas, vasos de oro, de p la ta o
d e m ad era adornados de figuras. E l que invitaba daba
u no d e su s vasos al invitado y ag u ard ab a el otro. D espués
de h a b e r bebido en com pañía de su invitado, recogía su va-

(1) Garcilaso; Betanzos. — Esto último autor (edición 1880, p. 67) di­
ce '.ambién quo la sangro d© las víctimas, ©n los sacrificio* al
So], estaba esparcida sobre los muros. So ofrecían, también, dice
Botanzos, vestidos finamente tejidos, maíz, chicha, coca, animales
calva jes, plumas, etc. Las ofrendas al Sol eran quemadas en el
fuego sagrado.

— 108 —
so vacío y volvía a su sitio. E l cerem onial exigía que las-
invitaciones se hiciesen prim ero de superior a inferior, y,
en este casa, el vaso e ra ofrecido con la m ano izquierda;
después de inferior a superior, y el vaso e ra entonces o fre­
cido con la m ano derecha.
N o pudiendo el In ca in v ita r personalm ente a todo el
mundo, enviaba a alguno de su séquito p a ra que brindase
a nom bre suyo.
E s ta s invitaciones recíprocas, que se renovaban varias
veces, ocupaban m ucho tiempo. L a fiesta proseguía d u ra n ­
te nueve días consecutivos, y las danzas y los cantos de los
especialistas de cada nación constituían el p u n to capital de
las diversiones. L as invitaciones a beber, ta n adm irable­
m ente ord enadas d u ra n te el p rim er día, s e tran sfo rm ab an
poco a poco en em briaguez colectiva. Los indios de hoy han-
conservado el gusto del form alism o en sus fiestas y ta m ­
bién el de hacer d u ra r sus holgorios d u ra n te varios días
sucesivos, consagrados a beber y a danzar.

O tra s fiestas en honor del Sol e ra n celebradas en el


curso del año. Los sacerdotes le consagraban u n a sesión
solemne en cada nueva luna. A dem ás, la G'uesqiiÁeraynii
se celebraba en los prim eros fríos pana ll'am ar la protección
del Dios-Sol so b re los cultivos y el H atun-R aym i, en agos­
to, cuando las cosechas estab an al abrigo de los depósitos,
de re se rv a (pirhuas) (1). construidos a este efecto. Pero.'
no quiero te rm in a r esta relación de las m anifestaciones d e
adoración aü Sol, sin d a r idea d e u n a cerem onia curiosa lla­
m ada Citua,

(1) Pirnas, en oí original (N. del T.).

- 109 — &
LA CITUA Y EL DESTIERRO DE LAS ENFERMEDADES

L a C itua se celebraba el prim er día de i'a nueva lima


sobreveniente al equinoccio de septiem bre; tenia por objeto
d e s te rra r las enferm edades de la ciudad del Cuzco y de su s
alrededores.
Se fabricaban p ara esta fiesta panecillos de h a rin a de
m aíz m ezclada con sangre- hum ana, obtenida, dice G arci­
laso, de las san g rías practicadas en chiquillos de 5 a 10 años.
L a san g re e ra sacada de e n tre los dos ojes, de la p u n ta de
la nariz. Se p rep arab an a la cerem onia de Ta citua p o r
un ayuno. E n la m añana del g ran día, an tes de la salida
del Sol, cada persona se pasaba p o r#tcdo el cuerpo un pe­
dazo del pan especial, lo que ten ía por virtud a h u y e n ta r del
cuerpo todas las enferm edades que pedían esconderse en
él. El jefe de cada casa fro tab a la p u e rta de su vivienda
con un peefezo del m ism o pan especial, que dejaba en se­
guida prendido en los m ontantes, p a ra d em o strar que, en
su hogar, se había desalojado a todas las enferm edades. El
g ra n sacerdote procedía del m ism o modo en el tem plo del
Sel y en la casa de las vírgenes, y un tío del Inda rey re a ­
lizaba la p ráctica en el palacio real. Un poco m ás tarde, un
Inca de sangre real, ricam ente vestido y arm ado de una la n ­
za adornada de varios brillantes y con ornam entos de oro,
salía de la fortaleza que dom inaba la ciudad. V enía como
m ensajero del Sol. Descendía corriendo y blandiendo su
lanza h a sta la plaza principal del Cuzco, donde lo espera­
ban c u a tro Incas de san g re real, vestidos tam bién ricam en ­
t e y arm ados de lanzas. El m ensajero golpeaba con su lan ­
za *la de los cu atro Incas, diciendo que el Sol le enviaba p a­
r a decirles que habían sido designados p a ra cum plir e! tr a ­
bajo de d e ste rra r los m ales y enferm edades que se escon­

- 110 —
dían en la ciu d a j. Los cu atro Incas p artían en seguida
corriendo, y blandiendo sus lanzas en cu atro direcciones di­
ferentes, siguiendo las cu atro g randes ru ta s que se dirigían
h acia los c u atro E stados del Im perio. Los h ab itan tes de la
ciudad, agrupados a lo íargo de esos caminos, lanzaban g ri­
tos, sacudían sus vestidos, hacían adem án de a rra n c a rse los
m ales del cuerpo y echarles en m sdio del cam ino, y el In ­
ca*, al pasar, hacía como que los «arrastraba consigo. Los
c u a tro Incas corrían asi hasca las últim as casas de la ciu­
dad, donde o tro s nobles los esperaban, p a ra to m a r la lanza
y co n tin u ar la c a rre ra h asta u na nueva etapa, donde, a su
vez, pasaban la lanza ‘a o tro s y así sucesivam ente, h asta
u n a distancia de cinco a seis leguas de la ciudad.
L a noche siguiente, cada cual salía con una bala de
p aja trenzada, encendida y a ta d a al extrem o de u n a cuerda
que hacia rem olinear en torno de su cabeza, dirigiéndbse
h acia el campo. L as enferm edades que aparecían p o r la
noche e ra n ah u y en tad as de la ciudad por este procedim ien­
to. E ste hachón era arro jad o en seguidla al río, a fin de
que éste lievase lejos ios m ales y las enferm edades venci­
dos.
U na vez ahuyentados de la ciudad los m ales y las e n ­
ferm edades, p o r el h ierro y el fuego, la aleg ría popular se
m an ifestab a en el curso de to d a la duración del p rim er
c u a rto de la luna nueva, m ediante sacrificios al Sol: la san ­
g re y el corazón de las víctim as, de las llam as y de Jas alpa­
cas, eran quem adas en el fuego sagrado. L a carn e de -los
anim ales sacrificados e ra servida en los banquetes populares
y las festividades proseguían con cantos, danzas y libacio­
nes, term inando, como to d as las grandes fiestas incaicas, en.
una em briaguez general.

— 111 —
SACRIFICIOS HUMANOS

G a rc ila so p re te n d e q u e lo s In c a s n o s a c rific a b a n ja m á s
v ic tim a s h u m a n a s . G a rc ila so e r a d e s a n g r e in c a p o r su
madre-, y es n a tu r a l q u e h a y a t r a ta d o d e o c u lta r la s m a n i­
fe s ta c io n e s d e b a r b a r ie d e su ra z a . M u ch o s o tr o s c ro n is ­
ta s h a b la n d e sa c r.fic io s h u m a n o s q u e se p ra c tic a b a n con
o c a sió n d e los g ra n d e s a c o n te c im ie n to s. H e r r e r a d ic e q u e
s e s a c rific a b a n n iñ o s c u a n d o el In c a e s ta b a e n fe rm o . D ice
ta m b ié n q u e en el a c to d e la c o ro n a c ió n d e u n In c a , d o s­
c ie n to s ch ico s e r a n in m o lad o s, a s í co m o v írg e n e s d el Sol.
C o n su s á n g r e n lo s s a c e rd o te s s e u n ta b a n la c a r a (1 ).
B e ta n z o s r e la ta q u e u n g r a n n ú m e ro d e m u c h a c h o s y
m u c h a c h a s fu e ro n e n te r r a d o s vivos, p o r p a re ja s , c u a n d o
s e c e le b ra ro n la s fie s ta s d e la c o ro n a c ió n del n o v e n o In c a ,
Y u p a n q u i P a c h a c u te c In c a (2 ).
* C u a n d o u n In c a o n o b le m o ría , m u c h a s d e s u s m u je ­
r e s y d e su s s e rv id o re s se d a b a n v o lu n ta ria m e n te la m u e r­
t e p a r a a c o m p a ñ a rlo a la o t r a v id a ; p e ro , se g ú n el te s ti­
m o n io d o d iv e rso s a u to re s , m u c h a c h o s y m u je re s e r a n in ­
m o la d o s p o r Jos s a c e rd o te s. E s p e c ia lm e n te Ondegardo,
c u e n ta h a b e r s a i v a d o la v id a a m á s d e u n jo v e n s e rv id o r
q u e , e s ta n d o a p u n to d e s e r s a c rific a d o s o b r e la tu m b a d e
s u a m o , s e h a b ía re fu g ia d o e n s u c a s a p a r a p e d irle p ro ­
tecció n .

(1) Herrera, D écad a V, libro IV, ca p . V.


v(2) I. Betanzos "Sum a y narración de los Incas", Edición 1880, p á g . 124.

— 112 —
CAPITULO V.

Arquitectura. — Arte del Ingeniero. — Industrias.

Arte Aplicado. — Música. — Poesía.

ARQUITECTURA Y ARTE DEL INGENIERO

T o d o s lo s m o n u m e n to s e le v a d o s p o r lo s In c a s tie n e n
u n c a r á c te r d e u tilid a d p rá c tic a . N o s e d e s c u b re e n e llo s
el d e se o d e a d m ir a r a s u p o s te rid a d con c o n s tru c c io n e s c o ­
lo sa le s d e s tin a d a s a f i ja r e n la m e m o ria d e la s g e n e ra c io ­
n e s s u s g ra n d e s h ech o s. L o s m o n u m e n to s d e lo s In c a s r e s ­
p o n d e n to d o s a u n o b je to d e te rm in a d o , y é s a e s ta l vez la
ra z ó n p e r la q u e p re s e n ta n u n c a r á c te r t a n c o n s ta n te d e
u n ifo rm id a d . L o s “ p a la c io s d e l I n c a ” , e d ific a d o s a lo
la r g o d e la s r u ta s , e n la s e ta p a s s e ñ a la d a s p a r a lo s v ia je s
d el so b e ra n o , d e s u s m e n s a je ro s o del e jé rc ito , p a re c e n s a ­
lid o s to d o s d e u n a m a n u f a c tu r a q u e tr a b a ja s e e n “s e r ie ” .
E ig u a l c o sa su c e d e c o n io s te m p lo s. L a s fo rta le z a s e s ta ­
b a n ig u a lm e n te c o n s tru id a s s o b re u n m ism o p lan o , p e ro , co ­
m o d e b ía n a d a p ta r s e fo rz o s a m e n te al te r r e n o , p e rm itía n
c ie r ta in ic ia tiv a a los a rq u ite c to s .

L o s m o n u m e n to s, c a s a s y p a ja d o s d e lo s In c a s y d e
lo s n o b les, te m p lo s, a lm a c e n e s re a le s , e r a n h a b ita c io n e s r e c ­
ta n g u la re s , d e d im e n sio n e s v a ria d a s , q u e n o te n ía n n in g u ­
n a c o m u n ic a c ió n e n tr e sí. E s ta s c o n stru c c io n e s n o te n ía n
p iso s y e s ta b a n a m e n u d o d is p u e s ta s a lre d e d o r d e u n p a tío
•c e n tra l. N o te n ía n v e n ta n a s . L a s p u e r ta s tie n e n la f o r m a
d e u n tra p e c io , sie n d o el d in te l m á s a n g o s to q u e el u m b r a l

— 113 —
y los m o n tantes inclinados. Esca disposición d e las p u er­
tas, característica de Jos m onum entos peruanos, recu erd a
las casas egipcias.
E n el interior, había nichos en los m uros, y, en cie rta s
habitaciones, saledizos de piedras, que servían p a ra colgar
a rm a s y fija r cuerdas sobre las que se colocaban ios ves­
tidos.
Los Incas ignoraban las colum nas, los arcos de bóve­
da, las bóvedas; el techo de sus palacios era. de paja. No
conocían tam poco las com isas, las ta ra ce a s (1) y los o r­
nam en to s arquitectónicos. Sus m onum entos e ra n de una
ex trem a simplicidad. Son notables, sin em bargo, en ia
construcción de los m u res de sus palacios, de sus tem plos
y de su s fortalezas. E sías se hallan form adas lo m ás a
m enudo por gruesos bloques de piedra que afectaban form as
y dim ensiones diversas, pero que tenían cada c a ra adm ira­
blem ente tallada, en perfecta adaptación al lu g ar co rres­
pondiente a o tra piedra. Todas Jas ju n tu ra s estaban ta lla ­
d as en bisel, m ien tras que la p a rte e x terio r de 3a piedra
e stá apenas desbastada. L as piedras estab an a veces sim ­
plem ente superpuestas u na sobre o tras; pero las superfi­
cies e sta b a n tan hábilm ente pulidas y Jas piedras e ra n t?.n
pesadas y estaban ta n bien aju stad as las un as en las otras,
que el m u ro era de u na solidez a toda prueba. Se h a des­
cubierto, sin em bargo, en ciertos m onum entos incaicos, que
las piedras estaban unidas por u na especie de cem ento, y en
o tra s p artes por u n a especie de betún.
L as p ie lra s e ra n tra íd a s a pié por equipas de indios
que las a rra s tra b a n por medio de cables.

•<I) A ppliques, en el origina!. (N. del T.).

— 114 —
L as piedras de pequeña dim ensión y los otros m a te ria ­
les e ra n tran sp o rtad o s a lom o de hom bres y m ujeres, en
piezas de te la c u z ir a th s cuyas des extrem idades opuestas
e ra n recogidas sc*bre los m ateriales por tra n sp o rta r, y -las
o tra s dos a m a rra d a s por un nudo sobre el pecho. Ju a n Be-
tanzos hace alusión a este procedim iento de tra n sp o rte u ti­
lizado por los indios, a propósito de tra b a ja s ejecutados en
el Cuzco por el Inca Yupanqui. H abla de m antos de ca­
buya, tela g ro sera pero sólida, “p a ra tra n sp o rta r la tie rra
y Has piedras necesarias a la obr'a em prendida” (1).
Los Incas se hicieron co n stru ir baños en diferentes lu ­
g ares propicios al reposo. E stab an ornados de gárgolas
esculpidas en la piedra por la que el agua e ra llevada h as­
ta la piscina. Se citan p articu larm en te los baños de H ua-
malíes.
L a obra m aestra de la a rq u ite c tu ra incaica es la fo r­
taleza del Cuzco. C om prendía u na serie de form idables
m u ro s de piedras concéntricam ente dispuestas, con p arap e­
to s en e*l in terio r p a ra dotarlos de defensores. Tenía, en
e l centro, tre s terre s, u n a de las cuales estab a reserv ad a al

(1) Juan Betanzos, "Sum a y narración de los Incas", cap. XIII, edi­
ción 1830. p_. 85. El procedimiento se h a lla todavía corrientem en­
te en uso hoy día. En u n a g ra n ciudad como La Paz, cuando se
demolió u n a c a sa , s e v eían larg as teorías de in d ias d e todas las
ed ad es y de indios viejos o m uy jóvenes que, en fila, transpor­
ta b a n sobre la esp ald a, envueltos en m antos de tela, u n a p e ­
q u eñ a c a rg a de escombros quo ib a n a d escargar fuera de la aglo­
m eración, o m ás a m enudo, e n el río C hoqueyapu que atrav iesa
la ciudad. Eran a veces v aria s centenas de indios que recorrían
la m ism a pista, ct lo largo del día, con u n a discreta lentitud, m as­
cando su coca, y ev o c ab an el espectáculo q u e se ve general­
m ente a la en trad a de los hormigueros.

— 115 —
Inca y a su séquito. E stas torrea se unían por un laberin­
to subterráneo. Los tum bados de las g alerías estaban for­
m ados p e r piedras piañas talladas, colocadas sobre piedras
que servían de m entantes. U na fuente, tra íd a de lejos por
canales subterráneos, alim entaba La fortaleza con agua po­
table.
L as enorm es piedras que sirvieron p a ra la construc­
ción de la fortaleza del Cuzco, habían sido tra n sp o rta d a s a
fu erza de brazo, a rra s tra d a s por gruesos cables de fibras
de ágave (m arom as), por cam inos excesivam ente acciden­
tados, a trav és de m ontañas, pasando rios, y desde distan­
cias ocru! aeradles. La c a rre ra m ás próxim a era M uyna,
a cinco leguas del Cuzco.
Los m uros de la fortaleza están constituidos p e r blo­
ques enorm es. El m ás grande de todos los bloques fué
tra íd o de una distancia di' algunas leguas y no h a podido
se r puesto en su sitio. Se lo llam a “la piedra fatig ad a” y,
según la leyenda, fué tran sp o rtad o por 20,000 indios, de
los cuales una m itad tir.-ba y la o tra m itad reten ía la pie­
dra, a fin de que sobre los declives no se pudiese ro d a r y
no cayese en precipicios de d e n ie habría sido imposible re ­
tira rla , después. L a tradición cuenta que, en el curso del
tra n sp o rte, sobre u n a pendiente m uy em pinada, el g ru p o
que debía re te n er la piedra no pudo re sistir a su peso, y la
piedra, libre, se precipitó hacia adelante aplastando un g ran
n ú m ero de indios. Garcils&o evalúa el núm ero de víctim as
de e s ta c atástro fe en dos o tre s mil.
L as piedras e ra n ju n tad as con la exactitud a que ya me
he referido, lo que es verdaderam ente extraordinario, si se
piensa que, p a ra llegar a este resultado, era preciso q u ita r
y volver a colocar a menudo la m ism a p'edra, a fin de co­
rre g ir o com pletar su tallado, porque los indios no conocían

— Trt> —
la escuadra. A dem ás, todc ese trab ajo de colocación de
bloques se hacia sin ayuda de g rú a s ni poleas, instrum entos
q u e los indios ignoraban.
L a fortaleza del Cuzco es ei símbolo del apogeo del
poderío m ilitar de los Incas (1). E s la obra de cuatro a r ­
quitectos Incas. Su construcción, com enzada bajo el re i­
nado de Y upanqui, décimo Inca, fue proseguida por H uay-
na-C apac Inca. A la llegada d e los Españoles, no esta ­
ba todavía term inada.
E ste m onum ento ta n intere-sante, revelador del esfuer­
zo arquitectónico de les Incas en el a rte m ilitar, ha sido
destruido por los E spañoles que hicieron d e él u na can te­
r a de piedras que fué am pliam ente utilizada p a ra la cons­
tru c c ió n ’de sus edificios en el Cuzco (2).
Los indios sabían fa b ric a r ladrillos do greda, m ezcla­
d a con paja y, sin duda, con o tro producto, porque, sin e s­
ta r cocidos, eran, sin em bargo, de una resistencia a toda
prueba. L as turneas de los Collas, que cubren todavía aho ­
r a m ism o num erosos lugares del altiplano boliviano, están
construidas con esos ladrillos. D espués de h ab er resisti­
do d u ra n te varios siglos a Jas intem peries, esas tum bas son
todavía de una dureza tal, que se dejan decentar difícil­
m ente p o r los picos de acero. H e hecho personalm ente es­
t a experiencia en mis investigaciones y excavaciones a n ­
tropológicas en el Altiplano.

(1) Do Hum boldt creo poder afirm ar que la fortaleza del Cuzco h a si­
do construida por los Incas según los modelos que les ofrecían
la s ru in as mucho m ás an tig u a s de T iahuanacu (Sud del Lago Ti­
ticaca. en Bolivia) "Vistas de 1er Cordillera", voL n , p. 107.
'2) Garcilaso describe m inuciosam ente la fortaleza del Cuzco "Cora.
R eales de los Incas" Lib. VII, C aps. XXVII a l XXIX.— Ver tam bién
"Viajo a la América del Sur", lib. VII cap. XU, etc.).

— 117 —
J. B etanzos (1) aseg u ra que los Incas barnizaban los
m u ro s ex terio res de algunos de sus tem plos y de los p a­
lacios del Inca con u n a arcilla m ezclada con lana y c ie rta
cantidad del jugo gelatinoso de ciertos cactus. E sta capa,
era, al parecer, m uy acibérente, m uy lúcida y no se re s­
quebrajaba.
LOS CAMINOS
Los Incas sobresalieron en la construcción de caminos.
E ra p a ra ellos un elem ento indispensable a su gobierno
centralizado, tan to desde el punto de vista adm inistrativo
como desde el punto de vista de la concentración de sus
ejército s p a ra la represión de revueltas o la preparación de
nuevas conquistas. L es cam inos estab an construidos por
ingenieros incas, :ue hacían su trazado y dirigían su eje­
cución. L as o b ras de aibañilería (2) e ra n ejecutadas por
legiones de trab ajad o res que debían su m in istrar los curacas
de 'las regiones por donde atrav esab an las nuevas ru tas. E n
principio, todos los h ab itan tes del Tawantimsuyu no nobles,
debían al E stado, cada año, cierto núm ero de jornales de
tra b a jo p a ra la construcción o reparación de los caminos.
C u atro ru ta s p artía n de la plaza principal del Cuzco,
dirigiéndose cada u na hacia cada uno de los cu a tro puntos
cardinales. C ada u na de e stas ru ta s atrav esab a comple­
tam en te uno de los cu atro g randes d ep artam en to s del Ta-
w antinsuyu. A dem ás había u na g ran r u ta que se dirigía
por la costa, de Q uito a Chile, y u n a serie de vías secun­
d arias. E sta s calzadas, anchas y derechas, estaban a m e­
nudo recubiertas, en u na larg a distancia, por losas de pie­
d ra s y bordeadas igualm ente por m u res de piedras. O b ra s

(1) "Sum a y narración de los Incas" edición 1880, pp. 109-110.


(2) "Gros ouvrage", en c! original. (N. del T.).

— 118 —
d e a rte profundas y sólidas e r a n ejecutadas p a ra la trav e­
sía da pantanos o el escalonam iento de Jas m ontañas. E n
las regiones árid as y secas, el agua e ra tra íd a desde m uy
lejos por medio de canalizaciones a fin de p e rm itir a los v ia­
jeros, do m ás frecuentem ente funcionarios o g en te de tro ­
pa, a p a g a r su sed (1 ). L a ru ta que ib a de Q uito a C hi­
le 'atravesaba m uy frecuentem ente regiones cálidas; y e ra
por eso que estaba som breada de árboles por doquiera el
suelo lo perm itía; m ien tras que en las regiones desérticas
y áridas, donde las tem pestades de a re n a recubren toda pis­
ta , enorm es estacones señalaban al viajero la ru ta que de­
bía seguir.

De distancia en distancia, depósitos de víveres, de a r ­


m as y de vestidos y habitaciones preparadas, m arcab an lla s
e ta p a s y hacían fáciles y p rácticas las traslaciones de
las gentes del re y (2 ). L as distancias estaban m arcadas por

(1) . . . ' p a sa el g ran cam ino de los Inca?, que venía del Cuzco el Q ui­
to, por cuatrocientas leg u as, con la m aravillosa calzad a de piedra
tan an ch a que seis caballos sin tocarse ib an a la par, con caños
do a g u a artificiosam ente llev ad a por sus trechos, p a ra el alivio
de los cam inantes"" . . H errera, V. p. 7 col. 2.
•■(2) En Jos prim eros añ o s del siglo XIX (hacia 1801 y 1802), de Hum-
boldt descubre en el llano de Pullal (altiplanos del A ssuay, en
el Ecuador) a altu ras q u e so b re p a sa n en mucho la cima del pico
de Tenerife, los restos m agníficos do un cam ino construido por
los Incas del Perú. "Esta calzad a b o rd ead a de g ran d es piedras
cortadas, puedo ser com parada, dice el autor, a los m ás bellos
cam inos de los rom anos que h a y a visto’ en Italia, en F rancia y en
E spaña. E stá perfectam ente a lin e a d a y conserva la m ism a direc­
ción a seis u ocho mil m etros d e longitud". (De Humboldt: "Vis­
ta s d e la s Cordilleras", vol. I, pp. 290 y 291).
El camino do que h a b la Humboldt es, sin d u d a alg u n a, un
trozo de la g ra n calzad a que conducía del Cuzco a Quito.

— 119 —
lím ites que se 1¡am aban tupiu L a distancia en tre dos limi­
te s correspondía m ás o m enos a u na legua y m edia de Cas-

P u en tes colgantes, construidos con cuerdas trenzadas,,


h acían franqueables Ies ríos m ás anches. E stos puentes
llevaban el nom'cre de cimppachacca; ios cables que s e r ­
v ían p a ra construirlos, estaban trenzados con la fibra del
m aguey (agave am ericano). H abla puentes con cordajes
que alcanzaban la longitud de m ás da 60 m etros y un ancho
d e 3 a 4 m ts. (2). D uraban poco y cada año debían e e r
com pletam ente -reconstruidos.
S obre los ríes angostes y cuyas crecidas eran poco vio­
lentas, los Incas echaban tam bién p u e n trs da m adera, que
e sta b a n apoyados sobre pilas de piedras, m ien tras que so­
b re ríes anchos y tran q u ilo s como el D esaguadero, cons­
tru ían puentes flotantes con !a totora y o tra s p lan tas acu á­
ticas secas y trenzadas.

(1) C ieza de León, Crónica tic! Perú. S egunda Parte, Edición 1880
p ág . 53.
(2) G arcilaso describe la construcción do un puonto de cordajes (Lib.
ni, cap. vn).
Do Hum boidt describo un puente do cordajes q u e pudo ver
to d av ía en 1802 sobre el río Cham bo on ol Ecuador (Puonte do
Penipó). Las cuerdas, de tren a cuatro pu lg ad as do diám etro, es­
ta b a n a m a rra d a s a c a d a lado do la orilla, a u n a arm azón grosora
com puesta de varios tror.cos de shinus mollc. El puente do Peni­
pó tiono 120 pies do largo por 7 a 8 do ancho. Estas construccio­
nes, dice Humboídt, rocucrdan los puentes de cadonas que so
en cu en tran en el B uíán (Tibet) y en el interior del Africa (Ver
"Vistas do la s C ordilleras", vol. O. pp. 187 y 188).

— 120
P asab an igualm ente los ríos torrenciales en un canas­
to que se hacía av an zar por u n cable, tirando de la orilla
opuesta con cuerdas, debiendo el pasajero ayudar, por su
p a rte , al impulso del canasto (1).

ESCULTURA Y CERAMICA

Los Incas practicaban pcco la escultura. Se han en­


contrado ciertas esta tu a s que atestig u an un a rte en estado
de infancia. L a actitu d es siem pre tiesa y estereotipada, los
brazos no e stá n separados del cuerpo y las piernas form an
ju n ta s un solo bloque.
L as cualidades a rtísticas de los Inc:.s se h an m ani­
festado, por el contrario, en el a rte ‘aplicado y especialm en­
te en la cerám ica. Sus vasos ofrecen u na infinita varie­
dad de form as y de decoraciones. M uchos son zoom orfos
o p resen tan sujetos hum anos en actitudes diversas. Les hay
que presen tan el modelado de u na cara hum ana. Todos es­
to s tra b a je s atestig u an una técnica perfecta, y num erosas
piezas son la obra de a rtis ta s notablem ente hábiles (2).
H acían tam bién vasos y ollas de m árm ol, ornados de
esculturas. A tahuallpa envió como p resente a P izarro, en
cam ino p a ra el Cuzco, “dos vasos de piedra p a ra beber, de
u n a fa c tu ra e x tra o rd in a ria y m aravillosa” (3).

MUSICA
Los súbditos de los Incas hacían uso de v an o s tipos

(1) G arcilaso, "Com. reales de los Incas". Lib. III. cap. XV y XVL
(2) Ver Rivero y Tschudi "A ntigüedades Peruanas".— Bocssler, "An-
cient Peruvian Art".— W álter Lehm an y H. Doring, "The Art of
O íd Perú".— R. y M. d lía rc o u rt, "La C erám ica A ntigua del Perú''.
(3) H errera, D écada V, p. 8.

— 121 —
de in strum entos de música, de e n tre los que los principales
e ra n La quena y la ppucuncu L a quam es una fla u ta de cua­
tr o o cinco agujeros, que da tonos excesivam ente conm ove­
dores y en la que ei Ir.dio toca sus m elodías tristes. L a
ppucm a es u na especie de flauta de pan form ada p o r t u - ,
bos de caña de diferentes tam años, colocados por p ares en
v arias filas sólidam ente a m a rra d a s o ju n tas. C ada tubo
daba u n a n o ta diferente y el conjunto estaba- perfectam en­
te concertado. H abia ppucimas de cu atro tam años diferen­
tes, correspondientes a diferentes tonalidades, “como las
c u a tro voces naturales, soprano, tenor, contralto y b a ­
j o ” (1). F o rm ab an orquestas de ppucunas.

H acían igualm ente uso d? o tro s tipos de flautas, de


tam bores, h a sta de un «instrumento d e cuerda, especie de
g u ita rra , que llevaba el nom bre de tínya,

POESIA

Los Incas poseían poetas oficiales 'llamados haravicus


o haravtcos. E stos poetas com ponían relatos en verso, bien
ritm ad o s, generalm ente de cu atro silabar, Dichos relatos
se conservaban en la m em oria de los hom bres, que se ay u ­
daban con quippm ara reco rd ar todas las ideas, como lo
h e explicado en o tra p arte. Los relatos de Dos haravecos
tra ta b a n , generalm ente, de los g randes hechos de los Incas
o capitanes populares; contaban tam bién leyendas.

O tra s poesías sentim entales se relacionaban con el


am or. E ra n co rtas y .adaptadas a m elodías que se toca­
ban en la kquena.

(1) G arciiazo, Com entarios re ales de los Incas, lib. II, cap. XXVII.

— 122 —
He aquí un tipo de poesía incaica. H a sido recogido
p o r el P. Blas V alera y reproducido en la o b ra que descu­
brió G arcilaso y de la que se hizo un am plio uso p a ra la
-composición suya:

LENGUA GENERAL DEL TRADUCCION EN VIEJO


CUZCO ESPAÑOL DE GARCILASO

C um ac Ñ usta ................... H erm osa Doncella


T o ra lla y q u im ..................... A quese tu herm ano
P u y ñ u y quita ................. El tu cantarillo
P a q u ir c a y a n ..................... Lo está quebrantando
H iña m a n ta ra ................. Y de aq u esta causa
C unuñunum ..................... T ruena, y relam paguea
Illap án tac ..................... Tam bién caen R ayos
C am ri Ñ u s t a .............. ....... Tu real Doncella
U nuy q u i t a ......................... T us m uy lindas A guas
P a r a m ú n q u i.................... N os d a rá s lloviendo
M ay ñim piri ..................... Tam bién a las veces
Chichi m únqui ................. G ranicar nos h as
R iti m únqui ................ ..... N ev arás assi m esmo
P ach a rú ra c ..................... El H acedor del Mundo
P achacam ac ...-................ El Dios que le anim a
V iracocha .......................... El . g ra n V iracocha
C ay hinápac ..................... P a ra aquesto oficio
C hurasunqui ..................... Ya te colocaron
C am asunqui ..................... Y te dieron alma.

E s ta poesía, cuyos verses bien ritm ados -son de cua­


tro silabas no rim adas, es uno de los m uy ra ro s tipos cono­
cidos que pueda se r considerado como verdaderam ente p er­
teneciente al a rte poético incaico d e a n te s de la conquista
española. P resen ta, pues, u n in terés m uy grande.

G arcilaso señala que m uchos mestizos, ya en la segirn-

— 123 —
d a m itad del siglo XVI, se ocupan en com poner poesías en
lengua quichua. E s este un dato que vale la pena de re ­
ten er, porque no h ay duda de que las poesías recopiladas
en estos ultim es tiem pos por sociedades de folklore, deben
s e r atrib uidas, en su m ayor parte, a mestizos, no siendo
expresión de las posibilidades poéticas Indígenas.
Los cro n istas señalan tam bién que ios Incas represen­
ta b a n tra g ed ias y com edias en las fiestas públicas y que ios
papeles principales estab an a cargo de los nobles. N ingu­
n a de e sa s com edias ni de- esas tragedias ha sido conserva­
da. Se h a hablado m ucho de un d ram a llam ado OUodtai,
que e ra atribuido a ia lite ra tu ra incaica. P ero las inves­
tigaciones de M arkham (1) h an establecido que el a u to r ae
ese d ra m a es uno llam ado Valdez, mestizo, cura de Sicuani,
q u e utilizó p a ra su composición u na serie de cantos que
h ab ía recogido de boca de los indígenas.
L a s poesías de ios haravecos e ra n dichas, a menudo,
con acom pañam iento de m úsica y, algunas veces, eran
can tad as. E n ciertas circunstancias solemnes, se entona­
ban can tos en coro. Eso era con ocasión de los trab ajes
en com ún de las tie rra s reservadas al So! o ai Inca y con
ocasión de los tra b ajo s excepcionales ordenados p e r el In ­
c a (2 ).

(1) n rh e Incas oí Perú" Dutton, Nueva York, 1910.


(2) He asistido, en nuestros días todavía, a trabajos oxccpcionalos or­
d en ad o s por la autoridad política do u n a p eq u eñ a aldea. Se tra­
ta de construir rápidam ente un diquo destinado a proteger la a l­
d e a contra u n torrente cuyas crecidas am en a zab an llevarse una
p arte del villorrio. Toda la población m asculina hábil h ab ía si­
do convocada y tra b a ja b a , m ientras que la m úsica m unicipal to­
c a b a sus a ire s m ás atrayentes y distribuciones de chicha trans­
fo rm ab an este trab ajo en v erdadera fiesta.

— 124 —
LAS INDUSTRIAS
L a vida de lis poblaciones som etidas a la dom inación
do los In cas h a sido siem pre — y lo es todavía hoy— de una
scnciliez n u y grande. L as easuchas están construidas con
les m ateriales que se e n c u e n tra n a m ano: p iedras o lad ri­
llos de tie r ra cocida So!, p a ra las paredes, y techos de
paja. E n cie rta s regiones elevadas del altiplano, m uy ex ­
p u estas a los v ien tes y donde la p aja es ra ra , laa casas son
red o n d as y el techo e stá form ado por circules concéntri­
cos de ladrillos que fo rm an u n a cspecie de bóveda cuya
p u n ta perm anece ab ierta y sirve de chim enea. L as casas
no ten ían m ás que u na a b e rtu ra dirigida hacia el
o rien te, h acia el Sol levente, a b e rtu ra que servía a la vez
de p u e rta y de ventaría. H abía ausencia absoluta de m ue­
bles:; u n as cuerdas tensas, sobre las que se colocaban los
vestidos, servían de a rm a rio ; unas ollas o ag u jeres p ra c ­
ticad o s en tie rra hacia oficio de despensa. L as cam as, las
m esas y las siUas e ra n to talm en te desconocidas.
L es incas y la nobleza estab an evidentem ente m ejor
dotados; pero, sin em bargo, ignoraban en absoluto lo que se
llam a confort.
V ivían rodeados de. prodigiosas riquezas; pero cual­
q u ier pequeño burgués m oderno h ab ría encontrado sus p a­
lacios dem asiado incom odes y desprovistos de lo que nes-
o tre s consideram os indispensable. Ei Inca dorm ía sobre
el suelo cubriéndose con algunas tapas de vicuña. Sus pa­
lacios no ten ían m ás m uebles que las cabañas de sus súbdi­
tos. T om aba sus com idas en platos de oro; pero no utili­
zab an m ás que la cuchara, porque ignoraban el uso del cu­
chillo y del tenedor. L a cocina, p a ra él, como para el m ás h u ­
m ilde de sus súbditos, se hacía en pequeños hornos de g re­
d a y no salía de u n círculo estrecho: p a ta ta s deshidratadas

125 —
(ch u ñ o ), m aíz cocido o tostado, púnatela hecha de m aíz o
de quinoa m achacada y trozos d s carne secada ai Sol, t u ­
bérculos de oca expuestos al Sol y después cocidos . . . F ue­
ra de este m enú ordinario, se aseg u ra que el Inca se hacía
llevar pescados del lago T iticaca y de] m a r con sus correos
(chasquis), asi como fru to s tropicales. Los huevos, al igual
quo la leche, eran desconocidos. L a carne fresca no se con­
sum ía sino con ocasión de las fiestas.
TRABAJO DE LOS METALES
E n ei tra b a jo de los m etales, la casta de especialistas
que a él se consagraba, había llegado a cierta m aestría.
L a p lata e ra ex traíd a de los m inerales por fusión, en p e ­
queños a p a rato s de greda que se colocaban en la cim a de
las m ontañas, p a ra que el viento activase el fuego que a r ­
día debajo. ’
P a ra e x tra e r el m ineral del suelo, los indios seguían
Las v etas y sabían co n stru ir galerías, sin o tro s útiles que
cinceles de bronce y m artillos sin mango. L as m inas de
p la ta de Porco, en el d ep artam en to de Potosí (Boiivia)
fueron explotadas desde el tiem po de los Incas.
E l oro e ra recogido lavando las a ren as auríferas, que
abundan en num erosas regiones de Boiivia y del P erú , o
ex traíd o d e ciertas m inas, especialm ente de las del valle de
C urim ayu, cerca de C ajam arca (P e rú ). Los Incas utiliza­
ban el cobre nativo, m uy extendido en los Andes, y sabían
alearlo al estaño. B uscaban tam bién esm eraldas en el de­
sierto de A tacam a.
Los orfebres sabían fab ricar hitos de p lata y de oro
m uy delgados, que los Incas hacían e n tra r en la composi­
ción de ciertos tejidos reales p a ra ‘l as g randes cerem onias.
Sabían h acer tam bién hojas de p lata y de oro, con 'ayuda
de las que recubrían Jos m u ros de ios palacios y de los tem-

126 —
píos. T rab ajab an a m artillo y hacian platos, vasos y fi­
gurillas huecas.
S abían fab ricar objetos m uy complicados y p resenta­
dos con gusto; pero, como en todas las m anlfestciones de
la vida de este pueblo, salían poco de los tem as y ornam en­
to s consagrados, que reproducían con habilidad, cuidando
el detalle (1).
El ccb re e ra utilizado igualm ente p a ra la fabricación
de ídolos, de ornam entos, de brazaletes, de pendientes, etc.
E sto s objetos eran generalm ente vaciados en moldes, y
eran , por consiguiente, macizos.
Los Incas no conocieron el use del hierro, pero habían
llegado a tem plar el cobre aleándolo con una pequeña can ­
tidad de e stañ o r L as h achas y los cinceles de los tallado­
re s indios de piedras, tenían casi la dureza del acero (2)
Sus artesan o s habían llegado tam bién a ta lla r las es­
m eraldas y ?as turquesas, las cuales ornaban los vestidos
del Inca, su lite ra y el in terio r d e los templos.
UTILLAJE
G arciíaso nos d a indicaciones interesantes respecto al
u tillaje (3) de que disponían j o s artesan o s de los Incas.
(1) Los plateros indígonas m odernos quo tra b a ja n p a ra los indios pro-
so n ta b a n las m ism as ccnacterísticas. No salen d e ciertas form as
y do ciortos ornam entos y todos hacon oxactam cnte la misma co­
sa, en la s m ism as condiciones, con la m ism a factura.
(2) Do Humboldt hito an alizar un cincel do bronco oncontrado en Víl-
cab am b a. cerca del Cuzco, on u n a m ina do p lata tra b a ja d a desde
ol tiompo do los Incas. Este instrum ento tiono doce centím otros
do larg o y dos do ancho; la m ateria do quo ostá com puesta h a
sido analizado por M. Vauquolicr. quien h a encontrado on olla
0.94 do cobre y 0,06 do estaño. Este cobro cortante do los P o n ía­
nos os casi idéntico al do los h ac h as g a la s quo cortan la m ado-
r a como lo h a ría el acero. ''V istas de las Cordilleras". V. I. p. 314..
(3) "Com. re a le s de los Incas", lib. II cap. XXVIII.

— 127 —
L es orfebres no conocían el yunque; hacían uso de pie­
d r a s que aplanaban y pulían frotándolas unas contra o tras.
Sus m artillos eran m azas de bronce cúbicas de tam año s
diferentes, cuyos extrem os e stacan redondeados y que ellos
podían m a n ejar con la m ano. Los había de form a alonga­
d a y angosta, p a ra m a rtilla r al in te rio r d¿- los vasos y de
las ollas y h a cer el tra b a jo del repujado.
No conocían ni la lim a ni el buril. Ignoraban el uso
del fueiie. P a ra fu n d ir el m etal, s:p ia b a n en ei fuego en­
tr e diez o doce por medio de tubos de cobre.
No e s:a ’o sn m ejor provistos de útiles p a ra la carpin ­
te ría ; no poseían sino el hacha y el cince] del carpintero.
No conocían ni la sierra, ni el cepillo, ni el berbiquí, ni las
tenazas. Ignoraban les claves, los tornillos y la cola; unían
las m aderas p er medio de cuerdas vegetales.
P o r o tra p arte, no conocían las tijeras. H acían uso
de pequeños cuchillos de sílex p a ra c o rta r las telas o cor­
ta rs e los cabeiics (1 ). Sus ag u jas estaban hechas de la r­
gas espinzs m uy d u ras tom adas de un!a serie de cactus y te ­
nían orejas.
Los talladores de piedras disponían del cincel y, ade­
m ás, sabían, al decir de Cieza de León, (2) h a c e r e stallar

<1) En Tini, a u n a docena de leguas de Sucre, los Indios (de lengua


quichua) h accn todavía uso de u n a piedra cortante p a ra cortarse
los cabellos. Un pedazo d© m adera sostenido por la m ano iz­
q u ierd a es colocado bajo la m echa q u e se trata de cortar, m ien­
tra s quo la m ano derecha la corta con un golpe seco del g u ija­
rro d e sílex.
'{2) S egunda Parte de la Crónica del Perú, Edición 1880, pp. 52 y 53.

128
las piedras calentándolas fuertem ente y echando en segui­
d a sobre el!es agua fría. E ste procedim iento se halla to ­
davía en uso en num erosas regiones del altiplano. Lo h e
v.sto p ra c tic a r especialm ente por los colonos del Novillero,
e n tre Sucre y C cchabam ba.

LA INDUSTRIA TEXTIL

La industria tex til había llegado a un alto g rado de


perfeccionam iento, gracias, a la vez, a la habilidad de1, in­
dio en este a r te y a la incom parable m ateria prim a que le
daban la vicuña y la alpaca. Su u tila je era, aún en esto,
ru dim entario; consistía en telares form ados de dos o tre s
palos fijados sobre el suelo, en tre los que se tendían los hi­
los de la tram a, y de algunos útiles que servían p a ra h acer
p a sa r los hilos perpendiculares a la tra m a y para calarlos
fu ertem ente. Con este utillaje prim itivo hacía telas que
desp ertaro n la adm iración de los conquistadores españoles
y se asegura que el rey Felipe II de E spaña rehusaba d o r­
m ir en o tra s sábanas que no fuesen las tejidas con lana de
vicuña por los Indios del Cuzco.
Los Incas pcscian tam bién tin tu ra s vegetales m uy bellas
y de g ra n fijeza. L as telas encontradas en las tum bas, des­
pués de un en terram ien to de varios siglos, guardan toda­
vía la vivacidad de sus colores. Los tejidos fabricados p a­
r a les nobles y p ara los tem plos, estaban ornados de dibu­
jos a m enudo m uy com plicados y siem pre arm oniosos. A
los hiles de lana se m ezclaban hilos de oro y de plata. L a
elección de los colores atestig u a un gusto m uy seguro y de
un incontestable sentido artístico.
L as m ujeres del pueblo tejían los vestidos de su fam i­
lia con algodón en los valles cálidos, y con lana de llam a,

— 129
m enos preciosa que la do la vicuña o de la alpaca, en el
altiplano. L a lana o el algodón e ra n distribuidos bajo la
cuidadosa diligencia de les oficiales del Inca, cada dos años.
E sta s m aterias prim as provenían de los g ran ero s reales, los
ganados pertenecían casi en teram en te a la corona (1). Los
cu racas ejercían una estrech a vigilancia p a ra asegurarse
de que la lana o el algodón dados p o r el Inca a cada jefe
de fam ilia p a ra la confección de los vestidos de los suyes,
e ra em pleada únicam ente en este uso.
C iertas regiones del im perio e ra n célebres por la habi­
lidad de su s h ab itan tes p a ra te je r bellas telas. Se cita e s ­
pecialm ente Poma-tambo en el Condesuyu, no lejos del Cuz­
co (2).
TEJIDOS DE FIBRAS VEGETALES

Los indios tejían la fibra dei m aguey (ágave am erica­


no) y hacían ccn él sandalias y cam isolas de g u erra; esta
fib ra, m uy resistente, se dejaba a tra v e sa r m uy difícilm en­
te p o r las a rm a s del adversario. H acían tam bién con esta
fib ra cables y se servían de ellos p ara sus construcciones,
p a ra u n ir las vigas e n tre sí y p a ra la construcción d e puen­
te s colgantes.

UTILIZACION DE LAS PIELES

Los In cas no conocieron procedim ientos p a ra c u rtir las


pieles. E n el altiplano, se contentaban con extenderlas so­
b re el suelo, su je ta s a ganchos, y las hacían secar. C o rta ­

(1) "G arcilaso, "Com. re ales d© los Incas", lib. V, cap. IX.
(2) H eirora, D écada V. Lib. VI p. 134.

130 —
b an luego suelas de esta* piezas secas y hacían de ellas
usutas (sandalias). E n las regiones m ás cálidas, p re p a ra ­
ban late pieles sopándolas sn orines d u ra n te cierto tiem po,
p a ra después sarvirse de ellas en la m ism a form a que
en el altiplano.

— 131 —
CAPITULO VI.

La Agricultura. — La Crianza del Sanado.

L a organización de la ag ricu ltu ra en el T aw antinsuyu,


m erece n u e stra adm iración sin re s a n a s , si ss tiene en
cu en ta las dificultades considerables inherentes a! medio
que los In cas debieron vencer, la pobreza de su utillaje y
•la ausencia de anim ales de tracción.
U na de las características d e las tie rra s arables del
altiplano es la sequedad. L as lluvias caen abundantem en­
te d u ra n te algunos meses, después cesan com pletam ente y
la atm ó sfera se vuelve de una limpidez ex trao rd in aria, qui­
tando ráp id am en te a la tie rra la hum edad que encerraba.
P a r a co n serv arla en cierta m edida, el Indio deja su cam ­
po cu b ierto d e p ied ras; pero reduce así la productividad
p o r lo m enos en un 50% y vuelve ei tra b a jo excesivam ente
penoso. El único medio verdaderam ente racional de d a r a
las tie rra s la cantidad de agua necesaria a los cultivos es
la irrigación artificial y fué lo que los Incas lo com pren­
dieron.
LOS CANALES DE IRRIGACION DE LOS INCAS

P a ra realizarla, e ra preciso vencer dificultades enor­


mes. P e ro nada desanim aba a estos hom bres tenaces, y se
pusieron a su rc a r todo su im perio ccn canales de irrigación,
Qa m ay o r p a rte del tiem po subterráneos. E sto s canales
tra ía n el agua de las cordilleras o de los lagos elevados y re ­
c o rría n distancias enorm es, contornando las m ontañas, pa­
sando p o r acueductos sobre los ríos, atravesando las rocas

— 132 —
m á s duras. L es ingenieros Incas no tenían en cuenta ni ]a
su m a de trab ajo invertido, ni el núm ero de trabajadores,
•ni «el tiem po por em plear, prosiguiendo la obra em prendida
.a tra v é s de todos los obstáculos.
E sto s canales estaban em baldosados con grandes pie­
d ra s planas que se aju stab an perfectam ente, y, de sitio en
sitio, un sistem a de com puertas, que perm itía dirigir cier­
t a s cantidades de ag u a hacia unas ram ificaciones y a rre g la r
e\ consum o general según las necesidades dél m om ento.
Uno de los canales principales que atravesaban el de­
p a rta m e n to de Conds'suyu, al Sud del Cuzco, tenía una lon­
g itu d de m ás de doscientas leguas.
L a distribución dei agua de irrigación en cada % rsgión,
er.a objeto de ordenanzas especiales, m uy minuciosas, que
establecían p a ra cada p ersona el m em ento en que podía
d irig ir sobre su tie rra el agua del canal y el tiem po que po­
d ía disponer de ella. C astigos severos eran infligidos a aquél
qu e, por negligencia o pereza, no se encontraba en su cam ­
po en el m om ento en que h ab ía llegado su tu m o p a ra dispo­
n e r del ag u a y p a ra aquél que la tom aba en m ay o r c a n ti­
d ad de la que le acordaba la ordenanza.
O tro s sistem as p a ra luchar contra la falta de hum e­
d a d de las tie rra s, consistían en ah u ecar el suelo h asta alcan ­
z a r un m anto de ag u a su b terrán e a. Inm ensas cavidades
fu ero n así ahuecadas en regiones donde el a g u a podía se r
alcanzada a u na profundidad que no e ra exagerada; el fon­
d o estab a cubierto de tie rra arab le y era utilizado como
cam po de cultivo.
E l Inca poseía un cuerpo de Ingenieros y de especiar
lis ta s p a ra la construcción d e los canales de irrigación. P o ­
s e ía o tro s especialistas p a ra establecer sobre el flanco de
Ja s m on tañas cultivos en gradiente, con m uros de sostén

133 —
de piedras y en que la tie rra e ra traid a a menudo de m uy'
lejos. E ste sistem a e ra utilizado p a ra ciertos cultivos, es­
pecialm ente p a ra la coca, y se halla en uso todavía hoy.
A llá donde las tie rra s e ra n abundantes, no se cultiva­
ba m ás que u na p a rte de ellas cada año, p a ra dejarlas en.
seguida en barbecho d u ra n te un largo período, perm itién­
doles re c u p e ra r su fer tilidad.
E n o tra s partes, se hacia uso de abonos. Se conser­
v aban los abones hum anos y de los anim ales domésticos, se­
cos y reducidos a poJvo. E ra bajo esta form a que se los
m ezclaba con la tie rra . E n los valles situados cerca del
m ar, se utilizaban com o abones cabezas de sardinas y el
gitano (1) acum ulado desde hacía siglos en los islotes de
la costa del Pacífico por los innum erables p ájaros m arinos
que allí viven.

L a explotación de este guano estab a reglam entada. Las.


re se rv as e ra n rep artid as e n tre los «distritos que no esta ­
ban dem asiado alejados p a ra poder aprovecharlo. Se h a ­
bían dictado las penas m ás severas contra los que usurpa-
t a n el suelo del vecino, o tom aban en su lo te u na p arte m ás
considerable q ue la req u erid a p a ra las necesidades de su re ­
gión. E stab a tam b ién estrictam en te prohibido m a ta r a los
p á ja ro s de la costa.

• INSTRUMENTOS ARATORIOS

Los Incas no conocían el arado. Ignorando la ru é -

(1) No llueve jam ás eobre esto costa del Pacifico; h e ah í por qué las-
deyecciones do los p ájaro s m arinos h a n podido acum ularse y a l­
canzar u n espesor de varios metros.

— 134 —
.da, no poseían c a rru a je s y no tenían, p o r o tra parte, ani-
.m ales dom ésticos de tiro.
H abían im aginado u n ap a ra to m uy curioso p a ra rem o­
v e r profundam ente la tie rra . E ra u n a especie de estaca
p u n tiag u d a cuya p a rte a n te rio r era plana y cuya p a rte pos­
te rio r e ra redondeada. A u na distancia de 30 a 40 centí­
m etro s de la punta, se encontraban, fuertem ente a m a rra ­
dos, dos pequeños palos sobre ¡los que un indio saltaba pa­
r a h a c e r h u n d ir la estaca verticalm ente en la tie rra . El
¡aparato serv ía entonces de palanca, teniendo por punto de
apoyo el suelo, sobre el que reposaban -lote dos pequeños p a­
los, m ien tras que la potencia resu ltab a se r un grupo de 7 a
8 indios que em pujaba la estaca hacia el suelo (1). L e­
v an ta b a n así grandes terro n es que e ra n desm enuzados por
las m ujeres. E ste tra b a jo se hacía siem pre p er grupos de
siete u ocho individuos pertenecientes a la m ism a fam ilia,
o com pañeros que se escogían e n tre sí. R em ovían así en
com ún sucesivam ente el cam po de cada uno de ellos. L as
m an io b ras sucesivas del m anejo del ap a ra to se hacían en
cadencia, al ritm o d e un canto que hom bres y m ujeres re­
p etían en coro.
N o conocían la pala, pero hacían uso de u na especie de
azad a cuya cabeza e ra de piedra, de bronce o de m adera, y
d e que se serv ían p a ra ah u e c a r un surco, p a ra a b rir una
reg u era, p a ra a p o rc a r las p atatas.

PLANTAS ALIMENTICIAS

L as p lan tas alim enticias que cultivaban los súbditos de

VI) G arcilaso de la V ega, 'C om entarios re ales de los Incas", Lib. V.


¿cap.'II.
los In cas no e ra n m uy num erosas, pero elias son, sin em ­
bargo, de p rim er orden en cuanto a su valor a i‘.m entido.
P o seían la p a ta ta, la cual es o riginaria de su aí apiano dé­
los Andes. H abían llegado a conservarla deshidratándola
p o r un procedim iento que se halla todavía en uso por do­
quiera, en Bolivia y en el P erú. L as p a ta ta s son expues­
ta s a ■a helada, después som etidas a diversas operaciones,
•tales como pisads's, que tenían por objeto expulsar e! ag u a
contenida en su s células. El producto lleva el nom bre de
chuño.
D iferentes c trc s tubérculos de la m ism a fam ilia que
las p a ta ta s e ra n igualm ente cultivados. E: m ás apreciado
después de !a papa, e ra la oca (1).
El m aíz estab a extendido por todo el T aw antinsuyu.
E r a consum ido bajo ia form a de g ran es testados o coci­
dos. Los indios hacían de él tam bién harina, m achacándolo
e n m o rtero s de piedra. N o hacían pequeños panes m ás
q u e en las circunstancias solem nes de las grandes fiestas
solares. Con ayuda d e la h a rin a de maíz, fabricaban una
bebida alcohólica llam ada chicha.
L a qu-nua (2) e ra igualm ente m uy cultivada. E sta
p lan ta resiste a a ltu ra s m uy elevadas y se ad ap ta igualm en­
te a los clim as tem plados. L as hojas tiern as eran comi­
das, y del g ran o se hacía h arin a que servía en la confección
d e papillas, y tam bién p a ra La preparación de una bebida
ferm en tad a.
E n los valles cálidos, ios bananeros daban abundan ­
te s fru to s de un valo r n u tritiv o de p rim er orden. Los In ­
cas h acían cu ltiv ar igualm ente la ccca (3) cuyas hojas se*

(1) O xalis tuberosa.


(2) Chcnopodium quinoa.
(3) ErythroxyluEi p&ruviamun.
cas m ascaban con delicia. Los cronistas pretenden que el
uso de la coca estaba reservado a los Incas y a los nobles
y que ei In ca la enviaba en pequeñas cantidades, como
p resen tes reales, a los curacas de sus diversas provincias.'
H oy día el uso de la coca está universalm ente extendido en­
tr e los indios.

PROTECCION CONTRA LOS RUMIANTES

Los indios poseían algunos m edios 'interesantes de


di.iQpsa de sus cultivos: rodeaban sus cam pos de m aíz de
u n cerco de p lan tas de quinoa: el gusto am argo de los ta-
i ’os y de las hojas constituía u na protección eficaz contra
ei diente voraz de los numéreteos rum iantes que vagaban en
lib e rta d p o r toda la extensión del inm enso altiplano.

PROTECCION CONTRA LA HELADA


P a ra p ro teg er sus cultivos co n tra la helada, p ractica­
ban la fum igación, quem ando h o jas y p lan tas secas contra
el viento; el hum o cubría sus cam pos y les preservaba con­
tr a 'la helada.

ANIMALES DOMESTICOS

Los únicos g ran d es anim ales dom ésticos que poseían


los Incas, e ra n la s Uamas y las alpacas. E xistían inm ensas
tro p a s de ellas en el altiplano. Sólo los m achos e ra n u ti­
lizados p a ra el tra n sp o rte de carg as que no pasaban de 40
a 50 kilogram os. E sto s anim ales e ra n y son conducidos
to d av ía p o r tro p as de v arias centenas de cabezas. Cam inan
lentam ente, no avanzando m ás de tre s a cu atro leguas por
día.

— 137 —
L a h em b ra de la llam a da m uy poca leche: los indios
no la utilizaron jam ás p a ra bebería o p a ra h acer queso.

A dem ás, existían sobre el altiplano inm ensos rebaños


•de vicuñas y de huanacus, que vivían en estado salvaje.
Periódicam ente estos anim ales e ra n ojeados por un núm ero
considerable de batidores y em pujados hacia unos parques
y el Inca y 'su cortejo m ataban cierto núm ero de ellos, por
e l placer de la caza; los otros eran capturados, esquilados y
luego se les volvía a poner en libertad. E sta s cacerías
reales e ra n practicadas cada año en reglones diferentes. Se­
gún Cieza de León, participaban en ellas h a sta 100.000 b a ­
tidores.
L a lana de 'la vicuña era m uy apreciada p e r cu fin u ra
y su s cualidades de flexibilidad y d e im perm eabilidad. E s­
ta b a reservada p a ra la confección de los vestidos del Inca.
Los súbditos de los Incas poseían perros y una sola
a v e de corral; e ra una especie de pato que llam aban mtr
Huma, y que no estaba dom esticado sino en algunas re­
giones.
Da u na m anera general, se puede decir que los indios
no ten ían anim ales dom ésticos, porque las llam as, aun m uy
num erosas, pertenecían en su m ayor p a rte a los Incas y a
los nobles. No era sino en ei Collao donde los particulares
poseían en propiedad algunas llam as y esto por respeto a
las tradiciones existentes en esta región an tes da que fu e­
se som etida a la dom inación de los Incas.

Todo el tra b a jo de tra n sp o rte se hacía a lom o de hom ­


bres, del m ism o modo que todo el tra b a jo de los cultivos y
de las construcciones era exclusivam ente realizado p o r el es­
fuerzo hum ano.

— 138 —
CAPITULO VII.

La Ciencia de los Incas (1)

Los Incas, cuyo espíritu práctico y positivo se ha m a­


nifestado en la organización social y económica de su in ­
m enso imperio, no cultivaron las ciencias.

Tenían, sin em bargo, cuerpos especiales de sabios, los


amauta^, encargados de conservar y de com unicar a grupos
de discípulos el pequeño b ag aje científico de la civilización
incaica. P ero no parece que los amantas hayan hecho un
esfuerzo serio con m ira a extender su dominio científico.
Se experim enta a m enudo u na im presión cuando se estudia
¡la vida del Im perio de los Incas: se asiste a su extensión pro­
gresiva, se ve a u m en ta r su poder y su prestigio, se ve apli­
c a r con m ás rigor, con m ás rígida lógica, ¡las concepciones
y las leyes; pero se encu en tra que €•: m ecanism o está com ­
p letam ente concebido desde é! comienzo y que no se le ha
hecho d a r todos sus efectos m ás que a m edida de las circuns­
tan cias y de las oportunidades favorables. N o se descubren
sino ideas re ta s y estancadas sobre todas las cosas; 'los In ­
cas saben lo que quieren y dónde van, y el que los estudia

•(1) Ver tam bién D. Forbes, On the A ym ara Indians of Bolivia an d P e­


rú.— B. of tho Ethnological S. of London, 21 of Juno 1870— Cle­
m ente M arkham. "The Incas of Perú," New York, 1910.— E. Nor-
denskiold, Rocctas m ágicas y m édicas del Perú y do Bolivia, "Jour­
nal d es Am éricanistes" de París.— B. Díaz Romero, F arm acopea
C allag u ay a, La Paz, 1904, etc.

— 139 —
g u ard a la im presión de que han venido de o tra parte, con
todo su b agaje de nociones políticas, sociales, económicas,
científicas, etc., resultado de la lenta evolución de su raza
en su país de origen. Todo este bagaje ha sido puesto en
v alo r en el Pen'i, pero bajo u n a form a rígida y dogm ática,
y se h a estancado. B uenos adm inistradores, los Incas son
esclavas de su sistem a; son y deben se r lógicam ente enem i­
gos d e las iniciativas, de las ideas nuevas; la ciencia no po­
día e n c o n tra r te rren o m ás desfavorable p ara desarrollarse
q u e ese medio de autóm atas.

LO S Q U IPFU S
• •
Los Incas no llegaron a la concepción de la escritu ra
jeroglifica. C onservaban sus tradiciones, sus leyes, la o r­
denanza de- sus cerem onias culturales, su historia, sus can­
tos, etc., en la m em oria de funcionarios especiales, clasifi­
cados por categorías y entrenados desde su infancia en su
papel de libros vivientes. Poseían, sin em bargo, un mem o­
rán d u m de u na real eficacia: era el quippu.
E l quippu e ra u n cordón de lana en el que estaban fija­
dos unos hilos de colores, de dim ensiones y espesores va­
riados, en los que se hacían nudos. E l color y el espesor del
cordón principal, dsl m ism o m odo q ue el color, la dim en­
sión y el espesor de les hilos secundarios, correspondían a
ideas de orden general, m ien tras que cada nudo era la indi­
cación de u n a idea p a rtic u la r y precisa, que el funcionario
especial, el quippucavviyoc, debía conocer d e m em oria en
la fo rm a estereo tip ad a que le e ra com unicada p o r su m aes­
tro . L a v ista de un quippu de la serie que conocía, des­
p e rta b a en seguida en él qurppucaniayoc las ideas genera­
les asociadas al color y a üa longitud ¡le los hilos, m ien tras

- 140 —
que los nudos le recordaban ei núm ero de ideas particulares,
por enunciar. (1)
El sistem a se em picaba tam bién p a ra la trasm isión de.
m ensajes, pero el m ensajero debía a y u d a r a la com pren­
sión de las ideas fijad as por el quippu. E i destinatario, a
p a rtir de la v ista del quippu, tenia, sin em bargo, d ates ge­
nerales: p o r ejemplo, el color blanco del cordón, indicaba
paz, m ie n tras que el color rojo indicaba guerra ; los hilos
blancos se relacionaban con la plata y los am arillos con el
oro. Con un poco de im aginación, es fácil establecer a!-
g u n as claves que perm itan u tilizar la m em oria verbal del
chasqui (m ensajero) sin que pueda com prender el conteni­
do exacto del m ensaje que trasm itía.
Los quippus, ta n im perfectos p a ra fija r ideas, consti­
tu ía n un sistem a excelente p a ra la contabilidad, y fueron
em pleados en este respecto con pleno éxito. Los nudos
rep resen tab an unidades, pero d g ro so r y el lu g ar del hilo
fijab a ia categoría (unidad, decena, centena, etc.) m ientras
que el color y el espesor del cordón indicaban el objeto de
la contabilidad. E n cada d istrito existían los quippucama-
yccs contadores, e n tre los que unos se ocupaban en o rg a­
nizar y g u a rd a r al día las estadísticas dem ográficas, m ien­
tra s que o tro s se ocupan en o rg an izar el estado de las re ­
serv as del rey, el pago d e los tributos, etc.
El duplicado de esta contabilidad se guardaiba en e3

(1) "De m an era que c a d a hilo, y nudo, les üraía a la m em oria lo que
en si c o n lo n ía . . . Así so acordaron los indios por los nudos, d e
las cosas que bus padres y ab u elo s les a v ía n enseñado por trad i­
ción. lo q u al tom avan con gran d ísim a atención y procuravan.
co n serv arlas e n la mem oria". G arcilaso, "Com. re ales d e los In­
cas," Lib. VI cap . IX.

— 141 —
Cuzco, en establecim ientos especiales.
L o j quippucam ayoes e ra n form ados en escuelas e sta ­
blecidas €n el Cuzco. C ada uno ten ía su especialidad, y el
que se ocupaba de contabilidad no en ten d ía n ad a de la cien­
c ia de su colega que ss ocupaba en la conservación de flas
]eyes, o del que estab a encargado de re c o rd a r a las gene­
racio n es nuevas los hechos im p o rtan tes de los reinos pa-
.sados. (1) '

CONOCIMIENTOS MATEMATICOS

Los conocim ientos m atem áticos de los Incas e ra n pu­


ra m e n te de orden práctico; com prendían el sistem a decim al,
q u e su e sp íritu de orden y de m étodo había colocado a la
base de la organización del ejército .y de la organización so­
cial, tal com o la hem os visto. E n todo el im perio los hom ­
b res estab an agrupados p o r decenas, cincuentenas, cente­
nas, m edios m illares, m iliares y lo estab an igual r e n t e los
ganados e innum erables objetos conservados en las re se r­
v as del Inca.
E n geom etría, los Incas poseían las nociones p rácticas
elem en tales in h eren tes a sus habilidades técnicas, tales co­
m o la partición d e la tie rra en porciones iguales, el trazad o
de u n a ru ta , de un canal d e irrigación, ed tallado d e piedras
¡para que se aju sta re n ex actam en te a la fabricación de un
m u ro . etc.

«(1) Los quippus fueron em pleados en China, on Africa, on T artaria,


en ol C an ad á y en México. En C hina, fué el Em perador Tai-hao-
fo-hi quien reem plazó el sistem a de los quippus por otro m ás per­
feccionado (los kouas) en el año 2941 a n te s de n u estra era. De
Humboldt, "V id as do la s Cordilleras", vol. II, p. 271.

— 142 —
Sabían, tam bién hacer m ap^s en relieve dando una idea
ap ro x im ativa y a escala reducida de la topografía de sus
provincias o de sus ciudades, o de la disposición de los edi­
ficios de un tem plo o de una fortaleza.

ASTRONOMIA

Los conocim ientos astronóm icos de ios Incas eran igual­


m ente em píricos y de c a rá c te r práctico. Sabían d eterm in ar
los solsticios y los equinoxios.
H abían edificado gnom ones sobre las cocinas de los
alrededores del Cuzco y se servían de ellos p a ra d eterm in ar
ios solsticios. (1) P a ra la determ inación de los equinoxios,
poseían, en los jard in es de los tem plos del Sol, colum nas
esculpidas y ricam ente ornadas, cuya longitud de som bra
proyectada observaban. El día del equlnoxio, adornaban
la colum na con flores, y, en el Cuzco, se colocaba allí un

(1) "A lcanzaron los solsticios del verano y de invierno, los cualeu d e­
jaron escritos con señ ales g ran d es y notorios, que fueron ocho to -
ires, q u e lab ra ro n a l oriente, y otras ocho al poniente do la ciu­
d a d del Cuzco, p u estas d« cuatro en cuatro, dos pequeñas en m e­
dio d e otras dos grandes; las p eq u e ñ as e sta b a n dieciocho o vein­
te pies, la u n a de la otra: a los lados otro tanto espacio estovan la s
o tras dos torres g ran d es, y estas g ran d es servían de g u a rd a r y d e r
aviso p a ra que descubriesen m ejor las torres p eq u eñ as, el espacio
q u e entre la s p eq u eñ as av ia por donde el sol p a s a b a al salir y a l
ponerse, era el punto de los solsticios. Laa u n as torres del oriento
corerspondían a la s otras del poniente del solsticio vernal. P a ra
verificar el solsticio, so p o n ía u n Inca, en cierto punto al salir oí
sol y a l ponerse; y xnirava a ver si salía y se ponía por entre las
dos torres pequoñas q u e e sta b a n a l oriente, y a l poniente".
(G arcilaso de la V ega, "Com. re a le s de los Incas*, Lib. II, cap..
XXD).

— 143 —
•asiento de oro, porque, decían los Incas, el Sol se posa so­
b re las colum nas con toda su luz.
Q uito, que- se e n c u e n tra so b re el E cuador, estaba con­
sid erad o como ciudad santa, porque a mediodía, el día de
los equinoxios, la som bra proyec;ada e s allí absolutam en­
t e nuia.
T odas las colum nas y gnom onss edificados por los In ­
c as fueron destruidos sistem áticam ente por los conquista­
d o res españoles, bajo p retex to de que recordaban el cuito
del Sol.
Los Incas no tenían noción ninguna concerniente a la
c a u sa d e los eclipsas. A tribuían ios eclipses solares a la
có lera del Sol, y los de la L una a u n a enferm edad. Creían
que si la m ancha negra que invadía el disco de la luna con­
tin u a b a creciendo, la lim a m oriría y caería a tie rra . E n ­
to n ces hacían g ra n algazara y am arrab an y pegaban a ios
p e rro s p a ra hacerles ladrar, porque creían que la Luna
te n ía u n a afección p artic u la r por los perros y que oyéndo­
les, ella se d esp ertaría del sueño en que la 'sum ergía la en­
ferm edad y podría com batirla m ejor. Las m ujeres y los ni­
ños lloraban y suplicaban en a lta voz a la L una que no m u­
riese. C uando él eclipse decrecía, decían que Pachacam ac
h ab ía curado a la Luna. (1)
Su conocim iento del cielo e ra tam bién com pletam ente
rudim entario. A p arte alg u n as constelaciones p articu lar­
m en te brillantes, la g ran m asa de las estrellas perm anecía

<1) G arcilaso "Com entarios realca do loa Incas", Lib. II C ap XXm. Loe *

M ejicanos, a u n q u e m enos avanzados quo ios indios on cuanto


a la organización social, p o seían nociones científicas m ás extensas
7 m ás exactas; h a b ía n descubierto especialm onto fa verdadera
c a u s a de los eclipses.

-• 144 —
p a ra ellos en el anonim ato, y, en m ateria de planetas., no
habían observado m ás que les m ovim ientos de Venus.

EL CALENDARIO

E l año incaico e ra el año lu n a r de doce lunas corregido


por ia observación de los solsticios. Los cronistas no es­
tá n de acuerdo en cuanto al empleo d e los doce días que se
añadían a los 354 de] año lunar. A lgunos dicen que esta­
ban rep artid o s e n tre los doce m eses lunares, m ien tras que
o tro s afirm an que ellos constituían cada año un período
n eu tro consagrado a fiestas y diversiones.

G arcilaso dice (1) que el In ca P achacutec había orde­


nado que, en cada luna, debía h ab er tre s días de fiesta y
de m ercado (c a tu ). El indio debía tra b a ja r ocho días con­
secutivos: el noveno, descansaba. Los m eses com prendían,
pues, según Garcilaso, tre s sem anas de nueve días y tres
días independientes consagrados a las fiestas y m ercados.
E s igualm ente a P achacutec Inca a quien los cronistas, es­
pecialm ente Acosta, atribuyen la ordenanza de hacer co­
m enzar' el año en el solsticio de invierno, esto es en junio.

LA MEDICINA

Los conocim ientos médicos de los Incas eran esencial­


m ente em píricos. Conocían *las propiedades m édicas de a l­
gu n as p la n tas y se servían de ellas bajo fo rm a d e infusión
o de aplicación directa sobre la p a rte enferm a. Practica-

íl) Lib. VI, Cap. XXXV.

— 145 -
b an la sa n g ría (1) y la purga. Pero, lo m ás a menudo, a tr i­
buían las enferm edades a sortilegios y tra ta b a n de desem ­
b arazarse de ellos p o r p rácticas de brujería.
Ig n o rab an el a r te de am p u ta r un miembro, pero los
crán eo s descubiertos en an tig u as sepulturas parecen demos­
t r a r que sabían p ra c tic a r la trepanación; sin em bargo, las
crónicas son m udas a este respecto, y se ignora en qué cir­
cunstancias practicaban esta operación.

(1) En caso de dolor de cab eza a b ría n u n a v en a de el frente entie las


cejas. La lan ce ta ora una p u n ta de sílex fijada a l extremo do un
ped azo de m adera. (G arcilaso, "Com. reales do loa Incas" Lib.
II C ap. XXIV).

- 146 —
CAPITULO VIII.

Resultados de! Gobierno de los Incas desde el pun­

to de vista de la felicidad y de la civi­

lización de sus súbditos (1)

Si resum im os nuestros conocim ientos sobre el régim en


incaico, com probam os, a n te todo, que se tr a ta de un go­
bierno au to crático organizado en provecho d e u na m inoría
cultivada- L a autoridad de e s ta casta reposa sobre la re ­
ligión, que establece que el Inca es el hijo y el rep resen tan ­
te del Dios-Sol sobre la T ierra. Se enseña que las in stitu ­
ciones son de inspiración divina y, en consecuencia, perfec­
tas e inm utables. El pueblo es conservado en la ignoran­
cia m ás com pleta, su docilidad y su sum isión son obtenidas
por u n a serie de m edidas hábiles, pero esencialm ente auto-
cráticas. E s tá en 'la obligación de tr a b a ja r desde su ju ­
ventud h a sta su m uerte, y desde por la m a ñ an a h a sta p o r
la noche. El Inca no exige un tra b a jo penoso, pero quiere
que su s súbditos estén siem pre ocupados. L a actividad con­
tinua, el tra b a jo im puesto y considerado como un fin en sí
mismo, si es necesario, es uno de los grandes principios so­
b re los que se apoya el G obierno de los Incas.
El poder está fu ertem en te centralizado, y p ara conso­
lidarlo, el Inca cultiva cuidadosam ente el esp íritu de d a n .

U) El escritor boliviano Tristón Maroff h a publicado, bajo el tüulo-


"La Justicia del Inca*, un opúsculo editado en Bruselas, en que so-
refutan las apreciaciones de M. Rouma. (N. del T.).

— 147 —
C ada ayllu debía llevar un signo distintivo en ei vestido o
en el som brero, y los jóvenes y las jóvenes de un mismo
•ayllu se casaban e n tra si. Ei im perio estaba dividido en
una m ultitud considerable de pequeñísim as naciones, tenier..
do cada una sus signos p articu lares en el Cuzco. Cada ay-
Hu form aba u n a céluia en el im perio, con su fisonom ía p a r­
ticular. P ero todas las células estaban m ovidas por la
g ra n co rriente nerviosa que ten ía su asiento en el Cuzco.
El gobierno de los Incas tr a ta a sus súbditos como a
etern o s m enores y tiene para con ellos una previsora soli­
citud. Todo está previsto p ara que éstos no tengan jam ás
que su frir ham bres o frió. R egularm ente, el Inca hace sus
distribuciones de lana p ara ]a confección de vestidos nue­
vos y los g ran ero s llenos de reservas de víveres perm iten
prevenirse co n tra consecuencias de u na m ala cosecha en
cualquiera c5s las provincias del im perio, que, por cierto,
no conoce ni m endigos ni m iserables. P ero si cuida de sus
poblaciones con esa solicitud, el Inca desea utilizarlas a su
an to jo y trasp lan ta grupos de fam ilias de una región a otra,
según las necesidades de sus planes económicos y políticos;
reclu ta en igual form a ejércitos y envía a sus súbditos a
guarniciones alejadas
H allándose la vida de cada individuo reglam entada y
debiendo desarrollarse necesariam ente en un cuadro estre­
cho y conocido, toda ambición es vana, todo esfuerzo hacia
un m ay o r bienestar es, pues, inútil y está condenado de
an tem an o a un fracaso..

L a justicia se realiza inm ediatam ente y con una fría


severidad'; ella no perm ite tam poco el d esp ertar de movi­
m ientos de opinión, porque a cada delito corresponde una
sanción conocida que es aplicada im placablem ente. Por

— 148 —
vida era sem ejante a una la rg a ru ta m onótona y m uy de­
rech a sobre la que debía m a rc h a r sin detenerse ja m á s fu e ra
de las etap as previstas, de la que no podía a p a rta rse p a ra
coger una flor, p ara reposar en un sitio agradable y so ñ ar
allí. • •• -•! • • . ■ • . . .
Desde el punto de vista de la civilización, el régim en
incaico no podía y a d a r resultados positivos. El dogm atis­
mo rígido y definitivo de las creencias,.de las ideas sociales,
de los principios de gobierno, el espíritu teocrático de in­
m utabilidad que im pregna toda te organización incaica, no
podían m enos que tr a ta r de d e stru ir todo lo que tiende al
no conformismo* no podían m enos que co m p o rtar el ano­
nadam iento sistem ático de las iniciativas y la cristalización
de láS ideas y de todas tes form as de vida. L a m arch a del
prógreso pide una atm ósfera esencialm ente diferente. 'Son
precisos, a íes hom bres de genio, medios favorables en que
las excitaciones intelectuales sean num erosas y variadas,
en que el hom bre pueda escoger librem ente su s ocupacio­
nes y su género de vida. E s preciso que él pueda te n e r
tam bién legítim as am biciones, que pueda a s p ira r a la r e ­
com pensa de su esfuerzo a m enudo doloroso . . . P ero nin ­
guno de esos factores podían en co n trarse en el T aw antin-
suyu. , ...... . . .
E n sum a, de lo alto a lo bajo de fia esoaüa social y e x ­
ceptuada una m inoría de In cas privilegiados, ’l a vida de cada
. irno se h alla estrecham ente establecida en todas sus m oda­
lidades, y el individuo no es m ás que u n rodaje en u n a in ­
m ensa m áquina. L a personalidad de cada cual desaparece
^ n te la personalidad colectiva; el Tauxmtiiwiyu e stá o rg a ­
nizado como lo. está una cdlm ena de abejas o u n a colonia
áe ^omugas. ... ... ,
^ con la vida au to m ática .de la g ra n m asa,
la casta de ios in cas m antiene y cultiva su inteligencia, su s

— ISO —
o tr a p a rte , ios delitos son raros, porque el régim en supri­
m e las causas habituales de elloj.
El principio de colectivismo a g ra rio es uno de ’los ele­
m en to s m ás interesantes del gobie. no 'Í3 Io¿ Incas. Lo he­
m os expuesto con detalle. H a debido contribuir am plia­
m e n te a a seg u rar el orden general en e! imperio, pero ha.
contribuido m ás am pliam ente aun a fo rm ar en la g ran m a­
s a cM pueblo, agricultores todos, una m entalidad hecha de
indiferencia y autom atism o.
T ales son las principales características del gobierno de
los Incas.
N o se puede n eg ar que un adm inistrador que llega a
su p rim ir radicalm ente la m iseria y el ham bre, que reduce
los crím enes y los delitos a un m ínim um que ninguna nación
civilizada m oderna ha alcanzado jam ás, que ignora la exis- *
ten cia del parasitism o social de los ociosos, de los malos ri­
cos, de los especuladores, etc., constituye un fenóm eno úni­
co en la h isto ria del m undo y m erece n uestra m ás com ­
p le ta adm iración.
Sin em bargo, podemos p reg u n tam o s si esta previsora
y ta n sabia adm inistración incaica h a realizado verdadera­
m en te la felicidad de sus adm inistrados.
¿Se puede concebir 'la felicidad fu era de la libre expan­
sió n de la personalidad, fu era de] sentim iento de indepen­
dencia y de libertad? U na felicidad negativa, hecha de des­
preocupación, de ignorancia de toda alegría superior, de
au sen cia de pensam ientos, hecha únicam ente de vida vege­
ta tiv a y autom ática, e ra lo único que podía ex istir para los
num erosos súbditos de los Incas. El lu g ar de su residen­
cia, su s ocupaciones, su m atrim onio, sus creencias, sus di­
versiones, su vestido, to d a su vida, en fin, física, intelectual,,
sociítl, sentim ental, estaba reglam entada p o r decretos, y
a• • • • • ■' • *• • *#j ••/ '• 4 % i

, 1.49 -
aptitudes, sus iniciativas, y lo que ella produce es verda­
d eram en te sorprendente. H em os pasado en rev ista los p ro ­
cedim ientos de educación que aplica a su juventud, y que
constituyen un sistem a que no h ab ría desaprobado Mon­
taigne; hem os visto lo que su cu ltu ra h a producido en los
dom inios de das a rte s y de las ciencias, y lo que su voluntad
esclarecida h a podido realizar en grandes itrabajos u tili­
tarios.

El estudio de la civilización incaica sería incom pleto


.sin el exam en p o r lo m enos rápido del com portam iento del
Im perio en su resistencia a los invasores españoles al p ro ­
ducirse la conquista.
E n e1! m om ento en que los prim eros españoles abor­
daron 'las orillas de lo que es hoy día la República del E cu a­
dor, la g u e rra civil destrozaba al im perio. El tro n o e ra
disputado al heredero legítim o H u áscar por A tahualpa, h i­
jo b astard o del re y d ifunto y de u n a princesa de Quito.
A tahuaüpa e ra u n g ra n capitán, inteligente, am bicioso y as­
tu to ; había batido v arias veces a los ejércitos de su rival y
se h a b ría apoderado, sin duda, de la corona, sin la llegada
de P izarro, que lo hizo prisionero.
A tahualpa, en su cautividad, se preocupaba m enos d e
ios españoles que de su rival, y proseguía, con el asentim ien­
to de sus vencedores, la realización d e un plan que h ab ía
com enzado a poner en ejecución a la m u e rte de su padre.
L as leyes del im perio no conocían p o r herederos legítim os
m ás que a los hijos de san g re re a l Inca p o r el p ad re y p o r
ía m adre. 'A tahualpa llegó á h acer asesin ar al heredero
{legítimo H uáscar, luego casi a todos los rep resen tan tes de

t
Ja raza real de p u ra sangre, varones y m ujeres. En segui­
d a, p a ra a p a rta r rivales posibles e n tre los hijos bastardos»
continuó sucesivam ente su obra de m uerte, queriendo h a ­
cer desaparecer en teram en te lá raza de los Incas y que­
d a r él s c ’.o como su único representante.
Esos asesinatos prosiguieron d u ran te dos años y medio;
d estru y ero n casi com pletam ente ia línea real Inca (1). Les
ra ro s individuos varones que escaparon a la hecatom be fue­
ron m uertos, m ás tarde, en la represión de las revueltas
que fom entaron contra I05 conquistadores.
A tahualpa no debía, sin em bargo, sa c a r provecho de
estos crím enes. D espués de h ab er pagado un rescate p a ra
re c o b ra r su libertad, P izarro lo acusó de com plot contra su
persona y lo hizo estrangu lar.
Así pereció m iserablem ente este fam oso linaje real
Inca, c asta de am os, organizadores extraordinarios, pero
cu y a destrucción entregó a todo su inm enso imoerio. casi
sin resistencia, a los conquistadores españoles.
El ex trao rd in ario espíritu de hum edad y de sun-.'^ón
que se había form ado bajo la dom inación incaica fué pues­
to a provecho p o r los nuevos amos, que no penaron g ra n
cosa en la ta re a de so m e te r á los Indios.
C uando se leen los detalles de la conquista del Taw an-
tin su y u por 'los españoleé, uno se sorprende de la increí­
ble au d acia de*I puñado de conquistadores, aislados en m e ­
dio de u n a N aturaleza hostil, penetrando al corazón de un
im perío. organizado •m' *ilitarm
** t*• ente, violentando, pelando, ,'m
Via-

£)) Gc* 9ila« 9 , *CQ*aentario« reales de los Incas* lib . IX, caps. XXXV
al x x x v n .

152 —
sacran d o tem erariam ente. Adem ás, su avidez de o ro y su
fé im periosa e in to leran te 'les hicieron rom per ídolos y o b ­
jeto s sagrados, ro b ar los teso ro s d e ios tem plos, violar Qas
tu m b a s de los Incas, a rre b a ta r a las vírgenes consagradas
a l Sol.
Y a n te estas violencias y estos sacrilegios, los ejérci­
to s incaicos, privados de su jefe, fueron d e u n a incapaci­
d ad inverosím il. Sin duda, tos españoles tuvieron que li­
b ra r num erosos com bates. P ero tenían como adversario*
a razas sin resistencia, cuyo cerebro estaba cristalizado p o r
cinco siglcs de un régim en em bruteeedor, y cuyos comba­
te s term inaban con la fuga precipitada de los Indios a n te
los caballeros, que hacían e n tre ellos grandes m asacres.
Los pocos jefes de san g re Inca escapados al puñal de
los em isarios de A tahualpa, tra ta ro n d e organizar la resis­
tencia. H icieron ju r a r a sus partidarios, sobre las divini­
dades, que atacarían a Job españoles y les ex term in arían ;
hacían v aler su g ran núm ero al lado de la pequeña tro p a
de les españoles; pero apenas aparecían los caballeros, el
m iedo a los caballos, anim ales desconocidos en el altiplano,
sem b rab a e! pánico en las filas indígenas, a la p rim era carga.
N c fué sino m ucho m ás tarde, después de algunas ge­
neraciones, cuando los Indios llegaron a deshacer, en parte,
el grueso velo de inercia ccn que el régim en incaico había
envuelto los cerebros e in ten taro n organizar algunas re ­
v u eltas que pusieron seriam ente en peligro 'la dom inación
española en el V irreinato de Lima.
P ero no fueron esos sino episodios pasajeros y sin con­
secuencias. De un modo general, la g ran m asa de los in­
dios cuyo reso rte había sido roto por el régim en com unista
a u to c rátic c de los Incas, h a auedado como u na raza de
esclavos, som etida y resignada, in erte y m isoneísta y que
se extingue lentam ente.
— 153 —
FE DE ERRATAS

PAGINA LINEA DICE: DEBE DECIB:

8 29 posibHdee posibilidades
20 • 29 Eoocdlizcidofi socializados
32 !5 ncm br nombre
32 35 forma formas
33 23 filosofóficas filosóficas
36 36 s e recibían se recibía
48 5 libre libro
52 25 publicado publicada
101 13 CAPILA CAPILLA
125 29 utilizaban utilizaba
125 1 29 ignoraban ignoraba
141 18 fijaba fijaban
143 8 equinoxio equinoccio
143 U equinoxic equinoccio
144 5 equinoxio equinoccio

— 155 —
INDICE
Póg.

PR EFA C IO ................. .......... ......................................... ............ »¡


Program a del Curso de Sociografía de Bolivia....... }X

¿FUE SOCIALISTA O COMUNISTA EL IMPERIO


INKAIKO? (Por José Antonio Arze):

*1. El Marxismo y la clasificación d e ios períodos


d e la historia hum ana — ......... ................................. 3
2. Tesis dialéctica del Imperio ............ .......... ............, 4
3. El M?dio Geográfico ........... ......... ........................ 5
4. La Técnica P ro d u ctiv a....................... -......-........ 5
5. La Organización del Cambio y del Crédito .... 8
6. La P ro p ie d a d ................. ..................-......................... 7
7. Trabajo y co n su m o ...................... ....... ....-.... .......... S
8. La Fcm 'lia y la Vida S e x u a l_________________ 9
9. El Factor Demográfico _____ ___ ___________ _ 10
10. La O-ganización del E s ta d o -------------------- ----- 1!
11. Las Sno?r-structuras. Religión, Lenguaje, EduJ
cación ------------------------- *..... ...... .......... ............ . 12
12. Psicología social del Imperio In k a ik o .............. -... 13

— 157 —
Pág.

13. ¿Fué socialista o comunista e! Imperio Inkaiko...? 15


LOS POSTULADOS DEL SOCIALISMO CIENTIFICO
Y LA CULTURA INKAIKA ___________________ 20
EL COLONIAJE Y LA EVOLUCION REPUBLICANA
DE LA AMERICA HISPANA, SEGUN BAUDIN ____ 24

M pL * fü rn T ffp A1
... *X

EL IM PERIO SO C IA LISTA DE L O S INKAS; BREVE ESQ U E M A


DE SU O R G A N IZA C IO N , E C O N O M IC A , PO LITICA Y
SO C IA L. (Por G eorges Rouma. Traducción
de! francés, por J. A. Arz?).

NOTA DEL TRADUCTOR, a la la. edición d e 1936 43

CAPITULO I.— DOS PALABRAS A MANERA DE


ADVERTENCIA ___________________________ ___ 50

CAPITULO II.— LA ORGANIZACION POLITICA Y


SOCIAL DEL IMPERIO DE LOS. INCAS. <Exten­
sión del Impario.— Marco Político.— Régimen d e
la tierra y d e los impuestos.— Justicia.— Lengua
única.-—/El correo.— Política g uerrera d e los In­
cas.— Organización del Ejército.— Las arm as'... 55

CAPITULO III — EL INCA REY.

El Inca Rey; su educación, su divinización ........ 79


Póg.
CAPITULO rv .— LAS IDEAS RELIGIOSAS.

Ei Dios-Sol y Pachacam a.— Cupcry, genio del


mal.— Creencia en u na vida futura.— Interpre­
tación de los sueños.— Creencia en la resurrec­
ción d e ios cuerpos.— Creencia en un diluvio.—
O rigen mitológico q ue se atribuían los Ayiius.
— Los sacerdotes del Sol.— G ran Templo del Soi
en el Cuzco.— Capilla de la Luna.— Capilla de
Venus y de las estrellas.— C apilla del Rayo.—
Capilla del Arco-iris.— Diversas dependencias.—
Jardines del templo.-— El templo del Sol de la-'
Isla d e Titicaca.— Otros templos célebres con­
sagrados al Sol.— G ran fiesta del Raymi.— La
C itua y el destierro d e -las enferm edades.— S a­
crificios hum anos

CAPITULO V.— ARQUITECTURA.— ARTE DEL IN­


GENIERO.— INDUSTRIAS.— ARTE APLICADO.—
MUSICA.— POESIA.
/ *
A rquitectura y arte del ingeniero.— Las rutas.—
Puentes.-?- Escultura y cerámica.— Música.— Poe­
sía.— Las industrias.— Trabajo de los metales.—®
Utillaje..— La industria textil.— Tejidos d e fibras
vegetales.— Utilización d e las p ie le s ...-........... 143

CAPITULO VI.— I k AGRICULTURA Y LA CRIAN-'


ZA DE GANADOS.

Los canales d e irrigación de los Incas.— Tierras


en barbecho.— Abonos.— Instrumentos arato-

— 159 —
tío s .—Plantas alimenticias.— Protección con­
tra los rumiantes.— Protección contra -la h ela­
d a .— Animales dom ésticos.......-............ -.......—......

CAPITULO VII.— CIENCIA DE LOS INCAS.

Los Quipus.— Conocimientos matemáticos.—


Astronomía.— El C alendario.^- La M edicina 3___

-CAPITULO VIII.— RESULTADOS DEL GOBIERNO


DE LOS INCAS DESDE EL PUNTO DE VISTA
DE LA FELICIDAD Y DE LA CIVILIZACION DE
SUS SUBDITOS ___ ______ ___- ___1 _ _________
'F e de erratas

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