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E n este libro hallará el lector

G A B R I E L MA RCE L un planteamiento y una dilucida­


ción singularmente expresivos de
la situación del hombre contem­
poráneo. La p re g u n ta trágica
“¿Qué soy; por qué vivo?” surge
en nuestros días con una agudeza

EL HOMBRE que el mundo jam ás había cono­


cido. E s imposible satisfacer este
ansioso interrogante con la res­
puesta aristotélica: “Eres un ani­

ROBLEMÁTICO
mal razonable.” Como Nietzsche,
el autor estima que el proceso
que desemboca en esa angustia es
una gigantesca devaluación de or­
den m e t a f í s i c o : La muerte de
Dios. S i consideramos su evolu­
ción histórica y sociológica, el
hombre ha perdido su referencia
con la divinidad: cesa de con­
frontarse con un Dios del cual es
criatura e imagen. Pero Gabriel
M arcel recupera y nos muestra el
camino de la esperanza.
La segunda parte de la obra
estudia más precisamente esta in­
quietud del hombre en San Agus­
tín, Pascal, Kierkegaard, N ietz­
sche, Heidegger, Sartre, etc. D e
este estudio resalta que la inquie­
tud positiva, aquella que presenta
en sí un valor, es la disposición
que nos perm ite desembarazamos
o desprendemos del estado en el
cual nos encierra la vida cotidia­
na con las mil zozobras que ter­
minan por recubrir las auténticas
realidades.
E sta inquietud es un medio de
superarse uno mismo y de acceder
a la verdadera paz, aquella que
ninguna dictadura, ningún impe­
rialismo es capaz de turbar.
BIBLIOTECA DE FILOSOFÍA
D IR IG ID A P O R E L P R O F E S O R JU A N A D O LFO V A Z Q U E Z GABRIEL MARCEL

EL HOMBRE
PROBLEMATICO
Traducción de
M a r ía E u g e n ia V a l e n t i é

E D IT O R IA L SU D A M ER IC A N A
B U E N O S AI RE S
P r im e r a P a r t e

E L HOMBRE PROBLEMÁTICO

IM P R E S O EN LA A RG EN TIN A
Queda hecho el depósito que pre­
viene la ley. Copyright 1956, Edito­
rial Sudamericana Sociedad Anóni­
ma, calle Ahina 500, Buenos Aires.
T ít u l o d e l o r ig in a l e n f r a n c é s :
“L ’h o m m e p r o b l e m a t i q u e ”
El problema sobre el cual quisiera aportar algunos
elementos de solución es un problema de segundo
grado, un problema a propósito de un problema. Lo
formularía así: ¿en qué condiciones el hombre ha
podido convertirse íntegramente en una cuestión
para el hombre?
Es importante prevenir todo equívoco, e insisto
sobre las palabras que acabo de utilizar. Es evidente
que desde hace muchos siglos, y ya en la Antigüe­
dad griega, el hombre se ha planteado cuestiones
sobre sus orígenes, su naturaleza o su destino. Pero
puede pensarse, me parece, que estas cuestiones,
por graves que pudiesen haber sido, se destacaban
sobre el fondo de una cierta seguridad, de una cier­
ta evidencia. Lo que podría expresarse diciendo que
su espejo interior devolvía al hombre una imagen
que en sí no tenía nada de inquietante.
Pero estamos obligados a comprobar que, por lo
menos en cierto nivel de conocimiento, ya no ocurre
10 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMATICO 11
así en nuestros días: ese nivel es el de la reflexión o una actividad deliberada y casi perversa, o sólo
del pensamiento interrogativo. Por supuesto, es cla­ de aquello que a veces se llama la conciencia lúdica,
ro que la inmensa mayoría de los seres humanos no es decir, tal como se ejerce en el juego y fuera de
accede jamás a ese nivel, o al menos, sólo llega a toda preocupación utilitaria. Es mucho más plausi­
él en raros instantes a favor de circunstancias excep­ ble admitir que estamos en presencia de una nece­
cionales. Pero, por otra parte, conviene agregar que sidad profunda, que es la que llamaría, con un tér­
esta toma de conciencia, aun si sólo corresponde a mino voluntariamente muy vago, modalidades exis-
una minoría, no puede dejar de tener repercusiones tenciales que se sitúan por debajo del nivel de la
muy extensas, y resonar aun en aquellos que no conciencia cotidiana.
parecen participar directamente. Por otra parte, de ninguna manera me propongo
Señalemos además que el arte contemporáneo, en insistir sobre el aspecto estético del problema que
algunas de sus expresiones más desconcertantes, abordo y si me refiero a él es porque tiene la ven­
constituye un testimonio irrecusable de lo que bien taja de hacerlo más patente.
podría llamarse una alienación, tomando esta pa­ Tomaré como punto de partida de mis propias
labra en un sentido mucho más general que el que reflexiones el notable análisis con que comienza la
tiene en una perspectiva marxista. Por alienación importantísima obra del filósofo alemán contempo­
entiendo el hecho de que el hombre parece haberse ráneo Hans Zeher, titulada El hombre en este mun­
tomado cada vez más extraño a sí mismo, a su pro­ do. Apareció en Hamburgo en 1948. Se encuentra
pia esencia, al punto de poner en duda esa esencia, en ella una toma de conciencia extraordinariamente
de rehusarle al menos toda realidad original, como lúcida de la situación del hombre contemporáneo.
hemos podido verlo en las expresiones extremas del El autor concentra primeramente su atención sobre
existencialismo contemporáneo. Ocurre como si el lo que él llama el hombre de la barraca.
arte, en un Picasso por ejemplo, viniera a manifestar Ese hombre tiene alrededor de 45 años. Los ca­
—es decir, a hacer manifiesta— la imagen deforma­ bellos grises. Podría tomarse por una sonrisa irónica
da y, por así decirlo, irreconocible que el espejo in­ cierta mueca de su rostro, pero poco a poco se des­
terior nos devuelve. En efecto, es difícil admitir cubre que esa mueca debe tener otro significado pues
seriamente que esta deformación se obtenga en for­ es permanente: más bien debe pensarse en una es­
ma arbitraria, que no sea más que el producto de pecie de congelación de los rasgos. Ese hombre po­
EL HOMBRE PROBLEMATICO 13
12 GABRIEL MARCEL
seyó un hogar, una casa con muebles, tierras, una mero. Sin embargo, ese hombre no es un número,
granja, animales. Tenía padres, una mujer, hijos, es un ser vivo, un individuo, y en cuanto tal nos
seres próximos habitaban su contorno. Pero ya no habla de una casa, una casa bien determinada que
posee más que lo que lleva encima. Trabaja ocho fué su casa, de los suyos que también fueron indi­
horas por día, quizá en la reparación de un ca­ viduos, de los animales cada uno con su nombre.
mino; tiene qué comer, y aun esa comida es buena. A todo esto se refiere ese hombre cuando plantea
su interrogante sin respuesta: “¿quién soy? ¿qué
Cuando no está demasiado cansado puede conseguir
sentido tiene todo esto?” ¿Acaso otro hombre, tam­
en la aldea pequeños trabajos que lo ayudan, que le
valdrán un suplemento en su alimentación, o un poco bién un individuo, podría explicárselo? Podría ha­
de tabaco. No puede decirse que la colectividad no cer todos los esfuerzos necesarios para introducir a
se haya preocupado por él, y aun él no lo diría. nuestro hombre en su propia vida, en su universo,
Habla poco, lento, circunspecto. Habla de lo que hasta podría compartir con él lo que posee. Sólo
poseyó en otros tiempos, de los suyos, de su gran­ que esa vida, ese universo, no son intercambiables
ja y entonces se convierte en un ser humano en el y no sería una respuesta.
presente, mientras que antes lo era en el pasado; muy Cosa extraña, es justamente porque ese otro hom­
pronto recae en su mutismo. Pero ya había plan­ bre sabe quién es y por qué vive, que no puede
teado un interrogante, siempre el mismo, y por cier­ responder a la pregunta del hombre de la barraca.
to no espera obtener respuesta: ¿quién soy? ¿por Sólo imperfectamente puede comprender esa pre­
gunta porque no sabe lo que es haber perdido su
qué vivo?, ¿qué sentido tiene todo esto?
patria, su casa, con todo lo que ama. Y aun si hu­
El Estado no puede responderle. No conoce más
biera perdido todo eso, se encontraría en la misma
que conceptos abstractos: empleo, reforma agraria,
situación, más próximo por consiguiente, pero es
etc. Lo mismo ocurre con la sociedad en general:
probable que entonces se plantearía la misma pre­
lo que existe para ella es el socorro a los refugiados,
gunta, lejos de poder responderla.
las ayudas de urgencia, etcétera. Siempre abstrac­
De este modo el problema se agudiza. No con­
ciones. En el universo del Estado y la sociedad ese
cierne a tal individuo en particular sino a todos los
hombre ya no representa ninguna realidad viva. Es
un número en una ficha, dentro de una carpeta que hombres que viven en el mismo cobertizo. La pre­
gunta es como una nube que flota por encima de la
tiene una infinidad de fichas cada una con su nú­
EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 15
14 GABRIEL MARCEL
infinidad de máscaras; la del nacionalismo, de la
barraca, del campo entero, pero hay muchos otros
raza, del nacionalsocialismo, del capitalismo, del so­
campos semejantes. Pesa sobre todo ese país, sobre
una parte del mundo. cialismo o del comunismo.
Sin embargo, el conocimiento científico no ha po­
Nada preparaba a nuestro hombre para plantearse
dido cambiar nada de lo ocurrido, quizá hasta ha
esa pregunta. Antes sabía quién era y por qué existía
contribuido a hacer los conflictos todavía más agu­
y cuando, animado por su narración se convierte por
dos. Lo mismo sucede con todas las máscaras. Se
algunos instantes en un hombre viviente, lo sabe de
puede muy bien inventar una nueva teoría, o un
nuevo. Pero los años pasan. Está atormentado, gas­
nuevo culpable: el número de los que han perdido
tado por esta pregunta sin respuesta. Aunque sur­
todo es demasiado considerable para que tales in­
giese ante el oscuro abismo de la nada, ante el
venciones, digamos hasta tales descubrimientos, pue­
vacío absoluto, ese es su destino. Un poder extraño
dan satisfacerlos. Pero, qué hueco y mezquino pa­
e incomprensible le ha quitado todo lo que consti­
rece todo esto en presencia de la nada.
tuía lo suyo, todo lo que le permitía adquirir forma.
¿Por qué creí que debía reproducir a grandes ras­
Pero ese hombre no está allí simplemente por él
gos este análisis que para una mirada superficial
mismo, por su propia cuenta. Es también el último
parece que sólo se refiriese a un caso extremo, el de
eslabón de un desarrollo histórico, cuya última po­
los desdichados a quienes se llama con un eufe­
sibilidad señala. Hace 30 años que se prepara esta
mismo bastante irritante “personas desplazadas”?
cuestión para todo un continente; pronto lo será
Es que en realidad en una situación como la de
para todo el planeta.
nuestro mundo actual el nihilismo es contagioso, y
¿Quién es responsable de que esto suceda? Las
sobre este contagio centraremos nuestra atención.
respuestas son de dos tipos: se dirá que esos acon­
Si me encuentro realmente en presencia del hom­
tecimientos se produjeron por sí mismos sin que el
bre de la barraca, si me veo en la obligación de
hombre interviniese para nada, o bien se preten­
imaginar tan concretamente como pueda las condi­
derá que el culpable es el otro. En el primer caso
ciones en las que surgen esas preguntas trágicas y
el hombre tendrá el deber de descubrir las leyes
sin respuesta: ¿quién soy?, ¿por qué vivo?, es im­
que rigen tal devenir y adaptarse a ellas. En el se­
posible que no me sienta interiormente afectado y
gundo caso habrá que exigir que el culpable rinda
al fin de cuentas alcanzado por esas preguntas.
cuentas: pero ¿quién es? Lleva una máscara, una
Í6 Ga b r ie l Marcel EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 17
En primer lugar puedo, o aun debo imaginar que forma que hoy le parece imprudente, se vacía de
ese extremo desamparo puede mañana ser el mío. significado, o al menos digamos que de pronto está
No me es difícil evocar circunstancias por conse­ como afectada por un signo que la hace aparecer
cuencia de las cuales yo mismo podría encontrarme con luz nueva e inquietante. Lo que creía normal
mañana en una situación idéntica a la de esos des­ no es decididamente tan normal como esto, quizá
dichados cuya suerte fué para mí en el primer mo­ sólo se realiza a favor de condiciones bastante excep­
mento objeto de asombro y de escándalo. cionales, y que seguramente no presentan las ga­
Esto es verdadero a la vez de hecho y de derecho: rantías de duración absoluta que muy ingenuamen­
digo de derecho porque no tengo ninguna razón te dábamos por supuestas.
para suponer que esos hombres merecieron su des­ Es singular que a partir del momento en que la
tino y pensar que yo por el contrario estoy exento atención se concentra con fuerzas suficientes sobre
de todo reproche. Si soy inocente, lo son como yo; el hombre de la barraca o sobre el deportado, se
si son criminales, lo soy también. diría que se trasforma en un proyector permanente,
Puede decirse, en suma, que ante nuestros ojos que ilumina en forma nueva y muy inquietante otras
la falta de sentido se extiende como una mancha de situaciones humanas que se admitían abstractas o
aceite. Así se produce una extraña mutación interior globalmente porque no se había tomado el trabajo
que toma el aspecto de un verdadero desarraigo. de imaginarlas, digamos por ejemplo, la situación
Cuestiones enteramente nuevas se plantean, insisten del proletariado en países lejanos como la India, el
en plantearse allí donde hasta entonces parecía ha­ Irán o Egipto, y así acercándonos cada vez más has­
ber un orden que contenía en sí mismo su propia ta que llegamos a los que están a nuestras puertas
justificación: ese orden mismo al que pertenecía el y cuyas condiciones de existencia hemos admitido
hombre de la barraca cuando era todavía un ser durante tanto tiempo, sin hacer jamás el esfuerzo
vivo o cuando estaba en el presente. oneroso, o hasta peligroso, de imaginar concretamen­
Aquel para quien reflexionar se ha convertido en te lo que pueden ser.
un menester, en una necesidad primordial, toma ¿Al menos tendremos el recurso de refugiarnos
conciencia del carácter precario y contingente de en una interpretación clave como el marxismo? No
las condiciones que constituyen el marco mismo de su es difícil comprender la especie de comodidad psi­
existencia. La palabra “normal” que usaba en una cológica que sin ninguna duda experimentaríamos
18 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 19

instalándonos en ella. No sólo nos suministraría una del marxismo, o al menos de una interpretación qui­
explicación al menos aparente de la miserable con­ zá abusiva pero que se quiere ortodoxa de esta doc­
dición en la que se encuentran las innumerables trina, innumerables seres han sido colocados en
víctimas cuyo insoportable destino se nos ha hecho condiciones que les quitan toda realidad concreta.
visible; no solamente nos permitiría —lo que es có­ Parece que cierto corazón sangrante del ser hu­
modo— dividir a los seres humanos en dos catego­ mano, de la existencia humana, se ha puesto al
rías, opresores y oprimidos; sino que aun nos pon­ desnudo en nuestros días en condiciones que vuel­
dría en condiciones de conferirnos a nosotros mismos ven profundamente sospechosas para un espíritu lú­
una especie de certificado de excepción por el cual cido toda tentativa para recubrirlo, para disimularlo.
tendríamos la seguridad de “estar del buen lado”. A propósito utilicé esa expresión aparentemente muy
Por supuesto, lo que podría llamarse la “pertenencia imprecisa: un cierto corazón. En efecto, no se trata
marxista” no implica de por sí nada que se asemeje de algo que con todo rigor puede llamarse una
a ese fariseísmo. Pero sólo es efectiva, respetable esencia. En la perspectiva que se nos ofrece, el
cuando se traduce en un compromiso concreto, en problema de la esencia puede parecer, al menos en
una participación en cierta lucha. primera instancia, secundario y casi insignificante:
Salvo que la reflexión, si arbitrariamente no se por ejemplo ¿cuál es nuestra reacción si se nos re­
coloca un seguro, muestra con bastante rapidez que cuerda que el hombre, como lo dijo Aristóteles, es
tal interpretación no es más que un refugio, que no un animal racional? No se me ocurre decir: “esta
da cuenta de lo que está en cuestión y que, por fórmula es falsa”, pues, sobre todo si colocamos el
otra parte, como ya lo hemos podido presentir, im­ acento en la relación entre razón y lenguaje articu­
plica, o entraña invariablemente, esta substitución lado, 110 puede discutirse seriamente. Mas bien es­
de lo concreto por lo abstracto, del individuo por la taríamos tentados de decir que nos parece posada
ficha, que es precisamente el mal que tratamos de sobre una realidad a la que no estamos seguros de
comprender. que se adhiera estrechamente, hasta podríamos de­
Además, si volvemos a la situación de donde par­ cir que nos parece menos significativa que a nues­
timos, la del hombre de la barraca, ¿cómo el mar­ tros antecesores. La justificación profunda de las
xismo, o algo que se le asemeje permitiría enfren­ filosofías de la existencia quizá consista sobre todo
tarla? Por el contrario comprobamos que en nombre en el hecho de que han mostrado la imposibilidad de
20 GABRIEL MARCEL
considerar un ser existente sin tener en cuenta su exis­ EL HOMBRE PROBLEMATICO 21

tencia, su modo de existencia. Pero sobre esta existen­ nerse en la forma tradicional de concebir las rela­
cia misma las palabras “animal racional” no nos ciones de esencia y existencia, y admitir que ésta,
proporcionan ninguna verdadera aclaración. A lo la existencia, viene como a sobreponerse de una
más, podría introducirse la noción hoy corriente manera inexplicable o irrepresentable a una esencia
de proyecto y decir que entra en el proyecto del que se bastaría a sí misma.
ser humano el comportarse como animal racional. No Volvamos ahora a las preguntas que se plantea­
obstante podría preguntarse si esta noción no es ba al hombre de la barraca: ¿quién soy?, ¿qué sen­
equívoca. A primera vista parece presentar un sig­ tido tiene mi vida? Es evidente que estas cuestiones
nificado psicológico, pero en la reflexión esta apa­ no se resuelven respondiendo a ese hombre (o a
riencia se disipa. Psicológicamente es sin duda falso mí mismo si las tomo por mi cuenta): eres un ani­
decir que todo ser humano tiene el proyecto de com­ mal racional. Respondiendo de esa manera se sos­
portarse como un animal racional. Además quizá laya la pregunta. Dije más arriba que la falta de
tengamos razón al poner en duda la validez de una sentido se expandía como una mancha de aceite: es
proposición que se aplica a todo ser humano: quizá decir que yo que tengo una profesión, una patria,
por su forma misma implica una negación de lo medios de existencia, etc., no puedo menos que vol­
específicamente humano. Quizá substituye, sin que ver en cierto modo esas preguntas hacia mí mismo.
lo sepa el mismo que la enuncia, cierta natura­ ¿Por qué es así? Por el contrario, razonemos y su­
leza, cierto complejo definido biológicamente, a esa pongamos que me encierre a mí mismo prudente­
realidad misteriosa, el ser humano de quien, des­ mente, celosamente, en la categoría favorecida de
pués de todo, quizá no se pueda hablar con propie­ aquellos para quienes esas cuestiones no se plan­
dad más que en singular. tean. Pero si por un esfuerzo de imaginación he lle­
Las filosofías de la existencia a que me referí, por gado realmente a colocarme en el lugar del hombre
otra parte, no postulan necesariamente la prioridad de la barraca, por sus propios ojos habré llegado a
de la existencia con relación a la esencia; por el considerar el movimiento por el cual me he coloca­
contrario, es una afirmación cuyo único responsable do de una vez por todas en la categoría de los pri­
es actualmente Jean Paul Sartre. Lo que esa filosofía vilegiados que saben quiénes son y por qué viven.
pone en evidencia es la imposibilidad de mante­ En otros términos, por la acción conjunta de la ima­
ginación y la reflexión he podido operar un cambio
22 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMATICO 23

que no sólo se refiere al objeto sino al sujeto mismo, siglo xix una conjunción del nacionalismo por una
al sujeto que pregunta. parte, de la revolución industrial por otra, cuyos
Pero en esta nueva perspectiva, a partir de esta efectos fueron muy nefastos en el plano de lo huma­
nueva subjetividad, mi manera de tomar como dadas no. Pues ni siquiera puede decirse que el nacionalis­
mis propias condiciones de existencia aparece como mo haya contribuido a hacer más soportable el yugo
una simple impudicia. En otros términos, me he de la industria o de la máquina; muy al contrario.
despegado de esas condiciones que espontáneamen­ Pero en realidad no habría que detenerse aquí.
te trataba como algo que cae por su peso y la con­ Sería necesario investigar por una parte cómo el na­
secuencia de este despegarse es que bruscamente cionalismo y el industrialismo se han desarrollado
yo ya no sé quién soy. Observamos además —y esto conjuntamente, y por otra qué consecuencias tuvie­
es muy importante— en el punto donde he llegado ron para la imagen que el hombre se ha hecho de
que la pregunta ¿quién soy? se ha profundizado sí mismo y del mundo en el cual arraiga. Es difícil
hasta alcanzar al sujeto mismo que se la plantea. discutir, en particular, que el nacionalismo bajo su
¿Quién soy yo que me pregunto por mí mismo? Que forma moderna y posrevolucionaria sea el produc­
no se me diga que de esta manera me comprometo to de una ideología que se desarrolló en el siglo
x v i i i y se combinó, en condiciones muy difíciles de
a una regresión infinita. Esta regresión sería vana,
no cambiaría para nada la pregunta esencial. precisar, con un preromanticismo cuyos orígenes pa­
Pero quizá a partir de este punto haya que volver recen situarse en Rousseau. Abandonada a su pen­
hacia atrás, remontarse al pasado, en suma pregun­ diente natural, esta ideología llevaba más bien a
tarse cómo se ha creado históricamente la situación un cosmopolitismo de la razón. El nacionalismo sur­
que hace surgir esta pregunta y su propio redobla­ gido de la Revolución Francesa se ha construido
miento. Se podría, pues, en esta etapa de la reflexión, en gran medida sobre la ruina de las comunidades
preguntarse de inmediato qué acontecimientos his­ de base que habían persistido hasta el final del An­
tóricos pudieron producir los cambios de población tiguo Régimen, pero que el individualismo de la F i­
o las deportaciones en masa que han llevado a la losofía de las luces contribuía inevitablemente a di­
aparición del hombre de la barraca. No insistiré en solver. Por otra parte no se puede negar que haya
este aspecto puramente histórico del problema. Pero una conexión estrecha entre este hecho general y
ciertamente se puede notar que se produjo en el la desvitalización de la religión que se produjo en la
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misma época. Pero la Revolución Industrial, al me­ Pero lo esencial está en otra parte, o más exacta­
nos durante la primera mitad del siglo xix, debió mente, debe buscarse en un plano que no es el
contribuir a agravar considerablemente esta tenden­ del desarrollo visible de los acontecimientos. Me
cia, por otra parte debida sobre todo a la influencia atrevería a decir, por mi parte, que el proceso que
de un liberalismo que en el plano económico, como concluye en el hombre de la barraca y en la ansiosa
bien sabemos, debía engendrar las consecuencias más interrogación alrededor de la cual gravitaban todas
inhumanas, al reducir al individuo a una condición sus reflexiones es una verdadera necrosis cuyo prin­
cada vez más parcelaria, bajo la máscara de un op­ cipio es metafísico.
timismo que hoy nos parece el colmo de la hipocre­ En general, se puede decir que el hombre, si con­
sía. Pero es de notar que el propio marxismo, a pesar sideramos la evolución histórica y sociológica tal
de la diferencia y aun la oposición de los postula­ como se ha desarrollado desde hace dos siglos, ha
dos, ha contribuido a prolongar el error liberal, es perdido su referencia divina: deja de confrontarse
decir que no hizo casi nada para instaurar el adve­ con un Dios cuya criatura y la imagen sería. La
nimiento de la persona. Como el liberalismo, perma­ muerte de Dios, en el exacto sentido que Nietz­
nece a fin de cuentas tributario del espíritu de abs­ sche dió a esas palabras ¿no sería el origen del hecho
tracción, en lo que se distingue profundamente del de que el hombre se haya convertido para sí mismo
socialismo proudhoniano que por el contrario es en una pregunta sin respuesta?
hondamente respetuoso de lo concreto. Sin duda conviene precisar aquí, en la medida de
Todo esto no son más que algunas referencias, por lo posible, lo que debe entenderse por la expresión
otra parte, indispensables. Desde luego faltaría mos­ “la muerte de Dios”. Se ha observado que se encuen­
trar cómo se han hecho posible las guerras totales. tra ya en un escrito de la juventud de Hegel, pero
Esas guerras por razones evidentes debían contri­ en un contexto que no permite atribuirle el sentido
buir a debilitar aun más el sentido de la dignidad preciso que tendrá para el autor de Zaratustra.
personal, y preparar el camino de manera paradó­ Sobre todo hay que referirse al célebre texto de
jica a un tipo de socialización que ya no tenía nada Gaya Ciencia y a su desarrollo en Zaratustra.
que ver con los pensamientos generosos que habían “Habéis oído hablar de ese loco que encendió
animado a los primeros reformadores socialistas a una linterna en pleno día y se puso a correr en una
mediados del siglo xix. plaza pública gritando sin cesar: ¡Busco a Dios,
26 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMATICO 27
busco a Dios! Pero como allí había muchos de aque­ agua podría lavarnos? ¿Qué expiación, qué fuego
llos que no creen en Dios su grito provocó gran risa. sagrado nos veremos obligados a inventar? La gran­
¿Se ha perdido como un niño?, decía uno. ¿Se ocul­ deza de ese acto es demasiado grande para nosotros.
ta? ¿Nos teme? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado? ¿Hay que transformarse en dioses simplemente para
Así gritaban y reían en confusión. El loco saltó en tener el aspecto de ser dignos de ella? No hubo
medio de ellos y los atravesó con la mirada. ¿Dón­ jamás acción más grandiosa, quienesquiera sean los
de se ha ido Dios?, exclamó. Voy a decirlo. Lo que puedan nacer después de nosotros, pertenecerán
hemos m atado.. . ¡Vosotros y yo! ¡Nosotros, todos por ella a una historia más alta que lo que fué hasta
nosotros somos asesinos! Pero ¿cómo lo hicimos? aquí ninguna historia.” (§ 125.)
¿Cómo pudimos desagotar el mar? ¿Quién nos ha En el libro V, escrito 4 años más tarde, en 1886,
dado una esponja para borrar todo el horizonte? Nietzsche se expresa de la manera siguiente:
¿Qué hicimos al desatar la cadena que unía la tierra “El mayor de los acontecimientos recientes —la
al sol? ¿Adonde va ella ahora? ¿Adonde vamos nos­ muerte de Dios, en otras palabras: el hecho de que
otros? Lejos de todos los soles ¿no caemos sin cesar la fe en el Dios cristiano haya sido despojada de su
hacia adelante, hacia atrás, al lado, de todos lados? plausibilidad— comienza ya a arrojar sus primeras
¿Hay todavía arriba y abajo? ¿No vamos errantes sombras sobre Europa. . . En general se puede decir
por una nada infinita? ¿No hace más frío? ¿No vie­ que el acontecimiento es demasiado grande, dema­
nen siempre noches, cada vez más noches? ¿No siado lejano, demasiado alejado de las concepciones
hay que encender las linternas desde la mañana? de la multitud para que sea lícito considerar que la
¿No escuchamos todavía el ruido que hacen los se­ noticia de este hecho haya llegado a los espíritus,
pultureros que entierran a Dios? ¿No sentimos nada para que haya el derecho de pensar, con más razón,
todavía de la descomposición divina?. .. ¡Los dioses que mucha gente ya se da cuenta precisa de lo que
también se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios ha ocurrido y de todo lo que se va a derrumbar
permanece muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ahora que se encuentra minada esa fe que era la
¡Cómo nos consolaremos nosotros asesinos entre los base, el apoyo, el suelo nutricio de tantas cosas;
asesinos! Lo que el mundo poseía de más sagrado y la moral europea entre otras. . . Debemos esperar
poderoso hasta ese día sangró bajo nuestro cuchi­ amplias consecuencias, gran abundancia de demoli­
llo .. . ¿Quién nos limpiará de esa sangre? ¿Qué ciones, destrucciones, ruinas y conmociones: ¿quién
EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 29
28 GABRIEL MARCEL en el cénit de su fama, cuando fué recibido por los
podría adivinar bastante en nuestros días para com­ periodistas en Ginebra al día siguiente de la libera­
prender esta enorme lógica, convertirse en el pro­ ción, les declaró a boca de jarro: “Señores, Dios ha
feta de esos inmensos errores, de esas tinieblas, de muerto.” ¿Cómo no ver que el sonido existencial es
ese eclipse de sol que sin duda la tierra todavía aquí absolutamente distinto, precisamente porque
no ha conocido nunca?” (§ 343.) ha desaparecido el terror sagrado y ha sido reem­
Sería imposible acentuar demasiado la significa­ plazado por la satisfacción de un hombre que pre­
ción o el alcance existencial de las fórmulas nietz- tende establecer su doctrina sobre las ruinas de algo
scheanas. Quiero decir que tienen una resonancia en que nunca creyó? Sin embargo, puede decirse
sin duda personal pero no exclusivamente subjetiva. que ya en Nietzsche la afirmación de la muerte de
Es cierto que Nietzsche en su juventud era creyen­ Dios presenta un carácter preliminar en el sentido
te, que Dios vivía entonces para él, pero también de que ese acontecimiento trágico prepara la venida
que más tarde estuvo como retirado de él. Es quizá del superhombre; ésta es posible sólo a partir del
justo señalar una analogía entre lo ocurrido en este acto por el cual el hombre afronta la muerte de Dios
sentido y la evolución trágica de las relaciones entre y se reconoce en cierto modo responsable.
Nietzsche y Wagner. Es muy característico que Nietz­ Heidegger, en el estudio consagrado a la muerte
sche no se haya limitado a ver en todo esto un acon­ de Dios según Nietzsche, en Holzwege, recuerda
tecimiento de su vida personal: este eclipse, que que con la conciencia de la muerte de Dios comien­
juzga definitivo, tiene para él un alcance universal, za la de un trastrocamiento radical de los valores
y en ese sentido se puede hablar legítimamente del considerados hasta entonces como los más altos. El
profetismo de Nietzsche. hombre mismo pasa entonces a una historia dife­
Pero no es todo. Nietzsche, como vimos, no se rente y más elevada, porque la voluntad de poder
limita a decir “Dios ha muerto”, en el sentido en se experimenta y reconoce como principio de toda
que Pascal, recordando un pasaje de Plutarco, decía: posición de valores. De esta manera —nunca se in­
“el gran Pan ha muerto”. La afinnación nietzscheana sistirá demasiado sobre ello— Nietzsche pretende
es infinitamente más trágica puesto que dice que superar el nihilismo al que nos encontraríamos re­
nosotros mismos hemos matado a Dios y sólo esto ducidos o condenados si nos mantuviéramos en la
puede explicar el terror sagrado con que Nietzsche muerte de Dios, si nos estableciéramos en esta com­
se expresa. Me han asegurado que Jean Paul Sartre,
30 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 31
probación trágica, aun si deriváramos de ello una Según Nietzsche, el nihilismo proviene de haber
especie de goce perverso, en lugar de comprender pretendido aplicar con carácter absoluto al mundo
que no puede ser más que un punto de partida, algo las categorías de sentido y de totalidad. Aparece
así como un trampolín para el salto prodigioso, para cuando, después de haber supuesto en todo aconte­
el impulso creador sin el cual el superhombre, la cimiento una totalidad y una organización tales que
superhumanidad es impensable. el bien del conjunto exigiría el sacrificio del indivi­
Se desconocería pues totalmente la intención pro­ duo, se percibe al fin que no hay ningún conjunto.
funda de Nietzsche si no se pusiera en primer plano La idea de valor no podría sobrevivir a la desapari­
su voluntad de superar el nihilismo. Para él, está ción del Todo, que le confería un carácter infinito.
ligada a la descomposición del cristianismo y quizá, Así Nietzsche podrá decir en La voluntad de poder:
aun más en general, del pensamiento idealista. Como “El nihilista es el hombre que del mundo como es
observa muy bien Jaspers, para Nietzsche el nihilis­ juzga que no debe ser, y del mundo como debe
mo proviene de la interpretación moral. “El cristia­ ser, juzga que no existe: en consecuencia la realidad
nismo ha creado un mundo simulado cuya no-ver­ empírica no tiene sentido.” (XVI, p. 84.)
dad es finalmente reconocida gracias a los instintos Pero precisamente el superhombre no es un ejem­
de verdad que él mismo ha suscitado, y de manera plar particular de la especie humana en quien las fa­
tal que ahora ya no queda nada. Porque en el cris­ cultades del hombre corriente estuvieran delibera­
tianismo todo lo que tenía consistencia y valor era damente acrecentadas; no es tampoco una especie
simulación, desde el momento en que esto se reco­ de hombre que sólo surgiría por la aplicación de la
noce, la vida se hunde en una nada tal como el filosofía nietzscheana: es el hombre nuevo en su
hombre jamás ha visto. Ahora viene el tiempo en que plenitud, cuya humanidad consiste en el hecho de
debemos pagar por haber sido cristianos durante que la voluntad de poder se hace determinante con
dos milenios. Ya no tenemos el grave peso que nos relación a la realidad.
hacía vivir, durante algún tiempo no sabemos qué Por supuesto será necesario mostrar aquí que la
h a c e r... Ahora todo es completamente falso.” voluntad de poder, considerada como la esencia más
(Nietzsche, Werke, edición Nauman, XV, p. 160. íntima del ser, trata de realizar en un plano supe­
Citado por Jaspers en Nietzsche, p. 248 de la tra­ rior lo que es ya en la vida; por tanto es aquello
ducción francesa.) que siempre debe superarse a sí mismo. Lo funda­
32 GABRIEL MARCEL
EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 33
mental aquí es la idea misma de superación. De
manera que el ser, que es voluntad de poder, domi­ degger está hasta cierto punto acertado, en particu­
na la vida, como algo a lo cual está siempre dis­ lar en su último libro 1 al pretender que el pensa­
puesto a abandonar por el ser verdadero. En estas miento nietzscheano se centra en una metafísica,
condiciones —aunque muchas expresiones que Nietz­ mejor dicho en una ontología, no explicitada.
sche utiliza a menudo desgraciadamente favorezcan Todas estas cuestiones presentan por sí mismas,
el contrasentido —es, sin duda, un grave error inter­ filosóficamente, la mayor importancia. Pero, en el
pretar la voluntad de poder como algo puramente terreno en que me he colocado lo que conviene re­
biológico. Pero debe reconocerse que de esta mane­ conocer de hecho es que la fe en la venida del
ra lo que la doctrina gana en profundidad lo pierde superhombre, tal como se expresa en particular en
en claridad. Por mi parte estaría bastante inclinado Zaratustra, queda como un dato casi exclusivamen­
a creer que Nietzsche, muy influido en cierto pe­ te nietzscheano en tanto que la afirmación de la
ríodo de su vida por el pensamiento de los natura­ muerte de Dios ha encontrado en una infinidad de
listas, y en particular de Darwin, llegó a servirse de espíritus una resonancia trágica y casi definitiva. Po­
un lenguaje, de un equipo de nociones tomado ori­ dría reflexionarse largamente sobre las razones por
ginariamente de Schopenhauer y ulteriormente de las cuales esto ha ocurrido, como también sobre los
las ciencias de la vida, para traducir una intención motivos por los cuales la idea del eterno retorno
profunda muy difícilmente reductible a lo que ese que presenta para Nietzsche en la época de Zara­
lenguaje podía vehiculizar. Esta disparidad, por otra tustra un valor tan eminente no constituye para nos­
parte, debía entrañar históricamente consecuencias otros más que un elemento, por otra parte, muy sig­
nificativo, de su temática personal.
desastrosas, puesto que los teóricos contemporáneos
del racismo y del nazismo, que en realidad se sitúan Mas lo que nos interesa sobre todo comprobar
en las antípodas del pensamiento nietzscheano, no aquí es que el trastrocamiento anunciado y exigido
dejaron de reclamar un parentesco, reproduciendo por Nietzsche, no sólo no se ha efectuado sino que
tal o cual fórmula que separada de su contexto po­ nos parece actualmente tan irrealizable como una
reforma monetaria que pretendiera cumplir un in­
día justificar aparentemente las monstruosas empre­
dividuo solo por más genial que fuese. Pero lo más
sas que conocemos.
grave es que hemos podido ver desarrollarse ante
En estas condiciones se podría pensar que Hei-
1 Was heisst Denken?, Niemeyer-Tübingen, 1954.
34 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 35

nuestros ojos una odiosa caricatura de ese trastroca­ gencia superior de inteligibilidad surge en nosotros,
miento, caricatura de la que se puede afirmar sin exigencia ante la cual las respuestas de la ciencia no
temor a equivocarse que hubiera sido para el autor pueden aportar ninguna satisfacción real. ¿Cómo
de Zaratustra objeto de indignación y horror. Para no sentirnos inclinados a ver en la locura de Nietz­
estar seguro de ello basta referirse por ejemplo al sche la manifestación fatal y trágica de un espíritu
admirable capítulo IX de Más allá del bien y del de desmesura que se unía ya en cierto modo al
mal que se titula “¿Qué es lo noble?”, en particular profetismo de Zaratustra y a la concepción misma
los parágrafos 250 y 251 que trata de los judíos. del superhombre? Después de todo tal vez sería
Entonces la obra de Nietzsche nos aparece como imposible que aquel que se atrevía a presentarse
afectada por un verdadero signo de contradicción, como el anunciador del superhombre no reivindica­
de manera que se puede presentar simultáneamente ra para sí mismo ciertos atributos de la sobrehuma-
como infinitamente peligrosa e infinitamente salu­ nidad y, por el peso de esta reivindicación, ¿no era
dable; y esta ambivalencia, más manifiesta todavía normal que un débil organismo humano terminara
que en Dostoievski por ejemplo, corresponde, sin finalmente por destruirse?
duda, a un rasgo general profundamente caracterís­ Sea lo que fuere, me parece bastante evidente
tico de nuestro tiempo. que en la hora actual es sobre todo el diagnóstico
Aun el destino personal de Nietzsche puede consi­ nietzscheano y también su pronóstico (en tanto po­
derarse significativo, sintomático, si bien haya que damos disociarlo del profetismo propiamente dicho)
mostrarse al respecto extremadamente prudente y cir­ lo que puede y debe retenerse.
cunspecto. Pero en realidad parece muy difícil, cuan­ Lo que se ha producido casi ante nuestros ojos
do uno piensa en el naufragio final de Nietzsche, es una gigantesca devaluación en muchos aspectos,
limitarse a explicar desde el punto de vista de la comparable a la que tuvo lugar en tantos países en
medicina una tara fisiológica o una lesión. No se el plano monetario. Esta devaluación puede inter­
trata por cierto de negar al médico el derecho de pretarse de diversas maneras, según se acentúe el
proceder a un tipo de investigación o aun de ex­ hecho de que ciertos valores ya no se reconocen
plicación que le pertenece; pero en presencia de un absolutamente, o bien sobre la forma en que se
gran espíritu, que más que nadie en su tiempo con­ pulverizan, es decir que dan lugar a apreciaciones
tribuyó a renovar el horizonte espiritual, una exi­ anárquicas e incoherentes.
EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 37
36 GABRIEL MARCEL
En esas condiciones es totalmente comprensible una primera hipótesis quedamos reducidos a lo que
que muchos filósofos lleguen a la conclusión de que llamé una pulverización, una atomización, incom­
el Yo crea los valores, lejos de estar dotados de una patible con la intención o la exigencia implicada en
realidad independiente. Hay que agregar que el Yo la idea misma de Bien. Por otra parte esta atomiza­
de que se trata debe concebirse en un sentido em­ ción sólo puede engendrar un estado de guerra al
pírico; estamos en las antípodas del pensamiento de que únicamente la victoria puede poner término,
un Fichte que seguía siendo rigurosamente univer­ aunque sólo provisionalmente, pues la victoria pro­
salista, aunque la experiencia haya probado que era voca el resentimiento de los vencidos y prepara así
susceptible de deslizarse peligrosamente por la pen­ el trastorno también provisional de lo que sólo era
diente del nacionalismo, o el imperialismo. Pero ac­ una situación de hecho. Pero es evidente que desde
tualmente en las filosofías existencialistas no se con­ el punto de vista mismo de la historia y la sociolo­
cibe nada parecido. Más bien corren el riesgo de gía, esta idea de un Bien pulverizado o atomizado
concluir en la anarquía, o para evitar de perderse es indefendible, puesto que el Bien no se define
en ella, tratarán de concluir con doctrinas surgidas jamás sino en relación a un grupo, a una colectivi­
dad. De esa manera, el problema se complica singu­
de Hegel —preferentemente con el marxismo— los
compromisos más audaces. larmente y vemos aparecer la otra cara del dilema,
donde la sociedad substituye al yo. Pero tampoco
En realidad, como lo vió profundamente Nietz­
éste es el camino por el cual podemos esperar esca­
sche, el plano de los valores es aquel donde pode­
parnos de un relativismo fatal. Ahora bien, la histo­
mos captar mejor lo que significa la muerte de Dios.
ria, siempre que la consideramos en suficiente pro­
En tanto se identifica con el orden suprasensible en­
fundidad, nos enseña que la conciencia individual,
tero —agregaré por mi cuenta en la medida en que
en tanto portadora de valores universales, puede le­
se organiza alrededor de una presencia inefable— se
nos hará imposible referirnos, por ejemplo, al Bien vantarse contra la colectividad y oponerle una justi­
absolutamente hablando; el Bien aparecerá como cia verdadera —entendemos por esto afirmada como
inseparable de una decisión existencial que se reali­ verdadera— a la pretendida y engañosa justicia que
za en ciertas condiciones. la sociedad pretende imponerle. Pero es evidente
que todo el problema consiste en saber en qué con­
De lo que acabo de decir resalta que el pensa­
miento se encuentra abocado a un dilema fatal: en diciones podemos conferir sentido y valor a seme­
38 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 39

jante oposición. El sociólogo, librado a sus solos que la experiencia y la historia oponen un desmen­
recursos, quedará reducido a rechazar pura y sim­ tido formal, puesto que existen decadencias, deterio­
plemente lo bien fundado de esas distinciones, o a raciones innegables, sino también —y en consecuen­
declarar que ese individuo, ya se llame Sócrates cia— que fatalmente estaremos obligados a efectuar
o Cristo, no es más que el precursor que anticipa una selección entre los fenómenos o los aconteci­
un orden que la sociedad ha de instaurar ulterior­ mientos que se suceden, para reconocer dónde se
mente. Pero no hay en esto nada que pueda consi­ sitúa el progreso. Pero ¿cómo podría efectuarse esta
derarse ni siquiera como el esbozo de una solución, selección sin recurrir a uno o varios criterios que en
pues quedaría por saber sobre qué se pretende fun­ sí mismos son trascendentes en el sentido que hemos
dar esta jerarquía entre el orden de una sociedad definido? Por tanto, parece que no hay términos me­
llamada primitiva y el de la sociedad del mañana. dios: o bien se renuncia a toda valoración para en­
Evidentemente, con la simple distinción temporal cerrarse en un subjetivismo radical, pero ya no será
entre el antes y el después no podemos fundar nada cuestión de progreso en ningún sentido; o bien se
que se asemeje a un juicio de valor. Únicamente po­ mantendrá un juicio de valor, pero sólo será posible
demos salir de esta situación inextricable declaran­ haciendo intervenir otra dimensión.
do que el individuo profeta es portador de cierto En esta perspectiva habrá que considerar de nue­
mensaje que traduce una verdad trascendente. La vo la situación de que partimos, la del hombre de la
palabra “trascendente” tiene aquí un significado so­ barraca, así como el poder de contaminación de
bre todo negativo que importa aclarar. Queremos que, según vimos, está casi inevitablemente dotada.
decir que el valor de que se trata no puede ser re­ Es muy cierto —y tuve cuidado de insistir en ello—
conocido o saludado sino por una mirada que no que el hombre, reducido a un despojamiento tal que
se oriente por un eje puramente temporal, según su vida carece para él de sentido, conserva el re­
una línea que una simplemente el antes y el des­ cuerdo de una vida distinta que presentaba todavía
pués. Sólo podríamos escaparnos a la necesidad de un carácter de plenitud. Se trata entonces de saber
introducir esta dimensión que bien que mal expresa qué apreciación de esa otra vida, de ese otro mundo,
la palabra “trascendente” estableciendo en principio es posible a partir de una situación que es la de un
que la evolución en sí es un progreso. Pero debe­ hombre totalmente desposeído. Podemos preguntar­
mos responder no sólo que éste es un postulado al nos si esa experiencia de la nada —pues así pode­
V
40 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMATICO 41
mos definirla grosso modo— no roerá retrospectiva­ te de saber si algo muy profundo en nosotros no re­
mente como un ácido ese pasado feliz. Esto en un chaza esta especie de fragmentación cuando se trata
primer momento puede parecer absurdo, pues po­ de seres, del ser. Esto es tan verdadero en el ejem­
dría decirse que ese recuerdo es lo que es y no plo particular que tomé como punto de compara­
debería ser afectado por el presente, cualquiera sea. ción como en la situación general a que apunta toda
Pero es de temer que esta objeción sólo repose en esta investigación. Lo que llamé intimidad no se re­
la idea, completamente ilusoria, según la cual el ducía a la comprobación de un estado agradable:
recuerdo sería asimilable a una efigie en cierto implicaba espera, confianza en un porvenir que ven­
modo objetiva que guardaríamos como guardamos dría a confirmar y sin duda hasta profundizar la
un álbum de fotografías en un cajón. Pero el recuer­ experiencia actual. Ahora bien, esta espera justamen­
do es otra cosa, es una cierta manera de revivir una te ha sido defraudada. Entonces la intimidad misma
experiencia anterior, podríamos decir que es una ex­ se presenta como habiendo sido mentirosa.
periencia de segundo grado, y si es así, el contagio En realidad, es casi lo mismo para quien se creía
del pasado por el presente se hace posible y casi establecido en cierto modo de existencia donde todo
inevitable. Como ocurre a menudo, en este caso las parecía colmado. También aquí, cierta confianza tal
imágenes más fecundas son las que provienen de vez implícita, quizá inarticulada, ha sido traiciona­
la teoría de la luz: esta plenitud que caracterizaba da, pero no por alguien en particular sino por algo
a la experiencia pasada corre el riesgo de aparecer que no se sabe realmente cómo llamar y que parece
ahora bajo una luz que la presenta como irrisoria. ser el elemento mismo en el cual existimos. Por otra
Es casi lo que le ocurriría a un hombre que, descu­ parte es evidente que esta preposición en traduce
briendo que su mujer o su amigo acaban de traicio­ en forma muy inexacta una relación infinitamente
narlo, evocara la intimidad en que antes vivió con más íntima, y comparable en todo a la que liga al
una u otro: será como si esa intimidad en la que ser vivo con la atmósfera que necesita para respirar,
creyó de pronto comenzara a hacerle muecas. Se es decir a un elemento que no sólo lo rodea sino que
podrá responder que es injusto, y tal vez absurdo, lo penetra. Ahora bien, es este elemento casi inde­
hacer resonar así un acontecimiento posterior en un signable el que de pronto se presenta como traición,
momento de la vida que, considerado en sí mismo, y tanto más cuanto justamente en él el hombre había
presentaba un valor positivo. Pero se trata justamen­ depositado esa confianza en sí misma informulable
42 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMATICO 43
pero que parecía confundirse con la vida misma. rente de la de Nietzsche, que muchas soluciones, pa­
No vacilamos en decir que el nihilismo, en tanto es liativos en los que el espíritu se detiene, en particu­
vivido, es decir cuando no se reduce a una simple lar en las filosofías idealistas, son como etapas de
afirmación teórica, se presenta siempre como la pro­ un camino que conduce al nihilismo.
longación, el desarrollo de este descubrimiento ele­ Pero aquí se impone una observación de funda­
mental del que podría decirse también que es algo mental importancia: un proceso auténticamente es­
como una convulsión: esa unidad que creíamos indi­ piritual no puede, en verdad, ser asimilado al que
soluble entre la vida y la confianza en la vida era se desarrolla en el plano de la vida orgánica, por
mentira; también pasa lo mismo con los valores, la intervención de la libertad, y es ella, sólo ella la
pues, como ya lo dejé entender, éstos se organizan que interviene en el acto mismo que consistiría en
alrededor del sentimiento inefable de esta unidad. negarla.
¿Quizá convendría expresarse con más rigor y decir Retomemos nuestros ejemplos, y en primer lugar
que cuando los valores se dejan disociar de esta afir­ el que nos sirvió de ilustración, el del hombre trai­
mación central, desde ese momento se fragmentan y cionado por su mujer o su amigo. Si me identifico
al mismo tiempo cada uno de ellos parece desvitali­ por el pensamiento con ese hombre podré razonar
zarse, reducirse a su propio esqueleto, reducirse a de la siguiente manera: es verdad que lo que se
algo que sólo se reconoce como una idea? En otros me presentaba retrospectivamente como mi felici­
términos, el valor ya no se adhiere a la realidad, dad comportaba una esperanza implícita y es verdad
cualquiera sea, por otra parte, la verdadera natura­ también que esta esperanza ha sido defraudada.
leza de ésta. Pero ¿debo concluir por eso que todo haya sido
Habría que ver, pues, en el nihilismo el límite mentira en esa experiencia que entonces fué mía?
de un proceso de descomposición que se opera a Sólo puedo afirmarlo por una libre decisión tomada
partir del momento en que, de una forma u otra, la desde el momento en que estoy, y esta decisión to­
plenitud original de la experiencia vivida se deshace, mada en el sentido de la negación o de la nada po­
y debemos pensar en la decadencia y en la muerte dría muy bien constituir un acto de infidelidad o de
pues allí encontramos la expresión más visible, más ingratitud, puesto que llega a declarar nulo un don
significativa, de este proceso. Por otra parte, habrá sin embargo efectivo. Puesto que de todas maneras
lugar para mostrar, en una perspectiva no muy dife­ debo decidir, la verdad no estará más bien en el acto
44 GABRIEL MARCEL 45
EL HOMBRE PROBLEMATICO
por el cual reconozco la realidad de ese don, po­ puede producirse por razones evidentes pues no se
niendo el acento sobre esa realidad, no sobre las trata aquí de un desarrollo fatal o mecánico. Esa
condiciones, por dolorosas que sean, en las cuales participación en lo mejor puede parecerme algo de
ese don me fué retirado, es decir sobre la decaden­ lo que no puedo decir sin mentir que simplemente
cia operada en el ser que amaba. Esto se aplica aun pertenece al pasado. Notemos de paso la analogía,
más al caso tan frecuente en que nos rebelamos tan significativa, entre la idea de la que decíamos
contra el destino que nos ha quitado prematuramen­ que no era más que idea y un pasado del que se
te un ser querido, hiriendo así con una especie de diría que no es más que un pasado. Puedo llegar a
maldición retrospectiva la felicidad que ese ser nos descubrir que desde el momento en que testimonio
había dado. Aquí, en la forma más clara posible, la fidelidad proclamando el valor infinito de esa par­
vemos que nos pertenece la decisión por o contra el ticipación, no obstante lo que haya podido ocurrir
ser; y esto quiere decir que en un caso afirmamos la luego, sucede como si una corriente que pudo pare­
primacía del ser y en el otro la de la nada. cer interrumpida se restableciera, como si una fuen­
Quizá nos sentiremos inclinados a observar, es te que parecía agotada volviera a correr, como si
verdad, que esta pretendida decisión consiste sólo la privación que me fué y continúa siendo tan cruel
en palabras que no cambian en nada la substancia perdiera su carácter definitivo, como si lo que yo
de las cosas. Pero justamente esto es falso porque lo hubiera perdido en cierto modo se me restituyera.
que cuenta no son las palabras sino la actitud inte­ Trataré de explicarme diciendo que si llego a adop­
rior con respecto a la cual las palabras no son más tar la actitud interior que corresponde a la afirma­
que el signo o el símbolo. Afirmando la primacía de ción de la primacía del ser, doy oportunidad a la
la nada, me repliego sobre mi desesperación, me en­ gracia, es decir, me coloco en posición para acoger­
cierro interiormente, y en la medida de lo posible la, sin tener, por supuesto, la pretensión de provo­
encierro a los otros en esta especie de prisión; en carla, lo que sólo tendría sentido si se tratara de
cambio es a la inversa si proclamo que lo que debe una potencia natural o física.
contar ante todo es esta participación en lo mejor que No dejemos de observar que todo lo que acabo
me fué acordada, aunque por muy poco tiempo. de decir se refiere al ser, no a esos valores separados
Pero en el segundo caso puede producirse algo del ser de los que dije que jalonaban el camino que
extraño y frente a lo cual todo cuidado es poco. Dije lleva al nihilismo.
46 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 47

Ahora bien, todo esto podría ser de gran impor­ una parte en que cada uno de nosotros está conde­
tancia para el problema que no ha dejado de preocu­ nado a esa mutilación, pues es la condición para lle­
parnos desde el comienzo. gar a ser uno mismo, pero también en que está obli­
Decir que el Yo crea los valores es desnaturali­ gado a rescatar esa falta, si lo es, por una especie
zar de la manera más peligrosa una verdad mucho de acción compensadora que en el fondo consiste
más profunda que se refiere no sólo a la libertad en la restauración de la unidad que ha contribuido
sino a la significación que le es inmanente, y hasta a romper por medio de su elección. Podemos pre­
tal punto que si se la despoja de ella la libertad se guntarnos si este valor compensador no conferirá su
transforma en una absurda y gesticulante caricatura sentido más profundo al acto religioso tal como se
de sí misma. realiza en la oración o en el recogimiento, pero tam­
Es mucho más verdadero decir que si el Yo inter­ bién en el poeta o en el artista. Fórmulas a prime­
viene es como factor de descomposición del ser con­ ra vista tan desconcertantes como la de Heidegger
siderado en su plenitud, o, para emplear el lenguaje cuando define al hombre como el pastor del ser to­
de Simone Weil, como principio de descreación. Si man ahora un significado profundo. Me esforzaré
el Yo está en el origen de los valores es en tanto que aquí por elucidarla un poco, sin preocuparme dema­
éstos, como ya lo indiqué y como lo dijo perfecta­ siado de saber si mi pensamiento coincide perfecta­
mente Heidegger, corresponden a un menos ser, es mente con el del filósofo alemán; me guardaré, en
decir, a una reducción operada en el ser. Esta reduc­ efecto, de adoptar su terminología que, por otra par­
ción es, por otra parte, la condición previa de una te, es difícilmente transportable a nuestra lengua.
acción cualquiera sea, en tanto ésta presupone un Decir que el hombre es el pastor del ser es atri­
proyecto. Podría decirse que el valor es como el buirle cierta responsabilidad ontológica. Pero esto
horizonte sobre el cual se destaca ese proyecto o esa no tendría propiamente hablando ningún sentido si
acción. Pero al mismo tiempo hay que reconocer, concibiéramos al ser dotado de existencia en sí, a la
como lo vió André Gide desde los comienzos de su manera de la naturaleza, al menos como acostum­
carrera aunque sin llegar hasta el final de esta com­ bramos concebirla. Por otra parte, no sería cuestión,
probación, que toda acción, en tanto es una elec­ para que la fórmula tenga sentido, de reducir al
ción, es una mutilación, y hasta podría decirse una ser a modalidades del sujeto pensante, a la manera
injuria a lo real. La tragedia humana consiste por de cierto idealismo. Habrá, pues, que seguir un es­
48 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 49

trecho canal entre dos concepciones opuestas, pero wortgerausch, a que se reduce entre los bárbaros
que deben, una y otra, ser descartadas. La extrema contemporáneos. Puede decirse que la palabra está
dificultad de la última filosofía de Heidegger pro­ expuesta a un doble peligro en tanto se algebriza ( en
viene justamente en gran medida del hecho de que particular por el abuso de iniciales y por las pala­
trata de navegar entre dos escollos, y se diría que el bras obtenidas por yuxtaposición, U. N. O., U. N. R.
lenguaje le rehúsa en cierto modo sus servicios. Por A., etc.) o se degrada en un dejarse ir que se parece
otra parte, esto es tanto más paradójico cuanto que a una expectoración.
nadie como él ha mostrado tan fuertemente que hay E l verdadero problema consistirá en saber qué
una especie de santidad original en el lenguaje. “El relación hay entre la palabra cuando es pronuncia­
lenguaje —escribió al comienzo de la Carta sobre da en su verdad, rigurosamente, y el ser propiamen­
el humanismo— es la casa del ser, en él el hombre te dicho. Habría que reflexionar profundamente so­
ha establecido su morada. El pensador y el poeta bre la esencia de la designación. A primera vista
son guardianes de esta habitación.” Pero hay que pareciera que consiste simplemente en la elección
agregar que el lenguaje no ha podido conservar su de un signo convencional destinado a servir de subs­
pureza original, y que tiende, ante nuestros ojos, tituto a la cosa designada. Evidentemente no se
a convertirse en un sistema de signos, cuyo valor es puede decir que sea falso, pero esta interpretación
puramente instrumental y técnico. Así se explica el exclusivamente funcional parece que a pesar de todo
esfuerzo constante del filósofo alemán por ponerse deja escapar lo esencial, precisamente en tanto no
en contacto ya sea con poetas como Hólderlin, ya es funcionalizable. Podría ser interesante referirse
sea con filósofos presocráticos, que eran al mismo aquí a los casos, desgraciadamente cada vez más
tiempo poetas, como Aanaximandro, Parménides y frecuentes, en que un ser se designa por un número
Heráclito. El peligro consiste en que demasiado a de orden; no sólo pienso en la prisión, sino en el
menudo procede a una reconstrucción abstracta hospital y hasta en el gran hotel. En todos esos casos
a partir de sus propias intenciones en lugar de pre­ se elimina ese residuo no funcionalizable que por el
guntarse lo que esos pensadores quisieron decir contrario está tan misteriosa y realmente presente
efectivamente. Sin embargo es difícil acusarlo en cuando se da nombre a un niño que acaba de nacer.
principio. Max Picard también distingue entre la Pero es de notar que nuestro pensamiento corriente
palabra y la especie de ruido confuso inarticulado, a tal punto tiende a moverse en lo funcional que
50 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 51
tiene mucha dificultad para medirse con esta espe­ Estos diversos ejemplos se aclaran mutuamente.
cie de núcleo íntimo de la designación. Y sin em­ Si volvemos ahora al problema de la designación,
bargo, es manifiesto que estamos aquí ante la raíz cuando se refiere a un ser individual descubrimos
común de cierta magia y de toda poesía. Si, por otra que sólo puede comprenderse realmente en un sen­
parte, pudimos decir con Heidegger que el hombre tido suprafuncional como un acto de amor. Elegir
es el pastor del ser, es evidente que esta fórmula un nombre para mi hijo no es sólo, y aun esencial­
tampoco puede interpretarse en un sentido funcio­ mente, obedecer a cierta convención: es en reali­
nal. Sería el último de los absurdos decir que la dad una forma de conferirle su identidad y como
función del hombre es guardar el ser como se guar­ de poner cierto sello sobre el acto mismo de la pa­
da un rebaño, y si pude hablar de responsabilida­ ternidad. Por otra parte se comprende muy bien
des es en un sentido en sí mismo suprafuncional, por qué durante tanto tiempo y en países tan dife­
el sentido en que soy responsable de mis propios rentes el niño era colocado, por el nombre que se
hijos. Podemos referirnos a la diferencia sutil que le daba, bajo la protección de un santo o de un
separa esta responsabilidad de la de la nurse a quien antepasado. Su identidad perdía con ello todo ca­
los confío. Si nos colocamos en el plano de la fun­ rácter arbitrario o simplemente formal. En el sen­
ción en cuanto tal esta diferencia ya no es percep­ tido más profundo de la palabra, el acto de nombrar
tible, pero desde el punto de vista espiritual es evi­ tenía un valor o un alcance religioso: era una con­
dente; aquello en lo cual mi hijo me es verdadera­ sagración. Pero en un mundo donde el sentido de
mente consubstancial es lo que no existiría en el la comunión universal, a pesar de ciertas aparien­
caso de la nurse. La experiencia de la vida contem­ cias engañosas, está en vías de desaparecer, el nom­
poránea nos muestra, es verdad, que todo va siendo bre se dará bajo la influencia de la pura fantasía, lo
considerado cada vez más según la categoría de la que quiere decir que pierde su resonancia supra-
función, y así pudimos ver a tal político reclamar individual. Vemos claramente que la designación
una remuneración para las madres de familia. El metafísica en principio, puede degradarse ya fun-
hecho de que el absurdo intrínseco de tal proposi­ cionalizándose, ya reduciéndose a la expresión de
ción pueda no reconocerse inmediatamente y con un capricho.
independencia de toda explicación muestra clara­ Pero podríamos preguntarnos si tales observacio­
mente que el sentido del ser está por desaparecer. nes no proyectan cierta claridad sobre el misterio
52 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMATICO 53

del lenguaje en general. No pretendamos formular en tanto el mundo se convierte para él en su casa.
una hipótesis cualquiera sobre el origen del lengua­ En realidad se trata de una doble incorporación pues
je, limitémosnos a señalar que el problema del ori­ se puede decir a la vez que el niño trata cada vez más
gen parece cada vez más obscuro, que se confunde al mundo como una prolongación de su propio cuer­
con el de la aparición del ser humano, algunos dirán po, pero también que llega a considerarse a sí mis­
de la hominización, pero de todas maneras, las pseu- mo en cierto modo como el cuerpo de un mundo
doexplicaciones naturalistas revelan aquí su radical que sería su alma; y aquí habría que tratar de com­
insuficiencia. Lo que importa es más bien tener pre­ prender el oficio misterioso que desempeña el en­
sente la conquista del lenguaje tal como se opera sueño en el crecimiento del niño.
en el niño; es claro que en principio sólo puede efec­ Quizá comenzamos a entrever confusamente cómo
tuarse al calor de un hogar y que no se realiza sin esos pensamientos a la vez difíciles y sin embargo
una especie de deslumbramiento continuo al con­ tan próximos a lo más íntimo y a lo más ardiente
tacto con las cosas. Como contraparte se concibe fá­ en la experiencia en formación, nos permiten orien­
cilmente lo que llega a ser el lenguaje en un ser tarnos con relación a la cuestión planteada inicial-
que no es amado, que vive en medio de despojos mente, la que surgía en el hombre de la barraca.
humanos, y corre el riesgo de convertirse en un Se presenta, en suma, como en la situación límite
deshecho. Así aparece a la vez directamente y a de un ser colocado en condiciones a tal punto deshu­
contrario la relación, tan íntima que apenas puede manizantes que su propia humanidad le parece que
pensarse, entre la eclosión del lenguaje y las condi­ estuviera separada de él, flotando como un sueño
ciones, humanas o no, en las que esta eclosión se en el que ya no cree y que sin embargo despierta en
realiza. Humanas o no, significa penetradas o no de su alma una invencible nostalgia. La verdad es que
amor. A medida que aprende a hablar donde esas el hombre de la barraca es víctima de un crimen sin
condiciones son positivas, el niño participa de una nombre, pero que presenta la particularidad atroz
especie de recreación del mundo. Pero, como tuve de no ser imputable a nadie en particular. Encon­
ocasión de repetir a menudo, crear no es nunca pro­ tramos aquí desde luego, los temas tratados profé-
ducir; no caigamos en los absurdos del idealismo ticamente por Kafka en sus novelas y en sus cuentos.
subjetivo. Si el niño recrea el mundo, es en un sen­ Pero hay que declarar que el anonimato en el cri­
tido muy íntimo y además muy difícil de expresar men no suprime el crimen, simplemente denuncia
54 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMATICO 55

su carácter metafísico. El error más fatal que po­ cosas a su simple constitución material. Para el espí­
dríamos cometer consistiría en imaginarnos que este ritu de seriedad en efecto el pan es deseable por
anonimato es el signo de una necesidad histórica ejemplo porque hay que vivir (valor escrito en el
en nombre de la cual el crimen podría o debería cielo inteligible) y porque es nutritivo. . . El hom­
absolverse. Ahora bien, el intelectual de hoy está bre busca al ser a ciegas, ocultándose el libre pro­
expuesto a una tentación que debe ser denunciada yecto que es esa búsqueda, se hace tal como es
implacablemente por el filósofo. Existe el peligro esperado por las tareas colocadas en su camino. Los
de que se establezca una especie de convergencia objetos son exigencias mudas y no hay en sí nada
muy peligrosa entre una filosofía de la historia de más que la obediencia pasiva a esas exigencias”.
esencia marxista y un existencialismo centrado sobre ¿Pero qué es lo que se opone aquí al espíritu de
la nada, o sobre la anulación que define la condición seriedad sino una exaltación de la libertad humana
humana a partir del acto en sí ininteligible e injusti­ a partir de la afirmación de un vacío absoluto que
ficable por el cual el hombre sería arrojado al mun­ es como su contraparte?
do (Geworfenheit). Recordemos lo que dice Sartre Lógicamente semejante posición implica un ab­
de la realidad humana ( L’étre et le néant, pág. 516). soluto anarquismo pues es imposible ver sobre qué
“Para la realidad humana ser es elegirse: nada le principios podría basarse una jerarquía de los va­
viene de afuera ni tampoco de adentro que pueda lores o de los modos de expresión de la libertad.
recibir o aceptar. Está enteramente abandonada, sin ¿Cómo al instaurar esta jerarquía no se ha de sa­
ninguna ayuda de ninguna clase, a la insostenible crificar de nuevo el espíritu de seriedad? Sin em­
necesidad de hacerse hasta en el menor detalle. Así bargo, merece tenerse en cuenta el hecho de que
la libertad no es un ser. Es el ser del hombre, es desde la publicación de L ’étre y le néant en 1943, y
decir, su nada de ser.” Desde este mismo ángulo a pesar de las críticas muy pertinentes que poco des­
Sartre en la conclusión de su gran obra (pág. 721) pués dirigió al materialismo dialéctico, Sartre no ha
declarará que debemos renunciar al espíritu de se­ cesado de aproximarse a los marxistas y, sin afiliarse
riedad “que tiene por doble característica considerar todavía al partido comunista, de alzarse contra todo
los valores como datos trascendentes, independien­ anticomunista, cualquiera sea. Esta evolución que ló­
tes de la subjetividad humana y transferir el ca­ gicamente parece totalmente injustificable, se explica
rácter 'deseable’ de la estructura ontológica de las probablemente desde el punto de vista de un psico­
56 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 57
análisis existencial que pone al desnudo las inten­ mismo como un dato evidente. Y ese carácter estric­
ciones profundas, el proyecto inicial del autor. No tamente problemático que el hombre desde ahora
puede dejarse de reconocer que el espíritu de serie­ está obligado a reconocerse va más allá de las cues­
dad que ataca el autor de L ’étre tj le néant se con­ tiones particulares que se plantean en la perspectiva
funde para el en cierto modo, y por otra parte muy de disciplinas especializadas, tales como la paleon­
arbitrariamente, con el espíritu burgués, como si cier­ tología, la biología o la antropología científica. Me
ta clase tuviera el monopolio de ese idealismo contra sentiría inclinado a expresarme aquí como lo hice
el cual se desencadena. Además no olvidemos que a propósito de las técnicas: es una ilusión, de­
la palabra idealismo en este caso, como casi siem­ cía, imaginarse que el hombre, aterrado por las con­
pre, es bastante engañosa pues se trata de hecho secuencias que puede engendrar el desarrollo de
de la creencia en la realidad intrínseca de los va­ la técnica, debería prohibirse a sí mismo el uso
lores, de suerte que ese idealismo podría muy bien de poderes cuyo terrible carácter ha reconocido. La
llamarse un realismo: ¿pero un realismo bastante técnica es algo que desde ahora debemos llevar,
diferente no está implícito también en el marxismo? asumir, bajo pena de negarnos a nosotros mismos.
No vemos bien cómo éste podría de alguna manera No es un fardo del que se puede prescindir para
identificarse con una filosofía de la libertad de tipo aligerar la marcha. Ocurre lo mismo, en un plano
sartriano. Si hay un denominador común es el ateís­ muy diferente, en lo que se refiere al angustioso
mo, y podríamos preguntarnos si no es ésta en parte problema que se le plantea tan pronto como deja
al menos la razón por la cual el marxismo ejerce de tomarse a sí mismo como algo acordado. Pero
tal atracción sobre Sartre. este podría ser el sentido profundo del descubrimien­
Me parece que pueden sacarse algunas conclu­ to, digamos más precisamente: de la toma de con­
siones de las reflexiones precedentes, si se consi­ ciencia nietzscheana. Quizá no sea ilegítimo pensar
deran en conjunto. que lo que ha muerto, perecido, es cierto modo de
La primera, quizá la más importante, podría for­ concebir ya sea a Dios mismo, ya sea más preci­
mularse del siguiente modo: samente al modo determinado de relación que se
No está en nuestro poder, y ni siquiera en nues­ me une a ese Dios al cual en tanto hombre me re­
tras posibilidades, retroceder hasta un estadio his­ fiero. Dije el modo de relación; pero no considero
tórico en el que el hombre podía aparecer ante sí toda relación, toda referencia cualquiera sea.
58 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 59
Pues una segunda conclusión a la que parece ción desde luego, sobre todo para el segundo, de
llevar nuestra búsqueda es que el hombre a partir abandonar la letra de la doctrina — pienso en el for­
del momento en que trata de colocarse a sí mismo malismo en todo aspecto, en particular en el ético.
como un absoluto, es decir, de liberarse de toda Yendo de inmediato a lo que me parece esencial,
relación, de toda referencia a otro que no sea él creo que habría que terminar con la idea de un Dios
mismo, no puede en última instancia sino destruirse, Causa, de un Dios que concentre en sí toda causa­
o bien, lo que finalmente viene a ser lo mismo, des­ lidad, o aun en lenguaje más riguroso, con todo uso
embocar en una idolatría que toma por objeto una teológico de la noción de causalidad. Justamente
abstracción tal como la clase o la raza, es decir algo aquí Kant nos ha mostrado el camino sin ir quizá
incomparablemente inferior a aquello de lo cual hasta las últimas consecuencias de su descubri­
creía liberarse. miento. Diría, para reanudar el hilo de mi argumen­
Pero, por este camino se nos presenta una ardua tación, que el Dios cuya muerte anunció verídica­
investigación sobre las condiciones en las cuales es­ mente Nietzsche es el dios de la tradición aristoté-
tas referencias del hombre a algo distinto de sí, lico-tomista, el dios primer motor. Pero en esta línea
mayor que sí mismo, pueda mantenerse sin que el de pensamiento ¿qué significa el hecho de que el
pensamiento recaiga en los errores de los cuales, hombre se haya convertido, de una vez por todas,
por medio de la reflexión, ha intentado liberarse en cuestión para sí mismo? Veamos en primer lu­
desde hace siglos. En lo que sigue me limitaré a gar lo que esto no significa. Como ya lo dije, es
algunas indicaciones cuya insuficiencia reconozco, contrario a toda razón conferir al hombre algo que
pero que al menos permitirán ver cuál es la direc­ se asemeje a la aseidad, al hecho de ser su propia
ción que debería seguir, en mi opinión, una filo­ causa, lo que es un puro absurdo. Quiere decir que
sofía bastante valiente para no dejarse intimidar por si pretendemos hacer un uso trascendente de la idea
ninguno de los dogmatismos que se enfrentan actual­ de causa, llegamos a una situación sin salida o lo
mente, tanto por el lado del ateísmo como del de que viene a ser lo mismo, nos perdemos en un labe­
una teología todavía tributaria de categorías tradi­ rinto. Las palabras “uso trascendente” tienen aquí
cionales. Y me pregunto, no sin asombro, si a pesar un sentido muy preciso: significan un uso que des­
de todo este camino no debería buscarse en la pro­ borda el plano de la instrumentalidad propiamente
longación no sólo de Platón sino de Kant, a condi­ dicha —es decir, donde el hombre ejerce su domi­
60 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMATICO 61
nio— o cualquier otro plano concebido, arbitraria­ su adhesión. Únicamente deberá guardarse del otro
mente o no, como análogo al primero. Pero el hom­ error, que es precisamente aquel en el que sucumbe
bre, principio de los instrumentos, sin duda no puede generalmente el idealismo, y que consiste en tratar
pensarse a sí mismo como producto de una acción como absoluto a ese yo de quien se ha establecido
instrumental trascendente. Si es cuestión para sí previamente que no puede asimilarse a una cosa y
mismo, quizá lo es ante todo en la medida en que que en consecuencia no puede prestarse al tipo de
le corresponde reconocer que en tanto agente está investigación o encuesta que se refiere a las cosas.
en el centro de toda representación causal. En efec­ Pero, se diría, negarse a tratar el sujeto individual
to, es de temer que la idea de causalidad, a pesar como un absoluto; ¿no es inevitablemente integrarlo
de los esfuerzos de los filósofos modernos para es­ en un nuevo sistema que sería en cierto modo deifi­
piritualizarla, para desligarla, para separarla de sus cado, o al menos que tendría a Dios como centro?
anclas primitivas, sea inseparable de la existencia Justamente aquí se sitúa el punto crucial de toda
de un ser provisto de poderes instrumentales: es nuestra investigación: en tanto me trato a mí mismo
en suma bioteleológica. como problema debo rechazar esta solución que no
Pero desde este punto de vista la problematiza- puede ser sino ilusoria sin caer por eso en el error
ción del hombre por sí mismo se presenta bajo un de un idealismo subjetivo. La invocación, o la ple­
nuevo aspecto. Para convencerse de ello conviene garia, que es la única relación viviente del alma
proceder a la interiorización, es decir, a la transpo­ con Dios, sólo es posible, sólo puede encontrar su
sición en el plano de la reflexión de un problema auténtico lugar en el estrecho canal que separa esos
que en principio estamos tentados de plantear en errores que, desde el punto de vista religioso deben
lenguaje objetivo. En tanto me trate a mí mismo juzgarse mortales: uno lleva a un fatalismo que des­
como una cosa, no puedo dispensarme de una en­ truye la libertad, el otro al solipismo y al delirio.
cuesta sobre los determinismos que han concurrido Sin embargo —se preguntará, sin duda— ¿mi ple­
a la producción de esa cosa. Pero las filosofías idea­ garia no se dirige fundamentalmente a aquel que
listas desde Kant están acordes en mostrar que no llamo mi creador? Pero habrá que responder que te­
puedo, sin traicionarme, identificarme a esa cosa o nemos que realizar una distinción indispensable en­
aun a una cosa cualquiera sea. Y en este punto aun tre el acto de crear y el acto de producir. Pensarse
una filosofía de orientación diferente debe acordarle como producto de nuevo sería pensarse como cosa.
62 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMATICO 63
El pensamiento cristiano más profundo siempre Por otra parte, es bastante claro que los términos
afirmó que Dios me ha creado libre: pero esto no espacio y vacío no deben tomarse literalmente. Es
es verdad sino en la medida en que él ha asignado como si, por una operación cuya intención sólo po­
un límite a su poder de producción. Y justamente demos presentir, pero cuya naturaleza no podemos
sobre este límite —y no sobre este poder— debo fi­ concebir en manera alguna, un poder superior y sin
jar mi mirada a partir del momento en que concentro ninguna medida con lo que somos, por una limita­
mi atención sobre mi ser y sobre las condiciones ción voluntaria y parcial de sí mismo, hubiera alqui­
metafísicas de su posibilidad. Pero si no me engaño lado a cada ser vivo el terreno de su propio des­
con las palabras debo reconocer que no concibo aquí arrollo. No dejemos de recordar que semejante forma
nada positivo, pues toda concepción positiva implica de presentar las cosas es muy inadecuada en tanto
sin duda una tentativa de reproducción imaginaria. parece implicar la idea espacial de un territorio que
En realidad me limito a circunscribir una suerte de sería repartido entre cierto número de beneficiarios,
espacio o de vacío en el cual descubro o decido es decir, en el fondo la idea de catastro. Se podría
que tengo mi ser. No es a mi conocimiento al que decir que la marcha de la conciencia religiosa, como
corresponde llenar este vacío sino, más bien, a mi la de la reflexión filosófica, consiste justamente en
acción, a lo que llamo mi vida. Lo mismo que se liberarse progresivamente de esta representación y
requiere cierta calidad de atmósfera para que sea orientarse en planos diferentes hacia la afirmación
posible la respiración —y si no respiro muero— dis­ espiritual según la cual cada uno de nosotros debe
cernimos aquí el elemento espiritual sin el cual nues­ reconocerse o encontrarse en todos los demás, sin
tra existencia se niega. Sólo que la comparación es perder nada de lo que constituye su originalidad
en cierta medida engañosa pues la atmósfera es algo íntima.
todavía definible objetivamente, un dato accesible Sin poder dar, por supuesto, ninguna imagen, de
si no a nuestros sentidos al menos a instrumentos todas maneras tenemos que concebir algo como un
que vienen a llenar las lagunas de la experiencia sen­ lugar donde se hace posible el encuentro de la liber­
sible. Aquí, por el contrario, toda determinación ob­ tad y la gracia. En esta perspectiva la idea de gracia
jetiva debe considerarse imposible o destructora de debe considerarse fundamental y hasta diría que
sí misma, y nuestra situación fundamental implica sólo a partir de ella podemos, aunque sea torpe­
que debe ser así. mente, elevarnos hacia la afirmación, no diría de la
64 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 65
existencia pero sí de la presencia de Dios. Sólo que la filosofía consiste precisamente, estoy convencido,
la casi insuperable dificultad que encontramos pro­ en forjar de nuevo categorías que se armonicen más
viene de que si no nos contentamos con las determi­ directamente con sus exigencias. Y, cuando hablo de
naciones demasiado abstractas y a veces verbales con filosofía, pienso evidentemente en primer lugar en la
las que el teologo se satisfacía tan a menudo en el ontología. Vuelvo a lo que indicaba precedente­
pasado, estamos casi inevitablemente expuestos a la mente: si podemos de alguna manera, no digamos
tentación de naturalizar la gracia, es decir, a interpre­ hacernos una idea de la gracia, pero si orientarnos
tarla como una fuerza o como un suplemento de hacia aquello que, en condiciones de experiencia di­
fuerza que emanaría no se sabe de qué misteriosa ferentes de las nuestras sería tal idea, parece que
central y a la que se asimilaría la potencia o la vo­ tendríamos que hacerlo considerándola como un fluir
luntad divina. Si tenemos que ser rigurosos, como he del ser. Pero para que estas palabras cobren una
dicho, en el rechazo de la objetividad; es que para significación concreta pienso que tenemos que re­
salvaguardar lo que podemos llamar la santidad currir al método de aproximación concreta que traté
misma de Dios justamente tenemos que prohibirnos de definir hace ya más de 20 años. Estas aproxima­
toda figuración de esa clase. Es cierto que en se­ ciones concretas se sitúan en la perspectiva de lo que
mejante tema la filosofía y la teología misma no luego llamé “la intersubjetividad”. Quizá no haya
pueden sino balbucear; y aquí la teología tiene con nadie, aun aparte de toda práctica o de toda convic­
relación a la filosofía la ventaja de referirse direc­ ción religiosa precisa, que no haya tenido la experien­
tamente a los testimonios que Dios ha dado de sí cia directa de esta afluencia de ser que puede emanar
mismo en la Revelación. Pero por otra parte se pue­ para cada uno de nosotros de una palabra escucha­
de admitir que hasta una época relativamente re­ da, o a veces de una sonrisa o de un gesto. Estamos
ciente la teología ha tomado demasiado a menudo más allá de toda psicología, pues esta palabra o
su equipo conceptual de filosofías que por sus prin­ ese gesto son esencialmente portadores de algo dis­
cipios no eran de ninguna manera acordes a las exi­ tinto que seguramente no se deja encerrar en una
gencias de la conciencia religiosa y por otra parte fórmula o en un concepto. Lo significativo es que
estaban ligadas a una epistemología y a una cosmo­ aquel que nos dirigió esa palabra o esa sonrisa se
logía altamente superadas. Una de las tareas más presenta ante nosotros, sin quererlo o aun sin tener
importantes y que actualmente pueden asignarse a conciencia de ello, como el testigo de cierta realidad
66 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 67
trascendente. Por supuesto este reconocimiento pue­ nuevas categorías y Bergson es quien ha abierto el
de ser en lo que nos concierne lo más inarticulado camino.
posible y esta realidad trascendente no sólo no puede Podría parecer que en los desarrollos que han
ser designada, sino que a menudo permanece como ocupado gran parte de esta conferencia me he ale­
algo simplemente sentido. Si insistí tanto sobre el jado de mi propósito inicial. Sin embargo, creo que
hecho del encuentro, considerándolo investido de un no es así, porque a partir de la problematización del
valor espiritual imposible de sobestimar, es porque hombre por sí mismo o de que lo que algunos lla­
ese hecho se sitúa exactamente en la misma pers­ man el pensamiento interrogativo, y únicamente a
pectiva, está afectado por un signo ontológico, lo partir de allí, la reflexión puede progresar en la
que quiere decir que ningún análisis psicológico dirección que acabo de indicar. Por otra parte, con
permite agotar su significado. ese espíritu, y oponiéndome a los que han tratado
Contrariamente a una tendencia que prevalece artificialmente de integrarme en lo que ellos llaman
hoy día en numerosos filósofos, extraños a toda ex­ existencialismo, declaré que la expresión neosocra-
periencia, diría que hasta a toda preocupación reli­ tismo parecía convenir mucho mejor al camino, a
giosa, sigo convencido que sólo con referencia a la veces vacilante, que emprendí desde la época en
gracia puede definirse en profundidad la libertad que empecé a pensar por mi cuenta. El pensamiento
humana; y que si se la considera en sí misma se interrogativo se opone en última instancia a todo lo
corre el riesgo de convertirla en su contrario o aun que se presenta como aserción o, para emplear un
de reducirla a una especie de analogía irrisoria y término inglés que no tiene equivalente en francés,
caricaturesca de los atributos de que previamente como statement. Lo propio del statement es ser o
se ha despojado a un Dios juzgado inexistente. En pretenderse sin réplica; presenta un carácter de fi-
otros términos, la libertad es esencialmente, sin du­ nalitij, y ello es verdadero para un extenso registro
da, la conformidad o el rechazo que adoptamos con de proposiciones que van de “dos y dos son cuatro”
relación a la gracia. Por otra parte ese rechazo siem­ hasta una afirmación tal como “Napoleón murió en
pre puede disfrazarse de falsa neutralidad. Lo im­ Santa Elena”, a pesar de las profundas diferencias
portante es sólo reconocer que la libertad, como la de modalidad que separan a ambas proposiciones.
gracia, no se deja traducir en un lenguaje de cau­ Por otra parte podría mostrarse sin dificultud que
salidad. También en este caso deben establecerse hasta una proposición hipotética del tipo: si es ver­
68 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 69

dad que A es B es verdad al mismo tiempo que C interrogación. Así probablemente resulte absurdo
es D, se presenta también como un statement. Pero esperar de la prehistoria una respuesta completa y
lo que llamé la problematización del hombre por sí definitiva a la pregunta por el origen del hombre,
mismo presenta el carácter singular de no desem­ o de una cosmología científica, cualquiera sea, una
bocar into a possible statement: o quizá sería pre­ solución al problema de su naturaleza. De ninguna
ferible decir que esta problematización se extiende manera se trata de discutir los resultados obtenidos
al mismo tiempo a todo statement referente a los por las disciplinas particulares. Sólo debemos reco­
orígenes, la esencia o el destino del hombre. Ade­ nocer que si sabemos más cosas sobre el hombre,
más, pienso que hay que cuidarse de confundir se­ estamos cada vez menos claros sobre su esencia. Has­
mejante posición con el agnosticismo prevalente en ta me preguntaría si esta profusión de conocimien­
el siglo xix, por ejemplo en Spencer. De hecho ese tos particulares en definitiva no es cegadora. Con
agnosticismo, por lo menos en Inglaterra, me parece ello quiero decir que parece excluir la posibilidad
que sigue siendo tributario de la idea desarrollada de esa respuesta una y simple, en suma de esa luz
por Hamilton según la cual el conocimiento sólo a la que algo en nosotros aspira invenciblemente.
consiste en establecer relaciones entre elementos da­ Hay que agregar que el hecho mismo de ese acre­
dos, y como el ser absoluto está más allá de toda re­ centamiento o proliferación de la ciencia positiva
lación escapa necesariamente a sus redes y permane­ tiende a poner en duda la legitimidad de esta aspi­
ce, como por definición, incognoscible. Pero el idea­ ración. Es muy fuerte la tentación de quedarse en
lismo crítico, y sobre todo hegeliano, ha mostrado de un positivismo que declararía no insolubles sino des­
una vez por todas que esto implica una noción total­ provistas de sentido esas cuestiones fundamentales
mente abstracta del ser absoluto, a la que es imposi­ de la esencia o el destino del hombre sobre las que
ble acordar un valor último. Mi línea de pensamiento la ciencia no puede dar ninguna respuesta. Esta
es absolutamente distinta. El punto crucial me parece tentación puede y debe ser superada por el acto
el siguiente: un ser cuya originalidad más profunda mismo de una libertad que se reconoce irreductible
consiste tal vez no sólo en preguntar por la naturaleza a todos los datos del saber positivo. Pero aquí surge
de las cosas sino en interrogarse sobre su propia esen­ una nueva tentación, la del orgullo idealista, que
cia, se sitúa por ello más allá de las respuestas inevi­ erige esa libertad en absoluto, y concluye si no en la
tablemente parciales en que podría concluir esta negación expresa del ser, al menos en su debilita­
70 GABRIEL MARCEL EL HOMBRE PROBLEMÁTICO 71

miento indefinido. Corresponde a la libertad llegada el cuerpo débil, la inteligencia, esa inteligencia de
al punto en que accede a la más alta conciencia de la que enorgullecía tanto, fuertemente disminuida.
sí liberarse en cierto modo de sí misma, quiero decir El temperamento gastado. ¿Qué puedo en realidad?
de su disposición perversa a afirmar su autosufi­ Mi valor profesional como estudiante de filosofía es
ciencia, y esta liberación no puede ser más que un muy débil, estoy muy por detrás de mis camaradas
acto de humildad por el cual se inmola ante la gra­ en cuanto a conocimientos, entrenamiento para ha­
cia. blar o componer, autoridad para dirigir una clase. . .
Vemos así como la problematización o la interro­ Y bien, ese ser miserable que soy será, lo siento,
gación sobre sí mismo se transmuta al límite en un justificado si lo ofrendo. Lo es ya, puesto que hay
llamado que es en el fondo el acto único de la con­ seres a quienes doy cierta confortación. Pero, oh
ciencia religiosa, y que sólo en forma ficticia podrá carne, no te glorifiques. No quiero ser más que un
convertirse en una afirmación o en un statement. Es servidor.” 1
lo que yo siempre llamé la invocación, esa invo­
cación cuya fórmula podría enunciarse así: tú que
eres el único que posees el secreto de lo que soy y
de lo que puedo ser.
Quizá esta final trasmutación sea, en última ins­
tancia, obra de la gracia, siempre que acepte abrir­
se ante ella quien ha sentido operarse en sí mismo
su misterioso trabajo.
Para terminar no podría hacer nada mejor que
citar algunas líneas tomadas del admirable testimo­
nio, publicado hace algunas semanas, de un joven
israelita estudiante de filosofía que se convirtió al
catolicismo y murió en el infierno de Auschwitz:
“Me miro tal como aparezco a mí mismo. Una cria­
tura malsana y quimérica, enamorado del bien en
intención, pero sin vigor cuando se trata de luchar; 1 Lettres d e Jacques Levy, pág. 152, ed. André Borre.
Segun da P a r t e

LA INQUIETUD HUMANA
í

INQUIETUD. ANSIEDAD. ANGUSTIA

Quien trate de reconocerse en el terreno que va­


mos a recorrer en el curso de estas charlas consa­
gradas a la inquietud y a la angustia, en primer lugar
1 debe tener presentes ciertas distinciones terminológi­
cas, aunque, por otra parte, pueda comprobar rápida­
mente que éstas sólo presentan un interés bastante
relativo. Si consultamos el Littré notaremos que es­
tablece la graduación siguiente entre inquietud,
I
ansiedad y angustia. “En la inquietud —nos dice—,
la sensación física domina en forma casi exclusiva,
aunque en el lenguaje corriente se emplee a veces
la palabra en un sentido moral o psíquico. Sin em­
bargo, no existe en la inquietud la sensación de cons­
tricción, de algo que oprime. En la angustia, por el
contrario, intervendrá una sensación de opresión del
epigastrio, acompañada de gran dificultad para res­
pirar y de tristeza excesiva. En cambio, sólo en la
ansiedad hay un estado de turbada agitación y otro
de malestar opresivo en la región precordial,”
76 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 77
Como lo enuncié, estas distinciones no pueden bemos por un breve mensaje que una de las per­
tomarse al pie de la letra, y en particular la carac­ sonas que nos tocan de más cerca está en peligro
terización de la inquietud exige cautela. Por mi parte de muerte, que no podemos saber más y que obs­
me inclinaría a discutir el hecho de que la sensa­ táculos infranqueables nos impiden correr a su ca­
ción física sea aquí dominante. Por otra parte, hay becera, cuando hay que esperar días enteros para
una controversia sobre el sentido respectivo que debe descubrir y llevar a la práctica un medio para acer­
darse a los términos angustia y ansiedad. A fines carnos a ella, entonces la ansiedad se trasforma en
del siglo xix, Brissaud trató de introducir una dis­ nuestra vida. (Loe. cit., pág. 30, 3 1 ). Evoquemos las
tinción muy precisa: según él, la angustia sería un situaciones personales atroces que multiplicó, duran­
fenómeno físico, la ansiedad, por el contrario, un fe­ te la ocupación, la línea de demarcación.
nómeno puramente psíquico, y si a menudo son Pero para mí es perfectamente claro que la an­
concomitantes, en ciertos casos pueden producirse siedad así descrita e ilustrada no puede en modo
separadamente. La angustia, debía decir en el X II alguno separarse de la inquietud. A medida que ésta
Congreso de Médicos alienistas y neurólogos, “es una se precisa o se intensifica, a medida que el torni­
turbación física que se traduce por una sensación llo se ajusta, tiende a convertirse en ansiedad.
de inseguridad indefinible”. Esta distinción, así for­ Veremos luego que en la perspectiva de la filo­
mulada, debía ser retomada por numerosos psiquía­ sofía existencial por una parte, y del psicoanálisis
tras franceses. Pero, en mi opinión, ha sido muy jus­ por otra, el término “angustia” se toma en una acep­
tamente discutida en estos últimos años, en particu­ ción cada vez más profunda, más fundamental. Di­
lar por Juliette Boutonier en su libro sobre L’An- gamos desde ahora con Juliette Boutonier que en la
goisse. Lo que puede decirse es que el ansioso tiene angustia no sólo el cuerpo sino sobre todo el espí­
reacciones mucho más vivas que el angustiado. Se ritu parece más inmóvil que en la ansiedad. No se
retuerce las manos, se desespera, se atormenta, mien­ piensa en nada preciso, se vive la angustia más de lo
tras que la angustia es “el dolor que no puede llo­ que se la piensa, mientras que se piensa la ansiedad
rar”. El ansioso, más combativo, se debate contra la tanto como se la vive. La comparación entre la an­
desgracia o el peligro; el angustiado está abrumado gustia y el vértigo es muy instructiva. Si imaginamos
por la emoción que lo paraliza. La ansiedad está un hombre presa de vértigo en una estrecha cornisa
como envenenada por la incertidumbre: cuando sa­ donde lo ha detenido la angustia, no lo vemos agi­
78 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 79
tarse ni siquiera retorcerse las manos. Ni por un luego tenemos que reconocer que conviene distin­
instante lo imaginamos explicando la naturaleza de guir direcciones u orientaciones diversas, de manera
su vértigo. Mientras que el ansioso trata de salir que la inquietud misma por ejemplo podrá consi­
de su ansiedad haciendo algo, aunque sea discu­ derarse tanto como paralizante, hasta esterilizante,
tiendo consigo mismo, el angustiado no puede hacer tanto como fecunda y en cierto modo creadora.
más que permanecer en su angustia, en cierto modo El interés propiamente filosófico —y no exclusiva­
está paralizado. Esta última indicación es muy im­ mente psicológico— de nuestro problema está ligado,
portante. Se ha observado con razón, y tendremos evidentemente, a esta ambigüedad, quizá habría que
ocasión de recordarlo más tarde, que en el caso del decir a esta ambivalencia que caracteriza a la in­
vértigo como en la angustia en verdad no hay una quietud. ¿Cómo es que siguiendo el camino que
alternativa con la cual me enfrento: soy yo al mismo adoptamos para considerarla puede aparecemos co­
tiempo la persona a quien se ofrece la alternativa y mo una traba o al contrario como un estímulo? Esta
quien la ofrece. Soy la alternativa misma, que no doble posibilidad sólo puede originarse en la situa­
existe sino para mí y en mí. Formo parte dema­ ción metafísica que pertenece al hombre. Por otra
siado íntimamente de la angustia para tener aunque parte, no es separable —debemos insistir en este pun­
sea la ilusión de que la domino. Soy esa unidad des­ to— de una incertidumbre que se refiere a los va­
cuartizada y porque hay descuartizamiento hay am­ lores mismos y que encuentra una ilustración en la
bivalencia. Este término tan empleado actualmente, vida cotidiana, en la escala de las colectividades y
a veces a tontas y a locas, fué introducido por el no de los simples individuos. En efecto, es claro
psiquíatra Bleuler. que el tradicionalismo social o religioso siempre se
Pero cómo no ver que poniendo el acento sobre sentirá inclinado a mirar la inquietud con sospecha
ese carácter nos encontramos con la inquietud que y a veces llegará hasta a interpretarla como un signo
también, al menos cuando alcanza cierta profundi­ del espíritu satánico. Pero una perspectiva diferente
dad, se hace descuartizante. llevará, por el contrario, a saludar la inquietud como
Por eso me inclino a dar toda la razón al psiquía­ condición de todo progreso, de toda creación autén­
tra español López Ibor, cuando, en su obra sobre tica. Más tarde nos preguntaremos a propósito de
La angustia vital declara que la angustia y la inque- los filósofos de la existencia y también a propósito
tud para él son uno y el mismo fenómeno. Sólo que de Gide, panegirista de la inquietud, en qué límites
80 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 81
debe ser justificada o aun alentada, mientras que donde el alma correría el riesgo de adormecerse, le­
más allá de esos límites corre el riesgo de degenerar jos de poder desarrollar o actualizar sus virtualida­
en un principio destructor. Por supuesto que tal des más preciosas.
determinación exige mucha prudencia y flexibili­ Mi propósito general no es, pues, limitarme a pasar
dad. Como casi siempre que se trata de cosas espi­ revista a las actitudes adoptadas frente a este pro­
rituales en el fondo hay que limitarse a precisar di­ blema por cierto número de grandes espíritus: mi
recciones, lejos de formular enunciados dogmáticos ambición será llegar, por medio de este examen, a
que presentan el riesgo de desnaturalizar las sutiles tomar posición en la medida de lo posible frente a la
realidades que se quiere tratar. inquietud contemporánea. Pues no puede dudarse
Debe observarse todavía que esta perspectiva, por que en ninguna época del pasado la turbación haya
amplia que sea, está lejos de ser la única, y que sido más general y más profunda.
desde el punto de vista espiritual o si se quiere de la
relación entre el alma creyente y Dios, habrá oca­
sión de preguntarse qué puesto debe darse a la
inquietud. ¿No es incompatible con la inquebranta­
ble confianza de quien reposa sin temor, sin segun­
das intenciones, sobre la absoluta bondad del crea­
dor? No trataré directamente del quietismo, pero
es claro que precisamente correspondía a ese cui­
dado de proscribir todo lo que podría turbar al alma
creyente. El quietismo en cuanto tal ha desapare­
cido, y si sobrevive es sólo como una disposición
viva en ciertas almas pero a la que ya no corres­
ponde cuerpo doctrinal. Mas todavía subsiste un
problema permanente, el de saber qué tipo de in­
quietud es no sólo compatible con la fe auténtica,
sino aun, hablando con propiedad, requerida para
que ésta no degenere en un abandono casi pasivo
LA INQUIETUD HUMANA 83

cepticismo. La duda sólo coincide con la inquietud


cuando se vuelve angustiosa, digamos hasta tortu­
rante, es decir, para un ser que no sólo se siente
literalmente aprisionado sino que hace repetidos es­
fuerzos para liberarse y cada una de esas tentativas
II de hecho contribuye a remachar sus cadenas.
Es claro que tal disposición está ligada a lo que
E L INQUIETO COMO VERDUGO DE SI MISMO la psicología contemporánea llama la introversión,
es decir al hecho de que un ser esté vuelto hacia
Como sabemos, hay una comedia de Terencio que sí mismo y no hacia la realidad exterior. Puede de­
se titula El verdugo de sí mismo. Podría decirse que cirse en principio —introduzco esta reserva porque
estas palabras nos proporcionan una de las mejores en semejante dominio siempre hay lugar para excep­
caracterizaciones posibles del inquieto. Constante­ ciones y anomalías— que un ser fuertemente com­
mente empleamos en la vida corriente el verbo “tor­ prometido por la acción está casi inmunizado contra
turarse”, sin cuidarnos bastante, por otra parte, de la inquietud tal como acabo de definirla y que, in­
todo lo que implica la forma pronominal, pues “tor­ versamente, la inacción tiende a favorecerla. Por esta
turarse” es ser verdaderamente su propio tortura­ misma razón el insomnio contribuye tan a menudo
dor. En realidad, nada es más importante que inte­ a desarrollar lo que llamamos ideas negras. Todo
rrogarse sobre esta paradoja, es decir preguntarse ocurre realmente como si los pensamientos angus­
cómo puede ocurrir que en ciertos casos —y en la tiosos aprovechasen, para imponérsenos, nuestra
forma más activa— nos convirtamos en nuestro ene­ inacción que les deja el campo libre. Por lo demás
migo. Esta posibilidad sólo puede estar profunda­ ésta es una forma en cierto modo mitológica de ex­
mente arraigada en nuestra estructura. presarse; y después de todo esos pensamientos an­
Se ha insistido a veces sobre el parentesco entre gustiosos no poseen una existencia independiente
la inquietud y la duda. Pero la duda tomada en sí de nosotros. Son en cierto modo nosotros mismos,
misma no implica de ninguna manera la inquietud. pero un nosotros mismos ordinariamente reprimido
Hasta puede presentar un carácter eufórico en el por las necesidades de la vida. Esta implica en efec­
escéptico que se instala confortablemente en su es­ to todo un conjunto de llamados y solicitaciones a
LA INQUIETUD HUMANA 85
84 GABRIEL MARCEL
Desde este ángulo sería interesante preguntarse si
las que debemos responder de la manera más pre­
la desconfianza hacia los otros no está casi siempre
cisa. Por otra parte habría que distinguir el caso en
unida a cierta falta de seguridad interior, sin que sea
que esas respuestas se efectúan en forma automá­
por otra parte necesariamente consciente. Por lo de­
tica, y aquellos en los que tenemos que poner en
más convendría matizar mucho; en particular habrá
juego un poder de iniciativa o de invención. Se pue­
que cuidarse de confundir la falta de seguridad con
de afirmar que cuando más se ejerce ese poder es
la modestia o la humildad. Es verosímil que en la
menor el riesgo de dejarse alienar por la inquietud.
mayoría de los casos esta falta de seguridad pueda
Empleo a proposito el verbo “alienar” que raramente
interpretarse como una especie de grieta moral con­
se usa en ese contexto. Pero debe tomarse en su
secutiva a un traumatismo ocurrido a menudo en la
acepción etimológica rigurosa. Alienar es tornar ex­
infancia. A este respecto nunca seremos lo bastante
tranjero. Pues efectivamente el inquieto tiende a
prudentes, vigilantes, cuando frente a un niño llega­
tornarse extranjero aun para los que le son más pró­
mos a enunciar un juicio sobre él. Muchos inquietos
ximos; entre ellos y él se abre un intervalo nada
fueron originalmente mortificados. Por otra parte, es
mas infranqueable. Y naturalmente aquí discernimos
natural que esta mortificación pudo no ser aparente,
el pasaje absolutamente insensible de los casos lla­
sobre todo cuando se trata de niños orgullosos que
mados normales a los llamados patológicos. El in­
tomaron mayor cuidado en ocultar la herida cuando
quieto en cuanto tal casi inevitablemente se hace
fué más cruel. Además, es muy posible que ese niño
desconfiado. Ciertamente desconfía primero de sí
no haya tenido, estrictamente hablando, consciencia
mismo, pero esta desconfianza a la larga no puede
de la humillación que se le infligía. Pero haré notar
menos que producir la desconfianza hacia los otros.
—y esta observación tiene un alcance psicológico
Esto es particularmente claro en el caso del hombre
muy general— que el término “consciencia” es peli­
que se juzga indigno de ser amado. ¿Cómo no le
grosamente ambiguo y que esta ambigüedad tiene
llegara a resultar sospechoso todo lo que se presenta
consecuencias molestas en el uso de las palabras
ante él como testimonio de sentimientos que no cree
“subconsciente” e “inconsciente”. Si digo que esta
poder inspirar? Podríamos citar aquí, como una ilus­
humillación, o, en lenguaje psicoanalítico, este trau­
tración muy precisa de lo que acabo de decir, una
ma, pudo no ser consciente, quiero decir que el niño
de las mejores piezas de Henry Berstein, La Galerie
bien pudo no decirse: estoy humillado. Es decir que
des Glasés.
86 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 87

todo pudo ocurrir por debajo, no digamos de toda duda, aquí como siempre, hay que responder que la
consciencia, sino de la consciencia reflexiva o sim­ realidad psicológica es mucho más compleja y fluida
plemente articulada. de lo que se creería a primera vista. En realidad
Desde luego no he considerado hasta ahora más puede haber inestables que no son inquietos, cuan­
que un aspecto, por otra parte muy importante, de do la inestabilidad va unida a cierta ligereza como
la psicología del inquieto. La simple reflexión mues­ la que se encuentra en los seres muy superficiales.
tra que la inquietud es susceptible de irradiar en las Si el inquieto puede ser llamado inestable, lo es en
direcciones mas diversas. El celoso, por ejemplo, sentido muy particular y en tanto busca un equi­
puede ser considerado como un inquieto, y en cier­ librio que sin embargo rechaza. Encontramos pues
tos casos también el avaro, aunque no puede decir­ al final de este análisis la contradicción interior que
se que la avaricia en sí exista a base de inquietud. llega a minar en cierto modo la existencia misma
Pero aquí pienso muy particularmente en la que se del inquieto.
relaciona con el temor de carecer de lo necesario. Conviene, pues, establecer en principio que no
Tales ejemplos contribuyen a mostrar el papel que hay ni puede haber una diferencia absolutamente
desempeña casi invariablemente en la inquietud cier­ tajante entre el inquieto y el ansioso. No estaría con­
ta proliferación imaginativa que se desenvuelve siem­ forme al propósito general que persigo aquí dedicar
pre en la misma dirección. Creo que se podría com­ largos desarrollos a la psicopatologia propiamente
parar sin exageración esta proliferación malsana con dicha. Sin embargo, puede ser útil recordar muy rá­
el desarrollo histológico anormal que se observa en pidamente cuál es la concepción de la angustia de
ciertas afecciones, en particular en las afecciones un maestro de la psicopatología como Pierre Janet.
cancerosas. Vemos como el inquieto puede ser tan Fiel a su método objetivo, se propone considerar
a menudo un obsesionado y de nuevo aquí observa­ siempre los sentimientos mismos como conductas.
mos distintamente el paso de lo normal a lo patoló­ “La angustia -d ic e —, acompaña siempre una reac­
gico. De paso haré notar que estamos aquí en pre­ ción de fracaso que se produce a propósito de cual­
sencia de una paradoja. Pues en principio podríamos quier acto, y es mayor o menor según la importan­
sentir la tentación de suponer que la inquietud es cia del acto detenido por la reacción de fracaso.
ante todo una falta de estabilidad. Pero ¿cómo un Libramos una gran batalla para defender el suelo
inestable podría convertirse en un obsesionado? Sin patrio, la batalla está perdida. El sentimiento que
oo GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 89

experimenta el soldado, que experimentan todos los tiende la inquietud cuando pasa del estado difuso
hombres del país, es una gran angustia. Prepara­ a lo que podría llamarse el estado concentrado.
mos un examen, realizamos las pruebas, sabemos Dejaré a un lado aquí la interpretación propia­
que nos han rechazado: sentimos angustia. Lucha­ mente psicoanalítica y sobre todo la idea muy dis­
mos a la cabecera de un niño enfermo, ensayamos cutible según la cual la angustia comenzaría en el
todo y la muerte se acerca: estamos angustiados.” individuo con el trauma del nacimiento, correspon­
Pero podemos pensar con Juliette Boutonier que el diendo a una ruptura de la situación biológica de
lenguaje carece aquí de rigor y que, por ejemplo, equilibrio en la cual se encontraría el feto. Por inge­
el candidato rechazado siente no angustia sino tris­ niosa que sea, esta idea presenta un carácter casi
teza, humillación, etc. La angustia sólo parece in­ mitológico, está más allá de toda verificación posi­
tervenir antes del fracaso, cuando éste se presenta ble. Por mi parte pienso que no tenemos que tener­
como una amenaza. Si hacemos un llamado a nues­ la en cuenta cuando tratamos de comprender en qué
tros recuerdos, lo comprobaremos; creo haber expe­ consiste la inquietud o la angustia.
rimentado un sentimiento de auténtica angustia
cuando, en el curso de una composición escrita que
implicaba una traducción o un problema a resolver,
veíamos que pasaba el tiempo, se acercaba el mo­
mento de entregar la prueba, sin que hubiéramos
resuelto todavía la traducción o el problema. Es
muy característico el papel que desempeña el sen­
timiento de estrechez temporal en la creación del
sentimiento de angustia, con la inminencia de un
final temido. Creo que debo llamar la atención par­
ticularmente sobre ese punto, pues, en mi opinión
es allí donde la angustia se presenta más claramente
en lo que tiene de específico. Pero vemos también
que la angustia, hablando con propiedad, no es la
inquietud, sino que es como un estado límite al cual
LA INQUIETUD HUMANA 91

luego—5 la inquietud está invariablemente ligada a


un estado pasional del que el sabio quiere curarnos.
En realidad es el conocimiento el que tendrá como
feliz resultado el librarnos de creencias ilusorias que
producen turbación en nuestra alma. Esto podría
III
ilustrarse de muchas maneras. Elegiré el pasaje del
De Natura Rerum donde Lucrecio, fiel discípulo de
LA INQUIETUD CONDENADA POR LOS SABIOS
Epicuro, trata de demostrar por una parte que el
alma es mortal y que en consecuencia la idea de
Trate de mostrar antes que el inquieto puede ser sanciones, de castigos supraterrestres es quimérica;
definido como “verdugo de sí mismo”, y es bastante que por otra parte siendo la muerte una aniquila­
evidente que si se considera la inquietud desde esta ción pura y simple, no tendremos que sufrir en ma­
perspectiva casi no puede aparecer sino como un nera alguna el estar privados de los bienes que nos
mal. No debe sorprendernos entonces que los sabios parecen hoy tan preciosos y que no podemos resig­
esten acordes en condenarla. Hasta podría decir que narnos a perder.
el objetivo principal de la sabiduría tal como fué “Cuando ves a un hombre lamentarse por sí mis­
definida en todos los tiempos consiste ante todo en mo —dice Lucrecio—, pensando que después de la
exorcizar la inquietud. Esto es inmediatamente com­ muerte se pudrirá su cuerpo abandonado, o sera de­
prensible, puesto que el sabio se preocupa ante todo vorado por las llamas o las mandíbulas de las bestias
por realizar en sí un equilibrio espiritual lo más es­ salvajes, puedes decir que su voz suena a falso, y
table posible, y secundariamente, en poner a sus dis­ que se oculta en su corazón algún aguijón secreto a
cípulos en condiciones de conseguirlo por su cuen­ pesar de su afectado rechazo de creer que ningún
ta. El termino ataraxia, que es de origen griego, sentimiento pueda subsistir en él despues de la
designa precisamente esta ausencia de turbación, muerte. En mi opinión no está acorde con lo que
de agitación interior, que Epicuro por ejemplo, con­ anuncia, no da sus verdaderas razones, no se arran­
sideraba como el ideal al que todo ser racional ca ni se separa radicalmente de la vida, aun sin sa­
debía tender. En esta perspectiva, como por otra ber supone qUe algo de él sobrevive. En efecto, el
parte en la de los estoicos —de los que hablaremos viviente que se imagina que su cuerpo, después de
92 GABRIEL MARCEL
LA INQUIETUD HUMANA 93
la muerte, será desgarrado por los pájaros y las bes­
agotarme estérilmente en recriminaciones contra el
tias de presa, se apiada de su propia persona: no
destino o, lo que es más funesto aun, en vanas ten­
se separa de ese objeto, no se distingue bastante de
tativas para transformar en el sentido de mis deseos
ese cadáver extendido, se confunde con él, y a su
lo que en realidad deriva de un orden inmutable
lado, de pie, le presta su sensibilidad. Por eso se
sobre el cual no tengo ningún poder.
indigna de haber sido creado mortal, sin ver que en
Marco Aurelio retoma, desde luego por su cuenta,
la verdadera muerte no habrá otro yo que, siguien­
la distinción entre las cosas que dependen y las que
do vivo, pueda deplorar su propia pérdida, y per­
no dependen de nosotros. “Todo lo que soy se redu­
manecer de pie, gemir al verse arrastrado por tierra
ce a esto, la carne, el soplo, el gría interior. Renuncia
presa de las bestias o de las llamas.” Vemos clara­
a los libros, no te dejes distraer, ya no te está permi­
mente aquí que la inquietud participa del espanto,
tido; pero pensando que estás moribundo, desprecia
que a los ojos de sabio ella es imputable a un so­
la carne: no es más que barro y sangre, huesos y un
fisma de la imaginación que corresponde al pensa­
fino tejido de nervios, venas y arterias. Ve también
miento racional denunciar. El sabio estima —con
lo que es tu soplo: viento y no siempre el mismo,
razón o no— que esta refutación, si se la comprende,
pues a cada instante lo arrojas para aspirar otro de
debe poner fin a la inquietud, es decir, a la agita­
nuevo. Queda pues en tercer lugar el guía interior.
ción dolorosa de que somos presos antes que el sabio
¿Piensas en él? Eres mayor. No permitas que per­
nos haya liberado.
manezca esclavo, que obedezca como un títere a los
En los estoicos, en particular en Epicteto, la dis­
instintos egoístas, que se enfade contra el destino
tinción entre lo que depende y no depende de nos­
presente, ni que tema el futuro.’
otros será utilizada para liberarnos de la inquietud.
Confieso no estar de acuerdo con Aime Puech,
El postulado de la moral estoica consistirá a fin de
cuando en su prefacio a la traducción de los Pensees
cuentas en establecer en principio que si quiero com­
en la edición Guillaume Budé acusa a Marco Aurelio
portarme no como un animal o un niño sino como
de no ser más que un buen alumno de sus maestros
un ser racional y adulto, deberé obligarme a consi­
estoicos, uno de esos alumnos demasiado dóciles y
derar como indiferente lo que no está en mi poder
que exageran. Lo que me parece confiere valor a
cambiar. Podría decirse que realizo así una ver­
los Pensamientos es el hecho de que continuamente
dadera economía de fuerzas, puesto que dejo de
lo sentimos en diálogo consigo mismo, y podemos
94 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 95
sospechar aquello que dentro de él quisiera resistir sobre todo que espere la muerte en disposición fa­
a las exhortaciones que se dirige a sí mismo. “¿Nun­ vorable, no viendo en ella nada más que la disolu­
ca serás, oh alma mía, buena, recta, una, desnuda, ción de los elementos que forman cada ser vivo.”
más manifiesta que el cuerpo que te envuelve? Pero no se podría insistir demasiado sobre el
¿Apreciarás alguna vez la disposición de encontrar hecho de que semejante ética reposa sobre la idea
todo bueno, de amar todo? ¿Alguna vez estarás col­ de un cosmos armonioso, en el que el todo sólo
mada sin necesidad, sin nostalgia, sin deseo de algo puede ser el bien. “La substancia universal es dócil
ya sea animado o inanimado que te procure placer, y plástica. La razón que la gobierna no tiene en sí
ni de un plazo para gozar más tiempo, ni de otro lu­ ningún motivo para hacer el mal, pues no hay en
gar, otro país, un clima más feliz, una sociedad mejor ella maldad, no hace mal a nadie y nadie recibe
acordada?.. . ¿Serás tal que puedas vivir en la ciu­ daño de ella. Además, todo nace y se acaba según
dad común de los dioses y los hombres sin elevar la sus designios.”
menor queja contra ellos ni incurrir en su censura?” Pero quizá corresponda hacer notar que en un
¿Cómo no reconocer el valor conmovedor de esta contexto metafísico semejante no hay casi lugar para
interrogación? “E l alma del hombre —dice además—, la angustia tal como se nos presentó en el curso de
se deshonra sobre todo cuando, en la medida en nuestro primer estudio.
que depende de ella, se transforma en un abceso y Observemos de una vez por todas que en tal pers­
como en una excrecencia del mundo.” Contra ese pectiva el dominio de la inquietud aparece como
deshonor, esa degradación, hay un solo y único re­ coextensivo al dominio del deseo y el miedo. Por
curso: la sabiduría, la filosofía que se confunde con otra parte no es menos evidente que la imaginación,
la sabiduría. “Ella consiste en velar por el dios inte­ en tanto se pone al servicio del deseo y el miedo,
rior para que permanezca libre de afrenta y de daño, aparece como impura, precisamente en razón de las
triunfe de los placeres y los dolores, no haga nada complicidades a las que tan fácilmente se presta.
a la ligera, se abstenga de la mentira y el disimulo, Podría decirse, por lo tanto, que una filosofía racio­
no tenga necesidad de que los otros hagan o no esto nalista cuyo eje es la idea de un orden eterno o de
o aquello; en otros términos, que acepte lo que ocu­ una necesidad inmanente al universo, no podrá dejar
rre y constituye su parte, como viniendo de este ori­ de adoptar frente a la inquietud una posición en
gen cualquiera sea de donde el mismo ha venido; todo idéntica a la que acabo de definir. En este sen­
LA INQUIETUD HUMANA 97
96 GABRIEL MARCEL
Veremos pronto cómo en una perspectiva metafí­
tido la actitud de un Spinoza puede considerarse
sica y religiosa distinta, la inquietud podrá revestir
ejemplar, pues nadie ha llevado más lejos las conse­
un valor positivo, lejos de reducirse a un estado de
cuencias extremas de la afirmación de este orden y
agitación del que debemos curarnos como de una
esta necesidad. El cuarto libro de la Ética —que con­
fiebre perniciosa.
tinúa al tercero que se refiere a las afecciones, diga­
mos en lenguaje contemporáneo: a las pasiones-
tratará de la servidumbre humana: pero, ¿qué es
esta servidumbre sino aquella en la que sucumbi­
mos cuando nos dejamos extraviar por la imagina­
ción? Pero aquí también, a partir del momento en
que nos elevamos al verdadero conocimiento nos
liberamos de toda esa confusión interior de la que
somos presa, por el contrario, si caemos en las tram­
pas que nos tiende la imaginación.
Naturalmente, es imposible entrar aquí en los de­
talles del sistema, con seguridad uno de los más
coherentes que nos presenta la historia de la filoso­
fía. Lo que importa es sólo reconocer que la inquie­
tud en una doctrina semejante se presenta como la
fatalidad interior a la que se encuentra sometido
quienquiera no haya procedido a una rectificación o
una purificación racional, que es lo único que puede
permitirle acceder a la verdadera libertad. En efecto
el último libro de la Ética se titula “De la libertad
humana”. Pero esta libertad se define por el conoci­
miento, o aun el amor, de la necesidad absoluta que
se confunde con el ser en el despliegue de sus
modos.
LA INQUIETUD HUMANA 99
no, aparece con toda claridad que, en cierto modo,
está destinado a la inquietud. Digo en cierto modo
para expresar que es no sólo normal, sino necesario
y hasta altamente deseable que experimente como
punto de partida una profunda turbación ligada al
IV hecho metafísico de que en razón del pecado no es
tal como debería ser. Pero además no es cuestión
LA INQUIETUD EN LA PERSPECTIVA EVANGÉLICA de contar con sus solas fuerzas para operar esta trans­
formación, al término de la cual recuperaría los bie­
Hemos podido ver que, en una filosofía como la nes que ha perdido. A fin de que esta transforma­
de Spinoza, o en todo pensamiento que acepta el ción sea posible deberá prestarse a la acción tras­
postulado estoico, o quizá en cualquier naturalismo, cendente de la gracia, y en la medida en que se
la inquietud sólo puede considerarse como un mal. preste, aunque también tiene la temible posibilidad
Pero por otra parte hay que reconocer que en esas de rechazarla, se comportará como un ser libre. Pero
mismas perspectivas ese mal se presenta como esen­ desde el momento en que la criatura se encuentra
cialmente curable: el filósofo se esfuerza por incul­ en la obligación de comprobar en ella esta misterio­
carnos cierto método que permite, a quienquiera lo sa articulación entre la libertad y la gracia, es im­
aplique rigurosamente, llegar a cierta serenidad que posible que no experimente cierta inquietud ligada
las vicisitudes de la existencia no podrían alcanzar. por otra parte al sentimiento de su fundamental in­
Mas es evidente que el horizonte se transforma por dignidad. Hasta se puede ir más lejos y decir que
una parte si se considera al hombre como criatura si esta inquietud le es extraña, será la prueba que se
libre, de un dios trascendente y si su destino es la ha establecido en cierta complacencia de sí que no
salvación, es decir: cierta armonía a instaurar o res­ puede sino excluir todo lo que sea progreso espiri­
tablecer entre él y la potencia superior que lo ha tual auténtico.
llamado a ser; por otra parte, si esta criatura está en En estas condiciones, nos vemos obligados a com­
condiciones de reconocer o admitir que se halla en probar que para una conciencia cristiana el juicio
un estado de caída como consecuencia del pecado. de valor sobre la inquietud no puede ser el mismo
Si se define así la condición metafísica del ser huma­ que para un estoico o un espinocista. Ciertamente,
100 GABRIEL MARCEL
LA INQUIETUD HUMANA 101
ya tuve ocasión de indicarlo, estamos aquí en un
seísmo tan expresamente condenado en los Evan­
dominio donde es difícil establecer límites, donde el
gelios.
pasaje de lo normal a lo patológico se efectúa insen­
Para salir de una confusión que podría favorecer
siblemente. Observemos por otra parte que la pala­
los equívocos más ruinosos, convendría en realidad
bra “normal” en esta perspectiva ya no conviene a
distinguir en el seno de la inquietud por una parte
la situación del hombre, que lleva en sí una especie
los desórdenes de toda índole a que está expuesta el
de lesión imputable al pecado. Hasta se puede sos­
alma pecadora, y por otra el malestar al principio
tener que esta lesión es tanto más profunda cuanto
sordo, inarticulado, del que es presa por su situación
es menos reconocida por el que la sufre.
fundamental, y también la aspiración, sin duda con­
Por supuesto esto no quiere decir que el Cristia­
fusa al comienzo, que la lleva hacia la gracia sin la
nismo implique la justificación o la validez de todas
cual la salvación queda como un simple deseo des­
las formas de inquietud cualesquiera sean. Pudimos
provisto de toda eficacia.
ver que en última instancia puede considerarse la
Sería muy fácil mostrar que las parábolas evan­
inquietud como coextensiva al dominio del temor y
gélicas precisamente tienen por objeto en muchos
el deseo. Sería contrario a toda verdad pretender
casos minar en nosotros un racionalismo cuyo resul­
que el Cristianismo implica algo que se asemeje a
tado inevitable sería reforzar nuestra tendencia a
una absolución de las pasiones humanas. Sería una
complacernos en nosotros mismos y en la considera­
alteración absurda y propiamente escandalosa de
ción de nuestros méritos. Por ejemplo releamos el
una verdad profunda que trataré de formular como
texto de San Lucas: “Dos hombres subieron al tem­
sigue: el cristiano en cuanto tal no puede dejar de
plo a orar; el uno era fariseo, el otro publicano. El
compartir aunque sean los peores extravíos de sus
fariseo de pie oraba para sí de esta manera: ‘Dios
hermanos, lejos de considerarlos desde lo alto con
mío, gracias te doy de no ser como los demás hom­
condescendencia o desprecio como tiende a hacerlo
bres, que son rapaces, injustos, adúlteros, o también
el sabio que se cree exento o curado de esas debilida­
como ese publicano; ayuno dos veces por semana,
des; pero sobre todo el cristiano, porque se sabe
pago el diezmo de todo cuanto poseo.’ E l publica-
pecador descubre en sí analogías con esas debilida­
no, manteniéndose a distancia, no osaba siquiera
des y no se reconoce ninguna cualidad para juzgar­
levantar los ojos al cielo, pero se golpeaba el pecho
las. Además si las juzgara se haría culpable del fari­
diciendo: ‘Dios mío, ten piedad de este pecador.’
102 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 103

Os digo que éste bajó a su casa justificado, el otro cunda, cómo puede convertirse en el principio ac­
no, pues quien se ensalza será humillado, quien se tivo de un dinamismo espiritual orientado hacia la
humilla será ensalzado.” trascendencia.
E l fin de la parábola del hijo pródigo no es me­ De todas maneras este aspecto, por esencial que
nos significativo. Cuando el hijo mayor, volviendo sea, no puede separarse sin abuso de un aspecto di­
del campo, escuchó músicas y danzas, preguntó a ferente pero complementario: “No os acongojéis por
un servidor que era todo aquello. Él le respondió: vuestra vida pensando en lo que comeréis —leemos
'Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado al no­ en San Lucas—, ni por vuestro cuerpo, en lo que ves­
villo cebado porque lo recobró sano.’ Enojóse y no tiréis. Porque la vida es más que el alimento, y el
quería entrar. Su padre salió a pedírselo. Pero él cuerpo más que el vestido. . . Mirad los lirios del
respondió a su padre: 'He aquí que hace tantos años campo: ni hilan ni tejen. Yo os digo que ni Salomon
que te sirvo sin jamás haber transgredido ninguna en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Que
de tus órdenes y jamás me diste un cabrito para hol- si en los campos Dios piensa en la suerte de la
garme con mis amigos, y vuelve ese hijo después hierba que es hoy y mañana será arrojada al horno,
de haber devorado tus bienes con malas mujeres y cómo 110 lo hará por vosotros, hombres de poca fe.
haces matar para él el novillo cebado.’ Pero él le dijo: Tampoco andéis buscando lo que comeréis o bebe­
‘Tú hijo mío, estás siempre conmigo y todas mis réis ni estéis con ansias. Pues todas esas son cosas
cosas son tuyas. Pero había que holgarse y regoci­ tras las cuales andan las gentes del mundo, y vues­
jarse porque tu hermano estaba muerto y revivió; tro Padre sabe que necesitáis de ellas. Buscad su
estaba perdido y fué hallado.’ ” reino y todo lo demás se os dará por añadidura.
Desde luego se podrían multiplicar los ejemplos. Mirando de cerca, lo que aquí no sólo se desacon­
Coloquémosnos ahora en la conciencia del que es­ seja, sino se proscribe, es más bien el cuidado que
cucha las parábolas. ¿Cómo no se sentiría incitada la inquietud. Pero bien sabemos que en la vida co­
a desprenderse de la satisfacción a la que está na­ tidiana el cuidado y la inquietud casi no pueden
turalmente inclinado quien se siente acorde con separarse. Un texto como el que acabo de citar
cierto orden establecido? Pero esta insatisfacción parecería recomendar una especie de quietismo;
con respecto a sí mismo no es otra cosa que inquie­ pero no sería una interpretación legítima. En el fon­
tud. Y aquí vemos claramente cómo puede ser fe­ do, lo que se nos afirma es que no debemos in­
104 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 105
quietarnos por las condiciones materiales de nues­ tibie es que en la perspectiva evangélica hay un
tra existencia, sino exclusivamente de hacer la vo­ sentido y uno solo en el que la inquietud encuentra
luntad de nuestro Padre celestial. Desde el momento su justificación, a condición desde luego de que no
en que nos comportamos como servidores fieles, po­ degenere en escrúpulos morbosos y en obsesiones.
demos tener seguridad, se nos dice, de que no nos Existe una psicopatología de la conciencia religiosa
faltará lo indispensable justamente para desempe­ que precisamente denuncia esas enfermedades: Pero
ñar nuestra tarea. ¿Nos engañaríamos adelantando sería contrario a toda verdad no distinguir aquí entre
que en suma lo que aquí está sobreentendido es la la inquietud propiamente dicha, en tanto está fun­
noción de cierto pacto entre el Creador y la cria­ dada en el ser mismo de la criatura,, y sus expresio­
tura? Sería impío suponer que cuando ésta se mues­ nes deformadas o aberrantes.
tra fiel, Dios pudiera no responder a la confianza
depositada en él por su servidor. No me apresuro
por otra parte respecto a este punto y seré el pri­
mero en reconocer que los textos evangélicos rara­
mente pueden interpretarse en un sentido contrac­
tual. Es claro que por su gracia Dios excede siem­
pre lo que razonablemente podríamos esperar de
él, puesto que no podemos asignar ningún límite
a su misericordia. En cambio, ¿no sería sacrilego
admitir que su justicia pudiera estar en falta, y
éste sería justamente el caso si quien ha colocado
en él su esperanza se encontrara abandonado? Re­
conozcamos, sin embargo que ésta es una idea que
no debe ser demasiado explicitada, sino más bien
quedar como en suspenso en la atmósfera espiritual
donde se desarrolla a lo largo de la historia cristiana
el destino de los Hijos de la Luz.
Lo que de todos modos continúa siendo indiscu-
(
LA INQUIETUD HUMANA 107
para Vos y nuestro corazón está inquieto hasta que
reposa en Vos.”
Pero inmediatamente después San Agustín se in­
terroga por el sentido y hasta la posibilidad de se­
mejante invocación. “¿Hay en mí —pregunta—, un
V lugar para que Dios pueda venir?” “Puesto que yo
soy, ¿por qué pediros que vengáis a mí que no sería
LA INQUIETUD EN SAN AGUSTIN si no estuviéseis en m í?. . . ” “No sería, oh Dios mío,
no sería absolutamente si no estuviérais en mí. O más
Pudimos darnos cuenta que, en una perspectiva bien yo no sería si no estuviera en Vos, de quien,
cristiana, no sólo es posible sino sin duda indispen­ por quien y en quien todas las cosas son.” Y pronto
sable encontrar una justificación interna a la inquie­ se multiplican cuestiones que nacen de la aparente
tud considerada como el movimiento por el cual el contradicción entre la ubicuidad divina y el hecho
alma humana denuncia toda complacencia consigo de que parezco pedir a Dios que venga a mí como
misma y con el mundo sensible, se separa de sí y se si no estuviera en mí.
dirige en cierto modo al encuentro de la gracia. En Estamos pues en presencia de un interrogante que
este sentido, por supuesto, debe entenderse la fa­ merece el nombre de inquietud metafísica o religio­
mosa frase de la Invocación que abre las Confesio­ sa, pues en manera alguna se trata de una simple
nes de San Agustín. “Sois grande, Señor, e infinita­ curiosidad especulativa. La cuestión planteada im­
mente digno de alabanza; grande es vuestro poder porta del modo más esencial, más íntimo, a la vida
e incalculable vuestra sabiduría, y a Vos quiere ala­ misma de mi alma.
bar el hombre, mezquina parte de Vuestra creación, En realidad, como dice Étienne Gilson en su In-
el hombre que lleva consigo su mortalidad, que troduction á Tétude de saint Augustin, el fundamen­
lleva consigo el testimonio de su pecado y la prueba to de esta inquietud reside en la insuficiencia radi­
de que resistís a los soberbios. Y sin embargo quie­ cal, en la privación esencial que sufre el hombre en
re alabaros, ese hombre, mezquina parte de Vues­ tanto criatura sacada de la nada. “No bastándose
tra creación. Sois Vos quien lo lleva a buscar su ale­ en el orden del ser, no puede bastarse en el orden
gría en Vuestras alabanzas, pues Vos lo habéis hecho del conocimiento ni en el orden de la acción: pero
LA INQUIETUD HUMANA 109
108 G A B R IE L M A R C E L
tamente insuperado sobre ese hecho capital de la
esa misma carencia que sufre lo orienta hacia Aquel
conversión que, en una perspectiva racionalista, per­
que es el único que puede colmarlo. De allí la fe­
manecerá siempre ininteligible, y que quienes lo
cunda inquietud que estremece sin cesar al hombre
aborden desde fuera estarán fatalmente inclinados a
pero que lo salva porque, hecho por Dios, sólo en
desnaturalizar o aun a negar. No hay ni puede haber
Dios le permite encontrar la paz y el reposo.” San
ninguna medida común entre la experiencia vivida
Agustín observará en La ciudad de Dios que si nues­
del converso y la manera con que se esfuerza por
tra naturaleza fuese nuestra propia obra, habríamos
dar cuenta de ella quien, no participando de esta
podido engendrar nuestra propia sabiduría: “Nues­
experiencia, tiende a substituirla por otra cosa. No
tro amor partido de nosotros mismos y referido a
creo engañarme al decir que la reflexión sobre esta
nosotros mismos bastaría para asegurarnos la beati­
inevitable disparidad constituye uno de los puntos
tud, y no necesitaríamos de un bien extraño a nos­
de partida de la Filosofía de la existencia tal como
otros mismos para gozar; pero puesto que nuestra
se ha desarrollado en los modernos. En ese senti­
naturaleza tiene a Dios como autor de su ser, está
do se ha podido ver, no sin razón, en San Agustín
fuera de duda que para ser iniciados en la verdad
un precursor de lo que se ha llamado con un nom­
(ut vera sapiamus), tenemos necesidad de ser ins­
bre bárbaro que por mi parte rechazo: el existen-
truidos por Él.” A É l corresponde dispensarnos lo
cialismo.
que San Agustín llama Suavitas intima (yo traduci­
¿Estas observaciones nos alejan de nuestro tema?
ría de buen grado esas palabras por “ese bálsamo
Es evidente que no. Pues debemos recordar siem­
íntimo o interior” ) que es el principio de nuestra
pre que la inquietud toma valor positivo ante la mi­
beatitud.
rada de una consciencia que ha reconocido en sí
Creo que es muy importante observar en este con­
misma la operación de la gracia, y por supuesto
texto que la originalidad tan evidente del pensa­
esto habrá que repetirlo a propósito de Pascal.
miento agustiniano está ligada por una parte al
Por otra parte, observemos desde ahora que la re­
hecho de que San Agustín fué un converso, y que
cíproca no es verdadera, o al menos no parece verda­
llegó así, reflexionando sobre esta conversión, a to­
dera y que puede haber casos en que la inquietud
mar una conciencia extrañamente precisa de la
es valorizada sin que quien la siente y reconoce sus
Gracia, del trabajo de la Gracia en nosotros. Las
beneficios aparezca en manera alguna como visita­
Confesiones constituyen un testimonio de valor cier­
110 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 111

do por la gracia. Pero en San Agustín y en todos los inquietud que mueve al alma humana haciéndola
que están en su línea esta conexión es evidente. pasar sin cesar de objeto en objeto (cito aquí a Gil-
Debe agregarse que la conexión con los temas son) como si la plena satisfacción que un conoci­
evangélicos que mencioné el otro día es inmediata, miento no le ha dado pudiera dárselo otro, mientras
por ejemplo cuando en el libro V III de las Confesio­ que, en realidad, en todo el tiempo que dura esa
nes San Agustín se expresa de la siguiente manera: búsqueda, aun suponiendo que nos conduzca de ver­
“Dios bondadoso, ¿qué ocurre en el hombre para dad en verdad, no hay paz para el conocimiento, ni,
que se alegre más de la salvación de un alma cuan­ por consiguiente, beatitud. Pero ¿qué es la beatitud
do desesperaba de ella y cuando se libra de un gran sino la presencia en el alma de una verdad última
peligro, que si hubiera conservado siempre alguna que al mismo tiempo es el Bien único puesto que es
esperanza o el peligro hubiese sido menor?. . . ¿Qué Dios? Pero ese Bien que codiciamos, esa Verdad a la
ocurre pues en el alma para que sienta más alegría que aspiramos en cierto modo está ya en nosotros,
en encontrar o recuperar lo que ama que en guar­ y recurriendo a la reflexión sobre la memoria San
darlo constantemente? Otros muchos ejemplos lo Agustín intenta hacernos vislumbrar cuál puede ser
atestiguan; todo está lleno de testimonios que nos la naturaleza de esta inmanencia de Dios en quien lo
gritan: ¡es así!. . . Un ser querido está enfermo; su busca. Debemos referirnos ahora a las admirables
pulso revela que está en peligro; todos los que desean páginas del libro X de las Confesiones, donde San
su curación están enfermos en el alma al mismo Agustín, en presencia del misterio de la memoria,
tiempo que él. Llega la mejoría. He aquí que se es preso de un deslumbramiento específicamente re­
pasea sin haber recuperado sin embargo las fuer­ ligioso. “Aun cuando mi lengua calle, mi garganta
zas de antes, y ya es una alegría tal como no existió permanezca silenciosa, canto tanto como puedo, y
jamás nada parecido cuando antes caminaba con las imágenes de los colores están ahí, no intervienen
plena fuerza y salud.” ni interrumpen, mientras manejo el otro tesoro que
“¿Qué significa esto, Señor Dios m ío ? .. . ¡Ah sí, debo a mis oídos. Así repaso a voluntad las impre­
que sois sublime en las alturas y profundo en los siones que los otros sentidos han traído y acumula­
abismos! ¡Jamás os alejáis de nosotros, y sin embar­ do en m í.. . Todo eso ocurre en el interior de mí
go qué dificultad para llegar hasta Vos!” mismo, en el amplio palacio de mi m em oria...
Aquí se reconoce, pues, el valor eminente de esa ¡Grande, oh Dios mío, es este poder de la memoria;
112 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 113
oh sí, muy grande! Es un santuario inmenso, infini­ Amor, y ha podido decirse con justicia que una doc­
to; ¿quién penetró jamás hasta el fondo? Sin embar­ trina es agustiniana en la medida en que tiende a
go no es más que un poder de mi espíritu, ligado a organizarse alrededor de la Caridad.
mi naturaleza: pero no puedo concebir íntegramente Es muy claro, por lo tanto, que la inquietud no
lo que soy. ¿El espíritu es, pues, demasiado estrecho es aquí más que un fermento o, si se quiere, una
para contenerse a sí mismo? Entonces, ¿adonde re­ levadura, sin la cual el alma, a decir verdad, no po­
fluye lo que no puede contenerse en él? ¿Será fuera dría convertirse, puesto que esa levadura es el tra­
y no dentro de él? Pero, ¿cómo no lo contiene? Este bajo que Dios opera, que opera la Gracia en las
pensamiento me confunde de asombro y me siento profundidades de la criatura.
presa del estupor.”
Soy pues esencialmente desigual a mí mismo, soy
demasiado grande para mí. Profundizando este mis­
terio San Agustín llegará a reconocer primero que
Dios mismo está de alguna manera en nuestra me­
moria, pero esto sería naturalmente inconcebible si
nuestra memoria fuera una especie de receptáculo.
Es necesario que la memoria sea en nosotros más
que nosotros mismos, de suerte que finalmente en
Dios encontramos a Dios. En el De Trinitate, San
Agustín llegará a afirmar que cuando el alma se
acuerda de su Señor porque ha recibido el Espíritu,
se da cuenta de que está instruida por el magiste­
rio interior que ejerce sobre ella. Porque Dios está
en todas partes en su totalidad el alma vive y se
mueve en Él y así puede acordarse de Él.
Así pues no amaríamos a Dios si Él mismo no nos
amase primero. No existe doctrina que esté más
absolutamente dominada por la idea de que Dios es
LA INQUIETUD HUMANA 115
el desconocimiento total de lo que busca. Los fan­
tasmas de su corazón son para Vos abominación
como los ídolos. El alma os ama, tal como os conoce
por la fe, pero el espíritu no puede veros. Ardiendo
en el deseo de ver Vuestra faz, a la que ofrece el
VI sacrificio de su piedad y de su justicia, sus ofrendas
y sus holocaustos, se turba más porque tarda en
LA INQUIETUD EN PASCAL ver Vuestra faz. Y como no recibe todavía la ilumi­
nación de Vuestra fe, a veces se turba al punto de
Con toda seguridad sería posible, si tuviéramos pensar casi que no cree en Dios, y al punto de odiar­
tiempo, prolongando lo que dije a propósito de San se porque le parece que no os ama. No debe te­
Agustín, mostrar por múltiples ejemplos cómo toda mer en Vos, esta alma que está angustiada por el
una forma de espiritualidad cristiana, y no la menos deseo de Vos, de no amaros, esta alma que os desea
alta seguramente, no se deja separar de cierta in­ hasta despreciar todo lo que existe, hasta despre­
quietud, que, lejos de presentar algún carácter mor­ ciarse a sí misma. ¿Hasta cuándo, Señor, hasta
boso o patológico, no hace más que traducir la situa­ cuándo?”
ción del alma creyente en presencia de un Dios tras­ Podría decirse que la inquietud no es sólo inevi­
cendente al que aspira unirse. Sólo citaré un texto table sino hasta saludable, en la medida en que co­
tomado de las Oraisons méditatives de Guillaume de rresponde a la impaciencia del alma creyente que,
saint-Thierry, uno de los más grandes espirituales viviendo todavía en la oscuridad de la fe, sufre de
del siglo xh: estar privada aún de la Visión.
“El alma temerosa y turbada se prepara para orar Es esencial subrayar que una inquietud semejante
a su Dios, teniéndose siempre en sus propias manos, no es, propiamente hablando, angustia.
como para haceros ofrenda de sí misma; siente temor En la misma época, el Tratado de San Bernardo
ante lo que conoce, está turbada ante lo nuevo; para sobre el Amor de Dios expresa con singular intensi­
encontraros lleva el signo de la fe, pero ese signo dad concepciones análogas que se relacionan direc­
todavía no puede serle útil; buscando Vuestro ros­ tamente con el agustinismo. Denuncia el círculo en
tro, Vuestro rostro, Señor, está en la ignorancia, en que se mueven los impíos que desean por una ten­
116 GABRIEL MARCEL
LA INQUIETUD HUMANA 117
dencia natural satisfacer su apetito y desdeñan como kegaard, cuya importancia sólo se reconoció en nues­
insensatos lo que podría acercarlos a su fin, no al tros días) repito que nadie supo analizar mejor las
fin que consume, sino al que consuma. “La volun­ raíces de la inquietud considerada como modalidad
tad, falseada en su ejercicio por el pecado, no se esencial y primaria de la experiencia humana.
preocupa sino por lo que puede satisfacerla, la va­ A este respecto conviene tener en cuenta el Dis-
nidad se mistifica, la iniquidad se miente a sí mis­ cours sur les Passions de VAmour1 que parece datar
ma. Pero Dios es quien nos busca, quien se nos ade­ del período mundano de Pascal (1652-1653). Re­
lanta.” Pero San Bernardo quiere mostrarnos cómo, produzco las primeras líneas:
por qué caminos, orientada interiormente por ese “El hombre ha nacido para pensar; por eso no
Dios que es Amor, el alma humana se elevará, del deja un momento de hacerlo; pero los pensamientos
estadio inferior d'onde sólo puede amarse a sí misma puros que podrían hacerlo feliz si siempre pudiera
por sí misma a aquel donde ya no se ama más que sostenerlos lo fatigan y lo abaten. Es una vida uni­
por Dios y accederá finalmente a la perfección del taria a la que no puede acomodarse; necesita del
amor que no será sino la suerte de los bienaventura­ cambio y de la acción, es decir es necesario que a
dos después de la Resurrección. veces esté agitado por pasiones cuyas fuentes tan
Aquí, como en el caso de San Agustín, debemos vivas y profundas siente en su corazón.” Pascal nos
repetirlo, no aparecen caracteres de angustia. dirá luego que las pasiones más convenientes para
En Pascal, por el contrario, la diferencia entre el hombre, las que encierran muchas otras, son el
inquietud y angustia tiende a menudo a desapare­ amor y la ambición. Pero ¿cómo no ver que en rea­
cer, aun si no se quiere acentuar demasiado, como lidad éstas se presentan como modalidades de la
lo hacen algunos modernos, lo que podría llamarse inquietud en el sentido más fuerte del término? En
el carácter prerromántico de la experiencia pasca- el fondo, Pascal nos introduce en el cor irrequietum,
liana. el “corazón sin reposo”, de que hablaba San Agustín.
En realidad, para quienquiera reflexione sobre la Únicamente que hay que agregar de inmediato que
inquietud es imposible no colocar a Pascal en el el corazón no es separable del pensamiento que cons­
centro de sus reflexiones. Creo que se puede afirmar, tituye verdaderamente al hombre en cuanto tal. En
en efecto, que nadie antes de nuestros contempo­ los Pensamientos, Pascal dirá: “Nuestra naturaleza
ráneos (entre los que incluiré de buen grado a Kier-
1 Algunos niegan que esta obra sea de Pascal.
118 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 119

consiste en el movimiento, el reposo total es la muer­ mentó de la inquietud, su arraigo en la naturaleza


te.” Observemos, por otra parte, que aquí Pascal si­ misma del hombre. Cuando más tarde en los Pen­
gue a Montaigne y que la Apología de Raymond de samientos habla de la desazón se expresará del si­
Sebond presenta una pintura muy semejante del hom­ guiente modo: “Nada es más insoportable al hombre
bre natural. El hombre no ama permanecer consigo que estar en pleno reposo, sin pasiones, sin negocios,
mismo —dice también Pascal—. Sin embargo ama; sin diversiones, sin aplicación. Siente entonces su
debe, pues, buscar afuera para amar. Sólo puede en­ nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia,
contrarlo en la belleza, pero como él mismo es la su impotencia, su vacío.” Esta última palabra, esa ex­
criatura más hermosa que Dios haya formado, es presión “su vacío” debe retener nuestra atención,
necesario que encuentre en sí el modelo de esta be­ pues nos permite, creo, reconocer el trabajo de pro-
lleza que busca afuera.” Pero esto es más significa­ fundización que se ha efectuado en el alma y en la
tivo aun: “La adhesión a un mismo pensamiento fa- inteligencia de Pascal desde el Discours. Cuando
tiga y arruina el espíritu del hombre. Por eso para estamos en reposo nos encontramos inevitablemente
la solidez y duración del placer del amor a veces no en presencia de nuestro vacío interior, y ese vacío en
hay que saber que se ama; no es cometer una infi­ realidad nos resulta intolerable. Pero hay más, y
delidad, pues no se ama a otro, es retomar fuerzas es que a través de ese vacío inevitablemente toma­
para amar mejor. Esto ocurre sin pensarlo; el espí­ mos conciencia de la miseria de nuestra condicion;
ritu llega a ello por sí solo, la naturaleza lo quiere, “condición tan miserable —dice Pascal—, que nada
lo ordena. Sin embargo, hay que confesar que es una puede consolarnos cuando la consideramos de cer­
consecuencia miserable de la naturaleza humana; ca”. De allí la necesidad de la diversión: “Los hom­
sería mucho mejor si no estuviéramos obligados a bres que naturalmente sienten su condición nada
cambiar de pensamiento, pero no hay remedio.” evitan tanto como el reposo, no hay nada que no
Este texto tan notable, y que anticipa de manera hagan para buscar la agitación. . . Poseen un secreto
sorprendente la psicología proustiana de las intermi­ instinto que los lleva a buscar las diversiones y las
tencias del corazón, ilustra perfectamente lo que ocupaciones exteriores que viene del sentimiento de
puede considerarse, en mi opinión, la concepción sus miserias.” Pero Pascal agregará otra observación
original de la inquietud en Pascal. Como preveía­ complementaria y es que los hombres poseen otro
mos, lo que aquí se pone al desnudo es el funda­ instinto secreto, que proviene de la grandeza de
120 GABRIEL MARCEL

nuestra naturaleza primera y que les hace conocer


que la felicidad, en efecto, está en el reposo y no
en el tumulto. Y de esos dos instintos contrarios se
forma en ellos un proyecto confuso que se oculta
a la vista en el fondo del alma, que los lleva al
reposo por la agitación y a imaginar siempre que VII
la satisfacción que no poseen llegará si, superando
algunas dificultades que anticipan, pueden abrir así DE PASCAL A KIERKEGAARD
la puerta del reposo.
Pero este diagnóstico sobre la naturaleza profunda Vimos que el papel de la diversión, según Pascal,
de la inquietud humana viene a reconocer que en consiste en interponer una pantalla entre nosotros
el fondo es angustia y por ello Pascal se presenta y el espectáculo insostenible de nuestra condición.
indiscutiblemente como el verdadero precursor de En este sentido puede decirse que es fruto de la
las filosofías de la existencia, en la medida en que inquietud. Subrayemos que nuestra condición puede
éstas ven en la angustia una categoría metafísica considerarse al nivel de los humores o de las dis­
privilegiada. posiciones momentáneas, pero que un pensamiento
más profundo reconoce en ella una estructura me­
tafísica que en lenguaje moderno podría decirse que
es esencialmente paradógica. “Pues, en fin, ¿qué es
el hombre en la naturaleza? Una nada frente al in­
finito, un todo frente a la nada, intermedio entre
nada y todo. Infinitamente alejado de la compren­
sión de los extremos, el fin de las cosas y sus prin­
cipios están invenciblemente ocultos para él en un
secreto impenetrable, igualmente incapaz de ver la
nada de donde ha salido y el infinito que lo traga. . .
Conozcamos, pues, nuestro alcance: somos algo y no
somos todo; lo que tenemos de ser nos impide el co­
122 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 123
nocimiento de los primeros principios que nacen cial es aquel cuyo pensamiento está determinado
de la nada; y lo poco que tenemos de ser nos oculta por las tareas y las dificultades de su propia vida.
la visión del infinito.” De manera que su pensamiento está verdaderamente
Toda la apología pascaliana consistirá en mostrar al servicio de su existencia. No es desinteresado en el
que la única salida real de esta situación verdade­ sentido del pensador abstracto; al contrario, está
ramente desesperante es la salida por lo alto, es apasionado, vitalmente interesado en algo que es el
decir en el acto por el cual la criatura se abre a corazón mismo de su existencia. Y debe agregarse
la gracia que la solicita. que el sujeto de este pensamiento es el individuo
De Pascal a Kierkegaard, en el problema que nos considerado en lo que tiene de único. Por tanto,
ocupa, el pasaje parece directo, al menos para nos­ Kierkegaard podrá escribir que la tarea del pensa­
otros, hombres de mediados del siglo xx. Lo que, por dor subjetivo o existencial consiste en comprenderse
lo demás, no quiere decir que Pascal haya ejercido a sí mismo en la existencia. Esta comprensión en
una influencia directa sobre Kierkegaard. Cierta­ la existencia era ya en cierto modo el objeto perse­
mente Kierkegaard lo conoció, pero lo cita muy ra­ guido por el pensador griego, pero se presenta con
ramente, y me parece aventurado decir que la lec­ una nueva luz para el cristiano, para el que se trata
tura de Pascal haya contribuido de manera apre- de comprenderse ante Dios. ¿Cómo no ver que es
ciable a la formación del pensamiento kierkegaar- precisamente ésta la comprensión a la que Pascal
diano. Pero es indiscutible que Pascal se nos presenta quiso acceder? Por otra parte podría mostrarse, por
como el ejemplo perfecto del pensador subjetivo supuesto, que Pascal desemboca, más allá de toda
o existencial tal como Kierkegaard lo definió en su filosofía, en la humildad y la caridad absolutas, mien­
obra filosófica más importante, es decir, la que va tras que Kierkegaard permanece, a pesar de todo,
del Post-scriptum a “Fragmentos filosóficos”. Este en cierto modo prisionero de su propia reflexión.
pensador existencial debe comprenderse por oposi­ ¿Qué es, ahora, la angustia de Kierkegaard?
ción al pensador abstracto cuya meditación evolu­ A primera vista podría pensarse que el fenómeno
ciona en el terreno del pensamiento puro sin cuidarse de la angustia se relaciona para él con el hecho ge­
de las necesidades o de las predisposiciones de su neral del pecado y sus consecuencias. La muerte es
propio ser. El pensador abstracto típico es, por su­ el salario del pecado, no sólo la muerte física, sino la
puesto, Hegel. Por el contrario el pensador existen- muerte eterna del alma. Sería bastante natural ad­
LA INQUIETUD HUMANA 125
124 GABRIEL MARCEL
mitir que la angustia se experimenta en presencia porque no es todavía, propiamente hablando, una
de esta segunda muerte, es decir de la perdición. realidad que puede soñar esta realidad que todavía
Se trataría de la angustia de la salvación que, des­ es sólo posible. La Psicología de la niñez viene a
pués de haber empujado a Lutero a un convento, nuestra ayuda y nos permite comprender de qué
debía luego obligarlo a salir. Pero la verdad es mu­ se trata. En efecto, encontramos en el niño un ape­
cho más compleja. Una lectura atenta del tratado tito de aventura, de lo insólito, de lo maravilloso.
de Kierkegaard sobre El concepto de la angustia “Esta angustia —dice Kierkegaard—, pertenece tan
esencialmente al niño que no quiere pasarse sin
muestra que para el filósofo danés ese fenómeno
ella; aun cuando lo inquieta, lo encanta. La encon­
se sitúa en el corazón del dominio que explora quien
tramos en todos los pueblos donde la infancia se
trata de comprender cómo es posible el pecado. En
conserva como un ensueño del espíritu, y su profun­
este profundo análisis resalta que el estado de ino­
didad mide las profundidades de los pueblos. Inver­
cencia tomado en sí mismo encierra ya la condición
samente podemos decir que cuando hay menos es­
de la posibilidad de la falta o, si se quiere, de la
caída. “La inocencia es ignorancia. En ella no está píritu hay menos angustia.”
En última instancia, ¿de qué se angustia el espí­
todavía determinado como espíritu; sólo lo está en
ritu? Esa nada o más exactamente esa casi nada es
su psiquismo unido a lo que constituye su naturaleza.
su propia posibilidad abisal. Sentimos miedo de caer
El espíritu todavía no está en él salvo en estado de
en un abismo, y justamente el espíritu es ese abismo.
sueño (en otros términos, no tiene conocimiento de la
diferencia entre el bien y el mal). Es una situación Pero, entendamos bien que no se trata de simple
pensamiento abstracto. Esta posibilidad interesa no
que implica todavía la paz, la quietud. Pero al mis­
a la esencia definible del espíritu o del ser humano,
mo tiempo hay algo que no es aún inquietud ni opo­
sición; pues todavía no existe nada que sea discutido, sino a su relación con la existencia. Es como si des­
cubriéramos aquí una dimensión del ser que no se
ninguna dialéctica; el espíritu todavía no es dialéc­
dejaría reconocer por quien se limitara a seguir el
tico y por eso todavía no es real. ¿Qué es, pues ese
camino del pensamiento abstracto.
algo? Nada. Pero ¿cuál es el efecto de esa nada?
Precisamente aquí se presenta Kierkegaard como
Engendra la angustia. Tal es el profundo secreto de
el verdadero iniciador de la filosofía de la existen­
la inocencia: al mismo tiempo que angustia.” Esta es
cia, y es muy importante comprobar al mismo tiem­
una determinación del espíritu soñador; precisamente
126 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 127

po que esta filosofía se encuentra colocada, desde kegaard— una cautivante ansiedad que nos fascina
su origen, bajo el signo de la angustia. Es un hecho como la mirada de la serpiente y nos precipita fi­
que a primera vista puede parecer desconcertante. nalmente en la realidad del mal.”
A decir verdad se podría tratar de explicarlo recu­ Pero quien dice posibilidad en cierto sentido dice
rriendo a las particularidades de la vida misma de libertad. La angustia es el vértigo de la libertad;
Kierkegaard. ¿No dijo en particular que la rígida pero como ésta está prisionera de sus propios lazos
educación que le dió su padre debía precipitarlo y en cierto modo es cautiva de sí misma, podemos y
en la tristeza y la angustia? Encontramos esta an­ debemos decir que somos a la vez libres y determi­
gustia en toda su vida, en particular en el drama nados, a la vez inocentes y culpables. De suerte que
de su noviazgo que se rompió finalmente, y de cual­ Kierkegaard hace resaltar, antes que Dostoievski,
quier manera que se interprete la expresión tomada la ambigüedad profunda que está en el corazón del
de San Pablo y que tanto utilizó, “una espina en ser humano considerado —repetimos— no en su esen­
la carne”, es muy cierto que se trata de una forma cia, como en el caso de la filosofía clásica, sino en
particular de la angustia. Sin embargo, esta expli­ su existencia, en tanto existe. Esto también podría
cación biográfica es, con toda evidencia, insuficien­ expresarse diciendo que la reflexión sobre la angus­
te. A lo más puede ilustrarnos sobre las condicio­ tia, es decir sobre esta relación con la nada, con la
nes particulares en que hizo su aparición en el casi nada, que es característica del espíritu, nos pre­
individuo Kierkegaard un pensamiento que debía para a comprenderlo no como substancia sino como
contribuir a renovar el horizonte filosófico. Como proceso creador, como advenir, como actividad.
dijo Jean Wahl en su nota sobre la angustia que La dialéctica que le es propia se desarrollará a
colocó como apéndice de su reciente libro sobre través de tres esferas de existencia distintas. En el
las filosofías de la existencia, “las ideas de angustia estadio estético, la existencia consiste en ir a la caza
y posibilidad están íntimamente ligadas. Hay en nos­ de los momentos de placer que permiten acceder a
otros un saber —dice— que no sabe que es saber, cierta plenitud sentida. Don Juan —muy particular­
pues la posibilidad es a la vez ignorancia y ciencia, mente el Don Juan de Mozart— constituye como
es ser y no ser, es vivida como una angustia”. Ahora el prototipo de esta existencia estética; y ya se ma­
bien, esta presencia de posibles buenos y malos es nifiesta en él la pasión del infinito, pero en un mundo
la causa misma de la tentación. “Hay —dice Kier- que es aún del juego, la mentira y la infidelidad.
128 GABRIEL MARCEL
Quien se aleja de este mundo para buscar la rea­
lización de sí mismo accede a la existencia ética, y
esta vez Sócrates constituye el modelo, porque es
el modelo, porque es el hombre del “conócete a tí
mismo”. Sin embargo, no es aún más que un testigo
de la verdad, y su doctrina debía fijarse en sistema VIII
o en actitudes puramente cínicas.
Pero en el tercer estadio, el estadio religioso, el DE KIERKEGAARD A NIETZSCHE Y A HEIDEGGER
hombre se niega a sí mismo ante la presencia de
Dios. Esa desesperación es una enfermedad mor­ Quizá no nos engañaríamos completamente si cre­
tal; pero esta enfermedad mortal, por una paradoja yéramos poder descubrir en el pensamiento de Kier­
muy misteriosa, no termina en la muerte: muy al kegaard una ambigüedad que lo torna bastante in­
contrario, por la desesperación el yo se salva a sí mis­ quietante. Sin duda nadie, ni aun Pascal, analizó con
mo, accede a lo eterno y a lo indestructible, preci­ tanta profundidad las condiciones a las que debe
samente porque esa desesperación es un salto mortal o debería responder quien se atreva a llamarse cris­
en presencia de Dios en el abismo de la fe. Cuanto tiano; pero, ¿hasta qué punto alguien, incluyendo al
más débil es el hombre tanto más fuerte es Dios en mismo Kierkegaard, puede decir que llena esas con­
él. En la fe, lo trascendente irrumpe en la realidad diciones? En suma, entre el pensamiento que se
humana que se transfigura en existencia absoluta. concentra sobre la condición cristiana y esta condi­
ción misma subsiste un intervalo que sólo puede fran­
quearse por lo que el filósofo danés llama, como lo
vimos, un salto. Sólo que a los ojos de la reflexión
este salto presenta el riesgo de parecer aventurado
e ilegítimo, y al mismo tiempo que desde el punto
de vista cristiano, que se mantiene del otro lado del
foso, es obligatorio. De allí algo así como una bre­
cha que parece abrirse en medio de lo que podría
llamarse el campo de la experiencia humana. En
130 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 131
realidad, todo parece ocurrir en una tierra que hu­ arraiga en un suelo previamente trabajado por el
biera sido sacudida por una conmoción sísmica. Des­ pensamiento de Nietzsche. Por tanto es necesario pre­
de la venida de Cristo vivimos en un mundo agrie­ guntarse en primer lugar hasta qué punto el autor
tado. de Zaratustra puede ser considerado como un filó­
Por eso podemos comprender muy bien que a la sofo de la angustia. La respuesta no es sencilla. De
luz de la historia de la filosofía y de la teología más buen grado diría que sólo un psicoanálisis del pensa­
reciente, la teoría kierkegaardiana de la angustia se miento nietzscheano podría mostrar el papel que
presente como situada en una bifurcación. A partir desempeña una angustia no simplemente reprimida,
de ella se han desarrollado ciertas doctrinas teoló­ sino dominada, y, por así decirlo, heroicamente do­
gicas recientes de la Iglesia reformada, y especial­ meñada. Desde luego que aun más que en Kierke­
mente las de Karl Barth, que acentúan, por oposición gaard los datos biográficos son a la vez muy impor­
al protestantismo liberal surgido de Kant y Schleier- tantes e insuficientes, y en particular que el proble­
macher, la trascendencia absoluta de un Dios que ma de la soledad vivida como una prueba está en
se yergue ante el creyente como lo Absolutamente el corazón de la tragedia nietszcheana. Pero en la
Otro. Estas teologías pudieron terminar, al menos perspectiva que he adoptado me parece esencial re­
en la primera fase del barthismo, en una humilla­ cordar que la afirmación de la muerte de Dios de­
ción radical de la razón ante la Palabra de Dios, única pende en Nietzsche de la conciencia trágica, lo que
portadora de salvación. Puede agregarse que aun teó­ probablemente no es el caso en Sartre, por ejemplo.
logos cristianos como Prszywara o Guardini han su­ Creo que se puede subscribir lo expresado por Jas-
frido en cierto grado la influencia de este pensa­ pers en el último capítulo de su hermosísimo libro
miento. No insistiré sobre todo esto que está fuera consagrado a Nietzsche. 1
de mi propósito, y consideraré por el contrario aten­ El ateísmo de Nietzsche es la inquietud progre­
tamente la otra dirección, aquella en la que se han siva de una búsqueda de Dios que quizá ya no se
alistado, a partir de Kierkegaard, las filosofías lla­ comprende. La expresión dada por Nietzsche a su
madas existenciales, y ante todo la de Heidegger. ateísmo revela un sufrimiento indecible: la necesidad
Este último ha reconocido explícitamente la impor­ de renunciar a Dios se traduce por frases tales como:
tancia de la concepción kierkegaardiana de la an­
* De próxima aparición en la “Biblioteca de Filosofía” de la Edito­
gustia. Pero habría que decir, me parece, que ésta rial Sudamericana. (N. del E.)
132 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 133
ya no orarás, ya no reposarás en una confianza in­ sol?” Y Heidegger muestra que ese horizonte, ese
finita, te prohibirás detenerte ante una sabiduría, sol, evocan el mundo inteligible, el de las ideas pla­
un bien, un poder supremo y salmodiar tus pensa­ tónicas, si se quiere, o en lenguaje moderno, ese
mientos. . . Hombre del rechazo, ¿serás capaz de mundo que proyectaba su luz trasfiguradora sobre
un rechazo universal? ¿Quién te dará fuerzas? ¿Tie­ la vida de los hombres. Pero, ¿Nietzsche no declaró
ne alguien todavía esa fuerza?” . . . “Ahora —escribe de una vez por todas la guerra a esos trasmundos?
Nietzsche a Overbeck, el 2 de agosto de 1886—, mi ¿No denunció la ilusión metafísica que se expresa
vida está atravesada por el deseo de que las cosas en ellos y de esa manera creyó preparar el camino
sean distintas de como las concibo, que alguien torne a un trastocamiento de valores, es decir, a una revo­
mis propias verdades indignas de creer.” “Tenéis el lución que logrará su consumación en la venida
coraje —pregunta en otro lugar—, no el coraje frente del superhombre?
a testigos, sino el coraje del solitario, del águila que No pienso que Heidegger se haya adherido jamás
ningún Dios mira ya?” por su cuenta a la concepción del superhombre o a
Así la muerte de Dios de ninguna manera se la del eterno retorno. Pero lo que me parece que
puede considerar como un hecho objetivamente com­ retiene de Nietzsche es la idea del consentimiento a
probable por un historiador. En cierto modo podría la finitud, del abandono al que estamos librados en
decirse que se trata de una decisión que tenemos un mundo donde aparecemos como literalmente arro­
que tomar, asumir, haciendo violencia a una nos­ jados. Sólo que, como lo dice muy justamente Al-
talgia de la infancia que permanece en el fondo de phonse de Waelhens, viendo que la violencia de la
muchos de nosotros como un fuego mal extinguido. negación se trasforma en Nietzsche en afirmación,
Comprendemos así el comentario de Heidegger quiso ser aquel cuyo no no testimonie sobre el sí y
en su libro Die Hozwege, “Los caminos del bosque”. estimó que la instauración de un pensamiento radi­
Recuerda que para Nietzsche hemos matado com­ calmente liberado de la idea de Dios no podría con­
pletamente a Dios, vosotros y yo; todos somos sus cebirse por la negación de esta idea, sino que requiere
asesinos; y de allí las preguntas: “¿Cómo pudimos ser formulado sin referencia a ella. Observaré de
beber el mar? ¿Quién nos ha dado la esponja capaz paso que, según confesión del mismo Heidegger —y
de borrar el horizonte entero? ¿Qué hemos hecho aquí me refiero a lo que conversé con él hace algu­
desatando la cadena que unía a esta tierra con su nos años en Friburgo— no conviene clasificarlo entre
134 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 135

los ateos, o mirar su doctrina como un ateísmo. Su ticulares el mundo se dirige a nosotros. Así, para un
pensamiento, me dijo, está como en suspenso sobre campesino ese mundo se confunde con su granja y
el problema de la existencia de Dios. Por lo demás, su campo, para el obrero con la fábrica, etc. Pero
no es seguro que haya pronunciado su última pala­ sería un error ver en el mundo la suma de los obje­
bra. Pero es cierto que en sus últimas obras, sea tos que contiene; por el contrario, hay que explicar
en la Caña sobre el humanismo o la Introducción los objetos a partir del mundo. El existente que soy
a la Metafísica aparecida en 1953 y donde, por otra se define por la multiplicidad de posibilidades o de
parte, retoma lecciones ya antiguas, insiste expresa­ acciones posibles que están en mí; ellas constituyen
mente sobre el carácter sagrado del Ser y, en suma, una red o un haz que confiere sentido a las cosas
sobre la necesidad de restaurar ese sentido de lo y las coloca en cierta totalidad que llamamos mun­
sagrado que el desarrollo de la filosofía ha tendido do. Este es el sentido global que mis posibilidades
en cierto modo a falsear o a abolir. proyectan sobre el fondo oscuro y desprovisto de sen­
Pero esto no impide que en su análisis o su inter­ tido de las realidades brutas. Observemos que en
pretación de la condición humana, de su situación esta perspectiva el problema tradicional de la reali­
en el mundo, Heidegger prolongando la línea de dad del mundo exterior cesa aun de plantearse. Por
Kierkegaard haya llegado a ver en la angustia una mi parte diría que Heidegger ha mostrado en forma
categoría de la existencia cuya importancia es funda­ probablemente definitiva que es absurdo aislar el su­
mental e irreductible. jeto existente y preguntarse a partir de él si el
Recordemos, en primer lugar, que en su filosofía mundo existe o no. Pues de hecho ese sujeto exis­
yo no soy yo sino en tanto estoy en relación con una tente no es tal sino en relación al mundo.
exterioridad que, una vez organizada, será lo que ¿Pero cómo interviene la angustia en este contex­
llamo el mundo de mi experiencia. Resumiendo, no to? Como Kierkegaard, Heidegger la distingue pro­
soy sino en tanto estoy en el mundo. Pero esto fundamente del miedo, que siempre tiene un objeto
110 quiere decir sólo ni aun esencialmente que estoy determinado. Por el contrario, la angustia jamás es
en el mundo como cierto contenido en cierto conti­ provocada por un existente determinado o determi-
nente. La noción fundamental es la de preocupa­ nable. Cito de nuevo a de Waehlens, que por otra
ción. Todo objeto se define en relación a cierto tipo parte se limita a reproducir las fórmulas mismas
de preocupación, y por tales o cuales objetos par­ de Heidegger: “En la angustia todos los objetos
136 GABRIEL MARCEL

del mundo y aun nuestro contorno aparecen brus­


camente como desprovistos de toda importancia, se
tornan irrisorios y se hunden en la nulidad absoluta.
Yo mismo me siento desaparecer de la escena en
tanto me dirijo hacia mi yo habitual hecho de pre­
ocupaciones, de ambiciones, de deseos cotidianos. . . IX
Lo que nos asalta no está aquí o allá, puesto que
no hay aquí y allá sino en una proximidad definida DE HEIDEGGER A SARTRE
por la preocupación; la amenaza está en todas partes
y en ninguna. . . Es omnipresente. Por eso nos en­ Vimos que para Heidegger el ser finito que soy
vuelve en un sentimiento de extrañeza radical. En pierde en la angustia sus puntos de apoyo que se
todas partes estamos perdidos y sin apoyo. Es que en sitúan en las cosas particulares con las que se rela­
última instancia la angustia nos coloca en presencia cionan preocupaciones también particulares. Podría
del mundo en tanto mundo, y no en presencia de tal decirse que el angustiado se encuentra sumergido
o cual objeto en el mundo.” Pero al mismo tiempo en una soledad sin recursos en presencia de un mundo
la angustia se revela como la problematización por sí que ya no es su casa. El término alemán, tan di­
mismo del existente que yo soy, y volvemos a en­ fícil de traducir, Unheimlichkeit, cobra aquí todo
contrar aquí, quizá en un nivel más profundo, la su significado: es el mundo del desarraigo donde
identidad de la angustia y el vértigo, que ya Kier­ ya no tenemos una verdadera morada.
kegaard había reconocido. Pero vemos aquí claramente que la angustia, lejos
de ser un simple estado afectivo, nos revela nuestra
verdadera situación. Sólo que esta revelación es tan
trágica que por todos los medios trataremos de pro­
tegernos de algún modo. Todas las modalidades par­
ticulares que afecta la preocupación constituyen otros
tantos abrigos contra la angustia. Pero además mues­
tra Heidegger con profundidad cómo el ser finito,
temiendo encontrarse en presencia de su finitud ra­
138 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 139
dical, huye en el anonimato de la charla cotidiana concebir más bien a la muerte como el horizonte
que se mantiene en la superficie de la existencia. absoluto de la vida. Este es el horizonte que debemos
O aun en una curiosidad que es también totalmente considerar sin desfallecimiento, y en ello consiste en
superficial, que es búsqueda de lo novedoso por sí prim er lugar la resolución. Pero Heidegger va toda­
mismo, distracción, diversión en el sentido pascalia- vía más lejos, puesto que, para él, quien dice finitud
no. Son aspectos de la existencia inauténtica en la dice al mismo tiempo, en cierto sentido muy profun­
que cada uno de nosotros se degrada sin tener, do, culpabilidad, y se trata aquí de una culpabilidad
la mayoría de las veces, conciencia de esta degra­ fundamental que tiene su raíz en el hecho de que
dación. el ser finito presenta, si puede decirse, como una
Pero a partir del momento en que la angustia es carga de nada. Esta culpabilidad también debe asu­
afrontada, asumida, es en cierto modo superada, y mirse valientemente, heroicamente, bajo pena de
al mismo tiempo el ser finito accede a la existencia hundirnos en las mentiras de una moral o una reli­
auténtica. Accede en la resolución, que de ninguna gión azucaradas.
manera consistirá en abandonar nuestras tareas co­ Sería vano disimular que nos encontramos aquí,
tidianas, sino en librarnos de la tiranía de necesi­ como lo ha visto muy bien Jean Wahi, en presencia
dades o de preocupaciones diarias permitiéndonos de una forma laicizada de ciertos temas teológicos
considerarlas en una verdadera luz. ¿Qué es esta tradicionales. Ocurre como si esos temas estuvieran
luz? Podría decirse que emana de nuestra situación desligados o separados de afirmaciones centrales que
fundamental cuando es claramente reconocida por les conferían su justificación. En efecto, ¿qué es
un ser que ha asumido la angustia en lugar de apar­ esta culpabilidad fundamental sino una trasposición
tarse de ella. Pero esta situación consiste ante todo del pecado original? Igualmente cuando Heidegger
en que estamos librados o dedicados a la muerte. insiste que lo propio del ser finito es estar arrojado
La expresión heideggeriana zum Tode sein muy en el mundo, es imposible no pensar en la caída.
difícilmente se deja traducir y siempre me he pre­ Pero Heidegger deja a un lado los presupuestos teo­
guntado si esto no corresponde a cierta ambigüedad lógicos. Una de las cuestiones capitales que plantea
del pensamiento, pues me parece que no debe tradu­ esta filosofía es la de saber si esta especie de di­
cirse por la palabra “destino”. No se trata, hablando sociación es o no legítima. Por otra parte, es nece­
con propiedad, de una finalidad. Heidegger parece sario repetir que Heidegger rehúsa ser colocado
140 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 141
entre los ateos y que en ciertos aspectos su pen­ las desnaturalice enteramente y no hay que asom­
samiento se presenta como orientado cada vez brarse de que el filósofo alemán en el curso de estos
más hacia cierta resacralización. Y esto contribuye últimos años haya repudiado todo verdadero paren-
a reforzar el sentimiento de profunda ambigüedad tezco con el autor de El Ser y la Nada.
que se experimenta al leer este filósofo difícil, sin “¿Qué entendemos por angustia? —pregunta Sartre
duda el más profundo de nuestro tiempo, pero el en la conferencia aludida—. E l existencialismo suele
menos capaz de formular nada que se asemeje a decir que el hombre es angustia. Esto significa lo
directivas claras para orientar en forma efectiva a la siguiente: el hombre que se compromete y que se
juventud que se dirige hacia él como hacia un guía. da cuenta que es no sólo lo que ha elegido ser,
Cuando se lee las páginas que Jean-Paul Sartre sino un legislador que, como al mismo tiempo que
ha consagrado a la angustia en El Ser y la Nada, se elige elige a la humanidad entera, no podría es­
aunque se refiera explícitamente a Heidegger y aun capar al sentimiento de su total y profunda res­
a Kierkegaard, no puede dejarse de reconocer la pro­ ponsabilidad.” “No existiendo Dios —dice todavía
funda diferencia de inspiración. Todavía es más claro Sartre—, hay que sacar de ello hasta las últimas
en la conferencia titulada El existencialismo es un consecuencias.” Y la consecuencia principal es que
humanismo. En efecto, nos encontramos ahora en la responsabilidad es absoluta. Puesto que Dios no
presencia de un hombre que no sólo se declara ateo existe no nos encontramos frente a valores o a órde­
sino que pretende, muy ingenuamente, hay que con­ nes que legitimen nuestra conducta. El hombre está
fesarlo, haber aportado la demostración de la inexis­ condenado en cada instante a inventar al hombre.
tencia de Dios. Se podría, por otra parte, mostrar Cosa singular, Sartre dice, aunque es una lástima
sin dificultad que esta pretensión es incompatible que Dios no exista, pues con él desaparece toda
con la exigencia profunda que está en el corazón de posibilidad de descubrir valores en un cielo inteli­
las filosofías de la existencia. Pero no insistiré sobre gible. (Encontramos aquí exactamente la posición
este difícil punto. Sin embargo, es importante sub­ nietszcheana que recordaba el otro día.) Pero en
rayar que si Heidegger nos presenta algo así como realidad podría preguntarse si esta especie de pesar
una secularización del pensamiento de Kierkegaard, es muy sincera y si por el contrario la existencia de
Sartre nos aporta una expresión radicalmente laici­ Dios, suponiendo que pueda ser establecida o demos­
zada de las ideas de Heidegger; así es verosímil que trada, no se sentiría como una violencia insopor­
142 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 143

table en un existencialismo a la manera de Sartre. permanente de mi afectividad, en realidad es excep­


En El Ser ij la Nada, donde el análisis va mucho cional. Es que en el mundo de lo inmediato nos
más lejos, Sartre trata de mostrar que existe no sólo descubrimos en un mundo poblado de exigencias,
una angustia ante el futuro que se emparenta con el en el seno de proyectos en curso de realización:
vértigo, sino una angustia ante el pasado, y toma escribo, voy a fumar, esta tarde tengo cita con Pedro,
como ejemplo el jugador que libre y sinceramente es necesario que 110 olvide de contestar a Simón, no
ha decidido no jugar más, pero que cuando se apro­ tengo derecho de ocultar más tiempo la verdad a
xima al tapete verde ve de pronto desmoronarse Claudia, etc. Y sin duda todos estos valores triviales
todas sus resoluciones. “Lo que aprisiona entonces y cotidianos derivan su sentido de lo que Sartre
al jugador en la angustia —dice Sartre—, es la total llama un primer proyecto de mí mismo, que es en
ineficacia de la resolución pasada. Está allí sin duda, realidad la forma en que me he elegido, o en que
pero fijada, ineficaz, superada por el hecho mismo he elegido estar en el mundo. Pero todos los va­
de que tengo conciencia de ella. Si en cierto sentido lores particulares, todos los valores a que me so­
ella es yo, en un sentido más verdadero ella ya no meto o que me invento, vienen a interponerse entre
es yo por el hecho de que es para mi conciencia. Le la conciencia de ese proyecto original y yo. Son
escapo, ha fracasado en la misión que le había dado, barreras contra el vértigo. “Huimos de la angustia
la soy en el modo del no-ser.” Y un poco más lejos, tratando de captarnos desde fuera como otro o co­
generaliza de la siguiente manera: “Esta libertad que mo una cosa. Podría decirse que nos creamos de
se descubre en la angustia puede caracterizarse por este modo como coartadas permanentes, pero es obra
la existencia de esa nada que se insinúa entre los mo­ de la mala fe.” “Huyo para ignorar —dice Sartre—,
tivos y el acto. No es que porque soy libre mi acto pero no puedo ignorar que huyo, y la huida de la
escapa a la determinación de los motivos, sino al angustia no es más una forma de tomar conciencia
contrario: la estructura de los motivos como inefi­ de la angustia.”
caces es condición de mi libertad.” “En la angustia Puede decirse, por tanto, que Sartre en otro len­
—dirá aun— la libertad se angustia ante sí misma en guaje, en cierto modo toma por su cuenta la distin­
tanto no es solicitada ni trabada por nada.” Sartre ción heideggeriana entre lo auténtico y lo inautén-
mostrará además, en conformidad general con Hei­ tico. Pero la coloración es muy diferente, lo que
degger, cómo la angustia que debía ser un estado aparece con claridad en un texto como el que sigue,
144 GABRIEL MARCEL

que encontramos al final de un capítulo titulado:


“Tener, Hacer, Ser”. “El que realiza en la angustia
su condición de ser arrojado en una responsabilidad
que gira sobre sí misma hasta desatarse, no tiene
ya remordimiento, ni pena, ni excusa; no es más que
una libertad que se descubre perfectamente a sí X

misma y cuyo ser reside en ese mismo descubri­


GOETHE Y LA INQUIETUD SUPERADA
miento.” No creo engañarme si digo que siguiendo
la pendiente de su temperamento Sartre concluye en
una ética de la desenvoltura, que en realidad no tie­ Dije que la teoría sartriana de la angustia se re­
ne gran cosa en común con la de Nietzsche ni la de solvía a fin de cuentas en una moral de la desen­
Heidegger. La angustia es menos asumida que arro­ voltura. La conclusión de Las moscas me parece su­
jada por la borda. ficiente para justificar este aserto. Recordemos que
Orestes, a quien la multitud se apresta a lapidar des­
pués de la muerte de Clitemnestra y Egisto, asume
la total responsabilidad de su crimen. Arenga a la
multitud y evoca la muerte de Agamenón que su
autor no ha tenido el coraje de asumir. “Un crimen
que su autor no puede soportar, es el crimen de
nadie, ¿no es cierto? Es casi un accidente. Habéis
acogido al criminal como rey vuestro, y el viejo cri­
men empezó a rodar entre los muros de la ciudad
gimiendo suavemente como un perro que ha perdido
a su dueño. Me miráis, gentes de Argos; habéis com­
prendido que mi crimen es bien mío; lo reivindico
a la faz del sol; es mi razón de vivir y mi orgullo,
no podéis ni castigarme ni defenderme, y por eso
os doy miedo. Y sin embargo, oh mis hombres, os
GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 147

amo, y por vosotros he matado. Por vosotros. Ahora •miento- viene a nosotros desde fuera y nos tras-
soy uno de los vuestros, oh mis súbditos, estamos desde fuera. En el fondo no se distingue en
fo r m a
ligados por la sangre y merezco ser vuestro rey. manera alguna del nacimiento, y es la identidad
Pero no tengáis miedo, gentes de Argos, no me sen­ de nacimiento y muerte lo que llamamos facticidad
tare, cubierto de sangre, en el trono de mi víctima: lop. cit. pág. 630 de la ed. francesa). No se pue­
un dios me lo ha ofrecido y he dicho no. Quiero de marcar más claramente esta voluntad de desa-
ser un rey sin tierras y sin súbditos. Adiós, mis hom­ cralización de las condiciones de existencia que es
bres, tratad de vivir: todo es nuevo aquí, todo está característica de toda la empresa sartriana, y que
ahora por comenzar. Para mí también la vida co­ naturalmente tiene por contraparte una cierta exal­
mienza.” tación de la libertad humana. Además, su pensa­
Este texto, tan cargado de significado, requeriría miento en este punto es ciertamente ambiguo, puesto
un largo comentario. Pero me parece que lo que que pudo escribir que estamos “condenados a ser
salta a la vista es no solo que toda angustia ha des­ libres”, lo que haría pensar que la libertad no es
aparecido sino que, en realidad, el sentimiento de en modo alguno una conquista, sino que más bien
culpabilidad deja lugar a una especie de fanfarro­ corresponde al hecho de que estamos, como ya lo
nería que sólo es posible porque Orestes, alias Sar- dije, cargados de nada.
tre, ha perdido toda piedad — entiéndase: todo sen­ Ciertamente, puede parecer singular y hasta quizas
tido de las leyes divinas. Pero en esas condiciones un poco escandaloso intelectualmente abordar ahoia
lo trágico mismo queda abolido. sin transición, a un hombre de genio con quien po­
Igualmente podría mostrarse que la idea heigge- demos estar seguros que Sartre no ha sentido ja­
riana de ser para la muerte, de ser librado a la muerte, más la tentación de reclamar parentesco y no me
sufre aquí una profunda alteración. Sartre, por otra sorprendería saber que siente por el una particular
parte, marca muy claramente su desacuerdo con el aversión, puesto que Goethe, pues de el se trata,
filósofo alemán cuando declara en El Ser y la Nada difícilmente puede considerarse como un pensador
que: lejos de ser la muerte mi posibilidad propia, “comprometido”. La única transición reside en el
es un hecho contingente que, en cuanto tal, me es­ hecho de que en Goethe, si puede hablarse de cierta
capa en principio y surge originalmente de mi facti- forma de inquietud, no me parece que pueda en
cidad. . . La muerte es un puro hecho como el na- manera alguna encontrarse algo que se asemeje a la
148
GABRIEL MARCEL
angustia, ni aun a la angustia superada de la qUe LA INQUIETUD HUMANA 149
.hable a proposito de Nietzsche. retratista muy mediocre. Por mi parte, quiero con­
En su notable libro sobre la Tragedia del huma­ servar de mis amigos una imagen más animada que
nismo Heinrich Weinstock observa la reacción, tan la de su máscara mortuoria. . . No os ocultaré que
significativa, de Goethe al saber la muerte de Winc- esto es precisamente lo que más me gusta de la
kelmann, asesinado en circunstancias atroces en forma en que Schiller nos ha dejado. Llegó a Wei-
Trieste en 1768. En la memoria que consagró al gran mar sin anunciarse y se fué sin ruido. La ostentación
estético en 1805 reducirá en forma muy reveladora con la muerte, eso sí que no es de mi gusto.”
el horror de este final en la pieza de un sórdido al­ Por supuesto podría alegrarse que bajo esta preo-
bergue, diciendo al contrario que hay que consi­ ocupación de evitar todo contacto con lo horrible,
derarlo feliz de no haber conocido la vejez ni las con lo repugnante, se disimula una angustia que, ha­
enfermedades y en suma por haber sido atrapado blando con propiedad, es reprimida; y es muy posi­
por la muerte en la cima de su existencia: algunos ble que sea así. Sin embargo, lo que importa esen­
instantes de sufrimiento y de espanto casi no cuen­ cialmente en un caso como el de Goethe, es la forma
tan, parece pensar Goethe frente a esta oportunidad como el personaje se ha construido a sí mismo a lo
suprema. Con este mismo espíritu Goethe se adhiere largo de su vida y a través de su obra. Ahora bien,
plenamente al texto de Lessing donde estudia la for­ me parece que sería muy difícil, muy arriesgado., pre­
ma en que los antiguos se figuraban a la muerte, los tender asignar en el personaje un lugar a la angus­
felicita por haberla visto como un dulce genio, her­ tia. ¿Ocurre lo mismo con la inquietud? Todo de­
mano gemelo del sueño. pende de la manera en que la definamos, y ejemplos
En virtud de la misma disposición de ánimo, Goe­ como Goethe o Gide —del que hablaré la próxima
the, después de la muerte de Wieland, reprochará vez— nos obligan a proceder a discriminaciones más
a Falk haber querido ver el cuerpo del poeta: “¿Por precisas que las que hemos utilizado hasta ahora.
que me dejaría estropear los atrayentes recuerdos Existe una palabra, muy difícilmente traducible
que conservo de mis amigos y amigas por la altera­ por otra parte, pero que para Goethe y los románti­
ción cadavérica que sufre su rostro?... Tuve buen cos alemanes expresaba una experiencia profunda,
cuidado de no ver en sus ataúdes ni a Herder, ni a es la palabra Sehnsucht, que puede traducirse por
chiller, ni a la duquesa Amelia. La muerte es un aspiración o nostalgia o aun por aspiración nostál­
gica. Observo, sin embargo, que etimológicamente
-1'50 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 151
la palabra nostalgia implica la idea de un retorno
deseado y que la estructura de la palabra Sehnsucht Nulle distance ne te rebute
no implica tal cosa. Pero podría responderse seria­ Tu accours en volant, fasciné,
mente, creo, que el término Sehnsucht designa cierta E t enfin, amant de la lumiére,
orina de inquietud, mientras el término “nostalgia” Te voilá, ó papillon, consumé.
se aplica a cierta insatisfacción. Citaré un poema
E t tant que tu n’as pas compris
muy significativo de Goethe que figura en el Diván
Ce: Meurs et deviens!
Occidental Oriental y que se titula Selige Sehnsucht.
Tu n’es qu’un hóte obscur
He aquí la traducción, inevitablemente muy apro-
ximativa: * Sur la terre ténébreuse.

Un roseau sort de terre


Ne le dites á nul autre qu’au sage,
Pour emplir de douceur le monde!
Car la foule est prompe á railler:
Puisse du roseau qui trace mes vers
Je veux louer le Vivant
Couler un flot de douceur.1
Qui aspiie a la mort dans la flamme.

Según Hofmannsthal este poema habría sido es­


Dans la fraicheur des nuits d’amour
crito la noche misma en que murió Cristina Vul-
Ou tu regus la vie, ou tu la donnas,
pius, lo que le confiere aun más significado. Exac­
Te saisit un sentiment étrange
tamente en esta línea puede situarse lo que Goethe
Quand luit le flambeau silencieux.
1 Dícelo solamente al sabio / pues la multitud está pronta a bur­
Tu ne restes plus enfermé larse: / Quiero cantar al Viviente / que aspira a morir en la lla­
ma. / En la frescura de las noches de amor / cuando recibes la vida,
Dans lombre ténébreuse, cuando la das / se apodera de ti un extraño sentimiento / cuando
brilla la antorcha silenciosa. / Ya no estás encerrado / en la sombra
E t un désir nouveau tentrame tenebrosa, / y un nuevo deseo te arrastra / hacia un himeneo más
Vers un plus haut hyménée. alto. / Ninguna distancia te detiene / acudes volando, fascinado, / y
por fin, amante de la luz / hete aqui, oh mariposa, consumida. / Y en
tanto no hayas comprendido / esto: muere y llega a ser / no eres más
que un huésped oscuro / sobre la tierra tenebrosa. / Una caña surge
T \)S 6n francés la aducción propuesta por Gabriel Marcel.
(N. d e f & de la tierra / para llenar de dulzura al mundo. / Ojalá de la caña
que traza mis versos / corra una ola de dulzura,
152 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 153

dijo a Riemer en una conversación cuya fecha exac­ fase, la que debe suceder a la fase inicial en que el
ta desconocemos: “En todo lo que vive y debe vivir sujeto, la subjetividad, prevalece.
es necesario que el sujeto prevalezca, quiero decir Así se define la relación a la vez tan íntima y tan
que sea más fuerte que el objeto. Debe triunfar particular que une a Goethe con el romanticismo.
sobre el objeto a la manera como la llama consume Por una parte no se puede decir realmente que
la mecha.” Esta idea de la prevalencia del sujeto Goethe sea un romántico, pero por otra, y quizá con
sobre el objeto es evidentemente el tema romántico más profundidad no puede discutirse seriamente la
por excelencia. Entre los filósofos, Fichte es quien existencia en él de componentes románticos. Hay un
lo desarrolló en forma más completa dándole una dinamismo goetheano que, por supuesto, encuentra
significación principalmente ética; entre los poetas y su expresión más completa en Fausto y que, en pro­
los místicos se presenta con matices muy diferentes. fundidad, comunica directamente con el pensamien­
Pero hay que señalar de inmediato que en Goethe to romántico; pero ese dinamismo no se consume en
esta prevalencia del sujeto no constituye más que sí mismo, sino que tiende a la constitución de la
un primer tiempo, una primera fase que debe ser obra de arte por un lado, a la de la personalidad
superada. Cuando los objetos llegan a faltarle, la como obra de arte por otro, y creo no engañarme al
llama no puede sino consumirse a sí misma; esta decir que la inquietud, tomada en sentido positivo
autodestrucción se expresa en el personaje mismo es como el resorte interno que hace posible esta
de Werther. O mejor aun, como lo dice muy bien constitución.
Charles Du Bos en sus Apergus sur Goethe: “Wer­
ther no es un personaje, no es una aventura, no es
un libro, es, en toda su profundidad, una situación
humana fundamental, es el polo negativo de aque­
llo cuyo polo positivo es la realización de Goethe:
Werther es el sujeto, la fuerza motriz bajo presión
que se consume por falta de objeto.” Pero la hazaña
única de Goethe será, como lo dice Du Bos siguien­
do a Berdiaeff, hacer acceder a lo objetivo todo lo
subjetivo de su ser, y en ello consiste la segunda
LA INQUIETUD HUMANA 155

tianos corresponde plantear esta cuestión primera y


suprema. Que no haya podido alterar la serenidad
de Goethe es precisamente lo que nos importa. Y
Goethe ya no sería Goethe si la inquietud o el su­
frimiento hubieran podido agregar el patetismo de
XI algunas arrugas a la calma pacientemente adquirida
de esta admirable efigie.”
LA INQUIETUD EN ANDRÉ GIDE Pero el hecho mismo de que esa calma haya sido
“pacientemente adquirida” marca suficientemente
Traté de mostrar que sería inexacto, o en todo que, si la inquietud ha sido superada, es en la me­
caso muy superficial, pretender que Goethe ignoró dida en que fué incorporada a la vida y a la obra
la inquietud y que ella está ausente de su obra. La de arte. En esta perspectiva es singularmente ins­
verdad es infinitamente más compleja. En estas con­ tructivo comparar un texto como la sublime Elegía
diciones, no es posible suscribir sin reservas la apre­ de Marienbad con los últimos escritos de Gide a los
ciación de André Gide al final de la introducción que ninguna inquietud estremece y que nos ofrecen
que precede al teatro de Goethe en edición de La el espectáculo desconcertante, por mi parte diría
Pléiade. “Ante su máscara mortuoria, donde sobre hasta angustioso, de un hombre a quien parece ha­
tanta serenidad interior sus párpados se cerraron berle sido dado el liberarse no sólo de toda espera,
para siempre, evoco las máscaras estragadas o trá­ sino de todo fervor. El Gide de 1940 y tantos nos
gicas y dolorosas de Dante, Pascal, Beethoven, Nietz­ hace pensar en Voltaire, pero en un Voltaire quizá
sche, Leopardi: su voz es la más estremecedora. . . aun más cínico que el autor de Cándido , que en el
Goethe, después de haberse saturado de todo lo que autor de Fausto.
es posible sobre la tierra, ¿al hablar de renuncia­ Y sin embargo cuando volvemos a sus primeros
miento quiere damos a entender que sus brazos escritos, cuán importante es la inquietud en casi
eran aun más grandes que lo que fué su abrazo? todas sus formas y en todos sus tonos. No pienso
¿Quién habría podido abrazar más? O la cuestión principalmente en los Cahiers d’André Walter, y en
más grave no sería ésta: ¿Goethe abrazó lo mejor? la mezcla de turbación y religiosidad que distingue
¿Y qué es lo mejor para el hombre? Sólo a los cris­ a esta obra de juventud sobre la que Gide mismo
LA INQUIETUD HUMANA 157
156 GABRIEL MARCEL
sidad de una elección que corre el riesgo de mutilar
en 1930 debía pronunciar un juicio tan severo. No
al que la efectúa y sin duda también al temor de
reniega de ella y quiere creer lo que algunos le
que este sacrificio inevitable se realice en cierto
dicen: que ya se encuentra en ella casi entero. Pero
modo en condiciones impuras y que no respondan
sobre todo es sensible a sus defectos, a sus faltas que
a la exigencia más profunda del ser, esta exigencia
a menudo lo descubren pero que a veces también lo
que es tan difícil que se aprehenda a sí misma.
traicionan. “Lo que más me hace sufrir releyendo
Una nota del 10 de octubre del 93 nos mostrará
mis Cahiers es una complacencia conmigo mismo
a Gide dejando de llamar tentaciones a sus deseos,
que torna insípida cada frase.” Ciertos textos del
dejando de resistirlos y esforzándose al contrario
Journal contemporáneos de los Cahiers son quizá
por seguirlos. “El abandono de sí me ha parecido
más profundamente significativos. Éste por ejemplo
una sabiduría superior: creía que en ella podía en­
que data del 3 de enero de 1892: “¿me atormentaré
contrar un gran provecho para mi ser. Era, bien lo
siempre así, y mi espíritu, Señor, no reposará en nin­
sé todavía, un egoísmo, pero más nuevo, curioso, y
guna certeza? Como un enfermo en su lecho, que se
que satisfacía en mí más fuerzas. Mantengo esta
revuelve para encontrar el sueño, mañana y tarde
expresión: satisfacer fuerza, era entonces mi moral.
me inquieto y durante la noche la inquietud me des­
Y luego ya no quería más morales, quería vivir pode­
pierta. Me inquieto por saber lo que seré. Aún no se
rosamente.”
lo que quiero ser, pero bien sé que hay que elegir.
Aquí aparece lo que será el inmoralismo gideano,
Quisiera caminar por rutas seguras o al menos por
inmoralismo que por otra parte en muchos casos
donde hubiera deseado ir. Pero no sé, no sé lo que
tratará de presentarse como una moral superior, una
debo querer. Siento mil posibilidades en mí, pero no
moral que hasta en ciertos momentos pretenderá muy
puedo resignarme a querer ser sólo una. Y me deses­
paradójicamente redescubrir el cristianismo auténti­
pero a cada instante, a cada palabra que escribo, a
co, un cristianismo no recubierto y alterado por los
cada gesto que hago pensando que es un rastro más,
dogmas y por la teología.
imborrable, de mi figura que se fija; una figura va­
“Siempre me fué intolerable la necesidad de optar
cilante, impersonal, una figura cobarde puesto que
—leemos al comienzo del cuarto libro de los Ali­
no he sabido elegir y delimitarla altivamente”.
mentos terrestres—, escoger me parecía no tanto
Vemos con claridad aquí que la inquietud está li­
elegir como rechazar lo que no elegía”. ‘ Escoger
gada a la vez al sentimiento de lo posible, a la nece­
158 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 159
era renunciar para siempre jamás a todo el resto el instantaneísmo de los Alimentos terrestres es to­
— y la cantidad numerosa de ese resto era preferible talmente extraño al universo de Dostoievski y agre­
a cualquier unidad. De allí me vino, por otra parte, garé que hasta es incompatible con lo que Una-
un poco de esa aversión por cualquier posesión sobre muno llamó el sentimiento trágico de la vida — y ape­
la tierra, el miedo de no poseer de pronto más que nas podría sostenerse que ese sentimiento haya sido
99
eso. pura y simplemente extraño al autor de La puerta
Creo que aquí estamos en el corazón mismo de estrecha. El texto que cité al comienzo de este estu­
lo que fué la inquietud gideana: es ante todo no dio basta para mostrar que Gide, al menos durante
la insatisfacción sino el rechazo de la satisfacción. la mayor parte de su vida, experimentó un autén­
Pues ésta implica siempre cierto contento en lo que tico respeto —y quizá se trate de un sentimiento más
se posee y por eso mismo, en cierto modo, someterse ardiente, más caluroso que el respeto— por algunos
al imperio del tener. Esta causa, creo, explica que, de los mayores representantes de la conciencia trá­
sin duda por una ilusión muy difícil de descubrir, gica: un Pascal o un Dostoievski por ejemplo. En
Gide pudo creerse durante mucho tiempo un dis­ esta perspectiva creo que debería decirse que la
cípulo, heterodoxo ciertamente, pero aun así un inquietud en Gide —al menos en ciertos momentos,
discípulo de Cristo. No supo ver o no quiso com­ pero en momentos que nos es perfectamente posi­
prender que su ética del instante —que siguió du­ ble localizar—, tomó el carácter de una auténtica an­
rante largo tiempo— se relaciona más bien con el gustia. El texto esencial es el escrito íntimo que
hedonismo voluptuoso de un Ornar Kayam que con tituló Num quid et tuP que debe completarse con
la moral del Evangelio. una página esencial de los Feuillets y también por
Sin embargo en presencia de una personalidad el libro que Gide dedicó a Dostoievski.
tan compleja como ésta debemos prohibirnos cierta­ Si logramos olvidar lo que fué el último período
mente todas las simplificaciones, todos los esquemas de la vida de Gide, y lo que me siento tentado a
que implicarían el desconocimiento de esta comple­ llamar, desgraciadamente, la especie de momifica­
jidad misma. No sólo sería absurdo sino inicuo que­ ción interior que testimonian sus últimos diarios, no
rer subestimar la importancia del papel que desem­ podremos leer sin emoción la página siguiente que
peñó en cierta época Dostoievski en el pensamiento está fechada el 16 de junio de 1916: “Ya no sé rezar
de Gide, y por otra parte es bastante evidente que ni escuchar a Dios. Si quizá me habla no lo oigo.
160 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 161
Me he vuelto completamente indiferente a su voz. “Desgraciado —escribe el 3 de octubre—, que pre­
Y sin embargo desprecio mi sabiduría, y, faltándo­ tendes casar dentro de ti al cielo con el infierno.
me la alegría que Él me da, toda otra alegría me ha A Dios sólo podemos damos enteros.”
sido quitada. Aun si Gide renegó luego de estos pensamientos
Señor, si debéis ayudarme ¿qué esperáis? No —cosa que no ofrece duda —es esencial saber que
puedo solo. No puedo. pudo tenerlos y aun es demasiado poco decir pues
Todos vuestros reflejos que sentía en mí se apa­ no se trata simplemente de una idea sino de una
gan. Es tiempo de que vengáis. experiencia íntima y trágica, una experiencia que
“¡Ah! ¡No dejéis que el maligno ocupe Vuestro lu­ en condiciones que aún no conocemos debía tratar
gar en mi corazón! ¡No os dejéis desposeer Señor! de anular. Pero quizá haya pocos ejemplos en la
Si os retiráis completamente él se instala. ¡Ah, no vida de grandes espíritus de casos donde la opción,
me confundáis totalmente con él! No lo amo tanto la libre elección aparezcan tan visiblemente. Para
como para eso, os lo aseguro. Recordad que he po­ mí es perfectamente claro que Gide, sin duda en
dido amaros.” gran parte bajo la presión de algo que al comienzo
Una nota del 19 de setiembre de 1916 es aun no era una fatalidad sexual, pero que luego llegó
más patética: “Soy el ahogado que pierde el cora­ a serlo, eligió libremente contra Dios. Y en este sen­
je y que ya sólo se defiende débilmente. Los tres lla­ tido el Gide del último período, el de Edipo y de
mados tienen el mismo sonido: es tiempo. Es tiempo Teseo viene en cierto modo a identificarse con el
ahora mismo, ya no hay tiempo. De manera que ya Sartre de Las moscas.
no se distingue uno del otro y que suena ya el ter­
cero mientras uno se cree todavía en el primero.
“Si al menos pudiera contar este drama, pintar a
Satán cuando ha tomado posesión de un ser, utili­
zándolo, obrando a través de él sobre los demás. . . ”
Y también: “Tomaba como bueno todo lo que
estaba regulado. Por medio de la mesura creía do­
minar al mal y por esta mesura al contrario el ma­
ligno tomaba posesión de mí.”
LA INQUIETUD HUMANA 163
exactamente sobre el significado que conviene o no
asignar a la aventura humana considerada en su
conjunto. La resonancia de lo que pasa en ciertos
puntos neurálgicos de la corteza terrestre sobre el
destino de la especie entera no puede ser discutida,
XII salvo por aquellos que tratan de cegarse voluntaria­
mente. Es cierto que, por lo menos desde hace dos
LA INQUIETUD EN E L MUNDO ACTUAL
mil años, no faltaron espíritus reflexivos que toma­
ran por propia cuenta la frase de Terencio: “Nada
He terminado el inventario, muy incompleto por humano me es ajeno.” Pero esta aserción sólo ofre­
otra parte, de las formas que reviste la inquietud y cía una significación moral y, en suma, ideal. En
la angustia en los grandes espíritus cuyo pensamien­ nuestros días debe tomarse al pie de la letra, y su
to no puede sernos indiferente, aun cuando no des­ alcance se refiere a nuestro destino total, es decir
pierte nuestra adhesión. al destino de cada uno de nosotros. Cada uno de
Pero hay que reconocer que ahora debemos tomar nosotros debe darse cuenta de que su vida personal
posición. Agrego que la situación presente nos pone puede ser totalmente transtornada a consecuencia
en condiciones de plantear los problemas en térmi­ de una serie de acontecimientos que se desenvuel­
nos que no son aquellos en los que nuestros antece­ ven en una parte del mundo donde nunca ha puesto
sores los formularon. Quisiera indicar ahora en qué los pies y de la que quizá tiene una vaga imagen.
me parece consistir esta transformación. A este respecto el asunto coreano marca una fecha
Que sea o no razonable interpretar en sentido op­ que, a pesar de las apariencias, no es sin duda, menos
timista el hecho de que los grandes problemas más crítica que la Guerra civil española, aunque ésta
concretos se plantean hoy en escala planetaria, es indudablemente marca una etapa mayor en la histo­
indudable que este ensanchamiento del campo pre­ ria contemporánea, puesto que a partir de ella se ha
senta para la cuestión que nos ocupa una importan­ tendido a suprimir la distinción entre guerra civil y
cia primordial. Mucho más que los hombres del guerra internacional.
siglo xix nos vemos hoy en la obligación de pre­ ¿Cuáles son las consecuencias de este estado de
guntarnos sobre el porvenir de la humanidad, o más cosas en lo que respecta a la inquietud? Parece que
164 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 165
cada uno de nosotros debe renunciar a constituir en da explica la presión que ejerce en todas partes.
el fondo de sí un pequeño mundo abrigado, un pe­ Debe agregarse de inmediato que lo que acabo
queño mundo cerrado, en compartimentos estancos de decir no se aplica exclusivamente al mundo so­
cuyo aislamiento estaría asegurado por un conjunto viético o en vías de sovietización, sino también, aun­
de precauciones de todo orden. No quiero significar que en forma un poco distinta, al mundo norteame­
que la ilusión de vivir en un mundo semejante haya ricano o en vías de norteamericanización. Aquí tam­
desaparecido totalmente en Francia o en los países bién, aunque en un plano mucho más económico y
vecinos. Pero aun allí donde persiste está conmovi­ menos ideológico, estamos frente a un mundo que
da, minada. En lo sucesivo nadie puede estar prote­ se presenta como una empresa, algunos dirán un
gido contra cierta turbación, cierto malestar, que co­ imperialismo, y esta palabra no debe descartarse del
rresponde a esta conmoción. Todo lo que puede todo, aunque necesite ciertas reservas. Digamos más
decirse es que allí donde se experimenta esa tur­ bien que no puede emplearse en ambos casos con
bación generalmente se la interpreta mal, o quizá el mismo rigor, pues aquí se refiere sobre todo a la
hasta no se la interpreta. No nos engañaríamos com­ obtención de una clientela mundial, y allá se apli­
pletamente, aunque esta afirmación deba matizarse, ca a la instauración en escala planetaria de una
al decir que, desde cierta perspectiva, el empuje co­ misma manera de vivir y pensar.
munista traduce, aunque en forma unilateral, el peso Pero lo que me parece esencial para nuestro pro­
que ejerce sobre el mundo de existencias cerradas y pósito es que, a pesar de esas diferencias, existe en­
encerradas en sí mismas otro mundo por nacer, que tre sovietismo y norteamericanismo una íntima con­
pareciera constituirse en antagonismos con el de la vergencia, pues en ambos descubrimos la preten­
vida privada. Por otra parte, no se trata de dedicarse a sión, por exorbitante que sea, de establecer en
profecías, aunque sea apreciar qué valor tendría este todas partes un estado de cosas que tiende a reabsor­
mundo si llegara a cobrar forma completa. Observe­ ber la inquietud o la angustia. Si reflexionamos per­
mos, por otra parte, que hasta cierto punto ya ha cibiremos que existe aquí y allá una sola y misma-
tomado forma, pero en condiciones que dan lugar ortodoxia que no puede concillarse con la inquietud:
a comprobaciones casi infinitas: en el estado actual y que llega hasta a coasiderarla como pasible de
de las cosas participa a la vez del orden del hecho, ciertos tratamientos cuyo carácter varía por otra par­
del proyecto y hasta del mito. Esta existencia híbri­ te, de uno a otro campo.
166 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 167
En el campo norteamericano el psicoanálisis no adaptación? Todo lo que podemos decir es que
sólo es admitido sino alentado y hasta difundido el tratamiento que se aplicará aquí al inquieto o
al máximo; en el campo soviético, por el contrario, al ansioso presentará un carácter más directamente
es excluido, al menos provisionalmente y por razo­ punitivo. Pero personalmente me inclino a creer que
nes doctrinales. Por otra parte, puede dudarse que en última instancia no es más que un matiz
este ostracismo sea definitivo y me preguntaría si que quizá llegará a borrarse en los próximos años,
no corresponde a un error de interpretación; pero no si una guerra o una revolución no vienen a impedir
insistiré sobre este punto. la consolidación de uno u otro régimen.
Para lo que puede llamarse la psicología norte­ Henos aquí en apariencia muy lejos de las consi­
americana oficial, la inquietud es a la vez un desor­ deraciones que vimos en un Kierkegaard o un Nietz­
den y el índice de un desorden más profundo aún sche, o un Heidegger. En lo que concierne a Sartre
que parece situarse en la frontera de lo individual no me parece del todo cierto que lo que llamé una
y lo social. Se establece en principio que la inquie­ ética de la desenvoltura no llegue a desembocar,
tud traduce un verdadero vicio de funcionamiento por una singular paradoja, en una filosofía del con­
cuyo origen el psicoanalista cree a priori poder en­ dicionamiento. Poniendo la libertad en todas partes,
contrar; en última instancia no hay diferencia entre Sartre sin darse cuenta llega finalmente a suprimirla.
él y el mecánico llamado a pronunciarse sobre las Pero es claro que la cuestión capital, cuestión
causas de una irregularidad en el funcionamiento mucho más fácil, por otra parte, de formular que
de un motor por ejemplo. Se ponen en manos del de resolver, es la de saber si se debe o no atribuir
psicoanalista como confían su coche al mecánico. un valor positivo a la inquietud. Digo a la inquietud,
Es manifiesto que una filosofía de la conducta (be- no a la angustia. Vimos en varias ocasiones que en
haviorismo) por la cual lo que llamamos vida inte­ última instancia no se puede ni identificarlas ni es­
rior no es más que una ilusión o una especie de tablecer entre ellas una línea de demarcación pre­
nebulosidad inconsistente, disminuye la diferencia. cisa. Pero pudimos comprobar también que si se
¿Pero cómo no ver, por otra parte, que en un puede hablar de una fecundidad de la inquietud,
mundo donde ha vencido el materialismo marxista parece mucho más difícil expresarse así a propósito
al fin de cuentas la que debe triunfar inevitablemen­ de la angustia. Volveré sobre este punto al final de
te es también una filosofía de la conducta y de la nuestro estudio. Pero ahora preguntémosnos en nom­
168 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 169

bre de qué principio puede tratarse a la inquietud, son de una orquesta que interpreta Tchaikovski o
sea lo que fuere, como un dato patológico. Rachmaninoff corresponde a una preocupación aná­
Observemos que esta condena ya no se basará, loga. Se trata de no ensombrecer a los vivos y para
como en los antiguos, en una moral aristocrática de ello de reprimir o disfrazar ciertas realidades sinies­
la impasibilidad sino en una perspectiva biosocioló- tras cuya conciencia podría hacerlos menos aptos
gica de la eficacia. Se partirá del hecho, juzgado para la vida. Aquí tenemos, cosa curiosa, una especie
indiscutible, de que un ser presa de la inquietud de traducción que parodia y caricaturiza el famoso
no se encuentra en las condiciones que permiten a teorema de Spinoza según el cual “no hay nada en
cualquier trabajador producir un rendimiento satis­ que los hombres deban pensar menos que la muerte”.
factorio. Para poder dedicarse a una tarea, cualquie­ En un clima moral marxista se presentará una ac­
ra sea, hay que entregarse a ella de todo corazón. titud, comparable en el fondo, bajo un aspecto bas­
Pero esto es justamente lo que la inquietud no per­ tante diferente. La mezcla de jazz y de repugnante
mite. Desde el punto de vista psicopatológico se dirá sentimentalismo que nos produce un legítimo horror
que es quizá algo bastante parecido a una esquizo­ en ciertas costumbres norteamericanas falta, cierta­
frenia naciente. Esto entraxla especialmente conse­ mente. Tiende a establecerse una mentalidad según
cuencias muy precisas en lo que concierne a la acti­ la cual un ser que ha concluido su tarea, que ha
tud frente a la muerte. Preocuparse por ella, me­ cumplido su función, deba ceder el lugar sin angus­
ditar sobre ella y sobre su significado será mirado tia, hasta sin tristeza, a aquellos que están llamados
como el resultado de una conciencia mórbida. Me a sucederle, a aportar a su vez una contribución a
contaron hace unos años que una dama norteameri­ la edificación de la sociedad nueva. La inquietud
cana, que venía a Europa con su hija, murió durante será considerada sobre todo como una especie de
la travesía y los amigos ocasionales de la joven no residuo de creencias infantiles, burguesas y en suma
cejaron hasta que aceptó bailar con ellos para arro­ malsanas, que el pueblo ya no necesita desde el
jar los pensamientos tristes, los pensamientos mórbi­ momento en que se ha emancipado.
dos que esta muerte podía desarrollar en ella. Los Agregaré que*-'. partir del instante en que se con­
funeral-parlours donde se acostumbra exponer los sidera al hombre como una simple unidad funcional,
cuerpos de los difuntos de la clase acomodada, agra­ esta concepción parece perfectamente lógica y hasta
dablemente adornados en una atmósfera de lujo al irrefutable. Todo está en que pueda ser aceptada.
LA INQUIETUD HUMANA 171
que está evidentemente conectada con esos domin­
gos ciudadanos en que los paseantes dan la sensa­
ción de ser jubilados de la vida. . . Pero no es sólo
la tristeza de ese espectáculo para quien la mira;
está también el sordo, el intolerable malestar del
que se ve reducido a vivir como si se confundiera
efectivamente con su función; y este malestar basta
CONCLUSIÓN para demostrar que hay un error o un abuso de in­
terpretación atroz que un orden social cada vez más
Para saber lo que debemos pensar en última ins­ inhumano y una filosofía inhumana también han
tancia de la inquietud, conviene preguntarse si el tratado igualmente de arraigar en inteligencias sin
ser humano puede ser considerado como una simple defensas. . . La vida en un mundo centrado sobre
unidad funcional. En efecto, nadie podrá discutir la idea de función está expuesta a la desesperación,
que si se adopta esta perspectiva, la inquietud, aun porque en realidad ese mundo es vacío, porque sue­
la más alta, debe considerarse como un defecto o na a hueco; si resiste a la desesperación es única­
como ligada a un defecto. He dicho aun la más alta, mente en la medida en que actúan en el seno de
pero debe agregarse de inmediato que esa forma esta existencia y en su favor ciertas potencias secre­
de expresarse implica una jerarquía de valores cuyo tas que 110 está en condiciones de pensar o de re­
principio no puede descubrirse sino con indepen­ conocer . . . ”
dencia respecto de cualquier funcionamiento. El ser que se encuentra incorporado a ese mundo
Traté de mostrar hace mucho tiempo en un texto de funciones, ya se trate de funciones orgánicas,
que ha sido reeditado hace algunos años que en un psicológicas, profesionales o sociales en el sentido
mundo donde lo funcional triunfa en todos los pla­ más amplio, experimenta en el fondo de sí mismo
nos el sentido del ser queda casi inevitablemente la necesidad de que haya ser, es decir, que todo no
suprimido. Citaré algunas líneas de ese texto. “Una se reduzca a un juego de apariencias sucesivas e
impresión de asfixiante tristeza se desprende de un inconsistentes, o retomando la célebre frase de Shake­
mundo centrado sobre la función. Basta evocar speare “un cuento contado por un idiota”.
la imagen desconsoladora del jubilado y también la Pero creo poder establecer en principio que la in­
172 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 173
quietud y la aspiración al ser son hoy estrechamen­ del santo es porque allí donde la fe es absoluta pa­
te solidarias. Es posible que no siempre haya sido rece que debiera haber inmunización contra la in­
así. Pienso en civilizaciones de tipo sacral como la quietud. Esto sólo es verdadero en los casos límites:
Francia del siglo xm, donde los valores fundamen­ primero porque no hay ciertamente fe que no co­
tales que regían la estructura misma de las institu­ nozca algunos eclipses, pero también y sobre todo
ciones eran todavía valores religiosos. Esto podría porque el santo no se presenta a sí mismo como un
provocar objeciones de orden histórico y quizá sería santo y la santidad sólo puede ser reconocida por
más prudente mantenerse en una formulación hipo­ la Iglesia o por una posteridad que hace función de
tética y entonces podría decirse: admitiendo que Iglesia. Pero la humildad que es uno de los atri­
sea posible una civilización de tipo sacral parece butos del santo no puede existir sin cierta inquie­
que no implica la unión entre la inquietud y el sen­ tud sobre sí mismo. Podemos generalizar: un alma
tido del ser que surge, por el contrario, allí donde, para quien toda inquietud de sí es extraña es un
como en nuestro mundo, los valores esenciales se alma anquilosada.
presentan como objeto de discusión. Observaré por Casi no puede discutirse que las razones que cada
otra parte que los estados totalitarios nos presentan uno de nosotros tiene al estar inquieto no se hayan
una espantosa contrafigura de las civilizaciones de reforzado considerablemente en la época contempo­
tipo sacral. La inquietud, como hemos visto, es pros­ ránea. A la luz del psicoanálisis, o de lo que se llama
crita y a veces perseguida; pero en una civiliza­ la psicología de la profundidad, debemos reconocer
ción sacral sería tan posible como la formación de que no estamos en claro sobre nuestro ser íntimo y
nubes en un país de clima seco y soleado. sobre nuestras posibilidades.
En esta perspectiva se puede discernir bastante Es claro, por otra parte, que es lo mismo en lo
bien cuál es el juicio que conviene dar sobre la in­ que respecta a los otros, al menos en la medida en
quietud. No llegamos hasta decir que es buena en que los consideramos como objeto de conocimiento.
sí y sobre todo no lo decimos de la angustia. Podría Debemos observar por cierto, que cuando se trata
haber en ello un diletantismo contra el cual por mi de seres próximos, de aquellos con los que tenemos
parte me declaro formalmente. Pero es exacto, en relaciones íntimas, o sobre los cuales nos incumbe
principio, que la ausencia de inquietud, salvo quizá una responsabilidad, es dudoso que tengamos no
en el santo, es un síntoma grave. Si exceptúo el caso digo el poder sino el derecho de adoptar la actitud
174 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 175
estrictamente objetiva del que trata simplemente de miedo se apodera de nosotros pensando en los mons­
conocer. Esto no quiere decir que debamos ignorar truosos instrumentos que pueden destruir mañana
la verdadera naturaleza de nuestro prójimo o com­ todo lo que constituye nuestra razón de vivir. Si
placernos en alguna ilusión cualquiera. Simplemen­ este miedo se interioriza en inquietud es, me pare­
te significa, como el cristianismo lo comprendió ma­ ce, en la medida en que cada uno de nosotros tiene
ravillosamente, que en este caso las relaciones reba­ el oscuro sentimiento de que debiera poder impedir
san el plano de la pura inteligencia y si no fuera así un cataclismo que se origina en el hombre mismo y
la noción misma de responsabilidad carecería de que todos tenemos una especie de responsabilidad
sentido. No concluyamos que la inquietud pueda imponderable en el acontecimiento que rechazamos.
eliminarse aquí, sino más bien que ella debe trasmu­ Este sentimiento, por otra parte, no debe ser artifi­
tarse en una disposición activa que participa de la cialmente aumentado. Pienso que cada uno de nos­
fe: pienso por ejemplo en la inquietud que cada otros debería velar en la forma más estricta posible
uno de nosotros puede experimentar frente al des­ para no decir o hacer nada que contribuya por poco
arrollo físico y moral de sus hijos. Pero quisiera que sea a acrecentar las posibilidades de guerra.
agregar que la fe en ningún caso puede concebirse Desgraciadamente, la experiencia nos enseña que
en un sentido quietista; por el contrario debe susci­ existe cierto pacifismo a base de ilusiones que de
tar una especie de invención continua, pero no es el hecho actúa en favor de la violencia y esto ya lo
caso en que la inquietud se transforma en angustia: vimos en tiempos del hitlerismo. Quizá sólo tratan­
pues la angustia, a pesar de lo que se ha dicho —e do siempre de ver la realidad actual en una luz ver­
insistiré en ello para terminar— no puede menos dadera, es decir, tan objetivamente como sea posi­
que paralizar al que la siente, sobre todo cuando se ble, podremos luchar eficazmente por la paz. Es un
complace en ella. hecho que el equívoco y la ambigüedad sirven siem­
Estas consideraciones se aplican en gran medida pre a los propósitos de las potencias de la guerra y
a la inquietud en tanto está en relación con los acon­ lo inverso es verdadero para cierta lucidez intrépida.
tecimientos exteriores. Cuando evocamos las posibi­ Por otra parte, no dejaré de recordar que es en
lidades catastróficas que parecen amenazar nuestro otro plano —el de la fe, esperanza y caridad, el de
horizonte, la angustia puede parecer inevitable, y la plegaria— donde quizá solamente se pueda servir
agregaré que casi se confunde con el miedo. El a la paz instaurándola en primer lugar dentro de sí
176 GABRIEL MARCEL LA INQUIETUD HUMANA 177
mismo. Pero todo lo que vimos anteriormente nos En mi opinión, y lo digo sin vacilar, las filosofías
muestra también que en este plano la inquietud no de la existencia fundadas sobre la angustia han te­
puede ser eludida sino únicamente superada. Seré nido su momento y es de temer que lleguen a una
más explícito aun a riesgo de asustar algunos de mis impasse. Si pueden renovarse es, estoy convencido
lectores. Al mismo tiempo que luchamos por la paz de ello, por una meditación sobre la esperanza y la
con medios humanos pienso que debemos asegurar­ alegría. Dije la alegría, y no la satisfacción que se
nos cada vez más íntimamente de la realidad del refiere al tener y que sin duda está ligada a lo que
mundo invisible. Y esto me lleva a lo que ya señalé. hay de más perecedero en nosotros. Pero la alegría,
La inquietud positiva, la que presenta en sí un va­ piénsese lo que se quiera, no excluye la inquietud,
lor, es la disposición que nos permite liberarnos de tal como la hemos visto definida en particular por
los muros en que nos encierra la vida cotidiana a un San Agustín, ya que es después de todo, la aspi­
través de mil preocupaciones que terminan por re­ ración de un menos ser a un más ser, y es muy pro­
cubrir las verdaderas realidades; esta inquietud es bable que sólo pueda encontrar su término, más allá
un principio de superación, es un camino que de­ de los estrechos límites entre los cuales se desarrolla
bemos escalar para acceder a la verdadera paz que nuestra existencia aparente, en una contemplación
ninguna dictadura, ningún imperialismo puede tur­ amorosa que no puede ser sino una participación.
bar, pues en el sentido más preciso la paz no es de Si el hombre es esencialmente un viajero, está en
este mundo y es de creer que de esta paz los podero­ camino, como dice uno de mis personajes de L’Emis-
sos no podrían tener la menor noción. Dije inquie­ saire, “hacia un fin del que puede decirse a la vez
tud y no angustia, pues a fin de cuentas creo que y contradictoriamente que lo ve y no lo ve”. La
personalmente me pronunciaría en contra de las afir­ inquietud es como el resorte interno de esta progre­
maciones kierkegaardianas: me parece que la an­ sión y digan lo que quieran aquellos que en nom­
gustia es siempre un mal, puesto que se cierra sobre bre de un ideal tecnocrático pretenden proscribirla,
sí misma y al mismo tiempo presenta el riesgo, como el hombre no puede perder este aguijón sin inmovi­
vimos, de dar nacimiento a una especie de goce sá­ lizarse y morir. Sin duda se concederá de buen gra­
dico, tengan o no razón los psicoanalistas que ven do, es verdad, que aun el progreso técnico supone
en ello algo así como la manifestación de la nece­ un cierto estímulo de este tipo, y esto es indiscuti­
sidad de autocastigo. ble. Pero tenemos que recordar en nombre de una
178 GABRIEL MARCEL

exigencia más alta que ese progreso técnico, cual­


quiera sea, no puede abstarse a sí mismo y degenera
en un juego irrisorio si no depende de la afirmación
de un reino de la caridad que asegura en condicio­
nes por otra parte muy imperfectamente representa-
bles esta unidad de todos en todos para la que lo
que la teología cristiana llama “cuerpo místico” nos ÍNDICE
ofrece la única noción capaz de colmarnos, hasta,
diríamos, de desalterarnos. P rim e ra p a r te : El h o m b re p ro b le m á tic o ............... 7
Segunda p a r te : La in q u ie tu d h u m a n a ..................... 73
I. Inquietud. Ansiedad. Angustia ......................... 75
II. El inquieto como verdugo de sí m ism o........... 82
III. La inquietud condenada por los sab io s........ 90
IV. La inquietud en la perspectiva evangélica ..........98
V. La inquietud en San A gustín............................ 106
VI. La inquietud en Pascal ...................................... 114
VII. De Pascal a Kierkegaard .................................... 121
VIII. De Kierkegaard a Nietzsche y a Heidegger . . 129
IX. De Heidegger a S a rtre ........................................ 137
X. Goethe y la inquietud superada....................... 145
XI. La inquietud en André Gide ............................ 154
XII. La inquietud en el mundo a c tu a l................... 162
C o n c l u s i ó n ................................................................................................. 170

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