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SIETE RAYOS

LOS PALEROS

El Rey negro, el Brujo, Fulgencio Batista y el Comandante de la revolución


René Vallejo

Por Juan Vives ( seudónimo )

París, marzo 9

Esta es una de esas historias que viene de la noche del tiempo y ha


trancurrido durante siglos de en la isla de Cuba. Uno de esos misterios que
parece salido de Las Mil y Una Noche, tanto su trayectoria es rocambolesca e
incoherente.

El SIETE RAYOS es una prenda de los paleros que está destinada al resguardo
del propietario, una especie de escudo invisible que impide todo mal a sus
propietarios. La “PRENDA” se confeciona con tierra del cementerio, huesos de
muertos y para que tenga fuerza es mejor introducir partes del cerebro de
alguien asesinado, suicidado o loco. El Siete Rayos es la defensa y el
instrumento de ataque de los paleros cuando están en guerra.

Se trata de un clavo gigantesco de 50 cm. a un metro; en la parte superior


una cabeza formada de un cilidro de hierro poco más grande que una lata de
leche condensada, donde se le da forma de una cabeza humana con ojos y
boca, formada por caracoles. En el interior está repleta de pedazos de palo
de diferentes especies, con huesos, pedazos de cerebro etc. (como lo descrbí
más arriba).

El Siete Rayos de esta historia, por lo menos data de la época de la Colonia.


Al parecer un rey negro capturado como esclavo, o quizás un potente brujo,
que no se resignó a ser esclavo.
En la antigua provincia de Las Villas, los negros esclavos que se escapaban
de las plantaciones de caña, se convertían en cimarrones y eran víctimas de
los rancheadores, especie de cazadores que eran pagados por capturar los
fugitivos que se agrupaban en los llamados “palenques”.

Algunos de estos palenques fueron famosos ya que nunca se logró descubrir


su emplazamiento; este fué el caso de un palenque en pleno corazón del
Escambray en plena Sierra.

Se rumoraba que nunca lo habían descubierto ya que tenía un potente “Siete


Rayos” que protegía a la comunidad.

Al final de la Guerra con la Indepencia, los palenques fueron disueltos y el


Siete Rayos en cuestión fué a parar a las manos de un palero famoso de la
ciudad de Trinidad.

Fulgencio Batista, que era adepto de la Santería, tenía su 'madre de santo' en


Trinidad, una tal Maria, sin que yo recuerde el apellido (seguro que algunos
viejos del Exilio conocen el nombre completo). Cuando la revolución del 33,
cuando Batista despega como hombre fuerte, una de las primeras cosas que
hizo fué asegurarse de su protección mediante la Santería. Su famosa
santera le aconsejó que debía adquirir para su resguardo el renombrado Siete
Rayos que estaba en las manos del palero de Trinidad. Después de una difícil
discusión sobre el precio, finalmente, Batista adquirió el objeto de tanta
codicia. Todos los años se le sacrificaba un toro y se vertía la sangre sobre la
prenda para que tuviera fuerza para proteger y luchar contra los enemigos.

Batista tenía un hermano que era Babalawo (sacerdote de Santería); en 1950


la prenda estaba muy deteriorada y si no se restauraba, la corrosión y el
tiempo terminarían por destruirla. Batista envió a su hermano Hermelindo
Batista al Congo Belga, para que los paleros africanos restauraran la prenda y
la cargaran de fluidos mágicos de nuevo.

Fué una restauración total en la que cambiaron las partes metálicas, pero
guardaron los caracoles y collares iniciales. Es posible que el palero de
Trinidad haya modificado algo, lo que representaría dos estratos de
civilización de distintas épocas concentrados en el Siete Rayos.

Cuando el Asalto al Palacio Presidencial por el Directorio Revolucionario (DR)


y la Organizacion Auntentica (OA) ,Batista escapó de milagro por una puerta
lateral y según algunos paleros de la época, la prenda le había avisado que
corría peligro y que hiciera una salida de emergencia en caso de ataque.
Cierto o leyenda, en círculos de santería y de los paleros se hablaba de esta
prenda mágica.

Batista abandona el país, en su corre-corre olvida en su propiedad de Kuquine


el Siete Rayos que estaba clavado detrás de la puerta de entrada. Cuando los
miembros del Ejército Rebelde saquearon Kuquine, alguno de los rebeldes
que era santero reconoció el objeto y se lo llevó.

Desde el exilio Batista intentó ofrecer una recompensa a quien le restituyera


la prenda y se habló de cientos de miles de dólares; el tipo de verdad que
estaba dispuesto a pagar lo que fuera por el Siete Rayos.

RENE VALLEJO/COMANDANTE DE LA REVOLUCION/MEDICO DE FIDEL CASTRO/


ESPIRITISTA Y PALERO

Si Batista intentó desde el exilio recuperar su prenda, en Cuba Vallejo


también se puso a la caza del objeto y con todas las intenciones de
encontrarlo. Después de una investigación y búsqueda digna de una novela
de Sherlok Holmes,Vallejo logró meter la mano sobre la pieza que pagó a
precio de oro. Para él, palero emérito, esto representaba uno de los objetos
de mayor valor que existieran.

El comandante René Vallejo sigue siendo uno de los enigmas de la historia de


la revolución, como este hombre de una cultura extraordinaria, médico
cirujano y especialista pulmonar, podía ser al mismo tiempo Comandante de
la revolución, médico personal de Fidel, espiritista y palero.

( De izq. a derech. os comandantes: René Valejo, Fidel Castro y Luis Crespo


en 1959 )

Nace an 1920 en Manzanillo y es muy amigo de la familia Manduley, y desde


niño conoce a Celia Sánchez Manduley. Cursa estudios de Medicina y se hace
cirujano, recorre diferentes países europeos y durante la Segunda Guerra
Mundial es médico en el Ejército americano.

En Manzanillo funda el hospital de la Caridad y es una personalidad regional.


Junto con Celia es miembro de un círculo espiritista de esa ciudad y por otra
parte un palero de renombre.

Conjuntamente con Celia prepara en la provincia oriental la ayuda a los que


desembarcaron en el yate Granma. Sube a la Sierra Maestra y se incorpora a
la Columna No 1 de Fidel y es desde esos momentos su médico personal,
confidente y hombre de confianza, la sombra del Comandante en Jefe que lo
acompañaba en todo momento.

Cuando se funda el G-2 en Quinta y 14 en Miramar, su primer jefe, el


comunista Oswaldo Sánchez, intenta que le quiten como médico de Fidel a
Vallejo, porque era incompatible con sus funciones y creencias religiosa
“oscurantistas”.

Cuando Celia se enteró de las maniobras que estaban realizando para alejar a
Vallejo, metió uno de esos "bateos" de los que sólo ella tenía el secreto y con
su llenguaje habitual cuando se encabronaba, se cagó en la madre de Manuel
Piñeiro y de Oswaldo Sánchez, ambos jefes de la Seguridad' les dijo hasta del
mal que iban a morir; "la flaca" tenía una lengua del carajo y cuidado; era la
secretaria personal de Fidel y Secretaria del Consejo de Ministros. La ünica
persona en Cuba que podía oponerse a Fidel, en cierta manera su 'loquera'.

Esta es otra de las incógnitas que nunca se logró saber. Nadie en Cuba podía
contradecir al "caballo", salvo Celia, que incluso lo regañaba como si fuera un
muchacho y el tipo obedecía. Nadie sabe porqué tenía tal ascendencia sobre
Fidel.
A Celia y a Vallejo los conocí en los primeros meses de la revolución en 1959.
El esposo de mi tía, Nicanor Manduley Ochoa era tío de Celia y como era una
familia de Campechuela y Manzanillo, conocían bien a Vallejo, que a veces
venía los domingos a comer arroz con pollo que cocinaba mi tía.

Eran casi lazos familiares los que unían a Celia con Vallejo, se conocían desde
jóvenes y frecuentaban el mismo centro espiritista de Manzanillo. En medio
de aquella vorágine comunista en donde creer en algo que no fuera el
comunismo era considerado como una desviación ideológica y reprimida, ni
Celia ni Vallejo escondían sus creencias y nadie podía decir nada.

Celia Sánchez tenía una cadena de oro en el tobillo derecho, signo de ser
abicúa, ostentación clara de ser santera. En cuanto a otros como el
Comandante de la revolución Juan Almeida, que tiene 'hecho santo' y
esconde los collares que siempre lleva consigo y otros tantos, siempre fueron
muy discretos.

Yo siempre leí mucho y en cada uno de mis viajes al exterior, entraba con
maletas cargadas de libros, que fueran en español, inglés, francés o italiano.
Vallejo vivía con sus dos hermanas que estaban viudas en El Nuevo Vedado,
cerquita del Zoológico de La Habana.

En muchas ocasiones fuí a verlo para prestarle libros que traía de mis viajes y
que eran imposibles de conseguir en Cuba.

Siempre que llegaba a su casa quería hablar en francés; decía que era para
no olvidarlo, pienso que resultaba de un gusto intelectual, lo hablaba
perfectamente y sin ningún acento.

En su casa existía una habitación que era su cuarto de santería, de Palo


Monte y espiritismo; ramos de flores, vasos de agua, marmitas de santería y
algunas piezas de Palo.

Unos días antes de su muerte, me llamó por teléfono para pedirme que
pasara por su casa que tenía un favor que pedirme. Yo no veía qué favor
podía rendirle a Vallejo que era el personaje más cercano a Fidel, pensé que a
lo mejor quería algún libro.

Cuando llegué a su casa, siempre tan amable, me dijo: "ven conmigo" y me


llevó al cuarto en donde tenía todas las cosas de santeria, Palo y espiritismo.
Fué la primera y única vez que las ví.

Velas encendidas por todos los lados, vasos de agua, flores...aquello era el
"reino del Más Allá". Se dirijió hacia aquel clavo de hierro con una cabeza
representando un ser humano hecha de cuero, en su cúspide en forma de
corona unos tarros, supongo que de venado, y entonces fué que me contó la
historia de la "prenda".

En su parte superior tenía los cuernos que se habían despegado y quería que
la llevara a la Manzana de Gómez, en donde estaba un centro de artesanía
nacional, para que un experto le recolara los tarros al Siete Rayos. Me
envolvió la pieza en un paño rojo y me la entregó.

Pocos días despues, a mediados del 69, Vallejo sufre de una grave
hemorragia cerebral y su estado era tan grave que no pudieron trasladarlo al
hospital y llevaron a su casa todos los equipos disponibles para salvarle la
vida: en vano.

Mucho más tarde en 1979, aún conservaba el Siete Rayos y no sabía qué
hacer con aquella cosa y decidí decírselo a Celia para que hiciera lo que
creyera conveniente.

Cuando se lo dije se disgustó mucho y me dijo: "–El sabía que no podía


separrse del Siete Rayos y que todos los meses debía darle que comer, eso
es muy fuerte y no se puede jugar".

¿Y yo qué hago con este tareco? Me dijo que lo guardara que me podía
proteger y salvarme la vida, que a cada rato le degollara un gallo y vertiera la
sangre arriba. Si no que lo guardara en una caja oscura sin ver el sol y que
una vez al año lo rociara con ron y lo volviera a encerrar en la oscuridad.

Han pasado 28 años y el Siete Rayos sigue en una caja envuelto en un trapo
rojo. Sabía que me iría de Cuba y algunos días antes de tomar rumbo a
Francia, desde luego era transitorio por la enfermedad de una de mis hijas,
realmente yo sabía definitivo, fuí a ver a Celia y le dije francamente que
'espantaba la mula' y que tenía el Siete Rayos de Vallejo. Me respondió que lo
sacara de Cuba como pudiera y que lo conservara como protección, que los
santos le habían dicho que le quedaba poco. Murió al año siguiente en 1980,
yo no sé si fueron los santos o el médico, pero lo cierto fué que sabía que se
estaba muriendo.

Por medio de una valija diplomática el Siete Rayos viajó hasta Europa, donde
pude recuperarlo y aquí lo tengo.

Gran brujo o Rey negro, dictador Batista o Comandante de la revolución con


sus etapas desconocidas sin saber en manos de quién estuvo este ídolo, no
deja de ser una curiosidad que forma parte de nuestra historia de una
manera u otra y reafirma nuestras raíces africanas en una nación mestiza, en
donde Santa Bárbara es también Changó.

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