Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los Hijos de Huari. Etnografia y Etnohis PDF
Los Hijos de Huari. Etnografia y Etnohis PDF
Sofia Venturoli
Algunas veces, hasta los mortales logran, aun con sus ojos miopes
y destinados por los rayos cortos de sus tráficos, ver cuán breve
será nuestro viaje, y de poca importancia, si se le mira en la vaste-
dad inmensa de la espiral de la historia.
Prólogo 15
Agradecimientos 19
Introducción 21
Llegar a Huari 21
Nombres y apellidos... 24
Epílogo 261
Lo que es y lo que parece... 262
Todavía en movimiento... 270
Bibliografía 273
Prólogo
En su último capítulo, Sofia Venturoli nos explica los nombres quechua ruku,
chakwa y runa, y las relaciones entre ellos: son los cerros, los «awilitos» (abuelos), el
viejo ruku y la vieja chakwa, con quienes hablan la gente, los runa, personalmente
y por medio de interlocutores privilegiados. Su libro antropológico, histórico
y poético nos lleva a entender, desde sus primeras páginas, por qué ese es el
enfoque de su estudio sobre los pueblos de Huari, Yacya y Acopalca. Ya en una
obra anterior había analizado en forma más general el concepto teórico de cómo
pueblos andinos construyeron y siguen construyendo una identidad entre su
territorio y la memoria de su pasado por medio del ‘paisaje como texto’ (Venturoli
2004). Ahora demuestra la importancia de esta idea en casos concretos.
El libro es también uno de los primeros resultados de más envergadura del
Proyecto Arqueológico y Antropológico «Antonio Raimondi» en los Andes de
Ancash, el proyecto italiano iniciado por Laura Laurencich-Minelli en 1996 y
ahora dirigido en el campo por Carolina Orsini y la autora. Su riqueza resulta
también de la colaboración de otros estudiosos y estudiantes, italianos y peruanos,
de la ‘fertilización cruzada’ de intereses diversos. Podemos esperar publicaciones
sobre otras conexiones, a la música, la comida, la representación del cuerpo, la
política, como resultado del mismo proyecto1. En conjunto van a ser nuestra
mejor introducción al conocimiento del Callejón de Conchucos.
1
Véase el libro en prensa coordinado por Sofia Venturoli, Espacios, tradiciones y cambios en la
provincia de Huari, Ancash, Perú, donde se recollectan los últimos trabajos de los estudiantes que
desarrollaron trabajo de campo en la region Conchucos, en el marco del proyecto Antonio Rai-
mondi. También véanse los trabajos de Canghiari, Ciccacci, Garra, Ingar, Lollo, Molinari, Romio
Rossi, Trentanove, Weissensteiner, en la bibliografía.
Los hijos de Huari
16
Prólogo
de sus tierras; y Acopalca, que lucha contra su pasado como antiguo obraje.
Pero somos llevados también hacia el último capítulo: Ruku, chakwa y runa.
Aquí, Venturoli evoca la relación emocional que la gente de cada uno de los tres
pueblos mantiene con sus terrenos, con la tierra, con sus cerros y las fiestas de
santas y santos que en honor a ellos con intensidad celebran. Nos da los textos
de las sentidas e íntimas palabras que hombres y mujeres dirigen a los cerros con
que tienen más conexión, los «mansos» y los «chúcaros», y a las piedras illas, las
que representan ya sea una vaca u oveja o una mazorca de maíz.
Este capítulo y sus textos me hicieron releer los capítulos anteriores, desde el
final al principio. Da mucho a pensar el nombre del cerro más adorado en Huari,
el de Llamoq que aparece también en pueblos no tan lejanos. Pero el uso más
intrigante es en el antiguo pueblo de Recuay, más cercano y que ya mencioné
(Duviols 2003: 756). Allí, los llachuases adoraban al Rayo como tres personas:
Lliviac, el mismo dios del Rayo; Ñamoc (= Llamoc) su padre; y Uchu Lliviac, su
hijo. Sospecho que Ñamoc realmente fue el dios de la antigua gente del pueblo
(llacta), los Huari. Somos introducidos a una idea teológica que los españoles en
otras partes de los Andes iban a comparar con la Trinidad Cristiana. Pero el dato
más revelador para mí son las cortas citas que Venturoli nos da de una costumbre
durante la fiesta (movible) de Corpus Cristi «cuando los santos patronos de todos
los pueblos y comunidades del distrito de Huari ‘bajan a la iglesia de Huari’».
Corpus reemplazó la antigua gran fiesta de celebración de la cosecha. Ahora,
durante toda la noche, «se dice jueguen a timba» con las cartas, «Cada santo
apuesta sus moradores, quien pierde los hace morir», «charlan y juegan, los
santos que pierden, muere alguien en su comunidad». ‘Timba’ es una antigua,
oscura palabra española para jugar a las cartas. Reemplaza a los antiguos juegos
andinos. Pero lo que leemos aquí es, por lo que yo sé, la primera y más evocadora
descripción de una costumbre a la cual el cronista indígena Felipe Guaman Poma
de Ayala ya nos introdujo en forma más inocua. Él describe cómo, solamente
durante la cosecha en el Cuzco incaico, en un mes cuando la gente no tenía
que trabajar para el rey, se podía jugar diferentes juegos, uno de los cuales era
la pichqa, que todavía por todos los Andes se juega durante las cinco (pichqa)
noches después de la muerte de una persona. El dato moderno nos revela que
había algo mucho más profundo tras esta costumbre.
Sin embargo, el epílogo defiende, con mucha razón, que lo que interesa es el
estudio de la sociedad en movimiento, hacia el futuro inseguro. «Conocer el pa-
sado es esencial para entender el proceso y no para utilizarlo como fundamento
de una inmovilidad». El epílogo no es una conclusión sino un anuncio de lo que
17
Los hijos de Huari
R. T. Zuidema
18