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Morituri te salutant

El dolor ante la muerte: entre el estoicismo y la modernidad

Los gladiadores romanos, famosos por su bravura y pericia en combate, nunca dijeron
aquella famosa frase en realidad. Los verdaderos autores de esta imborrable expresión fueron
los naumachiarri, combatientes de las Naumaquias. Sin embargo, tanto naumachiarii como
gladiadores enfrentaban siempre un enemigo mayor que cualquier ser humano: la muerte. La
muerte es uno de los mayores misterios para el ser humano, un estado del cual solo es posible
conjeturar el “después” desde el plano de los vivos. Sin embargo, la reacción ante la muerte
es un elemento capaz de ser representado y elaborado no solo desde lo físico, sino también
desde lo filosófico. Hoy en día la muerte se representa como aquello que pone fin a nuestra
ficticia inmortalidad humana. Es el cese de toda actividad, de toda labor. Raramente es vista
como aquello inevitable para lo que deberíamos estar preparados como simples mortales.
La posición ante este instante final ha variado a lo largo del tiempo y en cada cultura.
Rituales, cánticos, ceremonias y olvido han recubierto el momento donde la vida da paso a
lo desconocido. Mucho ha cambiado desde las culturas de los pueblos antiguos hasta nuestros
días. Sin embargo, también es posible rescatar posturas que han perdurado a lo largo de los
siglos. Es innegable que la muerte se empareja con el dolor, pero es el balance entre ambos
lo que define las posturas.
EL DOLOR ACEPTADO ESTOICAMENTE

En el año 301 a. C. el filósofo griego Zenón de Cito funda la escuela del estoicismo. Su
doctrina gira en torno al dominio y control de los hechos de la vida utilizando la razón y la
virtud, noción que había sido heredada de los cínicos. A esto se le suma una búsqueda de la
felicidad dejando de lado la necesidad pura de bienes materiales. “Reciben del Sócrates los
postulados que identifican el conocimiento con la virtud, al sabio con el hombre bueno y al
ignorante con el malo. También influyó fuertemente la ‘estoica’ muerte del filósofo.”1 De
esto justamente habla uno de los representantes del estoicismo más reconocidos en el Imperio
Romano.
Entre los años 60 y 65 d. C. Lucio Anneo Séneca escribe las famosas Epistulae Molares
ad Lucilium. Este conjunto de 124 cartas comprenden temas variados, desde el “correcto
hablar” hasta “la muerte”. Todas las cartas tenían como fin último el poder hacer de su lector
un mejor estoico. En la epístola LXIII, Séneca abarca el tema de la muerte y el dolor:

Moleste fero decessisse Flaccum, amicum tuum, plus temen aequo dolore te nolo. Illid,
[…], vix audebo exigere, et esse melius scio. 2

La postura de Séneca sobre la muerte en este fragmento podría incluso llegar a verse como
desconsiderada hoy en día. (…) plus temen aequo dolore te nolo parece una desestimación a
la pena de su amigo. Sin embargo, aquí vemos un ejemplo claro de lo que los estoicos
consideraban el aurea mediocritas. El punto medio, el equilibrio o la “dorada mediandad” es
la condición ideal a la que aspira el estoicismo. Ante algo tan abrumador, pero aun así natural,
como es la muerte Séneca propone un duelo medido, justo y necesario. El dolor es mitigado
con el ritual del llanto, pero este no debe exagerarse. De este dolor debe sacarse el ansia de
vivir y de honrar la vida del difunto. Los estoicos no luchan contra aquello inevitable como
la vejez, la muerte o las desgracias, sino que su visión filosófica de la realidad impulsa a la
confrontación de lo ineludible para poder aceptarlo.

1
Apuntes de Sintáxis y Morfología. Selección de textos latinos. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
Nacional de Cuyo. Mendoza, 2016. (pp. 4)
2
Lengua y Cultura Latinas II. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza, 2018.
(pp. 77)
Otro ejemplo de la aceptación del dolor está representada por Gaius Valerius Catullus en
su Carmina CI.

Multas per gentes et multa per aequora vectus


Advenio has miseras, frater, ad infernas,
ut te postremo donarem munere mortis
et mutam nequiquam alloquerer cinerem.
Quandoquidem fortuna mihi tete abstulit ipsum.
Heu miser indigne frater adempte mihi,
nunc tamen iterea haec, prisco quae more parentum
tradita sunt tristi munere ad inferias,
accipe fraterno multum manantia fletu,
atque in perpetuum, frater, ave atque vale.

Aquí el dolo ante la muerte de una persona tan cercana como lo es un hermano es
expresado sin pasiones desbordadas. El ritual ante la muerte se completa, siguiendo con la
tradición y la costumbre, pero en ninguna línea se hace referencia a dolor punzante que
empañe los sentidos. Claro que el llanto, asociado mayoritariamente a la tristeza, está
expresado en esta Carmina y podría llegar a escapar al modelo estoico, pero en la despedida
final es posible notar la aceptación de Catulo ante este hecho incorregible. Ave atque vale no
parece ser más que una señal de respeto ante quien ahora habita los reinos del inframundo
romano y el decoro con que está expresado contiene, indudablemente, una cualidad estoica
latente.

EL INSOPORTABLE DOLOR ANTE LA MUERTE

No todas las personas pertenecientes a esta época enfrentaban el dolor que producía la
muerte mediante el aurea mediocritas. En el canto IX de la Eneida, Virgilio nos relata el
dolor que siente la madre de Euríalo al perecer este en combate.
Evolat infelix et femíneo ululatu
Scissa comam, muros amens atque agmina cursu
Prima petit, […], caelum dehinc questibus implet:
‘hunc ego te, Euryale, aspicio? Tune illa senectae
Será meae requies, potuisti linquere solam,
rudelis? (…).

El dolor de una madre ante la pérdida de su hijo parece ser inconmensurable. Aquí no hay
filosofía, no hay virtud ni razón, solo la pena punzante ante una muerte trágica y
desgarradora. Podríamos considerar esta postura como el opuesto del estoicismo. El
sentimiento exacerbado del dolor trasciende el verso para impregnarse a lo largo de todo el
capítulo. No podemos captar un aprendizaje desde el dolor que conlleva esta muerte. La
madre de Euríalo solo anhela su propia muerte con el fin de poder volver a estar con su hijo.
La razón se nubla por la intensidad de lo sufrido y el aura mediocritas queda descartada.
Estamos frente a un dolor extremo más allá de las fuerzas humanas que contrasta, casi por
completo, con el expuesto por Séneca y Catulo.

EL DOLOR DE SOBREVIVIR

En 1946, el psiquiatra austríaco Viktor Emil Frankl publica su obra Trotzdem Ja zum
Leben sagen. Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslager. Recién en 1962 el libro sería
conocido por su nombre actual: El hombre en busca de sentido. En esta obra, Frankl relata
su experiencia en un campo de concentración durante los últimos años de la Segunda Guerra
Mundial. Las inclemencias de las tormentas de nieve, los golpes y brutalidades de los
guardias y kapos, el hambre y la fatiga son dolores ligados a este momento histórico que
hemos leído y escuchado varias veces. Pero aquí la mira no está puesta sobre los pesares de
los prisioneros judíos durante su cautiverio, sino que llama en especial la atención el dolor
de haber sobrevivido a tan terrible experiencia.
En la tercera parte de la obra, “Tercera fase: después de la liberación”, Frankl hace un
análisis psicológico de aquel prisionero que se encuentra ante la situación de haber sido
liberado. No hay júbilo en este hombre que ya no sufrirá los golpes de la bota y el látigo, así
como tampoco un temor ante la muerte, sino el dolor de haber sobrevivido.
“El tercer modo de encontrarle sentido a la vida es a través del sufrimiento”3. Así inicia
Frankl uno de los últimos apartados del libro. Aquí el sufrimiento no es encarado como una
excusa para la venganza, sino para lograr comprender una parte del sentido de la vida. El
sufrimiento no cesa luego de los castigos físicos y psicológicos. “El hombre que durante años
había creído alcanzar el límite absoluto del sufrimiento se encontraba ahora con que el
sufrimiento no tenía límites y con que todavía podía sufrir más y más intensamente.”4 Si este
sufrimiento fuera de la mano con el que expresa la madre de Euríalo en la Eneida, todos los
prisioneros de aquellos campos de concentración hubiesen acudido al suicido. La muerte
como un alivio y no como una ventana al dolor, sino como una huida del mismo.
No obstante, Frankl encuentra en este dolor un sentido hasta ese momento oculto de la
vida. “¿El sufrimiento y la muerte de tanta gente próxima tiene algún sentido? Tenía que
tenerlo, pues, en caso contrario, sobrevivir carecería de sentido.” 5 El dolor es transformado
en una voluntad por descubrir y encontrar aquello que se consideraba perdido. A diferencia
del estoicismo clásico, aquí parece que la razón es sobrepasada por el valor del ser humano
hacia la vida. “No es el sufrimiento en sí mismo el que madura o enturbia al hombre, es el
hombre el que da sentido al sufrimiento.”6 Esta reflexión sin duda está ligada a conceptos
estoicos ligados a la idea del hombre enfrentando lo inevitable. Evidentemente, vivir del
mismo modo estoico que Séneca, Catulo o Marco Aurelio sería casi imposible, considerando
las diferencias entre las eras que nos separas. Empero, Frankl logra generar un lazo que une
ambas nociones bajo un enunciado claro y preciso: “Lo que el hombre necesita no es vivir
sin tensión, sino esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena”. 7

3
Frankl, Viktor Emil. El hombre en busca de sentido. Versión para Kindle de Amazon.
4
Ibídem.
5
Ibídem.
6
Ibídem.
7
Ibídem.
CONCLUSIÓN

El dolor y la muerte están unidos desde que el hombre tiene conciencia y noción de ambos.
Aunque se haya conseguido ampliar la distancia que nos separa de nuestro fin físico en este
mundo, sabemos que la certeza del perecer es irrefutable. A este suceso que no tiene forma
de ser detenido hemos de enfrentarnos, según los estoicos antiguos, mediante la razón y los
valores que hemos logrado conseguir gracias a nuestra inteligencia como seres humanos
pensantes. Según estoicos modernos, debemos buscar el propósito máximo de nuestra vida
con el fin de encarar el dolor que nos amenaza continuamente en sus más variadas formas.
Quizás el modo más estoico que nos espera a la hora de enfrentar el dolor hoy en día sea
hacerlo con una meta clara.
Ave atque vale.
BIBLIOGRAFÍA

-Corominas, Joan. Diccionario etimológico. Versión PDF.


-Cuadernillo de la cátedra de Latín I. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional
de Cuyo, Mendoza. 2016.
- Cuadernillo de la cátedra de Latín II. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional
de Cuyo, Mendoza. 2018.
- Frankl, Viktor Emil. El hombre en busca de sentido. Versión para Kindle de Amazon.
-Historias de la Historia: los gladiadores nunca dijeron “los que van a morir te saludan”.
Versión online http://historiasdelahistoria.com/2015/02/12/los-gladiadores-nunca-dijeron-
los-que-van-a-morir-te-saludan. Consultada el 28/05/2018.
-Ortiz García, Pablo. Los estoicos antiguos. Madrid. Editorial Gredos. 1996.

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