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Gabriel Mareel

COLECCIÓN SINERGIA Fernando López Luengos


SERIE VERDE

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Carlos Díaz

Gabriel Mareel
-

1." Edición (España): enero 2003

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ÍNDICE

INFANCIA: CUANDO LOS CONDICIONAMIEN-


TOS NO SON LA ÚNICA CONDICIÓN 11

EN LA UNIVERSIDAD EL DESEO TOi\1A FORMA


DE REFLEXIÓN RACIONAL 30

LA PRIMERA GUERRA: EL CHOQUE BRUSCO


CON EL DRAMA DE LA EXISTENCIA 42

LA PAZ ES EL AMBIENTE DE LA FECUNDIDAD. 51

EL ENCUENTRO CON LA GRACIA 64

CONSOLIDACIÓN DE SU PENSAMIENTO FILO-


SÓFICO 75

SEGlJNDA GUERRA MUNDIAL 82

LA SEGUNDA POSGUERRA 96

"AL ATARDECER TE EXAMINARÁN EN EL


AMOR" 110

BIBLIOGRAFÍA Y ABREVIATURAS UTILIZADAS 117


-

INJ?ANCIA:
CUANDO LOS CONDICIONAMIENTOS
NO SON LA ÚNICA CONDICIÓN

«Para mí todo ha estado dominado por la muerte de


mi madre. Hubo ahí un trauma fundamental que hizo
de mí -esto es muy llamativo en ciertas fotografías de
esta edad, hacia los cinco o seis años- una persona un
tanto extraviada» (RP 24). Iba a cumplir cuatro años
cuando en sólo cuarenta y ocho horas muere Laura, la
madre de Gabriel Marcel. Y este acontecimiento le
marcará de dos formas diferentes: primero, el hecho de
una ausencia que paradójicamente, será sentida cada
. ·ti vez más como presencia: «Siempre ha estado con-
migo. Creo que es imposible exagerar la importancia
que ha tenido para mí la muerte de mi madre» (MvB
10). Segundo: la hermana de su madre, tía Marguerite,
sintiéndose responsable del niño, pero con un exceso
de celo consecuencia también de su ansiedad emocio-
nal, creará un clima de sobreprotección que hará de la
infancia de Gabriel un caldo de cultivo para una perso-
nalidad neurótica. Pero si esta neuroticidad supuso una
condición de su carácter, no lo será de forma más
determinante que el sentido hacia el que orientará su
vida; y este sentido vino posibilitado precisamente por
la inquietud con la que buscó la presencia del ser
amado desaparecido. Éstas son las circunstancias
desde las que se dcsarroll ará el camino intelectual y
espiritual de Gabricl Marcel (VJ 12, ss.): su vida fue
una búsqueda j ncansab le; «esta denominación es la
que mejor cuadra a mi modo de proceder» (VJ 47)
pues la palabra «búsqueda» podría anteponerse al
título de todos sus escritos.
12 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS'
GARNIEL MARCEL 13

Marcel conservará en la memoria una conversación madre fue llevada a la ternura de los suyos- desde hace
que tuvo entonces con su tia. A pesar de haber pasado tiempo de forma balbuciente, pero a partir de la adoles-
tantos años recuerda perfectamente el rincón del par- cencia con una consciencia cada vez más articulada de
que Monceau en el que tuvo lugar: mi propósito, he intentado levantar una especia de hábi-
tat espiritual en el que otros conmigo podrían encontrar
(...) hablamos de la muerte (...) y yo le dije: «pero refugio (EC 193, s.).
entonces ¿podemos saber qué va a ser de aquéllos que
hemos perdido?»; mi tía me respondió con mucha since-
«Amar a un ser es decirle: "tú no morirás"». El
ridad como agnóstica que era: «no puedo responderte, no
lo sabemos, estamos en una completa ignorancia.» y
grito de su personaje dramático, es el grito que. sa!e de
entonces yo dije con una especie de afirmación: «pues lo más íntimo de Gabriel Marcel. Es el descubrimiento
bien, yo más adelante intentaré saberlo» (RP 24). asombroso de una dimensión, la del amor, que va más
allá de la muerte; y es, al mismo tiempo, la respuesta a
Una escena emotiva que tendría «un valor germi- la cuestión que el entendimiento exige a la realidad.
nal». Pues, efectivamente, la larga historia de Gabriel Pero las condiciones en las que se desarrollará esta
Marcel (nació en 1889 y morirá en 1973) está dirigida esperanzada inquietud estuvieron restringidas por un
por un infatigable deseo de saber, una búsqueda de res- ambiente desértico desde el momento de la muerte de
puestas a las cuestiones que nos plantea la huella su madre:
.imborrable de los seres a los que queremos. La expe-
Este suceso tuvo como consecuencia que se me con-
riencia de un tú que nos abre a una dimensión insospe-
fiase a los cuidados de mi abuela materna y de la her-
chada y a la que Marcel tuvo acceso prematuro. Por
mana de mi madre (...) Superficialmente podría decirse
eso, no duda en afirmar que estos seres:
que no tuve que sufrir, porque fui mimado por los ~.í~s
todo lo posible. Pero por una parte aquella des~panclOn
(...) pertenecen a un mundo que no es el de la histo-
dejaba en mí una especie de estela de angustia, .s~ me
ria, sino que se desarrolla según otra dimensión (...) Este
aparecía como algo incomprensible, y el agnosticismo
otro mundo, del que, creo, nunca seremos capaces de tra-
de los míos era tal que seguían siendo literalmente
zar las fronteras, presenta efectivamente esta singulari-
inconsolables. Por otro lado, dentro de este pequeño cír-
dad de abrirse sobre un más allá +pero un más allá que
culo, me convertía en el centro de una atención inquieta
paradójicamente no se sitúa en ningún espacio. Este
que jamás perdía su tensión. Como hice decir .a1 perso-
mundo de la prueba es también el de la auténtica frater-
naje central de una pieza inédita titulada Le pettt Ga:-c.:·on
nidad, es aquél del que un Antoine Frarnont' puede gri-
(El niño), yo sufría de un modo confuso al sentlrm.e
tar: «Amar a un ser es decirle, tú no rnori rás». Es aquél
demasiado importante, demasiado expuesto a una bri-
en el que, desde el 15 de noviembre de 1893 -pasado
llante luz, por así decir; habría tenido necesidad de un
mañana será el aniversario, es decir, el día en el que mi
poco de sombra y de poder existir tranquilamente. Esta
era una de las razones, muy numerosas, por las cuales
Personaje de una de sus obras dramáticas: La muerte del mañana.
tanto me molestaba ser hijo único. Hubo momentos, me
GABR1EL MARCEL 15
14 FERNANDO LÓPE'L UJENGOS

acuerdo perfectamente, en que estaba como obsesionado creía no creer. De otro modo cómo explicar que, desde
por la pena de no tener hermanos (VJ 14). tan temprano, ella me exigiera que cada noche, delante
de ella, hiciera un examen de conciencia en el que yo no
A pesar de la dureza del acontecimiento de la debía ocultarle nada, no sólo de mis actos, sino de mis
mismos pensamientos. Cómo no concluir de ahí que, sin
muerte prematura de una madre? el ambiente de un
habérselo dicho nunca a sí misma, ella se veía como la
hogar no tiene por qué convertirse en un desierto de
única mediadora, exclusiva, entre la Transcendencia Y el
desolación. Según la psicología evolutiva todo
niño al que ella tenía consciencia de darse por entero;
depende del papel que siga jugando la persona ausente
pero considerando que, a cambio, él debía entregarse a
en las relaciones familiares así como del afecto que se
ella por completo (Ee 26).
le da al niño. Cuando éste es tan pequeño como lo era
entonces Marcel, no es difícil sustituir el cariño de la
Marcel era por tanto víctima de una reacción neuró-
madre biológica. Pero en este hogar la ausencia de la
madre era sentida doblemente debido al agnosticismo tica fruto de una incongruencia inconsciente entre el
de los suyos; su vacío se respiraba en el ambiente. Y en deseo de creer y el profundo recelo de un agnosticislno
cuanto al afecto recibido por Marcel, a pesar de ser el característico de la época. La casa en la que vivían, nos
centro de atención, o, precisamente siendo el centro de explica su prima Madeleine, parecía contribuir a este
atención, no respondía a un amor vivido desde la liber- ambiente árido (Ee 41): «e..) se añadía para nosotros
tad sino desde una ansiedad angustiosa, como él la tristeza que suscitaba, desde la entrada, el vasto
mismo recuerda: apartamento en el que nuestra abuela acababa de venir
a vivir (...): bibliotecas de ébano, vitrinas repletas de'
Ella -su tía-'-se sentía apasionadamente responsable hojas marchitas. Un día oí a mi tío Henri decir a mi
de mí, es decir, responsable a la vez de lo que yo sería y madre: vivimos en un sepulcro» (MAD 267).
de lo que me pasara. Pero responsable ¿delante de Esta atmósfera enrarecida había de complicarse aún
q~ién? ¿Debe decirse delante de su hermana desapare-
más: «yo tenía seis años y medio cuando mi padre y mi
cida de la que ella había recogido al niño? Es posible.
tía decidieron casarse. Así se reconstituía en cierta
Pero yo me inclino a pensar que la verdad estaba a la vez
mucho más oculta y era más contradictoria. Cuanto más manera, la unidad del hogar roto. Yo ya no tenía que ir
pienso en ello más me parece que ella se sentía responsa- a visitar a mi padre a la calle de General Foy: él ven-
ble de mí delante de un Dios en el que, por lo tanto, ella dría a vivir con nosotros a la calle Meissonier» (EC
28). Su prima nos explica que a su padre le habían
2 «Es posible que mi cuidadora durmiera a mi lado durante tiempo. nombrado ministro plenipotenciario en Estocolmo, Y
A veces me llevaban a visitar a papá que había mantenido el apartamento
en la calle del General Foy. Me parece que en aquél momento todavía IlO
casándose con su tía podría acompañarle toda la fami-
me sentía intimidado por él, aunque sí lo sentí más adelante. Él me llevaba lia. Se trataba, pues, de un matrimonio de convenien-
:a dar un paseo por ejemplo al jardín botánico. Me sentía orgulloso de cami- cia que lejos de fortalecer el desarrollo emocional del
'llar al lado de un hombre por elque sentía una profunda admiración» CAE
6). niño serviría para aumentar en él su inestabilidad.
-
16 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS
CAER/EL MARCEL 17

.. Ense?uida tomé consciencia no sólo de las profundas


«Recuerdo muchos sitios de Suecia. Miraba los barcos
dIÍe~enc.Ias que existían entre sus maneras de pensar y
que atracaban. Toda la zona norte me atraía irresístí-
sentir, S1110 de su antagonismo en determinadas circuns-
tancias precisas como por ejemplo el asunto Dreyfus'
b1emente.( ...) Recuerdo el deseo tan grande que tenía
(... ) en estas circunstancias yo llegué a pensar que se por viajar» (AE 11). Deseo que también alimentaría la
habían casado por mi causa, y que, aunque de forma inquietud que seguía latiendo en su corazón y que
involuntaria, yo me encontraba como responsable de una determinará su trayectoria intelectual.
unión, en definitiva, desafortunada CEe 28). En Estocolmo tuvo además la oportunidad de
encontrar amigos entre los hijos de los demás miem-
Con su situación «regularizada» se fueron a Esto- bros del cuerpo diplomático con los que podría desa-
coln::o donde no estuvieron mucho tiempo (año y hogar ampliamente las constricciones naturales de su
medio) pues a su padre no le sentaba bien ni el clima condición de hijo único (EC 36). Era un mundo com-
s.ueco ni el ambiente protocolario de la vida diplorná- pletamente diferente al ambiente lúgubre de la calle
tica (.BC 35). Pero fue lo suficiente para que a Marcel Meissonier: «Creo que aquél fue el periodo más feliz
l~ deJar~ una profunda impresión (AE 10), «era corno de mi niñez. Es como si yo despertara a un mundo
SI estuviera sustraído a la monotonía cotidiana que lleno de posibilidades» (AE 11). Se comprende así la
tant~ t~ndría que sufrir más tarde ( ... ) Contemplaba reacción que tuvo Marcel cuando su padre consiguió
nostálgicamente los barcos QJ1P y' partían r." -r- .., Hav1.1.1V·-
..•..•... l:-'Ul.U
",",,"~'-""-../I...J -e-...,;:.
~......., Á.i .i.
que le cambiaran el trabajo: «recuerdo muy bien toda-
sand, para Luléa. El poder que ejercía sobre mí el vía la consternación con que yo acogí la noticia. En esa
nombre de los lugares no tenía medida» (EC 36). época yo detestaba París, presentía que nuestro regreso
iría seguido bien pronto de mi ingreso al instituto, y
tenía miedo de esa nueva existencia. Los hechos ven-
~ Capitán. francés q~e e.n diciembre de 1894 fue condenado y
reclU1~o en una Isl~ por espionaje a favor de Alemania. La publicación de drían a confirmar mis temores» (VJ 16).
un artículo denuncIa??o dos años después las irregularidades del proceso Hasta entonces la figura de su padre había perma-
supu~o la encarcelación de su autor y el desencadenamiento de lo que se
necido en un segundo plano respecto de tía Margue-
U.amo el Asunto I?rey.fus. La op~nió~ publica se dividió entonces en dreyfu-
sla~os, gente. de l~qUlerdas, anticlericales y antimilitaristas, y los antidrey- rite. Su prima Madeleine nos cuenta:
fusIano~',nacIOnahstas, c?nservadores y antisemitas (Dreyfus era judío). Se
descubno que las acusaciones se habían hecho sobre mentiras. El ministro Comprendiendo (Marcel) que ese matrimonio no era
de l,a Guerra dimitiría y el proceso fue revisado aunque a Dreyfus se le vol-
vena a condenar pero esta vez con atenuantes, para más tarde ser indultado
feliz y que era por causa suya, concedía más gratitud a la
Después sería rehabilitado a su puesto, y años después se demostraría que atención de su tía, de la que él hacía una víctima, al
el verdadero culpable fue un militar húngaro. Respecto de la posición que mismo tiempo que ella estaba colmada por su pasión por
tomaron sus padres Marcel nos dice: «yo no era inconsciente del hecho de él. Mientras que Henri (el padre de Marcel) sufría la res-
qu~ a vec~s estaban en des~cucrdo. Así el tema de Dreyfus, Mi tía era parti-
tricción física y moral que se le imponía. Por veneración
dana, y un padre en cambio era contrario por temor a los desordenes que
~odnan provocar~e por ello. Yo me sentía descorazonado en el lugar de la a su tía, Gabriel se dejaba desviar de un padre que, ver-
ha, el punto de, VIsta contrario me parecía incomprensible y casi escanda- daderamente, era bastante frío para aproximarse. Él inti-
loso. Pero se?tJa ?t:os desordenes más personales de los que no tenía yo midaba por la cultura que le daba su excepcional memo-
nada que decir, 01 CIertos tonos de voz y alusiones alarmantes ... '». (AE 12). ria. Memoria que hereda Gabriel (MAD 268).
-
18 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS GABRIEL MARCEL 19

Efectivamente, por su superioridad intelectual y su más todavía después de morir (EC 32, MB 9). «Es
inmensa cultura" Henri Marcel imponía respeto (EC cierto que me siento infinitamente más próximo a él
32). Durante varios años fue administrador de la ahora que entonces, y esto es para mí algo muy dolo-
Biblioteca Nacional. Director de varios museos Nacio- roso, pues pienso continuamente en las cuestiones que
nales, entre ellos el del Louvre. Escribió libros sobre le podría haber preguntado» (M-B 82). Es decir,
arte, valiéndose de sus enciclopédicos conocimientos. Gabriel reconoce la deficiente influencia que recibiría
De él nos dice Marcel: «ha sido uno de los hombres de su padre, pero al mismo tiempo constata que esta
más íntegros que yo haya conocido. Cumplía sus obli- relación se veía transcendida por un afecto que en la
gaciones con una inagotable conciencia, en la direc- madurez se tornaría más libre: un afecto sin condicio-
ción de Bellas Artes, la Biblioteca y los museos» (AE namientos ni estrecheces «angustiantes». Una vez más,
23). Pero «tuvo sin duda fallos en la vida privada», como en el caso de su tía, el condicionamiento no sería
aunque condicionado por un carácter que Marcel la única condición, aunque esto habremos de verifi-
intenta comprender: «tenía sus defectos y debilidades carlo más tarde.
que pienso que se explican también en parte por su Otro aspecto de su padre que también le condicio-
deficiente vida familiar: apenas se relacionó con sus naría fue su percepción de la religión. Su posición era
padres» (EC 32). Siendo así, continúa Marcel, «no la de tantos agnósticos de finales del siglo XIX, ali-
puedo dudar que sintió por mí un cariño real. Pero era mentados por el pensamiento de Taine, Spencer o
el hombre menos expresivo que pueda pensarse, los Renan a pesar de haber sido educado en el catolicismo.
niños le parecían extraños y se sentía verdaderamente
incapaz de comunicarse con ellos. No eran para él más Si tenía una consciencia aguda de reconocimiento de
que embriones de un adulto» (EC 31). «Como les ocu- todo lo que el arte debe al catolicismo, el pensamiento
rre a muchos hombres muy brillantes, tenía cierta inca- católico en sí le parecía corno algo caduco, corno conta-
pacidad para dominarse, para reprimir una palabra minado por supersticiones absurdas. Un espíritu libre no
mordaz o irónica. Además yo comprobaba que tenía podía menos que desviarse de esas creencias infantiles
tendencia a censurar la educación que se me daba» (VJ (RA 299).
18). «Creo que puedo decir sin exagerar que nunca ha
dejado de intimidarme», aunque esto disminuiría Los esfuerzos de los padres de Henri educándole en
cuando tomó consciencia de sí y se emancipó (EC 32). el catolicismo habían sido infructuosos. Pero también
El distanciamiento entre ambos sería cada vez menor y aquí, como en el caso de tía Marguerite, habría de pro-
ducirse un conflicto inconsciente. Esta vez la vincula-
4 Su vida se confundía con un trabajo continuo en el que la lectura ción a la persona amada serviría de puente entre el
tenía un puesto muy importante, estudiando con seriedad y tomando riguro- agnosticismo y una inquietud religiosa. «No fue for-
sas notas. Cada año hacía sólo un viaje por Europa, y no le importaba haeer tuito que en el momento de su muerte murmuraba el
un largo viaje para ver una catedral en España. Sus únicos gastos eran cua-
dros que le servían para al imentar su sensibilidad e incluso su espíritu. Cfr. nombre de mi madre cuya muerte, estoy convencido,
EC53. fue una inconsolable tristeza» (AE 24) Jamás se llegó a
20 FERNANDO LÓPEZ LUf:NGOS CABR/EL MARCEL 21

consolar de este hecho, y esto provocaría una lucha signo. Estético en uno, ético en el otro," formaban a mi
violenta entre el sentido religioso y su racionalismo alrededor una atmósfera inestable y árida en la que, sin
heredado del ambiente de la época. que me diera yo cuenta, ahora sé que siempre respiré con
dificultad (ib.).
Él sufría realmente por no poder aceptar la idea de un
más allá dónde aquellos que se aman se vuelvan a unir A este ambiente desolador habría de añadirse una
para la eternidad. Los versos que hizo poner sobre su limitación más: el moralismo de su tía, además, hundía
tumba dan el testimonio irrecusable de este sufrimiento. sus raíces en un cuadro de conducta típicamente neuró-
Con esta reserva puede decirse que este agnosticismo le tico. Su posesividad, su angustia, su obsesividad ego-
daba algo así como cierta paz de espíritu, si no de cora- céntrica mostraban los síntomas evidentes de una
zón (EC 42). ansiedad que llegará a transmitir a Marcel, como él
mismo reconoce (VJ 15). Madeleine nos relata esta
Otra vez el «querer y no poder»; otra vez la frustra- significativa escena:
ción por haber agostado con brusquedad, al son de los
«ilustrados» de su tiempo, el brote del sentido trascen- Tía no admitía ningún contacto con sus amigos o
dente. conmigo sin que el propósito le fuese repetido por la
tarde. A veces llegaba Tía bruscamente, abría la puerta
El ambiente religioso que respiró Marcel en su del lúgubre salón y se desplomaba bajo los libros -lo que
infancia fue, pues, un agnosticismo no exento de nos- habría sido divertido si no fuera por el aspecto apagado-
talgia, aunque orientado de forma diferente en su padre e interrumpiendo la conversación llamaba a Gabriel en
y en su tía. Ésta, «judía de origen, pero perteneciente a tono angustioso: «Gabriel, ven, tengo algo urgente que
una familia alejada de toda creencia, se convertiría al decirte». Cuando volvía nos tranquilizaba: «No. Sólo era
protestantismo» (RA 300) aunque en una de sus expre- una tontería» (MAD 270).
siones más liberales, la más desprendida de los dog-
mas a los que su razón no le permitía adherirse. El carácter obsesivo de su neuroticidad se manifes-
taba también en miedos irracionales o fóbicos como el
Nutrida por los poetas pesimistas del siglo XIX (...) que nos describe Marcel: «He crecido en una creencia
tenía una consciencia aguda e implacable del absurdo casi supersticiosa de los microbios. A mi padre le pare-
vital (...) En un mundo fundamentalmente inhabitable en cía esto absurdo, y también le era ajeno a mi abuela,
el que un juego de circunstancias incomprensibles nos
han hecho nacer, sólo queda un recurso: olvidarse de sí S «Aunque creo que nunca abrazó del todo el agnosticismo. Ella
mismo y aplicarse a suavizar las condiciones de sus llegó a decirrne que para ella sólo el cristianismo podía dar significado y
compañeros de penas; e imponerse, por otra parte una sentido a la vida pero desgraciadamente sus exigencias intelectuales nunca
disciplina moral extremadamente estricta fuera de la cual le permitirían unirse a los creyentes. Más tarde pediría que se recitaran ora-
ciones en su muerte y que un texto bíblico fuera leído por un pastor, pero
no hay más que desvergüenza. Ciertamente se puede sólo era la expresión de una nostalgia o un deseo que no fue del todo cum-
decir que un irreducible agnosticismo religioso era plido. Sería inexacto imaginaria congelada en un taciturno puritanismo»
común a mi padre y a mi tía, pero no tenía el mismo (AE 24).
- ,.,....-- ..

22 FiS!?NJ1NDO I~ÓPEZ LUENGOS GJ1BRIEL MARCEL 23

pero mi tía no olvidaba ninguna precaución para prote- mulado de 10 irrevocable y de la muerte» (RA 303).
germe contra el enemigo imperceptible y omnipre- pero la vida de una persona no se reduce a sus condi-
sente» (Ee 57). y también por su dramaticidad a flor cionamientos psicológicos o sociológicos, pues estos
de piel: cuando un pariente moría, incluso si era lejano no causan nuestra personalidad sino que sólo la condi-
o extranjero, se ponía toda de negro. Era muy firme y cionan. y si es cierto que el pasado nos condiciona, no
dominadora, con una disciplina moral extremadamente 10 hace de forma más determinante a como lo hace el
rigurosa (RA 300, ss.) y especialmente en lo relativo a futuro. Pues la forma de integrar nuestros impulsos no
la sexualidad (VJ 20); «cuando Gabriel se lavaba -nos se entiende si no es con relación a un sentido que
cuenta Madeleine- ella se esforzaba por que olvidara vamos descubriendo en la realización de nuestra vida y
estas tareas y su cuerpo leyéndole páginas de historia» que orienta nuestra mirada al futuro. Uno de los discí-
(MAD 266). Esta personalidad neurótica tendría que pulos más queridos de Marcel, Paul Ricoeur, ponía
repercutir necesariamente en el carácter del niño. De precisamente esta objeción a Freud: la arqueología del
hecho él mismo se describe en esta etapa de la sujeto no tiene sentido sin una teleología implícita".
siguiente manera: Quedarse en Freud es mirar sólo hacia el pasado como
si el futuro no existiese y, consecuentemente, vivir
Un niño hipersensible, sin lugar a dudas, pero tam- como si no tuviéramos que decidir nada; tal vez fuera
bién algo introvertido, torpe y, sin duda, profundamente más cómodo, pero, indudablemente irreal.
ansioso. El trauma por la muerte de mi madre no puede y así hemos de entender también la personalidad de
ser la única explicación. Hay que señalar una peculiari- Gabriel Marcel. De su fragilidad emocional hizo una
dad física. Sufrí durante mucho tiempo un problema
fuente inagotable de inquietud que le impulsaría cons-
intestinal que fue una preocupación constante para los
tantemente a una actitud creadora que se expresará en
que me rodeaban. Alguien cometió el error de adver-
su rica producción dramática, filosófica y musical
tirme el peligro que podría correr, con lo que desarrollé
una especie de obsesión por sobrevivir contaminando mi
(esta última de forma privada)". Así se desarrollaría la
imaginación. Un psicoanalista encontraría mucho mate- semilla de la inquietud que había sido sembrada en
rial aquí CAE 8)6. aquella conversación con su tía en el parque Monceau:
La música primero, la filosofía después, me revela-
ron que, sin embargo, había medios de salir de este
Ciertamente el cuadro no tiene desperdicio. Para
mundo de confusión, de este mundo, en definitiva, en
los amantes del psicoanálisis freudiano, esta situación
el que había que hacer esfuerzos que me parecían casi
debería limitar definitivamente la maduración de su
desproporcionados para cosas que yo no encontraba en
personalidad. Él reconoce que en aquella época tuvo
sí realmente interesantes (RP 25).
«una angustia continua, unida a un sentimiento infor-
7 Paul Ricocur: Freud: una interpretación de la cultura, México, 2.a
6 Con todo, Maree! afirmará que sí tuvo una infancia como todos los ed, 1973 (título original: De L'interpretation,cssai sur Frcud, Editions du
niños, aunque algo oscurecida por la muerte de su madre y por el hecho de Seuil, Paris, 1965) p. 410.
ser hijo único (EC 25, AE 15). 8 Cfr. el comentario del P. Tilliette en M-F p. 24.

24 FERNANDO LÓPEZ [,VENGOS G/\BRI EL MARCEL 25

Lo que Marcel experimentará en su interior es un sorprende ver cómo a pesa:- de. la e~ad (¡escribe .est.o
deseo cada vez mayor de ponerse en camino para con 79 años!) ha pennanecldo mSaCla?le una curiosi-
resolver los enigmas que tan prematuramente le habían dad Y el deseo de explorar y descubnr luga.res» (AE
provocado. Este deseo desde muy pequeño había 56). Y no resulta extraño cuando esta «.embnague~ ~e
tomado la forma de «exploración»: «La primera idea descubrir, de explorar (un país, una partitura) es qUlZas
que tuve de mi posible futuro, cuando todavía era un la alegría más pura que yo haya experimentado» (PI
niño muy pequeño =debía tener 5 6 años- era la de
ó
161) y de manera especial durante su infancia (RA
ser explorador. Y ciertamente la idea de la exploración 305). No duda en afirmar que su curiosidad no tenía
me ha seducido desde muy temprano, y tengo la iímites (EC 46) y es que, en definitiva, la actitud de
impresión, después de todo, de que ha sido una cons- búsqueda, manifestación explícita de una tendencia
tante en mi vida.» Esta constante se haría presente espetíficamente humana y no exclusiva de nuestro
explícitamente en su labor profesional, forjando, junto autor, había sido excitada en él de forma precoz y con
al poderoso influjo de los acontecimientos, los caracte- especial intensidad por los acontecimientos vividos.
De un ambiente restrictivo Marcel obtiene el impulso
res de su vocación:
que, precisamente, le llevará ~ás allá de sus prop~?s
Filosóficamente me ha parecido haber explorado condicionamientos. Con su pasión por la exploración
regiones que habían sido insuficientemente señaladas. se abrían horizontes en los que poder respirar, al
Incluso mi teatro, de alguna manera, es una exploración, mismo tiempo que dejaba el camino libre para una
pues es un teatro que es una investigación y los mismos producción creadora que años después iluminaría a
personajes están en búsqueda. (...) no veo cómo podría una generación de estudiantes.
haber llevado una vida totalmente diferente de la que ha Su pasión por la exploración la había descubierto
sido la mía, aunque haya habido, naturalmente, una parte durante su estancia en Suecia. Con razón este lugar
de azar, una parte de infortunios, una parte trágica. En el supuso un descanso para su corazón: por fin podía
fondo, esta vida ha sido en gran medida tributaria de los dilatarse contemplando aquellos paisajes. «Recuerdo
acontecimientos, y diría incluso que felizmente, porque el deseo tan grande que tenía por viajar y la desilusión
no habría querido tener el sentimiento de haber vivido al que sentía cuando mis padres no me llevaban con
margen de ellos. Y me han alcanzado tan profundamente ellos. Me pregunto si podrían haber sospechado el
que todavía siguen conmocionándome cuando los evoco deseo tan grande que tenía por viajar, por lo descono-
(M-B 112).
cido, aquel ardiente deseo por descubrir» (AE 11).
«Este paisaje sueco de rocas, árboles yagua, cuya nos-
El deseo de explorar, de investigar, salpica sus talgia conservaría durante años, debió parecerme el
escritos? y no desaparecerá con los años: «a veces me mejor simbo1ismo del universo doloroso que yo lle-
vaba conmigo» (RA 303). Significaba, entonces, el
9 Son innumerables las citas que se pueden ver. Sirvan sólo a modo contraste que define una nostalgia: el dolor por el
de ejemplo, AE 9,33 Y52; RP 37, VJ II y 47; RA 307, M-F 68, M-F 141,
P17, ete. recuerdo de algo que fue bueno que, al mismo tiempo,
.
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26 FERNANDO LÓPI"Z LUENGOS GABRIEL MAI<CFL 27

provoca de nuevo su deseo. Lo que Marcel estaba sin- decidido que sería alguien importante en su tiempo. Y
tiendo no era sino una forma prematura de la experien- cuando en el futuro (de adulto) le dieron premios,junto a
cia primordial de nuestra condición humana: «Un ser la satisfacción, experimentaba la pena de que su padre y
que tiene conciencia de no coincidir consigo mismo su tía no pudieran alegrarse por ello. Durante su infancia
aquí, o que experimenta su lugar como contingente por y su niñez fue mimado pero estuvo sujeto a un entra-
mado de constricciones CRP 269).
oposición a un Cierto centro que sería su verdadero
lugar, pero que en las condiciones a las que de hecho
está sometido no puede ser evocado más que como un y Gabriel recuerda:
más allá, como foco de nostalgia» (PI 30, s).
(...) todavía me oigo a mí mismo decir la noche antes
Tras la estancia en Suecia, el regreso a París supon-
de un examen, «preferiría ser operado de apendicitis
dría la vuelta al ambiente árido y lúgubre de un mundo mañana antes que tener que enfrentarme al examen».
radicalmente diferente de aquél en el que había descu- Sufrí mucho por una tremenda falta de confianza en mí
bierto su pasión por los viajes. «Era un contraste tal mismo, incluso la buena memoria que yo tenía temía que
que me parecía que asesinaba la vida libre, personal, me fallara en el momento crucial. Temí los reproches en
abierta a lo desconocido de mi estancia en Estocolmo» casa por no haber llegado al nivel que se me exigía o
(RA 304). Detestaba en aquella época París, y soñaba hubiera alcanzado un nivel mediocre. C... ) Era demasiado
con. poderse ir algún día (Ee 68). Fue entonces cuando claro para mí que yo era el centro de sus preocupaciones
entró en el Instituto Carnot donde comenzaría «una y el eentro de su vida. El fracaso de mi vida supondría el
fracaso de la suya y este pensamiento era intolerable
existencia ajetreada junto a la perpetua competición
para mí (AE 15).
que conllevaba y por la que sentía verdadero horror
desarrollando notablemente y del modo más malsano
la ansiedad» (a la que nos referíamos más arriba) (VJ Pues a cualquier precio él tenía que justificar los
16). Es este un periodo de su vida que contribuiría, sacrificios que se habían hecho por él, o al menos, que
pues, a aumentar su inestabilidad emocional siendo él sentía que se habían hecho por él (VJ 16). «Es pro-
víctima al mismo tiempo del régimen del instituto y de bable que esto no estuviera del todo claro para mí
entonces, pero es cierto que esta ansiedad y preocupa-
las exigencias de sus padres. Su prima Madeleine nos
ción contribuyera al clima de desolación de mis años
lo explica de manera muy explícita:
de estudiante. Esta fue una de las razones por las que
Viendo los dones excepcionales de Gabriel , por los años del instituto hasta los años de filosofía pare-
acuerdo sus padres decidieron exigirle mucho. Sus estu- cieran un desierto» (AE 12).
dios eran así dramatizados. Cuando no era el primero ni Y, a pesar del desierto, algunos oasis surgían tími-
el segundo (lo cual era raro) el acontecimiento tomaba la damente en el horizonte. Si los paisajes de Suecia le
forma de un luto familiar. Los días de composición Tía habían embriagado, desde muy pequeño también
acechaba la vuelta de Gabricl en la escalera. Yo la empezó a sentir algo parecido con la música: «tendría
encontraba con cara de espera y angustia ( ... ) Habían ocho años, cuando escuchando sentado en un rincón
-
28 FERNANDO LÓPEZ LVENGOS GABRIEL MARCEL 29

del gran salón de la calle Meissonier, se me descubría diana. Durante el curso preparaba con entusiasmo las
el poder de encantamiento de ciertos temas wagneria- oróximas vacaciones; cada año iban a un sitio diferente
nos» (Ee 48). Su padre, con bella voz de barítono y su pero siempre en montaña. Era la forma de revelarse
tía que a veces le acompañaba al piano, le contagiaron contra el carácter «demasiado cerebral» (Ee 44) a que
la pasión por este mundo de misterio. le constreñía el régimen del instituto. «Yo amaba la
naturaleza, era un caminante infatigable». Y como «los
Con Mozart tenía el extraño sentimiento de estar médicos habían prohibido a mi abuela sobrepasar los
como a pie llano al nivel de la vida cotidiana. En el ada- 1200 buscaba febrilmente en las guías de los hoteles
gio de la Patética o en el de la Apasionada yo reconocía suizos un lugar de descanso nuevo y atractivo».
la voz de nuestro dolor incurable. Fue ahí, creo, donde se
Soñaba con las montañas, los valles (Ee 44) y guarda-
me hizo sensible por primera vez el lazo misterioso entre
ría de todo ello un recuerdo imborrable, aunque siem-
la más elevada música y la experiencia vivida más pro-
funda (EC 47). pre se quedaba con el deseo de subir más alto en ~que-
Has impresionantes montañas de los Alpes SUIZOS.
Años más tarde, cuando pudo viajar sólo, por fin subi-
Más tarde empezaría sus clases de piano y, aunque
ría a las estaciones con las que tanto había soñado. No
su profesor percibió que nunca sería un buen pianista, tenía facilidad para el deporte;'? pero éste era reempla-
pues «tenía unos dedos mediocres, y no tenía sufi- zado por él por la marcha. «Perezosa, yo (nos cuenta
ciente tiempo para mejorar lo que podría apenas Ilamar su prima) no le seguía siempre en sus grandes camina-
mi técnica» por contra, «era un buen lector y mi curio- tas con Tía. Me traía flores y gramíneas cogidas en las
sidad no tenía límites. Además yo estaba dotado de una alturas» (MAD 271). Y a pesar de este ambiente la
sensibilidad musical, si no excepcional, al menos poco ansiedad de su tía no dejaba de acompañarles: «para
común» (Ee 46). De hecho, «en cierta ocasión, hacia Tía estas vacaciones presentaban un reverso: el riesgo
los catorce o quince años, me pregunté seriamente si de la promiscuidad dudosa. Había algo de conmoción
mi verdadera vocación no sería de orden musical» más en ese deseo de preservar a Gabriel de todo lo que
como compositor que como intérprete, pero su profe- podría no ser puro y útil para su formación. Jamás se
sor le hizo desistir (Ee 49). En cualquier caso la unieron con ninguno de los turistas de los hoteles»
música significaba algo más que una afición, pues era (MAD 273).
una ventana abierta a un mundo de creatividad que lan-
zaría su carácter más allá de los estrechos muros en los
que se veía aprisionado: «es evidente que desde mi
infancia la música misma pareció como ·una especie de
liberación milagrosa de la cárcel a que antes me he
referido» (VJ 19).
La música por un lado, y su pasión por la naturaleza
10 Le aburrían los ejercicios físicos hacia los que no tenía habilidad a
por otro, aliviaban el ambiente árido de la vida coti- pesar de los esfuerzos de su familia por remediar esta deficiencia (EC 44).
30 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS
GABRIEL MARCEL 31
EN LA UNIVERSIDAD EL DESEO TOfvlA
fondo, nunca se me había planteado, porque todo lo que
FORMA DE RI~I1~LEXIÓNRACIONAL se me había enseñado hasta entonces transcurría como
algo ajeno a mí. ( ... ) Sentí que por primera vez me
encontraba en presencia de una enseñanza que me con-
Así fueron pasando los años de su adolescencia cernía (RP 21).
entre una atmósfera como la del instituto, que sofocaba
su espíritu, y el deseo de volver a las montañas, que Pues encontraba el eco de aquella indagación que
estimulaba un ansia de «volar más alto». Pero lo cierto había empezado a sentir nostálgicamente por medio de
es que ambas realidades influirán en la orientación que la naturaleza: «la filosofía se me aparecía como un
dará a su vida: campo abierto a la actividad exploradora de mi espíritu
y en la que quizá me fuera posible tomarme en cierto
Me pregunto hoy si mi aversión por el instituto no
estará en el origen del horror creciente que me debería
modo el desquite por la servidumbre en que hasta
inspirar el espíritu de abstracción del que este mismo entonces había vivido» (VJ 17). La filosofía abría las
instituto era, después de todo, su ridículo paladín. ¿Qué puertas de la prisión en la que se asfixiaba su espíritu
había más abstracto, en efecto, que nuestras relaciones constreñido por la rigidez del instituto y por las condi-
con los maestros, e incluso con nuestros compañeros, y ciones del ambiente familiar (EC 61).
sobre todo, las nociones que se nos pretendía inculcar? En definitiva Marcel empieza a encontrarse a fondo
En todo ello no había apenas nada que pudiera vibrar en consigo mismo más allá de todos aquellos condiciona-
nosotros, correspondiendo con las exigencias íntimas de mientas que le habían limitado, «por primera vez me
nuestro ser (RA 304). sentía llamado a pensar por mí mismo, ser yo mismo»
(AE 16). Y su yo, desde muy temprana edad, se había
En el ambiente del instituto se le hacía cada vez orientado hacia una búsqueda, hacia un deseo de
más evidente la distancia entre la realidad que le entender y sentir la realidad desde la presencia del ser
envolvía y la inquietud que iba madurando en su inte- amado. Ahora podía por fin ponerse en camino; estaba
rior. Pero hubo una excepción que tendría consecuen- llegando el momento de realizar la «promesa» formu-
cias decisivas: «todo cambió cuando me encontré con lada tras la muerte de su madre. Por eso, el impacto de
el profesor M. Colonna dIstria», su profesor de filoso- aquella primera clase de filosofía tuvo consecuencias
fía CEe 60): decisivas: «Ciertamente no puedo acordarme qué fue
exactamente lo que nos dijo el profesor en aquella pri-
Pienso que en aquella primera clase, en la que segu- mera clase. Posiblemente nada extraordinario. Sin
ramente se trató del objeto de la filosofía, yo tuve el sen- embargo, desde el primer día, a la vuelta del instituto,
timiento de que, por primera vez en toda mi vida escolar, declaré a mis padres que ya sabía a qué atenerrne: yo
se abordaba algo que era (...) esencial para mí. Pero qué
seré filósofo» CEC 61), pues «por todas partes se
era lo esencial yo entonces no lo sabía. Lo que se me
anunciaba era un tipo de elucidación de algo que, en el
abrían perspectivas insospechadas c...) se habría espa-
cio para interrogantes apasionantes». Y entre estos

32 FERNANDO LÓPEZ UJENGOS GA13RIEL MARCEL 33

interrogantes apasionantes había uno que cada vez se dos en la reflexión crítica poco tenían que decir a las
hacía más prominente: la racionalidad del hecho reli- inquietudes que habían llevado a Marcel a cursar esos
gioso. Con ello se distanciaba del ambiente agnóstico estudio~ (R-M 15). Efectivamente, el clima filosófico
y desesperanzador de los suyos. «Lo que yo respiraba de la Sorbona estaba delimitado por un positivismo
en mi ambiente familiar era la seguridad vaga de una pragmático cercano al agnosticismo de los suyos, y un
incompatibilidad entre las exigencias de la ciencia o idealismo que, aunque enfrentado al anterior, remon-
incluso de la conciencia y unas creencias ya periclita- taba a un universo de abstracciones dialécticas lejano a
das. No puedo dudar que mi esfuerzo principal tendió las realidades personales que inquietaban a Marcel. No
a liberarme de aquella especie de encarcelamiento» parecía que semejantes ofertas pudieran aportar luz a
(VJ 17). su nueva «exploración». Pero su afán de avanzar le
El incontenible impulso de explorar a través de los impulsó a acoger lo que se le ofrecía aun a costa de
paisajes, primero, y más tarde a través de las cuestio- sufrir el antagonismo entre tales abstracciones y su
nes de la filosofía, nos puede ayudar a comprender exigencia de lo individual y concreto, entre el rigor del
hasta qué punto las preocupaciones de orden religioso sistema y el gusto por la aventura (R-M 15). Fue así
bullían en su adolescencia (RA 307). La emoción que como conoció a los filósofos idealistas, los herederos
desde muy pequeño sentía hacia ciertos paisajes de espirituales de Kant, Schelling, Hegel, y más tarde, a
Suecia o Italia, nos dice, era de esencia religiosa. Pero los pensadores ingleses neohegelianos, especialmente
no podía ser de modo panteísta: «el panteísmo nunca a Bradley y Royce. Parecían la única alternativa al
me ha atraído, sin duda porque, ante todo, me parecía reduccionismo materialista y al escepticismo positi-
incapaz de dejar subsistir la vida personal en su pleni- vista. Pero la nostalgia de su corazón denunciaba una
tud concreta» (RA 307). Su búsqueda había tenido insatisfacción que exigía otra respuesta ll. La filosofía
desde el principio un carácter radicalmente personal. idealista, en efecto, pretende explicar la realidad desde
Y, si la filosofía hacía eco a sus preguntas sobre el una racionalidad absoluta que ignora las condiciones
hecho religioso, la respuesta que en ella buscaba había concretas del pensador, sus circunstancias personales,
de tener esta impronta personal. absorbiéndolas en una construcción abstracta. Desde
De esta manera al terminar el instituto decidió estu- que en el siglo XVII Descartes empezara el camino del
diar filosofía en la Sorbona preocupado por profundi- idealismo moderno, éste se había especializado cada
zar en las condiciones de inteligibilidad del hecho reli- vez más en suplantar la experiencia humana con
gioso (VJ 18). Empezó la carrera «con una impresión esquemas racionales puros. Para los idealistas -nos
de avidez: todo me interesaba, quería acoger todo» dice Marcel- «la actualidad de una experiencia cual-
(M-B 62), aunque pronto comprobaría que el ambiente
intelectual que se respiraba no respondía exactamente 11 «Después del periplo con Schelling, una luz iluminaría mi ruta:
a sus aspiraciones. «Era una atmósfera bastante insí- ¿no habrá un camino arduo que me permita acceder a un empirismo supe-
rior, y dar derecho a esta exigencia de lo individual y de concreto que yo
pida» (M-B 63), Y ningún profesor de allf llegó real- llevaba en mí? La experiencia lejos de ser un trampolín sería una tierra pro-
mente a marcarle excepto Victor Delbos, pues encerra- metida» (RA 295).
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34 FERNANDO L(JPEZ LUENGOS GABRIEL MARCEL 35

quiera no sería más que una ocasión contingente para (AE 17), pues «era maravilloso cs~ucharle y.esperába-
remontar a lo universal» (JM 311). Según ellos el pen- mas con avidez cada cosa que Iba a decir. Nunca
samiento debe hacer abstracción de las circunstancias estuve en el Colegio de Francia sin tener la impresión
concretas de la condición humana «pues resultan con- de que al cabo de aquella hora tal vez habría una reve-
trarias a las normas constitutivas de toda verdad». (HV lación» (M-B 60). De él guardará a lo largo de su vida
. 150, s.). Esta forma de percibir la realidad se alejaba la «máxima admiración y respeto» 12 (M-B 60). Y aun-
radicalmente tanto de la inquietud que movía el cora- que no llegó a ser discípulo suyo en terreno alguno
zón de nuestro estudiante como de la intuición que iba (DD 8), la influencia que ejerció sobre Marcel fue
concibiendo en su interior: «Las doctrinas filosóficas decisiva para la superación del espíritu de abstracción
me han decepcionado en la medida en que parecían que se había ido infiltrando en sus reflexiones (EC 81).
falseadas en sus autores por una propensión a escamo- Pero los rígidos esquemas idealistas todavía tarda-
tear las dificultades (sobre la individualidad) inven- rían en ser superados. De hecho, cuando acabó la
tando una terminología que permita enmascararlo, licenciatura eligió como tema para el diploma de estu-
como se enmascara un olor o un sabor,» (RA 308). Por dios superiores la filosofía neoidealista de Bradley;
eso sentía que no podía detenerse aquí: «Entendía la pero otro estudiante se le adelantó. ~D.ecidi.óe~tonces
abstracción como un lugar en el que no se podía per- estudiar los precursores de la filosoffa idealista mglesa
manecer, un lugar del que había que despegar» (RA descubriendo a Coleridge, su iniciador y =según inves-
295). Pero ¿hacia dónde? tigaría Marcel- maestro de Schelling (EC 70). Pensaba
La solución a este callejón sin salida vendrá una que este trabajo podría ser el primer escalón de un
vez más a través del encuentro con una persona, (<<yo estudio sobre la filosofía alemana e inglesa del siglo
soy de los que conceden a los encuentros un valor XX, pero enseguida abandonaría esta idea (M-B 13, s).
inestimable») (EA 206). En el Colegio de Francia «Estuve dos años preparando la tesis, que fueron los
conocería un profesor completamente diferente a los más felices de mi estudio» (AE 18).
que le hablaban en la Sorbona: «iba por delante del Cuando terminó la tesis preparó y aprobó a la pri-
planteamiento de los demás profesores cuyas cuestio- mera las oposiciones de agregado de filosofía. Nunca
nes estaban carentes del genio que mostraba» y sería el había separado los estudios de filosofía de la idea de
único que realmente le enseñaría algo (AE 17). Se tra- ser docente y esto le pareció lo más natural (M-B 12).
taba de Henri Bergson. «Lo maravilloso en él era que Qucdó agotado de las pruebas que se realizaron
en cada clase procedía como en un trabajo de descubri- durante un sofocante mes de agosto y tuvo que recupe-
miento en el que los que le escuchaban podían partici-
rarse pasando unos meses en la costa inglesa pues se
par» (ib.). «Teníamos el sentimiento de que estábamos
veía incapaz de empezar a trabajar en ese estado (EC
descubriendo algo, que nos estaba revelando los aspec-
tos más secretos, más profundos de una realidad que
12 Tuvo varios contactos con él y le apreció mucho como persona:
era la nuestra.» (R-M 15). No era de extrañar que «ante lodo era un hombre extraordinariamente cortés. (...) Era radicalmente
tuvieran que ir una hora antes para poder coger sitio amable, tenía verdaderos deseos de acogen> (M-B, 60).

36 FERNANDO LÓPEZ LVENGOS GAER/EL MARCEL 37

72). Su salud ya había sufrido otros contratiempos Era otro de sus mecanismos de defensa que le per-
como la adenitis cervical que sufrió al empezar la mitía volar a un mundo de creatividad. Su pasión por
carrera y que le molestaría durante años. Por fin el teatro, igual que su pasión por la música, había sur-
comenzó a ejercer como profesor en el instituto Balzac cido a edad muy temprana: con sólo siete años había
o
de Vendóme: escrito una obrita de teatro para el cumpleaños de su
abuela; cuando de niño le llevaban al teatro él lo vivía
(...) con gran entusiasmo, un entusiasmo de tipo pla- como una auténtica fiesta que permanecía largo tiempo
tónico. (...) Desgraciadamente la experiencia se reveló en su memoria, y algunas escenas le emocionaban
extremadamente decepcionante, pues yo empecé hasta hacerle saltar las lágrimas (Ee 45). En la adoles-
teniendo un único alumno, un excelente alumno que se cencia empezó a leer -o mejor «devorar»- teatro.
dedicaría a la honorable profesión de veterinario ... des- Quiso que le compraran varias colecciones, entre otras
pués recuerdo un segundo alumno que fue rec1utado y los veinticinco volúmenes de Alexandre Dumas padre.
finalmente un tercero (M-B 34). «Cuando se trataba de teatro yo 'era omnívoro, o casi.
Sin duda yo soñaba con ser autor dramático pues yo
Además el viaje hasta París le fatigaba de tal escribía obras. Pero seguramente nunca pensaría que
manera que al final tuvo que pedir una excedencia. eso podría ser una profesión» (Ee 45). También en su
Fue entonces, entre 1911 y 1913, cuando escribe adolescencia había escrito algunas obras aunque no las
dos obras de teatro, La gracia y El Palacio de arena, consideró valiosas salvo quizás La Luz en la montaña,
realizando uno de los deseos que había ido fraguando escrita a los 15 años, que un poeta y crítico amigo de
desde la infancia. sus padres juzgó interesante (Ee 46).
Pero las obras que escribe en estos años anteriores a
A menudo he evocado en mis conferencias la atrac- la guerra mundial no se reducían a una mera expresión
ción que desde muy pronto tuvo para mí la expresión lírica, sino que servían de soporte a las reflexiones que
«dialogar». Creo que está fuera de duda que esto se bullían en su interior: «Mi intención cada vez más
explica por aquella situación de hijo único que tanto tuve reconocida en los años previos' a la guerra de 1914 era
que sufrir, a lo largo de aquellos aburridos paseos (...) proseguir una investigación cuyo objeto esencial era
por las avenidas que llevan a la plaza de la Estrella: yo esclarecer, es decir, hacer inteligible ese tipo de afir-
me inventaba hermanos y hermanas imaginarias que mación religiosa que me parecía indubitable, si bien
serían mis primeros personajes. (...) con seguridad fue a me parecía cada vez más claro que no hacía falta pre-
partir de ahí corno yo llegaría a ser autor dramático. Qui- tender integrado en un sistema hegeliano» (Ee 71). Y
zás no me equivoque si dijera que hay ahí corno una los progresos de esta investigación no tenían mejor
transposición de una exigencia de ubicuidad que por otra forma de expresarse que en boca de personajes concre-
parte yo sentía vivamente: el hecho de estar aquí, desen- tos, en situaciones concretas. «De lo que se trataba en
cadenando en mí la necesidad de estar también en otra el fondo en La Gracia, era poner en cuestión, si no a
parte (EC 50). mí mismo, al menos las posiciones filosóficas que yo
38 FERNANDO LÓPEZ LULNGOS GA13RlhL MARCf~L 39

adoptaba en la misma época» (Ee 84). y esto le permi- mente de la carcasa idealista en la que al principio peli-
tía mirar el hecho religioso desde perspectivas diferen- graba permanecer encerrada (DEO 172).
tes a las que había usado hasta entonces. Se estaban
empezando a materializar los primeros frutos de su Pero todavía es pronto para que Marcel pueda des-
camino espiritual e intelectual: prenderse completamente del poderoso influjo del ide-
alismo. Su manera de entender la fe tiene residuos ide-
Mi preocupación había sido mostrar cómo un hecho alistas: si los protagonistas creen en la «gracia», ésta
tan misterioso como una conversión puede fácilmente no es todavía más que una idea, un deseo idealista. La
dar lugar a una interpretación naturalista, pero al mismo afirmación del creyente, aunque situada por encima de
tiempo esta interpretación no puede ser sino rechazada la visión materialista ciega, todavía era sentida por
por aquél que tiene consciencia de haber sido alcanzado Marcel como algo que está más allá de toda verdad.
y salvado por la gracia CEe 83). Marcel era atraído por una especie de seguridad ini-
cial que se presentaba más como un presentimiento
Una cierta concepción idealista de la fe, como algo que como una convicción (DEO 171). Para expresar
que es logro de las facultades humanas y no de la gra- esta intuición el lenguaje dramático era el más ade-
cia, es rechazada aquí no de forma teórica, sino a tra- cuado. Pero al mismo tiempo no renunciaba a seguir su
vés de los entresijos de las circunstancias de los distin- reflexión propiamente filosófica utilizando para ello
tos personajes. Ahí es donde Marcel quiere buscar luz una especie de diario con sus anotaciones. ¿Tendría
para hacer inteligible el hecho religioso, no en una algún sentido? ¿Qué significado podría tener la convi-
reflexión filosófica propia de un manual, sino en la vencia entre teatro y filosofía? Y, finalmente, ¿cómo
hallar la luz suficiente para hacer inteligible el hecho
realidad de las circunstancias concretas vi vidas por
religioso? Aquellos años estaban resultando ser una
unos personajes. Estaba creando así una forma dife-
auténtica exploración por un territorio completamente
rente de indagar la racionalidad de la realidad: el pen-
nuevo, y Marcel no tenía nada claro a dónde le condu-
samiento existencial13: ciría. Sin embargo, sentía que avanzaba:

Alrededor de 1910 se realizaría una articulación fun- Cuando vuelvo a los años que siguieron a mi cátedra
damental entre el desarrollo de mi obra dramática y el de inmediatamente antes de la guerra, pienso que entonces
mi reflexión propiamente filosófica. Ha sido a través de hice la elección decisiva de la que toda mi vida depende-
la expresión dramática como mi pensamiento ha acce- ría. No pienso que me haya equivocado eligiendo la vía
dido a lo existencial, no sin haberse liberado penosa- que tendría que ser la mía, pero es cierto que entonces no
tenía la menor idea de las condiciones en las que debería
13 «Yo diría hoy que la obra (La Gracia) nos hace asistir a la irrup- proseguir el caminar del que hoy me cuesta reconstruir
ción de lo existcncial; y en este sentido creo que puedo decir que anticipa sus torpes inicios. Recuerdo que había momentos en los
directamente, no solo mi propio teatro, sino el desarrollo del pensamiento que literalmente me preguntaba qué era ]0 que yo bus-
existeneial mismo» (Ee 85). caba y si mi investigación tenía sentido CEC 79).
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40 FERNANDO LÓFEZLUENGOS GARRIEL MIl.ReE!> 41

En esta situación dc perplejidad la presencia de los siguientes años: la primera guerra mundial. Marcel,
determinadas personas de nuevo tendría una influencia como la mayoría de los europeos de su época, fue víc-
decisiva: tima de un obstinado optimismo idealista sobre los
logros de la civilización occidental. Precisamente los
Mi compañero Michel Alexandre (...) fue para mí en logros históricos y sociales que encajaban tan bien en
esa época mi mejor confidente. Sintiéndome compren- las explicaciones de los profesores de filosofía de la
dido por él me tranquilizaba. Algo más tarde -debió ser
Sorbona: «Hube de reconocer que no había compren-
en 1913- yo sometí un conjunto de notas a la aprecia-
dído nada de lo que entonces se estaba fraguando, y
ción de mi profesor Victor Delbos. Los ánimos que quiso
darme, y que tanta falta me hacían, me dieron la fuerza
que había sido engañado por una estabilidad externa de
suficiente para continuar. Realmente no sé lo que habría un orden social y político que a mi modo de ver
pasado si él me hubiera dicho que no había encontrado hubiera tenido que prorrogarse por un tiempo indefi-
nada interesante (ib.). nido» (VJ 52). Este optimismo se prolongaría incluso
durante las primeras semanas de la contienda: «igual
Tenía la intención de utilizar esas notas para hacer que mucha gente, yo me había hecho ilusiones al prin-
cipio del mes de agosto del 14 sobre el resultado de la
en el futuro una especie de tratado de filosofía; pero
zuerra: pensaba que podríamos vencer rápidamente»
poco sospechaba entonces que su destino iba a ser muy b . . .".. .
(M-B 16). Por otro lado, aunque SIempre sintió antipa-
diferente; «él (Victor Delbos) había comprendido
tía por el chovinismo de algunos compatriotas, estaba
mejor que yo qué tipo de pensamiento emergía de estas
convencido de que todo el error estaba en el lado ene-
notas» (AE 17). Por otra parte, en el terreno religioso migo, y de que la razón estaba por completo del lado
empezaba a sentirse atraído por la idea de la encarna- francés (AE 19). Enseguida tomó parte de la decepción
ción de Dios en un momento determinado de la histo- general y «poco a poco fui llevado a cuestionarme
ria, pero todavía se encontraba muy lejos de cualquier cosas, a preguntarme sobre los orígenes de la guerra»
adhesión confesional (EC 68). En cambio admiraba (M-B 16).
poderosamente el testimonio vital de algunos de sus Cuando años después su discípulo Ricoeur le pre-
compañeros, y muy especialmente de Henri Franck, un gunta su opinión sobre aquel conflicto no dudará en
poeta judío; si «el mundo de pensamiento en el que me explicar su cambio de criterio: «a la luz de muchos
encontraba era todavía una nebulosa», el suyo «parecía documentos que yo no conocía entonces, he vuelto
emerger a plena luz» (EC 68). En resumen, su inquie- sobre mi parecer inicial; hoy pienso que las responsa-
tud se iba haciendo cada vez más intensa; sus búsque- bilidades de los franceses en el desencadenamiento de
das filosófica y religiosa se definían cada vez más. la guerra fueron mucho más reales y tuvieron mucho
Pero todavía no acertaba a encontrar suficiente luz más peso de 10 que yo creí entonces» (R-M 98).
para responder a sus interrogantes.
Esta luz vendría de la mano de los acontecimientos
que de forma inesperada conmocionarían a Europa en
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CABR/EL MAReEL 43
42 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS

mináramos la noche en la que se debatían. En esas con-


LA PRIMERA GUERRA: EL CHOQUE BRUSCO
diciones la ficha dejaba de ser para mí una simple men-
CON EL DRAMA DE LA EXISTENCIA ción abstracta: era una llamada afligida a la que yo tenía
que responder. Es, pues, desde esta perspectiva del escla-
recimiento de los destinos individuales, eomo yo viví
Pero 10 más significativo de aquellos años para personalmente la guerra del 14. Y supongo que nada
Maree] no sería el planteamiento de su posición polí- mejor que esto podría contribuir de manera más eficaz a
tica, sino la vivencia personal que provocaría la trans- inmunizanne contra los poderes de obnubilación propios
formación definitiva de sus convicciones filosóficas y de la mayor parte de los términos abstractos que forma-
vitales. «Fui empujado a seguir el desarrollo de los ban el lenguaje habitual de los periodistas e historiadores
acontecimientos mucho más de cerca que la mayoría (RA 312).
de los intelectuales» CR-M 98). Le parecía intolerable
ser un mero espectador y con algunos amigos intentó Esta forma de enfrentarse a la realidad le alejaba
; sin mucho éxito hacerse útil en el servicio municipal radicalmente del tipo de reflexión a que estaba acos-
de París CAE 19). No fue incorporado a filas por la tumbrado desde los años de la carrera en la Sorbona: la
adenitis cervical que sufría desde hacía años y se sentía filosofía idealista poco tenía que ver con la situación
humillado al ser llamado «no-combatiente»; por ello concreta de los individuos. La historia, el mundo, la
tenía un gran deseo de ayudar de alguna manera (EC naturaleza eran percibidos desde esquemas abstractos
90). Fue entonces cuando su amigo Xavier Lean le racionales que no tenían en cuenta es-tascircunstancias
pidió que le reemplazara en su cargo al frente de los individuales. Y, aunque en un principio su trabajo
servicios de información de la Cruz Roja: podría haberle alejado de tales circunstancias, los
familiares de los desaparecidos continuamente le
En un principio debíamos suministrar información recordaban la dramaticidad de la realidad:
sobre los heridos hospitalizados en ambulancias de la
Unión de Mujeres de Francia. Pero de hecho estos tenían Tuve que hacer un esfuerzo para realizar ese fichero
siempre la posibilidad de escribir o hacer escribir a los interior (llegó a conocer de memoria la situació~ de
suyos, y rápidamente nos vimos asediados por las todas las unidades de la armada francesa). Eso podría
demandas sobre militares de los que no había novedades. haber sido extremadamente peligroso, es decir, que
Los datos sobre heridos y más tarde sobre prisioneros podría haber convertido la guerra para mí en un esquema
que teníamos a nuestra disposición nos permitieron, completamente abstracto. Pero 10 que lo impidió fueron
cuando pudimos clasificados por regimientos y por las visitas que yo recibía muchas veces a diario, y que
fechas, realizar indagaciones acerca de los camaradas y casi cada vez me conmocionaban, pues yo me encon-
los jefes de las unidades que pudieran facilitamos infor- traba frente a un sufrimiento determinado, una angustia
mación. No hace falta decir que en la inmensa mayoría determinada. c...)
creo que esto fue muy importante por-
de los casos eran, al fin y al cabo, noticias de muertes lo que, en el fondo, fue como una aprendizaje de la inter-
subjetividad tal y como la definiría mucho más tarde
que nosotros teníamos que comunicar. Yo recibía cada
(Ee 95).
día personalmente a los que venían a suplicamos que ilu-
••••••

44 FE/?NANDO L()PEZ LUENGOS GARRIEI" MARCEL 45

No quiso quc su relación con quienes venían él pre- Durante todos estos años había seguido escribiendo
zuntarlc se redujera a una simple asistencia burocrá- SUS reflexiones a modo de diario, y pensaba que más
b -
tica: «Yo recibía a los desdichados quc venían a infor- adelante le servirían para hacer una especie de tratado
marse y me esforzaba mucho en que no tuvieran la de filosofía. Pero enseguida abandonó esta idea (RP
sensación de estar ante una máquina de información 37) porque las experiencias vividas durante la guerra
fría, sino ante un ser humano que simpatizaba con se rebelaban precisamente contra todo lo que implicara
ellos, que tomaba parte de su pesar, de sus preocupa- una sistematización del pensamiento ajena al transcu-
ciones» CAE 20). rrir de los acontecimientos y a la situaciones concretas
La experiencia de este contacto personal provocó de las personas. Por eso, cuando años más tarde (en
en él una profunda inquietud que desencadenaría la 1927) decidió publicar esas notas, lo hizo respetando
transformación de su forma de pensar: significaría una su redacción original como diario para expresar con
inflexión en la trayectoria de su reflexión filosófica ello el carácter absolutamente novedoso de su forma
CDD 9) al mismo tiempo que en la orientación de su de reflexionar: «(...) se bastaba de alguna manera a sí
vida, pues ambas cosas no se podían disociar (Ee 89). misma y que mi estilo de pensamiento excluía la posi-
De esta manera rompía definitivamente con el idea- bilidad de la especie de conclusión dogmática que
tanto tiempo había considerado.» (Ee 130). Se publi-
lismo:
caría bajo el título Journal métaphysique (Diario meta-
(...) a pesar de mis esfuerzos no habría podido des- físico) que por sí mismo daba cuenta de las caracterís-
prenderme del idealismo. En el fondo yo me comparaba ticas de esta forma de pensar: ya no se trataba de
con alguien que se siente atrapado por un traje que no le ordenar sistemáticamente unas ideas para dotarlas de
conviene y que, intentando liberarse, cada vez se enreda una estructura racional, tan ideal como lejana a la rea-
más.I ... ) Creo que en este punto la guerra tuvo una lidad concreta. Se trataba de dejar vivir al pensamiento
importancia inmensa para mí, pues ella de alguna en el tiempo, de acornpañarle a través de los aconteci-
manera, me empujó hacia el realismo, diría casi de todas mientos vividos.
las maneras (M-B 14). La lectura del Diario metafísico nos permitirá ser
testigos directos de la evolución que el mismo Marcel
«La guerra hizo en mí un pensador ex istenci al» había sufrido en los años claves de la guerra: «El carn-
(Ee 97) tal y como puede apreciarse a partir de los bio de tono o de registro que se aprecia en la segunda
escritos de aquellos años. El sujeto que investiga ya no parte de mi diario se explica casi por completo por la
podía compararse al yo cartesiano o al yo trasc~ndental conmoción que me produjo la guerra» (RA 311). Y su
kantiano ajeno a las circunstancias vividas. El había misma lectura resulta al interesado mucho menos
sido alcanzado por los acontecimientos y, aunque toda- ardua, menos abstracta; años después él mismo se sen-
vía no fuera plenamente consciente de ello, su refle- tirá incapaz de releer la primera parte sin sentir irrita-
xión filosófica ya no podría entenderse sin tenerlos en ción en cada página: «lo que me molesta es cuántas
cuenta (RP 17). investigaciones tan abstractas y tan torpes permane-
-
46 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS GABR/EL MARCEL 47

dan tributarías del confort y seguridad en los que me para que su curiosidad aumentara. «Yo desconfiaba de
encontraba entonces». Lo que en el fondo sostenía esto mí y continuamente tenía la impresión de que no era la
eran divagaciones en sentido etirnológico (EC 80). La plancheta la que se movía, sino que era yo mismo
segunda parte del diario, en cambio, expresa un tono quien de una manera más o menos subconsciente la
muy diferente, en el que por fin se descarga de los resi- dirigía en una dirección Ll otra» CEe 101). Todo cam-
duos idealistas que se encontraban todavía en la pri- biaría cuando una amiga les vino a pedir noticias de su
mera parte (EC 97). marido desaparecido y se le revelaron cosas diferentes
Se consumaba así el paso de lo ideal-abstracto a lo a las que pensaba, imposibles de atribuir al azar o a
individual-concreto, del idealismo a lo existencial. cualquier lectura del pensamiento (M-B 16). En otra
Otro tanto había de suceder con el tránsito de lo inma- ocasión comprobaría que los datos que obtenía en las
nente a lo trascendente, es decir, de la realidad delimi- sesiones coincidían con información que después pudo
tada por la propia capacidad intelectiva a una realidad verificar en sus ficheros (el nombre de alguien que
que trasciende al sujeto que investiga. El idealismo ayudó a un difunto efectivamente había estado en el
moderno había hecho de la razón un poderoso instru- regimiento del desaparecido) EC, 103:
mento de disección de la realidad. La realidad es redu-
cida a lo que la razón puede abarcar; todo lo que queda El caso Leriche había provocado en mí tal seguridad,
fuera es considerado irreal o inexistente. De esta tal convicción, que me llegué a preguntar si no habría
manera el idealismo moderno se cierra sobre sí mismo, sido escogido providencialmente para llevar a los innu-
se hace «inmanentista» y pretende ignorar que la reali- merables afligidos que venían a consultarrne cada día
una prueba de la supervivencia. Pero entonces ocurrió
dad siempre es más rica, más compleja, más misteriosa
algo, como si un poder inteligente se esforzara en casti-
de lo que el intelecto alcanza a comprender. Lo que
gar semejante presunción. En efecto, el fenómeno no tar-
Marcel está empezando a percibir es una puerta de daría en desintegrarse. La oui-ja parecía ponemos en
salida a esta inmanencia; presiente algo que está más comunicación con un manicomio en el que se sucedían
allá del sujeto y de su dominio intelectual: presiente la afirmaciones absurdas.i ...) Como era de esperar, yo pasé
trascendencia. «Desde el origen mi indagación se de un extremo al otro, y tras haber tenido una confianza
orientó explícitamente hacia el reconocimiento con- excesiva, vine de alguna manera a desesperar. Entonces
junto, por decirlo así, de lo individual y de lo trascen- se produjo el fenómeno, en mi opinión más extraordina-
dente, en oposición a todo idealismo impersonal o rio de toda esta historia CEC 105, s).
inmanentista» (BY 147).
Pero su apertura a lo trascendente empezará en un Se trataba de un asunto relacionado con el futuro.
terreno desconcertante: las experiencias metapsíqui- La entidad con la que se comunicaban les predijo con
caso Al principio de la guerra unos amigos le dijeron tres meses de antelación la batalla de Isonzo en la que
que tenía dotes de médium y le invitaron a hacer una habría cien mil prisioneros (M-B 17). Aquél hecho le
sesión espiritista con la oui-ja. Sin mucho con vencí- impacto profundamente y le convenció de la realidad
miento aceptó, pero aquella experiencia sólo le sirvió de ciertos fenómenos que no podía honestamente
48 FF;RNANDO LÓPEZ UJENGOS GABRIEL MARCF.L 49

rechazar ni interpretar como un mero recurso al rnanecer siempre abierto a nuevos criterios, a nuevas
inconsciente aunque, al mismo tiempo, veía que su eXpenenclas.
verdad estaba incrustada en una fantasía involuntari., Pero en lo que sí le ayudarán tales experiencias es
(AE 21). Finalmente decidió no volver a hacer esas en la influencia que tendrían sobre el proceso mismo
experiencias pues sentía que podían llegar a ser peli- de su búsqueda. Cuando al final de su vida hace
grosas para su equilibrio psíquico e incluso su salud. balance de estos años nos dirá: «Puedo haberme equi-
Pero nunca dejaría de estar interesado (AE 22). vocado en talo cual interpretación de un hecho deter-
¿Qué valor tendrían aquellas experiencias en su minado, pero no en el sentido general de mi búsqueda»
vida? Marcel reconoce que tuvieron una importancia (EC 261). Pues lo que estaba realmente en juego no era
decisiva (EC 107), pero no por sus resultados, sino, sólo la posibilidad de tales fenómenos, sino algo
precisamente, por la problemática que planteaban. mucho más real: el valor de la experiencia en nuestras
En cuanto a los resultados hace la siguiente refle- investigaciones y, por otro lado, el valor de la presen-
xión: cia del ser amado. Y ambas cosas conectaban profun-
damente con su itinerario filosófico. Refiriéndose al
( ... ) de mi historia demasiado a menudo narrada,( ... ) valor de la experiencia en la investigación, Marcel nos
hoy se desprende para mí, hay que reconocerlo, cierto dice:
tufo desagradable.( ... ) Pero me es imposible hacer abs-
tracción de lo que fue, sin duda, una acontecimiento Me siento en radical oposici~'l'ícon Alain que ha
decisivo. Ciertamente no puedo discutir lo que hay de escrito: «aunque fuesen r~a1es ,las ·p~.p1ebas,yo no iría a
desconcertante en estas experiencias, y esto hay que verlas», lo que viene aq1.lerer 'pe~inl«pues peligraría el
subrayarlo (EC 110). orden al que estoy uni4p y que ,1}0 ,quiero cuestionar».
Esto me parece monstruoso. Pues p~~,p.",mila investiga-
Lo único que acierta a ver es que una investigación ción filosófíca ha sido y sigw:Lsi,enClo unaririvestigación
sobre estos fenómenos no tolera las características de abierta, una investigación'p:fG}'éf~;'quc;da experiencia es
una verdadera ciencia: absolutamente esencial. Este es unÓ(~e los puntos en los
que ciertamente he evolucionado mucho. En la época en
Me parecen irreductibles a toda tentativa de repro- la que hacía mis tanteos idealistas antes dela guerra, yo
ducción que responda a una intención determinada. O en tenía una profunda desconfianza por la experiencia ... o al
otros términos: dudo mucho que de ninguna manera menos, tenía el sentimiento de que si la experiencia tenía
pueda constituirse una ciencia metapsíquica. Estamos en algún valor era sobre un plano superior que yo discernía
un dominio intermedio entre el arte y la ciencia propia- mal (M-B 18).
mente dicha, pero con unas categorías difíciles de deter-
minar (Ee 111). En cuanto al valor de la presencia del ser amado,
estas experiencias, independientemente de su autenti-
Pero esto no debe ser obstáculo para abordar el pro- cidad, mostraban una vinculación real y profunda entre
blema sin prejuicios (EC 109), pues Marcel quiso pcr- seres que se habían amado y cuyo amor trascendía el
-
so FERNANDO LÓPEZ LUENGOS GABRIEL MARCEL 51

misterio de la muerte-tal y como él había sentido LA PAZ ES EL AMBIEN'fE


desde pequeño-o La persona amada sigue viviendo en DE LA FECUNDIDAD
el amante más allá de la muerte. Hay una especie de
prolongación de la persona que no tolera ser interpre-
tada como una simple dependencia. Esta intuición «Creo que la guerra hizo de mí otro hombre, por
sería el origen de lo que más tarde llamaría intersubje- una parte porque ella despertó en mí un sentido de la
tividad (Ee 114). compasión cuyos gérmenes quizás estuvieran ya, pero
Sea como fuere, al acabar la guerra Marcel era un que no se habrían desarrollado jamás con tal intensidad
hombre distinto. Su pensamiento y su misma vida sin los trágicos acontecimientos a los que asistí» (EC
experimentaron una evolución que daría sus frutos en 109). Del universo de la abstracción había entrado en
el ambiente de paz de la posguerra. el reino de la realidad personal por la puerta del sufri-
miento: «A pesar de no haber combatido, yo había
tomado una consciencia aguda de los dolores sin nom-
bre, individualizados hasta el infinito, que alimentaban
un conflicto del que los intelectuales a menudo no
tenían más que una idea abstracta» (EC 147). y esto se
apreciará claramente en sus escritos posteriores.
Otro acontecimiento decisivo tendría lugar en
aquellos mismos años; justo después del armisticio,
Gabriel Marcel se comprometía con Jacqueline Boeg-
ner a quien había conocido antes de la guerra en unas
clases de piano: «fue la música la que nos acercó»
pues también ella amaba la música (EC 121). El her-
mano de Jacqueline, Henri Boegner, era uno de los
compañeros a los que más estimaba Marcel; siempre
sintió por él una profunda admiración a pesar de tener
en algunos temas orientaciones diferentes 14. Con la
ocasión de la muerte de su suegro Alfred Boegner, que
había sido director de las Misiones Evangélicas, cono-

14 «Hcnri Bocgner ha tenido un gran lugar en mi vida. Desde los años


de la Sorbona he sentido por él el más grande afecto, y una especie de con-
fianza intelectual, sin conocer a fondo su pensamiento. Me interesó mucho
su conversión pasando del sindicalismo revolucionario a La Acción fran-
cesa. Me alejé mucho de sus ideas aunque no de él como persona. Fue
admirable por su nobleza, su rectitud» (M-B 98).
52 FERNANDO LÓPE% LUENGOS GIlBRlt-L MARCEL S3

cería al resto de su familia y en seguida se quedaría había ido abriendo durante los años de la guerra (AE
prendado por la manera tan espontánea y el ambiente 25).
de libertad con el que vivían su fe protestante, muy Decidió entonces incorporarse a su trabajo como
diferente de las rígidas formas que él había conocido profesor de instituto y le adjudicaron Sens, donde per-
(ib.). Con todos ellos llegó a establecer estrechos lazos rnaneceria los tres años siguientes dando clases. Tía
de afecto que nunca se romperían. De hecho, Gene- Marguelite, con su infatigable celo, había ido a buscar
viéve Boegner, la única que sobreviviría hasta la ancia- apartamento para los recién casados y consiguió uno
nidad de Marcel, le acompañaría los últimos años de con mucha luz que estaba al lado del paseo sombrío
su vida para ayudarle. Marcel se sintió muy feliz al ser que rodeaba la ciudad (EC 18). Allí vivirían unos años
tan bien acogido en una gran familia, pues esto le hacía de gozosa felicidad: «recuerdo con una emoción nos-
resarcirse de la tristeza que siempre había tenido de ser tálgica las numerosas horas de lectura y de música que
hijo único (EC 122). vivimos allí. El futuro no despertaba en nosotros nin-
«La entrada de Jacqueline Boegner en mi vida fue, guna inquietud particular. Habría que expresar en pala-
indiscutiblemente, el origen de una renovación interior bras lo que Schumann tradujo por la música, de forma
que pronto se traduciría en mis obras», fue su compa- inmortal, para mostrar esa íntima felicidad que fue la
ñera absoluta con la que compartió todo (AE 23), pues nuestra» (ib.). Aunque esto no le impedirá recordar las
dotada como él de una sensibilidad especial y de un ruinas de la reciente guerra, como testimonian algunas
profundo y escrupuloso sentido de las realidades inte- obras de teatro que escribió en aquellos años. Cada
riores, se encontraban en perfecta armonía. «Juntos semana iban a París, donde su tía les esperaba con
disfrutábamos del paisaje que se abría ante nosotros ansiedad. Ésta conservaba el deseo secreto de poder
durante nuestros largos paseos. No hay duda de que la mezclarse con ellos, pero la lejanía permitió aflojar el
música y el paisaje nos habían proporcionado los control para alivio de Jacqueline (MAD 274).
mayores encantos durante la mejor parte de mi vida» La experiencia en el instituto fue algo decepcio-
(AE 33). Modesta, inteligente y muy sensible, sería la nante, pues tenía clases esqueléticas (nunca tuvo más
compañera adecuada para Marcel, para acompañarle, de cuatro alumnos) y eran alumnos más bien medio-
sostenerle, o secundarle cuando él debía llevar la ini- cres a los que Marcel intentaría aportar algo sin
ciativa en sus tareas intelectuales, pues, aunque no hacerse demasiadas ilusiones (EC 122). En cambio
tenía formación filosófica, supo asociarse a todas sus esto le permitiría disponer de más tiempo que pudo
investigaciones. aprovechar de manera fructífera. Aquellos años fueron
S u boda se celebró en abril de 1919, YMarcel ex pe- para él esclarecedores: «fueron especialmente fecun-
r imc nt ar ía por fin, después de muchos años, un dos. Puedo decir que se produjo corno una revitaliza-
periodo de felicidad sin sombra de angustia. La pre- ción de todo lo que podría haber en mí de poder crea-
sencia de Jacqueline fue muy beneficiosa para él pro- ti vo» (EC 121). y se consagró a la tarea de intentar
porcionándole la paz de espíritu que le permitiría ren- plasmar las convicciones, o más bien los problemas
dirse definitivamente a la realidad concreta a la que se que habían ido tomando cuerpo en su pensamiento
- 54 Fh."'RNANDO LÓPEZ LUENGOS
GABRlEL MARCEL 55
durante todos esos años de maduración intelectual y uD acto realizado en el pasado que pasa a ocupar el pri-
espiritual, utilizando la expresión de la obra dramática
mer plano en el momento presente; se llega a «poner
Fueron años de intensa actividad literaria en los que se
en duda todas las cosas, de suerte que bajo el especta-
dejaba conducir por la fuerza interior de los personajes
que, enfrentándose a situaciones intensas, tenían qUe dor Ybajo los personajes mismos va abriéndose lo que
tomar decisiones en las que se ponía en juego la propia podríamos llamar un abismo de incertidumbre» (VJ
existencia. «Tenía el sentimiento liberador de podenne 25). El pastor protestante Claude Lemoine lleva en
entregar sin segunda intención metafísica o ideológica parís una vida noble, cursa una carrera brillante, es
a los personajes que se imponían a mí» (EC 19). Su objeto de elogios ... Sin duda llevada hasta el fin una
mundo interior estallaba creativamente a través de su existencia relativamente fácil, si de pronto una trage-
fuerza expresiva reflejando los sentimientos vividos dia familiar no viniera a remover las cenizas de un
recientemente por Marcel. Así en Maurice Jordan, de pasado que tuvo sus manchas y sus sombras ... (VJ 24)
la obra La mirada nueva, se percibe la angustia de Como otras obras del mismo periodo termina en una
Marcel en su servicio de la Cruz Roja cuando tenía que interrogación:
recibir día tras día a los familiares desesperados de los
desaparecidos pidiendo cualquier noticia que pudiera He dicho muchas veces que en la base de mi teatro
darles. O también la imaginación de lo que él podría haya menudo un «sf, pero», y es precisamente este
haber sido si hubiera tenido un hijo, acontecimiento «pero» 10 que aparece en la obra de teatro, mientras que
del que la naturaleza parecía privar al joven matrimo- la filosofía siempre corre el riesgo más o menos de elu-
nio. En esta obra se plantea la distinción entre pro- dirlo o de neutralizar lo. Para mí hacer sitio a este «pero»
blema y misterio tal y como luego será desarrollado en es casi cuestión de honestidad, de integridad frente a la
sus obras filosóficas: hay situaciones vitales que esca- vida. Así Un homme de Dieu termina por lo que podría
pan a nuestro dominio racional envolviéndonos, o parecer una destrucción absoluta, pero esta destrucción
sobrepasándonos (Ee 20). En la obra Lo insondable despierta, a pesar de todo, la oración del final, una ora-
muestra también la resonancia tan profunda que la ción que en unas palabras pide «ser conocido tal y como
guerra había tenido sobre su sensibilidad (PI 8). Se uno es» (RP 49).
plantea también el problema de la comunicación entre
esta vida y la otra vida (PI 9): «los únicos muertos son En otra de sus obras más significativas, El Icono-
los que han dejado de amar». En El corazón de los clasta, plantea directamente el tema que late en lo más
otros plantea un fracaso existencial (es una de las que profundo de su corazón: la tragedia de la fidelidad.
denomina obras negras) pues el corazón de los otros es ¿Cómo puede establecerse una relación estable y ver-
impenetrable. Tiene también algunas proyecciones dadera entre los vivos y los muertos? Desarrolla tam-
autobiográficas (EC 17, s.). bién algunos de los temas que más tarde serán objeto
Un hombre de Dios -«una de las más significativas de su reflexión filosófica: la fidelidad creadora y el
e importantes de mis obras» (PI 13)- gira alrededor de misterio. La fidelidad nos conduce al misterio; éste no
-
56 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS
GABRlt'L MARCEL 57

es una laguna del conocer sino una plenitud, pues es él una misteriosa e íntima relación (Ee 19), que hace
esclarecedor (PI 13 208, M-B 39): que su vida quede fusionada a su ~roducción intele~-
wal, por eso nos dice que «experimentaba un scntr-
«La inmortalidad no ha de ser probada como Un miento de liberación consagrándome a los personajes
hecho objetivo, aunque algo nos lleva invenciblemente y que se imponían a mi visión interior» (Ee 123).
a pesar de todo a aspirar a esta demostración; pero al Los años que estuvieron en Sens supusieron el oxí-
mismo tiempo somos capaces de trascender esta aspira- o-eno que tanto había anhelado su espíritu. La creativi-
ción: se vuelve siempre a la última escena de El Icono- dad -en este caso, más literaria que filosófica- había
clasta, que permanece uno de los ejes de mi obra (PI 97).
actuado como unas alas que suavemente, con firmeza
al mismo tiempo que con dulzura, le arrancaban de los
En esta escena nos encontramos un ejemplo de lo desiertos de aridez en los que había pasado su infancia
que es estar en la verdad. «Estar en la verdad no quiere y adolescencia. Y este vuelo que ya había empezado
decir exactamente ser llevado a descubrir una cierta por su irrefrenable deseo de explorar, mantenía firme
verdad formulable. Quiere decir estar en 'situación'
su rumbo hacia el esclarecimiento del misterio de la
-la palabra es esencial- que en el fondo no puede ser
muerte de los seres queridos. Todavía quedaban mun-
sobrepasada». Se trata de una situación límite (RP 27).
dos que explorar. Todavía quedaban misterios que
Por eso esta escena, tan significativa para Marcel, lo
abordar. Pero también había mucho camino recorrido:
que plantea es la necesidad del misterio. Sin el miste-
no tendría que estar muy lejos la luz.
rio la vida sería irrespirable y en esto Marcel se aleja
Durante esos años en Sens tres de sus obras habían
cada vez más del idealismo. «Escribiendo estas piezas
sido representadas en París (El corazón de los otros, la
tomé consciencia de despojarme del mundo de pensa-
Gracia, y La Mirada nueva). Esto significaba un
mientos en los que se ejercía hasta entonces mi refle-
reclamo cada vez mayor para que su dedicación al tea-
xión filosófica» (Ee 21). La conversión al pensa-
'-0 tro fuera prioritaria:
miento existencial se estaba completando. Los rígidos
muros del racionalismo habían sido derribados por la
(... ) la acogida de la crítica en general había sido
contundencia de situaciones existenciales que no buena. Tenía motivos para esperar que otras piezas fue-
soportaban ser encerradas en esquemas teóricos abs- ran representadas y sentía la necesidad de estar allí. Cier-
tractos. Su órgano de expresión había sido la obra dra- tamente en ese momento de mi vida el teatro ocupaba el
mática, pero ésta ha adquirido para él un carácter inte- primer lugar en mis preocupaciones: naturalmente esto
rrogativo muy lejano al teatro de edificación que no significa que yo hubiera abandonado en absoluto la
propone fáciles soluciones (RP 10). Por eso más que filosofía. La segunda parte del Diario metafísico, del que
conclusiones Marcel está ofreciendo preguntas, como muchas de sus notas fueron tomadas en Sens, 10 muestra
hiciera el viejo Sócrates, preguntas que quieren avan- claramente. Pero lo que sí es verdad es que en esta época
zar hacia un presentido final que siempre permanece yo no sentía la necesidad de descubrir la conexión que
más allá. Al mismo tiempo sus personajes guardan con unía estas dos actividades (EC 123).

58 FERNA.NDO LÓPEZ LUENGOS GA.ER/EL MAl?.CEL 59

y la inquietud por su futuro profesional se fue un ser suficientemente formado como para poder saber
haciendo cada vez más intensa: cuál sería su personalidad CEC124).

Recuerdo también los largos paseos por el campo, y Lo curioso es que en esta experiencia convivían en
particularmente por la aldea de Clérimois, desde la que
Marcel dos sentimientos antagónicos: el deseo gene-
se contemplaba un inmenso horizonte hacia el Este. Y de
este vasto paisaje surgía para mí una pregunta ¿qué sería
roso de paternidad y la inseguridad ante posibles retos.
de nuestra vida más adelante, en París o más allá? ¿J\1i ¿ Tendría reminiscencias de la angustia y falta de con-
carrera sería la de un autor dramático? ¿Renunciaría a la fianza en sí mismo que habían acompañado su infan-
enseñanza? Tantas cuestiones que no me podía plantear cia? Pienso que es muy probable. Él mismo reconoce
sin angustia (EC 124). que, cuando sus padres se preguntaban con ansiedad
sobre sus facultades y sobre su futuro, él se sentía tra-
Acuciado por la necesidad de acabar con el aleja- tado como objeto, «por eso tenía necesidad vital de
miento de la vida teatral parisina, decidió pedir la que se tuviera confianza en mí» (Ee 46). La ansiedad
excedencia en 1922 (Ee 122) -no volvería a dar clases egocéntrica de su tía, había sido un obstáculo para el
hasta 1939-. Se instalaron en París. Durante unos años amor que le transmitía. Y esto a su vez condicionó en
vivieron cerca de Lion Belfort, y más tarde se traslada- su maduración psíquica una falta de confianza en sí
rían a la calle Tournon, cerca de la Sorbona, en un mismo '-1n"o servirá de last.•.o en "" forma de amar ~j
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barrio que por primera vez sentiría como propio CM- B corazón le impulsa al amor, su inseguridad estorba la
12). Su nuevo hogar era muy diferente al piso- donde expresividad de este amor. Adoptaron finalmente a
había vivido su infancia y adolescencia, asociado a Jean-Marie un niño de seis años recién cumplidos.
dolorosos recuerdos y a aquél ambiente árido que le
había envuelto durante esos años. Me limito a recordar aquel día del verano de 1922
Pero, además, había otro asunto que preocupaba al cuando fuimos a la casa de Boulogne en la que nos lo
joven matrimonio. Ya llevaban unos años casados y iban a presentar. Acababa de cumplir seis años. Nos
todavía no habían tenido hijos a pesar de que ambos lo habían advertido que era un niño tímido que quizás no se
deseaban intensamente. El amor cuando es maduro, es dejaría conquistar fácilmente. Cuál sería nuestra emo-
decir, desinteresado, no puede menos que ser fecundo ción cuando le vimos corriendo hacia nosotros tirándose
a nuestros brazos como si realmente nos hubiera estado
de una manera u otra. Decidieron entonces adoptar un
esperando. Aquél fue un minuto de gracia que todavía
niño sin esperar más (Ee 124):
hoy palpita en mí. La adopción tomaba aquí su sentido
pleno ¿Éramos nosotros quienes escogíamos? ¿O más
:N1i mujer ciertamente habría preferido que hubiera
bien éramos nosotros los que eran escogidos? (EC 124).
sido un bebé de unos días, pero mi sentir era diferente:
yo deseaba, quizás egoístamente, ahorramos las dificul-
tades que conllevan los primeros meses, o incluso los Acababan de instalarse en París y la presencia de
primeros años, y sobre todo deseaba encontrarme ante ese niño vino a irradiar la vida en cierta manera banal
-
60 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS CAER/EL MARCEL 6]

de la nueva vivienda. La adopción fue una fuente de le aceptaron como lector de manuscritos (EC 126).
alegría y enriquecimiento espiritual CAE 26); con ella «Tuve así la ocasión de leer un gran número de manus-
experimentaría la paternidad en su plenitud, incluso de critos, y en ocasiones tuve la suerte de saludar a un
forma más intensa quizás que algunos padres biológi- escritor en sus comienzos». Desde su trabajo pudo
cos (M-B 81). De hecho, superaría en muchos aspectos influir también en la publicación de autores como Ber-
las limitaciones que él había vivido en la difícil rela- nanas o Maritain. Gracias a un amigo le confiaron la
ción con su padre (<<mipadre me fue en ciertos aspec- colunma teatral del semanario La nueva Europa, que
tos extraño») y por eso no fue desde este modelo como jugaría un importante papel en la política hasta princi-
él vivió su nueva paternidad: Marcel hacía tiempo que pios de los años 30 (ib.). Y por mediación de un amigo
había conseguido distanciarse de aquellos condiciona- y condiscípulo de la Sorbona, Jacques Riviere, escribi-
mientos gracias a su espíritu explorador. ¿Le acompa- ría numerosos artículos críticos para La Nueva Revista
ñaba el afecto de su madre difunta? Es probable; en francesa, que gozaba entonces de gran prestigio. Tomó
cierta ocasión había escrito: «el pensamiento de mi contacto con buena parte de los escritores de la nueva
madre estaba en el fondo de mí como una presencia generación en las recepciones que el matrimonio
misteriosa, incierta, brumosa, pero beneficiosa. Era Riviere organizaban en su casa los domingos. Allí
alguien que no esperaba nada de mí, y de quien yo conocería también a Charles Du Bos que sería uno de
había esperado quizás todo» (M-B 10). Su presencia los amigos que más le influirían, como veremos des-
seguía siendo beneficiosa ... y Marcel era capaz de pués. En 1927 éste le pedirá que dirija la colección de
amar con pasión a su hijo adoptado, hasta el punto de «Autores extranjeros» que hasta entonces había diri-
que este amor y el amor a su mujer fueron los que le gido él en la editorial Plon, y Marcel lo aceptó con
permitirían, por fin, irse distanciando de la dependen- entusiasmo pues conectaba maravillosamente con su
cia de su tía 15. La adopción de este niño adquirió para inquietud por descubrir nuevos autores y mentalidades
él el carácter de una especie de injerto espiritual (EC diferentes. Fue una ocasión más para entrar en con-
125), por eso, nos dice, fue «uno de los hechos más tacto con escritores de muy distintas procedencias y
significativos de mi vida» (ib.). esto respondía muy bien a la voluntad de «intersubjcti-
Al instalarse en París, como ya dije más arriba, vidad» que siempre le acompañó (EC 133).
había renunciado a su trabajo como profesor para Aunque su interés fundamental en este tiempo era
poderse dedicar más de lleno a su inquietud literaria. el teatro, su actividad de lector y de crítico le intere-
Pero entonces debía encontrar un trabajo remunerado. saba vivamente a pesar de que pudiera desviarle de
Tomó contacto con dos editoriales, Grassct y Plon, que alguna manera de su vocación más personal (Ee 130).
Lo que sí disminuyó fue su trabajo propiamente filosó-
15 (MAD 274) Para su tía, en cambio, no fue nada fácil distanciarse fico. Sin embargo, sus obras dramáticas no tuvieron el
de su "responsabilidad". Según nos cuenta Madclcinc, Jacquclinc siempre éxito que él hubiera deseado. Después de las primeras
fue lúcida respecto de esta posesividad de tía Marguerite. Ella sabía que
sacrificaba su personalidad para dedicarse a su esposo. Aunque llegó a SCll-
representaciones de las tres obras antes aludidas, en
tir de forma pasajera pesar (ib.). varios años no consiguió que se volvieran a representar
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62 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS' GABRIEL MARCEL 63

sus obras, y «esta situación -nos dice- creó en mí un sieo. En realidad, lo que más bien sentía era el riesgo
estado de tensión, diría incluso de frustración infinita- de la aventura: «se trataba más de una aventura que de
mente penosa» (EC 129). Examinando las posibles una empresa» (EC 22) en la que se veía comprometido
causas de tal fracaso Marcel cree que tal vez influyera en lo esencial de sí mismo, y experimentaba aquella
el hecho de que se le conociera como filósofo y, conse- «alegría de ir al descubrimiento, que me había acom-
cuentemente, los directores juzgaban que su teatro era pañado a lo largo de tantos paseos, y esto desde mi pri-
filosófico y poco accesible al público, aunque, por otro mera infancia» (ib.), Sencillamente se empezaba a
lado, ninguno de los actores que representaron sus cumplir el sueño infantil de ser explorador, y ante él
obras dudó de su carácter propiamente teatral. Con aparecían nuevos y esperanzadores horizontes para su
mayor profundidad, piensa, «mis obras inquietaban en investigación.
la medida en que se mostraban inclasificables» (EC Al mismo tiempo que su camino iba avanzando en
129). Sea como fuera, a pesar de la importancia que su exploración, el camino de su padre estaba llegando
tenía el teatro para él siempre sufrió cierta frustración a su fin. Empezaron los primeros síntomas de una
como dramaturgo. enfermedad que le llevaría a la muerte: «tuve la gran
Pero en su trabajo filosófico será muy diferente su aflicción de verle apagarse poco a poco en un doloroso
suerte. En esos mismos años su amigo lean Paulhan le silencio. Ese hombre que había sido la actividad
ofreció publicar las notas filosóficas que había ido misma, se encontraba ahora reducido a una ociosidad
tomando a modo de diario desde poco antes de la gue- completa. Cada vez era más difícil distraerle» (EC
rra. Como ya dije antes, decidió publicarlas tal y como 136) y Marcel se reprochará no haberle podido atender
habían sido escritas desechando todo planteamiento de más CAE 23). Lo curioso es que él mismo llegó a
definición dogmática (Ee 130). Con la publicación de enfermar y durante varios meses tuvo accesos de fiebre
su Diario metafísico tomará consciencia de su contri- intensa sin que hubiera explicación aparente. Una vez
bución a la filosofía contemporánea evitando todo lo más nos encontramos con síntomas de una ansiedad
que se pareciera a un sistema (Ee 2). En un momento latente que en esta ocasión se habría somatizado (Ee
histórico en el que se estaban sintiendo ya los errores 136). Las circunstancias que vivía le estaban condu-
de los grandes sistemas idealistas engendrados en el ciendo a un nuevo encuentro que cambiará radical-
siglo XIX, Gabriel Marcel empezaba a vislumbrar un mente la orientación de su vida.
pensamiento comprometido con la existencia, en
abierta oposición al espíritu de abstracción impersonal
del idealismo.
Todavía no es plenamente consciente del profundo
vínculo que, precisamente, unía su producción dramá-
tica y su empresa filosófica. Más aún, ignoraba el
alcance que para él mismo y para otros pensadores
había de tener el camino iniciado con el Diario metafi-
....... _ ..._ .. _ .. _-

64 FERNANDO I"ÓPEZ LUENGO,\' GARNIEL MARCé'L 65

EL ENCUENTRO CON LA GRACIA encima de esto ( ... ) Pero considerando las cosas de
manera más profunda, pienso que fue la guerra la que ha
hecho de mí un pensador existencial, que ha sido ella la
Marcel sufre la muerte de su padre cuando su tra- que me ha liberado de los residuos idealistas que se
bajo intelectual, lo mismo que su vida familiar, estaban encuentran todavía en la primera parte del Diario metafí-
empezando a dar sus primeros frutos. En unos años de sico. Y en este sentido se puede decir que contribuyó a
felicidad irrumpe de nuevo el misterio de los seres que hacerme abordar de una manera más directa, más inme-
nos dejan. Sin duda tuvo que ser éste un momento car- diata lo que yo habría llamado entonces, y que hoy ya no
gado de recuerdos y de preguntas, tanto más cuanto llamaría así, el problema religioso propiamente dicho
(Ee 97).
que esos días se haría más sensible la presencia de su
madre, Laura. En el momento de su muerte, Henri
murmuraba el nombre de su esposa... veintitrés años De manera más directa, las experiencias metapsí-
después (!), ella permanecía viviente en la consciencia quicas que hizo durante la guerra despertaron en él una
de su amado. ¿Recordaría entonces Gabriel la «pro- mayor consciencia del mundo invisible actuando como
mesa» que hizo de niño a su tía sobre el misterio del una preparación remota de su reflexión sobre el hecho
paradero de los muertos? «pues bien, yo más adelante, religioso. De hecho reconocerá años más tarde que, en
intentaré saberlo» (RP 24). Mucho había caminado algunas personas (como sería el caso de su mujer), «el
desde entonces. Mucho había recorrido pero ¿a dónde estudio metapsíquico puede resultar una especie de
había llegado? Más bien parecía que sólo había conse- propedéutica respecto de la fe propiamente dicha. Lo
guido evitar los errores del espíritu de abstracción; que no quiere decir que haya que confundirlas: eso
había renunciado también a una visión subjetiva de la sería un grave error, absolutamente inexcusable» CEC
religión en la que ésta es percibida como un mero 110). Lo que habían puesto en evidencia estas expe-
logro del intelecto humano. Pero la gracia era una rea- riencias era la profundidad y trascendencia del hecho
lidad que todavía le resultaba lejana. del amor entre dos seres. El amor reclamaba una reali-
Desde su adolescencia el problema religioso le dad más allá de nuestro dominio racional y nos
había obsesionado cada vez más, pero no acababa de enfrenta a un misterio que lo rebasa. Marcel reconocía
ver con claridad. La incidencia de la guerra en su evo- que, de la misma manera, la gracia no puede ser un
lución religiosa fue importante aunque poco precisa logro de nuestras facultades, que una religiosidad
según nos explica: hecha a la imagen y semejanza del hombre es una con-
tradicción. Había llegado a encontrar razonable la fe
(... ) pienso que superficialmente la guerra cierta- de muchos creyentes y muchas veces en sus escritos y
mente retrasó mi acceso al cristianismo en su aspecto sus palabras «había tomado posición a favor de los
confesionaJ: me impactó profundamente constatar cómo creyentes» (EC l 37). Pero no se sentía creyente. En su
los adversarios reivindicaban por igual el apoyo de Dios. interior se iba creando una contradicción entre lo que
Me parecía, y para mí es evidente, que Dios estaba por sentía vitalmente y lo que pensaba racionalmente. No
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66 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS GIlIJINEL MARCEL 67

se trataba de la mera contradicción entre el deseo y la eie de expectativa en la que se encontraba entonces
razón; era algo más profundo: era un conflicto entre su confinado (EC 137): «en el fondo me parece que usted
«pensamiento vivido» y su «pensamiento conceptuali- es uno de los nuestros ¿por qué no se pasa a los nues-
zado». «Yo proclamaba el valor eminente de la fe, tros?» (M-B 19). Esta carta le hizo una profunda
denunciaba como escandalosa la pretensión de los que impresión aunque no fue una conmoción violenta:
desde fuera se atrevían a atacada, pero esta fe pensaba
que no podía declarar en conciencia que fuera mía» ( ... ) cuando leí esta carta durante unos minutos sentí
CEC 137). Era también el conflicto que había querido como una paz que fue a la vez Vida y Luz. Nunca he
expresar a través de sus personajes dramáticos: la tenido un sentimiento así de ser libre y tener que decidir
por mí mismo y sobre mí mismo con plena consciencia.
ambigüedad existencial que, nos rodea y el misterio
Pienso que Mauriac desempeñó aquí simplemente el
que nos envuelve superándonos.
papel de un mediador entre yo y un poder invisible que
Lo que más le provocaba era el «testimonio encar-
ciertamente no me era extraño, sino que por el contrario,
nado» de algunos de sus amigos como Louis Massig- usando las palabras de San Agustín, me es más interior
non, Robert Garric y de manera muy especial Charles que yo mismo rsc 137).
Du Bos CEC 214). Éste último se había convertido al
cristianismo pocos años antes, después de haber reco-
Sencillamente se hacía consciente del hecho de que
rrido un tortuoso camino. Marcel había sido su confi-
en su interior, sin que él hubiera aparentemente inter-
dente y había seguido sus vacilaciones entre un pensa-
venido, había una actitud de fe. No tenía más que
miento anti-dogmático marcadamente nietzscheano y
la vivencia de la fe (M-B 20). Du Bos había sufrido aceptarlo y esto no podía significar más que un des-
mucho dividido por estas dos realidades antagónicas, y canso para su inquieta búsqueda. El camino de la fe se
finalmente había dado con coraje el paso hacia la fe. cierra cuando se intenta hacer de ella un objeto de
Precisamente era este coraje 10 que habría de espolear dominio; sólo cuando desde la libertad aceptamos que
a Marcel: fue el ejemplo de Du Bos, y no sus palabras nuestra condición humana es esencialmente ser hijos,
o razonamientos, lo que le cautivaría. Estaba conven- es decir, necesitados de recibir, podremos abrimos al
cido de que esa fe no podía ser ilusoria, es decir, don de la gracia. Por eso la gracia es un movimiento de
«creía» profundamente en esa fe, aunque él mismo no nosotros hacia Dios y, al mismo tiempo, un movi-
fuera «creyente» (R-M 77), pues el catolicismo le miento de Dios hacia nosotros (M-B 81). «Cuanto más
atraía muy poco. Esta situación en la que permaneció accede el alma a la fe y más se da cuenta de la trascen-
durante años se iba haciendo cada vez más insosteni- dencia de su objeto, tanto más comprende que es com-
ble, y posiblemente por eso se sentiría tan vulnerable a pletamente incapaz de producirla, de extraerla de su
una carta casi ingenua que le escribiría Mauriac. Fue interior» (EA 205). La carta de Mauriac no le aportaba
con la ocasión de un artículo que publicó Marcel en la nuevos datos a su búsqueda, simplemente fue la oca-
revista La nueva Europa sobre aquél; Mauriac le escri- sión para hacerle caer en la cuenta de que la fe estaba
bió para agradecerle y para invitarle a salir de la espe- en él sin que él fuera su artífice. Por fin sentía la expe-

68 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS GAnmEL MARCEL 69

riencia de la gracia. Así lo escribió en las notas que da a la Iglesia Reformada aunque esta pertenencia «no
más tarde servirían para un segundo diario metafísico: excluía ciertas dudas, y el canto gregoriano o incluso
la liturgia romana ejercía sobre ella una atracción cada
Ya no dudo más. Felicidad milagrosa esta mañana. vez más irresistible» (ib.). Sin embargo la respuesta a
He vivido por primera vez claramente la experiencia de este problema fue tajante y, a pesar de las dificultades
la gracia. Estas palabras son aterradoras, pero así es. que siempre había visto en el catolicismo no se inclinó
He sido finalmente cercado por el cristianismo, y hacia el protestantismo por fidelidad a la transforma-
estoy sumergido. ¡Bienaventurada sumersión! Pero no ción intelectual que había experimentado los años
quiero escribir nada más. anteriores: «me parecía, en efecto, que elegir el protes-
Pese a ello, tengo como necesidad de hacerlo. Impre-
sión de balbuceo ... es seguramente un nacimiento. Todo tantismo era permanecer en una ambigüedad de la que
es de otro modo.
yo esperaba precisamente haberme liberado: el protes-
También veo claro ahora en mis improvisaciones. tantismo liberal no me parecía más que una ética que
Una metáfora distinta, contraria a la otra -la de un desconocía lo que en la vida o en la afirmación cris-
mundo que estaba ahí enteramente presente y que por fin tiana me parecía lo más fundamental. ¿No era solidaria
aflora (EA 25). de aquel idealismo con el que yo había roto?» CEC
139). Precisamente la liberalidad protestante era lo
Aquel día se cerraba una larga etapa y empezaba que, en vez de atraerle, le parecía más peligroso. El
una vida completamente nueva. Tenía en su memoria idealismo interpreta la realidad desde el propio sujeto,
el resultado de tantos años de inquietud que le habían y esto es lo que l~ parecía percibir en la forma de
hecho avanzar demasiado lentamente, pero ahora, de entender el hecho religioso en el protestantismo. La fe
pronto, se abrían horizontes inexplorados pero llenos para Marcel no podía reducirse a nada que recuerde
de luminosidad. ¿Adónde le conduciría .este nuevo una construcción humana. La fe ha de ser por defini-
rumbo? ción trascendente, «la gracia, como la lluvia, del cielo
Comprendió entonces súbitamente que «tenía que ha de esperarse». Y la propuesta católica parecía res-
poner en conformidad mis actos con mis pensamien- ponder mejor a esta interpretación, aunque al mismo
tos, en definitiva que tenía que comprometerme» CEC tiempo sintiera con pesar otras dificultades propias de
138) y este «tener que» no era sentido como una obli- este ambiente. Así, por ejemplo, tenía que amortiguar
gación restrictiva sino como una nueva evidencia que el influjo de aquellos que en la iglesia católica le pare-
se le revelaba. Pero inmediatamente surgía una dificul- cían «adulterados por supersticiones, o corrompidos
tad que resolver: ¿qué confesionalidad había de acep- por un legalismo» al que su pensamiento siempre
tar? «El protestantismo, sobre todo tal y como yo lo había sido contrario CAE 29). Siempre había sentido
había encontrado en la familia en la que había entrado desconfianza por el dogmatismo de la Iglesia católica;
por mi matrimonio, hasta entonces me había parecido pero también aquí sentiría el consuelo del testimonio
mucho más accesible, mucho más próxi mo que el provocador de su amigo Charles Du Bos que era lo
catolicismo» CEC138). Por otro lado su mujer pertene- más contrario posible a un espíritu recluido en esque-
70 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS CABR/EL MARCEL 71

mas rígidos. De hecho, cuando Maree! acogió la fe carácter impetuoso de un joven, sino de una mente que
cristiana, quiso ponerse en contacto con el que había desde hacía ya tiempo había empezado a experimentar
sido el director espiritual de su amigo, el abad Jean , con serenidad la densidad de la vida. Por eso tal deci-
Pierre Alterman. sión no supuso ninguna ruptura respecto de su pensa-
La acogida de este sacerdote fue fluida y sin difi- miento anterior, sino más bien una culminación (TF
cultades; todo se desenvolvía, nos dice, «como si sim- 326).
plemente estuviera ocupando una plaza que ya me Las semanas siguientes fueron una preparación
estaba reservada en una familia espiritual perfecta- para el bautismo y la primera comunión con al abad
mente preparada para acogerme» (EC 139). También Alterman que Marcel más tarde considerará demasiado
tuvo una excelente acogida por parte de la familia de breve. Si bien es cierto que filosóficamente tenía una
su mujer que, aunque protestante, se mostraba ajena a / formación suficiente, no parecía que fuera así en
todo sectarismo. Su tía, en cambio, no supo entender cuanto a aspectos psicológicos y sociales (EC 141).
su decisión por los prejuicios que tenía hacia la Iglesia Esta «inmadurez espiritual» por falta de base en su for-
romana. Otra tía suya, Jules Marcel, que era católica, mación espiritual será sufrida durante años por Marcel.
también experimentó una gran alegría al conocer la Desde el momento de su conversión en repetidas oca-
noticia. Gabriel recuerda bien la visita que la hizo siones se sentirá perplejo por la insatisfacción con la
entonces; ella le explicó que unos días antes de morir que su mente acoge los innumerables detalles doctrina-
su madre había ido a ver a un sacerdote que posible- les de la fe recién abrazada. Tal vez sea esta una de las
mente la bautizó. La presencia de su madre cobraba de pruebas más persistentes a que se verá sometido en
esta manera una profundidad mayor: «era como si mi adelante. Buena muestra de ello son las repetidas refe-
conversión hubiera sido una respuesta del Cielo a la rencias a estos estados de turbación que aparecen en su
oración que ella le habría dirigido sin saber que unos segundo diario metafísico (publicado más tarde con el
días más tarde tendría que dejar la tierra. Conmocio- título Ser y Tener, EA) y muy especialmente en la
nado por esta confidencia iba andando por París como correspondencia con quien sería después su director
en éxtasis» CEC 140). La alegría que aquellos días espiritual, el padre Gaston Fessard-? (M-F). Así, por
envolvía a Marcel no tenía nada que ver con un ejemplo, poco antes de recibir el bautismo escribe en
impulso nervioso, ni con una ansiedad psíquica, sino su diario metafísico: (12 de marzo de 1929) «he
que manaba suavemente de su interior iluminando su sufrido bastante esta mañana y he leído con dificultad
vida con una perspectiva completamente nueva. Él las páginas del Catecismo del Concilio de Trento sobre
mismo percibe en esta estabilidad emocional una el bautismo. Todo esto sigue siendo para mí difícil de
garantía de la fiabilidad de su decisión: «sin duda yo
no podría haber resuelto entrar en la Iglesia si esta 16 El padre Gastan Fessard será uno de los confidentes más íntimos
decisión me hubiera parecido ir unida a un estado de de Gabriel Marcel. A él recurrirá en múltiples ocasiones para buscar apoyo
o consejo en sus tribulaciones. Mantendrán un contacto frecuente desde que
turbación o de desequilibrio» CEC 137). Ya tenía casi se conocieron en 1934 como se puede comprobar en la abundante corres-
cuarenta años y semejante decisión no brotaba del pondencia entre ambos publicada en M-F.
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72 FERNJ1NDO LÓPEZ UJENGOS
GABRlt.L MARCEL 73
aceptar, y al mismo tiempo tengo la extraña impresión
de que un trabajo se lleva a cabo en mí, como de resis- que es un Tú absoluto» (M-B 70), por eso «la única
blasona religiosa válida es la que restablezca la ora-
tencias enmarañadas o comprimidas» (EA 32). Y una
ción en su realidad» (M-F 99). «Rezar a Dios, sin duda
semana más tarde:
alguna, es la única manera de pensar en Dios (. ..) Pre-
Acabo de atravesar un periodo penoso, oscuro; un guntarse cómo puedo pensar en Dios es investigar en
paso sembrado de obstáculos, por una parte difíciles de qué sentido puedo estar con Él» (EA 40).
reconocer. Creo que el día más duro ha sido el domingo. Por eso la mayor dificultad que habría de tener en
El lunes por la tarde la larga conversación con M ... me su fe no radicaba en la adhesión a la persona de Jesu-
ha sido extraordinariamente beneficiosa, y también la cristo sino en algunos aspectos doctrinales tal y como
última charla con el abad A ... (...) Hoy tengo la impre- son presentados en la Iglesia católica, o más exacta-
sión de recuperarme, en el sentido pleno del término. Y mente, en la orientación que se les da en ciertos secto-
lo que más me sostiene es la voluntad de no alinearme res de la misma. Así como el pensamiento del padre de
con aquellos que han traicionado a Cristo, o simple- Lubac le cautivaba 17, o sintonizaba muy bien con
mente con los ciegos. Aquí está para mí actualmente el sacerdotes como Ti lliette , el abad Marcel Melay, el
centro fecundante del Evangelio (EA 32, s.). padre Daniélou y muy especialmente con el padre Fes-
sard, en cambio no veía la manera de acomodarse al
La opción estaba hecha, y, entre los escrúpulos por sistema neotomista. La primera experiencia de Santo
las exigencias conceptuales de su entendimiento y la Tomás fue decepcionante: después de su conversión
complejidad de la doctrina católica, se levantaba sua- intentó acercarse a su pensamiento aunque de una
vemente un convencimiento interior que a la larga sí manera somera a través de textos del padre Garrigou-
llegaría a dirigir su nueva existencia. Llegó así el día Lagrange y algunos textos de Maritain, y encontró que
del bautismo, sin entusiasmos febriles, pero con una había tal desconocimiento del pensamiento moderno a
paz que brotaba de forma íntima: «He sido bautizado partir de Kant que enseguida se cansó de estudiarlo
esta mañana con una disposición interior que apenas (M-B 68). Más todavía; durante todo un invierno su
me atrevía a esperar: ninguna exaltación, pero sí un amigo Charles Du Bos y él tuvieron unas conversacio-
sentimiento de paz, de equilibrio, esperanza, de fe» nes regulares con J acques Maritain en las que éste se
(EA 33). Fue el triunfo de la gracia frente al ambicioso e~forzó «con una voluntad conmovedora para introdu-
afán de poder de la mente propio del pensamiento ide- cirnos en el corazón de un sistema al que él se había
alista. Marcel ya no intentaba con desazón llegar a entregado por completo. Desgraciadamente sus esfuer-
Dios como objeto del pensamiento (tal y como hi zo zos apenas tuvieron éxito» (Ee 142). El lenguaje de
durante su juventud), súbitamente sentía el convenci-
miento de que más que hablar sobre Dios es necesario 17 H~nri de Lubac ha. sido uno de los teólogos más influyentes en la
Igksl;¡ católica durante cl siglo XX, antes y después del Concilio Vaticano
hablarle a él, «y si yo le hablo, es efectivamente como I L Sobre él Maree] dice al P. Fessard: «no sabría decir la admiración que
a un Tú, que no es empírico, un Tú del que puedo decir lile mspua el P. de Lubac. En general me siento cornpletarnente de acuerdo
con él y con Lacroix a quien estimo cada vez más» (M-F 249).
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74 FERNII.NDO U)PEZ LUENGOS CARR/EL MARCEL 75

Maritain le resultaba completamente ajeno a la filoso- CONSOI-AIDACIÓN DE SU PENSAMIENTO


fía moderna. Unos años más tarde, comentando un FILOSÓFICO
libro de Maritain, Marcel escribirá que, desde un punto
de vista apologético, recurrir a una terminología
medieval puede resultar un obstáculo para los lectores Pero la aceptación de la fe estaba plenamente reali-
que podían ver ahí una incompatibilidad entre el dato zada. Y su pensamiento ahora seguía desarrollándose
teológico cristiano y la mentalidad de los hombres de no por un camino diferente, sino por el mismo camino,
nuestro tiempo. Definitivamente no llegó a acoger con cero iluminado con una intensidad nueva. Los años
1

gusto el neotomismo y de manera especial le irritaba la que siguieron a la publicación del Diario Metafísico
intransigencia con la que se proponía este sistema supusieron una profundización en las intuiciones que
como la única doctrina adecuada para la fe; aunque había vislumbrado durante la guerra. Por otro lado la
también reconocerá al final de su vida que posible- delicada situación política de Europa le impedía igno-
mente pecara de impaciencia para estudiar más a fondo rar en sus reflexiones la contundencia de las circuns-
el pensamiento de Santo Tomás (EC 143). tancias concretas, «me parece por otro lado singular
que en esa época yo haya sido tan claramente cons-
ciente de vivir en lo que yo llamé 'un mundo roto'»
(EC 151). La percepción de la realidad descubierta por
Marcel durante la primera guerra cobraba ahora una
intensidad mayor. «Contrariamente a todos aquellos
que antes que yo habían especulado sobre el ser a par-
tir de premisas abstractas, yo estimaba que esta espe-
culación -diría mejor esta investigación- no tomaba su
valor y su sentido más que a partir de la constatación
que lleva sobre la situación misma del mundo en el
que me encontraba comprometido. Con esto yo me
situaba sobre lo que todavía no se llamaba común-
mente el terreno existencial» (EC 151). Los últimos
residuos del idealismo habían sido por fin elimina-
dOS.18

Fue entonces, él principios de 1932, cuando Marcel


empezó a tomar consciencia cabal de la significación

18 Así lo escribe en su nuevo diario metafísico el 26 de junio de 1929:


«Tengo la impresión de haber eliminado hoy lo que aún podía quedar en mí
de idealismo» (EA 36).
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76 FERNANDO LÓP~Z LUF.NGOS GAlmJEL MARCEL 77

de su pensamiento. Tenía que preparar una comunica- vas coordenadas de su investigación que definían níti-
ción para la Sociedad de Filosofía de Marse lla, y damente la originalidad de su pensamiento. Desde
durante los largos paseos por París en los que intentaba entonces su reflexión se centraría en la consideración
estructurar su intervención, «con profunda alegría veía de lo humano como tal, al mismo tiempo que sobre los
organizarse en mí pensamientos que hasta entonces se procedimientos que tienden a desnaturalizarlo CRP17).
habían presentado de forma discontinua. Tal fue el Por primera vez, pues, aquel niño que en Suecia
caso, en particular, de la distinción entre problema y había contemplado con nostalgia los barcos que par-
misterio» CEe 150). La comunicación tendría como tían con un deseo irresistible de viajar y explorar (AE
título «Posición y aproximaciones concretas del miste. 11), empezaba a sentir que caminar no es necesaria-
rio ontológico» (PA) y sería más tarde publicada junto mente vagar, sino descubrir; que su camino no iba a la
a una obra de teatro que escribiría también por aquella deriva (PI 94, BC 76). La experiencia de la fe había
época, El mundo roto, que correspondía perfectamente iluminado este camino recientemente, y ahora su refle-
con las ideas propuestas en la conferencia, «así por pri- xión se definía por unos contornos que parecían
mera vez se ponía en evidencia la estrecha conexión corresponder verdaderamente con la realidad de la
que siempre ha habido entre mi teatro y mis escritos existencia. Las preguntas y deseos del corazón no
filosóficos» CEC156). Con esta obra Marcel empezaba tenían por qué ser condenados dogmáticamente a la
a hacer un teatro más cercano a los problemas sociales sinrazón.
dejando atrás la visión más Íntima y centrada en la Desde el principio su investigación siempre había
conciencia de los individuos que había caracterizado estado presidida por una referencia al «otro», y esto se
sus primeras obras. En ambos escritos, la comunica- concretaba en la inclinación que siempre tuvo de hacer
ción y la obra de teatro, se presentaba el valor del mis- partícipes de sus descubrimientos a otras personas.
terio por encima de las situaciones que los hombres Cuando un grupo de estudiantes de la Sorbona a los
intentan resolver. En el complejo mundo de las relacio- que había impresionado su Diario metafísico le pidie-
nes personales, igual que en la misma estructura de la ron que les ayudara en filosofía, Marcel enseguida se
realidad, hay un lugar prioritario para una iluminación puso a su disposición. Empezaron así las Tertulias filo-
que no es fruto del esfuerzo humano. Y este misterio sóficas de los viernes que tendrían lugar en su misma
que nos envuelve no puede ser objeto de manipulación casa de la calle Toumon, y que se prolongarían hasta el
empírica, precisamente porque nos rebasa; de ahí que inicio de la segunda guerra CM-B 36). La acogida fue
la única forma apropiada de caminar hacia él consista siempre una constante en el carácter de la familia Mar-
en realizar «aproximaciones concretas» por medio de
las experiencias más genuinamente humanas como el
dado ser creadores, simplemente por ejemplo en el plano del amor. Seres
amor, la fidelidad o la creatividad!". Éstas eran las nue- que viven según el sentido del próximo, gentes que viven según lo que
hemos llamado el sentido de admiración. Pienso que todos estos seres con-
trihuyen, por modestamente que sea, frecuentemente sin duda, a una forma
19 «La noción de creación no se aplica simplemente a los artistas, a
de inmensa creación, la única cosa que puede verdaderamente dar un sen-
los filósofos, a los músicos; hay seres a los que, por dccirlo así, se les ha
tido al mundo humano, en el fondo» (RP 263).
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78 FLRNIINDO LÓPFZ LUENGOS G!\BRIEI, MARCEL 79

cel. Fue entonces cuando conoció a alumnos que más sard desde el Tirol austríaco. A pesar de la belleza
tarde destacarían en el mundo de la filosofía, COl11o imponente de los Alpes le confiesa que «nada de lo
Ricoeur o Chastaing. De estos encuentros guardará que estamos viendo puede distraerme completamente
Marcel un recuerdo inolvidable (ib.). de la angustia en la que me sumergen las novedades».
Durante aquellos años siguió dedicado a la crítica Recuerda 1936 como un año de angustia (AE 35), pero
literaria destacando en sus críticas teatrales en la en 1937, por la relativa o aparente estabilidad, se recu-
revista Nueva Europa. También consiguió éxito en la pera el optimismo: «se podía esperar, aunque sin razó.n
representación de una de sus obras teatrales El dardo, que lo peor no sería inevitable (...) Me recuerdo carm-
por la que, además, recibiría en 1935 el premio nando por los campos E1íseos viendo a los transeúntes
«Brieux». Fue escrita inspirándose en el caso de un que no parecían con~cientes de la catástrofe que se
perseguido por el régimen de Hitler. Su preocupación avecinaba» (AE 36). El aprovechaba los momentos de
por las situaciones humanas y sociales se hacía cada ánimo para seguir trabajando en dos nuevos dramas
vez más punzante.
Pero había además una inquietud mucho más
(La Sed y Colombyre). «Los sucesos de El .I!ardo e rr:
habían espoleado. Me sentía en plena posesion de mIS
angustiosa: desde 1930 Marcel experimentará una medios de dramaturgo.» (Ee 159). Al mismo tiempo
ansiedad creciente por el curso de los acontecimientos empezaba a ser conocido (aunque todavía en círculos
en Alemania, y por la ceguera de los políticos e inte- muy reducidos) gracias a la publicación en 1935 de su
lectuales al ignorar el peligro potencial del poder que
segundo Diario Metafísico (Ser y Tener) en el q~e
estaba alcanzando Hitler (EC 146, s.). En 1934 Hitler
recoge las notas de los años que rodean su conversión
era designado Führer del Estado alemán y meses des-
(1928-1933 )
pués empezó a militarizar la orilla alemana del Rhin,
En agosto de 1937 se celebró en París el Congreso
fronterizo con Francia, a pesar de la prohibición
internacional de Filosofía en el que presentó una
expresa hecha en los artículos 42 y 43 del Tratado de
comunicación sobre lo Meta-problemático. Tuvo lugar
Versalles. Todavía era pronto para sospechar que Ale-
entonces un breve debate con su antiguo profesor de la
mania estaba preparando una revancha; casi ningún
Sorbona, Léon Brunschvig, que impresionaría a los
analista de política mundial, ni tampoco los hombres
asistentes. El asunto del debate arrancaba de las entra-
de Estado en Francia, podían imaginar el peligro que
ñas mismas de la inquietud de Marcel:
se avecinaba. Pero cuando menos la situación era
inquietante. En marzo de 1934 escribe en su diario: «la
"La muerte de Gabriel Marcel, dijo Léon Brunsch-
angustia de estos días sobrepasa toda medida. La Con- vig, preocupa más a Gabriel Marccl de lo que la muerte
ferencia para el Desarme está a punto de expirar. Inci- de Léon Brunschvig preocupa a Léon Brunschvig». A lo
dente en Kehl donde reina el terror. Hay momentos en que respondí que lo que a mí me preocupaba no era mi
los que vivo con la impresión de que la muerte se nos propia muerte sino la del ser amado. Cie.rtam~nte yo
echa encima a todos, a todo lo que amamos» (EA 138). anticipaba lo que sentiría dos años y medio mas tarde
En el verano de 1935 escribe una carta al padre Fes- tras la muerte de mi tía, y algo después con la muerte de
80 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS GABRIEL /VíARCLL 81

mi mujer. Pero en realidad yo hablaba ahí en nombre de admitir tal cosa sería una traición'» (VJ 89). y esta
una evidencia de la que toda mi obra y toda mi vida daba manera de sentir no tolera ser reducida a una mera
testimonio (EC 160). . defensa psicológica:

Verdaderamente así era, y esto desde un principio Ni siquiera tiene sentido para mí decir que el ser que
prematuro. La experiencia del amor, junto a la muerte yo amaba era un armazón, porque esta denominación es
solamente aplicable a las cosas. Pero el amor sólo puede
del ser querido, había arrancado a Marce1 de cualquier
dirigirse a un sujeto, es decir, a un ser que, a su vez, está
posibilidad de percepción cómoda de la realidad, pues
también en condición de amar. Más allá de una determi-
«su desaparición significa una lesión para mi persona» nada dimensión a la que he dado el nombre de «intersub-
(VJ 87). y por eso su pensamiento no podía menos que jetividad» no hay amor digno de ese nombre" (VI 90).
sentirse radicalmente comprometido con la dramatici .
dad de la existencia aunque esta actitud fuera esperan-
El encuentro con un «tú» hizo que su reflexión
zada. «Puedo afirmar, dice en 1962, que éste es uno de
saliera del ámbito de la «objetividad» para pasar al
los problemas fundamentales sobre los cuales he
ámbito de la «existencia» tal y como se recoge en su
estado reflexionando sin cesar desde hace medio
segundo Diario Ivletafísico (Ser y Tener) . Y en este
siglo» (VJ 88).
camino se mantendrá hasta el final.
Aquel verano de 1937, antevíspera de la guerra,
He tenido que darme cuenta, y esto lo manifesté en el
año 1937 en la declaración que he mencionado, que, en Marcel sentía su vida en pleno apogeo mientras vertía
vista del abismo que se abrió ante mí con la desaparición su madurez intelectual en la creación dramática y filo-
de un ser querido, experimenté una conmoción probable- sófica (Ee 160). Pero esta estabilidad había de durar
mente más intensa que si se hubiera tratado de mi propio poco por la irrupción de los acontecimientos europeos.
«tener que morir». Cuando se trata de mi propia muerte,
probablemente es posible una especie de anestesia, sobre
todo tratándose de aquél que se retrae del mundo o de
aquél del cual el mundo se retrae. Pero el dolor del luto ,
cuando es auténtico, excluye esta posibilidad de aneste-
sia. Una anestesia sería considerada como una traición
(VI 88).

La autenticidad del luto no es un «homenaje» a la


muerte sino al amor pues «allí donde (el dolor) se con- 20 Aquí radica la diferencia fundamental con la filosófica de Heideg-
serva con vida por medio del amor, parece ir acompa- ger: «si hablamos como Heidegger de ser para la muerte o de Ser para vol-
ñado de la siguiente aseveración proferida en segunda ver a la muerte, cometemos en realidad un solipsismo existencialista, nos
demos o no cuenta de ello, porque tratamos de la muerte de otro como si
persona: 'no es posible que hayas desaparecido sim- fuera un suceso al cual yo asistiera, y que, si me afecta, no me afecta en el
plemente como una nube que pasa y se desvanece; sentido vivo de la palabra». (VJ 90).
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82 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS GABRl EL MARCEL
83

SEGUNDA GUERRA lVIUNDIAL Afortunadamente el padre Fessard comprendj., muy


bien la psicología de Marcel, su vulnerabilidad elUO-
cional y cómo repercutía esto en su pensamiento. No
La tensión internacional siguió aumentando con el resulta difícil rastrear en estos momentos de inseguri_
consiguiente efecto sobre la delicada sensibilidad de dad y desolación (que se repiten a lo largo de la
Marcel. La angustia latente y el choque con circuns- extensa correspondencia entre ambos) aquellos lejanos
tancias dramáticas le hacían tambalear en sus convic- rasgos de ansiedad que definieron su infancia. La neu-
ciones. El 23 de diciembre de 1937 escribe a su direc- roticidad se manifiesta de manera más intensa en tem-
tor espiritual: peramentos intelectuales y creadores. Y a Marcel le
acompañará durante toda su vida, sin que por ello
Estoy en uno de los periodos más negros que yo haya tuviera la última palabra. Más bien fue una prueba que
pasado desde hace tiempo, me siento incapaz de cual- su actitud creadora y su afán de búsqueda habrían de
quier esfuerzo creador -y esta impotencia no aparece sin superar.
que surja en mí a la vez todo lo que haya de impureza y
Pero los acontecimientos internacionales no prome-
de propensión a la desesperación. El P. Maydieu tendría
tían descanso. El 1 de septiembre de 1939 Alemania,
mucho interés en que yo colabore en un número de La
Vida Intelectual+ sobre la Santísima Virgen. Siento que en alianza con la URSS, invade Polonia con una ata-
esto me resulta completamente imposible, y esta es para que fulminante. Dos días después Francia y Gran Bre-
mí una ocasión para reconocer que el culto mariano, a taña le declaran la guerra, pero no fueron en apoyo de
pesar de las avemarías que repito periódicamente, tiene Polonia por no estar suficientemente preparados. Fran-
para mí muy poca realidad (M-F 164). cia, además, esperaba ser atacada de un momento a
otro y preparó la defensa con la línea Maginot,
Pero inmediatamente en el desarrollo de la carta se Preocupado Marcel por ser útil en la delicada situa-
puede intuir el origen emocional de estas tribulaciones: ción que vi vía el país, y atenazado por la angustia del
futuro incierto, se pone a disposición de la Educación
La muerte de mi pequeña sobrina de la que le hablé, Nacional y en noviembre de 1939 es nombrado para el
ciertamente ha contribuido a hundirme en este estado instituto «Louis-le-Grand» preparando a los alumnos
que no necesito describirle, me conoce lo suficiente de la Escuela Normal. Lo que le resultaba más penoso
como para comprenderme. En este momento todo lo que en esta dramática situación política no era el miedo a
es llano o palabrería de cierta literatura religiosa o cierta las limitaciones materiales sino el temor a no estar a la
apologética me produce horror. J\1e siento del lado de los
altura de las circunstancias (M-F 182). Volviendo a la
rebeldes y al mismo tiempo siento bien que esta rebelión
docencia «experimentaba un cierto alivio al tener que
no tiene sentido. Desgarro, apartamiento. (...) Perdó-
neme por decirle todo esto, es menos una carta que un realizar una tarea precisa que en ciertos aspectos res-
grito (M-F 165). pondía a mis gustos más profundos. Si la corrección de
los exámenes me resultaba insoportable, en cambio me
21 Revista católica fundada en 1928 por Pío XI. gustaba el contacto directo con los alumnos» (Et,'
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84 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS


GABR!l;;L MAH.CF.L 85

173). Aunque también tendrá que superar las dificulta- cabo un proyecto que habíamos pensado desde hacía
des propias de la reincorporación después de diecisiete algún tiempo mi mujer, mi hijo y yo, el de adquirir una
años de excedencia. En carta al P. Fessard le confiesa: casa en el campo» CEe 173). y empezaron a buscar
«me encuentro oxidado y temo que me cueste mucho una vivienda por las inmediaciones de París, aunque
readaptarme, sobre todo si me encuentro en alguna pronto desistirían por no encontrar nada que valiera la
ciudad sin libros esenciales» (M-F 182). pena. Optaron por visitar una región que había cono-
En enero de 1940 muere Tía Marguerite después de cido con sus padres y de la que guardaba buen
haberse conocido su enfermedad unos meses antes. recuerdo: Correze. A través de una inmobiliaria busca-
Marcel, que de pequeño había sido víctima de su ron sin éxito algo que les gustara y finalmente recurrie-
moralismo angustioso, guardará de ella un recuerdo ron a un contacto que les había indicado casualmente
muy cariñoso y agradecido: «los errores que tuvo en un amigo. Este contacto, Edmond Michelet, les acogió
mi educación son mínimos en comparación con sus con una hospitalidad que les impresionaría; «nos
virtudes, su nobleza de alma, su abnegación» (AE 39). animó diciéndonos que, sin dudarlo, tendríamos ami-
Por eso su separación le causaría «una de las mayores gos en Brive». Poco después deciden comprar una casa
penas» de su vida CEe 172). Había percibido en ella en Le Peuch CEe 174, ss.) tan sólo unas semanas antes
una transformación que la fue haciendo cada vez más de la ofensiva alemana en Holanda y Bélgica. A ella se
libre de su rigidez: «a lo largo de su vida aprendió vinculará de manera íntima la familia Marcel: «ha sido
mucho y poco a poco se fue liberando de esta inflexi- nuestra casa y yo me he sentido extraordinariamente
bilidad moral que fue el origen de sus errores» (Ee unido a ella, está estrechamente unida a nuestra vida y
59). y su unión con ella era cada vez más profunda, de alguna manera forma parte de mí» (M-B 22). Pero
«ella estará conmigo hasta el final, y me siento endeu- el avance de los alemanes hacia París les impide hacer
dado para siempre con esta ferviente y admirable la mudanza inmediatamente.
alma» (AE 25), «la idea sólo, de que en el otro mundo Tres días antes de que las tropas de Hitler entraran
pudiera estar separado de ella, me resulta intolerable» en París, Marcel y su mujer se refugian en la casa de
(Ee 59). Aunque ella se consideraba no creyente pidió un amigo no muy lejos de la capital donde les esperaba
que se hicieran oraciones en su lecho de muerte, hecho parte de la familia (Ee 175). Después, intentando no
que confirmará a Marcel en la impenetrabilidad del ser sorprendidos por el avance alemán, huyeron hacia
misterio de la fe: «Su ejemplo con seguridad ha contri- el sur en medio de la angustia:
buido a convencerme de que nosotros mismos no sabe-
mos lo que creemos o no creemos. Esta agnóstica era, Rernemoro las espantosas horas del éxodo; me veo
estoy seguro, infinitamente más creyente que muchos apretados en nuestro Citroen con un primo, nuestro buen
de los que se pretenden creyentes» (Ee 172). alsaciano y su pequeño hijo. A 10 lejos, hacia el oeste, un
La muerte de su tía le ponía en posesión de un vasto humo negro cubría el horizonte. La víspera o la antcvís-
mobiliario y de una importante biblioteca que Marcel pera habíamos podido despedimos de nuestro hijo que
quería conservar. «Vino así el momento de llevar a había vuelto de Túnez con su unidad. El futuro parecía
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FERNANDO LÓPEZ UJl<;NGO,')'
GAWUEL MARCf-L
87
cerrado, sólo contaba el presente y resultaba insoporta-
P~t~i? le parecía inoportuna pues corría el ries 'o de
ble. Necesitamos seis horas para llegar a Arpajon (un tra- dividir a la gente (Ee 178). g
yecto de 30 km); circulaban rumores descontrolados; la
más mínima avería habría sido mortal. En Arpajon deja- .Desde aquella gr~nja consigue ponerse en Contacto
mos la carretera principal y pudimos constatar con sor- epistolar con el. ~. Fessard a~ que en carta del 24 d~
presa que el camino ante nosotros estaba desierto. agosto le da noticias de su atnbulada situación:
Guardo un recuerdo sorprendentemente vivo de la noche
que pasamos al raso en algún lugar entre Sully y Sanee- Jean-Marie está indemne y acaba de ser desmovili-
rre. La angustia había dejado lugar a un sentimiento sin- zado, está con nosotros. Nuestro sobrino por el COntrario
gular no exento de dulzura. Era como si, habiendo desa- que ha tenido una conducta magnífica, está prisionero e~
parecido todas las seguridades humanas, poníamos Francia, no podemos enviarle nada y no sabemos si tiene
nuestra confianza únicamente en el Invisible'? (Ee 177). noticias nuestras. Esta catástrofe sobrepasa todo lo que
jamás se podría haber imaginado; aunque cuando en
Se refugiaron en una granja de unos amigos desde junio charlamos algunos minutos usted preveía abierta-
mente lo peor; sin embargo, seguramente usted no se
donde «consumidos por la ansiedad, esperábamos cada
imaginaba Francia cortada en dos, sometida a una dicta-
día novedades de los nuestros» (EC 177). Desde allí
dura, esclava. Verdaderamente estamos en el fondo de un
escucharon por radio la claudicación del mariscal abismo. (...)
Pétain y la réplica del general De Gaulle desde Inglate- Hemos pasado más de dos meses sin movernos de
rra animando a la resistencia a pesar de encontrarse este viejo castillo en el campo desde que empezaron las
dos tercios del territorio francés ocupado. Las palabras hostilidades. No hace falta que diga lo que hemos
de éste último les conmocionó infundiéndoles ánimos. sufrido; incluso algunos días hemos conocido lo que es
Pero Marcel, como tantos otros franceses, no creía que la ocupación. Hubo alemanes en la granja vecina. Me
fuese posible continuar la lucha, y pensaba que el encuentro en la imposibilidad absoluta de trabajar y no
annisticio había evitado el derramamiento de más san- veo bien cuándo ni cómo podría empezar. En general me
gre. Esto no significaba que hubiese acabado la resis- desaconsejan volver a París por un lado por Jean-Marie,
tencia: «acogí con agradecimiento la instauración de que corre el riesgo de ser incorporado en no se sabe qué
una Francia libre que tendría un papel en fases poste- formación alemana de trabajo, por otro lado por la acti-
riores de la lucha» (EC 178). Aunque inmediatamente tud muy ostensible que he adoptado no sólo en El Dardo
sino también ayudando a refugiados políticos y recibién-
se sentiría profundamente defraudado por el cariz que
doles en mi casa, etc. ¿Qué piensa usted?
adoptará el gobierno de Pétain, y en especial por «los
Por otra parte he traído de París una suma considera-
políticos sin escrúpulos» al servicio de los intereses ble pero no puede durar más que unos meses. Es necesa-
alemanes (M-F 190). Sin embargo la condena expresa rio que encuentre una ocupación remunerada (por
que el general De Gaulle había hecho del mariscal modesta que sea). No he tenido el valor de pedir un
puesto en provincias pues no he podido traer ningún de
22 En AE (p. 43) lo expresa con más claridad: «No creo haber experi- mis libros ni apuntes para clases; todo lo he dejado en
mentado nunca la existencia de la gracia de Dios como aquella noche». París. Confieso que esta inactividad completa me pesa
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88 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS CABR/EL MAReEL 89
terriblemente. Sólo en algunos momentos consigo alcan- del paisaje de alta montaña servirían de descanso al
zar un estado de confianza evangélica, o al menos de
espíritu de Marcel, fatigado por la acumulación de los
aceptación del día a día.( ...) experimento en el fondo una
inmensa fatiga (M-F 190). acontecimientos de los últimos meses. Pero a los pocos
días de estar allí le llegó un telegrama para que se rein-
La decisión de permanecer alejados de P31is tam- corporara a la enseñanza en Montpellier. «No podía
bién les vino dada por las circunstancias. Una nueva plantearme rechazarlo. Pero esta interrupción de una
situación venía a añadirse a sus sufrimientos: mientras estancia que podría haber sido beneficiosa nos pareció
volvían de una visita a la casa que acababan de com- cruel» (EC 181). E inmediatamente se dirigieron hacia
prar unas semanas antes, Jacqueline le explicó que allí. Se instalaron en unas habitaciones alquiladas con
había ido al médico y éste la había dicho que era nece- unas condiciones materiales una tanto precarias, «cada
sario operarIa. Se habían empezado a manifestar los día hemos de hacer dos km en tranvía para recoger
síntomas de una enfermedad que unos años más tarde nuestra comida» (M-F 200); y se entregó a su trabajo
acabaría con su vida. Marcel nos lo cuenta así: «fue intentando «aportar algún consuelo a esos jóvenes que
como si la tierra se abriera bajo nuestros pies, fue uno a menudo se sentían aturdidos y desamparados» (Ee
de los momentos más espantosos de mi vida. Y retros- 181). Pero su disponibilidad anímica era mayor que
pectivamente se conjuga para mí con el momento en el sus posibilidades físicas y una laringitis acabará inte-
que en mayo de 1947, tras 6 años de remisión, la reca- rrumpiendo su docencia,
ída se produjo, lo que significaba que lo peor estaba Mientras tanto su hijo consiguió pasar unas sema-
por venir» (EC 179, s). Jacqueline fue operada en Cler- nas en Le Peuch pudiendo hacer habitable la nueva
mont-Ferrand y su convalecencia larga y penosa casa. Al mismo tiempo «unos primos de París, aprove-
requería supervisión médica cotidiana. Estaba fuera de chando un decreto del gobierno de Vichy sobre el
toda duda que, de momento, no volverían a París. Se retorno a la tierra, encontraron medios para enviamos
instalarían en Lyon para poder seguir mejor el trata- nuestro mobiliario; se hacía entonces posible instalar-
miento: Marcel no tenía ahora ninguna otra prioridad.
nos en Le Peuch, cosa que hicimos a principios del
Durante su estancia en esta ciudad aprovechó para par-
mes de julio de 1941» (EC 182). Desde allí escribe al
ticipar en reuniones de los grupos de Esprit, y en reu-
P. Fessard dándole cuenta del alivio de haber podido
niones clandestinas contrarias al régimen nacionalso-
cialista (M-F 196,198). llegar por fin a un sitio estable y acogedor:
Afortunadamente, después de un lento progreso
La casa ya está verdaderamente instalada y por fin
mejoró notablemente e incluso pudieron aceptar la
nos sentimos en nuestro hogar, y esto no tiene precio.
invitación de unos amigos suizos con la esperanza de Además cada vez queremos más a esta región. Pero sigo
que una estancia en montaña podría ayudar en la con- sufriendo, independientemente de mi absceso que no es
valecencia (EC 180) (Suiza no quedaba lejos de donde más que molesto, una especie de fatiga mental que me
estaban). Una vez más los paseos y la contemplación impide cualquier esfuerzo (M-F 228).
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90 FERNANDO LÓPEZ LUENCOS CAER/EL MARCEL 91

La tensión mantenida durante tantos meses hacía tiendo como de la tierra;23 «la presencia de Edmond
sus efectos y Marcel se sentía vulnerable a la sobre- Michelet y de los suyos seguramente contribuyó a esta
carga anímica. Como en otras ocasiones, la angustia lenta y benefactora asimilación» (EC 184).
repercutirá en el estado de su espíritu, repitiéndose sus Pero la forma de comprometerse de este vecino
dudas e incertidumbres. Da vueltas en la cabeza al parecía ir mucho más allá: «Nosotros sabíamos, o al
agnosticismo de su padre y de su tía, sintiéndose iden- menos presentíamos, que nuestro amigo estaba com-
tificado por momentos con su perplejidad. Y en su aba- prometido a fondo con la Resistencia, sin conocer con
timiento llega a escribir que a veces se siente cansado detalle su actividad» (EC 184). Y esto provocaba en
de vivir (M-F 228). Pocas personas como el P. Fessard Marcel un interrogante: por sus convicciones ¿no
podían entender y por tanto aliviar su conciencia dis- debería participar también en la Resistencia? Es una
tinguiendo lo que procedía de un temperamento sensi- pregunta que se planteó muchas veces; pero no sería
ble a la angustia, de lo que era fruto de su voluntad difícil adivinar en sus limitadas cualidades para la
acción un obstáculo para esta forma concreta de com-
más personal: «Experimento un alivio al contarle todo
promiso. Ni su emotividad ni sus habilidades físicas
esto a usted que me ha hecho tanto bien y por quien
parecían las más idóneas. Así nos lo explica él:
tengo tanto afecto» (M-F 228). Hubo momentos de
desolación pero Marcel explica que no había uniformi- ¿Debo reprocharme no haber hecho ninguna tenta-
dad en el estado de su espíritu durante esos meses (Et,' tiva por entrar en alguna red de la resistencia? No puedo
183); las situaciones vividas hacía tiempo que no per- dejar de plantearme esta cuestión, pero creo que mi abs-
mitían ninguna estabilidad. Tal vez ahora, ya instala- tención estaba justificada por el conocimiento preciso
que tenía de mis deficiencias en cuanto a la acción. De
dos en un hogar propio, podrían recuperar cierta nor-
mi nerviosismo sobre todo. Estoy pensando en esa frase
malidad. de uno de mis personajes -en El niño, si no me equi-
«Nuestra casa enseguida se transformó en un lugar voco: «cuando nuestros actos no son de nosotros mis-
de refugio, al menos temporal, para aquellos de nuestra mos, no podemos tener peores enemigos». Todavía
familia que vivían menos favorecidos en París o en pienso hoy que una afiliación de este tipo habría sido
Lyon. Mi mujer, que parecía por fin recuperada, uno de esos actos, si bien yo sufrí por estar relativamente
inactivo mientras que tantos de los mejores de mis com-
pasaba la mayor parte de su tiempo recolectando víve-
patriotas se desgastaban sin medida al servicio de una
res y mandando paquetes» (EC 183) (en París tenían causa que era la mía. Digo relativamente inactivo pues,
problemas de racionamiento). Ya antes de la guerra con razón o sin ella, he tenido el sentimiento de que, a
habían acogido a muchos judíos alemanes en dificultad pesar de todo, mis escritos en cierta manera eran actos.
(M-F 181), Y ahora era urgente permanecer disponible Pienso particularmente en la conferencia que di en el
a las necesidades que fueran surgiendo. Por su parte
también ellos se sintieron muy bien acogidos por los 23 «Los paseos por Correze hicieron que nos acabara de gustar aque-
lla región. De esta manera conseguí algo que había faltado en mi niñez y
paisanos, de forma que poco a poco se fueron sin- adolescencia: el sentimiento de pertenecer a un lugar». (AE 46).
-
92 FERNANDO LÓPEZ LUJ.;;NGOS
GABUJEL MARCEL
93
Scholasticat de Fourviere en el invierno de 1941-1942.
misa se identificaba con la función del «vI'g'l t
El padre de Lubac, al que yo había id<?a visitar ~n.Lyon . " . 1 an e» que
alzunos meses antes, me había pedido que VIniera a se esfuerza por iluminar la reabdad para que pu d
'. . e a ser
hablar ante este auditorio que me intimidaba bastante. comprendida y asumida (Ee 150), y en este sentido
Sin apenas reflexionarlo, respondí cediendo a un~ espe- sus trabajos sí habían servido para cuestionar las gra-
cie de fuerza irresistible: «de acuerdo. Hablare de la ves situaciones de injusticia de aquellos años, como
esperanza» (Ee 184). fue el caso de algunas de sus conferencias o de su
drama El Dardo, que provocaría la inclusión de su
y dio una conferencia sobre la esperanza que defi- nombre en la lista de autores judíos durante la ocupa-
niría el hilo conductor de un conjunto de artículos que ción alemana (M-F 306), Desde este trabajo, dice en
publicaría dos años más tarde bajo el }í.tulo Horno Vza- una conferencia, «esperando la liberación (de mi país)
toro Prolegómenos para una metafisica de la eSf;- contribuyo, en realidad, a preparada» (BV 54).
ranza (HV). En unos momentos en los que la tentacl(~.n Permanecieron en la casa de Le Peuch los meses
de la desesperanza estaba muy ce.r~~ (y de esto s.abla siguientes sin intentar ir a París por miedo a no poder
Marcel bastantej-" ofrecía una vision de la realidad volver a salir (M-F 195). Pero en agosto de 1942 la
centrada precisamente en la categoría de la es~eranza, situación parecía ser más favorable y dieron los pasos
confrriéndola una valor metafísico: es una actitud q~e para conseguir un permiso. Por fin en septiembre de
define tina de las características esenciales de la condi- 1942 pasan unos días en París en los que Maree! apro-
ción humana. «La esperanza se sitúa bien en el ma~co vechó- para ver al padre Fessard al que tanto echaba de
de la prueba, puesto que no sólo le corresponde, smo menos. Durante todos estos meses la correspondencia
que constituye para ella una verdadera r~:puesta /del entre ambos no se había interrumpido pero ahora era
ser» (HV 34). y sentía que con esta reflexión se uma a posible volver a hablar tranquilamente de las experien-
cias vi vidas.
tantos prisioneros que languidecían en los campos de
concentración: «yo estaba con ellos» (EC 185); pu~s/ el J acqueline también quiso hablar con él para recibir
sentido de la esperanza es inseparable de la comumon, ayuda en el proceso interior que estaba iniciando.
del amor (VJ 91). Desde hacía unos años ella se sentía como en una
Esta era la aportación que podía hacer ~ sus compa- encrucijada dolorosa viendo la incomprensión entre
triotas. Ciertamente una sensibilidad nerviosa como la los cristianos separados, y pensó que podía colaborar
suya no era la más adecuada para un trabajo como el para hacer disminuir estos prejuicios y la falta de com-
de su amigo Edmond Michelet, a pesar de que sus con- prensión (M-F 179). Desde pequeña había conocido en
vicciones rechazaban la deshonrosa conducta del su familia protestante cristianos consagrados al servi-
gobierno de Vichy (AE 45 Y M-F 282). Su compro- cio de Dios con gran generosidad. Por otro lado, había
vivido con júbilo la conversión de su marido al catoli-
24 «Jamás he desesperado. Y sin duda he de añadir q~~, sin embargo, cismo, y siempre había sentido una atracción hacia
en todo momento me he sentido expuesto a la desesperación y como ace- algunos aspectos de la Iglesia católica. Ahora se estaba
chado por ella». (Ee ] 8S), planteando seriamente la posibilidad de acompañar a
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94 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS
CABR/EL MARCEL 95
su marido en la misma confesión, pero le costaba tener
223). La tensión continua de las últimas sern _
que renegar de una Iglesia que tantos bienes le había / f·anas se
vela por In recompensada con la definitiva libe ./
transmitido. En este sentido las conversaciones con el de París (AE 47). racion
padre Fessard serían decisivas: «usted me ha hecho
A principi?s de mayo ~~ 1945 Alemania se rinde y
mucho bien; sus palabras me tranquilizan y me cal-
tres meses mas tarde también lo hace Japón, terminán-
man» (M-F 283). Los meses siguientes a su estancia en
dose así el conflicto que había devastado media
París servirán de preparación para su entrada en la
Europa. La familia Marcel ya estaban vi viendo en
Iglesia católica que se produciría en febrero de 1943.
París desde la boda de Jean-Marie en otoño de 1943. y
La alegría intensa que sentiría Marcel vendría a aña-
comenzaba así una nueva etapa, no sólo en Europa
dirse a otra también inesperada: el noviazgo de su hijo sino también en la vida de Marcel. '
Jean-Marie con la sobrina de su mujer, Anne Boegner.
De esta manera «la adopción se completaba con un
injerto» (Ee 222): «Se puede imaginar -escribe al P.
Fessard- con qué feliz emoción he cogido las dos
grandes novedades que me ha dado mi mujer. ~ienso
con profunda gratitud en el papel que usted ha Jugado
en su vida» (M-F 287).
Y así transcurrieron los años que faltaban para el
final de la guerra; entre luces y sombras. Abatido en
ocasiones por el empeoramiento de la situación bélica,
como la invasión de los alemanes de la zona libre (M-
F 273), o por sufrimientos más personales como la
muerte de la hermana de Jacqueline por una pleuresía
(M-F 298); Y en otras ocasiones con la alegría de suce-
sos como la boda de su hijo en el otoño de 1943 o con
la esperanza cada vez más cierta de la derrota de Ale-
mania. «Por penosa que fuera la vida cotidiana sobre
todo durante las últimas semanas (de la ocupación ale-
mana) era como mitigada e iluminada por la certeza de
que la victoria ya se había alcanzado: tal fue el caso
sobre todo tras el desembarco de Normandía» (EC
223). La noticia del desembarco «fue uno de los gran-
des momentos de nuestra vida, anticipándose a la hora
sublime, del 26 de agosto de 1944, en que vimos entrar
a De Gaulle en la plaza de Notre-Dame de París» (EC
-------
96 FERNANDO LÓPEZ LUENCOS CABR! EL MARCEL 97

LA SEGUNDA POSGUERRA pero del deseo de justicia muy fácilmente se pasaba al


deseo de venganza. Marcel denunció los excesos de
una depuración mal planteada:
Tras la guerra Marcel reanudó algunas de las ocu-
paciones que había tenido que abandonar al salir de Que un pequeño número de traidores mereció un cas-
París. Volvió a organizar las Tertulias filosóficas aun- tigo ejemplar, nadie lo podrá negar. Pero que, bajo la
que en condiciones muy variables (M-B 36), tanto con influencia de los comunistas, una especie de descrédito
estudiantes como con filósofos o íntelectuales ". Tam- global haya sido arrojado sobre lo que los marxistas no
bién empezó a escribir de manera regular una crónica dejaban de llamar clases dominantes, era una impostura
dramática en Noticias literarias. Trabajo que manten- que nunca he dejado de juzgar intolerable. No he cesado
drá durante veintitrés años sin más interrupción que de protestar desde el primer día contra los tribunales de
alguna enfermedad o algún viaje; «me gustaba mucho excepción en los que los jueces la mayor parte de las
la crítica del drama y mantuve hasta el final ese celo» veces eran reclutados entre las víctimas, es decir, entre
(AE 50). hombres y mujeres que no podían mostrar la imparciali-
Pero la situación social de la posguerra habría de dad requerida (Ee 225).
modificar la orientación de su actividad intelectual.
Las venganzas descontroladas y los descréditos indis- Durante algunas semanas tomó parte del Comité
criminados «agudizaron ,~n mí una exigencia de justi- Nacional de Escritores para juzgar a aquellos que entre
cia que siemprehabía tenido, pero que a partir de esta los representantes de las letras francesas fuesen consi-
época se presenta con un carácter de rigor que no había derados sospechosos. «Yo intentaba, por lo demás
podido ser aJestád':l~hasta entonces de la misma manera vanamente, hacer prevalecer un espíritu de equidad y
(...) desde';:€(~~~~S1wénto,:~lproblema de la justic~a se moderación entre estos hombres de los que muchos,
puso para ITlÍ'"'err{íJ'rimer
plano» (EC 226). Despues de
sobre todo los comunistas, estaban inclinados a mos-
una guerra enlaquealgunos compatriotas habían cola-
trarse implacables. Como Je'an Paulhan, en la misma
borado con elenemigo, era necesario hacer justicia;
época y por las mismas razones, no tardaría en reti-
25 Participaron en estas Tertulias: Raymond Aran, Nikolái Berdiáiev,
rarme de esta comisión, constatando la inutilidad de
Fessard, Robert Aran, Jean Beaufret, Maurice Clavel, Marcel de Corte mis esfuerzos» (EC 226). Por su delicado sentido de la
(profesor universidad de Lieja)_ Profesores de la Sorbona c,omo Henr~ justicia, Marcel se esforzaba en mirar a cada persona
Birault, Raymond Bayes, Mikel Dufrenne, Maurice de Gandillac, Henri
Gouhier, Paul Ricoeur, Jean Wahl, René Poirier, A veces Etienne Gilson, dentro de su situación concreta huyendo de generaliza-
Thierre Maulnier y Gustave Thibon. Historiadores como Philippe Aries. ciones o prejuicios cómodos. De hecho, nos dice, «me
Novelistas como Pierre Bost o María Le Hardouin, o Madcleine Sabine.
Monique Picard y Jeanne Delhome profesoras del Lycée Fénclon. Eclesiás- encontré en la situación paradójica de tener que defen-
ticos: el futuro cardenal Daniélou, Nedoncellc, Boisselot, Tilliette, Trois- der a personas cuyo comportamiento durante la ocupa-
fontaines. Protestantes: Marc Bocgner, Henri Boegner. Pintores: Charles
ción yo había desaprobado expresamente, contra ese
Lapieque. Músicos: Olivier Messiaen. Actores: Alain Cuny, Sylvia Mon-
fort, Marcelle Tassencourt, Henry Rollan. sectarismo» (AE 47), lo cual no significaba en abso-
- 1
98 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS
GARRIELMAI?CEL 99
luto que fuera indulgente con quienes colaboraron con
El ser y la nada (EC 229). Sartre e ibi /
el nazismo (EC 268). ' , / diciendo
denOffilllaClOn " en su ponenc'ontn uyo / a esta L ,

Hacía ya tiempo que había descubierto el valor que la que el y HeI-


degger eran representantes del «existe 1 .. li
tiene esa situación concreta en cada persona, así como .. 1 era ismo ateo»
mientras que Jaspers y Marcel lo serían dI'
la importancia de comprometerse con la realidad: «De . l'ismo cnstiano».
" P era para Marcel e <exrsten-
CIa 'H'
ninguna manera pienso que (el filósofo) pueda perma-
po la 1 entr icarse con el ateísmo ni él m' eldegger
dí id ifi ,nI
necer como simple espectador allí donde ciertos valo- , 'lsmo acep-
taba ser etiquetado de aquella manera,
res fundamentales están cuestionados, bien entendido
que aquí estoy pensando en la opción por la justicia y Si hay, corno pienso, una filosofía de la ex' t '
la verdad» (EC 227). Pero bien sabía que las palabras 1S encia, no
creo que pueda llegar a ser un ismo sin traicion E t
se pueden convertir en abstracciones que se vuelven es particu' larmente
arrnente mani
mamfiesto en lo que me conci arse. s1o
contra el propio hombre: «hay que desconfiar de estas h e diIC h o ya y n~nca loo reneti
repetiré / con suficiente insistencia,
erne, o
palabras cuando son escritas con mayúsculas fuera de ante todo en mi teatro, donde se manifiesta el carácter
un contexto determinado. Cada vez estoy más conven- existencial de mi obra, y no es casualidad que yo no haya
cido de que allí donde la justicia se ha desviado desde escrito nunca un tratado del género de El Ser y la nada
la base (...) el filósofo debe tomar posición, y esto en el que mi pensamiento haya tornado cuerpo en fórmu-
necesariamente haciendo abstracción de su opinión las transmisibles CEe 230).
personal.» (ib.). Precisamente por este motivo se dete-
rioraría su relación, hasta entonces cordial, con filóso- Si había algo que en el pensamiento de Marcel se
fos existencialistas como Sartre o Simone de Beauvoir. había definido cada vez con mayor intensidad era el
Marcel se sintió indignado «por el cinismo con el que rechazo de cualquier visión abstracta de la realidad, de
'se inscribían en falso contra los principios eterno? del la que las ideologías y su ceguera daban buena muestra
derecho» apoyando incondicionalmente los tribunales (EA 36): el riesgo de desembocar en una concepción
de excepción a pesar de la falta de imparcialidad de absolutamente deshumanizada del hombre era patente.
estos (EC 224). Por eso la filosofía de Marcel no toleraba ser aprisio-
En el ambiente de la posguerra el existencialismo nada por la esquematización de los conceptos (R-M
de Sartre se había beneficiado de la repulsa de los tota- 67). De esta manera, nos dice, en su filosofía no tiene
litarismos en favor de la existencia individual. Tam- sentido la distinción entre especialistas y no-especia-
bién Marcel sacaría involuntariamente beneficio de listas: «alguien que no tenga ninguna especie de cul-
esta situación. En el congreso de Filosofía de Roma en tura filosófica, pero que tenga una experiencia humana
1946 descubrió con sorpresa que en Italia estaba profunda, me resulta infinitamente más cualificado
siendo considerado como un líder y se le llamaba para entrar en comunicación conmigo que tal profesor
«existencialista cristiano»; era una manera consola- de filosofía o talo cual especialista» (RP 249). Su filo-
dora de poder oponer un «existencialismo bien-pen- sofía es una «filosofía de la existencia» pues introduce
sante» al «existencialismo mal-pensante» del autor de temas existenciales; pero no es un «existencialismo»,
-
100 FERNANDO LÓPEZ LUENCOS
CABR/EL MARCEL 101
porque no pretende abarcar sistemáticamente la estruc- había comenzado en el templo de Saint-Marcel bajo el
tura de la existencia humana. Y no podemos abarcar signo del concierto para dos violines de Bach.» CEC
nuestra existencia porque es ella la que nos abarca a 208).· La música fue lo que les había unido y ahora,
nosotros. El único método para aproximarnos es la cuando la vida de Jacqueline estaba llegando a su tér-
profundizacián. Marcel no podía aceptar por ello la eti- mino, de nuevo la música les sumergía en un mundo
queta de «existencialista cristiano» que se le quiso de íntima sintonía. «Verdaderamente es uno de los
imponer en el Congreso de Roma. momentos más importantes de mi vida. Cómo no pen-
Sea como fuere, en este congreso la obra de Marcel sar que fui esencialmente feliz» CAE33).
empezó a alcanzar notoriedad y esto se traduciría en En febrero de 1947 Jacq ueline acompañó a su
«las llamadas cada vez más numerosas que me harían marido en una gira de conferencias por Holanda, pero
los países extranjeros» CEC231), así como en las tra- en aquellos días ya le fallaban las fuerza; «necesitába-
ducciones de sus obras a varios idiomas. mos que nos ayudaran porque sabíamos que iba a
Mientras tanto la enfermedad de Jacqueline había morir». Ella se estaba preparando para dejar la tierra y
reaparecido. Los años de la posguerra previos a esta encontraba apoyo en la vivencia de fe que pocos años
recaída fueron años de felicidad y entre ellos había cre- antes había abrazado CAE30). El 13 de noviembre de
cido una profunda armonía. Marcel recuerda con 1947, después de recibir la extremaunción del padre
cariño esta etapa. En cierta ocasión hizo una de sus Fessard, muere Jacqueline:
improvisaciones al piano delante de unos amigos.
Éstos, después de oírle, animaron a Jacqueline a que Evocaré -escribe el día fiel 23 aniversario de su
las transcribiera. De esta manera empezaron a hacer muerte- aquella mañana de gracia en la que el padre
juntos un trabajo en el que tenían que complementarse Fessard vino a traerte la extremaunción. Tú no te sentías
musicalmente: Marcel se encargaría de la parte crea- demasiado mal ese día, comulgamos los dos y sentí cla-
tivamientras que Jacqueline se aplicaba al aspecto téc- ramente que era nuestro matrimonio en el cielo lo que se
nico de la transcripción. «Empecé a hacer lo que yo realizaba. Creo incluso haberlo dicho con estos mismos
había soñado en mi juventud: pasar a música los poe- términos; y esto no fue una ilusión, pues verdaderamente
no creo que Tú me hayas dejado nunca, e incluso si hace
mas que me gustaban especialmente. Pasé entonces
unos instantes usé esta palabra, no responde más que a
una especie de fiebre creati va y encontraba en mi las apariencias. (Ee 193).
mujer la comprensión íntima y minuciosa necesaria
para la transcripción de lo que yo inventaba» CEC
Desde este día momentos de luz y momentos de
208). Durante esos dos años hubo una cooperación
oscuridad hostigarán a Marcel. Cuando unos meses
beneficiosa para ambos que dejaría en Marcel una
después vuelve a la casa de Le Peuch le escribe al
fuerte impresión: «no dudo en decir que esto fue para
padre Fessard las siguientes líneas:
nosotros una gracia; más que eso, fue como un sello
puesto por un poder invisible que soy incapaz de nom- Puede imaginar cómo me ha conmocionado este pri-
brar, a la unión que fue la nuestra desde 1919 y que mer contacto con la casa de la que Jacqueline salió casi
- 'T'
I

GABRIEL MARCEL 103


102 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS

moribunda hace un año. Todo lo de aquí no sólo diría amor: a ese ser amado «le debo el no abandonarme a
que la recuerda, sino que viene de ella, es ella. Salvo esta ~bsesión (la de!" dolor) en la que se puede decir
raros momentos, es para mí menos una dulzura que un que tiendo a sepultar a los dos. Es como si el otro no
desgarro ... mis hijos y mis nietos están bien; la vida ha pu,diera triunfar más que a condición de que yo triunfe
continuado exactamente como ella quería. Por otro lado p~mero, y por otro lado yo mismo no puedo triunfar
hay momentos en que tengo el sentimiento de que ella
mas que por amor a él.» (PI71).
está verdaderamente conmigo y que me ayuda. Pero sólo
. Desde el día de su muerte, Marcel selló un compro-
algunos momentos. Hay largos túneles. (M-F 316).
:r:uso d~ amor que trascendía la vida terrena de Jacque-
h~e: «SIempre me ,.ha parecido que esta comunión que
Sin embargo, lentamente, muy lentamente pero
hice con ella el día de la extremaunción fue nuestro
cada vez con más intensidad, la presencia de J acque-
~atrimonio en el cielo. Y es bajo este signo como yo
line va conquistando su conciencia. La fidelidad de
VIVO.-a veces con dificultad» (M-F 360). Desde esta
Marcel hacia ella le impide reducirla a una mera ima-
fid,.ehdad emprende el camino dé su soledad y desde
gen del recuerdo, tal y como había escrito unos años
ahí ~s desd~ donde saca las energías necesarias para
antes: seguir trabajando. Marcel se quedó viudo a los cin-
Nuestra fidelidad no puede fundarse más que en una cuenta y siete años, precisamente en un momento en el
adhesión o una dedicación continua a una existencia que que su pensamiento había empezado a ser mundial-
no puede de ninguna manera ser relegada al mundo de mente conocido. Le llovían invitaciones de muchos
las imágenes. Todo lo más que se puede decir es que (...) país~s. ~ara dar conferencias o cursos, y, consciente de
el recuerdo se concreta en imágenes, se suministra bajo la n:uslOn que se le encomendaba, se entregó con gene-
la forma de imágenes sin que él mismo sea una imagen rosidad a d~r ~e~timonio de aquella esperanza que
(PI 151). desde el principio había sostenido su caminar. Le
acomp~ñab~ ~hora una «ausencia», pero era una
Esa es la prueba que ha de resistir el amante: supe- «ausencia» VIVIda por el amor como «presencias-", Y
rar la tentación de ahogar la presencia del amado en esto es lo que le daba fuerzas. Así lo confesaría al final
los recuerdos que intentan sustituirle hasta convertirse d~ su :ida: «no puedo apenas dudar que de una forma
en ídolos; ídolos que pertenecen al pasado (PI 152). La nustenosa, que es~apa a toda representación posible,
fidelidad es una respuesta que se da al amado, pero no el~a ~aya estado ahí a lo largo de estos veinte años para
es una respuesta automática; esto quiere decir que «el asistirme, para darme las fuerzas que tanto he necesi-
alma fiel debe hacer la experiencia de la noche, e t~do.a lo largo. de estas giras tan agotadoras» (l-C 232).
incluso que debe conocer la tentación de dejarse cegar SI bien expenmenta su viudez como un desierto, en
interiormente por esta noche que le es necesario atra-
vesar» (ib.) -«estos días del aniversario son verdadera- 26 . En la corre.spondencia que mantiene con el padre Fessard, la
mente terribles» (M-F 333)- confiesa al padre Fessard. memona de Jacqueline se hace casi continua desde que muere. Cfr, cartas
Pero el triunfo a esta desesperación es el triunfo del 77 en adelante en M-F.
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104 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS GABRIEL MARCEL 105

cambio nunca dejará de pensar en ella como una activa tiempo de crisis (1968). Y otro tanto se podrá observar
intercesora CAE 30). Su misión ante el mundo se en la temática de los dramas escritos también en esta
encontraba sostenida por la esperanza que había época (VJ 22).
nacido del amor. De ello da testimonio con estas signi- También su teatro tuvo momentos de éxito. La
ficativas palabras: «no vivo más que de esta esperanza, Dirección General de centros de teatro regional le
del esfuerzo para hacerme digno de volverla a encon- pidió una obra para ser representada. Después de pen-
trar en una visión que no pasará, a ella y a los que he sarlo decidió darles Un hombre de Dios, que todavía
amado, y que cada vez amo más ...» CEC330). no había sido representada. Se representó con éxito en
Empezó entonces una época de intensa actividad. Alsacia y más tarde en Alemania, Inglaterra e Italia
Dió conferencias por toda Alemania, en Noruega, (EC 233). También tendrían éxito las representaciones
España, Marruecos, Líbano, Estados Unidos, Canadá, de El signo de la Cruz y El emisario (EC 236). Las
Sudamérica y Japón. Se multiplicaron las traducciones últimas escenas de ambas son consideradas por Marcel
de sus obras y su fama se consolidó. Recibió también la cima de su teatro (VJ 43). Son obras que expresan
varios premios, aunque recibidos con cierta indiferen- un pensamiento interrogante, no dan una solución sino
CIa. que obligan al espectador a tomar partido buscando
En 1948 recibiría una invitación para dar en Aber- respuesta:
deen un curso de filosofía que impartiría entre 1949 y
1950 Y que más tarde se publicaría con el título El mis- c...) nada hay más erróneo que exigirle al drama-
terio del ser (ME). La preparación de estos cursos le turgo, al modo del espectador infantil, que en todos los
permitirán profundizar en aquellos aspectos más des- casos nos aporte algo que nos tranquilice y nos deje
cuidados de su filosofía. Esta obra, que Marcel consi- satisfechos. Yo reivindico para él el derecho absoluto de
dera uno de los mejores textos escritos por él, ofrecerá negamos esta satisfacción, cuando sólo puede ser conce-
la exposición más completa de su filosofía (M-F 316). dida en detrimento de una honradez que debe ser salvada
Su pensamiento filosófico no sólo estaba consoli- a toda costa. Pero, gracias a Dios, nos es posible avanzar
dado, sino que era cada vez más conocido. Pero des- hasta un cierto límite en el que brilla una luz, una luz que
pués de los problemas de la posguerra (la resistencia, se hace visible para los personajes de la obra y, a través
el colaboracionismo, los crímenes de los nazis y los de ellos, para los espectadores (VJ 41).
tribunales de excepción) este pensamiento había expe-
rimentado una evolución interior centrándose en los A pesar de que la fama le había llegado por su tra-
problemas humanos dentro de su momento histórico bajo como filósofo, Marcel siguió pensando que, en el
(DD 12, R-M 96). Este cambio se puede apreciar en conj unto de su obra, el teatro y no la filosofía ocupaba
los libros que escribirá desde 1950. Así Los hombres el primer lugar (VJ 22). El drama permite una prospec-
contra lo humano (1951), Decadencia de la sabiduría ción en el sujeto que la filosofía con su esquematismo
(1954), El hombre problemático (1955), En busca de no puede realizar (M-B 54). «El sujeto existente no
la Verdad y la justicia (1960) Y Filosofía para un puede ser efectivamente pensado sino allí donde se le
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106 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS


GABRIEL MARCEL 107

da la palabra»; de otra forma «se le objetiva y se le correspondencia con su director espiritual se repiten
deforma» (R-M 53). expresiones de confusión sobre la autenticidad de su
Pero el éxito de su teatro no duró mucho. En 1953 fe27: «a menudo me he preguntado delante de usted:
un accidente de tráfico le impide asistir a los ensayos ¿soy realmente católico?» (M-F 383). Pues le obsesio-
para corregir los posibles errores de la representación naba «ser coherente con lo más esencial» de sí mismo
de El Camino de Creta. A pesar de que al público le (M-F 384). En una ocasión le escribe desgarrado por la
había gustado la obra, una crítica del Figaro mostró confusión: «he atravesado estos días momentos peno-
una absoluta incomprensión, y contribuyó a su fracaso sos preguntándome si tenía fe, casi convencido de que
parcial; sólo estuvo en escena un mes (Ee 162 y 238). no la tengo, e incluso de que no la he llegado a tener
De esta manera se perdía parte de lo que se había con- jamás. Todo esto me daba una impresión terrible de
seguido con las representaciones de las otras obras y volver continuamente al vacío» (M-F 410). Aunque
su fama como dramaturgo volvía a ser rebasada por su acaba diciendo que rezará a su mujer para que le
prestigio como filósofo. ayude. Una constante de todas estas situaciones es que
Dos años después otra obra suya provocaría un suelen ir acompañadas por momentos de depresión
conflicto con su adhesión a la Iglesia católica. El Santo anímica que restan objetividad a su percepción. Así
Oficio le aconseja que no lleve a escena ni reedite Cre- por ejemplo, la carta anterior la escribía la víspera del
ced y multiplicaos porque caricaturiza el ideal conyu- aniversario de la muerte de Jacqueline, fecha que en él
gal humano. El propósito de Marcel no era ofrecer nin- era motivo de lógico abatimiento. De hecho siempre
guna propuesta y menos cuestionar la doctrina moral confiaba en que las palabras de su director espiritual
católica, pero sí, en cambio, como en otras obras,
serían suficientes para serenar su estado de ánimo. Ya
intenta platear situaciones problemáticas: en las cir-
he explicado más arriba que la sensibilidad de Marcel
cunstancias concretas no podemos encerramos en fór-
condicionó desde su infancia la percepción de sus pro-
mulas rígidas (VJ 37 ss.). No parece que lo compren-
diera así el Santo Oficio que, considerando a Marcel blemas; su neuroticidad podía envolver sus vivencias
un autor católico conocido como tal, le dirige una hasta angustiarle. Pero en todo ello supo salir con
advertencia. En este sentido el padre Fessard le tran- esperanza, dando testimonio de que los condiciona-
quiliza explicándole que eso no significaba que su obra mientas no tienen la última palabra. Tal fue también su
fuera puesta en el Índice como era el caso de algunas reacción final ante la carta del Santo Oficio. Después
obras de otros autores (M-F 379). Pero cuando Marcel de haber pasado unos días en los que se sintió incapaz
recibió la carta del Santo Oficio se irritó y se sintió tur- de contestar a la carta en los términos que le aconse-
bado: «tengo la penosa impresión de que mi vida no jaba el padre Fessard (M-F 384), finalmente recobra la
acabará sin que haya una ruptura. Y al mismo tiempo serenidad apoyado en la intercesión de Jacqueline:
quiero guardarme de toda impulsividad»; y pidió con-
sejo al padre Fessard (M-F 377). No era la primera vez 27 Así por ejemplo, en las siguientes pp. de M-F: 164, 170,201,228,
que se replantea su pertenencia a la Iglesia. En la 234, 361 Y 384.
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108 FERNANDO LÓPEZLUENGOS GABRI EL MARCEL 109

He reflexionado mucho, pedí a J acqueline que Desde que me convertí al catolicismo, he dicho muy
viniera en mi ayuda; y finalmente resolví escribir a Mon- a menudo que he llegado a considerarme a mí mismo ya
señor Fcltin en los términos en los que usted me acon- cornportarrne como filósofo del umbral. Un filósofo que
sejó. Obrando de otro modo chocaría con todo lo que más bien se dirige a aquellas personas que buscan a tien-
más venero, quizás con Jacqueline misma, al menos es tas y a menudo con gran angustia, que no a aquellas que
lo que me parece. (M-F 384). han recibido una fe infalible (VJ 99).

Las aguas volvieron a su cauce y Marcel recuperó Pero, la condición de la esperanza es siempre el
su serenidad y su libertad interior CAE 60). Si había amor. Así fue la experiencia de Marcel y así lo propone
algo que había experimentado con intensidad era la para cualquier ser humano: «lo que los místicos com-
dramaticidad de una esperanza abriéndose camino en prendieron mucho antes que los filósofos propiamente
dichos es que el amor y la esperanza no puede sepa-
la oscuridad de la desesperanza. Lo había dicho ya
rarse. Un ser sin amor no puede tener esperanza, sino
refiriéndose al misterio de la inmortalidad:
únicamente codicia y ambición; y..el ambicioso trata de
Creo que en la noche casi completa que nos envuelve
procurarse cierta satisfacción. Pero ¿qué va a ocurrir
y cuya densidad en determinados momentos amenaza
después de la muerte?» (VJ 91). y de esta esperanza
asfixiamos, a pesar de todo, aparece una lucecita que
fundada en el amor Marcel fue testigo durante toda su
brilla con fulgores de esperanza, y que es como una res- vida.
puesta a nuestro anhelo. (...) El mundo, con todo su peso,
se esfuerza en hacer que nuestro anhelo nos parezca
absurdo, anticuado e incluso pueril; y desgraciadamente
este mundo encuentra una especie de cómplice en aque-
llo que nos hace propensos a la desesperación. Si mi
obra en conjunto tiene algún sentido, es el de mostrar
que puede haber una filosofía que se presenta como un
esfuerzo, no sólo para poner al descubierto ese anhelo
oculto en sus tres cuartas partes, sino también sobre todo
para fortalecerlo y animarlo, para enseñar a los hombres
de nuevo a respirar... (VI 98).

Así percibía el sentido de su obra: fortalecer esta


esperanza en medio de la oscuridad. Por eso se consi-
deraba no un filósofo para creyentes, para los que la
luz sería una realidad consustancial, sino para quienes
luchan por salir de la cárcel de la desesperanza:
- 110 FERNANDO IJJPF.:Z LUFNGOS GABRlt:L MARCEL
111

«AL ATARDECER TE EXAMINARÁN La compañía de su hijo y su nuera en la entrega de


EN EL AMOR» algunos de estos premios servirían como memoria de
aquellos ausentes que verdaderamente estaban presen-
tes (AE 50).
Juan de la Cruz fue uno de esos místicos que com- Marcel siguió dando conferencias por varios países
prendió que el amor y la esperanza no pueden sepa- hasta que un viaje a Tokio en 1966 le provocaría una
rarse. A él pertenece esta frase: «Al atardecer te exami- dolencia en el ojo que le haría peligrar la escasa vista
narán en el amor» 28. Y el atardecer de la vida de que le quedaba entonces (EC 278). Los años anteriores
Marcel estuvo iluminado por la presencia de «aquellos había realizado intensas giras por universidades de
que he amado y que cada vez amo más ...» (EC 330). Europa, Estados Unidos, Sudamérica y Japón y tuvo la
Como he dicho más arriba, Marcel recibió en esta satisfacción de comprobar que su palabra había dejado
etapa numerosos premios/? que expresaban el agrade- una estela de la que mucha gente se había beneficiado
cimiento de diferentes asociaciones a su obra. Y en (EC 280). De lo que sí se quejaría en estos viajes era
estas circunstancias Marcel no podía ignorar que en su de la imposibilidad de conocer' los sitios por donde
interior se hallaban entretejido los hilos invisibles que pasaba por encontrarse prisionero del rígido programa
le unían a sus seres queridos. A propósito de estos (AE 56); a pesar de la edad había mantenido intacto el
homenajes nos dice: deseo de explorar y descubrir. Tampoco pudo evitarla
fatiga cada vez mayor que sentiría su envejecido
En estas ocasiones, mi pensamiento se vuelve con la cuerpo (M-F 347). Desde Harvard escribe en 1966 al
más ferviente gratitud hacia los míos, hacia aquellos que padre Fessard: «En general estoy contento. Mientras
tanto me han dado y a los que sabía que les correspondía aguante el cuerpo iremos tirando. Pero tengo momen-
profundamente algo del homenaje que se me había ren- tos de intensa fatiga. Encuentro mucha comprensión e
dido. Su ausencia en tales momentos me habría resultado interés en los estudiantes (...) Siento que aporto algo
literalmente intolerable si no hubiera tenido la seguridad que es esperado y deseado» (M-F 452). El cansancio
misteriosa de que de una manera inexpresable, «incon-
se veía, pues, recompensado.
ceptuable», ellos estaban allí conmigo, más cerca de mí
que yo mismo (Ee 269).
Pero con los años las limitaciones físicas habían
aumentado. Perdió la visión en un ojo y fue perdiendo
parcialmente la visión en el otro. Al final sólo leía las
letras grandes: no podía leer más que los titulares de
28 San Juan de la Cruz: Dichos de luz y amor, n." 64. los periódicos y debía seleccionar sus lecturas en fun-
29 1948 «Officie r de la legioti d'honneur»; 1948 «Gran Premio de
Literatura» de la Academia Francesa; 1956 Gran Premio Goethe de la uni-
ción de la legibilidad de la impresión (M-F 13); el
versidad de Hamburgo; 1957 Cornrnandeur dans l'Ordre des Arts et Lettres; último libro que escribió tuvo que dietario (EC 12).
1958 Gran Premio Nacional de las Letras; 1962 Gran Premio Literario de Pero, según nos dice, necesitaba conservar lo que le
la Ciudad de París; 1963 Premio Osiris; 1964 Premio de la Paz en Frank-
furt por la Asociación de Libreros de Alemania; 1969 Premio Erasmo en
quedaba de visión para poder seguir gozando de los
Rotterdam por la Fundación Europea de la Cultura. paisajes (EC 278). También había perdido la agilidad
-
112 FERNANDO UJPEZ LUENGOS CAER/EL MARCEL 113

de los dedos para poder tocar el piano (M-B 21). «La pequeña que sea, a ese Bien que es sin objeción, y en
lectura y el caminar han llegado a ser puntos importan- todos los ámbitos, una fraternidad encarnada.» (EC
tes para mi. Y es en la música donde encuentro el 290). y en este sentido la ociosidad le fue ajena hasta
mejor recurso contra la desolación» CAE 65). Los años el final: «tengo horror a la distracción y a desperdiciar
de la ancianidad no son una condena cuando se con- (el tiernpo)» (Ee 289).
vierten en una ocasión para una vida más contempla- Su tensión hacia el servicio le hacía superar el sen-
tiva. Pero ¿sintió Marcel que estos años tenían un sen- timiento de inutilidad veces desesperante que acompa-
tido? En su vida el trabajo creativo había ocupado ñaba el transcurrir de los días (Ee 289). Pero confiesa
siempre un lugar fundamental, y la misma crítica dra- con humildad que no lleva bien la soledad. Aunque
mática que había seguido haciendo para Noticias Lite- surgen nuevas amistades, son raros los amigos cerca-
rarias tenía para él ese elemento creador. Pero desde nos que le quedan, «los mejores, los más fieles no
1969 se le había retirado este trabajo y él mismo per- viven en París, y no los veo más que de tarde en tarde»
cibe que ya no posee el mismo vigor intelectual CEC (EC 284), además, los últimos años han desaparecido
289). Constreñido por la inactividad podría tener la algunos de los que más quería. Su secretaria que tanto
impresión de que ya nada le retendría para seguir le ayudaría los últimos quince años tuvo que dejarle
viviendo. Afortunadamente, nos dice, esto no es así, por problemas de salud. Afortunadamente su cuñada
«el interés apasionado que tengo no sólo por mis hijos pudo ir a vivir con él «arrancándole de una soledad
y IT11Snietos,
.. .
SIno t h· ,
rammen por tro dOuC' 100.5C' míos ( ')
j
U1n
.lJ..·.l'Li"u. ' ••• .iU.
que, bien lo siento, no podría soportar ya más. Su pre-
entusiasmo continuo por las personas que en mí es, sencia me es dulce, ella me hace la lectura, recordamos
verdaderamente, como un apetito» (EC 289) mante- juntos a aquéllos que tanto hemos amado» ... (Ee 292).
nían su gusto por la vida. Pero no era suficiente para Y, a pesar de todo, se niega a encerrarse en sí
«combatir el taedium vitae que nos amenaza a todos, mismo, a perder el contacto con la actualidad y las per-
pienso, al final de nuestra existencia». Necesitaba, sonas. Aunque ya no tenía compromisos profesionales
además, mantener todavía el sentimiento de servir, que
seguían asistiendo puntualmente a las nuevas represen-
en su caso significaba estar a la escucha, acercarse a
taciones teatrales, a reuniones filosóficas, a encuentros
las personas (ib.).
con intelectuales, pues mantenía intacta aquella exi-
Si su vida había empezado con la toma de concien-
gencia que siempre le había hecho sentirse solidario
cia de una misión con la que buscaría vincularse ínti-
con su mundo (EC 291). A sus ochenta y tres años par-
mamente al ser querido -«pues bien, yo más adelante,
ticipa en un encuentro sobre su persona organizado por
intentaré saberlo» (RP 24)- ahora, llegando al final,
el Centro Cultural Internacional de Cerisy-la-Salle. El
mantenía esta tensión hacia los seres cercanos. El
recuerdo que dejaría fue el de un hombre que mantenía
resorte de su vida a sus ochenta años seguía siendo
su inquietud interior:
«estar día a día atento al correo, a la llamada telefó-
nica, o mejor todavía a la visita que me proporcionará (...) alcanzado por la ceguera y con caminar molesto,
una ocasión de aportar una contribución personal, por mantenía una incansable curiosidad. (...) aprovechaba la
- 114 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS GAER/EL MARCEL 115

menor interrupción para iniciar una conversació~1,con tal otros la posibilidad de compartir este refugio espiritual
o cual participante y especialmente con los Jovenes; (EC 194). Nunca quiso ser mero espectador (AE20),
antes de cada comida -en las que daba muestra de un se propuso con su obra y su vida despertar las concien-
buen apetito- necesitaba hacer una excursión, sea a cias, «arrancarles (a los espectadores) de los prejui-
Bayeux para visitar la famosa fábrica de bordados, a las
cios, de las opiniones convencionales que les obstru-
playas del Desembarco o para visitar las ab.adías de los
yen e impiden acceder a sí mismos y comunicarse con
alrededores. Esta energía sólo podía asemejarse -como
el otro. En síntesis, se trata de ayudarles a renovarse
se verá- a la vivacidad de sus intervenciones en los
interiormente» (EC 169) y así redescubrir nuestra exi-
debates. (Prólogo a RP).
gencia de intersubjetividad en un mundo que camina
hacia el abismo. Para Marcel el humanismo actual-
Al terminar esas jornadas se dirigió a Zuri~h para
mente no puede ser sino trágico, por la ceguera con la
participar en un encuentro con intelectuale~ ~emdos de que se intenta construir una humanidad a partir de la
Asia, y más tarde en París se reunió con ~lsldentes de nada; una humanidad, como plantea Sartre, en la que
los países del Este (la situación de estos intelectuales el tú no tenga cabida. «Si mi óbra tiene un sentido,
había sido una de las mayores preocupaciones de sus creo que hay que buscarlo en el esfuerzo tenaz que he
últimos años). Su vitalidad se mantenía impulsada por desarrollado a lo largo de estos sesenta años para defi-
la antigua inquietud de construir fratern,idad. . nir, en la medida de lo posible, este abismo que tantos
. Se sentía suficientemente agradecIdo por la VIda espíritus han rodeado con una inconsciente desconcer-
que(,había tenido? Cuan?o .u~ amigo le hizo esta pre- tante.» (EC 203).
gunta Marcel dudó al prInCIpIO e~ l~ re~~uesta. Por un En esta vocación cumplida encontraba Marcel el
lado no podía ignorar lo que habla significado la ,desa- valor de su vida. A pesar de las sombras podía sentirse
parición de los seres queridos, su .~adre, ~u ~I,a, su agradecido (AE 3). Y con esta carta de presentación
mujer ... por otro lado siempre sintió la aflicción de caminó sus últimos pasos hacia el encuentro que tanto
«una búsqueda a menudo y durante muchos trechos había deseado con sus seres queridos. Nuestra exigen-
por oscuridad y angustia» (A~ 3). Además, sal:,o bre- cia de inmortalidad, había dicho, no puede tener otra
ves periodos de tiempo, su VIda «fue oscurecida por raíz que el amor (EC 286). y fue ese amor el que había
una consciencia cada vez mayor de la amenaza que se orientado su misión: «La inmortalidad a la que aspiro
levanta sobre la humanidad» (ib.). Pero considerándola no puede más que representarse, de manera inexpresa-
en conjunto sentía que había sido hermos~, pues ~1 ble, a la vez con esta creación y con este servicio que
final podía percibir una plenitud y u~~ luz (lb.). Podla son los únicos que confieren un sentido y una dignidad
afirmar que había cumplido su vocación C~-B 112)., a nuestra vida» (EC 291).
La búsqueda de «un mundo de fraternlda~ aute~- Gabriel Marcel fallece por deficiencia cardíaca el 8
tica» que comenzó de forma balbu~iente en.la infancia de octubre de 1973 cuando iba a cumplir 84 años. Tres
y se fue articulando de forma I?as cons~lente en la años antes había escrito en el último libro que publicó
adolescencia, había logrado su fin, y podía ofrecer a con el significativo título En camino ¿ hacia qué des-
- !
;

116 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS

pertar?: «Si permanezco de alg~na m~ner~ conscie~/te BIBLIOGRAFÍA Y ABREVIATURAS


en mi última hora, lo que brotara de rm sera una acción UTILIZADAS
de gracias hacia el Resucitado, al mismo t~e~npo.que
imploraré su misericordia por todas l~s deftc~enctas y
las omisiones que han acompañado ffil larga vida» (EC
288).

José Luis Cañas tiene publicada una bonita obra biográfica


sobre Marcel con el título: Gabriel Mareel; filósofo, dra-
maturgo, compositor, Palabra, Madrid, 1998.
Para una bibliografía más completa me remito a la obra de
Feliciano Blázquez Carmona: La filosofía de Gabriel
Marcel, Ed. Encuentro, Madrid~ 1988.

AE "An Autobiographical Essay" (Un ensayo auto-


biográfico) en The Philosophy of Gabriel Mar-
celo Schilpp. 1984.
DD Dos discursos y un prólogo autobiográfico,
Herder, Barcelona, 1967.
EA Ser y Tener. Caparrós, Madrid, 1996.
EC En chemin, vers quel éveil? (En camino ¿hacia
qué despertar?). Gallimard, París, 1971.
EGM Entretiens autour de Gabriel Marcel (Conversa-
ciones con Gabriel Marcel). La Baconniere,
Neuchátel, 1976.
HV Horno Viator. Prolegómenos para una metafí-
sica de la esperanza. Nava, Buenos Aires, 1954.
JM Diario metafísico (1914-23). Losada, Buenos
Aires, 1957.
MAD Madeleine Sabine: Mon cousin Gabriel, en
Entretiens autour de Gabriel Marcel, La Bacon-
niere, Neuchátel (Suisse), 1976,
T
I

118 FERNANDO LÓPEZ LUENGOS

M-B Gabriel Marcel interrogé par Pierre Boutang


(Gabriel Marcel entrevistado por Pierre Bou-
tang). Editions J.M. Place, Paris, 1977.
ME El misterio del ser. EDHASA, Barcelona, 1971.
M-F Gabriel Marcel-Gaston Fessard. Corresp on-
dence (1934-1971). Beauchesne, Paris, 1985.
PA Aproximación al misterio del ser. Encuentro,
Madrid, 1987.
PI Présence et inmortalité (1938-1943) (Presencia
e inmortalidad). Flarnmarion, Paris, 1959.
RA "Régard en arriere't.en Existencialisme chrétien
(Mirada hacia atrás). Plon, Paris, 1947, pp. 291-
324.
RI Filosofía concreta. Revista de Occidente,
Madrid, 1959, 2.a ed.
R-M Entretiens Paul Ricoeur-Gabriel Marcel (Con-
versaciones Paul Ricoeur-Gabriel Marcel).
Aubier-Montaigne, Paris, 1968,
RP "De la recherche philosophique", (Sobre la
investigación filosófica) en Entretiens autour de
Gabriel Marcel. Neuchátel, 1977, pp. 9-52.
VJ En busca de la verdad y la justicia. Seis confe-
rencias a estudiantes universitarios. Herder,
Barcelona, 1967.

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