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La percepción del tiempo de Dios

Uno de los atributos de Dios es la infinitud. Otro de los atributos de Dios es la


omnisciencia.

En el presente artículo jugaremos con estos dos atributos para demostrar que
Dios no percibe el paso del tiempo.

Es cierto, y es una de nuestras premisas, que Dios es omnisciente, por lo tanto lo


sabe todo y conoce nuestra percepción del tiempo, pero Él mismo no es capaz de
percibirlo.

La percepción del tiempo es subjetiva, y surge de la percepción de cambios en el


mundo que nos rodea. Nosotros observamos el mundo en un instante dado, y lo
percibimos de forma diferente a como lo percibimos en otro instante diferente.

Estos cambios son continuos y se suceden uno tras otro. A cada una de las
diferentes percepciones del mundo le damos el nombre de instante, y a la
continua sucesión de instantes le damos el nombre de tiempo.

Por otra parte, Para nosotros estos instantes vienen perfectamente ordenados, los
hechos ocurren en un determinado orden. No podemos comprender un huevo
entero después de haberlo visto roto. La sucesión de instantes en una dirección
dada nos da las ideas de causa y efecto.

Sin embargo, Dios es infinito y omnisciente. Lo sabe todo, lo ocurrido y lo por


ocurrir, y lo conoce de forma perfecta desde siempre y para siempre.

En este sentido, Dios no puede percibir un cambio en su conocimiento, pues éste


es perfecto, lo ha sido siempre y lo será por siempre. Podríamos decir que
recuerda el futuro y prevé el pasado, si bien esto no es del todo cierto puesto que
para él pasado y futuro son elementos iguales. Por esta razón, por el hecho de no
percibir cambio alguno, para Él el Universo es un objeto estático.

Por esta razón, Dios no puede tampoco considerar una relación de causa y efecto.
Para él ambas cosas son lo mismo. Un efecto concreto viene ligado a una causa
concreta, y por conocerlos de forma igual de perfecta puede comprenderlos
simultaneamente. Para Él el huevo roto y el huevo entero son lo mismo.

Para nosotros, el Universo es cambiante, y su continuo cambio nos proporciona


la percepción del tiempo. En cierto modo es nuestra continua sorpresa la que nos
permite concebir el tiempo. Dios lo sabe todo, no puede sentir sorpresa. Por esta
razón la percepción del tiempo es una percepción que a Dios le está vedada.

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