Sobre Controversia Carta de John Newton PDF

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SOBRE CONTROVERSIA

Por John Newton, traducida por Jonathan Boyd

Esta carta fue escrita por John Newton (1725-1807) a un pastor amigo que quería
escribir acerca de un error doctrinal de otro pastor. La original se encuentra en “Letter
XIX: On Controversy” en The Works of the Rev. John Newton.

ESTIMADO SEÑOR:

Dado que seguramente estás involucrado en controversia y que tu amor por la verdad
está vinculado a un carácter fuerte, mi amistad me lleva a sentir preocupación por ti.
Tú estás del lado más poderoso; porque la verdad es grande y tiene que prevalecer; de
modo que una persona de capacidades menores a las tuyas podría salir al campo
confiado de la victoria. Por eso, no estoy angustiado por la batalla en sí, sino que
quiero que seas más que vencedor y que triunfes no solamente sobre tu adversario,
sino sobre ti mismo. Si no puedes ser vencido, puedes resultar herido. Para guardarte
de tales heridas que te puedan hacer llorar sobre tus conquistas, te presentaré algunas
consideraciones que te servirán como una cota de malla, si las acatas. De tal armadura
no tendrás que quejarte, como lo hizo David de la armadura de Saúl, de que sea más
incómoda que útil; pues fácilmente percibirás que se saca del arsenal provisto para el
soldado cristiano, la palabra de Dios. Doy por sentado que no esperas ninguna
disculpa por mi libertad, y por eso no la ofreceré. A fin de estructurar mis consejos, los
resumiré en tres puntos principales—con respecto a tu oponente, al público y a ti
mismo.

En cuanto a tu oponente, deseo, antes de que empieces a escribir en su contra y


durante todo el tiempo en que prepares una respuesta, que lo puedas encomendar en
oración ferviente a la enseñanza y a la bendición del Señor. Esta práctica te ayudará a
disponer el corazón en amor y compasión hacia él, y tal disposición será una buena
influencia sobre toda página que escribas. Si lo consideras un hermano, aunque muy
equivocado acerca del tema del debate entre ustedes, las palabras de David a Joab con
respecto a Absalón se aplican muy bien: “Tratad[lo] benignamente por amor de mí”. El
Señor lo ama y lo soporta; por lo tanto no debes menospreciarlo, ni tratarlo
severamente. El Señor te soporta a ti de igual forma y espera que tú muestres ternura
a otros, a raíz de tu comprensión de la necesidad que tú mismo tienes de mucho
perdón. Dentro de poco se encontrarán en el cielo; entonces él será más querido para
ti que el amigo más cercano de esta tierra lo es en este momento. Ten presente ese
periodo en tus pensamientos; y aunque tendrás que oponerte a sus errores,
considéralo personalmente como un alma afín, con quien serás feliz en Cristo para

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siempre. Pero si lo consideras una persona no convertida, en estado de enemistad
contra Dios y su gracia (una suposición que no debes estar muy dispuesto a admitir
sin evidencia clara), él es más propiamente un objeto de tu compasión que de tu enojo.
¡Ay! Él no sabe lo que hace, pero tú sabes quien ha hecho que sean diferentes. Si Dios,
en su placer soberano, así lo hubiera designado, estarías tú como él está en este
momento, y él, en vez de tú, habría sido puesto para la defensa del evangelio. Los dos
estaban igualmente ciegos por naturaleza. Si te ocupas de esto, no lo reprenderás con
dureza ni lo odiarás, porque le plació a Dios abrirte los ojos y no a él. De todas las
personas que se involucran en debatir controversias, nosotros, a quienes se les llama
calvinistas, somos de las que son más expresamente obligadas por sus propios
principios a ejercer mansedumbre y moderación. Ciertamente, si los que tienen
diferencias con nosotros pudieran ellos mismos cambiar, si pudieran abrirse los ojos y
ablandarse el corazón, podríamos estar ofendidos con más justa razón por su
obstinación; pero si creemos justamente lo contrario a esto, nos compete no pelear,
sino con mansedumbre corregir a los que se oponen, “por si quizá Dios les conceda
que se arrepientan para conocer la verdad”. Si escribes con el deseo de ser un
instrumento para corregir errores, tendrás por supuesto cuidado de no poner
tropiezo en el camino del ciego, ni de usar cualquier expresión que pueda exacerbar
sus pasiones o confirmar sus prejuicios y así hacer sus convicciones, humanamente
hablando, más inconmovibles.

Al publicar tu respuesta, te dirigirás al público, en donde tus lectores podrían ser


clasificados en tres grupos. Primero, los que no están de acuerdo en principio. Con
respecto a ellos, te dirijo a lo que ya he dicho. Aunque te fijas principalmente en una
sola persona, hay muchas de la misma opinión que ella, y por eso la misma
argumentación se aplica, ya sea con respecto a una persona o a un millón. Asimismo,
habrá muchos que no le ponen suficiente atención a la fe, como para tener un sistema
teológico propio, y sin embargo, serán dados a aceptar las ideas menos repugnantes a
la buena opinión que los hombres naturalmente tienen acerca de sí mismos. Estos son
muy incompetentes como jueces de doctrinas, pero pueden juzgar satisfactoriamente
el espíritu de un escritor. Saben que la mansedumbre, la humildad y el amor son las
características de un temperamento cristiano; y aunque ven las doctrinas de la gracia
simplemente como nociones y especulaciones que no tendrían ninguna aplicación a su
conducta aun si las aceptaran, de nosotros que profesamos estos principios siempre
esperan actitudes que corresponden con los preceptos del evangelio. Rápidamente
notan cuando desviamos de tal espíritu y se basan en ello para justificar su
menosprecio de nuestros argumentos. El lema bíblico de que “la ira del hombre no
obra la justicia de Dios” se confirma por la observación cotidiana. Si nuestro fervor se
amarga con expresiones de enojo, insultos o desprecio, podríamos pensar que
avanzamos la causa de la verdad, cuando en realidad solamente la desacreditamos.
Las armas de nuestra guerra, las únicas poderosas para derribar las fortalezas del
error, no son carnales, sino espirituales: es decir, argumentos correctamente sacados
de las Escrituras y de la experiencia y expresados de una forma apacible, para así
persuadir a nuestros lectores de que les deseamos el bien espiritual y de que

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contendemos únicamente por amor a la verdad, ya sea que se convencen o no. Si
observan que actuamos conforme a estos motivos, nuestro punto está medio probado.
Estarán más dispuestos a considerar calmadamente lo que ofrecemos; y si discrepan
de nuestras opiniones, estarán obligados a aprobar nuestras intenciones.

Tendrás un tercer grupo de lectores, quienes están de acuerdo con tu posición y


fácilmente aprobarán lo que propones. Ellos podrán ser más establecidos y
confirmados en su posición acerca de las doctrinas bíblicas por medio de una
explicación clara y hábil de tu tema. Podrás servir como instrumento para su
edificación, si la ley de la amabilidad y también la de la verdad controlan tu bolígrafo;
de lo contrario les harías daño. Existe un principio del ego que nos dispone a
menospreciar a los que discrepan de nosotros, y frecuentemente estamos bajo su
influencia, aun cuando pensamos que estamos mostrando un fervor apropiado por la
causa de Dios. Creo firmemente que los puntos principales del arminianismo surgen
del orgullo del corazón humano y se nutren del mismo, pero me encantaría que lo
opuesto siempre fuera verdad: que abrazar las doctrinas calvinistas fuera una señal
infalible de una mente humilde. Creo que he conocido a algunos arminianos, es decir,
personas que por falta de una luz más clara han sentido miedo de recibir las doctrinas
de la gracia gratuita, pero que dan evidencia de que sus corazones se han humillado
en cierto grado ante el Señor. Y, lamento decirlo, hay calvinistas quienes consideran su
disposición para denigrar a la criatura y darle al Señor toda la gloria de la salvación
con sus palabras como una prueba de su humildad, pero que no saben de qué espíritu
son. Cualquier cosa que nos haga confiar que nosotros mismos somos sabios o buenos
y que nos haga tratar con desprecio a los que no concuerdan con nuestras doctrinas y
no siguen a nuestro grupo, es evidencia y fruto de un espíritu de propia justicia. La
propia justicia se nutre de las doctrinas y también de las obras, y un hombre puede
tener el corazón de un fariseo, aun cuando la cabeza está llena de nociones ortodoxas
de la bajeza de la criatura y las riquezas de la gracia gratuita. De hecho, añadiría, que
los mejores hombres no estamos completamente libres de esta levadura, y por lo
tanto somos demasiado dados a disfrutar las representaciones que ridiculizan a
nuestros adversarios y como consecuencia exaltan nuestras opiniones. Las
controversias, por lo regular, se administran para consentir y no reprimir esta
disposición equivocada; y, por lo tanto en la mayoría de los casos son poco
provechosas. Provocan a quienes deberían convencer y envanecen a quienes deberían
edificar. Espero que tu desempeño sepa a un espíritu de humildad verdadera y que
sea un medio para promoverlo en otros.

Esto me lleva, por último, a considerar tu interés en este proyecto tuyo. Parece un
servicio loable el de defender la fe una vez dada a los santos; Dios nos manda
contender ardientemente por ella en contra de los que contradicen. Si tal tipo de
defensa ha sido oportuno y apropiado, parecen serlo en nuestro día, cuando los
errores abundan por todos lados, y toda verdad del evangelio o se niega directamente
o se representa equivocadamente. A pesar de esto, encontramos que pocos escritores
en las controversias no se han lastimado por ellas. O crecen en su concepto de su

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propia importancia, o absorben un espíritu rencilloso e iracundo, o retiran su atención
de lo que es el alimento y la fuente inmediata de la vida de fe y gastan su tiempo y su
fuerza en asuntos, que por mucho, son de importancia secundaria. Esto indica que si el
servicio es honorable, es peligroso. ¿Qué aprovechará al hombre si ganara su causa y
silenciara a su adversario, si al mismo tiempo perdiera el espíritu humilde y tierno en
el cual se deleita el Señor y sobre el cual se promete su presencia? No dudo de que tus
propósitos sean buenos, pero necesitas velar y orar porque encontrarás a Satanás a tu
mano derecha para resistirte. Tratará de corromper tu punto de vista; y aunque
empieces en defensa de la causa de Dios, si no te fijas continuamente en el Señor para
que te guarde, podría llegar a ser tu propia causa y podría despertar en ti sentimientos
no consecuentes con la verdadera tranquilidad de mente, y seguramente obstruirán tu
comunión con Dios. Ten cuidado de no permitir que entre nada personal en el debate.
Si crees haber sido maltratado, tendrás una oportunidad de mostrar que eres un
discípulo de Jesús, quien, “cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando
padecía, no amenazaba”. Este es nuestro patrón y así debemos hablar y escribir por
Dios, “no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario,
bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados” a esto. La sabiduría que es de lo alto no
es solamente pura, sino también pacífica y amable, y la falta de estas cualidades, como
la mosca muerta en el frasco de ungüento, echará a perder el sabor y la eficacia de
nuestras labores. Si actuamos con un espíritu equivocado, le llevaremos poca gloria a
Dios, haremos poco bien a nuestros semejantes y no recibiremos ni honor ni consuelo
para nosotros mismos. Si te contentas con una demostración de tu inteligencia y tu
sentido de humor, tienes una tarea fácil; pero espero que tengas un propósito mucho
más noble, y que, al ser sensible a la importancia solemne de las verdades del
evangelio y a la compasión que necesitan las almas de los hombres, prefieras quitar
prejuicios de un solo tiro, en vez de obtener el aplauso vano de millares. Sal pues, en el
nombre del Señor de los ejércitos, hablando la verdad en amor; y que él te permita dar
un testimonio en muchos corazones de que eres enseñado por Dios y favorecido con la
unción del Espíritu Santo.

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