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DIEZ ESTADOS

Uno de los temas principales


expuestos en el budismo es el del
estado de vida interior del ser
humano. El propósito de la práctica
budista es el fortalecimiento
espiritual de la persona, para que
esta pueda resistir a las
circunstancias más negativas y
difíciles y transformarlas en algo
positivo.
Tras estudiar el Sutra del loto, el gran
maestro T'ien-t'ai de la China (538-
597) estableció la doctrina de los diez
estados –también denominados diez
mundos o diez reinos—, la cual
consiste en un sistema de clasificación
de la experiencia humana en diez
categorías. Los diez estados son,
desde el más bajo hasta el más elevado: 1) el estado de infierno, 2) el de
las entidades hambrientas, 3) el de los animales, 4) el de los asuras, 5) el
de los seres humanos, 6) el de los seres celestiales, 7) el de los que
escuchan la voz, 8) el de los que toman conciencia de la causa, 9) el de
los bodhisattvas y 10) el de los budas.
Los diez estados también son conocidos como: infierno, hambre,
animalidad, ira, tranquilidad o humanidad, éxtasis, aprendizaje,
comprensión intuitiva, bodhisattva y budeidad.
En las antiguas escrituras budistas, los diez estados fueron,
originalmente, considerados lugares físicos distintos, cada uno con sus
habitantes distintos; sin embargo, el Sutra del loto enseña que cada uno
de los estados contiene a los diez en sí mismo, lo cual permite
interpretarlos como condiciones de vida cuyo potencial existe en forma
inherente en cada individuo.
Nichiren desarrolló la doctrina de los diez estados de T'ien-t'ai
poniendo énfasis en la naturaleza subjetiva de la condición humana.
Nichiren expresa dicha perspectiva en las siguientes palabras: "Con
respecto a la pregunta de en dónde quedan, exactamente, el Infierno y
el Buda, un Sutra afirma que el Infierno existe bajo tierra, y
otro Sutra sostiene que el Buda se halla en el Oeste. Pero un examen
más cuidadoso revela que ambos existen en nuestro cuerpo de un
metro setenta de altura. Y pienso que es así, porque el Infierno se
encuentra en nosotros, en el corazón del hombre…".
El estado de vida del infierno es una condición de extremo sufrimiento
mental y físico, caracterizado por un furioso impulso de
autodestrucción; el de las entidades hambrientas, por la insatisfacción
y el dominio de los apegos; el de los animales, por el miedo al fuerte y
el abuso del débil; el de los asuras, por el deseo de ostentar
superioridad o dominar a otros, pretendiendo benignidad y sabiduría.
Estas condiciones son denominas los Cuatro Malos Caminos debido a
que son estados de sufrimiento que el ser humano debe sobrellevar a
causa de su karma adverso.
En adición, el estado de los seres humanos es una condición
caracterizada por la tranquilidad, la calma, el raciocinio y el juicio; sin
embargo, se trata de un estado que se deja influenciar por las
condiciones negativas de los estados más bajos. Asimismo, el estado de
los seres celestiales, caracterizado por la satisfacción y la alegría de
haberse librado del sufrimiento. Estas condiciones son agrupadas con
los anteriores estados y son denominadas los Seis Caminos o los Seis
Caminos de la existencia, por el hecho de que son mundos en los cuales
transmigran los seres no iluminados. Las entidades de este grupo de
estados son afectadas por cuestiones externas y carecen de autonomía y
libertad.
Luego, se encuentran los Cuatro Estados Nobles, los más elevados de
los diez estados de la vida, conformados por el estado de los que
escuchan la voz, el de los que toman conciencia de la causa, el de
los bodhisattvas y el de los budas. Son cuatro estados en los cuales la
persona se esfuerza por establecer su independencia y trascender la
incertidumbre de los seis caminos, o seis estados más bajos,
controlados por los deseos mundanos y gobernados por un entorno
sujeto al cambio incesante. Y, a la vez, el sujeto actúa con integridad y
misericordia, y disfruta de libertad.
Las personas del estado de aprendizaje aspiran lograr la iluminación.
Las del estado de comprensión intuitiva se caracterizan por su
capacidad de comprender la verdadera naturaleza de todos los
fenómenos. Estas condiciones son denominadas también los Dos
Vehículos, los cuales se refieren a las enseñanzas expuestas para los
que escuchan la voz y para los que toman conciencia de la causa. Los
sujetos de estos dos estados son fácilmente absorbidos por su propio
mundo, y caen en el egoísmo o la autocomplacencia.
El sujeto del estado de bodhisattva se caracteriza por aspirar a lograr
la budeidad y realizar prácticas altruistas para alcanzar esta meta.
Asimismo, se destaca por su amor compasivo, y la decisión de posponer
su propio ingreso en el nirvana para guiar a otros a la iluminación.
El estado de budeidad es también conocido como el estado de
iluminación, y consiste en el supremo estado de vida que postula el
budismo; se caracteriza por la sabiduría y el amor compasivo sin
límites. En esta condición, el ser humano toma conciencia de la verdad
eterna y fundamental que constituye la realidad de todas las cosas, por
lo que el logro de dicho estado es la meta de la práctica budista. El
potencial de despertar a la sabiduría de la budeidad existe de manera
paralela con el estado de infierno, hambre o animalidad. La budeidad,
así como los demás estados, no está separada de los otros nueve reinos.
Si, por ejemplo, la ira es motivada por la compasión de la budeidad o
del bodhisattva, esta se convierte en una fuerza para combatir la
injusticia y cambiar la sociedad.
La entonación del Nam-myoho-renge-kyo, que se efectúa como parte de
la práctica budista expuesta por Nichiren, permite a las personas hacer
que surja en ellas el estado de vida de la budeidad que les permite
crear valor duradero en el curso de su transición por los diez estados.
[Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI
Quarterly, octubre 1999.]

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