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Por esta razón se sabe que los niños que crecen en un ambiente estimulante con vínculos socio-
afectivos sólidos, son niños integralmente sanos, con una excelente comunicación, adecuada con
las necesidades de cada lugar. Los niños no aprenden a comunicarse solos ellos aprenden a partir
de la interrelación con su entorno ya que padres o familiares ocupan la mayor parte de éste y de
su progreso y el manejo correcto del lenguaje. A diferencia de los niños que crecen en ambientes
socio-afectivos débiles, pueden desarrollar muy mal desarrollo lingüístico e integral, llevándolos
a tener dificultades para comunicarse sanamente con su entorno.
Sin dudas la estimulación temprana aplicada adecuadamente en los niños es de suma importancia
por sus múltiples beneficios, que logran favorecer no solo el buen desarrollo lingüístico, sino su
desarrollo integral a nivel intelectual, emocional y físico, llevándolos a tener una sana
interrelación con el entorno donde se desarrollan en la actualidad.
Son varios los casos de niños que no tuvieron la posibilidad de desarrollar el lenguaje propio de
su cultura por la separación que sufrieron a temprana edad de su entorno inicial de vida, ya sea
por separación forzada o acordada.
Caso de Víctor de Aveyron este joven fue encontrado por unos cazadores a finales del 1799 en
un bosque de la ciudad de Aveyron en un estado salvaje y lleno de cicatrices de mordeduras de
animales. Parecía inmune al calor y al frío, rompía la ropa que la gente intentaba ponerle y se
negaba a comer comida cocinada, consumiendo únicamente alimentos crudos, los doctores de la
época pensaron que el joven sufrió de retraso mental al no entender ni responder al lenguaje.
Amala y Makala, las niñas lobo de la India, se dice que fueron encontradas el 9 de octubre de
1920, dos niñas aterradas y sucias que miraban espantadas a una multitud entorno a ellas, siendo
protegidas del gentío por una loba. Las personas que las rodeaban, habitantes de la aldea de
Godamuri (en la India), abrieron fuego contra la loba, y de no haber sido por la intervención de
un reverendo local, Joseph Amrito Lal Singh, hubiesen acabado con la vida de las niñas creyendo
que se trataba de espíritus. Ambas pequeñas fueron atrapadas y llevadas con gran resistencia por
su parte a un orfanato gestionado por el reverendo, donde éste y su familia intentarían
reeducarlas y reintroducirlas en la sociedad ya que ellas no entendían el lenguaje de las personas
a su alrededor.
Genie, la niña a quien ni siquiera pusieron nombre. A los 22 meses, su padre la ató con una
camisa de fuerza en su habitación y también amarró con unas cuerdas a una silla con orinal, tan
solo podía ver el cielo y una parte de la casa de los vecinos a través de una pequeña ventana. La
casa entera estaba blindada con chapas de metal y la luz era escasa. Su propio padre la
alimentaba y tenía prohibido emitir cualquier tipo de sonido. Si lo hacía, era golpeada
brutalmente como castigo. Para dormir, la acostaba metida en una jaula de alambre, Esta fue la
vida de Genie durante once años aproximadamente. Una vida de privación sensorial y
aislamiento social. Cuando la encontraron, Genie no podía hablar y caminaba como un animal a
cuatro patas. Miraba puntos imaginarios en el espacio, como si estuviera ausente. Sufría
malnutrición y era muy baja para su edad.
Es claro ver la etapa de la infancia en la que somos especialmente sensibles a los cambios, a las
marcas que deja en nosotros el ambiente. Esto significa, entre otras cosas, que aquello que
durante los primeros años de nuestras vidas tenemos una capacidad única de aprender y de
detectar patrones en todas aquellas experiencias que nos van ocurriendo. Esto se plasma muy
bien en la manera en la que empezamos a aprender y a interiorizar un idioma, por ejemplo; una
tarea técnicamente muy complicada que, sin embargo, dominamos con asombrosa rapidez siendo
niños. Sin embargo, esta capacidad de aprendizaje, vinculada a un fenómeno neurológico
conocido como plasticidad cerebral, tiene doble filo. Al igual que en nuestra infancia somos muy
sensibles a lo que nos ocurre, también lo somos ante lo que no nos ocurre. Concretamente, el
hecho de no haber aprendido a dominar el lenguaje y a socializar con otros seres humanos que lo
dominen hace que, llegado un umbral de edad, el llamado período crítico, nos volvamos
incapaces de aprender a usar el lenguaje.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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