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de los personajes de William Gibson son hackers, renegados, mercenarios, ligados la mayoría de las
ambiente controlado y minimalista y pacífico, sino que refleja la preocupación de la inseguridad de las
calles de las grandes ciudades, la paranoia, las enormes sombras proyectadas por enormes edicifios, y
el descontrol del uso de la tecnología para sacar algún tipo de ventaja. Es indudable la influencia de
Philip K. Dick en el cyberpunk, siempre imaginó que la población privilegiada podría escapar a Marte,
u otros planetas, mientras la Tierra se convertía en un lugar tercermundista, lleno de toda la basura
naturales. Aunque aparentemente siempre ha sido la tarea de la carrera espacial, conseguir otra
fuente de recursos que remplaze al planeta tierra. En 2001: A Space Odyssey no vemos cómo es la vida
Otro aspecto que aparece en el cine cyberpunk es el papel de grandes compañías tecnológicas, la
dinámica de ese intercambio cultural desde la tecnología está muy bien presentado por Roman
Gubern, en su libro El Eros electrónico. En un capítulo titulado El nuevo paisaje audiovisual, habla del
“Eje de poder Los Ángeles-Tokio”, creado a partir de la fusión de grandes compañías, lo novedos es el
por qué, ya que Gubern menciona que aún siendo el hardware japones el de mejor calidad en cuanto
el software audiovisual era rechazado por las compañías norteamericanas, con probables motivos
racistas:
muñecos lucen ojos impecablemente redondos y un aspecto físico caucásico. Para quebrar
definición de 1.125 líneas que había patentado, la Sony compró en septiembre de 1989 la
adquiriendo sus copiosos archivos, en los que lucían las populares comedias de Frank
Adquisiciones similares involucraron a la JVC y otras compañías, que parecían causar preocupación
sobre el destino de las producciones audiovisuales, pero el ingenio de los japoneses fue tal que sólo se
dedicaron a dirigir, digamos, respetando la cultura norteamericana, pero podemos ver en Johny
Mnemonic y en la ciencia ficción esa combinación cultural exacerbada entre oriente y occidente, con
De este modo se configuró un nuevo eje de poder audiovisual, el eje Los Ángeles-Tokio,
cuyo esperanto audiovisual, potenciado desde las dos riberas del Pacífico, se asentaba
Georges Méliès, podría incluso considerarse que el cine en general es contemporáneo del género
literario de ciencia ficción, a pesar de que las circunstancias de la literatura de ciencia ficción son
distintas respecto a las del cine. Aunque la primera obra considerada como ciencia ficción es la novela
de Frankenstein, de Mary Shelley, en el siglo XIX, la ciencia ficción literaria se popularizó con enorme
potencia, al igual que el cine, durante el siglo XX. Sus elementos fantásticos y en ocasiones de
funcionaron como arma de dos filos, por una parte atrayendo un público ávido de fantasía, y por otro,
haciendo que la crítica lo considerara con poca seriedad. Pero es gracias a la obra de escritores como
Aldous Huxley, George Orwell o Ray Bradbury, y a las obras cinematográficas de directores como Fritz
Lang, posteriormente Stanley Kubrick, Andréi Tarkovski o Jean-Luc Godard, que la ciencia ficción
tomó un lugar de gran relevancia no sólo en la literatura y el cine sino en todas las humanidades.
En cierto sentido la ciencia ficción nos permite imaginar el futuro. No obstante, puesto que gran parte
de estas imágenes del futuro implican avances tecnológicos, esos futuros posibles están llenos de
situaciones en las cuales las herramientas creadas para facilitarnos la vida, pueden llegar a servir a
cualquier fin, como lo han mostrado diversas películas, desde Metrópolis hasta la adaptación de 1984,
Terminator o recientemente la serie Black Mirror. Pese a que no es requisito de la ciencia ficción tener
un tono distópico, la duda planteada por Mary Shelley en su Moderno Prometeo ante las creaciones
De esta manera, parece ser que en la ciencia ficción se crea una dinámica entre neofília y neofobia,
entre el entusiasmo científico, político o social por el progreso, reforzados por la sociedad de
consumo, y por otra parte, una mirada crítica del mismo. El cine también ha sido ejemplo de esa
pugna entre quienes lo aceptaban con recelo y quienes lo buscaban con entusiasmo, sucedió con la
fotografía, con la imprenta, con la televisión y con el internet. La ciencia ficción se ha popularizado
debido a la creciente de avances científicos en la tecnología que usamos todos los días. Su objetivo
nunca ha sido solamente el entretenimiento, incluso antes de jugar un papel importante en el cine, las
obras literarias de ciencia ficción del siglo XIX comenzaban indagar sobre relaciones del ser humano
con otros seres humanos a través de la ciencia y la tecnología en una creciente cultura industrial.
Como máquina, la cámara es una extensión de la mano y del ojo, pero también de la mente, es una
presencia, intenta que su estado presencial le permita confundirse con la realidad; el cine por su
parte, ha sido considerado muchas veces como es una extensión del sueño. En medio de esta relación
entre lo presencial y el sueño, no sólo está la máquina, está la voluntad de los seres humanos que se
vuelven vehículo para el cine, y está su obsesión con la memoria. Todos los artistas que hay, en la
gama de prácticas que va desde la fotografía a la cinematografía, esto incluye la edición como
reminiscencia del montaje cinematográfico y el guionismo, todos son productores de una máquina de
sueños, todos alimentan o lidian con el poder de la memoria, acaso para desprenderse de la suya
propia o para realizarla a otro nivel, para rediseñarla, haciéndola sensible y objetual. Esta simple
delimitación, hace imposible comprender al cine sencillamente como un arte de relatar. Nuestra
relación con los relatos, a partir de la invención de la cámara fotográfica no volvió a ser la misma,
porque tampoco ha podido ser la misma nuestra relación con cualquier manifestación de la memoria.
El cine como lugar es un objeto, es una caverna de Platón, un teatro de los sueños, el hocico de un
animal, entramos en sus fauces como si quisiéramos de nuevo una simbiosis eterna, como si
quisiéramos ser otros. Es una intermitencia en la rutina de la sociedad industrial –que incluso ha sido
perversa fantasía–, es un estado de excepción, un carnaval, una fiesta interna. Las butacas se
acomodan paralelamente para evitar en lo posible el diálogo, es un paisaje que se comparte viendo
hacia el frente, como vehículo en movimiento, evitando cruzar la mirada con otros seres humanos,
con un aspecto cubicular, por ello tiene un fuerte elemento privado sin serlo por completo, es un
espectáculo extraño. Esta cualidad hace que se popularice el streaming privado y los visores de
realidad virtual, hace que se parezca al internet. Por eso, incluso antes del cyberpunk, películas como
relación mental establecida con las pantallas, una especie de conexión misteriosa con la señal
¿Será posible ver todos estos fenómenos como uno solo? ¿Qué clase de ramificación se desprende de
ahí, de ese gran fenómeno que conecta humanos, máquinas, sueños, memoria y arte? De la captura
en lienzos, del teatro de sombras, de la foto, de todo eso viene el cine, tiene cuna curiosa relación con
los sueños, ya lo hemos dicho. De las intenciones documentales viene el streaming, por radio y
televisión, del cine de Vertov viene el noticiero, siempre la presencia, la memoria y el sueño; siempre la
persistencia, la construcción o la demolición del relato, siempre la ficción, y por qué no pensar que, de
alguna manera, de todo eso viene la computación, la web y el smartphone. La intervención de las
maquinas, y nuestra relación con estas, relación constantemente replanteada, hace que sean nuestras
Existen diversos estudios sobre la ciencia ficción, aunque, hay que decir que cuando se trata de la
ciencia ficción en el cine las publicaciones son mucho más escasas. Cabe considerar que las obras, ya
sea literarias o cinematográficas, son muchas y algunos de esos textos funcionan como análisis
principalmente porque crean cartografías y nos muestran un contexto de manera muy ágil. Al paso del
tiempo y con la creciente acumulación de nuevas películas y libros, es necesario tener visiones
panorámicas, situación que es mucho más compleja en el caso de la literatura de ciencia ficción,
debido a que su creciente popularidad estuvo vinculada a revistas como Amazing Stories o
Astounding Science Fiction, donde la lista de autores y obras es muy extensa y difícil siquiera de
mencionar o estudiar una por una. Es el caso de The Ultimate Guide to Science Fiction , de David
Pringle, editor de la revista Interzone, cuya portada anuncia que contiene descripciones y reviews de
3000 libros, reviews que alcanzan apenas unas líneas de carácter descriptivo. El trabajo de Michael
Ashley es muy importante en este sentido, ya que se dio a la tarea de relizar tres volúmenes bajo el
título de Transformations, the history of science fiction magazines , donde realmente elabora un
recuento de cómo se fueron desarrollando las diversas revistas de ciencia ficción, más que ser un
listado, ofrece algunas ideas interesantes sobre las transformaciones del género. Michael Ashley se
toma también la tarea de hacer detalladas listas, las cuales coloca como apéndices, enlista las
revistas, incluyendo mes de aparición, junto a un directorio de todos los editores de las mismas, e