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Abilio Vergara Figueroa

Etnografía
de los lugares
Una guía antropológica
para estudiar su concreta complejidad

México, 2 0 1 3

Escuela Nacional
de Antropología
. Instituto Nacional
de Antropología
Ediciones
e Historia e Historia Navarra

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Tiempo y
SEP üCONACULTA •• Espacio
Consejo Nacional para la Cultura y las Mes ��
INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGfA E HISTORIA
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Subdirección de Extensión Académica

Etnografía de los lugares. Una guia antropológica


para estudiar su concreta complejidad

D. R. e 2013, Abilio Vergara Flgueroa

Primera edición : 2013


ISBN: 978-607-484-388-0

Queda prohibida la reproducción tota l o parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento, sin la autorización escrita de su legítimo titu lar de los derechos de
autor.

D.R. e 2013 In stituto Nacional de Antropología e H istoria


Córdoba núm. 45, Col. Roma, C.P. 06700, México, D.F.
sub_fomento.cncpbs@ina.gob.mx
Escuela Nacional de Antropología e H i storia
Periférico Sur y Zapote s/n, Col. Isidro Fabela, Tla lpan, C.P. 14030, México, D.F.

D. R. e Ediciones Navarra, por las características de la edición.


Van Ostade núm. 7, Col. Alfonso XIII,
C.P. 04160, México, D.F.
Tel. 56 51 08 56

Corrección de estilo:
Katia Vanessa López González
Liv Kony Vergara Rom a n í

Diseño, diagramac/ón y cuidado de la edición:


Ricardo P érez Rovira

Impreso y hecho en México.


Índice

INTRODUCCIÓN
¿Por qué segu ir haciendo antropología del lugar? 1 11

Agradecim ientos 1 17

CAPÍTULO PRIMERO
El luga r antropológico 1 19
Etnografía, crón ica y descri pción 1 23
Marc Augé y el concepto de lugar y no-lugar 1 29
Lugar, u n a defi nición 1 35

CAPITULO SEGUNDO
Un lenguaje m u ltimedia pecu liar 1 41
El lenguaje articu lado 1 43
El lenguaje corpora l 1 51
El lenguaje sonoro 1 55
El lenguaje de los objetos 1 5 7
El lenguaje arquitectón ico 1 61
Lenguaje e interpretación 1 63
Posta l : el lenguaje del tiempo en un l ugar sagrado 1 65

CAPITULO TERCERO
Rutinas y rituales característicos 1 71
Orden y consenso, tensión y conflicto 1 81
CAPÍTULO CUARTO
Su orden i nterno se expresa en recortes espaciales
estructu rados y extructura ntes 1 94
Las regiones de Goffm a n 1 9 7
Posta l : e l lugar-bar 1 102
Posta l : el l ugar-prisión 1 1 06
Posta l : el lugar-burdel 1 1 1 1

CAPÍTULO QUINTO
La s frontera s.! 1 1 9
La frontera no es siempre fi j a , ni clara, ni estática 1 1 2 7
El entorno y las fronteras 1 1 3 2

CAPÍTULO SEXTO
Los actores y su agencia 1 1 3 9
Los lugareños hacen lugares y éstos los condicionan 1 1 3 9
Posta l : actor y l ugar simból ico 1 1 50

CAPÍTULO SÉPTIMO
Contextos. El l uga r pertenece a u n territorio y a rticula redes 1 1 5 3
Los luga res, sus con textos, la identidad y las redes 1 1 73

Bibl iografía y hemerografía 1 1 8 1


Para Kony, Kim, Iaím, Dolores, César y Prisci/ia, porque juntos hicimos
nuestros mejores l ugares.
INTRODUCCIÓN
¿Por qué seguir haciendo
antropología del lugar?

La gente vive en lugares, el poder domina mediante flujos.


MANUEL CASTELl.S

Lo memorable es lo que puede soñarse acerca de un lugar.


MICHEL DE CERTEAU

La globa l ización está produciendo tra n sformaciones radicales en el espacio, el


territorio y el tiempo. La figu ra de la "a ldea globa l " (McLu h a n y Powers, 1 99 1 ) es
sólo u n a expresión figu rada 1 de cómo se i mpone u n a visión del espacio vivido
cuando éste se reconfigu ra con la n u eva velocidad (de los desplaza m i e ntos y de
las com u n icaciones) i m p uesta a la experiencia contemporánea y con las oferta s
del mercado si mból ico global izado que afecta n la cotidianeidad y. por ende, la
producción y vivencia de los lugares. No obsta nte esta i m agen domina nte, la vida
cotidiana sigue produciendo (y se rea l iza en) lugares a u nque de naturaleza y sig­
nificación ta mbién ca mbia ntes. La pretendida u n iformidad n o llega a c u l m i nar;
y las i nteracciones sociales "aqu í y ahora " en el contexto de la sociedad -como
grupo o como i ndividuo- produce, i n cesantemente, n u eva s formas loca les,
n u evos lugares que guarda n , re-prod ucen y (re) crean aún las m a rcas emosignifi­
cativas que los caracterizan y d i stingu e n .
Po r ello, pa ra comprender la experiencia actua l debemos re-con ocer q u e
h a y u n f l u j o - d e diverso carácter y magnitud- entre lo macro-globa l y lo
m icro- local que req u iere ser abordado por la a ntropología . Así, n u e stra disci p l i ­
na a ú n se confronta e m pírica m ente c o n actores situados en lugares y territorios,

Constituyendo un oxímoron, semejante a gloca/ (Robertson, 1 99 5 ) , pues conj u n ta dos dimen­


siones espaciales extremadamente contrapuestas: lo global, que refiere a los flujos pla netarios
(veloces e indiferentes a los l ím ites terrltorlales) y lo loca/, que refiere a fenómenos circunscritos
a espacios acotados y m icro, cuya velocldad y ritmo están marcados por la corpora l idad y las
copresencias, además de la h istoria de los grupos.
A BILIO VERGARA FlGUEROA

quienes desde a l l í experimenta n , se confro nta n2 , y/o m i ra n los flujos. U l rich


Beck lo seña l a : " La globa l i zación -aparentemente lo muy gra nde, lo exterior,
lo que sobreviene al fi n a l y sofoca todo lo demás-, es asible en lo pequeño y lo
concreto, in situ, en la p ropia vida y en los símbolos c u l t u ra les, todo lo c u a l l l eva
el se llo de lo 'gloca l ' " ( 1 9 9 8 : 80) .
David Ha rvey se ñala que la u n ificación del espacio contem poráneo oto r­
ga mayor i m portancia a las "cu a l idades de las fragmentaciones para la iden­
tidad y la acción socia l " , agrega que " l a red ucción del espacio que da l uga r a
la competencia entre las d i sti ntas com u n idades del globo i m p l ica estrategias
com petitivas loca l i zadas y una elevada conciencia de lo que otorga a u n l ugar3
u n ca rácter especial y una ve ntaja competitiva . Este tipo de reacción acentúa
mucho más la identificación del l uga r, la construcción y seña l i zación de sus
cua l i dades ú n icas en u n m u ndo crecientemente homogéneo pero fragm entado"
( 1 9 9 8 : 300) . Señala ta mbién que existen (y en contradicción) l uga res dife rentes
a los originados por la acumu lación de ca pita l .

Los m u ndos d e l m i to, d e la re ligión, d e la memoria colectiva y d e la identidad


regional o nacional son constructos espaci o-tiempo que constituyen y se cons­
tituyen mediante la fo rmación de luga res distin tivos (ca p i l l a s, luga res de cu lto,
íconos en las h i storias, etcéte ra) . Los luga res que expresa n creencias distintivas,
va lores i m agi narios y p rácticas sociales e i n stitucionales, han sido construidos
desde hace mucho tiempo ta nto material como discursiva m e n te. El afá n de per­
petu a r ta les p rocesos de construcción de lugares conti n ú a ha sta hoy. M uchas
i n stituciones tradiciona les, como son la iglesia y la nación, dependen cruci a l ­
mente de la existencia de toda u n a red de lugares s i m ból icos para a segu ra r
su poder y expresa r su signi ficado socia l . Los l uga res, como permanencias, se
vuelven simból icos y sugerentes de esos va lores (com o fa m a , a u toridad, iden­
tidad y poder), construidos media nte práctica s espacio-te m po ra l e s " (Ha rvey,
2010: 3 9-40) .

Po r su pa rte, Néstor G a rcía Cancl i n i señ a l a la necesidad de a rticu l a r a m bos


enfoq ues. Después de rem a rca r que las "cifras de los censos m igratorios, de la
circu lación pla neta ria de i nversiones y las estadísticas del co n s u m o adquieren
más sentido cuando se ca rga n con las na rrativa s de la heterogeneidad " ( 1 9 9 9 :

2 Como bien lo expresan los nuevos movimientos indígenas que conjuntan el discurso mítico
con el ecológico, los indignados y los ocupas, que luchan contra la "avaricia" del capital finan­
ciero y la falsificación de la democracia, los estudiantes chilenos por la democratización de la
educación, etcétera. Es posible encontrar esta articulación también en las trayectorias de los
migrantes internacionales que oscilan entre la tierra de origen y de recepción (ver Degregori,
2003 ; Besserer, 2004; Germaná, 2005 ; Arizpe, 2006 , entre otros).
3 Harvey utiliza la categoría lugar de manera dual: refiere tanto a las configuraciones urbanas
como los suburbios o barrios, como a los espacios más acotados como templos o casas ( 1 998
y 2 0 1 0).

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ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

3 5 ) , advie rte que " n o es fác i l j u nta r a m ba s perspectiva s en esta época en que
cada vez se cree menos en la capacidad exp li cativa de u n parad igm a . Pero a l
m i s m o tiempo es i m posible entender convivencias ta n i n te nsas y frecuentes
como exige n u estro m u ndo si compa rti menta mos a las sociedades, como lo h i zo
el relativismo cultu ra l que i m aginaba a cada cultura sepa rada y autosuficie nte "
( 1 9 9 9 : 3 5 ) . Luego agrega :

No conozco mejor m a n e ra de encarar estos riesgos que trabajando con cifras y


otros datos du ros, macrosoci a les, donde se aprecian las gra ndes tendencias de
la globa l i zación, y a la vez, con descripci ones sociocu lturales que capta n pro­
cesos específicos, ta nto en su estructu ra objetiva como en los i m agin arios que
expresan el modo en que los sujetos i ndividuales y colectivos se representan su
lugar y sus posi bil idades de acción en dichos p rocesos. Se trata de reu n i r lo que
ta ntas veces fue esci ndido en las ciencias sociales: explicación y co m p rensión.
o sea, a rticu l a r l a s observaciones telescópicas de las estruct u ra s sociales y las
m i radas que hablan de la i n t i m idad de las re laciones en tre culturas. Me pa rece
que en esta tarea tenemos un recu rso clave para que el fu turo de la globa l i za ­
c i ó n lo decidan ciudadanos m u lticu lturales (Ga rcía C a n c l i n i , 1 99 9 : 36) .

Por ello, este l i b ro no debería ser i m pe rti nente a l presente d e la a n tropolo­


gía , aún para cierta s visiones "opti m i sta s " de la globa l i zación, pues los mapas
mentales a pesa r de parecer habe rse to rnado en predom i n a nte consonancia
con redes y flujos, los que, supu esta m ente, en vertiginoso ritmo, h a n logrado
exti rpa r el lugar; éste a ú n genera i magi narios, demarca representaciones, posi­
b i l ita p ráctica s, esti m u la posicio n a m i entos y contiendas, y perm i te visl u m bra r
horizontes: ha sta para sufri r o a l egra rse, m u chos a ú n necesita mos reitera r, l o
que, a su vez intensifica el placer de crea r o rei nventa r y , ta m b i é n , permanecer. 4
Po r otro l a d o , pa rto de la idea muy conocida , de que la ciudad no s ó l o e s
depositaria de la diversidad5 sino su más característica impu lsora , p o r lo que s u
condición mú ltiple y com plej a , así c o m o , su propia fragm entación contemporá­
nea, se debe a la producción i ncesante de lugares y, dentro de dicha prod ucción
ta mbién podemos i ncorpora r su rei nvención y resema ntización. Los su jetos di­
versos que produce la ciudad, necesitan lugares que los agrupen en y con aquello
que los asemeja, de esta manera se sepa ran y busca n diferencia rse pa ra desde
a l l í com u n ica rse y relacionarse -aún contendiendo- con los otros.6

4 Habría que incorporar la nostalgia en el estudio antropológico de los desplazamientos, como lo


hacen Shinji Hirai (2009) y Gustavo Lins (2003 ) .
5 Louis Wirth señala este carácter: "[ . . . ] una ciudad puede definirse como un asentamiento
relativamente grande, denso y permanente de individuos socialmente heterogéneos" (Wirth,
1 98 8 : 1 6 7 ) .
6 Estos otros podían haber sido parte de su nosotros, pero esta relación pudo haber sido tensa
precisamente por la diferencia que pretendían negar, pues, por ejemplo, para los homosexua­
les, salir del closet puede ser no sólo la búsqueda de visualizar su otredad oculta(da), sino

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ABILIO VERGARA FIGUEROA

En este contexto, reconocer la necesidad del estudio de los lugares no eli­


m i na la observación de la n u eva velocidad y la su perposición de esca las (por
ejemplo, cua ndo de la casa-micro, posicionados en e l barrio-meso, " sa l i m o s "
a la ci udad-macro) que ca racteriza la vida citadi n a , sino, a l contrario, ayuda a
comprender que los l ugares se con stituyen dialogando con los itinerarios y tra­
yectos7 de los u rbícolas y otros sujetos, pues a ú n para partir y retornar, hay que
tener u n piso desde donde hacerlo.
Referente a los cambios en las formas de habita r los lugares, es preciso
ta mbién recon ocer que si en las sociedades tradicionales determi nados factores
i ncidían en producir l uga res comunes (por ejemplo, para u so de toda la fa m i l ia)
hoy los grupos generacionales se separa n y se generan -o i m ponen- espacios
propios y excluyentes (lugares j u ven iles de mamaseoª versu s asilos de ancia nos,
por ejemplo) ; lo mismo ocu rre con los grupos étnicos: a lgu nas formas de los
l ugares de residencia tradicionales, de carácter étnico, pueden conservarse en
la ciudad, pero otros son e l i m i nados por la pobreza y la desposesión de poder,
pero ta mbién se crean otros l ugares para u s u a rios u rbanos (bares para homo­
sexu a les, espacios para n u eva s "tribus u rb a n a s " , etcétera ) , que posterga n o
va n abandonando anteriores ejes de identidad para b u scar y encontra r, o re­
form u l a r, otros. El surgi m i ento de la j uventud y su n u evo protago n i s m o en -y
por- la ciudad -especialmente en el con s u m o cultura l - , así como las n u eva s
condiciones del uso del tiempo l i b re segmentado por edades y generaciones,
son otros factores de dichos cambios.
Así, aún hoy, y "a pesa r " de la global ización y las diferentes m igraciones,
el lugar es, para u n a gra n mayoría de la h u m a n idad,9 la forma más com ú n y
sentida de vivir y modu lar el espacio que permite fundar y habita r territorios
como redes de lugares. Habría que señalar ta m b i é n , frente al "opti m i s m o " por
la velocidad y los flujos, que a l i nterior de sus propios países, hay mucha gente

ta mbién la búsqueda de lugares que les permitan esta r j u n tos ejerciendo esta identidad (ver
List, 200 5 ; Angón, González y Solís, 2006). El caso de los indígenas en la ciudad es también
expresivo, pues si los padres i n m igran tes mantienen rasgos étnicos, sus hijos pueden alejarse
de ese nosotros étnico.
7 Hago u n a distinción entre ambos térm inos ya que nomino Itinerario a la ruta recorrida dura nte
un viaje (que puede dura r unas horas o días) y reservo trayectoria para la sedimentación que
dichos viajes rea l izan en n uestros mapas o cartografías mentales, el primero corresponde a la
sincronía y el segu ndo a la diacronía; el Itinerario produce croquis, la trayectoria produce mapas,
además de relatos que progresiva mente van Impregnándose de otros relatos que se compa rten.
8 Ha surgido esta práctica erótica juvenil que consiste en agruparse en algún establecimiento
donde varones y mujeres adolescentes Intercambian "ca ricias con desconocidos para no I nvo­
lucra rse sentimenta l mente" (Martínez Juárez, 2009: 1 2).
9 Los que han em igrado, aquellos que viven fuera del país donde naciero n , no son más de 200
m i l lones de personas en el m u ndo, lo que constituye menos del 3 por ciento de la población
mundial. Habría que añadir que la mayoría de dichos emigrados también b u sca, y consigue,
(re)construi r nuevos lugares en nuevos espacios. Ver Vergara , 20 I O , para diferenciar espacio,
territorio y lugar.

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ETNOGRAF[A DE LOS LUGARES

reclusa (Verga ra , 2006), gente que n o necesita esta r en prisión para l i m ita r extre­
madamente sus desplaza m ientos en su propia ciudad, en principio por caren­
cias económ icas, l u ego porque adheridas a ellas está n otras carencias sociales,
cultura les, políticas y psicológicas. En la colonia Isidro Fabela -co l i ndante con
la Escuela Nacional de Antropología e H i storia- de la ci udad de México, ten ía
unos a m igos pequeños (sus edades oscilaban entre seis y trece años) ; a leda ña a
dicha colonia está la Sala O l l i n Yol iztl i , u n complejo a rq u i tectón i co que a l berga
una sala de conciertos de m ú sica clásica, u n a l i b rería , u n a sala de cine, don­
de se proyectaban películas de a rte. Cuando les propu se a m i s a m igu itos que
fuéramos a ver u n a pelícu la, el m ayorcito objetó: "Al lí, seguro, necesita remos
pensar pues .. . " , y no quisieron i r.
Esta propuesta metodológica se ubica en u n punto medio e ntre la teoría y el
trabajo de campo, y pretende ayudar a qu ienes se aventu ra n , i n iciá ndose como
a ntropólogos, a etnografiar. Al principio, en e l primer capítulo, de manera breve,
defi n i ré la pecu lia ridad del género etnográfico (diferenciándolo de la crónica y
la descripción con las que com ú n me nte se lo confu n de) , después reflexio n a ré
acerca de la propuesta de M a rc Augé -que fue el pre-texto q u e m otivó i n icial­
mente este texto- y, fi n a l m e n te, propondré los a spectos a considera r e n las
etnografías de los l ugares, describiendo las ca racterísticas de éstos.
Los sigu ientes capítu los se orde n a n , precisa mente, por las ca racterísticas de
los l ugares y los a spectos que deben ser sometidos a observación, regi stro, cla­
sificación y a n á l i s i s que supone la etnografía . Estos l ugares se caracteriza n por:

a) U n lenguaje pecu l i a r que s u rge de a rticu l a r s u s sistemas: l i ngüístico,


pa raverba l , corporal, objetual, gráfico, sonoro, a rq u i tectónico, etcétera ,
en u n todo que lo singulariza (ca pítulo segu ndo) .
b) Rutinas, ritos y/o ritu a l izaclones específicas donde se observa n los di­
ferentes grados de separación y contrastación entre lo cotidiano y lo ex­
tracotidiano y sus fu nciones complementarias o a n tago n i stas (capítulo
tercero) .
e) O rden jerárq u ico i n terno expresado e n recortes espaci a l e s y u so s d i ­
ferenciados y complementarios, d o n d e se expre s a n ta n to la división
soc i a l del trabajo como la d i stribución y e l ejercicio del poder (capít u l o
c u a rto) .
d) Frontera s o del i m itaciones, que defi nen u n adentro y u n afuera que pue­
den referir a -y prove n i r de- identidades y a lteridades, constituye n ­
do las m a rcas físicas y s i m bó l icas de d o n d e com i e nza n y term i n a n l a s
prácticas y la relación social lugareña (capítu lo q u i nto) .
e) Conde n sa b iografía e h i storia, m ostra ndo a l actor y su agencia, donde
se reflexiona acerca de la relación entre actor y espacio (capítu lo sexto) .
f) El lugar pertenece a territorios y/o a redes, por lo q u e su etnografía re­
qu iere emplazarlo en s u s diversos contextos (capít u l o sépti m o) .

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ABJLIO VERGARA FIGUEROA

En dichos capítu los, a l describ i r cada u n a de estas ca racterísticas, i ntrodu ­


ciré postales etnográfi cas que las i l u stre n , c o rn o ejemplos o glosas, a lgú n a specto
de la compleja estructu ración de los l uga res. Esta s posta les no tienen otra i n ­
tención q u e i l u m i n a r a lgú n aspecto específico d e alguna d e las ca racterística s
que se están desa rrolla ndo y no pretenden agota rlas etn ográficarnente.
Al escri b i r este l i b ro, pa rto del pre- supuesto de que cualquier estu d i o a n t ro­
pológico req u i e re etnografia r lugares; por ejemplo, si estudio la fiesta patronal
de u n a com u n idad indígena o la estru ctu ra social en u n barrio u rbano, debo,
segu ra mente etnografi a r sus rituales, la p repa ración de a l i mentos, el bai le, la
esqu ina colo n i zada por unos jóvenes, etcétera , actividades que se rea l i za n en
lugares que se a rticu lan en las prácticas de los actores con-centrá ndose en la
fiesta corno una tota l i dad i n se rta en la orga n i zación soci a l , política , cultu ra l y
económ ica de la com u n idad o del barrio.
Así, enfoca r a los lugares no e l i m i n a -al contra rio, esti m u l a , req u ie re- es­
tudiar los flujos, los contextos, los procesos, las estructuras, pues, corno vere­
mos en el primer capítulo, la etn ografía sólo es posible en un contexto teórico,
h i stó rico, territorial y estructura l . En este sentido, cada i nvestigación debe " p ro­
ducir" su teoría -o, más bien, teorizar ( H a l l , 2 0 1 1 ) 10 - en diá logo con la d i sci­
plina a n tropológica y el a u x i l i o de otra s ; este l i b ro lo que hace es precisamente
dota r de los eleme ntos para "exigi r " dicha fo rmu lación . Este l i b ro p retende ser,
metafórica m ente, u n a suerte de "esca lera " , conti n u a ndo con la m etáfora espa­
cia l , entre la "teoría " y la "ern p i ri a ".
U n a i n d icación para su lectura : el l i b ro no tiene un capítu lo de concl u ­
siones, porque el capítulo primero oficia c o rn o punto de pa rtida y c o rn o con­
c l u s i ó n : puede leerse de principio a fi n , y luego , pero n o sólo f i n a l m e nte, sino
i nterm itentemente, vo lve r a l primer capítulo, porque es el que otorga u n idad a
las ca racterísticas de cada capítulo, que desde el segu ndo, desarro l l a . De he­
cho, cuando redacté el texto , conforme desplegaba cada capítu lo, regresaba al
primero para adicionar, modifica r, a m p l i a r, proyecta r o red u c i r y p rofu ndizar,
según los h a l l a zgos obtenidos en la escritura de dichos capítulos subsigu ientes.

10 Stuart Hall concibe l a investigación corno e l proceso d e producción d e conocimientos que


partiendo de un problema avanza en su comprensión mediante el "re-uso" de conceptos y cate­
gorías -"reparándolos" - de múltiples paradigmas y disciplinas, cuyo stock puede, siguiendo
a Deleuze, nombrarse corno una "caja de herramientas" (2001 : 4 8 ) .

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Agradecimientos

La se m i l la de este libro fue sembrada hace ya más de u na década , en el m a rco


del Sem i n a rio de Ci udades Contemporáneas, donde un grupo de colega s nos
reu n ía m os mensual mente en la ENA H , para reflexionar sobre la cultura u rba n a .
Uno de sus resu ltados f u e la publicación de u n l i b ro que coord i n é c o n M iguel
Ángel Agu i l a r y Amparo Sevilla (2001 ) . Pa rticiparon j u n to a los mencionados:
Ma ría Ana Porta l , Xóch itl Ra m írez, Ernesto Licon a , Ana Rosa s, Edga r Morín ,
Inés Cornejo, Carlos Vásquez, Norma Angél ica Hernández, Ma ritza U rteaga ,
Rocío H ida lgo, Aída Ana lco, Katia Perd igón y M a u ricio List.
Otro espacio académ ico en cuyo contexto se desarro l l a ron las ideas que lo
a l i menta ron es el de la Línea de I n vestigación " M etrópo l i s , i m agi na rios, símbo­
los y estéticas u rb a n a s " que coord i n o en el Posgra do de An tropología Soci a l de
la Escuela Nacional de Antropología e H i storia (ENAH) , donde pa rticipa n Ernes­
to Licona y Ol ivia Dom íngu ez. La ENAH, sigue siendo el espacio que posibil ita
no sólo el despliegue de u n pensa miento l i b re sino ta mbién de la ca m a radería
y la a m i stad.
La necesidad de escri b i rlo su rge ta mbién de otros espacios acadé m i cos en
los que fu i i nvitado para exponer aquel prólogo (y sus progresivos desarrollos
precisamente esti m u lados por dichos requerim ientos) , entre los que destaco,
el de la propia ENAH , ta nto en el posgrado como en la licenciatura (aq u í la
amable i n s i stencia corrió a ca rgo de Aída Ana lco) ; los cu rsos sobre Espacio y
cultura que dicté en la Benemérita U n iversidad Autónoma de Puebla , bajo la
hospita l idad que me brindó Ernesto Licona y en la U n iversidad de las Amé ricas
(sede Puebla) ; el posgrado de Antropología de la U n iversidad Nacional de Sa n
Cristóbal de H u a m a nga (Ayacucho, Pe rú) , la U n iversidad Autónoma del Estado
de Morelos, el doctorado en Estudios Territoriales en la U n iversidad de Caldas
(Man izales, Colo m b i a , donde agradezco la a m able hospita l idad de Beatriz Na­
tes) espacios que fueron constituyéndose en lugares donde precisa mente re­
flexionaba sobre lugares.
Ta mbién agradezco el a m biente del Cuerpo Académ ico "Tiempo y Espacio
en las Identidades Contemporánea s " , de la ENAH , donde compa rtí y compa rto
ABILIO VERGARA FIGUEROA

la alegría de esta r j u ntos y reflexionar acerca de los problemas de la cultura


contem porá nea j u nto a Adriana López Monjardín, Xóchitl Ra m írez, G ladys Fe­
rreiro, Rocío Hidalgo, Aída Analco, O l ivia Dom ínguez, j u nto con estudia ntes del
posgrado y la l icenciatura.
Leyeron los borradores del l i b ro Ra n u lfo Cavero, Sergio Ta m ayo , Ernesto
Licona, Elisa Pérez, Violeta González, Aída Analco , M a rga rita Z i res y Reyna
Sá nchez; estas dos ú ltimas perte necientes a l Cuerpo Académico de "Nación
cuestionada y acci ón política " de la U n iversidad Autónoma M etropolita na-Xo­
c h i m i lco, con q u ienes hemos esta blecido u na Red de i nterca mbio acadé m ico
ya sosten ido desde hace dos años. Agradezco a tod @ s s u s comenta rios, su­
gerencias y críticas, han sido de enorme va lor, a ú n cuando, por la a m p l itud de
a lgunas de sus sugerencias, no han sido completamente i n tegradas, recon ozco
su va lía pues contribuyeron a mejorar el l i b ro ; sin embargo " p u b licamos para
no pasarnos la vida corrigiendo " , como le dijo alguna vez Alfonso Reyes a Jorge
Luis Borges.
F i n a l m ente, q u i ero s e ñ a l a r que m i s retornos periódicos a mi a n tigua U n i ­
versidad, donde estu dié la l ice nciatura y ejercí docencia p o r m á s de u n a déca­
da, la U n iversidad Nacional de San C r i stóbal de H u a m a n ga , han sido funda­
mentales para desarro l l a r los senti m i e ntos q u e req u ie re pensar l o s lugares; el
contra p u n to vivencia( con m i residencia en la c i u dad de México proporcio n ó
el marco de reflex i ó n . M e n c i o n o a lg u n o s n o m b res de a m igos-colega s : Ra n u l ­
fo Cavero, José Coro n e l , Godofredo Ta ipe, Carlos Condori y P i l a r Béjar, entre
otros, con q u ienes compartí esce narios q u e a l i m e n ta ro n m i s i n ce rti d u m b res,
dudas y reafi rmaciones.

18
CAPÍTULO PRIMERO
El lugar antropológico

[ ] la ocupación regular en el tiempo se asemeja mucho a la fijeza en


. . .

el espacio.
GEORG SIMMEL

Entrar de la calle al local no sólo era pasar de la oscuridad a la luz: la


consistencia del mundo cambiaba, afuera deshecho, indefinido, tenue,
y aquí lleno de formas sólidas, de volúmenes con un espesor, un peso,
superficies de colores brillantes, el rojo de un jamón que alguien cortaba
en el mostrador, el verde de las chaquetas tirolesas de los camareros, el
oro de la cerveza.
ÍTALO CALVINO

¿Por qué los cartógrafos oficiales/ condenan entera la tierra/ tras una
cárcel estricta vaciada en nodos y cruces/ donde no se ofrece ninguna
feliz latitud?
DANIEL ABSE

Cuando un individuo o actuante representa el mismo papel para la


misma audiencia en diferentes ocasiones, es probable que se desarrolle
una relación social.
ERVING GOFFMAN

Pa ra i n iciar el proceso de defi n ición y caracterización del lugar como categoría


antropológica , habría que desarrollar u na primera reflexió n sobre la triada: es­
pacio, como " materia pri m a " ; territorio, como aquel, pero recortado, practicado
y sign ificado; y lugar, ta mbién como espacio acotado, pero a esca la corporal
h u m a n a , y que se con stituye en la copresencia.
Así, debemos decir que a l espacio lo configu ra mos y bajo las formas en que
lo hemos modulado, nos condiciona n u e stra s acciones, por lo que, para enten­
der su dialéctica debemos estudiarlo diacrónica y sincrónicamente, porque somos
ABILIO VERGARA FIGUEROA

actores en u n doble sentido: lo hemos recortado-co n struido física y/o s i m bó­


licamente, pero ta mbién este espacio acotado que l l a m a mos l uga r, nos i n d ica
qué se nos perm ite -o proh íbe- hacer, qué papeles y qué personajes 11 pode mos
rea lizar den tro de él como expresión de re laciones sociales contenidas y promo­
vidas por el lugar. Este proceso de i n teracción puede desarro l l a rse de m a neras
m ú ltiples, y se estructu ra , en las i nteracciones, a diferente esca l a , como en las
representaciones e i magi na rios, a través de los niveles sigu ientes, que n o m i n o :
d e l dispositivo, sistémi co y sim bóli co- cosmogóni co. 1 2
1 . Dispositivo : den o m i n o así a un co nju nto de esqu e m a s sensoriales y per­
ceptivos in- corporados, es dec i r, hechos cuerpo, que pe rmiten perci b i r y "colo­
car" las cosas en "su luga r " y emplaza rse y desplaza rse con confi a n za y soltura ,
i nterpreta r los i n d icios y señales, evita r los obstáculos, defi n i r l a s d i sta ncias
sensori a l mente ; 1 3 poner en jera rqu ía espacial los objetos, las edificaciones y las
personas; 1 4 defi n i r la dimensión del horizonte físico, dife renciar las sensaciones
-por ejemplo, la d i sta ncia en que u n grito ha sido em itido- . Tiene u n ca rácter
d i n á m ico, produ ctor, a u n q u e en genera l se p resente como " l ectu ra" y "acto ".
Aqu í opera fu ndamenta l m ente n u estra rela ción instrumenta/ y perceptiva con el
espacio. Nos permite ubicar l a s posiciones a l to/bajo, derecha/izq u ierda , delan­
te/detrás, horizonta l/vertica l , aden tro/afuera . Esta s oposiciones, que en este
nivel son físico-corpora les, pueden rem iti rse a una cosmogon ía en un contexto
ritu a l o emerge r a ese ca rácter cuando u n o siente temor o se h a l la en un espacio
a m biguo. E l gesto ritual es su rea l i zación con n otad a . Su esce n a rio " natu ral" está
en la esca la m i c ro de lo cotidiano, es dec i r en los lugares.
2 . Espacio sisté mi co, representación gráfica y/o menta l obtenida por la men­
sura de la extensión que posibil itan nuestros desplaza m ientos (viajes) y la tecno­
logía (mapas a esca l a , guías tu rísticas, información) , que perm ite estructu ra r el
sentido de orientación relacionando lo próximo con lo lejano. En primer térm ino,
nos dota la sensación de estar en el lugar y de los nexos que éste establece con
otros lugares y territorios, a rticu lándolos, configu ra ndo u n contexto y una perspecti­
va mayor para nuestros emplaza m ientos y desplaza m i entos, a pa rti r de la percep­
ción e imagi nación de las dista ncias. La s di mensiones que abarca este nive l , nos
permite establecer las esca las, y vincu lar y diferenciar lo macro de lo m icro. Aqu í
defi n i mos n uestra relación -desde nuestra situación y circunstancia- c o n la
extensión y la tota lidad -que se expresa en regiones, naciones o el m u ndo-, cu­
yas sepa raciones, volumen y dista ncias pueden ta mbién medi rse en términos de

11 En el sentido que le adjudican Hannerz ( 1 988) y Goffman ( 1 989), respectivamente.


12 Para ésta y las siguientes dos definiciones de los niveles, ver mi libro Identidades, imaginarios y
símbolos del espacio urbano: Quebec, La Capitale, 2003 .
13 Es muy importante el papel de la socialización temprana, las actividades tendientes a la coor­
dinación viso-motora.
14 Ver, por ejemplo, las distancias íntima, personal, social y pública que desarrolla Edward T. Hall
( 1 99 1 ) .

20
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

tiempo o duración del viaje. El mapa y el croq u i s son a lgu nas de las formas en que
se concretiza , ta mbién puede rea l i za rse cuando nos desplazamos en -hacia- el
espacio-macro, por ejemplo, cuando traza mos una ruta i magi na ndo qué ca lles
o autopista s debemos tomar o evita r para l lega r de u n pu nto a otro en u n reco­
rrido por la ciudad, o ta mbién cua ndo nos guiamos por un GPS. 15 Media nte este
nivel emplazamos la relación instru menta l del lugar con el territorio y el espa cio
metropol itano, regional o naciona l . Este n ivel ta mbién puede connota rse y esta r
clasificado-va lorado en el n ivel simból ico que lo justifica , 16 legitima o a rgu menta .
S u forma connotada m á s ca racterística es el territorio, en especial la Patria, 1 1 siendo
su "denotación " -o soporte sign ifica nte- el mapa del pa ís que uno habita como
patria . Los h i m nos, la bandera y la historia que se enseña en la escuela son sus
símbolos, su estética y su lenguaje.
3. El espacio sim bóli co y expresivo, que puede re m i t i r a una cosmovisión que
oto rga l uga r ontológico a cada cosa y ta mbién da esta b i l idad exi stencial a l indi­
viduo a l situarlo en u n orden fu ndamenta l basado en su u b icación en el lugar, la
dimensión y la dista ncia propia (desde donde s u rge lo a p ropiado) . En socieda­
des trad iciona les, otorga segu ridad; en las modernas, pertenece más bien a un
mu ndo de "vi rtu a l idad mayo r " y a la racio n a l idad que legitima -por ejemplo
el que for m u l a ron los Estados- nación-. Aq u í opera n u e stra rela ción sim bóli ca,
expresiva y emotiva con el espacio. En las sociedades l la m adas prim itivas esta
cosmovisión su ste nta -como un co ntinente, pero m á s a ú n como un siste ma
ge nerador- el sentido m i smo del ser, del territorio, del espacio y del tiempo:
como i n fo rmaci ó n , m a rco gnoseológico y se ntim iento adherido a la identidad,
que puede s i m bo l i za r i m aginariame nte el orige n y el proyecto desde donde se
vive e i magi na su comunidad. Es el espacio que se expa nde desde los objetos
o movi m i e ntos más habituales y próximos -del dispositivo, cuando éstos son
adjud icados, 18 en el ritual y las ceremonias- a principios, va lores, lugares, ob­
jetos y seres lejanos, abstractos, a u sentes, ya i n exi stentes o fe necidos, los que
no existen a ú n , sagrados, i ncon m e n s u rables.

15 Sistema de Posicionamiento Global (GPS, por sus siglas en inglés), que permite graficar el rum­
bo, entre el punto de partida y llegada, la posición actual de quien se desplaza (conduciéndo­
lo), el tiempo estimado entre los dos waypoints y la hora que estima llegará, por supuesto con
su orientación precisa. Fue desarrollado, instalado y operado por el Departamento de Defensa
de los Estados Unidos. Hoy se los ha incorporado en los teléfonos celulares y automóviles. Ha­
bría que ver cómo el GPS, en su orientación tan situada, casi conjunta el nivel del dispositivo con
el sistémico.
16 El mapa de un país -sistémico por excelencia- en época de guerra o de fiebre nacionalista
puede devenir simbólico, e inclusive, mítico, y sus significaciones pueden afectar los senti­
mientos y las emociones, enervándolos.
17 Lucien Febvre lo ilustra expresivamente cuando dice: "Es que esta palabra Patria tiene profun­
das resonancias carnales y sentimentales. Evoca la tierra, los muertos, la tierra, ese gran osario
de los muertos" ( 1 999: 1 5 6).
18 Mediante el mecanismo simbólico que concretiza lo distante (mapa de la Patria, por ejemplo)
o difícil de referir.

21
ABILIO VERGARA FIG U EROA

l mágen 1. 1 . Carta de zonas horarias. Fusión gráfica de tiempo y espacio que es la base de n uestra
relación con el n ivel sistémico. <Fuente: Armada de Chile)

l mágen 1 . 2 . G PS: Sistema d e Posicionamiento Global <G PS, por sus siglas e n i n g l és>. Habría que ver
cómo el G PS, en su orientación tan situada, casi conjunta el n ivel del dispositivo con el sistémico, o,
por lo menos, debilita la memoria de los recorridos, d istancias e inclusive territorios y lugares.

22
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Imagen 1 .3. La peregrinación es una forma de convertir el espacio en territorio: en el trayecto emergen
y visibilizan lugares. (http://sipaz.files.wordpress .com/2009/ 12/p 1 0 1 0937 .jpg>

Estos tres n iveles se concreta n dife renci a l m ente en periodos h i stóricos y


en la forma espacial -lugar, territorio y espacio metropolitano o virtual- que les
corresponde, así como en las p ro h i b iciones y pe rmisiones ejercidas por el poder
pa ra e m p la za r y contro l a r los e m p laza m ientos y desplaza m i entos. 1 9 Ta mbién
dia loga n de m ú l tiples m a neras con la tecnología , entre l a s que sobresa len los
autom otores y las fo rmas de c i rculación de la i n formació n , que i n scriben en
n u estros cuerpos lo que Pa u l Virilio llama la velocidad ambiente, que nos permite
leer -y vivi r- el espacio de m ú ltiples m a neras (Studeny, 1 9 9 5 ) . La etnografía
de los l uga res req u i e re conecta r estos tres n ive les del espacio, porque la expe­
riencia espacia l los a rticu la con sta ntemente, pues, por ejemplo, el lugar trans­
forma el espacio, fa m i l i a rizando sus fragmentos.

Etnografía, crónica y descripción

U n a de las p rob lemáticas qu izá no debidamente debatidas en el trabajo a ntro­


pológico en/de la ciudad es la perti nencia del m étodo etnográfico pa ra estu d i a r

19 Una de sus formas lo constituye el censo.

23
A BILIO VERGARA FlGUEROA

las metrópo l i s : 20 ¿Cómo trabajar las etnografía s cuando l a s "situaciones tipo"2 1


ceden frente a los encuentros efímeros,22 los re m a n sos del barrio o del pueblo
a las prisas del metro, el dete n i m iento de la obse rvación ca ra-a-cara frente a la
borrosidad de las m a siva s i n d iferencias que se desplazan por l a s cal les, o a los
espacios sobreocu pados que oculta n la perspectiva y la p rofu ndidad del espacio
y de sus sujetos ? U n a expresión práctica de estas dificu ltades es que d ifícil­
mente el antropólogo puede retener en la calle a u n i nforma nte para hacer una
entrevi sta . Lo "típico " de las metrópo l i s es la prisa, la p rese ncia desmesurada de
las masas de gente que oculta n su dive rsidad en la ind iferencia y el a n o n i ma­
to . Esta s situaciones cita d i n a s pareciera n esta r hechas para ser "fotografiada s "
-represe ntación d e l i n sta nte- p o r la crónica y la descripción y no para ser
etnografiadas, que req u ie re a rticu l a r lo sin crónico con lo dia cróni co, que, entre
otra s prácticas sistemáticas, se obtiene l u ego de un l a rgo y paciente trabajo de
ca mpo guiado por la teo ría antropológica .
En este sentido, y por la fu nción de la p redo m i n a ncia de dichas tempora­
lidades en a m bos géneros discu rsivos, es necesa rio disti ngu i r la cróni ca de la
etnografía, observa ndo la diferenciada a rticulación de l a s categorías de observa­
ció n , a n á l i sis- síntesis y exposición e m pleadas pa ra p resenta r la relación de los
actores con el espacio y el tiempo, la causa y el p royecto , los usos fu nciona les,
los imagina rios, las expresiones y las rep resentaciones. E l enfoque dia cróni co es
condición i m presci ndible en la etn ografía , porque la interpreta ción (Geertz, 1 989)
de los símbolos req u ie re de u n a reconstrucción del proceso de la constitución

20 Dos de los últimos trabajos más reconocidos son los de Roxana Guber, El salvaje metropolitano
(2004) y La etnografía. Método, campo y reflexividad (2011 ). Asimismo, los esfuerzos del Taller de
Etnografía y Cultura Política que vienen desarrollando desde la UAM-Azcapotzalco, animado
entre otros por Sergio Tamayo, Nicolaza López-Saavedra, Alejandro López, Ricardo Torres y
Kathrin Wildner, entre otros. En el mismo camino va los seminarios promovidos en la UNAM
por Cristina Oemichén.
21 No obstante, es posible encontrar situaciones típicas en las urbes; prácticas reiterativas (abor­
dar el metro, sentarse en un parque, apurar el paso en las aceras por la presión de los tran­
seúntes, etcétera), posiciones de objetos, espacios y edificaciones que relacionan personas y
papeles: policías en los cruceros, semáforos, centros comerciales, mercados populares, etcétera;
sin embargo, lo que dificulta abordarlos es que cada reiteración tiene otros actores, como en el
río de Heráclito, parafraseándolo, no es posible encontrarse con la misma persona en la misma
situación metropolitana.
22 Como muestra cómica de esta situación, un "galán" piropea en Xochimilco a una bella y des­
conocida muchacha: "permíteme mirarte por última vez". Manuel Delgado, es muy expresivo
en este sentido cuando señala la "a-estructuralidad" del urbícola en la calle: "Es un doble
viajero, porque su tránsito en un plano lineal se acompaña de un desapego del lugar en que
realmente está, a favor de otro a donde lo conduce su ensoñamiento o su cavilación. No es
casual que, en algunos idiomas como el catalán, trance -como 'éxtasis'- y tránsito -en el
sentido de 'tráfico' o 'movimiento'- requieran un mismo término: tránsit. La noción de invi­
sibilidad estructural atribuida por Turner a los neófitos se parece mucho, por su parte, a la de
no-persona propuesta por Erving Goffman para los personajes asignificativos presentes en el
marco de la interacción, aquellos que es como si no estuvieran" ( 1 999: 1 1 9) .

24
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

de sus sentidos específicos, que en la cró n i ca puede presci n d i rse. 23 Asi m i s m o , la


etnografía obl iga a atender las condiciones de e n u n ciación ; es dec.r. la posición
y el posicionam iento de los i nterlocutores y practicantes, así como obse rva r el
capita l soc i a l y s i m ból ico que su stenta lo que hacen y dice n . Hab ría que se ñalar
algo que aparentemente es ya m u y obvio, pero que n o se i n corpora cuando se
reflexiona sobre el d i scu rso: que e n u nciar es ejercer poder, y éste está desigual­
mente d i stribuido.
Lo a n terior sólo puede rea l i za rse i n corpora ndo otro proced i m iento metodo­
lógico que ca racte riza a la etnografía : el cruzamiento de la información adqui rida
de diversas fuentes, 24 en una suerte de triangulación que m u ltipl ica y en riquece
las perspectivas que abordan el problema a i n vestiga r, en un trabajo que a rticu­
la expe riencia e i n terpretación de los actores en las situaciones sociales en que se
encuentra n , - i n c l u sive en las entrevistas rea l i zadas por los a n t ropólogos- , así
ta mbién "cruza r " con la i nfo rmación obten ida de dive rsos docu mentos, h i stóri­
cos y contemporáneos, testi m o n i a les, cotidianos, rituales y a rtísticos, etcétera .
Las versiones acerca de lo que viven y de sus i m aginarios no son u n i formes n i
siquiera en l o s grupos m á s cohesionados y sus na rrativas están ca racte rizadas
por sentidos dive rgentes y converge ntes, los que sólo pueden ser adecuadamen­
te presentados media nte la p l u ra l idad de voces25 que l a s expresan y en los dife­
re ntes sopo rtes materiales en los que se plasma n , pues, por ejemplo, una ca n ­
c i ó n vehicula los sentidos de dife rente m a n era que u n a decl a ración a nte el j u ez,
una plática de sobremesa, u n discurso político frente a u n públ ico en campaña o
frente a l Congreso -o en privado, en lo "oscu rito " - , o u n m i to que es realizado
en u n ritua l , todos ellos con struyen " l o soci a l " desde dife rentes perspectivas.
El re lato etnográfico, a s i m i s m o , req u i e re de u n marco conceptual que pro­
viene de antropología -y de otras d i scipl i n a s26- y le perm ite a l antropólogo
"orden a r " e i n terpreta r la informació n , y así "penetra r " en la rea l idad que lo
confronta . La crón ica presci nde de esta i nterrelación, o en todo caso, su uso no
es sistemático, y más bien es excepciona l . C l i fford Geertz, señala esta condición
de man era ba sta nte expresiva cuando dice sobre la etn ografía :

23 Sin embargo, habría que matizar esta diferencia en casos excepcionales, como en las crónicas
de Carlos Monsiváis, quien revoluciona el género al introducir una dialogía que interpreta,
no resignándose a ser un "trasmisor de imágenes" ni recolector de anécdotas. Muchas otras
"crónicas" pueden considerarse "descripciones densas", entre ellas ubicamos las de Salvador
Novo, Martín Luis Guzmán, Elena Poniatowska, Ricardo Garibay, Vicente Leñero, José Joaquín
Blanco, Herman Bellinghaussen, entre otros.
24 En una entrevista, Renato Rosaldo habla de "diversificar las fuentes" (2007: 63). La Escuela de
Chicago es ejemplar en este sentido, pues incorporó profusamente cartas personales, diarios,
testimonios y autobiografías hechas a solicitud del antropólogo, fotografías, diversas publica­
ciones, etcétera.
25 Cuya importancia han subrayado los llamados antropólogos posmodernos.
26 Habría que agregar que el aporte de la historia, la sociología, la estética, la comunicación, la
ciencia política, la semiología, entre otras, es también enriquecedora la función de las artes y
sus imágenes para desplegar la imaginación antropológica.

25
ABILIO VERGARA FlGUEROA

U n con j u n to de conceptos y de sistem a s de conceptos m u y genera les y acadé­


micos - "integració n " , " racionalizació n " , " símbol o " , "ideología " , "ethos", " re­
vol u ció n " , "identidad " , " metáfora " , "estructura " , " rito " , "cosm ovisió n " , "acto r " ,
"funció n " , " sagrado" y desde l u ego la "cu ltura " m i s m a - está entretejido en el
cuerpo etnográfico de descripción densa con la espera nza de hacer científicamen­
te elocuentes meras ocurrencias aisladas.21 La m eta es l l egar a gra ndes concl u siones
pa rtiendo de hechos pequeños pero de contextu ra m u y densa, presta r apoyo a
e n u n ciaciones genera les sobre el papel de la cultura en la constru cción de la
vida colectiva relacionándolas exacta mente con hechos específicos y complejos
( 1 989: 38) .

En este sentido, los lugares refie ren a las p rácticas que a l l í se rea l i za n , pero
ta mbién a cuestiones de orden imaginario, a rticula ndo de esta forma u n a función
i n stru m enta l a u n orden simbólico , y a la inve rsa . En este sentido, la etnografía
perm ite (req u i e re) trascender la superficie-visible (sign ificantes, denotación) de
dichos espacios, actores,28 demarcaciones, objetos y hechos que a l l í existen y/o
se rea l i za n , para encontra r la densidad sign ificativa que p roviene de la h i storia
y las re laciones sociales a pa rti r de a u sculta r y a rticu l a r diversas situaciones,
personajes y lenguajes relacioná ndolos en sus dife rentes tempora l idades. I n ter­
preta y re lata los u sos fu ncionales y su tra n sfigu ración en d i fe rentes estéticas y
simbolismos mediante la polisemia del símbolo, la connotación de las palabras,
acciones y cosas. Hay que agrega r que la etnografía no sólo pone en relación
lo denotado y lo conn otado expresado en los d i scu rsos " nativos" , sino ta mbién
lo que estos hacen con dichos d i scu rsos (pragmática) , y esta s p rácticas no son
siempre "coherentes" con dichas a rgu mentaciones.
Sin embargo, hab ría que retomar lo dicho anteriormente en el pie de página
nú mero 23: para ser j u stos, no todos los cro n i sta s sólo describen o sólo se rem i ­
t e n a las apariencias, a l soporte sign i fica nte, a la denotación. Carlos Monsiváis,
refi riéndose a las crón icas de Salvador Novo señala que "con p rosa magistra l
convierte la descripción de sus estados de á n i mo en índices de lo moderno y l o
tradicional", luego agrega que "si en su elección sexual Novo desafía a las con­
venciones más enca r n i zadas, en la crónica, en el recuento del m u ndo 'tal y como
me acontece ' , despliega el temperamento ideal de la sociedad que lo m a rgi n a , y
va del microcosmos al macrocosmos con el desenfado y el espíritu m i n u ci oso"29 (en
Va lverde y Argüel les, 1 9 9 2 : 1 6 ) . No obstante, hab ría que puntu a l i za r, que los

27 El énfasis de las cursivas es mío.


28 L a relación d e los antropólogos n o necesariamente e s d e empatía o armónica, como bien lo
ha mostrado Malinowski quien en sus diarios (personales, aquellos que no pensaba que se
conocerían) expresaba hasta su repulsión por algunos nativos. En este sentido, una etnografía
ejemplar que muestra la tensión muy intensa entre implicación y extrañamiento es el que rea­
lizó Alí Ruiz Coronel (2004) en el hospital Xoco.
29 E l énfasis d e las cursivas e s mío.

26
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

cronista s que siguen esta orientación creativa , lo hacen más por i m p u l sos de la
imagi nación , por exp losiones i n terpretativas que no tienen la sistematicidad de
una disciplina cien tífica. Ta mbién habría que subraya r que no todos los antro­
pólogos que dicen que está n etnografiando lo rea l i za n con la debida imaginación
conducida (Bachelard, 2000) que requiere la antropología y confu nden sus des­
cripciones, a lgu nas muy deta l ladas, con etnografías.
En este sentido, pode mos ve r cómo V íctor Tu rner, bajo la i n fluencia de Max
G l uckm a n , señala que la estruct u ra es d i n á m ica y c i rc u n sta ncial y empírica­
mente observable. Por otro lado, tom a ndo los a portes de Lévi-Stra uss, i n d ica
que exi sten á m b i tos no visibles a los ojos del observador y que m u chos actos no
se asoman a la conciencia de los actores sociales. Por e l l o , la etnografía bu sca
des-cubrir los elementos que subyace n , m u c h a s veces contradiciendo las apa­
riencias, y esto sólo se logra a rticula ndo dife rentes aspectos, aparentemente no
presentes en la c i rc u n sta ncia etnografiada. V íctor Tu rner lo se ñala bien cuando
indica: " M e encontré ta mbién con que no podía a n a l i za r los símbolos ritu a les
sin estu dia rlos en una secuencia temporal en su relación con otros aconte­
cim ientos, porque los símbolos están esencia l m ente i m p l icados en el proceso
soci al" ( 1 99 9 : 22) . Sobre esto volveré en el capítu lo sépti m o , que reservo a los
contextos en que habita el lugar.

Imagen 1 .4. Cherán: los indígenas Puerépechas <Michoacán, Méxicol se revelan ante la indiferencia­
complicidad de las autoridades con los talamontes del crimen organizado: en la protesta comunitaria,
los lugares privados se conjuntan con los comunitarios: viviendas, fogatas, retenes, bosque ...
<La Jornada de Michoacán, 11 de noviembre de 2012>

27
ABILIO VERGARA F1GUEROA

En esta d i rección, es i m porta nte tom a r en cuenta los señ a l a m ientos hechos
por el a u to r de La selva de los símbolos, cuando i n d ica que los materiales s i m bó­
l icos deben ser estudiados:

• En su fo rma externa y ca racte rística s observables (ta nto s i ngula rmente


como en sus diferentes u sos y relacio nes) .
• To m a n do en consideración l a s i nterpretaciones nativas y de sus espe­
c i a l i sta s.
• En los contextos sign ificativos que elabora el antropólogo (Turner, 1 999: 2 2 ) .

A s í , ordenadas b a j o catego rías clasificatorias e i nterpretativas a ntropo lógi­


cas (y con el auxilio de otras d i sci p l i n a s) , las etnografía s m u estra n los diversos
signos (vi sua les, sonoros, olfativos y táctiles) que no so l a m e nte organizan la
percepción, sino co ntribuyen -con diferenciado poder- a re-co n stru i r el m u ndo
que nos rodea y establecen una especial relación entre lo visible y lo invisible co­
tidianos y sistémico, ca racte rizando los lugares por la a rticulación de p resencias
y a u sencias permanentes, graduales o irruptivas, que l l e n a n o "vacía n " los es­
pacios construidos, mediante m a rcadores espacio-tempora l es y p rácticas espe­
cíficas. La etn ografía opera ta mbién de manera semejante al dispositivo simbólico :
trae aquello que está au sente, i n a prensib le, desaparecido, oscu ro o a m biguo. El
lenguaje de la etnografía no sólo es categorial y conceptu a l , lo es ta mbién i m a­
gi n a ! , es dec i r acude a nociones, figu ra s, tropos, imágenes que provienen de/y
configu ra n el i magi nario.
Como u n a síntesis apretada de lo que considero etnografía, refiero a tres de
sus "componente s " : a) en primer l uga r p resupone que es posible conocer a l
otro, logra r u n a cierta em patía y com u n i ca rse c o n él a través de su cultu ra , con
lo que nos re mite ta nto a una perspectiva i n telectual y fil osófica , como a u n a
tradición a ntropológica ; b) . en segu ndo l uga r, i m p l ica que este conoc i m i ento
req u iere la copresencia30 en un a m p l i o trabajo de campo, la u b icación y uso
de m ú ltiples fu entes de i nfo rmación y su "tria ngu lació n " ; y c) que el texto que

30 En la actualidad, las nuevas tecnologías han posibilitado que se pueda coincidir -al mismo
tiempo, valga la redundancia- a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia en los
chats, en el teléfono, en las videoconferencias. Considero que estos procesos pueden ser et­
nografiados refiriendo a los contextos de producción del "discurso" (actores, textos, imágenes,
situaciones), realizando una etnografía de lo virtual. Esto introduce una diferencia sustancial
frente a las pretensiones de lo que se ha venido llamando "etnografía virtual" que, en algunas
de sus versiones, se parece más a una crítica literaria o "de arte" que a una articulación entre
las condiciones de producción, circulación y consumo, identificación de los sujetos y sus po­
deres, entre otros aspectos, requeridos por la etnografía. No obstante, no obvio la incalculable
posibilidad de fuentes que las tecnologías de la información y comunicación posibilitan hoy;
sin embargo, decenas de videos en Youtube quizá no completen las exigencias, por ejemplo, de
un estudio sobre el poder expresado en las fiestas de tal pueblo o barrio: el mencionado estudio
requeriría que dichos videos se hagan respondiendo a las preguntas que el antropólogo pueda
formularle a su "objeto" de investigación.

28
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

deno m i n arnos etn ografía trasciende la apariencia de la denotación y de los sig­


nificantes (sea n personas, objetos, gestos, edificios, son idos, olores, etcétera) , a
través de la i magi nación creativa y el método que proviene del u so sistemático
de un cuadro con ceptu a l provi sto por la Disciplina - reitero , de otras más-,
mediante el cual se en trelazan tiempo, espacios, actores, planos de significa­
ción , práctica s, etcéte ra .

Marc Augé y el concepto de lugar y no-lugar

[. . . ] el lugar de un hombre puede ser el no-lugar de otro.


AMOS RAPOPORT

Es el a ntropó logo fra ncés M a rc Augé ( 1 9 9 3 ) , el que rea n i m a el debate acerca de


los lugares31 al seña l a r que la sobrernodernidad, i ntrod uce la diferencia en tre lu­
gar y no lugar, la que se establece por el criterio temporal de la permanencia o la
transitoriedad, pues los no l ugares, dice, los tra n sitamos corno pasajeros: " E sta
oposición entre el l uga r donde vivimos y el l ugar por donde pasarnos, la traduz­
co corno lugar y no lugar. Es u n a oposición de tipo e m pírica: el l uga r que vivimos
que es la casa , y después el luga r por donde pa sarnos, posibleme nte el l iceo, el
supermercado, el banco y cosas corno ésa s " (Augé , 1 9 94: 40) . Corno la exp re­
sión más ca racterística del no lugar señala al metro, pues, dice, en él la m u ltitud
coexi ste pero no interca m b i a , y que " l o que domina es el efecto de pasa r " ; otros
ejemplos paradigmáticos se ría n los hoteles y aeropuertos i nternaciona les.
Sin embargo, q u i zá habría que re-tener dos eleme ntos de tensión que p ro­
vienen de los no-l uga res que e n l i sta . P r i m e ro , que la i nclusión del l i ceo en la
pequeña relación de no-luga res, permiti ría i ntroducir un sin n ú me ro de lugares
en la categoría de no-lugar, como el centro de trabajo s i n o nos m udarnos de él
con a lgu na frecuencia y, en a mbos ejemplos, no se pod ría afi r m a r que la gente
no i nterca mbie: a l contrario, los mejores a m igos, y "de toda la vida " , pueden
s u rgir del liceo y los compadres, del centro de trabajo. E n segu ndo térm i n o ,
a m b o s espacios constituyen la identidad de los actores y m a rcan sus biogra­
fía s y, por ende, los ubican y clasifican soc i a l mente. Pa ra mí, es esa capacidad

31 Recordemos que desde la filosofía, Heidegger lo había tomado como un campo de reflexión
muy productiva al caracterizarlo como /ocus del ser, Shulz ( 1980), a su vez, define el genius
/oci, de manera muy semejante: "Genius /ocies un concepto romano. De acuerdo con la antigua
creencia romana, cada ser 'Independiente' tiene su genius, su espíritu guardián. Este espíritu le
da vida a la gente y a los lugares, los acompaña desde que nacen hasta que mueren, y deter­
mina su carácter o esencia [ . . . ) El genius, entonces, denota lo que es una cosa, o lo que 'quiere
ser' ( . . . el hombre antiguo) reconocía que era de gran importancia existencial estar en buenos
términos con el genius de la localidad donde ocurría su vida. En el pasado, la supervivencia
dependía de una 'buena' relación con el lugar en un sentido físico como psíquico" (en Harvey.
2010: 40).

29
ABILIO V ERGARA F I G U E ROA

I magen 1 . 5. Marc Augé señala a los aeropuertos como el no-lugar por excelencia.
<Fotografía de Abilio Vergara)

I magen 1 .6. No lugar: Spri ngbreakers: •Relaciones sexuales públ icas y de baja i ntensidad. A veces
dos varones pueden frotar sus genitales enfundados en panta l ones, contra los muslos o n algas de una
mujer hasta alcanzar el orgasmo mientras bailan, en una abarrotada pista de baile . . . •. El objetivo final
parece ser "pasarla bien·, sin buscar permanencia en la relación.
<Alonso y Balbuena, 2004: 1 rn. (www. f-3-spring-break-acapulco-i rza.jpg)

30
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

instituyente lo que ca racteriza al lugar. La m i s m a objeción se pu ede oponer a la


ca l l e : pa ra m u chos j óvenes, la ca l l e -y más sentidamente, la esq u i n a - es su
lugar, a l l í socia l i za n y pasan mucho tiempo, a rticu l a n sus redes y afincan sus
senti mientos, a l l í se forman e i n forrna n . 32
Por otro lado, se observa cierta confu sión en Augé, cuando extiende el con­
cepto de no-luga r a toda la ciudad, haciendo más i m p recisa su sign ificación. Al
referi rse a la ciudad de M éxico dice:

No puedo respo nder a pa rtir de u n a experiencia rea l de trabajo, pero conocí


un chofer de taxi que me ha hablado de estos cruces, cruces m u y rápidos que
aparecen en México . É l hablaba con mucha nosta lgia de México, decía que hace
a lgunos años la gente podía vivir bien aquí. Hay evidentemente una imagen
pasada , incluso un poco mítica del México de a ntes. Lo que m e quería decir, en
cierta for m a , es que este espacio sobrentendido de hoy, le pa recía excesivo, que
había sobrepasado e l corazón de México. Pa ra é l , la ciudad se presenta como
u n no lugar, la vive sólo com o un recorrido (Augé , 1 994: 41 ) . 33

Lo m í n i m o que se puede obj eta r es este u so i n d i stinto de la escala, y confu n ­


d i r u n n ivel elementa l de sepa ración entre lugar, territorio - q u e podría mos ca­
racterizar corno una trama, tejido, de l ugares- y espacio; pues p roduci r-rea l i za r
u n lugar e s si ngu larizar el espacio, recorta rlo c o n emosignificaciones, p ractica rlo,
n o m i na rlo, demarcarlo, del i m i ta rlo, quererlo u odiarlo, etcétera . Debernos ta m ­
b i é n i ncorpora r la d i mensión micro y meso d e l recorte, señ a l a ndo que el territorio
(corno el barrio o la colon i a pop u l a r) , contiene lugares, muchos de ellos con
cierta "vocació n " y ca rácter que p roviene de un s i n tagma espacia l consta nte
-conformador del lazo social- que los hace dia loga r e ntre ellos y con la ciudad
a través de las p rácticas y los i m agina rios de los lugareños y de los otros.
Cuando Augé rea l i za un l i stado más exh a u stivo de los no-lugares, seña­
la ta mbién los ca mpamentos de refugiados: "ca m pos de trá n s i to prolongado
donde se estacio n a n los refugiados del planeta " (Augé, 1 9 9 3 : 41 ). Sin embargo ,
pa ra el caso mexica no, estos espacios se (re) estructu ra n y convierten en lugares
y territorios que recon stituyen su identidad: u n o de los grupos de guatemaltecos
que "aca mparo n " por más de diez años en el su reste mexica n o , cuando retornó
a Guatemala y re-fu n d a ro n su pueblo, le p u s ie ron por n o m b re " N u evo México " .
y dicen porque s u s h ijos ya s o n n u evos mexicanos y en "agradec i m iento a este

32 C o m o ejemplos de la i m porta ncia de la c a l l e y los bares en la conformación de la identidad


social y juven i l , véase William Foote Whyte, La sociedad de las esquinas { 1 971 ) y Abilio Vergara,
Dentro de los túneles de sentido. Violencia, imaginarios, organización social, rituales y lenguaje en las
pandillas juveniles de Ayacucho, {2010).
33 En " M i México de ayer", Chava Flores y "El México que se nos fue " , J u a n Gabriel hay expresio­
nes semeja ntes a las del chofer; y ta mbién las oímos en conversaciones i nformales, con mucha
frecuencia y hasta en discursos antropológicos que hablan de pos-ciudad, pos-u rbanismo con
u n lenguaje casi apocal íptico.

31
ABI LIO VERGARA FIGU EROA

pueblo que nos cob i j ó ". Ese peq ueño territorio mexica no que los acogi ó, regresa
en i m ágenes sentidas, en los re latos dramáticos y épicos, en sus sueños y pesa­
dillas: no es ya i ndiferente, y q u i zá no lo volverá a ser, pues retornará -memoria
viva- como el soporte significa nte que s i m b o l i za los va lores de la hospita l idad,
la solida ridad , el a pego que se oponen a los de rep resión, expu l s i ó n , violenci a ,
etcétera .
Esta s modificaciones introducidas por el desplazam iento creciente obl iga n a
rea prender a pensa r el espacio y reubica los mapas de los actuales habitantes del
pla neta . Sin embargo, esta misma situación ta mbién reactiva el deseo de pertenen­
cia y la territorialización de las nueva s experiencias y la disposición a gua rda rlos
en la memoria cuya evocación en el presente los actualiza .
No obsta nte, h a y que reco nocer que M a rc Augé rea l i za u n a porte sign ificati­
vo a l con cepto a n tropológico de lugar cuando rem ite a la cosmovi sión y el ritual
que lo i n stituye:

[ . ] el que ocupan los nativos que en él vive n , trabaja n , lo defiende n , m a rcan


. .

sus puntos fuertes, cuidan las fronteras pero señ a l a n ta mbién l a huella de las
potencias i n fernales o celestes, la de los a n tepasados o de los espíritus que
pueblan o animan la geografía ínt i m a , como si el pequeño trozo de h u m a n idad
que les di rige en ese l ugar ofrendas y sacrificios fuera ta mbién la q u i ntaesencia
de la h u m a n idad, como si no h u b iera h u m a n idad digna de ese n o m b re m á s que
en el luga r m i s m o del culto que se les con sagra " (Augé , 1 99 3 : 49) .

Es m u y expresiva y exa lta n te su defi n ición , a u nque, habría que se ñ a l a r que


refiere a u n tipo de lugares -destacadamente "tradicionales" y en l a s que pre­
d o m i n a n las re laciones positivas o a rm ó n i cas34- y difíci l mente puede aplicarse
a la a m p l i a ga m a de los que hoy habitamos, u sa m os, constru i m o s y recon stru i ­
mos en las ciu dades.
Qu izá la i m agen fuerte que produce esta defi n ición le motive aquella excesi­
va y defi n itiva sepa ración que ya advertí entre lugar y no-lugar -especial mente
cuando el antropólogo fra ncés los ejempl ifica - ; pues considero que a n tes que
todo exi sti ría n dife rencias re lacionales que se pueden defi n i r en fu nción de la
oposición entre permanencia y furtividad-tra nsitoriedad - i n c l u sive i n termiten-

----- · · ---

34 Habría e; :. , i ncorporar en las etnografías los datos que provienen de las contradicciones y
conflictos <! 1 1 los territorios y lugares. Por ejemplo, en un estudio sobre violencia se detecta que
"en amba s u n idades prevaleció la violencia contra mujeres casadas (68 % Azcapotzalco y 64 %
Cuauhtémoc) . El tipo de maltrato que se presentó con mayor frecuencia en ambas unidades
fue el psico-físico-sexual, el cual mostró mayor índice en Cuauhtémoc; por lo tanto, el supues­
to de mayor nivel educativo menor violencia queda descartado, pues . . . la Cuauhtémoc es una
de las delegaciones de más alto nivel educativo" (Razo, 2004: 267-268). Si consideramos que
el agente de la violencia es mayoritariamente la pareja, vemos que el lugar-hogar no necesaria-
mente se ·,ita como refugio ni placenteramente siempre.

32
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Imagen 1 . 7. La m igración i nternacional puede propiciar la reterritorialización, y en ese proceso la


construcción de nuevos lugares y la resignificación de los lugares de origen.
<Fuente: La Jornada de Jalisco, 3 de novi embre de 20 12>

Imagen 1 . 8 . ·Los senderos unen las casas fa m i l ia res con la plaza central, sede de la asamblea tribal y
centro político social" <Pedra Branca, una de las cinco aldeas Kraho, Brasil. Tomado de Vilma Chiara,
1 97 7 : 1 62 l .

33
ABILIO VERGARA FIGUEROA

cia, ciclicidad35 o a lternancia- como criterio di sti ntivo . En este sentido, para
ejemplificar, podemos compara r la diferencia entre el peregrinaje con s u s lugares
"fuerte s " , sobre-cargados de sentido, sus etapas, u n ió n o e ntrelaza m i ento de l u ­
gares y actores, frente a l paseo o desplaza m iento de la individual idad sol itaria
como la que despl iega n algu nos turistas ; el ritual i n stitutivo e identitario frente
a lo provi siona l . lo efímero como el pasaje contractua l del Metro versu s la visita
a u n fa m i l ia r o a m igo.
Sobre e l m etro, sin e m b a rgo, pod ría deci rse que hay " h o mb re s - m etro " ,
qu ienes, a pesar d e q u e " n o i n te rca m b ia n " exp l ícita m e n te,36 lo hacen e n u n
co n j u n to d e " p reve n c i o n e s " y "con te n c i o n e s " corpora l e s y gestu a l e s m e d i a n te
l a s cuales configu ra n su relación con los otros, así como con el espacio y con
e l tiempo, 37 y con s igo m i smos. O l ivia Dom ínguez detecta esa i m p l icación que
debi l i ta s u ca rácter de no-lugar: "En s u re lación con e l espacio, los u suarios
asiduos conoce n , por s u experi e n c i a , cada centímetro de l o s a ndenes y de
los vagon e s ; tienen ca lcu lado el tiempo e n que h a b rá de l l egar la sigu i e n te
estación si no hay fa l l a s o retra sos en el si ste m a e i n c l u so saben por c u á l
puerta d e b e n abordar y poder a s p i ra r a u n a s i e n to " (20 1 0 : 328-3 29). Podría
objeta rse que n o esta b lecen relaciones con los otros, pero, h a b ría que i n d i c a r
q u e e l m etro "escu l p e " a l u s u a ri o i n c l u s ive a l "educar" s u i n d ifere n c i a ; y h a y
otra s perso n a s q u e tra b a j a n como m ú sicos q u e o vendedores a m b u la ntes y lo
habitan coti d i a n a m e n te.
Po r lo a n terior, reitero, es necesa rio saber qu iénes hacen qué, cuándo y
dónde, porque el conductor del metro o la empleada que nos vende los boletos
desde su venta n i lla reducida, habitan esos red uctos y despliega n emociones que
sed i m enta n en senti m i entos (tedio, ha stío) hacia esos sitios-lugares.
Ta mpoco hay que olvidar que el peregri n o teje, en hebra , l uga res en su ca m i ­
n a r, y cuando lo hace, el actor se energiza y tra n sfigu ra . U n hotel o u n aeropuer­
to son luga res para qu ienes trabajan e n ellos, y se constituyen e n hitos cronotó­
picos (fusión de un tiempo y u n espacio singulares) para q u ienes emprendieron
el viaje de su l u n a de m i e l o de s u graduaci ó n .

35 Si una pareja vuelve, cada cierto periodo, a l lugar donde algún hecho marcó s u s vidas, si bien
pertenece a otro tipo de l ugares que aquí n o he tratado, se puede advertir el uso cíclico de estos
espacios.
36 Existe i nformación acerca de que en las horas finales del servicio del metro (después de las
1 1 pm), los últimos vagones son utilizados para tener relaciones sexuales, "especialmente la
com u nidad gay" , pero también se dice que se practicarían intercambios de pareja (Información
de Violeta González) .
37 Ver el cuento " E l persegu idor" d e J u l i o Cortáza r.

34
ETNOGRAFiA DE LOS LUGARES

Lugar, una definición

Defi no -o del i m ito- el luga r como el espacio que, circu n scrito y demarcado,
"contie n e " determinada si ngu laridad emosignificativa38 y expresiva ; es el espacio
donde específicas prácticas h u ma n a s con struyen el lazo social, (re) elabora n la
memoria a través de la i magi nación demarcá ndolos por e l afecto y la sign ifica­
ción : en su i m b ricada fu nción de continente, es ta nto un posib i l itador situado,
como ta mbién punto de referencia memorablemen te proyectivo, deposita rio y
crucero de códigos y posib i l idades, de permanencia y ca mbio. Está demarcado
por lím ites físicos y/o s i m bólicos, tiene un lenguaje específico, una fragmenta­
ción i nterior ocupada por la diferencia-que-complementa, actores estructu rantes
y estructu rados con jera rq u ía s va riables, y propicia y produ ce u na s fo rmas ru­
tinarias y ritu a l i zadas de experiencia que (re) con struye la identidad, entre otros
componentes. Con-forma a los l ugareños, a u nque n o e l i m i n a el s u rgi m iento de
contradicciones y conflictos. 39
Es i m porta nte señalar que su constitución n u nca es exc l u siva mente física y
util itari a , s i n o ta mbién expresiva en el sentido significativo, simbólico y estético, es
decir, imaginario, además de pragmático o funcional. Y esto refie re ta nto a l h ogar
como a la plaza pública , a la esq u i na que col o n i za la agregación j u ve n i l , como
a las escuelas y a las prisiones, a l templo y a l b u rdel, a las a pe rtura s como a
los encerra m ientos: ellos refie ren a u n m u ndo que haciéndolos n osotros, nos
condicionan en n uestra s actu aciones; los significa mos, ta nto a l habitarlos como
en n uestras ensoñaciones y relatos, en las prácticas cotidianas y en n uestros
viajes por la ciudad.4º
Por ejemplo, el lugar-casa41 - l uga r antropológico por excelencia-, se cons­
tituye como el eje ordenador del ciclo diario de n uestros itinerarios y trayectorias
-en ella comentamos acerca de lo que nos ocurrió m i e ntras viajábamos por la

38 La categoría emosigniflcación refiere a la "fusión" de significación y emoción ya sea a nivel indi­


vidual (exaltación, indignación, sumisión, etcétera) o colectivo (comunltas, rencor social ) . No es
u n proceso que se genere concientemente, genera l mente puede ser irruptlvo o permanente: la
rabia frente a u n abuso de poder o se puede habitar como tranquilidad que deviene del apego,
la fel icidad que viene del amor.
39 Algu nos l ugares, como las cámaras de diputados y senadores, los loca les partidarios y sindi­
cales pueden ser más bien l ugares que se establecen para procesar las diferencias y antagonis­
mos a través del debate. Esto tampoco e l i m i na la posibilidad de agredirse, pelear, insu ltarse.
40 Se recom ienda observar los Itinerarios y trayectorias (Vergara, 2003 ) , en función de los dominios
y papeles señalados por Hannerz ( 1 98 6 ) .
41 H u m berto G l a n n i n i lo señala muy expresivamente: "Cuando traspaso la puerta , e l biombo,
o la corti na que me sepa ra del m u ndo público; cuando me descalzo y me voy despojando de
i m posiciones y máscaras, abandonándome a la in timidad del amor, del sueño o del ensueño,
entonces, cumplo el acto más simple y rea l de u n regreso a m í mismo; o más a fondo toda­
vía : de un regressus ad uterum -es decir, a una separatividad p rotegida de la di spersión de la
calle-el m u ndo de todos y de nadie-, o de la enajenación del trabajo" ( 1 99 9 : 24).

35
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Imagen 1 .9. Violencia de género:


la casa, lugar antropológico por
excelencia, puede ser escenario
de conflictos y dramas: no todo es
armonía en los lugares. l.Domingo,
suplemento de Lo República,
22 de marzo de 2009>

ciudad,42 sobre el trabajo, la escuela o el teatro, etcétera - , y con e l l o nos otorga


orientación y segu ridad y u n a identidad apegada o a rraigada ."3 G a stón Bache­
l a rd dice que "la casa , más aún que el paisaje, es un estado del a l ma" (2000:
1 04). E l fi lósofo espa ñol E m m a n u e l Levi n a s lo expresa así:

El h o m b re e s t á e n e l m u n do como h a biendo venido d e s d e u n domicilio p ri­


vado, desde " l o en sí" al q u e puede retirarse en todo m o m ento. No vie ne a é l
desde u n espacio in tersidera l d o n d e y a se posee ría y a pa rtir del q u e debe­
ría e n todo m o m e n to reco menzar un peligroso aterrizaj e . . . Concreta m e n te, la

42 El hogar y el habitar que no sólo refieren a la casa física, puede perfilarse como u n centro, que
concentra, especie de punto cero y nodo. En palabras de Bollnow: "Es el punto en que logra una
raigambre como ser espiritual, donde ' permanece' y ' habita '. Lo llamamos con un término que
dejaremos aún vago, su morada. Con ello la morada del hombre se manifiesta, en un sentido aún
indeterminado, como un punto de referencia destacado de entre los demás, al que se encuentran
referidos todos los demás lugares de residencias transitorias, más o menos largas" ( 1 969: 60) .
43 El arraigo como sujeción no deseada al territorio y al lugar que em plaza los sentimientos y
sign ificantes del sufrimiento, hastío y la negatividad que, por ejemplo, produce en la casa la
violencia contra la m u jer y/o los h ijos. El apego, por el contrario, refiere a los afectos positivos
hacia ambos tipos de espacio.

36
ETNOGRAFÍA OE LOS LUGARES

m o rada no se sitúa e n e l m u n do obj etivo , sino que el mundo objetivo se sitúa con
relación a mi morada". 44

La expe riencia y la va loración del lugar, re itero , i m b rican em otividad y sign i ­


ficación. L a s clasificaciones sociales que s e verifica n en l a s biografía s y la ocu­
pación de los l uga res se acompañan de emociones, senti m i entos y significados,
y producen placer o padeci m iento -la prisión sería uno de sus más extremas
man ifestaciones-, pues la adscripción residencial -la casa como l uga r habita­
do-, por ejemplo, en los sectores popu l a res m á s pobres puede a s u m i rse como
ca rencia e i n comodidad, así como la asistencia a la p u l q u ería se puede a s u m i r
como placer y/o c o m o estigma. E l lugar rea l i za -concretiza- de m a ne ra ejem­
plar los va lores, está i m p regnado de el los, comprometiéndose com p romete a
sus hacedores-habita n tes.
Por lo ta nto, los lugares n o son mojones a i slados n i islas solita rias, son
más bien peq ueños n ú cleos de redes -topográficas, i m aginales y conceptua­
les- que coexisten en las p rácticas de los lugareños, en sus desplaza m ientos,
na rrativas e i m ágenes que rea lizan sus habitúes, qu ienes l a s a soci a n u oponen
y contribuyen a form u l a r una dife renciada expe riencia y conceptu ación de la
espacial idad y tempora l idad del lugar y del territorio, y a rticu l a n , d iversifica­
damente, tradición y modernidad, identidades e identificaciones,45 i n stituciones y
socia lidad. Hay que s u b raya r ta mbién que la centra l idad de los lugares es u n a
construcción en el t i e m p o , requ ieren durar para ser.

Lugar es el espacio que tie ne significados históricos, donde h a n pasado algunas


cosas que ahora se recuerdan y que dan continuidad e identidad a través de
generaciones. Luga r es el espacio en el cual se h a n dicho palabras importa ntes
que han establecido identidad, definido vocación y visu a lizado e l destino. Luga r
es el espacio en el cual se han interca m biado votos, se h a n hecho promesas y se
han logrado demandas (Bruegge m a n n , citado por Ha rvey, 2 0 1 0 : 3 7 ) .

Aq u í podría mos i ntroducir u n elemento i m porta nte d e la configu ración d e las


apropiaciones u rbanas: la exploración y las búsquedas, mismas que son permiti­
das por una mayor l ibertad que el a n o n i mato y la di mensión u rbana posibilita n :
"Ch icos medios q u e s e meten u n rato a s e r popu l a r " decía n cuando comentaba n
los sujetos que convocaba el Rodeo de Sa nta Fe (Morín , 2001 ) . pero ta mbién
ocu rre lo mismo cua ndo cada vez más mujeres buscan u n espacio en el b i l l a r
(Hernández, 2001 ) , o los gays que buscan sa l i r del closet y crean uno más gra n-

44 Totalidad e infinito, Sígueme, Sa lamanca, 1977: 1 70, citado por G i a n n i n i , 1999: 25-26. El énfasis
de la cu rsiva es mío.
45 U n ejemplo de la diferencia entre identidad e identificación, que expresan la permanencia y lo
efímero respectiva mente, es cómo u n monumento histórico puede ser luga r de cita frecuente de
dos enamorados.

37
ABILIO VERGARA FIGUEROA

de en l ugares exclu sivos que los protegen (List, 200 1 ; Angó n , Gonzá lez y Sol ís,
2006) : son bú squedas que j u ega n estratégica mente y dan u so al espacio u rbano
fragmentá ndolo en beneficio de la "trib u " , ta mbién tej iendo redes que u nen en
su biografía personal y de las pequeñas corn u n idades"6 a l habita r en sus lugares,
muchos de los cuales son n u evos, re- u sados o apropiados.
Cada "campo" social, económico, cultura l , político, etcétera , y sus lugares, tie­
ne u n sector de la población que lo rea l iza de manera particular, siendo uno de los
factores por los que se los identifica ; au nque los u rbícolas no sólo habitan-practi­
can un lugar, sino unen, en sus itinerarios, lugares diversos en la ciudad -algunos
contradictorios-, por lo que, metodológica mente, iluminar l uga res etnográfica­
rnente no significa queda rse en ellos, sino abordar las problemáticas referidas a
sus interrelaciones,17 al desplazam iento y al viaje,"ª a los accesos diversos, desde
los físicos hasta los simból icos y sus articulaciones, para ubicar la sincronía de
los itinerarios -que conforman viajes- en la diacronía de las trayectorias -que
conforman biografía s sedimentadas en la memoria-, pues, corno veremos en el
capítu lo sobre territorio y redes, sólo de esa forma podremos abarcar la condición
u rbana que origi na, sepa ra y conju nta lo diverso (lo diverso que a ncla en lugares) ,
al mismo tiempo observa ndo la fragmentación y especialización del espacio y del
tiempo: los l ugares son espacios de cruce de sentidos, son pu ntos de m ú ltiples
tej idos que despliega y/o contiene la u rbe en las prácticas l uga reñas.
Mau rice Halbwachs propone u n concepto interesante, marco, que puede ayudar
a enfoca r acerca de una de las características fundamenta les del luga r: la permanen­
cia. En una primera insta ncia señala el condicionamiento decisivo de las prácticas
en el espacio demarcado, para en un segundo momento expresar la proyectividad
imagina! de dicho espacio estructu rado que estarnos l lamando lugar. El marco va
con uno y -corno memoria actualizada- configura las relaciones que producen
los luga res. Hace ver, o explicita , la pertenencia a u n tipo de relación o lazo social:

U n niño, en u n a clase escolar, es como u n a u nidad humana com pleta , en ta nto


que se le con sidere desde el pu nto de vista de la escuela; el mismo niño, si pien­
sa en sus padres, pero sin abandon a r e l m edio esco l a r, habla a sus compañeros
o a su m aestro de su fa milia , de su casa , no apa rece ya sino como una pa rte y
un fragmento sepa rado de un todo; es que sus gestos y sus palabra s de escolar
concuerdan m u y bie n , en tanto se encuentre en aquel l ugar, con e l marco de la
escuela,"º que se le identifica con la escuela mism a ; pero no se le identifica con
su fa milia , ya que se encuentra a lejado de e l l a , pues los pensa mientos que le

46 Ver, p o r ejemplo, el c a s o de los emos en la glorieta I n s u rgentes estudiado p o r Elisa Pérez (201 0).
47 Sin descu idar las indiferencias u rbanas que ignoran m ú ltiples lugares, las articulaciones cos­
mopolitas de recorridos exploratorios, la exclu sividad del arraigo y del gueto.
48 Ver Néstor García Cancl i n i , Ana Rosas Mantecón y Alejandro Castella nos, La ciudad de los via­
jeros, México, Grijalbo, I 9 9 5 .
49 Las cu rsivas son m ías.

38
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

conducen a sus padres y que p uede expresar n o encuentran un p u nto de a poyo


en la escue l a : n adie los comprende, nadie puede com p l eta rlos; y, cierta mente,
no son suficientes (Ha lbwachs, 2004: 1 76) .

F i n a l mente, podemos decir, reiterando, que los lugares se constituyen por


la actividad recurrente de i ndividuos, grupos o com u n idades (como di ría H a rvey:
" labra n permanencias desde el flujo de los procesos") , en un con sta n te cons­
tru i r mediante el uso, la sign ificació n , la i n stitución y la afectividad. Ta mbién se
puede afirmar, con Plató n , que "el l uga r es el receptáculo (la madre) donde la
image n , que es ' s i n cesar el fa ntasma tra n sitorio de cualquier otro objeto ' debe
prod ucirse ' atándose mal que bien a la exi stencia "' (en Jodelet, 2007: I O I ), en el
lenguaje, en las prácticas, la memoria, la expectativas y la espera n za .

Imagen 1 . 1 O . La protesta n o sólo contribuye a l a modulación creativa d e las identidades, sino también
a la reconfiguración de las relaciones entre lo público y lo privado y a la resignificación de los lugares y
espacios. ·Salir del closet� modifica la forma de habitar el vecindario y el espacio público.
<www.aylimenylove.files.wordpress .com.jpg>

39
A BILIO VERGARA F l G U E ROA

I magen 1 . 1 1 . Mimesis de Remedios Varo: el lugar y el actor pueden lograr una profu nda m utua
impregnación como l o m uestra el cuadro. En la pelícu la "Parque vía" de Enrique Rivero, Beto, el
cuidante de una casa, siente que el encierro le da seguridad y estabilidad. Ante la próxima venta de la
casa, real iza u n acto dramático <mata a la dueña, a quien q uería y respetaba) que le ayuda a rehacer su
confi n a m iento <ya en la cárcel, donde reproduce el esti lo de su cuarto).

40
CAPÍTULO SEG UNDO
Un lengu aje mu ltimedia pecu liar

Sir Basi/ pensaba que una catedral no sólo debe tener el aspecto de una
catedral sino también la acústica. Tomando por modelo la catedral de
Dirham, probó literalmente cientos de modelos de yeso hasta hallar uno
que reunía todas las cualidades acústicas requeridas.
EDWARD T. HALL

Las cosas son el alma de la familia.


EMILE DURKHEIM

No son los hechos los que conmueven a los hombres, son las palabras
sobre esos hechos.
EPICTETO

La pulquería es el foco de la calle; foco para el oído, la nariz, la


memoria: es un lugar ilustre, con aire ritual y un algo de genial
malignidad.
ANITA BRENNER

En este capítulo me enfoca ré a p resenta r los lenguajes del l uga r; éstos u t i l i za n


diferentes medios - p o r esto el títu lo d e l capítu lo-, es dec i r, t i e n e n dife rentes
soportes significantes: hablas (sociolectos) , cuerpos, materia l idades, edificacio­
nes, di mensiones, objetos, etcétera . Entiendo, para los objetivos de este l i b ro ,
el lenguaje corno el ve h ícu lo que uti l i za u n grupo específico para comunicar y
significar. so

50 Disti ngo ambas categorías porque hay objetos, hechos, situaciones, personas, etcétera , que no
se "han hecho" para com u n icar y, sin embargo, lo hacen: emiten significados, desempeñan el
papel de "función-signo".
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Pa ra i n iciar, rea l i za r u n a comparación de lo que ocu rre en la constitución­


u so-sign ificación del lugar, por u n lado, con el proceso ritual y la eficacia simbólica
en genera l , por otro, puede ser i l u strativa para los fines de esta exposici ó n . Con
re lación a la eficacia del símbolo en el contexto ritu a l , Pierre Bourdieu indica
que, "para que el ritual funcione y actúe, es preciso, en primer l uga r, que se pre­
sente y sea percibido como legít i m o " , es decir, que su a uditorio esté convencido
de "que el agente n o actúa en su nombre personal y por s u propia autoridad
sino en ta nto que depositario de un ma ndato " , de lo que, e l autor de El sentido
práctico, desprende que "la eficacia s i m bólica de las palabra s sólo se ejerce en
la medida en que qu ienes la experimenta n reconocen que quien la ejerce está
a utorizado para ejercerla [ . ] Reside así tota l mente en la convicción de que esa
. .

delegación con stituye los cimientos m i smos del m i n i steri o, esa ficción socia l ,
convicción que es m u c h o más profu nda que las propias creencias y m i sterios
que el m i n i sterio profesa y ga rantiza " (Bourdieu , 1 98 5 : 7 3 y 7 7). De la m i s m a
ma nera , la fuerza imperativa del lugar s ó l o opera a partir de que s u s poseedores
y usuarios le reconocen propiedad-legitimidad a su función y significaciones, a
sus del i m i taciones (ta n to internas como frente al exterior) y a las relaciones,
u sos y práctica s que dichas frontera s contienen y prom ueve n . Los lugareños se
caracterizan porque pa rticipan de la distinción legítima que otorga la pertenencia51
al lugar; podemos hacer la casa o el templo, pero ya hechos hogar e iglesia, nos
hace familia o feligrés. Existe todo u n complejo de s i stemas com u n icativos que se
encarga n de con stru i r esta s conversiones y posibil ita r sus prácticas y significa­
dos que se considera n propios de cada lugar, es decir, legítimos.
Por otro lado, la relación l uga reña se establece a pa rti r de u n a cadena sin­
tagmática que u n e espacio-persona-prácticas-cosa-palabra-sentido; siendo, por
ejemplo, la "cosa " u n o de los veh ículos de significación y com u n icación, y n o
s ó l o objeto de las práctica s, p o r lo q u e , c o m o lo s e ñ a l a Bajti n :

No hay q u e olvida r q u e l a cosa y l a persona rep resentan límites y n o su sta ncia s


abso l u tas. El sentido no pu ede (y no quiere) cambiar los fenómenos físicos, ma­
teria les y otros, no puede actu a r como fuerza m a te ria l . Ta m poco lo n ecesita : es
m á s poderoso que cualquier fuerza , cambia e l sentido total del acontecimiento
y de la rea lidad, sin ca m biar ni un solo gra n o en su com posición rea l , todo sigue
siendo como era pero adquie re u n sentido tota l m e n te diferente (la tra n sforma­
ción sem á n tica del ser) . Cada palabra del texto se transforma en u n contexto
nuevo ( 1 998: 3 8 7 ) .

P o r lo ta nto, esta r en el lugar otorga a las palabra s y cosas u n sentido q u e el


sintagma lugareño52 condiciona: no es lo mismo que u n a guita rra (u otro i n stru-

51 No necesariamente legales. y en algunos casos en oposición a la ley.


52 C o m o veremos en el capítu lo séptimo, referido a l contexto territorial, i m aginario y conceptual,
esto no quiere decir que haya "autarquía" de sentido, n i aislam iento social .

42
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

mento, ya sea de trabajo o m u sica l , o de otro tipo) esté en el m u seo, a que esté
en las manos de un m ú sico, ejecutá ndose, en e l salón de baile; ta m poco es lo
mismo e l vestido, que l uce la dama allí -en el salón- a l bailar, a que la exh iba
en la fiesta de c u m pleaños, en su casa, con sus fa m i l i a res.
Así, el lugar está constituido por diversos significados "depositado s " y sedi­
mentados en soportes significantes diferentes, entre los que destaca n : el lenguaje
articu lado (el idioma, que se dialecta l i za) , los cuerpos que lo habitan -con
sus fachadas53-, la estructura a rqu itectónica, el si stema de objetos, la gramática
de las prácticas, texturas, olores, colores, sonoridades, silencios e i n te rva los,
imágenes, decorado, etcétera . En cuanto a la sonoridad, por ejemplo, los lu­
gares pueden diferencia rse, como tendencia, por clases socia les:54 lo b u rgués
-y la clase m edia, a lta- , d i stinguido por silencios adm i n i strados y dista ncias
controladas que figura n ritmos lentos, apacibles; m ientra s que los l ugares popu­
lares ca racterizados por la i rrupción perma n ente y su perpuesta de ru idos, por
estru endosos y abiga rrados; estructu rados para expresar su natura leza , su ca­
rácter, y condicionar la actuación de sus u s u a rios. No obstante, algunos l ugares
ta mbién pueden m ostra r semej a n zas a l m a rgen de las clases: los tem plos, por
ejem plo, se ca racterizan por una sonoridad baja con sta nte,55 un lenguaje cor­
pora l , gestual y pa raverbal conducido por el sigi lo y el recato , por la contención
y el evita m iento de oscilaciones brusca s, etcétera .

El lenguaje articulado

En principio, puede afirmarse que hay un dialecto del lugar: u n a forma pecu l i a r
sedi mentada que vehicula las relaciones sociales que contiene y pro m u eve y
que se expresa en los su sta ntivos -y adjetivos- que nombra n , los diálogos

53 Goffman divide la fachada, en dos componentes la cual estaría constituida por el medio (setting)
y la fachada personal. El primero refiere a l "mobiliario, el decorado, los equipos y otros elemen­
tos propios del trasfondo escénico, que proporcionan el escenario y la utilería para el flujo de
(la) acción humana que se desarrolla ante, dentro o sobre él. En térm inos geográficos, el medio
tiende a permanecer fijo" ( 1989: 34). La "fachada persona l " , dice, refiere "a los otros elementos
de esa dotación, aquellos que debemos identificar ínti mamente con el actuante mismo [ . . . ] las
I nsign ias del cargo o rango. el vestido, el sexo . la edad y las características raciales, el tamaño
y aspecto, el porte, las pautas de lenguaje. las expresiones faciales. los gestos corpora les y
otras características semejantes " (ídem). A diferencia del medio, la fachada personal acompaña
a l sujeto a donde vaya . aunque pueden variar algunos de estos veh ículos transmisores de
significación de una actuación a otra . Aquí, es i mporta nte señalar que los lugares en los que
desempeña sus diferentes papeles condicionarán algunos de esos cambios. por ejemplo si voy
al estadio o a mi trabajo, va riaré mi vestuario, aunque otros permanecerá n : el sexo , la edad, la
raza . entre otros.
54 Ver La Distinción, de Pierre Bourdieu, 1991 .
55 En las iglesias de los barrios y pueblos, es difíci l controlar la i nvasión del "ruido" exterior que
produce la fiesta . En algunas iglesias, el grito desgarrador y las lamentaciones pueden también
ser el lenguaje que comu n ica con lo sagrado.

43
ABILIO VERGARA FlGUEROA

que posib i l ita n las prácticas y los relatos que rememora n y proyecta n . Desde
el punto de vi sta del lenguaje a rticulado, acota ndo, se puede deci r que el lugar
es su nombre, sus diálogos y sus relatos; es la expe riencia reiterada que coti­
diana mente i n icia , se desp liega y culmina en la conve rsación de sus u s u a rios,
diá logo que lo configu ra y, a su vez, a l i menta esa vivencia-lenguaje. En m uchos
casos, el nombre lo ca racte riza y es el recu rso por el que se lo evoca y proyecta .
Ponga mos algunos ejemplos de ca ntinas: E/ Nivel (ya cerrada, "ten ía la l icencia
n ú m e ro u n o " ) , Tenampa, La Guadalupana, Salón España, El Gallo de Oro, La Ópera
("en cuyo techo, V i l l a esta m pó un balazo " ) , Salón Blanco; de salones de ba ile:
Los Á ngeles, California Dancing Club, Salón Colonia.56 Obsérvese las diferencias
de sign ificado que asumen los nombres con relación a l de las pulquerías: Sal si
puedes, Las glorias de Baco, Viva mi desgracia, Detente hermano, Cómo te va de ahí,
Aquí se está mejor que enfrente, Pa ' que te críes, Los eructos de Sansón, El Capricho,
BB y BT, Al pasito pero llego, El quinto toro, La conquista de Roma por los aztecas, La
línea de fuego, El purgatorio, La Gloria, El Infierno, La Canica, El juguete, El recreo de
los Zorros, El sube y baja, El Dominó, La Antigua cariñosa, La hermosa Mi/a, La Pirata,
La Judía, La Reyna Xochit/, Mi Rancherita, etcéte ra (Lico n a , 2004: 1 26) . Es i n tere­
sante observa r cómo se significa n los lím ites de las p rácticas de los bebedores,
los que pretenden crece r frente a u n entorno social -genera l mente en sectores
popu l a res-, p refigu rándose como un reto. En este m i sm o sentido, los n o m b res
ta mbién refieren a l i magi na rio mascu l i n o que se q u i e re " s ú per-independiente "
y fuerte, p o r lo q u e s e ensalzan va lores como la res i stencia, la auto n o m ía (es­
pecialmente frente a la autoridad de la madre y de la esposa) , en tre otros sen­
tidos. Como una i ndicaci ó n , puedo señ a l a r que sólo el a n á l i s i s etnográfico del
lenguaje abarcaría todo u n l i b ro .
Este nombramiento t i e n e m ú ltiples orígenes que es necesario estu d i a r ta m ­
b i é n en sus m utaciones, en su h i storia y sus i n terrelaciones, p u e s pueden mos­
tra r esti los de época , de cla se, del territorio, de la etn i a . A veces el nombre s u rge
de u n a i n iciativa i ndividua l , a veces de un acuerdo colectivo, otra s veces de u n
i ncidente o u n hecho s i ngular que sinteti za alguna relación social fu ndame ntal
y se constituye en u n h ito - h i stórico o biográfico- , otra s por su fu nción, otra s
por sus sign ificaciones y su simbolismo, otra s veces por u n hecho a n ecdótico,
por meto n i m i a , situaciones y personajes típicos, fo rma exter n a , ocupaciones y
actividades que alberga , los servicios que brinda, etcéte ra . A ú n pudiendo ser u n
nombre común (ca sa , hoga r) s e s i ngula riza para cada ocupa nte, u s u a rio o evo­
ca nte, se hace nombre propio por los afectos o desafectos que lo "desn udan "57 o
arropa n :

56 Es interesante ver cómo se expresa n los habitúes de estos salones de baile sobre la tempora­
lidad: cuando dos personas se ven después de algún tiempo dicen: " m uchos danzones ha . . . "
(Espinosa , 1992 : 1 88).
57 Como puede verse en el " recorrido" que hace Salvador Chava Flores, por algunos compartimentos
de una casa popular, en su canción " La casa de la Lupe " : "La puerta que da a l baño pa' entrar de

44
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Imagen 2. 1 . Pulquería La
Risa; el nombre es identidad.
El lugar también puede ser
ambivalente según quien
lo observe: placentero y
sociable, o estigmático.
<darthpollo.blogspotcom.jpg>

En mi fa milia yo creo que las casas son ta n importantes que nos referimos a las
fa milias por los nombres de las calles donde está l a casa, para ir a la casa de mi
papá va mos a Bosques, a la casa de mi abuelo es Piru l , l a casa de mi tío es Las
N u bes, entonces yo pien so que nombramos a la fa milia por e l lugar de l a casa
(María Luisa , en Sánchez, 2 0 1 0 : 2 3 2 ) .

Cua ndo señalo que u n tipo de lenguaje ca racteriza a l luga r, m e refiero ta m ­


b i é n a la nominación exhaustiva (Verga ra , 1 9 9 5 ) que a l l í se despliega - i m p regna
(produciendo una topo n i m i a si ngu l a r) , y ta mbién a las diferentes formas espe­
cíficas de comunicación -que en a lgunos casos l l ega a confo r m a r u n vocabula­
rio p ropio, u n sociolecto, como e l a rgot, la jerga- que s u s u s u a rios util i za n .58

refilón/ topó en la lavadora que le hace, allí, presión./ Colgado u n tendedero con la ropa interior,
todita de la Lupe, n i nguna del señor./ La tina llena de agua con ropa de color, la clásica manguera
j unto al irrigador./ allá una bacin ica, cascada por detrás, acá el papel de baño, y luego . . . lo de­
más./ Me fui hasta la cocina, más pronto me salí,/ olía mal, la indina, por trapos que hay allí;/
los platos cochambrosos, creo que del día anterior./ y dicen que, a la Lupe, le pega su señor".
58 Como puede observarse en la diferencia entre el lenguaje que utiliza n l o s miembros de l a
fa m i l ia entre e l l o s mismos y frente a extra ños. L a i nfa ntil ización d e l lenguaje expresa la inten­
sificación de los afectos que " se enfría " ante la presencia de dichos extra ños.

45
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Refi e re a u n a n o m e n c l a t u ra específica q u e n o m b ra y d e l i m ita : u n n o m b re l o


d i st i ngue, corre l a c i o n a y j e ra rq u i za y m u c h o s o t r o s s u sta n tivos, a d j etivos y ver­
b o s h a b l a n de sus c u a l idades, propiedades, rep a rt i c i o n e s , re l a c i o n e s , f u n c i o n e s ,
acciones, u so s , s e n t i d o s , a ctores y p r á c t i c a s . Esos térm i n o s se asoci a n a u n
c a m p o s e m á n tico y s i m b ó l i co q u e l o s a rt i c u l a , y esta b l ece l o s co m po n e n te s
de l a i d e n t i d a d de l a co m u n i d a d q u e l a c rea y/o a p ro p i a , d i st i ngu i é n d o l a y re­
l a c i o n á n d o l a , configu ra ndo redes co n ceptua l e s , ideológica s e i magi n a r i a s q u e
re m i te n y expre s a n d iferentes papeles (roles) y rel a c i o n e s soc i a l e s , c u l t u ra le s
y de poder. E sto n o s i m pe l e a seña l a r q u e, p o r e j e m p l o , n o e s e l n o m b re e n s í
m i s m o l o q u e i m po rta , s i n o l a rel a c i ó n q u e se p u ede esta b lecer e n e l a n á l i s i s
e n t re m uc h o s de e l l o s , de l o q u e p u ede d e riva rse s u ca rácter y e l ca m p o a l q u e
pertenece: d o m é s t i c o , soci a l , re l ig i o s o , de d i ve rs i ó n , p o l ít i c o , etcétera .

Imagen 2 . 2 . Motel de relaciones sexuales "de paso·. E l nom bre puede i ndicar ironía, u n g u i ño, pero
también quizá señale que hay d ificultad para nombrar dicha función en una pequeña ciudad de
2 5 mil habitantes, en la que todavía muchos ·se conocen•. Es la presión del territorio
sobre lo que quiere ser un no-lugar. (Fotografía de Abilio Vergara)

46
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

E n los l ugares e l nombra m i ento exhau stivo abarca ta nto a los actores como
a los objetos, prácticas, espacios específicos: todos son s i ngula rizados en sus­
ta ntivos que adjetiva n y clasifica n .59 E n el Aditec que estu dia Amparo Sevilla
(200 1 ) está n el Resortes, el Arracadas, el Vaquero, el T1'biri, el Güicho Domínguez y
el Jarocho, mientras en la peluquería Ma rroquín que etnografía Ernesto Licona
(200 1 ), podemos encontra r a l Pelucas, el Diablo, el Vulcano, el Pascual, Toñito, Tori
o al Guitarras, defi n iendo cada nombre una adscripción va lorativa y emosignifi­
cativa, que constituye el mapa de las clasificaciones e i n terrelaciones sociales,
en cuya constitución hay una i ntensa actividad de los actores.
El lenguaje del lugar revela, y constituye ta m b i é n , aquello por lo que se de­
fine y sepa ra lo cotidiano y lo extra cotidiano, lo serio o lo cómico, lo solem n e
o lo risible que se rea l iza en el lugar: la palabra soez f u n d a el l uga r margi n a l ­
lumpen, el género repri m e - i nva l ida-mati za-azuza s u emergencia, y su rea l i za ­
c i ó n adecuada (concreció n del lenguaje c o n estilo individual-lugareño) ta mbién
expresa y modula e l papel y el carácter de los i n terlocutores y su posición en las
jerarq u ía s i n ternas del luga r. Así, el lugar tiene u n discu rso propio, s u s objetos
y sujetos, s u sonoridad, que en con j u nto genera n una atmósfera y un ritmo que
lo caracteriza n , que puede expresa rse, por ejemplo, en la oposición del m u seo
y el templo a l a ntro o al patio escolar, donde el silencio, las plegarias, el recato,
se oponen al b u l l icio, las exclamaciones, las " mentada s " y los empujones.60 Ese
lenguaje m ú ltiple, en su a rticulación vivencia! y significativa , crea el ambiente61
del l uga r, es lo que lo forta lece en la memoria, cuando, por ejemplo, la evoca­
ción en a u sencia b rota de una palabra , de un olor o un color o por determi nada
melodía o sonoridad, o textu ra que, en conju nto, conforman -y rem iten a - di­
cha atmósfera pecu l i a r, su identidad, que trasciende a la copresencia, sed i m e n ­
ta ndo y m a n i festá ndose en la soltura62 y la m e m o r i a . El lugar ta mbién nos habita.

59 O , a l revés, adjetivos que se vuelven sustantivos para reemplazar al nombre (Insignificante)


para darle un carácter o sentido al sujeto que nombra (Verga ra , 1 99 7 ) .
60 inclusive al i n terior d e l lugar s e pueden encontrar algunas diferencias de hablas: en clase, los
n iños pueden evita r las groserías y los movimientos bruscos, en el patio de recreo es casi obli­
gatoria su presencia. Como una constatación de que los l ugares no solo alojan el consen so o la
armonía, el bulllng o acoso puede i rse afincando en algunos de ellos: escuela, centro de trabajo,
la casa, etcétera .
61 El C RESSON (Centre d e recherche sur l 'espace sonore et l 'environnement urbain d e l ' École
natlonale supérieure d'architecture de Grenoble) , ha sido una de las i n stituciones que ha apor­
tado más a este concepto. Ver entre otros trabajos: Pascal Amphoux, Jean-Pa u l Thibaud, G ré­
goi re Chelkoff, eds, Amblances en débats, Berni n , Éd . a la Croisée («Ambia nces, Ambiance ») ,
2004; Luc Adolphe, ed., Amblances architectura/es et urbaines, Les cahiers de la recherche a rchi­
tecturale, 42/4 3 , Marseille, Parentheses, 3e tri m . , 1 99 8 ; Michele G rosjea n , Jean-Paul Thibaud,
eds, L'espace urbaln en méthodes, Marseille, Pa rentheses («Eupa l i nos ») , 2001 .
62 La adqu isición del lenguaje del lugar supone la soltu ra que no se ve en los advenedizos: "En
la segunda parte de la pieza persisten los desplazamientos económicos, la mesura del sabor.
Otro estribillo y otra parada ribeteada con aplausos. Algunos ignorantes del ritual se siguen de
frente con pasitos de 'cumbia rockan rolera ' en medio de la mayoría dete nida " (Fuentes López,
1 99 2 : 2 1 ) .

47
ABILIO V E RGARA FIGUEROA

Imagen 2 . 3 . El nombre que se expande: Coco Bongo es hoy un hito en Playa del Carmen, es un
emblema en el marco del turismo global. <http alvarotours com images frontl mages Coco-Bongo­
Cancun-Club.jpg>

Imagen 2.4. Hay u n habla que esti mula el bar, en el poema siguiente se observa la i ntensa vinculación
de lugar y territorio : "La Bodegu ita es ya la bodegona/ que en triunfal a i re su esta ndarte ag ita/ mas sea
bodegona o bodegu ita/ La Habana de ella con razón blasona· <Nicolás Guillénl.
<Fotografía de Abilio Vergara>

48
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Por e l lo el lenguaje del lugar pos i b i l ita y veh icula el tipo de re laciones que él
contiene, a su vez refiere, emplaza y adscribe, y desconocer sus códigos desu­
bica , nos hace to rpes, extra ños o i m pertinentes: " H ablaba con la misma torpeza
de su traje, de sus ademanes, como si tuviera que traducir a un lenguaje ra ro ,
de etiqueta , sus pensa m i entos b u rdos".63 Así, esa capacidad co n stitutiva se ob­
serva ta mbién cuando los signos que uno po rta y m u estra no corresponden con
los de los i nterlocuto res o a l lugar en el que se está desenvolviendo (mal) por lo
que los lugareños, sonríe n , lo encuentra n gracioso o, por el contra rio, recla m a n
p o r la i ntrusión c o n su d i sta ncia y su si lencio ( a p l i c a r " l a l e y d e l h i e l o " , " h acer
el h i e l o ") . otra s veces a viva voz o i ron izándolo, d e l i m itando, de esta manera ,
l a pertenencia y l a otredad. La frecuentación perm ite constru i r re laciones, éstas
se visua liza n en estilos del lenguaje que los habitúes reco nocen y atienden o
rechaza n :

Ludo trataba en va no d e adivinar q u é santo y seña deposita ba en el oído de


cie rtos porteros hoscos para que las puertas se le abrie ra n de par en par, con el
aderezo de u n a reve rencia , o c u á l era el contexto to n a l o fisonómico de cie rta s
fórm u l a s in sípidas como " Ho l a , negra " , o "Qué rica está s " , para q u e las me retri­
ces se le echaran encima como a los brazos de un a m a nte recu perado. Aca ricia r
a la patro n a , poner un disco en el juke-box, bail a r con u n a pela ndusca, invita r
una cerveza , eran las formas exteriores de u n a disposición mucho m á s profu n ­
da, que no admitía fa lsificación , p u e s , c u a n d o L u d o trató de ensaya r a lgunas de
las actitudes de Gonzalo, se dio cuenta de que no iban con su apa riencia y que
sólo producía n a su a l rededor e l estupor o el vacío (Ribeyro, 2009: 2 8 ) .

A s í e l lenguaje se constituye e n el ve h íc u l o q u e perm ite e l despliegue de


las prácticas lugareñas y ge nera diversas fo r m a s de identificación e identidacf
La soltura está fu n d a m e n tada en e l lazo social q u e e l c u e rpo y el esti lo de�­
envuelve n .
Si b i e n el lenguaje que caracteriza a l luga r es con sta nte, como construcción
social que es, ta mbién es i n evitable que cambie, siendo necesa rio segu i r su pro­
ceso , fuentes, motivaciones y sus significaciones, como i l u stra n las i ntervencio­
nes globa les en los lenguajes loca les: "Aq u í nada es bueno si n o se p ro n u ncia en
i nglés. El 'Café Concert' se ha tra n sformado en ' M usic h a l l ' , el ' Salón de dance'
se llama h oy ' Da ncing', la 'jou rnée de cam pagn e ' , ' ca m p i n g ' , 'la va lse' ha sido
desterrada por el • fox-trot ' . . . el •fox trot ' es u n a lengua i nternacional que si rve
pa ra entrar en relaciones con la m i tad del u n ive rso ". 64 Hab ría que ave rigu a r si u n
nombre o térm i no n u evos, n o m i n a n otra relación y/o u n n u evo actor, o s i m ple­
mente lo " m a q u i l la ". El sociolecto que se a socia a los lugares gay, como lo m u es-

63 José Joaquín Blanco, " Hotel Acquasanta ", Confabulario, 16 de j u l i o de 2005 .


64 El Universa/ Ilustrado, n ú m . 463 , 25-3- 1926, citado en Sevilla, 1998: 22 7 .

49
ABILIO VERGARA FlGU EROA

tra M a u ricio List, es un buen ejemplo de la fuerza i m perativa del l uga r, así como
de las tra n sformaciones que sufre la lengua en su contacto con la d iversidad:

¿Qué es lo que i m p l ica el joteo ? U n a tra n sgresión de género deliberada, apro­


piarse del otro gé nero es constru i r la tra n sgresión a partir del desafío. Es ubi­
ca rse en u n rol que abierta m ente se reconoce que no es el propio y que si rve
para enfrenta r, y desde ese rol , co m u n i ca rse con el otro que ta mbién de manera
i n m ediata se le asigna un status con o s i n su consenti miento (2005 : 26 2 ) .

Así, el lenguaje d e l luga r permanece, pero no es estático . P o r e j e m p l o , en e l


lenguaje de la c a s a u rb a n a , d o n d e es con sta nte el a sedio d e l exterior dive rso,
principal mente por la impregnación que los jóvenes traen a ella, a veces p rodu ­
c e tensiones, porque d i c h o s jóvenes i n t roducen n u eva s formas expresivas que
i n icial mente pueden i ncomod a r o "esca nda l i za r " a los adu ltos. Esta s formas
pueden ser p rogresiva mente a s i m i ladas por los otros m i e m b ros de la fa m i l i a ,
inclu idos l o s n i ñ o s y ancia nos, y en e s e p roceso m u ta r. L o s medios de com u n i ­
cac i ó n , en especial la televisión, y el lenguaje m u ltimedia d e l I n ternet s o n otras
fuentes de voca b u l a rio e i m ágenes.
M ichel de Certea u , se ñala que " E l espacio es a l l uga r lo que se vue lve la
palabra a l ser a rticulada, es dec i r, cuando queda atrapado en la a m b igüedad de
una rea l i zación , tra n sformado en un tér m i n o perti nente de m ú ltiples conven­
ciones, planteado como el acto de u n p resente (o de u n tiem po) y modificado
por las tra nsformaciones debidas a contigü idades sucesiva s " ( 1 9 96 : 1 2 9) . Así,
podemos dec i r que estas "contigü idades sucesiva s " se reitera n y conti n ú a n en
el lugar, es éste el tipo de espacio que les posibi l i ta recrea rse cotidianamente,
rehaciendo los sign ificados de la lengua65 en hablas lugareñas, donde el espesor
significativo p roviene de una com u n idad de experiencias, de compartim ientos
sosten idos: d u ra n y está n allí porque son soportes de las prácticas del lugar.
Así, el lugar "atrapa " a l lenguaje, lo c i rcu n scribe e i ntrod u ce la a mbigüedad para
qu ienes desconocen sus reglas, por desconocer sus "situaciones" y su expresi­
vidad situada .
En este m i s m o sentido, las n a r rativas de los l uga res son inclusivas, se ela­
bora n y despliega n implicando, y tienen u n ca rácter s i ngu l a r, p roducto de las
diferencias culturales, de clase y de la experiencia con j u nta y p a rti c u l a r de los
lugareños. La d i stribución del poder a n ivel i nterno, el género y la edad pueden
dive rsifica r relativa mente sus lenguajes, pero el luga r los ca racteriza y uni-forma
- s i n evita r por ello las va riaciones personales y sus m u taciones-, haciendo
complementa rio aquello que dife rencia.
Así, el lenguaje expresa y rea liza las fragmentaciones e i nterrelaciones, las
cla sificaciones y jera rquías, y éstas se traducen en el posicionamiento espacial de

65 Esta distinción entre lengua y habla la tomo de Ferdinand de Saussure.

so
ETNOG RAFÍA DE LOS LUGARES

los actores en los fragme ntos -nominados- en los que se divide el l uga r, dichos
actores son ta mbién , al m i smo tiempo, signos corpora les y hacedores de las po­
siciones estab lecidas en dichas subdivisiones y jerarquías. Las "partes " del luga r
hacen sintagma en la actuación de los sujetos y ta mbién en la ca rtografía que la
memoria registra en el los m i smos a través del lenguaje, las im ágenes y figu ra s,
los separadores y apertu ras, en las prácticas que ta mbién emiten y donan66 infor­
mación y va loraciones.

El lenguaje corporal

Para ser bien visto, para entrar al lugar, tienes que ir masculino: o sea,
jeans, una camiseta, puedes ir de suéter, de traje (si vienes saliendo de
trabajar), pero no vas a ver a alguien con un vestido; nunca alguien que
traiga así un abrigo de plumas, que el otro día entró uno y sí, fue muy
mal visto. Le dijeron que se tenía que quitar la chamarra o que iba para
afuera. Y fue para afuera.
RAÚL, EN LAGUARDA, 2004: 4 7

Al constitu i rse el lugar como el m a rco fu ndamenta l de la copresencia relaciona l ,


e l cuerpo adquiere u n protago n i s m o centra l : es la forma en q u e el actor, sujeto
o lugareño defi ne y expresa su ser, en consona ncia con su fachada personal y el
medio que él m i smo y el l uga r producen -proveen . La diversidad de cue rpos pre­
sentes depende de la complejidad del l uga r: i m agínese nomás la diferencia de la
va riedad de los cuerpos en los salones de baile con los de la fiesta de c u m plea­
ños en casa . Como u n a m u estra de la pu esta en escena del sistema corpora l .
podemos citar u n a bella posta l de la etnografía rea l i zada p o r Edga r Morín e n
E l Alicia:

L a temperatura a m biente es t a n alta que las paredes tra nspira n . El c a l o r ob liga


a m u chos hom bres a quitarse la camisa -las chavas se agu a n ta n - , así que
andan en camiseta o con el torso desnudo, l ucen tatuajes con m ú l tiples formas,
colores y ta maños. G racias a la ropa o a su au sencia , esta práctica a l igu a l que
el piercing pone a escena e l j u ego de lo visib le e invisib le. Del techo ya caen
goteras de sudor, pero no fa ltan quienes traen puestos so m b reros de esta mbre;
otros l l evan gorros de lana con logos de diversos grupos de rock, Hip Hop o con
hojas de m a rih u a n a , y las gorras de beisbolista puestas a l revés y ta m bién con
la visera a l frente (2001 : 1 1 8- 1 1 9) .

66 En el sentido diferencial que da Goffman a estos dos términos, el primero como significación
que se proyecta involu ntariamente, el segundo, como signo hecho precisamente para com u n i ­
car, y que s e somete a l control -volu ntad- d e l actor-emisor.

51
ABI LIO VERGARA FlG U E ROA

Imagen 2.5. La formalidad, la distancia apropiada, el "turno" en las intervenciones caracteriza el


lenguaje del juzgamiento ... iAunque hay irrupciones!
<http://acontracorriente.lamula.pe/files/2011 /06/Fujimori_Juicio_O.jpg>

Con re lación al bai le, Honorio Ve lasco, confronta ndo los enfoq ues a n a l í­
ticos de Eva n s-Pritc h a rd (qu i e n enfatiza el conflicto) y Radcliffe- B rown (q u ien
enfatiza la a rm o n ía) , señala que la armonía s u b rayada por éste "se consigue
por i m posición de la com u n idad sobre el i n dividuo, descrito como u n con j u nto
de m ú sculos enervados subsumido en una perso n a l idad tota l concentrada en
la acción y ca rgada de se ntimiento s ". U n a co ncl u sión m u y sugerente s u rge de
dicho a n á l isis: que esa i m posición se da por la mediación del " ritmo y la cos­
tumbre, ésta co n l leva la pa rtici paci ó n , a q u é l , la coord i n ación " (Velasco, 2008:
1 50) . En seguida e n l i sta los factores y aspectos que introducen el riesgo del
confli cto señalado por Eva n s - P ritcha rd: el " j u ego de la sed ucción y de la exh i­
bición, del ca nto satírico o ca l u m n ioso, de la competición por los puestos de
privilegio, o de los viejos agravios que busca n u na ocasión para ser compensa­
dos " (íde m) . Así, desde el modelo del conflicto, para Eva n s - P ritchard , " l a d a n za
no es siempre u n a actividad de pe rfecta a r m o n ía en la c u a l va nidad y pasiones
individuales está n comp leta mente soc i a l i zadas por las fue rza s rep resivas de la
co m u n i dad " (en Ve lasco, 2008: 1 4 9) . Res u l ta obvi o, desde la experiencia en El
Alicia, descrita líneas a rriba , la polém ica en tre a r m o n ía y confl icto se atenúa
ha sta q u i zá desapa rece r, salvo en el discurso oficia l , espec i a l m ente en el con-

52
ETNOG RAFÍA OE LOS LUGARES

se rvador, que ca l i fica lo n u evo como feo y/o i n mora l . El lugar-A li cia es un nicho
de exp loración e i n novación, está contenida por la frontera de sus m u ros y por
la autorización de las autoridades.67
En otro contexto , siempre refi riéndonos a l lenguaje corpora l del bai le, pode­
mos ubica r sepa raciones y clasificaciones por géneros m u sica les y dife rencias
generacionales:

l . . ] pues esta colectiva ceremonia de ágape a l a rte danzonero de " E l Alegría " es,
.

en rea lidad, u n homenaje m u ltitu d i n a rio a esta masa de cincue ntones fel igre­
ses u n i formados por una pi nta va ria, un po rta r de ropajes modelos, un paisaje
va riopinto : el tacuche florea do, a n a ra n jadas las a m p l i a s solapas, medallones
de dorados de alto cuello y a los pies mocasines de fieltro, ga m u z a , charo l , co­
cod rilo. Adita mentos todos -aban icos, prendedores, aromas y sudores inclui­
dos- con los que esta religiosa fe ligresía oficia desde tiem pos memo riosos. Esta
no es danza de ocasión, es danzar del corazón (Espinosa, 1 99 2 : 1 8 9 ) .

A los adita m entos del vestido le corresponden ta mbién los movi m i entos
corporales que trasl ucen el placer y las reglas del gé nero : " Es el danzón, un
depo rte, u n a rte, una técnica o u n vicio menor. Al ab rigo de su ca l m a y exube­
ra nte travesía , el ta lle de ella viaja frente a l ga l l a rdo timón de su pa reja . J u ntos
ba i l a n , exu l ta n , danzonea n " (Espinosa , 1 9 9 2 : 1 90) . Cab ría a ñ a d i r que j u nto al
entu siasmo del contacto de los cue rpos se i n trod ucen esti los que enfatiza n o
aten úan el poder de las regl as-pasos, como lo señala Violeta González en su
estu dio sobre el d a n zón en la Ciudadela , donde ca racte riza y clas ifica los "ti­
pos de ba iladore s " , en base a las propias opiniones de los a s i stentes: "los que
bailan danzón l írico, los que ba i l a n da nzón florea do, los que ba i l a n en grupos
académicos o de exh ibición, los que ba i l a n de man era profesional o ma ster;
estos ú l timos son los que h a n estudiado para hacer u n matiz y u n estilo propio,
y fi n a l mente los que bailan danzón de ' fa n tasía ' " ( 2 0 1 2 : 6 5 ) .
Retomando l o s trabajos d e Espi nosa y González, podemos resa lta r q u e e n los
vestidos y otros aditamentos del cuerpo, no sólo podemos obse rva r las diferencias
socia les y cu ltu rales, sino ta mbién los pudores del género y sus posibil idades de
transgresión erótica : traducen, en el rubor o la osadía , en el ocu ltamiento o el des­
cubrim iento, un complejo sistema de símbolos y va lores del ser. En este sentido,
ta mbién el lenguaje corpora l puede bu sca r ca nales pa ra expresar la identidad ideal
(Goffman) y mostra r aquello por lo que los l uga reños qu ieren que lo aprecie n : "Al­
gu nos se rebelan al estrago de los años acu mu lados. Tiñen las canas o cubren la
ca lvicie con abunda ntes pel uqui nes, indiferentes al contraste entre las a rrugas y

67 Rocío Hidalgo (2010), desarrolla un amplio y profundo estudio de la relación entre los modelos
corporales y la resistencia del cuerpo a su imposición tomando como pre-texto la obra de Raúl
Parrao. Podemos colegir que no siempre la relación entre cuerpo y lugar es de adaptación, sino
de resistencia y conflicto.

53
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Imagen 2.6. Hay u n a sed imentación de las prácticas corporales i n ducida por el lugar. lhttp ://2.
bp.blogspotcom/_aB 1 LfSqveto/S_y7RnX BQhl/AAAAAAAAAPg/jZe8efm P3g E/s 1 600/saloncali.jpg)

Imagen 2 . 7. E n e l asilo de ancianos e l cuerpo habita l a dictadura del cronotopo ú n ico que
le impone su ritmo . !Fotografía de Abilio Vergaral

54
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

el muy generoso copete fa lso" (Ca rlos Fuentes López, 1 99 2 : 1 9) . Deseos y expre­
sividades pretendidamente i m b ricados, ta mbién hablan de contextos y de épocas,
y no siempre la respuesta es una sonrisa, y en este gesto ta mbién revela el des­
encuentro en la interacció n : " M i ra nomás eso . . . aquí, la de la fa ldita repegada, ¿a
poco no se ve m a l ? " (ídem : 1 4) . La disputa refiere a la necesidad no solo de com u ­
nica r a lgo, sino ta mbién de obtener u n plus que acreciente el capita l simból ico q u e
otorgue mayor posibilidad de placer y reconocim iento : " E n este sentido, resulta
releva nte todo lo que ayude en el proceso de tornarse atractivo para los demás y
logra r impacta r al mayor n ú m ero de candidatos posibles" (Lagua rda, 2004: 50) .
La s formas, las posiciones y los desplaza m i entos del cue rpo en el l uga r,
en primer tér m i n o , está n condicionados -sino dete r m i nados- por la natu­
ra leza del l uga r y por las jerarq u ía s i n ternas de la o rga n i zación socia l que lo
habita . Desde esta perspectiva el cuerpo habla sobre e l carácter del l uga r, pero
ta mbién expresa las clasificaciones i n ternas, las relaciones socia les que dichas
clasificaciones expresan y despl iega n , por lo que para estu d i a r los cue rpos y
sus lenguajes, debe enfocarse ta nto a lo que son, como a l a s fo rmas en que se
interrelacionan u n o s con otros: es la gra m ática genera l y las s i n taxis específica s
lo que hay que regi stra r, a u nque cada cuerpo puede requerir de u na atención
específica para des-cubrirlo.
Debemos ta mbién observa r u n a re m a rcada i m p l icación entre espacio y
cuerpo, pues, como lo señala José Luis Vera , "a l fi n a l , cue rpo y espacio consti­
tuyen una especie de Banda de Moeb l u s donde a m bas entidades son pa rte de
una m i s m a ca ra que recu rsiva mente gira sobre sí m i s m a ordenando las re lacio­
nes entre entidades y contextos y configu ra ndo estructu ra l mente significados
sin fronteras de demarcación " (2007 : 21 ) .

El lenguaje sonoro

Por otro lado, la sonoridad del a m b i ente68 es ta mbién u n lenguaje en el que ha­
bla el l uga r y le otorga " pe rso n a l idad ". É ste, será identificado, por e l l a , a ú n en
a u sencia, cuando su i m agen se evoque, en la d i sta ncia (espacial y tempora l ) , a
partir de u n sonido pecu l i a r, puesto que s u s m a rcas queda n i m p regnadas por su
constancia, aún i nvol u nta ria mente :

El l uga r suena entonces de m a n e ra ta n singu l a r que sólo l o s ha bituados a él re­


conocen sus mil señas pa rtic u l a res -la l l a m ada de un gato siem p re a la misma
hora , el j u ego ritual de gra n ujil l a s que llaman a l tim b re en u n porche, los pasos
de los vecinos en la esca lera- y sus mil m a tices instru m e n tados por los carac-

68 Ver Ana Lidia Dom ínguez, La sonoridad de la cultura. Cho/u/a: una experiencia sonora de la ciudad,
U D LA, Editorial Porrúa, México, 2007 y Fra ncisco Cruces (coord inador) , E/ Sonido de la Cultura.
Textos de Antropología de la Música, en Antropología, n ú m . 1 5- 1 5 , ma rzo-octubre, 1 998.

55
ABILIO VERGARA FlG U E ROA

teres propios del espacio construido, ya que los habitantes de u n l ugar, a pesar
de su ignorancia acú stica , tienen u na percepción extremadamente p recisa de
los tiempos de reve rberación inducidos por las propiedades técnicas del espacio
construido (Augoya rd , 1 9 9 5 : 2 1 0) .

Ama necía , en Pisco, a l egremente. A la agon ía de las sombra s nocturnas, en


el frescor del alba, en el radia nte despe rta r del d ía , sentía mos los pasos de mi
madre en el comedor, preparando el café para papá. M a rchábase éste a l a ofici­
n a . Desperta ba ella a la criada, chi rriaba la puerta de l a calle con s u s m ohosos
goznes; oíase el canto del ga llo que era contestado a i n te rva los por todos los de
la veci ndad; sentíase el ruido del m a r, el frescor de la m a ñ a n a , la a l egría sana
de la vida . Después m i madre ven ía a nosotros, nos hacía reza r, a rrod i l lados en
la cama con n u estras bla ncas ca m i sas de dormir; vestía nos l u ego, y, a l concl u i r
nuestro tocado, s e a n u nciaba a lo lejos la voz d e l panadero. Llegaba éste a la
puerta y saludaba. E ra u n viejo d u lce y bueno, y hacía m uchos años, a l decir de
m i madre, que l lega ba todos los días, a la m i s m a hora , con el pan calientito y
apetitoso, mo ntado en su bu rro , detrás de los dos 'capachos' de acero, rep letos
de toda clase de p a n : hogaza s, pan fra ncés, pan de m a ntecado, rosq u i l l a s . . .
(Valdelomar, citado e n Zubizarreta , 1 96 8 : 99.)

En u n estudio de Lolc Wacq u a n t sobre u n a sala de boxeo en South Side de


Ch icago , e l Stoneland Boys C l ub, - u n a de las cuatro salas p rofesionales princi­
pales de la ciudad de Ch icago-, enclavada en u n a zo na extremadamente pobre,
de población exclu siva m e n te negra , con un 40 por ciento de jóvenes menores de
20 años; encuen tra que sólo el 44 % tiene empleo re m u n e rado y e l resto acude
a la asistencia socia l ; la zo na ta mbién se ca racte riza por la violencia crónica en
sus calles y la sala de boxeo es, a l mismo tiempo, u na p rotección fre nte a dichas
ca l les ("la ca l l e llama y puede acabar contigo ") como u n a forma de enca u s a r
las energía s que conforman dicha violencia, en la formación de u n n u evo sujeto
social basado en la disci p l i n a y la i m pregnación de va lores, como el respeto a l
otro. Este lugar tiene u n lenguaje p ropio q u e preci sa m ente s u rge para -y de­
modu lar los cuerpos de aquellos jóvenes que n o q u i e ren l i d i a r con la violencia
ca llejera y la delincuencia. Wacquant lo describe así:

Se accedía a través de u n a esca lera sombría a u n a sala lúgubre que evocaba la


bodega de u n viejo ga león. Se distinguían los sonidos a n tes de que los ojos se
acostu mbra ra n a la pen u m b ra : el chasquido de las cuerdas de saltar azotando e l
parqué, los golpes sordos del cuero con tra los sacos de boxeo y el chirrido del b a ­
la nceo de las cade nas de las que colga b a n , el crepitar de los puchins, e l restallido
ahogado de las za pati l l a s contra el ta pizado del ring (había dos) , el resol/ar69 de

69 E l énfasis de las cu rsivas es mío.

56
ETNOGRAFiA DE LOS LUGARES

los boxeadores por la nariz y, cada tres m i n u tos, el estridente sonido de la cam­
pa n a . La atmósfera era de crepúsculo en u n a j u ngla fétida (George P l i m pton ,
citado en Wacquant, 2005 : 1 1 3 ) .

Al in terior de la sa la de boxeo, existe u n a defi nición m u y clara de las fron­


te ra s de cada sección, ten iendo como centro el ring, posicion a n do a los parti­
cipantes en las actividades físicas y de i n strucción conju nta ndo las p rácticas
y sus gestos en una d i n á m ica orientada hacia la fo rmación de los jóvenes. En
cada sector y actividad, los sujetos despl iega n lenguajes m ú l tiples y diferencia­
dos que se con- centran en función de la prepa ración para el ri ng y el com bate. En
el trayecto, los signos de los lenguajes conforman u n a "cofra día viri l " dife rente
de la que existe en las pa ndillas, en las ca l les, pues a q u í está basado en el res­
peto al otro, produ cto de un rea prend i zaje. Un factor fu ndamenta l que p rovoca
esta tr� n sformación es la atmósfera sonora creada, cuyo eje (se) defi ne (por) la
disci p l i n a que enca m i n a . Desde la calle, otra sonoridad más compleja y "caóti­
ca " refu erza la necesidad de disti ngu i r el am biente interior.

El lenguaje de los objetos

La silla me dice que puedo sentarme en ella. Pero si la silla es un


trono, no sirve solamente para sentarse: sirve para sentarse con cierta
dignidad.
U M BERTO Eco

De los m ú ltiples soportes significantes que se orga n izan en to rno al l uga r po­
demos explorar el sistema de los objetos o "cosa s ". En este sentido, refi riéndose
a la habitación, David Ha rvey señala que " habitar es la capacidad de logra r la
u n idad espi ritu a l en tre los h u m a nos y las cosa s " (20 I O : 3 2 ) , agrega ndo que "si
perdemos la capacidad de habita r, entonces perdemos n u estra s raíces y nos
encontramos separados de todas las fuentes de a l i mento espiritu a l . El em pobre­
cimiento de la existencia es incalcu lable" (ídem) . Habita r, entonces, refi ere a un
mu ndo más allá de la casa - h oga r, refiere ta mbién a los lugares en los que rea l i ­
za mos distinta s actividades y nos sentimos pa rte de e l l o s , nos sentimos bien en
el los, por compa rti r, regularmente, lo que esos l uga reños hacen en esos luga res.
Pa ra rea lizar las etnografía s, es necesa rio observa r las relaciones significa­
tivas entre los objetos o -como se los n o m b ra en el lenguaje cotidiano- las
"cosa s ". En esta d i recci ó n , M i j a i l Bajtin señala que:

El problema consi ste en hacer hablar el medio cosístico que actúa m ecá n ica­
mente sobre la person a , en poder descu brir en este medio la palab ra y el tono
potenci a l , en convertirlo en el con texto semá ntico de la persona pensa nte, ha­
bla nte, activa y creadora [ . . . ] Una cosa que sigue siendo cosa ta n sólo p u ede

57
ABILIO VERGARA FlGUEROA

actu a r sobre cosas; para actu a r sobre personas ha de descu brir su potencial de
sentido,7° llegar a ser palabra , es decir, i n iciarse en un contexto verbal y semá n ­
tico posible ( 1 998: 3 8 7 ) .

M a ry D o u g l a s , desde u n a perspectiva soc i a l de l a decoraci ó n , a l esta­


blecer l a s condiciones de la p roducción de los gu stos en e l m o b i l i a rio de la
casa - h a bitación rea l i za u n a i n te resante asociación e n t re l a s elecciones y
la c l a se soci a l :

S e puede advertir q u e ciertas elecciones son incompatibles con otra s ; l o s a n i ­


males domésticos en la s a l a podrían a r ru i n a r los m uebles fra nceses; el costo
del equipo de m ú sica podría competir con el del piano. La p referencia por los
espacios vacíos y los a m bientes no atestados podría oponerse al gu sto por las
grandes planta s en macetas. Las corti nas geométricas y las a l fombras lisas po­
drían com b i n a r bien con las pintura s abstractas y los m uebles modernos. El
diagra ma de la fel i cidad e m u ladora p resentada por M i l la r m ostra ría que en la
sala de los j óvenes modernos de estatus elevado se da u n l a rgo y lento despla­
za m i ento desde las corti nas de encaje, primero a las cortinas con diseño flora l ,
l u ego a las l i sa s y p o r ú l t i m o a las geométricas ( 1 998: 76) . 7 1

Hab ría que se ñ a l a r, con la m i s m a a u to ra de Estilos de pensar, q u e la s i m p l e


e n u meración de los objetos no nos l l eva rá a n i ng ú n l uga r e n e l a n á l i s i s d e
los lugares, req u i riendo i r m á s a l l á de " s i l l a s y corti n a s " , a s u m i e n d o que, p o r
e j e m p l o , l a s m i s m a s elecciones p u e d e n m á s b i e n esta r mejor rep resentadas
por e l " m odelo de conflicto " q u e por e l de l a cohere n c i a , que, por e j e m p l o ,
devend ría de la c l a se soc i a l o e l n i ve l educativo . 72 Puede i n d ica rse acerca del
u so distin tivo de los espacios, en l a s c l a se s a l ta s l a d i sta ncia y e l silencio es­
tá n m á s p resentes y va l o rados, fre nte a l a testa m i ento y l a s u perposición de
"cosa s " y actividades en los sectores popu l a res, y que e l l o se debe n o sólo por
los "gusto s " , sino a las condiciones materiales y escasez de recu rsos (siendo
el espacio el m á s escaso en l a s ci udades) , deriva n d o l a se n s i b i l idad e n i n d ife­
re ncia frente a la "ca l idad de vida " , y con m á s frec u e n c i a , deviene e n ma lesta r
e i n comodidad.

70 Las cu rsivas son mías.


71 Me parece i m porta nte resa ltar la forma en que M a ry Douglas i n icia su abordaje: " . . . las cues­
tiones referentes al gusto se comprenden mejor en vi rtud de los j u icios negativos. El discu rso
sobre lo desagradable y la fea ldad es más revelador que el discurso sobre la belleza estética "
( 1 998: 6 5 ) .
72 Dentro del proceso de investigación, es más perentorio observar la diferencia entre a mbos
modelos en las sociedades m u lticulturales y en poblaciones que varían su posición social: de
padres campesinos u obreros, los hijos que ascienden socialmente, h ibridan más i n tensamente
sus gu stos. Este fenómeno se acentúa con la u rban ización y la globalización.

58
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Imagen 2.8. La disposición de los objetos muestra ta mbién, además de las fu nciones y usos, las
carencias y, por ende, su emplazamiento socio-cultural. <www. vagamundos.net 2008/albums.jpg>

Lo q u e h a b ría q u e observa r es, por e j e m p l o , l a s va r i a c i o n e s y va l o r a c i o n e s


q u e ref i e re n , e n cada con texto soci a l , a l espectro a m p l i o q u e a b a rca e l ca m p o de
l o refi n a d o y l o tosco, e l o rden y e l deso rde n , l o gra n d e y l o peq u e ñ o , l o ra ro y lo
co m ú n o m a s i fi c a d o , l o exp l íc i to y l o i n s i n u a d o , e n t re otra s c u a l i d a d e s . Re itero
q u e cada eje se a rt i c u l a con l o s otros y ge n e ra n gu stos de " l i b e rta d " y de " n ece­
s i da d " ( Bo u rd i e u , 1 9 9 1 ) y las sepa ra c i o n e s e n t re un polo y otro n o p e r m a necen
está t i c a s ni s i q u i e ra e n l a m i s m a ge n e ra c i ó n . E n este s e n t i d o , e s i n te resa n te,
por e j e m p l o , segu i r l a s con secu e n c i a s "estét i ca s " de l a trayecto r i a de vida de l a s
fa m i l i a s u rb a n a s : a l obte n e r s u p rofe s i ó n y casa rse, c o m p r a n u n depa rta m e n to
mode sto en u n a co l o n i a popu l a r, l u ego de u n o s a ñ os, co m p ra n u n o m e j o r y, a
veces, re ntan e l p r i m e ro p a ra ay ud a rse a paga r el n u evo, y a s í sucesiva m e n te,
h a sta con segu i r una casa más a m p l i a - e n zonas c l a s e m e d i e ra s - , donde l a s
d i sta n c i a s e n tre l a s cosas, e l vo lumen d e l o s objetos, l a colocación de l o s m i s m o s ,
va n va r i a n d o .
A m o d o de e j e m p l o , e n focá n d o n o s h a c i a u n obj eto e specífi co , e s i n teresante
obse rva r l a fo r m a e n q u e J e a n B a u d r i l l a rd a b o rda al espejo, cuando se ñ a l a :

C o m o l a f u e n t e l u m i n o s a , l a l u n a e s u n l ug a r p r i v i legiado de l a h a b i tac i ó n . Po r
esta ra zó n , dese m pe ñ a p o r d oq u i e r, en la d o m e st i c i d a d a c o m o da d a , su p a p e l

59
ABILIO VERGARA FIGUEROA

ideológico de redundancia, de superfl u idad, de reflejo: es u n objeto rico, en el


que la práctica respetuosa de sí m i s m a de la persona b u rguesa encuentra el
privi legio de m u ltipl ica r su apariencia y de juga r con s u s bienes. Diga mos, en
térm inos m á s genera les, que el espejo , obj eto de orden s i m ból ico, no sólo re­
fleja los rasgos del individuo, sino que acompaña en su desarro l l o el desarro l l o
histórico de la conciencia individ u a l . A s í , pues. expresa todo u n orden soci a l
( 1 990: 2 1 ) .

E m p l a zando h i stórica m e n te s u a n á l i s i s , e l a u to r d e E l sistema de los o bjetos,


d i sti ngue la época actu a l . con p redo m i n i o de lo funcio n a l , donde, "con sagrado
a l cu idado p reciso de la apa riencia q u e exige e l trato soci a l , se l i b e ra de los
adornos y de los p restigios de la sub jetividad dom éstica . Po r lo m i sm o , los
demás objetos quedan l i be rados de él, y ya no sienten la tentación de vivir en
ci rcu ito cerrado con su i m age n " (ídem : 2 2 ) . De esta m a n era, la etnogra fía de
los l ugares va del sign ifica nte al sign ificado, de la a p a riencia a la profundidad
del orden soci a l , de lo estético a lo i m a g i n a r i o , obse rva ndo la si ncro n ía del
presente y el con texto c u l t u ra l ge n e ra l . observado ta m b i é n en el fo ndo de su
h i sto r i a .
Otro objeto a n a l izado p o r Baudri l l a rd - q u e "espejea " - es la fotografía d e
fa m i l i a , persi ste nte en l o s hogares popu l a res, de m e n o r prese ncia en las clases
medias-a ltas. Baudri l l a rd l l a m a a l con j u nto de la serie de dichas fotografía s "él
espejo diacrón ico de la fa m i l i a ". Desde otro punto de vi sta , desde la lite ratu ra ,
Alonso Cu eto señ a l a :

L o s á l b u m e s , p e n s é , s o n u n a estrategia de los m u e rtos, e l recu rso q u e tienen


p a ra sobrevivir: rep l egarse en u n a zona re mota de la casa y apa recer una
noche, todos a l mismo t i e m p o , con l a fue rza de u n ejército q u e sale de su
guarida, l a s tropas del si lencio agaza padas en unas pági n a s negra s . Allí esta­
ba él, observá ndome desde su cielo i n toca ble, haciéndome una sola p regu nta
(Cueto, 2 0 1 0 : 76) .

Así, ta mbién l a s fotografía s, para el a ntropólogo , pueden ser u n detona nte


de la expresión de otra s relaciones que las sonrisas y la " pose " esconde n , pues
detrás de ellas puede habita r el sufri m i ento que la s i m u l ación " p a ra la foto "
ocu lta , y la fotografía puede ser el p re-texto para platica r lo que a n teced ió o lo
que fue y (no) pudo ser. La s fotogra fía s entonces pueden servir para reve l a r los
contextos, y de éstos pode mos deriva r a relaciones que no solamente han ocu­
rrido, sino ta mbién a aquellas que se frustra ron y desde allí observa r en qué han
deven ido y qué proyecta n hacia el pasado y el futuro, a partir de ese " p resente"
congelado, no sólo de las fotos, s i n o ta mbién de los objetos que los acompa ñ a n
o que e l l a s m i s m a s reve l a n :

60
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Los objetos tienen así (sobre todo los m uebles) , apa rte de su función p ráctica ,
u n a función primord i a l de recipiente, de vaso de lo imaginario1 3 [ • • • ] Son así el
refl ejo de u n a visión del m u ndo en la que cada ser es concebido como u n " reci­
piente de i nteriorida d " , y a las re laciones como correlaciones trascendentes de
susta ncias; siendo la casa m i s m a el equivalente s i m ból ico del cuerpo h u mano,
cuyo poderoso esquema orgá nico se genera l i za después en u n esquema ideal de
integración de las estructuras sociales (Baudri l l a rd , 1 990: 2 7 ) .

Ahí tengo depositado todo lo q u e hemos hecho a lo largo de d i e z a ñ o s y bueno


por m á s que yo ta mbién tengo depositados todos n u estros afectos, la decora­
ción , de los obj etos que hay en e l l a , todo lo que tenemos ahí tiene su sign ificado
(Lucía, en Sánchez, 2010: 2 3 1 ) .

E l lenguaje a rq u itectónico

El espacio a rq u i tectó n i co es ta m b i é n u n fa ctor que condiciona l a s p rácticas


del l uga r, y tiene su p ropio lenguaje. E n este sentido, se obse rva una progresión
expresiva q u e a rticu la la función y el significado para, en su c u l t u ra específica
y sus prácticas, i m b ricarlos, fusionarlos de m a n e ra pecu l i a r. E l paso de la
denotación a la connotación puede hace rse ta n flu ida que p u eden con-fu ndi rse.
U m be rto Eco l o describe a s í :

Hemos dicho q u e el objeto arquitectón ico puede denota r la fu nción o connota r


determinada ideología de la función . Pero ta mbién puede connota r otra s cosas. La
gruta de la que hablábamos en nuestro modelo h i potético con notaba la función
" refugio " , pero con el tiempo ta mbién connotó "fa m i l i a " , " n úcleo com u n itario ",
" segu ridad ", etcétera . Y sería difíci l determinar si esta naturaleza con notativa ,
esta "fu nció n " si mból ica es menos "funciona l " que la primera (Eco, 1 999: 2 94) .

Sin embargo, la expresividad de las edificaciones no es semej a n te en todos


los tipos de l uga res. En m u chos de ellos puede p redo m i n a r la denotación de la
función práctica , en otros es subrayado el sentido co n n otado:

En e l primer piso (es decir, en la entrada) rei n a la so m b ra . En el segu ndo (donde


las figuras son más diáfa n a s ) , rei n a la carne (corpus) . En e l tercero (donde está n
los santos señoreados por el rosetón y la l u z de los vitra les) , reina el espíritu o,
si se prefi ere decirlo así, tenemos (de abajo hacia a rriba) la figu ra , la cosa y la
verdad, a fin de que entiendas que existen las sombras y las figu ra s, los cuerpos
y las cosa s y e l espíritu y la verdad (H ugo de Saint-Víctor, en Sici l i a , 2004 : 1 0 ) .

73 La cu rsiva es mía.

61
As1uo VERGARA F1cuEROA

Imagen 2.9. El leng uaje a rqu itectónico sagrado: la elevación que concentra de la tierra y del cuerpo
hacia lo sublime. <http enciclopedia.us.es/images-3-30- Cupula_san_ped ro_vaticano.jpgl

Desde o t ro p u n to de e n f o q u e , pode m o s ver q u e, fre n te a la m a j e s t u o s i d a d


a rq u i tectó n i c a de l o re l ig i o s o q u e i n vo l u c ra l o p ú b l i c o ( r i t u a l , c e re m o n i a ) c o n
l o p r i va d o ( l a f e , l a a f l i cc i ó n ) , e n o t ro n i ve l , ta m b i é n e n e l de l o cot i d i a n o y l o
d o m é s t i c o , l a a rq u i tectu ra y s u s a d i ta m e ntos p u ede m a n ifesta r u n l e n g u a j e
s i m bó l i c o :

L a c a s a e s u n s e r v i v i e n te c o m o e l c u e r p o d e l o s h o m b re s q u e a l b e rga y cuya
reprod u c c i ó n p e r m i te ; tiene cabeza ( e l tec h o : ama/) , v i e n tre y ó rga n o s sex u a l e s
( l a s p a redes: otüeng y owf/) , boca ( l a p u e rta : ombeay) y p i e r n a s ( l o s h o rco n e s :
o/eaj) . E l nden n o s ó l o se representa a l a m a n e ra d e u n c u e rpo h u m a n o , s i n o q u e
ta m b i é n p a r t i c i p a d e l o s a t r i b u to s de u n c u e rpo soc i a l i n tegra d o p o r e l g r u p o
p a re n t a l q u e l o cob i j a . E n e s t e p u nto e s necesa r i o record a r e l h e c h o de q u e e n
l a s d i st i n t a s pa rtes d e l nden se g u a rd a n e l ca b e l l o , l o s d i e ntes, e l cordón u m b i ­
l i ca l , es deci r, a q u e l l o s e l e m e ntos de l o s c u a l e s e l c u e rpo físico se d e s p r e n d e ,
p e ro q u e se re i n tegra n e n u n n ivel soc i a l a u n c u e rpo q u e ya n o e s i n d i v i d u a l
s i n o fa m i l i a r. De esta m a n e ra se c o n fo r m a u n a u n i d a d i n d i so c i a b l e e n tre e l nden

62
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

y e l grupo parenta l , en la que se a socia n el cuerpo físico con e l cuerpo de la casa:


omal se corresponde con los cabellos, otieng con l a placenta , owil con e l cordón
u m b i l i ca l , ya que se cree que existe una relación d i recta entre éste y los órga nos
sexuales, ta nto mascu linos como fem e n i nos, m i entras que ombeay contiene a
los dientes. Esto nos hace pensar que dicha i n tegración constituye u n a fo rma
de "co m p leta r " el cuerpo, de i n tegra r e l grupo doméstico en una sola u n idad
(García Souza, 1 99 9 : 89).

Por otro lado, ta mbién el exterior -fachada- de los lugares com u n ica , me­
dia nte el lenguaje a rqu itectó n ico y de i m ágenes o colores, el cuidado o el des­
cuido, la posición y los posicionamientos de los lugareños, sus pretensiones y
l i m itaciones. Por ejemplo, Caldeira , al estu d i a r los condo m i n ios h o rizonta les en
Sao Pa u l o , esta blece las d iferencias con los nortea mericanos:

Au nque la homogeneidad socia l sea obvia mente va lorizada , la homogeneidad


del proyecto no lo es: casas con la m i s m a planta y fachada son desva lorizadas
y poco co m u nes. Tradicion a l m ente, en Sao Pa u l o , las casas estanda rizadas han
sido construidas para los sectores trabajadores y son desva lorizadas no solo
por la población en genera l , sino ta mbién por l a s personas que no tienen otra
opción que vivir en ellas. Los residentes hacen esfuerzos i ncreíbles para trans­
formar s u s casas y darles lo que l l a m a n " persona lidad " , es decir, u n a apariencia
i n d ividu a l i zada (2007 : 3 1 7) .

Así, podemos e m p l a z a r l a s s i g n i f i c a c i o n e s d e l l u ga r con el e n t o r n o i n ­


m e d i a to ; esta actividad corre l a t i va se d e s a r ro l l a ta m b i é n e n e l i n terca m b i o
sign i ficat ivo y com u n icati vo de l o s l uga re ñ o s , q u i e n e s i n te ractú a n de m a n e ­
r a p a s iva y/o activa , p o r e j e m p l o sintiendo y percibiendo l o s s i g n o s de l a c a l l e ,
de l a s edifica c i o n e s veci n a s , d e l a s actividades r u t i n a r i a s q u e se d e s p l iega n ,
etcéte ra . L a fachada es l a "ca ra " d e l l u g a r, pero, a veces, es m á s b i e n s u
" m á sca ra " : u n a u otra c o n d i c i ó n p u ede derivar e n l a d i fe re n c i a c i ó n d e l a
n a t u ra l eza d e l lugar.

Lenguaje e interpretación

F i n a l m e nte, ta m b i é n c o m o e j e m p l o , podría m o s e n foca r la m i rada h a c i a l o s


lugares e n l o s q u e e l l e n g u a j e es u n a p r e n d i z a j e c o n t i n u o , y q u e , s i b i e n s e ­
d i m e n ta e n u n dialecto social, o b l iga a l lugareño a f u n g i r c o m o h e r m e n e u ta
q u e actúa decod ificando signos q u e no se m u estra n " t ra n sp a re n t e s " porque
p reci s a m e nte está n h e c h o s p a ra bloquear o demorar l a i n te r p retac i ó n ade­
cuada. E m i l i o d e l p o l a , a l descr i b i r l a s c o n d i c i o n e s co m u n icativas y l a na­
t u r a l eza d e l lenguaje e n l a s p r i s i o n e s a rge n t i n a s de l a d i c ta d u ra e n l o s a ñ o s
setenta se ñ a l a :

63
ABILIO VERGARA FJG U EROA

Cu riosa mente (o, mejor dicho, lógica mente) , en este á m bito cerrado que l leva
ha sta el pa roxi smo las medidas para a segu ra r el desconocim ie nto y la desi n ­
formación m á s i n tegra les, los m e n sajes p rolifera n . En e s e m u ndo, d o n d e l o s
signos e s t á n prohi bidos o rigu rosa mente controlados, todo es s i g n o y m e n saje:
todo es inevitable y enfática mente sign ifica nte. Y a su vez todo preso político
se convierte, desde que se i ncorpora a l medio ca rcelario, en u n lector, u n desci­
frador, u n hermeneuta h i persen sibilizado. Los periódicos son desmenuzados e
i n terpretados con terca apl icación ha sta en sus deta lles m á s ínfi m os. La fo rma
en que se abre o se cie rra u n a puerta . U n ca mbio de celador en el pabel lón, la
aud ición de ruidos poco fa m i l i a res, una autorización o una prohib ición ines­
peradas, e l saludo de u n guardia o de u n ofici a l , u n a demora o u n ava n ce en
las horas del recreo, u n cambio en el régi men de co m i das, la presencia de u n
individuo desconocido; todo es reci bido y a s i m i lado prioritariamente c o m o h e ­
cho significa nte, c o m o m e n s a j e a descifra r e i n terpreta r, c o m o confirmación o
refu tación de h i pótesis prevía s y origen de otra s n u evas (De lpola, 2005 : 29-30) .

Al do m i n a r las relaciones entre p resos y vigi la ntes la lógica del "ca stigo
como venga n za " , las medidas no tienen otro fin que h u m i l l a r al deten ido más
que " recupera rlos". De lpola m u estra que la fact u ración de los sentidos en la
com u n icación se negocian de m a n e ra desigua l y contradictoria, haciendo que
cada acto r de la interacción se someta a lo que podría llamar la interpreta ción
situada : " d u ra n te las req u i sa s i ndividuales, la ra pidez y la h a b i l idad del preso
pa ra efectu a r los actos req ueridos n o son va loradas positiva m e n te, porque i m ­
pl ican u n a p l o m o y u n a segu ridad de sí siempre sospechosos. L o i m portante e s
moverse dóci l m ente, hacer v e r que s e obedece c o n temor, m á s que c o n eficacia "
(De l pola , 2 005 : 2 9 ) . En la cá rce l , a dife rencia de otros l ugares, es necesa rio
definir la situa ción en cada momento, decod ifica r las señales, los síntomas, los
i ndicios, atendiendo a los con textos pa ra-verba les, gestuales, corpora l es, obje­
tuales: la o m i sión o el reta rdo o la prisa, pueden com u n ica r, pero no siempre un
signifi cante donará el mismo signifi cado.
Como u n a m uestra de que los l uga res son ta mbién nodos de redes, que no
son del i m itadas siempre para encri pta rse, y ma ntienen re laciones dive rsas con
sus contextos, aún en l uga res con frontera s fuertes como las prisiones, pode­
mos observa r que el lenguaje de las cá rce les es deudora del lenguaje del h a m pa
que circu la en el exterior y éste recibe de las prisiones n u evos tér m i n o s e i n no­
vaciones dive rsa s, en mutua i n te racción. Qu i zá por eso, entre otra s cosa s, en el
lenguaje popu lar, se conozca a la cá rce l , como " l a u n iversidad ".
Es i m porta nte considera r que es posible que, a pesa r de la convergencia de
materia l idades sígn icas dive rsa s, el lugar pueda ser identificado por la hege­
monía de a lguna (s) de e l l a s y por la especial s i m b o l i zación y significación que
sedi mentan en -y por- n u estras i n te racciones y memoria; sin e m b a rgo, eve n ­
tos culturales c o m o la fiesta , p u e d e n mostra r e s a m ú ltiple facturación d o n d e el
lenguaje corpora l , visua l , sonoro , tácti l , olfativo, gu stativo , se hacen p resentes

64
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

pa ra ca racteriza rlo; no obsta nte, para un n i ñ o , el olor de un determi nado du lce


puede significar, por s i n écdoque, la fiesta entera en su memoria adu lta . G u stavo
Lins, al referi rse a los bares, resta u ra n tes y n ight-clubs, para brasi leños en Sa n
Fra n ci sco (Ca lifor n i a ) , se ñala que, " l a s com idas son poderosa me nte evocativa s "
[ . . . ] " debe comerse . . . ' con el telón de fo ndo de la m ú sica bra s i l e ñ a , u n a manera
segura de rea lzar su sabor"' (2 003 : 1 4 7 ) . Por ejemplo, en Bahía Ca bana, la com­
binación comida, m ú sica y d a n za fue la clave de su éxito; l uga r de m a n i festacio­
nes de la cultura popu l a r b ra s i l e ñ a : ma cule/e, sam ba, pagode y capoeira.

Postal : el lenguaje del tiempo en un l ugar sagrado

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
MISAL, 29 DE JULIO 201 2

"Hagan esto en mi memoria: este es mi cuerpo ''. Del mismo modo toma
el cáliz y, luego de agradecer, él dijo: "ésta es mi sangre''.
EN GRUAU, 1 999

El lugar de culto del cristia n i s m o ha ido va riando a lo l a rgo de la h i sto ria y el


te mplo cristi a n o , ta l como l o conocemos a h ora , es p roducto de las mod ificacio­
nes que la iglesia ha sufrido, en sus relaciones consigo misma y con el poder.
En u n i n icio, cuando e l l a estaba alejada del poder, el culto y sus rituales podían
rea l i za rse en la casa , en la monta ñ a , 74 en las praderas, m a n a ntiales, en las ca­
tacu mbas, etcétera . Richard Sennet refiere a una " Epístola " escrita en Ro m a , a
los i n icios del cristia n i s m o que m uestra la re lación d i sta nte de esa com u n idad
naciente con el espacio:

[ . . . ] los cristianos no se d i stinguen del resto de la h u m a n idad n i por e l l uga r en


que vive n , n i por la m a n e ra de hablar n i por s u s costu m b res. Porque no viven en
u n lugar apa rtado en sus p ropias ciudades . . . n i tienen una vida si ngu l a r . . . Ha­
bita n en s u s países pero sólo como peregrinos . . . Todo país extra njero es co mo
su patria y cada patria es u n país extra njero ( " Ep ístola a Diogneto " , citado en
Sennet, 1 99 7 : 1 40) .

El teólogo Ha rvey Cox, describe muy expresiva mente el mismo desapego al


seña lar que "cuando el Arca fue final mente capturada por los fi l i steos, los hebreos

74 "Entonces la gente, a l ver el signo que Jesús había hecho, decía : ' É ste es, en verdad, el profeta
que habría de ven i r al mundo'. Pero Jesús, sabiendo que iban a l levá rselo para proclamarlo rey,
se retiró de nuevo a la montaña, él solo" (Misal del 29 de julio de 201 2, El Día del Señor, año 1 3 ,
n ú m . 6 5 7 , p. 2).

65
ABILIO VERGARA FIGUEROA

co m e n za ro n a da rse cue n ta de q u e Ya h veh n i s i q u ie ra estaba a l l í. . . Iba con su


pueblo y ta m b i é n estaba en otros l uga res " (en Sennet, 1 9 9 7 : 1 40) . Sennet agrega :
"Ya hveh e ra u n d i o s del t i e m po m á s q u e del espa c i o , u n d i o s q u e p ro m etía a s u s
segu idore s u n sign i ficado d i v i n o pa ra s u s desd ichados v i a j e s " (Se n n et , ídem) .
Esta perspectiva q u e p r i v i l eg i a b a e l t i e m po sobre e l e s p a c i o c a m b i ó c u a n d o
e l e m perador ro m a n o C o n s ta n t i n o , e l a ñ o 3 1 3 d . C . , c o n v i r t i ó a l c r i s ti a n i s m o e n
l a rel ig i ó n ofi c i a l d e l i m pe r i o , c o n t r i b u ye n d o dec i s i va m e n te a q u e e l c r i s ti a n i s m o
arraigue, p u e sto q u e " re c i b i ó propiedades u rb a n a s e n v i r t u d de l egados y te sta ­
m e n to s . La propiedad fue co n t ro l a d a p o r a so c i a c i o n e s vo l u n ta ri a s , q u e ta m b i é n
c o m p ra ro n terrenos p a ra c e m e n te r i o s y c rea ron centro s co m u n i t a r i o s e n edifi­
c i o s p ú b l icos " (Se n n et , 1 9 9 7 : 1 5 3 ) . E n este p roceso, l a e d i f i c a c i ó n y a p rop i a c i ó n
de te m p l o s y o t r o s lugares sagrados fue s u coro l a r i o .
P o r otro l a d o , l o s m i s m o s ritos, ta n to e n s u n ú m e ro c o m o e n s u rea l i za c i ó n ,
se f u e ro n t ra n sfo r m a n do y otros h a n desapa rec i d o ; y h oy, la cere m o n i a r i t u a l
ce n tra l v i e n e s i e n d o la m i s a . Este e s p a c i o r i t u a l cri sti a n o se con sagra a h o ra
fu n d a m e n ta l me nte n o r m a d o por l a s d i sp o s i c i o n e s e m a n a d a s p o r e l C o n c i l i o de
Tren t o . La m i sa es e l r i t u a l de l a co n j u nc i ó n -comunitas- de las p re se n c i a s a la
co m u n i d a d re l igiosa : una a s a m b lea de/con D i o s .

Imagen 2 . 1 O . L a relación c o n lo sagrado exige en cada cultura y sociedad u n lenguaje corporal y para­
verbal que caracteriza al lugar y a la práctica <ritual o rutinaria) que a l l í se desarrolla.
<Fotograña de Abilio Vergaral

66
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Dicho de otra m a nera , p a ra J u st i n , 75 el rito que denomina mos e l repa rto del
pan es l a repetición de un rito i n stituido por Jesús. Este rito ocu rre en un lugar
donde se reú n e n los fieles venidos de villas y campos. Este l uga r n o es ca lificado
de otra forma. Es solamente un l ugar de reu n i ó n . Observemos que l a palabra
" reu n i ó n " , " j u nta " es p restado de la asamblea del desierto descrito en el libro
del É xodo [ . . . ] el que, por i ntermedio del tér m i n o ecc/esia generará la palabra
fra ncesa église (Gru a u , 1 99 9 : 1 2 5 ) .

Este proceso n o s hace ver cómo el lugar d e l cu lto s e acota y dema rca en l a
figu ra d e la ig/esia76-templo q u e s e opone a la d e la casa p o r su condición pri­
vada, en cuanto a la i m porta ncia de cada emplaza m iento para la colectividad y
cada uno de los fieles, sepa ra ndo -acota ndo el espacio- el tiempo cotidiano del
tiempo sagrado . Así, el a póstol Pablo, di rigiendo su reproche a ciertos cristianos
de Corintia les dice: " Desde que uno se sienta a la mesa, cada uno, sin espera r,
toma su propio a l i mento , y, mientras unos tienen h a m b re, otros están embriaga­
dos. ¿Es que u stedes no tienen casas para comer y beber?" (Grua u , 1 9 9 9 : 1 2 7) ,
rem a rcando las fo rmas simból icas y estéticas -con siderando sus secuencias y
coordi naciones77- que asume el "comer" y "beber" en el l uga r de cu lto -junto
a otros-prójimos, convocados para el ritu a l - , cuando aquellas actividades, en
este contexto, tienen soportes y gestos sign ificantes diferentes, que, en el caso de
la ritual idad cristiana se manifiesta n en el pan y el vino, que connota n la ca rne
y la sa ngre de Cristo. Asi mismo, el apóstol Pablo re m a rca la oposición entre la
asamblea y las casa s particu l a res (ésta s, cuando no son escena rios del ritu a l ) ,
q u e va ría n porque están acotados c o m o lugares cuyas p rácticas difieren cua l i ­
tativa mente p o r s e r cotidianos o extra-cotidianos y s e concretiza n en lenguajes
diferentes que se orienta n a prod ucir ambientes profanos o sagrados. Como carne
y sangre de Cri sto refiere a l tiempo primordia l , i n se rto en la eternidad.
Sin embargo, el emplazam iento del templo como el lugar del culto, a lo la rgo
de la historia, se ha modificado ta mbién, permitiendo otras expa nsiones y otros
acotamientos en otros espacios públ icos (más ampl ios y reciben una concu rrencia
mayor (J uan Pablo 1 1 ofició en estadios) , e inclu sive en las propias casas (privado) ,
a donde se desplazan los sacerdotes, para legiti mar ceremonias de menor impor­
ta ncia. Mau rice Gruau, señala que "m ientras los judíos delim itaban el territorio
sagrado del templo con m u rallas sucesivas, el ritual católico78 marcaba esta deli­
mitación por gestos simból icos y por los usos que afecta n dichos l uga res " ( 1 2 9) .
Los objetos de la iglesia, así como los rituales que a l l í se desarrollan recons­
truyen la relación con el tiempo: " n o está espontá neamente concebido como un

75 Filósofo que se convierte al cristianismo hacia 1 50 de n uestra era. É l escribe una "apología "
para sostener que los cristianos no son "peligrosos ".
76 Uso " iglesia" como sinónimo de feligresía .
77 La secuencia y la coordinación, s o n formas sociales d e modular el tiempo.
78 En los i n icios del cristi a n i smo.

67
ABILIO VERGARA FlGUEROA

tiempo presente, sino como 'abismado ' en el tiempo primordial, en otro tiempo
que el cotidiano, es por ello que senti mos la necesidad de utiliza r los edificios, los
objetos, la m ú sica, los vestidos, los gestos y relatos del pasado " (Gru a u , 1 999:
1 32 ) , haciendo que los fieles se sientan en " u n l uga r fuera de todo luga r " (Claude
Esteba n , en Gruau: 1 3 2 ) , gracias a l tiempo extraordinario que i n sta u ra el rito.
No obstante, el tiempo ritual cristiano es, a la vez, cíclico y linea l , pues su
mitología "se presenta como una hi storia que ha tenido u n in icio y que tendrá u n
fi n [ . . . ] El mito judío y el cristiano es nómada: pa rte d e u n luga r por i r a otro y
mete el tiempo para rea liza r el trayecto " (Gru a u , 1 999: I 07). Dicho "trayecto " , sin
embargo, no lleva a otra condición sino a la recuperación del origen. Así, el ritual
cristiano tiene una triple dimensión: es memoria del pasado, celebración del presente
y anunciación del porvenir. " Procla mamos tu muerte, Señor Jesús, celebramos tu
resurrección, espera mos tu venida " (Tomás de Aqu i no) . 79 Gruau, agrega , que es a
partir de lo que se vive en el presente que el pasado es supuesto y reconstruido.
Así, se rem a rca una diferencia tem pora l i m po rtante entre H i storia y m ito,
pues, un h i storiador se esfuerza por establecer una cronología exacta de los
hechos que él i nfor m a , m ien tra s que el m ito, por el contra rio, se ocupa de ac­
t u a l i za r el evento , en el rito y en sus versiones que está rea l i za n do, e intenta que
el auditorio se i m p l ique, espera n do que su conte mporáneo eva l ú e lo que le pasa
hoy. Gruau agrega que " m ientra s que el h i storiador cu ltiva la d i sta ncia que le
sepa ra del pasado que él estu d i a , el h o m b re ritu a l se esfuerza por entrar en ese
pasado que él hace revivi r " ( 1 1 0) , que él i ntrod uce fu ndamenta l m ente porque lo
vive en el p resente en crisis; crisis que vigoriza la necesidad de trascender8° y de
lo sagrado. Es i m porta nte presta r atención a los deta l les de los efectos de los
dispositivos retóricos (tropos) y s i m bó l icos:

El relato de Lucas hace i n te rve n i r a los á ngeles y a los pa stores: e l cielo se u n e


a l a tierra; D i o s se h a c e hom bre ; los ca n tos de los pa stores se unen a l de l o s
á ngeles; la l i t u rgia terrestre se reú n e c o n l a l i t u rgia celeste. Es la plenitud del
tiempo, el fin del tiempo, es decir, el acceso defi n itivo del hombre al m u ndo de
Dios, al tiempo de Dios [. . . ) el tiempo primord i a l y fi n a l , el tiempo escatológico,
el tiempo fuera de lo h u m a n o (Gru a u , 1 99 9 : 1 1 3) .

G ruau agrega que este tiempo escatológico cristiano se expresa e n l a i ntroduc­


ción del domingo, y también por las fiestas religiosas que aún definen el ca lendario,
tiempos en los que el hombre se reintegra a l tiempo de Dios. Este tipo de días libera
al hombre de sus obligaciones sociales, entre ellas el trabajo. No obstante, en las
etnografías de los l ugares debemos también observar otras conexiones sociales,

79 He escuchado una va riación en algunas misas contemporáneas: "An u nciamos tu muerte, pro­
clamamos tu resurrección. ¡Ve n , Señor Jesús! " (Tomado del M isal del 2 9 de j u l i o de 2 0 1 2 , El Día
del Señor, año 1 3 , n ú m . 6 5 7 , p. 3 ) .
80 Ta nto en el p l a n o m á s concreto, cotidiano y funciona l , como en el filosófico.

68
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

como por ejemplo el que ocurre con el Ni ñopa n . en Xochimilco, donde llevar la ma­
yordomía centra l (anual) perm ite también "tejer redes " hacia los poderes, político
y económ ico. y obtener provecho de dichos contactos. También dicho mayordomo
teje una red social muy grande con los mayordomos secu ndarios (del día) .
Entonces, aquellas formas genera les de vinculación con el tiempo (fuera
del p resente) , no e l i m i n a n los nexos con lo actual-vivido, cotid i a n o o de acuerdo
al ca lendario. Así, el sermón perm ite situarlo en el re lato sagrado, por ejemplo,
interpreta ndo la Biblia, ya sea en base a l calendario socia l (día de la madre, día
de la i n dependencia) o frente a los problemas. como la violencia o la pobreza .
Con relación a éste, a sociando la m u ltipl icación de los peces y el pa n , en u n
sermón señalaba que dicho " m i lagrazo " (sic) ocu rre h o y en día : " Hace fa lta u n a
señora dispu esta a co m p ra r, a l i r a l mercado, el d o b l e de aceite, de fríjol y d e
azúca r . . . y dispu esta a compa rti r la m itad de su ma ndado c o n u n a vecina po­
bre ". La m i sa de difu nto, o el sermón en el entierro, es otra forma de vincu l a r el
tiempo sagrado con el profa n o ; en la biografía s u b l i m ada del m u e rto ta mbién se
tejen los lazos soci a les, pero ta mbién la s u b l i mación de la m u erte bajo la figu ra
de Láza ro , modulando el tiempo en la espera n za . La a d m i n istración del silencio
(como u n ambiente) , hace retornar hacia u n o u otro tiempo: n o sólo la sonoridad
penetra en el cuerpo. ta mbién lo hace el silencio.
El C R ESSO N , ya mencionado, desarro l l a el concepto de ambiente que pre­
tende a rticu l a r los dife rentes factores que i n tervienen en la configu ración de u n
determi nado espacio o establecim iento para darle u n ca rácter si ngu l a r, inten­
sifica ndo en su confluencia sus efectos sobre los fe l igreses. E ntre estos factores
podemos ubica r los materiales y di mensiones de la propia edificació n , los re­
vestimientos y decorado, los colores, la sonoridad , así como las relaciones y la
densidad de la p resencia h u m a n a como p rese ncia actu a n te. Lo que el ambiente
dota y expresa es lo que he den o m i n ado atmósfera, que puede torna rse a u stero
o sobreca rgado, frío o ca l u roso, m ístico o p rofa n o . P ropongo u n a gradación que
"esca l a " de las ca racterísticas físicas hacia l a s expresividades y significaciones
que posibil ita n ca m b i a r la m i rada y el carácter, por ejemplo, tra nsfigu ra ndo
aquello que en otro lugar permanecería denotado.
Cada fo rma a m biental si ngu l a r adquie re singula ridad p roductiva a pa rti r de
la confl uencia de los dife rentes elementos constitutivos del lugar: la sonoridad
se asocia a los señalados materiales de construcció n , a l a s di mensiones del
co n j u nto como a las divisiones internas del establecim iento, los actos-gestos y
prácticas, así como a los dife rentes tipos del lenguaje a rticu lado, corpora l , pa ra ­
verba l . c o m o los cánticos, el rezo , el m u rm u l l o , el silencio, el recato, la con­
tenció n , entre otros, que-en-conjunto-construyen su atmósfera, cuya reverberación
puede encomenda rse a la sucesión y/o la coord i n aciónª1 de sus p resencias-a u -

81 Además de la sucesión y la coordinación, el ritmo es ta mbién una modulación del tiempo; el ritmo
es el habla temporal de una cultura, de una comun idad, de una clase, de u n a i n stitución , de un
sujeto.

69
ABILIO VERGARA FIGUEROA

sencias, ritmadas y regu ladas por el p rotoco lo del ritu a l y de las emociones que
su scita , cuyo mayor objetivo es destaca r el poder del símbolo d o m i n a n te : Cri sto .
El ritmo es u n a forma regu l a r que combina tiempo-espacio, bajo la forma
de velocidad con sta nte (con sus va riaciones) que otorga a l l uga r sagrado un
ambiente de ca l m a que deviene en senti m ientos de pertenencia y p rotección que
p rovienen de sensaciones corpora les que se subliman cuya i ntensidad se logra
en contextos rituales que vinculan a todos y cada u n o con lo sagrado en sus
necesidades más sentida s. La iglesia i m pone su ritmo, l o hace como u n a vía
hacia lo sagrado, acentuando o tra n sforma ndo la forma en que se percibe el
l ugar como escena rio del tiempo contenido, y por eso m i s m o eterno. La m ú sica
y los rezos i n tervienen en la construcción de la circunstancia que tra n sporta al
individuo fue ra de sí: éxtasis.
Así, por ejemplo, los diversos tipos de m isa s: las de diario, las domin icales o
festivas, las de a n iversa rios de bodas o muerte, celebración o duelo, son ta mbién
formas de habita r el tiempo. La s ca mpanas sincronizan a l convoca r públ ica mente
a cada hoga r y feligrés (a todos y a cada uno) y ejecutan una fu nción del tiempo
soci a l : la coordinación como conju nción en un espacio, es decir procuran los cro­
notopos del ritual. Cada tipo de misa, no solamente establece u n tipo de relación
con la deidad, sino ta mbién rem ite a formar, revita l i za r o modificar u n tipo de
relación socia l : con los muertos se configura , ren u eva , refuerza la relación con
los antecesores, que a su vez repercute en la renovación de los lazos sociales con
la fa m i l i a , los a m igos y el entorno: bajo la centra l idad de la memoria de un difu n ­
t o s e trazan l o s senderos de la afi n idad, la fi liación y l o s senti mientos, q u e , por
ejemplo, se tra nsfigu ra n , reitero, en los discu rsos del duelo que na rra n la biografía
subli mada del difunto : él fue bueno por lo que h i zo con/por nosotros.

Imagen 2. 1 1 . B bautizo es el ritual que permite la admisión en una nueva comunidad <la cristiana>.
<Fotografía de Abilio Vergara>

70
CAPÍTULO TERCERO
Rutinas y rituales característicos

La palabra latina ritus designaba, además, tanto las ceremonias


vinculadas con creencias que se referían a lo sobrenatural, cuanto
a los simples hábitos sociales, los usos y cost u mb res (ri tus
moresque), vale decir: maneras de actuar que se repitiesen con cierta
invariabilidad.
)EAN CAZENEU VE82

Cada ritual puede ser considerado como una configuración de símbolos,


una especie de pentagrama en el que los símbolos serían las notas.
VíCTOR TURNER

Toda mi empresa científica se inspira en efecto en la convicción de


que no se puede asir la lógica más profunda del mundo social sino a
condición de sumergirse en la particularidad de una realidad empírica
históricamente situada y fechada, pero para construirla como 'caso
particular de lo posible ', según las palabras de Bachelard, es decir como
un caso de figura en el universo finito de las configuraciones posibles
[ . ] se trata de asir lo invariante, la estructura, en cada una de las
. .

variantes observadas.
PIERRE BouRDJEU

Proyecta ndo lo dicho en el capítu lo a n terior sobre el lenguaje del lugar, pod ría
afi r m a rse que las prácticas permanentes y cotidianas con stituyen ta mbién su
lenguaje; no obsta nte, dichas prácticas y actividades req u i e ren otro tipo de aten­
ción en la construcción del dato y su a n á l isis, a l abordárseles desde l a s teo rías
del ritual y de la vida cotidiana.

82 El énfasis de las cu rsivas es mío.


ABILIO VERGARA FtGUEROA

En principio, este capítu lo se construye enfatizando la distinción entre lo rutina­


rio o cotidiano y lo ritual o extra-cotidiano, como aspectos diferentes que se comple­
mentan en la constitución del lugar.83 Los rituales destacan (delimitando, exa ltando
y sublimando) aquello que el grupo guarda o disti ngue como un va lor; au nque -y,
precisamente, porque- algu nas actitudes (inclusive rutina rias) pueden contrade­
cirlo. No obsta nte, ta mbién habría que adelantar que algunos lugares tienen por
rutina hacer rituales: por ejemplo las iglesias, los grupos de alcohól icos y neu ró­
ticos anóni mos, entre otros. Asim ismo, si bien la casa puede ser el espacio más
vincu lado a lo rutinario (hacer "lomismo" -así, ju nto, lo utiliza el poeta peruano
César Va llejo- siempre84) , podemos ver que hay momentos o periodos en que es
escenario de ci clos rituales, incidiendo en la va riación sustancial de los vestidos y
aditamentos del cuerpo, los ali mentos, los gestos, la "presentación " de la misma
casa va ría pa ra atender situaciones socia les, que si bien son cícl icas, no son coti­
dianas, como los cum pleaños, boda s, an iversa rios, recepción de visitas, etcétera .

Imagen 3. 1 . La rutina configura el cuerpo a través del uso reiterativo del espacio que se realiza en las
prácticas habituales. <Fotografía de Melitón Tapia, www inahnoticias mx.jpgl

83 Esta forma " polar" u opositiva de v e r no significa nega r la existencia de prácticas rutinarias con
diferentes "grados" de ritua l i zación , n i que ocurra el proceso i nverso.
84 "Yo enciendo la tele desde que me leva nto hasta que me duermo, como estoy casi todo el día
sola, pues es lo que me acompaña, y a u nque esté haciendo la comida o lavando, de todas ma­
neras el ruido me acompaña, en las mañanas me a p u ro , pa ra que después de la comida ya me
siente a ver las novelas sin que nada me interru mpa, ya cuando llega m i m arido en la noche
pues ya vemos alguna novela y luego las noticias para dormirnos" (Andrea , en Sánchez, 2 0 I O :
2 6 9 - 70). El rockero mexica no Rockdrigo lo i l u stra b i e n : " Pasas tus d í a s siem pre a través de l a
ventana/ soñando el tiempo, barriendo a veces c o n desga na./ Ya m u y temprano has preparado
el desayuno/ y a hora tienes que a p u ra rlos uno a u n o " ("Ama de casa u n poco triste ").

72
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Por otro lado, existen c i e rta s i n te racciones que se u b i c a n en las fro n teras
de lo ruti n a r i o y lo ritu a l , por e j e m p l o , h a b ría que observa r, en el trabajo de
ca mpo, los ritos de hospitalidad como escena rio de d ra m a t izaciones que i n ­
voca n va l o res y s u s corre l a tos materiales e n la d i sposición de los objetos y
los gestos, su lenguaje y s u s p royecciones i m agi n a r i a s , pues como lo ind ica
Ervi ng Goffm a n , "cu a n d o el i n d i viduo se presenta a n te otros, su actuación
tenderá a i n corpora r y e j e m p l ifica r los va l o res oficial m e n te acreditados de
la sociedad, ta n to m á s , en rea l i d a d , de lo q u e lo hace su cond ucta genera l "
( 1 9 8 9 : 4 7) . C u a n d o l a visita s e hace frecuente, l o s gestos expresivos ceden a
los i n stru m e nta l e s ; y c u a n d o esto sucede se deb i l i ta la d i st i n c i ó n señalada
entre ritu a l y ruti n a , a favor de ésta .
Haciendo un paréntesis, a m a nera de ejemplo, pode mos decir que la hos­
pita l idad pone en escena determi nados valores que su stentan (espejean con) la
relación social. Sus fo rmas y sus gestos se dife rencian por clases sociales: en sec­
tores pop u l a res tradicionales uno puede encontra r expresividades subrayadas y
un comedimiento en la atención para que la visita "se sienta bien ". En las clases
medias hay una mayor soltura ta nto en el tiempo que ha de compa rti rse -en
copresencia- como en la posibil idad de que se nos ofrezca la casa exp li cita ndo
que podemos "to m a r lo que quera m o s " y "no esperemos atención especia l " ,
s i n por ello, en el to no, expresa r q u e haya displ icencia o desatención, s i n o más
bien otro tipo de confianza. Hay otros dilemas que asisten en la hospita l idad. Por
ejemplo, como lo señala el a u to r de Presentación de la persona en la vida cotidiana,
"en n uestra clase media se da u na situación s i m i l a r cua ndo u n a a n fitriona tiene
que deci d i r si ha de usar o no la plate ría buena , o qué será más a p ropiado lucir:
su mejor traje de ta rde o su traje de noche más senci l l o " (Goffm a n , 1 9 8 9 : 4 1 ) .

Podemos deducir que la elección considera no sólo u n a definición de la situación


del tipo de relación que se espera , sino p reviame nte ca racteriza los capitales
sociales que se ponen en j u ego entre a nfitri ones y visita n tes, así como las ex­
pectativas m u tuas, a u nque éstas puedan ser a s i m étrica mente defi nidas por la
u n i latera l idad del control de la situaci ó n , que está en manos del a n fitrió n . C l a ro
está que esta a s i m etría puede i nverti rse cuando se devuelve la visita .
La s rutinas l a s entendemos como l a s formas habituales d e relaciona rse y de
actu a r de los lugareños. Se constituyen por con j u ntos de acciones reiterativas,
secuenciales y/o coordinadas que, a su vez, pueden establecer ciclos defi n idos
por el tiempo: m a ñ a n a , ta rde, noche, asociados a leva nta rse, trabajar, dorm i r,
desca nsar; la com plementaria oposición de trabajo-vacaciones, o los ciclos se­
mana les que d i stinguen días " laborables" de los de "fin de semana ". M uchas
ruti nas tienen que ver con estos fl ujos temporales y éstos pueden e m p l a za r a
las personas en dife rentes l uga res: la casa se despuebla d u ra n te el día de l u nes
a viernes por qu ienes trabaja n , m ientras que en l a s noches se repuebla; los
fines de se m a n a se congestionan los cines, teatros, estadios y luga res de espa r­
cim iento , pero ta mbién los mercados e iglesias, bares o antros, m i entras que los
centros de trabajo se h a l l a n abandonados.

73
ABILIO V ERGARA FJGUEROA

Es necesa r i o destaca r la i m porta n c i a de lo q u e permanece y se reitera p u e s


t i e n e i m p l i c a c i o n e s e n l a m etod o l ogía : son esta s repet i c i o n e s q u e se exp re s a n
como hábitos o rutinas , c o m o actividades q u e suceden (en e l t i e m po) s i e m p re l o
q u e p roduce y expresa l a n a t u ra l eza d e l lugar. C a z e n e u ve re m a rca l a s ve n ta j a s
de estu d i a r l a s fo r m a s soc i a l e s p e r m a n e n te s p o r, prec i s a m e nte, s u repet i c i ó n
fo rm a l i za d a :

[. .. ] e n v i rt u d de e s a m i s m a r i g i d e z , l o s r i tos constituyen e l soporte m á s f i j o e n


q u e p u e d a a f i rm a rse u n o b s e rva d o r -pa rticu l a r m e n te e l etn ógrafo- p a ra d e s ­
c r i b i r y reco n st r u i r, e n s u a s p ecto m á s estático, u n fe n ó m e n o soc i a l c o m p l eto,
d e ta l s u e rte que l o s r i tos a p a recen c o m o docu m e n to s i n d i sc u t i b l e s y s e h a l l a n
a m e n u d o m e n o s expu estos q u e l o s m o d e l o s soc i a l e s p o r e l l o s rea l i za d o s a
q u e se l o s v u e lva a c u e s t i o n a r en f u n c i ó n de n u eva s o b s e rva c i o n e s ( C a ze n e u ve ,
1 9 7 2 : 1 7) .

L a r u t i n a i n st i t u ye e l h á b i to y l a costu m b re q u e s e a d q u i e re d e h a c e r a lgo
cada d ía y que l u ego , por e l l o m i s m o , p u ede h a ce rse m a q u i n a l m e n te. Po r l o a n ­
te r i o r, refi e re a l co n j u n to de i n st r u c c i o n e s d i s p u e sta s e n secu e n c i a s adecu a d a s
p o r l a s prácticas, l a s q u e l ogra n q u e se h aga a lgo " s i n l a necesidad de p e n s a r ".

Imagen 3 . 2 . L a escuela produce u n hábitus escolar a través de la disci plina ejercida p o r la institución.
Sin embargo, es posi ble que sus efectos n o siempre sean los buscados. <Fotografía de Abilio Vergara>

74
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Prod uce ta mbién lo que denom i n a mos sentido común, refie re a lo cotid iano, a las
maneras de act u a r i nva riables, aún cuando, en dete r m i n adas circ u n sta ncias,
pueda encontra rse cierta reflexividad o la a d m i n istración de recu rsos personales
pa ra manejar situaciones lugareñas. W. Whyte, pone el ejemplo de la ca m a rera :

El primer p u n to q u e s e destaca e s q u e l a ca m a rera ma ntiene s u á n i m o frente a


la presión no se contenta con respo nder s i m plem ente a los clientes. Actúa con
cierta habil idad para controlar la conducta de estos ú l timos. El primer interro­
gante que debemos pla ntearnos cuando estudiamos la relación con el cliente
es: ¿ga na de mano la camarera al cliente o sucede a la i nversa ? La camarera
experta se da cuenta de la natura leza decisiva de esta cuestión . . . (W. Whyte, en
Goffma n , 1 989: 2 3 . )

L a ca m a re ra del e j e m p l o , c o m o m uchos otros que trabajan en l ugares a l o s


que asisten clie ntes de diversos orígenes socia les, req u i e re ca racterizarlos, defi­
nir la situación y actu a r en con secuenci a : de a lgu na m a n e ra , lo que ella i m pone
es aquello que se espera de la natura leza del l uga r, a u nque tenga cie rta a u to­
n o m ía para concreta rla acudiendo a sus cual idades personales: los lugareños no
son autómatas, ta m poco hay u n consenso m i n ucioso n i a r m o n ía absoluta . El
l uga r modifica las cual idades i ndividuales precedentes85 y las acompasa a l ritmo
y a l carácter del l uga r.
Por lo a nterior, hab ría la necesidad de establecer u n a dife rencia sutil entre
el hábito frente a la costumbre y el sentido común, pues éstos req u i e ren de cierta
dosis de " raci o n a l idad " que proviene de sed i m e n tos difíc i l m ente perceptibles
de sentido y "expl icació n " que los j u stifica y a rgu menta , si es necesa rio. Si bien
Geertz no explicita esta dife rencia, me pa recen i m po rta ntes las conexiones que
establece con la experiencia:86

Existe un buen nú mero de razones por las que esa imagen del sentido com ú n como
u n conjunto relativa mente organizado de pensamiento especulativo, y no como lo
que alguien emplea y conoce con moderación , debería conducirnos a ciertas con­
clusiones útiles; pero ta l vez la más i mportante sea que nega r eso constituye una
característica in herente al sentido comú n , como lo es en cambio afirmar que sus
principios son liberaciones in mediatas de la experiencia, y no reflexiones delibera­
das sobre ésta (Geertz, 1 994: 95).

Agrega que la "a rgu mentación " que legitima a l sentido co m ú n se difere n ­
cia de aquellas otras zo nas de la actividad social que requ i e ren y provienen d e
estructu ra s sign ificativas más especia l izadas y específicas: " La rel igión ba sa su

85 En el sentido biográfico y circunscrito.


86 Como sedimentación de prácticas que se hacen memoria, tradición y costumbre e i nfluyen
cogn itiva y afectiva mente. Generalmente se comentan en tre los l uga reños.

75
ABILIO VERGARA FIGU EROA

teoría en la revelación, la ciencia en el m étodo , la ideología en la pasión mora l ;


pero el sentido com ú n s e basa precisa mente en la afirmación de q u e en rea lidad
no dispone de otra teoría que la de la vida misma. E l m u ndo es su a u torida d "
(Gee rtz , 1 9 94: 95) . Qu izá habría que matizar esta afirmación en el sentido de
que un acto de " sentido com ú n " puede a rticu l a rse a va lores, principios e ideo­
logía s: persigna rse, que sólo es u n gesto físico pa ra los no creye ntes, siendo u n
acto habitual y ha sta cie rto punto " m ecá n ico " , pero, a l m i s m o tiempo, puede re­
mitir a fuerza s o seres s u periores que pueden i n terve n i r en n uestro p rovecho: la
fuerza de dicha sign ificación proviene de n uestra deb i l idad o vul nera b i l idad, por
lo que, mientra s nos si ntamos fuertes, pode mos persigna rnos " mecá n ica mente ".
A cada tipo de lugar le corresponden determinadas y ca racterísticas fo rmas
de actividad e intera cción cotidiana -rutinas- así como rituales específicos que
se desa rro l l a n en estos espacios acotados, y esta r en estos lugares i m pele a
actuar de esa determi nada fo r m a ; lo que q u i e re decir que existe u n condiciona­
miento de las práctica s por el espacio estructurado en la forma-lugar sobre los
actores que pertenecen o perma necen en é l , esta b leciendo u n a estrecha rel a ­
c i ó n continente-a ctor, en u n a a rticulación mutua que los i m p lica. Abord a r este
condicionamiento exige una o bserva ción detallada - a m p l i o e intenso trabajo de
cam po- porque las rutinas, en su " i n expresividad " , sedimentan y esconden re­
laciones sociales, significaciones y sus p royecciones i magi narias.
En este sentido, observa ndo la re lación que establece el a n t ropólogo con
sus i nfo rmantes, Osear Lewis, se ñala que " p a ra entender la c u l t u ra de los po­
bres es necesa rio vivi r con ellos, aprender su lengua y costu m b res e identificar­
se con sus problemas y aspiraciones" (Lewis, 2003 : 1 7), es decir aprehender
sus formas recu rre ntes de actu a r, lo que se puede logra r en base a dicha convi­
vencia, pero ta mbién media nte el diá logo o l a entrevista .87 Pa ra ello recom ienda
el esti lo Ra shomón , "que consiste en ve r la fa m i l i a a través de los ojos de cada
uno de sus m i e m b ros. Esto se hace a través de l a rga s e intensas a u tobiografía s
de cada uno de los m i e m b ros de la fa m i l i a . E l l o p roporciona u n conoci m i e nto
más íntimo de la psicología del individuo y de su tono senti menta l , así como
una visión i n d i recta y subjetiva de la d i n á m ica fa m i l i a r " (ídem : 1 8) . Por u n lado
aporta ve rsiones dife rentes y contri buye a darle confi a b i l idad de los datos; por
otro, permite i ntrod ucir las disonancias y contradicciones que expe rime ntan y
proyecta n los l uga reños en la forma-lugar, que, por ejemplo, pueden emerger de
las rela ciones de poder que para a lgunos, pueden pa rece r i n j u stas. Es necesa rio
observa r las sanciones que se i m p lementa n para resguarda rse.
Una m a nera muy p roductiva de observa r las ruti nas es confro ntá ndolas con
lo excepcion a l , para lo que se recom ienda seleccio n a r un p rob lema, evento o
suceso especia l , u n a crisis que obl iga a reaccionar a toda la fa m i l i a , pues, " l a

87 Diferencio estas dos actividades com u n icativas para resaltar que el diálogo permite una mayor
intim idad emociona l , empatía , un cierto compromiso en la escucha , a m p l i a ndo los horizontes
de sentido de lo dicho (y hecho) .

76
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

forma en que la fa m i l ia se enfre nta a situaciones n u eva s es pa rticu larmente


reveladora de muchos a spectos latentes de la psicod i n á rn ica fa m i l i ar; ta mbién
señala las diferencias i ndividuales" (Lewis, 2003 : 1 9) . U n a crisis nos perm ite
vi sualizar destacadarnente las diferen cias-que-se- complementan, la consolidación
o el s u rgi miento de lidera zgos, e inclu sive la reco m posición de las estructu ras
de poder. Desde esta posición que perm ite ubicar las diferencias y la d ive rsifica­
ción , podernos retornar a la observación de la a rticulación de dichas diferencias
y detecta r los meca n ismos que posibil ita n su complementaci ó n : a m o r-ca stigo
(fa m i l ia ) , vu l nera b i l idad-creencia (iglesia) , delito-pun ición (prisión) , etcétera .
Pa ra segu i r con la distinción metodológica en tre rutinas y rituales me pa­
rece útil reto rn a r la p ropu esta de Ervi ng Goffrna n , quien distingue las " regl as
su stantiva s " de las " reglas ceremoniales". Esta dicoto m ía tiene a n tecedentes
en Du rkhei rn , Pa rso n s y Radcliffe- B row n , qu ienes diferencian lo intrín seco o
instrumental de lo expresivo o ritual. Sin embargo, es i n teresante ver que Goffrna n ,
señala q u e n i nguna s e da en estado p u ro , teniendo sólo va lor a n a l ítico, pues
" La forma en que se lleva la actividad , o las interrupciones momentáneas que
se permiten para i n terca m b i a r sutilezas de menor i m porta n c i a , i m p regn a rá de
i m portancia cere m o n i a l a la situación i n strumenta l mente orientada " ( 1 9 70: S S ) .
Así, s e i n s i n ú a la contigü idad d e a m bos, s i n e l i m i n a r su diferencia: " Exi ste u n a
situación ritual siempre q u e u n a sociedad i m pone a sus m i e m b ros cie rta actitud
hacia u n objeto, actitud que i m p l ica determi nada medida de respeto expresado
en el modo tradicional de conducta con referencia a dicho objeto " (Radcliffe­
B rown, en Goffrna n , 1 9 70 : S 6 ) . Se puede agrega r que, dicho de otra m a n e ra ,
donar u n a mayor exp resividad a actos cotid ianos pu ede contri b u i r a ritua l izarlo
en a lgú n grado, a l otorga rle u n plus de sentido o estilo.
Ed rn u nd Leach compa rte este enfoque al se ñ a l a r que "en un extre mo te­
nernos las acciones que son completa mente p rofa n a s , com p l eta mente funcio­
na les, p u ra y s i m plem ente técnicas; en el otro extre mo te nernos las acciones
completa mente sagradas, estricta mente estéticas, técnicamente no funcionales.
Entre estos dos extremos tenernos la mayor pa rte de las acciones sociales que
partici pan en pa rte de u n a esfe ra y en pa rte de la otra " (Leach , 1 9 7 6 : 3 4 - 3 S ) . Al
emplazar " l a mayor pa rte de las acciones soci a l e s " en la zona "entre " , Leach,
rem a rca la función clasificatoria que ejercen los a ntropó logos, pero ta mbién
subraya que las frontera s en tre a m bos "extremos" son porosas y móviles.
Roberto da Matta reafi rma la oposición al señalar que los rituales se contra­
ponen a " . . . la rutina despiadada y automática de lo cotidiano" (Da Matta), donde
priman las jerarquías; sin embargo, habría que ver cómo, en casa , el cumpleaños
puede hacer protagonista a l niño que en otro ambiente soci a l , cu ltu ra l y cotidia­
no, podía esta r postergado, corno en el contexto mexica no, corno lo advierten
Nutini y Bell ( 1 989) . al señalar que en México se privi legian las relaciones entre
compadres m ientras que en España se subraya la relación de padrino-ah ijado.
Por otra pa rte, abordemos la contrapa rte de la rutina: el ritual. Se ha defi n ido
al ritual como un sistema h i stórica y cultura l m e nte constru ido de com u n icación

77
ABILIO VERGARA FJGUEROA

simbólica . Se re ma rca la presencia de "secuencias orde nadas y pautadas de pa­


labras y actos, a menudo expresadas por mú ltiples medios, cuyo contenido y
di sposición, segú n Ta mbiah (en Cruces, 1 9 9 5 : 2 6 ) , se ca racterizan por grados
va riables de: "formal idad (convencional idad) , estereotipia (rigidez) , condensa­
ción (fu sión) y redundancia (repetición) ". Este autor agrega que la acción ritual
en sus rasgos constitutivos "es performativa en tres sentidos: en el sentido a u sti­
niano, por el que decir a lgo es ta mbién hacer a lgo como acto convenciona l ; en el
sentido ba sta nte diferente de una ejecución actuada que u sa m ú ltiples media por
los que los participa ntes expe ri mentan el evento i ntensamente; y en el sentido de
marcadores (i ndexical va lues o shifters) -tomo este concepto de Pei rce- que
son asignados a , e i nferidos por, los actores d u rante su ejecución " (ídem) . Pode­
mos subraya r que los rituales i ntensifican las acciones y entre sus objetivos está
esti m u l a r una interpretación " reca rgada " : emotiva y sign ificativa .
Por otro lado, si b i e n Vícto r Tu rner, ta mbién pla ntea que el ritual se distin­
gue por ser "una conducta for m a l p rescrita en ocasiones n o dom i n adas por la
rutina tecnológica y relacionada con la creencia de seres o fuerza s m ística s "
( 1 9 9 9 : 2 1 ) , el a utor de El proceso ritual no lo acota siempre en e s e sentido, siendo
su contri bución muy i m porta nte a l vincularlo con p rocesos relacionados a otras
esfe ra s sociales y políticas así como con el performance y el teatro y podemos
complementa rlo con la p ropu esta de Roberto da Matta , para q u i e n "el ritual
j uga ría más como el drama -que perm ite la conciencia del m u ndo soc i a l - que
con algún expo nente m ístico o mágico " (2002 : 32). Así, los ritos y cere m o n i a s
posibil ita n "dra matizar va lores globales, críticos e i ncl uyentes de nuestra socie­
dad" (ídem : 31 ). Pa ra Da Matta , es este componente expresivo-dra mático lo que
resa lta la condición del ritual.
Conju nta n do p ropuestas de dife rentes a u tores como Jean Cazeneuve, Víctor
Tu rner, Va n Gennep, Roberto Da Matta , en tre otros, podemos p roponer u n a
clasificación básica que nos puede servi r para etnografia r los r i t u a l e s en l o s
diferentes t i p o s de lugares :
1 . Los ritos de control, que prete nden actu a l i z a r y refo rza r l a s i n terdicciones
y las fórm u l a s mágicas o sociales, desti nadas a i n fl u i r sobre los fenómenos
sociales cotidianos o extracotidianos media nte la referencia -e i nvocación- a
principios y va lores apreciados por el grupo.
2. Los ritos conmemorativos, que recrea n u n a atmósfera cívica o sagrada me­
dia nte la representación de m i tos nacionales, regionales o sagrados, que i nci­
den en la propia existencia de los l ugares y, a veces, de su entorno: u n ejemplo
sería lo que le ocu rre a la iglesia en la fiesta patro na l . La rememoración ritual y
cere m o n i a l de la fundación de u n l uga r, como un sa lón de bai le, puede ser otro
ejemplo.
3 . Los ritos de duelo, que opera n en sentido inve rso a l m u ndo m ítico, ya que
si rven para tra n sformar a los muertos en antepasados. N o sólo bu sca n , por ejem­
plo, actua l i za r la memoria de u n difu nto, sino ta mbién i n scribirle c u a l idades
que afecta n los p resentes de los vivos relacionados con él. Estos rituales no sólo

78
ETNOG RAFÍA DE LOS LUGARES

se escenifican en los h ogares, sino ta mbién constituyen el capital simból ico de


otros establecimientos (Goffm a n ) , como los sa lones de baile, los centros educati­
vos, los templos, c l u bes, etcétera , donde fundadores y prim eros socios pasan al
"panteó n " de las distinciones sem i - sagradas.
4 . Los ritos de paso, que m a rca n la tra n sformación de u n sujeto , mediante
proced i m ientos de segregación, margina/ización y agregación, que pueden ejempli­
fica rse con las bodas, graduaciones, y en a lgunos casos de curación. Este tipo de
ritos no sólo modifican la naturaleza del i n iciado sino sus re laciones con el en­
torno socia l : u n casado recibe otras consideraci ones que u n soltero: u n gradu ado
se agrega a la co m u n idad de su disciplina y profesión, y tiene la autorización
pa ra ejercer, pasa de su condición de estudiante y pasante a la de profesion a l .
S . L o s ritos de aflicción, que t i e n e n por fi n a l idad restab lecer u n estado ante­
rior, como recupe ra r la s a l u d , encontrar tra n q u i l idad frente a una pérdida, refe­
ridos a los momentos posteriores que se afronta n frente a catá strofes natura les
o socia les, " m a l a suerte " , robos, asaltos, etcétera .
Así, hab ría que subraya r que cada tipo de rito refie re a -y se rea l i za en­
diferentes lugares, los con stituye y recibe de ellos y en ellos la legitim idad (y a la
i nversa , dichos ritos legiti m a n lugares) , aunque algunos l uga res pueden i n tegra r
va rios tipos de ritos: en la casa se procesa n los ritos de sa nación, de duelo, de
paso, los celebratorios, con m e morativos, etcétera , o, por otro lado, u n a conme­
moración hogareña se puede rea l i za r en un salón de bai le.

Imagen 3.3. Instalación, en casa, para rendir culto a los ancestros. <Fotografía de Abilio Vergaral

79
ABILIO VERGARA FIGUEROA

La sepa ración señalada entre rutina y ritu a l , re itero, no es absoluta , pues


a lgu nos gestos ruti na rios pueden pasar a ser rituales, cuando se les agrega un
plus expresivo y se lo vincula con va lores y principios. En m uchas com u n idades
indígenas mesoa merica n a s y a n d i n a s , se pide a los novios pasa r por u n ritu a l
de eva l uación de capacidades. En a lgu nas z o n a s de México, a la m u j e r s e le pide
atiza r el fogó n , echar las to rti l l a s y prepara r el desay u n o ; mientras el hombre
i rá al bosque, a co rta r y proveer la leña , como actos que expresan valores como
sa piencia, ca pacidad, cuidado, competencia, forta leza , etcéte ra . En a lgunas co­
m u n idades indíge nas peruanas, la mujer deberá pelar la papa fi namente, de
prefe re ncia aquellas que tienen los "ojos" m á s profu ndos,88 " s i n desperdiciar
la pa rte que se co m e " , m ientra s el va rón debe demostra r que sabe trabajar la
tierra . Aq u í observamos la conversión de actividades rutinarias en gestos rituales,
pues se l l e n a n de significaciones que pos i b i l itan ca racte riza r a las pe rso nas que
está n siendo eva l uadas socia l m e nte, sublimando prácticas que en con textos co­
tidianos puede producir malesta r o hastío. Cada u n o de los actos exigidos "ha­
bla n " acerca de los va lores poseídos que son reconocidos y va lorados por los
m i e m b ros de la com u n i dad. Pe l a r la papa deja su ca mpo util ita rio para i n d ica r
conoci m i ento, h a b i l i dad, laboriosidad, capacidad, cuidado y responsabil idad y
va lora la condición a pta de la pretendiente.
Por eso, la rutina y los rituales son constitutivos y se proyecta n tempora l ­
mente en la memoria que sed i m e nta , p u e s , "a u n q u e esté constitu ida p o r hechos
que tuvieron una fecha, por i m ágenes que d u ra ron más que u n lapso de tiempo,
como se vue lven a encontra r (en) los j u icios que la fa m i l i a , y los que la rode a n ,
h a n efectuado ta l m a rco participa en la natura leza de e s a s nociones colectiva s
que no s e u b i c a n n i en u n luga r, n i en u n momento defi n ido, y que parecen do­
m i n a r el tra n scu rso del tiempo" ( H a l bwachs, 1 8 1 - 1 8 2 ) . Así, el l uga r pervive más
a l l á de su espacial idad y sus p ráctica s y se constituye en u n marco que espacia­
l i za su sign ificación y simbolismo. La s c i rc u n sta ncias en las que se da n , pueden
hacer que la memoria, los relatos y las pláticas sea n pa rte de las rutinas o de los
rituales y/o s u m i n i stren " materi a l e s " para su rea l i zación.
Algu nos lugares pueden ree structu ra r defi n i tiva m ente l a s otras rutinas
-que p rovienen de otros l ugares- de los i n d iv i d u o s e i n c l u sive p u eden con­
tribu i r a oponerlas d rá stica m e n te, como en l a s prisiones o los c u a rteles m i ­
l i ta res. U n e j e m p l o m u y i n teresante se obse rva en e l estu d i o y a m e n c i o n a do
de Lolc Wacq u a n t , porque e n este lugar, no sólo es e l a i s l a m i e n to lo que se
persigue, s i n o "co n stitu i r la base del entra m a d o de prácticas d i sci p l i n a res de
una mora l idad específica y de una eco n o m ía afectiva que actú a n como b a r re ra
p a ra el desorden ta nto i n d i v i d u a l como colectivo ". Wacq u a n t destaca q u e la
sala de boxeo c u m p l e la función de "cordón s a n ita r i o contra la m a rgi n a l idad

88 Esta papa e s nomi nada en quechua " l l umchuy waqachiq'' , que traducido a l espa ñol significa
"la que hace llorar a la nuera ".

80
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

en c u a n to espacio social y moral, más que como espacio p u ra m e nte fís ico "
(2005 : 1 2 0- 1 2 1 ) . Wacq u a n t agrega :

Ello i m p lica la adopción de un estilo de vida a u stero , en tota l ruptura con los
u sos y costu m b res corpora les, mentales y sociales cotidianos del gueto. Vi sta
desde den tro la sala de entre n a m i e nto es, a n te todo, un dispositivo disciplinar. En
ella se esti p u l a n objetivos concretos -dom i n a r la técnica de un gesto, a s i m i l a r
una n u eva táctica , a u menta r la capacidad de acción, perfeccionar la intel igencia
de la acci ón- y se ofrecen los medios adecuados para rea l i za rlos. Esti m u l a ,
di rige. cierne y contiene la actividad, "dota de hábitos a la vo l u n tad y le i m po­
ne frenos " , para tom a r una de las defi n iciones de Du rkheim ( 1 96 3 : 4 1 ) sobre
la disci p l i n a . Exige e i m pone pu ntua l idad, regu la ridad y obediencia; la menor
acci ó n , la ocupación m á s a n odi n a , la i n teracción m á s tenue son obj eto de una
vigi lancia escru pu losa y de u n a eva l uación m i n uci osa ( 1 2 1 ) .

Esta s p rácticas - " rutina s " , l a s l l a m a n en diferentes deportes como e n la


gi m nasia- se oponen a las de la disci p l i n a i m p l ícita , espontá nea , de otros l u ­
ga res y s e encuentra en abierta contrad icción c o n el contexto b a r r i a l viole nto
de donde p rovienen los jóvenes que entran a la sala de boxeo. Estos jóvenes, al
compartir las m i s m a s experiencias y necesidades y las emociones correla tivas,
a l comparti r el lugar, "term i n a n apreciá n dose" m u t u a m ente, a p renden a res­
peta r a los otros y a sí m i smos, recu pera n do o construyendo la confi a n za y la
autoesti ma a l trabajar en grupo sus potencial idades, como lo expresa Lorenzo:

[ . . . ] respeto, orgullo de ti mismo. Esto es a lgo q u e he aprendido de la sa la, desde


muy joven. Al crecer en un barrio tan duro, te encuentras con m uchos tíos que no
respetan nada, no tienen ni la más mínima consideración. La sala me ha enseñado a
va lorarme y a rea lizar mis objetivos en la vida, a entrega rme, que hay que trabajar
duro para vivi r, porque nadie te rega la nada sin esfuerzo (en Wacquant, 2005 : 1 2 2).

La sala de boxeo es u n l uga r que tra n sforma radica l m ente los hábitus y
establece n u eva s referencias para las va loraciones soci ales de los sujetos: si
bien el coraje, la homb ría y el a rrojo pueden conti n u a r vigentes, se les adhiere
de respeto por el otro y por sí m i s m o , disci p l i n a orientada hacia u n o mismo
que repercute en el espíritu de grupo, entre otros. Así, las fronteras físicas de la
sala de boxeo se l leva n interiorizadas, acompa ñ a n las práctica s exte riores como
símbolos incorporados, l o que se logra por las ruti n a s disci p l i n a rias.

Orden y consenso, tensión y conflicto

Po r otro lado, se debe re ma rca r que si bien las p rácticas l uga reñas rutinarias re­
quieren ser coopera ntes, no siempre son a rmon iosas ni se experimenta n siem-

81
ABILIO VERGARA FlGUEROA

pre con agrado.89 D iversos factores i n te rvienen para i ntrodu c i r la tensión y el


conf/icto:90 el tiempo de permanencia ( m a n i festada e n l a edad, la generación,
la a n tigüedad, etcétera ) , la "propieda d " (ser dueño de casa , ser d i r igente de la
i nstitució n , ser "más a n tigu o " , etcétera) , el poder y la posición e n las jera rq u ía s
i nternas, entre otros:

[ . . . ) sí es conflicto de que a veces tienes que enfrentar este enojo de l a gente,


de tu esposo, de tus h ijos por m a n tener e l orden ¿no? [. . . ) los conflictos que
dan en todas las áreas de la casa , vas a entra r: y tu sa l a , todo tirado [. . . ) e n la
comida: oye, ese es m i plato [ . . . ) en l a coci n a , pues lava r, en e l baño, ¿quién se
baña prime ro , quién después?, o sea (el conflicto) te sa l e e n todos lados; e n la
recá m a ra igu a l , quién l a recoja ¿no? Ponerlo en su l uga r, porq u e te desvistes y l a
ropa, si en e l cesto de la ropa sucia, n o l a quieren h a c e r (Maria n a , en Sánchez,
2010: 2 26) .

En este pu nto, es i n teresa nte recordar la p ropuesta de Goffma n acerca de


la i nteracción ca ra a ca ra a la que defi ne "como la i nfluencia recíproca de u n
individuo sobre l a s acciones d e l otro cuando s e encuentra n a m bos en presencia
física i n mediata " ( 1 98 9 : 2 7) . Recordemos ta mbién n u e stra defi n ición del lugar,
como el recorte espacia l hecho a la medida del cuerpo ( i n d ivid u a l , com u n ita rio)
que permanece gracias a que los lugareños definen la situación bajo cierto con­
senso, sin por ello e l i m i n a r las tensiones propi a s de la cohabitación reiterada:

En con j u n to , l o s participantes contribuyen a u n a s o l a defi n ición tota l de l a s i ­


tuaci ó n , que i m p l ica no tanto u n acuerdo rea l respecto de lo q u e existe s i n o
más b i e n u n acuerdo rea l sobre c u á l e s será n l a s demandas temporariamente
aceptadas (las demandas de qu iénes, y concernientes a qué problemas). Ta m ­
bién existirá u n verdadero acuerdo en lo referente a l a conveniencia de evita r u n
confl icto m a n i fiesto de defi n iciones de la situación (Goffma n , 1 98 9 : 2 1 ) .

La definición de la situación no necesa riamente ocu rre de m a n e ra espontá nea,


pero ta m poco exige u n esfuerzo racional para cada c i rc u n sta n c i a ; genera l mente
se i n stituye o i n stitucio n a l i za por su ruti n a rizació n , y se rea l i za como hábi-

'
'
89 En la canción " La mujer ( S e v a la vida) " de León Chávez Texelro, se expresa m u y elocuente-
mente cómo la casa se puede habitar como una reclusión: " Puso la mesa, sirvió la copa , / cam­
bió pañales, sirvió los panes,/ l i m pió de nuevo mesa y coci na,/ y dio a Mercedes la medicina,/
pidió su turno en los lavaderos,/ ta lló vestidos y pantalones,/ m i ró la ropa tendida a l sol ,/ como
si ayer no se hubiera hecho,/ la misma friega , todos los días,/ se cami naba de nuevo el trecho,/
sintió la vida como prisión,/ se le escapaba, todo lo hecho./ Se va la vida se va a l agujero, como
m ugre en el lavadero ".
90 En algunas ocasiones, estos confl ictos pueden redefi n i r las relaciones sociales hasta romperlas:
véase los problemas de expulsión de a lgunos miembros de algunas i n stituciones (clubes, igle­
sias, partidos, escuela) , así también la violencia doméstica que deviene en divorcio, etcétera .

82
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

to, costumbre y sentido común. Ta mbién hay que se ñ a l a r que m u chos acuerdos
pueden ser asi métricos por la d i stribución inequitativa del poder y pueden ser
generadores de tensiones y confl ictos. Por ello es necesa rio observa r, en el tra­
bajo de campo, aquellas zonas y re laciones que requ ie ren de m ayor contro l ,
las fo rmas de di sidencia y tra n sgresió n , así c o m o los recu rsos que se movi l i zan
para ma ntener u n cierto consenso.
He i n s i stido sobre la i m p l icación de los actores con el lugar que se expresa
en una estruct u ra socia l y de poder que se traduce en la legit i m idad de la per­
tenencia y la posesión. No obsta nte, p recisame nte por las tensiones y conflictos
que a lgunos l uga res a l berga n , es posible que a lgunos l ugares puedan ser "ex­
propiados ". En un i n forme de la Comisión Nacional de Derechos H u m a nos de
México (20 1 1 ), se señala que en el 6 0 % de las prisiones existe el "a utogobierno"
o "cogobierno" (entre los cu stod ios lega les y la delincuencia orga n i zada) . Se
l l ega a l extremo, señala el mencionado i n forme, que en a lgu n a s cá rceles los p re­
sos tienen en su poder las l laves de los candados para i ngresar a las dife rentes
á reas de los penales. E n el Perú , d u ra n te la guerra entre Se ndero l u m i noso y el
Estado peru a n o , e n las cárceles donde se a rra igaban senderi sta s existía n á reas,
sectores o pabellones controlados defi n i tiva mente por el los, y la ú n ica fo rma

Imagen 3 . 4 . Unas rutinas < o rituales> s e oponen explícitamente < o d e manera chistosa> a otras rutinas y
a los valores que encarnan. <Fotografía de Kony Vergara Romano

83
ABILIO VERGARA FIGUEROA

de contro l q u e e n c o n t ra ro n l a s fu e rz as p o l i c i a l e s fue l a i r r u pc i ó n v i o l e n ta con


i n n u m era b l e s m u e rtos y h e r i d o s . 9 1

Imagen 3 . 5 . L a escena s e produce en u n a cárcel perua na, l o s presos s o n senderistas (ellos se


autonominan miem bros del Partido Com u nista del Perú>. ll nversión de las funciones
del lugar-prisión o la i nstalación de una nueva reclusión-ideológica?
<http :!/www. theadvocatesforhumanrights.org/uploads/P8 2804 12.J PG>

C o m o t e n d e n c i a ge n e ra l , pode m o s dec i r q u e la forma permanente y principal


de la in teracción expresa d e l ca rácte r d e l l uga r, que p u ede deve n i r e n sagrado o
profano, privado o p úblico , l a b o ra l o reside n c i a l , etcéte ra , defi n i e n d o u n a espec i a l
i n te r re l a c i ó n espa ci a l y te m p o ra l q u e d i ferencia y u ne, c o n c e n t ra y/o d i spe rsa .
S i n e m b a rgo, es p o s i b l e m a t i z a r este ca rácte r y s u s l í m i tes, c u a n d o espacios
p ú b l icos son " p ri va t i z a d o s " p o r u s o s s i ng u l a res, y q u e e n a lg u n o s casos son
c o n s t i t u t i vo s de a lg u n o s de e l l o s . E s e l caso que etn ografía Xoch i t l Ra m írez e n
l a I g l e s i a de Sa n H i p ó l ito:

La s p e t i c i o n e s d i r i g i d a s a e s t a s ú l t i m a s i m ág e n e s n o s d a n u n i n d i c i o d e l a s q u e
h a c e n a S a n J u d a s . L o s escritos p r e n d i d o s a l o s costados d e l a s i m ág e n e s s e
prese n t a n exte n d i d o s , s o n p úblicos; a b u n d a n l a s p e t i c i o n e s p o r l a reco n ci l i a c i ó n
con l a p a re j a , con l a h i j a o e l h i j o , c o n l o s h e r m a n o s ; s e p i d e p a ra poder conce­
bir un hijo o p o rq u e l l eg u e l a s a l u d o l a m u e rte, p o r e l desca n s o e n p a z d e los
d i f u n to s , p o r l a res i g n a c i ó n a n te l a p e n a d e l a p a rt i d a d e l s e r q u e r i d o . Se r u ega ,
en f i n , p o r todo lo q u e en ese m o m e n to es importante para el que lo pide y para
nadie más (200 1 : 430-43 1 ) .

91 Ver u n caso ejemplar en el l i b ro de Carlos I n fa n te, Canto Grande y las dos colinas, U NSCH ­
U N M S M , Lima, 2007.

84
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Esta capacidad i n stituyente de las práctica s y rituales configu ra (y a su vez


recibe de el los) un cuerpo de i m ágenes, normas y va loraciones acerca de lo que
está permitido o no en el lugar. La significación fu ndamenta l del lugar está defi­
nida en las marcas del comportamiento que el i n d ividuo, grupo o com u n idad rea ­
liza y le reconoce como ca racterístico y que s u s i n tegra ntes util izan de manera
estratégica (en el sentido de De Ce rtea u) y los extra ños i n c u rsionan desplega ndo
movi m ientos tácticos (con soltu ra , " tacto " o "torpeza ") , por manejar, conocer o
desco nocer sus reglas, su buena apl icación y sus posi b i l idades de trasgresión
permitida . U n a m u estra de tensión-tra sgresión se ría el re/ajo92 como p roceso
desestructu rador, pues subvierte aquello que ca racteriza a un l uga r serio, y
si tiene éxito, desmonta , tempora l m e n te, la función más i m porta nte del lugar,
aquello que le oto rga identidad.
La soltura de los l ugareños p roviene de u n a socialización te m p ra n a y/o sos­
te nida, y de las expectativas m u tuas que dicho proceso genera , de las relaciones
emosignificativas recurrentes, de p ráctica s habituales que posicionan y ca racte ri­
za n las diferencias complementarias que concu rren a l fu ncionam iento cotidiano
del l uga r: el padre y la madre, los hijos y los abuelos, los otros fa m i l i a res y ami­
gos, saben cómo mostra r que son lo que so n , con u n a ga ma de actos y actitudes
que se espera n de el los,93 de signos que les pertenecen y definen su ser del lugar.
Así, la figura y el carácter del l uga r está constru ido por lo que hacen y "pien­
sa n " sus poseedores-usua rios, pues si bien la a rq u i tectu ra y las ca racterísticas
físicas son i m porta ntes, lo es ta mbién -y en m u chos casos es más defi nito­
ria - , la actividad h u m a n a ca racte rística que en dicho espacio se desp l i ega : el
ritmo, la parsimonia o la velocidad, las sonoridades y si lencios - s u s secuencias
y alternancias-, expresan u n tipo de actuación que está determi nada por la na­
turaleza de las interacciones que el lugar i m pele, esti m u la , condiciona o dete r m i n a .
S o n estos interca mbios regulares los que ve rifica n la f u n c i ó n y la expresividad d e
cada compa rti m i ento d e l l uga r: mayor o menor decorado, l i m p ieza o suciedad,
orden y desorde n , u sos de las distancias, fronteras y demarcaciones, i n tervalos;
u sos del tiempo (sucesión y coordi nación) , sus m u taciones, los posicio namien­
tos de los actores, la fo rma y los meca n ismos de concentración y d i spersión,
etcéte ra , regu larm ente desplegados y/o conten idos.
Re ma rco que la regularidad es u n facto r constitutivo del ser, y p roduce cer­
tezas y tra n q u i l idad. Configu ra las expectativa s: a sí, en ca sa, las i n teracciones
corresponden a ese estar-en-casa con sus papeles diferenciales que se comple-

92 Jorge Porti lla lo defi ne así: " . . . es acción reiterada. U n solo chiste que interru mpe, por ejemplo.
el discu rso de u n orador no ba sta para convertir la i nterrupción en relajo. Es necesa rio que la
interrupción suspensiva de la seriedad se reitere indefi nida mente, ya sea que el agente logre o
no su propósito" ( 1 98 6 : 2 4 ) .
93 No siempre esto fu nciona así. M uchos l ugares contienen prácticas irru ptivas y desarrollan
tácticas de contención que no siem pre tienen éxito. Adolescentes rebeldes, padres violentos,
borrachos i m pertinentes, etcétera , subvierten estas expectativas.

85
ABILIO V ERGARA FJGUEROA

mentan pa ra c o n s t i t u i r la relación social familiar, configu ra n d o el espacio-casa q u e


convierten e n lugar-hogar, m od u l a n d o l a v i ve n c i a , s u s senti m i e n to s y m e m o r i a ,
p royectá n d o l o s l u ego m á s a l l á , e n e l t i e m p o y e l e s p a c i o . 94

Imagen 3.6. La rutina de unos <meseros!, puede posib i l itar el ritual de otros (clientes!.
<Fotografía de Abilio Vergaral

94 La canción ayacuchana "Casita " , puede i l u stra r esta p royectividad: "Qu i e ro verte siempre er­
guida/ como magnolias de luna/ que n i la l l uvia de l la n to/ rompan tejados serenos/ casita de
mis recuerdos/ baúl de mil i l u siones/ refugio de senti mientos/ vengo a recoger mis pasos "
("Casita " , Césa r Romero M a rtínez, huayno) .

86
CAPÍTULO CUARTO
Su orden interno se expresa en
recortes espaciales estructurados
y extru ctu rantes

En general cuanto más elevado es el rango de una persona, el territorio


de la persona tendrá dimensiones más importantes y será más grande el
control que ejercerá más allá de las fronteras de dicho territorio.
ERVING GOFFMAN

El espacio habitado -y en primer lugar la casa- es el lugar


privilegiado de la objetivación de los esquemas generadores y, por
medio de las divisiones y de las jera rqu ías95 que establece entre las
cosas, entre las personas y entre las prácticas.
PIERRE BouRDIEU

Aquí la autosuficiencia del poder ordenó la casa para permitir que


la tierra y el cielo, las divinidades y los mortales entren en simple
unidad con las cosas. Ubica la granja en una ladera de la montaña
resguardada del viento, orientada hacia el sur, entre las praderas,
cercana a un manantial. Le dio un techo volado cuya propia inclinación
se enfrenta a la dureza de las nieves y protege a las recámaras de las
tormentas en las largas noches de Invierno. No olvidó el rincón para el
ara detrás de la mesa comunal; hizo lugar en su cuarto para las camas
de los niños y para el 'árbol de los muertos ' -lo que llaman allá un
ataúd, el Toten ba u m - y de esta manera diseñó para las diferentes
generaciones bajo el mismo techo el carácter de sus viajes a través
del tiempo. Un arte que, surgido él mismo del habitar, aún utiliza sus
herramientas y estructuras como cosas, construyó la granja.
MART IN HEIDEGGER

95 Las cu rsivas son m ías.


ABILIO VERGARA FIGUEROA

El i nterior del lugar genera l mente está constituido por u n idades espaciales re­
cortadas y diferenciadas -sitios o compa rti mentos que pueden esta r separados
por m u ros o inte rvalos- que c u m p l e n fu nciones específicas y diferentes, las
que se complementan para rea lizar las actividades que le son ca racterísticas al
l uga r como co nju nto. Cada uno de los fragmentos puede guardar o pos i b i l ita r
un determi nado tipo de re lación socia l que, a su vez , i m p l ica un tipo de sujeto
o actor. Dependiendo del n ivel de complejidad social que acoge el lugar, puede
te ner más o menos compartime ntos. Esta fragmentaci ó n , puede co n l leva r otras
repa rticiones más específicas, por ejemplo, en el comedor se puede obse rva r el
emplazam iento de actores-relaciones más situados96 en u n n ive l m á s fijo, por
ejemplo, la distribución de la mesa y las s i l l a s en el comedor puede esta b lecer
las jerarq u ía s sociales de la u n idad doméstica o, ta m b i é n , de los i nvitados a la
comida . Es lo que los fra nceses l l a m a n pla ce.97 Las posiciones en una mesa tra­
dicional podía n ser la expresión icón ica -un esquema de la distribución- del
poder en el lugar-hogar.
A este respecto , es decir, la a rticulación de los segmentos por la acción de los
diferentes a ctores, es reveladora la fo rma en que Renato Rosa ldo m u e stra el ca­
rácte r del lenguaje etnográfico de la antropología clá sica ("objetivi sta ") cuando
se "a pl ica " a l entorno social del a n t ropólogo que rea l i za la etnografía . La escena
tra n scu rre en el Lago H u ró n , a l oeste de Onta rio, a donde, el a u tor de Cultura y
verdad, ha bía ido a conocer a sus futu ros suegros.

El desayu no diario de la fa m i l i a comenzó a converti rse en m i mente en un ritual


descrito en el lejano modo regu lador de u n a etnografía clásica. En la m a ñ a n a
del día de m i partida, m ien tras to mábamos el desayu no, expu se m i s sentimien­
tos de tierna m a l icia diciéndoles a m i s potenciales parientes políticos la "verda­
dera " etn ografía de su desayu no fa m i l i a r. "Cada mañana e l patriarca rei n a n te,
como si acabara regresar de cacería , grita desde la coci n a : ¿Qu ién q u i ere h u evos
esca lfados?" Las m u jeres y los n i ños se turnan para responder que sí o n o .
M i entras ta nto, las m u j e res hablan entre sí y escogen a la tostadora de pa n .
Cuando los h u evos están casi l i stos, el patria rca re i n a nte grita a la tostadora d e

96 Hablo de situación en dos sentidos: de emplazamiento espacial -físico y de posición soci a l , que
genera l mente describe la imbricación espacio-poder.
97 Para Otto Friedrich Bollnow, antiguamente, P/atz o plaza, designaba la c a l l e a n c h a . posterior­
mente "fue adq u i riendo el sentido de ' patio ' , de 'plaza ' " , es decir espacio abierto como la
piazza italiana, place fra ncesa . Se a m p l ía su significado a u n espacio libre en general "dispuesto
en cada sitio pa ra a lgo l . . . ] no cubierto , a cielo raso " , luego, ta mbién se red uce a sitio, por
ejemplo, cuado refiere a qu itarle el asiento. Es decir que platz va siempre acompañado de cierta
idea de extensión, de ensancham iento en el espacio, incluso de cierta a m pl i t u d " , por ello se
aproxima a espacio, pero no es análogo, pues platz. "es siempre l i m itado, creado por el hombre
y dispuesto para sus fines". Luego d i rá : " P/atz designa la pa rte de espacio, estrechamente l i m i ­
tada , en que cabe a lgo exacta mente hasta su lím ite, pero no más a l l á " ( 1 969: 4 6 - 4 7 ) . Habría
que añadir que cuando se emplaza a lgo. se aproxima a sitio.

88
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

pan: " Los h u evos ya está n casi l i stos. ¿Hay ba sta nte pan tostado?" "Sí", es la
respuesta . Las dos últimas piezas están a p u nto de salta r. Entonces el patria rca
reina nte apa rece, lleva ndo con o rgu l l o un plato de h u evos esca lfados.
D u ra n te e l desayuno, las mujeres y n i ños, incluyendo a la tostadora de pan
elegida , rea l i za n u n canto obl igato rio de alabanza y dice n : " Estos h u evos está n
del iciosos, papá".
Mi vers ión sobre un desayuno fa m i l i a r en el presente etn ográfico tra n sfo r­
mó un evento espontáneo en u n a fo rma cultura l genérica . Se convi rtió en u n
a n á l i sis caricatu resco de l o s rituales de d o m i n i o y deferencia orga n i zados p o r
las l íneas de género y generación.
[. .]
.

La experiencia de escuchar exp losiones de r i sa por mi m i croetn ografía me


h i zo p reguntarme por qué una fo rma de hablar que suena como la "verdad "
li tera l cuando s e describen cultura s di sta ntes, pa rece m u y graciosa cuando se
trata de una descripción de " n osotros" ( 1 99 1 : 5 3 - 4 ) .

Lo interesa nte de esta "fa rsa " etn ográ fica es que -ade m á s de que evidencia
el etnocentrismo del lenguaje etnográfico- m u estra a los acto res ejerciendo
su dominio sobre determi nados a m bientes del l uga r, i n terrelacionándolos en
dicho p roceso para con figu ra r una figu ra de lugar-hogar, muy singu l a r de un
con texto cultura l específico, desde el á m bito de la a l i m entación, con sus ruti nas
y rituales, de u n a clase media que democrati za l a s funciones domésticas. En u n
contexto popu l a r m a rgi n a l , q u i zá el "patri a rca re i n a n te " considera ría que freír
los h u evos pone en cuestión su hombría .
Retornando n u estra observación hacia los reco rtes a que se someten a los
l uga res, hab ría que se ñ a l a r que son dife rentes los criterios, significados y ob­
jetivos que los guía n . En a lgunos casos es para proteger cierto conju n to de ac­
tivida des de la mirada de los otros -ca merinos, recá maras, sanitarios-; para
p roteger la intim idad -que deriva en comporta m ientos d i scretos-; en otros,
por el contra rio para hacer más visibles y destaca r la posición de los que va n a
ocu parlos -alta r mayor en la iglesia, la ta rima en un salón de baile o del salón
de clase tradici o n a l - ; en otros casos para distri b u i r ta rea s y comporta m ientos,
aunque sean iguales -fá bricas, prisiones-, etcétera . Georg Simm e/ reflexiona
sobre las consecuencias subjetivas de uno de estos criterios a que conducen esta s
sepa raciones: la d i screción y la intim idad:

[ . . ] significa que la conciencia del u n o no debe cubrir m á s que ha sta u n cie rto
.

comienza la parte inviolable sobre


l ím i te la esfera del otro, y que en este l ím i te
cuya revelación, ú n ica mente él di spone. C l a ro se advierte que la gra n diver­
sidad, en esta línea, está .en relación estrecha con la estructu ra genera l de la
vida socia l ; en épocas prim itivas e indiferenciadas, es mayor e l derecho a estas
a m p l iaciones psicológicas; pero, en ca m bio, p roba blemente, e l interés que ins­
piran será menor que en épocas de personas in dividualizadas y circ u n sta n cias

89
ABILIO VERGARA FlGUEROA

co mplicadas. En negociaciones comerciales este lím ite no será el m i s m o que en


la relación entre padres e hijos ( 1 9 7 7 : 6 5 4) .

Resulta interesante i ndaga r acerca de cómo se espacia l i za la contención que


dificulta o i m pide dichas "a m p l iaciones psicológica s " , o , por el contra rio, cuáles
estru ctu ra s espacia les lo posi b i l ita n y esti m u l a n . Es ta mbién i n teresa nte obser­
va r cómo, la sala de las casas en hogares popu l a res tradicionales, en especial en
los veci ndarios de los barrios, puede extenderse hacia los patios o " l avadero s " ,
c o m o lo s e ñ a l a Maria Teresa Esq u ive ! :

Imagen 4. 1 . Una vivienda indígena <araucana> que cobija a varias familias nucleares ligadas por lazos
de consanguinidad : familia extensa <H. Claude Joseph, La vivienda araucana,
www.plateriayviviendaaraucana3 2.jpg>

90
ETNOGRAFiA DE LOS LUGARES

El patio central era el espacio de socialización fundamental de las fa m i l i a s y


particularmente de las m u jeres, fu ncionaba como un á m bito de la extensión de
lo cotidiano porque en él se loca l i zaban los baños y lavaderos. Si bien los pleitos
y dificu ltades por e l u so de estos servicios era el pan de cada día , la vieja vecin­
dad había sido e l espacio habitacional de estas fa m i l ias por m á s de treinta a ños,
tiempo en el que ta mbién se establecieron sólidas redes vecinales (2004 : 3 8 ) .

U n a etnografía de los " lavadero s " tradicionales podría i l u stra r bien e s a cier­
ta perm i sividad que configuró el espíritu de los vecinda rios una de cuyas bases
es la proximidad que i m p l ica , que co m p romete. Puede ta mbién observa rse, desde
otra perspectiva , cómo y con qué materiales se produce la distancia que dificu lta
el acceso a los que detentan el poder mayor, y cuál es la fi na lidad de dichos
obstáculos, y cuándo y qu iénes pueden sortea rlos.
En el estudio del lugar, el antropólogo, entonces, necesita ría dete r m i n a r
c ó m o , por qué y para qué está " recortado" su espacio i n terior, qué u sos y p rác­
ticas contiene cada fragmento, cómo se diferencia de los otros y qué aporta al
conjunto, cuál es su papel en la dife renciación socia l y de poder -al igu a l que en
la prod ucción de emociones y senti m ientos-, que puede espaci a l i za rse en su
ca rácter centra l o periférico, en su expresividad y ornamentos y en su diferen­
ciada accesi b i l idad o inaccesibilidad. Pa ra u n estudio del poder en los l uga res
-y más aún en los l uga res del poder-, hab ría que ve r, por ejemplo, cuales son
los protoco los establecidos para que se posibil ite o i m pida que a lguien entre
en contacto físico con otro, cuando éste o aquel están diferentemente posicio­
nados en las jera rq u ía s que fu ndan los lugareños y cómo i n stitucion a l izan las
distancias, los espacios y los tiempos que sepa ra n o u nen a u n o s con otros. Los
fragmentos del l uga r se a rticu l a n por la actividad que desp liega n sus actores,
estos m i smos son portadores de s u s significados98 y en conju nto hacen el lugar.
Haciendo u n paréntesis, habría que seña l a r que cada sociedad y cultura , en
su proceso h i stórico defi ne los marcos de la interrelación copresente, defi n iendo
lo que U mberto Eco denomina esferas : "esfera s visuales, esferas olfativas, esferas
táctiles, de las que n o r m a l mente n o se da cuenta " ( 1 9 9 9 : 3 2 8 ) . Dichas esferas,
repito , está n condicionadas social y cultura l m e nte, por lo que sus dimen siones
son va riab les, por ejemplo, el espacio p rivado de unos es social para otros, y
cada grupo desp liega meca n ismos y ba rreras para p rotegerlas de las i ntrusio­
nes indeseadas. U n o de estos meca n ismos es la fragmentación del lugar y el
control de los accesos. El a u to r de La estructura ausente, señala que hay u n orden
en las fragmentaciones, por lo que "es fácil co m p render que si se estab lecen
con exactitud estas ' esferas de i n t i m idad ' p rivada y pública, el estudio de los
espacios a rqu itectón icos ha de ven i r determi nado por e l l a s " (Eco, 1 9 9 9 : 3 30) .

98 Ser bu rócrata de determi nada oficina (ver La tregua, de Mario Benedetti) m a rca un a rriba y u n
a b a j o sociales, y el u fana rse o esconder el l u g a r de trabajo remite a jerarq u i zaciones que esca­
pan a la vol u n tad de los actores.

91
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Po r e l l o , si b i e n un lugar p u e d e conceptua rse c o m o u n a tota l i d a d u n i ­


ta ria (con s u s respectiva s a pertu ra s y c l a u s u ra s) , t i e n e , e n s u i n te r i o r, u n
co n j u n to de s u b d i v i s i o n e s q u e es n ecesa r i o exp l o r a r, detecta r y etnogra fi a r,
co n s i d e ra n d o q u e no s i e m p re son l í m i te s físicos-vi s i b l e s l o s q u e l o s sepa ra n .
E n l a ca sa , q u e d i v i d e s u s espacios e n : recá m a ra s , b a ñ o s , coci n a , comedor,
sa l a , j a rd í n , p a t i o , etcéte ra , cada a m b i e nte se a s o c i a a d i fe re n te s actividades
q u e v i n c u l a n y sepa ra n a l a s perso n a s por s u condición - p a d re s , esposos,
hijos, h i j a s , n i ñ o s , a d u ltos, e m p leados, 99 v i s i ta n tes, etcétera - , por activida­
des: d o rm i r, h a c e r e l a m o r, c o m e r, l e e r, j u ga r, soci a l i za r, excreta r, b a ñ a rse,
esta r solos, etcétera , l o s que a s u vez re m i ten a un c o n t i n u o o r u p t u ra e n tre
lo ínti m o , lo p r i vado y l o se m i p ú b l ico, con b a r reras de d i ve rso tipo que a ís­
l a n cada acto r, actividad y fra g m e n to d e l espacio. E n c a s a s de i n d íge n a s y
ca m pe s i n o s , y a ú n en h oga res u rb a n o s pobres, esta s de l i m i ta c i o n e s no t i e ­
n e n l o s materi a l e s a i s l a ntes s e m e j a n te s , y a sea por l a s fo r m a s de vida q u e
co n t i e n e n o por l a ca re n c i a de rec u rsos eco n ó m icos q u e lo i m po s i b i l i ta n y
pueden estruct u ra rse a pa rti r de la a d m i n i st ra c i ó n del t i e m p o m á s q u e del
espa c i o , t u r n a rse, por e j e m p l o .

A s í pueden verse en l a s habitaciones l i teras o colchones encim ados q u e sirven


d u ra n te la noche para acomodar a qu ienes ahí duermen; por la m a ñ a n a una de
las primeras ta rea s que se rea liza es leva n ta r y ordenar los diversos m uebles
que se ocupan para dorm i r y así dejar espacio libre para tra n sita r por las habi­
taciones y l l eva r a cabo otras actividades (Sá nchez, 2 0 1 0 : 1 72), por lo que, " La
expo sición a la m i rada externa es adm itida en la medida en que no pueden ser
modificadas las formas de habita r " (Ídem: 1 7 5 ) .

A este respecto y enfocando h a c i a u n a de las funciones d e l lugar-casa, en u n


estu dio acerca de l a s relaciones d e pareja en el Va lle de Cha lco, Celia M a n c i l l a s
s e ñ a l a que " e l espacio y la expresión de la sexua l idad está n relacionados. Las
condiciones físicas de haci n a m iento son generadoras de tensiones, ta nto en la
mujer como en el h o m b re " , agrega que en dicho lugar, rep rese nta constru i r la
intim idad sex u a l en espacios no íntimos:

99 Osear Lewis i l u stra bien esta implicación entre los diferentes espacios del lugar con sus acto­
res. É l describe como se relaciona la n i ña de la casa con la empleada en una fa m i l i a de clase
media:
-¿J ugamos, nena ?
- Á ndale -dijo ella-, nomás un ratito porque mi m a m i no tarda ya . Va mos a j ugar a la
casita . Luego tú alzas las cosas cua ndo me vaya . Con el perro en los brazos, Lou rdes fue a su
cuarto. Concepción la siguió l levando u n a gra n m u ñeca de "ca rne" que podía ca m i n a r cuan­
do la llevaban de la mano. Concepción sacó u n viejo cepi llo de uno de los cajones del b u ró y
comenzó a peinar a la m u ñeca .
-No le jales los pelos -dijo Lourdes-. Como eres bruta, se los vas a arrancar (2003 : 2 78).

92
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

PLANTA BAJA
SUPERFlCIE CONSTRUIDA= O. 711 lil2

. '

= <
9



PLANTA SEMISDTANO u
SUPERFJClE CONSTRUJ1)A: M! SUPERFICIE CONSTRUIDA: 6 1 .22 M2
o:
�7.37

:>
tlJ

Imagen 4 . 2 . Una vivienda urbana unifamiliar: las fu nciones de los fragmentos son separadas,
especialmente en las clases medias y altas. (www. santamargaritaspai n .com.jpg>

I magen 4 . 3 . En los sectores populares pobres (urbanos o rurales>. esa fragmentación


es difíci l de realizar. (www. avi lcashuaman.jpgl

93
ABILIO VERGARA FIGUEROA

[ . . . ] por decir, espera m os, en los días que no se pu ede, a h í de tra n q u i los y todo,
pero pues él está pendiente, ¿no? Son diez días y que nada, y entonces anda
como león enjau lado, ¿no?, espera ndo e l momento . . . Entonces no le encuentro
la solución , o sea, ¿cómo le diré?, tengo que c u m p l i r l e y buscar la ma nera de
que m i s hijos no nos vea n . Tota l que siem p re ha sido así y n u nca hemos pre­
vi sto una soledad para nosotros. Y no es ta nto porque uno no lo qu iera , sino
por, siempre los hijos . . . Pero sí, n u estro espacio no es l i b re. No sé qué hacer, le
digo, yo no qu iero tener problemas con é l , porque pues n u e stro tiempo es muy
tardado, y luego así, peor (Elena, en Mancillas, 2006: 2 1 1 - 2 ) .

Cristina O e m i c h e n s e ñ a l a que en l o s hoga res i n d íge nas las ten siones ge ne­
racionales y de género se p roducen cuando por la fa lta de recu rsos se compar­
ten a m bientes como la coci n a : " Los pleitos con la suegra son ta mbién u n hecho
cotidiano, pues aconsejan a sus h ijos p a ra que las reprenda n . Esto ha motivado
que las esposas busquen con segu i r sus propios i ngresos para i ndependiza rse
de los afines. Cocinar aparte y separar los gastos de la comida 100 es el primer paso
que dan en este sentido " (2005 : 3 8 3 ) . E n a lgunos de estos hogares pobres, la se­
paración puede p rocesa rse a través de acordar turnos para u s a r los ambientes.
En otro contexto , Amparo Sevilla documenta las d i stinciones de los dife­
re ntes sitios de un salón de baile, donde, por ejemplo, la "ba nca " se opone a la
centra l idad de la pi sta de baile interrelacionándose media nte el d i á logo entre
actores d i sti nguidos y postergados:

Algu nas de n osotras esta mos enojadas,


no hemos tenido l a suerte de ser bailadas
y nos toca i r a la banca 'º' m u y des i l u sionadas,
y a l sa l i r del salón nos sentimos derrotadas.
( " Hadas bailadora s " , en Sevi l l a , 1 99 8 : 2 6 5)

En el texto a nterior, podemos ver que los fragmentos de los luga res defi nen
las interrelaciones de m a ne ra jerarqu izada : exi sten espacios centra les y peri­
féricos, en función de las actividades y del simbolismo diferencial que cons­
truye n , capta n y acu m u l a n , o por las funciones pragmáticas que en e l l a s se
rea l i za n , pudiendo m uta r su i m po rta ncia e n cada u n o de los usos: en el sa l ó n ,
la ta rima d o n d e se ubica la orquesta n o s ó l o concentra la a u d i c i ó n s i n o ta mbién
las m i radas; la p i sta de baile y las bancas dia loga n y seña lan l a i m po rta ncia
de cada pa rte. La misma pi sta de baile se divide c u a n do alguna p a reja muy
di stinguida decide bailar y "el resto " se contiene y m i ra hacia ese centro que

I DO El énfasis de la cu rsiva es mío.


IOI El énfasis de la cu rsiva es m ío. Por otro lado, podemos decir que "la banca " , en el texto citado,
es una metáfora de la postergación, de la m a rginalidad, de la exclusión que puede, o no, ser
momentánea.

94
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

ahora es ocupado por la d i sti nción: el capital s i m ból ico de estos bai ladores
factura esta centra l idad. En la casa la centra l idad de la sala se m u estra cuando
el grupo socia l i za (con sigo o con otros parientes y a m igos) , mientras se pone
en su spenso esta posición cua ndo el grupo se di spersa en las recá maras. Otro
ejemplo podemos encontrarlo en los b i l l a res, donde el va lor de los espacios ta m­
bién pueden m a rca rse a partir de quién los usa, pues, genera l m ente, se cuidan e
i l u m i n a n m á s adecuada m ente las mesas que ocupan los j ugadores que tienen
más reconoci m iento en el lugar (Herná ndez, 2 00 1 ) . E n este sentido, se demarca
y clasifica ta mbién a los actores por su u bicación en el espacio sign ificado, el los,
a su vez, i l u m i n a n o ensombrecen cada sitio que habita n o abando n a n . Pa ra los
a m a n tes, todos los sitios y lugares se "oscu rece n " cuando a lgu no de ellos fa lta , 102
y a la i nversa , se i l u m i n a n y " l l e na n " cuando se compa rte.
Desde otro contexto , se ñala ndo el poder del lugar y de sus compartimentos
pa ra i m poner el ca rácter de sus u sua rios, en un estudio de un a ntro gay en
Cuernavaca -el Oxygen- rea l i zado por Pilar Angó n , Livia González y David
Solís, un i nformante dice que en el a n tro , "Todos somos iguales, pero hay clases
sociales. De pronto el que está ha sta arriba, [en el a ntro) puede descender de
n ivel porque vio a un tipo guapo que le gu staba . . . entonces en la pista se pierde
eso, 103 se pierde la clase soci a l " (2006 : 8 3 ) . Este testi monio pone de m a n i fiesto
dos tipos de jerarq u i zación experimentada por los a s i stentes a Oxygen. Por u n
lado, n o s re m i te a la exclusión social estructu ra l -clasi sta p recedente y q u e
viene de "afuera " - reprod ucida a l i n terior de u n grupo d i scri m i nado; 104 pero,
por otro lado, ta mbién resa lta que aquella distinción no siempre es m a n tenida,
porque el estatus socioeconóm ico o de clase deb i l ita su capacidad i n stitutiva
frente a u na n u eva visibil idad que se produce ya dentro del a ntro, cuya rea l i ­
zación puede p rod u c i rse a l p a s a r de "la barra " a la "pi sta de baile " , d o n d e el
deseo y el eroti smo redefi nen las con secuencias prácticas de la posición social
a nterior-exte rior.
Así, podemos observa r las dife renciadas funciones de cada espacio recorta­
do en relación al conj u nto: en e l caso del a ntro gay, "el concepto " rem ite a qué
tipo de lugareños recibe-produce y los sitios en los que se rea l i za la confi rmación
o tra n sformación. Salvador Novo, a l referi rse a la espera y l a i n teracción en los
b u rdeles, u bica la centra l idad de la "sala " en el lugar-prosttbu/o: " La sala era el
centro de la casa ; y hacer sala, la obl igación socia l de aquellas sonrientes geis­
has loca les, el esca parate de sus enca n tos, el sitio del m uestreo; y la ocasión de
entablar relaciones con la n ovia de una hora , a ntes de convertirla en la esposa
de q u i nce m i n utos" (Novo, 1 9 7 9 : 7 9 -80) . En este caso, entre la sala y la ca m a

102 "Y a q u í en este rincón y o m i ra ré/ atardecer m i vida sin tu a mor/ s i n la fuerza q u e a diario me
impulsó/ a luchar y a soñar" Uosé Escajadi l lo , "Jamás i m pedirá s " , vals).
1 03 El énfasis de la cursiva es mío.
104 Pichardo Galán señala que u n grupo discri m i n ado social mente -como el gay- ta mbién repro­
duce en su i nterior la exclusión soci a l : de clase, edad, género, etnia, etcétera .

95
ABILIO VERGARA FIGUEROA

(del "a pa rtado " ) , media no sólo la exp loración visual o sensoria l , sino la com u ­
n icación que puede prod u c i r reafi rmaciones o re novaciones en las expectativas
eróticas.
Por otro lado, es necesa rio destaca r que, donde se observa un mayor énfasis
en la sepa ración, co n j u nción y a rticu lación de las " p a rtes " del l uga r es en su
u so ritu a l i zado. Esta demarcación aparece de man era m á s n ítida en espacios
sagrados y ta mbién en l ugares a lta mente i n stitucion a l i zados como los cua rte­
les, pero no es privativo de el los, pues en l uga res de residencia se pueden sepa ­
ra r espacios para re laciona rse con lo sagrado. Pod ría deci rse que la complej idad
de los l uga res se expresa en dos movim ientos: la a l ta o baja fragm entación­
especia l i zación deriva en u n a posterior gra n concentración-complementa r i a , y
a la i nve rsa .
En a lgu nos l uga res sagrados la configu ración de la centralidad puede esta r
constru ida y defi n ida ta mbién por la a rq u i tectu ra . Richard Sennet, por ejemplo,
con stata que "Sa nta Con sta n za prefigu ró la conversión del Pa nteón en el m a r­
tyr i u m de Sancta M a ria ad Ma rtyres. Se colocó u n santuario en el m u ndus, en
el centro de la planta del Pa nteó n , m i e ntra s que los m u ros cu rvos di rigía n la
m i rada del fiel hacia ese centro y la vi sta ascendía desde el plano h u m a n o de
sufri mie nto hacia la l u z " ( 1 9 9 7 : 1 5 6 ) . El espacio así construido, enca m i n a la
atención y concentra ; media nte sus efectos físicos que contra sta n luz y sombra
(nos i m pele a m i ra r en u n a d i rección) construye sus significaciones y emocio­
nes, rea l i za el simbolismo en el cuerpo, a poya ndo el proceso de s u b l i mación .
Se n net describe m u y expresiva mente la construcción de las jerarq u ía s que se
asocian a la vertica l idad edificada que apoya la elevación del espíritu :

La l u z de los ma rtyria a l udía s i m ból ica mente al viaje cristiano. En Sa nta Cons­
tanza , el cilindro elevado está i l u m i nado por doce ventanas, que i n u ndan de
luz el centro, dejando los pasillos s u m idos en la oscu ridad. Se pen saba que la
sombra defi n ía el espacio destinado a la introspección y la co ntemplación. El
m i ra r hacia la luz desde las sombras simbolizaba la trayectoria de la conversión,
porque esta l u z de la iglesia no i l u m inaba u n rostro o reve laba los deta l les de
u n panora m a . Sancta Maria ad Ma rtyres era es.cenario de este j u ego de l uces y
sombras especialmente en aquellos días en que el sol bril laba m á s y s u s rayos
entraban en el edificio como un reflector, co mo un haz de l u z que n u nca l l egaba
a posa rse en u n lugar, que ca recía de desti no. Aqu í se podía m i ra r y obedecer,
pero como cristiano (Se n n et, 1 99 7 : 1 5 7 ) .

Ta mbién se puede observa r que hay diferencias segú n la natura leza de los
grupos o com u n idades que habita n lugares: de mayor ve rtica lidad y rigidez en
las secta s y mayor horizonta l i dad y flexi b i l idad entre los jóvenes.
En esa misma jera rq u i zación i ntern a , los l uga res expresa n su capacidad
identificatoria, a l mostra r las re laciones biográfica mente con struidas (individual­
si ngu lar) , con textual izadas en la h i storia del grupo (fa m i l i a r, com u n ita r i a , co-

96
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

lectiva , compa rtida) . Es pues el lugar un operador eficaz de las ubicaciones


sociales, 1º5 defi ne las reglas de su ocupación diferenci a l : la significación que
tienen los alta res, por ejemplo, apo rta a la del i m itación del ca rácter sagrado
del l uga r y a la visual ización y vigencia de sus expresiones más significativas,
va lorables y respetables. La decoración de cada " pa rte " es ta mbién expres iva y
sign ificativa . Observemos b revemente dos casos: el bar y las i n stituciones tota ­
les, l u ego de mostra r la uti l idad de la propu esta de Erving Goffm a n .

Las regiones de Goffm an

Pa ra a n a l izar los sentidos de las fragm entaciones del lugar, se puede re m a rca r
que cada u na de las adscripciones asociativas -sujeto-actividad-espacio- re­
mite a eleme ntos de sentido y -a veces- a u n a cosmovi sión del m u ndo de vida ,
a la adscripción emosignificativa de la condición del ser en la m icro-co m u n idad­
sociedad. En esta d i rección , me pa rece i n teresante exp lora r el pla ntea m i ento
de Erving Goffman sobre las regiones, porque pe rmite observa r las dife rentes
prácticas que concretizan las relaciones sociales que con struyen a l sujeto-actor­
personaje en los diferentes a m b i entes del l uga r 'º6 y en función de los va lores y
significaciones que les adjudiquen .
Goffma n propone la existencia de dos á m bitos (regiones) en los que los su­
jetos (personajes) construyen-realizan su papel: la región posterior y la región ante­
rior. Pa rte de u n a defi n ición ba sta nte ge neral de regi ó n : " U na región puede ser
defi nida como todo lugar l i m itado, ha sta cierto pu nto , por ba rre ra s a n tepu estas
a la percepción " (Goffma n , 1 9 8 9 : 1 1 7) . Estas barreras pueden constitu i rse por
pa redes, puertas, persianas, vitrales, y otros materiales que a íslen principal­
mente la visibil idad y la audición. La natu ra leza de las p ráctica s difiere de u n a
región a otra , a u nque se complementa n porque en la región posterior s e prepa ra
la actu ación que se da rá en la región anterior. En este sentido, señala que la
acentuación expresiva de a lgunos a spectos de la acción se da en la región anterior
y se suprimen aquel los que pueden desvi rtu a r la i m p resión s u scitada.
A la región posterior, que ta mbién denom i n a "trasfondo escén ico " , la defi ne
como "un luga r, relativo a una actu ación dete r m i nada, en el cual la i m pre­
sión fomentada por la actuación es contradicha a sabiendas como a lgo natura l "
(Goffm a n , 1 9 8 9 : 1 2 3 ) . Aqu í s e guarda la utilería , s e la selecci o n a , como ta mbién
· se selecciona a los participa ntes o se los descarta , se guarda el perso naje, se

1 05 Ernesto Licona ubica en la pulquería una de estas clasificaciones: "El luga r ta mbién orga n iza
disti nciones. Todos tienen nomi naciones como: los paisanos, los tíos, los empleadil/os, las putitas,
los tierreros, los judas, los rateros, los media cuchara o los macuarros" (2004: 1 30) .
106 Es interesa nte la división en regiones, porque permite, además, articular l ugares: la casa puede
converti rse en la región posterior de la escuela, del centro de trabajo, de la iglesia o del salón de
bai le.

97
ABILIO VERGARA FIGU EROA

Imagen 4 . 4 . U n rincón, u n a cocina y


calefacción, donde las reg iones no se
pueden separar. (http ://intiareq uipa.
files.wordpress.com.jpg>

Imagen 4.5. Una cocina urbana. Las regiones posterior y anterior requ ieren medios que los a íslen, que
las protejan. (http ://www. hazmeprecio.com/sites/defau1Vfiles/imagecache/real-img/I MG_6 4 2 2 .J PG>

98
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

esconden los elementos que pueden contradec i r la actuación, se b u sca n y re­


para n los defectos, etcétera . Es donde se oculta n determ i n ados elementos de la
actuación, por ejemplo, cierta s p rendas o vestidos, bebidas, los "accesorios es­
cén icos " , se educa a los m i e m b ros que no manejan adecuada mente la actuación
a desarro l l a r a nte el auditorio de la regió n a n terior. Podemos e m plazar em pírica­
mente estas dos regiones en casa , por ejemplo señalando la oposición entre la
coci n a , el baño y las recá m a ras frente a la sala ; aquellas m á s privadas, donde
uno "toma a i re " , deja momentáneamente la m á sca ra del personaje; la sala se­
mi-pública, con la presencia de otros -aud itorio- con diversidad de d i sta ncias
y prox i m idades socia les, donde se m a rca u n tono acorde a la i m p resión que se
bu sca p royecta r. Es posible matiza r esta divi s i ó n , por ejemplo, considerando el
ta maño de los depa rtamentos y casas, la clase socia l , la cultura y el poder. Un
patio compa rtido en u n veci ndario popu l a r pone en p roblemas la división goff­
m a n i a n a ; otro medio que relativiza sus fronteras es el c h i sme.
El compositor peru a n o Ra n u l fo Fuentes 1º7 aborda h u m o rística mente la a rti­
culación entre estas regiones, en la canción " La fiestita " (mari nera , 1 9 90) don­
de desa r rolla u n a breve descripción del con j u nto de signos que se mov i l i za n
en la convocatoria-participación en u n evento festivo (víspera-se renata de u n
cumplea ños) , cuya ritu a l idad s e desenvuelve en la tensión entre la i m agen que
quieren p royecta r los a nfitriones y que la crítica (o el c h i sme) y el humor se
encarga n de resa lta r y c u a l i ficar.
La ca nción nos i n troduce a l escena rio-casa esta b leciendo los meca n i s m o s
i n form a l e s de com u n icación q u e rodea n l a a n tesala del acto de co n c u r r i r : " E n
la c a s a de m i k u n p a , / k u m padrituy cora z ó n , / en l a c a s a de m i pri mo/ a lgo,
a lgo taca ñón/ esta noche hay fiestita/ va m o s todos a c h u p a r, / k u n a n tutas
fiesta ka chka n/ m i ku p a k u q qaku l l i w (esta noche hay fie sta/ va m o s todos a
comer) ". El n a r rador, a d e m á s de i n d icar la motivación centra l de d i c h a convo­
cato r i a , u b i ca soc i a l y m o ra l me nte a l h o m e n a jeado, to m a ndo como refe rente a
la va loración de los s u j etos en fu n c i ó n de su ge n e ro s i d a d , donde el ser "a lgo ,
a lgo taca ñ ó n " repercute negativa m ente y lo somete a l m a l -dec i r del c h i s m e
que d a ñ a la reputac i ó n .
E n la ca nción ta mbién se aborda la cuestión de las fronteras del l uga r, bajo
la e n u nciación de los que son bien ve nidos o no: "Aqa s kachka n s u ra m a n ta/
traguchawa n qam piyku sqa ,/ la cerveza tres bote l l a s/ especialcha tumanalla,/
l lapa qa n ra chaya m u ptin/ i spaywa m pa s ya panapaq/ l l a pa su pay chaya m uptin/
vinagriwa n ya panapaq (dicen que hay chicha de m a íz/ ' c u radito ' con agu a r­
diente/ . . . para tom a r sólo en las ocasiones;/ pero cuando l l eguen los coc h i n os/
lo a u mentemos con orín o vinagre) '' , conti n ú a , en un estilo e i ntensidad que
difiere de la estrofa a nterior, en ta nto se a s u m e u n d ra matismo ubicado e n el

107 Ran u l fo Fuentes es u n o de l o s compositores de m úsica a n d i n a de mayor reconoc i m iento. Na­


cido en la p rovincia de La Mar, Ayacucho, Perú, ha expresado, en bellas canciones b i l i ngües
(quechua-español) , los diferentes problemas que agobian a los sectores popu l a res.

99
ABILIO VERGARA FIGUEROA

contexto de la guerra sucia, 1ºª singula rizando y resa lta ndo el desti natario de la
sanción a la p ráctica , u s u a l por otra pa rte, de los "go rrones " , que esta vez son
m i l ita res y policías, pues pa ra ellos hay que "a u m enta r " la ración de cerveza
con orín . Es la verificación de la constitución del otro no sólo como dife rente,
sino como enem igo, pues qanra (integra l mente sucio) se ca mbia cuando se hace
el " b i s " con supay (diablo) . La d i mensión h u morística y cóm ica que ven ía desa­
rrollán dose, se i nterru mpe tra n s i toriamente, para expresa r u na suerte de odio
socia l , una alteridad rad ica l , que exige el encono, simbolizada y designada por
la excreción y el vinagre.
Luego , la ca nción retoma su discurrir en el nosotros para testi m o n i a r, de
n u eva cuenta , el guión de las actuaciones: el escenario de la fiesta , que po­
demos ubicar en la sala, se opone, estruct u ra l mente, a l de la cocina en ta nto
"semi-publico" y privado, respectiva mente, i ntensificando las espera s : " La co­
m ida demorona/ hace sufri r a los panzones,/ el ca ldito de ga l l i na/ ya no sale
de la olla,/ ku n ka n k u pa s ch uta ri sqam/ wa l l pa ka lduta suya l l a n k u (est i ra ndo el
pescu ezo/ espera n a n siosos el caldo de ga l l i na) ". Esta oposición es semejante
al que pla ntea Goffma n entre las pa rtes del lugar-casa, en el que se emplazan
las dos regi ones: posterior y anterior, teniendo aquella la fi n a l idad de prepa ra r
los elementos necesa rios para que la i m p resión que en ésta se p royecta se m a n ­
tenga y no s e desba rate: u na con sta tación de esto es la restricción d e l i ngreso a
esta pa rte de la casa a sólo las perso nas "de confi a n za ".
Esta dife rencia se s u b raya en la ca nción; s i n embargo, aquellos cuellos que
se estiran ( " k u n ka n kupas c h u ta r i sqa m ") para m i ra r la coci na "fla nquea n " in­
dicativa mente la fro ntera de la región posterior, i m p l ica a los a nfitriones y a los
i nteriores de la esce n a , pero el resultado no va ría, (como es necesa rio para que
el h u mor se verifique) y ya casi a la media noche " s a l e " u n consomé "aguado"
( "ch i r l i chupicha") o , a lo m á s acompa ñado por el cuello de la ga l l i n a , signifi­
cando la i n u t i l idad de las esperas, las condenas festivas, e l h u m o r y u n a a l u sión
ta ngencial e rótica , que, además, tiene el encargo de encubri r la "conde na ".
La "fuga " de la ca nción, que siempre es m á s a l egre, recompone la actuación
y reconci l i a , alejando la tensión en u n a suerte de fi n a l fel i z : " E n la fiestita de
mi c u m pa/ tukuy tuta n t i n u pya k u n i / za patul laypa s wi stutyasqam/ a rpachawa n
tusukuni/ k u n ka l laypas saqrayasqam/ viguylawa n ta k i k u n i (toda la noche m e
emborracho/ ha sta que m i zapato se tuerza/ c o n el a rpita bai lo/ c o n m i ga rga n ­
t a y a ronca/ canto c o n el violín) ". E n esta ú ltima estrofa la p roxi m idad afectiva y
la alegría posibil ita n la "emergenci a " de aquello que supuesta mente la "crítica "
desca lificó h u m o rística mente, para rea l i za rse en u n presentismo eufórico que

108 Refiere a la que s e desarrolló entre la Fuerzas d e l orden y Sendero Lu m inoso en el Perú a par­
tir de 1 980. Introduzco este comentario referido a la historia de la regió n de donde p roviene
Ranulfo Fuentes, a pesar de que parece d i straer de la final idad de esta exposici ó n , porque el
compositor util iza u n hecho social frecuente (festejar el c u mpleaños con fa m i l i a res y a migos)
para emplazarlo ta mbién como escena rio de disputa.

1 00
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

posi blemente se a socie, ta mbién , al deb i l ita m iento de las frontera s de las regio­
nes que p rogresiva mente se da cuando " l os á n i mos se caldea n " con el l icor y el
entu siasmo.
La i ro n ía y el humor apa recen i n d i so l u b lemente l igados a l gozo , que se ve­
rifica ta nto en la pretensión " mo ra l i sta " , la estruct u ra significativa , las figuras
a que acude, como por las risas y la a legría que he vi sto desplega rse cuando
escuchamos esta canción i nterpretada por su a utor Ra n u lfo Fuentes y el "Trío
Hermanos Jorge León " , en la voz del entonces n i ñ o Rafaelito. El grupo que par­
ticipaba en la fiesta pedía re iteradamente repetición y volvía a goza r de e l l a ,
a s í , el " persona j e " ( q u e o c u p a la región anterior) y el "sí m i s m o " ( q u e ocupa
la región posterior, asediado por la crítica h u morística o el c h i s me) apa recen
" reconciliados".
Como colofón de este ca p ítulo, es i m porta nte destacar que los fragmentos
funcionales o s i m bólicos del luga r no necesa riamente perm a n ecen y usan ta l y
como bu sca ra el poder que los i n stituyó; hay momentos en los que la tensión
que late emerge y los trastoca , como lo mostró B ro n i slaw Baczko, en su estu dio
de las huelgas (de 1 9 70 y de 1 9 80) en los asti lleros Len i n de Gdansk (Polonia) ,
orga n i zados en el sind icato So lida ridad y di rigidos por Lech Wa lesa. Lo que la
especialización había espacia l i zado, lo que la división social del trabajo había
fragmentado para que se le " u n ie ra " sólo en el n ivel superior de la a d m i n i stra­
ción o de la actividad de los su pervi sores, es trastocado por los h u elgu i sta s,
quienes recorren la fábrica sin obedecer los límites y desbordando los comparti­
mentos en los que habían sido e m plazados: "En la plaza se le u n e n obreros que
vienen de otro sector del astil lero. U n a locom otora que tra n sportaba materiales
se detiene; e l maqu i n i sta , a ntes de descender, pone en m a rcha la s i re n a . La
muched u m b re, que ya está conformada por u nos cente n a res de obre ros, da una
vuelta por todos los sectores del asti/lero " 1º9 ( 1 9 9 1 : 1 5 4 ) .

Postal : el l ugar-bar

James Spradley y Brenda M a n n , rea l i za n u n i n teresante estud i o de un bar nor­


tea mericano cuya clientela es p redo m i na ntemente m a scu l i n a y j uve n i l : los
clientes m á s asiduos son jóvenes j ugadores de fútbol a merica n o -los a u tores
rem a rcan su j uventud y corpu lencia- rudeza - , a pa rti r del cual podemos detec­
tar cierta s con sta ntes en la orga n i zación del espacio, observando: la ocupación
de mesas, e l movi m i e nto de las gentes, su a monto n a m iento, la estructura y u so
de los corredores y cómo, y q u i é n , u sa los diferentes compa rti m ientos del bar.
A parti r de un paciente trabajo de campo observando el comporta miento de
cada uno de los sujetos del bar, establecen que "el territorio sería una dimensión

1 09 El énfasis de las cu rsivas es m ío.

101
ABILIO VERGARA FJGUEROA

invisible de las interacciones sociales y que las gentes del Brady's tienen la tendencia
a util izarlo en forma i nconsciente en la estructuración de sus relaciones sociales"
(Spradley y Mann, 1 9 79: 1 76) , y que los pa rticipantes asocian las subdivisiones del
bar con diferentes tipos de personas y tipos de actividades. De esto se desprende que se
hace indispensable determinar, a rticu lar y anal izar los diferentes momentos-espa­
cios de la vida del lugar, pa ra observar de qué manera los actos de cada i ndividuo
"se inscriben en u n espacio significativo " , al i nterrelacionarse unos con otros en di­
ferentes movimientos temporales de sucesión y coordinación regulares, que defi nen
la pertenencia y, por ende, la extra ñeza de los no lugareños.
Po r ejemplo, se obse rva que tres clientes-am igos, La rry, Bobby y Skeeter,
se sientan siempre en la m i s m a mesa, u bicada en u n a esq u i n a , por lo que " se­
ría u n a sorpresa " no encontrarlos a l lí, "en tra i n de d i scuter a u to u r d ' u n ve rre "
( 1 7 7 ) . Los clientes habituales pasan m á s en su sitio p referido, y cua ndo a lguna
vez lo encuentran ocupado, espera n en los pasillos, bebiendo, a n tes de deci d i r
tom a r otro, genera l mente a rega ñadie ntes.
Se debe i n sisti r que la etnografía no se queda en la descripción de las po­
siciones de perso nas y objetos: debe ir más a l l á para descu brir el tipo de re­
laciones que contiene y p romueve cada lugar y cada uno de sus fragmentos,
i mbricándolos. 110 Así, Spradley y Mann descubren que uno de los mensajes más
fuertes, com u n i cado por la di sposición territorial a l i n terior del ba r concierne a
las diferencias entre los sexos: tienden a reforza r el sentido de la masculinidad y
de la feminidad: "El territorio está cargado de sexu a l idad, ta nto como la división
del trabajo y la estructu ra social del Brady 's" (Spradley y M a n n , 1 9 7 9 : 1 80) ,
seña l a n , i n s i stiendo en las relaciones de poder que ejerce el barman fre nte a las
meseras, así como los cl ientes va rones frente a ellas: " Ellos hacen como cierta s
personas cuando están en presencia de n i ños: las trata n como a un ser que no
es plenamente consciente " (ídem: 200) ; sin embargo, cuando a lguien va con su
esposa : " ¡ E h , atenció n ! Hay una dama entre nosotros". Cua ndo no está acompa­
ñada es automáticamente exclu ida de la categoría de dama, y se las puede utili­
za r como auditorio, para beneficia rse a l máximo de sus h i storias obscenas: " Ella
les si rve entonces para m a n i festar su viril idad ". Por ejemplo, cua ndo platicaban
sobre una chica que a veces llegaba a l bar, hablaban de sus senos gra ndes; luego
le pregu ntaron a una mesera que pasó j u nto a el los, qué ta lla ten ía su brassier. La
mesera se red uce a la condición de objeto: se s i rven de e l l a .
L o s va lores m a scu l i nos s o n tratados de forma ceremoniosa: se los a n u n c i a ,
especifica y subraya , se los ritu a l i za . Como en otras cultura s se a ísla a las m u ­
jeres, pero en el bar pu eden entra r, s i n compet i r n i a menazar la virilidad, sino
pa ra afi rmarla: " Los hombres vienen a l bar para goza r su estatus de homb re y
bu sca n con frecuencia segu ridad y a poyo al lado de otros hom b res " (ídem : 1 8 1 ) .

1 10 La complementación de las actividades que se rea lizan en cada fragmento no necesa riamente
se produce tranquila y armónicamente, en muchos casos se requiere que se intervenga exigién­
dola, y no se desca rta que haya resistencia de pa rte de algún actor.

I 02
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

por ello, dicen los a u tores de Les bars, les femmes et la culture, que cada mujer que
entre a l bar entra a u n " terreno m a scu l i n o sagrado" y que deberá n tener una
"cierta dosis de cora j e " para hacerlo.

Diferencias de género

Atmósfera masculina Comporta miento femenino

• Trofeo s ga n a d o s e n c o m pete n c i a s • Ava n z a n tím i d a m e n te.


deportivas. • No m i ra n dete n i d a m e n te a l o s
• M ob i l i a r i o r u d o . h o m b re s .
• Te m p e ra t u ra a l ta • Tra ta n rá p i d a m e n te d e ga n a r u n a
• TV y rockola en n i ve l e s m u y a ltos. m e sa ce rca n a a l a s p a redes.
• Ru i dos. • No s i l ba n .
• Le n g u a j e grosero, b ro m a s y • N o m u estra n q u e q u i e re n ser
c a rca j a d a s . s e rv i d a s .
• Se h a b l a m u y f u e rte. • N i se l e s ocu rre g r i t a r.
• Movi m i e n to s b r u scos. • Se q u e d a n a la e s p e ra , n o
d e m a n d a n e l s e rv i c i o .
• S i u n h o m b re l a s a b o rd a : so n ríe n ,
escu c h a n . . .

Elaborado por el autor en base a Spradley y Mann < 1 979>

Imagen 4.6. Las bebidas expresan significados: los tragos fuertes son ·masculinos·, los licores dulces,
"femeninos·. <http://elestudiodemercados.com/blog/wp-contenVuploads/20 12/08/consumo-alcohol­
mexico-3 .jpg>

103
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Imagen 4.7. Si bien la relación en el nivel estructural-económico puede ser asimétrico, en el simbólico
y erótico la preponderancia masculina ya no es tan clara. <www mc-bartholomae de.jpg>

El ca rácter de centro soc i a l m a scu l i n o ta m b i é n se expresa en - d i cen los


a u tores- que es u n l uga r de n egocios, donde u n o consigue servicios (por
ejemplo, u n abogado) , es u n l ugar de e n c u e n tros, donde uno cie rra una ve n ­
ta , es ta m b i é n u n l u g a r de celebración y p a ra ve r m u j e re s : " E s necesa r i o n o
olvidar que ve n i m o s a m i ra r a l a s m u je res q u e se ave n t u ra n a q u í : n o s i e m p re
nos contenta m o s con ve rlas, porque a veces l a s l iga m o s , les ofrece mos u n a
copa o l a s a co m pa ñ a m o s a l a h o ra que c i e rran el b a r " ( e n Spra d l ey y M a n n ,
1 9 79: 1 85).
Los h o m b res s e deti enen s i n cu idado en torno a l a barra o en l a zona i n ­
mediata inclu sive en l o s pasil los, obstruyendo ostensiblemente el trabajo de
las meseras, consu m e n , ríe n , d i scute n , grita n , se a b razan . . . , m ientras que las
m u jeres clientes se emplaza n de p refe rencia en mesas a i sladas. No se ubican
por azar, dicen Spradley y Mann, sino "estrecha mente l igados a l sexo de estas
personas y a su posición en la jera rq u ía soc i a l del ' B rady's ' ".
Así, los b a r m a n - h o m bres se sienten propieta rios del l uga r -la c u i da n , l i m ­
pia n , acomoda n - , está n detrá s d e l mostrador o ba rra d e l bar, lo q u e l e s per­
m i te controlar: el tocadi scos, el refrige rador, la TV, el m i c roondas, la ca ja y· todo
lo que sea necesa rio para mezclar y prepa ra r las bebidas. De este l uga r vienen
los gritos, los i n s u ltos, las ri sotadas que siguen a l i n te rca mbio de experiencias
personales o a la na rración de h i sto rias c h i stosas.

1 04
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Una concl usión i m porta nte que extraen de este estu dio es, con Ervi ng Goff­
m a n , que: " E n ge neral cuanto m á s elevado es el rango de u n a perso n a , el te­
rritorio de la persona tendrá d i m e n siones m á s i m po rta ntes y será más grande
el control que ejercerá m á s allá de las fro nteras de dicho territorio" (Goffm a n ,
1 9 7 1 : 40-4 1 ) .

Imagen 4.8. Existen bares donde los habitúes gozan de ciertos privilegios que se expresan en su
emplazamiento en el espacio. Véase hacia el fondo de la foto.
<http://renzogourmetfiles.wordpress.com.jpgl

Postal : el l ugar-prisión

En cierto sentido fu ndamenta l , opuesta a las demarcaciones por regiones, las


prisiones estruct u ra n el espacio de ta l m a nera que enfatizan la disciplina puni­
tiva a través de u n a fragmentación que potencia la vigi lancia y el control físico.
La prisión , si bien sepa ra d rá stica mente los espacios íntimos (ce ldas) y públ icos
(patios, pasil los, sa las de espera) , viola oficialmente los primeros por las aper­
turas que edifican para observa r las actividades que los p resos rea lizan en sus
celdas. Situación semejante ocu rre en los hospitales psiquiátricos, a m bos de­
nomi nados como " i n stituciones totales " , a las que E rvi ng Goffma n defi ne como
"un luga r de residencia y trabajo, donde u n gra n n ú m e ro de i ndividuos en igual

1 05
ABILIO VERGARA F1GUEROA

situación , a i slados de la sociedad por u n periodo apreciable de tiempo, com­


pa rten en su encierro u n a rutina diaria, a d m i n i strada formal mente" (Goffm a n ,
1 98 8 : 1 3) . El a u tor de Internados, agrega : "Toda i n stitución absorbe pa rte del
tiempo y del i n terés de sus m i e m bros y les proporciona en cierto modo u n m u n ­
d o propio; tiene, en síntesis, tendencias absorbentes" (ídem : 1 7 ) . L a s i n stitucio­
nes tota les reestructu ra n radica l m e n te las relaciones del ser con su entorn o :

U n orde n a m iento socia l básico en la sociedad moderna es q u e el individuo tien­


de a dorm i r, j ugar y trabajar en disti ntos l ugares, con diferentes copa rtici pantes,
bajo a u toridades diferentes, y s i n u n p l a n racional amplio. La ca racterística cen­
tra l de las i n stituciones tota les puede describi rse como u n a ruptura de las ba­
rreras que separan de ordinario estos tres á mbitos de la vida . Primero, todos los
aspectos de la vida se desarro l l a n en el mismo lugar y bajo l a misma a u toridad
ú n ica . Segu ndo, cada etapa de la actividad dia ria del m i e m b ro se l l eva a cabo en
la com p a ñ ía i n m ediata de u n gra n n ú m e ro de otros, a quienes se da e l mismo
tra to y de quienes se req uiere que haga n j u ntos las m i s m a s cosas. Tercero, todas
las etapas de las actividades diarias están estricta mente p rogra madas, de modo
que u n a actividad conduce en u n momento p refijado a l sigu iente, y toda la se­
cuencia de actividades se i m pone desde arriba, mediante u n s i stema de normas
formales y exp l ícitas, y u n cuerpo de funciona rios. F i n a l m e nte, las actividades
obl igatorias se integra n en u n solo plan racio n a l , del iberada m e n te concebido
para el logro de los objetivos propios de la i n stitución (Goffm a n , 1 98 8 : 1 9-20) .

E l lugar q u e ocupa l a institución total fragmenta su espacio bajo el objetivo


fundamenta l del control que se basa en un orde n a m i e nto jerárq u ico rem a rcado
y visible: todos deben saber q u i é n m a n da y estructura las reglas del lugar, a u n ­
que el contacto cotidiano de l o s prision eros sea c o n qu ienes pe rtenecen a la m á s
baja esca la de a u toridad, es deci r, c o n l o s vigi lantes. El énfa s i s en la natura leza
del poder determ i n a la forma en que se construye la distancia social, por lo que,
por ejemplo, la com u n icación entre las jera rq u ías extremas está mediada por un
perso nal i ntermedio: la "cadena de m a n d o ". Este mismo perso nal es sometido
a vigi lancia y contro l , i m pidiendo que se establezca n lazos más p rofu ndos con
los prisioneros. El flujo de la i nformación ta mbién es adm i n i strada y controlada
escru pulosamente por lo que se restri nge su c i rcu lación, m á s aún de aquella
que contiene planes para los i nternos. 1 1 1 Goffma n señala que ello proporciona
una base sólida para : a) guardar las d i sta ncias, b) ejercer su dom i n i o sobre los
i nternos, y e) ayuda a m a n tener los estereotipos a n tagón icos. Por lo que, " poco
a poco se va n fo rmando dos m u ndos, socia l y cultu ra l mente, distintos que tie­
nen ciertos pu ntos fo rmales de ta ngencia pero muy escasa penetración m u tu a "

111 Emilio de Í pola señala como una d e las características de l a prisión e l ser " u n a máquina, rigu­
rosa mente controlada y siem pre perfeccionada de desinformación " , donde " n i ngún deten ido
político debe saber lo que ha de ocurrirle en el futuro i n mediato " (2005: 1 9) .

106
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Dentro do este VUPO de pandilleros


reclúdoa en la caree! da Ct-imaltenanao. ae
puede observar cómo uno de eHoa fuma un
claarro de mariguana, lo que comprueba
que en las prtslones se pueden consumir
droeas llbre11W1te.

Imagen 4.9. En la prisión, el preso puede hacer de su cuerpo un territorio-lenguaje.


(www. primitivelmage.jpgl

( 1 9 8 8 : 2 3 ) . Estos m u n d o s t i e n e n p a s i l l o s q u e p u ed e n co m u n i ca r l o s esta b l e c i ­
m i e n to s e n l o s q u e residen- actúan l a s a u to r i d a d e s y l o s rec l u so s , p e r o e l acceso
está rest r i n g i d o p o r rej a s , pol i c í a s , p u e rta s , t u rn o s , i n terdicci o n e s , a u n q u e la
c o r r u p c i ó n p u ede m o d i f i ca r l a s , 1 1 2 c o m o l o i l u st ra e l e st u d i o de V ícto r Payá , con
l a figu ra de "la M a d re " , d e l i n c u e nte que a d m i n i stra e l p o d e r i n se rto e n l a s es­
t r u c t u r a s de poder de l a cá rce l :

E s l a b ó n i n te r m e d i o e n t re Segu r i d a d y C u stod i a y l o s p r i s i o n e ro s , " l a m a d re "


controla y d i st r i b u ye d i n e ro y p r i n c i p a l m e n t e l a d roga . A "e l l a " s e l e t i e n e q u e
re n d i r c u e n ta s . F i g u ra o m n i presente d e n tro d e l p e n a l q u e n o a d m ite c o m p e ­
te n c i a s u o m i s i o n e s sobre e l m o n to q u e s e t r a f i c a y co n s u m e, c u e n ta e n t re l o s
c a u t ivos con s u s p r o p i o s i n fo r m a n tes, p e ro ta m b i é n c o n l a c o m p l i c i d a d d e los
g u a r d i a n e s , q u i e n e s ta m b i é n l e i n fo r m a n l o que se h a i n trod u c i d o al i n te r i o r

112 Es ampliamente conocido que los p resos poderosos -políticos, n a rcos, empresarios- tienen
"prisiones doradas " , m uchos de estos ambientes pueden su perar a m p l iamente a las oficinas
del d i rector de la prisión en la que están encarcelados. La salida m isma es a d m i n istrada en
función del poder -económ ico, político, m i l i tar- que poseen y que, a pesa r de estar privados
de la l i be rtad, no lo h a n perdido total m e n te, pues a lgunos de ellos pueden s a l i r, i lega l m e n te, a
la ciudad y retornar a prisió n .

1 07
ABILIO VERGARA FlGUEROA

del pen a l . Pa ra estos ú ltimos, dobles, triples ga na ncias; el d i n e ro fluye desde la


puerta de en trada , ya que desde el mismo modelo de revi sión es i n troducida la
droga . los solventes, aba steci m i ento que desde e l i ngreso es controlado i n me­
diatamente por " l a madre " (Payá . 2006: 1 70) .

Así, el prision ero no solamente sopo rta los efectos del poder i n stitucional
sino ta m b i é n , en a l i a nza y co m p l icidad con sus cu stod ios, el de l a s estructuras
tej idas por los propios presos, qu ienes a veces reprod uce n , a l i n terior, el po­
der externo que tuviero n . La a utono m ía relativa de los fragmentos que pueden
observarse en otros l ugares se pierde en la cá rcel por u n control rigu roso y
deta l lado:

El dorm itorio se divide en cuatro zonas, cada zona tiene 1 2 celdas, y en cada
celda hay de 10 a 1 5 personas. El jefe de dormitorio reporta con los cu stodios (a
cada dorm itorio le desti n a n dos cu stodios) . Entre e l jefe de faj i na y los cu stod ios
no hay repa rto de d i nero, éste se lo l l eva e l interno q u e reporta d i recta mente a
" l a mamá ". El cu stodio no se mete, pero sí le reporta n porq u e " l a m a m á " siem­
p re les da a lgo de di nero, no se meten porque es negocio de "el l a " que les paga
independientemente " (prisionero, en Payá , 2006: 1 69- 1 70) .

Michel Foucault, al estudiar las prisiones, establece a lgunos principios de las


políticas del espacio que tienen que ver con sus recortes y sus efectos. Así, emplaza
como el primero al aislamiento "del penado respecto del m u ndo exterior, de todo
lo que ha motivado la infracción, de las complicidades que la han facilitado " . pero
ta mbién, aislamiento de los deten idos "los unos respecto de los otros" ( 1 999: 239);
produciendo la soledad que oficia como u n "instru mento positivo de reforma. Por la
reflexión que suscita , y el remordimiento que no puede dejar de sobrevenir" (ibid) .
Se trata , enfatiza el autor de Vigilar y castigar. de anular los factores que contrarres­
ten la intensidad de los efectos del aislamiento como el espacio que provoque un
diálogo interior dramático, siendo el remordimiento el meca n ismo i ntensificador.
El a i s l a m iento prod uce ta mbién silencio, y éste agrava el peso de la palabra
i nterior: " I magínese el poder de la palabra h u m a n a i n tervi n iendo en medio de
la terri ble d i sci p l i n a del silencio para hablar al corazón, a l a l m a , a la persona
h u m a n a " (Ch. Luca s en Fouca ult, 1 9 9 9 : 240) , así, "el a i s l a m iento a segu ra el
coloq u i o a solas entre el detenido y el poder que se ejerce sobre é l " (Fouca u lt,
1 9 9 9 : 2 40) . El silencio opera como u n a l toparlante y la reiteración como un
martil leo que ci ncela el a rrepentim iento. 1 1 3 "En la prisión pensilva n a , l a s ú n icas
operaciones de la coerción son la conciencia y la m u da a rq u i tectu ra con la que
se enfre nta " (ídem : 241 ); " . . . los m u ros son el castigo del cri m e n ; la celda pone

1 1 3 Ver el caso d e l secuestrador apodado Mocha orejas, a quien las autoridades mexica nas exh ibie­
ron en la televisión, llorando arrepentido, luego de dos años de prisión.

1 08
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

al dete n ido en prese ncia de sí m i s m o ; se ve obl igado a escuchar su concie ncia "
(ídem) , mostra ndo el poder del lenguaje del lugar; vea mos u n caso peruano:

[ . . . ) pensa m i e ntos brota n de la mente, en una sucesión de ideas, de figuras des­


tructivas. ¡Cu idado! " La Pe nsadora " ha vuelto, como u n ave de ra piña para de­
vora r la poca cord u ra que a sus vícti mas les queda. Algu nos la n iega n , otros la
reconocen y -sin embargo- sólo a lgunos la enfrenta n , pues saben que en el
enci erro es i nevitable (sic) esca par de ella ya que tiene en sus garras las l laves de
los candados con los cuales los celadores encarcelan sus a l m a s (Bravo , 201 2 : 9) .

Fouca u l t señ a l a que para tra n sformar a los i n dividuos, el poder ha recu rrido
a tres esquemas: "[ . . . ] el esquema político- mora l del a i s l a m iento i n d ividual y
de la jera rquía; el modelo técnico-económ ico de la fuerza apl icada a u n trabajo
obl igatorio; el modelo técnico-médico de la c u ración y de la normal ización "
( 1 99 9 : 2 5 1 ) . Esta s actividades se emplazan en tres tipos de fragmentos del lu­
gar-prisión: la celda, el taller, el hospital, cada u n o con su a u toridad y especialis­
ta s y sus "cl ientes ". S i n embargo, la relación fu ndamental que las atraviesa , y
defi ne la complementariedad de la d iferencia, es la vigilancia-punitiva, la que se
apl ica al con j u nto, a u n q u e a s u m e técnicas diferenciadas. La m á s i m porta nte, y
a la que le h a n dedicado más recu rsos e i magi nación es a la celda , cuya tra n s­
parencia ha sido obsesivamente perseguida, logra ndo aproxi m a rse a su control
cuasi tota l con el panóptico, que oficia como el ojo integrador del pe n a l :

L a sala central de i n spección es el e j e d e l siste m a . S i n punto central de i n spec­


ción , la vigi lancia deja de esta r garantizada, de ser continua y general; " 4 porque
es i m posible tener confi a n za completa en la actividad, e l celo y la intel igencia
del encargado a cuyo cuidado i n mediato se h a l l a n las celdas . . . El a rq u itecto
debe, por lo ta nto, di rigir toda su atención a ese objeto en el que hay a la vez
u n a cuestión de d i scipl i n a y de economía. Cuanto m á s exacta y fácil sea la vi­
gilancia, menos necesidad habrá de b u scar en la solidez de las construcciones
unas gara n tías contra las tentativas de evasión y con tra las com u n icaciones de
u nos detenidos con otros. Ahora b i e n , la vigi lancia será pe rfecta si el di rector
o el encargado en jefe, desde una sala central y sin ca mbiar de l uga r, ve sin ser
visto no sólo la en trada de todas las celdas y ha sta el i n terior de un mayor nú­
mero de ellas cuando sus puerta s están abierta s, sino además a los vigi lantes
encargados de la guarda de los p resos en todos los pisos . . . Con una fórmula de
las prisiones circu l a res o semicirc u l a res, parecería posible ver desde u n centro
ú n ico todos los p resos en sus celdas, y a los guardianes en las ga lerías de vigi­
lancia " (Ducate l , Instruction pour la construction des maisons d'arr€t, en Fouca u l t ,
1 99 9 : 2 5 3-4) .

1 1 4 El énfasis de las cu rsivas es mío.

1 09
ABILIO VERGARA FlGUEROA

I magen 4. 1 0. La celda constituye u n o de los fragmentos más disciplinarios de la prisión : a l l í, solo frente
a sí mismo, el preso dialoga consigo mismo. <www. rec.bique.jpg>

Imagen 4. 1 1 . La fragmentación del lugar no se habita necesariamente de manera pasiva.


En la foto u n motín en u n a cárcel peruana. <www. n u estramirada.org.jpg>

1 10
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

En el estudio antropológico de los luga res, reitero, es im po rta nte prestar aten­
ción al nú mero y a las di mensiones en las que se fragmenta el l ugar, así como
observa r cuál es la naturaleza de los sepa radores, cómo y para qué se abren hacia
los otras pa rtes, quiénes lo habitan y transita n , qué hacen y cómo se articu lan y
co mplementan en su diferencia, cómo se asocia con el -y cómo forta lece o debi­
lita al- poder y su estructu ra , etcétera .

Postal : el l ugar-burdel

El sentido último del erotismo es la fusión, la supresión del límite.


G EORGES BATAILLE

Pa ra i l u stra r las funciones y significaciones de los recortes y fragmentaciones del


lugar, uti l i za ré el estudio de u n b u rdel rea l i zado por Juan Carlos Lu n a , ubicado
en la zona norte de Bogotá, cuya clientela es de clase med i a . U n hallazgo que
interesa pa ra esta exposición es su ca racterización del b u rdel como " u n espa­
cio cerrado y privado, que a l m i smo tiempo tiene ca rácter colectivo y público"
( 1 9 94: 281 ). Resulta i n teresa nte que a pa rti r de esta defi nición -aparenteme nte
sim ple- poda mos exp lorar la relación dinám ica entre moral y erotismo mediante
la pu esta a prueba a que se somete el ser, como memoria y como posi b i l idad,
en u n estableci m iento -comercia l - , con u n ambiente sexualizado y/o e rotizado
que se despliega con los cuerpos de los clientes, prostitutas, dueños y persona l ,
entre las "partes " en q u e s e divide el b u rdel. Los fragmentos s o n contenedores
y expresión de la orga n i zación social del b u rdel y contienen actores con pode­
res diferenciados en i nteracción. Esta reflexión (un momento de la etnografía) se
desa rrolla observa ndo los emplaza m i entos y desplaza m ientos de los sujetos en/
por las diferentes secciones del lugar, que puede esquematiza rse en el flujo entre:

Mora l - m e moria e roti smo-i magi nación

I n divid u a l - íntimo a m biente sem ipúbl ico

El estu dio detecta en el b u rdel cinco espacios: el escenario, el salón, el bar,


los baños y el reservado. El p r i me ro tiene dos fu nciones: la más distintiva s u rge
a parti r de que a l l í se rea l i za el show o strip-tease que concentra la atención
hacia la i ndividualidad fem e n i n a (genera l mente las p rostitutas más b e l l a s) que
se expone des n u d a , y la segu nda función es la de pi sta de baile en cuya rea l i ­
zación se i n tegra a l salón. El strip-tease se concibe c o m o u n o de los momentos
destacados del ritua l tra n sgresor, pu esto que el cliente se enca ra al objeto del

111
ABILIO VERGARA FIGUEROA

deseo, m ientra s la a d m i n i stración j u ega en tre aprox i m a rlo y alejarlo: la mujer


se expo ne, despojá n dose p rogresiva mente de sus ya esca sas pren das de vesti r
m ientras rea l i za m ovi m i entos sensuales y p rovocativos, pero a la clientela le
está prohibido toca rla; constituye el mome nto de i ngreso s i m ból ico a este mi­
cro m u ndo, especial mente para los primerizos, qu ienes no pueden ocu lta r su
a n siedad, asom bro e i ncerti d u m bre.
El otro espacio, contigu o , es el salón, donde se desp l i ega la expos ición , la
exp loración y eva l uación mutua y la i n terrelación entre c l i e ntes y p rostituta s ; 1 1 5
es donde s u rge la a p rox i m a c i ó n particu l a r entre a m bos, pues s e pasa d e " l a s
d i sta ncias leja n a s y a j e n a s a l a s m á s p róxi m a s y co m p ro m etedoras y el es­
pacio (del salón) se o rga n i za p a ra q u e esto de d é " ( 2 8 3 ) . Es i n teresante la
a n ota ción del a u to r acerca de la u b i cación estratégica , p u e n te, q u e tiene el
s a l ó n : está entre el escenario y e l bar y, por ende, posi b i l i ta el i n te rca m b i o de
los dos espacios q u e confluyen en el b u rde l : e l del d u e ñ o , que comercia l i za
l icores, ciga rr i l l o s y refrescos, y el de l a s p rostitutas q u i enes comerci a l i za n su
cuerpo, pues e l dueño del loca l -en este b u rdel- n o ga n a d i recta m e n te de
la actividad m e retri z . Cada espacio está regido por n o r m a s , así e n el sa l ó n ,
"cada m e s a es u n a especie de p ropiedad p rivada [ . . ] igu a l sucede c o n la (s)
.

m u j e r (es) que le haga n c o m pa ñ ía " (Lu n a , 1 9 9 4 : 2 8 3 ) . Las prostituta s pasean


por los pa s i l l os que dejan l a s mesas y s i l l a s del s a l ó n , desp lega n d o el erot i s ­
mo p r o p i o de e s t e a m b i e n te y ta m b i é n ba i l a n pa ra m ostra rse, " i n s i n u á ndose".
Desde otro contexto , el poeta a rgenti n o J u a n F i l loy describe b i e n la atmósfera
del salón en e l prostíb u l o :

Cerca n la prole de Saco/ Muchas Ven u s i n d i scretas/ (flota n olores de teta s,/ De
pippermint y tabaco) .
[ . . . ]
La sala de espera b u l l e,/ Tu rb i a , frenética usina/ De ta nto a m o r inconexo.
( " Sala de espera ")

E l tercer espacio es e l bar, que está u b i cado en un polo opu esto al escena­
rio, y ta nto el perso n a l q u e lo atiende, como l a s prostitutas no pueden pasar
de u n espacio a otro, siendo los meseros los que los co m u n i ca n . Los baños
-el cua rto espacio, ofi c i a l m e n te u n i sex- fu n c i o n a n en pa rte como u n a región
posterior (Goffm a n ) , pues permite " to m a r a i re " , c h i s m e a r -es dec i r, h a b l a r

1 1 5 A diferencia d e lo q u e ocu rre en l a sala d e l b u rdel, en l a s "estéticas" ("peluquería s") q u e dan


servicio sexua l , quizá también por su " i lega lidad " , el interca mbio y la conversación se difi­
culta n . José Luis M a rtínez, lo describe así: "Conforme el día avanza los clientes a u mentan y
esperan en una especie de recibidor alfombrado, con m uebles modulares, gruesas cortinas,
lámparas y, a veces, servicio de bar. Ra ra vez conversa n entre sí. M i ra n de soslayo a las jóvenes
que entran y salen del sauna y fingen concentra rse en la lectu ra de los periódicos y revistas que
siem pre están a la mano" (en Sergio González, 1 98 8 : 8 3 ) .

112
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

I magen 4. 12. El cuerpo desnudo, especialmente el que se exhibe en lugares semipúblicos Ctable­
dance, burdeles, antros> constituye un reto pertu rbador. <http ://api.ning.com.filles-strip-tease.jpg>

m á s " l i b re m e n te " - , c o n s u m i r d roga s . Al a i s l a r d e l b u l l i c i o y l a s d e m a n d a s


d e l s a l ó n , p e r m i te u n a co m u n i c a c i ó n m á s í n t i m a y c ó m p l i c e e n tre l a s p ro st i t u ­
ta s . 1 1 6 E n e l baño se "ci n ce l a " a ú n c o n m ayo r prec i s i ó n e i n t e n s i d a d l a b i ografía
-como expe r i e n c i a y p o s i b i l i d a d - d e los actores d e este lugar. E s p e c i a l m e n t e
l a s m u j e re s se a co m pa ñ a n p a ra i r a l b a ñ o y q u i e n e s se frec u e n t a n e n e s t a s i n ­
c u rs i o n e s m u e s t ra n u n lazo social q u e s e t ra d u ce e n m a yor co n fi a n za y a fecto
y a poyo m u t u o .

116 Para l o s fines de la etnografía d e l lugar, sería i n teresante observa r cuánto m á s s e dia/ectaliza e l
idioma, y el lenguaje en genera l , en este m icroespacio d e l b u rdel q u e e s el baño.

113
ABILIO VERGARA FlGUEROA

El q u i n to espacio lo con stituye el reservado, donde se con s u m a el acto se­


xual, "tiene ca rácter privado, secreto y particu l a r " y se opone a l salón, más
colectivo y públ ico: el apartado (co mo ta mbién se lo denom i na) es el "verdadero
espacio económ ico de las prostitutas pues a l lí, con la m a n i p u lación sex u a l de
los clientes, es donde obtienen sus m ayores i ngresos " (Lu n a , 1 9 94: 2 8 5 ) . Es
destacable que a q u í, el poder asimétrico que podía n ejercer los clientes en su
favor en el salón, especia l mente con las prostitutas de menor atractivo, puede
reverti rse a beneficio de ellas, haciendo del coito y sus prolegómenos u n espacio
para la renegociación económ ica ; pero, ta mbién puede ser escenario de violen­
cia contra ellas.
U n a función si mból ica destaca ble del prostíb u l o - retoma ndo el cuadro an­
terior- es la de operar como u n mediador entre la memoria erótica de los su­
jetos (condicionado por la moral y las "buenas cost u m b re s ") y las posibil idades
del placer que la exploración recrea en este espacio tran sgresor. 1 1 7 Esta fu nción
l i m i n a r está concreti zada y mediatizada , entre otra s cosa s, en la relación con­
traria que cumplen el salón y el reservado, que puede observa rse empírica mente
en la diferencia entre estar vestid @ o desn u d @ , protegid @ s por la atmósfera del
lugar-burdel y los fragmentos en los que se sepa ra , le confieren cierto aura ficcio­
nal al hecho de transitar de un estado a otro, bajo u n a cierta sensación de orden
que lo protege a l a i s l a rse del exterior con m u ros y complicidad: a l saber todos a
qué va n , y m á s a ú n al estar entre desconocidos, los clientes se dejan conducir
por u n orden que a d m i n i stra la organización social del b u rdel.
Es i nteresante ta mbién observa r las significaciones tra n sformadoras de las
va riaciones progresiva s en/de los lenguajes del lugar-burdel: la aparición y des­
pojo del vestido y de los adita mentos del cuerpo de la puta -este nombre las
resalta precisamente en su mayor va lor erótico, diferente del eufe m i s m o sexo­
servidora-, c u m plen va rias funciones significativas, s i mbólicas y estéticas que
va n de la contención a l acelere (y su d i rección no siempre es l i neal) . La meretriz
que tra n sita por las calles para i r a su centro de trabajo, puede ser confu ndida
con cualquier persona que se desplaza por la u rbe; ya adentro del prostíb u l o ,
ella asu me, en su lenguaje corpora l y en el vestuario que se erotiza , así c o m o en
el lenguaje dia lecta l i zado que prod uce todo un argot -que despoja y reviste-,
el ejercicio de su papel: " ropas i n s i n u a ntes, ademanes l l a mativos, pavoneos,
perfu mes [ ] sonrisas, palabras du lces, caricia s " ( 2 8 6 - 7 ) , toq ues, m i radas i n s i ­
. . .

n u a n tes, c o m o " u n a i ntensa actividad precopu lativa " (ídem) . C a m b i a de nombre,

11 7 Este carácter, "transgresor", es relativo, pues para muchos clientes y prostitutas puede conver­
tirse en rutina, y para éstas, además, es una actividad labora l . Habría que reflexionar ta mbién
acompañá ndonos con la propuesta de Georges Bata i l le, quien distingue "tra n sgresió n " de " re­
bajamiento" o "degradaci ó n ". En las "prostitutas de baja estofa " (así las denom i n a ) , dice que
"lo i n m u ndo se torna indiferente" porque ellas ya no lidian con lo prohibido, m ientras que la
transgresión requiere oponérsele (2005 : 1 40- 1 43) . Claro que, habría que aclara r, hay n iveles y
distinciones también en la prostitución.

114
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

de vest i d o , d e rostro , s u c u e r p o , su l e n gu a j e ( " h a sta l a fo r m a de expresa rse


ca m b i a " ) . "[ . ] l a l igera d e cascos q u e q u i e re dete n e r e l t i e m p o con p i n t u ra s y
. .

perfu m e s " (Az u e l a , 2 0 0 2 : 3 ) .


L o q u e m e p a rece d e s ta c a b l e e n e l lugar-burdel, e s l a c re a c i ó n d e u n a
a tmósfera ( co m o " d e fa n ta s ía o d e m e n t i ra " ) q u e t ra n s i ta s i n c e s a r e n t re l a

Imagen 4. 13 . la sala o e l salón e n u n burdel: s i bien l a mirada predomina e n l a relación social, hay u n
lenguaje más complejo que i nterpela debajo d e l a epidermis del erotismo, l a estética y l a ética.
(www. lyde.com.jpg>

115
ABILIO VERGARA FlGUEROA

rea l i dad y la ficci ó n : l o s s u j etos son a l l í actores y perso n a j e s , s u s " l i b reto s "
los crea n y recre a n c o n l o s rec u rsos in-corporados q u e s u s hábitus y capitales
soci a l es y s i m bó l icos l e s posi b i l i ta n o l i m i ta n : el e rot i s m o es d e u d o ra de l a
i m a g i n a c i ó n , p e r o é s t a e s m o d u l a d a por l a c l a s e soc i a l , l a c u l t u ra y l a época ,
pero el b u rdel p u ede ser el lugar d o n d e se t ra s c i e n d e y d o m i n e lo p o s i b l e . Si
b i e n e l deseo " e m e rge " , req u i e re de soportes sign i fi c a n te s p a ra a rticu l a rse
e n /a l a c i rc u n sta n c i a p a ra p e r m i t i r s u d i á l ogo a sc e n d e n te. Por e l l o , h a b ría
que reca lca r que e l p rostíb u l o p rovee d e un ambiente q u e por s u c o n d i c i ó n
fro n te r i za o intersticia/ i n c i ta a desbord a r d i c h o s c o n d i c i o n a n te s . Licores, s a ­
h u m e r i o s , decora d o , c o l o r de l a s p a redes, c u a d ro s , m ú s i c a , d roga s , c u e rpos,
etcétera , conve rge n - c o m o si ntaxis e n m ovi m i e n to por e l deseo- e n l a
reco n figu raci ó n .
Volviendo a l estudio d e Lu n a , señala é l , u n a tríada interesa nte d e re laciones
sexuales que pone en rel i eve la relación erótica que p redo m i n a en la re lación
con la p rostituta : " I ngresando a la i n t i m idad del apa rtado encontramos com­
porta mientos culturales que poco se relacionan con el apareamiento normal de
u n primate o con la relación romántica, se trata de un comporta m iento erótico "
(288) . Me interesa resa lta r esta ú ltima función en su dimensión m á s pertu rba­
dora : la de una relación ínti m a que n o pretende el lazo social, es decir se despoja
de a lgo que es estructurador social y com u n itario: la búsqueda de permanencia.
El poeta J a i m e Sabines lo señ a l a expresiva mente :

Eres l ibertad y el equ i l ibrio; no sujetas n i detienes a nadie; no sometes a l o s re­


cuerdos ni a la espera . Eres p u ra p resenci a , fluidez, perpetuidad ("Canon icemos
a las puta s ") .

El prostíb u l o , en m u c h a s de s u s versiones h i stóricas, precisa m e nte atacó


esa forma temporal de manera explícita , a l p ro h i b i r relaciones más d u raderas
entre clientes y meretrices, en pa rte para ejercer control sobre ellas, y con ello
le otorgó u n horizonte ontológico cualitativa m e n te diferente a l de la expectativa
social genera l . Pero a pesa r de ello, a lgu nas de e l l a s prefieren hab ita r algunos
sedimentos de la relación erótica para hacerlos trascender a l tiempo del burdel: "es
frecuente encontra r que u n a prostituta posee u n determ i nado n ú m ero de clien­
tes fijos o a d m i radores en u n periodo dado " (Lu n a , 1 9 9 4 : 28 9 ) .
C o m o toda estructu ra soci a l , el que rige e n e l b u rdel d i stribuye el poder d e
manera inequ itativa . Esta establece las siguientes posiciones:

• Dueños del esta bleci m iento , que a d m i n i stra n la venta de l icores, ciga rri­
llos y refrescos, pero ta mbién vel a n porque u n orden i nterno se respete,
cuya motivación tom a m u y en cuenta n o enfrenta rse a las a u toridades
("no hacer escándalos " , por ejemplo) .
• Clientes, d iferenciados por la tempora l idad, que se expresa en frecuen­
cia-perma nencia o su transitoriedad , como ta mbién por los recu rsos

116
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

económ icos y d iversos poderes adq u i ridos por conocer y ser conocidos,
saber sus códigos y beneficiarse (o no) de la s i m patía de l @ s l ugareñ @s.
• Prostitutas, diferenciadas por su carácter, experiencia y/o bel leza .

Hay u n a re lación estructu ra l que otorga m ayor poder a los dos primeros,
pero a lgu nas de las prostituta s pueden obtenerlo o acu m u la r capita l s i m bólico
(poder) en base a determ inadas cual idades que provi niendo de su bel leza física ,
principa lmente, se desarrolla en la experiencia en el trabajo, 1 1 8 cuyo a u to-reco­
noci m iento es un recu rso que abona a dicho poder:

Entre las prostitutas existe u n a orga n ización estatutaria basada en l a belleza


física , la experiencia labora l , el reconocim iento de los clientes ( n ú me ro de ad­
m i radores) , e l carácter propio de cada m u j e r y otros. Exi ste en cada l u p a n a r
u n determi nado n ú mero de m u j e res l íderes. S o n las m á s l l a m a tivas. E s t e tipo
de mujer tiene prioridad sobre los clientes y e n cierta forma e l ige los mejores
p retendientes; son las más solicitadas por los hombres y tienen, por ta nto, la
fa ma de ser l a s m á s "putas" de todas. Sin embargo, son respetadas y temidas
por s u s compañeras. Esta s m u j e res goza n de mejores beneficios económ icos y
de u n a posición respetable en su m u ndo; es el idea l de prostituta, aquella que
se encuen tra por encima de cualquier hom bre; son las que saben trabajar y l a s
que sobresa len (Lu n a , 1 994: 2 8 9 ) .

La etnografía del lugar, además de a rticu l a r las relaciones entre los actores
que ocu pa n cada u n o de sus fragmentos, debe ta mbién observa r los condicio­
nam ientos de la estructu ra soci a l , del poder y la cultura que, a pesar de ser
contradicho por el b u rdel, no deja de ejercer diferentes grados de influencia:

No enga ñas a n a d i e , e r e s honesta, íntegra , perfecta ; anticipas tu p recio, te e n se­


ñas; no d i scri m i n a s a los viejos, a los cri m i n a les, a los tontos, a los de otro color;
soportas las agresiones del o rgu l l o , las a sechanzas de los enfermos; a l ivias a
los i m potentes, esti m u l a s a los tímidos, com p laces a los ha rtos, encuentra s la
fórm u l a de los desenca n tados. E res l a confidente del borracho, e l refugio del
perseguido, e l lecho del que no tiene reposo (Ja i m e Sabines, "Canon icemos a
las puta s " ) .

Ellas y sus cl ientes tienen horizontes temporales y sociales diferentes, a u n ­


q u e l o s u n e u n cierto contexto soci a l ; sus emplaza m ientos en el m u ndo d iver­
sifica n sus expectativas y referencias (du ració n , plan ificación) en el tiempo y la
sociedad. La prostituta , sin embargo, n o es ta n diferente de sus cl ientes e n esta

1 1 8 La m igración internacional de m u jeres para ejercer la prostitución - muchas de ellas sometidas


por la "trata de personas"- viene siendo utilizada para " m a pear" el planeta con la adjudica­
ción de más atractivas segú n los pa íses y regiones.

11 7
ABILIO VERGARA FiGUEROA

construcción del presente y del futu ro : s u s á m b i tos fa m i l i a res las hacen anclar
en la l i neal idad del tiempo que exige m i ra r a l mañana -con quién, para qué,
cómo- como i n exorable; no obsta nte, n u eva mente, en el contacto que estable­
cen pueden habita r, cada u n o a su m a nera , u n i n tersticio o u n espacio l i m i n a r
que modifica, a u n q u e s e a subrepticia y lenta m ente s u s otra s v i d a s y su relación
con el otro-como-sí-mismo. Pa ra el cliente, especial mente si es "su primera vez "
-pero no sólo-, el tiempo d e l b u rdel s e h abita c o m o el i n stante eterno, desga ­
jado del tiempo estructu ra l lineal de la sociedad .

118
CAPÍTULO QUINTO
Las fronteras

En un sentido tanto inmediato como simbólico, tanto corporal como


espiritual, somos a cada instante aquellos que separan lo ligado o ligan
lo separado.
GEORG SIMMEL

Se necesita que en torno al hogar, a una cierta distancia, exista una


barrera. Poco importa que ésta sea una valla, un cierre de madera o un
muro de piedras. Cualquiera sea su forma, ella establece el límite que
separa el ámbito de un hogar del ámbito de otro. Esta separación es
considerada sagrada.
FUSTEL DE COULANGES

Uso la ca tego ría frontera como s i n ó n i m o de límite o borde, de contenedor, re­


m a rcando su capacidad para a i s l a r a lgo, de separarlo de su e n torno, lo que
no e l i m i n a el reconoci m i e nto de l a i nfluencia de factores externos, ya sea n :
sociales, c u l t u ra les, políticas, lega les, etcétera , pues, p o r e j e m p l o , e l p e r m i so
de fu nci o n a m i e nto de u n loca l (sa l ó n de b a i l e o resta u ra n te) recon oce no sólo
su origen lega l sino ta m b i é n facu lta la su perv i s i ó n con sta nte o periódica y
ha sta su cla u s u ra ; lo m i s m o ocu rre con los títu los de p ropiedad q u e p rescri­
ben su exc l u sividad ; y, por otro lado, porq u e ta m b i é n hay condiciona ntes que
opera n en d i á logo adentro-fuera, como l a fa m a , e l estig m a , los medios de co­
m u n icaci ó n , l a s tecn o l ogía s , etcétera . La s fro n teras está n condicionadas por
el carácter de los l ugares, por l a s prácticas soc i a l e s q u e contienen -esti m u l a n
y en co n j u n to dete r m i n a n l a s fo r m a s de po s i b i l i ta r o conte n e r l a s sa l i d a s y las
entra das, a u nq u e s u s re laciones con su e n torno ta m b i é n pueden esta r m a rca­
das por la d i s p u ta de s u s lím ites e i n f l u e n c i a : por ejemplo, la regl a m e ntación
q u e pro h íbe a b r i r d i scoteca s y ca n t i n a s a m e n o s de tresci ento s m etros de las
escu elas. La frontera puede ser vi sta ta m b i é n como l a pos i b i l idad o e l i n i cio
del diá logo con e l entorno.
ABILIO V ERGARA FlGUEROA

Imagen 5 . 1 . Los efectos del lugar pueden hacer trascender fuera del marco q u e encierra la relación
social. El encarcelami ento considerado injusto provoca su rechazo y la resistenci a : eco y desarrollo de
una nueva perspectiva sobre el lugar. Cwww. planton-para-d ifu n d i r_sobre-los-presos.jpg>

I magen 5 . 2 . Los prisioneros trascienden las fronteras de su encarcelamiento. La frontera se visibil iza
más en el confl i cto. Cwww. vista-hermosa-Bolivia.jpg>

1 20
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Pa ra los fines de l a etnografía -como m étodo q u e va de la apariencia a


lo profu ndo-, es ú t i l i n i c i a r asociando la frontera con su etimología . con el
drama social y con el símbolo. E n primer térm i n o , Víctor Tu rner nos recuerda
que frontera proviene del i nglés threshold, que a su vez p rovi ene de tras (tri l l a r)
de ra íz ge r m a n a q u e sign i fica extraer el gra n o de la cá sca ra , lo que podemos
figu ra r como la capacidad p a ra m a n i festa r lo oculto. El drama social desarro l l a
u n proceso semeja n te, p o r q u e a l tra sgred i rse dete r m i n a dos límites, éstos s e
hacen m á s e n fáticos (emerge n , se hacen v i s i b l e s , i nvoca n s u defe n sa) y e l g r u ­
po tiende a sentir la necesidad de recupera r su eficacia y a reforza rlo m e d i a n te
rituales de resta u ra c i ó n , a u n q u e no s i e m p re lo logre. El símbolo, por su pa rte,
ta m b i é n opera como un d i sposi tivo que v i s i b i l i za lo oculto, trae lo lejano y
concretiza lo a bstra cto , c u m p l iendo u n a función reveladora. Víctor Tu rnér dice
que desde e l p u n to de vi sta de la vida soc i a l " re l a tiva m ente bien regu lada ,
m á s o menos operativa , metódica y ordenada " , los d ra m a s soc i a l e s tienen u n
carácter " l i m i n a r " o " fro nterizo " . y operan i n tensificando l o s símbolos q u e se
ocu pan p a ra demarcar (recu pera r e l sentido de s u frontera) lo correcto y lo per­
m i tido, así como lo desea b l e p a ra una determ i n ada sociedad e n u n m o m e n to
crítico de su h i sto r i a . Aq u í podemos ver, bajo la figu ra de la " m i rada " , que
su rge el espacio donde se m a n i fi esta lo desconocido o lo q u e (todavía) no se
ve ía . Tu rner lo exp l icita :

Esta e s l a razón por l a que en m i primer estudio d e los d ra m a s socia les en la


sociedad ndembu, Schism and Continuity, describo el dra m a social como: u n á rea
de tra n sparencia en la superficie por lo demás opaca de la vida social normal
y ruti naria. E n el dra m a social se m a n i fiesta n los conflictos latentes y. en u n
l uga r clave, emergen l o s lazos de pa rentesco cuyo sign i ficado no es obvio e n
las genealogías [ . ] A través d e l drama social podemos observa r l o s principios
. .

cruciales de la estructu ra social en su fu ncionam iento y su dom i n i o re lativo en


puntos sucesivos del tiempo (2002: 1 32) .

El orden social oto rga u n a cierta sensación de certid u m b re (positiva o ne­


gativa) que (al) sed i m enta (rse) en los hábitos, en el cuerpo. por lo que, desde el
punto de vi sta de la in-corporación de las significaciones, puede tom a r la forma
de sentimientos y emociones; la frontera n o sólo es el obstáculo físico que i m p ide
o posib i l ita el i ngreso físico- i n mediato : opera desde más a l l á , desde las estruc­
turas sociales e i magi narias que sepa ra n y alejan aquello que no gusta , que
desagrada, que produce rep u l s i ó n , que a l tera : " Esta s prácticas de convivencia
por afi n idad social lleva n i m p l ícito el racismo y clasismo propio de a lg u n a s
fracciones de la clase med i a , y en a l g u n o s l uga res h a n l legado a l punto de sólo
contratar personal (meseros, barman, etcétera) que cubra ciertos está ndares de
aspecto " (López, 2007: 2 1 ) ; cita un a n u ncio del d i a rio Excélsior, donde un res­
ta u ra nt-bar de la d i sti nguida zona de Las Lom a s solicita un bartender "con buena
aparienci a : i n d i spensable ser altos, delgados y de tez blanca".

1 21
ABILIO VERGARA flGUEROA

Imagen 5 . 3 . En las com u n i dades indígenas, la relación adentro-afuera <en su esca la comunitaria)
expresa cierta conti n u idad: saberes y <deslafectos lo mod u l a n . <Fotografía de Abilio Vergara)

E n fa t i zo , e n tonces, la fac u ltad segrega tiva de la fro n t e ra - q u e p u e d e i n ­


v i s i b i l i za rse p o r l a r u t i n a - , a q u e l l a c u a l i d a d q u e l e p e r m i te s e r l a l ín e a de sepa­
ra c i ó n de rea l i d a d e s o e n t i d a d e s d i ferentes, s e a n ésta s m a t e r i a l e s o e s p i r i t u a l e s .
N o obsta n te, e s i m po rta nte a soc i a r y con t ra sta r, ta nto e n l a con strucción de los
datos c o m o e n e l a n á l i s i s e i n te rpreta c i ó n , l a s nociones d e colindancia , con tigüi­
dad, fre n te a l a s de l í m ite, segrega c i ó n , fa c h a d a , b o rde, raya , e n tre otra s . Es ú t i l
ta m b i é n n o e l i m i n a r l a n o c i ó n d e gozne: a q u e l l a fac u l ta d de s e p a ra r- u n i r q u e
t i e n e n l a s fro n teras y q u e t i e n e n e n l a p u e rta s u figu ra m á s expresiva . 1 1 9 E n este
s e n t i d o , S i m m e l d i ce que l a p u e rta une l a u n i d a d " f i n i ta a l a que h e m o s l igado
un trozo d i se ñ a d o p a ra nosotro s d e l e s p a c i o i n f i n ito con este ú l t i m o ; con l a
p u e rta h a c e n fro n t e ra e n t re s í l o l i m i ta d o y l o i l i m itado " , s u b raya n d o s u fu n c i ó n
re l a ci o n a l : " p e ro n o con l a m u e rta fo r m a geo métrica de u n m e ro m u ro d i v i s o r i o ,

119 Georg Simmel, diferenciándola del puente señala su b e l l a y compleja función: " E n esto des­
ca n sa la más rica y vital sign ificación de la puerta frente a l puente que se hace patente de
i n mediato en e l hecho de que la d i rección en la que se cruce el puente no i m p l ica n i nguna
diferencia por lo que hace a l sentido, m i entras que la puerta, con el adentro y el afuera , i ndica
una dife rencia completa de la i n tenció n " ( 1 9 9 8 : 3 2 ) .

1 22
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

sino como la pos i b i l idad de consta nte relación de i nterca m b i o " , y agrega que
desde que sa l i mos, "mana la vida hacia la i l i m ita b i l idad de todas las d i recciones
en genera l " ( 1 9 9 8 : 32). Sin embargo, la puerta ta mbién tiene la fu nción contra­
ria que refu erza la cual idad del m u ro , haciéndose pa rte de él, es decir, i m pedir
el i n terca mbio, especialmente cuando es i n deseado o amenazante:

Mi m a rido m e d e j a cerrado c o n l l ave, c o m o no tengo a qué salir; el n i ñ o todavía


no va a la escuela, y él cuando l l ega me trae todo lo que necesito, entonces me
siento más segu ra encerrada, aquí me pongo a hacer mi qu ehacer y cuando
term i n o nos ponemos a j uga r o a ver l a tele y ya en la noche espero a m i esposo
a que l legue (G u i l le r m i n a , en Sánchez, 2 0 1 0 : 2 7 9) .

Aq uí, lo i l i m itado aparece compactado por el m i edo que u n iformiza el exte­


rior con el peligro que crece por la i magi nació n .
Por otro lado, l o s criterios d e sepa ración y l a s extensiones correcta s o ade­
cuadas que deriva n , son construcciones sociales, cu lturales y de época ; lo que
pa ra u n a cla se, u n a regi ó n , u n país, u n a com u n idad, es pertinente, soportable,
deseable, bueno, etcétera , para otros no lo es, como bien lo se ñ a l a U m berto Eco:

Imagen 5 . 4 . La violencia y e l miedo pueden radicalizar la separación entre lo público y lo privado.


<Fotografía de Abilio Vergaral

1 23
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Muchas defi n iciones espaci ales válidas para los a m ericanos no s i rven para los
alema nes. E n u n a l e m á n , la concepción del espacio perso n a l (que se refl eja en
su a ngustia nacional por el ' espacio vita l ') i n te rviene para determ i n a r de u n a
manera dife rente el lím ite pasado el cual cree que su privacy está a m enazado
por la p resencia del otro: el significado de una puerta abierta o cerrada cambia
enormemente si pasamos de N u eva York a Berlín ; en América , asomar la cabeza
por una puerta se considera aún "esta r fuera " , en ta nto que en Alemania ya es
" haber entrado " ( 1 999: 3 3 1 ) .

Ta mbién se debe rema rca r el ca rácte r clasificatorio de las fronteras, en ta nto


s u rgen a pa rti r de design a r aquello que es diferente y necesita resguarda rse,
pero la asignación de esa cual idad refiere a un proceso a nterior: la fa cultad so­
cial y mental de separación-relación es su eje. S i m m e l dice que,

[...] en la medida en que entresaca mos dos cosas del i m pertu rbable depósito de
las cosas naturales para designarlas como " separada s " , las hemos referido ya
en n uestra conciencia la una a la otra , hemos destacado estas dos cosas en co­
m ú n fre nte a lo que yace entremedio. Y viceversa : como l igado sólo percibimos
aquello que primera m ente hemos aislado de algún modo; para esta r u n a s j u nto
a otras las cosas deben esta r prim eramente enfrentadas ( 1 998: 2 9 ) .

Esta s clasificaciones t i e n e n m a rcos de referencia que a p roxi m a n o alejan


lo que se considera propio y extra ño y defi nen los espacios de i n terrelación o
evita m i e nto; así, el robo a casas-habitación y la sensación de vu l n era b i l idad
que dej a , expresa precisame nte la fue rza simból ica que se enca rga a la frontera :
la i nviolabi l idad. He escuchado a m uchas víctimas d e este delito ( " i l ícito " , l o
l l a m a n l a s autoridades) , q u e lo q u e más l o s afecta e i n d igna es " e l tiempo que
se to m a ron [ . . . ) ha sta se sentaron en m i cama para escoge r mis joya s ". Así, la
frontera-violada no está ya en el m u ro o la puerta , s i n o en aquella h u e l l a que
h u nde la cama y con n ota p recisam ente su i n eficacia como protección.
Los lugares están enmarcados y de lim itados por límites o fronteras constitu i­
das por aisladores físicos y/o simból icos y. a l mismo tiempo, las actividades que
en ellos se rea l i za n y los re latos que sobre ellos se despliega n son ta mbién cons­
titutivos de dichas fronteras, estab leciendo pa utas de entrada , permanencia y
sa lida. Más que una mera del i m itación, configu ra un sentido predomina nte: con­
tiene y posibil ita . Pod ría señalarse, con Andrés Fábrega s, que "el límite marca la
diferencia y, a su vez, ésta exige el límite. El límite señala ha sta dónde llega n de­
term inadas relaciones reconocidas socialmente, incluyendo las pol ítica s " ( 1 996:
1 3) . Pod ríamos decir que el lugareño como ser, es ta l en ta nto límite. En el ma rco
que propicia el lugar se expresa su personaje, y éste contiene su papel social, que
a su vez es la concreción de una relación social. Se puede deci r que es desde esa
condición que se abre hacia el exte rior, hacia otras relaciones socia les, au nque
este condiciona miento se debilita -o pierde- en la indiferencia u rbana.

1 24
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

S i n e m b a rgo hay q u e tom a r en c u e n ta ta m b i é n las po s i b i l i d a d e s eco n ó ­


m i ca s , l a s e s t r u c t u r a s soci a l e s y l a s ca racte rística s d e l e s p a c i o y l o s t i p o s de
pob l a m i e n to p a ra ubicar l a fro n t e ra c o m o m u ro o c o m o s i m p l e d i sta n c i a . E n las
co m u n i d a d e s a n d i n a s , especi a l m e n te e n t re l o s i n d íg e n a s p o b re s d e res i d e n c i a
d i spersa , d o n d e ge n e ra l m e nte n o e x i s t e n m u ro s q u e a ís l e n l a casa d e l exte r i o r,
l a s v i s i ta s h a c e n u n poco de r u i d o , tosen y g r i ta n , " ¡ ñ o q a l l aym i ! " ( " ¡yo soy ! " ) ,
desde u n a c i e rta d i sta n c i a , 1 2º p a ra i nd i c a r s u p rese n c i a y d e m a n d a r a te n c i ó n ;
estos gestos reve l a n e l l í m ite i nv i s i b l e y c o n s t r u ye n , m o m e n t á n e a m e nte, u n e s ­
p a c i o t e m p o ra l q u e p e r m i te a s u s d u e ñ o s a d m i n i st ra r (co m p o n e r) l a fachada
personal p a ra p re p a ra rse (fís i c a y su b j e t i va m e n te) p a ra rec i b i r la v i s i ta , s i rve
c o m o la expre s i ó n de la fro n t e ra i n v i s i b l e q u e pa ra t ra n sp o n e r l a req u i e re de
a u to r i za c i ó n .

Imagen 5 . 5 . Adentro no hay sala para recibir visitas, afuera tampoco hay m u ro que resguarde el
acceso. El visitante, para i nterpelar a l dueño de casa debe gritar desde cierta distancia para que éste
prepare su fachada y el "ánimo" para recibirlo. <www.frontausangate-pitumarca. 2 .jpg>

1 20 Unos tres a cinco metros, los suficientes para hacerse escuchar con los que está n dentro de
la casa, pero tam bién cuidando hacer saber que no está n violando su privacidad . Los perros
ta mbién previenen con sus ladridos y pueden ayudar a que los de casa , a l m i ra r hacia fuera ,
defi nan la situación q u e l e s espera con la visita. Hoy, el teléfono puede opera r tam bién pa ra
preve n i r o progra m a r las visitas, el tiempo varía en a mbos casos, al posterga r o anticipa r, ca l ­
cula ndo, la d u ración de la espera .

1 25
ABILIO VERGARA FlGUEROA

Por lo a n terior, el antropólogo debe observa r en ellos su natura leza y ca­


rácter, así como su rigidez o flexibil idad -auscu ltando los factores que defi ­
nen u n a u otra situaci ó n - , observa r ta mbién las sanciones a la trasgresión
de las normas que rigen su acceso y salida , y pregunta rse si existen requ i s i tos
y/o rituales de i ngreso y en qué criterios de i nclusión-exclusión está n basa­
dos. Así, el i ngreso a l lugar-casa tiene sus normas -fu ndadas en la noción de
fa m i l i a ridad- que difieren a las del lugar-templo -ba sada en la com u n i ó n con
lo sagrado- y del lugar-prisión -basado la p u n ición o ca stigo- y todos los
l uga res m uestra n a pertu ra s y cierres dife rentes y defi nen los tipos de actores
que reciben, habita n y p roduce n : fa m i l i a res, fe l igreses o p resos. Por otro lado,
pa rroquia nos, esco l a res, h i nchas, fa ns, ba iladores, etcétera . pueden ser ta mbién
fa m i l i a res y fel igreses, pero para i ngresa r a bares, escuelas, estadios, concier­
tos o salones de bai le, deben c u m p l i r con otros req uisitos. Pa ra los u sua rios de
u n lugar, es muy fácil saber dónde em pieza y dónde term i n a su lugar, 1 2 1 qué se
necesita para franquear sus frontera s ; para los extra ños genera l mente puede no
haber claridad a l respecto .
Por lo tanto, el estudio a ntropológico del lugar debe b u scar del i m ita r sus
fronteras, 1 22 es dec i r, el contorno que demarca el i n icio y el fin de l a s activida­
des específicas que lo ca racte riza n . Es ta mbién necesa rio observa r las formas
de dichos lím ites y los objetivos que b u sca n a l encerra r -de esa forma- las
p rácticas que allí se rea l i za n . Algu nos pueden obedecer a fines i n stitucionales
de a i s l a m i ento forzado -para " p rotege r a la sociedad" ( Fouca u lt) - , como las
prisiones o los hospitales psiqu iátricos (Goffm a n , 1 9 88) , reforza ndo por ello
su capacidad a i s l a n te media nte la edificación de m u ros físicos, rejas, puerta s
y otras formas de segu ridad que i m p iden la salida, y a ú n la en trada. Es i m ­
portante ta mbién estudiar el trasfondo de las aperturas, las que pueden esta r
regu ladas por diferentes criterios -como mediadores de va lores y principios­
de admisión o acceso, por ejemplo, en algunos puede ser la edad, la condición
soci a l , la matrícu la o i n scripci ó n , o la edad en otros estableci m i e n tos (o la com­
binación de a lgunos de esos criterios: "se reserva el derecho de a d m i sión " , que
se deja a la discrecional idad del vigi lante) , etcétera . La p u e rta , en este contexto ,
actúa como la verificación de dicha frontera y de la posible conversión -vía la
admisión frecuente- de identificación en identidad.

1 2 1 H a y factores q u e pueden hacer variar esta situación: las disputas p o r el u s o d e l patio com ú n o
del jardín entre vecinos, la renuencia por a s u m i r los costos de mantenim iento del condo m i n i o ,
las i rrupciones sonoras, etcétera .
1 2 2 Renato Rosaldo describe bien esta noción de frontera que esta mos proyecta ndo: "Todos cru­
zamos dichas fronteras en n uestra vida diaria. Hasta la u n idad de ese lla mado condom inio
n uclear. la fa m i l i a , es cortado por las diferencias de género, generación y eda d . Piense en los
mu ndos desiguales que uno cruza a diario, una ronda que incluye al hogar, comer fuera , traba­
jar horas, aventu ras en la tierra del consumidor y u n n ú mero de relaciones, desde la intim idad
y el compañerismo, a m i stad y enemistad " ( 1 99 1 : 3 8 ) .

1 26
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

1
1

Imagen 5.6. Las incl usiones que excl uyen : la frontera designada, subrayada.
<Fotografía de Abilio Vergara>

La frontera no es s i e m pre fij a , n i c l a ra , n i estática

Re i te r o , no s i e m p re esos l í m i te s son físicos, y a u n q u e tenga n m u ro s , a veces se


ext i e n d e n (y contraen) t e m p o ra l m e n te. Así, las prácticas soc i a l e s que ca racte r i ­
za n a a lg u n o s lugares n o ocu p a n s ó l o e l i n t e r i o r d e l ín e a s b i e n d e l i m i t a d a s - p o r
e j e m p l o , p o r u n a p a red o u n a ca l l e - , s i n o ext i e n d e n s u a c t i v i d a d e i n fl u e n c i a ,
s u carácter, h a c i a u n e n to r n o q u e v a m á s a l l á de s u fro n t e ra fís i c a . E n u n e j e m p l o
d o n a d o p o r J e s ú s M a rt ín - B a rbero, o b s e rva m o s e sta expansión e n u n m e rcado
pop u l a r, que podría m o s ca racte r i z a r c o m o una malla de lugares :

El entorno de la p l a za de m e rcado es u n m o n t ó n de " n egoc i o s " no s ó l o de ve n ta


s i n o de j u egos de a z a r, de p rostíb u l os, de c a s a s de e m p e ñ o , de cafeti n e s , etcé­
tera . Y esa h ete roge n e i d a d co m p l e m e n ta r i a u b i ca l a s re l a c i o n e s d e l a p l a za no
sólo con s u exte r i o r físico s i n o s o b re todo e n s u rol d e a rt i c u l a d o r de prácticas
q u e e n l a c u l t u ra b u rg u e sa se producen separadas, p e ro q u e e n l a c u l t u ra p o ­
p u l a r e s t á n s i e m p re j u n t a s , rev u e l t a s , a t rave s a d a s u n a s p o r o t r a s . La p l a za de
m e rcado n o e s e l rec i n to acotado p o r u n a s p a redes sino l a m u c h e d u m bre y el
r u i d o , l o s d e s p e rd i c i o s a m o n to n a d o s o d i sp e rsos, todo l o que se s i e nte, se ve, se

1 27
ABILIO VERGARA FIGUEROA

huele desde m ucho a n tes de entra r en e l l a . La plaza está en la calle. Afecta ndo
el tráfico ta nto de veh ículos como de peatones: los andenes están llenos de
gente que vocea loterías, que hace y vende frita nga , que vende afiches eróticos
o esta m pa s re ligiosas. Vi sta desde el entorno la plaza es desorden y barullo,
abigarramiento y heterogeneidad, trabajo y a la vez no poco de fiesta (Ma rtín­
Ba rbero, 1 98 7 : 1 00- 1 ) .

Algu nas actividades vinculadas a determinados l uga res pueden cambiar de


emplaza m iento debido a diferentes factores. U n o de ellos puede observarse, en
sectores pop u l a res, cuando las actividades doméstica y labora l se con-fu nden
en el comercio i n formal cal lejero. Olivia Dom ínguez etnografía esta co ndición,
la cal le, dice, entre otra s funciones, c u m ple

[ . . . ) u n a función soci a l , es e l esce n a r i o de l a s i n teracci ones e n tre los ve nde­


dores q u e crea n , entre sí, redes y lazos de pa rentesco; es e l lugar e n e l q u e
toda la fa m i l i a participa , e n e l q u e se pasa l a m a y o r pa rte del tiempo, d o n d e
se trabaj a , donde se c o m e . E n e l caso de l a s m u j e res, i n depe n d i e n temente de
l a presencia o a u sencia de l a pare j a , represe n ta e l lugar donde c u m p l e n con
su rol de m a d re a l poder tener bajo su c u i dado a s u s hijos pequeños, y cuando
son m á s gra n des les ayudan a c u i d a r e l puesto cuando e l l a se a l e j a para con­
segu i r a lgo . . . (2004: 1 24 ) .

Otros l ugares, de ca rácter pop u l a r, a s u m e n ca racterísticas semeja ntes. Vea­


mos el caso de las vinaterías de a n ta ñ o , en e l que se m u estra n n o sólo la "ex­
pansió n " de las frontera s físicas, sino soci ales, temporales y territoria les:

El estar bien o no ta n m a l vestidos no los redi m e . . . l a s vinaterías perma necen


abiertas hasta las n u eve de la noche; se adm ite fra nca e indistintamente a los
dos sexos, se bebe aún en pieza i nterior [ . . . ) E n l a s puerta s y esqu i n a s i n m e ­
diatas, fo rman reu n i ó n l a s m u jerzuelas de m a l a vida , o las que no p rostituidas
entera mente, b u scan la oportu nidad de que, o l a s conviden o se i n corporen con
ellas los que pasa n o entra n a beber, y de semejante oca sión y p rovocaciones,
es i n evitable o i n separable el daño de ofensas a Dios. 1 23

Así observa m o s cómo el entorno expresa la oferta del l uga r al expo ner en
sus exte riores i n m ed i a tos los efectos del lugar, como una forma de hacer v i s i ble
lo que en s u i n terior contiene. Otra fo rma de expresa r una cierta tra n spare n ­
cia que a d q u i eren l a s frontera s para los lugareños-vecinos n o s lo m u estra J a n e
Jacobs:

1 2 3 Discurso sobre la policía de México, 1 7 8 8 , citado en Valverde, 1 996, p. 1 1 4 .

1 28
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Imagen 5.7. En los mercados populares, es d ifícil determinar dónde term i n a n o empiezan .
<http ://i magenes.viajeros.com/md/sonora.jpg>

lmágen 5.8. En las barriadas o colonias populares, especialmente en aquellas que surgen por ·invasiones:
tampoco es fácil ·encerrar' las rutinas frente a la mirada de extraños. <Fotografía de Abilio Vergara>

1 29
As1uo VERGARA FIGUEROA

Observo los otros rituales m a ñ a neros: el señor H a l pert que abre el candado del
carrito de l a lava ndería atado a la puerta del sóta no. E l yerno de Joe Cornacchia
que apila las cajas vacías de l a s delicatessen, e l ba rbero que saca su silla plega­
ble a la acera , e l señor Goldste i n que dispone los rol los de a l a m b re que indican
que la ferretería está abierta , l a mujer del portero del edificio que deposita a sl.I
ro l l izo hijo de tres años, con una mandolina de j uguete en e l vestíb u lo, lugar pri­
vilegiado donde aprende e l i nglés que su madre no sabe hablar Oacobs, citada
en Berm a n , 2003 : 3 3 1 - 3 3 2 ) .

M a rs h a l l B e r m a n a ñ a d e que e n estos relatos, " e n t re m e z c l a d o s c o n e s ­


tos rostros c o n o c i d o s y a m igos e s t á n l o s c i e n t o s d e extra ñ o s q u e p a sa n "
(ibid) . Desde l a v i ve n c i a cot i d i a n a e n e l veci n d a r i o e s p o s i b l e t ra s p a s a r l a s
fro n te ra s , e i ngresa r a - o sa l i rse d e - l a región posterior goffm a n i a n a q u e
se h a c e v i s i b l e , o se i n s i n ú a , y l o s e s p a c i o s i n te r i o r y exte r i o r i n terca m b i a n
signos:

G radual mente l a vida d e la calle se reduce, pero n u nca s e detiene. "Conozco e l


ballet de las p rofu ndidades de la noche y sus tem poradas m ucho mejor, de des­
perta rme mucho después de media noche pa ra atender a un n i ñ o , y sentarme en
la oscu ridad, viendo las sombras y oyendo los sonidos que l l egan de l a acera . "
S e pone a tono con esos sonidos. "A veces hay d u reza y cólera , o u n sollozo tris­
te, tri ste . . . hacia las tres de la m a ñ a n a se canta , se ca nta muy b ie n ". ¿Hay por
allí una gaita ? ¿De dónde puede ven i r e l gaitero, y a dónde va ? N u nca lo sabrá ;
pero este mero conoci m iento , que la vida de su calle es i n agotablem ente rica ,
mucho m á s de lo que ella (o cualquier otro) podría captar, la ayuda a conci l i a r
el s u e ñ o (Berma n , 2003 : 332).

Los ancia nos, los desempleados crón icos y las m u jeres "cua ndo se con­
vierten en madres " , conocen e l ba rrio más precisa y deta l ladamente, señ a l a n
algunos cro n i stas (Chava Flores) . Ellos observa n la rutina e i n tu ye n - saben l o
que "afu era " y "adentro " ocu rre : correr a la t i e n d a cerca na a compra r la leche
y el pa n , puede i ndicar e l tipo de relaciones de género y generación que i m pera
"adentro ". Este i n terior p rotegido por la frontera no e l i m i n a la i n teracción que
despliega n con u n exterior que " i ngresa ". En l a L i m a de a n ta ñ o , se podía "dia­
loga r " con el exterior a través de los pregoneros:

Pregoneros que son/ potentes voces va n/ m a rcando con afá n / del reloj el tic,
tac/ A las seis es l a lechera/ y a las siete, la tisanera , catay,/ a las ocho e l bis­
cocho, c h u m ay,/ a las n u eve e l sanguito, compay,/ a las diez los j a z m i nes, si,/
m uchach ita ¿no hueles ya ?/ a l a s once la chicha, catay,/ a las doce e l sereno,
c h u m ay,/ ¡Ave M a ría Pu rísi m a ! / ¡Viva e l Perú y sereno!
("Viva e l Perú sere n o " , va ls, A l icia M agu iña)

1 30
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

La v i s i b i l i d a d d e los l ím ites p u e d e ser ca m b i a n te, p u e s , por e j e m p l o , h a y


fro n te ra s q u e p o r e l u s o d i a ri o se v u e lven a m b ig u a s o y a se h a c e n i nv i s i b l e s y
reto m a n su n i t i d e z c u a n do u n a t ra n sgre s i ó n exige su re m a rca m i e n to , en a ctos
ritu a l e s o i n st i t u c i o n a l es, como ocu rre con e l p a rq u e y e l a t r i o de las igle s i a s ,
q u e a l ser u sa d o s i n d i st i n ta m e n te p o r l o s n i ñ o s p a ra j ug a r d i a ri a m e nte, p i e rden
l a separa c i ó n - sagra d o - p rofa no - a d sc r i ta , p a ra recu pera r l a e n l o s m o m e n to s
r i t u a l e s re l ig i o s o s de l a co m u n i d a d . Ta m b i é n se s u b raya l a fro n t e ra c u a n do u n
u so i n u s u a l l o c u e s t i o n a , 1 24 rea p a rec i e n d o e n e l rec l a m o o s a n c i ó n d e l grupo
q u e l o s i e n t e s u yo y d e s p l i ega a cc i o n e s p a ra resgu a rd a r l a s . E s i m po rta n te re­
c a b a r i n fo r m a c i ó n sobre l o s recu rsos físicos y sign i ficat ivos q u e se d e sp l i ega n
en d i c h a rec u p e ra c i ó n , a s í c o m o regi stra r q u i é n e s se e n c a rga n de m a n te n e r l o s ,
p u e s p u ed e refe r i r a l a o rga n i za c i ó n soci a l d e l l uga r y a l a d i st r i b u c i ó n d e l poder
e n s u i n t e r i o r : e l p a d re q u e rega ñ a a l hijo q u e n o vo l v i ó a t i e m p o , e s d i fe re n te
d e l vigi l a n te q u e i m p i d e e l i ngreso a u n antro , o exige q u e ya lo desocu p e n . E n
a lg u n o s l ugares l a s a l i d a p u ede a d m i n i stra rse rigu rosa m e n te y l a s t ra n sgre s i o ­
n e s ser obj eto d e s a n c i o n e s d r á s t i c a s , m i e n t ra s e n o t r o s , e l f l u j o a d e n t ro - a f u e ra
es m á s c o n ti n u o .

Imagen 5.9. La autoridad puede determinar e l cierre d e u n lugar: u n pliegue d e l a frontera habita e n las
i nstituciones. <http ://lavozdelconsumidor.files.wordpress.com/20 1 0/04/foto-de-clausura-de-bares.j pg>

1 24 El mayor cro n i sta m u sical de la ciudad de México, Chava Flores, lo rema rca al referirse a los
intrusos festivos en la canción " Los gorrones": " Pero eso sí, llegaron los gorrones/ hay que
esconder botellas y platones./ Cua ndo en su casa ya nadie lo conoce a u sted/ la cosa es ya
fu nesta . . . ".

1 31
ABILIO VERGARA FJGUEROA

En otra esca la, demarcando fro ntera s entre á reas del espacio urbano con
prácticas y sign ificados específicos, algunos grupos de lugares pueden constit u i r­
se en signifi ca ntes de u n a condición social fronteriza , y proyecta r los signos que
dicha estructuración sociocu ltura l requiere para ejercer u n dominio m á s eficaz:
la iglesia de San H i pól ito, h i stórica m ente se constituía en lugar de los m a rgi­
na les, cerraba el espacio de los " l egít i m o s " pobladores, espa ñoles, e i n iciaba el
de los i n d ios, de los desva l i dos, de los "fuera de la ley " ; hoy, su fe l igresía más
visibles siguen constituyéndolo los m a rginados (Ra m írez, 2001 ). No obsta nte,
a lgunos l uga res pueden emerger y hacerse visibles sólo a parti r de manejar
ciertos códigos, consigu iendo m i metizar su diferencia bajo ciertas apariencias
encubridoras. Vea mos el ejemplo de un a ntro gay:

A l entrar a Oxygen pudimos observa r que no hay una ruptura radica l con el
entorno, ya que [ . . . ) hay asistentes heterosexuales y en l a puerta se pregunta
si se conoce el concepto del antro . La principal frontera con el m u ndo hetero­
sexual no está , pues, en una del i m i tación física (por demás eviden te) , sino en
las expresiones identita rias, como el baile, u n a p reocupación por e l cuerpo y el
con sumo.
Se puede tener la sensación de que el a ntro es u n "escondite" porque la di­
ve rsión comienza m u y entrada la noche y por tratarse de u n l ugar poco identifi­
cable o llamativo desde e l exterior. No obsta nte, este u so del espacio es ca racte­
rístico de los gays, ya que ellos m i smos se defi nen como "va m p i ros" o seres que
salen de noche y se esconden del resto del m u ndo. En nuestras conversaciones
se nos h i zo ver que, fuera del bar, "por educación te tienes que com porta r he­
tero, porque e l hetero es e l que m a rca l a pauta ". Y se nos dio el ejemplo de la
gente del espectáculo (ca nta n tes, actores, etcétera) , que tiene u n a i magen pú­
blica, por lo que n ecesita n m a ntenerse " hetero " , ya que su trabajo se los exige
(Angó n , González y Solís, 2006: 84) .

Así tenemos u n tipo de frontera cuya del i m itación es encargada a la lectura


de códigos m a n ejados por com u n idades c i rcu n scritas, de difíci l lectu ra para
quienes no participan de las relaciones que el lugar contiene y posib i l ita . La fa­
chada del l uga r puede esconder las prácticas y a s u s u s u a rios, ya sea para evita r
represa lias o c o n la final idad de proteger la identidad de s u s lugareños, como
puede mostra rse con la fachada de a lgunos prostíbulos y s u " s i m bología de
cla u s u ra " , pues, como lo señala Sergio González, los focos rojos de la fachada
" por igual servía n de a n u ncio o de advertenci a " ( 1 9 8 8 : 8 2 ) .

E l entorno y las fronteras

Cambia ndo de enfoque, pero siem pre en esta perspectiva de ubicar las fronteras
y funciones de los l ugares en sus contextos territoriales, a m p l i a ndo la esca la

1 32
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

al n ivel metropolita n o , podemos observa r que ta mbién se con struyen fro ntera s
que engloban o envuelven otra s fronteras, como las fabricadas por la e/ección­
presionada de la vivienda en los condom i n ios cerrados en un contexto u rbano
signado por la violencia y e l m iedo. Ángela Giglia seña l a :

[ ... ] estudiar l o s 'ba rrios cerrados' i m p l ica para el a ntropólogo u n fuerte esfuer­
zo de a u to-objetivació n , ya que a menudo se trata de meter la nariz en su p ropia
casa y en la casa de muchos a m igos y conocidos. Si reflexionamos sobre n u es­
tra personal experienci a , no es difíc i l e n u mera r las razones que nos han hecho
elegir estos espacios, en ciertas etapas específicas de l a vida. B u scábamos una
posibil idad de desa hogo para los hijos en u n entorno segu ro y posiblemente
verde. Fuimos atraídos tal vez por a lgún pariente o a m igo que ya vivía a l l í o
cerca de a l l í, y esto nos alentó, haciéndonos entrever l a s comodidades y los
placeres de tenerlo como vecino. A fa l ta de a m igos y parientes, fu imos atraídos
por la presencia de gentes como uno -al menos así nos pareció- (2001 : 3 8 ) .

lmágen 5. 1 O. lHasta dónde llega l a frontera-prisión? La etnografía d e las cárceles n o puede ignorar a
los aparatos de re-presión como los policías, los juzgados, la prensa, etcétera.
<http://static.diario.latercera.com/201 0 1 1 / 1120464.jpg>

1 33
ABILIO VERGARA F1GUEROA

De esta manera podemos encontra r territorios que m uestran fronteras sobre­


vigi ladas, condicionando el ca rácter y la fo rma de las fronteras de los lugares que
se encuentra n en su i nterior. Así, a la frontera del lugar se sobrepone otra m ayor
que si bien puede constitu i rse en territorio, genera l mente expresa la presión del
espacio (co mo escena rio de la desconfia n za y de la incerti d u m b re que prod uce
el miedo -puede leerse a l revés-) sobre el lugar (ve r la película m exica na La
Zona 1 25) y tensan su relación con el entorno i n mediato , es dec i r, obstacu l i za n su
i n serción en el territorio, como bien lo describe Caldeira :

Son propiedad privada para uso colectivo y enfatizan e l va lor d e l o q u e e s priva­


do y restringido, a l mismo tiempo que desva lorizan lo que es públ ico y abierto
en la ciudad. Están demarcados física mente y a i slados por m u ros, rejas, espa­
cios vacíos y deta l les a rq u i tectón icos. Están volcados hacia el i n terior y no en
d i rección de la ca lle, cuya vida públ ica rechaza n expl ícita mente. Está n contro­
lados por guardias a rmados y sistemas de segu ridad que i m ponen las regla s de
inclusión y excl usión . Son flexibles: debido a su ta m a ñ o , las n u evas tecnologías
de com u n icaci ó n , orga n ización del trabajo y a los siste mas de segu ridad, son
espacios a u tónomos, independientes de su entorno (cu rsiva m ía ) , que pueden ser
situados p ráctica mente en cualquier l uga r. E n otra s palabras, en contraste con
formas a n teriores de e m p rendi m ientos comerciales y residenciales, pertenecen
no a sus a l rededores i n m ediatos, sino a redes i nvisibles (Ca ldeira , 2007 : 3 1 3 ) .

Defi n i e n d o lo q u e e l l a l l a m a " u n iversos privados p a ra l a e l i te " , se ñ a l a q u e


los enclaves fortificados está n tra n sfo r m a n d o rad i ca l m ente l a s for m a s e n q u e
las perso n a s de l a s cla ses media y a lta "vive n , con s u m e n , traba j a n y gasta n
su t i e m po de ocio ". Advierte ta m b i é n q u e "está n ca m b i a n d o el pa n o ra m a de
la c i u d a d , s u patrón de segregac i ó n espaci a l y e l carácter del espacio p ú b l i ­
c o y de l a s i n teracciones p ú b l icas entre l a s cla ses " (Ca l d e i ra , 2 007 : 3 1 3 ) . Lo
a n terior conduce al ca m b i o de l a s for m a s de h a b i ta r los lugares tra d i c i o n a l e s
c o m o la casa , pero ta m b i é n i nfluye e n l a creación de n u evos l ugares, n u eva s
fo rmas de las fronteras -sobre todo por l a s n u eva s tecnología s de vigi l a n c i a
y control de acceso- q u e con d i c i o n a n l a s fo r m a s de socialización de los n i ­
ños y ta m b i é n i n troducen cambios e n l a socia b i l i d a d : restricci ones de t i e m po ,
m e n o s d i m e n s i ó n de c i u d a d expe r i m e n ta d a , red ucción de l a va r i a b i l idad d e
i n terlocuto res, etcétera .

1 2 5 En la pelícu la mexicana La Zona (Rodrigo Pla, 2006), que muestra el encerra m iento de miem­
bros de la clase media, se pone a prueba su a n siada segu ridad ( m u ros, alambrados, video­
vigi lancia) frente a una intrusión de tres jóvenes m a rginales que entran a robar. Dos son a sesi­
nados, y el tercero que queda vivo es buscado intensamente en el interior de la colonia cercada.
En dicha búsqueda se somete a presión muy fuerte a los residentes para que contribuyan a
encontrarlo, y en el proceso se a m enaza a qu ienes muestran signos de "debil idad ". Aq u í vemos
cómo lo públ ico presiona sobre lo privado-íntimo.

1 34
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

A pesar de que se logra homogen i za r la población en dichos condo m i nios,


no se a n u l a n las dificu ltades para manejar las fronteras internas: "Una de las
principales cuestiones que reve l a n las dificu ltades para crea r y respeta r reglas
co m u nes es el com porta m iento de los ado lescentes, especia l mente los mucha­
chos " , relata el encargado de la segu ridad de u n condo m i n i o : " Lo que más nos
afecta es la segu ridad i nterna, son n uestros h ijos. La cuestión de la seguridad
exte rna ya fue resuelta hace mucho tiempo" (Ca ldeira , 2 007 : 3 3 6 ) . Es i ntere­
sante observa r cómo el entorno construido puede afecta r la vivencia en cada
lugar: si los adolescentes ven restringidos sus desplaza m i entos por la ciudad,
la mayor copresencia y comparti miento más conti n u o de espacios puede afec­
ta r la convivencia pacífica e i n trod ucir elementos de tensión , interfa m i l i a res y
vecina les. Gabriel Kessler, al estudiar las dificu ltades de "convivencia m í n i m a s "
ocasionadas p o r los "bardero s " 1 26 bonaere n ses regi stra el sigu iente testi monio
de u n joven bardero que m u estra u n problema semej a n te, que visibi l i za la ten­
sión en u n a frontera veci n a l :

-Se calienta n con m igo l o s vecinos. Po rq ue y o estoy c o n m i s a m igos a h í afuera ,


y saco el parlante, el centro m u sica l , afuera y pongo m ú sica, y s e ca l ientan que
no pueden dorm i r la siesta , qué sé yo .
- ¿ Por qué lo sacás a la siesta ?
-A cualquier hora . . . ¡y si es mi casa ! Yo no le doy bola, la m a ndo a la
m i erda . Bah, le digo "eh . . . si no te gusta ca mbiate, m udate ". Yo siem pre escuché
así. .. encima estoy con todos mis a m igos (2004: 240) .

Por otro lado, los ca mbios acelerados que h a n i ntroducido los medios de
com u n icación y las n u eva s tecnologías en la relación con el tiempo y el espacio
nos hacen re-pensar las relaciones entre los l uga res y s u s diferentes entornos
(veci ndario, barrio, di strito, delegació n , ciudad, país, m u n do) , principal mente si
lo referimos a la revolución i n formática , tra n sforma m uchos hábitos culturales
y de con s u m o , así como las relaciones espacio-temporales y la separación y
las relaciones entre adentro-afuera que a segu raban los m u ros y puertas. Por
ejemplo, ya no es posible evita r la intrusión de extra ños en la ca sa sólo con
los m u ros físicos, sino con di spositivos de segu ridad como los i n stalados para
evita r el u so i nadecuado del I n ternet por pa rte de los n i ños; así ta mbién por la
posibilidad de acceso que dan los teléfonos y emails, los que vienen siendo uti­
l i zados pa ra acosar y extorsionar. E n esto del teléfono, es interesa nte obse rva r
que ya te nemos que conforma rnos con detectar la l l a mada mediante el regi stro

1 2 6 Kessler señala que "el bardo es u n a m a nera de estar presente en el barrio, de cobra r protago­
n i s m o ; m a rca una p resencia en el lugar y, a pesa r de que es esporádico, sin duda construye
un tipo de vínculo, dado que obl iga a a lguna reacción por pa rte de los otros, a u nq u e en m u ­
c h o s casos n o haga m á s que reforza r estrategia s de evita mi ento y dista n c i a m iento forzado"
(2004: 240).

1 35
ABILIO VERGARA FlGUEROA

d e l n ú m e ro telefó n ico y desde a l l í t e n e r l a re m ota p o s i b i l i d a d de i d e n t i fica r a


q u i e n "entró " a casa vía este m e d i o de co m u n i c a c i ó n . 1 2 1
Po r l o a n te r i o r, e s conve n i e nte a u sc u l ta r l a s re l a c i o n e s q u e e l lugar esta­
b l ece con e l e n to r n o y l a época , pues a lg u n a s fro n teras o l í m ites se ref u e r z a n
e n fu n c i ó n d e l ca rácte r de d i c h a re l a c i ó n . E n l a s c i u d a d e s c o n t e m p o rá n ea s , e l
m i edo es u n fa cto r f u n d a m e nta l p a ra refo rz a r s u s recu rsos d e a i s l a m i e nto: " N i
l a s c h a p a s o l a segu r i d a d d e l b a r r i o m e h a c ía n s e n t i r b i e n , n i s i q u i e ra e n m i
casa m e sentía segu ra porq u e p e n s a b a p u es, ro m p e n l a ve n ta n a y s e meten y
l lega ba a veces a esta r e n cerrada en la recá m a ra , n a d a m á s oye n d o l o s r u i do s
p a ra ve r s i n o se h a b ía m e t i d o a lg u i e n , y a s í , a q u í con l a s n i ñ a s , m e t i d a e n e l
c u a rto . H a sta q u e y a l lega ba é l y y a p u e s u n poco , m e s e n t ía m e j o r " ( N a ye l i , e n
S á n c h e z , 2 0 1 0 : 2 80) . E l m iedo h a i n c i d i d o deci s i va m e n te e n l a reo rga n i za c i ó n d e
l a s re l a c i o n e s soci a l e s , s i e n d o l a confi a n za l a m a y o r d a m n i f i c a d a . 1 28

I magen 5 . 1 1 . La sobre-vigilancia extremada -sobre el panóptico- en u n a prisión limeña.


(Fuente: Comisión de la Verdad y la Reconciliación, Perú)

1 27 Es desconcerta nte constatar que, por la legislación vigente, no es posible obtener, en la compa­
ñ ía telefónica, la identificación de la persona poseedora del n ú m ero telefón ico " i n truso " , pues
requiere de u n a orden j udicial para i n formarnos.
1 28 Carlos M a rx, plantea que la deli ncuencia tiene u n papel "productivo" y compensatorio: "Po­
dríamos poner de relieve hasta en sus últimos deta l les el modo como el delincuente infl uye en
el desarrollo de la productividad. Los cerrajeros jamás habrían podido a lcanzar su actual per­
fección , si no h ubiese ladrones. Y la fabricación de b i lletes de banco no habría llegado n u nca a
su actua l refin a m iento a no ser por los fa lsificadores de monedas [. . . ) No sólo produce m a n ua­
les de derecho pen a l , códigos penales y. por tanto, legisladores que se ocupan de los delitos y
las penas; produce ta mbién a rte, l i teratura , novelas e i n c l u so tragedias . . . " (Carlos M a rx, Elogio
del crimen, Ediciones Sequ itur, Madrid, 2008: 3 0 - 3 1 ) .

1 36
ETNOGRAFÍA OE LOS LUGARES

En el estu dio sobre la sala de boxeo de Lo"ic Wacquant, ya citado, se observa


un ca rácter especial de la fron tera : la protección-reformadora frente a un medio ex­
terior violento: "El gym protege de la calle, y desempeña el papel de escudo contra
la violencia del gueto y co ntra las presiones de la vida cotid iana. A modo de san­
tuario, ofrece un espacio protegido, encerrado, reservado, 1 29 donde se puede ' bajar la
guardia ' entre sí, y su straerse a las m i serias ordinarias de una existencia demasia­
do ordinaria " (Wacquant, 2005 : 1 1 4) . Uno de los jóvenes que asi ste regu la rmente
a la sala lo confi rma: "me alegro de que el gym esté allí, porque la ca lle te llama y
puede acaba r contigo ". Casi todos han observado un asesi nato, ocho de cada once
ha sufrido agresión a mano a rmada , tienen conocidos en las bandas.
La s consecuencias conform ativas de este tipo de a i s l a m ie nto frente a l exte­
rior son , en este ca so, m ucho más radicales: no sola mente redefi ne la relación
con el espacio soci a l , sino otorga a l ser y a l tiempo n u eva s cual idades: "A modo
de ca sca rón , el gym se encie rra dentro de sí mismo y si lencia el ruido y el fu ror
del m u ndo que lo rodea . Su propia tempora l idad, sus reglas de vida en com ú n ,
su protocolo, su atmósfera cargada d e fe rvo r s e acaban i m pon iendo a l a s d e la
ca lle y crea n u n senti m iento de segu ridad cruelmente a u sente en el exterior"
(Wacq uant, 2 005 : 1 1 9) . Pod ría agrega rse que la frontera se in-corpora, por ende,
va con los lugareños del gym, a donde vaya n .
Finalmente, hab ría q u e remarcar q u e el tipo d e frontera q u e s e construya es­
ta rá cond icionado por el tipo de territorio que lo entorna, por las final idades del
aislam iento, por la naturaleza de las re laciones que el lugar contiene y promueve,
en tre otros facto res. Asi m i smo, vuelvo a rem a rca r que enfoca r hacia las fronteras
de los lugares impl ica que interesa saber qué tipo de relación social pretenden
encerra r o del i m itar, cuáles son sus luga reños, cómo están orga n i zados y con qué
propósitos y efectos. Sin embargo, debemos ta mbién observa r con cu idado aque­
llo que del i m ita mos, porque no todas las bardas sign ifica n encierro de categorías,
n i éstas son fronteras, necesa ria mente, porque a veces, ha sta por comodidad,
queremos ver límites, allí donde no hay, como lo señala Renato Rosa ldo:

La mayoría de los etnógrafos prefieren estudiar eventos q u e tenga n espacios de­


fin idos, con cen tros m a rcados y orillas l i m itadas. A veces ta mbién tienen m i ta­
des y extremos. H i stórica mente pa recen repetir estructuras idénticas, haciendo
las cosas como se hacían ayer. Sus cal idades de defi nición fija l i beran a dichos
eventos del desorden de la vida diaria, de forma que puedan " l eerse" co mo a rtí­
culos, libros o , como ahora los l l a m a mos, textos (Rosa ldo, 1 99 1 ) .

Así, el cu idado con que observa mos los deta l les puede ayudar a no es­
quematiza r relaciones, clasificaciones sociales, demarcaciones que pueden ser
q u i zá más dúctiles, m a leables, menos rígidas de lo que le escritura proyecta .

1 2 9 Las cu rsivas son m ías.

1 37
CAPÍTULO SEXTO
Los actores y s u agencia

Sin ti, la casa es una oficina.


JOAQUÍN SABINA

Tú tienes temor de salir a la calle; diez millones de mujeres tienen miedo


de regresar a su casa. 1 30

Ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía.


GABRIEL GARcfA MARQUEZ

Cuando mi tía entraba a la sala, tenía el aire de un inspector que le


pedía a la realidad que estuviera a la altura de sus exigencias. Era como
si los muebles, los cuadros, las cortinas la recibieran con una sumisión
natural. La habían conocido tanto tiempo.
ALONSO CUETO

Los lugareños hacen lugares y éstos los condicionan

Desde hace u n a s décadas se ha debatido acerca de la pree m i nencia del espacio


o del su jeto, y la cuestión se p l a n teaba en determ i n a r cuál tiene " m á s poder".
Esta polém ica me parece i n su l sa porque no se i n corpora , ta n to los á m bitos
específicos en los que se desarrolla la relació n , como la d i m ensión tempora l ,
como procesos de edificación y construcción de l o s acota mientos físicos, d e los
sign ificados y de las p rácticas de qu ienes lo habita n o entra n en relación con él.
Po r otro lado, hay que observa r el papel de las i n stituciones que se emplazan
en dichos espacios y los que, desde el "exterio r " , las condicionan o determ i n a n .
Así, podemos decir, d e manera más ge nera l , q u e el poder s e u bica-despliega en

1 30 Aviso, espectacular, emplazado sobre calzada de Tlalpa n , a la altura d e Huipulco, en la ciudad


de México, vi sto en 2010. Se denomina "espectacu la r " , en la ciudad de México, a los avisos de
gra ndes proporciones que se emplazan en las gra ndes aven idas.
ABILIO VERGARA FlGUEROA

una u otra d i recció n , según sea n los periodos de constru i rlo o de usarlo. Claro
que n i ngún espacio no ocupado - real y/o s i m bólicamente- puede ser con s i ­
derado territorio o lugar, pues s o n las prácticas, las re laciones y los sign ificados
que les otorga n los actores lo que los constituye corno ta les. Sin embargo, las
relaciones entre espacio y actor no son ta n s i m ples, porque, entre otras cosas,
depende de la costumbre, las reglas del lugar, de los poderes i n stitucionales 1 31
y de las normas, de la auto n o m ía o dependencia con sus m atices, de la perma­
nencia y la d u ración, de las sen s i b i l idades, etcétera .
José Lu i s Leza rna ind ica que "en los n u evos plantea m ientos de la rea l idad
socia l en los cuales se retorna lo espac i a l , el prob lema a resolver ha dejado de ser
el carácter social de la producción del espacio u rbano, para trata r de explicarse
la manera específica en que este espacio pa rticipa , no sólo corno contenedor o
sopo rte material de los procesos sociales, sino corno elemento activo que influye
en la estructuración misma de la rea lidad socia l " ( 1 9 9 8 : 3 76) . Afi rma que autores
corno Lefebvre, Ha rvey y G iddens dan cuenta de " u na reva loración sociológica
del espacio en la teoría urbana y social en ge nera l " (;bid) . Pa ra nuestro ca so, el
lugar, corno espacio demarcado y estructu rado espaci a l i za las prácticas y sign i ­
ficaciones q u e s e densifican en la biografía y la historia de l o s sujetos y grupos e n
un juego mutuo d e cond icionamie ntos.

Imagen 6. 1 . Construyendo una casa, el poder del hombre para habi/ftar un lugar. <http ://3.bp.blogspot
com/_nxLEMt8ytrA/S-DGtQybGxl/AAAAC AA j8/kp U U G BzW83k/s 1 600/DSCN4282.jpg>

1 31 La s instituciones donan parte del poder que i n stituye a los actores.

1 40
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Por lo anterior, la biografía (i ndividual, fa miliar) y la historia (colectiva , com uni­


taria) son aspectos fu ndamentales para estudiar la relación entre actores y los luga­
res, porque permite observa r las diferentes maneras en que las prácticas se sedi men­
ta n en los lugareños, y también en las formas estructuradas de relatar el transcurrir
de dichas vidas individuales y colectivas; como tiempo social y simbólico, asimis­
mo, como modulaciones que articu lan ambas instancias. Situaré, en este acápite, la
permanencia de los lugareños, como temporalidad del lugar en tres aspectos:

a) capacidad constitutiva de sus habita ntes o habitúes, es decir en su capa­


cidad de producir-lugareños;
b) como ritmo corporal (que sed i m e n ta las osci laciones regulares de acele­
ración y desaceleración) de sus quehaceres y,
c) como biografía, prácticas, relatos e historia del lugar y de los lugareños,
donde se observa su capacidad de agencia, es deci r, poder.

Estas tres man ifestaciones del tiempo facturan a los luga reños y se reflejan y
recrean en las prácticas, relaciones e imagi na rios del lugar. El luga r es el espacio
constru ido 1 32 por los que la habitan-usan-poseen, ellos son los que lo factu ran físi­
ca y sign ificativamente, por ello, la historia de los lugares está estrechamente ligada
a la biografía de los i ndividuos y también a la historia de sectores de la comun idad
y de la sociedad en las que se emplaza n ; se relacionan también a sus diferenciados
poderes constitutivos; y que, además de determinadas prácticas, pueden vehicular­
se-traducirse-revelarse en na rraciones, testi monios, relatos y nombres, que pueden
expresar esas vidas y a veces sintetiza r fragmentos muy i mporta ntes de la identidad
colectiva , grupal e individual. En este sentido, son ta mbién cruceros tempora les que
pueden organ izar las historias de sus tradiciones y si rven de h itos espaciales para la
narración de las identidades; por ejemplo, muchos parques, esqu inas, cafés, bares,
templos, salones de baile o domicil ios, pueden ser el escenario de la memoria de
encuentros decisivos en la vida de las personas, ta nto por la recu rrencia conti nua
de sus rutinas, como porque generaron -o fueron testigos de- rituales y/o eventos
excepcionales compartidos, singularizando la relación lugar-actor.
En segu ndo térm i n o , i nteresa ta mbién exp lora r cómo u s a n los sujetos el
tiempo en su i n terior, es decir, el ritmo que defi ne el p u l so del l uga r, su velocidad
o lentitud -y sus i n terca mbios e i ntermitencias- con sta ntes, que defi nen su
" s i ngularidad" precisamente en las prácticas del lugar que despliega n sus ac­
tores, qu ienes hacen cuerpo de ese ritmo, es decir, lo in-corporan. La duración,
entonces, no significa solamente la permanencia, sino ta mbién se muestra en la
tesitura te mporal que el lugar respira : más allá de lo observable, sujetos contri­
tos y recatados, j u nto a los m u ros y vitrales hablan de eternidad y de luz divi n a ;

1 3 2 En tanto relación social específica que, reca lco, n o necesa riamente s e agota en la edificación
arquitectónica.

1 41
ABILIO VERGARA FJGUEROA

es el s i m bolismo que proyecta n los actores con s u s cuerpos (co m o soportes


significantes, a l m i s m o tiempo que sienten, se emocionan y sufren) el que rem ite al
juego de la memoria con la imaginación que convergen e n q u i enes ocupa n el lugar
como su hogar. 1 33 El lugar i m pone u n a velocidad constante a sus actores, éstos, a
su vez, mod u l a ron el espacio y sus cuerpos -mediante las prácticas y relacio­
nes- para contener y posi b i l itar ese ritmo. E l ritmo es a l actor lo que éste es al
ambiente, 1 34 como puede i l u strarse con l a situación de la "a m a de casa " descrita
por Ma ría Te resa Esquive ! :

Otra ca racterística d e la m u jer, que tiene gra n influencia e n l a m a nera de orga­


nizar los espacios y las tareas domésticas, es su condición de actividad. Se en­
contró que aquellas que no está n i ncorporadas a l mercado labora l , estructu ra n
la tota l idad de sus actividades cotidianas en fu nción del ritmo que las m a rca
la vida fa m i l ia r y las ta reas domésticas. Por lo m i s m o ocu pa n bá sica m ente los
espacios que guardan u n a relación di recta con estas funciones que son su res­
ponsabil idad fundamental (2004: 46).

En tercer l uga r, a l afirmar que la constitución de los lugares es histórica y


biográfica enfatizamos su ca rácter procesual y se rem a rca la fu nción de las prác­
tica s fundadora s y cotidi a n a s de los lugareños. La permanencia y singu l a ridad de
las relaciones entre sus u s u a rios y/o poseedores adquiere densidad que viene
del conoci m i ento a m p l i o del pasado person a l -y, a veces, fa m i l i a r o com u n ita ­
rio- e i nclu sive de los proyectos ; y e s a s h i storias de v i d a ta mbién ca racterizan
y dan sentido a l lugar. La s h i storias de vida rea l i zadas en e l lugar lo i m p regna n ,
a l l í cada persona o grupo elabora u na h i sto ria s i ngular, a rticulada a l a s h i sto­
rias de los otros que encuentra n en esa trama el sentido y la modulación de sus
emociones y senti mientos que, a su vez, i m pregnan a l l uga r, genera ndo expec­
tativas m u tuas. Los testimonios recogidos por Osear Lewis, en su Antropología de
la pobreza, son u n ejemplo de los m ú ltiples y diferenciados p u n tos de vi sta que
poseen y elabora n cada u n o de los m i e m b ros de la fa m i l i a -que habita n la m i s ­
ma casa- sobre sí m ismos, sobre sus relaciones fa m i l i a res, sobre s u s "eventos
críticos" y ruti nas. Lo destacable a q u í, es que en con j u nto, todos contri buyen a
lo que es el otro y viceversa , reiteradamente.

1 33 No sólo como casa. sino también como espacio entrañable, por ejemplo, la escuela, la u niver­
sidad (alma mater), u n parque, un café, el templo.
1 34 Zemmoa, "cantante y travesti, además guardián de la puerta del antro M . N . Roy" lo expresa bien:
"En lo particu lar, el a ntro, la fiesta y la mú sica me han liberado. Soy un a rtista en constante
aprendizaje, y la noche me da más libertades pa ra poder ser mi personaje. La música para m í lo
es todo, hace que mi vida tenga un ritmo: pienso cantando y canto pensando" (en Sandra Uriarte,
"La fórmula exacta " , en Donde ir, noviembre de 2001 , p. 59). El relato es interesante para observar
que la condición del actor puede Incorporar como situación permanente la necesidad de cambiar y
explorar, y que algunos lugares lo posibiliten; de hecho, la misma Uriarte lo explicita: "¿Sabes por
qué gusta tanto ir al antro? Porque la experiencia se resume en posibilidad" (ídem: 58).

1 42
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

lmágen 6 . 2 . Tabique por tabique, el espacio es-será modulado. Después, esas paredes cobijarán unas
prácticas, afectos, relaciones socia les, significaciones, y recortarán o reconfigurarán los horizontes.
<http ://4.bp.blogspot.com/_ohGzJ2co-Zg/S74oN FyzKfl /AAAAAAA 4 M/9c4TQ6pTWPO/s 1 600/.J PG>

I magen 6.3. El ciclo de la vida en una comunidad i n d ígena: pareciera que a menor peso de lo
arquitectural el poder del actor de i n crementara. <Tabla de Sarhua.>
<Fuente: Josefa Nolte, Qellay. Arte y vida en Sarhua, Terra Nuova, Lima, 1 99 1 , p. 173)

1 43
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Hay que recorda r, reitero, que el proceso de construcción cotid i a n a de los


l ugares no es armón ico siempre n i está exento de diferencias, desacuerdos y
confl ictos. Éstos pueden ubica rse en sus diferentes periodos o atravesarlos a lo
largo de su h i storia, perm a n eciendo latentes y emergiendo i nterm itentemente.
El sigu iente testimonio re lata los confl ictos fu ndacionales, y, en ciertos sectores,
la reflexividad que la acompa ña-despliega :

Pues sí, hay casos y casos -precisa M a rcel a - . A m í lo que me tocó fue encon­
trarme de p ronto con que tenía que armar una nueva familia, 1 35 porq u e M a rcos
desde el principio me dijo que Ana su hija iba a vivir con n osotros, y los m íos,
pues, ta mbién estaban conm igo. Y habían de ver lo que fue aquello. Primero
eran unos pleitos y confu siones increíbles. Por trata r de no darle p referencia
a los m íos exageraba la atención con Ana, y l u ego, resu ltaba que los otros se
sentían desplazados . . . Pero eso fue sólo a l principio, porque ya después nos
fu i mos adaptando todos y la verdad es que ahora fu ncionamos ba sta nte bien
(en Á lvarez, 1 99 2 : 206) .

Un ejemplo de dificu ltades de i ntegración lo pueden dar los estableci m i e n ­


tos sem i p ú b l icos que a costa de s e r frecuentados v i e n e n a constitu i rse en luga­
res para sus habitúes. Íta lo Calvino relata u n a posible situación - u rbana- de
resistencia a la i nc l u s i ó n - i m p l icación en u n tiempo-espacio que se u bica en el
umbral (cruza rlo, q u i zá no tiene retorno) del lugar (de otros) :

Evitaba conversa r con los otros clientes e incluso saludar porque esas relaciones,
ya se sabe, empezarlas es fácil, pero después uno queda atado: a lguien dice:
"¿Qué se hace esta noche?" y así term i n a n todos j u ntos m i ra ndo la televisión,
en el cine, y desde esa noche estás preso en co mpañía de una gente que no te
i m porta nada, y tienes que conta r tus cosas y escuchar las de otros (2010: 69) .

Exi ste un a m p l i o aban ico de géneros l i terarios y m u sicales que relata n la


des-ubicación i n icial de ciertos actores en determi nados l uga res, a lo que pu ede
segu i r una adaptación que reestructu ra el ser:

Trabaja en u n bar, se l l a m a Ma ría/ su piel venderá , de noche y de día/ una de­


cepción cambió su destino/ cigarros, lico res, promesas de a m o res/ por u n m a l
querido/ d o s copas vacías fueron nuestra vida/ salud por nosotros M a ría , M a ­
ría/ y o soy quien te qu iere saca r de esta v i d a / tú n o e r e s para eso/ brindemos
querida , María , Ma ría/ no sabes de la l u z del d ía . . . M i a m o r cambiará tu vida/
tus ojeras me dan pena/ qui éreme, qu iéreme, M a ría , M a ría .
(lván Cruz, Boleros ca ntineros: 1 4)

1 3 5 La cu rsiva es mía.

1 44
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Imagen 6.4. El atractivo físico es un capital que se invierte en el lugar-bar.


<www.thesexyBartenderwestwoodsparkle.jpg>

Pero ta mbién los hay de los otros, que se emplaza n bien y son factu rados
por dicho posici o n a m iento, que, sin embargo de expresar sufri m i e nto -de ma­
nera paradój ica - , enca j a n bien s u s horizontes:

Suerte ma ldecida ,/ a ver ha sta cuándo/ te acuerdas que exi sto/ y de u n solo
tajo/ me a rra ncas el alma/ y le entrega s a Dios./ Si existe u n delito/ por haber
nacido,/ yo creo que con creces/ pagado ya está.
( " M i e l A m a rga " , grupo Pesado, Desde la cantina)

En el caso de l a s ca n t i n a s y p u l q u e ría s, podría exp lora rse cómo, beber y


h a b l a r, son dos cosas i n separables, y q u e el cl i e n te h a b i t u a l de estos lugares
es u n a construcción q u e d i a loga con los hechos pasados que comparten y se
asocian contra p o n i é ndose a lo que ocu rre e n sus entornos fa m i l i a res y socia­
les y, por otro lado, compartiendo s u s expe riencias personales -e i n c l u sive
ínti m a s - , en los grupos de a lcohól icos a n ó n i mos. En a m bos l ugares, la ex-

1 45
ABILIO VERGARA FIGUEROA

posición q u e se desp l i ega en la conve rsac i ó n re m ite a la d e n s iflcación de los


sentidos q u e " l a vida " for m u l a .

[. . . ) en l a s pu lquerías hay m ucha risa , demasiada, a h í s e hacen l a s b romas o


sea la cl ientela participa m á s de l a s pláticas que no es el caso en u n a ca ntina, te
sientas y platicas con q u i e n vas y en la pulquería las pláticas son m á s generales.
Hablas y u n cabrón que está en e l fondo te contesta y agarra y te dice, ha sta en
los a l b u res es m á s com u n i tario e l a m b iente a u n q u e no te conozca n . La gente es
más com ú n . El a m b i ente es menos privado, el jicarero se m ete con los clientes,
no podría l l a m a r l e fa m i l i a r sino más genera l . Se ven a h í, se gritan cualquier
cosa , es m u y ra ro que de a h í salgan compadres, yo creo que no, los clientes
entablan una relación de a m i stad momentánea (encargado de la p u l q uería " La
Pirata " , en Licona, 2004: 1 2 8) .

Decía , en el capítulo del lenguaje, que los nomb res de las pulquerías tenían
u n tono de reto a l entorno socia l : "es m u y ra ro que de ahí salga n compadre s "
dice el encargado de " La P i rata " verifica ndo d i c h a pretensión; no obsta nte, po­
demos agrega r, que los compadres sí va n a la pulquería , para cerra r el círculo y
mostra r su complejidad.
Por otro lado, los lugares ta mbién son caracterizados desde las i n sta ncias
del poder y las clasificaciones sociales de los actores, se reproducen en estos
contextos más acotados expresa ndo los estigma s y m a rgi n a l idades dive rsa s :
a s í , los actores con n ota n y realizan los cuadros clasificatorios estruct u ra les, do­
ta ndo con su forma-de-ser y por el lugar-territorio que ocu pan, la posi b i l idad de
verifica r las categorías de dichas clasificaciones:

Los que se ven en las pulquerías son todos de u n a ínfi m a plebe, o los m á s es­
tregados a rtesa nos . . . los que se acerca n o viven en las i n mediaciones de los
puestos de p u lque, son semej a n tes de ta n grosera gentu a l l a y constitución . . . los
bebedores de l a ciudad de México (no tienen) aspiraciones para dejar a s u s hijos
algún pec u l i o o fondo con qué subsistir . . . s i n pudor n i sen t i m i entos honestos (si
los tuvieran) no se les vería incurrir en las acciones deshonestas de sus puercos
desa hogos naturales. 1 36

Antes ya dije que los lugareños participan en va rios tipos de prácticas, las
que pueden clasifica rse, de manera genera l , como rutinarias y rituales (ver ca­
pítulo tercero) , es dec i r, cotidianos y excepciona les. La s primeras, pueden haber
sido i m p uestas precisamente por s u reiteración , dejando a los rituales la tarea
de revelar, (re) configu ra r y/o refo rza r sus regla s y principios. La constitución
de esta s prácticas puede ser colectiva , grupal o i ndividua l , y, en a lgu nos casos

1 36 Discurso sobre la policía de México, 1 7 8 8 , citado en Valverde, 1 99 6 , p. 1 1 4 .

1 46
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

m ixto ; por ejemplo, u n a i n iciativa individual ga na consenso y e l grupo la afina


y refo r m u l a con el tiempo. Una práctica u rbana que se recu pera y a m p l ía es la
reu n i ó n sema n a l (o mensual) de la fa m i l i a , en casa de los abuelos, cuya regu la­
ridad se ga n a , genera l m e n te, por e l reconoci m i ento, a u toridad y afecto de quien
la promueve. Es inte resa n te ver cómo, u n a actividad ruti naria como la reu nión
de los miembros de u n a fa m i l i a que con e l tiempo devino ya en extensa, a l " pro­
gra m a rse " sema n a l , mensual o a n u a l mente, se i m p regna de gestos rituales, se
"decora " ceremon iosa mente y adquiere un plus que lo s u b l i m a , porque, entre
otra s cosas, es u n a lucha ya con la i n diferencia, con el tiempo, con la m uerte.
En otro contexto -el del baile de sa lón- podemos observa r ta mbién la
actuación de los sujetos como u n a m a nera consciente o vol u ntaria de rea lizar
las prescripciones del lugar. El baile proporciona el espacio para dramatizar
la construcció n del yo/otro de m a n e ra contigua y d i n á m ica : el i m agi nario que
despierta-atiza por el deseo o el placer, la i n formación corpora l que se trasm ite
m u tua mente en e l contacto progresivo de los cuerpos, la sensibil idad que se
despl iega en cada movi m i ento-acto- m i rada, la sensual idad y el e rotismo y su
disputa con las convenciones, hace y rehace a los actores, qu ienes participan en
genera l bajo las reglas del l ugar, sin que por e l l o se e l i m i n e n las rea l izaciones
si ngu lares o las i rrupciones d i sidentes, tran sgresoras o i m pertinentes.
Así el lugar se constituye por las prácticas y por la relación emosignificativa
que los actores establecen entre ellos en dete r m i n ado espacio que construyeron
con el tiempo y demarcaron espaci a l mente sus trayectorias biográfica s, por lo
que el lugar no sólo es e l espacio recortado sino las relaciones que posib i l ita
y contiene que se deriva del carácter o tipo de sus actores q u e actúa n en con­
sonancia con dicho espacio acotado. Es por e l l o que los l uga res orientan las
na rrativa s a u to-biográficas, son el fondo recu rrente de los sueños, y condensa n
el tiempo y el espacio en cuerpos y prácticas. La propia afectividad es m a rca­
da por esa biografía que a su vez ancla (de muchas maneras) en esos luga res.
Aqu í es muy i m porta nte reflexionar acerca de la capacidad demarcatoria de las
ruti nas (y, ta m b i é n , de ciertos eventos excepciona les) , pues su determinación
en las "cost u m b res" del lugar, en los relatos de vida es fu ndamenta l . " Se puede
sacar a u n a persona de su barrio, pero n o se puede sacar e l barrio de la perso­
n a " , dice e l dicho, sentencia que puede pa rafra sea rse para e l lugar. 1 3 1 Mau rice

1 3 7 Sería interesante coteja r esta afirmación con la situación del becario o el autodidacta que es­
tudia Richard Hoggart. Ilustremos con unas breves líneas su desadaptación: "Quisiera regresar
(el becario) , a u nque siente que ya superó a los de su clase; se siente cargado por el peso de la
situación, que ahora le i mpide disfrutar de los placeres sencillos de sus padres. Pero esto n o es
lo peor; cuando trata de mostra rse a m igable con las personas de la clase obrera y se comporta
como una de ellas, lo rechazan como a un extraño. Se sienten menos cómodos con él que con
los burgueses, ante quienes siempre adoptan una actitud de excesivo respeto, aunque sea
fingido. El comporta m iento frente a l burgués no presen ta problem a , mientras que la situación
a mbigua del autodidacta les i mpide montar la escenita social del repertorio de relaciones jerár­
qu icas. El autodidacta no tiene cabida en n i ngún lado" ( 1 990: 2 50) .

1 47
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Halbwachs, resa lta el papel de la memoria y la i m agi nación que se traduce en


la recon strucción progresiva de los actores que se en-marcan desde la vivencia
compartida en lo que den o m i n o lugar:

Au nque tenga n u n a fecha , pod ríamos en rea lidad moverlos a lo l a rgo de la l í­


nea del tiempo sin modifica rlos: el los han a u mentado su vo l u men con todo lo
que precede, y a u menta n ta mbién con todo lo que viene a conti nuación. En la
medida que nos referimos a ellos, en que reflexionamos m á s sobre el los, lejos
de simplifica rse, co ncentra n en ellos m á s rea lidad, porque se encuen tran en
el pu nto de convergencia de u n a cantidad a ú n m á s gra nde de reflexiones. Así,
en el m a rco de la memoria fa m i l i a r, son rostros y hechos que se i n sta l a n como
puntos de referencia; pero cada u n o de esos rostros expresa todo una pe rsona­
lidad, cada u n o de esos hechos resu m e todo u n periodo de vida del grupo; son
a la vez i m ágenes y nociones (Halbwachs, 2004: 1 84) . 1 3 8

No obsta n te, reco nocer el poder de los sujetos pa ra constru i r el lugar, no


e l i m i n a el poder demarcatorio de éste, pues el lugar i m pele a actua r de determi­
nada manera y exp u l sa (o pone entre- paréntesis: " ley del hielo") aquello que no
compatibi l i za con su " natura leza ". Así, el lugar es caracterizado por quienes lo
u sa n , pero, a su vez, éstos son m a rcados por el tipo de relaciones que posibil ita
o promueve, sus práctica s, su normatividad - i nformal o no- y por sus pro­
yecciones sign ificativa s y emotivas. Una oficina prod uce ofici n i sta s ; un templo,
fel igreses; u n a escuela, estudiantes y profesores; quienes a su vez, en casa , son
h i jos o padres: todos esos estableci m i entos no son nada sin esos tipos de perso­
najes que provienen de (y hacen) dichos lugares. Lo que hab ría que destaca r es,
más bien , el tipo de relación que u ne/sepa ra a u n su jeto de otro (a) , pues no es
lo m i s m o ser baila nte que m ú sico o cantante, como ta m poco se rel acionan de
la m i s m a m a n era los esposos como ta les que como padres o adu ltos, a u nque
es esa diferencia la que posibil ita la complementación. Es i nteresa nte, por ejemplo,
observa r que el m ú s i co o la orquesta interviene en el cuerpo de los bailadores,
mientra s que éstos está n l i m i tados y no pueden reciproca r, si no es baila ndo
mejor, con más entusiasmo o aplaudiendo.
Estos sujetos ocupan los compartime ntos (o fragmentos) del lugar ta mbién
de ma nera diferenciada, que ge nera l m e n te es expresión del poder que poseen y
las funciones que rea l i za n dentro de é l . Esta s distinciones obedecen a jerarq u ías
i nternas, a l tipo de relación que produce sus personajes, y a las cual idades de
los espacios constitutivos del lugar -esce n a rio-actor, públ ico-butaca s ; sacer­
dotes-fel igresía ; salones de diferentes grados escolares, oficinas de d i recció n ,

1 3 8 Agrega q u e "toda nuestra reflexión s e dirige a ellos: todo sucederá, s i n duda. como si h ubiése­
mos retomado contacto con el pasado. Pero esto qu iere decir, solamente. que a pa rti r del mar­
co nosotros nos sentimos capaces de reconstru i r la i magen de las personas y de los hechos"
(Ha lbwachs. 2004: 1 84) . El marco, es la habitación-memoria del lugar.

1 48
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

a n tesa las y secretarias-. Existen ta mbién espacios en los que los diferentes d i ­
versos convergen y que está n hechos para ello: p l a z a s públ icas, la s a l a de la
casa , el patio del recreo, la pi sta de baile, la ba rra del ba r, etcétera .
En el lugar, los actores despliega n u n con j u nto de políticas que tienen que ver
con el resguardo de su papel y de su expresividad: el l uga r es facturado por las
prácticas, pero ta mbién -reitero- por las va loraciones, las sign ificaciones, la
emotividad: todo converge en un todo que si bien es sometido a i n tervenciones
técnicas, como, por ejemplo, repara r u n a venta n a , en esos m i smos actos se ins­
criben otros movi mie ntos expresivos, de orname ntaci ó n , que son i n sta u radores,
como cuando uno el ige u n marco de madera , de color café , o decide pi nta r con
bla nco h u m o la pa rte contigua a dicho marco y ponerle una cortina azul con de­
term i n ados pliegues en el re mate. El "gu sto " es perso n a l , pero segu ra mente fue
(y sigue siendo) modulado por la cla se, los recu rsos económ icos, la com u n idad,
la etn i a , la fa m i l i a , emplazada y desplega ndo conti n u a m e nte en ese lugar-hogar.
M a u rice H a l bwa chs propone un matiz, en el sentido de la re lación en tre
espacio y actores en la memoria; para é l , "sería i n exacto decir que la idea de u n
lugar evoca u n recuerdo de fa m i l i a : es a condición de a lejar esta idea y de acla­
ra r la i magen evocada a la l u z de otra idea , idea ya no de u n l uga r sino de u n
grupo de parientes, que pode mos vincularla a e s e grupo, y sola mente entonces
adopta la fo rma de u n recuerdo de fa m i l i a " (2004: 1 8 5 - 1 86) . Aqu í , el autor de
Los marcos sociales de la memoria, había refe rido ya a que "ese recuerdo no ha
llegado a ser u n recuerdo de fa m i l i a sino a partir del momento en que la noción
que lo ha hecho reapa recer en m i memori a , la noción de una ciudad de Francia
y que fo rma pa rte de la noción que tengo de Fra n c i a , ha sido reem p lazada, para
e n m a rcar esa i m agen y ta mbién para modificarla y refu ndi rla , por otra noción,
a la vez genera l y particular; la de m i fa m i l i a " (ídem, 1 8 5 ) . S i n embargo, este
matiz no cuestiona el presente del lugar, a l rememora rse, y ni siqu iera su futuro,
al i magi na rlo, pues las prácticas y los proyectos siguen soportá ndose en este
espacio acotado que pode mos querer u odiar, pero n u nca ser indiferentes. La
imagen evocada se espacia l i za y el lugar es su marco.
En este sentido, podemos disti ngu i r los lugares, en fu nción de lo que le hace
a los sujetos, en dos tipos: a) los que buscan la continuidad, es decir, consolidar
lo que son y lo que han sido los lugareños en re lación a su contexto social de­
pendiente de una estructu ra social mayor (por ejemplo, la clase o la etnia) y, b)
aquel los, que por el contrario, tienen por objetivo modificarlos confrontándolos
con su experiencia anterior (por ejemplo, las prisiones, los grupos de "trago nes
compul sivos " , 1 39 los neu róticos y a lcohól icos anóni mos, 1 40 etcétera). Entre am bos
hay una amplia ga ma que i ntroducen modificaciones (en "el concepto "). Estos lu­
gares tienen por final idad proteger a los lugareños de su con texto social, trabajar-

1 3 9 Ver David Oseguera , 2003 .


1 40 Ver Sta n ley Brandes, 2004 y Abílio Verga ra , 2006 .

1 49
ABILIO VERGARA FJGUEROA

los para extraerlos de la dinámica del entorno social y territoria l , facturando nue­
va s com u n idades en las que se i n serta n quienes deciden rea liza r dicha ruptu ra .
Así, en el estudio de la s a l a d e boxeo, l o s actores, representados como e n ­
trenadores, sparrings, riva les y a u ditorio (i nterno y externo) s e complementan e n
la ta rea de reforza r l o s va lores q u e demarca n la actividad y a l lugar.

Bueno, en un barrio como este (los j óvenes) vienen a la sa la y se les l i m p i a n los


circuitos. Se m a ntienen l i m pios en una atmósfera sa n a . Aprenden a u todisci p l i n a
y a cuidar de sí m i smos, física y menta l mente. Aprenden a entenderse c o n l o s
d e m á s , a t e n e r re lación c o n los demás sin m o n t a r en có lera . E n fi n , a comportarse
como personas (Eddie, entrenador del Ston eland, en Wacq uant, 2005 : 1 20).

Desde otra perspectiva , y como una expresión de ese mutuo condiciona­


miento entre actores y lugar, facturado por el tiempo - rea l i zado como prácticas
y biografía s compa rtidas- observa mos cómo, a lgunos em igra ntes que se fue­
ron a los Estados U n idos, a l volver a l hoga r m exica no en vacaciones, a l tom a r
el p r i m e r contacto físico c o n la c a s a n u eva (con recá m a ra s para la pareja y para
cada h ijo) que, adyacente a la paterna , m a ndaro n edifica r con los dólares a l l á
ga nados, pernocta n en la a n tigua casa , "a montonados" en la sala, ocupando la
noche en el relato de sus peripecias y escuchando las h i storias de sus fa m i l i a res
mexica nos.
Así, pa ra concl u i r, se puede decir que n o es e l espacio "a seca s " el que ejerce
un poder -sea cuál fuere su dimensión e intensidad-, es el espacio social que
se emplaza en ciertos lím ites, generadora s de com u n idades e i n stituciones, las
que condicion a n o dete rm i n a n la fuerza del actor o lo deb i l i ta n . Hay estrategias
de acomoda m i ento que pueden sed i m e n ta r y " n a t u ra l i za rse" o no:

Yo que, para ser fra nco, creía que todo era u n a patra ña de esas que se cuenta n
guiñando e l o j o , y que había aceptado e s e e m pleo c o n t a l de tener alguno, ahora
debía representa r el papel de quien en toda su vida no ha pensado en otra cosa
(Ca lvi no, 2 0 1 0 : 3 2 ) .

Postal : actor y l ugar sim bólico

Un ejemplo -quizá muy especia l-, de la forma en que i ntervienen los acto­
res nos lo da la historia del ritual que i n stituyó el entonces presidente fra ncés
Fran\;ois Mitterrand en la loca l idad de So lutré (Abeles, 1 9 98). Mitterra nd pere­
gri na a la roca ubicada en Solutré, desde 1 94 6 , en memoria de los años de la
Segunda Guerra Mundial, a la que llega ron, esca pando de Alemania j u n to con
otros héroes de la Resistencia, donde se refugiaron en la casa de la fa m i l i a Gouze.
El autor señala que ha sta 1 98 1 , "el ascenso a la peña de Solutré formaba pa rte
de esos ritos íntimos que cualqu iera de nosotros puede rea l izar a su manera para

1 50
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

con memorar equ i s circunsta ncia que ha marcado el tra n scu rso de su existenci a "
(ídem: 1 5 2 ) . Cua ndo lo e l i j e n presidente d e la República, Mitterrand, i nvita a los
periodi stas a acompañarlo, convirtiéndolo de este modo en u n ritual públ ico (na­
ciona l ) , dejando a l color de sus ropas (beige o ca sta ño) y a sus zapatos, confec­
cionados en una fábrica loca l el sentido de territorial idad (loca l) del ritual.
Luego del ascenso, viene la comida con los fa m i l i a res y allegados, para segu ir
con una conversación, en "tono confidenci a l " con los periodista s, donde Mitte­
rrand medita , en voz alta , sobre los destinos del país. Abeles reflexiona sobre la
gra n mutación del ritual en el nuevo contexto de su "creador " : " Extraño destino
el del rito íntimo convertido, treinta años después, en elemento de una estrategia
de com u n icación ". No obstante, el autor advierte contra una simpl ificación que la
interprete como una manipu lación burda : " En el ritual de Solutré, el hombre pú­
bl ico se confunde con el hombre particu lar, lo fa m i l i a r se mezcla con lo sagrado
para conferirle al personaje de Mitterrand una d i mensión más auténtica [ . . ] el .

' mensaj e ' político sólo prolonga una meditación más profu nda " (ídem: 1 5 4) .
La fecha de la peregrinación coi ncide con la fiesta cristiana de Pentecostés. Hi
Marc Abeles advierte n ueva mente acerca del pel igro de asociar l i tera l mente
aquella fiesta rel igiosa con la conversación de M i tterra nd con los periodi sta s; sin
embargo, i ndica que se puede " retener" a lgún tipo de asociación, pues "produce
u n con texto de enu nciación, propicio para el tipo de com u n icación adoptado por
la primera figura del Estado confiado y, por momentos, sino profético al menos
de anticipación " ( 1 5 5 ) , pues en dicha plática , el jefe de Estado, a n u ncia escena­
rios posibles en la política francesa, y se con stituye en el espacio y oca sión ade­
cuados para "evoca r va lores tra scendentes lla mados Nació n , República, Tierra ,
Fa m i lia e H i stori a " , engendrando, agrega , " l o s signos d e la legiti m idad ". 1 42
Este libro no tiene por final idad enfrenta r el reto de estudiar los lugares sim­
bólicos. Esta posta l sólo i n d ica que hay otro tipo de l ugares a los que se dedican
las acciones ritu a l i zadas como las ceremonias, las con m e moraciones, los a n i ­
versa rios, las peregri naciones -religiosas o cívica s - , las m a rchas, q u e , entre
otros se concretizan en m o n u m entos, estatuas, cementerios, i n stituciones, es­
tableci m ientos, etcétera . Los recu rsos m etodológicos que se desarro l l a n en este
libro pueden ayudar a etnografiarlos, pero req u iere n , además, de otros recu rsos
que aquí n o desarro l l o .

1 4 1 Abeles rememora la sign ificación d e esta festividad: "El q u incuagési m o día tras la resu rrección
de Cristo se habían reu n ido unos ciento vei n te de ellos (los apóstoles) , y estaban orando cuan­
do, de pronto fueron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas extrañas que
nu nca habían aprendido [ . . . ] El milagro de Pentecostés señala así el comienzo de una nueva
era: las lenguas se desatan y la profecía se difunde como un reguero de pólvora entre quienes
han adoptado la nueva fe " ( 1 998: 1 5 5 ) .
1 42 El a u tor reitera el vínculo: "En el ritual de Solutré s e observa , pues, u n a a rticulación m u y sutil
entre u n a estrategia de comu n icación moderna y u n a forma m ucho más arcaica que nos rem ite
a los grandes ritos a nuales de regeneración, practicados en las monarquías divinas descritas
por Frazer" (ídem: 1 5 6 ) .

1 51
CAPÍTU LO SÉPTI MO
Contextos . E l l ugar pertenece
a un territorio y articu la redes

En este ca pítulo establ ezco a lgu nas consideraciones y medios para observa r
las relaciones entre lugar, territorio y espacio. En este sentido, se puede se ñ a l a r
que la experiencia de los u rbíco las s e despliega en tres esca las: metrópoli, barrio
y lugares, m i s m a s que podemos ana loga r con las re laciones que desa rro l l a n
-ta m bién los pobladores rurales- entre espacio, territorio y lugar, y , desde otra
perspectiva se puede reem plazar territorio con país, región o comunidad. Pa ra
ciertos entornos u rbanos y con dive rsos grados de i n tegración socio-territoria l ,
el territorio s e puede ha bita r c o m o barrio y/o c o m o pueblo. 1 43 Si la gra n metrópo l i
es espacio ( p o r desconocido e i ncogn oscible como tota l idad) , y el condo m i n i o y
las u n idades habitacionales su exp resión residenci a l , hab ría que adverti r que la
" i n d iferenci a " m u tua en tre vecinos y u rbíco las, no necesa riam ente perma nece
i n m utab le, como lo demuestra Te resa Lazca no (2007) en su estu dio sobre la
"barria l i zación " de la U n idad Habitaci o n a l El Arbo l i l l o , donde sus habita n tes
que al i n icio no se conocía n , l u ego , p rogresiva mente, i n sta u ra n momentos y
l uga res de soci a b i l idad y rituales de compa rti m iento.
Es n ecesa r i o record a r que l o s lugares se c o n s t i t u ye n e n e l punto de vista
desde d o n d e se h a b i ta y sign i fica al territorio , y éste l l ega a estructu ra rse,
por las p rácticas de los l uga re ñ o s , e n una red de l u ga res. H a b ría que se ñ a l a r
ta m b i é n , q u e e n e l m i s m o e s p a c i o u rb a n o , p a s a r de u n b a r r i o o p u e b l o a l a
metrópo l i , p u ede s i g n i f i c a r p a s a r de la comunidad a l a sociedad ( G e r m a n i ) , e s
dec i r, p a s a r de c i e rta s e m o s i g n i fi c a c i o n e s s i t u a d a s a l a s re l a c i o n e s contrac­
t u a l e s . 1 44 N o obsta n te, debo advert i r q u e m u c h o s lugares u rb a n o s pueden
ta m b i é n p e r m a n ecer i n d i ferentes a s u e n t o r n o ( m u c h o s n o con ocen a sus
vec i n o s, l o s c l i e ntes de u n a n t ro son c o s m o p o l itas, hay iglesias metropol ita-

1 43 Diversos autores han tratado el tema desde la antropología en contextos u rbanos. como Andrés
Medina (2007) , Teresa Mora (2007) . Ma ría Ana Porta l , Lucía Á lvarez e lván Gomezcesar (201 1 ) ,
entre otros.
1 44 Que puede ejemplifica rse en la diferente relación que se establece con el tendero del barrio y
con el supermercado.
ABILIO VERGARA FlGUEROA

n a s ) , a l e s t i l o del u rbícola s i m m e l i a n o ( i n d i fe re n te, a n ó n i m o , q u e se m u eve


por el c á l c u l o) , d o n d e l o s lugareños, m á s q u e h a b i t a r territo r i o s , u s a n s u s
fragm e n tos. 1 15
El enclasa m iento emosignificativo que si ngu lariza el l uga r, se posiciona en
u n a esca la micro-barrial; el extra ño que no lo reconoce lo m i ra desde otra es­
ca la, desde su desarraigo metropolitano. I ncorpora r la esca la en estudio del lugar
perm ite aborda rlo en sus relaciones con otros luga res, tra n sitando del territorio
al espacio y viceve rsa .

Imagen 7. 1 . En los pueblos los lugares acusan mayor presión del entorno: el territorio los condiciona
decisivamente. <http www ipsnoticias net fotos foto6.jpg>

1 45 En este sentido es interesa nte la m i rada de Alicia Lindón, quien señala, utilizando la figura del
arch ipiélago, que, "en el con j u nto metropolitano difuso y disperso ocu rre a lgo semejante, pero
ta mbién algo diferente: en vez de islas encontra mos casas, con la particu laridad de que cada
vez se desdibuja más la trama socia l entre ellas, sobre todo desde la perspectiva del veci ndario.
Paralelamente a ello, los habita ntes configu ra n las casas cada vez más como ' nodos' fuertes e
independientes" (2006: 24).

1 54
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Imagen 7.2. En las metrópolis, la indiferencia, el anonimato así como el recelo y la sospecha cierran
más sus accesos. <www. Pablo-Lopez-Luz_Vista-Aerea-de-la-Ciudad-de-Mexico-XV-2006.jpg>

Las redes de un " s i s te m a " i m agi n a rio-concept u a l y l a s redes de l o s c a ­


m i n o s - q u e l o s u n e n o b i fu rca n - n o ex i sten de m a n e ra i n depe n d i e n te
- a u n q u e sí p u e d e n te n e r c i e rtos gra d o s de a u to n o m ía q u e p rov i e n e de la
co n d i c i ó n m e t ropo l i ta n a - sino e n d i á logo , contradicción y/o a n tago n i s m o
y s i e m p re defi n i d a s desde l a s prácticas, l a s expe r i e n c i a s , l a s i n terpreta c i o ­
n e s , l o s i m a g i n a r i o s y , ta m b i é n , l a reg l a m e n ta c i ó n i n s t i t u c i o n a l . Son redes

1 55
ABILIO VERGARA FlGUEROA

q u e apoya n y sopo rta n la construcción s i m bó l ica del m u n d o de cada q u i e n ,


s o n su bjetiva s , cognoscitiva s y topográ ficas, y s i rven p a ra ca m i n a r, re l a c i o ­
n a r, i m agi n a r y va l o r a r. Por e l l o , t o d a etn ografía del l uga r debe i n co r p o ra r
a l g ú n t i p o d e mapas mentales ( Ly n c h , 1 9 9 8 , L i co n a , 2 003 , Ve rga ra , 2 0 03 ) .
s u s re p rese nta c i o n e s gráfica s ( m a p a s) , c o m o d i b u j o s o esqu e m a s (croq u i s) .
a c o m p a ñ a d a s d e relatos d e lugares e itinerarios , a l o s q u e, d e esta m a n e ra ,
e m p l a za n en e l territorio. E n este s e n t i d o , E r n e sto L i c o n a seña l a : " E l d i b u j o
red i m e n s i o n a s e m i ó tica m e nte el e s p a c i o , su d i s p o s i c i ó n . O rd e n a con la i n ­
tención de mostra r e l h a b i ta r h u m a n o ; es l a p u esta e n escena de u n s u e ñ o :
la p e r m a n e n c i a " (2003 : 7 9 ) .
Esta graficación d e redes de lugares (otra m a ne ra de n o m i n a r a l territorio) se
puede rea l i za r to ma ndo en cuenta los dominios ' 46 en los que se despliega n las
prácticas y a signaciones de sentido y las emociones que sed i menta n en senti­
mientos. Debemos considera r que sólo el territorio puede ser " m apeado " por el
i n formante, en cuanto "entra " en el espacio, tiene dificu ltades para conti n u a r sus
trazos y percibir la tota l idad y sus conexiones. 1 47
Entonces, para la elaboración de las etnografía s, no debemos olvida r que
los luga res está n i n sertos en territorios y redes, fu ncionales e i m agina rias, en
mapas mentales de tránsito y evita m i ento que i m agi n a n , ela bora n y rea liza n
sus usua rios, p u e s l o s lugares s o n "pu ntos" de u n sistema expe rimentado q u e
l o s itinerarios, trayectorias, conexiones, croq u i s y m a p a s , recorre n , emplaza n , va ­
loran y clasifica n como pa rte integra nte de un co n j u nto: u n a suerte de campo
semántico y campo experiencia/, perso n a l y/o compartido, e n m a rcado en un fo ndo
inci erto que lo contiene como espacio metropolitano, a l que el u rbícola i ncu rsio­
na, de donde "extra e " otros fragmentos que i n corpora a su mapa personal de
su ciudad.
Existen diversas fo rmas de estab lecer, expresa r y visualiza r estas redes en
su fu nciona m i ento: u n a m a rcha de protesta u n e el lugar de la residencia y/o del
trabajo con el espacio público, edificios de gobierno y otros luga res del poder,
conduciendo la i ndignación y/o el reclamo por las ca lles. U n a peregri nación
re ligiosa u n e m i les -y a cada u n o- de hoga res y territorios ' 48 con el templo u

1 46 Han nerz señala cinco dominios: doméstico y de parentesco, aprovi sionam iento, recreación,
vecindad y de tránsito.
1 4 7 Por ejemplo. en la ciudad de México. qu izá alguien pueda confu ndir el dibujo de la "piña " que
pa rece representar el Distrito Federal -utilizado ta mbién como logotipo oficial- con su mapa;
sin embargo. debemos señalar que el mapa, además de representa r las fronteras, debe ta mbién
posibil itar " leer" las relaciones en tre territorios. l uga res y espacios; puede ser usado para des­
plaza rse, por ejemplo.
1 48 Carlos Garma ( 1 994: 68-69) , al etnografiar la peregrinación de lztapalapa al Tepeyac señala que la
ruta se ha modificado por la desecación de las vías fluviales del valle de México, y agrega que luego
de reu nirse en el santuario del Señor de la Cuevita , desde las 3 de la mañana, deben esperar la lle­
gada de todas las imágenes de todos los barrios con sus respectivas mayordomías, antes de partir.
Nótese cómo la geografía urbana se va transformando en sagrada al ser desplazada en los cuerpos de
los peregrinos y las deidades que ellos "cargan". Sobre las marchas, ver Francisco Cruces, 1 998.

1 56
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

otro l u ga r sagrado i nvoca n d o e l b i e n e sta r y/o l a resta u ra c i ó n ; a m bos d e s p l a za ­


m i e n to s t i e n e n c a d a u n o s u propio l e n g u a j e y pertenecen a d i ferentes campos­
redes , y d e s p l i ega n t e r r i t o r i o s al "en u n c i a r l o s " (de Ce rtea u ) o " l e e r l o s " en s u s
s i m b o l i s m o s y exp re s i v i d a d e s . C o n re l a c i ó n a l a s m a rc h a s , s e p u e d e deci r q u e s i
l a s c o n s i d e ra m o s c o m o p rocesos a rt i c u l ad o s p o r d i ferentes actores, éstos u n e n
lugares e n e l s i n tagma de l a p rotesta o l a re s i st e n c i a c o m o l o se ñ a l a n Sergio Ta ­
m ayo, A z u c e n a G ra n a d o s y Fredy M i n o r :

L a m a rc h a m u estra e l confl i cto l a t e n t e e n l a c o n s t r u c c i ó n de l a s i d e n t i dades


colectivas, pues a u n q u e l a d u ra c i ó n d e l eve n to fu e ra d e s ó l o c u a t ro h o r a s , la
preparación implicó m últiples reuniones y acciones de organizaciones , 1 19 p o r m á s de
un m e s : dece n a s d e a s a m b l e a s estu d i a n t i l e s e n e s c u e l a s , ba c h i l l e ratos y fac u l ­
tades; actividades frec u e n te s pa ra d i s e ñ a r c a r t e l e s c o n p l u m ó n , e i n vita r a otras
dece n a s d e a ctos c o n m e m o ra t i vo s e n re l a c i ó n con e l eve n to (20 1 0 : 2 70) .

I magen 7.3 . Una marcha se prepara en muchos lugares. En cierta forma, la marcha es u n a
lectu ra-producción del territorio. (www. israelleon fi les wordpress com.jpg>

1 49 El énfasis de las cu rsivas es m ío y q u iere l l a m a r la atención sobre la necesidad de observar los


lugares donde se rea l i za n las acciones preparatorias de la m a rcha.

1 57
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Imagen 7.4. Cada ataúd que cargan refiere a dos lugares : la casa de los familiares y el lugar de la
ejecución, en este caso lugar simbólico investido por el dolor. (http://www.revistaideele.com/archivo/
files/DSC_003 1 .jpgl

I magen 7. 5 . Peregrinación que visibil iza y vigencia periódica mente el Lugar sagrado u niéndolo a los
h itos sagrados i nstalados en el camino. (www. Qoyl luriti 8.jpgl

1 58
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Lu ego agrega n q u e " l a m a n i festació n v i s i b i l i za al movi m i e n to soc i a l p a ra sí


y p a ra el otro a dversa r i o " (ídem , 2 0 1 0 : 2 2 0) ; y e n este m ov i m i e n to des -cubren los
e m p l a za m i e n to s -lugares- e n l o s q u e l o s co n te n d i e n te s - m a rc h i sta s , p o l i cí a s
y a u to r i d a d e s , por e j e m p l o - d e s a r ro l l a n s u existe n c i a , s u s re l a c i o n e s soc i a l e s
y de poder, a s í c o m o p rocesa n s u s estrategias y tácticas , e n e l s e n t i d o q u e l e da
M i c h e l d e Ce rtea u . F ra n c i sco C r u ce s se ñ a l a q u e l a m a rc h a se e m p l a za e n l a e n ­
c r u c i j a d a de tres con textos : " s e d e s a r ro l l a e n l a ca l l e, b u sca toc a r e l á m b i to de l a
p o l ítica fo r m a l , a u n q u e sea a t ravés d e s u re s o n a n c i a e n l o s m e d i o s ( 1 998: 41 ) .

ASÍ SERÁ LA RUTA DEL CRISTO D E PACHACAMILLA


Venerada imagen visitará los hospitales Dos de Mayo. de Emergencias Pediátricas, Guillermo Almenara, entre otros•

... Tercer recorrido ffl dt o<tl •• c...rto recorrido (lll dto<tJ -Quinto recorrido o "' ""l

Imagen 7.6. El Señor de los Milagros recorre hospita les al encuentro del dolor y la esperanza.
<Fuente: La República, 3 de octubre de 20 12)

Imagen 7.7. El recorrido por los


lugares del placer en u n a suerte
de turismo cultural interno. Los
lugareños-clientes <además de los
dueños> pueden servir ta mbién en
su recepción y ser parte del etno-
paisaje.
Cwww. colectivoelti ncal.gmail .com>

1 59
ABILIO V E RGARA F J G U EROA

Como otro ejemplo de experimenta r- rea liza r estas asociaciones dife rencia­
les y complementa rias en los lugares a través de los recorridos, pode mos ve r
có mo un n i ñ o pequeño es conducido de su hogar a su escuela, luego su m a d re se
va a su centro de trabajo, a cierta hora sale a comer a la fonda de cost u m b re, en
la noche del viernes va con su esposo a b a i l a r a l salón preferido; m ien tras u na
jove n sale de su escuela y se dirige a u n a discoteca o antro, antes hace " pa radas"
en casa de a m igos o en u n bar para "ca lenta r " ; a m b a s m u j e res rea liza n redes con
itinerarios diferentes, u n e n lugares ta mbién d i stintos: su "ci udad " ta m poco es la
m i s m a , aunque ellas pueden ser madre e hija y habita r el m i s m o lugar-hogar.
Así, las prácticas y los puntos de vista de cada m i e m b ro de la fa m i l i a va riará las
conexiones de la casa con el exte rior, pero el hogar los aproxi m a rá -como un
lugar y u n marco- au nque sin logra r u na comp leta u n iformidad, m á s bien, m u ­
c h a s veces, reconfigu ra ndo sus propias re laciones (co mo m a d re e h i j a ) .
Cada u n o d e esos lugares perten ece a u n dominio re lativa mente a u tónomo
con respecto a l otro dominio; por lo que el habitante de la ciudad teje sus mapas,
sin que necesa riam ente esos luga res se vea n afectados en su carácter, a u nque
el territorio, las biografía s, la posición de clase, condición étnica o el género o
la eda d, i n fluyen en cómo se constituye el lugar y éste, a su vez, cada día -o
en cada encuen tro- escu lpe a sus person ajes. El lugar d i a l oga con el entorno
a través de las práctica s y de las i m ágenes que fo r m u l a el i magi nario de sus
usua rios. Vea mos, brevemente, la función de los dominios en la con figu ración de
los lugares a través de los papeles (roles) .
Han nerz plantea que en la ciudad la oferta de papeles dentro de los diferentes
dominios es i l i m itada, au nque, luego señala restricciones a esta apertura , pues dice
que uno entra en dicho "supermercado " con algunos "atributos de discri mi nación
de papeles y le está permitido comprar sólo ciertos productos [ . .. ] La ciudad es
más bla nda pa ra unas perso nas que para otras. Saca n sus repertorios de pro­
porciones va riables del inventario de papeles " (Hannerz, 1 9 8 6 : 280). Así, ciertas
condiciones sociocu lturales tienen mayor incidencia en la ampl itud de opciones
dispo nib les, pues no es lo mismo ser: ama de casa , inm igra nte étnico, ser pobre o
rico, ser anciano o joven, mujer o va rón , etcétera , en el acceso al trabajo, al club o
a una ca rrera profesiona l . 1 50 Es im porta nte a rticu lar estas condiciona ntes con las
posib ilidades o limitaciones pa ra participar en las interacciones que ca racterizan a
dichos papeles contenidos en determi nados lugares. No es ocioso reitera r que cada
lugar perm ite la rea lización de cierto tipo de papeles y proscribe otros.
En este sentido, para etnografi a r la dive rsidad de l uga res u rbanos, i n teresa
saber lo que ocu rre cuando el ego trata "con una sucesión re lativa mente rápida
de a lter, en contactos en los que sería muy poco práctico ca m b i a r los tér m i n o s
de la i n te racción cada vez ". P o r e j e m p l o , el aprovisionamiento centra l i zado en u n

1 50 Gayatri Spivak l o i l u stra desde otra perspectiva : " Clara m ente, s i u sted e s pobre, negra y m ujer,
está metida en el problema en tres formas" (2003 : 3 3 8 ) .

1 60
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Imagen 7.8. Territorios, lugares, actores e i nstituciones exp l ícita mente nombrados para concentrar el
sentido de fuerza y amplitud. (Fotog rafía de Abilio Vergaral

s u p e r m e rcado u rb a n o se o p o n e a l a s re l a c i o n e s soc i a l e s con la m a rc h a n te o e l


t e n d e ro de l a esq u i n a d e l b a r r i o , d e l p u e b l o o de l a c i u d a d peq u e ñ a . H a n n e rz
d i ce q u e en el p r i m e r c a s o , " l a s re l a c i o n e s se o rde n a n m á s p o r u n c o n t ro l n o r­
m a t i vo q u e p o r i n fo r m a c i ó n p e rso n a l , y l o s p a rt i c i p a n tes s o n a m p l i a m e nte s u s ­
t i t u i b l e s " ( H a n n e rz , 1 9 8 6 : 2 8 2 ) . E n e s t e c a s o esta m o s e n e l l ím ite e n t re e l lugar y
el no- lugar, desde el p u n to de vi sta d e l c l i e nte, m i e n tras q u e el o la t ra b a j a d o r (a )
p u e d e h a b i t a r s u c e n t ro de t ra b a j o c o m o s u lugar, e l c l i e n te, q u e s ó l o pasa a
co m p ra r, p roba b l e m e n te n o . Por el c o n t ra r i o , la re l a c i ó n con el t e n d e ro p róx i m o
a l a c a s a p u ede p o s i b i l i t a r l a c i rcu l a c i ó n y "a l m a ce n a m i e n t o " de i n fo r m a c i ó n
perso n a l : e l t e n d e ro p o s e e u n a ca rtografía soci a l de s u zo n a de i n f l u e n c i a y
p u ede ser u n i n fo r m a nte "cl ave ". 1 5 1

1 51 En el parque infantil que está frente a casa , veía con frecuencia a una persona pasea r a sus tres pe­
rros. Luego de unos meses, cuando conversaba con la dueña de la tienda de abarrotes "El Amigo",
me dijo que era "colombiano, médico, y que estaba buscando trabajo". La tendera, a través de "las
compras" que realizan sus clientes tiene una información concreta de sus gustos, y también elabora
un cuadro de clasificaciones sociales en base a los recu rsos económ icos que i nvierten en la tienda.

1 61
ABILIO VERGARA FIGUEROA

El dominio de la residencia-vecindad a rticula y entre-cruza diferentes iti nerarios


y relaciones y, generalmente, se constituye en un eje centra l : " Los lugares a los que
parto y de los que vuelvo se encuentran referidos a ese punto como a su centro
organizador. Cuando nos mudamos de casa, el mu ndo se constituye de forma nue­
va desde la nueva vivienda " (Bollnow, 1 969: 6 1 ) ; sin embargo, para aquellos que
residen en grandes ciudades y tienen que recorrer grandes distancias para trabajar
o estudiar, esta determ i nación de la casa y de su entorno barrial puede decaer, pues
muchas actividades relacionadas con el ejercicio físico, la h igiene, la ali mentación y
recreación pueden reubicarse en fu nción del centro de trabajo o de estudio. 1 52
Así, los recorridos que realizamos por las redes físicas, topográficas, concep­
tuales e i magi narias no rem iten ú n icamente a luga res de carácter semeja nte, sino,
por necesidades materiales diversas, asociación semá ntica , va lorativa , emotiva ,
ética o estética, así como p o r la reglamentación u rbana q u e l a s agrupa y -por
ende- diferencia, abre hacia otros territorios y lugares que pueden complementar­
se u oponer sentidos, va lores y prácticas. En las gra ndes ciudades, la proliferación
de las diferencias produce una oferta muy va riada de lugares, inclu sive en los
m i smos dominios. Una m uestra de esta ca racterística u rba n a , en el dominio de la
recreación, nos lo señala Amparo Sevi lla cuando propone una clasificación de los
l ugares que ocupan u n "ca mpo" de lo que podemos llamar el baile u rbano:

a) Salones p a ra fiestas en donde se p rese ntan orquestas y se venden bebidas


a lcoh ó l icas; b) Salones p a ra fiesta con m ú sica grabada y e n vivo, a d e m á s de
l a ven ta de bebidas a lcohólicas; e) Salones con m ú sica grabada y venta de
a lco h o l ; d) B a res con p i sta para b a i l a r con orquesta s ; e) Resta u ra n t- b a r con
p i sta p a ra b a i l a r con orquesta s ; f) Cabarets o cen tros nocturnos. I n cluye n
la p resentación de u n espectá c u l o , ve n ta de bebidas a lcohólicas y o rq u estas
p a ra b a i l a r ( 1 998: 23 7).

Muchos d e l o s que tienen afición p o r el b a i l e segu ra mente tienen u n lugar


preferido exclu sivo, otros y otras q u i zá vaya n a dos o tres subtipos, y q u i zá
otros dea m b u len y experimenten en va rios más. De esta m a nera , a lgunos tejen
su red más densa (tupida) o ra l a . E n el campo m u sica l , es posible que haya dife­
rencias más m a rcadas por la edad, por la clase social y por la condición étnica .
Con la final idad de constru i r los datos para la etnografía , se puede señ a l a r que
hay dos tipos de redes:

a) el que podría mos l l a m a r paradigmático que a socia l uga res de semeja nte
función y significación (se recom i enda hacer un mapa para cada tipo de
l uga res, y s u perponer con otros mapas de igu a l factura) y,

1 5 2 Hay estudios q u e h a n abordado esta p roblemática q u e convierte a la casa en un m e ro


d o r m i to r i o .

1 62
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

b) el sintagmático, a q u e l l o s l ugares, q u e s i e n d o d i ferentes y h a sta a n tagó­


n i cos, son u n i d o s por los reco rridos y u so s p e rso n a l e s o g r u p a l e s (se
reco m i e nda hacer mapas de l o s reco r r i d o s p o r p e rso n a s y s u perpo­
n e r l o s p a ra ve r tendencias, p o r e j e m p l o p o r gé n e r o , e d a d , o c u p a c i ó n ,
i n st r u cc i ó n , etcétera ) .

U n a fu e n te p a ra saber sobre e l p r i m e r t i po ( p a ra d i g m á t i co) se p u ede e n c o n ­


t ra r e n e l departa m e nto o secc i ó n d e l gob i e r n o l o c a l q u e a d m i n i st ra l a s l ic e n c i a s
de fu n c i o n a m i e n t o , p o r e j e m p l o , de l o s sa l o n e s de b a i l e o l a s ca n t i n a s ; m ie ntras
que l a i n for m a c i ó n referida a l o s d e l segu n d o t i p o ( s i n tagmático) s ó l o podrá
obte n e rse a pa rti r de aco m p a ñ a r a l o s i n fo r m a n te s e n s u s reco r r i d o s p o r l o s
d i ferentes l uga res y p o r l a s e n t revistas y test i m o n i o s .
D e s d e e l p u n to de v i sta p a r a d i g m á t i c o , p o r e j e m p l o , e n e l s u b c a m p o d e l
co n s u m o soc i a l de l i co res, d e l d o m i n i o de l a recreac i ó n , ta m b i é n p o d e m o s e n ­
c o n t ra r d i fe re n te s t i p o s : ca n t i n a , c e n t ro n octu r n o , d i scote q u e , p u l q u ería , lobby
b a r, ca n ta b a r, e n oteca , l o u nge b a r, p i a n o b a r, p o o l b a r, tab l e d a n ce, wine b a r,

• ,.Co11oci�ndo Ayacucho,. J.S. T.P. •Mon.t. Vktor ÁIYaret Huapa)'a" •

01) Templo San Cristóbal


02) Templo de la M..ced
03) Templo Santo Doo*1go
04) Templo San Frardoco de Asis
05) Templo de San Juan de Dios
06) Templo Santa Clara
07) Templo de Sanla Ana
06) Templo de la Magdalena
�n:=: �c::,ta de Jesús

11) Templo de San Sebaolian


12) Baslica Caladral
13) Templo de Bel!n
14) Templo de Senta Teresa
15) Templo de San Frandsoo de PalAa
16) Templo de la Buena Muerte
17) Templo de la Amargura
18) Templo de Gannen NlD
19) Templo Pampa San AgusUn
20) Templo de San Juan Bautista
21) Terrpo de Soqu;aqato
22) Templo de Coochopata
23) Templo El Ca�ario
24) Templo Del Asoo
25) Templo del Cementerio
26) Templo del Senor de Quiooapata
27) Capilla de Capilapata
28) Templo del Señor de Areql.ipa
29) Capilla de La San<isima Virgen
del Rosario de Chlqtrinqoira
30) Capilla de la Virgen de Fálima
31) Capilla del Señor de Maravillas
32) Capilla del Sel1or de Pampa Cruz
33) Capilla de Nues1nl Sellora de Lorelo

_ o.-. .._. ...


._ ,_ y __

Imagen 7.9. Un territorio demarcado por la i nstitución de la iglesia cristiana. Esta foto ubica el nivel
paradigmótico. (www. arquidiocesisdeayacucho.org.ipgl

1 63
ABILIO VERGARA F l G U E ROA

snack ba r, cervece ría , etcéte ra . Es i nteresante observa r los dife rentes "concep­
tos " de cada establecim iento, m uchos de los cuales refie ren a una vida u rbana
vincu lada a la socialidad, difiriendo no sólo en qué se si rve, s i n o cómo, y cuá l , es
la permanencia que esti m u l a . Por ejemplo, sobre el Piano bar, un tríptico publici­
ta rio señala que tiene " u n a decoración con u n estilo m u y clásico, con pinturas
y arreglos flora les; espacio pe rfecto para el encuentro antes y después de la
actividad empresa ria l ; m ú sica de piano en vivo, donde la barra es u n a extensión
del propio piano y que se ofrece comida con m e n ú s especi ales para cenas y
eventos". Los lenguajes ta mbién concretizan sus diferencias, no solamente en el
tipo de bebidas, los públ icos que convoca n , el tipo de m ú sica y sonoridad pre­
domina nte, sino ta mbién el dialecto social en el que ve h i c u l a n la co m u n icaci ó n .
El reco rrido los rea l i za n los u rbícolas, y en su si ntagma ca m i n a nte a socian y
distinguen l uga res semejantes o dife rentes. 1 53
Pensar los lugares como nudos o puntos de cruce de redes tiene i m p l icaciones
metodológicas y técnicas en la investigación a n tropológica . E n principio nos
coloca frente a las dimensiones y las escalas, es dec i r, a pensa r desde dónde m i ­
ra mos a l lugar, c u á l es la perspectiva que n o s pos i b i l i ta d i c h o posici o n a m i ento,
entendiendo por perspectiva el orde n a m i ento secuencial de los elementos que
conforman el espacio -masa, vacío, ocupa ntes, objetos, actividades-, perm i­
tiendo no sólo su ub icación física , sino ta mbién su clasificación en la memoria y
sus proyecciones i magi nales, así como en los significados, expresividades, emo­
ciones, senti mie ntos y va lores que contienen y p royecta n . Obviamente, el punto
de vista desde donde el a n t ropólogo " m i ra " es ca mbia nte, pues, por ejemplo, si
bien necesita " sobrevo l a r " la red de l ugares semejantes o los que une u n itine­
rario (por ejemplo, el de su actual i n forma nte) , ta mbién requ i e re " m eterse " en
a lgunos de el los para observa r e i nterroga r(se) , pero ta mbién para experimentar
y dialogar. En segu ndo té r m i n o , nos i m pele a pregu nta rnos cómo i n teract ú a n : a)
l uga res semejantes y dife rentes entre sí (por ejemplo, si los semeja ntes com p i ­
t e n ) y , b) c ó m o i ntervi ene el entorno de cada lugar en s u s actividades y va lora­
ciones. No es lo mismo u n bar en la d i stinguida zona de Po la nco que en la co­
lonia popu l a r, como " l a Doctore s " , como ta m poco son semeja ntes la Basíl ica de
la V i rgen de Guada l u pe y la pa rroq u i a de Sa n Ped ro M á rtir. La pri mera , m ovi l i za
identificaciones naciona les, mientras la pa rroq u i a esce n i fica la identidad loca l .
La red i magi naria q u e u n e -y dife rencia- l uga res adqui ere sign ificaciones
va riadas. Por ejemplo, la i magi nación puede desplega r asociaciones que las
trayecto rias e iti nera rios físicos sepa ra n : ver en las postrim erías del d ía a una
dama sola en u n l uga r ca rgado de estigm as, pu ede n o a socia rse a u n a pérdida
de orientación espacial s i n o mora l . Los signos que po rta su cuerpo (vestido,
maqu i l laje, actitud corpora l) proveen los elementos para situar el personaje;

1 53 En la literatura , es muy i n teresante el "ficciona l " recorrido que rea l i za el docente u n iversitario
Juan Manuel Barrientos por las cantinas del Centro h istórico de la ciudad de México, en el l ibro
de Gonzalo Celorio, Y retiemble en sus centros la tierra, Tu squets, México, 2008.

1 64
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

a d e m á s el lugar y e l territorio i n te rvi e n e n a c e n t u a n d o o a te n u a n d o l a sospech a ,


c o m o actividad q u e p royecta l o s sign i fica n tes d e ese c u e rpo h a c i a ca m po s q u izá
e q u ívocos. Situar a lgo o a a lg u i e n e n una ciudad ya n o es s ó l o ta rea de ca rtógra ­
fos o esta d ísticos, es ta m b i é n u n a a c t i v i d a d de detectives o de lectores de n ove l a
p o l i c i a l . 1 54 Por o t r o l a d o , s i n o se i ncorpora n l o s m ovi m i e n to s de esca l a c o m o
estrategia de i n vestiga c i ó n n o es p o s i b l e a rt i c u l a r l a s red e s de l uga res, ta m poco
p u ede obse rva rse las i m p l icaci o n e s que t i e n e n o a dq u i eren e n /con e l territorio .

I magen 7. 1 O. El área de una actividad trasciende a sus lugares, conformando "áreas· o, en este caso,
"zonas rojas·. (http:/limages.artelista.com/artelista/obras/big/4/5/9/63737503 5379 8 2 5 3 .jpgl

1 54 Al usar indicias (Borges, 1 9 99) como i n s u m o para deducir relaciones categoriales (M itchel, 1 999).

1 65
ABILIO VERGARA FIGUEROA

En lo que se refiere a la esca la y al contexto, cierta crítica a los estudios


rea l i zados por la escu ela de C h i cago subrayó la " relativa circun spección " de los
espacios abordados. " H owa rd Becker ( 1 966) ha comentado cómo los estudios
de C h i cago forman un mosaico e n el que cada u n o de ellos contribuye con una
pieza a l con j u nto y si rve de con texto para los demás" ( H a n nerz, 88: 6 7) . Así,
la posi b i l idad de observa r panorá m ica mente C h i cago, es m á s b i e n producto del
lector, 1 55 pues cada a u tor tendía a ver sus lugares (ba r, salón) y territorios (barrio
ita l i a n o , Costa de Oro) como a i slados, como m u ndos a u toconten idos: " h a b ía
cierta ceguera a n te las s u perposiciones y las conexiones " , seña l a n , a pesar de
que a lgunos se i n teresaron por los procesos: la decadencia socia l que se aco m ­
paña del desplaza m iento y m a rgi n a l i zación territorial progresiva de las dancer
(ba i l a r i n a s) o cuando se rea l i za la tipificación de los hoboes (vagabu ndos, tras­
h u m a ntes) como e l paso de las person a s por d i sti nta s " regiones mora l e s ". Por
ejemplo en su estudio de la Costa de Oro, 1 56 Zorbaugh ca racteriza a la zon a , que
precisamente denom i n a " zona de esti l o " , donde se practica la caridad, como la
residencia de los más ricos y d i stinguidos de la ciudad, pero no estudia el poder
que ellos detenta n y mediante el evi ta m iento de esta temática , se e l i m i n a la po­
sibil idad de ver sus i nteracciones con las otra s zon a s (zona de pensiones, barrio
bohem i o , la ca lle North Clark, el barrio bajo y la pequeña Sici l i a ) , pu esto que
además de lo que trata n en la Costa de O ro , aún e n s u s reu n iones i nformales y
de diversión - "con s u m o culto " , " m u ndo del oci o " - aprovecha n para sugerir o
acordar política s - i n iciar ideas, c u l m i n a r debates, desviar tendencias- sobre
la ciudad, con lo que afecta n las vidas de los lugareños y de los lugares en los
otros territorios.
En la misma dirección , en un comenta rio crítico a Heidegger, David Ha rvey
cuestiona su enfoque circun scrito, ya que, seña la, " Retrae su ca mpo de visión
a u n m u ndo experimenta l m ucho más estrecho para pregu nta rse acerca de las
cual idades i n natas e i n m a nentes de la experiencia de las cosa s " , a l i n sistir en la
" i rreductibil idad de la experiencia del habita r y las especificidades del luga r y del
ambiente". El autor de La condición de la posmodernidad, agrega que Heidegger, de
esta manera , "niega la relevancia de aquellos procesos que ponen el desayuno en su
mesa 1 57 y evoca la pérdida de la auténtica com u n idad, de las raíces y del habita r
en la vida modern a " (20 1 0 : 50) . Ha rvey concluye que " l o que p a s a en u n luga r
no puede ser entendido al margen de las relaciones espaciales que sostienen ese
luga r, como ta m poco las relaciones de espacio pueden ser entendidas i ndepen-

1 5 5 Au nque Robert Ezra Park, por ejemplo, sí formuló proyectos más abarcativos desde la perspec­
tiva de la ecología urba n a ; ta mbién Burgess lo propuso como un esquema más abarcador con
sus círculos concéntricos.
1 56 Ha rvey W. Zorbaugh, The Gold Coast and the Slum, U n iversity of Ch icago Press, C h icago , 1 929.
1 5 7 El énfasis de la cu rsiva es m ío. Nótese cómo, por u n a forma de meto n i m i a , Ha rvey está seña­
lando las relaciones que el lugar-casa establece (por la sinécdoque del desayuno) con el entorno
de la producción y la circulación de las mercancías, así como liga el dominio de la residencia con
el del abastecimiento.

1 66
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

d i e ntemente de lo que pasa e n dete r m i nados l uga re s " (20 1 0: 5 2 ) , rem a rcando la
i n te racc i ó n e ntre lugar, territorio y espacio .

Imagen 7. 1 1 . La releva ncia de los lugares y territorios desde donde se ·pone el desayuno en la mesa·.
El mercado articula territorios y lugares. <Fotografía de Abilio Vergaral

E j e m p l o s de c ó m o l o s lugares y l o s territorios g e n e ra l m e n te existen en con­


sonancia , q u e no son i n d i fe rentes e n t re sí, y q u e i n fl u ye n en l a p rod u c c i ó n de
i m agi n a r i o s e s pa c i a l e s y t e r r i to r i a l e s , nos lo proporc i o n a n los e st u d i o s a n t ropo­
lógicos e n l o s c o n do m i n i o s cerrados. Te resa P i re s d o R ío C a l d e i ra , h a b l a n do de
e l l o s , d i ce q u e son e l " t i p o m á s desea b l e de vivienda p a ra l a s c l a ses a l tas e n Sao
Pa u l o h oy e n d ía " , agrega q u e s u i m p a cto se exti e n d e m á s a l lá d e esta c l a s i fi c a ­
c i ó n soci a l , i n s i n u a n d o e l ínter-juego entre las escalas ; e l l a d i c e :

[. .]
. en l a medida e n q u e l o s res i d e n tes de l a ci udad l o contra p o n e n a otros espa­
cios, opciones de vivienda y estilos de vida existentes e n l a c i u d a d . A pesar de que
e l n u evo modelo n o h aya e l i m i nado toda s las otras posi b i l idades, p roporciona el
p r i n c i p a l p a radigma de d i st i n c i ó n con re l a c i ó n al cual l a s otras a l te r n ativas t i e n ­
den a ser medidas. Exi ste hoy e n l a c i u d a d u n a estética de l a seg u r i d a d defi n i d a
por e l n u evo mode l o , q u e s i m u l tá n e a mente g u ía tra n sfo r m a c i o n e s en todos l o s
t i pos de vivienda y determ i n a l o q u e confiere m á s prestigio (2007: 3 1 2-3 1 3 ) .

E n s u est u d i o s o b re la c a s a u rb a n a , Rey n a Sá n c h e z , e n c u e n t ra e n l a c i u d a d
de México, e l efecto d e l a clasificación social-espacial e n l a s a s p i ra c i o n e s , q u e re­
defi n e l a re l a c i ó n va l o ra ti va y a fectiva con e l lugar y e l territorio :

1 67
ABILIO VERGARA FIGUEROA

[.. ]
. m i m a r i d o m e d e c í a , es q u e va m o s a v i v i r c e r c a de m i m a m á , y yo n o
t e n g o n a d a e n c o n t ra d e m i s u eg ra , p e ro y o v e o e s a c o l o n i a , y d i j e , b u e n o :
y o vengo d e u n a co l o n i a p r o l eta r i a ¿ q u é q u i e re s p a ra t u s h i j o s ? Y m e d i j e ,
q u e s i q u i e ra l e b r i n q u e n d o s e s c a l o n e s o t r e s d e d o n d e u n o n a c i ó ( A l i c i a , e n
Sánchez, 2010: 233).

Ta m b i é n e n l a c i u da d de M é x i c o , e n u n con texto d e confro n ta c i ó n soc i a l


e n t re los p o b l a d o res de T i a p a l a (C h a l co) y u n a u rb a n i za d o ra , se p u e d e o b s e rva r
cond i c i o n a m i e ntos s e m ej a n tes c u a n d o d i ferentes t e m p o ra l i da d e s , c l a ses soci a ­
l e s y e t n i c i d a d e s s e confro n t a n e n e l creci m i e n to de l a m a n c h a u rb a n a h a c i a l o s
p u e b l o s origi n a r i o s . G u stavo C a s a s e n c u e n tra estos co n f l i ctos:

" ¿ D e q u é e m p l e o s h a b l a ? ¡ Qu e m a n d e a m i m u j e r d e "gata " ! ¿ C ó m o ? , s i a e s a s


c a s a s l l ega gente de c l a se b a j a (co m o n o sotros) q u e n o p u ede paga r. ¿ Voy a pe­
dir t ra b a j o de qué? La p regu n ta e s : ¿de q u é p rogreso h a b l a n ? ¿De l o s e m p r e s a ­
r i o s ? ¿ Y e l d e l p u e b l o ? Serv i c i o s , e s c u e l a s , h o s p i ta l e s . ( U n re s i stente d e l p u e b l o
de T i a p a l a , m u n i c i p i o d e C h a l e o , E d o m e x , a l a c o n s t r u c c i ó n d e u n C U I S , ' 58 e n
frente a u n d i p u ta d o q u e l e decía q u e e s a s c o n s t r u c c i o n e s ta m b i é n representa­
b a n " d e s a r ro l l o " y f u e n t e s de e m p l e o , e n C a s a s , 2 0 1 2 : 1 3 1 .)

Imagen 7. 12. Habitar un lugar es también participar de las implicaciones del territorio.
<www. Barrio_Santo_Domingo02 Medell i n .jpgl

1 58 Con j u n tos U rbanos de I n terés Social.

1 68
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Desde una perspectiva opuesta , el emplaza m iento del lugar en el territorio,


prod ucido a través de la experiencia cotidiana del u so de los lugares que él con­
tiene, puede posibil ita r u n a relación de apego con la red de lugares que frecuenta ,
configu ra ndo u n micro-territorio personal-familiar:

Le he to mado cariño a l a veci ndad o al edificio, n o q u i e ro i r m e de a q u í , n o sé,


m e ha dado todo, ora s í q u e s a l u d , cari ñ o , y m e ha dado i n tel igencia de tra b a ­
j a r y de ve nder c u a l q u i e r cosa , y a q u í lo tengo seg u ro , (a) l a s m a nos, n o gasto
en pasaje para ir a traer mis cosas que ve n d a , este, pues m e q u eda cerca La
M e rced, y m e quedó s i e m p re cerca l a escuela p a ra m i s h i jos; n o pago pasaje
para tra n spo rta rlos, para l l eva rlos, s i n o q u e a l a h o ra de l a salida s i e m p re
estaba a h í. por eso fue q u e me gustó, y estoy a q u í a gu sto , me he ido a otro
lado, o sea de visita o a s í , no me h a l l o , ya me acostu m b ré a q u í (Cristi n a , en
Sánchez, 2010: 1 6 6 - 7) . ' 59

Los tres testi monios precedentes m u estra n el ca rácte r diverso de la ciudad


que se traduce en u n a re lación diferente u opuesta de los urbícolas y sus lugares
con sus entornos i n mediatos y mediatos, cuyas expresiones provienen de caren­
cias y dificu ltades, y de sus fo rmas de expe rimenta rlos.
Por otro lado, podemos ta mbién ubicar ciertos obstáculos para la a m pl i a ­
c i ó n de las redes de lugares a experi menta r. 1 60 El geógrafo Hagerstra nd, deno­
m i na "fricción por distancia" , a la " medida en tiempo o en costo " para su perar
la fi nitud del tiempo. Señala que " se requiere tiempo para comer, para dorm i r,
etcétera , y los proyectos sociales siempre tropiezan con ' restricciones de conjun­
ción ' especificadas como la necesidad de hacer coi ncidir en un p u n to las sendas
espaciotemporales de dos o más i ndividuos a fi n de concreta r a lgu na tra n sac­
ción soci a l . Estas tra n sacciones suelen da rse dentro de u n esquema geográfico
de ' estaciones' di sponibles (l uga res donde se producen ciertas actividades como
el trabajo, las compras, etcétera) y 'dominios ' donde preva lecen cierta s i n te­
racciones sociales" (Ha rvey, 1 9 9 8 : 2 3 6 ) , i n dica, comenta n do la propuesta de
Hagerstra n d . Hab ría que agrega r a este obstáculo que restri nge la "co n j u nción " ,
el factor económico-social-cu/tura/ (así. i m bricados) , p u e s a la escasez de recu r­
sos económ icos que i m piden la movi lidad de los sectores pobres, se adhiere la
carencia de información y motivaciones para exp lorar otra s actividades que se
desa rrollan en otro tipo de l ugares. Reyna Sánchez encuen tra casos extremos
de esta s " restriccion e s " :

No salgo principa l m e nte porque no tengo din ero, y ha sta para i r a l súper se
necesita di nero, a veces se puede decir que no tengo para los pasajes, no tengo

1 5 9 Cristina vive en "Academia n ueve " , un veci ndario del Centro H i stórico de la ciudad de México.
1 60 Aqu í viene a colació n , en contrapartida, la figu ra del flaneur ya fenecido que disfrutaba del
paseo y la observación de la ciudad sin que busque objetivos utilitarios.

1 69
ABILIO VERGARA FiGUEROA

carro, e n to n c e s c ó m o me m u evo, a m i h e r m a n a a veces la l l ego a ver u n a vez


al a ñ o , porq u e p a ra ir a s u casa tengo que to m a r m e todo un d ía y gasta r pa ra
ir a ve r l a , e n tonces n a d a m á s n o s h a b l a m o s (por t e l éfo n o ) de vez en c u a n d o
(Bea t r i z , e n Sá n c h e z , 2010: 2 75).

Si ca m i n a r, c o m o l o afi r m a De Ce rtea u , defi n e " u n e s p a c i o de e n u n c i a c i ó n " ,


l a expo s i c i ó n d e l ca m i n a nte a l a diversidad p u e d e co n d i c i o n a r f u e rte m e n te l a
fo r m a de h a b i ta r l o s l ugares; a s í , e l a u to r de La invención d e l o cotidiano a p o rta
a esta va l o ra c i ó n de l a expe r i e n c i a del e s p a c i o y del t e r r i to r i o : "Su b u l l i c i osa
m a sa co n s t i tu ye una colección i n n u m e r a b l e de s i n g u l a r i d a d e s . E l e n tra m a d o de
l a s s e n d a s da fo r m a a l o s e s p a c i o s . E n t re l a za l uga re s " (De C e rtea u , e n H a rvey,
1 9 9 8 : 2 3 8 ) . C a m i n a r es h a c e r t e r r i to r i o , si l o s s e n d e ro s se con stri ñ e n o u n i fo r ­
m a n , e l l u ga r, por l o m e n o s p a ra a lg u n o s de s u s h a b i ta ntes, se e m po b rece, e n
c i e rto s e n t i d o .

Imagen 7. 13 . La migración pone en contacto al territorio con el espacio : éste puede l u ego ser
escenario de reterritorial izació n . <La Jamada Jalisco, 3 de noviembre de 20 12>

1 70
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Otro estudio i n te resa nte para observa r las relaciones entre lugares y territo­
rios es el que ofrece W i l l i a m
F. Whyte, en su libro La sociedad de las esquinas, no
sola mente porque perm ite relacionar la vivencia de ciertos lugares -esq u i nas,
bares, c l u bes- con el uso del espació públ ico del barrio, sino sus efectos en la
relación con la ca sa , los establecim ie ntos públ icos y las diferencias de clase:

Long John dividía su tiempo entre el establecim iento de Spongi y la esq u i n a de


la Calle Norto n . El rea l i neamiento lo dejó en una posición vul nerable. Había dos
grupos que frecuentaban el "a ntro " de Spongi : el círcu lo íntimo y los habituales.
Spongi i n c l u ía en el círculo íntimo a su hermano, a Dan ny, a Doc y a otros dos.
Cua ndo (Doc) iba a tom a r café y rosq u i l las, a u n pa seo en coche o a l cine, los
i nvitaba a acompañarlo. No i n c l u ía a Long John en sus i nvitaciones, así que
Long John estaba exclu ido del círcu lo ínti m o . Sin el apoyo de Doc, Da n ny y M i ke,
no ten ía posición entre los muchachos que perma necía n en la Calle No rton y no
sabía a dónde acudir (Whyte, 1 9 7 1 : 7 3 ) .

Hay a lgo i m porta nte que observa r en estas re laciones entre actores, luga res
y territorios. Estos jóvenes tejen relaciones sociales en el propio territorio de la
com u n idad barri a l , pero dichas re laciones se ubican a l m a rge n del entra m ado
social que con stituye el barrio, lo contrad icen o lo confronta n : fu ndan u n n u evo
territorio, con sus lugares, superpuesto al de los adu ltos y las i n stituciones, dis­
putándoles el espacio. De esto se desprende la necesidad de enfoca r el estu dio
no sólo a las prácticas y rituales que a rm o n i za n , sino ta mbién a lo que emerge
como n u evo , a las tensiones y confl ictos : los actores se visibilizan más en estas
situaciones confl ictivas o de tensión que en los de la concordia y la ruti n a , por
ejemplo, Ya mel Gutiérrez (2008) encuentra que, en una plaza en l ztacalco, a
partir de las tres de la tarde, u n grupo de teporochos (alcohólicos) se a podera
de un sector de e l l a : las m u jeres y los n i ños dan u n rodeo para evita rlos. Así,
podemos ver form ulados otros lím ites para los l uga reños fronterizos, q u i enes
pueden endu recer m utua mente sus fronteras, una de cuyas con secu encias es la
dista ncia física que se a nte-ponen para señalar la otredad en el m i s m o territorio.
Estos prob lemas y confl ictos no sólo existen en la periferia, sino ta mbién
en muchos barrios tradicionales en el centro de la ciudad, como lo con sta ta
Ricardo Ten a , en u n a m p l i o estudio del barrio de La Merced , q u i e n seña la, co mo
ca usal de su declive, entre m u chos otros factores,

[ . . . ] el deterioro de la i m agen públ ica y social del barrio, a partir de la alteración


de las re laciones sociales existentes entre los habita n tes del barrio [...] el incre­
mento de personas en situación de calle (vagabu ndos) , alcoholismo, violencia
socia l , p rostitución . . . Muchos de los prob lemas que han caracterizado a la zona
de La Merced son los relacionados con la p rostitución, el robo, el asesinato,
el va ndalismo, la d rogad icción y el a lcoholismo, a u nados a los problemas de
desempleo genera l i zado y a la pobreza , que se exp resan en a l tos n ive les de vul-

1 71
ABILIO VERGARA FIGUEROA

nera b i l idad social y de riesgo, con deterioro de vivienda, ocupaciones i l egales y


un creci m i en to de la mendicidad en todas sus formas ( l j mosneros, vagabu ndos,
' m a rías ' , indigentes y a lcohól icos) (2009: 1 4 1 y 1 5 5 ) . ' º'

En este sentido podemos ubicar áreas y zonas que despierta n senti mientos
de rechazo, repu lsión , temor (ver R i a ñ o , 2 000) , etcétera , como detecta Vicente
G u z m á n , en su estu dio sobre Tlacota l pa n . Existe n , dice, "espacios que son ca l i ­
ficados c o m o topófobos, es dec i r, espacios cuya expresión o gente que co nvoca n
no sólo no alcanzan a ser percibidos afectiva mente, s i n o que son ca l i ficados
negativa mente por razones sociales o i ndividuales" (200 1 : 1 6 6) , lo que tiene
efectos en las clasificaciones socia les a u to o hetero adjudicadas vinculadas al
territorio:

Los jóvenes de Las Orillas reconocen su orige n , asumen su papel de residentes


de la periferi a , con la ca rga que su condición económ ica i m p l ica. Se asumen
co mo gente de abajo, con formas de exp resión diferentes a los adu ltos de la m i s­
ma zona , ta l vez porque éstos suelen p restar servicios domésticos, lo que influ­
ye en respeta r el sentido de distancia soci a l , sobre todo con respecto del Barrio
de Arriba y en menor grado con el barrio de San Miguelito (G u z m á n , 2001 : 1 48 ) .

Desde otra experiencia h i stórica , s i n a n u l a r las contradicciones y confl ictos


en/por la apropiación del espacio, M a rio C a m a rena describe un proceso que
ta mbién es recu rrente: la contigüidad entre lo privado y lo público en el territorio,
que m u estra el flujo que permite el lazo social entre éste y el lugar:

Pa ra los hab itantes del barrio, las ca l les y la plazuela son un todo, en donde no
hay separación en tre l a vivienda y la ca l le. Esto les l l eva a considera rse como los
ú n icos que pueden decidir sobre e l uso que se da a esos espacios, ya que, para
ellos, el hecho de ser de origen obrero y habitar en este espacio corporativo les
permite determ i n a r su uso, pues no se trata de u n espacio públ ico sino de uno
que es de ellos, en donde las a u toridades delegaci onales no pueden actuar sin
su consentimi ento (2007 : 1 00) .

Ernesto Lico n a , en su estudio de u n a u n idad habitaciones de los obreros de


la Vo l kswagen (Puebla ) , m uestra ta mbién otra a rticulación entre el lugar casa
y su entorno fa bri l , se ñala ndo que la separación del tiempo del trabajo y el no
labora l es fu ndame nta l para el uso de cada lugar por lo que " l a s i n cro n i zación
de los relojes en el hoga r está en correspondencia con los relojes de la fá brica "

1 61 Rica rdo Ten a , por ejemplo, emplaza a lgu nas zonas de trabajo de sexo-servidoras: M ixcalco, la
Soledad, Sa nto Tomás, San Pablo y la Santísima (2009: 1 4 7 ) . Es interesa nte observa r los mapas
y planos que contienen los anexos del libro, los que son indispensables para el tipo de estudio
que promueve la i n serción de los lugares en los territorios.

1 72
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

(2007 : 1 1 0). En su etnografía , señala lugares por géneros, a lgunos de los cuales
son exclusivos y excluyentes, como las ca nchas de fútbol y sus "casca rita s " , o
las ca ntinas y su h u m o r erotizado mascu l i n o .

Los l ugares, sus contextos, la identidad y las redes

Re itero, s i n tetizando, que al estudiar los l ugares es necesa rio determ i n a r los
diferentes contextos en los que está n emplazados, entre los que podemos se­
ñalar los siguientes: contexto territorio, contexto red, contexto imaginario, con­
texto social, contexto tiempo, contexto teórico. Estos contextos se a rticu l a n ; por
ejemplo, el con texto socia l 1 62 puede fo rm u l a r -y ser obj eto de- i magi narios
(fa nta smagoría s, estigmas, estereoti pos) y a l mismo tiempo desplega r el espacio
en contactos que configu ra n redes o anclar en territorios.
La re lación entre lugares y con texto , lo desarrollo en dos planos: a) donde
pretendo enfatizar la i m p l icación del lugar con el territorio que no sola me nte se
expresa en la contigüidad formadora 1 63 sino ta mbién en las asociaciones i m a ­
g i n a r i a s que e m p l a z a n a los l ugareños en categoría s, p o r e j e m p l o , expresada
en "el código posta l " 1 64 como territori a l i zación de la distinción o la m a rgi na­
l idad (con sus diversos grados) ; y b) la red, más re laciona l , menos deudora
de las cerca n ías, trazada por prácticas y desplaza m i e ntos más cosmopolitas y
conceptua les, genera l mente pragmáticas -pero no sólo- a diferencia del te­
rritorio que es más físico-espacial, demarcada por el entorno i n m ediato , como
conti n u idad rea l i zada por las prácticas corporales cotid i a n a s . No obsta nte di­
cha diferencia, ta mbién podría mos decir que a m bos contextos -territorio y re­
des- pueden ser m u tables y tra n sfo rma rse éste en aquel o com b i n a rse, como
lo detecta Aída Ana lco:

[ . ) el fa nzine se convierte en u n a m a n i festación de la relación que establecen


. .

sus rea l i zadores con los lugares en que habita n , la localidad a la que pertenece n ,
las fronteras que estab lecen y ha sta dónde se desd i b u j a n , forta lecen y recorre n .

1 6 2 Este "contexto " está constituido, obviamente, p o r sujetos, actores, orga n i zaciones, institucio­
nes, etcétera .
1 6 3 Repito que al afi rmar esto no ignoro que a veces muchos no hacen ya de los vecinos el mar­
co social de sus actividades y. por el contrario, por ejemplo, se observa que la puerta de la
escuela, a donde l levan los padres a sus hijos, se constituye en u n espacio de mayor flujo de
i nformación person a l que los propios pasi llos del condo m i n i o (Fortín , 1 994).
1 64 En México se puede demandar "el código posta l " como i n d i cativo de la territoria l i zación
de la posición social del i n terlocutor. Ricardo López señala que, " los m i e m b ros de la clase
media han construido u n a representación espacial con criterios de clase en lo q u e respecta
a la colonia donde se reside. I n c l u so , es muy frecuente que la pregunta ¿por dónde vives? No
tenga nada de inge n u a y m á s bien se oriente a identificar la rea l idad socioeconóm ica del
i n terlocutor" (2007 : 1 6) .

1 73
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Asi m i s m o , se puede observar la generación de redes 1 6 5 de interca mbio e ntre este


grupo de jóvenes y cómo el espacio también se flexibi l i za a través de sus publi­
caciones (201 1 : 2 70 ) . 1 66

En re lación al contexto territorio, los l ugares se a rticu lan por los senderos
que se tra n sita n diariamente. La s cal les del veci ndario, como espacios contiguos
a l hoga r, adquieren además su fa m i l i a ridad en el nombra m iento específico de
sus lugares, y en la m a nera en que sus habita ntes se desplazan en ellas, y opo­
nen las rutas cerca nas del barrio a l de los ejes viales, pues éstos, pueden referir
a u n " sa l i r de ... " , "ir a la ciudad " , 1 67 como expe riencia del desplaza m i e nto por
la gra n ci udad -formando redes-, así, los ejes viales sign ifica n ese distancia­
m iento con que se m i ra el espacio u rbano i n a ba rca ble: es su vía de acceso y, por
la velocidad, su expresión de no prox i m idad.
En el lugar-hogar emplazado en u n a vecindad-barrio -configu rado en e l
t i e m p o , c o m o sed i m entación en la m e m o r i a y las práctica s-, sus h a bita ntes
despl iega n relaciones sosten idas y construye n , en dicho proceso, el tejido social
que se expresa en la com u n icación-afectividad i ntensa que deviene en un a m p l i o
conocim iento y compro m i so m u tuos. En esto difiere d e l tipo de i nteracciones
que se dan en los condo m i n ios de reci ente formación (Vil lavicencio, Esqu ive! y
D u rá n , 2 006) , donde se relacionan mediante tácticas de evita miento (Goffma n )
y control expresivo. En el barrio, espacio se demarca exh a u stiva mente, la com u ­
n icación tra n sita d e manera fl u ida y reiterativa y recorre, pasil los, recá m a ras,
"sala s-comedore s " , los traspatios (litera l y metafórica m ente) , es dec i r la región
posterior goffm a n i a n a , siendo el c h i sme su i n stru mento m á s característico. Con
el chisme, asistimos a la presión del territorio sobre el lugar, que puede traducirse
ta mbién como la presión de la comunidad sobre lo privado.
Haciendo un paréntesis, podemos dec i r que el c h i s m e comparte a lgu n a s
características com u nes c o n el ru mor. M a rga rita Z i res s e ñ a l a que éste es " u n re­
lato breve y de vida corta , a u nque permanezca de manera latente en la memoria
colectiva de u n a com u n idad y si rva de a l i mento a otros rumore s " (2005 : 2 1 ) . El
chisme ta mbién comparte con el rumor su verosi m i l itud, a u n q u e sus referentes
espaciales -dista ncia social- puedan ser va riables. Si lo referimos a las esca­
las, el chisme es más loca l , del vecindario, porque e l placer que produce requ i e re
de u n conoci miento personal izado, m i e ntra s que el rumor funciona a u n a esca la
meso o macro. En el estudio de las relaciones entre el lugar y el territorio ba-

1 65 El énfasis d e las cu rsivas es m ío.


1 66 Como ejemplo de estudio de redes y territorios que entornan a los luga res, se puede consu ltar,
entre otros, López-López, Á lvaro y Á lva ro Sánchez-Crispín, " D i n á m ica territorial del deseo
queer en Monterrey " , en Ciudades, R N I U , Puebla, n ú m . 62, abril-j u n i o de 2004, pp. 2 5 - 3 3 ; Va­
liño Alvarado, Raziel Dasha, " U n a m i rada a l espacio gay en Cuernavaca " , en Ciudades, R N I U ,
Puebla, n ú m . 6 2 , abril-j u n i o de 2004, pp. 5 2 - 5 5 ; Sánchez Suárez, Rafael Ernesto, "Territoria l i ­
d a d y homosexualidad", en Ciudades, R N I U , Puebla, n ú m . 6 2 , abril-j u n i o de 2004 , pp. 5 6 -6 1 .
1 6 7 En va rios pueblos y colonias periféricas se escucha a ú n decir "mañana voy a la ciudad".

1 74
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

r r i a l e s y vec i n a l e s , sería i n te resa n t e d i rigi r a lg u n a a t e n c i ó n h a c i a l a " l a t e n c i a "


i n d icada por M a rga r i ta Z i re s , p u e s desde a l l í p u ed e n e m e rger c r i s i s y confl i ctos.
Este tipo de co m u n i ca c i ó n , que p r i v i l eg i a e l con tacto ca ra a c a ra y l a refe ­
re n c i a perso n a l , se a l i m e n ta por c o m p a r t i r coti d i a n a m e n te d ive rsos a specto s de
l a v i d a vec i n a l : desde l a s j u n ta s y traba j o s o c u ota s pa ra resolver l o s prob l e m a s
de i n fra estructu ra y de se rvi c i o s h a sta l o s req u e r i m i e n to s m á s d o m é sticos c o m o
prestarse e l a z ú c a r o e l café , o dej a r a l n i ñ o 1 68 a l cu i d a d o c u a n d o se t i e n e q u e
sa l i r a rea l i z a r a lg ú n " m a n d a d o ".

Imagen 7. 14. La protesta u rbana puede reconfi g u rar la relación entre lo íntimo, lo privado y lo público,
entendiendo que dicha relación fue anteced ida por ocupar lugares diferentes. La recámara o la playa
ya no son los lugares exclusivos donde la desnudez se expone.
<La Jornada Jalisco, 3 de n oviembre de 2 0 1 1 l

1 68 Es ta mbién i n teresa nte observa r como está afronta ndo la soledad de los hijos ú n icos en las
clases medias: los padres acuerdan , con mucha a n telación "prestarse" los n i ños con sus a m is­
tades para que pasen los fines de semana acompañándose, para lo que i n tercam b i a n el papel
de a n fitriones. Esta práctica se real i za a pesa r de -o más bien por- la d i stancia que separa a
sus casas.

1 75
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Esta m u tua exposición i ntensa posibi l itaba ta mbién el conoci m i ento perso­
n a l i zado de los miembros de la com u n idad, lo que ta mbién perm ite a nticipar
actitudes, 1 69 u sos re lajados del espacio, reconocer jerarq u ía s en el grupo y entre
grupos, etcétera , situación que viene ca mbiando:

[ . . . ) s í , a ntes la gente e r a más senci lla y a m i stosa, daba n ga n a s de platicar con


ellos . . . mi m u j e r se l l evaba bien con las demás y andaba de c h i smosa en las
casas, ahí metidota todo el día o a l revés, ellas metidas en la casa . . . a h o ra ya no
se da mucho lo de tener compadres, la gente de a hora no sabe qué sign ifica eso,
l u ego se andan ha sta mentando la madre y cosas así, ya no hay va lores, pero yo
sí tengo compadres, e l esposo de la señora de debajo de la esqu i n a es e l padrino
de pa stel de m i h i j a cuando cumplió XV a ños, después él m e dio a bautizar a su
hija (en Novell y Sánchez, 2004: 44) .

Esta caracte rística , que se basa en la localización y regionalización 1 10 de las


re laciones y en u n amplio comparti m iento de las vivencias, i nvo lucra afectiva­
mente (incl uyendo, por supuesto , antipatías y agresividades) a l con j u nto, y es­
trecha más estas redes en momentos de crisis, tomando partido si esta situación
deviene en confro ntació n .
Así, reitero, la densidad emosignificativa d e l territorio veci n a l o barrial se
muestra en el i ntenso trabajo n o m i nativo que despliega el grupo, y para tener
eficacia, los nombres son específicos, emotivos y significativos y su expresión
más pecu l i a r es el a podo y el sobre-nombra m iento de actores y l uga res, i m b ri­
cándolos. Se util iza el recu rso de la meto n i m ia y la si nécdoque para estructu ra r
los sentidos de dichos su sta ntivos y, por ende, darle un soporte social referido
o situado dentro de u na clasificación socia l que ancla (Ab ric, 2 00 1 ) en los per­
sonajes, las biografía s y en los l ugares, que así adquieren si ngu la ridad en la
ca rtografía del barrio, 1 1 1 situándolos en las rutas cotidianas, haciéndolos más
fa m i l i a res. 1 12 Ernesto Lico n a , en su libro Producción de imaginarios urbanos, nos
i l u stra con pi nceladas de sus i n formantes:

1 69 L a confianza genera expectativas positivas, densifica el lazo social.


1 70 Uno de los sentidos que me interesa remarcar es el que señala Arj u m Appadu rai cua ndo lo
rem ite hacia el vecindario: "El término vecindario [ . . . ] tiene la virtud de que sugiere sociabil idad,
i n mediatez y reproductibil idad sin n i ngu na impl icación necesa ria de escala, modo específico
de relación o vínculo, homogeneidad interna o lím ites precisos" (200 1 : 1 8 7 ) . El concepto de
regionalización de Giddens ( 1 998), también a porta en esta direcció n .
1 71 Chava Flores, el mayor cronista m u sical de la ciudad de México, ha i n morta l i zado este t i p o de
cartografía vital al nombrar en sus canciones, por ejemplo, la pulquería " Las Glorias de Mo­
desta " , la ca ntina "Mi ofici n a " , la carn icería " La Mejor" o la botica " La Aspiri n a ". Ver ta mbién
el capítu lo de Lenguaje en este libro.
1 72 Como u n ejemplo pueden verse los relatos de Don Marga rito Ra m írez Luna en el libro de Patri­
cia Safa , Vecinos y vecindarios en la ciudad de México, C I ESAS-Porrúa, 2001 .

1 76
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Ten ía dos accesos para l l ega r a Tacu baya . U n o es el que agarraba por la ca l l e Águ i l a
y encontraba en frente de m i c a s a u n a pulquería que se l l a m a ba El Jarabe Mexicano.
Seguía ca m i n a ndo y encontraba otra pu lquería , ésa todavía existe y se l l a m a La Prin­
cesa; entonces daba u n a pequeña vuelta y pasaba un pu ente . . . Yo me acuerdo que
se caían m u cho los caba l los [ . . . ] De a h í ca m i naba hacia abajo, pero en ese la pso de
aquí a acá están los fa m osos tierreros, es u n l uga r donde la gente va , venden he rra­
m ienta ba rata de segu nda, todos siempre sentados, aquí vendiendo sus mercancías
y aquí hay otra pu lquería " ( Román del P rado, en Lico n a , 2003: 42).

M a ría A n a Porta l y Cristina Sá n c h e z , e n s u l i b ro S a n Pablo Chimalpa. Etno­


grafía de un p ueblo urbano , m u estra n otra fo r m a de s o l i d a r i d a d e n t re t e r r i to r i o ,
sectores (pa ra j es) y actore s :

E n l o s a ñ o s c u a re n ta , l a s fa m i l i a s se c o n c e n t ra b a n e n l o s p a r a j e s d e T l a n e ­
p a n t l a , T l a x i n t l a , C u a u h x u ztenco, Toc h a nco y T l a pexco ; a h í l o s j efes d e fa m i l i a
te n ía n c o m o v i v i e n d a s , p e ro t e n ía n terre n o s e n e l p ro p i o Sa n Pa b l o C h i m a l p a ,
L o m a d e l Pa d re o Sa n J o s é . S ó l o u n a s c u a n ta s fa m i l i a s se e n c o n t ra b a n d i spersas
den t ro d e l m i s m o pueblo, e n pa ra j e s c o m o Tezca l t i t l a , T l a c p a c , X oc h i t i t l a , M i l ­
to nco, At l a u h t e n c o , T l a n ca p u l l i , Tepoza n c o . L a s fa m i l i a s A l b a , A r i a s , C a r r i l l o ,
De la Ro s a , G a l i c i a , G a rc í a , G o n z á l e z , G r a n a d o s , H e r n á n d e z , J u á re z , L ó p e z ,
M a rt í n e z , M o n toya , M o re n o , M u c i ñ o , Nava , O l ivo, Pérez, Reyes , R ivera , R o m e ­
ro, Rosa l e s , R u i z , S e g u r a y V i l l a l u z son c o n s i d e ra d a s l a s fa m i l i a s n a t ivas d e l
pueblo" (2010: 1 1 5) .

I magen 7. 15. El n ú mero d e cruces en las casas andi nas comun ica e l capital social del dueño -cada
compadre lleva uno-, por ende sus conexiones con el territorio comunitario.
<www. saudadedemi .files.wordpress.com.jpgl
ABILIO VERGARA FIGUEROA

Los territorios y el espacio urbano son confrontados en los i magi n a rios de


sus habita ntes y pobladores, véase, por ejemplo, la pugna e ntre el sur y el norte
en la ci udad de México, donde qu ienes habita n en el n o rte rec l a m a n diciendo
que "el norte ta mbién exi ste " , qu izá como respuesta a l menor equipam iento
cultura l , la a ridez, su a n terior vocación i n d u stri a l , que la dejó m á s deva l u ada
con su cierre, entre otras razones. Pa ra e l Buenos A i res de Borges, hay u n a
representación m u y elocue nte e n su cuento q u e , precisamente, se t i t u l a " S u r " :
" N a d i e ignora que el S u r empieza del otro l a d o de Rivadavia . D a h l m a n n solía
repeti r que e l l o no es u n a convención y que q u ien atraviesa esa calle entra en
u n m u ndo m á s a ntiguo y m á s firme. Desde e l coche b u scaba entre la n u eva
edificac i ó n , la venta na de rejas, el l l a mador, el a rco de la puerta , el zagu á n , el
ínti mo pati o " ( 1 9 9 9 : 1 5 1 ) .
Esta r e n u n territorio p u ede m a rcar decisiva m e nte a los lugares q u e con­
tiene, y puede n o solame nte referir a u n a c l a se, sino ta m b i é n a un esti l o , a
u n a época , a oposiciones q u e l o s relatos pretenden l egi t i m a r o cuesti o n a r.
Las "cuatro c i u dades " de la ci udad de México 1 73 q u e reseña G a rcía Cancl i n i
( 1 9 9 8) , es u n a m u estra de c ó m o l o s estratos temporales se espaci a l iza n , con­
tradicen o com plementa n , refi riendo ta m b i é n a un contexto tiempo. Puede ob­
se rva rse q u e cada periodo refi ere a u n a a rq u i tectu ra y a u n a i nfraestructu ra
pública, pero ta m b i é n a dete r m i nados u sos, prácticas y significados, por lo
que s u s lugares son diferentes, a u n q u e, por e j e m p l o , por la gentrificación del
centro, e n l a s entra ñ a s de una casona col o n i a l ( só l i d a , firme y q u i eta e n s u
i m agen y materi a l e s de con stru cción) fu n c i o n e u n negocio de computadoras
e I n ternet (leve y ve loz) ; e n este sentido, sería i n teresante un estu d i o de la
paradójica contigüidad espac i a l -d iga m o s e n e l m i s m o nivel- de l a s capas
"geológica s " del tiempo.
Como u n a expresión de lo señalado, podemos ver cómo los l ugares n o per­
manecen i n m u tables: m uchos de ellos reubican su fu nción y se resem a n tiza n ,
acu m u l a n o pierden sign ificados desde s u s va riaciones pa ra proyecta r figu ras
" prototípicas" que perd u ra n o, por el contrario, soporta n el asecho de su diver­
sificació n . Así, los l uga res que a ntes signaban los rituales pueden ahora pro­
mocionar espectáculos pa ra turi sta s o para los medios como ocurrió con el ex­
convento de las Vizca ínas, donde se casaro n Lucero y M i j a res en enero de 1 9 9 7
y l a boda fue tra n s mitida por Televisa logrando u n a audiencia d e 4 3 m i llones
sólo en M éxico (Porta l , 200 1 ) . 1 71 La s va riaciones en los u sos pueden n o afecta r
el conti nente (arq u i tectó n i co) , s i n embargo la relación con los u rb ícolas puede

1 73 Las señala vinculadas a cuatro periodos: "a) el histórico territoria l ; b) el de la i ndustria lización
y la metropol izació n ; e) el de la ciudad global ; d) el de la hibridación m u lticultural y la demo­
cratizació n " ( 1 998: 1 9) .
1 74 Carlos Garma, refiere al carácter, al mismo tiempo ritual y espectacular d e l a " representación
de la pasión de Jesucristo " , donde m i l lones de espectadores y "la intrusión de los medios . . . ha
desvirtuado m uchos aspectos simbólicos del ceremonia l " ( 1 994: 68).

1 78
ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

estetiza rse o espectacula riza rse. E l contexto tiempo, 1 75 al resta u ra r o re modelar


los conti n entes, redefi n e s u s fu nciones prácticas y s i m ból icas.
Por lo anterior, es necesa rio observar las va riaciones en determ inadas deli­
m itaciones territoriales, pues e n una m i sma delegación o distrito, pueden haber
contra stes significativos, como se m uestra e n Coyoacá n (ver Zafa , 1 9 98 y Ku ri,
1 998), así, el lugar debe ser abordado y caracterizado desde u n a perspectiva que
ubique la posición social (clase, estrato) , cultura l (d iversa s etnicidades, diferen­
te capita l cultu ral) y territoria l . El contexto clase social territorial iza y demarca
al espacio u rbano, y, puede expresar ta mbién l a s tempora l idades diversa s que
converge n , col isiona n , s u pe rpo n e n , desplaza n ; e n México, la edificació n de un
emporio global como e l de Santa Fe, que se confronta con u n entorno pobre,
podría ser un ejemplo.
Ta m b i é n se puede afi r m a r que e l con texto tiempo , e n s u otra faceta , e s
fu n d a m e ntal e n l a defi n ic i ó n del lugar, por l o q u e e s i m po rta n te esta b lecer l a
i n terre l a c i ó n e n t re l o excepci o n a l y l o cot i d i a n o : u n a e n fermedad grave, u n a
m u e rte, u n a desped i d a , u n a boda , o u n a catástrofe, por s u ca rácter ú n ico
para cada s u j eto y grupo, se o po n e n y c o m p l e m e n ta n con l o ruti n a r i o . La vi­
ve n c i a d i a r i a e n l a vivienda se a r t i c u l a a l eve nto, l o ra ro , a la i rr u p c i ó n - u n
a s a l to o u n a e n fe r m edad , p o r e j e m p l o - e n l a construcción d e la d e n s i d a d
s i m bó l i ca y sign ificativa q u e constituye e l l u g a r. A veces l o p e r m a n e nte o
"estru ctu ra l " pasa a segu n d o p l a n o y la u n i c i d a d de u n "eve n to " opera m á s
eficaz m e n te e n e sta tra n s fo r m a c i ó n d e l e s p a c i o , con stituyéndose e n marcas
o h i to s espacio-te m p o ra l e s de la b i ografía y la h i stori a , q u e a su vez opera
c o m o e l e m e n to d e l s i stema c l a s ificato r i o q u e p e r m i te o rde n a r la m e m o r i a
y s u s re latos. Aq u í hay o t r a fo r m a de constitu i r e l lugar, donde l o s acto­
res, espacios, h e c h o s y t i e m pos que de- m a rc a ro n n u estras vidas de- m a rc a n
ta m b i é n n u estra re l a c i ó n con d i c h o s espacios acotados. M a u rice H a l bwa c h s
s e ñ a l a e sta a r t i c u l a c i ó n e n tre l o q u e s u rge y l o q u e sigue, e n t re l o ú n ico y l o
q u e se re itera :

Cuando Chateaubriand na rra , en u n a página fa mosa, cómo acontecían las ve­


ladas en el casti llo de Combourg, ¿se trata de un acontecimiento que ha tenido
luga r sólo una vez ? ¿Ha sido una tarde que sobresale entre las otra s, particu­
la rmente i mpactado por las idas y venidas silenciosas de su padre, por el as­
pecto de la sa l a , y por los detalles que pone en relieve en su cuadro? No, pero
ha reu n ido sin duda en un solo escenario los recuerdos de muchas veladas, ta l
como se grabaron en su memoria y en la de los suyos: es el resumen de todo u n
periodo, es la idea de u n t i p o d e vida " (2004: 1 82 ) .

1 7 5 Que s e expresa en l a s variaciones económicas, sociales, culturales, políticas, etcétera , cor ­


poreizados en actores y que se expresan en políticas públicas y privadas que operan sobre el
espacio y el territorio.

1 79
ABILIO VERGARA FIGUEROA

A esca la u rb a n a , referido ta mbién a l contexto tiempo, opera n los n u evos


h itos o mojones u rbanos. Antigu a m e n te, los itinera rios y las orientaciones para
llegar a cualquier reu n i ó n o festividad ten ía como refe rentes esos l ugares tradi­
cionales: edificios, plazas, m o n u m e n tos, accidentes geográficos, etcéte ra . En la
actu a l idad los n u evos mojones (Lynch) ta mbién lo constituyen los grandes cen­
tros comerciales y de esa forma adquieren u n sentido de m a rca territorial que
re-orienta n uestros desplaza m ientos y de alguna forma se fa m i l i a rizan y sed i­
mentan en las biografía s, especialmente j uven i les, con stituyéndose, por dicha
relació n , en lugares ( U rteaga y Cornejo, 200 1 ; Cornejo y Cárdenas, 200 ! y Cor­
nejo, 2003) . Sin embargo, estas i n serciones y reada ptaciones no se procesan de
m a nera u n iforme y en la m i s m a ciudad se pueden enco ntra r diferentes formas
de hacer territorio y desplaza rse por el espacio-tiempo diverso que i ncorpora lo
tradicional en el presente, mostra n do u n a " p i e l " más de la u rbe -pa l i m psesto­
como lo m uestra V i l m a Fuentes.

U n o de los enigmas de Pa rís es el perfi l provi nciano de sus barrios. A pesar de su


cosmopolitismo, sus zon a s con serva n tradiciones pop u l a res, pequeños comer­
cios, cafés frecuentados por los mora dores de las manzanas de edificios cerca ­
nos, vendedores que conocen a su clientela y saben sus gustos, ca m i n a ntes que
pasan a la misma hora cada tarde, en suma, todos esos deta lles que expresa n
el a l m a de un pueblo. Barrios que poseen ta mbién sus personajes pintorescos,
extravaga ntes, los cuales for m a n pa rte de su vida p rofu n da . 1 76

F i n a l m ente, al reflexionar acerca del contexto teórico del concepto lugar an­
tropológico, podemos i n corpora r ta mbién , de m a n e ra m u y productiva , conceptos
muy caros a esta d i sci p l i n a como frontera , actor, identidad, i n teracción , ritmo,
ritu a l , trad ición, (pos y sobre) modern idad, i m agina rios, símbolo, prácticas,
proxe m i a , lenguaje, etcétera , que, como puede verse, muy rápidame nte nos exi­
ge vincula rnos con otra s d i sci p l i n a s como la l i teratu ra , la estética , la h i storia,
la geografía , la com u n icaci ó n , la sociología , entre otras. El nexo fu ndamental
de estas asociaciones se debe a que el actor o su jeto con struye el espacio pa ra
tornarlo territorio y lugar y en ese p roceso se recon struye ta mbién mediante
prácticas s i m ból icas, estéticas y funcionales.

1 76 V i l m a Fuentes, " Lo que el v i n o s e llevó " . en La Jornada Semanal, 5 de j u n i o de 20 1 1 : 3 .

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