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FILOSOFÍA

El ser humano es una especie social pero, ¿Dónde empieza y donde acaba lo
innato?
Hay un proceso por el cual el ser humano llega al mundo y otro proceso por
el cual la criatura humana trae al mundo unos recursos potenciales que pueden
quedar en nada si luego no se ven desarrollados, puestos en práctica por la
sociedad que educa a sus miembros.
La condición humana es una condición natural propia de una especie social
producto de una cadena evolutiva, que proviene del mundo animal y cuya principal
característica de superioridad frente a otras especies es nuestra capacidad
tecnológica, punto decisivo para dominar el planeta.
Pero, ¿En que son diferentes los humanos a los demás animales? Desde un
punto de vista materialista, el ser humano comparte con otras especies asuntos
básicos como la búsqueda de alimentos, abrigo, protección, etc. lo que se viene a
considerar como necesidades biológicas.
Toda especie tiene unas aptitudes y habilidades para la supervivencia y junto
a estas unas normas sociales. Lo normal es que cualquier miembro de una especie
social siga las pautas de conducta, el instinto que compone las normas sociales, en
definitiva normas que marcan un camino correcto y otro incorrecto.
Platón rompe en cierto sentido con el mito en la medida que comienza a
desarrollar una manera de pensamiento racional y lógico, reconvirtiéndolo en un
esquema dualista, dejando espacio por un lado a la esfera del cielo y por otro a la
condición humana, a la que otorga la capacidad de la razón.
En la Filosofía de Aristóteles es donde hay que explicar cual sería la
condición humana. La reflexión en torno al ser social se va a traducir en una serie
de virtudes.
En cuanto al Ethos, haría alusión a la costumbre, cultura y tradición del
propio grupo, pueblo o comunidad pero en un sentido muy concreto proporcionando
un carácter moral. Ethos sería un fondo social que procura carácter social
moralmente a los individuos. Para Aristóteles el Ethos tendría un contenido positivo
de tolerancia, reflexión, razón que se lograría con un aprendizaje por imitación.
Para Aristóteles la forma de vida, la cultura griega era lo mejor que se daba
en su época. El Ethos mostraba lo mejor de la sociedad ateniense pero al mismo
tiempo ya era formulado en el sentido de que tal virtud no se pensaba ni para los
esclavos, ni para las mujeres, sólo para los ciudadanos libres de la polis. En
consonancia con esto, los conceptos de democracia, tolerancia, diálogo eran un
concepto particular de justicia solo referido a los ciudadanos libres de la polis.

Teoría de las Virtudes de Aristóteles

Esta teoría de las virtudes comienza a gestarse a partir del Libro o Capítulo II
de la "Ética a Nicómaco" y en el Libro VI es donde se concreta la virtud de la
"Phrónesis".
Las virtudes son esos medios, bienes, que contribuyen a mejorar la condición
humana. Bien es verdad, que todo el pensamiento filosófico de Aristóteles y de
todos los pensadores del mundo antiguo venía sesgado por el hecho de que cuando
pensaban en términos de lo humano, traducían por ello lo mejor de lo humano
representado en la polis griega, los ciudadanos varones de la polis griega,
excluyendo esclavos y mujeres, que no eran los principales receptores del mensaje
filosófico.
Las virtudes son bienes medios que puede alcanzar cualquier miembro de la
sociedad, del género humano.
Hay dos tipos de virtudes, por una parte Ethos y por otra las Dianoéticas, es
decir por una parte las científicas, sistemáticas. Las del Ethos constituyen algo así
como la manera en que la costumbre, la cultura, la tradición de una comunidad, de
un pueblo, incide, afecta, al carácter moral de los miembros de ese pueblo o de esa
comunidad. Para Aristóteles tenía un significado muy positivo, porque la costumbre,
la tradición era la de la democracia, el diálogo, el pluralismo, la tolerancia, todo lo
que caracterizaba a la sociedad griega frente a otras sociedades y pueblos. ¿Cómo
se aprendía el carácter moral del Ethos? Porque siempre se daba la circunstancia
que podía seguirse por emulación las actitudes de los que las tienen. Ej. Imitar a
Pericles.
Nuestra realidad es la multiculturalidad y la pluralidad de Ethos.
En cuanto a las virtudes dianoéticas, vamos a centrarnos en 3 aunque en
realidad son 5.
En la parte más importante de las clases de Aristóteles en el Liceo,
Aristóteles enseñó acerca de 3 grandes virtudes básicamente:
1) Epísteme. Con ella se inicia para el pensamiento humano universal, el
concepto mismo de ciencia o teoría científica. No en vano ha quedado como la base
de lo que hoy se conoce como epistemología o conocimiento científico. Aristóteles
plantea la Epísteme entre sus discípulos sin olvidar que venimos de una doble
operación, por una parte, el punto de partida precisamente era el de un logos que
se separa de la explicación mítica, de la falsa explicación del mito, pero de otra
parte y esto es más sutil, Aristóteles incluso cree necesario que el Logos tome
tierra, se convierta en Filosofía práctica y abandone algo así como la especulación
metafísica, platónica, al respecto del mito.
Un sujeto trata de un objeto. El sujeto es Aristóteles y sus discípulos. Nos
convertimos en sujetos de pensamiento, tenemos un cuerpo, una mente y una
mente ligada al cuerpo. Lo primero que salta a la vista piensa Aristóteles, es que
ante el sujeto se abre un objeto que claramente es la naturaleza física, material.
Hay que demostrar que el objeto-naturaleza responde a leyes naturales u objetivas.
Aristóteles usa una expresión muy recurrente y es que el objeto de la epísteme es
"aquello que no puede ser de otra manera". Hasta la Edad Media o la Revolución
Industril, las leyes de la Naturaleza eran como eran y no podian ser de otra manera,
solo cabía demostrar las leyes de la naturaleza.
2) Techné. Aristóteles describe el arte (techné) como una acción a partir de
la cual el hombre produce una realidad que antes no existía. Cuando los griegos
emplearon el término techné, que traducimos por influencia latina (ars), no
debemos interpretar sólo las “bellas artes” (pintura, escultura…) sino todo tipo de
producción en la que, a partir de la acción humana, se crea una realidad que antes
no existía. El zapatero, el escultor, el armador de barcos, el orfebre… todos ellos son
artistas en la medida en que su trabajo es una técnica, una capacidad para producir
algo que anteriormente no existía.
Por ello el arte queda referido a las realidades contingentes: aquellas cosas que sólo
existen en la medida en que alguien las ha decidido crear. El teorema de Pitágoras
existiría aunque nadie lo hubiera descubierto pero la silla en la que ahora estoy
sentado sólo existe porque alguien decidió que debía existir e invirtió tiempo,
esfuerzo y destreza en su producción. De este modo ocurre también con nuestras
acciones. La acción, correcta o equivocada, surge de la deliberación y al igual que el
buen herrero es capaz de producir objetos útiles y de calidad el hombre excelente
obrará conforme a la virtud.
3) Phrónesis. Desde el punto de vista ético, las más importantes de estas
virtudes son las prácticas. A la virtud o areté práctica por excelencia llama
Aristóteles phrónesis (prudencia o sensatez). Es el hábito de encontrar el término
medio óptimo en cada caso y determinar el curso de acción correcto: el hábito de
dar en el clavo. Pero no en parcelas especializadas, sino en la vida: “Parece propio
del hombre prudente el poder discurrir bien sobre lo que es bueno y conveniente
para el mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo, para su salud o fuerza, sino
para vivir bien en general”.
La prudencia no es una ciencia. La ciencia trata de lo universal, mientras que la
prudencia siempre lo es de lo particular. No es el resultado de abstracciones
científicas, que pueden ser captadas fácilmente por jóvenes inteligentes, sino el
resultado de larga experiencia de lo particular. Por eso los jóvenes, que carecen de
experiencia, necesitan seguir el consejo de algún varón prudente y experimentado.
Y por eso no sirven para la política, que es una variedad de la prudencia. “Los
jóvenes pueden ser geómetras y matemáticos, y sabios en cosas de ese tipo, y, en
cambio, parece que no pueden ser prudentes. La causa de ello es que la prudencia
tiene por objeto también lo particular, con lo que uno llega a familiarizarse por la
experiencia, y el joven no tiene experiencia, porque hace falta tiempo para
adquirirla”.
Estas tres virtudes dianoéticas ya no se aprenden por imitación o emulación
de modelos positivos, ya no son virtudes ligadas inmediatamente al carácter mortal
y emanadas directamente de la tradición, la cultura o la costumbre propia de la
comunidad. Son virtudes más abiertas, menos definidas de antemano, virtudes más
en construcción y que deben ser enseñadas científica y académicamente, motivo de
un aprendizaje sistemático, analítico, riguroso, propio de unas clases en un Liceo o
en una Universidad.
En definitiva, el aprendizaje que plantea Aristóteles de estas 3 grandes
virtudes es un aprendizaje teórico y sistemático.
Muchos siglos más tarde nos encontramos ante la situación de que distintos
Ethos han de convivir en el planeta, lo que produce el fenómeno del pluralismo
cultural.
Pero el concepto de justicia parcial, particular de la sociedad griega se
mantuvo, llegando al mundo romano, pero a partir de ahí como concepto propio de
la razón, reflexionando acerca de lo justo y lo injusto y desapareciendo como tal
concepto condicionado por el pensamiento religioso, con la teología establecida
de que lo justo está dictado desde el cielo y nosotros, los humanos sólo podemos
aplicarlo.
Después de la Edad Media, la religión cristiana dejó de servir como pretexto
para abordar de nuevo un concepto racional de justicia y esto fue así por las
contradicciones de las religiones monoteístas.
Las religiones monoteístas contribuyeron bastante al abordaje teórico de un
nuevo concepto moderno de justicia y por tanto a la declaración de los derechos
humanos universales. Esto fue posible porque toda religión monoteísta se basa en
una ecuación que luego no desarrolla: si hay un solo dios creador habrá una sola
especie de criaturas creadas por dios, si dios crea criaturas humanas las formara
creándola a partir de una especie. Si hay una sola especie humana creada por un
solo dios porque hay tanta diferencia e injusticia entre miembros y clases. Durante
un tiempo esta grave contradicción se resolvió mediante la llegada al cielo
(prometían que irían al cielo) pero esto llegó un momento que no se sostuvo y las
preguntas surgieron. En definitiva, estamos bordeando el comienzo de la
declaración de los derechos humanos universales (la más completa es la de la
revolución francesa).
De modo que hemos ido de un Ethos (justicia particular solo para los
ciudadanos libres) hasta el concepto mismo de justicia universal. El 'pensador más
importante del siglo de la ilustración era Kant, su ética se apoya y se basa en ese
nuevo abordaje teórico del concepto de justicia, que ya es un concepto producto del
ejercicio libre de la razón.
El Primer Imperativo Categórico de Universalidad de Kant dice: “yo
debo obrar de tal modo que yo sepa que mi conducta y mi forma de obrar soporta
la prueba de la universalidad”. Es decir, que ''cualquier otro ser humano racional en
el mundo haría lo mismo que yo estoy haciendo de esta manera. Kant llega a esta
conclusión porque entiende que todo sujeto humano tiene una capacidad de
conciencia moral que lo iguala a a cualquier otro sujeto humano en el mundo de tal
manera que la razón que nos hace adoptar una conducta moral es una razón
compartida universal. El problema con Kant es que esto lo formuló desde algo así
como una conciencia que en solitario parece capacitada para llevar a cabo una serie
de monólogos consigo mismo.
El problema cambia cuando nos encontramos que cuando siguiendo a Kant
uno cree que en cualquier lugar del mundo su comportamiento moral será seguido
por cualquier otro sujeto moral.
Kant con su imperativo de universalidad cree poder imponer que ''A'' en el
ámbito de su conciencia aplicandose a la teoria de universalidad por sus propios
medios puede reconocer el sentido universal de su conducta, es decir, que su
conducta corresponda a lo que el sujeto entiente.
Ahora se trata de que primero se dialoga y luego tentativamente los
participantes en el dialogo pueden ir concluyendo razones. Complementariamente a
esto hay un principio que es el doble principio de igualdad primero y diferencia
segundo. Igualdad respecto a que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos
independientemente de su clase social, etc, y el principio de diferencia dice que por
mucho que nos pongamos la realidad de cada uno ya es una diferencia entre
individuos, unos con más éxito que otros, con más suerte... este doble principio es
el que fundamenta el estado del bienestar. Para empezar la distribución de riqueza.
Mayor aportacion para aquellos que están en peores condiciones.
Rawls entendia que a,b,c y d realmente podían imaginar un estado pero
para ello como condicion deberian desconocer sus intereses. Si a,b,c,y d dialogan
sobre las normas de justicia en todo momento deben ignorar sus interes privados.
Esto dijo Rawls debía taparse bajo un velo de ignorancia, con esto Rawls quiere
decir que el dialogo no tiene éxito puesto que hay muchos intereses.
Lo que aporta Habermas es algo muy práctico, realista, seguramente no tan
ambicioso pero en su modestia mucho más verosímil. Lo cierto es que este dice que
admitiendo el procedimiento de dialogo de rawls no solo ocultan sus intereses sino
que tienen que poner abiertamente sus intereses y deben superar estos en
beneficio de los intereses generalizados. Se trata de intereses generalizables desde
la lógica de los derechos humanos universales. De tal manera que la fórmula
actualde u mas d, es decir universalidad más diálogo. Siempre la universalidad
acompañada del diálogo. Ya no hay forma de aceptar que alguien diga yo se lo que
conviene al género humano, eso debe ser decidido por todos.

A partir del S. XVIII, comienza la modernidad, la Ilustración, sabemos que


nosotros venimos de generaciones y generaciones educadas en ese modelo. Somos
fruto de generaciones limitadas dentro del conjunto del género humano y esto ha
venido siendo así a pesar de que nuestro modelo luego resulta exportado de mejor
o peor manera por la vía del desarrollo del capitalismo, algo tan expúreo desde la
perspectiva moral, filosófica, cultural, como puede ser el beneficio económico de las
grandes empresas fue históricamente la vía de expansión de nuestro modelo
ilustrado occidental.
Pero no sólo de forma expurea sino también violenta, si tenemos en cuenta
que el capitalismo se desarrolla fuera de occidente bajo la fórmula de un
colonialismo invasor, opresivo y por tanto nada edificante. Y de esto no hace
mucho, no estamos hablando de un pasado remoto, sino de un pasado reciente que
ha agrupado a una serie de generaciones de occidente en ese modelo en paralelo
con generaciones fuera de occidente que tienen muy reciente la experiencia del
colonialismo. No es extraño que los occidentales no resulten simpáticos fuera de
occidente.
En todo caso, si vamos al modelo que llamamos ilustrado, si sabemos de las
buenas intenciones de este modelo en términos de una justicia universal. Ya el otro
día, definíamos emblemáticamente ese modelo a través de la figura de Kant y en
concreto de su tesis a favor de un imperativo categórico de universalidad que
hemos llamado “U”. La justicia universal sería algo así como la puesta en práctica
de esa aspiración imperativa categórica a la universalidad categórica.
El otro día, no obstante, ante la imposibilidad de llevar a cabo de forma
inmediata la tesis kantiana a partir de las conciencias individuales, más en
concreto, a partir de la creencia de individuos aislados, pensando cual debía ser la
conducta más adecuada individualmente. Otros dos autores, Rawls (1971) y
Habermas (1985), han ampliado el modelo occidental “U” en términos de “U+D”.
Si con Kant podemos hablar de Ética Moderna, con Rawls y Habermas
podemos hablar de Ética Contemporánea.
De cara al futuro ningún sujeto individual podrá tener la solución definitiva y
será necesario más bien un diálogo, una discusión al respecto. Sobre todo, si
cuando decimos el adejtivo “contemporáneo” lo que estamos describiendo, entre
otras cosas, es el fenómeno del culturalismo o pluralismo cultural entre diferentes
“Ethos”, “Formas de vida” o “tradiciones” que recorren todo el planeta. De manera
cierta, eficaz, tecnológicamente demostrada, por la vía de internet, de los medios,
de la información instantánea, vertiginosa en el tiempo ya está superadas las dudas
sobre los conocimientos de la existencia de los diferentes “ethos”.
Sin embargo una cosa es el conocimiento recíproco y otra cosa distinta es
que eso garantice una solución al respecto de un acuerdo sobre lo que puedan ser
derecho humanos universales o justicia universal. Parece que estamos más cerca de
ello que en el pasado, es una sensación justificada, al menos en el conocimiento
recíproco de las diferentes culturas y “ethos” tenemos la esperanza de poder llegar
a un acuerdo si quiera sea sobre algún común denominador o sobre algún
contenido mínimo, algo imposible si partiéramos de la realidad del s. XVIII-XIX
basado en el desconocimiento recíproco entre culturas diferentes.
Pese a todo, ¿cuál es la realidad histórica sustantiva de eso que llamamos
derechos humanos universales o justicia universal? Sabemos que hay una cierta
realidad virtual, de hecho las grandes potencias occidentales, con el apoyo de otros
pueblos, estados, poblaciones no occidentales creen poder defender la lógica de
esos derechos humanos “universales”. Como ejemplo, algún país árabe o musulmán
se ha sumado a la intervención americana en Libia, etc.
Pero esa realidad virtual, ¿en cuanto se corresponde con la realidad histórica
de que ya estamos en el umbral de un acuerdo sobre lo que deba ser una justicia
universal?. No vale la respuesta, se defienden los DDHH por un lado y el capitalismo
triunfa con sus intereses por otro. Si echamos de menos que los DDHH universales
se ejecuten no de forma expurea, no a través de una doble moral, es que realmente
creemos en ellos y si creemos en ello y somos todos los componentes del género
humano quienes creemos en ello y luchamos contra el capitalismo, la respuesta
vendría dada. Da la solución de que el tema todavía es complejo y que todavía hay
discrepancia cultural entre los diferentes “ethos” que forman el género humano.
Llegados aquí, caben dos opciones más o menos claras, de un lado, ante la
dificultad de llevar esto a término, que A, B, C y D dialogando acuerden “U”, una
tendencia actual del pensamiento no sólo filosófico, sino también artístico, político,
etc. podría volver al principio y decir que todo fue una ficción del S. XVIII-XIX y que
verdaderamente, la Humanidad está condenada a un desacuerdo permanente en
materia de justicia universal. Esa es la tesis de los llamados postmodernos, que
están más allá de la modernidad, en cuanto esta se ha dotado de este último límite
insuperado.
A día de hoy todo indica más bien que ese discurso postmoderno y
relativista, en cuanto que hace relativa la justicia negándole su carácter universal,
parece haber perdido fuerza, empuje, en los últimos años y más bien se trataba de
otra cosa que seguramente ellos no supieron explicar demasiado bien.
Rorty después de negar la validez de la existencia de la justicia universal, si
reconoce la existencia de una tendencia a la solidaridad y a la no crueldad.
En realidad podríamos decir que hoy todavía hay que seguir discutiendo en
términos de Ilustración y Modernidad. De todas maneras, de que esta opción sea la
válida dependerá en definitiva que eso que llamamos justicia universal o DDHH
universales tenga algún sentido. Pueda ser algo verosímil históricamente en el
futuro. En todo caso, ya tenemos delante una fórmula explicativa del procedimiento
que deberíamos llevar a cabo para no llegar al error kantiano de la filosofía de la
conciencia.
Llegados a este punto lo que resta por decir guarda relación precisamente
con el punto de partida, con el cual comenzábamos esta parte de la asignatura y es
la pregunta por la condición humana. Más precisamente, la pregunta de si hay algo
en la condición humana, algún aspecto o elemento que permitiera avanzar en el
sentido de ir más allá de las diferencias culturales entre “ethos” distintos hacia una
unidad interna, un denominador común para la especie que sirviera de fundamento,
de fondo material o sustantivo al respecto de eso que llamamos DDHH universales o
Justicia Universal.
Dicho al revés, se trataría de comprobar si en la base de los DDHH
universales hay algún elemento unificador de todo miembro del género humano
que haga posible la comprensión última y el acuerdo último de este diálogo acerca
de “U”.
Estamos por tanto intentado saber si el ser humano tiene alguna
característica que con independencia de su socialización en una cultura
determinada, en una tradición, en un “ethos” pudiera decirse que ese mismo
miembro del género humano dada esa característica podría reconocerse en otro
miembro del género humano, en cualquier otro lugar cultural, étnico o geográfico
del mundo.
En realidad esta pregunta tiene algo de retórica porque ya comenzamos
diciendo que en el origen mismo de las religiones monoteístas, cuando se articula el
pensamiento que dice que hay un solo Dios creador ya implícitamente se daba la
respuesta en relación a unas únicas criaturas creadas. Es decir, ya se daban las
condiciones para pensar en una cierta unidad de la especie humana.
Claro que esto, todavía durante mucho tiempo fue producto de la
especulación filosófica y habría que ver como ha llegado este asunto a nuestros
días, si les sirve de referencia, como tal concepto de género humano, ligado a un
cierto discurso a favor de la justicia y los DDHH universales, sólo tenemos noticia de
ese hecho, de esa noción no del S. XVIII, con Kant, Rousseau, etc. sino en el S. XVII
con un autor de origen hispano-portugués exiliado en Amsterdam, de origen judío,
Spinoza. Más en concreto en su libro, publicado anónimamente en 1640 que se
llama “Tratado Teológico Político”.
Ahí por primera vez en la historia del pensamiento humano se da una doble
circunstancia teórica, de un lado se habla de democracia, de un sistema político de
participación del pueblo en forma de Derechos democráticos, esto ya existía claro
está, en la época antigua, en la polis griega. Pero lo que no se daba era el segundo
concepto, una democracia no para holandeses, franceses o italianos, sino una
democracia ligada a la noción de género humano. Es decir, ya no se trataba del
mejor estado político posible, en el sentido de la libertad del ciudadano, sino que
esa libertad del ciudadano se refería a un derecho humano concerniente a todo el
género y toda la especie. Por tanto, aquella especulación monoteísta de que a un
Dios le corresponde una misma especie de criaturas, ahora con carácter laico, de
ahí el concepto crítico frente a la teología de Spinoza, es por definición racional que
cualquier miembro del género humano en el mundo debiera tener el derecho a
participar de un Estado democrático.
Este es un hecho poco conocido, pero está documentalmente probado, el
primer modelo de democracia ligado al género humano aparece en el S. XVII en el
Tratado Político de Spinoza.
Todavía hay que seguir la pista de esa posibilidad dual, curiosamente de
nuevo en Kant, pero ya no a la manera del Imperativo Categórico de Universalidad,
sino de otra manera, relativa a otra forma de imperativo categórico, que aparece en
diversas obras kantianas, que ya no es la fórmula vacía, formal, abstracta de
universalidad sino que es una fórmula mucho más amable, más próxima, más
sustantiva, más inteligible en términos prácticos, la llamada “Fórmula de
Humanidad”, también bastante menos conocida que la “Fórmula de Universalidad”.
La Fórmula de Humanidad o 2ª Fórmula Imperativa Categórica, es algo así
como “toma al otro ser humano como fin en si mismo, no lo instrumentalices como
medio a tu servicio”. Pero dice algo más, “tómate a ti mismo y al otro ser humano
como fin en si mismo, no lo instrumentalices, no te instrumentalices, como medio”.
Por tanto, esta fórmula ya no es tan abstracta, ya no es un sujeto que tiene que
decir si su conducta es éticamente valiosa. Ahora es un sujeto que ya sabe el tenor,
el contenido ético que debiera seguir su conducta, tratarse a sí mismo, tratar al otro
como fines, el respeto, la dignidad, el valor de uno y del otro serían prioritarios
frente a toda consideración de uno y del otro, como medios. Siempre se podrá decir,
¿cabrá la duda en algún momento dado si estoy utilizando al otro o siendo justo con
el otro?.
En esta fórmula se alcanza una mayor concreción, que ahora podemos
entender, que lo que se desprende en la práctica de esa forma es el concepto de
solidaridad. No sólo una justicia abstracta, sino teniendo en cuenta al otro en sus
condiciones, solidarizándose con los motivos del otro. Entender al otro, reconocer al
otro más allá de cualquier fórmula abstracta o formal, en la práctica entre uno y el
otro. Tal es así, que otra autora, A. Heller, se dio a conocer como una marxista
disidente, de la época de la URSS, en su país, Hungría (años 70), publicó un
pequeño libro o ensayo, sobre lo que ella llamó “las dos éticas de Kant”, es decir,
frente a una ética formal, abstracta, ligada a la filosofía de la conciencia, habría otra
ética, que se desarrolla seguramente al final de la vida de Kant, que tiene presencia
en obras como “La Crítica del Juicio” basadas no en la 1ª Fórmula Categórica, sino
en la 2ª, de Humanidad o Solidaridad.
La demanda, la reivindicación de unos DDHH universales tiene un
fundamento sustantivo y es algo racionalmente plausible.
Más allá de estos apuntes, hemos llegado a un punto, de si no aclaración
definitiva, si al menos de inflexión con respecto al estado anterior que es algo así
como el conocimiento del contenido del cerebro humano. Habremos llegado por la
vía científica, sí, ¿y que?. También sabemos que no estamos en el centro del
Universo, pero ¿hay un horizonte a día de hoy?.
Por la vía que fuese, hoy hemos logrado unos resultados para la ética y la
filosofía fundamentales desde el punto de vista del contenido del cerebro humano.
La neurociencia, la neurobiología ya nos aclaran cada vez más y mejor que aquel
principio de Humanidad o de Solidaridad, incluso aquella actitud de ayuda,
operación entre aquellos cazadores primitivos con los que comenzamos esta parte
de la asignatura, no obedecía a ninguna inspiración trascendente, a ningún código
religioso, en el caso de los primitivos cazadores hubiera sido imposible, sino que
más bien es al revés.
Todo principio de declaración religiosa, filosófica, teológica, metafísica, que
diga “practica la solidaridad con el otro, toma al otro como fin en sí mismo, no le
hagas al otro lo que no quisiera que te hicieran a ti…” no es lo que da lugar al
comportamiento ético en consecuencia, el comportamiento ético más bien, tiene
una base neurológica que explica luego esos mandatos trascendentes o
metafísicos, sólo que hasta que no hemos conocido el interior del cerebro humano
no nos habíamos percatado de ello.
El interior del cerebro humano dice con total evidencia empírica y científica,
el cerebro humano o la vía evolutiva del cerebro humano, hoy día sabemos que
tiene entre las múltiples, millones y millones de conexiones sinápticas entre
neuronas, una base neuronal, un tipo de neuronas básicas, perfectamente
localizables que se llaman “Neuronas-Espejo”.
Su descubridor, fue un neurólogo italiano llamado Rizolan?, que casualmente
investigando a una familia de macacos, observó que entre los miembros de esa
familia se daba la posibilidad de reconocimiento recíproco en términos de
expresiones, alegría, dolor, tristeza, etc. Había un principio de sentimientos, de
emociones, entre los miembros de esa familia de primates, que empezaban a tener
una comprobación fisiológica en ese tipo de neuronas.
¿No existirán esas mismas neuronas en el cerebro humano que
evolutivamente procede de distintas familias de monos? Hasta ahora pensábamos
que el reconocimiento de las emociones primarias entre humanos pudiera tener que
ver con eso que llamamos “socialización”. Pero eso nunca dejó de ser una verdad
demasiado general o generalista, puesto que la socialización de una especie social
que duda cabe que se lleva a cabo o no se lleva a cabo de las buenas condiciones
cerebrales de partida. De hecho ya sabemos, por nuestra propia experiencia
médica, que determinados conflictos o déficits cerebrales o emocionales, hacen
difícil llevar a cabo esa socialización. Pero desde hace unos quince años, ya
sabemos que esas neuronas forman parte del cerebro humano, sin las cuales no
tenemos la capacidad para saber que el otro ser humano está alegre, triste,
experimenta placer, angustia, etc.
Hasta ahora nos movíamos por el resto del mundo sabiendo identificar
emociones primarias sin saber por qué, ahora sabemos que sin estas neuronas,
esas emociones primarias no son identificables y lo que es peor, sin las neuronas-
espejo no podemos articular relaciones de empatía entre los seres humanos.
La situación ha llegado a tal punto que un autor muy conocido, como
divulgador de la cultura contemporánea a todos los niveles, Rifkin ha publicado un
libro reciente titulado “La Civilización Empática”. Y precisamente el punto de partida
material, científico, que hace posible esa apuesta por esa civilización empática no
es otra cosa que la existencia de las neuronas-espejo.
La Civilización Empática sería una civilización futura donde funcionaran los
DDHH y la Justicia Universal sobre el desarrollo, el cuidado, la atención que merece
el estado de salud del cerebro humano en términos de empatía. No otra cosa es lo
que descubre Antonio Damasio, cuando en su libro “En Busca de Spinoza”
encuentra que las intenciones filosóficas de Spinoza al respecto de la unión o
cooperación ética entre seres humanos viene corroborada en el conocimiento
neurológico de ese cerebro humano que hoy conocemos cada vez más. Si con
Spinoza empezábamos diciendo que había que indagar entre el cuerpo y la mente
humana como base fundamental para una ética fuera de toda inspiración religiosa,
ahora es el conocimiento del cerebro humano que es la síntesis de la mente y el
cuerpo, donde Damacio da cuenta de esa base material para esa ética no religiosa.
¿A dónde nos lleva todo esto? La posibilidad de que los DDHH y la Justicia
Universal deben ser una apuesta en el futuro de la humanidad. Lo que sabemos es
que somos una especie social, venimos de una evolución natural que ha producido
un cerebro con unas capacidades “x”, que esa “x” todavía está por despejar, que
hablamos de millones y millones de conexiones sinápticas entre neuronas y que
todo lo que pudiera anticiparse de cara al futuro no sólo indica que somos seres
complejos que tenemos que construir el futuro, sino que ya hay elementos en
nuestro cerebro que darían la pauta de la necesaria mayor operación, integración
entre los miembros de la especie humana de cara a la supervivencia futura de la
especie.
No hemos hablado de otro plano importante además de la Neurociencia, que
es la Astrofísica, el origen y destino del Universo. Esto parece más alejado de
nuestra visión material. Pero hay que recordar que todo empezó con la visión de
Galileo.
Hawkings y otros, ya no le duele en prendas en decir que la hipótesis de
Dios, es una hipótesis innecesaria y prescindible. Ahora por último ha dicho que es
producto del miedo a la muerte.
La ética de cara al futuro, esa defensa de la justicia universal de cara al
futuro, se está apoyando en una mayor convicción moral, filosófica, al respecto de
la unidad de la especie y se está alejando cada vez más de las premisas metafísicas
de la existencia de Dios y esto es algo así como inocuo, aleatorio, al respecto del
resultado final… Pues parece que no, porque uno de los principales motivos o
causas, de la separación de la especie entre grupos que siendo todos humanos se
han hecho la guerra entre sí ha sido desde luego el nivel simbólico-religioso.
Hemos llegado a un punto donde se da una doble circunstancia. La religión
en el mundo parece algo cultural, pero no explicativo de los fenómenos naturales
que afectan a la especie y de otro lado, cada vez conocemos más a la especie y en
concreto a esa característica común que conocemos como cerebro humano, de
manera que para el futuro, que duda cabe tenemos que apostar por algo que se
llama “supervivencia de la especie en el Planeta Tierra” toda vez que hemos
comprobado el peligro que atraviesa la continuidad de la especie en términos
ambientales, ecológicos. Esa situación no se daba antes y se da ahora. Alerta
máxima, peligro inminente, pero a la vez mejores recursos intelectuales, científicos,
para conocer mejor las necesidades de la especie.
Y he aquí que le estamos dando cuerpo material a eso que llamamos Justicia
Universal o DDHH universales, que no se podrán plantear al margen de la
continuidad de la especie en el planeta sobre la base del medio ambiente, de sus
condiciones de reproducción, de sus condiciones de vida cultural, de todo ello. Ya no
es un discurso abstracto, es un discurso concreto.

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