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1. ANTECEDENTES
Entre 1990 al 2009 se ha ido construyendo una institucionalidad en Gestión Ambiental que tenía
como eje el Principio de Prevención que se afianzaba en la exigencia de Estudios de Impacto
Ambiental-EIA a los titulares de proyectos de inversión, actualización de Reglamentos de
Protección Ambiental a las Autoridades Sectoriales y el fortalecimiento del rol de la Autoridad
Nacional del Ambiente (MINAM) al establecer que esta seria quien aprobara de manera exclusiva los
Estándares de Calidad Ambiental- ECA y Límites Máximos Permisibles-LMP así como la aprobación
de las Evaluaciones Ambientales Estratégicas-EAE como mecanismo de control de los impactos
totales de las actividades productivas, a lo que se suma su función de establecer zonas reservadas
de manera exclusiva, y tener adscrita a una autoridad en fiscalización ambiental con facultades
sancionadoras poderosas y disuasivas (OEFA). Lamentablemente, a partir del 2013 hasta la fecha
se observa un proceso de destrucción y demolición de esta institucionalidad debido a la política
estatal de facilitar las inversiones mediante la reducción de los estándares socioambientales, siendo
hitos legales en dicho proceso la Ley No 30 230 Ley que establece medidas tributarias,
simplificación de procedimientos y permisos para la promoción y dinamización de la
inversión en el país y la Ley 30 327 Ley de promoción de las inversiones para el crecimiento
económico y el desarrollo sostenible. A ello se suma la reciente delegación de facultades de legislar
en materia administrativa, económica y financiera que el Congreso le ha otorgado al Poder Ejecutivo
el 18 de junio pasado, y que muy probablemente continúe por el mismo camino de flexibilización
ambiental.
2. ANÁLISIS
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El artículo 5 de la Ley No 30 327 crea por primera vez la posibilidad de poder acceder a información
de las líneas de base de los EIA detallados y semi detallados de alcance nacional, regional y
multiregional, sin embargo no hace un proceso de certificación de la calidad y veracidad de la
información contenida en la base existente, siendo al contrario de un resguardo, un peligro que el
titular de un proyecto se exima de realizar una línea de base en el ámbito de su concesión
tomando la información existente sin actualizarla ni verificar su valor científico lo que podría
conllevar a daños ambientales por basarse en información formal, e incluso no oficial al haber sido
elaborada por un ente no estatal. Entendemos que es loable la intención de facilitar la inversión
privada y no cargarlos con labores técnicas que en principio debió ser de responsabilidad del Estado,
pero de ninguna forma ello justifica adoptar medidas radicales que puedan generar potenciales
daños intergeneracionales.
El artículo 6 de la Ley No 30 327 no hace más que confirmar la amenaza cierta e eminente que se
cierne sobre el ambiente y las poblaciones impactadas debido a que autoriza de manera expresa a
que puedan utilizar los titulares de proyectos y el propio ente estatal líneas de base de EIA detallados
o semi detallados sin verificar la calidad de los mismos, e incluso no importando que esta data se
haya obtenido para un proyecto productivo distinto para el que se usara dicha información, y lo cual
es relevante puesto que cada proyecto hará un énfasis mayor en su línea de base en función de los
impactos que naturalmente genera su actividad productiva o extractiva pudiendo esta servir con
idoneidad para otro proyecto de similares características en la zona, pero no necesariamente para
cualquier otro. Es verdad que la autoridad ambiental puede requerir la actualización de la
información de la línea de base, pero siendo ello discrecional no se encuentra adecuadamente
garantizada la eficiencia del SEIA especialmente porque no se fijan sanciones para el funcionario que
negligentemente permita que se utilice data desactualizada.
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El artículo 7º de la Ley No 30 327 felizmente limita el uso de condición compartida de la línea base
a que la fecha de elaboración de la data no sea mayor de cinco (5) años desde la aprobación del
EIA-d o EIA-sd en el que se aprobó la línea base que se pretenda utilizar, y resulta inteligente
señalar que no enerva la obligación de actualización del estudio ambiental de acuerdo al SEIA, en
la oportunidad que corresponda, pese a ello, nos preocupa la calidad de la data, que pudo ser
copiada de otro EIA, o no haber sido rigurosamente obtenida, y especialmente ante la ausencia de
un ente que fiscalice las labores realizadas por las consultoras ambientales de manera efectiva, y
en principio el llamado hacerlo sería el SENACE, o en su defecto el OEFA, previa previsión legal.
El plazo que tendría el SENACE para la revisión del estudio ambiental y la expedición de la
Certificación Ambiental Global es de ciento cincuenta (150) días hábiles contados a partir de la
presentación del estudio ambiental, un plazo muy reducido para tan compleja labor, y la practica
ha demostrado que estudios que se han aprobado en plazos inferiores a los ciento veinte (120)
días, han terminado naufragando en los conflictos sociales que generan, allí tenemos el Proyecto
Tía María, y Conga. Ciertamente, los treinta (30) días adicionales excepcionales que fija la norma,
en su artículo 9º, siguen siendo poca garantía cuando se observa que implica expedir permisos
especiales y complejos en un tiempo inusualmente corto, a costa de la participación ciudadana, y
el derecho a un ambiente sano y equilibrado, que se ve expuesto ante la potencialidad de que la
certificación ambiental termine siendo solo una revisión formal y no material de los impactos de
un proyecto. Por ejemplo, nosotros postulamos que de implementarse la Certificación Ambiental
Global, la misma transite por un procedimiento de participación ciudadana, una vez se cuente con
las opiniones técnicas correspondientes, y los informes sustentatorios de permisos, se efectúen los
talleres informativos y Audiencias Públicas. Sin embargo, lo más grave del caso, es que no se indica
cómo se articulara la Consulta Previa en el ámbito de la Certificación Ambiental Global, cuando como
medida administrativa que es, vaya impactar directamente en poblaciones indígenas. A penas, una
breve mención en la Décima Disposición Complementaria Final de la Ley 30327, en que se lee: “si en
el marco de la presente Ley se proponen medidas administrativas que puedan afectar los derechos
de los pueblos indígenas, estas deben ser sometidas al proceso de consulta previa aplicable según
la ley de la materia.” Existen dos momentos claros, en el momento de elaboración de los Términos
de Referencia del EIA prestablecidos en un contrato de concesión, y el otro ante de aprobarse el
EIAd, al no precisar ambos momentos, la norma deja demasiada discresionalidad en los sectores
competentes, y un espacio para el conflicto socio ambiental.
Llama la atención la lista de títulos habilitantes que forman parte de la Certificación Ambiental
Global que se detalla en el artículo 10º de la Ley No 30237, y entre los mismos se encuentra:
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Es interesante apreciar que mediante decreto supremo refrendado por el Ministro del Ambiente, a
propuesta del SENACE, se establece el procedimiento para la integración progresiva de los títulos
habilitantes que forman parte de la Certificación Ambiental Global, lo que evidencia que además
del refrendo del sector ambiental podría ir el del sector productivo involucrado y ello siempre puede
generar conflictos de intereses, y débiles mecanismos de control gubernamental en materia
ambiental. Este modelo de certificación ambiental global resulta ser un riesgo para la protección
del ambiente y los pueblos indígenas sino se cuenta con personal altamente calificado, y una
autoridad con credenciales técnicas suficientes como para poder no solo expedir las certificaciones
dentro del breve plazo establecido sino que las mismas sean rigurosas y de calidad, y ello es un tema
que ni siquiera sectorialmente se ha resuelto hasta la fecha.
El artículo 11º de la Ley No 30237 concibe Procedimiento para la Certificación Ambiental Global
bajo el enfoque de la Ventanilla Única de Certificación Ambiental, una vez admitida a trámite la
solicitud de Certificación Ambiental Global de un estudio de impacto ambiental y las solicitudes para
la obtención de los títulos habilitantes, según sea el caso, por el SENACE, dicha entidad remitirá el
estudio ambiental a las entidades autoritativas y a los opinantes técnicos, según
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Nuestros temores se hacen realidad cuando se lee en el numeral 3 del artículo 11 de la Ley No
30237, que las autoridades emiten, bajo responsabilidad, el informe técnico para el título habilitante
y la opinión técnica vinculante o no vinculante en un plazo máximo de cuarenta y cinco (45) días
hábiles de recibida la solicitud del SENACE. Para el caso de los títulos habilitantes el plazo se podrá
extender en veinte (20) días hábiles, de acuerdo a la complejidad del proyecto de inversión,
que deberá ser debidamente justificado e informado dentro del plazo al SENACE. Ni por asomo se
pone candados para evitar aprobaciones formales y con débil sustento técnico, como exigiendo una
debida motivación, y con participación ciudadana, simplemente se imprime velocidad y celeridad
al procedimiento a cualquier costa debe expedirse la certificación ambiental global.
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La Ley No 30 327 olvida de plano la participación ciudadana como mecanismo para la conservación
del ambiente en su modalidad de vigilancia y monitoreo ambiental, recordemos, que ya el artículo I
del Título Preliminar de la Ley General del Ambiente establecía el deber de toda persona de
contribuir a una efectiva gestión ambiental y de proteger el ambiente, como parte fundamental
del derecho a un ambiente sano y equilibrado. También no se considera el artículo III de Título
Preliminar de la Ley General del Ambiente que señala que “toda persona tiene el derecho a participar
responsablemente en los procesos de toma de decisiones, así como en la definición y aplicación de
las políticas y medidas relativas al ambiente y sus componentes, que se adopten en cada uno de los
niveles de gobierno. El Estado concerta con la sociedad civil las decisiones y acciones de la gestión
ambiental”. En ese sentido, se requiere que el gobierno central y los gobiernos regionales
implementen mecanismos de vigilancia y monitoreo ambiental que resultan siendo consecuencia de
la participación ciudadana, y de rendición de cuentas, además de ser una contribución efectiva a la
gestión socioambiental de la sociedad civil.
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Por si quedaran dudas sobre el marco legal de la vigilancia ambiental ciudadana basta con analizar
el numeral 2 del artículo 134 de la Ley General del Ambiente donde se consagran sus formas de
ejercitarlo tales como: a)Fiscalización y control visual de procesos de contaminación,
b)Fiscalización y control por medio de mediciones, muestreo o monitoreo ambiental y c)Fiscalización
y control vía la interpretación o aplicación de estudios o evaluaciones ambientales efectuadas por
otras instituciones. A reglón seguido esta información se establece que va a alimentar el registro de
denuncias ambientales ante la autoridad local, regional o nacional. Un problema sin resolver aun es
el valor de las muestras o monitoreos ambientales ante las autoridades del Estado, que actualmente
solo les dan el mérito de denuncias administrativas pero que si articulamos a las Comunidades
Nativas y Campesinas como Entidades de Fiscalización Ambiental, en virtud al artículo 15 del
Convenio 169 de la OIT, de acuerdo al cuál tienen derecho a la conservación de sus territorios, sus
labores de vigilancia y monitoreo ambiental tendrían valor oficial, alimentarían la base de datos de
la Dirección de Evaluación, y Dirección de Supervisión de la OEFA cuyas funciones se encuentra
justamente identificar pasivos ambientales y verificar el cumplimiento de obligaciones socio
ambientales de las empresas de acuerdo a lo dispuesto por los artículos 36 y 38 del ROF de la
citada entidad, aprobado por Decreto Supremo No 001-2009- MINAM.
Uno de los principios más importantes en la gestión ambiental es sin duda el derecho al acceso a
información, que se consagra en el artículo II de la Ley General del Ambiente de la siguiente forma:
“toda persona tiene el derecho a acceder adecuada y oportunamente a la información pública sobre
las políticas, normas, medidas, obras y actividades que pudieran afectar, directa o indirectamente,
el ambiente, sin necesidad de invocar justificación o interés que motive tal requerimiento”. En ese
sentido, ni la Ley No 30 230 ni la Ley No 30 327 tienen el menor reparo de promover el mencionado
derecho, priorizando básicamente la expedición de la certificación ambiental y opiniones técnicas
así como permisos productivos correspondientes. Nos preguntamos cómo se puede
implementar una participación ciudadana adecuada si es que el SENACE y las autoridades
ambientales sectoriales no aseguran que la información ambiental sea confiable, entendible,
oportuna y accesible a la población local impactada y las poblaciones indígenas, lo que involucra
necesariamente no solamente traducir los documentos al idioma nativo sino redactarlo de tal
forma que una persona sin conocimientos técnicos pueda alcanzar a comprender su contenido, y los
impactos negativos del proyecto, sin tener necesidad de recurrir a un experto para que le explique
el documento ambiental. En consecuencia, detectamos en el procedimiento de certificación global
un desequilibrio puesto que privilegia el principio de celeridad para el inversionista, y deja de
lado el principio de verdad material para lo población local afectada puesto que solo asegura una
acelerada participación ciudadana formal al no contemplar candados legales que impidan que la
información que se brinde a los ciudadanos sea incomprendida por la población local por haber
sido escrita de manera compleja y difícil de entender. En conclusión, hace falta garantizar en el
citado procedimiento mecanismos que aseguren que la población local entienda los impactos socio
ambientales del proyecto en toda su dimensión sin que ello signifique una pérdida importante de
soporte técnico-científico. En breve accesible importa entender los instrumentos de gestión
ambiental para poder aportar en su diseño y su aprobación.
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La Gobernanza Ambiental es puesta a prueba por la Ley No 30237 que al crear el Procedimiento de
Certificación Ambiental Global, y colocar al SENACE, como una autoridad ambiental que fusionará
los procedimientos administrativos de certificación ambiental, y permisos extractivos, lo que
conllevara un proceso de adecuación complicado donde se prevé posibles errores en la
implementación de este nuevo procedimiento administrativo producto de su complejidad y plazos
cortos de evaluación, y debido a la ausencia de personal suficientemente entrenado en estas labores,
y el apremio de promover proyectos de inversión aceleradamente. Por otra parte, la Ley No 30237
reitera las competencias de OEFA en supervisión y fiscalización de las obligaciones socios
ambientales que se deriven del EIA detallado, manteniendo en los sectores productivos la
fiscalización de permisos y licencias otorgadas de naturaleza distinta a la ambiental. Sin embargo,
debemos recordar que el debilitamiento del OEFA, viene fundamentalmente del artículo 19º de la
Ley No 30230 que hace excepcional su procedimiento sancionador, y le impide multar en principio
por los próximos tres años, y si lo hace solo podrá imponer el 50% de la multa que se asignaría en
condiciones normales, y a no olvidar el artículo 12º de la mencionada Ley, que le impide usar los
recursos de la multa impuesta en fiscalización, aunque si en remediación ambiental, pobre consuelo,
si se nota que sin financiamiento de la primera, no se conseguirá ubicar zonas contaminadas para
ser remediadas.
Sin duda resulta gravitante para fortalecer la gobernanza ambiental el respeto de los principios del
SEIA como el de: a) Indivisibilidad, especialmente en la determinación de medidas y acciones
concretas, que aseguren de manera permanente el buen desempeño ambiental del titular del
proyecto en todas sus fases, cuestión sobre la cual, no se hace mayor énfasis en la Ley No 30327,
priorizándose más la etapa de inicio, que la de desarrollo y cierre; b) Participación, especialmente
en el acceso a la información de manera comprensible, y la implementación de los programas de
monitoreo y vigilancia socio ambiental; c) Complementariedad: lo que implica que las obligaciones
socio ambientales derivadas de los EIAs puedan ser no solo supervisadas, fiscalizadas sino en caso de
incumplimiento sancionadas, aquí la Ley No 30230, debilita al OEFA, y evita la concreción de este
principio; d) Responsabilidad compartida: El Estado y los inversionistas privados, los organismos no
gubernamentales, la población organizada y los ciudadanos, en alianza estratégica, unen esfuerzos
para la gestión ambiental y la efectiva implementación del SEIA, lo que implica mejorar el nivel de
participación ciudadana y vigilancia ambiental, cuestión que la Ley No 30327 pasa por alto en el
procedimiento de certificación ambiental global, y simplemente omite regularlo, y explicar cómo
el mismo se puede articular con el Sistema Nacional de Evaluación y Fiscalización Ambiental
(SINEFA).
El componente socio cultural aparece como el menos importante en las modificaciones a los
procedimientos de certificación ambiental “global” y permisos productivos, basta con observar como
el artículo 18º de la Ley No 30327, simplemente se limita a pedir al titular de un proyecto de inversión
una simple “declaración jurada indicando que el terreno que solicita no se encuentra
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ocupado por las comunidades nativas y campesinas”, cuando en rigor, debió haber solicitado que
se entregue una constancia de la autoridad nacional o regional competente que le expida un
certificado con dicha información. Poco consuelo resulta que luego el artículo 18.3 de la citada
Ley, señale que “en caso de existir indicios de la existencia de comunidades campesinas o nativas
en la zona donde se solicita el derecho de servidumbre, el sector competente deberá efectuar la
constatación y verificación de la no existencia de dichas comunidades, remitiendo el acta de
constatación correspondiente a la Superintendencia de Bienes Nacionales.” No se hace mención
de las consecuencias administrativas ni penales del titular del proyecto que entregó información
falsa al respecto, ni sobre que el descubrimiento de una Comunidad Indígena dará lugar a la
suspensión de la tramitación de la servidumbre, y en caso existir un procedimiento de titulación o
ampliación en proceso, se dé prioridad al mismo.
El artículo 20º de la Ley No 30237 nos llama la atención que establece la metodología de valuación
del predio materia de la servidumbre, en base al valor comercial del predio, sin tomar en
consideración el valor social del mismo por la especial relación espiritual y cultural que puede
tener una Comunidad Indígena, ni los valores ecosistémicos asociados a las funciones de los
componentes de un ecosistema que se detallan en la Guía de Valoración Económica de Impactos
Ambientales. Una norma de esta naturaleza puede afectar gravemente a las comunidades no
reconocidas, o las reconocidas pero no tituladas, o que no hayan podido terminar su
procedimiento de ampliación, y es un candado absurdo que el artículo 27 de la citada Ley lo consagra
de la siguiente forma: “las disposiciones contenidas en el presente capítulo no son aplicables para
la zona de la selva, con excepción de los proyectos de inversión en generación, transmisión y
distribución de energía eléctrica.” En otras palabras, hace tabla rasa de los derechos indígenas de las
Comunidades Campesinas en los diversos sectores productivos, y en el tema de inversiones de
electricidad, no tiene ningún reparo en decir que allí ni siquiera las Comunidades Nativas serán
respetadas, y las cargas, gravámenes y afectaciones las recibirían por imposición legal sin
distinción alguna. Ciertamente, no es tampoco un resguardo eficaz que la Décima Cuarta Disposición
Complementaria Final de la Ley No 30327 señale que: “las disposiciones contenidas en los títulos IV
y V no pueden ser aplicadas en tierras y territorios de pueblos indígenas u originarios, ni
afectar derechos de propiedad o de posesión de las comunidades campesinas y nativas”. Las
razones para decir que esta disposición no protege los derechos colectivos son las siguientes: a)
existen comunidades no reconocidas, b) existen territorios indígenas no titulados, y c) existen
solicitudes de ampliaciones de territorios indígenas no atendidas, y en estos tres supuestos, estos
territorios no serán considerados formalmente como tierras indígenas al no haber recibido
reconocimiento oficial del Estado, y sobre las mismas se podrían establecer servidumbres, derechos
de vía, y locaciones de área de proyectos en perjuicio de comunidades indígenas que ni siquiera
habrían sido consultadas, compensadas ni indemnizadas, he ahí el problema.
3. CONCLUSIONES
3.1. Ley No 30 327 descubren el espíritu del legislador de promover inversiones mediante
simplificación administrativa de permisos productivos y certificación ambiental, pero sin
enfatizar mecanismos de resguardos socioambientales lo que va generar deficiencias en la
calidad de aprobación de los Estudios de Impacto Ambiental Detallados, prueba de ello, es la
falta de disposición presupuestal que promueva la contratación de personal especializado
para desarrollar el procedimiento de certificación ambiental global, la ausencia de énfasis de
la participación ciudadana, y la consulta previa, las que son tratadas tan genéricamente que
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prácticamente sus menciones son solo formales, pues no implican un verdadero hacer
determinadas actuaciones concretas por parte de la entidad conductora del procedimiento.
3.5. El principio de gobernanza ambiental es debilitado por la Ley No 30327 debido a que debilita a
los gobiernos regionales en sus atribuciones de titulación al establecer sanciones para el
funcionario que titule sobre una servidumbre, derecho de vía o locación de área, pero sobre
todo por no enfatizar y fortalecer el rol del OEFA con todas su potestad sancionadora integra,
y sin restricciones legales.
3.6. La inobservancia de los principios antes mencionados afecta directamente la protección del
derecho a un ambiente sano y equilibrado, el derecho a la participación ciudadana, y el los
derechos colectivos de los pueblos indígenas, por lo que la inconstitucionalidad de la Ley No
30327 resulta una consecuencia natural de su estructura donde se prioriza la inversión
privada a bajos estándares socio ambientales, y sin tener en consideración la problemática de
la falta de reconocimiento y titulación de comunidades nativas y campesinas, sin olvidarnos
de la ausencia de articulación real y no solo formal que existe con el derecho a la consulta previa
y a la autonomía territorial de los pueblos indígenas.
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