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Estudio de la Biblia
Lucas 10:25-37
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller
En esta lección del Evangelio, el abogado le contesta a Jesús diciendo que dos
cosas son necesarias para heredar la vida eterna – amar a Dios y amar al prójimo
(v. 27). Varios eruditos han encontrado una conexión entre la parábola del Buen
Samaritano (vv. 29-37) y la historia que sigue de Marta y María (vv. 38-42). La
parábola demuestra lo que significa amar al prójimo, y la historia de Marta y María
demuestra lo que significa amar a Dios.
Bock va un paso más allá al unir la enseñanza de Jesús sobre la oración (11:1-13)
con estas historias. Solo a través de una profunda relación con Dios, alentada por
oración, podemos amar a Dios y al prójimo.
“¿Haciendo qué cosa poseeré la vida eterna?” (v. 25). El uso de la palabra
“poseer” es interesante. El control de una herencia está en manos del que la da –
no en manos del que la recibe. Dios le prometió a Israel que heredaría la Tierra
Prometida (Lev. 20:24), y todos comprendieron que la herencia era un regalo. Sin
embargo, es posible que una persona ofenda a su benefactor y pierda la herencia.
También es posible dejar una impresión favorable sobre un benefactor y ganarse
la herencia. El abogado pregunta que es lo que tiene que hacer para impresionar
favorablemente a Dios y así ganarse la herencia de la vida eterna.
Hay una lección aquí para nosotros. Estamos tentados a mejorar nuestro
testimonio hacia los que no asisten a la iglesia aprendiendo las respuestas para
cada pregunta. Sin embargo, esto nos tienta a entrar en una lucha verbal –
inefectiva, lo más probable. Nuestro testimonio depende menos de respuestas
astutas que de amor. Si verdaderamente amamos a Dios, al prójimo, y a nosotros
mismos, entonces, como sugiere este texto, nuestro prójimo se sentirá atraído por
nuestro amor.
“¿Qué está escrito de la ley? ¿Cómo lees?” (v. 26). La pregunta de Jesús le
devuelve el reto al abogado. “¡Tú eres el experto!” ¡Has pasado la vida estudiando
la ley! ¡Dímelo tú a mí! La respuesta de Jesús también sirve para dirigir la
discusión hacia las escrituras, fundamento de la vida judía, y afirma la lealtad de
estas escrituras para guiarnos por el buen camino.
“Bien has respondido: haz esto, y vivirás” (v. 28). El abogado es erudito de la
ley y sabe lo que requiere. Empezó a cuestionar a Jesús preguntándole qué es lo
que debe hacer para ganarse la vida eterna. Ahora, Jesús le dice que debe hacer
lo que él ya sabe. Entonces, vivirá.
Ésta es una pregunta práctica presentada por un hablador hábil que quiere
“justificarse” – quiere ganarse unos puntos en el debate. ¿Cómo puede él
obedecer el segundo mandamiento sin saber quién es su prójimo? Es el tipo de
pregunta que los Rabíes discuten sin cesar. Tal debate a veces representa una
autentica devoción a la ley, pero fácilmente se puede deteriorar en un ejercicio
académico. Al continuamente debatir la ley, uno puede aplazar el tener que
observarla.
En la superficie, el abogado pregunta a quién debe amar. Sin embargo, a un nivel
más profundo, le está pidiendo a Jesús que defina los límites. De esta manera
sabrá quién no se le requiere amar. Si determina quién es su prójimo, también
sabrá quién no es su prójimo.
Jesús podría decir, “Todos son tus prójimos.” En vez, cuenta una historia que nos
alienta a fijarnos más en el prójimo que se encuentra al otro lado de la verja, que
en la verja misma. Cuando fijamos los ojos en la verja, no vemos claramente a
nuestro prójimo. Sin embargo, cuando miramos a nuestro prójimo, apenas
podemos ver la verja.
Jesús nos dice poco del viajero que se convierte en la víctima de ladrones. No
sabemos si es judío, samaritano, o extranjero. No conocemos el propósito de su
visita a Jerusalén ni la esencia de su trabajo en Jericó.
“Le despojaron” (v. 30). Sería posible para los transeúntes determinar algo de la
identidad del hombre caído según su ropa o su manera de hablar, pero los
ladrones le han despojado de su ropa y le han dejado inconsciente. Por lo tanto, le
han dejado irreconocible. Transeúntes quizá se detuvieran más rápidamente si
pudieran identificar al hombre como miembro de su grupo, pero no pueden hacer
eso (Bailey, Through Peasant Eyes, 42-43).
31Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, se pasó
de un lado. 32Y asimismo un Levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, se
pasó de un lado.
• Quizá estén en camino a cumplir con servicios religiosos – excepto que Jesús
dice que el sacerdote “descendió por aquel camino” (v. 31) – “descendió” en
dirección a Jericó en vez de subir hacia Jerusalén. Sacerdotes cumplen su trabajo
en el templo un período de tiempo y después regresan a su hogar. Este sacerdote
estaría camino a casa, y no presidiría en el templo por algún tiempo.
• Quizá estén disgustados por lo que ven y prefieren no ensuciarse las manos y la
ropa. Esta razón es tan trivial que nos inclinamos a no considerarla, pero muchas
personas han pasado de largo por esta misma razón.
• Quizá teman que la víctima esté muerta. Cualquier judío que toca un cuerpo
muerto es considerado inmundo por siete días (Num. 19:11), y debe pasar por una
ceremonia de purificación al tercer y séptimo día para no ser rechazado por la
asamblea (Num. 19:13, 20). Un sacerdote o levita inmundo queda prohibido de
cumplir sus responsabilidades en el templo hasta ser purificado – la ley especifica
ciertas responsabilidades sacerdotales que pueden dejar al sacerdote y a su
asistente inmundos por una temporada – así, sacerdotes y levitas inmundos no
son algo fuera de lo común (véase Num. 19:1-10ª, esp. v. 7). Sin embargo, la ley
que prohíbe que un sacerdote toque un cuerpo muerto se expresa en términos
exactos; “Ni entrará donde haya alguna persona muerta, ni por su padre, ó por su
madre se contaminará” (Lev. 21:11). El levita, sin embargo, tiene más flexibilidad
aquí. Aunque él también, quedará inmundo si toca un cuerpo muerto, las
consecuencias son menos severas para él que para el sacerdote.
• Quizá tengan miedo, pensando que el hombre ha sido puesto ahí para hacerles
caer en una emboscada. Las heridas del hombre caído verifican la presencia de
ladrones. Por eso, una emboscada es muy posible. El sacerdote, levita, y
samaritano tienen razón al preocuparse por su seguridad.
MISERICORDIA
33Mas un Samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido
á misericordia; (griego: esplanchnisthe – movido por compasión hasta la
profundidad de sus entrañas). 34Y llegándose, vendó sus heridas, echándoles
aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, llevóle al mesón, y cuidó de
él. 35Y otro día al partir, sacó dos denarios, y diólos al huésped, y le dijo:
Cuídamele; y todo lo que de más gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré.
Igual que sabemos poco acerca de la víctima, sabemos poco acerca del
samaritano. Solo sabemos que está dispuesto a ayudar aunque se encuentre en
territorio judío entre gente que no se inclinaría a ayudarle a él en circunstancias
parecidas.
“Echándoles aceite y vino” (v. 34). Aceite y vino no solo se utilizan para curar
heridas, sino que también se usan en la alabanza judía. El sacerdote y el levita,
que manejan aceite y vino en el templo, fallan al no aplicárselos al hombre que
encuentran por el camino para aliviar su sufrimiento. “Es elsamaritano el que vierte
la verdadera ofrenda aceptable a Dios” (Bailey, Through Peasant Eyes, 50).
El samaritano trata las heridas del hombre, de alguna manera le pone sobre su
animal, y le transporta al hostal más cercano. Al dueño del hostal le da dos
denarios, que constituyen dos días de paga para un obrero (Mateo 20:2), y
promete reembolsarle por cualquier gasto adicional. Su generosidad hacia la
víctima nos da tranquilidad en su promesa de pagar cualquier gasto adicional.
Las acciones del samaritano reversan las de los ladrones. Robaron al hombre, le
dejaron por muerto, y le abandonaron. El samaritano paga por el hombre, le deja
en buenas manos, y promete regresar (Bailey, Through Peasant Eyes, 53).
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