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Expediente: --9101-2012

Tribunal: Superior Tribunal de Justicia


Competencia: Recursiva
Fecha: 18/09/2013
Libro de Acuerdos: 56
N° de Registro: 597
Ver Dictamen

Voces Jurídicas
AMPARO; DAÑO AMBIENTAL; PRUEBA DEL DAÑO;

NOTA: Sentencia revocada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación


(L.A. Nº 58; Fº 4988; Nº 1469).

(Libro de Acuerdos Nº 56, Fº 2053/2059, Nº 597). En la ciudad de San


Salvador de Jujuy, República Argentina, a los dieciocho días de
setiembre de dos mil trece, los jueces del Superior Tribunal de Justicia,
José Manuel del Campo, María Silvia Bernal, Sergio Marcelo Jenefes,
Clara D. L. de Falcone y, por habilitación, Noemí Adela Demattei de
Alcoba –bajo la presidencia del nombrado en primer término-, vieron el
Expte. Nº 9101/12, caratulado “Recurso de Inconstitucionalidad
interpuesto en Expte. Nº B-229.276/10 (Sala II - Tribunal Contencioso
Administrativo) Acción colectiva de amparo ambiental – medida cautelar
innovativa: Mamaní, Agustín Pío y otros c/ Estado Provincial – Dirección
Provincial de Políticas Ambientales y Recursos Naturales – y la empresa
CRAM S.A.”, del cual,

El doctor del Campo dijo:

Que la Sala II del Tribunal en lo Contencioso Administrativo (fs.


1.257/1.316), al admitir la demanda de amparo ambiental, declaró la
nulidad de las resoluciones 271-DPPAyRN-2007 y 239-DPPAyRN-2009
[1] mediante las cuales la Dirección Provincial de Políticas Ambientales y
Recursos Naturales había autorizado el desmonte, en total, de 1200
hectáreas en la finca “La Gran Largada”, de propiedad de CRAM S.A., en
la localidad de Palma Sola, departamento Santa Bárbara de esta
provincia.

A esos fines, en lo medular, desestimó la excepción de incompetencia -


fundada en el artículo 3º inciso "a" de la Ley 4.399 (de protección de
intereses difusos) en tanto establece la competencia del Superior
Tribunal de Justicia cuando el acto emanase del Poder Ejecutivo o de la
administración pública centralizada- con apoyo en que los amparistas
habían demandado en función de la Ley 4.442 y sobre la cual tramitó el
procedimiento; que dicha ley contiene una norma similar referida a la
incompetencia (artículo 4º inciso "a") que fue declarada inconstitucional
por el Superior Tribunal, por lo que, por analogía, la primera no
resultaba de aplicación.

También rechazó la defensa de falta de legitimación activa con base en


que los amparistas revestían la calidad de "afectados" y aparecían
legitimados para "amparar intereses difusos (de incidencia colectiva
general)" (sic) y, en lo vinculado a la vía del amparo precisó, por un
lado, que la demanda fue deducida en un tiempo razonable (4 de marzo
de 2010) ya que ocurrió con anterioridad al conocimiento acabado de las
actuaciones administrativas (29 de octubre de 2010, fs. 308 vuelta del
expediente administrativo) y, por el otro, que la vía era la adecuada.

Por fin, con relación al fondo de la cuestión señaló que aquellas


resoluciones contenían vicios en sus elementos o en el procedimiento
que permitían declarar la nulidad; a saber: falta de consideración de las
sugerencias contenidas en las actas de fiscalización, previas al dictado
de los actos que autorizaron el desmonte; en esas condiciones, dichas
resoluciones serían nulas porque violan el procedimiento de evaluación
del estudio de impacto ambiental y por la ausencia de causa y
motivación suficiente para el dictado del acto administrativo. También
enfatizó que se había autorizado el desmonte de una cantidad de
hectáreas superior a las comprendidas en el estudio de impacto
ambiental (1470 [2] versus 1200 [fs. 23, expediente administrativo]); y
sólo se había inspeccionado una superficie de 600 hectáreas (con
anterioridad al primer desmonte); y afirmó que declaraba la nulidad sin
que implicara expedirse respecto de la acreditación exhaustiva del daño
y del impacto negativo que la actividad pudiera tener en la zona;
además destacó la falta de participación ciudadana anterior a las
resoluciones atacadas y añadió que tal omisión no se suplía con la
publicación en el Boletín Oficial de la Provincia de los actos impugnados
[3]; aún cuando precisó que los actores no habían manifestado en qué
hubiese consistido su oposición o en qué hubiese variado su
participación y, finalmente, puntualizó que los desmontes habían sido
autorizados con anterioridad a la vigencia de la Ley 5.676 que aprobó el
Plan de Ordenamiento Territorial Adaptativo.

Disconforme con ese pronunciamiento, los codemandados interpusieron


sendos recursos de inconstitucionalidad (fs. 66/77 y 149/157). El Estado
insiste, en cuanto al aspecto formal, en la incompetencia del tribunal y
en la improcedencia de la vía elegida en función de la extemporaneidad
del planteo y por el cumplimiento del objeto de las resoluciones, es
decir: la desforestación total con relación a la Resolución Nº 271-
DPPAyRN-2007 y de 750 hectáreas respecto de las 1091 autorizadas en
lo vinculado a la Resolución Nº 239-DPPAyRN-2009. En lo que atañe al
fondo del asunto precisó que existió una errónea valoración de la
prueba; que no existe daño y en la incoherencia de la nulidad declarada
por falta de audiencia pública cuando se demandó la nulidad por daño
ambiental.

A su turno, CRAM S.A., objeta, en lo formal, la vía elegida; afirma la


inexistencia de previsión normativa que imponga la realización de una
audiencia pública; que los amparistas tomaron conocimiento de las
actuaciones administrativas sin que las hubiesen observado o articulado
recurso alguno en sede administrativa. En lo sustancial, cuestiona el
pronunciamiento porque no se hizo cargo del argumento expuesto en la
contestación de la demanda referido a que los actos administrativos se
habían cumplido en su totalidad; que no existe violación de las normas
vinculadas al medio ambiente y que, en su caso, las sanciones serían la
multa, suspensión y revocación –transitoria o definitiva- de la
autorización para el uso de los recursos naturales; que se basa en
prueba aparente y prescinde de la pericia cuanto señala que las tareas
de desmonte fueron autorizadas en legal forma y dentro del marco del
estudio de impacto ambiental.

Los agravios que los interesados traen a consideración del Superior


Tribunal de Justicia resultan admisibles toda vez que el análisis de la
causa pone de manifiesto que, pese a la extensa fundamentación de la
sentencia, lo decidido no se ajusta a la realidad de los hechos. Mas tal
proceder se exhibe en pugna con el propósito de “afianzar la justicia”
contenido en el Preámbulo de la Constitución de Jujuy y torna
descalificable al fallo en los términos de la doctrina de la arbitrariedad.

Que es obligación del Estado velar por un medio ambiente sano y


ecológicamente equilibrado, en tanto derecho natural de los habitantes
(artículo 22 de la Constitución de Jujuy y 41 de la Constitución
Nacional). El orden jurídico impone la obligación –de naturaleza
preventiva- de evitar que el daño se configure; menoscabo que, a veces,
se genera a consecuencia de emprendimientos privados. Impedir el
saqueo de la naturaleza es el objetivo del Estado; a la vez que tiene la
carga de encontrar un punto de equilibrio entre la preservación y el
progreso económico. Se trata de armonizar el derecho a un medio
ambiente sano con el derecho a desarrollar actividades productivas que,
ciertamente, habrán de repercutir positivamente sobre el progreso social
y el bienestar, sea material, sea espiritual, del hombre o, en otros
términos y con palabras de Miguel Ángel EKMEDJIAN, de “utilizar los
recursos del ecosistema sin degradarlo” [4]. Y en este quehacer el
amparo resulta la vía idónea para la tutela del medio ambiente pues así
se desprende de la letra expresa de la Ley Fundamental (artículo 43) y
esta elección del constituyente echa por tierra el argumento referido a la
improcedencia de la vía y a la extemporaneidad del planteo.

Que, sin embargo, la aludida manda constitucional no obliga por sí sola


a admitir, automáticamente, la pretensión sino sólo cuando estén
acreditados los requisitos vinculados a la posible existencia o inminencia
de un daño ambiental. De allí que resulte absurda la declaración de
nulidad de los actos administrativos sin que el juzgador se hubiese
expedido –a tenor de sus propias expresiones- sobre la acreditación del
daño y del impacto negativo de la actividad en la zona.

Todavía más, ni siquiera las observaciones sobre las que el tribunal


apoyó su conclusión, poseen entidad a los fines de declarar la nulidad de
los actos de la administración. En efecto, si bien es cierto que el a-quo
hizo referencia a “graves irregularidades” en el procedimiento
administrativo no lo es menos que una atenta lectura de esas
actuaciones revela que se tratan de simples “sugerencias” o
“recomendaciones” (fs. 166/168 acta por fiscalización), tales como: 1º)
que no debe desmontarse el sector de la orilla del arroyo “Santa Fe”
opuesta al camino vecinal; 2º) que deben realizarse picadas para
dimensionar los lotes, las cortinas forestales y las áreas de reserva y 3º)
que las cortinas forestales deberán ser lo más cortas posible para evitar
daños por erosión hídrica o eólica.

Más aún, si bien se mira, puede decirse que dichas “sugerencias” están
dirigidas a mitigar o evitar daños que pudieran surgir como
consecuencia de la ejecución del desmonte pero de ninguna manera
constituyen obstáculos para la desforestación en sí. Y ésto,
inexorablemente, desvanece la línea argumental del fallo.

Finalmente, esta conclusión aparece reforzada con el acta de inspección


de trabajos forestales (fs. 177 expediente administrativo) toda vez que
el funcionario interviniente aconsejó, amén de las “sugerencias”, la
autorización de las tareas de desmonte. Esto es así con relación a la
primera resolución, mientras que respecto de la segunda basta leer el
informe de la Ingeniera María Jorgelina Mendoza del Área de Recursos
Naturales de la Dirección Provincial de Políticas Ambientales y Recursos
Naturales (fs. 238) que, también, aconsejó dicha desforestación.

Sin perjuicio de lo apuntado, es necesario enfatizar que las


“recomendaciones” o “sugerencias” pueden, aún, ajustarse al tiempo de
concluir el trabajo; esto es: al presentar el diseño final del desmonte
(artículo 5º de la Resolución Nº 239-DPPAyRN-2009). Por lo tanto,
resulta razonable exhortar a la Dirección Provincial de Políticas
Ambientales y Recursos Naturales para que, en esa oportunidad,
verifique el cumplimiento de las medidas sugeridas o recomendadas por
los inspectores y por el perito (fs. 1229, párrafo quinto, del principal).

Que, aún cuando lo expresado es suficiente para decidir esta


controversia, se impone precisar que el terreno sobre el que se autorizó
el desmonte se encuentra ubicado en la zona verde o Categoría III del
Ordenamiento Territorial de Masas Boscosas (Decreto Nº 2187-PMA-
2008 y Decreto-Acuerdo Nº 7465-P-11, aprobados por Ley Nº 5676, ver
fs. 238 del expediente administrativo).

En atención a lo expresado, corresponde hacer lugar a los recursos de


inconstitucionalidad interpuesto por los codemandados y, en
consecuencia, dejar sin efecto la sentencia y rechazar la demanda;
imponer las costas por su orden (artículo 102, segunda parte, del Código
Procesal Civil) en ambas instancias y regular, por la actuación en las dos
etapas, los honorarios de los doctores María José Castillo y Gustavo
Enrique Fiad en las sumas únicas de cuatro mil quinientos pesos ($
4.500) y seis mil quinientos pesos ($ 6.500), respectivamente. Los
honorarios del perito quedan fijados en el importe regulado por el
tribunal anterior en grado. A tales cantidades se les adicionará el
impuesto al valor agregado si correspondiere.

La doctora Bernal dijo:

Respetuosamente, disiento con la solución propiciada en el voto del


señor vocal presidente de trámite respecto del fondo de la cuestión por
los siguientes fundamentos.

En la causa principal el tribunal de grado declaró la nulidad de las


Resoluciones Nº 271/2007 y Nº 239/2009, dictadas por la Dirección
Provincial de Políticas Ambientales y Recursos Naturales, por las que se
autorizó la actividad de desmonte en la Finca La Gran Largada, ubicada
en la localidad de Palma Sola, Departamento Santa Bárbara de esta
Provincia.

Para así decidir consideró que tales resoluciones contenían vicios


sustanciales, dado que se encontraban desconectadas de la realidad y
de las constancias de las actuaciones administrativas llevadas a cabo
para su dictado, y carecían de motivación suficiente, lo que afectaba su
causa como elemento esencial del acto administrativo.

Luego de realizar un minucioso, detallado y exhaustivo análisis de las


actuaciones administrativas que desembocaron en el dictado de las
resoluciones en cuestión, sostuvo el tribunal que durante su tramitación
se formularon serias observaciones y requerimientos a los fines de
otorgar las autorizaciones para el desmonte, de las que se hizo caso
omiso, como si no existieran, y tampoco fueron corregidas.

Señaló que el informe emitido por la Jefa del Área de Recursos


Naturales, en el que consideró que podía autorizarse el desmonte en
mérito a la presentación del Estudio de Impacto Ambiental, resultaba
–por lo menos- contradictorio con sus propias observaciones anteriores
y con las que se desprendían de las actas de inspección y fiscalización
posteriores, puesto que no surgía de las actuaciones que ni la autoridad
administrativa requirió, ni la empresa presentó, entre la formulación de
esas diversas observaciones y la obtención de la factibilidad ambiental,
análisis, estudios, planos, etc., para revertir las graves irregularidades y
omisiones que oportunamente fueron informadas.

Expresó el tribunal que, además, las observaciones realizadas por la


propia autoridad de aplicación ni siquiera fueron mencionadas en las
resoluciones en cuestión, omitiéndose invocar fundamento alguno que
tornaran razonables las autorizaciones otorgadas, lo que configuraba un
grave e insalvable vicio de las mismas por carecer de motivación
suficiente, requisito éste esencial para su validez.

Asimismo, entendió que tan desconectadas de la realidad y de las


constancias administrativas se encontraban las resoluciones impugnadas
que, con el objeto de fiscalizar los datos proporcionados en el Estudio de
Impacto Ambiental presentado por la empresa, se realizó la inspección
sólo de una superficie de 600 has. ubicadas en la zona del Arroyo Santa
Fe, solo la parte donde habría de realizarse el desmonte de 380 has., lo
que significa que ni siquiera se inspeccionó el 50 % del área
originalmente solicitada para desmonte, además de hacerlo sin contar
con planos, subdivisiones, medidas exactas, ni determinación real de las
pendientes superiores al 2 %.

En definitiva, concluyó el a quo que las omisiones e irregularidades


referidas tornaban ilegítimas las resoluciones atacadas, resultando las
mismas nulas por haber sido dictadas en flagrante violación del
procedimiento de evaluación del estudio de impacto ambiental
establecido en la ley nacional 25.675, y aún en la 26.331 dictada con
posterioridad, y en la provincial 5.063 y sus normas reglamentarias.

En contra de esta decisión deducen recurso de inconstitucionalidad el


Estado Provincial y la empresa Cram S.A., expresando los agravios ya
referidos en el voto de presidencia, a los que me remito.

Reiteradamente hemos dicho que el vicio de arbitrariedad, con alcance


para descalificar un fallo debe ser grave, tiene que probarse, y no cabe
respecto de las sentencias que no padecen de omisiones o desaciertos
que las descalifiquen como pronunciamiento judicial.

Consecuentemente, la invocación de la causal de arbitrariedad no puede


resultar útil para lograr una nueva instancia ordinaria contra el
pronunciamiento considerado erróneo por la parte afectada, sólo por
discrepar con la apreciación de las pruebas y la aplicación del derecho
que hicieron los jueces de la causa.

En autos, los recurrentes se limitan a exponer los hechos que


informaron la cuestión sometida a decisión del a quo, como su
interpretación de los mismos, sin hacerse cargo de los fundamentos
expresados por el tribunal para resolver como lo hizo, por ende soslayan
la obligación que tienen de precisar concretamente, por un análisis serio
y razonado, en que consiste la arbitrariedad que le endilgan al
pronunciamiento.

En efecto, insisten en la legitimidad de las autorizaciones de desmonte,


sin hacerse cargo de los vicios de procedimiento y falta de motivación
que se les atribuye en el fallo. Por otra parte, insisten en la ausencia de
daño ambiental, no obstante no tratar este proceso sobre ello, sino
sobre la obligatoriedad –y necesidad- de que se cumplan acabadamente
las normas que tienden a proteger el medio ambiente, así como los
procedimientos administrativos para la autorización de cualquier
ingerencia o modificación del mismo.

Por otra parte, no puede convalidarse acto administrativo alguno si,


como ocurre en este caso, se encuentra desconectado de las constancias
del propio procedimiento seguido para su dictado y de la realidad
fáctica, y carece de fundamentación suficiente ya que, además de
contener aserciones inexactas, no hace referencia alguna a los informes
e inspecciones en los que se formulan observaciones y/o verifican
incumplimientos (ver fs. 166, 167, 177, 182 de actuaciones
administrativas Nº 0646-166/2007), menos aún se expresan en las
resoluciones razones que justifiquen apartarse o hacer caso omiso de
ello.

Por lo demás, el tribunal de grado ha realizado un pormenorizado


análisis de la actuaciones administrativas en las que se dictaron las
resoluciones impugnadas, así como de éstas en sí mismas, a fin de dar
sustento a la decisión adoptada, la que se encuentra exenta de vicios
dado que, en mi opinión, contiene fundamentos acordes a los planteos
introducidos por las partes y una adecuada conclusión, conforme a las
constancias de la causa y a la legislación aplicable.

En tal sentido, este Superior Tribunal de Justicia tiene reiterada y


pacíficamente establecido que las cuestiones que versan sobre la
apreciación de los hechos, la valoración de la prueba y la aplicación del
derecho, son propias de los jueces de la causa y, en principio, ajenas a
esta instancia extraordinaria, salvo que exista evidente apartamiento de
los hechos, del buen sentido o de las reglas de la sana crítica, supuestos
de excepción que no advierto se configuren en esta causa.

Por lo expresado considero que los recursos interpuestos deben ser


rechazados, con costas.

Los honorarios profesionales de la Dra. María José Castillo por su


actuación en ambos recursos se regulan en la suma de pesos tres mil ($
3.000), y los del Dr. Gustavo Fiad por la labor en el recurso pretendo
por su parte en la suma de mil cincuenta ($ 1.050), por aplicación de lo
dispuesto en los artículos 11 y 7 de la ley arancelaria local, con más el
impuesto al valor agregado si correspondiera.

A los procuradores fiscales que representaron al Estado Provincial no se


les regulan honorarios (ley 5.251).

Así voto.

Los doctores Jenefes y de Falcone adhieren al voto del doctor del


Campo.

La doctora Demattei Alcoba dijo:

Adhiero a la solución propiciada por la doctora Bernal por compartir los


fundamentos que le dan sustento.

Por ello,

el SUPERIOR TRIBUNAL DE JUSTICIA

RESUELVE:

1º) Hacer lugar a los recursos de inconstitucionalidad deducidos por el


Estado provincial y CRAM S.A. y, en consecuencia, dejar sin efecto la
sentencia atacada y rechazar la demanda; imponer las costas por el
orden causado en ambas instancias y regular, por la actuación en ambas
etapas, los honorarios de los doctores María José Castillo y Gustavo
Enrique Fiad en las cantidades de cuatro mil quinientos pesos ($ 4.500)
y seis mil quinientos pesos ($ 6.500), respectivamente. Los honorarios
del perito quedan fijados en el importe regulado por el tribunal anterior
en grado. A tales cantidades se les adicionará el impuesto al valor
agregado si correspondiere.

2º) Exhortar a la Dirección Provincial de Políticas Ambientales y


Recursos Naturales para que, en oportunidad de la presentación del
diseño final del desmonte (artículo 5º de la Resolución Nº 239-
DPPAyRN-2009), verifique el cumplimiento de las medidas sugeridas o
recomendadas por los inspectores y por el perito.

3º) Registrar, agregar copia en autos y notificar por cédula.

Notas al pie:

[1] Ambas dictadas en el Expte. Nº 646-166-2007 a fs. 180/181 y fs.


247/249, respectivamente.

[2] 380 hectáreas según Resolución Nº 271- DPPAyRN-2007 más las


1090 hectáreas de la Resolución Nº 239-DPPAyRN-2009.
[3] Cabe destacar no sólo que se publicó la autorización del desmonte
sino también el proyecto sometido al estudio de impacto ambiental
previsto a la emisión del dictamen de factibilidad ambiental.

[4] TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL, Tomo III, página 641,


editorial Depalma, edición 1995.

Firmado: Dr. José Manuel del Campo; Dra. María Silvia Bernal; Dr.
Sergio Marcelo Jenefes; Dra. Clara Aurora De Langhe de Falcone; Dra.
Noemí Adela Demattei de Alcoba (Habilitada).

Ante mí: Sr. Omar Gustavo Acosta – Prosecretario (Por Habilitación).

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