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17/04/13 liberalismo.

org: Sobre la Producción de Seguridad

Sobre la Producción de Seguridad


Por Gustave de Molinari
Traducido por Gabriel Calzada

Publicado originalmente en Journal de s Économ iste s, el 15 de febrero de 1849.

Ex iste n dos m ane ras de conside rar la socie dad. De acue rdo con unos, la form ación de las dife re nte s
asociacione s hum anas no e stá re gida por le ye s provide nciale s e inm utable s. Estas asociacione s,
organizadas originariam e nte de un m odo puram e nte artificial por los le gisladore s prim itivos, pue de n se r,
e n conse cue ncia, m odificadas o re he chas por otros le gisladore s, a m e dida que la ciencia social progre sa.
En e ste siste m a e l gobie rno jue ga un pape l prim ordial porque e s al gobie rno, de positario de l principio de
autoridad, a quie n incum be la tare a diaria de m odificar y re hace r la socie dad.

Por e l contrario, de acue rdo con los otros, la socie dad e s un he cho puram e nte natural; com o la tie rra
sobre la que se soporta, la socie dad se m ue ve e n virtud de le ye s ge ne rale s y pre e x iste nte s. En e ste
siste m a, no e x iste tal cosa, propiam e nte hablando, com o la cie ncia social; no e x iste m ás que una cie ncia
e conóm ica que e studia e l organism o natural de la socie dad y que m ue stra com o funciona dicho
organism o.

Así pue s, nos propone m os e x am inar, de acue rdo con e ste últim o siste m a, cuál e s la función y
organización natural de l gobie rno.

I.

C on e l fin de de finir y de lim itar bie n la función de l gobie rno, he m os de inve stigar, ante s que nada, la
e se ncia y e l obje to de la socie dad m ism a.

¿A qué im pulso natural obe de ce n los hom bre s cuando se re úne n e n socie dad? O be de ce n al im pulso o,
para se r m ás e x actos, al instinto de la sociabilidad. La raza hum ana e s e se ncialm e nte sociable. Los
hom bre s son inducidos por e l instinto de vivir e n socie dad.

¿C uál e s la razón de ser de e ste instinto?

El hom bre e x pe rim e nta una m ultitud de ne ce sidade s, de cuyas satisfaccione s de pe nde n sus goce s y de
cuyas insatisfaccione s se de rivan sus sufrim ie ntos. Ahora bie n, e ncontrándose solo o aislado, e l hom bre
únicam e nte pue de prove e rse de e sas ne ce sidade s, que le atorm e ntan sin ce sar, de un m odo incom ple to
e insuficie nte . El instinto de la sociabilidad le ace rca a sus se m e jante s y le e m puja a pone rse e n
com unicación con e llos. Entonce s, los individuos se aprox im an im pe lidos por e l propio interés,
e stable cié ndose cie rta división del trabajo ne ce sariam e nte se guida por intercambios; e n bre ve , ve m os surgir
una organización m e diante la cual e l hom bre pue de satisface r sus ne ce sidade s de form a m ucho m ás
com ple ta de lo que podría vivie ndo aislado.

Esta organización natural se llam a la sociedad.

El obje to de la socie dad e s, por lo tanto, la m ás com ple ta satisfacción de las ne ce sidade s de l hom bre , y
los m e dios para su conse cución son la división de l trabajo y e l inte rcam bio.

Entre las ne ce sidade s de l hom bre e x iste un tipo particular que jue ga un pape l inm e nso e n la historia de la
hum anidad: la ne ce sidad de se guridad.

¿En qué consiste e sta ne ce sidad?

Ya se a que vivan aislados, ya e n socie dad, los hom bre s e stán inte re sados, ante todo, e n pre se rvar su
e x iste ncia y los frutos de su trabajo. Si e l se ntim ie nto de justicia e stuvie se unive rsalm e nte e x te ndido
sobre la faz de la tie rra; si, e n conse cue ncia, cada hom bre se lim itase a trabajar y a inte rcam biar los
frutos de su trabajo, sin de se ar ate ntar contra la vida de otros hom bre s o apode rarse , a travé s de la
viole ncia o de l fraude , de l producto de l trabajo de otros hom bre s; si, e n una palabra, cada cual
e x pe rim e ntase un horror instintivo hacia los actos que dañase n a otros, la se guridad e x istiría con toda
ce rte za de form a natural sobre la tie rra, y no se ría ne ce saria ninguna institución artificial para fundarla. Por
de sgracia, no e s así com o son las cosas. El se ntido de la justicia pare ce se r e l atributo e x ce pcional de tan
sólo unos pocos se re s e le vados y e x ce pcionale s. Entre las razas infe riore s no e x iste m as que e n un
e stado rudim e ntario. De ahí los innum e rable s ataque s lle vados a cabo, ya de sde e l orige n de l m undo,
de sde los tie m pos de C aín y de Abe l, contra la vida y la propie dad de las pe rsonas.

De ahí tam bié n la fundación de organism os que tie ne n com o obje to garantizar a cada cual la pose sión
pacífica de su pe rsona y de sus bie ne s.

Estos organism os han re cibido e l nom bre de gobiernos.


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En todas parte s, incluso e ntre las tribus m e nos ilustradas, uno e ncue ntra un gobie rno. Tan ge ne ral y
urge nte e s la ne ce sidad de se guridad que prove e .

Por todas parte s, los hom bre s se re signan a los sacrificios m ás duros ante s que re nunciar a un gobie rno, y
por e nde a la se guridad, sin que nadie pue da de cir que , al actuar de e sta form a, hayan calculado m al.

Supongam os, e n e fe cto, que un hom bre se e ncue ntra ince sante m e nte am e nazado e n su pe rsona y e n
sus m e dios de subsiste ncia. ¿No se rá su prim e ra y m ás constante pre ocupación prote ge rse de los pe ligros
que le rode an? Esta pre ocupación, e ste e sm e ro y e ste trabajo absorbe rán ne ce sariam e nte la m ayor parte
de su tie m po, así com o las facultade s m ás e ne rgé ticas y activas de su inte lige ncia. En conse cue ncia, no
podrá de dicar m ás que e sfue rzos insuficie nte s y pre carios, y una ate nción fatigada, a la satisfacción de
sus otras ne ce sidade s.

Incluso si e ste hom bre fue se obligado a re nunciar a una porción m uy conside rable de su tie m po y de su
trabajo e n favor de alguie n que se e ncargase de garantizarle la pose sión pacífica de su pe rsona y de sus
bie ne s, ¿no le supondría aún una ganancia ce rrar e sta transacción?

C on todo, nada re dundaría de m ane ra m ás obvia e n su propio inte ré s que procurarse su seguridad al
m e nor pre cio posible .

II.

Si hay una ve rdad bie n e stable cida e n e conom ía política, e s e sta:


Que en todos los casos, y para todos los bienes que sirven para satisfacer las necesidades materiales o
inmateriales del consumidor, el interés del consumidor consiste en que el trabajo y el intercambio permanezcan
libres, porque la libertad de trabajo y de intercambio tienen como resultado necesario y permanente la máxima
reducción del precio de las cosas.

Y e sta:
Que el interés del consumidor de cualquier bien debe prevalecer siempre sobre el interés del productor.

Ahora bie n, siguie ndo e stos principios, lle gam os a e sta rigurosa conclusión:

Que la producción de la seguridad debe, por el interés de los consumidores de este bien inmaterial, permanecer
sometido a la ley de la libre competencia.

De donde re sulta:

Que ningún gobierno debe tener el derecho de impedir a otro gobierno entrar en competencia con él, o de obligar a
los consumidores de seguridad a dirigirse exclusivamente a él para obtener este servicio.

Sin e m bargo, de bo de cir que , hasta e l pre se nte , se ha re troce dido ante e stas rigurosas conse cue ncias que
re sultan de l principio de la libre com pe te ncia.

Uno de los e conom istas que m ás le jos ha lle vado la aplicación de l principio de la libe rtad, e l Sr. C harle s
Dunoye r, pie nsa "que las funcione s de l gobie rno jam ás podrán cae r bajo e l dom inio de la actividad
privada[1]".

Así pue s, he aquí una clara y e vide nte e x ce pción aducida al principio de la libre com pe te ncia.

Esta e x ce pción e s tanto m ás de stacable cuanto que e s única.

Sin duda, pue de n e ncontrarse e conom istas que e stable zcan e x ce pcione s m ás num e rosas a e ste principio;
pe ro pode m os afirm ar atre vidam e nte que e stos no son e conom istas puros. Ge ne ralm e nte los ve rdade ros
e conom istas e stán de acue rdo e n afirm ar, por una parte , que e l gobie rno de be lim itarse a garantizar la
se guridad de los ciudadanos y, por otra, que la libe rtad de trabajo y de inte rcam bio de be se r, para todo lo
de m ás, e nte ra y absoluta.

¿Pe ro cuál e s la razón de se r de la e x ce pción re lativa a la se guridad? ¿Por qué razón e spe cial la
producción de la se guridad no pue de se r confiada a la libre com pe te ncia? ¿Por qué de be se r som e tida a
otro principio y organizada e n virtud de otro siste m a?

Sobre e ste punto, los m ae stros de la cie ncia se callan, y e l Sr. Dunoye r, quie n ha he cho claro hincapié e n
e sta e x ce pción, no inve stiga los m otivos sobre los que se apoya.

III.

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En conse cue ncia, lle gam os a pre guntarnos si e sta e x ce pción e stá bie n fundada, y si acaso pue da e starlo a
los ojos de un e conom ista.

R e pugna a la razón cre e r que una le y natural bie n de m ostrada pue da adm itir e x ce pción alguna. Una le y
natural e s válida e n todo m om e nto y e n todo lugar, o no e s tal le y. No cre o, por e je m plo, que la le y
unive rsal de la grave dad, que rige e l m undo físico, se e ncue ntre suspe ndida e n ningún m om e nto ni e n
ningún lugar de l unive rso. Ahora bie n, conside ro a las le ye s e conóm icas com o le ye s naturale s, y te ngo
tanta fe e n e l principio de la división, de la libe rtad de trabajo y de l inte rcam bio com o la que pue do te ne r
e n la le y de la gravitación unive rsal. Por consiguie nte , pie nso que si bie n e ste principio pue de sufrir
perturbaciones, no adm ite e n cam bio ninguna e x ce pción.

Pe ro, si e sto e s así, la producción de se guridad no de be se r apartada de la le y de la libre com pe te ncia; y,


si lo e s, la socie dad e nte ra sufre un daño.

O bie n e sto e s lógico y cie rto, o los principios sobre los que se fundam e nta la cie ncia e conóm ica no son
principios.

IV.

Así pue s, ha sido de m ostrado a priori, para aque llos de nosotros que te ne m os fe e n los principios de la
cie ncia e conóm ica, que la e x ce pción se ñalada m ás arriba no tie ne razón de se r, y que la producción de la
se guridad, al igual que cualquie r otra, de be e star som e tida a la le y de la libre com pe te ncia.

Adquirida e sta convicción, ¿qué nos re sta por hace r? Nos que da por indagar cóm o ha lle gado a suce de r
que la producción de se guridad no e sté som e tida a la le y de la libre com pe te ncia, y cóm o ha lle gado a
suce de r que se halle som e tida a principios dife re nte s.

¿C uále s son e stos principios?

Aque llos de l monopolio y de l comunismo.

No e x iste , e n e l m undo e nte ro, una sola organización de la industria de la se guridad, ni un solo gobie rno,
que no e sté basado e n e l m onopolio o e n e l com unism o.

A e ste re spe cto hare m os, de pasada, una sim ple obse rvación.

¿No se ría e x traño y e x orbitante que la e conom ía política ace ptase e n la industria de la se guridad e l
m onopolio y e l com unism o m ie ntras que los re prue ba por igual e n las dive rsas ram as de las actividade s
hum anas donde las ha visto hasta e l pre se nte ?

V.

Ex am ine m os ahora cóm o e s que todos los gobie rnos conocidos e stán som e tidos a la le y de l m onopolio u
organizados e n virtud de l principio com unista.

Indague m os prim e ro que e s lo que se e ntie nde por m onopolio y por com unism o.

Es una ve rdad obse rvable que m ie ntras m ás urge nte s y ne ce sarias son las ne ce sidade s de l hom bre , m ás
conside rable s son los sacrificios que e stará dispue sto a im pone rse para satisface rlos. Ahora bie n, e x iste n
cosas que se e ncue ntran e n abundancia e n la naturale za y cuya producción no e x ige m ás que un lige ro
trabajo, pe ro que , sirvie ndo para apaciguar e sas ne ce sidade s urge nte s pue de n, e n conse cue ncia, adquirir
un valor fue ra de toda proporción e n re lación con su valor natural. Tom are m os la sal com o e je m plo.
Supongam os que un hom bre o una asociación de hom bre s lograse n adjudicarse e n e x clusiva la producción
y la ve nta de la sal. En e se caso e s e vide nte que e se hom bre o e sa asociación podrán e le var e l pre cio de
e ste gé ne ro m uy por e ncim a de su valor; m uy por e ncim a de l pre cio que te ndría bajo e l ré gim e n de la
libre com pe te ncia.

Uno diría e ntonce s que e ste hom bre o e sta asociación de hom bre s pose e un m onopolio, y que e l pre cio
de la sal e s un pre cio de m onopolio.

Pe ro e s e vide nte que los consum idore s, de ningún m odo, conse ntirán libre m e nte e n pagar la abusiva
sobre tasa de l m onopolio; se rá ne ce sario obligarle s a pagarla y, para e llo, se rá pre ciso e m ple ar la fue rza.

Todo m onopolio se am para ne ce sariam e nte e n la fue rza.

De sde e l m om e nto e n que los m onopolistas de je n de se r m ás fue rte s que los consum idore s por e llos
e x plotados, ¿qué suce de rá?

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El m onopolio sie m pre acaba por de sapare ce r, ya se a de m ane ra viole nta, o com o re sultado de una
transacción am igable . Y e n e se m om e nto, ¿qué pondre m os e n su lugar?

Si los suble vados e insurge nte s consum idore s se apode ran de los m e dios de producción de la industria de
la sal, confiscarán con toda probabilidad la industria para su be ne ficio, y su prim e r pe nsam ie nto no se rá
confiarlo a la libre com pe te ncia sino, m as bie n, e x plotarlo en común por su propia cue nta.

Nom brarán e n conse cue ncia un dire ctor o un com ité dire ctivo para la e x plotación de las salinas a quie n
asignarán los fondos ne ce sarios para ate nde r los coste s de la producción de sal. De spué s, pue sto que la
e x pe rie ncia de l pasado le s habrá vue lto re ce losos y de sconfiados, pue sto que te m e rán que e l dire ctor
nom brado por e llos se que de con la producción para su propio be ne ficio, y sim ple m e nte re constituya, de
m ane ra abie rta o ce rrada, e l vie jo m onopolio para su be ne ficio particular, e le girán de le gados,
re pre se ntante s e ncargados de aprobar los fondos ne ce sarios para los coste s de la producción, de vigilar e l
e m ple o que de e llos se hace , y de controlar que la sal producida se a re partida por igual e ntre todos los
que tie ne n de re cho. Así e s com o se organizará la producción de la sal.

Esta form a de organizar la producción re cibe e l nom bre de com unism o.

C uando e sta organización se aplica únicam e nte a un solo bie n, se dice que e l com unism o e s parcial.

C uando se aplica a todos los bie ne s, se dice que e l com unism o e s com ple to.

Pe ro, tanto si e l com unism o e s parcial com o si e s com ple to, la e conom ía política no lo adm ite m ás que al
m onopolio, de l que no e s m ás que una e x te nsión.

VI.

¿No e s lo que se acaba de de cir ace rca de la sal visible m e nte aplicable a la se guridad? ¿No e s e sta la
historia de todas las m onarquías y de todas las re públicas?

En todas parte s, la producción de se guridad com e nzó organizándose com o m onopolio, y e n todas parte s
tie nde , hoy e n día, a organizarse de m ane ra com unista.

He aquí e l porqué .

De e ntre todos los bie ne s m ate riale s o inm ate riale s ne ce sarios para e l hom bre , ninguno, con la posible
e x ce pción de l trigo, e s m ás indispe nsable y pue de , e n conse cue ncia, soportar una tasa de m onopolio m ás
alta.

Tam poco pue de ningún bie n cae r con tanta facilidad e n e l m onopolio.

¿C uál e s, e n re alidad, la situación de la pe rsona que ne ce sita se guridad? La de bilidad. ¿C uál e s la


situación de aque llos que se com prom e te n a prove e rle s la se guridad ne ce saria? La fue rza. Si fue se de
otra form a, si los consum idore s de se guridad fue ran m ás fue rte s que los productore s, e s e vide nte que
pre scindirían de su aux ilio.

Pe ro, si los productore s de se guridad son, e n su orige n, m ás fue rte s que los consum idore s, ¿no se ría
se ncillo para aque llos im pone r un ré gim e n de m onopolio a e stos últim os? Por todas parte s se ve que e n
e l orige n de las socie dade s, las razas m ás fue rte s y gue rre ras se atribuye n e l gobie rno e x clusivo de las
socie dade s; por todas parte s se ve a e stas razas atribuirse , sobre una circunscripción m ás o m e nos
e x te nsa, e n función de su núm e ro y de su fue rza, e l m onopolio de la se guridad.

Y pue sto que e ste m onopolio, por su propia naturale za, e s e x traordinariam e nte re ntable , ve m os tam bié n
por todas parte s a las razas inve stidas con e l m onopolio de la se guridad librar luchas e ncarnizadas con e l
fin de aum e ntar la extensión de su mercado, e l núm e ro de sus consum idore s forzosos y, por lo tanto, la
cuantía de sus be ne ficios.

La gue rra ha sido la conse cue ncia ne ce saria e ine vitable de l e stable cim ie nto de l m onopolio de la
se guridad.

C om o otra conse cue ncia ine vitable de lo ante rior, e ste m onopolio te nía que e nge ndrar todos los de m ás.

Al e x am inar de ce rca la situación de los m onopolistas de la se guridad, los productore s de otros bie ne s no
podían de jar de re conoce r que nada hay e n e l m undo m ás ve ntajoso que e l m onopolio. En conse cue ncia,
de bían que dar te ntados por su parte de aum e ntar los be ne ficios de sus industrias a travé s de los m ism os
proce dim ie ntos. Pe ro, ¿qué le s hacía falta para acaparar, e n de trim e nto de los consum idore s, e l
m onopolio de l bie n que producían? Le s hacía falta la fue rza. Ahora bie n, no pose ían e sa fue rza, ne ce saria
para re prim ir la re siste ncia de los consum idore s e n cue stión. ¿Q ué fue lo que hicie ron? La tom aron
pre stada, a cam bio de pagos, de quie ne s la pose ían. Solicitaron, y obtuvie ron, e l privile gio e x clusivo de

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e je rce r su industria de ntro de los lím ite s de de te rm inada circunscripción al pre cio de cie rtas
contrapre stacione s.

Dado que la concesión de e stos privile gios re portaba una bue na sum a de dine ro a los productore s de
se guridad, m uy pronto e l m undo se cubrió de m onopolios. El trabajo y e l inte rcam bio fue ron e storbados y
e ncade nados por todas parte s y, com o re sultado, la situación de las m asas pe rm ane ció e n la m ayor de
las m ise rias.

Sin e m bargo, tras largos siglos de sufrim ie nto, a m e dida que la ilustración se fue e x te ndie ndo poco a
poco por e l m undo, las m asas, a las que asfix iaba e sa re d de privile gios, com e nzaron a re accionar contra
los privile giados y a de m andar la libe rtad, e s de cir, la supre sión de los m onopolios.

Se produje ron e ntonce s num e rosas ne gociacione s. ¿Q ué pasó, por e je m plo, e n Inglate rra? En un orige n,
la raza que gobe rnaba e l país y que e staba organizada com o asociación (la fe udalidad), a la cabe za de la
cual se e ncontraba un dire ctor he re ditario (e l re y) y un conse jo de adm inistración igualm e nte he re ditario
(la C ám ara de los Lore s), que fijaba e l pre cio de la se guridad, sobre la que te nían e l m onopolio, a la tasa
que le s convinie se e stable ce r. Entre los productore s de se guridad y los consum idore s no había ninguna
ne gociación. Este e ra e l ré gim e n de l despotismo. Pe ro, con e l paso de l tie m po, los consum idore s, habie ndo
adquirido concie ncia de su núm e ro y de su fue rza, se suble varon contra e l ré gim e n de la pura
arbitrarie dad y lograron ne gociar con los productore s e l pre cio de l bie n. A e ste e fe cto, de signaron a los
de le gados que se re unían e n la Cámara de los Comunes para discutir la cuota de los impuestos, e s de cir, e l
pre cio de la se guridad. Así lograron e star m e nos oprim idos. Sin e m bargo, dado que los m ie m bros de la
C ám ara de los C om une s e ran nom brados bajo la influe ncia dire cta de los productore s de se guridad, la
ne gociación no e ra auté ntica, y e l pre cio de l bie n pe rm ane cía por e ncim a de su valor natural. Un día, los
consum idore s e x plotados de e sta form a se insurre ccionaron contra los productore s y los de spose ye ron de
su industria. Entonce s e m pre ndie ron por su cue nta la ge stión de e sta industria y e ligie ron para e ste fin a
un dire ctor de e x plotación asistido por un conse jo. Así fue com o e l com unism o sustituyó al m onopolio.
Pe ro la fórm ula no tuvo é x ito y, ve inte años m ás tarde , e l prim itivo m onopolio fue re e stable cido. Sólo que
e sta ve z los m onopolistas tuvie ron lo suficie nte e l bue n juicio de no re staurar e l ré gim e n de l de spotism o;
ace ptaron la libre ne gociación sobre e l im pue sto, ponie ndo no obstante e l e sm e ro de corrom pe r sin ce sar
a los de le gados de los partidos adve rsarios. Pusie ron a disposición de e stos de le gados dive rsos cargos de
la adm inistración de se guridad y lle garon incluso al e x tre m o de adm itir a los m ás influye nte s e n e l se no
de su conse jo supe rior. Y e s se guro que nada pudo se r m ás hábil que una conducta com o e sta. Sin
e m bargo, los consum idore s de se guridad te rm inaron por darse cue nta de e stos abusos y e x igie ron la
re form a de l Parlam e nto. Largo tie m po re chazada, la re form a fue al fin conquistada y, de sde e ntonce s, los
consum idore s han logrado un notable alige ram ie nto de sus cargas.

Asim ism o, e n Francia, e l m onopolio de la se guridad, de spué s de habe r e x pe rim e ntado fre cue nte s
vicisitude s y sufrido m odificacione s dive rsas, acaba de se r de rrum bado por se gunda ve z. C om o antaño
ocurrie ra e n Inglate rra, e l m onopolio, e je rcido prim e ro para e l be ne ficio de una casta y lue go e n nom bre
de una cie rta clase social, ha sido finalm e nte sustituido por la producción e n com ún. La totalidad de los
consum idore s, conside rados com o accionistas, de signaron para un cie rto pe ríodo a un cargo de dire ctor de
la e x plotación y a una asam ble a e ncargada de controlar los actos de l dire ctor y de su adm inistración.

Nos conte ntam os con re alizar una sim ple obse rvación ace rca de e ste nue vo ré gim e n.

De l m ism o m odo que e l m onopolio de la se guridad de bía e nge ndrar por lógica todos los de m ás
m onopolios, e l com unism o de la se guridad de be lógicam e nte e nge ndrar todos los de m ás com unism os.

En e fe cto, sólo una de las dos cosas pue de se r cie rta:

O bie n la producción com unista e s supe rior a la producción libre , o no lo e s.

Si lo e s, no lo e s sólo para la se guridad, sino para todas las cosas.

Si no lo e s, e l progreso consistirá ine vitable m e nte e n re e m plazarlo por la producción libre .

C om unism o total o libe rtad total, ¡he ahí la alte rnativa!

VII.

Pe ro, ¿pue de conce birse que la producción de se guridad se a organizada de otra m ane ra que com o
m onopolio o de form a com unista? ¿Pue de conce birse que se a de jada a la libre com pe te ncia?

A e sta cue stión, los llam ados e scritore s políticos re sponde n de form a unánim e : No.

¿Por qué ? Nosotros lo dire m os.

Porque e sos autore s, que se ocupan e spe cialm e nte de l gobie rno, no e ntie nde n la socie dad; porque la

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conside ran com o una obra ficticia, y cre e n que e s la m isión de l gobie rno m odificarla y re hace rla
ince sante m e nte .

Ahora bie n, para m odificar o re hace r la socie dad, e s ne ce sario e star provisto de una autoridad supe rior a
aque lla de los dife re nte s individuos de la que se com pone .

Los gobie rnos m onopolistas afirm an habe r obte nido e sa autoridad, que le s otorga e l de re cho de m odificar
o de re hace r la socie dad a su antojo, y de dispone r com o bie n le s pare zca de las pe rsonas y de las
propie dade s, de Dios m ism o; los gobie rnos com unistas, afirm an habe r obte nido e sa m ism a autoridad de
la razón hum ana, tal y com o se m anifie sta a travé s de la m ayoría de l pue blo sobe rano.

¿Pe ro, pose e n ve rdade ram e nte los gobie rnos m onopolistas y los gobie rnos com unistas e sa autoridad
supe rior e irre sistible ? ¿Tie ne n e n re alidad una autoridad supe rior a la que podrían te ne r los gobie rnos
libre s? Esto e s lo que im porta e x am inar.

VIII.

Si fue se ve rdad que la socie dad no se e ncontrase organizada de forma natural; si fue se ve rdad que las
le ye s e n virtud de las cuale s se m ue ve tuvie ran que se r ince sante m e nte m odificadas o re he chas, los
legisladores pre cisarían por ne ce sidad de una autoridad inm utable y sagrada. C om o continuadore s de la
Provide ncia e n la tie rra, de be rían se r re spe tados casi igual que Dios. ¿Si fue se de otro m odo, no le s se ría
im posible cum plir su m isión? En e fe cto, uno no pue de inte rve nir sobre los asuntos hum anos, uno no
pue de tratar de dirigirlos y re gularlos sin ofe nde r diariam e nte a una m ultitud de inte re se s. A m e nos que
los de positarios de l pode r se an conside rados com o pe rte ne cie nte s a una e se ncia supe rior o e ncargados
de una m isión provide ncial, los inte re se s le sionados re sistirán.

De ahí la ficción de l de re cho divino.

Esta ficción e ra con ce rte za la m e jor que uno pue da im aginar. Si logras conve nce r al vulgo de que e l
m ism o Dios ha e le gido a cie rtos hom bre s o a cie rtas razas para conce de r le ye s a la socie dad y gobe rnarla,
e s e vide nte que nadie soñará siquie ra con re be larse contra aque llos e le gidos por la Provide ncia, y todo lo
que e l gobie rno haga, bie n he cho e stará. Un gobie rno basado e n e l de re cho divino e s im pe re ce de ro.

Sólo con una condición: que se cre a e n e l de re cho divino.

En e fe cto, si uno se atre vie se a pe nsar que los caudillos de l pue blo no re cibe n dire ctam e nte su inspiración
de la Provide ncia, que obe de ce n a im pulsos puram e nte hum anos, e l pre stigio que le s rode a
de sapare ce ría, y la re siste ncia a sus de cisione s sobe ranas se rá irre ve rsible , de l m ism o m odo que se
re siste a todo lo que vie ne de l hom bre a m e nos que su utilidad se a claram e nte de m ostrada.

Tam bié n e s curioso ve r con qué e sm e ro los te óricos de l de re cho divino se e sfue rzan por e stable ce r la
sobrehumanidad de las razas e n pose sión de l gobie rno de los hom bre s.

Escuche m os, por e je m plo, a M. Jose ph de Maistre :

"El hom bre no pue de hace r sobe ranos. Todo lo m ás, pue de se rvir de instrum e nto para de spose e r a un
sobe rano y e ntre gar su Estado a otro que ya se a príncipe . Por lo de m ás, jam ás ha e x istido una fam ilia
sobe rana a la que se le pudie se ide ntificar con un orige n ple be yo. Si e se fe nóm e no suce die se , m arcaría
una nue va é poca e n e l m undo.

[...] Está e scrito: Yo soy quien hace a los soberanos. Esta no e s e n absoluto una frase de igle sia, una
m e táfora de pre dicador; e s la ve rdad lite ral, sim ple y palpable . Es una le y de l m undo político. Dios hace a
los re ye s, al pie de la le tra. Él pre para a las razas re ale s, é l las m adura e n m e dio de una nube que
e sconde su orige n. Lue go apare ce n coronadas de gloria y de honor; ocupan su lugar[2]."

De acue rdo con e ste siste m a, que e ncarna la voluntad de la Provide ncia e n cie rtos hom bre s y que inviste
a e stos elegidos, a e stos ungidos de una autoridad cuasi-divina, e s e vide nte que los súbditos no tie ne n
de re cho alguno; de be n som e te rse , sin examen, a los de cre tos de la autoridad sobe rana, com o si se
tratase de los de cre tos de la m ism ísim a Provide ncia.

De cía Plutarco que e l cue rpo e s e l instrum e nto de l alm a, y e l alm a e s e l instrum e nto de Dios. Se gún la
e scue la de l de re cho divino, Dios e lige a cie rtas alm as y se sirve de e llas com o he rram ie ntas para gobe rnar
e l m undo.

Se guram e nte nada podría que brantar a un gobie rno basado e n e l de re cho divino si los hom bre s tuviesen
fe e n e sta te oría.

Por de sgracia, han de jado por com ple to de te ne r fe e n e lla.

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¿Por qué ?

Porque un bue n día se atre vie ron a indagar y a razonar, y al indagar y razonar de scubrie ron que sus
gobe rnante s no le s dirigían m e jor de lo que e llos m ism os, sim ple s m ortale s sin com unicación con la
Provide ncia, hubie se n podido hace rlo.

La libre disquisición ha de sacre ditado la ficción de l de re cho divino hasta e l punto de que los súbditos de
m onarcas y aristócratas, suste ntados sobre e l de re cho divino, no le s obe de ce n m ás que e n la m e dida e n
la que cre e n que tienen un interés e n obe de ce rle s.

¿Ha te nido la ficción com unista m e jor fortuna?

De acue rdo con la te oría com unista, de la que R ousse au e s su gran sace rdote , la autoridad no de scie nde
de sde arriba, sino que vie ne de abajo. El gobie rno ya no la de m anda a la Provide ncia, sino a los hom bre s
re unidos, a la nación una, indivisible y soberana.

Esto e s lo que asum e n los com unistas, los partidarios de la sobe ranía de l pue blo. Supone n que la razón
hum ana tie ne e l pode r de de scubrir las m e jore s le ye s y la m ás pe rfe cta organización que convie ne a la
socie dad; y que , e n la práctica, e s com o conse cue ncia de l libre de bate e ntre opinione s opue stas que e stas
le ye s se de scubre n; que si no hay unanim idad, si tras e l de bate hay aún de sacue rdo, la m ayoría e s quie n
tie ne la razón, pue sto que com pre nde un m ayor núm e ro de individuos razonable s (e stos individuos son,
por supue sto, conside rados com o iguale s, pue s de lo contrario e l andam iaje se de splom a); e n
conse cue ncia, afirm an que las de cisione s de la m ayoría de be n conve rtirse e n ley, y que la m inoría e stá
obligada a som e te rse a e lla, incluso si hie re sus conviccione s m ás profundam e nte e nraizadas o sus m ás
pre ciados inte re se s.

Tal e s la te oría; pe ro, e n la práctica, ¿tie ne la autoridad de las de cisione s de la m ayoría e se carácte r
irre sistible y absoluto que se le supone ? ¿Es re spe tada sie m pre , e n todos los casos, por la m inoría?
¿Pue de e so se r así?

C itare m os un e je m plo.

Supongam os que e l socialism o te nga é x ito e n propagarse por las clase s obre ras de l cam po, com o ya se
ha propagado por las clase s obre ras de las ciudade s; que se e ncue ntre , e n conse cue ncia, e n posición
m ayoritaria e n e l país, y que , aprove chando e sta situación, e nvíe a la Asam ble a le gislativa una m ayoría
socialista y nom bre un pre side nte socialista; supongam os que e sta m ayoría y e ste pre side nte , inve stidos
de la autoridad sobe rana, de cre te n, tal y com o ha de m andado un cé le bre socialista, e l e stable cim ie nto de
un im pue sto sobre los ricos de tre s m il m illone s, con e l fin de organizar e l trabajo de los pobre s. ¿Es
probable que la m inoría se som e ta de m ane ra apacible a e sta e x poliación inicua y absurda, aunque le gal
y constitucional?

No, sin duda no vacilará e n ignorar la autoridad de la m ayoría y e n de fe nde r su propie dad.

Así pue s, bajo e ste ré gim e n, com o bajo e l pre ce de nte , la ge nte sólo obe de ce a los de positarios de la
autoridad e n la m e dida e n que cre e te ne r algún inte ré s e n obe de ce rle s.

Esto nos conduce a afirm ar que e l fundam e nto m oral de l principio de autoridad no e s ni m ás sólido ni m ás
am plio, bajo e l ré gim e n de l m onopolio o bajo e l de l com unism o, de lo que podría se rlo bajo e l ré gim e n
de la libe rtad.

IX.

Mas supongam os que los partidarios de una organización artificial, m onopolistas o com unistas, te ngan
razón; que la socie dad no e sté organizada de m ane ra natural, y que a los hom bre s incum be sin de m ora
la tare a de hace r y de shace r las le ye s que la rige n. Ve am os e n que lam e ntable situación se hallaría e l
m undo. Dado que la autoridad m oral de los gobe rnante s no se apoya, en realidad, m as que e n e l propio
inte ré s de los gobe rnados, y dada la te nde ncia natural de é stos a re sistir a todo lo que dañe su inte ré s,
hará falta que la autoridad no-re conocida re curra ince sante m e nte a la fue rza física.

Por lo de m ás, m onopolistas y com unistas han, com pre ndido pe rfe ctam e nte e sta ne ce sidad.

Si alguie n inte nta, dice M. De Maistre , sustrae rse a la autoridad de los e le gidos de Dios, que se a
e ntre gado al brazo se cular y que e l ve rdugo haga su trabajo.

Si alguie n no re conoce la autoridad de los e le gidos de l pue blo, dice n los te óricos de la e scue la de
R ousse au, si se re siste a una de cisión cualquie ra de la m ayoría, que se a castigado com o un crim inal para
e l pue blo sobe rano, que e l patíbulo haga justicia.

Estas dos e scue las, que tom an com o punto de partida una organización artificial, conduce n

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ne ce sariam e nte a un m ism o té rm ino: al TER R O R .

X.

Pe rm ítase nos form ular ahora una sim ple hipóte sis.

Supongam os una socie dad nacie nte : los hom bre s que la com pone n se pone n a trabajar y a inte rcam biar
los frutos de su trabajo. Un instinto natural re ve la a e stos hom bre s que su pe rsona, la tie rra que ocupan y
cultivan, así com o los frutos de su trabajo, son sus propiedades, y que nadie , a e x ce pción de e llos m ism os,
tie ne de re cho a dispone r de e lla o a tocarla. Ese instinto no e s hipoté tico, e x iste . Pe ro al se r e l hom bre
una criatura im pe rfe cta, suce de que e se se ntim ie nto de de re cho de cada uno sobre su pe rsona o sobre
sus bie ne s no se e ncue ntra e n un m ism o grado e n todas las alm as, y que cie rtos individuos ate ntan, por
m e dio de la viole ncia o de l fraude , contra pe rsonas o contra las propie dade s de otros.

De ahí la ne ce sidad de una industria que pre ve nga o re prim a e stas agre sione s abusivas de la fue rza y de l
fraude .

Supongam os ahora que un hom bre o una asociación de hom bre s ve ngan y digan:

Yo m e e ncargo, a cam bio de una re tribución, de pre ve nir o de re prim ir los ate ntados contra las pe rsonas y
las propie dade s.

Así pue s, aque llos que quie ran pone rse al abrigo de toda agre sión contra su pe rsona o contra su
propie dad, que se dirijan a m í.

¿Q ué harán los consum idore s ante s de ce rrar un trato con e se productor de seguridad?

En prim e r lugar, indagarán si e s lo bastante pode roso com o para prote ge rle s.

En se gundo lugar, si ofre ce las garantías m orale s tale s que no pue da te m e r de su parte una agre sión
com o las que se e ncarga de re prim ir.

En te rce r lugar, si ningún otro productor de se guridad que pre se ntando iguale s garantías, e sté dispue sto a
prove e rle s de e ste producto e n m e jore s condicione s.

Esas condicione s se rán de dive rsos tipos.

Para e star e n situación de garantizar a los consum idore s ple na se guridad para sus pe rsonas y sus
propie dade s y, e n caso de daño, de distribuirle s una prim a proporcional a la pé rdida sufrida, se rá e n
e fe cto ne ce sario:

1º Q ue e l productor e stable zca cie rtas pe nas contra los ofe nsore s de pe rsonas y los usurpadore s de la
propie dad, y que los consum idore s ace pte n som e te rse a e sas pe nas, e n caso de que e llos m ism os
com e tan alguna infracción contra las pe rsonas o contra la propie dad;

2º Q ue , con e l obje to de facilitar e l de scubrim ie nto de los autore s de los de litos, im ponga a los
consum idore s cie rtas norm as m ole stas;

3º Q ue pe rciba con re gularidad una prim a para cubrir sus gastos de producción así com o e l be ne ficio
natural de su industria. Esa prim a se rá variable se gún las circunstancias de los consum idore s, las
ocupacione s particulare s que de se m pe ñe n, y la e x te nsión, e l valor y la naturale za de sus propie dade s.

Si e stas condicione s, ne ce sarias para e l de se m pe ño de e sta industria, convie ne n a los consum idore s, e l
ne gocio se lle vará a cabo; e n caso contrario, los consum idore s re nunciarán a la se guridad, o se dirigirán a
otro productor.

Ahora bie n, si se conside ra la particular naturale za de la industria de la se guridad, se adve rtirá que los
productore s e starán obligados a re stringir su clie nte la a cie rtas circunscripcione s te rritoriale s. Es e vide nte
que no se rían capace s de cubrir sus coste s si se le s ocurrie se m ante ne r se rvicio de policía e n localidade s
donde no contase n m as que con unos pocos clie nte s. Su clie nte la se agrupará, com o se ría de e spe rar, e n
torno a la se de de su industria. A pe sar de todo, no podrán abusar de e sta situación para pre scribir la le y
a los consum idore s. En e fe cto, e n caso de un aum e nto abusivo de l pre cio de la se guridad, é stos sie m pre
te ndrán la facultad de conce de r su clie nte la a un nue vo e m pre sario o a un e m pre sario ve cino.

De e sta facultad que tie ne e l consum idor de com prar la se guridad allí donde bie n le pare zca, nace una
constante e m ulación e ntre todos los productore s, e sforzándose cada uno por aum e ntar o por m ante ne r su
clie nte la a travé s de l ince ntivo de un bue n pre cio o de una m e jor, m ás rápida, y m ás com ple ta justicia[3].

Si, por e l contrario, e l consum idor no e s libre de com prar la se guridad donde bie n le pare zca, e nse guida

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ve rán com o se da rie nda sue lta a la arbitrarie dad y a la m ala ge stión. La justicia de vie ne cara y le nta, la
policía ve jatoria, la libe rtad individual de ja de se r re spe tada y e l pre cio de la se guridad e s abusivam e nte
e x age rado e im pue sto con de sigualdad de acue rdo con la fue rza o la influe ncia de que disponga e sta o
de aque lla clase de consum idore s, las ase guradoras e m pre nde n una lucha e ncarnizada por arre batarse
m utuam e nte los consum idore s; e n una palabra, apare ce n e n fila todos los abusos inhe re nte s al
m onopolio y al com unism o.

Bajo e l ré gim e n de la libre com pe te ncia, la gue rra e ntre los productore s de se guridad de ja por com ple to
de te ne r razón de se r. ¿Por qué se harían la gue rra? ¿Para conquistar los consum idore s? Pe ro los
consum idore s no se de jarían conquistar. Sin duda, se guardarían de hace r ase gurar sus pe rsonas y sus
propie dade s por los hom bre s que hubie se n ate ntado sin e scrúpulos contra pe rsonas o contra propie dade s
de sus com pe tidore s. Si un ve nce dor audaz quisie ra im pone rle s la le y, pe dirían de inm e diato ayuda a
todos los consum idore s libre s, am e nazados com o e llos por e sa agre sión, y se ocuparían de hace r justicia.
De l m ism o m odo que la gue rra e s la conse cue ncia natural de l m onopolio, la paz e s la conse cue ncia
natural de la libe rtad.

Bajo un ré gim e n de libe rtad, la organización natural de la industria de la se guridad no se dife re nciaría de
aque lla de las otras industrias. En los cantone s pe que ños, un solo e m pre sario podría se r suficie nte . Ese
e m pre sario le garía su industria a su hijo o la traspasaría a otro e m pre sario. En los cantone s e x te nsos, una
com pañía re uniría por si m ism a suficie nte s re cursos com o para e je rce r de m ane ra conve nie nte e sa
im portante y difícil industria. Bie n dirigida, e sta com pañía podría pe rpe tuarse fácilm e nte , y la se guridad se
pe rpe tuaría con e lla. En la industria de la se guridad, así com o e n la m ayor parte de las de m ás ram as de
la producción, e ste últim o m odo de organización te rm inará probable m e nte por sustituir al prim e ro.

Por un lado e sto se ría la m onarquía, por e l otro la re pública; pe ro una m onarquía sin m onopolio y una
re pública sin com unism o.

Por cualquie ra de los dos lados se ría una autoridad ace ptada y re spe tada e n nom bre de la utilidad, y no la
autoridad im pue sta por e l terror.

Q ue tal hipóte sis pue da lle gar a re alizarse , se rá sin duda una cue stión que se disputará. Pe ro, aun a
rie sgo de se r calificado de utópico, afirm are m os que e sto no e s discutible , y que un ate nto e x am e n de los
he chos re solve rá m ás y m ás a favor de la libe rtad e l proble m a de l gobie rno, de l m ism o m odo que ocurre
con todos los de m ás proble m as e conóm icos. Por lo que a nosotros concie rne , e stam os totalm e nte
conve ncidos de que un día se e stable ce rán asociacione s para reclamar la libertad de gobierno com o han sido
e stable cidas para re clam ar la libe rtad de com e rcio.

Y no vacilare m os e n añadir que , de spué s de que e ste últim o progre so haya sido lle vado a cabo, y todo
obstáculo artificial a la libre acción de las le ye s naturale s que rige n e l m undo e conóm ico haya
de sapare cido, la situación de los dife re nte s m ie m bros de la socie dad de ve ndrá la mejor posible.

[1] En su de stacable libro De la libe rté de travail, vol.III, pág. 353, e ditado por Guilaum in.
[2] Du principe gé ne rate ur de s constitutions politique s [Sobre e l principio ge ne rador de las constitucione s
políticas], Pre facio.
[3] Adam Sm ith, cuyo adm irable e spíritu de obse rvación se e x te ndía a todas las cosas, re para que la
justicia ganó m ucho e n Inglate rra gracias a la com pe te ncia que se hacían e ntre las dife re nte s C orte s:

“The fe e s of court se e m originally to have be e n the principal support of the diffe re nt courts of justice in
England. Each court e nde avoure d to draw to itse lf as m uch busine ss as it could, and was, upon that
account, willing to tak e cognisance of m any suits which we re not originally inte nde d to fall unde r its
jurisdiction. The court of k ing's be nch, institute d for the trial of crim inal cause s only, took cognisance of
civil suits; the plaintiff pre te nding that the de fe ndant, in not doing him justice , had be e n guilty of som e
tre spass or m isde m e anour. The court of e x che que r, institute d for the le vying of the k ing's re ve nue , and
for e nforcing the paym e nt of such de bts only as we re due to the k ing, took cognisance of all othe r contract
de bts; the plaintiff alle ging that he could not pay the k ing be cause the de fe ndant would not pay him . In
conse que nce of such fictions it cam e , in m any case s, to de pe nd altoge the r upon the partie s be fore what
court the y would choose to have the ir cause trie d; and e ach court e nde avoure d, by supe rior dispatch and
im partiality, to draw to itse lf as m any cause s as it could. The pre se nt adm irable constitution of the courts
of justice in England was, pe rhaps, originally in a gre at m e asure form e d by this e m ulation which ancie ntly
took place be twe e n the ir re spe ctive judge s; e ach judge e nde avouring to give , in his own court, the
spe e die st and m ost e ffe ctual re m e dy which the law would adm it for e ve ry sort of injustice .”

(An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Londre s, 1776, Libro V, capítulo 1, párrafo
64.)

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