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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIA POLÍTICA

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

Estudiante: URCIA VEGA, Mónica Beatriz

Docente: HERNAN CABRERA MONTALVO

DERECHO CONSTITUCIONAL GENERAL 2019 I SEMIPRESENCIAL

ROL DEL ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO EN LA ACTUALIDAD


Sesión 13
Teniendo en cuenta las incertidumbres que se tienen a la hora de escoger o defender un modelo de Estado, que incluya la
estabilidad jurídica y social, que reconozca y proteja los derechos humanos de todos los ciudadanos y que propenda a un
desarrollo económico provechoso para todos los sectores socio-culturales, es decir, un modelo incluyente y no excluyente, nos
encontramos ante los paradigmas del Estado Liberal (laissez faire) o el Estado de Bienestar (estado paternalista), según los
cuales, se asume un rol o misión distinta para que desarrolle el Estado, como institución que controla o plantea las pautas para
el desarrollo del derecho, la economía y la sociedad dentro de un territorio y una población determinada.

Sin embargo, establecer cuál es el modelo de Estado adecuado para alcanzar los fines constitucionales no es tarea fácil, máxime
cuando los dos modelos enunciados anteriormente, representaron momentos históricos diferentes, con necesidades diferentes,
y poco a poco han sido revaluados, y actualmente nos encontramos ante la necesidad de encontrar o estructurar un nuevo
modelo estatal que respete los derechos que los ciudadanos han conquistado frente al Estado, en los términos de Ronald
Dworkin[2], e igualmente genere espacios de interacción y crecimiento económico ante una nueva era de globalización y
tecnología.

Ante este escenario, quizás nos damos cuenta que no es fácil encasillar la labor del Estado, en una tarea de árbitro externo que
no se involucra con las necesidades de sus ciudadanos y que simplemente plantea reglas mínimas de juego, sin importar las
condiciones de igualdad, libertad, capacidades o acceso a bienes y servicios que tienen las personas que representa. Pero
tampoco, añoramos un Estado acaparador, que interviene como actor principal en todas las áreas de la vida jurídica, social y
económica de una sociedad. Siendo eminente la creación de una tercera concepción de modelo estatal, que sin pretender ser
totalmente diferente a las anteriores, en realidad es una hibridación o armonización de los planteamientos radicales de los dos
modelos esbozados anteriormente.

En la actualidad, el rol o la labor del Estado está centrada en la garantía y real disfrute de los derechos humanos de los
ciudadanos, incluyendo derechos de libertad (derechos civiles) como los derechos a la subsistencia y a la supervivencia
(derechos sociales), acompañado por un desarrollo económico y social del Estado, cuyas pautas establece directamente la
Constitución, como norma de normas o marco normativo que irradia todo el ordenamiento jurídico, lo que se ha denominado
Estado Constitucional de Derecho.[3] Consecuentemente, el Estado genera espacios de diálogo e intervención activa de sus
ciudadanos e inversión y crecimiento económico, para garantizar mayor cantidad y disfrute de derechos, pues de lo contrario
se pueden reconocer derechos (carta constitucional), pero no garantizarlos por falta de voluntad política o de recursos
económicos, lo cual conlleva a una utopía de los derechos fundamentales. En otro contexto, se puede generar crecimiento
económico, que no es necesariamente sinónimo de desarrollo, en el entendido de Amartya Sen, pero no se genera espacios de
desarrollo y bienestar para todos, entonces nos preguntamos ¿Crecimiento económico para qué? O ¿para quienes?

En este entendido, “el desarrollo puede concebirse […] como un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan
los individuos. El hecho de que centremos la atención en las libertades humanas contrasta con las visiones más estrictas de
desarrollo, como su identificación con el crecimiento del producto nacional bruto, con el aumento de las rentas personales, con
la industrialización, con los avances tecnológicos o con la modernización social. El crecimiento del PNB o de las rentas personales
puede ser, desde luego, un medio muy importante para expandir las libertades de que disfrutan los miembros de la sociedad.
Pero las libertades también dependen de otros determinantes, como las instituciones sociales y económicas (por ejemplo, los
servicios de educación y de atención médica), así como de los derechos políticos y humanos (entre ellos, la libertad para
participar en debates y escrutinios públicos).”[4] Y es aquí, donde surge el Estado Constitucional de Derecho, que tiene la gran
misión de proteger y garantizar un real disfrute de los derechos humanos a todos los ciudadanos y, asimismo de armonizar los
intereses económicos del Estado para generar escenarios de estabilidad jurídica y económica donde esos derechos y libertades
se puedan materializar.

Pero, como sabemos no existen fórmulas mágicas que resuelvan transcendentalmente los problemas jurídicos, sociales y
económicos que se presentan en un sociedad. Por el contrario, la historia nos ha demostrado que existen procesos,
incorporación de determinadas políticas o estructura estatal que van cambiando el rumbo o destino de los países. De esta forma,
el modelo de Estado Constitucional, per se, no generaría los cambios estructurales deseados de inclusión social, garantía de
derechos humanos y crecimiento económico, necesita complementarse con otras herramientas o prerrogativas que le van a
permitir desempeñar adecuadamente su labor. Dichas prerrogativas, considero que podría centrarse en dos, las cuales son: La
democracia y el fortalecimiento de las instituciones estatales, no sin antes aclarar que podría realizarse una lista más extensa,
pero para objeto del presente análisis me centraré únicamente en estas dos.
Tanto la democracia como el fortalecimiento de instituciones estatales son conceptos ampliamente utilizados, no obstante, su
definición no deja de ser ambigua, por tal razón, voy a utilizar el siguiente concepto de democracia, como un sistema político
que “implica, primero, elecciones periódicas, libres y limpias de los representantes a través del sufragio universal e igualitario;
segundo, la responsabilidad del aparato estatal con respecto al parlamento electo […] y tercero, las libertades de expresión y de
asociación, así como la protección de los derechos individuales contra la acción arbitraria del estado”[5]

Esta definición desarrolla diferentes aspectos de la democracia, entre ellos; la participación política de los ciudadanos,
representada en el derecho de elegir y ser elegidos, la responsabilidad de los funcionarios públicos por sus acciones u omisiones
que puedan lesionar los intereses públicos, además de la existencia de diferentes actores o partidos políticos que compiten por
acceder al poder. Por lo tanto, podría afirmar que la democracia es un sistema político y de gobierno que incluye una pluralidad
de intereses e ideologías representadas por los partidos políticos, en el cual los ciudadanos cumplen un rol fundamental, pues
tienen la doble connotación de elegir mediante el voto a sus representantes y de ser elegidos como funcionarios públicos,
sistema que lleva implícito el respeto a los derechos de los ciudadanos como límite frente a la acción del Estado, entre ellos los
más notorios son: el derecho a la igualdad, el acceso de todos los ciudadanos (incluyendo a las minorías), libertad de
información, libertad de participación y asociación.

Podríamos preguntarnos ¿si la democracia no incluye un modelo económico determinado? O quizás ¿implica eficiencia
administrativa? Pero lo cierto es que al concepto de democracia se le han atribuido características o consecuencias que no son
necesariamente intrínsecas a un gobierno democrático, que se han venido utilizando como paradigmas de la democracia, que
aunque pueden convivir plenamente con un gobierno democrático no son indispensables para su existencia. Para analizar con
mayor profundidad el argumento enunciado, voy a utilizar cuatro conceptos de lo que no es democracia, desarrollados por los
profesores Philippe Schmitter y Terry Lynn Karl.

Los referidos autores señalan que, primero, las democracias no son necesariamente más eficientes económicamente que otras
formas de gobierno, pues su objetivo está focalizado en el reconocimiento de derechos, no específicamente en obtener más
recursos económicos. Segundo, las democracias no son necesariamente más eficientes administrativamente, pues la capacidad
del gobierno para tomar decisiones es un proceso más lento, porque participan y se consultan más actores que en otros sistemas
de gobierno, pensemos en una dictadura o autocracia. Tercero, las democracias probablemente no son más ordenadas, estables
o gobernables que las dictaduras que reemplazan, debido al reconocimiento de la libertad de expresión, lo que implica llegar
a consensos, escuchar voces disidentes o en desacuerdo constante con las reglas e instituciones. Y finalmente, las democracias
tendrán sociedades y políticas más abiertas, pero no necesariamente economías más abiertas, lo cual implica que los derechos
humanos reconocidos para todos los ciudadanos, son un límite o control frente a la libertad económica, lo que no significa que
sean incompatibles, pero sí que tienen que armonizarse, pues libertad política no significa libertad económica. [6] Expresamente
estos autores señalan:

“La democratización no necesariamente traerá crecimiento económico, paz social, eficiencia administrativa, armonía política,
mercados libres o el fin de la ideología, mucho menos traerá el fin de la historia. No hay duda que algunas de éstas cualidades
podrían hacer más fácil la consolidación democrática, pero no son prerequisitos ni productos inmediatos de la democracia.

En vez de eso, lo que deberíamos estar deseando es la formación de instituciones políticas que puedan competir pacíficamente
para formar gobiernos y para influir en la política pública, que puedan canalizar los conflictos sociales y económicos a través de
procedimientos regulares y que tengan suficiente contacto con la sociedad civil para representar a sus asociaciones y que las
comprometan en cursos colectivos de acción.”[7]

De esta forma, podemos concluir que la finalidad de la democracia es crear un escenario donde concurran todas las voces
presentes en una sociedad para llegar a un concenso pacífico, donde se puedan canalizar los conflictos sociales y económicos a
través de procedimientos regulares que incluyan tanto a la sociedad civil como a las instituciones estatales para implementar
acciones que solucionen de forma definitiva el conflicto en cuestión. Es decir, que los canales de participación e interacción de
los ciudadanos con el gobierno son mucho más amplios y complejos, y no se agota en la participación en las contiendas
electorales.

De esta forma, incluso los jueces participan y tienen un rol activo dentro de la interacción de los intereses o necesidades de los
ciudadanos, pues los jueces conocen de fuente directa un conflicto social o una vulneración de derechos, y en diversas
oportunidades se percatan que la simple resolución judicial inter pares no es suficiente para solucionar un problema más
complejo, y es en estos casos, en los cuales los jueces constitucionales utilizan mecanismos que generan cambios sociales como
son las sentencias interpretativas, manipulativas o estructurales, convocan a audiencias públicas o realizan seguimiento a la
implementación de determinadas políticas públicas, lo que el profesor Cesar Rodríguez Garavito ha denominado democracia
deliberativa.[8]

Por otro lado, respecto al fortalecimiento de las instituciones del Estado, que se constituye en un prerrequisito indispensable
para el éxito de un Estado Constitucional y Democrático, es necesario resaltar que la tradicional tridivisión de poderes –
Legislativo, Ejecutivo y Judicial-, apoya en la elaboración de la concepción institucional y especializada del Estado, que si bien no
agota la cantidad de funciones que cumple el Estado, sí enmarca las principales funcionales estatales, como son; elaborar las
leyes, ejecutarlas, elaborar políticas públicas, velar por la garantía y reconocimiento de los derechos de todos los ciudadanos,
así como solucionar los conflictos de los ciudadanos de forma definitiva impartiendo justicia, entre otras. División de poderes
que representa una función específica y fundamental en el desarrollo de las tareas encomendadas al Estado, donde ninguna de
las ramas del poder es jerárquicamente más importante que la otra, por el contrario conviven en una relación armónica de check
and balance o frenos y contrapesos, según la cual ellas mismas se controlan mutuamente, evitando excesos de poder en las
otras ramas del poder.

Cuando se rompe esa armonía y control mutuo, porque existe un poder superior de una de las ramas (v. gr. El Ejecutivo o
Presidente) sobre las otras ramas del poder (Congreso, Poder Judicial o Tribunal Constitucional), se van debilitando las
instituciones, generando subordinación a los intereses particulares del Gobierno o autoridades de turno, generando corrupción,
limitando la independencia y autonomía en la toma de decisiones en sus respectivos ámbitos de función, lo cual implica que los
canales de comunicación y acción entre los funcionarios públicos y la ciudadanía se vean truncados, afectando el normal
funcionamiento del sistema de gobierno o modelo de Estado, por ello, contar con instituciones sólidas, independientes,
respetuosas de los derechos humanos de los ciudadanos y del ordenamiento jurídico, es lo único que garantiza el normal
funcionamiento de un Estado Constitucional y Democrático.

Adicionalmente, encontramos que otra causa del debilitamiento institucional, es producto de la confusión entre el concepto de
restricción en las actividades económicas que desempeña el Estado y la capacidad institucional del Estado. Es decir, que cuando
en los años 80´s y 90´s se planteó reducir las actividades económicas en las que intervenía el Estado, se asimiló erróneamente a
un debilitamiento en la capacidad del Estado en la elaboración de políticas públicas, garantía de derechos y facultad para hacer
cumplir las leyes, lo cual llevo, indudablemente, en algunos países de América Latina y África a crisis más agudas que las que
inicialmente se querían solucionar, tal es el caso de Kenia en África, como señala el estudio desarrollado por Francis Fukuyama:

“Como consecuencia de la doble naturaleza de ese Estado africano, los programas de estabilización y adaptación estructural
impuestos por los países donantes en las décadas de los ochentas y los noventas tuvieron un efecto contraproducente y distinto
al deseado. […] los regímenes neopatrimoniales tenían la última palabra, la condicionalidad externa fue finalmente usada como
pretexto para llevar a cabo recortes en sectores del Estado moderno y a la vez proteger, e incluso ampliar, el alcance del Estado
neopatrimonial. Así pues, las inversiones en infraestructuras básicas como carreteras o salud pública cayeron de forma drástica
a lo largo de un periodo de veinte años y lo mismo sucedió con las inversiones en educación y agricultura. Paralelamente, la
inversión en los llamados gastos de soberanía como fuerzas militares, servicios diplomáticos y puestos vinculados a la
Presidencia incrementaron de forma radical (en Kenia, por ejemplo, los funcionarios del ministerio de la Presidencia ascendieron
de 18.213 en 1971 a 43.230 en 1990).

A pesar de que muchos de los defensores del consenso de Washington ahora no dudan en afirmar que habían comprendido la
importancia de las instituciones, el marco legal y el orden concreto de aplicación de las reformas, lo cierto es que, desde finales
de los ochenta hasta principio de los noventa, las cuestiones del eje Y referentes a la capacidad del Estado y a la construcción
del mismo brillaron por su ausencia en el debate político. Hubo muy pocas advertencias por parte de quienes elaboraron esa
política desde Washington acerca de los peligros que suponía impulsar la liberalización sin las instituciones adecuadas.”[9]

El análisis realizado en los países africanos es totalmente aplicable a la realidad latinoamericana, pues si no existen instituciones
fuertes que realicen contrapeso a los intereses individuales, económicos y de poder de los gobernantes, los límites se van
difuminando, dando paso a la corrupción y al exceso de burocracia estatal dentro de las instituciones más importantes y
representativas de una sociedad. Las instituciones deben seguir cumpliendo su rol legítimo de proteger los intereses y derechos
de los ciudadanos, además, de continuar con la facultad o capacidad institucional de elaborar e invertir en políticas públicas que
representen un desarrollo integral (reconocimiento de derechos, incremento económico y de libertades) para todos los
ciudadanos.

Por lo tanto, es indispensable “distinguir entre el alcance de las actividades estatales, que consisten en las diferentes funciones
y objetivos que asumen los gobiernos, y la fuerza del poder del Estado o la capacidad de los Estados para programar y elaborar
políticas públicas y aplicar las leyes con rigor y transparencia, que equivale a lo que se denomina hoy en día capacidad estatal o
institucional.”[10] De esta manera, independientemente del modelo económico adoptado por una sociedad, lo importante es
contar con instituciones estatales fuertes, impermeables a la corrupción y otros males que aquejan a la administración pública.
Así, como mantener clara la función y capacidades que cumplen las instituciones dentro del Estado, pues contar con
instituciones fortalecidas coadyuva al desarrollo de los fines del Estado Constitucional de Derecho, los cuales son en
últimas armonizar los presupuestos normativos de reconocimiento de derechos con el desarrollo económico y social, para
alcanzar un real disfrute de las garantías constitucionales.

CONCLUSIONES

Considero que el Estado Constitucional de Derecho, es un modelo indicado para afrontar los retos que presentan los Estados
Modernos, los cuales se encuentran en la encrucijada del reconocimiento constitucional de los derechos humanos, el
crecimiento económico, el desarrollo socio-cultural, la globalización y la tecnología, y garantizar el real disfrute de los derechos
civiles, políticos y sociales de todos los ciudadanos parte de una misma sociedad. Pues si bien, la tarea no es fácil, uno de los
objetivos o fines del Estado Constitucional es crear espacios de inclusión y armonización de los intereses contrapuestos
presentes en una sociedad, así, como garantizar la protección efectiva de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos.

Este modelo estatal es acorde con el concepto de desarrollo de libertades desarrollado por Amartya Sen, según el cual, el
crecimiento y desarrollo económico no puede estar medido únicamente por el incremento del Producto Nacional Bruto o el
aumento en las rentas personales, sino que debe incluirse otros factores determinantes que influyen en los grados o capacidad
de libertad que tienen los miembros de una comunidad, como son; las instituciones sociales y económicas y el disfrute de los
derechos humanos. Escenario en el cual, el PNB y las rentas individuales son uno de los medios para expandir libertades de los
ciudadanos, pero no los únicos ni determinantes.

Adicionalmente, para el desarrollo de un modelo de Estado Constitucional de Derecho se necesitan dos prerrequisitos, como
son: primero, la democracia, entendida como el sistema político que permite el desarrollo del rol dual de los ciudadanos, elegir
y ser elegido, y además promueve y respeta los derechos humanos como límite frente a las acciones del Estado. Segundo, el
fortalecimiento de las instituciones estatales, concebida como la capacidad del Estado para desarrollar políticas públicas,
garantizar los derechos de los ciudadanos y hacer cumplir el ordenamiento jurídico, pues de lo contrario cuando se rompe la
armonía entre las diferentes ramas del poder, se genera un debilitamiento institucional sensible a los problemas de corrupción
y exceso de burocracia estatal.

BIBLIOGRAFÍA

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Externado de Colombia, Bogotá, 2010.

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FUKUYAMA, Francis. La construcción del Estado: Hacia una nuevo orden mundial en el siglo XXI. Ediciones B., Barcelona, 2004.

DE SOUSA SANTOS, Boaventura. De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la postmodernidad. Editorial Siglo del hombre
Editores – Universidad de los Andes, Bogotá D.C., 2da Edición, 2012.

[1] Abogada de la Universidad del Rosario (Bogotá D.C., Colombia). Estudiante de la Maestría en Derecho con mención en
Política Jurisdiccional de la PUCP.

[2] DWORKIN, Ronald. La lectura moral y la premisa mayoritarista en Democracia deliberativa y derechos humanos.
Barcelona: Gedisa Editorial S.A., 2004, pp. 101 – 111.

[3] FERRAJOLI, Luigui. Derecho y Dolor: La crisis del paradigma constitucional, en “El Canon Neoconstitucional”, Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 2010, pp. 147 – 149.

[4] SEN, Amartya. Desarrollo y Libertad. Editorial Planeta S.A., Barcelona, 2000, pp. 19.

[5] O´DONNELL, Guillermo. Democracia, agencia y estado. Teoría con intención comparativa. Prometeo Libros, Buenos Aires,
2010, pp. 28.

[6] SCHMITTER, Phillipe C. y KARL, Terry Lynn. Instituciones Políticas y Sociedad, ¿Qué es y qué no es democracia?.IEP, Perú,
1995, pp. 184 y 185.

[7] Ibídem, pp. 185.

[8] RODRIGUEZ GARAVITO, Cesar y otro. Un giro en los estudios sobre los derechos sociales: El impacto de los fallos judiciales y
el caso del desplazamiento forzado en Colombia en Derechos Sociales: justicia, política y economía en América Latina. Bogotá
D.C.: Editorial Siglo del Hombre Editores – Universidad de los Andes, Universidad Diego Portales – CELS y LAEHR. 2010, pp. 123
– 131.

[9] FUKUYAMA, Francis. La construcción del Estado: Hacia una nuevo orden mundial en el siglo XXI. Ediciones B., Barcelona,
2004, pp. 35 y 36.

[10] Ibídem, pp. 23.


EL ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO PERUANO
I. INTRODUCCIÓN
La legalidad es un valor superior, más allá de ideologías o posturas políticas. Sin un profundo respeto a la ley en todas sus formas
y acepciones, ninguna sociedad puede avanzar, porque ninguno de sus miembros tiene certidumbre respecto a lo que los otros,
incluyendo el gobierno, van a hacer. Si el que trabaja no tiene garantía de que su salario se le va a pagar, su trabajo reflejará esa
falta de seguridad; si el que invierte puede ser expropiado en cualquier momento, sus decisiones de inversión tendrán como
prioridad lograr una rentabilidad muy elevada en el menor plazo, en lugar de orientarlas a proyectos, también rentables, de más
larga duración, que son generalmente los que mayores beneficios sociales aportan; si un candidato a cualquier puesto de
elección popular no cuenta con la certeza de que el voto será respetado y de que todos los contendientes aceptarán los
resultados, dejará de tener incentivos para procurar el voto y preferirá utilizar cualquier recurso político a su alcance para lograr
su propósito. Vivir en una sociedad regida por leyes y el respeto a las mismas es una condición necesaria para que haya avance
económico, para que se desarrolle la sociedad y para que progrese el país.
Muchos piensan que los peruanos somos incapaces de ceñirnos al régimen de la ley, que no sólo no respetamos las leyes, sino
que toleramos su violación sistemática. En realidad, los peruanos hemos respondido históricamente a las circunstancias con las
que nos hemos encontrado. En nuestro país existen leyes y reglamentos para todo. Sin embargo, el que toda actividad
económica, política y social tenga un marco jurídico, no equivale a vivir dentro de un verdadero Estado de derecho. Se cuenta
con un Estado de derecho cuando la actividad, tanto de los gobernados como de los gobernantes, se halla garantizada y limitada
a la vez por una norma superior, que es la Constitución, y por las leyes que emanan de ésta.
En el presente trabajo analizaremos al Estado Constitucional de derecho, el cual consiste en la vigencia efectiva de un orden
constitucional, con leyes estables e iguales para todos, que el gobierno respeta en forma cabal y que reducen al mínimo la
coerción necesaria para que los ciudadanos las cumplan. No es casualidad que los peruanos veamos a la ley como algo relativo,
siempre sujeto a vaivenes y cambios, según soplen los vientos.
Nuestro país cuenta con leyes, pero no con un cabal Estado Constitucional de derecho. Todo es más costoso, más difícil y menos
atractivo, si las estructuras legales representan un obstáculo en lugar de ser promotoras, o peor, si crean incertidumbre, en vez
de ser el ancla del desarrollo. De nada sirve transformar la economía, modificar la relación entre el gobierno y la sociedad y
crear nuevas condiciones para el empleo, la producción, las inversiones, los procesos electorales, los derechos civiles, etcétera,
si las leyes y la legalidad no son la esencia de las relaciones que estos ámbitos entrañan. Si no modificamos nuestra realidad
jurídica, la posibilidad de alcanzar el desarrollo se verá francamente disminuida.
Este trabajo consideramos que surge de las preocupaciones anteriores. No pretendemos hacer un trabajo
meramente teórico, pretendemos realizar un análisis del papel que debe cumplir el Estado Constitucional de
Derecho.
Al presentar este trabajo, pretendemos contribuir a uno de los temas de mayor importancia y actualidad en el país:
el de la imposibilidad de lograr el desarrollo nacional sin un verdadero Estado Constitucional de Derecho. Confiamos
que se confirme la imperiosa necesidad de cambios profundos y se aporten las ideas que requiere esta gran tarea.
CAPÍTULO PRIMERO
EL ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO
1. CONCEPTOS PREVIOS DE ESTADO.
La palabra Estado en términos jurídico–político se le debe a Maquiavelo, cuando introdujo esta palabra en su obra
"El Príncipe" al decir: "Los Estados y soberanías que han tenido y tiene autoridad sobre los hombres, fueron y son, o
repúblicas o principados. Los principados son, o hereditarios con larga dinastía de príncipes, o nuevos; o
completamente nuevos, cual lo fue Milán para Francisco Sforza o miembros reunidos al Estado hereditario del
príncipe que los adquiere, como el reino de Nápoles respecto a la revolución de España. Los Estados así adquiridos,
o los gobernaba antes un príncipe, o gozaban de libertad, y se adquieren, o con ajenas armas, o con las propias, por
caso afortunado o por valor y genio". Sin embargo, en términos generales se entiende por Estado a
la organización política y jurídica de un pueblo en un determinado territorio y bajo un poder de mando según la
razón.
Platón estima que la estructura del Estado y del individuo son iguales, y con ello, analiza las partes y funciones del
Estado y posteriormente, las del ser humano, con lo cual establece el principio de Estado anterior al hombre, porque,
además, la estructura de aquél, aun siendo igual a la de éste, es más objetiva o evidente. Aristóteles, por su parte,
es más enfático y declara que el Estado existe por naturaleza, y por tanto, es anterior al hombre, no por ser éste
autosuficiente y solo podrá serlo respecto al todo, en cuando a su relación con las demás partes, complementando
su expresión al decir, en base a su Zoon Politikón, que quien no convive con los demás en una comunidad, "o es una
bestia, o es un dios".
Por su parte, Luís XIV rey de Francia, en la época del absolutismo se atreve a decir la ya conocida frase "El Estado soy
yo", que esto no implica más que la falta de raciocinio en la que se vivía en ese tiempo, indica solo la más pura
esencia del absolutismo en sí, se tomaba al Estado como un régimen político en el que una sola persona, el soberano,
ejercía el poder con carácter absoluto, sin límites jurídicos ni de ninguna otra manera. El Estado no era sino una
prolongación de las características absolutas del rey en ese tiempo. Por otro lado, a la revolución Francesa se le
considera como la pauta principal del cambio de la evolución del significado de la palabra Estado.
1.1 ESTADOS ANTIGUOS.
Tenemos en primer lugar al Estado egipcio y trataremos de conceptuar a Egipto, como una primera formación
estatal. Más o menos hace más de 5 mil años, aparece la autoridad centralizada en el antiguo Egipto. Se carece de
los datos exactos para reconstruir aquél proceso de centralización, sin embargo sabemos que era necesaria la
presencia de un gobierno de esta índole. Tenían un Estado personalizado, en el sentido de que la concepción de la
autoridad se identifica plenamente con su depositario. La teoría del Estado egipcio se resumiría en que el Estado es
el faraón, afirmación que no solo es reconocida por el faraón mismo, si no por todos los subordinados a este.
Después en Grecia empezaremos por especificar que su unidad política básica fue la polis. Su geografía determina
el aislamiento territorial, tenían una tecnología poco desarrollada en lo agrario y una población en expansión.
Los griegos tenían costumbres organizacionales, en las cuales se permitía la participación en los asuntos públicos por
medio de asambleas y no presentan un alto sentido de centralización y personalización de la autoridad. Su autoridad
no estaba basada en una sola persona, sino que se dividía en varios jefes y aún se reconocía el "consejo de ancianos".
Los teóricos políticos de esa época consideraban al Estado por una parte como la ciudad o el sitio donde debe
desarrollarse la plenitud de la vida humana; por otro lado solo se referían a las funciones públicas concedidas a
cualquier ciudadano que pueda realizarlas mediante la renovación de los cargos.
En Roma, el Estado aparece condicionado por las fuertes interacciones de distintos grupos humanos. Surge por la
necesidad de imponer la autoridad central al pueblo. La formación de Roma como Ciudad–Estado, parece
determinada por la existencia de un Estado anterior, el etrusco, cuyos orígenes se han perdido, pero que es posible
conjeturar como similar al desarrollo que se dio en Grecia.
1.2 ORIGEN DEL CONCEPTO DE ESTADO
Aún no conocemos con exactitud el origen de la palabra Estado, desde el punto de vista jurídico – político, pero si
podemos afirmar que equivale a la Polis o ciudad – Estado de los griegos. No es sino hasta la Edad Media, cuando
por primera vez surge el nombre Statí, estado, término tomado y sostenido por Maquiavelo, anteriormente citado.
Los elementos del Estado son:
 Pueblo
 Territorio
 Poder

Ahora podemos decir que el Estado es una sociedad humana, asentada de manera permanente en el territorio que
le corresponde, sujeta a un poder soberano que crea, define y aplica un orden jurídico que estructura la sociedad
estatal para obtener el bien público temporal de sus componentes.
Muchos autores aseguran que el poder y el gobierno son sinónimos, sin embargo nos damos cuenta que no es así,
para muchos, el poder significa ser ley, ser total, y el gobierno no lo es así, el gobierno es regido por el pueblo y para
el pueblo, pero tomaremos al poder como un elemento del Estado.
1.3 ELEMENTOS DEL ESTADO.
Como Pueblo entendemos al compuesto social de los procesos de asociación en el emplazamiento cultural y
superficial, o el factor básico de la sociedad, o una constante universal en el mundo que se caracteriza por
las variables históricas. El principal valor del pueblo está en su universalidad. No habrá Estado si no existe el pueblo
y viceversa.
Al Poder lo entendemos como la capacidad o autoridad de dominio, freno y control a los seres humanos, con objeto
de limitar su libertad y reglamentar su actividad. Este poder puede ser por uso de la fuerza, la coerción, voluntaria,
o por diversas causas, pero en toda relación social, el poder presupone la existencia de una subordinación de orden
jerárquico de competencias o cooperación reglamentadas. Toda sociedad, no puede existir sin un poder,
absolutamente necesario para alcanzar todos sus fines propuestos.
El Territorio es el último elemento constitutivo del Estado. Francisco Pérez Porrúa lo considera como el elemento
físico de primer orden para que surja y se conserve el Estado, pero agrega "La formación estatal misma supone un
territorio. Sin la existencia de éste no podrá haber Estado".
1.4 LA REVOLUCIÓN FRANCESA, EL ORIGEN DEL ESTADO MODERNO.
Desde el atropello del "El estado soy yo" manifestado como el más nocivo absolutismo, el pueblo sintió la negación
total de sus derechos y rotos todos sus principios e ideales, es ahí donde empieza a crecer el resentimiento y surge
poco a poco la semilla de la rebelión, y ésta había de manifestarse con toda su violencia y hacer explosión, para
culminar el 14 de Julio de 1789. La revolución dio paso a nuevas formas, con todas sus naturales e
impropias acciones excesivas cometidas. La mayor aportación que este levantamiento dio, fue la Declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano, que se fundamentó en la teoría de Jean Jacob Rosseau, que escribió en su
obra "El Contrato Social."
El año de 1789 es de primordial importancia en sus manifestaciones, por que los rumbos señalados cambiaran al
mando en sus procedimientos y formas gubernamentales, y también en la nueva concepción del hombre, que se
convirtió en ciudadano para ayudar a los fines del Estado, los fines de un nuevo Estado nacido de la sangre de muchas
personas, de un Estado que surge de las cenizas del despotismo y la crueldad: El Estado Moderno de Derecho.
1.5 CARACTERÍSTICAS DEL ESTADO MODERNO.
Las características del Estado Moderno son las siguientes:
 Una cierta entidad territorial. Ésta se refiere al medio físico que es necesaria para la sustentación del Estado y
debe ser una magnitud tal que no convierta en demasiado pesadas las tareas que el Estado debe afrontar.
 Establecimiento de un poder central suficientemente fuerte. Se logra suprimir o reducir drásticamente a los
antiguos poderes feudales, entre ellos el propio poder de la iglesia, que se vincula a lo que actualmente
llamaríamos al proyecto de Estado Nacional.
 Creación de una infraestructura administrativa, financiera, militar y diplomática. Se desarrolla
una burocracia administrativa que trabaja impersonalmente para el Estado. Burocracia y capacidad financiera se
retroalimentan. La obtención y administración de recursos exigepersonal dedicado por completo a estas tareas.
La diplomacia se convierte en un instrumento indispensable para las relaciones con las demás entidades estatales
que constituyen un sistema en su conjunto.
 Consolidación de la unidad económica. El Estado debe ser capaz de regular y dirigir la economía en su propio
seno, y con respecto al exterior, implantar un sistema aduanal y normas precisas que controlen la entrada y salida
de bienes.

2. SURGIMIENTO Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO MODERNO


Para entender el surgimiento y la evolución del estado debemos tener claros dos conceptos básicos:
2.1 EL SER HUMANO COMO SER SENSORIAL
Según la concepción mas universalmente aceptada, el ser humano es un ser de individual de naturaleza social. Como
individuo es persona, es decir, es un compuesto inseparable de materia y espíritu. La materialidad le impone
necesidades fisiológicas tales como comer, vestir, habitar, cohabitar, que deben ser satisfechas de acuerdo a su
dimensión espiritual, es decir, a su racionalidad y a su voluntad. La espiritualidad le plantea necesidades de conocer,
reflexionar, decidir-participar, de solidaridad, estéticas, etc. En este aspecto de la espiritualidad, la discusión en todo
caso se centra en si esta espiritualidad es trascendente o no y en si es de naturaleza distinta o no a la materia.
2.2 CONCEPTO DE SOCIEDAD
Todas las corrientes filosóficas y políticas, aún las materialistas y las individualistas, están de acuerdo en que los
seres humanos además de ser individuos, es decir, seres únicos e indivisibles, son seres sociales, es decir, son seres
que para sobrevivir y desarrollarse como seres humanos necesitan de la cooperación y del auxilio de los demás seres
humanos. Experiencia históricas recientes permiten afirmar que aún cuando en algunas ocasiones el ser humano ha
logrado sobrevivir sin el auxilio de los demás seres humanos, (generalmente conviviendo con lobos), también es
cierto que no ha logrado pasar de un cierto nivel de animalidad y que no ha logrado desarrollar funciones básicas
tales como el lenguaje y otras.
Si los seres humanos son seres sociales, esto quiere decir que siempre han existido y conformado sociedades. El
término sociedad tiene dos sentidos: uno amplio y otro estricto.
En sentido amplio el término sociedad se aplica a todo conjunto de seres vivientes, en cuanto a que su agrupación y
grado de organización interna se establece tanto parta conseguir la alimentación como para defenderse de otros
factores (otros seres vivientes o fenómenos de la naturaleza) que ponen en peligro su sobrevivencia como especie.
Si se quisiera simplificar al máximo, podríamos decir que las sociedades no humanas tienen tres funciones
u objetivos básicos: comer, defenderse y reproducirse a fin de que la especie continúe. El ejemplo clásico de sociedad
en este sentido es el de las abejas constituidas en colmenas y el de las hormigas y su división del trabajo al interior
de los hormigueros.
En sentido estricto, sociedad es un término que solamente se aplica a las diversas agrupaciones de seres humanos,
que se juntan en cantidades mayores o menores tanto para la satisfacción de las necesidades primarias (comer,
vestir, reproducirse como especie), como de necesidades más complejas relacionadas con su realización y
perfeccionamiento como seres humanos y como conjunto.

2.3 EVOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD HUMANA Y APARICIÓN DEL ESTADO


Pero la sociedad humana no siempre ha sido la misma, sino que ha estado y está en constante evolución y ha pasado,
históricamente hablando, desde dimensiones (tamaños) pequeños y formas organizativas simples hasta
dimensiones más grandes y con grados complejos de organización interna. Así la expresión actual de la sociedad
humana no es la misma que en los orígenes de la humanidad y es evidente que en el futuro asumirá nuevas formas
y contenidos.
Por eso es necesario que analicemos, aunque sea breve y panorámicamente, cuál ha sido la evolución histórica de
la sociedad humana, cuál es su expresión actual y cuáles son las tendencias más probables.
De las sociedades primitivas a la formación del Estado: Tomando como base las teorías anteriores, creemos que es
posible afirmar que la mayoría de los historiadores, etnólogos, arqueólogos y antropólogos están de acuerdo en que
más allá de las diversas clasificaciones o combinaciones que se puedan hacer, las sociedades humanas de cualquier
parte del planeta han pasado, o están pasando, por un proceso que va de la horda en los albores de la humanidad,
hasta el Estado – Nación como forma predominante de organización de la sociedad actual, con una tendencia hacia
el futuro mediante la creación de los Estados-Continente, en vías a la conformación del Estado-Mundial.
En términos generales y en materia de evolución sociocultural se habla genéricamente de dos tipos o clases de
sociedades: las sociedades no estatales que cronológicamente surgen primero y las sociedades estatales, que surgen
después, en etapas más avanzadas de la evolución social y humana. A su vez cada tipo de sociedad pasa o puede
pasar por diversas formas. Una de las visiones mas aceptadas de este proceso de la evolución social es el siguiente:
Las sociedades no estatales surgieron en los albores de la humanidad y subsisten en algunas regiones de África, de
America Latina y el Pacífico. Se caracterizan porque no están suficientemente estructuradas, aún cuando sí
mantienen formas primarias de cohesión social y de gobierno (de autoridad) y su territorialidad es inestable,
(generalmente son sociedades nómadas) ya que sus formas de producción son generalmente la caza, la pesca y la
recolección de frutas y raíces. Es decir, generalmente son sociedades no agrícolas.
Como dice Krader, "Hay que hacer notar que todas éstas sociedades tienen alguna forma de gobierno (es decir,
modos de organizar internamente sus asuntos sociales), pero no todas ellas realizan esa funcion, mediante la forma
de gobierno que es el Estado."
Las sociedades estatales son aquéllas formas de agrupación humana que además de una organización económica y
social, poseen un territorio y una forma de gobierno (de autoridad) más complejas y estructuradas.
En otros términos y siguiendo en esto a Krader, podemos afirmar que para que el Estado llegue a formarse, los seres
humanos han de sentirse impelidas a agruparse saliendo de las múltiples comunidades dispersas en que han vivido,
han de salirse del ambiente local para entrar juntos en un nuevo tipo de organización. El Estado es una de las formas.
Una visión generalmente aceptada de la evolución de las sociedades estatales es la siguiente: Otra forma de analizar
la evolución de la sociedad, pero principalmente desde el punto de vista económico, es la de Marx y Engels que
basados en la teoría de Morgan, explican la evolución de las sociedad humana a través de un proceso dialéctico de
lucha de clases que va desde la comunidad primitiva (socialismo primitivo), hasta la sociedad comunista, pasando
sucesivamente por la sociedad esclavista, la sociedad feudal, la sociedad capitalista y la sociedad socialista.
Pero cualquiera sea la hipótesis de que se parta, podemos afirmar que de los diversos tipos de Estado antes
mencionados, muchos de ellos han desaparecido, por ejemplo las ciudades-Estado que existieron durante
la historia antigua y durante el periodo renacentista. Estos Estados eran, en términos de tamaño y población,
pequeños en comparación con los imperios persa, romano o chino y se establecieron en torno a una ciudad, como
en el caso de Ur de Caldea, de Atenas en la Grecia antigua, o de Venecia durante el medioevo y el renacimiento.
Una vez más Krader: "El Estado no aparece más que en sociedades y economías grandes y complejas. … En todas las
sociedades humanas el gobierno y la política son instrumentos para mantener el orden interno y atender la defensa
contra el exterior y asimismo, son un medio para simbolizar ante sí mismos y ante los demás la unidad del pueblo.
El Estado cumple todas esas funciones igual que las cumplen las sociedades sin Estado, pero el Estado actúa también
en nombre propio y procura consolidar su soberanía identificándose con la sociedad cuyos destinos rige. El Estado
no es una cosa independiente, sino la institución de una sociedad en la que el poder político está concentrado y
monopolizado." Los subrayados son nuestros.
2.4 TIPOS DE ESTADO
1. Unitario: Existe un solo ordenamiento jurídico.
2. Federal: Hay una coexistencia de ordenamientos jurídicos:
Provincial o local: Las provincias ejercen el poder que no han delegado a la Nación; así pues, se reservan la facultad
de dictar leyes de orden administrativo.
2.5 TIPOS DE ESTADO EN LATINOAMERICA
Más allá de los formalismos constitucionales, una vez conquistada la Independencia y concluidas las luchas internas
entre conservadores y liberales que generalmente dieron como resultado el establecimiento de Estados
Liberales, América Latina, no ya desde el punto de vista jurídico-constitucional, sino desde el punto de vista socio
histórico, ha pasado por cuatro formas de Estado:
En otros términos, desde la Independencia, salvo algunos intentos de constituir monarquías imperiales (el caso de
Agustín de Iturbide en México por ejemplo), hasta los días que vivimos han existido cuatro tipos de Estado
enmarcados en concepciones políticas y jurídico-constitucionales diferentes. Estos son:
En el marco del Estado Liberal: El Estado Oligárquico
Desde mediados del Siglo XIX (1850/60) hasta más o menos 1910 se va estableciendo en la mayoría de América
Latina, generalmente como consecuencia del triunfo de las fuerzas liberales sobre las conservadoras, el Estado
Liberal, que en el fondo es un Estado Oligárquico.
La no-correspondencia entre la práctica política y los postulados ideológicos y jurídico-constitucionales será la norma
hasta bien entrado el siglo XX. La mayoría de los países de América Latina- Caribe que se independizan de España
contarán con hermosas declaraciones de principios que configuran Estados Liberales de Derecho donde la libertad
y la promoción del hombre son el centro de la acción del Estado, pero en la práctica va a ocurrir todo lo contrario.
Es decir, la superación de la turbulencia social y política derivada de las luchas de los caudillos por el poder después
de la Independencia, genero, en el marco jurídico constitucional del Estado Liberal, significo el establecimiento de
hecho del Estado Oligárquico.
El Estado Oligárquico: no es otra cosa que la existencia de regímenes donde el poder está en una oligarquía
estabilizada, es decir, donde el poder visible o formal puede estar en un caudillo, en un militar, o en un presidente
en el marco de un sistema representativo, pero donde realmente el poder está en manos de una oligarquía
estabilizada que niega la democracia.
2.5.1 EN EL MARCO DEL ESTADO SOCIAL: EL ESTADO POPULISTA
Como resultado de las nuevas realidades políticas, económicas y sociales, a partir de 1910 se empieza a gestar el
colapso de los Estados Oligárquicos. La Revolucion Mexicana, con la Constitución de 1917, el Uruguay de Battle, la
Argentina de Irigoyen y luego de Peron, el fallido intento de Gaitán en Colombia, el Brasil de Vargas, la Venezuela de
Betancourt de 1945, la Guatemala de Arbenz, etc., son expresión de estos cambios sociales, económicos y políticos.
Pero es partir de la de la 2ª Guerra Mundial que la capacidad de movilización de sectores populares en la mayoría
de los países de América Latina - Caribe cobra mayor vigencia. Es la etapa donde aparecen los denominados
"populismos" latinoamericanos, que no son otra cosa que la presencia de las mayorías nacionales (obreros,
campesinos, clases medias, etc.) en partidos y/o en organizaciones sociales, casi siempre bajo el liderazgo de
personalidades carismáticas. En esta insurgencia de los obreros, de los campesinos y de las clases medias
latinoamericanas a través de Partidos Políticos y de movimientos sindicales y sociales, éstos últimos generalmente
están bajo la dependencia de los primeros.
Al llegar al gobierno estos nuevos actores sociales se abandonó el esquema de abstencionismo que preconizaba el
Estado Liberal y se pasó a una situación donde al Estado se le asigna el papel de promotor del desarrollo y del
bienestar general. Según el Dr. Juan Carlos Rey, este papel lo pudo cumplir el Estado de los países latinoamericanos,
dando respuesta positiva a las demandas de los sectores populares debido a que la coyuntura económica mundial
(la reconstrucción de Europa y el crecimiento de económico de los Estados Unidos) revalorizó
los productos latinoamericanos de exportación y los Estados tuvieron recursos para el lanzamiento
de programas sociales y para realizar su papel de agente relativamente redistribuidor de la riqueza nacional.
Como es sabido por todos, la estrategia económica y social del Estado Populista se basó, por orientaciones de la
CEPAL, en el fortalecimiento del mercado interno y en el impulso del proceso de sustitución de importaciones.
La idea del "crecimiento hacia adentro" fue sustituida por la tesis del "crecimiento hacia afuera", en íntima relación
con la integración económica latinoamericana como forma de solucionar el problema de la estrechez de
los mercados nacionales, fue el hilo conductor de este enfoque. Pero el enfoque de la CEPAL y de los partidos
nacionales y popular lar, prebendario y muchas veces paternalista, que fue el pretexto para que los militares y las
oligarquías, generaran un nuevo tipo de Estado: El Estado Autoritario-Burocrático.
2.5.2 EL ESTADO AUTORITARIO-BUROCRÁTICO
Los golpes militares de nuevo tipo que se inician en Brasil en 1964, se agudizan a finales de dicha década y se
implantan definitivamente en la década de los 70, dando paso a un nuevo de Estado: El Estado Autoritario-
Burocrático, cuyo fundamento ideológico es la tristemente célebre Doctrina de la Seguridad Nacional. Esta doctrina
anula la democracia en todos sus aspectos, aún los más mínimos y adjudica a la corporación militar, (al ejército) el
derecho exclusivo de establecer los objetivos nacionales. La excusa del "enemigo interno" produjo como
consecuencia la militarización de la sociedad y del Estado y el asesinato y desaparición de cientos de miles de
luchadores sociales en América Latina, particularmente en Guatemala, Argentina, Chile, Brasil, El Salvador, Uruguay,
etc.
2.5.3 EL ESTADO NEOLIBERAL
La crisis del sistema capitalista internacional de 1973 y los malos manejos de la economía de los regímenes militares
en los países donde había Estados Autoritario-Burocráticos, hace que el péndulo dictadura- democracia se incline al
lado de la democracia a finales de la década del 70. El esperanzador ciclo democratizador se inició en Ecuador (1978),
y se continuó con Perú (1980), Bolivia (1982), Argentina (1983), Uruguay (1984), Brasil (1985) y Chile (1990).
Pero este proceso democratizador, solo fue una fase de transición, hacia la generación de un nuevo tipo de Estado:
El Estado Neoliberal, que está desmantelando gradual pero sistemática lo poco que de Estado Social de Derecho se
había logrado y que, en algunos países logró subsistir, a pesar de los gobiernos dictatoriales de la Seguridad Nacional.
La naturaleza y características y propuestas se analizan en el próximo capítulo.
2.5.4 EL ESTADO DE DERECHO
Estado de derecho es un concepto con dos componentes; por un lado el Estado como poder político concentrado, y
por otro el derecho como conjunto de normas. El Estado de derecho es un poder limitado por el derecho. En el
Estado absolutista, el soberano es el rey, él es el poder que está por encima de todos, es el que unifica todas las
funciones del poder político y no admite límite ni contrapeso ni critica. Para limitar al Estado absolutista va surgiendo
el Estado de derecho. En el Estado absolutista el poder se instituye desde arriba, no surge del pueblo, sino del poder
mismo, es un poder único sin divisiones ni separaciones, es un poder que inunda a la sociedad, que la domina y la
avasalla; el individuo carece de fuerza frente a ese poder.
Para limitar el poder absoluto del soberano se va desarrollando la idea del Estado de derecho, entonces surgen
conceptos como la división o separación de poderes. Aparece el parlamento, que genera un contrapeso al monarca
absoluto, y los tribunales van adquiriendo autonomía frente al soberano y surge el concepto de la soberanía popular,
es decir, el pueblo como soberano, no el monarca y el de los derechos humanos como reivindicación jurídica de los
individuos frente al poder del Estado. La democracia forma parte de esta evolución buscando la legitimación del
poder por el ciudadano, materializando así la soberanía del pueblo.
Esta evolución que se da a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX permite dar a luz el concepto de Estado de derecho.
Ya no hay un monarca absoluto, tampoco se concentra el poder en un solo órgano, se establecen contrapesos, los
individuos ponen límites al poder del Estado, y el poder político se legitima con el voto de los ciudadanos.
El estado de derecho entonces nada tiene que ver con las triquiñuelas de abogados gansteriles, con las formas que
encuentra un individuo en la ley para hacerse de propiedades ajenas, tampoco tiene que ver con los vericuetos que
encuentra un asesino para evitar el castigo de la sociedad.
El estado de derecho tampoco tiene que ver con las resoluciones torcidas de un juez para avalar una injusticia. Se
confunde entonces muchas veces el Estado de derecho con las trampas que encuentran ciertos abogados para burlar
la justicia.
3. EL ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO
3.1 CONCEPTO
Cuando en la discusión pública se plantean el cumplimiento de las leyes o el respeto a los derechos de los ciudadanos,
no es infrecuente escuchar a unos decir, y a otros negar (cada quien para sus propios fines), que nuestro país es un
"Estado de derecho". Sin duda, la expresión tiene una connotación positiva y un valor simbólico innegable, que
cualquier ciudadano medianamente informado es capaz de intuir o sospechar. Pero, ¿qué es exactamente el Estado
de derecho? ¿Vivimos realmente en un Estado de derecho?
El término de "Estado de derecho" empieza a ser utilizado por la ciencia jurídica y política alemana del siglo pasado
para designar una relación específica entre la forma política llamada "Estado" y el derecho, relación que va más allá
de un gobierno limitado que envuelve su actuación en el ropaje de las normas jurídicas. Lo determinante en el
concepto del Estado de derecho no es que el Estado reglamente mediante preceptos jurídicos la vida que en él se
desarrolla ni que limite sus fines a la realización del derecho, sino que este Estado eleva el derecho a condición
fundamental de su existencia.
En la realidad, el Estado de derecho representa la confluencia de diferentes principios y postulados filosófico-
políticos, de variados movimientos y fuerzas históricos, los cuales toman cuerpo en un conjunto
de estructuras e instituciones que apenas en tiempos recientes se reconocen como elementos congruentes de un
"modelo": el Estado liberal occidental.
3.2 Antecedentes HISTÓRICOS
Ya en la filosofía política de la Antigüedad (Platón) se presentaba como ideal el "gobierno de las leyes", como forma
opuesta al "gobierno de los hombres", de sus arbitrariedades y abusos. Dichas leyes no serían otras que las dictadas
por la razón. Esta visión, sin embargo, no tiene que ver con las mismas nociones de libertad individual y gobierno
democrático que asociamos actualmente con la idea de "Estado de derecho".
Las raíces del Estado moderno, y de la función que en él desempeña el derecho, deben buscarse en realidad en la
Edad Media. Basta recordar que la primera revolución de Occidente (la reforma del papa Gregorio VII en el siglo XI)
puede considerarse fundamentalmente como revolución jurídica. La Iglesia medieval lucha para liberarse de
la tutela del poder político de su tiempo y para darse una organización y un gobierno propios a través del derecho
canónico.
Esta lucha da origen al Estado secular moderno; su primer modelo fue, paradójicamente, la misma Iglesia. También
hay que tomar en cuenta el importante papel que tuvo el redescubrimiento, en el siglo XI, de los textos del derecho
romano (el Corpus Iuris Civilis de Justiniano, del siglo VI d.C.), los cuales, analizados y reelaborados, contribuyeron a
la formación del nuevo ideal político. No es casual, por último, que poco tiempo más tarde se empiecen a elaborar
las primeras teorías modernas sobre la democracia y la soberanía popular (Marsilio de Padua). En los comienzos del
absolutismo, aunque el concepto de soberanía se formula en términos jurídicos como poder de dictar las leyes, este
poder, en manos del soberano o monarca, está limitado, si acaso, por los principios de la religión cristiana y por
algunas leyes fundamentales del reino.
Es hacia fines del siglo XVIII cuando, en parte como reacción contra el absolutismo, se formulan, sobre todo en las
Declaraciones de derechos americanas y francesa, los principios a partir de los cuales se desarrolla el Estado de
derecho. Se trata de un cambio revolucionario que se expresa en una idea sencilla: la finalidad de todo poder público
es la protección de los derechos del individuo; por ello, se trata de un poder limitado, cuya actuación debe estar
prevista en la ley, como expresión democrática de la voluntad general.
3.3 Antecedentes modernos
El período que sigue a la primera guerra mundial se caracteriza, de un lado, por una crítica al Estado legal de Derecho
cuyo formulismo le convierte, según sus críticos, en un defensor del orden y del sistema de intereses establecidos,
de donde surge la denominación Estado burgués de Derecho y frente al que se postula un Estado de Derecho de
contenido social. Y, de otro lado, se abre paso a la tendencia de la consideración de la Constitución como una norma
verdaderamente jurídica y que, por consiguiente, ha de estar dotada de las debidas garantías constitucionales, pues
un Derecho cuya validez no pueda postularse ante los tribunales no es un verdadero Derecho. Resultado institucional
de este criterio es el establecimiento de Tribunales constitucionales, primero en Austria y, más tarde, en
Checoslovaquia y España.
Pero es sobre todo después de la segunda guerra mundial cuando tales Tribunales se establecen en varios países
europeos y con ello se consolida lo que podemos denominar Estado constitucional de Derecho, pues, del mismo
modo que no podía hablarse de propiedad de Estado legal de Derecho más que cuando existía una jurisdicción
contencioso-administrativa, tampoco puede hablarse de un Estado constitucional de Derecho sin una jurisdicción
contencioso-constitucional. Naturalmente, el Estado constitucional de Derecho adquiere distinta estructura según
las órdenes constitucionales en cada país y según el haz de las competencias de las que disponen sus Tribunales
Constitucionales, pero ello no impide que, desde el punto de vista de la teoría del Estado y de la Constitución
podamos desarrollar un concepto abstracto o, si se quiere, un tipo ideal de tal configuración estatal, tipo que, a
nuestro juicio, estaría integrado por las siguientes puntos:
3.3.1 La división de poderes
A lo largo de toda su historia se ha considerado como uno de los supuestos del Estado de Derecho la distinción clásica
entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. El Estado Constitucional de Derecho acoge en su estructura este
principio de división, con las matizaciones del caso, pero añade a ello tres notas esenciales:
1) Tiene como supuesto esencial de su existencia la división primaria y fundamental entre el poder constituyente y
los poderes constituidos, establecida en su día por Sieyès como supuesto del sistema constitucional y según la cual
los poderes constituidos no pueden invadir la esfera reservada al constituyente. Esta radical división de poderes,
que afecta a la raíz misma del sistema constitucional, si bien reconocida por la teoría, carecía de garantías dado el
poder fácticamente absoluto del Parlamento. Pero el Estado constitucional de Derecho parte del supuesto de que el
poder constituyente no sólo fundó en su día los poderes constituidos con sus respectivas competencias y límites de
acción, sino que los fundamenta permanentemente, pues la voluntad y racionalidad subjetivas del constituyente se
objetivaron en su día en la voluntad y racionalidad objetivas de la Constitución y, por consiguiente, la custodia de
ésta es la garantía de la custodia de la diferenciación entre ambos poderes.
2) Ya hacia los años treinta del siglo pasado, Benjamin Constant postuló la necesidad de un cuarto poder
políticamente neutral que tuviera la misión de mantener el equilibrio entre los tres poderes restantes y neutralizar
las perturbaciones que pudieran producirse entre ellos, así como las posibles desviaciones constitucionales. A
reserva de las matizaciones debidas al siglo y medio transcurrido desde Constant a nuestro tiempo, cabe afirmar que
este cuarto poder que Constant investía en el monarca y que actuaba más bien con recursos políticos, es ahora
investido funcionalmente en una jurisdicción constitucional y, orgánicamente, en los Tribunales constitucionales que
actuando con métodos jurídicos, tienen a su cargo mantener el debido nivel de constitucionalidad y resolver
los conflictos entre los poderes constitucionales del Estado.
3) Dentro del sistema clásico de división de poderes, el legislativo poseía un poder de disposición prácticamente
ilimitado sobre la ley, especialmente en aquellos sistemas en los que no existía o ejercía un derecho de veto por
parte del Jefe del Estado. En cambio, un Estado constitucional de Derecho no admite que las decisiones del
Parlamento sean absolutas, omnicompetentes y eo ipso justas, sino que la validez de tales decisiones depende de su
concordancia con la Constitución. Estado democrático de Derecho significa, así, un sistema donde la democracia se
ejerce dentro de los límites fijados por la Constitución.
3.3.2 Competencia fundamental del Estado y competencia en el Estado
Es típica del Estado de Derecho en todas sus formas y, por tanto, también del Estado legal de Derecho, la
estructuración del Estado como un sistema de órganos cada uno con sus correspondientes competencias,
entendiendo por competencia un ámbito de acción configurado por el Derecho en el que se comprenden: i) unas
funciones a cumplir; ii) las potestades necesarias para ello, y iii) los límites y formas del ejército de esta potestad.
Tan decisivo es el concepto de competencia para la idea del Estado de Derecho que algunos autores han dicho
críticamente que la perspectiva del Estado de Derecho reduce el Estado a un sistema de competencias con ignorancia
de otras de sus notas esenciales.
Pero comoquiera que sea, es característica del Estado constitucional de Derecho no solamente que se organice como
un sistema de competencias -lo que, con una u otra denominación es esencial en toda gran organización- sino que,
para emplear un concepto de Ermacora, tenga como uno de sus rasgos típicos la distinción entre la competencia
fundamental del Estado y el sistema de competencias en el Estado. La primera delimita el ámbito entre la esfera en
la que lícitamente puede moverse el Estado y la esfera de la autodeterminación de los ciudadanos y de la
autorregulación de la sociedad con sus sistemas económico, cultural, social sensu stricto, etc. La competencia
fundamental no fija, pues, el ámbito de la acción de un órgano o de unos órganos, sino el ámbito de acción permitido
a la totalidad o globalidad del Estado con todos sus órganos. Pero dado que la competencia fundamental se refiere
a la globalidad del Estado es el supuesto lógico y jurídico de todas las competencias en el Estado, de donde se
desprende que ningún órgano de éste podrá traspasar los límites de dicha competencia fundamental.
Tal competencia está implícita y, a veces, explícitamente fijada por la Constitución y muy especialmente por su
sistema de derechos fundamentales, los cuales, como reconoce la moderna doctrina, son, de un lado, derechos
públicos subjetivos de los ciudadanos frente al Estado y, de otro lado, principios objetivos de ordenación del sistema
jurídico-político que deberá orientarse en su desarrollo por los valores en ellos definidos.
3.3.3. La primacía de la Constitución sobre la ley
El Estado legal de Derecho identifica el Derecho con la ley o con las normas dictadas en función de una ley. Cierto
que frecuentemente se reconocía la significación jurídica de la Constitución, pero sin que se vieran remedios a sus
posibles contravenciones por parte de los poderes públicos. Sólo al Parlamento en cuanto representante de la
soberanía popular y en el desarrollo de su función legislativa se le consideraba competente para
la interpretación última de la Constitución, lo que, sin embargo, no evitaba conflictos con otros poderes que habían
de resolverse por la vía política.
En cambio, el Estado constitucional de Derecho eleva la Constitución desde el plano programático al mundo de las
normas jurídicas vinculatorias y, por consiguiente, no sólo acoge el principio de la primacía de la ley in suo ordine sino
que lo complementa con el principio de la supremacía de la Constitución sobre la ley y, por tanto, sobre todo el
ordenamiento jurídico, con la consiguiente anulación en la medida que en su conjunto o en algunos de sus preceptos
no se adecue a la norma constitucional. Esta primacía de la Constitución sobre la ley se sustenta, en primer lugar, en
la doctrina adoptada por Kelsen y hoy generalmente admitida según la cual el orden jurídico constituye un sistema
jerárquico que, iniciándose en la Constitución, se extiende por los sucesivos momentos en el proceso de su creación
a través de la ley, el reglamento, el acto administrativo, la sentencia y la ejecución.
Todos estos actos son sucesivos grados de creación del Derecho cuyo carácter jurídico deriva de la Constitución y
cuya validez depende de su adecuación a ella. Consideradas las cosas desde la perspectiva de la historia de las ideas,
nos encontramos con una resonancia del principio escolástico de la unidad del orden expresado en la famosa
fórmula ad unum derivatur et ad unum reducitur, es decir, en nuestro caso, todo deriva de la Constitución y todo ha
de legitimarse por su concordancia directa o indirecta con la Constitución.
Pero la primacía de la Constitución sobre la ley no se justifica solamente por la división entre poder constituyente y
constituido, ni por unos criterios lógicos u ontológicos sobre la estructura del orden jurídico, sino que se justifica
también por su aportación a la seguridad jurídica en un tiempo en el que los principios clásicos de generalidad,
discusión y publicidad no tienen la significación que tenían en otro tiempo, pues, de un lado, la generalidad de la ley
cede frecuentemente ante la necesidad de las llamadas leyes medida para objetivos singulares y definidos y, de otro,
los requisitos de discusión y publicidad tienden a perder contenido real como consecuencia de la creciente
importancia de las comisiones en el proceso legislativo y de la de los partidos fuertemente organizados en la
estructura del Parlamento. Bajo estos supuestos se acentúa la necesidad de la sumisión de la acción legislativa a
la disciplina de la Constitución.
3.3.4 La sumisión a la Constitución de la totalidad de los poderes públicos
Aparte de la supremacía de la Constitución sobre la ley a la que por su importancia le hemos dado tratamiento
aparte, es característica del Estado constitucional de Derecho que todos los poderes públicos y particularmente los
poderes legislativo, ejecutivo y judicial estén sujetos a la Constitución, es decir, que actúen: i) dentro de los límites
de la competencia fundamental del Estado sin que puedan invadir la esfera de autodeterminación de las personas y
la de autorregulación de la sociedad, y ii) dentro de los límites de las competencias específicas que a cada uno de
ellos le señala la Constitución frente a las competencias atribuidas a los demás órdenes constitucionales.
3.3.5 La justiciabilidad constitucional
Nos toca ahora decir algo sobre las garantías de las mencionadas exigencias del sistema del Estado constitucional de
Derecho. Podemos considerar a tal sistema constitucional como compuesto de dos partes fundamentales: una, a la
que podemos llamar estática integrada por las normas constitucionales inmutables, mientras no tenga lugar una
reforma de la Constitución, es decir, por dos parámetros constitucionales, y otra, a la que podemos
llamar dinámica integrada por las variables posibles que la Constitución permite a los distintos órganos del Estado
en el ejercicio de sus funciones. Bajo estos supuestos, la estabilidad del sistema exige un mecanismo de control que
asegure que los poderes públicos se mantengan dentro de los parámetros constitucionales, y neutralicen las
desviaciones en su funcionamiento haciendo volver las cosas al nivel de constitucionalidad requerido.
Y dado que nos movemos en el campo jurídico, parece que tal mecanismo de control no pueda ser otro que una
jurisdicción investida en unos Tribunales que, dentro de las competencias que le sean atribuidas, entiendan con
arreglo a criterios jurídicos y métodos judiciales de decisión de la constitucionalidad de los actos del Estado. Podemos
afirmar, en conclusión, que así como el Estado legal de Derecho sólo se constituye cuando existe una jurisdicción
contencioso-administrativa, así el Estado constitucional de Derecho sólo adquiere existencia cuando se establece
una jurisdicción constitucional. De la primera decía Mayer que era condición para la transformación del Derecho
administrativo en un verdadero Derecho o en un Estado de Derecho administrativo bien ordenado; de la segunda
podemos decir que hace del Derecho constitucional un verdadero Derecho constitucional bien ordenado.
La conexión entre la jurisdicción constitucional y los órganos encargados de ejercerla puede tomar distintas formas
generadas por el juego de los cuatro criterios de descentralización o centralización, y de especialización o no
especialización de los Tribunales. Ello puede dar origen a una serie de posibilidades, entre las cuales una mirada
comparativa a los sistemas de distintos países permite destacar las siguientes:
1) Jurisdicción descentralizada y no especializada: cualquier juez o tribunal pueden entender de la
constitucionalidad, sin perjuicio de su apelación hasta la Corte Suprema que, en su caso, decide definitivamente. Tal
es, con matizaciones que no son del caso, el sistema organizado de los Estados Unidos y extendido a otros países.
2) Jurisdicción descentralizada y especializada: es el caso de Alemania Federal donde junto al Tribunal
Constitucional Federal, único competente para juzgar de la constitucionalidad de los actos en relación con la Ley
Fundamental, pueden existir Tribunales constitucionales de los Länder competentes para entender de la
constitucionalidad en relación con sus propias constituciones y autoridades.
3) Jurisdicción centralizada y no especializada: sólo un Tribunal que normalmente es la Corte Suprema y, por tanto,
no es específicamente constitucional, puede entender de los litigios constitucionales.
4) Jurisdicción centralizada y relativamente especializada: la materia constitucional se encomienda a una Sala
especializada de la Corte Suprema, sistema frecuentemente seguido y, hasta podríamos decir, originario de
Iberoamérica, aunque también se extiende a otros países.
5) Jurisdicción especializada y centralizada en un Tribunal único para todo el país, caso, por ejemplo, de Italia y de
España.
El ámbito de las competencias de un Tribunal Constitucional depende de los ordenamientos jurídico-políticos de
cada país, pero dado que su función es la defensa de la Constitución y que ésta comprende, para decirlo en términos
clásicos, una parte dogmática y una parte orgánica, puede considerarse que sus competencias han de estar
integradas por las siguientes funciones:
i) La defensa de los derechos fundamentales de las personas físicas y jurídicas en su doble significado de derechos
públicos subjetivos y de valoresobjetivos sobre los que se sustenta el orden constitucional.
ii) El control de la constitucionalidad de las normas con rango de ley y la consiguiente expulsión del orden jurídico
de las que resultasen contrarias a la Constitución. Dicho control puede tomar distintas formas:
control abstracto cuando se ejerce sobre una ley con independencia de su aplicación a un caso sub iudice, y
control concreto cuando se plantea como un incidente judicial con ocasión de un litigio. A estos dos tipos de control
hay que añadir los de control a posteriori o represivo, que tiene lugar cuando la ley es ya vigente, es decir, ha sido
debidamente promulgada, y control a priori o preventivo cuando el proyecto de ley ha terminado su curso
parlamentario y sólo falta su promulgación.
iii) La resolución de conflictos constitucionales, es decir, los producidos entre los órganos constitucionales del Estado
que coinciden, más o menos, con los poderes clásicos y, en el caso de los Estados federales o autonómicos, siempre
que se trate de conflictos que puedan plantearse y resolverse en términos jurídicos.
4. El desarrollo del Estado constitucional DE DERECHO
A partir del pensamiento ilustrado, el término Constitución ha hecho referencia a ciertos postulados básicos para
ordenar jurídicamente el poder público conforme a la dignidad del hombre. Ahora bien, sus concreciones históricas
han sido diversas, al paso de las transformaciones sociales, políticas y jurídicas (García-Pelayo). Hoy consideramos
nuestro modelo de Estado constitucional como la realización más lograda de las ideas de la Ilustración; mas sería
absurdo pretender que con él se consuma, de una vez por todas, el proyecto de someter a Derecho las relaciones
de poder. Antes bien, la relación histórica entre poder y Derecho, constitutiva para ambos, abre en cada momento
nuevas tensiones; los postulados constitucionales han de ser siempre pretendidos.
En sus comienzos, el propósito de sujetar el poder al Derecho y de hacer de éste un orden general de libertad se
concreta, por un lado, en la sustitución las relaciones estamentales por un orden social fundado sobre la garantía
formal de la libertad, la igualdad y la propiedad, supuestos derechos naturales de los ciudadanos. Las relaciones
sociales eran reguladas por Leyes generales, a cuya aprobación concurrían los ciudadanos a través del régimen
representativo. El poder estatal, que continuaba siendo presupuesto, no debía intervenir arbitrariamente sobre
ellas, y la propia Ley permitía someter a control la acción del Estado que interfiriera en los derechos.
Ahora bien, en su concreto desenvolvimiento histórico y con independencia de la perenne validez de los principios,
estas ideas se articulan al servicio de los intereses de la burguesía. La Ley es votada por un Parlamento elegido
mediante sufragio censitario, ligado por tanto a la propiedad; los derechos considerados naturales responden a los
intereses económicos y vitales de la burguesía; la pretendida neutralidad del Estado desampara a aquéllos a los que
la libertad deja más inseguros e indefensos. El libre juego de las fuerzas sociales produce una sociedad de clases,
tendente al conflicto. Cuando éste se desencadenó, el capital renunció a los principios, forzando al Estado para que
asegurara ante todo el orden necesario para el mantenimiento y la acumulación de los beneficios; ésta es la
experiencia que cabe extraer de la imposición del totalitarismo nazi o fascista y de los llamados regímenes
autoritarios.
De su fracaso surge el Estado constitucional que nos es familiar, cuyo elemento determinante es el postulado
del Estado social. Su sentido es ambivalente, pues supone la suspensión de aquel conflicto mediante la adaptación
del capitalismo al progreso del principio democrático. En efecto, las organizaciones y partidos de raíz obrera logran
situarse en condiciones de negociar su integración política a cambio de prestaciones sociales. Desenmascarada la
supuesta neutralidad del Estado liberal respecto de las relaciones sociales y económicas, el Estado social interviene
en ellas atendiendo a ciertos criterios de justicia material; asimismo, merced a una política presupuestaria
redistribuidora y a la dotación de servicios públicos universales, procura condiciones materiales que permiten a cada
uno el disfrute efectivo de los derechos. Todo ello presupone cierta autonomía del poder político. Ahora bien, las
Constituciones de posguerra, al tiempo que permiten poner en pie el Estado social, limitan el poder del Parlamento,
asegurando la pervivencia de elementos básicos del orden social y económico capitalista. Justamente esto determina
el desarrollo de las garantías de la supremacía constitucional (rigidez, jurisdicción constitucional) en términos que
resultan ajenos al constitucionalismo decimonónico.
Desde finales de los años sesenta, el sostenimiento del Estado social se hace progresivamente incompatible con el
incremento de los beneficios del capital. Las revoluciones de 1968 en Europa y América arrinconan ideológica y
socialmente a la clase dominante en términos que inducen alguna suerte de reacción. Las sucesivas convulsiones
económicas desde 1973 desembocan en la llamada crisis del Estado social; determinando el postulado social el
sentido del constitucionalismo, sus avatares se reflejan de modo directo en modificaciones de los postulados
del Estado de Derecho y del Estado democrático.
La fase que hoy estamos viviendo parece identificarse por la tendencia a superar el Estado como marco de referencia
política. La creciente internacionalización de las relaciones económicas, evidenciada y reforzada con las crisis de los
años setenta, desliga al capital de las ataduras de los poderes políticos nacionales. Los Estados se quedan sin
instrumentos eficaces para detraer de la economía privada recursos que les permitan garantizar la procura de los
derechos sociales. En las nuevas condiciones, el poder económico se considera de nuevo autosuficiente; muy
especialmente desde la década de los ochenta, se extiende la deslegitimación de lo público a través de una nueva
mitificación del mercado libre y flexible. En contraste con la clásica relación entre Estado social y democrático de
Derecho y economía, no se ha consolidado hasta hoy un poder político que contrapese el (des)orden económico
internacional. No lo desmienten los acontecimientos de los últimos años, que han abierto las puertas a nuevas
concertaciones políticas internacionales: también aquí prevalecen los intereses del capital financiero.
No obstante, la globalización no afecta por igual a todas las relaciones económicas, y en particular sus efectos
homogeneizadores son desconocidos en los mercados de trabajo; es un fenómeno específico de la economía
financiera, que se desarrolla a partir de la quiebra del modelo de Bretton Woods. Por lo demás, el Estado mismo es
considerado como un importante agente de la globalización, y en cualquier caso su poder es profusamente utilizado
para sofocar las tensiones y resistencias derivadas de tal proceso. En definitiva, éste parece, más que un fenómeno
inexorable de superación del Estado, una precisa estrategia de acumulación del capitalismo financiero, que pretende
desarticular el orden social, político y jurídico que, en el marco del capitalismo industrial, contrapesaba el poder del
capital.
CAPÍTULO SEGUNDO
ANÁLISIS DEL ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO EN EL PERÚ
1. DEL ESTADO DE DERECHO AL ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO
Considerado actualmente el norte o la meta a la cual aspira llegar todo Estado, el Estado Constitucional podemos
definirlo fundamentalmente en base a tres elementos: la supremacía del texto constitucional, el control y la
limitación del poder, y, finalmente, y no por ello menos importante, el reconocimiento, respeto y tutela de los
derechos fundamentales.
Aun cuando suelen atribuirse las pautas arriba enunciadas a un Estado de Derecho, bien es sabido que en rigor un
Estado de Derecho lo es todo Estado en tanto cuenta con normas que regulan la conducta de sus órganos y de las
personas que habitan o están en tránsito en él, independientemente de que su accionar se caracterice por respetar
la Constitución y los derechos fundamentales de sus ciudadanos. En ese sentido, bien podríamos calificar como
Estado de Derecho a un Estado dictatorial como otro más bien de corte democrático.
Uno de los mayores logros, si es que no es el principal, de la revolución francesa y de otros movimientos de similar
entidad como la revolución norteamericana, fue el reconocimiento de la libertad de la persona. Las afectaciones a
esta condición humana durante el régimen absolutista-monárquico conllevaron a que una vez logrado dicho
reconocimiento se limitara la labor del Estado, en líneas generales, a una mera abstención. En otras palabras, los
individuos son libres y el Estado en rigor debe garantizar dicha libertad, pero no debe intervenir en el ejercicio de la
misma. A diferencia de lo que ocurrirá luego con los derechos económicos, sociales y culturales, en este contexto al
Estado no se le exigía una participación activa en el ejercicio de los derechos fundamentales, sino y sobre todo una
labor pasiva. Era evidente entonces que en la población de aquella época, aún se mantenía latente la experiencia de
hace algunos años atrás, en donde el Estado no había hecho más que restringir y hasta desconocer las libertades
fundamentales de la persona a través de su accionar.
Y es que es de conocimiento general que la experiencia anterior, en donde el Estado tuvo una actitud más activa
frente a los derechos fundamentales no fue alentadora, por lo que limitarle dicha potestad parecía ser la salida más
adecuada. De esta manera, se consolida el Estado liberal de Derecho en occidente sin percatarse, en su momento,
de las consecuencias que ello acarrearía en la sociedad.
A medida que pasó el tiempo, el Estado liberal, como era de esperarse, entró en crisis. Y es que las exigencias de un
mundo industrializado, en pleno desarrollo, hicieron de la sociedad un entramado de relaciones mucho más
complejo. La población se percató de que el sólo reconocimiento de la libertad de las personas, acompañado de un
rol abstencionista del Estado, aunque en sentido estricto cumplía un papel de garante de las libertades
fundamentales, no era ya la respuesta a las nuevas circunstancias.
El liberalismo de la época fue puesto en cuestión y comienza a vislumbrarse una nueva relación ciudadano-Estado.
De esta manera, se presenta un cambio en la visión del Estado: pasa de ser considerado como un sujeto del cual
defenderse, pues constituye un enemigo de la autonomía individual, a un elemento decisivo para la liberación social.
Sin lugar a dudas, el principio de igualdad fue un elemento detonante en este escenario. El Estado liberal, al reducirse
a un reconocimiento de la libertad de los individuos y sin una actitud más activa en su ejercicio, suscitó que en la
realidad social, la desigualdad que de por sí era evidente en la época se acrecentara. El hecho de que todos sean
igualmente libres, no involucraba necesariamente que todos sean a su vez iguales socialmente. Contrario a lo que
se podía pensar, los ricos continuaron haciéndose más ricos y los pobres vieron reducirse sus condiciones y calidad de
vida. El liberalismo llevó, pues, a una mera igualdad formal que muy poco trascendía al nivel social y económico de
las personas.
Va a ser, en consecuencia, en este contexto en donde surge la llamada "cuestión social". Es decir: la búsqueda de la
igualdad material en la sociedad y la necesaria existencia de mecanismos para lograr dicho objetivo. La labor garante
que en estas circunstancias correspondía entonces al Estado no era ya la de mera abstención. Sin duda,
históricamente los derechos fundamentales se han erigido con el objetivo de tutelar la autonomía individual frente
a injerencias externas, como es principalmente el caso del aparato estatal. Sin embargo, hoy se le exige además un
compromiso mayor a éste, y es el de crear las condiciones necesarias para que los individuos puedan lograr aquella
ansiada igualdad material.
A lo dicho hasta aquí habría que añadir el hecho de que los avances tecnológicos de la época hicieron visible además
que no todos los individuos contaban con los medios suficientes para acceder a ellos, con lo cual correspondía al
Estado, y a la sociedad en su conjunto, el crear los mecanismos para que ello alguna vez llegue a ser posible.
Asimismo, y como se dijo anteriormente, este desarrollo tecnológico e industrial de la época hicieron de la sociedad
una realidad mucho más compleja, en donde el individuo con la sola arma de su libertad no contaba con muchas
probabilidades para sobrevivir dignamente.
Ahora bien, estas breves consideraciones históricas y doctrinarias posteriormente se verían reflejadas a nivel
normativo, estableciendo así los cimientos de lo que hoy conocemos como el Estado social. Inclusive ya a fines del
siglo XVIII vamos a encontrar algunas normas que reconocen lo que hoy se denominan "derechos económicos,
sociales y culturales".
Con la importancia que adquirieron paulatinamente los derechos de participación política y la reproducción de la
forma democrática de gobierno en diversos países del orbe, aunada a la consolidación del Estado social antes
descrito, surge lo que se denomina el Estado social y democrático de Derecho, esto es, un Estado en el que el rol
que se le atribuye es más activo en aras del libre y pleno ejercicio de los derechos fundamentales, incluidos los de
índole social, económica y cultural; y en el que las minorías serán escuchadas creándose mecanismos para tal efecto,
mecanismos que les permitan canalizar sus demandas y controlar a la mayoría, evitando el uso desmedido de la
cuota de poder que se le reconoce a ésta.
2. MODERNIZACIÓN Y ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO
Nuestro país ha adoptado un nuevo modelo de desarrollo que se basa en el libre comercio y en la
internacionalización de la economía como medios para generar riqueza, aumentar la productividad y mejorar así el
nivel de vida de la población. Es decir, la reforma económica ha consistido en la apertura de los mercados a la
competencia nacional e internacional, en la desregulación de amplias áreas de la economía, en la privatización de
las empresasestatales, en el saneamiento de las finanzas públicas, para lograr con ello la estabilidad
macroeconómica. En fin, en lo económico, Perú está en vías de consolidar la vigencia del mercado.
En el ámbito político, el gobierno ha permitido la modificación de algunas reglas, formales e informales, de
participación electoral, de manera tal que el sistema de partidos se ha hecho un poco más competitivo. Así, en los
últimos años los partidos de oposición han logrado importantes triunfos en alcaldías, el congreso e incluso en los
gobiernos regionales, triunfos que han sido reconocidos, a veces con reticencia, por el partido oficial. Aunque es
evidente que falta mucho por hacer para lograr una sólida democracia en nuestro país, en estos tiempos ha mejorado
la representatividad del sistema político y se ha avanzado en el respeto a los derechos ciudadanos.
En el ámbito social, el gobierno es cada vez más consciente de la importancia de promover la igualdad de
oportunidades y la satisfacción de las necesidades básicas de la población, como educación, salud y vivienda. Se ha
visto que la pobreza es un cáncer que daña a la sociedad en su conjunto y no sólo a quienes la padecen directamente.
Aunque los programas existentes son aún insuficientes y están sujetos a manipulación política, el otorgamiento de
subsidios bien aplicados, junto con la participación de los beneficiarios, parece avanzar en la dirección correcta, que
es la erradicación de la pobreza.
Así, Perú muestra su voluntad de acceder a una modernidad fundada en el mercado, la democracia y la igualdad de
oportunidades.
Pero una condición indispensable para el éxito de las reformas que llevarán a Perú a la modernidad plena, es la
existencia de un verdadero Estado de derecho. Lamentablemente, esto todavía no se logra por completo respecto
de la actualización legislativa y la impartición de justicia.
3. LA VIGENCIA DEL ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO
En nuestro país, el orden jurídico y la justicia sufren graves problemas. Para comenzar, podemos afirmar que no se
tiene un conjunto de principios de derecho claro y respetado por todos. Al contrario, las normas son generalmente
desobedecidas tanto por autoridades como por particulares, lo cual hace que no exista certidumbre en las relaciones
sociales.
Las leyes que rigen a la sociedad peruana son en unos casos contradictorias y en otras obsoletas. Además, las
autoridades las aplican en forma discrecional. Los ciudadanos no cuentan con medios de defensa eficientes y
económicamente accesibles para todos. Los conflictos entre particulares se resuelven, por lo general, al margen de
las leyes y, si se llevan ante los tribunales, por lo común se requiere impugnar las sentencias en segunda e inclusive
tercera instancias, debido a la baja calidad de las primeras instancias. El Ejecutivo ejerce una influencia impropia y
excesiva sobre laadministración de justicia y sobre el Poder Judicial en general. La Corte Suprema de Justicia no ha
podido desempeñar plenamente su función en el esquema de división de poderes, es decir, controlar la
constitucionalidad y la legalidad de los actos de los demás poderes, Incluso el Tribunal Constitucional se ha
encontrado con diversos problemas de índole político mas que funcional, la ultima elección de sus nuevos miembros
es un ejemplo claro de ello, la injerencia política desestabiliza a un ente que debe ser autónomo en todo sentido.
Las carencias de nuestro sistema jurídico se manifiestan desde la Constitución, que es la Ley Suprema que gobierna
al Estado peruano, hasta el más sencillo contrato mercantil entre particulares, pasando por leyes y reglamentos que
en múltiples ocasiones se contradicen entre sí.
Tenemos una Constitución que es más un listado de intenciones que un ordenamiento que de hecho regule a la
sociedad y al Estado. Por ello, existe una notable divergencia entre las normas constitucionales formales y la práctica
de las autoridades: entre el sistema regional y la realidad del centralismo; o bien, entre la división formal y la realidad
de un ejecutivo hegemónico que legisla y juzga como un poder cuasi-fusionado.
En el derecho económico, subsiste formalmente un Estado interventor, rector de todos los espacios de la vida
económica -lo cual es reflejo de la fase de desarrollo de sustitución de importaciones- junto con la vigencia de los
principios liberales de un Estado mínimo, producto de los imperativos del nuevo contexto internacional. En el
derecho corporativo, la ley consagra formalmente la prohibición constitucional expresa de los monopolios privados,
al tiempo que se privatizan empresas públicas sin leyes que garanticen plenamente la competencia.
La primera Constitución del Perú data del año 1823; luego en 1826 se aprobó la nueva constitución denominada
vitalicia, por asignar la presidencia de por vida a Simón Bolívar, y de corta vigencia es reimplantada la constitución
de 1823, la que fue restituida por la constitución de 1828, que a su vez fue reemplazada sucesivamente por los textos
de 1834, 1839, 1856, 1860 y 1867, esta ultima también de corta vigencia. La reestablecida constitución de 1860 se
mantuvo hasta 1920, año en que se aprobó una nueva constitución.
A su vez, esta fue sustituida por la Constitución de 1933, que se mantuvo vigente con intervalos dictatoriales hasta
1979, año en que se aprobó un nuevo texto constitucional.
La constitución política de 1993 fue redactada y aprobada por el congreso constituyente democrático, elegido como
una salida política al Golpe de Estado del 5 de abril de 1992, que lidero el entonces presidente Ing. Alberto Fujimori.
Esta constitución fue ratificada por el referéndum del 31 de octubre de 199 y entro en vigencia el 31 de diciembre
de 1993, como podemos ver la Constitución peruana ha sido modificada innumerables veces, de acuerdo con la
necesidad política del momento y las aspiraciones de los distintos grupos en el poder. De ahí que no constituya en
realidad un "pacto social inicial", en el lenguaje contractualista de los filósofos liberales ingleses, sino una amalgama
de proyectos políticos muchas veces irreconciliables.
En un Estado de derecho las leyes y los reglamentos derivan su validez de la Constitución; pero si la Ley Suprema no
refleja la realidad del país y tampoco constituye un ordenamiento jurídico coherente, no se puede esperar que las
leyes, en general, y la impartición de justicia, en particular, respondan al reto de la modernización.
El primer paso para lograr un Estado Constitucional de derecho en el Perú es contar con un diagnóstico que permita
identificar las áreas en las cuales la ausencia de reformas jurídicas -de las leyes, las instituciones y los
procedimientos- ha impedido que el país coseche los frutos de las reformas política, económica y social. Se podría
argumentar que el marco jurídico también se ha adecuado a las nuevas circunstancias, pero si bien es cierto que el
gobierno ha modificado importantes sectores de la legislación pesquera, minera, del transporte o
sobre inversión extranjera, el ordenamiento jurídico y su aplicación son claramente las áreas más rezagadas en el
proceso de modernización.
Más aún, a pesar de que se han expedido nuevas y mejores leyes, no ha sido resuelto el problema de fondo del
Estado de derecho en nuestro país. Para resolverlo necesitaríamos modificar nuestra manera de concebir la
legalidad, la relación entre los individuos y las formas de interacción entre la sociedad y el gobierno, de modo que
la ley impere por encima de caprichos, programas políticos o sanas recetas económicas.
Para describir el rezago en la vigencia del Estado de derecho en el Perú, haremos una contraposición de los cambios
realizados en otros ámbitos con el penoso avance de la reforma jurídica. La discusión se centra en los impedimentos
que la ausencia de un verdadero Estado de derecho plantea para la reforma económica (vigencia del mercado), la
reforma política (vigencia de la democracia) y la reforma social (vigencia de la igualdad).
CONCLUSIONES
Primera.- Las constituciones, aunque requieren de una flexibilidad natural para adaptarse a las circunstancias del
momento, son la ley suprema. Ninguna ley puede contradecirlas y todas las leyes tienen que ser congruentes con la
ella.
Segunda.- Las contradicciones entre las leyes sirven tan sólo para contraponer la realidad con las reglas
de comportamiento entre los individuos.
Tercera.- El "gobierno de las leyes" y no de los hombres no es una tautología, si por "ley" se entiende un sistema de
derecho general, abierto y relativamente estable.
Cuarta.- El principio clave del "Estado de derecho" es que la creación de las leyes esté regida por reglas generales,
abiertas y relativamente estables.
Quinta.- Un "Estado de derecho" no se crea de la noche a la mañana ni se puede imponer desde arriba. Más bien,
constituye el resultado de un proceso evolutivo a lo largo del cual se definen no sólo las leyes mismas, sino los
procedimientos para adoptarlas, para modificarlas y para proteger a los ciudadanos de los abusos que éstas podrían
llegar a generar.
Sexta.- El "Estado de derecho" constituye la institucionalización de las relaciones entre los individuos y, sobre todo,
de las relaciones entre éstos y el gobierno. Ambas partes comparten el entendido implícito de que ninguna puede
ni debe violar las reglas establecidas. Este entendido y la convicción para sostenerlo, son de gran importancia.
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