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76001-23-31-000-1996-02184-01 (14157) Defensa Tecnica
76001-23-31-000-1996-02184-01 (14157) Defensa Tecnica
A lo largo del trámite judicial han ocurrido circunstancias, en relación con la parte
demandada, que es necesario esclarecer. La demanda fue dirigida contra la
empresa industrial y comercial del Estado denominada Empresa de Carbones de
Colombia -Ecocarbón-, pero en el trascurso del proceso la entidad se fusionó con
la empresa Minerales de Colombia SA -Mineralco SA-, surgiendo así la Empresa
Nacional Minera Ltda. -Minercol Ltda.- En concordancia con estos hechos,
durante el trámite del proceso se hizo presente Minercol Ltda. para que se le
reconociera personería al abogado que fue designado para el efecto, a lo cual
accedió el Magistrado Ponente, mediante providencia de mayo 24 de 2002. En
este orden de ideas, resulta que durante el trámite del proceso se presentó una
sucesión procesal, ocasionada por la fusión de dos entidades estatales en una
nueva. Para este tipo de eventos dispone el art. 60 del CPC -aplicable por
remisión al procedimiento contencioso administrativo-, que tratándose de personas
jurídicas, cuando se suprime una de las partes de un proceso o se fusiona con
otra empresa, la nueva persona jurídica sucederá en el litigio a la anterior. Como
en el presente caso esto fue lo que sucedió, entonces Minercol Ltda. es la parte
demandada del presente proceso.
Hoy en día resulta indiscutible que el derecho fundamental al debido proceso rige
en los procedimientos administrativos, gracias a que, en forma explícita, el artículo
29 de la Constitución Política estableció su plena aplicación. Para la historia
reciente del derecho público, este precepto ha significado un avance importante en
el contexto de las garantías individuales, aunque sería osado afirmar que, antes
de la CP. vigente, no hubiera existido procedimiento debido para la realización de
las actuaciones administrativas, pues se debe reconocer que ellas han estado
reguladas en la primera parte del Código Contencioso y en el art. 5 de la ley 58 de
1982, es decir, con bastante anterioridad a la expedición de la Carta Fundamental.
No obstante lo anterior, lo cierto es que el CCA no desarrolló -como tampoco lo
hicieron el común de las normas que establecieron procedimientos administrativas
especiales- toda la riqueza principialística que contiene el derecho fundamental al
debido proceso, pues dejó de lado buena parte de los derechos que lo integran y
la regulación se concentró, básicamente, en los siguientes aspectos: los principios
rectores de los procedimientos administrativos -art. 3 CCA-, el procedimiento
administrativo, el derecho de defensa y la impugnación de las decisiones;
quedando por fuera muchos otros que, si bien no fueron negados, tampoco fueron
afirmados. Tal es el caso de los derechos a la preexistencia de ley al acto que se
imputa y a las sanciones imponibles, el non bis in idem, la no reformatio in pejus,
el principio de la favorabilidad, entre otros. Por lo mismo, se debe reconocer que
los procedimientos administrativos han resultado no sólo enriquecidos por el
artículo 29 constitucional, sino también por el 209, el cual estableció, en el inciso
primero, que “La función administrativa está al servicio de los intereses generales
y se desarrolla con fundamento en los principios de igualdad, moralidad, eficacia,
economía, celeridad, imparcialidad y publicidad, mediante la descentralización, la
delegación y la desconcentración de funciones.” Este listado de principios
coincide, en buena parte, con el que, de antes, traía el artículo 3 del CCA, aunque
el mismo fue adicionado con dos principios más: el de igualdad y el de moralidad,
los cuales han agregado importantes significados a la forma como se adelantan
las actuaciones administrativas. Este dato, unido a la expresa consagración
constitucional del debido proceso, en asuntos administrativos, da cuenta de la
progresión continua de este derecho, en este campo, el cual siempre requirió y
demandó espacios más propicios para desarrollar la protección de los particulares,
porque resultaba injustificable que, en materia judicial se garantizara el derecho de
defensa, y todo lo que implica el debido proceso, mientras que, en materia
administrativa esta valiosa garantía no constituyera un derecho del interesado, o,
al menos, no con la claridad deseada. No obstante, es claro que el debido proceso
a que está sujeta la administración pública debe coexistir con la necesidad y la
obligación que tiene ésta de asegurar la eficiencia, la economía, la celeridad y la
eficacia en el cumplimiento de las tareas a su cargo para la satisfacción del interés
general, lo que obliga a hacer una ponderación adecuada entre todos ellos a fin de
lograr un perfecto y balanceado procedimiento debido.
CONSEJO DE ESTADO
SECCION TERCERA
I. ANTECEDENTES
4.2. Ecocarbón reiteró su defensa dentro del proceso -fls. 159 a 164, Cdno.
1-, e insistió en que el demandante no solicitó, con anticipación a la suscripción de
los subcontratos, la autorización para esos efectos, como lo exige el art. 22 del
Código de Minas, por lo que incurrió en la causal de multa prevista en la misma
ley.
II. CONSIDERACIONES.
Procede la Sala a dictar sentencia en este proceso, de única instancia, el
cual tiene como causa la imposición, por parte de Ecocarbón, de una sanción de
multa a la Sociedad Carboneras Elizondo Ltda.
De acuerdo con lo que expresaba el artículo 128, num. 11, del CCA 1, y lo
hace actualmente el mismo artículo 128, num. 6., “El Consejo de Estado, en Sala
de lo Contencioso Administrativo, conocerá privativamente y en única instancia:
(...) “11. De los que se promuevan sobre asuntos petroleros o mineros en que sea
parte la nación o una Entidad territorial o descentralizada, con excepción de las
controversias contractuales, de reparación directa y las de nulidad y
restablecimiento del derecho que versen sobre impuestos, contribuciones y
regalías, que seguirán las reglas generales.”
1
Esta norma, modificada por la ley 446 de 1998, disponía que “El Consejo de Estado, en
Sala de lo Contencioso Administrativo, conocerá privativamente y en única instancia: (...)
“11. De los que se promuevan sobre asuntos petroleros o mineros en que sea parte la
nación o Entidad territorial o descentralizada”
La demanda fue dirigida contra la empresa industrial y comercial del
Estado denominada Empresa de Carbones de Colombia -Ecocarbón-, pero en el
trascurso del proceso la entidad se fusionó con la empresa Minerales de Colombia
SA -Mineralco SA-2, surgiendo así la Empresa Nacional Minera Ltda. -Minercol
Ltda.-
Como en el presente caso esto fue lo que sucedió, entonces Minercol Ltda.
es la parte demandada del presente proceso.
2
Esto consta en el certificado de existencia y representación legal que obra a folios 188
a 194 del Cdno. 1.
3
Dice el art. 60 del CPC que “Sucesión procesal. Fallecido un litigante o declarado
ausente o en interdicción, el proceso continuará con el cónyuge, el albacea con tenencia de
bienes, los herederos, o el correspondiente curador.
“El adquirente a cualquier título de la cosa o del derecho litigioso, podrá intervenir como
litisconsorte del anterior titular. También podrá sustituirlo en el proceso, siempre que la parte
contraria lo acepte expresamente.
“Las controversias que se susciten con ocasión del ejercicio del derecho consagrado en el
artículo 1971 del Código Civil, se decidirán como incidentes.” (Negrillas fuera de texto)
Para la Sala, en atención a que este debate gira en torno de la garantía del
derecho fundamental al debido proceso, en la imposición de sanciones
administrativas, es necesario hacer algunas precisiones atinentes a la misma, en
el contexto de los procedimientos administrativos, lo cual arrojará los elementos
necesarios para ser aplicados, a continuación, al caso concreto.
Dice el art. 29 que “El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones
judiciales y administrativas.
“Nadie podrá ser juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa, ante juez
o tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas propias de cada juicio.
“En materia penal, la ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se aplicará de
preferencia a la restrictiva o desfavorable.
“Es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso.” (Negrillas
fuera de texto)
5
No obstante, recuérdese que según el art. 1 del CCA –cuya expedición data de 1984-, la
primera parte del mismo aplica a falta de ley especial que regule los procedimientos
administrativos.
CCA6-, el procedimiento administrativo, el derecho de defensa y la impugnación de
las decisiones; quedando por fuera muchos otros que, si bien no fueron negados,
tampoco fueron afirmados. Tal es el caso de los derechos a la preexistencia de
ley al acto que se imputa y a las sanciones imponibles, el non bis in idem, la no
reformatio in pejus, el principio de la favorabilidad, entre otros.
Lo anterior explica por qué, pese a que nuestro CCA reguló de modo
general, los procedimientos administrativos, la administración -en algunas épocas
y en determinados casos- impuso sanciones de plano, es decir, sin fórmula de
juicio, y, en todo caso, se limitó a la observancia de aquellos derechos
contemplados expresamente en el CCA, olvidando otros que, si bien no explicita
dicho código, integran, sin duda, la aludida garantía.
En este sentido debe destacarse -como lo señala Juli Ponce Solé- que el
debido proceso, aplicado a la administración, garantiza dos cosas. De un lado, la
administración queda mejor equipada para adoptar decisiones administrativas,
pues “... facilita a priori la investigación y toma en consideración los datos e
intereses relativos a un caso concreto... a fin de proceder a la ponderación para la
adopción de las futuras decisiones adecuadas en su servicio de interés
general...”9. De otro lado, contribuye a la legitimación de la administración pública,
pues en el modelo de estado actual ya no basta el qué o el cuánto de las cosas,
sino el cómo de ellas, lo cual se garantiza con el procedimiento administrativo
debido, es decir “... con un reforzamiento de la racionalidad procedimental: el
procedimiento administrativo permite el análisis de los intereses envueltos en el
caso concreto y la elaboración de razones que fundamentan la decisión final...” 10.
Tal es el caso del derecho al habeas corpus -art 30–, del derecho a la apelación de las
sentencias y a la no reformatio in pejus –art. 31-, el derecho a no declarar contra sí mismo ni
contra sus parientes –art. 33-, el derecho de acceso a la administración de justicia –art. 229-,
entre otros, los cuales, sin duda alguna, hacen parte del núcleo central del debido proceso.
administrativos, o si algunos de ellos no tienen espacio de aplicación en dicho
contexto.
A esa preocupación se agrega aquélla que indaga por la forma como tales
derechos pueden regir, en materia administrativa.
En principio, todos los derechos que integran el debido proceso deben ser
aplicables en materia administrativa, porque el mandato constitucional quiso
extender, sin distinciones, este haz de garantías al campo administrativo. Esta
idea no es más que la aplicación del principio del efecto útil en la interpretación de
las normas, a la vez que una forma de realizar el mandato constitucional de
manera efectiva.
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En este sentido, el debido proceso no es más que una sumatoria de los derechos que lo
integran, sin los cuales él mismo carecería de sentido y contenido.
presuma la inocencia, la posibilidad de controvertir las pruebas y que se tome por
nula la obtenida con violación del debido proceso, el derecho a la defensa, la
posibilidad de impugnar la decisión condenatoria, el derecho a no ser juzgado dos
veces por el mismo hecho, el principio de la favorabilidad y el derecho a que no se
agrave la sanción impuesta cuando el apelante sea único.
Sobre este tema dice Alejandro Nieto García, criticando ese proceso de
deterioro que ha sufrido el principio de legalidad en materia sancionatoria
administrativa, que “En este proceso el primer paso hacia atrás está constituido
materialmente por la sustitución del principio de legalidad por el principio de la
antijuridicidad, es decir, por la previsión de los ilícitos y sus sanciones en una
norma de cualquier rango y no necesariamente en una ley formal. Este proceso
no ha sido, desde luego, una concesión ideológica al pasado, sino, pura y
simplemente, una imposición de la realidad, dado que es físicamente imposible
realizar una tipificación exhaustiva por medio de leyes. Ante esta situación
inevitable y constatable, el dogma ha tenido que ceder y relajarse en
formulaciones teóricas más o menos ingeniosas -como la de la ‘colaboración’
reglamentaria-, pero que no puede disimular el hecho descarnado de que el
13
Tal es el caso de las faltas y las sanciones aplicables a los estudiantes en los
establecimientos educativos, en cuyo caso se admite que los reglamentos definan estos
aspectos.
principio de legalidad no supone la regulación exclusiva y excluyente del derecho
administrativo sancionador a través de la ley. Forzoso es reconocer, con todo, que
este retroceso, que esta aproximación del dogma a la realidad, ha tenido lugar con
una resistencia poco menos que heroica y guardando en lo posible las garantías
de la legalidad... pero a nadie se le escapa que, una vez abierto el portillo, resulta
prácticamente imposible evitar que por él se cuele lo tolerable lo intolerable...” 15
3. El caso concreto.
15
Derecho Administrativo Sancionador. Ed. Tecnos. Madrid. Segunda edición. 1994.
Pág. 203.
que el actor considera violado este derecho fundamental con la imposición de la
multa, por parte de Ecocarbón.
Mediante auto No. 2-94-95 -fl. 54-, Ecocarbón ordenó una visita a las
oficinas de Carboneras Elizondo Ltda., para verificar que en la nómina de la
sociedad figuraran dichos empleados.
Con fundamento en las pruebas que obran en el proceso, y las normas que
regulan el tema, considera la Sala que la pretensión de nulidad y restablecimiento
del derecho que se expresa en la demanda no puede prosperar, por las razones
que se pasan a exponer.
De manera que, como los hechos y la sanción a que dieron lugar los
mismos, se presentaron en vigencia de aquél Decreto, entonces a él se debe
reducir el presente análisis.
16
Este decreto ha sido derogado por la Ley 685 de 2001 “Por la cual se expide el Código
de Minas y se dictan otras disposiciones.”
Según esta norma, resulta suficientemente claro que la subcontratación de
la explotación de una mina requiere, por parte del titular de la licencia de
exploración, autorización previa del Ministerio de Minas y Energía.
Por tanto, es claro que dicho acto tiene como finalidad poner en
conocimiento la iniciación de una actuación administrativa, y garantizar el derecho
de defensa del afectado, a fin de que pueda explicar la conducta que investiga el
Estado.
Encuentra la Sala que la sugerencia que hace el actor se deriva del artículo
77 del mismo Código, el cual establece:
FALLA