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Resumen de los 7 ensayos de interpretación de la

realidad peruana

“Año del centenario de Machu Picchu para el Mundo”

UNIVERSIDAD PERUANA DEL CENTRO

ADMINISTRACION, DERECHO Y CIENCIA POLITICA, ENFERMERIA Y OBSTETRICIA

LOS SIETE ENSAYOS


DE:
JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

“Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928) es el libro


cenital del genio de José Carlos Mariátegui. Desde su aparición hasta nuestros
días, es el más leído de cuántos libros peruanos se conocen. Constituye algo
así como una obligada estación en que todo espíritu juvenil, interesado por
conocer la realidad de nuestros problemas, se detiene para sumergirse en el
torrente de verdades que atraviesa sus páginas. Macizo el contenido, por
captar agudos problemas —viejos y nuevos a la vez—, no ha sido mellado por
ninguno de sus refutadores, verbigracia Víctor Andrés Belaúnde que escribiera
en tono de réplica, su libro “La realidad nacional”. Además, el copioso
contenido de cada uno de sus capítulos, la fuerza analítica del pensamiento y
la moderna erudición en que está encuadrada la obra, devienen revestidos en
un lenguaje armonioso y dúctil. Esta frescura de estilo y el relampagueo
frecuente del humor y la ironía que nos aproximan a Unamuno y Rodó, hacen
que la lectura del texto no desmaye en ningún instante. Mucho del sortilegio
del poeta y no poco del magnetismo del filósofo hay en este libro inmarcesible.

“Desde que aparecieron los 7 Ensayos, por su originalidad, por su fuerza, por
sus verdades penetrantes y por su forma novedosa de abordar los problemas
del país, suscitaron por un lado admiración y alabanzas; por otro, interés y
serias críticas… Este libro de José Carlos, de tantas ediciones y comentarios,
tuvo el mérito loable de incentivar nuevos trabajos e iniciar la búsqueda de
derroteros distintos a los tradicionales”.

(José Barba Caballero).

La obra está dividida en los siguientes capítulos:

1) Esquema de la evolución económica;

2) El problema del indio;

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3) El problema de la tierra;

4) El proceso de la instrucción pública;

5) El factor religioso;

6) Regionalismo y centralismo; y

7) El proceso de la literatura.

El último de estos ensayos es el que nos da la dimensión exacta del


pensamiento literario de Mariátegui. Sus conceptos son de condenación a la
literatura, colonial y colonialista. Propugna el nacionalismo, es decir que
nuestra literatura se sustente en elsubstratum racial y espiritual indígena con
proyecciones al cosmopolitismo, como en el caso de Vallejo. Su estilo es sobrio
y directo.

LOS SIETE ENSAYOS VISTOS POR JORGE BASADRE Con los Siete ensayos,
Mariátegui contribuyó a divulgar en el Perú en sentido serio y metódico de los
asuntos nacionales por encima de la erudición, el culto del detalle y la retórica.
Vinculó la historia con los dramas del presente y las interrogantes del porvenir.
Señaló problemas que el pasado no había resuelto y que inciden sobre las
generaciones actuales, junto con otros en el tiempo de éstas suscitados.
Precisó realidades lacerantes y patéticas que muchos no vieron o no quisieron
ver. Nunca escribió algo que en el fondo o, a solas consigo mismo, creyera una
mentira. Estuvo exento del horror o el desdén al estudio que hay en el alma de
todo demagogo de izquierda o de derecha. Al intentar el diagnóstico del propio
país (que tantas cosas tiene de común con el de otros países de América
andina) reemplazó (en aquellos años) a otros que pudieron hacer obra similar
(desde el punto de vista de distintas ideologías) y que no lo hicieron porque
viajaron al extranjero o por dejarse llevar por la dispersión, el eruditismo, la
fácil literatura o los menudos afanes de la vida política, burocrática o de
vanidad social.

Tuvo muchos aciertos y a menudo suscita serias reflexiones; pero a veces pecó
por un sentido unilateral, o por exceso de esquematismo, o por personales
afectos o antipatías (muy visibles, sobre todo, en el ensayo sobre la literatura)
o por el carácter tendencioso de su propaganda o, simplemente, por deficiente
información. El mismo se encargó de advertir en el prólogo de su libro: “No soy
un crítico imparcial y objetivo. Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis
sentimientos y de mis pasiones. Tengo una declarada y enérgica ambición: la
de concurrir a la creación del socialismo peruano. Estoy lo más lejos posible de

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la técnica profesoral y del espíritu universitario”. El lector nunca debe olvidar


estas francas palabras.

Por lo demás, se necesita mucha preparación básica para estudiar, plantear y


resolver desde un sillón de inválido, en unos cinco años de trabajo, el problema
del indio, el problema de la tierra, el problema de la educación pública, el
factor religioso, el regionalismo y el centralismo y el proceso de la literatura.
Esto era, en realidad, mucho más difícil que comentar la política europea
contemporánea o las expresiones de la literatura y de las artes que entonces
aparecían, por la carencia o la escasez de estudios especializados, y (en
muchos casos) por la necesidad previa de trabajos monográficos, estadísticos,
encuestas y otros materiales.

Pero, a pesar de todo, con todas las rectificaciones que desde los campos más
diversos, se hagan a la obra de Mariátegui, aun suponiendo que ella sea, en
algunos aspectos, superada, siempre quedará en pie su ejemplo y su
significado. Nunca merecerá esta obra “el silencio destinado a los
escritorzuelos malévolos, ni el empellón agresivo a las nulidades con aureola y
sitial, ni los romos adjetivos laudatorios a los escritorzuelos meramente
simpáticos” sino el “análisis filoso y desbastado” destinado a las obras que
palpitan y viven a pesar del paso del tiempo (Siete Ensayos ya va a cumplir
ochenta años) que enfocan intereses permanentes, que quieren el bien de los
más. Nadie podrá arrebatarle a Mariátegui el titulo de iniciador de los estudios
socialistas en el Perú. Nadie tendrá derecho a dejar de admirar su consagración
a la cultura y a la justicia social en un ambiente frío y envenenado; y, si al
principio su vida fue bohemia y quizás impura, esta disciplina final que el dolor
físico no hizo sino acrecentar, es un ejemplo de cómo la grandeza puede nacer
no en el fácil ejercicio de un don innato sino en la libre selección de una alma
que se castiga.

Lo que más vale en Mariátegui no son, pues, sus recetas y sus fórmulas, sino
su personalidad integral. Hoy él deber de interpretar está lejos del “cliché” y
del adjetivo convencional que él tanto odiara. No debe olvidarse, además, que
murió a los treinta y cinco años.

(“Historia de la República del Perú”, Octava edición, Tomo 12, pag. 3067 3068).

ARGUMENTO

I. Esquema de la evolución económica:

En este ensayo analiza el proceso socio-económico peruano partiendo


de la economía colonial a la que percibe como una compulsiva escisión
histórica que tuerce antinaturalmente la espontánea y fecunda

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economía incaica. El incario desarrolló una economía socialista, el


trabajo colectivo tenía un carácter agrario, con fines sociales en su
realización. La economía feudal implantada por los conquistadores
resulta ajena al devenir histórico de estos pueblos, iniciándose una
dualidad entre lo oficial impuesto y lo natural indígena negado. La
colonia utilizó el trabajo colectivo como trabajo forzado en las minas,
descuidando el agro y las obras de carácter público. El esquema
virreinal sofrena las inquietudes comerciales de las colonias; la
independencia surge como una respuesta a las necesidades del
desarrollo capitalista de la civilización occidental. La República no logra
articular la escisión producida por la conquista. La dependencia con el
capital extranjero no cede ni siquiera ante la aparición de nuevos rubros
de riquezas naturales; por el contrario, con ello se ahonda el carácter
centralista, costeño y dependiente de la economía peruana.

II. El problema del indio:


«Todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden a éste
como problema económico-social, son otros tantos estériles ejercicios
teóricos, —y a veces sólo verbales—, condenados a un absoluto
descrédito. No las salva a algunas su buena fe. Prácticamente, todas no
han servido sino para ocultar o desfigurar la realidad del problema».
Mariátegui concibe el problema del indio no como un asunto racial,
administrativo, jurídico, educativo o eclesiástico, sino como un problema
sustancialmente económico cuyo origen está en el injusto régimen de
propiedad de la tierra, en el gamonalismo; mientras subsista esta forma
de propiedad todo intento por solucionar el problema del indio quedará
disuelto en el estéril denuncia lírica o en la prédica oportunista e
inconsciente. Terminar con el gamonalismo, con la feudalidad, significa
de- volver más que tierras; significará para la raza desposeída su
rendición histórica, la recuperación de su esencialidad moral y su
auténtica integración a la vida nacional. «La solución del problema del
indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los
propios indios.
Este concepto conduce a ver en la reunión de los congresos indígenas
un hecho histórico. Los congresos indígenas, desvirtuados en los últimos
años por el burocratismo, no representaban todavía un programa; pero
sus primeras reuniones señalaron una ruta comunicando a los indios de
diversas regiones. A los indios les falta vinculación nacional. Sus
protestas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido, en gran
parte, a su abatimiento. »

III. El problema de la tierra:

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Mariátegui estudia la cuestión agraria unida ineludiblemente a la del


indio, reivindicando el derecho de éste a la tierra, para lo cual era
necesario sacarlo del estado de servidumbre que suponía el feudalismo
de los gamonales. Luego, muestra cómo el colonialismo que destruyó y
aniquiló la economía incaica de tipo "comunista", no supo reemplazarla
más que con el feudalismo. ¿Qué le pasó a la comunidad agraria del
ayllu? A pesar de las leyes escritas, de las Leyes de Indias, la comunidad
indígena fue despojada por el feudalismo, cuyas expresiones eran el
latifundio y la servidumbre. Mientras que Europa, por el siglo XVIII,
tomaba otro rumbo al fortalecerse y ascender al poder la clase que
desplazó y liquidó el feudalismo: la burguesía (la revolución francesa fue
una revolución burguesa). Pero revolución de la independencia hispano-
americana «encontró al Perú retrasado en la formación de su
burguesía...» Si bien se abolieron las mitas, se dejó en pie la aristocracia
terrateniente, la que si bien ya no conservaba «sus privilegios de
principio, conservaba sus posiciones de hecho. Seguía siendo en el Perú
la clase dominante». Esta clase, apoyada por el militarismo gobernante,
retardó el surgimiento de una vigorosa burguesía urbana. Y recién se
intentó una reorganización gradual de este problema cuando se
promulgó el Código Civil (1852), que favoreció la formación de las
pequeñas propiedades, en desmedro de los grandes dominios señoriales
y de la comunidad indígena, al mismo tiempo. No obstante, la pequeña
propiedad no prosperó, y por el contrario el latifundio se consolidó y
extendió, siendo la única perjudicada la comunidad indígena, la misma
que, pese a todo, logró sobrevivir.
El latifundio de la costa difería del latifundio serrano; el costeño
evolucionó hacia modos y técnicas capitalistas, en tanto que el de la
sierra conservó íntegramente su carácter feudal, resistiendo a la
transformación industrial y capitalista; aún así no logró destruir la
comunidad indígena. El latifundio costeño cada vez más ligado al capital
extranjero prefirió desplazar los tradicionales cultivos alimenticios por el
cultivo de algodón de exportación, generando un círculo vicioso de
importación de alimentos y exportación de materias primas.
Indistintamente del tipo de latifundismo, éste impedía el desarrollo del
capitalismo nacional, ya que los terratenientes obraban como
«intermediarios o agentes del capitalismo extranjero»; como una
barrera para la inmigración blanca; se oponían a la renovación de
métodos, cultivos, etc.; era incapaz de atender la salubridad rural;
particularmente en la sierra el feudalismo agrario se mostraba del todo
inepto como creador de riqueza y de progreso. En una palabra, agrega
Mariátegui, «que el gamonal como factor económico, está, pues,
completamente descalificado».

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Como a Mariátegui más le importaba seguir (y proyectar para el Perú


futuro) la "comunidad agraria indígena", estudia el destino de ésta bajo
el régimen republicano. A pesar de la absorción feudalista, la comunidad
ha subsistido por el espíritu del indio: a pesar de las leyes de cien años
de régimen republicano, no se ha tornado individualista.

IV. El proceso de la instrucción pública:

Lo analiza estrechamente ligado al económico-social, como no podía ser


de otro modo. Reconoce y analiza las tres influencias en la educación
peruana: la española, la francesa y la norteamericana, estas dos últimas
injertadas en la primera. La educación en la colonia tuvo «un sentido
aristocrático y un concepto eclesiástico y literario de la enseñanza», en
otras palabras, una educación elitista y escolástica. El desprecio por el
trabajo, por las actividades productivas fue alentado por los claustros
universitarios incluso luego de producida la independencia. La
República, que heredó las estructuras coloniales, buscó luego el modelo
de la reforma francesa, ya en las postrimerías del siglo XIX. Hasta que la
reforma de la segunda enseñanza de 1902, empezó a reflejar la
influencia creciente del modelo anglosajón: sería el primer paso para
adoptar el sistema norteamericano, coherente con el embrionario
desarrollo capitalista del país. Preconizador del modelo yanqui fue el Dr.
Manuel Vicente Villarán, cuyas prédicas triunfaron con la reforma
educativa de 1920, por ley orgánica de enseñanza dada ese año, pero
como no era posible, según Mariátegui «democratizar la enseñanza de
un país, sin democratizar su economía, y sin democratizar, por ende, su
superestructura política» la reforma del 20 devino en fracaso.
La reforma universitaria merece también la atención de Mariátegui.
Hasta el Perú alcanzaron los movimientos reformistas que se iniciaron
en Córdoba, en el año 1918, producto de la «recia marejada post-
bélica»,
aunque en ese país, en un principio, la ideología del movimiento
estudiantil careció de homogeneidad y autonomía. Los estudiantes de
América, querían sacudir el medioevalismo también de sus casas de
estudio. Sus reclamos se basan en la necesidad de que los estudiantes
intervengan en el gobierno de las universidades y el funcionamiento de
cátedras libres, al lado de las oficiales, cátedras de limpios y nuevos
conocimientos. En una palabra, querían que la Universidad dejara de ser
un órgano de casta, cesara ese divorcio entre su función y la realidad
nacional y tomara el verdadero rumbo que le era asignado. Con relación
a este problema, Mariátegui nos hace un extenso estudio sobre la
reforma en el Perú y la reacción en su contra, las ideologías que
intervinieron en esta pugna: los conceptos civilistas burgueses de

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Villarán, el aristocratismo idealista de Deustua, etc. Para Mariátegui, «el


problema de la enseñanza no puede ser bien comprendido en nuestro
tiempo —dice— si no es considerado como un problema económico y
como un problema social. El error de muchos reformadores ha estado en
su método abstractamente idealista, en su doctrina exclusivamente
pedagógica». No se puede desconocer la ingerencia del factor
económico en la estructuración de planes y programas de enseñanza,
en todos los tiempos.

V. El factor religioso:

La religión incaica fue un código moral antes que un conjunto de


abstracciones metafísicas. Su iglesia (por llamarla de algún modo) fue
una institución social y política, cuyo culto estaba subordinado a los
intereses sociales y políticos del imperio; la iglesia era el estado mismo.
Es lo que se llama Teocracia. Producida la conquista, se impuso el culto
católico más que la prédica del evangelio, de modo que el culto pagano
de la religión incaica subsistió bajo el culto católico, fenómeno al que se
conoce como sincretismo religioso. El rol de la iglesia católica durante el
virreinato fue de aval del estado feudal y semifeudal instituido. Si bien
es cierto que hubo choques entre el poder civil y el eclesiástico, éstos no
tuvieron ningún fondo doctrinal, sino que fueron meras querellas
domésticas. Con el advenimiento de la República no hubo cambio en tal
sentido. La revolución de la Independencia, del mismo modo que no
tocó los privilegios feudales, tampoco lo hizo con los eclesiásticos. El
radicalismo gonzalez-pradista surgido a fines del siglo XIX constituyó la
primera agitación anticlerical surgida en el Perú, pero careció de eficacia
por no haber aportado un programa económico-social. De acuerdo a la
tesis socialista, las formas eclesiásticas y doctrinas religiosas son
peculiares e inherentes al régimen económico-social que las sostiene y
produce, y por tanto, su preocupación es cambiar ésta y no aquellas.

VI. Regionalismo y centralismo:

Este problema, en cierto modo, viene vertebrando todos los demás.


Aunque reconoce que existe, sobre todo en el sur peruano, un
sentimiento regionalista, dicho regionalismo no parece ser más que
«una expresión vaga de un malestar y un descontento». En realidad, el
problema se plantea entre Centralismo y Federalismo. El Centralismo se
apoya en el caciquismo y gamonalismo regionales (dispuestos, no
obstante, a reclamarse federalistas de acuerdo a las circunstancias),
mientras que el Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y
gamonales en desgracia ante el poder central. Ciertamente, uno de los

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vicios de la organización política del Perú es y sigue siendo su


centralismo. Pero entiende Mariátegui que toda descentralización que no
se dirija a solucionar el problema agrario y la cuestión indígena, «no
merece ya ni siquiera ser discutida», porque, advierte, no es este
problema meramente político, ni desde este solo punto de vista ella
alcanzaría para solucionar los problemas esenciales. Por otra parte es
difícil definir y demarcar en el Perú regiones existentes históricamente
como tales. No obstante Mariátegui estudia las tres regiones físicas: la
Costa, la Sierra y la Montaña (que no significan regiones en cuanto a la
realidad social y económica), afirmándonos que la Montaña carece aún
de significación socio-económica; en cambio, «la actual peruanidad se
ha sedimentado en tierra baja» o Costa, y la Sierra es el refugio del
indigenismo.
«Las formas de descentralización ensayadas en la historia de la
República, han adolecido del vicio original de representar una
concepción y un diseño absolutamente centralistas», dice Mariátegui, y
como la descentralización a que aspira el regionalismo, no es legislativa
sino administrativa, el problema ha permanecido en pie. ¿Qué opina
Mariátegui sobre la descentralización? Primero, clarificar el propio
concepto del regionalismo, para evitar el gamonalismo regional. Luego
una definitiva opción entre el gamonal o el indio: «no existe un tercer
camino». Porque, lo más cierto es que «ninguna reforma que robustezca
al gamonal contra el indio, por mucho que aparezca como una
satisfacción del sentimiento regionalista, puede ser estimada como una
reforma buena y justa». También estudia el problema de la capital,
concerniente a todas las capitales de América, y sostiene que la suerte
de Lima está subordinada a los grandes cambios políticos, como enseña
la historia de Europa y la propia América.

VII. El proceso de la literatura:

En éste su último ensayo, Mariátegui renuncia a ser un crítico imparcial:


«Declaro sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis
pasiones e ideas políticas ...». Desde su punto de vista analiza la
literatura de la Colonia, «de irrenunciable filiación española», en espíritu
y sentimientos, y este colonialismo mental supervive al Virreinato,
dando como resultado una literatura mediocre por falta de raíces
propias, no habiendo podido «eludir la suerte que le imponía su origen».
Explica las razones socio-económicas por qué ha subsistido ese
colonialismo literario, y agrega: «el literato peruano no ha sabido casi
nunca sentirse vinculado al Pueblo». Aunque destaca en Garcilaso, más
Inca que conquistador, el primer destello de "peruanidad", y rescata a
Ricardo Palma y a sus tradiciones de las pretensiones del colonialismo,

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pues estas Tradiciones tienen «política y socialmente una filiación


democrática». Hay que esperar hasta la llegada de González Prada para
ver anunciada la posibilidad de una auténtica literatura peruana.
González Prada significa la ruptura con el virreinato; uno de los últimos
reductos del colonialismo intelectual es la universidad, de allí emerge la
«generación futurista». En tales circunstancias el Movimiento Colónida,
encabezado por Valdelomar, surge como una insurrección, como una
actitud antiacadémica reclamando sinceridad y naturalismo, esa
sinceridad que no se encuentra en los versos de José Santos Chocano
por su excesiva egolatría pero que si aparece en los ensoñados versos
de José María Eguren.
Son también analizados por Mariátegui: Mariano Melgar, Magda Portal (a
quien llamó la primera poetisa del Perú), Alberto Guillén, Alberto Hidalgo
y César Vallejo de quien dice es el poeta de una estirpe, de una raza,
creador absoluto, nostálgico pero no retrospectivo. «No añora el imperio
como el pasadismo perricholesco añora el virreinato. Su nostalgia es una
propuesta sentimental o una protesta metafísica. Nostalgia de exilio;
nostalgia de ausencia».
Y, finalmente, analiza las corrientes de su actualidad, en especial la
indigenista, que llena una función histórica en la sociología peruana en
evolución y cuyo más amplio sentido lo lleva a consubstanciarse con «la
reivindicación de lo autóctono», que, no obstante, no paraliza los otros
elementos vitales de la literatura peruana. Y es literatura "indigenista" y
no "indígena" —aclara Mariátegui— porque aún no puede dar una
versión verista del indio, sino que tiene «que idealizarlo y estilizarlo.
Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de
mestizos ...» Mariátegui confía en la suerte del mestizaje, el que debe
ser analizado como cuestión sociológica, no étnica.

APÉNDICES: EL MITO DEL SOCIALISMO INDÍGENA EN MARIÁTEGUI ¿De qué


fuentes se nutrió Mariátegui para elaborar sus tesis sobre el potencial socialista
de los indígenas andinos, piedra medular de su proyecto nacional y socialista?
En el libro "EL MITO DEL SOCIALISMO

INDÍGENA EN MARIÁTEGUI" del historiador uruguayo Gerardo Leibner,


publicado por la PUCP en 1999, se trató de dilucidar dichas fuentes. Gerardo
Leibner nació en Montevideo, Uruguay, en 1965. En 1970 llegó a Israel junto
con sus padres, quienes dejaron el país durante la dictadura militar. Historiador
de la Universidad de Tel Aviv y especialista en Historia Latinoamericana
Moderna, empezó a investigar a Mariátegui debido a un interés personal
sumado al existente en ámbitos académicos internacionales por su obra. "Mi
inclinación desde un principio fue descifrar los contextos peruanos en los que
Mariátegui actuaba—afirma Leibner—, porque no acepto una historia

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intelectual desconectada de la historia social y cultural. Personalmente rechazo


el concepto de 'influencia' de ideas, prefiero referirme a la recepción
contextualizada de ideas y, por lo tanto, a su resignificación. O sea, lo sui
géneris en Mariátegui no era el cóctel original de ideas marxistas, sorelianas,
etc. que influyeron en su pensamiento, sino la forma en que las adaptó y usó
en los contextos peruanos".

"El Mito del Socialismo Indígena..." empieza por abordar los contactos que tuvo
con los indígenas andinos. "Las fuentes que mediaron entre Mariátegui y el
campesinado andino, el sector supuestamente más numeroso en los 20 y, por
lo tanto, indispensable en el proyecto de integración nacional y revolución
social que procuraba elaborar, fueron los entonces pujantes intelectuales
“mistis” en los centros urbanos andinos (Cusco, Puno, Jauja), publicaciones de
las primeras instituciones indigenistas oficiales creadas por Leguía, la
experiencia acumulada por anarco-sindicalistas y por delegados de la
Asociación Pro-Indígena en sus participaciones en conflictos campesinos, y sus
propios contactos con los mensajeros de comunidades que en los 20
participaron de los congresos en Lima del Comité Pro-Derecho Indígena
Tahuantinsuyu, entre otros".

A partir de este contexto puede tratar de entenderse cómo elaboró Mariátegui


su discurso. Para Leibner, "tenemos que considerar el eurocentrismo inevitable
de la intelectualidad criollo-mestiza que tuvo que abordar una realidad andina
compleja y peculiar con categorías de origen europeo. Aunque Mariátegui fue
consciente del problema y procuró superarlo otorgando nuevos significados a
conceptos o conceptualizando términos surgidos en el contexto andino, él no
inventó el mito del socialismo andino, sino que sintetizaba y reformuló ideas
existentes en el marco teórico de un marxismo heterodoxo y flexible,
encaminándolas en función de un proyecto de transformación nacional
utilizando una retórica muy atractiva. Creo que las claves de su pensamiento
residen en el diálogo, mediado por distancias culturales y atravesado por
malentendidos y resignificaciones, entre Mariátegui y sus fuentes andinas. Pero
a la vez él destaca precisamente por su capacidad para vislumbrar e imaginar
en base de la información que poseía un proyecto nacional y social
revolucionario. Ése es su gran mérito".

Apuntes autobiográficos de J. C. Mariátegui "Aunque soy un escritor muy poco


autobiográfico, le daré yo mismo algunos datos sumarios. Nací el 95. A los 14
años entré de alcanza rejones en periódico. hast 1919 trabajé en el diarismo,
primero en "La Prensa", luego en "El Tiempo", finalmente en "La Razón". En
esteúltimo diario patrocinarnos la reforma universitaria. Desde 1918, nauseado
de política criolla me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con
mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo

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finiseculares, en pleno apogeo. De fines de 1919 a mediados de 1923 viajé por


Europa. Residí más de dos años en Italia. donde desposé una mujer y algunas
ideas. Anduve por Francia, Alemania, Austria y otros países. Mi mujer y mi hijo
me impidieron llegar a Rusia. Desde Europa me concerté con algunos peruanos
para la acción socialista. Mis artículos de esa época señalan estas estaciones
de mi orientación socialista. A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes,
conferencias en la Federación de Estudiantes, en la Universidad Popular,
artículos, etc., expliqué la situación europea e inicíe mi trabajo de investigación
de la realidad nacional, conforme al método marxista. En 1924 estuve, como ya
lo he contado, a punto de perder la vida. Perdí una pierna y me quedé muy
delicado. Habría seguramente ya curado del todo con una existencia reposada.
Pero ni mi pobreza ni mi inquietud espiritual me lo consienten. No he publicado
más libros que el que Ud. conoce. Tengo listos dos y en proyecto otros dos. He
aquí mi vida en pocas palabras. No creo que valga la pena hacerla notoria;
pero no puedo rehusarle los datos que Ud. me pide. Me olvidaba: soy un
autodidacta. Me matriculé una vez en letras en Lima, pero con el solo interés
de seguir el curso de latín de un agustino erudito. Y en Europa frecuenté
algunos cursos libremente, pero sin decidirme nunca a perder mi carácter
extrauniversitario y tal vez, si hasta antiuniversitario. En 1925 la Federación de
Estudiantes me propuso a la Universidad como catedrático en la materia de mi
competencia; pero la mala voluntad del Rector y, seguramente, mi estado de
salud, frustraron esta iniciativa."

De la carta de fecha 10 de enero de 1927, enviada por José Carlos Mariátegui


al escritor Enrique Espinoza (Samuel Glusberg), director de la revista La Vida
Literaria, editada en Buenos Aires. Se publicó la carta en su número del mes de
mayo de 1930, en homenaje al recién fallecido Mariátegui.

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