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SOCIOGRAFIA DEL
INKARIO
En ANEXO:
La Paz-Bolivia
1952.
EDITORIAL “FENIX".
P R E F A C I O
— IV —
Pero los conceptos desarrollados en el Erasa-
yo a que vengo refiriéndome, aunque esenciales
para el fin polémico que es su principal objeto,
requieren de mayores datos de detalle en sus di
ferentes párrafos, y para este propósito no he ha
llado nada más adecuado que el opúsculo —ni muy
extenso ni muy breve, bien estructurado en su
plan de ideas, elegantemente escrito— del belga
M, Georges Rouma, “La Civilisation des Inkas et
leur Communisme autocratique” (publicado bajo
los auspicios de la “Societé d'Anthropologie de
Bruxelles”. Bi'uxélles, Imp. Médicale et Scientifi
que, 1921¡, 71 p J . Publiqué la primera traducción
al español, de este librito, en Lima, en 1936, en la
Editorial de Domingo Miranda; se tiró una limi
tada edición que se consumió rápida y casi total
mente en el Perú. En Solivia circularon menos
de 20 ejemplares.
Por todas estas razones, he juzgado necesa
rio reimprimir en u?i solo volumen mi Ensayo de
crítica a la obra voluminosa de Baudin y una se
gunda edición de mi versión del librito de Rouma,
bajo el título conjunto “SOCIOGRAFIA DEL IN-
KARIO”. Como verá el lector, tanto Rouma co
mo Baudin coinciden en criticar la civilización in-
kaika desde un punto de vista de Liberalismo
Económico —antisocialista, en co>isecuencia—
por lo que las refutaciones hechas al Profesor
_ y
francés en mi Ensayo, son aplicables también al
antropólogo y economista belga.
He conservado intacto el Prólogo con que
encabecé m i versión de Rouma> en 1936. En él
pretendía ya esbozar una crítica m arxista de esta
cuestión, pero incurrí en el generalizado error de
calificar el Sistema Inkaiko como comunista —
influido acaso, en esto, por los escritos de José
Carlos Mariátegui, a quien siempre he respetado,
•por lo demás, corno a la más eminente figura del
Materialismo Histórico en América Latina. Fué
justam ente al traducir más tarde a Baudin —cu
yo trabajo es, sin duda, lo mejor que se ha publi
c a d o hasta hoy como exposición económico-socio-
lógica del Inkario, dejando a salvo el aspecto de
sus planteamientos antisocialistas— fué enton
ces, digo, cuando, meditando más a fondo sobre
este fascinante tem a, llegué a la conclusión de
que es impropio calif icar de “socialista” o “comu-
• nista” a la civilización inkaika. Y esa convicción
— qve es la que mantenqo actualmente— aparece
fundamentada con bastante amplitud y documen
tación en mi Ensayo “¿Fué socialista o comunista
el Imperio Inkaiko?1'
E ste volumen aparece como el vrimero de una
serie que llevo v 7anead a, bajo los títulos sucesivos
de “S 0C!0<rrafla de la Vida Colonial Altoperu.ana’'
y “^ocíoRrafia de la Epoca Republicana de Bo-
— vr —
livia”, en los que seguirán apareciendo ensayos de
interpretación m arxista míos, con Anexos de do
cumentos para fines de investigación ampliato
ria. Todas estas publicaciones están fundamen
talmente orientadas a servir de textos didácticos
para mis alumnos de la UMSA, pero abrigo la es
peranza de que interesarán también al público no
universitario.
— V il -
Programa del Curso de Sociografía
de Bolivia
P A R T E la. PR E L IM IN A R .
— IX —
C ap. V. La VIDA POLITICA. JURIDICA Y MILITAR: El Estado.
C a ra d o re s de Icj política interna y exterior. La legislación. El
Ejército: las guerras.
C ap. VI. La VIDA CULTURAL: Religión. Costumbres: creencias y
p rácticas de moral. Bellas Artes. C iencias teóricas y prácticas.
L enguaje. Educación.
(1) El limite final de año. p a ra e sta parto, es, por cierto, variable:
depende del tiempo q u e se le fije a l Presente q ue, en nuestro Pro
gram a, com prende el año on q u e se está haciendo el curso a c a
démico.
(2) V. la Mota No. I
— X —
(A b ase de estadísticas ab u n d an tes Y frescas, en lo pasible)
9.— El Medio Geográfico.
10.— La Población.
11.— La Vida Económica y Sociovegetativa.
12.— La Vida Sexual y Fam iliar.
13.— La Vida Palítica, Jurídica y Militar.
14.— La Vidc C ultural.
— XI —
.20.— Porvenir de ia VIDA POLITICA, JURIDICA Y MILITAR: ¿Qué pro-
nóstico p u ed e h acerse respecto a l futuro do los existentes Parti
dos Políticos? ¿Existo la necesidad histórica de quo se organice
a lg ú n nuevo Partido Político? ¿Qué b a se s debe tener ia reforma
do la Constitución Política p a ra el logro do una dem ocracia m ás
o menos efectiva y no sim plem ente nom inal? ¿Sobre qué b ases
d eb e intentarso la reforma de los Códigos principales? ¿Cómo d ar
m ayor eficiencia a los sorvicios diplom áticos y consulares y quó
.grandes directivas ad o p tar p ara la conducción de la política ex
terior del país? ¿Cómo transform ar a las Fuerzas A rm adas en
institución económ ico-productiva y quo no h a g a peligrar el ré
gim en dem ocrático con pronunciam ientos do intrascendente m ili
tarismo?
•21.— Porvenir de la VIDA CULTURAL: ¿Q ué reformes reclam a la vida
religiosa? ¿En quó m edida se alterarán la s costum bres privadas
bolivianas? ¿Qué perspectivas futuras tienen las Bellas Artes?
¿Cómo puedo im pulsarse e l Instilucionalism o Científico? ¿Debo
tenderse a la abolición de las lenguas indígenas o, por ol con
trario, hay que dotarlas de alfabetos fonéticos y de literatura es
crita? ¿Cómo h a c e r que la Prensa, la Radio, etc., sirvan mejor
las n ecesid ad es do información y de formación de u n a s a n a O pi
nión Pública? ¿Sobre qué b a se s reorganizar la Educación Bolivia
na? ¿Q ué reformas reclam an las Universidades Autónomas?
— xn —
VI. Las O rganizaciones Inlerr.acionales (OEA, CTAL. ONU,
OIT. etc.).
VII. Ideas y p lan es de reforma social de algunos Individuos ro-
presentativos.
— XIÍI —
Boliviana. A lgunas cifras fundam énteles do Estadística Social G e
n eral da Boiivia.
— XIV
DOS, fundada on 1947; ol SEMINARIO DE INVESTIGACIONES SO-
CIOGRAnCO-IKSTOrjCAS (SISH). do la UMSA, fundado on
1948, etc.
Estado ac tu a l do las técnicas m etodológicas en la Investiga
ción y on la Enseñanza. Program as, m étodos didácticos; textos
impresos, poiieopiados, prácticas de sominario, ote.
Fuentes Docume:ita!es disponibles p ara las Investigacionoo
Sociográíicas e H istoriográíica 3 : Sitios con monum entos, museos;
editoriales, bibliotecas públicas y privadas, librerías, prensa, r a
dio y cinc informativo. Fuentes documentóles sobro Bolivia en
los paisos extranjeros, y especialm ente en los Archivos de E spaña.
Plan G eneral p ara el im pulso de los Estudios Historiográfico 9
y Sociográficos de Bolivia. P lan p ara la Reforma de la E nseñan
za de la Sociología en Bolivia.
Bases ’x ira la organización de una OFICINA DE DOCUMEN
TACION SOCIOGRAFICA BOLIVIANA (ODSBO) y p ara su articu
lación con las asociaciones sociológicas internacionales, y, en es
pecial, con la ASOCIACION LATINOAMERICANA DE SOCIOLO
GIA (ALAS), fundada en 1951.
B IB LIO G R A FIA E SE N C IA L
— XV —
Jo9é E duardo G uerra. Bruselas, 1933; lia. edic. Modrid, Araluce,
1936.
IL CULTURAS PRECOLONIALES: "T iahuanacu, la cuna del Hombre
Americano", toxtc bilingüe castellano e inglés, por Arturo Posnans-
ky. New York, 1845. "El Imperio Socialista de los Incas ', por Louis
Baudin. Tr. de J. A. Arze. Stgo. do Chile, Zig-Zog, 1940; ü a. ed.:
1945.
HI. CULTURA COLONIAL ALTCPERUANA: "Ultimos dias coloniales on
el Alto Perú", por G abriel Renó Moreno, Stgo., Imp. Corvantes,
1896, 2 vol.
'La Vida Social del Coloniaje ', por G ustavo Adolfo Otero, La Paz,
Edit. La Paz". 1942.
IV. CULTURA REPUBLICANA: "Historia G eneral de Boiivia”. por Alci-
dos A rguodas. La Paz. Amó finos., 1922.
"N ueva Historia de Boiivia", por Enrique Finot. B. Aires, 1946.
V. OBRAS DE LOS 10 ENSAYISTAS SOCIOLOGICOS ENUMERADOS
EN EL PROGRAMA;
1. BUSTAMANTE. DANIEL SANCHEZ (1870-1933):
— Boiivia; su estructura y sus derechos en el Pacifico. Lo Paz,
1919.
— Principios de Sociología, La Paz, 1903.
2. SAAVEDRA. BAUTISTA (1870-1939):
— El Ayllu. la. edic.. La Paz, 1903; lía. edic. M adrid, 1913 (cor.
Prol. de Rafael Altamira); Illa, odie., Stgo., Nascimento (aro*
p liad a), 1938.
— La Democracia en nuestro Historia, La Paz, 1921.
3. ARGUEDAS, ALCEDES (1879-1946):
— Pueblo Enfermo, la. edic. (con Prol. de Ramiro de M aeztu),
B arcelona, 1909; lia. edic., B arcelona, 1910; Illa. edic. (bas
tante m odificada), Stgo., 1939.
— Razo de Bronce, novela do am biente indígena, la. edic., La
Paz, 1919; lia. edic.. V alencia, Prometeo, 1931; Illa.: B. Ai
res, A ustral, 1945.
4. TAMAYO. FRANZ (1879—)
— C reación de la P edagogía Nacional, La Paz, 1910; ü a . edic.,
B. Aires, 1944.
5. BEDREGAL, JUAN FRANCISCO (1893-1946):
— La Móscora de Estuco. La Paz, Amó Hnos., 1924.
— XVI —
6. ZAPATA, ROBERTO (1885—)
— Curso d e Sociología, Lo Paz, Marinoni, 1916. Ua. Edic.: La
Paz. 1924.
7. AGUIRRE. NATANIEL (1843-1888)
— O bras, 2 vol. Paris-México, Bouret, 1909/1911. Y, en esp e
cial, la novela ' Juan de la Rosa", la. edic., C ochabam ba; Da.
edic., París; Illa. edic. C ochabam ba, Editorial Am érica, 1943.
8. MORENO, GABRIEL RENE (1836-1908):
— 'Ultimos dios coloniales en el Alto Perú (cit. arriba).
— Anales de la Prensa Boliviana. M atanzas de Yáñez, 1861-82.
Stgo., 1886
9. PAREDES. RIGOBERTO (1871-1950):
— Mitos, supersticiones y supervivencias populares de Bolivia,
La Paz, 1820.
— El Arte Folklórico de Bolivia. La Paz, 1950 (lia. edición).
— Poliiica P arlam en taria de Bolivia . ‘Estudio do Psicología
Colectiva", la. Edic.. La Paz, 1908; lia. 1910; d a . 1911.
10. MENDOZA, JAIME (1873-1937);
— El Factor Geográfico en la N acionalidad Boliviana, Sucto.
1925.
— En las Tierras del Potosí, B arcelona, 1911 (novela de cam
bíenle minero).
XVII —
Fué Socialista o Comunista el
Imperio Inkaico?
¿Fué Socialista o Comunista el
Imperio Inkaiko?
3 — EL MEDIO GEOGRAFICO
Dice Engels:
. . . "el estadio de la producción m ercantilista. con el cual co
m ienza la civilización. s e señala, desde ol punto d e vista económico,
com o la introducción: 1*) de lo m oneda m etálica y con ella del capital
en dinero, del préstam o, del interés y de la usura; 2•) de los m er
cad eres, como clase interm ediaria entre los productores; 3°) del tra b a
jo d e los esclavos, como forma dom inante de la producción" (4).
I I .— LAS SUPERESTRUCTURAS:
RELIGION, LENGUAJE, EDUCACION
— 13 —
ca s son inherentes a u n a ra za determ inada y q u e esas cualidades son
la c a u sa d e su s m odalidades culturales. O rejónos y hatu n ru n as per
tenecían a la m ism a raza: ¿por q u é eran tan diferentes esp iritu alm en
te? Los m arxistas respondem os: por la diferente posición d e clase que
o cu p ab an en el Imperio, y el propio profesor Baudin nos d a la razón
en esto, al destacar en varios pasajes de su o b ra el contraste psico
lógico entre la élite y l a m aca.
Empero, c a b e preguntarse: ¿No hubo en el Imperio u n a lucha
do clases q u e ten d ía a rom per este molde de desig u ald ad económ ica y
política? ¿Soportaba con resignación ta n ab so lu ta la m asa la autori
d a d de la élite inkaika?
Baudin, d esp u és d e preguntarse: ¿"Era leliz el indio'?, se re s
ponde: "Podemos creerlo, y a q u e tanto a ñ o ra el pasado. T ra b ajab a
sin d e sa g rad o p a ra un am o a qu ien tenía por divino; no ten ía m ás que
o b ed ecer sin d a rse el trabajo de pensar; si su horizonte e s ta b a limi
tado, no se d a b a cuenta d e ello, y a q u e no conocía otro, y si no podía
elevarse en l a escala social, no sufría en m an era alg u n a por eso, ya
q u e no co n ceb ía q u e tal ascensión fuese posible".
C laro q u e si tenem os en cu en ta la d u ra explotación a q u e se
vió sujeta la m a sa indígena por los invasores españoles y m ás tar
d e por la feudal-burguesía republicano, es lógico suponer q u e añore
como un m al menor el yugo q u e so p o rtab a d e los sojuzgadores d e su
p ro p ia r a z a Pero esto es u n a co sa y otra m uy diferente el suponer
q u e los h atu n ru n as soportasen sin resistencia, en la época del Impe
rio, la dom inación d e la élite inkaika. La p ru eb a d e q u e eso no d e
bió de ser así, es la rigidez con q u e los Inkas ca stig ab a n a los rovol-
tosos. Fué, sin duda, m uestra de g ra n sa g a c id a d por p arte de l a cla
se sojuzgadora "haber evitado —como dice Baudin— los peores sufri
mientos m ateriales, los del ham bre y del frío"; “h ab e r im pedido que
las pasiones destructivas del orden social tomen libre curso y restau
ren la a n a rq u ía primitivo, h a b e r hecho d esap arecer los dos grandes
factores de perturbaciones: la pobreza y la pereza, no d ejan d o m ás
q u e un pequeño sitio a la am bición y a la avaricia". Mas. ¿hcmo¿
d e concluir de esto q u e las m asas inkaikas h ab ían llegado a un g ra
do tal d e inercio q u e no intentaban n a d a p a ra elevar el nivel de sus
condiciones económ icas, políticas y culturales? Es dudoso q u e esto
x''*'rrt sido a s í y lo dem uestra, en tre otras cosas, la g uerra en q u e el
I’n rw io c-.'.nba envuelto a la llegado d e los españoles; ac tu a b a n , ©s
verdad, en e s a g u erra, des in tereses dinásticos —el d e un heredero-,
b astard o y el del legítimo—, pero es probable tam bién q u e en el fon
do d e ese conflicto h ay an existido gérm enes de insurgencia de la cla
se sojuzgada contra los fundam entos del poder mismo de la élite so
juzgante (24). Un progreso ulterior de la técnica de producción h a
bría determ inado, sin d u d a, el m omento de m adurez p a ra d a r expre
sión m ás definida a ese latente antagonism o clasista. Q uizá la etap<r
inm ediata de ese régim en de com unalism o ag rario h ab ría sido la for
m ación de estratos sociales a lg o sem ejantes a los q u e sobrevinieron
en Europa a la descomposición ael feudalism o m edieval; quizá se h a
b ría conservado en lo esen cial ese sistem a de com unalism o, deter
m inando que el sentido de ig u ald ad en las condiciones de producción
entre la élite y la m asa se a c e n tu a se c a d a vez más. Pe^o estas son
hipótesis: por desgracia, la violenta superposición de la C onquista "cor
tó en redondo todo ulterior desenvolvim iento autónom o de la sociedad
peruana", como bien observa Er.gels.
— 15 —
falso. En el comunismo incáfico hay dos aspectos fundam entales: el
•del comunismo primitivo propiam ente dicho, sem ejante a l comunismo
p atriarcal de Asia y Europa y la organización de ese comunismo pri
mitivo —q u e generalm ente se presenta como elem ental forma so cieta
ria de tribus o clan es poco num erosos— en un vasto sistem a político
y económico, en un Imperio inmenso por su extensión territorial y por
su población. R adica en este punto lo singular y verdaderam ente
característico del organism o social incásico. Históricamente al com u
nismo primitivo, forma elem ental de asociación, sucede la e ta p a de la
*apropiación individual d e los m edios d e producción. A los g ran d es
imperios antiguos: Egipto, Asiria y m ás tarde Roma, au n q u e éste per
tenece a un grupo anterior de desarrollo, corresponde u n a o rg an iza
ción feudal, tal lo vemos en algunos de los pueblos del México pre-
CDrtesiano. En n in g u n o de los g ran d es pueblos de la A ntigüedad, y a
organizados políticam ente, vemos q u e subsiste el comunismo primitivo.
Precisam ente la apropiación de los instrum entos de producción, la ins
tauración do la propiedad privada, la aparición de las prim eras c la
ses dom inantes, duoñes prim itivam ente de la tierra y fundadoras de la
esclavitud, determ inan la organización d e los Estados primitivos, y
sobre la prosperidad de las clases propietarias, aristocracias o teocra-
'c ia s , se afirm a la propiedad de los primeros imperios. Lo caracterís
tico de) Imperio de los Incas ra d ic a en q u e el comunismo primitivo
'd e v ien e sistem a económico y político. El sistem a incásico no se afir
m a en la propiedad privada. El comunismo primitivo es elevado a
u n a catego ría superior, sistem atizado, engrandecido, puesto a tono con
l a ép o ca y teocratizado. pero progresa su esencia com unista au n q u e
indudablem ente progresa técnicam ente poco. Al d esap arecer el Im
perio, a l extinguirse la civílizcción incásica, todo cao: religión, o rg an i
zación política y teocracias... Mas de la catástrofe q u e d a el ayllu...
La com unidad so enfrenta a l feudalismo invasor y no desaparece. Vi
vo luchando. El ayllu devione el símbolo económico y político del tra
b ajad o r indígona. El feudalism o es la profanación de la tierra, h a sta
entonces libre, su apoderam iento: tabú. El comunismo ag rario re ch a
za la apropiación de la tierra, la concibe como m adro ubérrim a q u e
ofrece su fruto a quien lo logra con su trabajo: totom. E! misticismo
indígona sudam ericano, especialm ente del indio q u e pu eb la el suelo
fquo fué tu telad o por el Inca, me parece u n a forma su p erad a de tote
mismo. determ inado por la lucha secular por la tierra convertida c-n
— 16 —
símbolo. Su apropiación m arcó la c a íd a del Imperio. Su o rganiza
ción afirm ará la libercción de la ra za oprimida".
La interpretación de H aya de la Torre es susceptible de obje
ciones: a ) Ante todo, es inexacto calificar de com unista el sistem a
ag rario incaico. Veam os lo q u e el propio Baudin dice on su libro a
ecte respecio:
"El modo peruano do apropiación del suelo es calificado do
com unisla por varios autores, pero r o m erece este epíteto. C onviene,
en efecto, distinguir tres formas de organizaciones colectivas territoria
les: la prim era consisto en un cultivo on común y u n a distribución d e
!os productos según las necesidades . . .
El segundo modo do oiganización consisto en el reconocim iento
de un derecho do usufructo vitalicio sobre los lotes de tierra en pro
vecho de los m iem bros de la com unidad . . . Es ol tipo de ciortas a!I-
mondo suizas.
La torcera Jorma, en fin,* consiste en u n a distribución periódica
del suelo, con explotación individual do los lotes, por cu o n ta y a ries
go do c a d a uno. Es ol tipo del m ir ruso (nótese que es Baudin y no
un "rusificante" quien lo afirm a. N. de J.A.A.), do la tierra colectiva
m arroquí; es tam bién el do la com unidad indígena. So vo que este
tipo dista do ser com unista" . . .
Baudin. a nuestro juicio, incurre, por su parte, en otro error do
im propiedad a l llam ar socialista a la organización incaica, pero esto
lo analizarem os un poco m ás ab ajo .
b) H aya de la Torce, al sostener quo "el Imperio Incaico fuó
la organización del comunismo primitivo en un vasto sistem a político
y económico", no advierte que el hecho do estar constituida la socie
d ad inkerika sobro ol fundam ento de u n a clara diferenciación clasista
(la élite inkaika y los hatu n ru n a), constituye y a la negeión d e la for
m a do comunismo primitivo, u n a do cu y as características es, según
Engels, precisam ente la a u se n cia de división do clases.
c) Finalm ente, H aya de la Torro, a l sostener quo "a los g ra n
des Imperios antiguos: Egipto, Asiría y m ás tardo Roma, corresponde
u n a organización feudal, tal ccmo se ve on algunos do los pueblos del
México precortesiano", incurre en otro error do clasificación sociológi
ca. en u n a apreciación antim arxista. Marx y Engels señalaron, en
efecto, el esclariw no como la forma característica do la organización
de los pueblos d e la A ntigüedad, incluyendo a Roma; el feudalism o,
— 17 —
q u e a p a re c e en el Occidente Europeo en la Edad M edia, constituye
la neg ació n del sistem a eselevista: "el ieudalismo se formó hacia el
siglo IX; su b a s e económ ica de producción era la p eq u eñ a produc
ción cam p esin a y la de los pequeños artesanos libros. La producción
p re se n tab a, en conjunto, un carácter esencialm ente natural, y a que
los objetos producidos no so destinaban a l cambio". (L. Segal, "Curso
d e Econom ía Política', edic. de la Universidad O brera de México). En
la A m érica precolom bina no hubo, pues, formas feudales (ni en o)
México precortesiano ni en parte a lg u n a ), porque estas sociedades,
sogún la ac o rtad a caracterización quo hace do ellas Engels, no h a
b ían so b rep asad o aú n la faso de la barbarie.
Si e l régim en inkaiko no fué com unista, ¿fué entonces socialista?
Baudin creo quo sí, b asán d o se en q u e el Imperio ofrecía las siguien
tes características:
P .— Racionalización do la sociedad.
2 \— A nonadam iento (cffacement) del individuo.
3 \— T endencia a la igualdad.
4*.— Supresión de la propiedad privada.
- ¡8 —
ción por la acum ulación a e reservas en tiem pos de ab u n d an cia y su
reparto en tiempos do carestía, como lo hacían los Inkas".
Si em bargo, si partim os del hecho de q u e e sa racionalización
d e la sociedad ora función de u n a élite sojuzgadora, m ientras la m asa
e ra deliberadam ente m antenida en la ignorancia y el autom atism o, el
Imperio Inkaiko no puode satisfacernos como un tipo ideal de socie
d ad socialista. En u n a sociedad socialista b a s a d a en la m adurez de
la técnica productiva —rasg o inexistente entre los Inkas— re g ir á .in
d ud ab lem en te ol principio d e la racionalizaci 6n en toda su plenitud:
la com petencia, q u e es rasgo característico del sistem a capitalista, c e
d e rá el puesto a la cooporcc ón d e las fuerzas productivas en escala
c a d a vez m ás m undjal. y la inevitable consecuencia de esto será la
adopción do u n a econom ía planiíicada en vez de !a a n a rq u ía polljlca
propia del rógimon individualista. John Strachey, definiendo el con
tenido do las expresiones socialism o y comunismo, dice en su "Teoría
y práctica del socialism o" (edición m exicana de 1938, p..l06):
"El socialismo os un sistem a d e producción p lan ea d a con fines
de uso, en el quo los productos se distribuyen de ccuerdo con la ccn-
tidad y calid ad del trab ajo prestado'.-
El comunismo tam bién se b a s a
"en la producción p lar.ecd a con fines de uso. pero en este sis
tem a los productos so distribuyen d e acuerdo con las necesidades, y
el trab ajo se h ace d e acuerdo con las aptitudes".
En la Sociedad Inkaika, la racionalización rep o sab a sobre una
técn ica productiva prim itiva —insuficiente p a ra servir do prem isa a
un vordadero socialismo— y, siendo función oxelusíva do u n a élite,
tenía quo llevar lógicam ento a .un régim en de privilegios en favor de
la clase gobernante. La racionalización verdaderam ente socialista ope-
reerá 3obrc lá b a se d e u n a m ad u ra técnica productiva, no se rá fun
ción exclusiva de u n a clase y será, por consiguiente, un principio q u e
rija p arq la universalidad do los individuos de la sociedad. De este
modo, no h a b rá u n a m inoría d e hombres q u e piensan por cuenta- de
la gran masó,- como e ra lo característico del Imperio.
En. cuanto a la supresión de la propiedad privada, precisa re
petir que sólo con m uchas reservas podría aceptarse la exactitud • <^e
estas expresiones en relación con la econom ía inkaika. Los Inkas, en
lo esencial, h a b ía n atendido m ás bien a conservar el sistem a de. p ro
p ied ad a g ra ria com unitaria anterior a l período incaiko. haciéndolo cojt)-
— 19 —
p atib le con su s fines de centralización política. Por olra parte, re
cordem os tam bién q u e el propio Baudin h ab la de que en la sociedad
irvkaika h a b ía cierto sitio p are la propiedad privada individual, y a
e n el dominio ejercido sobre determ inados bienes m uebles y a u n in
m uebles, y a en las donacior.es otorgadas por el Inka a título de re
com pensas. Insistimos tam bién, en e sta parte, en h cccí notar q ue.
b ajo la forma de reparto tripartito d e las tierras en tierras del Sol, do!
Inka y del Pueblo, no es difícil percibir q u e la élite se reservaba p rá c
ticam ente la parte del león, bien q u e disim ulando su privilegiada si
tuación a título de "servicios de Estado", atribuidos a los q u e pres
ta b a n las ca sta s sacerdotal, g u errera y gobernante . . .
¿Y q u é direm os del anonadam iento (elfacem ent) del individuo?
Si se considera a l individuo de la m asa sojuzgada, evidentem eníe
qu© éste se h a lla b a "offacé". Pero si se considera la situación de! in
dividuo de la élite,, hubo, por *• el contrario, tendencia a desarrollar en
é l todas las facultades de su personalidad. El mismo Baudin, er. u n a
autocrítica inédita de su obra, existente en la Biblioteca del C ongreso
do Chile, lo dice: "existencia de u n a élite que tendía a individuali
zarse, m ientras la m asa perm anecía socializada". Sólo u n a ciencia
psicológica b a s a d a on el estudio de la diferente función de las clases,
sab ría, pues, conducirnos a conclusiones justas sobre este punto.
Considerem os ah o ra má<. detenidam ente les su p u estas c a ra c te
rísticas "socialistas" q u e atribuye Baudin a l Imperio Inkaiko, en re la
ción con los postulados del Marxismo:
— 20 —
Un régim en de esta n atuxaleza se rá el único cap az d e ase g u rar
.la relativ a ig u ald ad d e los hem bres en el proceso de la producción y
del consum o d e la riq u eza social y el único q u e perm itirá desarro
llar a l individuo la plenitud d e su s cap acid ad es, en constante relación
do arm o n ja con el b ien estar d e la Sociedad. Bajo los regím enes do
división en clases, el Individúe, o siente la opresión invencible do la
clase dom inante si p ertenece a la c la se sojuzgada; o se ve determ i
nado a poner on juego un dure egoísm o, a u n teniendo condiciones p er
son ales d e nobleza moral, si pertoneco a la clcse sojuzgante. . .
Un régim en socialista, a i em ancipar económ icamente a l hombre,
lo em an cip ará por este solo hecho do todos los dem ás aspectos do la
vida social. En el asp ecto sexual, junto con la propiedad privada,
d esa p arec erá la fam ilia b u rg u esa q u e e s su consecuencia, y regirá el
am or libre, em ancipado de trab as religiosas y jurídicas; y sólo el am or
libre y la conversión do los niños en hijos do toda la Sociedad —esto
es en seres q u e recibirán en las m áxim as condicions de eficiencia la
atención do su s necesidades físicas y espirituales— h a rá posible la
com pfeta ig u ald ad del hom bre y d e la mujer. En el aspecto político,
la desaparición de los antagonism os clasistas, porm itirá la abolición
de los antagonism os por la posesión del poder del Estado. Elevada
l a condición intelectual y moral do los hombros por la universalidad
del bienestar económico y d e la educación, d e ja rá de h ab e r tiranos
y oprimidos. Las gü eñ as, q u e son fundam entalm ente el choque do
apetitos económicos, d ejarán do tener razón igualm ente: los hom bres
no necesitarán recurrir a la fuerza p a ra resolver conflictos q u e siem
pre h allarán medios razonables do solucionarse, en u n a Sociedad quo
h a b rá sustituido los instintos agresivos por un equilibrado sentimiento
ogoaltruista. La logLalación, q u e h a oxpresado en toda sociedad c la
sista los intereses de las clares sojuzgadoras, se rá c a d a ve* m ás la
sim ple coordinación adm inistrativa de los acuerdos indispensables p a
ra atender a la arm ónica y siem pre progrosiva m archa de la Socie
dad; se rá la acción ca d a vez m ás organizativa ejercida sobre las co
sas, m ás bien q u e sobre las personas. El Derecho necesitará c a d a
vez menos d e la fuerza p a ra el cum plim iento de los finos de m utua
cooperación o inhibición exigibles a los individuos, h a sta q u e lle g a
r á el momento on q u e se confundirá en absoluto con la Etica (una
Etica ex en ta de todo resabio religioso o metafísico, por supuesto), c u
y a ú n ic a fuente do sanción será ol fuero interno do c a d a individuo.
— 21 —
en perm anente confrontación con el Bien objetivo de la Sociedad. El
Arto, en u n a sociedad donde el hom bre se ve em ancipado de las d u
rezas del trab ajo económico, florecerá en proporciones jam ás vistas y
los goces de la belleza no serán y a monopolio de m inorías sino que
se ex ten d erán a todos. Las ciencias tom arán un impulso sem ejante y
su extensi6n d esterrará p ara siempre los creencias supersticiosas b a
s a d a s en concepciones precientíficas del Universo. La educación, en
fin, ex tendida a todos, los seres hum anos, orientada a formar en ca d a
individuo un sér con plenitud de .aptitudes físicas y espirituales p ara
d a r y recibir lo q u e la Sociedad e'xigirá de él en el sentido d.; una
realización c a d a vez m ás efectiva de los ideales de Bienestar, Belle
za, V erdad, Paz, coronará el sublim e propósito do "hacer saltar al
hom bre del reino de la N ecesidad al de la Libertad" (26).
Todo esto, q u e e ra y a entrevisto desde épocas muy rem otas,
pero q u e no p a s a b a de ser u n a aspiración utópica cuando la Hum a
n id ad no h ab ía alcan zad o la m aravillosa técnica productiva de hoy.
puede ser factible en el período d e m adurez a q u e h a llegado el régi
men capitalista.
En sus períodos de esclavismo, de feudalidad, au n en los a lb o
res del capitalismo, la H um anidad no podía plan tearse la practicabili-
d a d d e un régim en socialista, porque e sta b a lim itada por la insufi
ciencia d e su técnica productiva. Fué n ecesaria la aparición del C a
pitalism o m oderno —fuerza progresiva en su tiempo— p a ra im pulsar
el desarrollo de esa técnica. G racias á e s a técnica, el p lan eta de hoy
se ve cruzado por los medios d e com unicación m ás portentósos, las
poblaciones pueden aglom erarse y desaglom erarse rápidam ente; la
tierra y sus diversos productos, explotados por m áquinas que hacen
él trab a jo q u e - an tes n ecesitaban h acer millones de esclavos, puede
producir m ucho m ás de lo necesario p a ra sustentar a todos los h ab i
tan tes de la Tierra; los hombres han aprendido a conocerse unos a
otros, los pueblos se han aproxim ado; existe y a un cosmopolitismo
efectivo, a p e sa r de las artificiales b arrerás lev an tad as p a ra m an
ten er aislad o s a los pueblos.
Pero el C apitalism o, a l im pulsar la técnica reservando p a ra
la s clases sojuzgantes los m ayores beneficios de la producción, creó
el Proletariado, lef Clase a sa la riad a, y esta clase se rá la llam ad a á
su p era r dialécticam ente, por su ñúméró y por las cualidades ad q u iri
d a s en su condición m ism a d é cla&éí explotada, las contradicciones
— 22 —
<ie la Sociedad Burguesa. S erá esta clase la llam ad a a revolucionar
el régim en existente, "expropiando a los expropiadores", esto es so
cializando todos los m edios d e producción, haciendo universal la ley
del trab ajo e ig u alando las posibilidades del consumo.
La im plantación del Socialismo, junto con destruir los an tag o n is
mos de clases, d estruirá las contradicciones entre Razas, entre N a
ciones, entre C iudad y Cam po. H ará d e toda la Sociedad H um ana
un solo organism o, cap acitad o p a ra regir su producción y su consumo
por u n a econom ía m undial planificada q u e reem p lazará la a n a rq u ía
de la com petencia cap italista por la cooperación, q u e desterrará p a ra
siem pre la pobreza así como el ocio improductivo.
Así, el Proletariado, a l em anciparse como clase, em an cip ará
por este solo hecho a la Sociedad entera, preparando el advenim iento
d e la H um anidad sin división de clases y sin poder del Estado, en que
resp lan d ecerá plenam ente la fórm ula de Marx: "De cada uno según
cus fuerzas; a cada uno según su s nocesidados" (27)
Ahora bien: Las fórm ulas ideales del socialism o m arxista, ¿tienen
m ucho d e sem ejante con el supuesto socialismo del Imperio Inkaiko?
Evidentem ente q u e no: el socialism o exige como b a s e u n a técnica
productiva a v a n zad a y el Im perio la ten ía sum am ente rudim entaria;
el socialismo exige, p a ra su im plantación, la previa presencia de un
Proletariado que.-es consecuencia d e la gran industria (28). y el In-
kanato desconocía e s a clase; el socialism o m arxista tiende a uncr efec- ,
tiva igualdad d e todos los se ie s hum anos, a em anciparlos económ ica
mente préparahdo así las condiciones $e la libertad del Individuo en
sus m ás aitas m anifestaciones, todo lo cual culm ina en la racionaliza?
ciór. d e la Vida Social como resultado de la acción inteligente y libre
de todoB los com ponentes de la Sociedad; en el Imperio Inkaiko, el
fundam ento d e la organización es la desigualdad d e c la ra d a entre la
élite sojuzgante y la g ra n m asa (29): és*a, por tanlo. carece de. ver
d a'd••ef ra
• libertad
, e interviene
* * - en
* el proceso social
* con * pasividad ,de •
autóm ata, y a q u e la función racionalizadora es atributo exclusivo de
la aristocracia. . . .
..Sería, pues, profundam ente .erróneo el concluir q u e .el Socialis
mo, como ideal de em ancipación, es im posible e inaconsejable, porqu#
— 23 —
la e x p e rie n c ia in k a ik a d e m o stró y a en v a s ta e s c a la su s funestos re
s u lta d o s . . . P a r a la v alid ez d e e s te ra z o n a m ie n to , h a b r ía q u e e m p e
zar p o r d e m o s tra r q u e e l Im perio In k a ik o fuó efectivam ente una orga
nización do tipo socialista, y creem o s, p o r n u e s tra p a rte , h a b e r d em o s
tra d o q u e n o lo e r a e n e l se n tid o científico d e l a p a la b r a socialism o,,
p o rq u e c a r e c ía do la té c n ic a p ro d u c tiv a in d is p e n s a b le p a r a la p o s ib i
lid a d d e e s e ré g im e n y p o rq u e e r a u n a o rg a n iz a c ió n esencialm ente,
clasista (30).
El c a lific a tiv o q u e p o d ría a p lic a r s e a lo su m o a la o rg a n iz aci6 n -
in k a & a e s el d e 8om i-sociaIista, c o n la s re s e rv a s q u e e s ta d e s ig n a
c ió n s u p o n e .
— 24 —
p la z a ro n a l In k a en el d o m inio d e la s tie rra s a n te s p o s e íd a s p o r é s te
y la s tie rra s del p u e b lo fu ero n r e p a r tid a s e n tre los C o n q u ista d o re s.
La m a s a d e los h a tu n ru n a s fué so m e tid a a se rv id u m b re , m e d ia n te lcrs
in stitu cio n es d e la e n c o m ie n d a y d e la m ita . P a rte d e los in d io s c o n
tin u a ro n la b ra n d o la tierra , a h o r a en c o n d ic io n e s d e tra b a jo m u ch o
m á s d u r a s q u e b a jo los s o ju z g a d o re s d o su ra z a ; p a r te fuó lle v a d a
a l a s m in a s , d o n d e s e les o b lig ó a tra b a jo s fo rzad o s q u e m erm aro n
r á p id a m e n te l a p o b la c ió n . C o n la n o b le z a in k a ik a , d e s p u é s d e lo s
prim eros a s e s in a to s q u e se co m etiero n p a r a a r r e b a ta r le el p o d e r, s e
p ro c e d ió d e s p u é s m á s s u a v e m e n te , p ero c u a n d o se a d v irtió q u e c o n s
titu ía u n la te n te p elig ro d e in su rre c c ió n , se la ex te rm in ó en form a
im p la c a b le . L a s ín te sis q u e re s u ltó d e e s te c h o q u e d e c u ltu ra s , fué
a la l a r g a la form ació n d e u n a f e u d a lid a d crio lla, p rin c ip a lm e n te for
m a d a p o r d e s c e n d ie n te s b la n c o s d e los p rim ero s c o n q u is ta d o re s y por
m estizo s q u e h a b ía n lo g ra d o c ie rta posición d e p re p o n d e ra n c ia e c o
n ó m ic a y s o c ia l ju n to a los in v a so re s; e n tre la m a s a d e in d io s q u e
p e rm a n e c ía n sie rv o s y la fe u d a lid a d , se fu é fo rm a n d o u n a c a p a d e
m estizaje q u e e s t a b a in te g r c d á p o r a rte s a n o s , p e q u e ñ o s c o m e rc ia n
te s, etc. L a G u e rra d e la In d e p e n d e n c ia , lejos d e s e r la in s u rc e n c ia
d e u n a b u r g u e s ía m á s o m e n o s b ie n e s tr u c tu r a d a com o la q u e d irig ió
el m o v im ien to d e la R evolución F ra n c e s a , fuó, e n lo e se n c ia l, u n m o
v im ien to d e la fe u d a lid a d c rio lla c o n tra l a h e g e m o n ía e c o n ó m ic a y p o
lític a d e la P e n ín su la ; p a rtic ip a ro n e n e lla e n c ie r ta m e d id a los m es
tizos p o b re s, p e ro lo s in d io s, si no s e m a n tu v ie ro n a l m a rg e n d e e s e
conflicto, c o n c u rriero n a é l re c lu ta d o s p o r l a fu e rza. B au d in d ic e a
e ste re s p e c to con m u c h a razón!
"A u n q u e e l ré g im e n co lo n ial n o íu é u n ré g im e n d e o p re sió n
s is te m á tic a , la G u e r ra d e la In d e p e n d e n c ia n o fu é u n m o v im ien to d e
re b e lió n p o p u la r d e los In d io s. L a "m ístic a re v o lu c io n a ria 7' h a fa ls i
fic a d o la h isto ria. F u e ro n lo s g r a n d e s p ro p ie ta rio s, el a lto c o m ercio
y el c le ro los q u e d irig ie ro n la lu c h a , d e se o so s todos a n te todo de-
a u to n o m ía . y fué u n g r a n a r is tó c r a ta , Bolívar, q u ie n triunfó".
Lo q u e B au d in n o s e ñ a la e s e l fen ó m en o d e l a su b stitu c ió n d e l
F e u d a lism o P e n in s u la r p o r los n a c ie n te s Im p e ria lism o s- d e E sta d o s
U nidos y los eu ro p eo s (e s p e c ia lm e n te e l in g lé s , e n los co m ienzos d e
»a v id a r e p u b lic a n a d e H is p a n o a m é ric a ) y el m o d o cóm o e3te n u e v o
facto r, e n a lia n z a c o n l a fe u d a lid a d c rio lla in s u rg e n te , im p la n ta r á l a
opreeM ai sem icolonial d e la s g r a n d e s m a s a s del C o n tin e n te , r e s u lta n -
— 25 —
■áo un verdadero obstáculo p a ra la em ancipación do los siervos indí
g e n a s y un obstáculo a u n p a ra la formación de una verd ad era b u r
g u e sía hispanoam ericana.
Baudin prescindo d e expresar q u e el "régim en dem ocrático" co
p iad o por nuestras nocientes R epúblicas del modelo norteam ericano
y francés es puram ente nom inal, por el sencillo hecho de q u e ese ré
gim en no corresponde a la realid ad de la estructura económ ica semi-
leu d al con q u e nos iniciam os en la vida republicana. Esquivando la
m éd u la del problem a, se reduce a decir:
' "inteligentes o im itadores, los blancos y mestizos se inspiran en
ideas dem ocráticas incom patibles con su g rad o do civilización y se
o b stin an en m antener instituciones "a la europea", q u e no están h e
c h a s p a ra ellos. Por eso, revoluciones incesantes ontraban su desa-
irollo económico y los pueblos p asa n por continuas alternativas d e
d ictad u ra y d e an arq u ía. La calm a no so rostableco sino en ol mo
m ento en q u e el poder c a e en m anos de uno de esos jefes enérgicos
q u é se llam an caudillos, tales como Porfirio Díaz, G uzm án Blanco, G a r
c ía M oreno, ol doctor Francia) el general Roca. Entonces el país pue
d o en trar en la vía del progieso, pero en seg u id a so le v a n ta el cla
m or d e los liberales indignados, el caudillo es barrido por la rovuelta y
e l desorden recomionza".
Las transcritas frases expresan en forme dem asiado c la ra la fe
(n o poco com ún en muchos intelectuales europeos) en la eficacia d e
cierto tipo de dictadores latinoam ericanos, c u y a m ayor fuerza h a con
sistido justam ente en ponerse bajo el dócil servicio de los Im peria
lismos, contra los intereses d e sus pueblos y ^ n encubrir e sa dictadura
b ajo la ap arien cia de u n a política d é prosperidad m aterial (impulso
d e o b ras públicas, etc.). Si el profesor Baudin creo q u e Porfirio Díaz
e n c a rn a en México un tipo d e "dictador progresista’ (y y a cabem os
q u e todo el progreso del México ac tu a l nace p recisam en te' después
d e l’ derrocam iento de este típico repíesdntante de: la opresión im pe
rialista y o lig árq u ica en ol país azteca); si el profesor Baudin h alla
erv la d ictad u ra clerical de G arcía Moreno o tra forma d e "dictadu
r a , progresista", no so ab sten d ría seguram ente de señ alar ,en Juan Vi
cente Gómez, y en G erardo M ochado ptros tantos tipos- de ^dictadores *
progresistas" . . .
El profesor Buudin, a l :considerar las. perspoctiyqs .de! .evolución
d e . b s ' actuales indios de la m eseta andina, $e m uostrd .escéptico.* en
- ■ 26» -
cuanto a u n a revalorización de su cultura. A unque reconoce q u e
"son osos hombres rojos los que tienen en sus m anos el porvenir de los
Estados del Pacifico"; au n q u e an o ta q u e "el Estatuto de los indíge
n a s es, en los Estados an d iro s, la m ás grav e cuestión q u e los g o
biernos tienen an te sí y que. de tiempo en tiempo, alg u n as revueltas
vienen a recordar a los descendientes de los vencedores q u e no todos
ios hijos de los vencidos han olvidado sus an tig u a s glorias", el p ro
fesor Baudin describe a los indios actu ales con frases pesimistas.
"Perm anecen —dice— sumidos, desconfiados y supersticiosos; la
pereza m ental constituye su característica m ás ac e n tu a d a y se trad u
ce en la debilidad de la voluntad, el gusto del alcohol, la au sen cia de
higiene, la falta do alim entación conveniente, la insuficiencia de la
habitación y del vestido".
Y concluye su capítulo referente a la antítesis española, con e s
tas p alab ras:
"Si el indio parece haber cam biado poco, el blanco y el m es
tizo han aportado a la vida social dem asiados elem entos nuevos p a
ra que la an tig u a organizaciór: p e ru a n a pueda revivir sin ser defor
m ada. La sorprendente historia de los Inkas no puede y a tener con
tinuación".
Siem pre el error psicológico de considerar q u e la pereza m en
tal, la ab u lia, el alcoholismo, etc., son c a u sa s intrínsecas del actu al
•abatim iento de las m asas indígenas, cuando el m ás somero an álisis
descubre en todo eso u n a simple consecuencia de la opresión feudal
a q u e los indios viven som etidos. Q ue la estructura económ ica cam
bie en los países andinos; q u e los indios recuperon ol dominio de sus
tierras, q u e las lab ren con los m odernos métodos de la técnica a g ra -
•ria, q u e se eleve su c a p acid ad d e consumo, q u e ad q u ieran ran g o de
ciudadanos, dejando de sor lar. sim ples b estias d e labor q u e Son ah o
ra b ajo la opresión de blancos y mestizos, q u e terigan posibilidad de
•cultivarse intelectualm ente, y vertam os si e sa ra za a la q u e se Je-car
g an tantos defectos y vicios, no sorprendéría a l m undo con su enorm e
potencialidad de progreso.
¿No estam os viendo q u r en México, las m asas indígenas q u e
eran consideradas iam bión" en: ios tiempos' del "progresista" <Poríirismo
•como elem entos in cap aces d e* ad ap tarse a i a civilización' están 'C o n s
truyendo u n a ~dé "las culturas de ^ u e puedo estar m ás orguüóao el
•Continente?- ¿Y“ r.o 'estamos viendo '‘tam bién q u e fas . prfnfitiyafr ic z c x
scm isalvajcs do la q u e íué Rusia Zari3ta están convirtiéndose en por
tentosos núcleos do cu ltura b ajo el régim en socialista de la Unión
Soviética?
Pero p a ra osto es necesario q u e la opresión feudal q u e soportan
las ra z a s au tó cto n as se rom pa, q u e ad v e n g a la Revolución Antiim pe
ria lista y a g ra ria , y y a sabem os q u e ol profesor Baudin no tiene fe
on la m isión lib erad o ra del Socialismo. O sabem os q ue, a u n a b ri
g a n d o la convicción do quo ol h u racán revolucionario q u e sopla por
ol m undo v endrá un d ía a d esp ertar de su a p a re n te m arasm o a las
m asas in d íg en as do C3ta América, p en sa rá quo e sa am en aza do a n a r
q u ía d eb o sofooarso por u n a férrea y concortada acción represora
d o los Im perialism os y... do los 'd ictad o res progresistas-...
N O T A S
(1) "O rigen d e la familia, do la propiedad priv ad a y del Estado" Co
lección CLARIDAD, Buer.os Aires. 1924. p. 24.
28
cación del cerdo y de la gallina. Su origen p arece estar en eL
A sia del Sur. Una lorma del mismo instrumento es el im propia
m ente llam ado arad o de pie. que existió en Nueva Zelandic,
México y el Perú, a q u í llam ado chaki-taklla o taklla.
(6) Dice Baudin: . . . "tal com ercio,.en un país donde c a d a uno tení«
su lote de tierra, recibía su p arte de m aterias prim as y fabri
c a b a por sí mismo los objetos indispensables a la existencia, no
podía ser sino un comercio de lo superfluo y no ten ía m ás q u e
u n a le ja n a relación con el que existía en I03 p aíses de propie
d a d p riv ad a en q u e re in a b a la división del trabajo*. (Ob. cit.,
cap . X, El comercio local).
- 29 —
•vertido en g ran d es dignatarios" (C ap. V. Los Yanakuna).
H ildebrando Castro Pozo sostiene que 'e s erróneo suponer
• q u e los yanakuna», u hombres de la marka d e los yana, h ay a n
sido esclavos o siervos durante el Incanato".
"El vocablo yana —a g re g a — originariam ente significó "tra
bajo", "servicio", “ayuda"; y es en esto concepto q u e engendra,
unido al sustantivo pan» o pana, que significa herm ana, prim a
• de él, am iga, p aisan a, conocida, el verdadero yanapani y otras
expresiones m ás, q u e quieren decir ayudar.
"La historia do los yanacuna —prosigue— está en perfecta
arm onía con este concepto. Ellos a p a re c e n du ran te el Incanato,
.como hom bres de confianza, como servidores fieles de los Incas
y los curacas, a quienes a y u d a n on ciertos m enesteres de la a d
m inistración privada y pública" ("Del ayllu a l cooperativism o so
cialista". Lima. 1936, p. 117).
— 30 —
(9) Engels, ob. cit., p. 178.
— 31 —
estos vínculos do parentesco o religiosos, el trabojo común de
las tierras d a a los miembros del ay llu un ligam on d e tipo eco
nómico a la vez q u e territorial*' ("Hist. del Der. Peruano", p. 88).
Basadro, refiriéndose por su parto al tránsito dol m atriorca-
•lismo
\ ‘ a l patriarcalism ' •* o• en
• • el•' Perú
..... precolombino, escribe:
• • •• •
"En la an tig u a historia p o ru an a y a u n en la familia indí
g e n a actual, p a ra evidenciar l a existencia d e u n a ero de m a
triarcado co rtad a por ol patriarcalism o inca, hoy u n a serie de
p ruebas exhibidas por Max Uhle, Latcham y Bondelier con la
palabro "p an ak a" (horm ona) on los ayllus principales d e los In
cas; ol papel mÓ3 im portante del herm ano do la m adre quo lle
g a b a a poner el nombre a la criatu ra y lo co rtab a lo prim era v e r
las« uñas
' »•' tf
y ol pelo, interviniendo
••
adem ás en
.
otras corem onias fa-
...............
m iliares, au n en nuestros dios, en alg u n as localidades; el nom-
b r do padro-m adro que so d a a la autoridad dol ayllu entre los
uros; el mismo matrimonio del Inca con su hermana;- lo propia
p a la b ra "madre", quo no sólo so u sa b a con ol significado a c tu a l,
sino quo so extendía a las tías m olernos o m adres colectivas,
e• t c / (Ob. •«V« P\l 15S).
#1 Vcit., • #V*• •
Y dico en o tra parto: "No tal voz la m onogam ia ab so lu ta si-
no u n a sem im onogam ia rigió generalm ente paro k>s tributarios
comunes; on cambio, la poligam ia fué ilim itada on ol Inca y li-
m ....
itada« en *i». la • nobloza"
. •• (p. 161). •
C astro Pozo escribo en "Del ayllu a l cooperativism o so cia
lista", p. 44: "Por el sistem a de parentesco clasificatorio q u e. en
su idioma, u sa b a n los tres grandes grupos étnicos —q u ec h u a,
• a y m a ra y m ochica— que señoreaban on el Porú cuondo éste fué
conquistado, inducimos q u e el matrimonio o aparoiam ionto en
aquellos clan es e ra ondogám ico, por grupos, en el q u e los hijos
quo sólo podían conocer realm onto a sus modros, so consideraban
*herm
* anos• •. entro• Asi «mismos
*
y nom inaban•tío»,
U*>*»• / '" herm
••••«» anos
« •••*!«#i d,•e• su m a-
dre, a l grupo de sus peosuntos progenitores".
- 33-
agrícola y cooperativo y u n a com unidad de a ld e a o m arca".
("El Ayllu", 2» edic., S antiago, 1938, p. 122).
•(18) "Se lla m a b a todavía pobres (en el Imperio) a los viejos, inváli
dos y enferm os conservados por las com unidades y a los indios
quo no ten ían hijos que lo» ay u d a sen a trab ajar" (Baudin, cap.
XIV d e "L'Empire Soc. d es Inka").
— 33 —
fruto u n v e rd a d e ro p a te rn a lis m o d e E stad o , a la vez q u e u n a so
c ie d a d r e g u la d a por los p rin cip io s d e c o o p e ra c ió n y s o lid a rid a d "
(S u m a rio del T crw antinsuyu, en R e v ista AMAUTA, N* 13, a ñ o
1928).
- - 34 —
c a e s t a b a a s e s o ra d o por co n se je ro s in fo rm a d o re s q u e , es ló g ico
s u p o n e r, in flu irían m u c h a s v e c e s e n su decisión. Al la d o d el
In c a , los "o re jo n e s" o n o b le z a d e s a n g re , e m p a r e n ta d a co n él, r e
c ib ía n co m a n d o s m ilita re s, p o sic io n e s a d m in istra tiv a s, p ro p ie d a d
p riv a d a , rico s b a g a je s m ortuorios" (B asa d re, "H ist. d el P e r . P e
ru a n o " , p. 83).
35 —
i•l ) V isitad o res• d e tam b o s, co n v e n to s, c o m u n id a d e s , tem p lo s
•
(T a rip a c o c -p a p rin g a ). " P e s q u is a b a n a lg u n o s delitos. S o lía n lle
v a r e m b u s te s a l In c a y p o r e so e r a n llc m a d o s "U ulla-quillis-
c a c h is im i-a p a c " . " C u a n d o p a s a b a n , l a g e n te no o s a b a h a b la r
d e la n te d e ello s". '("N upva C ró n ic a y Buen G o b ie rn o d e l P erú",
p. 340 a 346, P arís, 1939). v
3a —
So!, q u ie n e s , s e m e ja n te s a le s v e s ta le s d o R om a, se c o n sa y ra -
-b a n a s u cu lto ". (S alo m ó n R e in a c h , "O rp h e u s, H is.o ire G é a - r a ie
d o s R elig io n s", París, 1909)-.
- 3:7:
q u e pued a h acer q u ien desee penetrar en los principios básicos,
del Socialismo Científico.
— 38
dos los actos de la vida, y según el cual se m odelaban todos
los fenómenos sociales, im posibilitando las desigualdades d e los
■miembros de la com unidad, impidiendo que hubiera ricos y po
bres, que pudiera im plantarse el capitalism o ni existir an ta g o
nismo entre el cap ital y el trabajo, desde q ue, no existiendo e l
capital, todos eran igualm ente ricos". (Q uesada, "El desenvol
vimiento social hispano-am ericano", en Revista de Filosofía d e
Buenos Aires, Año III, 14 Nov. 1917).
30) No podrían, pues, tomaTSe sino como recursos de agitación p a r
tidista, apologías del Incario como la siguiente:
. . . "Y el aprism o es eso: dolor viril q u e brota de la p ro p ia
: tierra, ímpetu m ásculo q u e brota de la justicia q u e h a de cum
plirse en la propia tierra. Es q u e el Perú nace reanim ado p o r
lo q u e hay de eterno y de profundo en el Perú que fué. Es l a
•o b ra truncada d e los Incas, q u e resurge a través de cuatro s i-
• glos de yugo sobre su raza. Por eso, con e l Aprismo retorna l a
Justicia social del Tahuantinsuyu. Nosotros la hacem os nuestra*
y, como la vieja b a n d e ra gloriosam ente rendida, la izamos en
I03 mástiles nuevos de nuestras rebeldías de hoy". (H aya de lct
Torre, "Política Aprista", Lima, 1933, p. 160).
A P E N D I C E
E! Imperio Socialista de los talcas: Breve Esquema
de su Organización Económica,
Política y Social
Por G E O R G E S R O U M A
— 43 —
J
— 44
miento d e la rudim entaria burguesía criolla de la América
H ispana contra el Monarcoíeudaiismo peninsular— y en qué
m edida siguieron y siguen operando deníro d e’: marco de la .
vida republicana, q ue no h a tramontado aún el tipo del se-
micolonialismo^ bajo la deform adora acción de los Imperia
lismos?
¿Q ué pronóstico puede formularse sobre e: futuro
próximo y remoto d e los núcleos indígenas herederos de las
tradiciones incaicas? ¿Seró posible u na palingenesia de las
razas ay m ara y quechua, nunciadora da una probable res
tauración del esplendoroso Tawantinsuyu? ¿Llegarán estos
núcleos indígenas a constituirse en "nacionalidades autóno
m a s ', como 'lo propugna cierta corriente política? ¿O es su
destino extinguirse en plazo m ás o menos breve, absorbidos
por la cultura occidental representada por los imperialismos
y ios grupos feudal-burgue9ís cooperantes con éstos, como
lo predicen y h asta anhelan los pesimistas del autoctonismo?
¿Q ué elem entos psicológicos e institucionales d e la Cul
tura Incaica, sobreviviente*, en las costumbres de los a c tú a - '
les indios q u sch cs y aym aras, sorían aprovechables p ara el
planeam iento de u na Política, d e una Legislación, d e una
P edagogía indigenista?
¿Q ué rasgos específicos asem ejan o diferencian a la
C ultura Incaica con respecto a sus congéneres la Azteca,
M ayaquiché, C hibcha y otras menores de la América Pre
colombina? ¿Hubo lazos d e interdependencia m aterial o es
piritual entre estas culturas? ¿Qué analogías y diferencias
ofrecen ios actu ales indio-: d e Méj.ico, Ecuador Colombia,
Perú, Bolivia, Argentina, etc.?
¿Q ué influjo h a tenido el conocimiento del Comunis
mo Incaico e n la formación d e las doctrinas socialistas y en
tas prim eras tentativas de socialismo práctico d e tipo falans-
teriano? ¿Q ué conclusiones pueden inferirse d e un p aran
gón entre las instituciones com unistas incaicas y las institu
ciones com unistas contem poráneas?
He ahí algunas, entre ias m ás fundam entales cuestio
nes d a índole sociológica, que se plantean an te los q ue se
proponen estudiar el Imperio del Tawantinsuyu con el cri
terio m atanalista-histórico q u e exige la ciencia socicd d e
nuestro tiempo. Para intentar la investigación d'e algunos
d e los anotados tópicos, empezó a organizarse en la Univer-
. sidad d e La Paz, a iniciativa del q ue suscribe estas líneas, <s4
INSTITUTO DE SOCIOLOGIA BOLIVIANA (ISBO), cuyo pro
gram a cultural contem plaba la creación d a u na Biblioteca
-especializada en asuntos incaicos e indigenistas, la realiza
ción da visites a l]os centros agrarios del Altiplano y d e ia
Sienra y la redacción de m onografías docum entadas sobre
los m ás diversos aspectos d e ‘l a vida social da nuestros a b o
rígenes. Por desgracia, el rsceso de Universidades sobre-
ranido en Bolivia a consecuencia d e su conflicto bélico, deter
minó que ese Instituto se q u ed ase en cierna. Q uizá-la post
g u erra perm ita ]a reanudación d e las actividad-as que se
•desplegaban p a ra darle un eficiente funcionamiento. Pero
m ientras no se cimienten *an nuestros países latinoam erica
nos con población indígeno densa, instituciones orientadas a
raalizar el estudio orgánico y tenaz d e problem as tan vita-
las, la difusión d e opúsculos como el d e M. Rouma llena u n a
útilísima función vulgarizadoia.
La forma hábilm ente sintética, m etódica y am-ana en
••que-el panoram a de la C ultura Incaica e s presantado por el
antropólogo beiqa —q u e a su v asta preparación «stnográfi-
*Ca y sociológica a g re g a u n a 'larga experiencia d e invasti-
rg ad er en v a n a s ciudades y regiones d a Bolivia—, hace de
f-eSts 'librito suyo un docum ento d e provechoso m aneje, no
— 46 —
sólo p ara los extranjeros deseosos de informarse rápidam en
te sobre el Perú precolombino, sino a ú n p a ra p-oíesores y
alum nos d e instrucción m edia y universitaria de nu-stra Amé
rica Latina. En honor de Rouma debe reconocerse tam bién
q u e su exposición, a u n siendo el punto cb vista del autor
declaradam ente individualista, no se ve afectada de porciali--
dad . El trabajo es d e pulcra objetividad científica y h asta
se diría q u e transpira m ás “s im patía que adverso sentimien
to h acia la adm irable o b ra del Comunismo Incaico. C uando
afirm a, por ejemplo, q u e "no se puede negar q ue u na adm i
nistración q ue llega a suprimir radicalm ente la miseria y eí
ham bre, q u e reduce los crím enes y los delitos a un mínimum
q u e ninguna nación civilizada h a alcanzado jamáe, q ue ig
nora la existencia del perasitism o social d e los ociosos, d e
los malos ricos etc., CONSTITUYE UN FENOMENO UNICO
EN LA HISTORÍA DEL MUNDO y merece —ag reg a Roumc—
nuestra m ás com pleta adm iración". O cuando -expresa:'
. .." s i n d u d a alguna, los pueblos del Imperio d e los Incas,
fueron los m ás disciplinados y 'los m ás virtuosos que haya
habido jam ás sobre la tierra". Cierto es q ue Rouma añade,
seguidam ente a sus transcritos elogios, correctivos llamados
a poner a salvo sus convicciones individualistas. Así, escri
be: “Sin em bargo, podem os preguntam os si esta previsora y
tan sa b ia administración incaica h a realizado verdaderam en- •
te ia felicidad d e sus adm inistrados. ¿Se puede concebir la
felicidad fuera d e la libre expansión de la personalidad,
fuera del sentimiento de independencia y de libertad? Una
felicidad negativa, d e despreocupación, d e ignorancia de-
toda aleg ría superior, d e au sen cia de pensamientos, hecha
únicam ente de vida vegetativa y autom ática, era lo único-
q u e podía existir p a ra los numerosos súbditos de los Incas”.
Y tras d e ponderar lo virtuosos que eran ios puebles ir.cai—
— 47 —
eos: .. . "pero virtuosos, es claro —-anota— a ia m anera de
loe prisioneros quo, estrecham ente vigilados, están someti
dos a regias de vida estrictas y fatales”. Este juicio recuer
d a el del economista francés Luis Baudin, q ue en su docu
m entado libre “L'EMPiRE SOCIALISTE DES INKA" (Paris,
1928) (1) expresa: “Si o. bienestar y la virtud, fuentes de la
felicidad, son el objeto de la vida, puede decirse q ue el Inca
h a realizado ui^a o b ra maestres. El alm a del Indio se h a ad o r
mecido al ritmo monótono d e u na existencia dem asiado bien
reglam entada". “Pero si, por el contrario, —ag reg a Baudin—
es :.i desarrollo de la personalidad hum ana lo q ue se m ira
como el objeto d e ted a existencia, entonces <sl sistem a p eru a
no h a sido la m ás desastrosa de las experiencias so ciales
El Inca h a sum ergido a sus súbditos en un sueño vecino de
la muerte; lee- h a arreb atad o toda dignidad hum ana" . . . ¿ E s
q u e hay antinom ia entre los términos "bienestar" y "desarro-
' lio d s la personalidad hum ana"? —nos reducimos a ap u n tar
nosotros cquí, intrigados por tan ra ra contradicción d e jui
cios.
48 —
Será motivo d e com placencia mental p a ra el q ue sus
cribe !l a presante Nota, h ab er contribuido con el modesto
aporte d e su versión al avivam iento del interés qu* existe
en las cultas Universidades del Perú y en sus inquietos circu
ios intoi¿CiUC.'.es, por profundizar en el conocimiento de la
grar.diosc: civilización del Tav^antinsuyu.
— 51
Y EN GUERRA, DE SUS VIDAS Y CONQUISTAS Y DE TODO
LO QUE FUE AQUEL IMPERIO Y SU REPUBLICA ANTES
QUE LOS ESPAÑOLES PASARON A EL.
— 52 —
i JÁii DS BSTAuZOS, SUMA Y NARRACION DE LOS INCAS
-U>¿.LUS l i b i o s , LLAMARON CAPACCUNA QUE FUERON
AÑORES DE LA CIUDAD Y DE TODO LO A ELLA SUBJETO.
— 53 —
ANTONIO DE HERRERA, HISTORIA GENERAL DE LOS HE
CHOS DE LOS CASTELLANOS EN LAS ISLAS Y
TIERRA FIRME DEL MAR OCEANO.
—.55 —
g ra fía de su suelo. Al oeste, estab a el océano y no era si
no hacia el n o rte p o r donde el im perio podia todavía enca
r a r alguna conquista.
El Im perio de los Incas llevaba el nom bre de Tfivan-
tinsuyu (1) lo que en la lengua quichua, sign fica Jos cua
tro partes del Mundo, y se refe ría a las cu atro grandes pro
vincias e n tre las que estaba repartido el territo rio . E sta s
c u a tro p a rte s del mundo, siguiendo la orgul.osa dím ,:.il
inación de los Incas, e ra n el Chmcha&uyu al N orte, el Co.lu-
suifu al Sud, el Antisuyu al E ste, y, en fin, el Con tisú, u al
Oeste.
L a capital, cuyo nom bre, CUZCO, significa ombl'go. (2)
en la lengua del P erú, ocupaba el centro-del Im perio.
MARCO POLITICO
—-5 6 —
san g re inca. Los c u a tro gobernadores, especio de virreyes,
consttiuían el Consejo de E stado del Inca.
El pueblo estab a ag rupado p o r decurias, a la cabeza
de las cuales se encontraba un decurión, encargado de su-
p ervlgilar a nueve com pañeros. Cinco decurias form aban
un nuevo grupo com andado por un jefe, al cual oc&decían
los cinco decuriones. Dos grupos da c.ncuenta form aban
u n a cen tu ria que tenía igualm ente u n jefe. L as centurias
estaban, a su vez, ag ru p ad as por series de cinco, y das g ru
pos de quinientos hom bres form aban la unidad superior, un
milenio, colocada bajo l:i dirección de un jefe an te el que
respondían los dos capitanes de grupos de 500 hom bres.
No había form aciones superiores a mil hom bres; los Incas
consideraban que no es posible que un jefe pueda super-
vigilar con éxito u n núm ero m uy considerable de ho m b res
Los jefes de los milenios estab an en contacto continuo con
los consejeros p o r interm edio de los delegados de éstos.
E l decurión llenaba dos obligaciones opuestas: era,
a n te todo, el p ro tecto r de los hom bres colocados bajo su
supervigilancia, debía señ alar sus necesidades, tra sm .tir
sus reclam aciones, en lo que concernía, por ejem plo, a las
p artes de tie rra s o de sem illas distribuidas, etc.; p o r o tra
p arte, llenaba las funciones de procurador; estaba obliga
do a denunciar a n te su jefe inm ediato las infracciones a
las leyes de sus nueve com pañeros, so pena de se r som etido
él mismo a la sanción correspondiente al delito no denun
ciado y sin perjuicio d e la pena correspondiente al hecho de
no ríen i r concienzudam ente sus obligaciones.
E l gobernador de cada d ep artam en to te n ía ju n to a si
contadores especiales que, p o r medio de qu*ppw, sistem a
de cordelólos de colores y de nudos, establecían cada año
la e x a c ta situación dem ográfica del departam ento. Los da
— 57
to s correspondientes e ra n sum inistrados por los jefes de los
m ilenios, los cuales debían conocer ex actam en te la com po
sición d-3 su grupo. L as defunciones y los nacim ientos e ra n
com unicados por los decuriones y trasm itidos de grado en
grado, a los jefes de milenios.
L es gobernadores trasm itían periódicam ente sus esta
d ísticas al Cuzco, donde u na adm inistración especial, esta
blecida en locales ad-lioc, llevaba u na cuenta m inuciosa dei
m ovim iento de da población en to d a la extensión del Im
perio.
E n el Cuzco, cada 'súbdito del Inca estab a rep resen ta
do por un nudo en un cordelillo, y todos los cordeiiilos es
ta b a n ordenados según la disposición real de los d e p a rta
m entos, de las provincias, de las naciones y de los ayllos
e n el imperio. Un sim ple vistazo p erm itía d a rse cu en ta
e x a c ta de la densidad de ¡a población d e cada provincia.
— se
de un tam iz; los C anehis (P erú ) Kevaban sobre la fre n te
una pequeña banda negra o ro ja, etc. (1).
A la cabeza de las naciones conquistadas y de los di
ferentes ayllus (trib u s), había tam bién curacas o jefes in
dígenas. E stab an allá en v irtu d ¿e derechos adquiridos a n
tes de la incorporación de sus naciones al Im perio, dere
chos que la p ru d en te y sagaz politica de los Incas resp eta
ba. Sin em bargo, los hijos de esto s jefes debían ir a edu
carse e in struirse al Cuzco, en escuelas especialm ente crea
das p a ra ellos. E s ta m edida e ra a la vez u na m anera de
conservar rehenes preciosos y de conquistar esos jóvenes
a su relig'ón y a sus ideas.
L a au toridad de los jefes indígenas e ra m uy reducida.
Gozaban de ciertos privilegios, eran tratad o s con consi
deración por los adm inistradores Incas; pero parece que
eran en realidad ex tra ñ o s a la adm inistración m ism a del
país. Los Incas Se servían d e ellos como de interm ediarios
y como de potencia m oral.
Todas las tie rra s, así como los g?-na1cs y las m inas,
pertenecían al E stado. C ada añ o se procedía a una d istri
bución de las tie rra s que debían se r tra b a ja d a s en el año,
m ientras se reservaban g randes cantidades de las m ism as
p a ra d ejarlas en barbecho. N o se cultivaba m ás que lo
que e ra necesario al consum o anual de -la población y a la
constitución de u na sab ir reserva p a ra los años de m ala
cosecha.
— »59
• -—
C ada hom bre casado sin hijos recibía u n tupo (1) de
tierras. Adem ás, Jos padres de 'familia recibían ta n to s tu-
pus suplem entarios cuantos hijos céiibes Nenian y tan to s
m edios tupos cu an tas hijas poseían. E i hijo que se c a sa
ba ten ía derecho a la t é r r a que su p ad re reten ía p a ra sí.
P o r el contrario, él m edio tu p u correspondiente al derecho
del p ad re p a ra su hija, volvía al Consejo, que disponía de
él según las necesidades cte la com unidad (2 ). Los curacas
ten ían su p a rte en das m ism as condiciones que los otros
ciudadanos; ¡pero se les daba un medio tu p u por concubina
que e sta b an au torizadas a g u ard ar. L as viudas recibían un
medio tupu.
P o r o tr a p a rte , una extensión de tie rra s, variable se
g ú n las regiones, pero siem pre determ inada por la ley, e s
ta b a reserv ad a p a ra el Inca, y o tra p a rte p a ra el Sol, es
d_eir p a ra les tem plos y el servicio del culto.
L as tie rra s del Sol e ra n cultivadas; en p rim er ¡lugar,
p o r todos los tra b a ja d o re s de la colectividad.
L as de las viudas, de les inválidos y de los soldados
q u e se en co n trab an en la g u e rra e ra n lab rad as y sem bra
d a s en seguida.
U na vez ejecutadas estas m isiones sagradas, cada uno
podía ocuparse d e la porción que le había sido en tregad a;
p e ro los indios se ag ru p ab an p a ra tra b a ja r sus lotes ay u
dándose m utuam ente.
E n últim o lugar, cuando -todos los tra b a jo s estab an te r
m inados, se ocupaban de las tie rra s reservadas ol Inca y
— 60
al curaca. E ste trab ajo , que se hacía en común, estaba
acom pañado de can tes y de distribución de raciones de u na
bebida ferm en tad a llam ada dhicha* U na vez que cada cual
tenia la satisfacción de sa b e r q ue su s propias tie rra s e sta
ban bien sem bradas, colaboraba con g ra n alegría en el tr a
bajo colectivo dem andado por su Inca; así, todas las labo
res que se realizaban en las tie rra s reservadas al Inca, to
m aban la fo rm a de verdaderas fiestas.
L as cosechas del Inca, en varias leguas a la redonda
del Cuzco, e ra n tra n sp o rta d a s a los g ra n e ro s de la capital
p a ra el consum o del rey y de su corte. L as de las regio
nes m ás a p a rta d a s e ra n conservadas en alm acenes espe
cialm ente construidos a este efecto y sabiam ente repartidos
por todo el Im perio. U na p a rte servía p a ra la m an u ten
ción de los funcionarios provinciales, o tra p a ra los ejérci
tos en viaje, los cuales no podían pedir nada a las pobla
ciones por cuyo te rrito rio atravesaban. E sto s ejércitos
debían vivir de las reserv as del rey. E n fin, en caso d e ca
restía e r a todavía d e las reserv as del re y de donde se to
m aba 'lo que hacía falta.
E l tra b a jo d e las tie rra s del Sol y del Inca constituía
el. trib u to principal q ue pagaba coda ciudadano. Del pro
ducto de las tie rra s q ue le habían sido entregadas, no de
bía n ad a ni al Inca ni a los tem plos, n i a los nobles. E stab a
o.*l:gack> tam bién al servicio m ilitar, el que com prendía
d^>s ocupaciones m uy diferentes paira l o ' que podía se r Da-
m ado: la d e soldado y la de p o rtad o r d e equipajes.
Todo ciudadano e sta b a obligado, adem ás, a fábrica»
arm as, vestidos y calzado p a ra el E stado. Los tra b a jo s cfcr
este género solicitados a cad a nación, estab an en relad & t
con los productos d e 3a región y la habilidad m anual de sus
habitantes. P o r ejem plo, los zapatos q ue e ra n fabricados
— 81 -
c „ n fib ras de agave, e ra n exigidos de las provincias en que
e s ta p lan ta crecía en abundancia. De igual modo, las la
nas, ios arcos y las flechas e ra n pedidos a las provincias en
las que e ra fácil p ro cu rarse m aderas, m ien tras que a -las
naciones que vivían en Üas regiones m ás elevadas del alti
plano, el Inca Jes pedía hondas de lana o tejidos y vesti
dos. E n este últim o caso, el Inca daba la m ateria prim a;
porque, salvo algunas excepciones te le n d a s , todos los gá
n a l o ; íe pertenecían, y guard ab a en depósitos especiales
inm ensas cantidades de 'lana de Uama, de vicuña, de alp a
ca. Se Llevaba u na contabilidad m uy ex acta de lo qus ca
d a nación debía dar. Em pleados especiales, los quipu-cama.
yací, an o tab an estes trib u to s ¡por medio de cordi-lillos con
nudos, e inspectores de im puestos e ra n enviados por el In
c a p a ra el control de éstos.
~ 62 —
riqueza p a ra el indio, que no podía h acer de ella o tro uso^
que el de d arlas a los tem plos y a 2os Incas.
L as m ujeres hilaban p a ra el Inca la lana o el algodón
que les e ra en treg ad o por orden d e éste. C ada dos años
ellas recibían u na cantidad d e m ateria prim a suficiente pa
ra p erm itirles ren o v ar sus vestidos, los de su m arido y de
sus hijos.
El pago del im puesto en productos fabricados e ra con
siderado de im portancia fundam ental por los Incas. Cieza
de León cu en ta que, cuando un Inca hacía la conquista
de una provincia pobre a la que no e ra posible im poner, e i
pago de un trib u to d e cosas útiles, exigía la en tre g a de un
contingente de piojos vivos. E sta sin g u lar contribución
debía m an ten er e n tre los nuevos súbditos La preocupación
co nstan te de üa obligación hacia el rey. E ra un sím bolo de
vasallaje, de sum isión. Pero, al m ism o tiem po, el Inca en
viaba a estos m iserables vestidos, víveres, semillas, útiles
e in stru cto res p a ra enseñarles a cu ltiv ar convenientem ente
la tie rra , a h ilar y a te je r la lana.
— 63 —
n ía em peño en d a r a ios colonos asi trasplantados, tie rra s
situ a d a s en caimas sem ejantes al da su tie rra n atal; pero,
m ás tard e, hubo m encs escrúpulos, y m uchos valles cáli
dos y m alsanos que estab an deshabitados fueron pobladas
de e sta m anera, con m ira a obtener u na m ay o r variedad
de productos vegetales. A lado dei m aíz y de la guhioct (1 ),
de las p a ta ta s y de la 00:1 (2) que le daban las tie rra s te m
plad as y frías de las regiones elevadas, el Inca recibía ají
(3) coca, fru ta s da los valles cálidos.
E l Inca em pleaba todavía este medio de trasplantación
do poblaciones p a ra dom inar a aquellas naciones en cu y a
leaütad no tenía confianza. F ijaba entonces grupos de fa
m ilias de la nación rebelde, en medio de naciones suaves y
leales. E ra el procedim iento que empleó an tes C arlom ag-
n o p a ra so ju zg ar a los sajones.
Das fam ilias trasp lan tad as por u na u o tra razón lle
vaban en el Im perio el nom bre de mitimaes; iban bajo la
dirección de un Inca encargado de organizarías, d e gober
n a rla s y de ad o ctrin arlas
Cieza de León y H e rre ra d an igualm ente el nom bre
d e mitimaes a las guarniciones perm anentes que los Incas
establecían en cierto s puntos de las fro n te ra s d e su Im perio
p a ra protegerlo c o n tra las incursiones de Has naciones sal
vajes; E sto s soldados co n stru ían fortalezas y se ocupa
b a n de fab ricar arm as. P ero, en seguida, se los ocupaba
e n cultivas u o tro s trabajos. Los hom bres enviados a esas
fo rtalezas e ra n objeto de u na benevolencia especial p o r p ar-
— 64 —
te del Inca, que les obbequl'aiba vestidos finos, ornam entos
cu plum as, brazaletes de oro y plata, y, según asegura H e
rre ra , ( I ) herm osas m ujeres tom adas de las reservas pro-
vincialcs. E ste s guarnicionas estab an com andadas p o r un
#
E n el curso de un viaje a S an ta C ruz de la S ierra, en
Solivia, tuve ccamión de vis :a r las ruinas de una de esas
guarniciones de fro n teras, situ ad as a cerca d e dos leguas
d :• la pequeña aldea de S am aipata (2). L a fortaleza e stá
adm irablem ente situ ad a en lo alto de u na m ontaña, d e s ie
donde la vistJa ab arca m uy lejos sobre todas las vías d e ac
cedo procedentes del país que ocupaban an tiguam ente tr i
bus guaraníes. C erca de los trab ajo s m ilitares, queda, en
buen estado d e conservación, u n a v a sta instalación pana el
lavado de a re n a s auríferas. Un poco m ás lejos, h ay h ue
llas circulares, que son todo lo que queda de las an tig u as
habitaciones cuya form a y dim ensión dem uestran que los
m itim aes enviadas a Sam apita, e ra n Collas del altiplano
boliviano que fab rican sus casas en form a de cilindro con
un cono en su p a rte superior.
JUSTICIA
65 —
rid a d de la vida; las m edidas tom adas p a ra im pedir la ocio-
sid ad ; e n fin, la estrech a vigilancia ejercida por los decu
riones . . . , suprim ían casi to d as las causas posibles de deli
to, y, sin d u d a alguna, los pueblos del Im perio de los Incas
fu ero n los m ás disciplinados y los m ás virtuosos que h ay a
habido ja m á s sobre la tie rra ; pero virtuosos, es claro, a la
m a n e ra de los prisioneros que, estrech am en te vigilados, es
tá n som etidos a reglas de vida estric ta s y fatales.
A p esar de e sta s consideraciones excepcionales, la ju s
ticia e ra objeto de la especial atención de los Incas. Todos
los crím enes y delitos posibles habían sido exam inados por
el G ran Consejo d e Inca, con indicación de la s sanciones
correspondientes.. No había sido aún inventada en esta
época la psicología, y los jueces del Inca no tenian que in
q u ie ta rse por las circunstancias aten u an tes o la lim itación
d e la responsabilidad del delincuente. U na vez probado el
delito, la sanción se im ponía con u n a fuerza inexorable, que
d eb ía e je rce r sobre las m asas ignorantes y sim plistas una
im presión profunda.
“ D ecían que dando licencia al juez — cuenta Garcila-
so— p a ra poder a rb itra r, dism inuían la m ajestad de la ley,
h e c h a p o r el rey, con acuerdo y p arecer de hom bres tan
g ra v e s y experim entados como los había en el Consejo; 5a
cu al esperiencia y gravedad faltab a en los jueces p articu
lares, y que e ra h a c e r venales los jueces y ab rirlas puerta
p a r a que, o p o r cohechos o p o r ruegos, pudiesen com prar
les la ju s tid a , de donde nacería grandísim a confusión en
la república, porque cad a juez h a ría lo que quisiese y que
n o e ra razón q ue nadie se hiciese legislador, sino ejecutor
d e lo q u e m andaba la ley p o r rigurosa que fuese” (1).
— 66 —
Si el juez no podía g ra d u a r la pena, el legislador h a
bía establecido, sin em bargo, u na relación e n tre el crim en,
la situación do la víctim a y la del crim inal. L as rebelio
nes co n tra la autoridad del Inca, eran consideradas como
sacrilegios y m erecían la m uerte, y a que la autoridad del
Inca era de origen divino. P o r o tra parte, un delito co
m etido por un juez o un alto funcionario, e ra pasible de
una pona m ucho m ás severa que la correspondiente al m is
mo delito com etido por un ciudadano cualquiera. Se vera
en ello una ofensa a la m ajestad del Sol y de su hijo el Inca,
cuya confianza había sido traicionada.
H abia una je ra rq u ía de jueces y la extensión de la ju
risdicción de cada uno estab a perfectam ente delim itada.
Los jueces inferiores cuya jurisdicción se extendía so
b re un milenio, no entendían sino en los diferendos e n tre
p articu lares y los delitos de .poca im portancia. Los delitos
m ás graves, los diferendos e n tre ayllus o e n tre .provincias,
eran de reso rte de jueces superiores, y ciertas cuestiones
eran ¡privativam ente juzgadas por el V irrey o el Inca.
Toda causa debía se r juzgada en el térm ino de cinco
días. Toda sentencia e ra sin apelación y debía se r ejecu
tada.
E n cada luna, ted as las sentencias ejecutadas eran tr a s
m itidas por vía jerárq u ica h a sta el V irrey, quien las hacía
llegar al Inca por medio de los quippus.
— 6f
m enda pública. E ste castigo e ra aplicado al que reincidía
e n la desobediencia a su jefe o en la pereza.
L a pena de m u erte se daba al que m ataba, si no podía
p ro b a r que se encontraba en caso de legítim a defensa. El
m arido que m ataba a su m u jer sorprendida en flageante
delito de adulterio, era absuelto. L a pena de m u erte era
aplicable al que se rebelaba co n tra la au to rid ad del Inca:
al que robaba un objeto perteneciente al Inca; a las “abor-
te r a s ” y a la m adre que ab o rtab a voluntariam ente; a los
reincidentes de desobediencia a sus caciques, a los reinci
den tes im penitentes de m en tira; a 'los m itam aes que ab an
donaban p o r segunda vez La región donde la voluntad del
In c a los había establecido.
Los tra b a jo s forzados en las plantaciones de coca del
Inca, situ ad as en valles cálidos y m alsanos (yungas) e ra n
infligidos a los -ladrones y a ciertas categorías de crim ina
les. L os caciques o los funcionarios q ue no llenaban con
venientem ente sus funciones o que provocaban escándalos
p o r su conducta disoluta, e ra n destituidos.
E x istía responsabilidad colectiva para los servicios pú
blicos; cada ayllu e ra colectivam ente responsable de la
probidad y d e la conducta de los hom bres que sum inistrab a
p a ra los tra b a jo s públicos, p a ra el tra n sp o rte de valijas,
la m anutención de los relevos a lo largo d e las ru ta s, etc.
E r a responsable tam bién de la buena ejecución del trab ajo .
E l principio d e la reparación en la m edida de lo posi
ble in terv enía a m enudo en las sanciones. E l que incen
d ia b a p o r imprudencia- la casa de su vecino, debía recons
tru irla . E l que estropeaba a uno de sus sem ejantes, debía
tr a b a ja r pana la subsistencia de su víctim a, sin perjuicio
d e La aplicación de penas en relación con la- gravedad del
delito.
— 68 —
S s tenía en cu en ta si ei delito se había debido a un
accidente o h ab ía sido provocado intencional m en te.
LENGUA UNICA
— 69 —
reíativ as a la adopción de la lengua del Cuzco como lengua
oficial p a ra todo el Im perio.
Los antiguos cronistas llam an a e sta lengua la “íengua
g e n e ra l” , y es conocida hoy d ia bajo el nom bre de 'lengua
quichua (1).
M aestros especiales fueron enviados ’a cada provincia
p a ra en señ ar allí la lengua general. E ran , dice el padre
V alera, Incas de privilegio (2). Se les daba a estos maes-.
tro s la habitación, la m esa, el servicio y sa les rodeaba de
m ucha consideración. Su cargo se tra sm itía de padres a
hijos. L as ordenanzas establecían que ningún cargo r.i dig
nidad alguna se confiarían al que no hablase correctam en
te la Isnguz general.
P osteriorm ente, estas ordenanzas fueron com pletadas
p o r p tra s que establecían que la p rim era lengua que era
preciso enseñar a todos los niños e ra la del Cuzco.
Lo que favoreció todavía ’J a propagación de la lengua,
fu é la obligación, p a ra los caciques y los nobles de las pro
vincias conquistadas, de en v iar a sus hijos varones a 3a
c o rte del Inca, en el Cuzco. Recibían allá u n a educación
especial, y cuando re to m a b a n a sus hogares, constituían,
ju n to con los servidores que los habían acom pañado, ele
m entos activos de propagación de la -lengua y de las cos-
(1) Fué llamada por la primora vez q u ich u a por Fray Domingo do
Santo Tomás, en su vocabulario publicado en Valladolid en 1560'
("Posición g eográfica de las tribus q u e form aban el Imperio de los
Incas", por Clemente R. Markham.— Boletín de la Real Sociedad
G eográfica d e Londres, .1871).
Los Quichuas formaban una nación constituida por seis ay-
llus quo vivían en la proximidad del Cuzco. Markham cree que-
b u lengua era la misma que la del Cuzco.
(2) Ver Cap. m.
— 70 —
•lum bres del Cuzco. E sta obligación del envió de hijos va
rones a la capital del Im perio, fué establecida desde los co
mienzos de la dinastía.
L a perseverancia en la escrupulosa aplicación de las
leyes tra jo el resultado deseado. C uando los españoles h i
cieron la conquista del Im perio de los Incas, la lengua ge
neral e ra hablada p o r los doce millones de súbditos de los
Incas, en u na extensión de m ás de 37 grados geográficos.
Varios dialectos habían caído en desuso, m ien tras que o tra s
lenguas p articu lares a naciones conquistadas e ra n conser
vadas como lenguas fam iliares.
L a llegada de los E spañoles perm itió a naciones de unía
g ran vitalidad como los coyas (1) h a c e r rev iv ir su lengua
propia con detrim ento de la lengua gcr,i&ral; pero, a p esar
de algunos casos p a rtic u h re s, la lengua del Cuzco se h ab ía
generalizado tanto, que hoy mismo, si se exceptúa a los
aym aras, es hablada por casi todcs los indios del altiplano
en Boiivia y en el P erú.
E ste resultado es ta n to m ás so rprendente cuan to q ue
el 'antiguo Im perio de los Incas es el único, en el N uevo
Mundo, que lo h ay a alcanzado. E n Méjico, la D irección
G eneral de E stadística h a establecido que están todavía e n
uso actualm ente cu aren ta y ocho lenguas indígenas e n tre
los indios.
EL CORREO
— 71 —
viese al corrien te de todo lo que pasaba en el Im perio y
que las órdenes pudiesen im p artirse lo m ás rápidam ente
posible. P a ra satisfacer e sta s necesidades, la adm inist ili
ción incaica había creade un servicio perm anente de co
rre o s ,que llevaba el nom bre de chasquis. A lo largo de los
cam inos, de distancia en distancia, a cada media legua, di
ce Cieza de León, a cada legua y m edia, dice H errera, h a
bía un resguardo en el que se encontraban perm anente
m en te dos o cu a tro jóvenes, según la im portancia de la vía
da com unicación. Los m ensajes, presentados bajo form a de
qu.ppus acom pañados de com unicados verbales, eran en
treg ad o s a un prim er correo, el cual p a rtía y re c o m a la
distan cia que separaba su p unto de origen de la próxim a
po sta de correos, con la m ay o r velocidad posible. Allá en
tre g a b a su m ensaje a o tro correo, y así sucesivam ente; el
m ensaje, pasaba de m ano en m ano y de boca en boca, has
ta su destino. Los cronistas aseguran que el correo tra n s
p e r tado por este procedim iento, por las rufos m ás acciden
tadas, re c o rría una distancia de cincuenta leguas en 24 ho
ras. El Inca recibía igualm ente p o r correo pescado fres
co del m ar, pescado que tard a b a sólo u n poco m ás de dos
d ías piara g a n a r la enorm e distancia (m ás de 100 leguas),
que se p a ra el Cuzco de la costa.
— 72 —
POLITICA GUERRERA DE LOS INCAS. — ORGANIZACION
DEL EJERCITO.
— 73 —
tío de reunión, en la época señalada por la au to rid ad su
perior.
LAS ARMAS
— 74 —
ejército en tero se ag ru p ab a bajo la bandera del Inca, la
cual llevaba los colores del a rc o iris.
G racias a los g randes cam inos y a los depósitos de ví
veres, de vestidos y de a rm a s establecidos por la previsión
del Inca, de etap a en etap a, sus ejércitos recorrían el país
sin que ja m ás las poblaciones tuviesen que su frir por su
trán sito . El m om ento de las cam pañas era cuidadosam en
te elegido por el Incu, de m anera que com portase el m íni
m um de perturbaciones en los trab ajo s ordinarios de los
campos.
A ntes de com enzar la conquista de u na provincia nue
va, les In cas consolidaban por sus instituciones y su adm i-
n istra c ón sus c o n q u isa s an terio ras y no pasaban adelan
te, sino cuando estab an seguros de la lealtad de sus nuevos
súbditos. C ontaban tam bién T u ch o c :n la propaganda h e
cha por esto s nuevos adm inistradores p ara convencer a las
p b b cio n es vecinas de su oodrrio y de las num erosas ven
ta ja s qu? com portaba su tutela.
U na vez que la con »uist.i una provincia nueva h a
bía sido decidida por el Xnca y el Consejo de E stado, se
reunía un num eroso ejército ; pero, al m ism o tiem po, e3
Inca enviaba espL’S encargados de darse cuenta del poderío
del adversario. T ra ta b a de a sla r’o a éste, haciendo obse
quios a los jefes de los n acim es v :c ‘n as que hubiesen po
dido socorrerle. U na ve? que esíJ.ba com pletam ente in
form ado, enviaba a !o~> jef-rs d? los avllus que quería con
qu istar, m ensajeros Incas que Its en treg ab an presentes y
se esfo r?rb ''ji en persuadirles d? 'a s v en tajas que encon-
tr a r ír n colocándose l""'- U tufce’a del Inca. E n caso de
duda, los m ensajeros debían h acer com prender tam bién a
los <rc?niV3 e x t r a ñ a o s oue toda resistencia sería ¡nútil,
q u e los ejércitos del Inca eran poderosos e invencibles, y
— 75 —
que no se desafiaba im punem ente la cólera del hijo d :l Sol.
M uchas naciones fueron conquistadas por este proce
dim iento, al que se añadía el recuerdo del aplastam iento
sufrido por trib u s no dispuestas a en ajen ar voluntariam en
te su independencia.
Si las proposiciones pacíficas eran rehusadas, el Inca
h acia o b ra r a sus ejércitos. Los jefes Incas estab an siem
p re dispuestos, d u ran te el curso de 'la cam paña, a e n tra r
e n negociaciones de paz; -pero ellos no aceptaban sino la
adopción de sus propias proposiciones de paz. E n caso de
resisten cia sostenida, las c a m p iñ a s se volvían frecuente
m en te m uy sa n g rie n ta s y la represión era a veces te rri
ble. P ero, e n general, las pobl¿iciones que ocupaban el
altip lan o en tiem po de les Incas, no e ra n nacicnes m uy
belicosas, y aperéis velan u na superioridad dem asiado m a
nifiesta en sus ene.nigos, rendían sus arm as y aceptaban
las exigencias del invasor.
Los soldados del Inca que pertenecían a Ja m ism a ra ra
no m o strab an , p e r o tra p arte, m ejores cualidades g u a rre
ras, a p esar da la disciplina y ei orden que rosnaban en su
ejército. Toda vez que 'estes soldados se encentraron con
naciones verdaderam ente g u erreras, tales como las tribus
g u aran íes de los llanos y bosques que flanqueaban al este
e! pie de les co n trafu ertes d^ los Andes, o l?s trib u s de
A rau can o s al Sud, fueron batidos o puestos en fuga.
• W +
A penas un>a provincia nueva estab a som e'fct: a ¡a do
m inación d e los Incas, éstos enviaban funcionarios en ca r
gad o s de o rg an izar la población según el sistem a usual en
to d o el Im perio. O tros func onarios debían inquirir el es
ta d o d? la ag ricu ltu ra, de la crianza de ganados, de los ca
m inos, etc., y se ponía inm ediato rem edio a las deficien-
— 76
cías com probadas. E l Inca enviaba especialistas p a ra e n
s e ñ a r los m ejores procedim ientos de cultivo. H acía ilevar
sem illas, utensilios, lana p a ra hacer vestidos. Procedía v er
daderam ente con sagacidad, porque consolidaba y extendía
su poderío, preparándose nuevas e im portantes fuentes de
ren ta.
— 77 —
pos de los prisioneros, estableciendo así su derecho de se
ñ o r feudal (1) obtenido por la fuerza de las arm as.
B atanzos (2) recuerda esta costum bre a propósito' d a
la g u e rra que sostuvo el joven Inca Yupanqui c c n tra el po
deroso señor de los C hances, Uscovilca a quien venció y
m ató.
L as conquistas de los Inc3s fueron proseguidas p o r
e ta p a s sucesivas, con un m étodo -admirable. C ada Inca
consolidaba el tra b a jo de su predecesor y p rep arab a nue
vas adquisiciones. Según las tradiciones, el reino fué fu n
dado e n el siglo X I de n u estra era. A la m u erte de M anco
Capac, p rim er Inca, no se extendía a m ás de 20 leguas a l
rededor del Cuzco. M anco C apac dió a sus hijas los p rin
cipios de conquista que siguieron en lo sucesivo todos los
Incas.
B ajo el reinado del duodécimo Inca, H uayna Capac,
e l Im perio llega al apogeo de su poderío. C uando m uere
este m onarca, la g u e rra civil estalla e n tre dos dé su s hijo:;,
H u áscar, heredero legítimo, y A tahuallpa, hijo b astard o de
H u ay n a C apac y de la hija del antiguo R ey de Quito. L o s
conquistadores españoles llegan al P erú en ese m om ento.
— 79
los, ornam entos, objetes de cuito p a ra los tem plos; vajilla
de oro y de plata, joyas, etc., p a ra los Incas; había alfare
ros y p intores que hicieron y decoraron esos vasos cuya li
nea y originalidad de dibujo sorprenden al a rtis ta de hoy;
fundidores que fabricaban instrum entos de bronce, etc.
Los contadores del Im perio, les conservadores de las
tradiciones, los trovadores que can tab an las hazañas de .los
Incas, los ingenieros que construían los canales de irrig a
ción, los jardines con terraza, las ru tas, etc., form aban ta m
bién p a rte de los Amantas.
L as especialidades de los 'am autas se trasm itían de p a
d re a hijo, y su habilidad se aguza'ca así en los descen
dientes p o r herencia y por influjo del medio en el que ca
da a r t ig a ¿e form aba desde su m ás tie rn a edad.
El Inca rey tenía por m u jer legítim a a su h erm an a de
padre y m adre; era la Coya o reina, venerada casi al igual
que el rey. Se la llam aba tam bién la Mamanchic, lo que
significa. en lengua de! Cuzco, n u e stra m adre.
L a costum bre de que el Inca se casase con su h e n n a n a
legitim a, rem onta a la creación de la dinastía de los Incas;
d em u estra cuán grande e ra la preocupación de g u a rd a r li
b re de toda mezcla; la san g re real.
A p arte de la coya, el Inca poseía num erosas concubi
n as; las de san g re re a l llevaban el nom bre d e pallas, las
o tra s se llam aban Mamacunas. El núm ero de estas concu
binas v ariaba m ucho según el m onarca; alcanzaba a veces
a algunas centenas, y ciertos au to res hablan h a sta de varios
m illares.
A falt-a de un heredero legítim o del trono, el m ay o r de
los hijos del Inca, descendiente de u na concubina de san
a r e real, ten ía derecho a sucederle.
Los jefes de las naciones som etidas seguían, p ara su
— 8Q —
sucesión, las tradiciones de su pueblo, ligeram ente modifi
cadas a veces por instrucciones del Inca.
L a educación del heredero del tro n o y de los jóvenes
In cas e ra objeto de p articu lares cuidados. C ada padre, ay u
dado por los parientes, se ocupaba de la form ación de sus
hijos; el h eredero del tro n o era educado por sus tíos. Ade
m ás, sacerdotes de san g re real iniciaban a los jóvenes nobles
en las sutilezas de la religión y en el cerem onial del culto y
de las fiestas. L a enseñanza era realizada en vista de p ru e
bas públicas que ten ían lu g ar en el Cuzco, cad a año o cada
dos años, y que conducían a la consagración de la virilidad
y al derecho, p a ra les neófitos, de llevar a rm a s y de llenar
funciones públicas. L as p ruebas dur:h?.n de una luna a
o tra y e ra n m uy severas. V am os a describirlas con algu
nos detalles, ateniéndonos a Garcilaso.
El conjunto de las pruebas y de las cerem onias y fies
ta s que se sucedían a aquéllas, llevaba el nom bre de Hua
raca, cuya raíz es hitara, palab ra que designa cinturón,
símbolo de virilidad, que los jóvenes nobles ten ían derecho
de u sa r si salían vencedores de las diferentes pruebas a que
e ra n som etidos y que daba, adem ás del derecho de ccu p ar
funciones en el ejército o en la adm inistración, el de to m ar
m ujer.
Los candidatos debían ten er la edad m ínim a de 16
años. L a p rim era prueba consistía en un ayuno severo;
d u ra n te seis días no se daban a 'los neófitos sino algunos
puñados de m aíz crudo y un poco de agua pura.
E l padre, los herm anos y los parientes m ás próxim os
de los neófitos, estaban, d u ra n te el m ism o período de tiem
po, igualm ente som etidos al ayuno, pero con m enos rigor.
E s ta costum bre reforzaba la estre c h a solidaridad que exis
tía y a e n tre los candidatos y sus parientes, por el hecho de
— 81
q u e éstos habían sido sus profesores e iniciadores.
E sta prim era prueba era elim inatoria; el joven que
m o strab a debilidad en la resistencia a! ham bre o a la sed
y que, no pudiendo resistir más, pedía un poco de alim en
tación, e r a im placablem ente eliminado.
El séptim o día el ayuno esiaba term inado y se proce
día a la prueba de la c a rre ra a pié. Los jóvenes aspirantes
p a rtía n de la colina sag rad a de Hwmacauri y corrían h as
ta la fortaleza de ia ciudad, d istan te una legua y media. El
vencedor de la prueba era proclam ado capitán de todos sus
com pañeros.
L as pruebas siguientes consistían en el m anejo de las
•armas: el lanzam iento de piedra por medio de la honda,
de flechas por medio del arco, el lanzam iento de una aza
gaya, (1 ), después el empleo de Ja lanza, de la m aza, etc.
Se hacía com batir a los candidatosr unos contra otros,1 con
a rm a s o sin ellas, escogiéndolos en tre los que tenían m ás o
m enos la m ism a edad y Ja m ism a fuerza. Se los dividía
en dos campos, uno de les cuales debía defender una fo rta
leza y el otro atacarla, Juego, en una prueba siguiente, los
asaltan tes se convertían en defensores y recíprocam ente; y
se juzgaban así las aptitudes de los jóvenes nobles t? n to en
el ataq u e como en la defensa. Se colocaba a les neófitos
de centinelas d u ra n te varias ñochas, y si los exam inadores,
al h acer su ronda, los sorprendían dorm idos, eran :gnomá-
niosam ente devueltos a sus parientes, “porque, decía un
precepto, aquel que no tiene fuerza p a ra velar p o r sus com
pañeros d u ran te la noche, no puede te n e r la pretensión de
se r recibido e n tre los soldados” .
L a prueba de resistencia al sufrim iento consistía en
ceñ ir los brazos y las piernas de los neófitos por medio d e
correhuelas que les hacían sa lta r la san g re bajo sus lati
— 83 —
nada^ da ia idea de que los Incas pertenecían a una raza
de esencia divina que tenia una misión superior que cum
p lir: Ja de g o b ern ar y a se g u ra r Ja felicidad de los pueblos
sobre la tie rra .
C uando todas las pruebas del h u aracu habían term i
nado, los jóvenes nobles que habían tom ado p a rte en ellas
con éxito, eran llevados a presencia del Inca rey en medio
de una im ponente cerem onia. El rey los recibía Ente toda
su co rte reunida y los felicitaba; después, de uno en uno,
los neófitos venían a arro d illarse a n te él. Con pequeños
alfileres de c.o, el rey p erfo rab a el lóbulo de las orejas de
los jóvenes nobles, dejando el instrum ento en Ja a b e rtu ra
p ra c tie -d a , de m in o ra que, por tracciones repetidas en lo
sucesivo, la a b e rtu ra se ag ran d ab a poco a poco, h asta per
m itir que se alejase en ella una joya de un diám etro de
cerca de diez centím etros (1 ). El derecho de alarg arse el
lóbulo de l3s o r e j’s y de ten er en é] un zarcillo estaba cui
dadosam ente reglam entado. E ste derecho pertenecía ex:
elusivam ente a los nobles (2 ); pero m ás tarde, en recom
(1) Juan de Boianzos presenta esta cerem onia de otra m anera. ‘Las
orejas dol neófito —dice— oran perforadas cuando éste se encon
tra b a en un estado de em briaguez com pleta".
Los esp añ o les designaron a los nobles Incas con el nombre
do orejones, a cau sa do la dim ensión excesiva dol lóbulo do sus
o rejas y del tam año do las joyas que en ellas se encontraban en
g a sta d a s. Estas joyas tenían la dimensión de una n aran ja, dice
uno de los cronistas do la época.
(2) M. van den Broeck, ol distinguido japonista que h a coleccionado
un núm ero considerable do representaciones plásticas e iconográ
ficas de los dioses japoneses de la felicidad, de origen chino on
algunos de su s olomontos, h a llam ado mi atención sobre ol hecho
do que el lóbulo de la s orejas de estos dioses, está siem pre exa
g erad am en te desarrollado y que so trata do u n a característica
m arcadam ente intencional, porque, cuando otros personajes acom
— 84 —
pensa de grandes servicios prestados o de una lealtad a to
da prueba, cierras naciones estuvieren autorizadas p a ra p er
fo rarse las orejas e in tro d u cir en las a b e rtu ra s, no u na jo
y a sino objetes sin valor, tales como un pedazo de to to ra
(3) o un hila de lana d¿ color. La dim ensión de la a b e r
tu r a no podía ser jam ás superior a ¿a m itad de la que es
ta b a en uso e n tre los nobles. E ra un privilegio m uy ap re
ciado por las naciones vasallas.
C uando el re y había perforado las o rejas de un neó
fito, éáte besaba las m anes del soberano, después se di
rig ía hacia un segundo Inca, tío o herm ano del rey, quien
le quitaba sus sandalias de p aja y las reem plazaba p e r za
p ato s de lana de alpaca o de vicuña finam ente trenzadas.
El novicio e n tra b a entonces en una sala donde lo esperaban
unes viejos. E stos lo desvestían y le atab an alrededor de
los riñones ei cinturón de virilidad, el huara. E ra u na pieza
de telíi con tre s puntas; las dos prim eras, prolongadas por
cordones, estaban a ta d a s alrededor de los riñones, m ientras
que la tercera, recogida de adelante a trá s pasando e n tre las
piernas, venía a fijarse a las o tra s dos.
Los jóvenes vestían herm osos trajes. Se ponía sobre
la frei>te del principe reai una banda de tela de color a m a
rillo que iba de u na sien a o tra y que estaba fabricada de
un fino tejido de vicuña, y se le daba el champí, especie de
cetro que hacia oficialm ente de él el heredero del trono.
A tedos se les colocaban so b re ia cabeza ram os e n tre -
— 85 —
lazados de flores de caniur o cantuta (1) y de chihuayhua.
(2 ), dos p lan tas sag rad as que no podian servir m ás que
p a ra o rn a r cabezas de san g re real. Se anadian a ello ho
ja s de p lan tas vivaces cuyo v erd o r perm anente constituía
u n sím bolo de la aspiración que debían ten er los jóvenes de
co n serv ar h a sta la vejez esa virilidad que festejaban (3).
U na vez term in ad as las cerem onias, la fiesta continuaba
con festines seguidos de interm inables libaciones y danzas.
C onsagrada la educación del heredero del trono, asi
como la de los jóvenes nobles, en el curso de pruebas del
huaracu, era com pletada en seguida por viajes y expedi
ciones m ilitares. C uando llegaba el m om ento de suceder
a su padre, el joven m onarca estaba preparado p a ra dirigir
con sabiduría los negocios del Estado. P o r o tra parte, no
o b rab a sin to m a r la opinión de su Consejo de E stado, com
puesto de su s tios y de o tro s Incas reconocidos por su sabi
d u ría y por su experiencia.
E l In ca estab a rodeado de un profundo respeto. N a
die. cualquiera que fuese su rango, podía aproxim ársele
p o r p rim e ra vez si no era con los pies descalzos y con una
ca rg a sobre el hom bro, en signo de sum isión y de obedien
cia (4). V iajaba en una lite ra de g ran riqueza, cubierta
de p ed rerías y de placas de oro adm irablem ente labradas.
(!) Esta p lan ta croco en ol altiplano. Las flores, tubulares, rojas vio
letas o am arillas, están ag ru p a d a s en racimos.
(2) Do color am arillo y som ejanto al clavo],
(3) Betanzos h a b la tam bién de u n a prom esa solem ne hecha por los
neófitos y de golpes violentos que los padrinos les ap licab an con
ho n d a sobro los brazos y las piornas p ara quo so "acordasen".
P. 96, vol. V. edición de J. de la E spada.
(4) C ieza de León.
— 86 —
T apicerías de un tejido m uy fino lo escondían ¿iberam en te
a los ojos de la m ultitud, m ientras que pequeñas a b e rtu ra s
le perm itían ver todo lo que sucedía en torno suyo. L a
lite ra e ra conducida por grandes señores, asegura Cieza
da León (1 ), por naciones de R ucana y H atu n ru can a ele
gidas en m érito a su fuerza, su falla igual y la suavidad de
su m archa, declara Garciíaso. E stos hom bres habrían sido
am aestrad os desde su infancia en ese tra b a jo especial, y
las naciones a que pertenecían no pagaban o tro 'tributo que
el de su m in istra r estos porteadores. H om bres de arm as y
num erosos nobles acom pañaban al rey, a pie. C antores y
m úsicos co rtab an la m onotonía del viaje interesando al m o
narca con sus narraciones y sus melodías.
C ada nación sobre cuyo te rrito rio debía p asar la lite
ra real, estaba prevenida de m an era que el curaca o jefe
tenga tiempo de h acer q u ita r las piedras del camino y de
h a c e r nivelar las depresiones causadas por las últim as llu
vias. Además, debía designar grupos de porteadores en
cargados de tra n s p o rta r los equipajes del Inca y de su co
m itiva en el te rrito rio som etido a su autoridad.
P o r doquiera los h ab itan tes de las regiones a trav esa
das venían a p ro stern arse a n te la litera del Inca, y si éste
se dignaba m ostrarse, la m u ltitu d m anifestaba su alegría
por largas aclam aciones.
El Inca tenia los cabellos m uy brevem ente cortados (2 );
llevaba, a rro llad a cu atro o cinco veces alrededor de la ca
beza, una tren za del grosor del meñique, de lana m uy fina
y m ulticolor. E sta insignia de su dignidad se llam aba
llautu. Ad£más, llevaba sobre la fre n te una banda de tela
— 87 —
ro ja que se a ta b a de cada lado sobre la sien y en el Ucrntu
se fijaban dos plum as do un pájaro 'llamado kasquenque,
del que no existía sino una pareja, ai decir de las tradicio
nes, conservada con un cuidado religioso en un vallo ce
rra d o por to ia s partes, situado al n o rte del Cuzco. Lleva
b a igualm ente, como todos los nobles, grandes joyas en
g a sta d a s e-n el -óiubo do la oreja. Los vestidos dol Inca,
igual que sus zapa:cs, eran fabricados por las vírgenes con
sa g ra d a s ai Sol, con tejidos de lana de vicuña y de alpaca,
teñ id o s de diversos colores y ornados de m uy bollos dibu
jos. E o la ta n realzados por piedras preciosas y ornam entos
de oro. U na ley del Inca P achacutec establecía que sola
m e n te los Incas y los príncipes de san g re real pcdÍ3n us&r
adornos de oro- o de plata, piedras preciosas, plum as de
p á ja ro s de colores v a ra d a s y vestidos de lana do vicuña. (1)
E l Inca vivía con sus parientes en palacios do una a r
q u ite c tu ra sencilla, poro cuyas paredes estaban in terio r
m e n te cu b iertas de finos tapices y ornam entes de oro y d e
p lata. H abía nichos dor. h s : colocaban idolilícs do m e‘.‘ 1
precioso y objetos de cerám ica. Sobre los tapices do los
m u ro s había reproducciones de tam año natural, en oro, d e
■lagartos, serpientes, insectos, etc. L a v a j lía y todos Ies
objetos d e uso corriendo do! Inca eran fabricados con oro
o p lata. Los num erosos servidores eran sum inistrados p o r
las naciones vecinos del Cuzco. N o estaban a rré a la des al
palacio y no tra b a ja n sino algunos sem anas p e r año, si
guiendo un tu m o establecido por los curacas. E stos e sta
b an obligados a iniciar previam ente a sus adm inistrados en
tra b a jo q ue debían ejecu tar en palacio. Los jefes de se r-
victo e ra n nobles y conservaban sus funciones.
— 88 —
Los Incas poseían una lengua p artic u la r que hablaban
e n tre si y que estaba prohibida, bajo penas excesivam ente
severas, a los nobles no Incas y al pueblo, los cuales no de
bían ni in te n ta r aprenderla. E sta lengua se ha perdido,
desgraciadam ente, y es una pérdida c o n s id e ra re p a ra la his
toria, poi*que h ab ría perm itido reen co n trar e! país de o ri
gen de les soberanos Incas.
C uando un jefe m oría, cierto núm ero de sus m ujeres
v de su s servidores se daban la m u erte o se la hacían dar.
Pensaban que podrían así acom pañar al Inca a la o tra vi
da y co n tin u ar prestándole sus servicies.
C iertos cronistas afirm an que el núm ero de h s p er
sonas que se daban así voluntariam ente la m uerte, alcan
zaba a varios m illares cada día.
P o r le d o el país s? organizaban cada día, m ientras
d u rab a un m es lunar’, después cada quince días durante un
año, reuniones públicas consagradas a clam orosas lam en
taciones.
L as visceras del Inca e ra n a rran cad as y en cerrad as en
el tem plo del Sol de Tam pu, situado a cinco (teguas del
Cuzco. E l cuerpo e ra em balsam ado y conservado en el
g ra n tem plo del Sol del Cuzco. Los cuerpos de todos los
reyes se alineaban allá, en cuclillas, sobre pequeños asientos
de oro, vestidos con tra je s especiales y con la cabeza cu
b ie rta por el llautu.
Todos los consejeros, todos los jefes de linaje inca se
reunían en u na asam blea solem ne y exam inaban la vida y
las o b ra s del difunto. Se llam aba a los quippucarnayocs,
cronistas del reino, quienes, con ayuda de los quippus, re
cordaban todo lo que había pasado d u ra n te el reinado que
te rm in a b a S e decidía, en seguida lo que, de esos hechos,
debía p a sa r a la tradición, y Jos hecraveeos, poetas-m úsicos,
— 89 —
especie de trovadores oficiales, esce.ban encargados da com
poner cantos p a ra reco rd ar a las generaciones fu tu ra s los
g ran d es hechos del rey difunto. E stos cantos e ra n ejecu
tados en fisstas determ inadas que se efectuaban cada año;
se las ejecutaba tam bién con ocasión de la fiesta que re
m a ta b a las pruebas del huaracu, asunto de qua nos hem os
ocupado largam ente antes, con ocasión del coronam iento
do un nuevo Inca.
Pachacama.
(1) En invierno.
(2) C om entarios Reales de los Incas, Ub. X, cap. IL
— 92 —
el universo y de cama9 que quiere decir alm a: Pachacam a,
es, pues, ei que anim a el mundo, o m ejor: “ Aquel que es
con r&íacicn ai Universo lo que el alma es al cuerpo".
Ei nom bre da Pachacama era pronunciada siem pre con
la m anifes ación del m ás profundo respeto, y, en general,
el Ind.o evitaba pronunciarlo. P ero si se veia obligado a
hacerlo, levantaba inm ediatam ente las m anos abiertas z la
a ltu ra de los hom bros, levantaba los ojos al cielo, después
los dirigía hacia la tie rra inclinando tam bién todo el cuerpo
y dando besos al aire.
P achacam a es a veces designado bajo el nom bre de
H uiracccha. No se le ofrecían sacrificios solemnes sino en
el único tem plo que le estaba consagrado y cuyas ruinas se
en cu en tran la algunas leguas a! sud de la ciudad de Lima, en
el valle de L urin; y, sin em bargo, su pensam iento estaba
constantem ente presente en el espíritu de todos los indios.
E n medio camino, cuando llegaban a la cim a de una
cuesta, depositaban su carga, tom aban una actitud de ado
ración y pronunciaban varias veces la palabra Apichecta,
lo que es un agradecim iento al Pachacam ac qué les ha d a
do la fuerza necesaria p ara llegar a la cima. Además, a rro
jaban -al viento alg u n as pestañas o algunos cabellos que
se a rra n c a b an o bien se quitaban de la boca la m ascadura
de coca y la echaban al suelo, o todavía tiraban sobre un
m ontón una piedra que ‘h abían traíd o desde la base de la
m ontaña. E sta costum bre, h a sido, p o r lo demás, conser
vada, y sobre todos los puntos culm inantes de las ru tas y
cam inos que atrav iesan los Andes, h ay m ontones de pie
d ra s y acum ulaciones de coca m asticada.
E sta s ofrendas del indio a P achacam ac se renovaban
con ocasión de la m ay o r p a rte de los actos de la vida co
rriente, y, aun hoy, un indio no beberá un vaso de chicha
— 93 —
sin v e rte r previam ente algunas gotas del líquido a tie rra ;
he visto a menudo en el altiplano, en los Aylius de los al
rededores de Uníala, a indios que tom aban una actitu d re
cogida, arro jan d o 'algunas briznas de c o c a al viento an tes
de m e ter en la boca una nueva porción de esas hojas.
(1) G arcilaso. ^Comentarios Reales de los Incas", Iib. II cap. II. Los
. indios pronuncian el nombre del diablo, supav. (N. del T.). ,
to d as las calam idades, sin reposo y sin experim entar jam á s
aleg ría alguna (1).
(1) G arcilaso, "Com entarios R eales de los Incas" lib. II. cap. VII.
(2) G arcilaso, "Com entarios R ecles ce ios Incas" Lib. II cap. VIL
CREENCIA EN UN DILUVIO
— 96 —
T enían tem plos consagrados a la Luna, m ujer y h e r
m a n a del Sel, al trueno, al p laneta Venus. A tribuían vo
lu n tad y pensam iento a piedras, árboles, m ontañas, ríos,
fuentes, etc., y los divinizaban. E xperim entaban un re s
peto supersticioso por 'todo lo que se singularizaba en la
N atu raleza y lo calificaban de kuaca. H uaca e ra el fru to
o l'a flor m uy superiores a las c tra s y el árbol o la planta
que los llevaban. H uacas eran los gem elos y los m onstruos;
huacas las fuentes de agua term al, ias m ontañas aisladas,
las piedras curiosas por su form a o su color; huaca todo
lo que es extraordinario, superior o m onstruoso. L a C or
dillera de los A ndes e ra huaca, y varias cim as p articu lares
tales c¿/no el Ulimani, eran tam bién huaca.
P ero este m ism o térm ino de huaca, según su pronun
ciación, se relaciona tam bién con tum bas, tem plos, lugares
sagrados, ídolos; de donde resu lta u na fuente de confusión
inextricable en ia escala del respeto, de la veneración o de
la adoración que los indio* otorgaban a estos innum erables
objetos
P o r o tra parte, poseían num erosos fetiches. Les te
n ían unco que representaban pequeños personajes o an im a
les fabricados con m etal, o esculpidos en piedra. P ero t e
n ían tam bién por fetiches 9¡mples piedras a las que se a tr i
buía un poder especial por el hecho del color, la form a o la
procedencia. E s así como los cálculos o las bezoares en
cen trad o s en el estóm ago de las llam as se convertían fre
cuentem ente en fetiches.
Los indios tenían tam bién dioses fam iliares llam ados
canopas, que protegían la casa o Ja familia. E ran , en m u
chos lugares, en p rim e r lugar, las m om ias de los an tep a
saldos, que estaban cuidadosam ente conservadas en tu m
bas a b iertas donde se podía visitarlas. E staban de cucli-
— 97 —
lias y colocadas a veces en un canasto con u na a b e rtu ra
que d ejaba v er el ro stro (1). La atm ó sfera ex trao rd in a
riam en te seca del altiplano bastaba a m enudo p a ra tra n s
fo rm a r los cadáveres en m om ias. E n num erosos lugares
del altiplano, el núm ero de las tum bas era a tal punto con
siderable que, de lejos, se creía v er g randes ciudades.
H abía, evidentem ente, en las m anifestaciones de fe
tichism o, grandes diferencias por lo que respecta a los
objetos de adoración, según ¡as diferentes naciones y el m e
dio en el que éstas vivían. Los Col'as, p e r ejem plo, ado
rab an a las llam as cuyo vellón e ra en teram en te blanco,
m ien tras que los antis ten ían u na devoción p artic u la r por
las serpientes y los tigres.
A nim ism o y fetichism o, y, en consecuencia, una rique
za considerable de supersticiones, tales eran las c arac te
rísticas esenciales de la m entalidad religiosa de los innu
m erables ayllus que fueron som etidos por los Incas, m en
talidad que se m antuvo a pesar de los esfuerzos de los In
cas y que existe siem pre, no obsl'ante cu atro siglos de cris
tianism o.
(1) A estas mom ics los indios las denom inaban chulípcrs (N. del T.).
cerdoteJ. E n ei Cuzco, todcs los sacerdotes del gran tem
plo del So] e ra n de sa n g re real; en las provincias, el sacer
d ote principal de cada tem plo e ra Inca, y les sacerdotes se
cundarios pertenecían a la nobleza de 'los curacas. El g ran
sacerdote, el Vil!ac-Uma o Villaom a del Cuzco, que e ra ge
n eralm en te un tío del rey, tenía rango 'inm ediatam ente des
pués del soberano. Su influencia e ra inmensa.
L as p rácticas del culto del Sol p o r todo el Im perio eran
realizadas con u na g ran m inucia de detalles, y la pureza
de las tradiciones, a este respectó, e ra conservada gracias
al envío a cada tem plo do u n g ra n sacerdote Inca que h a
bía vivido largo tiem po er< el Cuzco.
Los tem plos e ra n de u na riqueza inaudita. C om par
tían con los Incas todo el oro, la p lata y las piedras pre
ciosas que se sacaban del suelo del altiplano que, como se
sabe, e stá ex trao rd in ariam en te mineralizado.
— 99 —
p o r u n a cabeza de hom bre vista de frente, rodeada de ra
yos. L as m om ias de los Incas estaban alineadas en este
g ra n tem plo, de cuclillas sobre pequeños asientos de oro.
E n la época en que los E spañoles acom etieron la conquis
ta del P erú, H uayna Capac, el últim o Inca m uerto, se en
co n trab a colocado fren te a la cara del Sol. Dos tronos, ri
cam ente ornam entados con piedras preciosas y placas de
oro, habían sido acondicionados en los m uros. El Inca
R ey venía a sen tarse en ellos d u ran te las fiestas religiosas.
Dos grandes vasos que servían p a ra recib ir las ofren
d as de maíz, estab an alineados en medio del tem plo. Todos
los utensilios que utilizaban los sacerdotes p a ra los sacrifi
cios e ra n de oro o de plata.
L a p u erta principal del tem plo estab a o rien tad a hacia
el oeste; se hallaba, al igual que todas las dem ás puertas,
re c u b ierta de placas de oro repujado que representaban o r
nam en to s divinos. Sobre los m uros exteriores, co rría un
friso de oro que ten ía la form a de u na corona de m ás de
80 centím etros de ancho y que abrazaba todo el tem plo.
CAPILLA DE LA LUNA
— 100 —
CAPILLA DE VENUS Y DE LAS ESTRELLAS
DIVERSAS DEPENDENCIAS
— 101 —
JARDINES DEL TEMPLO
— 102 —
decir de Garcilaso, e n tra : en com petencia con el del Cuz
co por la riqueza de sus tesoros y de sus jardines artificia
les.
L a Isla de T iticaca o del Sol, era objeto de la venera
ción de los Incas. F ué sobre su suelo donde, según la tr a
dición, el Sol depositó a sus hijos, Manco Capac y M am a
Ocllo, los fundadores de la dinastía, y de donde éstos p a r
tieron, arm ados de la v a rita de oro, p a ra 'buscar el sitio
donde debían fu n d a r la capital de su fu tu ro reino.
E n u n a excursión que hice a la Isla del Sol, los indios
de la región m e enseñaron sobre u n a roca dos m anchas,
fctrm adas p e r silicato de hierro, que ten ían la form a de
huellas de pasos gigantescos. Me aseguraron que eran las
huellas de los pies del Sol, quien había quem ado a la tie rra
cuando aquél descendió a la Isla p a ra h acer c a sa r en ella
a M am a Ocllo y M anco Capac.
Los In cas tra n sp o rta ro n a la Isla del Sol urja g ran can
tid ad de tie rra arable, y el m aíz que se cosschaba en esa
Isla (1 ), e ra considerado como- sagrado.
E n la Isla de la L una, situ ad a m uy cerca de la Isla del
Sol, se en cen trab a u n tem plo consagrado al a stro de la
noche.
(1) A cerca de 4,000 m etros de altu ra. Hoy las islas del la g o Titicaca
d an b u en as cosechas de maíz, y he visto en la isla d e f Sol árboles
frutales y flores de la s regiones tem pladas de Europa, introduci
d a s por los colonos españoles y que se desarro llab an con óxiteí.
— 103
Cuzco, cerca de C hungara; e] tem plo de Ancocagua en la:
provincia de H atun-cana, célebre p e r sus oráculos; el d e
Coropum, de la provincia de Condesuyo; el de Aperahua,
cuyo oráculo correspondía por m ed'o de un dragom án o
in té rp re te consistente en un viejo tronco de árbol, fig u ra
ban e n tre los san tu ario s m ás reputados del Im perio.
— 104 —
Tal, al menos, era ia ley según e; cronista G arcüaso;
pero é] ag reg a que n o debió jam ás de aplicársela: ta n g ra n
de e ra la fidelidad de Fas m ujeres y sin duda la estrechez
de la vigilancia a que estab an som etidas.
E n el convento del Cuzco, sólo las C oyas y sus hijas
e ra n adm itidas a p en etrar. E l Inca m ism o no podía visi
tarlo . P o r él contrario, los conventos de las vírgenes de
los o tro s tem plos eran en c ie rta m anera reserv as de con
cubinas p ara e] Inca. L as que habían sido llam adas p o r el
hijo de! Sol h abitaban la co rte h a sta el m om ento en que el
Inca las devolviese a su país de origen con im portantes
presentes, y allí se convertían en objeto de una veneración
especial por h ab er m erecido los favores del Inca.
— 105 —
( 1 ) . G ru p o s d e c a u a n ació n L av ab an p in tu r a s d e m o s tr a
ti v a s d e lo q u e su g ru p o h a b ía r e a tizado p o r la c a u s a del
S o l y d e los In c a s ( 2 ) . T r a ía n ta m b ié n re g a lo s p a r a el
te m p lo .
T r e s d ia s a n te s d e la fie sta , c a d a cu al s e p r e p a r a b a a
elSa m e d ia n te u n ¡ayuno se v e ro , d u r a n te el q u e n o se to
m a b a m á s q u e u n poco d e m a íz c ru d o , a lg u n a s h ie rb a s lla
m a d a s chucam y a g u a p u ra .
Durante este período de preparación, todos los fuegos
eran apagados. / * -
L a s v írg e n e s d el Sol se o c u p a b a n en a m a s a r el Zancu,
p a n s a g r a d o del ta m a ñ o d e u n a m a n z a n a , fa b ric a d o con
h a r in a d e m a íz y q u e n o se co m ía sin o d u r a n te la fie s ta del
R a y m i. ^
E n la m a ñ a n a d el p rim e r d ía d e la fie sta , el In c a y los
p rín c ip e s d e sangre- re a l e s p e ra b a n ?a s a lid a del Soi s o b r e
u n a p la z a del C u zco lla m a d a Huacaypatcu E s ta b a n d e sc a l
z o s. L o s c u ra c a s y lo s o tr o s in d io s e s ta b a n en o tr a s p lazas,
a g r u p a d o s e n 2a m ism a a c titu d d e e sp e ra . A p e n a s e: Sol
a p a re c ía , c a d a cu al s e p o n ía d e c u c u lla s, con la s m a n o s
a b ie r ta s a la a l t u r a d e l ro s tro , lo s o jo s a lte rn a tiv a m e n te
le v a n ta d o s y b a jo s, y d a n d o b eso s al a ire . A p e n a s te r m i
n a d a e s ta p r im e r a m a n ife sta c ió n , el In c a s e le v a n ta b a y to
m a b a d o s v a so s d e o ro , llen o s d e u n b re b a je fa b ric a d o p o r
•las v írg e n e s d el Sol. V e r tía e l c o n te n id o del p rim e r v a so
e n u n tu b o de p la ta q u e d e b ía s e r p a sa d o al te m p lo del Sol;
e r a u n a o fre n d a a l A stro -D io s. D esp u és el In c a r e y b e b ía
u n p oco d el liq u id o c o n te n id o e n el se g u n d o v aso y r e p a r
t í a e l r e s to e n tr e los In c a s p re s e n te s . V aso s llen o s del m is
m o b r e b a je e r a n re p a rtid o s e n tr e lo s c u ra c a s.
— 107 —
El g ran sacerdote encendía el fuego sagrado sirvién
dose de un espejo de plata pulido, con el que concentraba
ra y o s del Sol sobre un poco d s algodón seco. El fuego así
encendido e ra conservado en el ‘tem plo d u ran te todo el año.
N o se lo dejaba apagarse sino tre s días an tes de la fiesta
del R aym i.
Un g ra n núm ero de llam as y de alpacas eran degolla
das por les sacerdotes. L a san g re de estos anim ales e ra
recogida y u na p a rte de ella, asi como el corazón de las
víctim as, e ra n ofrecidos al Sol, m ediante crem ación en el
fuego sagrado. O tra p a rte de la san g re real recogida se r
vía a los sacerdotes p ara tra z a r dibujos simbólicos sobre la
c a ra de los fieles (1).
L a carn e de las victim as, previam ente cocida, se re p a r
tía e n tre todos, así c o .t.o pequeños panes zancus; com en
zaba u n a larg a comida, seguida de una nueva cerem onia,
en la cual, ateniéndose a un orden jerárquico minucioso, el
Inca re y y los o tro s Incas invitaban sucesivam ente a beber
a los g ran d es personajes, a los capitanes de g u erra, a los
curacas, etc.
C ada uno poseía p a ra esta csrem onia dos vasos de
fo rm a y de oapacidad idénticas, vasos de oro, de p la ta o
d e m ad era adornados de figuras. E l que invitaba daba
u no d e su s vasos al invitado y ag u ard ab a el otro. D espués
de h a b e r bebido en com pañía de su invitado, recogía su va-
(1) Garcilaso; Betanzos. — Esto último autor (edición 1880, p. 67) di
ce '.ambién quo la sangro d© las víctimas, ©n los sacrificio* al
So], estaba esparcida sobre los muros. So ofrecían, también, dice
Botanzos, vestidos finamente tejidos, maíz, chicha, coca, animales
calva jes, plumas, etc. Las ofrendas al Sol eran quemadas en el
fuego sagrado.
— 108 —
so vacío y volvía a su sitio. E l cerem onial exigía que las-
invitaciones se hiciesen prim ero de superior a inferior, y,
en este casa, el vaso e ra ofrecido con la m ano izquierda;
después de inferior a superior, y el vaso e ra entonces o fre
cido con la m ano derecha.
N o pudiendo el In ca in v ita r personalm ente a todo el
mundo, enviaba a alguno de su séquito p a ra que brindase
a nom bre suyo.
E s ta s invitaciones recíprocas, que se renovaban varias
veces, ocupaban m ucho tiempo. L a fiesta proseguía d u ra n
te nueve días consecutivos, y las danzas y los cantos de los
especialistas de cada nación constituían el p u n to capital de
las diversiones. L as invitaciones a beber, ta n adm irable
m ente ord enadas d u ra n te el p rim er día, s e tran sfo rm ab an
poco a poco en em briaguez colectiva. Los indios de hoy han-
conservado el gusto del form alism o en sus fiestas y ta m
bién el de hacer d u ra r sus holgorios d u ra n te varios días
sucesivos, consagrados a beber y a danzar.
- 109 — &
LA CITUA Y EL DESTIERRO DE LAS ENFERMEDADES
- 110 —
dían en la ciu d a j. Los cu atro Incas p artían en seguida
corriendo, y blandiendo sus lanzas en cu atro direcciones di
ferentes, siguiendo las cu atro g randes ru ta s que se dirigían
h acia los c u atro E stados del Im perio. Los h ab itan tes de la
ciudad, agrupados a lo íargo de esos caminos, lanzaban g ri
tos, sacudían sus vestidos, hacían adem án de a rra n c a rse los
m ales del cuerpo y echarles en m sdio del cam ino, y el In
ca*, al pasar, hacía como que los «arrastraba consigo. Los
c u a tro Incas corrían asi hasca las últim as casas de la ciu
dad, donde o tro s nobles los esperaban, p a ra to m a r la lanza
y co n tin u ar la c a rre ra h asta u na nueva etapa, donde, a su
vez, pasaban la lanza ‘a o tro s y así sucesivam ente, h asta
u n a distancia de cinco a seis leguas de la ciudad.
L a noche siguiente, cada cual salía con una bala de
p aja trenzada, encendida y a ta d a al extrem o de u n a cuerda
que hacia rem olinear en torno de su cabeza, dirigiéndbse
h acia el campo. L as enferm edades que aparecían p o r la
noche e ra n ah u y en tad as de la ciudad por este procedim ien
to. E ste hachón era arro jad o en seguidla al río, a fin de
que éste lievase lejos ios m ales y las enferm edades venci
dos.
U na vez ahuyentados de la ciudad los m ales y las e n
ferm edades, p o r el h ierro y el fuego, la aleg ría popular se
m an ifestab a en el curso de to d a la duración del p rim er
c u a rto de la luna nueva, m ediante sacrificios al Sol: la san
g re y el corazón de las víctim as, de las llam as y de Jas alpa
cas, eran quem adas en el fuego sagrado. L a carn e de -los
anim ales sacrificados e ra servida en los banquetes populares
y las festividades proseguían con cantos, danzas y libacio
nes, term inando, como to d as las grandes fiestas incaicas, en.
una em briaguez general.
— 111 —
SACRIFICIOS HUMANOS
G a rc ila so p re te n d e q u e lo s In c a s n o s a c rific a b a n ja m á s
v ic tim a s h u m a n a s . G a rc ila so e r a d e s a n g r e in c a p o r su
madre-, y es n a tu r a l q u e h a y a t r a ta d o d e o c u lta r la s m a n i
fe s ta c io n e s d e b a r b a r ie d e su ra z a . M u ch o s o tr o s c ro n is
ta s h a b la n d e sa c r.fic io s h u m a n o s q u e se p ra c tic a b a n con
o c a sió n d e los g ra n d e s a c o n te c im ie n to s. H e r r e r a d ic e q u e
s e s a c rific a b a n n iñ o s c u a n d o el In c a e s ta b a e n fe rm o . D ice
ta m b ié n q u e en el a c to d e la c o ro n a c ió n d e u n In c a , d o s
c ie n to s ch ico s e r a n in m o lad o s, a s í co m o v írg e n e s d el Sol.
C o n su s á n g r e n lo s s a c e rd o te s s e u n ta b a n la c a r a (1 ).
B e ta n z o s r e la ta q u e u n g r a n n ú m e ro d e m u c h a c h o s y
m u c h a c h a s fu e ro n e n te r r a d o s vivos, p o r p a re ja s , c u a n d o
s e c e le b ra ro n la s fie s ta s d e la c o ro n a c ió n del n o v e n o In c a ,
Y u p a n q u i P a c h a c u te c In c a (2 ).
* C u a n d o u n In c a o n o b le m o ría , m u c h a s d e s u s m u je
r e s y d e su s s e rv id o re s se d a b a n v o lu n ta ria m e n te la m u e r
t e p a r a a c o m p a ñ a rlo a la o t r a v id a ; p e ro , se g ú n el te s ti
m o n io d o d iv e rso s a u to re s , m u c h a c h o s y m u je re s e r a n in
m o la d o s p o r Jos s a c e rd o te s. E s p e c ia lm e n te Ondegardo,
c u e n ta h a b e r s a i v a d o la v id a a m á s d e u n jo v e n s e rv id o r
q u e , e s ta n d o a p u n to d e s e r s a c rific a d o s o b r e la tu m b a d e
s u a m o , s e h a b ía re fu g ia d o e n s u c a s a p a r a p e d irle p ro
tecció n .
— 112 —
CAPITULO V.
T o d o s lo s m o n u m e n to s e le v a d o s p o r lo s In c a s tie n e n
u n c a r á c te r d e u tilid a d p rá c tic a . N o s e d e s c u b re e n e llo s
el d e se o d e a d m ir a r a s u p o s te rid a d con c o n s tru c c io n e s c o
lo sa le s d e s tin a d a s a f i ja r e n la m e m o ria d e la s g e n e ra c io
n e s s u s g ra n d e s h ech o s. L o s m o n u m e n to s d e lo s In c a s r e s
p o n d e n to d o s a u n o b je to d e te rm in a d o , y é s a e s ta l vez la
ra z ó n p e r la q u e p re s e n ta n u n c a r á c te r t a n c o n s ta n te d e
u n ifo rm id a d . L o s “ p a la c io s d e l I n c a ” , e d ific a d o s a lo
la r g o d e la s r u ta s , e n la s e ta p a s s e ñ a la d a s p a r a lo s v ia je s
d el so b e ra n o , d e s u s m e n s a je ro s o del e jé rc ito , p a re c e n s a
lid o s to d o s d e u n a m a n u f a c tu r a q u e tr a b a ja s e e n “s e r ie ” .
E ig u a l c o sa su c e d e c o n io s te m p lo s. L a s fo rta le z a s e s ta
b a n ig u a lm e n te c o n s tru id a s s o b re u n m ism o p lan o , p e ro , co
m o d e b ía n a d a p ta r s e fo rz o s a m e n te al te r r e n o , p e rm itía n
c ie r ta in ic ia tiv a a los a rq u ite c to s .
L o s m o n u m e n to s, c a s a s y p a ja d o s d e lo s In c a s y d e
lo s n o b les, te m p lo s, a lm a c e n e s re a le s , e r a n h a b ita c io n e s r e c
ta n g u la re s , d e d im e n sio n e s v a ria d a s , q u e n o te n ía n n in g u
n a c o m u n ic a c ió n e n tr e sí. E s ta s c o n stru c c io n e s n o te n ía n
p iso s y e s ta b a n a m e n u d o d is p u e s ta s a lre d e d o r d e u n p a tío
•c e n tra l. N o te n ía n v e n ta n a s . L a s p u e r ta s tie n e n la f o r m a
d e u n tra p e c io , sie n d o el d in te l m á s a n g o s to q u e el u m b r a l
— 113 —
y los m o n tantes inclinados. Esca disposición d e las p u er
tas, característica de Jos m onum entos peruanos, recu erd a
las casas egipcias.
E n el interior, había nichos en los m uros, y, en cie rta s
habitaciones, saledizos de piedras, que servían p a ra colgar
a rm a s y fija r cuerdas sobre las que se colocaban ios ves
tidos.
Los Incas ignoraban las colum nas, los arcos de bóve
da, las bóvedas; el techo de sus palacios era. de paja. No
conocían tam poco las com isas, las ta ra ce a s (1) y los o r
nam en to s arquitectónicos. Sus m onum entos e ra n de una
ex trem a simplicidad. Son notables, sin em bargo, en ia
construcción de los m u res de sus palacios, de sus tem plos
y de su s fortalezas. E sías se hallan form adas lo m ás a
m enudo por gruesos bloques de piedra que afectaban form as
y dim ensiones diversas, pero que tenían cada c a ra adm ira
blem ente tallada, en perfecta adaptación al lu g ar co rres
pondiente a o tra piedra. Todas Jas ju n tu ra s estaban ta lla
d as en bisel, m ien tras que la p a rte e x terio r de 3a piedra
e stá apenas desbastada. L as piedras estab an a veces sim
plem ente superpuestas u na sobre o tras; pero las superfi
cies e sta b a n tan hábilm ente pulidas y Jas piedras e ra n t?.n
pesadas y estaban ta n bien aju stad as las un as en las otras,
que el m u ro era de u na solidez a toda prueba. Se h a des
cubierto, sin em bargo, en ciertos m onum entos incaicos, que
las piedras estaban unidas por u na especie de cem ento, y en
o tra s p artes por u n a especie de betún.
L as p ie lra s e ra n tra íd a s a pié por equipas de indios
que las a rra s tra b a n por medio de cables.
— 114 —
L as piedras de pequeña dim ensión y los otros m a te ria
les e ra n tran sp o rtad o s a lom o de hom bres y m ujeres, en
piezas de te la c u z ir a th s cuyas des extrem idades opuestas
e ra n recogidas sc*bre los m ateriales por tra n sp o rta r, y -las
o tra s dos a m a rra d a s por un nudo sobre el pecho. Ju a n Be-
tanzos hace alusión a este procedim iento de tra n sp o rte u ti
lizado por los indios, a propósito de tra b a ja s ejecutados en
el Cuzco por el Inca Yupanqui. H abla de m antos de ca
buya, tela g ro sera pero sólida, “p a ra tra n sp o rta r la tie rra
y Has piedras necesarias a la obr'a em prendida” (1).
Los Incas se hicieron co n stru ir baños en diferentes lu
g ares propicios al reposo. E stab an ornados de gárgolas
esculpidas en la piedra por la que el agua e ra llevada h as
ta la piscina. Se citan p articu larm en te los baños de H ua-
malíes.
L a obra m aestra de la a rq u ite c tu ra incaica es la fo r
taleza del Cuzco. C om prendía u na serie de form idables
m u ro s de piedras concéntricam ente dispuestas, con p arap e
to s en e*l in terio r p a ra dotarlos de defensores. Tenía, en
e l centro, tre s terre s, u n a de las cuales estab a reserv ad a al
(1) Juan Betanzos, "Sum a y narración de los Incas", cap. XIII, edi
ción 1830. p_. 85. El procedimiento se h a lla todavía corrientem en
te en uso hoy día. En u n a g ra n ciudad como La Paz, cuando se
demolió u n a c a sa , s e v eían larg as teorías de in d ias d e todas las
ed ad es y de indios viejos o m uy jóvenes que, en fila, transpor
ta b a n sobre la esp ald a, envueltos en m antos de tela, u n a p e
q u eñ a c a rg a de escombros quo ib a n a d escargar fuera de la aglo
m eración, o m ás a m enudo, e n el río C hoqueyapu que atrav iesa
la ciudad. Eran a veces v aria s centenas de indios que recorrían
la m ism a pista, ct lo largo del día, con u n a discreta lentitud, m as
cando su coca, y ev o c ab an el espectáculo q u e se ve general
m ente a la en trad a de los hormigueros.
— 115 —
Inca y a su séquito. E stas torrea se unían por un laberin
to subterráneo. Los tum bados de las g alerías estaban for
m ados p e r piedras piañas talladas, colocadas sobre piedras
que servían de m entantes. U na fuente, tra íd a de lejos por
canales subterráneos, alim entaba La fortaleza con agua po
table.
L as enorm es piedras que sirvieron p a ra la construc
ción de la fortaleza del Cuzco, habían sido tra n sp o rta d a s a
fu erza de brazo, a rra s tra d a s por gruesos cables de fibras
de ágave (m arom as), por cam inos excesivam ente acciden
tados, a trav és de m ontañas, pasando rios, y desde distan
cias ocru! aeradles. La c a rre ra m ás próxim a era M uyna,
a cinco leguas del Cuzco.
Los m uros de la fortaleza están constituidos p e r blo
ques enorm es. El m ás grande de todos los bloques fué
tra íd o de una distancia di' algunas leguas y no h a podido
se r puesto en su sitio. Se lo llam a “la piedra fatig ad a” y,
según la leyenda, fué tran sp o rtad o por 20,000 indios, de
los cuales una m itad tir.-ba y la o tra m itad reten ía la pie
dra, a fin de que sobre los declives no se pudiese ro d a r y
no cayese en precipicios de d e n ie habría sido imposible re
tira rla , después. L a tradición cuenta que, en el curso del
tra n sp o rte, sobre u n a pendiente m uy em pinada, el g ru p o
que debía re te n er la piedra no pudo re sistir a su peso, y la
piedra, libre, se precipitó hacia adelante aplastando un g ran
n ú m ero de indios. Garcils&o evalúa el núm ero de víctim as
de e s ta c atástro fe en dos o tre s mil.
L as piedras e ra n ju n tad as con la exactitud a que ya me
he referido, lo que es verdaderam ente extraordinario, si se
piensa que, p a ra llegar a este resultado, era preciso q u ita r
y volver a colocar a menudo la m ism a p'edra, a fin de co
rre g ir o com pletar su tallado, porque los indios no conocían
— Trt> —
la escuadra. A dem ás, todc ese trab ajo de colocación de
bloques se hacia sin ayuda de g rú a s ni poleas, instrum entos
q u e los indios ignoraban.
L a fortaleza del Cuzco es ei símbolo del apogeo del
poderío m ilitar de los Incas (1). E s la obra de cuatro a r
quitectos Incas. Su construcción, com enzada bajo el re i
nado de Y upanqui, décimo Inca, fue proseguida por H uay-
na-C apac Inca. A la llegada d e los Españoles, no esta
ba todavía term inada.
E ste m onum ento ta n intere-sante, revelador del esfuer
zo arquitectónico de les Incas en el a rte m ilitar, ha sido
destruido por los E spañoles que hicieron d e él u na can te
r a de piedras que fué am pliam ente utilizada p a ra la cons
tru c c ió n ’de sus edificios en el Cuzco (2).
Los indios sabían fa b ric a r ladrillos do greda, m ezcla
d a con paja y, sin duda, con o tro producto, porque, sin e s
ta r cocidos, eran, sin em bargo, de una resistencia a toda
prueba. L as turneas de los Collas, que cubren todavía aho
r a m ism o num erosos lugares del altiplano boliviano, están
construidas con esos ladrillos. D espués de h ab er resisti
do d u ra n te varios siglos a Jas intem peries, esas tum bas son
todavía de una dureza tal, que se dejan decentar difícil
m ente p o r los picos de acero. H e hecho personalm ente es
t a experiencia en mis investigaciones y excavaciones a n
tropológicas en el Altiplano.
(1) Do Hum boldt creo poder afirm ar que la fortaleza del Cuzco h a si
do construida por los Incas según los modelos que les ofrecían
la s ru in as mucho m ás an tig u a s de T iahuanacu (Sud del Lago Ti
ticaca. en Bolivia) "Vistas de 1er Cordillera", voL n , p. 107.
'2) Garcilaso describe m inuciosam ente la fortaleza del Cuzco "Cora.
R eales de los Incas" Lib. VII, C aps. XXVII a l XXIX.— Ver tam bién
"Viajo a la América del Sur", lib. VII cap. XU, etc.).
— 117 —
J. B etanzos (1) aseg u ra que los Incas barnizaban los
m u ro s ex terio res de algunos de sus tem plos y de los p a
lacios del Inca con u n a arcilla m ezclada con lana y c ie rta
cantidad del jugo gelatinoso de ciertos cactus. E sta capa,
era, al parecer, m uy acibérente, m uy lúcida y no se re s
quebrajaba.
LOS CAMINOS
Los Incas sobresalieron en la construcción de caminos.
E ra p a ra ellos un elem ento indispensable a su gobierno
centralizado, tan to desde el punto de vista adm inistrativo
como desde el punto de vista de la concentración de sus
ejército s p a ra la represión de revueltas o la preparación de
nuevas conquistas. L es cam inos estab an construidos por
ingenieros incas, :ue hacían su trazado y dirigían su eje
cución. L as o b ras de aibañilería (2) e ra n ejecutadas por
legiones de trab ajad o res que debían su m in istrar los curacas
de 'las regiones por donde atrav esab an las nuevas ru tas. E n
principio, todos los h ab itan tes del Tawantimsuyu no nobles,
debían al E stado, cada año, cierto núm ero de jornales de
tra b a jo p a ra la construcción o reparación de los caminos.
C u atro ru ta s p artía n de la plaza principal del Cuzco,
dirigiéndose cada u na hacia cada uno de los cu a tro puntos
cardinales. C ada u na de e stas ru ta s atrav esab a comple
tam en te uno de los cu atro g randes d ep artam en to s del Ta-
w antinsuyu. A dem ás había u na g ran r u ta que se dirigía
por la costa, de Q uito a Chile, y u n a serie de vías secun
d arias. E sta s calzadas, anchas y derechas, estaban a m e
nudo recubiertas, en u na larg a distancia, por losas de pie
d ra s y bordeadas igualm ente por m u res de piedras. O b ra s
— 118 —
d e a rte profundas y sólidas e r a n ejecutadas p a ra la trav e
sía da pantanos o el escalonam iento de Jas m ontañas. E n
las regiones árid as y secas, el agua e ra tra íd a desde m uy
lejos por medio de canalizaciones a fin de p e rm itir a los v ia
jeros, do m ás frecuentem ente funcionarios o g en te de tro
pa, a p a g a r su sed (1 ). L a ru ta que ib a de Q uito a C hi
le 'atravesaba m uy frecuentem ente regiones cálidas; y e ra
por eso que estaba som breada de árboles por doquiera el
suelo lo perm itía; m ien tras que en las regiones desérticas
y áridas, donde las tem pestades de a re n a recubren toda pis
ta , enorm es estacones señalaban al viajero la ru ta que de
bía seguir.
(1) . . . ' p a sa el g ran cam ino de los Inca?, que venía del Cuzco el Q ui
to, por cuatrocientas leg u as, con la m aravillosa calzad a de piedra
tan an ch a que seis caballos sin tocarse ib an a la par, con caños
do a g u a artificiosam ente llev ad a por sus trechos, p a ra el alivio
de los cam inantes"" . . H errera, V. p. 7 col. 2.
•■(2) En Jos prim eros añ o s del siglo XIX (hacia 1801 y 1802), de Hum-
boldt descubre en el llano de Pullal (altiplanos del A ssuay, en
el Ecuador) a altu ras q u e so b re p a sa n en mucho la cima del pico
de Tenerife, los restos m agníficos do un cam ino construido por
los Incas del Perú. "Esta calzad a b o rd ead a de g ran d es piedras
cortadas, puedo ser com parada, dice el autor, a los m ás bellos
cam inos de los rom anos que h a y a visto’ en Italia, en F rancia y en
E spaña. E stá perfectam ente a lin e a d a y conserva la m ism a direc
ción a seis u ocho mil m etros d e longitud". (De Humboldt: "Vis
ta s d e la s Cordilleras", vol. I, pp. 290 y 291).
El camino do que h a b la Humboldt es, sin d u d a alg u n a, un
trozo de la g ra n calzad a que conducía del Cuzco a Quito.
— 119 —
lím ites que se 1¡am aban tupiu L a distancia en tre dos limi
te s correspondía m ás o m enos a u na legua y m edia de Cas-
(1) C ieza de León, Crónica tic! Perú. S egunda Parte, Edición 1880
p ág . 53.
(2) G arcilaso describe la construcción do un puonto de cordajes (Lib.
ni, cap. vn).
Do Hum boidt describo un puente do cordajes q u e pudo ver
to d av ía en 1802 sobre el río Cham bo on ol Ecuador (Puonte do
Penipó). Las cuerdas, de tren a cuatro pu lg ad as do diám etro, es
ta b a n a m a rra d a s a c a d a lado do la orilla, a u n a arm azón grosora
com puesta de varios tror.cos de shinus mollc. El puente do Peni
pó tiono 120 pies do largo por 7 a 8 do ancho. Estas construccio
nes, dice Humboídt, rocucrdan los puentes de cadonas que so
en cu en tran en el B uíán (Tibet) y en el interior del Africa (Ver
"Vistas do la s C ordilleras", vol. O. pp. 187 y 188).
— 120
P asab an igualm ente los ríos torrenciales en un canas
to que se hacía av an zar por u n cable, tirando de la orilla
opuesta con cuerdas, debiendo el pasajero ayudar, por su
p a rte , al impulso del canasto (1).
ESCULTURA Y CERAMICA
MUSICA
Los súbditos de los Incas hacían uso de v an o s tipos
(1) G arcilaso, "Com. reales de los Incas". Lib. III. cap. XV y XVL
(2) Ver Rivero y Tschudi "A ntigüedades Peruanas".— Bocssler, "An-
cient Peruvian Art".— W álter Lehm an y H. Doring, "The Art of
O íd Perú".— R. y M. d lía rc o u rt, "La C erám ica A ntigua del Perú''.
(3) H errera, D écada V, p. 8.
— 121 —
de in strum entos de música, de e n tre los que los principales
e ra n La quena y la ppucuncu L a quam es una fla u ta de cua
tr o o cinco agujeros, que da tonos excesivam ente conm ove
dores y en la que ei Ir.dio toca sus m elodías tristes. L a
ppucm a es u na especie de flauta de pan form ada p o r t u - ,
bos de caña de diferentes tam años, colocados por p ares en
v arias filas sólidam ente a m a rra d a s o ju n tas. C ada tubo
daba u n a n o ta diferente y el conjunto estaba- perfectam en
te concertado. H abia ppucimas de cu atro tam años diferen
tes, correspondientes a diferentes tonalidades, “como las
c u a tro voces naturales, soprano, tenor, contralto y b a
j o ” (1). F o rm ab an orquestas de ppucunas.
POESIA
(1) G arciiazo, Com entarios re ales de los Incas, lib. II, cap. XXVII.
— 122 —
He aquí un tipo de poesía incaica. H a sido recogido
p o r el P. Blas V alera y reproducido en la o b ra que descu
brió G arcilaso y de la que se hizo un am plio uso p a ra la
-composición suya:
— 123 —
d a m itad del siglo XVI, se ocupan en com poner poesías en
lengua quichua. E s este un dato que vale la pena de re
ten er, porque no h ay duda de que las poesías recopiladas
en estos ultim es tiem pos por sociedades de folklore, deben
s e r atrib uidas, en su m ayor parte, a mestizos, no siendo
expresión de las posibilidades poéticas Indígenas.
Los cro n istas señalan tam bién que ios Incas represen
ta b a n tra g ed ias y com edias en las fiestas públicas y que ios
papeles principales estab an a cargo de los nobles. N ingu
n a de e sa s com edias ni de- esas tragedias ha sido conserva
da. Se h a hablado m ucho de un d ram a llam ado OUodtai,
que e ra atribuido a ia lite ra tu ra incaica. P ero las inves
tigaciones de M arkham (1) h an establecido que el a u to r ae
ese d ra m a es uno llam ado Valdez, mestizo, cura de Sicuani,
q u e utilizó p a ra su composición u na serie de cantos que
h ab ía recogido de boca de los indígenas.
L a s poesías de ios haravecos e ra n dichas, a menudo,
con acom pañam iento de m úsica y, algunas veces, eran
can tad as. E n ciertas circunstancias solemnes, se entona
ban can tos en coro. Eso era con ocasión de los trab ajes
en com ún de las tie rra s reservadas al So! o ai Inca y con
ocasión de los tra b ajo s excepcionales ordenados p e r el In
c a (2 ).
— 124 —
LAS INDUSTRIAS
L a vida de lis poblaciones som etidas a la dom inación
do los In cas h a sido siem pre — y lo es todavía hoy— de una
scnciliez n u y grande. L as easuchas están construidas con
les m ateriales que se e n c u e n tra n a m ano: p iedras o lad ri
llos de tie r ra cocida So!, p a ra las paredes, y techos de
paja. E n cie rta s regiones elevadas del altiplano, m uy ex
p u estas a los v ien tes y donde la p aja es ra ra , laa casas son
red o n d as y el techo e stá form ado por circules concéntri
cos de ladrillos que fo rm an u n a cspecie de bóveda cuya
p u n ta perm anece ab ierta y sirve de chim enea. L as casas
no ten ían m ás que u na a b e rtu ra dirigida hacia el
o rien te, h acia el Sol levente, a b e rtu ra que servía a la vez
de p u e rta y de ventaría. H abía ausencia absoluta de m ue
bles:; u n as cuerdas tensas, sobre las que se colocaban los
vestidos, servían de a rm a rio ; unas ollas o ag u jeres p ra c
ticad o s en tie rra hacia oficio de despensa. L as cam as, las
m esas y las siUas e ra n to talm en te desconocidas.
L es incas y la nobleza estab an evidentem ente m ejor
dotados; pero, sin em bargo, ignoraban en absoluto lo que se
llam a confort.
V ivían rodeados de. prodigiosas riquezas; pero cual
q u ier pequeño burgués m oderno h ab ría encontrado sus p a
lacios dem asiado incom odes y desprovistos de lo que nes-
o tre s consideram os indispensable. Ei Inca dorm ía sobre
el suelo cubriéndose con algunas tapas de vicuña. Sus pa
lacios no ten ían m ás m uebles que las cabañas de sus súbdi
tos. T om aba sus com idas en platos de oro; pero no utili
zab an m ás que la cuchara, porque ignoraban el uso del cu
chillo y del tenedor. L a cocina, p a ra él, como para el m ás h u
m ilde de sus súbditos, se hacía en pequeños hornos de g re
d a y no salía de u n círculo estrecho: p a ta ta s deshidratadas
125 —
(ch u ñ o ), m aíz cocido o tostado, púnatela hecha de m aíz o
de quinoa m achacada y trozos d s carne secada ai Sol, t u
bérculos de oca expuestos al Sol y después cocidos . . . F ue
ra de este m enú ordinario, se aseg u ra que el Inca se hacía
llevar pescados del lago T iticaca y de] m a r con sus correos
(chasquis), asi como fru to s tropicales. Los huevos, al igual
quo la leche, eran desconocidos. L a carne fresca no se con
sum ía sino con ocasión de las fiestas.
TRABAJO DE LOS METALES
E n ei tra b a jo de los m etales, la casta de especialistas
que a él se consagraba, había llegado a cierta m aestría.
L a p lata e ra ex traíd a de los m inerales por fusión, en p e
queños a p a rato s de greda que se colocaban en la cim a de
las m ontañas, p a ra que el viento activase el fuego que a r
día debajo. ’
P a ra e x tra e r el m ineral del suelo, los indios seguían
Las v etas y sabían co n stru ir galerías, sin o tro s útiles que
cinceles de bronce y m artillos sin mango. L as m inas de
p la ta de Porco, en el d ep artam en to de Potosí (Boiivia)
fueron explotadas desde el tiem po de los Incas.
E l oro e ra recogido lavando las a ren as auríferas, que
abundan en num erosas regiones de Boiivia y del P erú , o
ex traíd o d e ciertas m inas, especialm ente de las del valle de
C urim ayu, cerca de C ajam arca (P e rú ). Los Incas utiliza
ban el cobre nativo, m uy extendido en los Andes, y sabían
alearlo al estaño. B uscaban tam bién esm eraldas en el de
sierto de A tacam a.
Los orfebres sabían fab ricar hitos de p lata y de oro
m uy delgados, que los Incas hacían e n tra r en la composi
ción de ciertos tejidos reales p a ra ‘l as g randes cerem onias.
Sabían h acer tam bién hojas de p lata y de oro, con 'ayuda
de las que recubrían Jos m u ros de ios palacios y de los tem-
126 —
píos. T rab ajab an a m artillo y hacian platos, vasos y fi
gurillas huecas.
S abían fab ricar objetos m uy complicados y p resenta
dos con gusto; pero, como en todas las m anlfestciones de
la vida de este pueblo, salían poco de los tem as y ornam en
to s consagrados, que reproducían con habilidad, cuidando
el detalle (1).
El ccb re e ra utilizado igualm ente p a ra la fabricación
de ídolos, de ornam entos, de brazaletes, de pendientes, etc.
E sto s objetos eran generalm ente vaciados en moldes, y
eran , por consiguiente, macizos.
Los Incas no conocieron el use del hierro, pero habían
llegado a tem plar el cobre aleándolo con una pequeña can
tidad de e stañ o r L as h achas y los cinceles de los tallado
re s indios de piedras, tenían casi la dureza del acero (2)
Sus artesan o s habían llegado tam bién a ta lla r las es
m eraldas y ?as turquesas, las cuales ornaban los vestidos
del Inca, su lite ra y el in terio r d e los templos.
UTILLAJE
G arciíaso nos d a indicaciones interesantes respecto al
u tillaje (3) de que disponían j o s artesan o s de los Incas.
(1) Los plateros indígonas m odernos quo tra b a ja n p a ra los indios pro-
so n ta b a n las m ism as ccnacterísticas. No salen d e ciertas form as
y do ciortos ornam entos y todos hacon oxactam cnte la misma co
sa, en la s m ism as condiciones, con la m ism a factura.
(2) Do Humboldt hito an alizar un cincel do bronco oncontrado en Víl-
cab am b a. cerca del Cuzco, on u n a m ina do p lata tra b a ja d a desde
ol tiompo do los Incas. Este instrum ento tiono doce centím otros
do larg o y dos do ancho; la m ateria do quo ostá com puesta h a
sido analizado por M. Vauquolicr. quien h a encontrado on olla
0.94 do cobre y 0,06 do estaño. Este cobro cortante do los P o n ía
nos os casi idéntico al do los h ac h as g a la s quo cortan la m ado-
r a como lo h a ría el acero. ''V istas de las Cordilleras". V. I. p. 314..
(3) "Com. re a le s de los Incas", lib. II cap. XXVIII.
— 127 —
L es orfebres no conocían el yunque; hacían uso de pie
d r a s que aplanaban y pulían frotándolas unas contra o tras.
Sus m artillos eran m azas de bronce cúbicas de tam año s
diferentes, cuyos extrem os e stacan redondeados y que ellos
podían m a n ejar con la m ano. Los había de form a alonga
d a y angosta, p a ra m a rtilla r al in te rio r d¿- los vasos y de
las ollas y h a cer el tra b a jo del repujado.
No conocían ni la lim a ni el buril. Ignoraban el uso
del fueiie. P a ra fu n d ir el m etal, s:p ia b a n en ei fuego en
tr e diez o doce por medio de tubos de cobre.
No e s:a ’o sn m ejor provistos de útiles p a ra la carpin
te ría ; no poseían sino el hacha y el cince] del carpintero.
No conocían ni la sierra, ni el cepillo, ni el berbiquí, ni las
tenazas. Ignoraban les claves, los tornillos y la cola; unían
las m aderas p er medio de cuerdas vegetales.
P o r o tra p arte, no conocían las tijeras. H acían uso
de pequeños cuchillos de sílex p a ra c o rta r las telas o cor
ta rs e los cabeiics (1 ). Sus ag u jas estaban hechas de la r
gas espinzs m uy d u ras tom adas de un!a serie de cactus y te
nían orejas.
Los talladores de piedras disponían del cincel y, ade
m ás, sabían, al decir de Cieza de León, (2) h a c e r e stallar
128
las piedras calentándolas fuertem ente y echando en segui
d a sobre el!es agua fría. E ste procedim iento se halla to
davía en uso en num erosas regiones del altiplano. Lo h e
v.sto p ra c tic a r especialm ente por los colonos del Novillero,
e n tre Sucre y C cchabam ba.
LA INDUSTRIA TEXTIL
— 129
m enos preciosa que la do la vicuña o de la alpaca, en el
altiplano. L a lana o el algodón e ra n distribuidos bajo la
cuidadosa diligencia de les oficiales del Inca, cada dos años.
E sta s m aterias prim as provenían de los g ran ero s reales, los
ganados pertenecían casi en teram en te a la corona (1). Los
cu racas ejercían una estrech a vigilancia p a ra asegurarse
de que la lana o el algodón dados p o r el Inca a cada jefe
de fam ilia p a ra la confección de los vestidos de los suyes,
e ra em pleada únicam ente en este uso.
C iertas regiones del im perio e ra n célebres por la habi
lidad de su s h ab itan tes p a ra te je r bellas telas. Se cita e s
pecialm ente Poma-tambo en el Condesuyu, no lejos del Cuz
co (2).
TEJIDOS DE FIBRAS VEGETALES
(1) "G arcilaso, "Com. re ales d© los Incas", lib. V, cap. IX.
(2) H eirora, D écada V. Lib. VI p. 134.
130 —
b an luego suelas de esta* piezas secas y hacían de ellas
usutas (sandalias). E n las regiones m ás cálidas, p re p a ra
ban late pieles sopándolas sn orines d u ra n te cierto tiem po,
p a ra después sarvirse de ellas en la m ism a form a que
en el altiplano.
— 131 —
CAPITULO VI.
— 132 —
m á s duras. L es ingenieros Incas no tenían en cuenta ni ]a
su m a de trab ajo invertido, ni el núm ero de trabajadores,
•ni «el tiem po por em plear, prosiguiendo la obra em prendida
.a tra v é s de todos los obstáculos.
E sto s canales estaban em baldosados con grandes pie
d ra s planas que se aju stab an perfectam ente, y, de sitio en
sitio, un sistem a de com puertas, que perm itía dirigir cier
t a s cantidades de ag u a hacia unas ram ificaciones y a rre g la r
e\ consum o general según las necesidades dél m om ento.
Uno de los canales principales que atravesaban el de
p a rta m e n to de Conds'suyu, al Sud del Cuzco, tenía una lon
g itu d de m ás de doscientas leguas.
L a distribución dei agua de irrigación en cada % rsgión,
er.a objeto de ordenanzas especiales, m uy minuciosas, que
establecían p a ra cada p ersona el m em ento en que podía
d irig ir sobre su tie rra el agua del canal y el tiem po que po
d ía disponer de ella. C astigos severos eran infligidos a aquél
qu e, por negligencia o pereza, no se encontraba en su cam
po en el m om ento en que h ab ía llegado su tu m o p a ra dispo
n e r del ag u a y p a ra aquél que la tom aba en m ay o r c a n ti
d ad de la que le acordaba la ordenanza.
O tro s sistem as p a ra luchar contra la falta de hum e
d a d de las tie rra s, consistían en ah u ecar el suelo h asta alcan
z a r un m anto de ag u a su b terrán e a. Inm ensas cavidades
fu ero n así ahuecadas en regiones donde el a g u a podía se r
alcanzada a u na profundidad que no e ra exagerada; el fon
d o estab a cubierto de tie rra arab le y era utilizado como
cam po de cultivo.
E l Inca poseía un cuerpo de Ingenieros y de especiar
lis ta s p a ra la construcción d e los canales de irrigación. P o
s e ía o tro s especialistas p a ra establecer sobre el flanco de
Ja s m on tañas cultivos en gradiente, con m uros de sostén
133 —
de piedras y en que la tie rra e ra traid a a menudo de m uy'
lejos. E ste sistem a e ra utilizado p a ra ciertos cultivos, es
pecialm ente p a ra la coca, y se halla en uso todavía hoy.
A llá donde las tie rra s e ra n abundantes, no se cultiva
ba m ás que u na p a rte de ellas cada año, p a ra dejarlas en.
seguida en barbecho d u ra n te un largo período, perm itién
doles re c u p e ra r su fer tilidad.
E n o tra s partes, se hacia uso de abonos. Se conser
v aban los abones hum anos y de los anim ales domésticos, se
cos y reducidos a poJvo. E ra bajo esta form a que se los
m ezclaba con la tie rra . E n los valles situados cerca del
m ar, se utilizaban com o abones cabezas de sardinas y el
gitano (1) acum ulado desde hacía siglos en los islotes de
la costa del Pacífico por los innum erables p ájaros m arinos
que allí viven.
• INSTRUMENTOS ARATORIOS
(1) No llueve jam ás eobre esto costa del Pacifico; h e ah í por qué las-
deyecciones do los p ájaro s m arinos h a n podido acum ularse y a l
canzar u n espesor de varios metros.
— 134 —
.da, no poseían c a rru a je s y no tenían, p o r o tra parte, ani-
.m ales dom ésticos de tiro.
H abían im aginado u n ap a ra to m uy curioso p a ra rem o
v e r profundam ente la tie rra . E ra u n a especie de estaca
p u n tiag u d a cuya p a rte a n te rio r era plana y cuya p a rte pos
te rio r e ra redondeada. A u na distancia de 30 a 40 centí
m etro s de la punta, se encontraban, fuertem ente a m a rra
dos, dos pequeños palos sobre ¡los que un indio saltaba pa
r a h a c e r h u n d ir la estaca verticalm ente en la tie rra . El
¡aparato serv ía entonces de palanca, teniendo por punto de
apoyo el suelo, sobre el que reposaban -lote dos pequeños p a
los, m ien tras que la potencia resu ltab a se r un grupo de 7 a
8 indios que em pujaba la estaca hacia el suelo (1). L e
v an ta b a n así grandes terro n es que e ra n desm enuzados por
las m ujeres. E ste tra b a jo se hacía siem pre p er grupos de
siete u ocho individuos pertenecientes a la m ism a fam ilia,
o com pañeros que se escogían e n tre sí. R em ovían así en
com ún sucesivam ente el cam po de cada uno de ellos. L as
m an io b ras sucesivas del m anejo del ap a ra to se hacían en
cadencia, al ritm o d e un canto que hom bres y m ujeres re
p etían en coro.
N o conocían la pala, pero hacían uso de u na especie de
azad a cuya cabeza e ra de piedra, de bronce o de m adera, y
d e que se serv ían p a ra ah u e c a r un surco, p a ra a b rir una
reg u era, p a ra a p o rc a r las p atatas.
PLANTAS ALIMENTICIAS
ANIMALES DOMESTICOS
— 137 —
L a h em b ra de la llam a da m uy poca leche: los indios
no la utilizaron jam ás p a ra bebería o p a ra h acer queso.
— 138 —
CAPITULO VII.
— 139 —
g u ard a la im presión de que han venido de o tra parte, con
todo su b agaje de nociones políticas, sociales, económicas,
científicas, etc., resultado de la lenta evolución de su raza
en su país de origen. Todo este bagaje ha sido puesto en
v alo r en el Pen'i, pero bajo u n a form a rígida y dogm ática,
y se h a estancado. B uenos adm inistradores, los Incas son
esclavas de su sistem a; son y deben se r lógicam ente enem i
gos d e las iniciativas, de las ideas nuevas; la ciencia no po
día e n c o n tra r te rren o m ás desfavorable p ara desarrollarse
q u e ese medio de autóm atas.
LO S Q U IPFU S
• •
Los Incas no llegaron a la concepción de la escritu ra
jeroglifica. C onservaban sus tradiciones, sus leyes, la o r
denanza de- sus cerem onias culturales, su historia, sus can
tos, etc., en la m em oria de funcionarios especiales, clasifi
cados por categorías y entrenados desde su infancia en su
papel de libros vivientes. Poseían, sin em bargo, un mem o
rán d u m de u na real eficacia: era el quippu.
E l quippu e ra u n cordón de lana en el que estaban fija
dos unos hilos de colores, de dim ensiones y espesores va
riados, en los que se hacían nudos. E l color y el espesor del
cordón principal, dsl m ism o m odo q ue el color, la dim en
sión y el espesor de les hilos secundarios, correspondían a
ideas de orden general, m ien tras que cada nudo era la indi
cación de u n a idea p a rtic u la r y precisa, que el funcionario
especial, el quippucavviyoc, debía conocer d e m em oria en
la fo rm a estereo tip ad a que le e ra com unicada p o r su m aes
tro . L a v ista de un quippu de la serie que conocía, des
p e rta b a en seguida en él qurppucaniayoc las ideas genera
les asociadas al color y a üa longitud ¡le los hilos, m ien tras
- 140 —
que los nudos le recordaban ei núm ero de ideas particulares,
por enunciar. (1)
El sistem a se em picaba tam bién p a ra la trasm isión de.
m ensajes, pero el m ensajero debía a y u d a r a la com pren
sión de las ideas fijad as por el quippu. E i destinatario, a
p a rtir de la v ista del quippu, tenia, sin em bargo, d ates ge
nerales: p o r ejemplo, el color blanco del cordón, indicaba
paz, m ie n tras que el color rojo indicaba guerra ; los hilos
blancos se relacionaban con la plata y los am arillos con el
oro. Con un poco de im aginación, es fácil establecer a!-
g u n as claves que perm itan u tilizar la m em oria verbal del
chasqui (m ensajero) sin que pueda com prender el conteni
do exacto del m ensaje que trasm itía.
Los quippus, ta n im perfectos p a ra fija r ideas, consti
tu ía n un sistem a excelente p a ra la contabilidad, y fueron
em pleados en este respecto con pleno éxito. Los nudos
rep resen tab an unidades, pero d g ro so r y el lu g ar del hilo
fijab a ia categoría (unidad, decena, centena, etc.) m ientras
que el color y el espesor del cordón indicaban el objeto de
la contabilidad. E n cada d istrito existían los quippucama-
yccs contadores, e n tre los que unos se ocupaban en o rg a
nizar y g u a rd a r al día las estadísticas dem ográficas, m ien
tra s que o tro s se ocupan en o rg an izar el estado de las re
serv as del rey, el pago d e los tributos, etc.
El duplicado de esta contabilidad se guardaiba en e3
(1) "De m an era que c a d a hilo, y nudo, les üraía a la m em oria lo que
en si c o n lo n ía . . . Así so acordaron los indios por los nudos, d e
las cosas que bus padres y ab u elo s les a v ía n enseñado por trad i
ción. lo q u al tom avan con gran d ísim a atención y procuravan.
co n serv arlas e n la mem oria". G arcilaso, "Com. re ales d e los In
cas," Lib. VI cap . IX.
— 141 —
Cuzco, en establecim ientos especiales.
L o j quippucam ayoes e ra n form ados en escuelas e sta
blecidas €n el Cuzco. C ada uno ten ía su especialidad, y el
que se ocupaba de contabilidad no en ten d ía n ad a de la cien
c ia de su colega que ss ocupaba en la conservación de flas
]eyes, o del que estab a encargado de re c o rd a r a las gene
racio n es nuevas los hechos im p o rtan tes de los reinos pa-
.sados. (1) '
CONOCIMIENTOS MATEMATICOS
— 142 —
Sabían, tam bién hacer m ap^s en relieve dando una idea
ap ro x im ativa y a escala reducida de la topografía de sus
provincias o de sus ciudades, o de la disposición de los edi
ficios de un tem plo o de una fortaleza.
ASTRONOMIA
(1) "A lcanzaron los solsticios del verano y de invierno, los cualeu d e
jaron escritos con señ ales g ran d es y notorios, que fueron ocho to -
ires, q u e lab ra ro n a l oriente, y otras ocho al poniente do la ciu
d a d del Cuzco, p u estas d« cuatro en cuatro, dos pequeñas en m e
dio d e otras dos grandes; las p eq u e ñ as e sta b a n dieciocho o vein
te pies, la u n a de la otra: a los lados otro tanto espacio estovan la s
o tras dos torres g ran d es, y estas g ran d es servían de g u a rd a r y d e r
aviso p a ra que descubriesen m ejor las torres p eq u eñ as, el espacio
q u e entre la s p eq u eñ as av ia por donde el sol p a s a b a al salir y a l
ponerse, era el punto de los solsticios. Laa u n as torres del oriento
corerspondían a la s otras del poniente del solsticio vernal. P a ra
verificar el solsticio, so p o n ía u n Inca, en cierto punto al salir oí
sol y a l ponerse; y xnirava a ver si salía y se ponía por entre las
dos torres pequoñas q u e e sta b a n a l oriente, y a l poniente".
(G arcilaso de la V ega, "Com. re a le s de los Incas*, Lib. II, cap..
XXD).
— 143 —
•asiento de oro, porque, decían los Incas, el Sol se posa so
b re las colum nas con toda su luz.
Q uito, que- se e n c u e n tra so b re el E cuador, estaba con
sid erad o como ciudad santa, porque a mediodía, el día de
los equinoxios, la som bra proyec;ada e s allí absolutam en
t e nuia.
T odas las colum nas y gnom onss edificados por los In
c as fueron destruidos sistem áticam ente por los conquista
d o res españoles, bajo p retex to de que recordaban el cuito
del Sol.
Los Incas no tenían noción ninguna concerniente a la
c a u sa d e los eclipsas. A tribuían ios eclipses solares a la
có lera del Sol, y los de la L una a u n a enferm edad. Creían
que si la m ancha negra que invadía el disco de la luna con
tin u a b a creciendo, la lim a m oriría y caería a tie rra . E n
to n ces hacían g ra n algazara y am arrab an y pegaban a ios
p e rro s p a ra hacerles ladrar, porque creían que la Luna
te n ía u n a afección p artic u la r por los perros y que oyéndo
les, ella se d esp ertaría del sueño en que la 'sum ergía la en
ferm edad y podría com batirla m ejor. Las m ujeres y los ni
ños lloraban y suplicaban en a lta voz a la L una que no m u
riese. C uando él eclipse decrecía, decían que Pachacam ac
h ab ía curado a la Luna. (1)
Su conocim iento del cielo e ra tam bién com pletam ente
rudim entario. A p arte alg u n as constelaciones p articu lar
m en te brillantes, la g ran m asa de las estrellas perm anecía
<1) G arcilaso "Com entarios realca do loa Incas", Lib. II C ap XXm. Loe *
-• 144 —
p a ra ellos en el anonim ato, y, en m ateria de planetas., no
habían observado m ás que les m ovim ientos de Venus.
EL CALENDARIO
LA MEDICINA
— 145 -
b an la sa n g ría (1) y la purga. Pero, lo m ás a menudo, a tr i
buían las enferm edades a sortilegios y tra ta b a n de desem
b arazarse de ellos p o r p rácticas de brujería.
Ig n o rab an el a r te de am p u ta r un miembro, pero los
crán eo s descubiertos en an tig u as sepulturas parecen demos
t r a r que sabían p ra c tic a r la trepanación; sin em bargo, las
crónicas son m udas a este respecto, y se ignora en qué cir
cunstancias practicaban esta operación.
- 146 —
CAPITULO VIII.
— 147 —
C ada ayllu debía llevar un signo distintivo en ei vestido o
en el som brero, y los jóvenes y las jóvenes de un mismo
•ayllu se casaban e n tra si. Ei im perio estaba dividido en
una m ultitud considerable de pequeñísim as naciones, tenier..
do cada una sus signos p articu lares en el Cuzco. Cada ay-
Hu form aba u n a céluia en el im perio, con su fisonom ía p a r
ticular. P ero todas las células estaban m ovidas por la
g ra n co rriente nerviosa que ten ía su asiento en el Cuzco.
El gobierno de los Incas tr a ta a sus súbditos como a
etern o s m enores y tiene para con ellos una previsora soli
citud. Todo está previsto p ara que éstos no tengan jam ás
que su frir ham bres o frió. R egularm ente, el Inca hace sus
distribuciones de lana p ara ]a confección de vestidos nue
vos y los g ran ero s llenos de reservas de víveres perm iten
prevenirse co n tra consecuencias de u na m ala cosecha en
cualquiera c5s las provincias del im perio, que, por cierto,
no conoce ni m endigos ni m iserables. P ero si cuida de sus
poblaciones con esa solicitud, el Inca desea utilizarlas a su
an to jo y trasp lan ta grupos de fam ilias de una región a otra,
según las necesidades de sus planes económicos y políticos;
reclu ta en igual form a ejércitos y envía a sus súbditos a
guarniciones alejadas
H allándose la vida de cada individuo reglam entada y
debiendo desarrollarse necesariam ente en un cuadro estre
cho y conocido, toda ambición es vana, todo esfuerzo hacia
un m ay o r bienestar es, pues, inútil y está condenado de
an tem an o a un fracaso..
— 148 —
vida era sem ejante a una la rg a ru ta m onótona y m uy de
rech a sobre la que debía m a rc h a r sin detenerse ja m á s fu e ra
de las etap as previstas, de la que no podía a p a rta rse p a ra
coger una flor, p ara reposar en un sitio agradable y so ñ ar
allí. • •• -•! • • . ■ • . . .
Desde el punto de vista de la civilización, el régim en
incaico no podía y a d a r resultados positivos. El dogm atis
mo rígido y definitivo de las creencias,.de las ideas sociales,
de los principios de gobierno, el espíritu teocrático de in
m utabilidad que im pregna toda te organización incaica, no
podían m enos que tr a ta r de d e stru ir todo lo que tiende al
no conformismo* no podían m enos que co m p o rtar el ano
nadam iento sistem ático de las iniciativas y la cristalización
de láS ideas y de todas tes form as de vida. L a m arch a del
prógreso pide una atm ósfera esencialm ente diferente. 'Son
precisos, a íes hom bres de genio, medios favorables en que
las excitaciones intelectuales sean num erosas y variadas,
en que el hom bre pueda escoger librem ente su s ocupacio
nes y su género de vida. E s preciso que él pueda te n e r
tam bién legítim as am biciones, que pueda a s p ira r a la r e
com pensa de su esfuerzo a m enudo doloroso . . . P ero nin
guno de esos factores podían en co n trarse en el T aw antin-
suyu. , ...... . . .
E n sum a, de lo alto a lo bajo de fia esoaüa social y e x
ceptuada una m inoría de In cas privilegiados, ’l a vida de cada
. irno se h alla estrecham ente establecida en todas sus m oda
lidades, y el individuo no es m ás que u n rodaje en u n a in
m ensa m áquina. L a personalidad de cada cual desaparece
^ n te la personalidad colectiva; el Tauxmtiiwiyu e stá o rg a
nizado como lo. está una cdlm ena de abejas o u n a colonia
áe ^omugas. ... ... ,
^ con la vida au to m ática .de la g ra n m asa,
la casta de ios in cas m antiene y cultiva su inteligencia, su s
— ISO —
o tr a p a rte , ios delitos son raros, porque el régim en supri
m e las causas habituales de elloj.
El principio de colectivismo a g ra rio es uno de ’los ele
m en to s m ás interesantes del gobie. no 'Í3 Io¿ Incas. Lo he
m os expuesto con detalle. H a debido contribuir am plia
m e n te a a seg u rar el orden general en e! imperio, pero ha.
contribuido m ás am pliam ente aun a fo rm ar en la g ran m a
s a cM pueblo, agricultores todos, una m entalidad hecha de
indiferencia y autom atism o.
T ales son las principales características del gobierno de
los Incas.
N o se puede n eg ar que un adm inistrador que llega a
su p rim ir radicalm ente la m iseria y el ham bre, que reduce
los crím enes y los delitos a un m ínim um que ninguna nación
civilizada m oderna ha alcanzado jam ás, que ignora la exis- *
ten cia del parasitism o social de los ociosos, de los malos ri
cos, de los especuladores, etc., constituye un fenóm eno úni
co en la h isto ria del m undo y m erece n uestra m ás com
p le ta adm iración.
Sin em bargo, podemos p reg u n tam o s si esta previsora
y ta n sabia adm inistración incaica h a realizado verdadera
m en te la felicidad de sus adm inistrados.
¿Se puede concebir 'la felicidad fu era de la libre expan
sió n de la personalidad, fu era de] sentim iento de indepen
dencia y de libertad? U na felicidad negativa, hecha de des
preocupación, de ignorancia de toda alegría superior, de
au sen cia de pensam ientos, hecha únicam ente de vida vege
ta tiv a y autom ática, e ra lo único que podía ex istir para los
num erosos súbditos de los Incas. El lu g ar de su residen
cia, su s ocupaciones, su m atrim onio, sus creencias, sus di
versiones, su vestido, to d a su vida, en fin, física, intelectual,,
sociítl, sentim ental, estaba reglam entada p o r decretos, y
a• • • • • ■' • *• • *#j ••/ '• 4 % i
, 1.49 -
aptitudes, sus iniciativas, y lo que ella produce es verda
d eram en te sorprendente. H em os pasado en rev ista los p ro
cedim ientos de educación que aplica a su juventud, y que
constituyen un sistem a que no h ab ría desaprobado Mon
taigne; hem os visto lo que su cu ltu ra h a producido en los
dom inios de das a rte s y de las ciencias, y lo que su voluntad
esclarecida h a podido realizar en grandes itrabajos u tili
tarios.
t
Ja raza real de p u ra sangre, varones y m ujeres. En segui
d a, p a ra a p a rta r rivales posibles e n tre los hijos bastardos»
continuó sucesivam ente su obra de m uerte, queriendo h a
cer desaparecer en teram en te lá raza de los Incas y que
d a r él s c ’.o como su único representante.
Esos asesinatos prosiguieron d u ran te dos años y medio;
d estru y ero n casi com pletam ente ia línea real Inca (1). Les
ra ro s individuos varones que escaparon a la hecatom be fue
ron m uertos, m ás tarde, en la represión de las revueltas
que fom entaron contra I05 conquistadores.
A tahualpa no debía, sin em bargo, sa c a r provecho de
estos crím enes. D espués de h ab er pagado un rescate p a ra
re c o b ra r su libertad, P izarro lo acusó de com plot contra su
persona y lo hizo estrangu lar.
Así pereció m iserablem ente este fam oso linaje real
Inca, c asta de am os, organizadores extraordinarios, pero
cu y a destrucción entregó a todo su inm enso imoerio. casi
sin resistencia, a los conquistadores españoles.
El ex trao rd in ario espíritu de hum edad y de sun-.'^ón
que se había form ado bajo la dom inación incaica fué pues
to a provecho p o r los nuevos amos, que no penaron g ra n
cosa en la ta re a de so m e te r á los Indios.
C uando se leen los detalles de la conquista del Taw an-
tin su y u por 'los españoleé, uno se sorprende de la increí
ble au d acia de*I puñado de conquistadores, aislados en m e
dio de u n a N aturaleza hostil, penetrando al corazón de un
im perío. organizado •m' *ilitarm
** t*• ente, violentando, pelando, ,'m
Via-
£)) Gc* 9ila« 9 , *CQ*aentario« reales de los Incas* lib . IX, caps. XXXV
al x x x v n .
152 —
sacran d o tem erariam ente. Adem ás, su avidez de o ro y su
fé im periosa e in to leran te 'les hicieron rom per ídolos y o b
jeto s sagrados, ro b ar los teso ro s d e ios tem plos, violar Qas
tu m b a s de los Incas, a rre b a ta r a las vírgenes consagradas
a l Sol.
Y a n te estas violencias y estos sacrilegios, los ejérci
to s incaicos, privados de su jefe, fueron d e u n a incapaci
d ad inverosím il. Sin duda, tos españoles tuvieron que li
b ra r num erosos com bates. P ero tenían como adversario*
a razas sin resistencia, cuyo cerebro estaba cristalizado p o r
cinco siglcs de un régim en em bruteeedor, y cuyos comba
te s term inaban con la fuga precipitada de los Indios a n te
los caballeros, que hacían e n tre ellos grandes m asacres.
Los pocos jefes de san g re Inca escapados al puñal de
los em isarios de A tahualpa, tra ta ro n d e organizar la resis
tencia. H icieron ju r a r a sus partidarios, sobre las divini
dades, que atacarían a Job españoles y les ex term in arían ;
hacían v aler su g ran núm ero al lado de la pequeña tro p a
de les españoles; pero apenas aparecían los caballeros, el
m iedo a los caballos, anim ales desconocidos en el altiplano,
sem b rab a e! pánico en las filas indígenas, a la p rim era carga.
N c fué sino m ucho m ás tarde, después de algunas ge
neraciones, cuando los Indios llegaron a deshacer, en parte,
el grueso velo de inercia ccn que el régim en incaico había
envuelto los cerebros e in ten taro n organizar algunas re
v u eltas que pusieron seriam ente en peligro 'la dom inación
española en el V irreinato de Lima.
P ero no fueron esos sino episodios pasajeros y sin con
secuencias. De un modo general, la g ran m asa de los in
dios cuyo reso rte había sido roto por el régim en com unista
a u to c rátic c de los Incas, h a auedado como u na raza de
esclavos, som etida y resignada, in erte y m isoneísta y que
se extingue lentam ente.
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FE DE ERRATAS
8 29 posibHdee posibilidades
20 • 29 Eoocdlizcidofi socializados
32 !5 ncm br nombre
32 35 forma formas
33 23 filosofóficas filosóficas
36 36 s e recibían se recibía
48 5 libre libro
52 25 publicado publicada
101 13 CAPILA CAPILLA
125 29 utilizaban utilizaba
125 1 29 ignoraban ignoraba
141 18 fijaba fijaban
143 8 equinoxio equinoccio
143 U equinoxic equinoccio
144 5 equinoxio equinoccio
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INDICE
Póg.
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Pág.
M pL * fü rn T ffp A1
... *X
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tío s .—Plantas alimenticias.— Protección con
tra los rumiantes.— Protección contra -la h ela
d a .— Animales dom ésticos.......-............ -.......—......