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La Civilizacion Inca Espinoza Soriano Waldemar
La Civilizacion Inca Espinoza Soriano Waldemar
Después de esclarecer la fuente que indicaba que Mala deriva del vocablo “aimara” Malla
o Mallac, lo cual originó el posterior error de una equivocada interpretación;
demostrándose luego la verdadera etimología del nombre, el significado y la interpretación
correcta del topónimo Mala, estaba pendiente dilucidar la hipótesis presentada por la
Municipalidad local, la que sostiene que el étimo de Mala sería el vocablo Mallao.
También faltaba aclarar el significado del nombre Chuquimanco.
ACERCA DE MALLAO
En la “Breve Historia y Realidad del Distrito de Mala” podemos leer que el nombre Mala
pudo derivar del vocablo Mallao, nombre otorgado a “un matorral costero, que crece
abundantemente a orillas de los ríos de la costa […] formado principalmente por la caña
brava”, sostiene además que es versión del amauta Javier Pulgar Vidal.
Los doctores Hermilio Valdizán y Ángel Maldonado señalan en su libro “La Medicina
Popular Peruana” que el Mallau o Tecsau es una planta curativa también llamada
Mastuerzo de las Indias.
Con el mismo nombre, Mallau o mastuerzo, lo menciona el doctor Ciro Hurtado Fuertes,
investigador sanmarquino, en sus estudios sobre plantas curativas “Recuperación de la
florifagia Tahuantinsuyana para erradicar las enfermedades carenciales”.
El lingüista José Antonio Salas García en su obra Onomástica Andina sostiene que Mallao
o Mayao es un vocablo de origen quechua, Mayu, adaptado en la lengua Moche o en la
antigua lengua pesquera quingnam y que tienen el mismo significado: río.
características del quingnam: las palabras terminadas en -ao como en Cao, Chao, Mayao
COMENTARIOS
Tal como se asoció Mala con Mallac, esta vez también se quiso hacer con Mallao,
obviamente por sus parecidos en la escritura.
TROPAEOLEÁCEAS.
147-Tropaeolum majus L..
TECSAU, MALLAU,-en quechua (Hermilio Valdizán y Angel Maldonado, 1922, II,
217, La medicina Popular peruana).
MASTUERZO DE LAS INDIAS.
MARAÑUELAS, en Venezuela.
BERROS.
Escribía en 1615 el naturalista Francisco Jiménez: “También se ha traído a
Mexico, la planta que llaman mestuerzo del Piru, con el qual hermosean, no
solamente los jardines sino también las rejas celugias, y ventanas, las damas
mexicanas [ .] llaman los yndios a esta yerba Pelon mexi quilitl o pellon chile. Vsan
de las flores en ensalada, que son muy apetitosas, para despues recibir con mas
gusto los manjares" (Ximénez, 1888, Mor., 123-124).
Del mastuerzo de las Indias dice Cobo: "Echanse sus flores en las ensaladas y
son muy apetitosas( ...) Llámase «ticsau»en la lengua del Perú" (Cobo, 1890, I,
398; -----, 1956, I, 184; Yacovleff y Herrera, 1935, 40).
Las flores con sus contenidos de polen, néctares y los productos derivados y elaborados por las
abejas como la miel y la jalea real, que pueden integrarse a la alimentación nacional, en diversos
potajes, como ensaladas, cremas, ocopas, sopas, guisos, rellenos, pasteles, torrejas, mermeladas,
helados, mazamorras y harinas enriquecidas con la harina de la hoja de coca, son las siguientes:
18.- Flor de Tropaeolum majus: pató, mallau, capuchina, mastuerzo.
Presentación del
Prof. MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS
Artes
Técnicas
Humanidades
PRESENTACION
M. BALLESTEROS GAIBROIS
Catedrático emérito de la
Universidad Complutense
Cacique indígena acn lal, ataviado con su montera y poncho ~ie ht~:~Ld, ~
tando su ballaroc o bastón de mando, emblema de la autoridad sobre sus
conve-
cinos, a los que normalmente está unido por lazos de sangre, a veces
secularcs.
~1~
INDICE
Presentación
Prólogo
El ayllu ..................................
Familia y parentesco ..........................
Uniones matrimoniales .........................
Situación de la mujer ..........................
Amor y sexo ...............................
Alimentación
Bebidas
. 139
139
147
152
153
155
165
177
179
180
182
185
189
194
194
203
214
219
220
221
227
227
227
228
232
238
245
246
253
253
259
263
265
Pintura
Queros
Educación
El jatunruna ................................
El ejército profesional .........................
Yanaconas y yanayacos ........................
Llacuaces, uros y changos .......................
Pinas o piñas (esclavos) ........................
Pampayrunas o mitahuarmis .
Una sociedad de clases ....
, 27
28
. .. 28
. . . 28
. .. 28
. . . 28
... 29
29
29
29
29~J
296
453
453
459
460
460
460
464
471
471
472
472
475
475
475
476
479
La guerra .................................
IJn imperio multilinguístico ...........
Migraciones forzadas, pero bien planificadas
El rayo ...................................
Pa~h
~ dCdmdC ...............................
Pariacaca
Huari
Catequil y Piquerao ..............
Chicopaec y Aiapaec .............
Las diosas .................................
Oráculos y héroes ....
Pacarinas
Documentación Básica . .
480
480
483
484
487
489
491
499
499
506
517
PROLOGO DEL AUTOR
INTRODUCCION*
La edad arcaica
Como se ve, la cultura Paiján, al igual que las otras más o menos
contemporáneas a ella (Lauricocha-Junín y Toquepala-Ichuna) patenti-
zan que los peruanos procedemos de un pasado muy profundo. Tene-
mos una historia de más de doce millones de anos. Una edad que se
remonta al tiempo de los primeros runas (varones y mujeres andinos):
recolectores y cazadores trashumantes que sabían aprovechar la abun-
dancia de los recursos de las lomas y quebradas.
Horizonte Formativo
La era clásica
oAI1ln~ ap sela1UOII s
Señoríos y re~nos
Entre esas numerosas etnias forjadas entre las postrimerías del híl e
inicios del xnl figura, asimismo, la Inca del Cusco. Ella, después de
muchas tribulaciones y vicisitudes, es la que iba a dar origen a lo que
conocemos como el impeno del Tahuantinsuyo. Representa el último
esfuerzo autóctono para unificar lo andino. En tal sentido es la culmi-
nación de un proceso expansivo iniciado aproximadamente en la
década de 1430-1440, el mismo que fue interrumpido en 1532 con la
llegada de los españoles, quienes invadieron y se apoderaron del Perú,
anexionándolo a su imperio de Indias.
El valor de lo andino
Hacia el sur del área nuclear andina (o, dicho de otro modo, de l
que abarcó el Tahuantinsuyo) no se encuentra nada que la historia d~
la civilización deba rememorar. Hacia el norte es preciso trasladars~
miles de kilómetros para hallar en los aztecas algo equiparable. Estos
¨~T'
los runas andinos fueron los más grandes de la América precolombina
Fuera de ellos, sólo trihus dispersas, insignificantes y de cultura rudi
mentaria, salvo dos focos interesantes: los mayasquichés (Yucatán) ~T
los chibchas (sierra central de Colombia), medio perdidos en la histo-
ria, ensombrecidos por aquellos dos gigantes: andinos y aztecas.
Inicios de la agricultura en el
mundo andino. A)nba: exca
vacic)nes en el yacimiento de
la Cueva del Guitarrero er.
Ios Ande.s centrales, doncle
Thomas Lynch encontró re.s
tos de las más antiguas plan
tas cultivaclas del Nucvo
Mundo (10000 años ~ P.).
Ahajo izquierda Util lítico
descubierto en el lugar, con
una atadura de cuerda
(Archivo GEA).
la e!~eTI lapua~sap Tlle ap eled 'saluawwa s,ew sepeAau salqwna se
e e~all aS sapu~ sol ua ellauad as saluala3Tp So~ oloaa sosTd opue
-e;)sa A elSOa el lod OpUaTpUa~Se 'lew lap OpUaTLTed OW,O~ sa TS~ alq
-WOTI la lod aluaweuald epewwop A epT~OUO;~ an3 an~ e~3el~oa~ eun
oulpu~ °~1~,°1°~ O~
7 ~
lt~ o~ll!n~sduo~.~
n~5~Q~u ~ UO
l~:
Lo~ a.~
Oricntc ~1 aItUI-LIS c~ue Iindan con el nivel del mar. En menos de veintc
hor~l.s .se e~perilllent.ln y ~ iven los ecosistemas más variados que uno
puecl,l imagillar. con los frutos más di.spare.s. congénitos de cada piso
ccologico, que, al complelnentarse, hicieron y hacen la vidLI po. ible y
agrad.ll)le. .s~lcklllclo a Ias pol~laciones.
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4 ALGARROBAL 1
COSTA 10 %
O LOMAS
(~ SELVA 60 %
SIERRA 30 %
MOLLENDO --~ $
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TACNA~
:salua,m~Ts so
uos 'a1uallo e a1uapl~o ap 'o1ualweuaplo ns e oplanae ap 'so1Tqu
SOTI~T(I o~lula olJollllal lap UoTonqlllsTp L~ euen~adol~e uoTa~npold
ew lap I~AIU la
~IqOS semlle ~3p peplsl~Alp el lod opeulwl~lap 'eulpue l'IJ71~C)10 el ~p
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Entre las papas hay varias especies amargas: luqui, mauna, shiri
etc. Para su consumo se someten al congelamiento, disecado y asolea-
miento, hasta convertirlas en chuno: harina que ha perdido su amargo
cuyos aminoácidos son parecidos a los de la leche. Con él preparabal
el potaje llamado otongo. Cultivaban las papas en terrenos llanos y er
andenes. También existían variedades de papas no amargas, resistente.
a las bajas temperaturas. Asimismo la cactácea ulluyma: opuntia de fru
tillos agridulces, comestibles. Por igual la totora de lagunas y pantanos
de raíz ingerible y pasto de cuyes. Propia de la Puna es una arcilL
digerible llamada chago o pasa, que contiene cal y magnesia, utilizad;
para regulación gastroduodenal.
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- SELVA WA O ~IE l~ICAL A~ICO
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p C~ t,n k~ ~ ~g "~ p a c~ ~o~ rr~ C~A~
E.stas pequeñas etnias con las que il)a a chocar Manco Cápac o
A~yar Manco en el C-lScO nc) representaban la sihlación típica del área,
puesto que no lejos de allí existían otras de gran extensión, constitu-
ycndo respetahles Estados como reinos, entre los cuales, según los
mitos más antiguos, destacaban el Colla, el Pinagua y el Ayarmaca.
Exi.ste la hipótesis de que ayarmacas y pinaguas conformaban un solo
E.stado, en el q~le el primero representaha a Anan y el segundo a
/ '~ in. I.o que a su vez sugiere que las etnias Hualla, Sahuasera y
Alcahui.sa estarían. entonces, a punto de ser asimilada.s por los referi-
clos ayarmacas, o quizá ya lo estaban.
g~ ~
Ayarmacas y pinaguas
~F dos en su sitio,
~_ Triunfante la irrupción aymara. el grur)o dirigente v dominante de
Taipicala fue taml~ién perseguido y casi íntegramente aniquilaclo. Por lo
menos los líderes cle la mitad de Anantaipicala fueron liquidados en su
totalidad, logrando huir únicamente los de Urintaipicala, mitad o par-
cialidad que tenía a su cargo el cultc) y religión oficial. sin embargo
hubo oprovincias,~ puquinas enteras que no fueron arrasadas, como las
de Callahuaya y Capachica. La masa campesina no se preocupó pOI
huir, actitud predominante entre los ayllus que componían la clase diri-
gente y dominante.
,~rA':
La ruta seguida por los legendarios hermanos Ayar, dcsdc Pacarictampu
Cusco, no es otra que la efectuada por Manco Cápac durante un largo y
len~
peregrinaje en busca de un lugar seguro de refugio y permanencia.
fdceta de la migración, por ser la más reciente, está menos clesvirtuada
por la leyenda, El caudillo Manco Cápac empieza a figurar como
nuevo líder en el país Masca, o, en otras palabras, en Pacarictampu.
Manco aglutinó en torno suyo a los 10 ayllus migrantes, mientras que
Ayar Cachi, el posible jefe de los tampus, sólo a tres. Cada cual, pues,
se preparó para seguir itinerarios diferentes.
ntlcancha .
dios ~ol para orcl~7lar !- cil iliza) a los ¡atunruna.s. Una gente
superior a
las demás.
La lucha or la persistencia.
De Manco (~ápac a Inca Urco.
Siglos XII-XV
L~ Manco Cápac
~ede~ oaueV~ leA~ o ~ede~ oaue~ sesodsa sop sel ap eun 'o~enH ewwe~
UlS
~° ~ UlS
-sap A 'eao~ !UI~U!S OIITl ns e e!ula ns ap e,n~ °W°~ o!ap P snS sanC~
~ o~s ~
Iloque Yupanqui
Maita Cápac se hizo cargo del gobierno muy joven, por lo que fue
necesario que un hermano de su padre lo sustituyera en el mandato.
Fue entonces cuando la etnia Alcahuisa, gobernada por los Ayar Ucho,
se sublevó para recobrar su libertad y echar a los incas de esas tierras
que no les correspondían. Una noche atacaron el Inticancha, morada
del señor de la etnia Inca con la intención de matarlo. Ello no fue
posible debido a su agilidad atlética, pero la guerra estalló entre los
dos contrincantes. Se llevaron a cabo tres batallas. En la última cayó
prisionero Ayar Ucho, quien murió prisionero, quedando su etnia
derrotada definitivamente. La victoria afianzó la presencia de la etnia
Inca en el Cusco, hasta el extremo de pensar en una expedición hacia
el país de los cuntis, situado al suroeste.
Maita Cápac tomó como esposa principal a Mama Tancaray, hija del
jatunmallco (rey) de Collagua (Cailloma). Y cuando expiró, tal como lo
Lloque Yupanqui.
~e,~
~J
pac Yupanqui
E~ fue dada como esposa al rey de los ayarmacas, con la que increment
su serrallo. Así fue como el jeíe del Cusco cimentó su poderío. Otr
de sus hijos famosos fue vicaquirao, brillante en las campañas conqui
tadoras de años posteriores. En su tiempo también nació Apo Mait;
otro guerrero insigne. Inca Roca, hombre que tuvo don de mando
Yahuar Huacac
Yahuar Huacac fue asesinado sin que pudiera para que hiciera
levantar su casa l'amiliar. Pero su Iinaje fue agrupado después en la
panaca de Aucaylli. Los chancas utilizaron el incidente y avanzaron
otra vez hasta el Apurímac.
Huiracocha
,e
Yahuar Huacac.
~-o ~,
~\ \
-~J
Los chancas, en las primeras décadas del siglo k~', fecha en la que
amenazaron a la etnia Inca, eran amos de todos los señoríos y reinos
ubicados en lo que ahora son los departamentos de Ayacucho y Apurí-
mac, más el norte del de Arequipa (Condesuyos). En el lapso de 1430-
1440 se preparahan para intervenir en el país de los ayarmacas, y
en.seguida lanzarse contra collas, lupacas y demás etnias intermedias.
por entonces los incas del Cusco estaban gobernados por Inca Urco, si
bien éste era continuamente asesorado por su decrépito padre Huiraco-
cha, que se había retirado a Calca.
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-oAold anb °l lod 'ell~o~ellnH lod osnl~ul a os~os A o~ln lod opelp
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Una de sus primeras decisiones fue suprimir de la historia oficial a
Inca Urco, lo que resultó difícil ya que SUS execrables fechorías eran
tan indelebles que fue imposible relegarlo al olvido total por los anan
y urincuscos, de modo que su imagen y recuerdo infames perduraron
durante más de 100 años entre los habitantes de aquella llacta, con
tanta nitidez que, en 1571, un pintor cusqueno reconstruyó su retrato
con suma facilidad. Lo que sí lograron fue eliminarlo de la relación
pública de los incas correinantes, considerado como el peor castigo
para un cápac que desprestigió a la etnia Inca.
Como se ve, vencidos los chancas, muy pronto la etnia Inca resultó
poseedora de magníficos medios de conquista y dominación exterior, y
con tanto éxito que los avances y sometimientos iban a sucederse,
pese a lo abrupto de la geografía.
Con su hermano Inca Roca sometió a los tambos (el futuro Ollantai-
tambo), que, como los incas, descendían de otra rama de emigrantes
~\
de Taipicala. Velozmente conquistó y se anexionó a los cuyos y más
rápidamente todavía a tres señoríos más: Amaybamba, Vitcos y Vilca-
bamba, incluyendo Piccho. Después sometió a las etnias Cugma y
Huata, gobernadas por Páucar Topac y Poma Lluqui. A continuación, a
16 leguas del Cusco, subyugó a los señoríos o ayllus de Huáncara y
Toguaro, trazándose poco después todo un plan de expediciones y
conquistas por regiones más lejanas. Su idea era conformar un Estado
imperial a imagen y semejanza de sus remotísimos antepasados de Tai-
picala y a ser posible también a semejanza del de Huari, cuya memoria
aún se mantenía viva. Para ello proyectó un meticuloso programa de
incorporaciones. ¡No cabe duda, Pachacútec estaba fundando y creando
el imperio de los Incas!
Pero Cápac Yupanqui llegó a zonas más distantes. Por la sierra sep-
tentrional hasta Cajamarca, conquistando previamente Conchuco y Hua-
machuco. Por el Este, llamado El Antisuyo, en cambio, otros efectivos
avanzaban hacia Marcapata (Carabaya), en tal ocasión conspiraron los
collas, los cuales, después de dominados, fueron conducidos a Tambo
para edificar los andenes y aposentos de Pachacútec, y también la for-
taleza. Amaro Yupanqui fue el que reprimió a los collas, venciéndolos
en la batalla de Lampa. Tales hechos coincidían con el nacimiento de
Túpac Yupanqui en el Cusco.
Por cierto que Amaro Yupanqui, ahora Amaro Inca Yupanqui, cono-
cla bastante del arte militar y los mecanismos de la administración esta-
tal. Pero el Estado imperial en plena formación, requería más un hom-
bre de acción enérgica en el campo de la guerra para conquistar y
retener Y de tales atributos carecía Inca Yupanqui. De todas maneras
inició su correinado. Hizo una inspección o visita al territorio para
conocer las huacas o lugares sagrados. Y después se encaminó a sofo-
car un alzamiento llevado a cabo por el rey colla (Asángaro/Juliaca). Y
precisamente allí fue donde demostró carecer de toda cualidad para
dirigir y controlar un Estado como el de los Incas. Claro que los anan
y urincuscos reprimieron la conspiración, pero gracias a la estrategia de
su hermano Auqui Yupanqui y otros. Su ineptitud guerrera frente a los
collas fue comentada negativamente por sus parientes y demás estrate-
gas. Era patente que no servía para comandar un Estado ni para jefe
guerrero, lo que quedó demostrado cuando fue derrotado por los gua-
raníes en la frontera sureste. Lo que dejaba al descubierto su imposibi-
lidad para ensanchar y tal vez ni siquiera para conservar el territorio
adquirido por su padre y hermanos. De ahí que Pachacútec optó por
retirarlo del correinado, transfiriendo este cargo a otro de sus
vástagos,
a Túpac Yupanqui, también hijo de Anahuarque.
Así fue como Pachacútec, al simple curaca o señor del Cusco que
por tradición se llamaba ínca, lo transformó en el sapainca del Estado
imperial, es decir, en el rey de reyes, en el señor de señores, o mejor
dicho en el único gran emperador o gran soberano del mundo andino,
destino que les duró hasta 1533, apenas 95 años, período máximo de
continuidad del fabuloso imperio del Tahuantinsuyo.
.
Mama Ocllo, mujer principal de Túpac Túpac Yupanqui.
Yupanqui
mercaderes nativos que tenían contactos con sus colegas de Centro Amé-
rica, donde los españoles ya venían operando desde 1501. La versión
oficial, no obstante, trató y logró convencer de que sus decesos habían
sido causados por la fiebre típica de aquella enfermedad.
/~
, Por cierto que ésta no es la única división. Hay otra tan efectiva e
importante como la precedente. Es la separación donde se toman en
~uenta dos periodos bien diferenciados: el primero que abarca aproxi-
madamente desde fines del siglo Xll al año 1438; es el tiempo de los
3rígenes y de los sinchis o jefes sin conquistas rutilantes, sin más
~ominio que el Cusco y sus entornos, o en otras palabras: sin imperio.
Y luego el segundo que se inicia, más o menos en 1438, con Pachacú-
ec. Es la etapa expansionista que corresponde a la formación, desarro-
lo y consolidación del Estado imperial del Tahuantinsuyo, de la unifi-
ación política del mundo andino. Duró apenas 95 años, hasta 1533,
~n que fue destruido por los españoles en colaboración con otras
~tnias de costa y sierra.
1. Pachacútec
2. Túpac Yupanqui
3. Huayna Cápac
4. Huáscar
5. Atahualpa
1438-1471
1471-1493
1493-1527
1527-1532
1532-1533
COLOM BlA_~ ~
B P~ A~ S l L
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~ooc~
~3~(~" ~ 3° ~
El ayllu
,
La aglutinación de las unidades domésticas. denominada.s más espe-
cíficamente familias nuclea)-es-simpll~s i~ cleGlres-complleslGls para
con
formar ayllus o comunidades fue necesaria en la pohlaci(Sn andina,
como ~nica manera de contrarrestar la fdlta de herramienta.s y maqui-;
naria que hubicran podido sustituir la energía humana. El trabajo
colectivo era la única re.spuesta que tenían para organizal y controlar
toda lab°r que redundara en bien de todos ellos. Sin esa unidad no
habrían realizado las asombrosas redes de canale.s cn lo.s valles coste
ños, ni llubieran llevado a su término otras impactantes construcciones
en las comarcas altas de la serranía. Pero esta.s tenclencias
unificadoras
alcanzaron su pleno apogeo cuando se crearon los Estados tipo reinos
e imperiOS
JL~ dicho, improductivos. Las paredes las levantahan con lo.s materiale.s
propios de cada ecología: en la sierra de pirca (barro con piedra) y de
adobe. En la costa, solamente de adobitos y adobes secados al sol. En
otros parajes, como en el espacio Tallán y Tumbes las hacían de senci-
llos bajareques (cañas sin embarrar, dejando espacios para la aireación,
debido al clima muy caluroso). Como en la sierra el piso es poco
parejo, las construcciones seguían las sinuosidades del suelo. Allí,
generalmente las levantaban de planta circular, no faltando las cuadran-
gulares (y en el ámbito Chacha las ovaladas); pero, eso sí, todas ínte-
gramente cubiertas con paja. Las fabricaban en desorden e indepen-
dientes unas de las otras, de manera que no había calles sino pasadi-
~os en laherinto. Cada asentamiento, por lo común, servía de residen-
ria a un solo ayllu; pero tamhién huho marcas (aldeas) que eran la
~stancia de varios ayllus, como sucedía en Tunanmarca, Jatunmarca y
Huajlasmarca en las alturas del reino Huanca. He ahí por qué en estos
~ugares y en otros parecidos existen centenares de casas redondas, a
iiferencia de las aldeas chachas en que solamente hay de 19 viviendas
aun menos, excepto en Cuelap, donde se han contado más de 300.
Los incas
Pa~ ca es una voz que servía para designar a los linajes de gente
nohle, de altísima alcurnia; es decir, de familias extensas
pertenecientes
Pan~lia y parentesco
........................ Mama
................. Huahua
.............................1 lahua
................ ...........Huillca
........................Chupuyu
Tío (hermano del paclre)....Yaya
Tía (hermana del padre).......................Caca
Tía (hermana de la madre) .........~fama
Hermano del hombre.................Hua-lq-le
Hermano de la mujer................T-lra
Hermana del homhre ................Pana
Hermana de mujer......................~aña
Sohrino de hombre....................Concha
.................................. ,~IUIILI
Sohrino de la mujer..
Primo 1 °
Prima j d
Primo 2'~'
I'rima 2a
Primo 3'
Prima 3~ de homhre ...
de hombre........Sispa huauqquc
de homble.......................Sispa pana
de hombre ...............Ccaylla huauqque
de homhre ..........................Ccaylla pana
' de homhre ..............Caru huauqque
...........Caru pana
Primo 1° de mujer..............Sispa tura
Prima 1~ de mujer .............Sispa ñaña
l'rimo 2° de mujer.............Ccaylla tura
l'rima 2~ dc mujer.............Ccaylla ñaña
PriIllo 3° de mujer............Caru tura
Prima 3~ de mujer..............Curu ñaña
acaecía con los padres respecto a sus hijas, engendradas por ellos.
La descendencia paralela tenía tantísimo ímpetu y eficacia que, en
1575, un evangelizador de indígena.s planteó su radical extinción por
.onsiderarla perniciosa dada la desigualdad en que quedaban los hijos
hijas de un mismo matrimonio. Precisamente, por lo arraigado que
¨as décadas del siglo xlx y en la sielra ecu;ltc)riana hasta hace poco.
El
~JlL~n o estampad(:) en 16~0 para mostrar el funcionamiento de la
dcscenciencia
Uniones matrimoniales
Situación de la mujer
~ ~ u~
Amor y sexo
/os 'ncas
cuantos cabellos para después enredarlos con los suyos. Si ella respon 3
día al galanteo y enamoramiento. reclamaha su lliclla y ha.sta podía ~
corretear al varón so pretexto de recuperar .Sil mencionado manto ~.
Entonces el pretendiente le pedía una cita para devolvérselo. Si a la
refericla entrevista concurría sola es porque aceptaha el enamoramiento
pero si asistía acompañada es porque rehuía el cariño de ese hombre
Si no estaha interesada en el amor clel mllchacho, se le abalanzaba
agreslvamente a puñetazos y hasta le arrojaha piedras para golpearlo.
Lento, pero acompañado con ají. Con idéntico objetivo hacían uso
~e las libélulas.
Verdolaga At~lgo
VERDURAS ANDINAS
Chirimoya
ALGUNAS FRUTAS
~limentación
Entre los tubérculos también hay que enumerar a las ocas, ullu-
~s, llacones, yucas, pitucas, arracacbas, achiras, l7quimas o ashi
fiestas en general.
En fin, estas y otras virtudes tienen las algas del mar peruano. Pero
además son plantas que favorecen la digestión, y ellas mismas son
muy fácilmente digeridas y absorbidas por el organismo humano. Por
cierto que los habitantes andinos no conocían nada de esas sustancias
químicas, ni sus porcentajes. Pero, en cambio, sentían que su ingestión
les producía bienestar; por eso las buscaban, y no solamente los coste-
ños sino también los serranos de las tierras altas, adonde las llevaban
deshidratadas, en forma de bloques cuadrangulares. Conformaba un
activo comercio de trueque. Los yuyos de mar, en consecuencia, consti-
tuían los verdaderos sustitutos de la espinaca y acelga. Se los consumía
crudos y cocidos, como parte principal de la comida y diario sustento.
~J
Cazzas o parca
Pallar
Tarhui
Chijchipa
Chulco
Hitcka
Paico
Domésticas
Ñuñuma o
Pato quele
Pato Choca
Perdices
pato peruano
Cultivaclas
Arracacha
Ashipa
Camote
Maca
Oca
Olluco
Papa
Sachapapa
Uncucha
Llacón
Yuca
TL,TBEROSAS
Silvestres
Achacana
Amapu
Capasu
Cochucho
Curao
Iguana (papa)
Layo
Quemillo
Papca
LEGl 7.'11~RFS
HORTALIZAS
Hemico
Poroto
Pashuro
Chonta
Llipcha
Patau
C'ARI~TE DE Al ES
Silvestres
Pavas del monte (Piura)
Gallaretas
Gallinas de papada (Moxos)
CARNE DE 5AIJRIOS
Cañanes (costa norte)
1 7~
Los incas
Domésticos
Cuy
Perro (huancas)
Llama
Guanaco
Alpaca
vicuña
FRI 7TAS
Aguaje
Tintin (granadilla)
Macambo
Palta
Pihuayo
Tumbo
l'oroporo
Sal
Amuy
Ají
Muña
Marmaquilla
Achupalla
Airampu
Carhuancho
Chontaruro
L enguado
Cazón
Sábalo
De mar
CARl\!E DE MAMIFEROS
Silvestres
Huangana (selva alta)
Tapir (selva alta)
Ronsoco
Capibara
Venado
Chambira
Lúcuma
Marañón
Pucha (papaya)
Puruncari
Yacu
SUPLkMENTOS MINERALES
Chaco o pasa Cal
O~EAGII~OSAS
Maní
SAZONADORAS
FLORES
PECF.S
Dorado
Mero
Liza
Castaña de Indias
Rocoto
Huacatay
Cuyuy
Ahuaymantu
Atago
Chañar
De agua dulce
Gona
Bagre
Sardina blanca de Yucay
~óbalo
~abrilla
Pámpano
~hita
Cavinza
~Caballa
Anchoveta
Borracho
Ç' Sardina
~ Bagre
E Muchuelo o
~ machete
| Ayanque
Peje sapo
rv Sierra de Paita
~ongrio
Bebidas
Corvina
Peje blanco
Pejerrey
Lorna
Coco
Bonito
Auja
Peje de peña
Chalacos
Bocón
Huancavilca
Peje volador
Cojinova
Sierra
Peje ángelo
Chaquechacllua o dorado
Suqui o pejerrey (Chili)
Cachule o carachi
Mauri suchi
Lluchcca
Ahuacuyamor
Cacas
Umani
Chichiñi chacllua o ispi
Coychi
Coriochoque
Moro
Cuchara de palo
~"~
Tinajita Olla
Cazuela
C=~S=
la bebida cotidiana para calmar la sed. Pero, eso sí, no era estricta-
mente una bebida alcohólica. La bebían en queros (vasos de madera y
metal) y en potos (calabazas pequeñitas) como aditamento imprescindi-
ble después de los alimentos. La falta de chicha, sostenían, les produ-
cía debilidad, ausencia de entusiasmo y hasta enfermedades. Es en ver-
dad bastante tonificante.
i a homl,ros, a pie.
Como se dijo, era un país escaso de árboles; pero los pocos que
existían estaban muy bien adaptados al medio, muy resistentes al frío
en las altas cordilleras, por encima de los 3.300 metros sobre el nivel
del mar. De ellos sacaban madera, leña, frutos, colorantes para textiles,
protección y mejora de suelos. He aquí las especies más aprovechadas:
(,)uinnual o queñuar
~ - f~
Artesanos e intercambio
Entre los ayllus andinos sí se puede decir que cada niño nacía con
~l porvenir garantizado, porque cada hombre dentro de la comunidad
:enía asegurado su tupo de tierra o chacra para sembrar en un
momento dado; y cada mujer medio tupo. El joven iba al matrimonio
aportando su caudal agraric). Y la flamante pareja iba recibiendo tupos
conforme los necesitaba de acuerdo al descanso de los suelos de
labranza. Pero, eso sí, cuando fallecían, S~IS hijos no los retenían por
considerar que no se le habían entregado en propiedad, sino en usu-
fructo como fuente de alimentos.
C~4Q ~
~s~
1¡
~1
~ I
Una balanza en red, utiliza{la para pesar I na balanza tipo hl~ipe para
pesar las
oro, plata, coca, algoclón, lana y tinturas nlismas cosas clue en la de
redes.
Los inca~
medida rasa de estas cosas cuando las 2enden. tanca vicchi~ Dar
med~da colmada: tancani, chunchuni churata~. Y IV) ~henchir la
medic1a justa, pero ra~da sin colmo: tancachatha~.
~a cotidiana Z91
Ecuador.
Resiclencia de un noble inca en Ollantaitambo.
Atavíos y adornos
Los sacerdotes del sOí vestían con telas blancas, confeccionadas con
pelo de vicuña, tapándoles desde el cuellc) a los tobillos: modelo y
color que venían usando desde los gloriosos tiempos de Taipicala.
Salud y enfermedad
He ahí por qué entre ellos daban más importancia a las enfermeda-
~s estrictamente culturales que proliferaban más, con escasísima y tal
~z ninguna noción sobre las patológicas que, en efecto, también exis-
~n. La más corriente era y sigue siendo la del susto o jani, que
Iplica la pérdida temporal de la esencia vital que da vida, movi-
iento y ánimo al ser humano. La autosugestión de esta enfermedad
OVoca fliujos de vientre, sensación de frío, excesiva secreción salival y
ras alteraciones Solamente se cura con la mediación de un curan-
?ro ducho en prácticas mágicas.
Otra dolencia cultural consistía y consiste en la creencia de que, en
el cuerpo de un ser vivo, se introducían espíritus perversos, pertene-
cientes a hombres que han vivido en épocas muy antiguas. Para que
se produzca este malestar basta con transitar por las sepulturas anti-
guas, siendo mucho más grave posarse o recostarse en sus cercanías
Dicha indisposición se tipifica por un estado de depresión que se hace
más intenso con la aparición en todo el cuerpo de unas ronchas rojas
que producen escozor. El paciente tiene sueños en que se le aparecen
las ~almas de sus antepasados.
Otra molestia cultural estaba y está producida por el arco iris (turu-
~manya o cuichi). No se le debía apuntar con el dedo índice para evi-
~tar que éste se pudriera; no se podía reír y ni siquiera abrir la boca
~frente a él para no adquirir caries y piorrea. Las muchachas no dehían
~pasar por debajo de un arco iris, ni descansar en los sitios donde éste
~se asentaba para evitar que las fecundara y embarazara, dando a luz
seres muertos y monstruosos, que debían enterrar de inmediato para
~no originar enfermedades terribles en el ayllu.
do (jatunrU7la).
Como se ve, existían hampicamayocs que sólo ejercían en sus ayllus
otros a quienes se les solicitaba por los demá.s ayllus de su reino, y
ID In ~ 7 ~Ati~if~nn 1-~,
k~.~ inc~s
sibles para los neófitos, canciones, música y hasta danza. Era una tera-
pia totalmente naturista acompañada de infinidad de imprescindibles
actos mágicos Pensaban que el olvido de cualquiera de esas cosas
enunciadas hacía ineficaz el tratamiento curativo
Juegos y diversiones
Los niño.s y muchachos agarrandoce los unos a los otros por los
vestidos, formando una larga hilera, corrían de un lado a otro dando
vueltas, en lo que imitaban la curva de una serpiente. Tal diversión
tenía por nombre acutasitha, no siendo otra cosa que el trasunto de
la danza del Amaru que realizaban los adultos en determinadas oca-
siones solemnes.
Por último, en unos lugares dos veces y en otros tres por mes, s
reunían en un escampado para comer unos al lado de otros y despuc
dedicarse a juegos físicos. Lo que buscaban en estas ocasiones era I
reconciliación de los ánimos. En tales situaciones cada familia llevab
sus propios alimentos.
~0~ Los i77c~7
Hoy como ayer. Ia llamcl constituye uno de Ic,s recursos ecc,nómicos más
import.lntes ciel muncio inC.IiCo a la hora de e~xplotar el meclio
circunciantc,
Estructura de la propiedad
y posesion de la tierra
Formas de propiedad
Del Estado.
Del sapainca, como patrimonio suyo.
De las panacas o aylll~s de la realeza cusqueña.
F queño ponía gran esmero en no dejar a los ayllus sin tierras; tomaba
únicamente las sobrantes, las que no hacían falta a los nativos. En
otras oportunidades el Estado y/o el sapainca habilitaba terrenos
Desde luego que taml~ién dependía del rango e importancia del agra-
clado Por eiemplo, al apo Hacho, señor de Latacunga, Huayna Cápac
le di)nó tierras inmensas~ hasta donde alcanzara la vista, en lontananza.
¨ comercialización.
L Pero, aparte del cloruro de soclio, todo gran yacimiento o cent:
~ productor de materias primas minerales estaba a cargo del Estado.
sucedía con los lavaderos de oro y minas de plata, cobre y estaño,
adonde enviaban una cantidad numerosa de mitayos (jatunrunas o mit-
mas) para explotarlos.
Enclaves ecológicos
Pero eso sí, los mitayos y mitmas reubicados en los enclaves ecoló-
gicos obtenían productos principalmente para que sus curacas tuvieran
materiales que redistribuir.
De ahí que cuando se dice que una persona sólo recibía un tupo
(parcela), hay que explicarlo; porque, en la práctica, en infinidad de
casos no solamente era un tupo sino varios, porque el reparto de
tierras 1o hacían tomando en consideración los largos períodos de
descanso a que quedaban sometidas las tierras debido a su agota-
miento, principalmente cuando se trataba de terrenos dedicados al
cultivo de papas.
En lo que toca, pues, a papacanchas (hijuelas destinadas a la
obtención de papas) fue inevitable conceder de seis a siete tupos en
las estepas o punas, debido a que jamás sembraban dicho tubérculc
año tras año en un mismo terreno, sino después de cinco años de
reposo en climas templados y de siete en ecologías frías, y después de
nueve en las punas mas bravas. De ahí la necesidad de redistribuir tie-
rras cuando se iniciaba el año agrícola y también la obligación de
repartir varios tupos a un solo individuo, porque darle sólo uno habría
significado dejarle en la miseria. En el Cusco cada papacancha (tupo
de papas) medía 20 varas por lado, o sea, 400 varas cuadradas.
IJn hecho muy singular de estos lotes es que cada cual tenía su
propia toponimia: una palabra que reflejaba algo típico del paraje. Y
cuando no tenía designación taxativa, hecho muy raro, se particulari-
zaba llamándole por el nombre de su poseedor.
Distribución de la cosecha
dades; para regalar, para semillas y para trocar con otros productos,
cosa, esta última, que siempre la llevaban a cabo aun en la situación
de tener acceso a parcelas emplazadas en distintos pisos ecológicos.
La confusión sobre las tierras del Estado y del inca, que se creía
que eran una sola cosa hasta hace poco, estriba en los cronistas, prin-
cipalmente en los tempranos o en los del primer momento de la inva-
Sión colonial (siglo xvl), quienes, como recién llegados, desconocedores
del idioma y de las mentalidades, no podían captar la realidad de las
222 Los incaS
Formas de trabajo
Ayni o reciprocidad
nllAe o pepw
-nwoa el ap salqwodslp salqwou, A salalnw ap pepll~a1w el ewaL~Ialul
selaue1sunalla salel u ~ sesea sns salopuaAnllsuoa 'sopesea uaIaal sau
-aAQI sol e eqe1sald as anb la ela ~,~u~Lu~ odll oleqell ap olnsa ol1o
sello .~ saluolsed-ol~e
sapeplsa~au seuanbad sns laAIosal eled el~ua~lA ua ewa1uelu sol a1sa
'OWSIW nllAe le sa1uaueww seale1 Oiuoo '2~f~U~U~ U~V 'elaUeAlaSqO
A o1ualwlldwna ns eled uolaedllaoald eun~uw ueqel1sow ou 'peplaA
ua 'saAal A Se~UIedeS OpelS,'~ lap IOIIUoa IU uolalsodwl 'uQIaua~alul e
ws oqe~ e ueqeAall sol 'leslaAwn laAw e on~l1ue AllW ua~llo un uelual
anb 'e~ww A wAe le leunwoa uolsalloa eun ap olpaw u~ seplqaq
A se1ualwellalI seldold SllS opueAall sel~a1ul selIlwe~ seI uellmauo~
ena Ie oallale un eqewlo;luo~ SOpOI ap oleqell la ollolualad elaeu, as
'sopo1 e ueqeIal~auaq anb sauol1sana se1sa laAIosal eled sa1ua~ln selqo
Sel1O A soldwal ap uolaaala 'solapuas ap eI~uell,'~L!A A elnllade 'S
Claro que también hubo división del trabajo por sexo y edades y
según la capacidad vocacional de la gente. Es innegable que existían
especialistas, pero que trabajaban sin desligarse de la agricultura,
Otra división que se debe tener presente es que había: 1°, mitas de
servicio general (construcción de fortalezas, templos, llactas, caminos,
puentes, tambos); y 2°, mitas de servicios especiales (artesanos, dan-
zantes~ músicos, cargueros del sapainca, acllas, chasquis), que no las
cumplían cualquier hombre o mujer, sino gente seleccionada.
Los mitayos trabajaban desde la salida del sol hasta el ocaso del
misn1o, unas 12 horas diarias, con los consabido.s intervalos para comer
Justo, las acllas pertenecientes a la alta nobleza eran las que desem-
peñaban las labores más importantes, dirigiendo la administración o
gobierno del centro de manufactura y más tarde, más o menos a partir
de los 30 años de edad, pasando a ocupar el rango de mamaconas.
1~
S. Taqui acllas, que por sus dotes artísticas (canto, tañido de instru-
mentos y danzas) no tenían más ocupación que alegrar a las
otras acllas y a los incas cuando éstos las requerían.
Por lo tanto, como el único recurso efectivo para generar rentas era
la energía controlada y planificada de los mitayc)s, el poder cusqueño
no podía accionar ni proyectar nada si previamente no hacía censos de
los recursos humanos y naturales. Tenía necesidad de conocer el
número de recién nacidos, de niños, de adolescentes, de hombres
casados, de adultos, ancianos, huérfanos, inválidos, viudos, enfermos,
fallecidos; de artesanos, agricultore.~., pastores. Sólo así podía
racionali-
zar lo inherente a la economía política. De lo contrario le habría sido
imposible movilizar trabajadores, mitlitas, guerreros, acllas. Y eso,
lógi-
camente, sólo poclía cstablecerlo mediante censos o empadronamientos
periódicos, de forma tan completa y puntual que los márgenes de error
resultaban realmente imposibles. El control demográfico lo llevaban a
cabo unos especialistas llamados quiptlcamayo.s, ayudándose con cuer-
das de pelambre, algodón y cabuya a veces mezclados con pelos de
venado, debidamente anudados, donde cada uno de los bultitos repre-
sentaban cifras. En sus registros empleaban el sistema decimal, el mejor
artificio contable, sin que esto signifique que los ayllus y etnias hayan
estado en verdad divididos en un exactísimo procedimiento decimal.
Grupos de edad
V~rones Mujeres
De 25 a 50 anos
I Aucacamayoc Mita agrícola. Artesanos. 1. Aucacamayo huarmin Tejedoras
de
.Uineros. Ejército. Mitmas.
De 50 a 80 anos
De 80 a más anos
De cualquier edad
De 18 a 25 anos de edad
De 9 a l clno.
De S a 9 anos
De l a 5 anos
Ancklno a
c amina
Anciana
dormilc,na
Joven o
moza
Trabajadora
Anciana quc~
trabaja ~
J~ gate~a
10°
Rf~hZ.
xo
Niñc, que
jucga
sebé 9"
(niño) qlle Bcb¿ (niña)
que ~ate
(niño) de 10°
cuna Bebé (niña)
de cuna
Hay que tener esto muy en cuenta para no seguir cometiendo los
errores en que cayeron los estudiosos hasta la generación anterior a
nosotrc)s, que confundieron lc)s términos y las figuras al extremo de
entender y definir la mita como un trabajo comunal que habría carac-
terizado al Estado del Tahuantinsuyo como una sociedad colectivista
y/o comunista-agraria. Efectivamente clue lo ~ra, pero soldmente a nivcl
del ayllu o comunidad campesina, jamás a nivel del Estado imperial, el
cual, como se ha visto, confiscaba tierras, pastizales y rebaños a los
vencidos, y en forma dulcificada y hasta compulsiva les extraía el
Tecnologías y artes
cC~eo d.
Otra técnica para aprovechar los suelos con fines agrícolas fue la de
las hoyas o mahamaes o tierras ahondadas, privativa de los desiertos
costeños Las excavaban retirando toneladas tras toneladas de arena,
hasta alcanzar las proximidades de la napa freática para utilizar su
humedad alimentada por las aguas subterráneas. Jamás pasaban de la
napa para evitar inundaciones. Allí cultivaban valiéndose de las cabezas
de las anchovetas o anchoas, usadas como fertilizante.
Por poco, todos los mahamaes están ubicados en las partes bajas
de los valles de los ríos, donde el nivel acuífero queda cerca de la
superficie La arena retirada se amontonaba en los costados, formando
altas lomas, rodeando tierras de hasta 200 metros cuadrados, que se
sucedían unas al lado de otras. Ahí sembraban maíz y árboles frutales
con cosechas en cantidades paradisíacas. Los españoles se quedaron
atónitos al verlos en pleno funcionamiento y rendimiento en las pam-
pas de Villacurí (Pisco-Ica) y Chilca; pero también los había en Viru,
Chanchán y otros lugares del litoral norteño.
Nombre quechua
1. Abinca
2. Achira
3. Achoojche
Genero
Cucúrbita
Canna
Cyclanthera
fue necesario que la sociedad los creara en gran número, sobre todo
donde no existían, e incluso donde los había pero en cantidad deficita-
ria. Así fue como, mediante prácticas artificiales, transformaron el sis-
tema natural tanto biológica como edáficamente, con el deseo de
extraer el máximo de provecho a corto plazo. Para asegurar el abaste-
cimiento de alimentos hacían uso de canales de riego, abonos, drena-
jes, rotación de cultivos y descanso de suelos, que contribuían a con-
servar las parcelas en forma excelente.
Plantas domesticadas
Nom/ore común
Calabaza
Achira (tubérculo de
clima cálido)
Caiguas
7:
8.
9.
10.
1 1 .
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.
29.
30.
31
32
33.
34.
35.
36.
37.
38.
39.
40.
41.
Achupalla
Ajipa
Amarucachu
Amancay
Ancara
Anyu
Apichu, cumara
Apincoya
Aricona o aricuma
Arracacha o racacha
Ayahuasca
Ayrampu
Cachuma o cachún
Cañigua
Cantu
Ocas
Chachacoma
Chinchi, uchu
Chirimoya
Chonta
Chuchao
Chuy
Coca
Cohuacho
Coimi
Cullash, variedad
de molle
Cuyuy
Huacatay
Huantuc
Huayau
Huillca o vilca
Huitoc;
Inchis
Jataco
Lacayote
Lambrán o ramran
Marcu
Masasamba
Ananas
Cacara
Polianthas
Amarillis
Legenaria
Tropaeolum
Ipomea
Passiflora
Polimnia
Arracacia
Banisteria
Opuntia
Solanum muricatum
Chenopodium
Cantua
Oxalis
Escallonia
Capsicum
Annona
Guileilma
Frucraea
Phasaeolus
Erythroxylum
Cucúrbita
Jícama
Amarucachu
Azucena de Indias
Calabaza
Anyu
Camote
Granadilla
Llacón
Zanahoria andina
Ayahuasca
Cactus
Pepino
Cañihua
Cantuta
Ocas
Chachacomo (árbol)
Ají
Chirimoya (fruta)
Chonta
Penca
Frijol o frejol
Coca
Calabaza
Amarantus Amarantu
Schinus
¿Ruda?
Tagetes
Datura
¿Salix?
Piptadenia
Genipa
Arachis
Amarantus
Cucúrbita
Alnus
Ambrosia
Annoa
Molle
Ruda (condimento)
Huacatay (condi-
mento)
Huantuc
Vitoc
Maní
Jataco
Calabaza
Aliso
Marco
Guanábana
~'.. ,,~1
42.
43.
44.
45.
46.
47.
48.
49.
50.
51.
52
53.
54.
55.
~6.
S7
58.
59.
60.
61.
62.
63.
64.
65.
66.
67.
68.
69.
70.
71.
72.
73.
74.
75.
Matti
Mulli
Nucjchu
Pacay
Pacpa
Pallar
Palta
Pamuco
Pante
Papa
Papaya
Paico
Piris
Pirca
Pischic
Pisonay
Schinus
Salvia
Inga
Legenaria
Mate
Molle
Salvia
Pacay
Frucraea Maguey
Phaeaeolus Pallar
Aguacate
Pamuco
Panti
Persea
Crescentia
¿Polymnia?
Solanum
Carica
Chenopodium
Capsicum
Lycopersicum,
Cyphomandra
Sambucos
Erythrina
Sairi
Suchi
Sulloco
Tara, taya
Duddleia
Capsicum
Lúcuma
Manihot
Psidium
Cucúrbita
Zea
Paspalum
Nicotiana
Plumieria
Sapindus
Caesalpinia
Patatas
Papaya
Paico
Variedad de ají
Tomate andino
Saúco
Pisonay (arbol de
flores escarlatas)
Calabaza
Pasionaria
Frejol, friioq
Quenñual
Quihuicha
Quinua
Quishuar
Rocoto, chili
Lucma
Yuca
Guayava, guava
Calabaza, Zapallo
Maíz
Maicillo,
yerba forrajera
Tabaco
Suchi (árbol de
hojas fragantes)
Sulloco
Tara (árbol para teñir
y de frutos comesti-
bles)
76. Tarh~iJ
77.- Tintin
78. Tumbo
79. Uchu
80. Ulluco, olluco
81. Uncucha
82. Unguna
83. Usum
84. Utcu
85. Yacón, llacón
Lupinus
Tacsonia
Tacsonia
Capsicum
Ullucus
Xanthosoma
¿Curcuma?
Prunus
Gossypium
Polymnia
Altramuz, chocho
Granadilla
Otra granadilla
Ají en general
Olluco
Uncucha
Unguna
Capulí
Algodón
Llacón, tuberosa
comestible
Tanto los suelos chiri como los coni no gozan de las mismas carac-
terísticas en todas partes. Y algo más: se pueden subdividir en varios
tipos, ya que ciertos factores, como la humedad, generan los subtipos
api y chaqui; la profundidad produce los tipos cara y atu1l, la topo-
grafía, los tipos pampa y cata; los riegos, los tipos carpaniyoc y
manaca 1paniyoc. Y cada variante la afecta cle distinta manera.
Sistemas de riego
Instrumental agrícoLa
P~ r
C~
~G
-s
F
UOlSIl~lp ese~s~ ~p e~J~ a
ua~lJo ~p o~°J ~lqeqoJd a
Sl'J~lllpJo~ :~
eull~ue eJIl~ 7 171 u~ le
~!.L ~
JJ~-
o~aN~ ~u o
~r~ n
canales de riego. ~n las parcelas ubicadas en fuertes declives, con
superficies irregulares y espacios estrechos, sigue siendo la herramienta
agraria insustituible hasta nuestros días, debido a la imposibilidad de
meter allí yuntas de bueyes y equipos motorizados. Además, ayuda a
detener la erosión porque no disgrega las partículas que componen las
champas o prismas de tierra; tampoco modifican su contextura, como
sucede con el arado de vertedera.
Raucana o Racuana
Tecnología ganadera
Las llamas, en cambio, como animales más resistentes que las alpacas,
corren pocos riesgos. Producen carne, fibras, pieles y abono, además de
proporcionar servicios como bestias de carga; pero económicamente rin-
den menos que las alpacas. El lento crecimiento de su pelambre dura tres
años; y como burda que es solamente sirve para elaborar sogas, costales y
telas tocas. Muy pocas de sus crias fallecen. Las llamas también tienen
más
peso y, por lo tanto, rinden más carne utilizada para elaborar charqui.
Como animal de transporte resultó demasiado útil cuando los pastores rea-
lizaban viajes largos para efectuar sus intercambios o trueques.
Otros conociII~ientos
Otra figura importante es que los runas andinos para poner nombre
a las cosas, personas, animales, plantas y lugares geográficos, primero
observaban y hasta analizaban el sitio y/u objeto, y sólo después de
haber descubierto cuáles habían sido sus características más destacadas
más valiosas, sólo entonces procedían a nombrarlas. El apelativo, por
lo tanto, indicaba una o más de esas peculiaridades. De ahí que los
topónimos, los patronímicos y nombres en general describen el suelo,
el paisaje, la ecología, la flora, la fauna, la zoología y la anatomía y
psicología de las personas. He ahí por qué los nombres, sin distingos,
son una fuente importantísima de información etnohistórica.
Ollas
El único ser que podía poner en contacto estos tres mundos era el
sapainca, si bien antes del incario lo habían hecho los jatuncuracas o
señores principales de los reinos o etnias.
Artesanía textil
En el arte textil, sin haber inventado nada nuevo, hubo un gran
desarrollo, produciendo telas y trajes en cantidades cuantiosísimas. Al
algodón en la costa y al pelo de llama, alpaca y vicuña en la sierra,
previamente teñidos cuando lo querían, los hilaban en ruecas. Después
los tejían en diversos tipos de telares rudimentarios, generalmente en el
que se compone de dos lizos colocados sobre un plano horizontal,
uno de cuyos extremos se fijaba a un árbol o a un poste, mientras el
otro permanecía amarrado a la cintura de la tejedora gracias a una
correa o faja. Como útiles aclicionales empleaban una serie de peque-
ños artefactos de hueso de camélidos cuidadosamente pulidos.
Ali~arería
Arquitectura
Pero por más bellos y formidables que sean los edificios incas,
cuando se recorren y contemplan sus interiores, aparecen intensamente
Oscuros, tristes. Dan la sensación de una perpetua pesadez. Los escasos
adornos que suelen llevar en los marcos y dinteles de sus puerta casi
en nada atenúan su severidad. Se sabe que internamente los nobles
procuraban combatir la lobreguez de sus cuartos pintando los muros, o
revistiéndolos con tapices de cllmbi, o planchas de oro y plata. Esto
en cuanto a los edificios mandados erigir y ocupados por los grupos
de poder. En lo que atañe a las casas de los jatunr2lnas, la modestia
era extrema.
a~uolq ~p sallln SOllO
~11 ~
we~l~ul~
sel.~en~l elaap s~
Entre la estatuaria hay que incluir las efigies de los sapaincas, todas
de tamaño natural, llamadas guaoquis (hermanos) por representar el otro
yo del soberano. Constituía una de las maneras efectivas para preservar
la figura y retrato de cada jefe supremo, como medida preventiva en
caso de que sus momias se consumieran o fueran a parar a otro sitio
como sucedió con la de Manco Cápac. Las fuentes del siglo XVI sólo
hablaban de los guaoquis o estatuas de cada inca, pero no las describen
ni siquiera levemente. Por lo que apenas podemos conjeturar que fueran
magníficas obras de arte, de gran realismo, representadas con la majes-
tad que correspondía a la categoría de los reyes. Además, solamente se
hallan referencias más concretas de los incas de Anan; de los Urin ape-
na.s clueda rastro, de quienes se sabe que no eran de oro, ni plata, ni
piedra, ni madera, sino de arcilla, por razones que se ignoran.
En este apartado también hay que citar el bulto de granito del dios
Ticsi Huiracocha en el templo de Cacha (Urcos). De todos modos,
como ya se dijo, la escultura no estuvo a tono con el desarrollo de la
arquitectura .
Metalisteria
Por cierto que la propia etnia Inca no era experta en esta artesanía,
sino otros pueblos a los que conquistaba y obligaba a trabajar elabo-
rando las obras de arte que precisaba. Los ishmas y chimús fueron lle-
vados al Cusco y otras llactas para que cumplieran dicha función.
Estos producían aretes, orejeras, brazaletes, ajorcas, collares,
sortijas,
prendedores, tumis rituales, placas, planchas, efigies de plantas, anima-
les y seres humanos para adornar los templos solares y aposentos rea-
les del Cusco y ~provincias~. La fabricación de joyas de oro y plata fue
una actividad que siempre corría a cargo de especialistas; no era de
conocimiento general en los ayllus. En la costa los orfebres y plateros
estaban por completo desligados de las tareas agropecuarias.
Pintura
Queros
Educacion
Las castas incas y otras que completaban los cuadros militares reci-
bían una educación para gobernar, y tal educación era bastante férrea.
Antes de ser declarados maduros o mayores de edad pasaban por
severas pruebas de ejercicios físicos y de resistencia, cuya finalidad
era
inculcarles disciplina, agilidad, atención, aguante en las marchas forza-
das, dejando de lado los aspectos atractivos. Todo lo cual tenía que ser
demostrado en una fiesta ritual y deportiva llamada huarachicuy
durante el capac-raimi (diciembre).
souls~dw~ ~ s~louas
s~lsi~ ~ s~s~l~ 's~lñ ~ r
OS ~Inl~mls~ ~
6
~02
/0s ~ncas
Alto sacerdocio
Incas simbólicos
Artesanos
Mercaderes
El jatunruna
31 1
Muy útil
. ~ O ~ ~ 3 ~ O ~
/~
~o
El ejército profesional
Yanaconas y yanayacos
314
Los
incas
aluawelasol~ eqeze~al al as
an~lod en~e ap oseA un llpad e selewAe soAe1!w lod op!~as oqwel
un ua iel1ua elpod ela!n~ls !u oln ul I sol~asu! a sellpueqes owoo
ows souewn~ salas lod e ual sal as o~ euen~adol~e pep!ladsold
epezueAe ap pepal~os selewAe sol ap olpaw ua o e~la~ l!A!A ap lesad
-el!qell SlJen~l sol Sel1Ua!W selle salled sel ua uelA!A sa~en~ell so~
salua!~al aluaweAnelal se~oda
ua sope~all solalselol soauelo~ eqelaplsuoa sal as (e~eqeA~-eqweq
-eaUenH) OpUO~eAell~ A e;)lewe e~ else~l se~uenll sol ap A SOAll
ap seund sel apsap euqn;) uQ!slads!p ap eale eAn~ eAnaadsap .~nw
elqeled 's¿7 7~'nn~ll eqewell sal as salualadal el~ell SOI selall!ploa
selle
sel ap salolsed sol e aluala~øu! 'e~so~ ,~ eueml1 eplA e dold ns an~lc)d
~G/
52~1.71 ~ ø77
ø~
La est17lct~ 1 s-)cial.,/e~ qloas, clases ~ castas se~ores ~ ca~npesi~los
Los llacuaces vivían en las partes altas, mientras los huaris hahita-
ban en las hajas de la serranía. Y unos y otros, pese a esa contradic-
ción se visitaban en épocas de cosecha para intercambiar sus produc-
tos, en medio de una expectante complementariedad.
La suerte del pina era muy triste en los cocales de la selva alta,
pese a recibir por allí tierras de cultivo. Se trata de gente que no
tenía
el status de hombres ni mujeres libres. Pero lo original de la esclavitud
andina es que todos eran propiedad del Estado y del sapainca sola-
mente, quien no acostumbraba a regalarlos ni venderlos a nadie.
Nunca se ha encontrado a ningún pina que hubiera sido propiedad de
personas (privada) o de instituciones tipo sacerdocio por ejemplo. No
hubo, pues, tráfico de pinas. Pero existieron familias y ayllus enteros
sometidos a esclavitud, todos con un status muy bajo y con obligacio-
nes estrictamente conocidas. Su proporción, sin embargo, fue exigua en
comparación con los runas libres e inclusivo ell r~lacioll con los j
ya1las. ~To se percibe que fuera en aumento. ~L
Pampayrunas o mitahuarmis
10
-~ 9
e leuo!~al oulalqo~ la opuel~uo~ 'pepuo1ne el ap epllled ap o1und
~1~
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-- J -- _ J ~ Z
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~ 1 ~ ..
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parientes consanguíneos o a parientes ceremoniales suyos, mediante un
engranaje de sucesivas delegaciones estructurando permanentemente un
esquema administrativo de funcionarios. Enca en puquina (asimilado
después al aymara), o Inca ya quechuizado, significa exactamente el
principio generador o vital, la fuente y origen de la felicidad. Lo que
equivale a decir un arquetipo, un modelo original de todas las cosas,
un ser sagrado, un dios. Capac corresponde a grande, poderoso, rey; o
dicho de otro modo: grupo dominante y dirigente. Yupanqui es, en
cambio, memorable, digno de recordar.
El sapainca era una de las personas más aseadas. Como tomaba los
alimentos con las manos, se las lavaba antes y después de comer en
una vasija de oro o plata so.stenida por otra de sus esposas, secándose
en seguida en scrvilletas o lienzos facilitados por otra de ellas. En los
caminos aleclaños a aguas termales mandaba abrir pozas y piscinas
para bañarse en companía de su.s mujeres. A estas pozas, como en la
de Pultamarca (Cajamarca:) conducían por medio de caños agua fría y
caliente para proporcionarle la temperatura deseada. Sus esposas le fro-
tahan el cuerpo con suave.s piedras pómez y hierbas jabonosas y aro-
máticas. Frecuentementc se depilaba con pinzas las ralas harbas que le
hrotaban en la cuijLlda. Y permanentemente se hacía cortar el cabello.
I n saprinca entronizado
un saprinca llevado a la guerra
Por otro lado, los propios sapaincas, con el fin de afianzar y justifi-
car sus acciones, aprendían y realizaban una serie de prácticas adivina-
torias. I Jnas veces ellos mismos se presentaban como destinatarios de
revelaciones de SUS dioses y como peritos en manejar maravillosos orá-
culos, por intermedio de los cuales sus diviniclades les hablahan, acon-
sejahan, a~udahan y guiaban en las decisiones que dehían tomar para
conquistar, derrotar, reprimir, gc)hernar y regir a los puehlos.
Afirmaban
que SUS dioses, en algunas ocasiones, hasta les habían enviado guerre-
ros para derrotar a sus opositores. Así ocurrió con Pachacútec, quien
repetía que le había caído del cielo un cristal de roca que le permitía
ver el pasado, el presente y el futuro. Fl sapainca utilizaba con habili-
dad lo sobrenatural para hacer prevalecer sus propósitos políticos de
conformidad a sus proyectos de dominación. De ahí también por qué
las prácticas cle adivinación se hicieron imprescindibles antes y después
de cada acto, principalmente leyendo los vaticinios en los pulmones y
corazones de cuyes y llamas sacrificados.
l n huen sapainca cumplía sus deheres religiosos para que los dio-
ses nunca le negaran sus dones. De hecho era un sacerdote, aunque
él ya no ejerciera ese cargo oficialmente, si bien intervenía en la
designación de los sumos sacerdotes. Justamente por eso se creía que
hablaba con las divinidades y cons-lltaba a otros oráculos para dictar
sus decisiones. Fingía pues obedecer las inspiraciones recibidas de los
dioses. Su Estado constituía una teocracia, por lo que cuidaba que las
divinidades tuvieran templos y sus sacerdotes gozaran de tierras agrí-
colas, pastos y servidores, y que constantemente se hicieran sacrifi-
cios en su nombre. Sabía aprovechar muy bien la religión para
gobernar.
Hubo un gran centralismo. Todo dependía del gran rey, de los apo-
suyos y de los tucricuts. A fin de cuentas, el sapainca permanecía
informado de la totalidad de cosas y sucesos. Los apocunas permane-
cían a su lado asesorándole, transmitiendo y ejecutando órdenes. Visita-
dores y espías secretos le tenían advertido, notificado y avisado de
cuanto ocurría, los cuales eran nombrados y destituidos a voluntad del
sapainca, aun siendo personas de su parentela. El supremo mandatario
tenía, pues, una amplitud inconmensurable de atribuciones dentro de
una moral convencional que estereotipaha su figura política: era la ver-
dadera sede del poder imperial, el centro del imperio.
I . CH I QUIPAMPA
~. TORREON DE Ml,YUCMARKA
3. TORREON DE ~iALLACMARKA
4. TORREOI~T l)E l'AI-CAMARKA
~. PIIERTA PRlNCli'AI, DE TIAPLNKU
ó. QOLLQA
CU~T SU~U // ///1
~ \~ COLLASUYU
3r AL ESl~ DEL Wll
Los ceques estaban conectados con los linajes reales (panacas). Chi-
mapanaca, integrada por los descendientes de Manco Cápac, corría a
cargo de uno de los ceques de Cuntisuyo. Los panacas de Lloque
Yupanqui y Cápac Yupanqui cuidaban las huacas de los ceques de
Collasuyo, etc.
Otras llactas
Pero hay otro aspecto notable: las llactas incaicas tienen construc-
ciones hechas para la eternidad, incluso las de la costa, donde lalta la
piedra. Templos, fortalezas y aposentos son de bloques pétreos y gran-
des adobones y tapiales, con techumbres de madera y paja, y alguna
vez de bóvcda falsa empleando lajas y harro. En la costa bastaba con
esteras y lodo.
~o
Vista delallactLIdc Glxas,alnorte de Huancahamba(Piura)
Por eso las llactas incaicas no podían resistir vicisitudes duras. Claro
que la vida en ellas resultaba atractiva, agradable (aposentos, santua-
rios, plazas, calles, canales, depósitos, desfiles militares, fiestas,
danzas),
reinaba la agitación y el movimiento (de soldados, burócratas, sacerdo-
tes, yanas, mitmas, acllas), se hablaba mucho y en diferentes idiomas
según la procedencia de los mitmas. Exhibían, en efecto, un urbanismo
extremado, con espectaculares complejos religiosos, administrativos,
castrenses, lugares de recreo y de opulentas residencias para la estan-
cia deliciosa de nobles y jefes. Pero toda aquella multitud de gente
estaba formada por empleados del Estado, que desconocían la industria
y el comercio, sin espíritu de producción sino de gasto y consumo de
toneladas de comidas, vestidos y otros bienes que el Estado les redis-
tribuía, bienes producidos por los mitayos del contorno y por las reclu-
tadas y enclaustradas en los acllahuasis para faenar en determinados
barrios de las mismas llactas. Tales fueron las razones para que las
"ciudades~ impuestas por los incas fueran consideradas por los runas
como una especie de cárcel. Por eso cuando se produjo la invasión
española y la caída del Estado imperial, los que las habitaban las aban-
donaron totalmente, saliendo de ellas como escapando de una prisión;
y en algunos casos hasta las arrasaron (p. ej., Cajamarca, Cocha-
bamba/sur de Leimebamba). Demuestra que los que estaban obligados
a residir en ellas lo hacían a la fuerza, gentes en todo reacias a la
vida
urbana, individuos con una franca aversión hacía las ~ciudades". Los
serranos no habitaban por voluntad propia en las llactas incaicas, ni
siquiera toleraban vivir en casas juntas. Por ello las llactas imperiales
quedaron vacías, abandonadas. Sentían horror por las llactas, las mira-
ban como a presidios rodeados por muros, como a la tumba de la
libertad. En la costa no sucedía así: por eso encima de las vetustas ciu-
dades chimús y chinchas, los españoles fundaron reducciones. Y si
Chanchán quedó desierta, fue porque los incas ya la habían destro-
zado. Las llactas incas, en cambio, quedaron asoladas (Huánucopampa,
Incarracay, Cochabamba al mediodía de Leymebamba). Solamente en
las que los españoles decidieron quedarse a vivir (Cusco, Jauja, ~ilcas,
Tumbebamba, Quito, Caranqui, Cajamarca), prosiguió palpitando la
actividad humana.
Con el imperio de los incas, a partir de Pachacútec, hasta el ejerci-
cio comercial a base del trueque descendió en la sierra, porque fue
reemplazado por la cesión benévola que hacían de sus bienes ceremo-
niales entrojados. Se sabe fehacientemente que durante el imperio se
restringió el mercado de oro y plata que los serranos daban a los cos-
teños a cambio de comestibles. Quedaron subsistiendo sólo las permu-
taciones a base de los trajes de algodón contra lana o pescado y otros
alimentos. Pero el canje o tráfico de ropa apenas lo llevaban a cabo
los principales o nobles, mientras el de comidas lo practicaban los
plebeyos.
l.7shilu o usbl~c) fue el nombre dado al trono del sapainca Pero con la
misma
denominación también se conocía a unas construccione.s uhicLldas unas
veces
en los ángulos de las pla~as mayores de laS llactas. y otras en sus
centros mis-
mos En la sierra las levantaban de piedra o pirca: y en la costa de
tierra.
I)esde ellas las autoridades presenciaban las ceremonias cívicas y
religiosas, y
se pregonaban las dispo.siciones emanadas del Estado En fin, en las
~provin-
cia.s constituía el símbolo del poder inca El que aparece en el gral~.ldo
es el
ush~ de Vilcaslluamán.
Los tucricuts
Incaranti
(representante del sapainca)
Chacnai camayoc
("El que ejecuta la justicia o sanción~)
suyoyocc
( administrador de provinckls )
1~
Capacñan tucricut
(administrador de caminos)
Chaca suyoyoc
(administrador de puentes)
Incap quipocnin
(secretario del Inca)
Tahuantinsuyo Quipoc
(recaudaclor del Estado)
Taripacoc
(visitador regio)
res que ya tenían frente a SU grupo desde antiguo. Ante todo la pre-
ocupación por la seguridad material de todo ser humano sometido a
su jefatura. De ahí el anhelo de repartir lotes de tierras agrícolas a
toda pareja que formalizara su unión hogareña, la recuperación de las
parcelas dejadas por los muertos. También para que nunca dejaran de
sembrar y cosechar las tierras de los huérfanos, inválidos, viudas y
ancianos sin prole, que constituían los pohres o huacchas de la
comunidad, y a los cuales dirigía más a menudo su sensibilidad.
También de los que estaban fuera cumpliendo misiones oficiales, por
ejemplo de los guerreros en campaña. En la estación apropiada con-
vocaba para la limpieza de acequias de riego. Velaba para que los
linderos de sus tierras, sobre todo la de los pastos colectivos, no
sufrieran daños de ninguna índole. Organizaba las mingas o trabajos
comunales para la construcción o reparación de canales, senderos,
puentes, edificios colectivos (huacas). En caso de heladas, sequía,
granizada, inundaciones y terremotos que arrasaban los cultivos cam-
pcsinos, satisfacía las necesidades de los más afectados de su grupo
mediante subsidios extraídos de sus propios excedentes y reservas.
I'or eso sus pirguas, en no pocas ocasiones, permitían mitigar el
hambre motivado por dichos accidentes naturales. La citada generosi-
dad y liberalidad recibía el nombre de raquiy o aypuc, o achurac, a
la que ahora los antropólogos y etnohistoriadores prefieren denomi-
nar empleando una palabra extranjera, que no pertenece a los idio-
mas andinos: redistribución. Esto --es innegable-- contribuía a
robustecer su prestigio e influencia. Dicha filantropía desigual o asi-
métrica facilitaba a los curacas el mantenimiento de un servicio per-
manente para garantizar la estabilidad y reproducción del sistema
económico-social imperante.
El ejército
ríos. donde varios ayllus con sus jefes permanecían bajo la dependen-
cia de uno de esos ayllus, en quien reconocían el liderazgo. Es posible
que éste lo detentase el ayllu autor de la idea o iniciador de la unión,
o el de mejor comportamiento durante la defensa. En tales casos, pues,
se habían configurado señoríos que, como vemos, eran agrupaciones
de algunos ayllus que acataban al curaca de uno solo de ellos. En
dicha situación, el curaca líder o superior reproducía, pero a mayor
escala, los deberes, obligaci(:)nes y derechos que disfrutaban los
curacas
subalternos de SU señorío O dominio. Como sus obligaciones hahían
crecido, tenía derecho a más tierras, más ganado, más prestaciones de
servicic) (yanas, mitayos) y, por consiguiente, también más compromi-
sos para regalar, retribuir y redistribuir bienes.
ques, tallanes y paltas los desarticularon de tal forma que cada valle
y/o pueblo fue convertido en un diminuto señorío ~autónomo~. Sin
embargo, en otras partes, como en Chachapoyas, Chimbo y Pasto,
donde se encontraron con que cada ayllu funcionaba independiente
del otro, los aglutinaron bajo el mandato de un sólo jatuncuraca nom-
brado por los propios sapaincas.
Armamento
3° Libuis o ayllus, que no son otra cosa que las boleadoras. dos o
tres cuerdas sueltas, calculadamente de uno o dos metros de largo,
unidas en uno de los extremos para formar una sola cuerda trenzada
que podía tener de seis a ocho metros de longitud, uno muy largo,
unicorde al principio y tricorde al fin. En las puntas de las tres
cuerdas
sueltas se ataban tres piedras redondeadas y acinturadas. Para ponerlas
en funcionamiento se batían alrededor del cráneo, igual que las hon-
das; pero al libui se lanzaba con cuerdas y todo para enredar las pier-
nas del enemigo y las patas de los camélidos, evitando su fuga. Los
lanzamientos certeros podían fracturar los huesos.
La guerra
A la guerra, teóricamente, la consideraban un azote. Sin embargO,
en la práctica el ataque y la muerte estaban a la orden del día.-
Parece que estaban convencidos que toda acción guerrera era urgente
c~
6~
;
1
l
Un imperio multilinguístico
Una característica que uniformó a dichas lenguas fue que todas eran
aglutinantes y polisintéticas. Es decir, con una pequeña frase expresa-
ban ideas y conceptos mucho más amplios.
/o.i incas
PROCEDENCIA DE
LOS MITMAS YUN-
GAS DEL PACHAI
CA.
51--LOS YV Y ~1
estos últimos, fueron arreados al valle del Vilcamayo para que allí
cdevoraran las sobras que dejaban otros y las vísceras de cuyes y llamas
que arrojaban los sacrificadores. Como gente de mentalidad mágica y
supersticiosa, creían que evitaban todo acto de hechicería obligando a
los uros a ingerir sus deshechos.
~- litar a sus jefes, sobre todo a los chachas, que jamás estuvieron
contentos
con la dominaci¿)n inca, contra la cual con.spiraron en tres ocasiones.
40~ Los i~cas
De todos los mitmas, los que innegablemente padecían más que cual-
quier otro de los habitantes tahuantinsuyanos eran los confinados en los
cocales del límite de selva. Allí, el clima húmedo, las aguas
contaminadas,
la proliferación de insectos y sobre todo la presencia de la mortificante
uta que desgarraba sus rostros representaba una auténtica penitencia de
la que nadie escapaba. Y lo peo~ es que los mitmas de los cocales esta-
tales y del sapainca permanecían ahí de por vida. Claro que también reci-
bían tierras para producir sus alimentos, pero éstas no mitigaban su vida
atormentada. En consecuencia, los que trabajaban en los cocales de la
selva alta no eran mitayos o hraceros que se mudaban por turnos, sino
trabajadores perpetuos, verdaderos esclavos. Por eso, quienes bregaban
allí no eran runas extraídos de ayllus pacíficos, sino rebeldes,
sublevados
y subversivos que de forma recalcitrante habían rechazado la dominación
del Cusco; en otras palabras: prisioneros condenados y forzados a vivir
trabajando en un medio tan horrible. Dichos mitmas eran los pinas o
esclavos a que hacen alusión tres fuentes del siglo x~i. En suma, los
mit-
mas de los cocales constituían los esclavos del Tahuantin~ly-)~ Feli7mc-
nle
su número no ascendía a muchos miles en el imperio.
Existían varias vías; pero dos eran las famosas: las longitudinales de
la costa y sierra. La primera se prolongaba de Tumbes al Maule, y la
otra desde Pasto a Cuyo (Mendo7a/Argentina). Pero, aparte, funciona-
ban una gran cantidad de rutas transversales que enlazaban los valles
costeños con las tierras altas y límite de selva, conectando las dos
¨carreteras longitudinales y uniendo costa, sierra y montaña (selva).
les, para quienes las vías del imperio romano apenas aparecían como
lánguidas sombras en comparación con las del Tahuantinsuyo.
Así fue como las vías permitieron vigilar más estrechamente a las
etnias; enviar mensajeros y recibir informes con pasmosa rapidez; des-
plazar tropas a las frontera.s y a etnias .sublevadas sin pérdida de
tiempo. Lo.s caminos, en dichos aspectos, cumplieron un papel formi-
Dibujo de inicios del siglo XIX que presenta el puente colgante inca que
unía
amhas riheras clel río Apurimac en la ruta de Curahuasi al cusco,
conocido en
Europa hajo el nombre de uel puente de ~an Luis Rey~ famoso por la novela
de Thorhorn Wilder que le hizo famoso y que se utilizó hasta 1~90.
Grahado ochocentistcl que reproduce el puente flotantc dc ChacLImarca, en
el
de.saguadero del lago Titicaca.
Puentes
Los más sencillos y corrientes eran los cle tronco~ apoyado~ ~obrc
rocas o torrec cte albañilerí~ levantada.s para la ocasión v emplazadas
en sitios donde las orillas se estrechaban más. Los troncos, por lo
general dos o tres, los extendían de una a otra orilla. Luego, atravesa-
dos, ponían otros palos amarrados con cuerdas de cabuya, paja, lana,
o cuero. Encima colocaban ramas y tierra, allanándola; quedando listo
para el tránsito. (Todavía se hace así en muchos caseríos de la sierra.)
Tambos y chasquis
Las distancias fijas que debía recorrer por cada chasqui variaban
según la calidad del terreno. En los llanos adelantaban más kilómetros
que cuando subían por cuestas y graderíos. L)e todas maneras la veloci-
dad era portentosa. Se sabe de un mensale que llegó de Chuquiapu (La
Paz) a Tacna en tres días, después de que los chasquis trotaran una dis-
tancia de más o menos 300 kilómetros. Gutiérrez de Santa Clara y Pedro
Pizarro hablan de unas cartas enviadas del Cusco que llegaron a Quito
en cinco días. Y Fernández de Oviedo se refiere a otras comunicaciones
remitidas de Cajamarca que llegaron al Cusco parejamente en cinco días.
Chasqui o correo incaica en pleno trabajo. corricndo por una dc las vías
del
Incanato. (Archivo GEA)
12
La tradición andina.
Literatura, historia y ciencia
Literatura
Los pocos rezos e himnos que han llegado a nosotros fueron reco-
gidos por Cristóbal de Molina, Juan Santa Cruz Pachacútec y Guamán
Poma de Ayala. En ellos aparecen mezclados problemas morales y
materiales, como por ejemplo el siguiente:
La suerte del pina era muy triste en los cocales de la selva alta,
pese a recibir por allí tierras de cultivo. Se trata de gente que no
tenía
el status de hombres ni mujeres libres. Pero lo original de la esclavitud
andina es que todos eran propiedad del Estado y del sapainca sola-
mente, quien no acostumbraba a regalarlos ni venderlos a nadie.
Nunca se ha encontrado a ningún pina que hubiera sido propiedad de
personas (privada) o de instituciones tipo sacerdocio por ejemplo. No
hubo, pues, tráfico de pinas. Pero existieron familias y ayllus enteros
sometidos a esclavitud, todos con un status muy bajo y con obligacio-
nes estrictamente conocidas. Su proporción, sin embargo, fue exigua en
comparación con los runas libres e inclusivo ell r~lacioll con los j
ya1las. ~To se percibe que fuera en aumento. ~L
Pampayrunas o mitahuarmis
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e leuo!~al oulalqo~ la opuel~uo~ 'pepuo1ne el ap epllled ap o1und
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-- J -- _ J ~ Z
~ ~ ~ -. C ~5 ~
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parientes consanguíneos o a parientes ceremoniales suyos, mediante un
engranaje de sucesivas delegaciones estructurando permanentemente un
esquema administrativo de funcionarios. Enca en puquina (asimilado
después al aymara), o Inca ya quechuizado, significa exactamente el
principio generador o vital, la fuente y origen de la felicidad. Lo que
equivale a decir un arquetipo, un modelo original de todas las cosas,
un ser sagrado, un dios. Capac corresponde a grande, poderoso, rey; o
dicho de otro modo: grupo dominante y dirigente. Yupanqui es, en
cambio, memorable, digno de recordar.
El sapainca era una de las personas más aseadas. Como tomaba los
alimentos con las manos, se las lavaba antes y después de comer en
una vasija de oro o plata so.stenida por otra de sus esposas, secándose
en seguida en scrvilletas o lienzos facilitados por otra de ellas. En los
caminos aleclaños a aguas termales mandaba abrir pozas y piscinas
para bañarse en companía de su.s mujeres. A estas pozas, como en la
de Pultamarca (Cajamarca:) conducían por medio de caños agua fría y
caliente para proporcionarle la temperatura deseada. Sus esposas le fro-
tahan el cuerpo con suave.s piedras pómez y hierbas jabonosas y aro-
máticas. Frecuentementc se depilaba con pinzas las ralas harbas que le
hrotaban en la cuijLlda. Y permanentemente se hacía cortar el cabello.
I n saprinca entronizado
un saprinca llevado a la guerra
Por otro lado, los propios sapaincas, con el fin de afianzar y justifi-
car sus acciones, aprendían y realizaban una serie de prácticas adivina-
torias. I Jnas veces ellos mismos se presentaban como destinatarios de
revelaciones de SUS dioses y como peritos en manejar maravillosos orá-
culos, por intermedio de los cuales sus diviniclades les hablahan, acon-
sejahan, a~udahan y guiaban en las decisiones que dehían tomar para
conquistar, derrotar, reprimir, gc)hernar y regir a los puehlos.
Afirmaban
que SUS dioses, en algunas ocasiones, hasta les habían enviado guerre-
ros para derrotar a sus opositores. Así ocurrió con Pachacútec, quien
repetía que le había caído del cielo un cristal de roca que le permitía
ver el pasado, el presente y el futuro. Fl sapainca utilizaba con habili-
dad lo sobrenatural para hacer prevalecer sus propósitos políticos de
conformidad a sus proyectos de dominación. De ahí también por qué
las prácticas cle adivinación se hicieron imprescindibles antes y después
de cada acto, principalmente leyendo los vaticinios en los pulmones y
corazones de cuyes y llamas sacrificados.
l n huen sapainca cumplía sus deheres religiosos para que los dio-
ses nunca le negaran sus dones. De hecho era un sacerdote, aunque
él ya no ejerciera ese cargo oficialmente, si bien intervenía en la
designación de los sumos sacerdotes. Justamente por eso se creía que
hablaba con las divinidades y cons-lltaba a otros oráculos para dictar
sus decisiones. Fingía pues obedecer las inspiraciones recibidas de los
dioses. Su Estado constituía una teocracia, por lo que cuidaba que las
divinidades tuvieran templos y sus sacerdotes gozaran de tierras agrí-
colas, pastos y servidores, y que constantemente se hicieran sacrifi-
cios en su nombre. Sabía aprovechar muy bien la religión para
gobernar.
Hubo un gran centralismo. Todo dependía del gran rey, de los apo-
suyos y de los tucricuts. A fin de cuentas, el sapainca permanecía
informado de la totalidad de cosas y sucesos. Los apocunas permane-
cían a su lado asesorándole, transmitiendo y ejecutando órdenes. Visita-
dores y espías secretos le tenían advertido, notificado y avisado de
cuanto ocurría, los cuales eran nombrados y destituidos a voluntad del
sapainca, aun siendo personas de su parentela. El supremo mandatario
tenía, pues, una amplitud inconmensurable de atribuciones dentro de
una moral convencional que estereotipaha su figura política: era la ver-
dadera sede del poder imperial, el centro del imperio.
I . CH I QUIPAMPA
~. TORREON DE Ml,YUCMARKA
3. TORREON DE ~iALLACMARKA
4. TORREOI~T l)E l'AI-CAMARKA
~. PIIERTA PRlNCli'AI, DE TIAPLNKU
ó. QOLLQA
CU~T SU~U // ///1
~ \~ COLLASUYU
Otras llactas
Pero hay otro aspecto notable: las llactas incaicas tienen construc-
ciones hechas para la eternidad, incluso las de la costa, donde lalta la
piedra. Templos, fortalezas y aposentos son de bloques pétreos y gran-
des adobones y tapiales, con techumbres de madera y paja, y alguna
vez de bóvcda falsa empleando lajas y harro. En la costa bastaba con
esteras y lodo.
Picchu es una llacta que merece referencia especial por haber sido
levantada en un escondrijo recóndito de las tierras pertenecientes a
Pachacútec, aislada de los caminos principales, y además al borde de
gigantescos acantilados, en el filo de un cerro por cuyos lados se per-
filan gargantas excavadas por el río Urui)amba. Los cronistas españoles
no la mencionan, lo que quiere decir que nunca supieron de su exis-
tencia, y con toda seguridad ni la propia población andina, excepto los
sapaincas reinantes y los de la panaca de Pachacútec. ¡Un genuino
secreto militar! La erigieron para escapar y refugiarse en su interior en
situación de crisis, en caso de volver a repetirse otra invasión como la
que eclipsó a sus antepasados de Taipicala. Por eso la llacta de Picchu
fue una de las más efectivas desde la óptica defensiva en el incario.
~o
Vista delallactLIdc Glxas,alnorte de Huancahamba(Piura)
Por eso las llactas incaicas no podían resistir vicisitudes duras. Claro
que la vida en ellas resultaba atractiva, agradable (aposentos, santua-
rios, plazas, calles, canales, depósitos, desfiles militares, fiestas,
danzas),
reinaba la agitación y el movimiento (de soldados, burócratas, sacerdo-
tes, yanas, mitmas, acllas), se hablaba mucho y en diferentes idiomas
según la procedencia de los mitmas. Exhibían, en efecto, un urbanismo
extremado, con espectaculares complejos religiosos, administrativos,
castrenses, lugares de recreo y de opulentas residencias para la estan-
cia deliciosa de nobles y jefes. Pero toda aquella multitud de gente
estaba formada por empleados del Estado, que desconocían la industria
y el comercio, sin espíritu de producción sino de gasto y consumo de
toneladas de comidas, vestidos y otros bienes que el Estado les redis-
tribuía, bienes producidos por los mitayos del contorno y por las reclu-
tadas y enclaustradas en los acllahuasis para faenar en determinados
barrios de las mismas llactas. Tales fueron las razones para que las
"ciudades~ impuestas por los incas fueran consideradas por los runas
como una especie de cárcel. Por eso cuando se produjo la invasión
española y la caída del Estado imperial, los que las habitaban las aban-
donaron totalmente, saliendo de ellas como escapando de una prisión;
y en algunos casos hasta las arrasaron (p. ej., Cajamarca, Cocha-
bamba/sur de Leimebamba). Demuestra que los que estaban obligados
a residir en ellas lo hacían a la fuerza, gentes en todo reacias a la
vida
urbana, individuos con una franca aversión hacía las ~ciudades". Los
serranos no habitaban por voluntad propia en las llactas incaicas, ni
siquiera toleraban vivir en casas juntas. Por ello las llactas imperiales
quedaron vacías, abandonadas. Sentían horror por las llactas, las mira-
ban como a presidios rodeados por muros, como a la tumba de la
libertad. En la costa no sucedía así: por eso encima de las vetustas ciu-
dades chimús y chinchas, los españoles fundaron reducciones. Y si
Chanchán quedó desierta, fue porque los incas ya la habían destro-
zado. Las llactas incas, en cambio, quedaron asoladas (Huánucopampa,
Incarracay, Cochabamba al mediodía de Leymebamba). Solamente en
las que los españoles decidieron quedarse a vivir (Cusco, Jauja, ~ilcas,
Tumbebamba, Quito, Caranqui, Cajamarca), prosiguió palpitando la
actividad humana.
l.7shilu o usbl~c) fue el nombre dado al trono del sapainca Pero con la
misma
denominación también se conocía a unas construccione.s uhicLldas unas
veces
en los ángulos de las pla~as mayores de laS llactas. y otras en sus
centros mis-
mos En la sierra las levantaban de piedra o pirca: y en la costa de
tierra.
I)esde ellas las autoridades presenciaban las ceremonias cívicas y
religiosas, y
se pregonaban las dispo.siciones emanadas del Estado En fin, en las
~provin-
cia.s constituía el símbolo del poder inca El que aparece en el gral~.ldo
es el
ush~ de Vilcaslluamán.
Los tucricuts
Incaranti
(representante del sapainca)
Chacnai camayoc
("El que ejecuta la justicia o sanción~)
suyoyocc
( administrador de provinckls )
1~
Capacñan tucricut
(administrador de caminos)
Chaca suyoyoc
(administrador de puentes)
Incap quipocnin
(secretario del Inca)
Tahuantinsuyo Quipoc
(recaudaclor del Estado)
Taripacoc
(visitador regio)
res que ya tenían frente a SU grupo desde antiguo. Ante todo la pre-
ocupación por la seguridad material de todo ser humano sometido a
su jefatura. De ahí el anhelo de repartir lotes de tierras agrícolas a
toda pareja que formalizara su unión hogareña, la recuperación de las
parcelas dejadas por los muertos. También para que nunca dejaran de
sembrar y cosechar las tierras de los huérfanos, inválidos, viudas y
ancianos sin prole, que constituían los pohres o huacchas de la
comunidad, y a los cuales dirigía más a menudo su sensibilidad.
También de los que estaban fuera cumpliendo misiones oficiales, por
ejemplo de los guerreros en campaña. En la estación apropiada con-
vocaba para la limpieza de acequias de riego. Velaba para que los
linderos de sus tierras, sobre todo la de los pastos colectivos, no
sufrieran daños de ninguna índole. Organizaba las mingas o trabajos
comunales para la construcción o reparación de canales, senderos,
puentes, edificios colectivos (huacas). En caso de heladas, sequía,
granizada, inundaciones y terremotos que arrasaban los cultivos cam-
pcsinos, satisfacía las necesidades de los más afectados de su grupo
mediante subsidios extraídos de sus propios excedentes y reservas.
I'or eso sus pirguas, en no pocas ocasiones, permitían mitigar el
hambre motivado por dichos accidentes naturales. La citada generosi-
dad y liberalidad recibía el nombre de raquiy o aypuc, o achurac, a
la que ahora los antropólogos y etnohistoriadores prefieren denomi-
nar empleando una palabra extranjera, que no pertenece a los idio-
mas andinos: redistribución. Esto --es innegable-- contribuía a
robustecer su prestigio e influencia. Dicha filantropía desigual o asi-
métrica facilitaba a los curacas el mantenimiento de un servicio per-
manente para garantizar la estabilidad y reproducción del sistema
económico-social imperante.
El ejército
ríos. donde varios ayllus con sus jefes permanecían bajo la dependen-
cia de uno de esos ayllus, en quien reconocían el liderazgo. Es posible
que éste lo detentase el ayllu autor de la idea o iniciador de la unión,
o el de mejor comportamiento durante la defensa. En tales casos, pues,
se habían configurado señoríos que, como vemos, eran agrupaciones
de algunos ayllus que acataban al curaca de uno solo de ellos. En
dicha situación, el curaca líder o superior reproducía, pero a mayor
escala, los deberes, obligaci(:)nes y derechos que disfrutaban los
curacas
subalternos de SU señorío O dominio. Como sus obligaciones hahían
crecido, tenía derecho a más tierras, más ganado, más prestaciones de
servicic) (yanas, mitayos) y, por consiguiente, también más compromi-
sos para regalar, retribuir y redistribuir bienes.
ques, tallanes y paltas los desarticularon de tal forma que cada valle
y/o pueblo fue convertido en un diminuto señorío ~autónomo~. Sin
embargo, en otras partes, como en Chachapoyas, Chimbo y Pasto,
donde se encontraron con que cada ayllu funcionaba independiente
del otro, los aglutinaron bajo el mandato de un sólo jatuncuraca nom-
brado por los propios sapaincas.
Armamento
3° Libuis o ayllus, que no son otra cosa que las boleadoras. dos o
tres cuerdas sueltas, calculadamente de uno o dos metros de largo,
unidas en uno de los extremos para formar una sola cuerda trenzada
que podía tener de seis a ocho metros de longitud, uno muy largo,
unicorde al principio y tricorde al fin. En las puntas de las tres
cuerdas
sueltas se ataban tres piedras redondeadas y acinturadas. Para ponerlas
en funcionamiento se batían alrededor del cráneo, igual que las hon-
das; pero al libui se lanzaba con cuerdas y todo para enredar las pier-
nas del enemigo y las patas de los camélidos, evitando su fuga. Los
lanzamientos certeros podían fracturar los huesos.
La guerra
c~
6~
;
1
l
Un imperio multilinguístico
Una característica que uniformó a dichas lenguas fue que todas eran
aglutinantes y polisintéticas. Es decir, con una pequeña frase expresa-
ban ideas y conceptos mucho más amplios.
/o.i incas
estos últimos, fueron arreados al valle del Vilcamayo para que allí
cdevoraran las sobras que dejaban otros y las vísceras de cuyes y llamas
que arrojaban los sacrificadores. Como gente de mentalidad mágica y
supersticiosa, creían que evitaban todo acto de hechicería obligando a
los uros a ingerir sus deshechos.
~- litar a sus jefes, sobre todo a los chachas, que jamás estuvieron
contentos
con la dominaci¿)n inca, contra la cual con.spiraron en tres ocasiones.
40~ Los i~cas
De todos los mitmas, los que innegablemente padecían más que cual-
quier otro de los habitantes tahuantinsuyanos eran los confinados en los
cocales del límite de selva. Allí, el clima húmedo, las aguas
contaminadas,
la proliferación de insectos y sobre todo la presencia de la mortificante
uta que desgarraba sus rostros representaba una auténtica penitencia de
la que nadie escapaba. Y lo peo~ es que los mitmas de los cocales esta-
tales y del sapainca permanecían ahí de por vida. Claro que también reci-
bían tierras para producir sus alimentos, pero éstas no mitigaban su vida
atormentada. En consecuencia, los que trabajaban en los cocales de la
selva alta no eran mitayos o hraceros que se mudaban por turnos, sino
trabajadores perpetuos, verdaderos esclavos. Por eso, quienes bregaban
allí no eran runas extraídos de ayllus pacíficos, sino rebeldes,
sublevados
y subversivos que de forma recalcitrante habían rechazado la dominación
del Cusco; en otras palabras: prisioneros condenados y forzados a vivir
trabajando en un medio tan horrible. Dichos mitmas eran los pinas o
esclavos a que hacen alusión tres fuentes del siglo x~i. En suma, los
mit-
mas de los cocales constituían los esclavos del Tahuantin~ly-)~ Feli7mc-
nle
su número no ascendía a muchos miles en el imperio.
Existían varias vías; pero dos eran las famosas: las longitudinales de
la costa y sierra. La primera se prolongaba de Tumbes al Maule, y la
otra desde Pasto a Cuyo (Mendo7a/Argentina). Pero, aparte, funciona-
ban una gran cantidad de rutas transversales que enlazaban los valles
costeños con las tierras altas y límite de selva, conectando las dos
¨carreteras longitudinales y uniendo costa, sierra y montaña (selva).
les, para quienes las vías del imperio romano apenas aparecían como
lánguidas sombras en comparación con las del Tahuantinsuyo.
Así fue como las vías permitieron vigilar más estrechamente a las
etnias; enviar mensajeros y recibir informes con pasmosa rapidez; des-
plazar tropas a las frontera.s y a etnias .sublevadas sin pérdida de
tiempo. Lo.s caminos, en dichos aspectos, cumplieron un papel formi-
Dibujo de inicios del siglo XIX que presenta el puente colgante inca que
unía
amhas riheras clel río Apurimac en la ruta de Curahuasi al cusco,
conocido en
Europa hajo el nombre de uel puente de ~an Luis Rey~ famoso por la novela
de Thorhorn Wilder que le hizo famoso y que se utilizó hasta 1~90.
Grahado ochocentistcl que reproduce el puente flotantc dc ChacLImarca, en
el
de.saguadero del lago Titicaca.
Puentes
Los más sencillos y corrientes eran los cle tronco~ apoyado~ ~obrc
rocas o torrec cte albañilerí~ levantada.s para la ocasión v emplazadas
en sitios donde las orillas se estrechaban más. Los troncos, por lo
general dos o tres, los extendían de una a otra orilla. Luego, atravesa-
dos, ponían otros palos amarrados con cuerdas de cabuya, paja, lana,
o cuero. Encima colocaban ramas y tierra, allanándola; quedando listo
para el tránsito. (Todavía se hace así en muchos caseríos de la sierra.)
Tambos y chasquis
Las distancias fijas que debía recorrer por cada chasqui variaban
según la calidad del terreno. En los llanos adelantaban más kilómetros
que cuando subían por cuestas y graderíos. L)e todas maneras la veloci-
dad era portentosa. Se sabe de un mensale que llegó de Chuquiapu (La
Paz) a Tacna en tres días, después de que los chasquis trotaran una dis-
tancia de más o menos 300 kilómetros. Gutiérrez de Santa Clara y Pedro
Pizarro hablan de unas cartas enviadas del Cusco que llegaron a Quito
en cinco días. Y Fernández de Oviedo se refiere a otras comunicaciones
remitidas de Cajamarca que llegaron al Cusco parejamente en cinco días.
Chasqui o correo incaica en pleno trabajo. corricndo por una dc las vías
del
Incanato. (Archivo GEA)
12
La tradición andina.
Literatura, historia y ciencia
Literatura
Los pocos rezos e himnos que han llegado a nosotros fueron reco-
gidos por Cristóbal de Molina, Juan Santa Cruz Pachacútec y Guamán
Poma de Ayala. En ellos aparecen mezclados problemas morales y
materiales, como por ejemplo el siguiente:
La suerte del pina era muy triste en los cocales de la selva alta,
pese a recibir por allí tierras de cultivo. Se trata de gente que no
tenía
el status de hombres ni mujeres libres. Pero lo original de la esclavitud
andina es que todos eran propiedad del Estado y del sapainca sola-
mente, quien no acostumbraba a regalarlos ni venderlos a nadie.
Nunca se ha encontrado a ningún pina que hubiera sido propiedad de
personas (privada) o de instituciones tipo sacerdocio por ejemplo. No
hubo, pues, tráfico de pinas. Pero existieron familias y ayllus enteros
sometidos a esclavitud, todos con un status muy bajo y con obligacio-
nes estrictamente conocidas. Su proporción, sin embargo, fue exigua en
comparación con los runas libres e inclusivo ell r~lacioll con los j
ya1las. ~To se percibe que fuera en aumento. ~L
10
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parientes consanguíneos o a parientes ceremoniales suyos, mediante un
engranaje de sucesivas delegaciones estructurando permanentemente un
esquema administrativo de funcionarios. Enca en puquina (asimilado
después al aymara), o Inca ya quechuizado, significa exactamente el
principio generador o vital, la fuente y origen de la felicidad. Lo que
equivale a decir un arquetipo, un modelo original de todas las cosas,
un ser sagrado, un dios. Capac corresponde a grande, poderoso, rey; o
dicho de otro modo: grupo dominante y dirigente. Yupanqui es, en
cambio, memorable, digno de recordar.
El sapainca era una de las personas más aseadas. Como tomaba los
alimentos con las manos, se las lavaba antes y después de comer en
una vasija de oro o plata so.stenida por otra de sus esposas, secándose
en seguida en scrvilletas o lienzos facilitados por otra de ellas. En los
caminos aleclaños a aguas termales mandaba abrir pozas y piscinas
para bañarse en companía de su.s mujeres. A estas pozas, como en la
de Pultamarca (Cajamarca:) conducían por medio de caños agua fría y
caliente para proporcionarle la temperatura deseada. Sus esposas le fro-
tahan el cuerpo con suave.s piedras pómez y hierbas jabonosas y aro-
máticas. Frecuentementc se depilaba con pinzas las ralas harbas que le
hrotaban en la cuijLlda. Y permanentemente se hacía cortar el cabello.
I n saprinca entronizado
un saprinca llevado a la guerra
Por otro lado, los propios sapaincas, con el fin de afianzar y justifi-
car sus acciones, aprendían y realizaban una serie de prácticas adivina-
torias. I Jnas veces ellos mismos se presentaban como destinatarios de
revelaciones de SUS dioses y como peritos en manejar maravillosos orá-
culos, por intermedio de los cuales sus diviniclades les hablahan, acon-
sejahan, a~udahan y guiaban en las decisiones que dehían tomar para
conquistar, derrotar, reprimir, gc)hernar y regir a los puehlos.
Afirmaban
que SUS dioses, en algunas ocasiones, hasta les habían enviado guerre-
ros para derrotar a sus opositores. Así ocurrió con Pachacútec, quien
repetía que le había caído del cielo un cristal de roca que le permitía
ver el pasado, el presente y el futuro. Fl sapainca utilizaba con habili-
dad lo sobrenatural para hacer prevalecer sus propósitos políticos de
conformidad a sus proyectos de dominación. De ahí también por qué
las prácticas cle adivinación se hicieron imprescindibles antes y después
de cada acto, principalmente leyendo los vaticinios en los pulmones y
corazones de cuyes y llamas sacrificados.
l n huen sapainca cumplía sus deheres religiosos para que los dio-
ses nunca le negaran sus dones. De hecho era un sacerdote, aunque
él ya no ejerciera ese cargo oficialmente, si bien intervenía en la
designación de los sumos sacerdotes. Justamente por eso se creía que
hablaba con las divinidades y cons-lltaba a otros oráculos para dictar
sus decisiones. Fingía pues obedecer las inspiraciones recibidas de los
dioses. Su Estado constituía una teocracia, por lo que cuidaba que las
divinidades tuvieran templos y sus sacerdotes gozaran de tierras agrí-
colas, pastos y servidores, y que constantemente se hicieran sacrifi-
cios en su nombre. Sabía aprovechar muy bien la religión para
gobernar.
Hubo un gran centralismo. Todo dependía del gran rey, de los apo-
suyos y de los tucricuts. A fin de cuentas, el sapainca permanecía
informado de la totalidad de cosas y sucesos. Los apocunas permane-
cían a su lado asesorándole, transmitiendo y ejecutando órdenes. Visita-
dores y espías secretos le tenían advertido, notificado y avisado de
cuanto ocurría, los cuales eran nombrados y destituidos a voluntad del
sapainca, aun siendo personas de su parentela. El supremo mandatario
tenía, pues, una amplitud inconmensurable de atribuciones dentro de
una moral convencional que estereotipaha su figura política: era la ver-
dadera sede del poder imperial, el centro del imperio.
I . CH I QUIPAMPA
~. TORREON DE Ml,YUCMARKA
3. TORREON DE ~iALLACMARKA
4. TORREOI~T l)E l'AI-CAMARKA
~. PIIERTA PRlNCli'AI, DE TIAPLNKU
ó. QOLLQA
CU~T SU~U // ///1
~ \~ COLLASUYU
Los ceques estaban conectados con los linajes reales (panacas). Chi-
mapanaca, integrada por los descendientes de Manco Cápac, corría a
cargo de uno de los ceques de Cuntisuyo. Los panacas de Lloque
Yupanqui y Cápac Yupanqui cuidaban las huacas de los ceques de
Collasuyo, etc.
Otras llactas
Pero hay otro aspecto notable: las llactas incaicas tienen construc-
ciones hechas para la eternidad, incluso las de la costa, donde lalta la
piedra. Templos, fortalezas y aposentos son de bloques pétreos y gran-
des adobones y tapiales, con techumbres de madera y paja, y alguna
vez de bóvcda falsa empleando lajas y harro. En la costa bastaba con
esteras y lodo.
Picchu es una llacta que merece referencia especial por haber sido
levantada en un escondrijo recóndito de las tierras pertenecientes a
Pachacútec, aislada de los caminos principales, y además al borde de
gigantescos acantilados, en el filo de un cerro por cuyos lados se per-
filan gargantas excavadas por el río Urui)amba. Los cronistas españoles
no la mencionan, lo que quiere decir que nunca supieron de su exis-
tencia, y con toda seguridad ni la propia población andina, excepto los
sapaincas reinantes y los de la panaca de Pachacútec. ¡Un genuino
secreto militar! La erigieron para escapar y refugiarse en su interior en
situación de crisis, en caso de volver a repetirse otra invasión como la
que eclipsó a sus antepasados de Taipicala. Por eso la llacta de Picchu
fue una de las más efectivas desde la óptica defensiva en el incario.
~o
Vista delallactLIdc Glxas,alnorte de Huancahamba(Piura)
cios destacan el templo del Sol, el intihuatana, la plaza y el aposento
de las tres ventanas, en los que se reafirma la habilidad y perfección
de sus arquitectos e ingenieros.
Por eso las llactas incaicas no podían resistir vicisitudes duras. Claro
que la vida en ellas resultaba atractiva, agradable (aposentos, santua-
rios, plazas, calles, canales, depósitos, desfiles militares, fiestas,
danzas),
reinaba la agitación y el movimiento (de soldados, burócratas, sacerdo-
tes, yanas, mitmas, acllas), se hablaba mucho y en diferentes idiomas
según la procedencia de los mitmas. Exhibían, en efecto, un urbanismo
extremado, con espectaculares complejos religiosos, administrativos,
castrenses, lugares de recreo y de opulentas residencias para la estan-
cia deliciosa de nobles y jefes. Pero toda aquella multitud de gente
estaba formada por empleados del Estado, que desconocían la industria
y el comercio, sin espíritu de producción sino de gasto y consumo de
toneladas de comidas, vestidos y otros bienes que el Estado les redis-
tribuía, bienes producidos por los mitayos del contorno y por las reclu-
tadas y enclaustradas en los acllahuasis para faenar en determinados
barrios de las mismas llactas. Tales fueron las razones para que las
"ciudades~ impuestas por los incas fueran consideradas por los runas
como una especie de cárcel. Por eso cuando se produjo la invasión
española y la caída del Estado imperial, los que las habitaban las aban-
donaron totalmente, saliendo de ellas como escapando de una prisión;
y en algunos casos hasta las arrasaron (p. ej., Cajamarca, Cocha-
bamba/sur de Leimebamba). Demuestra que los que estaban obligados
a residir en ellas lo hacían a la fuerza, gentes en todo reacias a la
vida
urbana, individuos con una franca aversión hacía las ~ciudades". Los
serranos no habitaban por voluntad propia en las llactas incaicas, ni
siquiera toleraban vivir en casas juntas. Por ello las llactas imperiales
quedaron vacías, abandonadas. Sentían horror por las llactas, las mira-
ban como a presidios rodeados por muros, como a la tumba de la
libertad. En la costa no sucedía así: por eso encima de las vetustas ciu-
dades chimús y chinchas, los españoles fundaron reducciones. Y si
Chanchán quedó desierta, fue porque los incas ya la habían destro-
zado. Las llactas incas, en cambio, quedaron asoladas (Huánucopampa,
Incarracay, Cochabamba al mediodía de Leymebamba). Solamente en
las que los españoles decidieron quedarse a vivir (Cusco, Jauja, ~ilcas,
Tumbebamba, Quito, Caranqui, Cajamarca), prosiguió palpitando la
actividad humana.
l.7shilu o usbl~c) fue el nombre dado al trono del sapainca Pero con la
misma
denominación también se conocía a unas construccione.s uhicLldas unas
veces
en los ángulos de las pla~as mayores de laS llactas. y otras en sus
centros mis-
mos En la sierra las levantaban de piedra o pirca: y en la costa de
tierra.
I)esde ellas las autoridades presenciaban las ceremonias cívicas y
religiosas, y
se pregonaban las dispo.siciones emanadas del Estado En fin, en las
~provin-
cia.s constituía el símbolo del poder inca El que aparece en el gral~.ldo
es el
ush~ de Vilcaslluamán.
Los tucricuts
Incaranti
(representante del sapainca)
Chacnai camayoc
("El que ejecuta la justicia o sanción~)
suyoyocc
( administrador de provinckls )
1~
Capacñan tucricut
(administrador de caminos)
Chaca suyoyoc
(administrador de puentes)
Incap quipocnin
(secretario del Inca)
Tahuantinsuyo Quipoc
(recaudaclor del Estado)
Taripacoc
(visitador regio)
res que ya tenían frente a SU grupo desde antiguo. Ante todo la pre-
ocupación por la seguridad material de todo ser humano sometido a
su jefatura. De ahí el anhelo de repartir lotes de tierras agrícolas a
toda pareja que formalizara su unión hogareña, la recuperación de las
parcelas dejadas por los muertos. También para que nunca dejaran de
sembrar y cosechar las tierras de los huérfanos, inválidos, viudas y
ancianos sin prole, que constituían los pohres o huacchas de la
comunidad, y a los cuales dirigía más a menudo su sensibilidad.
También de los que estaban fuera cumpliendo misiones oficiales, por
ejemplo de los guerreros en campaña. En la estación apropiada con-
vocaba para la limpieza de acequias de riego. Velaba para que los
linderos de sus tierras, sobre todo la de los pastos colectivos, no
sufrieran daños de ninguna índole. Organizaba las mingas o trabajos
comunales para la construcción o reparación de canales, senderos,
puentes, edificios colectivos (huacas). En caso de heladas, sequía,
granizada, inundaciones y terremotos que arrasaban los cultivos cam-
pcsinos, satisfacía las necesidades de los más afectados de su grupo
mediante subsidios extraídos de sus propios excedentes y reservas.
I'or eso sus pirguas, en no pocas ocasiones, permitían mitigar el
hambre motivado por dichos accidentes naturales. La citada generosi-
dad y liberalidad recibía el nombre de raquiy o aypuc, o achurac, a
la que ahora los antropólogos y etnohistoriadores prefieren denomi-
nar empleando una palabra extranjera, que no pertenece a los idio-
mas andinos: redistribución. Esto --es innegable-- contribuía a
robustecer su prestigio e influencia. Dicha filantropía desigual o asi-
métrica facilitaba a los curacas el mantenimiento de un servicio per-
manente para garantizar la estabilidad y reproducción del sistema
económico-social imperante.
El ejército
ríos. donde varios ayllus con sus jefes permanecían bajo la dependen-
cia de uno de esos ayllus, en quien reconocían el liderazgo. Es posible
que éste lo detentase el ayllu autor de la idea o iniciador de la unión,
o el de mejor comportamiento durante la defensa. En tales casos, pues,
se habían configurado señoríos que, como vemos, eran agrupaciones
de algunos ayllus que acataban al curaca de uno solo de ellos. En
dicha situación, el curaca líder o superior reproducía, pero a mayor
escala, los deberes, obligaci(:)nes y derechos que disfrutaban los
curacas
subalternos de SU señorío O dominio. Como sus obligaciones hahían
crecido, tenía derecho a más tierras, más ganado, más prestaciones de
servicic) (yanas, mitayos) y, por consiguiente, también más compromi-
sos para regalar, retribuir y redistribuir bienes.
ques, tallanes y paltas los desarticularon de tal forma que cada valle
y/o pueblo fue convertido en un diminuto señorío ~autónomo~. Sin
embargo, en otras partes, como en Chachapoyas, Chimbo y Pasto,
donde se encontraron con que cada ayllu funcionaba independiente
del otro, los aglutinaron bajo el mandato de un sólo jatuncuraca nom-
brado por los propios sapaincas.
Armamento
3° Libuis o ayllus, que no son otra cosa que las boleadoras. dos o
tres cuerdas sueltas, calculadamente de uno o dos metros de largo,
unidas en uno de los extremos para formar una sola cuerda trenzada
que podía tener de seis a ocho metros de longitud, uno muy largo,
unicorde al principio y tricorde al fin. En las puntas de las tres
cuerdas
sueltas se ataban tres piedras redondeadas y acinturadas. Para ponerlas
en funcionamiento se batían alrededor del cráneo, igual que las hon-
das; pero al libui se lanzaba con cuerdas y todo para enredar las pier-
nas del enemigo y las patas de los camélidos, evitando su fuga. Los
lanzamientos certeros podían fracturar los huesos.
La guerra
c~
6~
;
1
l
Un imperio multilinguístico
Una característica que uniformó a dichas lenguas fue que todas eran
aglutinantes y polisintéticas. Es decir, con una pequeña frase expresa-
ban ideas y conceptos mucho más amplios.
/o.i incas
PROCEDENCIA DE
LOS MITMAS YUN-
GAS DEL PACHAI
CA.
51--LOS YV Y ~1
estos últimos, fueron arreados al valle del Vilcamayo para que allí
cdevoraran las sobras que dejaban otros y las vísceras de cuyes y llamas
que arrojaban los sacrificadores. Como gente de mentalidad mágica y
supersticiosa, creían que evitaban todo acto de hechicería obligando a
los uros a ingerir sus deshechos.
~- litar a sus jefes, sobre todo a los chachas, que jamás estuvieron
contentos
con la dominaci¿)n inca, contra la cual con.spiraron en tres ocasiones.
40~ Los i~cas
De todos los mitmas, los que innegablemente padecían más que cual-
quier otro de los habitantes tahuantinsuyanos eran los confinados en los
cocales del límite de selva. Allí, el clima húmedo, las aguas
contaminadas,
la proliferación de insectos y sobre todo la presencia de la mortificante
uta que desgarraba sus rostros representaba una auténtica penitencia de
la que nadie escapaba. Y lo peo~ es que los mitmas de los cocales esta-
tales y del sapainca permanecían ahí de por vida. Claro que también reci-
bían tierras para producir sus alimentos, pero éstas no mitigaban su vida
atormentada. En consecuencia, los que trabajaban en los cocales de la
selva alta no eran mitayos o hraceros que se mudaban por turnos, sino
trabajadores perpetuos, verdaderos esclavos. Por eso, quienes bregaban
allí no eran runas extraídos de ayllus pacíficos, sino rebeldes,
sublevados
y subversivos que de forma recalcitrante habían rechazado la dominación
del Cusco; en otras palabras: prisioneros condenados y forzados a vivir
trabajando en un medio tan horrible. Dichos mitmas eran los pinas o
esclavos a que hacen alusión tres fuentes del siglo x~i. En suma, los
mit-
mas de los cocales constituían los esclavos del Tahuantin~ly-)~ Feli7mc-
nle
su número no ascendía a muchos miles en el imperio.
Existían varias vías; pero dos eran las famosas: las longitudinales de
la costa y sierra. La primera se prolongaba de Tumbes al Maule, y la
otra desde Pasto a Cuyo (Mendo7a/Argentina). Pero, aparte, funciona-
ban una gran cantidad de rutas transversales que enlazaban los valles
costeños con las tierras altas y límite de selva, conectando las dos
¨carreteras longitudinales y uniendo costa, sierra y montaña (selva).
les, para quienes las vías del imperio romano apenas aparecían como
lánguidas sombras en comparación con las del Tahuantinsuyo.
Así fue como las vías permitieron vigilar más estrechamente a las
etnias; enviar mensajeros y recibir informes con pasmosa rapidez; des-
plazar tropas a las frontera.s y a etnias .sublevadas sin pérdida de
tiempo. Lo.s caminos, en dichos aspectos, cumplieron un papel formi-
Dibujo de inicios del siglo XIX que presenta el puente colgante inca que
unía
amhas riheras clel río Apurimac en la ruta de Curahuasi al cusco,
conocido en
Europa hajo el nombre de uel puente de ~an Luis Rey~ famoso por la novela
de Thorhorn Wilder que le hizo famoso y que se utilizó hasta 1~90.
Grahado ochocentistcl que reproduce el puente flotantc dc ChacLImarca, en
el
de.saguadero del lago Titicaca.
Puentes
Los más sencillos y corrientes eran los cle tronco~ apoyado~ ~obrc
rocas o torrec cte albañilerí~ levantada.s para la ocasión v emplazadas
en sitios donde las orillas se estrechaban más. Los troncos, por lo
general dos o tres, los extendían de una a otra orilla. Luego, atravesa-
dos, ponían otros palos amarrados con cuerdas de cabuya, paja, lana,
o cuero. Encima colocaban ramas y tierra, allanándola; quedando listo
para el tránsito. (Todavía se hace así en muchos caseríos de la sierra.)
Tambos y chasquis
Las distancias fijas que debía recorrer por cada chasqui variaban
según la calidad del terreno. En los llanos adelantaban más kilómetros
que cuando subían por cuestas y graderíos. L)e todas maneras la veloci-
dad era portentosa. Se sabe de un mensale que llegó de Chuquiapu (La
Paz) a Tacna en tres días, después de que los chasquis trotaran una dis-
tancia de más o menos 300 kilómetros. Gutiérrez de Santa Clara y Pedro
Pizarro hablan de unas cartas enviadas del Cusco que llegaron a Quito
en cinco días. Y Fernández de Oviedo se refiere a otras comunicaciones
remitidas de Cajamarca que llegaron al Cusco parejamente en cinco días.
Chasqui o correo incaica en pleno trabajo. corricndo por una dc las vías
del
Incanato. (Archivo GEA)
12
La tradición andina.
Literatura, historia y ciencia
Literatura
Los pocos rezos e himnos que han llegado a nosotros fueron reco-
gidos por Cristóbal de Molina, Juan Santa Cruz Pachacútec y Guamán
Poma de Ayala. En ellos aparecen mezclados problemas morales y
materiales, como por ejemplo el siguiente:
La suerte del pina era muy triste en los cocales de la selva alta,
pese a recibir por allí tierras de cultivo. Se trata de gente que no
tenía
el status de hombres ni mujeres libres. Pero lo original de la esclavitud
andina es que todos eran propiedad del Estado y del sapainca sola-
mente, quien no acostumbraba a regalarlos ni venderlos a nadie.
Nunca se ha encontrado a ningún pina que hubiera sido propiedad de
personas (privada) o de instituciones tipo sacerdocio por ejemplo. No
hubo, pues, tráfico de pinas. Pero existieron familias y ayllus enteros
sometidos a esclavitud, todos con un status muy bajo y con obligacio-
nes estrictamente conocidas. Su proporción, sin embargo, fue exigua en
comparación con los runas libres e inclusivo ell r~lacioll con los j
ya1las. ~To se percibe que fuera en aumento. ~L
~o se han descubierto mitos sobre el origen de los pinas. Pero
para su adquisición por el Estado y el sapainca sólo existieron dos for-
mas: 1° prisioneros por delito de rebelión empecinada contra el
sapainca y el imperio; 2° por nacimiento o sucesión familiar. Además,
hubo un solo tipo de pinas, cualquiera que hubiera sido su origen,
por lo que el tratamiento fue igual para todos. Una sola ocupación les
estuvo reservada: el trabajo en los difíciles cocales de la selva alta,
pro-
duciendo para el Estado y el sapainca, distribuyéndose la.s faenas con-
forme a sus edades y sexo. No se les utilizaba en la guerra. No se le.s
permitía llevar armas, ni viajar. Tampoco conformaban comunidades
con tierras colectivas ni privadas, aunque vivían en chozas configu-
rando aldeas. Tenían sus jefes, supeditados a los gobernadores incai-
cos. Se casaban entre ellos mismos. Exhibían insignias peculiares de su
clase para ser reconocidos como tales. Con todo, muy raros son los
que corrían el riego de ser convertidos en pinas: los prisioneros recal-
citrantes que no reconocían la derrota.
Pampayrunas o mitahuarmis
10
-~ 9
e leuo!~al oulalqo~ la opuel~uo~ 'pepuo1ne el ap epllled ap o1und
,J ~ ~ ~ ~, ~, .
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-- J -- _ J ~ Z
~ ~ ~ -. C ~5 ~
~ 1 ~ ..
~ f
parientes consanguíneos o a parientes ceremoniales suyos, mediante un
engranaje de sucesivas delegaciones estructurando permanentemente un
esquema administrativo de funcionarios. Enca en puquina (asimilado
después al aymara), o Inca ya quechuizado, significa exactamente el
principio generador o vital, la fuente y origen de la felicidad. Lo que
equivale a decir un arquetipo, un modelo original de todas las cosas,
un ser sagrado, un dios. Capac corresponde a grande, poderoso, rey; o
dicho de otro modo: grupo dominante y dirigente. Yupanqui es, en
cambio, memorable, digno de recordar.
El sapainca era una de las personas más aseadas. Como tomaba los
alimentos con las manos, se las lavaba antes y después de comer en
una vasija de oro o plata so.stenida por otra de sus esposas, secándose
en seguida en scrvilletas o lienzos facilitados por otra de ellas. En los
caminos aleclaños a aguas termales mandaba abrir pozas y piscinas
para bañarse en companía de su.s mujeres. A estas pozas, como en la
de Pultamarca (Cajamarca:) conducían por medio de caños agua fría y
caliente para proporcionarle la temperatura deseada. Sus esposas le fro-
tahan el cuerpo con suave.s piedras pómez y hierbas jabonosas y aro-
máticas. Frecuentementc se depilaba con pinzas las ralas harbas que le
hrotaban en la cuijLlda. Y permanentemente se hacía cortar el cabello.
I n saprinca entronizado
un saprinca llevado a la guerra
Estos dibujos de Eelipe Huamán Poma de Ayala evocan algunos aspectos
tanto
de la vida cotidiana como ~le los ritos cercmoniales del sapainca.
necesidad de casarse con hijas o hermanas de reyes o curacas de los
señoríos y reinos colindantes al Cusco para generar vínculos de paz, o
de mutua ayuda, o de neutralidad mediante lazos de parentesco. Por
entonces las conveniencias políticas les obligaron a romper la norma
consuetudinaria practicando tan sólo la exogamia. Pero una vez que
Pachacútec fundó y consolidó el Estado imperial, al ver que la exoga-
mia interesada de los jefes incas perdía algo de su utilidad política,
volvió a implantar el incesto entre la alta realeza o, mejor dicho, la
endogamia familiar, tal como la habían llevado a cabo sus remotos
antepasados en Taipicala (Tiahuanaco) y tal como aún la había practi-
cado Manco Cápac. De ahí que Túpac Yupanqui se desposase con su
hermana por parte de padre, siguiendo análogo ejemplo Huayna
Cápac. Pero aparte de esas esposas principales podían tener decenas
de mujeres más, tomadas de entre las noblezas provincianas. Tal sis-
tema no fue inherente a los incas solamente, ya que los jatunctlracas
de los reinos también tenían por costumbre casarse con ~u~ h~rllldnaj,
además de la cual, asimismo, tenían derecho a otras compañeras
secundarias.
Por otro lado, los propios sapaincas, con el fin de afianzar y justifi-
car sus acciones, aprendían y realizaban una serie de prácticas adivina-
torias. I Jnas veces ellos mismos se presentaban como destinatarios de
revelaciones de SUS dioses y como peritos en manejar maravillosos orá-
culos, por intermedio de los cuales sus diviniclades les hablahan, acon-
sejahan, a~udahan y guiaban en las decisiones que dehían tomar para
conquistar, derrotar, reprimir, gc)hernar y regir a los puehlos.
Afirmaban
que SUS dioses, en algunas ocasiones, hasta les habían enviado guerre-
ros para derrotar a sus opositores. Así ocurrió con Pachacútec, quien
repetía que le había caído del cielo un cristal de roca que le permitía
ver el pasado, el presente y el futuro. Fl sapainca utilizaba con habili-
dad lo sobrenatural para hacer prevalecer sus propósitos políticos de
conformidad a sus proyectos de dominación. De ahí también por qué
las prácticas cle adivinación se hicieron imprescindibles antes y después
de cada acto, principalmente leyendo los vaticinios en los pulmones y
corazones de cuyes y llamas sacrificados.
l n huen sapainca cumplía sus deheres religiosos para que los dio-
ses nunca le negaran sus dones. De hecho era un sacerdote, aunque
él ya no ejerciera ese cargo oficialmente, si bien intervenía en la
designación de los sumos sacerdotes. Justamente por eso se creía que
hablaba con las divinidades y cons-lltaba a otros oráculos para dictar
sus decisiones. Fingía pues obedecer las inspiraciones recibidas de los
dioses. Su Estado constituía una teocracia, por lo que cuidaba que las
divinidades tuvieran templos y sus sacerdotes gozaran de tierras agrí-
colas, pastos y servidores, y que constantemente se hicieran sacrifi-
cios en su nombre. Sabía aprovechar muy bien la religión para
gobernar.
Hubo un gran centralismo. Todo dependía del gran rey, de los apo-
suyos y de los tucricuts. A fin de cuentas, el sapainca permanecía
informado de la totalidad de cosas y sucesos. Los apocunas permane-
cían a su lado asesorándole, transmitiendo y ejecutando órdenes. Visita-
dores y espías secretos le tenían advertido, notificado y avisado de
cuanto ocurría, los cuales eran nombrados y destituidos a voluntad del
sapainca, aun siendo personas de su parentela. El supremo mandatario
tenía, pues, una amplitud inconmensurable de atribuciones dentro de
una moral convencional que estereotipaha su figura política: era la ver-
dadera sede del poder imperial, el centro del imperio.
I . CH I QUIPAMPA
~. TORREON DE Ml,YUCMARKA
3. TORREON DE ~iALLACMARKA
4. TORREOI~T l)E l'AI-CAMARKA
~. PIIERTA PRlNCli'AI, DE TIAPLNKU
ó. QOLLQA
CU~T SU~U // ///1
~ \~ COLLASUYU
Los ceques estaban conectados con los linajes reales (panacas). Chi-
mapanaca, integrada por los descendientes de Manco Cápac, corría a
cargo de uno de los ceques de Cuntisuyo. Los panacas de Lloque
Yupanqui y Cápac Yupanqui cuidaban las huacas de los ceques de
Collasuyo, etc.
Otras llactas
Una de las pruebas más fidedignas del espírihl y plan imperial y
colonizador de la etnia Inca, que lo señala como un pueblo que con-
quistaba señoríos y reinos para dominarlos y controlarlos permanente-
mente, es su programa de fundación de llactas. En dicho aspecto se
comportaron como insignes constructores de asentamientos urbano-
administrativos siguiendo la tradición de Huari y Puquina.
Pero hay otro aspecto notable: las llactas incaicas tienen construc-
ciones hechas para la eternidad, incluso las de la costa, donde lalta la
piedra. Templos, fortalezas y aposentos son de bloques pétreos y gran-
des adobones y tapiales, con techumbres de madera y paja, y alguna
vez de bóvcda falsa empleando lajas y harro. En la costa bastaba con
esteras y lodo.
Picchu es una llacta que merece referencia especial por haber sido
levantada en un escondrijo recóndito de las tierras pertenecientes a
Pachacútec, aislada de los caminos principales, y además al borde de
gigantescos acantilados, en el filo de un cerro por cuyos lados se per-
filan gargantas excavadas por el río Urui)amba. Los cronistas españoles
no la mencionan, lo que quiere decir que nunca supieron de su exis-
tencia, y con toda seguridad ni la propia población andina, excepto los
sapaincas reinantes y los de la panaca de Pachacútec. ¡Un genuino
secreto militar! La erigieron para escapar y refugiarse en su interior en
situación de crisis, en caso de volver a repetirse otra invasión como la
que eclipsó a sus antepasados de Taipicala. Por eso la llacta de Picchu
fue una de las más efectivas desde la óptica defensiva en el incario.
~o
Vista delallactLIdc Glxas,alnorte de Huancahamba(Piura)
Por eso las llactas incaicas no podían resistir vicisitudes duras. Claro
que la vida en ellas resultaba atractiva, agradable (aposentos, santua-
rios, plazas, calles, canales, depósitos, desfiles militares, fiestas,
danzas),
reinaba la agitación y el movimiento (de soldados, burócratas, sacerdo-
tes, yanas, mitmas, acllas), se hablaba mucho y en diferentes idiomas
según la procedencia de los mitmas. Exhibían, en efecto, un urbanismo
extremado, con espectaculares complejos religiosos, administrativos,
castrenses, lugares de recreo y de opulentas residencias para la estan-
cia deliciosa de nobles y jefes. Pero toda aquella multitud de gente
estaba formada por empleados del Estado, que desconocían la industria
y el comercio, sin espíritu de producción sino de gasto y consumo de
toneladas de comidas, vestidos y otros bienes que el Estado les redis-
tribuía, bienes producidos por los mitayos del contorno y por las reclu-
tadas y enclaustradas en los acllahuasis para faenar en determinados
barrios de las mismas llactas. Tales fueron las razones para que las
"ciudades~ impuestas por los incas fueran consideradas por los runas
como una especie de cárcel. Por eso cuando se produjo la invasión
española y la caída del Estado imperial, los que las habitaban las aban-
donaron totalmente, saliendo de ellas como escapando de una prisión;
y en algunos casos hasta las arrasaron (p. ej., Cajamarca, Cocha-
bamba/sur de Leimebamba). Demuestra que los que estaban obligados
a residir en ellas lo hacían a la fuerza, gentes en todo reacias a la
vida
urbana, individuos con una franca aversión hacía las ~ciudades". Los
serranos no habitaban por voluntad propia en las llactas incaicas, ni
siquiera toleraban vivir en casas juntas. Por ello las llactas imperiales
quedaron vacías, abandonadas. Sentían horror por las llactas, las mira-
ban como a presidios rodeados por muros, como a la tumba de la
libertad. En la costa no sucedía así: por eso encima de las vetustas ciu-
dades chimús y chinchas, los españoles fundaron reducciones. Y si
Chanchán quedó desierta, fue porque los incas ya la habían destro-
zado. Las llactas incas, en cambio, quedaron asoladas (Huánucopampa,
Incarracay, Cochabamba al mediodía de Leymebamba). Solamente en
las que los españoles decidieron quedarse a vivir (Cusco, Jauja, ~ilcas,
Tumbebamba, Quito, Caranqui, Cajamarca), prosiguió palpitando la
actividad humana.
l.7shilu o usbl~c) fue el nombre dado al trono del sapainca Pero con la
misma
denominación también se conocía a unas construccione.s uhicLldas unas
veces
en los ángulos de las pla~as mayores de laS llactas. y otras en sus
centros mis-
mos En la sierra las levantaban de piedra o pirca: y en la costa de
tierra.
I)esde ellas las autoridades presenciaban las ceremonias cívicas y
religiosas, y
se pregonaban las dispo.siciones emanadas del Estado En fin, en las
~provin-
cia.s constituía el símbolo del poder inca El que aparece en el gral~.ldo
es el
ush~ de Vilcaslluamán.
Los tucricuts
Incaranti
(representante del sapainca)
Chacnai camayoc
("El que ejecuta la justicia o sanción~)
suyoyocc
( administrador de provinckls )
1~
Capacñan tucricut
(administrador de caminos)
Chaca suyoyoc
(administrador de puentes)
Incap quipocnin
(secretario del Inca)
Tahuantinsuyo Quipoc
(recaudaclor del Estado)
Taripacoc
(visitador regio)
ADMINISTRAOORTES Y FUNCIONARIOS DE INCANATO
(Según Felipe Huzman Poma de Ayala)
res que ya tenían frente a SU grupo desde antiguo. Ante todo la pre-
ocupación por la seguridad material de todo ser humano sometido a
su jefatura. De ahí el anhelo de repartir lotes de tierras agrícolas a
toda pareja que formalizara su unión hogareña, la recuperación de las
parcelas dejadas por los muertos. También para que nunca dejaran de
sembrar y cosechar las tierras de los huérfanos, inválidos, viudas y
ancianos sin prole, que constituían los pohres o huacchas de la
comunidad, y a los cuales dirigía más a menudo su sensibilidad.
También de los que estaban fuera cumpliendo misiones oficiales, por
ejemplo de los guerreros en campaña. En la estación apropiada con-
vocaba para la limpieza de acequias de riego. Velaba para que los
linderos de sus tierras, sobre todo la de los pastos colectivos, no
sufrieran daños de ninguna índole. Organizaba las mingas o trabajos
comunales para la construcción o reparación de canales, senderos,
puentes, edificios colectivos (huacas). En caso de heladas, sequía,
granizada, inundaciones y terremotos que arrasaban los cultivos cam-
pcsinos, satisfacía las necesidades de los más afectados de su grupo
mediante subsidios extraídos de sus propios excedentes y reservas.
I'or eso sus pirguas, en no pocas ocasiones, permitían mitigar el
hambre motivado por dichos accidentes naturales. La citada generosi-
dad y liberalidad recibía el nombre de raquiy o aypuc, o achurac, a
la que ahora los antropólogos y etnohistoriadores prefieren denomi-
nar empleando una palabra extranjera, que no pertenece a los idio-
mas andinos: redistribución. Esto --es innegable-- contribuía a
robustecer su prestigio e influencia. Dicha filantropía desigual o asi-
métrica facilitaba a los curacas el mantenimiento de un servicio per-
manente para garantizar la estabilidad y reproducción del sistema
económico-social imperante.
El ejército
ríos. donde varios ayllus con sus jefes permanecían bajo la dependen-
cia de uno de esos ayllus, en quien reconocían el liderazgo. Es posible
que éste lo detentase el ayllu autor de la idea o iniciador de la unión,
o el de mejor comportamiento durante la defensa. En tales casos, pues,
se habían configurado señoríos que, como vemos, eran agrupaciones
de algunos ayllus que acataban al curaca de uno solo de ellos. En
dicha situación, el curaca líder o superior reproducía, pero a mayor
escala, los deberes, obligaci(:)nes y derechos que disfrutaban los
curacas
subalternos de SU señorío O dominio. Como sus obligaciones hahían
crecido, tenía derecho a más tierras, más ganado, más prestaciones de
servicic) (yanas, mitayos) y, por consiguiente, también más compromi-
sos para regalar, retribuir y redistribuir bienes.
ques, tallanes y paltas los desarticularon de tal forma que cada valle
y/o pueblo fue convertido en un diminuto señorío ~autónomo~. Sin
embargo, en otras partes, como en Chachapoyas, Chimbo y Pasto,
donde se encontraron con que cada ayllu funcionaba independiente
del otro, los aglutinaron bajo el mandato de un sólo jatuncuraca nom-
brado por los propios sapaincas.
Armamento
3° Libuis o ayllus, que no son otra cosa que las boleadoras. dos o
tres cuerdas sueltas, calculadamente de uno o dos metros de largo,
unidas en uno de los extremos para formar una sola cuerda trenzada
que podía tener de seis a ocho metros de longitud, uno muy largo,
unicorde al principio y tricorde al fin. En las puntas de las tres
cuerdas
sueltas se ataban tres piedras redondeadas y acinturadas. Para ponerlas
en funcionamiento se batían alrededor del cráneo, igual que las hon-
das; pero al libui se lanzaba con cuerdas y todo para enredar las pier-
nas del enemigo y las patas de los camélidos, evitando su fuga. Los
lanzamientos certeros podían fracturar los huesos.
La guerra
c~
6~
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1
l
Un imperio multilinguístico
Una característica que uniformó a dichas lenguas fue que todas eran
aglutinantes y polisintéticas. Es decir, con una pequeña frase expresa-
ban ideas y conceptos mucho más amplios.
/o.i incas
PROCEDENCIA DE
LOS MITMAS YUN-
GAS DEL PACHAI
CA.
51--LOS YV Y ~1
estos últimos, fueron arreados al valle del Vilcamayo para que allí
cdevoraran las sobras que dejaban otros y las vísceras de cuyes y llamas
que arrojaban los sacrificadores. Como gente de mentalidad mágica y
supersticiosa, creían que evitaban todo acto de hechicería obligando a
los uros a ingerir sus deshechos.
De todos los mitmas, los que innegablemente padecían más que cual-
quier otro de los habitantes tahuantinsuyanos eran los confinados en los
cocales del límite de selva. Allí, el clima húmedo, las aguas
contaminadas,
la proliferación de insectos y sobre todo la presencia de la mortificante
uta que desgarraba sus rostros representaba una auténtica penitencia de
la que nadie escapaba. Y lo peo~ es que los mitmas de los cocales esta-
tales y del sapainca permanecían ahí de por vida. Claro que también reci-
bían tierras para producir sus alimentos, pero éstas no mitigaban su vida
atormentada. En consecuencia, los que trabajaban en los cocales de la
selva alta no eran mitayos o hraceros que se mudaban por turnos, sino
trabajadores perpetuos, verdaderos esclavos. Por eso, quienes bregaban
allí no eran runas extraídos de ayllus pacíficos, sino rebeldes,
sublevados
y subversivos que de forma recalcitrante habían rechazado la dominación
del Cusco; en otras palabras: prisioneros condenados y forzados a vivir
trabajando en un medio tan horrible. Dichos mitmas eran los pinas o
esclavos a que hacen alusión tres fuentes del siglo x~i. En suma, los
mit-
mas de los cocales constituían los esclavos del Tahuantin~ly-)~ Feli7mc-
nle
su número no ascendía a muchos miles en el imperio.
Existían varias vías; pero dos eran las famosas: las longitudinales de
la costa y sierra. La primera se prolongaba de Tumbes al Maule, y la
otra desde Pasto a Cuyo (Mendo7a/Argentina). Pero, aparte, funciona-
ban una gran cantidad de rutas transversales que enlazaban los valles
costeños con las tierras altas y límite de selva, conectando las dos
¨carreteras longitudinales y uniendo costa, sierra y montaña (selva).
les, para quienes las vías del imperio romano apenas aparecían como
lánguidas sombras en comparación con las del Tahuantinsuyo.
Así fue como las vías permitieron vigilar más estrechamente a las
etnias; enviar mensajeros y recibir informes con pasmosa rapidez; des-
plazar tropas a las frontera.s y a etnias .sublevadas sin pérdida de
tiempo. Lo.s caminos, en dichos aspectos, cumplieron un papel formi-
Dibujo de inicios del siglo XIX que presenta el puente colgante inca que
unía
amhas riheras clel río Apurimac en la ruta de Curahuasi al cusco,
conocido en
Europa hajo el nombre de uel puente de ~an Luis Rey~ famoso por la novela
de Thorhorn Wilder que le hizo famoso y que se utilizó hasta 1~90.
Grahado ochocentistcl que reproduce el puente flotantc dc ChacLImarca, en
el
de.saguadero del lago Titicaca.
Puentes
Los más sencillos y corrientes eran los cle tronco~ apoyado~ ~obrc
rocas o torrec cte albañilerí~ levantada.s para la ocasión v emplazadas
en sitios donde las orillas se estrechaban más. Los troncos, por lo
general dos o tres, los extendían de una a otra orilla. Luego, atravesa-
dos, ponían otros palos amarrados con cuerdas de cabuya, paja, lana,
o cuero. Encima colocaban ramas y tierra, allanándola; quedando listo
para el tránsito. (Todavía se hace así en muchos caseríos de la sierra.)
Tambos y chasquis
Cada cierta distancia, a lo largo de los caminos fueron establecidos
unos edificios particulares llamados tambos (tam pu) con la función de
servir de albergue, descanso y aprovisionamiento a quienes transitaban
cumpliendo mitas y comisiones encargadas por el poder estatal: chas-
quis, guerreros, funcionarios, administradores, visitadores, etc.
Las distancias fijas que debía recorrer por cada chasqui variaban
según la calidad del terreno. En los llanos adelantaban más kilómetros
que cuando subían por cuestas y graderíos. L)e todas maneras la veloci-
dad era portentosa. Se sabe de un mensale que llegó de Chuquiapu (La
Paz) a Tacna en tres días, después de que los chasquis trotaran una dis-
tancia de más o menos 300 kilómetros. Gutiérrez de Santa Clara y Pedro
Pizarro hablan de unas cartas enviadas del Cusco que llegaron a Quito
en cinco días. Y Fernández de Oviedo se refiere a otras comunicaciones
remitidas de Cajamarca que llegaron al Cusco parejamente en cinco días.
Chasqui o correo incaica en pleno trabajo. corricndo por una dc las vías
del
Incanato. (Archivo GEA)
12
La tradición andina.
Literatura, historia y ciencia
Literatura
Los pocos rezos e himnos que han llegado a nosotros fueron reco-
gidos por Cristóbal de Molina, Juan Santa Cruz Pachacútec y Guamán
Poma de Ayala. En ellos aparecen mezclados problemas morales y
materiales, como por ejemplo el siguiente:
La suerte del pina era muy triste en los cocales de la selva alta,
pese a recibir por allí tierras de cultivo. Se trata de gente que no
tenía
el status de hombres ni mujeres libres. Pero lo original de la esclavitud
andina es que todos eran propiedad del Estado y del sapainca sola-
mente, quien no acostumbraba a regalarlos ni venderlos a nadie.
Nunca se ha encontrado a ningún pina que hubiera sido propiedad de
personas (privada) o de instituciones tipo sacerdocio por ejemplo. No
hubo, pues, tráfico de pinas. Pero existieron familias y ayllus enteros
sometidos a esclavitud, todos con un status muy bajo y con obligacio-
nes estrictamente conocidas. Su proporción, sin embargo, fue exigua en
comparación con los runas libres e inclusivo ell r~lacioll con los j
ya1las. ~To se percibe que fuera en aumento. ~L
Pampayrunas o mitahuarmis
10
-~ 9
e leuo!~al oulalqo~ la opuel~uo~ 'pepuo1ne el ap epllled ap o1und
~1~
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~ ~ ~ -. C ~5 ~
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~ f
parientes consanguíneos o a parientes ceremoniales suyos, mediante un
engranaje de sucesivas delegaciones estructurando permanentemente un
esquema administrativo de funcionarios. Enca en puquina (asimilado
después al aymara), o Inca ya quechuizado, significa exactamente el
principio generador o vital, la fuente y origen de la felicidad. Lo que
equivale a decir un arquetipo, un modelo original de todas las cosas,
un ser sagrado, un dios. Capac corresponde a grande, poderoso, rey; o
dicho de otro modo: grupo dominante y dirigente. Yupanqui es, en
cambio, memorable, digno de recordar.
El sapainca era una de las personas más aseadas. Como tomaba los
alimentos con las manos, se las lavaba antes y después de comer en
una vasija de oro o plata so.stenida por otra de sus esposas, secándose
en seguida en scrvilletas o lienzos facilitados por otra de ellas. En los
caminos aleclaños a aguas termales mandaba abrir pozas y piscinas
para bañarse en companía de su.s mujeres. A estas pozas, como en la
de Pultamarca (Cajamarca:) conducían por medio de caños agua fría y
caliente para proporcionarle la temperatura deseada. Sus esposas le fro-
tahan el cuerpo con suave.s piedras pómez y hierbas jabonosas y aro-
máticas. Frecuentementc se depilaba con pinzas las ralas harbas que le
hrotaban en la cuijLlda. Y permanentemente se hacía cortar el cabello.
I n saprinca entronizado
un saprinca llevado a la guerra
Por otro lado, los propios sapaincas, con el fin de afianzar y justifi-
car sus acciones, aprendían y realizaban una serie de prácticas adivina-
torias. I Jnas veces ellos mismos se presentaban como destinatarios de
revelaciones de SUS dioses y como peritos en manejar maravillosos orá-
culos, por intermedio de los cuales sus diviniclades les hablahan, acon-
sejahan, a~udahan y guiaban en las decisiones que dehían tomar para
conquistar, derrotar, reprimir, gc)hernar y regir a los puehlos.
Afirmaban
que SUS dioses, en algunas ocasiones, hasta les habían enviado guerre-
ros para derrotar a sus opositores. Así ocurrió con Pachacútec, quien
repetía que le había caído del cielo un cristal de roca que le permitía
ver el pasado, el presente y el futuro. Fl sapainca utilizaba con habili-
dad lo sobrenatural para hacer prevalecer sus propósitos políticos de
conformidad a sus proyectos de dominación. De ahí también por qué
las prácticas cle adivinación se hicieron imprescindibles antes y después
de cada acto, principalmente leyendo los vaticinios en los pulmones y
corazones de cuyes y llamas sacrificados.
Hubo un gran centralismo. Todo dependía del gran rey, de los apo-
suyos y de los tucricuts. A fin de cuentas, el sapainca permanecía
informado de la totalidad de cosas y sucesos. Los apocunas permane-
cían a su lado asesorándole, transmitiendo y ejecutando órdenes. Visita-
dores y espías secretos le tenían advertido, notificado y avisado de
cuanto ocurría, los cuales eran nombrados y destituidos a voluntad del
sapainca, aun siendo personas de su parentela. El supremo mandatario
tenía, pues, una amplitud inconmensurable de atribuciones dentro de
una moral convencional que estereotipaha su figura política: era la ver-
dadera sede del poder imperial, el centro del imperio.
I . CH I QUIPAMPA
~. TORREON DE Ml,YUCMARKA
3. TORREON DE ~iALLACMARKA
4. TORREOI~T l)E l'AI-CAMARKA
~. PIIERTA PRlNCli'AI, DE TIAPLNKU
ó. QOLLQA
CU~T SU~U // ///1
~ \~ COLLASUYU
Los ceques estaban conectados con los linajes reales (panacas). Chi-
mapanaca, integrada por los descendientes de Manco Cápac, corría a
cargo de uno de los ceques de Cuntisuyo. Los panacas de Lloque
Yupanqui y Cápac Yupanqui cuidaban las huacas de los ceques de
Collasuyo, etc.
Otras llactas
Pero hay otro aspecto notable: las llactas incaicas tienen construc-
ciones hechas para la eternidad, incluso las de la costa, donde lalta la
piedra. Templos, fortalezas y aposentos son de bloques pétreos y gran-
des adobones y tapiales, con techumbres de madera y paja, y alguna
vez de bóvcda falsa empleando lajas y harro. En la costa bastaba con
esteras y lodo.
Picchu es una llacta que merece referencia especial por haber sido
levantada en un escondrijo recóndito de las tierras pertenecientes a
Pachacútec, aislada de los caminos principales, y además al borde de
gigantescos acantilados, en el filo de un cerro por cuyos lados se per-
filan gargantas excavadas por el río Urui)amba. Los cronistas españoles
no la mencionan, lo que quiere decir que nunca supieron de su exis-
tencia, y con toda seguridad ni la propia población andina, excepto los
sapaincas reinantes y los de la panaca de Pachacútec. ¡Un genuino
secreto militar! La erigieron para escapar y refugiarse en su interior en
situación de crisis, en caso de volver a repetirse otra invasión como la
que eclipsó a sus antepasados de Taipicala. Por eso la llacta de Picchu
fue una de las más efectivas desde la óptica defensiva en el incario.
~o
Vista delallactLIdc Glxas,alnorte de Huancahamba(Piura)
Por eso las llactas incaicas no podían resistir vicisitudes duras. Claro
que la vida en ellas resultaba atractiva, agradable (aposentos, santua-
rios, plazas, calles, canales, depósitos, desfiles militares, fiestas,
danzas),
reinaba la agitación y el movimiento (de soldados, burócratas, sacerdo-
tes, yanas, mitmas, acllas), se hablaba mucho y en diferentes idiomas
según la procedencia de los mitmas. Exhibían, en efecto, un urbanismo
extremado, con espectaculares complejos religiosos, administrativos,
castrenses, lugares de recreo y de opulentas residencias para la estan-
cia deliciosa de nobles y jefes. Pero toda aquella multitud de gente
estaba formada por empleados del Estado, que desconocían la industria
y el comercio, sin espíritu de producción sino de gasto y consumo de
toneladas de comidas, vestidos y otros bienes que el Estado les redis-
tribuía, bienes producidos por los mitayos del contorno y por las reclu-
tadas y enclaustradas en los acllahuasis para faenar en determinados
barrios de las mismas llactas. Tales fueron las razones para que las
"ciudades~ impuestas por los incas fueran consideradas por los runas
como una especie de cárcel. Por eso cuando se produjo la invasión
española y la caída del Estado imperial, los que las habitaban las aban-
donaron totalmente, saliendo de ellas como escapando de una prisión;
y en algunos casos hasta las arrasaron (p. ej., Cajamarca, Cocha-
bamba/sur de Leimebamba). Demuestra que los que estaban obligados
a residir en ellas lo hacían a la fuerza, gentes en todo reacias a la
vida
urbana, individuos con una franca aversión hacía las ~ciudades". Los
serranos no habitaban por voluntad propia en las llactas incaicas, ni
siquiera toleraban vivir en casas juntas. Por ello las llactas imperiales
quedaron vacías, abandonadas. Sentían horror por las llactas, las mira-
ban como a presidios rodeados por muros, como a la tumba de la
libertad. En la costa no sucedía así: por eso encima de las vetustas ciu-
dades chimús y chinchas, los españoles fundaron reducciones. Y si
Chanchán quedó desierta, fue porque los incas ya la habían destro-
zado. Las llactas incas, en cambio, quedaron asoladas (Huánucopampa,
Incarracay, Cochabamba al mediodía de Leymebamba). Solamente en
las que los españoles decidieron quedarse a vivir (Cusco, Jauja, ~ilcas,
Tumbebamba, Quito, Caranqui, Cajamarca), prosiguió palpitando la
actividad humana.
l.7shilu o usbl~c) fue el nombre dado al trono del sapainca Pero con la
misma
denominación también se conocía a unas construccione.s uhicLldas unas
veces
en los ángulos de las pla~as mayores de laS llactas. y otras en sus
centros mis-
mos En la sierra las levantaban de piedra o pirca: y en la costa de
tierra.
I)esde ellas las autoridades presenciaban las ceremonias cívicas y
religiosas, y
se pregonaban las dispo.siciones emanadas del Estado En fin, en las
~provin-
cia.s constituía el símbolo del poder inca El que aparece en el gral~.ldo
es el
ush~ de Vilcaslluamán.
Los tucricuts
Incaranti
(representante del sapainca)
Chacnai camayoc
("El que ejecuta la justicia o sanción~)
suyoyocc
( administrador de provinckls )
1~
Capacñan tucricut
(administrador de caminos)
Chaca suyoyoc
(administrador de puentes)
Incap quipocnin
(secretario del Inca)
Tahuantinsuyo Quipoc
(recaudaclor del Estado)
Taripacoc
(visitador regio)
res que ya tenían frente a SU grupo desde antiguo. Ante todo la pre-
ocupación por la seguridad material de todo ser humano sometido a
su jefatura. De ahí el anhelo de repartir lotes de tierras agrícolas a
toda pareja que formalizara su unión hogareña, la recuperación de las
parcelas dejadas por los muertos. También para que nunca dejaran de
sembrar y cosechar las tierras de los huérfanos, inválidos, viudas y
ancianos sin prole, que constituían los pohres o huacchas de la
comunidad, y a los cuales dirigía más a menudo su sensibilidad.
También de los que estaban fuera cumpliendo misiones oficiales, por
ejemplo de los guerreros en campaña. En la estación apropiada con-
vocaba para la limpieza de acequias de riego. Velaba para que los
linderos de sus tierras, sobre todo la de los pastos colectivos, no
sufrieran daños de ninguna índole. Organizaba las mingas o trabajos
comunales para la construcción o reparación de canales, senderos,
puentes, edificios colectivos (huacas). En caso de heladas, sequía,
granizada, inundaciones y terremotos que arrasaban los cultivos cam-
pcsinos, satisfacía las necesidades de los más afectados de su grupo
mediante subsidios extraídos de sus propios excedentes y reservas.
I'or eso sus pirguas, en no pocas ocasiones, permitían mitigar el
hambre motivado por dichos accidentes naturales. La citada generosi-
dad y liberalidad recibía el nombre de raquiy o aypuc, o achurac, a
la que ahora los antropólogos y etnohistoriadores prefieren denomi-
nar empleando una palabra extranjera, que no pertenece a los idio-
mas andinos: redistribución. Esto --es innegable-- contribuía a
robustecer su prestigio e influencia. Dicha filantropía desigual o asi-
métrica facilitaba a los curacas el mantenimiento de un servicio per-
manente para garantizar la estabilidad y reproducción del sistema
económico-social imperante.
Como curacas tenían derecho a poseer tierras y ganado de carácter
privado y acceso a pastos de la comunidad. Por igual, a un determi-
nado número de trabajadores tipo mita o mitayos, cuyo laboreo canali-
zaba en exclusivo provecho suyo en la producción agrícola, ganadera,
textil, artesanal, etc. En ambos casos, retribuyendo a sus servidores
mientras duraran las faenas, con comidas, bebidas, coca y otras recom-
pensas. En otros términos, les retribuía, compensaba o pagaba. No era
un trabajo gratuito. Por cierto que su dadivosidad~ institucionalizada no
representaba un pago justo o simétrico, sino que el curaca invariable-
mente donaba~, o mejor dicho retribuía con cantidades mucho meno-
res de las que producían los mitayos. El curaca siempre se queclaba
con la mayor y mejor parte. No cabe duda, existía plusvalía.
Cada curaca procuraba compensar con raciones alimenticias a base
de productos de rclativa escasez en su área de gobierno: pero de
todas maneras, en ninguna parte, se prescindía del maíz, coca y chi-
cha, sirviéndose la última a cada momento, lo que obligaba a fabri-
carla en enormes cantidades. El1t(:)nces los mitayos un poco embria-
gados, cumplían sus labores con más entusiasmo. Así se explica por
qué los trabajadol-es concurrían felices, acompañados de músicos v
portando sus tocaclos adornados con flores, adquiriendo tales faenas
aspectos festivo.s con clanzas y cantos. ~' lo que hacía con lo.s mitayos
agrarios, el curaca también lo realizaba con los mitayos ganaderos,
con los que lc tejían las tela.s que nece.sitaba. y con todos lo.s quc le
realizaban cualquier otra tarea. I'ero eso sí a uno y otro tipo de
mitayos tenía que proporcionarles alojamiento en caso de que el des-
plazamiento hul)iera sido clesde muy lejo.s. también herr.llnient.ls de
trabajo por el tiempo que durara el .servicio. Y. cuando concluían
regresal~an a sus casas no sólo después de haber comido y bebido
hien .sino con algunos rcgalos adicionLIles: coca. pluina.s. copc).i de
algc)dón y vellones de pelambl-e calllélida. y cle cuando en cuallclo
con alguna cahe~a de ganado si es que la labor del mitayo se hal)ía
hecllo merecedora a la dádiva. En tales concliciones los campe.iinos
que cumplían mitas se sentían dicho.sos. pe.se a la formLI hál)il con
que se les explotaba a lo cual no daban inlportancia y es po.sil)le de
que hasta ni se dieran cuenta.
El ejército
ríos. donde varios ayllus con sus jefes permanecían bajo la dependen-
cia de uno de esos ayllus, en quien reconocían el liderazgo. Es posible
que éste lo detentase el ayllu autor de la idea o iniciador de la unión,
o el de mejor comportamiento durante la defensa. En tales casos, pues,
se habían configurado señoríos que, como vemos, eran agrupaciones
de algunos ayllus que acataban al curaca de uno solo de ellos. En
dicha situación, el curaca líder o superior reproducía, pero a mayor
escala, los deberes, obligaci(:)nes y derechos que disfrutaban los
curacas
subalternos de SU señorío O dominio. Como sus obligaciones hahían
crecido, tenía derecho a más tierras, más ganado, más prestaciones de
servicic) (yanas, mitayos) y, por consiguiente, también más compromi-
sos para regalar, retribuir y redistribuir bienes.
ques, tallanes y paltas los desarticularon de tal forma que cada valle
y/o pueblo fue convertido en un diminuto señorío ~autónomo~. Sin
embargo, en otras partes, como en Chachapoyas, Chimbo y Pasto,
donde se encontraron con que cada ayllu funcionaba independiente
del otro, los aglutinaron bajo el mandato de un sólo jatuncuraca nom-
brado por los propios sapaincas.
Armamento
3° Libuis o ayllus, que no son otra cosa que las boleadoras. dos o
tres cuerdas sueltas, calculadamente de uno o dos metros de largo,
unidas en uno de los extremos para formar una sola cuerda trenzada
que podía tener de seis a ocho metros de longitud, uno muy largo,
unicorde al principio y tricorde al fin. En las puntas de las tres
cuerdas
sueltas se ataban tres piedras redondeadas y acinturadas. Para ponerlas
en funcionamiento se batían alrededor del cráneo, igual que las hon-
das; pero al libui se lanzaba con cuerdas y todo para enredar las pier-
nas del enemigo y las patas de los camélidos, evitando su fuga. Los
lanzamientos certeros podían fracturar los huesos.
La guerra
c~
6~
;
1
l
Un imperio multilinguístico
PROCEDENCIA DE
LOS MITMAS YUN-
GAS DEL PACHAI
CA.
51--LOS YV Y ~1
estos últimos, fueron arreados al valle del Vilcamayo para que allí
cdevoraran las sobras que dejaban otros y las vísceras de cuyes y llamas
que arrojaban los sacrificadores. Como gente de mentalidad mágica y
supersticiosa, creían que evitaban todo acto de hechicería obligando a
los uros a ingerir sus deshechos.
~- litar a sus jefes, sobre todo a los chachas, que jamás estuvieron
contentos
con la dominaci¿)n inca, contra la cual con.spiraron en tres ocasiones.
40~ Los i~cas
De todos los mitmas, los que innegablemente padecían más que cual-
quier otro de los habitantes tahuantinsuyanos eran los confinados en los
cocales del límite de selva. Allí, el clima húmedo, las aguas
contaminadas,
la proliferación de insectos y sobre todo la presencia de la mortificante
uta que desgarraba sus rostros representaba una auténtica penitencia de
la que nadie escapaba. Y lo peo~ es que los mitmas de los cocales esta-
tales y del sapainca permanecían ahí de por vida. Claro que también reci-
bían tierras para producir sus alimentos, pero éstas no mitigaban su vida
atormentada. En consecuencia, los que trabajaban en los cocales de la
selva alta no eran mitayos o hraceros que se mudaban por turnos, sino
trabajadores perpetuos, verdaderos esclavos. Por eso, quienes bregaban
allí no eran runas extraídos de ayllus pacíficos, sino rebeldes,
sublevados
y subversivos que de forma recalcitrante habían rechazado la dominación
del Cusco; en otras palabras: prisioneros condenados y forzados a vivir
trabajando en un medio tan horrible. Dichos mitmas eran los pinas o
esclavos a que hacen alusión tres fuentes del siglo x~i. En suma, los
mit-
mas de los cocales constituían los esclavos del Tahuantin~ly-)~ Feli7mc-
nle
su número no ascendía a muchos miles en el imperio.
Existían varias vías; pero dos eran las famosas: las longitudinales de
la costa y sierra. La primera se prolongaba de Tumbes al Maule, y la
otra desde Pasto a Cuyo (Mendo7a/Argentina). Pero, aparte, funciona-
ban una gran cantidad de rutas transversales que enlazaban los valles
costeños con las tierras altas y límite de selva, conectando las dos
¨carreteras longitudinales y uniendo costa, sierra y montaña (selva).
les, para quienes las vías del imperio romano apenas aparecían como
lánguidas sombras en comparación con las del Tahuantinsuyo.
Así fue como las vías permitieron vigilar más estrechamente a las
etnias; enviar mensajeros y recibir informes con pasmosa rapidez; des-
plazar tropas a las frontera.s y a etnias .sublevadas sin pérdida de
tiempo. Lo.s caminos, en dichos aspectos, cumplieron un papel formi-
Dibujo de inicios del siglo XIX que presenta el puente colgante inca que
unía
amhas riheras clel río Apurimac en la ruta de Curahuasi al cusco,
conocido en
Europa hajo el nombre de uel puente de ~an Luis Rey~ famoso por la novela
de Thorhorn Wilder que le hizo famoso y que se utilizó hasta 1~90.
Grahado ochocentistcl que reproduce el puente flotantc dc ChacLImarca, en
el
de.saguadero del lago Titicaca.
Puentes
Los más sencillos y corrientes eran los cle tronco~ apoyado~ ~obrc
rocas o torrec cte albañilerí~ levantada.s para la ocasión v emplazadas
en sitios donde las orillas se estrechaban más. Los troncos, por lo
general dos o tres, los extendían de una a otra orilla. Luego, atravesa-
dos, ponían otros palos amarrados con cuerdas de cabuya, paja, lana,
o cuero. Encima colocaban ramas y tierra, allanándola; quedando listo
para el tránsito. (Todavía se hace así en muchos caseríos de la sierra.)
Tambos y chasquis
Las distancias fijas que debía recorrer por cada chasqui variaban
según la calidad del terreno. En los llanos adelantaban más kilómetros
que cuando subían por cuestas y graderíos. L)e todas maneras la veloci-
dad era portentosa. Se sabe de un mensale que llegó de Chuquiapu (La
Paz) a Tacna en tres días, después de que los chasquis trotaran una dis-
tancia de más o menos 300 kilómetros. Gutiérrez de Santa Clara y Pedro
Pizarro hablan de unas cartas enviadas del Cusco que llegaron a Quito
en cinco días. Y Fernández de Oviedo se refiere a otras comunicaciones
remitidas de Cajamarca que llegaron al Cusco parejamente en cinco días.
Chasqui o correo incaica en pleno trabajo. corricndo por una dc las vías
del
Incanato. (Archivo GEA)
12
La tradición andina.
Literatura, historia y ciencia
Literatura
La suerte del pina era muy triste en los cocales de la selva alta,
pese a recibir por allí tierras de cultivo. Se trata de gente que no
tenía
el status de hombres ni mujeres libres. Pero lo original de la esclavitud
andina es que todos eran propiedad del Estado y del sapainca sola-
mente, quien no acostumbraba a regalarlos ni venderlos a nadie.
Nunca se ha encontrado a ningún pina que hubiera sido propiedad de
personas (privada) o de instituciones tipo sacerdocio por ejemplo. No
hubo, pues, tráfico de pinas. Pero existieron familias y ayllus enteros
sometidos a esclavitud, todos con un status muy bajo y con obligacio-
nes estrictamente conocidas. Su proporción, sin embargo, fue exigua en
comparación con los runas libres e inclusivo ell r~lacioll con los j
ya1las. ~To se percibe que fuera en aumento. ~L
Pampayrunas o mitahuarmis
10
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e leuo!~al oulalqo~ la opuel~uo~ 'pepuo1ne el ap epllled ap o1und
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parientes consanguíneos o a parientes ceremoniales suyos, mediante un
engranaje de sucesivas delegaciones estructurando permanentemente un
esquema administrativo de funcionarios. Enca en puquina (asimilado
después al aymara), o Inca ya quechuizado, significa exactamente el
principio generador o vital, la fuente y origen de la felicidad. Lo que
equivale a decir un arquetipo, un modelo original de todas las cosas,
un ser sagrado, un dios. Capac corresponde a grande, poderoso, rey; o
dicho de otro modo: grupo dominante y dirigente. Yupanqui es, en
cambio, memorable, digno de recordar.
El sapainca era una de las personas más aseadas. Como tomaba los
alimentos con las manos, se las lavaba antes y después de comer en
una vasija de oro o plata so.stenida por otra de sus esposas, secándose
en seguida en scrvilletas o lienzos facilitados por otra de ellas. En los
caminos aleclaños a aguas termales mandaba abrir pozas y piscinas
para bañarse en companía de su.s mujeres. A estas pozas, como en la
de Pultamarca (Cajamarca:) conducían por medio de caños agua fría y
caliente para proporcionarle la temperatura deseada. Sus esposas le fro-
tahan el cuerpo con suave.s piedras pómez y hierbas jabonosas y aro-
máticas. Frecuentementc se depilaba con pinzas las ralas harbas que le
hrotaban en la cuijLlda. Y permanentemente se hacía cortar el cabello.
I n saprinca entronizado
un saprinca llevado a la guerra
Por otro lado, los propios sapaincas, con el fin de afianzar y justifi-
car sus acciones, aprendían y realizaban una serie de prácticas adivina-
torias. I Jnas veces ellos mismos se presentaban como destinatarios de
revelaciones de SUS dioses y como peritos en manejar maravillosos orá-
culos, por intermedio de los cuales sus diviniclades les hablahan, acon-
sejahan, a~udahan y guiaban en las decisiones que dehían tomar para
conquistar, derrotar, reprimir, gc)hernar y regir a los puehlos.
Afirmaban
que SUS dioses, en algunas ocasiones, hasta les habían enviado guerre-
ros para derrotar a sus opositores. Así ocurrió con Pachacútec, quien
repetía que le había caído del cielo un cristal de roca que le permitía
ver el pasado, el presente y el futuro. Fl sapainca utilizaba con habili-
dad lo sobrenatural para hacer prevalecer sus propósitos políticos de
conformidad a sus proyectos de dominación. De ahí también por qué
las prácticas cle adivinación se hicieron imprescindibles antes y después
de cada acto, principalmente leyendo los vaticinios en los pulmones y
corazones de cuyes y llamas sacrificados.
l n huen sapainca cumplía sus deheres religiosos para que los dio-
ses nunca le negaran sus dones. De hecho era un sacerdote, aunque
él ya no ejerciera ese cargo oficialmente, si bien intervenía en la
designación de los sumos sacerdotes. Justamente por eso se creía que
hablaba con las divinidades y cons-lltaba a otros oráculos para dictar
sus decisiones. Fingía pues obedecer las inspiraciones recibidas de los
dioses. Su Estado constituía una teocracia, por lo que cuidaba que las
divinidades tuvieran templos y sus sacerdotes gozaran de tierras agrí-
colas, pastos y servidores, y que constantemente se hicieran sacrifi-
cios en su nombre. Sabía aprovechar muy bien la religión para
gobernar.
Hubo un gran centralismo. Todo dependía del gran rey, de los apo-
suyos y de los tucricuts. A fin de cuentas, el sapainca permanecía
informado de la totalidad de cosas y sucesos. Los apocunas permane-
cían a su lado asesorándole, transmitiendo y ejecutando órdenes. Visita-
dores y espías secretos le tenían advertido, notificado y avisado de
cuanto ocurría, los cuales eran nombrados y destituidos a voluntad del
sapainca, aun siendo personas de su parentela. El supremo mandatario
tenía, pues, una amplitud inconmensurable de atribuciones dentro de
una moral convencional que estereotipaha su figura política: era la ver-
dadera sede del poder imperial, el centro del imperio.
I . CH I QUIPAMPA
~. TORREON DE Ml,YUCMARKA
3. TORREON DE ~iALLACMARKA
4. TORREOI~T l)E l'AI-CAMARKA
~. PIIERTA PRlNCli'AI, DE TIAPLNKU
ó. QOLLQA
CU~T SU~U // ///1
~ \~ COLLASUYU
Los ceques estaban conectados con los linajes reales (panacas). Chi-
mapanaca, integrada por los descendientes de Manco Cápac, corría a
cargo de uno de los ceques de Cuntisuyo. Los panacas de Lloque
Yupanqui y Cápac Yupanqui cuidaban las huacas de los ceques de
Collasuyo, etc.
Otras llactas
Pero hay otro aspecto notable: las llactas incaicas tienen construc-
ciones hechas para la eternidad, incluso las de la costa, donde lalta la
piedra. Templos, fortalezas y aposentos son de bloques pétreos y gran-
des adobones y tapiales, con techumbres de madera y paja, y alguna
vez de bóvcda falsa empleando lajas y harro. En la costa bastaba con
esteras y lodo.
Picchu es una llacta que merece referencia especial por haber sido
levantada en un escondrijo recóndito de las tierras pertenecientes a
Pachacútec, aislada de los caminos principales, y además al borde de
gigantescos acantilados, en el filo de un cerro por cuyos lados se per-
filan gargantas excavadas por el río Urui)amba. Los cronistas españoles
no la mencionan, lo que quiere decir que nunca supieron de su exis-
tencia, y con toda seguridad ni la propia población andina, excepto los
sapaincas reinantes y los de la panaca de Pachacútec. ¡Un genuino
secreto militar! La erigieron para escapar y refugiarse en su interior en
situación de crisis, en caso de volver a repetirse otra invasión como la
que eclipsó a sus antepasados de Taipicala. Por eso la llacta de Picchu
fue una de las más efectivas desde la óptica defensiva en el incario.
~o
Vista delallactLIdc Glxas,alnorte de Huancahamba(Piura)
Por eso las llactas incaicas no podían resistir vicisitudes duras. Claro
que la vida en ellas resultaba atractiva, agradable (aposentos, santua-
rios, plazas, calles, canales, depósitos, desfiles militares, fiestas,
danzas),
reinaba la agitación y el movimiento (de soldados, burócratas, sacerdo-
tes, yanas, mitmas, acllas), se hablaba mucho y en diferentes idiomas
según la procedencia de los mitmas. Exhibían, en efecto, un urbanismo
extremado, con espectaculares complejos religiosos, administrativos,
castrenses, lugares de recreo y de opulentas residencias para la estan-
cia deliciosa de nobles y jefes. Pero toda aquella multitud de gente
estaba formada por empleados del Estado, que desconocían la industria
y el comercio, sin espíritu de producción sino de gasto y consumo de
toneladas de comidas, vestidos y otros bienes que el Estado les redis-
tribuía, bienes producidos por los mitayos del contorno y por las reclu-
tadas y enclaustradas en los acllahuasis para faenar en determinados
barrios de las mismas llactas. Tales fueron las razones para que las
"ciudades~ impuestas por los incas fueran consideradas por los runas
como una especie de cárcel. Por eso cuando se produjo la invasión
española y la caída del Estado imperial, los que las habitaban las aban-
donaron totalmente, saliendo de ellas como escapando de una prisión;
y en algunos casos hasta las arrasaron (p. ej., Cajamarca, Cocha-
bamba/sur de Leimebamba). Demuestra que los que estaban obligados
a residir en ellas lo hacían a la fuerza, gentes en todo reacias a la
vida
urbana, individuos con una franca aversión hacía las ~ciudades". Los
serranos no habitaban por voluntad propia en las llactas incaicas, ni
siquiera toleraban vivir en casas juntas. Por ello las llactas imperiales
quedaron vacías, abandonadas. Sentían horror por las llactas, las mira-
ban como a presidios rodeados por muros, como a la tumba de la
libertad. En la costa no sucedía así: por eso encima de las vetustas ciu-
dades chimús y chinchas, los españoles fundaron reducciones. Y si
Chanchán quedó desierta, fue porque los incas ya la habían destro-
zado. Las llactas incas, en cambio, quedaron asoladas (Huánucopampa,
Incarracay, Cochabamba al mediodía de Leymebamba). Solamente en
las que los españoles decidieron quedarse a vivir (Cusco, Jauja, ~ilcas,
Tumbebamba, Quito, Caranqui, Cajamarca), prosiguió palpitando la
actividad humana.
l.7shilu o usbl~c) fue el nombre dado al trono del sapainca Pero con la
misma
denominación también se conocía a unas construccione.s uhicLldas unas
veces
en los ángulos de las pla~as mayores de laS llactas. y otras en sus
centros mis-
mos En la sierra las levantaban de piedra o pirca: y en la costa de
tierra.
I)esde ellas las autoridades presenciaban las ceremonias cívicas y
religiosas, y
se pregonaban las dispo.siciones emanadas del Estado En fin, en las
~provin-
cia.s constituía el símbolo del poder inca El que aparece en el gral~.ldo
es el
ush~ de Vilcaslluamán.
Los tucricuts
Incaranti
(representante del sapainca)
Chacnai camayoc
("El que ejecuta la justicia o sanción~)
suyoyocc
( administrador de provinckls )
1~
Capacñan tucricut
(administrador de caminos)
Chaca suyoyoc
(administrador de puentes)
Incap quipocnin
(secretario del Inca)
Tahuantinsuyo Quipoc
(recaudaclor del Estado)
Taripacoc
(visitador regio)
res que ya tenían frente a SU grupo desde antiguo. Ante todo la pre-
ocupación por la seguridad material de todo ser humano sometido a
su jefatura. De ahí el anhelo de repartir lotes de tierras agrícolas a
toda pareja que formalizara su unión hogareña, la recuperación de las
parcelas dejadas por los muertos. También para que nunca dejaran de
sembrar y cosechar las tierras de los huérfanos, inválidos, viudas y
ancianos sin prole, que constituían los pohres o huacchas de la
comunidad, y a los cuales dirigía más a menudo su sensibilidad.
También de los que estaban fuera cumpliendo misiones oficiales, por
ejemplo de los guerreros en campaña. En la estación apropiada con-
vocaba para la limpieza de acequias de riego. Velaba para que los
linderos de sus tierras, sobre todo la de los pastos colectivos, no
sufrieran daños de ninguna índole. Organizaba las mingas o trabajos
comunales para la construcción o reparación de canales, senderos,
puentes, edificios colectivos (huacas). En caso de heladas, sequía,
granizada, inundaciones y terremotos que arrasaban los cultivos cam-
pcsinos, satisfacía las necesidades de los más afectados de su grupo
mediante subsidios extraídos de sus propios excedentes y reservas.
I'or eso sus pirguas, en no pocas ocasiones, permitían mitigar el
hambre motivado por dichos accidentes naturales. La citada generosi-
dad y liberalidad recibía el nombre de raquiy o aypuc, o achurac, a
la que ahora los antropólogos y etnohistoriadores prefieren denomi-
nar empleando una palabra extranjera, que no pertenece a los idio-
mas andinos: redistribución. Esto --es innegable-- contribuía a
robustecer su prestigio e influencia. Dicha filantropía desigual o asi-
métrica facilitaba a los curacas el mantenimiento de un servicio per-
manente para garantizar la estabilidad y reproducción del sistema
económico-social imperante.
El ejército
ríos. donde varios ayllus con sus jefes permanecían bajo la dependen-
cia de uno de esos ayllus, en quien reconocían el liderazgo. Es posible
que éste lo detentase el ayllu autor de la idea o iniciador de la unión,
o el de mejor comportamiento durante la defensa. En tales casos, pues,
se habían configurado señoríos que, como vemos, eran agrupaciones
de algunos ayllus que acataban al curaca de uno solo de ellos. En
dicha situación, el curaca líder o superior reproducía, pero a mayor
escala, los deberes, obligaci(:)nes y derechos que disfrutaban los
curacas
subalternos de SU señorío O dominio. Como sus obligaciones hahían
crecido, tenía derecho a más tierras, más ganado, más prestaciones de
servicic) (yanas, mitayos) y, por consiguiente, también más compromi-
sos para regalar, retribuir y redistribuir bienes.
ques, tallanes y paltas los desarticularon de tal forma que cada valle
y/o pueblo fue convertido en un diminuto señorío ~autónomo~. Sin
embargo, en otras partes, como en Chachapoyas, Chimbo y Pasto,
donde se encontraron con que cada ayllu funcionaba independiente
del otro, los aglutinaron bajo el mandato de un sólo jatuncuraca nom-
brado por los propios sapaincas.
Armamento
3° Libuis o ayllus, que no son otra cosa que las boleadoras. dos o
tres cuerdas sueltas, calculadamente de uno o dos metros de largo,
unidas en uno de los extremos para formar una sola cuerda trenzada
que podía tener de seis a ocho metros de longitud, uno muy largo,
unicorde al principio y tricorde al fin. En las puntas de las tres
cuerdas
sueltas se ataban tres piedras redondeadas y acinturadas. Para ponerlas
en funcionamiento se batían alrededor del cráneo, igual que las hon-
das; pero al libui se lanzaba con cuerdas y todo para enredar las pier-
nas del enemigo y las patas de los camélidos, evitando su fuga. Los
lanzamientos certeros podían fracturar los huesos.
La guerra
c~
6~
;
1
l
Un imperio multilinguístico
Una característica que uniformó a dichas lenguas fue que todas eran
aglutinantes y polisintéticas. Es decir, con una pequeña frase expresa-
ban ideas y conceptos mucho más amplios.
/o.i incas
PROCEDENCIA DE
LOS MITMAS YUN-
GAS DEL PACHAI
CA.
51--LOS YV Y ~1
estos últimos, fueron arreados al valle del Vilcamayo para que allí
cdevoraran las sobras que dejaban otros y las vísceras de cuyes y llamas
que arrojaban los sacrificadores. Como gente de mentalidad mágica y
supersticiosa, creían que evitaban todo acto de hechicería obligando a
los uros a ingerir sus deshechos.
~- litar a sus jefes, sobre todo a los chachas, que jamás estuvieron
contentos
con la dominaci¿)n inca, contra la cual con.spiraron en tres ocasiones.
40~ Los i~cas
De todos los mitmas, los que innegablemente padecían más que cual-
quier otro de los habitantes tahuantinsuyanos eran los confinados en los
cocales del límite de selva. Allí, el clima húmedo, las aguas
contaminadas,
la proliferación de insectos y sobre todo la presencia de la mortificante
uta que desgarraba sus rostros representaba una auténtica penitencia de
la que nadie escapaba. Y lo peo~ es que los mitmas de los cocales esta-
tales y del sapainca permanecían ahí de por vida. Claro que también reci-
bían tierras para producir sus alimentos, pero éstas no mitigaban su vida
atormentada. En consecuencia, los que trabajaban en los cocales de la
selva alta no eran mitayos o hraceros que se mudaban por turnos, sino
trabajadores perpetuos, verdaderos esclavos. Por eso, quienes bregaban
allí no eran runas extraídos de ayllus pacíficos, sino rebeldes,
sublevados
y subversivos que de forma recalcitrante habían rechazado la dominación
del Cusco; en otras palabras: prisioneros condenados y forzados a vivir
trabajando en un medio tan horrible. Dichos mitmas eran los pinas o
esclavos a que hacen alusión tres fuentes del siglo x~i. En suma, los
mit-
mas de los cocales constituían los esclavos del Tahuantin~ly-)~ Feli7mc-
nle
su número no ascendía a muchos miles en el imperio.
Existían varias vías; pero dos eran las famosas: las longitudinales de
la costa y sierra. La primera se prolongaba de Tumbes al Maule, y la
otra desde Pasto a Cuyo (Mendo7a/Argentina). Pero, aparte, funciona-
ban una gran cantidad de rutas transversales que enlazaban los valles
costeños con las tierras altas y límite de selva, conectando las dos
¨carreteras longitudinales y uniendo costa, sierra y montaña (selva).
les, para quienes las vías del imperio romano apenas aparecían como
lánguidas sombras en comparación con las del Tahuantinsuyo.
Así fue como las vías permitieron vigilar más estrechamente a las
etnias; enviar mensajeros y recibir informes con pasmosa rapidez; des-
plazar tropas a las frontera.s y a etnias .sublevadas sin pérdida de
tiempo. Lo.s caminos, en dichos aspectos, cumplieron un papel formi-
Dibujo de inicios del siglo XIX que presenta el puente colgante inca que
unía
amhas riheras clel río Apurimac en la ruta de Curahuasi al cusco,
conocido en
Europa hajo el nombre de uel puente de ~an Luis Rey~ famoso por la novela
de Thorhorn Wilder que le hizo famoso y que se utilizó hasta 1~90.
Grahado ochocentistcl que reproduce el puente flotantc dc ChacLImarca, en
el
de.saguadero del lago Titicaca.
Puentes
Los más sencillos y corrientes eran los cle tronco~ apoyado~ ~obrc
rocas o torrec cte albañilerí~ levantada.s para la ocasión v emplazadas
en sitios donde las orillas se estrechaban más. Los troncos, por lo
general dos o tres, los extendían de una a otra orilla. Luego, atravesa-
dos, ponían otros palos amarrados con cuerdas de cabuya, paja, lana,
o cuero. Encima colocaban ramas y tierra, allanándola; quedando listo
para el tránsito. (Todavía se hace así en muchos caseríos de la sierra.)
Tambos y chasquis
Las distancias fijas que debía recorrer por cada chasqui variaban
según la calidad del terreno. En los llanos adelantaban más kilómetros
que cuando subían por cuestas y graderíos. L)e todas maneras la veloci-
dad era portentosa. Se sabe de un mensale que llegó de Chuquiapu (La
Paz) a Tacna en tres días, después de que los chasquis trotaran una dis-
tancia de más o menos 300 kilómetros. Gutiérrez de Santa Clara y Pedro
Pizarro hablan de unas cartas enviadas del Cusco que llegaron a Quito
en cinco días. Y Fernández de Oviedo se refiere a otras comunicaciones
remitidas de Cajamarca que llegaron al Cusco parejamente en cinco días.
Chasqui o correo incaica en pleno trabajo. corricndo por una dc las vías
del
Incanato. (Archivo GEA)
12
La tradición andina.
Literatura, historia y ciencia
Literatura
Los pocos rezos e himnos que han llegado a nosotros fueron reco-
gidos por Cristóbal de Molina, Juan Santa Cruz Pachacútec y Guamán
Poma de Ayala. En ellos aparecen mezclados problemas morales y
materiales, como por ejemplo el siguiente:
~,OII~IS~Iyo
zampoña
Wankar
ó~ Quena Baqueta
Derecho
Ciencia en general
La etnia Inca y mucIIas otras de su tiempo en el Tahuantinsuyo
realmente no aportaron casi nada. No inventaron, ni descubrieron, ni
crearon cosa alguna. Lo que hicieron fue recoger la herencia espiritual
y material de un largo pasadc), desde Chavín en adelante. Cuando
emergió la etnia Inca y fundó el Imperio del Tahuantinsuyo, todas las
artesanías, tecnologías y creencias estaban ya inventadas, experimenta-
das y desarrolladas hasta su más perfecta expresión. Por eso, hahlar de
El arco iris, por su lado, para ellos constituía una ~faja~ de apenas
tres colores: verde, rosado y lila (opapatica: flor de papa). No podían
distinguir más tonalidades por carecer del instrumental pertinente. Cre-
ían que era una larga serpiente bicéfala, cuyas cabezas tenían la figura
de un gato montés, muy peligrosa para niños y mujeres jóvenes,
pudiendo dejarlas embarazadas, dando lugar a partos de hebés defor-
mados. El arco iris (o cuycbi, o turumanya) --decían-- se originaba
en un manantial, elevándose para formar una ahrazadera y descender e
introducirse en otro manantial.
A pesar del alto nivel alcanzado por la cultura andina desde mile-
nios anteriores, en los siglos x~ y XVI sus descubrimientos tecnológicos
fueron sorprendentemente nulos. Sus construcciones monumentales
eran llevadas a cabo mediante métodos simples. Las rocas pulidas las
arrastraban y elevaban gracias a rampas, sogas y fuerza humana, sin
poleas. Seguían usando las guayras para fundir metales, y continuaron
sin interesarse por la función de cada órgano en el cuerpo humano,
aunque conocían bien la existencia de cada uno de ellos.
Ciencias naturales
La prueba para demostrar que los runas, más que cualquier otro
puehlo del mundo, poseyeron una inclinación singular para la obser-
vación de las plantas son los nomhres etimológicos y ohjetivos que les
aplicaron. Su nomenclatura indica alguna similitud con la científica de
nuestros días. Los nombres que dieron a las plantas casi siempre están
formados por dos radicales que, de forma invariable, expresan alguna
cualidad. He aquí dos ejemplos: 1° quimsacuchos, cuya traducción
literal es tres esquinas (quimsa tres, cucho rincón o esquina); y su
denominación técnica o científica es Baccaris genistellaides, designa-
ción que los botánicos europeos le pusieron precisamente por la
figura particular de sus ramas: tres esquinas. 2° El otro es la ticllah
uasa, que quiere decir espalda pintada (ticlla: pintado, huasa:
espalda), cuyo nomhre cientíl~ico latino es Calcitum discolor, que tra-
ducido equivale a ~tiene dos colores~, por sus hojas que son verdes en
su parte superior y moradas en su cara inferior. Observando con dete-
nimiento, se ve que el apelativo quechua (nespalda pintada~) expresa
mejor que el latino discolor: particularidad que ofrecen por su matiz
las hojas de la mencionada planta.
Pareja de perdiccs
Escultura clc piedra. ~iobre SU función existen tres ~Tn pequeño manojo
de
hipóte.sis 1° pucde tratar.se de un artefacto para quipus o cordones con
operaciones de cálculo. 2'~ o puede ser la maquetcl nudos mostrando lo.s
nu-
cle algún edificio y 3'~ o 4uizá un implemento de merales y la técnica
deci-
o ~ °1°~
. o~ o~ l ~
il O ¨ ¨o°~ Ct I O~ O
° ¨ I ° ¨ C O
t-o lo,- 1-
~f~)
Sabían distinguir el año solar, mientras que a los meses los dis-
tinguían según las fases de la luna. Pero el año no comenzaba en
la misma fecha en todas las etnias del territorio. En unas empezaba
en diciembre (solsticio de verano). Sin embargo, para los campesi-
nos y agricultores, pero con más incidencia en el Collao, el año se
~.10-40'5
4. Marzo ....
~. Ahril .....
6. Mayo .....
7. Junio .....
8. Julio .....
11. Octuhre . . .
12. I~oviembre .
Coya y situa
muertos
MAYU bl rio) |
VIA LACTEA |
Cusco .
13
La reli~ión.
Dioses y sacer otes
El camaquen del dios o ídolo, según decían, era una sustancia pri-
mordial, un fluido inmaterial, suma de fuerzas sobrenaturales. Pero
estas cc)sas sólo las entendían y explicaban las elites sacerdotales.
Para
el jatunruna un dios era simplemente una huaca que castigaba si no
se le ofrendaba y respetaha, un ser poderoso que otorgaba bienes, por
1o cual había que hacerle ofrendas.
El número de dioses era inmenso y las funciones que cumplían
muy variadas. Pero esa multitud permaneCía ordenada con funciones
específicas, estableciendo una jerarquía, del mismo modo que se regla-
ban los grupos de poder aquí en la tierra.
Desde luego que todos los dioses tenían superioridad por creerlos
poseedores de un mana o principio superior, pero ello no quiere decir
que la totalidad hubieran sido iguales. Unos poseían más fuerza que
otros, de modo que mientras unos influían en cualquier parte otros
apenas en las etnias donde eran adorados. Pero, por ahora, resulta
todavía difícil explicar qué es lo que ellos entendían por di2~inidad en
sentido riguroso.
Entre los dioses mayores hay que enumerar a Tunupa, Ticsi Huira-
cocha l'achayachachi, el Inti (Sol), Illapa (rayo), Pachacamac, Paria-
caca, Huari, Lihiac (rayo), Catequil, Piquerao, Chicopaec y Aiapaec.
F.ntre los superhomhres o héroes, a Tomayrricapa y Tumayhanampe, a
}~aco y Yanacolca, y a Yanarramán y Libiac Cancharco. Y entre las
parejas divinas, a IJrpaylluachac y Auca Atama, Condortocas y
Coyahuarmi.
Tunupa
Llamado también por algunos Tonapa, era un dios propio del alti-
plano del Collao y del Colesuyo (Arequipa-Moquegua), probablemente
desde la época prepuquina o pretiahuanaco, ya que, según se des-
prende de su mito, es anterior a Ticsi Huiracocha, divinidad de Huaris
y puquinas. Tenía dos ayudantes: Tarapacá y Taguapaca. Se le pintaba
como a un dios que vino a poner orden en el mundo, por lo que sus
hechos se confunden con los del Ticsi Huiracocha. Tunupa estuvo bas-
tante identificado con el rayo y los volcanes, o sea, con Illapa, Libiac,
Pariacaca (Yaro) y Catequil. Gobernaba a los volcanes, pero también a
las aguas controlando los aluviones.
tos animales hahían tenido el mismo origen, por ejemplo las llamac
(Lama glama), si hien la mayoría de las especies zoológicas, según su~
mitos, no era otra cosa que personajes humanos transformados er
gusanos, aves y cuadrúpedos por alguna razón que la explicaban cor
bellas narraciones míticas. Algunas plantas, por su parte, suponían que
hahían hrotado gracias a la mutación de los órganos de determinadas
divinidades. Al respecto tenían elahorados hermosos relatos.
El dios privativo de la etnia Inca era el Sol, del que creían descen-
der. Conforme avanzaban sus conquistas, en cada llacta o centro admi-
nistrativo que fundaban le hacían levantar un templo, pero sin tratar de
imponerlo a la fuerza en los pueblos anexionados, a cuyos dioses loca-
les respetaban. También en determinados espacios territoriales de los
señoríos y etnias señalaban tierras para hacerlas producir en heneficio
de su culto. El Sol y la Luna eran hijos de Pachacamac y la Pacha-
mama, de acuerdo al mito del Huacón.
'~
fuentes, el interior de la estatua del Sol era fofo, para meter allí los
corazones de los incas fallecidos, pero de acuerdo a otras tal recipiente
e.staha conformado por una caja de modestas dimensiones, instalada en
la parte inferior de la pequeña estatua solar.
E.s irrefutahle que los incas guardahan, hasta cierto punto, una gran
deferencia a los dioses locales y regionales, a pesar de estar convenci-
dos de la superioridad del suyo: el l)lti o .Sol. Tal concepción los
arras-
tró a la devastación de algunas huacas regionaies, cuando ias respues-
tas cle S~lS oraculoc resultal-an f llcac. El que rnac ce cli.stinguió en
acti-
idacl tan iconoclasta fue Atahualpa. Ordenó, p. ej., la destrucción e
incenclio de la 1.71laCa cleclicada al Apo Catequil en Porcón (Huama-
chuco), a cuyo sacerdocio per.siguió y asesinó en gran parte. ¿Las cau-
sas? l Jna sola: los ~pitonisos hahían vaticinado que la guerra civil la
gan.lría Huáscar, lo que no fue así. En consecuencia, una divinidad
que .se equivocaba no podía ser dios, por lo que, lógicamente, cayó en
de.scrcclito pro.scrihienclola. Y de no haber llegado Pizarro en 1~32,
tal
vez hul)iera tomado medid.ls similares contra el sacerdocio de l'achaca-
nlac. quienes se hahían equivocaclo también cuando auguraron sobre
la salud y tratamiento a seguir para salvar a Huayna Cápac durante una
enfcrmedad que padecía. Atahualpa. además, tenía el peor de los con-
ceptos acerca de los sacerdotes ~ínercaderes~ de l'achacamac.
La diosa Luna. hermana y esposa del Sol, era la señora del mar, de
los vientos, de las esposas cle los sapaincas y de las nilslas del parto
cle las mujeres. Como reina clel cielo, estaha vinculada e identificada
con la /~lal7~clpacha ).~ Manlacocha. Sol y Luna, criaturas de Ticsi
Huira-
cocha. según las creencias de los puquinas, eran los progenitores de la
etnia Inca. ~Iucllas supersticiones giraban en torno a la Luna.
Por las razones que quedan aducidas constituía el templo del impe-
rio, con un poder espiritual, político y económico de primera. Su
tamaño, monumentalidad y riqueza conformaban el mejor testimonio
de la situación económica, social, política y cultural del Cusco. Estaba
muy vinculado a la institución diárquica, ya que el sapainca era el hijo
predilecto y favorito del Sol.
"
J ~ ° ~ ;~
~' o
- - -
2,
x- ~l~
sapainca, su prolongación, el que lo representaba en la tierra. Por eso
le llamaban intichuri.
El Rayo
El Rayo ocupaba el tercer lugar, después del Sol. Se le llamaha Cate-
quil, Libiac, Illapa, Chuquilla, Catuilla e Intiillapa, según los lugares
y
las circunstancias. Se le concehía como un varón residente en el cielo
que con su honda y porra hacía tronar y llover. Era considerado un dios
panserrano en las cordilleras y estepas, sacrificándole llamas y niños.
Tuvo muchos templos, como uno muy notable en el Cusco, contiguo al
Coricancha, y otro en Porcón (Santiago de Chuco/Huamachuco).
Pachacamac
Huari
de .SUS extrcmidades
Chicopaec y Aiapaec
Las diosas
Oráculos y héroes
Pacarinas
A las pacarinas .se las respetaba y rendía culto. Acudían a ellas con
ofrendas para pedirles la perpetuidad del grupo étnico en la tierra.
Pachamama
Apachetas
Una vez llegados a sus sedes étnicas, con esa sangre rociaban la
totalidad de sus lugares sagrados, la derramahan en los cerros altos y
hajos y pintaban el rostro de sus estatuas divinizadas. Cuando los sitios
sacralizados quedaban inaccesibles arrojaban la sangre empapada en
copos de lana sujetados en hondas. Así todas las huacas participaban
del rito cusqueño e incaico, reproduciendo las escenas estiladas en la
capital imperial. Y dichas ofrendas eran llevadas hasta las orillas del
mar y localidades más alejadas del Antisuyo que formaban parte del
espacio tahuantinsuyano. Concluido el ceremonial, los curacas y sacer-
dotes regionales quedaban en sus tierras, mientras los componentes de
las comitivas oficiales regresaban al Cusco.
Todos los grupos étnicos tomaban parte en las capacochas, rito que
guardaba gran importancia simbólica porque relacionaba por los sacrifi-
cios a las huacas incas del Cusco con las regionales, estableciendo una
red de comunicaciones. Pero de los ayllus locales no sólo enviaban
niños al Cusco para ser sacrificados, sino también a Quito, Chile,
Pachacamac y a otras huacas. Los de Lampacollana y Recuay (Ancash),
por ejemplo, enviaron alguna vez niños para ahogarlos en la laguna de
Yaguarcocha (norte de Quito). Pero, sea lo que fuere, cualquier
ofrenda y niño sometido a la capacocha primero iban al Cusco, y de
allí hacían la redistribución de ellos al resto del Tahuantinsuyo.
Entre los pacos y laicas, además, hay rangos muy notorios. Los de
más alta posición y consideración son los que suministran informes a
los ampecs para el buen desempeño de sus funciones. En fin, retienen
poderes superiores e incluso hay pacos con atributos mucho mejores
que otros de su misma dedicación, quienes les reconocen su alta pre-
paración y condición. Ahora a estos pacos supremos también se les
llama pampamisayos o altomisayos, y son quienes pueden comunicarse
directamente con los más grandes jircas o huamanis regionales y con
otros dioses mucllo más importantcs quc los referidos huamanis. Se les
considera como formidables adivinos, motivo por el que les consultan
en casos complejos y concretos de robo de ganado, curación de enfer-
medades graves, o para neutralizar los maleficios terribles recibidos de
otros y también para escuchar sus consejos encaminados a superar
conflictos y enigmas que les preocupan.
Otro alto rango de los pacos está conformado por los anancagua-
yocs. Estos, gracias a sus continuos y estrechos contactos con los pam-
pamisayocs, son iniciados cuando jóvenes. Para eso deben reunir algu-
nos requisitos, por ejemplo estabilidad psíquica para no ser sojuzgados
tan fácilmente por un especialista superior. El pampamisayoc llama
~hijo~ al anancaguayoc.
durante todos los años del futuro. En dicho aspecto lo único que les
acongojaba era que pudieran ser quemados o pulverizados porque eso
sí significaba su desaparición total.
~n
\\~q ~
T umbas ubicadas en
cuevas en lo.s alrede-
dores de Pisaj (Cusco).
ganado sacrificaban una llamcl. par a que el alma~ del citado cuadrú-
pedo ayudara a transportar la carga dcl mucrto.
,J -'
Mausoleos o chulpas avmaras de Quellen.lta ..~corl Lup.lca) En sus
abiertos
espaciO5 interiore.s colocaban a Lls mollIias de su.s scñores.
Creían también que el sapainca muerto podía sobrevivir en una
estatua considerada como su segundo cuerpo. La mencionada efigie
recibía el nombre de guaoqui o ~uaoqui, a la que se le añadía el
nombre del soberano a quien simbolizaba y encarnaba. Les bastaha
entonces con mencionar dichas palabras para que la estatua. que tenía
vida escuchara. El culto que practicaba cada panaca en torno a ellas.
garantizaba su supervivencia. Así pensaban ellos.
14
El Estado.
Sociedad e ideología
La elite en el poder
Por qué les tocó descmpeñar este papel a los anan y urincuscos y
no a los chancas collas y otros de má.s poder y antigiiedad en los
Andes es un tema para discutil y esclarecel-. Sc observa que la razón
era una sola: el deseo inconteniblc de re.staurar o reconstruir el Estado
poderoso que gobernaron sus antcpasado.s dc Taipicala Estado des-
truido por los aymaras. Era un recucrdo imborrable resultaba imposi-
ble olvidar el pasado preemincnte cle .sus abuelo.s. Y para lograrlo ela-
boraron todo un aparato justificativo que mantuviel a latente la conve-
niencia de poder y dominio en los miembros de .su grupo presentán-
dose a sí mismo como el pucblo prcdestinado y elegido por los dio-
ses frente a las etnias ubicaclas en torno .suyo a las que de nuevo
querían subyugar. Para ello. en prilller t¿mlino. se autoproclamaron
hijos y enviados clel dios Sol e incluso dcl Apo Ticsi Huiracocha. es
decir como la casta escogida para una misión civilizadora~.
oficial reelaboró toda una cuidadosa ~historia~ con el fin de hacer apa-
recer a las etnias no incas como antropófagas, adoradoras de inmundi-
cias; desconocedoras de la agricultura, ganadería, industria textil,
cerá-
mica, viviendo en un estado permanente de guerras calamitosas, peor
que animales. Los incas, entonces, según sus planes e intereses, habían
llegado enviados por las potencias divinas para cambiar las relaciones
sociales de producción, generar auténticas relaciones de parentesco, el
arte humano de vivir; en otras palabras: acabar con el estado de salva-
jismo y brutalidad o de animalidad en el que se encontraban. Así es
como los incas del Cusco fabricaron toda una campaña para autopre-
sentarse como los salvadores de los pueblos. Y todo lo hacían con una
sola mira: recuperar el poder y la autoridad política en el caypacha: en
la tierra conocida por ellos.
Pero como todo hecho tiene SU excepción, aquí también hay salve-
dades. Por ejemplo, pese a SU ~primitivisn1o~ conquistaron y anexiona-
ron a los pastos meridionales, a los quijos, a las tribu.s de Moyo-
hamba, a las del Amarumayo (Madre de Dios) y a los churumatas del
Este de Jujuy (Argentina). Pero ello se debió a que la posesión de
tales territorios les proporcionaba otras ventajas: 1° adquisición de
pro-
ductos que no podían obtener con facilidad en los señoríos v reinos
aledaños de cultura avanzada. 2~ porque estratégicamente les permitía
doblegar desde ellos a otros Estados de mayor desarrollo económico,
social y político.
Es patente que no todo señorío y reino fue forzosamente agregado
al Tahuantinsuyo mediante conquistas violentas. Se sabe de varios que,
conscientes de su debilidad para defenderse y de su aislamiento, se
pusieron deliberadamente bajo o dentro de la esfera del Cusco. Así
sucedió con el reino de Chincha, con los tallanes, tabaconas, cotabam-
bas, omasayos y yanahuaras. En esas ocasiones agasajaban a los seño-
res locales con suntuosos regalos de ropa, coca, joyas, tierras, siervos
y
esposas adicionales. Pero en otras ocasiones, que fueron las más, los
enfrentamientos tomaron visos de crueldad, tal como ocurrió con los
caxamarcas, guayacondos, pariaguanacochas, tanquiguas, collas, cha-
chas, chimús, cayambes, carangues, pastos, etc. Contra los tres últimos
los incas tuvieron que batallar durante 10 años.
caídas habían dejado huellas y expcriencias cle las que sabían sacar
partldo los Estados que surgían clespu¿~.s. con la vcntaja de que los
posteriores siempre dominal~an más territorio.s quc los prcccdentes.
Cada nuevo imperio que aparecía superaba al antel ior. y con gran
fuerza. Todo induce a pensar que el impulso aumentaba en cada
nueva era de conquista.s con el an.sia de forlnar un impelio cacla vez
más ouniversal~. Dc no haberse produciclo la invasión española. es
posible que ahora cl munclo anclino no .sólo fuera una uniclad territo-
rial sino igualmente nacional.
ban como los integradores del orden cósmico. Claro que reconocían a
las jefaturas tradicionales de cada región y curacazgo, pero superpo-
niéndose a ellas como cúspide de una pirámide de mandos, en cuya
base permanecía el ayllu. Así configuraron un repertorio de autoridades
de abajo hacia arriba, siempre robusteciéndolo a favor de la etnia Inca.