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EL DIOS PRÓDIGO

E NSEÑANZAS DE UNA PAR ÁBOLA PARA CURIOSOS , ESCÉPTICOS Y CREYENTES

P OR T IMOTHY K ELLER

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN
LA PARÁBOLA
UNO
LAS PERSONAS EN TORNO A JESÚS
"Todos reunidos para escucharlo".
DOS
LOS DOS HIJOS PERDIDOS
"Un hombre tenía dos hijos".
TRES
REDEFINIENDO EL PECADO
"Tú sabes cuántos años te he servido sin desobedecerte nunca".
CUATRO
REDEFINIENDO LA PERDICIÓN
"Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entra”
CINCO
EL VERDADERO HERMANO MAYOR
"Hijo mío, todo lo que tengo es tuyo
SEIS
REDEFINIENDO LA ESPERANZA
"Se fue lejos, a otro país".
SIETE
EL FESTÍN DEL PADRE
"Oyó la música y el baile".

1
INTRODUCCIÓN
ESTE breve libro tiene por objeto exponer los fundamentos del Evangelio, el mensaje cristiano.
Por lo tanto, puede servir como una introducción a la fe cristiana para aquellos que no estén
familiarizados con sus enseñanzas o lleven algún tiempo apartados de ellas.
Sin embargo, este volumen no es solo para los que buscan. Muchos creyentes que siempre han
sido cristianos creen entender muy bien las bases de la fe cristiana y no consideran que
necesiten un manual básico. No obstante, una de las señales de que probablemente no
comprendas la naturaleza singular y radical del Evangelio es que tengas la certeza de
comprenderlo. Algunas veces, antiguos miembros de la Iglesia quedan tan impactados y
desconcertados por una nueva comprensión del mensaje cristiano, que básicamente creen
haber sido "convertidos de nuevo". Así pues, este libro está dirigido tanto a los curiosos y
escépticos como a los practicantes de la fe; en la famosa parábola del hijo pródigo, Jesús llamó
a los primeros "hermanos menores" y a los segundos "hermanos mayores".
Recurro a esta conocida historia, que se encuentra en el capítulo 15 del Evangelio según
San Lucas, a fin de adentrarme en el corazón de la fe cristiana. El argumento y el dramatis
personae de la parábola son muy simples. Había un padre que tenía dos hijos. El menor le pidió
su parte de su herencia, la recibió y rápidamente se marchó a un país lejano, donde la
despilfarró en placeres sensuales y frivolos. Regresó arrepentido a casa y, para su sorpresa, su
padre lo recibió con los brazos abiertos. Este recibimiento ofendió y enfureció al hermano
mayor. La historia termina con el padre invitando a su primogénito a que se una a la
bienvenida y perdone a su hermano menor.
Aparentemente, la historia no es muy emocionante. Sin embargo, creo que si
comparamos la enseñanza de Jesús con un lago, esta famosa parábola del hijo pródigo sería
uno de los puntos más transparentes y todos podríamos ver el fondo. Se han escrito muchos
estudios excelentes sobre este texto bíblico, pero la base para la comprensión que tengo de él
fue un sermón del doctor Edmund P. Clowney que escuché hace más de treinta años. Haber
escuchado ese sermón cambió mi forma de entender el cristianismo'. Sentí como si hubiera
descubierto el corazón secreto del cristianismo. A través de los años he enseñado y aconsejado
a partir de esta parábola. He visto que este texto anima, ilumina y ayuda a más personas que
cualquier otro texto cuando explico su verdadero significado1.
Una vez pronuncié este sermón a un público extranjero por medio de un intérprete. Poco
tiempo después, el traductor escribió para decirme que, mientras recitaba el sermón, había
comprendido que la parábola era como una flecha dirigida a su corazón; luego de debatirse y
reflexionar, lo condujo a la fe en Cristo. Muchas otras personas me han dicho que luego de
haberla entendido, esta historia de Jesús les ha salvado su fe, sus matrimonios y, a veces
literalmente, sus vidas.

1 He consultado muchos otros comentarios y estudios sobre el capítulo 15 de Lucas, pero quiero reconocer una deuda especial al trabajo de Kenneth E.
Bailey, Finding the Lost Cultural Keys to Luke 15 (Concordia, 1992), por muchas de las ideas sobre los orígenes culturales e históricos de la parábola que
utilizo en este volumen.

2
En los primeros cinco capítulos, revelaré el significado básico de la parábola. En el
capítulo seis, demostraré cómo esta historia nos ayuda a entender la Biblia como un todo y en
el capítulo siete, cómo sus enseñanzas se desenvuelven del mismo modo en que vivimos en
este mundo.
No utilizaré el nombre más común de la parábola —la "parábola del hijo pródigo"—, pues
no está bien escoger solo a uno de los hijos como el único enfoque de la historia. El mismo
Jesús no la llama la "parábola del hijo pródigo", sino que comienza la historia diciendo "Un
hombre tuvo dos hijos" La narración se refiere tanto al hermano mayor como al menor, y tanto
al padre como a los hijos, y lo que dice Jesús sobre el hermano mayor es uno de los mensajes
más importantes que nos ofrece la Biblia. Creo que la parábola debería llamarse "Los dos hijos
perdidos".
La palabra "pródigo" no significa "descarriado", sino más bien "imprudentemente
despilfarrador" Significa gastar hasta quedarse sin nada. Por lo tanto, este término es
apropiado para describir tanto al padre de la historia como a su hijo menor. La bienvenida que
le ofrece el padre al hijo arrepentido es literalmente imprudente, porque se negó a tener en
cuenta o a sopesar el pecado de este contra él, y no le exigió que le pagara de vuelta. Esta
respuesta ofendió al hermano mayor y seguramente a la comunidad local.
En esta historia, el padre representa al Padre Celestial que tan bien conocía Jesús. San
Pablo escribe: "Es decir que en Cristo, Dios estaba poniendo al mundo en paz consigo mismo,
sin tomar en cuenta los pecados de los hombres" (2 Corintios 5, 19) 2. Jesús nos está mostrando
al Dios del Gran Gasto, que no es otra cosa que pródigo hacia nosotros, sus hijos. La gracia
imprudente de Dios es nuestra mayor esperanza, una experiencia que transforma nuestras
vidas, y el tema de este libro.

2 Todas las citas bíblicas son tomadas de la Biblia versión popular, Dios habla hoy, Estados Unidos de América Sociedades Bíblicas Unidas, 1983.

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LA PARÁBOLA

LUCAS 15,1-3; 11-32


(Tomada de la Biblia NVI)

Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo, 2 de modo que
los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a murmurar: «Este hombre recibe a los
pecadores y come con ellos.»
3
Él entonces les contó esta parábola:
11
Un hombre tenía dos hijos —continuó Jesús—. 12 El menor de ellos le dijo a su padre: “Papá,
dame lo que me toca de la herencia.” Así que el padre repartió sus bienes entre los dos. 13 Poco
después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió
desenfrenadamente y derrochó su herencia.
14
»Cuando lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en la región, y comenzó a pasar
necesidad. 15 Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mandó a
sus campos a cuidar cerdos. 16 Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago
con la comida que daban a los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. 17 Por fin recapacitó y se
dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre!
18
Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no
merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros.” 20 Así que
emprendió el viaje y se fue a su padre.
»Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su
encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya
no merezco que se me llame tu hijo.” 22 Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traed la
mejor ropa para vestirlo. Ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Traed
el ternero más gordo y matadlo para celebrar un banquete. 24 Porque este hijo mío estaba
muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.” Así
que empezaron a hacer fiesta.
25
»Mientras tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercó a la casa, oyó
la música del baile. 26 Entonces llamó a uno de los siervos y le preguntó qué pasaba. 27 “Ha
llegado tu hermano —le respondió—, y tu padre ha matado el ternero más gordo porque ha
recobrado a su hijo sano y salvo.” 28 Indignado, el hermano mayor se negó a entrar. Así que su
padre salió a suplicarle que lo hiciera. 29 Pero él le contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido
sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con
mis amigos! 30 ¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y
tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!”
31
»“Hijo mío —le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32
Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero
ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.” »

4
UNO

LAS PERSONAS EN TORNO A JESÚS

"todos reunidos para escucharlo".

Dos clases de personas

LA mayoría de las lecturas de esta parábola se han concentrado en el viaje y el regreso del
hermano menor, el hijo pródigo. Sin embargo, esto pasa por alto el verdadero mensaje de la
historia, porque hay dos hermanos, cada uno de los cuales representa un modo diferente de
alejarse de Dios y un modo diferente de buscar la aceptación en el reino de los cielos.
Es fundamental observar el escenario histórico que ofrece el autor para las enseñanzas
de Jesús. En los dos primeros versículos del capítulo, Lucas dice que había dos grupos de
personas que fueron a escuchar a Jesús. Primero, estaban los "recaudadores de impuestos y los
pecadores". Estos hombres y mujeres correspondían al hermano menor. No observaban las
leyes morales de la Biblia ni las leyes de la pureza ceremonial seguidas por los religiosos judíos.
Ellos "llevaban una vida desenfrenada". Al igual que el hermano menor, "dejaron su hogar" al
abandonar la moralidad tradicional de sus familias y de la sociedad respetable. El segundo
grupo de oyentes eran los "fariseos y los maestros de la ley", representados por el hermano
mayor. Ellos se regían por la moralidad tradicional en la que habían sido criados; estudiaban y
obedecían las Escrituras. Adoraban fielmente a Dios y rezaban constantemente.
Con gran economía, Lucas muestra la diferencia que hay en la respuesta de cada grupo a
Jesús. El tiempo progresivo del verbo griego que se traduce como "se estaban reuniendo"
indica que la atracción de los hermanos menores por Jesús era un patrón constante en su
ministerio. Este fenómeno intrigaba y molestaba a los moralistas y a los religiosos. Y Lucas
resume su queja: "Este hombre recibe a los pecadores y (hasta) come con ellos". Sentarse a
comer con alguien en el antiguo Medio Oriente era señal de aceptación. "¿Cómo se atreve
Cristo a tenderles la mano a pecadores como ellos?", se preguntaban. "¡Esas personas nunca
vienen a nuestros servicios!". ¿Por qué se sentirán atraídos a las enseñanzas de Jesús? Él no
puede decirles la verdad, tal como lo hacemos nosotros. ¡Él debe estar diciéndoles lo que
quieren escuchar!"
Así que, ¿a quién va dirigida la enseñanza de Jesús en esta parábola? Al segundo grupo, a
los escribas y a los fariseos. Es en respuesta a su actitud que Jesús comienza a contar la
parábola. La parábola de los dos hermanos ofrece una visión detallada del alma del hermano
mayor y culmina con un poderoso llamado para que este cambie su corazón.
A través de los siglos, cuando este texto ha sido enseñado en la iglesia o en los
programas de educación religiosa, el objetivo casi exclusivo ha sido mostrar la forma como el
padre recibe libremente a su penitente hijo menor. La primera vez que escuché la parábola,

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imaginé a quienes escuchaban a Jesús con sus ojos cubiertos de lágrimas mientras oían decir
que Dios siempre los amará y los recibirá sin importar lo que hayan hecho.
Sin embargo, le daríamos un aire sentimental a esta parábola si hacemos eso. El objetivo
de esta historia no son los "pecadores irredentos", sino las personas religiosas que hacen todo
lo que pide la Biblia. Jesús está hablando no tanto con los intrusos inmorales, como con los
allegados morales. Quiere mostrarles su ceguera, su estrechez, su santurronería, y cómo esto
destruye sus almas y las vidas de los seres que los rodean. Por lo tanto, es un error pensar que
Jesús narra esta historia básicamente para garantizarles su amor incondicional a los hermanos
menores.
No, los asistentes originales no derramaron lágrimas con esta historia; al contrario,
quedaron atónitos, se ofendieron y enfurecieron. El objetivo de Jesús no es reconfortar
nuestros corazones, sino desmontar nuestras categorías. Por medio de esta parábola, Jesús
desafía lo que casi todas las personas han pensado sobre Dios, el pecado y la salvación. Esta
historia revela el egocentrismo destructivo del hermano menor, pero también condena, en los
términos más fuertes, la vida moralista del hermano mayor. Jesús está diciendo que tanto el
irreligioso como el religioso están perdidos espiritualmente, que estos dos caminos de vida son
callejones sin salida, y que todas las ideas que hemos tenido los seres humanos sobre cómo
conectarnos con Dios han sido equivocadas.
Por qué las personas quieren a Jesús pero no a la Iglesia

Los hermanos mayores y los menores están hoy con nosotros, en nuestra sociedad, y con
mucha frecuencia en nuestra propia familia.
Muchas veces, el hijo mayor es quien complace a los padres, el hijo responsable que
obedece las normas establecidas por estos. El hermano menor tiende a ser rebelde; es el
espíritu libre que prefiere la compañía y la admiración de sus padres. El primogénito crece,
consigue un trabajo convencional y vive cerca de papá y mamá, mientras que el hermano
menor se va a vivir a sectores de moda de las grandes ciudades.
Estas diferencias naturales y temperamentales se han acentuado en tiempos recientes. A
comienzos del siglo XIX, la industrialización dio paso a una nueva clase media —la burguesía—
que buscaba legitimarse mediante una ética de mucho trabajo y rectitud moral. En respuesta a
la aparente hipocresía y rigidez burguesa, surgieron comunidades bohemias, que van desde el
París de los años 40 del siglo XIX de Henri Murger o el grupo Bloomsbury de Londres, a los
Beats de Greenwich Village, en Nueva York, o las actuales escenas de rock indie.
De algún modo, las así llamadas guerras culturales están presentes en estos mismos
temperamentos e impulsos conflictivos de la sociedad moderna. Actualmente, un número
creciente de personas se consideran no religiosas o incluso antirreligiosas; creen que los
asuntos morales son muy complejos y miran con recelo a cualquier individuo o institución que
reclame la autoridad moral sobre la vida de los demás. A pesar del (o tal vez debido al)
aumento de este espíritu secular, también se ha producido un auge considerable de
movimientos religiosos conservadores y ortodoxos. Alarmados por lo que perciben como un

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fuerte ataque de relativismo moral, muchos se han organizado para "retomar la cultura" y
tienen una opinión tan negativa de los "hermanos menores" como la de los fariseos.
Entonces, ¿de qué lado está Jesús? En El señor de los anillos, cuando los hobbits le
preguntan al anciano Bárbol de qué lado está, este les responde: "No estoy del lado de nadie,
porque nadie está de mi lado... [Pero] obviamente, hay unas cosas de cuyo lado no estoy"3. La
respuesta de Jesús a esta pregunta, por medio de la parábola, es similar. Él no está del lado de
los irreligiosos ni de los religiosos, pero señala que el moralismo religioso es una condición
espiritual particularmente letal.
Esto es difícil de comprender en la actualidad, pero cuando el cristianismo surgió, no fue
considerado como una religión. Era la no-religión por excelencia. Imaginen a los vecinos de los
primeros cristianos preguntándoles por su fe. "¿Dónde está tu templo?". Los cristianos
respondían que no tenían templo. "¿Cómo puede ser? ¿Dónde ofician sus sacerdotes?". Los
cristianos respondían que no tenían sacerdotes. "Pero... —balbuceaban sus interlocutores—,
¿dónde están los sacrificios para complacer a sus dioses?". Los cristianos respondían que ellos
ya no hacían sacrificios. Jesús era el templo para acabar con todos los templos, el sacerdote
para acabar con todos los sacerdotes y el sacrificio para acabar con todos los sacrificios4.
Nadie había escuchado algo así, y por eso los romanos los llamaron "ateos", porque lo
que decían los cristianos sobre la realidad espiritual era único y no podía clasificarse al lado de
las otras religiones. Esta parábola explica por qué tenían toda la razón en llamarlos ateos.
No deberíamos pasar por alto la ironía contenida aquí, ahora que estamos inmersos en
nuestras guerras culturales contemporáneas. Para la mayoría de las personas de nuestra
sociedad, el cristianismo significa religión y moralismo. La única alternativa al cristianismo
(aparte de otra religión) es el pluralismo laico. Sin embargo, no lo fue desde un comienzo. El
cristianismo fue considerado como un tertium quid, algo completamente diferente.
El punto clave aquí es que, en general, los practicantes religiosos se ofendieron con
Jesús, pero los que estaban alejados de las prácticas religiosas y morales se sintieron intrigados
y atraídos hacia él. Esto es algo que podemos ver en las narraciones del Nuevo Testamento
sobre la vida de Jesús. En todos los casos en los que Jesús se encuentra con una persona
religiosa y un marginado sexual (como en Lucas 7), con una persona religiosa y un marginado
racial (como en Juan 3-4) o con una persona religiosa y un marginado político (como en Lucas
19), quien conecta con Jesús es el marginado, no así el hermano mayor, que permanece
alejado. Jesús les dice a los respetables líderes religiosos: "Les aseguro que los que cobran
impuestos para Roma, y las prostitutas, entrarán antes que ustedes en el reino de Dios" (Mateo
21, 31).
Las enseñanzas de Jesús atraían a los irreligiosos de aquella época, mientras que
ofendían a los religiosos y creyentes en la Biblia. Sin embargo, y en términos generales,

3 J. R. R. Tolkien, The Two Towers (Harper Collins, 2004), p. 577.


4 Este diálogo está basado en una ilustración de un sermón de Richard Lucas en la iglesia anglicana de St. Helen, ubicada en la Bishopsgate [una de las
siete puertas de la antigua muralla], en Londres.

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actualmente nuestras iglesias no producen este efecto. El tipo de personas marginadas que
Jesús atraía no se sienten atraídas a las iglesias contemporáneas, por más progresistas que
estas sean. Nuestra tendencia es atraer personas conservadoras, acartonadas y moralistas. Los
licenciosos y liberados, los fracasados y marginales evitan la Iglesia, lo cual solo puede significar
una cosa: si la predicación de nuestro ministerio y las prácticas de nuestros parroquianos no
tienen el mismo efecto sobre las personas que tuvieron las de Jesús, entonces no debemos es-
tar difundiendo el mismo mensaje que difundió Él. Si nuestras iglesias no son atractivas para
los hermanos menores, es porque deben estar más llenas de hermanos mayores de lo que nos
gustaría creer.

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DOS
LOS DOS HIJOS PERDIDOS

"Un hombre tenía dos hijos".

El hermano menor perdido

LA historia de Jesús debería llamarse la parábola de los dos hijos perdidos. Es un drama en dos
actos. El primer acto se llama "El hermano menor perdido" y el segundo, "El hermano mayor
perdido".
El primer acto comienza con una petición breve pero sorprendente. El hermano menor se
dirige al padre y le dice: "Dame mi parte de la herencia". Los testigos seguramente se
sorprendieron al oír semejante petición. No es que hubiera ningún problema en que el hijo
esperara una parte de la riqueza de su familia. En aquella época, cuando el padre moría, el hijo
mayor recibía el doble de lo que recibían sus hermanos. Si el padre tenía dos hijos, el mayor
recibía dos terceras partes de la herencia, mientras que el menor recibía la tercera parte.
Sin embargo, la herencia sólo se repartía cuando el padre fallecía. Aquí, el hermano
menor pide su herencia ahora mismo, lo cual era señal de una gran falta de respeto. Pedir la
herencia mientras el padre estuviera vivo era lo mismo que desear su muerte. Básicamente, el
hijo menor estaba diciendo que quería las cosas de su padre, pero no a este. Su relación con el
padre ha sido un medio para lograr el fin de disfrutar de sus riquezas, y ahora se siente cansado
de esa relación. Quiere marcharse cuanto antes. "Dame lo que es mío", le dice.
La respuesta del padre es aun más sorprendente que la petición de su hijo. Se trataba de
una sociedad regida por un fuerte patriarcado, donde las expresiones abundantes de
deferencia y respeto a los mayores, y particularmente al padre, tenían una importancia su-
prema. Se suponía que el típico padre del Medio Oriente respondiera a semejante petición
expulsando a! hijo de la familia sin darle otra cosa que golpes físicos. Pero el padre no hace
nada de esto; simplemente, "dividió su propiedad entre ellos". Para entender el significado de
esto, es preciso notar que la palabra griega traducida como "propiedad" es bios, que significa
vida. Se pudo haber utilizado una palabra más concreta para denotar el capital, pero no fue así.
¿Por qué?
La riqueza de este padre consistía básicamente en tierras, y para conseguir una tercera
parte de su patrimonio tendría que haber vendido un buen porcentaje de ellas. En nuestra
cultura urbanizada y de tanta movilidad, no entendemos la relación que tenían anteriormente
las personas con la tierra. Pensemos en la estrofa del musical ¡Oklahoma!, que dice: "Sabemos
que pertenecemos a la tierra, y la tierra a la cual pertenecemos es grande". No dicen que la
tierra les pertenece a ellos, sino que ellos pertenecen a ella. Esto resume acertadamente la
forma en la que anteriormente las identidades estaban íntimamente ligadas a sus lugares y
tierras natales. Perder una parte de la tierra era perder una parte de sí y de gran parte de la

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posición en la comunidad. Todos hemos escuchado historias de exitosos y poderosos
presidentes de empresas, tanto hombres como mujeres, que abandonan sus carreras para
cuidar a un niño maltratado y necesitado. Aunque no constituye un paralelo exacto, esto es lo
que hace el padre en la parábola.
El hermano menor le está pidiendo entonces a su padre que destruya su vida. Y el padre
lo hace por amor a su hijo. La mayoría de quienes escucharon a Jesús no habían visto a un
patriarca del Medio Oriente responder así. El padre soporta con paciencia una tremenda
pérdida de honor, así como el dolor de su amor rechazado. Generalmente, cuando nuestro
amor es rechazado, nos enojamos, nos vengamos y hacemos todo lo posible para retirarle
nuestro afecto a la persona que nos ha rechazado, para que no nos duela tanto. Pero este
padre mantiene el afecto por su hijo y soporta la agonía.

El plan del hermano menor

Ahora llegamos a la segunda escena del primer acto. El hijo se marcha a un "país lejano" y
despilfarra todo lo que tiene debido a su estilo de vida desenfrenado. Cuando está literalmente
revolcándose en el fango con los cerdos, "entra en razón" y elabora un plan. Primero se dice a
sí mismo que regresará donde su padre y reconocerá que se ha equivocado y que ha perdido el
derecho a ser su hijo. Pero luego piensa decirle a su padre que lo trate como si fuera uno de
sus trabajadores.
Esta es una petición muy específica. Los criados trabajaban y vivían en la propiedad, pero
los "jornaleros" eran varios tipos de proveedores y artesanos que vivían en aldeas y ganaban
un jornal. Muchos comentaristas creen que la estrategia del hijo fue semejante a esta: El hijo
menor había deshonrado a su familia y por lo tanto a toda la comunidad. Había "muerto" para
ellos, tal como lo describe el padre. Los rabinos predicaban que si alguien violaba las normas de
la comunidad, no le bastaba con pedir disculpas; también tenía que hacer una reparación. El
hijo intenta decir: "Padre, sé que no tengo derecho a regresar a la familia. Pero si me asignas a
uno de tus jornaleros, yo podría aprender un oficio y comenzar al menos a pagarte mi deuda".
Ese era su plan. Y ensaya su súplica en la pocilga. Cuando se siente preparado para el
encuentro, emprende el viaje de regreso a casa.
Llegamos a la tercera, dramática y última escena del primer acto. El hijo menor se acerca
a su casa. Su padre lo ve y corre: ¡corre hacia él! Por regla general, los patriarcas distinguidos
del Medio Oriente no corrían. Los niños podían correr; las mujeres podían correr. Los hombres
jóvenes podían correr, pero no el jefe de la familia, el pilar digno de la comunidad, el
propietario de la gran hacienda. Él no recogería sus túnicas y mostraría sus piernas como
cualquier niño. Pero este padre lo hace. Corre hacia su hijo y, expresando abiertamente sus
emociones, se abalanza sobre él y lo besa.
Es casi seguro que esto debió tomar por sorpresa al hermano menor, quien, perplejo,
trata de explicar su plan para ser restituido. El padre lo interrumpe, y no solo ignora su discurso

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ensayado, sino que lo contradice directamente. "¡Rápido! —les dice a sus criados—. ¡Traigan la
mejor túnica y vístanlo!". ¿Qué está diciendo?
La mejor túnica de la casa habría sido la del propio padre, señal inconfundible de su
posición en la familia. El padre está diciendo: "No voy a esperar hasta que hayas pagado tu
deuda; no voy a esperar hasta que te postres debidamente. No intentarás recuperar de nuevo
tu lugar en la familia, simplemente te voy a recibir. Cubriré tu desnudez, tu pobreza y tus
harapos con las túnicas de mi posición y mi honor".
El padre ordena a los criados que preparen una fiesta de celebración, con el "becerro
más gordo". En esa sociedad, la mayoría de las comidas no incluían carne, pues era un lujo
costoso. La carne solía reservarse para fiestas y ocasiones especiales. Y no había carne más
cara que la de un becerro gordo. Hacer este tipo de fiestas era algo que sucedía solo en
contadas ocasiones, y probablemente toda la aldea era invitada. El rumor se propagó con
rapidez y pronto se celebró una fiesta con todas las de la ley, con música y baile, todo ello para
celebrar el regreso del hijo menor a la vida, a la familia y a la comunidad.
¡Qué escena! Y en el segundo acto, el padre tiene que lidiar con la condición espiritual
mucho más complicada y venenosa del hermano mayor. Pero el primer acto ya desafía la
mentalidad de los hermanos mayores con un mensaje sorprendente: el amor y el perdón de
Dios pueden absolver todo tipo de pecado o fechoría. No importa quién seas o qué hayas
hecho. No importa si has oprimido deliberadamente, matado incluso a personas o cuánto
hayas abusado de ti mismo. El hermano menor sabía que en la casa de su padre había
"alimentos" de sobra, pero él también descubrió que había gracia de sobra. No hay mal que el
amor del padre no pueda perdonar y encubrir; no hay pecado que esté a la altura de su gracia.
Por lo tanto, el primer acto demuestra la gracia espléndida de Dios. Jesús describe al
padre abalanzándose sobre su hijo con amor, no solo antes de que tenga la oportunidad de
enmendar su vida y demostrar un cambio en su corazón, sino incluso antes de que pueda
pronunciar su discurso de arrepentimiento. Nada, ni siquiera la más humilde contrición,
merece el favor de Dios. El amor y la aceptación del Padre son absolutamente gratuitos.
Sin embargo, y a pesar de toda su belleza, el primer acto no se sostiene por sí solo. Hay
muchos comentaristas que, enfocándose exclusivamente en el primer acto, concluyen que esta
parábola contradice la doctrina tradicional cristiana. "Miren —dicen ellos—, no se menciona la
expiación del pecado. No hay necesidad de que un salvador pague los pecados en la cruz. Dios
es un Dios de amor universal que nos acepta incondicionalmente a todos, sin importar lo que
pase".
Si ese fuera el mensaje, Jesús habría terminado la narración en ese punto. Pero no lo
hizo, porque la narración no termina aquí. Aunque el primer acto nos muestra la gratuidad de
la gracia de Dios, el segundo acto nos muestra el alto costo de esa gracia y el verdadero clímax
de la historia.

11
El hermano mayor perdido

Cuando el hermano mayor oye a los criados decir que su hermano menor ha regresado y que
ha sido restaurado por su padre, se pone furioso. Y ahora es él quien avergüenza a su padre.
Se niega a asistir al que probablemente sea el evento más grande y público que haya
ofrecido su padre. Permanece afuera, manifestando públicamente su voto de no confianza en
los actos de su padre. Eso obliga al padre a ir a hablar con su primogénito, algo degradante
para quien es el señor de la heredad y el anfitrión de una gran fiesta. Comienza a suplicarle a su
hijo que entre, pero este se niega a hacerlo.
¿Por qué está tan furioso el hermano mayor? Está particularmente molesto por el costo
de todo lo que está sucediendo. Le dice a su padre: "Tú sabes cuántos años te he servido, sin
desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis
amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas y
matas para él el becerro más gordo". Sin embargo, el becerro gordo es solo un símbolo, porque
lo que el padre ha hecho cuesta mucho más que el becerro. Al aceptar de nuevo a su hijo
menor en la familia, lo ha hecho heredero de nuevo, con derecho a la tercera parte de las
riquezas familiares (que han disminuido considerablemente). El primogénito cree que esto es
abusivo, y comienza a dar más razones: "Tú sabes que me he matado trabajando y que me
merezco lo conseguido, pero mi hermano no ha hecho nada para ganarse algo; de hecho, solo
merece la expulsión, y sin embargo, lo llenas de riquezas. ¿Qué justicia hay en esto?". Por eso
es que el hermano mayor se refiere a su comportamiento: "Nunca te he desobedecido, así que
tengo derechos —dice—. Merezco ser consultado sobre esto. No tienes derecho a tomar estas
decisiones solo".
Y entonces, la furia del primogénito lo lleva a insultar aun más a su padre. Se niega a
dirigirse a él de la forma respetuosa que los inferiores les debían a los superiores en aquella
cultura, particularmente en público. Él no le dice "estimado padre", sino simplemente "¡Mira!",
lo cual equivale a decirle: "¡Oye, tú!". Este comportamiento es escandaloso en una cultura
donde el respeto y la deferencia a los mayores era esencial. Un equivalente actual sería que un
hijo escribiera unas memorias donde contara todo y destruyera la reputación y carrera de su
padre.
Finalmente llegamos al desenlace. ¿Cómo responderá el padre a la rebelión abierta de su
hijo mayor? ¿Qué hará? Un hombre de aquella época y lugar podría haber deshonrado a su hijo
en el acto. Sin embargo, el padre responde de nuevo con una ternura sorprendente. "Hijo mío
—comienza—, a pesar de que me has insultado en público, aún quiero que asistas a la fiesta.
No voy a repudiar a tu hermano, pero tampoco quiero hacerlo contigo. Te desafío a que te
tragues tu orgullo y vengas a la fiesta. La elección es tuya. ¿Vendrás, o no?". Es un llamado
inesperadamente dramático y misericordioso.

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Los testigos están en suspenso. ¿Se reunirá finalmente la familia en amor y unidad? ¿Los
hermanos se reconciliarán? ¿El hermano mayor se ablandará con este ofrecimiento tan noble y
se reconciliará con el padre?
Mientras todos esos pensamientos pasan por nuestra mente, ¡la historia termina! ¿Por
qué Jesús no remata la historia y nos dice qué sucedió? Porque el verdadero público de esta
historia son los fariseos, los hermanos mayores. Jesús está conversando con sus enemigos para
que respondan a su mensaje. ¿Cuál es ese mensaje? La respuesta a esta pregunta aparecerá
cuando, en el capítulo siguiente, entendamos los puntos principales que quiere aclarar Jesús.
En resumen, Jesús está redefiniendo todo lo que creíamos saber sobre nuestra conexión con
Dios. Está redefiniendo el pecado, lo que significa estar perdido, y lo que significa ser salvado.

13
TRES

REDEFINIENDO El PECADO

"Tú sabes cuántos años te he servido sin desobedecerte nunca".

Dos maneras de encontrar la felicidad

JESÚS utiliza al hermano mayor y al menor para describir los dos caminos a través de los cuales
las personas tratan de encontrar la felicidad y la realización personal: el camino de la
conformidad moral y el camino del autodescubrimiento. Cada uno actúa como un lente que
colorea todo lo que vemos en la vida, o como un paradigma que moldea nuestra comprensión
de todo. Cada uno es una forma de encontrar el significado y el valor persona!, de abordar los
males del mundo y de diferenciar el bien del mal. Los fariseos de la época de Jesús creían que,
aún siendo el pueblo escogido de Dios, podían conservar ese lugar de bendición en él y
finalmente recibir la salvación gracias sólo al seguimiento estricto de la Biblia. Existen
innumerables variedades de este paradigma, pero todos ellos privilegian la voluntad de Dios y
los estándares de la comunidad por encima de la realización individual. Bajo esta óptica, solo
obtendremos la felicidad y un mundo impecable por medio de la rectitud moral. Naturalmente,
podemos tener un desliz en ciertas ocasiones, pero seremos juzgados por la humildad e
intensidad de nuestro arrepentimiento. Bajo esta perspectiva, incluso en nuestros fracasos,
siempre debemos dar la talla.
El hermano menor de la parábola ilustra el camino del autodescubrimiento. En las
antiguas culturas patriarcales, algunos individuos tomaban ese camino, pero son muchos más
quienes lo hacen en la actualidad. Este paradigma sostiene que los individuos deben ser libres
de perseguir sus propias metas y su desarrollo personal, sin importar las costumbres ni las
convenciones. En este sentido, el mundo sería un lugar mucho mejor si las tradiciones, los
prejuicios, la autoridad jerárquica y otras barreras a la libertad personal fueran menos estrictas
o incluso fueran eliminadas.
Estas dos formas de vida (y su inevitable antagonismo) están debidamente representadas
en la película El único testigo. En ella, Rachel, una joven viuda amish, se enamora de John Book,
un policía que no tiene nada de amish. Eli, el suegro de Rachel, le advierte que eso está
prohibido y que los ancianos podrían castigarla. Luego añade que ella se comporta como una
niña. "Yo seré la juez de eso", responde Rachel. "No, ellos serán los jueces. Y yo también... si
me avergüenzas", replica él tan indignado como un profeta. "Tú te avergüenzas a ti mismo",
señala Rachel, temblando pero orgullosa, y se aleja de él5.

5 La película Witness fue traducida en Latinoamérica bajo el título "Testigo en Peligro", en España como "Único Testigo" de Earl W. Wallace y William
Kelley. puede encontrarse en www.harrisonford-web.com/Multimedia/witness.pdf (accedido el 31 diciembre del 2007).

14
Aquí tenemos un retrato conciso de los dos caminos. La persona que sigue el camino de
la conformidad moral dice: "No voy a hacer lo que quiero, sino lo que la tradición y la
comunidad quieren que haga" La persona que elige el camino del autodescubrimiento dice: "Yo
soy la única que puedo decidir lo que está bien o mal para mí. Voy a vivir como quiero, para
encontrar así mi verdadero yo y mi felicidad".
Nuestra sociedad occidental está tan profundamente dividida entre estas dos opciones
que casi nadie puede concebir otra forma de vida. Si criticas o te distancias de una, todos
pensarán que has decidido seguir la otra, porque cada una de estas opciones tiende a dividir al
mundo entero en dos grupos básicos. El conformista moral dice: "Las personas inmorales, las
que hacen "lo suyo", son un problema para el mundo, y las personas morales son la solución".
Los defensores del autodescubrimiento dicen: "Los intolerantes, las personas que creen poseer
la verdad, son un problema para el mundo, y las personas progresistas son la solución". Cada
bando dice: "Nuestro camino es el que permitirá enderezar el mundo, y si no estás con
nosotros, estás en contra nuestra".
¿Debemos concluir entonces que todas las personas caen en alguna de estas dos
categorías? Sí y no. Un gran número de personas tiene un temperamento que las predispone a
llevar una vida de conformidad moral o de autodescubrimiento. Sin embargo, hay algunas que
pasan de un lado al otro, ensayando primero una estrategia y luego la otra a lo largo de sus
vidas. Muchos individuos que han intentado el paradigma de la conformidad moral descubren
que este los oprime, y en un giro dramático, han emprendido una vida o bien de conformidad
moral o de autodescubrimiento. Otros han tenido la trayectoria opuesta.
Algunas personas combinan las dos estrategias bajo el techo de la misma personalidad.
Hay algunos hermanos mayores tradicionales que, como válvula de escape, llevan una vida
secreta, comportándose como hermanos menores. Las operaciones policiales encubiertas que
tienen por objeto arrestar a depravados sexuales que acosan adolescentes en Internet suelen
detectar a personas altamente religiosas, incluyendo a muchos clérigos. Asimismo, hay muchas
personas, bastante liberadas e irreligiosas en sus opiniones y estilos de vida, que miran a los
conservadores religiosos con la superioridad moral y la condescendencia propias del peor de
los fariseos.
A pesar de estas variantes, se trata únicamente de dos formas básicas de vivir. El mensaje
de la parábola de Jesús es que estas dos formas son equivocadas. Su parábola ilustra una
alternativa radical.
Dos hijos perdidos

En el primer acto, y a través del hermano menor, Jesús nos ofrece una descripción del pecado
que cualquier persona reconocería. El joven humilla a su familia y lleva una vida disoluta y llena
de excesos. Está totalmente descontrolado. Se ha alejado del padre, que representa a Dios en
esta historia. Cualquiera que viva así se alejaría de Dios, tal como hubieran aprobado todos los
que escucharon la parábola.

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Sin embargo, en el segundo acto, la atención está concentrada en el hermano mayor. Es
excesivamente obediente con su padre y, por analogía, con las órdenes de Dios. Está
totalmente bajo control y es muy disciplinado. Entonces, tenemos dos hijos: uno "malo" según
los parámetros convencionales, y otro "bueno"; sin embargo, los dos están alejados del padre,
quien tiene que invitar a cada uno de ellos a que asistan a la fiesta de su amor. Así que en esta
parábola no solo hay un hijo perdido, sino dos.
Pero el segundo acto tiene un desenlace inesperado. Jesús, el narrador de la historia,
deja intencionalmente al hermano mayor en su estado alienado. El hijo malo va a la fiesta del
padre, pero no así el hijo bueno. El amante de las prostitutas es salvado, pero el hombre de la
rectitud moral aun está perdido. Casi podemos oír "resoplar" a los fariseos cuando termina la
historia: era completamente opuesta a todo lo que ellos habían predicado.
Jesús no se limita a dejar las cosas allí. La historia se torna aún más impactante. ¿Por qué
el hermano mayor no va a la fiesta? Él mismo ofrece la explicación: "Porque nunca te he
desobedecido". El hermano mayor no está perdiendo el amor del padre a pesar de su bondad,
sino debido a ella. No son sus pecados los que crean una barrera entre él y su padre, sino el
orgullo que siente de su historial moral; no es su mal comportamiento sino su rectitud lo que le
impide participar en la fiesta del padre.
¿Cómo puede ser? La respuesta es que los corazones de los hermanos, y las dos formas
de vida que representan, son mucho más semejantes de lo que parecen inicialmente.
¿Qué era lo que más quería el hermano menor en la vida? Le irritaba tener que
compartir el patrimonio familiar bajo la supervisión de su padre. Quería tomar sus propias
decisiones y tener un control ilimitado sobre su patrimonio. ¿Cómo lo hizo? Con un juego de
poder muy atrevido, con un desafío flagrante a las normas de la comunidad, con una
declaración de independencia total.
¿Qué era lo que más quería el hermano mayor? Si pensamos en ello, veremos que quería
lo mismo que su hermano. Sentía tanto rencor hacia el padre como hacia su hermano.
También quería los bienes de su padre, más de lo que en sí lo quería a él. Sin embargo, cuando
el hermano menor se fue de casa, el mayor permaneció cerca y "nunca desobedeció". Esa era
su forma de obtener control. Su exigencia tácita fue: "¡Nunca te he desobedecido! Ahora
tienes que hacer las cosas como yo quiero que se hagan".
Los corazones de los dos hermanos son iguales. A ambos les molesta la autoridad de su
padre y buscan la forma de quitársela de encima. Cada uno quiere alcanzar una posición desde
la cual pueda decirle al padre lo que debe hacer. En otras palabras, cada uno se rebela, pero el
uno lo hace siendo muy malo y el otro siendo extremadamente bueno. Ambos se alejan del
corazón del padre; ambos son hijos perdidos.
¿Entiendes entonces lo que está enseñando Jesús? Ninguno de los hijos quería al padre
por lo que era. Ambos lo utilizaban para sus propios fines egoístas, en lugar de amarlo,
disfrutarlo y servirlo por su propio bien. Esto significa que puedes rebelarte contra Dios y
alejarte de él, ya sea desobedeciendo sus reglas o siguiéndolas con diligencia.

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El mensaje es impactante: la obediencia fiel a las leyes de Dios puede servir como una
estrategia para rebelarnos contra Él.

Una comprensión más profunda del pecado

Con esta parábola, Jesús nos ofrece un concepto mucho más profundo del "pecado" del que
tendría cualquiera de nosotros si él no nos lo ofreciera. La mayoría de las personas creen que el
pecado consiste en no mantener las reglas de conducta de Dios, pero aunque no es menos que
eso, la definición del pecado que hace Jesús va más allá.
En su novela Sangre sabia, la escritora Flannery O'Connor dice de su personaje Hazel
Motes que "había una convicción profunda, negra y tácita en él de que la forma de evitar a
Jesús era evitar el pecado"6. Esta es una idea profunda. Podemos evitar a Jesús como Salvador
si seguimos todas las leyes morales. Si hacemos esto, entonces tendremos "derechos". Dios
nos debe plegarias atendidas, una buena vida y, al morir, un boleto al cielo. No necesitamos a
un salvador que nos perdone por los favores inmerecidos, pues somos nuestros propios
salvadores.
Esta actitud es claramente la del hermano mayor. ¿Por qué está tan enojado con el
padre? Siente que tiene derecho a decirle al padre cómo hacer uso de las túnicas, los anillos y
del ganado de la familia. Del mismo modo, las personas religiosas suelen llevar vidas muy
morales, pero su objetivo es obtener una ventaja sobre Dios para controlarlo y dejarlo en una
posición donde creen que Él está en deuda con ellas. Por lo tanto, a pesar de toda su
rigurosidad ética y de su piedad, realmente se están revelando contra El Dios pródigo
su autoridad. Si al igual que el hermano mayor crees que Dios debería bendecirte y ayudarte
porque te has esforzado mucho para obedecerle y ser una buena persona, entonces Jesús
podría ayudarte, ser tu ejemplo, o incluso tu inspiración, pero no tu Salvador. Tú estás
actuando como tu propio Salvador.
Debajo de los patrones de conducta marcadamente diferentes de los hermanos descansa
el mismo objetivo y la misma motivación. Ambos están utilizando al padre de diferentes formas
para conseguir las cosas en las que tienen concentrados sus corazones. Es la riqueza, y no el
amor del padre, lo que ellos creían que los haría sentirse felices y realizados.
Al final de la historia, el hermano mayor tiene la oportunidad de complacer realmente al
padre asistiendo a la fiesta. Pero su negativa llena de rencor muestra que la felicidad de su
padre nunca ha sido su meta. Cuando el padre vuelve a admitir a su hijo menor, disminuyendo
así el porcentaje que tiene el hermano mayor en el patrimonio familiar, el corazón de este
queda al desnudo y hace todo lo posible para herir y resistirse a su padre.
Si al igual que el hermano mayor, intentas controlar a Dios por medio de tu obediencia,
entonces tu moralidad es solo una forma de utilizarlo y hacer que te dé las cosas que quieres

6 Flannery O'Connor, Wise Blood: A Novel (Farrar, Straus and Goroux, 1990), p. 2 2 .

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en la vida. Un ejemplo clásico de esto es el pacto que hace el joven Salieri con Dios en la obra
teatral Amadeus, de Peter Shaffer.
Le ofrecí en secreto la plegaria más orgullosa en la que pudiera pensar un niño. "Se-
ñor, hazme un gran compositor. Déjame celebrar tu gloria por medio de la música,
y déjame celebrarme a mí mismo. Dios mío, hazme famoso en todo el mundo.
Hazme inmortal. Cuando yo muera, deja que la gente pronuncie siempre mi nombre
con amor gracias a mis composiciones. A cambio, prometo darte mi castidad, mis
esfuerzos, toda mi humildad y cada hora de mi vida. Y ayudaré al prójimo en todo lo
que pueda. ¡Amén y amén!".
Salieri comienza una vida bajo esa promesa a Dios. Se mantiene alejado de las mujeres,
trabaja con diligencia en su música, enseña a muchos músicos de forma gratuita y ayuda
incansablemente a los pobres. Su carrera es exitosa y él cree que Dios está cumpliendo su
parte del acuerdo. Entonces aparece Mozart, cuyo talento musical es muy superior al suyo. Es
obvio que su genialidad es un regalo de Dios. Amadeo, el segundo nombre de Mozart, significa
"amado por Dios", y sin embargo, él es un "hermano menor" vulgar y disoluto. El talento que
Dios le brindó con tanta prodigalidad a Mozart produce una crisis de fe en el corazón de
hermano mayor de Salieri. Sus palabras son muy semejantes a las del hermano mayor de la
parábola:
Es incomprensible... yo estaba negando toda mi lujuria natural para merecer el re-
galo de Dios, y aparece Mozart, satisfaciendo todos sus instintos,
comprometiéndose incluso en una boda, y no recibe ningún regaño.

Finalmente, Salieri le dice a Dios: "A partir de ahora tú y yo seremos enemigos", y se


dedica a destruir a Mozart7. Infortunadamente, Dios guarda silencio en la obra teatral de
Shaffer, a diferencia del padre en la parábola de Jesús, quien sale a rescatar a su hijo mayor
incluso cuando este comienza a hundirse en la amargura, el odio y la desesperación que
terminan consumiendo a Salieri.
Los esfuerzos diligentes de Salieri por ser casto y caritativo son movidos por un fuerte
interés propio. Dios y los pobres solo eran instrumentos útiles. Salieri se dijo a sí mismo que
estaba sacrificando su tiempo y dinero por el bien de los pobres y de Dios, pero realmente no
había hecho ningún sacrificio. Lo estaba haciendo por su propio bien, para obtener fama,
fortuna y autoestima. "Yo estaba contento conmigo mismo —dijo Salieri—,.. .y entonces
apareció Mozart". En el instante en que descubre que su servicio a Dios y a los pobres no le
está ofreciendo la gloria que anhelaba con tanta intensidad, su corazón se llena de impulsos
asesinos. Muy pronto, el Salieri moral y respetable se muestra capaz de una maldad más
grande que la del Mozart vulgar e inmoral. Aunque el Mozart de Amadeus es irreligioso, es

7 El guión de la obra Amadeus. de Peter Shaffer, puede encontrarse en http:// www.imsdb.com/scripts/Amadeus.html (accedido el 30 diciembre del
2007).

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Salieri, el devoto, quien termina mucho más alejado de Dios, al igual que en la parábola de
Jesús.
Esta mentalidad puede manifestarse de una manera más sutil que la que se evidencia en
Salieri. Conocí a una mujer que había trabajado muchos años en el ministerio cristiano. Se
desesperó al contraer una enfermedad crónica, y finalmente descubrió que sentía en lo más
profundo de su corazón que Dios debía darle una vida mejor después de todo lo que había
hecho por él. Esta suposición hizo que le fuera extremadamente difícil salir de su abismo,
aunque finalmente salió de él. Sin embargo, la clave para su mejoría fue reconocer que tenía
una mentalidad de hermano mayor.
Los hermanos mayores obedecen a Dios para obtener cosas. No le obedecen para
alcanzarlo ni para parecerse a él, amarlo, conocerlo y regocijarse en Él. Las personas que son
religiosas y morales pueden estar evitando a Jesús como Salvador y Señor, tanto como los
hermanos menores que dicen no creer en Dios y que definen por sí mismos el bien y el mal.
Aquí, entonces, está la redefinición radical de Jesús sobre lo que está mal en nosotros.
Casi todas las personas definen el pecado como la infracción de una lista de reglas. Sin
embargo, Jesús nos muestra que un hombre que prácticamente no ha violado ninguna
infracción de la lista de comportamientos morales puede estar tan perdido espiritualmente
como la persona más libertina e inmoral. ¿Por qué? Porque el pecado no solo consiste en violar
las normas, sino en ponerte a ti mismo en el lugar de Dios como Salvador, Señor y Juez, así
como cada uno de los dos hijos de la parábola intentó suplantar la autoría del padre durante su
propia vida.
El joven Salieri habría objetado con vehemencia si alguien le hubiera dicho que él estaba
haciendo esto. Al ser casto y caritativo, ¿no estaría haciendo la voluntad de Dios en vez de la
suya, y no estaría honrando a Dios y sometiéndose a Él? Pero al tratar de poner a Dios en
deuda con él y de controlarlo por medio de
sus buenas obras, en vez de recurrir a su gracia pura, él actuaba como su propio Salvador.
Cuando se volvió peligrosamente amargo con Mozart, convencido de que Dios estaba siendo
injusto, Salieri se estaba poniendo a sí mismo en el lugar de Dios el Juez.
Hay dos formas de ser tu propio Salvador y Señor. Una es contraviniendo todas las leyes
morales y trazando tu propio camino, y la otra es cumpliendo con todas las leyes morales y
siendo sumamente bueno.

Ambos equivocados; ambos amados

Jesús no divide el mundo en los "tipos buenos" y morales, y en los "tipos malos" e inmorales. Él
nos muestra que cada uno está dedicado a un proyecto de auto salvación, utilizando a Dios y a
los demás para acaparar el poder y el control. Simplemente lo hacemos de diferentes formas.
Aunque los dos hijos están equivocados, el padre sin embargo se preocupa por ellos y los invita
a disfrutar de nuevo de su amor y de la fiesta.

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Esto significa que el mensaje de Jesús —"el Evangelio"— tiene una espiritualidad
completamente diferente. El Evangelio de Jesús no es religión ni irreligión, moralidad ni
inmoralidad, moralismo ni relativismo, conservadurismo ni liberalismo. Tampoco es algo a
medio camino entre dos polos, sino algo completamente diferente.
El Evangelio es distinto a las otras dos estrategias: en su opinión, cada uno está
equivocado, cada uno es amado y cada uno es llamado a reconocer esto y a cambiar. En
contraste, el hermano mayor divide el mundo en dos: "las personas buenas (como nosotros)
estamos adentro, y las malas, que son el verdadero problema del mundo, están afuera". Los
hermanos menores, aunque no crean en Dios, hacen lo mismo al decir: "No, las personas
tolerantes y de mentalidad abierta están adentro, y las fanáticas y de mentalidad estrecha, que
son el verdadero problema del mundo, están afuera".
Pero Jesús dice: "Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se
humilla, será engrandecido" (ver Lucas 1 8 , 14)8. Las personas que confiesan que no son
particularmente buenas o de mentalidad abierta se están acercando a Dios, porque el
prerrequisito para recibir la gracia de Dios es saber que la necesitas. Las personas que piensan
que son buenas se están alejando de Dios. "Aunque el Señor está en lo alto, se fija en el
hombre humilde y, de lejos, reconoce al orgulloso" (Salmo 1 3 8 , 6).
Cuando un periódico formuló la pregunta: "¿Cuál es el problema del mundo?", el
pensador G. K. Chesterton escribió una breve carta a manera de respuesta: "Apreciados
señores: soy yo. Atentamente, G. K. Chesterton". Esta es la actitud de alguien que ha
comprendido el mensaje de Jesús.
Aunque los dos hermanos están equivocados y ambos son amados, la historia no termina
igual para cada uno de ellos. ¿Por qué Jesús teje la historia de modo que uno de ellos sea
salvado y restituido a una relación adecuada con el padre, y el otro no? (Por lo menos, no
antes de que termine la historia). Es probable que Jesús esté tratando de decir que aunque
ambas formas del proyecto de auto salvación sean igualmente equivocadas, no son igualmente
peligrosas. Y entonces nos revela una de las ironías de la parábola. Es completamente obvio
que el hijo menor huye del padre y lo abandona moral, física y literalmente. Y aunque el hijo
mayor permaneció en casa, realmente estaba más distante del padre que su hermano, porque
era ciego a su verdadera condición. Se habría ofendido terriblemente ante la sugerencia de
que se estaba revelando contra la autoridad y el amor del padre, pero eso es lo que estaba
haciendo intensamente.
Como el hermano mayor es más ciego con respecto a lo que está sucediendo, ser un
fariseo y un hermano mayor supone una condición espiritual más desesperada. "¿Cómo te
atreves a decir eso?", es lo que te responderán las personas religiosas si les sugirieres que su

8 En Lucas 18, Jesús narra la parábola de un cobrador de impuestos (que era colaborador de las fuerzas invasoras romanas) y un fariseo. El fariseo es
muy moralista y muy recto, pero complaciente consigo mismo, mientras que el cobrador de impuestos es un fracaso moral, pero se arrepiente. Jesús
concluye: "Les digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa ya perdonado por Dios, pero el fariseo no. Porque el que a sí mismo se engrandece,
será humillado; y el que se humilla, será engrandecido" (Lucas 18, 14). Hay que comparar también las palabras de Jesús a los fariseos en Lucas 5, 32: "Yo
no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores, para que se vuelvan a Dios".

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relación con Dios no es la correcta. "Voy a la iglesia siempre que abre las puertas". Pero en
realidad, Jesús dice: "Eso no importa".
Nunca antes nadie había enseñado algo semejante.

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CUATRO

REDEFINIENDO LA PERDICIÓN

"Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar".

La ira y la superioridad

J ESÚS habla con frecuencia del pecado y la salvación con las metáforas de estar "perdido" y ser
"encontrado". El capítulo 15 del Evangelio de Lucas contiene tres parábolas que Jesús les
cuenta a los líderes religiosos. La primera es sobre un pastor que descubre que se le ha perdido
una de sus ovejas. La segunda es sobre una mujer que descubre que se le ha perdido una de
sus monedas. Como ya lo hemos visto, la tercera parábola es sobre dos hijos que, de modos
diferentes, están perdidos. En todas partes, Jesús resume su ministerio como una operación de
rescate, mediante la cual viene para "buscar y salvar lo que se había perdido" (Lucas 19,10).
¿Qué significa estar perdido espiritualmente? En la parábola, la perdición del hermano
menor es retratada con claridad cuando termina en la pocilga. Se queda sin amigos, dinero ni
recursos por su comportamiento licencioso, indisciplinado e insensato que lo ha conducido al
colapso total en la vida. En ese punto, el hermano menor se da cuenta de que ha perdido el
rumbo y regresa para tratar de reconstruir su vida.
Sin embargo, en esta parábola, Jesús quiere que entendamos otra modalidad de la
perdición más sutil pero no por ello menos devastadora. Deberíamos reconocer una definición
más profunda del pecado que nos ofrece Jesús, y es fundamental que lo hagamos. La
llamaremos la "perdición del hermano mayor", que produce tanta miseria y conflictos en el
mundo como la otra. Una mirada más detenida al hermano mayor nos ayudará a diferenciar
sus rasgos.
Vemos que el hermano mayor "se puso furioso" Todas sus palabras destilan
resentimiento. La primera señal de tener un espíritu de hermano mayor es cuando tu vida no
es como deseas y no te sientes triste sino profundamente enojado y amargado. Los hermanos
mayores creen que si llevan una buena vida, deben obtener permanentemente una vida buena,
y que Dios les debe un camino sin obstáculos si ellos se esfuerzan en cumplir con los
parámetros.
¿Qué sucede, entonces, si tú eres un hermano mayor y te va mal en la vida? Si sientes
que has vivido según tus parámetros morales, te pondrás furioso con Dios. Pensarás que no te
mereces eso, después de lo mucho que te has esforzado para ser una persona decente. Pero
¿qué sucede si te ha ido mal en la vida cuando sabes que no has cumplido con tus reglas? Te
pondrías furioso contigo mismo, te llenarás de auto desprecio y de dolor interno. Si las
circunstancias difíciles se apoderan de tu vida y no sabes muy bien si tu vida ha sido lo

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suficientemente buena o no, es probable que osciles miserablemente entre los polos de "Dios,
te odio" y "Me odio".
La incapacidad de los hermanos mayores para manejar el sufrimiento se deriva del hecho
de que su observancia moral está orientada por los resultados. Llevan una vida buena no para
regocijarse en los actos bondadosos, sino como una forma calculada de controlar su entorno.
Elisabeth Elliot narra una historia apócrifa (es decir, que no está en la Biblia) sobre Jesús,
la cual expresa la diferencia entre un egoísmo orientado por los resultados y una fidelidad
producto del amor. Un día, Jesús les dijo a sus discípulos: "Me gustaría que cargaran una piedra
por mí", y no les dio ninguna otra explicación. Los discípulos buscaron una piedra, y Pedro, que
era práctico, buscó la más pequeña de todas. A fin de cuentas, Jesús no dio especificaciones
sobre el peso y el tamaño. Entonces la introdujo en su bolsillo. Jesús les dijo: "Síganme", y
salieron de viaje. Al mediodía, Jesús les pidió a todos que se sentaran. Movió sus manos y todas
las piedras se convirtieron en pan. "Es hora de almorzar", les dijo. Pedro terminó su almuerzo
en pocos segundos. Cuando todos terminaron de hacerlo, Jesús les pidió que se levantaran y
les dijo de nuevo: "Me gustaría que cargaran una piedra por mí". Esta vez, Pedro dijo: "Ajá. Ya
entiendo". Miró a su alrededor y vio una roca. Se la echó al hombro; le pesaba mucho y lo hizo
tambalearse. Sin embargo, pensó: "Quiero que llegue la hora de la cena". Jesús les dijo:
"Síganme", y se fueron de viaje; Pedro a duras penas podía seguirlos. A la hora de cenar, Jesús
los condujo a la orilla de un río y les dijo:
"Ahora lancen las piedras al agua" y todos lo hicieron. Luego les dijo:
"Síganme", y empezó a caminar. Pedro y los demás lo miraron
atónitos. Jesús suspiró y les dijo: "¿No recuerdan lo que les pedí que
hicieran? ¿Por quién estaban cargando las piedras?"10.
Al igual que Pedro, los hermanos mayores esperan que su bondad se vea recompensada,
y si esto no sucede, brotarán la confusión y la ira. Si crees que la bondad y la decencia son el
camino para merecer una vida buena por parte de Dios, estarás consumido por la rabia, pues la
vida nunca transcurre como queremos. Siempre sentirás que te deben más de lo que estás re-
cibiendo. Siempre verás a alguien a quien le va mejor que a ti en algún aspecto de la vida, y te
preguntarás: "¿Por qué esa persona y no yo? ¡Después de todo lo que he hecho!". Este
resentimiento es tu propia falta. No ha sido causado por la prosperidad de la otra persona, sino
por tu propio esfuerzo para controlar tu vida por medio de tu comportamiento. Es probable
que la resaca de ira que produce esto no te convierta en un asesino como lo hizo con Salieri,
pero hará que pierdas constantemente tu equilibrio en varios sentidos.
También vemos que el hermano mayor tiene un fuerte sentido de superioridad. Para él,
su propia moral es mucho mejor que la del amante de las prostitutas. Utiliza un lenguaje
despectivo para hablarle a su padre de su hermano ("Este hijo tuyo...") y ya no lo considera
como tal.
Los hermanos mayores construyen su autoimagen en torno a ser muy trabajadores,
morales, miembros de una élite o extremadamente inteligentes y hábiles. Esto conduce

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inevitablemente a que se sientan superiores a quienes no tienen las mismas cualidades. De
hecho, la comparación competitiva es la principal forma como los hermanos mayores obtienen
un sentido de su propio significado. El racismo y el clasismo son simplemente versiones
diferentes de esta modalidad de proyecto de auto salvación. Esta dinámica se vuelve
excepcionalmente intensa cuando los hermanos mayores se enorgullecen de su religión por
encima de todo. Si un grupo cree que Dios los favorece porque su doctrina es particularmente
cierta, por sus formas de adoración y por su comportamiento ético, su actitud con respecto a
los que carecen de estas cualidades puede ser hostil. Su superioridad moral se esconde bajo la
afirmación de que solo están en contra de los enemigos de Dios. Si miramos el mundo bajo
esta óptica, es muy fácil justificar el odio y la opresión en nombre de la verdad. Richard
Lovelace escribió:
"Independientemente de sus logros espirituales, quienes ya no están seguros de que
Dios los ama y los acepta en Jesús son personas radicalmente inseguras a nivel sub-
consciente... Su inseguridad se manifiesta en el orgullo, en una defensa férrea de su
rectitud y en la crítica defensiva a los demás. Odian 'con naturalidad' otros estilos
culturales y otras razas para reafirmar así su propia seguridad y descargar su ira
reprimida"".
La superioridad moral del hermano mayor no solo produce racismo y clasismo, sino
también un espíritu sentencioso que no perdona a nivel personal. Este hermano mayor no
puede perdonar a su hermano menor por la forma en que ha socavado el lugar de su familia en
la sociedad, socavado su nombre y disminuido su riqueza. Destaca el hecho de que el hermano
menor haya estado con "prostitutas", mientras que él ha llevado una vida casta en su hogar.
"jYo nunca haría algo tan malo!", dice en su corazón. Y como no se considera parte de una
comunidad de pecadores, está atrapado en su propia amargura. Es imposible perdonar a una
persona si te sientes superior a ella.
Si no puedes controlar tu temperamento y ves que alguien está perdiendo el control del
suyo del mismo modo en que lo haces tú, tiendes a perdonarle porque sabes que no eres
mejor persona que él. ¿Cómo puedo sentir esto por él si soy igual de malo?, pensarás. Sin
embargo, debido a que el pecado y la antipatía que siente el hermano mayor por Dios están
ocultos debajo de varias capas de autocontrol y comportamiento moral, él no tiene ningún
problema en sentirse superior a casi todas las personas. Si ven a alguien que miente, engaña a
su esposa o no le reza a Dios, lo miran con desprecio. Si esta persona les hace daño, los
hermanos mayores sienten que su historial intachable les da derecho a ofenderse a lo grande y
a recordarle perpetuamente la ofensa al infractor.
Un ejemplo clásico de esto es el matrimonio en el que uno de los cónyuges es alcohólico,
quien decepciona constantemente a su familia de manera dramática. Como resultado de su
sufrimiento, la esposa del adicto desarrolla una gran dosis de autocompasión y de pretendida
superioridad moral. Lo rescata en varias ocasiones, pero siempre lleva la cuenta de los pecados
de su esposo. Esto hace que el alcohólico se odie cada vez más, una de las causas por las cuales
bebe. Es un ciclo tentador y destructivo. Es probable que el hermano mayor necesitara un

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hermano crónicamente díscolo para criticarlo a fin de reafirmar su propia imagen, y que solo
haya contribuido a que sea más difícil que el hermano menor reconozca sus problemas y
cambie su comportamiento. Cuando el hermano menor sale de este estado de negación y el
padre lo recibe, el hermano mayor comprende que el patrón se ha trastocado y estalla en furia.
Si el hermano mayor conociera su propio corazón, habría dicho: "Simplemente soy muy
egoísta y le causo tanto dolor a mi padre a mi manera, como mi hermano a la suya. No tengo
derecho a sentirme superior". Entonces, habría tenido la libertad de ofrecerle a su hermano el
mismo perdón que le ofreció su padre. Pero los hermanos mayores no se ven a sí mismos de
este modo. Su rabia es una prisión fabricada por ellos mismos.

El servilismo y el vacío

Otra señal de los que tienen un espíritu de "hermano mayor" es una conformidad triste y
basada en el miedo. El hermano mayor se jacta de su obediencia al padre, pero expresa su
motivación y actitud subyacentes cuando dice: "Tú sabes cuántos años he trabajado como un
esclavo para ti". Para estar seguros, ser fiel a un compromiso implica cierto grado del sentido
del deber. Muchas veces no queremos hacer lo que debemos y, sin embargo, lo hacemos en
nombre de la integridad. Pero el hermano mayor muestra que su obediencia hacia el padre
solo consiste en cumplir con el deber. No hay alegría, amor ni recompensa en ver a su padre
complacido.
Del mismo modo, los hermanos mayores son meticulosos en el cumplimiento de las
normas éticas y la asunción de todas las responsabilidades tradicionales a nivel familiar,
comunitario y cívico. Sin embargo, es un servilismo y una molestia sin la menor alegría. La
palabra "servil" tiene una connotación fuerte de ser obligado o empujado en lugar de sentirse
atraído. Un esclavo trabaja por miedo; miedo a las consecuencias impuestas por la fuerza. Esto
nos lleva a la raíz de lo que motiva al hermano mayor. En última instancia, los hermanos
mayores se comportan bien, no por alegría y amor, sino por miedo.
Un amigo que hizo una maestría en administración de empresas en una prestigiosa
universidad me habló del curso de ética comercial que tomó allí. El profesor aconsejaba unas
prácticas comerciales honestas por dos razones. La primera era que si uno mentía o hacía
trampa podía ser descubierto, y eso sería malo para los negocios. La segunda era que si las
personas saben que su compañía es honesta, eso les levantará la moral, haciendo que los
empleados sientan que están por encima de la competencia. Estas son buenas razones para ser
honestos, pero es algo que obedece al miedo a no percibir ciertas ganancias y al orgullo de
sentirse superiores a los demás. "Di la verdad porque es por tu propio bien", fue el consejo que
le di.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando tienes que pagar un precio muy alto por decir la
verdad? ¿Qué sucede cuando decir una mentira supondría una ventaja estupenda para ti? En
esos casos, tu motivación por la honestidad se evaporará. Algunos de los mayores escándalos

25
corporativos de la última década han involucrado a miembros devotos y prominentes de la
Iglesia.
La obediencia del hermano mayor solo conduce a un cumplimiento servil y a
regañadientes de la ley. Una cosa es ser honesto y evitar las mentiras por tu propio bien, pero
otra muy distinta es hacerlo por el bien de Dios, de la verdad y por el amor a los seres que te
rodean. Una persona que esté motivada por el amor y no por el miedo no solo obedecerá la
letra de la ley, sino que se esforzará en manejar su negocio con transparencia e integridad.
La honestidad producto del miedo no hace nada para erradicar la causa fundamental del
mal en el mundo: el egocentrismo radical del corazón humano. Cuando más, la moralidad
basada en el miedo lo fortalece, pues en última instancia los hermanos mayores están siendo
morales solo por su propio beneficio. Pueden ser amables con los demás y ayudar a los pobres,
pero a un nivel más profundo lo hacen para que Dios los bendiga en la versión religiosa de la
hermandad de los mayores, o para pensar que son personas virtuosas y caritativas en la versión
secular. La siguiente es una historia que ilustra este aspecto:
Una vez un jardinero cultivó una zanahoria enorme. Se la llevó al rey y le dijo:
"Señor mío, esta es la zanahoria más grande que haya cultivado o vaya a cultivar.
Por lo tanto, quiero dártela como una señal de mi amor y respeto por ti". El rey se
conmovió y evaluó el corazón del hombre, y mientras este se daba vuelta para
retirarse, el rey le dijo: "¡Espera! Está claro que eres un buen trabajador de la tierra.
Tengo un terreno al lado del tuyo. Quiero dártelo como un regalo para que puedas
cultivarlo". El jardinero se sorprendió y regresó feliz y complacido a casa. Un noble
de la corte escuchó la conversación y se dijo: "¡Cielos! Si eso eslo que se recibe por
una zanahoria, ¿qué recibiré si le doy algo mejor al rey? Al día siguiente, el noble se
dirigió al rey con un hermoso semental negro. Hizo una venia y le dijo: "Señor mío,
crío caballos y este es el más hermoso que he criado o vaya a criar. Por lo tanto,
quiero regalártelo como una prueba de mi amor y respeto por ti". El rey examinó su
corazón, le dio las gracias, recibió el caballo y lo despidió. El noble quedó perplejo. Y
entonces, el rey le dijo: "Déjame explicarte. Ese jardinero me estaba dando la
zanahoria a mí, pero tú te estabas dando el caballo a ti mismo".
Los hermanos mayores pueden comportarse bien con los demás, pero no por placer en
los actos en sí, por amor a las personas ni por complacer a Dios. Realmente no están
alimentando a los hambrientos ni vistiendo a los pobres, sino que se están alimentando y
vistiendo a sí mismos. La egolatría fundamental del corazón no solo se conserva intacta, sino
que es alimentada también por el moralismo basado en el miedo. Esto se manifiesta de formas
impactantes. ¿Por qué crees que hay tantas iglesias plagadas de chismes y peleas? ¿O por qué
tantas personas morales llevan vidas aparentemente castas y súbitamente caen en los pecados
más escandalosos? Debajo del desinterés aparente, hay una gran egolatría.
Los deberes religiosos y morales son una carga fuerte, a menudo aplastante. La
frustración emocional y el cansancio interior con la vida son reprimidos y negados. Los

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hermanos mayores se encuentran bajo una gran presión para parecer feliz y contento, incluso
ante sí mismos. Esta es la razón por la que, en algunas ocasiones, hermanos mayores
altamente morales desordenan sus vidas, y para la conmoción de todos los que los conocían,
arrojan las cadenas de sus obligaciones y comienzan a vivir como hermanos menores.
La última señal del espíritu del hermano mayor es una falta de seguridad en el amor del
padre. El hijo mayor dice: "Nunca me hiciste una fiesta". No hay danzas ni festividad en torno a
la relación del hermano mayor con su padre. Mientras trates de ganar tu salvación controlando
a Dios por medio de la bondad, nunca estarás seguro de haber sido lo suficientemente bueno
para él. Simplemente, no estás seguro de que Dios te ama y se regocija en ti.
¿Cuáles son las señales de esta falta de seguridad? Ya hemos mencionado una: cada vez
que sucede algo malo en tu vida o que una plegaria no es atendida, te preguntas si es porque
no te estás comportando bien en esto o en aquello. Otra señal es que las críticas de los demás
no solo hieren tus sentimientos, sino que te devastan. Esto es porque el sentido que tienes del
amor de Dios es abstracto y tiene muy poco poder en tu vida, y necesitas la aprobación de los
demás para reafirmar tu sentido de la valía. También te sentirás irremisiblemente culpable.
Cuando haces algo que sabes que está mal, tu conciencia te atormenta durante un buen
tiempo, incluso después de arrepentirte. Como no puedes estar seguro de haberte arrepentido
lo suficiente, comienzas a recriminarte por lo que hiciste.
Pero tal vez el síntoma más claro de esta falta de seguridad es una vida árida en materia
de plegarias. Aunque los hermanos mayores pueden ser diligentes en la oración, no hay
asombro, sorpresa, intimidad ni regocijo en sus conversaciones con Dios. Piensa en tres tipos
de personas: un socio comercial por el que realmente no sientes simpatía alguna, un amigo
con quien te gusta hacer cosas, y alguien de quien estás enamorado y que está enamorado de
ti. Las conversaciones con el socio comercial pueden estar muy orientadas a las metas, y no te
interesará hablar de otras cosas. Es probable que le abras el corazón a tu amigo y le cuentes
algunos problemas que estás teniendo. Pero con tu pareja, sentirás un fuerte impulso de
hablar sobre lo que te parece más hermoso de él o ella.
Estos tres tipos de discurso son análogos a las formas de oración que han sido llamadas
"petición", "confesión" y "adoración". Cuanto más profunda sea la relación amorosa, más se
orientará la conversación a lo personal, a la afirmación y al elogio. Los hermanos mayores
pueden ser disciplinados en observar los tiempos de oración, pero sus plegarias están casi com-
pletamente llenas de una recitación de necesidades y peticiones, y no de una alabanza
espontánea y alegre. De hecho, y a pesar de toda su religiosidad, muchos hermanos mayores
no tienen una vida interior, a menos que las cosas no vayan bien en su vida. Entonces, pueden
dedicarse a ellas hasta que mejoran. Esto revela que su meta principal en la oración es
controlar su entorno antes que entablar una relación íntima con un Dios que los ama.

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¿Quién necesita saber esto?

¿Por qué es tan importante saber que Jesús expone la perdición del hermano mayor como algo
tan errado y destructivo como la perdición del hermano menor? Los hermanos mayores del
mundo necesitan verse desesperadamente a sí mismos en este espejo. Jesús les contó esta
parábola principalmente a los fariseos, para mostrarles quiénes eran e invitarlos a cambiar.
Como dijimos, el hermano menor sabía que se había alejado del padre, pero el hermano mayor
no lo sabía. Por eso es tan peligrosa la perdición del hermano mayor. Los hermanos mayores
no se dirigen a Dios y le suplican que los cure de su condición. Ellos no ven nada malo en su
condición, y eso puede ser fatal. Si sabes que estás enfermo, seguramente vas al médico; si no
sabes que estás enfermo, no vas y simplemente te mueres.
Los hermanos menores del mundo también necesitan ver esto a toda costa. Cuando
observamos la actitud del hermano mayor en la historia, comenzamos a entender una de las
razones por las que quiso marcharse el hermano menor. Actualmente, muchas personas han
abandonado todo tipo de fe religiosa porque ven con claridad que las grandes religiones están
llenas de hermanos mayores. Han llegado a la conclusión de que la religión es una de las
mayores fuentes de miseria y conflicto en el mundo. ¿Y adivina qué? Por medio de esta
parábola, Jesús dice que tienen la razón. La rabia y la superioridad de los hermanos mayores,
derivadas de la inseguridad, el miedo y el vacío interior, pueden dar paso a una gran cantidad
de personas llenas de culpa, miedo y espiritualmente ciegas, precisamente una de las mayores
causas de la injusticia social, la guerra y la violencia.
Es típico que las personas que se han alejado de la religión crean que el cristianismo no
supone ninguna diferencia. Han estado en iglesias abarrotadas de hermanos mayores y
entonces dicen que el cristianismo es simplemente otra religión. Pero Jesús dice: "No, eso no
es cierto. Todos saben que el Evangelio cristiano nos llama a abandonar la vida licenciosa del
hermano menor, pero pocos entienden que también condena el moralismo del hermano
mayor".
Nuestras grandes ciudades están llenas de hermanos menores que huyeron de iglesias
dominadas por hermanos mayores. Cuando me mudé a Nueva York a finales de los años 80
para fundar una iglesia, pensé que encontraría muchas personas seculares que no estaban
familiarizadas con el cristianismo. Y así fue, pero para mi sorpresa, encontré igual número de
personas que habían crecido en iglesias y en familias devotas, pero se habían mudado a Nueva
York para alejarse de ellas. Después de casi un año de ministerio, teníamos doscientas o
trescientas personas asistiendo a los servicios. Me pregunté quiénes estaban asistiendo a
nuestra iglesia. Después de pensarlo, respondí: un tercio de no creyentes, un tercio de
creyentes y un tercio de creyentes "convalecientes", es decir, de hermanos menores. Había
conocido tantos hermanos menores que habían sido lastimados y ofendidos por hermanos
mayores, que ni ellos ni yo estábamos seguros de si todavía creían en la fe cristiana o no.
Los ejemplos más comunes que vi de esto fueron los muchos jóvenes adultos que habían
venido de otras regiones más conservadoras de los Estados Unidos para finalizar sus estudios

28
universitarios en Nueva York. Allí conocieron al tipo de personas sobre las cuales les habían
advertido durante tantos años, de esas que tienen puntos de vista liberales sobre el sexo, la
política y la cultura. Y aunque fueron educados como creyentes, estos jóvenes eran amables,
razonables y tenían el corazón abierto. Cuando los estudiantes comenzaron a experimentar un
cambio en sus propias opiniones, descubrieron que muchas personas de su tierra natal,
especialmente en las iglesias, respondían de una forma hostil y fanática. No tardaron en
rechazar sus antiguas creencias además de su fe. Los hermanos mayores los habían convertido
en hermanos menores.
Sin embargo, descubrimos que los hermanos menores estaban dispuestos a venir a
nuestra Iglesia porque veían que nosotros distinguíamos claramente entre el Evangelio y el
moralismo religioso, y que esto les ofrecía una oportunidad para explorar el cristianismo desde
una nueva perspectiva.
Es natural que los hermanos menores crean que los hermanos mayores y el cristianismo
son exactamente lo mismo. Pero Jesús dice que no. En su parábola, Jesús hace una
deconstrucción de la religión, la cual es uno de los mayores problemas del mundo. En esta
parábola, Jesús nos dice: "¿Podrían abrirse a la posibilidad de que el Evangelio, el verdadero
cristianismo, sea algo muy diferente a la religión?". Eso les da a muchas personas la esperanza
de que exista una forma de conocer a Dios que no conduce a las patologías del moralismo y la
religiosidad.
Hay un tercer grupo de personas que necesitan entender la perdición del hermano
mayor. Existe una gran diferencia entre un hermano mayor y un verdadero cristiano que cree
en el Evangelio. Pero también hay muchos cristianos genuinos que tienden a un compor-
tamiento tipo hermano mayor. Si has llegado a Cristo y eres un hermano menor, siempre
existirá el riesgo de recaer parcialmente en las adicciones o pecados propios del hermano
menor. Si te has vuelto cristiano y eres un hermano mayor, podrías recaer con mayor facilidad
en las actitudes y en la mortandad espiritual propias del hermano mayor. Si no has entendido
plenamente el Evangelio, volverás a ser indulgente, sentencioso, ansioso, inseguro, triste e
irascible.
Los hermanos mayores tienen un trasfondo de rabia por las circunstancias de la vida,
guardan rencor durante mucho tiempo y con amargura, discriminan a personas de otras razas,
religiones y estilos de vida, experimentan la vida como una carga aplastante y sombría, tienen
poca intimidad y alegría en sus oraciones, y una profunda inseguridad que los hace ex-
tremadamente sensibles a la crítica y al rechazo. Pero a su vez, son feroces e implacables para
condenar a los demás. ¡Qué cuadro tan terrible! Y sin embargo, el camino rebelde del hermano
menor no es obviamente una alternativa mejor.
La mayoría de las personas que siguen la filosofía de la realización individual y del
autodescubrimiento no hacen un naufragio de sus vidas, como este hermano menor. La
mayoría de las personas religiosas que creen que Jesús los salvará por sus esfuerzos morales no
son tan crueles y rabiosas como este hermano mayor. ¿Está exagerando Jesús? La respuesta es

29
no; está explicando que aunque la mayoría de personas no llega a estos extremos, cada
aproximación a la vida contiene las semillas de su propia destrucción, lo que atrae a sus
adherentes a los destinos espirituales que tan bien describe.
La parábola de Jesús le produce una especie de crisis al lector atento. Él ha descrito
vívidamente los dos caminos espirituales del mundo, las formas básicas que ofrece cada uno
para encontrar la felicidad, relacionarnos con Dios y manejar nuestros problemas.
Sin embargo, Jesús señala que ambos están profundamente errados, y que son callejones sin
salida. Está claro que quiere que apliquemos una estrategia radicalmente diferente. Pero ¿cuál
es? ¿Cómo la encontramos?
Veremos la respuesta cuando comprendamos que Jesús excluyó deliberadamente a
alguien de esta parábola. Lo hizo para que lo buscáramos, y al encontrarle, encontráramos
finalmente nuestro camino.

30
CINCO

El VERDADERO HERMANO MAYOR

"Hijo mío, todo lo que tengo es tuyo".

Lo que necesitamos

¿QU É necesitamos para escapar de los grilletes de nuestro extravío, ya sea el del hermano
menor o el del hermano mayor? ¿Cómo puede cambiarse la dinámica interior del corazón de
modo que pase del miedo y la rabia a otra de alegría, amor y gratitud?
Lo primero que necesitamos es el amor que nace de Dios. Observemos cómo el padre se
dirige a cada uno de sus hijos y les expresa amor para que se acerquen a él. Él no espera a su
hijo menor a la entrada de su casa, golpeando con impaciencia el suelo con sus pies y
murmurando: "Allá viene ese hijo mío. ¡Debería pedirme perdón después de todo lo que ha
hecho!".
No hay el menor rastro de esta actitud. No, él corre y lo besa antes de que su hijo pueda
confesarse. No es el arrepentimiento lo que genera el amor del padre, sino más bien lo
contrario. El afecto generoso del padre hace que la expresión de remordimiento del hijo sea
mucho más fácil.
El padre también se dirige al enojado y resentido hermano mayor, y le suplica que vaya a
la fiesta. Esta imagen es como una espada de dos filos. Nos muestra que incluso las personas
más religiosas y morales necesitan el amor que nace de Dios, que ellas están igual de perdidas;
y nos muestra que incluso los fariseos tienen esperanzas. Esta última súplica del padre es
particularmente sorprendente si recordamos la audiencia de Jesús. Él se está dirigiendo a los
líderes religiosos que van a entregarlo a las autoridades romanas para ser ejecutado. Sin
embargo, el hermano mayor no recibe un fuerte castigo, sino una súplica amorosa para que
abandone su rabia y su superioridad moral. Jesús les habla con amor a sus enemigos más
letales.
Él no es un fariseo que habla sobre los fariseos; no pretende tener una superioridad
moral y hablar de ella. Nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Él no solo ama a las personas de
espíritu libre, que viven desenfrenadamente, sino también a las personas religiosas y
endurecidas.
Nunca encontraremos a Dios a menos que Él nos busque primero, pero siempre
debemos recordar que Él puede hacerlo de diferentes maneras. Algunas veces, Dios se nos
aparece dramáticamente, tal como lo hace con el hermano menor, y entonces tenemos una
fuerte sensación de su amor. Otras veces discute con nosotros de forma calmada y paciente
aunque continuemos dándole la espalda, como en el caso del hermano mayor. ¿Cómo saber si
Dios está obrando en ti en este momento? Si sientes tu extravío y quieres escapar de Él,

31
deberías entender que ese deseo no es algo que has producido por tus propios medios. Dicho
proceso requiere de ayuda, y si esto está ocurriendo, es una buena señal de que Dios está a tu
lado en este mismo instante.
Esta parábola también nos enseña que nuestro arrepentimiento debe ir más allá de una
simple disculpa por los pecados individuales. Cuando el hermano menor regresa, tiene una
larga lista de infracciones por las que debe expresar su remordimiento. Cuando meditamos en
el arrepentimiento, pensamos: "Si quieres reivindicarte con Dios, debes sacar la lista de tus
pecados y decirle que lamentas mucho cada uno de ellos".
El arrepentimiento no es menos que eso, pero es mucho más, porque la estrategia de la
lista no basta para abordar la condición del hermano mayor. El primogénito está perdido, fuera
del gran banquete de amor del padre y, sin embargo, su lista de infracciones está casi vacía. Él
dice: "Nunca te he desobedecido" y el padre no lo contradice; esta es la forma en que Jesús nos
muestra que el hermano mayor es virtualmente intachable en lo que se refiere al cumplimiento
de las leyes morales. ¿Cómo puede ser salvada una persona que está perdida y que no tiene
pecados en la lista?
Permíteme evitar un malentendido aquí. La historia es una gran metáfora del pecado y la
salvación, pero no podemos detenernos literalmente en cada detalle. Ni Jesús ni ningún autor
de la Biblia han sugerido que haya un solo ser humano que sea intachable, que no tenga
pecados ni defectos, salvo el mismo Jesús. Más bien, el punto es que existe una distracción
para concentrarnos únicamente en nuestras deficiencias específicas en materia de
comportamiento.
Los fariseos se sienten muy mal y se arrepienten cuando pecan. Pueden castigarse a sí
mismos y lamentar su debilidad. Sin embargo, cuando terminan de hacer esto, siguen siendo
hermanos mayores. El remordimiento y los lamentos son solo una parte del proyecto de auto
salvación. El arrepentimiento farisaico no tiene la suficiente profundidad como para abordar el
verdadero problema.
¿Cuál es ese problema? El orgullo por sus buenos actos, en vez de remordimiento por sus
malos actos, era lo que mantenía al hijo mayor fuera de la fiesta de salvación. El problema del
hermano mayor es su superioridad moral, la forma en que utiliza su historial moral para poner
a Dios y a los demás en deuda para con él a fin de controlarlos y hacer que hagan lo que él
quiere. Su problema espiritual es la inseguridad radical derivada de basar su autoimagen en sus
logros y en su comportamiento, obligándolo a afianzar continuamente su sentido de la rectitud
en el menosprecio de los demás y en el hallazgo de sus defectos. Como señaló uno de mis
profesores en el seminario, el principal obstáculo entre los fariseos y Dios "no son sus pecados,
sino sus actos buenos pero deplorables".
¿Qué debemos hacer entonces para ser salvados? Si queremos encontrar a Dios,
debemos arrepentirnos de aquello que hemos hecho mal, pero si eso es lo único que hacemos,
seguiremos siendo hermanos mayores. Para ser verdaderos cristianos, también debemos
arrepentimos de las razones por las cuales hemos obrado bien. Los fariseos solo se arrepienten

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de sus pecados, pero los cristianos también se arrepienten de las raíces mismas de su rectitud.
Debemos aprender a arrepentimos del pecado que hay debajo de todos nuestros otros pecados
y debajo de toda nuestra rectitud: el pecado de tratar de ser nuestro propio Salvador y Señor.
Debemos reconocer que depositamos nuestras esperanzas y confianza en algo diferente de
Dios, y que tanto en nuestros actos malos como en los buenos hemos tratado de evitar a Dios o
de controlarlo para conseguir esas cosas.
Solo cuando ves el deseo de ser tu propio Salvador y Señor —latente debajo de tus
pecados de tu bondad moral—, estarás a un paso de entender el Evangelio y de convertirte
realmente en un cristiano. Si entiendes que el antídoto contra la maldad no es solo la bondad,
estarás a un paso. Si aplicas esto, todo cambiará en tu vida: la forma en que te relacionas con
Dios, contigo mismo, con los demás, con el mundo, con tu trabajo, con tus pecados y con tu
virtud. Se le llama un nuevo nacimiento porque es algo muy radical.
Sin embargo, esto sólo nos lleva a lo superficial del mensaje de Jesús, y no a su corazón.
Esto nos dice de qué debemos alejarnos, pero no a qué ni a quién debemos recurrir. Hemos
visto que necesitamos el amor iniciático del Padre, y este profundo arrepentimiento del
Evangelio. Pero hay otra cosa que necesitamos para poder entrar al alegre festival de la
salvación.

¿A quién necesitamos?

En los versículos 1-3 del capítulo 1 5 , Lucas nos dice que Jesús no les contó una parábola sino
tres a los fariseos que se quejaron de su cercanía con los pecadores. La primera parábola se
llama La parábola del pastor que encuentra su oveja. Un pastor estaba cuidando un rebaño de
cien ovejas y se le perdió una. En vez de resignarse a la pérdida, el pastor sale a buscarla hasta
encontrarla. Entonces, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: "Felicítenme, porque ya
encontré la oveja que se me había perdido" (versículo 6).
La segunda parábola se llama La parábola de la mujer que encuentra su moneda. En esta
historia, una mujer tiene diez monedas de plata en su casa y pierde una. Pero ella no la da por
perdida y más bien "enciende una lámpara y barre la casa buscando con cuidado hasta
encontrarla" (versículo 8). Y cuando la encuentra, reúne a sus vecinos y amigos y les dice:
"Felicítenme, porque ya encontré la moneda que había perdido".
La tercera parábola es la historia que hemos estudiado, La parábola del padre que
perdona a su hijo.
Las semejanzas entre las tres historias son obvias. En cada parábola, se pierde algo: una
oveja, una moneda y un hijo. Y en cada una, el que pierde algo lo recupera. Y cada una de las
historias termina con una nota de alegría y celebración cuando recuperan aquello que se les ha
perdido.
Sin embargo, hay una diferencia notable entre la tercera parábola y las dos primeras. En
las dos primeras, alguien busca con cuidado lo que se ha perdido, sin dejar que nada lo

33
distraiga o se interponga en su camino. Cuando llegamos a la tercera historia y nos enteramos
de las dificultades del hijo perdido, estamos completamente preparados para esperar que
alguien salga a buscarlo. Pero nadie lo hace. Es sorprendente, y así lo quiso Jesús. Al colocar las
tres palabras juntas, está invitando a que quienes lo escuchan con atención se pregunten:
"Bueno, ¿quién debió ir a buscar al hijo perdido?". Jesús conocía muy bien la Biblia, y sabía que
al comienzo de esta hay otra historia de un hermano mayor y un hermano menor: Caín y Abel.
En esa historia, Dios le dice al resentido y orgulloso hermano mayor: 'Tú eres el guardián de tu
hermano'.
Edmund Clowney cuenta la verdadera historia de un joven soldado estadounidense que
desapareció durante un combate en la guerra de Vietnam. La familia no pudo recibir noticias
suyas por ningún canal oficial; su hermano mayor viajó a ese país y, arriesgando su vida, buscó
a su hermano perdido en las selvas y campos de batalla. Y a pesar de todos los peligros, salió
ileso, porque los dos bandos vieron su dedicación y respetaron su búsqueda. Algunos lo
llamaban simplemente "el hermano".
Esto es lo que debió haber hecho el hermano mayor en la parábola; esto es lo que habría
hecho un verdadero hermano mayor. Habría dicho: "Padre, mi hermano menor ha sido un
necio y ahora su vida está arruinada. Pero iré a buscarlo y lo traeré a casa. Y si ha malgastado la
herencia, tal como yo creo, lo traeré de regreso a mi familia aunque yo tenga que pagar por
ello".
De hecho, es solo a expensas del hermano mayor que el hermano menor puede regresar.
Porque como dijo Jesús, el padre había dividido su propiedad entre ellos antes de que el hijo
menor se marchara. Lo había repartido todo. El hermano menor recibió la tercera parte de los
bienes y luego desapareció. Ahora, cuando el padre le dice al hermano mayor: "Hijo mío, todo
lo que tengo es tuyo", está diciendo literalmente la verdad. Cada centavo que queda del
patrimonio familiar le pertenece al hermano mayor. Cada túnica, cada anillo, cada becerro
gordo es suyo por ley.
A través de los años, muchos lectores han sacado la conclusión superficial de que el
reintegro del hermano menor no suponía ningún costo ni expiación. Señalan que el hermano
menor quería restituirle lo despilfarrado a su padre, pero este no se lo permitió; fue aceptado
de nuevo en la familia sin tener que pagar nada. Esto, dicen ellos, muestra que el perdón y el
amor siempre deben ser gratuitos e incondicionales.
Pero esta es una simplificación excesiva. Si alguien te quiebra una lámpara, puedes
exigirle que pague por ella. Otra alternativa es perdonarle y comprar la lámpara con tu dinero
(o caminar por la casa en medio de la oscuridad). Imagina un caso más grave: que alguien
arruina tu reputación. De nuevo, tienes dos opciones. Puedes desquitarte hablando mal de él,
arruinando su buen nombre como una forma de restaurar el tuyo. O puedes perdonarle y
asumir la difícil labor de enmendar tu reputación sin hablar mal de él. El perdón es gratuito e
incondicional para el infractor, pero costoso para ti.

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La misericordia y el perdón deben ser gratuitos e inmerecidos para el infractor. Si este ha
hecho algo para merecerlo, entonces no es misericordia, y el perdón siempre se da a expensas
de que alguien lo ofrezca.
Mientras que el primer acto de la parábola nos muestra lo gratuito que es el perdón del
padre, el segundo nos da una idea del alto costo que tiene. La reivindicación del hermano
menor fue gratuita para él, pero tuvo un costo enorme para el hermano mayor. El padre no
podía perdonar simplemente al hermano menor; alguien tenía que pagar. El padre no podía
reivindicarlo, salvo a expensas del hermano mayor. No había otra alternativa. Pero Jesús no
incluye a un verdadero hermano mayor en la historia, a uno que esté dispuesto a pagar
cualquier precio para buscar y salvar a quien se ha perdido. Es descorazonador, porque resulta
que lo que el hermano menor tiene [al final de la historia] es un fariseo, en lugar de un
hermano.
Pero nosotros no.
Al incluir a un hermano mayor imperfecto en la historia, Jesús nos invita a imaginar y a
desear a uno verdadero.
Y lo tenemos. Piensa en el tipo de hermano que necesitamos. Necesitamos uno que no
solo vaya a un país lejano para encontrarnos, sino que venga del cielo a la tierra. Necesitamos
uno que esté dispuesto a pagar no solo una cantidad finita de dinero, sino el costo infinito de
su propia vida para llevarnos a la familia de Dios, por lo que nuestra deuda es mucho mayor.
Bien sea como hermanos mayores o menores, nos hemos rebelado contra el padre y
merecemos el aislamiento y el rechazo. El meollo de la parábola es que el perdón siempre
supone un precio: alguien tiene que pagarlo. No hay forma de que el hermano menor regrese a
casa a menos que el hermano mayor pague el precio. Nuestro verdadero hermano mayor pagó
nuestra deuda en la cruz, asumiendo nuestro lugar.
Jesús fue despojado de su túnica y de su dignidad para que pudiéramos tener una
dignidad y una posición que no merecemos. Jesús fue tratado como una persona totalmente
marginada en la cruz para que pudiéramos entrar a la familia de Dios por pura gracia. Allí, Jesús
bebió el cáliz de la justicia eterna para que nosotros pudiéramos tener el cáliz de la alegría del
Padre. No había otra manera de que el Padre celestial nos dejara entrar, salvo a expensas de
nuestro verdadero hermano mayor.
¿Cómo puede el funcionamiento interior del corazón pasar de una dinámica de miedo y
rabia a esa de amor, alegría y gratitud? Te diré cómo. Necesitas conmoverte por la visión de lo
que cuesta traerte a casa. La diferencia clave entre un fariseo y un creyente en Jesús es la
motivación que hay en el fondo del corazón. Los fariseos son buenos pero solo por una
necesidad de controlar a Dios que nace del miedo. Los fariseos realmente no lo aman ni
confían en Él. Para ellos, Dios es un jefe exigente, no un padre amoroso. Los cristianos han visto
algo que ha transformado sus corazones con respecto a Dios y pueden finalmente amar y
descansar en el Padre.

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La aclamada película Tres estaciones consiste en una serie de viñetas sobre la vida en
Vietnam después de la guerra. Una de las historias es sobre Hai, quien maneja una bicicleta
para transportar pasajeros, y sobre Lan, una hermosa prostituta. Ambos tienen deseos intensos
que no se han cumplido. Hai está enamorado de Lan, pero ella es muy cara para él. Lan vive en
una pobreza extrema y sueña con vivir en el hermoso mundo de los hoteles elegantes donde
trabaja, pero donde nunca pasa la noche. Ella sabe que el dinero que gane con la prostitución
le permitirá escapar, pero el trabajo la endurece y la esclaviza.
Hai participa en una carrera de bicicletas y gana el primer premio. Con el dinero, lleva a
Lan al hotel. Paga la noche y le paga la tarifa. Y entonces, para asombro de todos, le dice a Lan
que solo quiere verla dormir. En vez de utilizar el poder de su dinero para tener sexo con ella,
Hai lo emplea en comprarle un lugar durante una noche en el mundo normal y satisfacer así su
deseo de pertenencia. Al principio, Lan tiene muchas dificultades para aceptar, pues cree que
Hai lo ha hecho para controlarla. Cuando resulta evidente que él está utilizando su poder para
servirle a ella y no para usarla, Lan comienza a cambiar, haciendo que le sea imposible regresar
a la prostitución.
Jesucristo, que tenía todo el poder en el mundo, nos vio esclavizados por las mismas
cosas que creíamos que nos liberarían. Y entonces, se despojó de su gloria y se convirtió en un
sirviente (Filipenses 2). Dejó a un lado las infinitudes e inmensidades de su ser, y pagó la deuda
de nuestros pecados a expensas de su propia vida, comprando para nosotros el único lugar
donde nuestros corazones pueden descansar: en la casa de su Padre.
Saber que Él hizo esto nos transformará por completo, tal como lo hizo con Lan el amor
desinteresado que Hai sentía por ella. ¿Por qué no habrías de querer ofrecerte a alguien como
Él? El amor desinteresado elimina la desconfianza que hay en nuestros corazones hacia Dios y
que nos hace ser hermanos menores o hermanos mayores.
John Newton, autor del himno Sublime Gracia, escribió otro himno que expresa esto con
acierto:
Placer y deber eran opuestos, pero su belleza hemos visto y jamás se
apartarán.
Newton resume nuestro dilema en pocas palabras. La opción que tenemos parece
provenir de Dios y perseguir los deseos de nuestro corazón, como el hermano menor, o
reprimir los deseos y cumplir con nuestro deber moral, como el hermano mayor. Pero el amor
costoso y sacrificial de Jesús en la cruz cambia esto. Cuando vemos la belleza de lo que Él ha
hecho por nosotros, nuestro corazón se va tras Él. Entendemos que la grandeza, la consolación,
el honor y el amor que hemos buscado en otras cosas se encuentran aquí. La belleza también
elimina nuestro miedo. Si el Señor del Universo nos ama lo suficiente para sentir esto por
nosotros, ¿de qué habremos de tener miedo? En la medida en que "veamos su belleza", nos
libraremos del miedo y de la necesidad que nos producen el hermano menor o el hermano
mayor.
El poeta William Cowper, amigo de John Newton, expresa esta idea en otro himno:

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Ver la ley por Cristo cumplida, y escuchar su voz de perdón, convierte
al esclavo en un niño, y al deber en una opción.
Nunca dejaremos de ser hermanos menores o mayores hasta que reconozcamos nuestra
necesidad, descansemos en la fe y contemplemos maravillados la labor de Jesucristo, nuestro
verdadero hermano mayor.

37
SEIS

R EDEFINIENDO LA ESPERANZA

"SE FUE LEJOS, A OTRO PAÍS".

NUESTRA NOSTALGIA DEL HOGAR

Es importante leer la parábola del hijo perdido en todo el contexto del capítulo 15 de Lucas; sin
embargo, la historia tiene un contexto aun más amplio. Si leemos la historia a la luz del amplio
tema bíblico del exilio y del regreso, entenderemos que Jesús nos ha dado algo más que un
conmovedor relato de la redención de un individuo. Ha contado de nuevo la historia de la raza
humana y ha prometido nada menos que la esperanza para el mundo.
En la parábola de Jesús, el hermano menor viaja a un país lejano, esperando encontrar
una mejor vida, pero pronto se decepciona. Comienza a añorar su hogar, recordando la comida
en la casa de su padre. Todos hacemos lo mismo.
El "hogar" ejerce una gran influencia en la vida humana. Los extranjeros que viven en los
Estados Unidos gastan miles de millones de dólares al año para visitar su tierra natal. Los niños
que no logran encontrar un lugar al que sientan que pertenecen son incapaces de establecer
apegos en la edad adulta. Muchos de nosotros tenemos muy buenos recuerdos de épocas,
personas y lugares donde realmente nos sentíamos en casa. Sin embargo, si tenemos la
oportunidad de regresar a esos lugares que recordamos con tanto cariño, generalmente nos
decepcionaremos. Durante treinta y nueve años, mi esposa Kathy pasó el verano en la cabaña
que tenía su familia a orillas del lago Erie. El simple recuerdo de ese lugar alimentaba el espíritu
de Kathy. Pero regresar a la propiedad ya deteriorada fue una experiencia llena de melancolía.
Es como si alguien hubiera comprado la cabaña para construir un edificio de viviendas. Visitar
ese lugar supone para ella una sensación de pérdida.
Así pues, el hogar es un concepto poderoso pero esquivo. Los fuertes sentimientos que
despierta revelan una profunda nostalgia por un lugar que encaja con nosotros y nos gusta,
donde podemos ser y estar, o tal vez encontrar nuestra verdadera identidad. Sin embargo,
parece que no hay ningún lugar o familia que satisfaga estos anhelos, aunque son muchas las
situaciones que los despiertan. En la novela de John Knowles, A Separate Peace, el protagonista
descubre que las mañanas de verano en New Hampshire le producen "una sensación tan
desesperanzadora, que (se) metía de nuevo en cama para proteger(se) de ella... Quería soltar el
llanto por las punzadas de esa alegría sin remedio, las promesas intolerables o porque esas
mañanas estaban demasiado llenas de belleza...". En Al este del Edén, refiriéndose a las
montañas del centro de California, John Steinbeck dice que él quería "subir a sus cálidas
estribaciones así como uno quiere subir al regazo de la madre amada"12.
El recuerdo de un lugar parece manifestarse fuertemente en ciertas visiones, sonidos y
olores. Pero solo puede despertar un deseo que no puede satisfacerse. Muchas personas de mi
iglesia me han comentado lo decepcionantes que resultan la Navidad y el día de Acción de
Gracias para ellos. Se preparan para estas festividades, esperando que finalmente este año la
reunión de la familia en ese lugar importante les brinde la experiencia de la calidez, la alegría,

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el bienestar y el amor que esperan. Pero esto casi siempre fracasa, aplastado por el peso de
nuestras esperanzas imposibles.
Hay una palabra alemana que expresa este concepto: Sehnsucht. Aunque los diccionarios
nos dicen que no existen sinónimos en otros idiomas, la palabra denota una profunda añoranza
o nostalgia, pero en un sentido trascendente. El escritor que más habló sobre esta "nostalgia
espiritual" fue C. S. Lewis en su famoso sermón "El peso de la gloria". Lewis narra muchas
experiencias similares a las descritas por Steinbeck y Knowles, y luego dice:
Nuestro recurso más frecuente es llamarlo belleza y actuar como si eso sellara el
asunto. El recurso de Wordsworth consistió en identificarlo con ciertos momentos
de nuestro pasado. Pero todo esto es un engaño. Si Wordsworth hubiera regresado
a esos momentos del pasado, no habría encontrado la cosa en sí, sino el
recordatorio de ella; lo que él recordaba resultaría siendo precisamente un
recuerdo. Los libros o la música donde creíamos que descansaba la belleza nos
traicionarán si nos confiamos a ellos; la belleza no estaba en ellos, solo llegó a
través de ellos, y lo que nos llegó a través de ellos fue la nostalgia. Estas cosas —la
belleza, el recuerdo de nuestro propio pasado— son imágenes apropiadas de lo
que realmente deseamos; pero si son tomadas erróneamente por la cosa en sí,
terminan siendo ídolos falsos, destrozando así el corazón de sus adoradores. Pues
ellos no son la cosa en sí... Ahora despertamos para descubrir... que hemos sido
simples espectadores. La belleza ha sonreído, pero no nos ha recibido; su rostro
miraba hacía nosotros, aunque no para vernos. No hemos sido aceptados,
bienvenidos, ni recibidos...
Nuestra nostalgia de toda la vida, nuestro anhelo de reunimos con algo en el universo de
lo que nos sentimos separados, estar en el interior de alguna puerta que siempre hemos
visto desde afuera, no es un simple capricho neurótico, sino el indicio más certero de
nuestra verdadera situación13.
Parece haber un sentido entonces en el que todos somos como el hermano menor. Todos
somos exiliados, añorando siempre nuestro hogar. Siempre estamos viajando, pero no
llegamos nunca. Las casas y familias en las que habitamos actualmente son solo posadas a lo
largo del camino, pero no son nuestro hogar. Nuestro hogar nos evade continuamente.
¿Por qué el "hogar" es tan poderoso y al mismo tiempo tan esquivo para nosotros?
Podemos encontrar la respuesta si examinamos uno de los temas predominantes de la Biblia.
La experiencia que hemos estado describiendo es el rastro que hay en nuestras almas de esta
historia mucho más amplia.
Al comienzo del Génesis, comprendemos la razón por la que todas las personas nos
sentimos como exiliadas, como si nunca estuviéramos en casa. Se nos dice que fuimos creados
para vivir en el jardín de Dios. Ese fue el mundo para el cual fuimos creados, un lugar donde no
había separación del amor, ni decadencia, ni enfermedad. Era todas estas cosas porque era la
vida frente al rostro de Dios, en su presencia. Estábamos allí para adorar y servir a su majestad
infinita, y para saber, disfrutar y reflejar su belleza también infinita. Ese fue, sin embargo,
nuestro hogar original, el verdadero país para el cual fuimos creados.
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13
C. S. Lewís. The Weight of Glory and Other Addresses (Simón and Schuster, 1996), pp.
28-29, 35-36.

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No obstante, la Biblia nos enseña que, al igual que en la parábola de Jesús, Dios era el
padre de ese hogar y que nosotros estábamos molestos bajo su autoridad.
Queríamos vivir sin la interferencia de Dios, entonces nos alejamos de Él y perdimos nuestro
hogar por la misma razón por la cual el hermano menor perdió el suyo. El resultado fue el
exilio.
La Biblia dice que desde aquel entonces hemos estado errando como exiliados
espirituales. Es decir, hemos estado viviendo en un mundo que ya no satisface nuestros
anhelos más profundos. Aunque deseamos tener unos cuerpos que "corran y no se cansen",
nos hemos vuelto susceptibles a las enfermedades, al envejecimiento y a la muerte. Aunque
necesitamos un amor duradero, todas nuestras relaciones están sujetas a la entropía inevitable
del tiempo y se desvanecen en nuestras manos. Incluso las personas que permanecen fieles a
nosotros mueren y nos abandonan, o nosotros morimos y los abandonamos. Aunque
queremos marcar una diferencia por medio de nuestro trabajo, sentimos una frustración sin
límites. Nuestros sueños y esperanzas nunca se materializan por completo. Podemos
esforzarnos en recrear el hogar que hemos perdido, pero como dice la Biblia, este solo existe
en la presencia del Padre Celestial de quien nos hemos alejado.
Este tema es expuesto una y otra vez en la Biblia. Después del exilio de Adán y Eva, su
hijo Caín fue obligado a errar sin descanso, tras haber asesinado a su hermano Abel.
Posteriormente, Jacob engañó a su padre y a su hermano y marchó al exilio durante varios
años. Luego, su hijo José y su familia fueron llevados a Egipto después de una hambruna. Allí,
los israelitas fueron esclavizados hasta que, gracias a Moisés, regresaron a su tierra ancestral.
Varios siglos después, David, antes de ser rey, vivió perseguido como un fugitivo. Finalmente,
todo el pueblo de Israel fue exiliado de nuevo, al ser tomado cautivo y llevado a Babilonia por
el rey Nabucodonosor.
No es ninguna coincidencia que una historia tras otra contenga el patrón del exilio. El
mensaje de la Biblia es que el género humano es un grupo de exiliados que intentan regresar a
casa. La parábola del hijo pródigo se refiere a cada uno de nosotros.

L a d i f i c u l t a d d e l r e gr e s o
"El hogar —dijo Robert Frost en La muerte del jornalero— es donde, una vez que vas allá,
tienen que recibirte". Sin embargo, el hermano menor sabe que un regreso exitoso no es
inevitable. ¿Por qué? Porque sus pecados han creado una barrera y él no sabe cómo
atravesarla. Él sabe que puede ser rechazado y obligado a permanecer en el exilio. Del mismo
modo, la Biblia muestra los grandes obstáculos que tenemos para nuestro regreso a casa como
especie humana.
Durante el exilio en Babilonia, los profetas de Israel vaticinaron un regreso triunfal a casa
por medio de la gracia de Dios. Finalmente, al pueblo de Israel se le permitió salir de Babilonia y
regresar a su tierra natal. Solo una minoría de los judíos regresó a Palestina, donde continuaron
bajo el dominio persa. Entonces, una potencia mundial tras otra invadió y controló a Israel;
primero fue Grecia, luego Siria y finalmente Roma.
El pueblo todavía estaba oprimido. Todos los pequeños éxodos y regresos a casa
narrados en la Biblia no lograron ser el regreso final y completo que habían prometido los

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profetas y que todo el mundo había anhelado. ¿Por qué? Una de las razones fue el
quebrantamiento dentro de los seres humanos. Israel en particular y la raza humana en general
todavía estaban inmersos en el egoísmo, el orgullo y el pecado. Estamos oprimidos por
conflictos dentro de nuestros corazones, así como por las constantes batallas y guerras con
naciones vecinas. Necesitamos un cambio radical en nuestra naturaleza.
La segunda razón es el quebrantamiento alrededor de los seres humanos. La condición
del "exilio" es mucho más amplia que la simple inmoralidad humana. Según la Biblia, vivimos en
un mundo natural que ha caído en desgracia. No fuimos creados para vivir en un mundo de
enfermedades y desastres naturales, donde todo decae y muere, incluyéndonos nosotros
mismos. Este mundo, tal como existe en la actualidad, no es el lugar que anhelamos. Un
verdadero regreso a casa implica un cambio radical no solo en la condición humana, sino
también en el tejido mismo del mundo material. ¿Cómo puede lograrse tal cosa?
Durante la época del ministerio de Jesús, muchos en Israel comprendieron que a pesar de
regresar de Babilonia, la nación todavía estaba en el exilio. La injusticia y la opresión, la pérdida
y la aflicción aún dominaban la vida nacional. El verdadero regreso a casa no había tenido lugar.
Por lo tanto, muchos comenzaron a pedirle esto a Dios, pero lo concibieron como una
liberación nacional y política para Israel. Se creyó que el Mesías, el rey que redimiría a Israel,
sería una figura con una gran fortaleza militar y poder político. Acudiría a su pueblo, sería
reconocido y recibido por ellos, y entonces los conduciría a la victoria.
Luego apareció Jesús y señaló que Él estaba trayendo "el reino de Dios" (Marcos 1, 15).
Las personas se apretujaron ansiosamente alrededor para observarlo y escucharlo, pero nada
en él llenó sus expectativas. No había nacido en un palacio detrás de una cortina real, sino en
un establo en medio de la paja, lejos de casa.
Durante su ministerio, anduvo sin establecerse en ningún lugar y dijo: "Las zorras tienen
cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza"
(Mateo 8, 20). Permaneció completamente alejado de los circuitos sociales del poder político y
económico. Ni siquiera persiguió credenciales académicas o religiosas. Y al final de su vida, fue
crucificado fuera de las puertas de la ciudad, un fuerte símbolo de rechazo y de exilio por parte
de la comunidad. Y cuando agonizaba, dijo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?" (Mateo 27, 46); un grito terrible de desamparo y de falta de un hogar espiritual.
¿Qué había sucedido? Jesús no había venido simplemente a rescatar a una nación de la
opresión política, sino a salvarnos a todos nosotros del pecado, del mal y de la muerte. Él vino a
llevar la raza humana a Casa. Por lo tanto, no lo hizo por medio de la fortaleza, sino por medio
de la debilidad. Él vino y vivió en carne propia el exilio que merecíamos. Fue expulsado de la
presencia del padre, fue arrojado a la oscuridad, al desespero absoluto de la alienación
espiritual, en nuestro lugar. Cargó con toda la maldición de la rebelión humana, de la falta de
un hogar cósmico, para que nosotros pudiéramos ser recibidos en nuestro verdadero hogar.

El festín al final de la historia


Jesús no solo murió, sino que se levantó del sepulcro al tercer día. Derrotó al poder de la
muerte (Hebreos 2, 14). "Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, porque
la muerte no podía tenerlo dominado" (Hechos 2, 24). Como Jesús pagó con su muerte la falta
cometida por nuestros pecados, ha logrado una victoria sobre las fuerzas de la muerte, de la

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decadencia y del desorden que impiden que el mundo sea nuestro verdadero hogar. Algún día,
Él regresará para hacer que esta victoria sea completa. Isaías escribe:
¡Aquí está su Dios para salvarlos...! Entonces los ciegos verán y los sordos
oirán; los lisiados saltarán como venados y los mudos gritarán. (...) Por ese
camino, volverán los libertados, los que el Señor ha redimido; entrarán en Sión
con cantos de alegría, y siempre vivirán alegres. Hallarán felicidad y dicha, y
desaparecerán el llanto y el dolor (Isaías 35).
Al final de la historia de los hijos pródigos, hay una fiesta de bienvenida. Lo mismo sucede
al final del libro del Apocalipsis, donde se celebra una fiesta, las bodas del Cordero (Apocalipsis
19). El Cordero es Jesús, quien fue sacrificado por los pecados del mundo para que pudiéramos
ser perdonados y llevados a casa. Esta fiesta tiene lugar en la Nueva Jerusalén, la Ciudad de
Dios que desciende del cielo para llenar la tierra (Apocalipsis 21-22). Se nos habla de la
presencia misma de Dios en esta ciudad, y lo mismo sucede, notablemente, con el árbol de la
vida, cuyas hojas ahora sirven para "sanar a las naciones" (Apocalipsis 22, 2). El árbol de la vida,
por supuesto, estaba en el Jardín del Edén. Al final de la historia, toda la tierra se ha convertido
de nuevo en el Jardín de Dios. La muerte, la decadencia y el sufrimiento han desaparecido. Las
naciones ya no están en guerra. "Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni
llanto, ni lamento ni dolor, porque todo lo que antes existía ha dejado de existir" (Apocalipsis
21, 4).
Jesús, a diferencia del fundador de cualquier otra religión, ofrece esperanza para la vida
humana cotidiana. Nuestro futuro no es una forma de conciencia etérea e impersonal. No
flotaremos en el aire; más bien comeremos, nos abrazaremos, cantaremos, nos reiremos y
bailaremos en el reino de Dios, con unos niveles de poder, gloria y alegría que actualmente no
podemos imaginar.
Jesús hará que el mundo sea de nuevo nuestro hogar perfecto. Ya no viviremos "al este
del Edén", siempre errando y nunca llegando. Llegaremos, y el Padre nos recibirá y abrazará, y
entraremos a la fiesta.

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SIETE

EL FESTIN DEL PADRE

"OYÓ LA MÚSICA Y EL BAILE".

Si creemos en el Evangelio, confiamos en la obra de Jesús y recibimos una nueva identidad y


relación con Dios, ¿qué pasará entonces? ¿Cómo cambiará nuestra vida si la vivimos de
acuerdo con el mensaje de Jesús sobre el pecado, la gracia y la esperanza?
En las predicciones de Isaías sobre el nuevo cielo y la nueva tierra, señala que, al igual que
todos los regresos, este último estará marcado por un banquete (Isaías 25). Jesús también
describe constantemente como una fiesta la salvación que nos trae. "Y les digo que muchos
vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a comer con Abraham, Isaac y Jacob en el reino
de Dios" (Mateo 8, 11). Él dejó una comida, lo que actualmente llamamos la Cena del Señor o
Eucaristía, como una señal de su gracia salvadora. Y, por supuesto, la parábola de Jesús sobre
los hijos perdidos termina con un banquete que representa el gran festival de Dios al final de la
historia.
¿Por qué Él nos habla así? Porque no hay mejor forma de transmitir con elocuencia lo que
significa llevar una vida basada en su obra salvífica. Hay cuatro formas de experimentar una
fiesta que corresponden a las formas cómo nuestras vidas serán moldeadas por el mensaje del
Evangelio de Jesús.

L a s a l va c i ó n e x p e r i m e n t a d a
Una fiesta es un lugar donde nuestros apetitos y sentidos —la vista, el olfato, el oído y el
gusto— son saciados. En Juan 2, se nos dice que Jesús estaba en una fiesta de bodas donde el
vino se había acabado muy temprano. Tanto la pareja de esposos como el "maestro del
banquete", lo que nosotros llamaríamos el maestro de ceremonias, corrían el riesgo de sufrir
una humillación social. Sin embargo, en su primer ejercicio público de poder divino, Jesús
convirtió varias tinajas de agua en vino. De manera sorprendente, Juan el evangelista llama a
este milagro una "señal", el significado de aquello en lo que consistía el ministerio de Jesús.
¿Por qué fue este su acto inaugural? ¿Por qué Jesús, a fin de transmitir lo que había venido a
hacer, eligió convertir 570 litros de agua en un maravilloso vino para que continuara la fiesta?
La respuesta es que Jesús vino para traernos una alegría festiva. Él es el auténtico, el
verdadero "Maestro del Banquete", el Señor de la Fiesta. Como lo hemos visto, Jesús pagó por
nuestros pecados, poniéndose en nuestro lugar. Por lo tanto, los teólogos cristianos han
hablado del aspecto jurídico de la salvación de Jesús. Él sella para nosotros el veredicto legal de
"no culpables", de modo que ya no tengamos que responder legalmente por nuestras
fechorías. Sin embargo, la salvación no solo es objetiva y legal, sino también subjetiva y
experiencial. La Biblia insiste en utilizar un lenguaje sensorial con respecto a la salvación. Nos
invita a "degustar y ver" que el Señor es bueno, y no sólo a aceptar y creer en esto. En su
famoso sermón, "Una luz divina y sobrenatural", Jonathan Edwards dice:
Hay una diferencia entre creer que Dios es un Dios santo y es un Dios de gracia, y tener
una nueva sensación en nuestro corazón sobre la belleza y el encanto de esa gracia y

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santidad. La diferencia que hay entre creer que Dios está lleno de gracia y probar esta
cualidad suya es tan distinta como creer de forma racional que la miel es dulce y obtener
la sensación real de su dulzura14.
La salvación de Jesús es una fiesta y, por lo tanto, cuando creemos y confiamos en su
labor por nosotros, él se hace real en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo. Su amor
es como la miel o el vino. En vez de creer únicamente que él nos ama, podemos llegar a sentir
la realidad, la belleza y el poder de su amor. Su amor puede ser más real para ti que el amor de
cualquier otra persona. Puede deleitarte, inundarte y consolarte. Esto te emancipará y te
liberará del miedo, como ninguna otra cosa.
Esto es lo que marca toda la diferencia: si estás lleno de culpa y vergüenza, no solo
necesitas creer en el concepto abstracto de la misericordia de Dios, sino que también debes
sentir la dulzura de su misericordia en el paladar de tu corazón. Entonces, sabrás que eres
aceptado. Si estás lleno de preocupación y ansiedad, no solo necesitas creer que Dios tiene el
control de tu historia, sino que debes ver su majestad deslumbrante con los ojos de tu corazón.
Entonces, sabrás que tiene el control de todo.
¿Realmente es posible tener ese tipo de experiencia? Esto les parece más difícil a algunas
personas que a otras porque tienen un temperamento más racional y controlado. Creo que
otras personas están tan sedientas de las experiencias místicas que leen toda intuición y
sensación intensa como una "palabra del Señor". En resumen, la mayoría de nosotros estamos
muy ansiosos o muy poco ansiosos de lo que nos ofrece Jesús. Pero Él nos ofrece acceso a la
presencia del Padre. Es solo un anticipo, y tiene muchos altibajos a través de los años, mientras
rezamos y buscamos su rostro con ayuda del Espíritu. Sin embargo, podemos alcanzarlo. El
compositor de himnos Isaac Watts habla de esto con las siguientes palabras: "El monte de Sión
nos da mil dulzuras sagradas antes de que lleguemos a los campos celestiales o caminemos por
las calles de oro".

L a s a l va c i ó n e s m a t e r i a l

Una comida es una experiencia física, Jesús dejó una comida, la Cena del Señor, para ser
recordado por ella, y la meta final de la historia es una comida, la fiesta de las bodas del
Cordero (Apocalipsis 19). Cristo resucitado cenó con sus discípulos al encontrarse con ellos
(Lucas 24, 42-43; Juan 21,9). ¿Qué significa esto? Es una señal de que este mundo material es
importante para Jesús.

El libro del Génesis nos dice que cuando Dios creó el mundo, observó su creación física y
dijo que era "buena". Él ama y cuida el mundo material. El hecho de la resurrección de Jesús y
la promesa de un nuevo cielo y de una nueva tierra nos muestran con claridad que a él le sigue
importando. Este mundo no es simplemente un escenario para relatos de conversiones
individuales que son desechadas al final cuando todos vamos al cielo.

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14
W. Kimnach. K. Minkema, D. Sweeney, eds, The Sermons o/Jonathan Ed- wards: A
Reader (Yale, 1999), pp. 127-128.

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No; el verdadero propósito de Jesús no solo es la salvación individual y el perdón de los peca-
dos, sino también la renovación de este mundo, el fin de la enfermedad, la pobreza, la
injusticia, la violencia, el sufrimiento y la muerte. El clímax de la historia no es una forma
elevada de la conciencia incorpórea, sino una fiesta. Dios creó el mundo con todos sus colores,
sabores, luces, sonidos, con todas sus formas de vida, viviendo en sistemas independientes
entre sí. El mundo ahora está estropeado, manchado y fracturado, y Él no descansará hasta
repararlo.
Si el mundo material fuera solo una ilusión, como dice la filosofía oriental, o solo una
copia temporal del verdadero mundo de las ideas, como afirma Platón, entonces todo lo que
sucediera en este mundo o en esta vida no tendría importancia. Lo único que importaría serían
los asuntos del alma o del espíritu. Sin embargo, Jesús no solo fue salvado "en espíritu", sino
que también resucitó en cuerpo. Dios creó tanto al alma como al cuerpo, y redimirá tanto al
alma como el cuerpo. Todo lo referente al ministerio de Jesús demostró este hecho. Jesús no
solo predicó la palabra, sino que también curó al enfermo, alimentó al hambriento y atendió las
necesidades de los pobres.
En Mateo 25, Jesús describe el Día del Juicio. Muchos estarán allí y lo llamarán "Señor",
pero Jesús dice de manera sorprendente que si ellos no han servido al hambriento, al
refugiado, al enfermo y al prisionero, entonces no lo habrán servido a él (Mateo 25, 34-40).
Esto no supone una contradicción con respecto a lo que hemos escuchado de Jesús en la
parábola del hijo pródigo. Él no está diciendo que solo los trabajadores sociales van al cielo. En
realidad, está diciendo que la señal inevitable por la cual sabes que eres un pecador salvado
por la gracia pura es tener una gran conciencia social y una vida pletórica en actos de servicio a
los pobres. Los hermanos menores son demasiado egoístas y los hermanos mayores tienen
demasiadas pretensiones de superioridad moral como para interesarse por los pobres.
Por lo tanto, el cristianismo es tal vez la más material de todas las religiones. Los milagros
de Jesús no fueron violaciones del orden natural, sino una restauración del mismo. Dios no creó
un mundo donde existieran la ceguera, la lepra, el hambre y la muerte. Y los milagros de Jesús
fueron señales de que todas estas corrupciones de su creación serán abolidas algún día. Por lo
tanto, los cristianos pueden hablar de la salvación del alma y de construir sistemas sociales que
permitan unas calles más seguras y unos hogares más cálidos en la misma frase. Y todo esto
con integridad.
Jesús detesta el sufrimiento, la injusticia, la maldad y la muerte, a tal punto, que vino y
experimentó todo esto para derrotarlo y erradicarlo algún día. Al saber esto, los cristianos no
pueden tener una actitud pasiva con respecto al hambre, la enfermedad y la injusticia. Karl
Marx y otros han señalado que la religión es "el opio del pueblo". Es decir, que es un sedante
que hace que la gente sea pasiva con respecto a la injusticia, porque existe la promesa de cielo
y con eso basta". Esto puede ser cierto en el caso de algunas religiones que pregonan que este
mundo materia! es ilusorio o sin importancia. No obstante, el cristianismo enseña que Dios
odia tanto el sufrimiento y la opresión de este mundo material, que estuvo dispuesto a involu-
crarse en él y luchar contra estos males. Propiamente entendido, el cristianismo no es de
ninguna manera el opio del pueblo. Al contrario, es semejante a la sal de amoníaco, conocida
por sus poderes reanimadores.

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L a s a l va c i ó n e s i n d i vi d u a l

Una comida estimula el crecimiento gracias a su poder nutritivo. La Cena del Señor, también
llamada Comunión o Eucaristía, representa el crecimiento continuo en la gracia de Dios. Para
poder sobrevivir y crecer, los seres humanos tenemos que comer y beber con frecuencia. Esto
es lo que debemos hacer con el Evangelio de la gracia de Dios. Debemos apropiarnos personal-
mente de él, haciendo que tenga más y más importancia en todo lo que vemos, pensamos y
sentimos. Es así como crecemos espiritualmente en la sabiduría, el amor, la alegría y la paz.
La religión funciona según el principio de "obedezco, por lo tanto soy aceptado por Dios".
El principio operativo básico del Evangelio es: "Soy aceptado por Dios gracias a la labor de
Jesucristo: por lo tanto, obedezco". Como hemos visto, creer en el Evangelio es la forma como
una persona hace su primera conexión con Dios. Nos da una nueva relación con Dios y una
nueva identidad. Sin embargo, no debemos suponer
que lo único que deben hacer los cristianos es creer en el mensaje del Evangelio. Un aporte
fundamental de Martín Lutero es que la "religión" es la modalidad por defecto del corazón
humano. Tu computador funciona automáticamente en modalidad por defecto, a menos que le
digas que haga otra cosa. Así también, Lutero dice que, incluso después de que el Evangelio nos
haya convertido, nuestro corazón volverá a funcionar basado en otros principios, a menos que
lo sincronicemos de manera deliberada y repetida en la modalidad del Evangelio.
Buscamos —de manera habitual e instintiva— otras cosas además de Dios y de su gracia
como nuestra justificación, esperanza, significado y seguridad. Creemos en el Evangelio a un
nivel, pero no creemos en él a otro más profundo. La aprobación humana, el éxito profesional,
el poder y la influencia, la familia y la identidad de clan, son cosas que sirven como el "fondo
funcional" de nuestro corazón más que lo que hizo Cristo y, como resultado, seguimos siendo
gobernados en alto grado por el miedo, la rabia y la falta de autocontrol. No podemos cambiar
estas cosas con la simple voluntad de poder, aprendiendo los principios bíblicos y tratando de
aplicarlos. Solo podemos cambiar de forma permanente si llevamos con mayor profundidad el
Evangelio a nuestro entendimiento y a nuestros corazones. Debemos alimentarnos del Evan-
gelio, digiriéndolo y haciéndolo parte de nosotros. Es así como crecemos.
¿Cómo funciona esto? Es algo que se manifiesta de muchas maneras. Es probable que
quieras ser más generoso con tu dinero. Esto no sucederá simplemente presionando tu
voluntad para hacerlo. Más bien, deberías reflexionar en las cosas que te impiden dar de un
modo más radical. Para muchos de nosotros, tener mucho dinero nos permite obtener la
aprobación y el respeto de los demás, y creer que tenemos control sobre nuestras vidas. El
dinero se convierte así no solo en una cosa, sino en algo en lo que nuestro corazón deposita su
confianza y sus esperanzas. Veamos cómo San Pablo, a través de su carta, ayudó a los corintios
a crecer en la gracia de la generosidad. Él no ejerce una presión directa sobre la voluntad,
diciendo: "Soy un apóstol y este es el deber de ustedes para conmigo", ni una presión directa
sobre las emociones, contándoles cuánto sufren los pobres y recordándoles a los corintios que
ellos tienen mucho más que quienes sufren. En realidad, él dice: "Porque ya saben ustedes que
nuestro Señor Jesucristo, en su bondad, siendo rico se hizo pobre por causa de ustedes, para
que por su pobreza fueran ustedes enriquecidos" (2 Corintios 8, 9). Pablo los está remitiendo al
Evangelio. Está diciendo: "Piensen en su gracia espléndida hasta que ustedes estén dispuestos
a dar como Él lo hizo".

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Es probable que quieras consolidar tu matrimonio. En Efesios 5, Pablo habla a las
esposas, pero especialmente a los esposos. Muchos de sus lectores tenían una mala actitud en
sus matrimonios debido a sus orígenes paganos. El matrimonio en la sociedad predominante
era visto principalmente como una transacción comercial: había que casarse tan "bien" como
fuera posible para obtener una posición social y económica. La gratificación sexual se buscaba
en otra parte. Adicionalmente, a los hombres se les enseñaba a despreciar a las mujeres y a no
considerarlas como pares ni como amigas. Sin embargo, Pablo quiere invitar a los esposos a ser
no solo fieles en términos sexuales, sino también a amar y respetar a sus esposas, y a ayudarles
a crecer personal y espiritualmente. Esta fue una actitud completamente nueva hacia el
matrimonio.
Es de notar la forma como Pablo motiva a sus lectores. De nuevo, no amenaza ni exhorta,
así como tampoco esgrime algún ejemplo ideal para que lo imiten. En realidad, él describe
vívidamente la salvación de Jesús como un amor sacrificial y conyugal. "Esposos, amen a sus
esposas como Cristo amó a la Iglesia y dio su vida por ella... para presentársela a sí mismo como
una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni nada parecido". Jesús no nos ama porque seamos
hermosos; somos hermosos gracias al amor sacrificial de Jesús. Él es el cónyuge por excelencia
para nosotros, nuestro "novio" en el Evangelio.
La solución para la avaricia está en una reorientación hacia la generosidad de Cristo en el
Evangelio, donde volcó su fortuna hacia ti. No tienes por qué preocuparte por el dinero, pues la
cruz demuestra que Dios cuida de ti y te ofrece toda la seguridad que necesitas. El amor y la
salvación de Jesús te confieren un estatus notable que no puede darte el dinero. La solución a
un mal matrimonio es orientarlo de nuevo al amor radical y conyugal de Cristo en el Evangelio.
"No cometerás adulterio" cobra sentido en el contexto del amor conyugal de Jesús,
especialmente en la cruz, donde fue completamente fiel a ti. Solo si conoces el amor conyugal
de Cristo tendrás una verdadera fortaleza contra la lujuria. Su amor es completamente sa-
tisfactorio, y te impide buscar en la sexualidad aquello que solo Jesús puede darte.
¿A dónde nos conduce todo esto? Lo que te hace fiel o generoso no es solo un esfuerzo
redoblado por seguir las reglas morales. En realidad, todo cambio proviene de profundizar tu
entendimiento en la salvación de Cristo y de vivir los cambios que dicho entendimiento genera
en tu corazón. La fe en el Evangelio reestructura nuestras motivaciones, nuestro entendi-
miento de nosotros mismos, nuestra identidad y visión del mundo. Sin un cambio en el
corazón, el cumplimiento de las normas será superficial y fugaz.
Por lo tanto, el Evangelio no solo es el ABC de la vida cristiana, sino el "A a la Z" de esta.
Nuestros problemas surgen principalmente debido a que no recurrimos continuamente al
Evangelio para trabajar en él y vivirlo. Fue por eso que Martín Lutero escribió: "La verdad del
Evangelio es el artículo principal de toda la doctrina cristiana... Más necesario es que
conozcamos bien este artículo, se lo enseñemos a los demás y se lo recordemos
continuamente"15.
"Espera —he escuchado objetar a ciertas personas—, ¿Quieres decir que para crecer en
Cristo, primero debes repetirte constantemente la gracia con la que Él te ama y acepta? Esa no
parece ser la mejor forma de progresar.
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15 Martín Lutero, /4 Commentary on St. Paul's Epistle to the Calatians (James Clar- ke, 1953), p.
101.

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Tal vez la motivación de la religión fuera negativa, ¡pero por lo menos era eficaz! Sabías que
tenías que obedecer a Dios porque si no lo hacías, Él no respondería tus plegarias ni te llevaría
al cielo. Pero si apartas a un lado ese miedo y hablas tanto sobre la gracia sin costo alguno y la
aceptación sin merecerla, ¿qué incentivos tendrías para llevar una vida buena?
Parece como si esta forma de vivir el Evangelio no hiciera que las personas fueran tan fieles y
diligentes como para cumplir ciegamente la voluntad de Dios".
Pero, si luego de haber perdido el miedo al castigo, también has perdido dos incentivos
para llevar una vida obediente, ¿cuál fue entonces y ante todo tu motivación? Solo pudo haber
sido el miedo. ¿Qué otro incentivo hay? Un amor asombrado y agradecido.
Hace unos años, conocí a una mujer que comenzó a asistir a la Iglesia del Redentor de la
cual soy ministro. Ella dijo que siendo una niña había ido la iglesia y que siempre había
escuchado que Dios solo nos acepta si somos lo suficientemente buenos y éticos. Nunca había
escuchado el mensaje que estaba oyendo ahora, en el sentido en que podemos ser aceptados
por Dios por pura gracia, mediante la labor de Cristo, sin importar lo que hagamos o hayamos
hecho.
Ella dijo: "Esa es una idea aterradora. En un sentido es buena, pero a fin de cuentas es
aterradora".
Yo quedé intrigado. Le pregunté qué tenía de aterradora la gracia gratuita e inmerecida.
Ella me respondió algo así como: "Si yo hubiera sido salvada por mis buenos actos, entonces
habría un límite a lo que Dios pudiera pedirme o exponerme. Sería como una contribuyente
tributaria con derechos. Habría cumplido con mi deber y merecería tener cierta calidad de vida.
Pero si realmente es cierto que soy una pecadora salvada sólo por gracia pura —a un costo
infinito para Dios—, entonces no hay nada que Él no pueda pedirme". Ella pudo ver de
inmediato que la maravillosa enseñanza más allá de toda creencia de la salvación por la gracia
pura constaba de dos aspectos. El primero era que eliminaba el miedo esclavizante. Dios nos
ama libremente a pesar de nuestros defectos y fracasos. Sin embargo, ella también sabía que si
Jesús realmente había hecho esto por ella, ya no se pertenecía a sí misma; fue comprada por
un precio.
A través de los años, he escuchado a muchas personas que dicen: "Si creyera que fui
salvado por la gracia pura, y no por mis buenos actos, entonces podría vivir como yo quisiera".
Pero esto sería vivir como si la parábola de Jesús solo tuviera un acto, y no dos. Sí, la gracia de
Dios es gratuita, pero también es infinitamente costosa. A Dietrich Bonhoeffer le consternó la
forma como muchas personas de la Iglesia alemana capitularon ante Hitler a comienzos de los
años 30, y en respuesta a ello escribió su gran obra El costo del discipulado. En él, nos advirtió
sobre los peligros de lo que llamó la "gracia barata", la enseñanza que señala únicamente que
la gracia es gratuita y que, por lo tanto, realmente no importa cómo vivamos. La solución, dijo
él, no consistía en regresar al legalismo, sino en concentrarnos en la seriedad con que Dios
asume el pecado y la forma como pudo salvarnos del pecado a un costo infinito para Él.
Entender esto es algo que debe moldear nuestras vidas profundamente. No seremos capaces
de vivir de una forma egoísta y cobarde. Saldremos en defensa de la justicia y nos
sacrificaremos por el prójimo. Y no nos importará el costo de seguir a Cristo cuando lo
comparemos con el precio que Él pagó por rescatarnos.

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Un texto bíblico que alude a esto es La parábola del sembrador, que encontramos en
Mateo 13. El Evangelio, que predica la palabra de Dios, es equiparado a un sembrador de
semillas. Hay tres grupos de personas que "reciben" y aceptan el Evangelio, pero en dos de los
grupos no se produce un cambio de vida. Un grupo de personas no tiene la resistencia ni la
paciencia para manejar el sufrimiento, mientras que otro grupo sigue llevando una vida ansiosa
y materialista. El único grupo que cambia sus vidas no es el que se ha esforzado más y ha sido
más obediente, sino el que "oye el mensaje y lo entiende" (Mateo 13, 23). Bonhoeffer insistió
en que las personas que no cambian sus vidas por la gracia de Dios, realmente, no entienden su
costo, y, por lo tanto, realmente no entienden el Evangelio. Es cierto que tienen una idea
general del amor universal de Dios, pero no una verdadera comprensión de la seriedad del
pecado ni del significado de la labor de Cristo por nosotros.
Al final, la antigua fórmula de Martin Lutero resume esto con acierto: "Solo somos
salvados por la fe (no por nuestras obras), pero no por la fe que permanece sola". No podemos
hacer nada para merecer la gracia y el favor de Dios, sólo podemos creer que nos ha dado esto
en Jesucristo y recibirlo por fe. Pero si realmente creemos y confiamos en aquél que nos sirvió
de forma sacrificial, esto nos hará servir a Dios y a nuestro prójimo de forma sacrificial. Si
decimos "Creo en Jesús", pero esto no afecta nuestra forma de vida, la respuesta no es que
necesitamos sumarle un trabajo intenso a nuestra fe, sino que realmente hayamos entendido a
Jesús o creído en Él.

La salvación es comunal
Las festividades son comunales por naturaleza. No hay reunión, encuentro familiar, boda ni
ningún otro evento social significativo que esté completo si no hay comida. Cuando invitamos a
alguien a comer con nosotros, es una invitación para relajarnos un poco y para conocernos
mutuamente. En muchas culturas, invitar a alguien a comer significa ofrecerle la amistad.
Vivimos en una cultura donde los intereses y deseos del individuo tienen preponderancia
sobre los de la familia, grupo o comunidad. En consecuencia, un alto porcentaje de personas
quieren crecer espiritualmente sin perder su independencia con respecto a una iglesia o
institución organizada. Esta suele ser la explicación que hay detrás de objeciones comunes
como "Soy espiritual pero no religioso" y "Me gusta Cristo pero no el cristianismo". Muchas
personas que están emprendiendo una búsqueda espiritual han tenido una mala experiencia
con las iglesias, razón por la cual no quieren saber nada de ellas. Están interesadas en una
relación con Dios, pero no en ser parte de una organización.
He expresado en este libro por qué las iglesias —y todas las instituciones religiosas—
suelen ser tan desagradables: porque están llenas de hermanos mayores. Sin embargo,
permanecer alejado de ellas porque tienen hermanos mayores es simplemente otra forma de
superioridad moral. Además, es imposible crecer espiritualmente si no nos involucramos
profundamente con una comunidad donde haya otros creyentes. No puedes llevar una vida
cristiana sin un grupo de amigos cristianos, sin una familia de creyentes en la que encuentres
un lugar.
C. S. Lewis formaba parte de un famoso círculo de amigos llamados Thelnklings, entre
quienes estaban J. R. R. Tolkien, autor de El señor de los anillos, y el escritor Charles Williams,
que murió repentinamente después de la Segunda Guerra Mundial. En su libro Los cuatro

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amores, Lewis escribió una destacada meditación en torno a su muerte, en un ensayo titulado
Amistad.
En cada uno de mis amigos hay algo que solo otro amigo puede sacar completamente a la
luz. No soy lo suficientemente grande como para llamar a todo hombre a la actividad; quiero
otras luces además de la mía que muestren todas sus facetas. Ahora que Charles [Williams] ha
muerto, nunca podré ver de nuevo la reacción de Ronald [Tolkien] a una broma específica de
Charles. En vez de recibir más de Ronald, tenerlo "para mí" ahora que Charles se ha ido, recibo
menos de él... En este sentido, la amistad muestra una gloriosa "cercanía por semejanza" al
mismo cielo, donde la multitud de los bendecidos (que ningún ser humano puede contar)
aumenta la fruición que a cada uno de nosotros le proporciona Dios. Al verlo a Él a su manera,
cada alma indudablemente les transmite esa visión única a todas las demás.
Esta, señala un antiguo autor, es la razón por la cual en la visión de Isaías los serafines se
dicen mutuamente "Santo, Santo, Santo es el Señor" (Isaías 6:3). Mientras más compartamos el
Pan Celestial entre nosotros, más pan tendremos16.
Lewis está diciendo que se necesita una comunidad para conocer a un individuo. ¿Cuánto más
cierto será esto en el caso de Jesucristo? Los cristianos suelen decir que tienen una relación con
Jesús, que quieren "conocerlo mejor". Pero nunca podrás hacer eso por tus propios medios.
Debes involucrarte activamente con la Iglesia, con la comunidad cristiana, y tener unas
relaciones de amor y responsabilidad que sean sólidas. Solo si eres parte de una comunidad de
creyentes que buscan parecerse, servir y amar a Jesús, podrás conocerlo y crecer a su imagen y
semejanza.

El festín de Babette

La gran parábola del hijo pródigo nos cuenta de nuevo la historia de toda la Biblia y de la
raza humana. En esta historia, Jesús enseña que las dos formas de vida más comunes son
callejones espirituales sin salida. Él nos muestra cómo los argumentos de nuestras vidas solo
pueden encontrar una solución y un final feliz en Él, en su persona y en su obra.
El festín de Babette, la entrañable novela de Isak Dinesen, también termina con una
fiesta y nos enseña dos formas de vida equivocadas y la realidad de otro camino.
Esta novela trata sobre dos ancianas, Martina y Filipa, hijas de un pastor muy estricto
que había fundado una pequeña comunidad religiosa en su aldea. Durante sus primeras épocas,
estas dos mujeres se sintieron tentadas a llevar una vida de sensualidad. Martina fue cortejada
por un teniente joven y gallardo que quería llevársela lejos. Filipa fue pretendida por el director
de la Ópera de París, quien quedó cautivado con la belleza y claridad de su voz. Pero ambas mu-
jeres se alejaron de una vida de placeres mundanos para ayudar a su padre en su misión. Tras
su muerte, las dos hijas continuaron presidiendo la comunidad, que llevaba una estricta vida
religiosa y moral en una pequeña aldea de Jutlandia, en la desolada costa occidental de
Dinamarca.

16 C. S. Lewis, The Four Loves (Hartcourt, 1960), pp. 61-62.

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Sin embargo, la vida allí era desagradable. La vida de sus habitantes se hizo tan fría y
desolada como el invierno húmedo, gris y tempestuoso de la región. Casi todos los habitantes
estaban peleados con alguien. Muchos no se hablaban entre sí. El orgullo y las quejas eran
comunes, y la amargura había alcanzado proporciones dolorosas. La aldea era un lugar
completamente sombrío.
Entonces, Martina y Filipa recibieron a Babette, una refugiada política que pasó a ser su
criada. Babette ganó la lotería, y se ofreció a pagar y organizar una cena de aniversario en
honor al cumpleaños del padre de Martina y Filipa. Babette también había sido una de las
mejores cocineras de París, y la cena que organizó fue un verdadero banquete para gourmets.
Llegó el día de la cena y los invitados acudieron. La señora Loewenholm, una anciana
que quería honrar la memoria del pastor, invitó a su sobrino. Este resultó ser nada más y nada
menos que el teniente que había cortejado a Martina, y que ya era un gran general. El militar
meditó en el pasado mientras llegaba en su carruaje. Sintió que a pesar de todo su éxito, no
había alcanzado la felicidad. Recordó la seriedad espiritual de Martina y se preguntó si acaso él
no se había perdido lo más importante de la vida. Sin embargo, Martina y Filipa tampoco
habían logrado lo que esperaban, aunque habían seguido el camino del servicio religioso.
Todos los presentes empezaron a comer y quedaron sorprendidos de inmediato por la
teatralidad y la preparación tan perfecta de los platos. El poder de la fiesta comenzó a socavar
las defensas de las personas. Uno a uno, y gracias a la influencia de los maravillosos alimentos y
bebidas, los antiguos enemigos comenzaron a ablandarse entre sí; comentarios y palabras tan
dulces como los alimentos comenzaron a circular entre ellos. El perdón fue solicitado y
concedido. Dos mujeres que llevaban cuarenta años sin hablarse se tocaron la frente con
afecto, diciendo: "Dios te bendiga, querida Solveig" y "Dios te bendiga, también, querida Anna".
Finalmente, Filipa empezó a cantar con su voz pura y hermosa, y todos escucharon y
recordaron.
Entonces, el general se levantó para hablar y citó el Salmo 85: "El amor y la verdad se
darán cita, la paz y la rectitud se besarán". Luego dijo que durante la cena había comprendido
que, de alguna manera, la moralidad y la alegría, lo ético y lo sensual, podían coexistir.
Isak Dinesen resuelve acertadamente la historia. Los aldeanos experimentan la sanación
de una comunidad. Babette también es transformada. Ella se había sentido como una forastera
en la aldea, pero ahora ya no se sentía como una refugiada, sino como en su propio hogar.
Incluso el general se marcha sin lamentarse como antes.
Sin embargo, la historia no nos ofrece una respuesta clara a la pregunta que Dinesen
formula con tanto acierto. Tanto la vida mundana de placeres sensoriales como la vida religiosa
de rigurosidad ética no consiguen brindarle al corazón humano aquello que está buscando.
Kierkegaard, el gran filósofo danés que influyó en Isak Dinesen, llamó a estos dos caminos el
"estético" y el "ético". Él nos muestra en sus escritos que ninguna aproximación a la vida es
adecuada. Entonces, ¿cuál es la alternativa? En el festín de Babette, los invitados tienen la
experiencia mística y momentánea en la que estas dos cosas —la rectitud y la dicha— se unen.
Dinesen está expresando su creencia de que existe algo que está más allá de estas dos
alternativas, algo que no es el egoísmo de lo "estético" ni la severidad de lo "ético". Ella no
pudo encontrar una mejor forma de representar esto que con una cena maravillosa, con un
gran festín.

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La parábola de Jesús responde a la pregunta formulada con tanta destreza por Dinesen.
Jesús dice: "Yo soy el Pan del Cielo" Jesús nos dice que tanto el camino sensual del hermano
menor como el ético del hermano mayor son callejones espirituales sin salida. También nos
muestra que hay otro camino: por medio de Él. Y entrar en ese camino y llevar una vida basada
en su salvación, nos llevará finalmente a la fiesta y al banquete al final de la historia. Ahora
podemos tener un anticipo de esa salvación futura en todos los caminos señalados en este
capítulo: en la oración, en el servicio a los demás, en los cambios en nuestra naturaleza interior
por medio del Evangelio, y a través de las relaciones sanas que Cristo puede darnos ahora. Pero
todo esto es solo un anticipo de lo que está por venir.
En el monte Sión, el SEÑOR todopoderoso preparará para todas las naciones un
banquete con ricos manjares y vinos añejos, con deliciosas comidas y los más puros vinos.
En este monte, destruirá el SEÑOR el velo que cubría a todos los
pueblos, el manto que envolvía a todas las naciones.
El SEÑOR destruirá para siempre la muerte, secará las lágrimas de los
ojos de todos y hará desaparecer en toda la tierra la deshonra de su
pueblo.
El SEÑOR lo ha dicho (Isaías 25, 6-8)

Agradecimientos

QUIERO agradecer de nuevo a Jill Lamar, a David McCormick y a Brian Tart, cuyo talento literario
y apoyo personal hicieron posible este libro. Gracias como siempre a Janice Worth y a Lynn
Land, quienes me permitieron estudiar y escribir en paz durante dos semanas cada verano.
También agradezco a las personas de la Iglesia Presbiteriana del Redentor, que abrieron su
mente y su corazón al mensaje de ese libro, que va contra lo que todos intuimos.
Hace muchos años, escuché el sermón del doctor Ed Clowney sobre la parábola del hijo
pródigo, el cual cambió mi visión del cristianismo y la forma de comunicarlo. Durante el
transcurso de los años, él también me enseñó que era posible obtener una solidez teológica y
una gracia completamente ortodoxa y a prueba de todo, lo cual supone una rara y valiosa
combinación.
Si fuera a hacer la lista de todos los hombres y mujeres que me han apoyado y animado, y
que han moldeado mi ministerio, necesitaría muchas páginas. Sin embargo, la lista tendría que
incluir a Barbara Boyd, Richard Lovelace, Roger Nicole, R. C. Sproul, Elisabe- th Elliot, Kennedy
Smartt, Harvie Conn, Jack Miller y, como siempre, a mi esposa Kathy. Mi más profunda gratitud.

Tim Keller Junio del 2008

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