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En el presente artículo jugaremos con estos dos atributos para demostrar que
Dios no percibe el paso del tiempo.
Estos cambios son continuos y se suceden uno tras otro. A cada una de las
diferentes percepciones del mundo le damos el nombre de instante, y a la
continua sucesión de instantes le damos el nombre de tiempo.
Por otra parte, Para nosotros estos instantes vienen perfectamente ordenados, los
hechos ocurren en un determinado orden. No podemos comprender un huevo
entero después de haberlo visto roto. La sucesión de instantes en una dirección
dada nos da las ideas de causa y efecto.
Por esta razón, Dios no puede tampoco considerar una relación de causa y efecto.
Para él ambas cosas son lo mismo. Un efecto concreto viene ligado a una causa
concreta, y por conocerlos de forma igual de perfecta puede comprenderlos
simultaneamente. Para Él el huevo roto y el huevo entero son lo mismo.