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La importancia de la publicidad de los actos de gobierno en la conformación

de un sistema democrático.
Por Alicia B. OLIVEIRA*

Es la implementación de este principio lo que marca la transición del Estado


absolutista al Estado de derecho, pues constituye la herramienta fundamental para
develar lo oculto.

El fortalecimiento de las instituciones democráticas en nuestro país nos obliga a


abundar en la reflexión sobre este aspecto.

La definición mínima de democracia (...) “ es un conjunto de reglas procesales


para la toma de decisiones colectivas en el que está prevista y propiciada la
más amplia participación posible de los interesados" (2). A partir de esta
definición, diremos que el derecho es una regla de la democracia y por tanto una
limitación del poder; su función es ampliar el nivel de participación de los
ciudadanos.

Las trágicas historias vividas en el mundo nos enseñaron, de esa manera dolorosa
en que los pueblos plasman sus experiencias históricas, que nada hay mejor que un
Estado de derecho. A nuestro derecho de origen continental, hemos incorporado el
derecho internacional de los derechos humanos; en nuestra región rige el sistema de
normas prevalentes para la construcción de sociedades democráticas. El valor de
las normas fundamentales es evidente y hoy sabemos que éstas fijan, a los
legisladores, la obligación de cumplir con normas ineludibles para que los
gobernantes puedan ser controlados por la sociedad. Este criterio no es pequeño ya
que la sumisión a la ley es la base del Estado de derecho. El cómo se protegen
estos principios nos lleva a poner la mirada en el iluminismo y a recordar las
palabras de Kant cuando decía: "Todas las acciones referentes al derecho de otros
hombres cuya máxima no pueda ser publicada, son injustas"(3)

En otras palabras, si quienes nos gobiernan deben mantener algo secreto no sólo
crean un derecho injusto, sino que nos alertan sobre lo negativo del contenido de lo
oculto, el que —sin duda— producirá una reacción negativa en los gobernados.

De allí que la publicidad de los actos de gobierno no sólo sirve para controlar sino
que es, esencialmente, una forma de control.

Platón dijo que "al tirano le está permitido hacer en público actos escandalosos
que el común de los mortales no se permitiría hacerlos sino en sueños"(4). Sin
llegar a tales extremos, en la actualidad los funcionarios se permiten actividades que
prohiben a los ciudadanos y utilizan para ello el recurso del secreto a fin de evitar el
escándalo y el escrutinio de la ciudadanía.

Tal vez sea bueno recordar que las normas del derecho no son elementos aislados
construidos como meros objetos de poder, sino que responden a determinadas
circunstancias económicas, sociales, políticas y culturales. Lo público tiene que ver
con la modernidad y su constitucionalismo. Por ello no debemos olvidar que el
concepto de lo público y —en forma más concreta— de la publicidad de los actos de
gobierno es una conquista sobre el autoritarismo. Afuerza de ser reiterativos,

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recordaremos que en el Estado contemporáneo esatensión entre democracia y
autoritarismo se corporiza en la segunda postguerra mundial al incorporar los
derechos humanos como respuesta a los crímenes del fascismo y se complementa
en América Latina, en la década de los ochenta,
cuando se decide construir sociedades democráticas en la región.
Cuando nos referimos a la definición de Bobbio sobre democracia, rescatamos el
principio de reglas procesales; cuando recordamos la forma en que los pueblos
plasman su experiencia histórica recuperamos los derechos humanos y la ley; así
podemos seguir incorporando otros principios que integren con mayor precisión
elconcepto a definir. En función de ello podemos afirmar que la democracia es una
obra abierta porque es una expresión de los ideales jurídicos y políticos siempre
nuevos y en desarrollo que surgen con la transformación de la sociedad, por ello la
cuestión es dinámica y progresiva.

Vale pena recordar que el concepto de lo público nace con la res publica, Bonfante
decía: "El nombre que [tal nuevo ordenamiento] recibe en oposición al reino
no lo designa en modo propio y específico. Como el griego politeia, que no
significa sino la constitución, como en nuestro propio término constitución,
res publica es un término genérico, que no significa sino el Estado, o más
precisamente la esfera de las tareas y de los intereses públicos; una mera
antítesis paralela de res privata o familiaris..."(5).

Nuestra reiteración al pensamiento de Bobbio nos lleva a recordar que: "Con


redundancia se puede definir el gobierno de la democracia como el gobierno
del poder ‘público’ en ‘público’. El error es sólo aparente porque ‘público’ tiene
dos significados: si es contrapuesto a ‘privado’, como en la distinción clásica
de ius publicum y ius privatum, que nos llega de los juristas romanos, o si es
confrontada con lo ‘secreto’, por lo que no adopta el significado de
perteneciente a la ‘cosa pública’ al ‘Estado’, sino de manifiesto’, ‘evidente’,
‘precisamente visible’"(6).

La publicidad es la regla, el secreto es la excepción. Volvemos aquí a rescatar la raíz


iluminista del principio ya que fue uno de los aspectos de la lucha para derrotar al
reino de las tinieblas. La discusión que estamos llevando nos recuerda nuevamente
a Kant en su ensayo sobre el iluminismo, al decir: "El uso público de la propia
razón debe ser libre en cualquier tiempo; solamente esto puede realizar el
iluminismo entre los hombres"(7).

Bobbio, al referirse al concepto de lo público dice: "Creo que no tengo necesidad


de insistir en la validez de este principio para distinguir el buen gobierno del
mal gobierno. Leyendo el periódico que nos da noticias todas las mañanas de
los escándalos públicos, en los que nuestro país ocupa el poco envidiable
primer lugar, cada uno de nosotros puede agregar ejemplos a granel y
confirmar la bondad del principio ¿qué cosa es lo que provoca un escándalo
público? ¿En qué momento nace el escándalo? En el momento en que nace el
escándalo es el momento en que se hace público un acto o una serie de actos
que hasta ese momento se habían mantenido en secreto u escondidos, en
cuanto no podían ser hechos públicos porque, si esto sucedía, tal acto o serie
de actos no podían ser realizados. Piénsese en las diversas formas que puede
asumir la corrupción pública, el peculado, la malversación, la extorsión, el

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interés privado en actos oficiales y así por el estilo, sólo por dar ejemplos
banales, cosas de todos los días" (8).

Insistimos que la publicidad de los actos de los gobernantes es el paso —en el


Estado moderno— del Estado absolutista al Estado de derecho, porque es el
anticuerpo que mediante el conocimiento y la crítica pública permite develar lo
oculto. Una parte de la doctrina define así al absolutismo: "En una segunda
acepción, el poder es absoluto cuando no está disciplinado y limitado por el
derecho. En este sentido el Estado absoluto es el Estado no constitucional, es
decir, un Estado legibus solutus, sin límites derivados de la ley, en que los
poderosos del poder no se ven constreñidos por los frenos y las limitaciones
constitucionales, o se han liberado de ellos"(9).

Hemos desarrollado con cierta intensidad el concepto de lo público. Recordemos


que su opuesto apropiado es lo oculto. En este juego de ideas y palabras
rescataremos el valor de la semántica, por aquello de que, son las palabras las que
sugieren y moldean el pensamiento. Para nuestra lengua, confidencial viene de
confidencia y ésta es: "Revelación secreta, noticia reservada"(10). Al mismo
tiempo, define lo secreto como: "Lo que cuidadosamente se tiene reservado y
oculto. 3. Despacho de las causas de fe, en las cuales entendía secretamente
el tribunal de la Inquisición. 8. Escondrijo que suelen tener algunos muebles
para guardar papeles, dinero y otras cosas"(11).

No negamos al Estado el derecho de establecer, excepcionalmente, el secreto de


algún acto, norma, hecho u otra circunstancia, pero para que esa excepción sea
válida debe estar acompañada de fundamentos racionales y límites temporales.

Hace ya largo tiempo abandonamos la res privata, también que construimos


nuestras normas de convivencia en antagonismo con lo oculto, que integramos la
racionalidad, que incorporamos el Estado de derecho y los derechos humanos.

En nuestro país, la construcción de la sociedad democrática no ha resultado sencilla,


años de oscurantismo militar nos han llevado a un grave atraso en el conocimiento.
Por ello, recordar la esencia de la sociedad democrática y del Estado de derecho se
convierte en un imperativo categórico; el recuerdo construye la memoria y afianza
nuestras instituciones.

* Defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

1.- Por Alicia B. Oliveira, Defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.
2.- Bobbio, Norberto; Sección de obras públicas de derecho. El futuro de la
democracia; Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires, p. 9.
3.- Sartori, Giovani; Teoría de la democracia. 1. El debate contemporáneo; Alianza
Universidad, Mardrid, 1995, p. 259.
4.- Kant, Imanuel; Zum ewigen Frieden, apéndice II, en Kleinere Schriften zur
Geschichtsphilosophie, Ethhik und Politik, Leipzig, 1931, p. 163.
5.- Bobbio, Norberto; Nicola Matteucci Gianfranco Pasquino, Diccionario de Política,
siglo XXI, México, 1994, p. 1394.
6.- Ibid 1; p. 65.
7.- Kant, Immanuel; Respuesta a la pregunta: ¿Qué es el iluminismo?; Turín, 1956,

3
p. 148.
8.- Ibid 1, p. 71.
9.- Sartori, Giovanni; Teoría de la democracia 1. El debate contemporáneo; Alianza
Universidad, 1995, p. 239.
10.- Real Academia Española; Diccionario de la Lengua Española; vigésima primera
edición, editorial Espasa Calpe, Madrid, 1992.
11.- Ibid.

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