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Sin embargo, establecer cuál es el modelo de Estado adecuado para alcanzar los fines constitucionales no es tarea fácil, máxime
cuando los dos modelos enunciados anteriormente, representaron momentos históricos diferentes, con necesidades diferentes,
y poco a poco han sido revaluados, y actualmente nos encontramos ante la necesidad de encontrar o estructurar un nuevo
modelo estatal que respete los derechos que los ciudadanos han conquistado frente al Estado, en los términos de Ronald
Dworkin[2], e igualmente genere espacios de interacción y crecimiento económico ante una nueva era de globalización y
tecnología.
Ante este escenario, quizás nos damos cuenta que no es fácil encasillar la labor del Estado, en una tarea de árbitro externo que
no se involucra con las necesidades de sus ciudadanos y que simplemente plantea reglas mínimas de juego, sin importar las
condiciones de igualdad, libertad, capacidades o acceso a bienes y servicios que tienen las personas que representa. Pero
tampoco, añoramos un Estado acaparador, que interviene como actor principal en todas las áreas de la vida jurídica, social y
económica de una sociedad. Siendo eminente la creación de una tercera concepción de modelo estatal, que sin pretender ser
totalmente diferente a las anteriores, en realidad es una hibridación o armonización de los planteamientos radicales de los dos
modelos esbozados anteriormente.
En la actualidad, el rol o la labor del Estado está centrada en la garantía y real disfrute de los derechos humanos de los
ciudadanos, incluyendo derechos de libertad (derechos civiles) como los derechos a la subsistencia y a la supervivencia
(derechos sociales), acompañado por un desarrollo económico y social del Estado, cuyas pautas establece directamente la
Constitución, como norma de normas o marco normativo que irradia todo el ordenamiento jurídico, lo que se ha denominado
Estado Constitucional de Derecho.[3] Consecuentemente, el Estado genera espacios de diálogo e intervención activa de sus
ciudadanos e inversión y crecimiento económico, para garantizar mayor cantidad y disfrute de derechos, pues de lo contrario
se pueden reconocer derechos (carta constitucional), pero no garantizarlos por falta de voluntad política o de recursos
económicos, lo cual conlleva a una utopía de los derechos fundamentales. En otro contexto, se puede generar crecimiento
económico, que no es necesariamente sinónimo de desarrollo, en el entendido de Amartya Sen, pero no se genera espacios de
desarrollo y bienestar para todos, entonces nos preguntamos ¿Crecimiento económico para qué? O ¿para quienes?
En este entendido, “el desarrollo puede concebirse […] como un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan
los individuos. El hecho de que centremos la atención en las libertades humanas contrasta con las visiones más estrictas de
desarrollo, como su identificación con el crecimiento del producto nacional bruto, con el aumento de las rentas personales, con
la industrialización, con los avances tecnológicos o con la modernización social. El crecimiento del PNB o de las rentas personales
puede ser, desde luego, un medio muy importante para expandir las libertades de que disfrutan los miembros de la sociedad.
Pero las libertades también dependen de otros determinantes, como las instituciones sociales y económicas (por ejemplo, los
servicios de educación y de atención médica), así como de los derechos políticos y humanos (entre ellos, la libertad para
participar en debates y escrutinios públicos).”[4] Y es aquí, donde surge el Estado Constitucional de Derecho, que tiene la gran
misión de proteger y garantizar un real disfrute de los derechos humanos a todos los ciudadanos y, asimismo de armonizar los
intereses económicos del Estado para generar escenarios de estabilidad jurídica y económica donde esos derechos y libertades
se puedan materializar.
Pero, como sabemos no existen fórmulas mágicas que resuelvan transcendentalmente los problemas jurídicos, sociales y
económicos que se presentan en un sociedad. Por el contrario, la historia nos ha demostrado que existen procesos,
incorporación de determinadas políticas o estructura estatal que van cambiando el rumbo o destino de los países. De esta forma,
el modelo de Estado Constitucional, per se, no generaría los cambios estructurales deseados de inclusión social, garantía de
derechos humanos y crecimiento económico, necesita complementarse con otras herramientas o prerrogativas que le van a
permitir desempeñar adecuadamente su labor. Dichas prerrogativas, considero que podría centrarse en dos, las cuales son: La
democracia y el fortalecimiento de las instituciones estatales, no sin antes aclarar que podría realizarse una lista más extensa,
pero para objeto del presente análisis me centraré únicamente en estas dos.
Tanto la democracia como el fortalecimiento de instituciones estatales son conceptos ampliamente utilizados, no obstante, su
definición no deja de ser ambigua, por tal razón, voy a utilizar el siguiente concepto de democracia, como un sistema político
que “implica, primero, elecciones periódicas, libres y limpias de los representantes a través del sufragio universal e igualitario;
segundo, la responsabilidad del aparato estatal con respecto al parlamento electo […] y tercero, las libertades de expresión y de
asociación, así como la protección de los derechos individuales contra la acción arbitraria del estado”[5]
Esta definición desarrolla diferentes aspectos de la democracia, entre ellos; la participación política de los ciudadanos,
representada en el derecho de elegir y ser elegidos, la responsabilidad de los funcionarios públicos por sus acciones u omisiones
que puedan lesionar los intereses públicos, además de la existencia de diferentes actores o partidos políticos que compiten por
acceder al poder. Por lo tanto, podría afirmar que la democracia es un sistema político y de gobierno que incluye una pluralidad
de intereses e ideologías representadas por los partidos políticos, en el cual los ciudadanos cumplen un rol fundamental, pues
tienen la doble connotación de elegir mediante el voto a sus representantes y de ser elegidos como funcionarios públicos,
sistema que lleva implícito el respeto a los derechos de los ciudadanos como límite frente a la acción del Estado, entre ellos los
más notorios son: el derecho a la igualdad, el acceso de todos los ciudadanos (incluyendo a las minorías), libertad de
información, libertad de participación y asociación.
Podríamos preguntarnos ¿si la democracia no incluye un modelo económico determinado? O quizás ¿implica eficiencia
administrativa? Pero lo cierto es que al concepto de democracia se le han atribuido características o consecuencias que no son
necesariamente intrínsecas a un gobierno democrático, que se han venido utilizando como paradigmas de la democracia, que
aunque pueden convivir plenamente con un gobierno democrático no son indispensables para su existencia. Para analizar con
mayor profundidad el argumento enunciado, voy a utilizar cuatro conceptos de lo que no es democracia, desarrollados por los
profesores Philippe Schmitter y Terry Lynn Karl.
Los referidos autores señalan que, primero, las democracias no son necesariamente más eficientes económicamente que otras
formas de gobierno, pues su objetivo está focalizado en el reconocimiento de derechos, no específicamente en obtener más
recursos económicos. Segundo, las democracias no son necesariamente más eficientes administrativamente, pues la capacidad
del gobierno para tomar decisiones es un proceso más lento, porque participan y se consultan más actores que en otros sistemas
de gobierno, pensemos en una dictadura o autocracia. Tercero, las democracias probablemente no son más ordenadas, estables
o gobernables que las dictaduras que reemplazan, debido al reconocimiento de la libertad de expresión, lo que implica llegar
a consensos, escuchar voces disidentes o en desacuerdo constante con las reglas e instituciones. Y finalmente, las democracias
tendrán sociedades y políticas más abiertas, pero no necesariamente economías más abiertas, lo cual implica que los derechos
humanos reconocidos para todos los ciudadanos, son un límite o control frente a la libertad económica, lo que no significa que
sean incompatibles, pero sí que tienen que armonizarse, pues libertad política no significa libertad económica. [6] Expresamente
estos autores señalan:
“La democratización no necesariamente traerá crecimiento económico, paz social, eficiencia administrativa, armonía política,
mercados libres o el fin de la ideología, mucho menos traerá el fin de la historia. No hay duda que algunas de éstas cualidades
podrían hacer más fácil la consolidación democrática, pero no son prerequisitos ni productos inmediatos de la democracia.
En vez de eso, lo que deberíamos estar deseando es la formación de instituciones políticas que puedan competir pacíficamente
para formar gobiernos y para influir en la política pública, que puedan canalizar los conflictos sociales y económicos a través de
procedimientos regulares y que tengan suficiente contacto con la sociedad civil para representar a sus asociaciones y que las
comprometan en cursos colectivos de acción.”[7]
De esta forma, podemos concluir que la finalidad de la democracia es crear un escenario donde concurran todas las voces
presentes en una sociedad para llegar a un concenso pacífico, donde se puedan canalizar los conflictos sociales y económicos a
través de procedimientos regulares que incluyan tanto a la sociedad civil como a las instituciones estatales para implementar
acciones que solucionen de forma definitiva el conflicto en cuestión. Es decir, que los canales de participación e interacción de
los ciudadanos con el gobierno son mucho más amplios y complejos, y no se agota en la participación en las contiendas
electorales.
De esta forma, incluso los jueces participan y tienen un rol activo dentro de la interacción de los intereses o necesidades de los
ciudadanos, pues los jueces conocen de fuente directa un conflicto social o una vulneración de derechos, y en diversas
oportunidades se percatan que la simple resolución judicial inter pares no es suficiente para solucionar un problema más
complejo, y es en estos casos, en los cuales los jueces constitucionales utilizan mecanismos que generan cambios sociales como
son las sentencias interpretativas, manipulativas o estructurales, convocan a audiencias públicas o realizan seguimiento a la
implementación de determinadas políticas públicas, lo que el profesor Cesar Rodríguez Garavito ha denominado democracia
deliberativa.[8]
Por otro lado, respecto al fortalecimiento de las instituciones del Estado, que se constituye en un prerrequisito indispensable
para el éxito de un Estado Constitucional y Democrático, es necesario resaltar que la tradicional tridivisión de poderes –
Legislativo, Ejecutivo y Judicial-, apoya en la elaboración de la concepción institucional y especializada del Estado, que si bien no
agota la cantidad de funciones que cumple el Estado, sí enmarca las principales funcionales estatales, como son; elaborar las
leyes, ejecutarlas, elaborar políticas públicas, velar por la garantía y reconocimiento de los derechos de todos los ciudadanos,
así como solucionar los conflictos de los ciudadanos de forma definitiva impartiendo justicia, entre otras. División de poderes
que representa una función específica y fundamental en el desarrollo de las tareas encomendadas al Estado, donde ninguna de
las ramas del poder es jerárquicamente más importante que la otra, por el contrario conviven en una relación armónica de check
and balance o frenos y contrapesos, según la cual ellas mismas se controlan mutuamente, evitando excesos de poder en las
otras ramas del poder.
Cuando se rompe esa armonía y control mutuo, porque existe un poder superior de una de las ramas (v. gr. El Ejecutivo o
Presidente) sobre las otras ramas del poder (Congreso, Poder Judicial o Tribunal Constitucional), se van debilitando las
instituciones, generando subordinación a los intereses particulares del Gobierno o autoridades de turno, generando corrupción,
limitando la independencia y autonomía en la toma de decisiones en sus respectivos ámbitos de función, lo cual implica que los
canales de comunicación y acción entre los funcionarios públicos y la ciudadanía se vean truncados, afectando el normal
funcionamiento del sistema de gobierno o modelo de Estado, por ello, contar con instituciones sólidas, independientes,
respetuosas de los derechos humanos de los ciudadanos y del ordenamiento jurídico, es lo único que garantiza el normal
funcionamiento de un Estado Constitucional y Democrático.
Adicionalmente, encontramos que otra causa del debilitamiento institucional, es producto de la confusión entre el concepto de
restricción en las actividades económicas que desempeña el Estado y la capacidad institucional del Estado. Es decir, que cuando
en los años 80´s y 90´s se planteó reducir las actividades económicas en las que intervenía el Estado, se asimiló erróneamente a
un debilitamiento en la capacidad del Estado en la elaboración de políticas públicas, garantía de derechos y facultad para hacer
cumplir las leyes, lo cual llevo, indudablemente, en algunos países de América Latina y África a crisis más agudas que las que
inicialmente se querían solucionar, tal es el caso de Kenia en África, como señala el estudio desarrollado por Francis Fukuyama:
“Como consecuencia de la doble naturaleza de ese Estado africano, los programas de estabilización y adaptación estructural
impuestos por los países donantes en las décadas de los ochentas y los noventas tuvieron un efecto contraproducente y distinto
al deseado. […] los regímenes neopatrimoniales tenían la última palabra, la condicionalidad externa fue finalmente usada como
pretexto para llevar a cabo recortes en sectores del Estado moderno y a la vez proteger, e incluso ampliar, el alcance del Estado
neopatrimonial. Así pues, las inversiones en infraestructuras básicas como carreteras o salud pública cayeron de forma drástica
a lo largo de un periodo de veinte años y lo mismo sucedió con las inversiones en educación y agricultura. Paralelamente, la
inversión en los llamados gastos de soberanía como fuerzas militares, servicios diplomáticos y puestos vinculados a la
Presidencia incrementaron de forma radical (en Kenia, por ejemplo, los funcionarios del ministerio de la Presidencia ascendieron
de 18.213 en 1971 a 43.230 en 1990).
A pesar de que muchos de los defensores del consenso de Washington ahora no dudan en afirmar que habían comprendido la
importancia de las instituciones, el marco legal y el orden concreto de aplicación de las reformas, lo cierto es que, desde finales
de los ochenta hasta principio de los noventa, las cuestiones del eje Y referentes a la capacidad del Estado y a la construcción
del mismo brillaron por su ausencia en el debate político. Hubo muy pocas advertencias por parte de quienes elaboraron esa
política desde Washington acerca de los peligros que suponía impulsar la liberalización sin las instituciones adecuadas.”[9]
El análisis realizado en los países africanos es totalmente aplicable a la realidad latinoamericana, pues si no existen instituciones
fuertes que realicen contrapeso a los intereses individuales, económicos y de poder de los gobernantes, los límites se van
difuminando, dando paso a la corrupción y al exceso de burocracia estatal dentro de las instituciones más importantes y
representativas de una sociedad. Las instituciones deben seguir cumpliendo su rol legítimo de proteger los intereses y derechos
de los ciudadanos, además, de continuar con la facultad o capacidad institucional de elaborar e invertir en políticas públicas que
representen un desarrollo integral (reconocimiento de derechos, incremento económico y de libertades) para todos los
ciudadanos.
Por lo tanto, es indispensable “distinguir entre el alcance de las actividades estatales, que consisten en las diferentes funciones
y objetivos que asumen los gobiernos, y la fuerza del poder del Estado o la capacidad de los Estados para programar y elaborar
políticas públicas y aplicar las leyes con rigor y transparencia, que equivale a lo que se denomina hoy en día capacidad estatal o
institucional.”[10] De esta manera, independientemente del modelo económico adoptado por una sociedad, lo importante es
contar con instituciones estatales fuertes, impermeables a la corrupción y otros males que aquejan a la administración pública.
Así, como mantener clara la función y capacidades que cumplen las instituciones dentro del Estado, pues contar con
instituciones fortalecidas coadyuva al desarrollo de los fines del Estado Constitucional de Derecho, los cuales son en
últimas armonizar los presupuestos normativos de reconocimiento de derechos con el desarrollo económico y social, para
alcanzar un real disfrute de las garantías constitucionales.
CONCLUSIONES
Considero que el Estado Constitucional de Derecho, es un modelo indicado para afrontar los retos que presentan los Estados
Modernos, los cuales se encuentran en la encrucijada del reconocimiento constitucional de los derechos humanos, el
crecimiento económico, el desarrollo socio-cultural, la globalización y la tecnología, y garantizar el real disfrute de los derechos
civiles, políticos y sociales de todos los ciudadanos parte de una misma sociedad. Pues si bien, la tarea no es fácil, uno de los
objetivos o fines del Estado Constitucional es crear espacios de inclusión y armonización de los intereses contrapuestos
presentes en una sociedad, así, como garantizar la protección efectiva de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos.
Este modelo estatal es acorde con el concepto de desarrollo de libertades desarrollado por Amartya Sen, según el cual, el
crecimiento y desarrollo económico no puede estar medido únicamente por el incremento del Producto Nacional Bruto o el
aumento en las rentas personales, sino que debe incluirse otros factores determinantes que influyen en los grados o capacidad
de libertad que tienen los miembros de una comunidad, como son; las instituciones sociales y económicas y el disfrute de los
derechos humanos. Escenario en el cual, el PNB y las rentas individuales son uno de los medios para expandir libertades de los
ciudadanos, pero no los únicos ni determinantes.
Adicionalmente, para el desarrollo de un modelo de Estado Constitucional de Derecho se necesitan dos prerrequisitos, como
son: primero, la democracia, entendida como el sistema político que permite el desarrollo del rol dual de los ciudadanos, elegir
y ser elegido, y además promueve y respeta los derechos humanos como límite frente a las acciones del Estado. Segundo, el
fortalecimiento de las instituciones estatales, concebida como la capacidad del Estado para desarrollar políticas públicas,
garantizar los derechos de los ciudadanos y hacer cumplir el ordenamiento jurídico, pues de lo contrario cuando se rompe la
armonía entre las diferentes ramas del poder, se genera un debilitamiento institucional sensible a los problemas de corrupción
y exceso de burocracia estatal.
BIBLIOGRAFÍA
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DE SOUSA SANTOS, Boaventura. De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la postmodernidad. Editorial Siglo del hombre
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[1] Abogada de la Universidad del Rosario (Bogotá D.C., Colombia). Estudiante de la Maestría en Derecho con mención en
Política Jurisdiccional de la PUCP.
[2] DWORKIN, Ronald. La lectura moral y la premisa mayoritarista en Democracia deliberativa y derechos humanos.
Barcelona: Gedisa Editorial S.A., 2004, pp. 101 – 111.
[3] FERRAJOLI, Luigui. Derecho y Dolor: La crisis del paradigma constitucional, en “El Canon Neoconstitucional”, Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 2010, pp. 147 – 149.
[4] SEN, Amartya. Desarrollo y Libertad. Editorial Planeta S.A., Barcelona, 2000, pp. 19.
[5] O´DONNELL, Guillermo. Democracia, agencia y estado. Teoría con intención comparativa. Prometeo Libros, Buenos Aires,
2010, pp. 28.
[6] SCHMITTER, Phillipe C. y KARL, Terry Lynn. Instituciones Políticas y Sociedad, ¿Qué es y qué no es democracia?.IEP, Perú,
1995, pp. 184 y 185.
[8] RODRIGUEZ GARAVITO, Cesar y otro. Un giro en los estudios sobre los derechos sociales: El impacto de los fallos judiciales y
el caso del desplazamiento forzado en Colombia en Derechos Sociales: justicia, política y economía en América Latina. Bogotá
D.C.: Editorial Siglo del Hombre Editores – Universidad de los Andes, Universidad Diego Portales – CELS y LAEHR. 2010, pp. 123
– 131.
[9] FUKUYAMA, Francis. La construcción del Estado: Hacia una nuevo orden mundial en el siglo XXI. Ediciones B., Barcelona,
2004, pp. 35 y 36.
Ahora podemos decir que el Estado es una sociedad humana, asentada de manera permanente en el territorio que
le corresponde, sujeta a un poder soberano que crea, define y aplica un orden jurídico que estructura la sociedad
estatal para obtener el bien público temporal de sus componentes.
Muchos autores aseguran que el poder y el gobierno son sinónimos, sin embargo nos damos cuenta que no es así,
para muchos, el poder significa ser ley, ser total, y el gobierno no lo es así, el gobierno es regido por el pueblo y para
el pueblo, pero tomaremos al poder como un elemento del Estado.
1.3 ELEMENTOS DEL ESTADO.
Como Pueblo entendemos al compuesto social de los procesos de asociación en el emplazamiento cultural y
superficial, o el factor básico de la sociedad, o una constante universal en el mundo que se caracteriza por
las variables históricas. El principal valor del pueblo está en su universalidad. No habrá Estado si no existe el pueblo
y viceversa.
Al Poder lo entendemos como la capacidad o autoridad de dominio, freno y control a los seres humanos, con objeto
de limitar su libertad y reglamentar su actividad. Este poder puede ser por uso de la fuerza, la coerción, voluntaria,
o por diversas causas, pero en toda relación social, el poder presupone la existencia de una subordinación de orden
jerárquico de competencias o cooperación reglamentadas. Toda sociedad, no puede existir sin un poder,
absolutamente necesario para alcanzar todos sus fines propuestos.
El Territorio es el último elemento constitutivo del Estado. Francisco Pérez Porrúa lo considera como el elemento
físico de primer orden para que surja y se conserve el Estado, pero agrega "La formación estatal misma supone un
territorio. Sin la existencia de éste no podrá haber Estado".
1.4 LA REVOLUCIÓN FRANCESA, EL ORIGEN DEL ESTADO MODERNO.
Desde el atropello del "El estado soy yo" manifestado como el más nocivo absolutismo, el pueblo sintió la negación
total de sus derechos y rotos todos sus principios e ideales, es ahí donde empieza a crecer el resentimiento y surge
poco a poco la semilla de la rebelión, y ésta había de manifestarse con toda su violencia y hacer explosión, para
culminar el 14 de Julio de 1789. La revolución dio paso a nuevas formas, con todas sus naturales e
impropias acciones excesivas cometidas. La mayor aportación que este levantamiento dio, fue la Declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano, que se fundamentó en la teoría de Jean Jacob Rosseau, que escribió en su
obra "El Contrato Social."
El año de 1789 es de primordial importancia en sus manifestaciones, por que los rumbos señalados cambiaran al
mando en sus procedimientos y formas gubernamentales, y también en la nueva concepción del hombre, que se
convirtió en ciudadano para ayudar a los fines del Estado, los fines de un nuevo Estado nacido de la sangre de muchas
personas, de un Estado que surge de las cenizas del despotismo y la crueldad: El Estado Moderno de Derecho.
1.5 CARACTERÍSTICAS DEL ESTADO MODERNO.
Las características del Estado Moderno son las siguientes:
Una cierta entidad territorial. Ésta se refiere al medio físico que es necesaria para la sustentación del Estado y
debe ser una magnitud tal que no convierta en demasiado pesadas las tareas que el Estado debe afrontar.
Establecimiento de un poder central suficientemente fuerte. Se logra suprimir o reducir drásticamente a los
antiguos poderes feudales, entre ellos el propio poder de la iglesia, que se vincula a lo que actualmente
llamaríamos al proyecto de Estado Nacional.
Creación de una infraestructura administrativa, financiera, militar y diplomática. Se desarrolla
una burocracia administrativa que trabaja impersonalmente para el Estado. Burocracia y capacidad financiera se
retroalimentan. La obtención y administración de recursos exigepersonal dedicado por completo a estas tareas.
La diplomacia se convierte en un instrumento indispensable para las relaciones con las demás entidades estatales
que constituyen un sistema en su conjunto.
Consolidación de la unidad económica. El Estado debe ser capaz de regular y dirigir la economía en su propio
seno, y con respecto al exterior, implantar un sistema aduanal y normas precisas que controlen la entrada y salida
de bienes.