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Posibilidades Imposibles
Por
Carlos Padilla
Para Nelly, Claudia, Katherine, Alejandra, Aisha y Shaila.
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
Muchas veces la vida tiene pliegues dentro de los que se ocultan los
acontecimientos más inesperados. Por más que se trate de llevar el control de
los hilos de la existencia, siempre habrá resquicios hasta donde no se puede
llegar. Desgraciadamente, muchos de los hechos que acontecen en esas
circunstancias no son plácidos ni reconfortantes.
Es bueno saber que el jefe Nathan Stribe, a sus 67 años, era un exsoldado
curtido en los combates de la Guerra del Golfo, y cuando el conflicto terminó,
tuvo que ser testigo del asesinato de su único hijo que era Coronel de la Fuerza
Aérea de los Estados Unidos. No pudo superar ese revés definitivamente. Para
él, Polonia era el infierno y los nacionales de ese país, los posibles
responsables de su pérdida.
De ahí su rencor y repulsión hacia los refugiados polacos. Lo malo de todo
ese estado de cosas era que él dirigía un organismo estatal muy poderoso, y los
Macklowsky eran polacos refugiados en USA, ahora agentes encubiertos de la
NSA.
Pronto empezarían a producirse situaciones muy finamente orquestadas en
contra de quienes sólo deseaban emprender un nuevo ritmo a sus vidas.
En los astilleros donde laboraba Stan, empezaron a producirse pérdidas de
costosas herramientas de precisión. También se reportaron fallas en la
administración de la División bajo la dirección de Stan Macklowsky, quien
recibió amonestaciones y citas a descargos ante sus jefes superiores. Se
comenzó a resquebrajar la estabilidad laboral del jefe del clan.
Un fin de semana, aparentemente normal, Stan recibió la siguiente nota:
“Para: Jefe de Sección, Stan Macklowsky.
Asunto: Seguimiento disciplinario.
De: Jefe de Departamento.
Debido a repetidas fallas en su gestión del cuidado con los suministros y
las posibles infiltraciones de obreros de dudosa procedencia y reputación, la
empresa ha sufrido menoscabo en su prestigio y nivel de competencia
comercial.
Después de debatir los hechos, el Comité Directivo ha determinado
suspender sus funciones por un período de tres meses, sin salario, a partir del
momento de esta notificación.
Firmado,
Francis Curtis, Presidente del Comité “
La comunicación no sorprendió a Stan, como era de esperarse. Ya se había
enterado, por medio de otros agentes de la NSA, de la presión ejercida para
perjudicarlo, merced a la influencia del jefe Stribe.
Ese mismo día, empacó sus documentos y enseres personales, y se dirigió
a la estación del metro, para tomar rumbo a su casa. Aquello sería un baño de
agua helada para todos allá, pensó. Sin embargo, no era la primera vez que
sufría una persecución, ni sería la última.
Mientras hacía el viaje, sentado contra una de las ventanas del metro,
pensaba sobre los acontecimientos acaecidos en los astilleros. Había sido una
celada cobarde contra la cual no podía ejercer ninguna defensa, además porque
las decisiones del Comité eran inapelables. Era tanta la demanda de trabajo
por los numerosos refugiados y por los naturales del estado de Illinois que se
podía perder el empleo muy fácilmente.
También, lo más factible era que lo licenciaran en la NSA, debido a ese
lunar en su hoja de vida. Probablemente, el objetivo de aquella sanción era el
de suspenderlo como agente encubierto. El hecho de no devengar salario
durante tanto tiempo lo obligaría a tomar decisiones a nivel familiar.
Una vez llegó a su destino, caminó los dos bloques hasta su casa. Mary y
los niños lo recibieron con cariño y tacto, pues ya Stan les había contado las
novedades por medio de su celular. Se despojó del gorro de lana, de los
guantes y del gabán. Decidió sentarse en la sala con los suyos.
-Querido, es bueno que hablemos sobre esta situación.- le dijo Mary,
cariñosamente.
-Gracias, querida. Tienes razón, creo que hay que cambiar un poco los
planes iniciales para ajustarnos a este nuevo estado de cosas.- respondió Stan.
En ese instante, se oyó el sonido de la llave en la cerradura de la puerta de
entrada. Era Peter, que llegaba de la Universidad. Se despojó de la bufanda y
se acercó a su padre, después de besar a su madre y a sus hermanos.
-Hola, padre.-le dijo a Stan, besándolo en la frente. -No te sientas mal por
lo que ha pasado. Ya resolveremos eso exitosamente.- se dirigió al refrigerador
y se sirvió una lata de jugo de naranja. Ya los demás estaban degustando un
café que Mary les había preparado.
-Yo tengo unos buenos ahorros de la bizcochería. De modo que ya tenemos
solucionada buena parte del problema financiero.- propuso Mary.
-Mi beca parcial en la Universidad me ha dado la posibilidad de ahorrar
algo. Yo pongo a disposición del presupuesto familiar esos fondos.- dijo Peter,
sonriendo.
-Nosotros tenemos la alcancía llena.- dijeron Hanna y Charles, casi en
coro, agitando una mini-caja de caudales de juguete.
Todos se sintieron más unidos que nunca. Mary elaboraría un presupuesto
de emergencia para los tres meses venideros. Ella, como ejemplar
administradora de la bizcochería, lo haría a las mil maravillas.
Para sellar esa noche de calor familiar, se sentaron a la mesa para cenar un
plato irlandés que Mary había preparado.
-¿Quieres dar las gracias, Peter?- invitó Stan.
Todos se tomaron de las manos y oraron al Todo Poderoso y a Santa
Dymphna Virgen y Mártir, patrona de Irlanda. En el instante en que
empezaron a comer, se escucharon tres llamados a la puerta. Mary se paró a
abrir. Ante ella estaba el sobrino Francis, de Belfast.
Aquella llegada fue una total sorpresa pues nadie en el clan tenía
conocimiento de esa visita. Como era natural, todos se alegraron con la
presencia de Francis, quien se sentó a la mesa para cenar.
Les contó que venía para probar suerte en los Estados Unidos y que su
estadía no sería muy larga. Además, él tenía sus buenos ahorros e iba a
colaborar con los gastos, les dijo. También les mostró su diploma de mecánico
de autos con el que pensaba conseguir un empleo en Chicago.
Ya pasadas las nueve de la noche, cuando todos estaban descansando de las
labores del día y los niños estaban aprestándose a dormir, los mayores se
reunieron en la sala y entablaron el siguiente dialogo con Francis.
-Bueno, hijo, ahora sí dinos cuál es la realidad de tu visita.- le increpó
Stan, con tono serio.
-Tío, la verdad es que tuve que huir de Belfast por motivos de seguridad.-
dijo Francis.
-¿Qué quieres decir?- preguntó Mary.
-Mira tía Mary, en Belfast siguen ocurriendo las mismas cosas que pasaban
cuando ustedes estaban allá. Yo tuve que hacerme miliciano y mi cabeza ya
tenía precio.-
Todos se quedaron pensando acerca de las palabras de sobrino que llegó
huyendo de peligros muy serios. Peter rememoró su época de militante del
IRA, y comprendió a fondo lo que decía Francis.
-Me imagino que tú tienes estatus de refugiado.- dijo Peter.
-La verdad es que tuve que entrar de manera ilegal, pues mis documentos
habían desaparecido en manos del ejército de ocupación.- explicó Francis.
-Eso nos pone en una situación muy difícil. Pero, descuida, te ayudaremos
de la mejor manera.- dijo la tía Mary.
-Les agradezco que me hayan recibido, sobre todo en esta situación tan
apremiante. Trataré de no ser una carga para ustedes.- acotó Francis.
Por supuesto que las cosas se iban a poner bastante duras, pues tendrían
que ocultar al sobrino y, además de eso, conseguirle un contacto laboral
oculto. Lo más serio de todo esto era la condición de Stan y Peter, como
agentes encubiertos de la NSA, con un huésped ilegal en su casa. Lo más
probable sería que más temprano que tarde las cosas saldrían a la luz, con las
consecuencias lógicas.
-Puedes acomodarte en la cuarto de las visitas. Allí hay lo necesario para
que te instales y descanses del viaje que seguramente ha sido agotador.- le dijo
la tía Mary.
-Yo te conduzco, primo.- invitó Peter.
-Una cosa que tendremos que poner en práctica es la franqueza y la verdad
en todo lo que tenga que ver con tu estadía, Francis.- dijo Stan.
-No hay problema, tío. Seré honesto en todas mis acciones, y yo espero lo
mismo de parte de ustedes.- replicó Francis.
Se despidieron y el sobrino se retiró a descansar en el cuarto de huéspedes.
Peter lo acompañó y le hizo algunas advertencias de primo a primo.
-Ni se te ocurra exhibir la pistola que has traído. Yo la noté en tu pantalón.
Hay que tener mucho cuidado con esas cosas.- le dijo Peter.
-Te diste cuenta, primo. Pero, no te preocupes. Estará fuera de la vista de
todos.- respondió Francis, con mucha naturalidad.
Aquella noche fue prácticamente una sesión en vela para los Macklowsky.
Stan y Mary no podían conciliar el sueño teniendo un problema que había que
resolver de la mejor manera. Ya las cosas se habían puesto muy serias con la
suspensión de Stan de su trabajo. Tendrían que manejar el asunto del sobrino
en casa con mucha cautela y cabeza fría.
Una ventaja que tenían en el presente era la suspensión de la vigilancia por
cámaras y micrófonos que el Coronel Douglas Spencer, Jefe de la Sección de
Delitos Internacionales, había ordenado, dadas las muestras de honestidad que
los nuevos agentes habían mostrado en el tratamiento de los casos que
tuvieron que resolver.
Esa condición de privacidad les serviría para ocultar la presencia de
Francis, mientras lograban darle una solución adecuada al asunto de su ingreso
ilegal al país. De alguna manera tendrían que sortear los inconvenientes que se
pudieran presentar.
Pasaron dos semanas y ya Francis estaba trabajando en un taller de
automotores de un amigo de Peter, llamado Robert Gordon. Allí se percataron
de las habilidades de Francis y él ya estaba ganando buena aceptación por
parte de los demás mecánicos.
Lo que no sabían era que en ese taller se realizaban transformaciones
especializadas en ciertos vehículos, como caletas y escondites muy bien
disimulados para habilitarlos en el contrabando de armas que surtían a la mafia
de Chicago.
Robert Gordon pronto se enteró de la situación que afectaba a Francis y lo
trató de chantajear, obligándolo a hacer cosas indebidas en su trabajo. El joven
reaccionó fuertemente y le dejó tirado el puesto.
-¡Que no se hable más de eso!- casi chilló Gordon esa tarde en que Francis
se retiró.
Se veía que el muchacho realmente deseaba empezar una nueva etapa en
su vida, pues tanto sufrimiento en su patria era más que suficiente para
justificar un nuevo comienzo.
Les refirió las novedades a Peter y a sus tíos, quienes los apoyaron
incondicionalmente.
-Ya habrá otra oportunidad de laborar, hijo.- le dijo Stan.
-Gracias, tío. Creo que debo insistir y no darme por vencido.- respondió
Francis, con determinación.
-Te comprendo perfectamente, primo.- le dijo Peter. -Yo ya tuve que pasar
por lo mismo, y te digo que es posible salir al otro lado.-
-Les agradezco su solidaridad y les prometo que no cesaré en mi empeño.-
concluyó Francis.
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
Ese martes 10 de enero de 2017 lucía como un día más en la vida de los
bogotanos. El ambiente estaba húmedo. Una llovizna persistente caía sobre los
tejados de las casas y obligaba a los transeúntes a usar el paraguas,
herramienta de uso diario por los habitantes de la extensa urbe. Hacía frío, lo
cual hizo que los tres hombres del clan Macklowsky se pusieran gruesas
chaquetas y guantes de lana.
Ya los niños habían sido recogidos por el bus del colegio y Mary se
aprestaba a dibujar el diseño con la distribución de las estancias del local que
había arrendado para albergar la nueva pastelería.
Stan se aseguró de la ruta que seguirían esa mañana en el auto familiar
hacia las instalaciones del CTSI (Comando Técnico de Seguridad e
Investigación). Dibujó un mapa y programó el GPS del auto. Pero antes,
consultaron el internet para enterarse de la naturaleza de esa organización.
Allí deseaban ingresar a laborar Stan, Francis y Peter, si las circunstancias
se los permitían. Les atraía preferentemente el departamento de Seguridad y
Apoyo Logístico.
Se despidieron de Mary y abordaron el coche tipo camioneta de marca
SUBARU. Tomaron la ruta sugerida por el GPS y vieron cómo era de difícil
conducir en esa gran ciudad, que es Bogotá.
La Avenida llamada Circunvalar les ahorró bastante tiempo en el recorrido.
Luego descendieron hacia la Avenida EL DORADO, con rumbo hacia el CAN
(centro Administrativo Nacional) donde tenía sus oficinas el CTSI.
Después de 35 minutos de viaje, llegaron a un puesto de control vigilado
por cinco oficiales de la Policía, fuertemente armados y equipados con
elementos de comunicación de última generación. Les pidieron sus
documentos y una copia de la citación que el Comandante General del CTSI,
General Anselmo Alvarado, les había enviado vía e-mail para esa cita. Peter
extrajo ese documento de su portafolio y se lo enseñó al Capitán de guardia.
Éste lo leyó e hizo el cotejo de rigor con el original proveniente de la oficina
del General Alvarado.
Una vez que se controlaron los documentos de los visitantes, se les
autorizó el ingreso. La camioneta fue parqueada después de habérsele hecho
un chequeo exhaustivo.
Uno de los oficiales de la puerta acompañó a los Macklowsky hasta la
entrada del despacho del general Alvarado, que lucía más como un búnker
debido la puerta de seguridad y el blindaje de sus paredes. Tan pronto se abrió
la puerta, ingresaron los tres del clan.
Era una estancia más bien sencilla, con banderas a lado y lado del
escritorio, sillas sin adornos y un cuadro de gran tamaño sobre una de las
paredes. Era un original del pintor Alejandro Obregón, famoso por los colores
vivos de sus obras. De pie se encontraba el Comandante del CTSI, sonriendo y
extendiendo su mano izquierda para saludar a los recién llegados. Su mano
derecha era una prótesis que reemplazaba el miembro que había perdido en
una campaña militar hacía ya varios años.
Después de los saludos protocolarios, el General Alvarado los invitó a
sentarse. Sobre el escritorio de caoba reposaban los dossiers de Stan, Francis y
Peter Macklowsky.
-Me complace tenerlos aquí.- dijo el general.
-El placer en nuestro.- respondió Stan, en nombre de los tres.
-Ya he leído sus referencias como auxiliares de la NSA de USA. Traen
excelentes recomendaciones por su labor en esa oficina. También he estudiado
sus peticiones de ingreso al CTSI. Sin embargo, me gustaría escuchar a cada
uno de ustedes.- dijo Alvarado.
Peter fue el primero en intervenir.
-Personalmente, opino que mi experiencia en el manejo de instrumentos de
precisión y rastreo me permitirían desempeñar un buen papel en la División de
Seguridad y Apoyo Logístico. Además, el nivel de transparencia de las
operaciones aquí es alto. Creo tener el perfil demandado.-
Stan fue el siguiente en expresar sus ideas.
-Tengo buen recorrido en lo referente a diseño de operaciones de
localización de objetivos elusivos. Me gustaría tener un perfil medio en mis
funciones.
Francis se rehusó a hablar en ese momento. Todos quedaron sorprendidos
por la reacción del joven, que lucía un poco nervioso. Después de algunos
instantes de silencio, dijo.
-Yo le agradezco mucho su atención, General. Pero, creo que mejor me
quedaré trabajando en el negocio familiar, una pastelería que se inaugurará en
pocos días.-
-Si usted así lo desea, yo no veo inconvenientes para ello. De todas
maneras, la oferta sigue en pie.- respondió Alvarado.
Después de los agradecimientos de rigor, los tres del clan familiar se
despidieron. Stan y Peter prometieron remitir los documentos necesarios para
el ingreso a trabajar en el CTSI, como funcionarios de bajo perfil.
Durante el trayecto de regreso a casa Stan y Peter Macklowsky casi no
hablaron, pues cada uno se preguntaba en su mente acerca de las razones de
Francis para haber declinado la gran oportunidad de entrar a laborar en una de
las más prestigiosas ramas de la seguridad del estado. No comprendían a qué
se había debido el repentino cambio de parecer de quien apenas unas horas
antes se mostraba tan entusiasmado acerca de esa posibilidad.
Stan decidió detener el auto al lado de la calzada. Se quedó mirando al
rostro de Francis y le dijo:
-¿Podrías darnos una razón para tu reacción en la oficina de Alvarado?-
El joven no mostró emoción alguna y simplemente respondió.
-¿Recuerdan el viejo dicho, “no eches todos los huevos en la misma
canasta”?-
La pregunta dejó pensativos y a la vez expectantes a los dos del clan.
-¿Qué quieres decir?- preguntó Peter, que no había hablado desde hacía un
buen tiempo.
-Es muy simple.- dijo Francis. –Si todos estamos dentro, ¿Quién va a estar
a cargo de la seguridad del grupo? Me imagino que recuerdan nuestra
experiencia con la NSA, en USA.-
Lo ocurrido en Chicago fue lo que aceleró su salida de los Estados Unidos,
dado que la NSA no confiaba en ellos debido a su pasado de Belfast, como
militantes en el rebelde IRA, aunque a estas alturas ya se estaba firmando un
tratado de paz allí. No era un récord para desechar, y menos en cosas de
seguridad, en las que la confianza no existe.
-Creo que tienes razón.- dijo Stan. –No lo había pensado así.-
-Además, no van a pensar que yo dejaría sola a la tía Mary lidiando con la
nueva pastelería.- acotó Francis, con una gran sonrisa.
-Parece que has matado dos pájaros de un solo tiro.- expresó Peter,
soltando una sonora carcajada.
Satisfechas ya las dudas, los tres del clan continuaron su camino de regreso
al hogar. Una vez allí, se apearon del auto y se encaminaron hacia donde Mary
los esperaba con una cara visible de disgusto.
-¿Qué sucede, querida?- preguntó Stan, con ademán solícito.
-Los dueños del local que habíamos arrendado para abrir la pastelería
decidieron rescindir el contrato, por razones personales.- explicó Mary.
-¿Eso qué significa?- preguntó Francis.
-Que lo dejaron sin efecto. Es decir, lo anularon.- respondió Peter.
-Pero, eso no es posible. ¿Te dijeron los motivos?- quiso saber Stan.
-No. Las leyes de aquí lo permiten dentro del primer mes del compromiso.-
respondió Mary.
-No habrá más que hacer sino buscar otro local.- propuso Francis.
-Te ayudaremos en esa tarea.- concluyó Stan, abrazando a Mary.
El día transcurrió normalmente hasta cuando llegaron los jóvenes de
regreso del colegio, pues algo no había salido del todo bien. Ya habían pasado
dos semanas de rutinas entre madrugadas y tareas, sin nada trascendental que
comentar en la vida escolar de Hanna y Charles. Pero ese día las cosas
cambiaron sorpresivamente.
-¿Qué ha pasado en el colegio?- les interrogó Mary, al ver a Hanna
llorando.
-Te han citado por mi mal comportamiento.- dijo Charles, entregándole
una nota oficial del colegio.
La hoja traía el sello del Sanders School, con un mensaje que decía:
De: Oficina del Coordinador de Convivencia
Para: Padres de los alumnos Charles y Hanna Macklowsky
Razón: Mal comportamiento del alumno Charles Macklowsky en relación
con un incidente que involucra a la alumna Hanna Macklowsky.
Fecha y hora de la cita: miércoles 11 de enero de 2017
Firmado. Richard Mitchell – Coordinador de Convivencia, Sanders
School.
La nota no explicaba el mal comportamiento de Charles, lo cual llevó a
tener una conversación al respecto. Se reunieron en la sala para charlar sobre
el asunto. Los muchachos se notaban visiblemente nerviosos. Ya eran jóvenes
de 14 y 15 años, siendo Charles el mayor. Con el papel en la mano, Stan
empezó el diálogo.
-Cuéntennos qué fue lo que pasó.-
-Diles cómo empezó el problema.- dijo Charles, dirigiéndose a su hermana.
-Unos muchachos del curso superior me llamaron “terrorista”, y me
empujaron con violencia.- empezó a decir Hanna, ya más calmada. –Yo no
respondí al insulto, pero ellos siguieron maltratándome.-
-Tuve que intervenir ante ellos, quienes me atacaron a golpes.- dijo
Charles.
-¿Por qué los insultaron?- peguntó Mary.
-Seguramente se enteraron de que somos inmigrantes y provenimos de
Irlanda.- dijo Peter, con cara de disgusto.
-Eso no me suena nada agradable. Bullying a estas alturas no es en
absoluto permisible.- replicó Stan.
-Mañana iremos a hablar al colegio para aclarar las cosas.-dijo Mary.
Dieron por terminada la reunión y cada uno se dedicó a sus labores
cotidianas. Cenaron sin dar muchas largas al asunto. Después de comer, Stan y
Mary conversaron un poco más sobre esa situación de acoso a los muchachos.
-¿No te parece que puede haber algo más que simples cosas de
muchachos?- dijo Mary.
-Me late que la gente es igual en todo el mundo. Las diferencias pueden
resultar ofensivas para algunos y las consecuencias no se hacen esperar.-
replicó Stan, pensando en los hechos acaecidos al clan en todos los lugares a
donde habían llegado.
-Tendremos que se pacientes y tratar de echar raíces de una vez por todas.-
sentenció Mary, mostrando cansancio de todo aquello que no los dejaba en
paz.
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
En la casa del clan no tenían idea acerca del tinglado que había sido
montado desde el CTSI para hacer seguimientos a cada uno de los miembros.
Sin embargo, Stan empezó a darle vueltas en su mente a la reunión con el
General Alvarado, empezando a sospechar que en su cuartel de trabajo del
CTSI las cosas no seguirían siendo las mismas. Su vasta experiencia en el
campo del espionaje y de contra-inteligencia así se lo decía.
Cuando abandonaron las instalaciones del CTSI, ya habían sido
“marcados” cada uno de ellos. Mary, Francis y los niños también fueron
incluidos en ese nuevo plan de monitoreo exhaustivo que incluía seguimiento
satelital y uso de drones de gran rango de permanencia en el aire.
Stan y Peter se dirigieron a la casa en el auto, sin sospechar que ya había
sido nombrado un equipo para su seguimiento. Manejaron a lo largo de la
Avenida Las Palmas y se detuvieron por unos minutos en una cafetería. Ya era
casi de noche y sentían hambre y sed. Se apearon del vehículo y al poner pie
en el suelo detectaron que algo revoloteaba sobre sus cabezas. Pensaron que
era una paloma extraviada o algo por el estilo. Decidieron no prestarle
atención a ese detalle.
Entraron al local y se sentaron cerca de la gran ventana de vidrio que daba
a la calle. Desde allí podían divisar su auto y los paseantes del momento. Dos
hombres que aparentaban degustar tazas de café les dirigían miradas
sospechosas, como esperando el momento en que Stan y Peter saldrían. Peter
lo notó y le hizo una señal a Stan, quien comprendió de qué se trataba.
-Peter, hablemos en inglés. Cuando salgamos, movámosnos rápidamente,
pero sin correr.- dijo Stan, obviando mirar a los extraños.
-Te comprendo, Pa’.-respondió Peter, incorporándose y dirigiéndose a la
caja para pagar el consumo.
Los dos Macklowsky eran expertos en “desaparecer” del radar de quienes
los vigilaban. Subieron al auto e inmediatamente desconectaron el GPS que
seguramente estaba siendo intervenido. Tomaron otra ruta hacia la casa y
pronto vieron que no eran seguidos de cerca por ningún vehículo. Tan pronto
llegaron a su destino, se bajaron y guardaron el auto en la cochera. Entraron a
la sala, donde Mary los esperaba con cara un poco triste. Los niños estaban
haciendo tareas en el estudio del segundo piso.
-¿Cómo estás querido?- saludó Mary, abrazando a Stan. Peter se unió a la
pareja y besó a su mamá. -Parece que las cosas no van bien, ¿no es cierto?-
Dijo Mary.
-A decir verdad, las cosas no han hecho más que repetirse. La misma
situación de sospecha sobre nosotros.- apuntó Peter, mirando a su mamá.
-Lo que ustedes me han contado es algo que merece ser discutido entre
nosotros para ver cómo vamos a reaccionar.- sugirió Mary.
En ese instante, entró Francis a la sala y los saludó. Luego dijo:
-He estado pensando que mi negativa a trabajar con el CTSI ha sido un
factor determinante en la situación actual.-
-No lo creas, Francis.- dijo Stan. -Quizás Alvarado se haya resentido un
poco, pero nada más. Las cosas son de más envergadura y tienen que ver con
nuestro pasado.-
-Creo que ha sido un gran error el hecho de enrolarnos en el CTSI. Ahora
no podremos retirarnos de allí fácilmente.- apuntó Peter.
Charles y Hanna entraron con paso rápido a la sala. Besaron a su padre y le
contaron que en el Colegio habían sido distinguidos por ser buenos alumnos
en humanidades.
-Los felicito a los dos. Como ya cenaron y terminaron sus tareas, lo mejor
es que se vayan a dormir, pues hay que madrugar.- aconsejó Stan.
Los niños se despidieron de sus padres y de los demás. Luego, se
encaminaron a sus dormitorios.
Mary conversaba con Peter acerca de la nueva localidad que habían
conseguido para la pastelería. Luego, les contó a todos que la sección de
ventas había sido ampliada y que los hornos eran automáticos. También hizo
notar que las ventas online se habían incrementado bastante y sería necesario
contratar a alguien especializado en el asunto.
Cenaron, sin hablar mucho esa noche sobre los hechos de ese día. No
querían echar a perder los logros que tanto habían luchado para obtener y no le
darían gusto a la mala suerte de ser discriminados por ser inmigrantes. Más
bien, hablaron sobre planes para abrir una sucursal de la pastelería, cuyos
productos estaban siendo muy bien recibidos por la clientela, cada vez más
amplia.
Terminada la cena, se fueron a descansar en sus respectivos cuartos.
Pasada la media noche, Charles se despertó muy inquieto. Había percibido un
tenue sonido que provenía de un objeto sospechoso que se desplazaba por
encima de los tejados de la casa. Salió con cautela y fue donde Peter a quien le
refirió el hallazgo. Los dos salieron a la parte trasera de la casa, colindante con
el garaje. Miraron hacia los tejados pero no vieron nada ni oyeron sonido
alguno. Se quedaron expectantes por unos instantes y, sorpresivamente, vieron
cruzar muy rápidamente un dron cuyo tamaño pudieron apreciar desde donde
se hallaban apostados. No era mayor que una carpeta tamaño oficio. Al
desplazarse producía un zumbido tenue que no era perceptible con facilidad.
Peter sabía de qué se trataba y se lo explicó a Charles, quien se sintió
atemorizado ante lo ocurrido.
A esa hora de la madrugada, todos en el clan estaban despiertos,
comentando la aparición del aparato. Hanna sintió un poco de expectativa en
vez de temor.
Después de degustar una taza de chocolate caliente que Mary les preparó
para el momento, todos se fueron a dormir, finalmente.
El día siguiente parecía uno más en la rutina de los Macklowsky.
Desayunaron y se alistaron para dirigirse a sus labores. El bus del colegio
recogió a los muchachos muy temprano, como era costumbre. Mary y Francis
salieron a atender los asuntos de la pastelería. Stan y Peter se encaminaron a la
sede del CTSI. Todo parecía normal.
En el lugar de la Pastelería, “Donde Mary Todo Sabe Mejor”, había mucha
actividad. Se estaban preparando para la llegada de los primeros clientes
cuando sorpresivamente tres hombres vestidos con overoles negros
irrumpieron dentro del local. Cubrían sus rostros con pasamontañas y
esgrimían metralletas UZI.
-¡Todos contra el piso!- gritó el que parecía ser el jefe.
Mary y los demás obedecieron, sintiendo un inmenso temor. Uno de los
hombres se dirigió a la sección de los hornos. Allí encontró a Francis a quien
sometió con la amenaza de su arma. Le puso unas esposas y le ordenó salir.
Una vez con él en su poder, los asaltantes salieron rápidamente y abordaron
una camioneta negra de vidrios polarizados.
Arrancaron a toda velocidad y se perdieron en los recovecos de las calles
de la gran ciudad.
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
Era la primera vez que Francis Macklowsky tendría que ejercer como
instructor de manejo de armas cortas. Sus antecedentes como excelente tirador
cuando era miembro activo del IRA en Irlanda del Norte no se podían conocer
por nadie en Colombia, excepto por los altos mandos del CTSI, donde
trabajaba como agente asesor. Su presencia no delataba a alguien con historial
militar, como lo era él.
Por eso, cuando Deborah Martucci lo vio entrar a la sala de tiro del Club
no pensó que aquel hombre rubio, de mediana estatura y algo obeso fuera su
instructor. Casi comete el desacierto de preguntarle por qué no llegaba Francis
a atenderla.
-Mucho gusto, Francis Macklowsky, instructor de tiro.- le dijo,
extendiendo su mano para saludar a Deborah.
-Encantada de conocerlo, Francis.- dijo ella, sonriendo ampliamente y
expandiendo el aroma de su fino perfume francés.
Los dos se encaminaron hacia el salón de prácticas donde se hallaban los
equipos y las armas correspondientes. Se pusieron sus audífonos aislantes y las
gafas protectoras. Ambos se calaron los guantes especiales para disparar. Eran
delgados pero resistentes, con agujeros para sacar los dedos y así sentir el
arma y sus partes. A una distancia de 20 metros colgaban los tableros con los
blancos y el procesador digital de aciertos.
Deborah se sintió identificada con el ejercicio que iba a desarrollar.
-Le confieso que yo no he disparado un arma jamás en mi vida. Ésta será la
primera vez que manipulo una pistola.- dijo Deborah.
-No se preocupe, Señora. Le he seleccionado un arma pequeña, liviana y
fácilmente manipulable.- le respondió Francis, con el ánimo de tranquilizarla.
Era un pistola PIETRO BERETTA 92 FS, de poco peso pero de alta
precisión. El cargador albergaba 12 proyectiles de calibre 22 y el gatillo era
sensiblemente suave, lo que obligaba a mantener el seguro puesto en todo
momento. Deborah la recibió con algo de nerviosismo, pero se fue
tranquilizando al manipularla y familiarizarse con ella.
-Le tengo que advertir que siempre hay que mantener el cañón apuntando
hacia fuera de su cuerpo, con el seguro puesto.- dijo Francis.
-Lo tendré en cuenta en todo momento.- remarcó la dama.
Francis sostenía en su mano otra pistola de las mismas características que
la que tenía Deborah. Le dio las instrucciones sobre postura del cuerpo,
balance y torsión suave del tronco para no producir desvío en el momento del
disparo. Le aconsejó sostener el arma con las dos manos, al principio. Le
sugirió apuntar con la visión estereoscópica (los dos ojos abiertos).
Deborah soltó la primera ronda de cuatro proyectiles, para la cual estaba
programada el arma. Observaron los datos procesados por la pantalla digital.
Había logrado una precisión del 40%.
-Felicitaciones por ese logro, Señora Martucci. Es un buen comienzo.-
apuntó Francis.
-Puede llamarme Deborah, y gracias por el reconocimiento.
¿Continuamos?- dijo ella.
-Está bien, Deborah. Ahora hagamos tiros individuales, con espacios de
cinco segundos.- sugirió Francis.
-En el costado donde está el seguro hay una pestaña para programar los
disparos aislados.- instruyó Francis.
Deborah siguió el consejo y disparó de nuevo. En esta oportunidad logró
un acierto del 60%.
-Se nota que usted aprende muy rápido y asimila con alto rendimiento.
Creo que por hoy ya es suficiente.- declaró Francis.
-Muchas gracias por esta clase tan provechosa, Francis.- respondió la
hermosa dama.
Se despojaron de los atuendos y ya se disponían a salir del recinto cuando
otra dama, vistiendo muy elegantemente, apareció de improviso y se dirigió
hacia Deborah, saludándola con un beso en la boca. El detalle no sorprendió a
Francis, pues él ya conocía la orientación de ella.
-Permítame presentarle a Yamile Anderson, mi compañera y futura
esposa.- dijo Deborah.
-Encantado, señorita. Yo soy Francis Macklowsky.-
-Debbie ya me había contado sobre usted, como su instructor de tiro. Me
agrada saber que está en tan buenas manos.- respondió Yamile, dando una
sonora carcajada.
Todos se rieron y salieron hacia el bar del club. A esa hora no había
muchos clientes allí, por lo que la atención fue inmediata.
-Les invito una bebida, la de su preferencia.- dijo Deborah.
Todos pidieron martini en las rocas. Ya con las copas en sus manos,
brindaron por un positivo logro para todos. Después del primer sorbo, Yamile
expresó:
-¿Cómo podría yo comprar un arma como la que empezó a disparar hoy
Deborah?-
-Yo tengo los contactos necesarios y sólo será menester pagar el precio y
desglosar las necesidades del uso. Hay unos formularios para eso.- respondió
Francis.
-Entonces, ¿el próximo miércoles podemos vernos para diligenciar los
papeles?- inquirió Yamile, con un poco de ansiedad.
-Sí. El miércoles estará bien. ¿Le parece bien que nos citemos en mi
casa?.- propuso Francis, a la vez que le entregaba una tarjeta personal.
Yamile estuvo de acuerdo.
Terminaron la bebida y se despidieron afablemente. Las dos mujeres
abordaron su auto BMW de lujo, que conducía Yamile. Pronto desaparecieron
de la vista de Francis.
Esa tarde, Stan, Peter y Francis conversaron sobre el primer día de labores
como instructores de tiro, y expresaron su conformidad con los clientes y los
progresos de ellos. En medio de ese intercambio, Francis trajo a colación la
solicitud de Yamile con respecto a comprar una pistola, y la asesoría que él le
ofreció al respecto.
-Es legal el trámite, siempre que los papeles se llenen con datos fidedignos
y reales.- apuntó Stan.
-Me parece que esa sería otra posibilidad de ganar un dinero extra.- acotó
Peter.
-Siendo yo el instructor personal de la compradora, puedo apadrinarla en
ese asunto.- declaró Francis.
-Yo no le veo problema a eso. Sin embargo, no olvides que de acuerdo con
la reglamentación interna del CTSI, tú eres corresponsable de la apadrinada
durante un mes, contado desde el día en que se entregue el arma.- recordó
Stan.
-Lo sé muy bien, tío. No veo problema en ello, dadas las calidades de esas
damas.- apuntó Francis.
Los tres estaban hablando de ese tema cuando entró Mary con sendas tazas
de chocolate caliente, acompañadas de sus famosas rosquillas. Todos le
agradecieron la atención y terminaron la tarde charlando sobre asuntos de la
oficina, mientras Hanna y Charles hacían sus deberes para el último año de
bachillerato.
Para ese momento, los dos habían decidido qué carreras seguir en la
universidad. Hanna iba a estudiar Ingeniería Química y Charles se había
inclinado por la Medicina. Ya habían aplicado en las mejores universidades de
la capital y habían obtenido un cupo "temprano", antes de haber tomado el
examen de estado correspondiente, llamado "SABER 11". Los dos jóvenes
exhibían orgullosos los altos resultados que lograron en las pruebas
internacionales PISA, de matemáticas, ciencias e idiomas. Todos en la casa se
sentían felices al respecto.
Esa noche, mientras se hacían planes para el día siguiente, Francis se
preguntaba las razones que tendría Yamile para obtener un arma. No le dio
mucha importancia al tema y se durmió.
CAPÍTULO 25
Ese comienzo de semana transcurrió como los demás, en la casa del clan
Macklowsky. Las actividades de Stan y Peter en el complejo de la CTSI
consistieron en diseñar el plan de seguimiento a un capo contrabandista de
armas. Mary y Francis se dedicaron a perfeccionar el sabor de una nueva torta
de manzana. Hanna y Charles se declararon muy ocupados preparando su
próximo ingreso a la Universidad.
Precisamente el martes por la mañana Peter recibió un sobre dirigido a él,
previa inspección por el grupo de inteligencia. Lo abrió en su oficina y
encontró que dentro había un tarjeta perfumada, conteniendo un mensaje de la
nueva alumna del club, Madame Lucy D'Fourier.
La tarjeta tenía impresa la inicial L del nombre de la dama por un lado,
formando un elegante logotipo.
Por el reverso, traía el siguiente mensaje:
Querido Peter,
Para mí fue una hermosa experiencia compartir contigo esas horas de
entrenamiento en el complejo de armas del club. Hubiera deseado que
pudieras haberme acompañado a almorzar ese domingo.
Desafortunadamente, tuve que partir de forma inmediata para atender la
llegada de mi hermano a la ciudad.
Me encantaría contar con tu compañía este miércoles para hacer una
visita a la exposición del pintor francés Couteau, en la sala de exposición de
la Embajada de Francia, a las 8 de la noche.
Pasaré a recogerte a tu casa, si así lo deseas. Házmelo saber, si estás de
acuerdo.
Afectuosamente,
Lucy
Peter se sintió muy complacido con la misiva, pues en el fondo le agradaba
mucho la presencia de Lucy. Decidió que sí iría, y así se lo hizo saber a través
del celular.
Al mismo tiempo que aquello ocurría, Francis ya había diligenciado el
papeleo para la compra del arma por parte de Yamile Anderson, la compañera
de Deborah Martucci. Sólo faltaba la firma de los formularios respectivos y el
registro del permiso para el porte del arma, lo cual ya había hecho por medio
de Stan en el CTSI.
A las 7:45 P.M., se estacionó un auto BMW al frente de la casa de los
Macklowsky. Yamile descendió y se encaminó hacia la entrada de la mansión.
Francis había observado los pasos de Yamile a través de la ventana, por un
resquicio de la cortina. Abrió la puerta y encontró al frente a la futura
compradora.
-Bienvenida, Señorita Yamile. Siga, por favor.- le dijo, extendiendo la
mano para saludarla e invitarla a entrar.
-Llámeme Yamile, si no le es molesto.- respondió ella, e ingresó a la sala.
En ese momento, Mary y los niños estaban en la segunda planta. Stan y
Peter aún no habían regresado del trabajo. Por lo tanto las únicas personas en
la sala eran Yamile y Francis.
-Tome asiento, si le place. Permítame invitarle una bebida. ¿Qué le
agradaría tomar?- invitó Francis.
-Un martini en las rocas.- dijo Yamile, contemplando los cuadros que
colgaban en las paredes de la sala.
-Esas son obras originales de un pintor irlandés no muy famoso.- explicó
Francis mientras servía dos tragos.
Le alcanzó la copa a Yamile y brindaron por el negocio que iban a
emprender.
-¡Salud!- dijeron al chocar las copas.
Acto seguido, Francis se paró y se dirigió al mueble de una esquina de la
sala. Extrajo de la gaveta un sobre de manila y una caja conteniendo la pistola
que Yamile compraría. Se acercó y puso todo sobre la mesa de centro.
Yamile leyó los papeles y los firmó, a la vez que estampaba la huella
digital de su dedo índice derecho en un espacio de cada uno de los
formularios. Recibió la licencia de porte, el arma acordada y una caja de
munición para ella. Declaró que todo estaba como lo deseaba y enseguida
extendió un cheque a nombre de Francis, por el valor acordado. También se
diligenció un recibo de compra-venta a nombre de los dos involucrados en el
negocio.
Tan pronto se hizo la entrega, la dama se despidió, agradeciendo la
atención de Francis. Se subió a su auto y se dirigió hacia la avenida principal.
Cuando llegaron a casa, Peter y Stan se enteraron de la transacción y
vieron todo aquello como lo más normal. No tenían ni la más remota sospecha
de lo que estaba bullendo dentro del cerebro de la compañera de Deborah
Martucci.}
Algo que todos ignoraban era la situación por la que estaba atravesando la
pareja de Deborah y Yamile. Hacía dos meses que algo significativo había
acontecido durante un viaje de recreo que las dos damas habían hecho a la
Ciudad de Panamá.
Una de esas noches en que cada una quiso tener libertad de acción, Yamile
vio cómo su compañera estaba teniendo un encuentro bastante comprometedor
con otra dama. A partir de ese momento, le perdió toda confianza y sintió que
aquella muestra de infidelidad debía pagarse tarde o temprano.
La compra del arma tenía que ver con un plan que Yamile había urdido con
un pistolero a sueldo, para dar un escarmiento a Deborah.
-Se trata de darle un buen susto a Deborah. Usted sólo la va a herir en un
brazo y le hará saber que lo envió la otra.- decía Yamile al sicario, después de
entregarle el arma recientemente comprada a Francis, pues parte del pago de
ese trabajo era el regalo de la pistola.
-No se preocupe, Doña. Todo se hará como usted lo ha dicho. Haré que eso
parezca una retaliación.- respondió el hombre.
Los hechos que dos días después publicaban los diarios, daban a conocer
cómo un romance y una infidelidad se habían mezclado sórdidamente,
produciendo un intento de homicidio en la persona de la afamada bancaria
Lucy D'Fourier.
El hombre que disparó fue localizado por medio de las imágenes de
cámaras de vigilancia y el arma le fue incautada. La referencia y el número de
registro condujeron a los investigadores hacia el nombre de Francis
Macklowsky.
Sólo cuando vieron las noticias en la televisión supieron lo que había
pasado con la famosa empresaria Deborah Martucci. En la casa de los
Macklowsky se produjo cierto revuelo al precisar que lo sucedido entre la
Signora Martucci y su amiga se había llevado a cabo con el arma que Francis
había vendido a Yamile.
Pronto los funcionarios de la CTSI se hicieron presentes tanto en la escena
del atentado como en la casa del clan. Las investigaciones preliminares les
proporcionaron una guía incontrovertible hacia el agente Francis Macklowsky.
En la hora de la llegada de los pesquisadores, Francis se encontraba
trabajando en la pastelería de Mary. Él, como jefe de horneado, tenía que
supervisar al minuto los procesos de fabricación de las afamadas tortas que les
habían proveído buenos dividendos y mucha fama en toda la ciudad. La
población de Bogotá siempre fue excelente consumidora de los productos de
la pastelería de Mary Macklowsky. Ya habían patentado los diferentes tipos de
cupcakes que tanto habían gustado. Se podría decir que las fórmulas de
amasado y horneado eran verdaderas obras maestras del arte gastronómico,
diseñadas por aquel inmigrante de cara bonachona, que había militado en la
primera línea del Ejército revolucionario de Irlanda del Norte.
Esa faceta fue la que los investigadores enfocaron como pista principal.
Llegaron en una auto-patrulla, sin hacer sonar la sirena. Dos de ellos
permanecieron en el carro, mientras otros tres se dirigieron al interior de la
pastelería. Parecían clientes que ingresaban al establecimiento para consumir
alguna de esas delicias.
-¿Podría ponerme en contacto con la dueña?- indagó el agente que
comandaba el grupo.
-¿Me hace el favor de darme su nombre para anunciarlo? - preguntó la
funcionaria encargada de la caja.
-Agente Juan Pérez.- dijo, mostrando su credencial del CTSI.
Después de tres minutos, se presentó Mary Macklowsky. Miró la
identificación del agente y dijo: -¿En qué le puedo servir, caballero?-
-Perdone la irrupción en el local a esta hora, Señora, pero es necesario que
hablemos con su sobrino, el Jefe de Horneado.- respondió el agente Pérez.
-En este preciso momento se encuentra inspeccionando la horneada de
unos cakes para entrega inmediata a un cliente de fuera de la ciudad y es
necesario que no interrumpa el proceso.- explicó Mary. Luego agregó: -¿Le
molestaría esperar unos 5 minutos?-
-Por supuesto que no. Esperaremos.- respondió Pérez, a la vez que se
sentaba con sus compañeros en una mesa del salón.
Mary entró rápidamente a la sala de hornos y puso al corriente de la
situación a Francis, quien se despojó del delantal y el gorro de chef, se puso la
chaqueta, se anudó la bufanda y, dándole un beso a su tía, salió del local por la
puerta trasera que desembocaba en un callejón. Se encaminó con paso rápido
hacia la calle paralela a la avenida donde estaban los dos agentes parqueados
dentro de la patrulla.
Tan pronto se aproximó un taxi, lo tomó y desapareció de la escena. Se
dirigió a su apartamento donde llegó al cabo de 15 minutos. Entró a la
recepción del edificio y rápidamente tomó el ascensor que lo llevó al quinto
piso. Al poner la llave en la cerradura de la puerta notó que el seguro había
sido desactivado. Abrió y al entrar a la sala se quedó sorprendido al ver
sentados en un sofá a dos agentes compañeros del CTSI, que lo miraron con
caras risueñas.
-¿Te sorprende vernos aquí?- dijo Ernesto Cadavid, su colega de diseño de
planes de seguimiento en las oficinas del CTSI.
-Te diría que lo sospechaba.- le respondió mirando las esposas que sostenía
en su mano izquierda.
-¿Te acuerdas de Ramón Pinsky, el experto en drones?- preguntó girando
hacia el otro hombre.
-Claro que sí.- dijo Francis, resignado a hacer lo que le correspondía.
Ernesto se puso de pie y se aproximó a Francis, mostrándole la copia del
del documento de compra-venta que habían firmado con Yamile al venderle el
arma.
-Hemos averiguado que la dama acusada que atentó contra la vida de su
amiga Deborah Martucci lo hizo con la pistola que tú le vendiste.- dijo el
agente.
-Pero eso no significa que yo planeé el atentado.- se defendió Francis.
-Sin embargo, tus antecedentes en el mundo de las armas nos obliga a
detenerte hasta cuando se aclaren los hechos.- declaró el agente Pinsky.
-¿Nos acompañas de buen agrado o tenemos que esposarte?- preguntó
Cadavid.
-Iré con ustedes sin oponer resistencia.- dijo Francis, tranquilamente.
Salieron del apartamento y se dirigieron al auto oficial que se hallaba
aparcado en los sótanos del edificio. Entraron al vehículo, que no tenía
ninguna seguridad, pues no era una patrulla para movilizar detenidos. Francis
se acomodó atrás de los colegas del CTSI. Salieron del parqueadero y
enfilaron su ruta hacia la Avenida EL Dorado.
Francis envió un mensaje a Peter desde su celular, refiriéndole lo que
estaba pasando y advirtiéndole que no iría a los cuarteles del CTSI, pues allí
correría peligro, dados sus antecedentes de combatiente del IRA. Sabía que,
aunque el Coronel Alvarado los había relevado de la vigilancia extrema a que
estaban sometidos, existían otros mandos interesados en hacerlos desaparecer
del panorama del Centro de Inteligencia del CTSI donde trabajaban desde
cuatro meses atrás.
Ya era de noche y la iluminación en los costados de la avenida no era
buena. Sorpresivamente, Francis saltó del auto en marcha, hacia una cuneta
que bordeaba la vía. La oscuridad del sector le permitió escapar de la vista de
sus captores. Pronto radiaron alertas para la búsqueda del fugitivo y se
reactivaron los protocolos de vigilancia extrema sobre la casa de los
Macklowsky, los miembros del clan, la pastelería y el apartamento de Francis.
No estaba muy clara la razón por la que Francis había actuado de esa
manera tan apresurada, pues no se había producido una acusación formal
contra él. Es de aclarar que en su expediente figuraba un concepto del
Psiquiatra que lo examinó en las pruebas para ingreso al CTSI. Casi nadie le
había puesto atención a la observación que el Doctor Latorre había escrito en
su hoja de vida. La nota decía:
"Paciente con mucha inventiva y rapidez de acción. Equilibrado
exteriormente, mas aprehensivo en su interior. Los tests muestran un inicio de
complejo de persecución y un pronunciado sesgo hacia el estrés postraumático
de guerra. Se recomienda realizar pruebas frecuentes para observar el progreso
de la afección."
Seguidamente aparece la firma del Doctor Pedro Latorre Domínguez.
Era posible que Francis hubiese actuado bajo la presión de elementos que
ni él mismo había detectado anteriormente. Se había ocultado en un lugar del
que sólo Peter tenía noticia. Por eso, esa misma noche comunicó a la familia
Macklowsky que Francis estaría ausente por un corto tiempo, mientras se
aclaraban los acontecimientos.
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
EPÍLOGO
Son tantas las variables que definen el devenir humano, que no es fácil
determinar cuándo un proceso ha finalizado completamente, o simplemente ha
empezado otro que puede ser diferente.
Quizás, si logramos reconocer que los hechos que cierran un ciclo son a su
vez las causas de algo que se inicia, podremos identificar cuándo realmente
estamos avanzando. La percepción del tiempo es tan personal que a veces nos
parece estar estancados.
Posiblemente haya que fijar más la mirada sobre lo que está transcurriendo
en nuestro presente, y menos sobre lo que ya sucedió, o en lo que
posiblemente acontecerá. Habrá que desarrollar una especie de visión global
para apreciar todo el panorama espacio-temporal y así lograr la perspectiva
deseada.
Esa podría ser una manera de identificar el momento en que en realidad
estamos avanzando hacia los ideales que nos hemos trazado como metas, para
recorrer el camino de nuestras realizaciones.