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Las

Posibilidades Imposibles

Por

Carlos Padilla



Para Nelly, Claudia, Katherine, Alejandra, Aisha y Shaila.

PRÓLOGO

El desarraigo es un fenómeno sociológico que tiene que ver con el proceso


de extracción violenta y forzosa de quien se ha establecido o asentado en un
lugar. Es un acto de naturaleza negativa y destructora opuesto al de arraigarse
(ad- radicare) o echar raíces en un determinado lugar, lo cual implica un largo
y sostenido acto positivo y constructor.
Este libro expone, denuncia y testimonia los corrosivos efectos de ese
fenómeno.
Presente como dolencia y problema real, el desarraigo es uno de los
antagonistas con quien deben luchar los protagonistas de este relato como si
fuese el peso de un sino trágico, contra el que habrán de lanzarse obcecada y
repetidas veces a pesar de su inaccesibilidad.
Como coincidencia, es de anotar que en nuestro país el desarraigo,
traducido como desplazamiento forzado, ha producido consecuencias que han
conducido a cambios tanto constructivos como funestos.
El triunfo o el fracaso de los personajes en esta narración será la
conclusión final después del análisis discrecional que de este libro haga cada
uno de los lectores.

“La nobleza me ha amaestrado, preparado y ejercitado para que enseñe


solamente aquello que es conveniente: en este sentido nada cambiará.
Quiero revelarles lo que enseño: el abecé de la miseria humana.”
Bertolt Brecht “El Preceptor”.
“Jamás he creído que pueda construirse nada sólido ni estable en un país, si
no se alcanza antes la independencia absoluta… La tiranía no puede reinar
sino sobre la ignorancia de los pueblos.”
Francisco de Miranda.

CAPÍTULO 1

El grupo de diez hombres con uniformes del ejército británico rodean al


joven renegado que hacía 15 minutos los hostigaba con disparos de fusil.
Parece que la suerte de ese muchacho va a ser definida por el Coronel que
comanda el pelotón. Hay ley marcial en esa sección de Belfast, capital de la
parte de Irlanda ocupada por los ingleses y rebautizada con el nombre de
Ulster.
Es de noche y el frío del invierno reinante hace tiritar al prisionero a quien
sus captores despojaron de la chaqueta térmica. No está nevando pero la
percepción es de unos 3 grados bajo cero. Parece que no hay mucha esperanza
para Peter Maclowsky, de 22 años, militante del IRA, Ejército Republicano
Irlandés.
Bajo la ley marcial, los militares tienen el poder de realizar ejecuciones
sumarias de elementos considerados como de alto riesgo para la seguridad del
país. Son días difíciles tanto para los rebeldes como para los ocupantes,
considerados como invasores por los irlandeses. En este preciso momento, la
vida de Peter corre mucho peligro. Es el 22 de diciembre de 1972.
La ciudad donde han surgido más levantamientos y ataques últimamente es
la capital. Quizás es así porque allí hay más poder monetario para comprar
armas de forma soterrada. Las reuniones de los que dicen defender su patria se
llevan a cabo en viejas edificaciones de las afueras que poseen pasadizos
cuasi-secretos y direcciones difíciles de localizar.
Las órdenes recibidas del alto mando británico establecen endurecer y
acrecentar las persecuciones a quienes abiertamente desafían su poder. Ya van
dos generaciones de irlandeses que han luchado incansablemente por
recuperar sus derechos y restablecer su propio mandato, como lo era antes de
la ocupación. Precisamente, en la familia Maclowsky se dio ese caso.
Para comprender mejor el contexto de esta historia se hace necesario
realizar un recuento del origen de esta situación que ha desembocado en algo
así como un rompecabezas al cual le hacen falta piezas que se han perdido o
que han sido cuidadosamente ocultadas.
Irlanda del Norte se formó cuando se produjo la partición de la isla en
1921. Una vez separada la República de Irlanda, la provincia británica de
Irlanda del Norte ha sufrido los embates de violencia más fuertes de que se
tenga historia en conflictos de raigambre religiosa, pues ese ha sido el escudo
que se ha mostrado hacia el exterior, con el objetivo de disfrazar los
verdaderos motivos políticos y sociales del problema.
De las entrañas de esa situación surgieron dos bandos: el IRA (Ejército
Revolucionario de Irlanda) y el Ejército Británico de ocupación. El primero se
organizó en la sombra como un grupo rebelde que atacaba objetivos oficiales y
se mantenía en el anonimato. Pronto se empezaron a presentar situaciones que
muchas veces desembocaron en retaliaciones personales las cuales, en lugar de
mermar la efervescencia del conflicto, acrecentaron el pico de la violencia.
Como se puede apreciar, el origen de la división y la posterior oleada de
ataques vinieron a desembocar en el problema cuyas repetidas instancias dan
lugar al relato iniciado. La familia Maclowsky llegó a ser uno de los
protagonistas más notables de hechos que más tarde conmocionaron al país de
una manera tal que aquello trascendió las fronteras.
No pocos irlandeses católicos han dado su vida por la causa reunificadora
de la nación, y como suele suceder en estos casos en que las fronteras entre lo
patriótico y lo político se diluyen con facilidad, se termina catalogando el
problema como simplemente de orden público.
A pesar de los esfuerzos realizados por la ONU para llegar a un acuerdo
entre las partes en conflicto, los incidentes siguen produciéndose. Las
diferencias ideológicas no resultan a veces tan determinantes como los
sentimientos de retaliación que se han creado como consecuencia del actuar de
los protagonistas del problema. Muchas veces, la justificación de esas acciones
se da meramente por los desmanes de quienes han aprovechado su posición de
autoridad. También, se han dado casos en que la ventaja se ha debido al hecho
de tener mejores armas o medios en esa lucha fratricida por parte de uno de los
grupos enfrentados.
Con el correr del tiempo, las variables del problema se han multiplicado
produciendo un nivel más alto de complejidad para su posible solución.

CAPÍTULO 2

A comienzos del siglo XX, llegó a Irlanda una familia procedente de


Polonia. Habían dejado sus hogares y demás posesiones por causas
relacionadas con las persecuciones desatadas contra grupos católicos que se
habían convertido desde el judaísmo. Por encontrarse viviendo muy cerca de
las fronteras con Austria, empezaron a sentir la presión de los entes oficiales.
Stan Maclowsky, raíz de la dinastía familiar, trabajaba como obrero
soldador en los astilleros de Gdansk, que en esa época era puerto de primer
orden sobre el Mar Báltico. Bill, hermano menor de Stan, laboraba allí mismo
en calidad de almacenista de segundo nivel. Los dos sostenían sus respectivas
familias con los precarios salarios que devengaban.
Era una época de difíciles situaciones originadas por el clima de pre-guerra
que se estaba viviendo. Los supermercados, regidos por leyes estatales muy
duras, no daban abasto para atender las necesidades de la población de
Gdansk.
Empezaron a producirse brotes de descontento entre los obreros del
astillero. Las bajas voces de protesta se fueron acrecentando paulatinamente y
como consecuencia de ello surgió un grupo de trabajadores que encabezaron la
formación de lo que más tarde se llamó EL SINDICATO.
Las inconformidades de los obreros crecían cada día que transcurría, lo que
se convertiría en una especie de olla a presión cuya válvula de seguridad ya no
funcionaba.
Un día miércoles, en plena labor, decidieron parar sus actividades y
marchar hacia el centro de la ciudad. Era una osadía lo que estaban haciendo
ya que los sindicatos y las protestas no estaban autorizados por la ley vigente.
Pronto se encontraron de frente con un numeroso piquete policial
antidisturbios.
Ese día no hubo incidentes qué lamentar, pero lo que se derivó de ese
movimiento fue realmente serio. Los marchantes fueron acusados de rebelión
y sus nombres estaban sobre el escritorio del Fiscal General, el Dr. Nikolai
Svensko. Este funcionario era reconocido por su exagerado rigor y ciega
determinación.
La oficina del Fiscal hervía de actividad aquel inicio de semana. Su
segundo allí recibió la orden de hacer comparecer a los organizadores de la
marcha de la semana anterior.
-¡Karl!, bramó el fiscal.
-Sí, Doctor. ¿Qué se le ofrece?- respondió el subalterno.
-Escriba sendas citaciones a las personas que están en esta lista.- dijo el
fiscal, alargándole una hoja de papel manuscrita.
-¿Cuál es la fecha de comparecencia, Doctor?- preguntó Karl, con tono
sumiso.
-Mañana mismo los quiero en este despacho.- respondió el fiscal,
tajantemente.
El secretario empezó a llenar los formatos de citación cuidadosamente. Él
sabía que aquello podría significar la pérdida del empleo o la detención
preventiva. Cuando leyó los nombres de Stan y Bill Maclowsky entre los
citables, se estremeció por el hallazgo. Los dos hermanos eran sus amigos
personales desde hacía muchos años. Precisamente, él era el padrino de
bautismo de Peter, el hijo primogénito de Stan.
No tuvo más remedio que hacer las boletas de cita, pues su puesto estaría
en riesgo al no obedecer la orden de su superior. Una vez estuvieron listas, las
pasó al escritorio del fiscal para la firma y el sello correspondiente.
El Fiscal General las revisó cuidadosamente y las firmó. Las devolvió a su
secretario, con una orden perentoria.
-Esta vez, quiero que un grupo de oficiales armados se hagan presentes en
el astillero, muy temprano en la mañana y hagan efectivas las órdenes. Pero,
necesito que me traigan de inmediato, bajo detención, a los promotores del
desorden.-
-¿A quiénes se refiere usted, Doctor?- dijo Karl.
-Hablo de los hermanos Maclowsky.- respondió el fiscal, con tono
amenazante.
Se hizo como lo ordenó el funcionario del Orden Público. A las 9 de la
mañana de aquel miércoles, los policías se apostaron en las puertas de ingreso
y de salida del astillero, exhibiendo sus metralletas. Tres de ellos se dirigieron
al interior de la edificación en búsqueda de los Maclowsky.
Un sentimiento de solidaridad se extendía por las instalaciones y pronto
llegó la noticia de lo que iba a suceder. Stan y Bill se percataron de lo que se
iría a desencadenar si no huían de allí rápidamente.
-Stan, salgamos de aquí por el pasadizo oriental.- dijo Bill, conocedor del
astillero y sus recovecos.
Ese pasadizo no era notorio, pues desde que se construyeron las
compuertas de entrada y salida por otro frente, las directivas decidieron dejarlo
como entrada de insumos menores. Ya se veía cubierto de musgo por la falta
de tránsito humano frecuente.
Los dos hermanos llegaron allí y descubrieron que el lugar no estaba
vigilado.
-¡Vamos, Stan!- apremió Bill a su hermano.
-Salgamos de aquí, pero no nos dirijamos a nuestras casas inmediatamente.
Allí será el primer lugar donde nos buscarán.- respondió Stan.
-Está bien. Vámonos al taller del primo Lech.- sugirió Bill.
Los dos hombres lograron salir sin ser detectados y se dirigieron a la parte
sur de la ciudad, donde el primo Lech Nowak había instalado un taller de
reparación de automotores y otros aparatos. Era necesario ocultarse mientras
planeaban qué hacer inmediatamente después.
La gran preocupación de los hermanos era acerca de sus familias. Tenían
que hacerles saber qué había pasado y por qué estaban ocultándose.
Se desplazaron por calles poco transitadas, acortando la distancia a través
de senderos que no eran usados frecuentemente. Al cabo de casi dos horas,
llegaron a la parte trasera del taller del primo Lech. Miraron hacia todas partes
por si acaso a los policiales se les había ocurrido visitar aquel primo en
segundo grado de los hermanos Macklowsky.
Se deslizaron con cautela hacia el interior de la vetusta edificación,
pasando por la huerta trasera y adentrándose en la cocina del inmueble. Allí se
encontraba Lucy, la esposa de Lech. Tan pronto los detectó, les hizo una señal
de silencio con el dedo sobre la boca y les susurró:
-Pasen a la alcoba de huéspedes y allí me cuentan qué ha pasado.-
Los hermanos se dirigieron a la segunda planta y allí le refirieron a Lucy lo
que había pasado.
-Estamos siendo perseguidos por la Fiscalía, bajo el cargo de instigar la
huelga en el astillero.- dijo Stan.
-Además de eso, nos acusan de organizar un sindicato ilegal.-
complementó Bill.
-No tienen que explicarme nada, pues yo sé que ustedes son inocentes de
todo eso. Ya viene Lech para ayudarles a sortear esta situación.- dijo Lucy,
comprensivamente.
La dama salió hacia el taller y allí le notificó de las nuevas noticias a su
esposo, que se encontraba bajo un auto en reparación.
-Por favor, diles a los primos, que están en su casa y que dentro de un rato
me reúno con ellos.- pidió Lech a su esposa.
Efectivamente, después de 40 minutos, Lech ya estaba con sus primos,
dándoles la bienvenida a su casa.
-Me he enterado por la radio de los acontecimientos sucedidos en los
astilleros. Hay una verdadera cacería de brujas.- les dijo Lech.
-El problema es que nos persiguen como si nosotros fuéramos culpables de
crímenes o algo parecido.-explicó Stan.
-Sabemos que si caemos en las manos del fiscal Svensko nuestras cabezas
están en riesgo. Por eso decidimos huir y venir aquí para ocultarnos mientras
hacemos un plan, si tú no tienes objeción, Lech.- explicó Bill.
-No hay problema, primos. Yo me encargo de enviar un recado a cada una
de sus casas para que sepan qué está pasando; así no se preocupan y sabrán
qué hacer.- les refirió Lech, con aire de colaboración.
-Te agradecemos el favor, Lech.- respondió Stan.
Los hijos de Lech y Lucy regresaron del colegio a las 4 de la tarde. Tom y
Henry fueron aleccionados por sus padres sobre los hechos del día. Recibieron
instrucciones al respecto y sendos mensajes escritos en sus cuadernos para ir a
las casas de los refugiados. No se podían arriesgar a llamar por teléfono, pues
sabían que ya debían estar intervenidos.
Los muchachos partieron en sus bicicletas con el objeto de dar
cumplimiento a sus misiones. Tenían que regresar antes de las 7 de la noche,
pues había restricción para circular en bicicleta después de esa hora. No
tuvieron inconvenientes en su viaje. A las 6:50 P.M., ya estaban en su casa,
haciendo los deberes escolares para el día siguiente.
Esa noche, Lech y su esposa prepararon dos literas en la parte subterránea
del taller, parecida a un búnker y que habían construido como refugio anti-
ataques de gran envergadura. La entrada a la construcción estaba disimulada
por un panel que cubría el piso de la sección donde se alzaba la prensa
hidráulica que elevaba los autos para la inspección inferior.

CAPÍTULO 3

Al cabo de dos semanas de estar ocultándose, los hermanos Stan y Bill


Macklowsky, en unión de sus familias, salieron en la oscuridad de la noche y
abordaron el barco Sheetland, con rumbo a Belfast, en Irlanda del Norte. No
figuraban abiertamente como miembros del pasaje sino como familiares del
Capitán Mcloud. Eran huéspedes distinguidos en el barco, lo cual les daba un
fuero especial y nadie de ellos podría ser detenido ni en puertos ni en altamar.
Al cabo de diez días de navegar los mares del norte de Europa, arribaron al
puerto de Bangor y, posteriormente, llegaron a Belfast. Allí se encontraba
Sean Macklowsky en compañía de su esposa Judith y su hija Grace. Los
recibieron y les dieron la bienvenida a la verdadera tierra de sus ancestros. Ya
les habían rentado una amplia casa en la parte sur de la ciudad, mientras se
establecían definitivamente. También les habían conseguido trabajo temporal
en los astilleros de Belfast. Aquel día marcó un comienzo en las vidas de los
Macklowsky.
Pasaron los años y los Macklowsky se sintieron como si hubieran
desembarcado en el nuevo paraíso. Los dos hermanos se hicieron notorios en
los astilleros por la buena calidad de su trabajo. El joven Peter, hijo de Dan, se
hizo mayor y durante sus estudios de Ingeniería en la Queen’s University of
Belfast se hizo miembro de una Cofradía llamada “Caballeros del Nuevo
Orden”. Más tarde, identificada con el IRA, Ejército Republicano Irlandés,
que luchaba abiertamente contra la ocupación británica.
La familia de Dan Macklowsky ya había sido detectada como un grupo
simpatizante de los rebeldes, y las autoridades sólo esperaban la oportunidad
para detenerlos, pues se decía que en alguna parte de esa casa se ocultaban
armas prohibidas.
Peter asistía con regularidad a sus clases de la Universidad, donde se
reunía con sus compañeros de Cofradía, sin percatarse de que dentro del alma
mater habían sido emplazados agentes encubiertos para hacer el seguimiento a
los jóvenes que militaban en el grupo de “Los Caballeros del Nuevo Orden”.
Esa noche decidieron hacer un hostigamiento a los miembros del pelotón que
patrullaba las afueras de Belfast.
El día en que Peter fue apresado, se había decretado la ley marcial. Esa
noche de gélido invierno de diciembre, los Macklowsky se enteraron de la
detención de Peter, llevada a cabo por un pelotón de alta autoridad,
comandado por el Coronel Simon Travis. Los acompañaba el abogado militar
Raymond O’Marley, encargado de realizar el juicio sumario al prisionero y,
sin jurado alguno, decretar la muerte o la libertad del detenido.
El viejo Stan y su hermano Bill, se desplazaron hasta el lugar donde tenían
al joven rebelde. No les permitieron atravesar el cordón policial que
resguardaba un área de no más de 8 metros cuadrados. Se aproximaron lo
suficiente para alcanzar a ver a Peter que tiritaba acurrucado sobre el
pavimento, mientras dos policías le apuntaban con sus rifles.
-¡Oigan! Soy el padre del detenido y pido permiso para acompañarlo
durante el juicio sumario.- gritó Stan mientras forcejeaba con dos agentes.
Sorpresivamente, uno de los oficiales golpeó la cabeza de Stan con la
culata del rifle. El viejo cayó al piso, sin perder el sentido, pero sintiendo un
dolor terrible por el golpe. Se produjo una herida que lo hizo sangrar.
Inmediatamente, el Coronel Travis se acercó y llamó la atención al policía que
produjo el incidente.
-Agente, no se permite atacar civiles desarmados, y menos si se trata de
alguien de edad avanzada. ¡Llame una ambulancia inmediatamente!- ordenó el
comandante.
En poco tiempo arribó una ambulancia con médico a bordo. Le hicieron
pruebas y curaciones de primeros auxilios a Stan, quien les dijo a todos que ya
se sentía mejor. La hemorragia se había detenido y el incidente no pasó a
mayores.
Al mismo tiempo que esto sucedía, el Coronel Travis estaba sosteniendo
una entrevista con el abogado O’Marley. Hablaban en voz baja.
TRAVIS: -Según hemos investigado, ésta es la primera vez que el joven
Peter Macklowsky es aprehendido. Además, no tenemos pruebas de que él
estaba disparando.-afirmó.
O’MARLEY: -Si es así, no hay más remedio que dejarlo libre, por el
momento. Ya tenemos miles de muchachos llenando los centros de reclusión.-
concluyó.
El Coronel Travis se aproximó a Peter y le entregó la chaqueta térmica que
le habían decomisado durante su detención. Caminó unos pasos, alejándose de
él y luego giró sorpresivamente y se aproximó al joven.
-Peter Macklowsky, lo vamos a liberar esta vez, con su palabra de que no
va a seguir enfrentándose a las autoridades británicas.- sentenció.
Peter, que estaba en cuclillas, se incorporó y miró fijamente al coronel.
Después de diez segundos, le dijo:
-Coronel, yo sólo ejerzo mi libertad constitucional y el derecho a ser libre.
Por mis ideas no espero que se me condene.- afirmó con voz firme y clara
determinación.
El Coronel Travis comprendió que este muchacho tenía formación
académica universitaria y que más valía tenerlo como adversario político que
como rebelde en armas.
Registró en una bitácora electrónica el suceso y ordenó a un subordinado
que le quitara las esposas a Peter. El agente así lo hizo. Enseguida se retiró
hasta el lugar donde se encontraba su padre. Al ver el vendaje sobre su cabeza,
exclamó:
¿Qué te hicieron, papá?-
-No te preocupes, hijo. Fue sólo un leve encuentro con un agente. No es
nada serio. Ahora, los invito a que nos alejemos de este lugar que empieza a
oler mal.- dijo Stan.
Tan pronto se apartaron de allí, Bill Macklowsky les dijo:
-¿No les parece un poco rara la liberación de Peter? Así, sin más, lo han
dejado libre y tampoco han levantado cargos. Creo que aquí hay algo
enredado.-
-Pues yo también pienso lo mismo.- respondió Stan, sobándose la cabeza.
-Me parece que es ahora cuando tenemos que estar más atentos y no dar
oportunidad a que vayan cerrando el cerco alrededor de nosotros.- advirtió
Peter.
Se encaminaron al auto que habían estacionado una cuadra antes del lugar
del enfrentamiento. Regresaron a la casa de Stan, donde su esposa esperaba
ansiosa el desenlace de los hechos de aquella desafortunada noche. Allí
también estaban Sean y Lech Macklowsky, quienes los abrazaron con gran
satisfacción. Las esposas prepararon unos bocadillos que todos degustaron con
placer y agradecieron esa atención.
Allí reunidos en familia, comentaron los pormenores de los
acontecimientos y dieron gracias a Dios por haber salido indemnes de esa
prueba. Súbitamente, Stan recordó la chaqueta de Peter, y se dio cuenta de que
él la estaba usando después de que el Coronel Travis se la devolvió.
Stan y Lech se quedaron mirando la prenda por unos instantes, y le
indicaron con gestos a Peter que se despojara de ella. La tomó Lech y empezó
a examinarla cuidadosamente. Al cabo de ese examen detenido, halló cosido,
al envés del cuello, un minúsculo micrófono. Lo apartó con movimientos
suaves pero firmes y lo llevó al cuarto de servicio. Allí lo dejó envuelto en un
pedazo de paño y regresó donde se hallaban sus familiares.
-Yo sí me decía que la liberación de Peter fue demasiado fácil para creer en
la simpatía de ese coronel. Algo tendría que haber en el fondo de toda esa
parafernalia.- dijo Stan.
-¡Esos ingleses son unas ratas!- exclamó Peter, descargando un puñetazo
sobre la mesa.
-De eso no hay duda. Pero, ellos no cuentan con que nosotros también
tenemos nuestras maneras de batallar.- replicó Bill.
Decidieron, pues, sacar ventaja de aquel detalle del micrófono encontrado.
Pondrían en práctica el mismo truco que usaron los espías durante la Segunda
Guerra Mundial. Aprovecharían ese canal de comunicación directa con los
cuarteles de las fuerzas británicas para dejarles escuchar falsos planes de
ataque. Aquello les serviría para tender celadas a los grupos armados de los
ocupantes.
Las sospechas que tenían los servicios secretos ingleses sobre la familia
Macklowsky no eran infundadas. Se habían organizado en grupos de
inteligencia, pelotones de choque, ocultadores de armas, correo voz a voz y
centros de elaboración de explosivos.
Cada miembro del clan tenía asignada una función muy bien definida.
Todos tenían tapaderas válidas para cuando fueran atrapados bajo algún cargo
de sublevación. También habían contactado abogados que conocían muy bien
los tejemanejes de la política y las leyes vigentes.
Desde que surgió el enfrentamiento armado entre los británicos defensores
del protestantismo y los miembros del IRA, defensores de la causa católica, se
habían tejido innumerables redes de cooperación con la causa rebelde. Por los
callejones mal iluminados de los suburbios de Belfast se deslizaban cada
noche mensajeros con alijos conteniendo armas que eran cambiadas de lugar
constantemente.
Debido a que el dinero de apoyo para la causa escaseaba, no habían podido
aún conseguir un sistema de radio para intercomunicarse y acelerar los planes
de los ataques. Cuando llegaban los militares haciendo una redada en un barrio
determinado, la manera de correr la voz era por medio de las tapas de las
canecas de la basura que ellos golpeaban contra el suelo en ciertos códigos que
se habían inventado. Así comunicaban que los soldados estaban acercándose o
que ya se hallaban dentro de las casas.
Las leyes de los ocupantes británicos eran duras y especiales para el Ulster,
como llamaban a Irlanda del norte. Ahora más, cuando se estaban produciendo
reacciones armadas contra el ejército de Su Majestad.
La mañana del lunes en la casa de los Macklowsky hacía que todo allí
hirviera de actividad. Mary, la madre, estaba muy atareada con la cocina y los
otros dos hijos del matrimonio: Charles y Hanna. Peter se estaba preparando
para sus quehaceres en la Universidad. Stan, el padre, recibía la lonchera que
Mary le había preparado, con un buen sándwich y jugo de arándanos para el
almuerzo.
Los niños, buenos estudiantes en la Escuela Sanders, ya tenían sus
bicicletas listas con los cuadernos, los libros y la merienda que su madre les
había empacado.
Stan, a sus 58 años, mostraba una energía poco común para el trabajo tan
exigente de los astilleros de Belfast, una empresa oficialmente dirigida por el
gobierno. Sin embargo, había una situación que lo hacía sentir a veces con
falta de ánimos para llevar adelante su trabajo. En el último chequeo médico
que se hizo en la enfermería de la empresa, el médico que le realizó el examen
le hizo un llamado de atención.
-Stan, no me gusta nada el estado de sus pulmones. Parece que se está
produciendo una obstrucción continuada que puede tornarse seria con el
tiempo.- le dijo.
-Lo tendré en cuenta, Doctor.- respondió Stan, al tiempo que se ponía la
camisa de nuevo.
-Le voy a recetar unas pastillas para mantener los bronquios despejados.
Tómese una diaria.- le dijo, escribiendo la prescripción.
Stan no le había dicho nada al respecto a su esposa Mary, ni tampoco había
comentado el asunto con Peter. Lo cierto era que la diaria exposición a las
partículas de asbesto en el astillero ya empezaba a afectar, de manera suave al
comienzo, las funciones respiratorias del jefe del clan.
Precisamente, la noche del incidente de Peter con los policías, el frío de la
noche estaba afectando la salud de Stan, y su desmayo no se debió al golpe
recibido sino a cierta falta de oxigenación en su cerebro, debida a la
obstrucción de sus vías respiratorias.
Peter sí había notado en su padre cierta tendencia a la fatiga, pero pensó
que probablemente ello se debía a la dureza del trabajo y a su edad.
Mary deseaba ayudar con la economía del hogar y decidió preparar unos
panecillos horneados para vender en su casa. La receta le había sido cedida por
una tía de ella en Polonia, donde era famosa la Pastelería de la Tía Griselda en
Gdansk. Eran una especie de tortas de mediano tamaño con sabores de
castañas y nueces, coronadas por el toque maestro de la crema que
caracterizaba el sabor exquisito de los "panecillos", como los llamaba Stan.
Pronto se difundió entre la comunidad el afamado producto que se vendía
pródigamente. Hasta los cuarteles de los militares de ocupación llegó la noticia
de un suave y exquisito sabor de los ya famosos panecillos horneados de
Mary.
Una mañana, cuando todos estaban en sus labores, arribó un grupo de
soldados a la casa-pastelería. Sin llamar a la puerta, entraron por la fuerza y
arrasaron con lo que Mary había preparado para ese día. Ella trató de protestar
por el abuso pero lo que recibió fue un maltrato de parte de quienes habían
invadido su casa.
-Entonces, ya tenemos cocinera privada.- dijo el soldado aproximándose
ofensivamente a ella, riendo desaforadamente y mirando a sus compañeros.
La tomó de la mano por la fuerza y la acercó impúdicamente hacia él.
Mary respondió con una fuerte bofetada sobre la cara del agresor. El hombre, a
su vez, la golpeó en el rostro, haciéndola sangrar de su boca.
Al ver que la situación se había desbocado, el sargento a cargo del grupo
ordenó:
-¡Vámonos ya de aquí! Estos católicos del demonio no merecen estar en
estas tierras.- dijo con desprecio, derribando a su paso el ave fénix de cristal
labrado que Peter había regalado a su madre por su último cumpleaños. La
joya chocó contra el piso y quedó reducida a mil pedazos.
Mary se hallaba sola en su casa, como era rutinario cada día de la semana.
Pero, algo que los invasores no detectaron fue la chaqueta con el micrófono
encendido que pendía del gancho a la puerta de entrada. Por supuesto, toda la
algarabía, los gritos, el ruido de cosas rotas y los insultos del sargento fueron
escuchados en la central de radio-recepción por los oficiales de turno. Allí, el
Coronel Travis se enteró del comportamiento agresivo e indebido de sus
hombres, en la casa de los Macklowsky.
Esa misma noche, todos en la familia se hallaban rumiando la ira inmensa
que sentían ante tal vejación. Enseguida se organizó una operación que tendría
lugar al día siguiente, pero Mary, aunque profundamente ofendida, los
disuadió por el momento de cualquier acto violento. Los convenció de esperar
un poco para coordinar mejor cualquier reacción.
Estaban discutiendo los planes y los detalles, cuando escucharon golpes de
llamado en la puerta. Peter acudió de inmediato y vio por la mirilla la imagen
de varios militares. Reconoció entre ellos al Coronel Travis.
-Abran, por favor.- dijo el coronel desde afuera.
Peter entreabrió la puerta y les dijo:
-¡No son bienvenidos a esta casa! Sus hombres han dado una muestra de la
bajeza con que tratan a los inmigrantes de bien y eso ha ofendido hondamente
a la familia.-
Stan se aproximó y abrió la puerta completamente, a la vez que enrostraba
a Travis:
-¿Vienen a completar la misión de esta mañana? ¿No les bastó con la
humillación a que sometieron a mi esposa?-
-Señor Macklowsky, por el contrario. Vengo a pedir perdón por el
comportamiento impropio de mis hombres. Hemos sabido lo que pasó esta
mañana y queremos brindarles una satisfacción.- ofreció el Coronel Travis.
-¿Qué clase de satisfacción?- indagó Peter, mirando con desprecio al
militar.
-Ustedes pueden instaurar una demanda contra el Real Ejército de Su
majestad, exigiendo una indemnización monetaria y castigo para los
responsables.- explicó Travis.
La oferta dejó sorprendidos a todos. Mary no quería que las cosas se
salieran de cauce, pues sabía que un juicio de esos demoraría eternidades, y
mientras tanto, ellos tendrían que convivir con la situación de ocupación. Los
macklowsky hicieron una reunión relámpago y acordaron más bien una
conciliación a nivel menor.
Expusieron sus ideas a Travis quien estuvo de acuerdo. Propuso entonces
varios puntos para el arreglo del problema y en un documento militar, dejó
constancia de lo acordado.
1. Los ofensores vendrán bajo vigilancia a limpiar el desorden causado.
2. El sargento a cargo ese día traerá una joya de características similares a
la destrozada por él, de precio aún mayor.
3. La atención médica de Mary correrá por cuenta del ejército.
4. El soldado que irrespetó a Mary será juzgado por ese hecho.
5. El ejército pagará lo consumido por los soldados.
Los Macklowsky aceptaron el plan del Coronel Travis y recibieron copia
del oficio. Luego, Stan les pidió el favor de que salieran de su propiedad. Los
hombres se retiraron por donde habían venido.

CAPÍTULO 4

Los medios de comunicación, favorables a las familias católicas de Belfast,


divulgaron los incidentes de la noche en que el ejército amenazó de muerte a
Peter y la humillación proferida a Mary. Se formaron grupos a favor de los
Macklowsky que se dividieron en radicales y moderados. Pronto se organizó
una ofensiva cuyos objetivos eran desacreditar a las fuerzas de ocupación.
Como todos sabían en Belfast, quienes habían morado en los barrios
periféricos conocían los vericuetos y los cuasi-laberínticos pasajes que
comunicaban las vetustas construcciones. Pronto empezaron a aparecer posters
invitando a la rebelión y a la resistencia contra las fuerzas armadas británicas.
La cruzada se veía bastante abierta y decidida a enfrentar a los ocupantes.
A pesar de que las Fuerzas Armadas de Su Majestad habían establecido
vigilancia continuada en ciertos sectores de la ciudad, no lograban evitar que
en algunos lugares aparecieran grafitis gigantescos mostrando la decisión de
enfrentarse a las fuerzas de ocupación.
La vida parecía transcurrir con aires de normalidad pero la realidad era que
se estaban gestando operaciones por parte del IRA y sus filiales.
Un fin de semana, cuando las familias irlandesas se aprestaban a acudir a
misa, los miembros activos del IRA decidieron dar el golpe que habían estado
fraguando desde hacía ya más de 15 días.
Peter, Stan y Lech Macklowsky aprovecharon el micrófono que les habían
plantado para correr la voz de que un nuevo cargamento de armas llegaría al
este de la ciudad, el lugar más lleno de corredores y pasadizos comunicantes.
Dieron una dirección correspondiente a una fábrica abandonada y
puntualizaron la hora de entrega de las armas. Sería a las 10 de la noche.
Ese sábado aparecieron pelotones de soldados recién llegados de la Gran
Bretaña. Algunos eran muy jóvenes y desconocían el terreno donde iba a
operar. Sus oficiales les habían dicho que no se preocuparan de los
desarrapados irlandeses, pues según ellos, además de ser ignorantes, eran poco
inteligentes para la milicia.
Se desplegaron a lo largo de Bridge Street y se dividieron en grupos de tres
por cada cuadra. Para patrullar en forma envolvente, tenían que separarse y
avanzar. Uno de los soldados, un joven de no más de 20 años, súbitamente se
sintió desorientado en ese laberinto de callejuelas y pasadizos. Apresuró el
paso bajo el peso de la mochila de campaña y el fusil de dotación que
lastraban su marcha. En la noche la iluminación de los postes era de baja
intensidad. Ello obedecía a una estrategia de protección para los rebeldes en
caso de ser perseguidos.
El militar se adentró aún más en terrenos peligrosos. Pasando al frente de
un garaje, de pronto se dio de manos a boca con un grupo de militantes del
IRA, cuyos rostros estaban cubiertos con pasamontañas. Uno de ellos era Peter
Macklowsky, armado con un fusil Galil.
El joven soldado, al verse rodeado por los enmascarados, entregó su arma
y su dotación en señal de rendición, lo cual significaba que había que
respetarle la vida.
-Camine con nosotros.- le dijo Peter, quien comandaba el grupo.
-No pienso huir.- respondió el soldado.
Entraron al garaje, en cuyo interior había un amplio sótano donde podrían
estar sin ser descubiertos.
Peter empezó el interrogatorio.
-¿Cuál es su nombre?-
-John Carpenter.- respondió el soldado.
-¿A quién buscan específicamente?-
-A Peter Macklowsky.-
-¿Bajo qué cargos?- inquirió Peter.
-Rebelión y ataque a la autoridad.- dijo John.
-¿Hay camiones blindados?-
-No esta vez.- respondió el soldado.
-¿Quién comanda ésta incursión?-
-El coronel Travis.-
Lo vamos a dejar en libertad, con un mensaje para su jefe.- puntualizó
Peter. Inmediatamente, le entregó un sobre de manila con unas hojas impresas
en su interior.
John Carpenter recibió su equipamiento de vuelta y salió a la calle, sin
saber exactamente dónde se encontraba. Mientras tanto, los rebeldes habían
salido por una puerta disimulada en la parte posterior del garaje, y se perdieron
en la oscuridad de la noche.

CAPÍTULO 5

El viejo Stan Macklowsky no se había podido acostumbrar a ese ritmo de


violencia inesperada y soterrada que se producía por causa de la terca medida
que Gran Bretaña había definido para el Ulster. Ya no era normal poder
caminar por las calles sin que una amenaza se cerniera sobre las cabezas de los
irlandeses.
Echaba de menos la tierra de Polonia, donde había nacido y pasado su
juventud, pero donde también la violencia política había hecho que emigrara
con su familia. En cada lugar a donde llegaban siempre existía algún motivo
para no permitir que tuvieran paz. En Irlanda era el problema religioso,
mezclado con intereses políticos.
“¿Será que no existe un lugar sobre la tierra donde se pueda vivir
tranquilos?”, se preguntaba Stan cada vez que llegaba a su casa. El ataque a su
esposa, la persecución hacia Peter y el culatazo recibido aquella gélida noche
de invierno le hacían pensar cada vez más sobre la descomposición social
reinante en el mundo.
Una mañana, de camino hacia el astillero, empezó a forjar un plan para
empezar la búsqueda del mejor lugar para su familia. Había leído mucho sobre
las posibilidades de irse a vivir a otras latitudes. Pensó en varias opciones que
se veían atractivas: Suecia, Nueva Zelanda, Australia y USA.
Analizó los pros y los contras de esos posibles destinos, enfatizando en la
decisión de no tener que huir más y de poder echar raíces en el escogido lugar.
De Suecia no le parecía muy atractivo el hecho de ser calificado como
“refugiado”, pues eso disminuiría bastante las posibilidades de progreso.
Además, el idioma se mostraba como un obstáculo fuerte.
Nueva Zelanda podría llegar a ser un buen destino para su familia, dado
que el idioma no era óbice, aunque la lejanía del resto del mundo le parecía un
obstáculo.
Australia le sonaba algo así como lo de Nueva Zelanda. Se definió por los
Estados Unidos, pues había buenas perspectivas de trabajo, la educación de los
hijos sería de buen nivel y el idioma no era problema.
Pasó un día más en su trabajo de los astilleros y en su mente bullía el plan
de salida que comunicaría a su familia esa misma noche.
Ya en casa, Mary sospechó que algo especial Stan les iba a comunicar. Se
reunieron todos en el salón de estar y se desarrolló el concilio familiar más
decisivo en el clan Macklowsky.
-Quiero que seamos conscientes del peligro que estamos corriendo acá en
Irlanda.- les dijo a todos. Luego agregó: -He estado pensando en la pronta
salida hacia Estados Unidos.-
Hubo un silencio corto, interrumpido por la voz de Hanna.
-Papi, y ¿qué pasará con la escuela?-
-Tendrás una mejor escuela en el lugar donde vamos. ¿Tú qué piensas
Charles?- le dijo al pequeño, que aparentemente jugaba con su gorra.
-Lo que tú digas, papá.- respondió Charles.
-¿Qué pasará con tu trabajo?- interrogó Peter a su padre.
-En USA también hay industria naviera y sus derivados. No creo que sea
un problema adaptarme.- respondió Stan.
-Yo podría continuar la universidad allá.- dijo Peter.
-Me viene la idea de fundar una pastelería en donde lleguemos.- dijo Mary,
sonriendo.
-Ya estuve investigando sobre los papeles de salida y la llegada. No hay
problema para salir y, siendo residentes en Irlanda, no nos exigen visa en los
Estados Unidos.- les comunicó Stan.
-Ahora, veamos los posibles destinos.- sugirió Peter.
-Bien, ¿qué les parece Boston, Filadelfia, Nueva York o Chicago? Son
centros industriales y con buenos centros académicos.- propuso Stan.
-A mí me parece que Chicago sería ideal. Hay industria naviera sobre el
lago Michigan y la educación primaria y secundaria es oficial. Además, tienen
prestigiosas universidades.- dijo Peter, con convencimiento.
-Es la mejor opción para nosotros.- acotó Mary.
-Que no se diga más. Empecemos a desarrollar el plan de salida.- apremió
Stan. Luego continuó: Esta vez iremos por avión. He ahorrado lo suficiente.-
terminó diciendo y abrazando a su esposa y a sus hijos.
Aquella noche no se durmió en la casa de los Macklowsky. Todos estaban
frenéticos ante la perspectiva del viaje. Más aún, cuando Stan les mostró los
tiquetes de avión para el vuelo directo a Chicago.
La salida sería en dos días. Comunicaron a sus familiares la decisión
tomada y acordaron en reunirse todos en USA muy pronto.
El día 27 de enero de 1980 fue una fecha memorable para los Macklowsky,
pues despegaron del aeropuerto internacional de Belfast con rumbo a Chicago,
Illinois, USA. Fueron más de doce horas de viaje, incluyendo una corta escala
en Birmingham.
Llegaron al aeropuerto Internacional O’Hare el día siguiente. Pasaron el
control aduanero y se encaminaron en un taxi al Chicago Getaway Hostel,
muy apropiado para familias. Los precios eran bastante moderados.
Las expectativas eran muy grandes en esos momentos, pero era primordial
descansar del viaje y continuar con el plan que Stan y Mary se habían trazado.
Pasaron tres días en el Hostel, mientras Stan y Mary hacían los arreglos
para rentar una casa cercana a los astilleros localizados sobre el lago
Michigan. El trayecto desde la nueva residencia a la Universidad, donde
continuaría sus estudios Peter, no era muy largo. Además, la escuela pública
Delano Elementary School, donde Hanna y Charles irían quedaba a sólo 2.6
millas de la casa.
La primera idea que se vino a la cabeza de Mary fue la de establecer su
propia pastelería para lo cual necesitaba un pequeño local en el primer piso de
la casa. La bautizaría Mary´s Muffins.
El día en que visitaron la casa que les habían ofrecido en venta casi no
pueden controlar sus expresiones de satisfacción. Quedaron alelados al ver el
frente de la vivienda que, aunque no era nueva, sí ofrecía un confort del que
no habían disfrutado hacía ya bastantes años. Tenía 4 dormitorios, dos baños,
garaje cubierto, estacionamiento exterior y un pórtico a manera de hall donde
era posible sentarse a disfrutar de las tardes de los sábados.
Una de las ventajas de la nueva residencia era que tenían una hipoteca de
bajo perfil y que se podría pagar sin dificultades, dado que Stan y Mary
contribuirían al presupuesto mensual. Peter tenía pensado buscar un trabajo de
medio tiempo para ayudarse con sus gastos y así aliviar la carga de sus padres.
Se trasladaron con sus pertenencias a la nueva casa ese mismo fin de
semana. Ya Stan tenía una cita con el jefe de personal del astillero para afinar
detalles sobre el salario y las condiciones de trabajo. Peter se había
matriculado en la Chicago State University para continuar su carrera de
Ingeniero Metalúrgico. Allí le homologaron las asignaturas que había cursado
en la Queen’s University de Belfast.
Parecía que las cosas se les iban a dar de acuerdo con los planes iniciales,
lo que llenaba de ánimo y felicidad a los miembros de la familia, que
empezarían una nueva etapa en sus vidas.
El dinero ahorrado por el clan y las ayudas de familiares establecidos en
Irlanda fueron más que suficientes para iniciar las actividades en la nueva
patria. Compraron una camioneta de segunda mano para los traslados de los
menores a la escuela y para los fines de semana, Stan y Peter se movilizarían
en metro y en bus. Todo estaba saliendo a pedir de boca.
A sólo dos cuadras estaba localizada la iglesia Our Lady of Lourdes
Church, donde pensaban asistir a misa y a las demás festividades del
calendario católico. En su primera visita fueron recibidos amablemente por el
Padre John Macklain, quien por coincidencia era nativo de Irlanda.
Ese primer fin de semana lo pasaron acomodando y decorando las
habitaciones y el resto de la casa. Mary diseñó un aviso promocionando sus
pastelillos, y que rezaba “MARY’S MUFFINS”, el cual fijó al lado de una de
las ventanas por donde atendería los pedidos de los futuros clientes. Planeó
hornear miniaturas para dar muestras gratis y así hacer conocer el producto.
Llegado el lunes de actividad para todos, Mary preparó las respectivas
meriendas y se dispuso a llevar a los niños a la escuela. Stan y Peter salieron
hacia sus destinos, también. Cada uno tenía un teléfono celular para
comunicarse entre ellos.
Ese primer día fue para Peter una buena oportunidad para hacer nuevos
amigos y familiarizarse con el sistema de enseñanza de Norteamérica. Lo que
vivió le satisfizo bastante. Decidió distribuir las tarjetas que había preparado
ofreciendo clases de refuerzo en matemáticas para estudiantes de primeros
semestres que lo necesitaran. Esa misma tarde recibió varias llamadas al
respecto.
Stan encontró un ambiente cómodo de trabajo, aunque el número de
trabajadores le impresionó bastante, tal y como se aprecia en la foto que él
tomó a la salida del astillero. Le asignaron el puesto de inspector en la línea de
soldadura, lo cual significaba conocer las referencias y especificaciones del
manual de Illinois.
Todo marchó muy bien en esa primera jornada. Logró tener varios
acercamientos con obreros veteranos que le ofrecieron su colaboración. Uno
de ellos, con quien compartió el rato del almuerzo, le contó sobre su familia y
lo invitó a pasar un rato en su casa ese fin de semana. Se llamaba Anthony-
Tony – Bergson, nativo de New York. A Stan le pareció una buena persona.
Las cosas parecían ir viento en popa para la familia Macklowsky.

CAPÍTULO 6

Stan decidió aceptar la invitación de su colega de trabajo Tony Bergson y


el día sábado de esa misma semana tomó el metro y tomó rumbo hacia el
barrio de Bridge Port, donde vivía su recién conocido compañero. El trayecto
no fue demasiado largo y al cabo de 45 minutos ya estaba al frente de la casa.
Era una construcción nueva, con bastante espacio al frente y una entrada
lateral para ingresar al sótano. Había dos camionetas aparcadas en el
estacionamiento exterior. Pudo ver una cámara de vigilancia a la derecha de la
puerta principal.
Timbró y esperó. Pronto, Tony abrió personalmente la puerta. Estaba
ataviado con una especie de uniforme de milicia civil y exhibía una pistola en
la sobaquera, al lado izquierdo de su cuerpo.
-Hola, Stan. Es bueno que hayas venido. Sigue, por favor.- dijo Tony.
Stan respondió el saludo y prosiguió hacia el interior. Allí, en la sala, se
hallaban otros tres hombres que él no conocía. Tony los presentó:
-John, Klaus, Iván.- dijo, señalándolos ordenadamente. –Este es mi amigo
Stan, del astillero.-
-Mucho gusto.- dijo Stan y saludó a cada uno de ellos.
Todos llevaban armas cortas, cosa que sorprendió a Stan.
-¿Hace mucho llevas viviendo en Chicago?- le preguntó Iván.
-Sólo unos meses, ¿Y tú?- dijo Stan.
-Yo soy irlandés y llevo dos años acá.- respondió Iván.
-Klaus es alemán y es especialista en comunicaciones.- explicó Tony. –
John también es irlandés.-
-Tenemos una asociación legalmente constituida y nos gustaría que te nos
unieras.- invitó Klaus.
-Se ve interesante, pero voy a pensarlo un poco.- respondió Stan.
Tomaron unas cervezas y hablaron de la situación de Irlanda del Norte, tan
pronto se enteraron de que Stan había llegado de allí. Charlaron de la
necesidad de estar atentos a cualquier posibilidad de problemas con los grupos
de mafiosos que pululaban en Chicago.
Después de casi dos horas de intercambiar ideas, Stan decidió regresar a su
casa. Se despidió de todos y se encaminó a la estación del metro. A lo largo
del trayecto que tuvo que recorrer a pie, notó que un automóvil negro, con
vidrios oscuros, lo seguía lentamente. Al llegar a las escaleras de descenso
hacia la estación del metro, miró disimuladamente y ya no vio nada
sospechoso. Quizás no era lo que imaginaba.
Llegó a su casa, sin novedades. Habló con Mary y con Peter sobre su
encuentro con los del grupo armado. Los dos se preocuparon al conocer esa
noticia. Se imaginaron que podrían ser miembros del IRA en ultramar y que
estarían bajo vigilancia de las autoridades.
Precisamente, el pasado de Peter como miembro militante del IRA en la
sombra, allá en el Ulster, podría significar dificultades para su estadía en
Chicago.
Se sentaron en la sala y charlaron sobre los planes que tenían para llevar a
cabo en su nueva patria.
-¿Cómo te ha ido con los muffins?- preguntó Stan a Mary.
-Mejor de lo que esperaba.- respondió ella.
-¿Por qué lo dices, mamá?- preguntó Peter.
-Es que he vendido todo lo que he preparado y, además, me han hecho
pedidos por teléfono, que vendrán a recoger en tres días.- dijo Mary, con cara
de satisfacción.
-¿Y, a ti como te ha ido en la Universidad?- preguntó Stan a su hijo.
-Muy bien, papá. Pero hoy hubo un detalle que me llamó la atención.-
explicó Peter.
-¿De qué se trató el asunto?- interrogó Stan.
-Me pareció ver a dos agentes del FBI rondando por los corredores.- dijo
Peter.
-¿Cómo supiste que eran del FBI?- preguntó Mary.
-Mamá, esa gente es inconfundible. Son exactamente iguales en sus
acciones a los de Scotland Yard, en Irlanda.-
-Pero, ¿qué crees que estaban haciendo allá?- inquirió Stan.
-Ni lo sé, pero me huele mal que estén por esos lados.- respondió Peter.
Estaban en esa charla cuando escucharon que alguien golpeó a la puerta.
Mary acudió a abrir. Había dos hombres de pie al frente de ella. Uno de ellos
habló.
-¿Es ésta la residencia de la familia Macklowsky?-
-Sí, aquí vivimos. ¿Qué se les ofrece?- dijo Mary, mirándolos a la cara.
En ese instante se acercaron Stan y Peter.
-¿Podemos hablar un momento con el señor Stan Macklowsky?- preguntó
uno de los hombres.
-Sí, soy yo. ¿En qué les puedo servir?- dijo Stan.
-¿Podemos entrar?- preguntó el otro, a la vez que mostraban sus
credenciales de agentes de la NSA, Agencia Nacional de Seguridad.
-Sigan, por favor.- invitó Mary.
Los dos hombres entraron y se sentaron en la sala, previa invitación de
Stan.
-Mi nombre es Ralph Green. Dijo uno de ellos.
-¿Qué podemos hacer por usted, Ralph?- inquirió Stan.
-Sólo deseamos que nos responda unas preguntas con respecto a su visita a
la casa de Anthony Bergson, el día de hoy.-
-Pregunte, Ralph.- dijo Stan.
-¿Sabía usted que Tony es un ex militante del Ejército Republicano
Irlandés?- preguntó Ralph.
-Si lo es, ¿por qué no está detenido?- Preguntó Peter.
-Porque tiene status de refugiado político.- dijo Ralph.
-Y, ¿eso en qué nos afecta?- inquirió Mary.
-Ustedes provienen de una zona de conflicto en el Ulster y esa cercanía con
los del grupo de Tony podría traerles consecuencias negativas.- explicó Ralph.
-Mi nombre es Patrick Pearson.- dijo el otro agente. -¿Cómo ha percibido
el ambiente en la Universidad, Peter?- preguntó, mirando un reporte en su
teléfono celular.
-Creo que todo está bien.- dijo Peter.
-Pero, ¿sus incursiones y acercamientos al IRA no le han hecho sentir
“vigilado”?- preguntó Patrick. –Tengo aquí una relación de sus andanzas en
Irlanda.- dijo, mostrándole la pantalla de su celular a Peter.
Allí estaba toda una relación de los pasados de los miembros de la familia
Macklowsky, lo que significaba que estaban bajo supervisión de la NSA.
-Lo que queremos es que ustedes se mantengan al margen de toda
actividad relacionada con gentes sospechosas de conspiración.- dijo Ralph,
poniéndose de pie.
Los dos agentes se despidieron y salieron por donde habían llegado.

CAPÍTULO 7

Nada podía haber producido tanta intranquilidad en los Macklowsky como


el hecho de saber que estaban bajo vigilancia continua desde su arribo a USA.
Los antecedentes de sus actos ya eran conocidos por los entes de inteligencia
de Chicago, a donde habían llegado con la gran ilusión de re-empezar sus
vidas, al margen de todo lo anterior. Pero parecía que el destino se estaba
mostrando adverso a sus propósitos.
Sin embargo, sería necesario emprender un completo análisis de las causas
y las consecuencias de todo aquello que estaba interfiriendo para el desarrollo
de sus existencias, aspirando ellos, como todo el resto del mundo, a progresar
y llevar a cabo los planes para vivir a plenitud y aspirar a progresar.
Para nadie es un secreto que las situaciones que se originan en un país
pueden ser un producto de intrigas políticas, religiosas, o también del manejo
amañado de grupos de poder que necesitan afianzarse o sacar réditos del caos.
En Polonia, su patria natal, el régimen político imperante los obligó a
abandonar sus posesiones y el futuro que se habían trazado para huir hacia
donde ellos pensaron que podrían rehacer sus vidas. Desafortunadamente,
cayeron en un lugar donde la situación se convirtió en una especie de caldera a
punto de explotar, y dentro de la cual no tuvieron más remedio que declararse
parte actuante.
Las cosas llegaron a un punto de no retorno, rayando en situaciones
altamente peligrosas para las vidas de los miembros del clan. Pensaron que
saliendo hacia el país considerado como paladín de la democracia sus cosas se
iban a estabilizar. Daba la impresión de que cada uno de los miembros de la
familia Macklowsky había trasladado sobre sus espaldas todo el pasado del
cual querían huir.
Estaban decididos a no continuar con ese errabundo destino, sin poder
sentirse arraigados ni pertenecer a un lugar. Esa noche de la visita de los
agentes de la NSA, se sentaron a analizar los pros y los contras de lo que les
estaba ocurriendo.
Mary, que no era una mujer débil de espíritu, mostró su disgusto y les dijo
a los demás.
-Miren que no le ha pasado nada grave a nadie de aquí. Sólo hemos
recibido una advertencia que yo creo es en beneficio nuestro pues no podemos
dejar de cargar con los remanentes de los que nos ha acontecido antes.-
Todos la escucharon con atención y cada uno fue dando su parecer al
respecto.
-Si colaboramos con la NSA, es posible que nos vaya mejor.- propuso
Peter.
-Esa es una mala idea, hijo.- acotó Stan. –Así no tendríamos paz nunca.-
agregó.
-Por el contrario.- dijo Peter. –Así nos aseguraríamos protección para todos
y, fuera de eso, tendríamos un salario oficial.-
-No me parece mala la idea.- dijo Mary, entrando con sendos pocillos de
café caliente, recién preparado.
Se recostaron un poco a degustar la energizante bebida, mientras los chicos
hacían sus deberes para la escuela.
Stan se incorporó desde su silla y se dirigió al perchero donde colgaba su
chaqueta. Extrajo de uno de los bolsillos la tarjeta que el agente Ralph Green
le había dado la noche del encuentro. Tenía su número privado para
comunicaciones de alta prioridad.
Stan tomó el teléfono y discó aquel número. La voz de Ralph se escuchó al
otro lado.
-Hola Stan.- dijo el agente.
¿Cómo supo que era yo?- interrogó Stan.
-Tenemos cubiertos sus teléfonos, para su protección.- dijo Ralph. -¿Qué se
lo ofrece?-
-Me preguntaba si es posible que tengamos una charla algo confidencial.-
dijo Stan
-Si le parece bien, podemos entrevistarnos mañana mismo, aquí en mi
oficina.- respondió Ralph.
-Creo que es aceptable su oferta.- respondió Stan.
-¿A qué oferta se refiere?-
-A la de colaborar con la agencia. Mi hijo Peter también está interesado.-
explicó Stan.
-Enviaré un auto a recogerlos a las 10:00 A.M.- dijo Ralph.
Mary y los niños estaban oyendo los diálogos que tuvieron lugar minutos
antes. Hanna retozaba con su muñeca y sorpresivamente dijo, riendo
inocentemente.
-¿Entonces, vamos a ser espías?-
-No digas eso, hijita. Vamos a trabajar en una oficina del gobierno, y eso
que has dicho no lo vas a repetir en la escuela, ¿de acuerdo?- le dijo su madre.
La inocencia de Hanna y la viveza de Charles contrastaron con la seriedad
de sus padres y el hermano mayor. Tanto Stan como Peter tenían
entrenamiento para llevar a cabo las operaciones que les encomendaran. Se
enterarían más tarde durante la entrevista con el agente Ralph Green.
Ese domingo parecía uno más en esa vecindad. Aunque las casas estaban
bastante separadas por el terreno libre del frente y los jardines laterales, se
podía percibir la actividad normal de familia en los hogares vecinos. Los
Peterson lavaban el auto y regaban el prado. Los niños Smith jugaban con su
perro y los Salman se sentaban alrededor de una barbacoa que estaban
alistando para preparar perros calientes. Los Macklowsky ya estaban listos
para la cita de ese día.
A las 10:00 de la mañana, arribó un auto blindado, con vidrios oscuros.
Tenía matrícula oficial y el conductor usaba traje completo y corbata. Era un
agente de la NSA. Se apeó e invitó a Stan y a Peter a seguir al interior del
vehículo. Ya ellos se habían despedido de Mary y los niños.
Recorrieron la avenida principal hacia el suburbio de Cook y doblaron por
el bulevar Atkinson hacia el condado de Kendall. A las 10:30 A.M. se estaban
estacionando en el sótano del Edificio Hoover, sede de la NSA. Salieron del
auto y se dirigieron hacia uno de los ascensores privados. Entraron y el agente
guía marcó el piso 28. Llegaron y se encaminaros directamente a la oficina de
Ralph Green. Una vez allí, el agente los dejó y ellos entraron a la oficina.
Efectivamente, allí estaba Ralph en compañía de otro personaje que lucía
de más jerarquía.
Saludaron a Ralph y éste los presentó al Jefe de División de Delitos
Internacionales, Coronel Retirado Douglas Spencer.
-Mucho gusto.- dijeron y se estrecharon las manos.
-Tomen asiento.- invitó el coronel.
Se sentaron y los visitantes dieron una mirada general al despacho. Era
amplio y sus paredes estaban cubiertas con fotografías de los altos dignatarios
del gobierno. A un lado del escritorio se posaba una bandera de los Estados
Unidos. Se notaba que era la oficina del Jefe. Éste se aproximó a los visitantes
y les dijo:
-Ralph me ha referido acerca de su interés por una posible colaboración de
parte de ustedes.- Los miró directamente a los ojos.
-Es cierto.- Dijo Stan, mirando a Peter, quien mostró su aprobación.
-Creo que nuestra experiencia puede ser valiosa para ustedes.- acotó Peter.
-¿Cuál sería su oferta para nosotros?- dijo Stan, directamente.
-Queremos que los dos sean agentes encubiertos de segundo grado, sin
armas pero con medios suficientes para su trabajo. Además, hay buena oferta
de salario. Seguirían con sus actividades normales, para no despertar
sospechas.- dijo el coronel.
Stan no se sentía convencido por la oferta del oficial de la NSA. Aquello
podría poner en riesgo, no solamente sus vidas sino la tranquilidad del resto de
la familia. No era una decisión que podría tomarse de inmediato.
-¿Qué seguridad nos ofrecen en caso de que algo no salga como se espera?
- preguntó Peter, con muchas dudas en su cabeza.
El Coronel Spencer se quedó mirando fijamente a los dos miembros del
clan Macklowsky, se puso de pie y dio unas zancadas. Luego, se dirigió a ellos
con voz tranquila.
-No habría otra alternativa que convertirlos en testigos protegidos.-
-Y, ¿Eso qué significa?- indagó Stan.
-Que se borrarían sus nombres de los archivos donde se encuentren,
cambiarían de identidad y desaparecerían de la circulación.- respondió el
Coronel como si aquello fuera lo más natural del mundo.
-¿Qué sucederá si rehusamos a colaborar con el gobierno?- interrogó Peter.
-Muy simple. No pasará nada fuera de lo común. Sólo que sus expedientes
con referencias de ex combatientes del IRA continuarán activos.- respondió
Spencer.
-Lo cual nunca nos permitirá adquirir una residencia definitiva en este país.
Tendríamos que estar renovando contratos de trabajo cada año y
permaneceríamos como refugiados potencialmente peligrosos.-dijo Stan. –Lo
leí en el manual de la NSA.
-Tienen razón. Al no pertenecer a la planta de oficiales gubernamentales,
su status seguirá siendo tal y como se encuentra ahora, sin muchas garantías.
Lo siento.- terminó diciendo Spencer, tomando su portafolios y
encaminándose a una reunión pendiente.
-Lo pensaremos detenidamente y le comunicaremos nuestra decisión,
Coronel. Muchas gracias por atendernos.- dijo Stan en nombre de los dos.
Se despidieron y caminaron hacia la salida. Escucharon la voz del Coronel,
quien les dijo:
-El auto que los trajo los va a llevar de regreso a su casa.-
Los Macklowsky, padre e hijo, no cesaban de pensar en lo dura que se
volvía la existencia para quienes no eran nativos de USA. Primero que todo,
eran sometidos a vigilancia constante y estaban bajo sospecha en todo
momento. Se veía que nada de lo que intentaban hacer con sus vidas iba a ser
realizable a corto plazo.
Cuando el Coronel Spencer les habló de la posibilidad de llegar a ser
agentes encubiertos de segundo grado, no tenían idea de lo que ello podía
significar. Había muchas variables en juego y las posibilidades de progresar
bajo esos parámetros tampoco estaban muy claras. Ser agente del gobierno
tenía sus ventajas. Estaba asegurada la estadía en ese país, habría un salario
fijo, tendrían autoridad hasta cierto punto, conocerían algunos elementos de la
organización estatal y posiblemente se les concedería la opción de ascender en
el escalafón de la NSA. Eso era lo que pensaban.
La tecnología del siglo XXI permite tener a la mano toda clase de
información. Peter Macklowsky, un experto en comunicaciones desde cuando
militaba en el IRA, simplemente se conectó a internet y encontró mucha
ilustración sobre la NSA.
Para nadie era un secreto que esa agencia había sido creada para dar
seguridad y proteger la información de los Estados Unidos. Cada país en el
mundo tiene organismos cual pilares que soportan los cimientos de la nación.
Son mundialmente famosas, la SURETÉ francesa, SCOTLAND YARD en el
Reino Unido, la Inter-Services Intelligence de Pakistán, la Central Intelligence
Agency (CIA) de USA, la MSS de China, la FBS de Rusia, la Australian
Secret Intelligence Service y la BUNDESNACHRICHTENDIENST
INTELLIGENCE AGENCY de Alemania.
Esas son partes integrales de cada gobierno y llevan adelante sus acciones
dentro de la legalidad que les concede la Constitución en cada país en aras a
garantizar los derechos de los ciudadanos.
Stan, Peter y Mary Macklowsky pasaron largas horas leyendo, analizando
y debatiendo los pros y los contras de ser miembros de la NSA. Pensaron que
no era una mala opción, dado que aquello significaba una labor más dentro de
las ocupaciones que estaban llevando a cabo. Interpretaron la oferta del
Coronel Spencer como un espaldarazo para su permanencia legal en USA.
Después de muchos pocillos de café y de pensar en el futuro de los
pequeños Hanna y Charles, tomaron la decisión que más les pareció correcta:
aceptarían pertenecer a la NSA.
Aquello no significaba romper con su rutina de estudios y trabajos, como
les dijo Spencer. Sin embargo, estarían sujetos a “misiones” que les serían
asignadas a su debido tiempo.
Se entrevistaron con el Jefe de la División de Delitos Internacionales y le
hicieron saber sobre su decisión. El Coronel Spencer les tomó el juramento
correspondiente y les puso al corriente de la seriedad inherente a sus nuevos
cargos. Su salario era de 100.000 dólares anuales, servicio médico de primer
nivel para toda la familia, seguro de vida por 200 millones de dólares para
cada uno y dotación de implementos de comunicación de última generación.
Tendrían que reportarse sólo al Coronel Spencer y recibir sus órdenes de él
mismo. También les fueron dadas armas para defensa, en caso de que se
presentase algún incidente que pusiera en peligro a los miembros de la familia.
Los campos de acción serían principalmente Los Astilleros y la
Universidad, lugares donde era posible que ingresara gente con antecedentes
no detectables fácilmente por las autoridades de inmigración.
Para entrar en actividad como agentes de la NSA, recibirían las respectivas
instrucciones para sus misiones a través de sus celulares de alta gama y
también por medio de los aparatos avanzados de voz e imagen con los que
habían sido dotados.
Comienza aquí la narración de los acontecimientos que sucedieron en
Chicago, protagonizados por dos nuevos agentes de seguridad nacional, a
quienes se les negó la posibilidad de vivir tranquilamente en su tierra natal y
llevar a cabo sus sueños e ilusiones, como a todo ser humano le corresponde.
Entremos, pues, al universo de Stan y Peter Macklowsky, agentes que
llegaron a convertirse en personajes legendarios por azares del destino.

CAPÍTULO 8

Las cosas parecían marchar rutinariamente en la familia Macklowsky.


Mary ya había adquirido buena fama en el distrito de West Town como una de
las mejores reposteras. Sus muffins ya formaban parte de las celebraciones
familiares y los pedidos se daban a granel. Tuvo que ampliar el área de
entregas y para ello hizo construir una especie de ampliación del garaje que se
comunicaba directamente con la sección de horneado de su pequeña fábrica.
Hanna y Charles progresaban en la escuela, donde se hicieron conocer por
las piezas de teatro irlandés que organizaron en compañía de los demás niños.
Hanna se convirtió en la “Directora” de diálogos y Charles se hizo conocer por
sus dotes de “Jefe de Escena”. Un pasaje teatral que hizo mella en los
espectadores fue el titulado “CAT’S vs PROT’S”, en alusión a la rivalidad
entre católicos y protestantes que ellos vivieron en Irlanda del norte. Fue a la
vez una lección de historia de primera mano para los asistentes.
La semana que se inició con el 4 de enero de 2010 significó algo novedoso
para Stan en su rutina de trabajo en los astilleros. Esa mañana se dirigió como
acostumbraba hacerlo hacia la estación del metro cercana a su residencia. En
su camino, notó que un hombre lo seguía. Se enfundaba en un gabán de corte
inglés y remataba su indumentaria con una gorra tipo boina que contenía
visera flexible. Sus botas de media altura contrastaban con el resto de su
vestimenta. Caminó rápido y se emparejó con el paso de Stan. Lo miró, sin
detenerse, y dijo:
-Agente Stan, reciba este sobre con las instrucciones del día.- Acto
seguido, le alargó un sobre de papel duro e impermeable. Tenía un cierre de
grapa plana.
Stan lo recibió y continuó su camino. Tres pasos más adelante, se
encontraba solo en su ruta.
Ya a bordo del vagón del metro, ocupó una silla individual que se hallaba
vacía. Aprovechó para abrir el sobre. Sacó una tarjeta del tamaño de media
cuartilla que tenía un mensaje impreso que decía:
“Hay sospechas de que en su grupo de trabajo en el astillero hay un
hombre de nacionalidad siria, con el carácter de refugiado, que se presume
está desarrollando labor de espía para ISIS. Abórdelo usando su posición de
supervisor e indáguele pormenores del trabajo que está haciendo. Trate de
volverse su amigo y observe sus movimientos de manera que no se sienta
vigilado. Nos contactaremos con usted mañana.”
En la última línea del mensaje se leía: VUELVA A PONER LA NOTA EN
EL SOBRE Y CHEQUEE QUE SE HAYA BORRADO ESTE MENSAJE.
Stan lo hizo tal y como sugería la orden. Cuando miró de nuevo, el
mensaje había desaparecido.
Stan siguió su ruta hacia el trabajo y llegó sin novedades a las instalaciones
que albergaban a más de 600 trabajadores. Ello significaba que tendría una
pesquisa por hacer, pues localizar al personaje sugerido no sería fácil.
Ya en su oficina de supervisor, echó una mirada al programa de acciones
del día. Entre otras funciones, debía inspeccionar las labores de los operarios
de máquinas neumáticas, como las roblonadoras de precisión. Se dirigió por el
pasillo central hasta llegar al sitio indicado. Allí trabajaban 40 técnicos de
todas las nacionalidades. Tendría que visitar a cada uno de ellos hasta
encontrar el personaje que más le interesaba.
En su recorrido se topó con refugiados del Kurdistán, de Pakistán, de
Sudán y de Siria. Éstos últimos eran dos musulmanes practicantes a quienes
había que permitirles orar tres veces durante el día. Para eso, ellos desplegaban
un pequeño tapete y dirigían su vista hacia la Meca. Eran de más o menos 60 y
24 años, respectivamente.
Stan pensó que si uno de ellos era simpatizante de ISIS, tendría que ser el
joven. Se aproximó a él y le dijo:
-¿Está bien calibrada la máquina?-
El hombre se detuvo en su labor y miró a Stan, con curiosidad. –Perdone,
¿quién es usted?- preguntó con interés.
-Soy Stan Macklowsky, Supervisor de ésta División.- respondió con una
sonrisa.
-Abdel Karim.-dijo, extendiendo su mano para saludar.
Stan correspondió al gesto sociable del operador y le preguntó:
-¿Cómo encuentra la máquina y el trabajo?-
-Está bien. Sólo siento que soy el único que para el trabajo por la plegaria.
Los demás compañeros me miran con curiosidad.- dijo Abdel.
-Si es oficialmente autorizada la pausa, no hay nada que le pueda
preocupar. Ya va a ser la hora de la merienda, ¿quiere acompañarme? Le invito
un sándwich.- dijo Stan.
Tan pronto sonó la sirena de control, todos salieron a tomar sus refrescos y
a comer sus viandas de la media mañana. Stan y Abdel se encontraron en la
puerta y salieron a una especie de pequeño parque donde había bancos de
madera para descansar. Se sentaron en uno de ellos y Stan empezó la
conversación.
-¿Sándwich de queso o de carne?-
-De carne, si no es de cerdo.- dijo Abdel.
-Es de carne de res. ¿Es practicante del Islam?- preguntó Stan, mirando a
otro lado.
-Sí. Tengo visa de refugiado. ¿Es usted inmigrante, también?- inquirió
Abdel.
-Sí, de Irlanda del Norte.- respondió Stan, con naturalidad.
Abdel lo miró con curiosidad y le dijo: Mucha rebelión allá, ¿no es cierto?-
-Seguro. Y usted, ¿de dónde proviene?- indagó Stan
-De la ciudad de Mosul, en Siria.- respondió Abdul.
Los dos hombres no hablaron durante algunos segundos. Masticaban sus
sándwiches, mirando a lo lejos, como evocando los tiempos pasados en sus
tierras natales. De pronto, Abdel le dijo a Stan:
-¿Tiene simpatía por alguna de las facciones que luchan en Siria?-
-En realidad, todo lo que signifique rebeldía contra el sistema opresivo me
interesa.- respondió Stan.
En ese instante sonó la sirena, convocando a los trabajadores de nuevo.
Los quince minutos de descanso se habían pasado volando. Al menos, eso fue
lo que percibió Stan. Caminaron de vuelta a sus puestos de labor. Al separarse,
Abdel dijo:
-¿Le parece que charlemos un poco a la salida, ésta tarde?-
Stan vio que la oportunidad de saber más sobre Abdel se estaba dando.
-Está bien. Nos vemos al terminar labores.- respondió, sin mostrar mucho
interés.
El resto del día transcurrió sin novedades notables en el astillero. A las
cinco de la tarde, todos estaban saliendo de sus correspondientes lugares de
trabajo. En la puerta, se encontraron Stan y Abdel. Éste último invitó:
-¿Le parece que nos tomemos un té en la cafetería Rocky’s? Queda a sólo
dos bloques de aquí.-
-Me parece perfecto.- respondió Stan.
Los dos hombres caminaron y llegaron al sitio, donde alguien saludó a
Abdel en árabe.
Se acomodaron al fondo izquierdo del salón. Stan ordenó un café.
Pronto, el mesero les trajo un té para Abdel y el café para Stan. Como eran
los primeros días de la primavera, en Chicago se sentían los fríos remanentes
del pasado invierno. Las bebidas calientes les cayeron muy bien.
Quien empezó la conversación fue Abdel, dirigiéndose a Stan, a la vez que
lo miraba fijamente.
-¿Qué opina de lo que está pasando en Siria?-
Rápidamente, Stan pensó que de su respuesta dependería el desarrollo de
su pesquisa. Si se mostraba simpatizante de los rebeldes o de ISIS,
probablemente Abdel se sinceraría un poco.
-Creo que los grupos rebeldes están haciendo una buena labor. Por
ejemplo, ISIS ha demostrado poder y valentía en sus incursiones, aunque me
parecen un poco extremas sus acciones de reacción.- explicó Stan.
-ISIS es toda una cultura nueva en el área. El califato que están
imponiendo muestra que su poder es fuerte y necesitan seguidores por todo el
mundo.- Replicó Abdel, con la mirada llena de resolución.
Stan comprendió que su recién adquirido amigo era a quien debería vigilar
más de cerca. La nota de la mañana se lo instruyó muy claramente. Su nueva
condición de agente encubierto lo hacía sentirse parte del gran grupo de
protección de los Estados Unidos.
Terminaron sus bebidas y salieron, cada uno a tomar su transporte
respectivo. Se despidieron a la entrada de la estación del metro y Stan tomó el
suyo, con destino a casa.

CAPÍTULO 9

Las clases en la Universidad transcurrían para Peter casi rutinariamente, a


no ser por las repetidas sonrisas que le dirigía una de sus compañeras de curso.
Durante la exposición sobre Conflictos Sociales y religiosos, que el currículo
de la asignatura exigía, hubo una buena compenetración entre ellos. La parte
que la muchacha desarrolló, brilló por la agilidad en la presentación de las
ideas ante la audiencia. El grupo expositor obtuvo una evaluación excelente de
parte del profesor, el Doctor Presley.
-Los felicito por la manera como abordaron el tema.- dijo Presley,
dirigiéndose al grupo.
-En realidad, quien mejor lo hizo fue mi compañera Helen.- puntualizó
Peter, señalando a su condiscípula.
-Concuerdo con usted, Peter. Helen demostró muy buena relación de las
ideas de ese conflicto, pero usted señaló detalles y hechos que nadie se
imaginaba podían suceder en esa clase de conflictos.- aclaró el profesor.
-Edward también hizo lo suyo a cabalidad.- señaló Presley.
-Por supuesto que sí.- Acotó Helen, con la sonrisa llenándole el rostro.
-Espero contar con su ilustración a la clase sobre futuros problemas
sociales.- dijo Presley, y se despidió.
Los tres miembros del grupo comentaron con satisfacción la tarea
desarrollada ese día. Después, cada uno tomó su camino hacia los otros
salones. Helen llamó a Peter.
-¡Peter! ¿Puedes venir un minuto?-
Peter se volvió hacia el lugar donde se hallaba Helen y le dijo:
-¿Qué se te ofrece?-
-Sólo quiero hacerte una pregunta. ¿Puedo?- dijo ella.
-Claro. Adelante.- respondió Peter.
-¿Por qué conoces tanto sobre el conflicto político-religioso de Irlanda del
Norte?-
Peter sólo pensó unos segundos la respuesta.
-Es que he leído mucho, pues me encanta el tema. Además, con mi familia
vivimos algunas situaciones riesgosas cuando vivimos allá.- explicó Peter.
-¿Te parece bien que almorcemos hoy y charlamos más sobre eso?- invitó
Helen.
-Me encantará. Nos vemos en la cafetería.- dijo Peter, y se despidieron.
El joven ex guerrillero del IRA y ahora agente encubierto de la NSA sintió
que tenía que ser muy cuidadoso con lo que hablaba, especialmente en el
contexto universitario. Precisamente, su función consistía en detectar focos
conspirativos en el alma mater y hacer un detallado seguimiento de ellos. Su
carácter de espía debía ser muy bien disimulado y manejado con cierta
precisión, dado que había jóvenes posiblemente mezclados con elementos de
la mafia de Chicago, según le fue informado desde la Oficina Central.
Efectivamente, uno de los elementos bajo sospecha era Edward, su
compañero de exposición.
Peter había recibido un reporte en su teléfono móvil esa misma mañana.
Recordó que en su viaje hacia la Universidad, en el metro, llegó a su teléfono
este mensaje:
“Fisher, Edward. 27 años. Origen Neozelandés (Wellington). Padre:
Thomas Fisher, reconocido money-launderer (lavador de dinero) a través de
las operaciones financieras de su empresa FISHER REAL ESTATE. Sus hijos
Edward y Jimmy viajan repetidamente durante el año hacia Wellington para
depositar grandes sumas de dinero en el St. George Bank New Zealand
Limited. Se sospecha que esos fondos son usados para la compra de armas que
ingresan secretamente a los Estados Unidos, con fines conspirativos.
Se sugiere hacer un seguimiento indirecto a las actividades de Edward
Fisher. Este mensaje se borrará en cinco segundos.”
Peter pensó que una de las maneras de investigar los pasos de Edward
podría ser a través de Helen, quien parecía ser una buena amiga de aquel.
Aprovecharía el rato del almuerzo para sonsacarle algo de información.
A las 12:30 P.M., Peter caminó hacia la cafetería con el objetivo de
encontrar a Helen. Miró hacia todos lados, entre el grupo de comensales, pero
no vio señales de la muchacha. Esperó unos minutos cerca de la puerta de
ingreso. La compañera no apareció por ningún lado. “Quizás tuvo algún
contratiempo, o sencillamente, no quiso almorzar conmigo”, pensó Peter.
Ya se retiraba del recinto, cuando notó a unos 20 metros de distancia, a lo
largo del corredor, que Edward entregaba un objeto metálico, muy parecido a
una pistola, a otro compañero. No fue detectado por los jóvenes pues se ocultó
tras de unos lockers.
Peter se encontraba en un verdadero predicamento en ese momento. No
podía decidir qué hacer al respecto. Si notificaba a las autoridades de la
Universidad, podría meterse en un lío legal al no tener pruebas de su
afirmación. Si hablaba con Edward sobre ello, sería sospechosa su actitud y
peligraría su nuevo status. Decidió callar por el momento y observar más de
cerca a su condiscípulo.
La realidad era que algunos estudiantes comerciaban dentro el campus
vendiendo sustancias psicoactivas y comprando armas cortas para revenderlas
a la mafia en los barrios bajos de Chicago.
Mary Macklowsky se volvió famosa por el sabor especial de sus tortas. La
bizcochería se amplió y ella tuvo que contratar dos ayudantes en la cocina, de
medio tiempo, para las tareas de horneado y empaque. Los pedidos se
acrecentaban más de lo esperado y era menester agrandar la producción para
conservar el negocio.
Uno de los ayudantes se llamaba Hank Maclury, natural de Dublin,
católico y soltero. Como todos saben, Dublin es la capital de Irlanda, la nación
soberana cuya parte norte fue ocupada por los británicos y a la cual llamaron
Ulster. Es bien sabido que los rebeldes del IRA reciben apoyo y armas de los
del lado católico. Hank no era militante activo del IRA, pero era un fuerte
simpatizante de ese movimiento.
Una mañana, cuando Mary daba una revisión a los hornos de los muffins,
sorprendió a Hank poniendo un dispositivo electrónico en el horno de
microondas.
-¿Qué hace, Señor Maclury?- le preguntó Mary un poco sorprendida, pues
hasta donde ella sabía, Hank no era técnico especialista en esos implementos.
-Oh, Señora Macklowsky, es que creo que el horno estaba a punto de hacer
un corto circuito, por lo que decidí revisarlo.- respondió el auxiliar.
-Gracias por preocuparse de los aparatos eléctricos.- respondió Mary, y
continuó con sus labores.
Lo que Mary no supo fue que Hank instaló una mini-cámara que transmitía
lo que se decía y hacía en la cocina, directamente a los receptores de onda
corta del FBI. Ya había hecho otro tanto con sendas cámaras, casi invisibles,
en todas las estancias de la casa. Desde ese día, los Macklowsky estuvieron
sometidos a vigilancia de 24 horas, sin saberlo.
Esas técnicas que usa el gobierno, irrespetando los derechos de los
ciudadanos, son muy comunes a todo nivel. Ya no es necesario irrumpir en los
hogares de la gente para coartar su libertad. Esa es una tarea que los satélites
desarrollan a cabalidad por medio de una verdadera maraña de implementos
distribuidos a lo largo y ancho de la nación.
Las técnicas de microchips instalados en toda clase de aparatos eléctricos y
electrónicos permiten al Estado espiar e invadir la vida privada de los
ciudadanos, sin que éstos lo sepan. Ya se hace necesario cubrir los micrófonos
y las cámaras implantadas en equipos de sonido, celulares y televisores, pues
pueden ser usados como transmisores de señales e imágenes a receptores de
enclaves desconocidos.
Los Macklowsky habían caído inocentemente en el juego de las
conspiraciones soterradas que los organismos oficiales y no oficiales planean
para conservar o aumentar su poder, a costa de sus mismos ciudadanos.
Pero no hay artimaña que llegue a ser perfecta, decían los viejos en
Polonia, país de procedencia de los Macklowsky. Por eso, ellos también tenían
la sospecha de que algo no iba del todo bien con la NSA, ya que se sentían
coaccionados y hasta chantajeados por esa organización.
El hecho ocurrido con Hank Maclury no pasó desapercibido para Stan ni
para Peter, cuando Mary les refirió lo que había pasado.

CAPÍTULO 10

Al anochecer de un día viernes de otoño, se reunieron los miembros del


clan. El principal objetivo fue el de hacer una especie de balance de la
situación con respecto a su estadía en Chicago hasta ese momento. Todos se
sentaron en la sala, después de haber cubierto todos los detectores electrónicos
que Hank había instalado por toda la casa.
Los pequeños, jugaban con el nuevo tren eléctrico que les había enviado su
tío de Belfast y de paso, contaban sus experiencias en la escuela. Allí todo
parecía marchar adecuadamente, pues los chicos se sentían contentos y
aprendían bastante.
Peter tomó la dirección de la reunión y comenzó a contar lo que había
pasado en la universidad.
-Hoy conocí a una nueva amiga, llamada Helen Faulkner.- dijo, saboreando
su taza de café caliente.
-¿Qué sabes de ella?- preguntó Mary.
-Sí, cuéntanos algo de esa chica.- apuntó Stan.
-No he logrado saber mucho. Sí he percibido que me observa bastante,
especialmente en lo referente a mi nacionalidad y mis antecedentes.- explicó
Peter.
-Será que le interesas.- dijo Stan, sonriendo.
Peter no respondió al comentario de su padre, pero continuó con su relato.
-También vi algo que me incomodó, respecto de un compañero de clases.-
Les contó lo referente al incidente protagonizado por Edward Fisher,
relacionado con un posible tráfico de armas dentro de la universidad, y cuyo
asunto le había sido encomendado por la NSA para ser estudiado por él en su
calidad de agente encubierto.
Stan también les relató lo ocurrido con el joven sirio Abdel, de los
astilleros. Mary no se convencía aún de lo positivo de ser espías para la NSA.
-Pero, ¿cómo vamos a continuar con este trabajo de medio tiempo, como
agentes para el gobierno?- inquirió Mary, con mucha preocupación.
-Necesitamos el dinero que nos pagan, mamá.- respondió Peter.
-Tienes razón, hijo. Sin embargo, yo no veo que estemos seguros aquí.-
replicó Mary.
-No creo que sea el tiempo de buscar otro país para refugiarnos. Mira que
ya estamos establecidos y tenemos un buen nivel de vida.- explicó Stan.
-Quizás lo más conveniente para nosotros sea jugar el mismo juego que
nos están mostrando. Tratemos de ser cautos e inteligentes, mientras tengamos
este estado de cosas.- propuso Stan.
Todos estuvieron de acuerdo en ese plan y se dieron instrucciones
detalladas para no despertar sospechas en los agentes que los vigilaban.
Decidieron, pues, seguir con ese juego del agente doble, que ya manejaban
muy bien.
Peter no cesaba de pensar profundamente en la situación por la que estaban
pasando él y toda su familia. Era necesario jerarquizar los intereses inherentes
a su propia vida, pues ya estaba percibiendo que eran muchos frentes de
acción los que debía atender. Por un lado estaba su preparación universitaria,
con todos los asuntos que, paralelamente, se estaban gestando a su alrededor,
muchas veces tomándolo a él mismo como protagonista.
Su temprana relación con Helen Faulkner lo impelía a proteger lo que ya él
había forjado como nuevo residente en los Estados Unidos, dada su nueva
identidad como agente trabajando a favor del gobierno. Ese nuevo estatus le
permitiría moverse dentro e diferentes medios que a la larga podrían
representar un beneficio para el clan.
Por otra parte, sentía cómo el pasado de Irlanda le lastraba muchas
posibilidades en diversos campos. Ese antecedente a favor de la guerrilla
irlandesa y su militancia activa, aunque no comprobada, estaría siempre en su
contra, hasta que los servicios secretos de USA decidieran “borrarlos” de su
background. Precisamente, era su trabajo de agente encubierto el que se
encargaría de que eso sucediera.
También estaba la circunstancia que los ponía bajo vigilancia constante por
parte de otras agencias que no confiaban en absoluto en los pasos de
inmigrantes como ellos, procedentes de un sitio “caliente” como Irlanda del
Norte. Pensaba en que cada vez que quisieran hablar en familia sobre asuntos
de su propia seguridad o cosas de la política, tendrían que anular los artilugios
de vigilancia de su casa y luego liberar su función, para no despertar
sospechas.
No se atrevían a destruir los micrófonos y las cámaras que habían plantado
en su residencia porque ello dejaría traslucir un comportamiento sospechoso,
lo cual a su vez les significaría desde una detención preventiva hasta la
deportación, según fuera catalogada la acción de su parte.
Definitivamente, habría que convivir con el monstruo de la persecución
velada y alimentarlo con los reportes sobre las misiones que les
encomendaran. En algún momento se pondría a prueba la agudeza y la
inteligencia de los Macklowsky para, de una vez por todas, disfrutar de la paz
que tanto estaban anhelando.
Empezando la primera semana de otoño, en Chicago se empezaba asentir
un cambio en la temperatura que tendía hacia el plano lluvioso, pues en esa
zona geográfica las fluctuaciones climáticas son fuertes. Ya corría la segunda
semana de noviembre y el frío se empezaba a sentir con una percepción de
5°C. Había presagios de muy copiosas nevadas en esa época.
Peter ingresó ese lunes a la Universidad por la puerta norte, cosa que no
acostumbraba a hacer muy seguido. Pero esa mañana pudo notar que Edward
Fisher llegó escoltado por dos guardaespaldas, a bordo de un auto blindado. Se
apeó del vehículo y se dirigió hacia el ala norte. Uno de los sabuesos
permaneció dentro del auto y el otro escoltó a Edward. Peter pudo notar que
aquel hombre estaba armado con una metralleta que ocultaba debajo del gabán
negro.
Entraron a la edificación y enrumbaron directamente hacia el aula donde
recibirían la primera clase los alumnos de la asignatura “Sistemas en
Conflicto”. Allí confluirían Peter, Helen y Edward.
Efectivamente, los tres se encontraron allí, cruzando saludos informales.
-Hola Helen, hola Peter.- saludó Edward.
Los dos respondieron mecánicamente: -Hola, Edward.-
Se sentaron a recibir su primera clase del día. De reojo, Peter notó que el
guardaespaldas armado se había apostado en la puerta de entrada del salón, en
el interior.
Lo que no sabía Edward era que Peter había notificado de la novedad del
hombre armado en el interior de la Universidad, tan pronto lo supo. Ya
deberían estar llegando los agentes del NSA para el momento en que la clase
había comenzado.
Efectivamente, las puertas del aula fueron aseguradas diez minutos más
tarde por hombres de la NSA, que se aproximaron al individuo que ejercía de
escolta a Edward.
-¿Es usted estudiante de la Universidad?- preguntó un agente.
-No.- respondió el hombre.
-Muestre su identificación.-demandó el de la NSA.
Por respuesta recibió un disparo que produjo el guardaespaldas a la vez
que trataba de huir por el corredor aledaño al salón de clases.
El balazo no hirió al agente por estar éste protegido con un chaleco
antibalas. El estruendo del disparo conmocionó a todo el estudiantado que
partió despavorido en todas las direcciones, buscando protección. Ya eran
muchas las masacres sucedidas en colegios y universidades para no estar con
los nervios a flor de piel.
Los agentes persiguieron al delincuente que se precipitó hacia la salida del
recinto. Desembocó en un prado solitario y se dio a la fuga, corriendo
desaforadamente. A su paso salieron otros tres agentes de la NSA que le
cortaron la carrera. No tuvo más remedio que rendirse y arrojar el arma, bajo
la advertencia de perder la vida. Pronto fue sometido y esposado. Los agentes
le leyeron sus derechos y lo condujeron a un auto oficial.
Ya en el precinto del Centro Investigativo, fue sometido a un duro y
extenso interrogatorio. Se supo que tenía licencia para portar el arma que
esgrimió y disparó en el campus universitario y que estaba trabajando al
servicio de Thomas Fisher, con un contrato legal. De todas maneras, fue
acusado de varios cargos:
1.- Ataque a un agente del Estado.
2.- Disparar un arma dentro de un recinto ocupado por personas inermes.
3.- Conspiración.
El hombre dijo llamarse John Fernández, natural de Miami, 26 años,
inmigrante ilegal. Fue detenido, sin posibilidad de fianza, enfrentando una
pena de 40 años de prisión.
Peter se había ganado unos buenos puntos para su hoja de vida por este
hecho.

CAPÍTULO 11

Las actividades en el astillero de Chicago transcurrían sin grandes


novedades, excepto por el inconveniente surgido en una de las calderas que
alimentan de vapor a presión las remachadoras. Ese martes, desde muy
temprano en la mañana, se empezó a notar la falla. Parece que la tubería por
donde corre el combustible diésel se había obstaculizado y la presión
disminuyó notablemente.
Los inspectores revisaron todos los conductos hasta encontrar la avería. Un
aditivo de alta viscosidad había sido agregado, usando uno de los medidores
de presión. Tal puesto estaba a cargo de Abdel Karim, el refugiado sirio que
había ingresado recientemente a las instalaciones.
Siendo Stan el jefe de la sección donde ocurrió el incidente, le
correspondió a él investigar a fondo el problema. Para Stan no era fácil llegar
a la situación de tener que acusar a alguien sin tener las correspondientes
pruebas.
Decidió, pues, llamar a cada uno de los operarios de esa área para
interrogarlos en su oficina. El primer requerido fue Tom Spencer, a cargo de
los controles de la caldera.
-Sigue, Tom y siéntate.- le invitó Stan, señalando una de las sillas
disponibles.
El hombre, de más de 50 años de edad, se veía tranquilo y a la vez
sorprendido por el requerimiento.
-¿Cuál es la naturaleza de este llamado, Stan? ¿Estoy acusado de algo?-
dijo Tom a la defensiva.
-Sólo estoy acopiando información acerca del asunto. No es necesario que
te pongas nervioso.- le dijo Tom, en tono conciliador. Luego continuó: -
¿Notaste la baja de presión al ajustar los controles de la caldera?-
-Cuando recibí el turno de mi colega Travis, todo estaba funcionando bien.
Después de 40 minutos, percibí un desequilibrio en los controles. En ese
momento, avisé de la novedad al jefe de piso.- explicó Tom.
-Me parece correcto lo que hiciste. Gracias por responder a las preguntas.
Puedes retirarte.- le dijo Stan.
El técnico salió directamente a seguir cumpliendo con sus funciones.
Inmediatamente después, fue llamado Abdel Karim.
-Pase y siéntese.- casi le ordenó Stan. Un viso de nerviosismo colmaba el
rostro del sirio.
-Gracias, Stan.- respondió el operario, ocupando una de las sillas
disponibles.
-No se trata de un interrogatorio, Abdel. Es sólo un intercambio de puntos
de vista acerca del intento de saboteo a la línea de roblonado, en la cual usted
está laborando.- le explicó Stan.
-Estoy seguro de que por mis antecedentes de refugiado, procedente de un
país en conflicto armado, debo ser uno de los sospechosos.- se quejó Abdel.
-No hay ninguna prevención contra usted. Es una charla para conocer los
hechos y poder llegar al origen del problema.- concilió Stan.
-Nunca he pensado en sabotear ninguna parte de esta instalación. Además,
no tengo conocimientos sobre esa clase de acciones.- se defendió Abdel.
Stan miró fijamente a los ojos del trabajador bajo su supervisión. Recordó
la charla que sostuvieron la semana anterior, cuando él le refirió unos
comentarios sobre el grupo rebelde islámico ISIS, en Siria, su país de
procedencia. No podía descartar la posibilidad de que este operario pudiera
haber intentado algo en contra de los astilleros.
Sin embargo, recordó que estos elementos no trabajan en solitario y casi
siempre se asocian en grupos de dos o tres. No veía fácil llegar al meollo del
problema, máxime ahora que ejercía como agente encubierto de la NSA.
Tomó disimuladamente entre sus dedos de la mano derecha un diminuto
micrófono auto adherible a la ropa y se acercó a Abdel, con ánimo amistoso.
Le dio una ligera palmada en el hombro y le implantó el adminículo
electrónico cerca del cuello de la chaqueta, al tiempo que le decía:
-Vamos, Abdel. No se moleste innecesariamente. Recuerde que
empezamos una buena amistad.-
El trabajador se calmó y se dispuso a retirarse.
-Si no me necesita para algo más, continuaré con mi trabajo. No deseo que
me hagan un descuento del salario por falta de cumplimiento.- dijo Abdel, y
salió de la oficina.
Stan echó una mirada al receptor que tenía en el bolsillo izquierdo de la
chaqueta. Estaba encendido. Se aplicó un audífono inalámbrico y estuvo muy
atento a lo que posiblemente Abdel comentaría sobre la visita a su oficina.
Siguió el desfile de trabajadores de la sección por el despacho de Stan,
hasta lograr tener un panorama general de los acontecimientos.
Aproximadamente 20 minutos después de salir Abdel, Stan pudo escuchar
sus palabras en una llamada desde su teléfono celular.
-Assalam Alaykum, Said.- dijo en árabe.
-Alaykum Assalam, Abdel.- respondió alguien.
El micrófono era tan sensible que podía captar el sonido de quien hablaba
al otro lado del teléfono.
-Tenemos que adelantar el “trabajo grande” sobre las calderas. Hoy ya
empezó la cacería y no tenemos mucho tiempo.- dijo Abdel.
-Tendré listo el “equipaje” para mañana.- respondió el llamado Said. -
¿Normal o extra?- preguntó.
-Que sea suficiente para obtener la entrada al paraíso, hermano.- respondió
Abdel, con emoción en su voz.
Los dos hombres se despidieron y se terminó la llamada, con bendiciones
mutuas.
Como trabajador para la Compañía de Astilleros Chicago Inc., Stan
Macklowsky se hallaba obligado, desde su ética profesional, a defender los
intereses y la infraestructura de su lugar de trabajo. Ahora, siendo un agente
encubierto de la NSA, con más razón debía actuar en consecuencia. La
conversación telefónica intervenida podría considerarse prueba contundente
para abortar el plan, a todas luces suicida, de los islamistas.
No había tiempo que perder. Tan pronto se enteró de los términos de la
comunicación de Abdel con su aliado Said, se puso en contacto con su jefe
inmediato en la NSA, el Coronel Douglas Spencer.
-A sus órdenes.- dijo una voz femenina al otro lado de la línea.
-Por favor, comuníqueme con el Coronel Spencer.- dijo Stan.
-¿Quién lo requiere?-
-El agente Stan Macklowsky.-
-Un momento.-dijo la voz.
-¿Qué se te ofrece, Stan?- preguntó el Coronel.
-Señor, hay un conato de ataque terrorista a producirse mañana en las
instalaciones de los astilleros.- refirió Stan.
-¿Tienes las referencias de los implicados?-
-Sí, señor. Se trata de un operario de mi sección y un relacionado con él.
Ambos de la fe musulmana.- explicó Stan. Luego continuó. –Los datos
personales y la dirección de su residencia los tienen ustedes allá. Se llama
Abdel Karim.-
-Afirmativo.- dijo el Coronel. –También tenemos los datos de su cómplice.
Se trata de Said Nablus, conocido militante del ISIS.-
-¿Qué instrucciones debo seguir?- preguntó Stan.
-Prosigue con tus ocupaciones normalmente. Nosotros nos encargamos de
la operación correspondiente.- Respondió el Coronel Spencer.
Inmediatamente después, se cerró la comunicación.
Esa misma tarde, un grupo anti terrorista de la NSA se desplazó a las
residencias de los implicados en el plan descubierto por Stan. Allanaron
violentamente los lugares, sin dar la posibilidad de escape.
En el piso de Abdel encontraron armas de corto y largo alcance, entre ellas,
un fusil de fabricación rusa y un lanzagranadas portátil de precisión. También
hallaron propaganda alusiva al ISIS (grupo terrorista de la rama radical del
islam) y muchas frases rerferentes a la muerte de los no creyentes.
En la casa de Said hallaron todo un arsenal y los elementos para armar
bombas y equipos personales de detonación. No cabía duda acerca del
hallazgo hecho por el agente Stan.
Los dos potenciales terroristas no lograron llevar a cabo su plan de
provocar caos y miedo entre las gentes de Chicago. Los diarios publicaron la
noticia, con gran despliegue:
“Abortado plan terrorista del ISIS en los Astilleros de Chicago.”, Daily
News.
“La NSA captura a dos islamistas miembros del ISIS.”, Chicago Tribune.
“Presuntos suicidas del ISIS van a prisión. Probable pena de muerte.”
Chicago Sun-Times.
A partir de ese momento, la protección de la familia Macklowsky aumentó.
Tenían vigilancia oculta las 24 horas y cada miembro del clan era escoltado
por un agente de incógnito. Se llegó a hablar de un posible cambio de status,
convirtiéndolos en “testigos protegidos”. Ello consiste en cambio total de
identidades, de traslado a lugares clasificados como secretos y nuevos
trabajos.
Esa posibilidad estaba sobre la mesa, dados los antecedentes sanguinarios
de retaliación que maneja el ISIS.
Los servicios secretos de USA son muy poderosos, no sólo por la calidad
de sus armamentos sino también por la dotación que poseen mediante los
adelantos tecnológicos, muchos de ellos desconocidos por los ciudadanos.
De ahí que había una fuerte garantía de protección para sus agentes. Mary,
Stan y Peter Macklowsky ya habían demostrado sus calidades como personas
honestas y dedicadas a la causa de la nación que los albergó. No había duda de
su compromiso con la NSA.
Pero no todo es color de rosa, dicen los escritores románticos. Y eso se
cumple a todo nivel.
En la NSA surgió una contradicción entre sus altos directivos. El jefe
máximo, Nathan Stribe y el Coronel Douglas Spencer empezaron a tener
diferencias de tipo ideológico y racista.
Stribe defendía la idea de tener agentes netamente norteamericanos, de
raza blanca y de lengua inglesa. Sin embargo, Spencer mostraba una amplitud
más extensa de cobertura, y decía que no importaba de dónde proviniera la
persona, ni su color de piel, con tal de que su compromiso fuera a toda prueba.
No se referían las contradicciones solamente a los Macklowsky. En la NSA
militaban agentes provenientes de Japón, Korea del Sur, Israelíes y algunos
nativos de Kenia. La pregunta era, “¿Por qué no tener polaco-irlandeses
también?”. Importaba mucho la experiencia militar, la claridad de
pensamiento, la agilidad y la rapidez de análisis.
Los Macklowsky encajaban perfectamente dentro de esos parámetros y ya
habían demostrado su calidad y honestidad en sus funciones. Pero, el jefe
Stribe no quería aceptar a los polaco-irlandeses recién llegados a Chicago.
Existía una razón de fondo para su negativa. Un hijo suyo había perecido
en Polonia a manos de un sargento rebelde, en Varsovia, cuando se produjeron
los levantamientos contra la administración de ese país, dirigida por los
norteamericanos, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Se
vislumbraban malos tiempos para los Macklowsky.

CAPÍTULO 12

Muchas veces la vida tiene pliegues dentro de los que se ocultan los
acontecimientos más inesperados. Por más que se trate de llevar el control de
los hilos de la existencia, siempre habrá resquicios hasta donde no se puede
llegar. Desgraciadamente, muchos de los hechos que acontecen en esas
circunstancias no son plácidos ni reconfortantes.
Es bueno saber que el jefe Nathan Stribe, a sus 67 años, era un exsoldado
curtido en los combates de la Guerra del Golfo, y cuando el conflicto terminó,
tuvo que ser testigo del asesinato de su único hijo que era Coronel de la Fuerza
Aérea de los Estados Unidos. No pudo superar ese revés definitivamente. Para
él, Polonia era el infierno y los nacionales de ese país, los posibles
responsables de su pérdida.
De ahí su rencor y repulsión hacia los refugiados polacos. Lo malo de todo
ese estado de cosas era que él dirigía un organismo estatal muy poderoso, y los
Macklowsky eran polacos refugiados en USA, ahora agentes encubiertos de la
NSA.
Pronto empezarían a producirse situaciones muy finamente orquestadas en
contra de quienes sólo deseaban emprender un nuevo ritmo a sus vidas.
En los astilleros donde laboraba Stan, empezaron a producirse pérdidas de
costosas herramientas de precisión. También se reportaron fallas en la
administración de la División bajo la dirección de Stan Macklowsky, quien
recibió amonestaciones y citas a descargos ante sus jefes superiores. Se
comenzó a resquebrajar la estabilidad laboral del jefe del clan.
Un fin de semana, aparentemente normal, Stan recibió la siguiente nota:
“Para: Jefe de Sección, Stan Macklowsky.
Asunto: Seguimiento disciplinario.
De: Jefe de Departamento.
Debido a repetidas fallas en su gestión del cuidado con los suministros y
las posibles infiltraciones de obreros de dudosa procedencia y reputación, la
empresa ha sufrido menoscabo en su prestigio y nivel de competencia
comercial.
Después de debatir los hechos, el Comité Directivo ha determinado
suspender sus funciones por un período de tres meses, sin salario, a partir del
momento de esta notificación.
Firmado,
Francis Curtis, Presidente del Comité “
La comunicación no sorprendió a Stan, como era de esperarse. Ya se había
enterado, por medio de otros agentes de la NSA, de la presión ejercida para
perjudicarlo, merced a la influencia del jefe Stribe.
Ese mismo día, empacó sus documentos y enseres personales, y se dirigió
a la estación del metro, para tomar rumbo a su casa. Aquello sería un baño de
agua helada para todos allá, pensó. Sin embargo, no era la primera vez que
sufría una persecución, ni sería la última.
Mientras hacía el viaje, sentado contra una de las ventanas del metro,
pensaba sobre los acontecimientos acaecidos en los astilleros. Había sido una
celada cobarde contra la cual no podía ejercer ninguna defensa, además porque
las decisiones del Comité eran inapelables. Era tanta la demanda de trabajo
por los numerosos refugiados y por los naturales del estado de Illinois que se
podía perder el empleo muy fácilmente.
También, lo más factible era que lo licenciaran en la NSA, debido a ese
lunar en su hoja de vida. Probablemente, el objetivo de aquella sanción era el
de suspenderlo como agente encubierto. El hecho de no devengar salario
durante tanto tiempo lo obligaría a tomar decisiones a nivel familiar.
Una vez llegó a su destino, caminó los dos bloques hasta su casa. Mary y
los niños lo recibieron con cariño y tacto, pues ya Stan les había contado las
novedades por medio de su celular. Se despojó del gorro de lana, de los
guantes y del gabán. Decidió sentarse en la sala con los suyos.
-Querido, es bueno que hablemos sobre esta situación.- le dijo Mary,
cariñosamente.
-Gracias, querida. Tienes razón, creo que hay que cambiar un poco los
planes iniciales para ajustarnos a este nuevo estado de cosas.- respondió Stan.
En ese instante, se oyó el sonido de la llave en la cerradura de la puerta de
entrada. Era Peter, que llegaba de la Universidad. Se despojó de la bufanda y
se acercó a su padre, después de besar a su madre y a sus hermanos.
-Hola, padre.-le dijo a Stan, besándolo en la frente. -No te sientas mal por
lo que ha pasado. Ya resolveremos eso exitosamente.- se dirigió al refrigerador
y se sirvió una lata de jugo de naranja. Ya los demás estaban degustando un
café que Mary les había preparado.
-Yo tengo unos buenos ahorros de la bizcochería. De modo que ya tenemos
solucionada buena parte del problema financiero.- propuso Mary.
-Mi beca parcial en la Universidad me ha dado la posibilidad de ahorrar
algo. Yo pongo a disposición del presupuesto familiar esos fondos.- dijo Peter,
sonriendo.
-Nosotros tenemos la alcancía llena.- dijeron Hanna y Charles, casi en
coro, agitando una mini-caja de caudales de juguete.
Todos se sintieron más unidos que nunca. Mary elaboraría un presupuesto
de emergencia para los tres meses venideros. Ella, como ejemplar
administradora de la bizcochería, lo haría a las mil maravillas.
Para sellar esa noche de calor familiar, se sentaron a la mesa para cenar un
plato irlandés que Mary había preparado.
-¿Quieres dar las gracias, Peter?- invitó Stan.
Todos se tomaron de las manos y oraron al Todo Poderoso y a Santa
Dymphna Virgen y Mártir, patrona de Irlanda. En el instante en que
empezaron a comer, se escucharon tres llamados a la puerta. Mary se paró a
abrir. Ante ella estaba el sobrino Francis, de Belfast.
Aquella llegada fue una total sorpresa pues nadie en el clan tenía
conocimiento de esa visita. Como era natural, todos se alegraron con la
presencia de Francis, quien se sentó a la mesa para cenar.
Les contó que venía para probar suerte en los Estados Unidos y que su
estadía no sería muy larga. Además, él tenía sus buenos ahorros e iba a
colaborar con los gastos, les dijo. También les mostró su diploma de mecánico
de autos con el que pensaba conseguir un empleo en Chicago.
Ya pasadas las nueve de la noche, cuando todos estaban descansando de las
labores del día y los niños estaban aprestándose a dormir, los mayores se
reunieron en la sala y entablaron el siguiente dialogo con Francis.
-Bueno, hijo, ahora sí dinos cuál es la realidad de tu visita.- le increpó
Stan, con tono serio.
-Tío, la verdad es que tuve que huir de Belfast por motivos de seguridad.-
dijo Francis.
-¿Qué quieres decir?- preguntó Mary.
-Mira tía Mary, en Belfast siguen ocurriendo las mismas cosas que pasaban
cuando ustedes estaban allá. Yo tuve que hacerme miliciano y mi cabeza ya
tenía precio.-
Todos se quedaron pensando acerca de las palabras de sobrino que llegó
huyendo de peligros muy serios. Peter rememoró su época de militante del
IRA, y comprendió a fondo lo que decía Francis.
-Me imagino que tú tienes estatus de refugiado.- dijo Peter.
-La verdad es que tuve que entrar de manera ilegal, pues mis documentos
habían desaparecido en manos del ejército de ocupación.- explicó Francis.
-Eso nos pone en una situación muy difícil. Pero, descuida, te ayudaremos
de la mejor manera.- dijo la tía Mary.
-Les agradezco que me hayan recibido, sobre todo en esta situación tan
apremiante. Trataré de no ser una carga para ustedes.- acotó Francis.
Por supuesto que las cosas se iban a poner bastante duras, pues tendrían
que ocultar al sobrino y, además de eso, conseguirle un contacto laboral
oculto. Lo más serio de todo esto era la condición de Stan y Peter, como
agentes encubiertos de la NSA, con un huésped ilegal en su casa. Lo más
probable sería que más temprano que tarde las cosas saldrían a la luz, con las
consecuencias lógicas.
-Puedes acomodarte en la cuarto de las visitas. Allí hay lo necesario para
que te instales y descanses del viaje que seguramente ha sido agotador.- le dijo
la tía Mary.
-Yo te conduzco, primo.- invitó Peter.
-Una cosa que tendremos que poner en práctica es la franqueza y la verdad
en todo lo que tenga que ver con tu estadía, Francis.- dijo Stan.
-No hay problema, tío. Seré honesto en todas mis acciones, y yo espero lo
mismo de parte de ustedes.- replicó Francis.
Se despidieron y el sobrino se retiró a descansar en el cuarto de huéspedes.
Peter lo acompañó y le hizo algunas advertencias de primo a primo.
-Ni se te ocurra exhibir la pistola que has traído. Yo la noté en tu pantalón.
Hay que tener mucho cuidado con esas cosas.- le dijo Peter.
-Te diste cuenta, primo. Pero, no te preocupes. Estará fuera de la vista de
todos.- respondió Francis, con mucha naturalidad.
Aquella noche fue prácticamente una sesión en vela para los Macklowsky.
Stan y Mary no podían conciliar el sueño teniendo un problema que había que
resolver de la mejor manera. Ya las cosas se habían puesto muy serias con la
suspensión de Stan de su trabajo. Tendrían que manejar el asunto del sobrino
en casa con mucha cautela y cabeza fría.
Una ventaja que tenían en el presente era la suspensión de la vigilancia por
cámaras y micrófonos que el Coronel Douglas Spencer, Jefe de la Sección de
Delitos Internacionales, había ordenado, dadas las muestras de honestidad que
los nuevos agentes habían mostrado en el tratamiento de los casos que
tuvieron que resolver.
Esa condición de privacidad les serviría para ocultar la presencia de
Francis, mientras lograban darle una solución adecuada al asunto de su ingreso
ilegal al país. De alguna manera tendrían que sortear los inconvenientes que se
pudieran presentar.
Pasaron dos semanas y ya Francis estaba trabajando en un taller de
automotores de un amigo de Peter, llamado Robert Gordon. Allí se percataron
de las habilidades de Francis y él ya estaba ganando buena aceptación por
parte de los demás mecánicos.
Lo que no sabían era que en ese taller se realizaban transformaciones
especializadas en ciertos vehículos, como caletas y escondites muy bien
disimulados para habilitarlos en el contrabando de armas que surtían a la mafia
de Chicago.
Robert Gordon pronto se enteró de la situación que afectaba a Francis y lo
trató de chantajear, obligándolo a hacer cosas indebidas en su trabajo. El joven
reaccionó fuertemente y le dejó tirado el puesto.
-¡Que no se hable más de eso!- casi chilló Gordon esa tarde en que Francis
se retiró.
Se veía que el muchacho realmente deseaba empezar una nueva etapa en
su vida, pues tanto sufrimiento en su patria era más que suficiente para
justificar un nuevo comienzo.
Les refirió las novedades a Peter y a sus tíos, quienes los apoyaron
incondicionalmente.
-Ya habrá otra oportunidad de laborar, hijo.- le dijo Stan.
-Gracias, tío. Creo que debo insistir y no darme por vencido.- respondió
Francis, con determinación.
-Te comprendo perfectamente, primo.- le dijo Peter. -Yo ya tuve que pasar
por lo mismo, y te digo que es posible salir al otro lado.-
-Les agradezco su solidaridad y les prometo que no cesaré en mi empeño.-
concluyó Francis.

CAPÍTULO 13

Los acontecimientos transcurrieron sin que cambiara la situación para


Francis. El aparente fracaso en su trabajo de mecánica lo obligó a quedarse en
casa, colaborando en la pastelería de Mary. Allí aprendió las artes de la
repostería polaca, de la cual no conocía prácticamente nada, pues los ancestros
habían desaparecido muchos años antes de que él naciera. Practicó bastante y
resultó tener muy buenas aptitudes.
Mary se inventó una especie de escalafón entre los colaboradores de la
pastelería y a Francis le endilgó el título de Maestro Hornero. Al cabo de tres
semanas, ya se había hecho acreedor a un salario como Administrador de la
empresa familiar.
Así le quedaba más tiempo disponible a Mary para atender la parte
contable de la fábrica de muffins y podía atender con más dedicación a los
hijos menores que estaban entrando en la etapa de la pre-adolescencia. Era
menester estar más con ellos, pues la escuela pública no era nada fácil para
esos muchachos.
Charles y Hanna se sentían a veces maltratados por ciertos profesores que
rechazaban a los refugiados y, en general, a todo estudiante que no fuera
nativo de USA.
Una tarde, después de terminar la jornada escolar, Charles le entregó a su
madre una carta citatoria para una reunión con el Coordinador de Convivencia
de la escuela. Al abrirla, supo que se trataba de una falta de respeto de parte
del muchacho hacia el profesor de gimnasia, según alegaba el docente.
La cita era obligatoria so pena de sufrir una suspensión disciplinaria para
su hijo. Mary y Stan hablaron con Charles acerca del asunto.
-Dime, hijo, ¿qué sucedió en la escuela?- preguntó Stan.
-Sí, Charlie, cuéntanos cuál fue el problema.- reafirmó Mary.
Charlie se quedó unos segundos pensativo, se acomodó en el sillón que
ocupaba y dijo:
-OK. La cosa fue que el profesor, que es musulmán, criticó mi condición
de católico, delante de todos mis compañeros.-
-¿Cómo se llama él?- preguntó Mary.
-Salem Tariff.- respondió Charlie.
-Pero, ¿qué te dijo?- insistió Stan.
-Me llamó idólatra y renegado.-
-Y, ¿eso por qué se produjo?- indagó Peter, que estaba algo al margen.
-Para una práctica de carrera, el profesor me ordenó despojarme de la
cadena con la imagen de la Virgen, que mi madre me regaló para mi último
cumpleaños. Yo me rehusé, respetuosamente, pero él me gritó frente a los
demás.- explicó Charles. –Luego, me expulsó de la práctica.-
-Creo que ahí tenemos un hecho de discriminación y hay que aclararlo
cuanto antes. Mañana acudiremos a la cita tu madre y yo.- dijo Stan.
-Ahora, ve a hacer tus tareas.- le dijo Mary.
El muchacho se retiró calmadamente mientras sus padres y Peter charlaban
sobre esos hechos. Francis estaba ocupado en el salón de horneado y no se
percató de la situación.
-No debemos atizar ese fuego, por el bien de nuestros hijos.- sugirió Mary.
-Pero, sí es necesario sentar un precedente para evitar futuros roces y
ofensas innecesarias.- replicó Peter.
-Parece que este asunto del rechazo religioso es pan de cada día en todas
las partes del mundo.- se lamentó Mary.
Esa noche, la producción de la bizcochería casi dobla el promedio diario.
Francis estaba desarrollando una excelente labor al respecto. Nadie se
imaginaba que aquel joven mecánico llegaría a clasificarse como un verdadero
maestro hornero. Lo mejor era que a él le agradaba su trabajo y se había
identificado con las técnicas de los sabores tradicionales que Mary había
heredado de su abuela polaca.
Al día siguiente, Mary y Stan acudieron a la escuela, después de dejar la
pastelería en manos de Francis. La cita era a las 9:30 A.M., en el despacho del
Coordinador Steven Hardy. Una vez llegaron al campus de la escuela,
aparcaron el auto en el área de visitantes. Se dirigieron seguidamente a la
oficina del Doctor Hardy, como él mismo se hacía llamar. Allí fueron
recibidos por la Señorita Adams, secretaria de esa oficina.
-Buenos días, Señorita.- saludaron.
-Buenos días. Ustedes son…- dijo la secretaria.
-Somos los padres de Charles Macklowsky.-
-¡Ah, sí! Esperen su turno de llamado.- respondió la Señorita Adams, y
continuó con otras cosas.
Stan y Mary se resintieron por la falta de atención de que habían sido
sujetos. Se sentaron y esperaron. Al cabo de 20 minutos, escucharon decir, -
Sigan.-
Entraron al despacho y allí se encontraron frente al Coordinador.
-Soy el Doctor Hardy.- dijo el funcionario.
-Somos los padres de Charles. Fuimos citados a una reunión aquí.- explicó
Mary.
-Ah, sí.- remarcó Hardy. Charles irrespetó al profesor Tariff, en clase de
gimnasia.- dijo Hardy, mirando una especie de expediente.
-¿Podríamos conocer todos los hechos?- arguyó Stan.
-La palabra del profesor no se enfrenta con la del alumno en esta
institución.- determinó Hardy, en tono desafiante.
-Necesitamos saber qué sucedió en realidad.- reafirmó Mary.
-¿Nos agenda una cita con el profesor?- preguntó Stan.
-Lo siento, pero eso no es posible.- dijo Hardy.
-Entonces, iremos con el caso a la oficina del Supervisor del Ministerio de
Educación.- determinó Mary.
Ante esa posibilidad de acudir a una autoridad superior, por negarse el
Coordinador a dar un curso regular a las cosas, se notó un ablandamiento
instantáneo de parte de Hardy.
-No es necesario llevar las cosas tan lejos.- dijo Hardy, con una sonrisa
nerviosa. – Vamos a propiciar un encuentro amistoso del profesor Tariff con
Charles, para limar las asperezas que pudieron surgir.-
-¿Habrá alguna suspensión de la escuela para nuestro hijo?- preguntó Stan-
-No será necesario.- concilió Hardy. –Me comprometo a lograr una
atmósfera de buena relación entre docente y alumno. Pueden marcharse
tranquilos.-
-De todas maneras, nos gustaría conocer personalmente al profesor Tariff.-
dijo Mary.
-Posiblemente en la próxima asamblea general tendrán la oportunidad de
lograrlo.- apuntó Hardy, con aire condescendiente.
Firmaron el acta de la reunión y los padres de Charles salieron con rumbo
a su casa.
Los Macklowsky arribaron a su hogar, en medio de comentarios que entre
ellos hicieron acerca de lo que podría llamarse “REALIDADES
INCONTROVERTIBLES”. Así calificaron los brotes de racismo y
discriminación religiosa que se escondían entre los pliegues íntimos de
quienes tenían que ver con ellos.
Mary, mujer de muy buen nivel de cultura y con ideas determinantes, creyó
que lo mejor, en esos casos era usar una dosis mayúscula de diplomacia e
inteligencia. En cambio, Peter, todavía con la energía de un joven batallador
explícito, pensaba que no era justo que pasaran esas cosas en la escuela, ni en
ningún otro contexto. Su ímpetu le señalaba que había que defender con más
ahínco a los pequeños hermanos. Sin embargo, confiaba grandemente en el
buen juicio de sus mayores.
El jefe del clan, Stan, se sentía con ánimo suficiente para llevar adelante y
volver realidad lo que él había llamado EL NUEVO SUEÑO de la familia. En
ese preciso momento él se hallaba en una leve encrucijada. La suspensión
temporal en su trabajo y la llegada del sobrino Francis a la casa lo mantendrían
muy ocupado tratando de cumplir con la sanción y a la vez, seguir adelante.
La mañana siguiente ya era sábado. Hanna y Charles hojeaban el periódico
de suscripción Chicago Tribune, en la sección de los comics. En la página
aledaña, había un anuncio de media página que decía:
GRAN CONCURSO ANUAL DE REPOSTERÍA DE ILLINOIS
Horneado de Muffins
Concurso Estatal
Inscripciones hasta el 28 de Noviembre de 2016
Participación certificada por el Concejo Gastronómico
PREMIO ÚNICO
100.000 DÓLARES
Condiciones en catálogo adjunto
Informes: Concejo Gastronómico de Chicago
www.gastronomiachicago.ill
Hanna exclamó: -¡Mamá, mira el concurso que nos vamos a ganar!-
-Muestra, déjame ver.- dijo Mary, tomando el periódico.
Allí leyó el anuncio y las condiciones. Ella ya había registrado ante el
Concejo gastronómico de Chicago su pastelería y los sabores que presentaba
en los distintos productos. Además, Francis ya había sido reconocido como
Chef de la pastelería, lo cual agregaba cierto estatus al negocio. También le
atrajo fuertemente el premio ofrecido.
-¿Qué opinan acerca de nuestra participación?- preguntó Mary a los demás
miembros del clan, incluyendo a Francis que había salido de la sección de
hornos al oír el grito de Hanna.
-Me parece una excelente idea.- dijo Francis.- Cuenten con mi mejor
disposición.
Stan y Peter también celebraron la decisión de participar en el concurso.
-Será mejor que nos apresuremos a hacer la inscripción. ¿Tienen idea de
cuánto cuesta?- se apresuró a decir Peter.
-El derecho de inscripción vale 150 dólares.- leyó Hanna, en voz alta.
Entre todos reunieron el valor de la inscripción y enseguida se pusieron en
contacto con la oficina de registros del concurso, vía internet. Llenaron los
requisitos y se comprometieron a consignar el dinero en la cuenta del Concejo
antes de las 6:00 P.M., lo cual hizo Peter en el Banco de la esquina, cerca de la
casa.
Se exigía que el día 30 de Noviembre, a las 10:00 A.M., los reposteros
ejercieran su labor en vivo y en directo para la TV en los talleres del Centro
Gastronómico. Quien primero lograra el producto con el mejor sabor, según
los jueces, ganaría el premio. Posteriormente, habría que asistir a una
ceremonia especial para la entrega del premio, ante el público interesado en
asistir.
El día de la competencia había 46 participantes, entre ellos Francis. Se
apostaron al frente de los respectivos hornos, teniendo los ingredientes sobre
una mesita aledaña. Cada uno se encontraba dentro de una especie de cubículo
para así proteger la fórmula que iban a poner en práctica.
A las 10:00 A.M. empezaron a trabajar los contendientes. Las cámaras de
TV y los presentadores describían los pasos que los chefs estaban siguiendo,
teniendo cuidado de no describir ingredientes ni cantidades usadas por ellos.
Todo el estado se hallaba pendiente de las pruebas sobre la fabricación de su
postre favorito.
Siendo las 10:45 A.M., sonó el timbre del horno de Francis.
Posteriormente se oyeron las alarmas de los otros.
Ahora los jueces irían a evaluar los tiempos y los sabores. Lograron
clasificar 7 participantes, solamente.
Además del sabor, los jueces examinarían la presentación, el color, el
aroma y la textura de los productos finales.
Hicieron su labor concienzudamente y después de deliberar por más de 10
minutos, salió el Master Chef y comunicó el veredicto.
-“Podemos congratularnos de tener verdaderos maestros en el arte del
horneado de nuestros Muffins. Han presentado productos de delicioso sabor y
suaves aromas. Teniendo en cuenta los parámetros hay enunciados, el comité
evaluador ha decidido, por unanimidad, conceder el premio de 100.000
dólares a, ¡Francis Macklowsky!-“
Los miembros del clan saltaron de sus asientos y corrieron a felicitar a
Francis. Mary casi lloraba de alegría, Peter abrazó al primo con fuerza, Stan se
unió a la algarabía y, Hanna y Charles gritaban de alegría. Francis también
recibió felicitaciones de los contendores.
Fue una especie de milagro lo acontecido ese día para la familia. Además
del prestigio ganado a través de la TV, la publicidad favoreció directamente a
la pastelería de Mary. Pero lo más significativo fue el premio ganado, pues
había premuras económicas por causa del paro obligatorio de Stan, quien
ofreció una bonificación especial a Francis, pero éste no la aceptó. Explicó que
el premio era enteramente de la familia y que su participación había sido sin
ningún interés económico.
El domingo siguiente, el clan asistió a misa y en casa celebraron el logro
obtenido.

CAPÍTULO 14

En Irlanda del Norte las cosas no estaban marchando muy positivamente.


Los enfrentamientos armados entre los militantes del IRA y el ejército
británico estaban produciendo una situación cada vez más compleja. A nivel
interno y en secreto, se estaban empezando a desarrollar conversaciones entre
los líderes del movimiento independentista y los representantes del gobierno
inglés.
En realidad, lo del independentismo no era más que la tendencia a recobrar
la unidad de la nación, fracturada por la ocupación inglesa de la parte norte.
Los irlandeses no estaban dispuestos a mantener eternamente dividido su país
que, a lo largo de muchos siglos, se había forjado bajo la orientación de sus
ancestros y de la Iglesia Católica.
La razón para que el clan Macklowsky estuviera refugiado en USA era el
hecho de sentir que en su propia patria estaban corriendo peligro por sus vidas
y sus propiedades. Todos ellos guardaban la esperanza de retornar a su terruño
natal y disfrutar de las tradiciones familiares que tanto extrañaban en los
Estados Unidos.
Pero el hecho de ser ex militantes del IRA, pesaba como un gran lastre en
las vidas de Stan, Peter y Francis Macklowsky. Aunque los dos primeros
habían sido aceptados como agentes encubiertos de la NSA, en los archivos
del FBI y de la CIA reposaban sus prontuarios en los que se subrayaba la
necesidad de mantenerlos bajo vigilancia de segundo nivel, pues según las
autoridades de USA, resultaba ser un peligro mantener agentes que no se sabía
en qué momento volverían a ser activos como terroristas.
Era una situación verdaderamente insostenible. Stan ya había cumplido la
sanción y se encontraba de nuevo laborando en los astilleros. Peter había
continuado con sus clases en la Universidad, aunque con cierto temor a las
represalias de los amigos de Edward Fisher, el hijo del lavador de dinero, y
traficante de armas dentro de la universidad, pues unos días después de la
presentación del trabajo en grupo con Helen, él fue apresado bajo el cargo de
conspiración.
El padre de Edward dispuso de un grupo eminente de abogados y el
muchacho salió libre bajo fianza. Peter empezó a ser visto como alguien
sospechoso de haber colaborado en el arresto de Edward, dados sus
antecedentes de ex militante del IRA.
Tan pronto se iniciaron las conversaciones entre las facciones enfrentadas
en el conflicto de Irlanda, se dio una alerta mundial con respecto a todos los ex
militantes del IRA que hubieran ingresado como turistas, refugiados o
consejeros militares en los países que los habían acogido.
Fue así como se generó una especie de investigación profunda y
pormenorizada de los pasos de los tres Macklowsky en los Estados Unidos de
Norteamérica.
Para los jóvenes Charles y Hanna resultaba molesto tener que pasar por
una especie de requisa diaria cuando salían hacia la escuela. Mary tuvo que
soportar varias veces la irrupción de agentes dentro de su cafetería, hecho que
asustaba a los clientes. Peter estaba cansado de ser interrogado diariamente por
los sabuesos del FBI. Stan ya era reconocido como alguien con quien en su
compañía se corrían riesgos. El único que se sentía libre de esa persecución
era Francis, hasta el día en que vio cómo un agente lo observaba fijamente con
unos binoculares.
Stan, como jefe del clan, reunió a su familia para debatir la situación en
que se encontraban. Él pensó que las cosas no podrían seguir así y era
necesario tomar alguna determinación. Mary organizó una merienda nocturna
y se acomodaron en la sala de la casa, con la chimenea prendida.
Mary y los niños se ocuparon sendos asientos. Peter y Francis se sentaron
sobre el tapete. Stan prefirió estar de pie, dando largas zancadas, de vez en
cuando.
La primera persona en hablar fue Hanna.
-¿Por qué estamos reunidos aquí?- dijo la niña, mirando en derredor.
-Creo que ha llegado el momento de tomar algunas decisiones muy serias.-
respondió Mary.
-Sí, tienes razón.- dijo Stan, deteniendo sus pasos. –Tenemos que
reorganizar nuestra estadía en éste país.- continuó.
Peter aún no comprendía de qué iba el asunto. Lo que más le preocupaba
era terminar su carrera y empezar a trabajar como profesional. Miró
directamente a su padre y dijo:
-Papá, ¿a que se debe la seriedad de esta reunión?-
-Todos sabemos que se acaba de elegir nuevo presidente en este país. Las
expectativas con respecto a la candidata rival han fallado totalmente y la
incertidumbre ya empezó a golpear a los ciudadanos y a sus familias.- explicó
Stan, mostrando la última edición del Chicago Tribune.
Todos se concentraron en los titulares de las noticias en los que se leía
cómo el temor estaba cundiendo en los núcleos de refugiados e inmigrantes, al
ver cómo la política del nuevo mandatario iría a golpear con desprecio a los no
nativos de este país. Se estaba menospreciando la calidad humana de esas
gentes que ya habían incorporado las nuevas rutinas a sus sueños y a sus
proyecciones futuras.
Sentían cómo era de frágil el hecho de vivir en un país que les negaba la
posibilidad de progresar en paz y tranquilidad.
-¡No nos digas que tendremos que salir de aquí, otra vez!- exclamó Peter.
-Si queremos continuar unidos, llevando adelante nuestro plan de vida,
será necesario que abandonemos este estado e cosas. Y, creo que eso sólo será
posible en otra parte del mundo.- dijo Mary, complementando las palabras de
Stan.
Charles, excelente estudiante de Ciencias Sociales en su escuela
secundaria, dijo con cierto aire de seriedad propio de quienes conocen el tema
a cabalidad.
-Sepan ustedes que hay un país en el cual ya se ha dado un gran paso hacia
la paz. Después de más de 50 años de guerra civil, con pérdida de muchas
vidas, se va a dar comienzo a una era de reconciliación y convivencia, lo que
propiciará el trabajo y el desarrollo a todo nivel. Allí aprecian a quienes
desean laborar en búsqueda de progreso y facilitan la posibilidad de vivir en
buenas condiciones.-
-¿A qué lugar del mundo te estás refiriendo?- preguntó Francis, que estaba
muy callado.
-Hablo de Colombia, en Sur América.- respondió Charles. – Será fácil
movernos hacia allá.-
-Pues, yo confieso que no sé nada sobre ese país.- dijo Francis.
-Yo conozco algunos datos.- intervino Peter. – Te puedo poner al
corriente.- le ofreció a Francis.
-Me parece que tendremos que documentarnos bien antes de considerar la
posibilidad de salir hacia allá.- agregó Mary.
-Está bien. Será la primera opción que tengamos en cuenta, y por eso
debemos leer sobre la historia, la geografía y los últimos acontecimientos de
esa nación suramericana. Que sea nuestra tarea para esta semana.- propuso
Stan, dando por terminada la reunión.
La perspectiva de empezar una nueva etapa en sus vidas hizo que los
Macklowsky sintieran un gran alivio, pues las tensiones sufridas desde su
llegada a Chicago les estaban produciendo un estrés emocional que amenazaba
la paz familiar. De todas maneras, la incertidumbre inicial con respecto al país
de su nuevo destino parecía menor que lo que les esperaba en USA con la
nueva administración gubernamental.
Eran tiempos difíciles y de grandes retos para quienes, por una u otra
razón, tuvieron que abandonar sus terruños nativos. El caso de los
Macklowsky era uno de los millones que se presentaron como consecuencia
de conflictos políticos internos y guerras domésticas que se hallaban en pleno
apogeo.
La publicidad desplegada con respecto a un proceso de paz en Colombia,
el franco desarrollo de esa nación y las ofertas de trabajo ofrecidas
alimentaron los ideales de los miembros del clan que, por encima de todo,
querían afianzarse y echar raíces definitivamente.
Stan y Mary sugirieron a sus hijos y al sobrino Francis prepararse para el
nuevo destino e ir adelantando las gestiones en la respectiva embajada con el
fin de agilizar el proceso de salida del país. Peter aprovechó una semana de
receso en sus estudios y, junto con Francis, visitaron al embajador de
Colombia en su oficina de la calle Stenwood. Allí los recibieron amablemente
y empezaron a conocer más de cerca la idiosincrasia de sus gentes.
-Antes que todo, quiero presentarme. Soy Pedro Solano, embajador.- dijo
el funcionario en perfecto inglés, ofreciendo su mano para saludar a los
visitantes.
-Encantado, soy Peter Macklowsky, y él es mi primo Francis.- dijo el
joven, respondiendo el saludo. Francis también correspondió estrechando la
mano del embajador.
-¿Qué puedo hacer por ustedes?- dijo Pedro.
-Tenemos el plan familiar de establecernos en Colombia durante un largo
tiempo. Hemos sabido que allí se respira un aire de renovación y de progreso,
lo cual nos atrae bastante.-explicó Francis.
-Además, deseamos fundar una empresa de corte familiar, donde
laboraríamos todos.- dijo Peter.
-¿Qué clase de empresa?- preguntó el embajador.
-Repostería y productos alimenticios.- respondió Francis.
-¿Darían empleo a algunos nacionales?- arguyó Pedro.
-Con plena seguridad le adelanto que necesitaríamos por lo menos 10
colaboradores.- explicó Peter.
-Me parece atractivo su plan. ¿Cuántas personas componen el grupo
familiar?-
-Somos 6, incluyendo a mis padres y dos hermanos menores.- respondió
Peter.
El embajador llamó por el intercomunicador y dio algunas instrucciones a
su secretaria. Al minuto, apareció la dama con un dossier conteniendo mapas,
panfletos y bastante información sobre Colombia que entregó a los visitantes.
Ellos agradecieron la atención y se despidieron.
Los dos jóvenes salieron de la embajada más ilusionados que antes.
Sintieron que al fin lograrían encontrar un lugar en la el planeta que les diera
garantías de desarrollarse como una familia deseosa de proyectarse y
progresar.
Todos tenían sus pasaportes en regla y, al no ser necesaria una visa de
entrada al país, lo más seguro era que en una semana partieran hacia esas
nuevas tierras. Charles y Hanna ya se habían documentado muy bien acerca de
Colombia. Aprovecharon las reuniones familiares para hacerles conocer a los
demás los datos y los factores importantes de la historia, la gente, la cultura, el
clima, la fauna, la flora y la industria a lo largo y ancho del país.
Todos pensaron que su viaje sería como descubrir un nuevo mundo lleno
de posibilidades y oportunidades para su tranquilidad y su progreso. Se
enteraron de que hubo un escritor premiado con el nobel de literatura, el actual
presidente ganador del nobel de paz y todo un cúmulo de personajes que eran
considerados como grandes pilares de las letras.
Cada día que pasaba era para ellos como la cercanía de un gran cúmulo de
esperanzas. Sentían que por fin lograrían lo que tanto habían deseado: sosiego
y tranquilidad. Ya habían hecho la venta de la casa, del auto y las instalaciones
de la pastelería. Los niños habían terminado su año lectivo y Peter se había
graduado en la Universidad como Ingeniero Metalúrgico. Todo estaba listo.
Y llegó el día tan anhelado. Era el sábado 26 de noviembre de 2016. La
noche anterior transcurrió casi en vela para todos en la casa. La ansiedad los
llenaba completamente. Contrataron una van para transportarse ellos con sus
equipajes hasta el aeropuerto internacional. Ya allí, hicieron todo el papeleo de
la aduana y abordaron el avión de American Airlines con rumbo a Colombia.
Los seis miembros del clan Macklowsky se acomodaron en la nave y
cubrieron el viaje en casi seis horas, haciendo los trasbordos de rigor en
Miami. Pronto estuvieron sobrevolando la capital y después de 10 minutos,
aterrizaron en el aeropuerto internacional de Bogotá. No tuvieron ninguna
dificultad en las oficinas de inmigración y pronto salieron a tomar sendos taxis
con rumbo a un hotel del norte de la ciudad.
Desde sus taxis, pudieron apreciar la belleza de las avenidas y los edificios,
recientemente construidos. Les impresionó el espacio libre y la amplitud de las
vías peatonales, pues la alcaldía las había agrandado. También les agradaron
las ciclo-vías y el metro-bus. Vieron una ciudad en pleno desarrollo donde
seguramente se encontrarían a gusto.
Pronto llegaron al hotel, se registraron y subieron al décimo piso por el
ascensor, acompañados de dos botones que se mostraron muy atentos y
amables. También hablaban inglés, por lo que fue fácil recabar información
acerca del ambiente y la seguridad.
Una vez instalados en sus respectivas suites, decidieron bajar al comedor
del hotel a cenar, pues ya eran las 9 de la noche. Disfrutaron de platos típicos
que les agradaron y de una vez consultaron acerca de un profesor privado para
ampliar los conocimientos de español de la familia. La recepcionista les
recomendó la profesora Dana Ramírez, especialista en la enseñanza de español
para extranjeros de habla inglesa. Decidieron que la llamarían al día siguiente.
Luego de disfrutar un poco los postres, se encaminaron a sus habitaciones.
Estaban muy cansados.
El plan que habían elaborado contemplaba un período de ajuste de dos
semanas. En ese lapso, comprarían un auto espacioso, negociarían la casa
donde residirían, aprenderían español básico e investigarían sobre el colegio
para Hanna y Charles. También estaban en esa agenda la pastelería de Mary y
los empleos de los hombres de la casa. Por lo pronto, era necesario abrir una
cuenta bancaria para depositar los fondos que trajeron de USA, con el fin de
facilitar las transacciones comerciales, en general. Escogieron el Banco
Suramericano, donde les dieron asesoría muy completa.
Cada miembro de la familia tuvo funciones asignadas. Los chicos
consultaron acerca de colegios bilingües en el internet para decidir cuál les
parecería adecuado. Mary se entrevistó con agentes de bienes raíces para
decidir la compra de la casa. Peter y Stan negociaron la compra del auto
familiar y aplicaron para puestos de trabajo en la empresa Metalúrgicas
Industriales de Bogotá. Stan estaría en la Sección de Ensamble y Peter en
Diseño. Francis estaría ocupado con Mary en la instalación de la nueva
pastelería.
Todo se realizó como se esperaba. Los chicos irían a continuar sus estudios
en el Sanders School. Peter y Stan fueron llamados a ser parte del personal
especializado de la empresa de industrias metalúrgicas. Ya para el mes de
diciembre de 2016, los miembros del clan Macklowsky estaban listos para
empezar sus labores y trabajos en Enero de 2017.

CAPÍTULO 15

La prioridad era comprar una casa amplia en un buen sector de la ciudad.


Se asesoraron de una compañía de bienes raíces la cual les mostró varias
opciones. La primera era referente a una casa situada en un lugar llamado
Santa Juana, al norte de Bogotá. Tenía 5 habitaciones, salón comedor, terraza
cubierta, baño en cada cuarto, estudio, biblioteca, amplio garaje y jardines
amplios. Su precio era de 200.000 dólares, que se acomodaba al presupuesto
del clan. Decidieron visitarla una tarde de diciembre. La vista que apreciaron
les agradó mucho.
La apreciaron interiormente y cada uno seleccionó la habitación que mejor
le pareció. Una de las ventajas era que quedaba cerca del colegio de Hanna y
Charles. Además, el traslado de Stan y Peter a su trabajo se facilitaba
enormemente, pues la Industria Metalúrgica donde iniciarían en enero no
distaba mucho de allí. Para entonces ya tendrían su automóvil.
Se trasladaron a la nueva residencia una semana después de haber llegado
a Bogotá y empezaron los arreglos y acomodaciones correspondientes.
Mary y Francis habían elaborado todo un plan para montar la pastelería en
un local que habían rentado, cerca de la casa. Ya habían contactado una oficina
para hacer todos los trámites de funcionamiento del nuevo negocio.
Las clases de español estaban en franco progreso. Ya todos podían hacerse
entender sin mucha dificultad, aunque todos los vecinos hablaban inglés muy
bien, y preferían que los Macklowsky se expresaran en su idioma nativo. Entre
esas personas que empezaron a relacionarse con ellos fue notable una familia
proveniente de Nueva Zelanda, cuyos intereses se parecían mucho a los de los
recién llegados. Era la familia Stone.
Ralph y Liz Stone quisieron visitarlos un sábado por la tarde. Se
Presentaron con su hija, una adolescente de más o menos 15 años. Cuando
Mary salió a abrir la puerta, se los encontró de frente.
-¡Hola!, somos sus vecinos, los Stone.- dijo Liz, estirando su mano derecha
para saludar. En la izquierda sostenía un postre.- Soy Liz y estos son mi
esposo Ralph y nuestra hija Olivia.-
-Mucho gusto, soy Mary Macklowsky, mi esposo Stan, mis hijos Charles,
Hanna, y Peter. Aquel es mi sobrino Francis. ¡Adelante!- invitó Mary.
-Somos nativos de Wellington, Nueva Zelanda.- dijo Ralph, mientras todos
se acomodaban en la sala.
-Les traemos este postre de bienvenida. Es típico de allá y se llama
PAVLOVA.- expresó Liz, dándole el plato a Mary.
Todos admiraron la apetitosa vianda y la pusieron sobre la mesa del
comedor.
-Somos originarios de Polonia, nacionalizados en Irlanda y provenimos de
Chicago. Yo soy Técnico en Montaje de estructuras metálicas y Peter es
Ingeniero Metalúrgico. Mi esposa es PhD en Filosofía Contemporánea y
Francis es Chef, especialista en Muffins.- dijo Stan, presentando a los
miembros de su familia.
-Todos nosotros provenimos de Wellington. Yo soy Pediatra y mi esposa es
Psicóloga. Nuestra hija Olivia está terminando su secundaria en el Sanders
School.- explicó Ralph.
-¡Qué coincidencia! Nuestros hijos también iniciarán estudios allá.- apuntó
Mary, a la vez que se reunían los chicos a charlar sobre el colegio. Luego
agregó:
-Les participo de la apertura de nuestra nueva pastelería. Se llamará
“Mary’s Muffins”. El lugar queda muy cerca de acá.-
-Muchas gracias, Mary, lo tendremos en mente.- respondió Liz.
-Creo que ya es hora de marcharnos.- dijo Ralph.
Se despidieron amablemente y salieron de la casa de los Macklowsky con
rumbo a su residencia.
Peter y Francis se quedaron contemplando el postre PAVLOVA que se veía
muy provocativo. Mary partió porciones para todos y degustaron esa delicia
neozelandesa.
Los días de Navidad y Año Nuevo fueron celebrados por los Macklowsky
de acuerdo con la tradición polaca, su tierra natal. Vistieron un árbol navideño,
el cual adornaron con bolas de aluminio en colores llamativos. Se dieron
regalos que habían sido puestos bajo el árbol antes de la Noche Buena. Para el
Año Nuevo, cenaron el plato más tradicional de Polonia para esa noche:
pescado frito en aceite, con vinagre en finas hierbas.
De postre comieron una variedad de muffins de chocolate, aromatizados a
la mandarina, que Mary había diseñado para la ocasión.
No faltó el vino Adoria Riesling, especial para las celebraciones de fin de
año en familia. Stan invitó a un brindis por el clan.
-Levantemos las copas para brindar por nuestro futuro en estas nuevas
tierras. Que todo sea paz, buena salud y progreso.-
-¡Salud!- dijeron todos, apurando sus copas.
Ese fin de año en tierras colombianas significó un nuevo comienzo para la
familia Macklowsky. Esperaban que por fin las penurias y las persecuciones
finalizaran. Se desearon un Feliz Año Nuevo y luego se retiraron a dormir.
La primera semana de enero del nuevo año significó la preparación de
todos para dar inicio a sus actividades que empezarían de lleno hacia mediados
del mes. El bus del Sanders School pasó por la casa de los jóvenes Charles y
Hanna para diseñar el recorrido y conocer a los chicos. También para presentar
a los funcionarios a cargo del transporte escolar. Stan y Peter examinaron la
ruta desde la casa hasta la factoría donde laborarían. Lo hicieron en el nuevo
auto que habían comprado recientemente. Mary y Francis inspeccionaron el
local y la dotación para la nueva pastelería que pensaban inaugurar en pocos
días. Todos estaban listos para empezar.
A nivel oficial, los Macklowsky se asesoraron de una firma de abogados
con el fin de mantener un “status quo” perfectamente legalizado en el país. No
querían tener sorpresas de ninguna clase al respecto. También hicieron una
inmediata petición de nacionalidad, pues aquí pensaban echar verdaderas
raíces.
Junto con las clases de español que tomaron durante diciembre y las
primeras dos semanas de enero, todos recibieron orientación sobre la historia y
la geografía de Colombia. También se percataron de la forma de gobierno y el
contenido de la Constitución Nacional. Estaban decididos a quedarse en estas
tierras que tanto los atraía y los hacía sentirse muy bien acogidos.
Pero no todo puede ser color de rosa. Se enteraron de que recientemente el
Gobierno había firmado un tratado de paz con el grupo guerrillero que, por
más de 50 años, mantuvo en zozobra la parte rural del país. Eso los hizo sentir
tranquilos. Sin embargo, ignoraban en ese momento que ese no era el único
problema de orden público reinante. Otra facción rebelde no daba tregua a las
fuerzas armadas y había también un alto índice de inseguridad en las
principales ciudades del ámbito campesino.
Sin embargo, al enterarse del problema, los adultos de la familia no se
arredraron ni se intimidaron ante la situación reinante. Pensaron que esa era
una buena oportunidad para brindar asesoría a las fuerzas armadas, ya que
ellos provenían de Irlanda, un lugar donde se alcanzó finalmente un
entendimiento entre los rivales. Los tres debatieron la idea, fríamente.
-Como seguramente aquí ya saben de nuestros antecedentes, sugiero que
hablemos con el Departamento de Seguridad.- propuso Stan.
-Nos vendría bien una visita de los tres a las autoridades a cargo.- dijo
Peter.
-Creo que podríamos trabajar a nivel de asesores de bajo perfil.- acotó
Francis.
-Es posible que les interese esa oferta.- intervino Mary, que pasó a la sala
para brindarles una taza de café.
Acordaron ponerse en contacto con la Central de Inteligencia al día
siguiente.

CAPÍTULO 16

Ese martes 10 de enero de 2017 lucía como un día más en la vida de los
bogotanos. El ambiente estaba húmedo. Una llovizna persistente caía sobre los
tejados de las casas y obligaba a los transeúntes a usar el paraguas,
herramienta de uso diario por los habitantes de la extensa urbe. Hacía frío, lo
cual hizo que los tres hombres del clan Macklowsky se pusieran gruesas
chaquetas y guantes de lana.
Ya los niños habían sido recogidos por el bus del colegio y Mary se
aprestaba a dibujar el diseño con la distribución de las estancias del local que
había arrendado para albergar la nueva pastelería.
Stan se aseguró de la ruta que seguirían esa mañana en el auto familiar
hacia las instalaciones del CTSI (Comando Técnico de Seguridad e
Investigación). Dibujó un mapa y programó el GPS del auto. Pero antes,
consultaron el internet para enterarse de la naturaleza de esa organización.
Allí deseaban ingresar a laborar Stan, Francis y Peter, si las circunstancias
se los permitían. Les atraía preferentemente el departamento de Seguridad y
Apoyo Logístico.
Se despidieron de Mary y abordaron el coche tipo camioneta de marca
SUBARU. Tomaron la ruta sugerida por el GPS y vieron cómo era de difícil
conducir en esa gran ciudad, que es Bogotá.
La Avenida llamada Circunvalar les ahorró bastante tiempo en el recorrido.
Luego descendieron hacia la Avenida EL DORADO, con rumbo hacia el CAN
(centro Administrativo Nacional) donde tenía sus oficinas el CTSI.
Después de 35 minutos de viaje, llegaron a un puesto de control vigilado
por cinco oficiales de la Policía, fuertemente armados y equipados con
elementos de comunicación de última generación. Les pidieron sus
documentos y una copia de la citación que el Comandante General del CTSI,
General Anselmo Alvarado, les había enviado vía e-mail para esa cita. Peter
extrajo ese documento de su portafolio y se lo enseñó al Capitán de guardia.
Éste lo leyó e hizo el cotejo de rigor con el original proveniente de la oficina
del General Alvarado.
Una vez que se controlaron los documentos de los visitantes, se les
autorizó el ingreso. La camioneta fue parqueada después de habérsele hecho
un chequeo exhaustivo.
Uno de los oficiales de la puerta acompañó a los Macklowsky hasta la
entrada del despacho del general Alvarado, que lucía más como un búnker
debido la puerta de seguridad y el blindaje de sus paredes. Tan pronto se abrió
la puerta, ingresaron los tres del clan.
Era una estancia más bien sencilla, con banderas a lado y lado del
escritorio, sillas sin adornos y un cuadro de gran tamaño sobre una de las
paredes. Era un original del pintor Alejandro Obregón, famoso por los colores
vivos de sus obras. De pie se encontraba el Comandante del CTSI, sonriendo y
extendiendo su mano izquierda para saludar a los recién llegados. Su mano
derecha era una prótesis que reemplazaba el miembro que había perdido en
una campaña militar hacía ya varios años.
Después de los saludos protocolarios, el General Alvarado los invitó a
sentarse. Sobre el escritorio de caoba reposaban los dossiers de Stan, Francis y
Peter Macklowsky.
-Me complace tenerlos aquí.- dijo el general.
-El placer en nuestro.- respondió Stan, en nombre de los tres.
-Ya he leído sus referencias como auxiliares de la NSA de USA. Traen
excelentes recomendaciones por su labor en esa oficina. También he estudiado
sus peticiones de ingreso al CTSI. Sin embargo, me gustaría escuchar a cada
uno de ustedes.- dijo Alvarado.
Peter fue el primero en intervenir.
-Personalmente, opino que mi experiencia en el manejo de instrumentos de
precisión y rastreo me permitirían desempeñar un buen papel en la División de
Seguridad y Apoyo Logístico. Además, el nivel de transparencia de las
operaciones aquí es alto. Creo tener el perfil demandado.-
Stan fue el siguiente en expresar sus ideas.
-Tengo buen recorrido en lo referente a diseño de operaciones de
localización de objetivos elusivos. Me gustaría tener un perfil medio en mis
funciones.
Francis se rehusó a hablar en ese momento. Todos quedaron sorprendidos
por la reacción del joven, que lucía un poco nervioso. Después de algunos
instantes de silencio, dijo.
-Yo le agradezco mucho su atención, General. Pero, creo que mejor me
quedaré trabajando en el negocio familiar, una pastelería que se inaugurará en
pocos días.-
-Si usted así lo desea, yo no veo inconvenientes para ello. De todas
maneras, la oferta sigue en pie.- respondió Alvarado.
Después de los agradecimientos de rigor, los tres del clan familiar se
despidieron. Stan y Peter prometieron remitir los documentos necesarios para
el ingreso a trabajar en el CTSI, como funcionarios de bajo perfil.
Durante el trayecto de regreso a casa Stan y Peter Macklowsky casi no
hablaron, pues cada uno se preguntaba en su mente acerca de las razones de
Francis para haber declinado la gran oportunidad de entrar a laborar en una de
las más prestigiosas ramas de la seguridad del estado. No comprendían a qué
se había debido el repentino cambio de parecer de quien apenas unas horas
antes se mostraba tan entusiasmado acerca de esa posibilidad.
Stan decidió detener el auto al lado de la calzada. Se quedó mirando al
rostro de Francis y le dijo:
-¿Podrías darnos una razón para tu reacción en la oficina de Alvarado?-
El joven no mostró emoción alguna y simplemente respondió.
-¿Recuerdan el viejo dicho, “no eches todos los huevos en la misma
canasta”?-
La pregunta dejó pensativos y a la vez expectantes a los dos del clan.
-¿Qué quieres decir?- preguntó Peter, que no había hablado desde hacía un
buen tiempo.
-Es muy simple.- dijo Francis. –Si todos estamos dentro, ¿Quién va a estar
a cargo de la seguridad del grupo? Me imagino que recuerdan nuestra
experiencia con la NSA, en USA.-
Lo ocurrido en Chicago fue lo que aceleró su salida de los Estados Unidos,
dado que la NSA no confiaba en ellos debido a su pasado de Belfast, como
militantes en el rebelde IRA, aunque a estas alturas ya se estaba firmando un
tratado de paz allí. No era un récord para desechar, y menos en cosas de
seguridad, en las que la confianza no existe.
-Creo que tienes razón.- dijo Stan. –No lo había pensado así.-
-Además, no van a pensar que yo dejaría sola a la tía Mary lidiando con la
nueva pastelería.- acotó Francis, con una gran sonrisa.
-Parece que has matado dos pájaros de un solo tiro.- expresó Peter,
soltando una sonora carcajada.
Satisfechas ya las dudas, los tres del clan continuaron su camino de regreso
al hogar. Una vez allí, se apearon del auto y se encaminaron hacia donde Mary
los esperaba con una cara visible de disgusto.
-¿Qué sucede, querida?- preguntó Stan, con ademán solícito.
-Los dueños del local que habíamos arrendado para abrir la pastelería
decidieron rescindir el contrato, por razones personales.- explicó Mary.
-¿Eso qué significa?- preguntó Francis.
-Que lo dejaron sin efecto. Es decir, lo anularon.- respondió Peter.
-Pero, eso no es posible. ¿Te dijeron los motivos?- quiso saber Stan.
-No. Las leyes de aquí lo permiten dentro del primer mes del compromiso.-
respondió Mary.
-No habrá más que hacer sino buscar otro local.- propuso Francis.
-Te ayudaremos en esa tarea.- concluyó Stan, abrazando a Mary.
El día transcurrió normalmente hasta cuando llegaron los jóvenes de
regreso del colegio, pues algo no había salido del todo bien. Ya habían pasado
dos semanas de rutinas entre madrugadas y tareas, sin nada trascendental que
comentar en la vida escolar de Hanna y Charles. Pero ese día las cosas
cambiaron sorpresivamente.
-¿Qué ha pasado en el colegio?- les interrogó Mary, al ver a Hanna
llorando.
-Te han citado por mi mal comportamiento.- dijo Charles, entregándole
una nota oficial del colegio.
La hoja traía el sello del Sanders School, con un mensaje que decía:
De: Oficina del Coordinador de Convivencia
Para: Padres de los alumnos Charles y Hanna Macklowsky
Razón: Mal comportamiento del alumno Charles Macklowsky en relación
con un incidente que involucra a la alumna Hanna Macklowsky.
Fecha y hora de la cita: miércoles 11 de enero de 2017
Firmado. Richard Mitchell – Coordinador de Convivencia, Sanders
School.
La nota no explicaba el mal comportamiento de Charles, lo cual llevó a
tener una conversación al respecto. Se reunieron en la sala para charlar sobre
el asunto. Los muchachos se notaban visiblemente nerviosos. Ya eran jóvenes
de 14 y 15 años, siendo Charles el mayor. Con el papel en la mano, Stan
empezó el diálogo.
-Cuéntennos qué fue lo que pasó.-
-Diles cómo empezó el problema.- dijo Charles, dirigiéndose a su hermana.
-Unos muchachos del curso superior me llamaron “terrorista”, y me
empujaron con violencia.- empezó a decir Hanna, ya más calmada. –Yo no
respondí al insulto, pero ellos siguieron maltratándome.-
-Tuve que intervenir ante ellos, quienes me atacaron a golpes.- dijo
Charles.
-¿Por qué los insultaron?- peguntó Mary.
-Seguramente se enteraron de que somos inmigrantes y provenimos de
Irlanda.- dijo Peter, con cara de disgusto.
-Eso no me suena nada agradable. Bullying a estas alturas no es en
absoluto permisible.- replicó Stan.
-Mañana iremos a hablar al colegio para aclarar las cosas.-dijo Mary.
Dieron por terminada la reunión y cada uno se dedicó a sus labores
cotidianas. Cenaron sin dar muchas largas al asunto. Después de comer, Stan y
Mary conversaron un poco más sobre esa situación de acoso a los muchachos.
-¿No te parece que puede haber algo más que simples cosas de
muchachos?- dijo Mary.
-Me late que la gente es igual en todo el mundo. Las diferencias pueden
resultar ofensivas para algunos y las consecuencias no se hacen esperar.-
replicó Stan, pensando en los hechos acaecidos al clan en todos los lugares a
donde habían llegado.
-Tendremos que se pacientes y tratar de echar raíces de una vez por todas.-
sentenció Mary, mostrando cansancio de todo aquello que no los dejaba en
paz.

CAPÍTULO 17

La cita en el colegio transcurrió sin mayores consecuencias. Acordaron que


ese fue un incidente menor entre jóvenes energéticos y ávidos de cosas
nuevas. Todos aceptaron que esa no fue la mejor manera de relacionarse. Entre
excusas pedidas y ofrecidas, llegaron a un acuerdo para llevar a cabo una
reunión entre los ofensores y los ofendidos.
Así se hizo, dos días más tarde. Esa fue la oportunidad para que los
condiscípulos se conocieran mejor y empezaran a cimentar una amistad que
con el tiempo vino a ser durable y de gran calidad humana. Precisamente,
durante una de esas tardes en que se hace necesario intercambiar planes e
ideas entre los del clan, decía Stan:
-No siempre las cosas son lo que parecen ser. Muchas veces, el exterior
captado a primera vista es engañoso y puede conducir a juicios equivocados.-
-Sin embargo, la situación surgida entre los muchachos del colegio pudo
haber cogido un rumbo inesperado si no se interviene adecuadamente. La vida
no siempre es cosa de niños.- acotó Peter.
-En eso tienes razón, hijo. Pero hay que darle una oportunidad a la vida, de
vez en cuando.- concluyó Stan.
Los días transcurrían en medio de las rutinas que habían diseñado los
Macklowsky. Mary, con la ayuda de Francis, ya había logrado establecer la
pastelería que se había convertido en una verdadera novedad por las recetas
usadas y por la atención dispensada. Francis y Peter diseñaron la venta de los
productos por internet, que se combinaba muy bien con la venta personal en el
local que habían conseguido, muy cerca de la casa. El premio ganado por
Francis como Chef del año en esa especialidad catapultó la popularidad de la
pastelería, que se llamaba, “DONDE MARY TODO SABE RICO”.
Stan y Peter empezaron su trabajo en el CTSI, con bastante acierto. Su
experiencia anterior en Irlanda y USA les dio la oportunidad de poner en
práctica algunos métodos de investigación que no se conocían en el país. Ellos
lograron que la Dirección General les asignara un buen presupuesto para
modernizar los equipos de rastreo existentes. También pusieron en práctica un
nivel avanzado de digitalización de datos para aligerar los cálculos estadísticos
de las demás oficinas.
Pronto recibieron un excelente reconocimiento a nivel de toda la sección,
lo cual generó una petición directa de la Agencia de Seguridad del Ministerio
de Defensa. Allí precisaban un dúo como el de Stan y Peter. Personas tan bien
calificadas como ellos, les permitiría llevar a cabo pesquisas de muy refinada
hechura, especialmente en esos días posteriores a la firma del Acuerdo de Paz
entre la guerrilla y el gobierno.
Ese factor de libre traspaso y movimiento de elementos entre las agencias
oficiales empezó a preocupar a los Macklowsky. Hoy sabrían dónde estaban
laborando, pero mañana, no. La modalidad de intercambio entre esos entes
gubernamentales podría terminar sofocando los planes de quienes eran
sometidos a ese vaivén. Por ello, Stan y Peter decidieron tener una charla al
respecto con el general Alvarado. Solicitaron la cita de rigor y se acordó que
podrían pasar por el búnker el día siguiente, a las 4:00 P.M.
Llegaron muy puntuales a la entrada del edificio, donde tres oficiales
comprobaron sus identidades, chequearon sus portafolios y se aseguraron de
que los Macklowsky no portaban armas de ninguna clase. Enseguida, se
franqueó el ingreso a la oficina de Alvarado.
El General les extendió su mano izquierda. Ellos correspondieron al saludo
y se sentaron, respondiendo a la invitación del oficial.
-¿A qué debo el placer de su visita?- interrogó Alvarado, con jovialidad.
-Deseamos exponerle nuestras inquietudes con relación a la posibilidad de
que nosotros seamos movidos hacia otra agencia, sin contar con nuestra
anuencia.- dijo Stan, tomando a su vez la vocería de Peter.
-Es un elemento nuevo dentro de nuestras perspectivas para el futuro, y eso
nos hace sentir que estamos a merced de otros pareceres, excepto el nuestro.-
dijo Peter.
-Debemos tener en cuenta que este trabajo se desarrolla en un alto nivel
que exige organizarse autónomamente. A veces, las medidas de seguridad y el
secreto inmanente exigen dar pasos no registrables por otros medios de
control.- explicó el General Alvarado.
-Ante esa manera de enfocar la situación, yo veo difícil el hecho de
garantizar la continuidad como miembros del CTSI.- sentenció Peter, hablando
también por Stan.
-Eso me suena como una especie de rechazo al sistema vigente.- acotó
Alvarado. -Desafortunadamente, no es posible un retiro inmediato de su
posición en la Organización.-
-¿Qué quiere decir con eso, General?- interrogó Stan.
-Que habiendo conocido secretos de Estado, tácticas y métodos
investigativos de alto nivel, es preciso que cumplan con un término mínimo de
tránsito dentro de la Organización. Es un requisito vigente en los estatutos de
máxima seguridad que define su localización en el organigrama y puede
determinar sus funciones dentro del CTSI.- concluyó Alvarado.
Los Macklowsky sintieron que su mundo se estaba derrumbando. Estaba
claro que ellos pertenecían a un Organismo que coartaba sus libertades y sus
movimientos, factor que desconocían hasta ese momento. Concluyeron que
habían dado un paso erróneo al haber tomado la decisión de pertenecer al
CTSI.
Agradecieron al General Alvarado su atención y se retiraron hacia donde
habían dejado aparcado su auto. La incertidumbre los colmaba en esos
momentos. Subieron al vehículo y salieron del complejo policial. No tenían ni
la menor idea de que tan pronto terminó su entrevista con Alvarado, quienes
habían monitoreado la reunión, los clasificaron como miembros de alto riesgo
para la Institución.
Desde ahí en adelante, parecía que se estaba reviviendo la persecución que
tanto habían sufrido en años anteriores. Ya se había organizado un seguimiento
satelital del auto, de la casa y de los demás elementos relacionados con el clan
Macklowsky.

CAPÍTULO 18
En la casa del clan no tenían idea acerca del tinglado que había sido
montado desde el CTSI para hacer seguimientos a cada uno de los miembros.
Sin embargo, Stan empezó a darle vueltas en su mente a la reunión con el
General Alvarado, empezando a sospechar que en su cuartel de trabajo del
CTSI las cosas no seguirían siendo las mismas. Su vasta experiencia en el
campo del espionaje y de contra-inteligencia así se lo decía.
Cuando abandonaron las instalaciones del CTSI, ya habían sido
“marcados” cada uno de ellos. Mary, Francis y los niños también fueron
incluidos en ese nuevo plan de monitoreo exhaustivo que incluía seguimiento
satelital y uso de drones de gran rango de permanencia en el aire.
Stan y Peter se dirigieron a la casa en el auto, sin sospechar que ya había
sido nombrado un equipo para su seguimiento. Manejaron a lo largo de la
Avenida Las Palmas y se detuvieron por unos minutos en una cafetería. Ya era
casi de noche y sentían hambre y sed. Se apearon del vehículo y al poner pie
en el suelo detectaron que algo revoloteaba sobre sus cabezas. Pensaron que
era una paloma extraviada o algo por el estilo. Decidieron no prestarle
atención a ese detalle.
Entraron al local y se sentaron cerca de la gran ventana de vidrio que daba
a la calle. Desde allí podían divisar su auto y los paseantes del momento. Dos
hombres que aparentaban degustar tazas de café les dirigían miradas
sospechosas, como esperando el momento en que Stan y Peter saldrían. Peter
lo notó y le hizo una señal a Stan, quien comprendió de qué se trataba.
-Peter, hablemos en inglés. Cuando salgamos, movámosnos rápidamente,
pero sin correr.- dijo Stan, obviando mirar a los extraños.
-Te comprendo, Pa’.-respondió Peter, incorporándose y dirigiéndose a la
caja para pagar el consumo.
Los dos Macklowsky eran expertos en “desaparecer” del radar de quienes
los vigilaban. Subieron al auto e inmediatamente desconectaron el GPS que
seguramente estaba siendo intervenido. Tomaron otra ruta hacia la casa y
pronto vieron que no eran seguidos de cerca por ningún vehículo. Tan pronto
llegaron a su destino, se bajaron y guardaron el auto en la cochera. Entraron a
la sala, donde Mary los esperaba con cara un poco triste. Los niños estaban
haciendo tareas en el estudio del segundo piso.
-¿Cómo estás querido?- saludó Mary, abrazando a Stan. Peter se unió a la
pareja y besó a su mamá. -Parece que las cosas no van bien, ¿no es cierto?-
Dijo Mary.
-A decir verdad, las cosas no han hecho más que repetirse. La misma
situación de sospecha sobre nosotros.- apuntó Peter, mirando a su mamá.
-Lo que ustedes me han contado es algo que merece ser discutido entre
nosotros para ver cómo vamos a reaccionar.- sugirió Mary.
En ese instante, entró Francis a la sala y los saludó. Luego dijo:
-He estado pensando que mi negativa a trabajar con el CTSI ha sido un
factor determinante en la situación actual.-
-No lo creas, Francis.- dijo Stan. -Quizás Alvarado se haya resentido un
poco, pero nada más. Las cosas son de más envergadura y tienen que ver con
nuestro pasado.-
-Creo que ha sido un gran error el hecho de enrolarnos en el CTSI. Ahora
no podremos retirarnos de allí fácilmente.- apuntó Peter.
Charles y Hanna entraron con paso rápido a la sala. Besaron a su padre y le
contaron que en el Colegio habían sido distinguidos por ser buenos alumnos
en humanidades.
-Los felicito a los dos. Como ya cenaron y terminaron sus tareas, lo mejor
es que se vayan a dormir, pues hay que madrugar.- aconsejó Stan.
Los niños se despidieron de sus padres y de los demás. Luego, se
encaminaron a sus dormitorios.
Mary conversaba con Peter acerca de la nueva localidad que habían
conseguido para la pastelería. Luego, les contó a todos que la sección de
ventas había sido ampliada y que los hornos eran automáticos. También hizo
notar que las ventas online se habían incrementado bastante y sería necesario
contratar a alguien especializado en el asunto.
Cenaron, sin hablar mucho esa noche sobre los hechos de ese día. No
querían echar a perder los logros que tanto habían luchado para obtener y no le
darían gusto a la mala suerte de ser discriminados por ser inmigrantes. Más
bien, hablaron sobre planes para abrir una sucursal de la pastelería, cuyos
productos estaban siendo muy bien recibidos por la clientela, cada vez más
amplia.
Terminada la cena, se fueron a descansar en sus respectivos cuartos.
Pasada la media noche, Charles se despertó muy inquieto. Había percibido un
tenue sonido que provenía de un objeto sospechoso que se desplazaba por
encima de los tejados de la casa. Salió con cautela y fue donde Peter a quien le
refirió el hallazgo. Los dos salieron a la parte trasera de la casa, colindante con
el garaje. Miraron hacia los tejados pero no vieron nada ni oyeron sonido
alguno. Se quedaron expectantes por unos instantes y, sorpresivamente, vieron
cruzar muy rápidamente un dron cuyo tamaño pudieron apreciar desde donde
se hallaban apostados. No era mayor que una carpeta tamaño oficio. Al
desplazarse producía un zumbido tenue que no era perceptible con facilidad.
Peter sabía de qué se trataba y se lo explicó a Charles, quien se sintió
atemorizado ante lo ocurrido.
A esa hora de la madrugada, todos en el clan estaban despiertos,
comentando la aparición del aparato. Hanna sintió un poco de expectativa en
vez de temor.
Después de degustar una taza de chocolate caliente que Mary les preparó
para el momento, todos se fueron a dormir, finalmente.
El día siguiente parecía uno más en la rutina de los Macklowsky.
Desayunaron y se alistaron para dirigirse a sus labores. El bus del colegio
recogió a los muchachos muy temprano, como era costumbre. Mary y Francis
salieron a atender los asuntos de la pastelería. Stan y Peter se encaminaron a la
sede del CTSI. Todo parecía normal.
En el lugar de la Pastelería, “Donde Mary Todo Sabe Mejor”, había mucha
actividad. Se estaban preparando para la llegada de los primeros clientes
cuando sorpresivamente tres hombres vestidos con overoles negros
irrumpieron dentro del local. Cubrían sus rostros con pasamontañas y
esgrimían metralletas UZI.
-¡Todos contra el piso!- gritó el que parecía ser el jefe.
Mary y los demás obedecieron, sintiendo un inmenso temor. Uno de los
hombres se dirigió a la sección de los hornos. Allí encontró a Francis a quien
sometió con la amenaza de su arma. Le puso unas esposas y le ordenó salir.
Una vez con él en su poder, los asaltantes salieron rápidamente y abordaron
una camioneta negra de vidrios polarizados.
Arrancaron a toda velocidad y se perdieron en los recovecos de las calles
de la gran ciudad.

CAPÍTULO 19

A todas luces aquella acción, presenciada por Mary y muchos otros


testigos, lucía como un plagio o secuestro. Sin embargo, no habiendo ocurrido
violencia visible o forzamiento para que Francis saliera y posteriormente
subiera al auto, no era dable asegurar que algo criminal había sucedido.
Mary y los demás decidieron esperar un tiempo prudencial para ver si
recibían alguna comunicación de parte de Francis, explicando ese proceder, un
poco fuera de lo común. Eran tantos los hechos que los habían acompañado a
lo largo de su peregrinar por buena parte del mundo, que los Macklowsky no
esperaban nada bueno cada vez que algo ocurría.
Al cabo de más de dos horas de angustia por parte de todos, Peter recibió
una llamada desde el celular de su primo Francis.
-Hola primo. No me vayas a decir que se han puesto frenéticos por mi
salida sorpresiva de esta mañana.- dijo, con tranquilidad.
-Pero, ¡dinos qué fue lo que pasó, por el amor de Dios! Mi madre está muy
nerviosa y mi padre está apunto de ordenar una investigación.- respondió
Peter.
-No puedo explicarles por teléfono, Peter. Dentro de una hora estaré en
casa y hablaremos sobre el suceso. Cálmense y esperen mi llegada.- dijo
Francis, y colgó.
Todos calmaron un poco la ansiedad generada en la mañana por la
actuación del jefe de horneros. Francis tenía, a veces, una que otra reacción
que no gustaba mucho a quienes lo rodeaban. Era sorpresivo y generalmente
no daba explicaciones de sus actos. Parecía que esa era una de las secuelas de
haber sido un militante rebelde en Belfast. Un sentimiento de desconfianza le
acompañaba siempre. Algunos llamaban a ese actuar “fatiga de guerra” o
“síndrome de estrés postraumático”, lo que ameritaba un tratamiento
profesional.
En casa, Stan, Peter, Mary y los niños se pusieron felices al ver aparecer en
la casa a quien estaban echando mucho de menos. Francis abrió la puerta y
entró a la sala, donde todos lo esperaban. Lo abrazaron en medio de risas y
llantos, y se sentaron en la sala degustando un té que Mary les había
preparado. La primera en hablar fue Mary.
-No nos hagas esas cosas, hijo. Mira que nos preocupaste mucho.-
-No sucedió nada serio, tía.- respondió Francis, sonriendo ingenuamente.
-¿Podrías contarnos algo al respecto?- preguntó Stan.
-Claro, tío. No hay problema.- dijo Francis.
-¿Qué sucedió esta mañana?- preguntó Peter.
Los niños estaban atentos a oír una historia de aventuras o algo por el
estilo y se acomodaron en la alfombra, mirando con expectación a Francis.
-Está bien. Voy a contarles por qué salí sin decir nada de la pastelería y
cuáles fueron las razones para irme por unas horas en esa camioneta.- dijo
Francis.
-¡Cuéntanos todos los detalles!- apremió Hanna.
-Hoy, mientras estaba en mis labores de horneado, entró una llamada a mi
teléfono celular. Era un número privado, pero yo reconocí la voz de quien
llamaba. Era Tom Mac-Callister, mi antiguo compañero de acción en el IRA.
Estaba con otros tres amigos de la misma faena en el auto donde me subí.-
relató Francis.
-Pero, ¿por qué saliste sin decir nada?- preguntó Mary.
-Están sólo de paso por esta ciudad, camino a los Estados Unidos, pero de
forma ilegal. Yo no podía ni siquiera referirme a ellos porque eso es altamente
peligroso para todos. Los contacté para darles instrucciones de cómo
relacionarse con alguien que los ayude a seguir adelante, y por eso recorrimos
unos cuantos kilómetros, erráticamente, para no ser localizados.- explicó
Francis.
-¿Por qué no nos habías dicho nada de eso?- interrogó Peter.
-Todos sabemos que mientras menos personas se enteren de ciertas cosas,
es mejor. Ese es uno de los preceptos que hemos aprendido a lo largo de tantos
años de trajinar esta clase de situaciones. Además, estando bajo extrema
vigilancia, no conviene hablar mucho.- arguyó Francis.
-Estamos de acuerdo contigo y te apoyamos incondicionalmente.- terminó
diciendo Mary.
Una vez más, el clan se había mostrado muy unido, pese a los afanes
causados por Francis y su “escape relámpago”. No era fácil para nadie de ellos
llevar adelante un ritmo de vida que, desafortunadamente, estaba plagado de
factores inesperados y llenos de incertidumbres. El pasado los perseguía
implacablemente pero, a pesar de todo eso, mantenían altas sus esperanzas de
moldear una vida normal que les permitiera sentir que pertenecían a algún
lugar. Todos sentían que valía la pena insistir en ello.
La mañana del lunes 6 de febrero de 2017 el día prometía ser seco, sin las
lluvias que tanto habían incomodado las labores de todos los Macklowsky.
Varias veces tuvieron que lidiar con los chaparrones y granizadas que caían en
esa época del año. No era fácil de olvidar aquella noche cuando regresaban de
disfrutar una buena película en uno de los cines más cómodos de la capital.
Dentro del teatro la temperatura era ideal y la suavidad de las sillas invitaba a
quedarse un rato más. Al final de la función, no hubo más remedio que salir a
tomar el auto en el parqueadero del edificio donde funciona el cinema.
Todos se acomodaron en el vehículo y salieron con rumbo a la casa
familiar. En ese momento, estaba cayendo un recio aguacero. Rodando por la
Avenida De los Cerros, no podían viajar a una buena velocidad, pues las
condiciones del clima no lo permitían. Después de haber recorrido unos 10
kilómetros el carro sufrió una sacudida súbita que hizo que se detuviera
violentamente. En medio de la fuerte lluvia se dieron cuenta de que la llanta
delantera derecha había caído dentro de un hueco imposible de ser detectado
debido a la cantidad de agua que cubría la vía.
En medio de ese temporal, hubo que hacer el cambio de la llanta, lo cual
significó empaparse totalmente a los tres hombres de la casa. Para rematar el
caso, el cable de extensión para la luz de emergencia se enredó en un
obstáculo invisible, por la oscuridad del lugar. De modo que tuvieron que
terminar la labor casi a oscuras, sólo iluminando el lugar con las pantallas de
los celulares, hasta que agotaron las baterías.
Afortunadamente, las cosas se pudieron componer y, después de un
esfuerzo descomunal, los tres hombres sacaron el auto del enorme hueco en
que había caído. Por aquel motivo, y haciendo la comparación, era de admirar
este día lunes, pleno de sol y tibio ambiente.
Las montañas que rodean la metrópoli verdeaban a la vista, y los pájaros
en los árboles de la calle entonaban sus cantos, como si no fuera a haber un
mañana. Era un día encantador.
Stan y Peter abordaron el auto con rumbo al CTSI, sin dejar de observar el
dron que pasaba a una cierta altura, haciéndolo casi indetectable. Todos en el
clan eran blancos programados para una vigilancia de 24 horas. Esa situación
les estaba produciendo un estrés que hacía sus vidas poco gratas. Stan y Peter
pensaron en exponer abiertamente el caso ante el comité de seguridad del
CTSI.
Esa mañana, en vez de dirigirse a sus oficinas, lo hicieron hacia el
despacho del Coronel Santiago Rodríguez, oficial en jefe del escuadrón de
seguimiento virtual, bajo cuyo mando se encontraban las Brigadas de
Contrainteligencia.
Llegaron al retén de entrada, guardado por tres oficiales de mediano rango.
Uno de ellos, cuya placa exhibía el nombre Teniente Ramos, se aproximó al
auto y les ordenó:
-Por favor, bájense del carro.-
Peter y Stan obedecieron la orden y mostraron sus credenciales de agentes
activos de la CTSI, División de Seguridad e Investigación.
-¿Está todo en orden, oficial?- preguntó Peter.
-Sí, todo está bien. ¿Qué se les ofrece?- expuso el teniente.
-Deseamos tener un encuentro con el Coronel Rodríguez.- respondió Stan.
-Permítanme hago el anuncio para ver si mi Coronel tiene lugar en su
agenda.- dijo el teniente.
El oficial se alejó hacia la oficina y allí entabló un corto diálogo con la
persona adecuada. Mientras tanto, los otros dos oficiales vigilaban de cerca a
los Macklowsky.
Después de tres minutos de espera, el teniente se acercó a ellos y les dijo:
-Pueden seguir. ¿Conocen la manera de llegar?-
-No, teniente. ¿Nos podría indicar el camino?- solicitó Peter.
El oficial les dibujó un sencillo croquis y se lo entregó. Entraron de nuevo
al auto y se dirigieron a la oficina que les interesaba. Una vez al frente del
edificio, aparcaron el vehículo en la zona autorizada. Luego, recorrieron a pie
un trecho de más o menos 50 metros. Entraron al edificio y se embarcaron en
el ascensor hacia el piso 20. Caminaron a lo largo de un corredor en cuyas
paredes colgaban varias fotografías de drones de última generación. Llegaron
a la oficina que necesitaban y se anunciaron con el guardia. Éste radió sus
nombres y al instante se abrió la puerta de lo que parecía más una fortaleza
que un despacho.
Entraron y se detuvieron frente a otra puerta de seguridad. Allí había un
dispositivo de identificación por retina. Cada uno se acercó y siguió el
procedimiento. Se les franqueó la puerta y finalmente ingresaron a la oficina
del Coronel Rodríguez, quien los invitó a seguir hacia la sala de juntas. Esta
vez no hubo estrechón de manos ni presentaciones personales. Una vez
sentados los tres, dijo el Coronel:
-Creo saber el motivo de su visita. Sin embargo, me gustaría escuchar sus
argumentos.-
El primero en hablar fue Stan.
-Coronel, no vemos la razón de la vigilancia tan estrecha sobre toda la
familia, y menos tratándose de dos adolescentes y mi esposa. Ello ha
desembocado en una gran intranquilidad y miedo por parte de ellos.-
-¿Cuál es exactamente la situación?- inquirió el Coronel Rodríguez,
despojándose de sus gafas oscuras.
-Estamos siendo monitoreados día y noche por drones que nos importunan
y no nos permiten tener privacidad en ningún momento.- arguyó Peter.
-También hemos visto agentes merodeando alrededor de la casa y del
negocio de mi esposa.- complementó Stan. Luego, continuó:
-Deseamos llevar adelante nuestro trabajo en el CTSI sin presiones
innecesarias. Por eso estamos aquí, para pedirle que anule ese programa de
seguimiento a nuestra familia. Somos leales y creemos en estas instituciones.-
Los tres hombres se miraron directamente a los ojos. El Coronel Rodríguez
se puso de pie y dio unos pasos alrededor de la mesa. Luego se detuvo y les
dijo:
-Su trabajo hasta este momento ha sido intachable y los resultados de sus
pesquisas se han mostrado exitosos, según los reportes de control interno.
Cuenten con la aceptación de su petición.-
-Muchas gracias, Coronel. Nos quita usted un gran peso de encima.- dijo
Stan.
Se despidieron sin mucho protocolo y los Macklowsky salieron del
despacho, con rumbo al parqueadero.

CAPÍTULO 20

Pronto llegaron al área donde estaba localizada la pastelería de Mary y


Francis. Decidieron hacerle una visita, antes de seguir a sus destinos de trabajo
complementario de sus labores en el CTSI.
-Hola, cariño. ¿Cómo te has sentido en el nuevo local?- le dijo Stan a su
esposa.
-Ya lo puedes ver. Creo que no podría ser mejor. Estoy por contratar una
asistente para que me ayude en el procesamiento de los pedidos por internet.
Tú sabes que a mí me da muy duro la tecnología.- respondió Mary, sonriendo.
-Y, tú qué opinarías si te dijera que Charles está ansioso por colaborarte
unas dos horas, después del colegio, ¿estarías de acuerdo, mamá?- dijo Peter.
-El muchacho ya es un experto en informática, según me ha dicho el
profesor. Además, tiene que desarrollar un proyecto final para el área de
computadores. Qué mejor que aplique sus conocimientos en familia.- explicó
Stan.
En ese momento, salió Francis de la sección de horneado y saludó a su tío
y a su primo diciendo:
-Qué bueno que se echen una pasadita por estos lares. ¡Bienvenidos al
paraíso de las tortas!- se adelantó y los abrazó afectuosamente.
-Nos complace verte tan animado y de tan buen talante.- respondió Peter,
aspirando el aroma de las recién preparadas delicias de la Tía Mary.
-Les comunicamos que hemos logrado hacer levantar ese plan de
vigilancia extrema que los del CTSI tenían sobre nosotros. Creo que ya
podremos dormir en paz y dedicar nuestra energías a llevar acabo los planes de
familia que tenemos pendientes.- dijo Stan, abrazando a todos cariñosamente.
Entre esos planes mencionados por Stan se encontraba la apertura de una
escuela de entrenamiento para el manejo de armas de defensa personal. Siendo
oficiales activos del CTSI, tenían acceso a las armas y a las licencias
respectivas. Esa sería la actividad alterna para Stan y Peter los fines de
semana. Ya habían alquilado una sección del Club de Tiro al blanco en el Club
Campestre Los Molinos, situado en el norte de la ciudad.
Sus clientes serían principalmente los socios del Club, quienes eran gentes
adineradas de la aristocracia bogotana. No hubo despliegue propagandístico en
periódicos ni revistas. Sólo la referencia boca a boca de quienes ya conocían la
próxima apertura de la escuela.
Ese fin de semana, fue superada la expectativa referida a los asociados.
Veintiuna personas, socios del Club y algunos invitados de ellos, se
presentaron paran empezar sus clases de manejo de armas para defensa
personal. Entre los 21 recién incorporados a la Escuela de Entrenamiento de
los Macklowsky descollaban algunas personalidades del mundo de la industria
y la Banca. Esta es la relación inicial de los primeros miembros más
destacados.
-Samuel Davidson.- Presidente y propietario de las Manufacturas Davitex,
compañía productora y exportadora de computadores y smartphones. 45 años.
-Lucy D’Fourier.- Propietaria del Banco Sachs. 32 años, recientemente
viuda al morir su esposo en un accidente aéreo.
-Arthur Constantine.- Mayor accionista de la Cadena de Restaurantes Lido,
especializados en cocina internacional. 38 años.
-Charles Padillanbergh.- Propietario de la Editorial Nuevos Horizontes, de
proyección mundial debido a las nuevas ediciones de best sellers en inglés. 70
años.
-Deborah Martucci.- Propietaria de las famosas Galerías de Arte La Puerta
Dorada. Ella misma es artista reconocida mundialmente. 40 años.
-John Broniewsky.- Profesor de talla mundial, con especialidad en manejo
de la energía nuclear. Ha sido nominado al premio nobel de Física. 60 años.
-Aaron Sterimberg.- Afamado por sus exitosas operaciones bursátiles.
Experto en la Bolsa de Valores. 28 años.
Todos ellos tenían varios factores en común. Eran multimillonarios, habían
sido víctimas de secuestro o amenazas, eran famosos y tenían éxito. Cada uno
de esos personajes llevó dos invitados, que en realidad eran sus
guardaespaldas.
Stan y Peter invitaron a Francis a unirse a ellos en las labores de la escuela.
Los tres eran expertos en manejo de armas y tácticas de defensa y
ocultamiento, lo cual sería el tema central de las instrucciones que impartirían
a sus afamados clientes. Cada uno de ellos se haría cargo de 7 personas para
ser entrenadas en espacios diversos del Club Los Molinos. Las jornadas de
instrucción correrían de 2 a 4 P.M. el sábado y de 9 a 12 A.M. el domingo.
Aaron Sterimberg y Samuel Davidson se excusaron para no asistir el
sábado, pues son judíos observantes del shabbat. Los demás, no pusieron
objeciones.
El viernes anterior a empezar las clases, los tres Macklowskys estudiaron
las hojas de ingreso de cada uno de sus futuros alumnos. No había muchos
detalles acerca de sus vidas privadas, y lo que se sabía provenía de lo que
publicaban las revistas y los periódicos.
Algo que atrajo la atención de Peter fue la fotografía de Lucy D’Fourier.
Era una dama de porte distinguido y rasgos europeos. Su origen belga y su
reciente viudez la hacían lucir muy atractiva en su edad indefinida. Peter
sugirió que ella fuera su alumna.
Los futuros alumnos de la Escuela de los Macklowsky no eran personas
comunes y corrientes. Cada uno de ellos tenía en su haber muchos detalles que
vale la pena conocer de antemano para así comprender mejor los hechos que
sucedieron posteriormente.
Aaron Sterimberg había llegado hacía 5 años al país, huyendo de una pena
de cárcel que se le había dictado en Rusia, su país natal. Los cargos fueron
referidos a una malversación de fondos de la Compañía Importadora de
Alimentos Enlatados, perteneciente a sus abuelos maternos. Tenía 23 años
cuando salió hacia Colombia, con una generosa cantidad de dólares para
“comprar” una nueva identidad y la nacionalidad correspondiente. Tuvo un
gran golpe de suerte al invertir en la Bolsa y ganar más de 20 millones de
dólares en menos de un año. Ese capital se centuplicó durante los siguientes
dos años al asociarse con empresarios a punto de colapsar económicamente.
Ello le brindó la oportunidad de comprar muy baratas esas compañías,
declaradas en quiebra, por consejos de abogados fieles a él y que asustaban a
sus dueños.
Posteriormente, siendo Aaron el nuevo propietario, las mismas empresas
florecieron dejándole ganancias del 10 por 1. Puso las acciones de sus
compañías en el negocio bursátil y se especializó en todas las artimañas para
sacar grandes beneficios por la compra y venta de esas mismas acciones.
Se casó con Lucy Korn, hija del dueño de la franquicia de NIKE para
América Latina, divorciada y con dos hijos de 5 y 2 años, respectivamente.
Aaron se convirtió en uno de los empresarios jóvenes más famosos del
país, poseedor de una de las fortunas más codiciadas por sus enemigos.
Precisamente, esa razón lo llevó a matricularse en las clases de manejo de
armas de defensa personal, pues no confiaba en ninguno de sus
guardaespaldas.
Juan Jiménez, su escolta personal más cercano, fue quien urdió un plan
para secuestrarlo y exigir de su familia una recompensa de 5 millones de
euros. En su casa del barrio Prado Veraniego, se reunió con dos amigos de
andanzas para diseñar el plan.
-Oye, Juan, ¿ese gringo sí tiene buen efectivo en el país?- preguntó Ernesto
Suárez, vigilante del Conjunto Residencial donde vivía Aaron con su familia.
-¿Es que usted no lee la prensa?- dijo Ramiro Díaz, vendedor de celulares
hurtados.
-¿Para qué? Basta con saber que el man tiene buen billete.- respondió
Suárez.
-Creo que es importante saber que esa gente saca la plata para otros países
como Panamá y viven con buen dinero, pero no mucho. Averiguaré al
respecto.- respondió Juan.
Su cargo de escolta principal de Aaron le permitiría investigar sobre el
dinero que su jefe estaba manejando en esos días. De todas maneras, los tres
hombres acordaron dar el golpe el siguiente domingo, día de la primera clase
en la Escuela de los Macklowsky.
A Lucy D’Fourier no le hacía falta nada para ser feliz. Tenía una de las
mansiones más caras de la ciudad, localizada en uno de los cerros tutelares,
donde vivían los potentados. El complejo de seguridad y vigilancia era de los
más sofisticados. Alarmas infrarrojas, drones en continuo movimiento,
cámaras de largo alcance y personal de guardia día y noche, garantizaban hasta
cierto punto su seguridad personal mientras se hallaba en la casa. Fuera de
ella, carros con alto blindaje y ex agentes del CTSI, se encargaban de su
protección. Sin embargo, Lucy no se sentía completamente a salvo. Siempre
creyó que, como dueña de uno de los bancos más poderosos del mundo, no
tendría sosiego ni tranquilidad completos.
Quería aprender el manejo preciso de armas de defensa personal para
lograr un poco más de confianza. No se sabía a ciencia cierta qué había pasado
realmente con su esposo, pues él fue uno de los muchos pasajeros
inidentificables después del siniestro aéreo en el cual, presuntamente pereció,
y cuyo cuerpo quedó completamente calcinado, sin posibilidad de lograr una
muestra de ADN. Lo cierto fue que, además de heredar la propiedad del Banco
Sachs, le fue pagado un jugosísimo seguro por la muerte de su marido.
Se llegaron a tejer leyendas sobre la desaparición de su marido y socio.
Una de las teorías que se comentaba en voz baja correspondía a un atentado en
el avión donde viajaba Jean D’Fourier. Según se decía, un equipajero plantó
un explosivo en la aeronave, por encargo de Lucy. Era fácil comprender los
motivos, en caso de que eso hubiere sucedido así.
Lo cierto era que Lucy se distinguía por mantener activa una Fundación
para la protección de las mujeres en situación de vulnerabilidad extrema.
Además, se encargaba de los fondos para el funcionamiento de una escuela
que lleva su nombre.
Ya llevaba dos años de haber enviudado. Los solteros de la aristocracia
bogotana la consideraban un excelente partido y la abordaban cada vez que se
daba la oportunidad. Sin embargo, Lucy no estaba interesada en casarse de
nuevo sino más bien disfrutar de su riqueza y adquirir más poder económico.
Como siempre sucede, su chofer de confianza, Héctor Villegas, decidió
dejarse llevar por la tentación de obtener un buen dinero realizando el
“secuestro express” de su jefa, y para ello necesitaría de la colaboración de su
hermano Rosendo.
En su casa del barrio La Candelaria se reunieron los dos hermanos
conspiradores. Rosendo no tenía trabajo fijo por esos días y se ganaba la vida
vendiendo mercancía de contrabando. Últimamente, las cosas no estaban bien,
por los decomisos que la aduana estaba realizando.
-Su jefa está muy bien protegida, Héctor. Yo no veo nada fácil la posible
operación con ella.- dijo Rosendo.
-No sea pesimista, hermano. Yo estoy a cargo de la limusina y puedo
traerla hasta aquí, sin problema. Será cosa de uno o dos días, nada más.-
respondió Héctor.
Los dos hermanos vivían solos en esa casa de La Candelaria, hacia el sur
de la ciudad. Se veía que la posibilidad del golpe no iba a ser tan fácil, en
realidad.
Lucy D’Fourier tenía una buena idea de lo que se estaba tramando contra
ella. Las ventajas de vivir soltera se estaban convirtiendo en una posibilidad en
su contra, dadas las circunstancias de su viudez. Las criadas que le
colaboraban en la marcha de su mansión no eran una buena garantía para su
seguridad. Con ellas sucedía más o menos lo mismo que con su conductor: no
se veía lealtad firme por ningún lado.
Por ello, decidió dejar de lado los resentimientos y roces anteriores con su
hermano Danilo, para invitarlo a vivir en su casona por un tiempo prudencial,
mientras llegaba el día de su boda con la alemana Inga Sheller. Esa dama
pertenecía a la sociedad científica de Bonn, pues sus calidades como
investigadora en el campo de la física la mantenían muy ocupada, motivo por
el cual, su boda con Danilo D’Fourier se había aplazado por unos meses.
Era, pues, la oportunidad para que Lucy no se sintiera desamparada, si su
hermano aceptaba su invitación para venir a Colombia por un tiempo
prudencial. Fue grande la felicidad de Lucy al saber que Danilo aceptó
acompañarla, de muy buen agrado.

CAPÍTULO 21

Samuel Davidson era hijo de inmigrantes judíos. Su padre, su madre y dos


tíos llegaron inicialmente a New York, USA. Procedían de los
desplazamientos provocados por la Guerra de los Seis Días de 1967 en Israel.
Inicialmente se establecieron como comerciantes de telas, vendiendo de puerta
en puerta, pero la tecnificación y los cambios en el área comercial los
obligaron a desistir y emigrar de nuevo a un país donde todavía se vendiera la
mercancía a la usanza que ellos conocían muy bien. Escogieron a Colombia,
según los informes que tenían, y que habían tomado de viejos libros de
geografía latinoamericana.
Para ese entonces, Samuel tenía un año de edad. Corría el año de 1971 y,
aunque los informes sobre el orden público en este país no eran muy
halagadores, los Davidson llegaron y se establecieron inicialmente en
Medellín, de donde más tarde tuvieron que movilizarse hacia Bogotá, pues las
condiciones se mostraban más favorables para su actividad comercial.
A la edad de 10 años, Samuel ya había empezado sus estudios de
bachillerato en el Colegio de la comunidad judía de Bogotá. Sus padres y tíos
poseían una cadena de almacenes distribuidores de textiles que les
proporcionaban excelentes entradas económicas. Pronto llegaron a ser parte
activa de la clase pudiente y, a la vez, se convirtieron en futuro blanco para las
bandas criminales.
Como era tradición en las familias judías, Samuel pasó a dirigir una de las
ramas de negocios de su familia. Con el pasar del tiempo, sus negocios
florecieron y se hizo a una fama en el grupo de industriales del país. Se casó a
los 25 años con Danna Fisher con quien tuvo tres hijos.
Samuel y su familia se volvieron famosos por los centros de distribución
de teléfonos inteligentes que importaban de China a precios muy bajos, pues
eran réplicas casi perfectas de las marcas afamadas en el mercado.
Las vidas de quienes se habían matriculado en la escuela de manejo de
armas de los Macklowsky mostraban muchas variables que apuntaban hacia lo
que podríamos llamar “Un posible despojo de sus riquezas por parte de
algunos conspiradores en ciernes”.
No todo se vislumbraba de la misma manera, pues en el caso de Deborah
Martucci las cosas tenían otro cariz. Ella, afamada pintora, dueña y directora
de la Galería La Puerta Dorada, se distinguía por su carácter humanitario y de
ayuda a las clases menos favorecidas. Como descendiente de uno de los más
poderosos masones del continente, su vida ya estaba considerada por sus
admiradores como un cúmulo de arcanos e incógnitas que muchos desearían
descifrar.
Logró amasar una gran fortuna con la venta de cuadros de reconocidos
pintores contemporáneos. Sus propias obras eran subastadas con grandes
beneficios en la reconocida Soteby’s Art Auction, cuya franquicia era de su
propiedad.
Deborah no se había casado hasta ese momento. Pero ello no significaba
que estuviera aquejada de soledad o algún tipo de depresión. Simplemente, era
lesbiana, como lo había declarado abiertamente en un programa de televisión
en el que le realizaron una entrevista sobre temas generales de arte y otros
asuntos.
Al conocerse esa faceta de su vida, Deborah produjo gran desilusión en
algunos caballeros de la alta sociedad que se sentían impactados por su belleza
y vasta cultura, y que la pretendían sin resultados favorables.
La vida de Arthur Costantine, hijo de inmigrantes griegos, parecía
transcurrir dentro de un ambiente normal. Era experto en cocina europea, con
especialidad en platos griegos y cretenses, pero en general se desenvolvía con
mucha soltura en el ámbito de la gastronomía mundial. Los restaurantes Lido,
de su propiedad, eran conocidos tanto en las grandes ciudades de Colombia
como en Panamá, Argentina, Chile y Brasil.
Su hijo Kostas era gerente de la rama brasilera y su hija Ivana dirigía la
cadena de restaurantes en Argentina y Chile. Ambos jóvenes empresarios lo
hacían exitosamente.
Charles Padillanbergh se había hecho a un gran prestigio como escritor y
editor de las obras de impactantes autores de vanguardia. En su Editorial
Nuevos Horizontes había cabida para ediciones de obras clásicas de la
literatura, libros de ciencia avanzada y tratados de sociología. En su largo
trajinar por el mundo de las letras conoció insignes investigadores como Ervin
Laszlo y Stephen Hawking. En el campo de la sociología entabló amistad con
Saskia Sassen, Walter Powell y Erving Goffman. Llegó a mantener un
contacto frecuente con el profesor John Bronieswsky, el especialista en energía
nuclear que por estos últimos años había sido invitado por la Universidad
Nacional de Colombia para establecer la nueva cátedra de Ciencias Nucleares.
Padillanbergh y Broniewsky eran dos de los alumnos para la Escuela de
Tiro de los Macklowsky.
Del profesor Broniewsky casi no se tenía información. Se sabía que había
nacido en Varsovia hace 70 años, que había enviudado de su esposa Gabriela
20 años atrás, que se había dedicado de lleno a la investigación en el campo de
la física y que ya llevaba 50 años trajinando en la docencia a nivel de
especialización.
Los siete candidatos a formar parte del grupo de la escuela de tiro eran
realmente especiales.
Stan, Peter y Francis Macklowsky decidieron no hacer clase el sábado y
mejor intensificar la instrucción del domingo, dado que había tres de los siete
alumnos que, por sus convicciones religiosas, no podrían asistir. Trabajarían
de 9 a 12 A.M. y de 2 a 4 P.M. Samuel Davidson era hijo de inmigrantes
judíos. Su padre, su madre y dos tíos llegaron inicialmente a New York, USA.
Procedían de los desplazamientos provocados por la Guerra de los Seis Días
de 1967 en Israel. Inicialmente se establecieron como comerciantes de telas,
vendiendo de puerta en puerta, pero la tecnificación y los cambios en el área
comercial los obligaron a desistir y emigrar de nuevo a un país donde todavía
se vendiera la mercancía a la usanza que ellos conocían muy bien. Escogieron
a Colombia, según los informes que tenían, y que habían tomado de viejos
libros de geografía latinoamericana.
Para ese entonces, Samuel tenía un año de edad. Corría el año de 1971 y,
aunque los informes sobre el orden público en este país no eran muy
halagadores, los Davidson llegaron y se establecieron inicialmente en
Medellín, de donde más tarde tuvieron que movilizarse hacia Bogotá, pues las
condiciones se mostraban más favorables para su actividad comercial.
A la edad de 10 años, Samuel ya había empezado sus estudios de
bachillerato en el Colegio de la comunidad judía de Bogotá. Sus padres y tíos
poseían una cadena de almacenes distribuidores de textiles que les
proporcionaban excelentes entradas económicas. Pronto llegaron a ser parte
activa de la clase pudiente y, a la vez, se convirtieron en futuro blanco para las
bandas criminales.
Como era tradición en las familias judías, Samuel pasó a dirigir una de las
ramas de negocios de su familia. Con el pasar del tiempo, sus negocios
florecieron y se hizo a una fama en el grupo de industriales del país. Se casó a
los 25 años con Danna Fisher con quien tuvo tres hijos.
Samuel y su familia se volvieron famosos por los centros de distribución
de teléfonos inteligentes que importaban de China a precios muy bajos, pues
eran réplicas casi perfectas de las marcas afamadas en el mercado.
Las vidas de quienes se habían matriculado en la escuela de manejo de
armas de los Macklowsky mostraban muchas variables que apuntaban hacia lo
que podríamos llamar “Un posible despojo de sus riquezas por parte de
algunos conspiradores en ciernes”.
No todo se vislumbraba de la misma manera, pues en el caso de Deborah
Martucci las cosas tenían otro cariz. Ella, afamada pintora, dueña y directora
de la Galería La Puerta Dorada, se distinguía por su carácter humanitario y de
ayuda a las clases menos favorecidas. Como descendiente de uno de los más
poderosos masones del continente, su vida ya estaba considerada por sus
admiradores como un cúmulo de arcanos e incógnitas que muchos desearían
descifrar.
Logró amasar una gran fortuna con la venta de cuadros de reconocidos
pintores contemporáneos. Sus propias obras eran subastadas con grandes
beneficios en la reconocida Soteby’s Art Auction, cuya franquicia era de su
propiedad.
Deborah no se había casado hasta ese momento. Pero ello no significaba
que estuviera aquejada de soledad o algún tipo de depresión. Simplemente, era
lesbiana, como lo había declarado abiertamente en un programa de televisión
en el que le realizaron una entrevista sobre temas generales de arte y otros
asuntos.
Al conocerse esa faceta de su vida, Deborah produjo gran desilusión en
algunos caballeros de la alta sociedad que se sentían impactados por su belleza
y vasta cultura, y que la pretendían sin resultados favorables.
La vida de Arthur Costantine, hijo de inmigrantes griegos, parecía
transcurrir dentro de un ambiente normal. Era experto en cocina europea, con
especialidad en platos griegos y cretenses, pero en general se desenvolvía con
mucha soltura en el ámbito de la gastronomía mundial. Los restaurantes Lido,
de su propiedad, eran conocidos tanto en las grandes ciudades de Colombia
como en Panamá, Argentina, Chile y Brasil.
Su hijo Kostas era gerente de la rama brasilera y su hija Ivana dirigía la
cadena de restaurantes en Argentina y Chile. Ambos jóvenes empresarios lo
hacían exitosamente.
Charles Padillanbergh se había hecho a un gran prestigio como escritor y
editor de las obras de impactantes autores de vanguardia. En su Editorial
Nuevos Horizontes había cabida para ediciones de obras clásicas de la
literatura, libros de ciencia avanzada y tratados de sociología. En su largo
trajinar por el mundo de las letras conoció insignes investigadores como Ervin
Laszlo y Stephen Hawking. En el campo de la sociología entabló amistad con
Saskia Sassen, Walter Powell y Erving Goffman. Llegó a mantener un
contacto frecuente con el profesor John Bronieswsky, el especialista en energía
nuclear que por estos últimos años había sido invitado por la Universidad
Nacional de Colombia para establecer la nueva cátedra de Ciencias Nucleares.
Padillanbergh y Broniewsky eran dos de los alumnos para la Escuela de
Tiro de los Macklowsky.
Del profesor Broniewsky casi no se tenía información. Se sabía que había
nacido en Varsovia hace 70 años, que había enviudado de su esposa Gabriela
20 años atrás, que se había dedicado de lleno a la investigación en el campo de
la física y que ya llevaba 50 años trajinando en la docencia a nivel de
especialización.
Los siete candidatos a formar parte del grupo de la escuela de tiro eran
realmente especiales.
Stan, Peter y Francis Macklowsky decidieron no hacer clase el sábado y
mejor intensificar la instrucción del domingo, dado que había tres de los siete
alumnos que, por sus convicciones religiosas, no podrían asistir. Trabajarían
de 9 a 12 A.

CAPÍTULO 22

Muchos imaginaban que personajes como los descritos anteriormente eran


los verdaderos dueños del país. Sus vidas parecían como sacadas de relatos
publicados en revistas que interesaban sólo a los dueños del poder, para
quienes la riqueza ya era una etapa plenamente superada. Sus intereses
personales se enfocaban en forma creciente, hacia fines que sólo ellos
mantenían en mente y que cuando se realizaban, sorprendían enormemente a
quienes los rodeaban.
No era casualidad que desearan aprender tácticas de defensa y ataque, pues
sus vidas siempre estaban en riesgo, tanto por sus cualidades como por sus
posesiones.
El primer domingo de instrucción en la Escuela de Tiro de los
Macklowsky, en el Club Campestre Los Molinos, muy puntualmente a las
9:00 A.M., se hicieron presentes Lucy D´Fourier, Arthur Constatine y Samuel
Davidson. Cada uno estaba acompañado de dos guardaespaldas que se
apostaron a menos de dos metros de sus protegidos. Al ver esto, Stan
Macklowsky reunió a sus alumnos y les dijo:
-Buenos días. Ustedes me van a excusar, pero la presencia de sus escoltas
no es conveniente a esta distancia.-
-¿Qué nos sugiere, entonces?- preguntó Lucy, arqueando sus cejas con aire
de superioridad.
-Ellos podrían esperar a sus protegidos en la sección de los parqueaderos
hasta que terminemos la sesión de entrenamiento.- sugirió Peter.
-Me parece razonable la petición.- acotó Samuel.
-Creo que está bien.- respondió Arthur.
Los tres se retiraron un poco y dieron instrucciones a sus vigilantes
personales quienes salieron del recinto, sin dar mucha importancia al asunto.
Enseguida, se hicieron las presentaciones de rigor. Francis se hizo cargo de
Arthur, Stan de Samuel y Peter de Lucy. Cada pareja se dirigió a un salón de
tiro.
Peter y Lucy intercambiaron ideas a lo largo del camino.
-Es un placer para mí ser su instructor, Sra. D’Fourier.- dijo Peter, mirando
los azules ojos de la dama que lucía un atuendo elegante para esa ocasión.
-Llámame Lucy. ¿Tú eres Peter, no es cierto?- dijo ella, con cierto aire de
autoridad.
-Está bien, Lucy. Yo soy Peter Macklowsky.-
Llegaron a un amplio salón donde había un despliegue de cinco tipos de
armas cortas sobre una mesa. Los cubículos de tiro, las gafas, los guantes y los
audífonos protectores se veían ordenados y listos para empezar la tarea. La
distancia de tiro era de 20 metros y los blancos se desplegaban
automáticamente, mostrando en una pantalla digital todos los parámetros
relacionados con el disparo, como la temperatura, la calidad del aire, el tiempo
de recorrido de la bala, el ángulo tomado por el tirador y el tiempo entre una
ráfaga y la siguiente.
Peter y Lucy eran los únicos huéspedes en esa sala. Se detuvieron al frente
de las armas. Peter tomó una pistola, vacía en el cargador, la mostró a Lucy y
describió las características a Lucy, que de veía muy atenta.
-Esta es una pistola H&K USP Compact. Es un arma de tamaño medio que
se adapta a la mano perfectamente.-
Ella la recibió y la tomó en su mano izquierda, sopesando el arma,
mostrando cierta soltura al sostenerla.
-Parece bastante cómoda en el manejo.- dijo Lucy.
-Sí, lo es, pero es conveniente usar ambas manos al disparar.- describió
Peter.
-¿Por qué?- inquirió ella.
-De lo contrario, se pierde el enfoque inicial y se estropea la precisión.-
explicó Peter.
Inmediatamente después, le enseñó a sostener el arma y a introducir el
cargador rápidamente. Se pusieron los protectores de rigor y ambos dispararon
su primera salva. Peter se sorprendió al ver los resultados, pues Lucy había
acertado el blanco con un 80% de precisión.
-¿Usted había disparado anteriormente?- le dijo a la dama.
-En Francia pertenecí a las brigadas voluntarias de la gendarmería.-
respondió Lucy.
-O sea que lo que usted necesita es práctica, más que todo.- apuntó Peter.
-Según puedes ver, no he olvidado del todo lo aprendido antes.- dijo Lucy,
mostrando una bella sonrisa.
Ya eran las 11:30 de la mañana de ese domingo en que el sol brillaba y
calentaba el ambiente de aquel club situado en el noroccidente de la ciudad.
Las colinas de los alrededores mostraban un verdor que animaba la vista. Esa
primera sección de la clase había transcurrido para Peter de una manera
agradable, máxime cuando su alumna era tan atractiva. De repente, ella
exclamó:
-¿Te gustaría acompañarme a almorzar en el restaurante del club?-
Peter se sorprendió un poco al oír la invitación, pero respondió agradado:
-Será un placer, Lucy.-
Los dos se desplazaron caminando por el sendero que conducía del salón
de tiro a los comedores. Allí se servían platos de muy variadas clases. Había
muestras de comida típica colombiana y también platos kosher para los
comensales judíos observantes del kashrut. También se veían menús para
musulmanes y vegetarianos.

CAPÍTULO 23

Charles Padillanbergh no se sentía muy cómodo tomando clases de tiro con


armas cortas. No era una persona que creyera mucho en la violencia para
dirimir conflictos. Por el contrario, siempre veía la posibilidad de que las
situaciones que encerraran agresividad o peligro fueran tratadas de la manera
menos comprometedora, evitando así el empeoramiento de las cosas.
Pero eso no quería decir que se ocultara o mostrara poco valor ante hechos
peligrosos. Tenía una excelente preparación para la defensa personal y varias
habilidades no muy comunes en el resto de los mortales.
Había realizado estudios sobre la trascendencia del ser humano hacia otras
dimensiones y su poder hipnótico era probadamente especial. Dirigía con
acierto la Editorial Nuevo Horizonte y a la vez escribía novelas en las que
combinaba magistralmente los temas históricos, autobiográficos y esotéricos.
Su libro titulado LOS VISITANTES había agotado cuatro ediciones de 50.000
ejemplares cada una.
También dictaba conferencias en los salones más selectos del ambiente
académico. Sus doctorados en Ciencias Físicas y Civilizaciones Antiguas lo
elevaron a nivel internacional en esos campos, y era consultado por reputados
científicos del mundo.
La aventura de matricularse en la Escuela de Tiro fue un acuerdo analizado
exhaustivamente con su íntima amiga Aleyda Finkelstein, quien se había
ganado su afecto y confianza a través de su colaboración en la revisión de los
textos de sus novelas y de la edición correspondiente. Ella era una experta en
Filología y Semántica, además de haber estudiado Antropología.
Fue una de esas tardes en que se enfrascaban en sus diálogos analíticos
cuando surgió la idea de auto-protegerse con un arma personal ya que los dos
creían que, tener un guardaespaldas era equivalente a mantener un peligro
latente y permanente.
-Yo sé por qué te lo digo, Charlie.- comentaba Aleyda mientras servía un
humeante café en las tazas de porcelana china que ella poseía en su casa.
El aroma de ese café inundaba las estancias de la casa, especialmente el
estudio donde se encontraban departiendo aquella tarde.
Charles tomó un sorbo, lo degustó lentamente y dijo, a la vez que posaba la
taza del oscuro líquido sobre la mesa de centro.
-Sé que tienes razón en lo que me aconsejas. Sin embargo, no deseo mucho
ingresar a la cohorte de personas que no se sienten completas sin un arma
consigo.-
Ya habían debatido ese tema muchas veces. Desde aquel día en que un
sicario atentó contra la vida de Charles, al salir de una reunión en la sede de la
Sociedad de Físicos, la idea de armarse fue de repetido tratamiento. Aleyda
veía con ojos prácticos la necesidad de que su entrañable amigo no pasara de
nuevo por una situación como la de aquella vez. Eran tiempos en los que la
protección de la vida se convertía en prelación máxima.
La investigación de aquel atentado arrojó pistas sobre los motivos que tuvo
quien contrató al criminal que afortunadamente no acertó con el disparo.
Parecía que alguien, a quien Charles denegó la publicación de un libro sobre
socialismo rampante, fue la persona que urdió el atentado.
Aleyda insistía en la necesidad de tener un verdadero respaldo confiable,
inmediato y seguro. Por eso repetía, como un mantra, sus razones para
respaldar su consejo.
-Pero, nada se pierde con tratar de disminuir los riesgos, Charlie. Recuerda
que hoy estamos viviendo en una sociedad en la que las soluciones rápidas a
los conflictos priman sobre la cordura.-
-Es bastante complicado pasar de un nivel de tranquilidad a otro de
prevención permanente, querida.- sostenía Charles.
Para Aleyda, la preparación en defensa personal no resultaba sobrante. Ella
misma estuvo investigando la manera sobria y tranquila de entrenamiento al
respecto. Pensó que, de todas maneras, mantener una pareja de escoltas era
necesario, pues era de alguna manera la moda en esos días. Claro que lo de la
escuela de tiro habría que mantenerlo oculto por razones obvias. Fue así como
averiguó que en el Club al que los dos pertenecían iban a inaugurar una
Escuela de Tiro.
Después de mucho insistirle a Charles sobre el asunto, éste decidió
inscribirse en el curso que dictaba Stan Macklowsky.
Aquel sábado de inicio del curso, Charles se encaminó al cubículo de
entrenamiento, donde Stan esperaba con el equipo listo para empezar. Los dos
hombres se saludaron y tuvieron un corto diálogo.
-Así que usted es el afamado literato y científico. Le confieso que yo leí
uno de sus libros.- dijo Stan, sonriendo afablemente.
-¿Podría decirme cuál fue ese libro?- inquirió Charles, a la vez que se
calaba los guantes de tiro.
-LOS VISITANTES.- respondió Stan.
-Y, ¿cómo le pareció el tema?- preguntó Charles.
-Pues, no me dormí leyéndolo.- respondió Stan, sonriendo. Luego, agregó:
-Usted combina muy bien lo real con lo fantástico, y se nota mucho el campo
filosófico que maneja.-
-Veo que lo ha desglosado profundamente- dijo Charlie y enseguida
preguntó- ¿Qué profesión tiene usted?-
-Soy Ingeniero metalúrgico.- respondió Stan-
Enseguida, el instructor dio las primeras indicaciones. Describió el arma
con la cual iban a cubrir las lecciones. Era una pistola Beretta 92FS,
semiautomática.
-Es un arma un poco grande, usada más por hombres de agarre fuerte. La
precisión es notable y el peso disminuye el empuje al disparar. Trate de
afianzarla con ambas manos.-
Charles la asió según la directriz indicada.
-¿De esta manera?- preguntó Charles.
-Correcto. Ahora, haga un disparo de prueba hacia el blanco desplegado al
frente.- indicó Stan.
Charles apuntó lo mejor que pudo y disparó. Su acierto cayó en el rango de
los principiantes, cosa que no le arredró para nada.
-Para ser el primer intento, no está mal.- calificó Stan.

CAPÍTULO 24

Era la primera vez que Francis Macklowsky tendría que ejercer como
instructor de manejo de armas cortas. Sus antecedentes como excelente tirador
cuando era miembro activo del IRA en Irlanda del Norte no se podían conocer
por nadie en Colombia, excepto por los altos mandos del CTSI, donde
trabajaba como agente asesor. Su presencia no delataba a alguien con historial
militar, como lo era él.
Por eso, cuando Deborah Martucci lo vio entrar a la sala de tiro del Club
no pensó que aquel hombre rubio, de mediana estatura y algo obeso fuera su
instructor. Casi comete el desacierto de preguntarle por qué no llegaba Francis
a atenderla.
-Mucho gusto, Francis Macklowsky, instructor de tiro.- le dijo,
extendiendo su mano para saludar a Deborah.
-Encantada de conocerlo, Francis.- dijo ella, sonriendo ampliamente y
expandiendo el aroma de su fino perfume francés.
Los dos se encaminaron hacia el salón de prácticas donde se hallaban los
equipos y las armas correspondientes. Se pusieron sus audífonos aislantes y las
gafas protectoras. Ambos se calaron los guantes especiales para disparar. Eran
delgados pero resistentes, con agujeros para sacar los dedos y así sentir el
arma y sus partes. A una distancia de 20 metros colgaban los tableros con los
blancos y el procesador digital de aciertos.
Deborah se sintió identificada con el ejercicio que iba a desarrollar.
-Le confieso que yo no he disparado un arma jamás en mi vida. Ésta será la
primera vez que manipulo una pistola.- dijo Deborah.
-No se preocupe, Señora. Le he seleccionado un arma pequeña, liviana y
fácilmente manipulable.- le respondió Francis, con el ánimo de tranquilizarla.
Era un pistola PIETRO BERETTA 92 FS, de poco peso pero de alta
precisión. El cargador albergaba 12 proyectiles de calibre 22 y el gatillo era
sensiblemente suave, lo que obligaba a mantener el seguro puesto en todo
momento. Deborah la recibió con algo de nerviosismo, pero se fue
tranquilizando al manipularla y familiarizarse con ella.
-Le tengo que advertir que siempre hay que mantener el cañón apuntando
hacia fuera de su cuerpo, con el seguro puesto.- dijo Francis.
-Lo tendré en cuenta en todo momento.- remarcó la dama.
Francis sostenía en su mano otra pistola de las mismas características que
la que tenía Deborah. Le dio las instrucciones sobre postura del cuerpo,
balance y torsión suave del tronco para no producir desvío en el momento del
disparo. Le aconsejó sostener el arma con las dos manos, al principio. Le
sugirió apuntar con la visión estereoscópica (los dos ojos abiertos).
Deborah soltó la primera ronda de cuatro proyectiles, para la cual estaba
programada el arma. Observaron los datos procesados por la pantalla digital.
Había logrado una precisión del 40%.
-Felicitaciones por ese logro, Señora Martucci. Es un buen comienzo.-
apuntó Francis.
-Puede llamarme Deborah, y gracias por el reconocimiento.
¿Continuamos?- dijo ella.
-Está bien, Deborah. Ahora hagamos tiros individuales, con espacios de
cinco segundos.- sugirió Francis.
-En el costado donde está el seguro hay una pestaña para programar los
disparos aislados.- instruyó Francis.
Deborah siguió el consejo y disparó de nuevo. En esta oportunidad logró
un acierto del 60%.
-Se nota que usted aprende muy rápido y asimila con alto rendimiento.
Creo que por hoy ya es suficiente.- declaró Francis.
-Muchas gracias por esta clase tan provechosa, Francis.- respondió la
hermosa dama.
Se despojaron de los atuendos y ya se disponían a salir del recinto cuando
otra dama, vistiendo muy elegantemente, apareció de improviso y se dirigió
hacia Deborah, saludándola con un beso en la boca. El detalle no sorprendió a
Francis, pues él ya conocía la orientación de ella.
-Permítame presentarle a Yamile Anderson, mi compañera y futura
esposa.- dijo Deborah.
-Encantado, señorita. Yo soy Francis Macklowsky.-
-Debbie ya me había contado sobre usted, como su instructor de tiro. Me
agrada saber que está en tan buenas manos.- respondió Yamile, dando una
sonora carcajada.
Todos se rieron y salieron hacia el bar del club. A esa hora no había
muchos clientes allí, por lo que la atención fue inmediata.
-Les invito una bebida, la de su preferencia.- dijo Deborah.
Todos pidieron martini en las rocas. Ya con las copas en sus manos,
brindaron por un positivo logro para todos. Después del primer sorbo, Yamile
expresó:
-¿Cómo podría yo comprar un arma como la que empezó a disparar hoy
Deborah?-
-Yo tengo los contactos necesarios y sólo será menester pagar el precio y
desglosar las necesidades del uso. Hay unos formularios para eso.- respondió
Francis.
-Entonces, ¿el próximo miércoles podemos vernos para diligenciar los
papeles?- inquirió Yamile, con un poco de ansiedad.
-Sí. El miércoles estará bien. ¿Le parece bien que nos citemos en mi
casa?.- propuso Francis, a la vez que le entregaba una tarjeta personal.
Yamile estuvo de acuerdo.
Terminaron la bebida y se despidieron afablemente. Las dos mujeres
abordaron su auto BMW de lujo, que conducía Yamile. Pronto desaparecieron
de la vista de Francis.
Esa tarde, Stan, Peter y Francis conversaron sobre el primer día de labores
como instructores de tiro, y expresaron su conformidad con los clientes y los
progresos de ellos. En medio de ese intercambio, Francis trajo a colación la
solicitud de Yamile con respecto a comprar una pistola, y la asesoría que él le
ofreció al respecto.
-Es legal el trámite, siempre que los papeles se llenen con datos fidedignos
y reales.- apuntó Stan.
-Me parece que esa sería otra posibilidad de ganar un dinero extra.- acotó
Peter.
-Siendo yo el instructor personal de la compradora, puedo apadrinarla en
ese asunto.- declaró Francis.
-Yo no le veo problema a eso. Sin embargo, no olvides que de acuerdo con
la reglamentación interna del CTSI, tú eres corresponsable de la apadrinada
durante un mes, contado desde el día en que se entregue el arma.- recordó
Stan.
-Lo sé muy bien, tío. No veo problema en ello, dadas las calidades de esas
damas.- apuntó Francis.
Los tres estaban hablando de ese tema cuando entró Mary con sendas tazas
de chocolate caliente, acompañadas de sus famosas rosquillas. Todos le
agradecieron la atención y terminaron la tarde charlando sobre asuntos de la
oficina, mientras Hanna y Charles hacían sus deberes para el último año de
bachillerato.
Para ese momento, los dos habían decidido qué carreras seguir en la
universidad. Hanna iba a estudiar Ingeniería Química y Charles se había
inclinado por la Medicina. Ya habían aplicado en las mejores universidades de
la capital y habían obtenido un cupo "temprano", antes de haber tomado el
examen de estado correspondiente, llamado "SABER 11". Los dos jóvenes
exhibían orgullosos los altos resultados que lograron en las pruebas
internacionales PISA, de matemáticas, ciencias e idiomas. Todos en la casa se
sentían felices al respecto.
Esa noche, mientras se hacían planes para el día siguiente, Francis se
preguntaba las razones que tendría Yamile para obtener un arma. No le dio
mucha importancia al tema y se durmió.

CAPÍTULO 25

Ese comienzo de semana transcurrió como los demás, en la casa del clan
Macklowsky. Las actividades de Stan y Peter en el complejo de la CTSI
consistieron en diseñar el plan de seguimiento a un capo contrabandista de
armas. Mary y Francis se dedicaron a perfeccionar el sabor de una nueva torta
de manzana. Hanna y Charles se declararon muy ocupados preparando su
próximo ingreso a la Universidad.
Precisamente el martes por la mañana Peter recibió un sobre dirigido a él,
previa inspección por el grupo de inteligencia. Lo abrió en su oficina y
encontró que dentro había un tarjeta perfumada, conteniendo un mensaje de la
nueva alumna del club, Madame Lucy D'Fourier.
La tarjeta tenía impresa la inicial L del nombre de la dama por un lado,
formando un elegante logotipo.
Por el reverso, traía el siguiente mensaje:
Querido Peter,
Para mí fue una hermosa experiencia compartir contigo esas horas de
entrenamiento en el complejo de armas del club. Hubiera deseado que
pudieras haberme acompañado a almorzar ese domingo.
Desafortunadamente, tuve que partir de forma inmediata para atender la
llegada de mi hermano a la ciudad.
Me encantaría contar con tu compañía este miércoles para hacer una
visita a la exposición del pintor francés Couteau, en la sala de exposición de
la Embajada de Francia, a las 8 de la noche.
Pasaré a recogerte a tu casa, si así lo deseas. Házmelo saber, si estás de
acuerdo.
Afectuosamente,
Lucy
Peter se sintió muy complacido con la misiva, pues en el fondo le agradaba
mucho la presencia de Lucy. Decidió que sí iría, y así se lo hizo saber a través
del celular.
Al mismo tiempo que aquello ocurría, Francis ya había diligenciado el
papeleo para la compra del arma por parte de Yamile Anderson, la compañera
de Deborah Martucci. Sólo faltaba la firma de los formularios respectivos y el
registro del permiso para el porte del arma, lo cual ya había hecho por medio
de Stan en el CTSI.
A las 7:45 P.M., se estacionó un auto BMW al frente de la casa de los
Macklowsky. Yamile descendió y se encaminó hacia la entrada de la mansión.
Francis había observado los pasos de Yamile a través de la ventana, por un
resquicio de la cortina. Abrió la puerta y encontró al frente a la futura
compradora.
-Bienvenida, Señorita Yamile. Siga, por favor.- le dijo, extendiendo la
mano para saludarla e invitarla a entrar.
-Llámeme Yamile, si no le es molesto.- respondió ella, e ingresó a la sala.
En ese momento, Mary y los niños estaban en la segunda planta. Stan y
Peter aún no habían regresado del trabajo. Por lo tanto las únicas personas en
la sala eran Yamile y Francis.
-Tome asiento, si le place. Permítame invitarle una bebida. ¿Qué le
agradaría tomar?- invitó Francis.
-Un martini en las rocas.- dijo Yamile, contemplando los cuadros que
colgaban en las paredes de la sala.
-Esas son obras originales de un pintor irlandés no muy famoso.- explicó
Francis mientras servía dos tragos.
Le alcanzó la copa a Yamile y brindaron por el negocio que iban a
emprender.
-¡Salud!- dijeron al chocar las copas.
Acto seguido, Francis se paró y se dirigió al mueble de una esquina de la
sala. Extrajo de la gaveta un sobre de manila y una caja conteniendo la pistola
que Yamile compraría. Se acercó y puso todo sobre la mesa de centro.
Yamile leyó los papeles y los firmó, a la vez que estampaba la huella
digital de su dedo índice derecho en un espacio de cada uno de los
formularios. Recibió la licencia de porte, el arma acordada y una caja de
munición para ella. Declaró que todo estaba como lo deseaba y enseguida
extendió un cheque a nombre de Francis, por el valor acordado. También se
diligenció un recibo de compra-venta a nombre de los dos involucrados en el
negocio.
Tan pronto se hizo la entrega, la dama se despidió, agradeciendo la
atención de Francis. Se subió a su auto y se dirigió hacia la avenida principal.
Cuando llegaron a casa, Peter y Stan se enteraron de la transacción y
vieron todo aquello como lo más normal. No tenían ni la más remota sospecha
de lo que estaba bullendo dentro del cerebro de la compañera de Deborah
Martucci.}
Algo que todos ignoraban era la situación por la que estaba atravesando la
pareja de Deborah y Yamile. Hacía dos meses que algo significativo había
acontecido durante un viaje de recreo que las dos damas habían hecho a la
Ciudad de Panamá.
Una de esas noches en que cada una quiso tener libertad de acción, Yamile
vio cómo su compañera estaba teniendo un encuentro bastante comprometedor
con otra dama. A partir de ese momento, le perdió toda confianza y sintió que
aquella muestra de infidelidad debía pagarse tarde o temprano.
La compra del arma tenía que ver con un plan que Yamile había urdido con
un pistolero a sueldo, para dar un escarmiento a Deborah.
-Se trata de darle un buen susto a Deborah. Usted sólo la va a herir en un
brazo y le hará saber que lo envió la otra.- decía Yamile al sicario, después de
entregarle el arma recientemente comprada a Francis, pues parte del pago de
ese trabajo era el regalo de la pistola.
-No se preocupe, Doña. Todo se hará como usted lo ha dicho. Haré que eso
parezca una retaliación.- respondió el hombre.
Los hechos que dos días después publicaban los diarios, daban a conocer
cómo un romance y una infidelidad se habían mezclado sórdidamente,
produciendo un intento de homicidio en la persona de la afamada bancaria
Lucy D'Fourier.
El hombre que disparó fue localizado por medio de las imágenes de
cámaras de vigilancia y el arma le fue incautada. La referencia y el número de
registro condujeron a los investigadores hacia el nombre de Francis
Macklowsky.
Sólo cuando vieron las noticias en la televisión supieron lo que había
pasado con la famosa empresaria Deborah Martucci. En la casa de los
Macklowsky se produjo cierto revuelo al precisar que lo sucedido entre la
Signora Martucci y su amiga se había llevado a cabo con el arma que Francis
había vendido a Yamile.
Pronto los funcionarios de la CTSI se hicieron presentes tanto en la escena
del atentado como en la casa del clan. Las investigaciones preliminares les
proporcionaron una guía incontrovertible hacia el agente Francis Macklowsky.
En la hora de la llegada de los pesquisadores, Francis se encontraba
trabajando en la pastelería de Mary. Él, como jefe de horneado, tenía que
supervisar al minuto los procesos de fabricación de las afamadas tortas que les
habían proveído buenos dividendos y mucha fama en toda la ciudad. La
población de Bogotá siempre fue excelente consumidora de los productos de
la pastelería de Mary Macklowsky. Ya habían patentado los diferentes tipos de
cupcakes que tanto habían gustado. Se podría decir que las fórmulas de
amasado y horneado eran verdaderas obras maestras del arte gastronómico,
diseñadas por aquel inmigrante de cara bonachona, que había militado en la
primera línea del Ejército revolucionario de Irlanda del Norte.
Esa faceta fue la que los investigadores enfocaron como pista principal.
Llegaron en una auto-patrulla, sin hacer sonar la sirena. Dos de ellos
permanecieron en el carro, mientras otros tres se dirigieron al interior de la
pastelería. Parecían clientes que ingresaban al establecimiento para consumir
alguna de esas delicias.
-¿Podría ponerme en contacto con la dueña?- indagó el agente que
comandaba el grupo.
-¿Me hace el favor de darme su nombre para anunciarlo? - preguntó la
funcionaria encargada de la caja.
-Agente Juan Pérez.- dijo, mostrando su credencial del CTSI.
Después de tres minutos, se presentó Mary Macklowsky. Miró la
identificación del agente y dijo: -¿En qué le puedo servir, caballero?-
-Perdone la irrupción en el local a esta hora, Señora, pero es necesario que
hablemos con su sobrino, el Jefe de Horneado.- respondió el agente Pérez.
-En este preciso momento se encuentra inspeccionando la horneada de
unos cakes para entrega inmediata a un cliente de fuera de la ciudad y es
necesario que no interrumpa el proceso.- explicó Mary. Luego agregó: -¿Le
molestaría esperar unos 5 minutos?-
-Por supuesto que no. Esperaremos.- respondió Pérez, a la vez que se
sentaba con sus compañeros en una mesa del salón.
Mary entró rápidamente a la sala de hornos y puso al corriente de la
situación a Francis, quien se despojó del delantal y el gorro de chef, se puso la
chaqueta, se anudó la bufanda y, dándole un beso a su tía, salió del local por la
puerta trasera que desembocaba en un callejón. Se encaminó con paso rápido
hacia la calle paralela a la avenida donde estaban los dos agentes parqueados
dentro de la patrulla.
Tan pronto se aproximó un taxi, lo tomó y desapareció de la escena. Se
dirigió a su apartamento donde llegó al cabo de 15 minutos. Entró a la
recepción del edificio y rápidamente tomó el ascensor que lo llevó al quinto
piso. Al poner la llave en la cerradura de la puerta notó que el seguro había
sido desactivado. Abrió y al entrar a la sala se quedó sorprendido al ver
sentados en un sofá a dos agentes compañeros del CTSI, que lo miraron con
caras risueñas.
-¿Te sorprende vernos aquí?- dijo Ernesto Cadavid, su colega de diseño de
planes de seguimiento en las oficinas del CTSI.
-Te diría que lo sospechaba.- le respondió mirando las esposas que sostenía
en su mano izquierda.
-¿Te acuerdas de Ramón Pinsky, el experto en drones?- preguntó girando
hacia el otro hombre.
-Claro que sí.- dijo Francis, resignado a hacer lo que le correspondía.
Ernesto se puso de pie y se aproximó a Francis, mostrándole la copia del
del documento de compra-venta que habían firmado con Yamile al venderle el
arma.
-Hemos averiguado que la dama acusada que atentó contra la vida de su
amiga Deborah Martucci lo hizo con la pistola que tú le vendiste.- dijo el
agente.
-Pero eso no significa que yo planeé el atentado.- se defendió Francis.
-Sin embargo, tus antecedentes en el mundo de las armas nos obliga a
detenerte hasta cuando se aclaren los hechos.- declaró el agente Pinsky.
-¿Nos acompañas de buen agrado o tenemos que esposarte?- preguntó
Cadavid.
-Iré con ustedes sin oponer resistencia.- dijo Francis, tranquilamente.
Salieron del apartamento y se dirigieron al auto oficial que se hallaba
aparcado en los sótanos del edificio. Entraron al vehículo, que no tenía
ninguna seguridad, pues no era una patrulla para movilizar detenidos. Francis
se acomodó atrás de los colegas del CTSI. Salieron del parqueadero y
enfilaron su ruta hacia la Avenida EL Dorado.
Francis envió un mensaje a Peter desde su celular, refiriéndole lo que
estaba pasando y advirtiéndole que no iría a los cuarteles del CTSI, pues allí
correría peligro, dados sus antecedentes de combatiente del IRA. Sabía que,
aunque el Coronel Alvarado los había relevado de la vigilancia extrema a que
estaban sometidos, existían otros mandos interesados en hacerlos desaparecer
del panorama del Centro de Inteligencia del CTSI donde trabajaban desde
cuatro meses atrás.
Ya era de noche y la iluminación en los costados de la avenida no era
buena. Sorpresivamente, Francis saltó del auto en marcha, hacia una cuneta
que bordeaba la vía. La oscuridad del sector le permitió escapar de la vista de
sus captores. Pronto radiaron alertas para la búsqueda del fugitivo y se
reactivaron los protocolos de vigilancia extrema sobre la casa de los
Macklowsky, los miembros del clan, la pastelería y el apartamento de Francis.
No estaba muy clara la razón por la que Francis había actuado de esa
manera tan apresurada, pues no se había producido una acusación formal
contra él. Es de aclarar que en su expediente figuraba un concepto del
Psiquiatra que lo examinó en las pruebas para ingreso al CTSI. Casi nadie le
había puesto atención a la observación que el Doctor Latorre había escrito en
su hoja de vida. La nota decía:
"Paciente con mucha inventiva y rapidez de acción. Equilibrado
exteriormente, mas aprehensivo en su interior. Los tests muestran un inicio de
complejo de persecución y un pronunciado sesgo hacia el estrés postraumático
de guerra. Se recomienda realizar pruebas frecuentes para observar el progreso
de la afección."
Seguidamente aparece la firma del Doctor Pedro Latorre Domínguez.
Era posible que Francis hubiese actuado bajo la presión de elementos que
ni él mismo había detectado anteriormente. Se había ocultado en un lugar del
que sólo Peter tenía noticia. Por eso, esa misma noche comunicó a la familia
Macklowsky que Francis estaría ausente por un corto tiempo, mientras se
aclaraban los acontecimientos.

CAPÍTULO 26

Todos los miembros de la familia Macklowsky estaban bajo observación


por parte de la CTSI. No había una acusación formal contra Francis, pero sí
habían surgido serias sospechas de que ese inmigrante irlandés podría estar
involucrado en un asunto relacionado con tráfico de armas, después de realizar
pesquisas con respecto al caso del ataque sufrido por Deborah Martucci a
manos de Yamile, su compañera sentimental.
Como consecuencia de la investigación adelantada por los agentes Ernesto
Cadavid y Ramón Pinsky, después del escape de Francis, cuando era
trasladado a lo largo de la Avenida El Dorado, un juez ordenó desarrollar una
requisa en la Pastelería de Mary.
Tenían la idea de que allí se podría estar adelantando una labor de
ocultamiento de armas, ya que Francis era uno de los operarios de más alto
rango. La Agencia para Diseño de Estrategias de Seguimiento del CTSI,
sección donde trabajaban Stan y Peter, encomendó al agente Pinsky llevar a
cabo la búsqueda. El agente Cadavid debería prestar vigilancia sobre la casa
Macklowsky para detectar alguna pista en caso de que Francis decidiera
mostrarse por esos contornos.
Muy temprano, el día siguiente a la desaparición de Francis, se presentó
Pinsky en la Pastelería con una orden de cateo. Lo acompañaban dos agentes
de la Policía Metropolitana. Con el papel en la mano, se dirigió a Mary.
-Buenos días, Señora Macklowsky. Le comunico que tenemos órdenes
judiciales para realizar una investigación "in situ", con el propósito de hallar
posibles evidencias incriminatorias dentro del caso que se sigue a su sobrino.-
-Siéntase en su casa y cumpla con su deber agente Pinsky.- dijo Mary,
después de leer el nombre del funcionario en su placa de identificación.
-Oficial Fowles, usted encárguese de la sección de horneado.- Dijo Pinsky.
Miró hacia donde estaba el otro agente y le ordenó: -Usted, oficial Smith,
chequee la segunda planta. Yo me encargaré de la oficina.-
Todos se apersonaron de su labor como si estuvieran en su propia casa.
Voltearon papeles, volcaron recipientes, casi desarmaron los hornos y miraron
el tanque de almacenamiento del agua. Precisamente allí, el oficial Fowles
encontró una caja de plástico reforzado, completamente sellada y a prueba de
humedad.
-Agente Pinsky.- llamó el oficial. Luego agregó: -Necesito ayuda para
sacar esta caja que luce bastante pesada.-
Los tres se concentraron en ese hallazgo y pronto tuvieron la caja ante sus
ojos. Era un cofre de un metro de largo por 80 centímetros de ancho y 50
centímetros de altura. Estaba sellado con una cerradura de clave, como una
caja fuerte.
-Señora Macklowsky, ¿sabe usted que contiene esta caja?- interrogó
Pinsky.
-No. Es la primera vez que la veo.- dijo Mary.
-¿Sabe cómo abrirla?- preguntó Pinsky.
-No.- aseguró Mary.
-Entonces tendremos que forzarla para ver en su interior.- sentenció
Pinsky.
Mediante el uso de un soplete, desprendieron la cerradura y procedieron a
abrir el cofre. Todos los ojos se dirigieron a su interior. Enseguida, mostraron
un gesto de desilusión al ver lo que había dentro de la caja.
-¿Por qué diablos tendría Francis que poner bajo tanta seguridad una
veintena de libros?- exclamó Pinsky, mirando a los agentes que sólo atinaron a
sonreír nerviosamente.
Tomaron un ejemplar cada uno. Eran libros escritos en inglés, con títulos
que no les decían nada a aquellos tres agentes de la ley.
Uno, se titulaba THE WORLD AND ITS DEMONS. El segundo exhibía el
título THE FIELD. El tercero les resultó aún más alejado de su no muy
extensa experiencia de lectura. Se titulaba BIOCENTRISM, un tratado del
universo desde el lado de la conciencia.
Al ver que el resto del contenido de la caja eran más libros, desistieron de
su búsqueda. Lo que no lograron detectar fue la ingeniosa manera de ocultar
las armas cortas, dentro de cavidades recortadas ingeniosamente dentro de los
libros de mayor tamaño. Los agentes no asociaron el notable peso de la caja
con cosas que no fueran más que libros.
Dentro de algunos tomos voluminosos se ocultaban armas, dinero y
documentos comprometedores para los miembros del clan. Esa modalidad de
ocultamiento se conoció como "trampas caza-bobos" durante la segunda
guerra mundial, cuando los enemigos armaban bombas dentro de gruesos
tomos de gramática y literatura. Esta vez, no hubo ninguna explosión.
Después de dos horas de búsqueda, los tres agentes se retiraron con las
manos vacías. Mary se sonrió al verlos alejarse de su Pastelería.

CAPÍTULO 27

Durante el tiempo de su permanencia en Bogotá, Francis y Peter siempre


pensaron en un plan B para manejar la posibilidad de ser acosados o
perseguidos por su pasado de ex-militantes de un ejército rebelde en Irlanda.
Tal plan consistía en tener un refugio de emergencia, equipado con alimentos,
ropa, medicamentos de primeros auxilios, un arma amparada con el respectivo
salvoconducto y documentos alternativos legítimos que habían conseguido
mediante ciertos contactos en el CTSI.
Sólo Peter y Francis conocían el lugar en referencia. Ni Stan ni Mary
sabían de su localización, con el fin de no llegar a delatar bajo presión el
posible sitio de ocultamiento de alguno de ellos. Era allí donde Francis estaba
pasando algunos días sin ser detectado, mientras pasaba la tormenta de su
búsqueda, para él, injustificada.
El coronel Alvarado, jefe inmediato de Francis, se encargó personalmente
de la investigación que, como traficante de armas, pesaba sobre los hombros
del irlandés. Leyó detenidamente el informe que los agentes Cadavid y Pinsky
habían escrito acerca del allanamiento de la pastelería de Mary y no encontró
evidencia real para seguir adelante con una acusación que no tenía asidero.
Llamó a los agentes a su despacho y allí se llevó a cabo un diálogo que
puso en relieve una posible falsa incriminación.
ALVARADO: -Agente Cadavid, ¿encontraron algo especialmente
importante en su búsqueda?-
-CADAVID: No, Coronel. Nada que pudiese tomarse como base para la
acusación.-
ALVARADO: -Y usted, agente Pinsky, ¿notó algo extraño en la gente de la
pastelería durante el cateo?-
PINSKY: -No vi nada relevante ni comprometedor en ese respecto. Sólo
encontramos una caja plástica conteniendo libros de temas desconocidos para
nosotros.-
ALVARADO: -Tengo ante mí una carta acusándolos a ustedes de exceso
de autoridad durante la diligencia. La dueña del negocio dice que le
desacomodaron todo y que destruyeron parte de los muebles, Además, que
echaron a perder la producción de ese día. Tengo las fotos de todo el asunto.
¿Qué tienen qué decir acerca de eso?-
CADAVID: -Seguramente fueron errores cometidos por los agentes
acompañantes.-
PINSKY: -Admitimos que se nos fue un poco la mano en el procedimiento,
Coronel.-
ALVARADO: -Pues hoy mismo irán al lugar de los hechos y repararán
todo lo dañado. De sus salarios se les descontará el valor de la producción que
arruinaron. ¿Está claro?-
-Sí, mi coronel.- dijeron en coro los dos agentes. Inmediatamente después,
se retiraron.
Todo se llevó a cabo de acuerdo con las órdenes impartidas por el Coronel
Alvarado, ese mismo día. Mary y los demás se sorprendieron al ver de nuevo a
quienes casi destruyen su pastelería, pero esta vez, los fines fueron distintos.
Dado que la herida sufrida por la Signora Martucci no fue seria y ella no
levantó cargos contra su compañera, Yamile fue puesta en libertad. Además,
como el arma estaba amparada con un salvoconducto legal, ya no había
méritos para acusar a Francis. Por lo tanto, se hizo pública la exoneración de
cargos contra él.
Pronto Peter y su primo se comunicaron y ello dio pie para que Francis
saliera de su escondite secreto. Al día siguiente, ya se encontraba cumpliendo
con sus labores de jefe de horneros en la Pastelería de Mary quien lo recibió
con evidente cariño.
-Qué bueno que estés de nuevo con nosotros.- le dijo la tía Mary, dándole
un beso.
-Gracias por echarme tanto de menos, tía.- dijo Francis, correspondiéndole
con un abrazo.
Mary se quedó mirando fijamente a su sobrino y, con una sonrisa algo
picaresca, le dijo: -¿Desde cuándo te interesa tanto leer al Dr. Lanza y a Carl
Sagan?-
-Desde que descubrí que ninguno de nosotros estará libre de sospecha ni de
potencial persecución por tener los antecedentes que siempre llevaremos, tía.-
respondió Francis, con un dejo de tristeza y resentimiento.
Él sabía a qué se refería Mary, cuando descubrió los escondites dentro de
los libros.
-Te comprendo, querido sobrino. Pero, algún día tendremos que liberarnos
de esos fantasmas que tanto nos hacen daño.-
-Ojalá lo logremos.- dijo Francis, y se internó en la sección de horneado de
la pastelería.
El día transcurrió sin más novedades, excepto que Hanna y Charles
trajeron del colegio la comunicación sobre sus próximos grados de bachiller.
También venía una carta que los padres debían firmar, autorizando a sus hijos
a ir en el viaje de promoción que esta vez sería al Reino Unido. El costo del
viaje ya había sido cubierto a lo largo del año lectivo, y sólo restaba llevar la
carta firmada.
Stan y Mary decidieron tener una charla con sus hijos acerca del asunto,
pues un viaje a la Gran Bretaña los llevaría muy cerca de la tierra desde donde
el clan tuvo que huir temiendo por sus vidas: Irlanda del Norte.

CAPÍTULO 28

A pesar de las dificultades surgidas por el malentendido con respecto a


Francis, por la venta de un arma, las actividades de Stan y Peter continuaron
rutinariamente, tanto en el CTSI como en la Escuela de Instrucción de Tiro.
Para ese fin de semana, tuvieron nuevos alumnos: Charles Padillanbergh y
Paul Broniewsky.
Ese domingo, se encontraron en el Club a la hora señalada: las 9:00 A.M.
Stan decidió hacerse cargo de la instrucción de Padillanbergh y Peter, de
Broniewsky. Los dos alumnos eran hombres maduros, de gustos mesurados y
elegancia a toda prueba. Cada uno tenía sus características personales que los
diferenciaban notablemente.
Stan y Peter llegaron en al auto familiar y, una vez se apearon en el
parqueadero del club, se encaminaron a la recepción para saludar a sus
alumnos. Allí estaban los caballeros, esperándolos. Se presentaron y cada
pareja se encaminó al correspondiente polígono de tiro.
Mientras se desplazaban a lo largo del pasillo que conducía a las
instalaciones, Charles entabló una amena conversación con Stan.
-Me complace saber que usted es mi instructor, Stan.- dijo Padillanbergh,
caminando con garbo y resolución, a pesar de sus 70 años.
-El placer es mío, Señor Padillanbergh.- respondió Stan.
-Puede llamarme Charles. Noto un acento en sus palabras que se me hace
familiar. ¿Es usted europeo, por casualidad?- preguntó Charles, deteniéndose
momentáneamente.
Stan también lo hizo y respondió: -Sí, soy polaco, pero vivimos con mi
familia un largo tiempo en Irlanda. ¿Usted proviene de Europa, también?-
-Sí, yo vengo de una familia del norte de Inglaterra, de Escocia. Por causas
que no vale la pena exponer, mi familia paterna se trasladó a Colombia.- dijo
Padillanbergh.
-Me lo imaginé, Charles. Nuestros acentos nos delatan.- afirmó Stan. En
ese momento, ambos hombres se rieron a carcajadas.
Una vez arribaron a los salones de tiro, ambos se pusieron sus guantes,
viseras y protectores. Stan le mostró a su alumno el tipo de pistola que iban a
disparar. Era una WALTHER PPK, de 568 gramos de peso y condiciones de
excelente precisión. Charles la contempló por un instante, como rememorando
algo con respecto a esa arma.
Se dispusieron los blancos físicos y los analizadores digitales. Stan disparó
una ráfaga de 4 tiros que mostraron un 80% de acierto.
Charles hizo lo propio, pero él disparó una ronda de 6 tiros. Todos
acertaron en el blanco, con un acierto del 90%.
Stan quedó admirado por ese logro, que no podía ser achacado a suerte de
principiante. Miró fijamente a Charles que sonreía tranquilamente, y le dijo:
¿Usted había tenido contacto con armas de este tipo?-
-Francamente sí.- respondió Padillanbergh. -Pensé que estaba muy fuera de
forma, pero veo que me ha ido bien.-
-¡Extraordinariamente bien! Yo diría que usted trajinó bastante tiempo con
armas. ¿Me puede contar algo al respecto?-indagó Stan, amablemente.
-No veo por qué no.- respondió Charles. Dio unos pasos por la estancia,
mientras se sacaba los guantes y las gafas protectoras. Luego se paró al frente
de Stan y le dijo: -En mis 40's, yo era agente del servicio secreto de Inglaterra
y estuve en varias misiones dentro y fuera del país. Luego, me retiré por
causas de la edad y me dediqué a la industria editorial y a escribir libros.-
-Sin ser muy inquisitivo, le podría hacer una pregunta personal?- dijo Stan.
-Adelante. Lo que desee saber.- respondió tranquilamente Charles.
-Teniendo esa preparación en armas y todo lo demás, ¿cree necesario este
entrenamiento?-
-Honestamente, lo que deseo es practicar en un lugar especializado como
este y tener la orientación de alguien como usted, Stan. Veo que su experiencia
es amplia. ¿Cómo lo ha logrado?- preguntó Charles.
-Le responderé confidencialmente.- dijo Stan, a la vez que se frotaba las
manos, con algo de inquietud. -Actualmente soy un agente especial de la CTSI
y previo a ello, fui miembro del IRA en Irlanda del Norte.-
-Por eso tenemos algunas cosas en común, Stan. ¿Aceptaría mi invitación
para que visiten las salas de mi editorial, en compañía de su familia?- dijo
Charles, extendiéndole una tarjeta personal con los datos y la dirección de la
Editorial Nuevo Horizonte.
Stan la recibió y, después de mirarla, dijo: -Será un placer para nosotros los
del clan, como nos llamamos entre nosotros. Yo le avisaré para ponernos de
acuerdo, Charles.-
Los dos hombres habían congeniado muy bien y se vislumbraba una buena
amistad entre ellos.

CAPÍTULO 29

La vida familiar de los Macklowsky transcurría rutinariamente. Mary


atendía la pastelería que se estaba posicionando muy alto en el ranking de la
industria de la repostería colombiana. Ya se encontraban laborando 13
empleados, además de Francis, Mary y dos secretarias que atendían los
pedidos, tanto en la tienda como por internet.
Stan y Peter continuaban con sus labores en el CTSI y ya estaban por
terminar sus labores como instructores en la Escuela de Tiro del Club Los
Arrayanes.
Los próximos bachilleres, Hanna y Charles, hijos menores de la familia,
estaban llenos de expectativas con respecto al viaje de promoción que
tradicionalmente realiza el Sanders School al Reino Unido. Ellos se
distinguieron siempre por su excelente rendimiento académico y daban por
segura la aprobación de sus padres. Precisamente esa noche, Stan, Mary y
Peter decidieron tener una reunión familiar con los jóvenes para dialogar
concienzudamente acerca del viaje de ellos al Reino Unido, dados los
antecedentes familiares relacionados con Irlanda del Norte.
En la amplia sala de la casa paterna, al calor de una bebida caliente que
Mary les había preparado, se hallaban todos sentados cómodamente. El cálido
ambiente que les irradiaba la chimenea hacía menos fría esa noche de
invierno. Mary tomó la palabra inicialmente.
-Hijos, les aconsejo escuchar con atención lo que Stan y Peter les van a
decir. No es nada del otro mundo, pero creo que es importante.-
Los muchachos volvieron sus miradas hacia su padre y se acomodaron en
sus asientos. Al mismo tiempo, Stan se puso de pie para hablar. Desde una
consola láser que manejaba con su mano derecha se proyectó sobre la pared
frontal de la sala un mapa actualizado del reino Unido y de Irlanda. Con un
puntero rojo, llamó la atención sobre la división política de Irlanda en
"República de Irlanda" y el "Ulster". Dijo:
-Como ya sabemos por las clases de geografía el "Ulster" o Irlanda del
Norte sufrió la violencia de la segregación religiosa por muchos años. Se creó
el IRA, o Ejército Republicano Irlandés y hubo muchos muertos por los
enfrentamientos contra el ejército inglés de ocupación.-
-Por lo que recuerdo, nosotros vivimos en el Ulster unos años.- dijo
Charles.
-Sí, hermanito.- acotó Peter. -Precisamente Papá y yo fuimos combatientes
en el IRA. Además, hay algunos primos y buenos amigos de nosotros allá.-
-Pero, ¿Eso qué tiene qué ver con nuestro viaje a UK?- arguyó Hanna.
-Has tocado el punto que quiero tratar, hija.- respondió Stan, tomando
asiento de nuevo. Luego continuó: -Por encima de todo, al estar en Inglaterra,
ustedes dos deben evitar visitar el Ulster, aunque es parte de UK.-
-¿Por qué, papi?- agregó Hanna.
-Allí hay gente resentida contra nosotros y uno que otro personaje que
desearía hacernos daño.- explicó Stan. -Aunque ya hay acuerdos firmados, no
queremos que ustedes corran algún riesgo.-
-Comprendemos las razones, papá.- dijo Charles. ¿Entonces, aprueban el
viaje?-
-Bajo esas condiciones, no hay problema, hijos. Mañana pueden llevar
nuestra autorización para el PROM TRIP.- concluyó Mary, abrazando a los
dos jóvenes.
Todos prorrumpieron en risas y hablaron de los planes para la visita en
Inglaterra, los lugares para visitar y otras tantas atracciones de ese país. Siendo
casi la media noche, se fueron a dormir.
Para el día domingo de la semana siguiente estaba programada la partida
del grupo de alumnos del Sanders School hacia UK. Desde muy temprano en
las salas del aeropuerto ELDORADO se veía agitación y movimiento de
padres e hijos. Consejos iban y venían y muchas recomendaciones para que
esos 10 días del paseo fueran gratos y positivos en todo sentido.
A las 8:30 A.M. se internaron los muchachos y los profesores
acompañantes en la zona de chequeo aduanero. Esa fue la despedida, y de ahí
en adelante los muchachos empezaron a disfrutar de ese viaje, convertido en
una tradición para el colegio.
La travesía sobre el Océano Atlántico fue normal y sin contratiempos,
excepto por diez minutos de fuerte turbulencia causada por un cambio súbito
de la presión exterior. Fueron diez horas de travesía que los jóvenes no
sintieron como agotadoras ni mucho menos. Se divirtieron bastante y cuando
menos pensaron arribaron al Aeropuerto de Heathrow de Londres.
Todo fue desarrollado de acuerdo con el programa pre-establecido por el
colegio. No hubo contratiempos ni hechos fuera de lo normal. Fueron diez días
inolvidables para esos jóvenes que empezaban otra fase de su vida: la
Universidad. Precisamente allí fue que Hanna y Charles tuvieron la idea de
cursar sus estudios superiores en Oxford, uno de los centros de formación de
profesionales más famosos del mundo.
Pero una cosa era ir de visita a UK con supervisión superior y otra sería la
posibilidad de permanecer por años, bajo su propia responsabilidad. Esa sería
una dificultad que habría que superar mediante el plan de convencimiento que
Hanna Y Charles, planeaban llevar adelante con sus padres, pues la
aprehensión que ellos mostraban con respecto a ello era muy fuerte.
Los días se pasaron muy rápido, según la percepción de los estudiantes.
Pronto hubo que regresar y retomar las actividades propias de la finalización
del año lectivo en el colegio. Cada estudiante traía todo un acervo de
recuerdos y memorias de los momentos vividos en ese viaje. Fue algo
inolvidable, opinaron todos.
La clausura de estudios se llevó a cabo como era tradicional. Todos los
alumnos del último año obtuvieron resultados muy buenos.
Hanna y Charles fueron premiados con una beca para cualquier
universidad del Reino Unido, por sus resultados altamente sobresalientes.
Ahora sí que habría que trabajar duro para no desaprovechar semejante
oportunidad, se dijeron ellos. La incógnita se abría en el horizonte:
¿Accederían Stan y Mary a que sus hijos estudiaran sus carreras en Inglaterra?
Los jóvenes Macklowsky ya habían sido aceptados en la Universidad de
Oxford mediante una aplicación temprana que los dos habían diligenciado
antes de su viaje de promoción. Por ello, cuando estuvieron en UK durante el
viaje de promoción, visitaron los lugares que para ellos resultaban
emblemáticos. Lograron una entrevista con el Dean de Estudiantes Nuevos y
se pusieron al corriente de la vida en el claustro.
Ya sólo faltaba la aprobación de los padres quienes ya habían debatido la
gran posibilidad de que Hanna y Charles volvieran a sus raíces. Se pusieron en
contacto con el tío Sean Macklowsky, ahora viviendo en Londres, después de
que se firmara el acuerdo de cese de hostilidades en el Ulster por parte del
SINN FEIN (movimiento político unificador de Irlanda) y el gobierno del
Reino Unido. El tío Sean se sintió feliz de saber que muy posiblemente sus
sobrinos se trasladarían a Oxford, situado a 80 kilómetros de Londres.
En la casa Macklowsky hubo consenso para permitir a los futuros
universitarios irse a vivir a un complejo estudiantil, con supervisión del tío
Sean, quien estaría permanentemente en contacto con los muchachos. Ya en
una semana, tendrían que estar partiendo hacia su destino en UK. Las
recomendaciones no se hicieron esperar.
-Hay que permanecer con mucha dedicación y seriedad en su nuevo status,
queridos.- les decía Stan.
-Repórtense seguido a su tío y no se olviden que aquí estamos.- les
recomendó Mary, sonriendo.
Peter no se notaba preocupado, pues sabía que los muchachos eran muy
responsables y habían adquirido una excelente formación. Sólo les recomendó
prudencia y calma.
-No se olviden que en Oxford encontrarán toda clase de gentes. Sean
cuidadosos con los nuevos amigos y traten de permanecer al margen de
cualquier asunto político.- les dijo Peter.
-Mucho cuidado con las redes sociales.- les aconsejó Francis.
-Seguiremos sus consejos al pie de la letra.- afirmó Charles.
-Sabemos cómo comportarnos a la altura de las exigencias.- complementó
Helen.
Esa noche cenaron y brindaron por los éxitos de los futuros profesionales.
Helen se decidió finalmente por MEDICINA y Charles se mantuvo en su
elección inicial: Ingeniería de Programación. Las Escuelas de Medicina y de
Ingeniería de Programación estaban altamente ranqueadas en la Unión
Europea, pero ahora con el BREXIT (salida del reino Unido de la Unión
Europea), las cosas cambiarían un poco. Sin embargo, Oxford sigue siendo el
centro de formación profesional de más alta calidad en UK y Europa.
Ya se habían inscrito en las residencias respectivas y se esperaba la llegada
de los jóvenes Macklowsky dentro de 4 días. Todo estaba listo para emprender
la nueva jornada.
Llegado el día, los chicos fueron acompañados y despedidos en el
aeropuerto por su familia. Entraron al control de la aduana y se embarcaron
hacia su destino en la antigua tierra de los ancestros.
Al final de su viaje, después de 11 horas y 46 minutos de vuelo continuo,
desembarcaron en el OXFORD AIRPORT, situado en Langford Lane, Oxford
OX5 1RA, UK.
Una vez fueron contactados por el comité de recepción enviado desde la
Dirección de Estudiantes Extranjeros, fueron llevados en un bus de la National
Express, climatizado y muy cómodo, hasta las residencias en el Campus de la
Universidad.
Se acomodaron en sus respectivos lugares y contactaron al tío Sean por
teléfono.
-Hola tío Sean, qué bueno es escucharlo.- le dijo Charles.
-Hijo, por ningún motivo abandonen el Campus, hasta que yo los vea
personalmente.- les aconsejó Sean
-¿Qué sucede, tío?- preguntó Helen, con afán.
-No les puedo decir por teléfono. Sólo hagan lo que les digo.- respondió el
tío Sean, con nerviosismo. Y colgó.
Los muchachos quedaron muy preocupados y sorprendidos por las
palabras del tío Sean. Inmediatamente intentaron llamar a Colombia, pero no
lograron la comunicación directa. Parecía que algo andaba mal con la línea.
Trataron de lograr el contacto por medio de SKYPE, pero fue en vano. Estaba
claro que no podían comunicarse internacionalmente.

CAPÍTULO 30

A la mañana siguiente de su arribo a Oxford, los jóvenes Macklowsky


debían atender unas entrevistas muy importantes con los oficiales encargados
de los aspirantes a los diferentes programas de pre-grado. Decidieron, pues,
cumplir con esos compromisos ineludibles, siguiendo la instrucción del tío
Sean de no abandonar el campus.
Hanna se dirigió a la Escuela de Medicina y Charles lo hizo hacia la de
ingeniería de Programación, donde los recibieron amablemente. Cada uno de
ellos pasó por una entrevista con el respectivo Jefe de Admisiones. Hubo
preguntas relacionadas con el aspecto académico, el pasado familiar y los
planes para el futuro. Fueron encuentros exhaustivos y bastante difíciles,
según los jóvenes solicitantes.
Después de dos horas de labor pormenorizada y debates internos sobre sus
respuestas, un vocero oficial les comunicó la buena nueva: "ESTÁN
ADMITIDOS".
Los dos jóvenes se pusieron muy alegres al saber el fallo definitivo, pero al
recordar las palabras de su tío, se pusieron muy preocupados. Se retiraron a
sus aposentos en el campus y esperaron la llegada del tío Sean.
Al cabo de media hora, Sean Macklowsky apareció en el umbral de la
puerta de la residencia de Charles, donde Hanna le hacía compañía.
-¡Queridos sobrinos!- les dijo, abrazándolos simultáneamente.
-¡Tío Sean!- exclamaron los muchachos. -Sentémonos.- invitó Hanna.
-Pero, cómo han crecido estos chicos. Y qué bueno es tenerlos en Oxford.
¿Ya están definitivamente admitidos?- les preguntó el tío, mirando por la
ventana.
-Ya, tío.- respondió Hanna.
-Sí, señor.- corroboró Charles. -Pero, explícanos, ¿Por qué nos dijiste que
no saliéramos del campus?-
-Les contaré a que se debe mi consejo, y también las precauciones que van
a tener que seguir.- afirmó Sean, acomodándose en la silla.
-Por favor, dinos de una vez.- apuró Hanna.
-Miren, chicos, nuestro pasado, que ya conocen muy bien, contiene
algunos cabos sueltos que se han convertido en elementos que insisten en
hacernos daño.- dijo Sean.
-¿Podrías explicarte mejor?- sugirió Charles.
-Lo que sucede es que han salido de la cárcel dos antiguos oponentes de tu
padre y hermano, que fueron condenados por declaraciones de ellos, cuando
eran agentes del IRA. Ahora, quieren vengarse de alguna manera, sabiendo
que ustedes están aquí.-
Al decir esto el tío Sean los muchachos palidecieron.
-No se alarmen ni se asusten, pues yo y mis amigos los estamos
protegiendo.- les dijo el tío para tranquilizarlos. -Sólo les sugiero que tengan
cuidado.-
Después de tomarse un café con los sobrinos, el tío Sean se despidió,
felicitándolos por el logro tan especial de ingresar a Oxford. Se encaminó
hacia su auto, estacionado en el parqueadero de visitantes. Subió a él y se
dirigió a la salida del complejo. Tomó la carretera X L - 5 que estaba menos
congestionada que la X L -7, por donde había llegado.
Después de recorrer unos 45 kilómetros, sorpresivamente fue
obstaculizado por un camión que se atravesó en la vía. Frenó para permitir que
el pesado vehículo pasara, y fue en ese momento en que una ráfaga de
metralleta se estrelló contra el auto de Sean. Enseguida se oyó el sonido de un
auto acelerando para perderse en la lejanía.
Afortunadamente, el blindaje del auto de Sean no permitió que ningún
proyectil pasara al interior. Esa era una especie de advertencia que no habría
que ignorar. Parecía que los enemigos del pasado estaban decididos a no dejar
en paz a los Macklowsky.
El incidente del ataque no fue percibido por los viajeros que a esa hora
circulaban por la carretera, pues el tránsito no era notable y las cosas
sucedieron tan rápido que no hubo tiempo de examinar los alcances del
incidente. De todas maneras, Sean triplicó la vigilancia tanto para sus sobrinos
como para él mismo y decidió no referirles nada del ataque a sus sobrinos.
En Oxford, Hana y Charles se habían quedado más preocupados que antes
del encuentro con su tío. Analizaron fríamente los pros y los contras de estar
tan lejos de casa y bajo un gran riesgo que podría atentar contra sus vidas.
Lograron finalmente comunicarse con la casa paterna y les refirieron a sus
padres lo relativo a esa situación tan extraña para ellos.
Mary y Stan no dudaron ni un instante en ordenarles a sus hijos que se
regresaran inmediatamente para Colombia, pues no podrían sostener esa
tortura de saber que había amenazas sobre ellos. Les sugirieron reprogramar
sus planes universitarios y, en familia, discutir lo más conveniente para ellos.
Charles y Hanna se embarcaron, sin dudarlo, al día siguiente. La travesía
sobre el Atlántico fue algo silenciosa entre ellos. De todas maneras, ellos eran
jóvenes muy bien formados y sabrían retomar sus anhelos profesionales de la
mejor manera.
La llegada de los jóvenes Macklowsky a Bogotá produjo reacciones
mezcladas en los demás miembros de la familia. Unos se sentían
desilusionados por haber perdido semejante oportunidad de superación, otros
estaban de acuerdo con la decisión del retorno y algunos como Stan no
lograban asimilar esa situación tan inesperada.
-No veo la razón de semejantes hechos contra los chicos.- se quejaba ante
los demás, en la sala de la casa.
-Pero, papá, recuerda bien el refrán que ustedes mismos nos inculcaron,
"El que siembra vientos, cosecha tempestades", creo que dice.- reaccionó
Charles, mostrando su disgusto por los acontecimientos ocurridos.
Stan y Peter, que se hallaban de pie dando zancadas sin fin, se miraron
mutuamente y afirmaron con la cabeza. De alguna manera tendrían que pagar
ese pasado tan escabroso que los perseguía y que parecía no ceder.
-Tienes toda la razón, hijo. Somos los responsables de lo que nos ha
pasado. Es probable que logremos subsanar los errores cometidos, de alguna
manera.- dijo Stan.
Peter, que se había retirado hacia una de las esquinas de la sala, no creyó
mucho en las palabras de su padre. No había manera de borrar los vestigios de
esa época en la que los dos fueron rebeldes políticos declarados y que también
estuvieron a punto de morir por esa causa. Ya se había firmado un acuerdo
entre las facciones en conflicto y se creía que todo iría mejor a partir de esa
fecha. Parecía que la cabeza de ese pulpo revolucionario se había cercenado,
pero los tentáculos aún seguían vivos.
Ya habían tratado de vivir en diferentes lugares, y Colombia parecía la
mejor opción, ideas que expuso Mary con mucha sabiduría.
-No vamos a declararnos golpeados por el incidente de UK. Ya hemos
iniciado otra faceta de nuestras vidas que parece ir viento en popa y debemos
aprovechar lo ganado hasta el momento.-
-¿Qué quieres decir, cariño?- preguntó Stan, todavía ofuscado por lo
ocurrido a los chicos.
-Que aquí en éste país también es posible que nuestros hijos se formen
como excelentes profesionales. Hay universidades prestigiosas y de muy alta
calidad académica.- replicó Mary.
-Sugiero que empecemos a ver las opciones.- sugirió Hanna.
-Yo ya investigué al respecto.- dijo Charles, mostrando un informe de su
búsqueda.
En varias páginas figuraba valiosa información sobre centros universitarios
de trayectoria y excelente background. Después de leer lo referente a los
claustros, Peter sugirió.
-Estamos a tiempo para que Hanna y Charles apliquen a las universidades
que figuran como las mejores, tanto a nivel nacional como internacional. Sé
que no tendrán problema para el ingreso.-
-Yo me inclino por la Javeriana.- dijo Hanna. -allí Medicina tiene excelente
reputación.
-Creo que lo haré en Los Andes. La Ingeniería de Sistemas es de alto
impacto, según me he enterado.- expresó Charles.
Mary hizo unos cálculos rápidos de lo que podrían costar las carreras de
los muchachos, y dijo: -Serán más de 50 millones de pesos semestrales.-
-Propongo que todos aportemos lo que más podamos para que esa realidad
se concrete.- propuso Peter.
-Nuestras entradas económicas lo permiten, sin problema. Hagámoslo de
esa manera y sigamos adelante.- apuntó Stan.
-Pues no se diga más. Mañana mismo los chicos llevarán el papeleo y
presentarán las pruebas y las entrevistas necesarias.- apresuró Mary,
dirigiéndose a la cocina.
Parecía que el incidente de Europa con los muchachos lo que hizo fue unir
más a los miembros del clan Macklowsky y los condujo a estrechar los lazos
que hasta el momento los había mantenido a flote. Francis no pudo estar en la
reunión familiar dado que faltaban pocos días para que abandonara el centro
de detención a donde lo habían conducido mientras las autoridades
investigaban el asunto del arma vendida a la dama que intentó contra la vida
de Deborah Martucci. Sin embargo, él estaba al corriente de los
acontecimientos por las visitas que le hacían los otros miembros del clan.
Los jóvenes Macklowsky no tuvieron ninguna traba para ingresar a las
universidades a las cuales se presentaron. Todo se realizó como estaba
planeado y el comienzo de las actividades académicas sería en ocho días.
Pasó el tiempo y todo parecía transcurrir normalmente. Francis fue
liberado, sin ninguna anotación en su récord policivo y, tan pronto llegó a la
casa, lo primero que hizo fue entrevistarse con los chicos. Se felicitaron
mutuamente y se desearon muy buena suerte en el futuro. Pronto se reintegró a
sus actividades en la pastelería de Mary, lo que produjo mucha alegría entre
los horneros de la empresa familiar.
El sábado por la tarde, Peter recibió una llamada a su celular. Era Lucy
D'Fourier.
-¿Cómo estás, Peter. Esta vez sí me aceptarás una invitación a almorzar?-
le dijo a manera de reproche.
-Tú sabes que en aquella ocasión del Club, fue necesario que yo saliera
urgentemente a cumplir con un compromiso ineludible de la familia.- explicó
Peter.
-Te acepto la excusa, querido. ¿Ahora sí estás disponible para venir a mi
casa?- le preguntó Lucy.
-No veo inconveniente alguno. Por el contrario, será un gran placer para
mí, Lucy.-Peter hizo una pequeña pausa y dijo: -¿A qué hora deseas que esté
allá?.-
-A la hora que lo desees. ¿Te parece bien, a las 9:00 P.M.?-
-Allá estaré, Lucy.- dijo Peter, y colgó.
Lucy era una mujer muy atractiva y elegante. Además, poseía una buena
fortuna que hacía que los pretendientes no fueran pocos. Danilo, su hermano
mayor, ya había llegado al país y se hallaba hospedado en el Hotel Elíseo.
Prefirió no vivir en la mansión de su hermana para así no inmiscuirse en sus
asuntos pero sí estar al tanto de su seguridad. Ese sábado, decidió visitar a su
hermana, sin previo aviso, como una especie de sorpresa. Entre ellos era
frecuente que lo hicieran así.
Danilo D'Fourier aún no se había casado con su prometida Inga Sheller,
experta en Física y actual funcionaria del Estado Alemán. Debido a su visita a
Colombia, la boda seguía aplazada hasta un nuevo acuerdo entre los futuros
contrayentes.
Poco sabía Lucy sobre las actividades de su hermano Danilo en Francia.
Sus ocupaciones dirigiendo el Banco Corporativo Francés la mantenían la
mayor parte del día dedicada a sus funciones de Gerente General. Por esa
razón, cuando Danilo llegó al país, lo primero que Lucy quiso saber fue acerca
del modus vivendi de su hermano, que hacía gala de tener mucho dinero. Se
hospedaba en uno de los hoteles más caros de la ciudad, y allí ya llevaba más
de 2 meses. Hacía pocos días, el banco recibió una remesa de varios millones
de euros a nombre de Danilo.
Lucy no se preocupaba por las finanzas de su hermano, pero le resultó
inquietante ver ese movimiento tan grande de efectivo, usando su banco como
receptor, corriendo el riesgo de ser catalogada como "blanqueadora de dinero",
actividad tan de moda en estos tiempos de tan alto grado de corrupción tanto a
nivel oficial como privado.
Estaba pensado en esos asuntos, cuando sonó el timbre de la puerta
principal. Fue ella misma a abrir.
-¿Qué te ha sucedido?-exclamó con asombro al ver la figura del hombre
herido y casi caído ante la puerta.


CAPÍTULO 31

El cuerpo de Danilo se desgonzó por un instante. Su costado derecho


sangraba por una herida de bala que había sufrido. El elegante traje blanco que
lucía se echó a perder, por lo que el joven se trataba de disculpar con su
hermana. Ella trató de animarlo.
-Perdó—na---me que esté así, Lucy.- dijo Danilo con voz entrecortada.
-No hables, querido. Cálmate y no te muevas.- le susurró su hermana.
En ese mismo momento, arribó Peter en su auto. Se apeó rápidamente y se
acercó a la escena. No se mostró sorprendido ya que antes había presenciado
hechos como ese en repetidas oportunidades.
-¡Por favor, llama una ambulancia!- Lucy le dijo a Peter, quien de
inmediato llamó al 123.
Danilo estaba semiinconsciente debido a la pérdida de sangre. Peter le hizo
presión con su mano sobre la herida para disminuir el daño. Pronto, se detuvo
una ambulancia donde fue puesto Danilo. Allí los paramédicos le aplicaron los
primeros auxilios y chequearon sus signos vitales. Estaba seriamente afectado
y era menester llevarlo rápidamente a la Clínica.
Lucy y Peter siguieron la ambulancia y en el camino dialogaron sobre lo
acontecido.
-¿Qué crees que pudo haber pasado?- preguntó Peter.
-No tengo la menor idea.- respondió Lucy, con tristeza en su rostro.
-Es una herida limpia, según pude ver.- dijo Peter.
-¿Por qué afirmas eso?- preguntó Lucy.
-La bala salió por la espalda, lo que significa que fue atacado de frente.
Menos mal el impacto fue en el costado derecho.- afirmó Peter.
-¿Cómo sabes tanto de eso?- indagó Lucy, mirando con dudas a Peter.
-Tengo un pasado militar.- respondió él.
-¿Me puedes contar sobre eso?-
-Mejor concentrémonos en la salud de Danilo. Ya vamos a llegar.- dijo
Peter.
Los dos vehículos llegaron a la Clínica Internacional donde
inmediatamente Danilo fue intervenido por el cirujano particular de Lucy, el
Doctor Antoine Freyre. La cirugía le tomó sólo una hora, pues la herida no
comprometió ningún órgano vital. Al terminar, el doctor tuvo una corta
conferencia con Peter y Lucy.
-Afortunadamente el caso no es de alto nivel quirúrgico. El paciente debe
reposar y seguir un régimen sencillo de alimentación. Podré darle de alta en
tres días.- dijo el médico. Luego agregó: -Aquí entre nos, Lucy, ¿Podrías
decirme cómo se hirió?-
-En una jornada de cacería, un amigo por error le disparó.- explicó ella.
-Entonces no habrá investigación policial. Los dejo visitar al paciente.-
dijo el Doctor Freyre, y se despidió con una sonrisa.
Peter y Lucy se acercaron al cuarto de Danilo que reposaba, ya sin los
síntomas de la anestesia. Los dos hermanos se miraron cariñosamente y ella le
dijo:
-Querido, ya pasó el peligro y sólo debes descansar para reponerte bien. Te
presento a Peter, un excelente amigo mío. Fue él quien te auxilió de
emergencia.-
Peter se acercó y le estrechó la mano izquierda. Los dos hombres
intercambiaron miradas de entendimiento a la vez que Lucy dijo: -No tienes
que explicarme nada, por ahora.-
Era una clínica recientemente construida y dada al servicio de las clases
más pudientes de la ciudad. No indagaban mucho, sólo brindaban una atención
de alto nivel, dentro de un contexto de elegancia y estilo refinado. Estaba
equipada con los aparatos de última generación y los profesionales que
laboraban allí eran a la vez los propietarios del complejo médico. Era posible
disfrutar del lujo de tener médico privado y casi exclusivo durante ciertos
períodos, como el que fue necesario para Danilo.
Lucy y Peter se retiraron para dejar que el herido descansara y empezara
una fase de recuperación exitosa. Abordaron el auto y se encaminaron hacia la
residencia de la dama. Por el camino casi no cruzaron palabras, pues Lucy
estaba algo reacia a hablar.
-No te voy a interrogar sobre el asunto. No es asunto mío.-dijo Peter.
-Tampoco es necesario saber mucho sobre ello. Mi hermano es un hombre
de empresa y a veces da con clientes difíciles, y hasta de turbio pasado. Es
probable que haya tenido una desavenencia con alguno de ellos, lo que
desembocó en una reacción violenta.- explicó Lucy.
-He tenido momentos parecidos, y por eso te entiendo.- respondió Peter.
-¿Es muy riesgosa la vida siendo agente del gobierno?- preguntó ella.
-No me refiero a eso.- dijo Peter, concentrándose en la vía.
-¿Entonces, a qué?- indagó Lucy.
-Por mi actividad anterior, puedo decir que también tengo enemigos
peligrosos.- respondió Peter.
Ya estaban al llegar a la casa de Lucy y era bastante tarde en la noche. Una
vez allí, Peter decidió dejar las cosas así. Se despidió, con el compromiso de
encontrarse en el vestíbulo del Hotel Elíseo, donde estaba hospedado Danilo,
al día siguiente.
Peter vio así la oportunidad de hacer algunas indagaciones entre los
empleados del hotel con el fin de investigar los antecedentes del hecho
criminal al que había asistido, sin querer. Su condición de agente especial del
CTSI le abriría las posibilidades de saber a qué se había debido el ataque hacia
Danilo. Ya se sabía que el hermano de Lucy estaba en pasos peligrosos, pues
estaba lavando dinero de las mafias francesas.

CAPÍTULO 32

En los cuarteles de la CTSI ya tenían un prontuario con el seguimiento a


las actividades nacionales e internacionales de Danilo D'Fourier. Sus éxitos
como empresario exitoso habían despertado las sospechas del Centro de
Inteligencia del país. Hasta este momento, no había sido posible concretar las
pruebas necesarias que incriminaran sin lugar a duda a ese personaje cuya vida
era tratada en los artículos de las revistas de farándula y de negocios.
Los nexos comerciales que lo ataban a su hermana, la Banquera Lucy
D'Fourier, se veían aparentemente limpios. Hasta un cierto grado de
investigación se había llegado con respecto a sus cuentas, pues las leyes
salvaguardaban el secreto bancario.
Sin embargo, ya se tenía una serie de indicios que, hasta determinado
punto, comprometían a Danilo en negocios no muy claros con conocidos
barones de la mafia francesa, entre los cuales eran famosos Linus Venturée y
su hermano Piérre.
Precisamente, una inversión cuantiosa en la construcción de un rascacielos
del centro de la capital, por parte de Danilo, llevó a los agentes de la CTSI a
sospechar de la procedencia de esos dineros. Se presumía que eran el fruto de
la venta de armas y avanzada tecnología por parte de los Venturée. Ya era de
conocimiento general que los hermanos mafiosos compraban las armas y los
secretos a los rusos renegados.
Todo ello se realizaba en las narices de los servicios de inteligencia
franceses, que no se daban por enterados, dadas las abultadas comisiones que
recibían. Danilo simplemente hizo lo que todo el mundo: sacar el dinero hacia
paraísos fiscales como Panamá o hacia países de flojo control de divisas,
donde la corrupción campea a la orden del día.
La unión familiar estrecha entre Danilo y Lucy permitía, en cierta forma,
realizar movimientos de dinero en el Banco de ella, sin demasiados papeleos.
Era necesario allegar pruebas documentales firmes con respecto a dos frentes:
el nexo directo de Danilo con los emisarios de la mafia francesa y la
ilegitimidad de su dinero en el banco de Lucy.
Para Peter, como representante de la ley en el país, su función de agente y
la relación con Lucy D'Fourier resultaba algo conflictiva para él. Cierto
sentimiento de atracción hacia esa bella dama y su deber estaban chocando
dentro de un campo peligroso para el agente.
Se las arregló para llegar al Hotel Elíseo una hora antes de su cita con
Lucy. Tan pronto llegó, aparcó su auto en los sótanos correspondientes. Se
dirigió a los ascensores y pronto se vio en la recepción del hotel. Se aproximó
a un elegante funcionaria, llevando su identificación de agente especial en la
mano.
-Señorita, necesito cierta clase de información sobre algunos huéspedes del
hotel.- le dijo, mostrándole su placa.
-¿De qué personas se trata?- preguntó la hermosa joven, sonriendo
amablemente.
-De los señores Danilo D´Fourier y de los hermanos Linus y Piére
Venturée.- dijo Peter.
-El señor Danilo no se encuentra en el momento. El señor Linus y su
hermano están en la cancha de tenis, en este instante.- explicó la recepcionista.
-¿Cómo accedo a la cancha?- indagó Peter.
-Debe rodear el hotel y entrar al complejo deportivo con este pase.-
respondió la chica, alargándole una ficha de invitado especial.
Peter tomó el pase, agradeció la atención y se encaminó al lugar que le
interesaba. Después de cinco minutos de recorrido, ingresó a las canchas,
donde identificó a los hermanos Venturée, pues las fotos de ellos estaban en su
celular. Se dirigió hacia el sitio específico pero un corpulento guardaespaldas
se lo impidió.
-Este es un lugar privado en este momento, y por lo tanto no puede
ingresar.- dijo el gorila.
-Esta es mi autorización.- respondió Peter, mostrando su placa y su pistola
de dotación.
Otros dos escoltas se apresuraron a dar aviso a los hermanos Venturée
sobre el agente que los requería. Los franceses salieron apresuradamente y
abordaron una camioneta blindada que los sacó rápidamente del panorama de
Peter.
Parecía que esta pesquisa sería un hueso duro de roer. Este primer intento
de aproximación a quienes se perfilaban como intocables había fallado, pues al
no tener requerimiento legal alguno, era imposible acceder a esos personajes.
Peter no se amilanó y se dijo que habría otras oportunidades para seguir
adelante con la investigación. Por lo pronto, era necesario cumplirle la cita a
Lucy que estaba por llegar.
El vestíbulo estaba concurrido y entre los presentes el rostro de Lucy
descollaba por la elegancia y la belleza que la caracterizaban. Tan pronto se
reconocieron, ambos caminaron al encuentro. Lucy saludó a Peter con un beso
en la mejilla, gesto que él correspondió.
Se dirigieron al comedor del hotel que era un amplio salón decorado con
pinturas originales de Botero, Obregón y Acuña, famosos pintores
colombianos. Del cielo raso pendían enormes lámparas de cristal de Bohemia.
Las mesas y las cómodas sillas invitaban a degustar los platos de cocina
colombiana o internacional que los chefs ofrecían.
Peter y Lucy ocuparon sus lugares en una mesa cercana a la ventana que
daba a la calle. En ese instante, Peter reconoció a través del vidrio la figura del
gorila de la cancha de tenis, que le apuntaba con un arma corta. Apenas tuvo
tiempo de tomar a Lucy del brazo para empujarla hacia el piso, cuando
zumbaron dos balas muy cerca de sus cabezas. Fueron proyectiles disparados
con silenciador. La amenaza parecía haber cesado y Peter se levantó con su
arma en la mano, pero no había rastros de quien atentó contra ellos.
-¡Casi nos matan!- dijo Lucy, levantándose y mirando alrededor.
-Puedes afirmarlo.- dijo Peter, guardando el arma en su funda sobaquera.
-Los meseros pensaron que algún vago lanzó piedras contra la ventana, y
no hubo alarma porque no se oyeron los disparos. Pero, alguien está interesado
en que yo no prosiga con cierta pesquisa.- agregó Peter, mirando a Lucy.
-¿Te parecería bien que dejemos para después nuestra cena?- preguntó
Lucy.
-De ninguna manera, querida. Nadie va a arruinar nuestra cita.- concluyó
Peter, y ordenaron de la carta que tenían ante ellos.

CAPÍTULO 33

Peter y Lucy no permitieron que el incidente de los disparos les arruinara


la cena. Los dos ordenaron platos diseñados por la Chef estrella del Hotel,
CARMYLA STONE.
Lucy ordenó RAS EL HANOUT consistente en carne de cerdo especiada
con salsa “ras”. Peter se decidió por la BRUSHETTA DE ROASTBEEF, con
ensalada de espárragos.
Todo eso lo disfrutaron con un vino griego de los Balcanes.
Les pareció excelente el servicio y el sabor de lo que cenaron, por eso
decidieron felicitar personalmente a la Chef CARMYLA, con quien se
tomaron un "selfie", para eternizar el momento.
Terminada la cena, salieron con rumbo a la Clínica donde estaba internado
Danilo. Por medio de su radio personal, Peter había recibido la orden de
acompañar al herido, pues se filtró el rumor de que los Venturée habían
ordenado liquidar a quien hasta ese día fue su testaferro para el lavado de
dinero.
Se puso de acuerdo con su compañero de la CTSI, Delfín Pérez, para
reforzar la vigilancia en la clínica. El agente llevó a tres agentes más para
asegurarse de que no hubiera sorpresas como la del restaurante del Hotel.
A su llegada, Peter y Lucy observaron a un agente apostado ante la puerta
de la habitación de Danilo. Lo saludaron y prosiguieron hacia dentro del lugar.
Allí se encontraba Delfín, sentado ante el herido.
-Hola, compañero.- saludó Peter. -Le presento a Lucy, hermana de Danilo.-
prosiguió.
-Mucho gusto, Delfín Pérez.- saludó el agente especial. -¿Han visto algo
sospechoso por los alrededores?-
-Nada que valga la pena referenciarse.- respondió Peter, mirando a través
de la ventana.
La habitación se hallaba en el décimo piso de la Clínica y sólo había la
posibilidad de acceder al enfermo a través de los ascensores. Dos agentes
guardaban los elevadores principales. Sin embargo, el ascensor de personal y
abastecimiento no se hallaba resguardado.
Dos médicos, ataviados con sus respectivos trajes verdes y exhibiendo su
equipo de rutina tomaron el ascensor del personal, de la manera más normal.
Cubrían sus rostros con tapabocas y sus cabezas con gorros quirúrgicos. Cada
uno portaba una especie de papelera donde llevaban algo de mediano peso.
Nadie sospechaba que esos dos hombres eran los matones enviados por los
Venturée.
Una vez dentro del ascensor, marcaron el décimo piso. Al llegar a su
destino, cada uno se encaminó en una dirección diferente. El más corpulento
se dirigió hacia el ala de la habitación de Danilo. Se acercó al agente de
vigilancia y le dijo:
-¿Ya vino el Doctor Benítez a visitar a éste paciente?-
El agente se empezó a incorporar para responder, pero casi inmediatamente
se desgonzó sobre el asiento que ocupaba. El tal “doctor” lo acomodó, como si
estuviera durmiendo sobre la silla. Había recibido un certero disparo de la
pistola del gorila. Como tenía silenciador y la circulación de personas a esa
hora era escasa, nadie notó el percance. Inmediatamente, abrió la puerta con
sigilo y al ver a Danilo acompañado de Peter, Lucy y el agente Delfín, cambió
de táctica con respecto al plan que tenía.
-¿Son ustedes familiares del paciente?- preguntó con cierta seriedad.
-Se puede decir que sí.- respondió Lucy.
-Les tengo que pedir que salgan un momento mientras le hago unas
pruebas.- casi ordenó.
Todos salieron, sin sospechar de lo que se tramaba. Allí quedaron sólo el
"médico" y Danilo.
Sólo pasaron dos minutos de haber salido, cuando Peter se dirigió hacia la
puerta, que había sido asegurada desde adentro. Con Delfín decidieron forzar
la entrada y se abalanzaron contra el hombre que estaba tratando de asfixiar a
Danilo con una almohada, haciendo presión con ella sobre su rostro.
Inmediatamente lo conminaron con sus armas, pero ante esta amenaza, el
gorila quiso disparar contra los agentes. No pudo realizar la acción pues fue
neutralizado con un certero balazo disparado por Delfín.
Se siguieron los correspondientes protocolos para estos casos. Las
autoridades se encargaron de todo. Danilo fue trasladado a otra dependencia y
los agentes fueron relevados hacia otras funciones. Se cambió la táctica de
protección, pues la anterior había mostrado fallas.
Parecía que se había desatado una verdadera guerra entre la mafia francesa
y los D'Fourier. Y en medio de esa lid se encontraba Peter Macklowsky.
Los últimos acontecimientos acaecidos con respecto a Danilo y los
atentados sufridos por Peter y Lucy dejaron un mal sabor para los miembros
del clan Macklowsky. Stan y Peter como miembros del CTSI a cargo de
investigaciones relacionadas con la Mafia de los Venturée fueron requeridos
para viajar a Paris en comisión formal para ahondar en el tema.
Mary, Francis y los jóvenes Charles y Hanna vieron aproximarse otra
época de zozobra en la vida de la familia. Creyeron revivir aquellos días en
que todos eran objetivos militares cuando residían en Irlanda. Reunidos en la
sala familiar, comentaban lo que se aproximaba.
MARY: -¿Hasta cuándo tendremos que soportar esta clase de presiones?-
HANNA: -Acabamos de empezar nuestras carreras y ya se rompe esta
unión.-
STAN: -Queridas, pensemos con cabeza fría. Iremos con Peter en una
misión perfectamente apoyada por la oficina y protegidos convenientemente.
No hay mucho de qué preocuparse.-
FRANCIS: -Lo que van a hacer es legítimo y relacionado con el trabajo.
Será como una misión de campo, sin mucho peligro.-
PETER: -Todos tienen razón. Sin embargo, pensemos un poco en que esa
es nuestra labor. Además, nos pagarán por estar en París unas semanas.-
Se oyeron risas de complicidad. La única que no terminaba por aceptar las
razones expuestas era Mary. Ella sentía que el hilo que los unía se estaba
debilitando y que los trabajos de Stan y Peter no ofrecían una completa
garantía para sus vidas. Parecía que los Macklowsky estaban condenados a
vivir en un continuo vaivén que el destino a veces se empeñaba en convertirlo
en una verdadera tormenta. La próxima misión de los agentes especiales era
como un punto de inflexión en la curva de sus existencias.
CHARLES: -Hasta este momento yo no había dicho nada, pero creo que
nos estamos ahogando en un vaso de agua. La ausencia de mi padre y mi
hermano será corta y yo la veo como una misión más.-
HANNA: -Tienes razón, Charlie. Debemos apoyarnos y seguir adelante.-
STAN: -Gracias hijos, esas palabras me animan mucho. Comprendo a su
madre porque ha sufrido en el pasado, pero no hay más remedio que continuar
con nuestras vidas. De modo que, mejor brindemos por el éxito de nuestra
misión.-
Todos levantaron sus copas, que Mary y Hanna habían preparado con vino
dulce Manichewicz. Se miraron con mucho cariño y dijeron: -¡Salud!-
Se desearon lo mejor y decidieron irse a la cama, pues ya eran casi las doce
de la noche. Era domingo. El día siguiente, a las 9:00 A.M., Stan y Peter
tendrían que salir con rumbo a París donde los esperaba el Comisionado Pierre
Lacroix, jefe del grupo especializado de investigación en la Ciudad Luz.
Allí también se estaba tras las cabezas de los Venturée, quienes lideraban la
mafia conocida como MARTEAU DE GUERRE (martillo de guerra), debido a
los golpes que habían asestado en contra de la economía del país, imponiendo
la violencia y la ilegalidad. No pocos agentes de la SURETÉ habían dado su
vida en esa lucha interminable contra la corrupción.
Los Macklowsky dejaron instrucciones en casa, se despidieron, y muy
temprano se dirigieron hacia el aeropuerto Eldorado. Allí tenían reservas en un
avión de la AIR FRANCE, que los llevaría directamente al aeropuerto Charles
De Gaulle de París. Como agentes especiales de la CTSI tenían
salvoconductos especiales paran llevar sus armas de dotación. No hubo
inconvenientes durante el viaje, y 9 horas después ya se encontraban en su
destino.
En la salida, vieron que alguien sostenía un cartel con los nombres STAN y
PETER, escritos con tinta verde. Se acercaron al hombre que lo sostenía y éste
les dijo en perfecto español: -¿Son ustedes los agentes de la CTSI?-
Stan y Peter asintieron. Se presentaron y enseguida se embarcaron en un
auto citroen de la policía secreta. (La Sureté). Dentro del auto sostuvieron una
conversación de trabajo.
-Soy el Comisionado Pierre Lacroix y estoy a cargo del Precinto 13, del
centro de París. ¡Bienvenidos a Francia!.- les dijo en su español fluido.
-Yo soy Stan Macklowsky y él es mi hijo Peter. Gracias por la acogida.-
dijo el veterano agente, recibiendo un dossier sobre la investigación que irían a
reforzar.
-Hemos sabido de los ataques de los hermanos Venturée en Bogotá. Les
henos seguido los pasos y creemos que regresaron de incógnito a París.- dijo
Lacroix.
-Estaremos atentos a cualquier transacción bancaria de sus testaferros, que
ya tenemos bien identificados.- señaló Peter.
-Estoy de acuerdo.- asintió Lacroix.
-Permítanme los sitúo en la residencia de los huéspedes especiales.
Mañana los recogeré a las 9 de la mañana para que diseñemos un plan de
acción.- dijo Lacroix.
El auto, conducido por un agente de la SURETÉ, se deslizó por el
Boulevard Saint Michel que atraviesa el barrio latino de París. Se detuvo
frente a un edificio de estilo neoclásico. Allí se alojarían los Macklowsky
mientras están en París.


CAPÍTULO 34

Stan y Peter disfrutaron de la residencia que les había asignado la


SURETÉ en el barrio latino de París. Se esperaba que permanecieran allí unas
dos semanas, mientras llevaban a cabo algunas pesquisas sobre dineros
lavados por la mafia MARTEAU DE GUERRE. Su presencia allí se
justificaba por tener ellos fuero internacional de la CTSI, con autoridad para
detener a cualquiera de los hermanos Venturée, si fuera el caso. Su prontuario
de contrabandistas de alto rango los había puesto en la mira de las autoridades
colombianas por usar a Danilo D'Fourier como testaferro para lavar millones
de euros a través del banco de Lucy, su hermana.
Por el momento, los Macklowsky se estaban sintiendo muy halagados por
la atención que estaban recibiendo en la elegante casa de huéspedes. Dos
mucamas se encargaban de las comidas y del aseo del lugar. Durante el
desayuno, Stan y Peter intercambiaron ideas y conceptos acerca de la táctica a
seguir.
-Peter, creo que hoy nos conviene más visitar los cuarteles de Lacroix.-
dijo Stan, degustando su tostada con chocolate caliente.
-Y, ¿cuál es el propósito concreto de esa visita, padre?- preguntó Peter,
comiendo su baguette untado con mermelada de fresa.
-Ellos tienen el dossier con todo lo investigado hasta ahora sobre los
Venturée. Necesitamos saber en qué lugares se reúnen para caerles por
sorpresa y detenerlos.- respondió Stan, mirando su reloj. -¡Apresurémonos que
ya llega Lacroix!- exclamó.
Efectivamente, faltaban dos minutos para las 9. Terminaron su desayuno y
tomaron el ascensor. Cuando salieron a la calle, ya estaba el auto del
Comisionado esperando, junto con otro que llevaba dos gendarmes armados
con metralletas.
-Suban en éste.- Invitó Lacroix, al ver que Peter iba a tomar el de los
agentes.
-Buenos días, Comisionado.- saludaron los Macklowsky.
-Buenos días. Espero que hayan disfrutado la residencia.- respondió
Lacroix.
-Muchísimo. Está muy elegante y cómoda.- dijo Peter.
Se encaminaron hacia el precinto del centro y en su camino pudieron ver la
Torre Eiffel, cerrada a los turistas temporalmente, según rezaba un aviso muy
visible.
-¿Por qué está vedada al público?- preguntó Stan.
-Los últimos ataques terroristas nos han obligado a tomar esa drástica
decisión. Hay que prevenir posibles acciones de la Yihad Islámica.- respondió
Lacroix.
Al cabo de 15 minutos, llegaron al Precinto 13. Allí todo era acción, y se
veía mucho movimiento de gendarmes entrando y saliendo. Piérre Lacroix
estaba a cargo de la pesquisa sobre los Venturée y temían que la mafia de esos
hermanos pudiera osar llevar a cabo un ataque sorpresivo. Por eso, había doble
guardia en los accesos y las escaleras. También habían endurecido los
controles sobre la gente que ingresaba a las oficinas. Muchos gendarmes
estaban usando chalecos antibalas.
Lo primero que hicieron los Macklowsky fue seguir el consejo de Lacroix:
-Es imperativo que usen los chalecos. Esta es una zona peligrosa en estos
momentos.- les dijo.
Tan pronto se ataviaron con los chalecos, dejaron sus armas al alcance de
la mano. Luego, entraron al despacho de Lacroix. Allí, hojearon los informes
sobre los Venturée, que habían sido traducidos para los Macklowsky. Se
notaba que esos mafiosos eran delincuentes de primera clase. También leyeron
que grandes remesas de dinero fueron enviadas a Bogotá, al banco de Lucy
D'Fourier, por intermedio de Danilo.
Estaban en medio de la lectura cuando sorpresivamente oyeron una gran
explosión que hizo retumbar el edificio. Las ventanas quedaron sin vidrios y
una espesa humareda salía del salón de entrada. Gritos y quejidos de gente que
corría sin rumbo llenaron el ambiente.
Se escucharon detonaciones de armas largas, y después de un corto cruce
de disparos cesó el ataque. Sobre el piso yacían los cuerpos de cuatro bandidos
y de dos gendarmes. Los heridos pasaban de una docena. Lacroix, Stan y Peter
no fueron alcanzados, pero sí hubo mucho daño en el lugar.
Al identificar los 4 cadáveres de los invasores, la sorpresa fue grande.
Entre ellos, pudieron reconocer a los dos hermanos Venturée. Fue mucha la
osadía de ellos al atreverse a atacar de esa manera un cuartel de la
gendarmería.
Parecía que la pesquisa de los Macklowsky se quedaba sin piso, pues los
protagonistas del lavado de dinero ya no podrían hablar. Eso significaba que
allí en París no serían necesarios sus servicios, porque ahora la investigación
debía centrarse en personajes que se movían con libertad en Colombia.
Lamentaron lo sucedido y decidieron preparar su regreso.
El día siguiente, agradecieron a Lacroix por toda la atención y se
despidieron. Tomaron un taxi hacia el Aeropuerto Charles De Gaulle, donde
abordaron el vuelo 885 de la aerolínea AIR FRANCE, con rumbo a Bogotá.
Ya habían comunicado a Mary y los demás, que regresaban sin haber
desarrollado un papel significativo en la Ciudad Luz.
Stan y Peter regresaron a su hogar, donde los esperaban Mary, Francis y
los más jóvenes del clan, con los brazos abiertos. La experiencia de París fue
bastante dura como para reconsiderar los trabajos en la CTSI. Los riesgos eran
cada vez más altos y en cada misión crecía la incertidumbre para todos.
Decidieron, pues, renunciar a sus trabajos de agentes en el Servicio de
Inteligencia, de una vez por todas. Por supuesto que el Coronel Alvarado, Jefe
del CTSI, no quedaba muy contento, pues perdería a dos de sus agentes más
expertos. No fue fácil para ninguna de las partes aceptar la nueva realidad.
Mary se puso muy feliz con la decisión de Stan y Peter. Francis ya lo había
hecho desde que se dedicó a trabajar en la pastelería en vez de continuar con
ese tren de acciones que nunca los alejaría de ese pasado que tanto los
atemorizaba. Polonia, Irlanda y los Estados Unidos ya habían llenado los
espacios de sus historias personales, y querían librarse de ese lastre que
debería estar durmiendo en sus conciencias en vez de tomar presencia en estos
años en los que deseaban más que nunca disfrutar de paz y sosiego.
Para los Macklowsky la familia era lo más importante, más aún ahora que
Hanna y Charles necesitarían de un padre y un hermano que los apoyaran en
su formación profesional. Era necesario mantenerse más unidos que nunca y
seguir adelante con otros planes que favorecieran el interés de todos.
Stan ya tenía empleo de medio tiempo como Ingeniero Metalúrgico y Peter
estaba haciendo lo propio desde su profesión de Ingeniero de Sistemas.
Seguirían con sus trabajos, ahora de tiempo completo. Se dijeron que ya era
hora de enfocarse más en actos que enriquecieran a la familia y les diera una
cimentación sólida.
Fue así como ese compromiso de todos, los llevó a obtener logros que se
convirtieron en verdaderos triunfos para el clan.
Stan adquirió renombre en los anales de la técnica metalúrgica al diseñar
un intercambiador de calor que se auto-refrigeraba de acuerdo con la
temperatura del proceso en determinado momento. Aquello revolucionó la
industria colombiana y le significó fama y mucho dinero.
Peter se atrevió a trajinar con los primeros computadores cuánticos, lo cual
resultó toda una novedad en el campo de esa tecnología. Fue galardonado con
premios nacionales e internacionales. Dos meses después se casó con Lucy
D'Fourier.
Mary se posicionó como una pionera en el arte de la repostería y sus
productos se vendieron en todo el país. Las ventas crecieron un 60% en un
año, al exportar ciertos cup-cakes a otros países.
Francis siguió adelante con el diseño de nuevos sabores de tortas cuyas
patentes le significaron fama internacional. Sus programas de TV ya eran
exitosos.
Hanna se graduó de Médica y se especializó en Cirugía Pediátrica.
Charles decidió cambiar su carrera y se inclinó por la arquitectura. Sus
diseños ya estaban llamando la atención de los expertos.
Todo siguió su rumbo normal. La familia Macklowsky finalmente había
encontrado su norte.

EPÍLOGO

Son tantas las variables que definen el devenir humano, que no es fácil
determinar cuándo un proceso ha finalizado completamente, o simplemente ha
empezado otro que puede ser diferente.
Quizás, si logramos reconocer que los hechos que cierran un ciclo son a su
vez las causas de algo que se inicia, podremos identificar cuándo realmente
estamos avanzando. La percepción del tiempo es tan personal que a veces nos
parece estar estancados.
Posiblemente haya que fijar más la mirada sobre lo que está transcurriendo
en nuestro presente, y menos sobre lo que ya sucedió, o en lo que
posiblemente acontecerá. Habrá que desarrollar una especie de visión global
para apreciar todo el panorama espacio-temporal y así lograr la perspectiva
deseada.
Esa podría ser una manera de identificar el momento en que en realidad
estamos avanzando hacia los ideales que nos hemos trazado como metas, para
recorrer el camino de nuestras realizaciones.

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